Textos más populares este mes | pág. 334

Mostrando 3331 a 3340 de 8.322 textos.


Buscador de títulos

332333334335336

El Mejor Médico, el Tiempo

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

Al adquirir la certeza —la horrible certeza— de que el hombre á quien más había amado en el mundo era sólo una masa inerte, Carmen, de pie cerca del lecho, quedóse inmóvil con los ojos muy abiertos mirando con estúpido asombro aquella cara en la que la muerte había impreso su huella repulsiva.

No vertió lágrimas ni lanzó un suspiro: parecía no sentir nada; dijérase que la brutalidad del hecho le había aplastado el corazón como maza férrea: el espíritu habíase escapado del cuerpo, dejándole hueco, insensible.

A la habitación saturada de olor á fiebre y medicinas, llegaban amortiguados los ruidos de la calle: gritos infantiles, pregonar de vendedores ambulantes, canturrear de las fregonas de la vecindad: en el piso superior los muchachos se entretenían en arrastrar un caballo de juguete, y el áspero chirriar de sus ruedas traspasaba el techo: al pie de los balcones se paró un piano de los de manubrio y sonaron atropelladas las notas de un vals: en el exterior todo era ruido, animación y vida; en la alcoba reinaba la gran quietud que precede á las catástrofes.

Carmen, como si de pronto despertara á la realidad, lanzó un grito indescriptible, de angustia y de desesperación tremendas; á los ojos asomaron, atropellándose, las lágrimas; se inclinó hacia el lecho, y su cabeza hermosa se juntó á aquella otra que se hundía pesadamente en la almohada; los labios palpitantes se pegaron con furia á aquellos inmóviles, lirios resecos; las manos palparon con ansia los hombros y el pecho del muerto...

—¡Luis!... Luis mío!... ¡Esposo de mi alma!... —gritó con voz enronquecida por el ahogo. Y tuvo que apoyar las manos junto al corazón... Parecía que se le rompía... —¡Luis mío!...

El acento aquel resonaba tristísimo en el dormitorio, rebotaba en las paredes y en ellas vibraba con rápida sonoridad.


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 10 minutos / 43 visitas.

Publicado el 20 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

El Gato Negro

Alejandro Larrubiera


Cuento


I

Cielo y tierra le sonreían á Remigio Pérez, y no precisamente porque le hubiese mirado la mujer adorada, que á este Remigio ninguna mujer podía mirarle con ojos de amor, porque nunca jamás —aun cuando se encontraba el hombre en la plenitud de la vida, tuvo cuentas pendientes con el travieso Cupido—, sino por causa harto más prosaica y vulgar: acababa de recibir el nombramiento de empleado en una oficina de ferrocarriles.

El empleo era una ganga burocrática, como lo son todos los que desempeña la gente de poco más ó menos en estas poderosas y paternales compañías: quince duros por doscientas cuarenta y tantas horas de trabajo al mes, ¡lo que se dice una ganga!

Ilusionadísimo ingresó el mozo en las filas melancólicas de los héroes anónimos del pupitre, y al cabo de los años mil de hacer el burro en la oficina, tuvo su recompensa gracias al jefe, un francesón borrachín y pendenciero que, salvo lo de echar pestes de España, sin perjuicio de sentirse un don Juan con las españolas, era un buen hombre.

Remigio Pérez gozó de más categoría y de mayor sueldo: lo honorífico, resultaba una dulce ironía, porque seguía siendo tan chupatintas como era antes: lo crematístico tradújose en tres duros más de aumento mensual.

Y aquí terminaron las grandezas.

Con los diez y ocho duros considerábase todo lo feliz que puede considerarse con tan mezquina paga, un Pérez metódico y vulgar, sin familia, cargas ni miras ambiciosas de ninguna clase.

Vivía Remigio en una guardilla con vistas á millares de tejas que metían en el zaquizamí un reflejo rojizo, al ser duramente bañadas por la luz solar.


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 12 minutos / 62 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Cuento de Nochebuena

Alejandro Larrubiera


Cuento


Es la noche blanca; el cielo tiene el color de la azucena, y la luna, al enviar su beso de luz, arranca suaves reverberaciones de plata á la nieve que cubre la tierra y viste los picachos de los montes.

Quietud solemne y augusto silencio en los campos; clamoroso zumbar de colmena en la ciudad. Hay sones pastoriles en sus calles, que recorren las turbas de muchachos con regocijada greguería, anunciando, con el rataplán de sus tambores y sus frescas y puras voces infantiles, que es la Gran Noche, la noche de los recuerdos melancólicos del hogar, noche bendita, en la que ha siglos una estrella, bogando como lágrima de oro por el tul de los cielos, anunciaba á los hombres que Aquél que es todo amor les libraba de las cadenas del pecado original.

Noche alegre: noche venturosa. La muchedumbre, como ejército de hormigas, invade las calles de la ciudad, que rebosan ruido y algazara; entra en las tiendas, se para en los puestos de los ambulantes, y se provee de vituallas de boca. Hay que celebrar la Gran Noche como suelen celebrar sus fiestas los humanos, que si no se dan hartazgo de comer y de beber, creen que no se divierten.

Yo, pobrecito de mí, lejos de mi patria, extraño en la ciudad, discurro por sus calles con un maltrecho violín bajo el brazo. No alegra mi bolsillo el tintinear de las monedas, ni mi espíritu la esperanza de poseerlas, para llevar á mi hogar, mísera boardilla, no ya las chucherías y fililíes gastronómicos que veo en los escaparates y en manos de la mayoría de los transeúntes, sino la parca colación de los menesterosos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 57 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

El Cordón de Seda

José Fernández Bremón


Cuento


I

El noble Chao-sé era sumamente desgraciado. Sin embargo, su cosecha de arroz habia sido abundante; la flor blanca del té se destacaba sobre oscuras ramas en sus frondosos huertos; sus capullos de seda no podian ser más ricos; poseia un autógrafo del Emperador en el cual se leia la palabra cheon, ó sea una credencial de larga vida; y por último, habia visto dividir en diez mil pedazos el cuerpo de su enemigo Pe-Kong, que le habia afrentado cortándole la trenza.

¿Por qué, pues, el noble chino habia mandado dar de palos al ídolo de Fó, cuyo abultado vientre de porcelana yacía en pedazos por el suelo?

Ello es que Chao-sé habia reñido á su antiguo cocinero al presentarle un perro asado que los convidados hallaban exquisito: habia desdeñado una taza de té, no obstante ser Kyson legítimo, y no hacía caso del mono á pesar de sus caricias.

—Señores parientes, dijo Chao-sé con gravedad, despues de la comida, á tres chinos respetables que le escuchaban puestos de cuclillas en el estrado. Ya sabeis que pretendia presentar á mi hijo en la córte de nuestro celeste soberano.

El orador y sus oyentes inclinaron sus cabezas hasta arrastrar las coletas por el suelo, y hubo que retirar al mono, porque imitó la accion de aquellos graves personajes. Chao-sé prosiguió diciendo:

—Mi hijo Te-kú no ha aprovechado mis lecciones: no sabe doblar el cuerpo en diez y ocho tiempos ni conoce las fórmulas inalterables de nuestra sábia etiqueta: ha repudiado á la virtuosa hija de Ling, cuyos piés caben en cáscaras de nueces, y asombraos, amados parientes, desafiado por Chung, cuyo honrado cuerpo yace en la tumba, rehusó abrirse el vientre, miéntras su adversario espiraba triunfante con el abdómen abierto en toda regla. En esta ignominia, quiero pediros consejo y me someto á lo que resolvais para salvar la honra de mi casa.


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 44 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Don Juan

Javier de Viana


Cuento


En las crudas noches de invierno, la peonada que ha trabajado desde el alba hasta el crepúsculo, soportando estoicamente el frío, el viento y la lluvia, semidesnudo a veces, sin probar bocado a veces, sin tomar un amargo, olvida todas las fatigas al sentarse alrededor del fogón.

Las llamaradas del hogar secan sus ropas, calientan sus cuerpos y reavivan el buen humor, que nunca se apaga en el alma de aquellos hombros sanos, fuertes y buenos.

Mientras beben con fruición el mate, insuperable bálsamo, y observan con avidez cómo se va dorando lentamente el costillar ensartado en el asador, comienzan las guerrillas de epigramas, de retruécanos, de dicharachos.

Y terminada la cena viene la segunda tanda del cimarrón, y con ella los cuentos, siempre ingeniosos y pintorescos,

Y difícilmente escapa al relato de algún episodio de la historia de “Don Juan’’, historia interminable, porque la fecunda imaginación del gaucho le va agregando de continuo nuevos episodios en que interviene toda la fauna conocida por él.

Las aventuras, variadas al infinito, tienen siempre por protagonista a Don Juan, quien, como el negro Misericordia de los fantoches, sale siempre triunfador.

El gaucho tiene singular simpatía por Don Juan, —el zorro,— y no le guarda rencor por las muchas fechorías de que le hace víctima el astuto animalito.

¿Que en ocasiones, —en las largas travesías,— mientras duerme tranquilo sobre una loma, le corta el maneador y lo deja a pie en medio de la soledad del campo?

Una travesura que lo encoleriza por un rato y que bien pronto olvida.

Él mata corderos, asalta gallineros, roba guascas, pero su viveza, su astucia, su gracia, su audacia le hacen perdonar sus arterías.


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 35 visitas.

Publicado el 25 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

Cuatro Conferencias sobre América del Sur

Clorinda Matto de Turner


Ensayo, conferencia


Dedicatoria

Al Excmo. Señor Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina doctor don Victoriano de la Plaza.

Señor Ministro:

Dos son las razones que me hacen exornar estas páginas con su nombre: primera, que soy nieta de un salteño, don Juan José Usandivaras, padre de mi madre; y segunda, que he nacido en el Cuzco, país de los cóndores y amo las alturas; desde donde se puede ver así los astros del firmamento como los paisajes a flor de tierra.


La autora

Buenos Aires, Junio 24 de 1909.

Juicio de la prensa de Madrid sobre las conferencias

El liberal (2 de Noviembre)

Una escritora americana

Fue muy interesante la conferencia sobre geografía, instituciones y costumbres del Perú que ayer tarde dio en el Ateneo la ilustre escritora sudamericana señora Matto de Turner.

El selecto auditorio colmó de aplausos a la simpática conferenciante, cuya sencilla y animada exposición terminó con algunos párrafos muy cálidos y elocuentes.

Merece la simpatía que todos le demostraron a la autora de Aves sin nido, novela que no sólo por su exotismo, sino por sus bellezas literarias, es desde hace años muy conocida y estimada en Europa.

El Heraldo (3 de Noviembre de 1908)

Femeninas. Hospitalidad

Una de las manifestaciones simpáticas del llamado feminismo es la solidaridad establecida entre las mujeres intelectuales de los diferentes países. Con el mayor desarrollo de su cultura han sentido las mujeres la necesidad de los viajes, del estudio, de borrar las fronteras de las naciones y los prejuicios de raza para hacer una sola y gran familia de la Humanidad toda.


Leer / Descargar texto

Dominio público
46 págs. / 1 hora, 21 minutos / 118 visitas.

Publicado el 11 de noviembre de 2022 por Edu Robsy.

Los Gigantes de Santa Elena

Francisco Campos Coello


Artículo


Con el mayor interés y cuidado, ha registrado el que esto escribe, todos los archivos municipales, y no ha encontrado un solo documento, ni acta de ninguna clase referente al siglo XVI. Todo ha desaparecido y lo poco que ha llegado a conocerse de aquella época se debió a informes posteriores y todos al siglo XVII. Solo se observa regularidadhistórica durante el siglo XVIII. Es pues, probable que los primeros documentos de la ciudad desaparecieron por las llamas de algunos de los incendios.

Veamos ahora cómo andaba dividido el Corregimiento de Guayaquil a fines del siglo XVI y la población que obtuvo durante los 73 años primeros de su existencia política y civil.

El corregimiento se extendía desde el cabo Pasado, Norte, llamado así, porque se halla cuando se ha pasado la línea equinoccial, siguiendo las orillas del Pacífico hasta la costa de Tumbes al Sur, correspondiendo la costa de Machala y la isla de Puná. Al Este, limitaba con el corregimiento de Cuenca y hacia el Nordeste con los Corregimientos de Riobamba y Chimbo.

Se dividía en siete tenencias: Portoviejo, Santa Elena, Puná, Yaguachi, Babahoyo, Baba y Daule. Comprendiendo la Tenencia de la Capital, hacían ocho.

La Tenencia de Portoviejo, comprendía cuatro parroquias: Montecristi, Picoasá, Jipijapa y Charapotó. La de Santa Elena encerraba en su recinto las islas de la Plata y Salango, y tenía cinco parroquias: Santa Elena, Chongón, Morro, Colonche y Chanday. La de Puná comprendía la isla de este nombre, Naranjal y Machala. La de Yaguachi tres, Alonche, Guafa, y San Jacinto, donde se hallaba la Aduana real. Babahoyo que comprendía las parroquias de Ojiva, Caracol, Quilca y Margache; la de Baba, las de Baba, San Lorenzo y Palenque y finalmente

Daule, contenía tres parroquias: Daule, Santa Lucía y Bolívar.


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 26 visitas.

Publicado el 18 de febrero de 2024 por Edu Robsy.

La Cueva de la Encantada

Antonio Afán de Ribera


Cuento


I

Entre las tortuosas veredas que dan acceso al paraje conocido por Montes-Claros, parroquia del Salvador, y que constituye toda la falda del cerro de San Miguel, hasta el camino del Sacro-Monte, a la izquierda, subiendo, parte integrante del famoso valle de Valparaíso, mansión de la salud y de la alegría, de claras y saludables fuentes y frondosas alamedas, en una de sus cañadas barranco, hoy conocido por el de Puente Quebrado, afirman los ancianos del contorno que a mediados del siglo anterior existía en el repecho más áspero de subir, y del lado del Saliente, una cueva ruinosa y abandonada, cuyo pórtico coronaba un peñón casi desprendido del terreno, perpetua amenaza para los que por aquellos sitios se aproximasen.

No era necesario este aviso, pues desde que en una noche de espantosa tormenta tuvo lugar el hundimiento de parte de la techumbre, los que en ella moraban, que era un matrimonio que se ocupaba en mendigar en la ciudad, huyeron precipitadamente, afirmando que era imposible habitar en ella, pues ruidos extraños se escuchaban, y tenebrosas visiones aparecían de vez en cuando.

A la sencillez y rusticidad de los vecinos, bastó y sobró esta explicación para dar el paraje como maldito, y aunque intervinieron el Santo Tribunal y la justicia ordinaria, nada averiguaron, ni notaron otras cosas extrañas que algunas hendiduras en las paredes, producto, sin duda, de los sacudimientos subterráneos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 49 visitas.

Publicado el 1 de febrero de 2023 por Edu Robsy.

Ánima de Universos

Elle de Jan


fantasía, cuento corto, poesía, poema


El planeta a través de la ventana se veía pálido y ceniciento, como recién surgido de una apacible siesta; pero a la vez lucía un poco borroso, tal vez enfermizo; no parecía que hubiera podido reposar realmente. Su faz pronto comenzó a temblar, de forma casi imperceptible; los astros de su cielo, aunque distantes y ajenos, titilaron con flaqueza. Era como si la imagen de ese paisaje sencillo y pacífico estuviera, pues, de algún modo insólito, desenfocándose.
Uno de los hombres que vigilaba desde el sitio en el interior de la ventana se percató de ello, y se separó del taburete en el que aguardaba para echar un vistazo y comprobar lo que sucedía. Miró a su compañero, que ocupaba otro asiento, junto a una especie de chimenea plateada en cuyo hogar crepitaba un fuego azul muy brillante, del que por momentos saltaban chispas y que parecía haber perdido una intensidad original.
-Oye –le dijo el primero a éste-, necesita más combustible. Se está debilitando.
El segundo hombre asintió, se puso de pie y enfrentó la chimenea. Extrajo de uno de sus bolsillos un frasco pequeño que contenía una sustancia, en cuyo gelatinoso interior se revolvían destellos de distintas tonalidades; el hombre echó un poco de aquello al fuego, que revivió de inmediato, creciendo en tamaño y vigor. El sujeto guardó el frasco y volvió a sentarse; el otro observó el planeta allí afuera y el firmamento que lo circundaba.
Unos segundos después, el panorama se sacudió levemente, y entonces, como si ahora el letargo hubiera llegado definitivamente a su fin, el planeta se encendió como un diamante nuevo, y así permaneció, y de la misma manera los astros que reinaban más allá abandonaron el aura cansina que les había embargado y se embebieron de la energía que el hombre había depositado para ellos en la chimenea, la esencia increíble que le daba vida a todo un universo e impedía que su alma languideciera.


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 69 visitas.

Publicado el 1 de febrero de 2023 por Elle de Jan.

Aprensiones

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


La hermosísima Amparo vivía, durante el invierno, en una ciudad no muy alegre del centro de España; y por el verano, dejando á su marido atado á su empleo, se marchaba como una golondrina á buscar tierra fresca, alegría, allá al Norte. Vivía entonces con su madre, cuya benevolencia excesiva había pervertido, sin querer, el alma de aquella moza garrida, desde muy temprano. La pobre anciana, que había empezado por madre descuidada, de extremada tolerancia, acababa por ser poco menos que la trotaconventos de las aventuras galantes de su hija, loca, apasionada y violenta. Amparo, que había sido refractaria al matrimonio, porque prefería la flirtation cosmopolita á que vivía entregada viajando por Francia, Suiza, Bélgica, Italia y España, acabó, porque exigencias económicas la obligaron á escoger uno entre docenas de pretendientes, por jugar el marido á cara y cruz, como quien dice. Era supersticiosa y pidió consejo á no sé qué agüeros pseudopiadosos para elegir esposo. Y se casó con el que la suerte quiso, aunque ella achacó la elección á voluntad ó diabólica, ó divina: no estaba segura. Por supuesto que á su marido, á quien dominaba por la seducción carnal y por la energía del egoismo ansioso de placeres, le impuso la obligación de mimarla como su madre había hecho; de tratarla á lo gran señora; y según ella, las grandes señoras tenían que vivir con gran independencia y muy por encima de ciertas preocupaciones morales, buenas para las cursis de la clase media provinciana. Por culpa de este tratado, bochornoso para el pobre director de la sucursal del Banco de la ciudad de X, Amparo dedicaba el verano á la vida menos propia de una casada honesta. Guardaba, es claro, ciertas formas... pero otras no; no era casta, pero era cauta á veces á su madre le exigía tolerancia para sus devaneos como antes le había exigido muñecas, viajes, sombreros, cintas, teatros, bailes, lujo y alegría.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 75 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2023 por Edu Robsy.

332333334335336