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¿Castigo?

José de la Cuadra


Cuento


Al doctor J. M. García Moreno, que sabe cómo esta fábula, se arrancó angustiosamente a una realidad que, por ventura, se frustró...


Apenas leves, levísimas sospechas, recaían sobre la verdad de la tragedia conyugal de los Martínez.

Se creía que andaban todo lo bien que podían andar dada la diferencia de edad entre marido y mujer: cincuenta años, él; veinte, escasos y lindos, ella.

Se creía —sobre todo— que el rosado muñeco que les naciera a los diez meses de casados y que frisaba ahora con el lustro, había contribuido decisivamente a que reinara la paz, ya que no la dicha, entre los cónyuges.

Pero, lo cierto era que el hogar de los Martínez merecía ser llamado un ménage a trois. La mujer se había echado encima un amante al segundo año de casada.

El amante de Manonga Martínez era el doctor Valle, médico.

Cuando Pedro Martínez, agente viajero de una fábrica de jabón, íbase por los mercados rurales en propaganda de los productos de la casa, el doctor Valle visitaba (y por supuesto que no en ejercicio de su profesión) a Manonga.

Dejaba el doctor Valle su automóvil frente a unas covachas que lindaban por la parte trasera con el chalet donde vivían los Martínez, y, con la complicidad de una lavandera que hacía de brígida, penetraba por los traspatios hasta la habitación de aquéllos.

Encerrábanse los amantes en el dormitorio, y cumplían el adulterio sobre el gran lecho conyugal.

Manonga, precavida, se deshacía con anticipación de la cocinera y de la muchacha. Para mayor facilidad, veíanse, por ello, a la media tarde.

Al chico —Felipe— lo dejaba la madre en la sala, jugando. Cuando estuvo más crecidito, lo mandaba, al portal o al patio. Ahora permitía que correteara por frente al chalet; pero, eso sí, sin que saliera a las veredas del bulevar. Habíale enseñado a que, oportunamente, negara el que su madre estuviera en casa.


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3 págs. / 5 minutos / 123 visitas.

Publicado el 8 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Catástrofe en la Joven Turquía

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


El ministro de Bellas Artes (a cuyo ministerio se había anexado últimamente la nueva subsección de Ingeniería Electoral) le hizo una visita de trabajo al gran visir. De acuerdo con la etiqueta oriental, discurrieron un rato sobre temas indiferentes. El ministro se detuvo a tiempo para omitir una referencia casual a la Maratón que se había corrido, cuando recordó que el gran visir tenía una abuela persa y podía considerar la alusión a Maratón como una falta de tacto.

A continuación el ministro entró en el tema de su entrevista.

—¿Bajo la nueva constitución, las mujeres tendrán el voto? —preguntó repentinamente.

—¿Tener el voto? ¿Las mujeres? —exclamó el visir con cierta estupefacción—. Mi querido pashá, la nueva carta tiene cierto sabor de absurdo así como está; no tratemos de convertirlo en algo completamente ridículo. Las mujeres no tienen alma, ni inteligencia, ¿por qué demonios van a tener el voto?

—Sé que suena absurdo —dijo el ministro—, pero en Occidente están considerando esa idea seriamente.

—Entonces deben estar equipados con mayor solemnidad de la que yo les reconocía. Después de una vida de esfuerzos especiales por mantener mi gravedad, escasamente puedo reprimir mi inclinación a sonreír ante tal sugerencia. Mire usted, nuestras mujeres en la mayoría de los casos no saben leer ni escribir. ¿Cómo pueden ejecutar la operación de votar?

—Se les pueden mostrar los nombres de los candidatos y en donde pueden marcar con una cruz.

—Discúlpeme ¿cómo dijo? —lo interrumpió el visir.

—Con una medialuna, quiero decir —se corrigió el ministro—. Sería algo que le gustaría al Partido Turco Juvenil —agregó.

—Bueno —dijo el visir—, si vamos a cambiar las cosas, lleguemos al extremo de una vez. Daré instrucciones para que a las mujeres se les reconozca el voto.


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1 pág. / 3 minutos / 294 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Certamen de Inventores

José Fernández Bremón


Cuento


Jamque adeo donati omnes...
(Eneida, Liv. V.)


El Tribunal, que debía adjudicar el premio al invento más útil, y todos los oyentes, escuchábamos con asombro la explicación de un descubrimiento extraordinario.

—Voy a concluir, señores —decía Sapiens, el inventor—. Los cerebros de los contemporáneos más ilustres se conservan rotulados en mis frascos y si he profanado sepulturas, he descubierto y poseo en toda su energía, o atunuado en cultivos de diferentes graduaciones, el microbio de esa enfermedad que llaman henio. Gracias a mis inyecciones, brillan en el mundo algunos imbéciles de nacimiento, sometidos por sus padres a mi régimen, Porque, señores, pocos hombres han creído necesaria para sí la inoculiación de mi bacilo: he ofrecido bacterias del cerebro de Bismarck a nuestros políticos, de Víctor Hugo y Zorrilla a los aprendices de poeta, y de Moltke a nuestros generales más obscuros, y las han rehusado con desdén. Sólo algunos músicos de murga han adquirido microbios atenuadísimos de Wagner, y me han aturdido a tompetazos; la sublimidad en música tiene manifestaciones formidables. Únicamente he transmitido el bacilo del genio militar a un sacerdote, y el del genio poético a un prestamista: el primero está enseñando la estrategia a una comunidad de capuchinas, y el segundo está versificando la ley hipotecaria.

Sapiens saludó modestamente, y hubo un murmullo de aprobación que ahogaron los otros inventores. Uno de éstos, el licenciado Muceta, le interrogó con ademanes descompuestos:

—¿No afirmas que el genio es una enfermedad?

—Así lo aseguran autores afamados.

—¿Y quieres reproducirla, miserable, cuando se ha extinguido felizmente, en España, hace ya tiempo?

—La administro en cultivos atenuados.

—Sapiens, explica tu sistema.


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4 págs. / 8 minutos / 10 visitas.

Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

César

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

Dirigir un cotillón, explicar el último figurín de La Moda Elegante, ser cronista de los líos y trapisondas en el gran mundo, guiar caballos, valsar, correr una juerguecita, hablar de toros y ponerse con muchísimo chic una flor en el ojal de la levita, salvo estas habilidades César no tenía ninguna otra, y respecto a instrucción la recogía á diario en las reuniones, en las columnas de los periódicos, en las mesas de juego del casino y en los colmados; los viejos y pisaverdes eran sus catedráticos en la ciencia infusa del buen tono.

En el gran mundo César resultaba uno de tantos advenedizos: no tenía renta, oficio ni beneficio; era un enigma viviente para muchos, excepto para doña Josefa, su patrona, que sabía á qué atenerse respecto á las grandezas y fastuosidades de su huésped. Su pasado, su presente y su porvenir los fundaba en el tapete verde y en los trozos de cartulina con cantos dorados.


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7 págs. / 13 minutos / 47 visitas.

Publicado el 23 de julio de 2023 por Edu Robsy.

Chertogón

Nikolái Semënovic Leskov


Cuento


I

Se trata de algo que sólo puede presenciarse en Moscú, y eso, teniendo mucha suerte y buenas aldabas.

Yo presencié una vez esta especie de rito, desde el comienzo hasta el final, gracias a una feliz coincidencia, y quiero describirlo para los verdaderos entendidos y amantes de todo lo serio y grandioso que tiene sabor popular.

Aunque por una rama pertenezco a la nobleza, por la otra estoy cerca del «pueblo»: mi madre desciende de una familia de comerciantes. Al casarse abandonaba una casa muy rica, pero no hacía una boda de conveniencias, sino que se marchaba por amor a mi padre. Mi difunto padre era famoso por sus galanteos y siempre lograba lo que se proponía. Lo mismo le sucedió con mi madre. Sólo que, debido a esta habilidad, mis abuelos no dotaron a mi madre y sólo le dieron, como es natural, sus vestidos, la ropa de cama y las arras, que recibió a la vez que su perdón y su bendición eterna. Mis padres vivían en Oriol, con estrechez, pero también con dignidad, sin pedirles nada a los acaudalados familiares de mi madre ni mantener tampoco trato con ellos. Sin embargo, cuando llegó para mí el momento de marcharme a estudiar a la Universidad, me dijo mi madre:

—Haz el favor de visitar a tu tío Ilyá Fedoséievich y saludarlo de mi parte. No es una humillación, pues se debe respetar a los parientes de más edad. Ilyá es hermano mío, y un hombre muy piadoso, además, que goza de gran consideración en Moscú. Él presenta el pan y la sal siempre que se recibe a algún personaje… siempre está delante de todos con la bandeja o con una imagen… Frecuenta la casa del gobernador general y del metropolita… Puede aconsejarte bien.


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14 págs. / 25 minutos / 104 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Chickamauga

Ambrose Bierce


Cuento


En una tarde soleada de otoño, un niño perdido en el campo, lejos de su rústica vivienda, entró en un bosque sin ser visto. Sentía la nueva felicidad de escapar a toda vigilancia, de andar y explorar a la ventura, porque su espíritu, en el cuerpo de sus antepasados, y durante miles y miles de años, estaba habituado a cumplir hazañas memorables en descubrimientos y conquistas: victorias en batallas cuyos momentos críticos eran centurias, cuyos campamentos triunfales eran ciudades talladas en peñascos. Desde la cuna de su raza, ese espíritu había logrado abrirse camino a través de dos continentes y después, franqueando el ancho mar, había penetrado en un terreno donde recibió como herencia la guerra y el poder.


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8 págs. / 14 minutos / 90 visitas.

Publicado el 26 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Chimbos y Chimberos

Miguel de Unamuno


Cuento


I

Dejaron el escritorio el sábado, al anochecer; como llovía un poco, se refugiaron en la Plaza Nueva, donde dieron la mar de vueltas, comentando el estado del tiempo próximo futuro. Al separarse, dijo Michel a Pachi:

—Mañana a las seis, en el simontorio, ¿eh?

—¿En el sementerio? ¡Bueno!

—¡Sin falta!

El otro dio una cabezada, como quien quiere decir sí, y se fue.

—Reconcho, ¡qué noche!

Enfiló al cielo la vista: así, así. Soplaba noroeste, ¡maldito viento gallego! El cielo gris destilaba sirimiri, con aire aburrido; pasaban nubarrones, también como aburridos; pero…, ¡quiá!, las golondrinas iban muy altas… Se frotó las manos, diciéndose:

—Esto no vale nada.

Subió de dos en dos las escaleras, y a la criada, que le abrió, le dijo:

—¡Nicanora, mañana ya sabes!

—¿Pa las cinco?

A eso de las diez, se levantó de la mesa, fue al balcón, miró al cielo y al fraile y se acostó. ¡El demonio dormía!

Revoloteaba por la alcoba un moscardón, zumbando a más y mejor. Michel sintió tentaciones de levantarse, apostarse en un rincón y, cuando pasara, ¡pum!, descerrajarle un tiro a quemarropa… A las seis en el cementerio de Santiago. Había que levantarse, lavarse, vestirse, revisar la escopeta, ya limpia; tomar chocolate, oír misa de cinco y media en Santiago. ¡Pues no son pocas cosas! Lo menos había que levantarse a las cinco… No; mejor a las cuatro y media. Estuvo por levantarse e ir a dar la nueva orden al cuarto de la criada; sacó un brazo, sintió el fresco y se arrepintió; dio media vuelta y cerró los ojos con furia, empezando a contar uno, dos, tres, etc… ¡Maldito moscón, qué perdigonada se le podía meter en el cuerpo! ¡Qué mosconada bajo la parra!


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14 págs. / 24 minutos / 115 visitas.

Publicado el 25 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

¡Chist!

Antón Chéjov


Cuento


Iván Krasnukin, periodista de no mucha importancia, vuelve muy tarde a su hogar, con talante desapacible, desaliñado y totalmente absorto. Tiene el aspecto de alguien a quien se espera para hacer una pesquisa o que medita suicidarse. Da unos paseos por su despacho, se detiene, se despeina de un manotazo y dice con tono de Laertes disponiéndose a vengar a su hermana:

—¡Estás molido, moralmente agotado, te entregas a la melancolía, y, a pesar de todo, enciérrate en tu despacho y escribe! ¿Y a esto se llama vida? ¿Por qué no ha descrito nadie la disonancia dolorosa que se produce en el alma de un escritor que está triste y debe hacer reír a la gente o que está alegre y debe verter lágrimas de encargo? Yo debo ser festivo, matarlas callando, e ingenioso, pero imagínese que me entrego a la melancolía o, una suposición, ¡que estoy enfermo, que ha muerto mi niño, que mi mujer está de parto!... Dice todo esto agitando los brazos y moviendo los ojos desesperadamente... Luego entra en el dormitorio y despierta a su mujer.


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3 págs. / 6 minutos / 256 visitas.

Publicado el 20 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Cien Reales de Luz

Silverio Lanza


Cuento


Salí de Bolsa y fuíme directamente á casa de Emilia. Mi Nana, como yo la llamaba, dormía en un sillón de su gabinete. También las doradas ascuas de la chimenea parecían dispuestas á dormir entre cenizas. Yo había olvidado la baja de los Ferros, y de este modo ninguno cumplía su misión. Ni yo calculaba, ni calentaba la lumbre y Emilia dormía. Los tres estábamos cansados de nuestro destino.

Poco después Emilia se sentaba al lado del balcón, la avivada lumbre producía llamas rojas, azules y blancas, girones de fuego que se precipitaban por la chimenea y subían hacia el cielo como las almas de los justos y las blasfemias de los impíos.

En la calle, la tristeza de una tarde de invierno con la fúnebre luz de un cielo nublado, y el temeroso andar de las gentes, que marchan preservando su cabeza de la lluvia y sus pies del barro, muchedumbre que produce un ruido característico, sólo semejante al del motín que nace y balbucea un grito.

Emilia limpiaba el empañado cristal con un pañuelo, y por el trozo limpio y transparente miraba á la calle sin ocuparse de mí. Las llamas en la chimenea parecía que me hacían una mueca burlona y luégo ascendían por el tubo de hierro hablando entre sí en voz baja como si comentasen riendo la pena mía, y yo miraba la mujer y la lumbre, las dos ingratas con quienes pasamos nuestros inviernos, las que hacemos objeto de nuestra poesía, y ellas cuidan nuestro cuerpo y no se cuidan de nuestra alma.

—Vamos, hombre, siéntate.

—¿Dónde?

—Aquí enfrente. Así verás á la vecina, esa jamona que te preocupa.

—Mira que á mí...

—Pues no es tan fea.

—Pero no me gusta.

—Parece que estés triste. ¿Has tenido algún contratiempo?

—Ninguno.

—Pues, sé que la Bolsa baja.

—Mejor; ahora me conviene.

—Que sea enhorabuena... Tú siempre sales ganando.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 68 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

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