Textos más populares este mes | pág. 746

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Almohada de Hierba

Natsume Sōseki


Novela


I

Mientras subo por la montaña, pienso lo siguiente:

Si te guías por la razón, toparás con esquinas; si te dejas llevar por un mar de sentimientos, te arrastrará la marea; y actuar a voluntad, a la larga, es oprimirse a uno mismo. En todo caso, vivir en este mundo no es tarea fácil.

A medida que esta sensación se acrecienta, te acucia la necesidad de trasladarte a un lugar más tranquilo. Pero no importa dónde vayas, pues cualquier lugar te parecerá inhabitable. Y es entonces cuando nacen la poesía y la pintura, en el instante en que comprendes que no hay ningún lugar al que huir.

Este mundo no lo han creado ni los dioses ni los demonios. Lo han creado personas corrientes, vecinos que viven a la vuelta de la esquina. No hay más mundo que el que ellos han construido y, si lo hubiera, se trataría de un lugar inhóspito, completamente despoblado en el que sería muy difícil vivir.

Así las cosas, y visto que no hay escapatoria posible, solo queda sobrellevar la brevedad de la vida en este mundo inhabitable y tratar de hacer de él un lugar más cómodo. Es aquí donde los poetas desempeñan su labor sagrada; aquí, donde los pintores hallan la inspiración. Y el arte de estos guerreros pacifica el corazón de sus habitantes, lo colma y lo ennoblece.


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150 págs. / 4 horas, 23 minutos / 330 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Luz y Oscuridad

Natsume Sōseki


Novela


Personajes de la novela

YOSHIO TSUDA: Joven oficinista. Casado con O-Nobu desde hace seis meses.

O-NOBU (NOBUKO): su mujer.

O-TOKI: la criada del matrimonio.

EL PADRE DE TSUDA: Vive en Kioto. Le envía dinero mensualmente a su Hijo.

YOSHIKAWA: superior jerárquico de Tsuda en el trabajo. Es un viejo amigo de su padre.

SEÑORA YOSHIKAWA: su esposa, una mujer mundana.

FUJII: el tío de Tsuda. Un intelectual bastante poco activo que se hizo cargo de la educación de Tsuda.

ASA FUJII: su mujer.

OKAMOTO: marido de la tía de O-Nobu con cuya acomodada familia se ha criado. Amigo desde hace mucho tiempo de Yoshikawa.

SUMI OKAMOTO: su mujer, la tía de O-Nobu.

TSUGIKO OKAMOTO: la hija mayor del matrimonio.

YURIKO OKAMOTO: hermana pequeña de Tsugiko.

HAJIME OKAMOTO: el hijo menor de la familia.

O-KIN: criada de la familia Fujii. Está en edad casadera. Es la hermana de Kobayashi.

KOBAYASHI: compañero de estudios de Tsuda.

O-HIDE (HIDEKO) HORI: hermana de Tsuda.

SHOTARO HORI: su marido, un libertino.

HARA: un pintor pobre. Amigo de Kobayashi.

KIYOKO SEKI: el primer amor de Tsuda. Ya casada.

Luz y oscuridad

1

EL DOCTOR AYUDÓ A TSUDA a bajar de la mesa de operaciones. Acababa de examinarle con la sonda.

—Como me imaginaba, llega hasta el intestino. La última vez encontré unas cuantas cicatrices en el tejido intermedio y pensé que no iría a más. Por eso le dije lo que le dije. Sin embargo, hoy me he dado cuenta de que ha traspasado ese punto.

—¿Dice que llega hasta el intestino?

—Sí. En un principio pensé que tan solo mediría un centímetro y medio, pero veo que me equivoqué. Al menos es el doble.


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437 págs. / 12 horas, 45 minutos / 250 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

La Puerta

Natsume Sōseki


Novela


I

Sōsuke sacó un cojín al engawa para disfrutar del sol de mediodía y se dejó caer encima con las piernas cruzadas. Al cabo de un rato, apartó la revista que hojeaba y se tumbó de costado. Era un precioso día del veranillo de San Martín. El rítmico golpear de las geta contra el suelo de la silenciosa calle, alcanzaba sus oídos y le producía un placer añadido. Se apoyó sobre el codo para contemplar el hermoso cielo azul que se abría más allá del alero del tejado. Parecía infinito visto desde el diminuto engawa. Pensó que sería muy afortunado si pudiera contemplar un cielo así algún domingo que otro. Miró con los ojos entornados directamente al sol. Su luz era tan cegadora, que acabó por darse la vuelta hacia los shoji donde su esposa, Oyone, cosía.

—¡Qué día tan maravilloso!

—Sí… —contestó ella lacónica.

Sōsuke tampoco parecía dispuesto a iniciar una conversación, así que se volvieron a quedar en silencio. Fue Oyone quien habló al cabo de un rato.

—¿Por qué no sales a dar un paseo?

Sōsuke rezongó; no se movió del sitio. Un poco más tarde, Oyone cayó en la cuenta de que se había dormido. Tenía las rodillas encogidas contra el cuerpo, como una gamba; su negra cabellera quedaba oculta por los brazos. Los tenía doblados de tal manera que impedían ver su rostro.

—Si te duermes ahí seguro que te resfrías —le previno.

Hablaba con un acento similar al de la gente de Tokio, pero con ciertos matices. Lo hacía con las inflexiones propias de las jóvenes japonesas que habían estudiado. Sōsuke abrió los ojos, pero no se levantó.

—Está bien —respondió en voz baja—, no me dormiré.


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226 págs. / 6 horas, 36 minutos / 323 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Los Sueños de Diez Noches

Natsume Sōseki


Cuento


Primera noche

Soñé este sueño.

Me encuentro sentado en la cabecera de la cama con los brazos cruzados. La mujer que está acostada de espaldas dice:

—Pronto moriré.

La mujer tiene los largos cabellos esparcidos por la almohada. Sobre el cabello descansa un rostro ovalado de suaves líneas. Sus labios son, naturalmente, rojos. No parece que vaya a morirse. Sin embargo, la mujer ha dicho claramente con una voz tranquila que se va a morir. Yo la miro y también me da la impresión de que, efectivamente, se va a morir. Entonces, como observándola desde arriba, le pregunto:

—¿De verdad? ¿Te estás muriendo?

Ella responde que se muere y abre los ojos de par en par. Son ojos húmedos, bordeados de pestañas largas. Ambos ojos brillan totalmente negros, y en cada pupila me veo reflejado con nitidez.

Me quedo observando el resplandor tan transparente y profundo de sus ojos, y pienso que realmente se va a morir. Así que me acerco más a su almohada y le susurro:

—No te vayas a morir, ¿eh? ¿A que no te morirás?

La mujer con los ojos abiertos pero soñolientos me responde, esta vez también con una voz tranquila:

—Me voy a morir. No hay remedio.

—¿Me estás viendo? ¿Puedes ver mi cara?

—Pero si tú mismo te estás viendo —me dice, y sonríe. Yo levanto la cabeza de la almohada y, cruzando los brazos, me pregunto si verdaderamente se va a morir.

Al cabo de un rato la mujer me pide:

—Cuando muera, entiérrame tú. Con una concha de madreperla cava una fosa, y con un trozo de alguna estrella que caiga del cielo haz mi lápida. Y luego espérame al lado de mi tumba. Vendré a verte.

—¿Cuándo vendrás a verme? —le pregunté.

—Sale el sol, y luego se pone. Nuevamente sale, y nuevamente se oculta. Un sol rojo sale del este y se desplaza al oeste, nuevamente sale del oriente y cae al poniente. ¿Podrás esperarme?


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26 págs. / 46 minutos / 822 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Rudin

Iván Turguéniev


Novela


Lista de personajes

RUDIN, DMITRI NIKOLAICH (Nikolaíevich), nombre familiar: Mitia

LASUNSKAYA, NATALIA ALEXEEVNA (hija de Daria Lasunskaya), nombre familiar: Natasha

LASUNSKAYA, DARIA MIJAILOVNA (madre de Natalia)

LIPINA, ALEXANDRA PÁVLOVNA (hermana de Volíntsev), nombre familiar: Sasha

LEZHNEV, MIJAILO MIJAÍLICH, nombre familiar: Misha

PANDALEVSKI, CONSTANTÍN DIOMÍDICH, en francés, Constantin

PIGASOV, AFRICÁN SEMIÓNICH

VOLÍNTSEV, SERGUÉI PÁVLICH (hermano de Alexandra Lípina), nombre familiar: Seriozha

Capítulo I

Era una tranquila mañana de verano. El sol ya se había elevado bastante en el limpio cielo, pero en los campos todavía brillaba el rocío. Del valle, hasta hace poco dormido, soplaba una olorosa frescura, y en el bosque, todavía húmedo y silencioso, trinaban alegremente los pájaros madrugadores. En la cima de una ladera, cubierta de arriba abajo por el centeno en flor, se vislumbraba un pueblo pequeño. Hacia ese pueblo, por un estrecho camino vecinal, se encaminaba una mujer joven, con un vestido blanco de organdí, un sombrero de paja redondo y una sombrilla en la mano. Un pequeño criado cosaco la seguía de lejos.

La joven andaba sin prisa, como si se deleitara con el paseo. A su alrededor, por el alto y cambiante centeno difuminándose en un rizo, ora verde plateado, ora rojizo, con suave rumor, volaban largas olas. En lo alto, resonaban las alondras. La mujer venía de su hacienda, que quedaba a poco más de una versta del pueblo adonde se dirigía. Se llamaba Alexandra Pávlovna Lípina. Era viuda, sin hijos y bastante rica; vivía con su hermano, el capitán de Caballería, retirado, Serguei Pávlich Volíntsev. Este no estaba casado y administraba los bienes de su hermana.


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141 págs. / 4 horas, 8 minutos / 103 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Nido de Robles

Iván Turguéniev


Novela


Capítulo I

El día radiante de primavera daba paso al atardecer; en lo alto del cielo luminoso pequeñas nubes rosadas, más que pasar flotando, parecían perderse en la profundidad azul.

Ante la ventana abierta de una bonita casa, en una calle periférica de la capital de la provincia de O. (la acción transcurre en 1842), había dos mujeres sentadas: una señora de unos cincuenta años y una vieja dama de unos setenta.


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191 págs. / 5 horas, 35 minutos / 104 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

El Fondo Coxon

Henry James


Novela corta


Capítulo I

«¡No se lo van a quitar de encima en su vida!», me dije esa noche de regreso a la estación, pero más tarde, mientras estaba solo en mi compartimento (desde Wimbledon hasta Waterloo, antes de que llegaran los gloriosos ferrocarriles metropolitanos), rectifiqué dicha afirmación, pues se me ocurrió que probablemente no complacería a mis amigos disfrutar de un monopolio sobre el señor Saltram. No pretendo decir que en aquel primer encuentro me hiciera una idea cabal de su persona, pero sí creí vislumbrar qué cargas comportaba el privilegio de su amistad. Desde luego, conocerlo constituyó toda una experiencia, y quizá eso me llevó a pensar que todos, más tarde o más temprano, tendríamos el honor de disfrutar abundantemente de su trato. Aparte de la impresión que me causó su personalidad, salí de allí con una idea muy clara de la paciencia de los Mulville. El invitado iba a quedarse durante todo el invierno. Adelaide lo dejó caer con tono distraído, restándole gravedad al inevitable énfasis.


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76 págs. / 2 horas, 13 minutos / 60 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

En la Jaula

Henry James


Novela


I

Desde un principio se le había ocurrido que en su posición, la de una joven que llevaba la vida de un conejillo de Indias o de una urraca en su confinamiento de madera y tela metálica, se relacionaría con muchas personas que no admitirían que la conocían. Por este motivo su emoción era más intensa —aunque singularmente rara, y aun cuando la posibilidad de ser reconocida siguiera siendo escasa— en las ocasiones en que veía entrar a alguien a quien conocía «de fuera», como ella decía, y que podía añadir alguna cosa a la escasa identidad de su cargo. Éste consistía en sentarse allí con dos jóvenes, el otro telegrafista y el ayudante, atender al «receptor acústico», que estaba siempre funcionando, repartir sellos y giros postales, pesar cartas, responder a preguntas estúpidas, dar cambios difíciles y, sobre todo, contar palabras tan innumerables como los granos de arena del mar, las palabras de los telegramas arrojados, de la mañana a la noche, a través del hueco de la alta celosía, al otro lado de una atestada repisa que, de tanto rozarla, le producía dolor en el antebrazo. Esta pantalla transparente excluía, o encerraba, según el lado del estrecho mostrador que el azar le hubiera asignado a cada cual, el rincón más oscuro de una tienda impregnada, y no poco, en invierno, del veneno de un gas de alumbrado continuo, y en cualquier época del año de la presencia de jamones, queso, pescado seco, jabón, barniz, parafina, y otros sólidos y fluidos que ella llegó a distinguir a la perfección por su olor sin consentir en conocerlos por su nombre.


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Protegido por copyright
118 págs. / 3 horas, 27 minutos / 211 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Compañeros de Viaje

Henry James


Novela corta


La Última Cena de Leonardo en Milán es indiscutiblemente la pintura más impresionante de Italia. Parte de su inmensa solemnidad se debe sin duda a que es una de las primeras grandes obras maestras italianas que salen al paso cuando se desciende desde el norte. Otra fuente secundaria de interés radica en la absoluta perfección de su deterioro. La imaginación experimenta un extraño deleite al cubrir cada uno de sus espacios vacíos, borrando su completa corrupción y reparando en la medida de lo posible su triste desaliño. La mejor prueba de su poderosa fuerza y perfección es el hecho de que, pese a haber perdido tanto, conserve todavía tanta belleza. Una elegancia inextinguible persiste en sus vagos trazos y en sus cicatrices sin cura; aún queda lo suficiente como para que el espectador pueda admirar la insondable sabiduría del artista. El lector recordará que el fresco cubre un muro en el extremo de lo que fue el refectorio de un antiguo monasterio, actualmente disuelto, cuyo recinto está ocupado por un regimiento de caballería. Los caballos piafan y los soldados emiten sus juramentos en los claustros donde una vez resonaron los sobrios pasos de las sandalias monásticas y donde los frailes de voces sumisas se dirigían piadosos saludos.


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Protegido por copyright
59 págs. / 1 hora, 44 minutos / 107 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Un Episodio Internacional

Henry James


Novela corta


1

Hace cuatro años, en 1874, dos jóvenes caballeros ingleses tuvieron ocasión de viajar a Estados Unidos. Cruzaron el océano en pleno verano y cuando llegaron a Nueva York el 1 de agosto, la febril temperatura de la ciudad les sorprendió sobremanera. Tras desembarcar en el muelle se encaramaron a uno de esos enormes autobuses elevados que transportan a los pasajeros a los hoteles y que, entre sacudidas y trompicones, inició su ruta a través de Broadway. El aspecto de Nueva York en pleno verano no es quizás el más favorecedor, aunque no está exento de un aire pintoresco, e incluso brillante. Nada podría parecerse menos a una típica calle inglesa que la interminable avenida, rica en incongruencias, a lo largo de la cual avanzaban nuestros dos viajeros, observando a ambos lados la agradable animación de las aceras: los heterogéneos y coloridos edificios, las inmensas fachadas de mármol blanco que brillaban bajo la luz intensa y cruda en las cuales rótulos dorados se engarzaban en variadísimos toldos, pancartas y estandartes, la extraordinaria cantidad de ómnibus, coches de caballos y demás vehículos democráticos, los vendedores de bebidas refrescantes, los pantalones blancos y los grandes sombreros de paja de los policías y el paso airoso de los elegantísimos jóvenes sobre el asfalto; la luminosidad, la novedad y la frescura tanto de las personas como de las cosas. Los jóvenes caballeros habían intercambiado pocas observaciones, pero al cruzar Union Square, frente al monumento a Washington, bajo la mismísima sombra proyectada por la imagen del padre de la patria, uno de ellos comentó:

—Parece un lugar peculiar.

—Extraño, muy extraño —dijo el otro, que era el más listo de los dos.

—Lástima que haga un calor tan brutal —continuó tras una pausa el primero.

—Ya sabes que nos encontramos en latitud baja.

—Eso diría yo.


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88 págs. / 2 horas, 34 minutos / 77 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

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