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La Vigilia de Gow

Rudyard Kipling


Cuento


Acto V, escena tercera

Después de la batalla.

La PRINCESA junto al estandarte en el fortín.

Entra GOW, con la corona del reino.

GOW: He aquí la muestra de que la reina se ha rendido.
Presuroso la trajo su último emisario.

PRINCESA: Ya era nuestro. ¿Dónde está la mujer?

GOW: Huyó con su caballo. Con el albor partieron.
No ha dado el mediodía y ya eres reina.

PRINCESA: Por ti… gracias a ti. ¿Cómo podré pagarte?

GOW: ¿Pagarme a mí? ¿Por qué?

PRINCESA: Por todo… todo… todo…
¡Desde que el reino sucumbió! ¿Lo habéis oído? «Me pregunta ¿por qué?».
Tu cuerpo entre mi pecho y el cuchillo de ella,
tus labios en la copa con la que quiso ella envenenarme;
tu manto sobre mí, esa noche en la nieve
de vigilia en el paso de Bargi. Cada hora
nuevas fuerzas, hasta este inconcebible desenlace.
«¿Honrarlo?». Te honraré… te honraré…
Es tu elección.

GOW: Niña, eso queda muy lejos.

(Entra FERDINAND, como recién llegado a caballo).

Éste hombre sí es digno de todos los honores. ¡Sé bienvenido, Zorro!

FERDINAND: Y tú, Perro Guardián. Es un día importante para todos.
Lo planeamos y lo hemos conseguido.

GOW: ¿La ciudad se ha tomado?

FERDINAND: Lealmente. Ebrios de lealtad están en ella.
El ánimo virtuoso. Tus bombardeos han contribuido…
Pero traigo un mensaje. La Dama Frances…

PRINCESA: Enferma la he dejado en la ciudad. Ningún quebranto, espero.

FERDINAND: Nada que a ella así le pareciera. Muy poco, en realidad, lo que (a gow) vengo a decirte. Que estará aquí enseguida.

GOW: ¿Es ella quien lo ha dicho?

FERDINAND: Escrito.
Esto. (Le da una carta). En la noche de ayer.
En mis manos lo puso el sacerdote…
La acompañó en su hora.


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Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Vida Privada

Henry James


Cuento


I

Hablábamos de Londres cara a cara con un gran glaciar hirsuto y primevo. La hora y el escenario formaban una de esas impresiones que compensan un poco, en Suiza, por la moderna indignidad del viajar: las promiscuidades y vulgaridades, la estación y el hotel, la paciencia gregaria, la lucha por unas migajas de atención, la reducción a estado numerado. El alto valle se teñía del rosa de la montaña; el aire fresco tenía la limpieza de un mundo nuevo. Había un leve rubor de primera tarde sobre nieves incólumes, y el tintineo fraternizante del ganado oculto a la vista nos llegaba con un olor a siega tibia de sol. El balconado hostal se alzaba en la garganta misma del paso más delicioso del Oberland, y hacía una semana que teníamos buena compañía y buen tiempo. Se consideraba gran fortuna, porque lo uno habría compensado por lo otro si alguna de las dos cosas hubiera sido mala.


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Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Vida de Morfiel, Demiurgo

Marcel Schwob


Cuento


Morfiel, al igual que los demás demiurgos, fue llamado a la existencia por una palabra del Ser Supremo, que pronunció su nombre. Enseguida se encontró en el mismo taller celeste que Sar, Tor, Aroquiel, Tauriel, Ptahil y Barroquiel. El demiurgo en jefe, que dirigía el taller, era Avatar. Todos se dedicaban activamente a la construcción de nuestro mundo siguiendo los modelos previstos. Avatar suministró a Morfiel su parte de tierra, agua y metal y le encargó la confección de cabellos. Otros modelaban narices, ojos, bocas, brazos y piernas. Barroquiel se encargaba de las monstruosidades, y deformaba una porción de los productos terminados antes de entregarlos a su jefe Avatar. En efecto, algunos demiurgos ya habían trabajado en otros mundos superiores, y convenía que este fuera diferente. Así que, siguiendo una innovadora idea de Avatar, Barroquiel dividió la naturaleza entre hombres y mujeres, que en el mundo inmediatamente superior al nuestro, como señala Platón, no forman más que un único ser que anda sobre cuatro pies y cuatro manos ordenadas orbicularmente, de forma similar a los cangrejos. Hay una isla en otro mundo inferior al nuestro donde Avatar ordenó dividir de nuevo a los hombres, de manera que estos no tienen más que un ojo, una oreja y una pierna, y su cerebro no está dividido en dos sino que es totalmente redondo. Y lo que para nosotros es par, es impar para ellos. Ya que están hechos siguiendo el modelo de los monocotiledóneos o tubos vivientes que se adhieren a las rocas marinas, por lo que no conciben la segunda dimensión del espacio y piensan que el universo es un intervalo discontinuo. De manera que, saltando sobre su única pierna, atraviesan sin dificultad lo que a nosotros nos resulta impenetrable, murallas o montañas, y cuentan en impar: uno, tres, cinco, siete.


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Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Verdad Sobre Sancho Panza

Franz Kafka


Cuento


Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que este se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.


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Publicado el 8 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Verdad sobre el Caso del Sr. Valdemar

Edgar Allan Poe


Cuento


No pretenderé, naturalmente, opinar que no exista motivo alguno para asombrarse de que el caso extraordinario del señor Valdemar haya promovido una discusión. Sería un milagro que no hubiera sucedido así, especialmente en tales circunstancias. El deseo de todas las partes interesadas en mantener el asunto oculto al público, al menos hasta el presente o hasta que haya alguna oportunidad ulterior para otra investigación, y nuestros esfuerzos a ese efecto han dado lugar a un relato mutilado o exagerado que se ha abierto camino entre la gente, y que llegará a ser el origen de muchas falsedades desagradables, y, como es natural, de un gran descrédito.

Se ha hecho hoy necesario que exponga los hechos, hasta donde los comprendo yo mismo. Helos sucintamente aquí:

Durante estos tres últimos años ha sido repetidamente atraída mi atención por el tema del mesmerismo o hipnotismo animal, y hace nueve meses, aproximadamente, se me ocurrió de pronto que en la serie de experimentos efectuados hasta ahora existía una muy notable y muy inexplicable omisión: nadie había sido aún hipnotizado in articulo mortis. Quedaba por ver, primero, si en semejante estado existía en el paciente alguna sensibilidad a la influencia magnética; en segundo lugar, si, en caso afirmativo, estaba atenuada o aumentada por ese estado; en tercer lugar, cuál es la extensión y por qué período de tiempo pueden ser detenidas las intrusiones de la muerte con ese procedimiento. Había otros puntos que determinar; pero eran éstos los que mas excitaban mi curiosidad, el último en particular, dado el carácter enormemente importante de sus consecuencias.


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Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La Venus de Ille

Prosper Mérimée


Cuento


Bajaba yo la última pendiente del Canigó, y, aunque el sol ya se había puesto, aun podía distinguir en la llanura las casas de la pequeña ciudad de Ille, hacia la cual me encaminaba.

—¿Sabe usted —le dije al catalán que me servía de guía desde la víspera—, sabe usted, indudablemente, dónde vive el señor De Peyrehorade?

—¡Si lo sabré! —exclamó—. Conozco su casa tanto como la mía, y de no ser ahora tan oscuro, se la mostraría desde aquí. Es la más hermosa de Ille. Tiene dinero, sí, el señor De Peyrehorade, y va a casar tan bien a su hijo, que éste será más rico aún que él.

—¿Se llevará a cabo pronto ese casamiento? —le pregunté.

—¿Pronto? Puede que ya estén encargados los violines para la boda. ¡Tal vez se celebre esta noche, mañana, pasado mañana, qué sé yo! Es en Puygarrig donde se realizará, puesto que es a la señorita de Puygarrig a quien desposa el hijo. ¡Será algo espléndido, sí!

Yo iba recomendado al señor De Peyrehorade por mi amigo, el señor De P… Me había dicho éste que se trataba de un anticuario muy instruido, de una gentileza a toda prueba, y que sería para él un placer enseñarme todas las ruinas que había en Ille en diez leguas a la redonda. Por lo tanto, contaba yo con él para visitar los alrededores de la ciudad, que sabía eran muy ricos en monumentos antiguos, principalmente de la Edad Media; pero este casamiento, del que oía hablar por vez primera, estropeaba todos mis planes.

«Voy a ser un aguafiestas» me dije. Pero como se me esperaba en casa del anticuario, a quien ya me había anunciado el señor De P…, era necesario que me presentase.

— Apostemos, señor —me dijo el guía—, ya que estamos en la llanura, apostemos un cigarro a que adivino lo que va a hacer usted en casa del señor De Peyrehorade.


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35 págs. / 1 hora, 2 minutos / 95 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Ventana Abierta

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Mi tía bajará enseguida, señor Nuttel —dijo con mucho aplomo una señorita de quince años—; mientras tanto debe hacer lo posible por soportarme.

Framton Nuttel se esforzó por decir algo que halagara debidamente a la sobrina sin dejar de tomar debidamente en cuenta a la tía que estaba por llegar. Dudó más que nunca que esta serie de visitas formales a personas totalmente desconocidas fueran de alguna utilidad para la cura de reposo que se había propuesto.

—Sé lo que ocurrirá —le había dicho su hermana cuando se disponía a emigrar a este retiro rural—: te encerrarás no bien llegues y no hablarás con nadie y tus nervios estarán peor que nunca debido a la depresión. Por eso te daré cartas de presentación para todas las personas que conocí allá. Algunas, por lo que recuerdo, eran bastante simpáticas.

Framton se preguntó si la señora Sappleton, la dama a quien había entregado una de las cartas de presentación, podía ser clasificada entre las simpáticas.

—¿Conoce a muchas personas aquí? —preguntó la sobrina, cuando consideró que ya había habido entre ellos suficiente comunicación silenciosa.

—Casi nadie —dijo Framton—. Mi hermana estuvo aquí, en la rectoría, hace unos cuatro años, y me dio cartas de presentación para algunas personas del lugar.

Hizo esta última declaración en un tono que denotaba claramente un sentimiento de pesar.

—Entonces no sabe prácticamente nada acerca de mi tía —prosiguió la aplomada señorita.

—Sólo su nombre y su dirección —admitió el visitante. Se preguntaba si la señora Sappleton estaría casada o sería viuda. Algo indefinido en el ambiente sugería la presencia masculina.

—Su gran tragedia ocurrió hace tres años —dijo la niña—; es decir, después que se fue su hermana.


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3 págs. / 6 minutos / 442 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

La Venganza de Cisco Kid

O. Henry


Cuento


Cisco Kid había matado a seis hombres en pendencias más o menos honestas, había asesinado a dos mexicanos, y había dejado inútiles a otros muchos, a los cuales, modestamente, no se preocupó en contar. Por consiguiente, una mujer lo amaba.

Cisco Kid tenía veinticinco años y aparentaba veinte; y una compañía de seguros celosa de su dinero hubiera calculado la probable fecha de su muerte fijándola alrededor de los veintiséis años. Se movía en una zona situada entre el Frío y el Río Grande. Mataba por afición… porque estaba de mal humor… para evitar que lo detuvieran… para divertirse… Había escapado de la captura porque podía disparar ocho décimas de segundo antes que cualquier sheriff o ranger de servicio, y porque montaba un caballo ruano que conocía al dedillo todas las vueltas y revueltas de los caminos, incluso de los de cabras, desde San Antonio a Matamoras.

Tonia Pérez, la muchacha que amaba a Cisco Kid, era medio Carmen, medio Madona, y el resto —¡Oh, sí! Una mujer que es medio Carmen y medio Madona puede ser siempre algo más—, el resto era colibrí. Vivía en un jacal con techo de ramas cerca de un pequeño poblado mexicano en el Lone Wolf Crossing, del Frío. Con ella vivía un padre o abuelo, un descendiente de los aztecas, que tenía por lo menos mil años, pastoreaba un centenar de cabras y se pasaba la mayor parte del tiempo borracho, por culpa del mescal. Detrás del jacal se extendía un inmenso bosque. A través de su espinosa espesura, el ruano llevaba a Kid a visitar a su novia. Y en cierta ocasión, trepando como una lagartija hasta el tejado de ramas, Kid había oído a Tonia, con su rostro de Madona y su belleza de Carmen y su alma de colibrí, hablar con el sheriff, negando conocer a su hombre en su dulce mezcolanza de inglés y castellano.


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13 págs. / 23 minutos / 87 visitas.

Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Última Hoja

O. Henry


Cuento


En un pequeño barrio al oeste de Washington Square las calles, como locas, se han quebrado en pequeñas franjas llamadas “lugares”. Esos “lugares” forman extraños ángulos y curvas. Una calle se cruza a sí misma una o dos veces. Un pintor descubrió en esa calle una valiosa posibilidad. ¡Supongamos que un cobrador, con una cuenta por pinturas, papel y tela, al cruzar esa ruta se encuentre de pronto consigo mismo de regreso, sin que se le haya pagado a cuenta un solo centavo!

Por eso los artistas pronto empezaron a rondar por el viejo Greenwich Village, en pos de ventanas orientadas al norte y umbrales del siglo XVIII, buhardillas holandesas y alquileres bajos. Luego importaron algunos jarros de peltre y un par de platos averiados de la Sexta Avenida y se transformaron en una colonia.

Sue y Johnsy tenían su estudio en los altos de un gordo edificio de ladrillo de tres pisos. Johnsy era el apodo familiar que le daban a Joanna. Sue era de Maine; su amiga, de California. Ambas se conocieron junto a una mesa común de un delmónico de la calle ocho y descubrieron que sus gustos en materia de arte, ensalada de achicoria y moda, eran tan afines que decidieron establecer un estudio asociado.

Eso sucedió en mayo. En noviembre, un frío e invisible forastero a quien los médicos llamaban Neumonía empezó a pasearse furtivamente por la colonia, tocando a uno aquí y a otro allá con sus dedos de hielo. El devastador intruso recorrió con temerarios pasos el East Side, fulminando a veintenas de víctimas; pero su pie avanzaba con más lentitud a través del laberinto de los “lugares” más angostos y cubiertos de musgo.


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7 págs. / 13 minutos / 271 visitas.

Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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