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textos no disponibles fecha: 16-05-2018


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La Dulce Ermengarde o el Corazón de una Chica Campesina

H. P. Lovecraft


Cuento


I. Una Simple Chica De Campo

Ermengarde Stubbs era la hermosa hija rubia de Hiram Stubbs, un granjero y contrabandista de licor, pobre pero honrado, de Hogton, Vermont. Se llamaba, en un principio, Ethyl Ermengarde, pero su padre la convenció para que prescindiera de su primer nombre a partir de la introducción de la Enmienda 18, aduciendo que le produciría sed, pues le recordaría al alcohol etílico (C2H3OH). Su propia producción era, sobre todo, de metílico o alcohol de madera (CH3OH). Ermengarde afirmaba tener dieciséis primaveras, y tildaba de infundio a las afirmaciones que achacaban treinta. Tenía grandes ojos negros, una prominente nariz romana, pelo claro que nunca se oscurecía en las raíces, a no ser que la droguería local anduviese corta de suministros, y una complexión hermosa pero vulgar. Medía en torno al uno setenta de altura, pesaba unos cincuenta y dos kilos en la báscula de su padre —también en las demás— y era considerada la más bella por todos los galanes pueblerinos que admiraban la granja de su padre y gustaban de sus producciones de licor.

A Ermengarde la pretendían en matrimonio dos ardientes amantes. El esquire Hardman, que mantenía una hipoteca sobre su casa ancestral, era muy rico y aún más viejo. Era de semblante moreno y cruel, iba siempre a caballo y jamás soltaba su fusta. Durante largo tiempo había pretendido a la dulce Ermengarde y ahora su ardor había subido hasta cotas febriles, ya que bajo los humildes terrenos del granjero Stubbs había descubierto que existía una rica veta de ¡¡ORO!!

—Ajá —se dijo—. Tengo que seducir a la chica, antes de que su padre se percate de esa insospechada riqueza, ¡y uniré mi fortuna a otra aún mayor! —y comenzó a visitarlos dos veces por semana, en vez de una, como había hecho hasta entonces.


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Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Una Semblanza del Doctor Johnson

H. P. Lovecraft


Cuento


El privilegio de las reminiscencias, no importa lo confusas o pesadas que estas resulten, es algo que corresponde generalmente a la gente de mucha edad; y realmente, con frecuencia, gracias a tales recuerdos llegan a la posteridad los sucesos oscuros de la historia, así como las anécdotas menores ligadas a los grandes hechos.

Para aquellos de mis lectores que han observado y apuntado, a veces, la existencia de una especie de veta antigua en mi forma de escribir, me ha sido grato presentarme como un hombre joven entre los miembros de mi generación, y alimentar la ficción de que nací en 1890 en América. Ahora estoy dispuesto, no obstante, a desvelar un secreto que había guardado por miedo a la incredulidad, y a hacer partícipe al público de un conocimiento acumulado sobre una era de la que conocí, de primera mano, a sus más famosos personajes. Así pues, sepan que nací en el condado de Devonshire, el 10 de agosto de 1690 (o, según el nuevo calendario gregoriano, el 20 de agosto), así que por tanto mi próximo cumpleaños será el 228. Habiéndome trasladado pronto a Londres, conocí siendo muy joven a muchos de los más celebrados gentilhombres del reinado de Guillermo, incluyendo al llorado Dryden, que era asiduo a las tertulias del Café de Will. Más tarde conocería a Addison y Switf, y fui aún más íntimo de Pope, al que conocí y respeté hasta el día de su muerte. Pero es del más tardío de todos mis conocidos, el finado doctor Johnson, del que deseo escribir, de forma que le haré llegar mi juventud hasta estos días.


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Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Hipno

H. P. Lovecraft


Cuento


Hipno

A propósito del sueño, esa siniestra aventura de
todas nuestras noches, podríamos decir que los
hombres se acuestan diariamente con una
osadía incomprensible, si no supiéramos que es
a causa de la ignorancia del peligro.

(Baudelaire)
 

¡Ojalá los dioses misericordiosos, si existen efectivamente, protejan esas horas en que ningún poder de la voluntad, ni las drogas inventadas por el ingenio del hombre, pueden mantenerme alejado del abismo del sueño! La muerte es misericordiosa, ya que de ella no hay retorno; pero para aquel que regresa de las cámaras más profundas de la noche, extraviado y consciente, no vuelve a haber paz. Fui un loco al sumergirme con tan inmoderado frenesí en misterios que nadie ha intentado penetrar; y fue un loco, o un dios, este único amigo mío que me guió y fue delante de mí, ¡y entró al fin en terrores que pueden llegar a ser los míos!

Recuerdo que nos conocimos en una estación de ferrocarril, donde era el centro de atención de una multitud de vulgares curiosos. Estaba inconsciente, y había caído en una especie de convulsión que había sumido su cuerpo flaco y vestido de negro en una extraña rigidez. Creo que por entonces frisaba en los cuarenta, ya que había profundas arrugas en su cara pálida y consumida —aunque oval y verdaderamente hermosa—, grises estrías en su cabello ondulado y espeso, y una barba corta y ancha que en otro tiempo fue negra como un ala de cuervo. Tenía la frente blanca como el mármol de Pentélico, y alta y ancha casi como la de un dios.


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Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Transición de Juan Romero

H. P. Lovecraft


Cuento


No tengo ningún deseo de hablar de los sucesos que ocurrieron en la mina Norton el 18 y el 19 de octubre de 1891. Un sentido del deber para con la ciencia es lo único que me impulsa a rememorar, en los últimos años de mi vida, escenas y hechos cargados de un terror doblemente agudo por la imposibilidad de definirlo. Sin embargo, antes de morir, creo que debo contar lo que sé sobre la, digamos, transición de Juan Romero.

No hace falta que diga a la posteridad ni mi nombre ni cuál es mi origen; en realidad, creo que es mejor que no aparezcan, porque cuando un hombre emigra de repente a los Estados o a las Colonias, deja tras él su pasado. Además, lo que yo fui una vez no tiene nada que ver en absoluto con lo que voy a contar; excepto, quizá, el hecho de que durante mi servicio en la India me sentía más a gusto con los maestros nativos de blanca barba que entre mis compañeros oficiales. Había ahondado no poco en la extraña sabiduría de Oriente, cuando se abatieron sobre mí las calamidades que me impulsaron a emprender una nueva vida en el inmenso Oeste de América..., vida en la que consideré oportuno adoptar otro nombre: el que llevo actualmente, que es muy corriente y carece de significado.


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Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

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