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Cuentos del Martes

Arturo Robsy


Cuentos, colección


Prólogo

El 16 de mayo de 1972 el Diario Menorca publicaba un cuento de un jovencísimo escritor, Arturo Robsy. La prensa local se hacía así eco del primer éxito literario del autor menorquín, que había conseguido con su cuento "Cleptomanía" alcanzar la final del concurso "Arriba 1972" de cuentos y reportajes, convocado por el diario del mismo nombre. El Diario Menorca hacía una breve presentación del autor y, a continuación, reproducía el cuento ganador.

En la década de los setenta el Diario Menorca publicaba cada martes, bajo el título de "los martes letras", una sección literaria en la que aparecían reseñas de libros y poemas que enviaban los propios lectores. Desconocemos los detalles, pero a partir de junio de 1972, Arturo Robsy se convirtió en coordinador de la misma, publicando además un relato semanal en el apartado "cuento del martes". Esta colaboración con el Diario Menorca se mantuvo durante dos años, hasta mayo de 1974.

Además de relatos del propio Robsy, la sección contó con firmas invitadas que publicaron sus obras, como la del poeta Pascual-Antonio Beño, la de Juan Luis Hernández o la de Isabel Petrus. Entre los poemas que se siguieron publicando en la sección se puede encontrar incluso alguna obra juvenil del poeta Ponç Pons.


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Licencia limitada
522 págs. / 15 horas, 14 minutos / 434 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2022 por Edu Robsy.

El Terrible Anciano

H.P. Lovecraft


Cuento


Fue la idea de Ángelo Ricci, Joe Czanek y Manuel Silva hacer una visita al Terrible Anciano. El anciano vive a solas en una casa muy antigua de la Calle Walter, próxima al mar, y se le conoce por ser un hombre extraordinariamente rico a la vez que por tener una salud extremadamente delicada… lo cual constituye un atractivo señuelo para hombres de la profesión de los señores Ricci, Czanek y Silva, pues su profesión era nada menos digno que el latrocinio de lo ajeno.


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4 págs. / 7 minutos / 430 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Las Tormentas del 48

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Vive Dios, que no dejo pasar este día sin poner la primera piedra del grande edificio de mis Memorias... Españoles nacidos y por nacer: sabed que de algún tiempo acá me acosa la idea de conservar empapelados, con los fáciles ingredientes de tinta y pluma, los públicos acaecimientos y los privados casos que me interesen, toda impresión de lo que veo y oigo, y hasta las propias melancolías o las fugaces dulzuras que en la soledad balancean mi alma; sabed asimismo que, a la hora presente, idea tan saludable pasa del pensar al hacer. Antes que mi voluntad desmaye, que harto sé cuán fácilmente baja de la clara firmeza a la vaguedad perezosa, agarro el primer pedazo de papel que a mano encuentro, tiro de pluma y escribo: "Hoy 13 de Octubre de 1847, tomo tierra en esta playa de Vinaroz, orilla del Mediterráneo, después de una angustiosa y larga travesía en la urca Pepeta, ¡mala peste para Neptuno y Eolo!, desde el puerto de Ostia, en los Estados del Papa...".

Y al son burlesco de los gavilanes que rasguean sobre el papel, me río de mi pueril vanidad. ¿Vivirán estos apuntes más que la mano que los escribe? Por sí o por no, y contando con que ha de saltar, andando los tiempos, un erudito rebuscador o prendero de papeles inútiles que coja estos míos, les sacuda el polvo, los lea y los aderece para servirlos en el festín de la general lectura, he de poner cuidado en que no se me escape cosa de interés, en alumbrarme y guiarme con la luz de la verdad, y en dar amenidad gustosa y picante a lo que refiera; que sin un buen condimento son estos manjares tan indigestos como desabridos.


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229 págs. / 6 horas, 41 minutos / 429 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Los Servidores de su Majestad

Rudyard Kipling


Cuento


Por quebrados podéis resolverlo,
o también por regla de tres;
pero el camino de Tweedledum,
no es el de Tweedledee.

Torced el problema, revolvedlo,
plegadlo como gustéis;
pero el camino de PillyWinky
no es el mismo que el de WínkiePop.


Copiosa lluvia había estado cayendo durante un mes entero... Había caído sobre un campamento de treinta mil hombres, millares de camellos, elefantes, caballos, bueyes y mulas, reunidos en un lugar llamado Rawal Pindi, para que el virrey de la India le pasara revista. éste recibía la visita del emir de Afganistán, rey salvaje de un salvajísimo país; el emir había traído, acompañándole, una guardia de ochocientos hombres e igual número de caballos que nunca antes habían visto un campamento o una locomotora; hombres salvajes y caballos salvajes también sacados de algún lugar del corazón de Asia Central. Cada noche, un pelotón de esos caballos rompía las cuerdas que los sujetaban y se lanzaban estrepitosamente de un lado al otro del campamento, entre el barro y la oscuridad; o bien los camellos se desataban y corrían por allí tropezando con las cuerdas que sostenían las tiendas; ya puede imaginarse lo agradable que esto sería para los hombres que intentaban dormir. Mi tienda estaba situada lejos de las filas de camellos, y por eso pensaba yo encontrarme en sitio seguro. Pero una noche un hombre asomó la cabeza por mi tienda y gritó:

—¡Salga pronto! ¡Allí vienen! ¡Ya derribaron mi tienda!


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Dominio público
21 págs. / 37 minutos / 428 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Novia de Lammermoor

Walter Scott


Novela


I. Donde aun no comienza esta historia pero se decide su autor a escribirla

POCOS estuvieron al tanto de cómo compuse estas narraciones, que no es probable sean publicadas en vida de su autor. Aunque esto ocurriese, no ambiciono la honrosa distinción digito monstrarier. Confieso que preferiría permanecer oculto tras la cortina, como el ingenioso manipulador de Polichinela, disfrutando del asombro y de las conjeturas de mi público. Quizás entonces pudiera ver ensalzadas por los juiciosos y admiradas por los sensibles las producciones del desconocido Peter Pattieson, mientras el crítico las atribuyese a alguna celebridad literaria, y la cuestión de cuándo y por quién fueron escritos estos relatos llenara huecos de charla en centenares de círculos y tertulias. No disfrutaré de esto mientras viva; pero a más tampoco se atrevería nunca a aspirar mi vanidad.


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277 págs. / 8 horas, 6 minutos / 427 visitas.

Publicado el 14 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

El Jardín del Profeta

Gibran Kahlil Gibran


Cuento


El regreso del Profeta

Almustafá, el elegido y bieñamado, el que era amanecer de su propio día, volvió a su isla natal, en el mes de Ticrén, el mes del recuerdo.

Y su barca se acercó al puerto,. mientras él permanecía en pie, en la proa, rodeado de su tripulación.

Y tenía una sensación de bienvenida en su corazón. Habló, y el mar resonó en su voz, y dijo:

Mirad, es la isla que me vio nacer. Desde allí me lancé al mundo, con una canción y un acertijo; una canción para los cielos, y una pregunta para la tierra. Y, ¿qué hay entre el cielo y la tierra que lleve la canción y conteste la pregunta, excepto nuestra propia pasión?

El mar me arroja una vez más a estas playas. No somos .sirio una ola más de sus olas. Nos empuja para que seamos su voz. Pero, ¿cómo serlo, a menos que rompamos la simetría de nuestro corazón en la roca y en la arena?

Porque esta es la ley de los marineros y del mar: si quieres ser libre, tienes qué ser como la niebla. Lo informe busca desde' siempre la forma, como las incontables nebulosas tienden a convertirse en soles y lunas; y nosotros, que hemos buscado tenazmente, volvemos ahora a ésta isla. Hemos de convertirnos una vez más en niebla, y tenemos que aprender el principio-de todas las cosas. ¿Para nacer; para vivir hay que romper y fragmentar un mundo?

Para siempre estaremos en busca de playas, para poder cantar, y que nos oigan. Pero, ¿qué decir de la ola que se rompe donde nadie puede oírla? Lo que no escuchamos en nosotros es lo que alimenta nuestro dolor más hondo. Sin embargo, también lo no escuchado, lo insólito, es lo que forma nuestra: alma, para hacer nuestro destino.

Entonces, uno de sus marineros dio un paso adelante, y le dijo:

Maestro, has capitaneado nuestras ansias de llegar a este puerto, y mira: ya hemos` arribado. Sin embargo, hablas de dolor y de corazones que se han de romper.


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29 págs. / 52 minutos / 427 visitas.

Publicado el 20 de diciembre de 2017 por Edu Robsy.

Dos Sabios

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuento


En el balneario de Aguachirle, situado en lo más frondoso de una región de España muy fértil y pintoresca, todos están contentos, todos se estiman, todos se entienden, menos dos ancianos venerables, que desprecian al miserable vulgo de los bañistas y mutuamente se aborrecen.

¿Quiénes son? Poco se sabe de ellos en la casa. Es el primer año que vienen. No hay noticias de su procedencia. No son de la provincia, de seguro; pero no se sabe si el uno viene del Norte y el otro del Sur, o viceversa,... o de cualquier otra parte. Consta que uno dice llamarse D. Pedro Pérez y el otro D. Álvaro Álvarez. Ambos reciben el correo en un abultadísimo paquete, que contiene multitud de cartas, periódicos, revistas, y libros muchas veces. La gente opina que son un par de sabios.

Pero ¿qué es lo que saben? Nadie lo sabe. Y lo que es ellos, no lo dicen. Los dos son muy corteses, pero muy fríos con todo el mundo e impenetrables. Al principio se les dejó aislarse, sin pensar en ellos; el vulgo alegre desdeñó el desdén de aquellos misteriosos pozos de ciencia, que, en definitiva, debían de ser un par de chiflados caprichosos, exigentes en el trato doméstico y con berrinches endiablados, bajo aquella capa superficial de fría buena crianza. Pero, a los pocos días, la conducta de aquellos señores fue la comidilla de los desocupados bañistas, que vieron una graciosísima comedia en la antipatía y rivalidad de los viejos.

Con gran disimulo, porque inspiraban respeto y nadie osaría reírse de ellos en sus barbas, se les observaba, y se saboreaban y comentaban las vicisitudes de la mutua ojeriza, que se exacerbaba por las coincidencias de sus gustos y manías, que les hacían buscar lo mismo y huir de lo mismo, y sobre ello, morena.


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9 págs. / 16 minutos / 426 visitas.

Publicado el 22 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Parménides

Platón


Diálogo, Filosofía


CÉFALO, ADIMANTO, GLAUCÓN, ANTIFONTE, PITODORO, SÓCRATES, ZENÓN, PARMÉNIDES, ARISTÓTELES

Cuando llegamos a Atenas desde nuestra ciudad, Clazómenas, nos encontramos en el ágora con Adimanto y Glaucón. Adimanto me dio la mano y me dijo:

—¡Salud, Céfalo! Si necesitas algo de aquí que podamos procurarte, pídelo.

—Justamente por eso —repliqué— estoy aquí, porque debo haceros un pedido.

—Dinos, entonces, qué deseas —dijo.

—Vuestro hermanastro, por parte de madre —pregunté yo—, ¿cómo se llamaba? Pues no me acuerdo. Era un niño apenas cuando vine anteriormente aquí desde Clazómenas, y desde entonces pasó ya mucho tiempo. Su padre, creo, se llamaba Pirilampes.

—Así es —replicó—, y él, Antifonte. Pero ¿qué es, realmente, lo que quieres saber?

—Quienes están aquí —respondí— son conciudadanos míos, cabales filósofos, y han oído decir que ese Antifonte estuvo en frecuente contacto con un tal Pitodoro, allegado de Zenón, y que se sabe de memoria la conversación que una vez mantuvieron Sócrates, Zenón y Parménides, puesto que la oyó muchas veces de labios de Pitodoro.

—Es cierto lo que dices —dijo él.

—Esa conversación —repliqué— es, justamente, lo que queremos que nos relate en detalle.

—No es difícil —dijo—, ya que cuando era un jovencito se empeñó en aprenderla a la perfección; ahora, en cambio, tal como su abuelo y homónimo, dedica la mayor parte del tiempo a los caballos. Pero, si es preciso, vayamos por él. Acaba de marcharse de aquí rumbo a su casa, y vive cerca, en Mélite.


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71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 426 visitas.

Publicado el 25 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Huésped de Drácula

Bram Stoker


Cuento


Cuando iniciamos nuestro paseo, el sol brillaba intensamente sobre Múnich y el aire estaba repleto de la alegría propia de comienzos del verano. En el mismo momento en que íbamos a partir, Herr Delbrück (el maitre d’hôtel del Quatre Saisons, donde me alojaba) bajó hasta el carruaje sin detenerse a ponerse el sombrero y, tras desearme un placentero paseo, le dijo al cochero, sin apartar la mano de la manija de la puerta del coche:

—No olvide estar de regreso antes de la puesta del sol. El cielo parece claro, pero se nota un frescor en el viento del norte que me dice que puede haber una tormenta en cualquier momento. Pero estoy seguro de que no se retrasará —sonrió—, pues ya sabe qué noche es.

Johann le contestó con un enfático:

—Ja, mein Herr.

Y, llevándose la mano al sombrero, se dio prisa en partir.

Cuando hubimos salido de la ciudad le dije, tras indicarle que se detuviera:

—Dígame, Johann, ¿qué noche es hoy?

Se persignó al tiempo que contestaba lacónicamente:

—Walpurgis Nacht.


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15 págs. / 26 minutos / 424 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Las Once Mil Vergas

Guillaume Apollinaire


Novela


Capítulo I

Bucarest es una bella ciudad donde parece que vienen a mezclarse Oriente y Occidente. Si solamente tenemos en cuenta la situación geográfica estamos aún en Europa, pero estamos ya en Asia si nos referimos a ciertas costumbres del país, a los turcos, a los servios y a las otras razas macedonias, pintorescos especímenes de las cuales se distinguen en todas las calles. Sin embargo es un país latino: los soldados romanos que colonizaron el país tenían, sin duda, el pensamiento constantemente puesto en Roma, entonces capital del mundo y árbitro de la elegancia. Esta nostalgia occidental se ha transmitido a sus descendientes: los rumanos piensan insistentemente en una ciudad donde el lujo es natural, donde la vida es alegre. Pero Roma ha perdido su esplendor, la reina de las ciudades ha cedido su corona a París, ¡y qué hay de extraordinario entonces en que, por un fenómeno atávico, el pensamiento de los rumanos esté puesto sin cesar en París, que ha reemplazado tan adecuadamente a Roma a la cabeza del Universo!

Lo mismo que los otros rumanos, el hermoso príncipe Vibescu soñaba en París, la Ciudad-Luz, donde las mujeres, bellas todas ellas, son también de muslo fácil. Cuando estaba aún en el colegio de Bucarest, le bastaba pensar en una parisina, en la parisina, para conseguir una erección y verse obligado a masturbarse lenta y beatíficamente. Más tarde, había descargado en muchos coños y culos de deliciosas rumanas. Pero, lo sabía perfectamente, le hacía falta una parisina.

Mony Vibescu era de una familia muy rica. Su bisabuelo había sido hospodar, que en Francia equivale al título de subprefecto. Pero esta dignidad se había transmitido nominativamente a la familia, y tanto el abuelo como el padre de Mony habían ostentado el título de hospodar. Del mismo modo Mony Vibescu tuvo que llevar ese título en honor de su abuelo.


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91 págs. / 2 horas, 40 minutos / 424 visitas.

Publicado el 31 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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