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Cupido Contra Pólux

Robert E. Howard


Cuento


Al tiempo que subía los escalones de la casa de la fraternidad, me encontré con Tarántula Soons, un memo con poca disposición y los ojos saltones.

—¿Podría suponer que estás buscando a Spike? —dijo, y al verme admitir el hecho, me miró con curiosidad y añadió que Spike se encontraba en su habitación.

Subí y, mientras lo hacía, oí que alguien cantaba una canción de amor con una voz que era la incitación para un homicidio justificado. Por extraño que parezca, aquella atrocidad emanaba de la habitación de Spike, y cuando entré, vi a Spike sentado en un diván y cantando algo acerca de las lunas de los amantes y labios suaves de color rojo. Sus ojos brillaban encandilados vueltos hacia el techo y ponía el alma en el escandaloso bramido que sólo él imaginaba a la altura de la melodía. Decir que me quedé sorprendido es decir poco y, cuando se volvió y me dijo: «Steve, ¿no es maravilloso el amor?» podría haberme derribado con un martinete. Además de medir sus buenos seis pies y siete pulgadas y pesar algo más de doscientas setenta libras, Spike tiene un careto que hace que Firpo parezca el personaje adecuado para un anuncio para petimetres, sin contar con que es casi tan sentimental como un rinoceronte.

—¿Eh? ¿Y quién es ella? —pregunté con cierto sarcasmo, a lo que Spike se limitó a suspirar amorosamente y seguir con sus poesía. Aquello me irritó—. ¡Así que por eso no estás entrenando en el gimnasio! —bramé—. Eres un maldito haragán. El torneo de boxeo entre colegios empieza mañana y estás aquí, maldito morsa enorme, cantando cursiladas como si fueras un condenado becerro de tres años.

—¡Lárgate! —dijo, amagando un directo de derecha a mi mandíbula de manera distraída—. Puedo acabar con esos pastores alemanes sin entrenarme.


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4 págs. / 8 minutos / 58 visitas.

Publicado el 22 de julio de 2018 por Edu Robsy.

Cura de Agitación

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Sobre el portaequipajes del compartimiento de ferrocarril, frente a Clovis, había una sólida maleta con un prolijo rótulo: «J. P. Huddle, La Conejera, Tilfield, cerca de Slowborough». Bajo el portaequipajes estaba sentada la humana encarnación del rótulo, un individuo sólido y sosegado, sosegadamente vestido y de sosegada conversación. Aun sin su conversación (que se dirigía a un amigo sentado a su lado y se refería principalmente a tópicos tales como el retraso de los jacintos y la presencia de sarampión en la rectoría) hubiera podido estimarse con bastante justeza su temperamento y perspectiva mental. Pero no parecía dispuesto a dejar que nada corriera por cuenta de un observador casual, y su conversación no tardó en volverse personal e introspectiva.

—No sé por qué —le decía a su amigo—; no tengo mucho más de cuarenta años, pero siento como si hubiera alcanzado ya la paz de la edad madura. Mi hermana muestra la misma tendencia. Nos gusta que todo se encuentre en su lugar acostumbrado; que las cosas sucedan en su momento oportuno; que todo sea habitual, ordenado, puntual, metódico con la más escrupulosa exactitud. Por ejemplo, para referirnos a algo insignificante, un tordo viene haciendo su nido, año tras año, en el amento del jardín; este año, sin que medie ninguna razón aparente, lo hizo sobre la hiedra del muro. No hablamos mucho de ello, pero creo que ambos pensamos que el cambio es innecesario y algo irritante incluso.

—Quizá —dijo el amigo—, se trata de otro tordo.

—Lo hemos pensado —dijo J. P. Huddle—, y creo que esa posibilidad nos molesta más todavía. No nos parece que a esta altura de la vida tenga que sobrevenirnos un cambio de tordo; y, sin embargo, como le dije antes, no hemos llegado a una edad en que estas cosas se hagan sentir seriamente.

—Lo que ustedes necesitan —dijo el amigo— es una cura de agitación.


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7 págs. / 12 minutos / 197 visitas.

Publicado el 14 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Curioso, de Ser Cierto

Elizabeth Gaskell


Cuento


(Extracto de una carta del señor Richard Whittingham)

Antes te divertía tanto que me enorgulleciera descender de la hermana de Calvino que se casó con un tal Whittingham, deán de Durham, que no sé si compartirás la estima a mi distinguido pariente que me llevó a Francia para examinar registros y archivos que creía que me permitirían descubrir descendientes colaterales del gran reformador a quienes podría llamar primos. No te contaré mis aprietos y aventuras en esta investigación; no mereces saberlos. Pero una tarde del pasado mes de agosto me ocurrió algo tan extraño que, si no hubiese estado absolutamente seguro de hallarme totalmente despierto, lo habría tomado por un sueño.


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19 págs. / 34 minutos / 122 visitas.

Publicado el 19 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Dagón

H.P. Lovecraft


Cuento


Escribo esto bajo una fuerte tensión mental, ya que cuando llegue la noche habré dejado de existir. Sin dinero, y agotada mi provisión de droga, que es lo único que me hace tolerable la vida, no puedo seguir soportando más esta tortura; me arrojaré desde esta ventana de la buhardilla a la sórdida calle de abajo. Pese a mi esclavitud a la morfina, no me considero un débil ni un degenerado. Cuando hayan leído estas páginas atropelladamente garabateadas, quizá se hagan idea —aunque no del todo— de por qué tengo que buscar el olvido o la muerte.

Fue en una de las zonas más abiertas y menos frecuentadas del anchuroso Pacífico donde el paquebote en el que iba yo de sobrecargo cayó apresado por un corsario alemán. La gran guerra estaba entonces en sus comienzos, y las fuerzas oceánicas de los hunos aún no se habían hundido en su degradación posterior; así que nuestro buque fue capturado legalmente, y nuestra tripulación tratada con toda la deferencia y consideración debidas a unos prisioneros navales. En efecto, tan liberal era la disciplina de nuestros opresores, que cinco días más tarde conseguí escaparme en un pequeño bote, con agua y provisiones para bastante tiempo.

Cuando al fin me encontré libre y a la deriva, tenía muy poca idea de cuál era mi situación. Navegante poco experto, sólo sabía calcular de manera muy vaga, por el sol y las estrellas, que estaba algo al sur del ecuador. No sabía en absoluto en qué longitud, y no se divisaba isla ni costa algunas. El tiempo se mantenía bueno, y durante incontables días navegué sin rumbo bajo un sol abrasador, con la esperanza de que pasara algún barco, o de que me arrojaran las olas a alguna región habitable. Pero no aparecían ni barcos ni tierra, y empecé a desesperar en mi soledad, en medio de aquella ondulante e ininterrumpida inmensidad azul.


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6 págs. / 12 minutos / 373 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Dagon Manor

Robert E. Howard


Cuento


Cuando yazca moribundo en mi lecho postrero, recordaré mi primera visión de Dagon Manor, la mansión maldita. Un frío cielo gris se cernía sobre ella, en medio de su emplazamiento, en la apartada extensión de los pantanos. Más allá de su solitaria oscuridad, se vislumbraba la sombría masa carmesí del sol, ocultándose tras las montañas.

Las marismas, de un color apagado y melancólico, nos rodeaban por doquier, y las malas hierbas se agitaban bajo el frío viento. Hasta donde podíamos ver, no había ningún otro signo de vida humana en los alrededores… tan solo aquella casa sombría, sin iluminar, que se alzaba enhiesta frente a la fría soledad.

El hermano de mi amigo Conrad se estremeció involuntariamente.

—¡Menudo lugar más desolado! ¿Por qué diablos elegiría este hombre un lugar tan insano para vivir?

Me encogí de hombros.

—A estas alturas ya deberías conocer mejor a Taverel, Conrad. Siempre ha sido un alma morosa, taciturna; siempre ha tenido algo de recluso, algo de misántropo y algo de místico. Este lugar tan triste y solitario es justo lo que más le complace, teniendo en cuenta que la herencia de su tío le ha facilitado el poder llevar a cabo sus mayores excentricidades. ¡Mira!

Una luz acababa de encenderse en la silenciosa casa.

—Vayamos dentro.


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25 págs. / 45 minutos / 81 visitas.

Publicado el 4 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Daisuke

Natsume Sōseki


Novela


Capítulo 1

Cuando el sonido de los apresurados pasos le llegó desde el otro lado de la puerta, sobre la cabeza de Daisuke colgaban un par de grandes geta. Al alejarse los pasos, las geta se escabulleron lentamente y terminaron por desaparecer. Daisuke se despertó.

Se giró hacia la cabecera del futón y vio una flor de camelia en el suelo. Estaba seguro de haber escuchado como caía durante la noche; el golpe resonó en sus oídos con un ruido seco, como si una pelota de goma rebotara en el techo. Aunque en ese momento pensó que se debía al silencio de la noche, por si acaso había querido asegurarse de que no le pasaba nada y se había puesto la mano derecha sobre el corazón. Había sentido su pulso con toda claridad golpeando contra el borde de las costillas, y entonces se había vuelto a dormir.


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278 págs. / 8 horas, 7 minutos / 177 visitas.

Publicado el 28 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Daisy Miller

Henry James


Novela corta


I

En la pequeña ciudad suiza de Vevey hay un hotel extraordinariamente confortable, si bien es verdad que allí casi todos son buenos hoteles, ya que el negocio principal en esta región es el turismo. Muchos viajeros recordarán aún que nuestro hotel se halla situado al borde mismo de un renombrado lago azul, cuya visita es poco menos que obligatoria para todos los turistas. Por las orillas del lago se extiende, además, una ininterrumpida serie de albergues de diversas categorías que van desde el Gran Hotel, de nuevo estilo, fachada revocada de blanco, con un centenar de balcones y una docena de gallardetes flotando en su tejado, hasta la modesta pensión suiza, de típica fachada rústica, de madera, con el nombre escrito en caracteres góticos sobre un rótulo rojo o amarillo, fijado a una valla, y su correspondiente cenador de verano en el ángulo del jardín. Hay, sin embargo, un hotel en Vevey, famoso por su aire de lujo y seriedad, que lo distingue de sus empingorotados vecinos.

En el lugar descrito, durante el mes de junio, los viajeros norteamericanos son tan numerosos, que bien puede decirse que el hotel se transforma en un balneario norteamericano; hay citas, reuniones, ruidos que evocan una visión, un eco de Newport o de Saratoga. Por todas partes se tropieza con estilizadas jóvenes que caminan apresuradamente, crujen muselinas y sedas, suena por doquier, aun en las mañanas, música de baile, y un rumor de voces se escucha incesantemente.


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70 págs. / 2 horas, 3 minutos / 111 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

De cómo el Dr. Job Paupersum le Trajo Rosas Rojas a su Hija

Gustav Meyrink


Cuento


En el famoso café de lujo "Stefanie" de Munich, y en altas horas de la noche, se hallaba sentado, rígido, con la mirada perdida, un anciano de aspecto por demás singular. La corbata deshilachada y dejada en absoluta libertad, más la frente poderosa que casi le llegaba hasta la nuca, revelaba al hombre docto, al académico de relevancia. Aparte de una barba plateada y rala que parecía escapada de una pléyade de chinches, cuyo extremo inferior cubría aquella parte central del chaleco donde a los grandes pensadores les suele faltar un botón, el anciano caballero poseía muy poco que valiera la pena mencionarse en cuanto a bienes terrenales. Para decirlo con absoluta precisión: nada.

Tanto más vivificante le resultó, por consiguiente, que ese parroquiano de vestimenta tan mundana y lustroso bigote negro que hasta ese momento estuviera sentado junto a la mesa del rincón de enfrente llevándose a la boca de tanto en tanto un trozo de pescado frío, haciendo gala de un delicado manejo del cuchillo (momentos en los cuales resaltaban aún más los destellos que despedía el brillante del tamaño de una guinda que lucía en el meñique elegantemente estirado), y que entre bocado y bocado lo obsequiara con miradas asaz observadoras, se levantara limpiándose a boca, cruzara el local casi vacío, se inclinara cortésmente ante él y preguntara:

—¿Gustaría el caballero jugar una partida de ajedrez?... ¿Digamos, por un marco la partida?

Fantasmagóricas escenas a todo color, referidas al derroche y la opulencia, se fueron sucediendo rápidamente ante los ojos mentales del académico, y mientras su corazón maravillado murmuraba: "A este bruto me lo manda Dios", sus labios ya le estaban ordenando al camarero que justamente se había acercado para ocasionar, como era su costumbre, una serie de complicadas perturbaciones en el funcionamiento de las bombillas de luz:

—¡Julián, un tablero de ajedrez!


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13 págs. / 23 minutos / 76 visitas.

Publicado el 25 de junio de 2016 por Edu Robsy.

De la Caza

Jenofonte


Tratado


Invento de dioses, de Apolo y Ártemis, son la caza y los perros. Lo entregaron y honraron con él a Quirón a causa de su rectitud. Éste recibió el regalo con satisfacción y lo utilizó. Fueron sus discípulos en la caza y en otras nobles enseñanzas Céfalo, Asclepio, Melanión, Néstor, Anfiarao, Peleo, Telamón, Meleagro, Teseo, Hipólito, Palamedes, Menesteo, Odiseo, Diomedes, Cástor, Pólux, Macaón, Podalirio, Antíloco, Eneas y Aquiles. Cada uno de ellos fue honrado por los dioses en vida. Nadie se extrañe de que muchos de éstos murieran a pesar de ser gratos a los dioses, pues es la ley natural, pero grande fue su prestigio; ni tampoco de que no hayan alcanzado todos ellos la misma edad, pues la vida de Quirón sobrepasa a la de todos. Zeus y Quirón eran, en efecto, hermanos por parte del padre, aunque la madre de uno era Rea y la del otro, la ninfa Nais, de modo que Quirón había nacido antes que ellos, pero murió después, tras educar a Aquiles. Destacaron por el ejercicio de la caza y de los perros y por el resto de la educación, y fueron admirados por su virtud.


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35 págs. / 1 hora, 1 minuto / 243 visitas.

Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

De la Equitación

Jenofonte


Tratado


Como nos consideramos expertos en equitación por haber sido jinetes durante mucho tiempo, deseamos también enseñar a los amigos más jóvenes el procedimiento que juzgamos más correcto en su trato con los caballos. También escribió, por cierto, sobre la equitación Simón, quien, además, ofrendó un caballo de bronce en Atenas, en el Eleusinio, y grabó en la base sus propias hazañas. En verdad, nosotros al menos no vamos a eliminar de nuestro tratado todo cuanto se reconozca que coincide con el suyo; al contrario, lo transmitiremos a los amigos con mucho más gusto, pues opinamos que merecen mucho más crédito las ideas suyas que coinciden con las nuestras, ya que era un buen jinete. Además, todo lo que a él se le pasó por alto trataremos de descubrirlo nosotros.

En primer lugar, describiremos cómo a uno se le puede engañar en la compra de un caballo.

Es evidente que se debe comprobar, incluso, el buen estado físico del potro aún no domado, ya que todavía no presenta pruebas claras de su carácter el caballo que aún no ha sido montado.

A su vez, en lo que se refiere al cuerpo, afirmamos que es necesario examinar, ante todo, los pies. Efectivamente, como no tendría ninguna utilidad una casa si la parte superior fuese muy hermosa, pero no estuviesen los cimientos como es necesario, igualmente no sería de ninguna utilidad un caballo dedicado a la guerra si fuese de pies defectuosos aunque bueno en todo lo demás, pues lógicamente no podría sacar ningún provecho de ninguna de sus buenas cualidades.


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27 págs. / 47 minutos / 1.371 visitas.

Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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