Textos más populares este mes | pág. 573

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El Desarreglo del Mundo

Antonio de Trueba


Cuento


Cuento popular recogido en Vizcaya

I

Cuando Cristo y San Pedro andaban por el mundo, el mundo estaba casi tan desarreglado como ahora, que es cuanto se puede decir, para probar que ya entonces los hombres y las mujeres eran hijos de Adán y Eva.

Cristo había enviado á los Apóstoles á predicar su doctrina en diferentes regiones de la tierra, y sólo había conservado á su lado, como secretario y consejero, á San Pedro, que, aunque era un viejo muy regañón, como todos los viejos, era muy santo y sabía mucho; y Cristo le consultaba con frecuencia, teniendo muy presente aquello de que «más sabe el diablo por viejo que por diablo.»

Un día recibió Cristo carta de Santiago, que era el Apóstol que había enviado á España, y en ella le decía que no las tenía todas consigo con los españoles, porque eran gente que echaba á perder todas las buenas cualidades con que nacían, con los defectos que conforme iban creciendo iban adquiriendo; pongo por ejemplo, el defecto de creer que no había en el mundo con ser mundo, tierra más fértil, rica y herniosa que la de España, ni hombres más valientes, gallardos y talentudos que los españoles; ni mujeres más hermosas, sandungueras y discretas que las españolas; ni pueblo más noble y bien hablado y gobernable que el español.

Cristo se puso de muy mal humor cuando recibió esta carta, porque, lo que él decía:


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10 págs. / 18 minutos / 40 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Verdad

Antonio de Trueba


Cuento


Cuento popular de Vizcaya

I

Este era un comerciante de Bilbao, muy rico, muy rico, llamado don Juan de Eguía, de quien tengo noticia por un viejecito de Deusto, que aunque de algunas cosas sabia mucho menos que yo, de otras sabía mucho más, como lo prueba la siguiente lecioncita que me dió un día que le hablé de cuentos populares:

—Cuentan que un soldado llevaba siempre en la mochila un par de guijarros, y en cuanto llegaba al alojamiento, encargaba á la patrona que se los guisara en salsa, con lo cual engañaba el pan de munición, moja que moja en la salsilla. Los cuentos populares son guijarros que andan rodando por los campos y no tienen sustancia, y á veces descalabran al buen sentido: pero si se los guisa bien, se chupa uno los dedo con la salsilla y al buen sentido que anda algo torcido, le pone derecho como un uso.

Pero volvamos á don Juan de Eguía, que ya tendremos ocasión de volver al viejecito de discreto. Don Juan era hombre bueno y discreto, pero tenía una manía singular: partiendo del supuesto vulgar de que su apellido ¡que significa «localidad angulosa») significaba «la verdad», y queriendo vivir de acuerdo con él, llevaba tan adelante el amor á esta virtud, que la convertía en generadora de todas las virtudes humanas, de modo que para él, hombre capaz de faltar á la verdad, era capaz de faltar á todo lo bueno y santo.

Y he llamado manía á su extremado amor á la verdad, porque la exageración, áun en los afectos más santos, conduce al fanatismo, y el fanatismo, á su vez, conduce á todo lo malo.

«Una mentira bien compuesta, mucho, vale y poco cuesta», dice un proverbio vulgar, y hay casos en que la mentira es santa, porque sin causar mal alguno, previene y evita males muy grandes. Vaya un ejemplo de esto que me puso el viejecito de Dausto, al contarme el cuento de don Juan de Eguía, que estoy guisando como Dios me da á entender:


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Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Leyenda de Begoña

Antonio de Trueba


Cuento


I

La insigne villa de Bilbao está al pié de una montaña. En las estribaciones de esta montaña hay una colina que lleva el nombre de Artagan, equivalente á Alto del Encinar; y al pié de la colina existe desde tiempo inmemorial el celebrado santuario de la Virgen de Begoña, cuya principal y maravillosa leyenda voy á escribir, después de decir algo acerca del origen y el nombre de santuario tan venerado en todo el litoral cantábrico..

Ni la tradición popular ni la historia fijan la época en que empezó á darse culto á la Virgen María al pié de la colina de Artagan. La tradición sólo dice que la imagen apareció en una encina de las que, como el nombre de Artagan indica, poblaban cl sitio donde se erigió el santuario; y añade la vulgarísima y repetida cantinela, propia de casi todos los santuarios de la Virgen, de que se trató de erigir el templo en punto distante del de la aparición, y se desistió de ello porque milagrosamente eran trasladados de noche á este último punto los materiales que de día se acopiaban en el primero. En cuanto á la historia, la primera vez que menciona el santuario de Begoña no pasa del año 1300, en que, de la carta de población de la villa de Bilbao, resulta que aquel santuario existía ya como monasterio, ó lo que es lo mismo, como iglesia parroquial, pues los que en este pais se llamaban monasterios eran los templos que hoy llamamos iglesias parroquiales.

La tradición enlaza y explica el nombre de Begoña con la milagrosa resistencia de la Virgen á que se le erigiera templo en sitio distinto de aquel donde había aparecido su imagen, pues supone que al ir á trasladar ésta á lo alto de la montaña, se oyó una voz misteriosa que decía begoañá, quieto el pié; y de aquí el nombre de Begoña que conservan la imagen y el sitio donde se erigió el santuario.


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6 págs. / 10 minutos / 45 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Conciencia

Antonio de Trueba


Cuento


Cuento popular recogido en Vizcaya

I

Cuando Cristo y los Apóstoles andaban por el mundo sucedieron cosas muy dignas de contarse; y si los evangelistas Juan, Lucas y Mateo, no las escribieron., como escribieron otras, fué porque dijeron:

—Algo hemos de dejar para que el pueblo cristiano le cuente á la orilla de la lumbre á sus pequeñuelos en las veladas de invierno, y sus pequeñuelos lo escuchen y crean como si fuera el evangelio, y lo tengan presente nuestros venideros para arreglar á ello sus acciones, y como se lo contaron á ellos sus padres lo cuenten ellos á sus hijos, y así, de generación en generación, vaya pasando hasta la consumación de los siglos, y en el mundo cristiano haya dos Biblias una escrita y la otra oral, una sagrada y la otra profana, una santificada con la palabra de Dios y otra embellecida con la candorosa fe de los hombres de buena voluntad.

¡Oh dulce, tierna y piadosa madre mía que ya descansas bajo los sauces y los cipreses del santo huertecillo guarecido por la iglesia de nuestra aldea! estoy seguro de que sonríes regocijada cuando ves que tu hijo es, como tú, aficionado á la parábola, que si por haberla contado él no es santa, lo es por haberla inventado Jesús. ¡Oh madre! haz descender á mí la sencilla elocuencia de tu palabra y la ingente ternura de tu corazón para que la parábola que voy á reproducir tenga en mi pluma algo de lo sencillo y tierno que tenía en tus labios cuando la recogí de ellos!

II

Entre las historias que recogí de los labios maternales, no es ciertamente la más tierna y dulce la de Juan de la Cabareda, pero compensa su aridez su filosofía. Esta historia no se puede contar punto por punto, porque unos la cuentan de un modo y otros de otro, pero esto no debe parecer grave inconveniente al narrador, puesto que todos están conformes en lo esencial.


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Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

El Sacristán de Garáizar

Antonio de Trueba


Cuento


I

Siempre que yo caminaba, valle arriba ó valle abajo, por la carretera paralela al riachuelo sombreado de hayas, castaños, robles y nogales, en vez de absorber mi atención los molinos y las ruinas de ferrerías, como sucede siempre que sigo el curso de algún río ó riachuelo, la absorbía una aldeíta medio escondida en la arboleda, allá arriba, á mitad de la vertiente de la montaña. Aquella aldeíta, que hubiera pasado inadvertida para los que transitaban por el valle, á no ser por las heredades lindamente cultivadas que tenía en sus inmediaciones, y el campanario de su iglesita que sobresalía de la arboleda, y alguna que otra casa que blanqueaba entre ésta, era la de Garáizar.

Tenía yo mucho deseo de trepar á ella, no tanto porque me enamoraba su situación, como-por lo mucho y bien que de ella me hablaba el señor cura de Basarte siempre que le visitaba, yendo con algunos amigos aficionados á la caza, que á mí sólo me gusta en el plato y como pretexto para pasear al aire libre y recrearme con los encantos dé la Naturaleza virgen, ó poco menos, del contacto del hombre.

El señor cura de Basarte era natural de Garáizar y tenía un vicio parecido á otro mío, que era el de no encontrar pueblo tan de su gusto como aquél donde había nacido y tenía los recuerdos de la familia y la infancia.

El bello ideal del señor cura de Basarte, que aún era joven, era, como el mío, vivir y morir en su aldea natal.

Iba yo vallecito abajo un hermoso día de la Ascensión del Señor, por la mañana, cuando oí tocar á misa en Santa María de Garáizar. Ya la había oído en el pueblo de donde venía, pero había llegado á la iglesia un poco tarde y me remordía un poco la conciencia el haber oído misa incompleta en día tan señalado.


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Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

El Primer Herrero

Arturo Robsy


Cuento


Aquellas viejas historias que la tele asesinó...


Hubo un tiempo en que Menorca no era nada. El Mediterráneo era un juvenil mar, más amigo de los díscolos vientos y de las turbias nubes que de cobijar a los hombres. Sólo algunos pescadores se aventuraban por sus riberas dispuestos a medirse con el joven mar desde la tierra: así nacieron los boliches y los palangres, ciertos tipos de nasas y las cañas de pescar.

Pero esto era insuficiente y el mar lo sabía y sonreía feliz en las crestas de sus más impresionantes olas: el hombre tardaría muchos, muchísimos años en aventajarle.

Hubo pues, un tiempo en el que Menorca no era nada. Su lugar lo ocupaban las espumas mediterráneas, los desbocados vientos, las lluvias del otoño y las familias de los animales marinos. Solamente mar y mar, sin tierra verde, sin algodonosos bosques de pinos, sin hombres sudando sobre los arados y sin calafates encaramados a las volcadas barcas.

El rey Pons, que buscaba reino, se asomó un día a las orillas del continente, al lugar preciso en que la piedra cede al mar violento y es arena y barro. Le alucinó el Mediterráneo; le llenó el alma de sal y, con la sal, de verdosas semillas de viento del norte y de prolongados espacios.

Y Pons ya no quiso ser rey más que de las olas y la espuma. Ya no quiso los imperios de la tierra firme, ni las fuerzas de la piedra, y pensó en Menorca, pero Menorca, amigos, no existía. Menorca no era nada: ¡Pobre rey Pons a punto de naufragar con sus ilusiones!

Pero el rey Pons, que buscaba reino, rodeó el mar y conoció a todos los hombres que vivían en sus orillas. Habló con los corredores de caballos de mar, con los pastores de delfines, con los inquietos buscadores de ágatas, con los tostados olivareros y hasta fue amigo de Festos, que por aquel entonces comenzaba a manejar los primeros rojizos metales.


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Licencia limitada
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Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

De Andalucía

Arturo Reyes


Cuentos, colección


En el olivar del Tardío

I

Veinte años acababa de cumplir Toval, el Puchi, un chaval airoso y fuerte como un pino, cuando una mañana fría y luminosa en que el sol doraba las cumbres, en que el cielo despojábase, á sus besos, de sus brumas matutinales; en que piaban melancólicamente las alondras entre los riscos del monte; en que el laurel rosa lucía sus tintas más carmesíes en las risueñas cañadas donde destrenzábanse los arroyos en raudales cristalinos; en que los gallos se retaban de corral á corral con arrogantes cacareos; mañana en que se adornaba la vida con sus más bellos atavíos, cogió Toval, ya engalanado con flamante pantalón de pana, rojo ceñidor, entre marsellés y chaqueta de paño burdo, amplio pañuelo de seda blanco á guisa de corbata, sombrero de rondeña estirpe y recios zapatones de vaqueta; cogió Toval—repetimos—la reluciente vizcaína, los bordados bolsones de la pólvora y los plomos, y salió del lagar, tan alegre al parecer, como el día, y tan ágil como un corzo.

—Que no vengas mu tarde, Tovalico—le gritó su madre asomándose á la puerta de la casa.

—No tenga usté cuidiao, que estaré aquí á sol poniente.

—Que no eches por los Jerrizales—le gritó de nuevo aquélla, que no se apartó del umbral del edificio hasta ver perderse á lo lejos á su gallardo retoño.

Cuando la vieja penetró de nuevo en el lagar, su marido, ceñudo y con la mirada torva, entreteníase en contemplar el alegre chisporroteo de la leña húmeda, sentado junto al fuego que brillaba bajo la gran chimenea, sobre cuyo amplísimo alero parecían entonar los limpios peroles un canto á la condición hacendosa de su dueña.

—¿Qué tiées, Juan?—preguntó á éste su mujer, posando en él con interrogadora expresión sus ojillos obscuros y maliciosos.


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90 págs. / 2 horas, 39 minutos / 115 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

En el Olivar del Tardío

Arturo Reyes


Cuento


I

Veinte años acababa de cumplir Toval, el Puchi, un chaval airoso y fuerte como un pino, cuando una mañana fría y luminosa en que el sol doraba las cumbres, en que el cielo despojábase, á sus besos, de sus brumas matutinales; en que piaban melancólicamente las alondras entre los riscos del monte; en que el laurel rosa lucía sus tintas más carmesíes en las risueñas cañadas donde destrenzábanse los arroyos en raudales cristalinos; en que los gallos se retaban de corral á corral con arrogantes cacareos; mañana en que se adornaba la vida con sus más bellos atavíos, cogió Toval, ya engalanado con flamante pantalón de pana, rojo ceñidor, entre marsellés y chaqueta de paño burdo, amplio pañuelo de seda blanco á guisa de corbata, sombrero de rondeña estirpe y recios zapatones de vaqueta; cogió Toval—repetimos—la reluciente vizcaína, los bordados bolsones de la pólvora y los plomos, y salió del lagar, tan alegre al parecer, como el día, y tan ágil como un corzo.

—Que no vengas mu tarde, Tovalico—le gritó su madre asomándose á la puerta de la casa.

—No tenga usté cuidiao, que estaré aquí á sol poniente.

—Que no eches por los Jerrizales—le gritó de nuevo aquélla, que no se apartó del umbral del edificio hasta ver perderse á lo lejos á su gallardo retoño.

Cuando la vieja penetró de nuevo en el lagar, su marido, ceñudo y con la mirada torva, entreteníase en contemplar el alegre chisporroteo de la leña húmeda, sentado junto al fuego que brillaba bajo la gran chimenea, sobre cuyo amplísimo alero parecían entonar los limpios peroles un canto á la condición hacendosa de su dueña.

—¿Qué tiées, Juan?—preguntó á éste su mujer, posando en él con interrogadora expresión sus ojillos obscuros y maliciosos.


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7 págs. / 13 minutos / 44 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

En el Polo Norte

Arturo Reyes


Cuento


I

No empiecen á tiritar nuestros lectores, que no nos proponemos conducirlos á tan glaciales latitudes; que para llegar al Polo de nuestra narración no se hace preciso ir más allá de los límites del barrio de Capuchinos, que antes de traspasarlos nos tropezaremos y nos detendremos, si es que en esto no tienen inconveniente alguno los que nos leen, en el ventorrillo que el señor Currito Cárdenas hubo de bautizar, al establecerse en él, con el título conque encabezamos esta verídica historia.

El día en que aconsejados por la curiosidad pasamos los umbrales del citado ventorrillo, que se eleva dando vista á la población, á los montes y al cementerio, ya el señor Currito habíase ido, á causa de un segundo acosón hemipléjico, al último indicado lugar, y Paco Cárdenas, su sobrino, era el que oficiaba de experto timonel en aquel barco, para el cual parecía que no había hecho la Divina Providencia más que mares en bonanza.

Y bien merecía su propietario que Dios lo mirase con ojos de misericordia, pues con sobra de razón pregonaban cuantos le conocían, su ingénita bondad, y su honradez sin tacha y su varonil entereza, que sólo sacaba á relucir cuando, ahito de razón, tenía que probarle á alguno de los muchos mozos de ácana que frecuentaban su mo de vivir que cuando eran llegadas las ocasiones, sabía él también jugarse á cara ó cruz la integridad de la gallarda persona.


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17 págs. / 30 minutos / 48 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Gorgoritos

Arturo Reyes


Cuento


I

—Pero, chiquilla, ¿qué es eso que te pasa?—preguntó la señá Rosario, la Veterana, á su sobrina Trini, la Gorgoritos, al verla llegar con el semblante arrasado en lágrimas, el pelo cayéndole en revueltos mechones sobre la frente, convulsa, desaliñada y jadeante, acusando toda ella marcadísimo dolor y no menos marcadísimo desaseo.

—¿Qué quiée usté que me pase? repúsole con voz entrecortada por el sollozo la Gorgoritos.—Que mi Pepe, ese personaje con la vergüenza perdía, me acaba de plantar en la del rey; que mi Pepe me ha tomao aborrecimiento; que ya es usté el único aniparo que me quea y que á su amparo me vengo.

—Vamos, mujer, tú estás picá de la tarántula; vamos, vamos pa entro, que no hay necesiá ninguna de poner pasquines por las esquinas.

Y cogiendo por un brazo la orondísima anciana á Trini, hízola penetrar en el portal, delante de cuyo escalón improvisaba ella á diario su puesto, donde, según voz de su numerosa parroquia, podíanse adquirir siempre al precio más módico, y pesadas como la equidad ordena, las mejores hortalizas y verduras, hoy casi única alimentación de los que andamos por este picaro mundo sin conseguir verle la cara á la fortuna.

—Vamos á ver, hija mía, si se te desengurruña el corazón y me cuentas la verdá de lo que te ha pasao con ese guasón de cuerpo entero que te tocó en el reparto.

Y esto se lo dijo la señá Rosario á su sobrina apartándole con ambas manos los revueltos mechones de pelo, que limpio hubiera merecido sobradamente ser cantado por los poetas.

Trini sollozó más fuerte, y

—¡Pero es que tú vas á ganar hoy un jornal llorando y gimiendo! ¡Pos ni que lloraras por apuesta, sentrañas mías!


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5 págs. / 10 minutos / 33 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

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