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El Crepúsculo de los Ídolos

Friedrich Nietzsche


Filosofía


PREFACIO

Conservar la propia jovialidad en mitad de un asunto tétrico y gravado por una responsabilidad que excede toda ponderación exige no poca habilidad: y, sin embargo, ¿qué sería más necesario que la jovialidad? No sale como es debido cosa alguna en la que no participe la arrogancia. Solo el exceso de fuerza demuestra la fuerza. Una transvaloración de todos los valores, este signo de interrogación tan negro, tan enorme que arroja su sombra sobre quien lo pone, una tarea tan fatídica fuerza en cada instante a correr para colocarse donde a uno le dé el sol, a sacudir de sí una seriedad pesada, que ha llegado a ser demasiado pesada. Todo medio que conduzca a ello está justificado, todo «caso» será un caso afortunado, un golpe de suerte. Sobre todo la guerra. La guerra era siempre la gran prudencia de todos los espíritus que se habían vuelto demasiado interiores, demasiado profundos; incluso en la herida sigue habiendo fuerza curativa. Un dicho, cuya procedencia sustraigo a la curiosidad erudita, ha sido desde hace largo tiempo mi divisa:

Increscunt animi, virescit volnere virtus

Otra curación, en determinadas circunstancias todavía más deseada para mí, es sonsacar a los ídolos… En el mundo hay más ídolos que realidades: ésta es mi forma de «mirar con malos ojos» este mundo, ésta es también mi forma de oírlo «con malos oídos»… Plantear preguntas aquí con el martillo y, quizá, oír como respuesta aquel famoso sonido hueco que habla de entrañas flatulentas: qué delicia para uno que tiene oídos detrás de los oídos, para mí, viejo psicólogo y flautista de Hamelín, ante el cual precisamente aquello que desearía permanecer en silencio tiene que empezar a hablar…


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92 págs. / 2 horas, 41 minutos / 1.330 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Frankenstein o el Moderno Prometeo

Mary Shelley


Novela


VOLUMEN I

PRÓLOGO

El suceso en el cual se fundamenta este relato imaginario ha sido considerado por el doctor Darwin y otros fisiólogos alemanes como no del todo imposible. En modo alguno quisiera que se suponga que otorgo el mínimo grado de credibilidad a semejantes fantasías; sin embargo, al tomarlo como base de una obra fruto de la imaginación, no considero haberme limitado simplemente a enlazar, unos con otros, una serie de terrores de índole sobrenatural. El hecho que hace despertar el interés por la historia está exento de las desventajas de un simple relato de fantasmas o encantamientos. Me vino sugerido por la novedad de las situaciones que desarrolla, y, por muy imposible que parezca como hecho físico, ofrece para la imaginación, a la hora de analizar las pasiones humanas, un punto de vista más comprensivo y autorizado que el que puede proporcionar el relato corriente de acontecimientos reales. Así pues, me he esforzado por mantener la veracidad de los elementales principios de la naturaleza humana, a la par que no he sentido escrúpulos a la hora de hacer innovaciones en cuanto a su combinación. La Ilíada, el poema trágico de Grecia; Shakespeare en La tempestad y El sueño de una noche de verano; y sobre todo Milton en El paraíso perdido se ajustan a esta regla. Así pues, el más humilde novelista que intente proporcionar o recibir algún deleite con sus esfuerzos puede, sin presunción, emplear en su narrativa una licencia, o, mejor dicho, una regla, de cuya adopción tantas exquisitas combinaciones de sentimientos humanos han dado como fruto los mejores ejemplos de poesía.

La circunstancia en la cual se basa mi relato me fue sugerida en una conversación trivial. Lo comencé en parte como diversión y en parte como pretexto para ejercitar cualquier recurso de mi mente que aún tuviera intacto.

A medida que avanzaba la obra, otros motivos se fueron añadiendo a éstos.


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212 págs. / 6 horas, 12 minutos / 1.255 visitas.

Publicado el 11 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Comedia de los Enredos

William Shakespeare


Teatro, Comedia


Acto Dramatis personae

Solino, DUQUE de Éfeso
EGEÓN, mercader de Siracusa, padre de los Antífolos
ANTÍFOLO DE ÉFESO y
ANTÍFOLO DE SIRACUSA, gemelos, hijos de Egeón y Emilia
DROMIO DE ÉFESO y
DROMIO DE SIRACUSA, gemelos, criados respectivos de los Antífolos
ADRIANA, esposa de Antífolo de Éfeso
LUCIANA, su hermana
LUCÍA, su criada de cocina
CORTESANA
ÁNGELO, joyero
BALTASAR, mercader
MERCADER 1.º
MERCADER 2.º, acreedor de Ángelo
El Profesor PIZCO, maestro de escuela y exorcista
EMILIA, abadesa de Éfeso, esposa de Egeón
Carcelero, guardia, mensajero, sirvientes y acompañamiento.

Acto I

Escena I

Entra el DUQUE de Éfeso, con [EGEÓN,] mercader de Siracusa, un CARCELERO y acompañamiento.

EGEÓN
No dudes, Solino: dicta la sentencia
que al darme la muerte, apague mis penas.


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47 págs. / 1 hora, 22 minutos / 1.149 visitas.

Publicado el 24 de abril de 2018 por Edu Robsy.

La Torre de las Ratas

Victor Hugo


Cuento


Desde que había empezado a anochecer, sólo tenía un pensamiento. Sabía que, antes de llegar a Bingen, un poco antes de la confluencia con el Nahe, encontraría un extraño edificio, una lúgubre morada ruinosa, de pie entre los juncos, en medio del río y entre dos altas montañas. Aquella morada ruinosa era la Maüsethurm.

Cuando era niño, por encima de mi cama tenía un pequeño cuadro rodeado de un marco negro que no sé qué criada alemana había colgado en la pared. Representaba una vieja torre aislada, enmohecida, destartalada, rodeada de aguas profundas y oscuras que la cubrían de vapores, y de montañas que la cubrían de sombras. El cielo por encima de aquella torre era sombrío y cubierto de nubes horrendas.

Por la noche, después de haber rezado a Dios y antes de dormirme, miraba siempre aquel cuadro. Lo volvía a ver en mis sueños y me parecía terrible. La torre aumentaba, el agua hervía, un relámpago caía de las nubes, el viento soplaba en las montañas y, por momentos, parecía lanzar clamores.

Un día le pregunté a la criada cómo se llamaba aquella torre. Santiguándose, me respondió que se llamaba la Maüsethurm. Y luego me contó una historia. Que en otros tiempos, en Maguncia, en su país, había habido un malvado arzobispo llamado Hatto, que era también abad de Fuld, sacerdote avaro, según ella, que «abría la mano más para bendecir que para dar». Que un mal año compró todo el trigo de las cosechas para revendérselo muy caro al pueblo, pues aquel cura quería ser muy rico. La hambruna fue tal que los campesinos morían de hambre en los pueblos del Rin. Que entonces el pueblo se reunió alrededor del burgo de Maguncia, llorando y solicitando pan. Que el arzobispo se lo negó.


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4 págs. / 7 minutos / 1.050 visitas.

Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Nuevo Abogado

Franz Kafka


Cuento


Tenemos un nuevo abogado, el doctor Bucéfalo. Poco hay en su aspecto que recuerde a la época en que era el caballo de batalla de Alejandro de Macedonia. Sin embargo, quien está al tanto de esa circunstancia, algo nota. Y hace poco pude ver en la entrada a un simple ujier que lo contemplaba admirativamente, con la mirada profesional del carrerista consuetudinario, mientras el doctor Bucéfalo, alzando gallardamente los muslos y haciendo resonar el mármol con sus pasos, ascendía escalón por escalón la escalinata.

En general, la Magistratura aprueba la admisión de Bucéfalo. Con asombrosa perspicacia, dicen que dada la organización actual de la sociedad, Bucéfalo se encuentra en una posición un poco difícil y que en consecuencia, y considerando además su importancia dentro de la historia universal, merece por lo menos ser admitido. Hoy —nadie podría negarlo— no hay ningún Alejandro Magno. Hay muchos que saben matar; tampoco escasea la habilidad necesaria para asesinar a un amigo de un lanzazo por encima de la mesa del festín; y para muchos Macedonia es demasiado reducida, y maldicen en consecuencia a Filipo, el padre; pero nadie, nadie puede abrirse paso hasta la India. Aun en sus días las puertas de la India estaban fuera de todo alcance, pero no obstante, la espada del rey señaló el camino. Hoy dichas puertas están en otra parte, más lejos, más arriba; nadie muestra el camino; muchos llevan espadas, pero sólo para blandirlas, y la mirada que las sigue sólo consigue marearse.

Por eso, quizá, lo mejor sea hacer lo que Bucéfalo ha hecho, sumergirse en la lectura de los libros de derecho. Libre, sin que los muslos del jinete opriman sus flancos, a la tranquila luz de la lámpara, lejos del estruendo de las batallas de Alejandro, lee y vuelve las páginas de nuestros antiguos textos.


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1 pág. / 1 minuto / 951 visitas.

Publicado el 14 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Proceso

Franz Kafka


Novela


La detención

Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo. La cocinera de la señora Grubach, su casera, que le llevaba todos los días a eso de las ocho de la mañana el desayuno a su habitación, no había aparecido. Era la primera vez que ocurría algo semejante. K esperó un rato más. Apoyado en la almohada, se quedó mirando a la anciana que vivía frente a su casa y que le observaba con una curiosidad inusitada. Poco después, extrañado y hambriento, tocó el timbre. Nada más hacerlo, se oyó cómo llamaban a la puerta y un hombre al que no había visto nunca entró en su habitación. Era delgado, aunque fuerte de constitución, llevaba un traje negro ajustado, que, como cierta indumentaria de viaje, disponía de varios pliegues, bolsillos, hebillas, botones, y de un cinturón; todo parecía muy práctico, aunque no se supiese muy bien para qué podía servir.

—¿Quién es usted? —preguntó Josef K, y se sentó de inmediato en la cama.

El hombre, sin embargo, ignoró la pregunta, como si se tuviera que aceptar tácitamente su presencia, y se limitó a decir:

—¿Ha llamado?

Anna me tiene que traer el desayuno dijo K, e intentó averiguar en silencio, concentrándose y reflexionando, quién podría ser realmente aquel hombre. Pero éste no se expuso por mucho tiempo a sus miradas, sino que se dirigió a la puerta, la abrió un poco y le dijo a alguien que presumiblemente se hallaba detrás:

Quiere que Anna le traiga el desayuno.

Se escuchó una risa en la habitación contigua, aunque por el tono no se podía decir si la risa provenía de una o de varias personas. Aunque el desconocido no podía haberse enterado de nada que no supiera con anterioridad, le dijo a K con una entonación oficial:

—Es imposible.


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247 págs. / 7 horas, 13 minutos / 865 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Las Bostonianas

Henry James


Novela


LIBRO PRIMERO

I

—Olive bajará dentro de unos diez minutos; me pidió que se lo dijera. Unos diez minutos: esa es Olive. Ni cinco ni quince, pero tampoco diez exactamente, sino más bien nueve u once. No me pidió que le dijera que se siente feliz de verlo, porque no sabe si lo está o no, y por nada del mundo se expondría a decir algo impreciso. Si hay alguien honesto esa es Olive Chancellor; es la rectitud en persona. Nadie dice nada impreciso en Boston; la verdad es que no sé cómo tratar a esta gente. Bien, de cualquier manera estoy muy contenta de verlo.

Estas palabras fueron pronunciadas con aire voluble por una mujer rubia, regordeta y sonriente que entró en una angosta sala en la que un visitante que aguardaba desde hacía algunos minutos se encontraba inmerso en la lectura de un libro. El caballero no había siquiera necesitado sentarse para comenzar a interesarse en la lectura; al parecer había tomado el volumen de una mesa tan pronto como llegó, y, manteniéndose de pie, después de una sola mirada al apartamento, se había sumido en sus páginas. Puso a un lado el libro al acercarse la señora Luna, sonrió, le estrechó la mano y dijo como respuesta al último comentario de la dama:

—Usted ha sugerido que dice mentiras. Tal vez esa sea una.

—Oh, no, no hay de qué maravillarse en que me alegre su visita —respondió la señora Luna— si le digo que he pasado ya tres largas semanas en esta ciudad donde nadie miente.

—Sus palabras no me parecen demasiado elogiosas —dijo el joven—. Yo no pretendo mentir.

—Oh, cielos, ¿cuál es la ventaja entonces de ser un sureño? —preguntó la dama—. Olive me ha encargado de decirle que espera que se quede usted a comer. Y si lo ha dicho es que verdaderamente lo espera. Está dispuesta a correr el riesgo.

—¿Tal como estoy? —preguntó el visitante, adoptando un aspecto más bien humilde.


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534 págs. / 15 horas, 36 minutos / 745 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

La Cartuja de Parma

Stendhal


Novela


Advertencia

Esta novela se escribió en el invierno de 1830 y a trescientas leguas de París. Así, pues, ninguna alusión a las cosas de 1839.

Muchos años antes de 1830, en la época en que nuestros ejércitos recorrían toda Europa, me correspondió un boleto de alojamiento para la casa de un canónigo. Era en Padua, deliciosa ciudad italiana. Como la estancia se prolongara, el canónigo y yo nos hicimos amigos.

A finales de 1830 volví a pasar por Padua y me apresuré a ir a casa de mi buen canónigo. El canónigo no vivía ya, y yo lo sabía, pero quería volver a ver el salón en que habíamos pasado tantas veladas placenteras, tan a menudo añoradas desde entonces. Encontré al sobrino del canónigo y a la mujer del sobrino, que me recibieron como a un viejo amigo. Llegaron otras personas y no nos separamos hasta muy tarde. El sobrino mandó a buscar al café Pedroti un excelente zambajon. Lo que nos hizo trasnochar fue sobre todo la historia de la duquesa Sanseverina, a la que alguien aludió, y el sobrino quiso contarla completa en honor mío.

—En el país adonde voy —dije a mis amigos— me será muy difícil encontrar una casa como ésta, y, para pasar las largas horas de la noche, escribiré una novela con esta historia vuestra.

—Entonces —dijo el sobrino— le voy a prestar los anales de mi tío, que, en el artículo Parma, menciona algunas de las intrigas de esta Corte en los tiempos en que la duquesa hacía y deshacía en ella. Pero tenga cuidado: esta historia no es nada moral, y ahora que en Francia hacéis gala de pureza evangélica, puede valerle fama de asesino.

Publico esta novela sin cambiar nada del manuscrito de 1830, lo que puede tener dos inconvenientes.


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568 págs. / 16 horas, 35 minutos / 726 visitas.

Publicado el 22 de abril de 2018 por Edu Robsy.

En la Galeria

Franz Kafka


Cuento


Si alguna débil y tísica écuyère del circo fuera obligada por un Director despiadado a girar sin interrupción durante meses en torno de la pista, a golpes de fusta, sobre un ondulante caballo, ante un público incansable; a pasar como un silbido, arrojando besos, saludando y doblando el talle, y si esa representación se prolongara hacia la gris perspectiva de un futuro cada vez más lejano, bajo el incesante estrépito de la orquesta y de los ventiladores, acompañada por decrecientes y luego crecientes olas de aplausos, que en realidad son martinetes a vapor… entonces, tal vez, algún joven visitante de la galería descendería apresuradamente las largas escalinatas, cruzaría todas las gradas, irrumpiría en la pista, y gritaría: «¡Basta!», a través de la charanga de la siempre oportuna orquesta.


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1 pág. / 1 minuto / 717 visitas.

Publicado el 14 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Espíritu de las Leyes

Montesquieu


Política, tratado político


PRÓLOGO DEL AUTOR

Si en el cúmulo infinito de cosas, que se contienen en esta obra, existiese alguna que contra mi esperanza pudiera ofender; no la habrá por lo menos, que haya sido escrita con mala intención. Yo naturalmente no tengo el genio desaprobador. Platón daba gracias al cielo de que le hubiera hecho nacer en el siglo de Sócrates, y yo se las doy de que me haya hecho nacer bajo el gobierno en que vivo, y de que haya querido que obedezca a los que al mismo tiempo me ha hecho amar.

Pido a mis lectores un favor, y temo que me lo nieguen: pido que no juzguen por la lectura de un momento de un trabajo de veinte años, y que aprueben o condenen mi libro entero, y no alguna de sus frases. Para averiguar el objeto de un autor es absolutamente preciso conocer el objeto de la obra.

Antes de escribir he examinado cuidadosamente los hombres, y me he convencido de que, en la infinita diversidad de sus leyes y costumbres, no pueden ser conducidos solamente por su albedrío.

He sentado los principios, y he visto acomodarse a ellos los casos particulares espontáneamente, que las historias de las naciones no eran más que sus consecuencias, y que toda ley tenía relación con otra ley, o dependía de otra mas general.

Cuando he recordado la antigüedad, he procurado poseerme de su espíritu para no mirar como semejantes, casos absolutamente distintos.

No he deducido mis principios de mis preocupaciones, sino de la naturaleza de las cosas.

Muchas de las verdades que se contienen en esta obra, no se darán a conocer hasta que se haya encontrado la cadena que enlaza las unas con las otras. Cuanto más se reflexiona sobre los pormenores, resultará mayor convicción de la exactitud de los principios. Y sin embargo, yo me he abstenido de entrar en todos los pormenores, porque es imposible escribirlo todo sin causar un fastidio mortal.


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689 págs. / 20 horas, 6 minutos / 642 visitas.

Publicado el 29 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

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