Día malo, día obscuro, mi día hoy...
S.S.P.C
Dia malo, reflexión, soledad
Protegido por copyright
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Publicado el 10 de julio de 2019 por Shirr.
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Publicado el 10 de julio de 2019 por Shirr.
Bien, realmente, se hace muy difícil estar tratando tal tema de manera tan directa y clara; el planeta, nuestra casa, la única que tenemos se nos acaba, cada segundo, cada minuto, cada hora y cada día de los que estan pasando, se nos hace mas irreversible el problema.
Llegados a este punto, uno se pregunta: porque todos sabemos tan claramente los motivos, consecuencias y, sobretodo soluciones de este problema y no actuamos? Pues no actuamos básicamente porque de la manera en la que esta montada la sociedad actual, sobretodo en los paises más desarrollados, es un estilo de vida basado infinitamente en el consumismo y en una profunda falta de empatía que crece exponencialmente conforme consumimos, digo falta de empatía porque no nos estamos poniendo en la piel de nuestra descendencia con lo que van a sufrir con el tipo de planeta que les vamos a dejar o incluso a nosotros mismos, por ejemplo, el cambio climático ya se esta notando y se pensaba que iba a ser mucho mas tardío
Como he dicho antes, pienso que este tema debería de tratarse de manera contundente, porque al igual que hemos sido tan precozes como irresponsables al empezar a destruirnos el entorno a nosotros mismos y a las especies con las que lo compartimos, deberíamos ser igual de responsables para parar este desmesurado consumismo, está claro que no es nada fácil, está claro que no todo el mundo va a estar de acuerdo y va a parar, pero, por una sola persona que empieze a cambiar y lo contagie a más esto va a llegar a ser un movimiento en masa en contra de esas personas y empresas que estan destruyendo nuestro aire, mares, tierras y entre otros.
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Publicado el 9 de julio de 2019 por Joel Roig.
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Publicado el 8 de julio de 2019 por susana.
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Publicado el 7 de julio de 2019 por Chopper.
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Publicado el 18 de junio de 2019 por Manuel Cerón.
‘Fue él’ (Acantilado) es una horrorosa lindura del gran polímata Stefan Zweig, donde los celos y la rabia atenazan el corazón de este Pluto y cuando ve que un santiamén ha dejado de ser el rey del hogar, lo cobra caro. En mi canon personal está Chéjov con el legendario cuento ‘La dama del perrito’ (Mestas ediciones). Una historia banal de un añejo donjuán llamado Gúrov que encontrándose en Yalta queda embobado por la bella y misteriosa joven Anna, Anna Serguéiev, quien se ve pasear y llevar «siempre la misma boina» y acompañada de una bolita de “Niebla”, un pomerania blanco. Bendicó el perro ―«clave de la novela»― ‘El gatopardo’ (Losada) se asocia también a su autor, Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Bendicó el perro disecado «que despertaba recuerdos amargos» es arrojado a la basura. Simboliza hacia el final de esta magna obra el pasado en la forma de polvillo en el aire. (¡Ah, sí!, Bendicó sale en la adaptación cinematográfica de Luchino Visconti).
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Publicado el 18 de junio de 2019 por Manuel Cerón.
Pronunciado en la ciudad de Tlalpan la noche del 15 de septiembre de 1857
Si pudo
mi corazón, sin compasión, sin ira
tus lágrimas oír, ¡ah!, que negado
eternamente a la virtud me vea,
y bárbaro y malvado,
cual los que así te destrozaron sea.
Quintana
¿De qué manera corresponder al llamamiento de la patria? ¿Cómo hacerme digno de la confianza que hoy el pueblo deposita en mí? Yo quisiera al presentarme en este sitio, donde el sentimiento popular me coloca, traer algo más que mis esperanzas de mexicano y mis creencias de joven. Yo quisiera ser uno de esos hombres de genio, cuyas palabras, semejantes a los rayos de luna que se cuelgan sobre la extensión de un cementerio, iluminando blandamente la oscuridad del mismo sepulcro, derrama las luces del consuelo, de la esperanza y de la fe en el corazón de los pueblos. Pero yo en esta noche, aniversario glorioso, sólo podré recordar al pueblo mi hermano los pasados días de nuestras victorias, juntos levantaremos una plegaria, plegaria tierna como del alma, a la memoria de nuestros muertos héroes, ya que juntos guardamos en el rincón más recóndito de ella las reminiscencias de días de triunfos, perdidos en la noche de los tiempos. Porque ¿en qué corazón de patriota, no encuentran un eco los nombres de esos héroes? Porque ¿qué mexicano no vive con la vida de sus recuerdos?
Dominio público
21 págs. / 37 minutos / 129 visitas.
Publicado el 18 de junio de 2019 por Edu Robsy.
Al joven poeta José María Ramírez
México, abril de 1858
Hermano:
Reciba ud. esta pequeña novela en prenda de amistad, recíbala vd. como un recuerdo de esas horas amarguísimas de nuestra vida que hemos pasado juntos, lastimado el corazón por unos mismos dolores, recíbala Ud. como todas mis obras, empapada todavía con las lágrimas que sin esperanza he derramado por la gloria, con la misma benevolencia con que han recogido mis versos Zorrilla y Florencio Castillo.
Usted, pobre amigo mío, desde la soledad de su retiro me ha seguido con una mirada cariñosa por el viaje de la vida, me ha visto luchar con una suerte siempre contraria y sufrir con la fe de un mártir, y cuando he venido a Ud. con el corazón lastimado, me ha dado tiernos consuelos y ha vuelto a colocar en mis manos la pluma que el desconsuelo me había hecho soltar.
Recíbala Ud., no como lo que ella vale, sí como una prenda de desinteresado y fraternal afecto.
Al sentir mi abandono en la vida, he levantado en mi corazón un altar a la amistad.
Su hermano
Juan Díaz Covarrubias
Por una hermosa tarde del mes de julio de 1854, dos jóvenes que por su traje y sus maneras revelaban desde luego pertenecer a la clase más distinguida de la sociedad mexicana, atravesaron tomados amistosamente del brazo, el espacio que hay entre la Alameda y la entrada del puente de San Francisco.
Uno de ellos representaba tener muy cerca de treinta años, era de elevada y elegante estatura, su rostro pálido y el círculo sombrío que rodeaba sus hermosos ojos negros, indicaban a primera vista una juventud consumida en las orgías y la prostitución.
Dominio público
97 págs. / 2 horas, 51 minutos / 283 visitas.
Publicado el 18 de junio de 2019 por Edu Robsy.
Al joven poeta Luis G. Ortiz
Tacubaya, noviembre de 1858
Hermano:
Le envío a usted esta pequeña novela que acabo de escribir, y que muy pronto se publicará.
Tal vez habrá muchos que digan que sólo un niño o un loco es el que piensa en escribir en México en esta época aciaga de desmoronamiento social, y pretender ser leído a la luz rojiza del incendio y al estruendo de los cañones. Acaso tengan razón. Pero, ¡Dios mío!, ¿se han acabado ya también esos hombres sensibles, esparcidos en todas las clases de nuestra sociedad, que se deleitan con esas tristezas, esos desconsuelos, esas esperanzas, presentimientos y deseos vagos que forman los cantos de los poetas?… ¡Ah!, usted y yo sabemos que no, sabemos que hay todavía almas buenas que no han sido embriagadas por el vértigo del positivismo; ¡almas que laten unísonas con las nuestras, que en una presión de mano, o una palabra, nos dicen que nos han comprendido, que gozan, esperan, se desconsuelan y sufren como nosotros! ¿Y acaso hay un placer más tierno, más incomprensible que ese eco simpático que nuestro canto produce en el alma de un desconocido? Yo he publicado mis libros por sólo el deseo de producir ese eco en algún corazón. Yo no me desaliento, porque espero con la civilización el renacimiento literario, y me resigno a consumir mi juventud en el martirio de un trabajo estéril, con la esperanza de gozar algún día con usted y mis hermanos en poesía, el paraíso de la gloria.
Introduzca usted estos cuadros aislados que no son ni una novela, en los salones de esas hermosas jóvenes que le inspiran tan hermosos versos.
Adiós, Luis, no se olvide usted de su hermano.
Juan Díaz Covarrubias
Dominio público
57 págs. / 1 hora, 40 minutos / 474 visitas.
Publicado el 18 de junio de 2019 por Edu Robsy.
En las inmensas llanuras que se encuentran hacia el sur en el estado de Veracruz, entre las pequeñas aldeas de Jamapa y Tlalicoyan, orillas de un brazo del río Alvarado y no tan cerca de la barra de este nombre, para que pudiera considerarse como un puerto de mar, se alzaba graciosa a la falda de una colina y como oculta a la mirada curiosa de los escasos viajeros que por allí suelen transitar, la pequeña aldea de San Roque, cuyo modesto campanario se podía percibir entre el follaje de los árboles, dominando el pintoresco caserío.
Esta aldea, medio oculta en una de las quebradas del poco transitado y mal camino que conduce de la barra de Alvarado a la villa de Córdoba, aislada completamente de las relaciones comerciales y políticas, contendría escasamente en la época que comienza esta narración, de seiscientos a ochocientos habitantes, la mayor parte indígenas, labradores en los sembrados de maíz, de tabaco y de caña que se cultivan en algunas rancherías de las inmediaciones, familias de viejos señores de las ciudades más cercanas, como Veracruz, Jalapa, Orizaba, Cosamaloapan, antiguos guardias de las milicias del virrey, retirados ya del servicio, restos de la aristocracia de segundo orden, cuya decadencia comenzaba ya en aquella época o hasta media docena de acomodados labradores, que poseían fértiles terrenos en que cultivaban las semillas que tanto abundan en esos climas privilegiados.
Los habitantes de la primera clase, pasaban la mayor parte del día en los campos de las pequeñas haciendas, y sólo en las primeras horas de la noche se veían alumbrarse sus cabañas diseminadas sin orden y al acaso en un radio de cuatrocientas varas.
Dominio público
263 págs. / 7 horas, 40 minutos / 148 visitas.
Publicado el 18 de junio de 2019 por Edu Robsy.