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Memorias de un Impostor

Vicente Riva Palacio


Novela


Prólogo del autor

Era yo niño, y estudiaba Filosofía en el Colegio de San Gregorio, cuando uno de mis compañeros, poco más o menos de mi edad, me contó que muchos años antes de que el cura Hidalgo hubiera proclamado la independencia de México, un hombre, de nación irlandés, había pretendido alzarse como rey de Anáhuac, libertando a México de la dominación española; pero que la conspiración había sido descubierta y el irlandés había muerto a manos de la justicia.

No puedo recordar quién fue aquel de mis condiscípulos que me refirió esto, y sólo sí que, con toda la buena fe de un niño, creí que era una verdad histórica aquel sencillo relato, suponiendo que él lo habría leído en alguna parte o lo habría oído contar a sus padres, que sin duda debían ser más instruidos que él, sobre todo en materia de historia. De todos modos, la narración me preocupó tanto y me impresionó de tal manera, que durante toda mi vida, siempre que oía hablar de la historia de México, o que meditaba yo sobre ella, el recuerdo del irlandés acudía a mi memoria al momento.

En vano busqué en lo que se ha escrito hasta hoy sobre la historia de los tres siglos de la dominación española en México, algo que pudiera darme alguna luz sobre este punto. Confieso, ingenuamente, que nada encontré, y que llegó un momento en que creí que toda la historia del irlandés no era sino una tradición, destituida de fundamento o una leyenda fantástica, inventada por un desconocido novelista.


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487 págs. / 14 horas, 13 minutos / 1.324 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

Memorias de un Paraguas

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuento


Nací en una fábrica francesa, de más padres, padrinos y patrones que el hijo que achacaban a Quevedo. Mis hermanos eran tantos y tan idénticos a mí en color y forma, que hasta no separarme de sus filas y vivir solitario, como hoy vivo, no adquirí la conciencia de mi individualidad. Antes, en mi concepto, no era un todo ni una unidad distinta de las otras: me sucedía lo que a ciertos gallegos que usaban medias de un color igual y no podían ponerse en pie, cuando se acostaban juntos, porque no sabían cuáles eran sus piernas. Más tarde, ya instruido por los viajes, extrañé que no ocurriera un fenómeno semejante a los chinos, de quienes dice Guillermo Prieto, con mucha gracia, que vienen al mundo por millares, como los alfileres, siendo tan difícil distinguir a un chino de otro chino, como a un alfiler de otro alfiler. Por aquel tiempo no meditaba en tales sutilezas, y si ahora caigo en la cuenta de que debí haber sido en esos días tan panteísta como el judío Spinoza, es porque vine a manos de un letrado cuyos trabajos me dejaban ocios suficientes para esparcir mi alma en el estudio.


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11 págs. / 19 minutos / 150 visitas.

Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Memorias de un Solterón: Adán y Eva

Emilia Pardo Bazán


Novela


Capítulo 1

A mí me han puesto de mote el Abad. En esta Marineda tienen buena sombra para motes, pero en el mío no cabe duda que estuvieron desacertados. ¿Qué intentan significar con eso de Abad? ¿Que soy regalón, amigo de mis comodidades, un poquito epicúreo? Pues no creo que estas aficiones las hayan demostrado los abades solamente. Además, sospecho que el apodo envuelve una censura, queriendo expresar que vivo esclavo de los goces menos espirituales y atendiendo únicamente a mi cuerpo. Para vindicarme ante la posteridad, referiré, sin quitar punto ni coma, lo que soy y cómo vivo, y daré a la vez la clave de mi filosofía peculiar y de mis ideas.

Yo friso en los treinta y cinco años, edad en que, si no se han perdido enteramente las ilusiones, al menos los huesos empiezan a ponerse durillos, y vemos con desconsoladora claridad la verdadera fisonomía de las cosas. —En lo físico soy alto, membrudo, apersonado, de tez clara y color mate, con barba castaña siempre recortada en punta, buenos ojos, y anuncios apremiantes de calvicie que me hacen la frente ancha y majestuosa. En resumen, mi tipo es más francés que español, lo cual justifican algunas gotas de sangre gala que vienen por el lado materno. —He formado costumbre de vestir con esmero y según los decretos de la moda; mas no por eso se crea que soy de los que andan cazando la última forma de solapa, o se hacen frac colorado si ven en un periódico que lo usan los gomosos de Londres. Así y todo, mi indumentaria suele llamar la atención en Marineda, y se charló bastante de unos botines blancos míos. Lo atribuyo a que en las personas de amplias proporciones y que se ven de lejos, es más aparente cualquier novedad. Mis botines blancos tenían las dimensiones de una servilleta.


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186 págs. / 5 horas, 25 minutos / 334 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Mendizábal

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Al anochecer de aquel día, el no sé cuántos de Septiembre del año 35 (siglo XIX), llegó puntual al parador de no sé qué, calle de Alcalá, entre la Academia y las Monjas Vallecas, la diligencia, galerón o quebrantahuesos ordinario de Zaragoza, que traía los viajeros de Francia por la vía de Olorón y Canfranc, único portillo que dejaban libre en aquellos tristes días los porteros del Pirineo, vulgo facciosos.


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264 págs. / 7 horas, 43 minutos / 370 visitas.

Publicado el 15 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Menéxeno

Platón


Filosofía, Diálogo


SÓCRATES, MENÉXENO

PRÓLOGO

SÓCRATES. — ¿De dónde viene Menéxeno? ¿Del ágora, o de algún otro lugar?

MENÉXENO. — Del ágora, Sócrates, y de la sala del Consejo.

SÓC. — ¿Y qué asunto te llevó, precisamente, a la sala del Consejo? Está bien claro que crees haber llegado al término de la educación y de los estudios filosóficos y que piensas, convencido de que ya estás capacitado, inclinarte hacia empresas mayores. ¿Intentas, admirable amigo , a pesar de tu edad, gobernarnos a nosotros que somos más viejos, para que vuestra casa no deje de proporcionarnos en todo momento un administrador de nuestros intereses?

MEN. — Si tú, Sócrates, me permites y aconsejas gobernar, ése será mi mayor deseo; en caso contrario, no. Concretamente, hoy he acudido a la sala del Consejo porque sabía que la asamblea se disponía a elegir a quien ha de pronunciar el discurso sobre los muertos; pues ya sabes que tienen intención de organizar una ceremonia fúnebre.

SÓC. — Perfectamente; pero ¿a quién han elegido?

MEN. — A nadie; han dejado el asunto para mañana. Creo, sin embargo, que serán elegidos Arquino o Dión.


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20 págs. / 36 minutos / 329 visitas.

Publicado el 13 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Mi Domingo de Ramos

Rubén Darío


Cuento


Mi pobre alma, con una alegría de convaleciente, se despierta este día, domingo, sonríe a la luz del sol de Dios, se sacude como un ave húmeda del rocío de la aurora, y, a pesar de que quiero contenerla: «¡Mira que estás muy débil! ¡mira que casi no tienes alientos! animula, blandula, vagula, ¿a dónde vas?» no me hace caso, ríe como una locuela de catorce años, se va, bajo el esplendor matinal, al jardín de mi fantasía, al huerto de mi mente, y vuelve con dos verdes y frescos ramos de palma, alzando los brazos al cielo, en un divino ímpetu, como si quisiera volar.

—Animula, blandula, vagula, ¿a dónde vas?

—¡Voy a Jerusalén!—me dice mi pobre alma.

Y allá se va, camino de Jerusalén, sin bordón de peregrino, sin alforja de caminante, sin sandalias de romero. Ella va a la fiesta, arrastrada por su deseo, sin temor de las asperezas del viaje, sin miedo a los abismos, a las fieras y a las víboras.

Tal parece que fuese llevada por una ráfaga milagrosa, o sostenida por el amoroso cuidado de cuatro alas angélicas. Ella no sabe hoy de las tristezas, de las maldades y de las tinieblas de la vida. Deja la ciudad de los infames publicanos, de los odiosos fariseos, de las pintadas y ponzoñosas prostitutas. Ha sentido como el llamamiento de una sagrada primavera, y se ha abierto fresca y virginal como una blanca rosa. Un perfume celeste la baña, y ella a su vez exhala su perfume íntimo, su ungüento de fe y de amor. Un sol de vida le pone en su debilidad, fortaleza; en sus mejillas pálidas, una llama de niñez; en su frente, tan combatida por el dolor, una refrescante guirnalda florida. ¿Que vendrán las espinas después?...


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Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Mi Mujer

Antón Chéjov


Cuento


I

Recibí la siguiente carta:


¡Estimado señor Pável Andréievich!

No lejos de donde usted vive, y más concretamente en la aldea de Pestrovo, se están produciendo unos hechos lamentables y considero mi deber informarle de ellos. Todos los campesinos de esta aldea vendieron sus isbas y sus pertenencias con intención de emigrar a la provincia de Tomsk; no obstante, no alcanzaron su destino y se han visto obligados a regresar. Aquí, naturalmente, ya no poseen nada, ahora todo es de otros; se han instalado hasta tres o cuatro familias en cada isba, de modo que residen en ellas no menos de quince personas de ambos sexos, sin contar a los niños pequeños, y en definitiva no tienen qué comer, pasan hambre, se ha extendido la epidemia de tifus exantemático, asociado al hambre; todo el mundo, literalmente, está enfermo. Comentaba al respecto una enfermera: «Llegabas a una isba y ¿con qué te encontrabas? Todos habían caído enfermos, todos deliraban, algunos reían a carcajadas, otros estaban fuera de sí; había un hedor insoportable, no disponían de agua, no había quien fuera a buscarla, y por toda comida tenían una patata helada». ¿Qué pueden hacer la enfermera y Sóbol (el médico del zemstvo), si más que medicinas lo que necesitan es pan, del que carecen por completo? El consejo del zemstvo les niega su ayuda con el pretexto de que ya no están registrados en esta provincia, sino en la de Tomsk, de modo que no hay dinero para ellos. Al informarle de esto, y conociendo su humanidad, le ruego que no se resista a prestar urgentemente su ayuda.

ALGUIEN QUE LE QUIERE BIEN
 


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58 págs. / 1 hora, 41 minutos / 144 visitas.

Publicado el 26 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Mi Prima Me Odia

Felipe Trigo


Cuento


Primera parte

I

—Adiós, Marqués.

—Adiós, Rojas. Cinco, miraron. El «¡Caramba, un marqués!»— pensó Marqués que debieron pensar ellas.

Pero, además, sí fuesen ellas marquesas, debieron también preguntarse: —«Pues... ¿quién será este marqués?»

Nada..., vanidad en que ponía él la parte más pequeña. Para darse ante la gente el lustre de tratar a «un título», a sus amigos les placía llamarle por el segundo apellido, en lugar de Aurelio, o Luque, que estaban antes.

Siguió escribiendo.

Las damas siguieron tomando su té, por las mesas inmediatas.

La sala era elegante, severa, con su escasa concurrencia que dejaba en la puerta los coches. No parecía lo más propio venirse a escribir cantatas, como a un café cualquiera, a este Ideal Room aristocrático. Sin embargo, su ambiente tibio, confortable, en estas tardes frías, principalmente, gustable a Aurelio.

«¡Bueno! ¡Debe de ser un marqués de provincias!» —pensaba ahora que las damas pensarían. Y como una que insistía en mirarle era guapa, rubia, con unos labios de amapola y una cara de granuja que quitaban el sentido..., la miró. No mucho. Él debía de mantenerse en su desdeñoso prestigio de «marqués».

No menos rubia su novia, ni menos linda.

Con la pluma en la mano y la vista en el papel, trataba de reanudar la sarta de cosas bellas que ítala escribiendo. Le habían cortado el hilo..., la inspiración, ¡qué diablo!

Aurelio meditaba sí él sería positivamente un estúpido. Cuando menos el solo hecho de temerlo venía a probarle que no lo era sino en un mínimo grado de «disculpable humanidad». La humanidad es estúpida. Se paga de apariencias y mentiras. Mentira, acaso, este dorado oxígeno del pelo de esta nena, y mentira el carmín de sus labios...


«Pero también que me confieses quiero
que es tanta la verdad...» Etcétera.
 


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46 págs. / 1 hora, 22 minutos / 105 visitas.

Publicado el 12 de abril de 2019 por Edu Robsy.

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