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Flor de Olvido

Gabriel Alomar


Cuento


Boceto para un “film“

I

Crióse en la montaña, entre peñascos y encinas. Sus padres tenían en arriendo la Cueva, pequeña porción de tierra que apenas les daba para vivir, oculta entreriscos, en el corazón de la sierra. Descalza, con las crines al viento, la faldilla hecha un pingo, mostrando la pierna curtida por el sol, saltaba como un chivo, de peña en peña. En dos horas de camino á la redonda de su casucha no había otra morada. Juana, en medio de aquella soledad, creció como una salvaje. No sabía que hubiese en el mundo otras personas que sus padres, su hermanito pequeño y un porquerizo de siete años traído de la villa para cuidar la pobre manada de cochinos que hozaban entre las bellotas caídas del encinar.

Las noches, en aquellas alturas, tenían una infinita paz, que penetraba vagamente aquella alma primitiva y rústica. Bajaba del cielo un silencio elocuentísimo. Ella había aprendido á conocer las estrellas; y muchas veladas, tendida sobre el poyo de la puerta, canturreando, su mirada se perdía en la bóveda serena é iba siguiendo el vuelo imperceptible de las constelaciones ó la carrera sin fin de las nebulosas. El aura nocturna le acariciaba mansamente las greñas que le caían sobre los ojos, cabellos de un rubio de estopa, ensortijados ásperos como un vellón.


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12 págs. / 21 minutos / 51 visitas.

Publicado el 1 de febrero de 2022 por Edu Robsy.

Caballería Bárbara

Gabriel Alomar


Cuento


Hablábamos á la sombra de un parral henchido de racimos, en la terraza de un cortijo de mi país. Ante nosotros, un paisaje espléndido. Montañas azuladas dejaban entre ellas una sierra abierta sobre el rojo encendido de aquella hora crepuscular, sugiriendo la belleza de valles desconocidos. Al pie de la loma donde nos hallábamos serpeaba el cauce de un torrente, orillado por una hilera de robles. Molinos de viento, inmóviles, se erguían sobre otro montículo cercano; y allá lejos, blanca, luminosa, tendíase la villa.

—Figúrate —continuó— que una mañana, bajo aquel sol de Cuba, salíamos del poblado. A cosa de un kilómetro lejos de las últimas casas, nuestras avanzadas nos trajeron dos prisioneros. Eran dos negros, uno de ellos alto, musculoso, fornido: el otro, de media estatura, pero de perfil mucho más inteligente y noble.

Llevaban carabinas, cartucheras, machete. Presentados al cuartel general, fueron intimados en forma:

—¿De qué partida sois? ¿Dónde operan los vuestros? ¿Dé dónde venís y adonde vais?

Los dos prisioneros, doliéndose un poco, desviando la vista, dijeron, con aquel tono gangoso y plañidero tan característico:

—Somos gente pacífica, trabajadores del campo... Tenemos las armas para defensa... Ya ustedes lo saben; aquí es preciso estar alerta... Hay mala gente... No hacemos mal á nadie...

El general, como si nada hubieran dicho, repitió la pregunta:

—¿De qué partida sois? ¿En dónde están los vuestros?

Pero los dos insistieron en las mismas vaguedades mal simuladas, inhábiles del todo.

—Está bien. ¿No queréis decir de qué partida sois? Pues ya sabéis: las cosas claras. Si lo descubrís, yo os prometo, yo os garantizo la libertad inmediata. Si no lo reveláis, seréis fusilados sin remisión. En marcha; os concedo media hora para pensarlo. Idos.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 44 visitas.

Publicado el 1 de febrero de 2022 por Edu Robsy.

Los Últimos Días de Ben-Kaddor

Gabriel Alomar


Cuento


El aduar estaba arrinconado detrás de un montículo á la vera de un riachuelo. Mi amigo Ibralrini-Ben-Kaddor me había invitado para la hora del crepúsculo. Me esperaba á la puerta de su pobre casucha.

Allá fuera, bajo el cielo implacable de verano, Tetuán, la Profanada, blanqueaba como un gran lienzo tendido. Mi llegada suscitó la curiosidad de las criaturas del aduar. Pies desnudos, de carnes morenas, que adivinaba á través de las chumberas, me envolvían saltando sobre el polvo inmundo. Una muchacha que, recostada sobre un lebrillo, mostraba sus hombros de esclava, se incorporó á mi paso, cubriéndose la cara con su manto, maquinalmente pudorosa. Unos hombres que sacaban agua con un cubo de palanca, ni siquiera volvieron la vista, indiferentes á mi profana intrusión.

Ibrahim-Ben-Kaddor era un antiguo amigo mío, pero no nos conocíamos todavía más que por escrito; repetidas veces habíamos cambiado nuestros comentarios sobre los viejos textos religiosos, y habíamos después encontrado las identidades de los principios á través de la vana divergencia exterior de las formas literales.

Nuestras manos se juntaron y las llevamos después al corazón, á los labios. Entré bajo el techo del buen amigo, y me descalcé para ser admitido sobre el tapiz de su pequeña cámara. Afuera no se sentía otro rumor, en la paz de la tarde, que el trote juguetón de las bestias que regresaban de la faena.

—Vengo á ofrecerte, Ben-Kaddor —le dije— mi desagravio personal por una guerra que se os hace contra la voluntad de casi toda mi nación. No sé qué misteriosas diplomacias, qué imperios ineludibles han llevado á mi país á una acción que se acepta como una divina calamidad, presente de Dios.

Ben-Kaddor extendió la mano silenciosamente; señalaba fuera, en donde la planicie, reseca, ávida, se perdía hacia Oriente.


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2 págs. / 5 minutos / 44 visitas.

Publicado el 1 de febrero de 2022 por Edu Robsy.

La Fantasma de Valencia

Alonso de Castillo Solórzano


Cuento


Mal cumpliera con mis obligaciones, hermoso y discreto auditorio, si antes de empeñarse en el discurso de mi novela, no siguiera el estilo de mi antecesora, sacando alguna moralidad della, porque con lo deleitable se mezcle lo provechoso, y más nos importa para nuestra reformación. Mi novela advierte a los enamorados cuán ilícita cosa es gozar sus ocasiones por medios que sean en daño del prójimo; cuánto debemos honrar a los difuntos, y últimamente para los padres y mayores que tienen familia, cuánta vigilancia deben tener en sus casas, mayormente si tienen hijas mozas, cuya guarda es dificultosa si dellas mismas no nace el recato, y para dar principio a mi discurso, pasa así:


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31 págs. / 55 minutos / 119 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2022 por Edu Robsy.

Lo que es Imposible

Isidoro Fernández Flórez


Cuento


Menelik ha enviado de regalo un elefante al presidente de la República francesa.

Y puesto que Toby es hoy el favorito de París, y lo que á París le interesa conmueve al mundo, quiero que mi cuento de hoy sea, para mayor carácter, un cuento elefantino.


Allá en tiempos remotos y en una de las más feraces regiones de la India, hubo un príncipe famoso por cruel y por fiero.

Y eso que la India de aquel tiempo era madre natural de la servidumbre. El brahma, es decir, el hijo predilecto del Destino, tenía derecho á cuanto existía sobre la tierra; la vida de los demás hombres era don de su generosidad. Y el paria sabía que había nacido para los oficios más vergonzosos y repugnantes.

—¡El vientre de los animales feroces es lo que debes tener por cementerio!

Esto es lo que decía el brahma.

¡Pero aquel príncipe era más atormentador de los suyos que pudieran serlo las panteras negras de la tierra del Sur, y el oso del Himalaya, y el león de Katiavar, y el aligator de los pantanos y la serpiente cobra de los bosques del Ganges!

Y aquellos indios, hechos á vivir en el dolor y en la miseria y en el desprecio, decidieron rebelarse.

El viejo Maisur los congregó á los representantes de las tribus por medio de emisarios escondidizos, como las víboras, y una tarde se reunieron en uno de los templos que allá en la negrura húmeda de los bosques tienen aún sus divinidades.


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3 págs. / 5 minutos / 29 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2022 por Edu Robsy.

Reglas y Consejos Sobre Investigación Científica

Santiago Ramón y Cajal


Tratado, ensayo, conferencia


Discurso leído con ocasión de la recepción del autor en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales

Prólogo de la segunda edición

Costeada por la generosidad del Dr. Lluria


El libro actual es una reproducción, con numerosos retoques y desarrollos, de mi discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (sesión del 5 de diciembre de 1897).

Como otras muchas oraciones académicas harto más merecedoras de publicidad, este discurso habría quedado olvidado en los anaqueles de las bibliotecas oficiales, si un querido amigo nuestro, el Dr. Lluria, no hubiera tenido la generosidad de reimprimirlo a su costa, a fin de regalarlo a los estudiantes y a los aficionados a las tareas del laboratorio.

Cree el Dr. Lluria (y Dios le pague tan hermosas ilusiones) que los consejos y advertencias contenidos en dicho trabajo pueden ser, como emanados de un apasionado de la investigación, de algún provecho para promover el amor y entusiasmo de la juventud estudiosa hacia las empresas del laboratorio.

Ignoro si, en efecto, los referidos consejos, expuestos con fervor y entusiasmo quizás un tanto exagerados e ingenuos, tendrán positiva utilidad para el efecto de formar investigadores. Por mi parte diré solamente que, acaso por no haberlos recibido de ninguno de mis deudos o profesores cuando concebí el temerario empeño de consagrarme a la religión del laboratorio, perdí, en tentativas inútiles, lo mejor de mi tiempo, y desesperé más de una vez de mis aptitudes para la investigación científica. ¡En cuántas ocasiones me sucedió, por ignorar las fuentes bibliográficas (y desgraciadamente no siempre por falta de diligencia, sino de recursos pecuniarios) y no encontrar un guía orientador, descubrir hechos anatómicos ya por entonces divulgados en lenguas que ignoraba y que ignoraban también aquellos que debieran saberlas!


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161 págs. / 4 horas, 43 minutos / 387 visitas.

Publicado el 19 de febrero de 2022 por Edu Robsy.

El café

Cristóbal Miró Fernández


Reflexión


El café es una bebida de doble naturaleza. Tomar un café con alguien es aceptar una invitación agradable para compartir vivencias, recuerdos o unas risas, por ejemplo. La cuestión es que a alguien le diesen café durante la época de la Guerra Civil española, me refiero al café enunciado en letras mayúsculas, si era alguien que no comulgaba con el ideario de los franquistas o era visto con ojeriza por estos, implicaba que dicho desgraciado estaba en un tris de pasar a mejor vida en la cuneta de una carretera.

El café como lugar donde se reúne la sociedad, también en el aspecto de local donde se reúne una comunidad de personas para dialogar, o enfrentarse entre ellas en un retrato social bien poco edificante, como sucede en el artículo escrito por Mariano José de Larra, el célebre periodista decimonónico español, que lleva este mismo título, El café. No es recomendable, para quienes nunca hayáis leído a Larra, hacerlo con los ánimos decaídos.


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1 pág. / 2 minutos / 49 visitas.

Publicado el 25 de marzo de 2022 por Cristóbal Miró Fernández .

Érase una vez Gustavo Adolfo Bécquer

Cristóbal Miró Fernández


Reflexión


De los ojos se dice que son el espejo del alma. Si así fuese, los ojos negros o marrones serían un alma oscura y tenebrosa, los azules puro aire libre, los verdes puro bosque y los ojos de Alfanhuí, amarillos como los de los alcaravanes, pura luz de sol matinal. En cierto modo, no hay nada más luminoso que la oscuridad, no hay nada que más atraiga. La noche es tentación, pecado, pero es vida y sexo, de burla de la muerte, amor carnal, una parte de la dualidad del todo, las ensoñaciones de un nuevo día al despertar, de una esperanza.

Los ojos son el lugar predilecto del encuentro de los amantes, el hogar de la chimenea de invierno, donde arde el candoroso leño, donde se hallan cuerpo y mente, latidos y espera imposible. Son la pesadilla imposible donde deseamos perdernos sin brújula y ceder al deseo, al norte de las dos bocas de rosa femeninas. Las pestañas son los labios que nos permiten e impiden el paso a la copa de champán del vergel de los ojos verdes que nos ahogan con deleite y angustia. No hay nada más humano, más mundano y más angelical al mismo tiempo que un par de ojos... algo tan esquivo y tan cercano, algo que nos mate con tortura tan dolorosa y deliciosa como la ausencia de la visión de las pupilas más amadas y deseadas.

Los ojos son el faro, el riachuelo y el océano abierto, el arroyo Guadalquivir, un minúsculo mundo de sol y luna, de universo, de estrellas y de brújula desnortada y de adorable locura. Nadie querría vivir sin ahogarse en el pozo del agua de la existencia de la llama que arde a través de la vista, y sin embargo nadie querría quemar vivo bajo su guillotina, tampoco. El combate del no querer por lo que moriría por gusto.


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1 pág. / 2 minutos / 97 visitas.

Publicado el 2 de abril de 2022 por Cristóbal Miró Fernández .

La Caza del Aguará

Javier de Viana


Cuento


Después de haber volcado sobre el suelo la fuente de latón con las sobras de comida, Valeria quedóse negligentemente recostada en el marco de la puerta del gallinero, observando la glotonería con que las aves se disputaban los trozos de carne y de legumbres, arrebatándoselos del pico turno a turno, con un egoísmo, una envidia y una imbecilidad dignos de humanos.

Y aún después de haberse dispersado las gallinas, terminada la merienda, la paisanita permaneció en el mismo sitio, cambiando sólo de actitud para mirar al cielo, en vez de la tierra.

Hallábase tan preocupada que Farías pudo acercarse hasta dos metros de ella sin ser advertido. Él también se inmovilizó observándola con embeleso.

¡Está linda, la gurisa!... ¡Linda y atrayente!

De escasa estatura, pero bien conformado, su cuerpo tenía el encanto de una robusta juventud. Los brazos torneados parecían querer reventar la tela endeble de la bata de zaraza; y el seno, quizá demasiado fuerte para su edad, amenazaba hacer saltar los botones en la expansión de cada sístole.

Las cejas muy negras y pobladas daban expresión enérgica al rostro redondeado, levemente trigueño, corrigiendo la suavidad de la mirada y el sensualismo denunciado por los gruesos labios y arregazada nariz.

—¿En qué santo está pensando la reinita del pago?—habló Farías.

Valeria volvió la cabeza sin demostrar sorpresa, pues estaba habituada a la tenaz persecución del mozo. Y sonrió respondiendo con desenvoltura:

—No estaba pensando en ninguno, pero si así fuera no sería en usté.

—¡Gracias por la franqueza!...

—Es elogio.

—No lo veo.

—Tendrá la vista turbia... ¿Quiere que haga un cocimiento 'e malvas?... ¿No sabe que llamarle a usté santo sería ofenderlo?

—Llámeme demonio, pero piense en mí.

—Yo miraba el cielo y en el cielo no hay demonios.

—¿Y qué miraba?


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2 págs. / 4 minutos / 34 visitas.

Publicado el 12 de agosto de 2022 por Edu Robsy.

Sueños

Cristóbal Miró Fernández


Reflexión


                                                                                                        ¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño,

que toda la vida es sueño,

y los sueños sueños son.


Con estas palabras del gran dramaturgo español Calderón de la Barca procedentes de su obra dramática La vida es sueño me gustaría hablar de justamente eso: los sueños… o las pesadillas en las que se pueden convertir si no tenemos los pies en tierra a la hora de soñar realismos. Roma, Roma, cuando caiga Roma caerá el mundo, sentencia una célebre frase latina. Leamos al revés el nombre de esta ciudad y leeremos la palabra Amor, la fuerza creadora de todo bien. Roma, el centro del mundo, sede central de la Iglesia, del Papado, la puerta del Paraíso… y del Imperio y sus legiones, del águila imperial. Sea como fuere, es una puerta de grandes hojas que llevan al infierno o al cielo, al hierro o al oro.


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1 pág. / 3 minutos / 47 visitas.

Publicado el 6 de abril de 2022 por Cristóbal Miró Fernández .

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