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El Valdemaro

Vicente Martínez Colomer


Novela


Prólogo

Placer y utilidad, he aquí los principales caracteres que debe tener una obra para que sea recomendable. El placer puede embriagar el espíritu de los lectores y enajenarlo en sabroso éxtasis, pero siempre dejará vacío el entendimiento; ni la utilidad podrá llenar jamás este vacío cuando se fija en una instrucción seca y áridamente propuesta. Por eso da Horacio la palma al que con ingeniosa sagacidad sabe mezclar lo útil con lo dulce. Pero éste es un privilegio que sólo a sus clientes conceden las Musas; y cualquiera que no tenga la fortuna de contarse en este número no podrá gloriarse jamás de producir obras marcadas con tan bellos caracteres

¿Qué podré yo, pues, prometerme de esta que ofrezco al público? Sin la amable libertad del genio, sin espectáculo de mundo, sin modelos sobre que formarme y sin ninguno de aquellos auxilios que, al paso que contribuyen a encender la imaginación, ponen en movimiento la noble emulación de un estudioso, ¿cómo habré sabido formar una obra agradable a los delicados literatos? El silencio del claustro, el retiro de la celda, una meditación lenta y fría no pueden excitar ideas para formar una fábula maravillosa y verosímilmente sostenida, cuyos episodios sean oportunos, bien pintados los caracteres de las personas, vivas y graciosas las descripciones, animadas las narraciones, afectuosas y patéticas las escenas, exacta la elocución y primorosamente ejecutado cuanto se requiere para una obra de esta clase

Conozco la dificultad de la empresa, y este conocimiento me arrebata las esperanzas que podía formar de un feliz desempeño. Sin embargo, ya que esta obra no sea del todo agradable, a lo menos he procurado que no sea del todo inútil, para cuyo efecto me he propuesto manifestar que la providencia de Dios asiste en todos los acontecimientos de la vida humana y que el hombre, lejos de resistir a sus disposiciones, debe dejarse gobernar por ellas


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Dominio público
167 págs. / 4 horas, 52 minutos / 91 visitas.

Publicado el 7 de abril de 2019 por Edu Robsy.

El Valle de la Luna

Jack London


Novela


LIBRO PRIMERO

I

—¿Escuchas, Saxon? Ven aquí. ¿Y qué sucedería si fuesen los albañiles? Allí tengo amigos que son verdaderos caballeros, al igual que tú. Vendrá la banda de Al Vista, y ya sabes que toca como el cielo. Y sobre todo a ti te gustará, que bailas…

Muy cerca de ellas, una mujer corpulenta y madura cortó las insinuaciones de la muchacha. Era una mujer de espaldas móviles, abultadas y deformes, y comenzó a agitarse convulsivamente.

—¡Dios! —gritó—. ¡Oh, Dios!

Echaba miradas salvajes hacia los costados de la habitación de paredes descoloridas, llena de calor y muy sofocante por el vapor que se escapaba de las telas mojadas, que eran alisadas por las planchas encendidas, manejadas por numerosas mujeres. Parecía un animal acorralado. Las rápidas miradas de sus compañeras de labor se clavaron en ella. Hasta ese instante habían agitado firmemente los hierros a bastante velocidad, y entonces el trabajo y la eficiencia se resintieron. El grito que había lanzado esa mujer produjo un efecto semejante a una pérdida de dinero, entre aquellas planchadoras de ropa almidonada que trabajaban a destajo.

Después de un esfuerzo visible, la muchacha se reprimió, y la plancha se detuvo sobre el vestido humedecido, de delicados volados, que estaba extendido sobre la mesa.

—¡Y suponía que ella ya lo tenía de nuevo!… ¿No creías lo mismo? —dijo la joven.

—Es una vergüenza… Es una mujer de edad y de cierta condición… —respondió Saxon, mientras alisaba el vuelo de un encaje con la plancha de rejilla. Sus movimientos eran delicados, rápidos y seguros, y aunque su rostro estaba pálido por la fatiga y el calor abrumador, sin embargo no había lentitud en el ritmo de su tarea.


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Protegido por copyright
567 págs. / 16 horas, 32 minutos / 123 visitas.

Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Valor de un Dólar

O. Henry


Cuento


Una mañana, al pasar revista a su correspondencia, el juez federal del distrito de Río Grande encontró la siguiente carta:

Juez:

Cuando me condenó usted a cuatro años, me endilgó un sermón. Entre otros epítetos, me dedicó el de serpiente de cascabel. Tal vez lo sea, y a eso se debe el que ahora me oiga tintinear. Un año después de que me pusieran a la sombra, murió mi hija, dicen que por culpa de la pobreza y la infelicidad. Usted, juez, también tiene una hija, y yo voy a hacer que sepa lo que se siente al perderla. También voy a picar a ese fiscal que habló en mi contra. Ahora estoy libre, y me toca volver a cascabelear El papel me sienta bien. No diré más. Este es mi sonido. Cuidado con la mordedura.
Respetuosamente suyo,

Serpiente de Cascabel

El juez Derwent dejó la carta de lado, sin preocuparse. Recibir esa clase de cartas, de proscritos que habían pasado por el tribunal, no era ninguna novedad. No se sintió alarmado. Más tarde le enseñó la carta a Littlefield, el joven fiscal del distrito que estaba incluido en la amenaza, pues el juez era muy puntilloso en todo lo concerniente a las relaciones profesionales.

Por lo que se refería a él, Littlefield dedicó al cascabeleo del remitente una sonrisa desdeñosa; pero ante la alusión a la hija del juez, frunció el ceño, ya que pensaba casarse con Nancy Derwent el otoño siguiente.

Littlefield fue a ver al secretario del juzgado y revisó con él los expedientes. Decidieron que la carta debía de provenir de México Sam, un mestizo forajido que vivía en la frontera y había sido encarcelado por asesinato cuatro años atrás. Al correr de los días, Littlefield fue absorbido por tareas oficiales, y el cascabeleo de la serpiente vengadora cayó en el olvido.


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Protegido por copyright
8 págs. / 14 minutos / 90 visitas.

Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Vencedor

Emilia Pardo Bazán


Cuento


No se dormía con tranquilidad una noche en la plaza fuerte desde que era cosa segura que iban a ser atacados. Y no por un golpe de aventureros que buscaban en la piratería un provecho vergonzoso y arriesgaban la horca ante la perspectiva de mezquino botín, sino por una escuadra de bucaneros, aguerrida, bien tripulada, en cuya proa la bandera de las lises significaba el poderío creciente y sólido de Luis XIV.

La plaza, mal guarnecida y mal artillada, no se encontraba dispuesta a resistir largos e impetuosos asedios. De sorpresa no la cogerían, porque el gobernador, aquel Naharro, a quien los indios habían truncado en un combate la mano derecha, tenía tomadas sus precauciones para no dejarse saltear. La vigilancia era escrupulosa, y ni de día ni de noche se interrumpía. Para dar descanso a los varones que habían de defender la fortaleza habíanse puesto de acuerdo las mujeres y organizado, entre sí, la guardia nocturna. La esposa del gobernador, doña Teresa de Saavedra, las mandaba. Y algunas veces, al encontrarse rodeada de su singular milicia, se le escapó a la señora decir:

—Para algo más que rondar de noche servimos nosotras. Ya se verá cuando llegue el caso.

Estos conatos de acometividad los reprimía el Manco con un gruñido violento y brusco.

—No buscar tres pies al gato, doña Teresa de mis entrañas… Cosas son éstas de hombres, y vuesa merced me ha salido hombruna… Son hombrunas todas cada una se cree una Monja Alférez. Vigilen bien y harto harán con ello.

Más no fue de noche, sino de día, y muy claro, cuando la enemiga escuadra se dejó ver, formada en orden de batalla, y a poco, una canoa, conduciendo a un parlamentario, vino a atracar al pie del castillo. El Manco dio al mensaje por respuesta cerrada negativa. La fortaleza no se rendía, y podía el señor almirante enemigo intentar tomarla cuando gustase.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 45 visitas.

Publicado el 10 de mayo de 2021 por Edu Robsy.

El Vendabal

Arturo Reyes


Cuento


I

El sol que se ponía, velado por densos nubarrones, daba tristísimas claridades al panorama; el mar modulaba, al romper en la arena, á modo de roncas y tristes lamentaciones; las gaviotas regocijábanse dejándose arrebatar por el viento ligeramente huracanado.

—Ya se nos vino encima el Levante—exclamó el tío Julián el Trallero, dirigiéndose á Joseito el Anclote... al par que reanimaba con el dedo meñique el fuego de la bien curada cachimba.

Se encogió desdeñosamente de hombros Joseito y repúsole al viejo con voz sorda:

—Pos si el patrón pensara como yo, á pesar del Levante, entro é ná estaría largando al viento la vela nuestra Pastora.

—El patrón no está como tú, dejao é la mano é Dios, ni tiée las ganas que tu tiées de que te llegue el agua por encima del bichero.

—Tamién eso es verdá—exclamó, como si hablara á solas, el Anclote.

Quedaron en silencio ambos interlocutores; el tío Julián exploraba con sus ojillos grises la brumosa lejanía, arrojando continuamente por boca y nariz densos espirales de humo azulado; Joseito respiraba con fruición las rachas de viento frió que le azotaban siempre con creciente violencia.

—Oye tú, Joseito—dijo el viejo dirigiéndose á éste al par que clavaba en él sus ojoa con escrutadora expresión—conque, sigúdicen, tu prima Dolores sigue emperrá ea casarse con ese mal bolichero de Perico?

La pregunta del viejo debió obrar á modo de termocauterio en el corazón del Anclote, el cual, extremeciéndose todo, repuso tras breves instantes de vacilación, como si mordiera las palabras antes que brotaran de sus labios contraidos:

—Eso icen, que se van á casar...

—Pero á tí también te lo ha dicho la Dolores?

—A mi? A mí entoavía no me ha dicho Dolores una palabra ni yo me he atrevió á preguntárselo, tío J ulián... No me he atrevió.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 39 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

El verbo haber

Mireya Cisneros Estupiñán, Clarena Muñoz Dagua, María Cristina Asqueta Corbellini


Educación, verbo, gramática, español


A los estudiantes no se los considera en un rol de solo emisores o parlantes, sino que se trata de personas que cuando hacen uso de la expresión lingüística involucran a la cultura, de la cual hacen parte y a identidades que, en algunos casos, traen impresos regionalismos diversos. Aun cuando, esta población no esté consciente de las implicaciones del decir, manifiestan sus rasgos particulares, idiolectales, al hablar y escribir. Por tanto, se entiende que el lenguaje responde a la complejidad y experiencia de las personas; igualmente, de los grupos y de la sociedad en la cual interactúan los dialectos, que dan cuenta de la realidad lingüística de los hablantes, donde se incluyen los diversos usos de haber.


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1 pág. / 1 minuto / 51 visitas.

Publicado el 12 de mayo de 2021 por Edgar Serna M..

El Verdadero Timo del Entierro

Silverio Lanza


Cuento


La ponderación de fuerzas en el Ayuntamiento de Valdezotes traía pensativos al diputado, á los concejales y á los peores contribuyentes.

Con Riñones ó con Quedito; este era el problema. La solución fué elegir concejal y alcalde al tío Meterio, y nombrar al tío Quedito primer teniente, porque se avino á la solución. Riñones protestó indignado y se sentó á la izquierda.

Emeterio tenía cincuenta fanegas de tierra mala, un par de mulas malas, una casa mala y vieja, una mujer vieja y mala, y un hijo que era lo peor que Emeterio tenia.

La vara de alcalde lleno á la señá Niceta y á Tolico de satisfacción y de orgullo. Emeterio quedó asombrado y temeroso.

Se celebro la toma de posesión, y el día siguiente se hallaba enfermo el señor alcalde. Se llamó al medico de Zarzabronca, é hizo ante la familia y Quedito este diagnostico: «Pulmonía doble infecciosa con atonía del corazón, hipertrofia del hígado y congestión renal. Situación gravísima: conviene que se confiese y reciba los Santos Sacramentos. No se debe perder la esperanza; yo y la Ciencia tenemos recursos.»

Emeterio se quejaba rabiosamente, y Valdezotes se disponía á un caso extraordinario: á enterrar un alcalde. Quedito reunió al Cabildo municipal; hablo de la urgencia; recordó que la caja, los cirios, la música y las coronas estaban á nueve leguas de distancia, y se comisiono al síndico para que, en unión del secretario y de las caballerías necesarias, fuese á la ciudad y se trajese lo preciso para enterrar dignamente al primer alcalde que en Valdezotes moría mandando.

Al amanecer se había Emeterio descargado de los bollos, de las aves, del cordero, de la bebida y de todo lo que había ingerido el día de la toma de posesión. Y satisfecho de si mismo, porque había obrado bien, se durmió tranquilamente.


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Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 109 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

El Veredicto

Edith Wharton


Cuento


Siempre pensé que, aunque buen tipo, Jack Gisburn era un genio mediocre, por lo que no me sorprendió enterarme de que había abandonado la pintura en la cima de su gloria, que se había casado con una viuda rica y se había establecido en la Riviera. (A mi entender, Roma o Florencia habrían sido más idóneas).

«La cima de su gloria…», así lo expresaban las mujeres. Me parecía estar oyendo a la señora de Gideon Thwing, su última modelo en Chicago, deplorando su inexplicable abdicación. «Indudablemente mi retrato se revalorizará, pero yo no pienso en eso, señor Rickham… En lo único que puedo pensar es en la pérdida que supone para el Arrrrte». En labios de la señora Thwing la palabra multiplicaba sus erres como si se reflejaran sobre un infinito paisaje de espejos. Y no eran exclusivamente señoras Thwing quienes lamentaban tamaña pérdida. ¿Acaso no se había detenido junto a mí, ante las Bailarinas bajo la luna, de Gisburn, durante la última exposición en la Galería Grafton, la sofisticada Hermia Croft para comentar con los ojos arrasados de lágrimas que «ya no volveremos a ver algo así»?


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Protegido por copyright
12 págs. / 22 minutos / 76 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

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