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Artículos Ligeros sobre Asuntos Trascendentales

José Tomás de Cuéllar


Artículo, crónica


Los faroles

No es nuestro ánimo tratar aquí de los hombres vacíos á quienes el mundo llama faroles, ni de autoridades caricaturescas á quienes suele llamárseles farolones, ni tampoco de aquéllos á quienes por vanos, pretenciosos y farsantes se les dice faroleros. Lejos de nosotros tan mezquinas personalidades. Vamos á ocuparnos simplemente de la importancia social del farol; mueble cuya principal calidad es estar vacío, y que á nosotros se nos antoja que está lleno de muchas cosas importantes, curiosas y buenas de contarse, por ser un tanto cuanto trascendentales.

Los mexicanos de la presente y de las pasadas generaciones, á contar de algún tiempo después de la conquista, hemos nacido viendo faroles: solo que, desde el tiempo de los virreyes hasta la independencia y poco después, los faroles tenían para nosotros casi exclusivamente esta significación: la iglesia. El culto católico fué, mientras pudo, introductor, mantenedor y consumidor de los faroles.

Los faroleros (hablamos, se entiende, de los constructores de faroles, y no de las personas de quienes desde un principio dijimos que no queríamos hablar) los faroleros, pues, han debido ser dos veces afectos al culto; porque este culto con faroles, era además de su religión, su subsistencia.

Ya se recordará que esta dichosa capital, con sus doscientas iglesias, sus doscientas fiestas titulares, sus doscientos novenarios y octavarios, en todo lo que, lo primero indispensable eran los faroles, debió llegar á acopiarlos en cantidades fabulosas.


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Dominio público
230 págs. / 6 horas, 43 minutos / 74 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Nido del Pájaro

Christoph von Schmid


Cuento infantil


El consejero de Aretín tenía una hermosa posesión en la campiña y en un sitio sumamente pintoresco. De tiempo en tiempo dejaba su residencia, é iba para respirar el aíre puro del campo, y descansar de las fatigas que le acarreaban sus negocios. A la entrada de la primavera, quiso por primera vez llevar consigo á la quinta á dos tiernos hijos que tenía, los cuales recibieron en ello un placer sin igual. el jardín pegadito á la casa, el trigo de los campos todavía verde, los prados tan cubiertos de flores, todo excitaba su alegría; pero sobre todo les gustó extraordinariamente el parque enteramente lleno de encinas, álamos y abedules, al través de los cuales había los caminos cubiertos de arena.

Su padre les acompañó un día á este parque, y les enseñó un nido de pajaritos. Vieron cinco avecillas muy tiernas, y el padre y la madre que les iban llevando el alimento sin que se espantaran; y esto les dió muchísimo placer.

Entonces les hizo sentar en un banco de piedra que había al pie de una vieja encina, desde la cual se descubría un hermoso panorama.—Quiero contaros una cosa,—les dijo—del nido de un pajarito, que os gustará mucho, y que sucedió en este mismo país.

Los dos niños fijaron su atención, y el padre comenzó de esta manera:

—Hará cosa de unos cuarenta años, que un joven pastorcillo vino muy de mañana á sentarse al pie de esta misma encina para guardar sus carneros. Tenía en sus manos un libro que leía con mucha atención, y sólo de tiempo en tiempo levantaba los ojos para vigilar su rebaño que andaba de una á otra parte, paciendo por el bosque y á lo largo del riachuelo.


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Dominio público
9 págs. / 16 minutos / 88 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Don Giovanni

E.T.A. Hoffmann


Cuento


I

El sonido agudo de una campanilla y el grito de Se va á empezar», me arrancaron del dulce sueño que de mí se apoderara. Oigo luego un sordo murmullo de contrabajos, preludios de violín, agudos trompetazos y uno que otro timbalazo, un oboe dando una nota chillona y sostenida... me restregó los ojos... El diablo se burlará de mí?... No; veo distintamente que me encuentro en el cuarto de la fonda, donde me detuve anoche, molido y devengado. Pende junto á mi el cordón de la campanilla, tiro de él y comparece el mozo.—Dime, muchacho, á qué viene esa endiablada música aquí tan cerca? Se dan conciertos en casa?

—Su Excelencia, ignorará que esta fonda esta contigua al teatro, y que esta portezuela entapizada da á un pequeño corredor que conduce en derechura al palco núm. 23, destinado á los extranjeros.

—Cómo? Teatro y palco de los extranjeros?

—Sí; un palco sumamente reducido, capaz para dos ó tres asientos, muy propio para las personas distinguidas, tapizado de verde, con celosías, que da sobre el escenario. Está á la disposición de su Excelencia; hoy echan el D. Giovanni, del célebre Mozart; la entrada y el asiento cuestan escudo y medio, que pondremos en la cuenta.

Diciendo estas últimas palabras abría la puerta del palco, pues con sólo oir el título de la ópera, yo me había lanzado al corredor, La sala era espaciosa, adornada con buen gusto y espléndidamente iluminada; tanto el patio como los demás palcos estaban llenos de espectadores.


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Dominio público
13 págs. / 24 minutos / 113 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Afortunado en el Juego

E.T.A. Hoffmann


Cuento


I

Las aguas de Pirmont se vieron sumamente concurridas durante el verano de 18..., aumentando de día en día la afluencia de ricos y nobles forasteros, lo cual excitaba el genio emprendedor de los especuladores de todas clases, de modo que los banqueros del Faraón se dieron buena maña en cubrir el tapete verde de sendos montones de ducados, esperando con ello, á fuer de diestros cazadores, atraer incautos.

Sabido es que en la estación de baños y entre esas numerosas reuniones, en las cuales nadie sigue sus habituales costumbres, la ociosidad suele arrastrar á todo el mundo, y el mágico atractivo del juego se hace irresistible. No es raro entonces encontrar á personas que en su vida han visto un naipe, sentadas junto al tapete verde, cual impertérritos jugadores; además de que el buen tono exige, mayormente entre las clases más distinguidas, que poco ó mucho se visite la sala de juego y se deje en ella algún dinero.

Un joven barón alemán, á quien llamaremos Sigifredo, parecía ser el único que resistía al atractivo de la baraja, rebelándose contra esas roblas del buen tono, de tal modo que cuando todo el mundo se abalanzaba á las mesas del juego se avenía gustoso á perder el recurso de entablar una grata conversación y se retiraba á su cuarto para leer ó escribir, ó se dirigía al campo emprendiendo solitarias excursiones.


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Dominio público
28 págs. / 49 minutos / 129 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Imagen

José Pedro Bellán


Cuento


En una de las últimas casitas del barrio de los pescadores, casi junto al mar, el viejo Leopoldo, de setenta años, fuma en su pipa cargada de Virginia. Frente a él, su nuera, espoleada por un pensamiento tenaz, remienda que no surce, una media gris deshecha en el talón. Así permanecen largo rato: callados, sin mirarse, como si estuvieran solos. Sin embargo, quizá piensen lo mismo.

El temporal no cesa. Hace tres horas que conmueve al barrio y lo llena de pavor.

El mar es un turbión inmenso que ensordece. Sus promontorios de agua persisten un instante, convulsos, inquietos y se desploman en masa. Parecen que hierven.

Todas las barcas han vuelto menos una.

—María ya tarda demasiado, dijo Leopoldo, rompiendo el mutismo.

Se refería a su nietita de diez años, hermosa chiquilla de ojos azules, blanca y endeble. Habíanla mandado por tres veces en demanda de noticias y por tercera vez, buscaba a los amigos de su padre, a los pescadores salvos, y les imploraba datos, aun los más sencillos, los más insignificantes.

Al volver contestó de la misma manera que contestara antes.

—Nadie sabe nada... nadie lo ha visto. —Se sentó cerca de la mesa y recostóse sobre ella. Sus manecitas sin sangre se juntaron que pedían perdón.

La escena recalcitró. La frígida imagen de un reconcentramiento abrazado a las cosas, caló la habitación. Pasó un rato.

Leopoldo vuelve a hablar. Su voz inquietante atemoriza.

—¡Este viento! —Elena escucha con ansiedad. Después, obligada por su pensamiento pregunta:

—¿Cuántos fueron en la barca?

—Los de siempre. El y los dos muchachos.

Hace una pausa. Luego dice con atropello:

—Yo, una vez, estuve a punto de ahogarme.

Elena pregunta con viveza:

—¿Y cómo se salvó?...


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Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 28 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Cruz de Piedra

José Pedro Bellán


Cuento


Después de la vida diaria, pensada o acostumbrada toda ella a partir de un mismo punto como una constante carrera de sentimientos, queda algo oculto en nuestro corazón algo adormecido en nuestro ser que despierta en muy raros casos. Tales manifestaciones en la generalidad de los caracteres no son más que segundos de vida desconocida, sensaciones fugaces, efímeras que cruzan por los jardines de nuestras almas, como fáciles golondrinas o que iluminan las tempestuosas nubes de nuestras ras, con la vertiginosidad del rayo. En cambio, en los caracteres donde la imaginación vive soberana, estos momentos persisten, hasta ahogarse por completo en lo voluptuo.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 34 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Humano

José Pedro Bellán


Cuento


—Fué la mejor de mis defensas y sin embargo no pude salvarle, dijo el doctor Luppi escépticamente.

—Es que es un caso monstruo, agregó el otro abogado.

—Verá Vd. La mujer violada y muerta exasperaba los ánimos de tal manera que, a pesar de desarrollarse la escena en un ambiente culto, surgieron manifestaciones tan bárbaras que me hicieron dudar por muchos momentos en el curso de mi defensa. El reo permanecía en un estado soporífico, como sumido en una idiotez sin tregua. A fuerza de este estado su expresión había desaparecido:

Ni un repliegue, ni una mueca, ni un gesto: era una cara vacía, completamente despojada de vida. Durante todo el proceso contestaba alzando los hombros o afirmando con la cabeza. No negó nada, no quiso nada, no alegó nada.

Cuando supo lo inexorable de su condena se reanimó. Pidió que le dejaran escribir y no con. sintió en que le visitaran.

En la mañana de la ejecución lo encontré más animado. Al verme sonrió y me estrechó la mano efusiva mente.

—Sé que ha hecho Vd. todo lo que ha podido,—se limitó a decirme. Yo quise hablar de la energía humana; pero él muy hábilmente me cortó el tema. Conversamos sobre la belleza de la mañana y algo de historia. Su serenidad me preocupaba. Diríase que aquel individuo se hubiera desahogado, que hubiera vivido y dicho todo lo que un humano puede decir para alejarse de la vida, tan sin un preámbulo, sin un indicio afectivo. De pronto, me alargó la mano con una carta, diciéndome:

—Tome; es para Vd. Puede que alguna vez le sirva.—

Yo la metí en mi bolsillo, de una manera torpe, sin comprender. Luego nos despedimos y, algunos minutos después, algo entristecido, oí la detonación y vi como su cuerpo caía exánime, llevado a la muerte de un solo golpe.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 34 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

De Buena Cepa

Francisco Acebal


Novela corta


A Marcelo Cervino.

I

El solar de los Leiredos de la Campa no radicaba en término de Rañeces y, sin embargo, D. Nazario Leiredo allí vivía, engolosinado con la estrechez de aquella villa, por tener en ella para espaciar su mirada las anchuras del mar. Rañeces era un montón de viviendas agarradas como la lapa á las peñas; costras blancuzcas y rojizas, adheridas al cantil en líneas onduladas que malamente formaban calles estrechas y tortuosas, pero dejando ver á cada revuelta un pedazo de mar, y colándose por los boquetes un viento salado, frescachón, esparcido como soplo de salud por la villa mugrienta. Se empinaban unas casas por encima del tejado de las otras para gozar todas del regalo del mar, de aquel aliento salitroso que refrescaba las paredes sucias, y metiéndose por ventanucas ó portales conseguía orear las entrañas de la villa.

La intrincada traza de ésta prestábala apariencias engañosas, de tal manera, que tres calles, unos cuantos callejones, dos plazas y muchos esquinazos y rinconadas daban á Rañeces fachenda de villa costera.

La casona en que habitaba don Nazario pertenecía por herencia á su mujer, doña Clementina Orrea, y estaba en lo más bajo de la villa, con la raigambre de sus cimientos metida en las mismas rocas del Cantábrico; era una cómoda vivienda, de las de ancho portón y blasonado dintel, muros de sillar negreados y roídos por el tiempo, con ventanajes verdes y balcón voladizo que caía sobre la plaza de la iglesia.

Su caprichoso asiento en la linde del mar fué tan del gusto del señor de Leiredo, que abandonó su terruño nativo, el de la Campa, resuelto á consumir el resto de sus días en el solar costanero de Rañeces.


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Dominio público
25 págs. / 43 minutos / 97 visitas.

Publicado el 7 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Escapatoria

Antonio de Trueba


Cuento


I

Juan era un mozo que, mejorando lo presento, valía cualquier dinero; pero tenía un pero, como todos lo tenemos, más ó menos grande, en esto pícaro mundo: este pero era la pícara vanidad, que se fundaba en que sabía leer de corrido, escribir una carta de modo que, aunque mal, se entendiese, y oficiar una misa de manera que al oirle no echasen á correr los perros que hubiese en la iglesia.

Vino de las merindades de Castilla á trabajaren las veneras de Triano, bailó toda la tarde en la romería de Santa Agueda con una chica baracaldesa, la chica le gustó, á pesar de que le habían dicho pestes de los baracaldeses, él gustó también á la chica, y convinieron en que ni pintados podían ser mejores para «casarse juntos«. Juan habló de este proyecto á los padres de Ramona (que así se llamaba la chica baracaldesa); á los padres de Ramona les pareció el proyecto á padres de Ramona, y pocas semanas después Ramona y Juan se casaron, y en casa de los padres de Ramona hubo dos matrimonios en lugar de uno.

El día de la boda se comió y se bebió en grande, y como en tales casos la lengua se alarga y la conciencia se ensancha, así Ramona como sus padres-tuvieron aquel día algunas salidas de pie de banco, que á Juan disgustaron un poquillo, porque demostraban que su mujer y sus suegros no habían inventado la pólvora, ó lo que era lo mismo, no eran del todo dignos de haber emparentado tan estrechamente con un mozo que sabía leer de corrido, escribir una carta de modo que, aunque mal, se entendiese, y oficiar una misa de manera que al oirle no echasen á correr los perros que hubiese en la iglesia.

Juan se quejó de esto aquella misma noche á otro maqueto paisano suyo, que era uno de los convidados á la boda, y el maqueto le dijo:


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Dominio público
22 págs. / 39 minutos / 42 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

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