Cáustico ensayo lleno de humor negro sobre la historia del asesinato y sus orígenes
Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes» es un ensayo de Thomas De Quincey publicado por primera vez en 1827 en la revista Blackwood, es una de las obras maestras del humor negro. En ella Thomas Quincey concibe la muerte como un espectáculo digno de ser visto y gozado. Cuando el asesinato está cometido y no podemos hacer nada por las víctimas, debemos dejar de considerarlo moralmente y pasar a juzgarlo como obra artística según las leyes del buen gusto. Con este planteamiento, De Quincey se retrotrae al «primer asesinato», es decir, el cometido por Caín sobre Abel, y a otros famosos de la historia, hasta concluir en los de mayor actualidad en el mundo anglosajón de la época. A este respecto, dice desdeñar el veneno y demás «innovaciones abominables venidas de Italia» en favor del tradicional corte de garganta. Pretende discutir con los detractores del asesinato dado que «cuando se les oye hablar se creería que ser asesinado tiene todas las desventajas e inconvenientes y que no las tiene el no ser asesinado», y recuerda a continuación las enfermedades y los pesares de que está libre el asesinado. Recuerda que Marco Aurelio dijo que una de las funciones más nobles de la razón consiste en distinguir si es o no tiempo de irse de este mundo, y dice agradecer a los artistas del asesinato que se dediquen a instruir gratuitamente a los demás en esta rama de la ciencia, si bien se apresura a aclarar que muy pocos cometen asesinatos por principios filantrópicos.
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Fragmento de «Del Asesinato Considerado Como una de las Bellas Artes»
Les complacerá saber que Malebranche murió asesinado. El hombre que
lo mató es muy conocido: el Obispo Berkeley. Todos saben la historia,
aunque hasta ahora no se haya contado como es debido. Siendo muy joven
Berkeley fue a París y visitó al Padre Malebranche. Lo encontró
cocinando en su celda. Los cocineros siempre han sido genus irritabile;
los autores aún más; Malebranche era ambas cosas; surgió una discusión;
el viejo sacerdote, que ya tenía calor, se agitó mucho; las
irritaciones culinarias y metafísicas se unieron para atacarle el
hígado: cayó en cama y murió poco después. Tal es la versión más
corriente de la historia y con ella «se engañan los oídos de toda
Dinamarca». Lo cierto es que se calló lo sucedido, por consideración a
Berkeley quien (observa Pope, con justicia) tenía «todas las virtudes
que existen bajo el cielo». Berkeley, molesto ante la mala educación del
viejo francés, se puso en guardia; siguió un breve combate en el que
Malebranche fue a parar al suelo en el primer round; esto le
bajó los humos y tal vez se hubiera rendido, pero a Berkeley se le había
subido la sangre a la cabeza e insistió en que el viejo francés
retractara su doctrina de las Causas Ocasionales. La vanidad del hombre
era demasiado grande para que accediera a tal petición y fue sacrificado
al ardor de la juventud irlandesa y a su propia terquedad absurda.
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Publicado el 24 de enero de 2018 por Edu Robsy.
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