Las charadas ya no están de moda. ¡Qué tiempos tan buenos
para los poetas eran aquellos en que Le Mercure proponía cada mes, cada
quince días y, al final, cada semana una charada, un enigma o un logogrifo a sus
lectores!
Pues bien, voy a revivir esa moda.
Dígame pues, querido lector o hermosa lectora —las
charadas están hechas, sobre todo, para la mente perspicaz de las lectoras—,
dígame de qué lengua proviene la alegoría siguiente.
¿Es sánscrito, egipcio, chino, fenicio, griego,
etrusco, rumano, galo, godo, árabe, italiano, inglés, alemán, español, francés o
vasco?
¿Se remonta a la Antigüedad, y está firmada por
Anacreonte? ¿Es gótica, y está firmada por Carlos de Orleáns? ¿Es moderna, y
está firmada por Goethe, Thomas Moore o Lamartine? ¿O no será, más bien, de
Saadi, el poeta de las perlas, rosas y ruiseñores? ¿O bien...?
Pero no soy yo quien lo ha de adivinar, es usted.
Así que, querido lector, adivine.
He aquí la alegoría en cuestión.
Una mariposa reunía en sus alas de ópalo la más dulce
armonía de colores: blanco, rosa y azul.
Como un rayo de sol iba revoloteando de flor en flor,
y, cual flor voladora, subía y bajaba, jugando por encima de la verde pradera.
Un niño que intentaba dar sus primeros pasos por el
césped tornasolado la vio y, de repente, se sintió invadido por el deseo de
atrapar aquel insecto de vivos colores.
Pero la mariposa estaba acostumbrada a este tipo de
deseos. Había visto cómo generaciones enteras se quedaban sin fuerzas
persiguiéndola. Revoloteó delante del niño y fue a posarse a dos pasos de él; y,
cuando el niño, ralentizando sus pasos y conteniendo la respiración, extendía la
mano para cogerla, la mariposa alzaba el vuelo y recomenzaba su viaje desigual y
deslumbrante.
El niño no se cansaba; el niño lo intentaba una y otra
vez.
Información texto 'Deseo y Posesión'