Biblia

Varios


Religión



ANTIGUO TESTAMENTO

GÉNESIS

Capítulo 1

[1] En el principio creó Dios los cielos y la tierra. [2] La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. [3] Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. [4] Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; [5] y llamó Dios a la luz día, y a la oscuridad la llamó noche. Y atardeció y amaneció: día primero.

[6] Dijo Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas que las aparte unas de otras.» [7] E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. [8] Y llamó Dios al firmamento cielos. Y atardeció y amaneció: día segundo. [9] Dijo Dios: «Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto, déjese ver lo seco»; y así fue. [10] Y llamó Dios a lo seco tierra, y al conjunto de las aguas lo llamó mares; y vio Dios que estaba bien.

[11] Dijo Dios: «Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas, árboles frutales que den fruto de su especie con su semilla dentro sobre la tierra.» Y así fue. [12] La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies; y vio Dios que estaban bien. [13] Y atardeció y amaneció: día tercero. [14] Dijo Dios: «Haya luceros en el firmamento celeste para apartar el día de la noche, valgan de señales para solemnidades días, años; [15] y valgan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra.» Y así fue.

[16] Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero grande para el dominio del día, y el lucero pequeño para el dominio de la noche, y las estrellas; [17] y púsolos Dios en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra, [18] y para dominar en el día y en la noche, y para apartar la luz de la oscuridad; y vio Dios que estaba bien. [19] Y atardeció y amaneció: día cuarto. [20] Dijo Dios: «Bullan las aguas de animales vivientes, aves revoloteen sobre la tierra contra el firmamento celeste.»

[21] Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo animal viviente, los que serpean, de los que bullen las aguas por sus especies, y todas las aves aladas por sus especies; y vio Dios que estaba bien; [22] y bendíjolos Dios diciendo: «Sed fecundos, multiplicaos, henchid las aguas en los mares, las aves crezcan en la tierra.» [23] Y atardeció y amaneció: día quinto. [24] Dijo Dios: «Produzca la tierra animales vivientes de cada especie: bestias sierpes, alimañas terrestres de cada especie.» Y así fue. [25] Hizo Dios las alimañas terrestres de cada especie, y las bestias de cada especie, y toda sierpe del suelo de cada especie: y vio Dios que estaba bien.

[26] Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen como semejanza nuestra, manden en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en todas las alimañas terrestres, en todas las sierpes que serpean por la tierra.» [27] Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. [28] Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos, multiplicaos, henchid la tierra, sometedla; mandad en los peces del mar, en las aves de los cielos, en todo animal que serpea sobre la tierra.» [29] Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de toda la tierra así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros será de alimento. [30] Y a todo animal terrestre, y a toda ave de los cielos y a toda sierpe de sobre la tierra, animada de vida, toda la hierba verde les doy de alimento.» Y así fue.

[31] Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien. Y atardeció y amaneció: día sexto.

Capítulo 2

[1] Concluyéronse, pues, los cielos y la tierra y todo su aparato, [2] y dio por concluida Dios en el séptimo día la labor que había hecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera. [3] Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho. [4] Esos fueron los orígenes de los cielos y la tierra, cuando fueron creados. El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos, [5] no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo.

[6] Pero un manantial brotaba de la tierra, y regaba toda la superficie del suelo. [7] Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. [8] Luego plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado. [9] Yahveh Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. [10] De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se repartía en cuatro brazos.

[11] El uno se llama Pisón: es el que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro. [12] El oro de aquel país es fino. Allí se encuentra el bedelio y el ónice. [13] El segundo río se llama Guijón: es el que rodea el país de Kus. [14] El tercer río se llama Tigris: es el que corre al oriente de Asur. Y el cuarto río es el Eufrates. [15] Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase.

[16] Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, [17] mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.» [18] Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.» [19] Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. [20] El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada.

[21] Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. [22] De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. [23] Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos, carne de mi carne. Esta será llamada mujer porque del varón ha sido tomada.» [24] Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. [25] Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.

Capítulo 3

[1] La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: comáis de ninguno de los árboles del jardín?» [2] Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. [3] Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.» [4] Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis. [5] Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.» [6] Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió.

[7] Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores. [8] Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh Dios por entre los árboles del jardín. [9] Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?» [10] Este contestó: «Te oí andar por el jardín, tuve miedo porque estoy desnudo; por eso me escondí.» [11] El replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?» [12] Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y comí.»

[13] Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?» Y contestó la mujer: «La serpiente me sedujo, y comí.» [14] Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto maldita seas entre todas las bestias, entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, polvo comerás todos los días de tu vida. [15] Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.» [16] A la mujer le dijo: «Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará.» [17] Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer, comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. [18] Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. [19] Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás.»

[20] El hombre llamó a su mujer Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes. [21] Yahveh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los vistió. [22] Y dijo Yahveh Dios: «¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros en cuanto a conocer el bien, el mal! Ahora, pues, cuidado no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre.»

[23] Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado. [24] Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida.

Capítulo 4

[1] Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: «He adquirido un varón con el favor de Yahveh.» [2] Volvió a dar a luz, y tuvo a Abel su hermano. Fue Abel pastor de ovejas y Caín labrador. [3] Pasó algún tiempo, y Caín hizo a Yahveh una oblación de los frutos del suelo. [4] También Abel hizo una oblación de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mismos. Yahveh miró propicio a Abel y su oblación, [5] mas no miró propicio a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y se abatió su rostro.

[6] Yahveh dijo a Caín: «¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? [7] ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar.» [8] Caín, dijo a su hermano Abel: «Vamos afuera.» Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató. [9] Yahveh dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?» Contestó: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?» [10] Replicó Yahveh: «¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. [11] Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. [12] Aunque labres el suelo, no te dará más su fruto. Vagabundo y errante serás en la tierra.» [13] Entonces dijo Caín a Yahveh: «Mi culpa es demasiado grande para soportarla. [14] Es decir que hoy me echas de este suelo y he de esconderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará.» [15] Respondióle Yahveh: «Al contrario, quienquiera que matare a Caín, lo pagará siete veces.» Y Yahveh puso una señal a Caín para que nadie que le encontrase le atacara.

[16] Caín salió de la presencia de Yahveh, y se estableció en el país de Nod, al oriente de Edén. [17] Conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Henoc. Estaba construyendo una ciudad, y la llamó Henoc, como el nombre de su hijo. [18] A Henoc le nació Irad, e Irad engendró a Mejuyael, Mejuyael engendró a Metusael, y Metusael engendró a Lámek. [19] Lámek tomó dos mujeres: la primera llamada Adá, y la segunda Sillá. [20] Adá dio a luz a Yabal, el cual vino a ser padre de los que habitan en tiendas y crían ganado.

[21] El nombre de su hermano era Yubal, padre de cuantos tocan la cítara y la flauta. [22] Sillá por su parte engendró a Túbal-Caín, padre de todos los forjadores de cobre y hierro. Hermano de Túbal-Caín fue Naamá. [23] Y dijo Lámek a sus mujeres: «Adá, Sillá, oíd mi voz; mujeres de Lámek, escuchad mi palabra: Yo maté a un hombre por una herida que me hizo, a un muchacho por un cardenal que recibí. [24] Caín será vengado siete veces, mas Lámek lo será 77.» [25] Adán conoció otra vez a su mujer, y ella dio a luz un hijo, al que puso por nombre Set, diciendo: «Dios me ha otorgado otro descendiente en lugar de Abel, porque le mató Caín.»

[26] También a Set le nació un hijo, al que puso por nombre Enós. Este fue el primero en invocar el nombre de Yahveh.

Capítulo 5

[1] Esta es la lista de los descendientes de Adán: El día en que Dios creó a Adán, le hizo a imagen de Dios. [2] Los creó varón y hembra, los bendijo, y los llamó Hombre en el día de su creación. [3] Tenía Adán 130 años cuando engendró un hijo a su semejanza, según su imagen, a quien puso por nombre Set. [4] Fueron los días de Adán, después de engendrar a Set, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. [5] El total de los días de la vida de Adán fue de 930 años, y murió.

[6] Set tenía 105 años cuando engendró a Enós. [7] Vivió Set, después de engendrar a Enós, 807 años y engendró hijos e hijas. [8] El total de los días de Set fue de 912 años, y murió. [9] Enós tenía noventa años cuando engendró a Quenán. [10] Vivió Enós, después de engendrar a Quenán, 815 años, y engendró hijos e hijas.

[11] El total de los días de Enós fue de 905 años, y murió. [12] Quenán tenía setenta años cuando engendró a Mahalalel. [13] Vivió Quenán, después de engendrar a Mahalalel, 840 años, y engendró hijos e hijas. [14] El total de los días de Quenán fue de 910 años, y murió. [15] Mahalalel tenía 65 años cuando engendró a Yéred.

[16] Vivió Mahalalel, después de engendrar a Yéred, 830 años, y engendró hijos e hijas. [17] El total de los días de Mahalalel fue de 895 años, y murió. [18] Yéred tenía 162 años cuando engendró a Henoc. [19] Vivió Yéred, después de engendrar a Henoc, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. [20] El total de los días de Yéred fue de 962 años, y murió.

[21] Henoc tenía 65 años cuando engendró a Matusalén. [22] Henoc anduvo con Dios; vivió, después de engendrar a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas. [23] El total de los días de Henoc fue de 365 años. [24] Henoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó. [25] Matusalén tenía 187 años cuando engendró a Lámek.

[26] Vivió Matusalén, después de engendrar a Lámek, 782 años, y engendró hijos e hijas. [27] El total de los días de Matusalén fue de 969 años, y murió. [28] Lámek tenía 182 años cuando engendró un hijo, [29] y le puso por nombre Noé, diciendo «Este nos consolará de nuestros afanes, de la fatiga de nuestras manos, por causa del suelo que maldijo Yahveh.» [30] Vivió Lámek, después de engendrar a Noé, 595 años, y engendró hijos e hijas.

[31] El total de los días de Lámek fue de 777 años, y murió. [32] Era Noé de quinientos años cuando engendró a Sem, a Cam y a Jafet.

Capítulo 6

[1] Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la haz de la tierra y les nacieron hijas, [2] vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les venían bien, y tomaron por mujeres a las que preferían de entre todas ellas. [3] Entonces dijo Yahveh: No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne; que sus días sean 120 años. [4] Los nefilim existían en la tierra por aquel entonces (y también después), cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos: estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos. [5] Viendo Yahveh que la maldad del hombre cundía en la tierra, y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, [6] le pesó a Yahveh de haber hecho al hombre en la tierra, y se indignó en su corazón.

[7] Y dijo Yahveh: «Voy a exterminar de sobre la haz del suelo al hombre que he creado —desde el hombre hasta los ganados y las sierpes, hasta las aves del cielo— porque me pesa haberlos hecho.» [8] Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahveh. [9] Esta es la historia de Noé: Noé fue el varón más justo y cabal de su tiempo. Noé andaba con Dios. [10] Noé engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet. [11] La tierra estaba corrompida en la presencia de Dios: la tierra se llenó de violencias.

[12] Dios miró a la tierra, y he aquí que estaba viciada, porque toda carne tenía una conducta viciosa sobre la tierra. [13] Dijo, pues, Dios a Noé: «He decidido acabar con toda carne, porque la tierra está llena de violencias por culpa de ellos. Por eso, he aquí que voy a exterminarlos de la tierra. [14] Hazte un arca de maderas resinosas. Haces el arca de cañizo y la calafateas por dentro y por fuera con betún. [15] Así es como la harás: longitud del arca, trescientos codos; su anchura, cincuenta codos; y su altura, treinta codos. [16] Haces al arca una cubierta y a un codo la rematarás por encima, pones la puerta del arca en su costado, y haces un primer piso, un segundo y un tercero.

[17] Por mi parte, voy a traer el diluvio, las aguas sobre la tierra, para exterminar toda carne que tiene hálito de vida bajo el cielo: todo cuanto existe en la tierra perecerá. [18] Pero contigo estableceré mi alianza: Entrarás en el arca tú y tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos contigo. [19] Y de todo ser viviente, de toda carne, meterás en el arca una pareja para que sobrevivan contigo. Serán macho y hembra. [20] De cada especie de aves, de cada especie de ganados, de cada especie de sierpes del suelo entrarán contigo sendas parejas para sobrevivir. [21] Tú mismo procúrate toda suerte de víveres y hazte acopio para que os sirvan de comida a ti y a ellos.» [22] Así lo hizo Noé y ejecutó todo lo que le había mandado Dios.

Capítulo 7

[1] Yahveh dijo a Noé: «Entra en el arca tú, toda tu casa, porque tú eres el único justo que he visto en esta generación. [2] De todos los animales puros tomarás para ti siete parejas, el macho con su hembra, y de todos los animales que no son puros, una pareja, el macho con su hembra. [3] (Asimismo de las aves del cielo, siete parejas, machos y hembras) para que sobreviva la casta sobre la haz de toda la tierra. [4] Porque dentro de siete días haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y exterminaré de sobre la haz del suelo todos los seres que hice.» [5] Y Noé ejecutó todo lo que le había mandado Yahveh.

[6] Noé contaba seiscientos años cuando acaeció el diluvio, las aguas, sobre la tierra. [7] Noé entró en el arca, y con él sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos, para salvarse de las aguas del diluvio. [8] (De los animales puros, y de los animales que no son puros, y de las aves, y de todo lo que serpea por el suelo, [9] sendas parejas de cada especie entraron con Noé en el arca, machos y hembras, como había mandado Dios a Noé.) [10] A la semana, las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra.

[11] El año seiscientos de la vida de Noé, el mes segundo, el día diecisiete del mes, en ese día saltaron todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas del cielo se abrieron, [12] y estuvo descargando la lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches. [13] En aquel mismo día entró Noé en el arca, como también los hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet, y la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos; [14] y con ellos los animales de cada especie, los ganados de cada especie, las sierpes de cada especie que reptan sobre la tierra, y las aves de cada especie: toda clase de pájaros y seres alados; [15] entraron con Noé en el arca sendas parejas de toda carne en que hay aliento de vida, [16] y los que iban entrando eran macho y hembra de toda carne, como Dios se lo había mandado. Y Yahveh cerró la puerta detrás de Noé.

[17] El diluvio duró cuarenta días sobre la tierra. Crecieron las aguas y levantaron el arca que se alzó de encima de la tierra. [18] Subió el nivel de las aguas y crecieron mucho sobre la tierra, mientras el arca flotaba sobre la superficie de las aguas. [19] Subió el nivel de las aguas mucho, muchísimo sobre la tierra, y quedaron cubiertos los montes más altos que hay debajo del cielo. [20] Quince codos por encima subió el nivel de las aguas quedando cubiertos los montes. [21] Pereció toda carne: lo que repta por la tierra, junto con aves, ganados, animales y todo lo que pulula sobre la tierra, y toda la humanidad.

[22] Todo cuanto respira hálito vital, todo cuanto existe en tierra firme, murió. [23] Yahveh exterminó todo ser que había sobre la haz del suelo, desde el hombre hasta los ganados, hasta las sierpes y hasta las aves del cielo: todos fueron exterminados de la tierra, quedando sólo Noé y los que con él estaban en el arca. [24] Las aguas inundaron la tierra por espacio de 150 días.

Capítulo 8

[1] Acordóse Dios de Noé y de todos los animales y de los ganados que con él estaban en el arca. Dios hizo pasar un viento sobre la tierra y las aguas decrecieron. [2] Se cerraron las fuentes del abismo y las compuertas del cielo, y cesó la lluvia del cielo. [3] Poco a poco retrocedieron las aguas de sobre la tierra. Al cabo de 150 días, las aguas habían menguado, [4] y en el mes séptimo, el día diecisiete del mes, varó el arca sobre los montes de Ararat. [5] Las aguas siguieron menguando paulatinamente hasta el mes décimo, y el día primero del décimo mes asomaron las cumbres de los montes.

[6] Al cabo de cuarenta días, abrió Noé la ventana que había hecho en el arca, [7] y soltó al cuervo, el cual estuvo saliendo y retornando hasta que se secaron las aguas sobre la tierra. [8] Después soltó a la paloma, para ver si habían menguado ya las aguas de la superficie terrestre. [9] La paloma, no hallando donde posar el pie, tornó donde él, al arca, porque aún había agua sobre la superficie de la tierra; y alargando él su mano, la asió y metióla consigo en el arca. [10] Aún esperó otros siete días y volvió a soltar la paloma fuera del arca.

[11] La paloma vino al atardecer, y he aquí que traía en el pico un ramo verde de olivo, por donde conoció Noé que habían disminuido las aguas de encima de la tierra. [12] Aún esperó otros siete días y soltó la paloma, que ya no volvió donde él. [13] El año 601 de la vida de Noé, el día primero del primer mes, se secaron las aguas de encima de la tierra. Noé retiró la cubierta del arca, miró y he aquí que estaba seca la superficie del suelo. [14] En el segundo mes, el día veintisiete del mes, quedó seca la tierra. [15] Habló entonces Dios a Noé en estos términos: [16] «Sal del arca tú, contigo tu mujer, tus hijos, las mujeres de tus hijos.

[17] Saca contigo todos los animales de toda especie que te acompañan, aves, ganados y todas las sierpes que reptan sobre la tierra. Que pululen sobre la tierra y sean fecundos y se multipliquen sobre la tierra.» [18] Salió, pues, Noé, y con él sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos. [19] Todos los animales, todos los ganados, todas las aves y todas las sierpes que reptan sobre la tierra salieron por familias del arca. [20] Noé construyó un altar a Yahveh, y tomando de todos las animales puros y de todas las aves puras, ofreció holocaustos en el altar. [21] Al aspirar Yahveh el calmante aroma, dijo en su corazón: «Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez, ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho.

[22] Mientras dure la tierra, sementera, siega, frío, calor, verano e invierno, día y noche, no cesarán.

Capítulo 9

[1] Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: «Sed fecundos, multiplicaos, llenad la tierra. [2] Infundiréis temor y miedo a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que repta por el suelo, y a todos los peces del mar; quedan a vuestra disposición. [3] Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la hierba verde. [4] Sólo dejaréis de comer la carne con su alma, es decir, con su sangre, [5] y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre: la reclamaré a todo animal y al hombre: a todos y a cada uno reclamaré el alma humana.

[6] Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo El al hombre. [7] Vosotros, pues, sed fecundos y multiplicaos; pululad en la tierra y dominad en ella.» [8] Dijo Dios a Noé y a sus hijos con él: [9] «He aquí que yo establezco mi alianza con vosotros, y con vuestra futura descendencia, [10] y con toda alma viviente que os acompaña: las aves, los ganados y todas las alimañas que hay con vosotros, con todo lo que ha salido del arca, todos los animales de la tierra.

[11] Establezco mi alianza con vosotros, y no volverá nunca más a ser aniquilada toda carne por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra.» [12] Dijo Dios: «Esta es la señal de la alianza que para las generaciones perpetuas pongo entre yo y vosotros y toda alma viviente que os acompaña: [13] Pongo mi arco en las nubes, y servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra. [14] Cuando yo anuble de nubes la tierra, entonces se verá el arco en las nubes, [15] y me acordaré de la alianza que media entre yo y vosotros y toda alma viviente, toda carne, y no habrá más aguas diluviales para exterminar toda carne.

[16] Pues en cuanto esté el arco en las nubes, yo lo veré para recordar la alianza perpetua entre Dios y toda alma viviente, toda carne que existe sobre la tierra.» [17] Y dijo Dios a Noé: «Esta es la señal de la alianza que he establecido entre yo y toda carne que existe sobre la tierra.» [18] Los hijos de Noé que salieron del arca eran Sem, Cam y Jafet. Cam es el padre de Canaán. [19] Estos tres fueron los hijos de Noé, y a partir de ellos se pobló toda la tierra. [20] Noé se dedicó a la labranza y plantó una viña.

[21] Bebió del vino, se embriagó, y quedó desnudo en medio de su tienda. [22] Vio Cam, padre de Canaán, la desnudez de su padre, y avisó a sus dos hermanos afuera. [23] Entonces Sem y Jafet tomaron el manto, se lo echaron al hombro los dos, y andando hacia atrás, vueltas las caras, cubrieron la desnudez de su padre sin verla. [24] Cuando despertó Noé de su embriaguez y supo lo que había hecho con él su hijo menor, [25] dijo: «¡Maldito sea Canaán! ¡Siervo de siervos sea para sus hermanos! [26] Y dijo: «¡Bendito sea Yahveh, el Dios de Sem, y sea Canaán esclavo suyo! [27] ¡Haga Dios dilatado a Jafet; habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán esclavo suyo!» [28] Vivió Noé después del diluvio 350 años.

[29] El total de los días de Noé fue de 950 años, y murió.

Capítulo 10

[1] Esta es la descendencia de los hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet, a quienes les nacieron hijos después del diluvio: [2] Hijos de Jafet: Gomer, Magog, los medos, Yaván, Túbal, Mések y Tirás. [3] Hijos de Gomer: Askanaz, Rifat, Togarmá. [4] Hijos de Yaván: Elisá, Tarsis, los Kittim y los Dodanim. [5] A partir de éstos se poblaron las islas de las gentes. Estos fueron los hijos de Jafet por sus territorios y lenguas, por sus linajes y naciones respectivas.

[6] Hijos de Cam: Kus, Misráyim, Put y Canaán. [7] Hijos de Kus: Seba, Javilá, Sabtá, Ramá y Sabteká. Hijos de Ramá: Seba y Dedán. [8] Kus engendró a Nemrod, que fue el primero que se hizo prepotente en la tierra. [9] Fue un bravo cazador delante de Yahveh, por lo cual se suele decir: «Bravo cazador delante de Yahveh, como Nemrod.» [10] Los comienzos de su reino fueron Babel, Erek y Acad, ciudades todas ellas en tierra de Senaar.

[11] De aquella tierra procedía Asur, que edificó Nínive, Rejobot Ir, Kálaj [12] y Resen, entre Nínive y Kálaj (aquella es la Gran Ciudad). [13] Misráyim engendró a los luditas, anamitas, lehabitas y naftujitas, [14] a los de Patrós, de Kasluj y de Kaftor, de donde salieron los filisteos. [15] Canaán engendró a Sidón, su primogénito, y a Het, [16] al jebuseo, al amorreo, al guirgasita, [17] al jivita, al arqueo, al sineo, [18] al arvadeo, al semareo y al jamateo. Más tarde se propagaron las estirpes cananeas.

[19] La frontera de los cananeos iba desde Sidón, en dirección de Guerar, hasta Gaza; y en dirección de Sodoma, Gomorra, Admá y Seboyim, hasta Lesa. [20] Estos fueron los hijos de Cam, según sus linajes y lenguas, por sus territorios y naciones respectivas. [21] También le nacieron hijos a Sem, padre de todos los hijos de Héber y hermano mayor de Jafet. [22] Hijos de Sem: Elam, Asur, Aparksad, Lud y Aram. [23] Hijos de Aram: Us, Jul, Guéter y Mas.

[24] Arpaksad engendró a Sélaj y Sélaj engendró a Héber. [25] A Héber le nacieron dos hijos: el nombre de uno fue Péleg, porque en sus días fue divida la tierra. Su hermano se llamaba Yoqtán. [26] Yoqtán engendró a Almodad, a Selef, a Jasarmávet, a Yéraj, [27] a Hadoram, a Uzal, a Diclá, [28] a Obal, a Abimael, a Sebá, [29] a Ofir, a Javilá y a Yobab. Todos fueron hijos de Yoqtán.

[30] Su asiento se extendió desde Mesá, en dirección a Sefar, al monte del oriente. [31] Estos fueron los hijos de Sem, según sus linajes y lenguas, por sus territorios y naciones respectivas. [32] Hasta aquí los linajes de los hijos de Noé, según su origen y sus naciones. Y a partir de ellos se dispersaron los pueblos por la tierra después del diluvio.

Capítulo 11

[1] Todo el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras. [2] Al desplazarse la humanidad desde oriente, hallaron una vega en el país de Senaar y allí se establecieron. [3] Entonces se dijeron el uno al otro: «Ea, vamos a fabricar ladrillos, a cocerlos al fuego.» Así el ladrillo les servía de piedra y el betún de argamasa. [4] Después dijeron: «Ea, vamos a edificarnos una ciudad, y una torre con la cúspide en los cielos, hagámonos famosos, por si nos desperdigamos por toda la haz de la tierra.» [5] Bajó Yahveh a ver la ciudad y la torre que habían edificado los humanos, [6] y dijo Yahveh: «He aquí que todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, este es el comienzo de su obra. Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible.

[7] Ea, pues, bajemos, y una vez allí confundamos su lenguaje, de modo que no entienda cada cual el de su prójimo.» [8] Y desde aquel punto los desperdigó Yahveh por toda la haz de la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. [9] Por eso se la llamó Babel; porque allí embrolló Yahveh el lenguaje de todo el mundo, y desde allí los desperdigó Yahveh por toda la haz de la tierra. [10] Estos son los descendientes de Sem: Sem tenía cien años cuando engendró a Arpaksad, dos años después del diluvio. [11] Vivió Sem, después de engendrar a Arpaksad, quinientos años, y engendró hijos e hijas.

[12] Arpaksad era de 35 años de edad cuando engendró a Sélaj. [13] Y vivió Arpaksad, después de engendrar a Sélaj, 403 años, y engendró hijos e hijas. [14] Era Sélaj de treinta años cuando engendró a Héber. [15] Y vivió Sélaj, después de engendrar a Héber, 403 años, y engendró hijos e hijas. [16] Era Héber de 34 años cuando engendró a Péleg.

[17] Y vivió Héber después de engendrar a Péleg 430 años, y engendró hijos e hijas. [18] Era Péleg de treinta años cuando engendró a Reú. [19] Y vivió Péleg, después de engendrar a Reú, 209 años, y engendró hijos e hijas. [20] Era Reú de 32 años cuando engendró a Serug. [21] Y vivió Reú después de engendrar a Serug, 207 años, y engendró hijos e hijas.

[22] Era Serug de treinta años cuando engendró a Najor. [23] Y vivió Serug, después de engendrar a Najor, doscientos años, y engendró hijos e hijas. [24] Era Najor de veintinueve años cuando engendró a Téraj. [25] Y vivió Najor, después de engendrar a Téraj, 119 años, y engendró hijos e hijas. [26] Era Téraj de setenta años cuando engendró a Abram, a Najor y a Harán.

[27] Estos, son los descendientes de Téraj: Téraj engendró a Abram, a Najor y a Harán. Harán engendró a Lot. [28] Harán murió en vida de su padre Téraj, en su país natal, Ur de los caldeos. [29] Abram y Najor se casaron. La mujer de Abram se llamaba Saray, y la mujer de Najor, Milká, hija de Harán, el padre de Milká y de Jiská. [30] Saray era estéril, sin hijos. [31] Téraj tomó a su hijo Abram, a su nieto Lot, el hijo de Harán, y a su nuera Saray, la mujer de su hijo Abram, y salieron juntos de Ur de los caldeos, para dirigirse a Canaán. Llegados a Jarán, se establecieron allí.

[32] Fueron los días de Téraj 205 años, y murió en Jarán.

Capítulo 12

[1] Yahveh dijo a Abram: «Vete de tu tierra, y de tu patria, de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. [2] De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una bendición. [3] Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra.» [4] Marchó, pues, Abram, como se lo había dicho Yahveh, y con él marchó Lot. Tenía Abram 75 años cuando salió de Jarán. [5] Tomó Abram a Saray, su mujer, y a Lot, hijo de su hermano, con toda la hacienda que habían logrado, y el personal que habían adquirido en Jarán, y salieron para dirigirse a Canaán. Llegaron a Canaán, [6] y Abram atravesó el país hasta el lugar sagrado de Siquem, hasta la encina de Moré. Por entonces estaban los cananeos en el país.

[7] Yahveh se apareció a Abram y le dijo: «A tu descendencia he de dar esta tierra.» Entonces él edificó allí un altar a Yahveh que se le había aparecido. [8] De allí pasó a la montaña, al oriente de Betel, y desplegó su tienda, entre Betel al occidente y Ay al oriente. Allí edificó un altar a Yahveh e invocó su nombre. [9] Luego Abram fue desplazándose por acampadas hacia el Négueb. [10] Hubo hambre en el país, y Abram bajó a Egipto a pasar allí una temporada, pues el hambre abrumaba al país. [11] Estando ya próximo a entrar en Egipto, dijo a su mujer Saray: Mirayo sé que eres mujer hermosa.

[12] En cuanto te vean los egipcios, dirán: 'Es su mujer', y me matarán a mí, y a ti te dejarán viva. [13] Di, por favor, que eres mi hermana, a fin de que me vaya bien por causa tuya, y viva yo en gracia a ti.» [14] Efectivamente cuando Abram entró en Egipto, vieron los egipcios que la mujer era muy hermosa. [15] Viéronla los oficiales de Faraón, los cuales se la ponderaron, y la mujer fue llevada al palacio de Faraón. [16] Este trató bien por causa de ella a Abram, que tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, siervas, asnas y camellos.

[17] Pero Yahveh hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas por lo de Saray, la mujer de Abram. [18] Entonces Faraón llamó a Abram, y le dijo: «Qué es lo que has hecho conmigo? ¿Por qué no me avisaste de que era tu mujer? [19] ¿Por qué dijiste: 'Es mi hermana', de manera que yo la tomé por mujer? Ahora, pues, he ahí a tu mujer: toma y vete.» [20] Y Faraón ordenó a unos cuantos hombres que le despidieran a él, a su mujer y todo lo suyo.

Capítulo 13

[1] De Egipto subió Abram al Négueb, junto con su mujer y todo lo suyo, y acompañado de Lot. [2] Abram era muy rico en ganado, plata y oro. [3] Caminando de acampada en acampada se dirigió desde el Négueb hasta Betel, hasta el lugar donde estuvo su tienda entre Betel y Ay, [4] el lugar donde había invocado Abram el nombre de Yahveh. [5] También Lot, que iba con Abram, tenía ovejas, vacadas y tiendas.

[6] Ya la tierra no les permitía vivir juntos, porque su hacienda se había multiplicado, de modo que no podían vivir juntos. [7] Hubo riña entre los pastores del ganado de Abram y los del ganado de Lot. (Además los cananeos y los perizitas habitaban por entonces en el país.) [8] Dijo, pues, Abram a Lot: «Ea, no haya disputas entre nosotros ni entre mis pastores y tus pastores, pues somos hermanos. [9] ¿No tienes todo el país por delante? Pues bien, apártate de mi lado. Si tomas por la izquierda, yo iré por la derecha; y si tú por la derecha, yo por la izquierda.» [10] Lot levantó los ojos y vio toda la vega del Jordán, toda ella de regadío —era antes de destruir Yahveh a Sodoma y Gomorra— como el jardín de Yahveh, como Egipto, hasta llegar a Soar.

[11] Eligió, pues, Lot para sí toda la vega del Jordán, y se trasladó al oriente; así se apartaron el uno del otro. [12] Abram se estableció en Canaán y Lot en las ciudades de la vega, donde plantó sus tiendas hasta Sodoma. [13] Los habitantes de Sodoma eran muy malos y pecadores contra Yahveh. [14] Dijo Yahveh a Abram, después que Lot se separó de él: «Alza tus ojos y mira desde el lugar en donde estás hacia el norte, el mediodía, el oriente, el poniente. [15] Pues bien, toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia por siempre.

[16] Haré tu descendencia como el polvo de la tierra: tal que si alguien puede contar el polvo de la tierra, también podrá contar tu descendencia. [17] Levántate, recorre el país a lo largo y a lo ancho, porque a ti te lo he de dar.» [18] Y Abram vino a establecerse con sus tiendas junto a la encina de Mambré, que está en Hebrón, y edificó allí un altar a Yahveh.

Capítulo 14

[1] Aconteció en los días de Amrafel, rey de Senaar, de Aryok, rey de Ellasar, de Kedorlaomer, rey de Elam, y de Tidal, rey de Goyim, [2] que éstos hicieron guerra a Berá, rey de Sodoma, a Birsá, rey de Gomorra, a Sinab, rey de Admá, a Semeber, rey de Seboyim, al rey de Belá (o sea, Soar). [3] Estos últimos se coligaron en el valle de Siddim (esto es, el mar de la Sal). [4] Doce años habían servido a Kedorlaomer, pero el año trece se rebelaron. [5] Vinieron, pues, en el año catorce Kedorlaomer y los reyes que estaban por él, y derrotaron a los refaítas en en Asterot Carnáyim, a los zuzíes en Ham, a los emíes en la llanura de Quiryatáyim, [6] y a los joritas en las montañas de Seír hasta El Parán, que está frente al desierto.

[7] De vuelta, llegaron a En Mispat (o sea, Cadés), y batieron todo el territorio de los amalecitas, y también a los amorreos que habitaban en Jasesón Tamar. [8] Salieron entonces el rey de Sodoma, el rey de Gomorra, el rey de Admá , el rey de Seboyim y el rey de Belá (esto es, de Soar) y en el valle de Siddim les presentaron batalla: [9] a Kedorlaomer, rey de Elam, a Tidal, rey de Goyim, a Amrafel, rey de Senaar, y a Aryok, rey de Ellasar: cuatro reyes contra cinco. [10] El valle de Siddim estaba lleno de pozos de betún, y como huyesen los reyes de Sodoma y Gomorra, cayeron allí. Los demás huyeron a la montaña. [11] Los vencedores tomaron toda la hacienda de Sodoma y Gomorra con todos sus víveres y se fueron.

[12] Apresaron también a Lot, el sobrino de Abram, y su hacienda, pues él habitaba en Sodoma, y se fueron. [13] Un evadido vino a avisar a Abram el hebreo, que habitaba junto a la encina de Mambré el amorreo, hermano de Eskol y de Aner, aliados a su vez de Abram. [14] Al oír Abram que su hermano había sido hecho cautivo, movilizó la tropa de gente nacida en su casa, en número de 318, y persiguió a aquéllos hasta Dan. [15] Y cayendo él y sus siervos sobre ellos por la noche, los derrotó, y los persiguió hasta Jobá, que está al norte de Damasco; [16] recuperó toda la hacienda, y también a su hermano Lot con su hacienda así como a las mujeres y a la gente.

[17] A su regreso después de batir a Kedorlaomer y a los reyes que con él estaban, le salió al encuentro el rey de Sodoma en el valle de Savé (o sea, el valle del Rey). [18] Entonces Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo, [19] y le bendijo diciendo: «Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de cielos, tierra), [20] y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos!» Y diole Abram el diezmo de todo. [21] Dijo luego el rey de Sodoma a Abram: «Dame las personas, y quédate con la hacienda.»

[22] Pero Abram dijo al rey de Sodoma: «Alzo mi mano ante el Dios Altísimo, creador de cielos, tierra: [23] ni un hilo, ni la correa de un zapato, ni nada de lo tuyo tomaré, y así no dirás: 'Yo he enriquecido a Abram'. [24] Nada en absoluto, salvo lo que han comido los mozos y la parte de los hombres que fueron conmigo: Aner, Eskol y Mambré. Ellos que tomen su parte.»

Capítulo 15

[1] Después de estos sucesos fue dirigida la palabra de Yahveh a Abram en visión, en estos términos: «No temas, Abram, Yo soy para ti un escudo. Tu premio será muy grande.» [2] Dijo Abram: «Mi Señor, Yahveh, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos...?» [3] Dijo Abram: «He aquí_que no me has dado descendencia y un criado de mi casa me va a heredar.» [4] Mas he aquí que la palabra de Yahveh le dijo: «No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas.» [5] Y sacándole afuera, le dijo: «Mira al cielo, cuenta las estrellas, si puedes contarlas.» Y le dijo: «Así será tu descendencia.»

[6] Y creyó él en Yahveh, el cual se lo reputó por justicia. [7] Y le dijo: «Yo soy Yahveh que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra en propiedad.» [8] El dijo: «Mi Señor, Yahveh, ¿en qué conoceré que ha de ser mía? [9] Díjole: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.» [10] Tomó él todas estas cosas, y partiéndolas por medio, puso cada mitad enfrente de la otra. Los pájaros no los partió.

[11] Las aves rapaces bajaron sobre los cadáveres, pero Abram las espantó. [12] Y sucedió que estando ya el sol para ponerse, cayó sobre Abram un sopor, y de pronto le invadió un gran sobresalto. [13] Yahveh dijo a Abram: «Has de saber que tus descendientes serán forasteros en tierra extraña. Los esclavizarán, oprimirán durante cuatrocientos años. [14] Pero yo a mi vez juzgaré a la nación a quien sirvan; y luego saldrán con gran hacienda. [15] Tú en tanto vendrás en paz con tus padres, serás sepultado en buena ancianidad.

[16] Y a la cuarta generación volverán ellos acá; porque hasta entonces no se habrá colmado la maldad de los amorreos.» [17] Y, puesto ya el sol, surgió en medio de densas tinieblas un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre aquellos animales partidos. [18] Aquel día firmó Yahveh una alianza con Abram, diciendo: «A tu descendencia he dado esta tierra, desde el rió de Egipto hasta el Río Grande, el río Eufrates: [19] los quenitas, quenizitas, cadmonitas, [20] hititas, perizitas, refaítas, [21] amorreos, cananeos, guirgasitas y jebuseos.»

Capítulo 16

[1] Saray, mujer de Abram, no le daba hijos. Pero tenía una esclava egipcia, que se llamaba Agar, [2] y dijo Saray a Abram: «Mira, Yahveh me ha hecho estéril. Llégate, pues, te ruego, a mi esclava. Quizá podré tener hijos de ella.» Y escuchó Abram la voz de Saray. [3] Así, al cabo de diez años de habitar Abram en Canaán, tomó Saray, la mujer de Abram, a su esclava Agar la egipcia, y diósela por mujer a su marido Abram. [4] Llegóse, pues, él a Agar, la cual concibió. Pero luego, al verse ella encinta, miraba a su señora con desprecio. [5] Dijo entonces Saray a Abram: «Mi agravio recaiga sobre ti. Yo puse mi esclava en tu seno, pero al verse ella encinta me mira con desprecio. Juzgue Yahveh entre nosotros dos.»

[6] Respondió Abram a Saray: «Ahí tienes a tu esclava en tus manos. Haz con ella como mejor te parezca.» Saray dio en maltratarla y ella huyó de su presencia. [7] La encontró el Angel de Yahveh junto a una fuente de agua en el desierto —la fuente que hay en el camino de Sur [8] y dijo: «Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes, a dónde vas?» Contestó ella: «Voy huyendo de la presencia de mi señora Saray.» [9] «Vuelve a tu señora, le dijo el Angel de Yahveh, y sométete a ella.» [10] Y dijo el Angel de Yahveh: «Multiplicaré de tal modo tu descendencia, que por su gran multitud no podrá contarse.»

[11] Y díjole el Angel de Yahveh: «Mira que has concebido, y darás a luz un hijo, al que llamarás Ismael, porque Yahveh ha oído tu aflicción. [12] Será un onagro humano. Su mano contra todos, y la mano de todos contra él; y enfrente de todos sus hermanos plantará su tienda.» [13] Dio Agar a Yahveh, que le había hablado, el nombre de «Tú eres El-Roí", pues dijo: ¿Si será que he llegado a ver aquí las espaldas de aquel que me ve? [14] Por eso se llamó aquel pozo Pozo de Lajay-Roí. Está entre Cadés y Béred. [15] Agar dio a luz un hijo a Abram, y Abram llamó al hijo que Agar le había dado Ismael.

[16] Tenía Abram 86 años cuando Agar le dio su hijo Ismael.

Capítulo 17

[1] Cuando Abram tenía 99 años, se le apareció Yahveh y le dijo: «Yo soy El-Sadday, anda en mi presencia, sé perfecto. [2] Yo establezco mi alianza entre nosotros dos, y te multiplicaré sobremanera.» [3] Cayó Abram rostro en tierra, y Dios le habló así: [4] «Por mi parte he aquí mi alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos. [5] No te llamarás más Abram, sino que tu nombre será Abraham, pues padre de muchedumbre de pueblos te he constituido.

[6] Te haré fecundo sobremanera, te convertiré en pueblos, y reyes saldrán de ti. [7] Y estableceré mi alianza entre nosotros dos, y con tu descendencia después de ti, de generación en generación: una alianza eterna, de ser yo el Dios tuyo y el de tu posteridad. [8] Yo te daré a ti y a tu posteridad la tierra en que andas como peregrino, todo el país de Canaán, en posesión perpetua, y yo seré el Dios de los tuyos.» [9] Dijo Dios a Abraham: «Guarda, pues, mi alianza, tú, y tu posteridad, de generación en generación. [10] Esta es mi alianza que habéis de guardar entre yo y vosotros —también tu posteridad—: Todos vuestros varones serán circuncidados.

[11] Os circuncidaréis la carne del prepucio, y eso será la señal de la alianza entre yo y vosotros. [12] A los ocho días será circuncidado entre vosotros todo varón, de generación en generación, tanto el nacido en casa como el comprado con dinero a cualquier extraño que no sea de tu raza. [13] Deben ser circuncidados el nacido en tu casa y el comprado con tu dinero, de modo que mi alianza esté en vuestra carne como alianza eterna. [14] El incircunciso, el varón a quien no se le circuncide la carne de su prepucio, ese tal será borrado de entre los suyos por haber violado mi alianza.» [15] Dijo Dios a Abraham: «A Saray, tu mujer, no la llamarás más Saray, sino que su nombre será Sara.

[16] Yo la bendeciré, y de ella también te daré un hijo. La bendeciré, y se convertirá en naciones: reyes de pueblos procederán de ella.» [17] Abraham cayó rostro en tierra y se echó a reír, diciendo en su interior: «¿A un hombre de cien años va a nacerle un hijo?, ¿y Sara, a sus noventa años, va a dar a luz?» [18] Y dijo Abraham a Dios: «¡Si al menos Ismael viviera en tu presencia!» [19] Respondió Dios: «Sí, pero Sara tu mujer te dará a luz un hijo, le pondrás por nombre Isaac. Yo estableceré mi alianza con él, una alianza eterna, de ser el Dios suyo y el de su posteridad. [20] En cuanto a Ismael, también te he escuchado: He aquí que le bendigo, le hago fecundo, le haré crecer sobremanera. Doce príncipes engendrará, haré de él un gran pueblo.

[21] Pero mi alianza la estableceré con Isaac, el que Sara te dará a luz el año que viene por este tiempo.» [22] Y después de hablar con él, subió Dios dejando a Abraham. [23] Tomó entonces Abraham a su hijo Ismael, a todos los nacidos en su casa y a todos los comprados con su dinero —a todos los varones de la casa de Abraham— y aquel mismo día les circuncidó la carne del prepucio, como Dios le había mandado. [24] Tenía Abraham 99 años cuando circuncidó la carne de su prepucio. [25] Ismael, su hijo, era de trece años cuando se le circuncidó la carne de su prepucio.

[26] El mismo día fueron circuncidados Abraham y su hijo Ismael. [27] Y todos los varones de su casa, los nacidos en su casa, y los comprados a extraños por dinero, fueron circuncidados juntamente con él.

Capítulo 18

[1] Apareciósele Yahveh en la encina de Mambré estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día. [2] Levantó los ojos y he aquí que había tres individuos parados cerca de él. Como los vio acudió desde la puerta de la tienda a recibirlos, y se postró en tierra, [3] y dijo: «Señor mío, si te he caído en gracia, no pases de largo cerca de tu servidor. [4] Ea, que traigan un poco de agua y lavaos los pies y recostaos bajo este árbol, [5] que yo iré a traer un bocado de pan, y repondréis fuerzas. Luego pasaréis adelante, que para eso habéis acertado a pasar a la vera de este servidor vuestro.» Dijeron ellos: «Hazlo como has dicho.»

[6] Abraham se dirigió presuroso a la tienda, a donde Sara, y le dijo: Apresta tres arrobas de harina de sémola, amasa y haz unas tortas.» [7] Abraham, por su parte, acudió a la vacada y apartó un becerro tierno y hermoso, y se lo entregó al mozo, el cual se apresuró a aderezarlo. [8] Luego tomó cuajada y leche, junto con el becerro que había aderezado, y se lo presentó, manteniéndose en pie delante de ellos bajo el árbol. Así que hubieron comido [9] dijéronle: «¿Dónde está tu mujer Sara? «Ahí, en la tienda", contestó. [10] Dijo entonces aquél: «Volveré sin falta a ti, pasado el tiempo de un embarazo, para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo.» Sara lo estaba oyendo a la entrada de la tienda, a sus espaldas.

[11] Abraham y Sara eran viejos, entrados en años, y a Sara se le había retirado la regla de las mujeres. [12] Así que Sara rió para sus adentros y dijo: «Ahora que estoy pasada, ¿sentiré el placer, además con mi marido viejo?.» [13] Dijo Yahveh a Abraham. «¿Cómo así se ha reído Sara, diciendo: '¡Seguro que voy a parir ahora de vieja!'? [14] ¿Es que hay nada milagroso para Yahveh? En el plazo fijado volveré, al término de un embarazo, y Sara tendrá un hijo.» [15] Sara negó: «No me he reído", y es que tuvo miedo. Pero aquél dijo: No digas eso, que sí te has reído.»

[16] Levantáronse de allí aquellos hombres y tomaron hacia Sodoma, y Abraham les acompañaba de despedida. [17] Dijo entonces Yahveh: «¿Por ventura voy a ocultarle a Abraham lo que hago, [18] siendo así que Abraham ha de ser un pueblo grande y poderoso, y se bendecirán por él los pueblos todos de la tierra? [19] Porque yo le conozco y sé que mandará a sus hijos y a su descendencia que guarden el camino de Yahveh, practicando la justicia y el derecho, de modo que pueda concerderle Yahveh a Abraham lo que le tiene apalabrado.» [20] Dijo, pues, Yahveh: «El clamor de Sodoma, de Gomorra es grande; y su pecado gravísimo. [21] Ea, voy a bajar personalmente, a ver si lo que han hecho responde en todo al clamor que ha llegado hasta mí, y si no, he de saberlo.» [22] Y marcharon desde allí aquellos individuos camino de Sodoma, en tanto que Abraham permanecía parado delante de Yahveh. [23] Abordóle Abraham y dijo: «Así que vas a borrar al justo con el malvado? [24] Tal vez haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Es que vas a borrarlos, y no perdonarás a aquel lugar por los cincuenta justos que hubiere dentro? [25] Tú no puedes hacer tal cosa: dejar morir al justo con el malvado, y que corran parejas el uno con el otro. Tú no puedes. El juez de toda la tierra ¿va a fallar una injusticia?» [26] Dijo Yahveh: «Si encuentro en Sodoma a cincuenta justos en la ciudad perdonaré a todo el lugar por amor de aquéllos. [27] Replicó Abraham: «Mira que soy atrevido de interpelar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza! [28] Supón que los cincuenta justos fallen por cinco. ¿Destruirías por los cinco a toda la ciudad?» Dijo: «No la destruiré, si encuentro allí a 45".

[29] Insistió todavía: «Supón que se encuentran allí cuarenta.» Respondió: «Tampoco lo haría, en atención de esos cuarenta.» [30] Insistió: «No se enfade mi Señor si le digo: 'Tal vez se encuentren allí treinta'". Respondió: «No lo haré si encuentro allí a esos treinta.» [31] Díjole. «Cuidado que soy atrevido de interpelar a mi Señor! ¿y si se hallaren allí veinte?» [32] Respondió: «Tampoco haría destrucción en gracia de los veinte.» Insistió: «Vaya, no se enfade mi Señor, que ya sólo hablaré esta vez: ¿si se encuentran allí diez?» Dijo: «Tampoco haría destrucción, en gracia de los diez.» [33] Partió Yahveh así que hubo acabado de conversar con Abraham, y éste se volvió a su lugar.

Capítulo 19

[1] Los dos ángeles llegaron a Sodoma por la tarde. Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Al verlos, Lot se levantó a su encuentro y postrándose rostro en tierra, [2] dijo: «Ea, señores, por favor, desviaos hacia la casa de este servidor vuestro. Hacéis noche, os laváis los pies, y de madrugada seguiréis vuestro camino.» Ellos dijeron: «No; haremos noche en la plaza.» [3] Pero tanto porfió con ellos, que al fin se hospedaron en su casa. El les preparó una comida cociendo unos panes cenceños y comieron. [4] No bien se habían acostado, cuando los hombres de la ciudad, los sodomitas, rodearon la casa desde el mozo hasta el viejo, todo el pueblo sin excepción. [5] Llamaron a voces a Lot y le dijeron: «¿Dónde están los hombres que han venido donde ti esta noche? Sácalos, para que abusemos de ellos.»

[6] Lot salió donde ellos a la entrada, cerró la puerta detrás de sí, [7] y dijo: «Por favor, hermanos, no hagáis esta maldad. [8] Mirad, aquí tengo dos hijas que aún no han conocido varón. Os las sacaré y haced con ellas como bien os parezca; pero a estos hombres no les hagáis nada, que para eso han venido al amparo de mi techo.» [9] Mas ellos respondieron: «¡Quita allá! Uno que ha venido a avecindarse, ¿va a meterse a juez? Ahora te trataremos a ti peor que a ellos.» Y forcejearon con él, con Lot, de tal modo que estaban a punto de romper la puerta. [10] Pero los hombres alargaron las manos, tiraron de Lot hacia sí, adentro de la casa, cerraron la puerta, [11] y a los hombres que estaban a la entrada de la casa les dejaron deslumbrados desde el chico hasta el grande, y mal se vieron para encontrar la entrada.

[12] Los hombres dijeron a Lot: «¿A quién más tienes aquí? Saca de este lugar a tus hijos e hijas, a quienquiera que tengas en la ciudad, [13] porque vamos a destruir este lugar, que es grande el clamor de ellos en la presencia de Yahveh, y Yahveh nos ha enviado a destruirlos.» [14] Salió Lot y habló con sus yernos, los prometidos de sus hijas: «Levantaos, dijo, salid de este lugar, porque Yahveh va a destruir la ciudad.» Pero sus yernos le tomaron a broma. [15] Al rayar el alba, los ángeles apremiaron a Lot diciendo: «Levántate, toma a tu mujer, a tus dos hijas que se encuentran aquí, no vayas a ser barrido por la culpa de la ciudad.» [16] Y como él remoloneaba, los hombres le asieron de la mano lo mismo que a su mujer y a sus dos hijas por compasión de Yahveh hacia él, y sacándole le dejaron fuera de la ciudad.

[17] Mientras los sacaban afuera, dijo uno: «¡Escápate, por vida tuya! No mires atrás ni te pares en toda la redonda. Escapa al monte, no vayas a ser barrido.» [18] Lot les dijo: «No, por favor, Señor mío. [19] Ya que este servidor tuyo te ha caído en gracia, y me has hecho el gran favor de dejarme con vida, mira que no puedo escaparme al monte sin riesgo de que me alcance el daño y la muerte. [20] Ahí cerquita está esa ciudad a donde huir. Es una pequeñez. ¡Ea, voy a escaparme allá —¿verdad que es una pequeñez?— y quedaré con vida!» [21] Díjole: «Bien, te concedo también eso de no arrasar la ciudad que has dicho. [22] Listo, escápate allá, porque no puedo hacer nada hasta que no entres allí.» Por eso se llamó aquella ciudad Soar. [23] El sol asomaba sobre el horizonte cuando Lot entraba en Soar. [24] Entonces Yahveh hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de parte de Yahveh. [25] Y arrasó aquellas ciudades, y toda la redonda con todos los habitantes de las ciudades y la vegetación del suelo. [26] Su mujer miró hacia atrás y se volvió poste de sal.

[27] Levantóse Abraham de madrugada y fue al lugar donde había estado en presencia de Yahveh. [28] Dirigió la vista en dirección de Sodoma y Gomorra y de toda la región de la redonda, miró, y he aquí que subía una humareda de la tierra cual la de una fogata. [29] Así pues, cuando Dios destruyó las ciudades de la redonda, se acordó de Abraham y puso a Lot a salvo de la catástrofe, cuando arrasó las ciudades en que Lot habitaba. [30] Subió Lot desde Soar y se quedó a vivir en el monte con sus dos hijas, temeroso de vivir en Soar. El y sus dos hijas se instalaron en una cueva. [31] La mayor dijo a la pequeña: «Nuestro padre es viejo, no hay ningún hombre en el país que se una a nosotras como se hace en todo el mundo.

[32] Ven, vamos a propinarle vino a nuestro padre, nos acostaremos con él y así engendraremos descendencia.» [33] En efecto, propinaron vino a su padre aquella misma noche, y entró la mayor y se acostó con su padre, sin que él se enterase de cuándo ella se acostó ni cuándo se levantó. [34] Al día siguiente dijo la mayor a la pequeña: «Mira, yo me he acostado anoche con mi padre. Vamos a propinarle vino también esta noche, entras tú a acostarte con él, así engendraremos de nuestro padre descendencia.» [35] Propinaron, pues, también aquella noche vino a su padre, y levantándose la pequeña se acostó con él, sin que él se enterase de cuándo ella se acostó ni cuándo se levantó. [36] Las dos hijas de Lot quedaron encinta de su padre.

[37] La mayor dio a luz un hijo, y le llamó Moab: es el padre de los actuales moabitas. [38] La pequeña también dio a luz un hijo, y le llamó Ben Ammí: es el padre de los actuales ammonitas.

Capítulo 20

[1] Trasladóse de allí Abraham al país del Négueb, y se estableció entre Cadés y Sur. Habiéndose avecindado en Guerar, [2] decía Abraham de su mujer Sara: Es mi hermana. Entonces el rey de Guerar, Abimélek, envió por Sara y la tomó. [3] Pero vino Dios a Abimélek en un sueño nocturno y le dijo: «Date muerto por esa mujer que has tomado, que está casada. [4] Abimélek, que no se había acercado a ella, dijo: Señores que asesinas a la gente aunque sea honrada? [5] ¿No me dijo él a mí: 'Es mi hermana', y ella misma dijo: 'Es mi hermano?' Con corazón íntegro y con manos limpias he procedido.» [6] Y le dijo Dios en el sueño: «Ya sé yo también que con corazón íntegro has procedido como que yo mismo te he estorbado de faltar contra mí. Por eso no te he dejado tocarla.

[7] Pero ahora devuelve la mujer a ese hombre, porque es un profeta; él rogará por ti para que vivas. Pero si no la devuelves, sábete que morirás sin remedio, tú y todos los tuyos.» [8] Levantóse Abimélek de mañana, llamó a todos sus siervos y les refirió todas estas cosas; los hombres se asustaron mucho. [9] Luego llamó Abimélek a Abraham, y le dijo: «Qué has hecho con nosotros? ¿en qué te he faltado, para que trajeras sobre mí y mi reino una falta tan grande? Lo que no se hace has hecho conmigo.» [10] Y dijo Abimélek a Abraham: «¿Qué te ha movido a hacer esto? [11] Dijo Abraham: «Es que me dije: 'Seguramente no hay temor de Dios en este lugar, y van a asesinarme por mi mujer.' [12] Pero es que, además, es cierto que es hermana mía, hija de mi padre aunque no de mi madre, y vino a ser mi mujer.

[13] Y desde que Dios me hizo vagar lejos de mi familia, le dije a ella: Vas a hacerme este favor: a dondequiera que lleguemos, dices de mí: Es mi hermano.» [14] Tomó Abimélek ovejas y vacas, siervos y esclavas, se los dio a Abraham, y le devolvió su mujer Sara. [15] Y dijo Abimélek: «Ahí tienes mi país por delante: quédate donde se te antoje.» [16] A Sara le dijo: «Mira, he dado a tu hermano mil monedas de plata, que serán para ti y para los que están contigo como venda en los ojos, de todo esto serás justificada.» [17] Abraham rogó a Dios, y Dios curó a Abimélek, a su mujer, y a sus concubinas, que tuvieron hijos; [18] pues Yahveh había cerrado absolutamente toda matriz de casa de Abimélek, por lo de Sara, la mujer de Abraham.

Capítulo 21

[1] Yahveh visitó a Sara como lo había dicho, e hizo Yahveh por Sara lo que había prometido. [2] Concibió Sara y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el plazo predicho por Dios. [3] Abraham puso al hijo que le había nacido y que le trajo Sara el nombre de Isaac. [4] Abraham circuncidó a su hijo Isaac a los ocho días, como se lo había mandado Dios. [5] Abraham era de cien años cuando le nació su hijo Isaac.

[6] Y dijo Sara: «Dios me ha dado de qué reír; todo el que lo oiga se reirá conmigo.» [7] Y añadió: «¿Quién le habría dicho a Abraham que Sara amamantaría hijos?; pues bien, yo le he dado un hijo en su vejez.» [8] Creció el niño y fue destetado, y Abraham hizo un gran banquete el día que destetaron a Isaac. [9] Vio Sara al hijo que Agar la egipcia había dado a Abraham jugando con su hijo Isaac, [10] dijo a Abraham: «Despide a esa criada y a su_hijo, pues no va a heredar el hijo de esa criada juntamente con mi hijo, con Isaac.»

[11] Sintiólo muy mucho Abraham, por tratarse de su hijo, [12] pero Dios dijo a Abraham: «No lo sientas ni por el chico ni por tu criada. En todo lo que te dice Sara, hazle caso; pues aunque por Isaac llevará tu nombre una descendencia, [13] también del hijo de la criada haré una gran nación, por ser descendiente tuyo.» [14] Levantóse, pues, Abraham de mañana, tomó pan y un odre de agua, y se lo dio a Agar, le puso al hombro el niño y la despidió. Ella se fue y anduvo por el desierto de Berseba. [15] Como llegase a faltar el agua del odre, echó al niño bajo una mata, [16] y ella misma fue a sentarse enfrente, a distancia como de un tiro de arco, pues decía: «No quiero ver morir al niño.» Sentada, pues, enfrente, se puso a llorar a gritos.

[17] Oyó Dios la voz del chico, y el Angel de Dios llamó a Agar desde los cielos y le dijo: «¿Qué_te_pasa, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del chico en donde está. [18] ¡Arriba!, levanta al chico y tenle de la mano, porque he de convertirle en una gran nación.» [19] Entonces abrió Dios los ojos de ella, y vio un pozo de agua. Fue, llenó el odre de agua y dio de beber al chico. [20] Dios asistió al chico, que se hizo mayor y vivía en el desierto, y llegó a ser gran arquero. [21] Vivía en el desierto de Parán, y su madre tomó para él una mujer del país de Egipto.

[22] Sucedió por aquel tiempo que Abimélek, junto con Pikol, capitán de su tropa, dijo a Abraham: «Dios está contigo en todo lo que haces. [23] Ahora, pues, júrame por Dios aquí mismo sin mentir, y tanto a mí como a mis hijos y a mis nietos, que la misma benevolencia que he tenido para contigo, la tendrás tú para conmigo y con el país donde te hemos recibido como huésped.» [24] Abraham dijo: «Lo juro.» [25] Entonces Abraham se quejó a Abimélek con motivo de un pozo que habían usurpado los súbditos de Abimélek. [26] Y dijo Abimélek: «No sé quién ha hecho eso. Ni tú me lo habías notificado ni yo había oído nada hasta hoy.»

[27] Abraham tomó unas ovejas y vacas, se las dio a Abimélek, e hicieron los dos un pacto. [28] Abraham puso siete corderas aparte. [29] Dijo Abimélek a Abraham: «¿Para qué son esas siete corderas que has apartado?» [30] Dijo: «Estas siete corderas las vas a aceptar de mi mano para que me sirvan de testimonio de que yo he excavado este pozo.» [31] Por eso se llamó a aquel lugar Berseba, porque allí juraron ambos.

[32] Hicieron, pues, el pacto en Berseba; luego, levantándose Abimélek y Pikol, capitán de su tropa, se volvieron al país de los filisteos. [33] Abraham plantó un tamarisco en Berseba en invocó allí el nombre de Yahveh, Dios eterno. Abraham estuvo residiendo en el país de los filisteos muchos años.

Capítulo 22

[1] Después de estas cosas sucedió que Dios tentó a Abraham y le dijo: «¡Abraham, Abraham!» El respondió: «Heme_aquí.» [2] Díjole: «Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécele allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga.» [3] Levantóse, pues, Abraham de madrugada, aparejó su asno y tomó consigo a dos mozos y a su hijo Isaac. Partió la leña del holocausto y se puso en marcha hacia el lugar que le había dicho Dios. [4] Al tercer día levantó Abraham los ojos y vio el lugar desde lejos. [5] Entonces dijo Abraham a sus mozos: «Quedaos aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allí, haremos adoración y volveremos donde vosotros.»

[6] Tomó Abraham la leña del holocausto, la cargó sobre su hijo Isaac, tomó en su mano el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos. [7] Dijo Isaac a su padre Abraham: «¡Padre!» Respondió: «¿qué_hay, hijo?» —"Aquí está el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?» [8] Dijo Abraham: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.» Y siguieron andando los dos juntos. [9] Llegados al lugar que le había dicho Dios, construyó allí Abraham el altar, y dispuso la leña; luego ató a Isaac, su hijo, y le puso sobre el ara, encima de la leña. [10] Alargó Abraham la mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo.

[11] Entonces le llamó el Angel de Yahveh desde los cielos diciendo: «¡Abraham, Abraham!» El dijo: Heme aquí. [12] Dijo el Angel: «No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya sé que tú eres temeroso de Dios ya que no me has negado tu hijo, tu único.» [13] Levantó Abraham los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abraham, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo. [14] Abraham llamó a aquel lugar Yahveh provee, de donde se dice hoy en día: «En el monte 'Yahveh provee'.» [15] El Angel de Yahveh llamó a Abraham por segunda vez desde los cielos, [16] y dijo: «Por mí mismo juro, oráculo de Yahveh, que por haber hecho esto, por no haberme negado tu hijo, tu único, [17] yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adueñará tu descendencia de la puerta de sus enemigos.

[18] Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido tú mi voz.» [19] Volvió Abraham al lado de sus mozos, y emprendieron la marcha juntos hacia Berseba. Y Abraham se quedó en Berseba. [20] Después de estas cosas, se anunció a Abraham: «También Milká ha dado hijos a tu hermano Najor: [21] Us, su primogénito; Buz, hermano del anterior, y Quemel, padre de Aram, [22] Késed, Jazó, Pildás, Yidlaf y Betuel.» [23] (Betuel engendró a Rebeca.) Estos ocho le dio Milká a Najor, hermano de Abraham.

[24] Su concubina, llamada Reumá, también dio a luz a Tébaj, Gájam, Tájas, y Maaká.

Capítulo 23

[1] Sara vivió 127 años. [2] Murió Sara en Quiryat Arbá —que es Hebrón— en el país de Canaán, y Abraham hizo duelo por Sara y la lloró. [3] Luego se levantó Abraham de delante de la muerta, y habló a los hijos de Het en estos términos: [4] «Yo soy un simple forastero que reside entre vosotros. Dadme una propiedad sepulcral entre vosotros, para retirar y sepultar a mi muerta.» [5] Respondieron los hijos de Het a Abraham diciéndole: [6] «A ver si nos entendemos, señor; tú eres un príncipe divino entre nosotros. En el mejor de nuestros sepulcros sepulta a tu muerta. Ninguno de nosotros te negará su sepulcro, para que entierres a tu muerta.»

[7] Levantóse Abraham, e hizo una reverencia a los paisanos, a los hijos de Het, [8] y les habló en estos términos: «Si estáis de acuerdo con que yo retire y sepulte a mi muerta, escuchadme e interceded por mí ante Efrón, hijo de Sójar, [9] para que me dé la cueva de la Makpelá que es suya y que está al borde de su finca. Que me la dé por lo que valga en propiedad sepulcral entre vosotros.» [10] Efrón estaba sentado entre los hijos de Het. Respondió, pues, Efrón el hitita a Abraham, a oídas de los hijos de Het y de todos los que entraban por la puerta de la ciudad diciendo: [11] «No señor, escúchame: te doy la finca, te doy también la cueva que hay en ella. A la vista de los hijos de mi pueblo te la doy: sepulta a tu muerta.» [12] Abraham hizo una reverencia a los paisanos, [13] y se dirigió a Efrón, a oídas de los paisanos, diciendo: «A ver si nos entendemos. Te doy el precio de la finca; acéptamelo, enterraré allí a mi muerta.»

[14] Respondió Efrón a Abraham: [15] «Señor mío, escúchame: Cuatrocientos siclos de plata por un terreno qué nos suponen a ti, a mí? Sepulta a tu muerta.» [16] Abraham accedió y pesó a Efrón la plata que éste había pedido a oídas de los hijos de Het: cuatrocientos siclos de plata corriente de mercader. [17] Así fue cómo la finca de Efrón que está en la Makpelá, frente a Mambré, la finca y la cueva que hay en ella y todos los árboles que rodean la finca por todos sus lindes, todo ello vino a ser [18] propiedad de Abraham, a la vista de los hijos de Het, y todos los que entraban por la puerta de la ciudad.

[19] Después Abraham sepultó a su mujer Sara en la cueva del campo de la Makpelá frente a Mambré (es Hebrón), en Canaán. [20] Así aquel campo y la cueva que hay en él llegaron a ser de Abraham como propiedad sepulcral, recibida de los hijos de Het.

Capítulo 24

[1] Abraham era ya un viejo entrado en años, y Yahveh había bendecido a Abraham en todo. [2] Abraham dijo al siervo más viejo de su casa y mayordomo de todas sus cosas: «Ea, pon tu mano debajo de mi muslo, [3] que voy a juramentarte por Yahveh, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos con los que vivo; [4] sino que irás a mi tierra y a mi patria a tomar mujer para mi hijo Isaac.» [5] Díjole el siervo: «Tal vez no quiera la mujer seguirme a este país. ¿Debo en tal caso volver y llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?» [6] Díjole Abraham: «Guárdate de llevar allá a mi hijo. [7] Yahveh, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que me tomó de mi casa paterna y de mi patria, y que me habló y me juró, diciendo: 'A tu descendencia daré esta tierra', él enviará su Angel delante de ti, y tomarás de allí mujer para mi hijo. [8] Si la mujer no quisiere seguirte, no responderás de este juramento que te tomo. En todo caso, no lleves allá a mi hijo.» [9] El siervo puso su mano debajo del muslo de su señor Abraham y le prestó juramento según lo hablado. [10] Tomó el siervo diez camellos de los de su señor y de las cosas mejores de su señor y se puso en marcha hacia Aram Naharáyim, hacia la ciudad de Najor. [11] Hizo arrodillar al los camellos fuera de la ciudad junto al pozo, al atardecer, a la hora de salir las aguadoras, [12] y dijo: «Yahveh, Dios de mi señor Abraham: dame suerte hoy, y haz favor a mi señor Abraham. [13] Voy a quedarme parado junto a la fuente, mientras las hijas de los ciudadanos salen a sacar agua. [14] Ahora bien, la muchacha a quien yo diga 'Inclina, por favor, tu cántaro para que yo beba', y ella responda: 'Bebe, y también voy a abrevar tus camellos', ésa sea la que tienes designada para tu siervo Isaac, y por ello conoceré que haces favor a mi señor.» [15] Apenas había acabado de hablar, cuando he aquí que salía Rebeca, hija de Betuel, el hijo de Milká, la mujer de Najor, hermano de Abraham, con su cántaro al hombro. [16] La joven era de muy buen ver, virgen, que no había conocido varón. Bajó a la fuente, llenó su cántaro y subió. [17] El siervo corrió a su encuentro y dijo: «Dame un poco de agua de tu cántaro.»

[18] «Bebe, señor, dijo ella, y bajando en seguida el cántaro sobre su brazo, le dio de beber. [19] Y en acabando de darle, dijo: «También para tus camellos voy a sacar, hasta que se hayan saciado.» [20] Y apresuradamente vació su cántaro en el abrevadero y corriendo otra vez al pozo sacó agua para todos los camellos. [21] El hombre la contemplaba callando para saber si Yahveh había dado éxito o no a su misión. [22] En cuanto los camellos acabaron de beber, tomó el hombre un anillo de oro de medio siclo de peso, que colocó en la nariz de la joven, y un par de brazaletes de diez siclos de oro en sus brazos, [23] y dijo: «De quién eres hija? Dime: ¿hay en casa de tu padre sitio para hacer noche?» [24] Ella le dijo: «Soy hija de Betuel, el hijo que Milká dio a Najor.»

[25] Y agregó: «También tenemos paja, forraje en abundancia, y sitio para pasar la noche.» [26] Entonces se postró el hombre y adoró a Yahveh, [27] diciendo: «Bendito sea Yahveh, el Dios de mi señor Abraham, que no ha retirado su favor y su lealtad para con mi señor. Yahveh me ha traído a parar a casa del hermano de mi señor.» [28] La joven corrió a anunciar a casa de su madre todas estas cosas. [29] Tenía Rebeca un hermano llamado Labán. Este corrió donde el hombre, afuera, a la fuente.

[30] En efecto, en cuanto vio el anillo y los brazaletes en los brazos de su hermana, y oyó decir a su hermana Rebeca: «Así me ha hablado aquel hombre, se llegó a donde él. Le encontró todavía junto a los camellos cerca de la fuente, [31] y le dijo: «Ven, bendito de Yahveh. ¿Por qué te quedas parado fuera, si yo he desocupado la casa, he hecho sitio para los camellos?» [32] El hombre entró en la casa, y Labán desaparejó los camellos, les dio paja y forraje, y al hombre y a sus acompañantes agua para lavarse los pies. [33] Después les sirvió de comer, pero el otro dijo: «No comeré hasta no haber dicho lo que tengo que decir.» A lo que respondió Labán: Habla. [34] Yo soy, dijo, siervo de Abraham. [35] Yahveh ha bendecido con largueza a mi señor, que se ha hecho rico, pues le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y esclavas, camellos y asnos. [36] Y Sara, la mujer de mi señor, envejecida ya, dio a luz un hijo a mi señor, que le ha cedido todo cuanto posee. [37] En cuanto a mí, mi señor me ha tomado juramento, diciendo: 'No tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos en cuyo país resido. [38] ¡Como no vayas a casa de mi padre y a mi parentela a tomar mujer para mi hijo...!'» [39] Yo dije a mi señor: «¿Y si acaso no me sigue la mujer?» [40] Y él me dijo: «Yahveh, en cuya presencia he andado, enviará su Angel contigo, y dará éxito a tu viaje, y así tomarás mujer para mi hijo de mi parentela y de la casa de mi padre. [41] Entonces quedarás libre de mi maldición, cuando llegues a mi parentela; y si no te la dieren también quedarás libre de mi maldición.' [42] Pues bien: llego hoy a la fuente y me digo: 'Yahveh, Dios de mi señor Abraham, si en efecto das éxito a este mi viaje, [43] aquí me quedo parado junto a la fuente. La doncella que salga a sacar agua, y yo le diga: Dame de beber un poco de agua de tu cántaro [44] y ella me responda: Bebe tú, y voy a sacar también para tus camellos, ésa será la mujer que Yahveh tiene destinada para el hijo de mi señor.' [45] Apenas había acabado de hablar conmigo mismo, cuando he aquí que Rebeca salía con su cántaro al hombro, bajó a la fuente y sacó agua. Yo le dije: 'Ea, dame de beber', [46] y enseguida bajó su cántaro del hombro y dijo: 'Bebe, y también voy a abrevar tus camellos.' Bebí, pues, y ella abrevó también los camellos.

[47] Yo le pregunté: '¿De quién eres hija?' Me respondió: 'Soy hija de Betuel, el hijo que Milká dio a Najor.' Entonces puse el anillo en su nariz, y los brazaletes en sus brazos, [48] y postrándome adoré a Yahveh, y bendije a Yahveh, el Dios de mi señor Abraham, que me había puesto en el buen camino para tomar a la hija del hermano de mi señor para su hijo. [49] Ahora, pues, decidme si estáis dispuestos a usar de favor y lealtad para con mi señor, y si no, decídmelo también, para que yo tire por la derecha o por la izquierda.» [50] Respondieron Labán y Betuel: «De Yahveh ha salido este asunto. Nosotros no podemos decirte está mal, está bien. [51] Ahí tienes delante a Rebeca: tómala y vete, y sea ella mujer del hijo de tu señor, como ha dicho Yahveh.» [52] Cuando el siervo de Abraham oyó lo que decían, adoró a Yahveh en tierra.

[53] Acto seguido sacó el siervo objetos de plata y oro y vestidos, y se los dio a Rebeca. También hizo regalos a su hermano y a su madre. [54] Luego comieron y bebieron, él y los hombres que le acompañaban, y pasaron la noche. Por la mañana se levantaron, y él dijo: «Permitidme que marche donde mi señor.» [55] El hermano y la madre de Rebeca dijeron: «Que se quede la chica con nosotros unos días, por ejemplo diez. Luego se irá.» [56] Mas él les dijo: «No me demoréis. Puesto que Yahveh ha dado éxito a mi viaje, dejadme salir para que vaya donde mi señor.» [57] Ellos dijeron: «Llamemos a la joven, preguntémosle su opinión.»

[58] Llamaron, pues, a Rebeca, y le dijeron: «¿Qué? ¿te vas con este hombre?» «Me voy", contestó ella. [59] Entonces despidieron a su hermana Rebeca con su nodriza, y al siervo de Abraham y a sus hombres. [60] Y bendijeron a Rebeca, y le decían: «Oh hermana nuestra, que llegues a convertirte en millares de miríadas, y conquiste tu descendencia la puerta de sus enemigos!» [61] Levantóse Rebeca con sus doncellas y, montadas en los camellos, siguieron al hombre. El siervo tomó a Rebeca y se fue. [62] Entretanto, Isaac había venido del pozo de Lajay-Roí, pues habitaba en el país del Négueb.

[63] Una tarde había salido Isaac de paseo por el campo, cuando he aquí que al alzar la vista, vio que venían unos camellos. [64] Rebeca a su vez alzó sus ojos y viendo a Isaac, se apeó del camello, [65] y dijo al siervo: «¿Quién es aquel hombre que camina por el campo a nuestro encuentro?» Dijo el siervo: «Es mi señor.» Entonces ella tomó el velo y se cubrió. [66] El siervo contó a Isaac todo lo que había hecho, [67] e Isaac introdujo a Rebeca en la tienda, tomó a Rebeca, que pasó a ser su mujer, y él la amó. Así se consoló Isaac por la pérdida de su madre.

Capítulo 25

[1] Abraham volvió a tomar otra mujer, llamada Queturá. [2] Esta le dio a Zimrán, Yoqsán, Medán, Madián, Yisbaq y Súaj. [3] —Yoqsán engendró a Seba y a Dedán. Hijos de Dedán fueron los asuritas, los letusíes y los leumies. [4] Hijos de Madián: Efá, Efer, Henoc, Abidá y Eldaá. Todos éstos, hijos de Queturá. [5] Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac.

[6] A los hijos de las concubinas que tenía Abraham les hizo donaciones y, viviendo aún él, los separó de Isaac, enviándoles hacia levante, al país de Oriente. [7] Estos fueron los días de vida de Abraham: 175 años. [8] Expiró, pues, Abraham y murió en buena ancianidad, viejo y lleno de días, y fue a juntarse con su pueblo. [9] Sus hijos Isaac e Ismael le sepultaron en la cueva de la Makpelá, al borde de la finca de Efrón, hijo de Sójar, el hitita, enfrente de Mambré. [10] En la finca que Abraham había comprado a los hijos de Het, allí fue sepultado Abraham con su mujer Sara.

[11] Después de la muerte de Abraham, bendijo Dios a su hijo Isaac. Isaac se estableció en las inmediaciones del pozo de Lajay-Roí. [12] Estos son los descendientes de Ismael, hijo de Abraham, el que le dio a Abraham Agar la egipcia, esclava de Sara; [13] y estos son los nombres de los hijos de Ismael, por orden de nacimiento: El primogénito de Ismael, Nebayot; después, Quedar, Adbeel, Mibsam, [14] Mismá, Dumá, Massá, [15] Jadad, Temá, Yetur, Nafís y Quedmá.

[16] Estos son los hijos de Ismael, y éstos sus nombres según sus poblados y sus aduares: doce caudillos de otros tantos pueblos. [17] Y estos fueron los años de vida de Ismael: 137 años. Luego expiró y murió, y fue a juntarse con su pueblo. [18] Ocupó desde Javilá hasta Sur, que cae enfrente de Egipto, según se va a Asur. Se estableció enfrente de todos sus hermanos. [19] Esta es la historia de Isaac, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac. [20] Tenía Isaac cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel, el arameo de Paddán Aram, y hermana de Labán el arameo.

[21] Isaac suplicó a Yahveh en favor de su mujer, pues era estéril, y Yahveh le fue propicio, y concibió su mujer Rebeca. [22] Pero los hijos se entrechocaban en su seno. Ella se dijo: «Siendo así, ¿para_qué_vivir?» Y fue a consultar a Yahveh. [23] Yahveh le dijo: «Dos pueblos hay en tu vientre, dos naciones que al salir de tus entrañas se dividirán. La una oprimirá a la otra; el mayor servirá al pequeño.» [24] Cumpliéronsele los días de dar a luz, y resultó que había dos mellizos en su vientre. [25] Salió el primero, rubicundo todo él, como una pelliza de zalea, y le llamaron Esaú.

[26] Después salió su hermano, cuya mano agarraba el talón de Esaú, y se llamó Jacob. Isaac tenía sesenta años cuando los engendró. [27] Crecieron los muchachos. Esaú llegó a ser un cazador experto, un hombre montaraz, y Jacob un hombre muy de la tienda. [28] Isaac quería a Esaú, porque le gustaba la caza, y Rebeca quería a Jacob. [29] Una vez, Jacob había preparado un guiso cuando llegó Esaú del campo, agotado. [30] Dijo Esaú a Jacob: «Oye, dame a probar de lo rojo, de eso rojo, porque estoy agotado.» —Por eso se le llamó Edom. [31] Dijo Jacob: «Véndeme ahora mismo tu primogenitura.»

[32] Dijo Esaú: «Estoy que me muero. ¿Qué me importa la primogenitura?» [33] Dijo Jacob: «Júramelo ahora mismo.» Y él se lo juró, vendiendo su primogenitura a Jacob. [34] Jacob dio a Esaú pan y el guiso de lentejas, y éste comió y bebió, se levantó y se fue. Así desdeñó Esaú la primogenitura.

Capítulo 26

[1] Hubo hambre en el país —aparte de la primera que tuvo lugar en tiempo de Abraham— y fue Isaac a Guerar, a donde Abimélek, rey de los filisteos. [2] Yahveh se le apareció y le dijo: «No bajes a Egipto. Quédate en la tierra que yo te indique. [3] Reside en esta tierra, y yo te asistiré y bendeciré; porque a ti y a tu descendencia he de dar todas estas tierras, y mantendré el juramento que hice a tu padre Abraham. [4] Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras. Y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, [5] en pago de que Abraham me obedeció y guardó mis observancias, mis mandamientos, mis preceptos y mis instrucciones.» [6] Establecióse, pues, Isaac en Guerar.

[7] Los del lugar le preguntaban por su mujer, y él decía: «Es mi hermana". En efecto, le daba reparo decir: «Es mi mujer", no fuesen a matarle los del lugar por causa de Rebeca, ya que ella era de buen ver. [8] Ya llevaba largo tiempo allí, cuando aconteció que Abimélek, rey de los filisteos, atisbando por una ventana, observó que Isaac estaba solazándose con su mujer Rebeca. [9] Llama Abimélek a Isaac y le dice: ¡Con que es tu mujer! ¿Pues cómo has venido diciendo: Es mi hermana?» Dícele Isaac: «Es que me dije: A ver si voy a morir por causa de ella.» [10] Replicó Abimélek: «Qué es lo que nos has hecho? Si por acaso llega a acostarse cualquiera del pueblo con tu mujer, tú nos habrías echado la culpa.»s [11] Entonces Abimélek ordenó a todo el pueblo: «Quien tocare a este hombre o a su mujer, morirá sin remedio.»

[12] Isaac sembró en aquella tierra, y cosechó aquel año el ciento por uno. Yahveh le bendecía [13] y el hombre se enriquecía, se iba enriqueciendo más y más hasta que se hizo riquísimo. [14] Tenía rebaños de ovejas y vacadas y copiosa servidumbre. Los filisteos le tenían envidia. [15] Todos los pozos que habían cavado los siervos de su padre —en tiempos de su padre Abraham— los habían cegado los filisteos, llenándolos de tierra. [16] Entonces Abimélek dijo a Isaac: «Apártate de nuestro lado, porque te has hecho mucho más poderoso que nosotros.»

[17] Isaac se fue de allí y acampó en la vaguada de Guerar, estableciéndose allí. [18] Isaac volvió a cavar los pozos de agua que habían cavado los siervos de su padre Abraham, y que los filisteos habían cegado después de la muerte de Abraham, y les puso los mismos nombres que les había puesto su padre. [19] Cavaron los siervos de Isaac en la vaguada y encontraron allí un pozo de aguas vivas. [20] Pero riñeron los pastores de Guerar con los pastores de Isaac, diciendo: «El agua es nuestra.» El llamó al pozo Eseq, ya que se habían querellado con él. [21] Excavaron otro pozo, y también riñeron por él: lo llamó Sitná.

[22] Partió de allí y cavó otro pozo, y ya no riñeron por él: lo llamó Rejobot, y dijo: «Ahora Yahveh nos ha dado desahogo, prosperaremos en esta tierra.» [23] De allí subió a Berseba. [24] Yahveh se le apareció aquella noche y dijo: «Yo soy el Dios de tu padre Abraham. no temas, porque yo estoy contigo. Te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham, mi siervo.» [25] Allí construyó un altar e invocó el nombre de Yahveh. Allí desplegó su tienda, y los siervos de Isaac perforaron allí un pozo. [26] Entonces Abimélek fue a donde él desde Guerar, con Ajuzat, uno de sus familiares, y Pikol, capitán de su tropa.

[27] Díceles Isaac: «Cómo es que venís a mí. vosotros que me odiáis y me habéis echado de vuestra compañía?» [28] Contestaron ellos: «Hemos visto claramente que Yahveh se ha puesto de tu parte, y hemos dicho: 'Ea, haya un juramento entre nosotros, entre tú y nosotros, y vamos a hacer un pacto contigo, [29] de que no nos harás mal, como tampoco nosotros te hemos tocado a ti; no te hemos hecho sino bien, y te hemos dejado ir en paz, ¡oh bendito de Yahveh!'» [30] El les dio un banquete, y comieron y bebieron. [31] De madrugada, se levantaron y se hicieron mutuo juramento; luego Isaac les despidió, y se fueron en paz de su lado.

[32] Aquel mismo día llegaron unos siervos de Isaac y le dieron la noticia del pozo que habían cavado, diciéndole: «Hemos hallado agua.» [33] El lo llamó Seba, de donde el nombre de la ciudad de Berseba, hasta la fecha. [34] Cuando Esaú tenía cuarenta años, tomó por mujeres a Judit, hija de Beerí el hitita, y a Basmat, hija de Elón el hitita, [35] las cuales fueron amargura para Isaac y Rebeca.

Capítulo 27

[1] Como hubiese envejecido Isaac, y no viese ya por tener debilitados sus ojos, llamó a Esaú, su hijo mayor: «¡Hijo mío!» El cual le respondió: «Aquí estoy.» [2] «Mira, dijo, me he hecho viejo e ignoro el día de mi muerte. [3] Así pues, toma tus saetas, tu aljaba y tu arco, sal al campo y me cazas alguna pieza. [4] Luego me haces un guiso suculento, como a mí me gusta, y me lo traes para que lo coma, a fin de que mi alma te bendiga antes que me muera.» [5] —Ahora bien, Rebeca estaba escuchando la conversación de Isaac con su hijo Esaú. — Esaú se fue al campo a cazar alguna pieza para el padre, [6] y entonces Rebeca dijo a su hijo Jacob: «Acabo de oír a tu padre que hablaba con tu hermano Esaú diciendo: [7] Tráeme caza, y hazme un guiso suculento para que yo lo coma y te bendiga delante de Yahveh antes de morirme. [8] Pues bien, hijo mío, hazme caso en lo que voy a recomendarte. [9] Ve al rebaño y tráeme de allí dos cabritos hermosos. Yo haré con ellos un guiso suculento para tu padre como a él le gusta, [10] y tú se lo presentas a tu padre, que lo comerá, para que te bendiga antes de su muerte.» [11] Jacob dijo a su madre Rebeca: «¡Pero si mi hermano Esaú es velludo, y yo soy lampiño! [12] ¡A ver si me palpa mi padre, y le parece que estoy mofándome de él! ¡Entonces me habré buscado una maldición en vez de una bendición!» [13] Dícele su madre: «¡Sobre mí tu maldición, hijo mío! Tú, obedéceme, basta con eso, ve y me los traes.»

[14] El fue a buscarlos y los llevó a su madre, y ella hizo un guiso suculento, como le gustaba a su padre. [15] Después tomó Rebeca ropas de Esaú, su hijo mayor, las más preciosas que tenía en casa, y vistió a Jacob, su hijo pequeño. [16] Luego, con las pieles de los cabritos le cubrió las manos y la parte lampiña del cuello, [17] y puso el guiso y el pan que había hecho en las manos de su hijo Jacob. [18] Este entró a donde su padre, y dijo: «¡Padre! El respondió: «Aquí estoy; ¿quién eres, hijo? [19] Jacob dijo a su padre: «Soy tu primogénito Esaú. He hecho como dijiste, Anda, levántate, siéntate, come de mi caza, para que me bendiga tu alma.»

[20] Dice Isaac a su hijo: «¡Qué listo has andado en hallarla, hijo!» —Respondió: «Sí; es que Yahveh, tu Dios, me la puso delante.» [21] Dice Isaac a Jacob: «Acércate, que te palpe, hijo, a ver si realmente eres o no mi hijo Esaú.» [22] Acercóse Jacob a su padre Isaac, el cual le palpó y dijo: «La voz es la de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú.» [23] Y no le reconoció, porque sus manos estaban velludas, como las de su hermano Esaú. Y se dispuso a bendecirle. [24] Dijo, pues: «Eres tú realmente mi hijo Esaú?» Respondió: «El mismo.» [25] Dijo entonces: «acércamelo, que coma de la caza, hijo, para que te bendiga mi alma.» Acercóle, y comió; le trajo también vino, y bebió. [26] Dícele su padre Isaac: «Acércate, bésame, hijo.» [27] El se acercó y le besó, y al aspirar Isaac el aroma de sus ropas, le bendijo diciendo: «Mira, el aroma de mi hijo como el aroma de un campo, que ha bendecido Yahveh.» [28] ¡Pues que Dios te dé el rocío del cielo y la grosura de la tierra, mucho trigo y mosto! [29] Sírvante pueblos, adórente naciones, sé señor de tus hermanos y adórente los hijos de tu madre. ¡Quien te maldijere, maldito sea, y quien te bendijere, sea bendito!» [30] Así que hubo concluido Isaac de bendecir a Jacob, y justo cuando acababa de salir Jacob de la presencia de su padre Isaac, llegó su hermano Esaú de su cacería.

[31] Hizo también él un guiso suculento y llevándoselo a su padre le dijo: «Levántese mi padre, coma de la caza de su hijo, para que me bendiga tu alma.» [32] Dícele su padre Isaac: «¿Quién eres tú? Contestóle: «Soy tu hijo primogénito, Esaú.» [33] A Isaac le entró un temblor fuerte, y le dijo: «Pues entonces, ¿quién es uno que ha cazado una pieza, me le ha traído? Porque de hecho yo he comido antes que tú vinieses, le he bendecido, bendito está.» [34] Al oír Esaú las palabras de su padre, lanzó un grito fuerte y por extremo amargo, y dijo a su padre: «¡Bendíceme también a mí, padre mío!» [35] Díjole éste: «Ha venido astutamente tu hermano, y se ha llevado tu bendición.»

[36] Dijo Esaú: «Con razón se llama Jacob, pues me ha suplantado estas dos veces: se llevó mi primogenitura, he aquí que ahora se ha llevado mi bendición. Y añadió: has reservado alguna bendición para mí?» [37] Respondió Isaac y dijo a Esaú: «Mira, le he puesto por señor tuyo, le he dado por siervos a todos sus hermanos, le he abastecido de trigo y vino. Según eso, ¿qué voy a hacer por ti, hijo mío? [38] Dijo Esaú a su padre: «¡Es que tu bendición es única, padre mío? ¡Bendíceme también a mí, padre mío!» Isaac guardó silencio y Esaú alzó la voz y rompió a llorar. [39] Su padre Isaac le dijo por respuesta: «He aquí que lejos de la grosura de la tierra será tu morada, lejos del rocío que baja del cielo. [40] De tu espada vivirás y a tu hermano servirás. Mas luego, cuando te hagas libre, partirás su yugo de sobre tu cerviz.» [41] Esaú se enemistó con Jacob a causa de la bendición con que le había bendecido su padre; y se dijo Esaú: «Se acercan ya los días del luto por mi padre. Entonces mataré a mi hermano Jacob.»

[42] Se dio aviso a Rebeca de las palabras de Esaú, su hijo mayor; y ella envió a llamar a Jacob, su hijo pequeño, y le dijo: «Mira que tu hermano Esaú va a vengarse de ti matándote. [43] Ahora, pues, hijo mío, hazme caso: levántate y huye a Jarán, a donde mi hermano Labán, [44] y te quedas con él una temporada, hasta que se calme la cólera de tu hermano; [45] hasta que se calme la ira de tu hermano contra ti, y olvide lo que has hecho. Entonces enviaré yo a que te traigan de allí. ¿Por qué he de perderos a los dos en un mismo día?» [46] Rebeca dijo a Isaac: «Me da asco vivir al lado de las hijas de Het. Si Jacob toma mujer de las hijas de Het como las que hay por aquí, ¿para qué seguir viviendo?"

Capítulo 28

[1] Llamó, pues, Isaac a Jacob, le bendijo y le dio esta orden: «No tomes mujer de las hijas de Canaán. [2] Levántate y ve a Paddán-Aram, a casa de Betuel, padre de tu madre, y toma allí mujer de entre las hijas de Labán, hermano de tu madre. [3] Que El Sadday te bendiga, te haga fecundo y te acreciente, y que te conviertas en asamblea de pueblos. [4] Que te dé la bendición de Abraham a ti y a tu descendencia, para que te hagas dueño de la tierra donde has vivido y que Dios ha dado a Abraham.» [5] Y despidió Isaac a Jacob, el cual se fue a Paddán-Aram, a casa de Labán, hijo de Betuel el arameo, hermano de Rebeca, la madre de Jacob y de Esaú.

[6] Vio Esaú que Isaac había bendecido a Jacob, y le enviaba a Paddán-Aram a tomarse mujer allí, y que al bendecirle le había dado esta orden: «No tomes mujer de las hijas de Canaán", [7] y Jacob, obedeciendo a su padre y a su madre, había marchado a Paddán-Aram. [8] Vio, pues, Esaú que las hijas de Canaán eran mal vistas de su padre Isaac, [9] y acudiendo Esaú a Ismael, tomóse por mujer, además de las que tenía, a Majlat, hija de Ismael, el hijo de Abraham, y hermana de Nebayot. [10] Jacob salió de Berseba y fue a Jarán.

[11] Llegando a cierto lugar, se dispuso a hacer noche allí, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso por cabezal, y acostóse en aquel lugar. [12] Y tuvo un sueño; soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. [13] Y vio que Yahveh estaba sobre ella, y que le dijo: «Yo soy Yahveh, el Dios de tu padre Abraham, el Dios de Isaac. La tierra en que estás acostado te la doy para ti y tu descendencia. [14] Tu descendencia será como el polvo de la tierra y te extenderás al poniente y al oriente, al norte y al mediodía; y por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra; y por tu descendencia. [15] Mira que yo estoy contigo; te guardaré por doquiera que vayas y te devolveré a este solar. No, no te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho.» [16] Despertó Jacob de su sueño y dijo: «¡Así pues, está Yahveh en este lugar, y yo no lo sabía! [17] Y asustado dijo: «Qué temible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Dios, la puerta del cielo!» [18] Levantóse Jacob de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella.

[19] Y llamó a aquel lugar Betel, aunque el nombre primitivo de la ciudad era Luz. [20] Jacob hizo un voto, diciendo: «Si Dios me asiste y me guarda en este camino que recorro, y me da pan que comer y ropa con que vestirme, [21] y vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces Yahveh será mi Dios; [22] y esta piedra que he erigido como estela será Casa de Dios; y de todo lo que me dieres, te pagaré el diezmo.»

Capítulo 29

[1] Jacob se puso en marcha y se fue al país de los orientales. [2] Cuando he aquí que divisa un pozo en el campo, y allí mismo tres rebaños de ovejas sesteando junto a él, pues de aquel pozo se abrevaban los rebaños. Sobre la boca del pozo había una gran piedra. [3] Allí se reunían todos los rebaños: se revolvía la piedra de encima de la boca del pozo, abrevaban las ovejas, y devolvían la piedra a su sitio sobre la boca del pozo. [4] Jacob les dijo (a los pastores): «Hermanos, de dónde_sois?» Dijeron ellos: «Somos de Jarán.» [5] «Conocéis a Labán, hijo de_Najor?» —"Lo conocemos.» [6] —"Se encuentra bien?» —"Muy bien; precisamente ahí llega Raquelsu hija, con las ovejas.» [7] Dijo él: «Todavía es muy de día, no es hora de recoger el ganado; abrevad las ovejas, e id a apacentarlas.» [8] Contestaron: «No podemos hasta que se reúnan todos los rebaños, se revuelva la piedra de sobre la boca del pozo. Entonces abrevaremos las ovejas.» [9] Aún estaba él hablando con ellos, cuando llegó Raquel con las ovejas de su padre, pues era pastora. [10] En cuanto vio Jacob a Raquel, hija de Labán, el hermano de su madre, y las ovejas de Labán, hermano de su madre, acercóse Jacob y revolvió la piedra de sobre la boca y abrevó los ovejas de Labán, el hermano de su madre.

[11] Jacob besó a Raquel y luego estalló en sollozos. [12] Jacob anunció a Raquel que era pariente de su padre e hijo de Rebeca. Ella se echó a correr y lo anunció a su padre. [13] En cuanto oyó Labán hablar de Jacob, el hijo de su hermana, corrió a su encuentro, le abrazó, le besó y le llevó a su casa. Entonces él contó a Labán toda esta historia, [14] y Labán le dijo: «En suma que tú eres hueso mío, carne mía.» Y Jacob se quedó con él un mes cumplido. [15] Labán dijo a Jacob: «¿Acaso porque seas pariente mío has de servirme de balde? Indícame cuál será tu salario.»

[16] Ahora bien, Labán tenía dos hijas: la mayor llamada Lía, y la pequeña, Raquel. [17] Los ojos de Lía eran tiernos. Raquel, en cambio, era de bella presencia y de buen ver. [18] Jacob estaba enamorado de Raquel. Así pues, dijo: «Te serviré siete años por Raquel, tu hija pequeña.» [19] Dijo Labán: «Mejor es dártela a ti que dársela a otro. Quédate conmigo.» [20] Sirvió, pues, Jacob por Raquel siete años, que se le antojaron como unos cuantos días, de tanto que la amaba.

[21] Jacob dijo a Labán: «Dame mi mujer, que se ha cumplido el plazo, y quiero casarme con ella.» [22] Labán juntó a todos los del lugar y dio un banquete. [23] Luego a la tarde tomó a su hija Lía y la llevó a Jacob, y éste se unió a ella. [24] Labán dio su esclava Zilpá como esclava de su hija Lía. [25] Se hizo de mañana, ¡y resultó que aquélla era Lía! Jacob dijo a Labán: «¿Qué es lo que has hecho conmigo? ¿no te he servido por Raquel? ¿Pues por qué me has hecho trampa? [26] Labán dijo: «No se usa en nuestro lugar dar la menor antes que la mayor.»

[27] Cumple esta semana, y te daré también a la otra por el servicio que me prestarás todavía otros siete años.» [28] Así lo hizo Jacob; y habiendo cumplido aquella semana, le dio por mujer a su hija Raquel. [29] Labán dio su esclava Bilhá como esclava de su hija Raquel. [30] El se unió también a Raquel, y amó a Raquel más que a Lía, y sirvió en casa de su tío otros siete años más. [31] Vio Yahveh que Lía era aborrecida y la hizo fecunda, mientras que Raquel era estéril.

[32] Lía quedó encinta y dio a luz un hijo al que llamó Rubén, pues dijo: «Yahveh ha reparado en mi cuita: ahora sí que me querrá mi marido.» [33] Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: Yahveh ha oído que yo era aborrecida y me ha dado también a éste.» Y le llamó Simeón. [34] Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: «Ahora, esta vez, mi marido se aficionará a mí, ya que le he dado tres hijos.» Por eso le llamó Leví. [35] Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: «Esta vez alabo a Yahveh.» Por eso le llamó Judá, y dejó de dar a luz.

Capítulo 30

[1] Vio Raquel que no daba hijos a Jacob, y celosa de su hermana dijo a Jacob: Dame hijos, si no me muero.» [2] Jacob se enfadó con Raquel y dijo: «¿Estoy yo acaso en el lugar de Dios, que te ha negado el fruto del vientre?» [3] Ella dijo: «Ahí tienes a mi criada Bilhá; únete a ella, que dé a luz sobre mis rodillas: así también yo ahijaré de ella.» [4] Diole, pues, a su esclava Bilhá por mujer; y Jacob unióse a ella. [5] Concibió Bilhá y dio a Jacob un hijo.

[6] Y dijo Raquel: «Dios me ha hecho justicia, pues ha oído mi voz y me ha dado un hijo. Por eso le llamó Dan. [7] Otra vez concibió Bilhá, la esclava de Raquel, y dio a Jacob un segundo hijo. [8] Y dijo Raquel: «Me he trabado con mi hermana a brazo partido, la he podido"; y le llamó Neftalí. [9] Viendo Lía que había dejado de dar a luz, tomó a su esclava Zilpá, y se la dio a Jacob por mujer. [10] Y Zilpá, la esclava de Lía, dio a Jacob un hijo.

[11] Lía dijo: Enhorabuena! Y le llamó Gad. [12] Zilpá, la esclava de Lía, dio a Jacob un segundo hijo, [13] y dijo Lía: «Feliz de mí! pues me felicitarán las demás.» Y le llamó Aser. [14] Una vez fue Rubén, al tiempo de la siega del trigo, y encontró en el campo unas mandrágoras que trajo a su madre Lía. Y dijo Raquel a Lía «Quieres darme las mandrágoras de tu hijo?» [15] Respondióle: Es poco haberte llevado mi marido, que encima vas a llevarte las mandrágoras de mi hijo?» Dijo Raquel: «Sea: que se acueste contigo Jacob esta noche, a cambio de las mandrágoras de tu hijo.»

[16] A la tarde, cuando Jacob volvió del campo, sale Lía a su encuentro y le dice: «Tienes que venir conmigo porque he pagado por ti unas mandrágoras de mi hijo.» Y él se acostó con ella aquella noche. [17] Dios oyó a Lía, que concibió y dio un quinto hijo a Jacob. [18] Y dijo Lía: «Dios me ha dado mi recompensa, a mí, que tuve que dar mi esclava a mi marido.» Y le llamó Isacar. [19] Lía concibió otra vez y dio el sexto hijo a Jacob. [20] Y dijo Lía: «Me ha hecho Dios un buen regalo. Ahora sí que me apreciará mi marido, pues le he dado seis hijos.» Y le llamó Zabulón.

[21] Después dio a luz una hija a la que llamó Dina. [22] Entonces se acordó Dios de Raquel. Dios la oyó y abrió su seno, [23] y ella concibió y dio a luz un hijo. Y dijo: «Ha quitado Dios mi afrenta.» [24] Y le llamó José, como diciendo: «Añádame Yahveh otro hijo.» [25] Cuando Raquel hubo dado a luz a José, dijo Jacob a Labán: «Déjame que me vaya a mi lugar, a mi tierra.»

[26] «Dame a mis mujeres y a mis hijos por quienes te he servido, para que me vaya; pues bien sabes bajo qué condiciones te he servido.» [27] Díjole Labán: «¡Si en algo me estimas!... Yo estaba bajo un maleficio pero Yahveh me ha bendecido gracias a ti.» [28] Y agregó: «Fíjame tu paga, te la daré.» [29] Respondióle: «Tu sabes cómo te he servido, cómo le fue a tu ganado conmigo: [30] bien poca cosa tenías antes de venir yo, pero ya se ha multiplicado muchísimo, y Yahveh te ha bendecido a mi llegada. Pues bien: ¿cuándo voy a hacer yo también algo por mi casa?» [31] Dijo Labán: «¿Qué he de darte?» Respondió Jacob: «No me des nada. Si haces por mí esto, volveré a apacentar tu rebaño. Fíjate bien: [32] Voy a desfilar hoy con todo tu rebaño. Aparta toda oveja negra y las cabras pintas y manchadas, y eso será mi paga, [33] y la garantía de mi honradez el día de mañana. Cuando te presente a controlar mi paga, todo lo que no fuere pinto y manchado entre las cabras y negro entre los corderos, será lo que he robado.» [34] Dijo Labán: «Bien, sea como_dices.»

[35] Y aquel mismo día apartó los machos cabríos listados y manchados, todo lo que tenía en sí algo de blanco, así como todo lo negro entre las ovejas, y lo confió a sus hijos, [36] interponiendo tres jornadas de camino entre él y Jacob. Este último apacentaba el resto del rebaño de Labán. [37] Entonces Jacob se procuró unas varas verdes de álamo, de almendro y de plátano, y labró en ellas unas muescas blancas, dejando al descubierto lo blanco de las varas, [38] e hincó las varas así labradas en las pilas o abrevaderos a donde venían las reses a beber, justo delante de las reses, con lo que éstas se calentaban al acercarse a beber. [39] O sea, que se calentaban a la vista de las varas, y así parían crías listadas, pintas o manchadas.

[40] Luego separó Jacob los machos, echándolos a lo listado y negro que ahora había en el rebaño de Labán, y así se fue formando unos hatajos propios, que no mezclaba con el rebaño de Labán. [41] Además, siempre que se calentaban las reses vigorosas, poníales Jacob las varas ante los ojos en las pilas, para que se calentaran bajo el influjo de las varas; [42] mas cuando el ganado estaba débil, no las ponía de modo que las crías débiles eran para Labán, y las vigorosas para Jacob. [43] Así que éste medró muchísimo, y llegó a tener rebaños numerosos, y siervas y siervos y camellos y asnos.

Capítulo 31

[1] Oyó Jacob que los hijos de Labán decían: «Jacob se ha apoderado de todo lo de nuestro padre, con lo de nuestro padre ha hecho toda esa fortuna.» [2] Jacob observó el rostro de Labán y vio que ya no era para con él como hasta entonces. [3] Entonces Yahveh dijo a Jacob: «Vuélvete a la tierra de tus padres, a tu patria, yo estaré contigo.» [4] Jacob envió a llamar a Raquel y a Lía al campo, donde estaba su rebaño, [5] y les dijo: «Vengo observando que vuestro padre ya no me mira como antes; pero el Dios de mi padre ha estado conmigo.

[6] Vosotras sabéis que he servido a vuestro padre con todas mis fuerzas; [7] pero vuestro padre ha trapaceado conmigo y ha cambiado mi retribución una docena de veces, si bien Dios no le ha dejado perjudicarme. [8] Si él decía: Tu paga serán las reses pintas, entonces todas las ovejas parían pintas. Y si decía: Tu paga será lo listado, entonces todas las ovejas parían listado. [9] De esta suerte Dios ha quitado el ganado a vuestro padre y me lo ha dado a mí. [10] Pues bien: en la época de calentarse el rebaño, alcé los ojos y vi en un sueño cómo los machos que montaban al rebaño eran listados, pintos y salpicados.

[11] Y me dijo el Angel de Dios en aquel sueño: «¡Jacob!» Yo respondí: «Aquí estoy.» [12] Y dijo: «Alza los ojos, y verás que todos los machos que montan al rebaño son listados, pintos y salpicados. Es que he visto todo lo que Labán te ha hecho. [13] Yo soy el Dios que se te apareció en Betel, donde ungiste una estela y donde me hiciste aquel voto. Ahora, levántate, sal de esta tierra y vuelve a tu país natal.» [14] Respondieron Raquel y Lía y le dijeron: «¿Es que tenemos aún parte o herencia en la casa de nuestro padre? [15] ¿No hemos sido consideradas como extrañas para él, puesto que nos vendió y, por comerse, incluso se comió nuestra plata? [16] Así que toda la riqueza que ha quitado Dios a nuestro padre nuestra es y de nuestros hijos. Con que todo lo que te ha dicho Dios, hazlo.» [17] Levantóse Jacob, montó a sus hijos y a sus mujeres en los camellos, [18] y se llevó todo su ganado y toda la hacienda que había adquirido, el ganado de su propiedad, que había adquirido en Paddán-Aram, para irse a donde su padre Isaac a Canaán.

[19] Como Labán había ido a esquilar sus ovejas, Raquel robó los ídolos familiares que tenía su padre, [20] y Jacob actuó a hurtadillas de Labán el arameo, no dándole ningún indicio de que se fugaba. [21] En efecto, se fugó con todo lo suyo; se levantó, pasó el Río y enderezó hacia la montaña de Galaad. [22] Al tercer día recibió Labán la noticia de que Jacob se había fugado. [23] Entonces tomó a sus hermanos consigo y tras siete jornadas de persecución a su zaga le dio alcance en la montaña de Galaad.

[24] Pero aquella noche vino Dios en sueños a Labán el arameo y le dijo: «Guárdate de hablar nada con Jacob, ni bueno ni malo.» [25] Alcanzó, pues, Labán a Jacob. Este había plantado su tienda en la montaña y Labán plantó la suya con sus hermanos en la misma montaña de Galaad. [26] Y dijo Labán a Jacob: «¿Qué has hecho? Has actuado a hurtadillas de mí, te has llevado a mis hijas cual cautivas de guerra. [27] ¿Por qué te has fugado con disimulo y a hurtadillas de mí, en vez de advertírmelo? Yo te habría despedido con alegría y con cantares, con adufes y arpas. [28] Ni siquiera me has permitido besar a mis hijos e hijas. O sea, que has obrado como un necio.

[29] Hay poder en mi mano para hacerte mal: pero el Dios de tu padre me dijo ayer noche: 'Guárdate de hablar a Jacob absolutamente nada, ni bueno ni malo.' [30] Así pues, tú te has marchado porque añorabas la casa paterna, pero ¿por qué robaste mis dioses?» [31] Respondió Jacob a Labán: «Es que tuve miedo, pensando que acaso ibas a quitarme a tus hijas.» [32] Pero eso sí, que aquel a quien le encuentres tus dioses no quede con vida. Delante de nuestros hermanos reconoce lo tuyo que yo tenga y tómatelo.» En efecto, Jacob ignoraba que Raquel los había robado. [33] Entró Labán en la tienda de Jacob, en la de Lía y en la de las dos criadas, y no halló nada. Salió de la tienda de Lía, y entró en la de Raquel.

[34] Pero Raquel había tomada los ídolos familiares y, poniéndolos en la albarda del camello, se había sentado encima. Labán registró toda la tienda sin hallar nada. [35] Ella dijo a su padre: «No le dé enojo a mi señor de que no pueda levantarme en tu presencia, porque estoy con las reglas.» El siguió rebuscando por toda la tienda sin dar con los ídolos. [36] Entonces Jacob, montando en cólera recriminó a Labán, y encarándose con él le dijo: «¿Cual es mi delito? ¿Cuál mi pecado, que me persigues con saña?» [37] Al registrar todos mis enseres, ¿qué has hallado de todos los enseres de tu casa? Ponlo aquí, ante mis hermanos y los tuyos, y juzguen ellos entre nosotros dos. [38] En veinte años que llevo contigo, tus ovejas y tus cabras nunca han malparido, y los machos de tu rebaño nunca me los he comido.

[39] Ganado destrozado por fieras nunca te llevé: yo pagaba el daño, de lo mío te cobrabas tanto si era yo robado de día como si lo era de noche. [40] Estaba yo que de día me devoraba el resistero, y de noche la helada, mientras huía el sueño de mis ojos. [41] Estos fueron mis veinte años en tu casa. Catorce años te serví por tus dos hijas, y seis por tus ovejas, y tú has cambiado mi paga diez veces. [42] Si el Dios de mi Padre, el Dios de Abraham y el Padrino de Isaac no hubiese estado por mí, a fe que ahora me despacharas de vacío. Mi cuita y la fatiga de mis manos las ha visto Dios y ha dado su fallo ayer noche.» [43] Respondió Labán y dijo a Jacob: Estas hijas son mías, estos hijos son mis hijos, estas ovejas mis ovejas, todo cuanto ves, mío es. ¿qué voy a hacerles hoy a estas mis hijas?, a los hijos que me dieron? [44] Ea, pues, ven y hagamos un pacto entre los dos..., y sirva de testigo entre nosotros dos.» [45] Jacob tomó una piedra y la erigió como estela.

[46] Y dijo Jacob a sus hermanos: Recoged piedras. Tomaron piedras, hicieron un majano y comieron allí sobre el majano. [47] Labán lo llamó Yegar Sahdutá, y Jacob lo llamó Galed. [48] Labán dijo: «Este majano es hoy testigo entre nosotros dos.» Por eso le llamó Galed, [49] y también Mispá, pues dijo: «Que Yahveh nos vigile a los dos, cuando nos alejemos el uno del otro. [50] Si tú humillas a mis hijas, si tomas otras mujeres, además de mis hijas, bien que nadie esté con nosotros que nos vea, sea Dios testigo entre los dos.» [51] Dijo Labán a Jacob: «Aquí está este majano, aquí esta estela que he erigido entre nosotros dos. [52] Testigo sea este majano, y testigo sea esta estela de que yo no he de traspasar este majano hacia ti, ni tú has de traspasar este majano y esta estela hacia mí para nada malo. [53] El Dios de Abraham y el Dios de Najor juzguen entre nosotros.» Y Jacob juró por el Padrino de su padre Isaac. [54] Jacob hizo un sacrificio en el monte e invitó a sus hermanos a tomar parte. Ellos tomaron parte, e hicieron noche en el monte.

Capítulo 32

[1] A la mañana siguiente, Labán besó a sus hijos e hijas, les bendijo y se volvió a su lugar. [2] Jacob se fue por su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios. [3] Al verlos, dijo Jacob: «Este es el campamento de Dios"; y llamó a aquel lugar Majanáyim. [4] Jacob envió mensajeros por delante hacia su hermano Esaú, al país de Seír, la estepa de Edom, [5] encargándoles: «Diréis a mi señor Esaú: Así dice tu siervo Jacob: Fui a pasar una temporada con Labán, me he demorado hasta hoy. [6] Me hice con bueyes, asnos, ovejas, siervos y siervas; y ahora mando a avisar a mi señor, para hallar gracia a sus ojos.» [7] Los mensajeros volvieron a Jacob, diciendo: «Hemos ido donde tu hermano Esaú, él mismo viene a tu encuentro con cuatrocientos hombres.» [8] Jacob se asustó mucho y se llenó de angustia; dividió a sus gentes, las ovejas, vacas y camellos, en dos campamentos, [9] y dijo: «Si llega Esaú a uno de los campamentos y lo ataca, se salvará el otro.» [10] Y dijo Jacob: «¡Oh Dios de mi padre Abraham, Dios de mi padre Isaac, Yahveh, que me dijiste: 'Vuelve a tu tierra y a tu patria, que yo seré bueno contigo', [11] qué poco merecía yo todas las mercedes y toda la confianza que has dado a tu siervo! Pues con solo mi cayado pasé este Jordán y ahora he venido a formar dos campamentos. [12] Líbrame de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo, no sea que venga y nos ataque, a la madre junto con los hijos. [13] Que fuiste tú quien dijiste: 'Yo seré bueno de veras contigo y haré tu descendencia como la arena del mar, que no se puede contar de tanta como hay.'» [14] Y Jacob pasó allí aquella noche. Tomó de lo que tenía a mano un regalo para su hermano Esaú, [15] consistente en doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, [16] treinta camellas criando, junto con sus crías, cuarenta vacas y diez toros, veinte asnas y diez garañones, [17] y repartiendolo en manadas independientes, los confió a sus siervos y les dijo: «Pasad delante de mí, dejando espacio entre manada, manada.»

[18] Y al primero le encargó: «Cuando te salga al paso mi hermano Esaú, y te pregunte 'de quién eres y adónde vas, y para quién es eso que va delante de ti', [19] dices: 'De tu siervo Jacob; es un regalo enviado para mi señor Esaú. Precisamente, él mismo viene detrás de nosotros.'» [20] El mismo encargo hizo también al segundo, como asimismo al tercero y a todos los que iban tras las manadas diciendo: «En estos términos hablaréis a Esaú cuando le encontréis, [21] añadiendo: 'Precisamente, tu siervo Jacob viene detrás de nosotros.'» Pues se decía: «Voy a ganármelo con el regalo que me precede tras de lo cual me entrevistaré con él; tal vez me haga buena cara.» [22] Así, pues, mandó el regalo por delante, y él pasó aquella noche en el campamento.

[23] Aquella noche se levantó, tomó a sus dos mujeres con sus dos siervas y a sus once hijos y cruzó el vado de Yabboq. [24] Les tomó y les hizo pasar el río, e hizo pasar también todo lo que tenía. [25] Y habiéndose quedado Jacob solo, estuvo luchando alguien con él hasta rayar el alba. [26] Pero viendo que no le podía, le tocó en la articulación femoral, y se dislocó el fémur de Jacob mientras luchaba con aquél. [27] Este le dijo: «Suéltame, que ha rayado el alba.» Jacob respondió: «No te suelto hasta que no me hayas bendecido.»

[28] Dijo el otro: «¿Cuál es tu nombre? — Jacob. — [29] «En adelante no te llamarás Jacob sino Israel; porque has sido fuerte contra Dios, y los hombres les podrás". [30] Jacob le preguntó: «Dime por favor tu nombre.» «Para qué preguntas por mi nombre?» Y le bendijo allí mismo. [31] Jacob llamó a aquel lugar Penuel, pues (se dijo): «He visto a Dios cara a cara, tengo la vida salva.» [32] El sol salió así que hubo pasado Penuel, pero él cojeaba del muslo.

[33] Por eso los israelitas no comen, hasta la fecha, el nervio ciático, que está sobre la articulación del muslo, por haber sido tocado Jacob en la articulación femoral, en el nervio ciático.

Capítulo 33

[1] Jacob levantó los ojos y al ver que venía Esaú con cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lía y Raquel y las dos siervas. [2] Puso a las siervas y sus niños al frente; después a Lía y sus niños, y a Raquel y José en la zaga, [3] y él se les adelantó y se inclinó en tierra siete veces, hasta llegar donde su hermano. [4] Esaú, a su vez, corrió a su encuentro, le abrazó, se le echó al cuello, le besó y lloró. [5] Levantó luego los ojos, y al ver a las mujeres y a los niños, dijo: «¿Qué son de ti éstos? —"Son los hijos que ha otorgado Dios a tu siervo.»

[6] Entonces se acercaron las siervas con sus niños, y se inclinaron. [7] Acercóse también Lía con sus niños, y se inclinaron. Y por último se acercaron José y Raquel y se inclinaron. [8] Dijo Esaú: «¿Qué pretendes con toda esta caravana que acabo de encontrar?» —Es para hallar gracias a los ojos de mi señor. [9] Dijo Esaú: «Tengo bastante, hermano mío; sea para ti lo tuyo.» [10] Replicó Jacob: «De ninguna manera. Si he hallado gracias a tus ojos, toma mi regalo de mi mano, ya que he visto tu rostro como quien ve el rostro de Dios, y me has mostrado simpatía. [11] Acepta, pues, el obsequio que te he traído; pues Dios me ha favorecido y tengo de todo.» E instóle tanto que aceptó. [12] Dijo Esaú: «Vámonos de aquí, yo te daré escolta.» [13] El le dijo: «Mi señor sabe que los niños son tiernos, que tengo conmigo ovejas, vacas criando; un día de ajetreo bastaría para que muriese todo el rebaño. [14] Adelántese, pues, mi señor a su siervo, que yo avanzaré despacito, al paso del ganado que llevo delante, y al paso de los niños, hasta que llegue donde mi señor, a Seír.» [15] Dijo Esaú: «Entonces voy a destacar contigo a parte de la gente que me acompaña.» «¿Para qué tal? Con que halle yo gracia a los ojos de mi señor...»

[16] Rehízo, pues, Esaú aquel mismo día su camino rumbo a Seír, [17] y Jacob partió para Sukkot donde edificó para sí una casa y para su ganado hizo cabañas. Por donde se llamó aquel lugar Sukkot. [18] Jacob llegó sin novedad a la ciudad de Siquem, que está en el territorio cananeo, viniendo de Paddán-Aram, y acampó frente a la ciudad. [19] Compró a los hijos de Jamor, padre de Siquem, por cien agnos la parcela de campo donde había desplegado su tienda, [20] erigió allí un altar, y lo llamó de Él, Dios de Israel.

Capítulo 34

[1] Dina, la hija que Lía había dado a Jacob, salió una vez a ver a las mujeres del país. [2] Siquem, hijo de Jamor el jivita, príncipe de aquella tierra, la vio, se la llevó, se acostó con ella y la humilló. [3] Su alma se aficionó a Dina, hija de Jacob, se enamoró de la muchacha y trató de convencerla. [4] Siquem dijo a su padre Jamor: «Tómame a esta chica por mujer.» [5] Jacob oyó que Siquem había violado a su hija Dina, pero sus hijos estaban con el ganado en el campo, y Jacob guardó silencio hasta su llegada.

[6] Jamor, padre de Siquem, salió a donde Jacob para hablar con él. [7] Los hijos de Jacob volvieron del campo al oírlo, y se indignaron los hombres y les dio mucha rabia la afrenta hecha por Siquem acostándose con la hija de Jacob: «Eso no se_hace.» [8] Jamor habló con ellos diciendo: «Mi hijo Siquem se ha prendado de vuestra hija, así que dádsela por mujer. [9] Emparentad con nosotros: dadnos vuestras hijas, y tomad para vosotros la nuestras. [10] Quedaos a vivir con nosotros: tenéis la tierra franca. Instalaos, circulad libremente y adquirid propiedades.» [11] Siquem dijo al padre y a los hermanos de la chica: «Ojalá me concedáis vuestro favor, yo os daré lo que me pidáis. [12] Pedidme cualquier dote, por grande que sea, que yo os daré cuanto me digáis; pero dadme a la muchacha por mujer.» [13] Los hijos de Jacob respondieron a Siquem y a su padre Jamor con disimulo, y dirigiéndose a aquel que había violado a su hermana Dina, [14] dijeron: «No podemos hacer tal cosa: dar nuestra hermana a uno que es incircunciso porque eso es una vergüenza para nosotros. [15] Tan sólo os la daremos a condición de que os hagáis como nosotros, circuncidándose todos vuestros varones. [16] Entonces os daremos nuestras hijas, y tomaremos para nosotros las vuestras, nos quedaremos con vosotros y formaremos un solo pueblo. [17] Pero si no nos escucháis respecto a la circuncisión, entonces tomaremos a nuestra hija y nos iremos.» [18] Sus palabras parecieron bien a Jamor y a Siquem, hijo de Jamor, [19] y el muchacho no tardó en ponerlo en práctica, porque quería a la hija de Jacob. El mismo era el más honorable de toda la casa de su padre.

[20] Jamor y su hijo Siquem vinieron a la puerta de su ciudad y hablaron a todos sus conciudadanos diciéndoles: [21] «Estos hombres nos vienen en son de paz. Que se queden en el país, a circulen libremente, pues ya veis que pueden disponer de tierra espaciosa. Tomemos a sus hijas por mujeres, démosles las nuestras. [22] Pero sólo con esta condición accederán estos hombres a quedarse con nosotros para formar un solo pueblo: que nos circuncidemos todos los varones; igual que ellos están circuncidados. [23] Sus ganados y hacienda y todas sus bestias, ¿no van a ser para nosotros? Así que lleguemos a un acuerdo con ellos y que se queden con nosotros.» [24] Todos los que salían por la puerta de la ciudad escucharon a Jamor y a su hijo Siquem, y se circuncidó todo varón que salía por las puertas de la ciudad. [25] Pues bien, al tercer día, mientras ellos estaban adoloridos, dos hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, blandieron cada uno su espada y entrando en la ciudad sin peligro mataron a todo varón. [26] También mataron a Jamor y a Siquem a filo de espada, y tomando a Dina de la casa de Siquem, salieron.

[27] Los hijos de Jacob pasaron sobre los muertos, pillaron la ciudad que había violado a su hermana, [28] se apoderaron de sus rebaños, vacadas y asnos, cuanto había en la ciudad y cuanto había en el campo, [29] saquearon toda su hacienda y sus pequeñuelos y sus mujeres, y pillaron todo lo que había dentro. [30] Jacob dijo a Simeón y a Leví: «Me habéis puesto a malas haciéndome odioso entre los habitantes de este país, los cananeos, los perizitas, pues yo dispongo de unos pocos hombres, ellos van a juntarse contra mí, me atacarán y seré aniquilado yo y mi casa.» [31] Replicaron ellos: «¿Es que iban a tratar a nuestra hermana como a una prostituta?

Capítulo 35

[1] Dios dijo a Jacob: «Levántate, sube a Betel, te estableces allí, haciendo un altar al Dios que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú.» [2] Jacob dijo a su casa y a todos los que le acompañaban: «Retirad los dioses extraños que hay entre vosotros. Purificaos, mudaos de vestido. [3] Luego, levantémonos y subamos a Betel, y haré allí un altar al Dios que me dio respuesta favorable el día de mi tribulación, y que me asistió en mi viaje.» [4] Ellos entregaron a Jacob todos los dioses extraños que había en su poder, y los anillos de sus orejas, y Jacob los escondió debajo de la encina que hay al pie de Siquem. [5] Partieron, pues, y un pánico divino cayó sobre las ciudades de sus contornos; así no persiguieron a los hijos de Jacob.

[6] Jacob llegó a Luz, que está en territorio cananeo — es Betel — junto con todo el pueblo que le acompañaba, [7] y edificó allí un altar, llamando al lugar El Betel, porque allí mismo se le había aparecido Dios cuando huía de su hermano. [8] Débora, la nodriza de Rebeca, murió y fue sepultada en las inmediaciones de Betel, debajo de una encina; y él la llamó la Encina del Llanto. [9] Dios se apareció a Jacob una vez más a su llegada de Paddán Aram y le bendijo. [10] Díjole Dios: «Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarás Jacob, sino que tu nombre será Israel.» Y le llamó Israel.

[11] Díjole Dios: «Yo soy El Sadday. Sé fecundo, multiplícate. Un pueblo, una asamblea de pueblos tomará origen de ti y saldrán reyes de tus entrañas. [12] La tierra que di a Abraham e Isaac, a ti te la doy, y a tu descendencia y sucesión daré esta tierra.» [13] Y Dios subió de su lado. [14] Jacob erigió una estela en el lugar donde había hablado Dios con él: una estela de piedra; derramó sobre ella una libación, y vertió sobre ella aceite. [15] Jacob llamó a lugar donde había hablado Dios con él Betel.

[16] Partieron de Betel, y cuando aún faltaba un trecho hasta Efratá, Raquel tuvo un mal parto. [17] Sucedió que, en medio de los apuros del parto, le dijo la comadrona: «¡Animo, que también este es hijo!» [18] Entonces ella, al exhalar el alma, cuando moría, le llamó Ben Oní; pero su padre le llamó Benjamín. [19] Murió Raquel y fue sepultada en el camino de Efratá, o sea Belén. [20] Jacob erigió una estela sobre su sepulcro: es la estela del sepulcro de Raquel hasta hoy.

[21] Israel partió y desplegó su tienda más allá de Migdal-Eder. [22] Sucedió por entonces, mientras Israel residía en aquel país, que fue Rubén y se acostó con Bilhá, la concubina de su padre, e Israel se enteró de ello. Los hijos de Jacob fueron doce. [23] Hijos de Lía: el primogénito de Jacob, Rubén; después Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón. [24] Hijos de Raquel: José y Benjamín. [25] Hijos de Bilhá, la esclava de Raquel: Dan y Neftalí.

[26] Hijos de Zilpá, la esclava de Lía: Gad y Aser. Estos fueron los hijos de Jacob, que le nacieron en Paddán-Aram. [27] Jacob llegó adonde su padre Isaac, a Mambré o Quiryat-Arbá, —o sea, Hebrón— donde residieron Abraham e Isaac. [28] Isaac alcanzó la edad de 180 años. [29] Entonces Isaac expiró y murió, fue a reunirse con su pueblo, anciano y lleno de días. Le sepultaron sus hijos Esaú y Jacob.

Capítulo 36

[1] Este es el linaje de Esaú, o sea Edom. [2] Esaú tomó a sus mujeres de entre las cananeas: a Adá, hija de Elón el hitita, a Oholibamá, hija de Aná, hijo de Sibeón el jorita, [3] y a Basmat, hija de Ismael, la hermana de Nebayot. [4] Adá dio a luz para Esaú a Elifaz, Basmat le dio a Reuel. [5] Oholibamá le dio a Yeús, Yalam y Coré. Estos son los hijos que le nacieron a Esaú en Canaán.

[6] Esaú tomó a sus mujeres, hijos e hijas y a todas la personas de su casa, su ganado, todas sus bestias y toda la hacienda que había logrado en territorio cananeo, y se fue al país de Seír, enfrente de su hermano Jacob, [7] porque los bienes de entrambos eran demasiados para poder vivir juntos, y el país donde residían no daba abasto para tanto ganado como tenían. [8] Esaú se estableció, pues, en la tierra de Seír. Esaú es Edom. [9] Estos son los descendientes de Esaú, padre de Edom, en la montaña de Seír, [10] y éstos los nombres de sus hijos: Elifaz, hijo de Adá, mujer de Esaú, y Reuel, hijo de Basmat, mujer de Esaú.

[11] Los hijos de Elifaz fueron: Temán, Omar, Sefó, Gaetam y Quenaz. [12] Timná fue concubina de Elifaz, hijo de Esaú, y dio a luz a Amalec. Estos son los descendientes de Adá, mujer de Esaú. [13] Y estos son los hijos de Reuel: Nájat, Zéraj, Sammá y Mizzá. Estos son los descendientes de Basmat, mujer de Esaú. [14] Los hijos de la mujer de Esaú, Oholibamá, hija de Aná, hijo de Sibeón, que ella dio a luz a Esaú, fueron éstos: Yeús, Yalam y Coré. [15] He aquí los jeques de los hijos de Esaú. De los hijos de Elifaz, primogénito de Esaú: el jeque Temán, el jeque Omar, el jeque Sefó, el jeque Quenaz, [16] el jeque Gaetam, el jeque Amalec. Estos son los jeques de Elifaz, en el país de Edom, y éstos los descendientes de Adá.

[17] Los hijos de Reuel, hijo de Esaú, fueron: el jeque Najat, el jeque Zéraj, el jeque Sammá, el jeque Mizzá. Estos son los jeque de Reuel, en el país de Edom; y éstos los descendientes de Basmat, mujer de Esaú. [18] Los hijos de Oholibamá, mujer de Esaú, fueron: el jeque Yeús, el jeque Yalam, el jeque Coré. Estos son los jeques de Oholibamá, hija de Aná, mujer de Esaú. [19] Estos son los hijos de Esaú y éstos sus jeques, los de Edom. [20] He aquí los hijos de Seír el jorita, que habitaban en aquella tierra: Lotán, Sobal, Sibeón, Aná, [21] Disón, Eser y Disán. Estos son los jeques de los joritas, hijos de Seír, en el país de Edom.

[22] Los hijos de Lotán fueron: Jorí y Hemam, y hermana de Lotán fue Timná. [23] Los hijos de Sobal fueron: Alván, Manájat, Ebal, Sefó y Onam. [24] Los hijos de Sibeón: Ayyá y Aná. Este es el mismo Aná que encontró las aguas termales en el desierto, cuando apacentaba los asnos de su padre Sibeón. [25] Los hijos de Aná: Disón y Oholibamá, hijo de Aná. [26] Los hijos de Disón: Jemdán, Esbán, Yitrán y Kerán.

[27] Los hijos de Eser: Bilhán, Zaaván y Acán. [28] Los hijos de Disán: Us y Arán. [29] Estos son los jeques joritas: el jeque Lotán, el jeque Sobal, el jeque Sibeón, el jeque Aná, [30] el jeque Disón, el jeque Eser, el jeque Disán. Estos son los jeques joritas según sus clanes en el país de Seír. [31] Estos son los reyes que reinaron en Edom, antes de reinar rey alguno de los israelitas.

[32] Reinó en Edom Belá, hijo de Beor; y el nombre de su ciudad era Dinhabá. [33] Murió Belá, y reinó en su lugar Yobab, hijo de Zéraj, de Bosrá. [34] Murió Yobab, y reinó en su lugar Jusam, del país de los temanitas. [35] Murió Jusam, y reinó en su lugar Hadad, hijo de Bedad, el que derrotó a Madián en el campo de Moab; y el nombre de su ciudad era Avit. [36] Murió Hadad, y reinó en su lugar Samlá de Masrecá.

[37] Murió Samlá, y reinó en su lugar Saúl, de Rejobot del Río. [38] Murió Saúl, y reinó en su lugar Baal Janán hijo de Akbor. [39] Murió Baal-Janán hijo de Akbor, y reinó en su lugar Hadad; el nombre de su ciudad era Pau, y el nombre de su mujer, Mehetabel, hija de Matred, hija de Mezahab. [40] Estos son los nombres de los jeques de Esaú, según sus familias y territorios y por sus nombres. El jeque Timná, el jeque Alvá, el jeque Yetet, [41] el jeque Oholibamá, el jeque Elá, el jeque Pinón.

[42] el jeque Quenaz, el jeque Temán, el jeque Mibsar, [43] el jeque Magdiel, el jeque Iram. Estos son los jeques de Edom, según sus moradas, en las tierras que ocupan. Este es Esaú padre de Edom.

Capítulo 37

[1] Jacob, por su parte, se estableció en el que fue país residencial de su padre, el país de Canaán. [2] Esta es la historia de Jacob. José tenía diecisiete años. Estaba de pastor de ovejas con sus hermanos — él, muchacho todavía, con los hijos de Bilhá y los de Zilpá, mujeres de su padre. Y José comunicó a su padre lo mal que se hablaba de ellos. [3] Israel amaba a José más que a todos los demás hijos, por ser para él el hijo de la ancianidad. Le había hecho una túnica de manga larga. [4] Vieron sus hermanos cómo le prefería su padre a todos sus otros hijos, y le aborrecieron hasta el punto de no poder ni siquiera saludarle. [5] José tuvo un sueño y lo manifestó a sus hermanos, quienes le odiaron más aún.

[6] Les dijo: «Oíd el sueño que he tenido.» [7] Me parecía que nosotros estábamos atando gavillas en el campo, y he aquí que mi gavilla se levantaba y se tenía derecha, mientras que vuestras gavillas le hacían rueda y se inclinaban hacia la mía.» [8] Sus hermanos le dijeron: «Será que vas a reinar sobre nosotros o que vas a tenernos domeñados?» Y acumularon todavía más odio contra él por causa de sus sueños y de su palabras. [9] Volvió a tener otro sueño, y se lo contó a sus hermanos. Díjoles: He tenido otro sueño: «Resulta que el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí.» [10] Se lo contó a su padre y a sus hermanos, y su padre le reprendió y le dijo: «¿Qué sueño es ése que has tenido? ¿Es que yo, tu madre y tus hermanos vamos a venir a inclinarnos ante ti hasta el suelo?» [11] Sus hermanos le tenían envidia, mientras que su padre reflexionaba.

[12] Fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Siquem, [13] y dijo Israel a José: «¿No están tus hermanos pastoreando en Siquem? Ve de mi parte a donde ellos.» Dijo: «Estoy listo.» [14] Díjole: «Anda, vete a ver si tus hermanos siguen sin novedad, y lo mismo el ganado, tráeme noticias.» Le envió, pues, desde el valle de Hebrón, y José fue a Siquem. [15] Encontróse con él un hombre mientras estaba discurriendo por el campo. El hombre le preguntó: «¿Qué buscas?» [16] Díjole: «Estoy buscando a mis hermanos. Indícame, por favor, dónde están pastoreando.»

[17] El hombre le dijo: «Partieron de aquí, pues yo les oí decir: 'Vamos a Dotán.'» José fue detrás de sus hermanos y los encontró en Dotán. [18] Ellos le vieron de lejos, y antes que se les acercara, conspiraron contra él para matarle, [19] y se decían mutuamente: «Por ahí viene el soñador. [20] Ahora, pues, venid, matémosle y echémosle en un pozo cualquiera, y diremos que algún animal feroz le devoró. Veremos entonces en qué paran sus sueños.» [21] Rubén lo oyó y le libró de sus manos. Dijo: «No atentemos contra su vida.»

[22] Rubén les dijo: «No derraméis sangre. Echadle a ese pozo que hay en el páramo, pero no pongáis la mano sobre él.» Su intención era de salvarle de sus hermanos para devolverle a su padre. [23] Y ocurrió, que cuando llegó José donde sus hermanos, éstos despojaron a José de su túnica —aquella túnica de manga larga que llevaba puesta—, [24] y echándole mano le arrojaron al pozo. Aquel pozo estaba vacío, sin agua. [25] Luego se sentaron a comer. Y levantando los ojos divisaron una caravana de ismaelitas que venían de Galaad, con camellos cargados de almáciga, sandáraca y ládano, que iban bajando hacia Egipto. [26] Entonces dijo Judá a sus hermanos: «¿Qué aprovecha el que asesinemos a nuestro hermano, y luego tapemos su sangre? [27] Venid vamos a venderle a los ismaelitas, pero no pongamos la mano en él, porque es nuestro hermano, carne nuestra.» Y sus hermanos asintieron.

[28] Pasaron unos madianitas mercaderes, y descubriéndole subieron a José del pozo. Vendieron a José a los ismaelitas por veinte piezas de plata, y éstos se llevaron a José a Egipto. [29] Vuelve Rubén al pozo, y he aquí que José nos estaba en el pozo. El desgarró sus ropas, [30] y volviendo donde sus hermanos les dijo: «El niño no aparece, yo ¿qué hago ahora?» [31] Entonces tomaron la túnica de José, y degollando un cabrito, tiñeron la túnica en sangre, [32] y enviaron la túnica de manga larga, haciéndola llegar hasta su padre con este recado: «Esto hemos encontrado: examina si se trata de la túnica de tu hijo, o no» [33] El la examinó y dijo: «¡Es la túnica de mi hijo! ¡Algún animal feroz le ha devorado! ¡José ha sido despedazado!» [34] Jacob desgarró su vestido, se echó un sayal a la cintura e hizo duelo por su hijo durante muchos días.

[35] Todos sus hijos e hijas acudieron a consolarle, pero él rehusaba consolarse y decía: «Voy a bajar en duelo al seol donde mi hijo.» Y su padre le lloraba. [36] Por su parte, los madianitas, llegados a Egipto, le vendieron a Putifar, eunuco de Faraón y capitán de los guardias.

Capítulo 38

[1] Por aquel tiempo bajó Judá de donde sus hermanos para dirigirse a cierto individuo de Adullam llamado Jirá. [2] Allí conoció Judá a la hija de un cananeo llamado Súa y tomándola por esposa se llegó a ella; [3] ella concibió y dio a luz un hijo, al que llamó Er. [4] Volvió a concebir y dio a luz otro hijo, al que llamó Onán. [5] Nuevamente dio a luz otro hijo, al que llamó Selá. Ella se encontraba en Akzib al darle a luz.

[6] Judá tomó para su primogénito Er a una mujer llamada Tamar. [7] Er, el primogénito de Judá, fue malo a los ojos de Yahveh, Yahveh le hizo morir. [8] Entonces Judá dijo a Onán: «Cásate con la mujer de tu hermano, cumple como cuñado con ella, procurando descendencia a tu hermano.» [9] Onán sabía que aquella descendencia no sería suya, y así, si bien tuvo relaciones con su cuñada, derramaba a tierra, evitando el dar descendencia a su hermano. [10] Pareció mal a Yahveh lo que hacía y le hizo morir también a él.

[11] Entonces dijo Judá a su nuera Tamar: «Quédate como viuda en casa de tu padre hasta que crezca mi hijo Selá.» Pues se decía: «Por si acaso muere también él, lo mismo que sus hermanos.» Tamar se fue y quedó en casa de su padre. [12] Pasaron muchos días, y murió la hija de Súa, la mujer de Judá. Cuando Judá se hubo consolado, subió a Timná para el trasquileo de su rebaño, junto con Jirá su compañero adulamita. [13] Se lo notificaron a Tamar: «Oye, tu suegro sube a Timná para el trasquileo de su rebaño.» [14] Entonces ella se quitó de encima sus ropas de viuda y se cubrió con el velo, y bien disfrazada se sentó en Petaj-Enáyim, que está a la vera del camino de Timná. Veía, en efecto, que Selá había crecido, pero que ella no le era dada por mujer. [15] Judá la vio y la tomó por una ramera, porque se había tapado el rostro, [16] y desviándose hacia ella dijo: Déjame ir contigo —pues no la reconoció como su nuera. Dijo ella: «¿Y qué me das por venir conmigo?» [17] «Te mandaré un cabrito de mi rebaño.» —"Si me das prenda hasta que me lo mandes...» [18] «¿Qué prenda he de darte?» —"Tu sello, tu cordón y el bastón que tienes en la mano.» El se lo dio y se unió a ella, la cual quedó encinta de él.

[19] Entonces se marchó ella y, quitándose el velo, se vistió sus ropas de viuda. [20] Judá, por su parte, envió el cabrito por mediación de su compañero el adulamita, para rescatar la prenda de manos de la mujer, pero éste no la encontró. [21] Preguntó a los del lugar: «¿Dónde está la ramera aquella que había en Enáyim, a la vera del camino?» —"Ahí no ha habido ninguna ramera» — dijeron. [22] Entonces él se volvió donde Judá y dijo: «No la he encontrado;, los mismos lugareños me han dicho que allí no ha habido ninguna ramera.» [23] «Pues que se quede con ello —dijo Judá—; que nadie se burle de nosotros. Ya ves cómo he enviado ese cabrito, y tú no la has encontrado.»

[24] Ahora bien, como a los tres meses aproximadamente, Judá recibió este aviso: Tu nuera Tamar ha fornicado, y lo que es más, ha quedado encinta a consecuencia de ello. Dijo Judá: «Sacadla, que sea quemada.» [25] Pero cuando ya la sacaban, envió ella un recado a su suegro: «Del hombre a quien esto pertenece estoy encinta, y añadía: Examina, por favor, de quién es este sello, este cordón y este bastón.» [26] Judá lo reconoció y dijo: «Ella tiene más razón que yo, porque la verdad es que no la he dado por mujer a mi hijo Selá.» Y nunca más volvió a tener trato con ella. [27] Al tiempo del parto resultó que tenía dos mellizos en el vientre. [28] Y ocurrió que, durante el parto, uno de ellos sacó la mano, y la partera le agarró y le ató una cinta escarlata a la mano, diciendo: «Éste ha salido primero.»

[29] Pero entonces retiró él la mano, y fue su hermano el que salió. Ella dijo: «¡Cómo te has abierto brecha!» Y le llamó Peres. [30] Detrás salió su hermano, que llevaba en la mano la cinta escarlata, y le llamó Zéraj.

Capítulo 39

[1] José fue bajado a Egipto, y le compró un egipcio, Putifar, eunuco de Faraón y jefe de los guardias; le compró a los ismaelitas que le habían bajado allá. [2] Yahveh asistió a José, que llegó a ser un hombre afortunado, mientras estaba en casa de su señor egipcio. [3] Este echó de ver que Yahveh estaba con él y que Yahveh hacía prosperar todas sus empresas. [4] José ganó su favor y entró a su servicio, y su señor le puso al frente de su casa y todo cuanto tenía se lo confió. [5] Desde entonces le encargó de toda su casa y de todo lo que tenía, y Yahveh bendijo la casa del egipcio en atención a José, extendiéndose la bendición de Yahveh a todo cuanto tenía en casa y en el campo.

[6] El mismo dejó todo lo suyo en manos de José y, con él, ya no se ocupó personalmente de nada más que del pan que comía. José era apuesto y de buena presencia. [7] Tiempo más tarde sucedió que la mujer de su señor se fijó en José y le dijo: «Acuéstate conmigo.» [8] Pero él rehusó y dijo a la mujer de su señor: «He aquí que mi señor no me controla nada de lo que hay en su casa, y todo cuanto tiene me lo ha confiado. [9] ¿No es él mayor que yo en esta casa? Y sin embargo, no me ha vedado absolutamente nada más que a ti misma, por cuanto eres su mujer. ¿Cómo entonces voy a hacer este mal tan grande, pecando contra Dios?» [10] Ella insistía en hablar a José día tras día, pero él no accedió a acostarse y estar con ella.

[11] Hasta que cierto día entró él en la casa para hacer su trabajo y coincidió que no había ninguno de casa allí dentro. [12] Entonces ella le asió de la ropa diciéndole: «Acuéstate conmigo.» Pero él, dejándole su ropa en la mano, salió huyendo afuera. [13] Entonces ella, al ver que había dejado la ropa en su mano, huyó también afuera y gritó a los de su casa diciéndoles: [14] «—¡Mirad! Nos ha traído un hebreo para que se burle de nosotros. Ha venido a mí para acostarse conmigo, pero yo he gritado, [15] y al oírme levantar la voz y gritar, ha dejado su vestido a mi lado y ha salido huyendo afuera.» [16] Ella depositó junto a sí el vestido de él, hasta que vino su señor a casa, [17] y le repitió esto mismo: «Ha entrado a mí ese siervo hebreo que tú nos trajiste, para abusar de mí; [18] pero yo he levantado la voz y he gritado, y entonces ha dejado él su ropa junto a mí y ha huido afuera.» [19] Al oír su señor las palabras que acababa de decirle su mujer: —"Esto ha hecho conmigo tu siervo"— se encolerizó.

[20] Y el señor de José le prendió y le puso en la cárcel, en el sitio donde estaban los detenidos del rey. Allí se quedó en presidio. [21] Pero Yahveh asistió a José y le cubrió con su misericordia, haciendo que se ganase el favor del alcaide. [22] El alcaide confió a José todos los detenidos que había en la cárcel; todo lo que se hacía allí, lo hacía él. [23] El alcaide no controlaba absolutamente nada de cuanto administraba José, ya que Yahveh le asistía y hacía prosperar todas sus empresas.

Capítulo 40

[1] Después de estas cosas sucedió que el escanciador y el panadero del rey de Egipto ofendieron a su señor, el rey de Egipto. [2] Faraón se enojó contra sus dos eunucos, contra el jefe de los escanciadores y el jefe de los panaderos, [3] y les puso bajo la custodia en casa del jefe de los guardias, en prisión, en el lugar donde estaba detenido José. [4] El jefe de los guardias encargó de ellos a José, para que les sirviese. Así pasaban los días en presidio. [5] Aconteció que ambos soñaron sendos sueños en una misma noche, cada cual con su sentido propio: el escanciador y el panadero del rey de Egipto que estaban detenidos en la prisión.

[6] José vino a ellos por la mañana, y los encontró preocupados. [7] Preguntó, pues, a los eunucos de Faraón, que estaban con él en presidio en casa de su señor: «¿Por qué tenéis hoy mala cara?» [8] «Hemos soñado un sueño —le dijeron— y no hay quien lo interprete.» José les dijo: «¿No son de Dios los sentidos ocultos? Vamos, contádmelo a mí.» [9] El jefe de los escanciadores contó su sueño a José y le dijo: «Voy con mi sueño. Resulta que yo tenía delante una cepa, [10] y en la cepa tres sarmientos, que nada más echar yemas, florecían enseguida y maduraban las uvas en sus racimos. [11] Yo tenía en la mano la copa de Faraón, y tomando aquellas uvas, las exprimía en la copa de Faraón, y ponía la copa en la mano de Faraón.»

[12] José dijo: «Esta es la interpretación: los tres sarmientos, son tres días. [13] Dentro de tres días levantará Faraón tu cabeza: te devolverá a tu cargo, y pondrás la copa de Faraón en su mano, lo mismo que antes, cuando eras su escanciador. [14] A ver si te acuerdas de mí cuando te vaya bien, y me haces el favor de hablar de mí a Faraón para que me saque de esta casa. [15] Pues fui raptado del país de los hebreos, y por lo demás, tampoco aquí hice nada para que me metieran en el pozo. [16] Vio el jefe panaderos que era buena la interpretación y dijo a José: «Voy con mi sueño: Había tres cestas de pan candeal sobre mi cabeza. [17] En la cesta de arriba había de todo lo que come Faraón de panadería, pero los pájaros se lo comían de la cesta, de encima de mi cabeza.»

[18] Respondió José: «Esta es su interpretación. Las tres cestas, son tres días. [19] A vuelta de tres días levantará Faraón tu cabeza y te colgará en un madero, y las aves se comerán la carne que te cubre.» [20] Al tercer día, que era el natalicio de Faraón, dio éste un banquete para todos sus servidores, y levantó la cabeza del jefe de escanciadores y la del jefe de panaderos en presencia de sus siervos. [21] Al jefe de escanciadores le restituyó en su oficio, y volvió a poner la copa en manos de Faraón.

[22] En cuanto al jefe de panaderos, le colgó: tal y como les había interpretado José. [23] Pero el jefe de escanciadores no se acordó de José, sino que le echó en olvido.

Capítulo 41

[1] Al cabo de dos años. Faraón soñó que se encontraba parado a la vera del río. [2] De pronto suben del río siete vacas hermosas y lustrosas que se pusieron a pacer en el carrizal. [3] Pero he aquí que detrás de aquéllas subían del río otras siete vacas, de mal aspecto y macilentas, las cuales se pararon cabe las otras vacas en la margen del río, [4] y las vacas de mal aspecto y macilentas se comieron a las siete vacas hermosas y lustrosas. Entonces Faraón se despertó. [5] Y vuelto a dormirse soñó otra vez que siete espigas crecían en una misma caña, lozanas y buenas. [6] Pero he aquí que otras siete espigas flacas y asolanadas brotaron después de aquéllas [7] y las espigas flacas consumieron a las siete lozanas y llenas. Despertó Faraón, y he aquí que era un sueño.

[8] Aquella mañana estaba inquieto su espíritu y envió a llamar a todos los magos y a todos los sabios de Egipto. Faraón les contó su sueño, pero no hubo quien se lo interpretara a Faraón. [9] Entonces el jefe de escanciadores habló a Faraón diciéndole: «Hoy me acuerdo de mi yerro. [10] Faraón se había enojado contra sus siervos y me había puesto bajo custodia en casa del jefe de los guardias a mí y al jefe de panaderos.

[11] Entonces tuvimos sendos sueños en una misma noche, tanto yo como él, cada uno con su sentido propio. [12] Había allí con nosotros un muchacho hebreo, siervo del jefe de los guardias. Le contamos nuestro sueño, y él nos dio el sentido propio de cada cual. [13] Y resultó que según nos lo había interpretado, así fue: A mí me restituyó Faraón en mi puesto, y a él le colgó.» [14] Faraón mandó llamar a José y le sacaron del pozo con premura, se afeitó y mudó de vestido y compareció ante Faraón. [15] Dijo Faraón a José: He tenido un sueño, y no hay quien lo interprete, pero he oído decir de ti que te basta oír un sueño para interpretarlo.»

[16] Respondió José a Faraón: «No hablemos de mí, que Dios responda en buena hora a Faraón.» [17] Y refirió Faraón a José su sueño: «Resulta que estaba yo parado a la orilla del río, [18] cuando de pronto suben del río siete vacas lustrosas y de hermoso aspecto, las cuales pacían en el carrizal. [19] Pero he aquí que otras siete vacas subían detrás de aquéllas, de muy ruin y mala catadura y macilentas, que jamás vi como aquéllas en toda la tierra de Egipto, de tan malas. [20] Y las siete vacas macilentas y malas se comieron a las siete vacas primeras, las lustrosas. [21] Pero una vez que las tuvieron dentro, ni se conocía que las tuviesen, pues su aspecto seguía tan malo como al principio. Entonces me desperté, [22] y volví a ver en sueños cómo siete espigas crecían en una misma caña, henchidas y buenas. [23] Pero he aquí que otras siete espigas secas, flacas y asolanadas, brotaban después de aquéllas [24] y consumieron las espigas flacas a las siete espigas hermosas. Se lo he dicho a los magos, pero no hay quien me lo explique.»

[25] José dijo a Faraón: «El sueño de Faraón es uno solo: Dios anuncia a Faraón lo que va a hacer. [26] Las siete vacas buenas son siete años de abundancia y las siete espigas buenas, siete años son: porque el sueño es uno solo. [27] Y las siete vacas macilentas y malas que subían después de aquéllas, son siete años; e igualmente las siete espigas flacas y asolanadas, es que habrá siete años de hambre. [28] Esto es lo que yo he dicho a Faraón. Lo que Dios va a hacer lo ha mostrado a Faraón. [29] He aquí que vienen siete años de gran hartura en todo Egipto. [30] Pero después sobrevendrán otros siete años de hambre y se olvidará toda la hartura en Egipto, pues el hambre asolará el país, [31] y no se conocerá hartura en el país, de tanta hambre como habrá. [32] Y el que se haya repetido el sueño de Faraón dos veces, es porque la cosa es firme de parte de Dios, y Dios se apresura a realizarla.

[33] Ahora, pues, fíjese Faraón en algún hombre inteligente y sabio, y póngalo al frente de Egipto. [34] Hágalo así Faraón: ponga encargados al frente del país y exija el quinto a Egipto durante los siete años de abundancia. [35] Ellos recogerán todo el comestible de esos años buenos que vienen, almacenarán el grano a disposición de Faraón en las ciudades, y lo guardarán. [36] De esta forma quedarán registradas las reservas de alimento del país para los siete años de hambre que habrá en Egipto, y así no perecerá el país de hambre.» [37] Pareció bien el discurso a Faraón y a todos sus servidores, [38] y dijo Faraón a sus servidores: «¿Acaso se encontrará otro como éste que tenga el espíritu de Dios?» [39] Y dijo Faraón a José: «Después de haberte dado a conocer Dios todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. [40] Tú estarás al frente de mi casa, y de tu boca dependerá todo mi pueblo. Tan sólo el trono dejaré por encima de ti.» [41] Dijo Faraón a José: «Mira: te he puesto al frente de todo el país de Egipto.» [42] Y Faraón se quitó el anillo de la mano y lo puso en la mano de José, le hizo vestir ropas de lino fino y le puso el collar de oro al cuello, [43] luego le hizo montar en su segunda carroza, e iban gritando delante de él: «¡Abrek!» Así le puso al frente de todo el país de Egipto. [44] Dijo Faraón a José: Yo, Faraón: sin tu licencia no levantará nadie mano ni pie en todo Egipto.»

[45] Faraón llamó a José Safnat-Panéaj y le dio por mujer a Asnat, hija de Poti-Fera, sacerdote de On. Y salió José con autoridad sobre el país de Egipto. [46] Tenía José treinta años cuando compareció ante Faraón, rey de Egipto, y salió José de delante de Faraón, y recorrió todo Egipto. [47] La tierra produjo con profusión durante los siete años de abundancia [48] y él hizo acopio de todos los víveres de los siete años en que hubo hartura en Egipto poniendo en cada ciudad los víveres de la campiña circundante. [49] José recolectó grano como la arena del mar, una enormidad, hasta tener que desistir de contar porque era innumerable.

[50] Antes que sobreviniesen los años de hambre, le nacieron a José dos hijos que le dio Asnat, la hija de Poti-Fera, sacerdote de On. [51] Llamó José al primogénito Manasés, porque —decía— «Dios me ha hecho olvidar todo mi trabajo, la casa de mi padre", [52] y al segundo le llamó Efraím, porque —decía— «me ha hecho fructificar Dios en el país de mi aflicción.» [53] Concluyéronse los siete años de hartura que hubo en Egipto, [54] y empezaron a llegar los siete años de hambre como había predicho José. Hubo hambre en todas las regiones; pero en todo Egipto había pan.

[55] Toda la tierra de Egipto sintió también hambre, y el pueblo clamó a Faraón pidiendo pan. Y dijo Faraón a todo Egipto: «Id a José: haced lo que él os diga.» [56] —El hambre cundió par toda la haz de la tierra. —Entonces José sacó todas las existencias y abasteció de grano a Egipto. Arreciaba el hambre en Egipto; [57] de todos los países venían también a Egipto para proveerse comprando grano a José, porque el hambre cundía por toda la tierra.

Capítulo 42

[1] Vio Jacob que se repartía grano en Egipto, y dijo Jacob a sus hijos: «¿Por qué os estáis ahí mirando? [2] Yo tengo oído que hay reparto de grano en Egipto. Bajad a comprarnos grano allí, para que vivamos y no muramos.» [3] Bajaron, pues, los diez hermanos de José a proveerse de grano en Egipto; [4] pero a Benjamín, hermano de José, no le envió Jacob con sus hermanos, pues se decía: «No vaya a sucederle alguna desgracia.» [5] Fueron, pues, los hijos de Israel a comprar con otros que iban, pues había hambre en el país cananeo.

[6] José era el que regía en todo el país, y él mismo en persona era el que distribuía grano a todo el mundo. Llegaron los hermanos de José y se inclinaron rostro en tierra. [7] Vio José a sus hermanos y los reconoció, pero él no se dio a conocer, y hablándoles con dureza les dijo: «¿De dónde venís? Dijeron: «De Canaán, para comprar víveres.» [8] O sea, que José reconoció a sus hermanos, pero ellos no le reconocieron. [9] José entonces se acordó de aquellos sueños que había soñado respecto a ellos, y les dijo: «Vosotros sois espías, que venís a ver los puntos desguarnecidos del país.» [10] Dijéronle: «No señor, sino que tus siervos han venido a proveerse de víveres. [11] Todos nosotros somos hijos de un mismo padre, y somos gente de bien: tus siervos no son espías.» [12] Díjoles: «Nada de eso: a lo que venís es a ver los puntos desguarnecidos del país.» [13] Dijéronle: «Tus siervos somos doce hermanos, hijos de un mismo padre, en el país cananeo; sólo que el menor está actualmente con nuestro padre, y el otro no existe.» [14] José replicó: «Lo que yo os dije: sois espías. [15] Con esto seréis probados, ¡por vida de Faraón!, no saldréis de aquí mientras no venga vuestro hermano pequeño acá.

[16] Enviad a cualquiera de vosotros y que traiga a vuestro hermano, mientras los demás quedáis presos. Así serán comprobadas vuestras afirmaciones, a ver si la verdad está con vosotros. Que si no, ¡por vida de Faraón!, espías sois.» [17] Y los puso bajo custodia durante tres días. [18] Al tercer día les dijo José: «Haced esto, pues yo también temo a Dios, viviréis. [19] Si sois gente de bien, uno de vuestros hermanos se quedará detenido en la prisión mientras los demás hermanos vais a llevar el grano que tanta falta hace en vuestras casas. [20] Luego me traéis a vuestro hermano menor; entonces se verá que son verídicas vuestras palabras y no moriréis.» — Así lo hicieron ellos. [21] Y se decían el uno al otro: «A fe que somos culpables contra nuestro hermano, cuya angustia veíamos cuando nos pedía que tuviésemos compasión, y no le hicimos caso. Por eso nos hallamos en esta angustia.» [22] Rubén les replicó: «¿Nos os decía yo que no pecarais contra el niño, y no me hicisteis caso? ¡Ahora se reclama su sangre!» [23] Ignoraban ellos que José les entendía, porque mediaba un intérprete entre ellos. [24] Entonces José se apartó de su lado y lloró; y volviendo donde ellos tomó a Simeón y le hizo amarrar a vista de todos. [25] Mandó José que se les llenaran los envases de grano, que se devolviera a cada uno su dinero en la talega, y que se les pusiera provisiones para el camino; así se hizo con ellos. [26] Ellos pusieron su cargamento de grano sobre los burros, y se fueron de allí.

[27] Al ir a hacer noche, uno de ellos abrió su talega para dar pienso a su burro, y vio que su dinero estaba en la boca de la talega de grano. [28] Y dijo a sus hermanos: «Me han devuelto el dinero; lo tengo aquí en mi talega.» Se quedaron sin aliento, y se miraban temblando y diciendo: «¿Qué es esto que ha hecho Dios con nosotros?» [29] Llegaron donde su padre, a Canaán, y le manifestaron todas sus aventuras, diciéndole: [30] «El hombre que es señor del país ha hablado con nosotros duramente, nos ha tomado por espías del país. [31] Nosotros le hemos dicho que éramos gente de bien y no espías, [32] que éramos doce hermanos, hijos del mismo padre; que uno de nosotros no existía, y que el otro se encontraba actualmente con nuestro padre en Canaán. [33] Entonces nos dijo el hombre que es señor del país: 'De este modo conoceré si sois gente de bien; dejad conmigo a uno de vosotros, tomad lo que hace falta en vuestras casas y marchaos [34] a buscarme a vuestro hermano pequeño. Así conoceré que no sois espías, sino gente de bien. Entonces os entregaré a vuestro hermano y circularéis libremente por el país.'» [35] Ahora bien, cuando estaban vaciando sus talegas, he aquí que cada uno tenía su dinero en la talega, y tanto ellos como su padre, al ver las bolsas, sintieron miedo. [36] Su padre Jacob les dijo: «Me dejáis sin hijos: Falta José, falta Simeón, encima vais a quitarme a Benjamín. Esto acabará conmigo.» [37] Dijo Rubén a su padre: Que mueran mis dos hijos si no te lo traemos. Confíalo a mí, yo te lo devolveré.»

[38] Replicó: «No bajará mi hijo con vosotros, pues su hermano está muerto, sólo me queda él. Si le ocurre cualquier desgracia en ese viaje que vais a hacer, entonces haríais bajar mi vejez con pena al seol.»

Capítulo 43

[1] El hambre seguía abrumando la tierra. [2] Así pues, en cuanto acabaron de consumir el grano traído de Egipto, les dijo su padre: «Volved, compradnos algo de comer.» [3] Judá le dijo: «Bien claro nos dio a entender aquel hombre que no veríamos su rostro si no estaba con nosotros nuestro hermano. [4] Si mandas a nuestro hermano con nosotros, bajaremos y te compraremos víveres; [5] pero si no le mandas, no bajamos, porque aquel hombre nos dijo: 'No os presentéis a mí si no está vuestro hermano con vosotros.'» [6] Dijo Israel: «Por qué para desgracia mía hicisteis saber a ese hombre que teníais otro hermano? [7] Dijeron: «El empezó preguntándonos por nuestra familia diciéndonos: ¿Tenéis aún padre? ¿Vive todavía vuestro padre? ¿Tenéis algún otro hermano?, nosotros nos limitamos a responder a sus palabras. ¿Podíamos saber que iba a decirnos: Bajad a vuestro hermano?» [8] Dijo Judá a su padre Israel: «Deja ir al chico conmigo; deja que vayamos para vivir y no morir ni nosotros, ni tú, ni nuestros pequeños. [9] Yo respondo de él, de mi mano lo exigirás si no lo trajere aquí y te lo presentare, y estaría yo en falta contigo a perpetuidad. [10] Que lo que es, si no nos hubiéramos entretenido, para estas horas ya estaríamos de vuelta.» [11] Díjoles su padre Israel: «Siendo así, hacedlo; llevaos de lo más fino del país en vuestras cestas, bajad a aquel hombre un regalo, un poco de sandáraca, un poco de miel, almáciga y ládano, pistachos y almendras. [12] Tomáis también con vosotros el doble de plata y devolvéis personalmente la plata devuelta en la boca de vuestras talegas, por si se trata de un error. [13] Tomad, pues, a vuestro hermano y volved inmediatamente donde ese hombre; [14] que El Sadday os haga hallar misericordia ante ese hombre, y que él os despache y suelte a vuestro otro hermano, y a Benjamín. Por mi parte, si he de perder a mis hijos, qué le vamos a hacer.» [15] Ellos tomaron dicho regalo y el doble de plata consigo, y asimismo a Benjamín, y poniéndose en marcha bajaron a Egipto y se presentaron a José.

[16] José vio con ellos a Benjamín, y dijo a su mayordomo: «Lleva a esos hombres a casa, mata algún animal, lo preparas, porque esos hombres van a comer conmigo a mediodía.» [17] El hombre hizo como le había dicho José, y llevó a los hombres a casa de José. [18] Ellos se asustaron porque se les llevaba a casa de José, y dijeron: «Es por lo de la plata devuelta en nuestros sacos la otra vez, por lo que se nos trae acá, para ponernos alguna trampa, caer sobre nosotros y reducirnos a esclavitud, junto con nuestros asnos.» [19] Y acercándose al mayordomo de José le dijeron a la puerta de la casa: [20] «Por favor, señor, nosotros bajamos anteriormente a comprar víveres. [21] Pero resultó que cuando fuimos a hacer noche y abrimos nuestras talegas de grano, nos encontramos con que la plata de cada uno estaba en la boca de su talega, nuestra plata bien pesada, y la hemos devuelto con nosotros, [22] y además traemos con nosotros más plata para comprar víveres. Ignoramos quién puso nuestra plata en nuestras talegas.» [23] Díjoles: «La paz sea con vosotros, no temáis. Vuestro Dios, el Dios de vuestro padre os puso ese tesoro en las talegas. Vuestra plata ya me llegó.» Y les sacó a Simeón. [24] Luego los introdujo en casa de José, les dio agua y se lavaron los pies, y les dio pienso para sus asnos. [25] Entonces ellos prepararon el regalo, mientras llegaba José a mediodía, pues oyeron que iban a comer allí.

[26] Al entrar José en casa, le presentaron el regalo que llevaban consigo y se inclinaron hasta el suelo. [27] El les saludó y les preguntó: «Vuestro anciano padre de quien me hablasteis, ¿vive aún? [28] Y le dijeron: «Está bien tu siervo, nuestro padre: todavía vive.» Y postrándose se inclinaron. [29] Entonces José volvió los ojos y vio a Benjamín, su hermano de madre, y dijo: «¿Este es vuestro hermano menor, de quien me hablasteis?» Y añadió: «Dios te guarde, hijo mío.» [30] José tuvo que darse prisa, porque le daban ganas de llorar de emoción por su hermano, y entrando en el cuarto lloró allí.

[31] Luego se lavó la cara, salió y conteniéndose dijo: «Servid la comida.» [32] Y le sirvieron a él aparte, aparte a ellos, y aparte a los egipcios que comían con él, porque los egipcios no soportan comer con los hebreos, cosa detestable para ellos. [33] Sentáronse, pues, delante de él por orden de antigüedad, de mayor a menor, y unos a otros se daban muestras de asombro. [34] El fue tomando de delante de sí raciones para ellos, y la ración de Benjamín era cinco veces mayor que la de todos los demás. Ellos bebieron y se alegraron en su compañía.

Capítulo 44

[1] Entonces él dio esta orden a su mayordomo: «Llena de víveres las talegas de estos hombres, cuanto quepa en ellas, pones el dinero de cada uno en la boca de su talega. [2] Y mi copa, la copa de plata, la pones en la boca del saco del pequeño, además del dinero de su compra.» Y él hizo conforme a lo que había dicho José. [3] Alumbró el día, y se les despachó a ellos con sus asnos. [4] Salieron de la ciudad, y no bien se habían alejado, cuando José dijo a su mayordomo: «Levántate, persigue a esos hombres, les das alcance y les dices: ¿Por qué habéis pagado mal por bien? [5] ¡Se trata nada menos que de lo que utiliza mi señor para beber, y también para sus adivinaciones! ¡Qué mal habéis obrado!» [6] El les alcanzó y les habló a este tenor.

[7] Ellos le dijeron: «¿Por qué habla mi señor de ese modo? ¡Lejos de tus siervos hacer semejante cosa! [8] De modo que te hemos devuelto desde Canaán la plata que encontramos en la boca de nuestras talegas, ¿e íbamos a robar ahora de casa de nuestro señor plata ni oro? [9] Aquel de tus siervos a quien se le encuentre, que muera; y también los demás nos haremos esclavos del señor.» [10] Dijo: «Sea así como decís: aquel a quien se le encuentre, será mi esclavo; pero los demás quedaréis disculpados.» [11] Ellos se dieron prisa en bajar sus talegas a tierra y fueron abriendo cada cual la suya; [12] él les registró empezando por el grande y acabando por el chico, y apareció la copa en la talega de Benjamín.

[13] Entonces rasgaron ellos sus túnicas, y cargando cada cual su burro regresaron a la ciudad. [14] Judá y sus hermanos entraron a casa de José, que todavía estaba allí, y cayeron rostro en tierra. [15] José les dijo: «¿Qué habéis hecho? ¡ignorabais que uno como yo tenía que adivinarlo sin falta? [16] Judá dijo: «¿Qué vamos a decir al señor, qué vamos a hablar, qué excusa vamos a dar? Dios ha hallado culpables a sus siervos, henos aquí como esclavos de nuestro señor, tanto nosotros como aquel en cuyo poder ha aparecido la copa.» [17] Replicó: «¡Lejos de mí, hacer eso! Aquel a quien se le ha hallado la copa, ése será mi esclavo, que los demás subiréis sin novedad donde vuestro padre.»

[18] Entonces se le acercó Judá y le dijo: «Con permiso, señor, tu siervo va a pronunciar una palabra a los oídos de mi señor que no, y que no se encienda tu ira contra tu siervo, pues tú eres como el mismo Faraón. [19] Mi señor preguntó a sus siervos: '¿Tenéis padre o algún hermano?' [20] Y nosotros dijimos a mi señor: «Sí, tenemos padre anciano, y un hijo pequeño de su ancianidad. Otro hermano de éste murió; sólo le ha quedado éste de su madre, y su padre le quiere.' [21] Entonces tú dijiste a tus siervos: «Bajádmelo, que ponga mis ojos sobre él.' [22] Y dijimos a mi señor: 'Imposible que el muchacho deje a su padre, pues si le dejara, éste moriría.' [23] Pero dijiste a tus siervos: 'Pues si no baja vuestro hermano menor con vosotros, no volveréis a verme la cara.' [24] Así pues, cuando subimos nosotros a mi padre, tu siervo, le expusimos las palabras de mi señor.

[25] Nuestro padre dijo: 'Volved y compradnos algo de comer.' [26] Dijimos: 'No podemos bajar, a menos que nuestro hermano pequeño vaya con nosotros. En ese caso sí bajaríamos. Porque no podemos presentarnos a aquel hombre si no está con nosotros nuestro hermano el pequeño.' [27] Mi padre, tu siervo, nos dijo: 'Bien sabéis que mi mujer me dio a los dos: [28] el uno se me marchó, y dije que seguramente habría sido despedazado, y no le he vuelto a ver más hasta ahora. [29] Y ahora os lleváis también a éste de mi presencia, y le ocurre alguna desgracia, y habréis hecho bajar mi ancianidad al seol con amargura.' [30] Ahora, pues, cuando yo llegue a donde mi padre, tu siervo, y el muchacho no esté con nosotros, teniendo como tiene el alma tan apegada a la suya, [31] en cuanto vea que falta el muchacho morirá, y tus siervos habrán hecho bajar la ancianidad de nuestro padre, tu siervo, con tristeza al seol.

[32] La verdad es que tu siervo ha traído al muchacho de junto a su padre bajo palabra de que: 'Si no te lo traigo, quedaré en falta para con mi padre a perpetuidad.' [33] Ahora, pues, que se quede tu siervo en vez del muchacho como esclavo de mi señor, y suba el muchacho con sus hermanos. [34] Porque ¿cómo subo yo ahora a mi padre sin el muchacho conmigo? ¡No quiero ni ver la aflicción en que caerá mi padre!"

Capítulo 45

[1] Ya no pudo José contenerse delante de todos los que en pie le asistían y exclamó: «Echad a todo el mundo de mi lado.» Y no quedó nadie con él mientras se daba a conocer José a sus hermanos. [2] (Y se echó a llorar a gritos, y lo oyeron los egipcios, y lo oyó hasta la casa de Faraón.) [3] José dijo a sus hermanos: «Yo soy José. ¿Vive aún mi padre?» Sus hermanos no podían contestarle, porque se habían quedado atónitos ante él. [4] José dijo a sus hermanos: «Vamos, acercaos a mí.» Se acercaron, y él continuó: «Yo soy vuestro hermano José, a quien vendisteis a los egipcios. [5] Ahora bien, no os pese mal, ni os dé enojo el haberme vendido acá, pues para salvar vidas me envió Dios delante de vosotros. [6] Porque con éste van dos años de hambre por la tierra, y aún quedan cinco años en que no habrá arada ni siega. [7] Dios me ha enviado delante de vosotros para que podáis sobrevivir en la tierra y para salvaros la vida mediante una feliz liberación. [8] O sea, que no fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios, y él me ha convertido en padre de Faraón, en dueño de toda su casa y amo de todo Egipto. [9] Subid de prisa a donde mi padre, y decidle: 'Así, dice tu hijo José: Dios me ha hecho dueño de todo Egipto; baja a mí sin demora. [10] Vivirás en el país de Gosen, y estarás cerca de mí, tú y tus hijos y nietos, tus ovejas y tus vacadas y todo cuanto tienes. [11] Yo te sustentaré allí, pues todavía faltan cinco años de hambre, no sea que quedéis en la miseria tú y tu casa y todo lo tuyo.' [12] Con vuestros propios ojos estáis viendo, y también mi hermano Benjamín con los suyos, que es mi boca la que os habla. [13] Notificad, pues, a mi padre toda mi autoridad en Egipto y todo lo que habéis visto, y en seguida bajad a mi padre acá.» [14] Y echándose al cuello de su hermano Benjamín, lloró; también Benjamín lloraba sobre el cuello de José. [15] Luego besó a todos sus hermanos, llorando sobre ellos; después de lo cual sus hermanos estuvieron conversando con él.

[16] En el palacio de Faraón corrió la voz: Han venido los hermanos de José. La cosa cayó bien a Faraón y sus siervos, [17] y Faraón dijo a José: «Di a tus hermanos: Haced esto: Cargad vuestras acémilas y poneos inmediatamente en Canaán, [18] tomad a vuestro padre y vuestras familias, y venid a mí, que yo os daré lo mejor de Egipto, y comeréis lo más pingüe del país. [19] Por tu parte, ordénales: Haced esto: Tomad de Egipto carretas para vuestros pequeños y mujeres, y os traéis a vuestro padre. [20] Y vosotros mismos no tengáis pena de vuestras cosas, que le mejor de Egipto será para vosotros.» [21] Así lo hicieron los hijos de Israel; José les proporcionó carretas por orden de Faraón; y les dio provisiones para el camino.

[22] A todos ellos dio sendas mudas, pero a Benjamín le dio trescientas piezas de plata y cinco mudas. [23] A su padre le envió asimismo diez burros cargados de lo mejor de Egipto y diez asnas cargadas de trigo, pan y víveres para el viaje de su padre. [24] Luego despidió a sus hermanos, y cuando se iban les dijo: «No os excitéis en el camino.» [25] Subieron, pues, de Egipto y llegaron a Canaán, a donde su padre Jacob, [26] y le anunciaron: «Todavía vive José, es el amo de todo Egipto.» Pero él se quedó impasible, porque no les creía.

[27] Entonces le repitieron todas las palabras que José les había dicho, vio las carretas que José había enviado para transportarle, y revivió el espíritu de su padre Jacob. [28] Y dijo Israel: «¡Esto me basta! Todavía vive mi hijo José: iré y le veré antes de morirme.

Capítulo 46

[1] Partió Israel con todas sus pertenencias y llegó a Berseba, donde hizo sacrificios al Dios de su padre Isaac. [2] Y dijo Dios a Israel en visión nocturna: «¡Jacob, Jacob!» —"Heme aquí", respondió. [3] «Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas bajar a Egipto, porque allí te haré una gran nación. [4] Y bajaré contigo a Egipto y yo mismo te subiré también. José te cerrará los ojos.» [5] Jacob partió de Berseba y los hijos de Israel montaron a su padre Jacob, así como a sus pequeños y mujeres, en las carretas que había mandado Faraón para transportarle.

[6] También tomaron sus ganados y la hacienda lograda en Canaán, y fueron a Egipto, Jacob y toda su descendencia con él. [7] Sus hijos y nietos, sus hijas y nietas: a toda su descendencia se la llevó consigo a Egipto. [8] Estos son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto: Jacob y sus hijos. El primogénito de Jacob: Rubén, [9] y los hijos de Rubén: Henoc, Pallú, Jesrón y Karmí; [10] los hijos de Simeón: Yemuel, Yamín, Ohad, Yakín, Sójar y Saúl, hijo de la cananea; [11] los hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí; [12] los hijos de Judá: Er, Onán, Selá, Peres y Zéraj, (¡pero Er y Onán ya habían muerto en Canaán!) y los hijos de Peres: Jesrón y Jamul; [13] los hijos de Isacar: Tolá, Puvá, Yasub y Simrón; [14] los hijos de Zabulón: Séred, Elón, Yajleel.

[15] Estos fueron los hijos que Lía había dado a Jacob en Paddán Aram, y también su hija Dina. Sus hijos y sus hijas eran en total 33 personas. [16] Los hijos de Gad: Sefón, Jagguí, Suní, Esbón, Erí, Arodí y Arelí. [17] Los hijos de Aser: Yimná, Yisvá, Yisví, Beriá y Séraj, hermana de ellos. Hijos de Beriá: Jéber y Malkiel. [18] Estos son los hijos de Zilpá, la que Labán diera a su hija Lía; ella engendró para Jacob estas dieciséis personas. [19] Los hijos de Raquel, mujer de Jacob: José y Benjamín.

[20] A José le nacieron en Egipto Manasés y Efraím, de Asnat, hija de Poti-Fera, sacerdote de On. [21] Los hijos de Benjamín: Belá, Béker, Asbel, Guerá, Naamán, Ejí, Ros, Muppim, Juppim y Ard. [22] Estos son los hijos que Raquel dio a Jacob. En total catorce personas. [23] Los hijos de Dan: Jusim. [24] Los hijos de Neftalí: Yajseel, Guní, Yéser y Sillem.

[25] Estos son los hijos de Bilhá, la que Labán diera a su hija Raquel, y que aquélla engendró para Jacob: en total siete personas. [26] Todas las personas que entraron con Jacob en Egipto, nacidas de sus entrañas, —salvo las mujeres de los hijos de Jacob— hacían un total de 66 personas. [27] Los hijos de José, que le habían nacido en Egipto, eran dos. Todas las personas de la casa de Jacob que entraron en Egipto eran setenta. [28] Israel mandó a Judá por delante a donde José, para que éste le precediera a Gosen: y llegaron al país de Gosen. [29] José enganchó su carroza y subió a Gosen, al encuentro de su padre Israel; y viéndole se echó a su cuello y estúvose llorando sobre su cuello.

[30] Y dijo Israel a José: «Ahora ya puedo morir, después de haber visto tu rostro, pues que tú vives todavía. [31] José dijo a sus hermanos y a la familia de su padre: «Voy a subir a avisar a Faraón, decirle: 'Han venido a mí mis hermanos y la casa de mi padre que estaban en Canaán. [32] Son pastores de ovejas, pues siempre fueron ganaderos, y, han traído ovejas, vacadas y todo lo suyo.' [33] Así, cuando os llame Faraón y os diga. ¿Cuál es vuestro oficio?, [34] le decís: 'Ganaderos hemos sido tus siervos desde la mocedad hasta ahora, lo mismo que nuestros padres.' De esta suerte os quedaréis en el país de Gosen.» Porque los egipcios detestan a todos los pastores de ovejas.

Capítulo 47

[1] Vino, pues, José a dar parte a Faraón, diciendo: «Mi padre, mis hermanos, sus ovejas, vacadas, todo lo suyo han venido de Canaán, y ya están en el país de Gosen. [2] Luego, de entre todos sus hermanos tomó consigo a cinco varones y se los presentó a Faraón. [3] Dijo Faraón a los hermanos: «¿Cuál es vuestro oficio? Respondieron a Faraón: «Pastores de ovejas son tus siervos, lo mismo que nuestros padres.» [4] Y dijeron a Faraón: «Hemos venido a residir en esta tierra, porque no hay pastos para los rebaños que tienen tus siervos, por ser grave el hambre en Canaán. Así pues, deja morar a tus siervos en el país de Gosen.» [5] Y dijo Faraón a José: «Que residan en el país de Gosen. Y si te consta que hay entre ellos gente capacitada, ponles por jefes de lo mío.» Jacob, y sus hijos vinieron a Egipto donde José. Faraón, rey de Egipto, se enteró y dijo a José: «Tu padre y tus hermanos han venido a ti. [6] Tienes el territorio egipcio por delante: en lo mejor del país instala a tu padre y tus hermanos.» [7] José llevó a su padre Jacob y le presentó delante de Faraón, y Jacob bendijo a Faraón. [8] Dijo Faraón a Jacob: «¿Cuántos años tienes?» [9] Respondió Jacob a Faraón: «Los años de mis andanzas hacen 130 años: pocos y malos han sido los años de mi vida, y no han llegado a igualar los años de vida de mis padres, en el tiempo de sus andanzas.»

[10] Bendijo, pues, Jacob a Faraón, y salió de su presencia. [11] José instaló a su padre y sus hermanos, asignándoles predio en territorio egipcio, en lo mejor del país, en el país de Ramsés, según lo había mandado Faraón. [12] Y José proveyó al sustento familiar de su padre y sus hermanos y toda la casa de su padre. [13] No había pan en todo el país, porque el hambre era gravísima y tanto Egipto como Canaán estaban muertos de hambre. [14] Entonces José se hizo con toda la plata existente en Egipto y Canaán a cambio del grano que ellos compraban, y llevó José aquella plata al palacio de Faraón.

[15] Agotada la plata de Egipto y de Canaán, acudió Egipto en masa a José diciendo: «Danos pan. ¿Por qué hemos de morir en tu presencia ahora que se ha agotado la plata?» [16] Dijo José: «Entregad vuestros ganados, os daré pan por vuestros ganados, ya que se ha agotado la plata.» [17] Trajeron sus ganados a José y José les dio pan a cambio de caballos, ovejas, vacas y burros. Y les abasteció de pan a trueque de todos sus ganados por aquel año. [18] Cumplido el año, acudieron al año siguiente y le dijeron: «No disimularemos a nuestro señor que se ha agotado la plata, también los ganados pertenecen ya a nuestro señor; no nos queda a disposición de nuestro señor nada, salvo nuestros cuerpos y nuestras tierras. [19] ¿Por qué hemos de morir delante de tus ojos así nosotros como nuestras tierras? Aprópiate de nosotros y de nuestras tierras a cambio de pan, y nosotros con nuestras tierras pasaremos a ser esclavos de Faraón. Pero danos simiente para que vivamos y no muramos, y el suelo no quede desolado.» [20] De este modo se apropió José todo el suelo de Egipto para Faraón, pues los egipcios vendieron cada uno su campo porque el hambre les apretaba, y la tierra vino a ser de Faraón.

[21] En cuanto al pueblo, lo redujo a servidumbre, de cabo a cabo de las fronteras de Egipto. [22] Tan sólo las tierras de los sacerdotes no se las apropió, porque los sacerdotes tuvieron tal privilegio de Faraón, y comieron de dicho privilegio que les concedió Faraón. Por lo cual no vendieron sus tierras. [23] Dijo entonces José al pueblo: «He aquí que os he adquirido hoy para Faraón a vosotros, vuestras tierras. Ahí tenéis simiente: sembrad la tierra, [24] y luego, cuando la cosecha, daréis el quinto a Faraón y las otras cuatro partes serán para vosotros, para siembra del campo, y para alimento vuestro y de vuestros familiares, para alimento de vuestras criaturas.» [25] Dijeron ellos: «Nos has salvado la vida. Hallemos gracia a los ojos de mi señor, seremos siervos de Faraón.»

[26] Y José les impuso por norma, vigente hasta la fecha respecto a todo el agro egipcio, dar el quinto a Faraón. Tan sólo el territorio de los sacerdotes no pasó a ser de Faraón. [27] Israel residió en Egipto, en el país de Gosen; se afincaron en él y fueron fecundos y se multiplicaron sobremanera. [28] Jacob vivió en Egipto diecisiete años, siendo los días de Jacob, los años de su vida, 147 años. [29] Cuando los días de Israel tocaron a su fin, llamó a su hijo José y le dijo: he hallado gracia a tus ojos, pon tu mano debajo de mi muslo y hazme este favor y lealtad: No me sepultes en Egipto. [30] Cuando yo me acueste con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos.» Respondió: «Yo haré según tu palabra.» [31] «Júramelo", dijo. Y José se lo juró. Entonces Israel se inclinó sobre la cabecera de su lecho.

Capítulo 48

[1] Sucedió tras esto que se le dijo a José: «Mira que tu padre está malo.» Entonces él tomó consigo a sus dos hijos Manasés y Efraím, [2] y se hizo anunciar a Jacob: «Tu hijo José ha venido a verte.» Entonces Israel, haciendo un esfuerzo, se sentó en su lecho. [3] Dijo Jacob a José: «El Saday se me apareció en Luz, en país cananeo; me bendijo [4] y me dijo: 'Mira, yo haré que seas fecundo y que te multipliques; haré de ti una asamblea de pueblos, y daré esta tierra a tu posteridad en propiedad eterna.' [5] Pues bien, los dos hijos tuyos que te nacieron en Egipto antes de venir yo a Egipto a reunirme contigo, míos son: Efraím y Manasés, igual que Rubén y Simeón, serán míos.

[6] En cuanto a la prole que has engendrado después de ellos, tuya será y con el apellido de sus demás hermanos se la citará en orden a la herencia. [7] Cuando yo venía de Paddán se me murió en el camino Raquel, tu madre, en el país de los cananeos, a poco trecho para llegar a Efratá, y allí la sepulté, en el camino de Efratá, o sea Belén.» [8] Vio Israel a los hijos de José y preguntó: «¿Quiénes son éstos?» [9] Dijo José a su padre: «Son mis hijos, los que me ha dado Dios aquí. Y él dijo: Tráemelos acá, que yo les bendiga.» [10] Los ojos de Jacob se habían nublado por la vejez y no podía ver. Acercóselos, pues, y él los besó y los abrazó.

[11] Dijo Israel a José: «Yo no sospechaba ver más tu rostro, ahora resulta que Dios me ha hecho ver también a tus hijos.» [12] José los sacó de entre las rodillas de su padre, y se postró ante él rostro en tierra. [13] José los tomó a los dos, a Efraím con la derecha, a la izquierda de Israel, y a Manasés con la izquierda, a la derecha de Israel, y los acercó a éste. [14] Israel extendió su diestra y la puso sobre la cabeza de Efraím, aunque era el menor, y su izquierda sobre la cabeza de Manasés: es decir que cruzó las manos, puesto que Manasés era el primogénito; [15] y bendijo a José diciendo: «El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que ha sido mi pastor desde que existo hasta el presente día, [16] el Angel que me ha rescatado de todo mal, bendiga a estos muchachos; sean llamados con mi nombre y con el de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense y crezcan en medio de la tierra.» [17] Al ver José que su padre tenía la diestra puesta sobre la cabeza de Efraím, le pareció mal, y asió la mano de su padre para retirarla de sobre la cabeza de Efraím a la de Manasés.

[18] Y dijo José a su padre: «Así no padre mío, que éste es el primogénito; pon tu diestra sobre su cabeza.» [19] Pero rehusó su padre, y dijo: «Lo sé, hijo mío, lo sé; también él será grande. Sin embargo, su hermano será más grande que él, su descendencia se hará una muchedumbre de gentes.» [20] Y les bendijo aquel día, diciendo: «Que con vuestro nombre se bendiga en Israel, se diga: ¡Hágate Dios como a Efraím y Manasés!» —y puso a Efraím por delante de Manasés. [21] Dijo entonces Israel a José: Yo muero; pero Dios estará con vosotros y os devolverá a la tierra de vuestros padres. [22] Yo, por mi parte, te doy Siquem a ti, mejorándote sobre tus hermanos: lo que tomé al amorreo con mi espada y con mi arco.»

Capítulo 49

[1] Jacob llamó a sus hijos y dijo: «Juntaos, os anunciaré lo que os ha de acontecer en días venideros: [2] Apiñaos y oíd, hijos de Jacob, y escuchad a Israel, vuestro padre. [3] Rubén, mi primogénito eres tú, mi vigor y las primicias de mi virilidad, plétora de pasión y de ímpetu, [4] espumas como el agua: ¡Cuidado, no te desbordes! porque subiste al lecho de tu padre; entonces violaste mi tálamo al subir. [5] Simeón y Leví, hermanos; llevaron al colmo la violencia con sus intrigas.

[6] ¡En su conciliábulo no entres, alma mía; a su asamblea no te unas, corazón mío!, porque estando de malas, mataron hombres, y estando de buenas, desjarretaron toros. [7] ¡Maldita su ira, por ser tan impetuosa, y su cólera, por ser tan cruel! Los dividiré en Jacob, y los dispersaré en Israel. [8] A ti, Judá, te alabarán tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos; inclínense a ti los hijos de tu padre. [9] Cachorro de león es Judá; de la presa, hijo mío, has vuelto; se recuesta, se echa cual león, o cual leona, ¿quién le hará alzar? [10] No se irá de Judá el báculo, el bastón de mando de entre tus piernas, hasta tanto que se le traiga el tributo y a quien rindan homenaje las naciones; [11] el que ata a la vid su borriquillo y a la cepa el pollino de su asna; lava en vino su vestimenta, y en sangre de uvas su sayo; [12] el de los ojos encandilados de vino, el de los dientes blancos de leche.

[13] Zabulón habita en la ribera del mar, y es tripulante de barcos, a horcajadas sobre Sidón. [14] Isacar es un borrico corpulento echado entre las aguaderas. [15] Aunque ve que el reposo es bueno, y que el suelo es agradable, ofrece su lomo a la carga y termina sometiéndose al trabajo. [16] Dan juzgará a su pueblo como cualquiera de las tribus de Israel. [17] Sea Dan una culebra junto al camino, una víbora junto al sendero, que pica al caballo en los jarretes y cae su jinete de espaldas. [18] En tu salvación espero, Yahveh. [19] A Gad atracadores le atracan, pero él atraca su retaguardia. [20] Aser tiene pingüe su pan, y da manjares de rey. [21] Neftalí es una cierva suelta, que da cervatillos hermosos.

[22] Un retoño es José, retoño junto a la fuente, cuyo vástagos trepan sobre el muro. [23] Le molestan y acribillan, le asaltan los flecheros; [24] pero es roto su arco violentamente y se aflojan los músculos de sus brazos por las manos del Fuerte de Jacob, por el Nombre del Pastor, la Piedra de Israel, [25] por el Dios de tu padre, pues él te ayudará, el Dios Sadday, pues él te bendecirá con bendiciones de los cielos desde arriba, bendiciones del abismo que yace abajo, bendiciones de los pechos y del seno, [26] bendiciones de espigas y de frutos, amén de las bendiciones de los montes seculares, y el anhelo de los collados eternos. ¡Sean para la cabeza de José, y para la frente del consagrado entre sus hermanos! [27] Benjamín, lobo rapaz; de mañana devora su presa, y a la tarde reparte el despojo.» [28] Todas estas son las tribus de Israel, doce en total, y esto es lo que les dijo su padre, bendiciéndoles a cada uno con su bendición correspondiente.

[29] Luego les dio este encargo: «Yo voy a reunirme con los míos. Sepultadme junto a mis padres en la cueva que está en el campo de Efrón el hitita, [30] en la cueva que está en el campo de la Makpelá, enfrente de Mambré, en el país de Canaán, el campo que compró Abraham a Efrón el hitita, como propiedad sepulcral: [31] allí sepultaron a Abraham y a su mujer Sara; allí sepultaron a Isaac y a su mujer Rebeca, y allí sepulté yo a Lía. [32] Dicho campo y la cueva que en él hay fueron adquiridos de los hititas.» [33] Y en habiendo acabado Jacob de hacer encargos a sus hijos, recogió sus piernas en el lecho, expiró y se reunió con los suyos.

Capítulo 50

[1] José cayó sobre el rostro de su padre, lloró sobre él y lo besó. [2] Luego encargó José a sus servidores médicos que embalsamaran a su padre, y los médicos embalsamaron a Israel. [3] Emplearon en ellos cuarenta días, porque este es el tiempo que se emplea con los embalsamados. Y los egipcios le lloraron durante setenta días. [4] Transcurridos los días de luto por él, habló José a la casa de Faraón en estos términos: he hallado gracia a vuestros ojos, por favor, haced llegar a oídos de Faraón esta palabra: [5] «Mi padre me tomó juramento diciendo: 'Yo me muero. En el sepulcro que yo me labré en el país de Canaán, allí me has de sepultar.' Ahora, pues, permíteme que suba a sepultar a mi padre, y luego volveré.» [6] Dijo Faraón: «Sube, sepulta a tu padre como él te hizo jurar.»

[7] Subió José a enterrar a su padre, y con él subieron todos los servidores de Faraón, los más viejos de palacio, y todos los ancianos de Egipto, [8] así como toda la familia de José, sus hermanos y la familia de su padre. Tan sólo a sus pequeñuelos, sus rebaños y vacadas, dejaron en el país de Gosen. [9] Subieron con él además carros y aurigas: un cortejo muy considerable. [10] Llegados a Goren— Haatad, que está allende el Jordán, hicieron allí un duelo muy grande y solemne, y José lloró a su padre durante siete días. [11] Los cananeos, habitantes del país, vieron el duelo en Goren Haatad y dijeron: «Duelo de importancia es ése de los egipcios.» Por eso se llamó el lugar Abel-Misráyim, que está allende el Jordán.

[12] Sus hijos, pues, hicieron por él como él se lo había mandado; [13] le llevaron sus hijos al país de Canaán, y le sepultaron en la cueva del campo de la Makpelá, el campo que había comprado Abraham en propiedad sepulcral a Efrón el hitita, enfrente de Mambré. [14] Regresó José a Egipto con sus hermanos, y todos cuantos habían subido con él a sepultar a su padre. [15] Vieron los hermanos de José que había muerto su padre y dijeron: «A ver si José nos guarda rencor, nos devuelve todo el daño que le hicimos.» [16] Por eso mandaron a José este recado: «Tu padre encargó antes de su muerte: [17] 'Así diréis a José: Por favor, perdona el crimen de tus hermanos y su pecado.' Cierto que te hicieron daño, pero ahora tú perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre.» Y José lloró mientras le hablaban.

[18] Fueron entonces sus hermanos personalmente y cayendo delante de él dijeron: «Henos aquí, esclavos tuyos somos.» [19] Replicóles José: «No temáis, ¿estoy yo acaso en vez de Dios? [20] Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, a un pueblo numeroso. [21] Así que no temáis; yo os mantendré a vosotros y a vuestros pequeñuelos.» Y les consoló y les habló con afecto. [22] José permaneció en Egipto junto con la familia de su padre, y alcanzó José la edad de 110 años.

[23] José vio a los biznietos de Efraím; asimismo los hijos de Makir, hijo de Manasés, nacieron sobre las rodillas de José. [24] Por último, José dijo a sus hermanos: «Yo muero, pero Dios se ocupará sin falta de vosotros, os hará subir de este país al país que juró a Abrahama Isaac, a Jacob.» [25] José hizo jurar a los hijos de Israel, diciendo: «Dios os visitará sin falta, entonces os llevaréis mis huesos de aquí.» [26] Y José murió a la edad de 110 años; le embalsamaron, y se le puso en una caja en Egipto.

ÉXODO

Capítulo 1

[1] Estos son los nombres de los israelitas que entraron con Jacob en Egipto, cada uno con su familia: [2] Rubén, Simeón, Leví, Judá, [3] Isacar, Zabulón, Benjamín, [4] Dan, Neftalí, Gad y Aser. [5] El número de los descendientes de Jacob era de setenta personas. José estaba ya en Egipto.

[6] Murió José, y todos sus hermanos, y toda aquella generación; [7] pero los israelitas fueron fecundos y se multiplicaron; llegaron a ser muy numerosos y fuertes y llenaron el país. [8] Se alzó en Egipto un nuevo rey, que nada sabía de José; [9] y que dijo a su pueblo: «Mirad, los israelitas son un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros. [10] Tomemos precauciones contra él para que no siga multiplicándose, no sea que en caso de guerra se una también él a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y salir del país.» [11] Les impusieron pues, capataces para aplastarlos bajo el peso de duros trabajos; y así edificaron para Faraón las ciudades de depósito: Pitom y Ramsés.

[12] Pero cuanto más les oprimían, tanto más crecían y se multiplicaban, de modo que los egipcios llegaron a temer a los israelitas. [13] Y redujeron a cruel servidumbre a los israelitas, [14] les amargaron la vida con rudos trabajos de arcilla y ladrillos, con toda suerte de labores del campo y toda clase de servidumbre que les imponían por crueldad. [15] El rey de Egipto dio también orden a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifrá, y la otra Puá, [16] diciéndoles: «Cuando asistáis a las hebreas, observad bien las dos piedras: si es niño, hacedle morir; si es niña dejadla con vida.»

[17] Pero las parteras temían a Dios, y no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños. [18] Llamó el rey de Egipto a las parteras y les dijo: «¿Por qué habéis hecho esto y dejáis con vida a los niños?» [19] Respondieron las parteras a Faraón: «Es que las hebreas no son como las egipcias. Son más robustas y antes que llegue la partera, ya han dado a luz.» [20] Y Dios favoreció a las parteras. El pueblo se multiplicó y se hizo muy poderoso. [21] Y por haber temido las parteras a Dios, les concedió numerosa prole.

[22] Entonces Faraón dio a todo su pueblo esta orden: «Todo niño que nazca lo echaréis al Río; pero a las niñas las dejaréis con vida.»

Capítulo 2

[1] Un hombre de la casa de Leví fue a tomar por mujer una hija de Leví. [2] Concibió la mujer y dio a luz un hijo; y viendo que era hermoso lo tuvo escondido durante tres meses. [3] Pero no pudiendo ocultarlo ya por más tiempo, tomó una cestilla de papiro, la calafateó con betún y pez, metió en ella al niño, y la puso entre los juncos, a la orilla del Río. [4] La hermana del niño se apostó a lo lejos para ver lo que le pasaba. [5] Bajó la hija de Faraón a bañarse en el Río y, mientras sus doncellas se paseaban por la orilla del Río, divisó la cestilla entre los juncos, y envió una criada suya para que la cogiera.

[6] Al abrirla, vio que era un niño que lloraba. Se compadeció de él y exclamó: «Es uno de los niños hebreos.» [7] Entonces dijo la hermana a la hija de Faraón: «Quieres que yo vaya y llame una nodriza de entre las hebreas para que te críe este niño?» [8] «Vete", le contestó la hija de Faraón. Fue, pues, la joven y llamó a la madre del niño. [9] Y la hija de Faraón le dijo: «Toma este niño, críamelo que yo te pagaré.» Tomó la mujer al niño y lo crió. [10] El niño creció, y ella lo llevó entonces a la hija de Faraón, que lo tuvo por hijo, y le llamó Moisés, diciendo: De las aguas lo he sacado.

[11] En aquellos días, cuando Moisés ya fue mayor, fue a visitar a sus hermanos, y comprobó sus penosos trabajos; vio también cómo un egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos. [12] Miró a uno y a otro lado, y no viendo a nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. [13] Salió al día siguiente y vio a dos hebreos que reñían. Y dijo al culpable: «¿Por qué pegas a tu compañero? [14] El respondió: «¿Quién te ha puesto de jefe, juez sobre nosotros? ¿Acaso estás pensando en matarme como mataste al egipcio?» Moisés, lleno de temor, se dijo: «La cosa ciertamente se sabe.» [15] Supo Faraón lo sucedido y buscaba a Moisés para matarle; pero él huyó de la presencia de Faraón, y se fue a vivir al país de Madián. Se sentó junto a un pozo.

[16] Tenía un sacerdote de Madián siete hijas, que fueron a sacar agua y llenar los pilones para abrevar las ovejas de su padre. [17] Pero vinieron los pastores y las echaron. Entonces, levantándose Moisés, salió en su defensa y les abrevó el rebaño. [18] Al volver ellas a donde su padre Reuel, éste les dijo: «¿Cómo es que venís hoy tan pronto? [19] Respondieron: «Un egipcio nos libró de las manos de los pastores, además sacó agua para nosotras y abrevó el rebaño.» [20] Preguntó entonces a sus hijas: «¿Y dónde está? ¿Cómo así habéis dejado a ese hombre? Llamadle para que coma.»

[21] Aceptó Moisés morar con aquel hombre, que dio a Moisés su hija Seforá. [22] Esta dio a luz un hijo y llamóle Guersom, pues dijo: «Forastero soy en tierra extraña.» [23] Durante este largo período murió el rey de Egipto; los israelitas, gimiendo bajo la servidumbre, clamaron, y su clamor, que brotaba del fondo de su esclavitud, subió a Dios. [24] Oyó Dios sus gemidos, y acordóse Dios de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. [25] Y miró Dios a los hijos de Israel y conoció...

Capítulo 3

[1] Moisés era pastor del rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. [2] El ángel de Yahveh se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía. [3] Dijo, pues, Moisés: «Voy a acercarme para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza.» [4] Cuando vio Yahveh que Moisés se acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!» El respondió: «Heme aquí.» [5] Le dijo: «No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada.»

[6] Y añadió: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahamel Dios de Isaac, el Dios de Jacob.» Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios. [7] Dijo Yahveh: «Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos. [8] He bajado para librarle de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los jebuseos. [9] Así pues, el clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto además la opresión con que los egipcios los oprimen. [10] Ahora, pues, ve; yo te envío a Faraón, para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto.» [11] Dijo Moisés a Dios: «¿Quién soy yo para ir a Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?» [12] Respondió: «Yo estaré contigo, esta será para ti la señal de que yo te envío: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a Dios en este monte.»

[13] Contestó Moisés a Dios: «Si voy a los israelitas y les digo: 'El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros'; cuando me pregunten: '¿Cuál es su nombre?', ¿qué les responderé?» [14] Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy. Así dirás a los israelitas: 'Yo soy' me ha enviado a vosotros.» [15] Siguió Dios diciendo a Moisés: «Así dirás a los israelitas: Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación. [16] Ve, reúne a los ancianos de Israel, diles: 'Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me dijo: Yo os he visitado y he visto lo que os han hecho en Egipto. [17] Y he decidido sacaros de la tribulación de Egipto al país de los cananeos, los hititas, los amorreos, perizitas, jivitas y jebuseos, a una tierra que mana leche y miel.' [18] Ellos escucharán tu voz, y tú irás con los ancianos de Israel donde el rey de Egipto; y le diréis: 'Yahveh, el Dios de los hebreos, se nos ha aparecido. Permite, pues, que vayamos camino de tres días al desierto, para ofrecer sacrificios a Yahveh, nuestro Dios.' [19] Ya sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino forzado por mano poderosa. [20] Pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con toda suerte de prodigios que obraré en medio de ellos y después os dejará salir.» [21] «Yo haré que este pueblo halle gracia a los ojos de los egipcios, de modo que cuando partáis no saldréis con las manos vacías, [22] sino que cada mujer pedirá a su vecina y a la que mora en su casa objetos de plata, objetos de oro y vestidos, que pondréis a vuestros hijos y a vuestras hijas, y así despojaréis a los egipcios.»

Capítulo 4

[1] Respondió Moisés y dijo: «No van a creerme, ni escucharán mi voz; pues dirán: 'no se te ha aparecido Yahveh.'» [2] Díjole Yahveh: «¿Qué tienes en tu mano?» «Un cayado, respondió él.» [3] Yahveh le dijo: «Échalo a tierra.» Lo echó a tierra y se convirtió en serpiente; y Moisés huyó de ella. [4] Dijo Yahveh a Moisés: «Extiende tu mano y agárrala por la cola.» Extendió la mano, la agarró, y volvió a ser cayado en su mano... [5] «Para que crean que se te ha aparecido Yahveh, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.

[6] Y añadió Yahveh: «Mete tu mano en el pecho.» Metió él la mano en su pecho y cuando la volvió a sacar estaba cubierta de lepra, blanca como la nieve. [7] Y le dijo: «Vuelve a meter la mano en tu pecho.» La volvió a meter y, cuando la sacó de nuevo, estaba ya como el resto de su carne. [8] «Así pues, si no te creen ni escuchan la voz por la primera señal, creerán por la segunda. [9] Y si no creen tampoco por estas dos señales y no escuchan tu voz, tomarás agua del Río y la derramarás en el suelo; y el agua que saques del Río se convertirá en sangre sobre el suelo.» [10] Dijo Moisés a Yahveh: «¡Por favor, Señor! Yo no he sido nunca hombre de palabra fácil, ni aun después de haber hablado tú con tu siervo; sino que soy torpe de boca y de lengua.»

[11] Le respondió Yahveh: «¿Quién ha dado al hombre la boca? ¿Quién hace al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo, Yahveh? [12] Así pues, vete, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes decir.» [13] El replicó: «Por favor, envía a quien quieras.» [14] Entonces se encendió la ira de Yahveh contra Moisés, y le dijo: «¿No tienes a tu hermano Aarón el levita? Sé que él habla bien; he aquí que justamente ahora sale a tu encuentro, al verte se alegrará su corazón. [15] Tu le hablarás y pondrás las palabras en su boca; yo estaré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer. [16] El hablará por ti al pueblo, él será tu boca y tú serás su dios. [17] Toma también en tu mano este cayado, porque con él has de hacer las señales.» [18] Moisés volvió y regresó a casa de Jetró, su suegro, y le dijo: «Con tu permiso, me vuelvo a ver a mis hermanos de Egipto para saber si viven todavía.» Dijo Jetró a Moisés: «Vete en paz.» [19] Yahveh dijo a Moisés en Madián: «Anda, vuelve a Egipto; pues han muerto todos los que buscaban tu muerte.» [20] Tomó, pues, Moisés a su mujer y a su hijo y, montándolos sobre un asno, volvió a la tierra de Egipto. Tomó también Moisés el cayado de Dios en su mano.

[21] Y dijo Yahveh a Moisés: «Cuando vuelvas a Egipto, harás delante de Faraón todos los prodigios que yo he puesto en tu mano; yo, por mi parte, endureceré su corazón, y no dejará salir al pueblo. [22] Y dirás a Faraón: Así dice Yahveh: Israel es mi hijo, mi primogénito. [23] Yo te he dicho: 'Deja ir a mi hijo para que me dé culto,' pero como tú no quieres dejarle partir, mira que yo voy a matar a tu hijo, a tu primogénito.» [24] Y sucedió que en el camino le salió al encuentro Yahveh en el lugar donde pasaba la noche y quiso darle muerte. [25] Tomó entonces Seforá un cuchillo de pedernal y, cortando el prepucio de su hijo, tocó los pies de Moisés, diciendo: «Tú eres para mí esposo de sangre.»

[26] Y Yahveh le soltó; ella había dicho: «esposo de sangre", por la circuncisión. [27] Dijo Yahveh a Aarón: «Vete al desierto al encuentro de Moisés.» Partió, pues, y le encontró en el monte de Dios y le besó. [28] Moisés contó a Aarón todas las palabras que Yahveh le había encomendado y todas las señales que le había mandado hacer. [29] Fueron, pues, Moisés y Aarón y reunieron a todos los ancianos de los israelitas. [30] Aarón refirió todas las palabras que Yahveh había dicho a Moisés, el cual hizo las señales delante del pueblo.

[31] El pueblo creyó, y al oír que Yahveh había visitado a los israelitas y había visto su aflicción, se postraron y adoraron.

Capítulo 5

[1] Después se presentaron Moisés y Aarón a Faraón y le dijeron: «Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Deja salir a mi pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto.» [2] Respondió Faraón: «¿Quién es Yahveh para que yo escuche su voz y deje salir a Israel? NO conozco a Yahveh y dejaré salir a Israel.» [3] Ellos dijeron: «El Dios de los hebreos se nos ha aparecido; permite, pues, que vayamos camino de tres días al desierto para ofrecer sacrificios a Yahveh, nuestro Dios, no sea que nos castigue con peste o espada.» [4] El rey de Egipto les replicó: «¿Por qué vosotros, Moisés y Aarón, apartáis al pueblo de sus trabajos? Idos a vuestra tarea.» [5] Y añadió Faraón: «Ahora que el pueblo de esa región es numeroso ¿queréis interrumpir sus trabajos?» [6] Aquel mismo día dio Faraón esta orden a los capataces del pueblo y a los escribas: [7] «Ya no daréis como antes paja al pueblo para hacer ladrillos; que vayan ellos mismos a buscársela. [8] Pero que hagan la misma cantidad de ladrillos que hacían antes, sin rebajarla; pues son unos perezosos. Y por eso claman diciendo: Vamos a ofrecer sacrificios a nuestro Dios. [9] Que se aumente el trabajo de estos hombres para que estén ocupados en él y no den oídos a palabras mentirosas.» [10] Salieron los capataces del pueblo diciendo: «Esto dice Faraón: no os daré ya más paja; [11] id vosotros mismos a buscárosla donde la podáis hallar. Pero vuestra tarea no se disminuirá en nada.» [12] Esparcióse, pues, el pueblo por el país de Egipto en busca de rastrojo para emplearlo como paja.

[13] Los capataces por su lado los apremiaban, diciendo: «Terminad la tarea que os ha sido fijada para cada día, como cuando había paja.» [14] A los escribas de los israelitas, que los capataces de Faraón habían puesto al frente de aquéllos, se les castigó, diciéndoles: «¿Por qué no habéis hecho, ni ayer ni hoy, la misma cantidad de ladrillos que antes?» [15] Los escribas de los israelitas fueron a quejarse a Faraón, diciendo: «¿Por qué tratas así a tus siervos? [16] No se da paja a tus siervos y sin embargo nos dicen: 'Haced ladrillos.' Y he aquí que tus siervos son castigados...» [17] El respondió: «Haraganes sois, grandes haraganes; por eso decís: 'Vamos a ofrecer sacrificios a Yahveh.' [18] Pues, id a trabajar; no se os dará paja, y habéis de entregar la cantidad de ladrillos señalada.» [19] Los escribas de los israelitas se vieron en grande aprieto, pues les ordenaron: «No disminuiréis vuestra producción diaria de ladrillos.»

[20] Encontráronse, pues, con Moisés y Aarón, que les estaban esperando a la salida de su entrevista con Faraón, [21] y les dijeron: «Que Yahveh os examine y que él os juzgue por habernos hecho odiosos a Faraón y a sus siervos y haber puesto la espada en sus manos para matarnos.» [22] Volvióse entonces Moisés a Yahveh y dijo: «Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿por qué me has enviado? [23] Pues desde que fui a Faraón para hablarle en tu nombre está maltratando a este pueblo, y tú no haces nada por librarle.»

Capítulo 6

[1] Respondió Yahveh a Moisés: «Ahora verás lo que voy a hacer con Faraón; porque bajo fuerte mano tendrá que dejarles partir, bajo fuerte mano él mismo los expulsará de su territorio.» [2] Habló Dios a Moisés y le dijo: «Yo soy Yahveh. [3] Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como El Sadday; pero mi nombre de Yahveh no se lo di a conocer. [4] También con ellos establecí mi alianza, para darles la tierra de Canaán, la tierra en que peregrinaron y en la que moraron como forasteros. [5] Y ahora, al oír el gemido de los israelitas, reducidos a esclavitud por los egipcios, he recordado mi alianza.

[6] Por tanto, di a los hijos de Israel: Yo soy Yahveh; Yo os libertaré de los duros trabajos de los egipcios, os libraré de su esclavitud y os salvaré con brazo tenso y castigos grandes. [7] Yo os haré mi pueblo, y seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy Yahveh, vuestro Dios, que os sacaré de la esclavitud de Egipto. [8] Yo os introduciré en la tierra que he jurado dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y os la daré en herencia. Yo, Yahveh.» [9] Moisés dijo esto a los israelitas; pero ellos no escucharon a Moisés, consumidos por la dura servidumbre. [10] Entonces Yahveh habló a Moisés diciendo: [11] «Ve a hablar con Faraón, rey de Egipto, para que deje salir a los israelitas fuera de su territorio.»

[12] Respondió Moisés ante Yahveh: «Si los israelitas no escuchan: ¿cómo me va a escuchar Faraón, a mí que soy torpe de palabra?» [13] Pero Yahveh habló a Moisés y a Aarón, y les dio órdenes para los israelitas y para Faraón, rey de Egipto, a fin de sacar del país de Egipto a los israelitas. [14] Estos son los jefes de sus casas paternas: Hijos de Rubén, primogénito de Israel: Henoc, Pallú, Jesrón y Karmí, éstas son las familias de Rubén. [15] Hijos de Simeón: Yemuel, Yamín, Ohad, Yakín, Sójar y Saúl, hijo de la cananea; éstas son las familias de Simeón. [16] Y éstos son los nombres de los hijos de Leví por sus linajes: Guerson, Quehat, Merarí. Los años de la vida de Leví fueron 137.

[17] Hijos de Guerson: Libní y Simei según sus familias. [18] Hijos de Quehat: Amram, Yishar, Hebrón y Uzziel. Los años de la vida de Quehat fueron 133 años. [19] Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Estas son las familias de los levitas, por sus linajes. [20] Amram tomó por mujer a Yokébed, su tía, de la cual nacieron Aarón y Moisés. Y los años de la vida de Amram fueron 137. [21] Hijos de Yishar: Coré, Néfeg y Zikrí.

[22] Hijos de Uzziel: Missael, Elsafán y Sitrí. [23] Aarón tomó por mujer a Isabel, hija de Amminadab, hermana de Najsón; de la cual le nacieron Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar. [24] Hijos de Coré: Assir, Elcaná y Abiasaf. Estas son la familias de los coreítas. [25] Eleazar, hijo de Aarón, tomó por mujer a una de las hijas de Putiel y de ella nació Pinjás. Estos son los jefes de las casas paternas de los levitas, según sus familias. [26] Estos son, pues, aquel Aarón y aquel Moisés a quienes dijo Yahveh: «Sacad a los israelitas de la tierra de Egipto en orden de campaña.»

[27] Estos son los que hablaron a Faraón, rey de Egipto, para sacar de Egipto a los israelitas. Estos son Moisés y Aarón. [28] El día en que Yahveh habló a Moisés en el país de Egipto, [29] le dijo: «Yo soy Yahveh; di a Faraón, rey de Egipto, cuanto yo te diga.» [30] Moisés respondió ante Yahveh: «¿Siendo yo torpe de palabra, cómo me va a escuchar Faraón?

Capítulo 7

[1] Dijo Yahveh a Moisés: «Mira que te he constituido como dios para Faraón, y Aarón, tu hermano, será tu profeta; [2] tú le dirás cuanto yo te mande; y Aarón, tu hermano, se lo dirá a Faraón, para que deje salir de su país a los israelitas. [3] Yo, por mi parte, endureceré el corazón de Faraón, y multiplicaré mis señales y mis prodigios en el país de Egipto. [4] Faraón no os escuchará, pero yo pondré mi mano sobre Egipto y sacaré de la tierra de Egipto a mi ejército, mi pueblo, los israelitas, a fuerza de duros castigos. [5] Y los egipcios reconocerán que yo soy Yahveh, cuando extienda mi mano sobre Egipto y saque de en medio de ellos a los hijos de Israel.» [6] Moisés y Aarón hicieron lo que les mandó Yahveh.

[7] Tenía Moisés ochenta años, y Aarón 83 cuando hablaron a Faraón. [8] Habló Yahveh a Moisés y Aarón, y dijo: [9] «Cuando Faraón os diga: Haced algún prodigio, dirás a Aarón: 'Toma tu cayado y échalo delante de Faraón, y que se convierta en serpiente.'» [10] Presentáronse, pues, Moisés y Aarón a Faraón, e hicieron lo que Yahveh había ordenado: Aarón echó su cayado delante de Faraón y de sus servidores, y se convirtió en serpiente. [11] También Faraón llamó a los sabios y a los hechiceros, y también ellos, los sabios egipcios, hicieron con sus encantamientos las mismas cosas.

[12] Echó cada cual su vara, y se trocaron en serpientes; pero el cayado de Aarón devoró sus varas. [13] Sin embargo el corazón de Faraón se endureció, y no les escuchó, conforme había predicho Yahveh. [14] Entonces dijo Yahveh a Moisés: «El corazón de Faraón es obstinado; se niega a dejar salir al pueblo. [15] Preséntate a Faraón por la mañana, cuando vaya a la ribera. Le saldrás al encuentro a la orilla del Río, llevando en tu mano el cayado que se convirtió en serpiente. [16] Y le dirás: Yahveh, el Dios de los hebreos, me ha enviado a ti para decirte: 'Deja partir a mi pueblo, para que me den culto en el desierto'; pero hasta el presente no has escuchado.

[17] Así dice Yahveh: En esto conocerás que yo soy Yahveh: Mira que voy a golpear con el cayado que tengo en la mano las aguas del Río, y se convertirán en sangre. [18] Los peces del Río morirán, y el Río quedará apestado de modo que los egipcios no podrán ya beber agua del Río.» [19] Yahveh dijo a Moisés: «Di a Aarón: Toma tu cayado, y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus canales, sobre sus ríos, sobre sus lagunas y sobre todos sus depósitos de agua. Se convertirán en sangre; y habrá sangre en toda la tierra de Egipto, hasta en los árboles y la piedras.» [20] Moisés y Aarón hicieron lo que Yahveh les había mandado: alzó el cayado y golpeó las aguas que hay en el Rió en presencia de Faraón y de sus servidores, y todas las aguas del Rió se convirtieron en sangre. [21] Los peces del Río murieron, el Río quedó apestado de modo que los egipcios nos pudieron beber el agua del Río; hubo sangre en todo el país de Egipto.

[22] Pero lo mismo hicieron con sus encantamientos los magos de Egipto; y el corazón de Faraón se endureció y no les escuchó, como había dicho Yahveh. [23] Se volvió Faraón y entró en su casa sin hacer caso de ello. [24] Y todos los egipcios tuvieron que cavar en los alrededores del Río en busca de agua potable, porque no podían beber las aguas del Río. [25] Pasaron siete días desde que Yahveh hirió el Río. [26] Y dijo Yahveh a Moisés: «Preséntate a Faraón, dile: Así dice Yahveh: 'Deja salir a mi pueblo para que me dé culto.' [27] Si te niegas a dejarle partir infestaré de ranas todo tu país.

[28] El Río bullirá de ranas, que subirán y entrarán en tu casa, en tu dormitorio y en tu lecho, en las casas de tus servidores y en tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas. [29] Subirán la ranas sobre ti, sobre tu pueblo, y sobre tus siervos.»

Capítulo 8

[1] Dijo Yahveh a Moisés: «Di a Aarón: Extiende tu mano con tu cayado sobre los canales, sobre los ríos y sobre las lagunas, y haz que suban las ranas sobre la tierra de Egipto.» [2] Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto; subieron la ranas y cubrieron la tierra de Egipto. [3] Pero los magos hicieron lo mismo con sus encantamientos, e hicieron subir las ranas sobre la tierra de Egipto. [4] Faraón llamó a Moisés y a Aarón y dijo: «Pedid a Yahveh que aparte las ranas de mí, de mi pueblo, yo dejaré salir al pueblo para que ofrezca sacrificios a Yahveh.» [5] Respondió Moisés a Faraón: «Dígnate indicarme cuándo he de rogar por ti, por tus siervos y por tu pueblo, para que se alejen las ranas de ti y de tus casas y queden solamente en el Río.»

[6] «Mañana", contestó él. Replicó Moisés: «Será conforme a tu palabra, para que sepas que no hay como Yahveh, nuestro Dios. [7] Las ranas se apartarán de ti, de tus casas, de tus siervos y de tu pueblo, y quedarán sólo en el Río.» [8] Salieron Moisés y Aarón de la presencia de Faraón, invocó Moisés a Yahveh acerca de las ranas que afligían a Faraón, [9] y Yahveh hizo lo que Moisés pedía: murieron las ranas de las casas, de los patios y de los campos. [10] Las juntaron en montones y el país apestaba.

[11] Pero Faraón viendo que tenía este respiro, endureció su corazón, y no les escuchó como había predicho Yahveh. [12] Dijo Yahveh a Moisés: «Di a Aarón: extiende tu cayado, golpea el polvo de la tierra que se convertirá en mosquitos sobre todo el país de Egipto.» [13] Así lo hicieron: Aarón extendió su mano con el cayado y golpeó el polvo de la tierra; y hubo mosquitos sobre los hombres y sobre los ganados. Todo el polvo de la tierra se convirtió en mosquitos sobre todo el país de Egipto. [14] Los magos intentaron con sus encantamientos hacer salir mosquitos, pero no pudieron. Hubo, pues, mosquitos sobre hombres y ganados. [15] Dijeron los magos a Faraón: «¡es el dedo de Dios!» Pero el corazón de Faraón se endureció, y no les escuchó, como había dicho Yahveh.

[16] Yahveh dijo a Moisés: «Levántate muy de mañana, preséntate a Faraón cuando vaya a la ribera, dile: Así dice Yahveh: 'Deja salir a mi pueblo, para que me dé culto.' [17] Si no dejas salir a mi pueblo, mira que voy a enviar tábanos contra ti, contra tus siervos, tu pueblo y tus casas, de manera que las casas de los egipcios y hasta el suelo sobre el cual están se llenarán de tábanos. [18] Pero exceptuaré ese día la región de Gosen, donde está mi pueblo, para que no haya allí tábanos, a fin de que sepas que yo soy Yahveh en medio de la tierra; [19] haré distinción entre mi pueblo y el tuyo. Este prodigio sucederá mañana.» [20] Así lo hizo Yahveh, y un enorme enjambre de tábanos vino sobre la casa de Faraón y la casas de sus siervos; y toda la tierra de Egipto; la tierra fue devastada por los tábanos.

[21] Entonces llamó Faraón a Moisés y a Aarón y les dijo: «Id, ofreced sacrificios a vuestro Dios en este país.» [22] Moisés respondió: «No conviene que se haga así, porque el sacrificio que ofrecemos a Yahveh, nuestro Dios, es abominación para los egipcios. ¿No nos apedrearían los egipcios si ofreciéramos ante sus ojos un sacrificio que para ellos es abominable? [23] Iremos tres jornadas de camino por el desierto, y allí ofreceremos sacrificios a Yahveh, nuestro Dios, según él nos ordena.» [24] Contestó Faraón: «Os dejaré ir, para que ofrezcáis en el desierto sacrificios a Yahveh, vuestro Dios, con tal que no vayáis demasiado lejos. Rogad por mí.» [25] Moisés respondió: «En cuanto salga rogaré a Yahveh, mañana los tábanos se alejarán de Faraón, de sus siervos, de su pueblo; pero que no nos siga engañando Faraón, impidiendo que el pueblo vaya a ofrecer sacrificios a Yahveh.»

[26] Salió, pues, Moisés de la presencia de Faraón, y rogó a Yahveh. [27] Hizo Yahveh lo que Moisés pedía, y alejó los tábanos del Faraón, de sus siervos y de su pueblo, sin quedar ni uno. [28] Pero también esta vez endureció Faraón su corazón y no dejó salir al pueblo.

Capítulo 9

[1] Yahveh dijo a Moisés: Preséntate a Faraón, dile: «Así dice Yahveh, el Dios de los hebreos: 'Deja salir a mi pueblo para que me den culto.' [2] Si te niegas a dejarles salir y los sigues reteniendo, [3] mira que la mano de Yahveh caerá sobre tus ganados del campo, sobre los caballos, sobre los asnos, sobre los camellos, sobre la vacadas y sobre las ovejas; habrá una grandísima peste. [4] Pero Yahveh hará distinción entre el ganado de Israel y el ganado de los egipcios, de modo que nada perecerá de lo perteneciente a Israel.» [5] Y Yahveh fijó el plazo, diciendo: «Mañana hará esto Yahveh en el país.»

[6] Al día siguiente cumplió Yahveh su palabra y murió todo el ganado de los egipcios; mas del ganado de los israelitas no murió ni una sola cabeza. [7] Faraón mandó hacer averiguaciones, y se vio que del ganado de Israel no había muerto ni un solo animal. Sin embargo, se endureció el corazón de Faraón y no dejó salir al pueblo. [8] Dijo Yahveh a Moisés y a Aarón: «Tomad dos grandes puñados de hollín de horno, que Moisés lo lance hacia el cielo, en presencia de Faraón; [9] se convertirá en polvo fino sobre todo el territorio de Egipto, y formará erupciones pustulosas, en hombres y ganados, por toda la tierra de Egipto.» [10] Tomaron, pues, hollín de horno y presentándose ante Faraón, lo lanzó Moisés hacia el cielo, y hubo erupciones pustulosas en hombres y ganados.

[11] Ni los magos pudieron permanecer delante de Moisés a causa de las erupciones; pues los magos tenían las mismas erupciones que todos los egipcios. [12] Pero Yahveh endureció el corazón de Faraón, que nos les escuchó, según Yahveh había dicho a Moisés. [13] Dijo Yahveh a Moisés: «Levántate de mañana, preséntate a Faraón, dile: Así dice Yahvehel Dios de los hebreos: 'Deja salir a mi pueblo para que me den culto.' [14] Porque esta vez voy a enviar todas mis plagas sobre ti, sobre tus siervos y sobre tu pueblo para que sepas que no hay como yo en toda la tierra. [15] Si yo hubiera extendido mi mano y te hubiera herido a ti y a tu pueblo con peste, ya habrías desaparecido de la tierra; [16] pero te he dejado con vida, para hacerte ver mi poder, y para que sea celebrado mi nombre sobre toda la tierra.

[17] Tú te opones todavía a mi pueblo, para no dejarle salir. [18] Pues mira que mañana, a esta hora, haré llover una granizada tan fuerte, como no hubo otra en Egipto desde el día en que fue fundado hasta el presente. [19] Ahora, pues, manda poner a salvo tu ganado y cuanto tienes en del campo; porque el granizo descargará sobre todos los hombres y animales que se hallan en el campo, y cuantos no se hayan recogido bajo techumbre perecerán.» [20] Aquéllos de los siervos de Faraón que temieron la palabra de Yahveh pusieron al abrigo a sus siervos y su ganado; [21] mas los que no hicieron caso de la palabra de Yahveh, dejaron en el campo a sus siervos y su ganado.

[22] Dijo Yahveh a Moisés: «Extiende tu mano hacia el cielo, que caiga granizo en toda la tierra de Egipto, sobre los hombres, sobre los ganados, sobre todas las hierbas del campo que hay en la tierra de Egipto.» [23] Extendió Moisés su cayado hacia el cielo, y Yahveh envió truenos y granizo; cayeron rayos sobre la tierra, y Yahveh hizo llover granizo sobre el país de Egipto. [24] El granizo y los rayos mezclados con el granizo cayeron con fuerza tan extraordinaria que nunca hubo semejante en toda la tierra de Egipto desde que comenzó a ser nación. [25] El granizo hirió cuanto había en el campo en todo el país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. El granizo machacó también toda la hierba del campo, y quebró todos los árboles del campo. [26] Tan sólo en la región de Gosen, donde habitaban los israelitas, no hubo granizo.

[27] Faraón hizo llamar a Moisés y a Aarón y les dijo: «Ahora sí, he pecado; Yahveh es el justo, yo y mi pueblo somos inicuos. [28] Rogad a Yahveh que cesen ya los truenos y el granizo; y os dejaré salir. No tendréis que quedaros más tiempo aquí.» [29] Moisés le respondió: «Cuando salga de la ciudad extenderé mis manos hacia Yahveh, cesarán los truenos, y no habrá más granizo, para que sepas que la tierra es de Yahveh. [30] Pero bien sé que ni tú ni tus siervos teméis todavía a Yahveh, Dios.» [31] Fueron destrozados el lino y la cebada, pues la cebada estaba ya en espiga, y el lino en flor.

[32] El trigo y la espelta no fueron destrozados por ser tardíos. [33] Dejando a Faraón, salió Moisés de la ciudad, extendió las manos hacia Yahveh, y cesaron los truenos y granizos, y no cayó más lluvia sobre la tierra. [34] Cuando Faraón vio que había cesado la lluvia, el granizo y los truenos, volvió a pecar, endureciendo su corazón, tanto él como sus siervos. [35] Endurecióse, pues, el corazón de Faraón y no dejó salir a los israelitas como Yahveh había dicho por boca de Moisés.

Capítulo 10

[1] Dijo Yahveh a Moisés: «Ve a Faraón, porque he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos, para obrar estas señales mías en medio de ellos; [2] y para que puedas contar a tu hijo, y al hijo de tu hijo, cómo me divertí con Egipto y las señales que realicé entre ellos, y sepáis que yo soy Yahveh.» [3] Fueron, pues, Moisés y Aarón donde Faraón y le dijeron: «Así dice Yahveh, el Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo te resistirás a humillarte ante mí? Deja salir a mi pueblo para que me dé culto. [4] Si te niegas a dejar salir a mi pueblo, mira que mañana traeré langostas sobre tu territorio; [5] y cubrirán la superficie del país, de suerte que ni podrá verse el suelo. Devorarán lo que os quedó de la granizada, y comerán todos los árboles que os crecen en el campo. [6] Llenarán tus casas, las casas de todos los egipcios, como nunca vieron tus padres, ni los padres de tus padres, desde el día en que existieron sobre la tierra hasta el día de hoy.» Y retirándose salió de la presencia de Faraón. [7] Dijeron entonces a Faraón sus siervos: «¿Hasta cuándo ha de ser este hombre causa de nuestra ruina? Deja salir a esa gente, que den culto a Yahveh, su Dios. ¿Te darás cuenta a tiempo de que Egipto se pierde?» [8] Hicieron, pues, volver a Moisés y a Aarón a la presencia de Faraón; el cual les dijo: «Id a dar culto a Yahveh, vuestro Dios. ¿Quiénes van a ir?» [9] Respondió Moisés: «Saldremos con nuestros niños y nuestros ancianos, con nuestros hijos y nuestras hijas, con nuestras ovejas y nuestras vacadas; porque es nuestra fiesta de Yahveh. [10] Contestóles: «¡Así esté Yahveh con vosotros como voy a dejaros salir a vosotros con vuestros pequeños! Ved cómo a la vista están vuestras malas intenciones. [11] No será así; salid si queréis los varones solos y dad culto a Yahveh, pues eso es lo que buscabais.» Y fueron echados de la presencia de Faraón. [12] Yahveh dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para que venga la langosta; que suba sobre el país de Egipto, coma toda la hierba del país, todo lo que dejó el granizo.» [13] Moisés extendió su cayado sobre la tierra de Egipto; y Yahveh hizo soplar el solano sobre el país todo aquel día y toda la noche. Y cuando amaneció, el solano había traído la langosta. [14] La langosta invadió todo el país de Egipto, y se posó en todo el territorio egipcio, en cantidad tan grande como nunca había habido antes tal plaga de langosta ni la habría después. [15] Cubrieron toda la superficie del país hasta oscurecer la tierra; devoraron toda la hierba del país y todos los frutos de los árboles que el granizo había dejado; no quedó nada verde ni en los árboles ni en las hierbas del campo en toda la tierra de Egipto.

[16] Entonces Faraón llamó a toda prisa a Moisés y a Aarón, y dijo: «He pecado contra Yahveh, vuestro Dios, contra vosotros. [17] Ahora, pues, perdonad por favor mi pecado, siquiera por esta vez; rogad a Yahveh, vuestro Dios, que aparte de mí al menos esta mortandad.» [18] Salió Moisés de la presencia de Faraón y rogó a Yahveh. [19] Yahveh hizo que soplara con gran violencia un viento del mar que se llevó la langosta y la echó al mar de Suf. No quedó ni una langosta en todo el territorio de Egipto. [20] Pero Yahveh endureció el corazón de Faraón, que no dejó salir a los israelitas.

[21] Yahveh dijo a Moisés: «Extiende tu mano hacia el cielo, haya sobre la tierra de Egipto tinieblas que puedan palparse.» [22] Extendió, pues, Moisés su mano hacia el cielo, y hubo por tres días densas tinieblas en todo el país de Egipto. [23] No se veían unos a otros, y nadie se levantó de su sitio por espacio de tres días, mientras que todos los israelitas tenían luz en sus moradas. [24] Llamó Faraón a Moisés y dijo: «Id, dad culto a Yahveh; que se queden solamente vuestras ovejas, vuestras vacadas. También vuestros pequeños podrán ir con vosotros.» [25] Respondió Moisés: «Nos tienes que conceder también sacrificios y holocaustos, para que los ofrendemos a Yahveh, nuestro Dios. [26] También nuestro ganado ha de venir con nosotros. No quedará ni una pezuña; porque de ellos hemos de tomar para dar culto a Yahveh, nuestro Dios. Y no sabemos todavía qué hemos de ofrecer a Yahveh hasta que lleguemos allá.» [27] Yahveh endureció el corazón de Faraón, que no quiso dejarles salir. [28] Y dijo Faraón a Moisés: «¡Retírate de mi presencia! ¡Guárdate de volver a ver mi rostro pues el día en que veas mi rostro, morirás!» [29] Respondió Moisés: «Tú lo has dicho: no volveré a ver tu rostro.»

Capítulo 11

[1] Dijo Yahveh a Moisés: «Todavía traeré una plaga más sobre Faraón, sobre Egipto; tras de lo cual os dejará marchar de aquí y cuando, por fin, os deje salir del país, él mismo os expulsará de aquí. [2] Habla, pues, al pueblo y que cada hombre pida a su vecino, y cada mujer a su vecina, objetos de plata y objetos de oro.» [3] Yahveh hizo que el pueblo se ganase el favor de los egipcios. Además, Moisés era un gran personaje en la tierra de Egipto, tanto a los ojos de los servidores de Faraón como a los ojos del pueblo. [4] Moisés dijo: Así dice Yahveh: «hacia media noche pasaré yo a través de Egipto; [5] y morirá en el país de Egipto todo primogénito, desde el primogénito de Faraón que se sienta en su trono hasta el primogénito de la esclava encargada de moler, así como todo primer nacido del ganado. [6] Y se elevará en todo el país de Egipto un alarido tan grande como nunca lo hubo, ni lo habrá. [7] Pero entre los israelitas ni siquiera un perro ladrará ni contra hombre ni contra bestia; para que sepáis cómo Yahveh hace distinción entre Egipto e Israel. [8] Entonces vendrán a mí todos estos siervos tuyos y se postrarán delante de mí, diciendo: Sal, tú y todo el pueblo que te sigue. Y entonces, saldré.» Y, ardiendo en cólera, salió de la presencia de Faraón. [9] Y dijo Yahveh a Moisés: «No os escuchará Faraón, para que así pueda yo multiplicar mis prodigios en la tierra de Egipto.» [10] Moisés y Aarón obraron todos estos prodigios ante Faraón; pero Yahveh endureció el corazón de Faraón, que no dejó salir de su país a los israelitas.

Capítulo 12

[1] Dijo Yahveh a Moisés y Aarón en el país de Egipto: [2] «Este mes será para vosotros el comienzo de los meses; será el primero de los meses del año. [3] Hablad a toda la comunidad de Israel y decid: El día diez de este mes tomará cada uno para sí una res de ganado menor por familia, una res de ganado menor por casa. [4] Y si la familia fuese demasiado reducida para una res de ganado menor, traerá al vecino más cercano a su casa, según el número de personas y conforme a lo que cada cual pueda comer. [5] El animal será sin defecto, macho, de un año. Lo escogeréis entre los corderos o los cabritos.

[6] Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y toda la asamblea de la comunidad de los israelitas lo inmolará entre dos luces. [7] Luego tomarán la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman. [8] En aquella misma noche comerán la carne. La comerán asada al fuego, con ázimos y con hierbas amargas. [9] Nada de él comeréis crudo ni cocido, sino asado, con su cabeza, sus patas y sus entrañas. [10] Y no dejaréis nada de él para la mañana; lo que sobre al amanecer lo quemaréis.

[11] Así lo habéis de comer: ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies, y el bastón en vuestra mano; y lo comeréis de prisa. Es Pascua de Yahveh. [12] Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, Yahveh. [13] La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto. [14] Este será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de Yahveh de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre". [15] «Durante siete días comeréis ázimos; ya desde el primer día quitaréis de vuestras casas la levadura. Todo el que desde el día primero hasta el día séptimo coma pan fermentado, ese tal será exterminado de en medio de Israel.

[16] El primer día tendréis reunión sagrada; también el día séptimo os reuniréis en reunión sagrada. Ningún trabajo se hará en esos días, salvo la comida para cada uno. Esto es lo único que podréis hacer. [17] Guardad la fiesta de los Azimos, porque en ese mismo día saqué yo vuestros ejércitos de la tierra de Egipto. Guardad este día de generación en generación como decreto perpetuo. [18] Comeréis ázimos en el mes primero, desde la tarde del día catorce del mes hasta la tarde del día veintiuno. [19] No habrá levadura en vuestras casas por espacio de siete días; todo aquel que coma algo fermentado, sea forastero o natural del país, será exterminado de la comunidad de Israel. [20] No comeréis nada fermentado; en todo lugar donde habitéis, comeréis ázimos.» [21] Llamó Moisés a todos los ancianos de Israel y les dijo: «Id en busca de reses menores para vuestras familias e inmolad la pascua.

[22] Tomaréis un manojo de hisopo, lo mojaréis en la sangre que está en la vasija y untaréis el dintel y las dos jambas con la sangre de la vasija; y ninguno de vosotros saldrá de la puerta de su casa hasta la mañana. [23] Yahveh pasará y herirá a los egipcios, pero al ver la sangre en el dintel y en las dos jambas, Yahveh pasará de largo por aquella puerta y no permitirá que el Exterminador entre en vuestras casas para herir. [24] Guardad este mandato como decreto perpetuo para vosotros y vuestros hijos. [25] También guardaréis este rito cuando entréis en la tierra que os dará Yahveh, según su promesa. [26] Y cuando os pregunten vuestros hijos: '¿Qué significa para vosotros este rito?', [27] responderéis: 'Este es el sacrificio de la Pascua de Yahveh, que pasó de largo por las casas de los israelitas en Egipto cuando hirió a los egipcios y salvó nuestras casas.'» Entonces el pueblo se postró para adorar.

[28] Fueron los israelitas e hicieron lo que había mandado Yahveh a Moisés y a Aarón; así lo hicieron. [29] Y sucedió que, a media noche, Yahveh hirió en el país de Egipto a todos los primogénitos, desde el primogénito de Faraón, que se sienta sobre su trono, hasta el primogénito del preso en la cárcel, y a todo primer nacido del ganado. [30] Levantóse Faraón aquella noche, con todos sus servidores y todos los egipcios; y hubo grande alarido en Egipto, porque no había casa donde no hubiese un muerto. [31] Llamó Faraón a Moisés y a Aarón, durante la noche, y les dijo: «Levantaos y salid de en medio de mi pueblo, vosotros y los israelitas, e id a dar culto a Yahveh, como habéis dicho. [32] Tomad también vuestros rebaños y vuestras vacadas, como dijisteis. Marchaos y bendecidme también a mí.» [33] Los egipcios por su parte instaban al pueblo para acelerar su salida del país, pues decían. «Vamos a morir todos.»

[34] Tomó, pues, el pueblo la masa, antes que fermentara y, envolviendo en los mantos las artesas de la harina, se las cargaron a hombros. [35] Los israelitas hicieron lo que les dijo Moisés y pidieron a los egipcios objetos de plata, objetos de oro y vestidos. [36] Yahveh hizo que el pueblo se ganara el favor de los egipcios, los cuales se los prestaron. Así despojaron a los egipcios. [37] Los israelitas partieron de Ramsés hacia Sukkot, unos 600.000 hombres de a pie, sin contar los niños. [38] Salió también con ellos una muchedumbre abigarrada y grandes rebaños de ovejas y vacas.

[39] De la masa que habían sacado de Egipto cocieron tortas ázimas, porque no había fermentado todavía; pues al ser echados de Egipto no pudieron tomar víveres ni provisiones para el camino. [40] Los israelitas estuvieron en Egipto 430 años. [41] El mismo día que se cumplían los 430 años, salieron de la tierra de Egipto todos los ejércitos de Yahveh. [42] Noche de guardia fue ésta para Yahveh, para sacarlos de la tierra de Egipto. Esta misma noche será la noche de guardia en honor de Yahveh para todos los israelitas, por todas sus generaciones.

[43] Dijo Yahveh a Moisés y a Aarón: «Estas son las normas sobre la Pascua: No comerá de ella ningún extranjero. [44] Todo siervo, comprado por dinero, a quien hayas circuncidado, podrá comerla. [45] Pero el residente y el jornalero no la comerán. [46] Se ha de comer dentro de casa; no sacaréis fuera de casa nada de carne, ni le quebraréis ningún hueso. [47] Toda la comunidad de Israel la celebrará. [48] Si un forastero que habita contigo quiere celebrar la Pascua de Yahveh, que se circunciden todos sus varones, y entonces podrá acercarse para celebrarla, pues será como los nativos; pero ningún incircunciso podrá comerla. [49] Una misma ley habrá para el nativo y para el forastero que habita en medio de vosotros.»

[50] Así lo hicieron todos los israelitas. Tal como había mandado Yahveh a Moisés y a Aarón, así lo hicieron. [51] Y en aquel mismo día sacó Yahveh del país de Egipto a los israelitas en orden de campaña.

Capítulo 13

[1] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [2] «Conságrame todo primogénito, todo lo que abre el seno materno entre los israelitas. Ya sean hombres o animales, míos son todos.»

[3] Dijo, pues, Moisés al pueblo: «Acordaos de este día en que salisteis de Egipto, de la casa de servidumbre, pues Yahveh os ha sacado de aquí con mano fuerte; y no comáis pan fermentado. [4] Salís hoy, en el mes de Abib. [5] Así, cuando Yahveh te haya introducido en la tierra de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los jivitas y de los jebuseos, que juró a tus padres que te daría, tierra que mana leche y miel, celebrarás ese rito en este mes. [6] Siete días comerás ázimos y el día séptimo será fiesta de Yahveh. [7] Se comerán ázimos durante siete días, y no se verá pan fermentado en tu casa, ni levadura en tu casa, en todo tu territorio. [8] En aquel día harás saber a tu hijo: 'Esto es con motivo de lo que hizo conmigo Yahveh cuando salí de Egipto.' [9] Y esto te servirá como señal en tu mano, y como recordatorio ante tus ojos, para que la ley de Yahveh esté en tu boca; porque con mano fuerte te sacó Yahveh de Egipto. [10] Guardarás este precepto, año por año, en el tiempo debido.»

[11] «Cuando Yahveh te haya introducido en la tierra del cananeo, como lo tiene jurado a ti y a tus padres, y te la haya dado, [12] consagrarás a Yahveh todo lo que abre el seno materno. Todo primer nacido de tus ganados, si son machos, pertenecen también a Yahveh. [13] Todo primer nacido del asno lo rescatarás con un cordero; y si no lo rescatas lo desnucarás. Rescatarás también todo primogénito de entre tus hijos. [14] Y cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: '¿Qué significa esto?', le dirás: 'Con mano fuerte nos sacó Yahveh de Egipto, de la casa de servidumbre.' [15] Como Faraón se obstinó en no dejarnos salir, Yahveh mató a todos los primogénitos en el país de Egipto, desde el primogénito del hombre hasta el primogénito del ganado. Por eso sacrifico a Yahveh todo macho que abre el seno materno, y rescato todo primogénito de mis hijos. [16] Esto será como señal en tu mano y como insignia entre tus ojos; porque con mano fuerte nos sacó Yahveh de Egipto.» [17] Cuando Faraón dejó salir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, aunque era más corto; pues se dijo Dios: «No sea que, al verse atacado, se arrepienta el pueblo y se vuelva a Egipto.»

[18] Hizo Dios dar un rodeo al pueblo por el camino del desierto del mar de Suf. Los israelitas salieron bien equipados del país de Egipto. [19] Moisés tomó consigo los huesos de José, pues éste había hecho jurar solemnemente a los israelitas, diciendo: «Ciertamente Dios os visitará, y entonces llevaos de aquí mis huesos con vosotros.» [20] Partieron de Sukkot y acamparon en Etam, al borde del desierto. [21] Yahveh iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche. [22] No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche.

Capítulo 14

[1] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [2] «Di a los israelitas que se vuelvan y acampen frente a Pi-Hajirot, entre Migdol y el mar, enfrente de Baal-Sefón. Frente a ese lugar acamparéis, junto al mar. [3] Faraón dirá de los israelitas: 'Andan errantes en el país, y el desierto les cierra el paso.' [4] Yo endureceré el corazón de Faraón, y os perseguirá; pero yo manifestaré mi gloria a costa de Faraón y de todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Yahveh.» Así lo hicieron. [5] Cuando anunciaron al rey de Egipto que había huido el pueblo, se mudó el corazón de Faraón y de sus servidores respecto del pueblo, y dijeron: «¿Qué es lo que hemos hecho dejando que Israel salga de nuestro servicio? [6] Faraón hizo enganchar su carro y llevó consigo sus tropas.

[7] Tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto, montados por sus combatientes. [8] Endureció Yahveh el corazón de Faraón rey de Egipto, el cual persiguió a los israelitas, pero los israelitas salieron con la mano alzada. [9] Los egipcios los persiguieron: todos los caballos, los carros de Faraón, con la gente de los carros y su ejército; y les dieron alcance mientras acampaban junto al mar, cerca de Pi-Hajirot, frente a Baal-Sefón. [10] Al acercarse Faraón, los israelitas alzaron sus ojos, y viendo que los egipcios marchaban tras ellos, temieron mucho los israelitas y clamaron a Yahveh. [11] Y dijeron a Moisés: «¿Acaso no había sepulturas en Egipto para que nos hayas traído a morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto? [12] ¿No te dijimos claramente en Egipto: Déjanos en paz, queremos servir a los egipcios? Porque mejor nos es servir a los egipcios que morir en el desierto.»

[13] Contestó Moisés al pueblo: «No temáis; estad firmes, y veréis la salvación que Yahveh os otorgará en este día, pues los egipcios que ahora veis, no los volveréis a ver nunca jamás. [14] Yahveh peleará por vosotros, que vosotros no tendréis que preocuparos.» [15] Dijo Yahveh a Moisés: «¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. [16] Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. [17] Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa de Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros de los carros. [18] Sabrán los egipcios que yo soy Yahveh, cuando me haya cubierto de gloria a costa de Faraón, de sus carros y de sus jinetes"

[19] Se puso en marcha el Angel de Yahveh que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, [20] poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió la noche sin que pudieran trabar contacto unos con otros en toda la noche. [21] Moisés extendió su mano sobre el mar, y Yahveh hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar, y se dividieron las aguas. [22] Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. [23] Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos de Faraón, y los carros con sus guerreros.

[24] Llegada la vigilia matutina, miró Yahveh desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios, y sembró la confusión en el ejército egipcio. [25] Trastornó la ruedas de sus carros, que no podían avanzar sino con gran dificultad. Y exclamaron los egipcios: «Huyamos ante Israel, porque Yahveh pelea por ellos contra los egipcios.» [26] Yahveh dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, y las aguas volverán sobre los egipcios, sobre sus carros y sobre los guerreros de los carros.» [27] Extendió Moisés su mano sobre el mar, y al rayar el alba volvió el mar a su lecho; de modo que los egipcios, al querer huir, se vieron frente a las aguas. Así precipitó Yahveh a los egipcios en medio del mar, [28] pues al retroceder las aguas cubrieron los carros y a su gente, a todo el ejército de Faraón, que había entrado en el mar para perseguirlos; no escapó ni uno siquiera.

[29] Mas los israelitas pasaron a pie enjuto por en medio del mar, mientras las aguas hacían muralla a derecha e izquierda. [30] Aquel día salvó Yahveh a Israel del poder de los egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos a orillas del mar. [31] Y viendo Israel la mano fuerte que Yahveh había desplegado contra los egipcios, temió el pueblo a Yahveh, y creyeron en Yahveh y en Moisés, su siervo.

Capítulo 15

[1] Entonces Moisés y los israelitas cantaron este cántico a Yahveh. Dijeron: «Canto a Yahveh pues se cubrió de gloria arrojando en el mar caballo, carro. [2] Mi fortaleza y mi canción es Yah. El es mi salvación. El, mi Dios, yo le glorifico, el Dios de mi padre, a quien exalto. [3] ¡Un guerrero Yahveh, Yahveh es su nombre! [4] Los carros de Faraón y sus soldados precipitó en el mar. La flor de sus guerreros tragó el mar de Suf; [5] cubriólos el abismo, hasta el fondo cayeron como piedra. [6] Tu diestra, Yahveh,relumbra por su fuerza; tu diestra, Yahveh, aplasta al enemigo. [7] En tu gloria inmensa derribas tus contrarios, desatas tu furor y los devora como paja. [8] Al soplo de tu ira se apiñaron las aguas, se irguieron las olas como un dique, los abismos cuajaron en el corazón del mar. [9] Dijo el enemigo: «Marcharé a su alcance, repartiré despojos, se saciará mi alma, sacaré mi espada y los aniquilará mi mano.» [10] Mandaste tu soplo, cubriólos el mar; se hundieron como plomo en las temibles aguas. [11] ¿Quién como tú, Yahveh, entre los dioses? ¿Quién como tú, glorioso en santidad, terrible en prodigios, autor de maravillas? [12] Tendiste tu diestra y los tragó la tierra. [13] Guiaste en tu bondad al pueblo rescatado. Tu poder los condujo a tu santa morada. [14] Oyéronlo los pueblos, se turbaron, dolor como de parto en Filistea. [15] Los príncipes de Edom se estremecieron, se angustiaron los jefes de Moab y todas las gentes de Canaán temblaron. [16] Pavor y espanto cayó sobre ellos. La fuerza de tu brazo los hizo enmudecer como una piedra, hasta que pasó tu pueblo, oh Yahveh, hasta pasar el pueblo que compraste. [17] Tú le llevas y le plantas en el monte de tu herencia, hasta el lugar que tú te has preparado para tu sede, ¡oh Yahveh! Al santuario, Adonay, que tus manos prepararon. [18] ¡Yahveh reinará por siempre jamás!» [19] Porque cuando los caballos de Faraón y los carros con sus guerreros entraron en el mar, Yahveh hizo que las aguas del mar volvieran sobre ellos, mientras que los israelitas pasaron a pie enjuto por medio del mar.

[20] María, la profetisa, hermana de Aarón tomó en sus manos un tímpano y todas la mujeres la seguían con tímpanos y danzando en coro. [21] Y María les entonaba el estribillo: «Cantad a Yahveh pues se cubrió de gloria. arrojando en el mar caballo y carro.» [22] Moisés hizo partir a los israelitas del mar de Suf y se dirigieron hacia el desierto de Sur: caminaron tres días por el desierto sin encontrar agua. [23] Luego llegaron a Mará, porque era amarga. Por eso se llama aquel lugar Mará. [24] El pueblo murmuró contra Moisés, diciendo: «¿Qué vamos a beber?» [25] Entonces Moisés invocó a Yahveh, y Yahveh le mostró un madero que Moisés echó al agua, y el agua se volvió dulce. Allí dio a Israel decretos y normas, y allí le puso a prueba.

[26] Y dijo: «Si de veras escuchas la voz de Yahveh, tu Dios, y haces lo que es recto a sus ojos, dando oídos a sus mandatos y guardando todos sus preceptos, no traeré sobre ti ninguna de las plagas que envié sobre los egipcios; porque yo soy Yahveh, el que te sana.» [27] Después llegaron a Elim, donde hay doce fuentes de agua y setenta palmeras, y acamparon allí junto a las aguas.

Capítulo 16

[1] Partieron de Elim, y toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí, el día quince del segundo mes después de su salida del país de Egipto. [2] Toda la comunidad de los israelitas empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto. [3] Los israelitas les decían: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos de Yahveh en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta hartarnos! Vosotros nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea. [4] Yahveh dijo a Moisés: «Mira, yo haré llover sobre vosotros pan del cielo; el pueblo saldrá a recoger cada día la porción diaria; así le pondré a prueba para ver si anda o no según mi ley. [5] Mas el día sexto, cuando preparen lo que hayan traído, la ración será doble que la de los demás días.» [6] Dijeron, pues, Moisés y Aarón a toda la comunidad de los israelitas: «Esta tarde sabréis que es Yahveh quien os ha sacado del país de Egipto; [7] y por la mañana veréis la gloria de Yahveh. Porque ha oído vuestras murmuraciones contra Yahveh; pues ¿qué somos nosotros para que murmuréis contra nosotros?» [8] Y añadió Moisés: «Yahveh os dará esta tarde carne para comer, y por la mañana pan en abundancia; porque Yahveh ha oído vuestras murmuraciones contra él; pues ¿qué somos nosotros? No van contra nosotros vuestras murmuraciones, sino contra Yahveh.»

[9] Dijo entonces Moisés a Aarón: «Ordena a toda la comunidad de los israelitas: Acercaos a Yahveh, pues él ha oído vuestras murmuraciones.» [10] Aún estaba hablando Aarón a toda la comunidad de los israelitas, cuando ellos miraron hacia el desierto, y he aquí que la gloria de Yahveh se apareció en forma de nube. [11] Y Yahveh habló a Moisés, diciendo: [12] «He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: Al atardecer comeréis carne, y por la mañana os hartaréis de pan;, así sabréis que yo soy Yahveh, vuestro Dios.» [13] Aquella misma tarde vinieron las codornices y cubrieron el campamento; y por la mañana había una capa de rocío en torno al campamento.

[14] Y al evaporarse la capa de rocío apareció sobre el suelo del desierto una cosa menuda, como granos, parecida a la escarcha de la tierra. [15] Cuando los israelitas la vieron, se decían unos a otros: Qué es esto? Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: «Este es el pan que Yahveh os da por alimento. [16] He aquí lo que manda Yahveh: Que cada uno recoja cuanto necesite para comer, un gomor por cabeza, según el número de los miembros de vuestra familia; cada uno recogerá para la gente de su tienda.» [17] Así lo hicieron los israelitas; unos recogieron mucho y otros poco. [18] Pero cuando lo midieron con el gomor, ni los que recogieron poco tenían de menos. Cada uno había recogido lo que necesitaba para su sustento.

[19] Moisés les dijo: «Que nadie guarde nada para el día siguiente.» [20] Pero no obedecieron a Moisés, y algunos guardaron algo para el día siguiente; pero se llenó de gusanos y se pudrió; y Moisés se irritó contra ellos. [21] Lo recogían por las mañanas, cada cual según lo que necesitaba; y luego, con el calor del sol, se derretía. [22] El día sexto recogieron doble ración, dos gomor por persona. Todos los jefes de la comunidad fueron a decírselo a Moisés; [23] él les respondió: «Esto es lo que manda Yahveh: Mañana es sábado, día de descanso consagrado a Yahveh. Coced lo que se deba cocer, hervid lo que se tenga que hervir;, y lo sobrante, guardadlo como reserva para mañana.»

[24] Ellos lo guardaron para el día siguiente, según la orden de Moisés; y no se pudrió, ni se agusanó. [25] Dijo entonces Moisés: «Hoy comeréis esto, porque es sábado de Yahveh; y en tal día no hallaréis nada en el campo. [26] Seis días podéis recogerlo, pero el día séptimo, que es sábado, no habrá nada.» [27] A pesar de todo, salieron algunos del pueblo a recogerlo el séptimo día, pero no encontraron nada. [28] Yahveh dijo a Moisés: «¿Hasta cuándo os negaréis a guardar mi mandatos y mis leyes? [29] Mirad que Yahveh os ha puesto el sábado; por eso el día sexto os da ración para dos días. Quédese cada uno en su sitio, y que nadie se mueva de su lugar el día séptimo.» [30] Y el día séptimo descansó el pueblo.

[31] La casa de Israel lo llamó maná. Era como semilla de cilantro, blanco, y con sabor a torta de miel. [32] Dijo Moisés: «Esto manda Yahveh: Llenad un gomor de maná, conservadlo, para que vuestros descendientes vean el pan con que os alimenté en el desierto cuando os saqué del país de Egipto.» [33] Dijo, pues, Moisés a Aarón: «Toma una vasija, pon en ella un gomor lleno de maná, colócalo ante Yahveh, a fin de conservarlo para vuestros descendientes.» [34] Tal como Yahveh se lo mandó a Moisés, Aarón lo puso ante el Testimonio para conservarlo. [35] Los israelitas comieron el maná por espacio de cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada. Lo estuvieron comiendo hasta que llegaron a los confines del país de Canaán.

[36] El gomor es la décima parte de la medida.

Capítulo 17

[1] Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin, a la orden de Yahveh, para continuar sus jornadas; y acamparon en Refidim, donde el pueblo no encontró agua para beber. [2] El pueblo entonces se querelló contra Moisés, diciendo: «Danos agua para beber.» Respondióles Moisés: «¿Por qué os querelláis conmigo? ¿Por qué tentáis a Yahveh?» [3] Pero el pueblo, torturado por la sed, siguió murmurando contra Moisés: «¿Nos has hecho salir de Egipto para hacerme morir de sed, a mía mis hijos, a mis ganados?» [4] Clamó Moisés a Yahveh y dijo: «¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.» [5] Respondió Yahveh a Moisés: «Pasa delante del pueblo, llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el Río, vete), [6] que allí estaré yo ante ti, sobre la piña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.» Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel.

[7] Aquel lugar se llamó Massá y Meribá, a causa de la querella de los israelitas, y por haber tentado a Yahveh, diciendo: «¿Está Yahveh entre nosotros o no?» [8] Vinieron los amalecitas y atacaron a Israel en Refidim. [9] Moisés dijo a Josué: «Elígete algunos hombres y sal mañana a combatir contra Amalec. Yo me pondré en la cima del monte, con el cayado de Dios en mi mano.» [10] Josué cumplió las órdenes de Moisés, y salió a combatir contra Amalec. Mientras tanto, Moisés, Aarón y Jur subieron a la cima del monte. [11] Y sucedió que, mientras Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía Israel; pero cuando las bajaba, prevalecía Amalec.

[12] Se le cansaron las manos a Moisés, y entonces ellos tomaron una piedra y se la pusieron debajo; él se sentó sobre ella, mientras Aarón y Jur le sostenían las manos, uno a un lado y otro al otro. Y así resistieron sus manos hasta la puesta del sol. [13] Josué derrotó a Amalec y a su pueblo a filo de espada. [14] Yahveh dijo Moisés: «Escribe esto en un libro para que sirva de recuerdo, y haz saber a Josué que yo borraré por completo la memoria de Amalec de debajo de los cielos.» [15] Después edificó Moisés un altar, al que puso por nombre Yahveh Nissí [16] diciendo: «La bandera de Yahveh en la mano; Yahveh está en guerra con Amalec de generación en generación.»

Capítulo 18

[1] Jetró, sacerdote de Madián, suegro de Moisés, se enteró de lo que había hecho Dios en favor de Moisés y de Israel, su pueblo, y cómo Yahveh había sacado a Israel de Egipto. [2] Entonces Jetró, suegro de Moisés, tomó a Séfora, mujer de Moisés, a la que Moisés había despedido, [3] y a sus hijos; el uno se llamaba Guersom, pues Moisés dijo: «Forastero soy en tierra extraña", [4] y el otro se llamaba Eliezer, pues dijo Moisés: «El Dios de mi padre es mi protector y me ha librado de la espada de Faraón.» [5] Llegó, pues, Jetró, suegro de Moisés, con los hijos y la mujer de Moisés, al desierto, donde estaba acampado junto al monte de Dios.

[6] Y dijo a Moisés: «Yo, Jetró, tu suegro, vengo a ti con tu mujer y sus dos hijos.» [7] Moisés salió al encuentro de su suegro, se postró y le besó. Se saludaron ambos y entraron en la tienda. [8] Moisés contó a su suegro todo lo que Yahveh había hecho a Faraón y a los egipcios, en favor de Israel; todos los trabajos sufridos en el camino y cómo Yahveh les había librado de ellos. [9] Jetró se alegró de todo el bien que Yahveh había hecho a Israel, librándole de la mano de los egipcios. [10] Y dijo Jetró: «¡Bendito sea Yahveh, que os ha librado de la mano de los egipcios, de la mano de Faraón y ha salvado al pueblo del poder de los egipcios! [11] Ahora reconozco que Yahveh es más grande que todos los dioses...» [12] Después Jetró, suegro de Moisés, ofreció un holocausto y sacrificios a Dios; y Aarón y todos los ancianos de Israel fueron a comer con el suegro de Moisés en presencia de Dios.

[13] Al día siguiente, se sentó Moisés para juzgar al pueblo; y el pueblo estuvo ante Moisés desde la mañana hasta la noche. [14] El suegro de Moisés vio el trabajo que su yerno se imponía por el pueblo, y dijo: «¿Cómo haces eso con el pueblo? ¿Por qué te sientas tú solo haciendo que todo el pueblo tenga que permanecer delante de ti desde la mañana hasta la noche?» [15] Contestó Moisés a su suegro: «Es que el pueblo viene a mí para consultar a Dios. [16] Cuando tienen un pleito, vienen a mí; yo dicto sentencia entre unos y otros, y les doy a conocer los preceptos de Dios y sus leyes.»

[17] Entonces el suegro de Moisés le dijo: «No está bien lo que estás haciendo. [18] Acabarás agotándote, tú y este pueblo que está contigo; porque este trabajo es superior a tus fuerzas; no podrás hacerlo tú solo. [19] Así que escúchame; te voy a dar un consejo, y Dios estará contigo. Sé tú el representante del pueblo delante de Dios y lleva ante Dios sus asuntos. [20] Enséñales los preceptos y las leyes, dales a conocer el camino que deben seguir y las obras que han de practicar. [21] Pero elige de entre el pueblo hombres capaces, temerosos de Dios, hombres fieles e incorruptibles, y ponlos al frente del pueblo como jefes de mil, jefes de ciento, jefes de cincuenta y jefes de diez. [22] Ellos juzgarán al pueblo en todo momento; te presentarán a ti los asuntos más graves, pero en los asuntos de menor importancia, juzgarán ellos. Así se aliviará tu carga, pues ellos te ayudarán a llevarla.

[23] Si haces esto, Dios te comunicará sus órdenes, tú podrás resistir, y todo este pueblo por su parte podrá volver en paz a su lugar.» [24] Escuchó Moisés la voz de su suegro e hizo todo lo que le había dicho. [25] Eligió, pues, hombres capaces de entre todo Israel, y los puso al frente del pueblo, como jefes de mil, jefes de ciento, jefes de cincuenta, y jefes de diez. [26] Estos juzgaban al pueblo en todo momento; los asuntos graves se los presentaban a Moisés, mas en todos los asuntos menores juzgaban por sí mismos. [27] Después Moisés despidió a su suegro, que se volvió a su tierra.

Capítulo 19

[1] Al tercer mes después de la salida de Egipto, ese mismo día, llegaron los hijos de Israel al desierto de Sinaí. [2] Partieron de Refidim, y al llegar al desierto de Sinaí acamparon en el desierto. Allí acampó Israel frente al monte. [3] Moisés subió hacia Dios. Yahveh le llamó desde el monte, y le dijo: «Así dirás a la casa de Jacob, esto anunciarás a los hijos de Israel: [4] 'Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. [5] Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; [6] seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.' Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel.» [7] Fue, pues, Moisés y convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todas estas palabras que Yahveh le había mandado.

[8] Todo el pueblo a una respondió diciendo: «Haremos todo cuanto ha dicho Yahveh". Y Moisés llevó a Yahveh la respuesta del pueblo. [9] Dijo Yahveh a Moisés: «Mira: Voy a presentarme a ti en una densa nube para que el pueblo me oiga hablar contigo, así te dé crédito para siempre". Y Moisés refirió a Yahveh las palabras del pueblo. [10] Yahveh dijo a Moisés: «Ve donde el pueblo, haz que se santifiquen hoy, mañana; que laven sus vestidos [11] y estén preparados para el tercer día; porque al día tercero descenderá Yahveh a la vista de todo el pueblo sobre el monte Sinaí. [12] Deslinda el contorno de la montaña, y di: Guardaos de subir al monte y aun de tocar su falda. Todo aquel que toque el monte morirá. [13] Pero nadie pondrá la mano sobre el culpable, sino que será lapidado o asaeteado; sea hombre o bestia, no quedará con vida. Cuando resuene el cuerno, subirán ellos al monte.» [14] Bajó, pues, Moisés del monte, adonde estaba el pueblo, y ellos lavaron sus vestidos. [15] Y dijo al pueblo: «Estad preparados para el tercer día, absteneos de mujer.» [16] Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un poderoso resonar de trompeta; y todo el pueblo que estaba en el campamento se echó a temblar. [17] Entonces Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie del monte.

[18] Todo el monte Sinaí humeaba, porque Yahveh había descendido sobre él en el fuego. Subía el humo como de un horno, y todo el monte retemblaba con violencia. [19] El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba y Dios le respondía con el trueno. [20] Yahveh bajó al monte Sinaí, a la cumbre del monte; llamó Yahveh a Moisés a la cima de la montaña y Moisés subió. [21] Dijo Yahveh a Moisés: «Baja y conjura al pueblo que no traspase las lindes para ver a Yahveh, porque morirían muchos de ellos; [22] aun los sacerdotes que se acercan a Yahveh deben santificarse para que Yahveh no irrumpa contra ellos.» [23] Moisés respondió a Yahveh: «El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos lo has prohibido, diciendo: Señala un límite alrededor del monte, decláralo sagrado.»

[24] Yahveh le dijo: «Anda, baja, y luego subes tú y Aarón contigo; pero los sacerdotes y el pueblo no traspasarán las lindes para subir hacia Yahveh a fin de que no irrumpa contra ellos.» [25] Bajó, pues, Moisés adonde estaba el pueblo y les dijo...

Capítulo 20

[1] Entonces pronunció Dios todas estas palabras diciendo: [2] «Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. [3] No habrá para ti otros dioses delante de mí. [4] No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. [5] No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, [6] y tengo misericordia por millares con los que me aman y guardan mis mandamientos.

[7] No tomarás en falso el nombre de Yahveh, tu Dios; porque Yahveh no dejará sin castigo a quien toma su nombre en falso. [8] Recuerda el día del sábado para santificarlo. [9] Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, [10] pero el día séptimo es día de descanso para Yahveh, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. [11] Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo sagrado.

[12] Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahveh, tu Dios, te va a dar. [13] No matarás. [14] No cometerás adulterio. [15] No robarás. [16] No darás testimonio falso contra tu prójimo.

[17] No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.» [18] Todo el pueblo percibía los truenos y relámpagos, el sonido de la trompeta y el monte humeante, y temblando de miedo se mantenía a distancia. [19] Dijeron a Moisés: «Habla tú con nosotros, que podremos entenderte, pero que no hable Dios con nosotros, no sea que muramos.» [20] Respondió Moisés al pueblo: «No temáis, pues Dios ha venido para poneros a prueba, para que su temor esté ante vuestros ojos, y no pequéis.» [21] Y el pueblo se mantuvo a distancia, mientras Moisés se acercaba a la densa nube donde estaba Dios.

[22] Dijo Yahveh a Moisés: Así dirás a los israelitas: Vosotros mismos habéis visto que os he hablado desde el cielo. [23] No haréis junto a mí dioses de plata, ni os haréis dioses de oro. [24] Hazme un altar de tierra para ofrecer sobre él tus holocaustos y tus sacrificios de comunión, tus ovejas y tus bueyes. En todo lugar donde haga yo memorable mi nombre, vendré a ti y te bendeciré. [25] Y si me haces un altar de piedra, no lo edificarás de piedras labradas; porque al alzar tu cincel sobre ella queda profanada. [26] Tampoco subirás por gradas a mi altar, para que no se descubra tu desnudez sobre él.

Capítulo 21

[1] Estas con las normas que has de dar: [2] Cuando compres un esclavo hebreo, servirá seis años, y el séptimo quedará libre sin pagar rescate. [3] Si entró solo, solo saldrá; si tenía mujer, su mujer saldrá con él. [4] Si su amo le dio mujer, y ella le dio a luz hijos o hijas, la mujer y sus hijos serán del amo, y él saldrá solo. [5] Si el esclavo declara: «Yo quiero a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; renuncio a la libertad» [6] su amo le llevará ante Dios y, arrimándolo a la puerta o a la jamba, su amo le horadará la oreja con una lezna; y quedará a su servicio para siempre.

[7] Si un hombre vende a su hija por esclava, ésta no saldrá de la esclavitud como salen los esclavos. [8] Si no agrada a su señor que la había destinado para sí, éste permitirá su rescate; y no podrá venderla a gente extraña, tratándola con engaño. [9] Si la destina para su hijo, le dará el mismo trato que a sus hijas. [10] Si toma para sí otra mujer, no le disminuirá a la primera la comida, ni el vestido ni los derechos conyugales. [11] Y si no le da estas tres cosas, ella podrá salirse de balde sin pagar rescate.

[12] El que hiera mortalmente a otro, morirá; [13] pero si no estaba al acecho, sino que Dios se lo puso al alcance de la mano, yo te señalaré un lugar donde éste pueda refugiarse. [14] Pero al que se atreva a matar a su prójimo con alevosía, hasta de mi altar le arrancarás para matarle. [15] El que pegue a su padre o a su madre morirá. [16] Quien rapte a una persona —la haya vendido o esté todavía en su poder— morirá.

[17] Quien maldiga a su padre o a su madre morirá. [18] Si dos hombres riñen y uno hiere a otro con una piedra o con el puño, pero no muere, sino que, después de guardar cama, [19] puede levantarse y andar por la calle, apoyado en su bastón, el que le hirió quedará exculpado, pero pagará el tiempo perdido y los gastos de la curación completa. [20] Si un hombre golpea a su siervo o a su sierva con un palo y muere a sus manos, cae bajo la ley de venganza. [21] Pero si sobrevive un día o dos, no será vengado, pues lo había comprado con dinero.

[22] Si unos hombres, en el curso de una riña, dan un golpe a una mujer encinta, y provocan el parto sin más daño, el culpable será multado conforme a lo que imponga el marido de la mujer y mediante arbitrio. [23] Pero si resultare daño, darás vida por vida, [24] ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, [25] quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal. [26] Si un hombre hiere a su siervo o a su sierva en el ojo y le deja tuerto, le dará libertad en compensación del ojo.

[27] Si uno salta un diente a su siervo o a su sierva, le pondrá en libertad en compensación del diente. [28] Si un buey acornea a un hombre o a una mujer, y le causa la muerte, el buey será apedreado, y no se comerá su carne, pero el dueño del buey quedará exculpado. [29] Mas si el buey acorneaba ya desde tiempo atrás, y su dueño, aun advertido, no le vigiló, y ese buey mata a un hombre o a una mujer, el buey será apedreado, y también su dueño morirá. [30] Si se le impone un precio por ello, dará en rescate de su vida cuanto le impongan. [31] Si acornea a un muchacho o a una muchacha, se seguirá esta misma norma.

[32] Si el buey acornea a un siervo o a una sierva, se pagarán treinta siclos de plata al dueño de ellos, y el buey será apedreado. [33] Si un hombre deja abierto un pozo, o si cava un pozo y no lo tapa, y cae en él un buey o un asno, [34] el propietario del pozo pagará al dueño de ellos el precio en dinero, y el animal muerto será suyo. [35] Si el buey de uno acornea al buey de otro, causándole la muerte, venderán el buey vivo y se repartirán el precio, repartiendo igualmente el buey muerto. [36] Pero si era notorio que el buey acorneaba desde tiempo atrás, y su dueño no le vigiló, pagará buey por buey y el buey muerto será suyo.

[37] Si un hombre roba un buey o una oveja, y los mata o vende, pagará cinco bueyes por el buey, y cuatro ovejas por la oveja.

Capítulo 22

[1] Si el ladrón, sorprendido al perforar la pared, es herido mortalmente, no habrá venganza de sangre. [2] Mas si esto sucede salido ya el sol, su sangre será vengada. —Debe restituir; si no tiene con qué, será vendido para restituir por su robo. [3] Si lo robado, sea buey, asno u oveja, fuere hallado vivo en su poder, restituirá el doble. [4] Si un hombre causa daño en un campo o en una viña, dejando suelto su ganado de modo que pazca en campo ajeno, restituirá con lo mejor de su propio campo y lo mejor de su propia viña. [5] Si se declara un fuego, y se incrementa con zarzales de modo que se abrasen las hacinas, la mies, o el campo, el autor del incendio deberá resarcir el daño.

[6] Cuando un hombre dé a otro dinero o utensilios en depósito para que se lo guarde, y son robados de la casa de éste, el ladrón, si es hallado, restituirá el doble. [7] Pero si no es hallado, el dueño de la casa se presentará ante Dios para declarar que no ha puesto su mano sobre los bienes de su prójimo. [8] En todo caso delictivo, ya se trate de buey, asno, oveja, ropa o de cualquier cosa desaparecida, de la que uno diga: «Es esto", la causa de ambos se llevará ante Dios; y aquel a quien Dios declare culpable, restituirá el doble a su prójimo. [9] Si un hombre entrega a otro un asno, buey, oveja, o cualquier otro animal para su custodia, y éstos mueren o sufren daño o son robados sin que nadie lo vea, [10] mediará entre los dos el juramento de Yahveh para atestiguar que el depositario no ha puesto su mano sobre la hacienda de su prójimo; el dueño tomará lo que quede y el otro no tendrá que restituir.

[11] Pero si el animal le ha sido robado estando él cerca, restituirá a su dueño. [12] Si el animal ha sido despedazado, que traiga como testimonio los despojos y no tendrá que restituir. [13] Si un hombre pide a otro que le preste un ganado y éste sufre un daño o muere, en ausencia de su dueño, tendrá que restituir. [14] Si estaba presente su dueño, nada se restituirá. Si lo había alquilado, el dueño recibirá el precio del alquiler. [15] Si un hombre seduce a una virgen, no desposada, y se acuesta con ella, le pagará la dote, y la tomará por mujer.

[16] Y si el padre de ella no quiere dársela, el seductor pagará el dinero de la dote de las vírgenes. [17] A la hechicera no la dejarás con vida. [18] Todo el que peque con bestia, morirá. [19] El que ofrece sacrificios a otros dioses, será entregado al anatema. [20] No maltratarás al forastero, ni le oprimirás, pues forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto.

[21] No vejarás a viuda ni a huérfano. [22] Si le vejas y clama a mí, no dejaré de oír su clamor, [23] se encenderá mi ira y os mataré a espada; vuestras mujeres quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos. [24] Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que habita contigo, no serás con él un usurero; no le exigiréis interés. [25] Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol, [26] porque con él se abriga; es el vestido de su cuerpo. ¿Sobre qué va a dormir, si no? Clamará a mí, y yo le oiré, porque soy compasivo.

[27] No blasfemarás contra Dios, ni maldecirás al principal de tu pueblo. [28] No tardarás en ofrecerme de tu abundancia y de tus jugos. Me darás el primogénito de tus hijos. [29] Lo mismo has de hacer con el de tus vacas y ovejas. Siete días estará con su madre, y al octavo me lo darás. [30] Hombres santos seréis para mí. No comáis la carne despedazada por una fiera en el campo; echádsela a los perros.

Capítulo 23

[1] No levantes testimonio falso, ni ayudes al malvado dando testimonio injusto. [2] No sigas a la mayoría para hacer el mal; ni te inclines en un proceso por la mayoría en contra de la justicia. [3] Tampoco favorecerás al pobre en su pleito. [4] Si encuentras el buey de tu enemigo o su asno extraviado, se lo llevarás. [5] Si ves caído bajo la carga el asno del que te aborrece, no rehúses tu ayuda. Acude a ayudarle.

[6] No tuerzas el derecho de tu pobre en su pleito. [7] Aléjate de causas mentirosas, no quites la vida al inocente y justo; y no absuelvas al malvado. [8] No recibas regalos; porque el regalo ciega a los perspicaces y pervierte las causas justas. [9] No oprimas al forastero; ya sabéis lo que es ser forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. [10] Seis años sembrarás tu tierra y recogerás su producto; [11] al séptimo la dejarás descansar y en barbecho, para que coman los pobres de tu pueblo, y lo que quede lo comerán los animales del campo. Harás lo mismo con tu viña y tu olivar.

[12] Seis días harás tus trabajos, y el séptimo descansarás, para que reposen tu buey y tu asno, y tengan un respiro el hijo de tu sierva y el forastero. [13] Guardad todo lo que os he dicho. No invocarás el nombre de otros dioses: ni se oiga en vuestra boca. [14] Tres veces al año me celebrarás fiesta. [15] Guardarás la fiesta de los Azimos. Durante siete días comerás ázimos, como te he mandado, en el tiempo señalado, en el mes de Abib; pues en él saliste de Egipto. Nadie se presentará delante de mí con las manos vacías. [16] También guardarás la fiesta de la Siega, de las primicias de tus trabajos, de lo que hayas sembrado en el campo; y la fiesta de la Recolección al término del año, al recoger del campo los frutos de tu trabajo.

[17] Tres veces al año se presentarán tus varones delante de Yahveh, el Señor. [18] No ofrecerás la sangre de mi sacrificio con pan fermentado ni guardarás hasta el día siguiente la grasa de mi fiesta. [19] Llevarás a la Casa de Yahveh, tu Dios, las mejores primicias de tu suelo. No cocerás el cabrito en la leche de su madre. [20] He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado. [21] Pórtate bien en su presencia y escucha su voz; no le seas rebelde, que no perdonará vuestras transgresiones, pues en él está mi Nombre.

[22] Si escuchas atentamente su voz y haces todo lo que yo diga, tus enemigos serán mis enemigos y tus adversarios mis adversarios. [23] Mi ángel caminará delante de ti y te introducirá en el país de los amorreos, de los hititas, de los perizitas, de los cananeos, de los jivitas y de los jebuseos; y yo los exterminaré. [24] No te mostrarás ante sus dioses, ni les darás culto, ni imitarás su conducta; al contrario, los destruirás por completo y romperás sus estelas. [25] Vosotros daréis culto a Yahveh, vuestro Dios, yo bendeciré tu pan y tu agua. Y apartaré de ti las enfermedades. [26] No habrá en tu tierra mujer que aborte ni que sea estéril; y colmaré el número de tus días.

[27] Sembraré delante de ti mi terror; llenaré de turbación a todos los pueblos donde llegues; y haré que todos tus enemigos huyan ante ti. [28] Enviaré avispas delante de ti que ahuyentarán de tu presencia al jivita, al cananeo y al hitita. [29] No les expulsaré de tu presencia en un solo año, no sea que al quedar desierta la tierra se multipliquen contra ti las fieras del campo. [30] Les expulsaré de tu vista poco a poco, hasta que tú te multipliques y te apoderes de la tierra. [31] Y fijaré tus confines desde el mar de Suf hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Río, pues entregaré en tus manos a los habitantes del país para que los arrojes de tu presencia.

[32] No hagas pacto con ellos ni con sus dioses. [33] No habitarán en tu tierra, no sea que te hagan pecar contra mí, pues dando culto a sus dioses caerías en un lazo.»

Capítulo 24

[1] Dijo a Moisés: «Sube donde Yahveh, tú, Aarón, Nadab y Abihú, con setenta de los ancianos de Israel; os postraréis desde lejos. [2] Sólo Moisés se acercará a Yahveh; ellos no se acercarán. Tampoco el pueblo subirá con ellos.» [3] Vino, pues, Moisés y refirió al pueblo todas las palabras de Yahveh y todas sus normas. Y todo el pueblo respondió a una voz: «Cumpliremos todas las palabras que ha dicho Yahveh.» [4] Entonces escribió Moisés todas las palabras de Yahveh; y, levantándose de mañana, alzó al pie del monte un altar y doce estelas por las doce tribus de Israel. [5] Luego mandó a algunos jóvenes, de los israelitas, que ofreciesen holocaustos e inmolaran novillos como sacrificios de comunión para Yahveh.

[6] Tomó Moisés la mitad de la sangre y la echó en vasijas; la otra mitad la derramó sobre el altar. [7] Tomó después el libro de la Alianza y lo leyó ante el pueblo, que respondió: «Obedeceremos y haremos todo cuanto ha dicho Yahveh.» [8] Entonces tomó Moisés la sangre, roció con ella al pueblo y dijo: «Esta es la sangre de la Alianza que Yahveh ha hecho con vosotros, según todas estas palabras.» [9] Moisés subió con Aarón, Nadab y Abihú y setenta de los ancianos de Israel, [10] y vieron al Dios de Israel. Bajo sus pies había como un pavimento de zafiro tan puro como el mismo cielo.

[11] No extendió él su mano contra los notables de Israel, que vieron a Dios; comieron y bebieron. [12] Dijo Yahveh a Moisés: «Sube hasta mí, al monte; quédate allí, y te daré las tablas de piedra —la ley y los mandamientos— que tengo escritos para su instrucción.» [13] Se levantó Moisés, con Josué, su ayudante; y subieron al monte de Dios. [14] Dijo a los ancianos: «Esperadnos aquí que volvamos a vosotros. Ahí quedan con vosotros Aarón y Jur. El que tenga alguna cuestión que recurra a ellos.» [15] Y subió Moisés al monte. La nube cubrió el monte.

[16] La gloria de Yahveh descansó sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió por seis días. Al séptimo día, llamó Yahveh a Moisés de en medio de la nube. [17] La gloria de Yahveh aparecía a la vista de los hijos de Israel como fuego devorador sobre la cumbre del monte. [18] Moisés entró dentro de la nube y subió al monte. Y permaneció Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.

Capítulo 25

[1] Yahveh habló a Moisés diciendo: [2] Di a los israelitas que reserven ofrendas para mí. Me reservaréis la ofrenda de todo aquel a quien su corazón mueva. [3] De ellos reservaréis lo siguiente: oro, plata y bronce; [4] púrpura violeta y escarlata, carmesí, lino fino y pelo de cabra; [5] pieles de carnero teñidas de rojo, cueros finos y maderas de acacia; [6] aceite para el alumbrado, aromas para el óleo de la unción y para el incienso aromático; [7] piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y el pectoral.

[8] Me harás un Santuario para que yo habite en medio de ellos. [9] Lo haréis conforme al modelo de la Morada y al modelo de todo su mobiliario que yo voy a mostrarte. [10] Harás un arca de madera de acacia de dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y codo y medio de alto. [11] La revestirás de oro puro; por dentro y por fuera la revestirás; y además pondrás en su derredor una moldura de oro. [12] Fundirás para ella cuatro anillas de oro, que pondrás en sus cuatro pies, dos anillas a un costado, y dos anillas al otro.

[13] Harás también varales de madera de acacia, que revestirás de oro, [14] y los pasarás por las anillas de los costados del arca, para transportarla. [15] Los varales deben quedar en las anillas del arca, y no se sacarán de allí. [16] En el arca pondrás el Testimonio que yo te voy a dar. [17] Harás asimismo uno propiciatorio de oro puro, de dos codos y medio de largo y codo y medio de ancho.

[18] Harás, además, dos querubines de oro macizo; los harás en los dos extremos del propiciatorio: [19] haz el primer querubín en un extremo y el segundo en el otro. Los querubines formarán un cuerpo con el propiciatorio, en sus dos extremos. [20] Estarán con las alas extendidas por encima, cubriendo con ellas el propiciatorio, uno frente al otro, con las caras vueltas hacia el propiciatorio. [21] Pondrás el propiciatorio encima del arca; y pondrás dentro del arca el Testimonio que yo te daré. [22] Allí me encontraré contigo; desde encima del propiciatorio, de en medio de los dos querubines colocados sobre el arca del Testimonio, te comunicaré todo lo que haya de ordenarte para los israelitas.

[23] Harás una mesa de madera de acacia, de dos codos de largo, uno de ancho, y codo y medio de alto. [24] La revestirás de oro puro y le pondrás alrededor una moldura de oro. [25] Harás también en torno de ella un reborde de una palma de ancho, con una moldura de oro alrededor del mismo. [26] Le harás cuatro anillas de oro, y pondrás las anillas en los cuatro ángulos correspondientes a sus cuatro pies. [27] Estarán las anillas junto al reborde, para pasar por ellas los varales y transportar la mesa.

[28] Harás los varales de madera de acacia y los revestirás de oro. Con ellos se transportará la mesa. [29] Harás también las fuentes, los vasos, los jarros y las tazas para las libaciones. De oro puro los harás. [30] Y sobre la mesa pondrás perpetuamente delante de mí el pan de la Presencia. [31] Harás también un candelabro de oro puro. Harás de oro macizo el candelabro, su pie y su tallo. Sus cálices —corolas y flores— formarán un cuerpo con él. [32] Saldrán seis brazos de sus lados: tres brazos de un lado y tres del otro.

[33] El primer brazo tendrá tres cálices en forma de flor de almendro, con corola y flor; también el segundo brazo tendrá tres cálices en forma de flor de almendro, con corola y flor; y así los seis brazos que salen del candelabro. [34] En el mismo candelabro habrá cuatro cálices en forma de flor de almendro, con sus corolas y sus flores: [35] una corola debajo de los dos primeros brazos que forman cuerpo con el candelabro; una corola, debajo de los dos siguientes, y una corola, debajo de los dos últimos brazos; así con los seis brazos que salen del candelabro. [36] Las corolas y los brazos formarán un cuerpo con el candelabro. Todo ello formará un cuerpo de oro puro macizo. [37] Harás sus siete lámparas que colocarás encima de manera que den luz al frente.

[38] Sus despabiladeras y sus ceniceros serán de oro puro. [39] Se empleará un talento de oro puro para hacer el candelabro con todos estos utensilios. [40] Fíjate para que lo hagas según los modelos que te han sido mostrados en el monte.

Capítulo 26

[1] Harás la Morada con diez tapices, de lino fino torzal, de púrpura violeta y escarlata y de carmesí; bordarás en ellos unos querubines. [2] La longitud de cada tapiz será de veintiocho codos y la anchura de cuatro. Todos los tapices tendrán las mismas medidas. [3] Cinco tapices estarán unidos entre sí y lo mismo los otros cinco. [4] Pondrás lazos de púrpura violeta en el borde del tapiz con que termina la primera serie, y lo mismo harás en el borde del tapiz con que termina el segundo conjunto. [5] Pondrás cincuenta lazos en el primer tapiz y otros cincuenta en el borde del último tapiz del segundo conjunto, correspondiéndose los lazos unos a otros.

[6] Harás cincuenta broches de oro y con los broches enlazarás entre sí los tapices, para que la Morada forme un espacio único. [7] Tejerás también piezas de pelo de cabra para que a modo de tienda cubran la Morada. Tejerás once de estas piezas. [8] La longitud de cada pieza será de treinta codos; de cuatro, la anchura. Las once piezas tendrán las mismas medidas. [9] Juntarás cinco piezas en una parte y seis en la otra y doblarás la sexta pieza ante la fachada de la Tienda. [10] Harás cincuenta lazos en el borde de la última pieza del primer conjunto, y cincuenta lazos en el borde de la última pieza del segundo conjunto.

[11] Harás cincuenta broches de bronce e introducirás los broches en los lazos, uniendo así la Tienda de modo que forme un espacio único. [12] Como las piezas de la Tienda exceden en amplitud, harás extender la mitad de la pieza excedente por detrás de la Morada. [13] Lo que excede en longitud de las piezas de la Tienda —un codo por cada lado— se extenderá a ambos lados de la Morada, a un lado y a otro, para cubrirla. [14] También harás para la Tienda un toldo de pieles de carnero teñidas de rojo; y encima otro toldo de cueros finos. [15] También harás para la Morada tableros de madera de acacia, y los pondrás de pie.

[16] Cada tablero tendrá diez codos de largo y codo y medio de ancho. [17] Tendrá además dos espigas paralelas. Harás lo mismo para todos los tableros de la Morada. [18] Pondrás veinte de los tableros en el flanco del Négueb, hacia el sur. [19] Harás cuarenta basas de plata para colocarlas debajo de los veinte tableros: dos basas debajo de un tablero para sus dos espigas y dos basas debajo del otro tablero para sus dos espigas. [20] Para el segundo flanco de la Morada, la parte del norte, otros veinte tableros, [21] con sus cuarenta basas de plata: dos basas debajo de un tablero y dos basas debajo de otro tablero.

[22] Para la parte posterior de la Morada, hacia el occidente, harás seis tableros; [23] y para los ángulos de la Morada, en su parte posterior, dos más, [24] que estarán unidos, desde abajo hasta arriba, hasta la primera anilla. Así se hará con los dos tableros destinados a los dos ángulos. [25] Serán, pues, ocho tableros con sus basas de plata; dieciséis basas, dos debajo del otro tablero. [26] Harás, además, cinco travesaños de madera de acacia para los tableros de un flanco de la Morada, [27] cinco travesaños para los tableros del otro flanco, y cinco travesaños para los tableros de la parte posterior de la Morada, hacia el occidente.

[28] El travesaño central pasará a media altura de los tableros, de un extremo al otro. [29] Revestirás de oro los tableros y les harás anillas de oro, para pasar los travesaños. También revestirás de oro los travesaños. [30] Erigirás la Morada según la norma que te ha sido mostrada en el monte. [31] Harás un velo de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal; bordarás en él unos querubines. [32] Lo colgarás de cuatro postes de acacia, revestidos de oro, provistos de ganchos de oro y de sus cuatro basas de plata.

[33] Colgarás el velo debajo de los broches; y allá, detrás del velo, llevarás el arca del Testimonio, y el velo os servirá para separar el Santo del Santo de los Santos. [34] Pondrás el propiciatorio sobre el arca del Testimonio, en el Santo de los Santos. [35] Fuera del velo colocarás la mesa, y frente a la mesa, en el lado meridional de la Morada, el candelabro; pondrás la mesa en el lado norte. [36] Harás para la entrada de la Tienda una cortina de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal, labor de recamador. [37] Para la cortina harás cinco postes de acacia, que revestirás de oro; sus ganchos serán también de oro, y fundirás para ellos cinco basas de bronce.

Capítulo 27

[1] Harás el altar de madera de acacia de cinco codos de largo y cinco de ancho; será cuadrado y tendrá tres codos de alto. [2] Harás sobresalir de sus cuatro ángulos unos cuernos, que formarán un cuerpo con él; lo revestirás de bronce. [3] Le harás ceniceros para la grasa incinerada, badiles y acetres, tenedores y braseros. Fundirás de bronce todos estos utensilios. [4] Fabricarás para él una rejilla de bronce, en forma de red; y en los cuatro extremos de la red fijarás cuatro anillas de bronce. [5] La colocarás bajo la cornisa inferior del altar, de modo que llegue desde abajo hasta la mitad del altar.

[6] Harás varales para el altar, varales de madera de acacia, que revestirás de bronce. [7] Para transportar el altar, se pasarán estos varales por las anillas de ambos lados del altar. [8] Harás el altar hueco, de paneles; conforme a lo que se te ha mostrado en el monte, así lo harás. [9] También harás el atrio de la Morada. Del lado del Négueb, hacia el sur, el atrio tendrá un cortinaje de lino fino torzal, en una longitud de cien codos a uno de los lados. [10] Sus veinte postes descansarán sobre veinte basas de bronce; sus ganchos y varillas serán de plata.

[11] A lo largo del lado septentrional habrá igualmente un cortinaje en una longitud de cien codos, con sus veinte postes que descansarán sobre veinte basas de bronce; los ganchos de los postes y sus varillas serán de plata. [12] A lo ancho del atrio, por el lado occidental, habrá un cortinaje de cincuenta codos; sus postes serán diez, y diez igualmente las basas en que descansarán. [13] La anchura del atrio, al este, al oriente, será de cincuenta codos. [14] Quince codos tendrá el cortinaje de un lado, con sus tres postes y sus tres basas. [15] Por el otro lado, otro cortinaje de quince codos, con sus tres postes y sus tres basas.

[16] La puerta del atrio tendrá un tapiz de veinte codos, de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal, labor de recamador. Tendrá cuatro postes y cuatro basas. [17] Todos los postes que rodean al atrio tendrán varillas de plata; sus ganchos serán de plata y sus basas de bronce. [18] El atrio tendrá cien codos de largo, cincuenta codos de ancho y cinco codos de alto; todo de lino fino torzal y con sus basas de bronce. [19] Todos los utensilios de la Morada para toda clase de servicios con todo su clavazón y toda la clavazón del atrio, serán de bronce. [20] Mandarás a los israelitas que te traigan aceite puro de oliva molida para el alumbrado, para alimentar continuamente la llama.

[21] Aarón y sus hijos lo tendrán dispuesto delante de Yahveh desde la tarde hasta la mañana en Tienda del Encuentro, fuera del velo que cuelga delante del Testimonio. Decreto perpetuo será éste para las generaciones de los israelitas.

Capítulo 28

[1] Manda acercarse a ti de en medio de los israelitas a tu hermano Aarón, con sus hijos, para que ejerza mi sacerdocio: Aarón, con Nadab y Abihú, Eleazar e Itamar, hijos de Aarón. [2] Harás para Aarón, tu hermano, vestiduras sagradas, que le den majestad y esplendor. [3] Hablarás tú con todos los artesanos hábiles a quienes he llenado de espíritu de sabiduría; ellos harán las vestiduras de Aarón para que sea consagrado sacerdote mío. [4] Harán las vestiduras siguientes: un pectoral, un efod, un manto, una túnica bordada, una tiara y una faja. Harán, pues, a tu hermano Aarón y a sus hijos vestiduras sagradas para que ejerzan mi sacerdocio. [5] Tomarán para ello oro, púrpura violeta y escarlata, carmesí y lino fino.

[6] Bordarán el efod de oro, púrpura violeta y escarlata, carmesí y lino fino torzal. [7] Se le pondrán dos hombreras y se fijará por sus dos extremos. [8] La cinta con que se ciña el efod será de la misma hechura y formará con él una misma pieza: de oro, púrpura violeta y escarlata, carmesí y lino fino torzal. [9] Tomarás dos piedras de ónice, sobre las cuales grabarás los nombres de los hijos de Israel: [10] seis de sus nombres en una piedra y los seis restantes en la otra, por orden de nacimiento.

[11] Como se tallan las piedras y se graban los sellos, así harás grabar esas dos piedras con los nombres de los hijos de Israel; las harás engarzar en engastes de oro. [12] Después pondrás las dos piedras sobre las hombreras del efod, como piedras que me hagan recordar a los hijos de Israel, y así llevará Aarón sus nombres sobre sus dos hombros para recuerdo delante de Yahveh. [13] Harás engarces de oro; [14] y también dos cadenillas de oro puro; las harás trenzadas a manera de cordones, y fijarás las cadenillas trenzadas en los engarces. [15] Bordarás también el pectoral del juicio; lo harás al estilo de la labor del efod. Lo harás de oro, púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal.

[16] Será cuadrado y doble, de un palmo de largo y otro de ancho. [17] Lo llenarás de pedrería, poniendo cuatro filas de piedras: en la primera fila, un sardio, un topacio y una esmeralda; [18] en la segunda fila, un rubí, un zafiro y un diamante; [19] en la tercera fila, un ópalo, una ágata y una amatista; [20] en la cuarta fila, un crisólito, un ónice y un jaspe; todas estarán engastadas en oro.

[21] Las piedras corresponderán a los nombres de los hijos de Israel: doce, como los nombres de ellos. Estarán grabadas como los sellos, cada una con su nombre, conforme a las doce tribus. [22] Para el pectoral harás cadenillas de oro puro, trenzadas a manera de cordones; [23] y harás también para el pectoral dos anillas de oro que fijarás en sus dos extremos. [24] Pasarás los dos cordones de oro por las dos anillas, en los extremos del pectoral; [25] unirás los dos extremos de los dos cordones a los dos engarces, y los fijarás en la parte delantera de las hombreras del efod.

[26] Harás otras dos anillas de oro que pondrás en los dos extremos del pectoral, en el borde interior que mira hacia el efod. [27] Harás otras dos anillas de oro y las fijarás en la parte inferior de las dos hombreras del efod, por delante, cerca de su unión encima de la cinta del efod. [28] Sujetarán el pectoral por sus anillas a las anillas del efod, con un cordón de púrpura violeta, para que el pectoral quede sobre la cinta del efod y no se desprenda del efod. [29] Así llevará Aarón sobre su corazón los nombres de los hijos de Israel, en el pectoral del juicio, siempre que entre en el Santuario, para recuerdo perpetuo delante de Yahveh. [30] En el pectoral del juicio pondrás el Urim y el Tummim, que estarán sobre el corazón de Aarón cuando se presente ante Yahveh. Así llevará Aarón constantemente sobre su corazón, delante de Yahveh, el oráculo de los hijos de Israel.

[31] Tejerás el manto del efod todo él de púrpura violeta. [32] Habrá en su centro una abertura para la cabeza; esta abertura llevará en derredor una orla, tejida como el cuello de una cota, para que no se rompa. [33] En todo su ruedo inferior harás granadas de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal; y entre ellas, también alrededor, pondrás campanillas de oro: [34] una campanilla de oro y una granada; otra campanilla de oro y otra granada; así por todo el ruedo inferior del manto. [35] Aarón lo llevará en su ministerio y se oirá el tintineo cuando entre en el Santuario, ante Yahveh, y cuando salga; así no morirá.

[36] Harás, además, una lámina de oro puro y en ella grabarás como se graban los sellos: ="Consagrado a Yahveh. [37] La sujetarás con un cordón de púrpura violeta, de modo que esté fija sobre la tiara; estará en la parte delantera de la tiara. [38] Quedará sobre la frente de Aarón; pues Aarón cargará con las faltas cometidas por los israelitas en las cosas sagradas; es decir, al ofrecer toda clase de santas ofrendas. La tendrá siempre sobre su frente, para que hallen favor delante de Yahveh. [39] Tejerás la túnica con lino fino; harás también la tiara de lino fino, y la faja con brocado. [40] Para los hijos de Aarón harás túnicas. Les harás también fajas y mitras que les den majestad y esplendor.

[41] Vestirás así a tu hermano Aarón y a sus hijos; los ungirás, los investirás y los consagrarás para que ejerzan mi sacerdocio. [42] Hazles también calzones de lino, para cubrir su desnudez desde la cintura hasta los muslos. [43] Aarón y sus hijos los llevarán al entrar en la Tienda del Encuentro, o al acercarse al altar para oficiar en el Santuario, para que no incurran en culpa y mueran. Decreto perpetuo será éste para él y su posteridad.

Capítulo 29

[1] Para consagrarlos a mi sacerdocio has de proceder con ellos de esta manera. Toma un novillo y dos carneros sin defecto, [2] panes ázimos y tortas sin levadura: unas, amasadas con aceite, y otras, untadas en aceite. Las harás con flor de harina de trigo. [3] Las pondrás en un canastillo y las presentarás en él junto con el novillo y los dos carneros. [4] Mandarás que Aarón y sus hijos se acerquen a la entrada de la Tienda del Encuentro, donde los bañarás con agua. [5] Tomarás las vestiduras y vestirás a Aarón con la túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral, que ceñirás con la cinta del efod.

[6] Pondrás la tiara sobre su cabeza, y sobre la tiara colocarás la diadema sagrada. [7] Entonces tomarás el óleo de la unción, lo derramarás sobre su cabeza y así le ungirás. [8] Harás igualmente que se acerquen sus hijos y los vestirás con túnicas; [9] ceñirás a Aarón y a sus hijos las fajas y les pondrás las mitras. A ellos les corresponderá el sacerdocio por decreto perpetuo. Así investirás a Aarón y a sus hijos. [10] Presentarás el novillo ante la Tienda del Encuentro, y Aarón y sus hijos impondrán las manos sobre la cabeza del novillo.

[11] Luego inmolarás el novillo delante de Yahveh, a la entrada de la Tienda del Encuentro. [12] Tomando sangre del novillo, untarás con tu dedo los cuernos del altar, y derramarás toda la sangre al pie del altar. [13] Saca todo el sebo que cubre las entrañas, el que queda junto al hígado, y los dos riñones con el sebo que los envuelve, para quemarlo en el altar. [14] Pero quemarás fuera del campamento la carne del novillo, con su piel y sus excrementos. Es sacrificio por el pecado. [15] Después tomarás uno de los carneros y Aarón y sus hijos impondrán las manos sobre la cabeza del carnero.

[16] Una vez inmolado el carnero, tomarás su sangre y la derramarás en torno al altar. [17] Luego despedazarás el carnero, lavarás sus entrañas y sus patas; las pondrás sobre sus porciones y sobre su cabeza, [18] y quemarás todo el carnero en el altar. Es holocausto para Yahveh, calmante aroma de manjares abrasados en honor de Yahveh. [19] Tomarás también el segundo carnero, y Aarón y sus hijos impondrán las manos sobre la cabeza del carnero. [20] Una vez inmolado, tomarás su sangre y untarás con ella el lóbulo de la oreja derecha de Aarón y el lóbulo de la oreja derecha de sus hijos; el pulgar de su mano derecha y el pulgar de su pie derecho, y derramarás la sangre alrededor del altar.

[21] Tomarás luego sangre de la que está sobre el altar, y óleo de la unción, para rociar a Aarón y sus vestiduras, a sus hijos y las vestiduras de sus hijos juntamente con él. Así quedará consagrado él y sus vestiduras y con él sus hijos y las vestiduras de sus hijos. [22] Toma después el sebo de este carnero: la cola, el sebo que cubre las entrañas, el que queda junto al hígado, los dos riñones con el sebo que lo envuelve y la pierna derecha, porque se trata del carnero de la investidura. [23] Toma del canastillo de los ázimos que está delante de Yahveh un pan redondo, una torta de pan de aceite y otra, untada de aceite. [24] Lo pondrás todo sobre las palmas de las manos de Aarón y de sus hijos; y lo mecerás como ofrenda mecida delante de Yahveh. [25] Después lo tomarás de sus manos y lo quemarás en el altar junto al holocausto como calmante aroma ante Yahveh. Es un manjar abrasado en honor de Yahveh.

[26] Tomarás también el pecho del carnero inmolado por la investidura de Aarón, y lo mecerás como ofrenda mecida delante de Yahveh; esa será tu porción. [27] Así santificarás el pecho de la ofrenda mecida y la pierna de la ofrenda reservada, es decir, lo que ha sido mecido y reservado del carnero de la investidura de Aarón y de sus hijos; [28] según decreto perpetuo, pertenecerán a Aarón y a sus hijos, como porción recibida de los israelitas, porque es ofrenda reservada; será reservada de lo que ofrecen los israelitas, en sus sacrificios de comunión como ofrenda reservada a Yahveh. [29] Las vestiduras sagradas de Aarón serán, después de él, para sus hijos, de modo que, vestidos con ellas, sean ungidos e investidos. [30] Por siete días las vestirá aquel de sus hijos que le suceda como sacerdote y entre en la Tienda del Encuentro para oficiar en el Santuario.

[31] Tomarás después el carnero de la investidura y cocerás su carne en lugar sagrado; [32] Aarón y sus hijos comerán a la entrada de la Tienda del Encuentro la carne del carnero y el pan del canastillo. [33] Comerán aquello que ha servido para su expiación al investirlos y consagrarlos; pero que ningún laico coma de ello, porque es cosa sagrada. [34] Si a la mañana siguiente sobra algo de la carne o del pan de la investidura, quemarás este resto; no ha de comerse, porque es cosa sagrada. [35] Harás, pues, con Aarón y con sus hijos de esta manera, según todo lo que te he mandado. Siete días invertirás en la investidura.

[36] Cada día ofrecerás un novillo en expiación como sacrificio por el pecado; y purificarás, mediante tu expiación, el altar, que ungirás para consagrarlo. [37] Siete días harás la expiación por el altar, y lo santificarás; el altar será cosa sacratísima; todo cuanto toque al altar quedará consagrado. [38] He aquí lo que has de ofrecer sobre el altar: dos corderos primales cada día, perpetuamente. [39] Ofrecerás un cordero por la mañana y el otro entre dos luces; [40] y con el primer cordero, una décima de medida de flor de harina, amasada con un cuarto de sextario de aceite de oliva molida, y como libación un cuarto de sextario de vino.

[41] Ofrecerás el otro cordero entre dos luces; lo ofrecerás con la misma oblación que a la mañana y con la misma libación, como calmante aroma del manjar abrasado en honor de Yahveh, [42] en holocausto perpetuo, de generación en generación, ante Yahveh, a la entrada de la Tienda del Encuentro, donde me encontraré contigo, para hablarte allí. [43] Me encontraré con los israelitas en ese lugar que será consagrado por mi gloria. [44] Consagraré la Tienda del Encuentro y el altar, y consagraré también a Aarón y a sus hijos para que ejerzan mi sacerdocio. [45] Moraré en medio de los israelitas, y seré para ellos Dios.

[46] Y reconocerán que yo soy Yahveh, su Dios, que los saqué del país de Egipto para morar entre ellos. Yo, Yahveh, su Dios.

Capítulo 30

[1] Harás también un altar para quemar el incienso. De madera de acacia lo harás. [2] Será cuadrado: de un codo de largo y otro de ancho; su altura será de dos codos. Sus cuernos formarán un solo cuerpo con él. [3] Lo revestirás de oro puro, tanto su parte superior como sus costados, así como sus cuernos. Pondrás en su derredor una moldura de oro, [4] y debajo de la moldura, a los costados, harás dos anillas. Las harás a ambos lados, para meter por ellas los varales con que transportarlo. [5] Harás los varales de madera de acacia y los revestirás de oro.

[6] Colocarás el altar delante del velo que está junto al arca del Testimonio y ante el propiciatorio que cubre el Testimonio, donde yo me encontraré contigo. [7] Aarón quemará en él incienso aromático; lo quemará todas la mañanas, al preparar las lámparas, [8] y lo quemará también cuando al atardecer alimente las lámparas. Será incienso continuo ante Yahveh, de generación en generación. [9] No ofrezcáis sobre él incienso profano, ni holocausto ni oblación, ni derraméis sobre él libación alguna. [10] Aarón una vez al año hará expiación sobre los cuernos de este altar. Con la sangre del sacrificio por el pecado, es decir, el de la expiación, una vez cada año hará expiación por él en vuestras sucesivas generaciones. Cosa sacratísima es el altar en honor de Yahveh.

[11] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [12] Cuando cuentes el número de los israelitas para hacer su censo, cada uno pagará a Yahveh el rescate por su vida al ser empadronado, para que no haya plaga entre ellos con motivo del empadronamiento. [13] Esto es lo que ha de dar cada uno de los comprendidos en el censo: medio siclo, en siclos del Santuario. Este siclo es de veinte óbolos. El tributo reservado a Yahveh es medio siclo. [14] Todos los comprendidos en el censo, de veinte años en adelante, pagarán el tributo reservado a Yahveh. [15] El rico no dará más, ni el pobre menos del medio siclo, al pagar el tributo a Yahveh como rescate de vuestras vidas.

[16] Tomarás el dinero del rescate de parte de los israelitas, y lo darás para el servicio de la Tienda del Encuentro; y será para los israelitas como recordatorio ante Yahveh por el rescate de sus vidas. [17] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [18] Haz una pila de bronce, con su base de bronce, para las abluciones. Colócala entre la Tienda del Encuentro y el altar, y echa agua en ella, [19] para que Aarón y sus hijos se laven las manos y los pies con su agua. [20] Antes de entrar en la Tienda del Encuentro se han de lavar con agua para que no mueran; también antes de acercarse al altar para el ministerio de quemar los manjares que se abrasan en honor de Yahveh.

[21] Se lavarán las manos y los pies, y no morirán. Este será decreto perpetuo para ellos, para Aarón y su posteridad, de generación en generación. [22] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [23] Toma tú aromas escogidos: de mirra pura, quinientos siclos; de cinamomo, la mitad, o sea, 250; de caña aromática, 250; [24] de casia, quinientos, en siclos del Santuario, y un sextario de aceite de oliva. [25] Prepararás con ello el óleo para la unción sagrada, perfume aromático como lo prepara el perfumista. Este será el óleo para la unción sagrada.

[26] Con él ungirás la Tienda del Encuentro y el arca del Testimonio, [27] la mesa con todos sus utensilios, el candelabro con todos sus utensilios, el altar del incienso, [28] el altar del holocausto con todos sus utensilios y la pila con su base. [29] Así los consagrarás y serán cosa sacratísima. Todo cuanto los toque quedará santificado. [30] Ungirás también a Aarón y a sus hijos y los consagrarás para que ejerzan mi sacerdocio.

[31] Hablarás a los israelitas, diciendo: Este será para vosotros el óleo de la unción sagrada de generación en generación. [32] No debe derramarse sobre el cuerpo de ningún hombre; no haréis ningún otro de composición parecida a la suya. Santo es y lo tendréis por cosa sagrada. [33] Cualquiera que prepare otro semejante, o derrame de él sobre un laico, será exterminado de su pueblo. [34] Dijo Yahveh a Moisés: Procúrate en cantidades iguales aromas: estacte, uña marina y gálbano, especias aromáticas e incienso puro. [35] Prepara con ello, según el arte del perfumista, un incienso perfumado, sazonado con sal, puro y santo; [36] pulverizarás una parte que pondrás delante del Testimonio, en la Tienda del Encuentro, donde yo me encontraré contigo. Será para vosotros cosa sacratísima.

[37] Y en cuanto a la composición de este incienso que vas a hacer, no la imitéis para vuestro uso. Lo tendrás por consagrado a Yahveh. [38] Cualquiera que prepare otro semejante para aspirar su fragancia, será exterminado de en medio de su pueblo.

Capítulo 31

[1] Habló Yahveh a Moisés diciendo: [2] Mira que he designado a Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, de la tribu de Judá; [3] y le he llenado del espíritu de Dios concediéndole habilidad, pericia y experiencia en toda clase de trabajos; [4] para concebir y realizar proyectos en oro, plata y bronce; [5] para labrar piedras de engaste, tallar la madera y ejecutar cualquier otra labor.

[6] Mira que yo le he dado por colaborador a Oholiab, hijo de Ajisamak, de la tribu de Dan; y además, en el corazón de todos los hombres hábiles he infundido habilidad para que hagan todo lo que te he mandado: [7] la Tienda del Encuentro, el arca del Testimonio, el propiciatorio que la cubre y todos los utensilios de la Tienda; [8] la mesa con sus utensilios, el candelabro con todos sus utensilios, el altar del incienso, [9] el altar del holocausto con todos sus utensilios, la pila con su base; [10] las vestiduras de ceremonia, las vestiduras sagradas del sacerdote Aarón, y las vestiduras de sus hijos para las funciones sacerdotales: [11] el óleo de la unción y el incienso aromático para el Santuario. Ellos lo harán conforme a todo lo que te he ordenado.

[12] Habló Yahveh a Moisés diciendo: [13] Habla tú a los israelitas y diles: No dejéis de guardar mis sábados; porque el sábado es una señal entre yo y vosotros, de generación en generación, para que sepáis que yo, Yahveh, soy el que os santifico. [14] Guardad el sábado, porque es sagrado para vosotros. El que lo profane morirá. Todo el que haga algún trabajo en él será exterminado de en medio de su pueblo. [15] Seis días se trabajará; pero el día séptimo será día de descanso completo, consagrado a Yahveh. Todo aquel que trabaje en sábado, morirá. [16] Los israelitas guardarán el sábado celebrándolo de generación en generación como alianza perpetua.

[17] Será entre yo y los israelitas una señal perpetua; pues en seis días hizo Yahveh los cielos y la tierra, y el día séptimo descansó y tomó respiro. [18] Después de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos tablas del Testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios.

Capítulo 32

[1] Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar del monte, se reunió el pueblo en torno a Aarón y le dijeron: «Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros, ya que no sabemos qué ha sido de Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto.» [2] Aarón les respondió: «Quitad los pendientes de oro de las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y vuestras hijas, y traédmelos.» [3] Y todo el pueblo se quitó los pendientes de oro que llevaba en las orejas, y los entregó a Aarón. [4] Los tomó él de sus manos, hizo un molde y fundió un becerro. Entonces ellos exclamaron: «Este es tu Dios, Israel, el que te ha sacado de la tierra de Egipto.» [5] Viendo esto Aarón, erigió un altar ante el becerro y anunció: «Mañana habrá fiesta en honor de Yahveh.»

[6] Al día siguiente se levantaron de madrugada y ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios de comunión. Luego se sentó el pueblo a comer y beber, y después se levantaron para solazarse. [7] Entonces habló Yahveh a Moisés, y dijo: «¡Anda, baja! Porque tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, ha pecado. [8] Bien pronto se han apartado del camino que yo les había prescrito. Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él; le han ofrecido sacrificios y han dicho: 'Este es tu Dios, Israel, el que te ha sacado de la tierra de Egipto.'» [9] Y dijo Yahveh a Moisés: «Ya veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. [10] Déjame ahora que se encienda mi ira contra ellos y los devore; de ti, en cambio, haré un gran pueblo.» [11] Pero Moisés trató de aplacar a Yahveh su Dios, diciendo: «¿Por qué, oh Yahveh, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo, el que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y mano fuerte? [12] ¿Van a poder decir los egipcios: Por malicia los ha sacado, para matarlos en las montañas y exterminarlos de la faz de la tierra? Abandona el ardor de tu cólera y renuncia a lanzar el mal contra tu pueblo.

[13] Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, siervos tuyos, a los cuales juraste por ti mismo: Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; toda esta tierra que os tengo prometida, la daré a vuestros descendientes, y ellos la poseerán como herencia para siempre.» [14] Y Yahveh renunció a lanzar el mal con que había amenazado a su pueblo. [15] Volvióse Moisés y bajó del monte, con las dos tablas del Testimonio en su mano, tablas escritas por ambos lados; por una y otra cara estaban escritas. [16] Las tablas eran obra de Dios, y la escritura, grabada sobre las mismas, era escritura de Dios. [17] Cuando Josué oyó la voz del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: «Gritos de guerra en el campamento.»

[18] Respondió Moisés: «No son gritos de victoria, ni alarido de derrota. Cantos a coro es lo que oigo.» [19] Cuando Moisés llegó cerca del campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira, arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte. [20] Luego tomó el becerro que habían hecho, lo quemó y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció en el agua, y se lo dio a beber a los israelitas. [21] Y dijo Moisés a Aarón: «¿Qué te hizo este pueblo para que hayas traído sobre él tan gran pecado?"

[22] Aarón respondió: «No se encienda la ira de mi señor. Tú mismo sabes que este pueblo es inclinado al mal. [23] Me dijeron: 'Haznos un dios que vaya delante de nosotros, ya que no sabemos qué le ha sucedido a Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto.' [24] Yo les contesté: 'El que tenga oro despréndase.' Ellos se lo quitaron y me lo dieron; yo lo eché al fuego y salió este becerro.» [25] Vio Moisés al pueblo desenfrenado —pues Aarón les había permitido entregarse a la idolatría en medio de sus adversarios— [26] y se puso Moisés a la puerta del campamento, y exclamó: «¡A mí los de Yahveh!» y se le unieron todos los hijos de Leví. [27] El les dijo: «Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Cíñase cada uno su espada al costado; pasad y repasad por el campamento de puerta en puerta, y matad cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente.»

[28] Cumplieron los hijos de Leví la orden de Moisés; y cayeron aquel día unos 3000 hombres del pueblo. [29] Y dijo Moisés: «Hoy habéis recibido la investidura como sacerdotes de Yahveh, cada uno a costa de vuestros hijos y vuestros hermanos, para que él os dé hoy la bendición.» [30] Al día siguiente dijo Moisés al pueblo: «Habéis cometido un gran pecado. Yo voy a subir ahora donde Yahveh; acaso pueda obtener la expiación de vuestro pecado.» [31] Volvió Moisés donde Yahveh y dijo: «¡Ay! Este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse un dios de oro. [32] Con todo, si te dignas perdonar su pecado..., y si no, bórrame del libro que has escrito.» [33] Yahveh respondió a Moisés: «Al que peque contra mí, le borraré yo de mi libro. [34] Ahora ve y conduce al pueblo adonde te he dicho. He aquí que mi ángel irá delante de ti, mas en el día de mi visita los castigaré yo por su pecado.» [35] Y Yahveh castigó al pueblo a causa del becerro fabricado por Aarón.

Capítulo 33

[1] Dijo Yahveh a Moisés: «Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de Egipto, a la tierra que yo prometí con juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: 'A tu posteridad se la daré.' [2] Enviaré delante de ti un ángel y expulsaré al cananeo, al amorreo, al hitita, al perizita, al jivita y al jebuseo. [3] Sube a una tierra que mana leche y miel; que yo no subiré contigo, pues eres un pueblo de dura cerviz; no sea que te destruya en el camino.» [4] Al oír el pueblo estas duras palabras, hizo duelo y nadie se vistió sus galas. [5] Dijo entonces Yahveh a Moisés: Di a los israelitas: «Vosotros sois un pueblo de dura cerviz. Si yo saliera contigo, aunque fuera un solo momento, te destruiría. Ahora, pues, quítate tus galas, para que yo sepa qué he de hacer contigo.»

[6] Y los israelitas se despojaron de sus galas a partir del monte Horeb. [7] Tomó Moisés la Tienda y la plantó para él a cierta distancia fuera del campamento; la llamó Tienda del Encuentro. De modo que todo el que tenía que consultar a Yahveh salía hacia la Tienda del Encuentro, que estaba fuera del campamento. [8] Cuando salía Moisés hacia la Tienda, todo el pueblo se levantaba y se quedaba de pie a la puerta de su tienda, siguiendo con la vista a Moisés hasta que entraba en la Tienda. [9] Y una vez entrado Moisés en la tienda, bajaba la columna de nube y se detenía a la puerta de la Tienda, mientras Yahveh hablaba con Moisés. [10] Todo el pueblo veía la columna de nube detenida a la puerta de la Tienda y se levantaba el pueblo, y cada cual se postraba junto a la puerta de su tienda.

[11] Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. Luego volvía Moisés al campamento, pero su ayudante, el joven Josué, hijo de Nun, no se apartaba del interior de la Tienda. [12] Dijo Moisés a Yahveh: «Mira, tú me dices: Haz subir a este pueblo; pero no me has indicado a quién enviarás conmigo; a pesar de que me has dicho: 'Te conozco por tu nombre', y también: 'Has hallado gracia a mis ojos.' [13] Ahora, pues, si realmente he hallado gracia a tus ojos, hazme saber tu camino, para que yo te conozca y halle gracia a tus ojos, y mira que esta gente es tu pueblo.» [14] Respondió él: «Yo mismo iré contigo y te daré descanso.» [15] Contestóle: «Si no vienes tú mismo, no nos hagas partir de aquí. [16] Pues ¿en qué podrá conocerse que he hallado gracia a tus ojos, yo y tu pueblo, sino en eso, en que tú marches con nosotros? Así nos distinguiremos, yo y tu pueblo, de todos los pueblos que hay sobre la tierra.» [17] Respondió Yahveh a Moisés: «Haré también esto que me acabas de pedir, pues has hallado gracia a mis ojos, y yo te conozco por tu nombre.»

[18] Entonces dijo Moisés: «Déjame ver, por favor, tu gloria.» [19] El le contestó: «Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad, pronunciaré delante de ti el nombre de Yahveh; pues hago gracia a quien hago gracia y tengo misericordia con quien tengo misericordia.» [20] Y añadió: «Pero mi rostro no podrás verlo; porque no puede verme el hombre y seguir viviendo.» [21] Luego dijo Yahveh: «Mira, hay un lugar junto a mí; tú te colocarás sobre la peña. [22] Y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. [23] Luego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas; pero mi rostro no se puede ver.»

Capítulo 34

[1] Dijo Yahveh a Moisés. «Labra dos tablas de piedra como las primeras, sube donde mí, al monte y yo escribiré en las tablas las palabras que había en las primeras tablas que rompiste. [2] Prepárate para subir mañana temprano al monte Sinaí; allí en la cumbre del monte te presentarás a mí. [3] Que nadie suba contigo, ni aparezca nadie en todo el monte. Ni oveja ni buey paste en el monte.» [4] Labró Moisés dos tablas de piedra como las primeras y, levantándose de mañana, subió al monte Sinaí como le había mandado Yahveh, llevando en su mano las dos tablas de piedra. [5] Descendió Yahveh en forma de nube y se puso allí junto a él. Moisés invocó el nombre de Yahveh. [6] Yahveh pasó por delante de él y exclamó: «Yahveh, Yahveh, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, [7] que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes; que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación.» [8] Al instante, Moisés cayó en tierra de rodillas y se postró, [9] diciendo: «Si en verdad he hallado gracia a tus ojos, oh Señor, dígnese mi Señor venir en medio de nosotros, aunque sea un pueblo de dura cerviz; perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y recíbenos por herencia tuya.» [10] Respondió él: «Mira, voy a hacer una alianza; realizaré maravillas delante de todo tu pueblo, cono nunca se han hecho en toda la tierra ni en nación alguna; y todo el pueblo que te rodea verá la obra de Yahveh; porque he de hacer por medio de ti cosas que causen temor. [11] Observa bien lo que hoy te mando. He aquí que voy a expulsar delante de ti al amorreo, al cananeo, al hitita, al perizita, al jivita y al jebuseo. [12] Guárdate de hacer pacto con los habitantes del país en que vas a entrar, para que no sean un lazo en medio de ti. [13] Al contrario, destruiréis sus altares, destrozaréis sus estelas y romperéis sus cipos. [14] No te postrarás ante ningún otro dios, pues Yahveh se llama Celoso, es un Dios celoso. [15] No hagas pacto con los moradores de aquella tierra, no sea que cuando se prostituyan tras sus dioses y les ofrezcan sacrificios, te inviten a ti y tú comas de sus sacrificios; [16] y no sea que tomes sus hijas para tus hijos, y que al prostituirse sus hijas tras sus dioses, hagan también que tus hijos se prostituyan tras los dioses de ellas.

[17] No te harás dioses de fundición. [18] Guardarás la fiesta de los Azimos; siete días comerás ázimos como te he mandado, al tiempo señalado, esto es, en el mes de Abib, pues en el mes de Abib saliste de Egipto. [19] Todo lo que abre el seno es mío, todo primer nacido, macho, sea de vaca o de oveja, es mío. [20] El primer nacido de asno lo rescatarás con una oveja; y si no lo rescatas, lo desnucarás. Rescatarás todos los primogénitos de tus hijos, y nadie se presentará ante mí con las manos vacías. [21] Seis días trabajarás, mas en el séptimo descansarás; descansarás en tiempo de siembra y siega.

[22] Celebrarás la fiesta de las Semanas: la de las primicias de la siega del trigo, y también la fiesta de la recolección al final del año. [23] Tres veces al año se presentarán todos tus varones ante Yahveh, el Señor, el Dios de Israel. [24] Pues cuando yo expulse a los pueblos delante de ti y ensanche tus fronteras, nadie codiciará tu tierra cuando tres veces al año subas a presentarte ante Yahveh, tu Dios. [25] No inmolarás con pan fermentado la sangre de mi sacrificio, ni quedará hasta el día siguiente la víctima de la fiesta de Pascua. [26] Llevarás a la casa de Yahveh, tu Dios, lo mejor de las primicias de los frutos de tu suelo. No cocerás el cabrito en la leche de su madre.» [27] Dijo Yahveh a Moisés: «Consigna por escrito estas palabras, pues a tenor de ellas hago alianza contigo, con Israel.

[28] Moisés estuvo allí con Yahveh cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua. Y escribió en las tablas las palabras de la alianza, las diez palabras. [29] Luego, bajó Moisés del monte Sinaí y, cuando bajó del monte con las dos tablas del Testimonio en su mano, no sabía que la piel de su rostro se había vuelto radiante, por haber hablado con él. [30] Aarón y todos los israelitas miraron a Moisés, y al ver que la piel de su rostro irradiaba, temían acercarse a él. [31] Moisés los llamó. Aarón y todos los jefes de la comunidad se volvieron a él y Moisés habló con ellos. [32] Se acercaron a continuación todos los israelitas y él les conminó cuanto Yahveh le había dicho en el monte Sinaí.

[33] Cuando Moisés acabó de hablar con ellos, se puso un velo sobre el rostro. [34] Siempre que Moisés se presentaba delante de Yahveh para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía, y al salir decía a los israelitas lo que Yahveh había ordenado. [35] Los israelitas veían entonces que el rostro de Moisés irradiaba, y Moisés cubría de nuevo su rostro hasta que entraba a hablar con Yahveh.

Capítulo 35

[1] Moisés reunió a toda la comunidad de los israelitas y les dijo: «Esto es lo que Yahveh ha mandado hacer. [2] Durante seis días se trabajará, pero el día séptimo será sagrado para vosotros, día de descanso completo en honor de Yahveh. Cualquiera que trabaje en ese día, morirá. [3] En ninguna de vuestras moradas encenderéis fuego en día de sábado.» [4] Moisés habló así a toda la comunidad de los israelitas: «Esta es la orden de Yahveh: [5] Reservad de vuestros bienes una ofrenda para Yahveh. Que reserven ofrenda para Yahveh todos aquellos a quienes su corazón mueva: oro, plata y bronce, [6] púrpura violeta y escarlata, carmesí, lino fino, pelo de cabra, [7] pieles de carnero teñidas de rojo, cueros finos y maderas de acacia, [8] aceite para el alumbrado, aromas para el óleo de la unción y para el incienso aromático, [9] piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y el pectoral.

[10] Que vengan los artífices hábiles de entre vosotros a realizar cuanto Yahveh ha ordenado: [11] la Morada, su Tienda y su toldo, sus broches, sus tableros, sus travesaños, sus postes y sus basas; [12] el Arca y sus varales, el propiciatorio y el velo que lo cubre; [13] la mesa con sus varales y todos sus utensilios, el pan de la Presencia, [14] el candelabro para el alumbrado con sus utensilios, y sus lámparas, y el aceite del alumbrado; [15] el altar del incienso con sus varales; el óleo de la unción, el incienso aromático, la cortina del vano de la entrada a la Morada, [16] el altar de los holocaustos con su rejilla de bronce, sus varales y todos su utensilios; la pila con su base; [17] los cortinajes del atrio con sus postes y sus basas; el tapiz de la entrada del atrio; [18] la clavazón de la Morada y la clavazón del atrio y sus cuerdas; [19] los ornamentos de ceremonia para oficiar en el Santuario; las vestiduras sagradas para el sacerdote Aarón y las vestiduras de sus hijos para sus funciones sacerdotales.»

[20] Entonces, toda la comunidad de los israelitas se retiró de la presencia de Moisés; [21] todos aquellos a quienes impulsaba su corazón y movía su espíritu vinieron a traer la ofrenda reservada a Yahveh, para los trabajos de la Tienda del Encuentro, para todo su servicio y para las vestiduras sagradas. [22] Venían hombres y mujeres: todos los que eran movidos por su corazón traían zarcillos, pendientes, anillos de oro, el oro que cada uno presentaba como ofrenda mecida para Yahveh. [23] Cuantos poseían púrpura violeta y escarlata, y carmesí, lino fino, pelo de cabra, pieles de carnero teñidas de rojo y cueros finos, los traían también.

[24] Cuantos pudieron reservar una ofrenda de plata o de bronce, la llevaron como ofrenda reservada a Yahveh. Lo mismo hicieron los que poseían madera de acacia, que sirviera para los trabajos de la obra. [25] Todas las mujeres hábiles en el oficio hilaron con sus manos y llevaron la púrpura violeta y escarlata, el carmesí y lino fino que habían hilado. [26] Todas las mujeres hábiles en hilar, hilaron pelo de cabra, movidas por su corazón. [27] Los jefes trajeron piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y el pectoral; [28] aromas y aceite para el alumbrado, para el óleo de la unción y para el incienso aromático.

[29] Todos los israelitas, hombres y mujeres, cuyo corazón les había impulsado a llevar algo para cualquiera de los trabajos que Yahveh, por medio de Moisés, les había encomendado, presentaron sus ofrendas voluntarias a Yahveh. [30] Moisés dijo entonces a los israelitas: «Mirad, Yahveh ha designado a Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, de la tribu de Judá, [31] y le ha llenado del espíritu de Dios, confiriéndole habilidad, pericia y experiencia en toda clase de trabajos, [32] para concebir y realizar proyectos en oro, plata y bronce, [33] para labrar piedras de engaste, tallar la madera y ejecutar cualquier otra labor de artesanía; [34] a él y Oholiab, hijo de Ajisamak de la tribu de Dan, les ha puesto en el corazón el don de enseñar. [35] Les ha llenado de habilidad para toda clase de labores en talla y bordado, en recamado de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino, y en labores de tejidos. Son capaces de ejecutar toda clase de trabajos y de idear proyectos.»

Capítulo 36

[1] Así, pues, Besalel, Oholiab y todos los hombres hábiles en quienes Yahveh había infundido habilidad y pericia para saber realizar todos los trabajos en servicio del Santuario, ejecutaron todo conforme había mandado Yahveh. [2] LLamó Moisés a Besalel y a Oholiab y a todos los hombres hábiles en cuyo corazón Yahveh había infundido habilidad, a todos los que su corazón movía a ponerse al trabajo para realizarlo. [3] Recibieron de Moisés todas las ofrendas que los israelitas habían reservado para la ejecución de la obra del Santuario. Entre tanto los israelitas seguían entregando a Moisés cada mañana ofrendas voluntarias. [4] Por eso, todos los artífices dedicados a los trabajos del Santuario dejaron cada cual su trabajo, [5] y fueron a hablar con Moisés, diciendo: «El pueblo entrega más de lo que se precisa para la realización de las obras que Yahveh ha mandado hacer.»

[6] Entonces Moisés mandó correr la voz por el campamento: «Ni hombre ni mujer reserve ya más ofrendas para el Santuario.» Suspendió el pueblo su aportación, [7] pues había material suficiente para ejecutar todos los trabajos; y aun sobraba. [8] Entonces los artífices más expertos de entre los que ejecutaban el trabajo hicieron la Morada. La hizo con diez tapices de lino fino torzal, de púrpura violeta y escarlata y de carmesí con querubines bordados. [9] La longitud de cada tapiz era de veintiocho codos y la anchura de cuatro. Todos los tapices tenían las mismas medias. [10] Unió cinco tapices entre sí y lo mismo los otros cinco.

[11] Puso lazos de púrpura violeta en el borde del tapiz con que termina el primer conjunto; los puso también en el borde del tapiz con que termina el segundo conjunto. [12] Puso cincuenta lazos en el primer tapiz y otros cincuenta en el borde del último tapiz del segundo conjunto, correspondiéndose los lazos unos a otros. [13] Hizo también cincuenta broches de oro, y con los broches enlazó entre sí los tapices, de modo que la Morada vino a formar un espacio único. [14] Tejió también piezas de pelo de cabra para que, a modo de tienda, cubrieran la Morada. Tejió once de estas piezas. [15] La longitud de cada pieza era de treinta codos y de cuatro la anchura. Las once piezas tenían las mismas medidas.

[16] Juntó cinco piezas en una parte y seis en la otra. [17] Hizo cincuenta lazos en el borde de la última pieza del primer conjunto, y cincuenta lazos en el borde de la última pieza del segundo conjunto. [18] Hizo cincuenta broches de bronce para unir la Tienda, formando un espacio único. [19] Hizo además para la Tienda un toldo de pieles de carnero teñidas de rojo, y encima otro toldo de cueros finos. [20] Para la Morada hizo los tableros de madera de acacia y los puso de pie.

[21] Cada tablero tenía diez codos de largo, y codo y medio de ancho. [22] Tenía además dos espigas paralelas. Hizo lo mismo todos los tableros de la Morada. [23] Puso los tableros para la Morada: veinte para el flanco del Négueb, hacia el sur; [24] hizo cuarenta basas de plata para colocarlas debajo de los veinte tableros: dos basas debajo de un tablero para sus dos espigas y dos basas debajo del otro tablero para sus dos espigas. [25] Para el segundo flanco de la Morada, la parte del norte, hizo otros veinte tableros, [26] con sus cuarenta basas de plata; dos basas debajo de un tablero y dos basas debajo del otro tablero.

[27] Para la parte posterior de la Morada, hacia el occidente, hizo seis tableros; [28] para los ángulos de la Morada en su parte posterior, dos más, [29] que estaban unidos desde abajo hasta arriba, hasta la primera anilla. Así lo hizo con los dos tableros destinados a los dos ángulos. [30] Eran, pues, ocho tableros con sus basas de plata; dieciséis basas, dos debajo de cada tablero. [31] Después hizo travesaños de madera de acacia: cinco travesaños para los tableros de un flanco de la Morada; [32] y cinco travesaños para los tableros del otro flanco de la Morada; y otros cinco para los tableros de la parte posterior de la Morada hacia el occidente.

[33] Hizo el travesaño central de tal suerte que pasase a media altura de los tableros, de un extremo al otro. [34] Revistió de oro los tableros; de oro hizo también sus anillas para pasar los travesaños, y los revistió igualmente de oro. [35] Hizo el velo de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal; bordó en él unos querubines. [36] Hizo para colgarlo cuatro postes de acacia, revestidos de oro y provistos de ganchos de oro; fundió para ellos cuatro basas de plata. [37] Hizo para la entrada de la Tienda una cortina de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal, labor de recamador, [38] con sus cinco postes y sus ganchos. Revistió de oro sus capiteles y sus varillas y fundió en bronce sus cinco basas.

Capítulo 37

[1] Besalel hizo el arca de madera de acacia, de dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho, y codo y medio de alto. [2] La revistió de oro puro, por dentro y por fuera, y además puso en su derredor una moldura de oro. [3] Fundió cuatro anillas de oro para sus cuatro pies, dos anillas a un costado y dos anillas al otro. [4] Hizo también varales de madera de acacia, que revistió de oro; [5] pasó los varales por las anillas de los costados del arca, para transportarla.

[6] Después hizo un propiciatorio de oro puro, de dos codos y medio de largo, y de codo y medio de ancho. [7] Hizo igualmente dos querubines de oro macizo; los hizo en los dos extremos del propiciatorio; [8] el primer querubín en un extremo y el segundo en el otro; hizo los querubines formando un cuerpo con el propiciatorio en sus dos extremos. [9] Estaban los querubines con las alas extendidas por encima, cubriendo con ellas el propiciatorio, uno frente al otro, con las caras vueltas hacia el propiciatorio. [10] Hizo, además, la mesa de madera de acacia, de dos codos de largo, un codo de ancho y codo y medio de alto.

[11] La revistió de oro puro y le puso alrededor una moldura de oro. [12] Hizo además, en torno de ella, un reborde de una palma de ancho, con una moldura de oro alrededor del mismo. [13] Le hizo cuatro anillas de oro y puso las anillas en los cuatro ángulos, correspondientes a sus cuatro pies. [14] Junto al reborde se hallaban las anillas para pasar por ellas los varales y transportar la mesa. [15] Hizo los varales de madera de acacia y los revistió de oro.

[16] Asimismo hizo de oro puro los utensilios que habían de estar sobre la mesa; sus fuentes, sus vasos, sus tazas y sus jarros con los que se hacían las libaciones. [17] Hizo el candelabro de oro puro. Hizo el candelabro de oro macizo, su pie y su tallo. Sus cálices —corolas y flores— formaban con él un cuerpo. [18] De sus lados salían seis brazos: tres brazos de un lado, y tres brazos de otro. [19] El primer brazo tenía tres cálices en forma de flor de almendro, con corola y flor; y así los seis brazos que salían del candelabro. [20] En el mismo candelabro había cuatro cálices, en forma de flor de almendro, con sus corolas y flores; [21] una corola debajo de los dos primeros brazos que formaban cuerpo con él, una corola debajo de los siguientes, y una corola debajo de los dos últimos brazos; así con los seis brazos que salían del mismo.

[22] Las corolas y los brazos formaban un cuerpo con el candelabro; todo ello formaba un cuerpo de oro puro macizo. [23] Hizo también de oro puro sus siete lámparas, sus despabiladeras y sus ceniceros. [24] Empleó un talento de oro puro para el candelabro y todos sus utensilios. [25] Hizo también de madera de acacia el altar del incienso, de un codo de largo y uno de ancho, cuadrado, y de dos codos de alto. Sus cuernos formaban un solo cuerpo con él. [26] Lo revistió de oro puro, por su parte superior, sus costados y también sus cuernos. Puso en su derredor una moldura de oro.

[27] Y debajo de la moldura, a los costados, hizo dos anillas a sus dos lados, para meter por ellas los varales con que transportarlo. [28] Hizo los varales de madera de acacia y los revistió de oro. [29] Preparó también el óleo sagrado de la unción, y el incienso aromático puro, como lo prepara el perfumista.

Capítulo 38

[1] Hizo el altar de los holocaustos de madera de acacia, de cinco codos de largo y cinco de ancho, cuadrado, y de tres codos de alto. [2] Hizo sobresalir de sus cuatro ángulos unos cuernos que formaban un cuerpo con él, y lo revistió de bronce. [3] Hizo, además, todos los utensilios del altar: Los ceniceros, los badiles, los acetres, los tenedores y los braseros. Fundió de bronce todos sus utensilios. [4] Fabricó para el altar una rejilla de bronce en forma de red, bajo la cornisa inferior, de modo que llegaba hasta la mitad del altar. [5] Fijó cuatro anillas para los cuatro extremos de la rejilla de bronce, para meter los varales.

[6] Hizo los varales de madera de acacia, y los revistió de bronce, [7] y pasó los varales por las anillas a los flancos del altar, para transportarlo así. Hizo el altar hueco, de paneles. [8] Hizo la pila y la basa de bronce, con los espejos de las mujeres que servían a la entrada de la Tienda del Encuentro. [9] Hizo también el atrio; por el lado del Négueb, hacia el sur, estaba el cortinaje del atrio, de lino fino torzal, de cien codos. [10] Sus postes eran veinte, y veinte sus basas de bronce; los ganchos de los postes y sus varillas eran de plata.

[11] Por el lado septentrional había igualmente un cortinaje de cien codos. Sus postes eran veinte, y veinte sus basas de bronce; los ganchos de los postes y sus varillas eran de plata. [12] En el lado occidental había un cortinaje de cincuenta codos. Sus postes eran diez, y diez sus basas; los ganchos de los postes y sus varillas eran de plata. [13] En el lado Este, al oriente, colgaban también cincuenta codos de cortinaje. [14] El cortinaje era de quince codos, con tres columnas y tres basas, por un lado de la entrada; [15] y por el otro lado —a ambos lados de la entrada del atrio— había un cortinaje de quince codos; sus postes eran tres, y tres sus basas.

[16] Todos los cortinajes del recinto del atrio eran de lino fino torzal. [17] Las basas de los postes eran de bronce, sus ganchos y sus varillas de plata. También sus capiteles estaban revestidos de plata, y todos los postes del atrio llevaban varillas de plata. [18] El tapiz de la puerta del atrio era labor de recamador y estaba recamado de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal. Tenía veinte codos de largo; su altura —en el ancho— era de cinco codos, lo mismo que los cortinajes del atrio. [19] Sus cuatro postes y sus cuatro basas eran de bronce; sus ganchos de plata, como también el revestimiento de sus capiteles y sus varillas. [20] Toda la clavazón de la Morada y del atrio que la rodeaba era de bronce.

[21] Este es el inventario de la Morada, de la Morada del testimonio, realizado por orden de Moisés, y hecho por los levitas bajo la dirección de Itamar, hijo del sacerdote Aarón. [22] Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, de la tribu de Judá, hizo todo cuanto Yahveh había mandado a Moisés, [23] juntamente con Oholiab, hijo de Ajisamak, de la tribu de Dan, que era artífice, bordador y recamador en púrpura violeta y escarlata, en carmesí y lino fino. [24] El total del oro empleado en el trabajo, en todo el trabajo del Santuario, es decir, el oro de la ofrenda reservada, fue de veintinueve talentos y 730 siclos, en siclos del Santuario; [25] la plata de los incluidos en el censo de la comunidad, cien talentos y 1.775 siclos, en siclos del Santuario: [26] un becá por cabeza, o sea medio siclo, en siclos del Santuario, para cada hombre comprendido en el censo de los 603.550 hombres, de veinte años en adelante.

[27] Los cien talentos de plata se emplearon en fundir las basas del Santuario y las basas del velo; cien basas correspondientes a los cien talentos, un talento por basa. [28] De los 1.775 siclos hizo ganchos para los postes, revistió sus capiteles y los unió con varillas. [29] El bronce de la ofrenda reservada fue de setenta talentos y 2.400 siclos. [30] Con él hizo las basas para la entrada de la Tienda del Encuentro, el altar de bronce con su rejilla de bronce y todos los utensilios del altar, [31] las basas del recinto del atrio y las basas de la entrada del atrio, toda la clavazón de la Morada y toda la clavazón del atrio que la rodeaba.

Capítulo 39

[1] Hicieron para el servicio del Santuario vestiduras de ceremonia de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino. Hicieron también las vestiduras sagradas de Aarón, como Yahveh había mandado a Moisés. [2] Hicieron, pues, el efod, de oro, de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal. [3] Batieron oro en láminas y las cortaron en hilos para hacer bordado junto con la púrpura violeta y escarlata, con el carmesí y el lino fino. [4] Pusieron al efod hombreras y lo fijaron por sus dos extremos. [5] La cinta con que se ciñe el efod era de la misma hechura y formaba con él una sola pieza: era de oro, púrpura violeta y escarlata, carmesí y lino fino torzal, como Yahveh se lo había mandado a Moisés.

[6] Prepararon igualmente las piedras de ónice engastadas en engastes de oro y grabadas como se graban los sellos, con los nombres de los hijos de Israel; [7] las colocaron sobre las hombreras del efod, como piedras que sirvieran a Yahveh de recuerdo de los hijos de Israel, según Yahveh había ordenado a Moisés. [8] Bordaron también el pectoral, al estilo de la labor del efod, de oro, púrpura violeta y escarlata, carmesí y lino fino torzal. [9] El pectoral era cuadrado y lo hicieron doble; tenía un palmo de largo y otro de ancho; era doble. [10] Lo llenaron de cuatro filas de piedras. En la primera fila había un sardio, un topacio y una esmeralda; [11] en la segunda fila: un rubí, un zafiro y un diamante; [12] en la tercera fila: un ópalo, una ágata y una amatista; [13] y en la cuarta: un crisólito, un ónice y un jaspe. Todas ellas estaban engastadas en engarces de oro.

[14] Las piedras eran doce, correspondientes a los nombres de los hijos de Israel, grabadas con sus nombres como se graban los sellos, cada una con su nombre, conforme a las doce tribus. [15] Hicieron para el pectoral cadenillas de oro puro, trenzadas a manera de cordones. [16] Hicieron dos engastes de oro y dos anillas de oro; fijaron las dos anillas en los dos extremos del pectoral. [17] Pasaron después las dos cadenillas de oro por las dos anillas en los extremos del pectoral. [18] Unieron los otros dos extremos de las dos cadenillas a los dos engarces, que fijaron del efod.

[19] Hicieron otras dos anillas de oro y las pusieron en los otros dos extremos del pectoral en el borde interior que mira hacia el efod. [20] E hicieron otras dos anillas de oro, que fijaron en la parte inferior de las dos hombreras del efod, por delante, cerca de su unión, encima de la cinta del efod. [21] Y por medio de sus anillas sujetaron el pectoral a las anillas del efod, con un cordón de púrpura violeta, para que quedase el pectoral sobre la cinta del efod y no se desprendiese del efod, como Yahveh había mandado a Moisés. [22] Tejieron el manto del efod, todo de púrpura violeta. [23] Había una abertura en el centro del manto, semejante al cuello de una cota, con una orla alrededor de la abertura para que no se rompiese.

[24] En el ruedo inferior del manto hicieron granadas de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal. [25] Hicieron campanillas de oro puro, colocándolas entre las granadas, en todo el ruedo. [26] Una campanilla y una granada alternaban con otra campanilla y otra granada, en el ruedo inferior del manto. Servía para oficiar, como Yahveh había ordenado a Moisés. [27] Tejieron también las túnicas de lino fino para Aarón y sus hijos; [28] la tiara de lino fino, los adornos de las mitras de lino fino y también los calzones de lino fino torzal, [29] lo mismo que las fajas recamadas de lino fino torzal, de púrpura violeta y escarlata y de carmesí, tal como Yahveh había ordenado a Moisés.

[30] E hicieron de oro puro una lámina, la diadema sagrada en la que grabaron, como se graban los sellos: «Consagrado a Yahveh.» [31] Fijaron en ella un cordón de púrpura violeta para sujetarla en la parte superior de la tiara, como Yahveh había mandado a Moisés. [32] Así fue acabada toda la obra de la Morada y de la Tienda del Encuentro. Los israelitas hicieron toda la obra conforme a lo que Yahveh había mandado a Moisés. Así lo hicieron. [33] Presentaron a Moisés la Morada, la Tienda y todos sus utensilios; los broches, los tableros, los travesaños, los postes y las basas; [34] el toldo de pieles de carnero teñidas de rojo, el toldo de cueros finos y el velo protector; [35] el arca del Testimonio con sus varales y el propiciatorio; [36] la mesa con todos sus utensilios y el pan de la Presencia; [37] el candelabro de oro puro con sus lámparas —las lámparas que habían de colocarse en él—, todos sus utensilios y el aceite del alumbrado; [38] el altar de oro, el óleo de la unción, el incienso aromático y la cortina para la entrada de la Tienda;

[39] el altar de bronce con su rejilla de bronce, sus varales y todos sus utensilios; la pila con su base; [40] el cortinaje del atrio, los postes con sus basas, el tapiz para la entrada del atrio, sus cuerdas, su clavazón y todos los utensilios del servicio de la Morada para la Tienda del Encuentro; [41] las vestiduras de ceremonia para el servicio en el Santuario: los ornamentos sagrados para el sacerdote Aarón y las vestiduras de sus hijos para ejercer el sacerdocio. [42] Conforme a cuanto Yahveh había ordenado a Moisés, así hicieron los hijos de Israel toda la obra. [43] Moisés vio todo el trabajo y comprobó que lo habían llevado a cabo; tal como había mandado Yahveh, así lo habían hecho. Y Moisés los bendijo.

Capítulo 40

[1] Yahveh habló así a Moisés: [2] «El día primero del primer mes alzarás la Morada de la Tienda del Encuentro. [3] Allí pondrás el arca del Testimonio y cubrirás el arca con el velo. [4] LLevarás la mesa y colocarás lo que hay que ordenar sobre ella; llevarás también el candelabro y pondrás encima las lámparas. [5] Colocarás el altar de oro para el incienso delante del arca del Testimonio y colgarás la cortina a la entrada de la Morada.

[6] Colocarás el altar de los holocaustos ante la entrada de la Morada de la Tienda del Encuentro. [7] Pondrás la pila entre la Tienda del Encuentro y el altar, y echarás agua en ella. [8] En derredor levantarás el atrio y tenderás el tapiz a la entrada del atrio. [9] Entonces tomarás el óleo de la unción y ungirás la Morada y todo lo que contiene. La consagrarás con todo su mobiliario y será cosa sagrada. [10] Ungirás además el altar de los holocaustos con todos sus utensilios. Consagrarás el altar, y el altar será cosa sacratísima.

[11] Asimismo ungirás la pila y su base, y la consagrarás. [12] Después mandarás que Aarón y sus hijos se acerquen a la entrada de la Tienda del Encuentro y los lavarás con agua. [13] Vestirás a Aarón con las vestiduras sagradas, le ungirás, y le consagrarás para que ejerza mi sacerdocio. [14] Mandarás también que se acerquen sus hijos; los vestirás con túnicas, [15] los ungirás, como ungiste a su padre, para que ejerzan mi sacerdocio. Así se hará para que su unción les confiera un sacerdocio sempiterno de generación en generación.» [16] Moisés hizo todo conforme a lo que Yahveh le había mandado. Así lo hizo.

[17] En el primer mes del año segundo, el día primero del mes, fue alzada la Morada. [18] Moisés alzó la Morada, asentó las basas, colocó sus tableros, metió sus travesaños y erigió sus postes. [19] Después desplegó la Tienda por encima de la Morada y puso además por encima el toldo de la Tienda, como Yahveh había mandado a Moisés. [20] Luego tomó el Testimonio y lo puso en el arca; puso al arca los varales y sobre ella colocó el propiciatorio en la parte superior. [21] LLevó entonces el arca a la Morada, colgó el velo de protección y cubrió así el arca del Testimonio, como Yahveh había mandado a Moisés.

[22] Colocó también la mesa en la Tienda del Encuentro, al lado septentrional de la Morada, fuera del velo. [23] Dispuso sobre ella las filas de los panes de la Presencia delante de Yahveh, como Yahveh había ordenado a Moisés. [24] Luego instaló el candelabro en la Tienda del Encuentro, frente a la mesa, en el lado meridional de la Morada, [25] y colocó encima las lámparas delante de Yahveh, como Yahveh había mandado a Moisés. [26] Asimismo puso el altar de oro en la Tienda del Encuentro, delante del velo; [27] y quemó sobre él incienso aromático como Yahveh había mandado a Moisés.

[28] A la entrada de la Morada colocó la cortina, [29] y en la misma entrada de la Morada de la Tienda del Encuentro colocó también el altar de los holocaustos, sobre el cual ofreció el holocausto y la oblación, como Yahveh había mandado a Moisés. [30] Situó la pila entre la Tienda del Encuentro y el altar, y echó en ella agua para las abluciones; [31] Moisés, Aarón y sus hijos se lavaron en ella las manos y los pies. [32] Siempre que entraban en la Tienda del Encuentro y siempre que se acercaban al altar, se lavaban, como Yahveh había mandado a Moisés.

[33] Por fin alzó el atrio que rodeaba la Morada y el altar, y colgó el tapiz a la entrada del atrio. Así acabó Moisés los trabajos. [34] La Nube cubrió entonces la Tienda del Encuentro y la gloria de Yahveh llenó la Morada. [35] Moisés no podía entrar en la Tienda del Encuentro, pues la Nube moraba sobre ella y la gloria de Yahveh llenaba la Morada. [36] En todas las marchas, cuando la Nube se elevaba de encima de la Morada, los israelitas levantaban el campamento. [37] Pero si la Nube no se elevaba, ellos no levantaban el campamento, en espera del día en que se elevara.

[38] Porque durante el día la Nube de Yahveh estaba sobre la Morada y durante la noche había fuego a la vista de toda la casa de Israel. Así sucedía en todas sus marchas.

LEVÍTICO

Capítulo 1

[1] Yahveh llamó a Moisés y le habló así desde la Tienda del Encuentro: [2] Habla a los israelitas y diles: Cuando alguno de vosotros presente a Yahveh una ofrenda, podréis hacer vuestras ofrendas de ganado, mayor o menor. [3] Si su ofrenda es un holocausto de ganado mayor ofrecerá un macho sin defecto; lo ofrecerá a la entrada de la Tienda del Encuentro, para que sea grato ante Yahveh. [4] Impondrá su mano sobre la cabeza de la víctima y le será aceptada para que le sirva de expiación. [5] Inmolará el novillo ante Yahveh; los hijos de Aarón, los sacerdotes, ofrecerán la sangre y la derramarán alrededor del altar situado a la entrada de la Tienda del Encuentro.

[6] Desollará después la víctima y la descuartizará; [7] los hijos de Aarón, los sacerdotes, pondrán fuego sobre el altar y colocarán leña sobre el fuego; [8] luego, los hijos de Aarón, los sacerdotes, dispondrán las porciones, la cabeza y el sebo, encima de la leña colocada sobre el fuego del altar. [9] El lavará con agua las entrañas y las patas y el sacerdote lo quemará todo en el altar. Es un holocausto, un manjar abrasado de calmante aroma par Yahveh. [10] Si su ofrenda es de ganado menor, de corderos o cabras, para holocausto, ofrecerá un macho sin defecto.

[11] Lo inmolará al lado septentrional del altar ante Yahveh, y los hijos de Aarón los sacerdotes, derramarán la sangre alrededor del altar. [12] Luego, lo despedazará en porciones, y el sacerdote las dispondrá, con la cabeza y el sebo, encima de la leña colocada sobre el fuego del altar. [13] Lavará él con agua las entrañas y las patas, y el sacerdote lo ofrecerá todo y lo quemará en el altar. Es un holocausto, un manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh. [14] Si su ofrenda a Yahveh es un holocausto de aves, presentará como ofrenda tórtolas o pichones. [15] El sacerdote la ofrecerá en el altar, descervigará su cabeza y la quemará en el altar; su sangre será exprimida contra la pared del altar.

[16] Quitará entonces el buche con las plumas y los arrojará al lado oriental del altar, al lugar donde se echan las cenizas. [17] Abrirá el ave entre las alas, sin llegar a partirla; y la quemará en el altar, encima de la leña colocado sobre el fuego. Es un holocausto, un manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh.

Capítulo 2

[1] Cuando alguien ofrezca a Yahveh una oblación, su ofrenda consistirá en flor de harina, sobre la que derramará aceite y pondrá incienso. [2] La llevará a los hijos de Aarón, a los sacerdotes; tomará un puñado de la harina con aceite y todo el incienso; el sacerdote lo quemará en el altar como memorial, manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh. [3] El resto de la oblación será para Aarón y para sus hijos, como porción sacratísima del manjar abrasado para Yahveh. [4] Cuando ofrezcas una oblación de pasta cocida al horno, será de flor de harina en panes ázimos amasados con aceite, o en tortas ázimas untadas en aceite. [5] Si tu ofrenda es una oblación preparada en la chapa, ha de ser de flor de harina, amasada con aceite, sin levadura.

[6] La partirás en trozos y encima derramarás aceite. Es una oblación. [7] Si tu ofrenda es una oblación preparada en cazuela, se hará de flor de harina con aceite. [8] La oblación que ha sido preparada con estas cosas, se la llevarás a Yahveh. Será presentada al sacerdote, quien la llevará al altar. [9] El sacerdote reservará parte de la oblación como memorial y lo quemará en el altar, como manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh. [10] El resto de la oblación será para Aarón y para sus hijos, como porción sacratísima del manjar abrasado de Yahveh.

[11] Toda la oblación que ofrezcáis a Yahveh será preparada sin levadura, pues ni de fermento ni de miel quemaréis nada como manjar abrasado para Yahveh. [12] Sí que los podréis ofrecer como ofrenda de primicias, pero no subirán al altar como sacrificio de calmante aroma. [13] Sazonarás con sal toda oblación que ofrezcas; en ninguna de tus oblaciones permitirás que falte nunca la sal de la alianza de tu Dios; en todas tus ofrendas ofrecerás sal. [14] Si ofreces a Yahveh una oblación de primicias ofrecerás, como oblación de tus primicias, espigas tostadas al fuego o grano tierno majado. [15] Derramarás sobre ella aceite y le echarás además incienso; es una oblación.

[16] El sacerdote quemará, como memorial de la misma, parte del grano majado y del aceite, con todo el incienso, como manjar abrasado para Yahveh.

Capítulo 3

[1] Si su ofrenda es un sacrificio de comunión, si lo que ofrece es vacuno, macho o hembra, ofrecerá ante Yahveh una res sin defecto. [2] Impondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda y la inmolará en la entrada de la Tienda del Encuentro. Luego los hijos de Aarón, los sacerdotes, derramarán la sangre alrededor del altar. [3] El ofrecerá parte del sacrificio de comunión como manjar abrasado para Yahveh: el sebo que cubre las entrañas y todo el que hay sobre las mismas; [4] los dos riñones y el sebo adherido a ellos y a los lomos; y el resto que cubre el hígado; quitará todo este sebo junto con los riñones. [5] Los hijos de Aarón lo quemarán en el altar encima del holocausto que está sobre la leña, que está encima del fuego. Será un manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh.

[6] Si su ofrenda de sacrificio de comunión para Yahveh es de ganado menor, macho o hembra, ofrecerá una res sin defecto. [7] Si ofrece como ofrenda un cordero, lo presentará ante Yahveh, [8] impondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda y la inmolará ante la Tienda del Encuentro; los hijos de Aarón derramarán la sangre alrededor del altar. [9] El ofrecerá, de este sacrificio de comunión, el sebo, como manjar abrasado para Yahveh: el rabo entero que se cortará desde la rabadilla; el sebo que cubre las entrañas y todo el que hay sobre las mismas; [10] los dos riñones y el sebo adherido a ellos y a los lomos, y el resto que cubre el hígado; quitará todo este sebo junto con los riñones.

[11] El sacerdote lo quemará en el altar como alimento, manjar abrasado para Yahveh. [12] Si su ofrenda consiste en una cabra, la presentará ante Yahveh, [13] impondrá la mano sobre su cabeza y la inmolará ante la Tienda del Encuentro; los hijos de Aarón derramarán su sangre alrededor del altar. [14] Presentará de ella como ofrenda suya, manjar abrasado para Yahveh: el sebo que cubre las entrañas y todo el que hay sobre las mismas; [15] los dos riñones y el sebo adherido a ellos y a los lomos; y el resto que cubre el hígado; quitará todo este sebo junto con los riñones.

[16] El sacerdote lo quemará en el altar como alimento, manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh. Toda la grasa perpetua de generación en generación, dondequiera que habitéis: no comeréis nada de grasa ni de sangre.

Capítulo 4

[1] Yahveh habló así a Moisés: [2] Habla a los israelitas y diles: Si alguien peca por inadvertencia contra cualquiera de los mandamientos de Yahveh sobre lo que no se debe hacer y comete una de estas acciones prohibidas: [3] Si el que peca es el sacerdote ungido, haciendo culpable al pueblo, entonces ofrecerá a Yahveh por el pecado que ha cometido un novillo sin defecto, como sacrificio por el pecado. [4] Llevará el novillo a la entrada de la tienda del Encuentro ante Yahveh, impondrá la mano sobre la cabeza del novillo y lo inmolará ante Yahveh. [5] El sacerdote ungido tomará parte de la sangre del novillo y la llevará a la Tienda del Encuentro.

[6] El sacerdote mojará su dedo en la sangre y rociará con ella siete veces ante Yahveh frente al velo del Santuario. [7] El sacerdote pondrá parte de la sangre en los cuernos del altar del incienso aromático ante Yahveh en la Tienda del Encuentro, y verterá toda la sangre del novillo al pie del altar de los holocaustos que se encuentra a la entrada de la Tienda del Encuentro. [8] De todo el sebo del novillo sacrificado por el pecado, reservará el sebo que cubre las entrañas y todo el que hay sobre las mismas; [9] los dos riñones y el sebo adherido a ellos y a los lomos, y el resto que cubre el hígado; quitará todo este sebo junto con los riñones, —[10] todo como lo reservado del novillo del sacrificio de comunión— y el sacerdote lo quemará sobre el altar de los holocaustos.

[11] La piel del novillo, toda su carne, con su cabeza y sus patas, sus entrañas con los excrementos, [12] el novillo entero, lo sacará fuera del campamento, a un lugar puro, al vertedero de las cenizas. Lo quemará con fuego de leña; será quemado en el vertedero de las cenizas. [13] Si toda la comunidad de Israel peca por inadvertencia, haciendo cualquiera de las cosas prohibidas por los mandamientos de Yahveh, haciéndose así culpable, quedando el hecho oculto a los ojos de la asamblea; [14] en cuanto llegue a saberse el pecado cometido en ella, la asamblea ofrecerá un novillo en sacrificio por el pecado. Lo llevarán ante la Tienda del Encuentro; [15] los ancianos de la comunidad impondrán las manos sobre la cabeza del novillo ante Yahveh y se inmolará el novillo ante Yahveh.

[16] Luego, el sacerdote ungido llevará parte de la sangre del novillo a la Tienda del Encuentro; [17] el sacerdote mojará su dedo en la sangre y rociará siete veces ante Yahveh frente al velo. [18] Pondrá parte de la sangre en los cuernos del altar que se halla ante Yahveh en la Tienda del Encuentro, y derramará el resto de la sangre al pie del altar de los holocaustos, situado a la entrada de la Tienda del Encuentro. [19] Reservará todo el sebo del novillo y lo quemará en el altar, [20] haciendo con este novillo como con el novillo del sacrificio por el pecado. Lo mismo hará con él. Así el sacerdote hará expiación por ellos y se les perdonará.

[21] Sacará el novillo fuera del campamento y lo quemará como el novillo anterior. Este es el sacrificio por el pecado de la asamblea. [22] Si es un príncipe el que ha pecado, haciendo por inadvertencia cualquiera de las cosas prohibidas por los mandamientos de Yahveh su Dios, haciéndose así culpable; [23] si se le advierte del pecado cometido, llevará como ofrenda un macho cabrío sin defecto. [24] Impondrá su mano sobre la cabeza del macho cabrío y lo inmolará en el lugar donde se inmola el holocausto ante Yahveh. Es un sacrificio por el pecado. [25] El sacerdote mojará su dedo en la sangre de la víctima, untará los cuernos del altar de los holocaustos y derramará la sangre al pie del altar de los holocaustos.

[26] Quemará todo el sebo en el altar como el sebo del sacrificio de comunión. El sacerdote hará así la expiación por él, por su pecado, y se le perdonará. [27] Si uno cualquiera del pueblo de la tierra peca por inadvertencia haciendo algo prohibido por los mandamientos de Yahveh, haciéndose así culpable; [28] si se le advierte del pecado cometido, presentará como ofrenda por el pecado cometido una cabra sin defecto. [29] Impondrá su mano sobre la cabeza de la víctima y la inmolará en el mismo lugar de los holocaustos. [30] El sacerdote mojará su dedo en la sangre, untará los cuernos del altar de los holocaustos, y derramará toda la sangre al pie del altar.

[31] Separará todo el sebo de la víctima, como se separa el sebo de un sacrificio de comunión, y el sacerdote lo quemará en el altar como calmante aroma para Yahveh. El sacerdote hará así expiación por él y se le perdonará. [32] Si lleva un cordero como ofrenda suya por el pecado, sea lo que lleve una hembra sin defecto; [33] impondrá su mano sobre la cabeza de la víctima y la inmolará como sacrificio por el pecado en el lugar donde se inmola el holocausto. [34] El sacerdote mojará su dedo en la sangre de la víctima y untará los cuernos del altar de los holocaustos, y derramará toda la sangre al pie del mismo altar. [35] Separará todo el sebo de la víctima, como se separa el sebo del cordero del sacrificio de comunión, y el sacerdote lo quemará en el altar, junto con los manjares abrasados de Yahveh. El sacerdote hará expiación por él, por el pecado cometido, y se le perdonará.

Capítulo 5

[1] Si alguien peca en uno de estos casos: Uno ha oído la fórmula conjuratoria, y es testigo, porque lo ha visto u oído, y no lo declara y se carga así con su iniquidad; [2] o bien, uno toca cualquier cosa impura, sea el cadáver de una fiera impura, o el de ganado impuro o el de un bicho impuro, y, aun sin darse cuenta, se hace así él mismo impuro y culpable; [3] o bien, uno toca cualquiera de las inmundicias humanas con que puede contaminarse, sin darse cuenta; y, saberlo, se hace culpable; [4] o bien, uno pronuncia con los labios sin darse cuenta un juramento favorable o desfavorable, en cualquiera de las cosas que el hombre suele jurar y, al saberlo, se hace culpable de ello; [5] el que es culpable en uno de estos casos confesará aquello en que ha pecado, [6] y como sacrificio de reparación por el pecado cometido, llevará a Yahveh una hembra de ganado menor, oveja o cabra, como sacrificio por el pecado. Y el sacerdote hará por él expiación de su pecado.

[7] Cuando sus recursos no alcancen para una res menor, presentará a Yahveh, como sacrificio de reparación por su pecado, dos tórtolas o dos pichones, uno como sacrificio por el pecado y otro en holocausto. [8] Los llevará al sacerdote, quien ofrecerá primero el que se destina al sacrificio por el pecado. Con las uñas descervigará la cabeza junto a la nuca sin arrancarla. [9] Rociará con sangre de la víctima el lateral del altar, y el resto de la sangre será exprimida al pie del altar. Es un sacrificio por el pecado. [10] Con el segundo hará un holocausto, conforme a la norma. El sacerdote le hará así expiación por el pecado cometido y le será perdonado. [11] Si no le alcanza para dos tórtolas o dos pichones, presentará, como ofrenda suya por haber pecado, una décima de medida de flor de harina como sacrificio por el pecado. No añadirá aceite, ni echará sobre ella incienso, porque es sacrificio por el pecado.

[12] La llevará al sacerdote; y el sacerdote, tomando de ella un puñado como memorial, lo quemará en el altar, junto con los manjares que se abrasan para Yahveh. Es un sacrificio por el pecado. [13] El sacerdote hará expiación por él, a causa del pecado que cometió en cualquiera de aquellos casos, y se le perdonará. El sacerdote tendrá su parte como en la oblación. [14] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [15] Si alguien comete una prevaricación pecando por inadvertencia contra los derechos sagrados de Yahveh, ofrecerá a Yahveh, como sacrificio de reparación, un carnero del rebaño, sin defecto, valorado en siclos de plata, en siclos del Santuario, como sacrificio de reparación. [16] Resarcirá lo que defraudó pecando contra los derechos sagrados, y añadirá un quinto más, y se lo dará al sacerdote. El sacerdote hará por él la expiación con el carnero del sacrificio de reparación; y se le perdonará.

[17] Si alguien peca sin darse cuenta, haciendo algo prohibido por los mandamientos de Yahveh, se hace culpable y cargará con su iniquidad. [18] Llevará al sacerdote, como sacrificio de reparación, un carnero del rebaño, sin defecto, según su valoración; y el sacerdote hará expiación por él a causa del error que cometió sin darse cuenta, y se le perdonará. [19] Es un sacrificio de reparación, pues era ciertamente culpable ante Yahveh. [20] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [21] Si uno peca y comete una prevaricación contra Yahveh engañando a su prójimo acerca de un depósito o de un objeto confiado a sus manos, o de algo robado, o bien oprimiendo a su prójimo violentamente, [22] o si halla un objeto perdido y lo niega, o jura en falso acerca de cualquiera de las cosas en que el hombre suele pecar; [23] cuando así peca, haciéndose culpable, devolverá lo robado, o lo exigido con violencia, o el depósito que se le confió, o la cosa perdida que halló, [24] o todo aquello sobre lo cual juró en falso. Lo restituirá íntegramente, añadiendo un quinto más, y lo devolverá a quien lo poseía en el día en que se hizo culpable.

[25] Entregará para Yahveh su sacrificio de reparación: un carnero del rebaño, sin defecto, según su valoración, como sacrificio de reparación ante el sacerdote. [26] El sacerdote hará por él la expiación delante de Yahveh, y será perdonado en cualquiera de los casos en que fuera culpable.

Capítulo 6

[1] Habló así Yahveh a Moisés: [2] Da esta orden a Aarón y a sus hijos: Esta es la ley del holocausto. (Este es el holocausto que estará sobre el fuego encendido, sobre el altar, toda la noche hasta la mañana, y que el fuego del altar mantendrá encendido.) [3] El sacerdote se vestirá su túnica de lino y cubrirá su cuerpo con calzones de lino. Sacará las cenizas a que el fuego haya reducido las grasas del holocausto sobre el altar y las depositará junto al altar. [4] Después se quitará los vestidos y se pondrá otros para llevar las cenizas fuera del campamento a un lugar puro. [5] Arderá el fuego sobre el altar sin apagarse; el sacerdote lo alimentará con leña todas las mañanas, colocará encima el holocausto y sobre él quemará el sebo de los sacrificios de comunión.

[6] Fuego permanente arderá sobre el altar sin apagarse. [7] Esta es la ley de la oblación: Los hijos de Aarón la presentarán delante de Yahveh, frente al altar; [8] uno de ellos tomará de la oblación un puñado de flor de harina (con su aceite, y todo el incienso que se añade a la oblación), y lo quemará en el altar, en memorial, como calmante aroma para Yahveh. [9] Aarón y sus hijos comerán lo que quede de ella; debe comerse sin levadura, en lugar santo. Han de comerlo en el atrio de la Tienda del Encuentro. [10] No se la cocerá con levadura: es la porción que yo les doy de los manjares que se abrasan para mí. Es cosa sacratísima, como el sacrificio por el pecado y como el sacrificio de reparación.

[11] Todos los varones de los hijos de Aarón podrán comer de ello. Es ley perpetua para vuestros descendientes, relativa a los manjares que se abrasan para Yahveh. Todo cuanto los toque quedará consagrado. [12] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [13] Esta es la ofrenda que Aarón y sus hijos ofrecerán a Yahveh el día de su unción: una décima de medida de flor de harina, como oblación perpetua, la mitad por la mañana, y la mitad por la tarde. [14] Será preparada con aceite en la sartén; la ofrecerás bien frita y la presentarás partida en trozos como una oblación, como calmante aroma para Yahveh. [15] También la ofrecerá el sacerdote ungido que le suceda de entre sus hijos. Es decreto perpetuo. La oblación será totalmente quemada para Yahveh.

[16] Cualquier oblación de sacerdote será total; no se podrá comer. [17] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [18] Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Esta es la ley del sacrificio por el pecado: En el lugar donde se inmola el holocausto, delante de Yahveh, será inmolada también la víctima por el pecado. Es cosa sacratísima. [19] La comerá el sacerdote que ofrece la víctima por el pecado. Será comida en lugar santo, en el atrio de la Tienda del Encuentro. [20] Todo cuanto toque esta carne quedará consagrado y, si su sangre salpica los vestidos, lavarás en lugar santo la parte salpicada.

[21] La vasija de barro en que haya sido cocida se romperá; y si ha sido cocida en vasija de bronce, ésta se fregará y lavará con agua. [22] Todos los varones de entre los sacerdotes podrán comer de ella. Es cosa sacratísima. [23] Pero no se comerá ninguna víctima ofrecida por el pecado, cuya sangre haya sido introducida en la Tienda del Encuentro para hacer la expiación en el Santuario: será consumida por el fuego.

Capítulo 7

[1] Esta es la ley del sacrificio de reparación: Es cosa sacratísima. [2] En el lugar donde inmolan el holocausto inmolarán la víctima de reparación, y su sangre se derramará sobre todos los lados del altar. [3] Se ofrecerá todo el sebo de la víctima: el rabo y el sebo que cubre las entrañas; [4] los dos riñones y el sebo adherido a ellos y a los lomos, y el resto que cubre el hígado; se quitará todo este sebo junto con los riñones. [5] El sacerdote lo quemará sobre el altar como manjar abrasado para Yahveh. Es un sacrificio de reparación.

[6] Podrán comerlo todos los varones de entre los sacerdotes; se comerá en lugar sagrado. Es cosa sacratísima. [7] El sacrificio por el pecado es como el sacrifico de reparación: tienen la misma ley. La víctima pertenece al sacerdote que hace la expiación con ella. [8] El sacerdote que ofrece el holocausto de una persona se quedará con la piel de la víctima que le han ofrecido. [9] También toda oblación cocida al horno y toda la preparada en cazuela o en sartén pertenece al sacerdote que la ofrece; [10] pero toda oblación amasada con aceite, o seca, se dará a todos los hijos de Aarón, en porciones iguales.

[11] Esta es la ley del sacrificio de comunión que se ofrece a Yahveh: [12] Si se ofrece en alabanza, se ofrecerán, juntamente con el sacrificio de alabanza, panes ázimos amasados con aceite, tortas ázimas untadas de aceite y tortas de flor de harina amasadas con aceite. [13] Se añadirá esta ofrenda a las tortas de pan fermentado y al sacrificio de comunión en alabanza. [14] Se reservará una pieza de cada clase como ofrenda reservada a Yahveh y corresponderá al sacerdote que derrama la sangre del sacrificio de comunión. [15] La carne del sacrificio de comunión en alabanza se comerá el mismo día de su ofrecimiento, sin dejar nada de ella para la mañana siguiente.

[16] Si se ofrece la víctima en cumplimiento de un voto, o como ofrenda voluntaria, se comerá el mismo día en que ha sido ofrecida, y lo que sobre deberá comerse al día siguiente. [17] Pero el tercer día será quemado lo que quede de la carne de la víctima. [18] Si se come la carne de un sacrificio de comunión al tercer día, no obtendrá favor el oferente del mismo; no se le tendrá en cuenta. Será abominación. Y quien coma de ella, cargará con su iniquidad. [19] No podrá comerse la carne que haya tocado cualquier cosa impura; será consumida por el fuego. Toda persona pura podrá comer la carne. [20] Pero quien, en estado de impureza, coma carne del sacrificio de comunión presentado a Yahveh, ése será exterminado de su parentela.

[21] Si alguien toca cualquier cosa inmunda, sea inmundicia de hombre, o de animal, o cualquier otra abominación impura y luego come de la carne del sacrificio de comunión ofrecido a Yahveh, será exterminado de su parentela. [22] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [23] Habla a los israelitas y diles: No comeréis sebo de buey, ni de cordero ni de cabra. [24] El sebo de animal muerto o destrozado podrá servir para cualquier uso, pero en modo alguno lo comeréis. [25] Porque todo aquel que coma sebo de animal del que suele ofrecerse manjar abrasado a Yahveh, será exterminado de su parentela.

[26] Tampoco comeréis sangre, ni de ave ni de animal, en ninguno de los lugares en que habitaréis. [27] Todo el que coma cualquier clase de sangre, ése será exterminado de su parentela. [28] Yahveh habló a Moisés, diciendo: [29] Habla a los israelitas y diles: Quien ofrezca a Yahveh un sacrificio de comunión, presente a Yahveh una porción de su sacrificio. [30] Con sus propias manos llevará los manjares que se abrasarán para Yahveh: él mismo presentará el sebo y el pecho; el pecho para mecerlo como ofrenda mecida ante Yahveh.

[31] El sacerdote quemará el sebo sobre el altar; el pecho será para Aarón y sus hijos. [32] Daréis también al sacerdote, como ofrenda reservada, la pierna derecha de vuestros sacrificios de comunión. [33] Esta pierna derecha pertenecerá a aquel de los hijos de Aarón que haya ofrecido la sangre y el sebo de los sacrificios de comunión. [34] Pues yo sustraigo a los israelitas, de sus sacrificios de comunión, el pecho mecido y la pierna reservada para dárselos al sacerdote Aarón y a sus hijos, por decreto perpetuo entre los israelitas. [35] Esta es la porción de Aarón y la porción de sus hijos, en los manjares que se abrasan en honor de Yahveh, desde el día en que los presentó para ejercer el sacerdocio de Yahveh.

[36] Esto mandó Yahveh que los israelitas les dieran el día en que los ungió, como decreto perpetuo de generación en generación. [37] Esta es la ley del holocausto, de la oblación, del sacrificio por el pecado, del sacrificio de reparación, del sacrificio de investidura y del sacrificio de comunión, [38] que Yahveh prescribió a Moisés en el monte Sinaí, el día en que mandó a los israelitas que presentaran sus ofrendas a Yahveh en el desierto del Sinaí.

Capítulo 8

[1] Yahveh habló así a Moisés: [2] «Toma a Aarón y con él a sus hijos, y también las vestiduras, el óleo de la unción, el novillo para el sacrificio por el pecado, los dos carneros y el canastillo de los ázimos; [3] y congrega a toda la comunidad a la entrada de la Tienda del Encuentro.» [4] Moisés hizo como Yahveh le había mandado, y se congregó la comunidad a la entrada de la Tienda del Encuentro. [5] Moisés dijo a la comunidad: «Esto es lo que Yahveh ha ordenado hacer.» [6] Moisés mandó entonces que Aarón y sus hijos se acercaran y los lavó con agua.

[7] Puso sobre Aarón la túnica y se la ciñó con la faja; lo vistió con el manto y poniéndole encima el efod, se lo ciñó atándoselo con la cinta del efod. [8] Luego, le impuso el pectoral en el que depositó el Urim y el Tummim. [9] Colocó también la tiara sobre su cabeza y puso en su parte delantera la lámina de oro, la diadema santa, como Yahveh había mandado a Moisés. [10] Después Moisés tomó el óleo de la unción y ungió la Morada con todas las cosas que contenía para consagrarlas. [11] Roció con él por siete veces el altar y ungió el altar con todos su utensilios, así como la pila con su base, para consagrarlos.

[12] Y derramando óleo de la unción sobre la cabeza de Aarón, lo ungió para consagrarlo. [13] Luego Moisés mandó que se acercaran los hijos de Aarón; los vistió con las túnicas, les ciñó la faja y les puso las mitras, como Yahveh había mandado a Moisés. [14] Después hizo traer el novillo para el sacrificio por el pecado, y Aarón y sus hijos impusieron las manos sobre la cabeza del novillo, víctima por el pecado. [15] Moisés lo inmoló. Tomó la sangre y mojó con su dedo los cuernos del altar, todo en derredor, para purificarlo. Después derramó la sangre al pie del altar; de esta manera lo consagró haciendo por él la expiación. [16] Tomó luego todo el sebo que cubre las entrañas, el que queda junto al hígado, y los dos riñones con su sebo; y lo quemó Moisés sobre el altar.

[17] Pero en cuanto a la piel, la carne y los excrementos del novillo, los quemó fuera del campamento, como Yahveh había mandado a Moisés. [18] Después hizo traer el carnero del holocausto, sobre cuya cabeza Aarón y sus hijos impusieron las manos. [19] Moisés lo inmoló y roció con la sangre todos los lados del altar. [20] El carnero fue partido en trozos y Moisés quemó la cabeza, los trozos y el sebo; [21] después de lavar en agua las entrañas y las patas, Moisés quemó todo el carnero en el altar, como holocausto de calmante aroma, manjar abrasado para Yahveh, como Yahveh había mandado a Moisés.

[22] Hizo luego traer el segundo carnero, el carnero del sacrificio de la investidura, y Aarón y sus hijos impusieron las manos sobre la cabeza del carnero. [23] Moisés lo inmoló, y, tomando su sangre, mojó el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, el pulgar de su mano derecha de Aarón, el pulgar de su mano derecha y el de su pie derecho. [24] Después Moisés hizo que se acercaran los hijos de Aarón, les untó con la sangre el lóbulo de la oreja derecha, el pulgar de su mano derecha y el de su pie derecho; y derramó la sangre sobre el altar, todo en derredor. [25] Tomó luego el sebo: el rabo, todo el sebo que cubre las entrañas, el que queda junto al hígado, los dos riñones con su sebo y la pierna derecha. [26] Sacó del canastillo de los ázimos que estaba ante Yahveh un pan ázimo, una torta de pan amasada con aceite y otra torta untada, y las puso sobre el sebo y sobre la pierna derecha.

[27] Entregó todo esto en manos de Aarón y en manos de sus hijos haciéndolo mecer como ofrenda mecida ante Yahveh. [28] Moisés lo recibió de sus manos y lo quemó en el altar, encima del holocausto. Era el sacrificio de investidura, calmante aroma, manjar abrasado en honor de Yahveh. [29] Moisés tomó entonces el pecho y lo meció como ofrenda mecida ante Yahveh; era ésta la porción del carnero de la investidura que pertenecía a Moisés, como Yahveh se lo había mandado. [30] Después Moisés tomó óleo de la unción y sangre de la que había encima del altar, roció a Aarón y sus vestiduras de sus hijos. Así consagró a Aarón y sus vestiduras, así como a sus hijos y las vestiduras de sus hijos. [31] Moisés dijo a Aarón y a sus hijos: «Coced la carne a la entrada de la Tienda del Encuentro y comedla allí mismo; comed también el pan del canastillo de la investidura tal como lo he mandado diciendo: Aarón y sus hijos lo comerán.

[32] Quemaréis la carne sobrante y el pan. [33] Y no os apartaréis de la entrada de la Tienda del Encuentro por espacio de siete días, hasta el día en que se cumplan los días de vuestra investidura; porque siete días durará vuestra investidura. [34] Yahveh mandó que se procediera como se ha procedido hoy para hacer expiación por vosotros. [35] Así quedaréis siete días, día y noche, a la entrada de la Tienda del Encuentro, guardando la norma de Yahveh para no morir, pues así me fue ordenado.» [36] Aarón y sus hijos hicieron cuanto Yahveh había mandado por medio de Moisés.

Capítulo 9

[1] El día octavo Moisés llamó a Aarón y a sus hijos, y a los ancianos de Israel. [2] Dijo a Aarón: «Trae un becerro para el sacrificio por el pecado y un carnero para el holocausto, ambos sin defecto, para ofrecerlos ante Yahveh. [3] Hablarás a los israelitas, diciendo: 'Tomad un macho cabrío para el sacrificio por el pecado y un becerro y un cordero, ambos de un año y sin defecto, para el holocausto; [4] para los sacrificios de comunión, un toro y un carnero, que se sacrificarán ante Yahveh; y una oblación amasada con aceite. Cierto que hoy se os mostrará Yahveh.'» [5] Trajeron, pues, ante la Tienda del Encuentro lo que Moisés había mandado; toda la comunidad se acercó y se mantuvo delante de Yahveh.

[6] Dijo entonces Moisés: «Esto es lo que ha mandado Yahveh; hacedlo y se os mostrará la gloria de Yahveh.» [7] Después Moisés dijo a Aarón: «Acércate al altar, ofrece tu sacrificio por el pecado y tu holocausto, y haz la expiación por ti mismo y por tu casa; presenta también la ofrenda del pueblo y haz la expiación por ellos, como Yahveh lo ha prescrito.» [8] Acercóse, pues, Aarón al altar e inmoló el becerro del sacrificio por su propio pecado. [9] Los hijos de Aarón le presentaron la sangre; y él, mojando su dedo en la sangre, untó con ella los cuernos del altar y derramó la sangre al pie del altar. [10] Luego quemó sobre el altar el sebo, los riñones y lo que queda junto al hígado de la víctima por el pecado, como Yahveh había mandado a Moisés; [11] pero quemó la carne y la piel fuera del campamento.

[12] Después inmoló la víctima del holocausto y los hijos de Aarón le presentaron la sangre, que derramó sobre todos los lados del altar. [13] Le presentaron la víctima del holocausto en trozos, juntamente con la cabeza, y lo quemó todo sobre el altar. [14] Y habiendo lavado las entrañas y las patas, las quemó encima del holocausto sobre el altar. [15] Después presentó la ofrenda del pueblo: tomó el macho cabrío correspondiente al sacrificio por el pecado del pueblo, lo inmoló y lo sacrificó como el primero. [16] Ofreció el holocausto, haciéndolo según la norma.

[17] Además presentó lo oblación. Tomando un puñado de ella, la quemó en el altar encima del holocausto de la mañana. [18] Inmoló asimismo el toro y el carnero como sacrificio de comunión por el pueblo. Los hijos de Aarón le entregaron la sangre, que él derramó sobre todos los lados del altar. [19] En cuanto a las partes grasas del toro y del carnero, el rabo, el sebo que cubre las entrañas, los riñones y lo que queda junto al hígado, [20] las puso sobre los pechos de las víctimas, y él las quemó sobre el altar; [21] Aarón por su parte meció los pechos y la pierna derecha como ofrenda mecida ante Yahveh conforme Moisés había mandado.

[22] Entonces Aarón, alzando las manos hacia el pueblo, lo bendijo; después de haber acabado el sacrificio por el pecado, el holocausto y el sacrificio de comunión, descendió. [23] Luego Moisés y Aarón entraron en la Tienda del Encuentro y, cuando salieron, bendijeron al pueblo. La gloria de Yahveh se dejó ver de todo el pueblo. [24] Salió fuego de la presencia de Yahveh que consumió el holocausto y las partes grasas puestas sobre el altar. Todo el pueblo al verlo prorrumpió en gritos de júbilo y cayó rostro en tierra.

Capítulo 10

[1] Nadab y Abihú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, pusieron fuego en ellos y, tras echar incienso encima, ofrecieron ante Yahveh un fuego profano, que él no les había mandado. [2] Entonces salió de la presencia de Yahveh un fuego que los devoró, y murieron delante de Yahveh. [3] Moisés dijo entonces a Aarón: «Esto es lo que Yahveh ha declarado diciendo: Entre los cercanos a mí mostraré mi santidad. y ante la faz del pueblo manifestaré mi gloria.» Aarón no dijo nada. [4] Moisés llamó a Missael y a Elsafán, hijos de Uzziel, tío paterno de Aarón, y les dijo: «Acercaos, retirad a vuestros hermanos de delante del santuario y llevadlos fuera del campamento.» [5] Se acercaron y los llevaron en sus propias túnicas fuera del campamento, como Moisés había mandado.

[6] Moisés dijo a Aarón y a sus hijos, Eleazar e Itamar: «No llevéis la cabeza desgreñada, ni rasguéis vuestros vestidos, para no morir, pues la ira de Yahveh recae sobre toda la comunidad. Vuestros hermanos, toda la casa de Israel, llorarán a los abrasados por el fuego de Yahveh. [7] No os apartéis de la entrada de la Tienda del Encuentro, no sea que muráis, pues tenéis sobre vosotros la unción de Yahveh.» Ellos obedecieron a la palabra de Moisés. [8] Yahveh habló a Aarón, diciendo: [9] «Cuando hayáis de entrar en la Tienda del Encuentro, no bebáis vino ni bebida que pueda embriagar, ni tú ni tus hijos, no sea que muráis. Decreto perpetuo es éste para vuestros descendientes, [10] para que podáis distinguir entre lo sagrado y lo profano, entre lo impuro y lo puro, [11] y enseñar a los israelitas todos los preceptos que Yahveh les ha dado por medio de Moisés.»

[12] Moisés dijo a Aarón y a Eleazar e Itamar, los hijos que le quedaban: «Tomad la oblación que queda de los manjares que se abrasan en honor de Yahveh y comedla sin levadura junto al altar, pues es cosa sacratísima. [13] La comeréis en lugar sagrado, por ser la porción tuya y la porción de tus hijos, de los manjares que se abrasan en honor de Yahveh, pues así me ha ordenado. [14] Tú, y contigo tus hijos y tus hijas, comeréis también en lugar puro el pecho mecido y la pierna reservada, porque os han sido dados como porción tuya y de tus hijos, de los sacrificios de comunión de los israelitas. [15] Ellos traerán la pierna reservada y el pecho mecido, además de las grasas que han de ser abrasadas para Yahveh como ofrenda mecida delante de Yahveh; serán la porción perpetua para ti y para tus hijos junto a ti, según ha mandado Yahveh.» [16] Moisés preguntó con interés acerca del macho cabrío del sacrificio por el pecado; pero he aquí que había sido ya quemado. Irritado contra Eleazar e Itamar, los hijos que le habían quedado a Aarón, dijo: [17] «¿Por qué no comisteis en lugar sagrado la víctima del sacrificio por el pecado? Pues era cosa sacratísima que se os daba a vosotros para quitar la falta de la comunidad, haciendo expiación por ellos ante Yahveh. [18] Teníais que haberla comido en lugar sagrado según os había ordenado, porque su sangre no había sido llevada al interior del santuario.»

[19] Respondió Aarón a Moisés: «Mira que ellos han presentado hoy su sacrificio por el pecado y su holocausto delante de Yahveh, y me ha sucedido esto; ¿si yo hubiera comido la víctima por el pecado, acaso hubiera sido esto grato a Yahveh?» [20] Cuando Moisés oyó esto, se dio por satisfecho.

Capítulo 11

[1] Yahveh habló a Moisés y a Aarón, diciéndoles: [2] Hablad a los israelitas y decidles: De entre todos los animales terrestres podréis comer estos: [3] cualquier animal de pezuña partida, hendida en mitades y que rumia, sí lo podréis comer. [4] Pero entre los que rumian o tienen pezuña hendida, no comeréis: camello, pues aunque rumia, no tiene partida la pezuña; será impuro para vosotros; [5] ni damán, porque rumia, pero no tiene partida la pezuña; será impuro para vosotros: [6] ni liebre porque rumia, pero no tiene la pezuña partida; será impura para vosotros; [7] ni cerdo, pues aunque tiene la pezuña partida, hendida en mitades, no rumia; será impuro para vosotros.

[8] No comeréis su carne ni tocaréis sus cadáveres; serán impuros para vosotros. [9] De entre todos los animales que viven en las aguas, podréis comer éstos: cuantos tienen aletas y escamas sean de mar o río, los podréis comer. [10] Pero serán cosa abominable para vosotros todos los que carezcan de aletas y escamas, entre todos los que bullen en las aguas, en mares y ríos, y entre todos los demás animales que viven en el agua. [11] Serán abominables para vosotros: no comeréis su carne y tendréis sus cadáveres como abominables. [12] Tendréis por abominable todo cuanto en las aguas carece de aletas y escamas.

[13] Las siguientes de entre las aves tendréis por inmundas, y no podrán comer por ser abominación: el águila, el quebrantahuesos, el águila marina, [14] el buitre, el halcón en todas sus especies, [15] toda clase de cuervos, [16] el avestruz, la lechuza, la gaviota, el gavilán en todas sus especies, [17] el búho, el somormujo, el ibis, [18] el cisne, el pelícano, el calamón, [19] la cigüeña, la garza en todas sus especies, la abubilla y el murciélago.

[20] Será abominable para vosotros todo bicho alado que anda sobre cuatro patas. [21] Pero de todos los bichos alados que andan sobre cuatro patas, podréis comer aquellos que además de sus cuatro patas tienen zancas para saltar con ellas sobre el suelo. [22] De ellos podréis comer: la langosta en sus diversas especies y toda clase de solam, de jargol y de jagab. [23] Cualquier otro bicho alado de cuatro patas será para vosotros abominable. [24] Por estos animales podéis contraer impureza. El que toque su cadáver quedará impuro hasta la tarde.

[25] El que levante alguno de sus cadáveres tendrá que lavar sus vestidos y quedará impuro hasta la tarde. [26] Asimismo todos los animales que tienen pezuña no partida en dos uñas y no rumian, serán impuros para vosotros. Todo aquel que los toque quedará impuro. [27] De entre los cuadrúpedos os serán impuros todos los que andan sobre las plantas de sus pies. El que toque sus cadáveres quedará impuro hasta la tarde. [28] El que levante el cadáver de uno de ellos tendrá que lavar sus vestidos, y quedará impuro hasta la tarde; son impuros para vosotros. [29] De entre los bichos pequeños que andan arrastrándose por el suelo serán impuros para vosotros: la comadreja, el ratón el lagarto en sus diversas especies, [30] el erizo, el cocodrilo, el camaleón, la salamandra y el topo.

[31] Entre todos los bichos, éstos serán impuros para vosotros. Todo el que toque su cadáver quedará impuro hasta la tarde. [32] Quedará impuro cualquier objeto sobre el que caiga uno de sus cadáveres; ya sea un instrumento de madera, o un vestido, una piel, un saco o cualquier utensilio. Será metido en agua y quedará impuro. [33] Si cae uno de estos cadáveres en una vasija de barro, cuanto haya dentro de ella quedará impuro y romperéis la vasija. [34] Toda cosa comestible preparada con dicha agua será impura, y toda bebida que se beba en una de esas vasijas será impura. [35] Cualquier objeto sobre el que caiga alguno de esos cadáveres quedará impuro: el horno y el doble fogón serán derribados; son impuros y los tendréis por impuros.

[36] (Solamente las fuentes y cisternas, donde se recogen las aguas, permanecerán puras), pero el que toque sus cadáveres quedará impuro. [37] De igual manera cuando caiga alguno de esos cadáveres sobre una semilla que va a sembrarse, quedará pura; [38] mas si cayese alguno de esos cadáveres sobre semilla mojada, la tendréis por impura. [39] Cuando muera uno de aquellos animales de los que podéis comer, el que toque su cadáver quedará impuro hasta la tarde. [40] El que coma carne de ese cadáver deberá lavar sus vestidos y quedará impuro hasta la tarde. Y el que levante ese cadáver habrá de lavar sus vestidos y quedará impuro hasta la tarde.

[41] Todo bicho que anda arrastrándose sobre la tierra es cosa abominable; no se podrá comer. [42] No comeréis ningún animal de los que caminan sobre su vientre o sobre cuatro patas o sobre muchos pies, es decir, ningún bicho que se arrastra por el suelo, porque son abominación. [43] No os hagáis inmundos con ninguna clase de bicho que se arrastra, ni os hagáis impuros con ellos, para que no os contaminéis por su causa. [44] Porque yo soy Yahveh, vuestro Dios; santificaos y sed santos, pues yo soy santo. No os haréis impuros con ninguno de esos bichos que se arrastran por el suelo. [45] Pues yo soy Yahveh, el que os he subido de la tierra de Egipto, para ser vuestro Dios. Sed, pues, santos porque yo soy santo.

[46] Esta es la ley acerca de los animales, de las aves, y de todos los seres vivientes que se mueven en el agua, y de todos los que andan arrastrándose sobre la tierra; [47] para que hagáis distinción entre lo impuro y lo puro, entre el animal que puede comerse y el que no puede comerse.

Capítulo 12

[1] Yahveh habló a Moisés y dijo: [2] Habla a los israelitas y diles: Cuando una mujer conciba y tenga un hijo varón, quedará impura durante siete días; será impura como en el tiempo de sus reglas. [3] Al octavo día será circuncidado el niño en la carne de su prepucio; [4] pero ella permanecerá todavía 33 días purificándose de su sangre. No tocará ninguna cosa santa ni irá al santuario hasta cumplirse los días de su purificación. [5] Mas si da a luz una niña, durante dos semanas será impura, como en el tiempo de sus reglas, y permanecerá 66 días más purificándose de su sangre.

[6] Al cumplirse los días de su purificación, sea por niño o niña, presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado. [7] El sacerdote lo ofrecerá ante Yahveh, haciendo expiación por ella, y quedará purificada del flujo de su sangre. Esta es la ley referente a la mujer que da a luz a un niño o una niña. [8] Mas si a ella no le alcanza para presentar una res menor, tome dos tórtolas o dos pichones, uno como holocausto y otro como sacrificio por el pecado; y el sacerdote hará expiación por ella y quedará pura.

Capítulo 13

[1] Yahveh habló a Moisés y a Aarón, diciendo: [2] Cuando uno tenga en la piel de su carne tumor, erupción o mancha blancuzca brillante, y se forme en la piel de su carne como una llaga de lepra, será llevado al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes. [3] El sacerdote examinará la llaga en la piel de la carne; si el pelo en la llaga se ha vuelto blanco, y la llaga parece más hundida que la piel de su carne, es llaga de lepra; cuando el sacerdote lo haya comprobado, le declarará impuro. [4] Mas si hay en la piel de su carne una mancha blancuzca brillante sin que parezca más hundida que la piel, y sin que el pelo se haya vuelto blanco, el sacerdote recluirá durante siete días al afectado. [5] Al séptimo día el sacerdote lo examinará, y si comprueba que la llaga se ha detenido, no se ha extendido por la piel, el sacerdote entonces lo recluirá otros siete días.

[6] Pasados estos siete días, el sacerdote lo examinará nuevamente: si ve que la llaga ha perdido su color y no se ha extendido en la piel, el sacerdote lo declarará puro; no se trata más que de una erupción. Lavará sus vestidos y quedará puro. [7] Pero si después que el sacerdote le ha examinado y declarado puro, sigue la erupción extendiéndose por la piel, se presentará de nuevo al sacerdote. [8] El sacerdote, al comprobar que la erupción se extiende por la piel, lo declarará impuro: es un caso de lepra. [9] Cuando en un hombre se manifieste una llaga como de lepra, será llevado al sacerdote. [10] El sacerdote lo examinará, y si observa un tumor blancuzco en la piel, el color del pelo mudado en blanco y una úlcera en la hinchazón, [11] se trata de lepra arraigada en su piel; el sacerdote lo declarará impuro y no le recluirá, porque es impuro.

[12] Pero si la lepra se ha extendido por la piel hasta cubrir toda la piel del enfermo desde la cabeza hasta los pies, en cuanto alcanza a verlo el sacerdote, [13] éste lo examinará, y si la lepra ha cubierto toda su carne, declarará puro al afectado por la llaga: se ha vuelto todo blanco; es puro. [14] Pero cuando se vea en él una úlcera, quedará impuro; [15] en cuanto el sacerdote vea la úlcera, lo declarará impuro. La úlcera es impura; es un caso de lepra. [16] Pero si la úlcera cambia, volviéndose blanca, el afectado ha de presentarse al sacerdote.

[17] El sacerdote lo examinará, y al ver que la llaga se ha vuelto blanca, declarará puro al afectado por la enfermedad: es puro. [18] Cuando en la piel de alguno se ha curado un divieso, [19] y en el lugar del divieso aparece un tumor blanco, o una mancha de color blanco rojizo, ése habrá de presentarse al sacerdote. [20] El sacerdote lo examinará, y si la mancha parece más hundida que la piel y su pelo se ha vuelto blanco, el sacerdote lo declarará impuro. Es llaga de lepra que se ha producido en el divieso. [21] Pero si el sacerdote ve que no hay en ella pelo blanco, ni está más hundida que la piel, y que ha perdido color, le recluirá por siete días.

[22] Si entonces se extiende por la piel, el sacerdote lo declarará impuro; es un caso de lepra. [23] Pero si la mancha sigue estacionaria, sin extenderse, es la cicatriz del divieso; el sacerdote lo declarará puro. [24] Cuando en la piel de alguien hay una quemadura, y sobre la quemadura se forma una mancha de color blanco rojizo o sólo blanco, [25] el sacerdote la examinará; y si el pelo se ha vuelto blanco en la mancha blanca y ésta aparece más hundida que la piel, es que se ha producido lepra en la quemadura. El sacerdote lo declarará impuro; es un caso de lepra. [26] Si, en cambio, el sacerdote observa que en la mancha no aparece pelo blanco, que no está más hundida que la piel y que ha perdido color, lo recluirá siete días.

[27] Al séptimo día lo examinará, y si se ha extendido por la piel, el sacerdote lo declarará impuro; es un caso de lepra. [28] Pero si la mancha sigue estacionaria sin extenderse por la piel y ha perdido color, se trata de la hinchazón de la quemadura, y el sacerdote lo declarará puro; pues es la cicatriz de la quemadura. [29] Cuando un hombre o una mujer tengan una llaga en la cabeza o en la barbilla, [30] el sacerdote examinará la llaga, y si ésta aparece más hundida que la piel, y si hay en ella pelo amarillento y más ralo, el sacerdote lo declarará impuro; es tiña, o sea, lepra de la cabeza o de la barbilla. [31] Mas si el sacerdote ve que la llaga de tiña no aparece más hundida que la piel, y que no hay en ella pelo amarillento, recluirá al afectado por la tiña durante siete días.

[32] Al séptimo, el sacerdote examinará el mal, y si no se ha extendido la tiña, ni hay en ella pelo amarillento, ni la llaga aparece más hundida que la piel, [33] aquella persona se afeitará, excepto en el lugar de la tiña; y el sacerdote recluirá al afectado durante otros siete días. [34] Al séptimo día el sacerdote lo examinará y si no se ha extendido la llaga por la piel, ni aparece más hundida que la piel, le declarará puro; lavará sus vestidos y quedará puro. [35] Pero si la tiña, después de la purificación, se extiende mucho por la piel, [36] el sacerdote lo examinará. Si comprueba que la tiña se ha extendido por la piel, el sacerdote ya no tendrá que buscar pelo amarillento; aquella persona es impura.

[37] Mas si, según su opinión, la tiña no se ha extendido y ha brotado en ella pelo negro, se ha curado la tiña. Esa persona es pura y el sacerdote la declarará pura. [38] Cuando un hombre o una mujer tengan en su piel manchas brillantes, manchas blancas, [39] el sacerdote las examinará; si comprueba que las manchas de la piel son de color blanco, se trata de un eccema que ha brotado en la piel; esta persona es pura. [40] Si a alguno se le cae el pelo de la cabeza y queda calvo por detrás, es puro. [41] Si se le cae el pelo de la parte delantera de la cabeza, es calvo por delante, pero es puro.

[42] Pero si en la calva, por detrás o por delante, aparece una llaga de color rojizo, es lepra que se ha producido en la calva, sea por detrás o por delante. [43] El sacerdote la examinará y si la hinchazón de la llaga en la parte calva es de color blanco rojizo, con aspecto de lepra en la piel, [44] se trata de un leproso: es impuro. El sacerdote le declarará impuro; tiene lepra en la cabeza. [45] El afectado por la lepra llevará los vestido rasgados y desgreñada la cabeza, se cubrirá hasta el bigote e irá gritando: «¡Impuro, impuro!» [46] Todo el tiempo que dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada.

[47] Cuando aparezca una llaga de lepra en un vestido de lana o de lino, [48] o en tejido o cobertor de lino o lana, o en una piel, o en cualquier objeto de cuero, [49] si la mancha en el vestido o en la piel, o en el tejido o en el cobertor, o en cualquier objeto hecho de cuero, tiene color verdoso o rojizo, es llaga de lepra y debe ser mostrada al sacerdote. [50] El sacerdote examinará la mancha y encerrará el objeto manchado durante siete días. [51] Al séptimo, el sacerdote examinará la mancha y si se ha extendido por el vestido, tejido, cobertor, piel o por un objeto de cuero, es un caso de lepra maligna y el objeto es impuro.

[52] Se quemará el vestido, tejido, cobertor de lana o de lino o el objeto de cuero en que se encuentre la mancha, pues es lepra maligna; será quemado. [53] Pero si el sacerdote ve que no se ha extendido la mancha por el vestido, tejido, cobertor o el objeto de cuero, [54] hará lavar el objeto manchado y lo encerrará otros siete días. [55] Si el sacerdote ve que la mancha, después de haber sido lavada, no ha mudado de aspecto, aunque la mancha no se haya extendido, el objeto es impuro; lo entregarás al fuego: es una infección por la cara y el envés. [56] Pero si el sacerdote ve que la parte manchada, después de lavada, ha perdido color, la rasgará del vestido, del cuero, del tejido o del cobertor.

[57] Pero si vuelve a aparecer en el vestido, tejido, cobertor o en un objeto de cuero, es mal contagioso; quemarás lo que está afectado por la lepra. [58] En cuanto al vestido, tejido, cobertor o el objeto de cuero, que después de ser lavado pierdan la mancha, serán lavados por segunda vez y quedarán puros. [59] Estas es la ley para la mancha de lepra que se halla en los vestidos de lana o de lino, en el tejido e en el cobertor o en cualquier objeto hecho de cuero, para declararlos puros o impuros.

Capítulo 14

[1] Yahveh habló a Moisés diciendo: [2] Esta es la ley que ha de aplicarse al leproso en el día de su purificación. Se le conducirá al sacerdote, [3] y el sacerdote saldrá fuera del campamento; si, tras de haberlo examinado, comprueba que el leproso está ya curado de la llaga de lepra, [4] el sacerdote mandará traer para el que ha de ser purificado dos pájaros vivos y puros, madera de cedro, púrpura escarlata e hisopo. [5] Después mandará inmolar uno de los pájaros sobre una vasija de barro con agua viva.

[6] Tomará luego el pájaro vivo, la madera de cedro, la púrpura escarlata y el hisopo, los mojará, juntamente con el pájaro vivo, en la sangre del pájaro inmolado sobre el agua viva, [7] y rociará siete veces al que ha de ser purificado de la lepra. Y, tras de declararlo puro, soltará en el campo el pájaro vivo. [8] El que se purifica lavará sus vestidos, se afeitará todo su pelo, se bañará en agua, y quedará limpio. Después podrá entrar en el campamento; pero durante siete días ha de habitar fuera de su tienda. [9] El día séptimo se afeitará todo su pelo, su cabellera, su barba, sus cejas, es decir, se afeitará todo su pelo, lavará también sus vestidos, bañará su cuerpo en agua y quedará limpio. [10] El día octavo tomará dos corderos sin defecto y una cordera de un año sin defecto; y como oblación, tres décimas de flor de harina amasada con aceite y un cuartillo de aceite.

[11] El sacerdote que hace la purificación presentará ante Yahveh, junto con todas esas cosas, al hombre que ha de purificarse, a la entrada de la Tienda del Encuentro. [12] El sacerdote tomará uno de los corderos para ofrecerlo como sacrificio de reparación, además del cuartillo de aceite, y lo mecerá como ofrenda ante Yahveh. [13] Luego inmolará el cordero en el lugar donde se inmola el sacrificio por el pecado y el holocausto, en lugar sagrado; porque, tanto en el sacrificio por el pecado como en el sacrificio de reparación, la víctima pertenece al sacerdote; es cosa sacratísima. [14] Después el sacerdote tomará sangre de la víctima de reparación y mojará el lóbulo de la oreja derecha del que se está purificando, el pulgar de su mano derecha y el de su pie derecho. [15] Y, tomando del cuartillo de aceite, el sacerdote echará parte de él sobre la palma de su mano izquierda.

[16] Después untará un dedo de su mano derecha en el aceite que tiene en la palma de su mano izquierda, y con su dedo hará siete aspersiones de aceite delante de Yahveh. [17] Con el aceite restante que tiene en su mano el sacerdote untará el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, el pulgar de su mano derecha y el de su pie derecho sobre la sangre de la víctima de reparación. [18] El resto del aceite que quede en la mano del sacerdote, se echará sobre la cabeza del que se purifica. El sacerdote expiará así por él ante Yahveh. [19] El sacerdote ofrecerá el sacrificio por el pecado y hará expiación por el que se purifica de su impureza; después inmolará el holocausto. [20] Y ofrecerá sobre el altar el holocausto y la oblación. De esta manera el sacerdote hará expiación por él y quedará limpio.

[21] Si es pobre y no tiene suficientes recursos, tomará un cordero com sacrificio de reparación, como ofrenda mecida, para hacer expiación por él, y además, como oblación, una décima de flor de harina amasada con aceite, un cuartillo de aceite, [22] y dos tórtolas o dos pichones, según sus recursos, uno como sacrificio por el pecado, y otro como holocausto. [23] Al octavo día, los llevará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro para su purificación delante de Yahveh. [24] El sacerdote tomará el cordero del sacrificio de reparación y el cuartillo de aceite, y los mecerá como ofrenda ante Yahveh. [25] Después de haber inmolado el cordero del sacrificio de reparación, el sacerdote tomará sangre de la víctima de reparación y mojará el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, el pulgar de su mano derecha y el de su pie derecho.

[26] Luego derramará parte del aceite sobre la palma de su mano izquierda; [27] con un dedo de su mano derecha hará ante Yahveh siete aspersiones con el aceite que tiene en la palma de la mano izquierda, [28] untará con el aceite que tiene en su mano el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, el pulgar de su mano derecha y el de su pie derecho, en el lugar donde puso la sangre de la víctima de reparación. [29] Derramará el resto del aceite que le quede en la mano sobre la cabeza del que se purifica, haciendo expiación por él ante Yahveh. [30] Luego ofrecerá, conforme a los recursos suyos, una de las tórtolas o de los pichones, [31] es decir, lo que alcanzan sus recursos, uno como sacrificio por el pecado, y otro como holocausto, además de la oblación. De este modo el sacerdote hará expiación ante Yahveh por aquel que se purifica.

[32] Esta es la ley de purificación para aquel que tiene llaga de lepra y cuyos recursos son limitados. [33] Yahveh habló a Moisés y a Aarón diciendo: [34] Cuando hayáis entrado en la tierra de Canaán que yo os doy en posesión, y castigue con lepra alguna de las casas de la tierra que poseeréis, [35] el propietario de la casa irá a avisar al sacerdote, diciendo: «Ha aparecido algo como lepra en mi casa.» [36] El sacerdote, antes de entrar en la casa para examinar la lepra, ordenará que desocupen la casa, para que nada quede inmundo de cuanto hay en ella. Después entrará el sacerdote a examinar la casa.

[37] Si al examinarla observa que la mancha forma en las paredes de la casa cavidades verdosas y rojizas que parecen hundidas en la pared, [38] el sacerdote saldrá a la puerta de la casa y la cerrará durante siete días. [39] Volverá al día séptimo, y si comprueba que la mancha se ha extendido por las paredes de la casa, [40] mandará arrancar las piedras manchadas y arrojarlas fuera de la ciudad en un lugar inmundo. [41] Hará raspar todo el interior de la casa; y echarán fuera de la ciudad, en un lugar inmundo, el polvo que hayan quitado.

[42] Luego tomarán otras piedras y las pondrán en lugar de las primeras; y también argamasa nueva para revocar la casa. [43] Si la mancha vuelve a extenderse por la casa después de haber arrancado las piedras, y de haberla raspado y revocado, [44] el sacerdote entrará de nuevo; y si comprueba que la mancha se ha extendido por la casa, hay un caso de lepra maligna en la casa, y ésta es impura. [45] Se derribará la casa. Sus piedras, sus maderas y todo el material de la casa será sacado fuera de la ciudad a un lugar inmundo. [46] Quien entre en esa casa durante el tiempo que esté clausurada quedará impuro hasta la tarde.

[47] El que duerma en ella habrá de lavar sus vestidos; y también el que coma en ella habrá de lavarlos. [48] Mas si el sacerdote comprueba al entrar que, después de revocada la casa, la mancha no se ha extendido por ella, la declarará pura, pues se ha curado del mal. [49] Entonces, para ofrecer por la casa un sacrificio por el pecado, tomará dos pájaros, madera de cedro, púrpura escarlata e hisopo; [50] inmolará uno de los pájaros sobre una vasija de barro con agua viva [51] y, tomando la madera de cedro, el hisopo y la púrpura escarlata, con el pájaro vivo, los mojará en la sangre del pájaro degollado y en el agua viva; y rociará la casa siete veces.

[52] Y, tras haber realizado el sacrificio por el pecado en favor de la casa con la sangre del pájaro, con el agua viva, el pájaro vivo, la madera de cedro, el hisopo y la lana escarlata, [53] soltará el pájaro vivo fuera de la ciudad, en el campo. De este modo hará expiación por la casa, la cual quedará pura. [54] Esta es la ley para toda clase de lepra o de tiña, [55] para la lepra del vestido y de la casa, [56] para los tumores, erupciones y manchas blancas, [57] y para declarar los períodos de impureza y de pureza. Esta es la ley de la lepra.

Capítulo 15

[1] Yahveh habló a Moisés y Aarón diciendo: [2] Hablad a los israelitas y decidles: Cualquier hombre que padece flujo seminal es impuro a causa del flujo. [3] En esto consiste la impureza causada por su flujo: sea que su cuerpo deje destilar el flujo, o lo retenga, es impuro. [4] Todo lecho en que duerma el que padece flujo será impuro y todo asiento en que se siente será impuro. [5] Quien toque su lecho lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde.

[6] Quien se siente sobre un mueble donde se haya sentado cualquiera que padece flujo lavará sus vestidos, se bañará en agua y será impuro hasta la tarde. [7] Quien toque el cuerpo del que padece flujo lavará sus vestidos, se bañará en agua y será impuro hasta la tarde. [8] Si el que tiene flujo escupe sobre un hombre puro, éste lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. [9] Todo aparejo sobre el cual haya montado el que padece flujo será inmundo. [10] Quien toque un objeto que haya estado debajo de él quedará impuro hasta la tarde. Y el que los lleve lavará sus vestidos, se bañará en agua y será impuro hasta la tarde.

[11] Todo aquel a quien toque el que padece flujo sin haberse lavado las manos con agua lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. [12] Toda vasija de barro tocada por el que padece flujo será rota, y todo utensilio de madera será lavado con agua. [13] Si el que padece flujo sana de él, se contarán siete días para su purificación; después lavará sus vestidos, se bañará en agua viva y quedará puro. [14] Al día octavo tomará dos tórtolas o dos pichones y se presentará ante Yahveh a la entrada de la Tienda del Encuentro, para entregarlos al sacerdote. [15] El sacerdote los ofrecerá, uno como sacrificio por el pecado, el otro como holocausto, y de esta manera el sacerdote hará expiación por él ante Yahveh, a causa de su flujo.

[16] El hombre que tenga derrame seminal lavará con agua todo su cuerpo y quedará impuro hasta la tarde. [17] Toda ropa y todo cuero sobre los cuales se haya derramado el semen serán lavados con agua y quedarán impuros hasta la tarde. [18] Cuando una mujer se acueste con un hombre, produciéndose efusión de semen, se bañarán ambos con agua y quedarán impuros hasta la tarde. [19] La mujer que tiene flujo, el flujo de sangre de su cuerpo, permanecerá en su impureza por espacio de siete días. Y quien la toque será impuro hasta la tarde. [20] Todo aquello sobre lo que se acueste durante su impureza quedará impuro; y todo aquello sobre lo que se siente quedará impuro.

[21] Quien toque su lecho lavará los vestidos, se bañará en agua y permanecerá impuro hasta la tarde. [22] Quien toque un mueble cualquiera sobre el que ella se haya sentado lavará sus vestidos, se bañará en agua y será impuro hasta la tarde. [23] Quien toque algo que esté puesto sobre el lecho o sobre el mueble donde ella se sienta quedará impuro hasta la tarde. [24] Si uno se acuesta con ella se contamina de la impureza de sus reglas y queda impuro siete días; todo lecho en que él se acueste será impuro. [25] Cuando una mujer tenga flujo de sangre durante muchos días, fuera del tiempo de sus reglas o cuando sus reglas se prolonguen, quedará impura mientras dure el flujo de su impureza como en los días del flujo menstrual.

[26] Todo lecho en que se acueste mientras dura su flujo será impuro como el lecho de la menstruación, y cualquier mueble sobre el que se siente quedará impuro como en la impureza de las reglas. [27] Quien los toque quedará impuro y lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. [28] Una vez que ella sane de su flujo, contará siete días, quedando después pura. [29] Al octavo día tomará para sí dos tórtolas o dos pichones y los presentará al sacerdote a la entrada de la Tienda del Encuentro. [30] El sacerdote los ofrecerá uno como sacrificio por el pecado, el otro como holocausto; y hará expiación por ella ante Yahveh por la impureza de su flujo.

[31] Mantendréis alejados a los israelitas de sus impurezas para que no mueran a causa de ellas por contaminar mi Morada, la que está en medio de ellos. [32] Esta es la ley relativa al hombre que padece flujo o que se hace impuro con efusión de semen, [33] a la indispuesta por el flujo menstrual, a aquel que padece flujo, sea varón o mujer, y a aquel que se acueste con una mujer en período de impureza.

Capítulo 16

[1] Yahveh habló a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón que murieron al acercarse a Yahveh. [2] Dijo Yahveh a Moisés: Di a tu hermano Aarón que no entre en cualquier tiempo en el santuario que está tras el velo, ante el propiciatorio que está encima del arca, no sea que muera: pues yo me hago ver en la nube encima del propiciatorio. [3] Sólo en estas condiciones podrá entrar Aarón en el santuario: con un novillo para el sacrificio por el pecado y un carnero para el holocausto. [4] Se vestirá con la túnica sagrada de lino, se pondrá los calzones de lino, se ceñirá la faja de lino y se cubrirá con la tiara de lino. Estas son las vestiduras sagradas que vestirás después de haberse lavado con agua. [5] Recibirá de la comunidad de los israelitas dos machos cabríos para el holocausto.

[6] Después de ofrecer su novillo por el pecado como expiación por sí mismo y por su casa, [7] tomará Aarón los dos machos cabríos y los presentará ante Yahveh, a la entrada de la Tienda del Encuentro. [8] Luego echará suertes sobre los dos machos cabríos, una para Yahveh, y otra para Azazel. [9] Presentará el macho cabrío sobre el cual haya caído la suerte «para Yahveh» ofreciéndolo como sacrificio por el pecado. [10] El macho cabrío sobre el cual haya caído la suerte «para Azazel", lo colocará vivo delante de Yahveh para hacer sobre él la expiación y echarlo al desierto, para Azazel.

[11] Entonces ofrecerá Aarón su novillo por el pecado para hacer expiación por sí mismo y por su casa, y lo inmolará. [12] Tomará después un incensario lleno de brasas tomadas del altar que está ante Yahveh y dos puñados de incienso aromático en polvo y, llevándolo detrás del velo, [13] pondrá el incienso sobre el fuego, delante de Yahveh, para que la nube del incienso envuelva el propiciatorio que está encima del Testimonio y él no muera. [14] Tomando luego la sangre del novillo, rociará con su dedo el lado oriental del propiciatorio, y con su dedo hará siete aspersiones de sangre delante del propiciatorio. [15] Después inmolará el macho cabrío como sacrificio por el pecado del pueblo y llevará su sangre detrás del velo, haciendo con su sangre lo que hizo con la sangre del novillo: rociará el propiciatorio y su parte anterior.

[16] Así purificará el santuario de las impurezas de los israelitas y de sus rebeldías en todos sus pecados. Lo mismo hará con la Tienda del Encuentro que mora con ellos en medio de sus impurezas. [17] Nadie debe estar en la Tienda del Encuentro cuando Aarón entre a hacer la expiación dentro del santuario, hasta que salga. Después de haber hecho expiación por sí mismo, por su casa y por toda la asamblea de Israel, [18] saldrá hacia el altar que se halla ante Yahveh, y hará por él expiación tomando sangre del novillo y del macho cabrío y untando los cuernos en torno del altar. [19] Hará sobre él con su dedo siete aspersiones de sangre, y así lo purificará y lo separará de las impurezas de los israelitas. [20] Acabada la expiación del santuario, de la Tienda del Encuentro y del altar, Aarón presentará el macho cabrío vivo.

[21] Imponiendo ambas manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo hará confesión sobre él de todas las iniquidades de los israelitas y de todas las rebeldías en todos los pecados de ellos y cargándolas sobre la cabeza del macho cabrío, lo enviará al desierto por medio de un hombre dispuesto para ello. [22] Así el macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos, hacia una tierra árida; y soltará el macho cabrío en el desierto. [23] Luego entrará Aarón en la Tienda del Encuentro y, despojándose de las vestiduras de lino con que se había vestido al entrar en el santuario, las dejará allí; [24] lavará su cuerpo con agua en lugar sagrado y se pondrá sus vestiduras. Después saldrá y ofrecerá su holocausto y el holocausto del pueblo, hará la expiación por sí mismo y por el pueblo, [25] y quemará sobre el altar el sebo de la víctima por el pecado.

[26] El hombre encargado de soltar el macho cabrío para Azazel lavará sus vestidos y bañará su cuerpo en agua; después de esto podrá entrar en el campamento. [27] Del novillo del sacrificio por el pecado y del macho cabrío inmolado por el pecado, cuya sangre fue introducida en el santuario para hacer expiación, serán sacados fuera del campamento y quemados con fuego sus pieles, su carne y sus excrementos. [28] El que los queme lavará sus vestidos y se bañará en agua; después de esto podrá entrar en el campamento. [29] Será éste para vosotros un decreto perpetuo: En el mes séptimo, el día décimo del mes, ayunaréis, y no haréis trabajo alguno, ni el nativo ni el forastero que reside en medio de vosotros. [30] Porque en ese día se hará expiación por vosotros para purificaros. De todos vuestros pecados quedaréis limpios delante de Yahveh.

[31] Será para vosotros día de descanso completo, en el que habéis de ayunar: decreto perpetuo. [32] Hará la expiación el sacerdote ungido y de manos consagradas para ejercer el sacerdocio como sucesor de su padre: él se vestirá las vestiduras de lino, las vestiduras sagradas, [33] y hará la expiación del santuario sagrado, de la Tienda del Encuentro y del altar. El hará también la expiación por los sacerdotes y por todo el pueblo de la asamblea. [34] Tendréis esto como decreto perpetuo: hacer la expiación por los israelitas, por todos sus pecados, una vez al año. Y se hizo como Yahveh había mandado a Moisés.

Capítulo 17

[1] Yahveh habló a Moisés, diciendo: [2] Habla a Aarón y a sus hijos, y a todos los israelitas, y diles: Esta es la orden que ha dado Yahveh: [3] Cualquier hombre de la casa de Israel que inmole buey, oveja o cabra dentro del campamento, o fuera del mismo, [4] sin llevarlos a la entrada de la Tienda del Encuentro, para presentarlos como ofrenda a Yahveh ante la Morada de Yahveh, será considerado reo de sangre. Tal hombre ha derramado sangre y será exterminado de en medio de su pueblo. [5] Por eso los israelitas presentarán al sacerdote, para Yahveh, a la entrada de la Tienda del Encuentro, aquellas víctimas que suelen inmolar en el campo, para que se ofrezcan como sacrificios de comunión.

[6] El sacerdote derramará la sangre sobre el altar de Yahveh, a la entrada de la Tienda del Encuentro, y quemará las grasas como calmante aroma para Yahveh. [7] De este modo ellos ya no seguirán sacrificando sus sacrificios a los sátiros tras los cuales estaban prostituyéndose. Decreto perpetuo será éste para ellos de generación en generación. [8] Diles: Cualquier hombre de la casa de Israel, o de los forasteros que residen en medio de ellos, que ofrezca holocausto o sacrificio, [9] y no lo traiga a la entrada de la Tienda del Encuentro para sacrificarlo en honor de Yahveh, ese será exterminado de entre su parentela. [10] Si un hombre cualquiera de la casa de Israel, o de los forasteros que residen en medio de ellos, come cualquier clase de sangre, yo volveré mi rostro contra el que coma sangre y los exterminaré de en medio de su pueblo.

[11] Porque la vida de la carne está en la sangre, y yo os la doy para hacer expiación en el altar por vuestras vidas, pues la expiación por la vida, con la sangre se hace. [12] Por eso tengo dicho a los israelitas: «Ninguno de vosotros comerá sangre; ni tampoco coma sangre el forastero que reside en medio de vosotros.» [13] Cualquier hombre de la casa de Israel, o de los forasteros que residen en medio de ellos, que cace un animal o un ave que es lícito comer, derramará su sangre y la cubrirá con tierra. [14] Porque la vida de toda carne es su sangre. Por eso mando a los israelitas: «No comeréis la sangre de ninguna carne, pues la vida de toda carne es su sangre. Quien la coma, será exterminado.» [15] Todo nativo o forastero que coma carne de bestia muerta o destrozada lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde; después será puro.

[16] Si no los lava ni baña su cuerpo, cargará con su iniquidad.

Capítulo 18

[1] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [2] Habla a los israelitas, y diles: Yo soy Yahveh vuestro Dios. [3] No hagáis como se hace en la tierra de Egipto, donde habéis habitado, ni hagáis como se hace en la tierra de Canaán a donde os llevo; no debéis seguir sus costumbres. [4] Cumplid mis normas y guardad mis preceptos, caminando según ellos. Yo soy Yahveh, vuestro Dios. [5] Guardad mis preceptos y mis normas. El hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Yo, Yahveh.

[6] Ninguno de vosotros se acerque a una consanguínea suya para descubrir su desnudez. Yo, Yahveh. [7] No descubrirás la desnudez de tu padre ni la desnudez de tu madre. Es tu madre; no descubrirás su desnudez. [8] No descubrirás la desnudez de la mujer de tu padre; es la misma desnudez de tu padre. [9] No descubrirás la desnudez de tu hermana, hija de tu padre o hija de tu madre, nacida en casa o fuera de ella. [10] No descubrirás la desnudez de la hija de tu hijo o de la hija de tu hija, pues es tu propia desnudez.

[11] No descubrirás la desnudez de la hija de la mujer de tu padre, engendrada de tu padre, que es tu hermana. [12] No descubrirás la desnudez de la hermana de tu padre; es carne de tu padre. [13] No descubrirás la desnudez de la hermana de tu madre; es carne de tu madre. [14] No descubrirás la desnudez del hermano de tu padre; no te acercarás a su mujer; es la mujer de tu tío. [15] No descubrirás la desnudez de tu nuera, es la mujer de tu hijo; no descubrirás su desnudez.

[16] No descubrirás la desnudez de la mujer de tu hermano; es la desnudez de tu hermano. [17] No descubrirás la desnudez de una mujer y la de su hija, ni tomarás la hija de su hijo ni la hija de su hija para descubrir su desnudez; son tu propia carne; sería un incesto. [18] No tomarás a una mujer juntamente con su hermana, haciéndola rival de ella y descubriendo su desnudez mientras viva la primera. [19] Tampoco te acercarás a una mujer durante la impureza menstrual, para descubrir su desnudez. [20] No te juntes carnalmente con la mujer de tu prójimo, contaminándote con ella.

[21] No darás ningún hijo tuyo para hacerlo pasar ante Mólek; no profanarás así el nombre de tu Dios. Yo, Yahveh. [22] No te acostarás con varón como con mujer; es abominación. [23] No te unirás con bestia haciéndote impuro por ella. La mujer no se pondrá ante una bestia para unirse con ella; es una infamia. [24] No os hagáis impuros con ninguna de estas acciones, pues con ellas se han hecho impuras las naciones que yo voy a arrojar ante vosotros. [25] Se ha hecho impuro el país; por eso he castigado su iniquidad, y el país ha vomitado a sus habitantes.

[26] Vosotros, pues, guardad mis preceptos y mis normas, y nos cometáis ninguna de estas abominaciones, ni los de vuestro pueblo ni los forasteros que residen entre vosotros. [27] Porque todas estas abominaciones han cometido los hombres que habitaron el país antes que vosotros, y por eso el país se ha llenado de impurezas. [28] Y no os vomitará la tierra por vuestras impurezas, del mismo modo que vomitó a las naciones anteriores a vosotros; [29] sino que todos los que cometan una de estas abominaciones, ésos serán exterminados de en medio de su pueblo. [30] Guardad, pues, mis observancias; no practicaréis ninguna de las costumbres abominables que se practicaban antes de vosotros, ni os hagáis impuros con ellas. Yo, Yahveh, vuestro Dios.

Capítulo 19

[1] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [2] Habla a toda la comunidad de los israelitas y diles: Sed santos, porque yo, Yahveh, vuestro Dios, soy santo. [3] Respete cada uno de vosotros a su madre y a su padre. Guardad mis sábados. Yo, Yahveh, vuestro Dios. [4] No os volváis hacia los ídolos, ni os hagáis dioses de fundición. Yo, Yahveh, vuestro Dios. [5] Cuando sacrifiquéis a Yahveh un sacrificio de comunión, sacrificadlo de modo que le seáis gratos.

[6] La víctima se ha de comer el mismo día en que la inmoléis, o al día siguiente; y lo que sobre hasta el día tercero, será quemado. [7] Si se come algo al tercer día, será un manjar corrompido; el sacrificio no será grato. [8] El que lo coma, cargará con su iniquidad, porque ha profanado la Santidad de Yahveh. Esa persona será exterminada de entre su parentela. [9] Cuando cosechéis la mies de vuestra tierra, no siegues hasta el borde de tu campo, ni espigues los restos de tu mies. [10] Tampoco harás rebusco de tu viña, ni recogerás de tu huerto los frutos caídos; los dejarás para el pobre y el forastero. Yo, Yahveh, vuestro Dios.

[11] No hurtaréis; no mentiréis ni os defraudaréis unos a otros. [12] No juraréis en falso por mi nombre: profanarías el nombre de tu Dios. Yo, Yahveh. [13] No oprimirás a tu prójimo, ni lo despojarás. No retendrás el salario del jornalero hasta el día siguiente. [14] No maldecirás a un mudo, ni pondrás tropiezo ante un ciego, sino que temerás a tu Dios. Yo, Yahveh. [15] Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo.

[16] No andes difamando entre los tuyos; no demandes contra la vida de tu prójimo. Yo, Yahveh. [17] No odies en tu corazón a tu hermano, pero corrige a tu prójimo, para que no te cargues con pecado por su causa. [18] No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, Yahveh. [19] Guardad mis preceptos. No aparearás ganado tuyo de diversa especie. No siembres tu campo con dos clases distintas de grano. No uses ropa de dos clases de tejido. [20] Si un hombre se acuesta maritalmente con una mujer que es una sierva perteneciente a otro, sin que haya sido rescatada ni liberada, será él castigado, pero no con pena de muerte, pues ella no era libre.

[21] El ofrecerá un carnero, su sacrificio de reparación para Yahveh, a la entrada de la Tienda del Encuentro; será un carnero de reparación. [22] Con el carnero de reparación, el sacerdote hará expiación por él ante Yahveh por el pecado que cometió, y se le perdonará su pecado. [23] Cuando entréis en la tierra y plantéis toda clase de árboles frutales, consideraréis impuro su fruto, como incircunciso; por tres años os serán como incircuncisos y no se podrán comer. [24] Al cuarto año todos su frutos serán consagrados en fiesta de alabanza en honor de Yahveh. [25] Y en el quinto año podréis comer de su fruto y almacenar en vuestro provecho su producto. Yo, Yahveh, vuestro Dios.

[26] No comáis nada con sangre. No practiquéis encantamiento ni astrología. [27] No rapéis en redondo vuestra cabellera, ni cortes los bordes de tu barba. [28] No haréis incisiones en vuestra carne por los muertos; ni os haréis tatuaje. Yo, Yahveh. [29] No profanarás a tu hija, prostituyéndola; no sea que la tierra se prostituya y se llene de incestos. [30] Guardad mis sábados y respetad mi santuario. Yo, Yahveh.

[31] No os dirijáis a los nigromantes, ni consultéis a los adivinos haciéndoos impuros por su causa. Yo, Yahveh, vuestro Dios. [32] Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano; teme a tu Dios. Yo, Yahveh. [33] Cuando un forastero resida junto a ti, en vuestra tierra, no le molestéis. [34] Al forastero que reside junto a vosotros, le miraréis como a uno de vuestro pueblo y lo amarás como a ti mismo; pues forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo, Yahveh, vuestro Dios. [35] No cometáis injusticia en los juicios, ni en las medidas de longitud, de peso o de capacidad: [36] tened balanza justa, peso justo, medida justa y sextario justo. Yo soy Yahveh vuestro Dios, que os saqué del país de Egipto.

[37] Guardad todos mis preceptos y todas mis normas, y ponedlos en práctica. Yo, Yahveh.

Capítulo 20

[1] Habló Yahveh a Moisés y dijo: [2] Dirás a los israelitas: Si un hombre cualquiera de entre los israelitas o de los forasteros que residen en Israel entrega uno de sus hijos a Mólek, morirá sin remedio; el pueblo de la tierra lo lapidara. [3] Yo mismo volveré mi rostro contra ese hombre y los exterminaré de en medio de su pueblo, por haber entregado un hijo suyo a Mólek, haciendo impuro mi santuario y profanando mi nombre santo. [4] Si el pueblo de la tierra cierra los ojos ante ese hombre que entregó uno de sus hijos a Mólek, y no le da muerte, [5] yo mismo volveré mi rostro contra ese hombre y contra su familia, y lo exterminaré de entre su pueblo, a él y a todos los que como él se prostituyan tras Mólek.

[6] Si alguien consulta a los nigromantes, y a los adivinos, prostituyéndose en pos de ellos, yo volveré mi rostro contra él y lo exterminaré de en medio de su pueblo. [7] Santificaos y sed santos; porque yo soy Yahveh, vuestro Dios. [8] Guardad mis preceptos y cumplidlos. Yo soy Yahveh, el que os santifico. [9] Quien maldiga a su padre o a su madre, será muerto sin remedio, pues ha maldecido a su padre o a su madre; su sangre caerá sobre él. [10] Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, será muerto tanto el adúltero como la adúltera.

[11] El que se acueste con la mujer de su padre, ha descubierto la desnudez de su padre; ambos morirán: caerá sobre ellos su sangre. [12] Si un hombre se acuesta con su nuera, ambos morirán; han hecho una infamia: su sangre caerá sobre ellos. [13] Si alguien se acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos han cometido abominación: morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos. [14] Si uno toma por esposas a una mujer y a su madre, es un incesto. Serán quemados tanto él como ellas para que no haya tal incesto en medio de vosotros. [15] El que se una con bestia, morirá sin remedio. Mataréis también la bestia.

[16] Si una mujer se acerca a una bestia para unirse a ella, matarás a la mujer y a las bestia. Morirán; caerá sobre ellos su sangre. [17] Si alguien toma por esposa a su hermana, hija de su padre o hija de su madre, viendo así la desnudez de ella y ella la desnudez de él, es una ignominia. Serán exterminados en presencia de los hijos de su pueblo. Ha descubierto la desnudez de su hermana: cargará con su iniquidad. [18] El que se acueste con mujer durante el tiempo de la reglas descubriendo la desnudez de ella, ha puesto al desnudo la fuente de su flujo y ella también ha descubierto la fuente de su sangre. Ambos serán exterminados de entre su pueblo. [19] No descubras la desnudez de la hermana de tu madre ni de la hermana de tu padre, porque desnudas su propia carne; por eso cargarán con su iniquidad. [20] El que se acueste con la mujer de su tío paterno, descubre la desnudez de éste. Cargarán con su pecado; morirán sin hijos.

[21] Si uno toma por esposa a la mujer de su hermano, es cosa impura, pues descubre la desnudez de su hermano; quedarán sin hijos. [22] Guardad, pues, todos mis preceptos y todas mis normas, y cumplidlos; así no os vomitará la tierra adonde os llevo para que habitéis en ella. [23] No caminéis según las costumbres de las naciones que yo voy a expulsar ante vosotros; pues, porque han obrado así, yo estoy asqueado de ellas. [24] Pero a vosotros os he dicho: «Poseeréis su suelo, el que yo os daré en herencia, tierra que mana leche y miel.» Yo soy Yahveh, vuestro Dios, que os ha separado de estos pueblos. [25] Habéis de hacer separación entre animales puros e impuros, y entre aves impuras y puras; para que no os hagáis abominables, ni con animales ni con aves, ni con lo que se arrastra por el suelo; porque os he separado todo eso como impuro.

[26] Sed, pues, santos para mí, porque yo, Yahveh, soy santo, y os he separado de entre los pueblos, para que seáis míos. [27] El hombre o la mujer en que haya espíritu de nigromante o adivino, morirá sin remedio: los lapidarán. Caerá su sangre sobre ellos.

Capítulo 21

[1] Dijo Yahveh a Moisés: Habla a los sacerdotes, hijos de Aarón, y diles: Nadie se haga impuro por el cadáver de alguno de los suyos, [2] como no sea pariente cercano suyo: la madre, el padre, el hijo, la hija, el hermano, [3] una hermana virgen, que viva con él y no haya sido desposada aún; por ella puede hacerse impuro. [4] Pues no debe hacerse impuro, siendo señor entre los suyos; se profanaría. [5] Los sacerdotes no se raparán la cabeza, ni se cortarán los bordes de la barba, ni se harán incisiones en su cuerpo.

[6] Santos han de ser para su Dios y no profanarán el nombre de su Dios, pues son ellos los que presentan los manjares que se han de abrasar para Yahveh, el alimento de su Dios; han de ser santos. [7] No tomarán por esposa a una mujer prostituta ni profanada, ni tampoco una mujer repudiada por su marido; pues el sacerdote está consagrado a su Dios. [8] Le tendrás por santo, porque él es quien presenta el alimento de tu Dios; por tanto será santo para ti, pues santo soy yo, Yahveh, el que os santifico. [9] Si la hija de un sacerdote prostituyéndose se profana, a su padre profana; será quemada. [10] El sumo sacerdote, superior a sus hermanos, sobre cuya cabeza fue derramado el óleo de la unción y que recibió la investidura para vestir los ornamentos, no llevará desgreñada su cabellera ni rasgará sus vestidos, [11] ni se acercará a ningún cadáver; ni siquiera por su padre o por su madre puede hacerse impuro.

[12] No saldrá del santuario para no profanar el santuario de su Dios; pues lleva sobre sí la consagración del óleo de la unción de su Dios. Yo, Yahveh. [13] Tomará una virgen por esposa. [14] No se casará con viuda ni repudiada ni profanada por prostitución, sino que tomará por esposa una virgen de entre su parentela. [15] No profanará su descendencia entre su pueblo, pues soy, yo, Yahveh, el que lo santifico. [16] Yahveh habló a Moisés y dijo: [17] Habla a Aarón y dile: Ninguno de tus descendientes en cualquiera de sus generaciones, si tiene un defecto corporal, podrá acercarse a ofrecer el alimento de su Dios; [18] pues ningún hombre que tenga defecto corporal ha de acercarse: ni ciego ni cojo ni deforme ni monstruoso, [19] ni el que tenga roto el pie o la mano; [20] ni jorobado ni raquítico ni enfermo de los ojos, ni el que padezca sarna o tiña, ni el eunuco.

[21] Ningún descendiente de Aarón que tenga defecto corporal puede acercarse a ofrecer los manjares que se abrasan en honor de Yahveh. Tiene defecto; no se acercará a ofrecer los manjares que se abrasan en honor de Yahveh. Tiene defecto; no se acercará a ofrecer el alimento de su Dios. [22] Sin embargo, podrá comer el alimento de su Dios, las cosas sacratísimas, y las sagradas; [23] mas no entrará hasta el velo ni se acercará al altar, porque tiene defecto, para no profanar mi santuario, pues yo soy Yahveh, el que los santifico. [24] Moisés dijo esto a Aarón y a sus hijos y a todos los israelitas.

Capítulo 22

[1] Habló Yahveh a Moisés y dijo: [2] Di a Aarón y a sus hijos que se abstengan de algunas ofrendas sagradas que los israelitas me consagran, para no profanar mi santo nombre. Yo, Yahveh. [3] Diles: Cualquier descendiente vuestro, en todas las generaciones, que, estando impuro, se acerque a las cosas sagradas que los israelitas consagran a Yahveh, ése será exterminado de mi presencia. Yo, Yahveh. [4] Ningún descendiente de Aarón, que sea leproso o padezca flujo comerá de las cosas sagradas hasta que se purifique. El que toque lo que es impuro por un cadáver, o el que haya tenido un derrame seminal, [5] o el que haya tocado un bicho que le ha hecho impuro o a un hombre que le ha hecho impuro con cualquier clase de impureza; [6] quien toque estas cosas, quedará impuro hasta la tarde, y no comerá de las cosas sagradas, sino que lavará su cuerpo con agua; [7] puesto el sol, quedará limpio y podrá luego comer de las cosas sagradas, pues son su alimento.

[8] No comerá animal muerto o destrozado que le haga impuro. Yo, Yahveh. [9] Que guarden mis observancias, no sea que, cargados así de pecado, al profanarlas mueran por ello. Yo, Yahveh, el que los santifico. [10] Ningún laico comerá de las cosas sagradas; ningún huésped del sacerdote ni jornalero suyo comerá de las cosas sagradas. [11] Pero si un sacerdote con su dinero compra una persona, ésta podrá comer de las cosas sagradas; y también el siervo nacido en la casa: ambos pueden comer del pan del sacerdote. [12] La hija de un sacerdote, casada con un laico, no podrá comer de la ofrenda reservada de las cosas sagradas.

[13] Pero si la hija de un sacerdote queda viuda o es repudiada, y sin tener prole vuelve a la casa de su padre, podrá comer del pan de su padre, como en su juventud. Pero ningún laico comerá de él. [14] Quien, por inadvertencia, coma de cosa sagrada, la restituirá al sacerdote, añadiendo un quinto de más. [15] No profanen, pues, las cosas sagradas de los israelitas, reservadas para Yahveh, [16] porque al comerlas cargarían con una iniquidad que debe ser reparada. Yo soy Yahveh, el que los santifico. [17] Yahveh habló a Moisés, diciendo: [18] Habla a Aarón y a sus hijos, y a todos los israelitas y diles: Si alguno de la casa de Israel, o de los forasteros residentes en Israel, en cumplimiento de un voto, o como ofrenda voluntaria, presenta una ofrenda que como holocausto ofrece a Yahveh [19] para que os alcance favor, la víctima habrá de ser macho, sin defecto, buey, oveja o cabra.

[20] No ofrezcáis nada defectuoso, pues no os sería aceptado. [21] Si alguno ofrece a Yahveh ganado mayor o menor como sacrificio de comunión, sea en cumplimiento de un voto, o como ofrenda voluntaria, ha de ser una res sin defecto para alcanzar favor; no debe tener defecto alguno. [22] No presentaréis ante Yahveh animal ciego, quebrado, mutilado, ulcerado, sarnoso o ruin; de ellos nada pondréis en el altar como manjar que se abrasa para Yahveh. [23] Si es buey u oveja desproporcionado o enano, podréis presentarlo como ofrenda voluntaria, pero no será aceptado en cumplimiento de voto. [24] No ofreceréis a Yahveh animal que tenga los testículos aplastados, majados, arrancados o cortados. No hagáis esto en vuestra tierra.

[25] Y de esto nada recibiréis de la mano del extranjero como alimento de vuestro Dios, porque su deformidad es un defecto; no os serán aceptados. [26] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [27] Cuando nazca un ternero, o un cordero, o cabrito, quedará siete días con su madre; y desde el día octavo en adelante será grato como ofrenda de manjar abrasado para Yahveh. [28] No inmoléis en el mismo día vaca u oveja juntamente con su cría. [29] Al sacrificar a Yahveh un sacrificio de alabanza, lo haréis de tal modo que os sea aceptado.

[30] Será comido en el mismo día, sin dejar nada de él hasta la mañana siguiente. Yo, Yahveh. [31] Guardad mis mandamientos y cumplidlos. Yo, Yahveh. [32] No profanéis mi santo nombre, para que yo sea santificado en medio de los israelitas. Yo soy Yahveh, el que os santifica, [33] el que os ha sacado de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios. Yo, Yahveh.

Capítulo 23

[1] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [2] Habla a los israelitas y diles: Solemnidades de Yahveh que convocaréis como asambleas santas. Estas son mis solemnidades: [3] Seis días se trabajará, pero el séptimo día será de descanso completo, reunión sagrada en que no haréis trabajo alguno. Será descanso de Yahveh dondequiera que habitéis. [4] Estas son las solemnidades de Yahveh, las reuniones sagradas que convocaréis en las fechas señaladas. [5] El mes primero, el día catorce del mes, entre dos luces, será la Pascua de Yahveh.

[6] El quince de este mes se celebrará la fiesta de los Azimos en honor de Yahveh. Durante siete días comeréis panes ázimos. [7] El día primero tendréis reunión sagrada; no haréis ningún trabajo servil. [8] Ofreceréis durante siete días manjares abrasados a Yahveh. El séptimo día celebraréis reunión sagrada; no haréis ningún trabajo servil. [9] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [10] Habla a los israelitas y diles: Cuando, después de entrar en la tierra que yo os doy, seguéis allí su mies, llevaréis una gavilla, como primicias de vuestra cosecha, al sacerdote, [11] que mecerá la gavilla delante de Yahveh, para alcanzaros su favor. El día siguiente al sábado la mecerá el sacerdote.

[12] Ese mismo día en que mecieres la gavilla, sacrificaréis un cordero de un año, sin defecto, como holocausto a Yahveh, [13] junto con su oblación de dos décimas de flor de harina amasada con aceite, como manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh. Su libación de vino será un cuarto de sextario. [14] No comeréis pan ni grano tostado ni grano tierno hasta ese mismo día, hasta traer la ofrenda de vuestro Dios. Decreto perpetuo será éste de generación en generación dondequiera que habitéis. [15] Contaréis siete semanas enteras a partir del día siguiente al sábado, desde el día en que habréis llevado la gavilla de la ofrenda mecida; [16] hasta el día siguiente al séptimo sábado, contaréis cincuenta días y entonces ofreceréis a Yahveh una oblación nueva.

[17] Llevaréis de vuestras casas como ofrenda mecida dos panes, hechos con dos décimas de flor de harina y cocidos con levadura, como primicias para Yahveh. [18] Juntamente con el pan ofreceréis a Yahveh siete corderos de un año, sin defecto, un novillo y dos carneros: serán el holocausto para Yahveh además de su ofrenda y sus libaciones, como manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh. [19] Ofreceréis también un macho cabrío como sacrificio por el pecado, y dos corderos de un año como sacrificio de comunión. [20] El sacerdote los mecerá como ofrenda ante Yahveh, juntamente con el pan de las primicias y con los dos corderos; serán consagrados a Yahveh y pertenecerán al sacerdote. [21] Ese mismo día convocaréis una reunión sagrada; la celebraréis y no haréis ningún trabajo servil. Decreto perpetuo será éste de generación en generación dondequiera que habitéis.

[22] Cuando cosechéis la mies de vuestra tierra, no siegues hasta el borde de tu campo, ni espigues los restos de tu mies; los dejarás para el pobre y para el forastero. Yo, Yahveh, vuestro Dios. [23] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [24] Habla a los israelitas y diles: En el mes séptimo, el primer día del mes será para vosotros de gran descanso, una fiesta conmemorativa con clamor de trompetas, una reunión sagrada. [25] No haréis ningún trabajo servil, y ofreceréis manjares abrasados a Yahveh. [26] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [27] Además el día décimo de este séptimo mes será el día de la Expiación, en el cual tendréis reunión sagrada; ayunaréis y ofreceréis manjares abrasados a Yahveh.

[28] No haréis en ese mismo día ningún trabajo, pues es el día de Expiación, en el que se ha de hacer la expiación por vosotros delante de Yahveh, vuestro Dios. [29] El que no ayune ese día será exterminado de entre su pueblo. [30] Al que haga en tal día un trabajo cualquiera, yo lo haré perecer de en medio de su pueblo. [31] No haréis, pues, trabajo alguno. Es decreto perpetuo, de generación en generación, dondequiera que habitéis. [32] Será para vosotros día de descanso completo y ayunaréis; el día nueve del mes, por la tarde, de tarde a tarde, guardaréis descanso.

[33] Habló Yahveh a Moisés, diciendo: [34] Habla a los israelitas y diles: El día quince de ese séptimo mes celebraréis durante siete días la fiesta de las Tiendas en honor a Yahveh. [35] El día primero habrá reunión sagrada y no haréis trabajo servil alguno. [36] Durante siete días ofreceréis manjares abrasados a Yahveh. El día octavo tendréis reunión sagrada y ofreceréis manjares abrasados a Yahveh. Habrá asamblea solemne. No haréis trabajo servil alguno. [37] Estas son las solemnidades de Yahveh en las que habéis de convocar reunión sagrada para ofrecer manjares abrasados a Yahveh, holocaustos y oblaciones, víctimas y libaciones, cada cosa en su día, [38] sin contar los sábados de Yahveh, sin contar vuestros dones, sin contar todos vuestros votos, sin contar todas vuestras oblaciones voluntarias, las que ofrezcáis a Yahveh.

[39] El día quince del séptimo mes, después de haber cosechado el producto de la tierra, celebraréis la fiesta en honor de Yahveh durante siete días. El primer día será de descanso completo e igualmente el octavo. [40] El primer día tomaréis frutos de los mejores árboles, ramos de palmeras, ramas de árboles frondosos y sauces de río; y os alegraréis en la presencia de Yahveh, vuestro Dios, por espacio de siete días. [41] Celebraréis fiesta en honor de Yahveh durante siete días cada año. Será decreto perpetuo de generación en generación. En el séptimo mes la celebraréis. [42] Durante siete días habitaréis en cabañas. Todos los naturales de Israel morarán en cabañas, [43] para que sepan vuestros descendientes que yo hice habitar en cabañas a los israelitas cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo, Yahveh, vuestro Dios.

[44] Moisés promulgó las solemnidades de Yahveh a los israelitas.

Capítulo 24

[1] Yahveh habló a Moisés, diciendo: [2] Manda a los israelitas que te traigan para el alumbrado aceite puro de oliva molida, para alimentar continuamente la llama. [3] Aarón lo preparará fuera del velo del Testimonio, en la Tienda del Encuentro para que arda de continuo ante Yahveh desde la tarde hasta la mañana. Es decreto perpetuo para vuestros descendientes. [4] El colocará las lámparas sobre el candelabro puro que permanece ante Yahveh. [5] Tomarás flor de harina, y cocerás con ella doce tortas, dos décimas para cada una.

[6] Las colocarás en dos filas, seis en cada fila, sobre la mesa pura en la presencia de Yahveh. [7] Pondrás sobre cada fila incienso puro, que hará del pan un memorial, manjar abrasado para Yahveh. [8] Se colocará en orden cada sábado en presencia continua ante Yahveh de parte de los israelitas, como alianza perpetua. [9] Será de Aarón y de sus hijos, y lo comerán en lugar sagrado; porque lo considerarás como cosa sacratísima, de los manjares que se abrasan para Yahveh. Decreto perpetuo. [10] Había salido con los israelitas el hijo de una mujer israelita y de padre egipcio. Cuando el hijo de la israelita y un hombre de Israel riñeron en el campo, [11] el hijo de la israelita blasfemó y maldijo el Nombre, por lo que le llevaron ante Moisés. Su madre se llamaba Selomit, hija de Dibrí, de la tribu de Dan.

[12] Lo retuvieron en custodia hasta decidir el caso por sentencia de Yahveh. [13] Y entonces Yahveh habló a Moisés y dijo: [14] Saca al blasfemo fuera del campamento; todos los que lo oyeron pongan las manos sobre su cabeza, y que lo lapide toda la comunidad. [15] Y hablarás así a los israelitas: Cualquier hombre que maldiga a su Dios, cargará con su pecado. [16] Quien blasfeme el Nombre de Yahveh, será muerto; toda la comunidad lo lapidará. Sea forastero o nativo, si blasfema el Nombre, morirá.

[17] El que hiera mortalmente a cualquier otro hombre, morirá. [18] El que hiera de muerte a un animal indemnizará por él: vida por vida. [19] Si alguno causa una lesión a su prójimo, como él hizo así se le hará: [20] fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; se le hará la misma lesión que él haya causado a otro. [21] El que mate un animal, indemnizará por él; mas el que mate a un hombre, morirá.

[22] Del mismo modo juzgarás al forastero y al nativo; porque yo soy Yahveh vuestro Dios. [23] Habló entonces Moisés a los israelitas. Sacaron al blasfemo fuera del campamento y lo lapidaron. Los israelitas hicieron como Yahveh había mandado a Moisés.

Capítulo 25

[1] Habló Yahveh a Moisés en el monte Sinaí diciendo: [2] Habla a los israelitas y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo voy a daros, la tierra tendrá también su descanso en honor de Yahveh. [3] Seis años sembrarás tu campo, seis años podarás tu viña y cosecharás sus productos; [4] pero el séptimo año será de completo descanso para la tierra, un sábado en honor de Yahveh: no sembrarás tu campo, ni podarás tu viña. [5] No segarás los rebrotes de la última siega, ni vendimiarás los racimos de tu viña sin podar. Será año de descanso completo para la tierra.

[6] Aun en descanso, la tierra os alimentará a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu jornalero, a tu huésped. que residen junto a ti. [7] También a tus ganados y a los animales de tu tierra servirán de alimento todos sus productos. [8] Contarás siete semanas de años, siete veces siete años; de modo que el tiempo de las siete semanas de años vendrá a sumar cuarenta y nueve años. [9] Entonces en el mes séptimo, el diez del mes, harás resonar clamor de trompetas; en el día de la Expiación haréis resonar el cuerno por toda vuestra tierra. [10] Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia.

[11] Este año cincuenta será para vosotros un jubileo: no sembraréis, ni segaréis los rebrotes, ni vendimiaréis la viña que ha quedado sin podar, [12] porque es el jubileo, que será sagrado para vosotros. Comeréis lo que el campo dé de sí. [13] En este año jubilar recobraréis cada uno vuestra propiedad. [14] Si vendéis algo a vuestro prójimo o le compráis algo, ved que nadie dañe a su hermano. [15] Comprarás a tu prójimo atendiendo el número de años que siguen al jubileo; y según el número de los años de cosecha, él te fijará el precio de venta: [16] a mayor número de años, mayor precio cobrarás; cuantos menos años queden, tanto menor será su precio, porque lo que él te vende es el número de cosechas.

[17] Ninguno de vosotros dañe a su prójimo, antes bien teme a tu Dios; pues yo soy Yahveh vuestro Dios. [18] Cumplid mis preceptos; guardad mis normas y cumplidlas; así viviréis seguros en esta tierra. [19] Y la tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros; y habitaréis seguros en ella. [20] Si preguntáis: «¿Qué comeremos el año séptimo, puesto que no podremos sembrar ni cosechar nuestros productos?» — [21] Yo os mandaré mi bendición en el año sexto, de modo que producirá para tres años; [22] sembraréis el año octavo y seguiréis comiendo de la cosecha anterior hasta el año noveno. Hasta que venga su cosecha, seguiréis comiendo de la anterior.

[23] La tierra no puede venderse para siempre, porque la tierra es mía, ya que vosotros sois para mí como forasteros y huéspedes. [24] En todo terreno de vuestra propiedad concederéis derecho a rescatar la tierra. [25] Si se empobrece tu hermano y vende algo de su propiedad, su goel más cercano vendrá y rescatará lo vendido por su hermano. [26] Si alguno no tiene goel, adquiera por sí mismo recursos suficientes para su rescate; [27] calcule los años pasados desde la venta y devuelva al comprador la cantidad del tiempo que falta; así volverá a su propiedad.

[28] Pero si no halla lo suficiente para recuperarla, lo vendido quedará en poder del comprador hasta el año jubilar, y en el jubileo quedará libre; y el vendedor volverá a su posesión. [29] Si uno vendiere una vivienda en ciudad amurallada, su derecho a rescatarla durará hasta que se cumpla el año de su venta; un año entero durará su derecho de rescate. [30] En caso de no ser rescatada para él dentro de un año entero, la casa situada en ciudad amurallada quedará a perpetuidad para el comprador y sus descendientes y no quedará libre en el jubileo. [31] Mas las casas de las aldeas sin murallas que las rodeen serán tratadas como los campos del país: hay derecho de rescate y en el año jubilar quedan libres. [32] En cuanto a las ciudades de los levitas, los levitas tendrán siempre derecho de rescate sobre las casas de las ciudades de su propiedad.

[33] En el caso de que se haya de rescatar de mano de un levita, lo vendido —una casa que es propiedad suya en la ciudad— quedará libre en el jubileo; porque las casas de las ciudades de los levitas son su propiedad en medio de los israelitas. [34] No pueden venderse los campos que rodean sus ciudades, pues son su propiedad para siempre. [35] Si tu hermano se empobrece y vacila su mano en asuntos contigo, lo mantendrás como forastero o huésped, para que pueda vivir junto a ti. [36] No tomarás de él interés ni usura, antes bien teme a tu Dios y deja vivir a tu hermano junto a ti. [37] No le darás por interés tu dinero ni le darás tus víveres a usura.

[38] Yo soy Yahveh, vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto, para daros la tierra de Canaán y ser vuestro Dios. [39] Si se empobrece tu hermano en asuntos contigo y tú lo compras, no le impondrás trabajos de esclavo; [40] estará contigo como jornalero o como huésped, y trabajará junto a ti hasta el año del jubileo. [41] Entonces saldrá de tu casa, él y sus hijos con él, volverá a su familia y a la propiedad de sus padres. [42] Porque ellos son siervos míos, a quienes yo saqué de la tierra de Egipto; no han de ser vendidos como se vende un esclavo.

[43] No serás tirano con él, sino que temerás a tu Dios. [44] Los siervos y las siervas que tengas, serán de las naciones que os rodean; de ellos podréis adquirir siervos y siervas. [45] También podréis comprarlos entre los hijos de los huéspedes que residen en medio de vosotros, y de sus familias que viven entre vosotros, es decir, de los nacidos en vuestra tierra. Esos pueden ser vuestra propiedad, [46] y los dejaréis en herencia a vuestros hijos después de vosotros como propiedad perpetua. A éstos los podréis tener como siervos; pero si se trata de vuestros hermanos, los israelitas, tú, como entre hermanos, no le mandarás con tiranía. [47] Si el forastero o huésped que mora contigo adquiere bienes, y, en cambio, tu hermano se empobrece en asuntos con él y se vende al forastero, al que mora contigo, o a algún descendiente de familia de forastero, [48] después de haberse vendido le quedará el derecho al rescate: uno de sus hermanos podrá rescatarlo.

[49] Lo rescatará su tío paterno, o el hijo de su tío, o algún otro pariente cercano suyo dentro de su familia, o, si alcanzan sus recursos, él mismo podrá rescatarse. [50] Contará con su comprador los años desde el de la venta hasta el año jubilar; y el precio se calculará en proporción de los años, valorando sus días de trabajo como los de un jornalero. [51] Si faltan todavía muchos años, en proporción a ellos devolverá, como precio de su rescate, una parte del precio de venta. [52] Si faltan pocos años hasta el jubileo, se le calculará en proporción a ellos, y lo pagará como rescate, [53] como quien trabaja a jornal año por año. No permitas que se le trate con tiranía ante tus ojos.

[54] Si nos es rescatado por otros, quedará libre el año del jubileo, él y sus hijos con él. [55] Porque a mí es a quien sirven los israelitas; siervos míos son, a quienes yo he sacado del país de Egipto. Yo, Yahveh, vuestro Dios.

Capítulo 26

[1] No os hagáis ídolos, ni pongáis imágenes o estelas, ni coloquéis en vuestra tierra piedras grabadas para postraros ante ellas, porque yo soy Yahveh vuestro Dios. [2] Guardaréis mis sábados, y respetaréis mi santuario. Yo, Yahveh. [3] Si camináis según mis preceptos y guardáis mis mandamientos, poniéndolos en práctica, [4] os enviaré las lluvias a su tiempo, para que la tierra dé sus frutos y el árbol del campo su fruto. [5] El tiempo de trilla alcanzará hasta la vendimia, y la vendimia hasta la siembra; comeréis vuestro pan hasta saciaros y habitaréis seguros en vuestra tierra.

[6] Yo daré paz a la tierra y dormiréis sin que nadie os turbe; haré desaparecer del país las bestias feroces, y la espada no pasará por vuestra tierra. [7] Perseguiréis a vuestros enemigos; que caerán ante vosotros a filo de espada. [8] Cinco de vosotros perseguiréis a cien, y cien de vosotros perseguiréis a 10.000; vuestros enemigos ante vosotros caerán a filo de espada. [9] Yo me volveré hacia vosotros. Yo os haré fecundos, os multiplicaré y mantendré mi alianza con vosotros. [10] Comeréis de cosecha añeja y llegaréis a echar la añeja para dar cabida a la nueva.

[11] Estableceré mi morada en medio de vosotros y no os rechazaré. [12] Me pasearé en medio de vosotros, y seré para vosotros Dios, y vosotros seréis para mí un pueblo. [13] Yo soy Yahveh, vuestro Dios, que os saqué del país de Egipto, para que no fueseis sus esclavos; rompí las coyundas de vuestro yugo y os hice andar con la cabeza erguida. [14] Pero si no me escucháis y no cumplís todos estos mandamientos; [15] si despreciáis mis preceptos y rechazáis mis normas, no haciendo caso de todos mis mandamientos y rompiendo mi alianza, [16] también yo haré lo mismo con vosotros. Traeré sobre vosotros el terror, la tisis y la fiebre, que os abrasen los ojos y os consuman el alma. Sembraréis en vano vuestra semilla, pues se la comerán vuestros enemigos.

[17] Me volveré contra vosotros y seréis derrotados ante vuestros enemigos; os tiranizarán los que os aborrecen y huiréis sin que nadie os persiga. [18] Si ni aun con esto me obedecéis, volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados. [19] Quebrantaré vuestra orgullosa fuerza y haré vuestro cielo como hierro y vuestra tierra como bronce. [20] Vuestras fuerzas se consumirán en vano, pues vuestra tierra no dará sus productos ni el árbol del campo sus frutos. [21] Y si seguís enfrentándoos conmigo y no queréis oírme, volveré a castigaros siete veces más a causa de vuestros pecados.

[22] Soltaré contra vosotros las fieras salvajes, que os privarán de vuestros hijos, exterminarán vuestro ganado y os reducirán a unos pocos, de modo que vuestros caminos queden desiertos. [23] Si aun con esto no os corregís ante mí, sino que seguís enfrentándoos conmigo, [24] también yo me enfrentaré con vosotros, y os azotaré yo mismo siete veces más por vuestros pecados. [25] Traeré sobre vosotros la espada vengadora de la alianza. Os reuniréis entonces en vuestras ciudades, pero yo enviaré la peste en medio de vosotros y seréis entregados en manos del enemigo. [26] Cuando yo os retire el bastón del pan diez mujeres cocerán todo vuestro pan en un solo horno, y os lo darán tan medido que comeréis y no os saciaréis.

[27] Si con esto no me obedecéis y seguís enfrentándoos conmigo, [28] yo me enfrentaré a vosotros con ira, y os castigaré yo mismo siete veces más por vuestros pecados. [29] Comeréis la carne de vuestros hijos y la carne de vuestras hijas comeréis. [30] Destruiré vuestros altos, abatiré vuestros altares de incienso, amontonaré vuestros cadáveres sobre los cadáveres de vuestros ídolos, y yo mismo os aborreceré. [31] Reduciré vuestras ciudades a ruina y devastaré vuestros santuarios, no aspiraré ya más vuestros calmantes aromas.

[32] Yo asolaré la tierra, y de ello quedarán atónitos vuestros mismos enemigos al venir a ocuparla. [33] A vosotros os esparciré entre las naciones, y desenvainaré la espada en pos de vosotros. Vuestra tierra será un yermo y vuestras ciudades una ruina. [34] Entonces pagará la tierra sus sábados, durante todos los días que esté desolada mientras vosotros estéis en el país de vuestros enemigos; entonces sí que descansará la tierra y pagará sus sábados. [35] Durante todo el tiempo de la desolación descansará, por lo que no pudo descansar en vuestros sábados cuando habitabais en ella. [36] A los que quedaren de vosotros, les infundiré pánico en sus corazones, en el país de sus enemigos; el ruido de una hoja caída los ahuyentará, huirán como quien huye de la espada, y caerán sin que nadie los persiga.

[37] Se atropellarán unos a otros, como delante de la espada, aunque nadie los persiga. No podréis teneros en pie en presencia de vuestros enemigos. [38] Pereceréis entre las naciones, y os devorará el país de vuestros enemigos. [39] Y quienes de vosotros sobrevivan, se pudrirán a causa de su iniquidad en los países de vuestros enemigos; por las iniquidades de sus padres unidas a las suyas, se pudrirán. [40] Entonces confesarán su iniquidad y la iniquidad de sus padres, en la rebeldía con que se rebelaron contra mí; y aun más, porque se enfrentaron conmigo. [41] También yo me enfrentaré con ellos y los llevaré al país de sus enemigos. Entonces se humillará su corazón incircunciso y aceptarán el castigo de su iniquidad.

[42] Y yo me acordaré de mi alianza con Jacob, y de mi alianza con Isaac; y recordaré mi alianza con Abraham; y recordaré la tierra. [43] Pero la tierra será antes abandonada por ellos y pagará sus sábados, mientras quede desolada con su ausencia; pero ellos también pagarán el castigo de su iniquidad, por cuanto desecharon mis normas y su alma aborreció mis preceptos. [44] A pesar de todo, cuando estén ellos en tierra enemiga, no los desecharé ni los aborreceré hasta su total exterminio, anulando mi alianza con ellos, porque yo soy Yahveh, su Dios; [45] me acordaré, en su favor, de la alianza hecha con sus antepasados, a quienes saqué de la tierra de Egipto, ante los ojos de las naciones, para ser su Dios, yo Yahveh. [46] Estos son los preceptos, normas y leyes que Yahveh estableció entre él y los israelitas en el monte Sinaí, por medio de Moisés.

Capítulo 27

[1] Habló Yahveh a Moisés, diciendo; [2] Habla a los israelitas y diles: Si alguien quiere cumplir ante Yahveh un voto relativo al valor de tasación de una persona, [3] si se trata de un varón de veinte a sesenta años, el valor se estimará en cincuenta siclos de plata, en siclos del santuario. [4] Mas si se trata de una mujer, el valor será de treinta siclos. [5] De los cinco a los veinte años el valor será: para varón, veinte siclos; para mujer, diez siclos.

[6] De un mes hasta la edad de cinco años, el valor será: para niño, cinco siclos de plata; para niña, tres siclos de plata. [7] De sesenta años en adelante el valor será: para varón, quince siclos; para mujer, diez siclos. [8] Si uno es tan pobre que no puede pagar esta valoración, presentará la persona al sacerdote, el cual estimará su valor; el sacerdote la valuará en proporción a los recursos del oferente. [9] Si se trata de un animal que se puede ofrecer a Yahveh como ofrenda, todo lo que se entregue así a Yahveh será cosa sagrada. [10] No se cambiará ni se sustituirá bueno por malo, ni malo por bueno; y si se sustituye un animal por otro, tanto el permutado como su sustituto serán cosa sagrada.

[11] Mas si se trata de un animal impuro, de los que no se pueden ofrecer como ofrenda a Yahveh, se presentará el animal al sacerdote, [12] el cual lo tasará según sea bueno o malo; y se estará a su tasación. [13] Si uno quiere rescatarlo, añadirá un quinto más a su valuación. [14] Si alguno consagra su casa, como cosa sagrada, a Yahveh, el sacerdote la tasará, según sea buena o mala. Conforme a la tasación del sacerdote, así se fijará. [15] Si el que consagró la casa desea rescatarla, añadirá la quinta parte al precio de su tasación, y será suya.

[16] Si uno consagra parte del campo de su propiedad a Yahveh, será estimado según su sembradura, a razón de cincuenta siclos de plata por cada carga de cebada de sembradura. [17] Si él consagró su campo durante el año del jubileo se atenderá a esta tasación. [18] Pero si consagra su campo después del jubileo, el sacerdote calculará su precio a razón de los años que quedan hasta el año del jubileo; y lo descontará de la tasación. [19] Si el que consagró el campo desea rescartarlo, añadirá la quinta parte al precio de la tasación, y será suyo. [20] Pero si nos rescata el campo, y éste se vende o otro, el campo no podrá ser rescatado en adelante.

[21] Ese campo, cuando quede libre en el jubileo, será consagrada a Yahveh como campo de anatema y será propiedad del sacerdote. [22] Si alguno consagra a Yahveh un campo que compró y que no forma parte de su propiedad, [23] el sacerdote calculará el importe de su valor hasta el año del jubileo; y él pagará ese mismo día la suma de la tasación como cosa sagrada de Yahveh. [24] El año del jubileo volverá el campo al vendedor, al que pertenece como propiedad de la tierra. [25] Toda tasación se hará en siclos del santuario; veinte óbolos equivalen a un siclo.

[26] Nadie, sin embargo, podrá consagrar los primogénitos de su ganado que ya, por ser tales, pertenecen a Yahveh. Sean del ganado mayor o del menor, pertenecen a Yahveh. [27] Si se trata de un animal impuro, y lo quiere rescatar según la tasación, añadirá la quinta parte al precio; pero si no es rescatado, será vendido, conforme a la tasación. [28] Nada de lo que a uno pertenece —hombre, animal o campo de su propiedad— que haya sido consagrado a Yahveh con anatema podrá venderse ni rescatarse. Todo anatema es cosa sacratísima para Yahveh. [29] Ningún ser humano consagrado como anatema podrá ser rescatado; deberá morir. [30] El diezmo entero de la tierra, tanto de las semillas de la tierra como de los frutos de los árboles, es de Yahveh; es cosa sagrada de Yahveh.

[31] Si alguno quiere rescatar parte de su diezmo, añadirá la quinta parte de su valor. [32] Todo diezmo de ganado mayor o menor, es decir, cada décima cabeza que pasa bajo el cayado, será cosa sagrada de Yahveh. [33] No se escogerá entre animal bueno o malo, ni se le puede sustituir; y si se hace cambio, tanto el animal permutado como su sustituto serán cosas sagradas; no podrán ser rescatados. [34] Estos son los mandamientos que Yahveh encomendó a Moisés para los hijos de Israel en el monte Sinaí.

NÚMEROS

Capítulo 1

[1] Yahveh habló a Moisés en el desierto del Sinaí, en la Tienda del Encuentro, el día primero del mes segundo, el año segundo de la salida de Egipto. Les dijo: [2] «Haced el censo de toda la comunidad de los israelitas, por clanes y por familias, contando los nombres de todos los varones, uno por uno. [3] Alistaréis, tú y Aarón, a todos los de veinte años para arriba, a todos los útiles para la guerra, por cuerpos de ejército. [4] Os ayudará un hombre por cada tribu, que sea jefe de su familia. [5] Estos son los nombres de los que os ayudarán: Por Rubén, Elisur, hijo de Sedeur. [6] Por Simeón, Selumiel, hijo de Surisadday.

[7] Por Judá, Najsón, hijo de Aminadab. [8] Por Isacar, Natanael, hijo de Suar. [9] Por Zabulón, Eliab, hijo de Jelón. [10] Por los hijos de José: por Efraím, Elisamá, hijo de Ammihud; por Manasés, Gamaliel, hijo de Pedahsur. [11] Por Benjamín, Abidán, hijo de Guideoní. [12] Por Dan, Ajiézer, hijo de Ammisadday.

[13] Por Aser, Paguiel, hijo de Okrán. [14] Por Gad, Elyasaf, hijo de Reuel. [15] Por Neftalí, Ajirá, hijo de Enán». [16] Eran éstos afamados en la comunidad, principales de las tribus de sus antepasados, jefes de millar de Israel. [17] Moisés y Aarón tomaron a aquellos hombres que habían sido designados por sus nombres, [18] y convocaron a toda la comunidad, el día primero del mes segundo. Fueron afiliados por clanes y familias, anotando uno por uno los nombres de los de veinte años para arriba.

[19] Tal como Yahveh se lo había mandado, les pasó revista Moisés en el desierto del Sinaí. [20] Hecho el recuento de las parentelas de los hijos de Rubén, primogénito de Israel, por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra, [21] resultaron los revistados de la tribu de Rubén, 46.500 [22] Parentelas de los hijos de Simeón, por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra: [23] 59.300 revistados de la tribu de Simeón. [24] Parentelas de los hijos de Gad, por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra: [25] 45.650 revistados de la tribu de Gad.

[26] Parentelas de los hijos de Judá, por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra: [27] 74.600 revistados de la tribu de Judá. [28] Parentelas de los hijos de Isacar, por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra: [29] 54.400 revistados de la tribu de Isacar. [30] Parentelas de los hijos de Zabulón por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra: [31] 57.400 revistados de la tribu de Zabulón.

[32] De los hijos de José: Parentelas de los hijos de Efraím, por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra: [33] 40.500 revistados de la tribu de Efraím. [34] Parentelas de los hijos de Manasés por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra: [35] 32.200 revistados de la tribu de Manasés. [36] Parentelas de los hijos de Benjamín, por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra: [37] 35.400 revistados de la tribu de Benjamín.

[38] Parentelas de los hijos de Dan, por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra: [39] 62.700 revistados de la tribu de Dan. [40] Parentelas de los hijos de Aser, por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra: [41] 41.500 revistados de la tribu de Aser. [42] Parentelas de los hijos de Neftalí, por clanes y familias, anotados uno por uno los nombres de todos los varones de veinte años para arriba, útiles para la guerra: [43] 53.400 revistados de la tribu de Neftalí.

[44] Estos fueron los revistados por Moisés y Aarón y por los doce principales de Israel, que pertenecían cada uno a una casa paterna. [45] Sacado el total de los israelitas de veinte años para arriba, de todos los que había en Israel, útiles para la guerra, revistados por sus casas paternas, [46] resultó el total de revistados: 603.550. [47] Pero los levitas, y su tribu paterna, no fueron revistados con ellos. [48] Yahveh habló a Moisés y le dijo: [49] «No pases revista a la tribu de Leví ni hagas su padrón entre los demás israelitas.

[50] Alista tú mismo a los levitas para el servicio de la Morada del Testimonio, de todos sus utensilios y de todo lo que se relaciona con ella. Ellos han de llevar la Morada con todos sus utensilios, estarán al servicio de ella y acamparán en torno a ella. [51] Cuando haya de trasladarse la Morada, la desmontarán los levitas, y cuando la Morada se detenga, los levitas la montarán. El laico que se acerque, será muerto. [52] Los israelitas acamparán cada uno en su campamento y bajo su bandera, por cuerpos de ejército. [53] Pero los levitas acamparán alrededor de la Morada del Testimonio; y así no se desatará la Cólera contra la comunidad de los israelitas. Los levitas se encargarán del ministerio de la Morada del Testimonio.» [54] Los israelitas lo hicieron tal como se lo había mandado Yahveh a Moisés. Así lo hicieron.

Capítulo 2

[1] Habló Yahveh a Moisés y Aarón y les dijo: [2] «Los israelitas acamparán cada uno bajo su bandera, bajo las enseñas de sus casas paternas, alrededor de la Tienda del Encuentro, a cierta distancia. [3] Acamparán al este, hacia la salida del sol: La bandera del campamento de Judá, por cuerpos de ejército. Principal de los hijos de Judá, Najsón, hijo de Aminadab. [4] Su cuerpo de ejército, según el censo: 74.600. [5] Acampados junto a él: La tribu de Isacar. Principal de los hijos de Isacar, Natanael, hijo de Suar. [6] Su cuerpo de ejército, según el censo: 54.400.

[7] La tribu de Zabulón. Principal de los hijos de Zabulón, Eliab, hijo de Jelón. [8] Su cuerpo de ejército, según el censo, 57.400. [9] Total de alistados en el campamento de Judá: 186.400, repartidos en cuerpos de ejército. Marcharán en vanguardia. [10] Al sur, la bandera del campamento de Rubén, por cuerpos de ejército. Principal de los hijos de Rubén, Elisur, hijo de Sedeur. [11] Su cuerpo de ejército, según el censo: 46.500. [12] Acampan junto a él: La tribu de Simeón. Principal de los hijos de Simeón, Selumiel, hijo de Surisadday.

[13] Su cuerpo de ejército, según el censo: 59.300. [14] La tribu de Gad. Principal de los hijos de Gad, Elyasaf, hijo de Reuel. [15] Su cuerpo de ejército, según el censo: 45.650. [16] Total de alistados en el campamento de Rubén: 151.450, repartidos en cuerpos de ejército. Marcharán en segundo lugar. [17] Partirá entonces la Tienda del Encuentro, pues el campamento de los levitas está en medio de los demás campamentos. En el orden en que acamparon partirán, cada uno por su lado, bajo su propia bandera. [18] Al occidente, la bandera del campamento de Efraím, por cuerpos de ejército. Principal de los hijos de Efraím, Elisamá, hijo de Ammihud.

[19] Su cuerpo de ejército, según el censo: 40.500. [20] Junto a él: La tribu de Manasés. Principal de los hijos de Manasés, Gamaliel, hijo de Pedahsur. [21] Su cuerpo de ejército, según el censo: 32.200. [22] La tribu de Benjamín. Principal de los hijos de Benjamín, Abidán, hijo de Guideoní. [23] Su cuerpo de ejército, según el censo: 35.400. [24] Total de alistados en el campamento de Efraím: 108.100, repartidos en cuerpos de ejército. Marcharán en tercer lugar.

[25] Al norte, la bandera de campamento de Dan, por cuerpos de ejército. Principal de los hijos de Dan, Ajiézer, hijo de Ammisadday. [26] Su cuerpo de ejército, según el censo: 62.700. [27] Acampan junto a él: La tribu de Aser. Principal de los hijos de Aser, Paguiel, hijo de Okrán. [28] Su cuerpo de ejército, según el censo: 41.500. [29] La tribu de Neftalí. Principal de los hijos de Neftalí, Ajirá, hijo de Enán. [30] Su cuerpo de ejército, según el censo: 53.400.

[31] Total de alistados del campamento de Dan: 157.600. Marcharán en retaguardia, repartidos en banderas.» [32] Estos fueron los israelitas revistados por casas paternas. Total de alistados en los campamentos, repartidos en cuerpos de ejército, 603.550. [33] Pero los levitas no fueron alistados entre los demás israelitas, según había mandado Yahveh a Moisés. [34] Los israelitas hicieron todo tal como Yahveh había mandado a Moisés: así acampaban bajo sus banderas y así emprendían la marcha, cada uno entre los demás de su clan y con su familia.

Capítulo 3

[1] Esta era la descendencia de Aarón y de Moisés, cuando Yahveh habló a Moisés en el monte Sinaí. [2] Estos eran los nombres de los hijos de Aarón: Nadab, el primogénito, Abihú, Eleazar e Itamar. [3] Estos eran los nombres de los hijos de Aarón, que fueron ungidos sacerdotes, y cuyas manos fueron consagradas para ejercer el sacerdocio. [4] Nadab y Abihú murieron delante de Yahveh, al presentar un fuego profano delante de Yahveh en el desierto del Sinaí. Como no tenían hijos, fueron Eleazar e Itamar los que ejercieron el sacerdocio en presencia de su padre Aarón. [5] Yahveh habló a Moisés y le dijo: [6] «Manda que se acerque la tribu de Leví y ponlos delante del sacerdote Aarón, que estén a su servicio.

[7] Se encargarán de las obligaciones que incumben a él y a toda la comunidad ante la Tienda del Encuentro, prestando el servicio en la Morada. [8] Cuidarán de todos los utensilios de la Tienda del Encuentro, de las obligaciones que incumben a los israelitas prestando servicio en la Morada. [9] Donarás los levitas a Aarón y a sus hijos en concepto de donados. Le serán donados de parte de los israelitas. [10] A Aarón y a sus hijos los alistarás para que se encarguen de sus funciones sacerdotales. El laico que se acerque, será muerto.» [11] Yahveh habló a Moisés y le dijo: [12] «Mira que he elegido a los levitas de entre los demás israelitas en lugar de todos los primogénitos de los israelitas que abren el seno materno. Los levitas serán para mí.

[13] Porque todo primogénito me pertenece. El día en que herí a todos los primogénitos de Egipto, consagré para mí a todos los primogénitos de Israel, tanto de hombre como de ganado. Son para mí. Yo, Yahveh.» [14] Habló Yahveh a Moisés en el desierto del Sinaí. Le dijo: [15] «Alista a los hijos de Leví por familias y por clanes: alistarás a todo varón de un mes para arriba.» [16] Moisés los alistó según la orden de Yahveh, tal como Yahveh se lo había mandado. [17] Los nombres de los hijos de Leví son: Guersón, Quehab y Merarí. [18] Los nombres de los hijos de Ghersón, por clanes, son: Libní y Semeí.

[19] Los hijos de Quehat, por clanes: Amram, Yishar, Hebrón y Uzziel; [20] los hijos de Merarí, por clanes: Majlí y Musí. Estos son los clanes de Leví, repartidos por familias. [21] De Guesón procedían el clan libnita y el clan semeíta: ésos son los clanes guersonitas. [22] El total de los alistados, contando todos los varones de un mes para arriba: 7.500. [23] Los clanes guersonitas acampaban detrás de la Morada, al poniente. [24] El principal de la casa paterna de Guersón era Elyasaf, hijo de Lael.

[25] Los hijos de Guersón estaban encargados, en la Tienda del Encuentro, de la Morada, de la Tienda, de su toldo y del tapiz de entrada a la Tienda del Encuentro; [26] del cortinaje del atrio y de la cortina de entrada al atrio que rodea la Morada y el altar, y de las cuerdas necesarias para todo su servicio. [27] De Quehat procedían el clan amramita, el clan yisharita, el clan hebronita y el clan uzzielita: ésos son los clanes quehatitas. [28] Contando todos los varones de un mes para arriba, eran 8.300. Tenían a su cargo el servicio del santuario. [29] Los clanes quehatitas acampaban al lado meridional de la Morada. [30] El principal de la casa paterna de los clanes quehatitas era Elisafán, hijo de Uzziel.

[31] A su cargo estaban el arca, la mesa, el candelabro, los altares, los objetos sagrados que se usan en el culto, el velo y todo su servicio. [32] El principal de los principales de Leví era Eleazar, hijo del sacerdote Aarón. Ejercía la supervisión de todos los encargados del santuario. [33] De Merarí, el clan majlita y el clan musita: ésos eran los clanes meraritas . [34] Sus alistados, contando todos los varones de un mes para arriba, eran 6.200. [35] El principal de la casa paterna de los clanes meraritas era Suriel, hijo de Abijayil. Acampaban al lado septentrional de la Morada. [36] A los hijos de Merarí les estaba encomendado el cuidado de los tableros de la Morada, de sus travesaños, postes y basas, de todos sus utensilios y todo su servicio; [37] y de los postes que rodean el atrio, de sus basas, clavazón y cuerdas.

[38] Acampaban al este, frente a la Morada, delante de la Tienda del Encuentro hacia oriente, Moisés y Aarón con sus hijos que estaban encargados del santuario en nombre de los israelitas. Cualquier laico que se acercara, sería muerto. [39] El total de levitas alistados, de los que registró Moisés por clanes, siguiendo la orden de Yahveh, de todos los varones de un mes para arriba: 22.000. [40] Dijo Yahveh a Moisés: «Registra a todos los primogénitos varones de los israelitas, de un mes para arriba, y anota sus nombres. [41] Luego, tomas a los levitas para mí, Yahveh, en lugar de todos los primogénitos de los israelitas; y el ganado de los levitas en lugar de todos los primogénitos del ganado de los israelitas.» [42] Moisés registró, según le había ordenado Yahveh, a todos los primogénitos de los israelitas. [43] Y resultó ser el total de los primogénitos varones, contando los nombres desde la edad de un mes para arriba, según el censo, 22.273.

[44] Habló entonces Yahveh a Moisés y le dijo: [45] «Toma a los levitas en lugar de todos los primogénitos de los israelitas y el ganado de los levitas en lugar de su ganado; los levitas serán míos, yo Yahveh. [46] Por el rescate de los 273 primogénitos de los israelitas que exceden del número de los levitas, [47] tomarás cinco siclos por cabeza, en siclos del santuario, a razón de veinte óbolos por siclo. [48] La plata se la entregarás a Aarón y a sus hijos, por el rescate de los que sobrepasan el número.» [49] Moisés tomó la plata del rescate de los que pasaban del número de los rescatados por los levitas.

[50] Tomó la plata de los primogénitos de Israel: 1.365 siclos, en siclos del santuario. [51] Y entregó Moisés la plata del rescate a Aarón y a sus hijos, según la orden de Yahveh, como había mandado Yahveh a Moisés.

Capítulo 4

[1] Yahveh habló a Moisés y Aarón, diciendo: [2] «Haz el censo de los hijos de Quehat, hijos de Leví, por clanes y por familias, [3] de treinta años en adelante hasta los cincuenta, de todos los aptos para la milicia, que prestan el servicio de la Tienda del Encuentro. [4] Este será el servicio de los hijos de Quehat en la Tienda del Encuentro: el de las cosas sacratísimas. [5] Cuando se levante el campamento, irán Aarón y sus hijos, descolgarán el velo de protección y cubrirán con él el arca del Testimonio. [6] Pondrán sobre ella una cubierta de cuero fino y extenderán encima un paño todo de púrpura; luego le pondrán los varales.

[7] Sobre la mesa de la presencia extenderán un paño de púrpura, y pondrán sobre ella las fuentes, copas, tazas y jarros de libación: el pan estará perpetuamente encima. [8] Extenderán sobre ella un paño carmesí que cubrirán con una cubierta de cuero fino, y después le pondrán los varales. [9] Tomarán entonces un paño de púrpura y cubrirán el candelabro del alumbrado con sus lámparas, despabiladeras y ceniceros, y todos los vasos de aceite que se utilizan en el servicio del candelabro. [10] Lo pondrán con todos sus utensilios en una cubierta de cuero fino y lo colocarán sobre las angarillas. [11] Sobre el altar de oro extenderán un paño de púrpura, lo cubrirán con una cubierta de cuero fino, y le pondrán los varales. [12] Tomarán todos los vasos que se emplean en el servicio del santuario, los pondrán en un paño de púrpura, los cubrirán con una cubierta de cuero fino y los colocarán sobre las angarillas.

[13] Quitarán la grasa incinerada del altar y extenderán sobre él un paño escarlata; [14] pondrán encima todos los utensilios que se emplean en el servicio del altar: los braseros, tenedores, badiles, acetres: todos los utensilios del altar; extenderán sobre él una cubierta de cuero fino y le pondrán los varales. [15] Después que Aarón y sus hijos hayan terminado de envolver las cosas sagradas con todos sus utensilios, al ponerse en marcha el campamento, llegarán los hijos de Quehat para transportarlas; pero que no toquen lo sagrado pues morirían. Esta es la carga de los hijos de Quehat en la Tienda del Encuentro. [16] Pero Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, estará al cuidado del aceite del alumbrado, del incienso aromático, de la oblación perpetua y del óleo de la unción; al cuidado de toda la Morada y de cuanto hay en ella, sean cosas sagradas o sus utensilios.» [17] Habló Yahveh a Moisés y a Aarón y dijo: [18] «No separéis de los demás levitas la tribu de los clanes quehatitas.

[19] Haced con ellos de esta manera, para que vivan y no mueran al acercarse a las cosas sacratísimas: Aarón y sus hijos irán y pondrán a cada uno en su servicio y junto a su carga. [20] Y no entrarán, ni por un instante, a ver las cosas sagradas; de lo contrario morirían.» [21] Yahveh habló a Moisés y le dijo: [22] «Haz también el censo de los hijos de Guersón, por familias y clanes. [23] Alistarás a los de treinta años en adelante hasta los cincuenta a todos los aptos para la milicia para que presten el servicio de la Tienda del Encuentro. [24] Este será el servicio de los clanes guersonitas, su servicio y su carga.

[25] Llevarán los tapices de la Morada, la Tienda del Encuentro, su toldo y el toldo de cueros finos que la cubre por encima y el tapiz de entrada a la Tienda del Encuentro; [26] el cortinaje del atrio y la cortina de la entrada al atrio que rodea la Morada y el altar, con sus cuerdas y todos los utensilios de su servicio: todo lo que se necesita para ellos. Prestarán su servicio; [27] pero todo el servicio de los hijos de Guersón, todas sus funciones y cargas, las desempeñarán a las órdenes de Aarón y de sus hijos. Los vigilaréis en el ministerio de su cargo. [28] Este será el servicio de los clanes guersonitas en la Tienda del Encuentro. Lo desempeñarán a las órdenes de Itamar, hijo del sacerdote Aarón. [29] Harás el censo de los hijos de Merarí, por clanes y familias. [30] Harás el censo de los de treinta años en adelante hasta los cincuenta, de todos los aptos para la milicia para que presten el servicio de la Tienda del Encuentro.

[31] Esto es lo que han de transportar y este es todo su servicio en la Tienda del Encuentro: los tableros de la Morada, sus travesaños, postes y basas; [32] los postes que rodean el atrio con sus basas, clavazón y cuerdas; todos sus utensilios y todo lo preciso para su servicio. Nominalmente señalaréis cada uno de los objetos con que han de cargar. [33] Ese es el servicio de los clanes meraritas. Para todo su servicio en la Tienda del Encuentro estarán a disposición de Itamar, hijo del sacerdote Aarón.» [34] Moisés y Aarón y los principales de la comunidad hicieron el censo de los hijos de Quehat, por clanes y familias, [35] de treinta años en adelante hasta los cincuenta, de todos los aptos para la milicia, para que prestaran el servicio de la Tienda del Encuentro. [36] Los registrados de los diversos clanes fueron 2.750.

[37] Esos fueron los registrados en los clanes quehatitas, todos los que habían de servir en la Tienda del Encuentro. Los alistaron Moisés y Aarón, según había ordenado Yahveh por medio de Moisés. [38] Se hizo el censo de los hijos de Guersón, por clanes y familias, [39] de treinta años para arriba hasta los cincuenta, de todos los aptos para la milicia para que prestaran el servicio de la Tienda del Encuentro. [40] Los alistados de los diversos clanes y familias fueron 2.630. [41] Esos fueron los registrados de los clanes de los hijos de Guersón, todos los que habían de servir en la Tienda del Encuentro. Los alistaron Moisés y Aarón según la orden de Yahveh. [42] Se hizo el censo de los clanes de los hijos de Merarí, por clanes y familias, [43] de treinta años para arriba hasta los cincuenta, de todos los aptos para la milicia, para que prestaran el servicio de la Tienda del Encuentro.

[44] Los revistados de los diversos clanes fueron 3.200. [45] Esos fueron los revistados de los clanes de los hijos de Merarí. Los alistaron Moisés y Aarón, según había ordenado Yahveh por medio de Moisés. [46] El total de los levitas que Moisés, Aarón y los principales de Israel registraron por clanes y familias, [47] de los de treinta años en adelante hasta los cincuenta, de todos los aptos para entrar al servicio y el transporte de la Tienda del Encuentro, [48] fue, según el censo, 8.580. [49] Se hizo su censo por orden de Yahveh transmitida por Moisés, asignando a cada uno su servicio y su carga: su censo se hizo tal como lo había ordenado Yahveh a Moisés.

Capítulo 5

[1] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [2] «Manda a los israelitas que echen del campamento a todo leproso, al que padece flujo y a todo impuro por contacto de cadáver. [3] Los has de echar, sean hombre o mujer; fuera del campamento los echarás, para que no contaminen sus campamentos, donde yo habito en medio de ellos.» [4] Así lo hicieron los israelitas: los echaron fuera del campamento. Los israelitas lo hicieron tal como había dicho Yahveh a Moisés. [5] Yahveh habló a Moisés y le dijo: [6] «Habla a los israelitas: Si un hombre o una mujer comete cualquier pecado en perjuicio de otro, ofendiendo a Yahveh, el tal será reo de delito.

[7] Confesará el pecado cometido y restituirá la suma de que es deudor, más un quinto. Se la devolverá a aquel de quien es deudor. [8] Y si el hombre no tiene pariente a quien se pueda restituir, la suma que en tal caso se ha de restituir a Yahveh, será para el sacerdote; aparte del carnero expiatorio con que el sacerdote expiará por él. [9] Y toda ofrenda reservada de lo que los hijos de Israel consagran y presentan al sacerdote, será para éste. [10] Lo que cada uno consagra, es suyo; pero lo que se presenta al sacerdote, es para el sacerdote.» [11] Yahveh habló a Moisés y le dijo: [12] «Habla a los israelitas. Diles: Cualquier hombre cuya mujer se haya desviado y le haya engañado: [13] ha dormido un hombre con ella con relación carnal a ocultas del marido; ella se ha manchado en secreto, no hay ningún testigo, no ha sido sorprendida; [14] si el marido es atacado de celos y recela de su mujer, que efectivamente se ha manchado; o bien le atacan los celos y se siente celoso de su mujer, aunque ella no se haya manchado; [15] ese hombre llevará a su mujer ante el sacerdote y presentará por ella la ofrenda correspondiente: una décima de medida de harina de cebada. No derramará aceite sobre la ofrenda, ni la pondrá incienso, pues es «oblación de celos», oblación conmemorativa para recordar una falta.

[16] El sacerdote presentará a la mujer y la pondrá delante de Yahveh. [17] Echará luego agua viva en un vaso de barro y, tomando polvo del pavimento de la Morada, lo esparcirá sobre el agua. [18] Pondrá el sacerdote a la mujer delante de Yahveh, le descubrirá la cabeza y pondrá en sus manos la oblación conmemorativa, o sea, la oblación de los celos. El sacerdote tendrá en sus manos las aguas de maldición y funestas. [19] Entonces, el sacerdote conjurará a la mujer y le dirá: «Si no ha dormido un hombre contigo, si no te has desviado ni manchado desde que estás bajo la potestad de tu marido, sé inmune a estas aguas amargas y funestas. [20] Pero si, estando bajo la potestad de tu marido, te has desviado y te has manchado, durmiendo con un hombre distinto de tu marido...» [21] El sacerdote entonces proferirá sobre la mujer este juramento, y dirá el sacerdote a la mujer: «... Que Yahveh te ponga como maldición y execración en medio de tu pueblo, que haga languidecer tus caderas e infle tu vientre.

[22] Que entren estas aguas de maldición en tus entrañas, para que inflen tu vientre y hagan languidecer tus caderas.» Y la mujer responderá: «¡Amén, amén!» [23] Después el sacerdote escribirá en una hoja estas imprecaciones y las borrará con las aguas amargas. [24] Hará beber a la mujer las aguas de maldición y funestas, y las aguas funestas entrarán en ella para hacérsele amargas. [25] El sacerdote tomará entonces de la mano de la mujer la oblación de los celos, mecerá la oblación delante de Yahveh y la presentará en el altar. [26] El sacerdote tomará de la oblación un puñado, el memorial, y lo quemará sobre el altar, y le hará beber a la mujer las aguas. [27] Cuando le haga beber de las aguas, si la mujer está manchada y de hecho ha engañado a su marido, cuando entren en ella las aguas funestas le serán amargas: se inflará su vientre, languidecerán sus caderas y será mujer de maldición en medio de su pueblo.

[28] Pero si la mujer no se ha manchado, sino que es pura, estará exenta de toda culpa y tendrá hijos. [29] Este es el rito de los celos, para cuando una mujer, después de estar bajo la potestad de su marido, se haya desviado y manchado; [30] o para cuando un hombre, atacado de celos, recele de su mujer: entonces pondrá a su mujer en presencia de Yahveh y el sacerdote realizará con ella todo este rito. [31] El marido estará exento de culpa, y la mujer cargará con la suya.»

Capítulo 6

[1] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [2] Diles esto a los israelitas: «Si un hombre o mujer se decide a hacer voto de nazir, consagrándose a Yahveh, [3] se abstendrá de vino y de bebidas embriagantes. No beberá vinagre de vino ni de bebida embriagante; tampoco beberá ningún zumo de uvas, ni comerá uvas, frescas o pasas. [4] En todo el tiempo de su nazireato no tomará nada de lo que se obtiene de la vid, desde el agraz hasta el orujo. [5] En todos los días de su voto de nazireato no pasará navaja por su cabeza: hasta cumplirse los días por los que se consagró a Yahveh, será sagrado y se dejará crecer la cabellera. [6] No se acercará, en todos los días de su nazireato en honor de Yahveh, a ningún cadáver.

[7] Ni por su padre, ni por su madre, ni por su hermano, ni por su hermana se manchará, en el caso de que murieran, pues lleva sobre su cabeza el nazireato de su Dios. [8] Todos los días de su nazireato es un consagrado a Yahveh. [9] Si alguien muere de repente junto a él y mancha así su cabellera de nazir, se rapará la cabeza el día de su purificación, se la rapará el día séptimo. [10] El día octavo llevará un par de tórtolas o un par de pichones al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro. [11] El sacerdote ofrecerá uno en sacrificio por el pecado y el otro en holocausto; y expiará por aquel hombre la falta contraída a causa del muerto. Aquel día consagrará su cabeza: [12] se consagrará a Yahveh por todo el tiempo de su nazireato y ofrecerá un cordero de un año como sacrificio de reparación. Los días anteriores son nulos, por haberse manchado su cabellera.

[13] Este es el rito del nazir, para cuando se cumplan los días de su nazireato. Llevado hasta la entrada de la Tienda del Encuentro, [14] presentará su ofrenda a Yahveh: un cordero de un año, sin defecto, en holocausto; una cordera de un año, sin defecto, en sacrificio por el pecado; un carnero sin defecto como sacrificio de comunión; [15] un canastillo de panes ázimos de flor de harina amasada con aceite y tortas sin levadura untadas en aceite, con sus correspondientes oblaciones y libaciones. [16] El sacerdote lo presentará delante de Yahveh y ofrecerá el sacrificio por el pecado y el holocausto del nazir. [17] Hará con el carnero un sacrificio de comunión a Yahveh, junto con el canastillo de ázimos, ofrecerá luego el sacerdote la correspondiente oblación y libación. [18] Entonces el nazir se rapará su cabellera de nazir, a la entrada de la Tienda del Encuentro; tomara la cabellera de su nazireato y la echará al fuego que arde debajo del sacrificio de comunión.

[19] El sacerdote tomará un brazuelo, ya cocido, del carnero, un pan ázimo del canastillo y una torta sin levadura, y lo pondrá todo en manos del nazir, una vez que se haya rapado su cabellera de nazir. [20] El sacerdote presentará todo ello como ofrenda mecida delante de Yahveh. Es cosa santa, pertenece al sacerdote, además del pecho mecido y de la pierna reservada. Luego el nazir beberá vino. [21] Ese es el rito del nazir que, además de su nazireato, ha prometido una ofrenda a Yahveh (aparte de lo que sus posibilidades le permitan): a tenor del voto que prometió lo cumplirá además de lo prescrito para su nazireato.» [22] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [23] Habla a Aarón y a sus hijos y diles: «Así habéis de bendecir a los israelitas. Les diréis: [24] Yahveh te bendiga y te guarde; [25] ilumine Yahveh su rostro sobre ti y te sea propicio; [26] Yahveh te muestre su rostro y te conceda la paz.» [27] Que invoquen así mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré.»

Capítulo 7

[1] El día en que Moisés acabó de montar la Morada, la ungió y la consagró con todo su mobiliario, así como el altar con todos sus utensilios. Cuando lo hubo ungido y consagrado, [2] los principales de Israel, jefes de familias, y principales de las tribus, que habían presidido el censo, hicieron una ofrenda. [3] Pusieron su ofrenda delante de Yahveh: seis carretas cubiertas y doce bueyes: una carreta por cada dos principales y un buey por cada uno. Lo presentaron delante de la Morada. [4] Yahveh habló a Moisés y le dijo: [5] «Tómaselos y que presten servicio en la Tienda del Encuentro. Dáselos a los levitas, a cada uno según su servicio.» [6] Moisés recibió las carretas y los bueyes y se los dio a los levitas: [7] dos carretas y cuatro bueyes dio a los hijos de Guersón, según sus servicios; [8] cuatro carretas y ocho bueyes a los hijos de Merarí, según los servicios que desempeñaban a las órdenes de Itamar, hijo del sacerdote Aarón.

[9] Pero a los hijos de Quehat no les dio, porque su carga sagrada la tenían que llevar al hombro. [10] Los principales hicieron la ofrenda de la dedicación del altar, el día en que fue ungido. Hicieron los principales su ofrenda delante del altar. [11] Y dijo Yahveh a Moisés: «Que ofrezca un principal cada día su ofrenda por la dedicación del altar.» [12] El que ofreció su ofrenda el primer día fue Najsón, hijo de Aminadab, de la tribu de Judá. [13] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos de peso, un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [14] una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso; [15] un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; [16] un chivo para el sacrificio por el pecado; [17] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Najson, hijo de Aminadab.

[18] El segundo día ofreció su ofrenda Natanael, hijo de Suar, principal de Isacar. [19] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos de peso, un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [20] una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso; [21] un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; [22] un chivo para el sacrificio por el pecado; [23] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Natanael, hijo de Suar.

[24] El tercer día, el principal de los hijos de Zabulón, Eliab, hijo de Jelón. [25] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos de peso, un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [26] una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso; [27] un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; [28] un chivo para el sacrificio por el pecado; [29] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Eliab, hijo de Jelón.

[30] El día cuarto, el principal de los hijos de Rubén, Elisur, hijo de Sedeur. [31] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos de peso; un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [32] una naveta de diez siclos de oro llena de incienso; [33] un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; [34] un chivo para el sacrificio por el pecado; [35] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos, cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Elisur, hijo de Sedeur.

[36] El día quinto, el principal de los hijos de Simeón, Selumiel, hijo de Surisadday. [37] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos de peso, un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [38] una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso; [39] un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; [40] un chivo para el sacrificio por el pecado; [41] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Selumiel, hijo de Surisadday.

[42] El día sexto, el principal de los hijos de Gad, Elyasaf, hijo de Reuel. [43] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos; un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [44] una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso; [45] un novillo, un carnero y un cordero de un año, para el holocausto; [46] un chivo para el sacrificio por el pecado; [47] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Elyasaf, hijo de Reuel.

[48] El día séptimo, el principal de los hijos de Efraím, Elisamá, hijo de Ammihud. [49] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos de peso, un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [50] una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso; [51] un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; [52] un chivo, para el sacrificio por el pecado; [53] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Elisamá, hijo de Ammihud.

[54] El día octavo, el principal de los hijos de Manasés, Gamaliel, hijo de Pedahsur. [55] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos de peso, un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [56] una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso; [57] un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; [58] un chivo para el sacrificio por el pecado; [59] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Gamaliel, hijo de Pedahsur.

[60] El día nono, el principal de los hijos de Benjamín, Abidán, hijo de Guideoní. [61] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos de peso, un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [62] una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso; [63] un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; [64] un chivo para el sacrificio por el pecado; [65] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Abidán, hijo de Guideoní.

[66] El día décimo, el principal de los hijos de Dan, Ajiézer, hijo de Ammisadday. [67] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos de peso, un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [68] una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso; [69] un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; [70] un chivo para el sacrificio por el pecado; [71] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Ajiézer, hijo de Ammisadday.

[72] El día undécimo, el principal de los hijos de Aser, Paguiel, hijo de Okrán. [73] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos de peso, un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [74] una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso; [75] un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; [76] un chivo para el sacrificio por el pecado; [77] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Paguiel, hijo de Okrán.

[78] El día duodécimo, el principal de los hijos de Neftalí, Ajirá, hijo de Enán. [79] Su ofrenda consistía en una fuente de plata de 130 siclos de peso, un acetre de plata de setenta siclos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; [80] una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso; [81] un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; [82] un chivo para el sacrificio por el pecado; [83] y para el sacrificio de comunión, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esa fue la ofrenda de Ajirá, hijo de Enán.

[84] Esta fue la ofrenda de los principales de Israel en la dedicación del altar, el día en que fue ungido: doce fuentes de plata, doce acetres de plata y doce navetas de oro. [85] Cada fuente era de 130 siclos, y cada acetre de setenta. Los siclos de plata de estos objetos eran en total 2.400, en siclos del santuario. [86] Las navetas de oro eran doce, llenas de incienso. Cada naveta era de diez siclos, en siclos del santuario. Los siclos de oro de las navetas eran en total 120. [87] El total del ganado para el holocausto, doce novillos, doce carneros, doce corderos de un año, con sus oblaciones correspondientes; para el sacrificio por el pecado, doce chivos. [88] El total del ganado para los sacrificios de comunión: veinticuatro novillos, sesenta carneros, sesenta machos cabríos y sesenta corderos de un año. Esas fueron las ofrendas de la dedicación del altar, una vez que fue ungido. [89] Cuando Moisés entraba en la Tienda del Encuentro para hablar con El, oía la voz que le hablaba de lo alto del propiciatorio que está sobre el arca del Testimonio, de entre los dos querubines. Entonces hablaba con El.

Capítulo 8

[1] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [2] Habla a Aarón y dile: «Cuando coloques las lámparas, habrán de alumbrar las siete lámparas hacia la parte delantera del candelabro.» [3] Así lo hizo Aarón: colocó las lámparas en la parte delantera del candelabro, tal como había mandado Yahveh a Moisés. [4] Este candelabro era de oro macizo; desde el pie hasta las flores era de oro macizo. Hizo el candelabro según el modelo que Yahveh había mostrado a Moisés. [5] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [6] «Aparta a los levitas del resto de los israelitas y purifícalos.

[7] Para esta purificación harás con ellos de la siguiente manera: los rociarás con agua lustral; se rasurarán ellos todo el cuerpo, lavarán sus vestidos y así quedarán purificados. [8] Tomarán luego un novillo, con su correspondiente oblación de flor de harina amasada con aceite y tú tomarás otro novillo como sacrificio por el pecado. [9] Mandarás que se acerquen los levitas a la Tienda del Encuentro y convocarás a toda la comunidad de los israelitas. [10] Harás que se acerquen los levitas ante Yahveh, y los israelitas les impondrán las manos. [11] Entonces Aarón presentará a los levitas como ofrenda mecida delante de Yahveh, de parte de los israelitas. Así quedarán destinados al servicio de Yahveh. [12] Los levitas impondrán sus manos sobre la cabeza de los novillos y tú ofrecerás uno como sacrificio por el pecado y otro en holocausto a Yahveh para expiar por los levitas.

[13] Pondrás luego a los levitas delante de Aarón y de sus hijos y los presentarás como ofrenda mecida a Yahveh. [14] Así separarás a los levitas del resto de los israelitas para que me pertenezcan. [15] Después comenzarán los levitas a servir en la Tienda del Encuentro. Los purificarás y los presentarás como ofrenda mecida, [16] porque son «donados», son donados a mí, de entre los israelitas, en lugar de todos los que abren el seno materno, de todos los primogénitos; los he tomado para mí de entre los demás israelitas. [17] Porque míos son todos los primogénitos entre los israelitas, igual de hombres que de ganados: me los consagré el día que herí a todos los primogénitos en Egipto. [18] Y tomé a los levitas para sustituir a todos los primogénitos de los israelitas.

[19] Yo cedo los levitas, como «donados», a Aarón y a sus hijos, de entre los israelitas, para que presten el servicio, en nombre de los israelitas, en la Tienda del Encuentro, y para expiar por los israelitas de manera que ningún israelita incurra en castigo por acercarse al Santuario.» [20] Moisés y Aarón y toda la comunidad de los israelitas hicieron con los levitas conforme había mandado Yahveh a Moisés; así hicieron con ellos los israelitas. [21] Los levitas se purificaron, lavaron sus vestidos, y Aarón los presentó como ofrenda mecida delante de Yahveh; y Aarón hizo expiación por ellos para purificarlos. [22] Después de lo cual entraron los levitas a prestar servicio en la Tienda del Encuentro en presencia de Aarón y de sus hijos. Según había mandado Yahveh a Moisés acerca de los levitas, así hicieron con ellos. [23] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [24] «Esto es lo referente a los levitas. De veinticinco años para arriba entrará al servicio de la Tienda del Encuentro, [25] y desde los cincuenta años cesará en el servicio; no servirá ya más.

[26] Ayudará a sus hermanos en la Tienda del Encuentro en el desempeño de su ministerio, mas no prestará servicio. Así harás con los levitas en lo tocante a sus funciones.»

Capítulo 9

[1] Habló Yahveh a Moisés, en el desierto del Sinaí, el año segundo de la salida de Egipto, el mes primero, y le dijo: [2] «Que los israelitas celebren la Pascua a su tiempo. [3] La celebrarán el día catorce de este mes, entre dos luces, al tiempo debido. La celebrarán según todos sus preceptos y normas.» [4] Moisés dijo a los israelitas que celebraran la Pascua. [5] La celebraron en el desierto del Sinaí, el primer mes, el día catorce del mes, entre dos luces. Según había mandado Yahveh a Moisés lo hicieron los israelitas. [6] Pero sucedió que algunos hombres estaban impuros por contacto de cadáver humano y no podían celebrar la Pascua aquel día. Se presentaron a Moisés y Aarón el mismo día [7] y les dijeron: «Estamos impuros por contacto de cadáver humano. ¿Por qué hemos de quedar excluidos de presentar la ofrenda a Yahveh a su tiempo con los demás israelitas?» [8] Moisés les respondió: «Esperad, que voy a consultar lo que os manda Yahveh.» [9] Yahveh habló a Moisés y le dijo: [10] «Diles a los israelitas: Si uno de vosotros o de vuestros descendientes está impuro por cadáver, o está de viaje en tierra lejana, también celebrará la Pascua en honor de Yahveh.

[11] La celebrarán el mes segundo, el día catorce, entre dos luces. La comerán con panes ázimos y hierbas amargas. [12] No dejarán nada para la mañana, ni le quebrantarán ningún hueso. Según todo el ritual de la Pascua la celebrarán. [13] Pero el que, encontrándose puro y no habiendo estado de viaje, deje de celebrar la Pascua, ese tal será extirpado de su pueblo. Ese hombre cargará con su pecado, por no haber presentado la ofrenda a Yahveh a su tiempo. [14] Y si un forastero reside entre vosotros y celebra la Pascua en honor de Yahveh, la celebrará según los preceptos y normas de la Pascua. Uno mismo será el ritual para vosotros, tanto para el forastero como para el nativo del país.» [15] El día en que se erigió la Morada, la Nube cubrió la Morada, la Tienda del Testimonio. Por la tarde se quedaba sobre la Morada, con aspecto de fuego, hasta la mañana. [16] Así sucedía permanentemente: la Nube la cubría y por la noche tenía aspecto de fuego.

[17] Cuando se levantaba la Nube de encima de la Tienda, los israelitas levantaban el campamento, y en el lugar en que se paraba la Nube, acampaban los israelitas. [18] A la orden de Yahveh partían los israelitas y a la orden de Yahveh acampaban. Quedaban acampados todos los días que la Nube estaba parada sobre la Morada. [19] Si se detenía la Nube muchos días sobre la Morada, los israelitas cumplían con el culto de Yahveh y no partían. [20] En cambio, si la Nube estaba sobre la Morada pocos días, a la orden de Yahveh acampaban y a la orden de Yahveh partían. [21] Si la Nube estaba sobre la Morada sólo de la noche a la mañana, y por la mañana se alzaba, ellos partían. Si estaba un día y una noche y luego se elevaba, partían. [22] Si, en cambio, se detenía sobre la Morada dos días, o un mes, o un año, reposando sobre ella, los israelitas se quedaban en el campamento y no partían; pero en cuanto se elevaba, partían.

[23] A la orden de Yahveh acampaban y a la orden de Yahveh movían el campamento. Rendían culto a Yahveh, según la orden de Yahveh transmitida por Moisés.

Capítulo 10

[1] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [2] «Hazte dos trompetas: las harás de plata maciza. Te servirán para convocar a la comunidad y dar la señal de mover el campamento. [3] Cuando suenen las dos, se reunirá junto a ti toda la comunidad, a la entrada de la Tienda del Encuentro. [4] Pero cuando suene una sola, se reunirán contigo los principales, jefes de millares de Israel. [5] Cuando toquéis a clamoreo, partirán los que acampan a oriente. [6] Cuando toquéis a clamoreo por segunda vez, partirán los campamentos que acampan al mediodía, Tocaréis a clamoreo para partir; [7] en cambio, para congregar la asamblea, tocaréis sin clamoreo.

[8] Los hijos de Aarón, los sacerdotes, serán los que toquen las trompetas: este serán un decreto perpetuo para vosotros y para vuestra descendencia. [9] Cuando, ya en vuestra tierra, partáis para el combate contra un enemigo que os oprime, tocaréis las trompetas a clamoreo; así se acordará Yahveh, vuestro Dios, de vosotros, y seréis librados de vuestros enemigos. [10] En vuestros días de fiesta, solemnidades, neomenias, tocaréis las trompetas durante vuestros holocaustos y sacrificios de comunión. Así haréis que vuestro Dios se acuerde de vosotros. Yo, Yahveh, vuestro Dios.» [11] El año segundo, el mes segundo, el día veinte del mes, se levantó la Nube de encima de la Morada del Testimonio, [12] y los israelitas partieron, en orden de marcha, del desierto del Sinaí. La nube se detuvo en el desierto de Parán. [13] Partieron en vanguardia según la orden que Yahveh había dado a Moisés: [14] la bandera del campamento de los hijos de Judá en primer lugar, por cuerpos de ejército. Al frente de su tropa, iba Najsón, hijo de Aminadab; [15] al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Isacar, Natanael, hijo de Suar; [16] al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Zabulón, Eliab, hijo de Jelón.

[17] Entonces fue desmontada la Morada y partieron los hijos de Guerson y los hijos de Merarí, llevando la Morada. [18] Partió luego la bandera del campamento de Rubén, por cuerpos de ejército: al frente de su tropa iba Elisur, hijo de Sedeur; [19] al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Simeón, Selumiel, hijo de Surisadday; [20] al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Gad, Elyasaf, hijo de Reuel. [21] Entonces partieron los quehatitas, que llevaban el santuario (la Morada se montaba antes de que llegaran). [22] Partió luego la bandera del campamento de los hijos de Efraím, por cuerpos de ejército; al frente de su tropa iba Elisamá, hijo de Ammihud.

[23] Al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Manasés, Gamaliel, hijo de Pedahsur; [24] al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Benjamín, Abidán, hijo de Guideoní. [25] Luego, cerrando la marcha de todos los campamentos, partió la bandera del campamento de los hijos de Dan, por cuerpos de ejército. Al frente de su tropa iba Ajiézer, hijo de Ammisadday; [26] al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Aser, Paguiel, hijo de Okrán; [27] al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Neftalí, Ajirá, hijo de Enán. [28] Este fue el orden de marcha de los israelitas, repartidos en cuerpos de ejército. Y así partieron.

[29] Dijo Moisés a Jobab, hijo de Reuel el madianito, suegro de Moisés: «Nosotros partimos para el lugar del que ha dicho Yahveh: Os lo daré. Ven con nosotros y te trataremos bien, porque Yahveh ha prometido bienestar a Israel.» [30] El respondió: «No iré, sino que me volveré a mi tierra y a mi parentela.» [31] Moisés insistió: «Por favor, no os dejes; tú conoces los sitios donde acampar en el desierto; tú serás nuestros ojos. [32] Si vienes con nosotros, te haremos partícipe del bienestar con que Yahveh nos va a favorecer.» [33] Partieron del monte de Yahveh para hacer tres jornadas. El arca de la alianza de Yahveh iba delante de ellos los tres días de camino, buscándoles donde hacer alto. [34] La Nube de Yahveh iba de día sobre ellos, desde que dejaron el campamento.

[35] Cuando partía el arca, decía Moisés: «Levántate, Yahveh, que tus enemigos se dispersen, huyan delante de ti los que te odian.» [36] Y cuando se detenía, decía: «Vuelve, Yahveh, a las miríadas de Israel.»

Capítulo 11

[1] El pueblo profería quejas amargas a los oídos de Yahveh, y Yahveh lo oyó. Se encendió su ira y ardió un fuego de Yahveh entre ellos y devoró un extremo del campamento. [2] El pueblo clamó a Moisés y Moisés intercedió ante Yahveh, y el fuego se apagó. [3] Por eso se llamó aquel lugar Taberá, porque había ardido contra ellos el fuego de Yahveh. [4] La chusma que se había mezclado al pueblo se dejó llevar de su apetito. También los israelitas volvieron a sus llantos diciendo: «¿Quién nos dará carne para comer? [5] ¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto, y de los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos! [6] En cambio ahora tenemos el alma seca. No hay de nada. Nuestros ojos no ven más que el maná.» [7] El maná era como la semilla del cilantro; su aspecto era como el del bedelio.

[8] El pueblo se desparramaba para recogerlo; lo molían en la muela o lo majaban en el mortero; luego lo cocían en la olla y hacían con él tortas. Su sabor era parecido al de una torta de aceite. [9] Cuando, por la noche, caía el rocío sobre el campamento, caía también sobre él el maná. [10] Moisés oyó llorar al pueblo, cada uno en su familia, a la puerta de su tienda. Se irritó mucho la ira de Yahveh. A Moisés le pareció mal, [11] y le dijo a Yahveh: «¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué no he hallado gracia a tus ojos, para que hayas echado sobre mí la carga de todo este pueblo? [12] ¿Acaso he sido yo el que ha concebido a todo este pueblo y lo ha dado a luz, para que me digas: «Llévalo en tu regazo, como lleva la nodriza al niño de pecho, hasta la tierra que prometí con juramento a sus padres?» [13] ¿De dónde voy a sacar carne para dársela a todo este pueblo, que me llora diciendo: Danos carne para comer? [14] No puedo cargar yo solo con todo este pueblo: es demasiado pesado para mí.

[15] Si vas a tratarme así, mátame, por favor, si he hallado gracia a tus ojos, para que no vea más mi desventura.» [16] Yahveh respondió a Moisés: «Reúneme setenta ancianos de Israel, de los que sabes que son ancianos y escribas del pueblo. Llévalos a la Tienda del Encuentro y que estén allí contigo. [17] Yo bajaré a hablar contigo; tomaré parte del espíritu que hay en ti y lo pondré en ellos, para que lleven contigo la carga del pueblo y no la tengas que llevar tú solo. [18] «Y al pueblo le dirás: Santificaos para mañana, que vais a comer carne, ya que os habéis lamentado a oídos de Yahveh, diciendo: «¿Quién nos dará carne para comer? Mejor nos iba en Egipto.» Pues Yahveh os va a dar carne, y comeréis. [19] No un día, ni dos, ni cinco, ni diez ni veinte la comeréis, [20] sino un mes entero, hasta que os salga por las narices y os dé náuseas, pues habéis rechazado a Yahveh, que está en medio de vosotros, y os habéis lamentado en su presencia, diciendo: ¿Por qué salimos de Egipto?» [21] Moisés respondió: «El pueblo en que estoy cuenta 600.000 de a pie, ¿y tú dices que les darás carne para comer un mes entero? [22] Aunque se mataran para ellos rebaños de ovejas y bueyes, ¿bastaría acaso? Aunque se juntaran todos los peces del mar ¿habría suficiente?» [23] Pero Yahveh respondió a Moisés: «¿Es acaso corta la mano de Yahveh? Ahora vas a ver si vale mi palabra o no.» [24] Salió Moisés y transmitió al pueblo las palabras de Yahveh. Luego reunió a setenta ancianos del pueblo y los puso alrededor de la Tienda.

[25] Bajó Yahveh en la Nube y le habló. Luego tomó algo del espíritu que había en él y se lo dio a los setenta ancianos. Y en cuanto reposó sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar, pero ya no volvieron a hacerlo más. [26] Habían quedado en el campamento dos hombres, uno llamado Eldad y el otro Medad. Reposó también sobre ellos el espíritu, pues aunque no habían salido a la Tienda, eran de los designados. Y profetizaban en el campamento. [27] Un muchacho corrió a anunciar a Moisés: «Eldad y Medad están profetizando en el campamento.» [28] Josué, hijo de Nun, que estaba al servicio de Moisés desde su mocedad, respondió y dijo: «Mi señor Moisés, prohíbeselo.» [29] Le respondió Moisés: «¿Es que estás tú celoso por mí? ¡Quién me diera que todo el pueblo de Yahveh profetizara porque Yahveh les daba su espíritu!» [30] Luego Moisés volvió al campamento con los ancianos de Israel.

[31] Se alzó un viento, enviado por Yahveh, que hizo pasar codornices del lado del mar, y las extendió sobre el campamento, en una extensión de una jornada de camino a uno y otro lado alrededor del campamento, y a una altura de dos codos por encima del suelo. [32] El pueblo se dedicó todo aquel día y toda la noche y todo el día siguiente a capturar las codornices. El que menos, reunió diez modios, y las tendieron alrededor del campamento. [33] Y todavía tenían la carne entre los dientes, todavía la estaban masticando, cuando se encendió la ira de Yahveh contra el pueblo, y lo hirió Yahveh con una plaga muy grande. [34] Se llamó a aquel lugar Quibrot Hattaavá, porque allí sepultaron a la muchedumbre de glotones. [35] De Quibrot Hattaavá partió el pueblo hacia Jaserot, y acamparon en Jaserot.

Capítulo 12

[1] María y Aarón murmuraron contra Moisés por causa de la mujer kusita que había tomado por esposa: por haberse casado con una kusita. [2] Decían: «¿Es que Yahveh no ha hablado más que con Moisés? ¿No ha hablado también con nosotros?» Y Yahveh lo oyó. [3] Moisés era un hombre muy humilde, más que hombre alguno sobre la haz de la tierra. [4] De improviso, Yahveh dijo a Moisés, a Aarón y a María: «Salid los tres a la Tienda del Encuentro.» Y salieron los tres. [5] Bajó Yahveh en la columna de Nube y se quedó a la puerta de la Tienda. Llamó a Aarón y a María y se adelantaron los dos. [6] Dijo Yahveh: «Escuchad mis palabras: Si hay entre vosotros un profeta, en visión me revelo a él, y hablo con él en sueños.

[7] No así con mi siervo Moisés: él es de toda confianza en mi casa; [8] boca a boca hablo con él, abiertamente y no enigmas, y contempla la imagen de Yahveh. ¿Por qué, pues, habéis osado hablar contra mi siervo Moisés?» [9] Y se encendió la ira de Yahveh contra ellos. Cuando se marchó, [10] y la Nube se retiró de encima de la Tienda, he aquí que María estaba leprosa, blanca como la nieve. Aarón se volvió hacia María y vio que estaba leprosa.

[11] Y dijo Aarón a Moisés: «Perdón, Señor mío, no cargues sobre nosotros el pecado que neciamente hemos cometido. [12] Por favor, que no sea ella como quien nace muerto del seno de su madre, con la carne medio consumida.» [13] Moisés clamó a Yahveh diciendo: «Oh Dios, cúrala, por favor.» [14] Yahveh respondió a Moisés: «Si tu padre le hubiera escupido al rostro, ¿no tendría que pasar siete días de vergüenza? Que quede siete días fuera del campamento y luego sea admitida otra vez. [15] María quedó siete días excluida del campamento. Pero el pueblo no partió hasta que ella se reintegró. [16] Después el pueblo partió de Jaserot y acamparon en el desierto de Parán.

Capítulo 13

[1] Yahveh habló a Moisés y le dijo: [2] «Envía algunos hombres, uno por cada tribu paterna, para que exploren la tierra de Canaán que voy a dar a los israelitas. Que sean todos principales entre ellos.» [3] Los envió Moisés, según la orden de Yahveh, desde el desierto de Parán: todos ellos eran jefes de los israelitas. [4] Sus nombres eran éstos: por la tribu de Rubén, Sammúa, hijo de Zakkur; [5] por la tribu de Simeón, Safat, hijo de de Jorí; [6] por la tribu de Judá, Caleb, hijo de Yefunné; [7] por la tribu de Isacar, Yigal, hijo de José; [8] por la tribu de Efraím, Hosea, hijo de Nun; [9] por la tribu de Benjamín, Paltí, hijo de Rafú; [10] por la tribu de Zabulón, Gaddiel, hijo de Sodí; [11] por la tribu de José: por la tribu de Manasés, Gaddí, hijo de Susí; [12] por la tribu de Dan, Ammiel, hijo de Guemalí; [13] por la tribu de Aser, Setur, hijo de Miguel; [14] por la tribu de Neftalí, Najbí, hijo de Vafsí; [15] por la tribu de Gad, Gueuel, hijo de Makí. [16] Esos son los nombres de los que envió Moisés a explorar el país. Pero a Hosea, hijo de Nun, Moisés le llamo Josué.

[17] Moisés los envió a explorar el país de Canaán, y les dijo: «Subid ahí al Négueb y después subiréis a la montaña. [18] Reconoced el país, a ver qué tal es, y el pueblo que lo habita, si es fuerte o débil, escaso o numeroso; [19] y qué tal es el país en que viven, bueno o malo; cómo son las ciudades en que habitan, abiertas o fortificadas; [20] y cómo es la tierra, fértil o pobre, si tiene árboles o no. Tened valor y traed algunos productos del país.» Era el tiempo de las primeras uvas. [21] Subieron y exploraron el país, desde el desierto de Sin hasta Rejob, a la Entrada de Jamat. [22] Subieron por el Négueb y llegaron hasta Hebrón, donde residían Ajimán, Sesay y Talmay, los descendientes de Anaq. Hebrón había sido fundada siete años antes que Tanis de Egipto.

[23] Llegaron al Valle de Eskol y cortaron allí un sarmiento con un racimo de uva, que transportaron con una pértiga entre dos, y también granadas e higos. [24] Al lugar aquél se le llamó Valle de Eskol, por el racimo que cortaron allí los israelitas. [25] Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar la tierra. [26] Fueron y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad de los israelitas, en el desierto de Parán, en Cadés. Les hicieron una relación a ellos y a toda la comunidad, y les mostraron los productos del país. [27] Les contaron lo siguiente: «Fuimos al país al que nos enviaste, y en verdad que mana leche y miel; éstos son sus productos. [28] Sólo que el pueblo que habita en el país es poderoso; las ciudades, fortificadas y muy grandes; hasta hemos visto allí descendientes de Anaq.

[29] El amalecita ocupa la región del Négueb; el hitita, el amorreo y el jebuseo ocupan la montaña; el cananeo, la orilla del mar y la ribera del Jordán.» [30] Caleb acalló al pueblo delante de Moisés, diciendo: «Subamos, y conquistaremos el país, porque sin duda podremos con él.» [31] Pero los hombres que habían ido con él dijeron: «No podemos subir contra ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros.» [32] Y empezaron a hablar mal a los israelitas del país que habían explorado, diciendo: «El país que hemos recorrido y explorado es un país que devora a sus propios habitantes. Toda la gente que hemos visto allí es gente alta. [33] Hemos visto también gigantes, hijos de Anaq, de la raza de los gigantes. Nosotros nos teníamos ante ellos como saltamontes, y eso mismo les parecíamos a ellos.»

Capítulo 14

[1] Entonces toda la comunidad alzó la voz y se puso a gritar; y la gente estuvo llorando aquella noche. [2] Luego murmuraron todos los israelitas contra Moisés y Aarón, y les dijo toda la comunidad: «¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto! Y si no, ¡ojalá hubiéramos muerto en el desierto! [3] ¿Por qué Yahveh nos trae a este país para hacernos caer a filo de espada y que nuestras mujeres y niños caigan en cautiverio? ¿No es mejor que volvamos a Egipto?» [4] Y se decían unos a otros: «Nombremos a uno jefe y volvamos a Egipto.» [5] Moisés y Aarón cayeron rostro en tierra delante de toda la asamblea de la comunidad de los israelitas. [6] Pero Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Yefunné, que eran de los que habían explorado el país, rasgaron sus vestiduras [7] y dijeron a toda la comunidad de los israelitas: «La tierra que hemos recorrido y explorado es muy buena tierra.

[8] Si Yahveh nos es favorable, nos llevará a esa tierra y nos la entregará. Es una tierra que mana leche y miel. [9] No os rebeléis contra Yahveh, ni temáis a la gente del país, porque son pan comido. Se ha retirado de ellos su sombra, y en cambio Yahveh está con nosotros. No tengáis miedo.» [10] Toda la comunidad hablaba de apedrearlos, cuando la gloria de Yahveh se apareció en la Tienda del Encuentro, a todos los israelitas. [11] Y dijo Yahveh a Moisés: «¿Hasta cuándo me va a despreciar este pueblo? ¿Hasta cuándo van a desconfiar de mí, con todas las señales que he hecho entre ellos? [12] Los heriré de peste y los desheredaré. Pero a ti te convertiré en un pueblo más grande y poderoso que ellos.» [13] Moisés respondió a Yahveh: «Pero los egipcios saben muy bien que, con tu poder, sacaste a este pueblo de en medio de ellos.

[14] Se lo han contado a los habitantes de este país. Estos se han enterado de que tú, Yahveh, estás en medio de este pueblo, y te das a ver cara a cara; de que tú, Yahveh, permaneces en tu Nube sobre ellos, y caminas delante de ellos de día en la columna de Nube, y por la noche en la columna de fuego. [15] Si haces perecer a este pueblo como un solo hombre, dirán los pueblos que han oído hablar de ti: [16] Yahveh, como no ha podido introducir a ese pueblo en la tierra que les había prometido con juramento, los ha matado en el desierto.» [17] Muestra, pues, ahora tu poder, mi Señor, como prometiste diciendo: [18] Yahveh es tardo a la cólera y rico en bondad, tolera iniquidad y rebeldía; aunque nada deja sin castigo, castigando la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación.»

[19] Perdona, pues, la iniquidad de este pueblo conforme a la grandeza de tu bondad, como has soportado a este pueblo desde Egipto hasta aquí.» [20] Dijo Yahveh: «Le perdono, según tus palabras.

[21] Pero, vivo yo y la gloria de Yahveh llena toda la tierra, [22] que ninguno de los que han visto mi gloria y las señales que he realizado en Egipto y en el desierto, que me han puesto a prueba ya diez veces y no han escuchado mi voz, [23] verá la tierra que prometí con juramento a sus padres. No la verá ninguno de los que me han despreciado. [24] Pero a mi siervo Caleb, ya que fue animado de otro espíritu y me obedeció puntualmente, le haré entrar en la tierra donde estuvo, y su descendencia la poseerá. [25] El amalecita y el cananeo habitan en el llano. Mañana, volveos y partid para el desierto, camino del mar de Suf.» [26] Yahveh habló a Moisés y Aarón y dijo: [27] «¿Hasta cuándo esta comunidad perversa, que está murmurando contra mí? He oído las quejas de los israelitas, que están murmurando contra mí.

[28] Diles: Por mi vida — oráculo de Yahveh — que he de hacer con vosotros lo que habéis hablado a mis oídos. [29] Por haber murmurado contra mí, en este desierto caerán vuestros cadáveres, los de todos los que fuisteis revistados y contados, de veinte años para arriba. [30] Os juro que no entraréis en la tierra en la que, mano en alto, juré estableceros. Sólo a Caleb, hijo de Yefunné y a Josué, hijo de Nun, [31] y a vuestros pequeñuelos, de los que dijisteis que caerían en cautiverio, los introduciré, y conocerán la tierra que vosotros habéis despreciado. [32] Vuestros cadáveres caerán en este desierto, [33] y vuestros hijos serán nómadas cuarenta años en el desierto, cargando con vuestra infidelidad, hasta que no falte uno solo de vuestros cadáveres en el desierto.

[34] Según el número de los días que empleasteis en explorar el país, cuarenta días, cargaréis cuarenta años con vuestros pecados, un año por cada día. Así sabréis lo que es apartarse de mí. [35] Yo, Yahveh, he hablado. Eso es lo que haré con toda esta comunidad perversa, amotinada contra mí. En este desierto no quedará uno: en él han de morir.» [36] Los hombres que había enviado Moisés a explorar la tierra, que al volver habían incitado a toda la comunidad a murmurar contra él, poniéndose a hablar mal del país, [37] aquellos hombres que habían hablado mal del país, cayeron muertos delante de Yahveh. [38] En cambio, Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Yefunné, sobrevivieron de entre los hombres que habían ido a explorar la tierra. [39] Refirió Moisés estas palabras a todos los israelitas y se afligió mucho el pueblo.

[40] Madrugaron y subieron a la cumbre del monte, diciendo: «Vamos a subir a ese lugar respecto del cual ha dicho Yahveh que hemos pecado.» [41] Moisés les respondió: «¿Por qué hacéis eso, pasando por encima de la orden de Yahveh? Eso no tendrá buen éxito. [42] No subáis, porque Yahveh no está en medio de vosotros, no vayáis a ser derrotados frente a vuestros enemigos. [43] Porque el amalecita y el cananeo están allí contra vosotros, y caeréis a filo de espada, pues después de haber abandonado vosotros a Yahveh, Yahveh no está con vosotros.» [44] Pero ellos se obstinaron en subir a la cumbre del monte. Ni el arca de la alianza de Yahveh, ni Moisés se movieron del campamento. [45] Bajaron los amalecitas y los cananeos que habitaban en aquella montaña, los batieron y los destrozaron hasta llegar a Jormá.

Capítulo 15

[1] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [2] «Habla a los israelitas y diles: Cuando entréis en la tierra que yo os daré por morada, [3] y ofrezcáis manjares abrasados a Yahveh en holocausto o sacrificio, para cumplir un voto, o como ofrenda voluntaria o con ocasión de vuestras fiestas, ofreciendo así, de vuestros bueyes u ovejas, calmante aroma para Yahveh, [4] el oferente presentará, para su ofrenda a Yahveh, una oblación de una décima de flor de harina amasada con un cuarto de sextario de aceite. [5] Harás una libación de un cuarto de sextario de vino por cada cordero, además del holocausto o sacrificio. [6] Si es un carnero, la oblación será de dos décimas de flor de harina amasada con un tercio de sextario de aceite, [7] y la libación, de un tercio de sextario de vino, que ofrecerás como calmante aroma para Yahveh.

[8] Y si ofreces a Yahveh un novillo en holocausto o sacrificio, para cumplir un voto, o como sacrificio de comunión, [9] se ofrecerá además del novillo una oblación de tres décimas de flor de harina amasada con medio sextario de aceite, [10] y una libación de medio sextario de vino, como manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh. [11] Así se hará con nada novillo y con las reses menores, cordero o cabrito. [12] Haréis así con cada uno de los que inmoléis, con tantos como hubiere. [13] Así hará todo hombre de vuestro pueblo, cuando ofrezca un manjar abrasado como calmante aroma para Yahveh.

[14] Si reside entre vosotros o entre vuestros descendientes un forastero, y ofrece un manjar abrasado como calmante aroma para Yahveh, lo mismo que vosotros hará [15] la asamblea. No habrá más que una norma para vosotros y para el forastero residente. Es decreto perpetuo para vuestros descendientes: igual será delante de Yahveh para vosotros que para el forastero. [16] Una sola ley y una sola norma regirá para vosotros y para el forastero que reside entre vosotros.» [17] Yahveh habló así a Moisés: [18] «Habla a los israelitas y diles: Cuando entréis en la tierra a la que os voy a llevar, [19] y comáis el pan del país, reservaréis primero la ofrenda para Yahveh.

[20] Como primicias de vuestra molienda reservaréis como ofrenda una torta; la reservaréis igual que se hace en la era. [21] Reservaréis a Yahveh una ofrenda de las primicias de vuestra molienda, por todas vuestras generaciones. [22] «Cuando por inadvertencia no cumpláis alguno de estos preceptos que Yahveh ha comunicado a Moisés, [23] algo de lo que os ha mandado Yahveh por medio de Moisés, desde que Yahveh lo ordenó en adelante, por todas vuestras generaciones, [24] en el caso de que la inadvertencia se haya cometido por descuido de la comunidad, toda la comunidad ofrecerá un novillo en holocausto, como calmante aroma para Yahveh, con su correspondiente oblación y libación según costumbre, y un macho cabrío en sacrificio por el pecado. [25] El sacerdote expiará por toda la comunidad de los israelitas, y se les perdonará, porque ha sido un descuido. Cuando presenten sus ofrendas, como manjar abrasado a Yahveh, y su sacrificio por el pecado delante de Yahveh por su descuido, [26] se le perdonará a la comunidad de los israelitas y al forastero que reside entre ellos, pues el pueblo entero lo ha hecho por inadvertencia.

[27] En el caso de que una sola persona haya pecado por inadvertencia, ofrecerá en sacrificio por el pecado una cabrita de un año. [28] El sacerdote expiará delante de Yahveh por la persona que se ha descuidado con ese pecado de inadvertencia; cuando se haga expiación por ella, se le perdonará, [29] lo mismo al ciudadano israelita que al forastero residente entre vosotros: no tendréis más que una sola ley para el que obra por inadvertencia. [30] Pero el que obra con descaro, sea ciudadano o forastero, ultraja a Yahveh. Tal individuo será extirpado de su pueblo, [31] por haber despreciado la palabra de Yahveh, quebrantado su mandato. Será exterminado tal individuo: su pecado pesa sobre él.» [32] Cuando los israelitas estaban en el desierto, se encontró a un hombre que andaba buscando leña en día de sábado.

[33] Los que lo encontraron buscando leña, lo presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad. [34] Le pusieron bajo custodia, porque no estaba determinado lo que había que hacer con él. [35] Yahveh dijo a Moisés: «Que muera ese hombre. Que lo apedree toda la comunidad fuera del campamento.» [36] Lo sacó toda la comunidad fuera del campamento y lo apedrearon hasta que murió, según había mandado Yahveh a Moisés. [37] Yahveh dijo a Moisés: [38] «Habla a los israelitas y diles que ellos y sus descendientes se hagan flecos en los bordes de sus vestidos, y pongan en el fleco de sus vestidos un hilo de púrpura violeta.

[39] Tendréis, pues flecos para que, cuando los veáis, os acordéis de todos los preceptos de Yahveh. Así los cumpliréis y no seguiréis los caprichos de vuestros corazones y de vuestros ojos, que os han arrastrado a prostituiros. [40] Así os acordaréis de todos mis mandamientos y los cumpliréis, y seréis hombres consagrados a vuestro Dios. [41] Yo, Yahveh, vuestro Dios, que os saqué de Egipto para ser Dios vuestro. Yo, Yahveh, vuestro Dios.

Capítulo 16

[1] Coré, hijo de Yishar, hijo de Quehat, hijo de Leví, Datán y Abirón, hijos de Eliab, y On, hijo de Pélet, hijos de Rubén, se enorgullecieron, [2] y se alzaron contra Moisés junto con 250 israelitas, principales de la comunidad, distinguidos en la asamblea, personajes famosos. [3] Se amotinaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: «Esto ya pasa de la raya. Toda la comunidad entera, todos ellos están consagrados y Yahveh está en medio de ellos. ¿Por qué, pues, os encumbráis por encima de la asamblea de Yahveh?» [4] Lo oyó Moisés y cayó rostro en tierra. [5] Dijo luego a Coré y a toda su cuadrilla: «Mañana por la mañana hará saber Yahveh quién es el suyo, quién es el consagrado y le dejará acercarse. Al que Yahveh haya elegido le dejará acercarse. [6] Mirad, pues, lo que habéis de hacer: Tomad los incensarios de Coré y de toda su cuadrilla, [7] ponedles fuego y mañana les echaréis incienso ante Yahveh. Aquel a quien elija Yahveh, será el consagrado; ¡esto ya pasa de la raya, hijos de Leví!» [8] Dijo Moisés a Coré: «Oídme, hijos de Leví.

[9] ¿Os parece poco que el Dios de Israel os haya apartado de la comunidad de Israel para ponerlos junto a sí, prestar el servicio a la Morada de Yahveh y estar al frente de la comunidad atendiendo al culto en lugar de ella? [10] Te ha puesto junto a sí, a ti y a todos tus hermanos, los hijos de Leví, y ¡todavía se os ha antojado el sacerdocio! [11] Por eso, contra Yahveh os habéis amotinado, tú y toda tu cuadrilla; porque ¿quién es Aarón, para que murmuréis contra él?» [12] Mandó Moisés llamar a Datán y Abirón, hijos de Eliab. Pero ellos respondieron: «No queremos ir. [13] ¿Te parece poco habernos sacado de una tierra que mana leche y miel para hacernos morir en el desierto, que todavía te eriges como príncipe sobre nosotros? [14] No nos has traído a ningún país que mana leche y miel, ni nos has dado una herencia de campos y vergeles. ¿Pretendes cegar los ojos de estos hombres? ¡No iremos!» [15] Moisés se enojó mucho y dijo a Yahveh: «No mires a su oblación. Yo no les he quitado ni un solo asno, ni le he hecho mal a ninguno de ellos.» [16] Dijo Moisés a Coré: «Tú y toda tu cuadrilla presentaos mañana delante de Yahveh: tú, ellos y Aarón.

[17] Que tome cada uno su incensario, le ponga incienso y lo presente delante de Yahveh; cada uno su incensario: 250 incensarios en total. Tú también, y Aarón, presentad cada uno vuestro incensario.» [18] Tomaron cada uno su incensario, le pusieron fuego, le echaron incienso y se presentaron a la entrada de la Tienda del Encuentro, lo mismo que Moisés y Aarón. [19] Coré convocó ante éstos a toda la comunidad a la puerta de la Tienda del Encuentro y se apareció la gloria de Yahveh a toda la comunidad. [20] Habló Yahveh a Moisés y Aarón y les dijo: [21] «Apartaos de esa comunidad, que los voy a devorar en un instante.» [22] Ellos cayeron rostro en tierra y clamaron: «Oh Dios, Dios de los espíritus de toda carne: un solo hombre ha pecado, ¿y te enojas con toda la comunidad?» [23] Respondió Yahveh a Moisés: [24] «Habla a esa comunidad y diles: Alejaos de los alrededores de la morada de Coré.» [25] Se levantó Moisés y fue donde Datán y Abirón; los ancianos de Israel le siguieron.

[26] Y habló a la comunidad diciendo: «Apartaos, por favor, de las tiendas de estos hombres malvados, y no toquéis nada de cuanto les pertenece, no sea que perezcáis por todos sus pecados.» [27] Ellos se apartaron de los alrededores de la morada de Coré. Datán y Abirón habían salido y estaban a la puerta de sus tiendas, con sus mujeres, hijos y pequeñuelos. [28] Moisés dijo: «En esto conoceréis que Yahveh me ha enviado para hacer todas estas obras, y que no es ocurrencia mía: [29] si mueren estos hombres como muere cualquier mortal, alcanzados por la sentencia común a todo hombre, es que Yahveh no me ha enviado. [30] Pero si Yahveh obra algo portentoso, si la tierra abre su boca y los traga con todo lo que les pertenece, y bajan vivos al seol, sabréis que esos hombres han rechazado a Yahveh. [31] Y sucedió que, nada más terminar de decir estas palabras, se abrió el suelo debajo de ellos; [32] la tierra abrió su boca y se los tragó, con todas sus familias, así como a todos los hombres de Coré, con todos sus bienes.

[33] Bajaron vivos al seol con todo lo que tenían. Los cubrió la tierra y desaparecieron de la asamblea. [34] A sus gritos huyeron todos los israelitas que estaban a su alrededor, pues se decían: «No vaya a tragarnos la tierra.» [35] Brotó fuego de Yahveh, que devoró a los 250 hombres que habían ofrecido el incienso.

Capítulo 17

[1] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [2] «Di a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que saque los incensarios de entre las cenizas y esparza el fuego a distancia, [3] porque esos incensarios de pecado están consagrados a precio de la vida de esos hombres. Haced con ellos láminas de metal, para cubrir el altar, pues fueron presentados a Yahveh y consagrados. Serán una señal para los israelitas.» [4] Tomó el sacerdote Eleazar los incensarios de bronce que habían presentado los que fueron abrasados, y los laminó con destino al altar. [5] Sirven para recordar a los israelitas que no se acerque ningún laico, que no sea de la descendencia de Aarón, a ofrecer el incienso delante de Yahveh; no le ocurra lo que a Coré y a su cuadrilla, según se lo había dicho Yahveh por medio de Moisés. [6] Al día siguiente, murmuró toda la comunidad de los israelitas contra Moisés y Aarón, diciendo: «Vosotros habéis matado al pueblo de Yahveh.» [7] Como se amotinaba la comunidad contra Moisés y Aarón, se volvieron éstos hacia la Tienda del Encuentro. Y vieron que la Nube la había cubierto y se había aparecido la gloria de Yahveh.

[8] Moisés y Aarón se llegaron hasta delante de la Tienda del Encuentro. [9] Yahveh habló a Moisés y le dijo: [10] «Alejaos de esa comunidad, que voy a consumirlos en un instante.» Ellos cayeron rostro en tierra. [11] Dijo entonces Moisés a Aarón: «Toma el incensario, ponle fuego del que hay sobre el altar, echa incienso y vete rápidamente donde la comunidad a expiar por ellos. Porque ha salido ya la Cólera de la presencia de Yahveh y ha comenzado la Plaga.» [12] Aarón lo tomó como le había dicho Moisés y corrió a ponerse en medio de la asamblea; la Plaga había comenzado ya en el pueblo. Echó el incienso e hizo la expiación por el pueblo. [13] Se plantó entre los muertos y los vivos, y la Plaga se detuvo.

[14] Los muertos por aquella plaga fueron 14.700, sin contar los que murieron por causa de Coré. [15] Luego Aarón se volvió donde Moisés a la puerta de la Tienda del Encuentro: había cesado ya la Plaga. [16] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [17] «Habla a los israelitas. Que te den una rama por cada familia paterna: que entre todos los principales, en representación de sus familias paternas, de den doce ramas. Y escribe el nombre de cada uno en su rama. [18] En la rama de Leví escribe el nombre de Aarón, pues ha de haber también una rama para el jefe de la familia de Leví. [19] Las depositarás en la Tienda del Encuentro, delante del Testimonio, donde me suelo manifestar a ti.

[20] El hombre cuya rama retoñe, será el que yo elijo. Así dejarán de llegar hasta mí las murmuraciones que los israelitas profieren contra vosotros.» [21] Moisés habló a los israelitas, y cada uno de los principales le dio una rama, doce ramas, en representación de todas las familias paternas. Entre sus ramas estaba también la rama de Aarón. [22] Moisés depositó las ramas delante de Yahveh en la Tienda del Testimonio. [23] Al día siguiente, cuando entró Moisés en la Tienda del Testimonio, vio que había retoñado la rama de Aarón, por la casa de Leví: le habían brotado yemas, había florecido y había producido almendras. [24] Moisés sacó todas las ramas de la presencia de Yahveh, ante los israelitas; las vieron, y tomaron cada uno su rama. [25] Entonces dijo Yahveh a Moisés: «Vuelve a poner la rama de Aarón delante del Testimonio, para guardarla como señal para los rebeldes: acabará con las murmuraciones, que no llegarán ya hasta mí, y así no morirán.» [26] Moisés lo hizo así; como le había mandado Yahveh lo hizo.

[27] Dijeron los israelitas a Moisés: «¡Estamos perdidos! ¡Hemos perecido! ¡Todos hemos perecido! [28] Cualquiera que se acerca a la Morada de Yahveh, muere. ¿Es que vamos a perecer hasta no quedar uno?»

Capítulo 18

[1] Entonces Yahveh dijo a Aarón: «Tú, tus hijos y la casa de tu padre contigo, cargaréis con las faltas cometidas contra el santuario. Tú y tus hijos cargaréis con las faltas de vuestro sacerdocio. [2] Haz que se acerquen también contigo tus hermanos de la rama de Leví, de la tribu de tu padre. Que sean tus ayudantes y te sirvan a ti y a tus hijos, delante de la Tienda del Testimonio. [3] Atenderán a tu ministerio y al de toda la Tienda. Pero que no se acerquen ni a los objetos sagrados ni al altar, para que no muráis ni ellos ni vosotros. [4] Serán tus ayudantes, desempeñarán el ministerio en la Tienda, y ningún laico se acercará a vosotros. [5] Vosotros desempeñaréis el ministerio en el santuario y en el altar, y así no vendrá de nuevo la Cólera sobre los israelitas. [6] Yo he elegido a vuestros hermanos los levitas, de entre los demás israelitas. Son un don que os hago; son «donados» a Yahveh para prestar servicio en la Tienda del Encuentro.

[7] Pero tú y tus hijos os ocuparéis de vuestro sacerdocio en todo lo referente al altar y a todo lo de detrás del velo y prestaréis vuestro servicio. Como un servicio gratuito os doy vuestro sacerdocio. El laico que se acerque morirá.» [8] Dijo Yahveh a Aarón: «Yo te doy el servicio de lo que se reserva para mí. Todo lo consagrado por los israelitas te lo doy a ti y a tus hijos, como porción tuya, por decreto perpetuo. [9] Esto es lo que será tuyo de las cosas sacratísimas, del manjar que se abrasa: todas las ofrendas que me restituyan los israelitas, como oblación, como sacrificio por el pecado, o como sacrificio de reparación, son sacratísimas: serán para ti y para tus hijos. [10] De las cosas sacratísimas os alimentaréis. Todo varón lo podrá comer. Lo considerarás como sagrado. [11] También te pertenecerá la ofrenda reservada de todo lo que los israelitas den a mecer; te lo doy a ti y a tus hijos y a tus hijas por decreto perpetuo. Cualquiera que esté puro en tu casa lo podrá comer. [12] Todo lo mejor del aceite y la flor del mosto y del trigo, las primicias que ofrezcan a Yahveh, te las doy a ti.

[13] Los primeros productos que lleven a Yahveh, de todo lo que produzca su tierra, serán para ti. Todo el que esté puro en tu casa lo podrá comer. [14] Cuanto caiga bajo el anatema en Israel, será para ti. [15] Todo primogénito que se presente a Yahveh de cualquier especie, hombre o animal, será para ti. Pero harás rescatar al primogénito del hombre y harás también rescatar al primogénito de animal impuro. [16] Los harás rescatar al mes de nacidos, valorándolos en cinco siclos de plata, en siclos del santuario, que son de veinte óbolos. [17] Pero al primogénito de vaca, o de oveja, o de cabra, no lo rescatarás: es sagrado. Derramarás su sangre sobre el altar y su grasa la harás arder como manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh. [18] Su carne será para ti, así como el pecho del rito del mecimiento y la pierna derecha.

[19] Todo lo reservado de las cosas sagradas que los israelitas reservan a Yahveh, te lo doy a ti y a tus hijos e hijas, por decreto perpetuo. Alianza de sal es ésta, para siempre, delante de Yahveh, para ti y tu descendencia.» [20] Yahveh dijo a Aarón: «Tú no tendrás heredad ninguna en su tierra; no habrá porción para ti entre ellos. Yo soy tu porción para ti entre ellos. Yo soy tu porción y tu heredad entre los israelitas. [21] A los hijos de Leví, les doy en herencia todos los diezmos de Israel, a cambio de su servicio: del servicio que prestan en la Tienda del Encuentro. [22] Los israelitas no se volverán a acercar a la Tienda del Encuentro: cargarían con un pecado y morirían. [23] Será Leví el que preste servicio en la Tiendal del Encuentro: ellos cargarán con sus faltas. Es decreto perpetuo para vuestros descendientes: no tendrán heredad entre los israelitas, [24] porque yo les doy en herencia a los levitas los diezmos que los israelitas reservan para Yahveh. Por eso les he dicho que no tendrán heredad entre los israelitas.» [25] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [26] «Hablarás a los levitas y les dirás: Cuando percibáis de los israelitas el diezmo que yo tomo de ellos y os doy en herencia, reservaréis de él la reserva de Yahveh: el diezmo del diezmo.

[27] Equivaldrá a vuestra ofrenda reservada, lo mismo que el trigo tomado de la era y el mosto del lagar. [28] Así también vosotros reservaréis previamente la reserva de Yahveh de todos los diezmos que percibáis de los israelitas. Se lo daréis como ofrenda reservada de Yahveh al sacerdote Aarón. [29] De todos los dones que recibáis, reservaréis la reserva de Yahveh; separaréis la parte sagrada de todo lo mejor. [30] Les dirás: Una vez que hayáis reservado lo mejor, que equivale para los levitas al producto de la era y al producto del lagar, [31] lo podréis comer, en cualquier lugar, vosotros y vuestras familias: es vuestro salario por vuestro servicio en la Tienda del Encuentro. [32] No tendréis que cargar por ello con ningún pecado, pues antes habéis reservado lo mejor: así no profanaréis las cosas consagradas por los israelitas y no moriréis.»

Capítulo 19

[1] Habló Yahveh a Moisés y a Aarón y les dijo: [2] «Este es uno de los preceptos legales, prescrito por Yahveh con estas palabras: Diles a los israelitas que te traigan una vaca roja, sin defecto, que no tenga manchas, y que no haya llevado yugo. [3] Dádsela al sacerdote Eleazar. Que la saquen fuera del campamento y sea inmolada en su presencia. [4] Entonces el sacerdote Eleazar untará su dedo en la sangre de la vaca y hará con la sangre siete aspersiones hacia la entrada de la Tienda del Encuentro. [5] Será quemada la vaca en su presencia, con su piel, su carne, su sangre e incluso sus excrementos. [6] Tomará el sacerdote leña de cedro, hisopo y grana, y la echará en medio de la hoguera de la vaca.

[7] El sacerdote purificará sus vestidos y se lavará el cuerpo con agua; luego podrá ya entrar en el campamento; pero será impuro el sacerdote hasta la tarde. [8] El que haya quemado la vaca purificará sus vestidos con agua y lavará su cuerpo con agua; pero será impuro hasta la tarde. [9] Un hombre puro recogerá las cenizas de la vaca y las depositará fuera del campamento, en lugar puro. Servirán a la comunidad de los israelitas para el rito de hacer el agua lustral: es un sacrificio por el pecado. [10] El que haya recogido las cenizas de la vaca lavará sus vestidos y será impuro hasta la tarde. Este será decreto perpetuo tanto para los israelitas como para el forastero residente entre ellos. [11] El que toque a un muerto, cualquier cadáver humano, será impuro siete días. [12] Se purificará con aquellas aguas los días tercero y séptimo, y quedará puro. Pero si no se ha purificado los días tercero y séptimo, no quedará puro.

[13] Todo el que toca un muerto, un cadáver humano, y no se purifica, mancha la Morada de Yahveh; ese individuo será extirpado de Israel, porque las aguas lustrales no han corrido sobre él: es impuro; su impureza sigue sobre él. [14] Esta es la ley para cuando uno muere en la tienda. Todo el que entre en la tienda, y todo el que esté en la tienda, será impuro siete días. [15] Y todo recipiente descubierto, que no esté cerrado con tapa o cuerda, será impuro. [16] Todo el que toque, en pleno campo, a un muerto a espada, o a un muerto, o huesos de hombre, o una sepultura, será impuro siete días. [17] Se tomará para el impuro ceniza de la víctima inmolada en sacrificio por el pecado, y se verterá encima agua viva de una vasija. [18] Un hombre puro tomará el hisopo, lo mojará en agua y rociará la tienda y todos los objetos y personas que había en ella, e igualmente al que tocó los huesos o al asesinado, o al muerto, o la sepultura.

[19] El hombre puro rociará al impuro los días tercero y séptimo: el séptimo día le habrá limpiado de su pecado. Lavará el impuro sus vestidos, se lavará con agua, y será puro por la tarde. [20] Pero el hombre que quedó impuro y no se purificó, ése será extirpado de la asamblea, pues ha manchado el santuario de Yahveh. Las aguas lustrales no han corrido sobre él: es un impuro. [21] Este será para vosotros decreto perpetuo. El que haga la aspersión con las aguas lustrales lavará sus vestidos, y el que haya tocado las aguas lustrales será impuro hasta la tarde. [22] Y todo lo que haya sido tocado por el impuro, será impuro; y la persona que le toque a él, será impura hasta la tarde.

Capítulo 20

[1] Los israelitas, toda la comunidad, llegaron al desierto de Sin el mes primero, y se quedó todo el pueblo en Cadés. Allí murió María y allí la enterraron. [2] No había agua para la comunidad, por lo que se amotinaron contra Moisés y contra Aarón. [3] El pueblo protestó contra Moisés, diciéndole: «Ojalá hubiéramos perecido igual que perecieron nuestros hermanos delante de Yahveh. [4] ¿Por qué habéis traído la asamblea de Yahveh a este desierto, para que muramos en él nosotros y nuestros ganados? [5] ¿Por qué nos habéis subido de Egipto, para traernos a este lugar pésimo: un lugar donde no hay sembrado, ni higuera, ni viña, ni ganado, y donde no hay ni agua para beber?» [6] Moisés y Aarón dejaron la asamblea, se fueron a la entrada de la Tienda del Encuentro, y cayeron rostro en tierra. Y se les apareció la gloria de Yahveh.

[7] Yahveh habló con Moisés y le dijo: [8] «Toma la vara y reúne a la comunidad, tú con tu hermano Aarón. Hablad luego a la peña en presencia de ellos, y ella dará sus aguas. Harás brotar para ellos agua de la peña, y darás de beber a la comunidad y a sus ganados.» [9] Tomó Moisés la vara de la presencia de Yahveh como se lo había mandado. [10] Convocaron Moisés y Aarón la asamblea ante la peña y él les dijo: «Escuchadme, rebeldes. ¿Haremos brotar de esta peña agua para vosotros?» [11] Y Moisés alzó la mano y golpeó la peña con su vara dos veces. El agua brotó en abundancia, y bebió la comunidad y su ganado. [12] Dijo Yahveh a Moisés y Aarón: «Por no haber confiado en mí, honrándome ante los israelitas, os aseguro que no guiaréis a esta asamblea hasta la tierra que les he dado.» [13] Estas son las aguas de Meribá, donde protestaron los israelitas contra Yahveh, y con las que él manifestó su santidad.

[14] Envió Moisés mensajeros desde Cadés: «Al rey de Edom. Así dice tu hermano Israel: Ya sabes por qué gran calamidad hemos pasado. [15] Nuestros padres bajaron a Egipto y nos quedamos en Egipto mucho tiempo. Pero los egipcios nos trataron mal, a nosotros igual que a nuestros padres. [16] Clamamos entonces a Yahveh, y escuchó nuestra voz: envió un angel, y nos sacó de Egipto. Ahora estamos en Cadés, ciudad fronteriza de tu territorio. [17] Déjanos, por favor, pasar por tu tierra. No cruzaremos por campo ni por viñedo, ni beberemos agua de pozo. Seguiremos el camino real, sin torcer ni a la derecha ni a la izquierda hasta que crucemos tus fronteras.» [18] Edom le respondió: «No pasarás por mí. Si lo haces, saldré espada en mano a tu encuentro.» [19] Le respondieron los israelitas: «Seguiremos por la calzada, y si bebemos agua tuya, yo y mis rebaños, pagaremos su precio. Se trata de pasar a pie: no tiene importancia».

[20] Respondió él: «No pasarás.» Y salió Edom a su encuentro con mucha gente y mano poderosa. [21] Como Edom negó el paso a Israel por su territorio, Israel dio un rodeo. [22] Partieron de Cadés los israelitas, toda la comunidad, y llegaron a Hor de la Montaña. [23] Y dijo Yahveh a Moisés y Aarón en Hor de la Montaña, en la frontera del país de Edom: [24] «Que se reúna Aarón con los suyos, porque no debe entrar en la tierra que he dado a los israelitas, por haberos rebelado contra mi voz en las aguas de Meribá. [25] Toma a Aarón y a su hijo Eleazar y súbelos a la montaña de Hor.

[26] Le quitarás a Aarón sus vestiduras y se las pondrás a su hijo Eleazar. Entonces Aarón se reunirá con los suyos: allí morirá.» [27] Moisés hizo como le había mandado Yahveh. Subieron a Hor de la Montaña a la vista de toda la comunidad. [28] Quitó Moisés a Aarón sus vestiduras y se las puso a su hijo Eleazar. Y murió allí Aarón, en la cumbre del monte. Moisés y Eleazar bajaron de la montaña. [29] Toda la comunidad se dio cuenta de que había fallecido Aarón, y lloró a Aarón toda la casa de Israel durante treinta días.

Capítulo 21

[1] Oyó el rey de Arad, cananeo, que ocupaba el Négueb, que llegaba Israel por el camino de Atarim, y atacó a Israel y le hizo algunos prisioneros. [2] Entonces Israel formuló este voto a Yahveh: «Si entregas a ese pueblo en mi mano, consagraré al anatema sus ciudades.» [3] Oyó Yahveh la voz de Israel y les entregó aquel cananeo. Los consagraron al anatema a ellos y a sus ciudades. Por eso se llamó aquel lugar Jormá. [4] Partieron de Hor de la Montaña, camino del mar de Suf, rodeando la tierra de Edom. El pueblo se impacientó por el camino. [5] Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos habéis subido de Egipto para morir en el desierto? Pues no tenemos ni pan ni agua, y estamos cansados de ese manjar miserable.» [6] Envió entonces Yahveh contra el pueblo serpientes abrasadoras, que mordían al pueblo; y murió mucha gente de Israel.

[7] El pueblo fue a decirle a Moisés: «Hemos pecado por haber hablado contra Yahveh y contra ti. Intercede ante Yahveh para que aparte de nosotros las serpientes,» Moisés intercedió por el pueblo. [8] Y dijo Yahveh a Moisés: «Hazte un Abrasador y ponlo sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá.» [9] Hizo Moisés una serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida. [10] Partieron los israelitas y acamparon en Obot. [11] Partieron de Obot y acamparon en Iyyé Haabarim, en el desierto que limita con Moab, hacia la salida del sol. [12] Partieron de allí y acamparon en el torrente de Zered.

[13] De allí partieron y acamparon más allá del Arnón. Este estaba en el desierto y salía del territorio de los amorreos, pues el Arnón hacía de frontera de Moab, entre moabitas y amorreos. [14] Por eso se dice en el libro de las Guerras de Yahveh: ... Vaheb, cerca de Sufá y el torrente del Arnón, [15] y el declive del torrente que corre hacia la región de Ar y se apoya en la frontera de Moab. [16] Y de allí fueron a Beer — Este es el pozo a propósito del cual dijo Yahveh a Moisés: «Reúne al pueblo y les daré agua.» [17] Entonces Israel entonó este cántico: Sobre el Pozo. Cantadle,

[18] Pozo que cavaron Príncipes, que excavaron los jefes del pueblo, con el cetro, con sus bastones. — Y del desierto a Mattaná, [19] de Mattaná a Najaliel, de Najaliel a Bamot, [20] y de Bamot al valle que está en el campo de Moab, hacia la cumbre del Pisgá, que domina la parte del desierto.

[21] Israel envió mensajeros a decir a Sijón, rey de los amorreos: [22] «Quisiera pasar por tu tierra. No me desviaré por campos y viñedos, ni beberé agua de pozo. Seguiremos el camino real hasta que crucemos tus fronteras.» [23] Pero Sijón negó a Israel el paso por su territorio; reunió toda su gente y salió al desierto, al encuentro de Israel, hasta Yahás, donde atacó a Israel. [24] Pero Israel le hirió a filo de espada y se apoderó de su tierra, desde el Arnón hasta el Yabboq, hasta los límites de los hijos de Ammón, porque Yazer estaba en la frontera de los hijos de Ammón. [25] Israel tomó todas aquellas ciudades. Ocupó Israel todos los pueblos de los amorreos, Jesbón y todas sus aldeas. [26] Porque Jesbón era la ciudad de Sijón, rey de los amorreos. Este había combatido al primer rey de Moab, y le había quitado toda su tierra hasta el Arnón.

[27] Por eso dicen los trovadores: ¡Venid a Jesbón, que sea construida, fortificada, la ciudad de Sijón! [28] Porque fuego ha salido de Jesbón, una llama de la ciudad de Sijón: ha devorado Ar Moab, ha tragado las alturas del Arnón.

[29] ¡Ay de ti, Moab!, perdido estás, pueblo de Kemós. Entrega sus hijos a la fuga y sus hijas al cautiverio, en manos de Sijón, el rey amorreo. [30] Su posteridad ha perecido, desde Jesbón hasta Dibón, y hemos dado fuego desde Nofaj hasta Mádaba. [31] Israel se estableció en la tierra de los amorreos. [32] Moisés mandó a explorar Yazer y la tomaron junto con sus aldeas despojando al amorreo que vivía allí.

[33] Se volvieron y subieron camino de Basán. Og, rey de Basán, salió a su encuentro con toda su gente, para darles batalla en Edreí. [34] Yahveh dijo a Moisés: «No le temas, porque lo he puesto en tu mano con todo su pueblo y su tierra. Harás con él como hiciste con Sijón, el rey amorreo que habitaba en Jesbón.» [35] Y le batieron a él, a sus hijos y a toda su gente, hasta que no quedó nadie a salvo. Y se apoderaron de su tierra.

Capítulo 22

[1] Luego partieron los israelitas y acamparon en las Estepas de Moab, al otro lado del Jordán, a la altura de Jericó. [2] Vio Balaq, hijo de Sippor, todo lo que había hecho Israel con los amorreos [3] y se estremeció Moab ante pueblo, pues era muy numeroso. Tuvo miedo Moab de los israelitas [4] y dijo a los ancianos de Madián: «Ahora veréis cómo esa multitud va a devastarlo todo a nuestro alrededor, como devasta el buey la hierba del campo.» Balaq, hijo de Sippor, era rey de Moab por aquel tiempo. [5] Envió mensajeros a buscar a Balaam, hijo de Beor, a Petor del Río, en tierra de los hijos de Ammav, para decirle: «He aquí que el pueblo que ha salido de Egipto ha cubierto la superficie de la tierra y se ha establecido frente a mí. [6] Ven, pues, por favor, maldíceme a ese pueblo, pues es más fuerte que yo, a ver si puedo vencerle y lo arrojo del país. Pues sé que el que tú bendices queda bendito y el que maldices, maldito.» [7] Fueron los ancianos de Moab y los ancianos de Madián, con la paga del vaticinio en sus manos. Llegaron donde Balaam y le dijeron las palabras de Balaq.

[8] El les contestó: «Pasad aquí la noche y os responderé según lo que me diga Yahveh.» Los jefes de Moab se quedaron en casa de Balaam. [9] Entró Yahveh donde Balaam y le dijo: «¿Qué hombres son ésos que están en tu casa?» [10] Le respondió Balaam a Dios: «Balaq, hijo de Sippor, rey de Moab, me ha enviado a decir: [11] El pueblo que ha salido de Egipto ha cubierto la superficie de la tierra. Ven, pues, maldícemelo, a ver si puedo vencerlo y expulsarlo.» [12] Pero dijo Dios a Balaam: «No vayas con ellos, no maldigas a ese pueblo porque es bendito.» [13] Se levantó Balaam de madrugada y dijo a los jefes de Balaq: «Id a vuestra tierra, porque Yahveh no quiere dejarme ir con vosotros.» [14] Se levantaron, pues, los jefes de Moab, volvieron donde Balaq y le dijeron: «Balaam se ha negado a venir con nosotros.» [15] Balaq envió otra vez jefes en mayor número y más ilustres que los anteriores.

[16] Fueron donde Balaam y le dijeron: «Así dice Balaq, hijo de Sippor: No rehúses, por favor, venir a mí, [17] que te recompensaré con grandes honores y haré todo lo que me digas. Ven, por favor, y maldíceme a ese pueblo.» [18] Respondió Balaam a los siervos de Balaq: «Aunque me diera Balaq su casa llena de plata y oro, no podría traspasar la orden de Yahveh mi Dios en nada, ni poco ni mucho. [19] Quedaos aquí también vosotros esta noche y averiguaré qué más me dice Yahveh.» [20] Entró Dios donde Balaam por la noche y le dijo: «¿No han venido esos hombres a llamarte? Levántate y vete con ellos. Pero has de cumplir la palabra que yo te diga.» [21] Se levantó Balaam de madrugada, aparejó su asna y se fue con los jefes de Moab.

[22] Cuando iba, se encendió la ira de Yahveh y el Angel de Yahveh se puso en el camino para estorbarle. El montaba la burra y sus dos muchachos iban con él. [23] La burra vio al Angel de Yahveh plantado en el camino, la espada desenvainada en la mano. La burra se apartó del camino y se fue a campo traviesa. Balaam pegó a la burra para hacerla volver al camino. [24] Pero el Angel de Yahveh se puso en un sendero entre las viñas, con una pared a un lado y otra a otro. [25] Al ver la burra al Angel de Yahveh, se arrimó a la pared y raspó el pie de Balaam contra la pared. El le pegó otra vez. [26] Volvió el Angel de Yahveh a cambiar de sitio, y se puso en un paso estrecho, donde no había espacio para apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. [27] Vio la burra al Angel de Yahveh y se echó con Balaam encima. Balaam se enfureció y pegó a la burra con un palo.

[28] Entonces Yahveh abrió la boca de la burra, que dijo a Balaam: «¿qué te he hecho yo para que me pegues con ésta ya tres veces?» [29] Respondió Balaam a la burra: «Porque te has burlado de mí. Ojalá tuviera una espada en la mano; ahora mismo te mataba.» [30] Respondió la burra a Balaam: «¿No soy yo tu burra, y me has montado desde siempre hasta el día de hoy? ¿Acaso acostumbro a portarme así contigo?» Respondió él: «No.» [31] Entonces abrió Yahveh los ojos de Balaam, que vio al Angel de Yahveh, de pie en el camino, la espada desenvainada en la mano; y se inclinó y postró rostro en tierra. [32] El Angel de Yahveh le dijo; «¿Por qué has pegado a tu burra con ésta ya tres veces? He sido yo el que he salido a cerrarte el paso, porque delante de mí se tuerce el camino. [33] La burra me ha visto y se ha apartado de mí tres veces. Gracias a que se ha desviado, porque si no, para ahora te habría matado y a ella la habría dejado con vida.» [34] Dijo entonces Balaam al Angel de Yahveh: «He pecado, pues no sabía que tú te habías puesto en mi camino. Pero ahora mismo, si esto te parece mal, me vuelvo.» [35] Respondió el Angel de Yahveh a Balaam: «Vete con esos hombres, pero no dirás nada más que lo que yo te diga.» Balaam marchó con los jefes de Balaq.

[36] Oyó Balaq que llegaba Balaam y salió a su encuentro hacia Ar Moab, en la frontera del Arnón, en los confines del territorio. [37] Dijo Balaq a Balaam: «¿No te mandé llamar? ¿Por qué no viniste donde mí? ¿Es que no puedo recompensarte?» [38] Respondió Balaam a Balaq: «Mira que ahora ya he venido donde ti. A ver si puedo decir algo. La palabra que ponga Dios en mi boca es la que diré.» [39] Marchó Balaam con Balaq y llegaron a Quiryat Jusot. [40] Sacrificó Balaq una vaca y una oveja y le envió porciones a Balaam y a los jefes que le acompañaban. [41] A la mañana, tomó Balaq a Balaam y lo hizo subir a Bamot Baal, desde donde se veía un extremo del campamento.

Capítulo 23

[1] Dijo Balaam a Balaq: «Constrúyeme aquí siete altares y prepárame siete novillos y siete carneros.» [2] Balaq hizo lo que le había dicho Balaam, y ofreció en holocausto un novillo y un carnero en cada altar. [3] Dijo entonces Balaam a Balaq: «Quédate junto a tus holocaustos, mientras yo voy a ver si me sale al encuentro Yahveh. La palabra que me manifieste, te la comunicaré.» Y se fue a un monte pelado. [4] Salió Dios al encuentro de Balaam y éste le dijo: «Siete altares he preparado y he ofrecido en holocausto un novillo y un carnero sobre cada altar.» [5] Yahveh entonces puso una palabra en la boca de Balaam y le dijo: «Vuelve donde Balaq y esto le dirás.» [6] Volvió donde él y estaba aún de pie junto a su holocausto, con todos los príncipes de Moab.

[7] El entonó su trova y dijo: «De Aram me hace venir Balaq, el rey de Moab desde los montes de Quédem: «Ven, maldíceme a Jacob; ven, execra a Israel.» [8] ¿Cómo maldeciré, si no maldice Dios? ¿Cómo execraré, si no execra Yahveh? [9] De la cumbre de las peñas lo diviso, de lo alto de las colinas lo contemplo: es un pueblo que vive aparte; no es contado entre las naciones. [10] ¿Quién contará el polvo de Jacob, quién numerará la polvareda de Israel? Muera mi alma con la muerte de los justos, Sea mi paradero como el suyo.» [11] Dijo Balaq a Balaam: «¿Qué me has hecho? ¡Para maldecir a mis enemigos te he traído y los has colmado de bendiciones!» [12] Le respondió diciendo: «¿No tengo yo que esmerarme en hablar todo lo que Yahveh me pone en la boca?» [13] Le respondió Balaq: «Ven, pues, a otro sitio conmigo porque lo que ves desde aquí no es más que un extremo, no lo ves entero. Maldícemelo desde allí.» [14] Y le llevó al Campo de los Centinelas, hacia la cumbre del Pisgá. Construyó siete altares y ofreció en holocausto un novillo y un carnero en cada altar.

[15] Balaam dijo a Balaq: «Quédate aquí junto a tus holocaustos, mientras yo salgo al encuentro.» [16] Salió Yahveh al encuentro de Balaam, puso una palabra en su boca y le dijo: «Vuelve donde Balaq y esto le dirás.» [17] Volvió donde él y lo encontró aún de pie junto a sus holocaustos, con los príncipes de Moab. Le dijo Balaq: «¿Qué ha dicho Yahveh?» [18] El entonó su trova diciendo: «Levántate, Balaq, y escucha, préstame oídos, hijo de Sippor. [19] No es Dios un hombre, para mentir, ni hijo de hombre, para volverse atrás. ¿Es que él dice y no hace, habla y no lo mantiene?

[20] He aquí que me ha tocado bendecir; bendeciré y no me retractaré.

[21] No he divisado maldad en Jacob, ni he descubierto infortunio en Israel. Yahveh su Dios está con él, y en él se oye proclamar a un rey. [22] Dios le hace salir de Egipto, como cuernos de búfalo es para él. [23] No hay presagio contra Jacob, ni sortilegio contra Israel. Según se le está diciendo a Jacob y a Israel: «¿Qué hace tu Dios?», [24] he aquí que un pueblo se levanta como leona, se yergue como león: no se acostará hasta devorar la presa y beber la sangre de sus víctimas.» [25] Balaq dijo a Balaam: «Ya que no le maldices, por lo menos no le bendigas.» [26] Respondió Balaam y dijo a Balaq: «¿No te he dicho que hago todo lo que me dice Yahveh?» [27] Dijo Balaq a Balaam: «Ven, por favor, que te lleve a otro sitio, a ver si le place a Dios que me lo maldigas desde allí.» [28] LLevó Balaq a Balaam a la cumbre del Peor, que domina la parte del desierto.

[29] Dijo Balaam a Balaq: «Constrúyeme aquí siete altares y prepárame aquí siete novillos y siete carneros.» [30] Balaq hizo lo que le había dicho Balaam, y ofreció en holocausto un novillo y un carnero en cada altar.

Capítulo 24

[1] Vio Balaam que agradaba a Yahveh bendecir a Israel, y ya no fue como las otras veces al encuentro de los augurios, sino que se volvió cara al desierto. [2] Y al alzar los ojos, vio Balaam a Israel acampado por tribus. Y le invadió el espíritu de Dios. [3] Entonó su trova y dijo: «Oráculo de Balaam, hijo de Beor, oráculo del varón clarividente. [4] Oráculo del que oye los dichos de Dios, del que ve la visión de Sadday del que obtiene respuesta, y se le abren los ojos.

[5] ¡Qué hermosas son tus tiendas, Jacob, y tus moradas, Israel!

[6] Como valles espaciosos, como jardines a la vera del río, como áloes que plantó Yahveh, como cedros a la orilla de las aguas. [7] Sale un héroe de su descendencia, domina sobre pueblos numerosos. Se alza su rey por encima de Agag, se alza su reinado. [8] Dios le hace salir de Egipto, como cuernos de búfalo es para él. Devora el cadáver de sus enemigos y les quebranta los huesos. [9] Se agacha, se acuesta, como león, como leona, ¿quién le hará levantar? ¡Bendito el que te bendiga! ¡Maldito el que te maldiga!» [10] Se enfureció Balaq contra Balaam, palmoteó fuertemente, y dijo a Balaam: «Te he llamado para maldecir a mis enemigos y he aquí que los has llenado de bendiciones ya por tercera vez.

[11] Lárgate ya a tu tierra. Te dije que te colmaría de honores, pero Yahveh te ha privado de ellos.» [12] Respondió Balaam a Balaq: «¿No les dije yo a los mensajeros que me enviaste: [13] «Aunque me diera Balaq su casa llena de plata y oro, no podría salirme de la orden de Yahveh, ni hacer por mi cuenta nada, bueno ni malo; lo que me diga Yahveh, eso es lo que diré?» [14] Ahora, pues, que me marcho a mi pueblo, ven, que te voy a anunciar lo que hará este pueblo al cabo del tiempo.» [15] Entonó su trova y dijo: «Oráculo de Balaam, hijo de Beor, oráculo del varón clarividente. [16] oráculo del que escucha los dichos de Dios, del que conoce la ciencia del Altísimo; del que ve lo que le hace ver Sadday, del que obtiene la respuesta, y se le abren los ojos. [17] Lo veo, aunque no para ahora, lo diviso, pero no de cerca: de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel. Aplasta las sienes de Moab, el cráneo de todos los hijos de Set. [18] Será Edom tierra conquistada, tierra conquistada Seír. Israel despliega su poder, [19] Jacob domina a sus enemigos, aniquila a los fugitivos de Ar.» [20] Vio Balaam a Amalec, entonó su trova y dijo: «Primicias de las naciones, Amalec; pero al cabo perecerá para siempre.» [21] Vio luego a los quenitas, entonó su trova y dijo: «Firme es tu morada, Caín, en la peña está puesto tu nido. [22] Pero el nido es de Beor; ¿hasta cuándo te tendrá cautivo Asur? [23] Entonó luego su trova y dijo: Pueblos del Mar reviven por el Norte, [24] barcos por el lado de Kittim. Oprimen a Asur, oprimen a Héber; también él perecerá para siempre.» [25] Luego se levantó Balaam, y se fue de vuelta a su país. También Balaq se fue por su camino.

Capítulo 25

[1] Israel se estableció en Sittim. Y el pueblo se puso a fornicar con las hijas de Moab. [2] Estas invitaron al pueblo a los sacrificios de sus dioses, y el pueblo comió y se postró ante sus dioses. [3] Israel se adhirió así al Baal de Peor, y se encendió la ira de Yahveh contra Israel. [4] Dijo Yahveh a Moisés: «Toma a todos los jefes del pueblo y empálalos en honor de Yahveh, cara al sol; así cederá el furor de la cólera de Yahveh contra Israel.» [5] Dijo Moisés a los jueces de Israel: «Matad cada uno a los vuestros que se hayan adherido a Baal de Peor.» [6] Sucedió que un hombre, un israelita, vino y presentó ante sus hermanos a la madianita, a los mismos ojos de Moisés y de toda la comunidad de los israelitas, que estaban llorando a la entrada de la Tienda del Encuentro.

[7] Al verlos Pinjás, hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, se levantó de entre la comunidad, lanza en mano, [8] entró tras el hombre a la alcoba y los atravesó a los dos, al israelita y a la mujer, por el bajo vientre. Y se detuvo la plaga que azotaba a los israelitas. [9] Los muertos por la plaga fueron 24.000. [10] Yahveh habló a Moisés y le dijo: [11] «Pinjás, hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, ha aplacado mi furor contra los israelitas, porque él ha sido, de entre vosotros, el que ha sentido celo por mí; por eso no he acabado con los israelitas a impulso de mis celos. [12] Por eso digo: Le concedo a él mi alianza de paz.

[13] Habrá para él y para su descendencia después de él una alianza de sacerdocio perpetuo. En recompensa de haber sentido celo por su Dios, celebrará el rito de expiación sobre los israelitas.» [14] El israelita herido, el que fue herido con la madianita, se llamaba Zimri, hijo de Salú, principal de una casa paterna de Simeón. [15] Y la mujer herida, la madianita, se llamaba Kozbí, hija de Sur. Este era jefe de su clan, de una casa paterna de Madián. [16] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [17] «Atacad a los madianitas y batidlos, [18] porque ellos os han atacado a vosotros engañándoos con sus malas artes, con lo de Peor, y con lo de su hermana Kozbí, hija de un príncipe de Madián, la que fue herida el día de la plaga que hubo por lo de Peor.» [19] Después de la plaga,

Capítulo 26

[1] Yahveh habló a Moisés y a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, y les dijo: [2] «Haced el recuento de toda la comunidad de los israelitas, por casas paternas, de veinte años en adelante, de todos los útiles para la guerra.» [3] Moisés y el sacerdote Eleazar les pasaron revista en las Estepas de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó, [4] como había mandado Yahveh a Moisés y a los israelitas cuando salían de Egipto. De veinte años en adelante: [5] Rubén, primogénito de Israel. Hijos de Rubén: de Henoc, el clan henoquita; de Pallú, el clan paluita; [6] de Jesrón, el clan jesronita; de Karmí, el clan karmita.

[7] Esos eran los clanes rubenitas. Hecho el censo, resultaron ser 43.730. [8] Hijos de Pallú: Eliab. [9] Hijos de Eliab: Nemuel, Datán y Abirón. Estos Datán y Abirón eran famosos en la comunidad y se rebelaron contra Moisés y Aarón con la cuadrilla de Coré, cuando ésta se rebeló contra Yahveh. [10] La tierra abrió su boca y los tragó a ellos y a Coré, cuando el fuego devoró a 250 hombres, para que sirvieran de escarmiento. [11] Pero los hijos de Coré no murieron. [12] Hijos de Simeón, por clanes: De Nemuel, el clan nemuelita; de Yamín, el clan yaminita; de Yakín, el clan yakinita; [13] de Zéraj, el clan zerajita; de Saúl, el clan saulita.

[14] Esos eran los clanes simeonitas. Fueron contados: 22.200. [15] Hijos de Gad, por clanes: De Sefón, el clan sefonita; de Jagguí, el clan jagguita; de Suní, el clan sunita; [16] de Ozní, el clan oznita; de Erí, el clan erita; [17] de Arod, el clan arodita; de Arelí, el clan arelita. [18] Esos eran los clanes de los hijos de Gad. Según el censo fueron contados: 40.500. [19] Hijos de Judá: Er y Onán. Er y Onán murieron en la tierra de Canaán.

[20] Los hijos de Judá, por clanes, eran: de Selá, el clan selanita; de Peres, el clan peresita; de Zéraj, el clan zerajita. [21] Hijos de Peres fueron: de Jesrón, el clan jesronita; de Jamul, el clan jamulita. [22] Esos eran los clanes de Judá. Según el censo fueron contados: 76.500. [23] Hijos de Isacar, por clanes: de Tolá, el clan tolaíta; de Puvá el clan puvita [24] de Yasub, el clan yasubita; de Simrón, el clan simronita. [25] Esos eran los clanes de Isacar. Según el censo fueron contados 64.300.

[26] Hijos de Zabulón, por clanes: de Séred, el clan sardita; de Elón, el clan elonita; de Yajleel, el clan yajleelita. [27] Esos eran los clanes de Zabulón. Según el censo: 60.500. [28] Hijos de José, por clanes: Manasés y Efraím. [29] Hijos de Manasés: de Makir, el clan makirita. Makir engendró a Galaad. De Galaad, el clan galaadita. [30] Los hijos de Galaad eran: de Yézer, el clan Yezerita; de Jéleq, el clan jelequita; [31] Asriel, el clan asrielita; Sekem, el clan sekemita; [32] Semidá, el clan semidaita; Jéfer, el clan jeferita; [33] Selofjad, hijo de Jéfer, no tuvo hijos; solamente hijas. Se llamaban las hijas de Selofjad: Majlá, Noá, Jojlá, Milká y Tirsá.

[34] Esos eran los clanes de Manasés, según el censo: 52.700. [35] Estos eran los hijos de Efraím, por clanes: de Sutélaj, el clan sutelajita; de Béker, el clan békerita; de Taján, el clan tajanita. [36] Estos son los hijos de Sutélaj: de Erán, el clan eranita. [37] Esos eran los clanes de los hijos de Efraím. Según el censo fueron contados: 32.500. Esos eran los hijos de José, por clanes. [38] Hijos de Benjamín, por clanes: de Belá, el clan belaíta; de Asbel, el clan asbelita; de Ajiram, el clan ajiramita; [39] de Sefufam, el clan sefufamita; de Jufam, el clan jufamita.

[40] Fueron los hijos de Belá, Ard y Naamán: el clan ardita; de Naamán, el clan naamanita. [41] Esos eran los hijos de Benjamín, por clanes. Según el censo fueron contados: 45.600. [42] Estos eran los hijos de Dan, por clanes: de Sujam, el clan sujamita. Estos eran los clanes de Dan, por clanes: [43] Todos los clanes sujamitas. Según el censo fueron contados: 64.400. [44] Hijos de Aser, por clanes: de Yimná, el clan yimnita; de Yisví, el clan yisvita; de Beriá, el clan berita. [45] De los hijos de Beriá: de Jéber, el clan jeberita; de Malkiel, el clan malkielita.

[46] La hija de Aser, se llamaba Sáraj. [47] Esos eran los clanes de los hijos de Aser. Según el censo fueron contados: 53.400. [48] Hijos de Neftalí, por clanes: de Yajseel, el clan yajseelita; de Guní, el clan gunita; [49] de Yéser, el clan yisrita; de Sillem, el clan silemita. [50] Esos eran los clanes de Neftalí, por clanes. Según el censo fueron contados: 45.400. [51] Los revistados de los israelitas resultaron ser 601.730.

[52] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [53] «A éstos les has de repartir la tierra en herencia, conforme al número de alistados: [54] al grande le aumentarás la herencia y al pequeño se la reducirás; a cada uno se le dará la herencia según el número de sus alistados. [55] Pero el reparto se hará a suertes; según el número de alistados de cada tribu paterna se hará la distribución. [56] A suertes distribuirás la herencia, distinguiendo entre el grande y el pequeño. [57] Estos fueron los alistados de Leví, por clanes. De Guerson, el clan guersonita; de Quehat, el clan quehatita; de Merarí, el clan merarita.

[58] Estos eran los clanes de Leví: el clan libnita, el clan hebronita, el clan majlita, el clan musita, el clan coreíta. Quehat engendró a Amram. [59] La mujer de Amram se llamaba Yokebed, hija de Leví, que le nació a Leví en Egipto. Amram tuvo de ella a Aarón, a Moisés y a María su hermana. [60] Aarón engendró a Nadab y Abihú, a Eleazar e Itamar. [61] Nadab y Abihú murieron al ofrecer fuego profano delante de Yahveh. [62] El total del censo de todos los varones de un mes en adelante fue 23.000. Porque no fueron alistados con los demás israelitas, pues no se les daba herencia entre los demás israelitas. [63] Estos fueron los revistados por Moisés y el sacerdote Eleazar. Revistaron a los israelitas en las Estepas de Moab, cerca del Jordán a la altura de Jericó.

[64] Entre ellos no quedaba nadie de los que habían sido alistados por Moisés y por el sacerdote Aarón, cuando hicieron el censo de los israelitas en el desierto del Sinaí. [65] Es que Yahveh les había dicho que morirían en el desierto, sin que quedara uno de ellos, excepto Caleb, hijo de Yefunné, y Josué, hijo de Nun.

Capítulo 27

[1] Entonces se acercaron las hijas de Selofjad, hijo de Jéfer, hijo de Galaad, hijo de Makir, hijo de Manasés, de los clanes de Manasés, hijo de José. Se llamaban las hijas: Majlá, Noá, Joglá, Milká y Tirsá. [2] Se presentaron a Moisés y al sacerdote Eleazar, a los principales y a toda la comunidad, a la entrada de la Tienda del Encuentro, y dijeron: [3] «Nuestro padre murió en el desierto. No era de la facción que se amotinó contra Yahveh, de la facción de Coré; por sus propios pecados murió sin tener hijos. [4] ¿Por qué ha de ser borrado de su clan el nombre de nuestro padre, sólo por no haber tenido hijos? Danos alguna propiedad entre los hermanos de nuestro padre.» [5] Moisés expuso su caso ante Yahveh. [6] Respondió Yahveh a Moisés: [7] «Han hablado bien las hijas de Selofjad. Dales, pues, en propiedad una heredad entre los hermanos de su padre; traspásales a ellas la herencia de su padre.

[8] Y dirás a los israelitas: Si un hombre muere y no tiene ningún hijo, traspasará su herencia a su hija. [9] Si tampoco tiene hija, daréis la herencia a sus hermanos. [10] Si tampoco tiene hermanos, daréis la herencia a los hermanos de su padre. [11] Y si su padre no tenía hermanos, daréis la herencia al pariente más próximo de su clan, el cual tomará posesión de ella. Esta será norma de derecho para los israelitas, según lo ordenó Yahveh a Moisés.» [12] Dijo Yahveh a Moisés: «Sube ahí a la sierra de Abarim y mira la tierra que he dado a los israelitas. [13] Cuando la veas, irás a reunirte tú también a los tuyos, como se reunió tu hermano Aarón.

[14] Porque os rebelasteis en el desierto de Sin, cuando protestó la comunidad y cuando os mandé manifestar delante de ella mi santidad, por medio del agua.» Estas son las aguas de Meribá de Cadés, en el desierto de Sin. [15] Habló Moisés a Yahveh y le dijo: [16] «Que Yahveh, Dios de los espíritus de toda carne, ponga un hombre al frente de esta comunidad, [17] uno que salga y entre delante de ellos y que los haga salir y entrar, para que no quede la comunidad de Yahveh como rebaño sin pastor.» [18] Respondió Yahveh a Moisés: «Toma a Josué, hijo de Nun, hombre en quien está el espíritu, impónle tu mano, [19] y colócalo delante del sacerdote Eleazar y delante de toda la comunidad para darle órdenes en presencia de ellos [20] y comunicarle parte de tu dignidad, con el fin de que le obedezca toda la comunidad de los israelitas.

[21] Que se presente al sacerdote Eleazar y que éste consulte acerca de él, según el rito del Urim, delante de Yahveh. A sus órdenes saldrán y a sus órdenes entrarán él y todos los israelitas, toda la comunidad.» [22] Moisés hizo como le había mandado Yahveh: tomó a Josué y lo puso delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la comunidad. [23] Le impuso su mano y le dio sus órdenes, como había dicho Yahveh por Moisés.

Capítulo 28

[1] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [2] «Manda a los israelitas en estos términos: Tendréis cuidado de traer a su tiempo mi ofrenda, mi alimento, manjares míos abrasados de calmante aroma. [3] Les dirás: Este será el manjar abrasado que ofreceréis a Yahveh: «Corderos de un año, sin defecto, dos al día, como holocausto perpetuo. [4] Uno de los corderos lo ofrecerás en holocausto por la mañana, y el otro cordero entre dos luces; [5] y como oblación, una décima de medida de flor de harina, amasada con un cuarto de sextario de aceite virgen. [6] Es el holocausto perpetuo ofrecido antaño en el monte Sinaí como calmante aroma, manjar abrasado para Yahveh.

[7] Y la libación correspondiente: un cuarto de sextario por cada cordero. La libación de bebida fermentada para Yahveh la derramarás en el santuario. [8] El segundo cordero lo ofrecerás entre dos luces: lo ofrecerás con la misma oblación y libación que el de la mañana, como manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh. [9] «El día de sábado, dos corderos de un año, sin tacha, y como oblación dos décimas de flor de harina amasada con aceite, y su correspondiente libación. [10] El holocausto del sábado, con su libación, se añadirá los sábados al holocausto perpetuo. [11] Los primeros de mes ofreceréis un holocausto a Yahveh: dos novillos, un carnero y siete corderos de un año, sin tacha. [12] Como oblación tres décimas de flor de harina amasada con aceite por cada novillo; dos décimas de flor de harina amasada con aceite, como oblación por el carnero; [13] una décima de flor de harina amasada con aceite, por cada cordero. Es un holocausto de calmante aroma, manjar abrasado para Yahveh.

[14] Las libaciones correspondientes serán: medio sextario de vino por novillo, un tercio de sextario por carnero y un cuarto de sextario por cordero. Este será el holocausto mensual, todos los meses del año uno tras otro. [15] Ofrecerás también a Yahveh, como sacrificio por el pecado, un macho cabrío con su libación, además del holocausto perpetuo. [16] «El mes primero, el día catorce del mes, es la Pascua de Yahveh, [17] y el día quince del mismo mes es día de fiesta. Durante siete días comeréis panes ázimos. [18] El día primero habrá reunión sagrada. No haréis ningún trabajo servil. [19] Ofreceréis como manjar abrasado en holocausto a Yahveh: dos novillos, un carnero, siete corderos de un año, sin tacha.

[20] La oblación correspondiente de flor de harina amasada con aceite será de tres décimas por novillo, dos décimas por el carnero, [21] y una décima por cada uno de los siete corderos; [22] y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, para expiar por vosotros. [23] Esto, además del holocausto de la mañana, que ofreceréis como holocausto perpetuo. [24] Así haréis los siete días. Es un alimento, un manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh: se ofrece además del holocausto perpetuo y de su libación. [25] El día séptimo tendréis reunión sagrada; no haréis ningún trabajo servil.

[26] «El día de las primicias, cuando ofrezcáis a Yahveh oblación de frutos nuevos en vuestra fiesta de las Semanas, tendréis reunión sagrada; no haréis ningún trabajo servil. [27] Ofreceréis en holocausto, como calmante aroma para Yahveh, dos novillos, un carnero y siete corderos de un año. [28] La oblación correspondiente será de flor de harina amasada con aceite: tres décimas por novillo, dos décimas por el carnero, [29] y una décima por cada uno de los siete corderos; [30] y un macho cabrío como sacrificio por el pecado para hacer expiación por vosotros. [31] Haréis esto además del holocausto perpetuo, con su oblación y su libaciones.

Capítulo 29

[1] «El mes séptimo, el primero de mes, tendréis reunión sagrada; no haréis ningún trabajo servil. Será para vosotros el día de los Clamores. [2] Ofreceréis un holocausto como calmante aroma para Yahveh: un novillo, un carnero, siete corderos de un año, sin tacha. [3] La oblación correspondiente de flor de harina amasada con aceite, será de tres décimas por el novillo, dos décimas por el carnero [4] y una décima por cada uno de los siete corderos; [5] y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, para hacer la expiación por vosotros. [6] Esto, además del holocausto mensual y de su oblación, del holocausto perpetuo y de su oblación y sus libaciones, según la norma correspondiente, como calmante aroma, manjar abrasado para Yahveh.

[7] «El día décimo del mismo mes séptimo tendréis reunión sagrada; ayunaréis y no haréis ningún trabajo. [8] Ofreceréis en holocausto a Yahveh, como calmante aroma, un novillo, un carnero, siete corderos de un año, que habrán de ser sin defecto; [9] su oblación de flor de harina amasada con aceite, será: tres décimas por el novillo, dos décimas por el carnero, [10] una décima por cada uno de los siete corderos; [11] y un macho cabrío, como sacrificio por el pecado de la fiesta de la Expiación, del holocausto perpetuo, de su oblación y sus libaciones. [12] «El día quince del mes séptimo tendréis reunión sagrada; no haréis ningún trabajo servil y celebraréis fiesta en honor de Yahveh durante siete días.

[13] Ofreceréis en holocausto un manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh: trece novillos, dos carneros, catorce corderos de un año, que serán sin defecto; [14] la oblación correspondiente será de flor de harina amasada con aceite, tres décimas por cada uno de los trece novillos, dos décimas por cada uno de los dos carneros, [15] y una décima por cada uno de los catorce corderos; [16] y un macho cabrío como sacrificio por el pecado; además del holocausto perpetuo, de su oblación y su libación. [17] El día segundo, doce novillos, dos carneros, catorce corderos de un año, sin tacha, [18] con las oblaciones y libaciones correspondientes a los novillos, carneros y corderos, conforme a su número y según la norma; [19] y un macho cabrío, como sacrificio por el pecado; además del holocausto perpetuo, de su oblación y sus libaciones.

[20] El día tercero: once novillos, dos carneros, catorce corderos de un año, sin tacha, [21] con las oblaciones y libaciones correspondientes a los novillos, carneros y corderos, conforme a su número y según la norma; [22] y un macho cabrío como sacrificio por el pecado; además del holocausto perpetuo, de su oblación y su libación. [23] El día cuarto: diez novillos, dos carneros, catorce corderos de un año, sin tacha; [24] las oblaciones y libaciones correspondientes a los novillos, carneros y corderos, conforme a su número y según la norma; [25] y un macho cabrío, como sacrificio por el pecado; además del holocausto perpetuo, de su oblación y su libación.

[26] El día quinto: nueve novillos, dos carneros, catorce corderos de un año, sin tacha; [27] las oblaciones y libaciones correspondientes a los novillos, carneros y corderos, conforme a su número y según la norma; [28] y un macho cabrío, como sacrificio por el pecado; además del holocausto perpetuo, de su oblación y su libación. [29] El día sexto: ocho novillos, dos carneros, catorce corderos de un año, sin tacha; [30] las oblaciones y libaciones correspondientes a los novillos, carneros y corderos, conforme a su número y según la norma; [31] y un macho cabrío, como sacrificio por el pecado; además del holocausto perpetuo, de su oblación y su libación.

[32] El día séptimo: siete novillos, dos carneros, catorce corderos de un año, sin tacha; [33] las oblaciones y libaciones correspondientes a los novillos, carneros y corderos, conforme a su número y según la norma; [34] y un macho cabrío como sacrificio por el pecado; además del holocausto perpetuo y de su oblación y su libación. [35] El día octavo será para vosotros de reunión solemne; no haréis ningún trabajo servil. [36] Ofreceréis un holocausto, como manjar abrasado de calmante aroma para Yahveh: un novillo, un carnero, siete corderos de un año, sin tacha; [37] la oblación y libaciones correspondientes al novillo, al carnero y a los corderos, conforme a su número y según la norma; [38] y un macho cabrío como sacrificio por el pecado; además del holocausto perpetuo, de su oblación y su libación.

[39] Estos son los sacrificios que ofreceréis a Yahveh en vuestras solemnidades, aparte de vuestras ofrendas votivas y espontáneas, holocaustos, oblaciones, libaciones y sacrificios de comunión.»

Capítulo 30

[1] Moisés habló a los israelitas conforme en todo a lo que le había ordenado Yahveh. [2] Habló Moisés a los jefes de tribu de los israelitas y les dijo: «Esto es lo que ha ordenado Yahveh: [3] Si un hombre hace un voto a Yahveh, o se compromete a algo con juramento, no violará su palabra: cumplirá todo lo que ha salido de su boca. [4] Y si una mujer hace un voto a Yahveh, o adquiere un compromiso, en su juventud, cuando está en casa de su padre, [5] si su padre se entera de su voto o del compromiso que ha contraído, y no le dice nada su padre, serán firmes todos sus votos, y todos los compromisos que ha contraído serán firmes. [6] Pero si su padre, el mismo día en que se entera de cualquiera de sus votos o de los compromisos que ha contraído, lo desaprueba, no serán firmes. Yahveh no se lo tendrá en cuenta, pues su padre lo ha desaprobado.

[7] Y si se casa cuando todavía está ligada por sus votos o por un compromiso que inconsideradamente contrajeron sus labios, [8] si su marido se entera, y el mismo día en que se entera no lo desaprueba, serán firmes sus votos, y los compromisos que adquirió serán válidos. [9] Pero si el día en que se entera su marido, lo desaprueba, anula el voto que la obligaba y el compromiso que inconsideradamente contrajeron sus labios. Yahveh no se lo tendrá en cuenta. [10] El voto de una mujer viuda o repudiada, y todos los compromisos contraídos por ella, serán firmes. [11] Si una mujer ha hecho votos en casa de su marido, o se ha comprometido con juramento, [12] y se entera su marido y no le dice nada, no lo desaprueba, serán firmes todos sus votos, y todo compromiso que haya adquirido será firme.

[13] Pero si su marido se los anula el mismo día en que se entera, no será firme nada de lo que ha salido de sus labios, sea voto o compromiso. Yahveh no se lo tendrá en cuenta, porque su marido se los anuló. [14] Cualquier voto o compromiso jurado que grava a la mujer, puede ratificarlo o anularlo el marido. [15] Si no le dice nada su marido para el día siguiente, es que confirma cualquier voto o compromiso que tenga; los confirma por no haberle dicho nada el día que se enteró. [16] Pero si los anula más tarde, cargará él con la falta de ella.» [17] Estos son los preceptos que Yahveh dio a Moisés acerca de las relaciones entre marido y mujer, y entre el padre y la hija que, durante su juventud, vive todavía en casa de su padre.

Capítulo 31

[1] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [2] «Haz que los israelitas tomen venganza de los madianitas. Luego irás a reunirte con tu parentela.» [3] Moisés habló al pueblo y le dijo: «Que se armen algunos de vosotros para la guerra de Yahveh contra Madián, para tomar de Madián la venganza de Yahveh. [4] Pondréis sobre las armas mil de cada tribu, de todas las tribus de Israel.» [5] Los millares de Israel suministraron, a razón de mil por cada tribu, 12.000 hombres armados para la guerra. [6] Moisés envió al combate mil por cada tribu, y con ellos a Pinjás, hijo del sacerdote Eleazar, que llevaba en su mano los objetos sagrados y las trompetas del clamoreo.

[7] Atacaron a Madián como había mandado Yahveh a Moisés y mataron a todos los varones. [8] Mataron también a los reyes de Madián: Eví, Réquem, Sur, Jur y Rebá, cinco reyes madianitas; y a Balaam, hijo de Beor, lo mataron a filo de espada. [9] Los israelitas hicieron cautivas a las mujeres de Madián y a sus niños y saquearon su ganado, sus rebaños, y todos sus bienes. [10] Dieron fuego a todas las ciudades en que habitaban y a todos sus campamentos. [11] Reunieron todo el botín que habían capturado, hombres y bestias, [12] y llevaron los cautivos, la presa y el botín ante Moisés, ante el sacerdote Eleazar y ante toda la comunidad de los israelitas, al campamento, en las Estepas de Moab, que están cerca del Jordán, a la altura de Jericó.

[13] Moisés, el sacerdote Eleazar y todos los principales de la comunidad salieron a su encuentro hasta fuera del campamento. [14] Moisés se encolerizó contra los jefes de las tropas, jefes de millar y jefes de cien, que volvían de la expedición guerrera. [15] Les dijo Moisés: «¿Pero habéis dejado con vida a todas las mujeres? [16] Precisamente ellas fueron las que indujeron a prevaricar contra Yahveh a los israelitas, siguiendo el consejo de Balaam, cuando lo de Peor; por eso azotó la plaga a la comunidad de Yahveh. [17] Matad, pues, a todos los niños varones. Y a toda mujer que haya conocido varón, que haya dormido con varón, matadla también. [18] Pero dejad con vida para vosotros a todas las muchachas que no hayan dormido con varón.

[19] Y vosotros, todos los que hayáis matado a alguno y todos los que hayáis tocado a algún muerto, acampad fuera del campamento siete días. Purificaos vosotros y vuestros cautivos, el día tercero y el día séptimo. [20] Purificad también todos los vestidos, todos los objetos de cuero, todo tejido de pelo de cabra y todo objeto de madera.» [21] Dijo el sacerdote Eleazar a los hombres de la tropa que habían ido a la guerra: «Este es el precepto de la Ley que ordenó Yahveh a Moisés. [22] El oro, la plata, el bronce, el hierro, el estaño y el plomo, [23] todo lo que puede pasar por el fuego, lo pasaréis por el fuego y quedará puro. Pero será purificado con las aguas lustrales. Pero todo lo que no pueda pasar por el fuego lo pasaréis por las aguas.» [24] Lavaréis vuestros vestidos el día séptimo y quedaréis puros. Luego podréis entrar en el campamento.

[25] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [26] «Sacad la cuenta, tú, el sacerdote Eleazar y los principales de las familias de la comunidad, del botín y de los cautivos, hombres y bestias. [27] Luego repartirás el botín, la mitad para los combatientes que fueron a la guerra y la otra mitad para toda la comunidad. [28] Reservarás para Yahveh, de la parte de los combatientes que fueron a la guerra, uno por cada quinientos, sean hombres, bueyes, asnos u ovejas. [29] Lo tomarás de la mitad que les corresponde y se lo darás al sacerdote Eleazar, como reserva para Yahveh. [30] Y de la mitad de los israelitas, uno por cada cincuenta, sean hombres, bueyes, asnos u ovejas, cualquier clase de bestias, y se lo darás a los levitas, que están encargados del ministerio de la Morada de Yahveh.

[31] Moisés y el sacerdote Eleazar hicieron como había mandado Yahveh a Moisés. [32] Fue el botín, el remanente de lo que la gente de guerra había saqueado: 675.000 cabezas de ganado lanar, [33] 72.000 de vacuno [34] y 61.000 de ganado asnal. [35] En cuanto a las personas, las mujeres que no habían dormido con varón eran, en total, 32.000. [36] La mitad correspondiente a los que fueron al combate: 337.500 cabezas de ganado lanar, [37] siendo la parte de Yahveh de ganado lanar, 675 cabezas; [38] 36.000 de vacuno, siendo la parte de Yahveh 72, [39] 30.500 de asnal, siendo la parte de Yahveh 61.

[40] Las personas eran 16.000, correspondiendo a Yahveh, 32. [41] Moisés dio al sacerdote Eleazar la reserva de Yahveh, como había ordenado Yahveh a Moisés. [42] La mitad perteneciente a los israelitas, que había separado Moisés de la de los combatientes, [43] esta mitad correspondiente a la comunidad era de 337.500 cabezas de ganado lanar; [44] 36.000 de vacuno; [45] 30.500 de asnal, [46] y 16.000 personas.

[47] Tomó Moisés de la mitad de los israelitas, a razón de uno por cincuenta, hombres y bestias, y se los dio a los levitas, que se encargan del ministerio de la Morada de Yahveh, como había ordenado Yahveh a Moisés. [48] Se presentaron ante Moisés los jefes de las tropas de Israel que habían ido a la guerra, jefes de millar y jefes de cien, [49] y dijeron a Moisés: «Tus siervos han sacado la cuenta de los combatientes que tenían a sus órdenes, y no falta ni uno. [50] Por eso traemos de ofrenda a Yahveh lo que cada uno de nosotros ha encontrado en objetos de oro, brazaletes, ajorcas, anillos, arracadas y collares, para hacer expiación por nosotros delante de Yahveh.» [51] Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron de ellos el oro y las joyas. [52] El total del oro de la reserva que reservaron para Yahveh, de parte de los jefes de millar y de cien, fue 16.750 siclos.

[53] Los combatientes habían tomado cada uno su botín. [54] Pero Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron el oro de los jefes de millar y de cien y lo llevaron a la Tienda del Encuentro, para que sirviera ante Yahveh de memorial en favor de los israelitas.

Capítulo 32

[1] Los hijos de Rubén y los hijos de Gad tenían muchos rebaños, muy grandes. Vieron que el país de Yazer y el país de Galaad eran tierra propia para el pastoreo, [2] y los hijos de Gad y los hijos de Rubén fueron y dijeron a Moisés, al sacerdote Eleazar y a los principales de la comunidad: [3] «Atarot, Dibón, Yazer, Nimrá, Jesbón, Elalé, Sebam, Nebo, y Meón, [4] el país que Yahveh conquistó delante de la comunidad de Israel es tierra de ganado, y tus siervos tienen ganado.» [5] Y añadieron: «Si hemos hallado gracia a tus ojos, que se nos dé esta tierra a tus siervos en propiedad; no nos hagas pasar el Jordán.» [6] Respondió Moisés a los hijos de Gad y a los hijos de Rubén: «¿Es que vuestros hermanos van a ir al combate y vosotros os vais a quedar aquí? [7] ¿Por qué os oponéis a que los israelitas pasen a la tierra que les ha dado Yahveh? [8] Así hicieron ya vuestros padres, cuando los mandé de Cadés Barnea a ver la tierra: [9] subieron al valle de Eskol, vieron la tierra e impidieron que los israelitas entrasen en la tierra que les había dado Yahveh.

[10] Por eso se encendió la ira de Yahveh aquel día y juró diciendo: [11] «Nunca verán los hombres que salieron de Egipto, de veinte años para arriba, la tierra que prometí con juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob..., porque no me han sido fieles, [12] excepto Caleb, hijo de Yefunné el quenizeo, y Josué, hijo de Nun, que fueron fieles a Yahveh.» [13] Se encendió la ira de Yahveh contra Israel y los hizo andar errantes por el desierto durante cuarenta años, hasta que se acabó toda aquella generación que había obrado mal a los ojos de Yahveh. [14] ¡Y ahora vosotros os alzáis a imitación de vuestros padres, como retoño de hombres pecadores, para atizar más el fuego de la ira de Yahveh contra Israel! [15] Si os apartáis de él, volverá a retenernos en el desierto, y acarrearéis el desastre a todo este pueblo.» [16] Entonces se acercaron a Moisés y le dijeron: «Podemos construir aquí rediles para nuestras ovejas y ciudades para nuestros niños.

[17] Pero nosotros tomaremos las armas a la cabeza de los israelitas, hasta que los introduzcamos en sus lugares, mientras que nuestros hijos de quedarán en las plazas fuertes, al abrigo de los habitantes del país. [18] No volveremos a nuestras casas hasta que los israelitas se posesionen cada uno de su herencia. [19] Que nosotros no tendremos herencia con ellos al otro lado del Jordán, pues nuestra herencia nos ha tocado del lado oriental del Jordán.» [20] Moisés les dijo: «Si hacéis lo que habéis dicho, si os armáis para combatir delante de Yahveh, [21] y todos vuestros combatientes pasan el Jordán delante de Yahveh, hasta que arroje a sus enemigos ante vosotros, [22] y la tierra es ocupada delante de Yahveh, podéis volver después y quedaréis exentos de culpa ante Yahveh y ante Israel. Esta tierra os pertenecerá en propiedad delante de Yahveh.

[23] Pero si no lo hacéis así, habréis pecado contra Yahveh, y sabed que vuestro pecado os saldrá al encuentro. [24] Construíos ciudades para vuestros niños, y rediles para vuestros rebaños; pero haced lo que habéis prometido.» [25] Dijeron los hijos de Gad y los hijos de Rubén a Moisés: «Tus siervos harán como mi Señor manda. [26] Nuestros hijos, nuestras mujeres, nuestros rebaños y todo nuestro ganado, se quedarán aquí en las ciudades de Galaad. [27] Pero tus siervos, todos los que llevan armas, pasarán delante de Yahveh, para ir a la guerra, como dice mi Señor.» [28] Moisés dio orden al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los jefes de las casas paternas de las tribus de los israelitas, [29] y les dijo Moisés: «Si los hijos de Gad y los hijos de Rubén, todos los que llevan armas, pasan con vosotros el Jordán, para combatir delante de Yahveh, y la tierra queda dominada por vosotros, les daréis el país de Galaad en propiedad.

[30] Pero si los que llevan armas no pasan con vosotros, tendrán su herencia entre vosotros en el país de Canaán.» [31] Respondieron los hijos de Gad y los hijos de Rubén: «Lo que ha hablado Yahveh a tus siervos, eso haremos. [32] Nosotros pasaremos armados delante de Yahveh al país de Canaán; pero danos la propiedad de nuestra herencia a este lado del Jordán.» [33] Moisés dio a los hijos de Gad, a los hijos de Rubén y a la media tribu de Manasés, hijo de José, el reino de Sijón, rey de los amorreos, y el reino de Og, rey de Basán; el país con las ciudades comprendidas en sus fronteras y las ciudades colindantes. [34] Los hijos de Rubén construyeron las plazas fuertes de Dibón, Atarot y Aroer, [35] Atrot Sofán, Yazer, Yogbohá, [36] Bet Nimrá, Bet Harán, y rediles para los rebaños.

[37] Los hijos de Rubén construyeron Jesbón, Elalé, Quiryatáyim, [38] Nebo, Baal Meón, cambiadas de nombre, y Sibmá. Y pusieron nombres a las ciudades que construyeron. [39] Los hijos de Makir, hijo de Manasés, fueron a Galaad, la conquistaron y expulsaron a los amorreos que habitaban allí. [40] Moisés dio Galaad a Makir, hijo de Manasés, que se estableció allí. [41] Yaír, hijo de Manasés, fue y se apoderó de los aduares de ellos y los llamó Aduares de Yaír. [42] Nóbaj fue y se apoderó de Quenat y de sus filiales, y le puso su propio nombre Nóbaj.

Capítulo 33

[1] Estas son las etapas de los israelitas, que salieron de Egipto por cuerpos de ejército, a las órdenes de Moisés y Aarón. [2] Moisés, por orden de Yahveh, escribió los puntos de donde partían, etapa por etapa. Estas fueron sus etapas, con indicación de los puntos de partida. [3] Partieron de Ramsés el mes primero. El día quince del mes primero, al día siguiente de la Pascua, salieron los israelitas, la mano en alto, en presencia de todos los egipcios. [4] Los egipcios estaban enterrando a los suyos que habían sido heridos por Yahveh, a todos los primogénitos; Yahveh había hecho justicia de sus dioses. [5] Partieron los israelitas de Ramsés y acamparon en Sukkot. [6] Partieron de Sukkot y acamparon en Etam, que está en el extremo del desierto.

[7] Partieron de Etam y se detuvieron en Pi Hajirot, que está frente a Baal Sefón y acamparon delante de Migdol. [8] Partieron de Pi Hajirot y pasaron por medio del mar hasta el desierto. Anduvieron tres días de camino por el desierto de Etam y acamparon en Mará. [9] Partieron de Mará y llegaron a Elim. En Elim había doce fuentes de agua y setenta palmeras; allí acamparon. [10] Partieron de Elim y acamparon cerca del mar de Suf. [11] Partieron del mar de Suf y acamparon en el desierto de Sin. [12] Partieron del desierto de Sin y acamparon en Dofcá.

[13] Partieron de Dofcá y acamparon en Alús. [14] Partieron de Alús y acamparon en Refidim, pero no había allí agua para que bebiera la gente. [15] Partieron de Refidim y acamparon en el desierto del Sinaí. [16] Partieron del desierto del Sinaí y acamparon en Quibrot Hattaavá. [17] Partieron de Quibrot Hattaavá y acamparon en Jaserot. [18] Partieron de Jaserot y acamparon en Ritmá.

[19] Partieron de Ritmá y acamparon en Rimmón Peres. [20] Partieron de Rimmón Peres y acamparon en Libná. [21] Partieron de Libná y acamparon en Rissá. [22] Partieron de Rissá y acamparon en Quehelatá. [23] Partieron de Quehelatá y acamparon en el monte Séfer. [24] Partieron del monte Séfer y acamparon en Jaradá.

[25] Partieron de Jaradá y acamparon en Maqhelot. [26] Partieron de Maqhelot y acamparon en Tájat. [27] Partieron de Tájat y acamparon en Táraj. [28] Partieron de Táraj y acamparon en Mitcá. [29] Partieron de Mitcá y acamparon en Jasmoná. [30] Partieron de Jasmona y acamparon en Moserot.

[31] Partieron de Moserot y acamparon en Bené Yaacán. [32] Partieron de Bené Yaacán y acamparon en Jor Haguidgad. [33] Partieron de Jor Haguidgad y acamparon en Yotbatá. [34] Partieron de Yotbatá y acamparon en Abroná. [35] Partieron de Abroná y acamparon en Esyón Guéber. [36] Partieron de Esyón Guéber y acamparon en el desierto de Sin, es decir, en Cadés.

[37] Partieron de Cadés y acamparon en Hor de la Montaña, en la frontera del país de Edom. [38] El sacerdote Aarón subió a Hor de la Montaña, según la orden de Yahveh, y murió allí, el año cuarenta de la salida de los israelitas de Egipto, el mes quinto, el primero del mes. [39] Tenía Aarón 123 años cuando murió en Hor de la Montaña. [40] El rey cananeo de Arad, que habitaba en el Négueb, en el país de Canaán, se enteró de que llegaban los israelitas. [41] Partieron de Hor de la Montaña y acamparon en Salmoná. [42] Partieron de Salmoná y acamparon en Punón.

[43] Partieron de Punón y acamparon en Obot. [44] Partieron de Obot y acamparon en Iyyé Haabarim, en la frontera de Moab. [45] Partieron de Iyyim, y acamparon en Dibón Gad. [46] Partieron de Dibón Gad y acamparon en Almón Diblatáyim. [47] Partieron de Almón Diblatáyim, y acamparon en los montes de Abarim, frente al Nebó. [48] partieron de los montes de Abarim y acamparon en las Estepas de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó.

[49] Acamparon cerca del Jordán entre Bet Hayesimot y Abel Hassittim en las Estepas de Moab. [50] Yahveh habló a Moisés en las Estepas de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó, y le dijo: [51] «Habla a los israelitas y diles: Cuando paséis el Jordán hacia el país de Canaán, [52] arrojaréis delante de vosotros a todos los habitantes del país. Destruiréis todas sus imágenes pintadas, destruiréis sus estatuas de fundición, saquearéis todos sus altos. [53] Os apoderaréis de la tierra y habitaréis en ella, pues os doy a vosotros todo el país en propiedad. [54] Repartiréis la tierra a suertes entre vuestros clanes. Al grande le aumentaréis la herencia y al pequeño se la reduciréis. Donde le caiga a cada uno la suerte, allí será su propiedad. Haréis el reparto por tribus paternas.

[55] Pero si no expulsáis delante de vosotros a los habitantes del país, los que dejéis se os convertirán en espinas de vuestros ojos y en aguijones de vuestros costados y os oprimirán en el país en que vais a habitar. [56] Y yo os trataré a vosotros en la forma en que había pensado tratarles a ellos.»

Capítulo 34

[1] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [2] «Da esta orden a los israelitas: Cuando entréis en el país de Canaán, éste será el territorio que os caerá en herencia: el país de Canaán con todas sus fronteras. [3] Por el sur, os pertenecerá desde el desierto de Sin, siguiendo el límite de Edom. Vuestra frontera meridional empezará por el oriente en la extremidad del mar de la Sal. [4] Torcerá vuestra frontera por el sur hacia la subida de los Escorpiones, pasará por Sin y terminará por el sur en Cadés Barnea. Luego irá hacia Jasar Addar y pasará por Asmón. [5] Torcerá la frontera de Asmón hacia el Torrente de Egipto y acabará en el Mar. [6] Vuestra frontera occidental será el mar Grande. Esta frontera será vuestro límite al oeste.

[7] Vuestra frontera por el norte será la siguiente: Desde el mar Grande trazaréis el límite hasta Hor de la Montaña. [8] De Hor de la Montaña, trazaréis el límite hasta la Entrada de Jamat, y vendrá a salir la frontera a Sedad. [9] Seguirá luego la frontera hacia Zifrón y terminará en Jasar Enán. Esa será vuestra frontera septentrional. [10] Luego trazaréis vuestra frontera oriental desde Jasar Enán hasta Sefam. [11] La frontera bajará de Sefam hacia Arbel, al oriente de Ayín. Seguirá bajando la frontera, y, tocando la orilla del mar de Kinnéret por el oriente, [12] bajará al Jordán y vendrá a dar en el mar de la Sal. Esa será vuestra tierra con las fronteras que la circunscriben.» [13] Moisés dio esta orden a los israelitas: «Este es el país que habéis de repartir a suertes, el que Yahveh mandó dar a las nueve tribus y a la mitad de la otra, [14] pues la tribu de los hijos de Rubén con sus distintas casas paternas y la tribu de los hijos de Gad con sus distintas casas paternas, han recibido ya su herencia; y la media tribu de Manasés ha recibido también su herencia.

[15] Las dos tribus y la otra media tribu han recibido ya su herencia más allá del Jordán, a oriente de Jericó, hacia la salida del sol.» [16] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [17] «Estos son los nombres de los que os han de repartir la tierra: el sacerdote Eleazar y Josué, hijo de Nun. [18] Elegiréis también un principal de cada tribu, para que repartan la tierra. [19] Estos son sus nombres: por la tribu de Judá, Caleb, hijo de Yefunné; [20] por la tribu de los hijos de Simeón, Semuel, hijo de Ammihud; [21] por la tribu de Benjamín, Elidad, hijo de Kislón; [22] por la tribu de los hijos de Dan, el principal Buquí, hijo de Yoglí; [23] por los hijos de José: por la tribu de los hijos de Manasés, el principal Janniel, hijo de Efod; [24] y por la tribu de los hijos de Efraím, el principal Quemuel, hijo de Siftán; [25] por la tribu de los hijos de Zabulón, el principal Elisafán, hijo de Parnak; [26] por la tribu de los hijos de Isacar, el principal Paltiel, hijo de Azzán; [27] por la tribu de los hijos de Aser, el principal Ajihud, hijo de Selomí; [28] por la tribu de los hijos de Neftalí, el principal Pedahel, hijo de Ammihud.» [29] A éstos mandó Yahveh repartir la herencia a los israelitas en el país de Canaán.

Capítulo 35

[1] Habló Yahveh a Moisés en las Estepas de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó, y le dijo: [2] «Manda a los israelitas que cedan a los levitas, de la herencia que les pertenece, ciudades en las que puedan habitar y pastos de alrededor de las ciudades. Se las daréis a los levitas. [3] Esas ciudades serán su morada, y sus pastos serán para sus bestias, su ganado y todos sus animales. [4] Los pastos de las ciudades que cedáis a los levitas comprenderán mil codos alrededor de la ciudad, a contar desde las murallas. [5] Mediréis, fuera de la ciudad, 2000 codos a oriente, 2000 codos a mediodía, 2000 codos a occidente y 2000 codos al norte, teniendo la ciudad como centro. Estos serán los pastos de las ciudades. [6] Las ciudades que daréis a los levitas serán las seis de asilo, que cederéis para que se pueda refugiar en ellas el homicida, y además les daréis otras 42 ciudades.

[7] El total de ciudades que daréis a los levitas será 48 ciudades, todas ellas con sus pastos. [8] Estas ciudades que cederéis de la propiedad de los israelitas, las tomaréis en mayor número del grande y en menor del pequeño; cada uno cederá ciudades a los levitas en proporción a la herencia que le haya tocado.» [9] Habló Yahveh a Moisés y le dijo: [10] «Habla a los israelitas y diles: Cuando paséis el Jordán hacia la tierra de Canaán, [11] encontraréis ciudades de las que haréis ciudades de asilo: en ellas se refugiará el homicida, el que ha herido a un hombre por inadvertencia. [12] Esas ciudades os servirán de asilo contra el vengador; no debe morir el homicida hasta que comparezca ante la comunidad para ser juzgado.

[13] De las ciudades que les cedáis, seis ciudades serán de asilo: [14] tres ciudades les cederéis al otro lado del Jordán y tres ciudades en el país de Canaán; serán ciudades de asilo. [15] Las seis ciudades serán de asilo tanto para los israelitas como para el forastero y para el huésped que viven en medio de vosotros, para que se pueda refugiar en ellas todo aquel que haya matado a un hombre por inadvertencia. [16] Pero si le ha herido con un instrumento de hierro, y muere, es un homicida. El homicida debe morir. [17] Si le hiere con una piedra como para causar la muerte con ella, y muere, es homicida. El homicida debe morir. [18] Si le hiere con un instrumento de madera como para matarle, y muere, es un homicida. El homicida debe morir.

[19] El mismo vengador de la sangre dará muerte al homicida: en cuanto le encuentre, lo matará. [20] Si el homicida lo ha matado por odio, o le ha lanzado algo con intención, y muere, [21] o si por enemistad le ha golpeado con las manos, y muere, el que le ha herido tiene que morir: es un homicida. El vengador de la sangre dará muerte al homicida en cuanto le encuentre. [22] Pero si lo derribó de casualidad y sin enemistad, o le lanzó cualquier objeto sin ninguna mala intención, [23] o le tiró, sin verle, una piedra capaz de matarle, y le causó la muerte, sin que fuera su enemigo ni buscara su daño, [24] la comunidad juzgará entre el homicida y el vengador de la sangre según estas normas, [25] y salvará la comunidad al homicida de la mano del vengador de la sangre. Le hará volver la comunidad a la ciudad de asilo en la que se refugió y en ella vivirá hasta que muera el Sumo Sacerdote ungido con el óleo santo.

[26] Pero si sale el homicida de los límites de la ciudad de asilo en que se ha refugiado, [27] y le encuentra el vengador de la sangre fuera del término de su ciudad de asilo, el vengador de la sangre podrá matar al homicida, sin ser responsable de su sangre, [28] porque aquél debía permanecer en la ciudad de asilo hasta la muerte del Sumo Sacerdote. Cuando muera el Sumo Sacerdote, el homicida podrá volver a la tierra de su propiedad. [29] Esto será norma de derecho para vosotros y para vuestros descendientes, dondequiera que habitéis. [30] En cualquier caso de homicidio, se matará al homicida según la declaración de los testigos; pero un solo testigo no bastará para condenar a muerte a un hombre. [31] No aceptaréis rescate por la vida de un homicida reo de muerte, pues debe morir.

[32] Tampoco aceptaréis rescate por el que se ha refugiado en la ciudad de asilo y quiere volver a habitar en su tierra antes que muera el Sumo Sacerdote. [33] No profanaréis la tierra en que estáis, porque aquella sangre profana la tierra, y la tierra no queda expiada de la sangre derramada más que con la sangre del que la derramó. [34] No harás impura la tierra en que habitáis, porque yo habito en medio de ella, pues yo, Yahveh, tengo mi morada entre los israelitas.

Capítulo 36

[1] Los jefes de familia del clan de los hijos de Galaad, hijo de Makir, hijo de Manasés, uno de los clanes de los hijos de José, se presentaron y dijeron delante de Moisés y de los principales jefes de las casas paternas de los israelitas: [2] «Yahveh mandó a mi Señor que diera la tierra en herencia, por suertes, a los israelitas, y mi Señor recibió orden de Yahveh de dar la herencia de Selofjad, nuestro hermano, a sus hijas. [3] Si resulta que se casan con alguno de otra tribu israelita, será arrancada su parte de la herencia de nuestras familias. Aumentará entonces la herencia de la tribu a la que vayan a pertenecer, y se reducirá la herencia que nos tocó en suerte. [4] Y cuando llegue el jubileo para los israelitas, se añadirá la herencia de ellas a la herencia de la tribu a la que vayan a pertenecer y se restará su herencia de la herencia de la tribu de nuestros padres.» [5] Moisés, según la orden de Yahveh, mandó lo siguiente a los israelitas: «Dice bien la tribu de los hijos de José. [6] Esto es lo que Yahveh ordenó acerca de las hijas de Selofjad: Tomarán por esposos a los que bien les parezca, con tal que se casen dentro de los clanes de la tribu de su padre.

[7] La herencia de los israelitas no podrá pasar de una tribu a otra, sino que los israelitas estarán vinculados cada uno a la herencia de la tribu de sus padres. [8] Y toda hija que posea una herencia en una de las tribus de los israelitas se casará con uno de un clan de la tribu de su padre para que cada uno de los israelitas posea la herencia de sus padres. [9] No podrá pasar una herencia de una tribu a otra. Cada una de las tribus de los israelitas quedará vinculada a su heredad.» [10] Tal como había mandado Yahveh a Moisés, así hicieron las hijas de Selofjad. [11] Majlá, Tirsá, Joglá, Milká y Noá, las hijas de Selofjad, se casaron con los hijos de sus tíos paternos. [12] Tomaron marido de los clanes de los hijos de Manasés, hijo de José, y así su herencia fue para la tribu del clan de su padre.

[13] Estas son las órdenes y normas que dio Yahveh, por medio de Moisés, a los israelitas, en las Estepas de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó.

DEUTERONOMIO

Capítulo 1

[1] Estas son las palabras que dijo Moisés a todo Israel al otro lado del Jordán en el desierto, en la Arabá, frente a Suf, entre Parán y Tófel, Labán, Jaserot y Di Zahab. — [2] Once son las jornadas desde el Horeb, por el camino del monte Seír, hasta Cadés Barnea —. [3] El año cuarenta, el día uno del undécimo mes, habló Moisés a los israelitas exponiendo todo cuanto Yahveh le había mandado respecto a ellos. [4] Después de batir a Sijón, rey de los amorreos, que moraba en Jesbón, y a Og, rey de Basán, que moraba en Astarot y en Edreí, [5] al otro lado del Jordán, en el país de Moab, decidió Moisés promulgar esta Ley. Dijo: [6] Yahveh, nuestro Dios, nos habló así en el Horeb: «Ya habéis estado bastante tiempo en esta montaña.

[7] ¡En marcha!, partid y entrad en la montaña de los amorreos, y donde todos sus vecinos de la Arabá, la Montaña, la Tierra Baja, el Négueb y la costa del mar; en la tierra de Canaán y el Líbano, hasta el río grande, el río Eufrates. [8] Mirad: Yo he puesto esa tierra ante vosotros; id a tomar posesión de la tierra que Yahveh juró dar a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, y a su descendencia después de ellos.» [9] Yo os hablé entonces y os dije: «No puedo cargar con todos vosotros yo solo. [10] Yahveh, vuestro Dios, os ha multiplicado y sois ahora tan numerosos como las estrellas del cielo. [11] Yahveh, el Dios de vuestros padres, os aumente mil veces más todavía y os bendiga como os ha prometido. [12] Pero ¿cómo voy a poder yo solo llevar vuestro peso, vuestra carga y vuestros litigios? [13] Escoged entre vosotros hombres sabios, perspicaces y experimentados, de cada una de vuestras tribus, y yo los pondré a vuestra cabeza.» [14] Me respondisteis: «Está bien lo que propones hacer.» [15] Yo tomé, entre los jefes de vuestras tribus, hombres sabios y experimentados, y los hice jefes vuestros: jefes de millar, de cien, de cincuenta y de diez, así como escribas para vuestras tribus.

[16] Y di entonces esta orden a vuestros jueces: «Escucharéis lo que haya entre vuestros hermanos y administraréis justicia entre un hombre y su hermano o un forastero. [17] No haréis en juicio acepción de personas, escucharéis al pequeño lo mismo que al grande, no tendréis miedo al hombre, pues la sentencia es de Dios. El asunto que os resulte demasiado difícil, me lo remitiréis a mí, y yo lo oiré.» [18] Yo os prescribí entonces todo lo que tenías que hacer. [19] Partimos del Horeb y fuimos por ese enorme y temible desierto que habéis visto, camino de la montaña de los amorreos, como Yahveh nuestro Dios nos había mandado, y llegamos a Cadés Barnea. [20] Yo os dije: «Ya habéis llegado a la montaña de los amorreos que Yahveh nuestro Dios nos da. [21] Mira: Yahveh tu Dios ha puesto ante ti este país. Sube a tomar posesión de él como te ha dicho Yahveh el Dios de tus padres; no tengas miedo ni te asustes».

[22] Pero todos vosotros os acercasteis a decirme: «Enviemos delante de nosotros hombres para que exploren el país y nos den noticias sobre el camino por donde hemos de subir y sobre las ciudades en que podemos entrar.» [23] Me pareció bien la propuesta y tomé de entre vosotros doce hombres, uno por tribu. [24] Partieron y subieron a la montaña; llegaron hasta el valle de Eskol y lo exploraron. [25] Tomaron en su mano frutos del país, nos los trajeron, y nos informaron: «Buena tierra es la que Yahveh nuestro Dios nos da.» [26] Pero vosotros os nesgasteis a subir; os rebelasteis contra la orden de Yahveh vuestro Dios, [27] y os pusisteis a murmurar en vuestras tiendas: «Por el odio que nos tiene nos ha sacado Yahveh de Egipto, para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos.

[28] ¿Adónde vamos a subir? Nuestros hermanos nos han descorazonado al decir: Es un pueblo más grande y corpulento que nosotros, las ciudades son grandes y sus murallas llegan hasta el cielo. Y hasta anaquitas hemos visto allí.» [29] Yo os dije: «No os asustéis, no tengáis miedo de ellos. [30] Yahveh vuestro Dios, que marcha a vuestro frente, combatirá por vosotros, como visteis que lo hizo en Egipto, [31] y en el desierto, donde has visto que Yahveh tu Dios te llevaba como un hombre lleva a su hijo, a todo lo largo del camino que habéis recorrido hasta llegar a este lugar.» [32] Pero ni aun así confiasteis en Yahveh vuestro Dios, [33] que era el que os precedía en el camino y os buscaba lugar donde acampar, con el fuego durante la noche para alumbrar el camino que debíais seguir, y con la nube durante el día.

[34] Yahveh oyó encolerizado vuestras palabras y juró así: [35] «Ni un solo hombre de esta generación perversa verá la tierra buena que yo juré dar a vuestros padres, [36] excepto Caleb, hijo de Yefunné: él la verá, y yo le daré a él y a sus hijos la tierra que ha pisado, porque siguió cabalmente a Yahveh.» [37] Por culpa vuestra Yahveh se irritó también contra mí y me dijo: «Tampoco tú entrarás allí. [38] Será tu ayudante Josué, hijo de Nun, el que entrará. Fortalécele, ya que él dará a Israel posesión de la tierra. [39] Pero vuestros pequeños, de los que dijisteis que iban a servir de botín, vuestros hijos que no conocen todavía el bien y el mal, sí entrarán allá, a ellos se la daré yo, y ellos la poseerán.

[40] Y vosotros ahora, volveos y partid hacia el desierto por el camino del mar de Suf.» [41] Vosotros me respondisteis: «Hemos pecado contra Yahveh nuestro Dios. Subiremos y combatiremos como Yahveh nuestro Dios nos ha mandado.» Ceñísteis cada uno vuestras armas y creísteis fácil subir a la montaña. [42] Pero Yahveh me dijo: «Diles: No subáis a combatir porque no estoy yo en medio de vosotros, y así seréis derrotados por vuestros enemigos.» [43] Yo os hablé, pero vosotros no me escuchasteis; fuisteis rebeldes a la orden de Yahveh y tuvisteis la osadía de subir a la montaña. [44] Los amorreos, habitantes de aquella montaña, salieron a vuestro encuentro, os persiguieron como lo hubieran hecho las abejas, y os derrotaron en Seír hasta Jormá. [45] A vuestro regreso llorasteis ante Yahveh, pero Yahveh no escuchó vuestra voz ni os prestó oídos.

[46] Por eso tuvisteis que permanecer en Cadés todo ese largo tiempo que habéis estado allí.

Capítulo 2

[1] Luego nos volvimos y partimos hacia el desierto, por el camino del mar de Suf, como Yahveh me había mandado. Durante muchos días anduvimos rodeando la montaña de Seír. [2] Yahveh me habló y me dijo: [3] «Ya habéis dado bastantes rodeos a esta montaña: dirigíos hacia el norte. [4] Y da al pueblo esta orden: Vais a pasar por el territorio de vuestros hermanos, los hijos de Esaú, que habitan en Seír. Ellos os temen; pero vosotros tened mucho cuidado; [5] no los ataquéis, porque yo no os daré nada de su país, ni siquiera la medida de la planta del pie, ya que el monte Seír se lo he dado en posesión a Esaú. [6] La comida que comáis se la compraréis por dinero, y por dinero les compraréis también el agua que bebáis.

[7] Pues Yahveh tu Dios te ha bendecido en todas tu obras: ha protegido tu marcha por este gran desierto, y hace ya cuarenta años que Yahveh tu Dios está contigo sin que te haya faltado nada.» [8] Pasamos, pues, al lado de nuestros hermanos, los hijos de Esaú que habitan en Seír, por el camino de la Arabá, de Elat y de Esyón Guéber; después cambiando de rumbo, tomamos el camino del desierto de Moab. [9] Yahveh me dijo: «No ataques a Moab, no le provoques al combate, pues yo no te daré nada de su país, ya que Ar se la he dado en posesión a los hijos de Lot. [10] (Antiguamente habitaban allí los emitas, pueblo grande, numeroso y corpulento como los anaquitas. [11] Tanto a ellos como a los anaquitas se los tenía por refaítas, pero los moabitas los llamaban emitas. [12] Igualmente en Seír habitaron antiguamente los joritas, pero los hijos de Esaú los desalojaron, los exterminaron y se establecieron en su lugar, como ha hecho Israel con la tierra de su posesión, la que Yahveh les dio.) [13] Y ahora, levantaos y pasad el torrente Zéred.» Y pasamos el torrente Zéred.

[14] El tiempo que estuvimos caminando desde Cadés Barnea hasta que pasamos el torrente Zéred fue de 38 años; por lo que había desaparecido ya del campamento toda la generación de hombres de guerra, como Yahveh les había jurado. [15] La misma mano de Yahveh había caído sobre ellos para extirparlos de en medio del campamento hasta hacerlos desaparecer. [16] Cuando la muerte había hecho desaparecer a todos los hombres de guerra en medio del pueblo, [17] Yahveh me habló y me dijo: [18] «Vas a pasar hoy la frontera de Moab, por Ar, [19] y vas a encontrarte con los hijos de Ammón. No los ataques ni les provoques; pues yo no te daré nada del país de los hijos de Ammón, ya que se lo he entregado a los hijos de Lot en posesión.

[20] (También éste era considerado país de refaítas; los refaítas habitaron aquí antiguamente; y los ammonitas los llamaban zanzumitas, [21] pueblo grande, numeroso y corpulento como los anaquitas; Yahveh los exterminó ante los ammonitas, que los desalojaron y se establecieron en su lugar; [22] así había hecho también en favor de los hijos de Esaú, que habitaban en Seír, exterminando delante de ellos a los joritas; aquéllos los desalojaron y se establecieron en su lugar hasta el día de hoy. [23] Y también a los avitas, que habitan en los campos hasta Gaza; los kaftoritas, venidos de Kaftor, los exterminaron y se establecieron en su lugar). [24] Levantaos, partid y pasad el torrente Arnón. Mira, yo pongo en tus manos a Sijón, el amorreo, rey de Jesbón, y todo su país. Comienza la conquista; provócale al combate. [25] Desde hoy comienzo a infundir terror y miedo de ti entre todos los pueblos que hay debajo del cielo: al tener noticia de tu llegada temblarán todos y se estremecerán.» [26] Del desierto de Quedemot envié mensajeros a Sijón, rey de Jesbón, con estas palabras de paz: [27] «Voy a pasar por tu país; seguiré el camino sin desviarme a derecha ni a izquierda.

[28] La comida que coma véndemela por dinero, el agua que beba dámela por dinero; sólo deseo pasar a pie, [29] como me han dejado los hijos de Esaú que habitan en Seír y los moabitas que habitan en Ar, hasta cruzar el Jordán para ir hacia la tierra que nos da Yahveh nuestro Dios.» [30] Pero Sijón, rey de Jesbón, no quiso dejarnos pasar por allí porque Yahveh tu Dios le había empedernido el espíritu y endurecido el corazón, a fin de entregarle en tus manos, como lo está todavía hoy. [31] Yahveh me dijo: «Mira, he comenzado a entregarte a Sijón y su país; empieza la conquista, apodérate de su territorio.» [32] Sijón salió a nuestro encuentro con todo su pueblo, y nos presentó batalla en Yahás. [33] Yahveh nuestro Dios nos lo entregó y le derrotamos a él, a sus hijos y a todo su pueblo.

[34] Nos apoderamos entonces de todas sus ciudades y consagramos al anatema toda ciudad: hombres, mujeres y niños, sin dejar superviviente. [35] Tan sólo guardamos como botín el ganado y los despojos de las ciudades tomadas. [36] Desde Aroer, al borde del valle del Arnón, y la ciudad que está en el valle, hasta Galaad, no hubo ciudad inaccesible para nosotros; Yahveh nuestro Dios nos las entregó todas. [37] Unicamente respetaste el país de los ammonitas, toda la ribera del torrente Yabboq y las ciudades de la montaña, todo lo que Yahveh nuestro Dios había prohibido.

Capítulo 3

[1] Luego nos volvimos y subimos por el camino de Basán. Og, rey de Basán, salió a nuestro encuentro con todo su pueblo y nos presentó batalla en Edreí. [2] Yahveh me dijo: «No le temas, porque yo le he entregado en tus manos con todo su pueblo y su país. Harás con él lo que hiciste son Sijón, el rey amorreo que habitaba en Jesbón.» [3] Yahveh nuestro Dios entregó en nuestras manos también a Og, rey de Basán, con todo su pueblo. Le batimos hasta no dejarle ni un superviviente. [4] Nos apoderamos entonces de todas sus ciudades; no hubo ciudad que no les tomáramos: sesenta ciudades, toda la confederación de Argob, reino de Og en Basán, [5] plazas fuertes todas ellas, con altas murallas, puertas y cerrojos; sin contar las ciudades de los perizitas, en gran número. [6] Las consagramos al anatema, como habíamos hecho con Sijón, rey de Jesbón: anatema a toda ciudad: hombres, mujeres y niños; [7] aunque guardamos como botín todo el ganado y los despojos de estas ciudades.

[8] Así tomamos entonces, de mano de los dos reyes amorreos, el país de Transjordania, desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón [9] (los sidonios llaman al Hermón Siryón, y los amorreos lo llaman Senir): [10] todas las ciudades de la Altiplanicie, todo Galaad y todo Basán hasta Salká y Edreí, ciudades del reino de Og en Basán. [11] (Og, rey de Basán, era el último superviviente de los refaítas: su lecho es el lecho de hierro que se halla en Rabbá de los ammonitas, de nueve codos de largo por cuatro de ancho, en codos corrientes. [12] De este país tomamos posesión entonces: desde Aroer, a orillas del torrente Arnón, la mitad de la montaña de Galaad con sus ciudades se la di a los rubenitas y a los gaditas. [13] A la media tribu de Manasés le di el resto de Galaad y todo Basán, reino de Og: toda la confederación de Argob. (A todo este Basán es a lo que se llama el país de los refaítas.) [14] Yaír, hijo de Manasés, se quedó con toda la confederación de Argob, hasta la frontera de los guesuritas y de los maakatitas, y dio a Basán su nombre que aún conserva: Aduares de Yaír.

[15] A Makir le di Galaad. [16] A los rubenitas y a los gaditas les di desde Galaad hasta el torrente Arnón — la mitad del torrente marcaba la frontera — y hasta el torrente Yabboq, frontera de los ammonitas. [17] La Arabá y el Jordán hacían de frontera, desde Kinnéret hasta el mar de la Arabá (el mar de la Sal), al pie de las laderas del Pisgá, al oriente. [18] Yo os ordené entonces: «Yahveh, vuestro Dios, os ha dado esta tierra en posesión. Vosotros pasaréis armados al frente de vuestros hermanos los israelitas, todos hombres de armas. [19] Sólo vuestras mujeres, vuestros hijos y vuestros rebaños (pues sé que tenéis rebaños numerosos) quedarán en las ciudades que yo os he dado, [20] hasta que Yahveh conceda reposo a vuestros hermanos, como a vosotros, y ellos también hayan tomado posesión de la tierra que Yahveh vuestro Dios les ha dado al otro lado del Jordán; entonces volveréis cada uno a la heredad que yo os he dado.» [21] A Josué también le di entonces la orden siguiente: «Tus propios ojos han visto todo lo que Yahveh vuestro Dios ha hecho con estos dos reyes; lo mismo hará Yahveh con todos los reinos por donde vas a pasar.

[22] No les temáis, porque el mismo Yahveh vuestro Dios combate por vosotros.» [23] Entonces hice esta súplica a Yahveh: [24] «Yahveh, Señor mío, tú has comenzado a manifestar a tu siervo tu grandeza y tu mano fuerte; pues ¿qué Dios hay, en los cielos ni en la tierra, que pueda hacer obras y proezas como las tuyas? [25] Déjame, por favor, pasar y ver la tierra buena de allende el Jordán, esa buena montaña y el Líbano.» [26] Pero, por culpa vuestra, Yahveh se irritó contra mí y no me escuchó; antes bien me dijo: «¡Basta ya! No sigas hablándome de esto. [27] Sube a la cumbre del Pisgá, alza tus ojos al occidente, al norte, al mediodía y al oriente; y contempla con tu ojos, porque no pasarás ese Jordán.

[28] Da tus órdenes a Josué, dale ánimos y fortalécele, porque él pasará al frente de este pueblo: él le pondrá en posesión de esa tierra que ves.» [29] Y nos quedamos, en el valle, enfrente de Bet Peor.

Capítulo 4

[1] Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las normas que yo os enseño para que las pongáis en práctica, a fin de que viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que os da Yahveh, Dios de vuestros padres. [2] No añadiréis nada a lo que yo os mando, ni quitaréis nada; para así guardar los mandamientos de Yahveh vuestro Dios que yo os prescribo. [3] Vuestros propios ojos han visto lo que hizo Yahveh con Baal Peor: a todos los que habían seguido a Baal Peor, Yahveh tu Dios los exterminó de en medio de ti; [4] en cambio vosotros, que habéis seguido unidos a Yahveh vuestro Dios, estáis hoy todos vivos. [5] Mira, como Yahveh mi Dios me ha mandado, yo os enseño preceptos y normas para que los pongáis en práctica en la tierra en la que vais a entrar para tomarla en posesión. [6] Guardadlos y practicadlos, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos estos preceptos, dirán: «Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente.» [7] Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está Yahveh nuestro Dios siempre que le invocamos? [8] Y ¿cuál es la gran nación cuyos preceptos y normas sean tan justos como toda esta Ley que yo os expongo hoy? [9] Pero ten cuidado y guárdate bien, no vayas o olvidarte de estas cosas que tus ojos han visto, ni dejes que se aparten de tu corazón en todos los días de tu vida; enséñaselas, por el contrario, a tus hijos y a los hijos de tus hijos.

[10] El día que estabas en el Horeb en presencia de Yahveh tu Dios, cuando Yahveh me dijo: «Reúneme al pueblo para que yo les haga oír mis palabras a fin de que aprendan a tenerme mientras vivan en el suelo y se las enseñen a sus hijos», [11] vosotros os acercasteis y permanecisteis al pie de la montaña, mientras la montaña ardía en llamas hasta el mismo cielo, entre tinieblas de nube y densa niebla. [12] Yahveh os habló de en medio del fuego; vosotros oíais rumor de palabras, pero no percibíais figura alguna, sino sólo una voz. [13] El os reveló su alianza, que os mandó poner en práctica, las diez Palabras que escribió en dos tablas de piedra. [14] Y a mí me mandó entonces Yahveh que os enseñase los preceptos y normas que vosotros deberíais poner en práctica en la tierra en la que vais a entrar para tomarla en posesión. [15] Tened mucho cuidado de vosotros mismos: puesto que no visteis figura alguna el día en que Yahveh os habló en el Horeb de en medio del fuego, [16] no vayáis a pervertiros y os hagáis alguna escultura de cualquier representación que sea: figura masculina o femenina, [17] figura de alguna de las bestias de la tierra, figura de alguna de las aves que vuelan por el cielo, [18] figura de alguno de los reptiles que serpean por el suelo, figura de alguno de los peces que hay en las aguas debajo de la tierra.

[19] Cuando levantes tus ojos al cielo, cuando veas el sol, la luna, las estrellas y todo el ejército de los cielos, no vayas a dejarte seducir y te postres ante ellos para darles culto. Eso se lo ha repartido Yahveh tu Dios a todos los pueblos que hay debajo del cielo, [20] pero a vosotros os tomó Yahveh y os sacó del horno de hierro, de Egipto, para que fueseis el pueblo de su heredad, como lo sois hoy. [21] Por culpa vuestra Yahveh se irritó contra mí y juró que yo no pasaría el Jordán ni entraría en la tierra buena que Yahveh tu Dios te da en herencia. [22] Yo voy a morir en este país y no pasaré el Jordán. Vosotros en cambio lo pasaréis y poseeréis esa tierra buena. [23] Guardaos, pues, de olvidar la alianza que Yahveh vuestro Dios ha concluido con vosotros, y de haceros alguna escultura o representación de todo lo que Yahveh tu Dios te ha prohibido; [24] porque Yahveh tu Dios es un fuego devorador, un Dios celoso.

[25] Cuando hayas engendrado hijos y nietos y hayáis envejecido en el país, si os pervertís y hacéis alguna escultura de cualquier representación, si hacéis lo malo a los ojos de Yahveh tu Dios hasta irritarle, [26] pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra que desapareceréis rápidamente de esa tierra que vais a tomar en posesión al pasar el Jordán. No prolongaréis en ella vuestros días, porque seréis completamente destruidos. [27] Yahveh os dispersará entre los pueblos y no quedaréis más que unos pocos, en medio de las naciones adonde Yahveh os lleve. [28] Allí serviréis a dioses hechos por manos de hombre, de madera y piedra, que ni ven ni oyen, ni comen ni huelen. [29] Desde allí buscarás a Yahveh tu Dios; y le encontrarás si le buscas con todo tu corazón y con toda tu alma. [30] Cuando estés angustiado y te alcancen todas estas palabras, al fin de los tiempos, te volverás a Yahveh tu Dios y escucharás su voz; [31] porque Yahveh tu Dios es un Dios misericordioso: no te abandonará ni te destruirá, y no se olvidará de la alianza que con juramento concluyó con tus padres.

[32] Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿Hubo jamás desde un extremo a otro del cielo palabra tan grande como ésta? ¿Se oyó semejante? [33] ¿Hay algún pueblo que haya oído como tú has oído la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, y haya sobrevivido? [34] ¿Algún dios intentó jamás venir a buscarse una nación de en medio de otra nación por medio de pruebas, señales, prodigios y guerra, con mano fuerte y tenso brazo, por grandes terrores, como todo lo que Yahveh vuestro Dios hizo con vosotros, a vuestros mismos ojos, en Egipto? [35] A ti se te ha dado a ver todo esto, para que sepas que Yahveh es el verdadero Dios y que no hay otro fuera de él. [36] Desde el cielo te ha hecho oír su voz para instruirte, y en la tierra te ha mostrado su gran fuego, y de en medio del fuego has oído sus palabras. [37] Porque amó a tus padres y eligió a su descendencia después de ellos, te sacó de Egipto personalmente con su gran fuerza, [38] desalojó ante ti naciones más numerosas y fuertes que tú, te introdujo en su tierra y te la dio en herencia, como la tienes hoy.

[39] Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón que Yahveh es el único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. [40] Guarda los preceptos y los mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que Yahveh tu Dios te da para siempre. [41] Moisés reservó entonces tres ciudades allende el Jordán, al oriente, [42] a las que pudiera huir el homicida que hubiera matado a su prójimo sin querer, sin haberle odiado anteriormente, y huyendo a una de estas ciudades, salvara su vida. [43] Eran éstas, para los rubenitas, Béser, en el desierto, en la Altiplanicie; para los gaditas, Ramot en Galaad; para los manasitas, Golán en Basán. [44] Esta es la ley que expuso Moisés a los israelitas.

[45] Estos son los estatutos, preceptos y normas que dictó Moisés a los israelitas a su salida de Egipto, [46] al otro lado del Jordán, en el valle próximo a Bet Peor, en el país de Sijón, rey de los amorreos, que habitaba en Jesbón, aquel a quien Moisés y los israelitas habían batido a su salida de Egipto, [47] y cuyo país habían conquistado, así como el país de Og, rey de Basán, — los dos reyes amorreos del lado oriental del Jordán, [48] desde Aroer, que está situada al borde del valle del Arnón, hasta el monte Siryón (esto es, el Hermón) — [49] con toda la Arabá del lado oriental del Jordán, hasta el mar de la Arabá, al pie de las laderas del Pisgá.

Capítulo 5

[1] Moisés convocó a todo Israel y les dijo: Escucha, Israel, los preceptos y las normas que yo pronuncio hoy a tus oídos. Apréndelos y cuida de ponerlos en práctica. [2] Yahveh nuestro Dios ha concluido con nosotros una alianza en el Horeb. [3] No con nuestros padres concluyó Yahveh esta alianza, sino con nosotros, con nosotros que estamos hoy aquí, todos vivos. [4] Cara a cara os habló Yahveh en la montaña, de en medio del fuego; [5] yo estaba entre Yahveh y vosotros para comunicaros la palabra de Yahveh, ya que vosotros teníais miedo del fuego y no subisteis a la montaña. Dijo: [6] «Yo soy Yahveh tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre.

[7] «No habrá para ti otros dioses delante de mi. [8] «No te harás escultura ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. [9] No te postrarás ante ellas ni les darás culto. Porque yo, Yahveh tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, [10] y tengo misericordia por mil generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos. [11] «No tomarás en falso el nombre de Yahveh tu Dios, porque Yahveh no dejará sin castigo a quien toma su nombre en falso. [12] «Guardarás el día del sábado para santificarlo, como te lo ha mandado Yahveh tu Dios.

[13] Seis días trabajarás y harás todas tus tareas, [14] pero el día séptimo es día de descanso para Yahveh tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ninguna de tus bestias, ni el forastero que vive en tus ciudades; de modo que puedan descansar, como tú, tu siervo, y tu sierva. [15] Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahveh tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahveh tu Dios te ha mandado guardar el día del sábado. [16] Honra a tu padre y a tu madre, como te lo ha mandado Yahveh tu Dios, para que se prolonguen tus días y seas feliz en el suelo que Yahveh tu Dios te da. [17] «No matarás. [18] «No cometerás adulterio.

[19] «No robarás. [20] «No darás testimonio falso contra tu prójimo. [21] «No desearás la mujer de tu prójimo, no codiciarás su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo.» [22] Estas palabras dijo Yahveh a toda vuestra asamblea, en la montaña, de en medio del fuego, la nube y la densa niebla, con voz potente, y nada más añadió. Luego las escribió en dos tablas de piedra y me las entregó a mí. [23] Cuando vosotros oísteis la voz que salía de las tinieblas, mientras la montaña ardía en fuego, os acercasteis a mí todos vosotros, jefes de tribu y ancianos, [24] y dijisteis: «Mira, Yahveh nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su grandeza y hemos oído su voz de en medio del fuego. Hemos visto en este día que puede Dios hablar al hombre y seguir éste con vida.

[25] Pero ahora, ¿por qué hemos de morir? — porque este fuego nos va a devorar —; si seguimos oyendo la voz de Yahveh nuestro Dios, moriremos. [26] Pues, ¿qué hombre ha oído como nosotros la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, y ha sobrevivido? [27] Acércate tú a oír todo lo que diga Yahveh nuestro Dios, y luego nos dirás todo lo que Yahveh nuestro Dios te haya dicho; nosotros lo escucharemos y lo pondremos en práctica.» [28] Yahveh oyó vuestras palabras y me dijo: «He oído las palabras de este pueblo, lo que te han dicho; está bien todo lo que han dicho. [29] ¡Ojalá fuera siempre así su corazón para temerme y guardar todos mis mandamientos, y de esta forma ser eternamente felices, ellos y sus hijos! [30] Ve a decirles: «Volved a vuestras tiendas.» [31] Y tú quédate aquí junto a mí; yo te diré a ti todos los mandamientos, preceptos y normas que has de enseñarles para que los pongan en práctica en la tierra que yo les doy en posesión.» [32] Ciudad, pues, de proceder como Yahveh vuestro Dios os ha mandado. No os desviéis ni a derecha ni a izquierda.

[33] Seguid en todo el camino que Yahveh vuestro Dios os ha trazado: así viviréis, seréis felices y prolongaréis vuestros días en la tierra que vais a tomar en posesión.

Capítulo 6

[1] Estos son los mandamientos, preceptos y normas que Yahveh vuestro Dios ha mandado enseñaros para que los pongáis en práctica en la tierra a la que vais a pasar para tomarla en posesión, [2] a fin de que temas a Yahveh tu Dios, guardando todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, tú, tu hijo y tu nieto, todos los días de tu vida, y así se prolonguen tus días. [3] Escucha, Israel; cuida de practicar lo que te hará feliz y por lo que te multiplicarás, como te ha dicho Yahveh, el Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel. [4] Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh. [5] Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. [6] Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.

[7] Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; [8] las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; [9] las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas. [10] Cuando Yahveh tu Dios te haya introducido en la tierra que a tus padres Abraham, Isaac y Jacob juró que te daría: ciudades grandes y prósperas que tú no edificaste, [11] casas llenas de toda clase de bienes, que tú no llenaste, cisternas excavadas que tú no excavaste, viñedos y olivares que tú no plantaste, cuando hayas comido y te hayas saciado, [12] cuida de no olvidarte de Yahveh que te sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre.

[13] A Yahveh tu Dios temerás, a él le servirás, por su nombre jurarás. [14] No vayáis en pos de otros dioses, de los dioses de los pueblos que os rodean, [15] porque un Dios celoso es Yahveh tu Dios que está en medio de ti. La ira de Yahveh tu Dios se encendería contra ti y te haría desaparecer de la haz de la tierra. [16] No tentaréis a Yahveh vuestro Dios, como le habéis tentado en Massá. [17] Guardaréis puntualmente los mandamientos de Yahveh vuestro Dios, los estatutos y preceptos que te ha prescrito, [18] harás lo que es justo y bueno a los ojos de Yahveh para que seas feliz y llegues a tomar posesión de esa tierra buena de la que Yahveh juró a tus padres [19] que arrojaría a todos tus enemigos ante ti, como te ha dicho Yahveh.

[20] Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: «¿Qué son estos estatutos, estos preceptos y estas normas que Yahveh nuestro Dios os ha prescrito?», [21] dirás a tu hijo: «Eramos esclavos de Faraón en Egipto, y Yahveh nos sacó de Egipto con mano fuerte. [22] Yahveh realizó a nuestros propios ojos señales y prodigios grandes y terribles en Egipto, contra Faraón y toda su casa. [23] Y a nosotros nos sacó de allí para conducirnos y entregarnos la tierra que había prometido bajo juramento a nuestros padres. [24] Y Yahveh nos mandó que pusiéramos en práctica todos estos preceptos, temiendo a Yahveh nuestro Dios, para que fuéramos felices siempre y nos permitiera vivir como el día de hoy. [25] Tal será nuestra justicia: cuidar de poner en práctica todos estos mandamientos ante Yahveh nuestro Dios, como él nos ha prescrito.»

Capítulo 7

[1] Cuando Yahveh tu Dios te haya introducido en la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión, y haya arrojado delante de ti a naciones numerosas: hititas, guirgasitas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos, siete naciones más numerosas y fuertes que tú, [2] cuando Yahveh tu Dios te las entregue y las derrotes, las consagrarás al anatema. No harás alianza con ellas, no les tendrás compasión. [3] No emparentarás con ellas, no darás tu hija a su hijo ni tomarás su hija para tu hijo. [4] Porque tu hijo se apartaría de mi seguimiento, serviría o otros dioses; y a la ira de Yahveh se encendería contra vosotros y se apresuraría a destruiros. [5] Por el contrario, esto es lo que haréis con ellos: demoleréis sus altares, romperéis sus estelas, cortaréis sus cipos y prenderéis fuego a sus ídolos. [6] Porque tú eres un pueblo consagrado a Yahveh tu Dios; él te ha elegido a ti para que seas el pueblo de su propiedad personal entre todos los pueblos que hay sobre la haz de la tierra.

[7] No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yahveh de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pueblos; [8] sino por el amor que os tiene y por guardar el juramento hecho a vuestros padres, por eso os ha sacado Yahveh con mano fuerte y os ha librado de la casa de servidumbre, del poder de Faraón, rey de Egipto. [9] Has de saber, pues, que Yahveh tu Dios es el Dios verdadero, el Dios verdadero, el Dios fiel que guarda la alianza y el amor por mil generaciones a los que le aman y guardan sus mandamientos, [10] pero que da su merecido en su propia persona a quien le odia, destruyéndole. No es remiso con quien le odia: en su propia persona le da su merecido. [11] Guarda, pues, los mandamientos, preceptos y normas que yo te mando hoy poner en práctica. [12] Y por haber escuchado estas normas, por haberlas guardado y practicado, Yahveh tu Dios te mantendrá la alianza y el amor que bajo juramento prometió a tus pades.

[13] Te amará, te bendecirá, te multiplicará, bendecirá el fruto de tu seno y el fruto de tu suelo, tu trigo, tu mosto, tu aceite, las crías de tus vacas y las camadas de tus rebaños, en el suelo que a tus padres juró que te daría. [14] Serás bendito más que todos los pueblos. No habrá macho ni hembra estéril en ti ni en tus rebaños. [15] Yahveh apartará de ti toda enfermedad; no dejará caer sobre ti ninguna de esas malignas epidemias de Egipto que tú conoces, sino que se las enviará a todos los que te odian. [16] Destruirás, pues, todos esos pueblos que Yahveh tu Dios te entrega, sin que tu ojo tenga piedad de ellos; y no darás culto a sus dioses, porque eso sería un lazo para ti. [17] Acaso digas en tu corazón: «Esas naciones son más numerosas que yo; ¿cómo voy a poder desalojarlas?» [18] Pero no las temas: acuérdate bien de lo que Yahveh tu Dios hizo con Faraón y con todo Egipto, [19] de las grandes pruebas que tus ojos vieron, las señales y prodigios, la mano fuerte y el tenso brazo con que Yahveh tu Dios te sacó. Lo mismo hará Yahveh tu Dios con todos los pueblos a los que temes.

[20] Yahveh tu Dios enviará incluso avispas contra ellos para destruir a los que hubieren quedado y se te hubieren ocultado a ti. [21] Así que no tiembles ante ellos, porque en medio de ti está Yahveh tu Dios, Dios grande y temible. [22] Yahveh tu Dios irá arrojando a esas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás exterminarlas de golpe, no sea que las bestias salvajes se multipliquen contra ti, [23] sino que Yahveh tu Dios te las entregará y les infligirá grandes descalabros hasta que queden destruidas. [24] Entregará a sus reyes en tu mano y tú borrarás sus nombres de debajo del cielo: nadie podrá resistir ante ti, hasta que los hayas destruido. [25] Quemaréis las esculturas de sus dioses, y no codiciarás el oro y la plata que los recubren, ni lo tomarás para ti, no sea que por ello caigas en un lazo, pues es una cosa abominable para Yahveh tu Dios; [26] y no debes meter en tu casa una cosa abominable, pues te harías anatema como ella. Las tendrás por cosa horrenda y abominable, porque son anatema.

Capítulo 8

[1] Todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, cuidad de practicarlos, para que viváis, os multipliquéis y lleguéis a tomar posesión de la tierra que Yahveh prometió bajo juramento a vuestros padres. [2] Acuérdate de todo el camino que Yahveh tu Dios te ha hecho andar durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu corazón: si ibas o no a guardar sus mandamientos. [3] Te humilló, te hizo pasar hambre, te dio a comer el maná que ni tú ni tus padres habíais conocido, para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahveh. [4] No se gastó el vestido que llevabas ni se hincharon tus pies a lo largo de esos cuarenta años. [5] Date cuenta, pues, de que Yahveh tu Dios te corregía como un hombre corrige a su hijo, [6] y guarda los mandamientos de Yahveh tu Dios siguiendo sus caminos y temiéndole.

[7] Pues Yahveh tu Dios te conduce a una tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y hontanares que manan en los valles y en las montañas, [8] tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares, de aceite y de miel, [9] tierra donde el pan que comas no te será racionado y donde no carecerás de nada; tierra donde las piedras tienen hierro y de cuyas montañas extraerás el bronce. [10] Comerás hasta hartarte, y bendecirás a Yahveh tu Dios en esa tierra buena que te ha dado. [11] Guárdate de olvidar a Yahveh tu Dios descuidando los mandamientos, normas y preceptos que yo te prescribo hoy; [12] no sea que cuando comas y quedes harto, cuando construyas hermosas casas y vivas en ellas, [13] cuando se multipliquen tus vacadas y tus ovejas, cuando tengas plata y oro en abundancia y se acrecienten todos tus bienes, [14] tu corazón se engría y olvides a Yahveh tu Dios que te sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre; [15] que te ha conducido a través de ese desierto grande y terrible entre serpientes abrasadoras y escorpiones: que en un lugar de sed, sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca más dura; [16] que te alimentó en el desierto con el maná, que no habían conocido tus padres, a fin de humillarte y ponerte a prueba para después hacerte feliz.

[17] No digas en tu corazón: «Mi propia fuerza y el poder de mi mano me han creado esta prosperidad», [18] sino acuérdate de Yahveh tu Dios, que es el que te da la fuerza para crear la prosperidad, cumpliendo así la alianza que bajo juramento prometió a tus padres, como lo hace hoy. [19] Pero si llegas a olvidarte de Yahveh tu Dios, si sigues a otros dioses, si les das culto y te postras ante ellos, yo certifico hoy contra vosotros que pereceréis. [20] Lo mismo que las naciones que Yahveh va destruyendo a vuestro paso, así pereceréis también vosotros por haber desoído la voz de Yahveh vuestro Dios.

Capítulo 9

[1] Escucha, Israel. Hoy vas a pasar ya el Jordán para ir a desalojar a naciones más grandes y fuertes que tú, ciudades grandes, de murallas que llegan hasta el cielo, [2] un pueblo grande y corpulento, los anaquitas, a quienes tú conoces y de quienes has oído decir: «¿Quién puede hacer frente a los hijos de Anaq?» [3] Pero has de saber hoy que Yahveh tu Dios es quien va a pasar delante de ti como un fuego devorador que los destruirá y te los someterá, para que los desalojes y los destruyas rápidamente, como te ha dicho Yahveh. [4] No digas en tu corazón cuando Yahveh tu Dios los arroje de delante de ti: «Por mis méritos me ha hecho Yahveh entrar en posesión de esta tierra», siendo así que sólo por la perversidad de estas naciones las desaloja Yahveh ante ti. [5] No por tus méritos ni por la rectitud de tu corazón vas a tomar posesión de su tierra, sino que sólo por la perversidad de estas naciones las desaloja Yahveh tu Dios ante ti; y también por cumplir la palabra que juró a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob. [6] Has de saber, pues, que no es por tu justicia por lo que Yahveh tu Dios te da en posesión esa tierra buena, ya que eres un pueblo de dura cerviz.

[7] Acuérdate. No olvides que irritaste a Yahveh tu Dios en el desierto. Desde el día en que saliste del país de Egipto hasta vuestra llegada a este lugar, habéis sido rebeldes a Yahveh. [8] En el Horeb irritasteis a Yahveh, y Yahveh montó en tal cólera contra vosotros que estuvo a punto de destruiros. [9] Yo había subido al monte a recoger las tablas de piedra, las tablas de la alianza que Yahveh había concluido con vosotros. Permanecí en el monte cuarenta días y cuarenta noches sin comer pan ni beber agua. [10] Yahveh me dio las dos tablas de piedra escritas por el dedo de Dios, en las que estaban todas las palabras que Yahveh os había dicho de en medio del fuego, en la montaña, el día de la Asamblea. [11] Al cabo de cuarenta días y cuarenta noches, después de darme las dos tablas de piedra, las tablas de la alianza, [12] me dijo Yahveh: «Levántate, baja de aquí a toda prisa, porque tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto, se ha pervertido. Bien pronto se han apartado del camino que yo les había prescrito: se han hecho un ídolo de fundición.» [13] Continuó Yahveh y me dijo: «He visto a este pueblo: es un pueblo de dura cerviz.

[14] Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo; y que haga de ti una nación más fuerte y numerosa que ésta.» [15] Yo me volví y bajé del monte, que ardía en llamas, llevando en mis manos las dos tablas de la alianza. [16] Y vi que vosotros habíais pecado contra Yahveh vuestro Dios. Os habíais hecho un becerro de fundición: bien pronto os habíais apartado del camino que Yahveh os tenía prescrito. [17] Tomé entonces las dos tablas, las arrojé de mis manos y las hice pedazos a vuestros propios ojos. [18] Luego me postré ante Yahveh; como la otra vez, estuve cuarenta días y cuarenta noches sin comer pan ni beber agua, por todo el pecado que habíais cometido haciendo el mal a los ojos de Yahveh hasta irritarle. [19] Porque tenía mucho miedo de la ira y del furor que irritaba a Yahveh contra vosotros hasta querer destruiros. Y una vez más me escuchó Yahveh.

[20] También contra Aarón estaba Yahveh violentamente irritado hasta querer destruirle. Yo intercedí también entonces en favor de Aarón. [21] Y vuestro pecado, el becerro que os habíais hecho, lo tomé y lo quemé; lo hice pedazos, lo pasé a la muela hasta que quedó reducido a polvo, y tiré el polvo al torrente que baja de la montaña. [22] Y en Taberá, y en Massá, y en Quibrot Hattaavá, irritasteis a Yahveh. [23] Y cuando Yahveh os hizo salir de Cadés Barnea diciendo: «Subid a tomar posesión de la tierra que yo os he dado», os rebelasteis contra la orden de Yahveh vuestro Dios, no creísteis en él ni escuchasteis su voz. [24] Habéis sido rebeldes a Yahveh vuestro Dios desde el día en que os conoció. [25] Me postré, pues, ante Yahveh y estuve postrado estos cuarenta días y cuarenta noches, porque Yahveh había hablado de destruiros.

[26] Supliqué a Yahveh y dije: «Señor Yahveh, no destruyas a tu pueblo, tu heredad, que tú rescataste con tu grandeza y que sacaste de Egipto con mano fuerte. [27] Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob, y no tomes en cuenta la indocilidad de este pueblo, ni su maldad ni su pecado, [28] para que no se diga en el país de donde nos sacaste: «Porque Yahveh no ha podido llevarlos a la tierra que les había prometido, y por el odio que les tiene, los ha sacado para hacerlos morir en el desierto.» [29] Pero ellos son tu pueblo, tu heredad, aquellos a quienes tú sacaste con tu gran fuerza y tu tenso brazo.»

Capítulo 10

[1] Yahveh me dijo entonces: «Labra dos tablas de piedra como las primeras y sube donde mí a la montaña; hazte también un arca de madera. [2] Yo escribiré en las tablas las palabras que había en las primeras que rompiste, y tú las depositarás en el arca.» [3] Hice un arca de madera de acacia, labré dos tablas de piedra como las primeras y subí a la montaña con las dos tablas en la mano. [4] El escribió en las tablas lo mismo que había escrito antes, las diez Palabras que Yahveh había dicho en el monte, de en medio del fuego, el día de la Asamblea. Y Yahveh me las entregó. [5] Yo volví a bajar del monte, puse las tablas en el arca que había hecho y allí quedaron, como me había mandado Yahveh. [6] Los israelitas partieron de los pozos de Bené Yaacán, hacia Moserá. Allí murió Aarón y allí fue enterrado. Le sucedió en el sacerdocio su hijo Eleazar.

[7] De allí se dirigieron a Gudgoda y de Gudgoda a Yotbatá, lugar de torrentes. [8] Yahveh separó entonces a la tribu de Leví para llevar el arca de la alianza de Yahveh, sirviéndole y dando la bendición en su nombre hasta el día de hoy. [9] Por eso Leví no ha tenido parte ni heredad con sus hermanos: Yahveh es su heredad, como Yahveh tu Dios le dijo. [10] Yo me quedé en el monte, como la primera vez, cuarenta días y cuarenta noches. También esta vez me escuchó Yahveh y renunció a destruirte. [11] Y me dijo Yahveh: «Levántate, ve a ponerte al frente de este pueblo, para que vayan a tomar posesión de la tierra que yo juré a sus padres que les daría.» [12] Y ahora, Israel, ¿qué te pide tu Dios, sino que temas a Yahveh tu Dios, que sigas todos sus caminos, que le ames, que sirvas a Yahveh tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, [13] que guardes los mandamientos de Yahveh y sus preceptos que yo te prescribo hoy para que seas feliz? [14] Mira: De Yahveh tu Dios son los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y cuanto hay en ella.

[15] Y con todo, sólo de tus padres se prendó Yahveh y eligió a su descendencia después de ellos, a vosotros mismos, de entre todos los pueblos, como hoy sucede. [16] Circuncidad el prepucio de vuestro corazón y no endurezcáis más vuestra cerviz, [17] porque Yahveh vuestro Dios es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas ni admite soborno; [18] que hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al forastero, a quien da pan y vestido. [19] (Amad al forastero porque forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto.) [20] A Yahveh tu Dios temerás, a él servirás, vivirás unido a él y en su nombre jurarás.

[21] El será objeto de tu alabanza y él tu Dios, que ha hecho por ti esas cosas grandes y terribles que tus ojos han visto. [22] No más de setenta personas eran tus padres cuando bajaron a Egipto, y Yahveh tu Dios te ha hecho ahora numeroso como las estrellas del cielo.

Capítulo 11

[1] Amarás a Yahveh tu Dios y guardarás siempre sus ritos, sus preceptos, normas y mandamientos. [2] Vosotros sabéis hoy — no vuestros hijos, que ni saben ni han visto la lección de Yahveh vuestro Dios, su grandeza, su mano fuerte y su tenso brazo — [3] las señales y hazañas que realizó él en medio de Egipto, contra Faraón rey de Egipto y todo su pueblo; [4] lo que hizo con el ejército de Egipto, con sus caballos y sus carros, precipitando sobre ellos las aguas del mar de Suf cuando os perseguían, y aniquilándolos Yahveh hasta el día de hoy; [5] lo que ha hecho por vosotros en el desierto hasta vuestra llegada a este lugar; [6] lo que hizo con Datán y Abirón, hijos de Eliab el rubenita, cuando la tierra abrió su boca y los tragó en medio de todo Israel, con sus familias, sus tiendas y todos los que les seguían.

[7] Pues vuestros mismos ojos han visto toda esta gran obra que Yahveh ha realizado. [8] Guardaréis todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, para que os hagáis fuertes y lleguéis a poseer la tierra a la que vais a pasar para tomarla en posesión, [9] y para que prolonguéis vuestros días en el suelo que Yahveh juró dar a vuestros padres y a su descendencia, tierra que mana leche y miel. [10] Porque la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión no es como el país de Egipto del que habéis salido, donde después de sembrar había que regar con el pie, como se riega un huerto de hortalizas. [11] Sino que la tierra a la que vais a pasar para tomarla en posesión es una tierra de montes y valles, que bebe el agua de la lluvia del cielo. [12] De esta tierra se cuida Yahveh tu Dios; los ojos de Yahveh tu Dios están constantemente puestos en ella, desde que comienza el año hasta que termina.

[13] Y si vosotros obedecéis puntualmente a los mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Yahveh vuestro Dios y sirviéndole con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, [14] yo daré a vuestro país la lluvia a su tiempo, lluvia de otoño y lluvia de primavera, y tú podrás cosechar tu trigo, tu mosto y tu aceite; [15] yo daré a tu campo hierba para tu ganado, y comerás hasta hartarte. [16] Cuidad bien que no se pervierta vuestro corazón y os descarriéis a dar culto o otros dioses, y a postraros ante ellos; [17] pues la ira de Yahveh se encendería contra vosotros y cerraría los cielos, no habría más lluvia, el suelo no daría su fruto y vosotros pereceríais bien pronto en esa tierra buena que Yahveh os da. [18] Poned estas palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, atadlas a vuestra mano como una señal, y sean como una insignia entre vuestros ojos.

[19] Enseñádselas a vuestros hijos, hablando de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado. [20] Las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas, [21] para que vuestros días y los días de vuestros hijos en la tierra que Yahveh juró dar a vuestros padres sean tan numerosos como los días del cielo sobre la tierra. [22] Porque, si de verdad guardáis todos estos mandamientos que yo os mando practicar, amando a Yahveh vuestro Dios, siguiendo todos sus caminos y viviendo unidos a él, [23] Yahveh desalojará delante de vosotros a todas esas naciones, y vosotros desalojaréis a naciones más numerosas y fuertes que vosotros. [24] Todo lugar que pise la planta de vuestro pie será vuestro; desde el Río, el río Eufrates, hasta el mar occidental, se extenderá vuestro territorio.

[25] Nadie podrá resistiros; Yahveh vuestro Dios hará que se os tema y se os respete sobre la haz de toda la tierra que habéis de pisar, como él os ha dicho. [26] Mira: Yo pongo hoy ante vosotros bendición y maldición. [27] Bendición si escucháis los mandamientos de Yahveh vuestro Dios que yo os prescribo hoy, [28] maldición si desoís los mandamientos de Yahveh vuestro Dios, si os apartáis del camino que yo os prescribo hoy, para seguir a otros dioses que no conocéis. [29] Cuando Yahveh tu Dios te haya introducido en la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión, pondrás la bendición sobre el monte Garizim y la maldición sobre el monte Ebal. [30] (Estos montes están, como sabéis, al otro lado del Jordán, detrás del camino del poniente, en el país de los cananeos que habitan en la Arabá, frente a Guilgal, cerca de la Encina de Moré.) [31] Ya que vais a pasar el Jordán para ir a tomar posesión de la tierra que Yahveh vuestro Dios os da, cuando la poseáis y habitéis en ella, [32] cuidaréis de poner en práctica todos los preceptos y normas que yo os expongo hoy.

Capítulo 12

[1] Estos son los preceptos y normas que cuidaréis de poner en práctica en la tierra que Yahveh el Dios de tus padres te ha dado en posesión, todos los días que viváis en su suelo. [2] Suprimiréis todos los lugares donde los pueblos que vais a desalojar han dado culto a sus dioses, en lo alto de los montes, en las colinas, y bajo todo árbol frondoso; [3] demoleréis su altares, romperéis sus estelas, quemaréis sus cipos, derribaréis las esculturas de sus dioses y suprimiréis su nombre de este lugar. [4] No procederéis así respecto de Yahveh vuestro Dios, [5] sino que sólo vendréis a buscarle al lugar elegido por Yahveh vuestro Dios, de entre todas las tribus, para poner en él la morada de su nombre. [6] Allí llevaréis vuestros holocaustos y vuestros sacrificios, vuestros diezmos y las ofrendas reservadas de vuestras manos, vuestras ofrendas votivas y vuestras ofrendas voluntarias, los primogénitos de vuestro ganado mayor y menor, [7] allí comeréis en presencia de Yahveh vuestro Dios y os regocijaréis, vosotros y vuestras casas, de todas las empresas en que Yahveh tu Dios te haya bendecido.

[8] No haréis lo que nosotros hacemos aquí hoy, cada cual lo que le parece bien, [9] porque todavía no habéis llegado al lugar de descanso y a la heredad que Yahveh tu Dios te da. [10] Pero cuando paséis el Jordán y habitéis en la tierra que Yahveh vuestro Dios os da en herencia, cuando él os haya puesto al abrigo de todos vuestros enemigos de alrededor, y viváis con tranquilidad, [11] llevaréis al lugar elegido por Yahveh vuestro Dios para morada de su nombre todo lo que yo os prescribo: vuestros holocaustos y vuestros sacrificios, vuestros diezmos y las ofrendas reservadas de vuestras manos, lo más selecto de vuestras ofrendas que hayáis prometido con voto a Yahveh; [12] y os rogocijaréis en presencia de Yahveh, vosotros, vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros siervos y vuestras siervas, así como el levita que vive en vuestras ciudades, ya que no tiene parte ni heredad con vosotros. [13] Guárdate de ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar sagrado que veas; [14] sólo en el lugar elegido por Yahveh en una de tus tribus podrás ofrecer tus holocaustos y sólo allí pondrás en práctica todo lo que yo te mando.

[15] Podrás, sin embargo, siempre que lo desees, sacrificar y comer la carne, como bendición que te ha dado Yahveh tu Dios, en todas tus ciudades. Tanto el puro como el impuro podrán comerla, como si fuese gacela o ciervo. [16] Sólo la sangre no la comeréis; la derramarás en tierra como agua. [17] No podrás comer en tus ciudades el diezmo de tu trigo, de tu mosto o de tu aceite, ni los primogénitos de tu ganado mayor o menor, ninguna de tus ofrendas votivas o de tus ofrendas voluntarias, ni las ofrendas reservadas de tus manos. [18] Sino que lo comerás en presencia de Yahveh tu Dios, en el lugar elegido por Yahveh tu Dios y solamente allí, tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva, y el levita que vive en tus ciudades. Y te regocijarás en presencia de Yahveh tu Dios por todas tus empresas. [19] Guárdate de dejar abandonado al levita mientras vivas en tu suelo. [20] Cuando Yahveh tu Dios haya ensanchado tu territorio, como te ha prometido, y digas: «Querría comer carne», si deseas comer carne, podrás hacerlo siempre que quieras.

[21] Si el lugar elegido por Yahveh tu Dios para morada de su nombre está demasiado lejos de ti, podrás sacrificar del ganado mayor y menor que Yahveh te haya concedido, del modo que yo te he prescrito; lo podrás comer en tus ciudades a la medida de tus deseos; [22] y lo comerás como se come la gacela o el ciervo; podrán comerlo tanto el puro como el impuro. [23] Guárdate sólo de comer la sangre, porque la sangre es la vida, y no debes comer la vida con la carne. [24] No la comerás, la derramarás en tierra como agua. [25] No la comerás, para que seas feliz, tú y tu hijo después de ti, por haber hecho lo que es justo a los ojos de Yahveh. [26] Pero las cosas sagradas que te correspondan y las que hayas prometido con voto, irás a llevarlas a aquel lugar elegido por Yahveh.

[27] Harás el holocausto de la carne y de la sangre sobre el altar de Yahveh tu Dios; la sangre de tus sacrificios será derramada sobre el altar de Yahveh tu Dios, y tu podrás comer la carne. [28] Observa y escucha todas estas cosas que yo te mando, para que seas feliz siempre, tú y tu hijo después de ti, por haber hecho lo que es bueno y justo a los ojos de Yahveh tu Dios. [29] Cuando Yahveh tu Dios haya exterminado las naciones que tú vas a desalojar ante ti, cuando las hayas desalojado y habites en su tierra, [30] guárdate de dejarte prender en el lazo siguiendo su ejemplo después de haber sido ellos exterminados ante ti, y de buscar sus dioses, diciendo; «¿Cómo servían estas naciones a sus dioses? Así haré yo también,» [31] No procederás así con Yahveh tu Dios. Porque todo lo que es una abominación para Yahveh, lo que detesta, lo hacen ellos en honor de sus dioses: llegan incluso a quemar al fuego a sus hijos e hijas en honor de sus dioses.

Capítulo 13

[1] Todo esto que yo os mando, cuidaréis de ponerlo por obra, sin añadir ni quitar nada. [2] Si surge en medio de ti un profeta o vidente en sueños, que te propone una señal o un prodigio, [3] y llega a realizarse la señal o el prodigio que te ha anunciado, y te dice: «Vamos en pos de otros dioses (que tú no conoces) a servirles», [4] no escucharás las palabras de ese profeta o de ese vidente en sueños. Es que Yahveh vuestro Dios os pone a prueba para saber si verdaderamente amáis a Yahveh vuestro Dios con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. [5] A Yahveh vuestro Dios seguiréis y a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz, a él serviréis y viviréis unidos a él. [6] Ese profeta o vidente en sueños deberá morir por haber predicado la rebelión contra Yahveh tu Dios — que te sacó del país de Egipto y te rescató de la casa de servidumbre — para apartarte del camino que Yahveh tu Dios te ha mandado seguir. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti.

[7] Si tu hermano, hijo de tu padre o hijo de tu madre, tu hijo o tu hija, la esposa que reposa en tu seno o el amigo que es tu otro yo, trata de seducirte en secreto diciéndote: «Vamos a servir a otros dioses», desconocidos de ti y de tus padres, [8] de entre los dioses de los pueblos próximos o lejanos que os rodean de un extremo a otro de la tierra, [9] no accederás ni le escucharás, tu ojo no tendrá piedad de él, no le perdonarás ni le encubrirás, [10] sino que le harás morir; tu mano caerá la primera sobre él para darle muerte, y después la mano de todo el pueblo. [11] Le apedrearás hasta que muera, porque trató de apartarte de Yahveh tu Dios, el que te sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre. [12] Y todo Israel, cuando lo sepa, tendrá miedo y dejará de cometer este mal en medio de ti.

[13] Si oyes decir que en una de las ciudades que Yahveh tu Dios te da para habitar en ella [14] algunos hombres, malvados, salidos de tu propio seno, han seducido a sus conciudadanos diciendo: «Vamos a dar culto a otros dioses», desconocidos de vosotros, [15] consultarás, indagarás y preguntarás minuciosamente. Si es verdad, si se comprueba que en medio de ti se ha cometido tal abominación, [16] deberás pasar a filo de espada a los habitantes de esa ciudad; la consagrarás al anatema con todo lo que haya dentro de ella; [17] amontonarás todos sus despojos en medio de la plaza pública y prenderás fuego a la ciudad con todos sus despojos, todo ello en honor de Yahveh tu Dios. Quedará para siempre convertida en un montón de ruinas, y no volverá a ser edificada. [18] De este anatema no se te quedará nada en la mano, para que Yahveh aplaque el ardor de su ira y sea misericordioso contigo, tenga piedad de ti y te multiplique como prometió bajo juramento a tus padres, [19] a condición de que escuches la voz de Yahveh tu Dios guardando todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy y haciendo lo que es justo a los ojos de Yahveh tu Dios.

Capítulo 14

[1] Hijos sois de Yahveh vuestro Dios. No os haréis incisión ni tonsura entre los ojos por un muerto. [2] Porque tú eres un pueblo consagrado a Yahveh tu Dios, y Yahveh te ha escogido para que seas el pueblo de su propiedad personal entre todos los pueblos que hay sobre la haz de la tierra. [3] No comerás nada que sea abominable. [4] Estos son los animales que podréis comer: buey, carnero, cabra, [5] ciervo, gacela, gamo, cabra montés, antílope, búfalo, gamuza. [6] Y todo animal de pezuña partida, hendida en dos mitades, y que rumia, lo podéis comer.

[7] Sin embargo, entre los que rumian y entre los animales de pezuña partida y hendida no podréis comer los siguientes: el camello, la liebre y el damán, que rumian pero no tienen la pezuña hendida; los tendréis por impuros. [8] Tampoco el cerdo, que tiene la pezuña partida y hendida, pero no rumia; lo tendréis por impuro. No comeréis su carne ni tocaréis su cadáver. [9] De entre todo lo que vive en el agua, podéis comer lo siguiente: todo lo que tiene aletas y escamas lo podéis comer. [10] Pero no comeréis lo que no tiene aletas y escamas: lo tendréis por impuro. [11] Podéis comer toda ave pura, [12] pero las siguientes no las podéis comer: el águila, el quebrantahuesos, el águila marina, [13] el buitre, las diferentes especies de halcón, [14] todas las especies de cuervo, [15] el avestruz, la lechuza, la gaviota y las diferentes especies de gavilanes, [16] el búho, el ibis, el cisne, [17] el pelícano, el calamón, el somormujo, [18] la cigüeña, las diferentes especies de garza real, la abubilla y el murciélago.

[19] Tendréis por impuro todo bicho alado, no lo comeréis. [20] Podéis comer todo volátil puro. [21] No comeréis ninguna bestia muerta. Se la darás al forastero que vive en tus ciudades para que él la coma, o bien véndesela a un extranjero. Porque tú eres un pueblo consagrado a Yahveh tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre. [22] Cada año deberás apartar el diezmo de todo lo que tus sementeras hayan producido en tus campos, [23] y, en presencia de Yahveh tu Dios, en el lugar que él haya elegido para morada de su nombre, comerás el diezmo de tu trigo, de tu mosto y de tu aceite, así como los primogénitos de tu ganado mayor y menor; a fin de que aprendas a temer siempre a Yahveh tu Dios. [24] Si el camino es demasiado largo para ti, si no puedes transportarlo porque el lugar elegido por Yahveh para morada de su nombre te cae demasiado lejos, cuando Yahveh tu Dios te haya bendecido, [25] lo cambiarás por dinero, llevarás el dinero en tu mano e irás al lugar elegido por Yahveh tu Dios; [26] allí emplearás este dinero en todo lo que desees, ganado mayor o menor, vino o bebida fermentada, todo lo que tu alma apetezca. Comerás allí en presencia de Yahveh tu Dios y te regocijarás, tú y tu casa.

[27] Y no abandonarás al levita que vive en tus ciudades, ya que él no tiene parte ni heredad contigo. [28] Cada tres años apartarás todos los diezmos de tus cosechas de ese año y los depositarás a tus puertas. [29] Vendrán así el levita — ya que él no tiene parte ni heredad contigo — el forastero, el huérfano y la viuda que viven en tus ciudades, y comerán hasta hartarse. Y Yahveh tu Dios te bendecirá en todas las obras que emprendas.

Capítulo 15

[1] Cada siete años harás remisión. [2] En esto consiste la remisión. Todo acreedor que posea una prenda personal obtenida de su prójimo, le hará remisión; no apremiará a su prójimo ni a su hermano, si se invoca la remisión en honor de Yahveh. [3] Podrás apremiar al extranjero, pero a tu hermano le concederás la remisión de lo que te debe. [4] Cierto que no debería haber ningún pobre junto a ti, porque Yahveh te otorgará su bendición en la tierra que Yahveh tu Dios te da en herencia para que la poseas, [5] pero sólo si escuchas de verdad la voz de Yahveh tu Dios cuidando de poner en práctica todos estos mandamientos que yo te prescribo hoy. [6] Sí, Yahveh tu Dios te bendecirá como te ha dicho: prestarás a naciones numerosas, y tú no pedirás prestado, dominarás a naciones numerosas, y a ti no te dominarán.

[7] Si hay junto a ti algún pobre de entre tus hermanos, en alguna de las ciudades de tu tierra que Yahveh tu Dios te da, no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, [8] sino que le abrirás tu mano y le prestarás lo que necesite para remediar su indigencia. [9] Cuida de no abrigar en tu corazón estos perversos pensamientos: «Ya pronto llega el año séptimo, el año de la remisión», para mirar con malos ojos a tu hermano pobre y no darle nada; él apelaría a Yahveh contra ti y te cargarías con un pecado. [10] Cuando le des algo, se lo has de dar de buena gana, que por esta acción te bendecirá Yahveh, tu Dios en todas tus obras y en todas tus empresas. [11] Pues no faltarán pobres en esta tierra; por eso te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra. [12] Si tu hermano hebreo, hombre o mujer, se vende a ti, te servirá durante seis años y al séptimo le dejarás libre.

[13] Al dejarle libre, no le mandarás con las manos vacías; [14] le harás algún presente de tu ganado menor, de tu era y de tu lagar; le darás según como te haya bendecido Yahveh tu Dios. [15] Recordarás que tu fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh tu Dios te rescató: por eso te mando esto hoy. [16] Pero si él te dice: «No quiero marcharme de tu lado», porque te ama, a ti y a tu casa, porque le va bien contigo, [17] tomarás un punzón, le horadarás la oreja contra la puerta, y será tu siervo para siempre. Lo mismo harás con tu sierva. [18] No se te haga demasiado duro el dejarle en libertad, porque el haberte servido seis años vale por un doble salario de jornalero. Y Yahveh tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas.

[19] Todo primogénito que nazca en tu ganado mayor o menor, si es macho, lo consagraras a Yahveh tu Dios. No someterás al trabajo al primogénito de tu vaca ni esquilarás al primogénito de tu oveja. [20] Lo comerás, tú y tu casa, cada año, en presencia de Yahveh tu Dios, en el lugar elegido por Yahveh. [21] Si tiene alguna tara, si es cojo o ciego o con algún otro defecto grave, no lo sacrificarás a Yahveh tu Dios. [22] Lo comerás en tus ciudades, lo mismo el puro que el impuro, como si fuese gacela o ciervo; [23] sólo la sangre no la comerás; la derramarás en tierra como agua.

Capítulo 16

[1] Guarda el mes de Abib y celebra en él la Pascua en honor de Yahveh tu Dios, porque fue en el mes de Abib, por la noche, cuando Yahveh tu Dios te sacó de Egipto. [2] Sacrificarás en honor de Yahveh tu Dios una víctima pascual de ganado mayor y menor, en el lugar elegido por Yahveh tu Dios para morada de su nombre. [3] No comerás con la víctima pan fermentado; durante siete días la comerás con ázimos — pan de aflicción — porque a toda prisa saliste del país de Egipto: para que te acuerdes todos los días de tu vida del día en que saliste del país de Egipto. [4] Durante siete días no se verá junto a ti levadura, en todo tu territorio, y de la carne que hayas sacrificado la tarde del primer día no deberá quedar nada para la mañana siguiente. [5] No podrás sacrificar la Pascua en ninguna de las ciudades que Yahveh tu Dios te da, [6] sino que sólo en el lugar elegido por Yahveh tu Dios para morada de su nombre, sacrificarás la Pascua, por la tarde a la puesta del sol, hora en que saliste de Egipto.

[7] La cocerás y la comerás en el lugar elegido por Yahveh tu Dios, y a la mañana siguiente te volverás y marcharás a tus tiendas. [8] Comerás ázimos durante seis días; el día séptimo habrá reunión en honor de Yahveh tu Dios; y no harás ningún trabajo. [9] Contarás siete semanas. Cuando la hoz comience a cortar las espigas comenzarás a contar estas siete semanas. [10] Y celebrarás en honor de Yahveh tu Dios la fiesta de las Semanas, con la ofrenda voluntaria que haga tu mano, en la medida en que Yahveh tu Dios te haya bendecido. [11] En presencia de Yahveh tu Dios te regocijarás, en el lugar elegido por Yahveh tu Dios para morada de su nombre: tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva, el levita que vive en tus ciudades, el forastero, el huérfano y la viuda que viven en medio de ti. [12] Te acordarás de que fuiste esclavo en Egipto y cuidarás de poner en práctica estos preceptos.

[13] Celebrarás la fiesta de las Tiendas durante siete días, cuando hayas recogido la cosecha de tu era y de tu lagar. [14] Durante tu fiesta te regocijarás, tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva, el levita, el forastero, el huérfano y la viuda que viven en tus ciudades. [15] Durante siete días harás fiesta a Yahveh tu Dios en el lugar elegido por Yahveh; porque Yahveh tu Dios te bendecirá en todas tus cosechas y en todas tus obras, y serás plenamente feliz. [16] Tres veces al año se presentarán todos tus varones ante Yahveh tu Dios, en el lugar elegido por él: en la fiesta de los Azimos, en la fiesta de las Semanas, y en la fiesta de las Tiendas. Nadie se presentará ante Yahveh con las manos vacías; [17] sino que cada cual ofrecerá el don de su mano, según la bendición que Yahveh tu Dios te haya otorgado. [18] Establecerás jueces y escribas para tus tribus en cada una de las ciudades que Yahveh te da; ellos juzgarán al pueblo con juicios justos.

[19] No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos. [20] Justicia, sólo justicia has de buscar, para que vivas y poseas la tierra que Yahveh tu Dios te da. [21] No plantarás cipo, ni ninguna clase de árbol, junto al altar de Yahveh tu Dios que hayas construido; [22] y no te erigirás estela, cosa que detesta Yahveh tu Dios.

Capítulo 17

[1] No sacrificarás a Yahveh tu Dios ganado mayor o menor que tenga cualquier tara o defecto, porque es una abominación para Yahveh tu Dios. [2] Si hay en medio de ti, en alguna de las ciudades que Yahveh tu Dios te da, un hombre o una mujer que haga lo que es malo a los ojos de Yahveh tu Dios, violando su alianza, [3] que vaya a servir a otros dioses y se postre ante ellos, o ante el sol, la luna, o todo el ejército de los cielos, cosa que yo no he mandado, [4] y es denunciado a ti; si, después de escucharle y haber hecho una indagación minuciosa, se verifica el hecho y se comprueba que en Israel se ha cometido tal abominación, [5] sacarás a las puertas de tu ciudad a ese hombre o mujer, culpables de esta mala acción, y los apedrearás, al hombre o a la mujer, hasta que mueran. [6] No se podrá ejecutar al reo de muerte más que por declaración de dos o tres testigos; no se le hará morir por declaración de un solo testigo.

[7] La primera mano que se pondrá sobre él para darle muerte será la de los testigos, y luego la mano de todo el pueblo. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. [8] Si tienes que juzgar un caso demasiado difícil para ti, una causa de sangre, de colisión de derechos, o de lesiones, un litigio cualquiera en tus ciudades, te levantarás, subirás al lugar elegido por Yahveh tu Dios, [9] y acudirás a los sacerdotes levitas y al juez que entonces esté en funciones. Ellos harán una investigación y te indicarán el fallo de la causa. [10] Te ajustarás al fallo que te hayan indicado en este lugar elegido por Yahveh, y cuidarás de actuar conforme a cuanto te hayan enseñado. [11] Te ajustarás a las instrucciones que te hayan dado y a la sentencia que te dicten, sin desviarte a derecha ni a izquierda del fallo que te señalen. [12] Si alguno procede insolentemente, no escuchando ni al sacerdote que se encuentra allí al servicio de Yahveh tu Dios, ni al juez, ese hombre morirá. Harás desaparecer el mal de Israel.

[13] Así todo el pueblo, al saberlo, temerá y no actuará más con insolencia. [14] Si cuando llegues a la tierra que Yahveh tu Dios te da, la tomes en posesión y habites en ella, dices: «Querría poner un rey sobre mí como todas las naciones de alrededor». [15] deberás poner sobre ti un rey elegido por Yahveh, y a uno de entre tus hermanos pondrás sobre ti como rey; no podrás darte por rey a un extranjero que no sea hermano tuyo. [16] Pero no ha de tener muchos caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto para aumentar su caballería, porque Yahveh os ha dicho: «No volveréis a ir jamás por ese camino.» [17] No ha de tener muchas mujeres, cosa que podría descarriar su corazón. Tampoco deberá tener demasiada plata y oro. [18] Cuando suba al trono real, deberá escribir esta Ley para su uso, copiándola del libro de los sacerdotes levitas.

[19] La llevará consigo; la leerá todos los días de su vida para aprender a temer a Yahveh su Dios, guardando todas las palabras de esta Ley y estos preceptos, para ponerlos en práctica. [20] Así su corazón no se engreirá sobre sus hermanos y no se apartará de estos mandamientos ni a derecha ni a izquierda. Y así prolongará los días de su reino, él y sus hijos, en medio de Israel.

Capítulo 18

[1] Los sacerdotes levitas, toda la tribu de Leví, no tendrán parte ni heredad con Israel: vivirán de los manjares ofrecidos a Yahveh y de su heredad. [2] Esta tribu no tendrá heredad entre sus hermanos; Yahveh será su heredad, como él le ha dicho. [3] Este será el derecho de los sacerdotes sobre aquellos que ofrezcan un sacrificio de ganado mayor o menor: se dará al sacerdote la espaldilla, las quijadas y el cuajar. [4] Le darás las primicias de tu trigo, de tu mosto y de tu aceite, así como las primicias del esquileo de tu ganado menor. [5] Porque a él le ha elegido Yahveh tu Dios entre todas las tribus para ejercer su ministerio en el nombre de Yahveh él y sus hijos para siempre. [6] Si el levita llega de una de tus ciudades de todo Israel donde reside, y entra por deseo propio en el lugar elegido por Yahveh, [7] oficiará en el nombre de Yahveh su Dios, como todos sus hermanos levitas que se encuentran allí en presencia de Yahveh; [8] comerá una porción igual a la de ellos, aparte lo que obtenga por la venta de sus bienes patrimoniales.

[9] Cuando hayas entrado en la tierra que Yahveh tu Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones. [10] No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, [11] ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. [12] Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti. [13] Has de ser íntegro con Yahveh tu Dios. [14] Porque esas naciones que vas a desalojar escuchan a astrólogos y adivinos, pero a ti Yahveh tu Dios no te permite semejante cosa.

[15] Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis. [16] Es exactamente lo que tú pediste a Yahveh tu Dios en el Horeb, el día de la Asamblea, diciendo: «Para no morir, no volveré a escuchar la voz de Yahveh mi Dios, ni miraré más a este gran fuego». [17] Y Yahveh me dijo a mí: «Bien está lo que han dicho. [18] Yo les suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande. [19] Si alguno no escucha mis palabras, las que ese profeta pronuncie en mi nombre, yo mismo le pediré cuentas de ello. [20] Pero si un profeta tiene la presunción de decir en mi nombre una palabra que yo no he mandado decir, y habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá.» [21] Acaso vas a decir en tu corazón: «¡Cómo sabremos que esta palabra no la ha dicho Yahveh?» [22] Si ese profeta habla en nombre de Yahveh, y lo que dice queda sin efecto y no se cumple, es que Yahveh no ha dicho tal palabra; el profeta lo ha dicho por presunción; no le tengas miedo.

Capítulo 19

[1] Cuando Yahveh tu Dios haya exterminado a las naciones cuya tierra te va a dar Yahveh tu Dios, cuando las hayas desalojado y habites en sus ciudades y sus casas, [2] te reservarás tres ciudades en medio de la tierra que Yahveh tu Dios te da en posesión. [3] Tendrás franco el camino de acceso a ellas, y dividirás en tres partes el territorio del país que Yahveh tu Dios te da en posesión: esto para que todo homicida pueda huir allá. [4] Este es el caso del homicida que puede salvar su vida huyendo allá. El que mate a su prójimo sin querer, sin haberle odiado antes [5] (por ejemplo, si va al bosque con su prójimo a cortar leña y, al blandir su mano el hacha para tirar el árbol, se sale el hierro del mango y va a herir mortalmente a su prójimo), éste puede huir a una de esas ciudades y salvar su vida: [6] no sea que el vengador de sangre, cuando su corazón arde de ira, persiga al asesino, le dé alcance por ser largo el camino, y le hiera de muerte, siendo así que éste no es reo de muerte, puesto que no odiaba anteriormente al otro.

[7] Por eso te doy yo esta orden: «Te reservarás tres ciudades»; [8] y si Yahveh tu Dios dilata tu territorio, como juró a tus padres, y te da toda la tierra que prometió dar a tus padres. — [9] a condición de que guardes y practiques todos los mandamientos que yo te prescribo hoy, amando a Yahveh tu Dios y siguiendo siempre sus caminos —, a estas tres ciudades añadirás otras tres. [10] Así no se derramará sangre inocente en medio de la tierra que Yahveh tu Dios te da en herencia, y no habrá sangre sobre ti. [11] Pero si un hombre odia a su prójimo y le tiende una emboscada, se lanza sobre él, le hiere mortalmente y aquél muere, y luego huye a una de estas ciudades, [12] los ancianos de su ciudad mandarán a prenderle allí, y le entregarán en manos del vengador de sangre, para que muera.

[13] No tendrá tu ojo piedad de él. Harás desaparecer de Israel todo derramamiento de sangre inocente, y así te irá bien. [14] No desplazarás los mojones de tu prójimo, puestos por los antepasados, en la heredad recibida en la tierra que Yahveh tu Dios te da en posesión. [15] Un solo testigo no es suficiente para convencer a un hombre de cualquier culpa o delito; sea cual fuere el delito que haya cometido, sólo por declaración de dos o tres testigos será firme la causa. [16] Si un testigo injusto se levanta contra un hombre para acusarle de transgresión, [17] los dos hombres que por ello tienen pleito comparecerán en presencia de Yahveh, ante los sacerdotes y los jueces que estén entonces en funciones. [18] Los jueces indagarán minuciosamente, y si resulta que el testigo es un testigo falso, que ha acusado falsamente a su hermano, [19] haréis con él lo que él pretendía hacer con su hermano. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti.

[20] Los demás, al saberlo, temerán y no volverán a cometer una maldad semejante en medio de ti. [21] No tendrá piedad tu ojo. Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.

Capítulo 20

[1] Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, y veas caballos, carros y un pueblo más numeroso que tú, no les tengas miedo; porque está contigo Yahveh tu Dios, el que te sacó del país de Egipto. [2] Cuando estéis para entablar combate, el sacerdote se adelantará y hablará al pueblo. [3] Les dirá: «Escucha, Israel; hoy vais a entablar combate con vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no tengáis miedo ni os turbéis, ni tembléis ante ellos, [4] porque Yahveh vuestro Dios marcha con vosotros para pelear en favor vuestro contra vuestros enemigos y salvaros.» [5] Luego los escribas hablarán al pueblo y dirán: «¿Quién ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado todavía? Váyase y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y la estrene otro hombre. [6] «¿Quién ha plantado una viña y todavía no la ha disfrutado? Váyase y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y la disfrute otro.

[7] «¿Quién se ha desposado con una mujer y no se ha casado aún con ella? Váyase y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y se case con ella otro hombre.» [8] Los escribas dirán además al pueblo: «¿Quién tiene miedo y siente enflaquecer su ánimo? Váyase y vuelva a su casa, para que no desanime el corazón de sus hermanos como lo está el suyo.» [9] En cuanto los escribas hayan acabado de hablar al pueblo, se pondrán al frente de él jefes de tropa. [10] Cuando te acerques a una ciudad para combatir contra ella, le propondrás la paz. [11] Si ella te responde con la paz y te abre sus puertas, todo el pueblo que se encuentre en ella te deberá tributo y te servirá. [12] Pero si no hace la paz contigo y te declara la guerra, la sitiarás.

[13] Yahveh tu Dios la entregará en tus manos, y pasarás a filo de espada a todos sus varones; [14] las mujeres, los niños, el ganado, todo lo que haya en la ciudad, todos sus despojos, lo tomarás como botín. Comerás los despojos de los enemigos que Yahveh tu Dios te haya entregado. [15] Así has de tratar a las ciudades muy alejadas de ti, que no forman parte de estas naciones. [16] En cuanto a las ciudades de estos pueblos que Yahveh tu Dios te da en herencia, no dejarás nada con vida, [17] sino que las consagrarás al anatema: a hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas, y jebuseos, como te ha mandado Yahveh tu Dios, [18] para que no os enseñen a imitar todas esas abominaciones que ellos hacían en honor de sus dioses: ¡pecaríais contra Yahveh vuestro Dios! [19] Si, al atacar una ciudad, tienes que sitiarla mucho tiempo para tomarla, no destruirás su arbolado metiendo en él el hacha; te alimentarás de él sin talarlo. ¿Son acaso hombres los árboles del campo para que los trates como a sitiados? [20] Sin embargo podrás destruir y cortar los árboles que sabes que no son frutales, y hacer con ellos obras de asedio contra esa ciudad que está en guerra contigo, hasta que caiga.

Capítulo 21

[1] Si en el suelo que Yahveh tu Dios te da en posesión se descubre un hombre muerto, tendido en el campo, sin que se sepa quién lo mató, [2] tus ancianos y tus escribas irán a medir la distancia entre la víctima y las ciudades de alrededor. [3] Los ancianos de la ciudad que resulte más próxima al muerto, tomarán una becerra a la que no se le haya hecho todavía trabajar ni llevar el yugo. [4] Los ancianos de esa ciudad bajarán la becerra a un torrente de agua perenne, donde no se haya arado ni se siembre, y allí, en el torrente, romperán la nuca de la becerra. [5] Se adelantarán entonces los sacerdotes hijos de Leví; porque a ellos ha elegido Yahveh tu Dios para estar a su servicio y para dar la bendición en el nombre de Yahveh, y a su decisión corresponde resolver todo litigio y toda causa de lesiones. [6] Todos los ancianos de la ciudad más próxima al hombre muerto se lavarán las manos en el torrente, sobre la becerra desnucada.

[7] Y pronunciarán estas palabras: «Nuestras manos no han derramado esa sangre y nuestros ojos no han visto nada. [8] Cubre a Israel tu pueblo, tú Yahveh que lo rescataste, y no dejes que se derrame sangre inocente en medio de tu pueblo Israel.» Así quedarán a cubierto de esa sangre, [9] y tú habrás quitado de en medio de ti la sangre inocente, haciendo lo que es justo a los ojos de Yahveh. [10] Cuando vayas a la guerra contra tus enemigos, y Yahveh tu Dios los entregue en tus manos y te lleves sus cautivos, [11] si ves entre ellos una mujer hermosa, te prendas de ella y quieres tomarla por mujer, [12] la llevarás a tu casa. Ella se rapará la cabeza y se hará las uñas, [13] se quitará su vestido de cautiva y quedará en tu casa llorando a su padre y a su madre un mes entero. Después de esto podrás llegarte a ella, y serás su marido y ella será tu mujer.

[14] Si más tarde resulta que ya no la quieres, la dejarás marchar en libertad, y no podrás venderla por dinero, ni hacerla tu esclava, por cuanto la has humillado. [15] Si un hombre tiene dos mujeres a una de las cuales ama y a la otra no, y tanto la mujer amada como la otra le dan hijos, si resulta que el primogénito es de la mujer a quien no ama, [16] el día que reparta la herencia entre sus hijos no podrá dar el derecho de primogenitura al hijo de la mujer que ama, en perjuicio del hijo de la mujer que no ama, que es el primogénito. [17] Sino que reconocerá como primogénito al hijo de ésta, dándole una parte doble de todo lo que posee: porque este hijo, primicias de su vigor, tiene derecho de primogenitura. [18] Si un hombre tiene un hijo rebelde y díscolo, que no escucha la voz de su padre ni la voz de su madre, y que, castigado por ellos, no por eso les escucha, [19] su padre y su madre le agarrarán y le llevarán afuera donde los ancianos de su ciudad, a la puerta del lugar.

[20] Dirán a los ancianos de su ciudad: «Este hijo nuestro es rebelde y díscolo, y no nos escucha, es un libertino y un borracho.» [21] Y todos los hombres de su ciudad le apedrearán hasta que muera. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti, y todo Israel, al saberlo, temerá. [22] Si un hombre, reo de delito capital, ha sido ejecutado y le has colgado de un árbol, [23] no dejarás que su cadáver pase la noche en el árbol; lo enterrarás el mismo día, porque un colgado es una maldición de Dios. Así no harás impuro el suelo que Yahveh tu Dios te da en herencia.

Capítulo 22

[1] Si ves extraviada alguna res del ganado mayor o menor de tu hermano, no te desentenderás de ella, sino que se la llevarás a tu hermano. [2] Y si tu hermano no es vecino tuyo, o no le conoces, la recogerás en tu casa y la guardarás contigo hasta que tu hermano venga a buscarla; entonces se la devolverás. [3] Lo mismo harás con su asno, con su manto, o con cualquier objeto perdido por tu hermano que tú encuentres; no puedes desentenderte. [4] Si ves caído en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te desentenderás de ellos, sino que le ayudarás a levantarlos. [5] La mujer no llevará ropa de hombre ni el hombre se pondrá vestidos de mujer, porque el que hace esto es una abominación para Yahveh tu Dios. [6] Si encuentras en el camino un nido de pájaros, con polluelos o huevos, sobre un árbol o en el suelo, y la madre echada sobre los polluelos o sobre los huevos, no tomarás a la madre con las crías.

[7] Deja marchar a la madre, y puedes quedarte con las crías. Así tendrás prosperidad y larga vida. [8] Cuando construyas una casa nueva, pondrás un pretil a tu azotea; así tu casa no incurrirá en la venganza de sangre en el caso de que alguno se cayera de allí. [9] No sembrarás tu viña con semilla de dos clases, no sea que quede consagrado todo: la semilla que siembres y el fruto de la viña. [10] No ararás con un buey y una asna juntos. [11] No vestirás ropa tejijda mitad de lana y mitad de lino. [12] Te harás unas borlas en las cuatro puntas del manto con que te cubras.

[13] Si un hombre se casa con una mujer, y después de llegarse a ella, le cobra aversión, [14] le atribuye acciones torpes y la difama públicamente diciendo: «Me he casado con esta mujer y, al llegarme a ella, no la he encontrado virgen,» [15] el padre de la joven y su madre tomarán las pruebas de su virginidad y las descubrirán ante los ancianos de la ciudad, a la puerta. [16] El padre de la joven dirá a los ancianos: «Yo di mi hija por esposa a este hombre; él le ha cobrado aversión, [17] y ahora le achaca acciones torpes diciendo: «No he encontrado virgen a tu hija.» Sin embargo, aquí tenéis las señales de la virginidad de mi hija», y levantarán el paño ante los ancianos de la ciudad. [18] Los ancianos de aquella ciudad tomarán a ese hombre, le castigarán, [19] y le pondrán una multa de cien monedas de plata, que entregarán al padre de la joven, por haber difamado públicamente a una virgen de Israel. El la recibirá por mujer, y no podrá repudiarla en toda su vida.

[20] Pero si resulta que es verdad, si no aparecen en la joven las pruebas de la virginidad, [21] sacarán a la joven a la puerta de la casa de su padre, y los hombres de su ciudad la apedrearán hasta que muera, por haber cometido una infamia en Israel prostituyéndose en casa de su padre. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. [22] Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos: el hombre que se acostó con la mujer y la mujer misma. Así harás desaparecer de Israel el mal. [23] Si una joven virgen está prometida a un hombre y otro hombre la encuentra en la ciudad y se acuesta con ella, [24] los sacaréis a los dos a la puerta de esa ciudad y los apedrearéis hasta que mueran: a la joven por no haber pedido socorro en la ciudad, y al hombre por haber violado a la mujer de su prójimo. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. [25] Pero si es en el campo donde el hombre encuentra a la joven prometida, la fuerza y se acuesta con ella, sólo morirá el hombre que se acostó con ella; [26] no harás nada a la joven: no hay en ella pecado que merezca la muerte. El caso es semejante al de un hombre que se lanza sobre su prójimo y le mata: [27] porque fue en el campo donde la encontró, y la joven prometida acaso gritó sin que hubiera nadie que la socorriera.

[28] Si un hombre encuentra a una joven virgen no prometida, la agarra y se acuesta con ella, y son sorprendidos, [29] el hombre que acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta monedas de plata; ella será su mujer, porque la ha violado, y no podrá repudiarla en toda su vida.

Capítulo 23

[1] Nadie tomará a la mujer de su padre, no retirará el borde del manto de su padre. [2] El hombre que tenga los testículos aplastados o el pene mutilado no será admitido en la asamblea de Yahveh. [3] El bastardo no será admitido en la asamblea de Yahveh; ni siquiera en su décima generación será admitido en la asamblea de Yahveh. [4] El ammonita y el moabita no serán admitidos en la asamblea de Yahveh; ni aun en la décima generación serán admitidos en la asamblea de Yahveh, nunca jamás. [5] Porque no vinieron a vuestro encuentro con el pan y el agua cuando estábais de camino a la salida de Egipto, y porque alquiló para maldecirte a Balaam, hijo de Beor, desde Petor, Aram de Mesopotamia. [6] Sólo que Yahveh tu Dios no quiso escuchar a Balaam, y Yahveh tu Dios te cambió la maldición en bendición, porque Yahveh tu Dios te ama.

[7] No buscarás jamás mientras vivas su prosperidad ni su bienestar. [8] No tendrás por abominable al idumeo, porque es tu hermano; tampoco al egipcio tendrás por abominable, porque fuiste forastero en su país. [9] A la tercera generación, sus descendientes podrán ser admitidos en la asamblea de Yahveh. [10] Cuando salgas a campaña contra tus enemigos, te guardarás de todo mal. [11] Si hay entre los tuyos un hombre que no esté puro, por causa de una polución nocturna, saldrá del campamento y no volverá a entrar. [12] Pero a llegar la tarde se lavará, y a la puesta del sol podrá volver al campamento.

[13] Tendrás fuera del campamento un lugar, y saldrás allá fuera. [14] Llevarás en tu equipo una estaca, y cuando vayas a evacuar afuera, harás un hoyo con la estaca, te darás vuelta, y luego taparás tus excrementos. [15] Porque Yahveh tu Dios recorre el campamento para protegerte y entregar en tu mano a tus enemigos. Por eso tu campamento debe ser una cosa sagrada, Yahveh no debe ver en él nada inconveniente; de lo contrario se apartaría de ti. [16] No entregarás a su amo el esclavo que se haya acogido a ti huyendo de él. [17] Se quedará contigo, entre los tuyos, en el lugar que escoja en una de tus ciudades, donde le parezca bien; no le molestarás. [18] No habrá hieródula entre las israelitas, ni hieródulo entre los israelitas.

[19] No llevarás a la casa de Yahveh tu Dios don de prostituta ni salario de perro, sea cual fuere el voto que hayas hecho: porque ambos son abominación para Yahveh tu Dios. [20] No prestarás a interés a tu hermano, ya se trate de réditos de dinero, o de víveres, o de cualquier otra cosa que produzca interés. [21] Al extranjero podrás prestarle a interés, pero a tu hermano no le prestarás a interés, para que Yahveh tu Dios te bendiga en todas tus empresas, en la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión. [22] Si haces un voto a Yahveh tu Dios, no tardarás en cumplirlo, porque sin duda Yahveh tu Dios te lo reclamaría, y te cargarías con un pecado. [23] Si te abstienes de hacer voto, no habrá pecado en ti. [24] Pero lo que salga de tus labios lo mantendrás, y cumplirás el voto que has hecho voluntariamente a Yahveh tu Dios, lo que has dicho con tu propia boca.

[25] Si entras en la viña de tu prójimo, podrás comer todas las uvas que quieras, hasta saciarte, pero no las meterás en tu zurrón. [26] Si pasas por las mieses de tu prójimo, podrás arrancar espigas con tu mano, pero no meterás la hoz en la mies de tu prójimo.

Capítulo 24

[1] Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá en su mano y la despedirá de su casa. [2] Si después de salir y marcharse de casa de éste, se casa on otro hombre, [3] y luego este otro hombre le cobra aversión, le redacta un libelo de repudio, lo pone en su mano y la despide de su casa (o bien, si llega a morir este otro hombre que se ha casado con ella), [4] el primer marido que la repudió no podrá volver a tomarla por esposa después de haberse hecho ella impura. Pues sería una abominación a los ojos de Yahveh, y tú no debes hacer pecar a la tierra que Yahveh tu Dios te da en herencia. [5] Si un hombre está recién casado, no saldrá a campaña ni se le impondrá compromiso alguno; quedará exento en su casa durante un año, para recrear a la mujer que ha tomado. [6] No se tomará en prenda el molino ni la muela; porque ello sería tomar en prenda la vida misma.

[7] Si se encuentra a un hombre que haya raptado a uno de sus hermanos, entre los israelitas — ya le haya hecho su esclavo o le haya vendido — ese ladrón debe morir. Harás desaparecer el mal de en medio de ti. [8] En caso de lepra, cuida bien de observar y ejecutar todo lo que os enseñen los sacerdotes levitas. Procuraréis poner en práctica lo que yo les he mandado. [9] Recuerda lo que Yahveh tu Dios hizo con María cuando estabais de camino a la salida de Egipto. [10] Si haces algún préstamo a tu prójimo, no entrarás en su casa para tomar la prenda, sea cual fuere. [11] Te quedarás fuera, y el hombre a quien has hecho el préstamo te sacará la prenda afuera. [12] Y si es un hombre de condición humilde, no te acostarás guardando su prenda; [13] se la devolverás a la puesta del sol, para que pueda acostarse en su manto. Así te bendecirá y habrás hecho una buena acción a los ojos de Yahveh tu Dios.

[14] No explotarás al jornalero humilde y pobre, ya sea uno de tus hermanos o un forastero que resida en tus ciudades. [15] Le darás cada día su salario, sin dejar que el sol se ponga sobre esta deuda; porque es pobre, y para vivir necesita de su salario. Así no apelará por ello a Yahveh contra ti, y no te cargarás con un pecado. [16] No morirán los padres por culpa de los hijos ni los hijos por culpa de los padres. Cada cual morirá por su propio pecado. [17] No torcerás el derecho del forastero ni del huérfano, ni tomarás en prenda el vestido de la viuda. [18] Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh tu Dios te rescató de allí. Por eso te mando hacer esto. [19] Cuando siegues la mies en tu campo, si dejas en él olvidada una gavilla, no volverás a buscarla. Será para el forastero, el huérfano y la viuda, a fin de que Yahveh tu Dios te bendiga en todas tus obras.

[20] Cuando varees tus olivos, no harás rebusco. Lo que quede será para el forastero, el huérfano y la viuda. [21] Cuando vendimies tu viña, no harás rebusco. Lo que quede será para el forastero, el huérfano y la viuda. [22] Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto. Por eso te mando hacer esto.

Capítulo 25

[1] Cuando hay pleito entre dos hombres, se presentarán a juicio para que se pronuncie entre ellos: se dará la razón a quien la tenga y se condenará al culpable. [2] Si el culpable merece azotes, el juez le hará echarse en tierra en su presencia y hará que le azoten con un número de golpes proporcionado a su culpa. [3] Podrá infligirle cuarenta azotes, pero no más, no sea que al golpearle más sea excesivo el castigo, y tu hermano quede envilecido a tus ojos. [4] No pondrás bozal al buey que trilla. [5] Si unos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no se casará fuera con un hombre de familia extraña. Su cuñado se llegará a ella, ejercerá su levirato tomándola por esposa, [6] y el primogénito que ella dé a luz llevará el nombre de su hermano difunto; así su nombre no se borrará de Israel.

[7] Pero si el cuñado se niega a tomarla por mujer, subirá ella a la puerta donde los ancianos y dirá: «Mi cuñado se niega a perpetuar el nombre de su hermano en Israel, no quiere ejercer conmigo su levirato.» [8] Los ancianos de su ciudad llamarán a ese hombre y le hablarán. Cuando al comparecer diga: «No quiero tomarla», [9] su cuñada se acercará a él en presencia de los ancianos, le quitará su sandalia del pie, le escupirá a la cara y pronunciará estas palabras: «Así se hace con el hombre que no edifica la casa de su hermano»; [10] y se le dará en Israel el nombre de «Casa del descalzado». [11] Si un hombre está peleándose con su hermano, y la mujer de uno de ellos se acerca y, para librar a su marido de los golpes del otro, alarga la mano y agarra a éste por sus partes, [12] tú le cortarás a ella la mano sin piedad.

[13] No tendrás en tu bolsa pesa y pesa, una grande y otra pequeña. [14] No tendrás en tu casa medida y medida, una grande y otra pequeña. [15] Has de tener un peso cabal y exacto, e igualmente una medida cabal y exacta, para que se prolonguen tus días en el suelo que Yahveh tu Dios te da. [16] Porque todo el que hace estas cosas, todo el que comete fraude, es una abominación para Yahveh tu Dios. [17] Recuerda lo que te hizo Amalec cuando estabais de camino a vuestra salida de Egipto, [18] cómo vino a tu encuentro en el camino y atacó por la espalda a todos los que iban agotados en tu retaguardia, cuando tú estabas cansado y extenuado; ¡no tuvo temor de Dios! [19] Por eso, cuando Yahveh tu Dios te haya asentado al abrigo de todos tus enemigos de alrededor, en la tierra que Yahveh tu Dios te da en herencia para que la poseas, borrarás el recuerdo de Amalec de debajo de los cielos. ¡No lo olvides!

Capítulo 26

[1] Cuando llegues a la tierra que Yahveh tu Dios te da en herencia, cuando la poseas y habites en ella, [2] tomarás las primicias de todos los productos del suelo que coseches en la tierra que Yahveh tu Dios te da, las pondrás en una cesta, y las llevarás al lugar elegido por Yahveh tu Dios para morada de su nombre. [3] Te presentarás al sacerdote que esté entonces en funciones y le dirás: «Yo declaro hoy a Yahveh mi Dios que he llegado a la tierra que Yahveh juró a nuestros padres que nos daría.» [4] El sacerdote tomará de tu mano la cesta y la depositará ante el altar de Yahveh tu Dios. [5] Tú pronunciarás estas palabras ante Yahveh tu Dios: «Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa. [6] Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura servidumbre.

[7] Nosotros clamamos a Yahveh Dios de nuestros padres, y Yahveh escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresión, [8] y Yahveh nos sacó de Egipto con mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror, señales y prodigios. [9] Nos trajo aquí y nos dio esta tierra, tierra que mana leche y miel [10] Y ahora yo traigo las primicias de los productos del suelo que tú, Yahveh, me has dado.» Las depositarás ante Yahveh tu Dios y te postrarás ante Yahveh tu Dios. [11] Luego te regocijarás por todos los bienes que Yahveh tu Dios te haya dado a ti y a tu casa, y también se regocijará el levita y el forastero que viven en medio de ti. [12] El tercer año, el año del diezmo, cuando hayas acabado de apartar el diezmo de toda tu cosecha y se lo hayas dado al levita, al forastero, a la viuda y al huérfano, para que coman de ello en tus ciudades hasta saciarse, [13] dirás en presencia de Yahveh tu Dios: «He retirado de mi casa lo que era sagrado; se lo he dado al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, según todos los mandamientos que me has dado sin traspasar ninguno de tus mandamientos ni olvidarlos.

[14] Nada de ello he comido estando en duelo, nada he retirado hallándome impuro, nada he ofrecido a un muerto. He escuchado la voz de Yahveh mi Dios y he obrado conforme a todo lo que me has mandado. [15] Desde la morada de tu santidad, desde lo alto de los cielos, contempla y bendice a tu pueblo Israel, así como al suelo que nos has dado como habías jurado a nuestros padres, tierra que mana leche y miel.» [16] Yahveh tu Dios te manda hoy practicar estos preceptos y estas normas; las guardarás y las practicarás con todo tu corazón y con toda tu alma. [17] Has hecho decir a Yahveh que él será tu Dios — tú seguirás sus caminos, observarás sus preceptos, sus mandamientos y sus normas, y escucharás su voz —. [18] Y Yahveh te ha hecho decir hoy que serás su pueblo propio, como él te ha dicho — tú deberás guardar todos sus mandamientos —; [19] él te elevará en honor, renombre y gloria, por encima de todas las naciones que hizo, y serás un pueblo consagrado a Yahveh tu Dios como él te ha dicho.

Capítulo 27

[1] Moisés y los ancianos de Israel dieron al pueblo esta orden: «Guardad todos los mandamientos que yo os prescribo hoy. [2] Cuando paséis el Jordán para ir a la tierra que Yahveh tu Dios te da, erigirás grandes piedras, las blanquearás con cal, [3] y escribirás en ellas todas las palabras de esta Ley, en el momento en que pases para entrar en la tierra que Yahveh tu Dios te da, tierra que mana leche y miel, como te ha dicho Yahveh el Dios de tus padres. [4] Y cuando hayáis pasado el Jordán, erigiréis estas piedras en el monte Ebal, como os lo mando hoy, y las blanquearéis con cal. [5] Levantarás allí en honor de Yahveh tu Dios un altar de piedras, sin labrarlas con el hierro. [6] Con piedras sin labrar harás el altar de Yahveh tu Dios, y sobre este altar ofrecerás holocaustos a Yahveh tu Dios.

[7] Allí también inmolarás sacrificios de comunión, los comerás y te regocijarás en presencia de Yahveh tu Dios. [8] Escribirás en esas piedras todas las palabras de esta Ley. Grábalas bien.» [9] Después Moisés y los sacerdotes levitas hablaron así a todo Israel: «Calla y escucha, Israel. Hoy te has convertido en el pueblo de Yahveh tu Dios. [10] Escucharás la voz de Yahveh tu Dios y pondrás en práctica los mandamientos y preceptos que yo te prescribo hoy.» [11] Y Moisés ordenó aquel día al pueblo: [12] Estos son los que se situarán en el monte Garizim para dar la bendición al pueblo, cuando hayáis pasado el Jordán: Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín; [13] y estos otros los que se situarán, para la maldición, en el monte Ebal: Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí.

[14] Los levitas tomarán la palabra y dirán en voz alta a todos los israelitas: [15] Maldito el hombre que haga un ídolo esculpido o fundido, abominación de Yahveh, obra de manos de artífice, y lo coloque en un lugar secreto. — Y todo el pueblo dirá: Amén. [16] Maldito quien desprecie a su padre o a su madre. — Y todo el pueblo dirá: Amén. [17] Maldito quien desplace el mojón de su prójimo. — Y todo el pueblo dirá: Amén. [18] Maldito quien desvíe a un ciego en el camino. — Y todo el pueblo dirá: Amén. [19] Maldito quien tuerza el derecho del forastero, el huérfano o la viuda. — Y todo el pueblo dirá: Amén.

[20] Maldito quien se acueste con la mujer de su padre, porque descubre el borde del manto de su padre. — Y todo el pueblo dirá: Amén. [21] Maldito quien se acueste con cualquier bestia. — Y todo el pueblo dirá: Amén. [22] Maldito quien se acueste con su hermana, hija de su padre o hija de su madre. — Y todo el pueblo dirá: Amén. [23] Maldito quien se acueste con su suegra. — Y todo el pueblo dirá: Amén. [24] Maldito quien mate a traición a su prójimo. — Y todo el pueblo dirá: Amén. [25] Maldito quien acepte soborno para quitar la vida a un inocente. — Y todo el pueblo dirá: Amén.

[26] Maldito quien no mantenga las palabras de esta Ley, poniéndolas en práctica. — Y todo el pueblo dirá: Amén.

Capítulo 28

[1] Y si tú escuchas de verdad la voz de Yahveh tu Dios, cuidando de practicar todos los mandamientos que yo te prescribo hoy, Yahveh tu Dios le levantará por encima de todas las naciones de la tierra, [2] y vendrán sobre ti y te alcanzarán todas las bendiciones siguientes, por haber escuchado la voz de Yahveh tu Dios. [3] Bendito serás en la ciudad y bendito en el campo. [4] Bendito será el fruto de tus entrañas, el producto de tu suelo, el fruto de tu ganado, el parto de tus vacas y las crías de tus ovejas. [5] Benditas serán tu cesta y tu artesa. [6] Bendito serás cuando entres y bendito cuando salgas.

[7] A los enemigos que se levanten contra ti, Yahveh los pondrá en derrota: salidos por un camino a tu encuentro, por siete caminos huirán de ti. [8] Yahveh mandará a la bendición que esté contigo, en tus graneros y en tus empresas, y te bendecirá en la tierra que Yahveh tu Dios te da. [9] Yahveh hará de ti el pueblo consagrado a él, como te ha jurado, si tú guardas los mandamientos de Yahveh tu Dios y sigues sus caminos. [10] Todos los pueblos de la tierra verán que sobre ti es invocado el nombre de Yahveh y te temerán. [11] Yahveh te hará rebosar de bienes: frutos de tus entrañas, frutos de tu ganado, y frutos de tu suelo, en esta tierra que él juró a tus padres que te daría. [12] Yahveh abrirá para ti los cielos, su rico tesoro, para dar a su tiempo la lluvia necesaria a tu tierra y para bendicir todas tus obras. Prestarás a naciones numerosas, y tú no tendrás que tomar prestado.

[13] Yahveh te pondrá a la cabeza y no a la zaga; siempre estarás encima y nunca debajo, si escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios, que yo te prescribo hoy, guardándolos y poniéndolos en práctica, [14] sin apartarte ni a derecha ni a izquierda de ninguna de estas palabras que yo os prescribo hoy, para ir en pos de otros dioses a servirles. [15] Pero si desoyes la voz de Yahveh tu Dios, y no cuidas de practicar todos sus mandamientos y sus preceptos, que yo te prescribo hoy, te sobrevendrán y te alcanzarán todas las maldiciones siguientes: [16] Maldito serás en la ciudad y maldito en el campo. [17] Malditas serán tu cesta y tu artesa. [18] Maldito el fruto de tus entrañas y el fruto de tu suelo, el parto de tus vacas y las crías de tus ovejas.

[19] Maldito serás cuando entres y maldito cuando salgas. [20] Yahveh enviará contra ti la maldición, el desastre, la amenaza, en todas tus empresas, hasta que seas exterminado y perezcas rápidamente, a causa de la perversidad de tus acciones por las que me habrás abandonado. [21] Yahveh hará que se te pegue la peste, hasta que te haga desaparecer de este suelo adonde vas a entrar para tomarlo en posesión. [22] Yahveh te herirá de tisis, fiebre, inflamación, gangrena, sequía, tizón y añublo, que te perseguirán hasta que perezcas. [23] Los cielos de encima de tu cabeza serán de bronce, y la tierra de debajo de ti será de hierro. [24] Yahveh dará como lluvia a tu tierra polvo y arena, que caerán del cielo sobre ti hasta tu destrucción.

[25] Yahveh hará que sucumbas ante tus enemigos: salido a su encuentro por un camino, por siete caminos huirás de ellos, y serás el espanto de todos los reinos de la tierra. [26] Tu cadáver será pasto de todas las aves del cielo y de todas las bestias de la tierra sin que nadie las espante. [27] Yahveh te herirá con úlceras de Egipto, con tumores, sarna y tiña, de las que no podrás sanar. [28] Yahveh te herirá de delirio, ceguera y pérdida de sentidos, [29] hasta el punto que andarás a tientas en pleno mediodía como el ciego anda a tientas en la oscuridad, y tus pasos no llegarán a término. Estarás oprimido y despojado toda la vida, y no habrá quien te salve. [30] Te desposarás con una mujer y otro hombre la hará suya; edificarás una casa y no la habitarás; plantarás una viña y no podrás disfrutar de ella.

[31] Tu buey será degollado a tus propios ojos, y no podrás comer de él; tu asno será robado en tu presencia, y no se te devolverá; tus ovejas serán entregadas a tus enemigos, y no habrá quien te salve; [32] tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo; tus ojos se consumirán mirando todos los días hacia ellos, pero tus manos no podrán hacer nada. [33] El fruto de tu suelo y toda tu fatiga lo comerá un pueblo que no conoces. No serás más que un explotado y oprimido toda la vida. [34] Y te volverás loco ante el espectáculo que verás con tus ojos. [35] Yahveh te herirá de úlceras malignas en las rodillas y en las piernas, de las que no podrás sanar, desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza. [36] Yahveh te llevará a ti y al que hayas puesto sobre ti a una nación que ni tú ni tus padres conocíais, y allí servirás a otros dioses, de madera y de piedra.

[37] Serás el asombro, el proverbio y la irrisión de todos los pueblos a donde Yahveh te conduzca. [38] Echarás en tus campos mucha semilla y cosecharás poco, porque la asolará la langosta. [39] Plantarás y cultivarás viñas, pero no beberás vino ni recogerás nada, porque el gusano las devorará. [40] Tendrás olivos por todo tu territorio, pero no te ungirás de aceite, porque tus olivos caerán. [41] Engendrarás hijos e hijas, pero no serán para ti, porque irán al cautiverio. [42] Todos tus árboles y los frutos de tu suelo serán presa de los insectos.

[43] El forastero que vive junto a ti subirá a costa tuya cada vez más alto, y tú caerás cada vez más bajo. [44] El te prestará, y tú tendrás que tomar prestado; él estará a la cabeza y tú a la zaga. [45] Todas estas maldiciones caerán sobre ti, te perseguirán y te alcanzarán hasta destruirte, por no haber escuchado la voz de Yahveh tu Dios, guardando los mandamientos y los preceptos que él te ha prescrito. [46] Serán como una señal y un prodigio sobre ti y sobre tu descendencia para siempre. [47] Por no haber servido a Yahveh tu Dios en la alegría y la dicha de corazón, cuando abundabas en todo, [48] servirás a los enemigos que Yahveh enviará contra ti, con hambre, sed, desnudez y privación de todo. El pondrá en tu cuello un yugo de hierro hasta que te destruya.

[49] Yahveh levantará contra ti una nación venida de lejos, de los extremos de la tierra, como el águila que se cierne. Será una nación de lengua desconocida para ti, [50] una nación de rostro fiero, que no respetará al anciano ni tendá compasión del niño. [51] Comerá el fruto de tu ganado y el fruto de tu suelo, hasta destruirte; no te dejará trigo, mosto, ni aceite, ni los partos de tus vacas, ni las crías de tus ovejas, hasta acabar contigo. [52] Te asediará en todas tus ciudades, hasta que caigan en toda tu tierra tus murallas más altas y más fortificadas, en las que tú ponías tu confianza. Te asediará en tus ciudades, en toda la tierra que te haya dado Yahveh tu Dios. [53] Comerás el fruto de tus entrañas, la carne de tus hijos y tus hijas que te haya dado Yahveh tu Dios, en el asedio y la angustia a que te reducirá tu enemigo. [54] El más delicado y tierno de entre los tuyos mirará con malos ojos a su hermano, e incluso a la esposa de su corazón y a los hijos que le queden, [55] negándose a compartir con ellos la carne de sus hijos que se comerá, al quedarle ya nada en el asedio y la angustia a que tu enemigo te reducirá en todas tus ciudades.

[56] La más delicada y tierna de las mujeres de tu pueblo, tan delicada y tierna que no hubiera osado posar en tierra la planta de su pie, mirará con malos ojos al esposo de su corazón, e incluso a su hijo y a su hija, [57] a las secundinas salidas de su seno y a los hijos que dé a luz, pues los comerá a escondidas, por la privación de todo, en el asedio y la angustia a que te reducirá tu enemigo en todas tus ciudades. [58] Si no cuidas de poner en práctica todas las palabras de esta Ley escritas en este libro, temiendo a ese nombre glorioso y temible, a Yahveh tu Dios, [59] Yahveh hará terribles tus plagas y las de tu descendencia: plagas grandes y duraderas, enfermedades perniciosas y tenaces. [60] Hará caer de nuevo sobre ti aquellas epidemias de Egipto a las que tanto miedo tenías, y se pegarán a ti. [61] Más todavía, todas las enfermedades y plagas que no se mencionan en el libro de esta Ley, las suscitará Yahveh contra ti, hasta destruirte.

[62] No quedaréis más que unos pocos hombres, vosotros que erais tan numerosos como las estrellas del cielo, por haber desoído la voz de Yahveh tu Dios. [63] Y sucederá que lo mismo que Yahveh se complacía en haceros favor y en multiplicaros, así se gozará en perderos, y destruiros. Seréis arrancados del suelo adonde vas a entrar para tomarlo en posesión. [64] Yahveh te dispersará entre todos los pueblos, de un extremo a otro de la tierra, y allí servirás a otros dioses, de madera y de piedra, desconocidos de ti y de tus padres. [65] No hallarás sosiego en aquellas naciones, ni habrá descanso para la planta de tus pies, sino que Yahveh te dará allí un corazón trémulo, languidez de ojos y ansiedad de alma. [66] Tu vida estará ante ti como pendiente de un hilo, tendrás miedo de noche y de día, y ni de tu vida te sentirás seguro. [67] Por la mañana dirás: «¡Ojalá llegase la tarde!», y por la tarde dirás: «¡Ojalá llegase la mañana!», a causa del espanto que estremecerá tu corazón y del espectáculo que verán tus ojos.

[68] Yahveh volverá a llevarte a Egipto en barcos, por ese camino del que yo te había dicho: «No volverás a verlo más.» Y allí os ofreceréis en venta a vuestros enemigos como esclavos y esclavas, pero no habrá ni comprador. [69] Estas son las palabras de la alianza que Yahveh mandó a Moisés concluir con los israelitas en el país de Moab, aparte de la alianza que había concluido con ellos en el Horeb.

Capítulo 29

[1] Moisés convocó a todo Israel y les dijo: Vosotros visteis todo lo que Yahveh hizo a vuestros propios ojos en Egipto con Faraón, sus siervos y todo su país: [2] las grandes pruebas que tus mismos ojos vieron, aquellas señales, aquellos grandes prodigios. [3] Pero hasta el día de hoy no os había dado Yahveh corazón para entender, ojos para ver, ni oídos para oír. [4] Durante cuarenta años os he hecho caminar por el desierto, sin que se hayan gastado los vestidos sobre vosotros ni las sandalias en tus pies. [5] No habéis tenido pan que comer, ni vino o licor fermentado que beber, para que supierais que yo, Yahveh, soy vuestro Dios. [6] Luego llegasteis a este lugar. Sijón, rey de Jesbón, y Og, rey de Basán, salieron a nuestro encuentro para hacernos la guerra, pero los derrotamos.

[7] Conquistamos su país, y se lo dimos en heredad a Rubén, a Gad y a la media tribu de Manasés. [8] Guardad, pues, las palabras de esta alianza y ponedlas en práctica, para que tengáis éxito en todas vuestras empresas. [9] aquí estáis hoy todos vosotros en presencia de Yahveh vuestro Dios: vuestros jefes de tribu, vuestros ancianos y vuestros escribas, todos los hombres de Israel, [10] con vuestros hijos y vuestras mujeres (y también el forastero que está en tu campamento, desde tu leñador hasta tu aguador), [11] a punto de entrar en la alianza de Yahveh tu Dios, jurada con imprecación, que Yahveh tu Dios concluye hoy contigo [12] para hacer hoy de ti su pueblo y ser él tu Dios como te ha dicho y como juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.

[13] Y no solamente con vosotros hago yo hoy esta alianza y esta imprecación, [14] sino que la hago tanto con quien está hoy aquí con nosotros en presencia de Yahveh nuestro Dios como con quien no está hoy aquí con nosotros. [15] Pues vosotros sabéis cómo vivíamos en Egipto, y cómo hemos pasado por las naciones por las que habéis pasado. [16] Habéis visto sus monstruos abominables y los ídolos de madera y de piedra, de plata y de oro que hay entre ellos. [17] No haya entre vosotros hombre o mujer, familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy de Yahveh vuestro Dios para ir a servir a los dioses de esas naciones. No haya entre vosotros raíz que eche veneno o ajenjo. [18] Si alguien, después de haber oído las palabras de esta imprecación, se las promete felices en su corazón diciendo: «Aunque me conduzca en la terquedad de mi corazón, todo me irá bien, puesto que la abundancia de agua quitará la sed», [19] Yahveh no se avendrá a perdonarle. Porque la ira y el celo de Yahveh se encenderán contra ese hombre, toda la imprecación escrita en este libro caerá sobre él, y Yahveh borrará su nombre de debajo de los cielos.

[20] Yahveh le separará de todas las tribus de Israel, para su desgracia, conforme a todas las imprecaciones de la alianza escrita en el libro de esta Ley. [21] La generación futura, vuestros hijos que vendrán después de vosotros, así como el extranjero llegado de un país lejano, verán las plagas de esta tierra y las enfermedades con que Yahveh la castigará, y exclamarán: [22] «Azufre, sal, calcinación es su tierra entera; no se sembrará ni germinará ni hierba alguna crecerá en ella, como en la catástrofe de Sodoma y Gomorra, Admá y Seboyím, que Yahveh asoló en su ira y su furor.» [23] Y todas las naciones preguntarán: «¿Por qué ha tratado así Yahveh a esta tierra? ¿Por qué el ardor de tan gran ira?» [24] Y se dirá: «Porque han abandonado la alianza que Yahveh, Dios de sus padres, había concluido con ellos al sacarlos del país de Egipto; [25] porque se han ido a servir a otros dioses y se han postrado ante ellos, dioses que no conocían y que él no les había dado en suerte.

[26] Por eso se ha encendido la ira de Yahveh contra este país y ha traído sobre él toda la maldición escrita en este libro. [27] Yahveh los ha arrancado de su suelo con ira, furor y gran indignación, y los ha arrojado a otro país donde hoy están.» [28] Las cosas secretas pertenecen a Yahveh nuestro Dios, pero las cosas reveladas nos atañen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que pongamos en práctica todas las palabras de esta Ley.

Capítulo 30

[1] Cuando te sucedan todas estas cosas, la bendición y la maldición que te he propuesto, si las meditas en tu corazón en medio de las naciones donde Yahveh tu Dios te haya arrojado, [2] si vuelves a Yahveh tu Dios, si escuchas su voz en todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma, [3] Yahveh tu Dios cambiará tu suerte, tendrá piedad de ti, y te reunirá de nuevo de en medio de todos los pueblos a donde Yahveh tu Dios te haya dispersado. [4] Aunque tus desterrados estén en el extremo de los cielos, de allí mismo te recogerá Yahveh tu Dios y vendrá a buscarte; [5] te llevará otra vez a la tierra poseída por tus padres, para que también tú la poseas, te hará feliz y te multiplicará más que a tus padres. [6] Yahveh tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tu descendencia, a fin de que ames a Yahveh tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, para que vivas.

[7] Yahveh tu Dios descargará todas sus imprecaciones sobre los enemigos y adversarios que te han perseguido. [8] Tú volverás a escuchar la voz de Yahveh tu Dios y pondrás en práctica todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy. [9] Yahveh tu Dios te hará prosperar en todas tus obras, en el fruto de tus entrañas, el fruto de tu ganado y el fruto de tu suelo. Porque de nuevo se complacerá Yahveh en tu felicidad, como se complacía en la felicidad de tus padres, [10] si tú escuchas la voz de Yahveh tu Dios guardando sus mandamientos y sus preceptos, lo que está escrito en el libro de esta Ley, si te conviertes a Yahveh tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. [11] Porque estos mandamientos que yo te prescribo hoy no son superiores a tus fuerzas, ni están fuera de tu alcance. [12] No están en el cielo, para que hayas de decir: «¿Quién subirá por nosotros al cielo a buscarlos para que los oigamos y los pongamos en práctica?» [13] Ni están al otro lado del mar, para que hayas de decir: «¿Quién irá por nosotros al otro lado del mar a buscarlos para que los oigamos y los pongamos en práctica?» [14] Sino que la palabra está bien cerca de ti, está en tu boca y en tu corazón para que la pongas en práctica.

[15] Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. [16] Si escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahveh tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, preceptos y normas, vivirás y multiplicarás; Yahveh tu Dios te bendecirá en la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión. [17] Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar a postrarte ante otros dioses y a darles culto, [18] yo os declaro hoy que pereceréis sin remedio y que no viviréis muchos días en el suelo que vas a tomar en posesión al pasar el Jordán. [19] Pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra: te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, [20] amando Yahveh tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él; pues en eso está tu vida, así como la prolongación de tus días mientras habites en la tierra que Yahveh juró dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.

Capítulo 31

[1] Moisés acabó diciendo estas palabras a todo Israel: [2] «He cumplido 120 años. Ya no puedo salir ni entrar. Y Yahveh me ha dicho: Tú no pasarás este Jordán. [3] Yahveh tu Dios pasará delante de ti, él destruirá ante ti esas naciones y las desalojará. Será Josué quien pasará delante de ti, como ha dicho Yahveh. [4] Yahveh las tratará como trató a Sijón y a Og, reyes amorreos, y a su país, a los cuales destruyó. [5] Yahveh os los entregará, y vosotros los trataréis exactamente conforme a la orden que yo os he dado. [6] ¡Sed fuertes y valerosos!, no temáis ni os asustéis ante ellos, porque Yahveh tu Dios marcha contigo: no te dejará ni te abandonará.» [7] Después Moisés llamó a Josué y le dijo en presencia de todo Israel: «¡Se fuerte y valeroso!, tú entrarás con este pueblo en la tierra que Yahveh juró dar a sus padres, y tú se la darás en posesión.

[8] Yahveh marchará delante de ti, él estará contigo; no te dejará ni te abandonará. No temas ni te asustes.» [9] Moisés puso esta Ley por escrito y se la dio a los sacerdotes, hijos de Leví, que llevaban el arca de la alianza de Yahveh, así como a todos los ancianos de Israel. [10] Y Moisés les dio esta orden: «Cada siete años, tiempo fijado para el año de la Remisión, en la fiesta de las Tiendas, [11] cuando todo Israel acuda, para ver el rostro de Yahveh tu Dios, al lugar elegido por él, leerás esta Ley a oídos de todo Israel. [12] Congrega al pueblo, hombres, mujeres y niños, y al forastero que vive en tus ciudades, para que oigan, aprendan a temer a Yahveh vuestro Dios, y cuiden de poner en práctica todas las palabras de esta Ley. [13] Y sus hijos, que todavía no la conocen, la oirán y aprenderán a temer a Yahveh vuestro Dios todos los días que viváis en el suelo que vais a tomar en posesión al pasar el Jordán.» [14] Yahveh dijo a Moisés: «Ya se acerca el día de tu muerte; llama a Josué y presentaos en la Tienda del Encuentro, para que yo le dé mis órdenes.» Fue, pues, Moisés con Josué a presentarse en la Tienda del Encuentro.

[15] Y Yahveh se apareció en la Tienda, en una columna de nube; la columna de nube estaba parada a la entrada de la Tienda. [16] Yahveh dijo a Moisés: «He aquí que vas a acostarte con tus padres, y este pueblo se levantará para prostituirse yendo en pos de dioses extraños, los de la tierra en la que va a entrar. Me abandonará y romperá mi alianza, que yo he concluido con él. [17] Aquel día montaré en cólera contra él, los abandonaré y les ocultaré mi rostro. Será pasto y presa de un sinfín de males y adversidades, de suerte que dirá aquel día: «¿No me habrán llegado estos males porque mi Dios no está en medio de mí?» [18] Pero yo ocultaré mi rostro aquel día, a causa de todo el mal que habrá hecho, yéndose en pos de otros dioses. [19] «Y ahora escribid para vuestro uso el cántico siguiente; ensénaselo a los israelitas, ponlo en su boca para que este cántico me sirva de testimonio contra los israelitas, [20] cuando yo les lleve a la tierra que bajo juramento prometí a sus padres, tierra que mana leche y miel, y ellos, después de comer hasta hartarse y engordar bien, se vuelvan hacia otros dioses, les den culto, y a mí me desprecien y rompan mi alianza.

[21] Y cuando les alcancen males y adversidades sin número, este cántico dará testimonio contra él, porque no caerá en olvido en la boca de su descendencia. Pues sé muy bien los planes que está tramando hoy, incluso antes de haberle introducido en la tierra que le tengo prometida bajo juramento.» [22] Y Moisés escribió aquel día este cántico y se lo enseño a los israelitas. [23] Luego dio esta orden a Josué, hijo de Nun: «¡Sé fuerte y valeroso!, porque tú llevarás a los israelitas a la tierra que yo les tengo prometida bajo juramento, y yo estaré contigo.» [24] Cuando terminó de escribir en un libro las palabras de esta Ley hasta el fin, [25] Moisés dio esta orden a los levitas que llevaban el arca de la alianza de Yahveh: [26] «Tomad el libro de esta Ley. Ponedlo al lado del arca de la alianza de Yahveh vuestro Dios. Ahí quedará como testimonio contra ti.

[27] Porque conozco tu rebeldía y tu dura cerviz. Si hoy, que vivo todavía entre vosotros, sois rebeldes a Yahveh, ¡cuánto más lo seréis después de mi muerte!» [28] «Congregad junto a mí a todos los ancianos de vuestras tribus y a vuestros escribas, que voy a pronunciar a sus oídos estas palabras, poniendo por testigos contra ellos al cielo y a la tierra. [29] Porque sé que después de mi muerte no dejaréis de pervertiros; os apartaréis del camino que os he prescrito; y la desgracia vendrá sobre vosotros en el futuro, por haber hecho lo que es malo a los ojos de Yahveh, irritándole con vuestras obras.» [30] Luego, a oídos de toda la asamblea de Israel, Moisés pronunció hasta el fin las palabras de este cántico:

Capítulo 32

[1] Prestad oído, cielos, que hablo yo, escuche la tierra las palabras de mi boca. [2] Como lluvia se derrame mi doctrina, caiga como rocío mi palabra, como blanda lluvia sobre la hierba verde, como aguacero sobre el césped. [3] Porque voy a aclamar el nombre de Yahveh; ¡ensalzad a nuestro Dios! [4] El es la Roca, su obra es consumada, pues todos sus caminos son justicia. Es Dios de la lealtad, no de perfidia, es justo y recto. [5] Se han pervertido los que él engendró sin tara, generación perversa y tortuosa. [6] ¿Así pagáis a Yahveh, pueblo insensato y necio? ¿No es él tu padre, el que te creó, el que te hizo y te fundó? [7] Acuérdate de los días de antaño, considera los años de edad en edad. Interroga a tu padre, que te cuente, a tus ancianos, que te hablen. [8] Cuando el Altísimo repartió las naciones, cuando distribuyó a los hijos de Adán, fijó las fronteras de los pueblos, según el número de los hijos de Dios; [9] mas la porción de Yahveh fue su pueblo, Jacob su parte de heredad.

[10] En tierra desierta le encuentra, en la soledad rugiente de la estepa. Y le envuelve, le sustenta, le cuida, como a la niña de sus ojos. [11] Como un águila incita a su nidada, revolotea sobre sus polluelos, así el despliega sus alas y te toma, y le lleva sobre su plumaje. [12] Sólo Yahveh le guía a su destino, con él ningún dios extranjero.

[13] Le hace cabalgar por las alturas de la tierra, le alimenta de los frutos del campo, le da a gustar miel de la peña, y aceite de la dura roca, [14] cuajada de vacas y leche de ovejas, con la grasa de corderos; carneros de raza de Basán, y machos cabríos, con la flor de los granos de trigo, y por bebida la roja sangre de la uva. [15] Come Jacob, se sacia, engorda Yesurún, respinga, — te has puesto grueso, rollizo, turgente —, rechaza a Dios, su Hacedor, desprecia a la Roca, su salvación. [16] Le encelan con dioses extraños, le irritan con abominaciones.

[17] Sacrifican a demonios, no a Dios, a dioses que ignoraban, a nuevos, recién llegados, que no veneraron vuestros padres.

[18] (¡Desdeñas a la Roca que te dio el ser, olvidas al Dios que te engendró!) [19] Yahveh lo ha visto y, en su ira, ha desechado a sus hijos y a sus hijas. [20] Ha dicho: Les voy a esconder mi rostro, a ver en qué paran. Porque es una generación torcida, hijos sin lealtad. [21] Me han encelado con lo que no es Dios, me han irritado con sus vanos ídolos; ¡pues yo también voy a encelarles con lo que no es pueblo, con una nación fatua los irritaré! [22] Porque ha saltado fuego de mi ira, que quemará hasta las honduras del seol; devorará la tierra y sus productos, abrasará los cimientos de los montes. [23] Acumularé desgracias sobre ellos, agotaré en ellos mis saetas. [24] Andarán extenuados de hambre, consumidos de fiebre y mala peste. Dientes de fieras mandaré contra ellos, veneno de reptiles.

[25] Por fuera la espada sembrará orfandad, y dentro reinará el espanto. Caerán a la vez joven y doncella, niño de pecho y viejo encanecido. [26] He dicho: A polvo los reduciría, borraría su recuerdo de en medio de los hombres, [27] si no temiera azuzar el furor del enemigo, y que lo entiendan al revés sus adversarios, no sea que digan: «Nuestra mano prevalece, y no es Yahveh el que hace todo esto.» [28] Porque es gente de consejo obtuso, y no hay inteligencia en ellos. [29] Si fueran sabios, podrían entenderlo, sabrían vislumbrar su suerte última. [30] Pues, ¿cómo un solo hombre puede perseguir a mil, y dos poner en fuga a una miríada, sino porque su Roca se los ha vendido, porque Yahveh los ha entregado? [31] Mas no es su roca como nuestra Roca, y nuestros enemigos son testigos. [32] Porque su viña es viña de Sodoma y de las plantaciones de Gomorra: uvas venenosas son sus uvas, racimos amargos sus racimos; [33] su vino, un veneno de serpiente, mortal ponzoña de áspid.

[34] Pero él, ¿no está guardado junto a mí, sellado en mis tesoros?

[35] A mí me toca la venganza y el pago para el momento en que su pie vacile. Porque está cerca el día de su ruina, ya se precipita lo que les espera. [36] (Que va hacer Yahveh justicia al pueblo suyo, va a apiadarse de sus siervos.) Porque verá que su fuerza se agota, que no queda ya libre ni esclavo. [37] Dirá entonces: ¿Dónde están sus dioses, roca en que buscaban su refugio, [38] los que comían la grasa de sus sacrificios y bebían el vino de sus libaciones? ¡Levántense y os salven, sean ellos vuestro amparo! [39] Ved ahora que yo, sólo yo soy, y que no hay otro Dios junto a mí. Yo doy la muerte y doy la vida, hiero yo, y sano yo mismo (y no hay quien libre de mi mano).

[40] Sí, yo alzo al cielo mi mano, y digo: Tan cierto como que vivo eternamente, [41] cuando afile el rayo de mi espada, y mi mano empuñe el Juicio, tomaré venganza de mis adversarios, y daré el pago a quienes me aborrecen. [42] Embriagaré de sangre mis saetas, y mi espada se saciará de carne: sangre de muertos y cautivos, cabezas encrestadas de enemigos. [43] ¡Cielos, exultad con él, y adórenle los hijos de Dios! ¡Exultad, naciones, con su pueblo, y todos los mensajeros de Dios narren su fuerza! Porque él vengará la sangre de sus siervos, tomará venganza de sus adversarios, dará su pago a quienes le aborrecen y purificará el suelo de su pueblo. [44] Fue Moisés y pronunció o oídos del pueblo todas las palabras de este cántico, acompañado de Josué, hijo de Nun. [45] Cuando Moisés acabó de pronunciar estas palabras a todo Israel, [46] les dijo: «Estad bien atentos a todas estas palabras que hoy os doy como testimonio. Se las prescribiréis a vuestros hijos, para que cuiden de poner en práctica todas las palabras de esta Ley.

[47] Porque no es una palabra vana para vosotros, sino que es vuestra vida, y por ella prolongaréis vuestros días en el suelo que vais a tomar en posesión al pasar el Jordán.» [48] Yahveh habló a Moisés aquel mismo día y le dijo: [49] «Sube a esa montaña de los Abarim, al monte Nebo que está en el país de Moab, frente a Jericó, y contempla la tierra de Canaán que yo doy en propiedad a los israelitas. [50] En el monte al que vas a subir morirás, e irás a reunirte con los tuyos, como tu hermano Aarón murió en el monte Hor y fue a reunirse con los suyos. [51] Por haberme sido infiel en medio de los israelitas, en las aguas de Meribá Cadés, en el desierto de Sin, por no haber manifestado mi santidad en medio de los israelitas, [52] por eso, sólo de lejos verás la tierra, pero no entrarás en ella, en esa tierra que yo doy a los israelitas.»

Capítulo 33

[1] Esta es la bendición con la que Moisés, hombre de Dios, bendijo a los israelitas antes de morir. [2] Dijo: Ha venido Yahveh del Sinaí. Para ellos desde Seír se ha levantado, ha iluminado desde el monte Parán. Con él las miríadas de Cadés, Ley de fuego en su diestra para ellos. [3] Tú que amas a los antepasados, todos los santos están en tu mano. Y ellos, postrados a tus pies, cargados están de tus palabras. [4] Una Ley nos señaló Moisés herencia de la asamblea de Jacob.

[5] Hubo un rey en Yesurún, cuando se congregaron los jefes del pueblo, todas juntas las tribus de Israel. [6] ¡Viva Rubén y nunca muera, aunque sean pocos sus nombres! [7] Para Judá dijo esto: Escucha, Yahveh, la voz de Judá y guíale hacia su pueblo. Sus manos le defenderán y tú serás su auxilio contra sus enemigos.

[8] Para Leví dijo: Dale a Leví tus Urim y tus Tummim al hombre de tu agrado, a quien probaste en Massá, con quien querellaste en las aguas de Meribá, [9] el que dijo de su padre y de su madre: «No los he visto.» El que no reconoce a sus hermanos y a sus hijos ignora. Pues guardan tu palabra, y tu alianza observan. [10] Ellos enseñan tus normas a Jacob y tu Ley a Israel; ofrecen incienso ante tu rostro, y perfecto sacrificio en tu altar.

[11] Bendice, Yahveh, su vigor, y acepta la obra de sus manos. Rompe los lomos a sus adversarios y a sus enemigos, que no se levanten. [12] Para Benjamín dijo: Querido de Yahveh, en seguro reposa junto a El, todos los días le protege, y entre sus hombros mora. [13] Para José dijo: Su tierra es bendita de Yahveh; para él lo mejor de los cielos: el rocío, y del abismo que reposa abajo;

[14] lo mejor de los frutos del sol, de lo que brota a cada luna, [15] las primicias de los montes antiguos, lo mejor de los collados eternos, [16] lo mejor de la tierra y cuanto contiene, y el favor del que mora en la Zarza: ¡caiga sobre la cabeza de José, sobre la frente del elegido entre sus hermanos! [17] Primogénito del toro, a él la gloria, cuernos de búfalo sus cuernos; con ellos acornea a los pueblos todos juntos hasta los confines de la tierra. Tales son las miríadas de Efraím, tales los millares de Manasés.

[18] Para Zabulón dijo: Recocíjate, Zabulón, en tus empresas, y tú, Isacar, en tus tiendas. [19] Convocarás a los pueblos en el monte, ofrecerán sacrificios de justicia, pues gustarán la abundancia de los mares, y los tesoros ocultos en la arena. [20] Para Gad dijo: ¡Bendito el que ensanchó a Gad! Echado está como leona; ha desgarrado un brazo, y hasta una cabeza; [21] se quedó con las primicias, pues allí la porción de jefe le estaba reservada, y ha venido a la cabeza del pueblo: ha cumplido la justicia de Yahveh, y sus juicios con Israel. [22] Para Dan dijo: Dan es un cachorro de león, que se lanza desde Basán. [23] Para Neftalí dijo: Neftalí, saciado de favor, colmado de la bendición de Yahveh, Oeste y Mediodía son su posesión. [24] Para Aser dijo: ¡Bendito Aser entre los hijos! Sea el favorito entre sus hermanos, y bañe su pie en aceite. [25] Sea tu cerrojo de hierro y de bronce, y tu fuerza tan larga como tus días.

[26] Nadie como el Dios de Yesurún. que cabalga los cielos en tu auxilio, y las nubes, en su majestad. [27] El Dios de antaño es tu refugio, estás debajo de los brazos eternos. El expulsa ante ti al enemigo, y dice: ¡Destruye! [28] Israel mora en seguro; la fuente de Jacob aparte brota para un país de trigo y vino; hasta sus cielos el rocío destilan.

[29] Dichoso tú, Israel, ¿quién como tú, pueblo salvado por Yahveh, cuyo escudo es tu auxilio, cuya espada es tu esplendor? Tus enemigos tratarán de engañarte, pero tú hollarás sus espaldas.

Capítulo 34

[1] Moisés subió de las Estepas de Moab al monte Nebo, cumbre del Pisgá, frente a Jericó, y Yahveh le mostró la tierra entera: Galaad hasta Dan, [2] todo Neftalí, la tierra de Efraím y de Manasés, toda la tierra de Judá, hasta el mar Occidental, [3] el Négueb, la vega del valle de Jericó, ciudad de las palmeras, hasta Soar. [4] Y Yahveh le dijo: «Esta es la tierra que bajo juramento prometí a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia se la daré. Te dejo verla con tus ojos, pero no pasarás a ella.» [5] Allí murió Moisés, servidor de Yahveh, en el país de Moab, como había dispuesto Yahveh. [6] Le enterró en el Valle, en el País de Moab, frente a Bet Peor. Nadie hasta hoy ha conocido su tumba.

[7] Tenía Moisés 120 años cuando murió; y no se había apagado su ojo ni se había perdido su vigor. [8] Los israelitas lloraron a Moisés treinta días en las Estepas de Moab; cumplieron así los días de llanto por el duelo de Moisés. [9] Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos. A él obedecieron los israelitas, cumpliendo la orden que Yahveh había dado a Moisés. [10] No ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien Yahveh trataba cara a cara, [11] nadie como él en todas las señales y prodigios que Yahveh le envió a realizar en el país de Egipto, contra Faraón, todos sus siervos y todo su país, [12] y en la mano tan fuerte y el gran terror que Moisés puso por obra a los ojos de todo Israel.

JOSUÉ

Capítulo 1

[1] Sucedió después de la muerte de Moisés, siervo de Yahveh, que habló Yahveh a Josué, hijo de Nun, y ayudante de Moisés, y le dijo: [2] «Moisés, mi siervo, ha muerto; arriba, pues; pasa ese Jordán, tú con todo este pueblo, hacia la tierra que yo les doy (a los israelitas). [3] Os doy todo lugar que sea hollado por la planta de vuestros pies, según declaré a Moisés. [4] Desde el desierto y el Líbano hasta el Río grande, el Eufrates, (toda la tierra de los hititas) y hasta el mar Grande de poniente, será vuestro territorio. [5] Nadie podrá mantenerse delante de ti en todos los días de tu vida: lo mismo que estuve con Moisés estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré. [6] «Sé valiente y firme, porque tú vas a dar a este pueblo la posesión del país que juré dar a sus padres.

[7] Sé, pues, valiente y muy firme, teniendo cuidado de cumplir toda la Ley que te dio mi siervo Moisés. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que tengas éxito dondequiera que vayas. [8] No se aparte el libro de esta Ley de tus labios: medítalo día y noche; así procurarás obrar en todo conforme a lo que en él está escrito, y tendrás suerte y éxito en tus empresas. [9] ¿No te he mandado que seas valiente y firme? No tengas miedo ni te acobardes, porque Yahveh tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.» [10] Josué, pues, dio a los escribas del pueblo la orden siguiente: [11] «Pasad por medio del campamento y dad esta orden al pueblo: Haced provisiones, porque dentro de tres días pasaréis ese Jordán, para entrar a poseer la tierra que Yahveh vuestro Dios os da en posesión.» [12] A los rubenitas, a los gaditas y a la medio tribu de Manasés les habló así: [13] «Recordad la orden que os dio Moisés, siervo de Yahveh: Yahveh vuestro Dios os ha concedido descanso, dándoos esta tierra.

[14] Vuestras mujeres, vuestros pequeños y vuestros rebaños se quedarán en la tierra que os ha dado Moisés al otro lado del Jordán. Pero vosotros, todos los guerreros esforzados, pasaréis en orden de batalla al frente de vuestros hermanos y les ayudaréis [15] hasta que Yahveh conceda descanso a vuestros hermanos igual que a vosotros, y también ellos tomen posesión de la tierra que Yahveh vuestro Dios les da. Entonces volveréis al país que os pertenece, el que os dio Moisés, siervo de Yahveh, al lado oriental del Jordán.» [16] Ellos respondieron a Josué: «Todo lo que nos has mandado, lo haremos; dondequiera que nos envíes, iremos. [17] Lo mismo que obedecimos en todo a Moisés, te obedeceremos a ti. Basta con que Yahveh tu Dios esté contigo como estuvo con Moisés. [18] A todo el que sea rebelde a tu voz y no obedezca tus órdenes, en cualquier cosa que le mandes, se le hará morir. Tú, sé valiente y firme.»

Capítulo 2

[1] Josué, hijo de Nun, envió secretamente desde Sittim dos espías con esta orden: «Id y explorad el país y Jericó.» Fueron y entraron en casa de una prostituta, llamada Rajab, y durmieron allí. [2] Se le dijo al rey de Jericó: «Mira que unos hombres israelitas han entrado aquí por la noche para explorar el país.» [3] Entonces el rey de Jericó mandó decir a Rajab: «Haz salir a los hombres que han entrado donde ti — que han entrado a tu casa — porque han venido para explorar todo el país.» [4] Pero la mujer tomó a los dos hombres y los escondió. Luego respondió: «Es verdad que esos hombres han venido a mi casa, pero yo no sabía de dónde eran. [5] Cuando se iba a cerrar la puerta por la noche, esos hombres salieron y no sé adónde han ido. Perseguidles aprisa, que los alcanzaréis.» [6] Pero ella los había hecho subir al terrado y los había escondido entre unos haces de lino que tenía amontonados en el terrado.

[7] Salieron algunos hombres en su persecución camino del Jordán, hacia los vados, y se cerró la puerta en cuanto los perseguidores salieron tras ellos. [8] Todavía ellos no se habían acostado cuando Rajab subió al terrado, donde ellos [9] y les dijo: «Ya sé que Yahveh os ha dado la tierra, que nos habéis aterrorizado y que todos los habitantes de esta región han temblado ante vosotros: [10] porque nos hemos enterado de cómo Yahveh secó las aguas del mar de Suf delante de vosotros a vuestra salida de Egipto, y lo que habéis hecho con los dos reyes amorreos del otro lado del Jordán, Sijón y Og, a quienes consagrasteis al anatema. [11] Al oírlo, ha desfallecido nuestro corazón y no se encuentra ya nadie con aliento en vuestra presencia, porque Yahveh vuestro Dios, es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. [12] Juradme, pues, ahora por Yahveh, ya que os he tratado con bondad, que vosotros también trataréis con bondad a la casa de mi padre, y dadme una señal segura; [13] que respetaréis la vida de mi padre y de mi madre, de mis hermanos y hermanas, y de todos los suyos, y que libraréis nuestras vidas de la muerte.» [14] Los hombres le respondieron: «Muramos nosotros en vez de vosotros, con tal de que no divulguéis nuestro asunto. Cuando Yahveh nos haya entregado la tierra, te trataremos a ti con bondad y lealtad.» [15] Ella los descolgó con una cuerda por la ventana, pues su casa estaba en la pared de la muralla y vivía en la misma muralla.

[16] Les dijo: «Id hacia la montaña, para que no os encuentren los que os persiguen. Estad escondidos allí tres días hasta que vuelvan los perseguidores: después podéis seguir vuestro camino.» [17] Los hombres le respondieron: «Nosotros quedaremos libres de ese juramento que nos has exigido. [18] Cuando estemos entrando en el país, atarás este cordón de hilo escarlata a la ventana por la que nos has descolgado, y reunirás junto a ti en casa a tu padre, a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre. [19] Si alguno sale fuera de las puertas de tu casa, caiga su sangre sobre su cabeza. Nosotros seremos inocentes. Pero la sangre de todos los que estén contigo en casa, caiga sobre nuestras cabezas, si alguien pone su mano sobre ellos. [20] Mas si divulgas nuestro asunto, quedaremos libres del juramento que nos has exigido.» [21] Ella respondió: «Sea según vuestras palabras.» Y los hizo marchar; ellos se fueron, y ella ató el cordón escarlata a la ventana.

[22] Marcharon ellos y se metieron en el monte. Se quedaron allí tres días, hasta que regresaron los perseguidores. Estos los habían buscado por todo el camino, pero no los encontraron. [23] Entonces los dos hombres volvieron a bajar del monte, pasaron el río y fueron donde Josué, hijo de Nun, a quien contaron todo lo que les había ocurrido. [24] Dijeron a Josué: «Cierto que Yahveh ha puesto en nuestras manos todo el país; todos los habitantes del país tiemblan ya ante nosotros.»

Capítulo 3

[1] Josué se levantó de mañana, partieron de Sittim y llegaron hasta el Jordán, él y todos los israelitas. Allí pernoctaron antes de pasar. [2] Al cabo de tres días, los escribas pasaron por medio del campamento [3] y dieron al pueblo esta orden: «Cuando veáis el arca de la alianza de Yahveh vuestro Dios y a los sacerdotes levitas que la llevan, partiréis del sitio donde estáis e iréis tras ella, [4] para que sepáis qué camino habéis de seguir, pues no habéis pasado nunca hasta ahora por este camino. Pero que haya entre vosotros y el arca una distancia de unos 2.000 codos: no os acerquéis.» [5] Josué dijo al pueblo: «Purificaos, porque mañana Yahveh va a obrar maravillas en medio de vosotros.» [6] Y dijo Josué a los sacerdotes: «Tomad el arca de la alianza y pasad al frente del pueblo.» Ellos tomaron el arca de la alianza y partieron al frente del pueblo.

[7] Yahveh dijo a Josué: «Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que, lo mismo que estuve con Moisés, estoy contigo. [8] Tú darás esta orden a los sacerdotes que llevan el arca de la alianza: «En cuanto lleguéis a la orilla del agua del Jordán, os pararéis en el Jordán.»» [9] Josué dijo a los Israelitas: «Acercaos y escuchad las palabras de Yahveh vuestro Dios.» [10] Y dijo Josué: «En esto conoceréis que el Dios vivo está en medio de vosotros y que arrojará ciertamente de delante de vosotros al cananeo, al hitita, al jivita, al perizita, al guirgasita, al amorreo y al jebuseo. [11] He aquí que el arca de Yahveh, Señor de toda la tierra, va a pasar el Jordán delante de vosotros. [12] Escoged, pues, doce hombres de las tribus de Israel, un hombre por cada tribu.

[13] En cuanto las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de Yahveh, Señor de toda la tierra, pisen las aguas del Jordán, las aguas del Jordán las que vienen de arriba, quedarán cortadas y se pararán formando un solo bloque.» [14] Cuando el pueblo partió de sus tiendas para pasar el Jordán, los sacerdotes llevaban el arca de la alianza a la cabeza del pueblo. [15] Y en cuanto los que llevaban el arca llegaron al Jordán, y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca tocaron la orilla de las aguas, y el Jordán baja crecido hasta los bordes todo el tiempo de la siega, [16] las aguas que bajaban de arriba se detuvieron y formaron un solo bloque a gran distancia, en Adam, la ciudad que está al lado de Sartán, mientras que las que bajaban hacia el mar de la Arabá, o mar de la Sal, se separaron por completo, y el pueblo pasó frente a Jericó. [17] Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza de Yahveh se estuvieron a pie firme, en seco, en medio del Jordán, mientras que todo Israel pasaba en seco, hasta que toda la gente acabó de pasar el Jordán.

Capítulo 4

[1] Cuando todo el pueblo acabó de pasar el Jordán, Yahveh habló a Josué y le dijo: [2] «Escoged doce hombres del pueblo, un hombre por cada tribu, [3] y dadles esta orden: «Sacad de aquí, del medio del Jordán, doce piedras, que pasaréis con vosotros y depositaréis en el lugar donde paséis la noche.»» [4] Llamó Josué a los doce hombres que había elegido entre los israelitas, uno por cada tribu, [5] y les dijo: «Pasad delante del arca de Yahveh vuestro Dios, hasta el medio del Jordán, y cada uno de vosotros cargue sobre sus hombros una piedra, según el número de las tribus israelitas, [6] para que sea esto una señal en medio de vosotros; cuando el día de mañana vuestros hijos os pregunten: «¿Qué significan para vosotros estas piedras?", [7] les diréis: «Es que las aguas del Jordán se separaron delante del arca de la alianza de Yahveh; cuando atravesó el Jordán, las aguas del Jordán se separaron. Estas piedras serán para los israelitas memorial para siempre.» [8] Así lo hicieron los israelitas, según las órdenes de Josué: sacaron doce piedras del medio del Jordán, según el número de las tribus israelitas, como había mandado Yahveh a Josué, las llevaron al lugar donde iban a pasar la noche y las depositaron allí.

[9] Y Josué levantó doce piedras en medio del Jordán, donde habían pisado los pies de los sacerdotes portadores del arca de la alianza, y allí están todavía hoy. [10] Los sacerdotes portadores del arca estaban parados en medio del Jordán hasta que se cumpliera todo lo que Yahveh había mandado a Josué que dijera al pueblo (según todo lo que Moisés había ordenado a Josué); y el pueblo se apresuró a pasar. [11] En cuanto terminó de pasar todo el pueblo, pasó el arca de Yahveh, yendo los sacerdotes a la cabeza del pueblo. [12] Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés pasaron en orden de batalla al frente de los israelitas, como les había dicho Moisés. [13] Pasaron unos 40.000 guerreros armados, dispuestos al combate, delante de Yahveh, hacia la llanura de Jericó. [14] Aquel día Yahveh engrandeció a Josué delante de todo Israel; y le respetaron a él como habían respetado a Moisés durante toda su vida.

[15] Yahveh dijo a Josué: [16] «Manda a los sacerdotes que llevan el arca del Testimonio que salgan del Jordán.» [17] Josué mandó a los sacerdotes: «Salid del Jordán.» [18] Cuando los sacerdotes portadores del arca de la alianza de Yahveh salieron del Jordán, apenas las plantas de sus pies tocaron la orilla, las aguas del Jordán volvieron a su cauce y empezaron a correr como antes, por todas sus riberas. [19] El pueblo salió del Jordán el día diez del mes primero y acamparon en Guilgal al oriente de Jericó. [20] Las doce piedras que habían sacado del Jordán las erigió Josué en Guilgal.

[21] Y dijo a los israelitas: «Cuando el día de mañana vuestros hijos pregunten a sus padres: «¿Qué significan estas piedras?» [22] se lo explicaréis a vuestros hijos diciendo: «A pie enjuto pasó Israel ese Jordán, [23] porque Yahveh vuestro Dios secó delante de vosotros las aguas del Jordán hasta que pasarais, lo mismo que había hecho Yahveh vuestro Dios con el mar de Suf, que secó delante de nosotros hasta que pasamos, [24] para que todos los pueblos de la tierra reconozcan lo fuerte que es la mano de Yahveh, y para que teman siempre a Yahveh vuestro Dios.»»

Capítulo 5

[1] Cuando oyeron todos los reyes de los amorreos que habitaban al otro lado del Jordán, al poniente, y todos los reyes de los cananeos que vivían hacia el mar, que Yahveh había secado las aguas del Jordán ante los israelitas hasta que pasaron, desfalleció su corazón y les faltó el aliento ante la presencia de los israelitas. [2] En aquel tiempo dijo Yahveh a Josué: «Hazte cuchillos de pedernal y vuelve a circuncidar (por segunda vez) a los israelitas.» [3] Josué se hizo cuchillos de pedernal y circuncidó a los israelitas en el Collado de los Prepucios. [4] Por este motivo hizo Josué esta circuncisión: toda la población masculina salida de Egipto, los útiles para la guerra, había muerto en el desierto, por el camino, después de la salida de Egipto. [5] Estaba circuncidada toda la población que había salido, pero el pueblo nacido en el desierto, de camino, después de la salida de Egipto, no había sido circuncidado. [6] Porque durante cuarenta años anduvieron los israelitas por el desierto, hasta que pereció toda la nación, los hombres salidos de Egipto útiles para la guerra. No obedecieron a la voz de Yahveh y Yahveh les juró que no les dejaría ver la tierra que había prometido a sus padres que nos daría, tierra que mana leche y miel.

[7] En su lugar puso a sus hijos y éstos son los que Josué circuncidó, porque eran incircuncisos, ya que no los habían circuncidado por el camino. [8] Cuando acabó de circuncidarse toda la gente, se quedaron donde estaban en el campamento hasta que se curaron. [9] Y dijo Yahveh a Josué: «Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto.» Por eso se llamó aquel lugar Guilgal, hasta el día de hoy. [10] Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua el día catorce del mes, a la tarde, en los llanos de Jericó. [11] Al día siguiente de la Pascua comieron ya de los productos del país: panes ázimos y espigas tostadas, ese mismo día. [12] Y el maná cesó desde el día siguiente, en que empezaron a comer los productos del país. Los israelitas no tuvieron en adelante maná, y se alimentaron ya aquel año de los productos de la tierra de Canaán.

[13] Sucedió que estando Josué cerca de Jericó, levantó los ojos y vio a un hombre plantado frente a él con una espada desnuda en la mano. Josué se adelantó hacia él y le dijo: «¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?» [14] Respondió: «No, sino que soy el jefe del ejército de Yahveh. He venido ahora.» Cayó Josué rostro en tierra, le adoró y dijo: «¿Qué dice mi Señor a su siervo?» [15] El jefe del ejército de Yahveh respondió a Josué: «Quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es sagrado.» Así lo hizo Josué.

Capítulo 6

[1] Jericó estaba cerrada a cal y canto por miedo a los israelitas: nadie salía ni entraba. [2] Yahveh dijo a Josué: «Mira, yo pongo en tus manos a Jericó y a sus rey. Vosotros, valientes guerreros, [3] todos los hombres de guerra, rodearéis la ciudad, (dando una vuelta alrededor. Así harás durante seis días. [4] Siete sacerdotes llevarán las siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca. El séptimo día daréis la vuelta a la ciudad siete veces y los sacerdotes tocarán las trompetas). [5] Cuando el cuerno de carnero suene (cuando oigáis la voz de la trompeta), todo el pueblo prorrumpirá en un gran clamoreo y el muro de la ciudad se vendrá abajo. Y el pueblo se lanzará al asalto cada uno por frente a sí.» [6] Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes y les dijo: «Tomad el arca de la alianza y que siete sacerdotes lleven las trompetas de cuerno de carnero delante del arca de Yahveh.» [7] Al pueblo le dijo: «Pasad y dad la vuelta a la ciudad y que la vanguardia pase delante del arca de Yahveh.» [8] (Se hizo según la orden dada por Josué al pueblo). Siete sacerdotes llevando las siete trompetas de cuerno de carnero delante de Yahveh pasaron y tocaron las trompetas; el arca de la alianza de Yahveh iba tras ellos; [9] la vanguardia iba delante de los sacerdotes que tocaban las trompetas y la retaguardia marchaba detrás del arca. Según iban caminando, tocaban las trompetas.

[10] Josué había dado esta orden al pueblo: «No gritéis, ni dejéis oír vuestras voces (que no salga ni una palabra de vuestra boca) hasta el día en que yo os diga: «Gritad.» Entonces gritaréis.» [11] Hizo que el arca de Yahveh diera la vuelta a la ciudad (rodeándola una vez); luego volvieron al campamento, donde pasaron la noche. [12] Josué se levantó de mañana y los sacerdotes tomaron el arca de Yahveh. [13] Siete sacerdotes, llevando las siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca de Yahveh, iban caminando y tocando las trompetas según caminaban. La vanguardia iba delante de ellos y la retaguardia detrás del arca de Yahveh, desfilando al son de las trompetas. [14] Dieron (el segundo día) una vuelta a la ciudad y volvieron al campamento. Se hizo lo mismo los seis días. [15] El séptimo día, se levantaron con el alba y dieron la vuelta a la ciudad (según el mismo rito) siete veces. (Sólo aquel día dieron la vuelta a la ciudad siete veces.) [16] La séptima vez, los sacerdotes tocaron la trompeta y Josué dijo al pueblo: «¡Lanzad el grito de guerra, porque Yahveh os ha entregado la ciudad!» [17] «La ciudad será consagrada como anatema a Yahveh con todo lo que haya en ella; únicamente, Rajab, la prostituta, quedará con vida, así como todos los que están con ella en su casa, por haber ocultado a los emisarios que enviamos.

[18] Pero vosotros guardoos del anatema, no vayáis a quedaros, llevados de la codicia, con algo de lo que es anatema, porque convertiráis en anatema todo el campamento de Israel y le acarrearíais la desgracia. [19] Toda la plata y todo el oro, todos los objetos de bronce y de hierro, están consagrados a Yahveh: ingresarán en su tesoro.» [20] El pueblo clamó y se tocaron las trompetas. Al escuchar el pueblo la voz de la trompeta, prorrumpió en gran clamor, y el muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno frente a sí, y se apoderaron de ella. [21] Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, a filo de espada. [22] Josué dijo a los dos hombres que habían explorado el país: «Entrad en la casa de la prostituta y haced salir de ella a esa mujer con todos los suyos, como se lo habéis jurado.» [23] Los jóvenes espías fueron e hicieron salir a Rajab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y a todos los suyos. También hicieron salir a todos los de su familia y los pusieron a salvo, fuera del campamento de Israel.

[24] Prendieron fuego a la ciudad con todo lo que contenía. Sólo la plata, el oro y los objetos de bronce y de hierro los depositaron el el tesoro de la casa de Yahveh. [25] Pero a Rajab, la prostituta, así como a la casa de su padre y a todos los suyos, Josué los conservó con vida. Ella se quedó en Israel hasta el día de hoy, por haber escondido a los emisarios que Josué había enviado a explorar Jericó. [26] En aquel tiempo Josué pronunció este juramento: ¡Maldito sea delante de Yahveh el hombre que se levante y reconstruya esta ciudad (de Jericó)! ¡Sobre su primogénito echará su cimiento y sobre su pequeño colocará las puertas! [27] Y Yahveh estuvo con Josué, cuya fama se extendió por toda la tierra.

Capítulo 7

[1] Pero los israelitas cometieron un delito en lo del anatema. Akán, hijo de Karmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá, se quedó con algo del anatema, y la ira de Yahveh se encendió contra los israelitas. [2] Josué envió de Jericó a Ay, que está (junto a Bet Avén) al oriente de Betel, unos hombres, diciéndoles: «Subid a explorar el país.» Los hombres subieron y exploraron Ay. [3] Volvieron donde Josué y le dijeron: «Que no suba toda la gente; para atacar a Ay basta con que suban dos o 3.000 hombres. No molestes a toda la gente haciéndoles subir hasta allí, porque ellos son pocos.» [4] Subieron a Ay unos 3.000 hombres del pueblo, pero tuvieron que huir ante los hombres de Ay. [5] Los hombres de Ay les mataron como unos 36 hombres y los persiguieron más allá de la puerta hasta Sebarim, batiéndolos en la bajada. Entonces desfalleció el corazón del pueblo y se derritió como agua. [6] Josué desgarró sus vestidos, se postró rostro en tierra delante del arca de Yahveh hasta la tarde, junto con los ancianos de Israel, y todos esparcieron polvo sobre sus cabezas.

[7] Dijo Josué: «¡Ah, Señor Yahveh! ¿Por qué has hecho pasar el Jordán a este pueblo, para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos? ¡Ojalá nos hubiésemos empeñado en establecernos al otro lado del Jordán! [8] ¡Perdón, Señor! ¿Qué puedo decir ahora que Israel ha vuelto la espalda a sus enemigos? [9] Se enterarán los cananeos y todos los habitantes del país: se aliarán contra nosotros y borrarán nuestro nombre de la tierra. ¿Que harás tú entonces por tu gran nombre?» [10] Yahveh respondió a Josué: «¡Arriba! ¡Vamos! ¿Por qué te estás así rostro en tierra? [11] Israel ha pecado, también ha violado la alianza que yo le había impuesto. Y hasta se han quedado con algo del anatema, y lo han robado, y lo han escondido y lo han puesto entre sus utensilios. [12] Los israelitas no podrán sostenerse ante sus enemigos; volverán la espalda ante sus enemigos, porque se han convertido en anatema. Yo no estaré ya con vosotros, si no hacéis desaparecer el anatema de en medio de vosotros.

[13] Levántate, purifica al pueblo y diles: Purificaos para mañana, porque así dice Yahveh, el Dios de Israel: El anatema está dentro de ti, Israel; no podrás mantenerte delante de tus enemigos hasta que extirpéis el anatema de entre vosotros. [14] Os presentaréis, pues, mañana por la mañana, por tribus: la tribu que Yahveh designe por la suerte se presentará por clanes, el clan que Yahveh designe se presentará por familias, y la familia que Yahveh designe se presentará hombre por hombre. [15] El designado por la suerte en lo del anatema será entregado al fuego con todo lo que le pertenece, por haber violado la alianza de Yahveh y cometido una infamia en Israel.» [16] Josué se levantó de mañana; mandó que se acercara Israel por tribus, y fue designada por la suerte la tribu de Judá. [17] Mandó que se acercaran los clanes de Judá, y fue designado por la suerte el clan de Zéraj. Mandó que se acercara el clan de Zéraj por familias, y fue designado por la suerte Zabdí. [18] Mandó que se acercara la familia de Zabdí, hombre por hombre, y fue designado por la suerte Akán, hijo de Karmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá.

[19] Dijo entonces Josué a Akán: «Hijo mío, da gloria a Yahveh, Dios de Israel y tribútale alabanza; declárame lo que has hecho, no me lo ocultes». [20] Akán respondió a Josué: «En verdad, yo soy el que ha pecado contra Yahveh, Dios de Israel; esto y esto es lo que he hecho: [21] Vi entre el botín un hermoso manto de Senaar, doscientos siclos de plata y un lingote de oro de cincuenta siclos de peso, me gustaron y me los guardé. Están escondidos en la tierra en medio de mi tienda, y la plata debajo.» [22] Josué envió emisarios, que fueron corriendo a la tienda, y en efecto el manto estaba escondido en la tienda y la plata debajo. [23] Lo sacaron de la tienda y se lo llevaron a Josué y a todos los israelitas delante de Yahveh. [24] Entonces Josué tomó a Akán, hijo de Zéraj, con la plata, el manto y el lingote de oro, a sus hijos, sus hijas, su toro, su asno y su oveja, su tienda y todo lo suyo y los hizo subir al valle de Akor. Todo Israel le acompañaba.

[25] Josué dijo: «¿Por qué nos has traído la desgracia? Que Yahveh te haga desgraciado en este día.» Y todo Israel lo apedreó (y los quemaron en la hoguera y los apedrearon). [26] Levantaron sobre él un gran montón de piedras, que existe todavía hoy. Así Yahveh se calmó del furor de su cólera. Por eso se llama aquel lugar Valle de Akor hasta el día de hoy.

Capítulo 8

[1] Yahveh dijo entonces a Josué: «¡No tengas miedo ni te asustes! Toma contigo a toda la gente de guerra; levántate y sube contra Ay. Mira que entrego en tus manos al rey de Ay, a su pueblo, su ciudad y su territorio. [2] Harás con Ay y con su rey lo que has hecho con Jericó y con su rey. Pero como botín sólo tomaréis los despojos y el ganado. Pon una emboscada a espaldas de la ciudad.» [3] Josué se levantó con toda la gente de guerra para marchar sobre Ay. Escogió Josué 30.000 guerreros valientes y les hizo salir de noche, [4] dándoles esta orden: «Mirad, vosotros vais a estar emboscados a espaldas de la ciudad, pero no os alejéis mucho de ella, y estad todos alerta. [5] Yo y toda la gente que me acompaña nos acercaremos a la ciudad y, cuando la gente de Ay salga a nuestro encuentro como la primera vez, huiremos ante ellos. [6] Saldrán tras de nosotros hasta que los alejemos de la ciudad, porque se dirán: «Huyen delante de nosotros como la primera vez.

[7] Entonces vosotros saldréis de la emboscada y os apoderaréis de la ciudad; Yahveh, vuestro Dios, la pondrá en vuestras manos. [8] En cuanto toméis la ciudad la incendiaréis. Lo haréis según la orden de Yahveh. Mirad que os lo mando yo.» [9] Los envió Josué y fueron al lugar de la emboscada, y se apostaron entre Betel y Ay, al occidente de Ay; Josué pasó aquella noche en medio de la gente. [10] Se levantó de mañana Josué, revistó la tropa y subió contra Ay, con los ancianos de Israel al frente de la tropa. [11] Toda la gente de guerra que estaba con él subió y se acercó hasta llegar ante la ciudad. Acamparon al norte de Ay. El valle quedaba entre ellos y la ciudad. [12] Tomó unos 5.000 hombres y tendió con ellos una emboscada entre Betel y Ay, al oeste de la ciudad.

[13] Pero la tropa formó el grueso del campamento que estaba al norte de la ciudad, quedando emboscada al oeste de la ciudad. Josué pasó aquella noche en medio del valle. [14] En cuanto vio esto el rey de Ay, se dieron prisa, se levantaron temprano y salieron él y toda su gente a presentar batalla a Israel en la bajada, frente a la Arabá, sin saber que tenía una emboscada a espaldas de la ciudad. [15] Josué y todo Israel se hicieron los derrotados por ellos y huyeron camino del desierto. [16] Toda la gente que estaba en la ciudad se puso a dar grandes alaridos saliendo tras ellos y al perseguir a Josué, se alejaron de la ciudad. [17] No quedó un solo hombre en Ay (ni en Betel) que no saliera en persecución de Israel. Y dejaron la ciudad abierta por perseguir a Israel. [18] Yahveh dijo entonces a Josué: «Tiende hacia Ay el dardo que tienes en tu mano porque en tu mano te la entrego.» Josué tiendió el dardo que tenía en la mano hacia la ciudad.

[19] Tan pronto como extendió la mano, los emboscados surgieron rápidamente de su puesto, corrieron y entraron en la ciudad, se apoderaron de ella y a toda prisa la incendiaron. [20] Cuando los hombres de Ay volvieron la vista atrás y vieron la humareda que subía de la ciudad hacia el cielo, no tuvieron fuerza para huir por un lado o por otro. El pueblo que iba huyendo hacia el desierto se volvió contra los perseguidores. [21] Viendo Josué y todo Israel que los emboscados habían tomado la ciudad y que subía de ella una humareda, se volvieron y batieron a los hombres de Ay. [22] Los otros salieron de la ciudad a su encuentro, de modo que los hombres de Ay se encontraron en medio de los israelitas, unos por un lado y otros por otro. Estos los derrotaron hasta que no quedó superviviente ni fugitivo. [23] Pero al rey de Ay lo prendieron vivo y lo condujeron ante Josué. [24] Cuando Israel acabó de matar a todos los habitantes de Ay en el campo y en el desierto, hasta donde habían salido en su persecución, y todos ellos cayeron a filo de espada hasta no quedar uno, todo Israel volvió a Ay y pasó a su población a filo de espada.

[25] El total de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue 12.000, todos los habitantes de Ay. [26] Josué no retiró la mano que tenía extendida con el dardo hasta que consagró al anatema a todos los habitantes de Ay. [27] Israel se repartió solamente el ganado y los despojos de dicha ciudad, según la orden que Yahveh había dado a Josué. [28] Josué incendió Ay y la convirtió para siempre en una ruina, en desolación hasta el día de hoy. [29] Al rey de Ay lo colgó de un árbol hasta la tarde; y a la puesta del sol ordenó Josué que bajaran el cadáver del árbol. Lo echaron luego a la entrada de la puerta de la ciudad y amontonaron sobre él un gran montón de piedras, que existe todavía hoy. [30] Entonces Josué construyó un altar a Yahveh, Dios de Israel, en el monte Ebal, [31] como había mandado Moisés, siervo de Yahveh, a los israelitas, según está escrito en el libro de la Ley de Moisés: un altar de piedras sin labrar, a las que no haya tocado el hierro. Ofrecieron sobre él holocaustos a Yahveh e inmolaron sacrificios de comunión.

[32] Josué escribió allí mismo, sobre las piedras, una copia de la Ley que Moisés había escrito delante de los israelitas. [33] Y todo Israel, sus ancianos, sus escribas y sus jueces, de pie a los lados del arca, delante de los sacerdotes levitas que llevaban el arca de la alianza de Yahveh, todos, tanto forasteros como ciudadanos, se colocaron la mitad en la falda del monte Garizim y la otra mitad en la falda del monte Ebal, según la orden de Moisés, siervo de Yahveh, para bendecir por primera vez al pueblo de Israel. [34] Luego, Josué leyó todas las palabras de la Ley — la bendición y la maldición — a tenor de cuanto está escrito en el libro de la Ley. [35] No hubo ni una palabra de cuanto Moisés había mandado que no la leyera Josué en presencia de toda la asamblea de Israel, incluidas las mujeres, los niños y los forasteros que vivían en medio de ellos.

Capítulo 9

[1] En cuanto se enteraron todos los reyes que estaban de este lado del Jordán, en la Montaña, en la Tierra Baja, a lo largo de la costa del mar Grande hasta la región del Líbano, hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos, [2] se aliaron para combatir como un solo hombre contra Josué e Israel. [3] Pero los habitantes de Gabaón se enteraron de lo que había hecho Josué con Jericó y Ay, [4] y recurrieron también ellos a la astucia. Fueron y se proveyeron de víveres, tomaron alforjas viejas para sus asnos y odres de vino viejos, rotos y recosidos; [5] sandalias viejas y remendadas en sus pies y vestidos viejos. Todo el pan que llevaban para su alimento era seco y desmigado. [6] Fueron donde Josué, al campamento de Guilgal, y le dijeron a él y a los hombres de Israel: «Venimos de un país lejano: haced, pues, alianza con nosotros.

[7] Los hombres de Israel respondieron a aquellos jivitas: «Acaso habitáis en medio de nosotros y entonces no podemos hacer alianza con vosotros.» [8] Respondieron a Josué: «Somos tus siervos.» Josué les dijo: «¿Quiénes sois vosotros y de dónde venís?» [9] Le respondieron: «De muy lejana tierra vienen tus siervos, por la fama de Yahveh tu Dios, pues hemos oído hablar de él, de todo lo que ha hecho en Egipto [10] y de todo lo que ha hecho con los dos reyes amorreos del otro lado del Jordán, Sijón, rey de Jesbón y Og, rey de Basán, que vivía en Astarot. [11] Y nos han dicho nuestros ancianos y todos los habitantes de nuestra tierra: «Tomad en vuestras manos provisiones para el viaje, id a su encuentro y decidles: «Siervos vuestros somos: haced, pues, alianza con nosotros.» [12] Este nuestro pan estaba caliente cuando hicimos provisión de él en nuestras casas para el viaje, el día en que partimos para venir a vuestro encuentro: miradlo ahora duro y desmigado.

[13] Estos odres de vino, que eran nuevos cuando los llenamos, se han roto; nuestras sandalias y nuestros vestidos están gastados por lo largo del camino.» [14] Los hombres hicieron aprecio de sus provisiones sin consultar el oráculo de Yahveh. [15] Josué hizo las paces con ellos, hizo con ellos pacto de conservarles la vida, y los principales de la comunidad se lo juraron. [16] Sucedió que, al cabo de tres días de cerrado este pacto, supieron que vivían cerca y habitaban en medio de Israel. [17] Los israelitas partieron del campamento y llegaron al tercer día a sus ciudades, que eran Gabaón, Kefirá, Beerot y Quiryat Yearim. [18] Los israelitas no los mataron porque los principales de la comunidad se lo habían jurado por Yahveh Dios de Israel. Pero toda la comunidad murmuró de los principales.

[19] Todos los principales declararon a la comunidad reunida: «Nosotros lo hemos jurado por Yahveh Dios de Israel; no podemos, pues, tocarlos. [20] Lo que hemos de hacer con ellos es: Déjalos con vida para que no venga sobre nosotros la Cólera por el juramento que hemos hecho.» [21] Les dijeron también los principales: «Que vivan, pero que sean leñadores y aguadores de toda la comunidad.» Así les dijeron los principales. [22] Josué los llamó y les dijo: «¿Por qué nos habéis engañado diciendo: «Vivimos muy lejos de vosotros», siendo así que habitáis en medio de nosotros? [23] Sois, pues, unos malditos y nunca dejaréis de servir como leñadores y aguadores de la casa de mi Dios.» [24] Le respondieron a Josué: «Es que tus siervos estaban bien enterados de la orden que había dado Yahveh tu Dios a Moisés su siervo, de entregaros todo este país y exterminar delante de vosotros a todos sus habitantes. Temimos mucho por nuestras vidas a vuestra llegada y por eso hemos hecho esto.

[25] Ahora, aquí estamos en tus manos: haz con nosotros lo que te parezca bueno y justo.» [26] Así hizo con ellos, los salvó de la mano de los israelitas, que no los mataron. [27] Aquel día los puso Josué como leñadores y aguadores de la comunidad y del altar de Yahveh hasta el día de hoy, en en lugar que Yahveh había de elegir.

Capítulo 10

[1] Sucedió, pues, que Adoni Sédeq, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué se había apoderado de Ay y la había consagrado al anatema, haciendo con Ay y su rey como había hecho con Jericó y su rey, y de que los habitantes de Gabaón habían hecho las paces con Israel y que estaban en medio de Israel. [2] Se atemorizó mucho con ello, porque Gabaón era una ciudad grande, como una ciudad real, mayor que Ay, y todos sus hombres eran valientes. [3] Entonces Adoni Sédeq, rey de Jerusalén, mandó a decir a Hohán, rey de Hebrón, a Piram, rey de Yarmut, a Yafia, rey de Lakís, y a Debir, rey de Eglón: [4] «Venid en mi auxilio para que derrotemos a Gabaón, pues ha hecho las paces con Josué y con los israelitas.» [5] Se juntaron y subieron los cinco reyes amorreos: el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Yarmut, el rey de Lakís y el rey de Eglón, con todas sus tropas; asediaron Gabaón y la atacaron. [6] Los gabaonitas mandaron a decir a Josué al campamento de Guilgal: No dejes solos a tus siervos; sube aprisa donde nosotros, sálvanos y socórrenos, porque se han aliado contra nosotros todos los reyes amorreos que habitan en la montaña.» [7] Josué subió de Guilgal con toda la gente de guerra y todos los guerreros valientes.

[8] Y Yahveh dijo a Josué: «No les temas, porque los he puesto en tus manos; ninguno de ellos te podrá resistir.» [9] Josué cayó sobre ellos de improviso, tras haber caminado toda la noche desde Guilgal. [10] Yahveh los puso en fuga delante de Israel y les causó una gran derrota en Gabaón: los persiguió por el camino de la subida de Bet Jorón, y los batió hasta Azecá (y hasta Maquedá). [11] Mientras huían ante Israel por la bajada de Bet Jorón, Yahveh lanzó del cielo sobre ellos hasta Azecá grandes piedras, y murieron. Y fueron más los que murieron por las piedras que los que mataron los israelitas a filo de espada. [12] Entonces habló Josué a Yahveh, el día que Yahveh entregó al amorreo en manos de los israelitas, a los ojos de Israel y dijo: «Deténte, sol, en Gabaón, y tú, luna, en el valle de Ayyalón.» [13] Y el sol se detuvo y la luna se paró hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos. ¿No está esto escrito en el libro del Justo? El sol se paró en medio del cielo y no tuvo prisa en ponerse como un día entero.

[14] No hubo día semejante ni antes ni después, en que obedeciera Yahveh a la voz de un hombre. Es que Yahveh combatía por Israel. [15] Josué volvió con todo Israel al campamento de Guilgal. [16] Aquellos cinco reyes habían huido y se habían escondido en la cueva de Maquedá. [17] Se dio aviso a Josué: «Han sido descubiertos los cinco reyes, escondidos en la cueva de Maquedá.» [18] Josué respondió: «Rodad unas piedras grandes a la boca de la cueva y poned junto a ella hombres que la guarden. [19] Y vosotros no os quedéis quietos: perseguid a vuestros enemigos, cortadles la retirada, no les dejéis entrar en sus ciudades, porque Yahveh vuestro Dios los ha puesto en vuestras manos.» [20] Cuando Josué y los israelitas acabaron de causarles una grandísima derrota, hasta acabar con ellos, los supervivientes se les escaparon y se metieron en las plazas fuertes.

[21] Todo el pueblo volvió sano y salvo al campamento, junto a Josué, a Maquedá, y no hubo nadie que ladrara contra los israelitas. [22] Dijo entonces Josué: «Abrid la boca de la cueva y sacadme de ella a esos cinco reyes.» [23] Así lo hicieron: le sacaron de la cueva a los cinco reyes: el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Yarmut, el rey de Lakís y el rey de Eglón. [24] En cuanto sacaron a los reyes, Josué llamó a todos los hombres de Israel y dijo a los capitanes de tropa que le habían acompañado: «Acercaos y poned vuestros pies sobre la nuca de esos reyes.» Ellos se acercaron y pusieron los pies sobre las nucas. [25] «No tengáis miedo — les dijo Josué — ni os desaniméis; sed valientes y decididos, porque así hará Yahveh con todos los enemigos con quienes tenéis que combatir.» [26] Acto seguido, Josué los hirió, les dio muerte y los hizo colgar de cinco árboles, de los que quedaron colgados hasta la tarde.

[27] A la hora de la puesta del sol, a una orden de Josué, los descolgaron de los árboles y los arrojaron a la cueva en que se habían escondido, y echaron unas piedras grandes a la boca de la cueva: allí están todavía hoy. [28] El mismo día Josué tomó Maquedá y la pasó a filo de espada, a ella y a su rey: los consagró al anatema con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó escapar a nadie, e hizo con el rey de Maquedá como había hecho con el rey de Jericó. [29] Josué, con todo Israel, pasó de Maquedá a Libná y la atacó. [30] Y Yahveh la entregó también, con su rey, en manos de Israel, que la pasó a filo de espada con todos los seres vivientes que había en ella: no dejó en ella ni uno solo con vida. Hizo con su rey como había hecho con el rey de Jericó. [31] Josué, con todo Israel, pasó de Libná a Lakís, la asedió y atacó. [32] Yahveh entregó Lakís en manos de Israel, que la tomó al segundo día, y la pasó a cuchillo con todos los seres vivientes que había en ella, lo mismo que había hecho con Libná.

[33] Entonces Horam, el rey de Guézer, subió en ayuda de Lakís, pero Josué le derrotó a él y a su pueblo, hasta no dejar ni un superviviente. [34] Josué, con todo Israel, pasó de Lakís a Eglón. La sitiaron y atacaron. [35] La tomaron aquel mismo día y la pasaron a cuchillo. Consagró al anatema aquel día a todos los seres vivientes que había en ella, lo mismo que había hecho con Lakís. [36] Josué, con todo Israel, subió de Eglón a Hebrón y a la atacaron. [37] La tomaron y la pasaron a cuchillo, con su rey, todas sus ciudades y todos los seres vivientes que había en ella. No dejó ni un superviviente, igual que había hecho con Eglón. La consagró al anatema, a ella y a todos los seres vivientes que había en ella. [38] Entonces Josué, con todo Israel, se volvió contra Debir y la atacó.

[39] Se apoderó de ella, de su rey y de todas sus ciudades, las pasaron a filo de espada y consagraron al anatema a todos los seres vivientes que había en ella, sin dejar uno solo con vida. Como había hecho con Hebrón, así hizo con Debir y su rey, igual que había hecho con Libná y con su rey. [40] Batió, pues, Josué todo el país: la Montaña, el Négueb, la Tierra Baja y las laderas, con todos sus reyes, sin dejar ni un superviviente. Consagró a todos los seres vivientes al anatema, como Yahveh, el Dios de Israel, le había ordenado. [41] Josué los batió desde Cadés Barnea hasta Gaza, y toda la región de Gosen hasta Gabaón. [42] Se apoderó Josué de todos aquellos reyes y de sus territorios de una sola vez, porque Yahveh, el Dios de Israel, peleaba en favor de Israel. [43] Josué, con todo Israel, se volvió al campamento de Guilgal.

Capítulo 11

[1] Cuando Yabín, rey de Jasor, se enteró, mandó aviso a Yobab, rey de Merom, al rey de Simrón, al rey de Aksaf, [2] y a los reyes de la parte norte de la montaña, del valle al sur de Kinerot, de la Tierra Baja y de las alturas del oeste de Dor. [3] El cananeo estaba al oriente y al occidente; el amorreo, el jivita, el perizita y el jebuseo en la montaña; el hitita en las faldas del Hermón, en el país de Mispá. [4] Partieron, pues, con todas sus tropas: una muchedumbre innumerable como la arena de la orilla del mar y con gran número de caballos y carros. [5] Se juntaron todos estos reyes, llegaron y acamparon juntos hacia las aguas de Merom para luchar contra Israel. [6] Yahveh dijo entonces a Josué: «No les tengas miedo, porque mañana a esta misma hora los dejará a todos ellos atravesados ante Israel; tú desjarretarás sus caballos y quemarás sus carros.» [7] Josué, con toda su gente de guerra, los alcanzó de improviso junto a las aguas de Merom y cayó sobre ellos.

[8] Yahveh los entregó en manos de Israel, que los batió y persiguió por occidente hasta Sidón la Grande y hasta Misrefot y, por oriente, hasta el valle de Mispá. Los batió hasta que no quedó ni uno vivo. [9] Josué los trató como le había dicho Yahveh: desjarretó sus caballos y quemó sus carros. [10] Por entonces, Josué se volvió y tomó Jasor, y mató a su rey a espada. Jasor era antiguamente la capital de todos aquellos reinos. [11] Pasaron a cuchillo a todo ser viviente que había en ella, dando cumplimiento al anatema. No quedó alma viva y Jasor fue entregada a las llamas. [12] Josué se apoderó de todas las ciudades de aquellos reyes, y de todos sus reyes y los pasó a cuchillo para cumplir en ellos el anatema, según le había mandado Moisés, siervo de Yahveh. [13] Pero Israel no quemó ninguna de las ciudades emplazadas sobre sus montículos de ruinas; con la única excepción de Jasor, que fue incendiada por Josué.

[14] El botín de estas ciudades, incluso el ganado, se lo repartieron los israelitas. Pero pasaron a cuchillo a todo ser humano hasta acabar con todos. No dejaron ninguno con vida. [15] Tal como Yahveh había ordenado a su siervo Moisés, Moisés se lo había ordenado a Josué, Josué lo ejecutó: no dejó de pasar una sola palabra de lo que Yahveh había ordenado a Moisés. [16] Josué se apoderó de todo el país: de la montaña, de todo el Négueb y de todo el país de Gosen, de la Tierra Baja, de la Arabá, de la montaña de Israel y de sus estribaciones. [17] Desde el monte Pelado, que sube hacia Seír, hasta Baal Gad en el valle del Líbano, al pie del monte Hermón, apresó a todos sus reyes y los hirió de muerte. [18] Largo tiempo estuvo Josué haciendo la guerra a todos estos reyes; [19] no hubo ciudad que hiciera paz con los israelitas, excepto los jivitas que vivían en Gabaón: de todas se apoderaron por la fuerza.

[20] Porque de Yahveh provenía el endurecer su corazón para combatir a Israel, para ser así consagradas al anatema sin remisión y para ser exterminadas, como había mandado Yahveh a Moisés. [21] Por entonces fue Josué y exterminó a los anaquitas de la Montaña, de Hebrón, de Debir, de Anab, de toda la montaña de Judá y de toda la montaña de Israel: los consagró al anatema con sus ciudades. [22] No quedó un anaquita en el país de los israelitas; sólo quedaron en Gaza, Gad y Asdod. [23] Josué se apoderó de toda la tierra tal como Yahveh le había dicho a Moisés, y se la dio en herencia a Israel según las suertes de las tribus. Y el país vivió en paz tras la guerra.

Capítulo 12

[1] Estos son los reyes del país vencidos por los israelitas y despojados de su territorio en Transjordania, al oriente, desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón, con toda la Arabá oriental: [2] Sijón, rey de los amorreos, que residía en Jesbón, y dominaba desde Aroer, situada a la orilla del torrente Arnón, la cuenca del torrente y la mitad de Galaad hasta el torrente Yabboq, que sirve de frontera con los ammonitas, [3] y, al oriente, la Arabá hasta el mar de Kinerot por una parte y hasta el mar de la Arabá, o mar de la Sal, por otra, camino de Bet Hayesimot, hasta llegar por el sur al pie de las laderas del Pisgá. [4] Y Og, rey de Basán, un residuo de los Refaím, que residía en Astarot y en Edreí, [5] y dominaba en la montaña de Hermón y Salká, y todo el Basán hasta la frontera de los guesuritas y los maakatitas, y la mitad de Galaad hasta la frontera de Sijón, rey de Jesbón. [6] Moisés, siervo de Yahveh, y los israelitas los habían vencido, y Moisés, siervo de Yahveh, había dado el territorio en propiedad a los rubenitas, a los gaditas y a la medio tribu de Manasés.

[7] Estos son los reyes del país, vencidos por Josué y los israelitas, del lado occidental del Jordán, desde Baal Gad, en el valle del Líbano, hasta el monte Pelado, que se alza hacia Seír, y cuya tierra repartió Josué en herencia a las tribus de Israel según sus suertes: [8] en la montaña, en la Tierra Baja, en la Arabá, en las laderas, en le desierto, en el Négueb: hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos: [9] el rey de Jericó, uno; el rey de Ay, que está junto a Betel

[10] el rey de Jerusalén, uno; el rey de Hebrón, uno; [11] el rey de Yarmut, uno; el rey de Lakís, uno; [12] el rey de Eglón, uno; el rey de Guézer, uno; [13] el rey de Debir, uno ; el rey de Guéder, uno; [14] el rey de Jormá, uno; el rey de Arad, uno; [15] el rey de Libná, uno; el rey de Adullam, uno; [16] el rey de Maquedá, uno; el rey de Betel, uno; [17] el rey de Tappuaj, uno; el rey de Jéfer, uno; [18] el rey de Afeq, uno; el rey de Sarón, uno; [19] el rey de Merom, uno; el rey de Jasor, uno; [20] el rey de Simron Merón, uno; el rey de Aksaf, uno; [21] el rey de Tanak, uno; el rey de Meguiddó, uno; [22] el rey de Quedés, uno; el rey de Yoqneam, en el Carmelo, uno; [23] el rey de Dor, en la región de Dor, uno; el rey de las naciones, en Galilea, uno; [24] el rey de Tirsá, uno; Total de reyes: 31

Capítulo 13

[1] Josué era ya viejo y entrado en años. Yahveh le dijo: «Eres viejo y entrado en años, y queda todavía muchísima tierra por conquistar. [2] Esta es la tierra que queda: «Todos los distritos de los filisteos y todo lo de los guesuritas; [3] desde Sijor, que esta al lado de Egipto, hasta el límite de Ecrón por el norte, es considerado como de los cananeos. Los cinco tiranos de los filisteos son el de Gaza, el de Asdod, el de Ascalón, el de Gat y el de Ecrón. Los avitas [4] están al sur. Todo el país de los cananeos, y Mearah, que es de los sidonios, hasta Afeqá y hasta la frontera de los amorreos; [5] luego el país de los guiblitas con todo el Líbano hacia la salida del sol, desde Baal Gad, al pie del monte Hermón, hasta la Entrada de Jamat. [6] «Yo arrojaré de la presencia de los israelitas a todos los habitantes de la montaña, desde el Líbano hasta Misrefot al occidente: a todos los sidonios. Tú solamente reparte por suertes la tierra como heredad entre los israelitas, según te he ordenado.

[7] Reparte ya esta tierra como heredad entre las nueve tribus y la media tribu de Manasés: se la darás desde el Jordán hasta el mar Grande de occidente; el mar Grande será su límite.» [8] La otra nedia tribu de Manasés, junto con los rubenitas y los gaditas, había recibido ya la parte de la heredad que Moisés les había dado al lado oriental del Jordán, como Moisés, siervo de Yahveh, les había dado: [9] la tierra desde Aroer, que está a orillas del torrente Arnón, y la ciudad que está en medio de la vaguada: y toda la llanura desde Medbá hasta Dibón; [10] todas las ciudades de Sijón, rey de los amorreos, que había reinado en Jesbón, hasta la frontera de los ammonitas. [11] Además, Galaad y el territorio de los guesuritas y los maakatitas con toda la montaña del Hermón y todo Basán hasta Salká; [12] y dentro de Basán todo el reino de Og, que había reinado en Astarot y en Edreí, y era último residuo de los Refaím. Moisés los había batido y desposeído.

[13] Pero los israelitas no desposeyeron ni a los guesuritas ni a los maakatitas, de manera que Guesur y Maaká siguen todavía hoy habitando en medio de Israel. [14] La tribu de Leví fue la única a la que no se dio heredad: Yahveh, Dios de Israel, fue su heredad, como se lo había dicho. [15] Moisés había dado a la tribu de los hijos de Rubén una parte por clanes. [16] Su territorio fue desde Aroer, que está a orillas del torrente Arnón, incluida la ciudad que está en medio de la vaguada, y todo el llano hasta Medbá; [17] Jesbón con todas las ciudades situadas en el llano: Dibón, Bamot, Baal, Bet Baal Meón, [18] Yahás, Quedemot, Mefaat, [19] Quiryatáyim, Sibmá, y Seret Hassajar, en el monte del valle; [20] Bet Peor, las laderas del Pisgá, Bet Hayesimot, [21] todas las ciudades del llano y todo el reino de Sijón, rey de los amorreos, que reinó en Jesbón y a quien venció Moisés, igual que a los príncipes de Madián: Eví, Réquem, Sur, Jur, Rebá, vasallos de Sijón, que habitaban en el país.

[22] Al adivino Balaam, hijo de Beor, los israelitas lo habían pasado a cuchillo con otras víctimas. [23] Así el territorio de los rubenitas llegaba hasta el Jordán. Esta fue la heredad de los hijos de Rubén por clanes: las ciudades y sus aldeas. [24] A la tribu de Gad, a los hijos de Gad, había dado Moisés una parte conforme a sus clanes. [25] Su territorio fue Yazer, todas las ciudades de Galaad, la mitad del país de los ammonitas hasta Aroer, que está enfrente de Rabbá, [26] y desde Jesbón hasta Ramat Hammispá y Betonim, y desde Majanáyim hasta el territorio de Lo Debar; [27] y en el valle: Bet Jaram, Bet Nimrá, Sukkot, Safón — el resto del reino de Sijón, rey de Jesbón —, el Jordán y el territorio hasta la punta del mar de Kinnéret, al lado oriental del Jordán.

[28] Esta fue la heredad de los hijos de Gad por clanes: las ciudades y sus aldeas. [29] A la media tribu de Manasés le había dado Moisés una parte conforme a sus clanes. [30] Su territorio comprendía, desde Majanáyim, todo el Basán, todos los Aduares de Yaír en Basán: sesenta ciudades; [31] la mitad de Galaad, Astarot y Edreí, ciudades del reino de Og en Basán. Pasaron a ser de los hijos de Makir, hijo de Manasés, de la mitad de los hijos de Makir por clanes. [32] Esto fue lo que repartió en heredad Moisés en las Estepas de Moab, al otro lado del Jordán, al oriente de Jericó. [33] Pero Moisés no dio heredad a la tribu de Leví: Yahveh, el Dios de Israel, es su heredad, como se lo había dicho.

Capítulo 14

[1] Esto es lo que recibieron como heredad los israelitas en el país de Canaán, lo que les repartieron como heredad el sacerdote Eleazar y Josué, hijo de Nun, y los cabezas de familia de las tribus de Israel. [2] El reparto para las nueve tribus de Israel y la media tribu se hizo a suertes, como Yahveh había ordenado por medio de Moisés. [3] Porque Moisés había dado su heredad a las dos tribus y media de Transjordania sin dar a los levitas heredad entre ellas. [4] Pues los hijos de José vinieron a formar dos tribus: Manasés y Efraím, pero a los levitas no se les dio ninguna parte en el territorio sino sólo ciudades para residir, con los pastos correspondientes para sus ganados y su hacienda. [5] Como Yahveh había mandado a Moisés, así hicieron los israelitas en el reparto de la tierra. [6] Se acercaron los hijos de Judá a Josué en Guilgal, y Caleb, hijo de Yefunné el quenizita, le dijo: «Ya sabes lo que le dijo Yahveh a Moisés, el hombre de Dios, de ti y de mí en Cadés Barnea.

[7] Cuarenta años tenía yo cuando Moisés, siervo de Yahveh, me envió de Cadés Barnea a explorar esta tierra y yo le di un informe con toda sinceridad. [8] Los hermanos que habían subido conmigo desanimaron al pueblo, pero yo me mantuve fiel a Yahveh mi Dios. [9] Aquel día Moisés hizo este juramento: «Te juro que la tierra que ha hollado tu pie será heredad tuya y de tus hijos para siempre. Porque has sido fiel a Yahveh mi Dios.» [10] Pues ahora mira cómo Yahveh me ha conservado con vida según lo prometió. Hace 45 años que Yahveh le dijo esto a Moisés, cuando Israel iba por el desierto, y ahora tengo 85 años. [11] Todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Conservo todo mi vigor de entonces para combatir y para ir y venir. [12] Dame ya esta montaña que me prometió Yahveh aquel día. Ya entonces supiste que hay en ella anaquitas y ciudades grandes y fuertes. Si Yahveh está conmigo, los expulsaré, como me prometió Yahveh.» [13] Josué bendijo a Caleb, hijo de Yefunné, y le dio Hebrón por heredad.

[14] Por eso Hebrón sigue siendo hasta el día de hoy heredad de Caleb, hijo de Yefunné el quenizita, por haber sido fiel a Yahveh, Dios de Israel. [15] El nombre primitivo de Hebrón era Quiryat Arbá. Arbá era el hombre más alto entre los anaquitas. Y el país vivió en paz tras la guerra.

Capítulo 15

[1] La suerte que tocó a la tribu de los hijos de Judá conforme a sus clanes cayó hacia la frontera de Edom, desde el desierto de Sin hacia el mediodía hasta Cadés en el extremo sur. [2] Su límite meridional partía del extremo del mar de la Sal, desde la lengua que da hacia el sur; [3] luego se dirigía por el sur de la subida de los Escorpiones, pasaba hacia Sin y subía por el sur de Cadés Barnea; pasando por Jesrón, subía hacia Adar y volvía a Carcá; [4] pasaba por Asmón, iba hacia el torrente de Egipto y venía a salir al mar. Esa será vuestra frontera por el sur. [5] Al oriente el límite era el mar de la Sal hasta la desembocadura del Jordán. La frontera por el lado norte partía de la lengua de mar que hay en la desembocadura del Jordán. [6] El límite subía a Bet Joglá, pasaba al norte de Bet Haarabá y subía hasta la Peña de Boján, hijo de Rubén.

[7] El límite subía desde el valle de Akor hasta Debir y volvía al norte hacia el círculo de piedras que hay enfrente de la subida de Adummim, que está al sur del Torrente. El límite pasaba hacia las aguas de En Semes y venía a salir a En Roguel. [8] Subía después por el valle de Ben Hinnom, por el sur, al Hombro del Jebuseo, es decir, Jerusalén; subía el límite por el oeste a la cima del monte que hay frente al valle de Hinnom, al extremo norte del valle de los Refaím. [9] El límite torcía de la cumbre del monte hacia la fuente de agua de Neftoaj y seguía hacia las ciudades del monte Efrón para torcer en dirección a Baalá, o sea, Quiryat Yearim. [10] De Baalá, el límite doblaba por el oeste hacia el monte Seír y, pasando por la vertiente norte del monte Yearim, o sea Kesalón, bajaba a Bet Semes, pasaba a Timná, [11] iba hacia el lado norte de Ecrón, doblaba hacia Sikkarón, pasaba por el monte de Baalá, salía por Yabneel. La frontera terminaba en el mar. [12] El límite occidental era el mar Grande. Este era el límite que rodeaba el territorio de los hijos de Judá por clanes.

[13] A Caleb, hijo de Yefunné, se le dio una parte entre los hijos de Judá, según la orden de Yahveh a Josué: Quiryat Arbá, la ciudad del padre de Anaq, que es Hebrón. [14] Caleb echó de allí a los tres hijos de Anaq: Sesay, Ajimán y Talmay, descendientes de Anaq. [15] De allí se dirigió hacia los habitantes de Debir, que antiguamente se llamaba Quiryat Séfer. [16] Entonces dijo Caleb: «Al que derrote a Quiryat Séfer y la tome, le daré mi hija Aksá por mujer.» [17] El que la tomó fue Otniel, hijo de Quenaz, hermano de Caleb, y éste le dio su hija Aksá por mujer. [18] Cuando iba a casa de su marido, éste le incitó a que pidiera a su padre un campo; ella se apeó del asno y Caleb le preguntó: «¿Qué quieres?» [19] Ella respondió: «Hazme un regalo; ya que me has dado el desierto de Négueb, dame fuentes de agua.» Y él le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo.

[20] Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de Judá por clanes. [21] Ciudades fronterizas de la tribu de los hijos de Judá, hacia la frontera de Edom en el Négueb: Cabseel, Eder, Yagur, [22] Quiná, Dimón, Adadá, [23] Quedes, Jasor Yitnam, [24] Zif, Télem, Bealot, [25] Jasor Jadattá, Queriyyot Jesrón (que es Jasor), [26] Amam, Semá, Moladá, [27] Jasar Gaddá, Jesmón, Bet Pélet, [28] Jasar Sual, Berseba y sus filiales, [29] Baalá, Iyyim, Esem, [30] Eltolad, Kesil, Jormá, [31] Siquelag, Madmanná, Sansanná, [32] Lebaot, Siljim, Ayin y Rimmón. En total veintinueve ciudades con sus aldeas.

[33] En la Tierra Baja: Estaol, Sorá, Asná, [34] Zanoaj, En Gannim, Tappuaj, Enam, [35] Yarmut, Adullam, Sokó, Azecá, [36] Saaráyim, Aditáyim, Hag Guederá, Guederotáyim: catorce ciudades con sus aldeas. [37] Senán, Jadasá, Migdal Gad, [38] Dilán, Ham Mispé, Yoqteel, [39] Lakís, Boscat, Eglón, [40] Kabbón, Lajmás, Kitlís, [41] Guederot, Bet Dagón, Naamá, Maquedá: dieciséis ciudades con sus aldeas.

[42] Libná, Eter, Asán, [43] Iftaj, Asná, Nesib, [44] Queilá, Akzib, Maresá: nueve ciudades con sus aldeas. [45] Ecrón con sus filiales y aldeas. [46] De Ecrón hasta el mar, todo lo que está al lado de Asdod con sus aldeas. [47] Asdod con sus filiales y aldeas, Gaza con sus filiales y aldeas hasta el Torrente de Egipto, limitando con el mar Grande.

[48] En la montaña: Samir, Yattir, Sokó, [49] Danná, Quiryat, Sanná, que es Debir, [50] Anab, Estemoa, Anim, [51] Gosen, Jolón, Guiló: once ciudades y sus aldeas. [52] Arab, Dumá, Esan, [53] Yanum, Bet Tappuaj, Afeqá, [54] Jumtá, Quiryat Arbá, que es Hebrón, Sior: nueve ciudades y sus aldeas.

[55] Maón, Carmelo, Zif, Yuttá, [56] Yizreel, Yoqdeam, Zanoaj, [57] Haqcayim, Guibeá y Timná: diez ciudades con sus aldeas. [58] Jaljul, Bet Sur, Guedor, [59] Maarat, Bet Anot, Eltecón: seis ciudades con sus aldeas. Técoa, Efratá, que es Belén, Peor, Etam, Culón, Tatam, Sores, Karem, Gallim, Béter, Manaj: once ciudades con sus aldeas. [60] Quiryat Baal, que es Quiryat Yearim, y Harabbá: dos ciudades con sus aldeas.

[61] En el desierto: Bet Haarabá, Middin, Sekaká, [62] Nibsán, la ciudad de la Sal y Engadí: seis ciudades con sus aldeas. [63] Pero los hijos de Judá no pudieron echar a los jebuseos que ocupaban Jerusalén. Por eso los jebuseos siguen habitando en Jerusalén junto a los hijos de Judá hasta el día de hoy.

Capítulo 16

[1] La suerte que tocó a los hijos de José comenzaba, por el lado oriental, en el Jordán, a la altura de Jericó (las aguas de Jericó), en el desierto que sube de Jericó a la montaña de Betel; [2] siguiendo de Betel a Luz, pasaba hacia la frontera de los arquitas por Atarot; [3] bajaba después al oeste hacia la frontera de los yafletitas, hasta Guézer, y venía a salir al mar. [4] Esta fue la heredad de los hijos de José, Manasés y Efraím. [5] Límite de los hijos de Efraím por clanes: el límite de su heredad era por el este Atrot Arak hasta Bet Jorón de Arriba [6] e iba e salir el límite al mar... el Mikmetat al norte, y el límite doblaba al oriente hacia Taanat Silo, y la cruzaba al este hacia Yanojá; [7] bajaba de Yanojá a Atarot y a Naará y tocaba en Jericó para terminar en el Jordán.

[8] De Tappuaj iba el límite hacia occidente por el torrente de Caná y venía a parar en el mar. Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de Efraím según sus clanes, [9] además de las ciudades reservadas para los hijos de Efraím de la herencia de los hijos de Manasés; todas estas ciudades y sus aldeas. [10] El cananeo que ocupaba Guézer no fue expulsado y así continúa en medio de Efraím hasta el día de hoy, pero sujeto a servidumbre.

Capítulo 17

[1] A la tribu de Manasés le correspondió suerte, porque era el primogénito de José: a Makir, primogénito de Manasés y padre de Galaad, como era hombre de guerra, le tocó Galaad y Basán; [2] y a los otros hijos de Manasés, según sus clanes: a los hijos de Abiezer, a los hijos de Jeleq, a los hijos de Asriel, a los hijos de Sekem, a los hijos de Jéfer, a los hijos de Semidá, estos eran los hijos varones de Manasés, hijo de José, por clanes. [3] Pero Selofjad, hijo de Jéfer, hijo de Galaad, hijo de Makir, hijo de Manasés, no tenía hijos; sólo tenía hijas. Sus hijas se llamaban: Majlá, Noá, Joglá, Milká y Tirsá. [4] Estas se presentaron ante el sacerdote Eleazar, ante Josué, hijo de Nun, y ante los principales, y dijeron: «Yahveh ordenó a Moisés que nos diera una heredad entre nuestros hermanos.» Les dio, pues, según la orden de Yahveh, una heredad entre los hermanos de su padre. [5] Tocaron a Manasés diez porciones además del país de Galaad y de Basán, situado en Transjordania, [6] pues las hijas de Manasés obtuvieron una heredad entre sus hijos. El país de Galaad pertenecía a los otros hijos de Manasés.

[7] El límite de Manasés era por el lado de Aser, Mikmetat, que está en frente de Siquem; de allí iba hacia la derecha, hacia Yasib, en la fuente de Tappuaj. [8] El país de Tappuaj era de Manasés, pero Tappuaj, en la frontera de Manasés, era de los hijos de Efraím. [9] El límite bajaba por el torrente de Caná; al sur del torrente estaban las ciudades de Efraím, además de las que tenía Efraím entre las ciudades de Manasés, y el territorio de Manasés estaba al norte del torrente, e iba a salir al mar. [10] Lo del sur era de Efraím y lo del norte de Manasés, y el mar era su frontera; lindaban con Aser al norte y con Isacar al este. [11] Manasés tenía, en Isacar y en Aser, Bet Seán y sus filiales, Yibleam y sus filiales, los habitantes de Dor y sus filiales, los habitantes de Tanak y Meguiddó y sus filiales, y un tercio de Néfet. [12] Los hijos de Manasés no pudieron apoderarse de estas ciudades y los cananeos lograron mantenerse en aquel país.

[13] Pero, cuando los israelitas se hicieron más fuertes, sometieron a los cananeos a servidumbre, aunque no llegaron a expulsarlos. [14] Los hijos de José se dirigieron a Josué y le dijeron: «¿Por qué no me has asignado en heredad más que una suerte, una sola porción, siendo tan numeroso como soy porque Yahveh me ha bendecido?» [15] Josué respondió: «Si eres un pueblo tan numeroso sube a los bosques y corta para ti el de la región de los perizitas y de los refaítas, pues la montaña de Efraím es demasiado estrecha para ti.» [16] Los hijos de José respondieron: «La montaña no nos basta, y todos los cananeos que habitan en el llano tienen carros de hierro, lo mismo los de Bet Seán y sus filiales que los de la llanura de Yizreel.» [17] Josué dijo a la casa de José, a Efraím y a Manasés: «Eres un pueblo grande y tienes mucha fuerza; no tendrás sólo una parte, [18] sino que tendrás también la montaña; está cubierta de bosques pero tú la talarás y serás tuya la región resultante; y expulsarás al cananeo, aunque tiene carros de hierro y es muy fuerte.»

Capítulo 18

[1] Todo la comunidad de los israelitas se reunió en Silo, donde alzaron la Tienda del Encuentro; todo el país les estaba sometido. [2] Pero quedaban todavía entre los israelitas siete tribus que no se habían repartido su heredad. [3] Josué, pues, dijo a los israelitas: «¿Hasta cuándo vais a retardar el ir a tomar posesión de la tierra que os ha dado Yahveh, el Dios de vuestros padres? [4] Escoged tres hombres por cada tribu, y los enviaré para que vayan a recorrer el país y hagan una descripción de él en orden al reparto; luego volverán donde mí. [5] Dividirán la tierra en siete partes. Judá se quedará en su territorio al sur y la casa de José se quedará en su territorio al norte. [6] Vosotros haréis una descripción del país en siete partes, y me la traeréis para que os la sortee aquí, en presencia de Yahveh nuestro Dios.

[7] Porque los levitas no tienen su parte entre vosotros, pues el sacerdocio de Yahveh es su heredad; y Gad, Rubén y la media tribu de Manasés, han recibido ya al lado oriental del Jordán, la heredad que les dio Moisés, siervo de Yahveh.» [8] Los hombres se pusieron en camino. Josué dio esta orden a los que iban a hacer la descripción del país: «Id, recorred el país y describidlo, y después volved donde mí; yo os haré el sorteo de la tierra aquí delante de Yahveh, en Silo.» [9] Fueron los hombres, recorrieron la comarca, y la describieron ciudad por ciudad, en siete partes, en un escrito que llevaron a Josué, al campamento de Silo. [10] Josué les echó suertes en Silo, delante de Yahveh, y repartió allí la tierra entre los israelitas, conforme a sus particiones. [11] Tocó una suerte a la tribu de los hijos de Benjamín por clanes: los límites de su suerte resultaron comprendidos entre los de los hijos de Judá y los de los hijos de José. [12] Su límite, por el lado norte, partía del Jordán, subía por el flanco norte de Jericó, hasta alcanzar la montaña hacia el oeste, y venía a salir al desierto de Bet Avén.

[13] De allí pasaba el límite hacia Luz, por el flanco sur de Luz, que es Betel, y bajaba a Atrot Addar sobre el monte que está al sur de Bet Jorón de Abajo. [14] Torcía el límite y volvía por el oeste hacia el sur, desde el monte que está al lado meridional de Bet Jorón, para ir a salir hacia Quiryat Baal, que es Quiryat Yearim, ciudad de los hijos de Judá. Ese era el lado oeste. [15] Y el lado sur: desde el extremo de Quiryat Yearim, el límite seguía hacia Gasín y salía cerca de la fuente de las aguas de Neftóaj, [16] luego bajaba hacia el extremo del monte que está frente al valle de Ben Hinnom, al norte del valle de Refaím, bajaba al valle de Hinnom por el flanco sur del jebuseo y seguía bajando hasta En Roguel. [17] Doblaba luego por el norte, salía en En Semes y salía hacia el círculo de piedras que hay frente a la subida de Adummim; bajaba a la Peña de Boján, hijo de Rubén; [18] pasaba luego hacia la vertiente de Bet Haarabá por el norte y bajaba hacia la Arabá; [19] pasaba el límite hacia la pendiente de Bet Joglá al norte, e iba a dar el límite a la lengua septentrional del mar de la Sal, en el extremo sur del Jordán. Ese era el límite meridional.

[20] El Jordán era el límite del lado oriental. Esa fue la heredad de los hijos de Benjamín, conforme a sus clanes, con los límites que la rodean. [21] Las ciudades de la tribu de los hijos de Benjamín, por clanes, fueron: Jericó, Bet Joglá, Emeq Quesís; [22] Bet Haarabá, Semaráyim, Betel; [23] Avvim, Pará, Ofrá; [24] Kefar Haamoní, Ofní, Gabá: doce ciudades con sus aldeas. [25] Gabaón, Ramá, Beerot, [26] Mispé, Kefirá, Mosá; [27] Réquem, Yirpeel, Taralá; [28] Sela Haalef, el Jebuseo, es decir Jerusalén, Guibeá y Quiryat: catorce ciudades con sus aldeas. Esa fue la heredad de los hijos de Benjamín, por clanes.

Capítulo 19

[1] La segunda suerte cayó a Simeón, a la tribu de los hijos de Simeón, por clanes: su heredad estaba en medio de la heredad de los hijos de Judá. [2] Les correspondió como heredad: Berseba, Semá, Moladá; [3] Jasar Sual, Balá, Esem; [4] Eltolad, Betul, Jormá; [5] Siquelag, Bet Hammarkabot; Jasar Susá; [6] Bet Lebaot y Sarujem: trece ciudades y sus aldeas; [7] Ayín, Rimmón, Eter y Asán; cuatro ciudades y sus aldeas.

[8] Además todas las aldeas de los alrededores de estas ciudades hasta Baalat Beer, Ramá del Négueb. Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Simeón, por clanes. [9] La heredad de los hijos de Simeón se tomó de la porción de los hijos de Judá, porque la parte de los hijos de Judá era demasiado grande para ellos. Los hijos de Simeón recibieron, pues, su heredad en medio de la heredad de los hijos de Judá. [10] La tercera suerte tocó a los hijos de Zabulón, por clanes: el límite de su heredad se extendía hasta Sadud; [11] su límite subía al occidente hacia Maraalá y tocaba en Dabbéset y luego en el torrente que hay frente a Yoqneam. [12] De Sadud volvía el límite hacia el este, hacia la salida del sol, hasta el límite de Kislot Tabor, seguía hacia Daberat y subía a Yafía. [13] De allí pasaba hacia el este, al oriente, por Gat Jéfer y por Itta Casín, iba hacia Rimmón y volvía hacia Neá.

[14] El límite volvía por el norte hacia Jannatón e iba a salir al valle de Yiftaj El. [15] Además, Cattat, Nahalal, Simrón, Yiralá y Belén: doce ciudades con sus aldeas. [16] Esa fue la heredad de los hijos de Zabulón, por clanes: esas ciudades y sus aldeas. [17] La cuarta suerte tocó a Isacar, a los hijos de Isacar, por clanes. [18] Su territorio se extendía hasta Yizreel y comprendía Kesulot y Sunem; [19] Jafaráyim, Sión, Anajarat, [20] Daberat, Quisyón, Ebes; [21] Rémet y En Gannim, En Jaddá y Bet Passés.

[22] Su límite tocaba en el Tabor, en Sajasima y en Bet Semes, y el límite terminaba en el Jordán; dieciséis ciudades con su aldeas. [23] Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Isacar, por clanes: las ciudades y sus aldeas. [24] La quinta suerte tocó a la tribu de los hijos de Aser, por clanes. [25] Su territorio comprendía: Jelcat, Jalí, Beten, Aksaf, [26] Alammélek, Amad, Misal; tocaba en el Carmelo por el oeste y en el curso del Libnat; [27] volvía luego hacia la salida del sol hasta Bet Dagón y tocaba por el norte en Zabulón y en el valle de Yiftaj El, y Bet Haemeq y Neiel, yendo a parar hacia Kabul por la izquierda con [28] Abdón, Rejob, Jammón y Caná hasta Sidón la Grande.

[29] El límite volvía a Ramá y hasta la plaza fuerte de Tiro y hasta Josá, e iba a terminar en el mar. Majaleb, Akzib, [30] Akko, Afeq, Rejob: veintidós ciudades con sus aldeas. [31] Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Aser, por clanes: esas ciudades y sus aldeas. [32] A los hijos de Neftalí les tocó la sexta suerte; a los hijos de Neftalí, por clanes: [33] su límite iba de Jélef y de la Encina de Saanannim y Adamí Hannéqueb y Yabneel hasta Laqcum e iba a salir al Jordán. [34] Volvía el límite hacia el oeste por Aznot Tabor y de allí a salir a Juqcoq, lindaba con Zabulón al sur, con Aser al oeste y con el Jordán al oriente.

[35] Y las ciudades fuertes eran: Siddim, Ser, Jammat, Raqcat, Kinneret, [36] Adamá, Ramá, Jasor; [37] Quedes, Edreí, En Jasor, [38] Yirón, Migdal El, Jórem, Bet Anat, Bet Semes: diecinueve ciudades con sus aldeas. [39] Esa fue la heredad de los hijas de Neftalí, por clanes: las ciudades y sus aldeas. [40] A la tribu de los hijos de Dan, por clanes, tocó la séptima suerte.

[41] El territorio de su heredad comprendía: Sorá, Estaol, Ir Simes. [42] Saalbim, Ayyalón, Silatá; [43] Elón, Timná, Ecrón, [44] Eltequé, Guibbetón, Baalat; [45] Azor, Bené Beraq, Gat Rimmón; [46] y hacia el mar Yeraqón con el territorio de enfrente de Joppe.

[47] Pero el territorio de los hijos de Dan quedaba fuera de su poder. Por eso, los hijos de Dan subieron a atacar a Lésem; la tomaron y la pasaron a cuchillo. Tomada la ciudad, se establecieron en ella y a Lésem la llamaron Dan, del nombre de Dan su padre. [48] Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Dan, por clanes: esas ciudades y sus aldeas. [49] Acabaron, pues, de sortear el país con sus límites. Y los israelitas dieron a Josué, hijo de Nun, una heredad en medio de ellos; [50] según orden de Yahveh, le dieron la ciudad que había pedido, Timnat Sérak, en la montaña de Efraím. Reconstruyó la ciudad y se estableció en ella. [51] Esas son las heredades que el sacerdote Eleazar, Josué, hijo de Nun, y los jefes de familia sortearon entre las tribus de Israel en Silo, en presencia de Yahveh, a la entrada de la Tienda del Encuentro; y así se terminó el reparto de la tierra.

Capítulo 20

[1] Yahveh dijo a Josué: [2] «Habla a los israelitas y diles: Señalaos las ciudades de asilo de las que os hablé por medio de Moisés, [3] a las que pueda huir el homicida que haya matado a alguien por inadvertencia (sin querer), y que le sirvan de asilo contra el vengador de la sangre. [4] (El homicida huirá a una de estas ciudades: se detendrá a la entrada de la puerta de la ciudad y expondrá su caso a los ancianos de la ciudad. Estos le admitirán en su ciudad y le señalarán una casa para que habite con ellos. [5] Si el vengador de la sangre le persigue, no le entregarán al homicida en su manos, pues ha herido a su prójimo sin querer, y no le tenía odio anteriormente. [6] El homicida habrá de permanecer en la ciudad, hasta que comparezca en juicio ante la comunidad, hasta la muerte del Sumo Sacerdote que esté en funciones por aquel tiempo. Entonces el homicida podrá volver a sus ciudad y a su casa, a la ciudad de la que huyó.» [7] Consagraron: Quedes en Galilea, en la montaña de Neftalí, Siquem en la montaña de Efraím, Quiryat Arbá, o sea Hebrón, en la montaña de Judá.

[8] En Transjordania, al oriente de Jericó, se designó Béser, de la tribu de Rubén, en el desierto, en el llano; Ramot en Galaad, de la tribu de Gad, y Golán en Basán, de la tribu de Manasés. [9] Estas son las ciudades designadas para todos los israelitas, así como para el forastero residente entre ellos, para que pueda refugiarse en ellas cualquiera que haya matado a alguien por inadvertencia, y no muera a manos del vengador de la sangre, hasta que comparezca ante la comunidad.

Capítulo 21

[1] Se acercaron los cabezas de familia de los levitas al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los cabezas de familia de las tribus de Israel, [2] cuando estaban en Silo, en tierra de Canaán, y les dijeron: «Yahveh ordenó por medio de Moisés que se nos dieran ciudades donde residir, con sus pastos para nuestro ganado.» [3] Los israelitas, conforme a la orden de Yahveh, dieron a los levitas, de su heredad, las siguientes ciudades con sus pastos. [4] Se hizo el sorteo para los clanes quehatitas: y a los levitas hijos del sacerdote Aarón les tocaron trece ciudades de las tribus de Judá, Simeón, y Benjamín; [5] a los otros hijos de Quehat, por clanes, diez ciudades de las tribus de Efraím, de Dan y de la media tribu de Manasés. [6] A los hijos de Guerson, por clanes, les tocaron trece ciudades de las tribus de Isacar, Aser, Neftalí y de la media tribu de Manasés, en Basán.

[7] A los hijos de Merarí, por clanes, les tocaron doce ciudades de las tribus de Rubén, Gad y Zabulón. [8] Los israelitas dieron a los levitas por suertes esas ciudades y sus pastos, como Yahveh había ordenado por boca de Moisés. [9] De la tribu de Judá y de la tribu de Simeón les dieron las ciudades que se nombran a continuación; [10] esta fue la parte de los hijos de Aarón, pertenecientes al clan quehatita, de los hijos de Leví; porque la primera suerte fue para ellos. [11] Les dieron Quiryat Arbá (ciudad del padre de Anaq), o sea Hebrón, en la montaña de Judá, con los pastos circundantes. [12] Pero la campiña de esta ciudad con sus aldeas se la dieron en propiedad a Caleb, hijo de Yefunné.

[13] A los hijos del sacerdote Aarón les dieron, como ciudad de asilo para los homicidas, Hebrón con sus pastos, y además Libná y sus pastos, [14] Yattir con sus pastos, Estemoa con sus pastos [15] Jolón con sus pastos, Debir con sus pastos, [16] Asan con sus pastos, Yutta con sus pastos, Bet Semes con sus pastos: nueve ciudades de esas dos tribus. [17] De la tribu de Benjamín, Gabaón y sus pastos, Gueba y sus pastos, [18] Anatot y sus pastos, Almón y sus pastos: cuatro ciudades.

[19] Total de las ciudades de los sacerdotes hijos de Aarón: trece ciudades con sus pastos. [20] A los clanes de los hijos de Quehat, a los levitas restantes entre los hijos de Quehat, les tocaron en suerte ciudades de la tribu de Efraím. [21] Se les dio, como ciudad de asilo para los homicidas, Siquem con sus pastos, en la montaña de Efraím, y además Guézer con sus pastos. [22] Quibsáyim con sus pastos, Bet Jorón con sus pastos: cuatro ciudades. [23] De la tribu de Dan, Eltequé con sus pastos, Guibbetón con sus pastos, [24] Ayyalón con sus pastos, Gat Rimmón con sus pastos: cuatro ciudades.

[25] De la media tribu de Manasés, Tanak con sus pastos y Yibleam con sus pastos: dos ciudades. [26] Total: diez ciudades con sus pastos para lo restantes clanes de los hijos de Quehat. [27] A los hijos de Guersón, de los clanes levíticos, les dieron: de la media tribu de Manasés, como ciudad de asilo para los homicidas, Golán en Basán con sus pastos, y Astarot con sus pastos: dos ciudades. [28] De la tribu de Isacar, Quisyón con sus pastos, Daberat con sus pastos [29] Yarmut con sus pastos, En Gannim con sus pastos: cuatro ciudades. [30] De la tribu de Aser, Misal con sus pastos, Abdón con sus pastos, [31] Jelcat con sus pastos, Rejob con sus pastos: cuatro ciudades.

[32] De la tribu de Neftalí, como ciudad de asilo para los homicidas, Quedes en Galilea con sus pastos, Jammot Dor con sus pastos, Raqcat con sus pastos: tres ciudades. [33] Total de ciudades de los guersonitas, por clanes: trece ciudades con sus pastos. [34] A los clanes de los hijos de Merarí, al resto de los levitas: de la tribu de Zabulón: Yoqneam con sus pastos, Cartá con sus pastos, [35] Rimmón con sus pastos, Nahalal con sus pastos: cuatro ciudades; [36] al otro lado del Jordán, de la tribu de Rubén, como ciudad de asilo para los homicidas, Béser en el desierto, en el llano, con sus pastos, y además Yahás con sus pastos, [37] Quedemot con sus pastos, Mefaat con sus pastos: cuatro ciudades.

[38] De la tribu de Gad, como ciudad de asilo para los homicidas, Ramot en Galaad, y Majanáyim [39] Jesbón con sus pastos, Yazer con sus pastos: cuatro ciudades. [40] Total de ciudades asignadas por suerte a los hijos de Merarí, por clanes, es decir, al resto de los clanes levíticos: doce ciudades. [41] Total de las ciudades de los levitas en medio de la propiedad de los israelitas: 48 ciudades con sus pastos. [42] Cada una de las ciudades comprendía la ciudad y los pastos circundantes. Así todas las ciudades mencionadas. [43] Yahveh dio a los israelitas toda la tierra que había jurado dar a sus padres. La ocuparon y se establecieron en ella.

[44] Yahveh les concedió paz en todos sus confines, tal como había jurado a sus padres, y ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente. Yahveh entregó a todos sus enemigos en sus manos. [45] No falló una sola de todas las espléndidas promesas que Yahveh había hecho a la casa de Israel. Todo se cumplió.

Capítulo 22

[1] Josué convocó a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés, [2] y les dijo: «Habéis cumplido todo lo que os mandó Moisés, siervo de Yahveh, y habéis atendido a mis órdenes siempre que os he mandado algo. [3] No habéis abandonado a vuestros hermanos durante tan largo tiempo hasta el día de hoy; habéis cumplido la orden que os encomendó Yahveh vuestro Dios. [4] Ahora Yahveh vuestro Dios ha dado a vuestros hermanos el descanso que les había prometido. Volveos, pues, e id a vuestras tiendas, a la tierra de vuestra propiedad, la que os dio Moisés, siervo de Yahveh, al otro lado del Jordán. [5] Unicamente preocupaos de guardar el mandato y la Ley que os dio Moisés, siervo de Yahveh: que améis a Yahveh vuestro Dios, que sigáis siempre sus caminos, que guardéis sus mandamientos y os mantengáis unidos a él y le sirváis con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma.» [6] Josué los bendijo y los despidió, y ellos se fueron a sus tiendas.

[7] Moisés había dado a la media tribu de Manasés su parte en Basán; a la otra media se la dio Josué entre sus hermanos, al lado occidental del Jordán. Cuando los mandó Josué a sus tiendas, les dio la bendición [8] y les dijo: «Volvéis a vuestras tiendas con grandes riquezas, rebaños numerosos, plata, oro, bronce, hierro y gran cantidad de vestidos; repartid con vuestros hermanos el botín de vuestros enemigos.» [9] Los rubenitas y los gaditas, con la media tribu de Manasés, se volvieron y dejaron a los israelitas en Silo, en la tierra de Canaán, para volver a la tierra de Galaad, tierra de su propiedad donde se habían establecido según la orden de Yahveh dada por medio de Moisés. [10] Cuando llegaron a los círculos de piedras del Jordán, en tierra de Canaán, los rubenitas y los gaditas y la media tribu de Manasés levantaron allí un altar a orillas del Jordán, un altar de grandioso aspecto. [11] Se enteraron los israelitas y dijeron: «Mirad, los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés han levantado ese altar, frente al país de Canaán, junto a los círculos de piedras del Jordán, del lado de los israelitas.» [12] Al oír esto los israelitas, se reunió en Silo toda la comunidad de los israelitas para hacerles guerra.

[13] Los israelitas enviaron donde los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, al país de Galaad, al sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar [14] y a diez principales con él, un principal por cada familia, por cada tribu de Israel: cada uno de ellos era cabeza de su familia en los clanes de Israel. [15] Cuando llegaron donde los rubenitas, los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, al país de Galaad, les hablaron así: [16] «Esto ha dicho toda la comunidad de Yahveh: ¿Qué significa esa prevaricación que habéis cometido contra el Dios de Israel, apartándoos hoy de Yahveh, al construiros un altar, rebelándoos hoy contra Yahveh? [17] «¿No teníamos bastante con el crimen de Peor, del que hoy todavía no hemos acabado de purificarnos, a pesar de que vino la plaga sobre la comunidad de Yahveh? [18] Si vosotros hoy os apartáis de Yahveh, hoy os rebeláis vosotros contra Yahveh, y mañana se encenderá él contra toda la comunidad de Israel.

[19] «Ahora bien, si nos parece impura vuestra propiedad, pasad a la tierra de propiedad de Yahveh, donde ha fijado su morada, y estableceos entre nosotros. Pero no os rebeléis contra Yahveh, ni nos arrastréis en vuestra rebeldía al construiros un altar aparte del altar de Yahveh nuestro Dios. [20] ¿No prevaricó Akán, hijo de Zéraj, en el anatema, y la Cólera alcanzó a toda la comunidad de Israel, aunque él no era más que un solo individuo? ¿No murió por su crimen?» [21] Respondieron los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés y dijeron a los jefes de los clanes de Israel: [22] «El Dios de los dioses, Yahveh, el Dios de los dioses, Yahveh, lo sabe bien, y que lo sepa también Israel: si ha habido por nuestra parte rebelión o prevaricación contra Yahveh, que no nos salve hoy; [23] y si hemos levantado un altar para apartarnos de Yahveh y para ofrecer en él holocausto y oblación o para hacer sobre él sacrificios de comunión, que Yahveh nos lo demande. [24] En verdad, lo hemos hecho así por preocupación y razonadamente, diciéndonos: El día de mañana podrían decir vuestros hijos a los nuestros: «¿Qué tenéis que ver vosotros con Yahveh el Dios de Israel? [25] Yahveh ha puesto entre nosotros y vosotros, rubenitas y gaditas, la frontera del Jordán. No tenéis parte con Yahveh.» Así vuestros hijos harían que nuestros hijos dejaran de temer a Yahveh.

[26] «Y nos hemos dicho: Vamos a construir este altar, pero no para holocaustos, ni sacrificios, [27] sino para que sea testigo entre nosotros y vosotros y entre nuestros descendientes después de nosotros, de que rendimos culto a Yahveh en su presencia con nuestros holocaustos, nuestras víctimas y nuestros sacrificios de comunión. Así no podrán decir mañana vuestros hijos a los nuestros: «No tenéis parte con Yahveh.» [28] No hemos dicho: Si llega a suceder que nos hablen así a nosotros o el día de mañana a nuestros descendientes, les podremos responder: «Mirad la edificación del altar de Yahveh que hicieron nuestros padres, no para ofrecer holocaustos ni sacrificios, sino como testigo entre nosotros y vosotros.» [29] Lejos de nosotros rebelarnos contra Yahveh y desertar hoy de su servicio, levantando, para ofrecer en él holocaustos, oblaciones o sacrificios, un altar aparte del altar de Yahveh nuestro Dios erigido delante de su morada.» [30] Cuando el sacerdote Pinjás, los principales de la comunidad y los jefes de los clanes de Israel que le acompañaban, oyeron las palabras pronunciadas por los gaditas, los rubenitas y los manasitas, les pareció bien. [31] Y el sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, dijo a los rubenitas, los gaditas y los manasitas: «Ahora reconocemos que Yahveh está en medio de nosotros, pues no habéis cometido tan grande prevaricación contra él. Así habéis salvado a los israelitas de la mano de Yahveh.» [32] El sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, y los principales, dejando a los rubenitas y a los gaditas, volvieron del país de Galaad al de Canaán, a donde los israelitas, y les dieron la respuesta.

[33] La cosa pareció bien a los israelitas: los israelitas dieron gracias a Dios y no hablaron más de hacerles la guerra y devastar el territorio habitado por los rubenitas y los gaditas. [34] Los rubenitas y gaditas llamaron al altar..., porque decían: «Será testigo entre nosotros de que Yahveh es Dios.»

Capítulo 23

[1] Sucedió, mucho tiempo después de que Yahveh concediera a Israel la paz de todos los enemigos de alrededor, — Josué era ya viejo y avanzado en días — [2] que Josué convocó a todo Israel, a sus ancianos, sus jefes, sus jueces, sus escribas y les dijo: «Yo ya soy viejo, avanzado en días; [3] y vosotros habéis visto todo lo que Yahveh, vuestro Dios, ha hecho en atención a vosotros con todos estos pueblos; pues Yahveh vuestro Dios era el que combatía por vosotros. [4] Mirad, yo os he dado por suertes, como heredad para vuestras tribus, esos pueblos que quedan por conquistar, así como todos los pueblos que yo exterminé desde el Jordán hasta el mar Grande de occidente. [5] Yahveh mismo, vuestro Dios, los arrojará delante de vosotros, los expulsará de delante de vosotros, y vosotros tomaréis posesión de su tierra, como os lo ha prometido Yahveh vuestro Dios. [6] «Esforzaos mucho en guardar y cumplir todo lo que está escrito en el libro de la Ley de Moisés, no apartándoos de ella ni a la derecha ni a la izquierda, [7] no mezclándoos con esos pueblos que quedan todavía entre vosotros. No recordaréis el nombre de sus dioses ni juraréis por ellos, no les serviréis ni os postraréis ante ellos, [8] sino manteneos unidos a Yahveh vuestro Dios, como habéis hecho hasta el día de hoy.

[9] Yahveh ha arrojado de vuestra presencia a pueblos numerosos y fuertes, y nadie os ha podido resistir hasta el presente. [10] Uno solo de vosotros perseguía a mil, porque Yahveh mismo, vuestro Dios, peleaba por vosotros, como os lo había prometido. [11] Tendréis buen cuidado, por vuestra vida, de amar a Yahveh vuestro Dios. [12] «Pero si os desviáis y os unís a ese resto de naciones que quedan todavía entre vosotros, emparentáis con ellas y entráis en tratos con ellas, [13] tened por sabido que Yahveh vuestro Dios no seguirá arrojando de delante de vosotros a esos pueblos; serán para vosotros red, lazo, espinas en vuestros costados y aguijones en vuestros ojos, hasta que desaparezcáis de esta espléndida tierra que os ha dado Yahveh vuestro Dios. [14] «Mirad que yo me voy ya por el camino de todo el mundo. Reconoced con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma que, de todas las promesas que Yahveh vuestro Dios había hecho en vuestro favor, no ha fallado ni una sola: todas se os han cumplido. Ni una sola ha fallado.

[15] «Pues de la misma manera que se os han cumplido todas las espléndidas promesas hechas por Yahveh vuestro Dios en vuestro favor, igualmente acarreará Yahveh contra vosotros todas sus amenazas, hasta borraros de la espléndida tierra que Yahveh vuestro Dios os ha dado. [16] «Si quebrantáis la alianza que Yahveh vuestro Dios os ha impuesto, si vos vais a servir a otros dioses, y os postráis ante ellos, la ira de Yahveh se encenderá contra vosotros y desapareceréis rápidamente de la espléndida tierra que os ha dado.»

Capítulo 24

[1] Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquem, llamó a los ancianos de Israel, a sus jefes, jueces y escribas que se situaron en presencia de Dios. [2] Josué dijo a todo el pueblo: «Esto dice Yahveh el Dios de Israel: Al otro lado del Río habitaban antaño vuestros padres, Téraj, padre de Abraham y de Najor, y servían a otros dioses. [3] Yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del Río y le hice recorrer toda la tierra de Canaán, multipliqué su descendencia y le di por hijo a Isaac. [4] A Isaac le di por hijos a Jacob y Esaú. A Esaú le di en propiedad la montaña de Seír. Jacob y sus hijos bajaron a Egipto. [5] Envié después a Moisés y Aarón y herí a Egipto con los prodigios que obré en medio de él. Luego os saqué de allí. [6] Saqué a vuestros padres de Egipto y llegasteis al mar; los egipcios persiguieron a vuestros padres con los carros y sus guerreros hasta el mar de Suf.

[7] Clamaron entonces a Yahveh, el cual tendió unas densas nieblas entre vosotros y los egipcios, e hizo volver sobre ellos el mar, que los cubrió. Visteis con vuestros propios ojos lo que hice con Egipto; luego habitasteis largo tiempo en el desierto. [8] Os introduje después en la tierra de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán; ellos os declararon la guerra y yo los entregué en vuestras manos; y así pudisteis poseer su tierra, porque yo los exterminé delante de vosotros. [9] Después se levantó Balaq, hijo de Sippor, rey de Moab, para pelear contra Israel, y mandó llamar a Balaam, hijo de Beor, para que os maldijera. [10] Pero no quise escuchar a Balaam, y hasta tuvo que bendeciros; así os salvé yo de su mano. [11] «Pasasteis el Jordán y llegasteis a Jericó; pero las gentes de Jericó os hicieron la guerra, igual que los amorreos, los perizitas, los cananeos, los hititas, los guirgasitas, los jivitas y los jebuseos, pero yo los entregué en vuestras manos. [12] Mandé delante de vosotros avispas que expulsaron, antes que llegarais, a los dos reyes de los amorreos; no fue con tu espada ni con tu arco.

[13] Os he dado una tierra que no os ha costado fatiga, unas ciudades que no habéis construido y en las que sin embargo habitáis, viñas y olivares que no habéis plantado y de las que os alimentáis. [14] «Ahora, pues, temed a Yahveh y servidle perfectamente, con fidelidad; apartaos de los dioses a los que sirvieron vuestros padres más allá del Río y en Egipto y servid a Yahveh. [15] Pero, si no os parece bien servir a Yahveh, elegid hoy a quién habéis de servir, o a los dioses a quienes servían vuestros padres más allá del Río, o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis ahora. Yo y mi familia serviremos a Yahveh.» [16] El pueblo respondió: «Lejos de nosotros abandonar a Yahveh para servir a otros dioses. [17] Porque Yahveh nuestro Dios es el que nos hizo subir, a nosotros y a nuestros padres, de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre, y el que delante de nuestros ojos obró tan grandes señales y nos guardó por todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por los que pasamos. [18] Además Yahveh expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el país. También nosotros serviremos a Yahveh, porque él es nuestro Dios.» [19] Entonces Josué dijo al pueblo: «No podréis servir a Yahveh, porque es un Dios santo, es un Dios celoso, que no perdonará ni vuestras rebeldías ni vuestros pecados.

[20] Si abandonáis a Yahveh para servir a los dioses del extranjero, él a su vez traerá el mal sobre vosotros y acabará con vosotros, después de haberos hecho tanto bien.» [21] El pueblo respondió a Josué: «No; nosotros serviremos a Yahveh.» [22] Josué dijo al pueblo: «Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido a Yahveh para servirle.» Respondieron ellos: «¡Testigos somos!» — [23] «Entonces, apartad los dioses del extranjero que hay en medio de vosotros e inclinad vuestro corazón hacia Yahveh, Dios de Israel.» [24] El pueblo respondió a Josué: «A Yahveh nuestro Dios serviremos y a sus voz atenderemos.» [25] Aquél día, Josué pactó una alianza para el pueblo; le impuso decretos y normas en Siquem.

[26] Josué escribió estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Tomó luego una gran piedra y la plantó allí, al pie de la encina que hay en el santuario de Yahveh. [27] Josué dijo al todo el pueblo: «Mirad, esta piedra será testigo contra nosotros, pues ha oído todas las palabras que Yahveh ha hablado con nosotros; ella será testigo contra vosotros para que no reneguéis de vuestro Dios.» [28] Y Josué despidió al pueblo cada uno a su heredad. [29] Después de estos acontecimientos, murió Josué, hijo de Nun, siervo de Yahveh, a la edad de 110 años. [30] Fue enterrado en el término de su heredad, en Timnat Séraj, que está en la montaña de Efraím, al norte del monte Gaás. [31] Israel sirvió a Yahveh todos los días de Josué y todos los días de los ancianos que siguieron viviendo después de Josué y que sabían todas las hazañas que Yahveh había hecho en favor de Israel.

[32] Los huesos de José, que los hijos de Israel habían subido de Egipto, fueron sepultados en Siquem, en la parcela de campo que había comprado Jacob a los hijos de Jamor, padre de Siquem, por cien pesos, y que pasó a ser heredad de los hijos de José. [33] También Eleazar, hijo de Aarón, murió y lo enterraron en Guibeá, ciudad de su hijo Pinjás, que le había sido dada en la montaña de Efraím.

JUECES

Capítulo 1

[1] Después de la muerte de Josué, los israelitas hicieron esta consulta a Yahveh: «¿Quién de nosotros subirá el primero a combatir a los cananeos?» [2] Yahveh respondió: «Subirá Judá, he puesto el país en sus manos.» [3] Judá dijo a su hermano Simeón: «Sube conmigo al territorio que me ha tocado; atacaremos al cananeo; y luego yo también iré contigo a tu territorio.» Y Simeón marchó con él. [4] Subió Judá; Yahveh puso en sus manos a los cananeos y a los perizitas, y derrotaron en Bezeq a 10.000 hombres. [5] Habiendo encontrado en Bezeq a Adoni Bézeq, le atacaron y derrotaron a los cananeos y a los perizitas. [6] Huyó Adoni Bézeq, pero le persiguieron, le capturaron y le cortaron los pulgares de manos y pies.

[7] Y Adoni Bézeq dijo: «Setenta reyes, con los pulgares de manos y pies cortados, andaban recogiendo migajas bajo mi mesa. Según lo que yo hice, así me ha pagado Dios.» Le llevaron a Jerusalén, y allí murió. [8] (Los hijos de Judá atacaron a Jerusalén, la tomaron, la pasaron a cuchillo y prendieron fuego a la ciudad). [9] Después, los hijos de Judá bajaron a atacar a los cananeos, que ocupaban la Montaña, el Négueb y la Tierra Baja. [10] Luego Judá marchó contra los cananeos que habitaban en Hebrón — el nombre de Hebrón era antes Quiryat Arbá — y derrotó a Sesay, Ajimán y Talmay. [11] De allí marchó contra los habitantes de Debir — el nombre de Debir era antes Quiryat Séfer. — [12] Y Caleb dijo: «Al que derrote a Quiryat Séfer y la tome, le daré mi hija Aksá por mujer.» [13] La tomó Otniel, hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb. Y éste le dio su hija Aksá por mujer.

[14] Cuando ella vino donde el marido, le incitó a que pidiera a su padre un campo. Ella se apeó del asno, y Caleb le preguntó: «¿Qué quieres?» [15] Ella respondió: «Hazme un regalo. Ya que me has dado la tierra del Négueb, dame fuentes de agua.» Y Caleb le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo. [16] Los hijos de Jobab el quenita, suegro de Moisés, subieron con los hijos de Judá de la ciudad de las Palmeras al desierto de Judá, que está en el Négueb de Arad, y fueron a habitar con el pueblo. [17] Judá se fue con su hermano Simeón, derrotaron a los cananeos que habitaban en Sefat y consagraron la ciudad al anatema. Por eso la ciudad se llamó Jormá. [18] Judá se apoderó de Gaza y su comarca, de Ascalón y su comarca, de Ecrón y su comarca; [19] Yahveh estuvo con Judá, que conquistó la Montaña; pero no pudo expulsar a los habitantes del llano, porque tenían carros de hierro.

[20] Dieron Hebrón a Caleb, según el mandato de Moisés: y él arrojó de allí a los tres hijos de Anaq. [21] Los hijos de Benjamín no expulsaron a los jebuseos que habitaban en Jerusalén; por eso los jebuseos siguen habitando en Jerusalén con los hijos de Benjamín, hasta el día de hoy. [22] También la casa de José subió a Betel; Yahveh estuvo con ella. [23] La casa de José hizo una exploración por Betel. (Antes la ciudad se llamaba Luz.) [24] Los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron: «Indícanos la entrada de la ciudad y te lo agradeceremos.» [25] El les enseñó la entrada de la ciudad: la pasaron a cuchillo, y dejaron libre a aquel hombre con toda su familia.

[26] El hombre se fue al país de los hititas y construyó una ciudad, a la que llamó Luz. Es el nombre que tiene hasta la fecha. [27] Manasés no se apoderó de Bet Seán y sus filiales, ni de Tanak y sus filiales. No expulsó a los habitantes de Dor y sus filiales, ni a los de Yibleam y sus filiales, ni a los de Meguiddó y sus filiales: los cananeos siguieron ocupando el territorio. [28] Sin embargo, cuando Israel cobró más fuerza, sometió a los cananeos a tributo, aunque no llegó a expulsarlos. [29] Tampoco Efraím expulsó a los cananeos que habitaban en Guézer, de manera que los cananeos siguieron viviendo en Guézer, en medio de Israel. [30] Zabulón no expulsó a los habitantes de Quitrón, ni a los de Nahalol. Los cananeos se quedaron en medio de Zabulón, pero fueron sometidos a tributo. [31] Aser no expulsó a los habitantes de Akko, ni a los de Sidón, de Majaleb, de Akzib, de Jelbá, de Afiq, ni de Rejob.

[32] Los aseritas se establecieron, pues, entre los cananeos que habitaban en el país, porque no los expulsaron. [33] Neftalí no expulsó a los habitantes de Bet Semes, ni a los de Bet Anat, y se estableció entre los cananeos que habitaban en el país; pero los habitantes de Bet Semes y de Bet Anat fueron sus tributarios. [34] Los amorreos rechazaron hacia la montaña a los hijos de Dan sin dejarles bajar a la llanura. [35] Los amorreos se mantuvieron en Har Jéres, en Ayyalón y en Saalbim, pero luego pesó sobre ellos la mano de la casa de José y fueron reducidos a tributo. [36] (La frontera de los edomitas va desde la cuesta de los Escorpiones, desde la Peña, y hacia arriba.)

Capítulo 2

[1] El Angel de Yahveh subió de Guilgal a Betel y dijo: «Yo os hice subir de Egipto y os introduje en la tierra que había prometido con juramento a vuestros padres. Yo dije: «No romperé jamás mi alianza con vosotros. [2] Pero vosotros no pactaréis con los habitantes de este país; sino que destruiréis sus altares.» Pero no habéis escuchado mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto? [3] Por eso os digo: No los arrojaré delante de vosotros; serán vuestros opresores y sus dioses una trampa para vosotros.» [4] Así que el Angel de Yahveh dijo estas palabras a todos los israelitas, el pueblo se puso a llorar a gritos. [5] Llamaron a aquel lugar Bokim, y ofrecieron allí sacrificios a Yahveh. [6] Josué despidió al pueblo, y los israelitas se volvieron cada uno a su heredad para ocupar la tierra.

[7] El pueblo sirvió a Yahveh en vida de Josué y de los ancianos que le sobrevivieron y que habían sido testigos de todas las grandes hazañas que Yahveh había hecho a favor de Israel. [8] Josué, hijo de Nun, siervo de Yahveh, murió a la edad de 110 años. [9] Le enterraron en el término de su heredad, en Timnat Jeres, en la montaña de Efraím, al norte del monte Gaás. [10] También aquella generación fue a reunirse con sus padres y les sucedió otra generación que no conocía a Yahveh ni lo que había hecho por Israel. [11] Entonces los hijos de Israel hicieron lo que desagradaba a Yahveh y sirvieron a los Baales. [12] Abandonaron a Yahveh, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor; se postraron ante ellos, irritaron a Yahveh; [13] dejaron a Yahveh y sirvieron a Baal y a las Astartés.

[14] Entonces se encendió la ira de Yahveh contra Israel. Los puso en manos de salteadores que los despojaron, los dejó vendidos en manos de los enemigos de alrededor y no pudieron ya sostenerse ante sus enemigos. [15] En todas sus campañas la mano de Yahveh intervenía contra ellos para hacerles daño, como Yahveh se lo tenía dicho y jurado. Los puso así en gran aprieto. [16] Entonces Yahveh suscitó jueces que los salvaron de la mano de los que los saqueaban. [17] Pero tampoco a sus jueces los escuchaban. Se prostituyeron siguiendo a otros dioses, y se postraron ante ellos. Se desviaron muy pronto del camino que habían seguido sus padres, que atendían a los mandamientos de Yahveh; no los imitaron. [18] Cuando Yahveh les suscitaba jueces, Yahveh estaba con el juez y los salvaba de la mano de sus enemigos mientras vivía el juez, porque Yahveh se conmovía de los gemidos que proferían ante los que los maltrataban y oprimían. [19] Pero cuando moría el juez, volvían a corromperse más todavía que sus padres, yéndose tras de otros dioses, sirviéndoles y postrándose ante ellos, sin renunciar en nada a las prácticas y a la conducta obstinada de sus padres.

[20] Se encendió la ira de Yahveh contra el pueblo de Israel y dijo: «Ya que este pueblo ha quebrantado la alianza que prescribí a sus padres y no ha escuchado mi voz, [21] tampoco yo arrojaré en adelante de su presencia a ninguno de los pueblos que dejó Josué cuando murió.» [22] Era para probar con ellos a Israel, a ver si seguían o no los caminos de Yahveh, como los habían seguido sus padres. [23] Yahveh dejó en paz a estos pueblos, en vez de expulsarlos enseguida, y no los puso en manos de Josué.

Capítulo 3

[1] Estos son los pueblos que Yahveh dejó subsistir para probar con ellos a Israel, a cuantos no habían conocido ninguna de las guerras de Canaán. [2] (Era sólo para que aprendieran las generaciones de los hijos de Israel, para enseñarles el arte de la guerra; por lo menos los que antes no lo habían conocido): [3] los cinco príncipes de los filisteos y todos los cananeos, los sidonios y los hititas que vivían en el monte Líbano, desde la montaña de Baal Hermón hasta la entrada de Jamat. [4] Sirvieron para probar con ellos a Israel, a ver si guardaban los mandamientos que Yahveh había prescrito a sus padres por medio de Moisés. [5] Y los israelitas habitaron en medio de los cananeos, hititas, amorreos, perizitas, jivitas y jebuseos; [6] se casaron con sus hijas, dieron sus propias hijas a los hijos de aquellos y sirvieron a sus dioses.

[7] Los israelitas hicieron lo que desagradaba a Yahveh. Se olvidaron de Yahveh su Dios y sirvieron a los Baales y a las Aserás. [8] Se encendió la ira de Yahveh contra Israel y los dejó a merced de Kusán Riseatáyim, rey de Edom, y los israelitas sirvieron a Kusán Riseatáyim durante ocho años. [9] Los israelitas clamaron a Yahveh y Yahveh suscitó a los israelitas un libertador que los salvó: Otniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb. [10] El espíritu de Yahveh vino sobre él, fue juez de Israel y salió a la guerra. Yahveh puso en sus manos a Kusán Riseatáyim, rey de Edom y triunfó sobre Kusán Riseatáyim. [11] El país quedó tranquilo cuarenta años. Y murió Otniel, hijo de Quenaz. [12] Los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh; y Yahveh fortaleció a Eglón, rey de Moab, por encima de Israel, porque hacían lo que desagradaba a Yahveh.

[13] A Eglón se le juntaron los hijos de Ammón y de Amalec; salió y derrotó a Israel, y tomó la ciudad de las Palmeras. [14] Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, dieciocho años. [15] Entonces los israelitas clamaron a Yahveh y Yahveh les suscitó un libertador: Ehúd, hijo de Guerá, benjaminita, que era zurdo. Los israelitas le encargaron de llevar el tributo a Eglón, rey de Moab. [16] Ehúd se hizo un puñal de dos filos, de un codo de largo, se lo ciño debajo de la ropa sobre el muslo derecho, [17] y presentó el tributo a Eglón, rey de Moab. Eglón era un hombre muy obeso. [18] En cuanto terminó de presentar el tributo, Ehúd mandó marchar a la gente que había llevado el tributo; [19] pero él, al llegar a los Idolos que hay en la región de Guilgal, volvió otra vez y dijo: «Tengo un mensaje secreto para ti ¡oh rey!» El rey respondió: ¡Silencio!» y salieron de su presencia todos los que estaban con él.

[20] Ehúd se le acercó . El rey estaba sentado en su galería fresca particular. Ehúd le dijo: «Tengo una palabra de Dios para ti.» El rey se levantó de su silla. [21] Ehúd alargó su mano izquierda, cogió el puñal de su cadera derecha y se lo hundió en el vientre. [22] Detrás de la hoja entró incluso el mango, y la grasa se cerró sobre la hoja, pues Ehúd no le sacó el puñal del vientre. Luego escapó por la ventana. [23] Ehúd salió por el pórtico; había cerrado tras de sí las puertas de la galería y echado el cerrojo. [24] Después que se fue, llegaron los criados y vieron que las puertas de la galería tenían echado el cerrojo. Y se dijeron para sí: «Sin duda se está cubriendo los pies en el aposento de la galería fresca.» [25] Estuvieron esperando hasta quedar desconcertados, porque no acababan de abrirse las puertas de la galería. Cogieron la llave y abrieron. Su amo yacía en tierra, muerto.

[26] Mientras esperaban, Ehúd había huido: había pasado los Idolos y se había puesto a salvo en Hasseirá. [27] En cuanto llegó tocó el cuerno en la montaña de Efraím y los israelitas bajaron con él de la montaña. El se puso al frente de ellos, [28] y les dijo: «Seguidme, porque Yahveh ha entregado a Moab, vuestro enemigo, en vuestras manos.» Bajaron tras él, cortaron a Moab los vados del Jordán y no dejaron pasar a nadie. [29] Derrotaron en aquella ocasión a los de Moab; eran unos 10.000 hombres, todos fuertes y valientes, y no escapó ni uno. [30] Aquél día fue humillado Moab bajo la mano de Israel, y el país quedó tranquilo ochenta años. [31] Después de él vino Samgar, hijo de Anat. Derrotó a los filisteos, que eran seiscientos hombres, con una aguijada de bueyes; él también salvó a Israel.

Capítulo 4

[1] Cuando murió Ehúd los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh, [2] y Yahveh los dejó a merced de Yabín, rey de Canaán, que reinaba en Jasor. El jefe de su ejército era Sísara, que habitaba en Jaróset Haggoyim. [3] Entonces los israelitas clamaron a Yahveh. Porque Yabín tenía novecientos carros de hierro y había oprimido duramente a los israelitas durante veinte años. [4] En aquel tiempo, Débora, una profetisa, mujer de Lappidot, era juez en Israel. [5] Se sentaba bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la montaña de Efraím; y los israelitas subían donde ella en busca de justicia. [6] Esta mandó llamar a Baraq, hijo de Abinoam, de Quédes de Neftalí, y le dijo: «¿Acaso no te ordena esto Yahveh, Dios de Israel: «Vete, y en el monte Tabor recluta y toma contigo 10.000 hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos de Zabulón.

[7] Yo atraeré hacia ti al torrente Quisón a Sísara,jefe del ejército de Yabín, con sus carros y sus tropas, y los pondré en tus manos"?» [8] Baraq le respondió: «Si vienes tú conmigo, voy. Pero si no vienes conmigo, no voy, porque no sé en qué día me dará la victoria el Angel de Yahveh.» [9] «Iré contigo — dijo ella — sólo que entonces no será tuya la gloria del camino que emprendes, porque Yahveh entregará a Sísara en manos de una mujer.» Débora se levantó y marchó con Baraq a Quédes. [10] Y Baraq convocó en Quédes a Zabulón y Neftalí. Subieron tras él 10.000 hombres y Débora subió con el. [11] Jéber el quenita, se había separado de la tribu de Caín y del clan de los hijos de Jobab, el suegro de Moisés; había plantado su tienda cerca de la Encina de Saanannim, cerca de Quédes. [12] Le comunicaron a Sísara que Baraq, hijo de Abinoam, había subido al monte Tabor.

[13] Reunió Sísara todos sus carros, y todas las tropas que tenía y las llevó de Jaróset Haggoyim al Torrente de Quisón. [14] Débora dijo a Baraq: «Levántate, porque este es el día en que Yahveh ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No es cierto que Yahveh marcha delante de ti?» Baraq bajó del monte Tabor seguido de los 10.000 hombres. [15] Yahveh sembró el pánico en Sísara, en todos sus carros y en todo su ejército ante Baraq. Sísara bajó de su carro y huyó a pie. [16] Baraq persiguió a los carros y al ejército hasta Jaróset Haggoyim. Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada: no quedó ni uno. [17] Pero Sísara huyó a pie hacia la tienda de Yael, mujer de Jéber el quenita, porque reinaba la paz entre Yabín, rey de Jasor, y la casa de Jéber el quenita. [18] Yael salió al encuentro de Sísara y le dijo: «Entra, señor mío, entra en mi casa. No temas.» Y entró en su tienda y ella lo tapó con un cobertor.

[19] El le dijo: «Por favor, dame de beber un poco de agua, porque tengo sed.» Ella abrió el odre de la leche, le dio de beber y lo volvió a tapar. [20] El le dijo; «Estáte a la entrada de la tienda y si alguno viene, te pregunta y te dice: «¿Hay alguien aquí?, respóndele que no.» [21] Pero Yael, mujer de Jéber, cogió una clavija de la tienda, tomó el martillo en su mano, se le acercó callando y le hincó la clavija en la sien hasta clavarla en tierra. El estaba profundamente dormido, agotado de cansancio; y murió. [22] Cuando llegó Baraq persiguiendo a Sísara, Yael salió a su encuentro y le dijo: «Ven, que te voy a mostrar al hombre que buscas.» Entró donde ella, y Sísara yacía muerto con la clavija en la sien. [23] Así humilló Dios aquel día a Yabín, rey de Canaán, ante los israelitas. [24] La mano de los israelitas fue haciéndose cada vez más pesada sobre Yabín, rey de Canaán, hasta que acabaron con Yabín, rey de Canaán.

Capítulo 5

[1] Aquel día, Débora y Baraq, hijo de Abinoam, entonaron este cántico: [2] Al soltarse en Israel la cabellera, cuando el pueblo se ofrece voluntario, ¡bendecid a Yahveh! [3] ¡Escuchad, reyes! ¡Prestad oídos, príncipes! yo a Yahveh, yo voy a cantar. tocaré el salterio para Yahveh, Dios de Israel. [4] Cuando saliste de Seír, Yahveh, cuando avanzaste por los campos de Edom, tembló la tierra, gotearon los cielos, las nubes en agua se fundieron. [5] Los montes se licuaron delante de Yahveh, el del Sinaí, delante de Yahveh, el Dios de Israel. [6] En los días de Samgar, hijo de Anat, en los días de Yael, no había caravanas; los que hollaban calzadas marchaban por senderos desviados, [7] Vacíos en Israel quedaron los poblados, vacíos hasta tu despertar, oh Débora, hasta tu despertar, oh madre de Israel.

[8] Se elegían dioses nuevos; por entonces la guerra en las puertas; ni un escudo se ve ni una lanza para 40.000 en Israel! [9] Mi corazón con los jefes de Israel, con los voluntarios del pueblo. ¡Bendecid a Yahveh! [10] Los que cabalgáis en blancas asnas, los que os sentáis sobre tapices, los que vais por el camino, cantad, [11] al clamor de los repartidores junto a los abrevaderos. Allí se cantan los favores de Yahveh, los favores a sus poblados de Israel. (Entonces el pueblo de Yahveh bajó a las puertas). [12] Despierta, Débora, despierta! ¡Despierta, despierta, entona un cantar! ¡Animo! ¡Arriba, Baraq! ¡Apresa a los que te apresaron, hijo de Abinoam! [13] Entonces Israel bajó a las puertas, el pueblo de Yahveh bajó por él, como un héroe.

[14] Los principales de Efraím en el valle. Detrás de ti Benjamín entre tu gente. De Makir han bajado capitanes, de Zabulón los que manejan cetro. [15] Los jefes de Isacar están con Débora, y Neftalí, con Baraq, en la llanura, lanzado tras sus huellas. En los arroyos de Rubén, magnánimas decisiones. [16] ¿Por qué te has quedado en los corrales, escuchando silbidos entre los rebaños? (En los arroyos de Rubén, magnánimas decisiones.) [17] Allende el Jordán, Galaad se queda, y Dan, ¿por qué vive en naves extranjeras? Aser se ha quedado a orillas del mar, tranquilo en sus puertos mora. [18] Zabulón es un pueblo que reta a la muerte, y Neftalí, en las alturas del país. [19] Vinieron los reyes, combatieron, entonces combatieron los reyes de Canaán, en Tanak, en las aguas de Meguiddó, mas sin lograr botín de plata.

[20] Desde los cielos lucharon las estrellas, desde sus órbitas lucharon contra Sísara. [21] El torrente Quisón barriólos, ¡el viejo torrente, el torrente Quisón! ¡Avanza, alma mía, con denuedo! [22] Cascos de caballos sacuden el suelo: ¡galopan, galopan sus corceles! [23] Maldecid a Meroz, dice el Angel de Yahveh, maldecid, maldecid a sus moradores: pues no vinieron en ayuda de Yahveh, en ayuda de Yahveh como los héroes. [24] ¡Bendita entre las mujeres Yael (la mujer de Jéber el quenita), entre las mujeres que habitan en tiendas, bendita sea! [25] Pedía agua, le dio leche, en la copa de los nobles le sirvió nata.

[26] Tendió su mano a la clavija, la diestra al martillo de los carpinteros. Hirió a Sísara, le partió la cabeza, le golpeó y le partió la sien; [27] a sus pies se desplomó, cayó, durmió, a sus pies se desplomó, cayó; donde se desplomó, allí cayó, deshecho. [28] A la ventana se asoma y atisba la madre de Sísara, por las celosías: «¿Por qué tarda en llegar su carro? ¿por qué se retrasa el galopar de su carroza? [29] La más discreta de sus princesas le responde; ella se lo repite a sí misma: [30] ¡«Será que han cogido botín y lo reparten: una doncella, dos doncellas para cada guerrero; botín de paños de colores para Sísara, botín de paños de colores; un manto, dos mantos bordados para mi cuello!» [31] ¡Así perezcan todos tus enemigos, oh Yahveh! ¡Y sean los que te aman como el salir del sol con todo su fulgor! Y el país quedó tranquilo cuarenta años.

Capítulo 6

[1] Los israelitas hicieron lo que desagradaba a Yahveh y Yahveh los entregó durante siete años en manos de Madián, [2] y la mano de Madián pesó sobre Israel. Para escapar de Madián, los israelitas se valieron de las hendiduras de las montañas, de las cuevas y las cumbres escarpadas. [3] Cuando sembraba Israel, venía Madián, con Amalec y los hijos de Oriente: subían contra Israel, [4] acampaban en sus tierras y devastaban los productos de la tierra hasta la entrada de Gaza. No dejaban víveres en Israel: ni ovejas, ni bueyes, ni asnos, [5] porque subían Caperosos como langostas, con sus ganados y sus tiendas. Ellos y sus camellos eran inCaperables e invadían el país para saquearlo. [6] Así Madián redujo a Israel a una gran miseria y los israelitas clamaron a Yahveh.

[7] Cuando los israelitas clamaron a Yahveh por causa de Madián, [8] Yahveh envió a los israelitas un profeta que les dijo: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Yo os hice subir de Egipto, y os saqué de la casa de servidumbre. [9] Os libré de la mano de los egipcios y de todos los que os oprimían. Los arrojé de delante de vosotros, os di su tierra, [10] y os dije: «Yo soy Yahveh, vuestro Dios. No veneréis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis.» Pero no habéis escuchado mi voz.» [11] Vino el Angel de Yahveh y se sentó bajo el terebinto de Ofrá, que pertenecía a Joás de Abiézer. Su hijo Gedeón majaba trigo en el lagar para ocultárselo a Madián, [12] cuando el Angel de Yahveh se le apareció y le dijo: «Yahveh contigo, valiente guerrero.» [13] Contestó Gedeón: «Perdón, señor mío. Si Yahveh está con nosotros ¿por qué nos ocurre todo esto? ¿Dónde están todos esos prodigios que nos cuentan nuestros padres cuando dicen: «¿No nos hizo subir Yahveh de Egipto?» Pero ahora Yahveh nos ha abandonado, nos ha entregado en manos de Madián...» [14] Entonces Yahveh se volvió hacia él y dijo: «Vete con esa fuerza que tienes y salvarás a Israel de la mano de Madián. ¿No soy yo el que te envía?» [15] Le respondió Gedeón: «Perdón, señor mío, ¿cómo voy a salvar yo a Israel? Mi clan es el más pobre de Manasés y yo el último en la casa de mi padre.» [16] Yahveh le respondió: «Yo estaré contigo y derrotarás a Madián como si fuera un hombre solo.» [17] Gedeón le dijo: «Si he hallado gracia a tus ojos dame una señal de que eres tú el que me hablas.

[18] No te marches de aquí, por favor, hasta que vuelva donde ti. Te traeré mi ofrenda y la pondré delante de ti». El respondió: «Me quedaré hasta que vuelvas.» [19] Gedeón se fue, preparó un cabrito y con una medida de harina hizo unas tortas ázimas; puso la carne en un canastillo y el caldo en una olla, y lo llevó bajo el terebinto. Cuando se acercaba, [20] le dijo el Angel de Yahveh: «Toma la carne y las tortas ázimas, ponlas sobre esa roca y vierte el caldo.» Gedeón lo hizo así. [21] Entonces el Angel de Yahveh extendió la punta del bastón que tenía en la mano y tocó la carne y las tortas ázimas. Salió fuego de la roca, consumió la carne y las tortas ázimas, y el Angel de Yahveh desapareció de su vista. [22] Entonces Gedeón se dio cuenta de que era el Angel de Yahveh y dijo: «¡Ay, mi señor Yahveh! ¡Pues he visto al Angel de Yahveh cara a cara!» [23] Yahveh le respondió: «La paz sea contigo. No temas, no morirás.» [24] Gedeón levantó en aquel lugar un altar a Yahveh y lo llamó Yahveh-Paz. Todavía hoy está en Ofrá de Abiezer.

[25] Sucedió que aquella misma noche Yahveh dijo a Gedeón: «Toma el toro de tu padre, el toro de siete años; vas a derribar el altar de Baal propiedad de tu padre y cortar el cipo que está junto a él. [26] Luego construirás a Yahveh tu Dios, en la cima de esa altura escarpada, un altar bien preparado. Tomarás el toro y lo quemarás en holocausto, con la leña del cipo que habrás cortado.» [27] Gedeón tomó entonces diez hombres de entre sus criados e hizo como Yahveh le había ordenado. Pero, como temía a su familia y a la gente de la ciudad, en lugar de hacerlo de día, lo hizo de noche. [28] A la mañana siguiente se levantó la gente de la ciudad; el altar de Baal estaba derruido, el cipo que se alzaba junto a él, cortado; y el toro había sido ofrecido en holocausto sobre el altar recién construido. [29] Entonces se dijeron unos a otros: «¿Quién habrá hecho esto?» Tras indagar y buscar dijeron: «Es Gedeón, hijo de Joás, el que lo ha hecho.» [30] La gente de la ciudad dijo entonces a Joás: «Haz salir a tu hijo, y que muera, pues ha derruido el altar de Baal y cortado el cipo que se alzaba a su lado.» [31] Joás respondió a todos los que tenía delante: «¿Es que vosotros vais a salir en defensa de Baal? ¿Vosotros le vais a salvar? (El que defiende a Baal, tiene que morir antes del amanecer.) Si es dios, que pleitee con él, ya que le destruyó su altar.» [32] Aquel día se llamó a Gedeón Yerubbaal, porque decían: «¡Que Baal pleitee con él, pues le destruyó su altar!».

[33] Todo Madián, Amalec y los hijos de Oriente se juntaron, pasaron el Jordán, y acamparon en la llanura de Yizreel. [34] El espíritu de Yahveh revistió a Gedeón; él tocó el cuerno y Abiezer se reunió a él. [35] Envió mensajeros por todo Manasés, que se reunió también con él; y envió mensajeros por Aser, Zabulón y Neftalí, que le salieron al encuentro. [36] Gedeón dijo a Dios: «Si verdaderamente vas a salvar por mi mano a Israel, como has dicho, [37] yo voy a tender un vellón sobre la era; si hay rocío solamente sobre el vellón y todo el suelo queda seco, sabré que tú salvarás a Israel por mi mano, como has prometido.» [38] Así sucedió. Gedeón se levantó de madrugada, estrujó el vellón y exprimió su rocío, una copa llena de agua.

[39] Gedeón dijo a Dios: «No te irrites contra mí si me atrevo a hablar de nuevo. Por favor, quisiera hacer por última vez la prueba con el vellón: que quede seco sólo el vellón y que haya rocío por todo el suelo.» [40] Y Dios lo hizo así aquella noche. Quedó seco solamente el vellón y por todo el suelo había rocío.

Capítulo 7

[1] Madrugó Yerubbaal (o sea Gedeón), así como todo el pueblo que estaba con él, y acampó junto a En Jarod; el campamento de Madián quedaba al norte del suyo, al pie de la colina de Moré, en el valle. [2] Yahveh dijo a Gedeón: «Demasiado Caperoso es el pueblo que te acompaña para que ponga yo a Madián en sus manos; no se vaya a enorgullecer Israel de ello a mi costa diciendo: «¡Mi propia mano me ha salvado!» [3] Ahora pues, pregona esto a oídos del pueblo: «El que tenga miedo y tiemble, que se vuelva y mire desde el monte Gelboé". 22.000 hombres de la tropa se volvieron y quedaron 10.000. [4] Yahveh dijo a Gedeón: «Hay todavía demasiada gente; hazles bajar al agua y allí te los pondré a prueba. Aquel de quien te diga: «Que vaya contigo", ése irá contigo. Y aquel de quien te diga: «Que no vaya contigo", no ha de ir.» [5] Gedeón hizo bajar la gente al agua y Yahveh le dijo: «A todos los que lamieren el agua con la lengua como lame un perro, los pondrás a un lado y a todos los que se arrodillen para beber, los pondrás al otro.» [6] El número de los que lamieron el agua con las manos a la boca resultó ser de trescientos. Todo el resto del pueblo se había arrodillado para beber.

[7] Entonces Yahveh dijo a Gedeón: «Con los trescientos hombres que han lamido el agua os salvaré, y entregaré a Madián en tus manos. Que todos los demás vuelvan cada uno a su casa.» [8] Tomaron en sus manos las provisiones del pueblo y sus cuernos, y mandó a todos los israelitas cada uno a su tienda, quedándose sólo con los trescientos hombres. El campamento de Madián estaba debajo del suyo en el valle. [9] Aquella noche le dijo Yahveh: «Levántate y baja al campamento, porque lo he puesto en tus manos. [10] No obstante, si temes bajar, baja al campamento con tu criado Purá, [11] y escucha lo que dicen. Se fortalecerá tu mano con ello y luego bajarás a atacar al campamento. Bajó, pues, con su criado Purá hasta la extremidad de las avanzadillas del campamento. [12] Madián, Amalec y todos los hijos de Oriente habían caído sobre el valle, Caperosos como langostas, y sus camellos eran inCaperables como la arema de la orilla del mar.

[13] Se acercó Gedeón y he aquí que un hombre contaba un sueño a su vecino; decía: «He tenido un sueño: una hogaza de pan de cebada rodaba por el campamento de Madián, llegó hasta la tienda, chocó contra ella y la volcó lo de arriba abajo.» [14] Su vecino le respondió: «Esto no puede significar más que la espada de Gedeón, hijo de Joás, el israelita. Dios ha entregado en sus manos a Madián y a todo el campamento.» [15] Cuando Gedeón oyó la narración del sueño y su explicación, se postró, volvió al campamento de Israel y dijo: « ¡Levantaos! porque Yahveh ha puesto en vuestras manos el campamento de Madián.» [16] Gedeón dividió a los trescientos hombres en tres cuerpos. Les dio a todos cuernos y cántaros vacíos, con antorchas dentro de los cántaros. [17] Les dijo: «Miradme a mí y haced lo mismo. Cuando llegue yo al extremo del campamento, lo que yo haga lo haréis vosotros. [18] Yo y todos mis compañeros tocaremos los cuernos; vosotros también tocaréis los cuernos alrededor del campamento y gritaréis: ¡Por Yahveh y por Gedeón!» [19] Gedeón y los cien hombres que le acompañaban llegaron al extremo del campamento al comienzo de la guardia de la medianoche, cuando acababan de hacer el relevo de los centinelas; tocaron los cuernos y rompieron los cántaros que llevaban en la mano.

[20] Entonces los tres cuerpos del ejército tocaron los cuernos, y rompieron los cántaros; en la izquierda tenían las antorchas y en la derecha los cuernos para tocarlos; gritaban: «Espada por Yahveh y por Gedeón!» [21] Y se quedaron quietos cada uno en su lugar alrededor del campamento. Todo el campamento se despertó y, lanzando alaridos, se dieron a la fuga. [22] Mientras los trescientos tocaban los cuernos, Yahveh volvió la espada de cada uno contra su compañero por todo el campamento. La tropa huyó hasta Bet Hassittá, hacia Sartán, hasta la orilla de Abel Mejolá frente a Tabbat. [23] Los hombres de Israel se reunieron, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, y persiguieron a Madián. [24] Gedeón envió mensajeros por toda la montaña de Efraím diciendo: «Bajad al encuentro de Madián y cortadles los vados hasta Bet Bará y el Jordán.» Se reunieron todos los hombres de Efraím y ocuparon los vados hasta Bet Bará y el Jordán. [25] Hicieron prisioneros a los dos jefes de Madián, Oreb y Zeeb; mataron a Oreb en la Peña de Oreb y a Zeeb en el Lagar de Zeeb. Persiguieron a Madián y llevaron a Gedeón, al otro lado del Jordán, las cabezas de Oreb y Zeeb.

Capítulo 8

[1] La gente de Efraím dijo a Gedeón: «¿Por qué has hecho esto con nosotros, no convocándonos cuando has ido a combatir a Madián?» Y discutieron con él violentamente. [2] El les respondió: «¿Qué he hecho yo en comparación de lo que habéis hecho vosotros? ¿No vale más el rebusco de Efraím que la vendimia de Abiézer? [3] Dios ha entregado a los jefes de Madián en vuestras manos, a Oreb y a Zeeb. ¿Qué he podido hacer yo en comparación con vosotros?» Con estas palabras que les dijo, se calmó su animosidad contra él. [4] Gedeón llegó al Jordán y lo pasó; pero él y los trescientos hombres que tenía consigo estaban agotados por la persecución. [5] Dijo, pues, a la gente de Sukkot: «Dad, por favor, tortas de pan a la tropa que me sigue, porque está agotada, y voy persiguiendo a Zébaj y a Salmunná, reyes de Madián. [6] Pero los jefes de Sukkot respondieron: «¿Acaso has sujetado ya las manos de Zébaj y Salmunná para que demos pan a tu ejército?» [7] Gedeón les respondió: «Bien; cuando Yahveh haya entregado en mis manos a Zébaj y a Salmunná, os desgarraré las carnes con espinas del desierto y con cardos.» [8] De allí subió a Penuel y les habló de igual manera. Pero la gente de Penuel le respondió como lo había hecho la gente de Sukkot.

[9] El respondió a los de Penuel: «Cuando vuelva vencedor, derribaré esa torre.» [10] Zébaj y Salmunná estaban en Carcor con su ejército, unos 15.000 hombres, todos los que habían quedado del ejército de los hijos de Oriente. Los que habían caído eran 120.000 guerreros. [11] Gedeón subió por el camino de los que habitan en tiendas, al este de Nóbaj y de Yogbohá, y derrotó al ejército, cuando se creían ya seguros. [12] Zébaj y Salmunná huyeron. El los persiguió e hizo prisioneros a los dos reyes de Madián, Zébaj y Salmunná. Y destruyó todo el ejército. [13] Después de la batalla, Gedeón, hijo de Joás, volvió por la pendiente de Jares. [14] Habiendo detenido a un joven de la gente de Sukkot, le interrogó, y él le dio por escrito los jefes de Sukkot y los ancianos: 77 hombres.

[15] Gedeón se dirigió entonces a la gente de Sukkot y dijo: «Aquí tenéis a Zébaj y Salmunná, a propósito de los cuales me injuriasteis diciendo: ¿Acaso has sujetado ya las manos de Zébaj y Salmunná para que demos pan a tus tropas agotadas?» [16] Tomó entonces a los ancianos de la ciudad y cogiendo espinas del desierto y cardos, desgarró a los hombres de Sukkot. [17] Derribó la torre de Penuel y mató a los habitantes de la ciudad. [18] Luego dijo a Zébaj y Salmunná: «¿Cómo eran los hombres que matasteis en el Tabor?» Ellos respondieron: «Se parecían a ti; cualquiera de ellos tenía la apariencia de un hijo de rey.» [19] Respondió Gedeón: «Eran mis hermanos, hijos de mi madre. ¡Vive Yahveh que, si los hubieseis dejado vivos, no os mataría!» [20] Y dijo a Yéter, su hijo mayor: «¡Levántate! ¡Mátalos!» Pero el muchacho no desenvainó la espada; no se atrevía, porque era todavía muy joven.

[21] Zébaj y Salmunná dijeron entonces: «Levántate tú, hiérenos, porque según es el hombre es su valentía.» Gedeón se levantó, mató a Zébaj y a Salmunná y tomó las lunetas que sus camellos llevaban al cuello. [22] Los hombres de Israel dijeron a Gedeón: «Reina sobre nosotros tú, tu hijo y tu nieto, pues nos has salvado de la mano de Madián.» [23] Pero Gedeón les respondió: «No seré yo el que reine sobre vosotros ni mi hijo; Yahveh será vuestro rey.» [24] Y añadió Gedeón: «Os voy a pedir una cosa: que cada uno me dé un anillo de su botín.» Porque los vencidos tenían anillos de oro, pues eran ismaelitas. [25] Respondieron ellos: «Te los damos con mucho gusto.» Extendió él su manto y ellos echaron en él cada uno un anillo de su botín. [26] El peso de los anillos de oro que les había pedido, se elevó a 1.700 siclos de oro, sin contar las lunetas, los pendientes y los vestidos de púrpura que llevaban los reyes de Madián, ni tampoco los collares que pendían del cuello de sus camellos.

[27] Gedeón hizo con todo ello un efod, que colocó en su ciudad, en Ofrá. Y todo Israel se prostituyó allí tras él y vino a ser una trampa para Gedeón y su familia. [28] Allí fue humillado Madián ante los israelitas, y no volvió a levantar cabeza. El país estuvo tranquilo cuarenta años, mientras vivió Gedeón. [29] Se fue, pues, Yerubbaal, hijo de Joás, y se quedó en su casa. [30] Gedeón tuvo setenta hijos, nacidos de él, pues tenía muchas mujeres. [31] Y la concubina que tenía en Siquem, le dio a luz también un hijo, a quien puso por nombre Abimélek. [32] Murió Gedeón, hijo de Joás, después de una dichosa vejez y fue enterrado en la tumba de su padre Joás, en Ofrá de Abiézer.

[33] Después de la muerte de Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse ante los Baales y tomaron por dios a Baal Berit. [34] Los israelitas olvidaron a Yahveh su Dios, que los había librado de la mano de todos los enemigos de alrededor. [35] No fueron agradecidos con la casa de Yerubbaal-Gedeón, por todo el bien que había hecho a Israel.

Capítulo 9

[1] Abimélek, hijo de Yerubbaal, marchó a Siquem, donde los hermanos de su madre, y les dijo a ellos y a todo el clan de la familia de su madre: [2] «Decid esto, por favor, a oídos de todos los señores de Siquem: ¿Qué es mejor para vosotros, que os estén mandando setenta hombres, todos los hijos de Yerubbaal, o que os mande uno solo? Recordad además que yo soy de vuestros huesos y de vuestra carne.» [3] Los hermanos de su madre hablaron de él en los mismos términos a todos los señores de Siquem, y su corazón se inclinó hacia Abimélek, porque se decían: «Es nuestro hermano.» [4] Le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal Berit, con los que Abimélek contrató a hombres miserables, y vagabundos, que se fueron con él. [5] Fue entonces a casa de su padre, en Ofrá, y mató a sus hermanos, los hijos de Yerubbaal, setenta hombres, sobre una misma piedra. Sólo escapó Jotam, el hijo menor de Yerubbaal, porque se escondió. [6] Luego se reunieron todos los señores de Siquem y todo Bet Milló, y fueron y proclamaron rey a Abimélek junto al Terebinto de la estela que hay en Siquem.

[7] Se lo anunciaron a Jotam, quien se colocó en la cumbre del monte Garizim, alzó la voz y clamó: «Escuchadme, señores de Siquem, y que Dios os escuche. [8] Los árboles se pusieron en camino para ungir a uno como su rey. Dijeron al olivo: «Sé tú nuestro rey.» [9] Les respondió el olivo: «¿Voy a renunciar a mi aceite con el que gracias a mí son honrados los dioses y los hombres, para ir a vagar por encima de los árboles?» [10] Los árboles dijeron a la higuera: «Ven tú, reina sobre nosotros.» [11] Les respondió la higuera: «¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a vagar por encima de los árboles? [12] Los árboles dijeron a la vid: «Ven tú, reina sobre nosotros.» [13] Les respondió la vid: «¿Voy a renunciar a mi mosto, el que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a vagar por encima de los árboles?» [14] Todos los árboles dijeron a la zarza: «Ven tú, reina sobre nosotros.» [15] La zarza respondió a los árboles: «Si con sinceridad venís a ungirme a mí para reinar sobre vosotros, llegad y cobijaos a mi sombra. Y si no es así, brote fuego de la zarza y devore los cedros del Líbano.»» [16] «Ahora pues, ¿habéis obrado con sinceridad y lealtad al elegir rey a Abimélek? ¿Os habéis portado bien con Yerubbaal y su casa y le habéis tratado según el mérito de sus manos? [17] Mi padre combatió por vosotros, arriesgó su vida, os libró de la mano de Madián; [18] y vosotros os habéis alzado hoy contra la casa de mi padre, habéis matado a sus hijos, setenta hombres sobre una misma piedra, y habéis puesto por rey a Abimélek, el hijo de su esclava, sobre los señores de Siquem, por ser él vuestro hermano.

[19] Si, pues, habéis obrado con sinceridad y lealtad con Yerubbaal y con su casa en el día de hoy, que Abimélek sea vuestra alegría y vosotros la suya. [20] De lo contrario, que salga fuego de Abimélek y devore a los señores de Siquem y de Bet Milló; y que salga fuego de los señores de Siquem y Bet Milló y devore a Abimélek.» [21] Y Jotam huyó, se puso a salvo y fue a Beer, donde se estableció, lejos del alcance de su hermano Abimélek. [22] Abimélek gobernó tres años en Israel. [23] Pero Dios envió un espíritu de discordia entre Abimélek y los señores de Siquem; y los señores de Siquem traicionaron a Abimélek, [24] para que el crimen cometido contra los setenta hijos de Yerubbaal fuera vengado y su sangre cayera sobre su hermano Abimélek, que los había asesinado, y sobre los señores de Siquem, que le habían ayudado a asesinar a sus hermanos.

[25] Los señores de Siquem prepararon contra él emboscadas en las cimas de los montes y saqueaban a todo el que pasaba cerca por el camino. Y se dio aviso a Abimélek. [26] Gaal, hijo de Obed, acompañando a sus hermanos, vino a pasar por Siquem y se ganó la confianza de los señores de Siquem. [27] Salieron éstos al campo a vendimiar sus viñas, pisaron las uvas, hicieron fiesta y entraron en el templo de su dios. Comieron y bebieron y maldijeron a Abimélek. [28] Entonces Gaal, hijo de Obed, exclamó: «¿Quién es Abimélek y qué es Siquem para que le sirvamos? ¿por qué el hijo de Yerubbaal y Zebul, su lugarteniente, no han de servir a la gente de Jamor, padre de Siquem? ¿Por qué hemos de servirles nosotros? [29] ¡Quién pusiera este pueblo en mis manos! Yo echaría a Abimélek y le diría: Refuerza tu ejército y sal a la lucha.» [30] Zebul, gobernador de la ciudad, se enteró de la propuesta de Gaal, hijo de Obed, y montó en cólera.

[31] Envió secretamente mensajeros donde Abimélek, para decirle: «Mira que Gaal, hijo de Obed, con sus hermanos, ha llegado a Siquem y están soliviantando a la ciudad contra ti. [32] Por tanto, levántate de noche, tú y la gente que tienes contigo, y tiende una emboscada en el campo; [33] por la mañana temprano, en cuanto salga el sol, te levantas y te lanzas contra la ciudad. Cuando Gaal salga a tu encuentro con su gente, harás con él lo que te venga a mano.» [34] Abimélek se levantó de noche con todas las tropas de que disponía y tendieron una emboscada frente a Siquem, repartidos en cuatro grupos. [35] Cuando Gaal, hijo de Obed, salió y se detuvo a la entrada de la puerta de la ciudad, Abimélek y la tropa que le acompañaba salieron de su emboscada. [36] Gaal vio la tropa y dijo a Zebul: «Mira la gente que baja de las cumbres de los montes.» Zebul respondió: «Es la sombra de los montes lo que ves y te parecen hombres.» [37] Gaal volvió a decir: «Mirad la gente que baja del lado del Ombligo de la Tierra, y otra partida llega por el camino de la Encina de los Adivinos.» [38] Zebul le dijo entonces: «¿Qué has hecho de tu boca tú que decías: «¿Quién es Abimélek para que le sirvamos?» ¿ No es esa la gente que despreciaste? Sal, pues, ahora y pelea contra ellos.» [39] Gaal salió al frente de los señores de Siquem y presentó batalla a Abimélek.

[40] Abimélek persiguió a Gaal, pero se le escapó; y muchos cayeron muertos antes de llegar a la puerta. [41] Abimélek habitó en Arumá; y Zebul expulsó a Gaal y a sus hermanos y no les dejó habitar en Siquem. [42] Al día siguiente el pueblo salió al campo. Se dio aviso de ello a Abimélek, [43] que tomó su tropa, la repartió en tres grupos y tendió una emboscada en el campo. Cuando vio que la gente salía de la ciudad, cayó sobre ellos y los derrotó. [44] Abimélek y el grupo que estaba con él, atacó y tomó posiciones a la entrada de la puerta de la ciudad; los otros dos grupos se lanzaron contra todos los que estaban en el campo y los derrotaron. [45] Todo aquel día estuvo Abimélek atacando a la ciudad. Cuando la tomó, mató a la población, arrasó la ciudad y la sembró de sal.

[46] Al saberlo los vecinos de Migdal Siquem se metieron en la cripta del templo de El Berit. [47] Se comunicó a Abimélek que todos los señores de Migdal Siquem estaban juntos; [48] entonces Abimélek subió al monte Salmón, con toda su tropa, y tomando un hacha en sus manos, cortó una rama de árbol, la alzó y echándosela al hombro dijo a la tropa que le acompañaba: «Lo que me habéis visto hacer, deprisa, hacedlo también vosotros.» [49] Y todos sus hombres cortaron cada uno su rama; luego siguieron a Abimélek, pusieron las ramas sobre la cripta y prendieron fuego a la cripta con ellos debajo. Así murieron también todos los habitantes de Migdal Siquem, unos mil hombres y mujeres. [50] Marchó Abimélek contra Tebés, la asedió y tomó. [51] Había en medio de la ciudad una torre fuerte, y en ella se refugiaron todos los hombres y mujeres, y todos los señores de la ciudad. Cerraron por dentro y subieron a la terraza de la torre.

[52] Abimélek llegó hasta la torre, la atacó y alcanzó la puerta de la torre con ánimo de prenderle fuego. [53] Entonces una mujer le arrojó una muela de molino a la cabeza y le partió el cráneo. [54] El llamó enseguida a su escudero y le dijo: «Desenvaina tu espada y mátame, para que no digan de mí: Lo ha matado una mujer.» Su escudero lo atravesó y murió. [55] Cuando la gente de Israel vio que Abimélek había muerto, se volvió cada uno a su lugar. [56] Así devolvió Dios a Abimélek el mal que había hecho a su padre al matar a sus setenta hermanos. [57] Y también sobre la cabeza de la gente de Siquem hizo Dios caer toda su maldad. De este modo se cumplió en ellos la maldición de Jotam, hijo de Yerubbaal.

Capítulo 10

[1] Después de Abimélek surgió para salvar a Israel Tolá, hijo de Puá, hijo de Dodó. Era de Isacar y habitaba en Samir, en la montaña de Efraím. [2] Fue juez de Israel veintitrés años; murió y fue sepultado en Samir. [3] Tras él surgió Yaír, de Galaad, que fue juez de Israel veintidós años. [4] Tenía treinta hijos que montaban treinta pollinos y tenían treinta ciudades, que se llaman todavía hoy los Aduares de Yaír, en el país de Galaad. [5] Murió Yaír, y fue sepultado en Camón. [6] Los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh. Sirvieron a los Baales y a las Astartés, a los dioses de Aram y Sidón, a los dioses de Moab, a los de los ammonitas y de los filisteos. Abandonaron a Yahveh y ya no le servían.

[7] Entonces se encendió la cólera de Yahveh contra Israel y los entregó en manos de los filisteos y en manos de los ammonitas. [8] Estos molestaron y oprimieron a los israelitas desde aquel año durante dieciocho años, a todos los israelitas que vivían en Transjordania, en el país amorreo de Galaad. [9] Los ammonitas pasaron el Jordán para atacar también a Judá, a Benjamín y a la casa de Efraím, e Israel pasó por grave aprieto. [10] Los israelitas clamaron a Yahveh diciendo: «Hemos pecado contra ti, porque hemos abandonado a Yahveh nuestro Dios para servir a los Baales.» [11] Y Yahveh dijo a los israelitas: «Cuando los egipcios, los amorreos, los ammonitas, los filisteos, [12] los sidonios, Amalec y Madián os oprimían y clamasteis a mí ¿no os salvé de sus manos? [13] Pero vosotros me habéis abandonado y habéis servido a otros dioses. Por eso no he de salvaros otra vez.

[14] Id y gritad a los dioses que habéis elegido: que os salven ellos en el tiempo de vuestra angustia». [15] Los israelitas respondieron a Yahveh: «Hemos pecado, haz con nosotros todo lo que te plazca; pero, por favor, sálvanos hoy.» [16] Y retiraron de en medio de ellos a los dioses extranjeros y sirvieron a Yahveh. Y Yahveh no pudo soportar el sufrimiento de Israel. [17] Los ammonitas se concentraron y vinieron a acampar en Galaad. Los israelitas se reunieron y acamparon en Mispá. [18] Entonces el pueblo, los jefes de Galaad, se dijeron unos a otros: «¿Quién será el hombre que emprenda el ataque contra los hijos de Ammón? El estará al frente de todos los habitantes de Galaad.»

Capítulo 11

[1] Jefté el galaadita, era un valiente guerrero. Era hijo de una prostituta. Y era Galaad el que había engendrado a Jefté. [2] Pero la mujer de Galaad le había dado hijos, y crecieron los hijos de la mujer y echaron a Jefté diciéndole: « Tú no tendrás herencia en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer.» [3] Jefté huyó lejos de sus hermanos y se quedó en el país de Tob. Se le juntó una banda de gente miserable, que hacía correrías con él. [4] Andando el tiempo, los ammonitas vinieron a combatir contra Israel. [5] Y cuando los ammonitas estaban atacando a Israel, los ancianos de Galaad fueron a buscar a Jefté al país de Tob. [6] Dijeron a Jefté: «Ven, tú serás nuestro caudillo en la guerra con los ammonitas.» [7] Pero Jefté respondió a los ancianos de Galaad: «¿No sois vosotros los que me odiasteis y me echasteis de la casa de mi padre? ¿Por qué acudís a mí ahora que estáis en aprieto?» [8] Los ancianos de Galaad replicaron a Jefté: «Por eso ahora volvemos donde ti: ven con nosotros; tú atacarás a los ammonitas y serás nuestro jefe y el de todos los habitantes de Galaad.» [9] Jefté respondió a los ancianos de Galaad: «Si me hacéis volver para combatir a los ammonitas y Yahveh me los entrega, yo seré vuestro jefe.» [10] Respondieron a Jefté los ancianos de Galaad: «Yahveh sea testigo entre nosotros si no hacemos como tú has dicho.» [11] Jefté partió con los ancianos de Galaad y el pueblo le hizo su jefe y caudillo; y Jefté repitió todas sus condiciones delante de Yahveh en Mispá.

[12] Jefté envió al rey de los ammonitas mensajeros que le dijeran: «¿Qué tenemos que ver tú y yo para que vengas a atacarme en mi propio país?» [13] El rey de los ammonitas respondió a los mensajeros de Jefté: «Porque Israel, cuando subía de Egipto, se apoderó de mi país desde el Arnón hasta el Yabboq y el Jordán. Así que ahora devuélvemelo por las buenas.» [14] Jefté envió de nuevo mensajeros al rey de los ammonitas [15] y le dijo: «Así habla Jefté: Israel no se ha apoderado ni del país de Moab ni del de los ammonitas. [16] Cuando subió de Egipto, Israel caminó por el desierto hasta el mar de Suf y llegó a Cadés. [17] Entonces Israel envió mensajeros al rey de Edom para decirle: «Déjame, por favor, pasar por tu país", pero el rey de Edom no les atendió. Los envió también al rey de Moab, el cual tampoco accedió, e Israel se quedó en Cadés; [18] luego, avanzando por el desierto, rodeó el país de Edom y el de Moab y llegó al oriente del país de Moab. Acamparon a la otra parte del Arnón, sin cruzar la frontera de Moab, pues el Arnón es el límite de Moab.

[19] Israel envió mensajeros a Sijón, rey de los amorreos, que reinaba en Jesbón, y le dijo: «Déjame, por favor, pasar por tu país hasta llegar a mi destino.» [20] Pero Sijón le negó a Israel el paso por su territorio, reunió toda su gente, que acampó en Yahsá, y atacó a Israel. [21] Yahveh, Dios de Israel, puso a Sijón y a todo su pueblo en manos de Israel, que los derrotó, y conquistó Israel todo el país de los amorreos que habitaban allí. [22] Así conquistaron todo el territorio de los amorreos, desde el Arnón hasta el Yabboq y desde el desierto hasta el Jordán. [23] Con que Yahveh, Dios de Israel, quitó su heredad a los amorreos en favor de su pueblo Israel, ¿y tú se la vas a quitar? [24] ¿No posees ya todo lo que tu dios Kemós ha quitado para ti a sus poseedores? Igualmente nosotros poseemos todo lo que Yahveh nuestro Dios ha quitado para nosotros a sus poseedores.

[25] ¿Vas a ser tú más que Balaq, hijo de Sippor, rey de Moab? ¿Pudo acaso él hacerse fuerte contra Israel y luchar contra él? [26] Cuando se estableció Israel en Jesbón y en sus filiales, en Aroer y en sus filiales y en todas las ciudades que están a ambos lados del Arnón, (trescientos años) ¿por qué no las habéis recuperado desde entonces? [27] Yo no te he ofendido; eres tú el que te portas mal conmigo si me atacas. Yahveh, el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Ammón.» [28] Pero el rey de los ammonitas no hizo caso de las palabras que Jefté le mandó decir. [29] El espíritu de Yahveh vino sobre Jefté, que recorrió Galaad y Manasés, pasó por Mispá de Galaad y de Mispá de Galaad pasó donde los ammonitas. [30] Y Jefté hizo un voto a Yahveh: «Si entregas en mis manos a los ammonitas, [31] el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando vuelva victorioso de los ammonitas, será para Yahveh y lo ofreceré en holocausto.» [32] Jefté pasó donde los ammonitas para atacarlos, y Yahveh los puso en sus manos.

[33] Los derrotó desde Aroer hasta cerca de Minnit (veinte ciudades) y hasta Abel Keramim. Fue grandísima derrota y los ammonitas fueron humillados delante de los israelitas. [34] Cuando Jefté volvió a Mispá, a su casa, he aquí que su hija salía a su encuentro bailando al son de las panderetas. Era su única hija; fuera de ella no tenía ni hijo ni hija. [35] Al verla, rasgó sus vestiduras y gritó: «¡Ay, hija mía! ¡Me has destrozado! ¿Habías de ser tú la causa de mi desgracia? Abrí la boca ante Yahveh y no puedo volverme atrás.» [36] Ella le respondió: «Padre mío, has abierto tu boca ante Yahveh, haz conmigo lo que salió de tu boca, ya que Yahveh te ha concedido vengarte de tus enemigos los ammonitas.» [37] Después dijo a su padre: «Que se me conceda esta gracia: déjame dos meses para ir a vagar por las montañas y llorar con mis compañeras mi virginidad.» [38] El le dijo: «Vete.» Y la dejó marchar dos meses. Ella se fue con sus compañeras y estuvo llorando su virginidad por los montes.

[39] Al cabo de los dos meses, volvió donde su padre y él cumplió en ella el voto que había hecho. La joven no había conocido varón. Y se hizo costumbre en Israel: [40] de año en año las hijas de Israel van a lamentarse cuatro días al año por la hija de Jefté el galaadita.

Capítulo 12

[1] Los hombres de Efraím se juntaron, pasaron el Jordán en dirección a Safón y dijeron a Jefté: «Por qué has ido a atacar a los ammonitas y no nos has invitado a marchar contigo? Vamos a prender fuego a tu casa contigo dentro.» [2] Jefté les respondió: «Teníamos un gran conflicto mi pueblo y yo con los ammonitas; os pedí ayuda y no me librasteis de sus manos. [3] Cuando vi que nadie venía a ayudarme, arriesgué la vida, marché contra los ammonitas y Yahveh los entregó en mis manos. ¿Por qué, pues, habéis subido hoy contra mí para hacerme la guerra?» [4] Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y atacó a Efraím, los de Galaad derrotaron a los de Efraím, porque éstos decían: «vosotros los galaaditas sois fugitivos de Efraím, en medio de Efraím, en medio de Manasés.» [5] Galaad cortó a Efraím los vados del Jordán y cuando los fugitivos de Efraím decían: «Dejadme pasar», los hombres de Galaad preguntaban: «¿Eres efraimita?» Y si respondía: «No», [6] le añadían: «Pues di Sibbólet». Pero él decía: «Sibbólet» porque no podía pronunciarlo así. Entonces le echaban mano y lo degollaban junto a los vados del Jordán. Perecieron en aquella ocasión 42.000 hombres de Efraím.

[7] Jefté juzgó a Israel seis años; luego Jefté el galaadita murió y fue sepultado en su ciudad, Mispá de Galaad. [8] Después de él fue juez en Israel Ibsán de Belén. [9] Tenía treinta hijos y treinta hijas. A éstas las casó fuera y de fuera trajo treinta mujeres para sus hijos. Fue juez en Israel siete años. [10] Y murió Ibsán y fue sepultado en Belén. [11] Después de él fue juez en Israel Elón de Zabulón. Juzgó a Israel diez años. [12] Y murió Elón de Zabulón y fue sepultado en Ayyalón, en tierra de Zabulón.

[13] Después de él fue juez en Israel Abdón, hijo de Hillel, de Piratón. [14] Tenía cuarenta hijos y treinta nietos, que montaban setenta pollinos. Juzgó a Israel ocho años. [15] Y murió Abdón, hijo de Hillel de Piratón, y fue sepultado en Piratón, en tierra de Efraím, en la montaña de los amalecitas.

Capítulo 13

[1] Los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh y Yahveh los entregó a merced de los filisteos durante cuarenta años. [2] Había un hombre en Sorá, de la tribu de Dan, llamado Manóaj. Su mujer era estéril y no había tenido hijos. [3] El ángel de Yahveh se apareció a esta mujer y le dijo: «Bien sabes que eres estéril y que no has tenido hijos, [4] pero concebirás y darás a luz un hijo. En adelante guárdate de beber vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro. [5] Porque vas a concebir y a dar a luz un hijo. No pasará la navaja por su cabeza, porque el niño será nazir de Dios desde el seno de su madre. El comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos.» [6] La mujer fue a decírselo a su marido: «Un hombre de Dios ha venido donde mí; su aspecto era como el del Angel de Dios, muy terrible. No le he preguntado de dónde venía ni él me ha manifestado su nombre.

[7] Pero me ha dicho: «Vas a concebir y a dar a luz un hijo. En adelante no bebas vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro, porque el niño será nazir de Dios desde el seno de su madre hasta el día de su muerte.» [8] Manóaj invocó a Yahveh y dijo: «Te ruego, Señor, que el hombre de Dios que has enviado venga otra vez donde nosotros y nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño cuando nazca.» [9] Dios escuchó a Manóaj y el Angel de Dios vino otra vez donde la mujer cuando estaba sentada en el campo. Manóaj, su marido, no estaba con ella. [10] La mujer corrió enseguida a informar a su marido y le dijo: «Mira, se me ha aparecido el hombre que vino donde mí el otro día.» [11] Manóaj se levantó y, siguiendo a su mujer, llegó donde el hombre y le dijo: «¿Eres tú el que has hablado con esta mujer?» El respondió: «Yo soy.» [12] Le dijo Manóaj: «Cuando tu palabra se cumpla ¿cuál deberá ser la norma del niño y su conducta?» [13] El Angel de Yahveh respondió a Manóaj: «Deberá abstenerse él de todo lo que indiqué a esta mujer.

[14] No probará nada de lo que procede de la viña, no beberá vino ni bebida fermentada, no comerá nada impuro y observará todo lo que yo le he mandado.» [15] Manóaj dijo entonces al Angel de Yahveh: «Permítenos retenerte y prepararte un cabrito.» [16] Pero el Angel de Yahveh dijo a Manóaj: «Aunque me obligues a quedarme no probaré tu comida. Pero si quieres preparar un holocausto, ofréceselo a Yahveh.» Porque Manóaj no sabía que era el Angel de Yahveh. [17] Manóaj dijo entonces al Angel de Yahveh: «¿Cuál es tu nombre para que, cuando se cumpla tu palabra, te podamos honrar?» [18] El Angel de Yahveh le respondió: «¿Por qué me preguntas el nombre, si es maravilloso?.» [19] Manóaj tomó el cabrito y la oblación y lo ofreció en holocausto, sobre la roca, a Yahveh, que obra maravillas. Manóaj y su mujer estaban mirando.

[20] Cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el Angel de Yahveh subía en la llama. Manóaj y su mujer lo estaban viendo y cayeron rostro en tierra. [21] Al desaparecer el Angel de Yahveh de la vista de Manóaj y su mujer, Manóaj se dio cuenta de que era el Angel de Yahveh. [22] Y dijo Manóaj a su mujer: «Seguro que vamos a morir, porque hemos visto a Dios.» [23] Su mujer le respondió: «Si Yahveh hubiera querido matarnos no habría aceptado de nuestra mano el holocausto ni la oblación, no nos habría mostrado todas estas cosas ni precisamente ahora nos habría hecho oír esto.» [24] La mujer dio a luz un hijo y le llamó Sansón. El niño creció y Yahveh le bendijo. [25] Y el espíritu de Yahveh comenzó a excitarle en el Campamento de Dan, entre Sorá y Estaol.

Capítulo 14

[1] Sansón bajó a Timná y se fijó en Timná en una mujer entre las hijas de los filisteos. [2] Subió y se lo dijo a su padre y a su madre: «He visto en Timná una mujer de entre las hijas de los filisteos: tomádmela para esposa.» [3] Su padre y su madre le dijeron: «¿No hay ninguna mujer entre las hijas de tus hermanos y en todo mi pueblo, para que vayas a tomar mujer entre esos filisteos incircuncisos?» Pero Sansón respondió a su padre: «Toma a ésa para mí, porque esa es la que me gusta.» [4] Su padre y su madre no sabían que esto venía de Yahveh, que buscaba un pretexto contra los filisteos, pues por aquel tiempo los filisteos dominaban a Israel. [5] Sansón bajó a Timná y al llegar a las viñas de Timná, vio un leoncillo que venía rugiendo a su encuentro. [6] El espíritu de Yahveh le invadió, y sin tener nada en la mano, Sansón despedazó al león como se despedaza un cabrito; pero no contó ni a su padre ni a su madre lo que había hecho.

[7] Bajó y habló con la mujer, la cual le agradó. [8] Algún tiempo después, volvió Sansón para casarse con ella. Dio un rodeo para ver el cadáver del león y he aquí que en el cuerpo del león había un enjambre de abejas con miel. [9] La recogió en su mano y según caminaba la iba comiendo. Cuando llegó donde su padre y su madre les dio miel y comieron, pero no les dijo que la había cogido del cadáver del león. [10] Su padre bajó donde la mujer y Sansón hizo allí un banquete, pues así suelen hacer los jóvenes. [11] Pero, al verle, eligieron treinta compañeros para que estuvieran con él. [12] Sansón les dijo: «Os voy a proponer una adivinanza. Si me dais la solución dentro de los siete días de la fiesta y acertáis, os daré treinta túnicas y treinta mudas.

[13] Pero si no podéis darme la solución, entonces me daréis vosotros treinta túnicas y treinta mudas.» Ellos le dijeron: «Propón tu adivinanza, que te escuchamos.» [14] El les dijo: «Del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura.» A los tres días aún no habían acertado la adivinanza. [15] Al cuarto día dijeron a la mujer de Sansón: «Convence a tu marido para que nos explique la adivinanza. Si no, te quemaremos a ti y a la casa de tu padre. ¿O es que nos habéis invitado para robarnos?» [16] La mujer de Sansón se puso a llorar sobre él, y dijo: «Tú me odias y no me amas. Has propuesto una adivinanza a los hijos de mi pueblo y a mí no me la has explicado.» El le respondió: «Ni a mi padre ni a mi madre se la he explicado ¿y te la voy a explicar a ti?» [17] Ella estuvo llorando encima de él los siete días que duró la fiesta. Por fin el séptimo día se la explicó, porque lo tenía asediado y ella explicó la adivinanza a los hijos de su pueblo. [18] El séptimo día, antes que entrara en la alcoba, la gente de la ciudad dijo a Sansón: «¿Qué hay más dulce que la miel, y qué más fuerte que el león?» El les respondió: «Si no hubierais arado con mi novilla, no habríais acertado mi adivinanza.» [19] Luego el espíritu de Yahveh le invadió, bajó a Ascalón y mató allí a treinta hombres, tomó sus despojos y entregó las mudas a los acertantes de la adivinanza; luego, encendido en cólera, subió a la casa de su padre.

[20] La mujer de Sansón pasó a ser de un compañero suyo, el que había sido su amigo de confianza.

Capítulo 15

[1] Algún tiempo después, por los días de la siega del trigo, fue Sansón a visitar a su mujer llevando un cabrito y dijo: «Quiero llegarme a mi mujer, en la alcoba.» Pero el padre de ella no le dejó entrar. [2] y le dijo: «Yo pensé que ya no la querías y se la di a tu compañero. ¿No vale más su hermana menor? Sea tuya en lugar de la otra.» [3] Sansón les replicó: «Esta vez no tengo culpa con los filisteos si les hago daño.» [4] Se fue Sansón, y cazó trescientas zorras; cogió unas teas y, juntando a los animales cola con cola, puso una tea en medio entre las dos colas. [5] Prendió fuego a las teas y luego, soltando las zorras por las mieses de los filisteos, incendió las gavillas y el trigo todavía en pie y hasta las viñas y olivares. [6] Los filisteos preguntaron: «¿Quién ha hecho esto?» Y les respondieron: «Sansón, el yerno del timnita, porque éste tomó a su mujer y se la dio a su compañero.» Entonces los filisteos subieron y quemaron a aquella mujer y la casa de su padre.

[7] Sansón les dijo: «Ya que os portáis así no he de parar hasta vengarme de vosotros.» [8] Y les midió las costillas causándoles un gran estrago. Después bajó a la gruta de la roca de Etam y se quedó allí. [9] Los filisteos subieron a acampar en Judá e hicieron una incursión por Lejí. [10] Y les dijeron los hombres de Judá: «¿Por qué habéis subido contra nosotros?» Respondieron: «Hemos subido para amarrar a Sansón, para hacer con él lo que él ha hecho con nosotros.» [11] 3.000 hombres de Judá bajaron a la gruta de la roca de Etam y dijeron a Sansón: «¿No sabes que los filisteos nos están dominando? ¿Qué nos has hecho?» El les respondió: «Como me trataron a mí, les he tratado yo a ellos.» [12] Ellos le dijeron: «Hemos bajado para amarrarte y entregarte en manos de los filisteos.» Sansón les dijo: «Juradme que no me vais a matar vosotros mismos.» [13] Le respondieron: «No; sólo queremos amarrarte y entregarte, no te mataremos.» Lo amarraron, pues, con dos cordeles nuevos y lo sacaron de entre las rocas.

[14] Cuando llegaba a Lejí y los filisteos corrían a su encuentro, con gritos de triunfo, el espíritu de Yahveh vino sobre él: los cordeles que sujetaban sus brazos fueron como hilos de lino que se queman al fuego y las ligaduras se deshicieron entre sus manos. [15] Encontró una quijada de asno todavía fresca, alargó la mano, la cogió y mató con ella a mil hombres. [16] Sansón dijo entonces: «Con quijada de asno los amontoné. Con quijada de asno, a mil hombres sacudí.» [17] Cuando terminó de hablar, tiró la quijada: por eso se llamó aquel lugar Ramat Lejí. [18] Entonces sintió una sed terrible e invocó a Yahveh diciendo: «Tú has logrado esta gran victoria por mano de tu siervo y ahora ¿voy a morir de sed y a caer en manos de los incircuncisos?» [19] Entonces Dios hendió la cavidad que hay en Lejí y brotó agua de ella. Sansón bebió, recobró su espíritu y se reanimó. Por eso se dio el nombre de En Haccoré a la fuente que existe todavía hoy en Lejí.

[20] Sansón fue juez en Israel en la época de los filisteos por espacio de veinte años.

Capítulo 16

[1] De allí Sansón se dirigió a Gaza, vio allí una meretriz y entró donde ella. [2] Se dio aviso a los hombres de Gaza: «Ha venido Sansón.» Ellos le rodearon y le estuvieron acechando a la puerta de la ciudad. Estuvieron quietos toda la noche pensando: «Esperemos hasta que despunte el día y lo mataremos.» [3] Sansón estuvo durmiendo hasta media noche; y a media noche se levantó, cogió las hojas de la puerta de la ciudad con sus dos jambas, las arrancó junto con la barra, se las cargó a la espalda, y las subió hasta la cumbre del monte que está frente a Hebrón. [4] Después de esto, se enamoró de una mujer de la vaguada de Soreq, que se llamaba Dalila. [5] Los tiranos de los filisteos subieron donde ella y le dijeron: «Sonsácale y entérate de dónde le viene esa fuerza tan enorme, y cómo podríamos dominarlo para amarrarlo y tenerlo sujeto. Nosotros te daremos cada uno 1.100 siclos de plata.» [6] Dalila dijo a Sansón: «Dime, por favor, ¿de dónde te viene esa fuerza tan grande y con qué habría que atarte para tenerte sujeto?» [7] Sansón le respondió: «Si me amarraran con siete cuerdas de arco todavía frescas, sin dejarlas secar, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.» [8] Los tiranos de los filisteos llevaron a Dalila siete cuerdas de arco frescas, sin secar aún, y lo amarró con ellas.

[9] Tenía ella hombres apostados en la alcoba y le gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón». El rompió las cuerdas de arco como se rompe el hilo de estopa en cuanto siente el fuego. Así no se descubrió el secreto de la fuerza. [10] Entonces Dalila dijo a Sansón: «Te has reído de mí y me has dicho mentiras; dime pues, por favor, con qué habría que atarte.» [11] El le respondió: «Si me amarraran bien con cordeles nuevos sin usar, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.» [12] Dalila cogió unos cordeles nuevos, lo amarró con ellos y le gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón.» Tenía ella hombres apostados en la alcoba, pero él rompió los cordeles de sus brazos como un hilo. [13] Entonces Dalila dijo a Sansón: «Hasta ahora te has estado burlando de mi y no me has dicho más que mentiras. Dime con qué habría de amarrarte.» El le respondió: «Si tejieras las siete trenzas de mi cabellera con la trama y las clavaras con la clavija del tejedor, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.» [14] Ella le hizo dormir, tejió luego las siete trenzas de su cabellera con la trama, las clavó con la clavija y le gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón.» El se despertó de su sueño y arrancó la trama y la clavija. Así no se descubrió el secreto de su fuerza.

[15] Dalila le dijo: «¿Cómo puedes decir: «Te amo «, si tu corazón no está conmigo? Tres veces te has reído ya de mí y no me has dicho en qué consiste esa fuerza tan grande.» [16] Como todos los días le asediaba con sus palabras y le importunaba, aburrido de la vida, [17] le abrió todo su corazón y le dijo: «La navaja no ha pasado jamás por mi cabeza, porque soy nazir de Dios desde el vientre de mi madre. Si me rasuraran, mi fuerza se retiraría de mí, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.» [18] Dalila comprendió entonces que le había abierto todo su corazón, mandó llamar a los tiranos de los filisteos y les dijo: «Venid esta vez, pues me ha abierto todo su corazón.» Y los tiranos de los filisteos vinieron donde ella con el dinero en la mano. [19] Ella hizo dormir a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre que le cortó las siete trenzas de su cabeza. Entonces ella comenzó a humillarlo, y se retiró de él su vigor. [20] Ella gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón.» El se despertó de su sueño y se dijo: «Saldré como las otras veces y me desembarazaré.» No sabía que Yahveh se había apartado de él.

[21] Los filisteos le echaron mano, le sacaron los ojos, y lo bajaron a Gaza. Allí lo ataron con una doble cadena de bronce y daba vueltas a la muela en la cárcel. [22] Pero el pelo de su cabeza, nada más rapado, empezó a crecer. [23] Los tiranos de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a su dios Dagón y hacer gran fiesta. Decían: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo.» [24] En cuanto lo vio la gente, alababa a su dios diciendo: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo, al que devastaba nuestro país y multiplicaba nuestras víctimas.» [25] Y como su corazón estaba alegre, dijeron: «Llamad a Sansón para que nos divierta.» Trajeron, pues, a Sansón de la cárcel, y él les estuvo divirtiendo; luego lo pusieron de pie entre las columnas. [26] Sansón dijo entonces al muchacho que lo llevaba de la mano: «Ponme donde pueda tocar las columnas en las que descansa la casa para que me apoye en ellas.» [27] La casa estaba llena de hombres y mujeres. Estaban dentro todos los tiranos de los filisteos y, en el terrado, unos 3.000 hombres y mujeres contemplando los juegos de Sansón.

[28] Sansón invocó a Yahveh y exclamó: «Señor Yahveh, dígnate acordarte de mí, hazme fuerte nada más que esta vez, oh Dios, para que de un golpe me vengue de los filisteos por mis dos ojos.» [29] Y Sansón palpó las dos columnas centrales sobre las que descansaba la casa, se apoyó contra ellas, en una con su brazo derecho, en la otra con el izquierdo, [30] y gritó: «¡Muera yo con los filisteos!» Apretó con todas sus fuerzas y la casa se derrumbó sobre los tiranos y sobre toda la gente allí reunida. Los muertos que mató al morir fueron más que los que había matado en vida. [31] Sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron y se lo llevaron. Lo subieron y sepultaron entre Sorá y Estaol, en el sepulcro de su padre Manóaj. Había juzgado a Israel por espacio de veinte años.

Capítulo 17

[1] Había en la montaña de Efraím un hombre llamado Miqueas. [2] Dijo a su madre: «Los 1.100 siclos de plata que te quitaron y por los que lanzaste una maldición, incluso oí que dijiste... esa plata la tengo yo; yo la robé.» Su madre respondió: «Que mi hijo sea bendito de Yahveh». [3] Y él le devolvió los 1.100 siclos de plata. Y su madre dijo: «Yo consagré solemne y espontáneamente, por mi hijo, esta plata a Yahveh, para hacer con ella una imagen y un ídolo de fundición, pero ahora te la devuelvo.» Y él devolvió la plata a su madre. [4] Su madre tomó doscientos siclos de plata y los entregó al fundidor. Este le hizo una imagen (y un ídolo de metal fundido) que quedó en casa de Miqueas. [5] Este hombre, Miká, tenía una Casa de Dios; hizo un efod y unos terafim e invistió a uno de sus hijos que vino a ser su sacerdote. [6] En aquel tiempo no había rey en Israel y hacía cada uno lo que le parecía bien.

[7] Había un joven de Belén de Judá, de la familia de Judá, que era levita y residía allí como forastero. [8] Este hombre dejó la ciudad de Belén de Judá para ir a residir donde pudiera. Haciendo su camino llegó a la montaña de Efraím, a la casa de Miká. [9] Miká le preguntó: «¿De dónde vienes?» Le respondió: «Soy un levita de Belén de Judá. Vengo de paso para residir donde pueda.» [10] Miká le dijo: «Quédate en mi casa, y serás para mí un padre y un sacerdote; yo te daré diez siclos de plata al año, el vestido y la comida.» [11] El levita accedió a quedarse en casa de aquel hombre y el joven fue para él como uno de sus hijos. [12] Miká invistió al levita; el joven fue su sacerdote y se quedó en casa de Miká.

[13] Y dijo Miká: «Ahora sé que Yahveh me favorecerá, porque tengo a este levita como sacerdote.»

Capítulo 18

[1] Por aquel tiempo no había rey en Israel. Por entonces la tribu de Dan buscaba un territorio donde habitar, pues hasta aquel día no le había tocado heredad entre las tribus de Israel. [2] Los danitas enviaron a cinco hombres de su familia, hombres valientes de Sorá y Estaol, para recorrer el país y explorarlo. Y les dijeron: «Id a explorar esa tierra.» Llegaron a la montaña de Efraím cerca de la casa de Miká, y pasaron allí la noche. [3] Como estaban cerca de la casa de Miká, reconocieron la voz del joven levita, y llegándose allá le dijeron: «¿Quién te ha traído por acá?, ¿qué haces en este lugar? ¿qué se te ha perdido aquí?» [4] El les respondió: «Esto y esto ha hecho por mí Miká. Me ha tomado a sueldo y soy su sacerdote.» [5] Le dijeron: «Consulta, pues, a Dios, para que sepamos si el viaje que estamos haciendo tendrá feliz término.» [6] Les respondió el sacerdote: «Id en paz; el viaje que hacéis está bajo la mirada de Yahveh.» [7] Los cinco hombres partieron y llegaron a Lais. Vieron que las gentes que habitaban allí vivían seguras, según las costumbres de los sidonios, tranquilas y confiadas; que nada faltaba allí de cuanto produce la tierra, que estaban lejos de los sidonios y no tenían relaciones con los arameos.

[8] Volvieron entonces donde sus hermanos, a Sorá y Estaol, y éstos les preguntaron: «¿Qué noticias traéis?» [9] Ellos respondieron: «¿Arriba!, vayamos contra ellos, porque hemos visto el país y es excelente. Pero ¿por qué estáis parados sin decir nada? No dudéis en partir para ir a conquistar aquella tierra. [10] Cuando lleguéis, os encontraréis con un pueblo tranquilo. El país es espacioso: Dios lo ha puesto en nuestras manos; es un lugar en el que no falta nada de lo que puede haber sobre la tierra.» [11] Partieron, pues, de allí, del clan de los danitas, de Sorá y Estaol, seiscientos hombres bien armados. [12] Subieron y acamparon en Quiryat Yearim, en Judá. Por eso, todavía hoy, se llama aquel lugar el Campamento de Dan. Está detrás de Quiryat Yearim. [13] De allí pasaron a la montaña de Efraím y llegaron a la casa de Miká.

[14] Los cinco hombres que habían ido a recorrer la tierra, tomaron la palabra y dijeron a sus hermanos: «¿No sabéis que hay aquí en estas casas un efod, unos terafim, una imagen y un ídolo de metal fundido? Considerad, pues, lo que habéis de hacer.» [15] Llegándose allá entraron en la casa del joven levita, la casa de Miká, y le dieron el saludo de paz. [16] Los seiscientos hombres danitas con sus armas de guerra estaban en el umbral de la puerta. [17] Los cinco hombres que habían ido a recorrer la tierra subieron, entraron dentro y cogieron la imagen, el efod, los terafim y el ídolo de fundición; entre tanto el sacerdote estaba en el umbral de la puerta con los seiscientos hombres armados. [18] Aquéllos, pues, entrando en la casa de Miká, cogieron la imagen, el efod, los terafim y el ídolo de fundición. El sacerdote les dijo: «¿Qué estáis haciendo?» [19] «Calla — le contestaron — pon la mano en la boca y ven con nosotros. Serás para nosotros padre y sacerdote. ¿Prefieres ser sacerdote de la casa de un particular a ser sacerdote de una tribu y de un clan de Israel?» [20] Se alegró con ello el corazón del sacerdote, tomó el efod, los terafim y la imagen y se fue en medio de la tropa.

[21] Reemprendieron el camino colocando en la cabeza a las mujeres, los miños, los rebaños y los objetos preciosos. [22] Estaban ya lejos de la casa de Miká, cuando los hombres de las casas vecinas a la casa de Miká dieron la alarma y salieron en persecución de los danitas, [23] y les gritaron. Se volvieron éstos y dijeron a Miká: «¿Qué te pasa para gritar así?» [24] Respondió: «Me habéis quitado a mi dios, el que yo me había hecho, y a mi sacerdote. Vosotros os marcháis, y a mí ¿qué me queda? y encima me decís: ¿Qué te pasa?» [25] Los danitas le contestaron: «Calla de una vez, no sea que algunos irritados caigan sobre vosotros y pierdas tu vida y la de tu casa.» [26] Los danitas siguieron su camino; y Miká, viendo que eran más fuertes, se volvió a su casa.

[27] Ellos tomaron el dios que Miká había fabricado y el sacerdote que tenía, y marcharon contra Lais, pueblo tranquilo y confiado. Pasaron a cuchillo a la población e incendiaron la ciudad. [28] Nadie vino en su ayuda, porque estaba lejos de Sidón y no tenía relaciones con los arameos. Estaba situada en el valle que se extiende hacia Bet Rejob. Reconstruyeron la ciudad, se establecieron en ella, [29] y le pusieron el nombre de Dan, en recuerdo de su padre Dan, hijo de Israel. Aunque antiguamente la ciudad se llamaba Lais. [30] Los danitas erigieron para sí la imagen. Jonatán, hijo de Guersón, hijo de Moisés, y después sus hijos, fueron sacerdotes de la tribu de Dan hasta el día de la deportación del país. [31] Se erigieron la imagen que había hecho Miká y allí permaneció mientras estuvo en Silo la casa de Dios.

Capítulo 19

[1] En aquel tiempo, cuando aún no había rey en Israel, hubo un hombre, levita, que residía como forastero en los confines de la montaña de Efraím. Tomó por concubina a una mujer de Belén de Judá. [2] Se enfadó con él su concubina y lo dejó para volver a la casa de su padre en Belén de Judá, donde permaneció bastante tiempo, unos cuatro meses. [3] Su marido se puso en camino y fue donde ella, para hablarle al corazón y hacerla volver; llevaba consigo a su criado y un par de asnos. Cuando llegó a casa del padre de ella, le vio el padre de la joven y salió contento a su encuentro. [4] Su suegro, el padre de la joven, lo retuvo y él se quedó con él tres días; comieron y bebieron y pasaron allí la noche. [5] Al cuarto día se levantaron de madrugada y el levita se dispuso a partir; el padre de la joven dijo a su yerno: «Toma un bocado de pan para cobrar ánimo, y luego marcharás.» [6] Se sentaron, y se pusieron a comer y beber los dos juntos. Luego el padre de la joven dijo al hombre: «Decídete, pasa aquí la noche y que se alegre tu corazón.» [7] Se levantó el hombre para marchar, pero el suegro le porfió y se quedó aquella noche.

[8] Al quinto día madrugó para marchar, pero el padre de la joven le dijo: «Cobra ánimo primero, por favor.» Y pasaron el tiempo hasta declinar el día y comieron juntos. [9] Se levantaron para marchar el marido con su concubina y su siervo, pero su suegro, el padre de la joven, le dijo: «Mira que la tarde está al caer. Pasa aquí la noche y que se alegre tu corazón. Mañana de madrugada marcharéis y volverás a tu tienda.» [10] Pero el hombre no quiso pasar la noche allí; se levantó, partió y llegó frente a Jebús, o sea, Jerusalén. Llevaba consigo los dos asnos cargados, su concubina y su criado. [11] Cuando llegaban cerca de Jebús, era ya hora muy avanzada. El criado dijo a su amo: «Vamos, dejemos el camino y entremos en esa ciudad de los jebuseos para pasar allí la noche.» [12] Su amo le respondió: «No vamos a entrar en una ciudad de extranjeros, que no son israelitas; pasaremos de largo hasta Guibeá.» [13] Y añadió a su criado: «Vamos a acercarnos a uno de esos poblados; pasaremos la noche en Guibeá o Ramá.» [14] Pasaron, pues, de largo y continuaron su marcha. Y a la puesta del sol, llegaron frente a Guibeá de Benjamín.

[15] Se desviaron hacia allí y fueron a pasar la noche en Guibeá. El levita entró y se sentó en la plaza de la ciudad, pero no hubo nadie que les ofreciera casa donde pasar la noche. [16] Llegó un viejo que volvía por la tarde de sus faenas del campo. Era un hombre de la montaña de Efraím que residía como forastero en Guibeá; mientras que la gente del lugar era benjaminita. [17] Alzando los ojos, se fijó en el viajero que estaba en la plaza de la ciudad, y el anciano le dijo: «¿A dónde vas y de dónde vienes?» [18] Y el otro le respondió: «Estamos de paso, venimos de Belén de Judá y vamos hasta los confines de la montaña de Efraím, de donde soy. Fui a Belén de Judá y ahora vuelvo a mi casa, pero nadie me ha ofrecido su casa. [19] Y eso que tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y pan y vino para mí, para tu sierva y para el joven que acompaña a tu siervo. No nos falta de nada.» [20] El viejo le dijo: «La paz sea contigo; yo proveeré a todas tus necesidades; pero no pases la noche en la plaza.» [21] Le llevó, pues, a su casa y echó pienso a los asnos. Y ellos se lavaron los pies, comieron y bebieron.

[22] Mientras alegraban su corazón, los hombres de la ciudad, gente malvada, cercaron la casa y golpeando la puerta le dijeron al viejo, dueño de la casa: «Haz salir al hombre que ha entrado en tu casa para que lo conozcamos.» [23] El dueño de la casa salió donde ellos y les dijo: «No, hermanos míos; no os portéis mal. Puesto que este hombre ha entrado en mi casa no cometáis esa infamia. [24] Aquí está mi hija, que es doncella. Os la entregaré. Abusad de ella y haced con ella lo que os parezca; pero no cometáis con este hombre semejante infamia.» [25] Pero aquellos hombres no quisieron escucharle. Entonces el hombre tomó a su concubina y se la sacó fuera. Ellos la conocieron, la maltrataron toda la noche hasta la mañana y la dejaron al amanecer. [26] Llegó la mujer de madrugada y cayó a la entrada de la casa del hombre donde estaba su marido; allí quedó hasta que fue de día. [27] Por la mañana se levantó su marido, abrió las puertas de la casa y salió para continuar su camino; y vio que la mujer, su concubina, estaba tendida a la entrada de la casa, con las manos en el umbral, [28] y le dijo: «Levántate, vámonos.» Pero no le respondió. Entonces el hombre la cargó sobre su asno y se puso camino de su pueblo.

[29] Llegado a su casa, cogió un cuchillo y tomando a su concubina la partió miembro por miembro en doce trozos y los envió por todo el territorio de Israel. [30] Y dio esta orden a su emisarios: «Esto habéis de decir a todos los israelitas: ¿Se ha visto alguna vez cosa semejante desde que los israelitas subieron del país de Egipto hasta hoy? Pensad en ello, pedid consejo y tomad una decisión.» Y todos los que lo veían, decían: «Nunca ha ocurrido ni se ha visto cosa igual desde que los israelitas subieron del país de Egipto hasta hoy.»

Capítulo 20

[1] Salieron, pues, todos los israelitas y se reunió toda la comunidad como un solo hombre, desde Dan hasta Berseba y el país de Galaad, delante de Yahveh, en Mispá. [2] Los principales de todo el pueblo y todas las tribus de Israel acudieron a la asamblea del pueblo de Dios: 400.000 hombres de a pie, armados de espada. [3] Oyeron los benjaminitas que los hijos de Israel habían subido a Mispá... Los israelitas dijeron: «Decidnos cómo ha sido el crimen.» [4] El levita, marido de la mujer asesinada, tomó la palabra y dijo: «Había llegado yo con mi concubina a Guibeá de Benjamín para pasar la noche. [5] Los señores de Guibeá se levantaron contra mí y rodearon por la noche la casa; intentaron matarme a mí, y abusaron tanto de mi concubina que murió. [6] Tomé entonces a mi concubina, la descuarticé y la envié por todo el territorio de la heredad de Israel, porque habían cometido una vergüenza y una infamia en Israel.

[7] Aquí estáis todos, israelitas: tratadlo y tomad aquí mismo una resolución.» [8] Todo el pueblo se levantó como un solo hombre diciendo: «Ninguno de nosotros marchará a su tienda, nadie volverá a su casa. [9] Esto es lo que hemos de hacer con Guibeá. Echaremos a suertes [10] y tomaremos de todas las tribus de Israel diez hombres por cada cien, cien por cada mil, y mil por cada 10.000; ellos recogerán víveres para la tropa, para hacer, en cuanto lleguen, con Guibeá de Benjamín según la infamia que han cometido en Israel.» [11] Así se juntó contra la ciudad toda la gente de Israel como un solo hombre. [12] Las tribus de Israel enviaron emisarios a toda la tribu de Benjamín diciendo: «¿Qué crimen es ése que se ha cometido entre vosotros? [13] Ahora, pues, entregadnos a esos hombres malvados de Guibeá, para que los matemos y desaparezca el mal de Israel.» Pero los benjaminitas no quisieron hacer caso a sus hermanos los israelitas.

[14] Los benjaminitas, dejando sus ciudades, se reunieron en Guibeá para salir al combate contra los israelitas. [15] Aquel día los benjaminitas llegados de las diversas ciudades hicieron el censo, que dio en total 25.000 hombres armados de espada, sin contar los habitantes de Guibeá. [16] En toda esta tropa había setecientos hombres elegidos, zurdos, capaces todos ellos de lanzar una piedra con la honda contra un cabello sin errar el tiro. [17] La gente de Israel hizo también el censo. Sin contar a Benjamín, eran 400.000 armados de espada; todos hombres de guerra. [18] Partieron, pues, y subieron a Betel. Consultaron a Dios y le preguntaron los israelitas: «¿Quién de nosotros subirá el primero a combatir contra los benjaminitas?» Y Yahveh respondió: «Judá subirá primero.» [19] Los israelitas se levantaron temprano y acamparon frente a Guibeá.

[20] Salieron los hombres de Israel para combatir contra Benjamín y se pusieron en orden de batalla frente a Guibeá. [21] Pero los benjaminitas salieron de Guibeá y dejaron muertos en tierra aquel día a 22.000 hombres de Israel. [22] Los israelitas subieron a llorar delante de Yahveh hasta la tarde y luego consultaron a Yahveh diciendo: «¿He de entablar combate otra vez contra los hijos de mi hermano Benjamín?» Yahveh respondió: «Subid contra él.» [23] Entonces la tropa de Israel recobró su valor y volvió a ponerse en orden de batalla en el mismo lugar que el primer día. [24] El segundo día los israelitas se acercaron a los benjaminitas; [25] pero también aquel segundo día Benjamín salió de Guibeá a su encuentro y volvió a dejar tendidos en tierra a 18.000 israelitas; todos ellos armados de espada.

[26] Entonces todos los israelitas y todo el pueblo subieron hasta Betel, lloraron, se quedaron allí delante de Yahveh, ayunaron todo el día hasta la tarde y ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión delante de Yahveh. [27] Consultaron luego los israelitas a Yahveh, pues el arca de la alianza de Dios se encontraba allí, [28] y Pinjás, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, estaba entonces a su servicio. Dijeron: «¿He de salir otra vez a combatir a los hijos de mi hermano Benjamín o debo dejarlo?» Yahveh respondió: «Subid, porque mañana lo entregaré en vuestras manos.» [29] Israel puso gente emboscada alrededor de Guibeá. [30] Al tercer día los israelitas marcharon contra los benjaminitas y se pusieron en orden de batalla como las otras veces frente a Guibeá. [31] Los benjaminitas salieron a su encuentro y se dejaron atraer lejos de la ciudad. Comenzaron como las otras veces a matar gente del pueblo por los caminos que suben, uno a Betel y otro a Guibeá, a campo raso: unos treinta hombres de Israel.

[32] Los benjaminitas se dijeron: «Han sido derrotados ante nosotros como la primera vez.» Pero los israelitas se habían dicho: «Vamos a huir para atraerlos lejos de la ciudad hacia los caminos.» [33] Entonces todos los hombres de Israel se levantaron de sus puestos, tomaron posiciones en Baal Tamar, y los emboscados de Israel atacaron desde su puesto al oeste de Gueba. [34] 10.000 hombres elegidos de todo Israel llegaron frente a Guibeá. El combate se endureció; los benjaminitas no se daban cuenta de la calamidad que se les venía encima. [35] Yahveh derrotó a Benjamín ante Israel y aquel día los israelitas mataron en Benjamín a 25.100 hombres, todos ellos armados de espada. [36] Los benjaminitas se vieron derrotados. Los hombres de Israel habían cedido terreno a Benjamín porque contaban con la emboscada que habían puesto contra Guibeá. [37] Los emboscados marcharon a toda prisa contra Guibeá, se desplegaron y pasaron a cuchillo a toda la ciudad.

[38] La gente de Israel y los emboscados habían convenido en levantar una humareda, como señal, desde la ciudad; [39] entonces harían frente a los combatientes de Israel. Benjamín comenzó matando a algunos israelitas, unos treinta hombres. Y se decían: «Están completamente derrotados ante nosotros, como en la primera batalla.» [40] Pero entonces, la señal, la columna de humo, comenzó a levantarse de la ciudad, y Benjamín, mirando atrás, vio que toda la ciudad subía en llamas al cielo. [41] Entonces los hombres de Israel hicieron frente y los benjaminitas temblaron al ver la calamidad que se les venía encima. [42] Volvieron la espalda ante la gente de Israel camino del desierto, pero los combatientes los acosaban, y los que venían de la ciudad los destrozaban cogiéndolos en medio. [43] Así envolvieron a Benjamín, lo persiguieron sin descanso y lo aplastaron hasta llegar frente a Gueba por el oriente.

[44] Cayeron de Benjamín 18.000 hombres, todos ellos hombres valerosos. [45] Volvieron la espalda y huyeron al desierto, hacia la Peña de Rimmón. Los israelitas fueron atrapando por los caminos a 5.000 hombres. Luego persiguieron a Benjamín hasta Guidom y le mataron 2.000 hombres. [46] El total de los benjaminitas que cayeron aquel día fue de 25.000 hombres, armados de espada, todos ellos hombres valerosos. [47] Seiscientos hombres habían podido volverse y escapar al desierto, hacia la Peña de Rimmón. Se quedaron en la Peña de Rimmón cuatro meses. [48] Las tropas de Israel se volvieron contra los benjaminitas, y pasaron a cuchillo a los varones de la ciudad, al ganado, y a todo lo que encontraron. Incendiaron también todas las ciudades que encontraron.

Capítulo 21

[1] Los hombres de Israel habían jurado en Mispá: «Ninguno de nosotros dará su hija en matrimonio a Benjamín.» [2] El pueblo fue a Betel y allí permaneció delante de Dios hasta la tarde clamando y llorando con grandes gemidos. [3] Decían: «Yahveh, Dios de Israel, ¿por qué ha de suceder esto en Israel, que desaparezca hoy de Israel una de sus tribus?» [4] Al día siguiente el pueblo se levantó de madrugada, construyó allí un altar, y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. [5] Dijeron los israelitas: «¿Quién de entre todas las tribus de Israel no acudió a la asamblea ante Yahveh?» Porque se había jurado solemnemente que el que no subiera a Mispá ante Yahveh tenía que morir. [6] Los israelitas estaban apenados por su hermano Benjamín y decían: «Hoy ha sido arrancada una tribu de Israel.

[7] ¿Qué haremos para proporcionar mujeres a los que quedan? Pues nosotros hemos jurado por Yahveh no darles nuestras hijas en matrimonio.» [8] Entonces se dijeron: «¿Cuál es la única tribu de Israel que no subió ante Yahveh a Mispá?» Y vieron que nadie de Yabés de Galaad había ido al campamento, a la asamblea. [9] Hicieron el censo del pueblo y no había ninguno de los habitantes de Yabés de Galaad. [10] Entonces la comunidad mandó allá 12.000 hombres de los valientes y les dio esta orden: «Id y pasad a cuchillo a los habitantes de Yabés de Galaad, incluidos las mujeres y los niños. [11] Esto es lo que habéis de hacer: Consagraréis al anatema a todo varón y a toda mujer que haya conocido varón, pero dejaréis con vida a las doncellas.» Así lo hicieron. [12] Entre los habitantes de Yabés de Galaad encontraron cuatrocientas muchachas vírgenes que no habían conocido varón y las llevaron al campamento (de Silo, que está en el país de Canaán).

[13] Toda la comunidad mandó emisarios a los benjaminitas que estaban en la Peña de Rimmón para hacer las paces. [14] Volvió entonces Benjamín. Les dieron las mujeres de Yabés de Galaad que habían quedado con vida, pero no hubo suficientes para todos. [15] El pueblo se compadeció de Benjamín, pues Yahveh había abierto una brecha entre las tribus de Israel. [16] Decían los ancianos de la comunidad: «¿Qué podemos hacer para proporcionar mujeres a los que quedan, pues las mujeres de Benjamín han sido exterminadas?» [17] Y añadían: «¿Cómo conservar un resto a Benjamín para que no sea borrada una tribu de Israel? [18] Porque nosotros no podemos darles nuestras hijas en matrimonio.» Es que los israelitas habían pronunciado este juramento: «Maldito sea el que dé mujer a Benjamín.» [19] Pero se dijeron: «Es ahora la fiesta de Yahveh, la que se celebra todos los años en Silo.» (La ciudad está al norte de Betel, al oriente de la calzada que sube de Betel a Siquem y al sur de Leboná.) [20] Dieron esta orden a los benjaminitas: «Id a poner una emboscada entre las viñas.

[21] Estaréis alerta, y cuando las muchachas de Silo salgan para danzar en corro, saldréis de las viñas y raptaréis cada uno una mujer de entre las muchachas de Silo y os iréis a la tierra de Benjamín. [22] Si sus padres o sus hermanos vienen a querellarse contra vosotros, les diremos: «Hacednos el favor de perdonarles, pues no hemos podido tomar cada uno una mujer en el combate; porque no sois vosotros los que se las habéis dado, porque entonces seríais culpables.» [23] Así lo hicieron los benjaminitas y se llevaron tantas mujeres cuantos eran ellos de entre las danzarinas que raptaron; luego se fueron, volvieron a su heredad, reedificaron las ciudades y se establecieron en ellas. [24] Los israelitas se marcharon entonces de allí cada uno a su tribu y a su clan y partieron de allí cada uno a su heredad. [25] Por aquel tiempo no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le parecía bien.

RUT

Capítulo 1

[1] En los días en que juzgaban los Jueces hubo hambre en el país, y un hombre de Belén de Judá se fue a residir, con su mujer y sus dos hijos, a los campos de Moab. [2] Este hombre se llamaba Elimélek, su mujer Noemí y sus dos hijos Majlón y Kilyón; eran efrateos de Belén de Judá. Llegados a los campos de Moab, se establecieron allí. [3] Murió Elimélek, el marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos. [4] Estos se casaron con mujeres moabitas, una de las cuales se llamaba Orpá y la otra Rut. Y habitaron allí unos diez años. [5] Murieron también ellos dos, Majlón y Kilyón, y quedó sola Noemí, sin sus dos hijos y sin marido. [6] Entonces decidió regresar de los campos de Moab con sus dos nueras, porque oyó en los campos de Moab que Yahveh había visitado a su pueblo y le daba pan.

[7] Salió, pues, con sus nueras, del país donde había vivido y se pusieron en camino, para volver a la tierra de Judá. [8] Noemí dijo a sus dos nueras: «Andad, volveos cada una a casa de vuestra madre. Que Yahveh tenga piedad con vosotras como vosotras la habéis tenido con los que murieron y conmigo. [9] Que Yahveh os conceda encontrar vida apacible en la casa de un marido.» Y las besó. Pero ellas rompieron a llorar, [10] y dijeron: «No; contigo volveremos a tu pueblo.» [11] Noemí respondió: «Volveos, hijas mías, ¿por qué vais a venir conmigo? ¿Acaso tengo yo aún hijos en mi seno que puedan ser maridos vuestros? [12] Volveos, hijas mías, andad, porque yo soy demasiado vieja para casarme otra vez. Y aun cuando dijera que no he perdido toda esperanza, que esta misma noche voy a tener un marido y que tendré hijos [13] ¿habríais de esperar hasta que fueran mayores? ¿dejaríais por eso de casaros? No, hijas mías, yo tengo gran pena por vosotras, porque la mano de Yahveh ha caído sobre mí.» [14] Ellas rompieron a llorar de nuevo; después Orpá besó a su suegra y se volvió a su pueblo, pero Rut se quedó junto a ella.

[15] Entonces Noemí dijo: «Mira, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a su dios, vuélvete tú también con ella.» [16] Pero Rut respondió: «No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. [17] Donde tú mueras moriré y allí seré enterrada. Que Yahveh me dé este mal y añada este otro todavía si no es tan sólo la muerte lo que nos ha de separar.» [18] Viendo Noemí que Rut estaba decidida a acompañarla, no insistió más. [19] Caminaron, pues, las dos juntas hasta Belén. Cuando llegaron a Belén se conmovió toda la ciudad por ellas. Las mujeres exclamaban: «¿No es esta Noemí?» [20] Mas ella respondía: «¡No me llaméis ya Noemí, llamadme Mará, porque Sadday me ha llenado de amargura! [21] Colmada partí yo, vacía me devuelve Yahveh. ¿Por qué me llamáis aún Noemí, cuando Yahveh da testimonio contra mí y Sadday me ha hecho desdichada?» [22] Así fue como regresó Noemí, con su nuera Rut la moabita, la que vino de los campos de Moab. Llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada.

Capítulo 2

[1] Tenía Noemí por parte de su marido un pariente de buena posición, de la familia de Elimélek, llamado Booz. [2] Rut la moabita dijo a Noemí: «Déjame ir al campo a espigar detrás de aquél a cuyos ojos halle gracia»; ella respondió: «Vete, hija mía.» [3] Fue ella y se puso a espigar en el campo detrás de los segadores, y quiso su suerte que fuera a dar en una parcela de Booz, el de la familia de Elimélek. [4] Llegaba entonces Booz de Belén y dijo a los segadores: «Yahveh con vosotros.» Le respondieron: «Que Yahveh te bendiga.» [5] Preguntó Booz al criado que estaba al frente de los segadores: «¿De quién es esta muchacha?» [6] El criado que estaba al frente de los segadores dijo: «Es la joven moabita que vino con Noemí de los campos de Moab.

[7] Ella dijo: «Permitidme, por favor, espigar y recoger detrás de los segadores.» Ha venido y ha permanecido en pie desde la mañana hasta ahora.» [8] Booz dijo a Rut: «¿Me oyes, hija mía? No vayas a espigar a otro campo ni te alejes de aquí; quédate junto a mis criados. [9] Fíjate en la parcela que sieguen y vete detrás de ellos. ¿No he mandado a mis criados que no te molesten? Si tienes sed vete a las vasijas y bebe de lo que saquen del pozo los criados.» [10] Cayó ella sobre su rostro y se postró en tierra y le dijo: «¿Cómo he hallado gracia a tus ojos para que te fijes en mí, que no soy más que una extranjera?» [11] Booz le respondió: «Me han contado al detalle todo lo que hiciste con tu suegra después de la muerte de tu marido, y cómo has dejado a tu padre y a tu madre y la tierra en que naciste, y has venido a un pueblo que no conocías ni ayer ni anteayer. [12] Que Yahveh te recompense tu obra y que tu recompensa sea colmada de parte de Yahveh, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.» [13] Ella dijo: «Halle yo gracia a tus ojos, mi señor, pues me has consolado y has hablado al corazón de tu sierva, cuando yo no soy ni siquiera como una de tus siervas.» [14] A la hora de la comida, Booz le dijo: «Acércate aquí, puedes comer pan y mojar tu bocado en el vinagre.» Ella se sentó junto a los segadores, y él le ofreció un puñado de grano tostado. Comió ella hasta saciarse y aun le sobró.

[15] Cuando se levantó ella para seguir espigando, Booz ordenó a sus criados: «Dejadla espigar también entre las gavillas y no la molestéis. [16] Sacad incluso para ella espigas de las gavillas y dejadlas caer para que las espigue, y no la riñáis.» [17] Estuvo espigando en el campo hasta el atardecer y, cuando desgranó lo que había espigado, había como una medida de cebada. [18] Ella se lo llevó y entró en la ciudad, y su suegra vio lo que había espigado. Sacó lo que le había sobrado después de haberse saciado y se lo dio. [19] Su suegra le dijo: «¿Dónde has estado espigando hoy y qué has hecho? ¡Bendito sea el que se ha fijado en ti!» Ella contó a su suegra con quién había estado trabajando y añadió: «El hombre con quien he trabajado hoy se llama Booz.» [20] Noemí dijo a su nuera: «Bendito sea Yahveh que no deja de mostrar su bondad hacia los vivos y los muertos.» Le dijo Noemí: «Ese hombre es nuestro pariente, es uno de los que tienen derecho de rescate sobre nosotros.» [21] Dijo Rut a su suegra: «Hasta me ha dicho: Quédate con mis criados hasta que hayan acabado toda mi cosecha.» [22] Dijo Noemí a Rut su nuera: «Es mejor que salgas con sus criados, hija mía, así no te molestarán en otro campo.» [23] Se quedó, pues, con los criados de Booz para espigar hasta que acabó la recolección de la cebada y la recolección del trigo, y siguió viviendo con su suegra.

Capítulo 3

[1] Noemí, su suegra, le dijo: «Hija mía, ¿es que no debo procurarte una posición segura que te convenga? [2] Ahora bien: ¿Acaso no es pariente nuestro aquel Booz con cuyos criados estuviste? Pues mira: Esta noche estará aventando la cebada en la era. [3] Lávate, perfúmate y ponte encima el manto, y baja a la era; que no te reconozca ese hombre antes que acabe de comer y beber. [4] Cuando se acueste, mira el lugar en que se haya acostado, vas, descubres un sitio a sus pies y te acuestas; y él mismo te indicará lo que debes hacer.» [5] Ella le dijo: «Haré cuanto me has dicho.» [6] Bajó a la era e hizo cuanto su suegra le había mandado.

[7] Booz comió y bebió y su corazón se puso alegre. Entonces fue a acostarse junto al montón de cebada. Vino ella sigilosamente, descubrió un sitio a sus pies y se acostó. [8] A media noche sintió el hombre un escalofrío, se volvió y notó que había una mujer acostada a sus pies. [9] Dijo: «¿Quien eres tú?», y ella respondió: «Soy Rut tu sierva. Extiende sobre tu sierva el borde de tu manto, porque tienes derecho de rescate.» [10] El dijo: «Bendita seas de Yahveh, hija mía; tu último acto de piedad filial ha sido mejor que el primero, porque no has pretendido a ningún joven, pobre o rico. [11] Y ahora, hija mía, no temas; haré por ti cuanto me digas, porque toda la gente de mi pueblo sabe que tú eres una mujer virtuosa. [12] Ahora bien: es verdad que tengo derecho de rescate, pero hay un pariente más cercano que yo con derecho de rescate.

[13] Pasa aquí esta noche, y mañana, si él quiere ejercer su derecho, que lo ejerza; y si no quiere, yo te rescataré, ¡vive Yahveh! Acuéstate hasta el amanecer.» [14] Se acostó ella a sus pies hasta la madrugada; se levantó él a la hora en que todavía un hombre no puede reconocer a otro, pues se decía: «Que no se sepa que la mujer ha venido a la era.» [15] El dijo: «Trae el manto que tienes encima y sujeta bien.» Sujetó ella, y él midió seis medidas de cebada y se las puso a cuestas, y él entró en la ciudad. [16] Volvió ella donde su suegra que le dijo: «¿Cómo te ha ido, hija mía?» Y le contó cuanto el hombre había hecho por ella, [17] y añadió: «Me ha dado estas seis medidas de cebada, pues dijo: «No debes volver de vacío donde tu suegra.»» [18] Noemí le dijo: «Quédate tranquila, hija mía, hasta que sepas cómo acaba el asunto; este hombre no parará hasta concluirlo hoy mismo.»

Capítulo 4

[1] Mientras tanto Booz subió a la puerta de la ciudad y se sentó allí. Acertó a pasar el pariente de que había hablado Booz, y le dijo: «Acércate y siéntate aquí, fulano.» Y éste fue y se sentó. [2] Tomó diez de los ancianos de la ciudad y dijo: «Sentaos aquí.» Y se sentaron. [3] Dijo entonces al que tenía el derecho de rescate: «Noemí, que ha vuelto de los campos de Moab, vende la parcela de campo de nuestro hermano Elimélek. [4] He querido hacértelo saber y decirte: «Adquiérela en presencia de los aquí sentados, en presencia de los ancianos de mi pueblo. Si vas a rescatar, rescata; y si no vas a rescatar, dímelo para que yo lo sepa, porque fuera de ti no hay otro que tenga derecho de rescate, pues voy yo después de ti.» El dijo: «Yo rescataré.» [5] Booz añadió: «El día que adquieras la parcela para ti de manos de Noemí tienes que adquirir también a Rut la moabita, mujer del difunto, para perpetuar el nombre del difunto en su heredad.» [6] El pariente respondió: «Así no puedo rescatar, porque podría perjudicar mi herencia. Usa tú mi derecho de rescate, porque yo no puedo usarlo.» [7] Antes en Israel, en caso de rescate o de cambio, para dar fuerza al contrato, había la costumbre de quitarse uno la sandalia y dársela al otro. Esta era la manera de testificar en Israel.

[8] El que tenía el derecho de rescate dijo a Booz: «Adquiérela para ti.» Y se quitó la sandalia. [9] Entonces dijo Booz a los ancianos y a todo el pueblo: «Testigos sois vosotros hoy de que adquiero todo lo de Elimélek y todo lo de Kilyón y Majlón de manos de Noemí [10] y de que adquiero también a Rut la moabita, la que fue mujer de Kilyón, para que sea mi mujer a fin de perpetuar el nombre del difunto en su heredad y que el nombre del difunto no sea borrado entre sus hermanos y en la puerta de su localidad. Vosotros sois hoy testigos.» [11] Toda la gente que estaba en la puerta y los ancianos respondieron: «Somos testigos. Haga Yahveh que la mujer que entra en tu casa sea como Raquel y como Lía, las dos que edificaron la casa de Israel. Hazte poderoso en Efratá y sé famoso en Belén. [12] Sea tu casa como la casa de Peres, el que Tamar dio a Judá, gracias a la descendencia que Yahveh te conceda por esta joven.» [13] Booz tomó a Rut, y ella fue su mujer; se unió a ella, y Yahveh hizo que concibiera, y dio a luz un niño.

[14] Las mujeres dijeron a Noemí: «Bendito sea Yahveh que no ha permitido que te falte hoy uno que te rescate para perpetuar su nombre en Israel. [15] Será el consuelo de tu alma y el apoyo de tu ancianidad, porque lo ha dado a luz tu nuera que te quiere y es para ti mejor que siete hijos.» [16] Tomó Noemí al niño y le puso en su seno y se encargó de criarlo. [17] Las vecinas le pusieron un nombre diciendo: «Le ha nacido un hijo a Noemí» y le llamaron Obed. Es el padre de Jesé, padre de David. [18] Estos son los descendientes de Peres. Peres engendró a Jesrón. [19] Jesrón engendró a Ram y Ram engendró a Aminadab.

[20] Aminadab engendró a Najsón y Najsón engendró a Salmón. [21] Salmón engendró a Booz y Booz engendró a Obed. [22] Obed engendró a Jesé y Jesé engendró a David.

1 SAMUEL

Capítulo 1

[1] Hubo un hombre de Ramatáyim, sufita de la montaña de Efraím, que se llamaba Elcaná, hijo de Yeroján, hijo de Elihú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita. [2] Tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Peninná; Peninná tenía hijos, pero Ana no los tenía. [3] Este hombre subía de año en año desde su ciudad para adorar y ofrecer sacrificios a Yahveh Sebaot en Silo, donde estaban Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí, sacerdotes de Yahveh. [4] El día en que Elcaná sacrificaba, daba sendas porciones a su mujer Peninná y a cada uno de sus hijos e hijas, [5] pero a Ana le daba solamente una porción, pues aunque era su preferida, Yahveh había cerrado su seno. [6] Su rival la zahería y vejaba de continuo, porque Yahveh la había hecho estéril.

[7] Así sucedía año tras año; cuando subían al templo de Yahveh la mortificaba. Ana lloraba de continuo y no quería comer. [8] Elcaná su marido le decía: «Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué estás triste? ¿Es que no soy para ti mejor que diez hijos?» [9] Pero después que hubieron comido en la habitación, se levantó Ana y se puso ante Yahveh. — El sacerdote Elí estaba sentado en su silla, contra la jamba de la puerta del santuario de Yahveh. [10] Estaba ella llena de amargura y oró a Yahveh llorando sin consuelo, [11] e hizo este voto: «¡Oh Yahveh Sebaot! Si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y acordarte de mí, no olvidarte de tu sierva y darle un hijo varón, yo lo entregaré a Yahveh por todos los días de su vida y la navaja no tocará su cabeza.» [12] Como ella prolongase su oración ante Yahveh, Elí observaba sus labios.

[13] Ana oraba para sí; se movían sus labios, pero no se oía su voz, y Elí creyó que estaba ebria, [14] y le dijo: «¿Hasta cuándo va a durar tu embriaguez? ¡Echa el vino que llevas!» [15] Pero Ana le respondió: «No, señor; soy una mujer acongojada; no he bebido vino ni cosa embriagante, sino que desahogo mi alma ante Yahveh. [16] No juzgues a tu sierva como una mala mujer; hasta ahora sólo por pena y pesadumbre he hablado.» [17] Elí le respondió: «Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.» [18] Ella dijo: «Que tu sierva halle gracia a tus ojos.» Se fue la mujer por su camino, comió y no pareció ya la misma.

[19] Se levantaron de mañana y, después de haberse postrado ante Yahveh, regresaron, volviendo a su casa, en Ramá. Elcaná se unió a su mujer Ana y Yahveh se acordó de ella. [20] Concibió Ana y llegado el tiempo dio a luz un niño a quien llamó Samuel, «porque, dijo, se lo he pedido a Yahveh». [21] Subió el marido Elcaná con toda su familia, para ofrecer a Yahveh el sacrificio anual y cumplir su voto, [22] pero Ana no subió, porque dijo a su marido: «Cuando el niño haya sido destetado, entonces le llevaré, será presentado a Yahveh y se quedará allí para siempre.» [23] Elcaná, su marido, le respondió: «Haz lo que mejor te parezca, y quédate hasta que lo destetes; así Yahveh cumpla su palabra.» Se quedó, pues, la mujer y amamantó a su hijo hasta su destete. [24] Cuando lo hubo destetado, lo subió consigo, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, e hizo entrar en la casa de Yahveh, en Silo, al niño todavía muy pequeño.

[25] Inmolaron el novillo y llevaron el niño a Elí [26] y ella dijo: «Oyeme, señor. Por tu vida, señor, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti, orando a Yahveh. [27] Este niño pedía yo y Yahveh me ha concedido la petición que le hice. [28] Ahora yo se lo cedo a Yahveh por todos los días de su vida; está cedido a Yahveh.» Y le dejó allí, a Yahveh.

Capítulo 2

[1] Entonces Ana dijo esta oración: «Mi corazón exulta en Yahveh, mi cuerno se levanta en Dios, mi boca se dilata contra mis enemigos, porque me he gozado en tu socorro. [2] No hay Santo como Yahveh, (porque nadie fuera de ti), ni roca como nuestro Dios. [3] No multipliquéis palabras altaneras. No salga de vuestra boca la arrogancia. Dios de sabiduría es Yahveh, suyo es juzgar las acciones. [4] El arco de los fuertes se ha quebrado, los que tambalean se ciñen de fuerza. [5] Los hartos se contratan por pan, los hambrientos dejan su trabajo. La estéril da a luz siete veces, la de muchos hijos se marchita. [6] Yahveh da muerte y vida, hace bajar al seol y retornar.

[7] Yahveh enriquece y despoja, abate y ensalza.

[8] Levanta del polvo al humilde, alza del muladar al indigente para hacerle sentar junto a los nobles, y darle en heredad trono de gloria, pues de Yahveh los pilares de la tierra y sobre ellos ha sentado el universo. [9] Guarda los pasos de sus fieles, y los malos perecen en tinieblas, (pues que no por la fuerza triunfa el hombre). [10] Yahveh, ¡quebrantados sus rivales! el Altísimo truena desde el cielo. Yahveh juzga los confines de la tierra, da pujanza a su Rey, exalta el cuerno de su Ungido.» [11] Partió Elcaná para Ramá, y el niño se quedó para servir a Yahveh a las órdenes del sacerdote Elí. [12] Los hijos de Elí eran unos malvados que no conocían a Yahveh [13] ni las normas de los sacerdotes respecto del pueblo: cuando alguien ofrecía un sacrificio, venía el criado del sacerdote, mientras se estaba cociendo la carne, con el tenedor de tres dientes en la mano, [14] lo hincaba en el caldero o la olla, en la cacerola o el puchero, y todo lo que sacaba el tenedor, el sacerdote se lo quebada; y así hacían con todos los israelitas que iban allí, a Silo.

[15] Incluso antes de que quemasen la grasa, venía el criado del sacerdote y decía al que sacrificaba: «Dame carne para asársela al sacerdote, no te aceptará carne hervida, sino solamente carne cruda.» [16] Y si el hombre le decías: «Primero se quema la grasa, y después tomarás cuanto se te antoje», le respondía: «No, me lo darás ahora o lo tomo por la fuerza.» [17] El pecado de los jóvenes era muy grande ante Yahveh, porque trataban con desprecio la ofrenda hecha a Yahveh. [18] Estaba Samuel al servicio de Yahveh, muchacho vestido con efod de lino. [19] Le hacía su madre un vestido pequeño que le llevaba de año en año, cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio anual. [20] Bendecía luego Elí a Elcaná y a su mujer diciendo: «Que Yahveh te conceda descendencia de esta mujer, a cambio del préstamo que ella ha cedido a Yahveh.» Y ellos se volvían a su lugar.

[21] En efecto, Yahveh visitó a Ana, que concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas; el niño Samuel crecía ante Yahveh. [22] Elí era muy anciano; oyó todo cuanto sus hijos hacían a todo Israel, [23] y les dijo: «¿Por qué os portáis de ese modo que yo mismo he oído comentar a todo el pueblo? [24] No, hijos míos, los rumores que oigo no son buenos... [25] Si un hombre peca contra otro hombre, Dios será el árbitro; pero si el hombre peca contra Yahveh ¿quién intercederá por él?» Pero ellos no escucharon la voz de su padre, porque Yahveh deseaba hacerles morir. [26] Cuanto al niño Samuel, iba creciendo y haciéndose grato tanto a Yahveh como a los hombres.

[27] Vino un hombre de Dios a Elí y le dijo: Así ha dicho Yahveh. Claramente me he revelado a la casa de tu padre, cuando ellos estaban en Egipto al servicio de la casa de Faraón. [28] Y le elegí entre todas las tribus de Israel para ser mi sacerdote, para subir a mi altar, incensar la ofrenda y llevar el efod en mi presencia, y he concedido a la casa de tu padre parte en todos los sacrificios por el fuego de los hijos de Israel. [29] ¿Por qué pisoteáis el sacrificio y la oblación que yo he ordenado y pesan tus hijos más que yo, cebándoos con lo mejor de todas las oblaciones de mi pueblo Israel? [30] Por eso — palabra de Yahveh, Dios de Israel — yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían siempre en mi presencia, pero ahora — palabra de Yahveh — me guardaré bien de ello. Porque a los que me honran, yo les honro, pero los que me desprecian son viles. [31] He aquí que vienen días en que amputarán tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de suerte que en tu casa los hombres no lleguen a madurar. [32] Tú mirarás al lado de la Morada todo el bien que yo haga a Israel y nunca habrá hombres maduros en tu casa.

[33] Conservaré a alguno de los tuyos cabe mi altar para que sus ojos se consuman y su alma se marchite, pero la mayor parte de los tuyos perecerá por la espada de los hombres. [34] Será para ti señal lo que va a suceder a tus dos hijos Jofní y Pinjás: en el mismo día morirán los dos. [35] Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obre según mi corazón y mis deseos, le edificaré una casa permanente y caminará siempre en presencia de mi ungido. [36] El que quedare de tu casa vendrá a postrarse ante él para conseguir algún dinero o una torta de pan y dirá: «Destíname, por favor, a una función sacerdotal cualquiera, para que tenga un bocado de pan que comer.»»

Capítulo 3

[1] Servía el niño Samuel a Yahveh a las órdenes de Elí; en aquel tiempo era rara la palabra de Yahveh, y no eran corrientes las visiones. [2] Cierto día, estaba Elí acostado en su habitación — sus ojos iban debilitándose y ya no podía ver — [3] no estaba aún apagada la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el Santuario de Yahveh, donde se encontraba el arca de Dios. [4] Llamó Yahveh: «¡Samuel, Samuel!» El respondió: «¡Aquí estoy!», [5] y corrió donde Elí diciendo: «¡Aquí estoy, porque me has llamado.» Pero Elí le contestó: «Yo no te he llamado; vuélvete a acostar.» El se fue y se acostó. [6] Volvió a llamar Yahveh: «¡Samuel!» Se levantó Samuel y se fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Elí le respondió: «Yo no te he llamado, hijo mío, vuélvete a acostar.» [7] Aún no conocía Samuel a Yahveh, pues no le había sido revelada la palabra de Yahveh.

[8] Tercera vez llamó Yahveh a Samuel y él se levantó y se fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Comprendió entonces Elí que era Yahveh quien llamaba al niño, [9] y dijo a Samuel: «Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahveh, que tu siervo escucha.» Samuel se fue y se acostó en su sitio. [10] Vino Yahveh, se paró y llamó como las veces anteriores «Samuel, Samuel!» Respondió Samuel: «¡Habla, que tu siervo escucha.» [11] Dijo Yahveh a Samuel: «Voy a ejecutar una cosa tal en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos. [12] Ese día cumpliré contra Elí todo cuanto he dicho contra su casa, desde el principio hasta el fin. [13] Tú le anunciarás que yo condeno su casa para siempre, porque sabía que sus hijos vilipendiaban a Dios y no los ha corregido.

[14] Por esto juro a la casa de Elí que ni sacrificio ni oblación expiarán jamás la iniquidad de la casa de Elí.» [15] Samuel siguió acostado hasta la mañana y después abrió las puertas de la Casa de Yahveh. Samuel temía contar la visión a Elí, [16] pero Elí le llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío»; él respondió: «Aquí estoy.» [17] El preguntó: «¿Qué es lo que te ha dicho? ¡No me ocultes nada! Que Dios te haga esto y añada esto otro si me ocultas una palabra de lo que te ha dicho.» [18] Entonces Samuel se lo manifestó todo, sin ocultarle nada; Elí dijo: «El es Yahveh. Que haga lo que bien le parezca.» [19] Samuel crecía, Yahveh estaba con él y no dejó caer en tierra ninguna de sus palabras.

[20] Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel estaba acreditado como profeta de Yahveh. [21] Yahveh continuó manifestándose en Silo, porque en Silo se revelaba a Samuel la palabra de Yahveh.

Capítulo 4

[1] Y la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Elí era muy anciano, mientras que sus hijos persistían en su malvada conducta respecto de Yahveh. Ocurrió en aquel tiempo que los filisteos se reunieron para combatir a Israel, y los israelitas salieron a su encuentro para el combate. Acamparon cerca de Eben Haézer, mientras que los filisteos habían acampado en Afeq. [2] Se pusieron los filisteos en orden de batalla contra Israel; se libró un gran combate y fue batido Israel por los filisteos, muriendo en las filas, en campo abierto, cerca de 4.000 hombres. [3] Volvió el ejército al campamento, y los ancianos de Israel dijeron: «¿Por qué nos ha derrotado hoy Yahveh delante de los filisteos? Vamos a buscar en Silo el arca de nuestro Dios; que venga en medio de nosotros y que nos salve del poder de nuestros enemigos.» [4] El pueblo envió a Silo y sacaron de allí el arca de Yahveh Sebaot que está sobre los querubines; acompañaron al arca Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí. [5] Cuando el arca de Yahveh llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron un gran clamor que hizo retumbar las tierras. [6] Los filisteos oyeron el estruendo del clamoreo y dijeron: «¿Qué significa este gran clamor en el campamento de los hebreos?» Y se enteraron de que el arca de Yahveh había llegado al campamento.

[7] Temieron entonces los filisteos, porque se decían: «Dios ha venido al campamento.» Y exclamaron: «¡Ay de nosotros! Nunca había sucedido tal cosa. [8] ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de estos dioses poderosos? ¡Estos son los dioses que castigaron a Egipto con toda clase de plagas en el desierto! [9] ¡Cobrad ánimo y sed hombres, filisteos, para no tener que servir a los hebreos como ellos os han servido a vosotros; sed hombres y pelead!» [10] Trabaron batalla los filisteos. Israel fue batido y cada cual huyó a sus tiendas; la mortandad fue muy grande, cayendo de Israel 30.000 infantes. [11] El arca de Dios fue capturada y murieron Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí. [12] Un hombre de Benjamín salió corriendo del campo de batalla y llegó a Silo aquel mismo día, con los vestidos rotos y la cabeza cubierta de polvo.

[13] Cuando llegó, estaba Elí en su asiento, a la puerta, atento al camino, porque su corazón temblaba por el arca de Dios. Vino, pues, este hombre a traer la noticia a la ciudad, y toda la ciudad comenzó a gritar. [14] Oyó Elí los gritos y preguntó: «¿Qué tumulto es éste?» Diose prisa el hombre y se lo anunció a Elí. [15] Contaba éste 98 años, tenía las pupilas inmóviles y no podía ver. [16] El hombre dijo a Elí: «Vengo del campo de batalla, he huido hoy del campo.» Elí preguntó: ¿Qué ha pasado, hijo mío?» [17] El mensajero respondió: «Israel ha huido ante los filisteos. Además el ejército ha sufrido una gran derrota, también han muerto tus dos hijos y hasta el arca de Dios ha sido capturada.» [18] A la mención del arca de Dios, cayó Elí de su asiento, hacia atrás, en medio de la puerta, se rompió la nuca y murió, pues era anciano y estaba ya torpe. Había sido juez en Israel durante cuarenta años.

[19] Su nuera, la mujer de Pinjás, estaba encinta y para dar a luz. Cuando oyó la noticia de que el arca de Dios había sido capturada y la muerte de su suegro y su marido, se encogió y dio a luz, pues la habían acometido sus dolores. [20] Estando a la muerte, las que la asistían le dijeron: «Animo, que es un niño lo que has dado a luz», pero ella no respondió ni prestó atención. [21] Llamó al niño Ikabod, diciendo: «La gloria ha sido desterrada de Israel», aludiendo a la captura del arca de Dios, a su suegro y a su marido. [22] Y dijo: «La gloria ha sido desterrada de Israel, porque el arca de Dios ha sido capturada.»

Capítulo 5

[1] Los filisteos, por su parte, tomaron el arca de Dios y la llevaron de Eben Haézer a Asdod. [2] Tomaron los filisteos el arca de Dios, la introdujeron en el templo de Dagón y la colocaron al lado de Dagón. [3] A la mañana siguiente vinieron los asdodeos al templo de Dagón y he aquí que Dagón estaba caído de bruces en tierra, delante del arca de Yahveh. Levantaron a Dagón y le volvieron a su sitio. [4] Pero a la mañana siguiente temprano, Dagón estaba caído de bruces en tierra, delante del arca de Yahveh y la cabeza de Dagón y sus dos manos estaban rotas en el umbral; sólo quedaba el tronco de Dagón. [5] Por eso los sacerdotes de Dagón y todos los que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral de Dagón en Asdod hasta el día de hoy. [6] La mano de Yahveh cayó pesadamente sobre los asdodeos hiriéndolos con tumores, a Asdod y su comarca.

[7] Cuando los vecinos de Asdod vieron lo que sucedía, dijeron: «Que no se quede entre nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano se ha endurecido contra nosotros y contra nuestro dios Dagón.» [8] Hicieron, pues, convocar junto a ellos a todos los tiranos de los filisteos y dijeron: «¿Qué debemos hacer con el arca del Dios de Israel?» Decidieron: «El arca del Dios de Israel se trasladará a Gat.» Y trasladaron allí el arca del Dios de Israel. [9] Pero así que la trasladaron, la mano de Yahveh cayó sobre la ciudad provocando gran terror; los varones de la ciudad, desde el más pequeño hasta el mayor, fueron castigados, saliéndoles tumores. [10] Enviaron entonces el arca de Dios a Ecrón, exclamaron los ecronitas: Han encaminado hacia mí el arca del Dios de Israel para hacerme perecer con mi pueblo.» [11] Hicieron convocar a todos los tiranos de los filisteos y dijeron: «Devolved el arca del Dios de Israel; que vuelva a su sitio y no me haga morir a mí y a mi pueblo.» Pues había un terror mortal en toda la ciudad, porque descargó allí duramente la mano de Dios. [12] Los que no murieron fueron atacados de tumores y los alaridos de angustia de la ciudad subieron hasta el cielo.

Capítulo 6

[1] Siete meses estuvo el arca de Yahveh en territorio filisteo. [2] Llamaron los filisteos a los sacerdotes y adivinos y preguntaron: «¿Qué debemos hacer con el arca de Yahveh? Hacednos saber cómo la hemos de enviar a su sitio.» [3] Ellos respondieron: «Si queréis devolver el arca del Dios de Israel, no la devolváis de vacío, ofrecedle una reparación y entonces sanaréis y sabréis por qué no se ha apartado su mano de vosotros.» [4] Preguntaron ellos: «¿Qué reparación hemos de ofrecer?» Y respondieron: «Conforme al número de los tiranos de los filisteos, cinco tumores de oro y cinco ratas de oro, porque el mismo castigo sufrís vosotros que vuestros tiranos. [5] Haced imágenes de vuestros tumores y de vuestras ratas que devastan el país y dad gloria al Dios de Israel. Acaso aligere su mano de sobre vosotros, vuestros dioses y vuestra tierra. [6] ¿Por qué habéis de endurecer vuestros corazones como endurecieron su corazón los egipcios y Faraón? ¿No los tuvieron que dejar partir después que Dios los hubo maltratado? [7] Ahora, pues tomad y preparad una carreta nueva y dos vacas que estén criando y que no hayan llevado yugo; unciréis las vacas a la carreta y haréis volver sus becerros al establo.

[8] Tomaréis el arca de Yahveh y la pondréis sobre la carreta. Cuanto a los objetos de oro que le habéis ofrecido como reparación, los meteréis en un cofre a su lado, y la dejaréis marchar. [9] Y fijaos: si toma el camino de su país, hacia Bet Semes, es él el que nos ha causado esta gran calamidad; si no, sabremos que no ha sido su mano la que nos ha castigado y que todo esto nos ha sucedido por casualidad.» [10] Así lo hicieron aquellos hombres: tomaron dos vacas que estaban criando y las uncieron a la carreta, pero retuvieron las crías en el establo. [11] Colocaron sobre la carreta el arca de Yahveh y el cofre con las ratas de oro y las imágenes de sus tumores. [12] Tomaron las vacas en derechura por el camino de Bet Semes y mantuvieron la misma ruta; caminaban mugiendo, sin desviar ni a derecha ni a izquierda. Los tiranos de los filisteos las siguieron hasta los confines de Bet Semes. [13] Estaban los de Bet Semes segando el trigo en el valle, y alzando la vista vieron el arca y fueron gozosos a su encuentro.

[14] Al llegar la carreta al campo de Josué de Bet Semes, se detuvo; había allí una gran piedra. Astillaron la madera de la carreta y ofrecieron las vacas en holocausto a Yahveh. [15] Los levitas bajaron el arca de Yahveh y el cofre que estaba a su lado y que contenía los objetos de oro, y lo depositaron todo sobre la gran piedra. Los de Bet Semes ofrecieron aquel día holocaustos e hicieron sacrificios a Yahveh. [16] Cuando los cinco tiranos filisteos lo vieron, se tornaron a Ecrón el mismo día. [17] Estos son los tumores de oro que los filisteos ofrecieron en reparación a Yahveh: uno por Asdod, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Gat, uno por Ecrón. [18] Y ratas de oro, tantas cuantas son las ciudades de los filisteos, las de los cinco tiranos, desde las ciudades fortificadas hasta las aldeas abiertas. Testigo, la gran piedra sobre la que se colocó el arca de Yahveh y que está en el campo de Josué de Bet Semes, hasta el día de hoy. [19] De entre los habitantes de Bet Semes, los hijos de Jeconías no se alegraron cuando vieron el arca de Yahveh y castigo Yahveh a setenta de sus hombres. El pueblo hizo duelo porque Yahveh los había castigado duramente.

[20] Dijeron entonces las gentes de Bet Semes: «¿Quién podrá resistir delante de Yahveh, el Dios Santo? ¿A quién subirá, alejándose de nosotros? [21] Enviaron mensajeros a los habitantes de Quiryat Yearim para decirles: «Los filisteos han devuelto el arca de Yahveh. Bajad y subidla con vosotros.»

Capítulo 7

[1] Vinieron las gentes de Quiryat Yearim y subieron el arca de Yahveh. La llevaron a la casa de Abinadab, en la loma, y consagraron a su hijo Eleazar para que custodiase el arca de Yahveh. [2] Pasaron muchos días — veinte años — desde el día en que el arca se instaló en Quiryat Yearim, y toda la casa de Israel suspiró por Yahveh. [3] Entonces Samuel habló así a toda la casa de Israel: «Si os volvéis a Yahveh con todo vuestro corazón, quitad de en medio de vosotros los dioses extranjeros y las Astartés, fijad vuestro corazón en Yahveh y servidle a él solo y entonces él os librará de la mano de los filisteos.» [4] Los israelitas quitaron los Baales y las Astartés y sirvieron sólo a Yahveh. [5] Samuel dijo: «Congregad a todo Israel en Mispá y yo suplicaré a Yahveh por vosotros.» [6] Se congregaron, pues, en Mispá, sacaron agua, que derramaron ante Yahveh, ayunaron aquel día y dijeron: «Hemos pecado contra Yahveh.» Samuel juzgó a los israelitas en Mispá.

[7] Cuando los filisteos supieron que los israelitas se habían reunido en Mispá, subieron los tiranos de los filisteos contra Israel. Habiéndolo oído los israelitas, temieron a los filisteos [8] y dijeron los israelitas a Samuel: «No dejes de invocar a Yahveh nuestro Dios, para que él nos salve de la mano de los filisteos.» [9] Tomó Samuel un cordero lechal y lo ofreció entero en holocausto a Yahveh, invocó a Yahveh en favor de Israel y Yahveh le escuchó. [10] Estaba Samuel ofreciendo el holocausto, cuando los filisteos presentaron batalla a Israel, pero tronó Yahveh aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, los llenó de terror y fueron batidos ante Israel. [11] Los hombres de Israel salieron de Mispá y persiguieron a los filisteos desbaratándolos hasta más abajo de Bet Kar. [12] Tomó entonces Samuel una piedra y la erigió entre Mispá y Yesaná y le dio el nombre de Eben Haézer, diciendo: «Hasta aquí nos ha socorrido Yahveh.» [13] Los filisteos fueron humillados. No volvieron más sobre el territorio de Israel y la mano de Yahveh pesó sobre los filisteos durante toda la vida de Samuel.

[14] Las ciudades que los filisteos habían tomado a los israelitas fueron devueltas a Israel, desde Ecrón hasta Gat, liberando Israel su territorio del dominio de los filisteos. Y hubo paz entre Israel y los amorreos. [15] Samuel juzgó a Israel todos los días de su vida. [16] Hacía cada año un recorrido por Betel, Guilgal, Mispá, juzgando a Israel en todos estos lugares. [17] Después se volvía a Ramá porque allí tenía su casa, y juzgaba a Israel. Y edificó allí un altar a Yahveh.

Capítulo 8

[1] Cuando Samuel se hizo viejo, puso a sus hijos como jueces en Israel. [2] Su primogénito se llamaba Joel y el otro, Abías; juzgaban en Israel en Berseba. [3] Pero sus hijos no siguieron su camino: fueron atraídos por el lucro, aceptaron regalos y torcieron el derecho. [4] Se reunieron, pues, todos los ancianos de Israel y se fueron donde Samuel a Ramá, [5] y le dijeron: «Mira, tú te has hecho viejo y tus hijos no siguen tu camino. Pues bien, ponnos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones.» [6] Disgustó a Samuel que dijeran: «Danos un rey para que nos juzgue» e invocó a Yahveh. .

[7] Pero Yahveh dijo a Samuel: «Haz caso a todo lo que el pueblo te dice. Porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos. [8] Todo lo que ellos me han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, te han hecho también a ti. [9] Escucha, sin embargo, su petición. Pero les advertirás claramente y les enseñarás el fuero del rey que va a reinar sobre ellos.» [10] Samuel repitió todas estas palabras de Yahveh al pueblo que le pedía un rey, [11] diciendo: «He aquí el fuero del rey que va a reinar sobre vosotros. Tomará vuestros hijos y los destinará a sus carros y a sus caballos y tendrán que correr delante de su carro. [12] Los empleará como jefes de mil y jefes de cincuenta; les hará labrar sus campos, segar su cosecha, fabricar sus armas de guerra y los arreos de sus carros.

[13] Tomara vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. [14] Tomará vuestros campos, vuestras viñas y vuestros mejores olivares y se los dará a sus servidores. [15] Tomará el diezmo de vuestros cultivos y vuestras viñas para dárselo a sus eunucos y a sus servidores. [16] Tomará vuestros criados y criadas, y vuestros mejores bueyes y asnos y les hará trabajar para él. [17] Sacará el diezmo de vuestros rebaños y vosotros mismos seréis sus esclavos. [18] Ese día os lamentaréis a causa del rey que os habéis elegido, pero entonces Yahveh no os responderá.» [19] El pueblo no quiso escuchar a Samuel y dijo: «¡No! Tendremos un rey [20] y nosotros seremos también como los demás pueblos: nuestro rey nos juzgará, irá al frente de nosotros y combatirá nuestros combates.» [21] Oyó Samuel todas las palabras del pueblo y las repitió a los oídos de Yahveh.

[22] Pero Yahveh dijo a Samuel: «Hazles caso y ponles un rey.» Samuel dijo entonces a todos los hombres de Israel: «Volved cada uno a vuestra ciudad.»

Capítulo 9

[1] Había un hombre de Benjamín, llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Bekorat, hijo de Afiaj. Era un benjaminita y hombre bien situado. [2] Tenía un hijo llamado Saúl, joven aventajado y apuesto. Nadie entre los israelitas le superaba en gallardía; de los hombros arriba aventajaba a todos. [3] Se habían extraviado unas asnas pertenecientes a su padre Quis. Dijo Quis a su hijo Saúl: «Toma contigo uno de los criados y vete a buscar las asnas.» [4] Atravesaron la montaña de Efraím y cruzaron el territorio de Salisá sin encontrar nada; cruzaron el país de Saalim, pero no estaban allí, atravesaron el país de Benjamín sin encontrar nada. [5] Cuando llegaron a la comarca de Suf, dijo Saúl a su criado que le acompañaba: «Vamos a volvernos, no sea que mi padre olvidando las asnas se inquiete por nosotros.» [6] Pero él respondió: «Cabalmente hay en esta ciudad un hombre de Dios. Es hombre acreditado: todo lo que dice se cumple con seguridad. Vamos, pues, allá y acaso nos oriente acerca del viaje que hemos emprendido.» [7] Saúl dijo a su criado: «Vamos a ir, pero ¿qué ofreceremos a ese hombre? No queda pan en nuestros zurrones y no tenemos ningún regalo que llevar al hombre de Dios. ¿Qué le podemos dar?» [8] Replicó el criado y dijo a Saúl: «Es el caso que tengo en mi poder un cuarto de siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios y nos orientará sobre nuestro viaje.» [9] Antes, en Israel, cuando alguien iba a consultar a Dios, decía: «Vayamos al vidente,» porque en vez de «profeta» como hoy, antes se decía «vidente».

[10] Saúl dijo a su criado: «Tienes razón; vamos, pues.» Y se fueron a la ciudad donde se encontraba el hombre de Dios. [11] Cuando subían por la cuesta de la ciudad, encontraron a unas muchachas que salían a sacar agua y les preguntaron: «¿Está aquí el vidente?» [12] Ellas les respondieron con estas palabras: «Sí, ahí delante está el vidente. Cabalmente acaba de llegar ahora a la ciudad, porque hay hoy un sacrificio por el pueblo en el alto. [13] En cuanto entréis en la ciudad, le encontraréis antes de que suba al alto para la comida. El pueblo no comerá antes que él llegue, porque es él quien ha de bendecir el sacrificio; y a continuación comerán los invitados. Subid ahora y al momento le encontraréis.» [14] Subieron, pues, a la ciudad. Entraban ellos por la puerta, cuando Samuel salía en dirección a ellos para subir al alto. [15] Ahora bien, la víspera de la venida de Saúl había hecho Yahveh está revelación a Samuel: [16] «Mañana, a esta misma hora, te enviaré un hombre de la tierra de Benjamín, le ungirás como jefe de mi pueblo Israel y él librará a mi pueblo de la mano de los filisteos, porque he visto la aflicción de mi pueblo y su clamor ha llegado hasta mí.» [17] Y cuando Samuel vio a Saúl, Yahveh le indicó: «Este es el hombre del que te he hablado. El regirá a mi pueblo.» [18] Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta, y le dijo: «Indícame, por favor, dónde está la casa del vidente.» [19] Samuel respondió a Saúl: Yo soy el vidente; sube delante de mí al alto y comeréis hoy conmigo. Mañana por la mañana te despediré y te descubriré todo lo que hay en tu corazón.

[20] No te preocupes por las asnas que perdiste hace tres días, porque ya han aparecido. Por lo demás, ¿para quién es lo mejor de Israel? ¿No es para ti y para la casa de tu padre?» [21] Saúl respondió: ¿No soy yo de Benjamín, la menor de las tribus de Israel? ¿No es mi familia la más pequeña de todas las de la tribu de Benjamín? ¿Cómo me dices estas cosas?» [22] Tomó Samuel a Saúl y a su criado y los hizo entrar en la sala, y les dio un asiento a la cabecera de los invitados, que eran unos treinta. [23] Después dijo Samuel al cocinero: «Sirve la porcíon que te entregué, la que te dije que pusieras aparte.» [24] Tomó el cocinero la pierna y el rabo poniéndolos delante de Saúl. Y dijo: «Aquí tienes, ante ti, lo que se guardó. Come...» Aquel día Saúl comió con Samuel. [25] Bajaron del alto a la ciudad. Se extendió una estera para Saúl en el terrado, [26] y se acostó. Cuando apuntó el alba, llamó Samuel a Saúl en el terrado y le dijo: «Levántate, que voy a despedirte.» Se levantó Saúl y salieron ambos afuera, Samuel y Saúl.

[27] Habían bajado hasta las afueras de la ciudad, cuando Samuel dijo a Saúl: «Manda a tu criado que se adelante, y tú quédate ahora para que te de a conocer la palabra de Dios.»

Capítulo 10

[1] Tomó Samuel el cuerno de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl, y después le besó diciendo: «¿No es Yahveh quien te ha ungido como jefe de su pueblo Israel? Tú regirás al pueblo de Yahveh y le librarás de la mano de los enemigos que le rodean. Y ésta será para ti la señal de que Yahveh te ha ungido como caudillo de su heredad. [2] En cuanto te separes hoy de mí, encontrarás dos hombres junto a la tumba de Raquel, sobre la frontera de Benjamín... y ellos te dirán: «Las asnas que has ido a buscar ya han aparecido. Ahora tu padre ha olvidado el asunto de las asnas y está preocupado por vosotros, diciendo: ¿Qué debo hacer por mi hijo?» [3] Pasando más allá, y en llegando a la Encina del Tabor, encontrarás tres hombres que suben hacia Dios, a Betel, uno llevará tres cabritos, otro llevará tres tortas de pan, y el tercero llevará un odre de vino. [4] Te saludarán y te darán dos panes, que tú tomarás de su mano. [5] Llegarás después a Guibeá de Dios (donde se encuentra el gobernador de los filisteos) y a la entrada de la ciudad tropezarás con un grupo de profetas que bajan del alto, precedidos del añafil, el adufe, la flauta y la cítara, en trance profético. [6] Te invadirá entonces el espíritu de Yahveh, entrarás en trance con ellos y quedarás cambiado en otro hombre.

[7] Cuando se te hayan cumplido estas señales, haz lo que te viniere a mano, porque Dios está contigo. [8] Bajarás delante de mí a Guilgal, y yo me reuniré allí contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión. Esperarás siete días a que yo vaya a tu encuentro y te diré lo que debes hacer.» [9] Apenas volvió las espaldas para dejar a Samuel, le cambió Dios el corazón y todas las señales se realizaron aquel mismo día. [10] Desde allí fueron a Guibeá, y he aquí que venía frente a él un grupo de profetas; le invadió el espíritu de Dios y se puso en trance en medio de ellos. [11] Los que le conocían de toda la vida le vieron profetizando con los profetas, y todos los del pueblo se decían entre sí: «¿Qué le ha pasado al hijo de Quis? ¿Conque también Saúl anda entre los profetas?» [12] Replicó uno de allá: «Y ¿quién es su padre?» Y así pasó a proverbio: «¿Conque también Saúl entre los profetas?».

[13] Y cuando salió del trance se fue a casa. [14] El tío de Saúl le dijo a él y a su criado: «¿A dónde habéis ido?» Contestó: «A buscar las asnas. Y como no vimos nada, acudimos a Samuel.» [15] Dijo el tío de Saúl: Vamos, cuéntame qué os ha dicho Samuel.» [16] Saúl dijo a su tío: «Sencillamente, nos avisó que las asnas habían aparecido.» Pero no le dijo ni palabra de lo que le había dicho Samuel acerca del reino. [17] Samuel convocó al pueblo en Mispá junto a Yahveh. [18] Y dijo a los israelitas: Así ha dicho Yahveh, el Dios de Israel: Yo hice subir a Israel de Egipto y os libré de los egipcios y de todos los reinos que os tenían oprimidos.

[19] Pero vosotros ahora habéis rechazado a vuestro Dios, a aquel mismo que os salvó de todos vuestros males y aprietos, y le habéis dicho: «No: tú ponnos un rey.» Ahora, pues, compareced delante de Yahveh distribuidos por tribus y familias.» [20] Samuel hizo acercarse a todas las tribus de Israel y fue designada la tribu de Benjamín. [21] Hizo que se acercara la tribu de Benjamín por familias y fue designada la familia de Matrí, y luego mandó acercarse a la familia de Matrí por inviduos y quedó finalmente Saúl, hijo de Quis, y le buscaron, pero no le encontraron. [22] Entonces volvieron a interrogar a Yahveh: «¿Ha venido ése?» Dijo Yahveh: «Aquí le tenéis escondido entre la impedimenta.» [23] Corrieron y lo sacaron de allí y, puesto en medio del pueblo, les llevaba a todos la cabeza. [24] Dijo Samuel a todo el pueblo: «¿Veis al que ha elegido Yahveh? No hay como él en todo el pueblo.» Y todo el pueblo gritó: «¡Viva el rey!».

[25] Samuel dictó al pueblo el fuero real y lo puso por escrito, depositándolo delante de Yahveh, y despidió Samuel a cada cual a su casa. [26] También Saúl se fue a su casa, a Guibeá; le acompañaron algunos valientes a quienes Dios tocó el corazón. [27] Pero algunos malvados dijeron: «Qué nos va a salvar ése!» Y le despreciaron y no le llevaron regalos. Cosa de un mes más tarde,

Capítulo 11

[1] subió Najás el ammonita, y acampó contra Yabés de Galaad. Y todos los de Yabés dijeron a Najás. «Ponnos condiciones y te serviremos.» [2] Dijo Najás el ammonita: «Estas son mis condiciones: saltar a todos el ojo derecho y quedará en ridículo todo Israel.» [3] Y los ancianos de Yabés le dijeron: «Danos una tregua de siete días y mandaremos mensajeros por todo el territorio de Israel y, si no hay quien nos socorra, entonces nos rendiremos a ti.» [4] Llegaron los mensajeros a Guibeá de Saúl, y dijeron estas palabras a oídos del pueblo, y todo el pueblo lloró a voces. [5] He aquí que venía Saúl del campo detrás de los bueyes y dijo:«¿Qué tiene el pueblo que esta llorando?», y le contaron las palabras de los de Yabés. [6] Invadió a Saúl el espíritu de Dios en oyendo estas palabras, y se irritó sobremanera.

[7] Y tomando una yunta de bueyes los despedazó y los repartió por todo el territorio de Israel por medio de mensajeros, diciendo: «Así se hará con los bueyes del que no salga detrás de Saúl.» Y el temor de Yahveh cayó sobre el pueblo, y salieron como un solo hombre. [8] Les pasó revista en Bézeq, y eran los israelitas 300.000 y los de Judá 30.000. [9] Dijeron a los mensajeros que habían venido: «Así diréis a los de Yabés de Galaad: Mañana, cuando el sol apriete , seréis liberados.» Fueron los mensajeros y lo anunciaron a los de Yabés, que se alegraron. [10] Y dijeron los de Yabés a Najás: «Mañana salimos a vosotros y hacéis con nosotros lo que mejor os parezca.» [11] A la mañana siguiente dispuso Saúl a sus hombres en tres columnas que irrumpieron en el campamento durante la guardia de la madrugada, y batieron a los ammonitas hasta que apretó el sol. Y los demás huyeron no quedando dos juntos. [12] El pueblo dijo a Samuel: «¿Quién andaba preguntando si Saúl iba a reinar sobre nosotros? Dadnos esos hombres y los haremos morir.» [13] Pero Saúl dijo: «Que no muera nadie en este día, porque Yahveh ha realizado hoy una liberación en Israel.» [14] Samuel dijo al pueblo: «Vamos todos a Guilgal e inauguraremos allí la monarquía.» [15] Fue todo el pueblo a Guilgal, y allí en Guilgal, proclamaron rey a Saúl delante de Yahveh, ofreciendo allí sacrificios de comunión delante de Yahveh; y Saúl y todos los israelitas se alegraron en extremo.

Capítulo 12

[1] Samuel dijo a todo Israel: «Ya veis que os he atendido en todo lo que me habéis pedido y he puesto un rey sobre vosotros. [2] En adelante, el rey marchara delante de vosotros. Cuanto a mí, he envejecido y encanecido, y mis hijos entre vosotros están. He andado delante de vosotros desde mi juventud hasta hoy. [3] Aquí me tenéis. Atestiguad contra mí delante de Yahveh y delante de su ungido. ¿De quién he tomado yo el buey o de quién he tomado el asno? ¿A quién he atropellado u oprimido? ¿Quién me ha sobornado para que cerrara los ojos? Yo os lo restituiré.» [4] Respondieron: «No nos has atropellado ni oprimido, y nada has recibido de nadie.» [5] El les dijo: «Yahveh es testigo contra vosotros, y su ungido es testigo hoy de que vosotros no habéis encontrado nada en mis manos.» Respondieron: «Es testigo.» [6] Dijo entonces Samuel al pueblo: «Testigo es aquel Yahveh que suscitó a Moisés y Aarón y que hizo subir a vuestros padres del país de Egipto.

[7] Presentaos ahora para que yo pleitee con vosotros ante Yahveh y para recordaros todos los beneficios que Yahveh ha llevado a cabo en favor vuestro y de vuestros padres. [8] Cuando Jacob entró en Egipto, los egipcios los oprimieron y vuestros padres clamaron a Yahveh. Entonces Yahveh envió a Moisés y Aarón que sacaron a vuestros padres de Egipto y los puso en este lugar. [9] Pero ellos olvidaron a Yahveh su Dios, y él los entregó en manos de Sísara, jefe del ejército de Jasor, en manos de los filisteos y del rey de Moab, que combatieron contra ellos. [10] Clamaron a Yahveh diciendo: «Hemos pecado, porque hemos abandonado a Yahveh y servido a los Baales y a las Astartés. Pero ahora, líbranos de las manos de nuestros enemigos y te serviremos.» [11] Envió entonces Yahveh a Yerubbaal, a Baraq, a Jefté y a Samuel, os ha librado de los enemigos que os rodeaban y habéis vivido en seguridad. [12] Pero, en cuanto habéis visto que Najás, rey de los ammonitas, venía contra vosotros, me habéis dicho: «¡No! Que reine un rey sobre nosotros,» siendo así que vuestro rey es Yahveh, Dios vuestro.

[13] Aquí tenéis ahora al rey que os habéis elegido. Yahveh ha establecido un rey sobre vosotros. [14] Si teméis a Yahveh y le servís, si escucháis su voz y no os rebeláis contra las órdenes de Yahveh; si vosotros y el rey que reine sobre vosotros seguís a Yahveh vuestro Dios, está bien. [15] Pero si no escucháis la voz de Yahveh, si os rebeláis contra las órdenes de Yahveh, entonces la mano de Yahveh pesará sobre vosotros y sobre vuestro rey. [16] Una vez más, quedaos para ver este gran prodigio que Yahveh realiza a vuestros ojos. [17] ¿No es ahora la cosecha del trigo? Pues bien, voy a invocar a Yahveh para que haga tronar y llover. Reconoced y ved el gran mal que habéis hecho a los ojos de Yahveh, a pedir un rey para vosotros.» [18] Invocó Samuel a Yahveh, que hizo tronar y llover aquel mismo día, y todo el pueblo cobró mucho temor a Yahveh y a Samuel.

[19] Dijo todo el pueblo a Samuel: «Suplica a Yahveh tu Dios en favor de tus siervos, para que no muramos; hemos colmado nuestros pecados pidiendo en rey para nosotros.» [20] Pero Samuel dijo al pueblo: «No temáis. Cierto que habéis hecho esta maldad. Pero ahora, no os alejéis de Yahveh y servidle con todo vuestro corazón, [21] y no os apartéis en pos de los que no son nada, que no sirven ni salvan porque no son nada. [22] Pues Yahveh no rechazará a su pueblo por el honor de su gran nombre, porque Yahveh se ha dignado hacer de vosotros su pueblo. [23] Por mi parte, lejos de mí pecar contra Yahveh dejando de suplicar por vosotros y de enseñaros el camino bueno y recto. [24] Sólo a Yahveh temeréis y le serviréis fielmente, con todo vuestro corazón, porque habéis visto esta cosa grandiosa que ha realizado en medio de vosotros.

[25] Pero si os portáis mal, pereceréis, vosotros y vuestro rey.»

Capítulo 13

[1] ... [2] Se eligió Saúl 3.000 hombres de Israel; había 2.000 con Saúl en Mikmás y en las montañas de Betel, y mil con Jonatán en Gueba de Benjamín, y el resto del pueblo lo devolvió a sus tiendas. [3] Jonatán mató al gobernador de los filisteos que se hallaba en Guibeá, y supieron los filisteos que los hebreos se habían rebelado. Saúl hizo sonar el cuerno por toda la tierra, [4] y todo Israel oyó la noticia: «Saúl ha matado al gobernador de los filisteos. Israel se ha hecho odioso a los filisteos.» Y se reunió el pueblo tras Saúl en Guilgal. [5] Se concentraron los filisteos para combatir a Israel: 3.000 carros, 6.000 caballos y un ejército tan Caperoso como la arena de la orilla del mar; y acamparon en Mikmás, al este de Bet Avén. [6] Cuando los hombres de Israel se vieron en peligro, porque se les apretaba de cerca, se escondió la gente en las cavernas, los agujeros, las hendiduras de las peñas, los subterráneos y las cisternas.

[7] Algunos hebreos pasaron también el Jordán al país de Gad y Galaad. Saúl estaba todavía en Guilgal y todo el pueblo temblaba junto a él. [8] Esperó siete días conforme al plazo que Samuel había fijado, pero Samuel no llegó a Guilgal y el ejército se desbandó, abandonando a Saúl. [9] Entonces Saúl dijo: «Acercadme el holocausto y los sacrificios de comunión», y ofreció el holocausto. [10] Acababa él de ofrecer el holocausto, cuando llegó Samuel, y Saúl le salió al encuentro para saludarle. [11] Samuel dijo: «¿Qué has hecho?» Y Saúl respondió: «Como vi que el ejército me abandonaba y se desbandaba, que, por otro lado, tú no venías en el plazo fijado, y que los filisteos estaban ya concentrados en Mikmás, [12] me dije: Ahora los filisteos van a bajar contra mí a Guilgal y no he apaciguado a Yahveh. Entonces me he visto forzado a ofrecer el holocausto.» [13] Samuel dijo a Saúl: «Te has portado como un necio. Si hubieras cumplido la orden que Yahveh tu Dios te ha dado, entonces Yahveh hubiera afianzado tu reino para siempre sobre Israel.

[14] Pero ahora tu reino no se mantendrá. Yahveh se ha buscado un hombre según su corazón, al que ha designado caudillo de su pueblo, porque tú no has cumplido lo que Yahveh te había ordenado.» [15] Se levantó Samuel y partió de Guilgal para seguir su camino. Los que quedaban del pueblo subieron tras Saúl al encuentro de los hombres de guerra, y vino de Guilgal a Gueba de Benjamín. Saúl pasó revista a las tropas que tenía con él: había unos seiscientos hombres. [16] Saúl, su hijo Jonatán y las tropas que estaban con ellos, se hallaban situados en Gueba de Benjamín, mientras que los filisteos acampaban en Mikmás. [17] La fuerza de choque salió del campo filisteo en tres columnas: una columna tomó la dirección de Ofrá, en la comarca de Sual; [18] otra tomó la dirección de Bet Jorón y la tercera tomó la dirección del alto que domina el valle de los Seboím, hacia el desierto. [19] No había herreros en todo el territorio de Israel, porque los filisteos se decían: «Que no hagan los hebreos espadas ni lanzas.» [20] Así todos los israelitas tenían que bajar a los filisteos para vaciar cada cual su reja, su hacha, su azuela o su aguijada.

[21] El precio era dos tercios de siclo por aguzar las azuelas y enderezar la aguijada. [22] Y así ocurrió que el día de la batalla nadie, en toda la tropa que estaba con Saúl y Jonatán, tenía en la mano espada ni lanza. Las había sólo para Saúl y para su hijo Jonatán. [23] Una avanzadilla de filisteos partió hacia el paso de Mikmás.

Capítulo 14

[1] Un día, Jonatán, hijo de Saúl, dijo a su escudero: «Ven, vamos a cruzar hasta la avanzadilla de los filisteos que están en este paso», pero nada dijo a su padre. [2] Saúl estaba situado en el límite de Gueba, bajo el granado que está cerca de la era, y las gentes que estaban con él eran como unos seiscientos hombres. [3] Ajías, hijo de Ajitub, hermano de Ikabod, hijo de Pinjás, hijo de Elí, sacerdote de Yahveh en Silo, llevaba el efod. La tropa no advirtió que Jonatán se había marchado. [4] En el paso que Jonatán intentaba franquear para llegar a la avanzadilla de los filisteos, hay un picacho por un lado y un picacho por el otro. Uno se llama Boses y el otro Senné; [5] el primer picacho está al norte, frente a Mikmás, el segundo al sur, frente a Gueba. [6] Jonatán dijo a su escudero: «Ven, crucemos hasta la avanzadilla de esos incircuncisos. Acaso Yahveh haga algo por nosotros, porque nada impide a Yahveh dar la victoria con pocos o con muchos.» [7] Su escudero respondió: «Haz todo lo que tu corazón te dicte. Por mi parte estoy contigo, a tu voluntad.» [8] Jonatán dijo: «Vamos a pasar hacia esa gente y nos haremos ver de ellos.

[9] Si nos dicen: «¡Alto ahí! hasta que lleguemos a vosotros", nos quedaremos en el sitio y no subiremos a ellos. [10] Pero si nos dicen: «Subid hacia nosotros,» subiremos, porque Yahveh los ha entregado en nuestras manos; esto nos servirá de señal.» [11] Cuando se dejaron ver de la avanzadilla de los filisteos, éstos dijeron: «Mirad los hebreos que salen de los escondrijos donde se habían metido.» [12] Y la gente de la avanzadilla, dirigiéndose a Jonatán y a su escudero, dijeron: «Subid hacia nosotros, que os vamos a enseñar algo.» Entonces Jonatán dijo a su escudero: «Sube detrás de mí, pues Yahveh los ha entregado en manos de Israel.» [13] Subió Jonatán ayudándose de pies y manos, y su escudero le seguía. Caían los filisteos ante Jonatán y detrás de él su escudero los iba rematando. [14] Este primer estrago que hicieron Jonatán y su escudero fue de una veintena de hombres...

[15] Cundió el terror en el campo y en el campamento y en la gente toda; la avanzadilla y los cuerpos de descubierta fueron presa del espanto, la tierra tembló y hubo un terror de Dios. [16] Los escuchas de Saúl que estaban en Gueba de Benjamín vieron que el campamento se agitaba de un lado para otro, [17] y Saúl dijo a las tropas que estaban con él: «Pasad revista y ved quién se ha marchado de los nuestros.» Se pasó revista y vieron que faltaban Jonatán y su escudero. [18] Entonces Saúl dijo a Ajías: «Trae el efod», porque este era el que llevaba el efod en presencia de Israel. [19] Pero mientras Saúl hablaba al sacerdote, el tumulto del campamento filisteo iba creciendo y Saúl dijo al sacerdote: «Retira tu mano.» [20] Saúl y toda la tropa que estaba con él se reunieron y llegaron al campo de batalla, y he aquí que la espada de cada uno se volvía contra el otro, ¡un enorme desconcierto! [21] Los hebreos que de antes estaban al servicio de los filisteos y que habían subido con ellos al campamento, también desertaron y se pasaron a los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán.

[22] Todos los israelitas que se habían escondido en la montaña de Efraím, al saber que los filisteos huían, los persiguieron hostigándolos. [23] Aquel día Yahveh dio la victoria a Israel. El combate se extendió más allá de Bet Jorón. [24] Los hombres de Israel estaban en gran apuro aquel día y Saúl pronunció una imprecación sobre el pueblo: «Maldito el hombre que coma algo antes del anochecer, antes que me haya vengado de mis enemigos.» Y nadie del pueblo probó bocado. [25] Había, pues, un panal de miel por el suelo, [26] y el pueblo llegó al panal cuando la miel estaba destilando, pero nadie se llevó la mano a su boca, porque el pueblo temía la imprecación. [27] Jonatán no había oído la imprecación que su padre había pronunciado sobre el pueblo y alargó la punta de la vara que tenía en la mano, la metió en el panal y después llevó la mano a su boca y le brillaron los ojos.

[28] Uno del pueblo le habló diciendo: «Tu padre ha pronunciado solemnemente esta imprecación sobre el pueblo; ha dicho «Maldito el hombre que coma hoy algo.»» [29] Jonatán respondió: «Mi padre ha causado un trastorno al país. Ved cómo tengo los ojos más brillantes por haber tomado este poco de miel. [30] Pues si la tropa hubiese comido hoy del botín tomado al enemigo ¿no hubiera sido mayor el estrago de los filisteos?» [31] Aquel día fueron batidos los filisteos desde Mikmás hasta Ayyalón y la gente quedó extenuada. [32] La tropa se arrojó sobre el botín y tomando ganado menor, bueyes y terneros, los inmoló sobre el suelo y lo comieron con la sangre. [33] Avisaron a Saúl: «El pueblo está pecando contra Yahveh comiendo la sangre.» El entonces dijo: «Habéis sido infieles. Rodadme hasta aquí una piedra grande.» [34] Luego dijo: «Repartíos entre el pueblo y decidles: que cada uno traiga su buey o su carnero; los inmolaréis aquí y comeréis, sin pecar contra Yahveh por comerlo con sangre.» Todos los hombres llevaron cada cual lo que tenía aquella noche y lo inmolaron allí.

[35] Alzó Saúl un altar a Yahveh; este fue el primer altar que edificó. [36] Saúl dijo: «Bajemos durante la noche en persecución de los filisteos y saqueémoslos hasta el amanecer; no dejaremos ni un solo hombre.» Le respondieron: «Haz lo que mejor te parezca.» Pero el sacerdote dijo: «Acerquémonos aquí a Dios.» [37] Consultó Saúl a Dios: «¿Bajaré en persecución de los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?» Pero no respondió en aquella ocasión. [38] Entonces dijo Saúl: «Acercaos aquí todos los principales del pueblo. Investigad en qué ha consistido el pecado de hoy. [39] ¡Vive Yahveh! que ha salvado a Israel, que aunque se trate de mi hijo Jonatán, morirá sin remisión.» Nadie del pueblo se atrevió a responderle. [40] Dijo a todo Israel: «Poneos a un lado, y yo y mi hijo Jonatán nos pondremos al otro», y el pueblo respondió a Saúl: «Haz lo que mejor te parezca.» [41] Dijo entonces Saúl: «Yahveh Dios de Israel, ¿por qué no respondes hoy a tu siervo? Si el pecado es mío o de mi hijo Jonatán, Yahveh Dios de Israel, da urim; si el pecado es de tu pueblo Israel, da tummim.» Fueron señalado Saúl y Jonatán, quedando libre el pueblo.

[42] Saúl dijo: «Sortead entre mi hijo Jonatán y yo»; y fue señalado Jonatán. [43] Dijo entonces Saúl a Jonatán: «Cuéntame lo que has hecho.» Jonatán respondió: «No he hecho más que probar un poco de miel con la punta de la vara que tenía en la mano. Estoy dispuesto a morir.» [44] Saúl replicó: «Que Dios me haga esto y me añada esto otro si no mueres, Jonatán.» [45] Pero el pueblo dijo a Saúl: «¿Es que va a morir Jonatán siendo él quien ha conseguido esta gran victoria en Israel? ¡Dios nos libre! ¡Vive Yahveh! que no caerá en tierra ni un cabello de su cabeza, porque con ayuda de Dios lo hizo.» Así rescató el pueblo a Jonatán y no murió. [46] Regresó Saúl de la persecución de los filisteos y los filisteos alcanzaron su país. [47] Cuando Saúl se constituyó rey sobre Israel guerreó por todas partes contra todos sus enemigos: contra Moab, los ammonitas, Edom, el rey de Sobá y los filisteos; doquiera se dirigía resultaba vencedor.

[48] Hizo proezas de valor, batió a los amalecitas y libró a Israel del poder de los que le saqueaban. [49] Los hijos de Saúl fueron: Jonatán, Isyó y Malki Súa. Los nombres de sus dos hijas eran: Merab la mayor y Mikal la más pequeña. [50] La mujer de Saúl se llamaba Ajinoam, hija de Ajimaas. El jefe de su ejército se llamaba Abner, hijo de Ner, tío de Saúl: [51] Quis, padre de Saúl, y Ner, padre de Abner, eran hijos de Abiel. [52] Hubo una guerra encarnizada contra los filisteos toda la vida de Saúl. En cuanto Saúl veía un hombre fuerte y valeroso, se lo incorporaba.

Capítulo 15

[1] Samuel dijo a Saúl: «Yahveh me ha enviado para consagrarte rey sobre su pueblo Israel. Escucha, pues, las palabras de Yahveh: [2] Esto dice Yahveh Sebaot: He decidido castigar lo que Amalec hizo a Israel, cortándole el camino cuando subía de Egipto. [3] Ahora, vete y castiga a Amalec, consagrándolo al anatema con todo lo que posee, no tengas compasión de él, mata hombres y mujeres, niños y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y asnos.» [4] Convocó Saúl al pueblo y le pasó revista en Telam: 200.000 infantes y 10.000 hombres de Judá. [5] Avanzó Saúl hasta la capital de Amalec y se emboscó en el barranco. [6] Dijo Saúl a los quenitas: «Marchaos, apartaos de los amalecitas, no sea que os haga desaparecer con ellos, pues os portasteis bien con todos los israelitas cuando subían de Egipto»; y los quenitas se apartaron de los amalecitas.

[7] Batió Saúl a los amalecitas desde Javilá, en dirección de Sur que está al este de Egipto. [8] Capturo vivo a Agag, rey de los amalecitas, y pasó a todo el pueblo a filo de espada en cumplimiento del anatema. [9] Pero Saúl y la tropa perdonaron a Agag y a lo más escogido del ganado mayor y menor, las reses cebadas y los corderos y todo lo bueno. No quisieron consagrarlo al anatema, pero consagraron al anatema toda la hacienda vil y sin valor. [10] Le fue dirigida la palabra de Dios a Samuel diciendo: [11] «Me arrepiento de haber dedo la realeza a Saúl, porque se ha apartado de mí y no ha ejecutado mis órdenes.» Se conmovió Samuel y estuvo clamando a Yahveh toda la noche. [12] Se levantó Samuel por la mañana al encuentro de Saúl. Avisaron a Samuel: «Saúl ha ido a Carmelo y se ha erigido un moCapento; después ha seguido y ha bajado a Guilgal.» [13] Llegó Samuel donde Saúl y éste dijo: «Bendito seas de Yahveh. Ya he ejecutado la orden de Yahveh.» [14] Pero Samuel preguntó: «¿Y qué son esos balidos que vienen a mis oídos y esos mugidos que oigo?» [15] Respondió Saúl: «Los hemos traído de Amalec porque el pueblo ha perdonado lo mejor del ganado mayor y menor con intención de ofrecerlo en sacrificio a Yahveh tu Dios. Cuanto a lo demás, lo hemos entregado al anatema.» [16] Pero Samuel dijo a Saúl: «Basta ya y deja que te anuncie lo que Yahveh me ha revelado esta noche.» El le dijo: «Habla.» [17] Entonces Samuel dijo: «Aunque tú eres pequeño a tus propios ojos ¿no eres el jefe de las tribus de Israel? Yahveh te ha ungido rey de Israel.

[18] Yahveh te ha enviado por el camino y te ha dicho: «Vete, y consagra al anatema a estos pecadores, los amalecitas, hazles la guerra hasta el exterminio". [19] Por qué no has escuchado a Yahveh? ¿Por qué te has lanzado sobre el botín y has hecho lo que desagrada a Yahveh?» [20] Saúl respondió a Samuel: «¡Yo he obedecido a Yahveh! Anduve por el camino por el que me envió, he traído a Agag, rey de Amalec, y he entregado al anatema a los amalecitas. [21] Del botín, el pueblo ha tomado el ganado mayor y menor, lo mejor del anatema, para sacrificarlo a Yahveh tu Dios en Guilgal.» [22] Pero Samuel dijo: ¿Acaso se complace Yahveh en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la palabra de Yahveh? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros. [23] Como pecado de hechicería es la rebeldía, crimen de terafim la contumacia. Porque has rechazado la palabra de Yahveh, él te rechaza para que no seas rey.

[24] Saúl dijo a Samuel: «He pecado traspasando la orden de Yahveh y tus mandatos, porque tuve miedo al pueblo y le escuché. [25] Ahora, pues, perdona mi pecado, por favor, y ven conmigo para que adore a Yahveh.» [26] Pero Samuel respondió a Saúl: «No iré más contigo; ya que has rechazado la palabra de Yahveh, Yahveh te ha rechazado para que no seas rey de Israel.» [27] Y como Samuel se volviera para marcharse, le asió Saúl el extremo del manto, que se desgarró, [28] y Samuel dijo: «Hoy te ha desgarrado Yahveh el reino de Israel y se lo ha dado a otro mejor que tú.» [29] (Y la Gloria de Israel no miente ni se arrepiente, porque no es un hombre para arrepentirse).

[30] Saúl dijo: «He pecado, pero, con todo, te ruego que me honres ahora delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel y vengas conmigo para que adore a Yahveh tu Dios.» [31] Volvió Samuel con Saúl y éste adoró a Yahveh. [32] Después dijo Samuel: «Traedme a Agag, rey de los amalecitas», y vino Agag hacia él y se resistía diciendo: «En verdad es amarga la muerte.» [33] Samuel dijo: «Como tu espada ha privado a las mujeres de sus hijos, así entre las mujeres, privada de su hijo será tu madre», y Samuel despedazó a Agag ante Yahveh en Guilgal. [34] Partió Samuel para Ramá, y Saúl subió a su casa en Guibeá de Saúl. [35] Samuel no vio más a Saúl hasta el día de su muerte. Y lloraba Samuel por Saúl, pero Yahveh se había arrepentido de haberle hecho rey de Israel.

Capítulo 16

[1] Dijo Yahveh a Samuel: «¿Hasta cuándo vas a estar llorando por Saúl, después que yo le he rechazado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite y vete. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí.» [2] Samuel replicó: «¿Cómo voy a ir? Se enterará Saúl y me matará.» Respondió Yahveh: «Lleva contigo una becerra y di: «He venido a sacrificar a Yahveh.» [3] Invitarás a Jesé al sacrificio y yo te indicaré lo que tienes que hacer, y me ungirás a aquel que yo te diga.» [4] Hizo Samuel lo que Yahveh le había ordenado y se fue a Belén. Salieron temblando a su encuentro los ancianos de la ciudad y le preguntaron: «¿Es de paz tu venida, vidente?» [5] Samuel respondió: «Sí; he venido a sacrificar a Yahveh. Purificaos y venid conmigo al sacrificio.» Purificó a Jesé y a sus hijos y les invitó al sacrificio. [6] Cuando ellos se presentaron vio a Eliab y se dijo: «Sin duda está ante Yahveh su ungido.» [7] Pero Yahveh dijo a Samuel: «No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón.» [8] Llamó Jesé a Abinadab y le hizo pasar ante Samuel, que dijo: «Tampoco a éste ha elegido Yahveh.» [9] Jesé hizo pasar a Sammá, pero Samuel dijo: «Tampoco a éste ha elegido Yahveh.» [10] Hizo pasar Jesé a sus siete hijos ante Samuel, pero Samuel dijo: «A ninguno de éstos ha elegido Yahveh.» [11] Preguntó, pues, Samuel a Jesé: «¿No quedan ya más muchachos?» El respondió: «Todavía falta el más pequeño, que está guardando el rebaño.» Dijo entonces Samuel a Jesé: «Manda que lo traigan, porque no comeremos hasta que haya venido.» [12] Mandó, pues, que lo trajeran; era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia. Dijo Yahveh: «Levántate y úngelo, porque éste es.» [13] Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos. Y a partir de entonces, vino sobre David el espíritu de Yahveh. Samuel se levantó y se fue a Ramá.

[14] El espíritu de Yahveh se había apartado de Saúl y un espíritu malo que venía de Yahveh le perturbaba. [15] Dijéronle, pues, los servidores de Saúl: «Mira, un espíritu malo de Dios te aterroriza; [16] permítenos, señor, que tus siervos que están en tu presencia te busquen un hombre que sepa tocar la cítara, y cuando te asalte el espíritu malo de Dios tocará y te hará bien.» [17] Dijo Saúl a sus servidores: «Buscadme, pues, un hombre que sepa tocar bien y traédmelo.» [18] Tomó la palabra uno de los servidores y dijo: «He visto a un hijo de Jesé el belemita que sabe tocar; es valeroso, buen guerrero, de palabra amena, de agradable presencia y Yahveh está con él.» [19] Despachó Saúl mensajeros a Jesé que le dijeran: «Envíame a tu hijo David, el que está con el rebaño.» [20] Tomó Jesé cinco panes, un odre de vino y un cabrito y lo envió a Saúl con su hijo David.

[21] Llegó David donde Saúl y se quedó a su servicio. Saúl le cobró mucho afecto y le hizo su escudero. [22] Mandó Saúl a decir a Jesé: «Te ruego que tu hijo David se quede a mi servicio, porque ha hallado gracia a mis ojos.» [23] Cuando el espíritu de Dios asaltaba a Saúl, tomaba David la cítara, la tocaba, Saúl, encontraba calma y bienestar y el espíritu malo se apartaba de él.

Capítulo 17

[1] Reunieron los filisteos sus tropas para la guerra y se concentraron en Soko de Judá, acampando entre Soko y Azeca, en Efes Dammim. [2] Se reunieron Saúl y los hombres de Israel, acamparon en el valle del Terebinto y se ordenaron en batalla frente a los filisteos. [3] Ocupaban los filisteos una montaña por un lado y los israelitas ocupaban la montaña frontera, quedando el valle por medio. [4] Salió de las filas de los filisteos un hombre de las tropas de choque, llamado Goliat, de Gat, de seis codos y un palmo de estatura; [5] tenía un yelmo de bronce sobre su cabeza y estaba revestido de una coraza de escamas, siendo el peso de la coraza 5.000 siclos de bronce. [6] Tenía en las piernas grebas de bronce y una jabalina de bronce entre los hombros.

[7] El asta de su lanza era como enjullo de tejedor y la punta de su lanza pesaba seiscientos siclos de hierro. Su escudero le precedía. [8] Goliat se plantó y gritó a las filas de Israel diciéndoles: «¿Para qué habéis salido a poneros en orden de batalla? ¿Acaso no soy yo filisteo y vosotros servidores de Saúl? Escogeos un hombre y que baje contra mí. [9] Si es capaz de pelear conmigo y me mata, seremos vuestros esclavos pero si yo le venzo y le mato, seréis nuestros esclavos y nos serviréis.» [10] Y añadió el filisteo: «Yo desafío hoy a las filas de Israel; dadme un hombre y lucharemos mano a mano.» [11] Oyó Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo y se consternaron y se llenaron de miedo. [12] Era David hijo de un efrateo de Belén de Judá, llamado Jesé, que tenía ocho hijos. En tiempo de Saúl este hombre era ya anciano, muy entrado en años.

[13] Los tres hijos mayores de Jesé se fueron a la guerra con Saúl; el nombre de los tres hijos suyos que marcharon a la guerra era Eliab, el primogénito, Abinadab, el segundo, y Sammá, el tercero. [14] David era el más pequeño; cuanto a los tres mayores, habían seguido a Saúl. [15] (David alternaba sus viajes al campamento de Saúl con el cuidado del rebaño de su padre en Belén). [16] El filisteo se acercaba mañana y tarde y se presentó así durante cuarenta días. [17] Jesé dijo a su hijo David: «Lleva a tus hermanos esta medida de trigo tostado y estos diez panes y corre al campamento a donde tus hermanos. [18] Y estos diez requesones llévalos al jefe de millar; entérate de la salud de tus hermanos y toma señal de recibo de ellos.

[19] Están Saúl, ellos y todos los hombres de Israel en el valle del Terebinto, guerreando con los filisteos.» [20] Se levantó David de madrugada, dejó el rebaño al guarda y, tomado las cosas, se fue como le había mandado Jesé, y llegó al círculo del campamento justo cuando salía el ejército para ordenarse en batalla, lanzando el grito de guerra. [21] Israel y los filisteos se pusieron en orden de batalla, fila contra fila. [22] Dejó David las cosas en manos del guardia de la impedimenta y corrió a las filas y fue a preguntar a sus hermanos cómo estaban. [23] Mientras hablaba con ellos el hombre de las tropas de choque, llamado Goliat, el filisteo de Gat, subía de las filas de los filisteos, diciendo las mismas palabras, y le oyó David. [24] En viéndole todos los hombres de Israel huyeron delante de él, llenos de miedo.

[25] Los hombres de Israel decían: «¿Habéis visto a este hombre que sube? Sube a provocar a Israel. A quien lo mate colmará el rey de grandes riquezas y le dará su hija y librará de tributo la casa de su padre en Israel.» [26] Preguntó, pues, David a los hombres que estaban a su lado: «¿Qué se hará al hombre que mate a ese filisteo y aparte la afrenta de Israel? Pues ¿quién es ese filisteo incircunciso para injuriar a las huestes de Dios vivo?» [27] Y el pueblo le repitió las mismas palabras: «Así se hará al hombre que lo mate.» [28] Se enteró Eliab, su hermano mayor, de su pregunta a los hombres y se encendió en cólera Eliab contra David, y le dijo: «¿Para qué has bajado, y a quién has dejado aquel pequeño rebaño en el desierto? Ya sé yo tu atrevimiento y la maldad de tu corazón. Has bajado para ver la batalla.» [29] Respondió David: «Pues ¿qué he hecho yo? ¿es que uno no puede hablar?» [30] Y volviéndose se dirigió a otro y preguntó lo mismo y la gente le respondió como la primera vez.

[31] Fueron oídas las palabras que decía David y se lo contaron a Saúl, que le hizo venir. [32] Dijo David a Saúl: «Que nadie se acobarde por ése. Tu siervo irá a combatir con ese filisteo.» [33] Dijo Saúl a David: «No puedes ir contra ese filisteo para luchar con él, porque tú eres un niño y él es hombre de guerra desde su juventud.» [34] Respondió David a Saúl: «Cuando tu siervo estaba guardando el rebaño de su padre y venía el león o el oso y se llevaba una oveja del rebaño, [35] salía tras él, le golpeaba y se la arrancaba de sus fauces, y si se revolvía contra mí, lo sujetaba por la quijada y lo golpeaba hasta matarlo. [36] Tu siervo ha dado muerte al león y al oso, y ese filisteo incircunciso será como uno de ellos, pues ha insultado a las huestes de Dios vivo.» [37] Añadió David: «Yahveh que me ha librado de las garras del león y del oso, me librará de la mano de ese filisteo.» Dijo Saúl a David: «Vete, y que Yahveh sea contigo.» [38] Mandó Saúl que vistieran a David con sus propios vestidos y le puso un casco de bronce en la cabeza y le cubrió con una coraza.

[39] Ciñó a David su espada sobre su vestido. Intentó David caminar, pues aún no estaba acostumbrado, y dijo a Saúl: «No puedo caminar con esto, pues nunca lo he hecho.» Entonces se lo quitaron. [40] Tomó su cayado en la mano, escogió en el torrente cinco cantos lisos y los puso en su zurrón de pastor, en su morral , y con su honda en la mano se acercó al filisteo. [41] El filisteo fue avanzando y acercándose a David, precedido de su escudero. [42] Volvió los ojos el filisteo, y viendo a David, lo despreció, porque era un muchacho rubio y apuesto. [43] Dijo el filisteo a David: «¿Acaso soy un perro, pues vienes contra mí con palos?» Y maldijo a David el filisteo por sus dioses, [44] y dijo el filisteo a David: «Ven hacia mí y daré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo.» [45] Dijo David al filisteo: «Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en nombre de Yahveh Sebaot, Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado.

[46] Hoy mismo te entrega Yahveh en mis manos, te mataré y te cortaré la cabeza y entregaré hoy mismo tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra, y sabrá toda la tierra que hay Dios para Israel. [47] Y toda esta asamblea sabrá que no por la espada ni por la lanza salva Yahveh, porque de Yahveh es el combate y os entrega en nuestras manos.» [48] Se levantó el filisteo y fue acercándose al encuentro de David; se apresuró David, salió de las filas y corrió al encuentro del filisteo. [49] Metió su mano David en su zurrón, sacó de él una piedra, la lanzó con la honda e hirió al filisteo en la frente; la piedra se clavó en su frente y cayó de bruces en tierra. [50] Y venció David al filisteo con la honda y la piedra; hirió al filisteo y le mató sin tener espada en su mano. [51] Corrió David, se detuvo sobre el filisteos y tomando la espada de éste de sacó de su vaina, le mató y le cortó la cabeza. Viendo los filisteos que había muerto su campeón, huyeron.

[52] Se levantaron los hombres de Israel y de Judá y, lanzando el grito de guerra, persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Ecrón. Los cadáveres de los filisteos cubrían el camino, desde Saaráyim hasta Gat y Ecrón. [53] Cuando los hijos de Israel regresaron de perseguir sañudamente a los filisteos, saquearon el campamento. [54] Tomó David la cabeza del filisteo, y la llevó a Jerusalén; pero sus armas las colocó en su tienda. [55] Cuando Saúl vio a David salir al encuentro del filisteo, preguntó a Abner, jefe del ejército: «¿De quién es hijo este muchacho, Abner?» Abner respondió: «Por tu vida, oh rey, que no lo sé.» [56] El rey dijo: «Pregunta de quién es hijo este muchacho.» [57] Cuando volvió David de matar al filisteo, le tomó Abner y le llevó ante Saúl con la cabeza del filisteo en la mano .

[58] Saúl le preguntó: «¿De quién eres hijo, muchacho?» David respondió: «De tu siervo Jesé, de Belén.»

Capítulo 18

[1] En acabando de hablar David a Saúl, el alma de Jonatán se apegó al alma de David, y le amó Jonatán como a sí mismo. [2] Le retuvo Saúl aquel día y no le permitió regresar a casa de su padre. [3] Hizo Jonatán alianza con David, pues le amaba como a sí mismo. [4] Se quitó Jonatán el manto que llevaba y se lo dio a David, su vestido y también su espada, su arco y su cinturón. [5] David lograba éxito en todas las campañas que Saúl le encomendaba, y le puso Saúl al frente de hombres de guerra, y se hizo querer de todo el pueblo, también de los servidores de Saúl. [6] A su regreso, cuando volvió David de matar al filisteo, salían las mujeres de todas la ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl para cantar danzando al son de adufes y triángulos con cantos de alegría.

[7] Las mujeres, danzando, cantaban a coro: «Saúl mató sus millares y David sus miríadas. [8] Irritóse mucho Saúl y le disgustó el suceso, pues decía: «Dan miríadas a David y a mí millares; sólo le falta ser rey.» [9] Y desde aquel día en adelante miraba Saúl a David con ojos de envidia. [10] Al día siguiente se apoderó de Saúl un espíritu malo de Dios y deliraba en medio de la casa; David tocaba como otras veces. Tenía Saúl la lanza en la mano. [11] Blandió Saúl la lanza y dijo: «Voy a clavar a David en la pared.» Pero David le esquivó dos veces. [12] Temía Saúl a David porque Yahveh estaba con David y de Saúl se había apartado [13] y le alejó Saúl de junto a sí, nombrándole jefe de mil y entraba y salía a la cabeza de la tropa.

[14] David ejecutaba con éxito todas sus empresas y Yahveh estaba con él. [15] Viendo Saúl que tenía mucho éxito le temió. [16] Todo Israel y Judá quería a David, pues salía y entraba a la cabeza de ellos. [17] Dijo Saúl a David: «Voy a darte por mujer a mi hija mayor Merab, tan sólo con que me seas valeroso y luches las batallas de Yahveh.» Saúl se había dicho: «Que no muera por mi mano, sino por mano de los filisteos.» [18] Dijo David a Saúl: «¿Quién soy yo y cuál es mi linaje, la casa de mi padre en Israel, para ser yerno del rey?» [19] Pero cuando llegó el tiempo de entregar a Merab, la hija de Saúl, a David, fue entregada a Adriel de Mejolá.

[20] Mikal, hija de Saúl, se enamoró de David; se lo dijeron a Saúl y le agradó la noticia. [21] Dijo Saúl: «Se la entregaré, pero será para él un lazo, pues caerá sobre él la mano de los filisteos.» (Saúl, pues, dijo dos veces a David: «Ahora serás mi yerno.») [22] Ordenó Saúl a sus servidores: «Insinuad a David: Mira que el rey te estima; también te estiman todos sus servidores; procura ser yerno del rey.» [23] Los servidores de Saúl dijeron estas palabras a oídos de David y David replicó: «¿Os parece sencillo ser yerno del rey? Yo soy un hombre pobre y ruin.» [24] Comunicaron a Saúl sus servidores: «Estas palabras ha dicho David.» [25] Respondió Saúl: «Decid así a David: No quiere el rey dote, sino cien prepucios de filisteos para vengarse de los enemigos del rey.» Tramaba el rey hacer sucumbir a David a manos de los filisteos.

[26] Los servidores comunicaron a David estas palabras y la cosa pareció bien a David para llegar a ser yerno del rey. No se había cumplido el plazo, [27] cuando se levantó David y partió con sus hombres. Mató a los filisteos doscientos hombres y trajo David sus prepucios que entregó cumplidamente al rey para ser yerno del rey. Saúl le dio a su hija Mikal por mujer. [28] Temió Saúl, pues sabía que Yahveh estaba con David y que toda la casa de Israel le amaba. [29] Aumentó el temor de Saúl hacia David y fue siempre hostil a David. [30] Salían los jefes de los filisteos, pero en todas sus incursiones obtenía David más éxito que los demás servidores de Saúl, y su nombre se hizo muy famoso.

Capítulo 19

[1] Saúl dijo a su hijo Jonatán y a todos sus servidores que haría morir a David; pero Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David, [2] y avisó Jonatán a David diciéndole: «Mi padre Saúl te busca para matarte. Anda sobre aviso mañana por la mañana; retírate a un lugar oculto y escóndete. [3] Yo saldré y estaré junto a mi padre en el campo, donde tú estés, y hablaré por ti a mi padre; veré lo que hay y te avisaré.» [4] Habló Jonatán a Saúl su padre en favor de David y dijo: «No peque el rey contra su siervo David, porque él no ha pecado contra ti, sino que te ha hecho grandes servicios. [5] Puso su vida en peligro, mató al filisteo y concedió Yahveh una gran victoria para todo Israel. Tú lo viste y te alegraste. ¿Por qué, pues, vas a pecar contra sangre inocente haciendo morir a David sin motivo?» [6] Escuchó Saúl las palabras de Jonatán y juró: «¡Vive Yahveh!, no morirá.» [7] Llamó entonces Jonatán a David, le contó todas estas palabras y llevó a David donde Saúl, y se quedó a su servicio como antes.

[8] Reanudada la guerra, partió David para combatir a los filisteos, les causó una gran derrota y huyeron ante él. [9] Se apoderó de Saúl un espíritu malo de Yahveh; estaba sentado en medio de la casa con su lanza en su mano y David tocaba. [10] Intentó Saúl clavar con su lanza a David en la pared; esquivó David a Saúl y la lanza se clavó en la pared; huyó David y se puso a salvo. Aquella misma noche [11] envió Saúl gente a la casa de David para vigilarle y matarle por la mañana, pero su mujer Mikal advirtió a David: «Si no te pones a salvo esta misma noche, mañana morirás.» [12] Mikal hizo bajar a David por la ventana. El partió y huyó poniéndose a salvo. [13] Tomó Mikal uno de los terafim y lo puso en el lecho, colocó una estera de pelos de cabra a la cabecera y la cubrió con un vestido.

[14] Cuando Saúl mandó gente para prender a David, ella dijo: «Está enfermo.» [15] Pero Saúl envió de nuevo los emisarios para ver a David y les dijo: «Traédmelo en su lecho, para matarlo.» [16] Entraron los enviados y hallaron un terafim en el lecho y la estera de pelos de cabra en la cabecera. [17] Dijo Saúl a Mikal: «¿Por qué me has engañado y has dejado escapar a mi enemigo para que se salve?» Respondió Mikal a Saúl: «El me dijo: déjame escapar o te mato.» [18] Huyó, pues, David y se puso a salvo, yéndose a donde Samuel, en Ramá, y le contó cuanto Saúl le había hecho. Después, él y Samuel se fueron a habitar en las celdas. [19] Avisaron a Saúl: «Mira, David está en las celdas de Ramá.» [20] Mandó Saúl emisarios para prender a David; vieron éstos la agrupación de los profetas en trance de profetizar, con Samuel a la cabeza. Vino sobre los emisarios de Saúl el espíritu de Dios y también ellos se pusieron en trance.

[21] Se lo comunicaron a Saúl y envió nuevos emisarios que también se pusieron en trance. Saúl volvió a enviar mensajeros por tercera vez y también éstos se pusieron en trance. [22] Entonces partió él mismo para Ramá y llegó a la gran cisterna de la era que está en Seku y preguntó: «¿Dónde están Samuel y David?», y le dijeron: «Están en las celdas de Ramá.» [23] Se fue de allí a las celdas de Ramá y vino también sobre él el espíritu de Dios e iba caminando en trance hasta que llegó a las celdas de Ramá. [24] También él se quitó sus vestidos y se puso en trance profético ante Samuel, y quedó desnudo en tierra todo aquel día y toda aquella noche, por lo que se suele decir: «¿Conque también Saúl entre los profetas?»

Capítulo 20

[1] Huyó David de las celdas de Ramá y se fue a decir a Jonatán: «¿Qué he hecho, cuál es mi falta y en qué he pecado contra tu padre para que busque mi muerte?» [2] Jonatán le dijo: «De ninguna manera, no morirás. Mi padre no hace ninguna cosa, grande o pequeña, sin descubrírmela; ¿por qué me había de ocultar mi padre este asunto? ¡No puede ser!» [3] Pero David volvió a jurar: «Sabe muy bien tu padre que me tienes mucho afecto y se ha dicho: «Que no lo sepa Jonatán para que no se apene.» Y, con todo, por Yahveh y por tu vida, que no hay más que un paso entre yo y la muerte.» [4] Dijo Jonatán a David: «Dime lo que deseas y te lo haré.» [5] Dijo David a Jonatán: «Mira, mañana es el novilunio; yo tendría que sentarme con el rey a comer, pero tú me dejarás marchar y me esconderé en el campo hasta la noche. [6] Si tu padre nota mi ausencia, dirás: «David me ha pedido con insistencia que le deje hacer una escapada a Belén, su ciudad, porque se celebra el sacrificio anual de toda la familia.» [7] Si tu padre dice: «Está bien,» tu siervo está a salvo; pero si se enfurece, sabrás que por su parte está decretada la ruina.

[8] Haz este favor a tu siervo ya que hiciste que tu siervo estableciera contigo alianza de Yahveh; si hay falta en mí, dame tú mismo la muerte; ¿para qué llevarme hasta tu padre?» [9] Respondió Jonatán: «¡Lejos de ti! Si yo supiera con certeza que por parte de mi padre está decretado que venga la ruina sobre ti, ¿no te lo avisaría?» [10] Respondió David a Jonatán: «¿Quién me avisará si tu padre te responde con aspereza?» [11] Respondió Jonatán a David: «Ven, salgamos al campo.» Y salieron ambos al campo. [12] Dijo Jonatán a David: «Por Yahveh, Dios de Israel, te juro que mañana a esta misma hora sondearé a mi padre; si la cosa se pone bien para David y no envío quien te lo haga saber, [13] que Yahveh haga esto a Jonatán y añada esto otro. Si mi padre decide hacerte mal, te lo haré saber para que te pongas a salvo y vayas en paz. Y que Yahveh sea contigo como lo fue con mi padre.

[14] Si para entonces estoy vivo todavía, usa conmigo la bondad de Yahveh y, si muerto, [15] nunca apartes tu misericordia de mi casa. Y cuando Yahveh haya exterminado a los enemigos de David de la faz de la tierra, [16] que no sea exterminado Jonatán con la casa de Saúl; de lo contrario, que Yahveh pida cuentas a David.» [17] Juró de nuevo Jonatán a David por el amor que le tenía, pues le amaba como a sí mismo. [18] Jonatán le dijo: «Mañana es novilunio y se notará tu ausencia, porque mirarán tu asiento. [19] Pasado mañana se notará más; tú irás al sitio en que te escondiste el día del suceso aquel, y te pones junto a la loma que tú sabes.

[20] Ese mismo día iré a lanzar flechas por esa parte, como para tirar al blanco. [21] Mandaré al muchacho: «Anda, busca la flecha.» Si digo al muchacho: «La flecha está más acá de ti, tómala,» vienes, porque todo va bien para ti y no hay nada, por Yahveh. [22] Pero si digo al muchacho: «La flecha está más allá de ti,» vete, porque Yahveh quiere que te vayas. [23] Cuanto a la palabra que tú y yo tenemos hablada, mira, Yahveh está entre los dos para siempre.» [24] David se escondió en el campo. Llegado el novilunio, el rey se puso a la mesa para comer. [25] Se sentó el rey en su asiento, como de costumbre, en el asiento de la pared; Jonatán se sentó enfrente y Abner al lado de Saúl; el asiento de David quedó vacío.

[26] Saúl no dijo nada aquel día, porque pensó: «Será un accidente, no estará puro por no haberse purificado.» [27] Al día siguiente del novilunio, el segundo día, se fijaron en el asiento de David, y Saúl dijo a su hijo Jonatán: ¿Por qué no ha venido a comer ni ayer ni hoy el hijo de Jesé?» [28] Jonatán respondió a Saúl: «David me pidió con insistencia poder ir a Belén. [29] Me dijo: «Déjame ir, por favor, porque es nuestro sacrificio de familia en la ciudad y mis hermanos me han reclamado. Así que, si he hallado gracia a tus ojos, déjame hacer una escapada para ver a mis hermanos.» Por esto no ha venido a la mesa del rey.» [30] Se encendió la cólera de Saúl contra Jonatán y le dijo: «¡Hijo de una perdida! ¿Acaso no sé yo que prefieres al hijo de Jesé para vergüenza tuya y vergüenza de la desnudez de tu madre? [31] Pues mientras viva sobre el suelo el hijo de Jesé, no estarás a salvo ni tú ni tu realeza; así que manda a buscarlo y tráemelo, porque es reo de muerte.» [32] Respondió Jonatán a su padre Saúl y le dijo: «¿Por qué ha de morir? ¿Qué ha hecho?» [33] Blandió Saúl su lanza contra él para herirle y comprendió Jonatán que por parte de su padre la muerte de David era cosa decidida.

[34] Se levantó Jonatán de la mesa ardiendo en ira y no comió el segundo día del novilunio, pues estaba afligido por David, porque su padre le había injuriado. [35] A la mañana siguiente salió Jonatán con un muchacho al campo, a la hora acordada con David. [36] Dijo al muchacho: «Corre a buscar las flechas que voy a tirar.» Corrió el muchacho, y entonces Jonatán lanzó las flechas más allá de él. [37] Cuando el muchacho llegaba al lugar donde había lanzado la flecha Jonatán, éste gritó detrás de él: «¿ Acaso no está la flecha más allá de ti?», [38] y siguió gritando detrás del muchacho: «Pronto, date prisa, no te detengas.» Tomó el muchacho de Jonatán la flecha y volvió donde su señor. [39] El muchacho no se enteró de nada. Solamente lo entendían Jonatán y David.

[40] Dio Jonatán sus armas al muchacho que estaba con él y le dijo: «Anda, llévalas a la ciudad.» [41] Se marchó el muchacho y David se levantó de junto a la loma y, cayendo sobre su rostro en tierra, se postró tres veces. Se abrazaron los dos y lloraron copiosamente. [42] Dijo Jonatán a David: Vete en paz, ya que nos hemos jurado en nombre de Yahveh: «Que Yahveh esté entre tú y yo, entre mi descendencia y la tuya para siempre.»»

Capítulo 21

[1] Se levantó David y se fue, y Jonatán volvió a la ciudad. [2] Llegó David a Nob, donde el sacerdote Ajimélek; vino Ajimélek temblando al encuentro de David y le preguntó: « Por qué vienes solo y no hay nadie contigo?» [3] Respondió David al sacerdote Ajimélek: «El rey me ha dado una orden y me ha dicho: «Que nadie sepa el asunto a que te mando y lo que te ordeno.» A los muchachos los he citado en tal lugar. [4] Así pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes o lo que haya.» [5] Respondió el sacerdote a David: «No tengo a mano pan profano, pero hay pan consagrado, si es que los muchachos se han abstenido al menos del trato con mujeres.» [6] Respondió David al sacerdote:» Ciertamente que la mujer nos está prohibida, como siempre que salgo a campaña, y los cuerpos de los muchachos están puros; aunque es un viaje profano, cierto que hoy sus cuerpos están puros.» [7] Diole entonces el sacerdote panes consagrados, porque no había allí otro pan sino el pan de la presencia, el retirado de delante de Yahveh para colocar pan reciente el día que tocaba retirarlo.

[8] Estaba allí aquel día uno de los servidores de Saúl, detenido ante Yahveh; se llamaba Doeg, edomita, el más robusto de los pastores de Saúl. [9] Dijo David a Ajimélek: «¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Porque ni siquiera he cogido mi espada y mis armas, pues urgía la orden del rey.» [10] Respondió el sacerdote: «Ahí está la espada de Goliat el filisteo que mataste en el valle del Terebinto, envuelta en un paño detrás del efod; si la quieres tómala; fuera de ésta, no hay otra.» Dijo David: «Ninguna mejor. Dámela.» [11] Se levantó David y huyó aquel día de Saúl, yendo donde Akís, rey de Gat. [12] Los servidores de Akís le dijeron: «¿No es este David, rey de la tierra? ¿No es éste a quien cantaban en corro : Saúl mató sus millares y David sus miríadas?» [13] Meditó David estas palabras y temió mucho a Akís, rey de Gat.

[14] Y se fingió demente ante sus ojos haciéndose el loco en medio de ellos; tamborileaba sobre el batiente de la puerta y dejaba caer la saliva sobre su barba. [15] Dijo pues Akís a sus servidores: «Mirad, este hombre está loco. ¿Para qué me lo habéis traído? [16] ¿Es que me hacen falta locos, que me habéis traído a este para que haga el loco a mi costa? ¿Va a entrar éste en mi casa?»

Capítulo 22

[1] Yéndose de allí David se refugió en la caverna de Adullam. Lo supieron sus hermanos y toda la casa de su padre y bajaron allí, junto a él. [2] Todos los entrampados y desesperados se unieron a él y fue jefe de ellos. Había con él unos cuatrocientos hombres. [3] De allí se fue David a Mispé de Moab y dijo al rey de Moab: «Permite que mi padre y mi madre se queden con vosotros hasta que yo sepa qué va a hacer conmigo Dios.» [4] Los dejó con el rey de Moab, y se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio. [5] El profeta Gad dijo a David: «No te quedes en el refugio. Vete y penetra en las tierras de Judá.» Partió David y entró en el bosque de Jéret. [6] Oyó Saúl que David y los hombres que estaban con él habían sido descubiertos. Estaba Saúl en Guibeá, en el alto, debajo del tamarisco, con la lanza en la mano, rodeado de todos sus servidores.

[7] Dijo Saúl a todos los servidores que le rodeaban: «Oídme todos, benjaminitas: ¿también a cada uno de vosotros os va a dar el hijo de Jesé campos y viñas y os va a nombrar a todos jefes de millares y jefes de cien, [8] pues conspiráis todos contra mí y no ha habido quien me descubriera la alianza de mi hijo con el hijo de Jesé, nadie que se compadeciera de mí y me avisara que mi hijo hacía que mi servidor atentase contra mí, como ocurre hoy mismo?» [9] Respondió Doeg el edomita, que estaba entre los servidores de Saúl: «Yo he visto al hijo de Jesé venir a Nob, donde Ajimélek, hijo de Ajitub. [10] Consultó por él a Yahveh, le dio víveres e incluso llegó a entregarle la espada de Goliat el filisteo.» [11] Mandó el rey llamar al sacerdote Ajimélek, hijo de Ajitub, y a toda la casa de su padre, a los sacerdotes que había en Nob, y vinieron todos donde el rey. [12] Dijo Saúl: «Oye, hijo de Ajitub.» Este respondió: «Aquí estoy, mi señor.» [13] Díjole Saúl: «¿Por qué conspiráis contra mí tú y el hijo de Jesé, pues le diste pan y una espada y consultaste a Dios por él, para que se alzase contra mí, como ahora está sucediendo?» [14] Respondió Ajimélek al rey: «¿Y quién, entre todos tus servidores, es como David, el fiel, el yerno del rey y el jefe de tu guardia personal y honrado en tu propia casa? [15] ¿Es que he comenzado hoy a consultar a Dios por él? ¡Líbreme Dios! No achaque el rey a su siervo y a toda la casa de mi padre una cosa tal porque nada sabe tu siervo de esto, ni poco ni mucho.» [16] Respondió el rey: «Vas a morir, Ajimélek, tú y toda la casa de tu padre.» [17] Dijo pues el rey a los corredores que estaban a su lado: «Acercaos y dad muerte a los sacerdotes de Yahveh porque también su mano está con David y, sabiendo que él huía, no me lo hicieron saber.» Pero los servidores del rey no quisieron alzar su mano para herir a los sacerdotes de Yahveh.

[18] Dijo, pues, el rey a Doeg: «Acércate tú y hiere a los sacerdotes.» Acercóse Doeg el edomita y él mismo hirió a los sacerdotes; mató aquel día a 85 hombres que llevaban efod de lino. [19] Saúl pasó a filo de espada a Nob, la ciudad de los sacerdotes, hombres, mujeres, niños y lactantes, bueyes, asnos y ovejas, todos a cuchillo. [20] Pudo escapar un hijo de Ajimélek, hijo de Ajitub, llamado Abiatar, y huyó donde David. [21] Abiatar notificó a David que Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Yahveh. [22] David dijo a Abiatar: «Ya sabía yo aquel día que, estando allí Doeg el edomita, no dejaría de avisar a Saúl. Yo soy el responsable de todas las vidas de la casa de tu padre. [23] Quédate conmigo y no temas, que quien busca tu muerte busca la mía, y junto a mí estarás bien custodiado.»

Capítulo 23

[1] Avisaron a David: «Mira, los filisteos están atacando a Queilá y han saqueado las eras.» [2] Consultó David a Yahveh: «¿Debo ir a batir a esos filisteos?» Yahveh respondió a David: «Vete, batirás a los filisteos y salvarás a Queilá.» [3] Dijeron a David sus hombres: «Mira, ya en Judá estamos con temor ¿y todavía vamos a marchar a Queilá contra las huestes de los filisteos?» [4] David consultó de nuevo a Yahveh. Yahveh respondió: «Levántate, baja a Queilá porque he entregado a los filisteos en tus manos.» [5] Fue David con sus hombres a Queilá, atacó a los filisteos, se llevó sus rebaños, les causó una gran mortandad y libró David a los habitantes de Queilá. [6] Cuando Abiatar, hijo de Ajimélek, huyó a donde David, descendió también a Queilá, llevando en su mano el efod.

[7] Se avisó a Saúl que David había entrado en Queilá y dijo: «Dios lo ha entregado en mis manos, pues él mismo se ha encerrado yendo a una ciudad con puertas y cerrojos.» [8] Llamó Saúl a todo el pueblo a las armas para bajar a Queilá y cercar a David y sus hombres. [9] Supo David que Saúl tramitaba su ruina, y dijo al sacerdote Abiatar: «Acerca el efod.» [10] Dijo David: «Yahveh, Dios de Israel, tu siervo ha oído que Saúl intenta venir a Queilá para destruir la ciudad por mi causa. [11] ¿Descenderá de verdad Saúl como tu siervo ha oído? Yahveh, Dios de Israel, hazlo saber por favor a tu siervo.» Yahveh respondió: «Bajará.» [12] Preguntó David: «¿Me entregarán los vecinos de Queilá, a mí y a mis hombres, en manos de Saúl?» Respondió Yahveh: «Te entregarán.» [13] Se levantó David con sus hombres, que eran unos trescientos; salieron de Queilá, y anduvieron errando. Avisaron a Saúl que David se había escapado de Queilá y suspendió la expedición.

[14] David se asentó en el desierto, en refugios, y se quedó en la montaña del desierto de Zif; Saúl le buscaba sin cesar, pero Dios no le entregó en sus manos. [15] Se enteró David de que Saúl había salido a campaña para buscar su muerte. Estaba entonces David en el desierto de Zif, en Jorsa. [16] Jonatán, hijo de Saúl, se levantó y fue donde David, en Jorsa, le dio ánimos en Dios, [17] y le dijo: «No temas, porque la mano de Saúl, mi padre, no te alcanzará; tú reinarás sobre Israel y yo seré tu segundo. Hasta mi padre Saúl lo tiene sabido.» [18] Hicieron ambos una alianza ante Yahveh; David se quedó en Jorsa, y Jonatán se volvió a su casa. [19] Subieron algunos zifitas a Guibeá, donde Saúl, para decirle: «¿No se esconde David entre nosotros, en los refugios de Jorsa, en la colina de Jakilá, que está al sur de la estepa? [20] Tú deseas con toda tu alma, oh rey, descender. Desciende y es cosa nuestra entregarlo en manos del rey.» [21] Respondió Saúl: «Que Yahveh os bendiga por haberos compadecido de mí.

[22] Id, pues; aseguraos bien, enteraos, mirad el lugar donde se pone su pie y quién le ha visto allí, porque me han dicho que es muy astuto. [23] Mirad y reconoced todos los escondrijos en que pueda esconderse, y volved a mí cuando estéis seguros y subiré con vosotros, y si está en la comarca le rebuscaré entre todas las familias de Judá.» [24] Se levantaron y se fueron a Zif, precediendo a Saúl. Estaban David y sus hombres en el desierto de Maón, en la llanura, al sur del desierto. [25] Fue Saúl con sus hombres en su busca; avisaron a David y bajó al tajo que está en el desierto de Maón. Lo oyó Saúl y persiguió a David en el desierto de Maón. [26] Iba Saúl y sus hombres por un lado de la montaña, y David y sus hombres por el lado de la otra. Huía David a toda prisa ante Saúl, mientras Saúl y sus hombres intentaban pasar a la parte de David y sus hombres para apresarlos, [27] cuando he aquí que llegó un mensajero a Saúl y le dijo: «Date prisa y ven, porque los filisteos han invadido la tierra.» [28] Abandonó Saúl la persecución de David y marchó al encuentro de los filisteos. Por eso se llamó aquel lugar «Peña de la Separación.»

Capítulo 24

[1] Subió de allí David y se asentó en los refugios de Engadí. [2] Cuando regresó Saúl de perseguir a los filisteos, le avisaron: «David está en el desierto de Engadí.» [3] Tomó entonces Saúl 3.000 hombres selectos de todo Israel y partió en busca de David y de sus hombres al este del roquedal de Yeelim. [4] Llegó a unos rediles de ganado junto al camino; había allí una cueva y Saúl entró en ella para hacer sus necesidades. David y sus hombres estaban instalados en el fondo de la cueva. [5] Los hombres de David le dijeron: «Mira, este es el día que Yahveh te anunció: Yo pongo a tu enemigo en tus manos, haz de él lo que te plazca.» Levantóse David y silenciosamente cortó la punta del manto de Saúl. [6] Después su corazón le latía fuertemente por haber cortado la punta del manto de Saúl, [7] y dijo a sus hombres: «Yahveh me libre de hacer tal cosa a mi señor y de alzar mi mano contra él, porque es el ungido de Yahveh.» [8] David habló con energía a sus hombres para que no se lanzasen contra Saúl. Saúl marchó de la cueva y continuó su camino, [9] tras lo cual se levantó David, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: «¡Oh rey, mi señor!» Volvió Saúl la vista, e inclinándose David, rostro en tierra, se postró ante él, [10] y dijo David a Saúl: «¿Por qué escuchas a las gentes que te dicen: David busca tu ruina? [11] Hoy mismo han visto tus ojos que Yahveh te ha puesto en mis manos en la cueva, pero no he querido matarte, te he perdonado, pues me he dicho: No alzaré mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Yahveh.

[12] Mira, padre mío, mira la punta de tu manto en mi mano; si he cortado la punta de tu manto y no te he matado, reconoce y mira que no hay en mi camino maldad ni crimen, ni he pecado contra ti, mientras que tú me pones insidias para quitarme la vida. [13] Que juzgue Yahveh entre los dos y que Yahveh me vengue de ti, pero mi mano no te tocará, [14] pues como dice el antiguo proverbio: De los malos sale malicia, pero mi mano no te tocará. [15] ¿Contra quién sale el rey de Israel, a quién estás persiguiendo? A un perro muerto, a una pulga. [16] Que Yahveh juzgue y sentencie entre los dos, que él vea y defienda mi causa y me haga justicia librándome de tu mano.» [17] Cuando David hubo acabado de decir estas palabras a Saúl, dijo Saúl: «¿Es ésta tu voz, hijo mío David?» Y alzando Saúl su voz, rompió a llorar, [18] y dijo a David: «Más justo eres tú que yo, pues tú me haces beneficios y yo te devuelvo males; [19] hoy has mostrado tu bondad, pues Yahveh me ha puesto en tus manos y no me has matado.

[20] ¿Qué hombre encuentra a su enemigo y le permite seguir su camino en paz? Que Yahveh te premie por el bien que hoy me has hecho. [21] Ahora tengo por cierto que reinarás y que el reino de Israel se afirmará en tus manos. [22] Ahora, pues, júrame por Yahveh que no exterminarás mi descendencia después de mí y que no borrarás mi nombre de la casa de mi padre.» [23] David se lo juró a Saúl. Saúl se fue a su casa y David y sus hombres subieron al refugio.

Capítulo 25

[1] Samuel murió. Todo Israel se congregó para llorarle y lo sepultaron en su heredad, en Ramá. David se levantó y bajó al desierto de Maón. [2] Había un hombre en Maón que tenía su hacienda en Carmelo. Era un hombre muy rico; poseía 3.000 ovejas y mil cabras. Estaba entonces en Carmelo, esquilando su rebaño. [3] El hombre se llamaba Nabal y su mujer se llamaba Abigaíl; ella era muy prudente y hermosa, pero el hombre era duro y de mala conducta. Era calebita. [4] Supo David en el desierto que Nabal estaba esquilando su rebaño [5] y mandó diez muchachos diciéndoles: «Subid a Carmelo y llegad donde Nabal y le saludáis en mi nombre, [6] y hablad así a mi hermano; Salud para ti, salud para tu casa y salud para todo lo tuyo.

[7] He sabido que estás de esquileo; pues bien, tus pastores han estado con nosotros y nunca les hemos molestado ni han echado en falta nada de lo suyo mientras estuvieron en Carmelo. [8] Pregunta a tus criados y ellos te lo dirán. Que estos muchachos encuentren, pues gracia a tus ojos, ya que hemos venido en un día de fiesta, y dales lo que tengas a mano para tus siervos y tu hijo David.»» [9] Llegaron los muchachos de David, dijeron a Nabal todas estas palabras en nombre de David y se quedaron esperando. [10] Pero Nabal respondió a los servidores de David: «¿Quién es David y quién es el hijo de Jesé? Abundan hoy en día los siervos que andan huidos de sus señores. [11] ¿Voy a tomar acaso mi pan y mi vino y las reses que he sacrificado para los esquiladores y se las voy a dar a unos hombres que no sé de dónde son?» [12] Los muchachos de David dieron la vuelta y se volvieron por su camino, y en llegando le conmunicaron todas estas palabras.

[13] David dijo a sus hombres: «Que cada uno ciña su espada.» Todos ciñeron su espada. También David se ciñó su espada. Subieron detrás de David unos cuatrocientos hombres, quedándose doscientos con el bagaje. [14] Uno de los servidores avisó a Abigaíl, mujer de Nabal, diciendo: «Mira que David ha enviado mensajeros desde el desierto para saludar a nuestro amo, y se ha lanzado contra ellos. [15] Sin embargo, esos hombres han sido muy buenos con nosotros, y nada echamos en falta mientras anduvimos con ellos, cuando estábamos en el campo. [16] Fueron nuestra defensa noche y día todo el tiempo que estuvimos con ellos guardando el ganado. [17] Date cuenta y mira lo que debes hacer, porque ya está decretada la ruina de nuestro amo y de toda la casa, y es un necio al que nada se puede decir. [18] Tomó Abigaíl a toda prisa doscientos panes y dos odres de vino, cinco carneros ya preparados, cinco arrobas de trigo tostado, cien racimos de uvas pasas y doscientos panes de higos secos, y lo cargó sobre unos asnos, [19] diciendo a sus servidores: «Pasad delante de mí, que yo os sigo.» Pero nada dijo a su marido Nabal.

[20] Cuando bajaba ella, montada en el asno, por lo cubierto de la montaña, David y sus hombres bajaban en dirección contraria y se tropezó con ellos. [21] David se decía: «Muy en vano he guardado en el desierto todo lo de este hombre para que nada de lo suyo le faltase, pues me devuelve mal por bien. [22] Esto haga Dios a David y esto otro añada si para el alba dejo con vida ni un solo varón de los de Nabal.» [23] Apenas vio a David, se apresuró Abigaíl a bajar del asno y cayendo ante David se postró en tierra, y [24] arrojándose a sus pies le dijo: «Caiga sobre mí la falta, señor. Deja que tu sierva hable a tus oídos y escucha las palabras de tu sierva. [25] No haga caso mi señor de este necio de Nabal; porque le va bien el nombre: necio se llama y la necedad está con él; yo, tu sierva, no vi a los siervos que mi señor había enviado.

[26] Ahora, mi señor, por Yahveh y por tu vida, por Yahveh que te ha impedido derramar sangre y tomarte la justicia por tu propia mano, que sean como Nabal tus enemigos y los que buscan la ruina de mi señor. [27] Cuanto a este presente que tu sierva ha hecho traer para mi señor, que sea entregado a los muchachos que marchan en pos de mi señor. [28] Perdona, por favor, la falta de tu sierva, ya que ciertamente hará Yahveh una casa permanente a mi señor, pues mi señor combate las batallas de Yahveh y no vendrá mal sobre ti en toda tu vida. [29] Y aunque se alza un hombre para perseguirte y buscar tu vida, la vida de mi señor está encerrada en la bolsa de la vida, al lado de Yahveh tu Dios, mientras que la vida de los enemigos de mi señor la volteará en el hueco de la honda. [30] Cuando haga Yahveh a mi señor todo el bien que te ha prometido y te haya establecido como caudillo de Israel, [31] que no haya turbación ni remordimiento en el corazón de mi señor por haber derramado sangre inocente y haberse tomado mi señor la justicia por su mano; y cuando Yahveh haya favorecido a mi señor. acuérdase de tu sierva.» [32] David dijo a Abigaíl: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro.

[33] Bendita sea tu prudencia y bendita tú misma que me has impedido derramar sangre y tomarme la justicia por mi mano. [34] Pero con todo, vive Yahveh, Dios de Israel, que me ha impedido hacerte mal, que de no haberte apresurado a venir a mi encuentro, no le hubiera quedado a Nabal, al romper el alba, ni un solo varón.» [35] Tomó David de mano de ella lo que le traía y le dijo: «Sube en paz a tu casa; mira, he escuchado tu voz y he accedido a tu petición.» [36] Cuando Abigaíl llegó donde Nabal, estaba celebrando en su casa un banquete regio; estaba alegre su corazón y completamente borracho. No le dijo una palabra, ni grande ni pequeña, hasta el lucir del día. [37] Pero a la mañana, cuando se le pasó el vino a Nabal, le contó su mujer lo sucedido; el corazón se le murió en el pecho y se le quedó como una piedra. [38] Al cabo de unos diez días hirió Yahveh a Nabal y murió.

[39] Oyó David que Nabal había muerto y dijo: «Bendito sea Yahveh que ha defendido mi causa contra la injuria de Nabal y ha preservado a su siervo de hacer mal. Yahveh ha hecho caer la maldad de Nabal sobre su cabeza.» Envió David mensajeros para proponer a Abigaíl que fuera su mujer. [40] Llegaron los mensajeros de David a casa de Abigaíl en Carmelo y le hablaron diciendo: «David nos envía a ti para tomarte por mujer.» [41] Se levantó ella y se postró rostro en tierra diciendo: «Tu sierva es una esclava para lavar los pies de los siervos de mi señor.» [42] Se levantó Abigaíl apresuradamente, montó en su asno y, seguida de cinco de sus siervas, se fue tras los enviados de David y fue su mujer. [43] David había tomado también por mujer a Ajinoam de Yizreel y las dos fueron mujeres suyas. [44] Saúl había dado su hija Mikal, mujer de David, a Paltí, hijo de Layis, de Gallim.

Capítulo 26

[1] Llegaron los zifitas donde Saúl, en Guibeá, diciendo: «¿Acaso no está escondido David en la colina de Jakilá, hacia el este de la estepa?» [2] Se levantó Saúl y bajó al desierto de Zif, con tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif. [3] Acampó Saúl en la colina de Jakilá, que está al este de la estepa, junto al camino. Andaba David por el desierto y vio que entraba Saúl en el desierto para perseguirle. [4] Envió David exploradores y supo con seguridad que Saúl había venido. [5] Se levantó David y llegó al lugar donde acampaba Saúl. Observó el sitio en que estaban acostados Saúl y Abner, hijo de Ner, jefe de su tropa. Dormía Saúl en el círculo del campamento, estando la tropa acampada en derredor de él. [6] David dirigió la palabra a Ajimélek, hitita, y a Abisay, hijo de Sarvia, hermano de Joab, diciendo: «¿Quién quiere bajar conmigo al campamento, donde Saúl?» Abisay respondió: «Yo bajo contigo.» [7] David y Abisay se dirigieron de noche hacia la tropa. Saúl dormía acostado en el centro del campamento, con su lanza, clavada en tierra, a su cabecera; Abner y el ejército estaban acostados en torno a él.

[8] Dijo entonces Abisay a David: «Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano. Déjame que ahora mismo lo clave en tierra con la lanza de un solo golpe. No tendré que repetir.» [9] Pero David dijo a Abisay: «No lo mates. ¿Quién atentó contra el ungido de Yahveh y quedó impune?» [10] Añadió David: «Vive Yahveh, que ha de ser Yahveh quien le hiera, bien que llegue su día y muera, bien que baje al combate y perezca. [11] Líbreme Yahveh de levantar mi mano contra el ungido de Yahveh. Ahora toma la lanza de su cabecera y el jarro de agua y vámonos.» [12] Tomó David la lanza y el jarro de la cabecera de Saúl y se fueron. Nadie los vio, nadie se enteró, nadie se despertó. Todos dormían porque se había abatido sobre ellos el sopor profundo de Yahveh. [13] Pasó David al otro lado y se colocó lejos, en la cumbre del monte, quedando un gran espacio entre ellos.

[14] Gritó David a la gente y a Abner, hijo de Ner, diciendo : «¿No me respondes, Abner?» Respondió Abner: «¿Quién eres tú que me llamas?» [15] Dijo David a Abner: «¿No eres tú un hombre? ¿Quién como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has custodiado al rey tu señor? Pues uno del pueblo ha entrado para matar al rey, tu señor. [16] No está bien esto que has hecho. Vive Yahveh que sois reos de muerte por no haber velado sobre vuestro señor, el ungido de Yahveh. Mira ahora. ¿Dónde está la lanza del rey y el jarro del agua que había junto a la cabecera?» [17] Reconoció Saúl la voz de David y preguntó: «¿Es ésta tu voz, hijo mío David?» Respondió David: «Mi voz es, oh rey, mi señor,» [18] y añadió: «¿Por qué persigue mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho y qué maldad hay en mí? [19] Que el rey mi señor se digne escuchar ahora las palabras de su siervo. Si es Yahveh quien te excita contra mí, que sea aplacado con una oblación, pero si son los hombres, malditos sean ante Yahveh, porque me expulsan hoy para que no participe en le heredad de Yahveh, diciéndose: «Que vaya a servir a otros dioses.» [20] Que no caiga ahora mi sangre en tierra lejos de la presencia de Yahveh, pues ha salido el rey de Israel a la caza de mi vida como quien persigue una perdiz en los montes.» [21] Respondió Saúl: «He pecado. Vuelve, hijo mío, David, no te haré ya ningún mal, ya que mi vida ha sido hoy preciosa a tus ojos. Me he portado como un necio y estaba totalmente equivocado.» [22] Respondió David: «Aquí está la lanza del rey. Que pase uno de los servidores y la tome.

[23] Yahveh devolverá a cada uno según su justicia y su fidelidad; pues hoy te ha entregado Yahveh en mis manos, pero no he querido alzar mi mano contra el ungido de Yahveh. [24] De igual modo que tu vida ha sido hoy de gran precio a mis ojos, así será de gran precio la mía a los ojos de Yahveh, de suerte que me libere de toda angustia.» [25] Dijo Saúl a David: «Bendito seas, hijo mío David. Triunfarás en todas tus empresas.» Siguió David por su camino y Saúl se volvió a su casa.

Capítulo 27

[1] David se dijo a sí mismo: «Algún día voy a perecer a manos de Saúl. Lo mejor será refugiarme en tierra de filisteos. Saúl dejará de perseguirme por todos los términos de Israel y escaparé de sus manos.» [2] Levantóse David y pasó, con los seiscientos hombres que tenía, a Akís, hijo de Maok, rey de Gat. [3] Se asentó David con Akís en Gat, él y sus hombres, cada cual con su familia; David con sus dos mujeres, Ajinoam de Yizreel y Abigaíl, mujer de Nabal, de Carmelo. [4] Se dio aviso a Saúl que David había huido a Gat y dejó de buscarlo. [5] Dijo David a Akís: «Si he hallado gracia a tus ojos, que se me asigne un lugar en una de las ciudades del territorio, para residir en ella. ¿Por qué ha de morar tu siervo a tu lado, en la ciudad real?» [6] Aquel mismo día le asignó Akís Siquelag; por esto Siquelag pertenece hasta el día de hoy a los reyes de Judá.

[7] El número de días que moró David en territorio de los filisteos fue de un año y cuatro meses. [8] Subía David con su gente y hacía incursiones contra los guesuritas, los guirzitas y los amalecitas, pues éstos son los habitantes de la región, desde Telam, yendo hacia Sur, hasta la tierra de Egipto. [9] Devastaba David la tierra y no dejaba con vida hombre ni mujer; se apoderaba de las ovejas y bueyes, asnos y camellos y vestidos, y se volvía para llevarlos a Akís. [10] Akís preguntaba: «¿Donde habéis hecho hoy la incursión?», y David respondía: «Contra el Négueb de Judá, contra el Négueb de Yerajmeel, contra el Négueb de los quenitas.» [11] David no dejaba llevar a Gat con vida hombres ni mujeres, pues decía: «No se que den aviso contra nosotros y digan: «Esto ha hecho David.» «De esta forma se comportó David todo el tiempo que moró en territorio de filisteos. [12] Akís confiaba en David diciéndose: «Seguramente se ha hecho odioso a su pueblo Israel y será mi servidor para siempre.»

Capítulo 28

[1] Por aquellos días reunieron los filisteos sus tropas para ir a la guerra contra Israel; Akís dijo a David: «Bien sabes que debes venir a la guerra conmigo, tú y tus hombres.» [2] Respondió David a Akís: «Ahora vas a saber bien lo que va a hacer tu servidor.» Dijo Akís a David: «Con seguridad te haré mi guardia personal para siempre.» [3] Samuel había muerto, todo Israel le había llorado y fue sepultado en Ramá, su ciudad. Saúl había echado del país a los nigromantes y adivinos. [4] Habiéndose reunido los filisteos vinieron a acampar en Sunem. Reunió Saúl a todo Israel y acampó en Gelboé. [5] Vio Saúl el campamento de los filisteos y tuvo miedo, temblando sobremanera su corazón. [6] Consultó Saúl a Yahveh, pero Yahveh no le respondió ni por sueños ni por los urim, ni por los profetas.

[7] Dijo Saúl a sus servidores: «Buscadme una nigromante para que vaya a consultarla.» Dijéronle sus servidores: «Aquí mismo, en Endor, hay una nigromante.» [8] Se disfrazó Saúl poniéndose otras ropas y fue con dos de sus hombres; llegó donde la mujer de noche y dijo: «Adivíname por un muerto y evócame el que yo te diga.» [9] La mujer le respondió: «Bien sabes lo que hizo Saúl, que suprimió de esta tierra a los nigromantes y adivinos. ¿Por qué tiendes un lazo a mi vida para hacerme morir?» [10] Saúl juró por Yahveh diciendo: «¡Vive Yahveh! Ningún castigo te vendrá por este hecho.» [11] La mujer dijo: «¿A quién debo invocar para ti?» Respondió: «Evócame a Samuel.» [12] Vio entonces la mujer a Samuel y lanzó un gran grito. Dijo la mujer a Saúl: «¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl!» [13] El rey le dijo: «No temas, pero ¿qué has visto?» La mujer respondió a Saúl: «Veo un espectro que sube de la tierra.» [14] Saúl le preguntó: «¿Qué aspecto tiene?» Ella respondió: «Es un hombre anciano que sube envuelto en su manto.» Comprendió Saúl que era Samuel y cayendo rostro en tierra se postró.

[15] Samuel dijo a Saúl: «¿Por qué me perturbas evocándome?» Respondió Saúl: «Estoy en grande angustia; los filisteos mueven guerra contra mí, Dios se ha apartado de mí y ya no me responde ni por los profetas ni en sueños. Te he llamado para que me indiques lo que debo hacer.» [16] Dijo Samuel: «¿Para qué me consultas si Yahveh se ha separado de ti y se ha pasado a otro? [17] Yahveh te ha cumplido lo que dijo por mi boca: ha arrancado Yahveh el reino de tu mano y se lo ha dado a otro, a David, [18] porque no oíste la indignación de su ira contra Amalec. Por eso te trata hoy Yahveh de esta manera. [19] También a Israel entregará Yahveh en manos de los filisteos. Mañana tú y tus hijos estaréis conmigo. Yahveh ha entregado también el ejército de Israel en manos de los filisteos.» [20] Al instante Saúl cayó en tierra cuan largo era. Estaba aterrado por las palabras de Samuel: se hallaba, además, sin fuerzas, porque no había comido nada en todo el día y toda la noche.

[21] Acercóse la mujer donde Saúl, y viendo que estaba tan conturbado, le dijo: «Tu sierva ha escuchado tu voz y he puesto mi vida en peligro por obedecer las órdenes que me diste. [22] Escucha, pues, tú también la voz de tu sierva y permíteme que te sirva un bocado de pan para que comas y tengas fuerzas para ponerte en camino.» [23] Saúl se negó diciendo: «No quiero comer.» Pero sus servidores, a una con la mujer, le insistieron hasta que accedió. Se levantó del suelo y se sentó en el diván. [24] Tenía la mujer en casa un ternero cebado y se apresuró a degollarlo. Tomó harina, la amasó y coció unos ázimos. [25] Lo sirvió a Saúl y sus servidores, comieron y levantándose se marcharon aquella misma noche.

Capítulo 29

[1] Los filisteos concentraron todo su ejército en Afeq, mientras que los israelitas acamparon en la fuente que hay en Yizreel. [2] Los tiranos de los filisteos marcharon al frente de las centurias y millares; David y sus hombres marchaban a retaguardia con Akís. [3] Dijeron los jefes de los filisteos: «¿Qué hacen estos hebreos?» Akís respondió a los jefes de los filisteos: « Es David, el servidor de Saúl, el rey de Israel; ha estado conmigo un año o dos y no he hallado nada contra él desde el día en que vino a mí hasta hoy.» [4] Pero los tiranos de los filisteos se irritaron contra él y le dijeron: «Manda regresar a ese hombre y que se vuelva al lugar que le señalaste. Que no baje con nosotros a la batalla, no sea que se vuelva contra nosotros durante la lucha. ¿Cómo se ganará éste el favor de su dueño mejor que con las cabezas de estos hombres? [5] No es éste David de quien cantaban en coro: Saúl mató sus millares y David sus miríadas?» [6] Akís llamó a David y le dijo: «! Vive Yahveh! que tú eres leal y me hubiera gustado que salieras y entraras conmigo en el campamento, pues nada malo he hallado en ti desde el día en que viniste a mí hasta hoy, pero no eres bien visto por los tiranos.

[7] Ahora vuélvete y vete en paz, y así no harás nada malo a los ojos de los tiranos de los filisteos.» [8] David dijo a Akís: «¿Qué he hecho yo y qué has hallado en tu siervo, desde el día en que me puse a tu servicio hasta hoy, para que no pueda ir a luchar contigo contra los enemigos del rey, mi señor?» [9] Respondió Akís a David: «Bien sabes que me eres grato como un ángel de Dios; pero los tiranos filisteos han dicho: «No bajará al combate con nosotros.» [10] Levántate, pues, de mañana, con los servidores de tu señor que han venido contigo e id al sitio que os he asignado. No guardes resentimiento en tu corazón, porque me eres grato. Levantaos de mañana y partid en cuanto sea de día.» [11] David y sus hombres se levantaron temprano para partir por la mañana y volverse a la tierra de los filisteos. Los filisteos por su parte subieron a Yizreel.

Capítulo 30

[1] Cuando David y sus hombres llegaron al tercer día a Siquelag, los amalecitas habían hecho una incursión contra el Négueb y contra Siquelag, y habían irrumpido en Siquelag incendiándola, [2] y llevándose las mujeres y cuanto allí había, pequeños y grandes. No mataron a nadie, sino que se los llevaron cautivos y se fueron por su camino. [3] Cuando David y sus hombres llegaron a la ciudad, se encontraron con que estaba incendiada, y sus mujeres, sus hijos y sus hijas habían sido llevados. [4] David y las tropas que con él estaban alzaron su voz y lloraron hasta quedar sin aliento. [5] Habían sido llevadas las dos mujeres de David, Ajinoam de Yizreel y Abigaíl, mujer de Nabal de Carmelo. [6] David se hallaba en grave apuro porque la gente hablaba de apedrearlo, pues el alma de todo el pueblo estaba llena de amargura, cada uno por sus hijos y sus hijas. Pero David halló fortaleza en Yahveh su Dios.

[7] Dijo David al sacerdote Abiatar, hijo de Ajimélek: «Acércame el efod.» Abiatar acercó el efod a David. [8] Consultó David a Yahveh diciendo: «¿Debo perseguir a esta banda? ¿Le daré alcance?» Le contestó: «Persíguela, porque de cierto la alcanzarás y librarás a los cautivos.» [9] Partió David con los seiscientos hombres que tenía y llegaron al torrente Besor. [10] Continuó David la persecución con cuatrocientos hombres, quedándose doscientos que estaban demasiado fatigados para atravesar el torrente Besor. [11] Encontraron en el campo a un egipcio y lo llevaron a David. Le dieron pan, que él comió, y agua para beber. [12] Diéronle también un trozo de pan de higos secos y dos racimos de pasas. Cuando hubo comido, recobró su espíritu, pues había estado tres días y tres noches sin comer pan ni beber agua.

[13] David le preguntó: «¿A quién perteneces y de dónde eres?» Respondió: «Soy un muchacho egipcio, esclavo de un amalecita, pero mi dueño me abandonó porque me puse enfermo hace tres días. [14] Hemos hecho una incursión contra el Négueb de los kereteos y el de Judá y contra el Négueb de Caleb, incendiando Siquelag.» [15] Díjole David: «¿Podrías guiarme hacia esa banda?» Respondió: «Júrame por Dios que no me matarás y que no me entregarás en manos de mi dueño, y te guiaré hacia esa banda.» [16] Les guió, y los hallaron desparramados por todo el campo, comiendo, bebiendo y bailando por el gran botín que habían tomado en tierra de filisteos y en tierra de Judá. [17] David los batió desde el alba al anochecer; sólo se salvaron de entre ellos cuatrocientos jóvenes que montaron en camellos y huyeron. [18] Salvó David todo lo que los amalecitas habían capturado. También rescató David a sus dos mujeres.

[19] Nada les faltó, ni pequeño ni grande, ni el botín, ni sus hijos, ni sus hijas, ni nada de cuanto les habían capturado. David se llevó todo. [20] Tomaron todo el ganado mayor y menor y lo condujeron ante él diciendo: «Este es el botín de David.» [21] Llegó David donde los doscientos hombres que, demasiado fatigados para seguirle, se habían quedado en el torrente Besor. Salieron al encuentro de David y de la gente que venía con él; se acercaron David y la tropa y les saludaron. [22] Pero todos los perversos y malvados de entre los hombres que habían ido con David, contestaron: «A los que no han ido con nosotros no se les dará el botín que hemos salvado, sino sólo su mujer y sus hijos; que lo tomen y se vayan.» [23] David dijo: «No hagáis esto con lo que Yahveh nos ha concedido. Nos ha guardado y ha entregado en nuestras manos a esa banda que vino contra nosotros. [24] ¿Quién os dará la razón en este caso? Porque: Esta es la parte del que baja a la batalla y ésta la parte del que se queda con la impedimenta. Se partirá por igual.» [25] Y desde aquel día en adelante lo estableció como decreto y norma para Israel, hasta el día de hoy.

[26] Llegó David a Siquelag y envió parte del botín a los ancianos de Judá, según sus ciudades, diciendo: «Aquí tenéis un presente del botín tomado a los enemigos de Yahveh», [27] a los de Betul, a los de Ramá del Négueb, a los de Yattir,

[28] a los de Aroer, a los de Sifmot, a los de Estemoa, [29] a los de Carmelo, a los de las ciudades de Yerajmeel, a los de las ciudades de los quenitas, [30] a los de Jormá, a los de Bor Asan, a los de Eter, [31] a los de Hebrón y a todos los lugares por donde anduvo David con su gente.

Capítulo 31

[1] Trabaron batalla los filisteos contra Israel y huyeron los hombres de Israel ante los filisteos y cayeron heridos de muerte en el monte Gelboé. [2] Apretaron de cerca los filisteos a Saúl y a sus hijos y mataron los filisteos a Jonatán, Abinadab y Malki Súa, hijos de Saúl. [3] El peso de la batalla cargó sobre Saúl. Los arqueros tiraron sobre él y fue herido por ellos. [4] Dijo Saúl a su escudero: «Saca tu espada y traspásame, no sea que lleguen esos incircuncisos y hagan mofa de mí », pero el escudero no quiso pues estaba lleno de temor. Entonces Saúl tomó la espada y se arrojó sobre ella. [5] Viendo el escudero que Saúl había muerto, se arrojó también sobre su espada y murió con él. [6] Así murieron aquel día juntamente Saúl y sus tres hijos y su escudero.

[7] Cuando los hombres de Israel que estaban del lado frontero del valle y del otro lado del Jordán vieron que las tropas de Israel se daban a la fuga y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron; vinieron los filisteos y se establecieron en ellas. [8] Al otro día vinieron los filisteos para despojar a los muertos y encontraron a Saúl y a sus tres hijos caídos en el monte Gelboé. [9] Cortaron su cabeza y le despojaron de sus armas que hicieron pasear a la redonda por el país de los filisteos para anunciar la buena nueva a sus dioses y a su pueblo. [10] Depositaron sus armas en el templo de Astarté y colgaron su cuerpo de los muros de Bet San. [11] Supieron los habitantes de Yabés de Galaad lo que los filisteos habían hecho con Saúl, [12] se levantaron todos los valientes y caminando durante toda la noche, tomaron del muro de Bet San el cuerpo de Saúl y los cuerpos de sus hijos y llevándolos a Yabés los quemaron allí.

[13] Tomaron sus huesos y los sepultaron bajo el tamarisco de Yabés y ayunaron siete días.

2 SAMUEL

Capítulo 1

[1] Después de la muerte de Saúl, volvió David de derrotar a los amalecitas y se quedó dos días en Siquelag. [2] Al tercer día llegó del campamento uno de los hombres de Saúl, con los vestidos rotos y cubierta de polvo su cabeza; al llegar donde David cayó en tierra y se postró. [3] David le dijo: «¿De dónde vienes?» Le respondió: «Vengo huyendo del campamento de Israel.» [4] Le preguntó David: «¿Qué ha pasado? Cuéntamelo.» Respondió: «Que el pueblo ha huido de la batalla; han caído muchos del pueblo y también Saúl y su hijo Jonatán han muerto.» [5] Dijo David al joven que le daba la noticia «: «¿Cómo sabes que han muerto Saúl y su hijo Jonatán?» [6] Respondió el joven que daba la noticia: «Yo estaba casualmente en el monte Gelboé; Saúl se apoyaba en su lanza, mientras los carros y sus guerreros le acosaban.

[7] Se volvió y al verme me llamó y contesté: «Aquí estoy.» [8] Me dijo: «¿Quién eres tú?» Le respondí: «Soy un amalecita.» [9] Me dijo: «Acércate a mí y mátame, porque me ha acometido un vértigo aunque tengo aún toda la vida en mí.» [10] Me acerqué a él y le maté, pues sabía que no podría vivir después de su caída; luego tomé la diadema que tenía en su cabeza y el brazalete que tenía en el brazo y se los he traído aquí a mi señor.» [11] Tomando David sus vestidos los desgarró, y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él. [12] Se lamentaron y lloraron y ayunaron hasta la noche por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo de Yahveh, y por la casa de Israel, pues habían caído a espada.

[13] David preguntó al joven que le había llevado la noticia: «¿De dónde eres?» Respondió: «Soy hijo de un forastero amalecita.» [14] Le dijo David: «¿Cómo no has temido alzar tu mano para matar al ungido de Yahveh?» [15] Y llamó David a uno de los jóvenes y le dijo: «Acércate y mátale.» El le hirió y murió. [16] David le dijo: «Tu sangre sobre tu cabeza, pues tu misma boca te acusó cuando dijiste: «Yo maté al ungido de Yahveh".» [17] David entonó esta elegía por Saúl y por su hijo Jonatán. [18] Está escrita en el Libro del Justo, para que sea enseñado el arco a los hijos de Judá. Dijo: [19] La gloria, Israel, ha sucumbido en tus montañas. ¡Cómo han caído los héroes! [20] No lo anunciéis en Gat, no lo divulguéis por las calles de Ascalón, que no se regocijen las hijas de los filisteos, no salten de gozo las hijas de los incircuncisos.

[21] Montañas de Gelboé: Ni lluvia ni rocío sobre vosotras, campos de perfidia, porque allí fue deshonrado el escudo de los héroes. [22] El escudo de Saúl ungido no de aceite ¡mas de sangre de muertos, de grasa de héroes! El arco de Jonatán jamás retrocedía, nunca fracasaba la espada de Saúl. [23] Saúl y Jonatán, amados y amables, ni en vida ni en muerte separados, más veloces que águilas, más fuertes que leones. [24] Hijas de Israel, por Saúl llorad, que de lino os vestía y carmesí, que prendía joyas de oro de vuestros vestidos. [25] ¡Cómo cayeron los héroes en medio del combate! ¡Jonatán! Por tu muerte estoy herido, [26] por ti lleno de angustia, Jonatán, hermano mío, en extremo querido, más delicioso para mí tu amor que el amor de las mujeres.

[27] ¡Cómo cayeron los héroes, cómo perecieron las armas de combate!

Capítulo 2

[1] Después de esto, consultó David a Yahveh diciendo: «¿Debo subir a alguna de las ciudades de Judá?» Yahveh le respondió: «Sube.» David preguntó: «¿A cuál subiré?» «A Hebrón», respondió. [2] Subió allí David con sus dos mujeres, Ajinoam de Yizreel y Abigaíl la mujer de Nabal de Carmelo. [3] David hizo subir a los hombres que estaban con él, cada cual con su familia, y se asentaron en las ciudades de Hebrón. [4] Llegaron los hombres de Judá, y ungieron allí a David como rey sobre la casa de Judá. Comunicaron a David que los hombres de Yabés de Galaad habían sepultado a Saúl. [5] Y David envió mensajeros a los hombres de Yabés de Galaad para decirles: «Benditos seáis de Yahveh por haber hecho esta misericordia con Saúl, vuestro señor, dándole sepultura. [6] Que Yahveh sea con vosotros misericordioso y fiel. También yo os trataré bien por haber hecho esto.

[7] Y ahora tened fortaleza y sed valerosos, pues murió Saúl, vuestro señor, pero la casa de Judá me ha ungido a mí por rey suyo.» [8] Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Saúl, tomó a Isbaal, hijo de Saúl, y le hizo pasar a Majanáyim. [9] Le proclamó rey sobre Galaad, sobre los aseritas, sobre Yizreel, sobre Efraím y Benjamín y sobre todo Israel. [10] Cuarenta años tenía Isbaal, hijo de Saúl, cuando fue proclamado rey de Israel; reinó dos años. Solamente la casa de Judá siguió a David. [11] El número de días que estuvo David en Hebrón como rey de la casa de Judá fue de siete años y seis meses. [12] Salió Abner, hijo de Ner, y los seguidores de Isbaal, hijo de Saúl, de Majanáyim hacia Gabaón.

[13] Salieron también Joab, hijo de Sarvia, y los veteranos de David, y se encontraron cerca de la alberca de Gabaón; se detuvieron, los unos a un lado de la alberca y los otros al otro. [14] Dijo Abner a Joab: «Que se levanten los muchachos y luchen en nuestra presencia.» Dijo Joab: «Que se levanten.» [15] Se levantaron y avanzaron los designados: doce de Benjamín por Isbaal, hijo de Saúl, y doce de los veteranos de David. [16] Cada uno agarró a su adversario por la cabeza y le hundió la espada en el costado; así cayeron todos a la vez, por lo que aquel lugar se llamó: «Campo de los costados»; está en Gabaón. [17] Hubo aquel día una batalla durísima y Abner y los hombres de Israel fueron derrotados por los veteranos de David. [18] Estaban allí los tres hijos de Sarvia: Joab, Abisay y Asahel; era Asahel ligero de pies como un corzo montés.

[19] Asahel marchó en persecución de Abner, sin desviarse en su carrera tras de Abner ni a la derecha ni a la izquierda. [20] Se volvió Abner y dijo: «¿Eres tú Asahel?» Respondió: «Yo soy.» [21] Abner le dijo: «Apártate a la derecha o a la izquierda. Atrapa a uno de esos muchachos y apodérate de sus despojos.» Pero Asahel no quiso apartarse. [22] Insistió de nuevo Abner diciendo a Asahel: «¡Apártate de mí! ¿Por qué he de derribarte en tierra? ¿Cómo podré alzar la vista ante tu hermano Joab?» [23] Pero no quiso apartarse y Abner le hirió en el vientre con el cuento de la lanza, saliéndole la lanza por detrás. Cayó y allí mismo murió. Todos cuantos llegaban al lugar donde Asahel cayó y murió se detenían. [24] Joab y Abisay partieron en persecución de Abner; cuando el sol se ponía llegaron a la colina de Ammá que está al oriente de Giaj, sobre el camino del desierto de Gabaón.

[25] Los benjaminitas se agruparon tras de Abner en escuadrón cerrado y aguantaron a pie firme en la cumbre de una colina. [26] Abner llamó a Joab y le dijo: «¿Hasta cuándo devorará la espada? ¿No sabes que, al cabo, todo será amargura? ¿ Hasta cuándo esperas a decir al pueblo que deje de perseguir a sus hermanos?» [27] Respondió Joab: «¡Vive Yahveh, que de no haber hablado tú, mi gente no hubiera dejado de perseguir cada uno a su hermano hasta el alba!» [28] Joab hizo sonar el cuerno: toda la tropa se detuvo y no persiguió más a Israel; así cesó el combate. [29] Abner y sus hombres marcharon toda la noche por la Arabá, pasaron el Jordán y, después de caminar toda la mañana, llegaron a Majanáyim. [30] Joab se volvió de la persecución de Abner y reunió todo el ejército; de los veteranos de David faltaban diecinueve hombres, además de Asahel.

[31] Los veteranos de David mataron de Benjamín y de los hombres de Abner 360 hombres. [32] Se llevaron a Asahel y lo sepultaron en el sepulcro de su padre en Belén. Joab y sus hombres caminaron toda la noche y despuntaba el día cuando llegaron a Hebrón.

Capítulo 3

[1] Se prolongó la guerra entra la casa de Saúl y la casa de David; pero David se iba fortaleciendo, mientras que la casa de Saúl se debilitaba. [2] David tuvo hijos en Hebrón. Su primogénito Amnón, hijo de Ajinoam de Yizreel; [3] su segundo, Kilab, de Abigaíl, mujer de Nabal de Carmelo; el tercero, Absalón, hijo de Maaká, la hija de Talmay, rey de Guesur; [4] el cuarto, Adonías, hijo de Jagguit; el quinto, Sefatías, hijo de Abital; [5] el sexto, Yitream, de Eglá, mujer de David. Estos le nacieron a David en Hebrón. [6] Durante la guerra entre la casa de Saúl y la casa de David, Abner adquirió predominio en la casa de Saúl.

[7] Había tenido Saúl una concubina, llamada Rispá, hija de Ayyá, y Abner la tomó. Pero Isbaal dijo a Abner: «¿Por qué te has llegado a la concubina de mi padre?» [8] Abner se irritó mucho por las palabras de Isbaal y respondió: «¿Soy yo una cabeza de perro? Hasta hoy he favorecido a la casa de tu padre Saúl, a sus hermanos y sus amigos, para que no cayeras en manos de David, ¿y hoy me llamas la atención por una falta con esta mujer? [9] Esto haga Dios a Abner y esto le añada si no cumplo a David lo que Yahveh le ha jurado, [10] que quitaría la realeza a la casa de Saúl y levantaría el trono de David sobre Israel y sobre Judá, desde Dan hasta Berseba.» [11] Isbaal no se atrevió a contestar una palabra a Abner, por el miedo que le tenía. [12] Envió Abner mensajeros para decir a David: «... Haz un pacto conmigo y me pondré de tu parte para traer a ti todo Israel.» [13] David respondió: «Bien. Haré un pacto contigo. Solamente te pido una cosa. No te admitiré a mí presencia si cuando vengas a verme no traes a Mikal, la hija de Saúl.» [14] Envió David mensajeros a Isbaal, hijo de Saúl, para decirle: «Devuélveme a mi mujer Mikal, que adquirí por cien prepucios de filisteos.» [15] Isbaal mandó que la tomaran de casa de su marido Paltiel, hijo de Layis.

[16] Su marido partió con ella; la seguía llorando detrás de ella, hasta Bajurim. Abner le dijo: «Anda vuélvete.» Y se volvió. [17] Abner había hablado con los ancianos de Israel diciendo: «Desde siempre habéis estado buscando a David para rey vuestro. [18] Pues hacedlo ahora, ya que Yahveh ha dicho a David: Por mano de David mi siervo libraré a mi pueblo Israel de mano de los filisteos y de mano de todos sus enemigos.» [19] Abner habló igualmente a Benjamín y marchó después a Hebrón a comunicar a David lo que había parecido bien a los ojos de Israel y a los ojos de toda la casa de Benjamín. [20] Llegó Abner a donde David, en Hebrón, con veinte hombres. Y David ofreció un banquete a Abner y a los hombres que le acompañaban. [21] Abner dijo a David: «Voy a levantarme e iré a reunir todo Israel junto a mi señor, el rey; harán un pacto contigo y reinarás conforme a tus deseos.» Despidió David a Abner, que se fue en paz.

[22] Vinieron los veteranos de David, con Joab, de hacer una correría, trayendo un gran botín. No estaba ya Abner con David en Hebrón, pues David le había despedido y él había marchado en paz. [23] Llegaron, pues, Joab y todo el ejército que le acompañaba; y se hizo saber a Joab: «Abner, hijo de Ner, ha venido donde el rey, que le ha despedido y él se ha ido en paz.» [24] Entró Joab donde el rey y dijo: «¿Qué has hecho? Abner ha venido a ti, ¿por qué le has dejado marcharse? [25] ¿No sabes que Abner, hijo de Ner, ha venido para engañarte, para enterarse de tus idas y venidas y saber todo lo que haces?» [26] Salió Joab de donde David y envió gentes en pos de Abner que le hicieron volver desde la cisterna de Sirá, sin saberlo David. [27] Volvió Abner a Hebrón y le tomó aparte Joab en la misma puerta, como para hablarle en secreto; y le hirió en el vientre allí mismo y lo mató por la sangre de su hermano Asahel.

[28] Lo supo David inmediatamente y dijo: «Limpio estoy yo, y mi reino, ante Yahveh para siempre de la sangre de Abner, hijo de Ner. [29] Caiga sobre la cabeza de Joab y sobre toda la casa de su padre, nunca falte en la casa de Joab quien padezca flujo de sangre, ni leproso, ni quien ande con cachava, ni quien muera a espada, ni quien carezca de pan.» [30] (Joab y su hermano Abisay asesinaron a Abner porque éste había matado a su hermano Asahel en la batalla de Gabaón.) [31] Y dijo David a Joab y a todo el ejército que le acompañaba: «Rasgad vuestros vestidos, ceñíos los sayales y llorad por Abner.» El rey David iba detrás de las andas. [32] Sepultaron a Abner en Hebrón. El rey alzó su voz y lloró junto al sepulcro de Abner, y también lloró todo el pueblo. [33] El rey entonó esta elegía por Abner: «¿Como muere un necio había de morir Abner? [34] No ligadas tus manos ni puestos en cadenas tus pies. Has caído como quien cae ante malhechores.» Y arreció el pueblo en su llanto por él.

[35] Fue todo el pueblo y, siendo aún de día, rogaban a David que comiese, pero David juró: «Esto me haga Dios y esto me añada, si pruebo el pan o cualquiera otra cosa antes de ponerse el sol.» [36] Todo el pueblo lo supo y lo aprobó. Todo lo que hizo el rey pareció bien a todo el pueblo. [37] Y aquel día supo todo el pueblo y todo Israel que el rey no había tenido parte en la muerte de Abner, hijo de Ner. [38] El rey dijo a sus servidores: «¿No sabéis que hoy ha caído un gran caudillo en Israel? [39] Hoy estoy reblandecido, pues soy rey ungido, pero estos hombres, hijos de Sarvia, son más duros que yo. Que Yahveh devuelva al malhechor según su malicia.»

Capítulo 4

[1] Cuando Isbaal, hijo de Saúl, supo que había muerto Abner en Hebrón, desfallecieron sus manos y todo Israel quedo consternado. [2] Estaban con Isbaal, hijo de Saúl, dos hombres, jefes de banda, uno llamado Baaná y el otro Rekab, hijos de Rimmón de Beerot, benjaminitas, porque también Beerot se considera de Benjamín. [3] Los habitantes de Beerot habían huido a Guittáyim, donde se han quedado hasta el día de hoy como forasteros residentes. [4] Tenía Jonatán, hijo de Saúl, un hijo tullido de pies. Tenía cinco años cuando llegó de Yizreel la noticia de lo de Saúl y Jonatán; su nodriza le tomó y huyó, pero con la prisa de la fuga, cayó y se quedó cojo. Se llamaba Meribbaal. [5] Se pusieron en camino Rekab y Baaná, hijos de Rimmón de Beerot, y llegaron a casa de Isbaal con el calor del día, cuando dormía la siesta. [6] Entraron en la casa. La portera se había dormido mientras limpiaba el trigo. Rekab y su hermano Baaná se deslizaron cautelosamente [7] y entraron en la casa; estaba Isbaal acostado en su lecho, en su dormitorio; le hirieron y le mataron; luego le cortaron la cabeza y tomándola caminaron toda la noche por la ruta de la Arabá.

[8] Llevaron la cabeza de Isbaal a David, en Hebrón, y dijeron al rey: «Aquí tienes la cabeza de Isbaal, hijo de Saúl, tu enemigo, el que buscó tu muerte. Hoy ha concedido Yahveh a mi señor el rey venganza sobre Saúl y sobre su descendencia.» [9] Respondió David a Rekab y a su hermano Baaná, hijos de Rimmón de Beerot, y les dijo: «¡Vive Yahveh, que ha librado mi alma de toda angustia! [10] Al que me anunció que Saúl había muerto, creyendo que me daba buena noticia, le agarré y ordené matarle en Siquelag dándole este pago por su buena noticia; [11] ¿cuánto más ahora que hombres malvados han dado muerte a un hombre justo en su casa y en su lecho no os voy a pedir cuenta de su sangre, exterminándoos de la tierra?» [12] Y David dio una orden a sus muchachos, que los mataron, les cortaron las manos y los pies y los colgaron junto a la alberca de Hebrón. Tomaron la cabeza de Isbaal y la sepultaron en el sepulcro de Abner, en Hebrón.

Capítulo 5

[1] Vinieron todas las tribus de Israel donde David a Hebrón y le dijeron: «Mira: hueso tuyo y carne tuya somos nosotros. [2] Ya de antes, cuando Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigías las entradas y salidas de Israel. Yahveh te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, tú serás el caudillo de Israel.» [3] Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel donde el rey, a Hebrón. El rey David hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahveh, y ungieron a David como rey de Israel. [4] Treinta años tenía cuando comenzó a reinar y reinó cuarenta años. [5] Reinó en Hebrón sobre Judá siete años y seis meses. Reinó en Jerusalén sobre todo Israel y sobre Judá 33 años. [6] Marchó el rey con sus hombres sobre Jerusalén contra los jebuseos que habitaban aquella tierra. Dijeron éstos a David: «No entrarás aquí; porque hasta los ciegos y cojos bastan para rechazarte.» (Querían decir: no entrará David aquí.) [7] Pero David conquistó la fortaleza de Sión que es la Ciudad de David.

[8] Y dijo David aquel día: «Todo el que quiera atacar a los jebuseos que suba por el canal..., en cuanto a los ciegos y a los cojos, David los aborrece.» Por eso se dice: «Ni cojo ni ciego entrarán en la Casa.» [9] David se instaló en la fortaleza y la llamó Ciudad de David. Edificó una muralla en derredor, desde el Milló hacia el interior. [10] David iba medrando y Yahveh el Dios Sebaot estaba con él. [11] Jiram, rey de Tiro, envió a David mensajeros con maderas de cedro, carpinteros y canteros que construyeron la casa de David. [12] Y David conoció que Yahveh le había confirmado como rey de Israel y que había exaltado su reino a causa de su pueblo Israel. [13] Tomó David más concubinas y mujeres de Jerusalén, después de venir de Hebrón, y le nacieron a David hijos e hijas.

[14] Estos son los nombres de los que le nacieron en Jerusalén: Sammúa, Sobab, Natán, Salomón, [15] Yibjar, Elisua, Néfeg, Yafía, [16] Elisamá, Baalyadá, Elifélet. [17] Cuando los filisteos oyeron que David había sido ungido rey de Israel, subieron todos en busca de David. Lo supo David y bajó al refugio. [18] Llegaron los filisteos y se desplegaron por el Valle de Refaím. [19] Entonces David consultó a Yahveh diciendo: «¿Debo subir contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos?» Respondió Yahveh a David: «Sube, porque ciertamente entregaré a los filisteos en tus manos.» [20] Llegó David a Baal Perasim. Allí los derrotó David y dijo: «Yahveh me ha abierto brecha entre mis enemigos como brecha de aguas.» Por eso se llamó aquel lugar Baal Perasim.

[21] Ellos abandonaron allí sus ídolos y David y sus hombres se los llevaron. [22] Volvieron a subir los filisteos y se desplegaron por el Valle de Refaím. [23] David consultó a Yahveh, que le dijo: «No subas contra ellos. Da un rodeo detrás de ellos y atácalos frente a las balsameras. [24] Cuando oigas ruido de pasos en la cima de las balsameras, ataca con decisión porque Yahveh sale delante de ti para derrotar al ejército de los filisteos.» [25] Hizo David lo que Yahveh le ordenaba y batió a los filisteos desde Gabaón hasta la entrada de Guézer.

Capítulo 6

[1] Reunió de nuevo David a todo lo mejor de Israel, 30.000 hombres. [2] Se levantó David y partió con todo el pueblo que estaba con él a Baalá de Judá para subir desde allí el arca de Dios que lleva el nombre de Yahveh Sebaot que se sienta sobre los querubines. [3] Cargaron el arca de Dios en una carreta nueva y la llevaron de la casa de Abinadab que está en la loma. Uzzá y Ajyó, hijos de Abinadab, conducían la carreta con el arca de Dios. [4] Uzzá caminaba al lado del arca de Dios y Ajyó iba delante de ella. [5] David y toda la casa de Israel bailaban delante de Yahveh con todas sus fuerzas, cantando con cítaras, arpas, adufes, sistros y cimbalillos. [6] Al llegar a la era de Nakón, extendió Uzzá la mano hacia el arca de Dios y la sujetó porque los bueyes amenazaban volcarla.

[7] Entonces la ira de Yahveh se encendió contra Uzzá: allí mismo le hirió Dios por este atrevimiento y murió allí junto al arca de Dios. [8] David se irritó porque Yahveh había castigado a Uzzá y se llamó aquel lugar Peres Uzzá hasta el día de hoy. [9] Aquel día David tuvo miedo de Yahveh y dijo: «¿Como voy a llevar a mi casa el arca de Yahveh?» [10] Y no quiso llevar el arca de Yahveh junto a sí, a la Ciudad de David, sino que la hizo llevar a casa de Obededom de Gat. [11] El arca de Yahveh estuvo en casa de Obededom de Gat tres meses y Yahveh bendijo a Obededom y a toda su casa. [12] Se hizo saber al rey David: «Yahveh ha bendecido la casa de Obededom y todas sus cosas a causa del arca de Dios.» Fue David e hizo subir el arca de Dios de casa de Obededom a la Ciudad de David, con gran alborozo.

[13] Cada seis pasos que avanzaban los portadores del arca de Yahveh, sacrificaba un buey y un carnero cebado. [14] David danzaba y giraba con todas sus fuerzas ante Yahveh, ceñido de un efod de lino. [15] David y toda la casa de Israel hacían subir el arca de Yahveh entre clamores y resonar de cuernos. [16] Cuando el arca de Yahveh entró en la Ciudad de David, Mikal, hija de Saúl, que estaba mirando por la ventana, vio al rey David saltando y girando ante Yahveh y le despreció en su corazón. [17] Metieron el arca de Yahveh y la colocaron en su sitio, en medio de la tienda que David había hecho levantar para ella y David ofreció holocaustos y sacrificios de comunión en presencia de Yahveh. [18] Cuando David hubo acabado de ofrecer los holocaustos y sacrificios de comunión, bendijo al pueblo en nombre de Yahveh Sebaot [19] y repartió a todo el pueblo, a toda la muchedumbre de Israel, hombres y mujeres, una torta de pan, un pastel de dátiles y un pan de pasas a cada uno de ellos, y se fue todo el pueblo cada uno a su casa.

[20] Cuando se volvía David para bendecir su casa, Mikal, hija de Saúl, le salió al encuentro y le dijo: «¡Cómo se ha cubierto hoy de gloria el rey de Israel, descubriéndose hoy ante las criadas de sus servidores como se descubriría un cualquiera!» [21] Respondió David a Mikal: «En presencia de Yahveh danzo yo. Vive Yahveh, el que me ha preferido a tu padre y a toda tu casa para constituirme caudillo de Israel, el pueblo de Yahveh, que yo danzaré ante Yahveh, [22] y me haré más vil todavía; seré vil a tus ojos pero seré honrado ante las criadas de que hablas. [23] Y Mikal, hija de Saúl, no tuvo ya hijos hasta el día de su muerte.

Capítulo 7

[1] Cuando el rey se estableció en su casa y Yahveh le concedió paz de todos sus enemigos de alrededor, [2] dijo el rey al profeta Natán: «Mira; yo habito en una casa de cedro mientras que el arca de Dios habita bajo pieles.» [3] Respondió Natán al rey: «Anda, haz todo lo que te dicta el corazón, porque Yahveh está contigo.» [4] Pero aquella misma noche vino la palabra de Dios a Natán diciendo: [5] «Ve y di a mi siervo David: Esto dice Yahveh. ¿Me vas a edificar tú una casa para que yo habite? [6] No he habitado en una casa desde el día en que hice subir a los israelitas de Egipto hasta el día de hoy, sino que he ido de un lado para otro en una tienda, en un refugio.

[7] En todo el tiempo que he caminado entre todos los israelitas ¿he dicho acaso a uno de los jueces de Israel a los que mandé que apacentaran a mi pueblo Israel: «¿Por qué no me edificáis una casa de cedro?» [8] Ahora pues di esto a mi siervo David: Así habla Yahveh Sebaot: Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de mi pueblo Israel. [9] He estado contigo dondequiera has ido, he eliminado de delante de ti a todos tus enemigos y voy a hacerte un nombre grande como el nombre de los grandes de la tierra: [10] fijaré un lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré allí para que more en él; no será ya perturbado y los malhechores no seguirán oprimiéndole como antes, [11] en el tiempo en que instituí jueces en mi pueblo Israel; le daré paz con todos sus enemigos. Yahveh te anuncia que Yahveh te edificará una casa. [12] Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza.

[13] (El constituirá una casa para mi Nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre.) [14] Yo seré para él padre y él será para mí hijo. Si hace mal, le castigaré con vara de hombres y con golpes de hombres, [15] pero no apartaré de él mi amor, como lo aparté de Saúl a quien quité de delante de mí. [16] Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme, eternamente.» [17] Natán habló a David según todas estas palabras y esta visión. [18] El rey David entró, y se sentó ante Yahveh y dijo: «¿Quien soy yo, señor mío Yahveh, y qué mi casa, que me has traído hasta aquí? [19] Y aun esto es poco a tus ojos, señor mío, Yahveh que hablas también a la casa de tu siervo para el futuro lejano... Señor Yahveh.

[20] ¿Qué más podrá David añadir a estas palabras? Tú me tienes conocido, Señor Yahveh. [21] Has realizado todas estas grandes cosas según tu palabra y tu corazón, par dárselo a conocer a tu siervo. [22] Por eso eres grande, mi Señor Yahveh; nadie como tú, no hay Dios fuera de ti, como oyeron nuestros oídos. [23] ¿Qué otro pueblo hay en la tierra como tu pueblo Israel a quien un dios haya ido a rescatar para hacerle su pueblo, dándole renombre y haciendo en su favor grandes y terribles cosas, expulsando de delante de tu pueblo, al que rescataste de Egipto, a naciones y dioses extraños? [24] Tú te has constituido a tu pueblo Israel para que sea tu pueblo para siempre, y tú, Yahveh, eres su Dios. [25] Y ahora, Yahveh Dios, mantén firme eternamente la palabra que has dirigido a tu siervo y a su casa y haz según tu palabra.

[26] Sea tu nombre por siempre engrandecido; que se diga: Yahveh Sebaot es Dios de Israel; y que la casa de tu siervo David subsista en tu presencia, [27] ya que tú, Yahveh Sebaot, Dios de Israel, has hecho esta revelación a tu siervo diciendo: «yo te edificaré una casa": por eso tu siervo ha encontrado valor para orar en tu presencia. [28] Ahora, mi Señor Yahveh, tú eres Dios, tus palabras son verdad y has prometido a tu siervo esta dicha; [29] dígnate, pues, bendecir la casa de tu siervo para que permanezca por siempre en tu presencia, pues tú mi Señor Yahveh, has hablado y con tu bendición la casa de tu siervo será eternamente bendita.»

Capítulo 8

[1] Después de esto, batió David a los filisteos y los humilló; tomó David a Gat y sus dependencias de manos de los filisteos... [2] Batió también a los moabitas y los midió con la cuerda, haciendo que se echaran en tierra; midió dos cuerdas y los condenó a muerte, y una cuerda llena la dejó con vida. Los moabitas quedaron sometidos a David, pagando tributo. [3] David batió a Hadadézer, hijo de Rejob, rey de Sobá, cuando iba a imponerse su dominio en el Río. [4] David le apresó 1.700 hombres de carro y 20.000 de a pie y desjarretó toda la caballería de los carros reservando cien tiros. [5] Los arameos de Damasco vinieron en socorro de Hadadézer, rey de Sobá: pero David causó 22.000 bajas a los arameos. [6] Y estableció David gobernadores en Aram de Damasco. Los arameos quedaron sometidos a David, pagando tributo; Yahveh hizo triunfar a David por dondequiera que iba.

[7] Tomó David los escudos de oro que llevaban los servidores de Hadadézer y los llevó a Jerusalén. [8] De Tebaj y de Berotay, ciudades de Hadadézer, tomó el rey una gran cantidad de bronce. [9] Tou, rey de Jamat, supo que David había derrotado a todas las fuerzas de Hadadézer, [10] y envió a su hijo Hadoram al rey David para saludarle y felicitarle por haber atacado y vencido a Hadadézer, ya que Tou estaba siempre en guerra con Hadadézer. Traía Hadoram vasos de plata, oro y bronce. [11] El rey David los consagró también a Yahveh, con la plata y el oro consagrado procedente de todos los pueblos sometidos, [12] de Edom, de Moab, de los ammonitas, de los filisteos, de Amalec y del botín de Hadadézer, hijo de Rejob, rey de Sobá.

[13] David se hizo famoso cuando volvió de su victoria sobre los edomitas, en el valle de la Sal, en número de 18.000. [14] Puso gobernadores en Edom y todos los edomitas quedaron sometidos a David, y Yahveh hizo triunfar a David dondequiera que iba. [15] Reinó David sobre todo Israel, administrando derecho y justicia a todo su pueblo. [16] Joab, hijo de Sarvia, era jefe del ejército, y Josafat, hijo de Ajilub, era el heraldo. [17] Sadoq, hijo de Ajitub, y Abiatar, hijo de Ajimélek, eran sacerdotes. Seraya era secretario, [18] Benaías, hijo de Yehoyadá, mandaba a los kereteos y los peleteos. Los hijos de David eran sacerdotes.

Capítulo 9

[1] David preguntó: «¿Queda todavía algún hijo de la casa de Saúl? Quiero favorecerle por amor a Jonatán. [2] Tenía la familia de Saúl un siervo llamado Sibá. Le convocaron ante David y el rey le dijo: «¿Eres tú Sibá?» Respondió: «Tu siervo soy.» [3] Dijo el rey: «¿Queda alguien todavía de la casa de Saúl para que yo tenga con él una misericordia sin medida?» Sibá contestó al rey: «Vive todavía un hijo de Jonatán, tullido de pies.» [4] El rey le preguntó: «¿Dónde está?» Respondió Sibá al rey: «Esta en casa de Makir, hijo de Ammiel, en Lo Debar.» [5] Y el rey David mandó traerlo de la casa de Makir, hijo de Ammiel, de Lo Debar. [6] Llegó Meribbaal, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, adonde David y cayendo sobre su rostro se postró. David le dijo: «Meribbaal», y respondió: «Aquí tienes a tu siervo.» [7] David le dijo: «No temas, quiero favorecerte por amor de Jonatán, tu padre. Haré que te devuelvan todos los campos de tu padre Saúl, y tú comerás siempre a mi mesa.» [8] El se postró y dijo: «¿Qué es tu siervo, para que te fijes en un perro muerto como yo?» [9] Llamó el rey a Sibá, criado de Saúl, y le dijo: «Todo lo que pertenecía a Saúl y a toda su casa, se lo doy al hijo de tu señor.

[10] Cultivarás para él la tierra tú, tus hijos y tus siervos, y se lo llevarás a la familia de tu señor para que pueda comer. Meribbaal, el hijo de tu señor, comerá siempre a mi mesa.» Tenía Sibá quince hijos y veinte siervos. [11] Respondió Sibá al rey: «Tu siervo hará todo lo que mi señor el rey ha mandado a su siervo.» Meribbaal comía a la mesa de David como uno de los hijos del rey. [12] Tenía Meribbaal un hijo pequeño, llamado Miká. Todos los que vivían en casa de Sibá eran siervos de Meribbaal. [13] Pero Meribbaal vivía en Jerusalén porque comía siempre a la mesa del rey. Estaba tullido de pies.

Capítulo 10

[1] Después de esto murió el rey de los ammonitas y reinó en su lugar su hijo Janún. [2] Dijo David: «Tendré con Janún, hijo de Najás, la misma benevolencia que su padre tuvo conmigo.» David envió a sus servidores para que le consolaran por su padre. Cuando los servidores de David llegaron al país de los ammonitas, [3] dijeron los jefes de los ammonitas a Janún, su señor: «¿Acaso David te envía a consolar porque quiere hacer honor a tu padre ante tus ojos? ¿No te ha enviado David sus siervos para espiar la ciudad, explorarla y destruirla?» [4] Entonces Janún prendió a los servidores de David, les rapó la mitad de la barba, cortó sus vestidos hasta la mitad de las nalgas, y los despachó. [5] Se lo comunicaron a David y envió gente a su encuentro porque los hombres estaban cubiertos de vergüenza; el rey les mandó a decir: «Quedaos en Jericó hasta que os crezca la barba; después volveréis.» [6] Vieron los ammonitas que se habían hecho odiosos a David y enviaron para tomar a sueldo arameos de Bet Rejob y arameos de Sobá 20.000 infantes; del rey de Maaká mil hombres y del rey de Tob 12.000.

[7] Lo supo David y mandó a Joab con toda la tropa, los valientes. [8] Salieron a campaña los ammonitas y se ordenaron en batalla a la entrada de la puerta, mientras que los arameos de Sobá y de Rejob, y los hombres de Tob y de Maaká estaban aparte en el campo. [9] Viendo Joab que tenía un frente de combate por delante y otro por detrás, escogió a los mejores de Israel y los puso en línea contra los arameos. [10] Puso el resto del ejército al mando de su hermano Abisay y lo ordenó en batalla frente a los ammonitas. [11] Y dijo: «Si los arameos me dominan, ven en mi ayuda; si los ammonitas te dominan a ti, vendré en tu socorro. [12] Ten fortaleza, esforcémonos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios y que Yahveh haga lo que bien le parezca.» [13] Y avanzó Joab con su ejército para luchar contra los arameos, que huyeron ante él.

[14] Viendo los ammonitas que los arameos emprendían la fuga, huyeron también ellos ante Abisay y entraron en la ciudad, mientras que Joab se alejó de los ammonitas y entró en Jerusalén. [15] Vieron los arameos que habían sido vencidos por Israel y se concentraron todos. [16] Hadadézer mandó venir a los arameos del otro lado del Río. Y llegaron a Jelam, viniendo a su cabeza Sobak, jefe del ejército de Hadadézer. [17] Se dio aviso a David, quien reuniendo a todo Israel pasó el Jordán y llegó a Jelam; los arameos se ordenaron en batalla frente a David y combatieron contra él. [18] Huyeron los arameos ante Israel y David abatió a los arameos setecientos carros y 40.000 de carro. Hirió también a Sobak, jefe de su ejército, que murió allí mismo. [19] Cuando todos les reyes vasallos de Hadadézer vieron que habían sido batidos ante Israel, hicieron la paz con Israel y le quedaron sometidos. Los arameos no se atrevieron a seguir ayudando a los ammonitas.

Capítulo 11

[1] A la vuelta del año, al tiempo que los reyes salen a campaña, envió David a Joab con sus veteranos y todo Israel. Derrotaron a los ammonitas y pusieron sitio a Rabbá, mientras David se quedó en Jerusalén. [2] Un atardecer se levantó David de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey cuando vio desde lo alto del terrado a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer muy hermosa. [3] Mandó David para informarse sobre la mujer y le dijeron: «Es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías el hitita.» [4] David envió gente que la trajese; llegó donde David y él se acostó con ella, cuando acababa de purificarse de sus reglas. Y ella se volvió a su casa. [5] La mujer quedó embarazada y envió a decir a David: «Estoy encinta.» [6] David mandó decir a Joab: «Envíame a Urías el hitita.» Joab envió a Urías adonde David.

[7] Llegó Urías donde él y David le preguntó por Joab, y por el ejército y por la marcha de la guerra. [8] Y dijo David a Urías: «Baja a tu casa y lava tus pies.» Salió Urías de la casa del rey, seguido de un obsequio de la mesa real. [9] Pero Urías se acostó a la entrada de la casa del rey, con la guardia de su señor, y no bajó a su casa. [10] Avisaron a David: «Urías no ha bajado a su casa.» Preguntó David a Urías: «¿No vienes de un viaje? ¿Por qué no has bajado a tu casa? [11] Urías respondió a David: «El arca, Israel y Judá habitan en tiendas; Joab mi señor y los siervos de mi señor acampan en el suelo ¿y voy a entrar yo en mi casa para comer, beber y acostarme con mi mujer? ¡Por tu vida y la vida de tu alma, no haré tal!» [12] Entonces David dijo a Urías: «Quédate hoy también y mañana te despediré.» Se quedó Urías aquel día en Jerusalén y al día siguiente [13] le invitó David a comer con él y le hizo beber hasta emborracharse. Por la tarde salió y se acostó en el lecho, con la guardia de su señor, pero no bajó a su casa.

[14] A la mañana siguiente escribió David una carta a Joab y se la envió por medio de Urías. [15] En la carta había escrito: «Poned a Urías frente a lo más reñido de la batalla y retiraos de detrás de él para que sea herido y muera.» [16] Estaba Joab asediando la ciudad y colocó a Urías en el sitio en que sabía que estaban los hombres más valientes. [17] Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab; cayeron algunos del ejército de entre los veteranos de David; y murió también Urías el hitita. [18] Joab envió a comunicar a David todas las noticias de la guerra, [19] y ordenó al mensajero: «Cuando hayas acabado de decir al rey todas las noticias sobre la batalla, [20] si salta la cólera del rey de te dice: «¿Por qué os habéis acercado a la ciudad para atacarla? ¿No sabíais que tirarían sobre vosotros desde la muralla? [21] ¿Quien mató a Abimélek, el hijo de Yerubbaal? ¿No arrojó una mujer sobre él una piedra de molino desde lo alto de la muralla y murió él en Tebés? ¿Por qué os habéis acercado a la muralla?", tú le dices: También ha muerto tu siervo Urías el hitita.» [22] Partió el mensajero y en llegando comunicó a David todo lo que le había mandado Joab. David se irritó contra Joab y dijo al mensajero: «¿Por qué os habéis acercado a la muralla para luchar? ¿Quién mató a Abimélek, el hijo de Yerubbaal? ¿No arrojó una mujer sobre él una piedra de molino desde lo alto de la muralla y murió él en Tebés? ¿Por qué os habéis acercado a la muralla?» [23] El mensajero dijo a David: «Aquellos hombres se crecieron frente a nosotros, hicieron una salida contra nosotros en campo raso y los rechazamos hasta la entrada de la puerta, [24] pero los arqueros tiraron contra tus veteranos desde lo alto de la muralla y murieron algunos de los veteranos del rey. También murió tu siervo Urías el hitita.» [25] Entonces David dijo al mensajero: «Esto has de decir a Joab: «No te inquietes por este asunto, porque la espada devora ya a uno ya a otro. Redobla tu ataque contra la ciudad y destrúyela.» Y así le darás ánimos.» [26] Supo la mujer de Urías que había muerto Urías su marido e hizo duelo por su señor.

[27] Pasado el luto, David envió por ella y la recibió en su casa haciéndola su mujer; ella le dio a luz un hijo; pero aquella acción que David había hecho desagradó a Yahveh.

Capítulo 12

[1] Envió Yahveh a Natán donde David, y llegando a él le dijo: «Había dos hombres en una ciudad, el uno era rico y el otro era pobre. [2] El rico tenía ovejas y bueyes en gran abundancia; [3] el pobre no tenía más que una corderilla, sólo una, pequeña, que había comprado. El la alimentaba y ella iba creciendo con él y sus hijos, comiendo su pan, bebiendo en su copa, durmiendo en su seno igual que una hija. [4] Vino un visitante donde el hombre rico, y dándole pena tomar su ganado lanar y vacuno para dar de comer a aquel hombre llegado a su casa, tomó la ovejita del pobre, y dio de comer al viajero llegado a su casa.» [5] David se encendió en gran cólera contra aquel hombre y dijo a Natán: «¡Vive Yahveh! que merece la muerte el hombre que tal hizo. [6] Pagará cuatro veces la oveja por haber hecho semejante cosa y por no haber tenido compasión.» [7] Entonces Natán dijo a David: «Tú eres ese hombre. Así dice Yahveh Dios de Israel: Yo te he ungido rey de Israel y te he librado de las manos de Saúl.

[8] Te he dado la casa de tu señor y he puesto en tu seno las mujeres de tu señor; te he dado la casa de Israel y de Judá; y si es poco, te añadiré todavía otras cosas. [9] ¿Por qué has menospreciado a Yahveh haciendo lo malo a sus ojos, matando a espada a Urías el hitita, tomando a su mujer por mujer tuya y matándole por la espada de los ammonitas? [10] Pues bien, nunca se apartará la espada de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado la mujer de Urías el hitita para mujer tuya. [11] Así habla Yahveh: Haré que de tu propia casa se alce el mal contra ti. Tomaré tus mujeres ante tus ojos y se las daré a otro que se acostará con tus mujeres a la luz de este sol. [12] Pues tú has obrado en lo oculto, pero yo cumpliré esta palabra ante todo Israel y a la luz del sol.» [13] David dijo a Natán: «He pecado contra Yahveh.» Respondió Natán a David: «También Yahveh perdona tu pecado; no morirás.

[14] Pero por haber ultrajado a Yahveh con ese hecho, el hijo que te ha nacido morirá sin remedio.» [15] Y Natán se fue a su casa. Hirió Yahveh al niño que había engendrado a David la mujer de Urías y enfermó gravemente. [16] David suplicó a Dios por el niño; hizo David un ayuno riguroso y entrando en casa pasaba la noche acostado en tierra. [17] Los ancianos de su casa se esforzaban por levantarle del suelo, pero el se negó y no quiso comer con ellos. [18] El séptimo día murió el niño; los servidores de David temieron decirle que el niño había muerto, porque se decían: «Cuando el niño aún vivía le hablábamos y no nos escuchaba. ¿Cómo le diremos que el niño ha muerto? ¡Hará un desatino!» [19] Vio David que sus servidores cuchicheaban entre sí y comprendió David que el niño había muerto y dijo David a sus servidores: «¿Es que ha muerto el niño?» Le respondieron: «Ha muerto.» [20] David se levantó del suelo, se lavó, se ungió y se cambió de vestidos. Fue luego a la casa de Yahveh y se postró. Se volvió a su casa, pidió que le trajesen de comer y comió.

[21] Sus servidores le dijeron: «¿Qué es lo que haces? Cuando el niño aún vivía ayunabas y llorabas, y ahora que ha muerto te levantas y comes.» [22] Respondió: «Mientras el niño vivía ayuné y lloré, pues me decía: ¿Quién sabe si Yahveh tendrá compasión de mí y el niño vivirá? [23] Pero ahora que ha muerto, ¿por qué he de ayunar? ¿Podré hacer que vuelva? Yo iré donde él, pero él no volverá a mí.» [24] David consoló a Betsabé su mujer, fue donde ella y se acostó con ella; dio ella a luz un hijo y se llamó Salomón; Yahveh le amó, [25] y envió al profeta Natán que le llamó Yedidías, por lo que había dicho Yahveh. [26] Joab atacó a Rabbá de los ammonitas y conquistó la ciudad real.

[27] Y envió Joab mensajeros a David para decirle: «He atacado a Rabbá y me he apoderado también de la ciudad real. [28] Ahora, pues, reúne el resto del ejército, acampa contra la ciudad y tómala, para que no sea yo quien la conquiste y no le dé mi nombre.» [29] Reunió David todo el ejército y partió para Rabbá, la atacó y la conquistó. [30] Tomó de la cabeza de Milkom la corona, que pesaba un talento de oro; tenía ésta engarzada una piedra preciosa que fue puesta en la cabeza de David; y se llevó un enorme botín de la ciudad. [31] A la gente que había en ella la hizo salir y la puso a trabajar en las sierras, en los trillos de dientes de hierro, en las hachas de hierro y los empleó en los hornos de ladrillo. Lo mismo hizo con todas la ciudades de los ammonitas. Luego David regresó con todo el ejército a Jerusalén.

Capítulo 13

[1] Sucedió después que Absalón, hijo de David, tenía una hermana que era hermosa, llamada Tamar, y Amnón, hijo de David, se prendó de ella. [2] Estaba Amnón tan atormentado que se puso enfermo, porque su hermana Tamar era virgen y le parecía difícil a Ammón hacerle algo. [3] Tenía Amnón un amigo llamado Yonadab, hijo de Simá, hermano de David; era Yonadab hombre muy astuto, [4] y le dijo: «¿Qué te sucede, hijo del rey, que de día en día estás más afligido? ¿No me lo vas a descubrir?» Amnón le dijo: «Estoy enamorado de Tamar, hermana de mi hermano Absalón.» [5] Yonadab le dijo: «Acuéstate en tu lecho y fíngete enfermo y cuando tu padre venga en verte le dices: Que venga, por favor, mi hermana Tamar a darme de comer; que prepare delante de mí algún manjar para que lo vea yo y lo coma de su mano.» [6] Y Amnón se acostó fingiéndose enfermo. Entró el rey a verle y Amnón dijo al rey: «Que venga, por favor, mi hermana Tamar y fría delante de mí un par de frituras y yo las comeré de su mano.» [7] David envió a decir a Tamar a su casa: «Vete a casa de tu hermano Amnón y prepárale algo de comer.» [8] Fue, pues, Tamar a casa de su hermano, que estaba acostado; tomó harina, la amasó, hizo los pasteles y los puso a freír delante de su hermano; [9] tomó la sartén y la vació delante de él, pero él no quiso comer; y dijo Amnón: «Que salgan todos de aquí.» Y todos salieron de allí.

[10] Entonces Amnón dijo a Tamar: «Tráeme la comida a la alcoba para que coma de tu mano.» Tomo Tamar las frituras que había hecho, se las llevó a su hermano Amnón a la alcoba [11] y se las acercó para que comiese, pero él la sujetó y le dijo: «Ven, acuéstate conmigo, hermana mía.» [12] Pero ella respondió: «No, hermano mío, no me fuerces, pues no se hace esto en Israel. No cometas esta infamia. [13] ¿A dónde iría yo deshonrada? Y tú serías como un infame en Israel. Habla, te lo suplico, al rey, que no rehusará entregarme a ti.» [14] Pero él no quiso escucharla, sino que la sujetó y forzándola se acostó con ella. [15] Después Amnón la aborreció con tan gran aborrecimiento que fue mayor su aborrecimiento que el amor con que la había amado. Y le dijo Amnón: «Levántate y vete.» [16] Ella le dijo: «No, hermano mío, por favor, porque si me echas, este segundo mal es peor que el que me hiciste primero.» Pero él no quiso escucharla.

[17] Llamó al criado que le servía y le dijo: «Echame a ésta fuera y cierra la puerta tras ella.» [18] (Vestía ella una túnica con mangas, porque así vestían antes las hijas del rey que eran vírgenes). Su criado la hizo salir fuera y cerró la puerta tras ella. [19] Tamar puso ceniza sobre su cabeza, rasgó la túnica de mangas que llevaba, puso sus manos sobre la cabeza y se iba gritando mientras caminaba. [20] Su hermano Absalón le dijo: «¿Es que tu hermano Amnón ha estado contigo? Ahora calla, hermana mía; es tu hermano. No te preocupes de este asunto.» Y Tamar quedó desolada en casa de su hermano Absalón. [21] Cuando el rey David supo todas estas cosas se irritó en extremo, pero no quiso castigar a su hijo Amnón, al que amaba porque era su primogénito. [22] Absalón no dijo a Amnón ni una palabra, ni buena ni mala, pues odiaba Absalón a Amnón porque había humillado a su hermana Tamar.

[23] Dos años después, estaban los esquiladores con Absalón esquilando en Baal Jasor, junto a Efraím, y Absalón invitó a todos los hijos del rey. [24] Se presentó Absalón al rey y le dijo: «Ya que estoy de esquileo, que vengan, por favor, conmigo el rey y sus servidores.» [25] El rey dijo a Absalón: «No, hijo mío, no podemos ir todos para no serte gravosos.» Insistió, pero el rey no quiso ir y le dio su bendición. [26] Absalón le dijo: «Que venga, por favor, con nosotros mi hermano Amnón.» Respondió el rey: «¿Para qué ha de ir contigo?» [27] Pero Absalón le insistió y dejó que fueran con él Amnón y todos los hijos del rey. Absalón mandó preparar un convite regio. [28] Y ordenó a sus criados: «Estad atentos: cuando el corazón de Amnón esté alegre por el vino y yo os diga: «Herid a Amnón", le mataréis. No tengáis temor, porque os lo mando yo. Cobrad ánimo y sed valerosos.» [29] Los criados de Absalón hicieron con Amnón lo que Absalón les había mandado. Entonces todos los hijos del rey se levantaron y montando cada cual en su mulo huyeron.

[30] Estando ellos en camino llegó a David el rumor de que Absalón había matado a todos los hijos del rey y que no había quedado ni uno solo de ellos. [31] Se levantó el rey, rasgó sus vestidos y se echó en tierra; todos los servidores que estaban a su lado rasgaron también, sus vestidos. [32] Pero Yonadab, hijo de Simá, hermano de David, tomó la palabra y dijo: «No piense mi señor el rey que han muerto todos los muchachos, los hijos del rey, porque solamente ha muerto Amnón; pues era cosa decidida en boca de Absalón desde el día en que aquél humilló a su hermana Tamar. [33] Así que no haga caso mi señor el rey de esos rumores de que han muerto todos los hijos del rey, porque sólo ha muerto Amnón.» [34] Absalón huyó. El joven que estaba de centinela levantó la vista y vio multitud que venía por el camino de Bajurim, a la bajada, y fue a avisar el rey: «He visto algunos hombres que bajan por el camino de Bajurim, por la ladera de la montaña.» [35] Yonadab dijo al rey: «Son los hijos del rey que llegan; ha sido lo que tu servidor había dicho.» [36] Apenas había acabado de hablar, entraron los hijos del rey y alzando su voz lloraron. También el rey y todos los servidores se echaron a llorar con gran llanto.

[37] Absalón huyó yéndose adonde Talmay, hijo de Ammijud, rey de Guesur; y el rey lloraba todos los días por su hijo. [38] Absalón, por su parte, había huido yéndose a Guesur: allí se quedó tres años. [39] El espíritu del rey cesó de airarse contra Absalón, porque se había consolado ya de la muerte de Ammón.

Capítulo 14

[1] Conoció Joab, hijo de Sarvia, que el corazón del rey estaba por Absalón [2] y envió Joab a Técoa, a traer de allí una mujer sagaz a la que dijo: «Da muestras de duelo, vístete de luto y no te perfumes; pórtate como una mujer que hace muchos días que está en duelo por un muerto. [3] Entra luego donde el rey y dile estas palabras», y Joab puso las palabras en su boca. [4] Entró, pues, donde el rey la mujer de Técoa y cayendo sobre su rostro en tierra se postró y dijo: «¡Sálvame, oh rey!» [5] El rey le dijo: «¿Qué te pasa?» Y ella contestó: «¡Ay de mí! Soy una mujer viuda. Mi marido ha muerto. [6] Tu sierva tiene dos hijos. Se pelearon en el campo, no había quien los separase y uno hirió al otro y le mató.

[7] Y ahora se alza toda la familia contra tu sierva y dicen: «Entréganos al asesino de su hermano: le haremos morir por la vida de su hermano, al que mató, y haremos desaparecer también al heredero.» Así van a extinguir el ascua que me queda y no dejarán a mi marido nombre ni superviviente en la tierra.» [8] El rey dijo a la mujer: «Vete a tu casa que yo daré órdenes sobre tu asunto.» [9] Pero la mujer de Técoa dijo al rey: «Caiga, oh rey mi señor, la culpa sobre mí y sobre la casa de mi padre y queden inocentes el rey y su trono.» [10] El rey dijo: «Si alguno todavía te dice algo, hazle venir y no te molestará más.» [11] Replicó ella: «Que el rey mencione, por favor, a Yahveh, tu Dios, para que el vengador de sangre no aumente la ruina y no extermine a mi hijo.» El dijo: «Vive Yahveh, que no caerá en tierra ni un cabello de tu hijo.» [12] La mujer dijo: «Te suplico que tu sierva pueda decir a mi señor el rey una palabra.» Dijo: «Habla».

[13] Respondió la mujer: «¿Por qué has tenido tal pensamiento contra el pueblo de Dios y se hace el rey culpable diciendo que no vuelva más su desterrado? [14] Todos hemos de morir; como el algua que se derrama en tierra no se vuelva a recoger, así Dios no vuelve a conceder la vida. Que el rey elija medios para que el proscrito no siga alejado de él. [15] «Así pues, si tu sierva ha venido para hablar a mi señor el rey estas cosas, es porque me han metido miedo y tu sierva se ha dicho: Hablaré al rey y acaso el rey cumpla la palabra de su esclava, [16] pues el rey me escuchará y librará a su esclava de la ira del hombre que quiere exterminarme, a mí juntamente con mi hijo, de la heredad de Dios. [17] Tu sierva dice: Que la palabra de mi señor el rey traiga la paz, pues mi señor el rey es como el Angel de Dios para discernir el bien y el mal. Y que Yahveh tu Dios sea contigo.» [18] El rey respondió a la mujer y dijo: «No me oculte nada de lo que voy a preguntarte.» La mujer dijo: «Habla, oh rey, mi señor.» [19] Dijo el rey: «¿No anda contigo la mano de Joab en todo esto?» Respondió la mujer: «Por tu vida, oh rey mi señor, que no se desvía ni a la derecha ni a la izquierda nada de lo que el rey mi señor dice. Tu siervo Joab me ha mandado y ha puesto en la boca de tu sierva todas estas palabras.

[20] Para abordar con rodeos el tema hizo esto tu siervo Joab. Pero mi señor es prudente como el Angel de Dios y sabe todo cuanto sucede en la tierra.» [21] Entonces el rey dijo a Joab: «Mira, he decidido el asunto. Anda y haz que regrese el joven Absalón.» [22] Cayó Joab sobre su rostro en tierra y postrándose bendijo al rey. Joab dijo: «Hoy ha conocido tu siervo que ha hallado gracia a tus ojos, oh rey mi señor, pues ha cumplido el rey el deseo de su siervo.» [23] Levantóse Joab, fue a Guesur y llevó a Absalón a Jerusalén. [24] Pero el rey dijo: «Que se retire a su casa, pues no ha de ver mi rostro.» Y Absalón se retiró a su casa sin ver el rostro del rey. [25] No había en todo Israel un hombre tan apuesto como Absalón, ni tan celebrado; de la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza no había en él defecto.

[26] Cuando se cortaba el pelo — y se lo cortaba cada año; porque le pesaba mucho y por eso se lo cortaba — pesaba el cabello de su cabezca doscientos siclos, peso real. [27] Le nacieron a Absalón tres hijos y una hija, llamada Tamar; era una mujer de gran belleza. [28] Absalón estuvo en Jerusalén dos años sin ver el rostro del rey. [29] Llamó Absalón a Joab para enviarle al rey, pero él no quiso ir. Le llamó todavía una segunda vez, pero tampoco quiso. [30] Entonces dijo a sus servidores: «Ved el campo de Joab, que está junto al mío, donde él tiene la cebada. Id y prendedle fuego.» Los servidores de Absalón prendieron fuego al campo. [31] Entonces se levantó Joab, fue a casa de Absalón y le dijo: «¿Por qué tus servidores han prendido fuego a mi campo?» [32] Absalón respondió a Joab: «Te he mandado llamar para decirte: Ven, por favor, pues quiero enviarte al rey para que le digas: ¿Para qué he vuelto de Guesur? Mejor me hubiera sido estarme allí. Quiero ver el rostro del rey; si hay alguna culpa en mí, que me haga morir.» [33] Fue Joab al rey y se lo comunicó. Entonces llamó a Absalón. Entró éste donde el rey y se postró sobre su rostro en presencia del rey. Y el rey besó a Absalón.

Capítulo 15

[1] Después de esto se hizo Absalón con un carro, caballos y cincuenta hombres que corrían delante de él. [2] Se levantaba Absalón temprano y se colocaba a la vera del camino de la puerta, y a los que tenían algún pleito y venían donde el rey para el juicio, les llamaba Absalón y les decía: «¿No eres tú de...?» El respondía: «Tu siervo es de tal tribu de Israel.» [3] Absalón le decía: «Mira, tu causa es justa y buena, pero nadie te escuchará de parte del rey.» [4] Y añadía Absalón: «¡Quién me pusiera por juez de esta tierra! Podrían venir a mí todos los que tienen pleitos o juicios y yo les haría justicia.» [5] Cuando alguno se acercaba a él y se postraba, le tendía la mano, le retenía y le besaba. [6] Así hacía Absalón, con todos los israelitas que iban al tribunal del rey. Absalón robaba así el corazón de los hombres de Israel.

[7] Al cabo de cuatro años dijo Absalón al rey: «Permíteme que vaya a Hebrón a cumplir el voto que hice a Yahveh. [8] Porque tu siervo hizo voto cuando estaba en Guesur de Aram diciendo: Si Yahveh me permite volver a Jerusalén, daré culto a Yahveh en Hebrón.» [9] El rey le dijo «Vete en paz.» El se levantó y se fue a Hebrón. [10] Envió Absalón mensajeros a todas las tribus de Israel diciendo: «Cuando oigáis sonar el cuerno decid: «¡Absalón se ha proclamado rey en Hebrón!» [11] Con Absalón habían partido de Jerusalén doscientos hombres invitados; eran inocentes y no sabían absolutamente nada. [12] Absalón mandó a buscar a su ciudad de Guiló a Ajitófel el guilonita, consejero de David, y lo tuvo consigo cuando ofrecía los sacrificios. Así la conjuración se fortalecía y los partidarios de Absalón iban aumentando.

[13] Llegó uno que avisó a David: «El corazón de los hombres de Israel va tras de Absalón.» [14] Entonces David dijo a todos los servidores que estaban con él en Jerusalén: «Levantaos y huyamos, porque no tenemos escape ante Absalón. Apresuraos a partir, no sea que venga a toda prisa y nos dé alcance, vierta sobre nosotros la ruina y pase la ciudad a filo de espada.» [15] Dijeron al rey sus servidores: «Para todo cuanto mi señor el rey elija estamos aquí tus servidores.» [16] El rey salió con toda su casa, a pie, dejando diez concubinas para guardar la casa. [17] Salió el rey a pie, con todo el pueblo, y se detuvieron en la última casa. [18] Estaban con él todos sus veteranos. Todos los kereteos, los perizitas, Ittay y todos los guititas, seiscientos hombres que le habían seguido desde Gat, marchaban delante del rey.

[19] Y dijo el rey a Ittay el guitita: «¿Por qué has de venir tú también conmigo? Vuélvete y quédate con el rey porque eres un extranjero, desterrado también de tu país. [20] Llegaste ayer ¿y voy a obligarte hoy a andar errando con nosotros, cuando voy a la ventura? Vuélvete y haz que tus hermanos se vuelvan contigo; y que Yahveh tenga contigo amor y fidelidad.» [21] Ittay respondió al rey: «¡Por vida de Yahveh y por tu vida, rey mi señor, que donde el rey mi señor esté, para muerte o para vida, allí estará tu siervo!» [22] Entonces David dijo a Ittay: «Anda y pasa.» Pasó Ittay de Gat con todos sus hombres y todas sus criaturas. [23] Iban todos llorando con gran llanto. El rey se detuvo en el torrente Cedrón y toda la gente pasaba ante él por el camino del desierto. [24] Iban también con él Sadoq y todos los levitas, llevando el arca de la alianza de Dios. Se detuvieron con el arca de Dios junto a Abiatar hasta que todo el pueblo acabó de salir de la ciudad.

[25] Dijo el rey a Sadoq: «Haz volver el arca de Dios a la ciudad. Si he hallado gracia a los ojos de Yahveh, me hará volver y me permitirá ver el arca y su morada. [26] Y si él dice: «No me has agradado", que me haga lo que mejor le parezca.» [27] Dijo el rey al sacerdote Sadoq: «Mirad, tú y Abiatar volveos en paz a la ciudad, con vuestros dos hijos, Ajimaas, tu hijo, y Jonatán, hijo de Abiatar. [28] Mirad, yo me detendré en las llanuras del desierto, hasta que me llegue una palabra vuestra que me dé noticias.» [29] Sadoq y Abiatar volvieron el arca de Dios a Jerusalén y se quedaron allí. [30] David subía la cuesta de los Olivos, subía llorando con la cabeza cubierta y los pies desnudos; y toda la gente que estaba con él había cubierto su cabeza y subía la cuesta llorando.

[31] Notificaron entonces a David: «Ajitófel está entre los conjurados con Absalón», y David dijo: «¡Vuelve necios, Yahveh, los consejos de Ajitófel!» [32] Cuando David llegó a la cima donde se postran ante Dios, le salió al encuentro Jusay el arquita, amigo de David, con la túnica desgarrada y cubierta de polvo su cabeza. [33] David le dijo: «Si vienes conmigo, me serás una carga. [34] Pero si tu vuelves a la ciudad y dices a Absalón: «Soy tu siervo, oh rey mi señor; antes serví a tu padre, ahora soy siervo tuyo,» podrás frustrar, en favor mío, los consejos de Ajitófel. [35] ¿No estarán allí contigo los sacerdotes Sadoq y Abiatar? Todo cuanto oigas en la casa del rey, se lo comunicas a los sacerdotes Sadoq y Abiatar. [36] Estarán allí con ellos sus dos hijos, Ajimaas de Sadoq y Jonatán de Abiatar, y por su medio podréis comunicarme todo lo que sepáis.» [37] Jusay, amigo de David, entró en la ciudad cuando Absalón llegaba a Jerusalén.

Capítulo 16

[1] Había pasado David un poco más allá de la cumbre, cuando le salió al encuentro Sibá, criado de Meribbaal, con dos asnos aparejados, cargados con doscientos panes, cien racimos de uvas pasas, cien frutas maduras y un odre de vino. [2] El rey preguntó a Sibá: «¿Para qué es esto?» Sibá contestó: «Los asnos son para que la familia del rey pueda montar, los panes y frutas son para que los muchachos coman y el vino para que beba el que se fatigue en el desierto.» [3] El rey preguntó: «¿Dónde está el hijo de tu señor?» Sibá respondió al rey: «Se ha quedado en Jerusalén porque se ha dicho: Hoy me devolverá la casa de Israel el reino de mi padre.» [4] El rey dijo a Sibá: «Todo lo de Meribbaal es para ti» Sibá respondió: «Me postro ante ti. ¡Que halle yo gracia a tus ojos, oh rey mi señor!» [5] Cuando el rey David llegó a Bajurim salió de allí un hombre del mismo clan que la casa de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá. Iba maldiciendo mientras avanzaba. [6] Tiraba piedras a David y a todos los servidores del rey, mientras toda la gente y todos los servidores se colocaban a derecha e izquierda.

[7] Semeí decía maldiciendo: «Vete, vete, hombre sanguinario y malvado. [8] Yahveh te devuelva toda la sangre de la casa de Saúl, cuyo reino usurpaste. Así Yahveh ha entregado tu reino en manos de Absalón tu hijo. Has caído en tu propia maldad, porque eres un hombre sanguinario.» [9] Abisay, hijo de Sarvia, dijo al rey: «¿Por qué ha de maldecir este perro muerto a mi señor el rey? Voy ahora mismo y le corto la cabeza.» [10] Respondió el rey: «¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Deja que maldiga, pues si Yahveh le ha dicho: «Maldice a David» ¿quién le puede decir: «Por qué haces esto?» [11] Y añadió David a Abisay y a todos sus siervos: «Mirad, mi hijo, salido de mis entrañas, busca mi muerte, pues ¿cuánto más ahora un benjaminita? Dejadle que maldiga, pues se lo ha mandado Yahveh. [12] Acaso Yahveh mire mi aflicción y me devuelva Yahveh bien por las maldiciones de este día.» [13] Y David y sus hombres prosiguieron su camino, mientras Semeí marchaba por el flanco de la montaña, paralelo a él; iba maldiciendo, tirando piedras y arrojando polvo.

[14] El rey y todo el pueblo que iba con él, llegaron extenuados a... y allí tomaron aliento. [15] Absalón y todos hombres de Israel entraron en Jerusalén; Ajitófel estaba con él. [16] Llegó Jusay el arquita, amigo de David, donde Absalón y dijo Jusay a Absalón: «¡Viva el rey, viva el rey!» [17] Absalón dijo a Jusay: «¿Es éste tu afecto por tu amigo? ¿Por qué no te has ido con tu amigo?» [18] Jusay respondió a Absalón: «No. Yo quiero estar y permanecer con aquel a quien ha elegido Yahveh, este pueblo y todos los hombres de Israel. [19] Por lo demás ¿a quién voy a servir? ¿No es a su hijo? Como he servido a tu padre, te serviré a ti.» [20] Absalón dijo a Ajitófel: «Tomad consejo sobre lo que se debe hacer.» [21] Ajitófel dijo a Absalón: «Llégate a las concubinas que tu padre ha dejado para guardar la casa; todo Israel sabrá que te has hecho odioso a tu padre y se fortalecerán las manos de todos los que están contigo.

[22] Se levantó, pues, una tienda para Absalón sobre el terrado y Absalón se unió a las concubinas de su padre a la vista de todo Israel. [23] El consejo que daba Ajitófel aquellos días era como si se hubiese pedido un oráculo a Dios. Así era tenido el consejo de Ajitófel, tanto por David como por Absalón.

Capítulo 17

[1] Ajitófel dijo a Absalón: «Voy a elegir 12.000 hombres y me lanzaré en persecución de David esta misma noche. [2] Caeré sobre él cuando esté fatigado y falto de fuerzas, le llenaré de espanto y huirá toda la gente que está con él; heriré al rey solamente [3] y haré que vuelva a ti todo el pueblo, como la novia viene a su esposo; solamente buscas la muerte de un hombre y todo el pueblo quedará a salvo.» [4] Pareció bueno el consejo a Absalón y a todos los ancianos de Israel. [5] Pero Absalón dijo: «Llamad también a Jusay el arquita y oigámosle también a él.» [6] Llegó Jusay donde Absalón y Absalón dijo: «Ajitófel nos ha dicho esto. ¿Debemos hacer lo que dice? Si no, habla tu.» [7] Jusay dijo a Absalón: «Por esta vez, no es bueno el consejo de Ajitófel.» [8] Añadió Jusay: «Tú ya sabes que tu padre y sus hombres son gente valerosa y están exasperados como una osa salvaje a la que han quitado sus oseznos. Tu padre es hombre de guerra y no permitirá que el pueblo descanse durante la noche.

[9] Ahora estará escondido en alguna caverna o en algún lugar. Si caen al principio algunos de los nuestros se correrá el rumor y se dirá: Ha habido un desastre en la tropa que sigue a Absalón. [10] Y sucederá que incluso los más valientes, cuyo corazón es como corazón de león, perderán el ánimo, porque todo Israel sabe que tu padre es esforzado y que son valerosos los que están con él. [11] Por eso te aconsejo que reúnas en torno a ti a todo Israel, desde Dan hasta Berseba, como la arena que hay en la orilla del mar, y tú marcharás en persona en medio de ellos. [12] Nos acercaremos a él en cualquier lugar en que se encuentre, caeremos sobre él como cae el rocío sobre la tierra y no dejaremos con vida ni a él ni a uno solo de los hombres que le acompañan. [13] Si se recoge a una ciudad, todo Israel llevará cuerdas y la arrastraremos hasta el torrente, de modo que no se pueda hallar en ella ni un pedrusco.» [14] Absalón y todos los hombres de Israel dijeron: «El consejo de Jusay el arquita es mejor que el consejo de Ajitófel.» Es que Yahveh había decidido frustrar el consejo de Ajitófel — que era bueno — para traer Yahveh la ruina sobre Absalón.

[15] Después Jusay dijo a los sacerdotes Sadoq y Abiatar: «Esto ha aconsejado Ajitófel a Absalón y a los ancianos de Israel; y esto y esto he aconsejado yo. [16] Ahora mandad rápidamente a avisar a David: «No hagas noche en las llanuras del desierto. Pasa sin tardanza al otro lado, no vaya a ser devorado el rey y todo el pueblo que le acompaña.»» [17] Jonatán y Ajimaas estaban apostados en la fuente de Roguel. Una criada vendría a avisarles y ellos irían a comunicárselo al rey David, porque no podían dejarse ver al entrar en la ciudad. [18] Pero los vio un muchacho y avisó a Absalón. Entonces los dos partieron a toda prisa y entraron en casa de un hombre de Bajurim. Tenía éste un pozo en el patio y los bajaron a él. [19] La mujer tomó una manta, la extendió sobre la boca del pozo, y puso encima grano trillado; de modo que no se notaba nada. [20] Llegó la gente de Absalón a la casa, donde la mujer, y dijeron: «¿Dónde están Ajimaas y Jonatán?» La mujer respondió: «Han pasado más allá hacia el agua.» Buscaron, pero no hallaron nada y se volvieron a Jerusalén.

[21] Después que se fueron, subieron ellos del pozo y fueron a avisar al rey David diciéndole: «Levantaos y pasad aprisa el agua, porque este consejo les ha dado Ajitófel contra vosotros.» [22] Se levantó David y todo el pueblo que estaba con él y pasaron el Jordán; al romper la luz de la mañana no quedaba nadie sin pasar el Jordán. [23] Cuando vio Ajitófel que no habían seguido con su consejo, aparejó el asno y levantándose fue a su casa en su ciudad; ordenó su casa, y luego se ahorcó y murió. Le sepultaron en la tumba de su padre. [24] Llegaba David a Majanáyim cuando atravesaba Absalón el Jordán con todos los hombres de Israel. [25] Absalón había puesto a Amasá al frente del ejército, en lugar de Joab. Amasá era hijo de un hombre llamado Yitrá el ismaelita, que se había unido con Abigaíl, hija de Jesé, hermana de Sarvia, madre de Joab. [26] Israel y Absalón acamparon en tierra de Galaad.

[27] Cuando David llegó a Majanáyim, Sobí, hijo de Najás, de Rabbá de los ammonitas, y Makir, hijo de Ammiel, de Lo Debar, y Barzillay de Galaad de Roguelim, [28] llevaron lechos, esteras, copas y vasos de barro, así como trigo, cebada, harina, grano tostado, lentejas, habas, [29] miel, cuajada, ovejas y quesos de vaca, y lo ofrecieron a David y a la gente que estaba con él, para que comiesen, pues se habían dicho: «La gente habrá pasado hambre, fatigas y sed en el desierto.»

Capítulo 18

[1] David pasó revista al ejército que estaba con él y puso a su cabeza jefes de millar y de cien. [2] Dividió David el ejército en tres cuerpos: un tercio a las órdenes de Joab; un tercio a las órdenes de Abisay, hijo de Sarvia, hermano de Joab, y un tercio a las órdenes de Ittay de Gat. Y dijo David a su ejército: «Yo mismo saldré también con vosotros.» [3] Pero la tropa dijo: «No debes salir, porque si nosotros tenemos que huir, no tendría importancia; aunque muriera la mitad de nosotros no tendría importancia; pero tú eres como 10.000 de nosotros. Es mejor que puedas venir en nuestra ayuda desde la ciudad.» [4] El rey les dijo: «Haré lo que bien os parezca.» Se quedó, pues, el rey junto a la puerta y salió todo el ejército por centenares y millares. [5] El rey ordenó a Joab, Abisay y a Ittay: «Tratad bien, por amor a mí, al joven Absalón.» Y todo el ejército oyó las órdenes del rey a todos los jefes acerca de Absalón. [6] El ejército salió al campo, al encuentro de Israel, y se trabó la batalla en el bosque de Efraím.

[7] El pueblo de Israel fue derrotado allí por los veteranos de David, y hubo aquel día un gran estrago de 20.000 hombres. [8] La batalla se extendió por todo aquel contorno y aquel contorno y aquel día devoró el bosque más hombres que la espada. [9] Absalón se topó con los veteranos de David. Iba Absalón montado en un mulo y el mulo se metió bajo el ramaje de una gran encina. La cabeza de Absalón se trabó y quedó en la encina colgado entre el cielo y la tierra, mientras que el mulo que estaba debajo de él siguió adelante. [10] Lo vio un hombre y se lo avisó a Joab diciendo: «He visto a Absalón colgado de una encina.» [11] Joab dijo al hombre que le avisaba: «Y viéndole ¿por qué no le has derribado allí mismo en tierra, yo te habría dado diez siclos de plata y un cinturón?» [12] El hombre respondió a Joab: «Aunque pudiera pesar en la palma de mi mano mil siclos de plata, no alzaría mi mano contra el hijo del rey, pues ante nuestros oídos te ordenó el rey, a ti, a Abisay y a Ittay: «Guardadme al joven Absalón.» [13] Si me hubiera mentido a mí mismo, expondría mi vida, pues al rey nada se le oculta y tú mismo te hubieras mantenido aparte.» [14] Respondió Joab: «No voy a estarme mirando tu cara.» Y tomando tres dardos en su mano los clavó en el corazón de Absalón, que estaba todavía vivo en medio de la encina.

[15] Luego se acercaron diez jóvenes, escuderos de Joab, que hirieron a Absalón y lo remataron. [16] Joab mandó tocar el cuerno y el ejército dejó de perseguir a Israel, porque Joab retuvo al ejército. [17] Tomaron a Absalón, le echaron en el bosque en un gran hoyo y pusieron encima un gran montón de piedras; y todo Israel huyó, cada uno a su tienda. [18] Estando en vida, había decidido Absalón alzarse la estela que está en el valle del rey, pues se había dicho: « No tengo hijo para perpetuar mi nombre», y había puesto a la estela su mismo nombre. Se llama «La Mano de Absalón», hasta el día de hoy. [19] Ajimaas, hijo de Sadoq, dijo: «Voy a correr y anunciar al rey la buena noticia de que Yahveh le ha librado de manos de sus enemigos.» [20] Pero Joab le dijo; «No serás tú hombre que dé buenas noticias hoy. Otro día las darás; hoy no las darás porque el hijo del rey ha muerto.» [21] Y Joab dijo al kusita: «Anda y anuncia al rey lo que has visto.» El kusita se postró ante Joab y partió a la carrera.

[22] Insistió de nuevo Ajimaas, hijo de Sadoq, y dijo a Joab: «Pase lo que pase, yo también quiero correr tras el kusita.» Joab le dijo: «¿Para qué vas a correr, hijo mío? aunque vayas, por esta noticia no te van a dar albricias.» [23] El dijo: «Pase lo que pase, voy a correr.» Entonces le dijo: «Corre.» Ajimaas corrió por el camino de la vega y adelantó al kusita. [24] Estaba David entre las dos puertas. El centinela que estaba en el terrado de la puerta, sobre la muralla, alzó la vista y vio a un hombre que venía corriendo solo. [25] Gritó el centinela y se lo comunicó al rey y el dijo: «Si viene solo, hay buenas noticias en su boca.» Mientras éste se acercaba corriendo, [26] vio el centinela otro hombre corriendo y gritó el centinela de la puerta: «Ahí viene otro hombre solo, corriendo.» Dijo el rey: «También éste trae buenas noticias.» [27] Dijo el centinela: «Ya distingo el modo de correr del primero: por su modo de correr es Ajimaas, hijo de Sadoq.» Dijo el rey: «Es un hombre de bien; viene para dar buenas noticias.» [28] Se acercó Ajimaas y dijo al rey: «¡Paz!», y se postró ante el rey, rostro en tierra. Luego prosiguió: «Bendito sea Yahveh tu Dios que ha sometido a los hombres que alzaban la mano contra mi señor el rey.» [29] Preguntó el rey: «¿Está bien el joven Absalón?» Ajimaas respondió: «Yo vi un gran tumulto cuando el siervo del rey, Joab, envió a tu siervo pero no sé qué era.» [30] El rey dijo: «Pasa y ponte acá.» El pasó y se quedó.

[31] Llegó el kusita y dijo: «Recibe, oh rey mi señor, la buena noticia, pues hoy te ha liberado Yahveh de la mano de todos lo que se alzaban contra ti.» [32] Dijo el rey al kusita: «Está bien el joven Absalón?» Respondió el kusita: «Que les suceda como a ese joven a todos los enemigos de mi señor el rey y a todos los que se levantan contra ti para hacerte mal.»

Capítulo 19

[1] Entonces el rey se estremeció. Subió a la estancia que había encima de la puerta y rompió a llorar. Decia entre sollozos: «¡Hijo mío, Absalón; hijo mío, hijo mío, Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío!» [2] Avisaron a Joab: «Mira que el rey está llorando y lamentándose por Absalón.» [3] La victoria se trocó en duelo aquel día para todo el pueblo, porque aquel día supo el pueblo que el rey estaba desolado por su hijo. [4] Y aquel día fue entrando el ejército a escondidas en la ciudad, como cuando va a escondidas un ejército que huye avergonzado de la batalla. [5] El rey, tapado el rostro, decía con grandes gemidos: «¡Hijo mío, Absalón; Absalón, hijo mío, hijo mío!» [6] Entró Joab en la casa, donde el rey, y le dijo: «Estás hoy cubriendo de vergüenza el rostro de todos tus servidores, que han salvado hoy tu vida, la vida de tus hijos y tus hijas, la vida de tus mujeres y la vida de tus concubinas, [7] porque amas a los que te aborrecen y aborreces a los que te aman; hoy has demostrado que nada te importan tus jefes ni tus soldados; ahora estoy comprendiendo que si Absalón viviera y todos nosotros hubiéramos muerto hoy, te habría parecido bien.

[8] Ahora, pues, levántate, sal y habla al corazón de tus servidores, porque por Yahveh te juro que, si no sales, no quedará contigo esta noche ni un hombre, y esto sería para ti mayor calamidad que cuantas vinieron sobre ti desde tu juventud hasta hoy.» [9] Se levantó el rey y vino a sentarse a la puerta. Se avisó a todo el ejército: «El rey está sentado a la puerta», y todo el ejército se presentó ante el rey. Israel había huido cada uno a su tienda. [10] Y todo el pueblo discutía en todas las tribus de Israel diciendo: «El rey nos libró de nuestros enemigos y nos salvó de manos de los filisteos y ahora ha tenido que huir del país, lejos de Absalón. [11] Pero Absalón, a quien ungimos por rey nuestro, ha muerto en la batalla. Así pues, ¿por qué estáis sin hacer nada para traer al rey?» [12] Llegaron hasta el rey estas palabras de todo Israel; y el rey David mandó a decir a los sacerdotes Sadoq y Abiatar: «Decid a los ancianos de Judá: «¿Por qué vais a ser los últimos en traer al rey a su casa? [13] Sois mis hermanos, mi carne y mis huesos sois, y ¿vais a ser los últimos en hacer volver al rey?» [14] Decid también a Amasá: «¿No eres tú hueso mío y carne mía? Esto me haga Dios y esto me añada si no entras a mi servicio toda mi vida como jefe del ejército, en lugar de Joab.»» [15] Entonces se inclinó el corazón de todos los hombres de Judá como un solo hombre y enviaron a decir al rey: «Vuelve, tú y todos tus servidores.» [16] Volvió, pues, el rey y llegó hasta el Jordán. Judá llegó hasta Guilgal, viniendo al encuentro del rey para ayudar al rey a pasar el Jordán.

[17] Semeí, hijo de Guerá, benjaminita de Bajurim, se apresuró a bajar con los hombres de Judá al encuentro del rey David. [18] Venían con él mil hombres de Benjamín. Sibá, criado de la casa de Saúl, sus quince hijos y sus veinte siervos bajaron al Jordán delante del rey, [19] para ayudar a pasar a la familia del rey, y hacer todo lo que le pareciera bien. Semeí, hijo de Guerá, se echó ante el rey, cuando hubo pasado el Jordán, [20] y dijo al rey: «No me impute culpa mi señor y no recuerdes el mal que tu siervo hizo el día en que mi señor el rey salía de Jerusalén; que no lo guarde el rey en su corazón, [21] porque bien conoce tu siervo que he pecado, pero he venido hoy el primero de toda la casa de José, para bajar al encuentro de mi señor el rey.» [22] Entonces Abisay, hijo de Sarvia, tomó la palabra y dijo: «¿Es que no va a morir Semeí por haber maldecido al ungido de Yahveh?» [23] Pero David dijo: «¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, que os convertís hoy en adversarios míos? ¿Ha de morir hoy alguien en Israel? ¿Acaso no conozco que hoy vuelvo a ser rey de Israel?» [24] El rey dijo a Semeí: «No morirás.» Y el rey se lo juró.

[25] También Meribbaal, hijo de Saúl, bajó al encuentro del rey. No había aseado sus pies ni sus manos, no había cuidado su bigote ni había lavado sus vestidos desde el día en que se marchó el rey hasta el día en que volvió en paz. [26] Cuando llegó de Jerusalén al encuentro del rey, el rey le dijo: «¿Por qué no viniste conmigo, Meribbaal?» [27] Respondió él: «¡Oh rey, señor mío! Mi servidor me engañó: Tu siervo le había dicho: «Aparéjame el asno; montaré en él, y me iré con el rey", porque tu siervo es cojo. [28] Ha calumniado a tu siervo ante mi señor el rey. Pero el rey mi señor es como el Angel de Dios y harás lo que bien te pareciere. [29] Pues toda la familia de mi padre merecía la muerte de parte del rey mi señor, y tú, con todo, has puesto a tu siervo entre los que comen a tu mesa. ¿Qué derecho tengo yo a implorar todavía al rey?» [30] El rey le dijo: «¿Para qué vas a a seguir repitiendo tus palabras? He decidido que tú y Sibá os repartáis las tierras.» [31] Dijo Meribbaal al rey: «Y aun todo puede llevárselo, ya que mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa.» [32] También Barzillay de Galaad había bajado de Roguelim y había pasado el Jordán con el rey para despedirle en el Jordán.

[33] Barzillay era muy anciano; tenía ochenta años. Había proporcionado alimentos al rey durante su estancia en Majanáyim, porque era un hombre muy rico. [34] Dijo el rey a Barzillay: «Sigue conmigo y yo te mantendré junto a mí en Jerusalén.» [35] Pero Barzillay dijo al rey: «¿Cuántos podrán ser los años de mi vida para que suba con el rey a Jerusalén? [36] Ochenta años tengo. ¿Puedo hoy distinguir entre lo bueno y lo malo? Tu siervo no llega ya a saborear lo que come o bebe, ni alcanzo ya a oír la voz de los cantores y cantoras. ¿Por qué tu siervo ha de seguir siendo una carga para el rey mi señor? [37] Tu siervo continuará con el rey un poco más allá del Jordán, pero ¿para qué ha de concederme el rey tal recompensa? [38] Permite que tu siervo se vuelva para morir en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. Aquí está tu siervo Kimham. Que siga él con el rey mi señor y haz con él lo que bien te parezca.» [39] Dijo el rey: «Que venga Kimham conmigo; haré por él cuanto desees, y todo cuanto me pidas te lo concederé.» [40] Todo el pueblo pasó el Jordán. Pasó el rey, que besó a Barzillay y le bendijo, y éste se volvió a su casa.

[41] Siguió el rey hacia Guilgal y Kimham pasó con él. Iba con el rey todo el pueblo de Judá y la mitad del pueblo de Israel. [42] En esto todos los hombres de Israel fueron al rey y le dijeron: «¿Por qué nuestros hermanos, los hombres de Judá, te tienen secuestrado y han hecho pasar el Jordán al rey, a su casa y a todos los hombres de David con él?» [43] Todos los hombres de Judá respondieron a los hombres de Israel: «Porque el rey está emparentado conmigo. ¿Por qué te ha de irritar esto? ¿Hemos comido acaso a expensas del rey? ¿O nos hemos llevado alguna ración?» [44] Los hombres de Israel respondieron a los hombres de Judá: «Yo tengo diez partes en el rey y además soy el primogénito. ¿Por qué me has menospreciado? ¿No hablé yo primero para hacer volver a mi rey?» Pero las palabras de los hombres de Judá fueron más ásperas que las de los hombres de Israel.

Capítulo 20

[1] Había allí un malvado llamado Seba, hijo de Bikrí, benjaminita, que hizo sonar el cuerno y dijo: «No tenemos parte con David, ni tenemos heredad con el hijo de Jesé. ¡Cada uno a sus tiendas, Israel!» [2] Y todos los hombres de Israel se apartaron de David para seguir a Seba, hijo de Bikrí, mientras que los hombres de Judá se adhirieron a su rey, desde el Jordán hasta Jerusalén. [3] David entró en su casa de Jerusalén; tomó el rey las diez concubinas que había dejado para guardar la casa y las puso bajo custodia. Proveyó a su mantenimiento, pero no se acercó a ellas y estuvieron encerradas hasta el día de su muerte, como viudas de por vida. [4] El rey dijo a Amasá: «Convócame a los hombres de Judá y preséntate aquí dentro de tres días.» [5] Partió Amasá para convocar a Judá pero tardó más tiempo del señalado. [6] Entonces David dijo a Abisay: «Ahora Seba, hijo de Bikrí, nos va a hacer más mal que Absalón. Toma los veteranos de tu señor y parte en su persecución para que no alcance las ciudades fortificadas y se nos escape.» [7] Salieron en pos de Abisay los hombres de Joab, los kereteos, los peleteos y todos los valientes; salieron de Jerusalén para perseguir a Seba, hijo de Bikrí.

[8] Estaban cerca de la piedra grande que hay en Gabaón cuando Amasá se presentó ante ellos. Vestía Joab su vestido militar y llevaba sobre él la espada, en la vaina, ceñida al costado. La espada se salió y cayó. [9] Joab dijo a Amasá: «¿Estás bien, hermano mío?» y sujetó Joab con su mano derecha la barba de Amasá como para besarle. [10] Amasá no se fijó en la espada que Joab tenía en su mano; y éste le hirió en el vientre derramando sus entrañas en tierra. No tuvo que repetir para matarle. Luego Joab y su hermano Abisay continuaron la persecución de Seba, hijo de Bikrí. [11] Se quedó junto a Amasá uno de los criados de Joab que decía: «Quien quiera a Joab y quien esté por David, que siga a Joab.» [12] Amasá, envuelto en sangre, estaba en medio del camino; viendo el hombre que todo el pueblo paraba, apartó a Amasá del camino al campo, y le puso encima un vestido, porque vio que todos los que llegaban hasta él se detenían. [13] Cuando Amasá fue apartado del camino, todos los hombres seguían en pos de Joab, persiguiendo a Seba, hijo de Bikrí.

[14] Seba atravesó todas las tribus de Israel hacia Abel Bet Maaká, y todos los bikritas... se habían reunido y entraron tras él. [15] Vinieron y le cercaron en Abel Bet Maaká. Alzaron junto a la ciudad un terraplén que llegaba hasta el contramuro y todo el ejército que estaba con Joab trabajaba para derribar el muro, haciendo zapa. [16] Entonces una mujer sagaz gritó desde la ciudad: «¡Escuchad, escuchad! Decid a Joab que se acerque aquí que quiero hablarle.» [17] Se acercó él y la mujer dijo: «¿Eres tú Joab?» Respondió: «Yo soy.» Ella le dijo: «Escucha las palabras de tu sierva.» «Te escucho» — dijo —. [18] Ella continuó: «Antes se decía: Quien preguntare, que pregunte en Abel y en Dan si ha acabado [19] lo que han establecido los fieles de Israel. ¿Y tú estás buscando la destrucción de una ciudad, madre de ciudades en Israel? ¿Por qué quieres destruir una heredad de Yahveh?» [20] Respondió Joab: «¡Lejos, lejos de mí querer destruir y aniquilar! [21] No se trata de eso sino de un hombre de la montaña de Efraím, llamado Seba, hijo de Bikrí, que ha alzado su mano contra el rey, contra David. Entregadle en nuestras manos y me marcharé de la ciudad.» Respondió la mujer a Joab: «Se te echará su cabeza por encima del muro.» [22] La mujer entró en la ciudad y habló a todo el pueblo con su habitual prudencia. Le cortaron la cabeza a Seba, hijo de Bikrí, y se la arrojaron a Joab. Entonces éste hizo sonar el cuerno y se alejaron de la ciudad cada uno a su tienda. Joab se volvió a Jerusalén junto al rey.

[23] Joab era jefe de todo el ejército. Benaías, hijo de Yehoyadá, era jefe de los kereteos y los peleteos. [24] Adoram era jefe de la leva, y Josafat, hijo de Ajilud, era el heraldo. [25] Seraya era secretario; Sadoq y Abiatar eran sacerdotes. [26] También Irá el yairita era sacerdote de David.

Capítulo 21

[1] En tiempo de David hubo hambre por tres años consecutivos. David consultó el rostro de Yahveh y Yahveh respondió: «Hay sangre sobre Saúl y sobre su casa, porque mató a los gabaonitas.» [2] Llamó el rey a los gabaonitas y les dijo: (Estos gabaonitas no eran israelitas, sino uno de los residuos amorreos, a los que los israelitas habían hecho juramento. Pero Saúl intentó exterminarlos, llevado del celo por los israelitas y Judá.) [3] Dijo, pues, David a los gabaonitas: «¿Qué debo hacer por vosotros y cómo puedo aplacaros para que bendigáis la heredad de Yahveh?» [4] Le respondieron los gabaonitas: «No es para nosotros cuestión de oro ni plata con Saúl y su casa, ni se trata de hacer morir a nadie en Israel.» El dijo: «Haré por vosotros lo que me digáis.» [5] Entonces ellos dijeron al rey: «Aquel hombre nos exterminó y proyectó aniquilarnos para hacernos desaparecer de todos los términos de Israel. [6] Que se nos entreguen siete de entre sus hijos y los despeñaremos ante Yahveh en Gabaón, en el monte de Yahveh.» El rey dijo: «Os los entregaré.» [7] Pero el rey perdonó a Meribbaal, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, a causa del juramento de Yahveh que había entre ellos, entre David y Jonatán, hijo de Saúl.

[8] Tomó el rey a los dos hijos que Rispá, hija de Ayyá, había dado a Saúl, Armoní y Meribbaal, y a los cinco hijos que Merab, hija de Saúl, había dado a Adriel, hijo de Barzillay de Mejolá [9] y los puso en manos de los gabaonitas que los despeñaron en el monte ante Yahveh. Cayeron los siete a la vez; fueron muertos en los primeros días de la cosecha, al comienzo de la siega de la cebada. [10] Rispá, hija de Ayyá, tomó un sayal y se lo tendía sobre la roca desde el comienzo de la siega hasta que cayeron sobre ellos las lluvias del cielo; no dejaba que se pararan junto a ellos las aves del cielo por el día ni las bestias del campo por la noche. [11] Avisaron a David lo que había hecho Rispá, hija de Ayyá, concubina de Saúl. [12] Entonces David fue a recoger los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán, de entre los vecinos de Yabés de Galaad que los habían hurtado de la explanada de Betsán, donde los filisteos los habían colgado el día que mataron a Saúl en Gelboé; [13] subió desde allí los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán y los reunió con los huesos de los despeñados.

[14] Sepultaron los huesos de Saúl, los de su hijo Jonatán y los de los despeñados, en tierra de Benjamín, en Selá, en el sepulcro de Quis, padre de Saúl, y ejecutaron cuanto había ordenado el rey, después de lo cual Dios quedó aplacado con la tierra. [15] Hubo otra guerra de los filisteos contra Israel. Bajó David con sus veteranos y atacaron a los filisteos. David estaba extenuado. [16] Había un campeón de los descendientes de Rafá; el peso de su lanza era de trescientos siclos de bronce, ceñía una espada nueva y se dijo: «Voy a matar a David.» [17] Pero acudió en su socorro Abisay, hijo de Sarvia, que hirió al filisteo y le mató. Entonces los hombres de David le conjuraron diciendo: «No vuelvas a salir al combate con nosotros, para que no apagues la antorcha en Israel.» [18] Después de esto, hubo guerra de nuevo en Gob contra los filisteos; entonces Sibbekay, jusatita, mató a Saf, uno de los descendientes de Rafá. [19] Hubo otra guerra en Gob contra los filisteos, y Eljanán, hijo de Yaír de Belén, mató a Goliat de Gat; el asta de su lanza era como un enjullo de tejedor.

[20] Hubo guerra de nuevo en Gat y había allí un hombre de gran estatura que tenía seis dedos en cada mano y seis dedos en cada pie, veinticuatro dedos en total; también él descendía de Rafá. [21] Desafió éste a Israel, y Jonatán, hijo de Simá, hermano de David, le mató. [22] Estos cuatro descendían de Rafá de Gat y sucumbieron a manos de David y de sus veteranos.

Capítulo 22

[1] David dijo a Yahveh las palabras de este cántico el día que le salvó Yahveh de la mano de todos sus enemigos y de la mano de Saúl. [2] Dijo: Yahveh, mi roca, y mi baluarte, mi liberador, [3] mi Dios, la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio, mi salvador que me salva de la violencia. [4] Invoco a Yahveh que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos. [5] Los olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de Belial, [6] los lazos del seol me rodeaban, me aguardaban los cepos de la muerte.

[7] Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué, y escuchó mi voz desde su templo, resonó mi llamada en sus oídos. [8] La tierra fue sacudida y vaciló, las bases de los cielos retemblaron. Vacilaron bajo su furor. [9] Una humareda subió de sus narices y de su boca un fuego que abrasaba; de él salían carbones encendidos. [10] El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies. [11] Cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo, sobre las alas de los vientos planeó. [12] Se puso como tienda un cerco de tinieblas, tinieblas de las aguas, espesos nubarrones. [13] Del fulgor que le precedía se encendieron granizo y ascuas de fuego.

[14] Tronó Yahveh desde los cielos, lanzó el Altísimo su voz;

[15] arrojó saetas y los puso en fuga, rayos fulminó y sembró derrota. [16] El fondo del mar quedó a la vista, los cimientos del orbe aparecieron ante la increpación de Yahveh, al resollar al aliento en sus narices. [17] Extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las profundas aguas. [18] Me libera de un enemigo poderoso, de mis adversarios más fuertes que yo. [19] Me aguardaban el día de mi ruina, Mas Yahveh fue un apoyo para mí. [20] Me sacó a espacio abierto, Me salvó porque me amaba.

[21] Yahveh me recompensa conforme a mi justicia, el me paga conforme a la pureza de mis manos. [22] Porque he guardado los caminos de Yahveh, y no he hecho el mal lejos de mi Dios. [23] Porque tengo ante mí todos sus juicios, y sus preceptos no aparto de mi lado. [24] He sido ante él irreprochable, y de incurrir en culpa me he guardado. [25] Y Yahveh me devuelve según mi justicia, según mi pureza que está a sus ojos. [26] Con el piadoso eres piadoso, intachable con el hombre sin tacha.

[27] Con el puro eres puro, con el ladino, sagaz. [28] Tú que salvas al pueblo humilde, y abates los ojos altaneros. [29] Tú eres, Yahveh, mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas.

[30] Con tu ayuda las hordas acometo, con mi Dios escalo la muralla. [31] Dios es perfecto en sus caminos, la palabra de Yahveh, acrisolada, él es el escudo de cuantos a él se acogen. [32] Pues ¿quién es Dios, fuera de Yahveh? ¿Quién Roca, sino sólo nuestro Dios? [33] El Dios que me ciñe de fuerza y hace mi camino irreprochable.

[34] Que hace mis pies como de ciervas, y en las alturas me sostiene en pie. [35] El que mis manos para el combate adiestra, y mis brazos para tensar arcos de bronce. [36] Tú me das tu escudo salvador, multiplicas tus respuestas favorables [37] Mis pasos ensanchas ante mí; no se tuercen mis tobillos. [38] Persigo a mis enemigos, los deshago, no vuelvo hasta haberlos acabado. [39] Los quebranto, no pueden levantarse, sucumben debajo de mis pies.

[40] Para el combate de fuerza me ciñes, doblegas bajo mí a mis agresores, [41] a mis enemigos haces dar la espada, extermino a los que me odian. [42] Claman, mas no hay salvador, a Yahveh, y no les responde.

[43] Los machaco como polvo de la tierra, como al barro de las calles los piso. [44] De las querellas de mi pueblo me libras. me pones a la cabeza de las gentes, pueblos que no conocía me sirven. [45] Los hijos de extranjeros me adulan, son todo oídos, me obedecen. [46] Los hijos de extranjeros desmayan, y dejan temblando sus refugios.

[47] ¡Viva Yahveh bendita sea mi Roca, el Dios de mi salvación sea ensalzado! [48] El Dios que la venganza me concede y abate los pueblos a mis plantas. [49] Tú me libras de mis enemigos, me exaltas sobre mis agresores, y del hombre violento me salvas. [50] Por eso, Yahveh, quiero alabarte entre los pueblos y cantar tu nombre. [51] El hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su ungido, a David y su linaje para siempre.

Capítulo 23

[1] Estas son las últimas palabras de David: Oráculo de David, hijo de Jesé, oráculo del hombre puesto en alto, el ungido del Dios de Jacob, el suave salmista de Israel: [2] El espíritu de Yahveh habla por mí, su palabra está en mi lengua. [3] El Dios de Jacob ha hablado, me ha dicho la Roca de Israel. El justo que gobierna a los hombres, que gobierna en el temor de Dios, [4] como luz matinal al romper el sol en una mañana sin nubes, haciendo brillar tras la lluvia el césped de la tierra. [5] Pues firme ante Dios está mi casa, porque ha hecho conmigo un pacto sempiterno, en todo ordenado y custodiado. El hará germinar toda mi salud y todo mi deseo. [6] Como espinas del desierto todos los malvados, que no son recogidos con la mano. [7] Nadie los toca si no es con hierro o el fuste de una lanza para ser consumidos por el fuego.

[8] Estos son los nombres de los valientes de David: Isbaal el jakmonita, el primero de los tres; fue el que blandió su lanza e hizo ochocientas víctimas de una sola vez. [9] Después de él, Eleazar, hijo de Dodó, ajojita, uno de los tres héroes. Estaba con David en Pas Dammim cuando los filisteos se concentraron para presentar batalla y los hombres de Israel retrocedían. [10] El se mantuvo firme y atacó a los filisteos hasta que se le crispó la mano y se le quedó pegada a la espada; aquel día obró Yahveh una gran victoria; el ejército volvió sobre sus pasos, pero sólo para apoderarse de los despojos. [11] Después de él, Sammá, hijo de Elá, hararita. Los filisteos se habían concentrado en Lejí. Había allí una pieza toda de lentejas. El ejército huyó ante los filisteos. [12] Pero él se puso en medio de la pieza, la defendió y batió a los filisteos. Yahveh obró una gran victoria. [13] Tres de los Treinta bajaron al tiempo de la cosecha y llegaron donde David a la caverna de Adullam, cuando un destacamento filisteo estaba acampado en el valle de los Refaím.

[14] David estaba en el refugio y había en Belén un puesto de filisteos. [15] David expresó este deseo: «¡Quién me diera a beber agua de la cisterna que hay a la puerta de Belén!» [16] Rompieron entonces los Tres héroes por el campamento de los filisteos y sacaron agua de la cisterna que hay a la puerta de Belén, se la llevaron y la ofrecieron a David, pero él no quiso beberla, sino que la derramó como libación a Yahveh, [17] diciendo: «¡Líbreme Yahveh de hacer tal cosa! ¡Es la sangre de los hombres que han ido exponiendo su vida!» Y no quiso beberla. — Estas cosas hicieron los Tres héroes. [18] Abisay, hermano de Joab, e hijo de Sarvia, era jefe de los Treinta; fue el que blandió su lanza contra trescientos hombres y conquistó renombre entre los Treinta. [19] Fue el más afamado de los Treinta, llegando a ser su capitán, pero no igualó a los Tres.

[20] Benaías, hijo de Yehoyadá, hombre valeroso y pródigo en hazañas, de Cabseel, fue el que mató a los dos héroes de Moab; el que bajó y mató al león dentro del pozo, un día de nieve. [21] Mató también a un egipcio de gran estatura; tenía el egipcio una lanza en su mano, pero él bajó a su encuentro con un bastón, arrancó la lanza de la mano del egipcio y con su misma lanza le mató. [22] Esto hizo Benaías, hijo de Yehoyadá, y se granjeó renombre entre los Treinta valientes. [23] Fue más ilustre que los Treinta pero no igualó a los Tres. David le hizo jefe de su guardia personal. [24] Asahel, hermano de Joab, estaba entre los Treinta. Eljanán, hijo de Dodó, de Belén. [25] Sammá, de Jarod. Elicá, de Jarod. [26] Jeles, de Bet Pélet. Irá, hijo de Iqués, de Técoa. [27] Abiezer, de Anatot. Sibbekay, de Jusá. [28] Salmón, de Ajoj. Majray, de Netofá. [29] Jeled, hijo de Baaná, de Netofá. Ittay, hijo de Ribay, de Guibeá de Benjamín. [30] Benaías, de Piratón. Hidday, de los torrentes de Gaás.

[31] Abibaal, de Bet Haarabá. Azmávet de Bajurim. [32] Elyajbá, de Saalbón. Yasén, de Guizón. Jonatán, [33] hijo de Sammá, de Harar. Ajiam, hijo de Sarar, de Harar.

[34] Elifélet, hijo de Ajasbay, de Bet Maaká. Eliam, hijo de Ajitófel, de Guiló. [35] Jesray, de Carmelo. Paaray, de Arab. [36] Yigal, hijo de Natán, de Sobá. Baní, de Gad. [37] Séleq el ammonita. Najray, de Beerot, escudero de Joab, hijo de Sarvia. [38] Irá, de Yattir. Gareb, de Yattir. [39] Urías el hitita. En total, 37.

Capítulo 24

[1] Se encendió otra vez la ira de Yahveh contra los israelitas e incitó a David contra ellos diciendo: «Anda, haz el censo de Israel y de Judá.» [2] El rey dijo a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él: «Recorre todas las tribus de Israel desde Dan hasta Berseba y haz el censo para que yo sepa la cifra de la población.» [3] Joab respondió al rey: «Que Yahveh tu Dios multiplique el pueblo cien veces más de lo que es y que los ojos de mi señor el rey lo vean. Mas ¿para qué quiere esto mi señor el rey?» [4] Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab y los jefes del ejército y salió Joab con los jefes del ejército de la presencia del rey para hacer el censo del pueblo de Israel. [5] Pasaron el Jordán y comenzaron por Aroer, la ciudad que está en medio del valle, y por Gad hasta Yazer. [6] Fueron luego a Galaad y al país de los hititas, a Cadés. Llegaron hasta Dan y desde Dan doblaron hacia Sidón.

[7] Llegaron hasta la fortaleza de Tiro y todas las ciudades de los jivitas y cananeos, saliendo finalmente al Négueb de Judá, a Berseba. [8] Recorrieron así todo el país y al cabo de nueve meses y veinte días volvieron a Jerusalén. [9] Joab entregó al rey la cifra del censo del pueblo. Había en Israel 800.000 hombres de guerra capaces de manejar las armas; en Judá había 500.000 hombres. [10] Después de haber hecho el censo del pueblo, le remordió a David el corazón y dijo David a Yahveh: «He cometido un gran pecado. Pero ahora, Yahveh, perdona, te ruego, la falta de tu siervo, pues he sido muy necio.» [11] Cuando David se levantó por la mañana, le había sido dirigida la palabra de Yahveh al profeta Gad, vidente de David, diciendo: [12] «Anda y di a David: Así dice Yahveh: Tres cosas te propongo; elije una de ellas y la llevaré a cabo.» [13] Llegó Gad donde David y le anunció: «¿Qué quieres que te venga, tres años de gran hambre en tu país, tres meses de derrotas ante tus enemigos y que te persigan, o tres días de peste en tu tierra? Ahora piensa y mira qué debo responder al que me envía.» [14] David respondió a Gad: «Estoy en grande angustia. Pero caigamos en manos de Yahveh que es grande su misericordia. No caiga yo en manos de los hombres.» [15] Y David eligió la peste para sí. Eran los días de la recolección del trigo. Yahveh envió la peste a Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado y murieron 70.000 hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba.

[16] El ángel extendió la mano hacia Jerusalén para destruirla, pero Yahveh se arrepintió del estrago y dijo al ángel que exterminaba el pueblo: «¡Basta ya! Retira tu mano.» El ángel de Yahveh estaba entonces junto a la era de Arauná el jebuseo. [17] Cuando David vio al ángel que hería al pueblo, dijo a Yahveh: «Yo fui quien pequé, yo cometí el mal, pero estas ovejas ¿qué han hecho? Caiga, te suplico, tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre.» [18] Vino Gad aquel día donde David y le dijo: «Sube y levanta un altar a Yahveh en la era de Arauná el jebuseo.» [19] David subió, según la palabra de Gad, como había ordenado Yahveh. [20] Miró Arauná y vio al rey y a sus servidores que venían hacia él. Entonces Arauná salió y se postró rostro en tierra ante el rey. [21] Y dijo Arauná: «¿Cómo mi señor el rey viene a su siervo?» David respondió: «Vengo a comprarte la era para levantar un altar a Yahveh y detener la plaga del pueblo.» [22] Arauná dijo a David: «Que el rey mi señor tome y ofrezca lo que bien le parezca. Mira los bueyes para el holocausto, los trillos y los yugos de los bueyes para leña.

[23] El siervo de mi señor el rey da todo esto al rey.» Y Arauná dijo al rey: «Que Yahveh tu Dios te sea propicio.» [24] Pero el rey dijo a Arauná: «No; quiero comprártelo por su precio, no quiero ofrecer a Yahveh mi Dios holocaustos de balde.» Y David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata. [25] Levantó allí David un altar a Yahveh y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces Yahveh atendió a las súplicas en favor de la tierra y la peste se apartó de Israel.

1 REYES

Capítulo 1

[1] Era ya viejo el rey David y entrado en años; le cubrían con vestidos pero no entraba en calor. [2] Sus servidores le dijeron: «Que se busque para mi señor el rey una joven virgen que sirva al rey, y le atienda; que duerma en tu seno y dé calor a mi señor el rey.» [3] Se buscó una muchacha hermosa por todos los términos de Israel y encontraron a Abisag la sunamita, y la llevaron al rey. [4] La joven era extraordinariamente bella; cuidaba y servía al rey, pero el rey no la conoció. [5] Mientras tanto Adonías, hijo de Jagguit, se gloriaba diciendo: «Yo seré rey.» Se había hecho con un carro y hombres de carro y cincuenta hombres que corrían ante él. [6] Nunca en su vida le había disgustado su padre diciendo: «¿Por qué haces esto?» Era de muy hermosa presencia y había nacido después de Absalón.

[7] Se entendía con Joab, hijo de Sarvia, y con el sacerdote Abiatar, que apoyaban a Adonías. [8] Pero el sacerdote Sadoq, Benaías, hijo de Yehoyadá, el profeta Natán, Semeí, Reí y los valientes de David no estaban con Adonías. [9] Adonías hizo un sacrificio de ovejas, bueyes y vacas cebadas en la Piedra de Zojélet, que está junto a la fuente de Roguel, e invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá, servidores del rey, [10] pero no invitó al profeta Natán ni a Benaías ni a los valientes ni a Salomón su hermano. [11] Dijo Natán a Betsabé, madre de Salomón: «¿No has oído que Adonías, hijo de Jagguit, se hace el rey sin saberlo David nuestro señor? [12] Ahora voy a darte un consejo para que salves tu vida y la vida de tu hijo Salomón.

[13] Vete y entra donde el rey David y dile: «Acaso tú, rey mi señor, no has jurado a tu sierva: Salomón tu hijo reinará después de mí y él se sentará en mi trono? ¿Pues por qué Adonías se hace el rey?» [14] Y mientras estés tú allí hablando con el rey, entraré yo detrás de ti y completaré tus palabras.» [15] Entró Betsabé donde el rey, en la alcoba; el rey era muy anciano, y Abisag la sunamita servía al rey . [16] Arrodillóse Betsabé y se postró ante el rey; el rey dijo: «¿Qué te pasa?» [17] Ella le dijo: «Mi señor, tú has jurado a tu sierva por Yahveh tu Dios: «Salomón tu hijo reinará después de mí y él se sentará en mi trono.» [18] Pero ahora es Adonías el que se hace el rey, sin que tú, mi señor el rey, lo sepas.

[19] Ha sacrificado bueyes, vacas cebadas y ovejas en abundancia, invitando a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, jefe del ejército, pero no ha invitado a tu siervo Salomón. [20] Ahora, mi señor el rey, los ojos de todo Israel te miran para que les indiques quién ha de sentarse en el trono de mi señor el rey, después de él. [21] Y ocurrirá que, cuando mi señor el rey se acueste con sus padres, yo y mi hijo Salomón seremos tratados como culpables.» [22] Estaba ella hablando con el rey cuando llegó el profeta Natán. [23] Avisaron al rey: «Está aquí el profeta Natán.» Entró donde el rey y se postró sobre su rostro en tierra ante el rey. [24] Dijo Natán: «Rey mi señor: ¿es que tú has dicho: «Adonías reinará después de mí y él será el que se siente sobre mi trono?» [25] Porque ha bajado hoy a sacrificar bueyes, vacas cebadas y ovejas en abundancia, invitando a todos los hijos del rey, a los jefes del ejército y al sacerdote Abiatar; están ahora comiendo y bebiendo en su presencia y gritan: «Viva el rey Adonías.» [26] Pero yo, tu siervo, y el sacerdote Sadoq y Benaías, hijo de Yehoyadá, y tu siervo Salomón no hemos sido invitados.

[27] ¿Es que viene esto de orden de mi señor el rey, y no has dado a conocer a tus siervos quién se sentará después de él en el trono de mi señor el rey?» [28] El rey David respondió diciendo: «Llamadme a Betsabé.» Entró ella donde el rey y se quedó ante él. [29] El rey hizo este juramento: «Vive Yahveh que libró mi alma de toda angustia, [30] que como te juré por Yahveh, Dios de Israel, diciendo: Salomón tu hijo reinará después de mí, y él se sentará sobre mi trono en mi lugar, así lo haré hoy mismo.» [31] Se arrodilló Betsabé rostro en tierra, se postró ante el rey y dijo: «Viva por siempre mi señor el rey David.» [32] Dijo el rey David: «Llamadme al sacerdote Sadoq, al profeta Natán y a Benaías, hijo de Yehoyadá.» Y entraron a presencia del rey.

[33] El rey les dijo: «Tomad con vosotros a los veteranos de vuestro señor, haced montar a mi hijo Salomón sobre mi propia mula y bajadle a Guijón. [34] El sacerdote Sadoq y el profeta Natán le ungirán allí como rey de Israel, tocaréis el cuerno y gritaréis: «Viva el rey Salomón.» [35] Subiréis luego detrás de él, y vendrá a sentarse sobre mi trono y él reinará en mi lugar, porque le pongo como caudillo de Israel y Judá.» [36] Benaías, hijo de de Yehoyadá, respondió al rey: «Amén. Así habla Yahveh, Dios de mi señor el rey. [37] Como ha estado Yahveh con mi señor el rey, así esté con Salomón y haga su trono más grande que el trono de mi señor el rey David.» [38] Bajaron el sacerdote Sadoq, el profeta Natán, Benaías, hijo de Yehoyadá, los kereteos y los peleteos, e hicieron montar a Salomón sobre la mula del rey David y le llevaron a Guijón.

[39] El sacerdote Sadoq tomó de la Tienda el cuerno del aceite y ungió a Salomón, tocaron el cuerno y todo el pueblo gritó: «Viva el rey Salomón.» [40] Subió después todo el pueblo detrás de él; la gente tocaba las flautas y manifestaba tan gran alegría que la tierra se hendía con sus voces. [41] Lo oyó Adonías y todos los invitados que con él estaban cuando habían acabado de comer; oyó Joab el sonido del cuerno y dijo: «¿Por qué este ruido de la ciudad alborotada?» [42] Estaba todavía hablando cuando llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar; y Adonías le dijo: «Ven, pues eres un hombre valeroso y traerás buenas noticias.» [43] Jonatán respondió a Adonías: «Todo lo contrario. Nuestro señor el rey David ha proclamado rey a Salomón. [44] El rey ha enviado con él al sacerdote Sadoq, al profeta Natán, a Benaías, hijo de Yehoyadá, a los kereteos y peleteos, y le han hecho montar sobre la mula del rey.

[45] El sacerdote Sadoq y el profeta Natán le han ungido rey en Guijón; han subido de allí llenos de gozo; la ciudad está alborotada; y ése es el tumulto que habéis oído. [46] Más aún, Salomón se ha sentado en el trono real, [47] y los servidores del rey han ido a felicitar a nuestro rey David diciendo: Que tu Dios haga el nombre de Salomón más dichoso que tu propio nombre y haga su trono más grande que tu trono. El rey se ha prosternado en su lecho, [48] y ha dicho así: «Bendito Yahveh, Dios de Israel, que ha permitido que un descendiente mío se siente hoy sobre mi trono y que mis ojos lo vean.»» [49] Todos los invitados que estaban con Adonías temieron y, levantándose, se fueron cada uno por su camino. [50] Adonías tuvo miedo de Salomón; se levantó y se fue y se agarró a los cuernos del altar.

[51] Avisaron a Salomón: «Mira que Adonías tiene miedo del rey Salomón y se ha agarrado a los cuernos del altar diciendo: Que el rey Salomón me jure desde hoy que su servidor no morirá a espada.» [52] Dijo Salomón: «Si es hombre honrado, no caerá en tierra ni uno de sus cabellos, pero si se halla maldad en él, morirá.» [53] El rey Salomón mandó que lo bajaran de junto al altar; entró y se postró ante el rey Salomón, y Salomón le dijo: Vete a tu casa.»

Capítulo 2

[1] Cuando se acercaron los días de la muerte de David, dio órdenes a su hijo Salomón: [2] «Yo me voy por el camino de todos. Ten valor y sé hombre. [3] Guarda las observancias de Yahveh tu Dios, yendo por su camino, observando sus preceptos, sus órdenes, sus sentencias y sus instrucciones, según está escrito en la ley de Moisés, para que tengas éxito en cuanto hagas y emprendas. [4] Para que Yahveh cumpla la promesa que me hizo diciendo: «Si tus hijos guardan su camino para andar en mi presencia con fidelidad, con todo su corazón y toda su alma, ninguno de los tuyos será arrancado de sobre el trono de Israel.» [5] También sabes lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, lo que hizo a los dos jefes de los ejércitos de Israel: a Abner, hijo de Ner, y a Amasá, hijo de Yéter, que los mató y derramó en la paz sangre de guerra; ha puesto sangre inocente en el cinturón de mi cintura y en la sandalia de mis pies. [6] Harás según tu prudencia y no dejarás bajar en paz sus canas al seol.

[7] Tratarás con benevolencia a los hijos de Barzillay de Galaad y estarán entre los que comen a tu mesa, porque también ellos se acercaron a mí cuando yo huía ante tu hermano Absalón. [8] Ahí tienes contigo a Semeí, hijo de Guerá, el benjaminita de Bajurim, que me lanzó atroces maldiciones el día que yo iba a Majanáyim; pero bajó a mi encuentro al Jordán y le juré por Yahveh: No te mataré a espada. [9] Pero tú no le dejarás impune, pues eres hombre avisado y sabes qué tienes que hacer para que sus canas bajen en sangre al seol.» [10] David se acostó con sus padres y le sepultaron en la Ciudad de David. [11] David reinó sobre Israel cuarenta años; reinó en Hebrón siete años; reinó en Jerusalén 33 años. [12] Salomón se sentó en el trono de David su padre y el reino se afianzó sólidamente en su mano.

[13] Adonías, hijo de Jagguit, fue donde Betsabé, madre de Salomón. Ella dijo: «¿Es de paz tu venida?» Respondió: « De paz.» [14] Y añadió: «Quiero hablarte.» Ella dijo: «Habla.» [15] El dijo: «Sabes bien que la realeza me pertenecía y que todos los israelitas habían vuelto hacia mí sus rostros para que yo reinara; pero la realeza se volvió y fue para mi hermano, pues de Yahveh le ha venido. [16] Ahora quiero pedirte una sola cosa, no me la niegues.» Ella le dijo: «Habla.» [17] Dijo: «Habla, por favor, al rey Salomón, que no te rechazará, para que me dé a Abisag la sunamita por mujer.» [18] Betsabé contestó: «Está bien. Hablaré al rey Salomón por ti.» [19] Entró Betsabé donde el rey Salomón para hablarle acerca de Adonías. Se levantó el rey, fue a su encuentro y se postró ante ella, y se sentó después en su trono; pusieron un trono para la madre del rey y ella se sentó a su diestra.

[20] Ella dijo: «Tengo que hacerte una pequeña petición, no me la niegues.» Dijo el rey: «Pide, madre mía, porque no te la negaré.» [21] Ella dijo: «Que se dé Abisag la sunamita por mujer a tu hermano Adonías.» [22] El rey Salomón respondió a su madre: «¿Por qué pides tú a Abisag la sunamita para Adonías? Pues ya pide el reino para él, pues es mi hermano mayor y tiene de su parte al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de Sarvia.» [23] Y el rey Salomón juró por Yahveh: «Esto me haga Dios y esto me añada, si Adonías no ha dicho esta palabra a costa de su vida. [24] Y ahora, por Yahveh que me ha confirmado y me ha hecho sentar en el trono de David mi padre, y le ha dado una casa como había prometido, que hoy mismo morirá Adonías.» [25] El rey Salomón encargó de ello a Benaías, hijo de Yehoyadá, que le hirió y murió.

[26] Dijo el rey al sacerdote Abiatar: «Vete a Anatot, a tus tierras, porque eres reo de muerte, pero no quiero hacerte morir hoy porque llevaste el arca de mi Señor Yahveh en presencia de mi padre David y te afligiste con todas las aflicciones de mi padre.» [27] Y expulsó Salomón a Abiatar del sacerdocio de Yahveh cumpliendo la palabra que Yahveh pronunció contra la casa de Elí en Silo. [28] Llegó la noticia a Joab; como Joab se había inclinado por Adonías, aunque no se había inclinado por Absalón, se refugió Joab en la Tienda de Yahveh y se agarró a los cuernos del altar. [29] Avisaron al rey Salomón: «Joab se ha refugiado en la Tienda de Yahveh y está al lado del altar.» Envió Salomón a decir a Joab: «¿Qué te sucede, que te refugias en el altar?» Respondió Joab: «He tenido miedo de ti y me he refugiado junto a Yahveh.» Envió Salomón a Benaías, hijo de Yehoyadá, con esta orden: «Vete y mátale.» [30] Entró Benaías en la Tienda de Yahveh y le dijo: «Así dice el rey: Sal.» Respondió: «No. Moriré aquí.» Benaías llevó la respuesta al rey diciendo: «Esto ha dicho Joab y esto me ha respondido.» [31] El rey le dijo: «Haz como él dijo. Mátale y sepúltale, y apartarás de sobre mí y de sobre la casa de mi padre la sangre inocente que derramó Joab.

[32] Yahveh hará recaer su sangre sobre su cabeza porque ha matado dos hombres más justos y mejores que él, matándolos a espada sin saberlo mi padre, a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasá, hijo de Yéter, jefe del ejército de Judá. [33] Que su sangre caiga sobre la cabeza de Joab y de su descendencia para siempre, y que David y su descendencia, su casa y su trono tengan paz para siempre de parte de Yahveh.» [34] Subió Benaías, hijo de Yehoyadá, hirió a Joab y le mató y le sepultó en su casa en el desierto. [35] El rey puso en su lugar al frente del ejército a Benaías, hijo de Yehoyadá, y puso el rey al sacerdote Sadoq en el puesto de Abiatar. [36] Envió el rey a llamar a Semeí y le dijo: «Hazte una casa en Jerusalén y vive en ella y no salgas ni acá ni allá. [37] El día que salgas y cruces el torrente Cedrón ten por sabido que sin remedio morirás y tu sangre caerá sobre tu cabeza.» [38] Semeí dijo al rey: «Tu palabra es buena. Como ha dicho mi señor el rey, así hará su siervo.» Semeí habitó en Jerusalén mucho tiempo.

[39] Al cabo de tres años, dos de los siervos de Semeí huyeron a donde Akís, hijo de Maaká, rey de Gat; avisaron a Semeí: «Mira, tus siervos están en Gat.» [40] Se levantó Semeí, aparejó su asno y se fue a Gat, donde Akís, para buscar a sus siervos; fue Semeí y trajo a sus siervos de Gat. [41] Avisaron a Salomón: «Semeí ha ido de Jerusalén a Gat y ha vuelto.» [42] Mandó el rey llamar a Semeí y le dijo: «¿Acaso no te hice jurar por Yahveh y te advertí: El día que salgas para ir acá o allá ten por sabido que sin remedio morirás y tú me has dicho: Buena es la palabra que he oído? [43] ¿Por qué no has guardado el juramento de Yahveh y la orden que te di?» [44] Dijo el rey a Semeí: «Tú sabes todo el mal que hiciste a David mi padre; Yahveh hace caer todo tu mal sobre tu cabeza, [45] mientras el rey Salomón será bendito y el trono de David permanecerá ante Yahveh para siempre.» [46] Dio orden el rey a Benaías, hijo de Yehoyadá, que salió e hirió a Semeí; éste murió. Y el reino se consolidó en las manos de Salomón.

Capítulo 3

[1] Salomón fue yerno de Faraón, rey de Egipto; tomó la hija de Faraón y la llevó a la Ciudad de David, mientras terminaba de construir su casa, la casa de Yahveh y la muralla en torno a Jerusalén. [2] Con todo, el pueblo ofrecía sacrificios en los altos, porque en aquellos días no había sido aún construida una casa para el Nombre de Yahveh. [3] Salomón amaba a Yahveh y andaba según los preceptos de David su padre, pero ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los altos. [4] Fue el rey a Gabaón para ofrecer allí sacrificios, porque aquel es el alto principal. Salomón ofreció mil holocaustos en aquel altar. [5] En Gabaón Yahveh se apareció a Salomón en sueños por la noche. Dijo Dios: «Pídeme lo que quieras que te dé.» [6] Salomón dijo: «Tú has tenido gran amor a tu siervo David mi padre, porque él ha caminado en tu presencia con fidelidad, con justicia y rectitud de corazón contigo. Tú le has conservado este gran amor y le has concedido que hoy se siente en su trono un hijo suyo.

[7] Ahora Yahveh mi Dios, tú has hecho rey a tu siervo en lugar de David mi padre, pero yo soy un niño pequeño que no sabe salir ni entrar. [8] Tu siervo está en medio del pueblo que has elegido, pueblo numeroso que no se puede contar ni numerar por su muchedumbre. [9] Concede, pues, a tu siervo, un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal, pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?» [10] Plugo a los ojos del Señor esta súplica de Salomón, [11] y le dijo Dios: «Porque has pedido esto y, en vez de pedir para ti larga vida, riquezas, o la muerte de tus enemigos, has pedido discernimiento para saber juzgar, [12] cumplo tu ruego y te doy un corazón sabio e inteligente como no lo hubo antes de ti ni lo habrá después.

[13] También te concedo lo que no has pedido, riquezas y gloria, como no tuvo nadie entre los reyes. [14] Si andas por mis caminos, guardando mis preceptos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, yo prolongaré tus días.» [15] Se despertó Salomón y era un sueño. Entró en Jerusalén y se puso delante del arca de la alianza del Señor; ofreció holocaustos y sacrificios de comunión y dio un banquete a todos sus servidores. [16] Vinieron por entonces al rey dos prostitutas y se presentaron ante él. [17] Una de las mujeres dijo: «Oyeme, mi señor. Yo y esta mujer vivíamos en una misma casa, y yo he dado a luz, estando ella conmigo en la casa. [18] A los tres días de mi alumbramiento, también dio a luz esta mujer; estábamos juntas, no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotras dos.

[19] El hijo de esa mujer murió una noche, porque ella se había acostado sobre él. [20] Se levantó ella durante la noche y tomó a mi hijo de mi lado, mientras tu sierva dormía, y lo acostó en su regazo, y a su hijo muerto lo acostó en mi regazo. [21] Cuando me levanté por la mañana para dar de mamar a mi hijo, lo hallé muerto; pero fijándome en él por la mañana vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz.» [22] La otra mujer dijo: «No, todo lo contrario, mi hijo es el vivo y tu hijo es el muerto.» Pero la otra replicó: «No; tu hijo es el muerto y mi hijo es el vivo.» Y discutían delante del rey. [23] Dijo el rey: «Esta dice: «Mi hijo es éste, el vivo, y tu hijo es el muerto.» Pero la otra dice: «No, tu hijo es el muerto, y mi hijo es el vivo.» [24] Dijo el rey: «Traedme una espada.» Llevaron una espada ante el rey.

[25] Dijo el rey: «Partid en dos al niño vivo y dad una mitad a una y otra a la otra». [26] La mujer de quien era el niño vivo habló al rey, porque sus entrañas se conmovieron por su hijo, y dijo: «Por favor, mi señor, que le den el niño vivo y que no le maten.» Pero la otra dijo: «No será ni para mí ni para ti: que lo partan.» [27] Respondió el rey: «Entregad a aquélla el niño vivo y no le matéis; ella es la madre.» [28] Todo Israel oyó el juicio que hizo el rey y reverenciaron al rey, pues vieron que había en él una sabiduría divina para hacer justicia.

Capítulo 4

[1] El rey Salomón fue rey de todo Israel, [2] y estos fueron los jefes, que estaban con él: Azarías, hijo de Sadoq, sacerdote; [3] Elihaf y Ajías, hijos de Seraya, secretarios; Josafat, hijo de Ajilud, heraldo; [4] (Benaías, hijo de Yehoyadá, jefe del ejército; Sadoq y Abiatar, sacerdotes); [5] Azarías, hijo de Natán, jefe de los gobernadores; Zabud, hijo de Natán, amigo del rey [6] Ajisur mayordomo; Eliab, hijo de Joab, jefe del ejército; Adoram hijo de Abdá, encargado de las levas.

[7] Salomón tenía doce gobernadores sobre todo Israel que proveían al rey y a su casa; cada uno proveía un mes del año. [8] Estos eran sus nombres: hijo de Jur, en la montaña de Efraím.

[9] ... hijo de Dequer, en Mahás, Saalbim, Bet Semes, Ayyalón, hasta Bet Janán. [10] ... hijo de Jésed, en Arubbot; tenía Soko y toda la tierra de Jéfer. [11] hijo de Abinadab: todo el distrito de Dor. Tabaat, hija de Salomón, fue su mujer. [12] ... Baaná, hijo de Ajilud, en Tanak y Meguiddó hasta más allá de Yoqmeam, y sobre todo Bet Seán, por debajo de Yizreel, desde Bet Seán hasta Abel Mejolá, que está hacia Sartán.

[13] ... hijo de Guéber, en Ramot de Galaad; tenía los aduares de Yaír, hijo de Manasés, que están en Galaad; tenía la región de Argob en el Basán, sesenta ciudades fortificadas, amuralladas y con cerrojos de bronce. [14] Ajinadab, hijo de Iddó, en Majanáyim. [15] Ajimaas en Neftalí; también se casó con una hija de Salomón, llamada Basmat. [16] Baaná,hijo de Jusay, en Aser y las subidas. [17] Josafat, hijo de Paruaj, en Isacar. [18] Semeí, hijo de Elá, en Benjamín.

[19] Guéber, hijo de Urí, en la tierra de Gad, el país de Sijón, rey de los amorreos, y de Og, rey de Basán. Y había, además, un gobernador que estaba en el país. [20] Judá e Israel eran numerosos como la arena en la orilla del mar, y comían, bebían y se alegraban.

Capítulo 5

[1] Salomón dominaba todos los reinos, desde el Río hasta el país de los filisteos y hasta la frontera de Egipto. Pagaban tributo y servían a Salomón todos los días de su vida. [2] Los víveres de Salomón eran treinta cargas de flor de harina y sesenta cargas de harina cada día, [3] diez bueyes cebados y veinte bueyes de pasto, cien cabezas de ganado menor, aparte los ciervos y gacelas, gamos y las aves cebadas. [4] Porque dominaba en toda la Transeufratina, desde Tafsaj hasta Gaza, sobre todos los reyes de más acá del Río; tuvo paz en torno a todas sus fronteras. [5] Judá e Israel vivieron en seguridad, cada uno bajo su parra y bajo su higuera, desde Dan hasta Berseba, todos los días de Salomón. [6] Tenía Salomón 4.000 establos de caballos para sus carros y 12.000 caballos.

[7] Los gobernadores proveían un mes cada uno al rey Salomón y a todos los que se acercaban a la mesa de Salomón, de modo que nada les faltara. [8] Llevaban la cebada y la paja para los caballos y los animales de tiro al lugar donde él estaba, cada uno según su turno. [9] Dios concedió a Salomón sabiduría e inteligencia muy grandes y un corazón tan dilatado como la arena de la orilla del mar. [10] La sabiduría de Salomón era mayor que la sabiduría de todos los hijos de Oriente y que toda la sabiduría de Egipto. [11] Fue más sabio que hombre alguno, más que Etán el ezrajita, que Hemán, Kalkol y Dardá, hijos de Majol; su nombre se extendió por todos los pueblos circunvecinos. [12] Pronunció 3.000 parábolas y proverbios, y sus cánticos fueron 1.005.

[13] Habló sobre las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que brota en el muro; habló de los cuadrúpedos, de las aves, de los reptiles y de los peces. [14] Venían de todos los pueblos para oír la sabiduría de Salomón, y de parte de todos los reyes de la tierra que tuvieron noticia de su sabiduría. [15] Jiram, rey de Tiro, envió sus servidores a Salomón, porque oyó que había sido ungido rey en lugar de su padre, y Jiram fue siempre amigo de David. [16] Salomón envió a decir a Jiram: [17] «Sabes bien que mi padre David no pudo edificar una Casa al Nombre de Yahveh su Dios a causa de las guerras en que sus enemigos le envolvieron hasta que Yahveh los puso bajo la planta de sus pies. [18] Al presente, Yahveh mi Dios me ha concedido paz por todos lados. No hay adversario ni maldad.

[19] Ahora me he propuesto edificar una Casa al Nombre de Yahveh mi Dios según lo que Yahveh dijo a David mi padre: «El hijo tuyo que yo colocaré en tu lugar sobre tu trono edificará una Casa a mi Nombre.» [20] Así pues, ordena que se corten para mí cedros del Líbano. Mis servidores estarán con tus servidores: te pagaré como salario de tus servidores todo lo que me digas, pues tú sabes que no hay nadie entre nosotros que sepa talar los árboles como los sidonios.» [21] Cuando Jiram oyó las palabras de Salomón se alegró mucho y dijo: «Bendito sea hoy Yahveh, pues ha dado a David un hijo sabio para jefe de este pueblo numeroso.» [22] Jiram envió a decir a Salomón: «He oído lo que me enviaste a decir. Yo haré cuanto deseas en madera de cedro y de ciprés. [23] Mis siervos los bajarán desde el Líbano hasta el mar, y yo los pondré en balsas y los llevaré al lugar a que me mandes; allí se soltarán y tú los cargarás, y por tu parte harás según mi deseo dando víveres a mi casa.» [24] Jiram dio a Salomón toda la madera de cedro y ciprés que deseaba.

[25] Salomón dio a Jiram 20.000 cargas de trigo para la manutención de su casa y 20.000 medidas de oliva molida. Esto daba Salomón a Jiram cada año. [26] Yahveh dio sabiduría a Salomón, como se lo había prometido, y hubo paz entre Jiram y Salomón pactando una alianza entrambos. [27] Hizo el rey Salomón una leva en todo Israel; la leva fue de 30.000 hombres. [28] Los envió al Líbano, 10.000 cada mes, por turnos; un mes estaban en el Líbano y dos meses en sus casas. Adoram estaba al frente de la leva. [29] Tenía además Salomón 70.000 porteadores y 80.000 canteros en el monte [30] aparte los capataces de los prefectos puestos por Salomón al frente de los trabajos, 3.300 que mandaban a la gente empleada en los trabajos.

[31] El rey mandó arrancar grandes piedras, piedras selectas, para fundamentar la Casa con piedras de sillería. [32] Los obreros de Salomón, los obreros de Jiram y los guiblitas cortaron y dispusieron la madera y las piedras para construir la Casa.

Capítulo 6

[1] En el año 480 de la salida de los israelitas de la tierra de Egipto, el año cuarto del reinado de Salomón sobre Israel, en el mes de Ziv, que es el segundo mes, emprendió la construcción de la Casa de Yahveh. [2] La Casa que edificó el rey Salomón a Yahveh tenía sesenta codos de largo, veinte de ancho y veinticinco de alto. [3] El Ulam delante del Hekal de la Casa tenía veinte codos de largo en el sentido del ancho de la Casa y diez codos de ancho en el sentido de largo de la Casa. [4] Hizo en la Casa ventanas con celosías. [5] Edificó junto al muro de la Casa una galería en torno al Hekal y al Debir, e hizo habitaciones laterales en derredor. [6] La galería inferior tenía cinco codos de ancho, la intermedia seis codos de ancho y la tercera siete codos de ancho, porque fue rebajando alrededor de la Casa, por la parte exterior, para no empotrar en los muros de la Casa.

[7] (La Casa fue construida con piedras preparadas en la cantera; durante su construcción no se oyeron en la Casa martillazos ni sierras ni instrumentos de hierro.) [8] La entrada del piso inferior estaba en el ala derecha de la Casa, y por una escalera de caracol se subía al piso intermedio y del intermedio al tercero. [9] Edificó la Casa, la acabó y la techó con artesonado de cedro. [10] Edificó la galería, adosada a toda la Casa, de cinco codos de alta y estaba unida a la Casa por vigas de cedro. [11] Fue dirigida a Salomón la palabra de Yahveh diciendo: [12] «Por esta Casa que estás edificando, si caminas según mis preceptos, obras según mis sentencias y guardas todos mis mandamientos para andar conforme a ellos, yo cumpliré mi palabra contigo, la que dije a David tu padre, [13] habitaré en medio de los hijos de Israel y no abandonaré a mi pueblo Israel.» [14] Edificó Salomón la Casa y la terminó.

[15] Revistió los muros de la Casa en el interior con planchas de cedro desde el suelo de la Casa hasta las vigas del techo; revistió de madera el interior y recubrió el suelo de la Casa con planchas de ciprés. [16] Construyó los veinte codos del fondo de la Casa con planchas de cedro desde el suelo hasta las vigas, formando así por la parte interior el Debir, el Santo de los Santos; [17] cuarenta codos tenía la Casa, es decir, el Hekal, delante del Debir. [18] El cedro del interior de la Casa estaba esculpido con figuras de calabazas y capullos abiertos; todo era cedro, no se veía la piedra. [19] Había preparado un Debir al fondo de la Casa en el interior para colocar en él el arca de la alianza de Yahveh. [20] El Debir tenía veinte codos de largo, veinte codos de ancho y veinte codos de alto ; lo revistió de oro fino; y alzó un altar de cedro [21] delante del Debir y lo revistió de oro.

[22] Revistió de oro también la Casa, absolutamente toda la Casa. [23] Hizo en el Debir dos querubines de madera de acebuche de diez codos de altura. [24] Un ala del querubín tenía cinco codos y la otra ala del querubín cinco codos: diez codos desde la punta de una de sus alas hasta la punta de la otra de sus alas. [25] El segundo querubín tenía diez codos, las mismas medidas y la misma forma para los dos querubines. [26] La altura de un querubín era de diez codos y lo mismo el segundo querubín. [27] Colocó los querubines en medio del recinto interior; y las alas de los querubines estaban desplegadas; el ala de uno tocaba un muro y el ala del segundo querubín tocaba el otro muro, y sus alas se tocaban en medio del recinto, ala con ala.

[28] Revistió de oro los querubines. [29] Esculpió todo en torno los muros de la Casa con grabados de escultura de querubines, palmeras, capullos abiertos, al interior y al exterior. [30] Recubrió de oro el piso de la Casa al interior y al exterior. [31] Hizo la puerta del Debir con batientes de madera de acebuche, y el dintel y las jambas ocupaban la quinta parte; [32] los dos batientes eran de madera de acebuche; esculpió sobre ellos esculturas de querubines, palmas y capullos abiertos, y los revistió de oro, poniendo láminas de oro sobre los querubines y las palmeras. [33] Hizo lo mismo en la puerta del Hekal: los montantes de madera de acebuche que ocupaban la cuarta parte; [34] dos batientes de madera de abeto: dos planchas de un batiente eran giratorias y también eran giratorias otras dos planchas del otro batiente.

[35] Esculpió querubines, palmeras, capullos abiertos y embutió oro sobre la escultura. [36] Edificó el patio interior; tres filas de piedras talladas y una fila de tablones de cedro. [37] El año cuarto, en el mes de Ziv, se pusieron los cimientos de la Casa de Yahveh, [38] y el año once, en el mes de Bul — que es el mes octavo — fue acabada la Casa en todas sus partes, según todo su proyecto. Salomón la levantó en siete años.

Capítulo 7

[1] Salomón edificó su casa, y en trece años la concluyó del todo. [2] Edificó la Casa «Bosque del Líbano», de cien codos de longitud, cincuenta codos de anchura y treinta codos de altura, sobre cuatro filas de columnas de cedro; había capiteles de cedro sobre las columnas. [3] Había un artesonado de cedro sobre la parte superior de las planchas que estaban sobre las columnas. [4] Había tres filas de ventanas con celosías, 45 en total, quince por cada fila, y una daba frente a la otra tres veces. [5] Todas las puertas y montantes eran cuadrangulares y una daba frente a la otra tres veces. [6] Hizo el Pórtico de las columnas de cincuenta codos de longitud, treinta codos de anchura... con un pórtico por delante.

[7] Hizo el Vestíbulo del trono donde administraba justicia, que es el Vestíbulo del Juicio; estaba recubierto de cedro desde el suelo hasta las vigas. [8] La casa en que vivía en el otro recinto, el opuesto al Vestíbulo, tenía la misma configuración; hizo también una casa como este Vestíbulo para la hija de Faraón que Salomón había tomado por mujer. [9] Todo esto era de piedras selectas, talladas a medida, serradas con sierra por dentro y por fuera, desde los cimientos hasta las cornisas. [10] El cimiento era de piedras excelentes, grandes piedras, unas de diez codos y otras de ocho; [11] en la parte superior había piedras excelentes, talladas a medida, y cedro. [12] Al exterior, el patio grande tenía en derredor tres filas de piedras talladas y una fila de planchas de cedro, igual que el patio interior de la Casa de Yahveh y el vestíbulo de la Casa.

[13] El rey Salomón envió a buscar a Jiram de Tiro; [14] era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí; su padre era de Tiro; trabajaba en bronce y estaba lleno de ciencia, pericia y experiencia para realizar todo trabajo en bronce; fue donde el rey Salomón y ejecutó todos sus trabajos. [15] Fundió las dos columnas de bronce; la altura de una columna era de dieciocho codos, un hilo de doce codos medía la circunferencia; y lo mismo la segunda columna. [16] Hizo dos capiteles fundidos en bronce para colocarlos sobre la cima de las columnas, de cinco codos de altura un capitel y de cinco codos de altura el capitel segundo. [17] Hizo dos encajes y dos trenzados a modo de cadenas para los capiteles de la cima de las columnas, un trenzado para un capitel y otro trenzado para el capitel segundo. [18] Hizo granadas: dos filas alrededor de cada trenzado, [19] Los capiteles que estaban en la cima de las columnas tenían forma de azucenas, cuatrocientas en total, [20] colocadas sobre la prominencia que estaba detrás del trenzado; doscientas granadas alrededor del segundo capitel.

[21] Erigió las columnas ante el Ulam del Hekal; erigió la columna de la derecha y la llamó Yakín; erigió la columna de la izquierda y la llamó Boaz. [22] Y quedó acabado el trabajo de las columnas. [23] Hizo el Mar de metal fundido que tenía diez codos de borde a borde; era enteramente redondo, y de cinco codos de altura; un cordón de treinta codos medía su contorno. [24] Debajo del borde había calabazas todo en derredor; daban vuelta al Mar a largo de treinta codos; había dos filas de calabazas fundidas en una sola pieza. [25] Se apoyaba sobre doce bueyes, tres mirando al Norte, tres mirando al Oeste, tres mirando al Sur y tres mirando al Este; el Mar estaba sobre ellos, quedando sus partes traseras hacia el interior. [26] Su espesor era de un palmo y su borde era como el borde del cáliz de la flor de la azucena. Contenía 2.000 medidas.

[27] Hizo también las diez basas de bronce de cuatro codos de largo cada basa, cuatro codos su anchura y tres su altura. [28] Las basas estaban hechas así: tenían paneles y los paneles estaban entre listones. [29] Sobre el panel que estaba entre los listones había leones, bueyes y querubines. Lo mismo sobre los listones. Por encima y por debajo de los leones y de los toros había volutas... [30] Cada basa tenía cuatro ruedas de bronce y ejes de bronce; sus cuatro pies tenían asas debajo de la jofaina, y los apliques estaban fundidos... [31] Su boca, desde el interior de las asas hasta arriba, tenía un codo; la boca era redonda, teniendo un soporte de codo y medio; había también sobre la boca esculturas, pero los paneles eran cuadrados, no redondos. [32] Las cuatro ruedas estaban bajo los paneles, y los ejes de las ruedas estaban en la basa; la altura de cada rueda era de codo y medio.

[33] La forma de las ruedas era como la forma de la rueda de un carro, y sus ejes, sus llantas, sus radios y sus cubos, todo era de fundición. [34] Había cuatro asas en los cuatro ángulos de cada basa; la basa formaba un cuerpo con su asa. [35] En la cima de la basa había un soporte de medio codo de altura completamente redondo; y en la cima de la basa, los ejes y el armazón formaban un cuerpo con ella. [36] Grabó sobre las tablas querubines, leones y palmeras... y volutas alrededor. [37] De esta forma hizo las diez basas: una misma fundición y un mismo tamaño para todas. [38] Hizo diez pilas de bronce de cuarenta medidas cada una; cada pila medía cuatro codos; había una pila sobre cada una de las diez basas.

[39] Colocó las basas, cinco al lado derecho de la Casa y cinco al lado izquierdo de la Casa. El Mar lo colocó del lado derecho de la Casa hacia el sureste. [40] Jiram hizo los ceniceros, las paletas y los acetres. Jiram terminó de hacer toda la obra que el rey Salomón le encargó que hiciera para la Casa de Yahveh: [41] dos columnas, las molduras de los capiteles que estaban sobre la cima de las dos columnas, los dos trenzados para recubrir las dos molduras de los capiteles que estaban en la cima de las columnas; [42] las cuatrocientas granadas para los dos trenzados; dos filas de granadas para cada trenzado; [43] las diez basas y las diez pilas sobre las basas; [44] el Mar y los doce bueyes debajo del Mar; [45] los ceniceros, las paletas y los acetres. Todos estos objetos que hizo Jiram al rey Salomón para la Casa de Yahveh eran de bronce bruñido.

[46] El rey los hizo fundir en la vega del Jordán, en el mismo suelo, entre Sukkot y Sartán; [47] en tan enorme cantidad que no se pudo calcular el peso del bronce. [48] Puso Salomón todos los objetos que había hecho en la Casa de Yahveh; el altar de oro y la mesa de oro sobre la que se ponían los panes de la presencia; [49] los candelabros de oro fino, cinco a la derecha y cinco a la izquierda delante del Debir; las flores, las lámparas y las despabiladeras de oro; [50] las cucharas, los cuchillos, los acetres, las copas y los braseros de oro fino, los goznes de oro para las puertas de la cámara interior, el Santo de los Santos, y para las puertas de la Casa y el Hekal. [51] Así fue concluida toda la obra que hizo el rey Salomón para la Casa de Yahveh; Salomón hizo traer todo lo consagrado por David su padre, la plata, el oro y los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de Yahveh.

Capítulo 8

[1] Entonces congregó Salomón a los ancianos de Israel en Jerusalén para hacer subir el arca de la alianza de Yahveh desde la ciudad de David, que es Sión. [2] Se reunieron junto al rey Salomón todos los hombres de Israel, en el mes de Etanim, (que es el mes séptimo) en la fiesta, [3] y los sacerdotes llevaron el arca, [4] y la Tienda del Encuentro, con todos los objetos sagrados que había en la Tienda. [5] El rey Salomón y todo Israel con él sacrificaron ante el arca ovejas y bueyes en número incalculable e innunerable. [6] Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su sitio, al Debir de la Casa, en el Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines, [7] porque los querubines extendían las alas por encima del sitio del arca, cubriendo los querubines el arca y su varales por encima.

[8] Los varales eran tan largos que se veían sus puntas desde el Santo, desde la parte anterior del Debir, pero no se veían desde fuera. Están allí hasta el día de hoy. [9] En el arca no había nada más que las dos tablas de piedra que Moisés hizo poner en ella, en el Horeb, las tablas de la alianza que pactó Yahveh con los israelitas cuando salieron de la tierra de Egipto. [10] Al salir los sacerdotes del Santo, la nube llenó la Casa de Yahveh. [11] Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh. [12] Entonces Salomón dijo: «Yahveh quiere habitar en densa nube. [13] He querido erigirte una morada un lugar donde habites para siempre.» [14] Se volvió el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel mientras que toda la asamblea de Israel estaba en pie.

[15] El dijo: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que habló por su boca a mi padre David y ha cumplido por su mano lo que dijo: [16] «Desde el día en que saqué de Egipto a mi pueblo Israel no he elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel para edificar una Casa en la que esté mi Nombre, pero he elegido a David para que esté al frente de mi pueblo Israel.» [17] Mi padre David pensó en su corazón edificar una Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel, [18] pero Yahveh dijo a David mi padre: «Cuanto a haber pensado en tu corazón edificar una Casa a mi Nombre, bien has hecho en tener tal voluntad, [19] pero no edificarás tú la Casa, sino que un hijo tuyo, salido de tus entrañas, ése será quien edifique la Casa a mi Nombre.» [20] Yahveh ha cumplido la promesa que dijo; he sucedido a mi padre David, me he sentado sobre el trono de Israel, como Yahveh había dicho, y he construido la Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel, [21] y he señalado en ella un lugar al arca en que está la alianza que Yahveh pactó con nuestros padres cuando los sacó de la tierra de Egipto.» [22] Salomón se puso ante el altar de Yahveh en presencia de toda la asamblea de Israel; extendió sus manos al cielo [23] y dijo: «Yahveh, Dios de Israel, no hay Dios como tú en lo alto de los cielos ni abajo sobre la tierra, tú que guardas la alianza y el amor a tus siervos que andan en tu presencia con todo su corazón, [24] tú que has mantenido a mi padre David la promesa que le hiciste, pues por tu boca lo prometiste y por tu mano lo has cumplido este día.

[25] Ahora, pues, Yahveh, Dios de Israel, mantén a tu siervo David mi padre la promesa que le hiciste deciéndole: « Nunca será quitado de mi presencia uno de los tuyos que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino andando en mi presencia como has andado tú delante de mí.» [26] Ahora, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste a tu siervo David, mi padre. [27] ¿Es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido! [28] Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Yahveh Dios mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace hoy en tu presencia, [29] que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que dijiste: «En él estará mi Nombre"; escucha la oración que tu servidor te dirige en este lugar. [30] «Oye, pues, la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona.

[31] «Cuando un hombre peque contra su prójimo y éste pronuncie una imprecación sobre él haciéndole jurar delante de tu altar en esta Casa, [32] escucha tú desde los cielos y obra; juzga a tus siervos, declarando culpable al malo, para hacer recaer su conducta sobre su cabeza y declarando inocente al justo para darle según su justicia. [33] «Cuando tu pueblo Israel sea batido por su enemigo por haber pecado contra ti, si se vuelven a ti y alaban tu Nombre, orando y suplicando ante ti en esta Casa, [34] escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tu pueblo Israel y vuélvelos a la tierra que diste a sus padres. [35] «Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron contra ti, si oran en este lugar y alaban tu Nombre y se convierten de su pecado porque les humillaste, [36] escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tu siervo y de tu pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deberán andar, y envía lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo en herencia.

[37] «Cuando haya hambre en el país, cuando haya peste, tizón, añublo, langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus puertas, en todo azote y toda enfermedad, [38] si un hombre cualquiera, experimentando remordimiento en su corazón, eleva cualquier plegaria o cualquier súplica y extiende las manos hacia esta Casa, [39] escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, perdona y da a cada uno según sus caminos, pues tú conoces su corazón y sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres, [40] para que te teman todos los días que vivan sobre la faz de la tierra que has dado a nuestros padres. [41] «También al extranjero que no es de tu pueblo Israel, al que viene de un país lejano a causa de tu Nombre, [42] porque oirá hablar de tu gran Nombre, de tu mano fuerte y de tu tenso brazo, y vendrá a orar a esta Casa, [43] escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz según cuanto te pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu Nombre y te teman como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es invocado en esta Casa que yo he construido.

[44] «Si tu pueblo va a la guerra contra su enemigo por el camino por el que tú le envíes, y suplican a Yahveh vueltos hacia la ciudad que has elegido y hacia la Casa que yo he construido para tu Nombre, [45] escucha tú desde los cielos su oración y su plegaria y hazles justicia. [46] Cuando pequen contra ti, pues no hay hombre que no peque, y tú irritado contra ellos los entregues al enemigo, y sus conquistadores los lleven al país enemigo, lejano o próximo, [47] si se convierten en su corazón en la tierra a que hayan sido llevados, si se arrepienten y te suplican en la tierra de sus deportadores diciendo: «Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables", [48] si se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país de los enemigos que los deportaron, y te suplican vueltos hacia la tierra que tú diste a sus padres y hacia la ciudad que has elegido y hacia la Casa que he edificado a tu Nombre, [49] escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, [50] y perdona a tu pueblo, que ha pecado contra ti, todas las rebeliones con que te han traicionado, y concédeles que hallen compasión entre sus deportadores para que éstos les tengan piedad, [51] porque son tu pueblo y tu heredad, los que sacaste de Egipto, de en medio del crisol del hierro.

[52] «Que tus ojos estén abiertos a las súplicas de tu siervo y a la súplica de tu pueblo Israel, para escuchar todos sus clamores hacia ti. [53] Porque tú los separaste para ti como herencia tuya de entre todos los pueblos de la tierra, como dijiste por boca de Moisés tu siervo cuando sacaste a nuestros padres de Egipto, Señor Yahveh.» [54] Cuando Salomón acabó de dirigir a Yahveh toda esta plegaria y esta súplica, se levantó de delante del altar de Yahveh, del lugar donde se había arrodillado con las manos extendidas hacia el cielo, [55] y se puso de pie para bendecir a toda la asamblea de Israel, diciendo en alta voz: [56] «Bendito sea Yahveh que ha dado reposo a su pueblo Israel, según todas sus promesas; no ha fallado ninguna de las palabras de bien que dijo por boca de Moisés su siervo. [57] Que Yahveh, nuestro Dios, esté con nosotros como estuvo con nuestros padres, que no nos abandone ni nos rechace.

[58] Que incline nuestros corazones hacia él para que andemos según todos sus caminos y guardemos todos los mandamientos, los decretos y las sentencias que ordenó a nuestros padres. [59] Que estas palabras con que he suplicado ante Yahveh permanezcan día y noche junto a Yahveh, nuestro Dios, para que dé lo justo a su siervo y justicia a su pueblo Israel, según las necesidades de cada día, [60] para que todos los pueblos de la tierra sepan que Yahveh es Dios y no hay otro, [61] y vuestros corazones estarán enteramente con Yahveh, nuestro Dios, para caminar según sus decretos y para guardar sus mandamientos como hoy.» [62] El rey, y todo Israel con él, ofrecieron sacrificios ante Yahveh. [63] Salomón sacrificó, como sacrificios de comunión que ofreció en sacrificio a Yahveh, 22.000 bueyes y 120.000 ovejas; así inauguraron la Casa de Yahveh el rey y todos los hijos de Israel.

[64] Aquel día consagró el rey el interior del patio que está delante de la Casa de Yahveh, pues ofreció allí el holocausto, la oblación y las grasas de los sacrificios de comunión, porque el altar de bronce que estaba ante Yahveh era demasiado pequeño para contener el holocausto, la oblación y las grasas de los sacrificios de comunión. [65] En aquella ocasión celebró Salomón la fiesta con todos los israelitas en magna asamblea desde la entrada de Jamat hasta el torrente de Egipto, ante Yahveh nuestro Dios, durante siete días. [66] El día octavo despidió al pueblo. Bendijeron al rey y se fueron a sus tiendas, gozosos y con el corazón alegre por todo el bien que Yahveh había hecho a su siervo David y a su pueblo Israel.

Capítulo 9

[1] Cuando Salomón hubo acabado de construir la Casa de Yahveh, la casa del rey y todo cuanto Salomón quiso hacer, [2] se apareció Yahveh a Salomón por segunda vez, como se le había aparecido en Gabaón. [3] Yahveh le dijo: «He escuchado la plegaria y la súplica que has dirigido delante de mí. He santificado esta Casa que me has construido para poner en ella mi Nombre para siempre; mis ojos y mi corazón estarán en ella siempre. [4] Ahora, si andas en mi presencia como anduvo David tu padre, con corazón perfecto y con rectitud, haciendo todo lo que te ordene y guardando mis decretos y mis sentencias, [5] afirmaré para siempre el trono de tu realeza sobre Israel como prometí a David tu padre cuando dije: «Ninguno de los tuyos será arrancado de sobre el trono de Israel.» [6] Pero si vosotros, y vuestros hijos después guardáis los mandamientos y los decretos que os he dado, y os vais a servir a otros dioses postrándoos ante ellos, [7] yo arrancaré a Israel de la superficie de la tierra que les he dado; arrojaré de mi presencia esta Casa que yo he consagrado a mi Nombre, e Israel quedará como proverbio y escarnio de todos los pueblos.

[8] Todos los que pasen ante esta Casa sublime quedarán estupefactos, silbarán y dirán: «¿Por qué ha hecho así Yahveh a esta tierra y a esta Casa?» [9] Y se responderá: «Porque abandonaron a Yahveh su Dios, que sacó a sus padres de la tierra de Egipto, y han seguido a otros dioses, se han postrado ante ellos y les han servido, por eso ha hecho venir Yahveh todo este mal sobre ellos"» [10] Al cabo de los veinte años, durante los cuales edificó Salomón las dos casas, la Casa de Yahveh y la casa del rey, [11] como Jiram, rey de Tiro, había proporcionado a Salomón madera de cedro y madera de ciprés y todo el oro que deseaba, entonces el rey Salomón dio a Jiram veinte ciudades de la tierra de Galilea. [12] Salió Jiram de Tiro para ver las ciudades que le había dado Salomón y no le agradaron, [13] Y dijo: «¿Qué ciudades son éstas que me has dado, hermano mío?» Y las llamó: «Tierra de Kabul», hasta el día de hoy.

[14] Jiram envió al rey 120 talentos de oro. [15] Esto es lo referente a la prestación personal que el rey Salomón estableció para construir la Casa de Yahveh y su propia casa, el Milló y la muralla de Jerusalén, Jasor, Meguiddó y Guézer, [16] (pues Faraón rey de Egipto había subido y se había apoderado de Guézer, la incendió y mató a los cananeos que habitaban en la ciudad, y se la dio en dote a su hija, la mujer de Salomón, [17] y Salomón reconstruyó Guézer) Bet Jorón de abajo, [18] Baalat y Tamar en el desierto del país, [19] todas las ciudades de aprovisionamiento que tenía Salomón, las ciudades de los carros y las ciudades para los caballos, y todo cuanto Salomón quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de su dominio.

[20] Con toda la gente que había quedado de los amorreos, de los hititas, de los perizitas, de los jivitas, de los jebuseos, que no eran israelitas, [21] cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a los que los israelitas no habían podido entregar al anatema, hizo Salomón una leva que dura hasta el día de hoy. [22] Pero Salomón no empleó a ninguno de los israelitas como esclavo para sus obras, sino que eran sus hombres de guerra, sus oficiales y sus jefes, sus escuderos y jefes de sus carros y de su caballería. [23] Estos eran los capataces de los prefectos que estaban al frente de las obras de Salomón; 550 que mandaban a la gente que trabajaba en las obras. [24] Cuando la hija de Faraón subió de la ciudad de David a la casa que había hecho para ella, entonces edificó el Milló. [25] Salomón ofrecía holocaustos y sacrificios de comunión tres veces por año en el altar que había edificado a Yahveh y hacía quemar ante Yahveh las ofrendas abrasadas, cuando hubo terminado la Casa.

[26] El rey Salomón construyó una flota en Esyón Guéber, que está cerca de Elat, a orillas del mar de Suf, en la tierra de Edom. [27] Jiram envió a las naves a sus servidores, marineros, conocedores del mar, con los servidores de Salomón. [28] Llegaron a Ofir, y trajeron de allí 420 talentos de oro que llevaron al rey Salomón.

Capítulo 10

[1] La reina de Sabá había oído la fama de Salomón... y vino a probarle por medio de enigmas. [2] Llegó a Jerusalén con gran número de camellos que traían aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas; llegada que fue donde Salomón, le dijo todo cuanto tenía en su corazón. [3] Salomón resolvió todas sus preguntas. No hubo ninguna proposición oscura que el rey no le pudiese resolver. [4] Cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón y la casa que había edificado, [5] los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte de sus ministros y sus vestidos, sus coperos y los holocaustos que ofrecía en la Casa de Yahveh, se quedó sin aliento, [6] y dijo al rey: «¡Verdad es cuanto oí decir en mi tierra de tus palabras y tu sabiduría! [7] No daba yo crédito a lo que se decía hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos, y hallo que no dijeron ni la mitad. Tu sabiduría y tu prosperidad superan todo lo que oí decir.

[8] Dichosas tus mujeres, dichosos estos tus servidores que están siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría. [9] Bendito Yahveh tu Dios que se ha complacido en ti y te ha colocado en el trono de Israel para siempre, a causa del amor de Yahveh a Israel, y te ha puesto como rey para administrar derecho y justicia.» [10] Dio al rey 120 talentos de oro, gran cantidad de aromas y piedras preciosas. Nunca llegaron aromas en tanta abundancia como los que la reina de Sabá dio al rey Salomón. [11] La flota de Jiram, la que transportó el oro de Ofir, trajo también madera de almugguim en gran cantidad, y piedras preciosas. [12] Con la madera de almugguim hizo el rey balaustradas para la Casa de Yahveh y para la casa del rey, cítaras y salterios para los cantores. No vino más madera de almugguim y no se ha vuelto a ver hasta el día de hoy. [13] El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso pedirle, aparte lo que Salomón le dio con magnificencia de un rey como Salomón. Ella se volvió y regreso a su país con sus servidores.

[14] El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de 666 talentos de oro, [15] sin contar las contribuciones de los mercaderes, las ganancias de los comerciantes y de todos los reyes árabes y de los inspectores del país. [16] El rey Salomón hizo doscientos grandes escudos de oro batido, aplicando seiscientos siclos de oro batido en cada escudo, [17] y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando tres minas de oro en cada escudo. El rey los colocó en la casa «Bosque del Líbano». [18] Hizo el rey un gran trono de marfil y lo revistió de oro finísimo. [19] El trono tenía seis gradas y un respaldo redondo en su parte posterior con brazos a uno y otro lado del asiento; dos leones de pie junto a los brazos [20] más doce leones de pie sobre las seis gradas, a uno y otro lado. No se hizo cosa semejante en ningún reino.

[21] Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro y toda la vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino; la plata no se estimaba en nada en tiempo del rey Salomón, [22] porque el rey tenía una flota de Tarsis en el mar con la flota de Jiram, y cada tres años venía la flota de Tarsis, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales. [23] El rey Salomón sobrepujó a todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría. [24] Todo el mundo quería ver el rostro de Salomón para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón. [25] Y cada uno de ellos traía su presente: objetos de plata, objetos de oro, vestidos, armas y aromas, caballos y mulos, año tras año. [26] Salomón reunió carros y caballos; tuvo 1.400 carros y 12.000 caballos que llevó a las ciudades de los carros y junto al rey en Jerusalén.

[27] Hizo el rey que la plata fuera tan abundante en Jerusalén como las piedras, y los cedros como los sicómoros de la Tierra Baja. [28] Los caballos de Salomón procedían de Musur y de Cilicia. Los mercaderes del rey los compraban en Cilicia por su precio en dinero. [29] Un carro que subía de Egipto valía seiscientos siclos de plata y un caballo 150. Los traían también como intermediarios para todos los reyes de los hititas y todos los reyes de Aram.

Capítulo 11

[1] El rey Salomón amó a muchas mujeres extranjeras, además de la hija de Faraón, moabitas, ammonitas, edomitas, sidonias, hititas, [2] de los pueblos de los que dijo Yahveh a los israelitas: «No os uniréis a ellas y ellas no se unirán a vosotros, pues de seguro arrastrarán vuestro corazón tras sus dioses», pero Salomón se apegó a ellas por amor; [3] tuvo setecientas mujeres con rango de princesas y trescientas concubinas. [4] En la ancianidad de Salomón sus mujeres inclinaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no fue por entero de Yahveh su Dios, como el corazón de David su padre. [5] Salomón se fue tras de Astarté, diosa de los sidonios, y tras de Milkom, monstruo abominable de los ammonitas. [6] Salomón hizo lo malo a los ojos de Yahveh, y no siguió plenamente con Yahveh como David su padre.

[7] Entonces edificó Salomón un altar a Kemós, monstruo abominable de Moab, sobre el monte que está frente a Jerusalén, y a Milkom, monstruo abominable de los ammonitas. [8] Lo mismo hizo con todas sus mujeres extranjeras que quemaban incienso y sacrificaban a sus dioses. [9] Se enojó Yahveh contra Salomón por que había desviado su corazón de Yahveh, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, [10] y le había ordenado sobre este asunto que no fuera en pos de otros dioses, pero no guardó lo que Yahveh le había ordenado. [11] Yahveh dijo a Salomón: «Porque de tu parte has hecho esto y no has guardado mi alianza y las leyes que te ordené, voy a arrancar el reino de sobre ti y lo daré a un siervo tuyo. [12] No lo haré sin embargo en vida tuya por causa de David tu padre; lo arrancaré de mano de tu hijo.

[13] Tampoco arrancaré todo el reino; daré una tribu a tu hijo, en atención a David, mi siervo, y a causa de Jerusalén que he elegido.» [14] Suscitó Yahveh un adversario a Salomón en Hadad, edomita, de la estirpe real de Edom. [15] Cuando David batió a Edom, y Joab, jefe del ejército, subió a sepultar los muertos, mató a todos los varones de Edom, [16] pues Joab y todo Israel permanecieron allí seis meses hasta exterminar todos los varones de Edom. [17] Pero Hadad consiguió huir con algunos hombres edomitas de entre los servidores de su padre, para irse a Egipto. Era Hadad un muchacho pequeño. [18] Habían partido de Madián y llegaron a Farán, tomaron consigo hombres de Farán y llegaron a Egipto, donde Faraón, rey de Egipto, que le dio casa, le prometió sustento y le dio tierras.

[19] Hadad encontró mucho favor a los ojos de Faraón, que le dio por mujer a la hermana de su mujer, la hermana de la Gran Dama Tajfenés. [20] La hermana de Tajfenés le dio a luz a su hijo Guenubat, que Tajfenés crió en la casa de Faraón, y Guenubat vivió en la casa de Faraón con los hijos de Faraón. [21] Oyó Hadad en Egipto que David se había acostado con sus padres y que había muerto Joab, jefe del ejército, y dijo Hadad a Faraón: «Déjame partir para ir a mi tierra.» [22] Faraón le dijo: «¿Qué te falta a mi lado para que trates de ir a tu tierra?» El respondió: «Nada, pero déjame partir.» [23] Dios le suscitó otro adversario en Rezón, hijo de Elyadá, que había huido del lado de su señor Hadadézer, rey de Sobá: [24] se le unieron algunos hombres y se hizo jefe de banda. Fue entonces cuando David los mató. El se fue a Damasco, se estableció allí, y comenzó a reinar en Damasco.

[25] Fue un adversario de Israel toda la vida de Salomón. Este mal hizo Hadad: tuvo aversión a Israel y reinó en Edom. [26] Jeroboam era hijo de Nebat, efraimita de Seredá; su madre se llamaba Seruá y era viuda. Era servidor de Salomón y alzó la mano contra el rey. [27] Esta fue la ocasión de que alzara su mano contra el rey: Salomón estaba construyendo el Milló, para cerrar la brecha de la ciudad de David su padre. [28] Este Jeroboam era hombre de valía. Salomón vio cómo este joven hacía su trabajo y le puso al frente de toda la leva de la casa de José. [29] Por aquel tiempo salió Jeroboam de Jerusalén, y el profeta Ajías de Silo le encontró en el camino. Iba éste cubierto con un manto nuevo y estaban los dos solos en el campo. [30] Ajías tomó el manto nuevo que llevaba, lo rasgó en doce jirones [31] y dijo a Jeroboam: «Toma para ti diez jirones, porque así dice Yahveh, Dios de Israel: Voy a hacer jirones el reino de manos de Salomón y te voy a dar diez tribus.

[32] Le quedará la otra tribu en atención a mi siervo David y a Jerusalén, la ciudad que me elegí entre todas las tribus de Israel; [33] porque me ha abandonado y se ha postrado ante Astarté, diosa de los sidonios, ante Kemós, dios de Moab, y ante Milkom, dios de los ammonitas, y no ha seguido mis caminos haciendo lo que es justo a mis ojos, ni mis decretos ni mis sentencias como su padre David. [34] Pero no tomaré todo el reino de su mano; le mantendré como príncipe todos los días de su vida en atención a David mi siervo, a quién elegí y que guardó mis mandatos y mis decretos. [35] Pero tomaré el reino de mano de su hijo y te daré de él diez tribus; [36] daré a su hijo una tribu para que quede siempre a David mi siervo una lámpara en mi presencia, delante de mí en Jerusalén, la ciudad que me elegí para poner allí mi Nombre. [37] Te tomaré a ti y te haré reinar sobre cuanto desee tu alma, y serás rey de Israel.

[38] Si escuchas todo cuanto yo te ordene, y andas por mi camino, y haces lo recto a mis ojos guardando mis decretos y mis mandamientos como hizo David mi siervo, yo estaré contigo y te edificaré una casa estable como se la edifiqué a David. Te entregaré Israel [39] y humillaré el linaje de David por esta causa. Pero no para siempre.» [40] Salomón trató de dar muerte a Jeroboam, pero Jeroboam se levantó y huyó a Egipto, junto a Sosaq, rey de Egipto, y estuvo en Egipto hasta la muerte de Salomón. [41] El resto de los hechos de Salomón, todo lo que hizo y su sabiduría ¿no está escrito en el libro de los hechos de Salomón? [42] El tiempo que Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel fue de cuarenta años. [43] Se acostó Salomón con sus padres y fue sepultado en la ciudad de su padre David. Reinó en su lugar su hijo Roboam.

Capítulo 12

[1] Roboam se fue a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para proclamarle rey. [2] Lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón y se volvió Jeroboam de Egipto. [3] Enviaron a llamarle y llegó Jeroboam con toda la asamblea de Israel y hablaron a Roboam diciendo: [4] «Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros, y te serviremos.» [5] El les dijo: «Id, y dentro de tres días volved a mí», y el pueblo se fue. [6] El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su padre Salomón en vida de éste, diciendo: «¿ Qué me aconsejáis que responda a este pueblo?» [7] Ellos le respondieron: «Si tú te haces hoy servidor de este pueblo y les sirves y les das buenas palabras, ellos serán siervos tuyos para siempre».

[8] Pero él abandonó el consejo que los ancianos le aconsejaron y pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio. [9] Les dijo: «¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que me ha hablado diciendo: aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros?» [10] Los jóvenes que se habían criado con él respondieron diciendo: «Esto debes responder a este pueblo que te ha dicho: «Tu padre hizo pesado nuestro yugo; ahora tú aligera nuestro yugo", esto debes responder: Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre. [11] Un yugo pesado cargó mi padre, mas yo haré más pesado vuestro yugo; mi padre os azotaba con azotes pero yo os azotaré con escorpiones.» [12] Vino Jeroboam con todo el pueblo a Roboam al tercer día, según lo había dicho el rey: «Volved a mí al tercer día.» [13] El rey respondió al pueblo con dureza, abandonando el consejo que los ancianos le aconsejaron, [14] y hablándoles según el consejo de los jóvenes diciendo: «Mi padre hizo pesado vuestro yugo, yo lo haré más pesado todavía. Mi padre os ha azotado con azotes, mas yo os azotaré con escorpiones.» [15] No escuchó el rey al pueblo, pues se trataba de una intervención de Yahveh para cumplimiento de la palabra que Yahveh había anunciado a Jeroboam, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Silo.

[16] Viendo todo Israel que el rey no le oía, replicó el pueblo al rey diciendo: «¿Qué parte tenemos nosotros con David? ¡No tenemos herencia en el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel! ¡Mira ahora por tu casa, David!» Israel se fue a sus tiendas. [17] Roboam reinó sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de Judá. [18] El rey Roboam envió a Adoram, jefe de la leva, pero todo Israel le mató a pedradas; el rey Roboam se apresuró a subir a su carro para huir a Jerusalén. [19] Israel está en desobediencia contra la casa de David hasta el día de hoy. [20] Cuando todo Israel supo que Jeroboam había vuelto, enviaron a llamarle a la asamblea y le hicieron rey sobre todo Israel; no hubo quien siguiera a la casa de David, aparte sólo la tribu de Judá. [21] En llegando a Jerusalén reunió Roboam a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín, 180.000 hombres guerreros escogidos, para combatir contra la casa de Israel y devolver el reino a Roboam, hijo de Salomón.

[22] Pero fue dirigida la palabra de Dios a Semaías, hombre de Dios, diciendo: [23] «Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a toda la casa de Judá, a Benjamín y al resto del pueblo y diles: [24] Así habla Yahveh: No subáis a combatir con vuestros hermanos los israelitas. Que cada uno se vuelva a su casa porque esto es cosa mía.» Ellos escucharon la palabra de Yahveh, y se volvieron para ir conforme a la palabra de Yahveh. [25] Jeroboam fortificó Siquem, en la montaña de Efraím, y habitó en ella. Salió de ella y fortificó Penuel. [26] Jeroboam se dijo en su corazón: «En esta situación el reino acabará por volver a la casa de David. [27] Si este pueblo continúa subiendo para ofrecer sacrificios en la Casa de Yahveh en Jerusalén, el corazón de este pueblo se volverá a su señor, a Roboam, rey de Judá, y me matarán.» [28] Tomó consejo el rey, hizo dos becerros de oro, y dijo al pueblo: «Basta ya de subir a Jerusalén. Este es tu dios, Israel, el que te hizo subir de la tierra de Egipto.» [29] Colocó uno en Betel, [30] y el pueblo fue con el otro hasta Dan.

[31] Hizo Casas en los altos y estableció sacerdotes del común del pueblo que no eran de los hijos de Leví. [32] Hizo Jeroboam una fiesta en el mes octavo, el día quince del mes, parecida a la fiesta de Judá, y subió al altar. Así hizo en Betel, ofreciendo sacrificios a los becerros que había hecho y estableciendo en Betel sacerdotes para los altos que había instituido. [33] Subió al altar que había hecho en Betel el día quince del octavo mes, el mes que se había discurrido por su cuenta para instituir una fiesta para los israelitas, y subió al altar para quemar incienso.

Capítulo 13

[1] Por orden de Yahveh, un hombre de Dios llegó de Judá a Betel cuando Jeroboam estaba en pie sobre el altar para quemar incienso, [2] y por orden de Yahveh apostrofó al altar diciendo: «Altar, altar, así dice Yahveh: Ha nacido a la casa de David un hijo llamado Josías que sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los altos, a los que queman incienso sobre ti, y quemará huesos humanos sobre ti.» [3] Aquel mismo día dio una señal diciendo: «Esta es la señal de que Yahveh habla: el altar va a romperse y se va derramar la ceniza que hay sobre él.» [4] Cuando el rey oyó lo que el hombre de Dios decía contra el altar de Betel, extendió su mano desde encima del altar diciendo: «Prendedle.» Pero la mano que extendió contra él se secó y no pudo volverla hacia sí. [5] El altar se rompió y se esparció la ceniza del altar según la señal que había dado el hombre de Dios por orden de Yahveh. [6] Respondió el rey al hombre de Dios: «Aplaca, por favor el rostro de Yahveh tu Dios, para que mi mano pueda volver a mí.» Aplacó el hombre de Dios el rostro de Yahveh, volvió la mano al rey y quedo como antes.

[7] Dijo el rey al hombre de Dios: «Entra en casa conmigo para confortarte y te haré un regalo.» [8] Dijo el hombre de Dios al rey: «Aunque me dieras la mitad de tu casa no entraré contigo y no comeré ni beberé agua en este lugar, [9] porque así me lo ha ordenado la palabra de Yahveh: No comerás pan ni beberás agua ni volverás por el camino por el que has ido.» [10] Y se fue por otro camino, no volvió por el camino por donde había venido a Betel. [11] Vivía en Betel un anciano profeta. Vinieron sus hijos y le contaron cuanto había hecho aquel día el hombre de Dios en Betel, contaron a su padre las palabras que dijo el rey. [12] Su padre les dijo: «¿Por qué camino se ha ido?» Sus hijos le mostraron el camino por el que se fue el hombre de Dios que vino de Judá.

[13] Dijo a sus hijos: «Aparejadme el asno.» Y aparejaron el asno y se montó sobre él. [14] Fue en seguimiento del hombre de Dios y le encontró sentado bajo el terebinto y le dijo: «¿Eres tú el hombre de Dios que ha venido de Judá?» El respondió: «Yo soy.» [15] Le dijo: «Ven conmigo a casa y comerás algo.» [16] Respondió: «No puedo volver contigo ni puedo comer pan ni beber agua en este lugar [17] porque la palabra de Dios me dijo: No comerás pan ni beberás agua ni volverás por el camino por el que viniste.» [18] Pero él le dijo: «También yo soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por orden de Yahveh diciendo: Hazle volver contigo a tu casa para que coma y beba agua», pero le mentía.

[19] Se volvió, pues, con él y comió pan y bebió agua en su casa. [20] Estando ellos sentados a la mesa, fue dirigida la palabra de Dios al profeta que le había hecho volver, [21] y gritó al hombre de Dios que vino de Judá, diciendo: «Así dice Yahveh: Porque has desobedecido la voz de Yahveh y no has guardado la orden que Yahveh tu Dios te había dado, [22] sino que te has vuelto y has comido pan y has bebido agua en el lugar del que dijo: No comerás pan y no beberás agua, tu cadáver no entrará en la tumba de tus padres.» [23] Después de haber comido y bebido, el profeta que le había hecho volver le aparejó su asno. [24] Partió, y un león le encontró en el camino y le mató; su cadáver yacía en el camino y el asno permanecía junto a él; también el león permanecía junto al cadáver.

[25] Pasaron algunos hombres que vieron el cadáver tirado en el camino y al león que permanecía junto al cadáver; entraron y lo contaron en la ciudad en que vivía el anciano profeta. [26] Lo oyó el profeta que le había hecho volver del camino, y dijo: «Es el hombre de Dios que desobedeció la orden de Yahveh, y Yahveh lo ha entregado al león que le ha destrozado y matado, según la palabra que le dijo Yahveh.» [27] Habló a sus hijos diciendo: «Aparejadme el asno», y se lo aparejaron. [28] Partió, y halló el cadáver tendido en el camino, y al asno y al león que permanecían junto al cadáver. El león no había devorado el cadáver ni había destrozado al asno. [29] Levantó el profeta el cadáver del hombre de Dios, lo puso sobre el asno y lo trajo. Entró en la ciudad el anciano profeta, le lloró y le sepultó. [30] Depositó el cadáver en su propio sepulcro, e hicieron la lamentación sobre él: «¡Ay, hermano mío!» [31] Después que le hubo sepultado, dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, me sepultaréis en el sepulcro en que ha sido sepultado el hombre de Dios; junto a sus huesos depositaréis mis huesos, [32] porque con toda certeza se cumplirá la palabra que por orden de Yahveh gritó contra el altar de Betel y contra todos los santuarios de los altos que hay en las ciudades de Samaría.» [33] Después de esto no se volvió Jeroboam de su mal camino, continuó haciendo sacerdotes para los altos de entre el pueblo común; a todo el que lo deseaba le investía como sacerdote de los altos, [34] Este proceder hizo caer en pecado a la casa de Jeroboam y fue causa de su perdición y su exterminio de sobre la faz de la tierra.

Capítulo 14

[1] Por aquel tiempo cayó enfermo Abías, hijo de Jeroboam. [2] Dijo Jeroboam a su mujer: «Levántate y disfrázate para que no se sepa que eres la mujer de Jeroboam, y vete a Silo, pues estará allí el profeta Ajías, el que me predijo que yo reinaría sobre este pueblo. [3] Toma en tus manos diez panes, tortas y un tarro de miel, y entra donde él; él te revelará qué será del niño.» [4] Así lo hizo la mujer de Jeroboam: se levantó, se fue a Silo, y entró en la casa de Ajías. Ajías no podía ver porque sus pupilas se habían quedado rígidas a causa de su vejez, [5] pero Yahveh había dicho a Ajías: «Mira, la mujer de Jeroboam viene a pedirte un oráculo acerca de su hijo que está enfermo. Esto y esto le dirás. Cuando ella entre, se hará pasar por otra.» [6] En oyendo Ajías el ruido de sus pasos, cuando entraba por la puerta, dijo: «Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué quieres pasar por otra? Tengo un duro mensaje para ti.

[7] Vete a decir a Jeroboam: «Así dice Yahveh, Dios de Israel: Por cuanto te levanté de en medio del pueblo y te puse como caudillo de mi pueblo Israel, [8] arranqué el reino de la casa de David para dártelo a ti, pero tú no has sido como mi siervo David que guardó mis mandamientos y me siguió con todo su corazón haciendo sólo lo que es recto a mis ojos, [9] mientras que tú has hecho más mal que todos los que fueron antes que tú, y has ido a hacerte otros dioses, imágenes fundidas, para irritarme, y me has arrojado detrás de tus espaldas, [10] por esto, voy a hacer venir el mal sobre la casa de Jeroboam y quitaré a Jeroboam todos los varones, esclavos o libres en Israel, barreré a fondo la casa de Jeroboam como se barre del todo la basura. [11] Los de Jeroboam que mueran en la ciudad serán comidos por los perros, y los que mueran en el campo, serán comidos por las aves del cielo, porque ha hablado Yahveh.» [12] Cuanto a ti, levántate y vete a tu casa; cuando tus pies entren en la ciudad, morirá el niño.

[13] Todo Israel le llorará y le darán sepultura. Este tan sólo de los de Jeroboam entrará en el sepulcro, porque de la casa de Jeroboam sólo en él se ha hallado algo bueno ante Yahveh, Dios de Israel. [14] Yahveh se suscitará un rey sobre Israel que exterminará la casa de Jeroboam. [15] Yahveh golpeará a Israel como las aguas agitan una caña, y arrojará a Israel de esta tierra buena que dio a sus padres, y los dispersará al otro lado del Río, porque hicieron sus cipos que irritaban a Yahveh. [16] Y entregará a Israel a causa de los pecados que cometió Jeroboam e hizo cometer a Israel.» [17] La mujer de Jeroboam se levantó, se fue y entró en Tirsá; y cuando ella entraba en el umbral de su casa, había muerto el niño. [18] Le dieron sepultura y todo Israel hizo duelo según la palabra que Yahveh había dicho por boca de su siervo, el profeta Ajías.

[19] El resto de los hechos de Jeroboam, cómo guerreó y cómo reinó, están escritos en el libro de los Anales de los reyes de Israel. [20] El tiempo que reinó Jeroboam fueron veintidós años y se acostó con sus padres. Reinó en su lugar su hijo Nadab. [21] Roboam, hijo de Salomón, reinó en Judá; tenía 41 años Roboam cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que había elegido Yahveh de entre todas las tribus de Israel para poner en ella su Nombre. El nombre de su madre era Naamá, ammonita. [22] Judá hizo el mal a los ojos de Yahveh. Irritaron su celo más que lo hicieron sus padres por los pecados que cometían: [23] también ellos se construyeron altos, estelas y cipos en toda colina elevada y bajo todo árbol frondoso. [24] Hasta consagrados a la prostitución hubo en la tierra. Hicieron todas las abominaciones de las gentes que Yahveh había arrojado de delante de los israelitas.

[25] El año quinto del rey Roboam, Sosaq, rey de Egipto, subió contra Jerusalén [26] y se apoderó de los tesoros de la Casa de Yahveh y de los tesoros de la casa del rey; de todo se apoderó. Y, como llevó todos los escudos de oro que había hecho Salomón, [27] el rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, que confió a los jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey. [28] Cuando el rey entraba en la Casa de Yahveh, la guardia los llevaba y después los devolvía a la sala de la guardia. [29] El resto de los hechos de Roboam, todo cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [30] Hubo guerra continua entre Roboam y Jeroboam.

[31] Roboam se acostó con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Abiyyam.

Capítulo 15

[1] El año dieciocho del rey Jeroboam, hijo de Nebat, comenzó a reinar Abiyyam sobre Judá. [2] Reinó tres años en Jerusalén; el nombres de su madre era Maaká, hija de Absalón. [3] Siguió en todo los pecados que su padre había hecho antes de él, y su corazón no fue por entero de Yahveh su Dios, como el corazón de David su padre. [4] Pero en atención a David, le dio Yahveh su Dios una lámpara en Jerusalén, suscitando a su hijo después de él y manteniendo en pie a Jerusalén, [5] porque David había hecho lo que era recto a los ojos de Yahveh y no se había apartado de cuanto le ordenó en todos los días de su vida, salvo en el caso de Urías el hitita. [7] El resto de los hechos de Abiyyam, todo cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? Hubo guerra entre Abiyyam y Jeroboam.

[8] Se acostó Abiyyam con sus padres y le sepultaron en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Asá. [9] El año veinte de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar Asá en Judá. [10] Reinó 41 años en Jerusalén; su abuela se llamaba Maaká, hija de Absalón. [11] Asá hizo lo recto a los ojos de Yahveh, como David su padre. [12] Expulsó de la tierra a los consagrados a la prostitución, y quitó todos los ídolos que sus padres habían hecho. [13] Incluso llegó a quitar a su abuela Maaká el título de Gran Dama porque había hecho un Horror para Aserá. Asá abatió este Horror y lo quemó en el torrente Cedrón.

[14] Pero no desaparecieron los altos, aunque el corazón de Asá estuvo del todo con Yahveh toda su vida. [15] Llevó a la Casa de Yahveh las ofrendas consagradas por su padre y sus propias ofrendas, plata, oro y utensilios. [16] Hubo guerra entre Asá y Basá, rey de Israel, toda su vida. [17] Basá, rey de Israel, subió contra Judá y fortificó Ramá, para cortar las comunicaciones a Asá, rey de Judá. [18] Sacó entonces Asá toda la plata y el oro que quedaban en los tesoros de la Casa de Yahveh y en los tesoros de la casa del rey, se lo dio a sus servidores y los envió a Ben Hadad, hijo de Tabrimmón, hijo de Jezyón, rey de Aram, que habitaba en Damasco, diciendo: [19] «Haya alianza entre nosotros como entre mi padre y tu padre. Te envío un presente de plata y oro. Anda, rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que se aleje de mí.» [20] Ben Hadad escuchó al rey Asá y envió a los jefes de su ejército contra las ciudades de Israel, conquistando Iyyón, Dan y Abel Bet Maaká, todo el Kinerot y todo el país de Neftalí.

[21] Cuando Basá lo supo suspendió las fortificaciones de Ramá y se volvió a Tirsá. [22] El rey Asá convocó a todo Judá sin excepción. Se llevaron la piedra y la madera con que Basá fortificaba Ramá, y el rey Asá fortificó con ellas Gueba de Benjamín y Mispá. [23] El resto de los hechos de Asá, toda su bravura y cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? Sólo que en su ancianidad enfermó de los pies. [24] Asá se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de su padre David. Reinó después de él su hijo Josafat. [25] Nadab, hijo de Jeroboam, comenzó a reinar en Israel el año segundo de Asá, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel. [26] Hizo el mal a los ojos de Yahveh, y anduvo por el camino de su padre y en el pecado con que hizo pecar a Israel.

[27] Basá, hijo de Ajías, de la casa de Isacar, conspiró contra él y le mató en Guibbetón de los filisteos, cuando Nadab y todo Israel estaban asediando a Guibbetón. [28] Basá le hizo morir el año tercero de Asá, rey de Judá, y reinó en su lugar. [29] Cuando se hizo rey, mató a toda la casa de Jeroboam, no dejó a nadie de los de Jeroboam con vida, hasta exterminarlos según la palabra que Yahveh había dicho por boca de su siervo el profeta Ajías de Silo, [30] por los pecados que Jeroboam cometió e hizo cometer a Israel y con los que provocó la irritación de Yahveh, Dios de Israel. [31] El resto de los hechos de Nadab y todo cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [33] El año tercero de Asá, rey de Judá, comenzó a reinar Basá, hijo de Ajías, sobre todo Israel en Tirsá; reinó veinticuatro años.

[34] Hizo el mal a los ojos de Yahveh y fue por el camino de Jeroboam y por el pecado con que hizo pecar a Israel.

Capítulo 16

[1] Fue dirigida la palabra de Yahveh a Jehú, hijo de Jananí, contra Basá diciendo: [2] «Por cuanto te he levantado del polvo y te he puesto como jefe de mi pueblo Israel, pero tú has ido por el camino de Jeroboam y has hecho pecar a mi pueblo Israel irritándome con sus pecados, [3] voy a barrer a Basá y a su casa y voy a hacer tu casa parecida a la casa de Jeroboam, hijo de Nebat. [4] Los de Basá que mueran en la ciudad serán comidos por los perros, y a los que mueran en el campo los comerán las aves del cielo.» [5] El resto de los hechos de Basá, todo cuanto hizo y su bravura, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [6] Basá se acostó con sus padres y le sepultaron en Tirsá. Reinó en su lugar su hijo Elá.

[7] Fue dirigida la palabra de Yahveh por boca del profeta Jehú, hijo de Jananí, contra Basá y contra su casa por todo el mal que hizo a los ojos de Yahveh, irritándole con sus obras, hasta hacerse semejante a la casa de Jeroboam, y también por haber exterminado a ésta. [8] El año veintiséis de Asá, rey de Judá, comenzó a reinar Elá, hijo de Basá, sobre Israel en Tirsá, y reinó dos años. [9] Su servidor Zimrí, jefe de la mitad de los carros, conspiró contra él, cuando estaba en Tirsá bebiendo hasta emborracharse, en casa de Arsá, que estaba al frente de la casa de Tirsá. [10] Entró Zimrí y le hirió matándole el año veintisiete de Asá, rey de Judá, y reinó en su lugar. [11] Cuando se hizo rey, apenas sentado sobre su trono, mató a toda la familia de Basá, sin dejar ningún varón ni pariente ni amigo. [12] Zimrí exterminó a toda la casa de Basá según la palabra que Yahveh dijo a Basá por boca del profeta Jehú, [13] por todos los pecados que Basá y Elá, su hijo, cometieron e hicieron cometer a Israel provocando con sus vanos ídolos la indignación de Yahveh, Dios de Israel.

[14] El resto de los hechos de Elá, todo cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [15] El año veintisiete de Asá, rey de Judá, reinó Zimrí siete días en Tirsá. El pueblo estaba acampado en Guibbetón de los filisteos. [16] Las tropas acampadas oyeron decir: «Ha conspirado Zimrí y ha llegado a matar al rey», y aquel mismo día todo Israel proclamó en el campamento a Omrí, jefe del ejército, como rey de Israel. [17] Omrí y todo Israel con él subieron de Guibbetón y pusieron sitió a Tirsá. [18] Cuando Zimrí vio que la ciudad iba a ser tomada, entró en la ciudadela de la casa del rey, prendió fuego sobre sí a la casa del rey y murió, [19] a causa del pecado que cometió haciendo el mal a los ojos de Yahveh, yendo por el camino de Jeroboam y por el pecado que hizo cometer a Israel.

[20] El resto de los hechos de Zimrí y la conjuración que tramó, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [21] Entonces el pueblo de Israel se dividió en dos mitades; una mitad del pueblo siguió a Tibní, hijo de Guinat, para hacerle rey; la otra mitad a Omrí. [22] El pueblo que seguía a Omrí prevaleció sobre el pueblo que seguía a Tibní, hijo de Guinat; Tibní murió y reinó Omrí. [23] El año 31 de Asá, rey de Judá, comenzó a reinar Omrí sobre Israel y reinó doce años. Reinó seis años en Tirsá. [24] Compró la montaña de Samaría a Sémer por dos talentos de plata, fortificó el monte, y a la ciudad que él había construido puso por nombre Samaría, del nombre de Semer, dueño del monte. [25] Omrí hizo el mal a los ojos de Yahveh y fue peor que cuantos le precedieron.

[26] Fue en todo por el camino de Jeroboam, hijo de Nebat, y por el pecado que hizo cometer a Israel irritando a Yahveh, Dios de Israel, con sus vanos ídolos. [27] El resto de los hechos de Omrí, cuanto hizo y su bravura ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [28] Se acostó Omrí con sus padres, y fue sepultado en Samaría. Reinó en su lugar su hijo Ajab. [29] Ajab, hijo de Omrí, comenzó a reinar en Israel el año 38 de Asá, rey de Judá. Ajab, hijo de Omrí, reinó sobre Israel en Samaría veintidós años. [30] Ajab, hijo de Omrí, hizo el mal a los ojos de Yahveh más que todos los que fueron antes que él. [31] Lo de menos fue haber seguido los pecados de Jeroboam, hijo de Nebat, sino que, además, tomó por mujer a Jezabel, hija de Ittobaal, rey de los sidonios, y se fue a servir a Baal postrándose ante él.

[32] Alzó un altar a Baal en el santuario de Baal que edificó en Samaría. [33] Hizo Ajab el cipo y aumentó la indignación de Yahveh, Dios de Israel, más que todos los reyes de Israel que le precedieron. [34] En su tiempo Jiel de Betel reedificó Jericó. Al precio de Abirón, su primogénito, puso los fundamentos, y al precio de su hijo menor Segub, puso las puertas, según la palabra que dijo Yahveh por boca de Josué, hijo de Nun.

Capítulo 17

[1] Elías tesbita, de Tisbé de Galaad, dijo a Ajab: «Vive Yahveh, Dios de Israel, a quien sirvo. No habrá estos años rocío ni lluvia más que cuando mi boca lo diga.» [2] Fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías diciendo: [3] «Sal de aquí, dirígete hacia oriente y escóndete en el torrente de Kerit que está al este del Jordán. [4] Beberás del torrente y encargaré a los cuervos que te sustenten allí.» [5] Hizo según la palabra de Yahveh, y se fue a vivir en el torrente de Kerit que está al este del Jordán. [6] Los cuervos le llevaban pan por la mañana y carne por la tarde, y bebía del torrente.

[7] Al cabo de los días se secó el torrente, porque no había lluvia en el país. [8] Le fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías diciendo: [9] «Levántate y vete a Sarepta de Sidón y quédate allí, pues he ordenado a una mujer viuda de allí que te dé de comer.» [10] Se levantó y se fue a Sarepta. Cuando entraba por la puerta de la ciudad había allí una mujer viuda que recogía leña. La llamó Elías y dijo: «Tráeme, por favor, un poco de agua para mí en tu jarro para que pueda beber.» [11] Cuando ella iba a traérsela, le gritó: «Tráeme, por favor, un bocado de pan en tu mano.» [12] Ella dijo: «Vive Yahveh tu Dios, no tengo nada de pan cocido: sólo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la orza. Estoy recogiendo dos palos, entraré y lo prepararé para mí y para mi hijo, lo comeremos y moriremos.» [13] Pero Elías le dijo: «No temas. Entra y haz como has dicho, pero primero haz una torta pequeña para mí y tráemela, y luego la harás para ti y para tu hijo.

[14] Porque así habla Yahveh, Dios de Israel: No se acabará la harina en la tinaja, no se agotará el aceite en la orza hasta el día en que Yahveh conceda la lluvia sobre la haz de la tierra.

[15] Ella se fue e hizo según la palabra de Elías, y comieron ella, él y su hijo. [16] No se acabó la harina en la tinaja ni se agotó el aceite en la orza, según la palabra que Yahveh había dicho por boca de Elías. [17] Después de estas cosas, el hijo de la dueña de la casa cayó enfermo, y la enfermedad fue tan recia que se quedó sin aliento. [18] Entonces ella dijo a Elías: «¿Qué hay entre tú y yo, hombre de Dios? ¿Es que has venido a mí para recordar mis faltas y hacer morir a mi hijo?» [19] Elías respondió: «Dame tu hijo.» El lo tomó de su regazo y subió a la habitación de arriba donde él vivía, y lo acostó en su lecho; [20] después clamó a Yahveh diciendo: «Yahveh, Dios mío, ¿es que también vas a hacer mal a la viuda en cuya casa me hospedo, haciendo morir a su hijo?» [21] Se tendió tres veces sobre el niño, invocó a Yahveh y dijo: «Yahveh, Dios mío, que vuelva, por favor, el alma de este niño dentro de él.» [22] Yahveh escucho la voz de Elías, y el alma del niño volvió a el y revivió.

[23] Tomó Elías al niño, lo bajó de la habitación de arriba de la casa y se lo dio a su madre. Dijo Elías: «Mira, tu hijo vive.» [24] La mujer dijo a Elías: «Ahora sí que he conocido bien que eres un hombre de Dios, y que es verdad en tu boca la palabra de Yahveh.»

Capítulo 18

[1] Pasado mucho tiempo, fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías, al tercer año, diciendo: «Vete a presentarte a Ajab, pues voy a hacer llover sobre la superficie de la tierra.» [2] Fue Elías a presentarse a Ajab. El hambre se había apoderado de Samaría. [3] Ajab llamó a Abdías, que estaba al frente de la casa — Abdías era muy temeroso de Yahveh. [4] Cuando Jezabel exterminó a los profetas de Yahveh, Abdías había tomado cien profetas y los había ocultado, de cincuenta en cincuenta, en una cueva, dándoles de comer pan y agua. — [5] Dijo Ajab a Abdías: «Ven, vamos a recorrer el país por todas sus fuentes y todos sus torrentes; acaso encontremos hierba para mantener los caballos y mulos y no tengamos que suprimir el ganado.» [6] Se repartieron el país para recorrerlo: «Ajab se fue solo por un camino y Abdías se fue solo por otro.

[7] Estando Abdías en camino, le salió Elías al encuentro. Le reconoció y cayó sobre su rostro y dijo: ¿Eres tú Elías, mi señor?» [8] El respondió: «Yo soy. Vete a decir a tu señor: Ahí está Elías.» [9] Respondió: «¿En qué he pecado, pues entregas a tu siervo en manos de Ajab para hacerme morir? [10] ¡Vive Yahveh tu Dios! No hay nación o reino donde no haya mandado a buscarte mi señor, y cuando decían: «No está aquí", hacía jurar a la nación o al reino que no te había encontrado. [11] Y ahora tú dices: «Vete a decir a tu señor: Ahí está Elías.» [12] Y sucederá que, cuando me aleje de ti, el espíritu de Yahveh te llevará no sé dónde, llegaré a avisar a Ajab, pero no te hallará y me matará. Sin embargo, tu siervo teme a Yahveh desde su juventud.

[13] ¿Nadie ha hecho saber a mi señor lo que hice cuando Jezabel mató a los profetas de Yahveh, que oculté a cien de los profetas de Yahveh, de cincuenta en cincuenta, en una cueva, y les alimenté con pan y agua? [14] Y ahora tú me dices: «Vete a decir a tu señor: Ahí está Elías.» ¡Me matará» [15] Respondió Elías: «¡Vive Yahveh Sebaot a quien sirvo! Hoy me presentaré a él.» [16] Abdías fue al encuentro de Ajab y le avisó, y Ajab partió al encuentro de Elías. [17] Cuando Ajab vio a Elías le dijo: «¿Eres tú, azote de Israel?» [18] El respondió: «No soy yo el azote de Israel, sino tú y la casa de tu padre, por haber abandonado a Yahveh y haber seguido a los Baales.

[19] Pero ahora, envía a reunir junto a mí a todo Israel en el monte Carmelo, y a los 450 profetas de Baal que comen a la mesa de Jezabel.» [20] Ajab envió a todos los israelitas y reunió a los profetas en el monte Carmelo. [21] Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: «¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si Yahveh es Dios, seguidle; si Baal, seguid a éste.» Pero el pueblo no le respondió nada. [22] Dijo Elías al pueblo: «He quedado yo solo como profeta de Yahveh, mientras que los profetas de Baal son 450. [23] Que se nos den dos novillos; que elijan un novillo para ellos, que los despedacen y lo pongan sobre la leña, pero que no pongan fuego. Yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, pero no pondré fuego. [24] Invocaréis el nombre de vuestro dios; yo invocaré el nombre de Yahveh. Y el dios que responda por el fuego, ése es Dios.» Todo el pueblo respondió: «¡Está bien!» [25] Elías dijo a los profetas de Baal: «Elegíos un novillo y comenzad vosotros primero, pues sois más Caperosos. Invocad el nombre de vuestro dios, pero no pongáis fuego.» [26] Tomaron el novillo que les dieron, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: «¡Baal, respóndenos!» Pero no hubo voz ni respuesta. Danzaban cojeando junto al altar que habían hecho.

[27] Llegado el mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: «¡Gritad más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará!» [28] Gritaron más alto, sajándose, según su costumbre, con cuchillos y lancetas hasta chorrear la sangre sobre ellos. [29] Cuando pasó el mediodía, se pusieron en trance hasta la hora de hacer la ofrenda, pero no hubo voz, ni quien escuchara ni quien respondiera. [30] Entonces Elías dijo a todo el pueblo: «Acercaos a mí.» Todo el pueblo se acercó a él. Reparó el altar de Yahveh que había sido demolido. [31] Tomó Elías doce piedras según el número de las tribus de los hijos de Jacob, al que fue dirigida la palabra de Yahveh diciendo: «Israel será tu nombre.» [32] Erigió con las piedras un altar al nombre de Yahveh, e hizo alrededor del altar una zanja que contenía como unas dos arrobas de sembrado.

[33] Dispuso leña, despedazó el novillo y lo puso sobre la leña. [34] Después dijo: «Llenad de agua cuatro tinajas y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña.» Lo hicieron así. Dijo: «Repetid» y repitieron. Dijo: «Hacedlo por tercera vez.» Y por tercera vez lo hicieron. [35] El agua corrió alrededor del altar, y hasta la zanja se llenó de agua. [36] A la hora en que se presenta la ofrenda, se acercó el profeta Elías y dijo: «Yahveh, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he ejecutado toda estas cosas. [37] Respóndeme, Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú, Yahveh, eres Dios que conviertes sus corazones.» [38] Cayó el fuego de Yahveh que devoró el holocausto y la leña, y lamió el agua de las zanjas.

[39] Todo el pueblo lo vio y cayeron sobre su rostro y dijeron: «¡Yahveh es Dios, Yahveh es Dios!» [40] Elías les dijo: «Echad mano a los profetas de Baal, que no escape ninguno de ellos»; les echaron mano y Elías les hizo bajar al torrente de Quisón, y los degolló allí. [41] Dijo Elías a Ajab: «Sube, come y bebe, porque ya se oye el rumor de la lluvia.» [42] Subió Ajab a comer y beber, mientras que Elías subía a la cima del Carmelo, y se encorvó hacia la tierra poniendo su rostro entre las rodillas. [43] Dijo a su criado : «Sube y mira hacia el mar.» Subió, miró y dijo: «No hay nada.» El dijo: «Vuelve.» Y esto siete veces. [44] A la séptima vez dijo: «Hay una nube como la palma de un hombre, que sube del mar.» Entonces dijo: «Sube a decir a Ajab: Unce el carro y baja, no te detenga la lluvia.» [45] Poco a poco se fue oscureciendo el cielo por las nubes y el viento y se produjo gran lluvia. Ajab montó en su carro y se fue a Yizreel.

[46] La mano de Yahveh vino sobre Elías que, ciñéndose la cintura, corrió delante de Ajab hasta la entrada de Yizreel.

Capítulo 19

[1] Ajab refirió a Jezabel cuanto había hecho Elías y cómo había pasado a cuchillo a todos los profetas. [2] Envió Jezabel un mensajero a Elías diciendo: «Que los dioses me hagan esto y me añaden esto otro si mañana a estas horas no he puesto tu alma igual que el alma de uno de ellos.» [3] El tuvo miedo, se levantó y se fue para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado. [4] El caminó por el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse bajo una retama. Se deseó la muerte y dijo: «¡Basta ya, Yahveh! ¡Toma mi vida, porque no soy mejor que mis padres!» [5] Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un ángel le tocó y le dijo: «Levántate y come.» [6] Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a acostar.

[7] Volvió segunda vez el ángel de Yahveh, le tocó y le dijo: «Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti.» [8] Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb. [9] Allí entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: «¿Qué haces aquí Elías?» [10] El dijo: «Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.» [11] Le dijo: «Sal y ponte en el monte ante Yahveh.» Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el temblor. [12] Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave.

[13] Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?» [14] El respondió: «Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.» [15] Yahveh le dijo: «Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto de Damasco. Vete y unge a Jazael como rey de Aram. [16] Ungirás a Jehú, hijo de Nimsí, como rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, le ungirás como profeta en tu lugar. [17] Al que escape a la espada de Jazael le hará morir Jehú, y al que escape a la espada de Jehú, le hará morir Eliseo. [18] Pero me reservaré 7.000 en Israel: todas las rodillas que no se doblaron ante Baal, y todas las bocas que no le besaron.» [19] Partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Había delante de él doce yuntas y él estaba con la duodécima. Pasó Elías y le echó su manto encima.

[20] El abandonó los bueyes, corrió tras de Elías y le dijo: «Déjame ir a besar a mi padre y a mi madre y te seguiré.» Le respondió: «Anda, vuélvete, pues ¿qué te he hecho?» [21] Volvió atrás Eliseo, tomó el par de bueyes y los sacrificó, asó su carne con el yugo de los bueyes y dio a sus gentes, que comieron. Después se levantó, se fue tras de Elías y entró a su servicio.

Capítulo 20

[1] Ben Hadad, rey de Aram, reunió todo su ejército. Tenía consigo 32 reyes, caballos y carros. Subió y puso sitio a Samaría y la atacó. [2] Envió mensajeros a la ciudad, a Ajab, rey de Israel, [3] para decirle: «Así habla Ben Hadad: Tu plata y tu oro son para mí. Tus mujeres y tus hijos para ti.» [4] El rey de Israel respondió: «Como tú dices, rey mi señor, tuyo soy yo y todo lo mío.» [5] Volvieron los mensajeros y dijeron: «Así habla Ben Hadad: Envío a decirte: Me darás tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos. [6] Así que mañana a estas horas te enviaré mis siervos y registrarán tu casa y las casas de tus siervos, y echarán mano a cuanto les guste, y se lo llevarán.» [7] Convocó el rey de Israel a todos los ancianos de la tierra y les dijo: «Reconoced y ved que éste busca hacer el mal. Me pide mis mujeres y mis hijos a pesar de que no le he negado mi plata y mi oro.» [8] Todos los ancianos y todo el pueblo dijeron: «No le escuches, no consientas.» [9] Dijo a los enviados de Ben Hadad: «Decid a mi señor el rey: Todo lo que mandaste la primera vez a tu siervo, lo haré; pero esto no puedo hacerlo.» Se fueron los mensajeros llevando la respuesta.

[10] Entonces, Ben Hadad envió a decir: «Esto me hagan los dioses y esto me añadan si hay bastante polvo en Samaría para los puños de todo el pueblo que me sigue.» [11] El rey de Israel respondió: «Decid: No se alabe quien se ciñe como el que se desciñe.» [12] Cuando Ben Hadad escuchó esta palabra, estaba bebiendo con los reyes en la tienda, y dijo a sus servidores: «Tomad posiciones.» Y tomaron posiciones contra la ciudad. [13] Se acercó a Ajab, rey de Israel, un profeta y le dijo: «Así habla Yahveh: ¿Has visto esta gran multitud? Hoy la entrego en tus manos y sabrás que yo soy Yahveh.» [14] «Ajab dijo: «¿Por medio de quién?» Respondió: «Así dice Yahveh: Por medio de los jóvenes de los jefes de distritos.» Preguntó Ajab: «¿Quién debe entablar el combate?» Respondió: «Tú.» [15] Pasó revista a los jóvenes de los jefes de distritos, que eran 232; después de ellos, pasó revista a todo el pueblo, todos los israelitas, 7.000.

[16] Hicieron una salida a mediodía, mientras Ben Hadad estaba bebiendo hasta la embriaguez en sus tiendas con los 32 reyes auxiliares. [17] Salieron en cabeza los jóvenes de los jefes de distritos. Enviaron a avisar a Ben Hadad: «Han salido algunos jóvenes de Samaría.» [18] El respondió: «Si han salido en son de paz, prendedles vivos; si han salido en son de guerra, prendedles vivos.» [19] Salieron, pues, de la ciudad aquellos jóvenes de los jefes de los distritos y el ejército detrás de ellos. [20] Abatió cada uno a su hombre. Aram se dio a la fuga e Israel le persiguió. Ben Hadad, rey de Aram, pudo salvarse a caballo con algunos jinetes. [21] Salió el rey de Israel y se apoderó de los caballos y carros, infligiendo a Aram una gran derrota.

[22] Se acercó el profeta al rey de Israel y dijo: «Anda, cobra ánimo, y conoce y mira lo que has de hacer, porque el año que viene el rey de Aram subirá contra ti.» [23] Los servidores del rey de Aram le dijeron: «Su Dios es un Dios de las montañas; por eso fueron más fuertes que nosotros. Pero atacaremos en la llanura y ¿no seremos más fuertes que ellos? [24] Haz esto: quita de su puesto a cada uno de los reyes, y pon gobernadores en su lugar. [25] Por tu parte, recluta un ejército como el ejército que perdiste, con otros tantos caballos y carros, y les atacaremos en la llanura. ¿No seremos más fuertes que ellos?» Escuchó su voz e hizo así. [26] A la vuelta del año, Ben Hadad pasó revista a los arameos y subió a Afeq para luchar contra Israel. [27] Se pasó revista a los israelitas que fueron provistos de vituallas y marcharon a su encuentro. Los israelitas acamparon frente a ellos como dos rebaños de cabras, mientras que los arameos llenaban la tierra.

[28] El hombre de Dios se acercó al rey de Israel y dijo: «Así habla Yahveh: Por haber dicho los arameos: Yahveh es un Dios de la montaña, no es Dios de las llanuras, voy a entregar toda esta gran muchedumbre en tus manos y sabrás que yo soy Yahveh.» [29] Acamparon frente a frente durante siete días y el séptimo día trabaron batalla. Los israelitas batieron a los arameos, 100.000 infantes en un día. [30] Los restantes huyeron a la ciudad de Afeq, pero la muralla se desplomó sobre los 27.000 hombres que quedaban. Ben Hadad había huido y se había refugiado en la ciudad, en una habitación retirada. [31] Sus servidores le dijeron: «Hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos. Deja que nos pongamos sayales sobre nuestros lomos y cuerdas en nuestras cabezas y salgamos hacia el rey de Israel. Acaso te deje la vida.» [32] Se ciñeron sayales a sus lomos y cuerdas sobre sus cabezas y fueron al rey de Israel y le dijeron: «Tu siervo Ben Hadad dice: Que pueda yo conservar mi vida.» El respondió: «¿Vive aún? ¡Es mi hermano!» [33] Los hombres lo tomaron como buen augurio y se apresuraron a tomarle la palabra diciendo: «Hermano tuyo es Ben Hadad.» El dijo: «Id a traerlo.» Ben Hadad salió hacia él, y él le hizo subir a su carro.

[34] Ben Hadad le dijo: «Devolveré las ciudades que mi padre tomó a tu padre; y tú pondrás bazares para ti en Damasco, como mi padre puso en Samaría.» — «Con este pacto te dejaré libre.» Hizo un pacto con él y le dejó libre. [35] Un hombre de los hijos de los profetas dijo a su compañero: «Por orden de Yahveh, hiéreme»; pero el hombre no quiso herirle. [36] Le dijo: «Por no haber escuchado la voz de Yahveh, en cuanto te marches de mi lado, el león te herirá.» Se fue de su lado y le encontró al león, que le hirió. [37] Halló a otro hombre y le dijo: «Hiéreme.» El hombre le dio un golpe y le hirió. [38] El profeta se fue y se puso a esperar al rey en el camino. Se había disfrazado con una banda sobre los ojos. [39] Cuando el rey pasaba clamó al rey y dijo: «Tu siervo había llegado al centro de la batalla cuando uno abandonó las filas y me trajo un hombre y me dijo: «Custodia a este hombre; si llega a faltar, tu vida responderá por la suya, o pagarás un talento de plata.» [40] Pero tu siervo estaba ocupado aquí y allá y éste desapareció.» El rey de Israel le dijo: «Esa es tu sentencia. Tú mismo lo has sentenciado.» [41] El entonces se apresuró a quitarse la banda de los ojos y el rey de Israel le reconoció como uno de los profetas.

[42] Dijo al rey: «Así dice Yahveh: Por haber dejado ir de tus manos al hombre entregado a mi anatema, tu vida pagará por su vida y tu pueblo por su pueblo.» [43] El rey de Israel se fue a su casa triste e irritado, y entró en Samaría.

Capítulo 21

[1] Después de estos sucesos ocurrió que Nabot, de Yizreel, tenía una viña junto al palacio de Ajab, rey de Samaría, [2] y Ajab habló a Nabot diciendo: «Dame tu viña para que me sirva de huerto para hortalizas, pues está pegando a mi casa, y yo te daré por ella una viña mejor que está, o si parece bien a tus ojos te daré su precio en dinero.» [3] Respondió Nabot a Ajab: «Líbreme Yahveh de darte la herencia de mis padres.» [4] Se fue Ajab a su casa triste e irritado por la palabra que le dijo Nabot de Yizreel: «No te daré la heredad de mis padres»; se acostó en su lecho, volvió su rostro y no quiso comer. [5] Vino a donde él su mujer Jezabel, y le habló: «¿Por qué está triste tu espíritu y por qué no quieres comer?» [6] El le respondió: «Porque he hablado con Nabot de Yizreel y le he dicho: «Dame tu viña por dinero o, si lo prefieres, te daré una viña a cambio", y me dijo: «No te daré mi viña.»» [7] Su mujer Jezabel le dijo: «¿Y eres tú el que ejerces la realeza en Israel? Levántate, come y que se alegre tu corazón. Yo te daré la viña de Nabot de Yizreel.» [8] Escribió cartas en nombre de Ajab y las selló con su sello, y envió las cartas a los ancianos y notables que vivían junto a Nabot.

[9] En las cartas había escrito: «Proclamad un ayuno y haced sentar a Nabot a la cabeza del pueblo. [10] Haced que se sienten frente a él dos malvados que le acusarán diciendo: «Has maldecido a Dios y al rey» y le sacaréis y le apedrearéis para que muera.» [11] Los hombres de la ciudad, los ancianos y notables que vivían junto a Nabot en su ciudad, hicieron lo que Jezabel les había mandado, de acuerdo con lo escrito en las cartas que les había remitido. [12] Proclamaron un ayuno e hicieron sentar a Nabot a la cabeza del pueblo. [13] Llegaron los dos malvados, se sentaron frente a él y acusaron los malvados a Nabot delante del pueblo diciendo: «Nabot ha maldecido a Dios y al rey»; le sacaron fuera de la ciudad, le apedrearon y murió. [14] Enviaron a decir a Jezabel: «Nabot ha sido apedreado y ha muerto.» [15] Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y muerto, dijo a Ajab: «Levántate, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yizreel, el que se negó a dártela por dinero, pues Nabot ya no vive, ha muerto.» [16] Apenas oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a la viña de Nabot, el de Yizreel, para tomar posesión de ella.

[17] Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías tesbita diciendo: [18] «Levántate, baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que está en Samaría. Está en la viña de Nabot, a donde ha bajado a apropiársela. [19] Le hablarás diciendo: Así habla Yahveh: Has asesinado ¿y además usurpas? Luego le hablarás diciendo: Por esto, así habla Yahveh: En el mismo lugar en que los perros han lamido la sangre de Nabot, lamerán también los perros tu propia sangre.» [20] Ajab dijo a Elías: «Has vuelto a encontrarme, enemigo mío.» Respondió: «Te he vuelto a encontrar porque te has vendido para hacer el mal a los ojos de Yahveh. [21] Yo mismo voy a traer el mal sobre ti y voy a barrer tu posteridad y a exterminar todo varón de los de Ajab, libre o esclavo, en Israel. [22] Y haré tu casa como la casa de Jeroboam, hijo de Nebat, y como la casa de Basá, hijo de Ajías, por la irritación con que me has irritado y por haber hecho pecar a Israel.

[23] También contra Jezabel ha hablado Yahveh diciendo: «Los perros comerán a Jezabel en la parcela de Yizreel.» [24] A los hijos de Ajab que mueran en la ciudad los comerán los perros y a los que mueran en el campo los comerán las aves del cielo.» [25] No hubo quien se prestara como Ajab para hacer el mal a los ojos de Yahveh, porque su mujer Jezabel le había seducido. [26] Su proceder fue muy abominable, yendo tras los ídolos, en todo como los amorreos a los que expulsó Yahveh ante los israelitas. [27] Cuando Ajab oyó estas palabras desgarró sus vestidos y se puso un sayal sobre su carne, ayunó y se acostó con el sayal puesto; y caminaba a paso lento. [28] Fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías tesbita diciendo: [29] «¿Has visto cómo Ajab se ha humillado en mi presencia? Por haberse humillado en mi presencia, no traeré el mal en vida suya; en vida de su hijo traeré el mal sobre su casa.»

Capítulo 22

[1] Transcurrieron tres años sin guerra entre Aram e Israel. [2] Al tercer año bajó Josafat, rey de Judá, donde el rey de Israel, [3] y el rey de Israel dijo a sus servidores: «Vosotros sabéis que Ramot de Galaad nos pertenece y no hacemos nada por rescatarla de manos del rey de Aram.» [4] Dijo a Josafat: «¿Quieres venir conmigo para atacar a Ramot de Galaad?» Josafat respondió al rey de Israel: «Yo soy como tú, mi pueblo como tu pueblo, mis caballos como tus caballos.» [5] Josafat dijo al rey de Israel: «Consulta antes, por favor, la palabra de Yahveh.» [6] El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos hombres, y les dijo: «¿Debo atacar a Ramot de Galaad, o debo desistir?» Le respondieron: «Sube, porque Yahveh la entregará en manos del rey.» [7] Pero Josafat dijo: «No hay aquí otro profeta de Yahveh a quien podamos consultar?» [8] Dijo el rey de Israel a Josafat: «Queda todavía un hombre por quien podríamos consultar a Yahveh, pero yo le aborrezco, porque no me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» Dijo Josafat: «No hable el rey así.» [9] Llamó el rey de Israel a un eunuco y le dijo: «Trae en seguida a Miqueas, hijo de Yimlá.» [10] El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono, vestidos de gala, en la era que hay a la entrada de la puerta de Samaría, mientras que todos los profetas estaban en trance delante de ellos.

[11] Sedecías, hijo de Kenaaná se había hecho unos cuernos de hierro y decía: «Así dice Yahveh: Con éstos acornearás a Aram hasta acabar con ellos.» [12] Todos los profetas profetizaban del mismo modo diciendo: «Sube contra Ramot de Galaad, tendrás éxito. Yahveh la entregará en manos del rey.» [13] El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le habló diciendo: «Mira que los profetas a una voz predicen el bien al rey. Procura hablar como uno de ellos y anuncia el bien.» [14] Miqueas respondió: «¡Vive Yahveh!, lo que Yahveh me diga, eso anunciaré.» [15] Llegó donde el rey y el rey le dijo: «Miqueas, ¿debemos subir a Ramot de Galaad para atacarla o debo desistir?» Le respondió: «Sube, tendrás éxito, Yahveh la entregará en manos del rey.» [16] Pero el rey dijo: «¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me digas más que la verdad en nombre de Yahveh?» [17] Entonces él dijo: He visto todo Israel disperso por los montes como ovejas sin pastor. Yahveh ha dicho: «No tienen señor; que vuelvan en paz cada cual a su casa.» [18] El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que nunca me anuncia el bien sino el mal?» [19] Dijo Miqueas: «Escucha la palabra de Yahveh: He visto a Yahveh sentado en un trono y todo el ejército de los cielos estaba a su lado, a derecha e izquierda.

[20] Preguntó Yahveh: «¿Quién engañará a Ajab para que suba y caiga en Ramot de Galaad?» Y el uno decía una cosa y el otro otra. [21] Se adelantó el Espíritu, se puso ante Yahveh y dijo: «Yo le engañaré.» Yahveh le preguntó: «¿De qué modo?» [22] Respondió: «Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas.» Yahveh dijo: «Tú conseguirás engañarle. Vete y hazlo así.» [23] Ahora, pues, Yahveh ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos estos profetas tuyos, pues Yahveh ha predicho el mal contra ti.» [24] Se acercó Sedecías, hijo de Kenaaná, y dio una bofetada a Miqueas en la mejilla diciendo: «¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu de Yahveh para hablarte a ti?» [25] Miqueas replicó: «Tú mismo lo verás el día en que vayas escondiéndote de aposento en aposento.» [26] El rey de Israel dijo: «Prende a Miqueas y llévaselo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey.

[27] Y les dirás: Así habla el rey: Meted a éste en la cárcel y racionadle el pan y el agua hasta que yo vuelva victorioso.» [28] Dijo Miqueas: «Si es que vuelves victorioso, no ha hablado Yahveh por mí.» [29] El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad. [30] El rey de Israel dijo a Josafat: «Yo voy a disfrazarme para entrar en combate, mientras que tú te pondrás tus vestidos.» El rey de Israel se disfrazó para entrar en combate. [31] Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de los carros: «No ataquéis ni a chicos ni a grandes, sino tan sólo al rey de Israel.» [32] Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Seguro que es el rey de Israel.» Y le rodearon para cargar sobre él. Pero Josafat gritó.

[33] Y viendo los jefes de los carros que no era el rey de Israel se apartaron de él. [34] Entonces un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las placas de la coraza, y el rey dijo a su auriga: «Da la vuelta y sácame de la batalla, porque me siento mal.» [35] Arreció aquel día la batalla y el rey fue sostenido en pie en su carro frente a los arameos, y a la tarde murió; la sangre de la herida corría por el fondo del carro. [36] A la caída del sol se corrió un grito por el campamento: «Cada uno a su ciudad, cada uno a su tierra. [37] El rey ha muerto.» Llegaron a Samaría y allí sepultaron al rey. [38] Lavaron el carro con agua abundante junto a la alberca de Samaría y los perros lamían la sangre y las prostitutas se bañaron en ella, según la palabra que Yahveh había dicho.

[39] El resto de los hechos de Ajab, todo cuanto hizo, la casa de marfil que edificó, todas las ciudades que fortificó ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [40] Ajab se acostó con sus padres y reinó en su lugar su hijo Ocozías. [41] Josafat, hijo de Asá, comenzó a reinar en Judá el año cuarto de Ajab, rey de Israel. [42] Josafat tenía 35 años cuando comenzó a reinar y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de Siljí. [43] Siguió en todo el camino de Asá, su padre, sin desviarse de él, haciendo lo recto a los ojos de Yahveh. [44] Con todo, no desaparecieron los altos; el pueblo seguía sacrificando y quemando incienso en los altos.

[45] Josafat estuvo en paz con el rey de Israel. [46] El resto de los hechos de Josafat, la bravura que demostró y las guerras que sostuvo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [47] Barrió de la tierra a todos los consagrados a la prostitución que habían quedado en el país en los días de Asá su padre. [48] No había rey establecido en Edom. [49] Josafat hizo una flota de Tarsis para ir a Ofir por oro, pero no fue, porque se destrozó la flota en Esyón Guéber. [50] Entonces Ocozías, hijo de Ajab, dijo a Josafat: «Mis siervos irán con tus siervos en la flota», pero Josafat no quiso.

[51] Josafat se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de su padre David y reinó en su lugar su hijo Joram. [52] Ocozías, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel, en Samaría, el año diecisiete de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel. [53] Hizo el mal a los ojos de Yahveh y anduvo por el camino de su madre, y por el camino de Jeroboam, hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel. [54] Sirvió a Baal y se postró ante él, irritando a Yahveh, Dios de Israel, enteramente como lo había hecho su padre.

2 REYES

Capítulo 1

[1] Después de la muerte de Ajab, Moab se rebeló contra Israel. [2] Ocozías se cayó por la celosía de su habitación de arriba de Samaría; quedó maltrecho, y envió mensajeros a los que dijo: «Id a consultar a Baal-Zebub, dios de Ecrón, si sobreviviré a esta desgracia.» [3] Pero el Angel de Yahveh dijo a Elías tesbita: «Levántate y sube al encuentro de los mensajeros del rey de Samaría y diles: ¿Acaso porque no hay Dios en Israel vais vosotros a consultar a Baal-Zebub, dios de Ecrón? [4] Por eso, así habla Yahveh: Del lecho al que has subido no bajarás, porque de cierto morirás.» Y Elías se fue. [5] Los mensajeros se volvieron a Ocozías y éste les dijo: «¿Cómo así os habéis vuelto?» [6] Le respondieron: «Nos salió al paso un hombre que nos dijo: 'Andad, volveos al rey que os ha enviado y decidle: Así habla Yahveh: ¿Acaso porque no hay Dios en Israel envías tú a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón? Por eso, del lecho al que has subido no bajarás, porque de cierto morirás.'» [7] Les preguntó: «¿Qué aspecto tenía el hombre que os salió al paso y os dijo estas palabras?» [8] Le respondieron: «Era un hombre con manto de pelo y con una faja de piel ceñida a su cintura.» El dijo: Es Elías tesbita.

[9] Le envió un jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres, que subió a donde él; estaba él sentado en la cumbre de la montaña, y le dijo: «Hombre de Dios, el rey manda que bajes.» [10] Respondió Elías y dijo al jefe de cincuenta: «Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta. Bajó fuego del cielo que le devoró a él y a sus cincuenta.» [11] Volvió a enviarle otro jefe de cincuenta, que subió y le dijo: «Hombre de Dios. Así dice el rey: Apresúrate a bajar.» [12] Respondió Elías y le dijo: «Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta.» Bajó fuego del cielo que le devoró a él y a sus cincuenta. [13] Volvió a enviar un tercer jefe de cincuenta con sus cincuenta; llegó el tercer jefe de cincuenta, cayó de rodillas ante Elías y le suplicó diciendo: «Hombre de Dios, te ruego que mi vida y la vida de estos cincuenta tuyos sea preciosa a tus ojos. [14] Ya ha bajado fuego del cielo y ha devorado a los dos jefes de cincuenta anteriores y a sus cincuenta; pues que ahora mi vida sea preciosa a tus ojos.» [15] El Angel de Yahveh dijo a Elías: «Baja con él y no temas ante él.» Se levantó y bajó con él donde el rey, [16] y le dijo: «Así dice Yahveh: Porque has enviado mensajeros para consultar a Baal-Zebub, dios de Ecrón, por eso, del lecho al que has subido no bajarás, pues de cierto morirás.» [17] Murió según la palabra de Yahveh que Elías había dicho, y reinó en su lugar su hermano Joram, en el año segundo de Joram, hijo de Josafat, rey de Judá, porque él no tenía hijos. [18] El resto de los hechos de Ocozías, lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

Capítulo 2

[1] Esto pasó cuando Yahveh arrebató a Elías en el torbellino al cielo. Elías y Eliseo partieron de Guilgal. [2] Dijo Elías a Eliseo: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía a Betel.» Eliseo dijo: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré.» Y bajaron a Betel. [3] Salió la comunidad de los profetas que había en Betel al encuentro de Eliseo y le dijeron: «¿No sabes que Yahveh arrebatará hoy a tu señor por encima de tu cabeza?» Respondió: «También yo lo sé. ¡Callad!» [4] Elías dijo a Eliseo: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía a Jericó.» Pero él respondió: Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré", y siguieron hacia Jericó. [5] Se acercó a Eliseo la comunidad de los profetas que había en Jericó y le dijeron: «No sabes que Yahveh arrebatará hoy a tu señor por encima de tu cabeza? Respondió: «También yo lo sé. ¡Callad!» [6] Le dijo Elías: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía al Jordán.» Respondió: «Vive Yahveh y vive tu alma que no te dejaré, y fueron los dos.

[7] Cincuenta hombres de la comunidad de los profetas vinieron y se quedaron enfrente, a cierta distancia; ellos dos se detuvieron junto al Jordán. [8] Tomó Elías su manto, lo enrolló y golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasaron ambos a pie enjuto. [9] Cuando hubieron pasado, dijo Elías a Eliseo: «Pídeme lo que quieras que haga por ti antes de ser arrebatado de tu lado.» Dijo Eliseo: «Que tenga dos partes de tu espíritu.» [10] Le dijo: «Pides una cosa difícil; si alcanzas a verme cuando sea llevado de tu lado, lo tendrás; si no, no lo tendrás.» [11] Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ellos; y Elías subió al cielo en el torbellino.

[12] Eliseo le veía y clamaba: «¡Padre mío, padre mío! ¡Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo!» Y no le vio más. Asió sus vestidos y los desgarró en dos. [13] Tomó el manto que se le había caído a Elías y se volvió, parándose en la orilla del Jordán. [14] Tomó el manto de Elías y golpeó las aguas diciendo: «¿Dónde está Yahveh, el Dios de Elías?» Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasó Eliseo. [15] Habiéndole visto la comunidad de los profetas que estaban enfrente, dijeron: «El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo.» Fueron a su encuentro, se postraron ante él en tierra, [16] y le dijeron: «Hay entre tus siervos cincuenta hombres valerosos; que vayan a buscar a tu señor, no sea que el espíritu de Yahveh se lo haya llevado y le haya arrojado en alguna montaña o algún valle.» El dijo: «No mandéis a nadie.»

[17] Como le insistieran hasta la saciedad dijo: «Mandad.» Mandaron cincuenta hombres que le buscaron durante tres días, pero no le encontraron. [18] Se volvieron donde él, que se había quedado en Jericó, y les dijo: «¿No os dije que no fuerais?» [19] Los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: «El emplazamiento de la ciudad es bueno, como mi señor puede ver, pero las aguas son malas y la tierra es estéril.» [20] El dijo: «Traedme una olla nueva y poned sal en ella.» Y se la trajeron. [21] Fue al manantial de las aguas, arrojó en él la sal y dijo: «Así dice Yahveh: Yo he saneado estas aguas; ya no habrá en ellas muerte ni esterilidad.»

[22] Y las aguas quedaron saneadas hasta el día de hoy, según la palabra que dijo Eliseo. [23] De allí subió a Betel. Iba subiendo por el camino, cuando unos niños pequeños salieron de la ciudad y se burlaban de él diciendo: «¡Sube, calvo; sube, calvo!» [24] El se volvió, los vio y los maldijo en nombre de Yahveh. Salieron dos osos del bosque y destrozaron a 42 de ellos. [25] De allí se fue al monte Carmelo, de donde se volvió a Samaría.

Capítulo 3

[1] Joram, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaría el año dieciocho de Josafat, rey de Judá, y reinó doce años. [2] Hizo el mal a los ojos de Yahveh, pero no como su padre y como su madre, porque retiró la estela de Baal que su padre había hecho. [3] Tan sólo que se adhirió a los pecados de Jeroboam, hijo de Nebat, que hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos. [4] Mesá, rey de Moab, era pastor de ovejas y pagaba al rey de Israel 100.000 corderos y 100.000 carneros con su lana; [5] pero a la muerte de Ajab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel.

[6] Aquel día salió el rey Joram de Samaría y pasó revista a todo Israel. [7] Fue y envió a decir a Josafat, rey de Judá: «El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Quieres venir conmigo a la guerra contra Moab?» Respondió: «Subiré. Yo seré como tú; mi pueblo como tu pueblo, mis caballos como tus caballos.» [8] Y preguntó: «¿Por qué camino subiremos?» Respondió: «Por el camino del desierto de Edom.» [9] Fueron el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom; dieron un rodeo durante siete días y faltó el agua para el campamento y para las bestias de carga que les seguían. [10] El rey de Israel dijo: «¡Ay! Que Yahveh ha llamado a estos tres reyes para entregarlos en manos de Moab!» [11] Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí algún profeta de Yahveh para que consultemos a Yahveh por su medio?» Respondió uno de los servidores del rey de Israel y dijo: «Esta aquí Eliseo, hijo de Safat, el que vertía el agua en manos de Elías.»

[12] Dijo Josafat: «Con él está la palabra de Yahveh.» Y bajaron donde él el rey de Israel, Josafat, y el rey de Edom. [13] Dijo Eliseo al rey de Israel: «¿Qué tengo que ver yo contigo? ¡Vete a los profetas de tu padre y a los profetas de tu madre!» Respondió el rey de Israel: «Es que Yahveh ha llamado a estos tres reyes para entregarlos en manos de Moab.» [14] Dijo Eliseo: «Vive Yahveh Seboat a quien sirvo, que si no tuviera delante a Josafat, rey de Judá, no te atendería ni te miraría. [15] Traedme, pues, un tañedor.» Y sucedió que, mientras tocaba el tañedor, vino sobre él la mano de Yahveh, [16] y dijo: «Así dice Yahveh: 'Haced en este valle zanjas y más zanjas', [17] porque así, dice Yahveh: 'No veréis viento y no veréis lluvia, pero este valle se llenará de agua y beberéis vosotros y vuestros campamentos y vuestros ganados.' [18] Y aún es poco esto a los ojos de Yahveh, pues entregaré a Moab en vuestras manos [19] y heriréis a toda ciudad fuerte, talaréis todo árbol bueno, cegaréis todas las fuentes y devastaréis todos los campos fértiles cubriéndolos de piedra.» [20] A la mañana, a la hora de alzar la oblación, venían las aguas de la parte de Edom y la tierra se llenó de agua.

[21] Habiendo oído todo Moab que subían los reyes para hacerles la guerra, convocaron a todos, desde los que empezaban a ceñir espada en adelante, y se apostaron en la frontera. [22] Al levantarse de mañana brillaba el sol sobre las aguas y los moabitas vieron enfrente las aguas rojas como la sangre, [23] y exclamaron: «Es sangre; sin duda los reyes se han matado entre sí y se han herido unos a otros. Conque ¡al botín, Moab!» [24] Cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron los israelitas y batieron a Moab, que huyó ante ellos; ellos avanzaron impetuosamente y derrotaron a Moab, [25] destruyeron las ciudades, arrojaron sobre los mejores campos cada uno su piedra y los llenaron, cegaron todos los manantiales, talaron todo árbol bueno; sólo le quedaron sus piedras a Quir-Jeres, y los honderos la cercaron y la batieron.

[26] Viendo el rey de Moab que llevaba la parte peor de la batalla, tomó consigo setecientos hombres que tiraban de espada para abrir brecha hacía el rey de Aram, pero no pudieron. [27] Tomó entonces a su primogénito, el que había de reinar en su lugar, y lo alzó en holocausto sobre la muralla, y hubo gran cólera contra los israelitas, que se alejaron de allí volviendo al país.

Capítulo 4

[1] Una de las mujeres de la comunidad de los profetas clamó a Eliseo diciendo: «Tu siervo, mi marido, ha muerto; tú sabes que tu siervo temía a Yahveh. Pero el acreedor ha venido a tomar mis dos hijos para esclavos suyos.» [2] Eliseo dijo: «¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa.» Respondió ella: «Tu sierva no tiene en casa más que una orza de aceite.» [3] Dijo él: «Anda y pide fuera vasijas a todas tus vecinas, vasijas vacías, no te quedes corta. [4] Entra luego y cierra la puerta tras de ti y tras de tus hijos, y vierte sobre todas esas vasijas, y las pones aparte a medida que se vayan llenando.» [5] Se fue ella de su lado y cerró la puerta tras de sí y tras de sus hijos; éstos le acercaban las vasijas y ella iba vertiendo.

[6] Cuando las vasijas se llenaron, dijo ella a su hijo: «Tráeme otra vasija.» El dijo: «Ya no hay más.» Y el aceite se detuvo. [7] Fue ella a decírselo al hombre de Dios, que dijo: «Anda y vende el aceite y paga a tu acreedor, y tú y tus hijos viviréis de lo restante.» [8] Un día pasó Eliseo por Sunem; había allí una mujer principal y le hizo fuerza para que se quedara a comer, y después, siempre que pasaba, iba allí a comer. [9] Dijo ella a su marido: «Mira, sé que es un santo hombre de Dios que siempre viene por casa. [10] Vamos a hacerle una pequeña alcoba de fábrica en la terraza y le pondremos en ella una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y cuando venga por casa, que se retire allí.» [11] Vino él en su día, se retiró a la habitación de arriba, y se acostó en ella.

[12] Dijo él a Guejazí su criado: «Llama a esta sunamita.» La llamó y ella se detuvo ante él. [13] El dijo a su criado: «Dile: Te has tomado todos estos cuidados por nosotros, ¿qué podemos hacer por ti?, ¿quieres que hablemos en tu favor al rey o al jefe del ejército?» Ella dijo: «Vivo en medio de mi pueblo.» [14] Dijo él: «¿Qué podemos hacer por ella? Respondió Guejazí: «Por desgracia ella no tiene hijos y su marido es viejo.» [15] Dijo él: «Llámala.» La llamó y ella se detuvo a la entrada. [16] Dijo él: «Al año próximo, por este mismo tiempo, abrazarás un hijo.» Dijo ella: «No, mi señor, hombre de Dios, no engañes a tu sierva.»

[17] Concibió la mujer y dio a luz un niño en el tiempo que le había dicho Eliseo. [18] Creció el niño y un día se fue donde su padre junto a los segadores. [19] Dijo a su padre: «¡Mi cabeza, mi cabeza!» El padre dijo a un criado: «Llévaselo a su madre.» [20] Lo tomó y lo llevó a su madre. Estuvo sobre las rodillas de ella hasta el mediodía y murió. [21] Subió y le acostó sobre el lecho del hombre de Dios, cerró tras el niño y salió.

[22] Llamó a su marido y le dijo: «Envíame uno de los criados con una asna. Voy a salir donde el hombre de Dios y volveré.» [23] Dijo él: «¿Por qué vas donde él? no es hoy novilunio ni sábado.» Pero ella dijo: «Paz.» [24] Hizo aparejar el asna y dijo a su criado: «Guía y anda, no me detengas en el viaje hasta que yo te diga.» [25] Fue ella y llegó donde el hombre de Dios, al monte Carmelo. Cuando el hombre de Dios la vio a lo lejos, dijo a su criado Guejazí: «Ahí viene nuestra sunamita. [26] Así que corre a su encuentro y pregúntale: ¿Estás bien tú? ¿Está bien tu marido? ¿Está bien el niño?» Ella respondió: «Bien.»

[27] Llegó donde el hombre de Dios, al monte, y se abrazó a sus pies; se acercó Guejazí para apartarla, pero el hombre de Dios dijo: «Déjala, porque su alma está en amargura y Yahveh me lo ha ocultado y no me lo ha manifestado.» [28] Ella dijo: «¿Acaso pedí un hijo a mi señor? ¿No te dije que no me engañaras?» [29] Dijo a Guejazí: «Ciñe tu cintura, toma mi bastón en tu mano y vete; si te encuentras con alguien no le salude,s y si alguien te saluda no le respondas, y pon mi bastón sobre la cara del niño.» [30] Pero la madre del niño dijo: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré.» El pues, se levantó y se fue tras ella. [31] Guejazí había partido antes que ellos y había colocado el bastón sobre la cara del niño, pero no tenía voz ni señales de vida, de modo que se volvió a su encuentro y le manifestó: «El niño no se despierta.»

[32] Llegó Eliseo a la casa; el niño muerto estaba acostado en su lecho. [33] Entró y cerró la puerta tras de ambos, y oró a Yahveh. [34] Subió luego y se acostó sobre el niño, y puso su boca sobre la boca de él, sus ojos sobre los ojos, sus manos sobre las manos, se recostó sobre él y la carne del niño entró en calor. [35] Se puso a caminar por la casa de un lado para otro, volvió a subir y a recostarse sobre él hasta siete veces y el niño estornudó y abrió sus ojos. [36] Llamó a Guejazí y le dijo: «Llama a la sunamita.» La llamó y ella llegó donde él. Dijo él: «Toma tu hijo.» [37] Entró ella y, cayendo a sus pies, se postró en tierra y salió llevándose a su hijo.

[38] Cuando Eliseo se volvió a Guilgal había hambre en el país. La comunidad de los profetas estaba sentada ante él y dijo a su criado: «Toma la olla grande y pon a cocer potaje para los profetas.» [39] Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas comestibles; encontró una viña silvestre y recogió una especie de calabazas silvestres hasta llenar su vestido; fue y las cortó en pedazos en la olla del potaje, pues no sabía lo que era. [40] Lo sirvieron después para que comieran los hombres y, cuando estaban comiendo, comenzaron a gritar diciendo: «¡La muerte en la olla, hombre de Dios!» Y no pudieron comer. [41] El dijo: «Traedme harina", y la echó en la olla. Dijo: «Repartid entre la gente.» Comieron y no había nada malo en la olla.

[42] Vino un hombre de Baal-Salisa y llevó al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en espiga; y dijo Eliseo: «Dáselo a la gente para que coman.» [43] Su servidor dijo: «¿Cómo voy a dar esto a cien hombres?» El dijo: «Dáselo a la gente para que coman, porque así dice Yahveh: Comerán y sobrará.» [44] Se lo dio, comieron y dejaron de sobra, según la palabra de Yahveh.

Capítulo 5

[1] Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, era hombre muy estimado y favorecido por su señor, porque por su medio había dado Yahveh la victoria a Aram. Este hombre era poderoso, pero tenía lepra. [2] Habiendo salido algunas bandas de arameos, trajeron de la tierra de Israel una muchachita que se quedó al servicio de la mujer de Naamán. [3] Dijo ella a su señora: «Ah, si mi señor pudiera presentarse al profeta que hay en Samaría, pues le curaría de su lepra.» [4] Fue él y se lo manisfestó a su señor diciendo: «Esto y esto ha dicho la muchacha israelita.» [5] Dijo el rey de Aram: «Anda y vete; yo enviaré una carta al rey de Israel.» Fue y tomó en su mano diez talentos de plata, 6.000 siclos de oro y diez vestidos nuevos.

[6] Llevó al rey de Israel la carta que decía: «Con la presente, te envío a mi siervo Naamán, para que le cures de su lepra. « [7] Al leer la carta el rey de Israel, desgarró sus vestidos diciendo: «¿Acaso soy yo Dios para dar muerte y vida, pues éste me manda a que cure a un hombre de su lepra? Reconoced y ved que me busca querella.» [8] Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: «¿Por qué has rasgado tus vestidos? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel.» [9] Llegó Naamán con sus caballos y su carro y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo. [10] Eliseo envió un mensajero a decirle: «Vete y lávate siete veces en el Jordán y tu carne se te volverá limpia.»

[11] Se irritó Naamán y se marchaba diciendo: «Yo que había dicho: ¡Seguramente saldrá, se detendrá, invocará el nombre de Yahveh su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra! [12] ¿Acaso el Abaná y el Farfar, ríos de Damasco, no son mejores que todas las aguas de Israel? ¿No podría bañarme en ellos para quedar limpio?» Y, dando la vuelta, partió encolerizado. [13] Se acercaron sus servidores, le hablaron y le dijeron: «Padre mío; si el profeta te hubiera mandado una cosa difícil ¿es que no la hubieras hecho? ¡Cuánto más habiéndote dicho: Lávate y quedarás limpio!» [14] Bajó, pues, y se sumergió siete veces en el Jordán, según la palabra del hombre de Dios, y su carne se tornó como la carne de un niño pequeño, y quedó limpio. [15] Se volvió al hombre de Dios, él y todo su acompañamiento, llegó, se detuvo ante él y dijo: «Ahora conozco bien que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Así pues, recibe un presente de tu siervo.»

[16] Pero él dijo: «Vive Yahveh a quien sirvo, que no lo aceptaré"; le insistió para que lo recibiera, pero no quiso. [17] Dijo Naamán: «Ya que no, que se dé a tu siervo, de esta tierra, la carga de dos mulos, porque tu siervo ya no ofrecerá holocausto ni sacrificio a otros dioses sino a Yahveh. [18] Que Yahveh dispense a su siervo por tener que postrarse en el templo de Rimmón cuando mi señor entre en el templo para adorar allí, apoyado en mi brazo; que Yahveh dispense a tu siervo por ello.» [19] El le dijo: «Vete en paz.» Y se alejó de él una cierta distancia. [20] Guejazí, el criado de Eliseo, el hombre de Dios, se dijo: «Mi amo ha sido indulgente con Naamán, ese arameo, al no aceptar de su mano lo que traía. ¡Vive Yahveh!, que voy a correr tras él y tomaré algo de su mano.»

[21] Guejazí partió en seguimiento de Naamán. Naamán vio que corría tras de él y saltó del carro a su encuentro y dijo: «¿Todo va bien? [22] Respondió: «Bien. Mi señor me envía a decirte: Acaban de llegar a mí dos jóvenes de la montaña de Efraím, de la comunidad de los profetas; dame, por favor, para ellos un talento de plata y dos vestidos de fiesta.» [23] Dijo Naamán: «Dígnate aceptar dos talentos y dos vestidos de fiesta.» Le insistió, y metió dos talentos de plata en dos sacos y se lo entregó a dos de sus criados que lo llevaron delante de él. [24] Cuando llegó a Ofel, lo tomó de sus manos, y lo puso en la casa y despidió a los hombres, que se fueron.

[25] Cuando llegó y se presentó a su señor, Eliseo le dijo: «¿De dónde vienes Guejazí? Respondió él: Tu siervo no ha ido ni aquí ni allá.» [26] Le replicó: «¿No iba contigo mi corazón cuando un hombre saltó de su carro a tu encuentro? Ahora has recibido plata y puedes adquirir jardines, olivares y viñas, rebaños de ovejas y bueyes, siervos y siervas. [27] Pero la lepra de Naamán se pegará a ti y a tu descendencia para siempre.» Y salió de su presencia con lepra blanca como la nieve.

Capítulo 6

[1] Los profetas dijeron a Eliseo: «Mira, el lugar en que habitamos a tu lado, es estrecho para nosotros. [2] Vayamos al Jordán y tomemos allí cada uno una viga, y nos haremos allí un lugar para habitar en él.» Dijo: «Id.» [3] Uno de ellos dijo: «Dígnate venir con tus siervos.» Dijo él: «Iré.» [4] Se fue con ellos y llegando al Jordán se pusieron a cortar los árboles. [5] Estaba uno derribando una viga cuando el hierro se cayó al agua y gritó diciendo: «¡Ay, mi señor, que era prestado!» [6] El hombre de Dios dijo: «¿Dónde ha caído?» Y le mostró el sitio. Entonces cortó un trozo de madera y lo arrojó allí, y sacó el hierro a flote.

[7] Dijo: «Hazlo subir hacia ti.» El extendió su mano y lo agarró. [8] El rey de Aram estaba en guerra con Israel y celebró consejo con sus siervos diciendo: Bajad contra tal plaza. [9] El hombre de Dios envió a decir al rey de Israel: Ten cuidado de esa plaza, porque los arameos bajan contra ella. [10] El rey de Israel envió gente al lugar que el hombre de Dios le había dicho. El le advertía y el rey estaba allí alerta, y no una ni dos veces. [11] El corazón del rey de Aram se inquietó por este hecho, y llamando a sus oficiales les dijo: «No me vais a descubrir quién nos traiciona ante el rey de Israel?» [12] Uno de los oficiales dijo: «No, rey mi señor, sino que Eliseo, el profeta que hay en Israel, ha avisado al rey de Israel de las palabras que has dicho en el interior de tu dormitorio.»

[13] El dijo: «Id y ved dónde está y enviaré a prenderlo.» Se le avisó diciendo: «Está en Dotán.» [14] Y mandó allí caballos, carros y un fuerte destacamento, que llegaron por la noche y cercaron la ciudad. [15] Al día siguiente se levantó el criado del hombre de Dios para salir, pero el destacamento rodeaba la ciudad, con caballos y carros, y su criado le dijo: «¡Ay, mi señor!, ¿qué vamos a hacer? [16] El respondió: «No temas, que hay más con nosotros que con ellos.» [17] Oró Eliseo y dijo: «Yahveh, abre sus ojos para que vea.» Abrió Yahveh los ojos del criado y vio que la montaña estaba llena de caballos y carros de fuego en torno a Eliseo.

[18] Bajaron hacia él los arameos y entonces Eliseo suplicó a Yahveh diciendo: «Deslumbra a esas gentes.» Y las deslumbró según la palabra de Eliseo. [19] Eliseo les dijo: «No es éste el camino y no es ésta la ciudad. Venid detrás de mí y os llevaré donde el hombre que buscáis.» Y los llevó a Samaría. [20] Cuando entraron en Samaría, Eliseo dijo: «Yahveh, abre sus ojos para que vean.» Abrió Yahveh sus ojos y vieron que estaban dentro de Samaría. [21] Cuando el rey de Israel los vio dijo a Eliseo: «¿Los mato, padre mío?» [22] El respondió: «No los mates. ¿Acaso a los que haces cautivos con tu espada y con tu arco los matas? Pon ante ellos pan y agua para que coman y beban y se vuelvan a su señor.»

[23] Les sirvió un gran banquete, comieron, bebieron y los despidió, y se fueron a su señor, y las bandas de Aram no volvieron a entrar en la tierra de Israel. [24] Sucedió después de esto que Ben-Hadad, rey de Aram, reunió todas sus tropas y subió y puso sitio a Samaría. [25] Hubo gran hambre en Samaría; y tanto la apretaron que una cabeza de asno valía ochenta siclos de plata, y un par de cebollas silvestres cinco siclos de plata. [26] Pasaba el rey de Israel por la muralla cuando una mujer clamó a él diciendo: «¡Sálvame, rey mi señor! [27] Respondió: «¡Que Yahveh no te salva, ¿con qué puedo salvarte yo? ¿Con la era o con el lagar?» [28] Díjole el rey: «Qué te ocurre?» Ella respondió: «Esta mujer me dijo: 'Trae a tu hijo y lo comeremos hoy; y el mío lo comeremos mañana.' [29] Cocimos a mi hijo y nos lo comimos; al otro día le dije: 'Trae tu hijo y lo comeremos', pero ella lo ha escondido.» [30] Cuando el rey oyó las palabras de la mujer desgarró sus vestidos; como pasaba sobre la muralla, el pueblo vio que llevaba sayal a raíz de su carne.

[31] Dijo: «Esto me haga el señor y esto me añada si hoy le queda la cabeza sobre los hombros a Eliseo, hijo de Safat.» [32] Estaba Eliseo sentado en su casa y los ancianos estaban sentados con él. El rey envió un hombre por delante, pero antes que llegara el mensajero a donde él, dijo él a los ancianos: «Habéis visto que este hijo de asesino ha mandado cortar mi cabeza. Mirad, cuando llegue el mensajero, cerrad la puerta y rechazadle con ella. ¿Acaso no se oye tras de él el ruido de los pasos de su señor?» [33] Todavía estaba hablando con ellos cuando el rey bajó al él y dijo: «¡Todo este mal viene de Yahveh! ¿Cómo he de confiar aún en Yahveh?"

Capítulo 7

[1] Dijo Eliseo: «Escucha la palabra de Yahveh: Así dice Yahveh: Mañana a esta hora estará la arroba de flor de harina a siclo, y las dos arrobas de cebada a siclo, en la puerta de Samaría.» [2] El escudero, sobre cuyo brazo se apoyaba el rey, respondió al hombre de Dios y le dijo: «Aunque Yahveh abriera ventanas en el cielo ¿podría ocurrir tal cosa?» Respondió: «Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás.» [3] Cuatro hombres que estaban leprosos se hallaban a la entrada de la puerta y se dijeron uno a otro: «¿Por qué estarnos aquí hasta morir? [4] Si decimos: 'vamos a entrar en la ciudad', como hay hambre en ella, allí nos moriremos, y si nos quedamos aquí, moriremos igual. Así que vamos a pasarnos al campamento de Aram; si nos dejan vivir, viviremos, y si nos matan, moriremos.» [5] Se levantaron al anochecer para ir al campamento de Aram; llegaron hasta el límite del campamento de Aram y no había allí nadie, [6] porque el Señor había hecho oír en el campamento de Aram estrépito de carros, estrépito de caballos y estrépito de un gran ejército, y se dijeron unos a otros: «El rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los hititas y a los reyes de Egipto para que vengan contra nosotros.»

[7] Se levantaron y huyeron al anochecer abandonando su tiendas, sus caballos y sus asnos, el campamento tal como estaba, y huyeron para salvar sus vidas. [8] Aquellos leprosos llegaron al límite del campamento y, entrando en una tienda, comieron, bebieron y se llevaron de allí plata, oro y vestidos, y fueron a esconderlo. Regresaron y entraron en otra tienda y escondieron lo que de allí se llevaron. [9] Se dijeron uno a otro: «No está bien lo que hacemos; hoy es un día de albricias; y si nosotros estamos callados hasta el lucir de la mañana incurriremos en culpa; así pues, vayamos, entremos y anunciémoslo a la casa del rey. [10] Llegaron y llamaron a los guardias de la ciudad y se lo anunciaron diciendo: «Hemos ido al campamento de Aram y no hay nadie, ninguna voz de hombre; sólo los caballos atados, los asnos atados y las tiendas intactas.» [11] Llamaron los centinelas y lo comunicaron al interior de la casa del rey.

[12] Se levantó el rey de noche y dijo a sus oficiales: «Os voy a decir lo que nos ha hecho Aram; saben que estamos hambrientos, han salido del campamento y se han escondido en el campo pensando: Saldrán de la ciudad, los prenderemos vivos y entraremos en la ciudad.» [13] Uno de los oficiales respondió y dijo: «Que se tomen cinco de los caballos restantes, pues les va a pasar lo que a toda la muchedumbre de Israel que ha perecido; y enviémosles para ver.» [14] Tomaron dos tiros de caballos y los envió el rey en pos de los arameos diciendo: «Id y ved.» [15] Fueron tras ellos hasta el Jordán, y todo el camino estaba lleno de vestidos y objetos que habían arrojado los arameos en su precipitación. Los mensajeros volvieron y se lo comunicaron al rey. [16] Salió el pueblo y saqueó el campamento de Aram; la arroba de flor de harina estaba a siclo y las dos arrobas de cebada a siclo, según la palabra de Yahveh.

[17] El rey había puesto de vigilancia a la puerta al escudero en cuyo brazo se apoyaba; pero el pueblo le pisoteó en la puerta y murió, según la palabra del hombre de Dios, cuando el rey bajó donde él. [18] Sucedió según la palabra del hombre de Dios al rey cuando dijo: «Mañana a esta hora estarán a siclo las dos arrobas de cebada y a siclo la arroba de flor de harina en la puerta de Samaría.» [19] Respondió el escudero al hombre de Dios diciendo: «Aunque Yahveh abriera ventanas en el cielo, ¿podría ocurrir tal cosa?» Respondió: Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás.» [20] Y así sucedió. El pueblo lo pisoteó en la puerta y murió.

Capítulo 8

[1] Eliseo dijo a la mujer cuyo hijo había resucitado: «Levántate y vete, tú y tu casa, a residir donde puedas, porque Yahveh ha llamado al hambre y viene ya hacia la tierra por siete años.» [2] Se levantó la mujer e hizo según la palabra del hombre de Dios; se fue ella y su familia a vivir en tierra de filisteos siete años. [3] Al cabo de los siete años volvió la mujer del país de los filisteos y fue a apelar al rey por su casa y por su campo. [4] Estaba el rey hablando con Guejazí, criado del hombre de Dios, y le decía: «Cuéntame todas las grandes cosas que hizo Eliseo.» [5] Estaba él contando al rey cómo había resucitado al muerto, cuando llegó la mujer, cuyo hijo había resucitado, para apelar al rey por su casa y su campo y dijo Guejazí: «¡Oh mi señor! Esta es la mujer y éste su hijo, al que resucitó Eliseo.»

[6] Preguntó el rey a la mujer y ella se lo relató; el rey puso un eunuco a disposición de la mujer diciendo: «Que se le devuelva todo lo suyo, con todos los productos del campo, desde el día en que ella abandonó la tierra hasta ahora.» [7] Eliseo fue a Damasco. Ben-Hadad, rey de Aram, estaba enfermo y le avisaron: «El hombre de Dios ha venido aquí.» [8] Dijo el rey a Jazael: «Toma en tu mano un presente y vete al encuentro del hombre de Dios y consulta a Yahveh por su medio diciendo: ¿Sobreviviré a esta enfermedad?» [9] Fue Jazael a su encuentro llevando en su mano un presente de todo lo mejor de Damasco, la carga de cuarenta camellos; entró, se detuvo ante él y dijo: «Tu hijo Ben-Hadad, rey de Aram, me ha enviado a ti para preguntarte: ¿Sobreviviré a esta enfermedad?» [10] Eliseo le dijo: «Vete y dile: 'Puedes vivir'; pero Yahveh me ha hecho ver que de cierto morirá.»

[11] Y se inmovilizaron sus facciones quedándose rígido en extremo, y rompió a llorar el varón de Dios. [12] Dijo Jazael: «¿Por qué llora mi señor?» Le respondió: «Porque sé el mal que vas a hacer a los israelitas: pasarás a fuego sus fortalezas, matarás a espada a sus mejores, aplastarás a sus pequeñuelos y abrirás el vientre a sus embarazadas.» [13] Dijo Jazael: «Pues, ¿qué es tu siervo? ¿Como un perro hará cosa tan enorme?» Respondió Eliseo: «Yahveh ha hecho que te vea como rey de Aram.» [14] Partió de junto a Eliseo y llegó donde su señor. Le preguntó: «¿Qué te ha dicho Eliseo?» Respondió: «Me ha dicho que puedes vivir.» [15] A la mañana siguiente tomó una manta, la empapó en agua y la extendió sobre su rostro y murió. Reinó en su lugar Jazael.

[16] El año quinto de Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar Joram, hijo de Josafat, rey de Judá. [17] Tenía 32 años cuando comenzó a reinar y reinó ocho años en Jerusalén. [18] Anduvo por el camino de los reyes de Israel como había hecho la casa de Ajab, porque se había casado con una mujer de la familia de Ajab, e hizo mal a los ojos de Yahveh. [19] Pero Yahveh no quiso destruir a Judá a causa de David su siervo según lo que le había dicho, que le daría una lámpara en su presencia para siempre.

[20] En sus días se rebeló Edom de bajo la mano de Judá, y se proclamaron un rey. [21] Pasó Joram a Saír con todos sus carros. Se levantó por la noche y batió a Edom que le tenía cercado a él y a los jefes de los carros, pero el pueblo huyó a sus tiendas. [22] Así se rebeló Edom de bajo la mano de Judá hasta el día de hoy; también se rebeló Libná. En aquel tiempo... [23] El resto de los hechos de Joram, todo lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [24] Joram se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de David, y reinó en su lugar su hijo Ocozías.

[25] El año doce de Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá. [26] Veintidós años tenía Ocozías cuando comenzó a reinar y reinó un año en Jerusalén; el nombre de su madre era Atalía, hija de Omrí, rey de Israel. [27] Anduvo por el camino de la casa de Ajab, e hizo mal a los ojos de Yahveh como la casa de Ajab, porque había emparentado con la casa de Ajab. [28] Partió con Joram, hijo de Ajab, para hacer la guerra a Jazael, rey de Aram, en Ramot de Galaad, y los arameos hirieron a Joram. [29] El rey Joram se volvió a Yizreel para curarse de las heridas que le habían infligido los arameos en Ramot cuando combatía a Jazael, rey de Aram; Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, bajó a Yizreel a visitar a Joram, hijo de Ajab, porque estaba enfermo.

Capítulo 9

[1] El profeta Eliseo llamó a uno de los hijos de los profetas y le dijo: «Ciñe tu cintura y toma este frasco de aceite en tu mano y vete a Ramot de Galaad. [2] Cuando llegues allí, verás a Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí; en llegando, haz que se levante de entre sus compañeros y hazle entrar en una habitación apartada. [3] Tomarás el frasco de aceite y lo derramarás sobre su cabeza diciendo: 'Así dice Yahveh: Te he ungido rey de Israel.' Abres luego la puerta y huyes sin detenerte.» [4] El joven partió para Ramot de Galaad. [5] Cuando llegó estaban los jefes del ejército sentados y dijo: «Tengo una palabra para ti, jefe.» Jehú preguntó: «¿Para quién de nosotros?» Respondió: «Para ti, jefe.»

[6] Jehú se levantó y entró en la casa; el joven derramó el aceite sobre su cabeza y le dijo: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Te he ungido rey del pueblo de Yahveh, de Israel. [7] Herirás a la casa de Ajab, tu señor, y vengaré la sangre de mis siervos los profetas y la sangre de todos los siervos de Yahveh de mano de Jezabel. [8] Toda la casa de Ajab perecerá y exterminaré a todos los varones de Ajab, libres o esclavos, en Israel. [9] Dejaré la casa de Ajab como la casa de Jeroboam, hijo de Nebat, y como la casa de Basá, hijo de Ajías. [10] Y a Jezabel la comerán los perros en el campo de Yizreel; no tendrá sepultura.» Y abriendo la puerta, huyó.

[11] Jehú salió a donde los servidores de su señor. Le dijeron: «¿Todo va bien? ¿A qué ha venido a ti ese loco?» Respondió: «Vosotros conocéis a ese hombre y sus palabras.» [12] Dijeron: «No es verdad. Dínoslo.» Replicó: «Esto y esto me ha dicho: Así dice Yahveh: Te he ungido rey de Israel.» [13] Se apresuraron a tomar cada uno su manto que colocaron bajo él encima de las gradas; tocaron el cuerno y gritaron: Jehú es rey. [14] Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí, conspiró contra Joram. Estaba Joram custodiando Ramot de Galaad, él y todo Israel, contra Jazael, rey de Aram. [15] Pero el rey Joram tuvo que volverse a Yizreel para curarse de las heridas que le habían infligido los arameos en su batalla contra Jazael, rey de Aram. Jehú dijo: «Si éste es vuestro deseo, que no salga de la ciudad ningún fugitivo que ponga en aviso a Yizreel.»

[16] Montó Jehú en el carro y se fue a Yizreel, pues Joram estaba acostado allí, y Ocozías, rey de Judá, había bajado a visitar a Joram. [17] El vigía que estaba sobre la torre de Yizreel vio la tropa de Jehú que llegaba y dijo: «Veo una tropa.» Dijo Joram: «Que se tome uno de a caballo y se le envíe a su encuentro y pregunte: ¿Hay paz?» [18] Salió el jinete a su encuentro y dijo: «Así dice el rey: ¿Hay paz?» Jehú respondió: «¿Qué te importa a ti la paz? Ponte detrás de mí.» El vigía avisó: «El mensajero ha llegado donde ellos, pero no vuelve.» [19] Volvió segunda vez a enviar un jinete que llegó donde ellos y dijo: «Así dice el rey: ¿Hay paz?» Respondió Jehú: «¿Qué te importa a ti la paz? Ponte detrás de mí.» [20] El vigía avisó: «Ha llegado a ellos pero no vuelve. Su modo de guiar es el guiar de Jehú, hijo de Nimsí, pues conduce como un loco.»

[21] Dijo Joram: «Enganchad.» Engancharon su carro y salieron Joram, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, cada uno en su carro, y partieron al encuentro de Jehú. Le encontraron en el campo de Nabot el de Yizreel. [22] Cuando Joram vio a Jehú, preguntó: Hay paz, Jehú? Respondió: «Qué paz mientras duran las prostituciones de tu madre Jezabel y sus muchas hechicerías?» [23] Volvió riendas Joram y huyó diciendo a Ocozías: «Traición, Ocozías.» [24] Jehú tensó el arco en su mano y alcanzó a Joram entre los hombros; la flecha le atravesó el corazón y se desplomó en su carro. [25] Jehú dijo a su escudero Bidcar: «Llévale y arrójale en el campo de Nabot de Yizreel, pues recuerda que, cuando yo y tú marchábamos en carro detrás de Ajab, su padre, Yahveh lanzó contra él esta sentencia: [26] '¿Es que no he visto yo ayer la sangre de Nabot y la sangre de sus hijos?, oráculo de Yahveh. Yo le devolveré lo mismo en este campo, oráculo de Yahveh.' Así que llévale y arrójale en el campo según la palabra de Yahveh.» [27] Viendo esto Ocozías, rey de Judá, huyó por el camino de Bet-Haggan; Jehú partió en su persecución diciendo: «¡También a él! ¡Matadle!» Y le hirieron en su carro en la cuesta de Gur, la de Yibleam; se refugió en Meguiddó y murió allí.

[28] Sus servidores le llevaron en carro a Jerusalén y le sepultaron en su sepulcro con sus padres en la ciudad de David. [29] Ocozías había comenzado a reinar en Judá en el año once de Joram, hijo de Ajab. [30] Entró Jehú en Yizreel; habiéndolo oído Jezabel, se puso afeites en los ojos, adornó su cabeza y se asomó a la ventana, [31] y cuando Jehú entraba por la puerta, dijo ella: «¿Todo va bien, Zimrí, asesino de su señor?» [32] Alzó su rostro hacia la ventana y dijo: «¿Quién está conmigo, quién?» Se asomaron hacia él dos o tres eunucos, [33] y él les dijo: «Echadla abajo.» La echaron abajo y su sangre salpicó los muros y a los caballos, que la pisotearon.

[34] Entró, comió, bebió y dijo: «Ocupaos de esa maldita y enterradla, pues es hija de rey.» [35] Fueron a enterrarla y no hallaron de ella más que el cráneo, los pies y las palmas de las manos. [36] Volvieron a comunicárselo y él dijo: «Es la palabra que Yahveh había dicho por boca de su siervo Elías tesbita: 'En el campo de Yizreel comerán los perros la carne de Jezabel. [37] El cadáver de Jezabel será como estiércol sobre la superficie del campo, de modo que no se podrá decir: Esta es Jezabel.'"

Capítulo 10

[1] Tenía Ajab setenta hijos en Samaría. Escribió Jehú cartas y las envió a Samaría, a los jefes de la ciudad, a los ancianos y a los preceptores de los hijos de Ajab diciendo: [2] «Así que esta carta llegue a vosotros, como están con vosotros los hijos de vuestro señor y tenéis carros, caballos, una ciudad fuerte y armas, [3] ved quién es el mejor y más justo de los hijos de vuestro señor y ponedle en el trono de su padre y pelead por la casa de vuestro señor.» [4] Pero ellos tuvieron grandísimo temor y dijeron: «Los dos reyes no pudieron sostenerse ante él. ¿Cómo podremos resistir nosotros?» [5] El mayordomo de palacio, el comandante de la ciudad, los ancianos y los preceptores enviaron a decir a Jehú: «Somos siervos tuyos; haremos cuanto nos digas; no proclamaremos rey a nadie; haz lo que parezca bien a tus ojos.

[6] Les envió una segunda carta diciendo: «Si estáis por mí y escucháis mi voz, tomad a los jefes de los hombres de la casa de vuestro señor y venid a mí mañana a esta hora, a Yizreel.» (Los setenta hijos del rey estaban con los magnates de la ciudad que los criaban.) [7] En llegando la carta, tomaron a los hijos del rey y degollaron a los setenta, pusieron sus cabezas en cestas y se las enviaron a Yizreel. [8] Entró el mensajero y le avisó diciendo: «Han hecho traer las cabezas de los hijos del rey.» Respondió: «Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta, hasta la mañana.» [9] Por la mañana salió, se presentó y dijo a todo el pueblo: «Sed justos. Yo he conspirado contra mi señor y le he matado, pero ¿quién ha matado a todos éstos? [10] Sabed, pues, que no caerá en tierra ninguna de las palabras que Yahveh dijo contra la casa de Ajab: Yahveh ha hecho lo que dijo por boca de su siervo Elías.» [11] Y Jehú mató a todos los que quedaban de la casa de Ajab en Yizreel, a todos sus magnates, sus familiares, sus sacerdotes, sin dejar ni uno con vida.

[12] Se levantó Jehú y entró. Luego partió para Samaría y, estando de camino en Bet Equed de los Pastores, [13] encontró Jehú a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y preguntó: «¿Quiénes sois vosotros?» Ellos respondieron: «Somos los hermanos de Ocozías y bajamos a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina.» [14] Dijo él: «Prendedlos vivos.» Los prendieron vivos, y los degolló en la cisterna de Bet-Equed, 42 hombres, y no dejó ni uno de ellos. [15] Partió de allí y encontró a Yonadab, hijo de Rekab, que le salía al encuentro; le saludó y le dijo: «¿Es tu corazón tan recto como el mío para el tuyo?» Respondió Yonadab: «Lo es.» «Si lo es, dame tu mano.» Yonadab le dio la mano, y él le hizo subir a su carro. [16] Y le dijo: «Sube conmigo y verás mi celo por Yahveh"; y le llevó en su carro. [17] Entró en Samaría y mató a todos los supervivientes de Ajab en Samaría, hasta exterminarlos, según la palabra que había dicho Yahveh a Elías.

[18] Reunió Jehú a todo el pueblo y les dijo: «Ajab sirvió a Baal un poco, Jehú le servirá mucho, [19] así que llamadme a todos los profetas de Baal, y a todos sus sacerdotes, sin que falte ninguno, porque tengo que hacer un gran sacrificio a Baal; todo el que falte morirá.» Jehú obraba con astucia para hacer perecer a los servidores de Baal. [20] Dijo Jehú: «Convocad una reunión santa para Baal.» Ellos la convocaron. [21] Envió Jehú mensajeros por todo Israel y vinieron todos los siervos de Baal, no quedó nadie sin venir. Entraron en el templo de Baal quedando lleno el templo de punta a cabo.

[22] Dijo al encargado del vestuario: «Saca los vestidos para todos los servidores de Baal.» El hizo sacar los vestidos para ellos. [23] Jehú vino con Yonadab, hijo de Rekab, al templo de Baal y dijo a los fieles de Baal: Investigad y ved no haya aquí entre vosotros algún siervo de Yahveh, sino tan sólo siervos de Baal.» [24] Y entró para hacer los sacrificios y los holocaustos. Pero Jehú había colocado fuera ochenta hombres y dijo: «El que deje escapar a uno de los hombres que yo voy a entregar en vuestras manos, responderá con su vida.» [25] Cuando hubo acabado de hacer el holocausto, dijo Jehú a la guardia y a los escuderos: «Entrad y matadles. Que nadie salga.» La guardia y los escuderos entraron, los pasaron a filo de espada y llegaron hasta el santuario del templo de Baal. [26] Sacaron el cipo del templo de Baal y lo quemaron. [27] Derribaron el altar de Baal, demolieron el templo de Baal, y lo convirtieron en cloaca hasta el día de hoy.

[28] Jehú exterminó a Baal de Israel. [29] Pero Jehú no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, los becerros de oro de Betel y de Dan. [30] Dijo Yahveh a Jehú: «Porque te has portado bien haciendo lo recto a mis ojos y has hecho a la casa de Ajab según todo lo que yo tenía en mi corazón, tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán sobre el trono de Israel.» [31] Pero Jehú no guardó el camino de la ley de Yahveh, Dios de Israel, con todo su corazón, no se apartó de los pecados con que Jeroboam hizo pecar a Israel.

[32] En aquellos días comenzó Yahveh a cercenar a Israel, y Jazael batió todas las fronteras de Israel, [33] desde el Jordán al sol levante, todo el país de Galaad, de los gaditas, de los rubenitas, de Manasés, desde Aroer, sobre el torrente Arnón, Galaad y Basán. [34] El resto de los hechos de Jehú, todo cuanto hizo, toda su bravura ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [35] Se acostó Jehú con sus padres y le sepultaron en Samaría, y su hijo Joacaz reinó en su lugar. [36] Los días que Jehú reinó sobre Israel fueron veintiocho años en Samaría.

Capítulo 11

[1] Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se levantó y exterminó toda la estirpe real. [2] Pero Yehosebá, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, tomó a Joás, hijo de Ocozías y lo sacó de entre los hijos del rey a quienes estaban matando, y puso a él y a su nodriza en el dormitorio, ocultándolo de la vista de Atalía, y no le mataron. [3] Seis años estuvo escondido con ella en la Casa de Yahveh, mientras Atalía reinaba en el país.

[4] El año séptimo, Yehoyadá envió a buscar a los jefes de cien de los carios y de los corredores, y los hizo venir donde él a la Casa de Yahveh y, haciendo un pacto con ellos, les hizo prestar juramento y les mostró al hijo del rey. [5] Luego, les ordenó: «Esto es lo que tenéis que hacer: un tercio de vosotros, los que entran el sábado, que custodien la casa del rey. [7] Las otras dos partes, todos los que salen el sábado, se quedarán guardando la Casa de Yahveh, junto al rey. [8] Os pondréis en torno al rey, cada uno con sus armas en la mano. Todo el que venga contra vuestras filas, morirá. Estaréis junto al rey en sus idas y venidas.» [9] Los jefes de cien hicieron cuanto les mandó el sacerdote Yehoyadá. Cada uno tomó sus hombres, los que entraban el sábado y los que salían el sábado, y vinieron junto al sacerdote Yehoyadá. [10] El sacerdote dio a los jefes de cien las lanzas y escudos del rey David que estaban en la Casa de Yahveh. [11] La guardia se apostó cada uno con sus armas en la mano, desde el lado derecho de la Casa hasta el lado izquierdo, entre el altar y la Casa, para que rodeasen al rey.

[12] Hizo salir entonces al hijo del rey, le puso la diadema y el Testimonio y le ungió. Batieron palmas y gritaron: «¡Viva el rey!» [13] Oyó Atalía el clamor del pueblo y se acercó al pueblo que estaba en la Casa de Yahveh. [14] Cuando vio al rey de pie junto a la columna, según la costumbre, y a los jefes y las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo de la tierra lleno de alegría y tocando las trompetas, rasgó Atalía sus vestidos y gritó: «¡Traición, traición!» [15] El sacerdote Yehoyadá dio orden a los jefes de las tropas diciendo: «Hacedla salir de las filas y el que la siga que sea pasado a espada", porque dijo el sacerdote: «Que no la maten en la Casa de Yahveh.» [16] Le echaron mano y, cuando llegó a la casa del rey, por el camino de la Entrada de los Caballos, allí la mataron.

[17] Yehoyadá hizo una alianza entre Yahveh, el rey y el pueblo, para ser pueblo de Yahveh; y entre el rey y el pueblo. [18] Fue todo el pueblo de la tierra al templo de Baal y lo derribó. Destrozaron sus altares y sus imágenes, y mataron ante los altares a Matán, sacerdote de Baal. El sacerdote puso centinelas en la Casa de Yahveh, [19] y después tomó a los jefes de cien, a los carios y a la guardia y a todo el pueblo de la tierra, e hicieron bajar al rey de la Casa de Yahveh y entraron a la casa del rey por el camino de la guardia, y se sentó en el trono de los reyes. [20] Todo el pueblo de la tierra estaba contento y la ciudad quedó tranquila; en cuanto a Atalía, había muerto a espada en la casa del rey.

Capítulo 12

[1] Siete años tenía Joás cuando comenzó a reinar. [2] El año séptimo de Jehú comenzó a reinar Joás y reinó cuarenta años en Jerusalén; el nombre de su madre era Sibía de Berseba. [3] Joás hizo lo recto a los ojos de Yahveh todos los días, porque el sacerdote Yehoyadá le había instruido. [4] Sólo que los altos no desaparecieron y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos. [5] Joás dijo a los sacerdotes: «Todo el dinero de las ofrendas sagradas que ha entrado en la Casa de Yahveh, el dinero de las tasas personales, todo el dinero que ofrece el corazón de cada uno a la Casa de Yahveh, [6] lo tomarán los sacerdotes, cada uno en el círculo de sus amistades, y ellos proveerán a las reparaciones de la Casa, en todo lo que deba ser reparado".

[7] Pero en el año veintitrés del rey Joás los sacerdotes no habían hecho las reparaciones de la Casa. [8] Llamó entonces el rey Joás al sacerdote Yehoyadá y a los sacerdotes y les dijo: «¿Por qué no hacéis las reparaciones de la Casa? Así que no recibiréis el dinero de vuestras amistades, sino que lo daréis para la reparación de la Casa.» [9] Los sacerdotes consintieron en no tomar dinero del pueblo ni hacer reparaciones en la Casa. [10] El sacerdote Yehoyadá tomó un cofre, hizo un agujero en la tapa y lo puso junto a la estela, a la derecha según se entra en la Casa de Yahveh, y los sacerdotes que custodiaban el umbral depositaban en él todo el dinero ofrecido a la Casa de Yahveh. [11] Cuando veían que había mucha plata en el cofre subía el secretario del rey y el sumo sacerdote, se fundía, y se contaba la plata que se hallaba en la Casa de Yahveh.

[12] Entregaban el dinero contado en manos de los que hacían el trabajo, los encargados de la Casa de Yahveh; éstos lo empleaban en los carpinteros y constructores que trabajaban en la Casa de Yahveh, [13] los albañiles y canteros, para comprar maderas y piedra de cantería para hacer reparaciones en la Casa de Yahveh y para cuanto había que reparar en la Casa. [14] Pero no se hacían para la Casa de Yahveh ni fuentes de plata, ni cuchillos, ni acetres, ni trompetas, ni objetos de oro o plata con el dinero ofrecido a la Casa de Yahveh, [15] sino que se daba a los que hacían el trabajo de las reparaciones de la Casa de Yahveh. [16] No se pedían cuentas a los hombres en cuyas manos se ponía el dinero para que lo dieran a los que hacían el trabajo, porque trabajaban con fidelidad.

[17] El dinero por la expiación y el dinero por el pecado no era entregado a la Casa de Yahveh; era para los sacerdotes. [18] Entonces Jazael, rey de Aram, subió para combatir contra Gat, la tomó y se volvió para subir contra Jerusalén. [19] Joás, rey de Judá, tomó todas las cosas sagradas que habían consagrado sus padres Josafat, Joram y Ocozías, reyes de Judá, todas las cosas que él mismo había consagrado y todo el oro que se pudo encontrar en los tesoros de la Casa de Yahveh y de la casa del rey, y lo mando a Jazael, rey de Aram, que se alejó de Jerusalén. [20] El resto de los hechos de Joás, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [21] Sus servidores se levantaron y tramaron una conjura y mataron a Joás en Bet-Milló...

[22] Le hirieron sus siervos Yozakar, hijo de Simat, y Yehozabad, hijo de Somer, y murió. Le sepultaron con sus padres en la ciudad de David y reinó en su lugar su hijo Amasías.

Capítulo 13

[1] En el año veintitrés de Joás, hijo de Ocozías, rey de Judá, comenzó a reinar Joacaz, hijo de Jehú, sobre Israel, en Samaría; reinó diecisiete años. [2] Hizo el mal a los ojos de Yahveh y anduvo tras los pecados con que Jeroboam hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, sin apartarse de ellos. [3] Se encendió la ira de Yahveh contra los israelitas y los entregó en manos de Jazael, rey de Aram, y en manos de Jazael, rey de Aram, y en manos de Ben-Hadad, hijo de Jazael, todo aquel tiempo. [4] Joacaz aplacó el rostro de Yahveh y Yahveh le escuchó porque había visto la opresión de Israel, pues el rey de Aram los oprimía. [5] Concedió Yahveh a Israel un liberador que lo sacó de bajo la mano de Aram, pudiendo habitar los hijos de Israel en sus tiendas como antes.

[6] Pero no se apartaron de los pecados con que Jeroboam había hecho pecar a Israel, sino que anduvieron por ellos y el cipo siguió en pie en Samaría. [7] Pero no le quedaron a Joacaz como tropas sino cincuenta jinetes, diez carros y 10.000 infantes, pues el rey de Aram los había exterminado y reducido a polvo de la tierra. [8] El resto de los hechos de Joacaz, todo cuanto hizo y su bravura ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [9] Se acostó Joacaz con sus padres y lo sepultaron en Samaría. Reinó en su lugar su hijo Joás. [10] En el año 37 de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar Joás, hijo de Joacaz, sobre Israel, en Samaría; reinó dieciséis años.

[11] Hizo el mal a los ojos de Yahveh, no se apartó de ninguno de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, sino que anduvo por ellos. [12] El resto de los hechos de Joás, todo cuanto hizo, su bravura y cómo combatió contra Amasías, rey de Judá ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [13] Se acostó Joás con sus padres y Jeroboam ocupó su trono. Fue sepultado Joás en Samaría, junto a los reyes de Israel. [14] Cuando Eliseo enfermó de la enfermedad de que murió, bajó donde él Joás, rey de Israel, y lloró sobre su rostro diciendo: «¡Padre mío, padre mío, carro y caballos de Israel!» [15] Eliseo le dijo: «Toma un arco y flechas.» El se hizo con un arco y flechas.

[16] Dijo al rey de Israel: «Pon tu mano sobre el arco"; puso su mano. Entonces Eliseo colocó sus manos sobre las manos del rey [17] y dijo: «Abre la ventana hacia Oriente.» El la abrió. Dijo Eliseo: «¡Tira! El tiró. Dijo Eliseo: «Flecha de victoria de Yahveh, flecha de victoria contra Aram. Batirás a Aram en Afeq hasta el exterminio.» [18] Añadió: «Toma las flechas.» El las tomó. Eliseo dijo al rey: «Hiere la tierra.» La hirió tres veces y se detuvo. [19] El hombre de Dios se irritó contra él y le dijo: «Tenías que haber herido cinco o seis veces y entonces hubieras batido a Aram hasta el exterminio, pero ahora lo batirás sólo tres veces.» [20] Eliseo murió y le sepultaron. Las bandas de Moab hacían incursiones todos los años.

[21] Estaban unos sepultando un hombre cuando vieron la banda y, arrojando al hombre en el sepulcro de Eliseo, se fueron. Tocó el hombre los huesos de Eliseo, cobró vida y se puso en pie. [22] Jazael, rey de Aram, había oprimido a Israel todos las días de Joacaz. [23] Pero Yahveh tuvo piedad y se compadeció de ellos volviéndose a ellos a causa de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob y no quiso aniquilarlos ni echarlos lejos de su rostro. [24] Murió Jazael, rey de Aram, y reinó en su lugar su hijo Ben-Hadad. [25] Entonces Joás, hijo de Joacaz, volvió a tomar de mano de Ben-Hadad, hijo de Jazael, las ciudades que había tomado de mano de Joacaz su padre, por las armas. Joás le batió tres veces y recobró las ciudades de Israel.

Capítulo 14

[1] En el año segundo de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel, comenzó a reinar Amasías, hijo de Joás, rey de Judá. [2] Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yehoaddán, de Jerusalén. [3] Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, pero no como su padre David; hizo en todo como su padre Joás. [4] Tan sólo que no desaparecieron los altos, y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos. [5] Cuando el reino se afianzó en sus manos, mató a los servidores que habían matado al rey su padre, [6] pero no hizo morir a los hijos de los asesinos, según está escrito en el libro de la Ley de Moisés, donde Yahveh dio una orden diciendo: «No harán morir a los hijos por los padres, sino que cada uno morirá por su pecado.»

[7] El fue el que batió a los edomitas en el valle de la Sal, a 10.000 hombres, y conquistó la Peña por las armas. La llamó Yoqteel hasta el día de hoy. [8] Entonces Amasías envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, diciendo: Sube,  , nos veremos las caras. [9] Joás, rey de Israel, mandó a decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija para mujer de mi hijo; pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon el cardo. [10] Cierto que has batido a Edom y tu corazón te ha envanecido; sé glorioso, pero quédate en tu casa. ¿Por qué exponerte a una calamidad y a caer tú y Judá contigo?"

[11] Pero Amasías no le escuchó; subió Joás, rey de Israel, y se enfrentaron él y Amasías, rey de Judá, en Bet-Semes de Judá. [12] Judá fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su tienda. [13] Joás, rey de Israel, capturó en Bet-Semes a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, y lo llevó a Jerusalén. Abrió brecha de cuatrocientos codos en la muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraím hasta la puerta del Ángulo. [14] Tomó todo el oro, toda la plata y todos los objetos que se hallaban en la Casa de Yahveh, los tesoros de la casa del rey y también rehenes, y se volvió a Samaría. [15] El resto de los hechos de Joás, cuanto hizo, su bravura y cómo combatió contra Amasías, rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [16] Se acostó Joás con sus padres y fue sepultado en Samaría junto a los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Jeroboam.

[17] Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel. [18] El resto de los hechos de Amasías, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [19] Se conjuraron contra él en Jerusalén y huyó a Lakís, pero enviaron gente en su persecución hasta Lakís y allí lo mataron. [20] Trajéronle a caballo y le sepultaron en Jerusalén con sus padres, en la Ciudad de David. [21] Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y le proclamaron rey en lugar de su padre Amasías.

[22] Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que el rey se hubo acostado con sus padres. [23] En el año quince de Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, en Samaría. Reinó 41 años. [24] Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de todos los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel. [25] El restableció las fronteras de Israel desde la Entrada de Jamat hasta el mar de la Arabá, según la palabra que Yahveh, Dios de Israel, había dicho por boca de su siervo, el profeta Jonás, hijo de Amittay, el de Gat de Jéfer, [26] porque Yahveh había visto la miseria, amarga en extremo, de Israel; no había esclavo ni libre, ni quien auxiliara a Israel.

[27] No había decidido Yahveh borrar el nombre de Israel de debajo de los cielos y lo salvó por mano de Jeroboam, hijo de Joás. [28] El resto de los hechos de Jeroboam, todo cuanto hizo y la bravura con que guerreó, y cómo devolvió Jamat y Damasco a Judá y a Israel, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [29] Se acostó Jeroboam con sus padres y fue sepultado en Samaría con los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Zacarías.

Capítulo 15

[1] En el año veintisiete de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar Ozías, hijo de Amasías, rey de Judá. [2] Tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar y reinó 52 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yekolía de Jerusalén. [3] Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había hecho su padre Amasías. [4] Sólo que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos. [5] Yahveh hirió al rey y quedó leproso hasta el día de su muerte. Vivió en una casa aislada, y Jotam, hijo del rey, estaba al frente de la casa y administraba justicia al pueblo de la tierra.

[6] El resto de los hechos de Ozías, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [7] Se acostó Ozías con sus padres y le sepultaron con sus padres en la Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Jotam. [8] En el año 38 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Zacarías, hijo de Jeroboam, sobre Israel, en Samaría; reinó seis meses. [9] Hizo el mal a los ojos de Yahveh como hicieron sus padres; no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel. [10] Sallum, hijo de Yabés, conspiró contra él, le hirió en Yibleam, le mató, y reinó en su lugar.

[11] El resto de los hechos de Zacarías ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [12] Esta fue la palabra de Yahveh, la que habló a Jehú diciendo: «Tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán en el trono de Israel.» Y así fue. [13] Sallum, hijo de Yabés, comenzó a reinar el año 39 de Ozías, rey de Judá, y reinó un mes en Samaría. [14] Menajem, hijo de Gadí, subió de Tirsá, entró en Samaría e hirió a Sallum, hijo de Yabés, en Samaría; le mató y reinó en su lugar. [15] El resto de los hechos de Sallum y la conspiración que tramó está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel.

[16] Entonces hirió Menajem a Tappúaj y a todos los que había en ella y a su territorio, a partir de Tirsá, porque no le abrieron las puertas; a todas sus embarazadas abrió el vientre. [17] En el año 39 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Menajem, hijo de Gadí, en Israel. Reinó diez años en Samaría. [18] Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel. En su tiempo, [19] Pul, rey de Asiria, vino contra el país. Menajem dio a Pul mil talentos de plata para que le ayudara a él y afianzara el reino en su mano. [20] Menajem exigió el dinero a Israel, a todos los notables, que habían de dar al rey de Asiria cincuenta siclos de plata cada uno. Entonces se volvió el rey de Asiria y no se detuvo allí en el país.

[21] El resto de los hechos de Menajem, todo cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? [22] Menajem se acostó con sus padres, y reinó en su lugar su hijo Pecajías. [23] En el año cincuenta de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Pecajías, hijo de Menajem, sobre Israel, en Samaría. Reinó dos años. [24] Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel. [25] Su escudero Pecaj, hijo de Remalías, se conjuró contra él y le hirió en Samaría, en el torreón de la casa del rey... Había con él cincuenta hombres de los hijos de Galaad. Hizo morir al rey y reinó en su lugar.

[26] El resto de los hechos de Pecajías, todo cuanto hizo, está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel. [27] En el año 52 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Pecaj, hijo de Remalías, sobre Israel, en Samaría. Reinó veinte años. [28] Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel. [29] En tiempo de Pecaj, rey de Israel, vino Teglatfalasar, rey de Asiria, y tomó Iyyón, Abel-Bet-Maacá, Yanóaj, Cadés, Jasor, Galaad, Galilea, todo el país de Neftalí, y los deportó a Asiria. [30] Oseas, hijo de Elá, tramó una conjuración contra Pecaj, hijo de Remalías, le hirió, le mató y reinó en su lugar.

[31] El resto de los hechos de Pecaj, todo cuanto hizo, está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel. [32] En el año segundo de Pecaj, hijo de Remalías, rey de Israel, comenzó a reinar Jotam, hijo de Ozías, rey de Judá. [33] Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yerusá, hija de Sadoq. [34] Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como había hecho su padre Ozías, [35] sólo que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió sacrificando y quemando incienso en los altos. El construyó la Puerta Superior de la Casa de Yahveh.

[36] El resto de los hechos de Jotam, lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [37] En aquellos días comenzó Yahveh a enviar contra Judá a Rasón, rey de Aram, y a Pecaj, hijo de Remalías. [38] Jotam se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de su padre David. Reinó en su lugar su hijo Ajaz.

Capítulo 16

[1] En el año diecisiete de Pecaj, hijo de Remalías, comenzó a reinar Ajaz, hijo de Jotam, rey de Judá. [2] Tenía Ajaz veinte años cuando comenzó a reinar y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yahveh su Dios, como su padre David. [3] Anduvo por el camino de los reyes de Israel e incluso hizo pasar por el fuego a su hijo, según las abominaciones de las naciones que Yahveh había arrojado ante los israelitas. [4] Ofreció sacrificios y quemó incienso en los altos, en las colinas y bajo todo árbol frondoso. [5] Entonces subió Rasón, rey de Aram, y Pecaj, hijo de Remalías, rey de Israel, para combatir a Jerusalén y la cercaron, pero no pudieron conquistarla.

[6] En aquel tiempo el rey de Edom recobró Elat para Edom; expulsó a los de Judá de Elat, entraron los edomitas en Elat y habitaron allí hasta el día de hoy. [7] Ajaz envió mensajeros a Teglatfalasar, rey de Asiria, diciendo: «Soy tu siervo y tu hijo. Sube, pues y sálvame de manos del rey de Israel que se han levantado contra mí.» [8] Y tomó Ajaz la plata y el oro que había en la Casa de Yahveh y en los tesoros de la casa del rey y lo envió al rey de Asiria como presente. [9] El rey de Asiria le escuchó y subió contra Damasco, la conquistó, los deportó a Quir y mató a Rasón. [10] El rey Ajaz fue a Damasco al encuentro de Teglatfalasar, rey de Asiria, y viendo el altar que había en Damasco, envío al sacerdote Urías la imagen del altar y su modelo, según toda su hechura.

[11] El sacerdote Urías construyó un altar; todo cuanto el rey Ajaz había mandado desde Damasco lo realizó el sacerdote Urías antes de que el rey Ajaz regresara de Damasco. [12] Cuando el rey regresó de Damasco vio el altar, se acercó y subió a él. [13] Mandó quemar sobre el altar su holocausto y su oblación, hizo su libación y derramó la sangre de sus sacrificios de comunión; [14] desplazó el altar de bronce que estaba ante Yahveh, delante de la Casa, de entre el altar nuevo y la Casa de Yahveh, y lo colocó al lado del altar nuevo, hacia el norte. [15] El rey Ajaz ordenó al sacerdote Urías: «Sobre el altar grande quemarás el holocausto de la mañana y la oblación de la tarde, el holocausto del rey y su oblación, el holocausto de todo el pueblo de la tierra, sus oblaciones y sus libaciones, derramarás sobre él toda la sangre del holocausto y toda la sangre del sacrificio. Cuanto al altar de bronce, yo me ocuparé de él.» [16] El sacerdote Urías hizo cuanto le había ordenado el rey Ajaz.

[17] El rey Ajaz desmontó los paneles de las basas, quitó de encima de ellos la jofaina; hizo bajar el Mar de bronce de sobre los bueyes que estaban debajo de él y lo colocó sobre un solado de piedra. [18] Cuanto al estrado del trono de la Casa de Yahveh, que se había construido en ella, y la entrada exterior del rey, lo quitó por causa del rey de Asiria. [19] El resto de los hechos de Ajaz, lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [20] Ajaz se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Ezequías.

Capítulo 17

[1] En el año doce de Ajaz, rey de Judá, comenzó a reinar Oseas, hijo de Elá, en Samaría, sobre Israel. Reinó nueve años. [2] Hizo el mal a los ojos de Yahveh, aunque no como los reyes de Israel que le precedieron. [3] Salmanasar, rey de Asiria, subió contra Oseas; Oseas se le sometió y le pagó tributo. [4] Pero el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba, pues había enviado mensajeros a So, rey de Egipto, y no pagó tributo al rey de Asiria, como lo venía haciendo cada año; el rey de Asiria lo detuvo y lo encadenó en la cárcel. [5] El rey de Asiria subió por toda la tierra, llegó a Samaría y la asedió durante tres años.

[6] El año noveno de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaría y deportó a los israelitas a Asiria; los estableció en Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos. [7] Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra Yahveh su Dios, que los había hecho subir de la tierra de Egipto, de bajo la mano de Faraón, rey de Egipto, y habían reverenciado a otros dioses, [8] siguiendo las costumbres de las naciones que Yahveh había arrojado delante de ellos. [9] Los israelitas maquinaron acciones no rectas contra Yahveh su Dios, se edificaron altos en todas las ciudades, desde las torres de guardia hasta las ciudades fortificadas. [10] Se alzaron estelas y cipos sobre toda colina elevada y bajo todo árbol frondoso, [11] y quemaron allí, sobre todos los altos, incienso, como las naciones que Yahveh había expulsado de delante de ellos, y cometieron maldades, que irritaban a Yahveh.

[12] Sirvieron a los ídolos acerca de los que Yahveh les había dicho: «No haréis tal cosa.» [13] Yahveh advertía a Israel y Judá por boca de todos los profetas y de todos los videntes diciendo: «Volveos de vuestros malos caminos y guardad mis mandamientos y mis preceptos conforme a la Ley que ordené a vuestros padres y que les envié por mano de mis siervos los profetas.» [14] Pero ellos no escucharon y endurecieron sus cervices como la cerviz de sus padres, que no creyeron en Yahveh su Dios. [15] Despreciaron sus decretos y la alianza que hizo con sus padres y las advertencias que les hizo, caminando en pos de vanidades, haciéndose ellos mismos vanidad, en pos de las naciones que les rodeaban, acerca de las que Yahveh les había ordenado: «No haréis como ellas.» [16] Abandonaron todos los mandamientos de Yahveh su Dios, y se hicieron ídolos fundidos, los dos becerros; se hicieron cipos y se postraron ante todo el ejército de los cielos y dieron culto a Baal.

[17] Hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por el fuego, practicaron la adivinación y los augurios, y se prestaron a hacer lo malo a los ojos de Yahveh, provocando su cólera. [18] Yahveh se airó en gran manera contra Israel y los apartó de su rostro, quedando solamente la tribu de Judá. [19] Tampoco Judá guardó los mandamientos de Yahveh su Dios y siguió las costumbres que practicó Israel. [20] Rechazó Yahveh el linaje de Israel, los humilló y los entregó en mano de saqueadores, hasta que los arrojó de su presencia; [21] pues como había arrancado a Israel de la casa de David y ellos se habían elegido rey a Jeroboam, hijo de Nebat, Jeroboam alejó a Israel del seguimiento de Yahveh, haciéndoles cometer un gran pecado.

[22] Cometieron los israelitas todos los pecados que hizo Jeroboam, y no se apartaron de ellos, [23] hasta que Yahveh apartó a Israel de su presencia, como había anunciado por medio de todos sus siervos los profetas; deportó a Israel de su tierra a Asiria, hasta el día de hoy. [24] El rey de Asiria hizo venir gentes de Babilonia, de Kutá, de Avvá, de Jamat y de Sefarváyim y los estableció en las ciudades de Samaría en lugar de los israelitas; ellos ocuparon Samaría y se establecieron en sus ciudades. [25] Sucedió que, cuando comenzaron a establecerse allí, no veneraban a Yahveh, y Yahveh envió contra ellos leones que mataron a muchos. [26] Entonces dijeron al rey de Asiria: «Las gentes que has hecho deportar para establecerlas en las ciudades de Samaría no conocen el culto del dios de la tierra, y ha enviado contra ellos leones que los matan, porque ellos no conocen el culto del dios de la tierra.»

[27] El rey de Asiria dio esta orden: «Haced partir allá a uno de los sacerdotes que deporté de allí; que vaya y habite allí y les enseñe el culto del dios de la tierra.» [28] Vino entonces uno de los sacerdotes deportados de Samaría, se estableció en Betel y les enseñó cómo debían reverenciar a Yahveh. [29] Pero cada nación se hizo sus dioses y los pusieron en los templos de los altos que habían hecho los samaritanos, cada nación en las ciudades que habitaba. [30] Las gentes de Babilonia hicieron un Sukkot-Benot, las gentes de Kutá hicieron un Nergal, las gentes de Jamat hicieron un Asimá, [31] los avvitas hicieron un Nibjaz y un Tartaq y los sefarvitas quemaban a sus hijos en honor de Adrammélek y Anammélek, dioses de los sefarvitas.

[32] Veneraban también a Yahveh y se hicieron sacerdotes en los altos, tomados de entre ellos, que oficiaban por ellos en los templos de los altos. [33] Reverenciaban a Yahveh y servían a sus dioses según el rito de las naciones de donde habían sido deportados. [34] Hasta el día de hoy siguen sus antiguos ritos. No reverenciaban a Yahveh y no seguían sus preceptos y sus ritos, la ley y los mandamientos que había mandado Yahveh a los hijos de Jacob, al que dio el nombre de Israel. [35] Yahveh hizo una alianza con ellos y les dio esta orden: «No reverenciaréis dioses extraños, no os postraréis ante ellos, no les serviréis y no les ofreceréis sacrificios. [36] Sino que solamente a Yahveh, que os hizo subir de la tierra de Egipto con gran fuerza y tenso brazo, a él reverenciaréis, ante él os postraréis y a él ofreceréis sacrificios.

[37] Guardaréis los preceptos, los ritos, la ley y los mandamientos que os dio por escrito para cumplirlos todos los días, y no reverenciaréis dioses extraños. [38] No olvidaréis la alianza que hice con vosotros y no reverenciaréis dioses extraños, [39] sino que reverenciaréis sólo a Yahveh vuestro Dios, y él os librará de la mano de todos vuestros enemigos.» [40] Pero ellos no escucharon, sino que siguieron haciendo según sus antiguos ritos. [41] De modo que aquellas gentes reverenciaban a Yahveh, pero servían a sus ídolos; sus hijos y los hijos de sus hijos continúan haciendo como hicieron sus padres hasta el día de hoy.

Capítulo 18

[1] En el año tercero de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías, hijo de Ajaz, rey de Judá. [2] Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve años en Jerusalén; el nombre de su madre era Abía, hija de Zacarías. [3] Hizo lo recto a los ojos de Yahveh enteramente como David su padre. [4] El fue quien quitó los altos, derribó las estelas, cortó los cipos y rompió la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los israelitas le habían quemado incienso hasta aquellos días; se la llamaba Nejustán. [5] Confió en Yahveh, Dios de Israel. Después de él no le ha habido semejante entre todos los reyes de Judá, ni tampoco antes.

[6] Se apegó a Yahveh y no se apartó de él; guardó los mandamientos que Yahveh había mandado a Moisés. [7] Yahveh estuvo con él y tuvo éxito en todas sus empresas; se rebeló contra el rey de Asiria y no le sirvió. [8] El batió a los filisteos hasta Gaza y sus fronteras, desde las torres de guardia hasta las ciudades fortificadas. [9] En el año cuarto del rey Ezequías, que es el año séptimo de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, subió Salmanasar, rey de Asiria, contra Samaría y la asedió. [10] La conquistó al cabo de tres años. En el año sexto de Ezequías, que es el año noveno de Oseas, rey de Israel, fue conquistada Samaría.

[11] El rey de Asiria deportó a los israelitas a Asiria y los instaló en Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos, [12] porque no escucharon la voz de Yahveh su Dios y violaron su alianza y todo cuanto había ordenado Moisés, siervo de Yahveh. No lo escucharon y no lo practicaron. [13] En el año catorce del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asiria, contra todas las ciudades fortificadas de Judá y se apoderó de ellas. [14] Ezequías, rey de Judá, envió a decir a Senaquerib a Lakís: «He pecado; deja de atacarme, y haré cuanto me digas.» El rey de Asiria impuso a Ezequías, rey de Judá, trescientos talentos de plata y treinta talentos de oro. [15] Ezequías entregó todo el dinero que se encontró en la Casa de Yahveh y en los tesoros de la casa del rey.

[16] En aquella ocasión Ezequías quitó las puertas del santuario de Yahveh y los batientes que..., rey de Judá, había revestido de oro, y lo entregó al rey de Asiria. [17] El rey de Asiria envió desde Lakís a Jerusalén, donde el rey Ezequías, al copero mayor con un fuerte destacamento. Subió a Jerusalén y en llegando se colocó en el canal de la alberca superior que está junto al camino del campo del Batanero. [18] Llamó al rey, y el mayordomo de palacio, Elyaquim, hijo de Jilquías, el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, salieron hacia él. [19] El copero mayor les dijo: Decid a Ezequías: «Así habla el gran rey, el rey de Asiria: ¿Qué confianza es ésa en la que te fías? [20] Te has pensado que meras palabras de los labios son consejo y bravura para la guerra. Pero ahora ¿en quién confías, que te has rebelado contra mí? [21] Mira: te has confiado al apoyo de esa caña rota, de Egipto, que penetra y traspasa la mano del que se apoya sobre ella. Pues así es Faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él.

[22] Pero vais a decirme: 'Nosotros confiamos en Yahveh, nuestro Dios.' ¿No ha sido él, Ezequías, quien ha suprimido los altos y los altares y ha dicho a Judá y a Jerusalén: 'Os postraréis delante de este altar en Jerusalén?' [23] Pues apostad ahora con mi señor, el rey de Asiria: te daré 2.000 caballos si eres capaz de encontrarte jinetes para ellos. [24] ¿Cómo harías retroceder a uno solo de los más pequeños servidores de mi señor? ¡Te fías de Egipto para tener carros y gentes de carro! [25] Y ahora ¿es que yo he subido contra este lugar para destruirlo, sin Yahveh? Yahveh me ha dicho: Sube contra esa tierra y destrúyela.» [26] Dijeron Elyaquim, Sebná y Yoaj al copero mayor: «Por favor, háblanos a nosotros, tus siervos, en arameo, que lo entendemos; no nos hables en lengua de Judá a oídos del pueblo que está sobre la muralla.»

[27] El copero mayor dijo: «¿Acaso mi señor me ha enviado a decir estas cosas a tu señor, o a ti, y no a los hombres que se encuentran sobre la muralla, que tienen que comer sus excrementos y beber sus orinas con vosotros?» [28] Se puso en pie el copero mayor y gritó con gran voz, en lengua de Judá, diciendo: «Escuchad la palabra del gran rey, del rey de Asiria. [29] Así habla el rey: No os engañe Ezequías, porque no podrá libraros de mi mano. [30] Que Ezequías no os haga confiar en Yahveh diciendo: 'De cierto nos librará Yahveh, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de Asiria.' [31] No escuchéis a Ezequías, porque así habla el rey de Asiria: Haced paces conmigo, rendíos a mi y comerá cada uno de su viña y de su higuera, y beberá cada uno de su cisterna, [32] hasta que yo llegue y os lleve a una tierra como vuestra tierra, tierra de trigo y de mosto, tierra de pan y de viñas, tierra de aceite y de miel, y viviréis y no moriréis. Pero no escuchéis a Ezequías, porque os engaña diciendo: 'Yahveh nos librará.' [33] ¿Acaso los dioses de las naciones han librado cada uno a su tierra de la mano del rey de Asiria? [34] ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arpad, dónde están los dioses de Sefarváyim, de Hená y de Ivvá? ¿Acaso han librado a Samaría de mi mano? [35] ¿Quiénes, de entre todos los dioses de los países, los han librado de mi poder para que libre Yahveh a Jerusalén de mi mano?» [36] Calló el pueblo y no le respondió una palabra, porque el rey había dado esta orden diciendo: «No le respondáis.»

[37] Elyaquim, hijo de Jilquías, mayordomo de palacio, y el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, fueron a Ezequías, desgarrados los vestidos, y le relataron las palabras del copero mayor.

Capítulo 19

[1] Cuando lo oyó el rey Ezequías desgarró sus vestidos, se cubrió de sayal y se fue a la Casa de Yahveh. [2] Envió a Elyaquim, mayordomo, a Sebná, secretario, y a los sacerdotes ancianos cubiertos de sayal, donde el profeta Isaías, hijo de Amós. [3] Ellos le dijeron: «Así habla Ezequías: Este día es día de angustia, de castigo , de vergüenza. Los hijos están para salir del seno, pero no hay fuerza para dar a luz. [4] ¿No habrá oído Yahveh tu Dios, todas las palabras del copero mayor al que ha enviado el rey de Asiria su señor, para insultar al Dios vivo? ¿No castigará Yahveh tu Dios, las palabras que ha oído? ¡Dirige una plegaria en favor del resto que aún queda!» [5] Cuando los siervos del rey Ezequías llegaron donde Isaías, [6] éste les dijo: «Así diréis a vuestro señor: Esto dice Yahveh: no tengas miedo por las palabras que has oído, con las que me insultaron los criados del rey de Asiria.

[7] Voy a poner en él un espíritu, oirá una noticia y se volverá a su tierra, y en su tierra yo le haré caer a espada.» [8] El copero mayor se volvió y encontró al rey de Asiria atacando a Libná, pues había oído que había partido de Lakís, [9] porque había recibido esta noticia acerca de Tirhacá, rey de Kus: «Mira que ha salido a guerrear contra ti.» Volvió a enviar mensajeros para decir a Ezequías: [10] «Así hablaréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu Dios en el que confías pensando: 'No será entregada Jerusalén en manos del rey de Asiria'. [11] Bien has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, entregándolos al anatema, ¡y tú te vas a librar! [12] ¿Acaso los dioses de las naciones salvaron a aquellos que mis padres aniquilaron, a Gozán, a Jarán, a Résef, a los edenitas que estaban en Tel Basar? [13] ¿Dónde está el rey de Jamat, el rey de Arpad, el rey de Laír, de Sefarváyim, de Hená y de Ivvá?".

[14] Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó. Luego subió a la Casa de Yahveh y Ezequías la desenrolló ante Yahveh. [15] Hizo Ezequías esta plegaria ante Yahveh: «Yahveh, Dios de Israel, que estás sobre los Querubines, tú sólo eres Dios en todos los reinos de la tierra, tú el que has hecho los cielos y la tierra. [16] ¡Tiende, Yahveh, tu oído y escucha; abre, Yahveh, tus ojos y mira! Oye las palabras con que Senaquerib ha enviado a insultar al Dios vivo. [17] Es verdad, Yahveh, que los reyes de Asiria han exterminado las naciones [18] y han entregado sus dioses al fuego, porque ellos no son dioses, sino hechuras de mano de hombre, de madera y de piedra, y por eso han sido aniquilados.

[19] Ahora pues, Yahveh, Dios nuestro, sálvanos de su mano, y sabrán todos los reinos de la tierra que sólo tú eres Dios, Yahveh.» [20] Isaías, hijo de Amós, envió a decir a Ezequías: «Así dice Yahveh, Dios de Israel: He escuchado tu plegaria acerca de Senaquerib, rey de Asiria. [21] Esta es la palabra que Yahveh pronuncia contra él: Ella te desprecia, ella te hace burla, la virgen hija de Sión. Mueve la cabeza a tus espaldas, la hija de Jerusalén. [22] ¿A quién has insultado y blasfemado? ¿Contra quién has alzado tu voz y levantas tus ojos altaneros? ¡Contra el Santo de Israel! [23] Por tus mensajeros insultas a Adonay y dices: Con mis muchos carros subo a los cumbres de los montes a las laderas del Líbano, derribo la altura de sus cedros, la flor de sus cipreses, alcanzo el postrer de sus refugios, su jardín del bosque. [24] Yo he cavado y bebido en extranjeras aguas. Secaré bajo la planta de mis pies. todos los Nilos del Egipto.

[25] ¿Lo oyes bien? Desde antiguo lo tengo preparado; desde viejos días lo había planeado. Ahora lo ejecuto. Tú convertirás en cúmulos de ruinas las fuertes ciudades [26] Sus habitantes, de débiles manos, confusos y aterrados, son plata del campo, verdor de hierba, hierba de tejados, pasto quemado por el viento de Oriente. [27] Si te alzas o te sientas, si sales o entras, estoy presente y lo sé. [28] Pues que te alzas airado contra mí y tu arrogancia ha subido a mis oídos, voy a poner mi anillo en tus narices, mi brida en tu boca, y voy a devolverte por la ruta por la que has venido. [29] La señal será ésta: Este año se comerá lo que rebrote, lo que nazca de sí al año siguiente. Al año tercero sembrad y segad, plantad las viñas y comed su fruto. [30] El resto que se salve de la casa de Judá echará raíces por debajo y frutos en lo alto. [31] Pues saldrá un Resto de Jerusalén, y supervivientes del monte Sión; el celo de Yahveh Sebaot lo hará.

[32] Por eso, así dice Yahveh al rey de Asiria: No entrará en esta ciudad. No lanzará flechas en ella. No le opondrá escudo, ni alzará en contra de ella empalizada. [33] Volverá por la ruta que ha traído. No entrará en esta ciudad. Palabra de Yahveh. [34] Protegeré a esta ciudad para salvarla, por quien soy y por mi siervo David.» [35] Aquella misma noche salió el Angel de Yahveh e hirió en el campamento asirio a 185.000 hombres; a la hora de despertarse, por la mañana, no había más que cadáveres. [36] Senaquerib, rey de Asiria, partió y, volviéndose, se quedó en Nínive.

[37] Y sucedió que estando él postrado en el templo de su dios Nisrok, sus hijos Adrammélek y Saréser le mataron a espada y se pusieron a salvo en el país de Ararat. Su hijo Asarjaddón reinó en su lugar.

Capítulo 20

[1] En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías, hijo de Amós, vino a decirle: «Así habla Yahveh: Da órdenes acerca de tu casa, porque vas a morir y no vivirás.» [2] Ezequías volvió su rostro a la pared y oró a Yahveh diciendo: [3] «¡Ah, Yahveh! Dígnate recordar que yo he andado en tu presencia con fidelidad y corazón perfecto haciendo lo recto a tu ojos.» Y Ezequías lloró con abundantes lágrimas. [4] Antes de que Isaías hubiera salido del patio central, le fue dirigida la palabra de Yahveh diciendo: [5] «Vuelve y di a Ezequías, jefe de mi pueblo: Así habla Yahveh, Dios de tu padre David: He oído tu plegaria y he visto tus lágrimas y voy a curarte. Dentro de tres días subirás a la Casa de Yahveh. [6] Voy a darte quince años más de vida y te libraré a ti y a esta ciudad de la mano del rey de Asiria, y ampararé esta ciudad por quien soy y por amor a mi siervo David.» [7] Isaías dijo: «Tomad una masa de higos.» La tomaron, la aplicaron sobre la úlcera y sanó. [8] Ezequías dijo a Isaías: «¿Cuál será la señal de que Yahveh me va a curar y dentro de tres días subiré a la Casa de Yahveh? [9] Isaías respondió: «Esta será para ti, de parte de Yahveh, la señal de que Yahveh hará lo que ha dicho: ¿Quieres que la sombra avance diez grados o que retroceda diez grados?» [10] Ezequías dijo: «Fácil es para la sombra extenderse diez grados. No. Mejor que la sombra retroceda diez grados.»

[11] El profeta Isaías invocó a Yahveh y Yahveh hizo retroceder la sombra diez grados sobre los grados que había recorrido en los grados de la habitación de arriba de Ajaz. [12] En aquel tiempo Merodak Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un presente a Ezequías porque había oído que Ezequías había estado enfermo. [13] Se alegró Ezequías por ello y enseñó a los enviados su cámara del tesoro, la plata, el oro, los aromas, el aceite precioso, su arsenal y todo cuanto había en los tesoros; no hubo nada que Ezequías no les mostrara en su casa y en todo su dominio. [14] Fue el profeta Isaías al rey Ezequías y le dijo: «¿Qué han dicho estos hombres y de dónde han venido a ti?» Respondió Ezequías: «Han venido de un país lejano, de Babilonia.» [15] Dijo: «¿Qué han visto en tu casa?» Respondió Ezequías: «Han visto cuanto hay en mi casa; nada hay en los tesoros que no les haya enseñado.»

[16] Dijo Isaías a Ezequías: «Escucha la palabra de Yahveh: [17] Vendrán días en que todo cuanto hay en tu casa y cuanto reunieron tus padres hasta el día de hoy será llevado a Babilonia; nada quedará, dice Yahveh. [18] Se tomará de entre tus hijos, los que han salido de ti, los que has engendrado, para que sean eunucos en el palacio del rey de Babilonia.» [19] Respondió Ezequías a Isaías: «Es buena la palabra de Yahveh que me dices.» Pues pensaba: «¿Qué me importa, si hay paz y seguridad en mis días?» [20] El resto de los hechos de Ezequías, toda su bravura, cómo hizo la alberca y la traída de aguas a la ciudad ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [21] Ezequías se acostó con sus padres y reinó en su lugar su hijo Manasés.

Capítulo 21

[1] Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Jefsí-Baj. [2] Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las gentes que Yahveh había expulsado delante de los israelitas. [3] Volvió a edificar los altos que había destruido su padre Ezequías, alzó altares a Baal e hizo un cipo como lo había hecho Ajab, rey de Israel; se postró ante todo el ejército de los cielos y les sirvió. [4] Construyó altares en la Casa de la que Yahveh había dicho: «En Jerusalén pondré mi Nombre.» [5] Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la Casa de Yahveh.

[6] Hizo pasar a su hijo por el fuego; practicó los presagios y los augurios, hizo traer los adivinos y nigromantes, haciendo mucho mal a los ojos de Yahveh y provocando su cólera. [7] Colocó el ídolo de Aserá, que había fabricado, en la Casa de la que dijo Yahveh a David y Salomón su hijo: «En esta Casa y en Jerusalén, que he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre. [8] No haré errar más los pasos de Israel fuera de la tierra que di a sus padres, con tal que procuren hacer según todo lo que les he mandado y según toda la Ley que les ordené por mi siervo Moisés.» [9] Pero no han escuchado, y Manasés los ha extraviado para que obren el mal más que las naciones que había aniquilado Yahveh delante de los israelitas. [10] Entonces habló Yahveh por boca de sus siervos, los profetas, diciendo: [11] «Porque Manasés, rey de Judá, ha hecho estas abominaciones, haciendo el mal más que cuanto hicieron los amorreos antes de él, haciendo que también Judá pecase con sus ídolos, [12] por eso, así habla Yahveh, Dios de Israel: Voy a hacer venir sobre Jerusalén y Judá un mal tan grande que a quienes lo oyeren les zumbarán los oídos. [13] Extenderé sobre Jerusalén la cuerda de Samaría y el nivel de la casa de Ajab, y fregaré a Jerusalén como se friega un plato, que se le vuelve del revés después de fregado. [14] Arrojaré el resto de mi heredad y los entregaré en manos de sus enemigos; serán presa y botín de todos sus enemigos, [15] porque hicieron lo que es malo a mis ojos y me han irritado desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta este día.» [16] Manasés derramó también sangre inocente en tan gran cantidad que llenó a Jerusalén de punta a cabo, aparte del pecado que hizo cometer a Judá haciendo lo que es malo a los ojos de Yahveh. [17] El resto de los hechos de Manasés, todo cuanto hizo, los pecados que cometió ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [18] Manasés se acostó con sus padres y fue sepultado en el jardín de su casa, en el jardín de Uzzá, y reinó en su lugar su hijo Amón.

[19] Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar y reinó dos años en Jerusalén; el nombre de su madre era Mesullémet, hija de Jarús de Yotbá. [20] Hizo el mal a los ojos de Yahveh como había hecho su padre Manasés. [21] Caminó enteramente por el camino que siguió su padre, sirvió a los ídolos a los que sirvió su padre y se postró ante ellos. [22] Abandonó a Yahveh, Dios de sus padres, y no anduvo por el camino de Yahveh. [23] Los siervos de Amón se conjuraron contra él y mataron al rey en su casa.

[24] Mató el pueblo de la tierra a todos los conjurados contra el rey Amón, y el pueblo de la tierra proclamó rey en su lugar a su hijo Josías. [25] El resto de los hechos de Amón, lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [26] Le sepultaron en su sepulcro, en el jardín de Uzzá, y reinó en su lugar su hijo Josías.

Capítulo 22

[1] Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar y reinó 31 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yedidá, hija de Adías, de Boscat. [2] Hizo lo recto a los ojos de Yahveh y anduvo enteramente por el camino de David su padre, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. [3] En el año dieciocho del rey Josías, envió el rey al secretario Safán, hijo de Asalías, hijo de Mesullam, a la Casa de Yahveh diciendo: [4] «Sube donde Jilquías, sumo sacerdote, para que funda el dinero llevado a la Casa de Yahveh y que los guardianes del umbral han recogido del pueblo, [5] y que se ponga en manos de los que hacían las obras, los encargados de la Casa de Yahveh y ellos lo den a los que trabajan en la Casa para hacer las reparaciones de la Casa de Yahveh, [6] a los carpinteros y obreros de la construcción y albañiles, y para comprar maderas y piedra de cantería para la reparación de la Casa.

[7] Pero no se les pida cuentas del dinero que se pone en sus manos porque se portan con fidelidad.» [8] El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán: «He hallado en la Casa de Yahveh el libro de la Ley.» Jilquías entregó el libro a Safán, que lo leyó. [9] Fue el secretario Safán al rey y le rindió cuentas diciendo: «Tus siervos han fundido el dinero en la Casa y lo han puesto en manos de los que hacen las obras, los encargados de la Casa de Yahveh.» [10] Después el secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro.» Y Safán lo leyó en presencia del rey. [11] Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley rasgó sus vestiduras.

[12] Y ordenó el rey al sacerdote Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Akbor, hijo de Miqueas, al secretario Safán y a Asaías, ministro del rey: [13] «Id a consultar a Yahveh por mí y por el pueblo y por todo Judá acerca de las palabras de este libro que se ha encontrado, porque es grande la cólera de Yahveh que se ha encendido contra nosotros porque nuestros padres no escucharon las palabras de este libro haciendo lo que está escrito en él.» [14] El sacerdote Jilquías, Ajicam, Akbor, Safán y Asaías fueron donde la profetisa Juldá, mujer de Sallum, hijo de Tiqvá, hijo de Jarjás, encargado del vestuario; vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva. Ellos le hablaron [15] y ella les respondió: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Decid al hombre que os ha enviado a mí: [16] 'Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes, según todas las palabras del libro que ha leído el rey de Judá, [17] porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses irritándome con todas las obras de sus manos. Mi cólera se ha encendido contra este lugar y no se apagará.' [18] Y al rey de Judá, que os ha enviado para consultar a Yahveh, le diréis: 'Así dice Yahveh, Dios de Israel: Las palabras que has oído...

[19] Pero ya que tu corazón se ha conmovido y te has humillado en presencia de Yahveh, al oír lo que he dicho contra este lugar y contra sus habitantes, que serán objeto de espanto y execración, ya que has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí, yo a mi vez he oído, oráculo de Yahveh. [20] Por eso voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu sepulcro, y no verán tus ojos ninguno de los males que yo voy a traer contra este lugar.'» Ellos llevaron la respuesta al rey.

Capítulo 23

[1] El rey hizo convocar a su lado a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén, [2] y subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén; los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo desde el menor al mayor; y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la alianza hallado en la Casa de Yahveh. [3] El rey estaba de pie junto a la columna; hizo en presencia de Yahveh la alianza para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos con todo el corazón y toda el alma, y para poner en vigor las palabras de esta alianza escritas en este libro. Todo el pueblo confirmó la alianza. [4] El rey ordenó a Jilquías, al segundo de los sacerdotes y a los encargados del umbral que sacaran del santuario de Yahveh todos los objetos que se habían hecho para Baal, para Aserá y para todo el ejército de los cielos; los quemó fuera de Jerusalén en los yermos del Cedrón y llevó sus cenizas a Betel. [5] Suprimió los sacerdotes paganos que pusieron los reyes de Judá y que quemaban incienso en los altos, en las ciudades de Judá y en los contornos de Jerusalén, a los que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a los astros celestes y a todo el ejército de los cielos.

[6] Sacó la Aserá de la Casa de Yahveh fuera de Jerusalén, al torrente Cedrón, la quemó allí en el torrente Cedrón, la redujo a cenizas y arrojó las cenizas a las tumbas de los hijos del pueblo. [7] Derribó las casas de los consagrados a la prostitución que estaban en la Casa de Yahveh y donde las mujeres tejían velos para Aserá. [8] Hizo venir a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y profanó los altos donde quemaban incienso, desde Gueba hasta Berseba. Derribó los altos de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, a la izquierda según se pasa la puerta de la ciudad. [9] Con todo, los sacerdotes de los altos no podían acercarse al altar de Yahveh en Jerusalén, aunque comían los panes ázimos en medio de sus hermanos. [10] Profanó el Tófet del valle de Ben Hinnom, para que nadie hiciera pasar por el fuego a su hijo o a su hija en honor de Mólek.

[11] Suprimió los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al Sol, a la entrada de la Casa de Yahveh, cerca de la habitación del eunuco Netán-Mélek, en las dependencias, y quemó el carro del Sol. [12] Los altares que estaban sobre el terrado de la habitación superior de Ajaz, que hicieron los reyes de Judá, y los altares que hizo Manasés en los dos patios de la Casa de Yahveh, el rey los derribó, los rompió allí y arrojó sus cenizas al torrente Cedrón. [13] El rey profanó los altos que estaban frente a Jerusalén, al sur del Monte de los Olivos, que Salomón, rey de Israel, había construido a Astarté, monstruo abominable de los sidonios, a Kemós, monstruo abominable de Moab, y a Milkom, abominación de los amonitas. [14] Rompió las estelas, cortó los cipos y llenó sus emplazamientos de los huesos humanos. [15] También el altar que había en Betel y el alto que hizo Jeroboam, hijo de Nebat, el que hizo pecar a Israel, derribó este altar y este alto, rompió las piedras, las redujo a polvo, y quemó el cipo.

[16] Volvió la cabeza Josías y vio los sepulcros que habían allí en la montaña; mandó tomar los huesos de las tumbas y los quemó sobre el altar, profanándolo, y cumpliéndose así la palabra de Yahveh que había dicho al hombre de Dios cuando Jeroboam estaba en pie junto al altar durante la fiesta. Josías se volvió y vio la tumba del hombre de Dios que había dicho estas cosas; [17] y dijo: «¿Qué monumento es ése que veo? Los hombres de la ciudad le respondieron: «Es la tumba del hombre de Dios que vino de Judá y anunció estas cosas que has hecho contra el altar de Betel.» [18] Dijo él: «Dejadle en paz. Que nadie toque sus huesos.» Y salvaron sus huesos, junto con los huesos del profeta que vino de Samaría. [19] También hizo desaparecer Josías todos los templos de los altos de las ciudades de Samaría que hicieron los reyes de Israel, irritando a Yahveh, e hizo con ellos enteramente como había hecho en Betel. [20] Inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de los altos que se encontraban allí y quemó sobre ellos huesos humanos. Y se volvió a Jerusalén.

[21] El rey dio esta orden a todo el pueblo: «Celebrad la Pascua en honor de Yahveh, vuestro Dios, según está escrito en este libro de la alianza.» [22] No se había celebrado una Pascua como está desde los días de los Jueces que habían juzgado a Israel, ni en los días de los reyes de Israel y de los reyes de Judá. [23] Tan sólo en el año dieciocho del rey Josías se celebró una Pascua así en honor de Yahveh en Jerusalén. [24] También los nigromantes y los adivinos, los terafim y los ídolos y todos los monstruos abominables que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, fueron eliminados por Josías, para poner en vigor las palabras de la Ley escritas en el libro que encontró el sacerdote Jilquías en la Casa de Yahveh. [25] No hubo antes de él ningún rey que se volviera como él a Yahveh, con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fuerza, según toda la ley de Moisés, ni después de él se ha levantado nadie como él.

[26] Sin embargo, Yahveh no se volvió del ardor de su gran cólera que se había encendido contra Judá por todas las irritaciones con que le había irritado Manasés. [27] Yahveh había dicho: «También a Judá apartaré de mi presencia, como he apartado a Israel, y rechazaré a esta ciudad que había elegido, a Jerusalén y a la Casa de que había dicho: Mi Nombre estará en ella.» [28] El resto de los hechos de Josías, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [29] En sus días subió el Faraón Nekó, rey de Egipto, hacia el rey de Asiria, junto al río Éufrates. Fue el rey Josías a su encuentro, pero Nekó le mató en Meguiddó en cuanto le vio. [30] Sus servidores trasladaron en carro el cadáver desde Meguiddó, llegaron a Jerusalén y lo sepultaron en su sepulcro. El pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le ungieron y proclamaron rey, en lugar de su padre.

[31] Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar y reinó tres meses en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de Libná. [32] Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como lo habían hecho sus padres. [33] El Faraón Nekó lo encadenó en Riblá, en el país de Jamat, para que no reinara más en Jerusalén y puso un impuesto al país de cien talentos de plata y diez talentos de oro. [34] El faraón Nekó puso por rey a Elyaquim, hijo de Josías, en lugar de su padre Josías, y le cambió el nombre en Yoyaquim. Cuanto a Joacaz, le tomó y le llevó a Egipto, donde murió. [35] Yoyaquim entregó la plata y el oro a Faraón, pero para dar el dinero según la orden de Faraón, impuso una derrama al país, a cada uno según sus bienes; apremió al pueblo de la tierra acerca del dinero que había de dar al faraón Nekó.

[36] Veinticinco años tenía Yoyaquim cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén; el nombre de su madre era Zebida, hija de Pedaías de Rumá. [37] Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como hicieron sus padres.

Capítulo 24

[1] En sus días, Nabucodonosor, rey de Babilonia, hizo una expedición y Yoyaquim le quedó sometido durante tres años. Luego volvió a rebelarse contra él. [2] Yahveh envió contra él bandas de caldeos, bandas de arameos, bandas de moabitas y bandas de ammonitas; los envió contra Judá para destruirlo según la palabra que Yahveh había dicho por boca de sus siervos los profetas. [3] Tan sólo por orden de Yahveh ocurrió esto en Judá, para apartarlo de su presencia por los pecados de Manasés, por todo lo que había hecho, [4] y también por la sangre inocente que había derramado llenando a Jerusalén de sangre inocente. Yahveh no quiso perdonar. [5] El resto de los hechos de Yoyaquim, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? [6] Se acostó Yoyaquim con sus padres y reinó en su lugar su hijo Joaquín.

[7] No volvió a salir de su tierra el rey de Egipto, porque el rey de Babilonia había conquistado, desde el torrente de Egipto hasta el río Éufrates, todo cuanto era del rey de Egipto. [8] Dieciocho años tenía Joaquín cuando comenzó a reinar y reinó tres meses en Jerusalén; el nombre de su madre era Nejustá, hija de Elnatán, de Jerusalén. [9] Hizo el mal a los ojos de Yahveh enteramente como había hecho su padre. [10] En aquel tiempo las gentes de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la ciudad fue asesiada. [11] Vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, a la ciudad, mientras sus siervos la estaban asediando.

[12] Joaquín, rey de Judá, se rindió al rey de Babilonia, él, su madre, sus servidores, sus jefes y eunucos; los apresó el rey de Babilonia en el año octavo de su reinado. [13] Se llevó de allí todos los tesoros de la Casa de Yahveh y los tesoros de la casa del rey, rompió todos los objetos de oro que había hecho Salomón, rey de Israel, para el santuario de Yahveh, según la palabra de Yahveh. [14] Deportó a todo Jerusalén, todos los jefes y notables, 10.000 deportados; a todos los herreros y cerrajeros; no dejó más que a la gente pobre del país. [15] Deportó a Babilonia a Joaquín, a la madre del rey y a las mujeres del rey, a sus eunucos y a los notables del país; los hizo partir al destierro, de Jerusalén a Babilonia. [16] Todos los hombres de valor, en número de 7.000, los herreros y cerrajeros, un millar, todos los hombres aptos para la guerra, el rey de Babilonia los llevó deportados a Babilonia.

[17] El rey de Babilonia puso por rey, en lugar de Joaquín, a su tío Mattanías, cambiando su nombre en Sedecías. [18] Veintiún años tenía Sedecías cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de Libná. [19] Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como había hecho Joaquín. [20] Esto sucedió a causa de la cólera de Yahveh contra Jerusalén y Judá, hasta que los arrojó de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia.

Capítulo 25

[1] En el año noveno de su reinado, en el mes décimo, el diez del mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén; acampó contra ella y la cercaron con una empalizada. [2] La ciudad estuvo sitiada hasta el año once de Sedecías. [3] El mes cuarto, el nueve del mes, cuando arreció el hambre en la ciudad y no había pan para la gente del pueblo, [4] se abrió una brecha en la ciudad y el rey partió con todos los hombres de guerra, durante la noche, por el camino de la Puerta, entre los dos muros que están sobre el parque del rey, mientras los caldeos estaban alrededor de la ciudad, y se fue por el camino de la Arabá. [5] Las tropas caldeas persiguieron al rey y le dieron alcance en los llanos de Jericó; entonces todo el ejército se dispersó de su lado.

[6] Capturaron al rey y lo subieron a Riblá donde el rey de Babilonia, que lo sometió a juicio. [7] Los hijos de Sedecías fueron degollados a su vista, y a Sedecías le sacó los ojos, le encadenó y le llevó a Babilonia. [8] En el mes quinto, el siete del mes, en el año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nebuzaradán, jefe de la guardia, siervo del rey de Babilonia, vino a Jerusalén. [9] Incendió la Casa de Yahveh y la casa del rey y todas las casas de Jerusalén. [10] Todas las tropas caldeas que había con el jefe de la guardia demolieron las murallas que rodeaban a Jerusalén.

[11] Cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y el resto de la gente, Nebuzaradán, jefe de la guardia, los deportó. [12] El jefe de la guardia dejó algunos para viñadores y labradores de entre la gente pobre. [13] Los caldeos rompieron las columnas de bronce que había en la Casa de Yahveh, las basas, el Mar de bronce de la Casa de Yahveh, y se llevaron el bronce a Babilonia. [14] Tomaron también los ceniceros, las paletas, los cuchillos, las cucharas y todos los utensilios de bronce de que se servían. [15] El jefe de la guardia tomó los incensarios y los aspersorios, cuanto había de oro y plata.

[16] Cuanto a las dos columnas, el Mar y las basas que Salomón había hecho para la Casa de Yahveh, no se pudo calcular el peso del bronce de todos aquellos objetos. [17] La altura de una columna era dieciocho codos, y encima tenía un capitel de bronce; la altura del capitel era cinco codos; había un trenzado y granadas en torno al capitel, todo de bronce. Lo mismo para la segunda columna. [18] El jefe de la guardia tomó preso a Seraías, primer sacerdote, y a Sefanías, segundo sacerdote, y a los tres encargados del umbral. [19] Tomó a un eunuco de la ciudad, que era inspector de los hombres de guerra, a cinco hombres de los cortesanos del rey, que se encontraban en la ciudad, al secretario del jefe del ejército, encargado del alistamiento del pueblo de la tierra, y a sesenta hombres de la tierra que se hallaban en la ciudad. [20] Nebuzaradán, jefe de la guardia, los tomó y los llevó a Riblá, donde el rey de Babilonia; [21] y el rey de Babilonia los hirió haciéndoles morir en Riblá, en el país de Jamat. Así fue deportado Judá, lejos de su tierra.

[22] Al pueblo que quedó en la tierra de Judá y que había dejado Nabucodonosor, rey de Babilonia, le puso por gobernador a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán. [23] Todos los jefes de tropas y sus hombres oyeron que el rey de Babilonia había puesto por gobernador a Godolías y fueron donde Godolías a Mispá: Ismael, hijo de Netanías, Yojanán, hijo de Caréaj, Seraías, hijo de Tanjumet el netofita, Yaazanías de Maaká, ellos y sus hombres. [24] Godolías les hizo un juramento, a ellos y a sus hombres, y les dijo: «No temáis nada de los siervos de los caldeos, quedaos en el país y servid al rey de Babilonia, y os irá bien. [25] Pero en el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá, que era de linaje real, vino con diez hombres e hirieron de muerte a Godolías, así como a los judíos y caldeos que estaban con él, en Mispá. [26] Entonces todo el pueblo, desde el más pequeño al más grande, y los jefes de tropas se levantaron y se fueron a Egipto, porque tuvieron miedo de los caldeos.

[27] En el año 37 de la deportación de Joaquín, rey de Judá, en el mes doce, el veintisiete del mes, Evil-Merodak, rey de Babilonia, hizo gracia, en el año en que comenzó a reinar, a Joaquín, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel. [28] Le habló con benevolencia y le dio un asiento superior al asiento de los reyes que estaban con él en Babilonia. [29] Joaquín se quitó sus vestidos de prisión y comió siempre a la mesa en su presencia, todos los días de su vida. [30] Le fue dado constantemente su sustento de parte del rey, día tras día, todos los días de su vida.

1 CRÓNICAS

Capítulo 1

[1] Adán, Set, Enós; [2] Quenán, Mahalalel, Yered; [3] Henoc, Matusalén, Lámek; [4] Noé, Sem, Cam y Jafet. [5] Hijos de Jafet: Gómer, Magog, los medos, Yaván, Túbal, Mések y Tirás.

[6] Hijos de Gómer: Askenaz, Rifat y Togarmá [7] Hijos de Yaván: Elisá, Tarsis, Kittim y Rodanim. [8] Hijos de Cam: Kus y Misrayim, Put y Canaán. [9] Hijos de Kus: Sebá, Javilá, Sabtá, Ramá y Sabteká. Hijos de Ramá: Sebá y Dedán. [10] Kus engendró a Nimrod, que fue el primer hombre poderoso de la tierra.

[11] Misrayim engendró a los luditas, anamitas, lahabitas, naftujitas, [12] patrusitas, kaslujitas y kaftoritas, de donde proceden los filisteos. [13] Canaán engendró a Sidón, su primogénito, a Jet, [14] y al jebuseo, al amorreo, al guirgasita, [15] al jivita, al arquita, al sinita, [16] al arvadita, al semarita y al jamatita.

[17] Hijos de Sem: Elam, Assur, Arpaksad, Lud y Aram. Hijos de Aram: Us, Jul, Guéter y Mések. [18] Arpaksad engendró a Sélaj y Sélaj engendró a Héber. [19] A Héber le nacieron dos hijos: el nombre del primero era Pélej, porque en sus días fue dividida la tierra, y el nombre de su hermano era Yoqtán. [20] Yoqtán engendró a Almodad, Sélef, Jasarmávet, Yéraj, [21] Hadoram, Uzal, Diqlá, [22] Ebal, Abimael, Sebá, [23] Ofir, Javilá, Yobab: todos ellos hijos de Yoqtán.

[24] Arpaksad, Sélaj, [25] Héber, Pélej, Reú, [26] Serug, Najor, Téraj, [27] Abram, o sea Abraham. [28] Hijos de Abraham: Isaac e Ismael.

[29] Sus descendientes son éstos: El primogénito de Ismael: Nebayot; después, Quedar, Adbeel, Mibsam, [30] Mismá, Dumá, Massá, Jadad, Temá, [31] Yetur, Nafís y Quedmá. Estos son los hijos de Ismael. [32] Hijos de Queturá, concubina de Abraham. Dio a luz a Zimrán, Joqsán, Medán, Madián, Yisbaq y Súaj. Hijos de Yoqsán: Sebá y Dedán. [33] Hijos de Madián: Efá, Efer, Henoc, Abidá y Eldaá. Todos ellos son hijos de Queturá.

[34] Abraham engendró a Isaac. Hijos de Isaac: Esaú e Israel. [35] Hijos de Esaú: Elifaz, Reuel, Yeús, Yalam y Coré. [36] Hijos de Elifaz: Temán, Omar, Sefí, Gatam, Quenaz, Timná y Amalec. [37] Hijos de Reuel: Nájat, Zéraj, Sammá y Mizzá. [38] Hijos de Seír: Lotán, Sobal, Sibón, Aná, Disón, Eser y Disán.

[39] Hijos de Lotán: Jorí y Homán. Hermana de Lotán fue Timná. [40] Hijos de Sobal: Alyán, Manájat. Ebal, Sefí y Onam. Hijos de Sibón: Ayyá y Aná. [41] Hijos de Aná: Disón. Hijos de Disón: Jamrán, Esbán, Yitrán y Kerán. [42] Hijos de Eser: Bilhán, Zaaván y Yaacán. Hijos de Disón: Us y Arán. [43] Estos son los reyes que reinaron en el país de Edom antes de que hubiera rey entre los israelitas: Bela, hijo de Beor; el nombre de su ciudad era Dinhabá.

[44] Murió Bela, y reinó en su lugar Yobab, hijo de Zéraj, de Bosrá. [45] Murió Yobab y reinó en su lugar Jusam, del país de los temanitas. [46] Y murió Jusam, y en su lugar reinó Hodad, hijo de Bedad, que derrotó a los madianitas en los campos de Moab; el nombre de su ciudad fue Avit. [47] Murió Hodad, y reinó en su lugar Samlá, de Masrecá. [48] Murió Samlá, y reinó en su lugar Saúl, de Rejobot Hannahar.

[49] Murió Saúl y reinó en su lugar Baal Janán, hijo de Akbor. [50] Murió Baal Janán y reinó en su lugar Hodad. El nombre de su ciudad era Paí, y el de su mujer Mehetabel, hija de Matred, hija de Mezahab. [51] Murió Hodad, y hubo jeques en Edom: el jeque Timná, el jeque Alyá, el jeque Yetet, [52] el jeque Oholibamá, el jeque Elá, el jeque Pinón, [53] el jeque Quenaz, el jeque Temán, el jeque Mibsar, [54] el jeque Magdiel, el jeque Iram. Estos fueron los jeques de Edom.

Capítulo 2

[1] Estos son los hijos de Israel: Rubén, Simeón, Leví y Judá, Isacar y Zabulón, [2] Dan, José y Benjamín, Neftalí, Gad y Aser. [3] Hijos de Judá: Er, Onán y Selá; los tres le nacieron de Bat Súa la cananea. Er, primogénito de Judá, era malo a los ojos de Yahveh, que le quitó la vida. [4] Tamar, nuera de Judá, le dio a luz a Peres y Zéraj. Todos los hijos de Judá fueron cinco. [5] Hijos de Peres: Jesrón y Jamul.

[6] Hijos de Zéraj: Zimrí, Etán, Hemán, Kalkol y Dardá, en total cinco. [7] Hijos de Karmí: Akar, que perturbó a Israel por haber violado el anatema. [8] Hijos de Etán: Azarías. [9] Hijos de que le nacieron a Jesrón: Yerajmeel, Ram y Kelubay. [10] Ram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Najsón, príncipe de los hijos de Judá.

[11] Najsón engendró a Salmá, y Salmá engendró a Booz. [12] Booz engendró a Obed y Obed engendró a Jesé. [13] Jesé engendró a su primogénito Eliab; Abinadab, el segundo; Simá, el tercero; [14] Netanel, el cuarto; Radday, el quinto; [15] Osem, el sexto; David, el séptimo.

[16] Hermanas suyas fueron Sarvia y Abigaíl. Hijos de Sarvia: Abisay, Joab y Asahel, tres. [17] Abigaíl dio a luz a Amasá, el padre de Amasá fue Yéter el ismaelita. [18] Caleb, hijo de Jesrón, engendró a Yeriot, de su mujer Azubá. Estos son sus hijos: Yéser, Sobab y Ardón. [19] Murió Azubá y Caleb tomó por mujer a Efratá, de la que tuvo a Jur. [20] Jur engendró a Urí, y Urí engendró a Besalel.

[21] Después se unió Jesrón a la hija de Makir, padre de Galaad. Tenía él sesenta años cuando la tomó por mujer; y le dijo a luz a Segub. [22] Segub engendró a Yaír, que poseyó veintitrés ciudades en el país de Galaad. [23] Los guesuritas y los arameos les tomaron las aldeas de Yaír, Quenat y sus aduares: sesenta ciudades. Todo esto pertenece a los hijos de Makir, padre de Galaad. [24] Después de morir Jesrón, Caleb se unió a Efratá, mujer de su padre Jesrón, la cual le dio a luz a Asjur, padre de Técoa. [25] Los hijos de Yerajmeel, primogénito de Jesrón, fueron: Ram, el primogénito, y Buná, Orén, Osem y Ajías.

[26] Yerajmeel tuvo otra mujer cuyo nombre era Atará, que fue madre de Onam. [27] Los hijos de Ram, primogénito de Yerajmeel, fueron: Maás, Yamín y Equer. [28] Y los hijos de Onam fueron Sammay y Yadá; los hijos de Sammay, Nadab y Abisur. [29] La mujer de Abisur se llamaba Abihayil, que le dio a luz a Ajbán y Molid. [30] Los hijos de Nadab fueron Séled y Efraím; Séled murió sin hijos.

[31] Hijo de Efraím fue Yisí; hijo de Yisí, Sesán; hijo de Sesán, Ajlay. [32] Hijos de Yadá, hermano de Sammay, fueron Yéter y Jonatán; Yéter murió sin hijos. [33] Hijos de Jonatán: Pélet y Zazá. Estos fueron los descendientes de Yerajmeel. [34] Sesán no tuvo hijos, sino hijas; tenía Sesán un siervo egipcio que se llamaba Yarjá. [35] Y dio Sesán una hija suya a su siervo Yarjá por esposa, la cual le engendró a Attay, [36] Attay engendró a Natán, Natán engendró a Zabad, [37] Zabad engendró a Eflal, Eflal engendró a Obed, [38] Obed engendró a Jehú, Jehú engendró a Azarías, [39] Azarías engendró a Jeles, Jeles engendró a Elasá, [40] Elasá engendró a Sismay, Sismay engendró a Sallum,

[41] Sallum engendró a Yecamías, Yecamías engendró a Elisamá. [42] Hijos de Caleb, hermano de Yerajmeel: Mesá, su primogénito, que fue padre de Zif; tuvo por hijo a Maresá, padre de Hebrón. [43] Hijos de Hebrón: Coré, Tappúaj, Réquem y Sema. [44] Sema engendró a Rájam, padre de Yorqueam; Réquem engendró a Sammay. [45] Hijo de Sammay fue Maón, y Maón fue padre de Bet Sur.

[46] Efá, concubina de Caleb, dio a luz a Jarán, Mosá y Gazez; Jarán engendró a Gazez. [47] Hijos de Yahday: Réguem, Jotam, Guesán, Pélet, Efá y Sáaf. [48] Maaká, concubina de Caleb, dio a luz a Séber y Tirjaná. [49] Engendró también a Sáaf, padre de Madmanná, y a Sevá, padre de Makdená y padre de Guibeá. Hija de Caleb fue Aksá. [50] Estos fueron los hijos de Caleb. Hijos de Jur, primogénito de Efratá: Sobal, padre de Quiryat Yearim; [51] Salmá, padre de Belén; Járef, padre de Bet Gáder.

[52] Sobal, padre de Quiryat Yearim, tuvo por hijos a Haroé, es decir, la mitad de los manajatitas [53] y las familias de Quiryat Yearim; los yitríes, los putíes, los sumatíes y los misraíes. De ellos salieron los soratíes y los de Estaol. [54] Hijos de Salmá: Belén y los netofatíes, Atrot Bet Joab, la otra mitad de los manajatitas, los soríes [55] y las familias de los sofríes que habitaban en Yabés, los tiratíes, los simatíes, los sukatíes. Estos son kineos, descendientes de Jamat, padre de la casa de Rebak.

Capítulo 3

[1] Estos son los hijos que le nacieron a David en Hebrón: el primogénito Amnón, hijo de Ajinoam, de Yizreel; el segundo, Daniel, hijo de Abigaíl de Carmelo; [2] el tercero, Absalón, hijo de Maaká, hija de Talmay, rey de Guesur; el cuarto, Adonías, hijo de Jagguit; [3] el quinto, Sefatías, de Abital; el sexto, Yitream, de su mujer Eglá. [4] Estos seis le nacieron en Hebrón, donde reinó siete años y seis meses. Reinó en Jerusalén 33 años. [5] Estos son los que le nacieron en Jerusalén: Simá, Sobab, Natán, Salomón, los cuatro de Bat Súa, hija de Ammiel.

[6] Además, Yibjar, Elisamá, Elifélet, [7] Nogah, Néfeg, Yafía, [8] Elisamá, Elyadá, Elifélet: nueve. [9] Estos son todos los hijos de David, sin contar los hijos de las concubinas. Hermana de ellos fue Tamar. [10] Hijo de Salomón: Roboam; hijo suyo, Abías; hijo suyo, Asá; hijo suyo, Josafat; [11] hijo suyo, Joram; hijo suyo, Ocozías; hijo suyo, Joás; [12] hijo suyo, Amasías; hijo suyo, Azarías; hijo suyo, Jotam; [13] hijo suyo, Acaz; hijo suyo, Ezequías; hijo suyo, Manasés; [14] hijo suyo, Amón; hijo suyo, Josías.

[15] Hijos de Josías: Yojanán, el primogénito; Yoyaquim, el segundo; Sedecías, el tercero; Sallum, el cuarto. [16] Hijos de Yoyaquim: su hijo Joaquim y su hijo Sedecías. [17] Hijos de Joaquín, el cautivo: Sealtiel su hijo; [18] Malkiram, Pedaías, Senassar, Yecamías, Hosamá, Nedabías. [19] Hijos de Pedaías: Zorobabel y Simí. Hijos de Zorobabel: Mesullam, Jananías y Selomit, hermana de ellos.

[20] Hijos de Mesullam: Jasubá, Ohel, Berekías, Jasadías y Yusab Jésed: cinco. [21] Hijos de Jananías: Pelatías; Isaías, hijo suyo; Refaías, hijo suyo; Arnán, hijo suyo; Abdías, hijo suyo; Sekanías, hijo suyo. [22] Hijos de Sekanías: Semaías, Jattús, Yigal, Baríaj, Nearías y Safat: seis. [23] Hijos de Nearías: Elyoenay, Ezequías, Azricam: tres. Hijos de Elyoenay: Hodaías, Elyasib, Pelaías, Aqcub, Yojanán, Delaías y Ananí: siete.

Capítulo 4

[1] Hijos de Judá: Peres, Jesrón, Karmí, Jur y Sobal. [2] Reaías, hijo de Sobal, engendró a Yájat. Yájat engendró a Ajumay y Lahad. Estas son familias de los soreatitas. [3] Estos son los hijos de Jur, padre de Etam: Yizreel, Yismá y Yibdás. Su hermana se llamaba Haslelponí. [4] Penuel fue el padre de Guedor, y Ezer padre de Jusá. Estos son los hijos de Jur, primogénito de Efratá, padre de Belén. [5] Asjur, padre de Técoa, tuvo dos mujeres: Jelá y Naará.

[6] Naará dio a luz a Ajuzzam, Jéfer, los timnitas y los ajastaritas. Estos son los hijos de Naará. [7] Hijos de Jelá: Séret, Sójar, Etnán. [8] Cos engendró a Anub y Hossobebá y las familias de Ajarjel, hijo de Harum. [9] Pero Yabés fue más ilustre que sus hermanos, y su madre le dio el nombre de Yabés, diciendo: «Di a luz con dolor.» [10] Yabés invocó al Dios de Israel, exclamando: «Si de verdad me bendices, ensancharás mis términos, tu mano estará conmigo y alejarás el mal para que no padezca aflicción.» Y otorgóle Dios su petición.

[11] Kelub, hermano de Sujá, engendró a Mejir, que fue padre de Estón. [12] Estón engendró a Bet Rafá, Paséaj y Tejinná, padre de Ir Najás. Estos son los hombres de Rekal. [13] Hijos de Quenaz: Otniel y Seraías. Hijos de Otniel: Jatat y Meonotay. [14] Meonotay engendró a Ofrá, y Seraías engendró a Joab, padre de Gue Jarasim, pues eran artesanos. [15] Hijos de Caleb, hijo de Yefunné: Ir, Elá y Náam; hijo de Elá: Quenaz.

[16] Hijos de Yehallelel: Zif, Zifá, Tiryá y Asarel. [17] Hijos de Ezrá: Yéter, Méred, Efer y Yalón. Ella concibió a María, Samay y Yisbaj, padre de Estemoa. [18] Su mujer, la de Judá, dio a luz a Yéred, padre de Guedor, a Héber, padre de Sokó, y a Yecutiel, padre de Zanóaj. Estos son los hijos de Bitía, hija del Faraón, que Méred había tomado por esposa. [19] Hijos de la mujer de Odías, hermana de Nájam, padre de Queilá el garmita y Estemoa el maakatita. [20] Hijos de Simón: Ammón y Rinná, Ben Janán y Tilón. Hijos de Yisí: Zójet y Ben Zójet.

[21] Hijos de Sela, hijo de Judá: Er, padre de Leká, y Ladá, padre de Maresá, y las familias de los que trabajan el lino en Bet Asbea. [22] Yoquim, los hombres de Kozebá; y Joás y Saraf, que se casaron en Moab, antes de volver a Belén. Estas son cosas muy antiguas. [23] Ellos eran alfareros y habitaban en Netaím y Guederá; moraban allí con el rey, trabajando a su servicio. [24] Hijos de Simeón: Nemuel, Yamín, Yarib, Zéraj y Saúl, [25] Sallum, su hijo; Mibsam, su hijo; Mismá, su hijo.

[26] Hijos de Mismá: Jammuel, hijo suyo; Zakkur, hijo suyo; Simí, hijo suyo. [27] Simí tuvo dieciséis hijos y seis hijas, pero sus hermanos no tuvieron muchos hijos, no se multiplicaron todas sus familias como los hijos de Judá. [28] Habitaban en Berseba, Moladá, Jasar-Sual, [29] Bilhá, Esem y Tolad, [30] Betuel, Jormá, Siquelag, [31] Bet Markabot, Jasar Susim, Bet Birí y Saaráyim. Estas fueron sus ciudades hasta el reino de David.

[32] También sus aldeas: Etam, Ayim, Rimmón, Tokén y Asán, cinco ciudades, [33] y todas sus aldeas que están en torno a aquellas ciudades, hasta Baalat. Aquí habitaron y éste fue su registro genealógico. [34] Mesobab, Yamlek, Yosá, hijo de Amasías, [35] Joel, Jehú, hijo de Yosibías, hijo de Seraías, hijo de Asiel; [36] Elyoenay, Yaacobá, Yesojaías, Asaías, Adiel, Yesimiel y Benaías, [37] Zizá, hijo de Sifí, hijo de Allón, hijo de Yedaías, hijo de Simrí, hijo de Semaías.

[38] Estos que han sido citados por sus nombres, fueron jefes en sus familias y sus casas paternas y se multiplicaron grandemente. [39] Se dirigieron a la entrada de Guerar, hasta el oriente del valle, buscando pastos para sus ganados. [40] Y hallaron pastos pingües y buenos y una tierra espaciosa, tranquila y segura, pues antes habían morado allí los descendientes de Cam. [41] Estos que se han citado por sus nombres vinieron en tiempos de Ezequías, rey de Judá, y destruyeron las tiendas de aquéllos, y los refugios que allí se encontraban, entregándolos al anatema hasta el día de hoy; y habitaron en lugar de ellos, ya que había allí pastos para sus ganados. [42] Algunos de los hijos de Simeón, en número de quinientos hombres, se fueron a la montaña de Seír; sus jefes eran Pelatías, Nearías, Refaías, Uzziel, hijos de Yisí: [43] derrotaron a los restos de Amalec, que habían escapado, y habitaron allí hasta el día de hoy.

Capítulo 5

[1] Hijos de Rubén, primogénito de Israel. Rubén había nacido el primero, mas por haber manchado el tálamo de su padre fue dada su primogenitura a los hijos de José, hijo de Israel. Con todo, José no fue inscrito en las genealogías como el primogénito, [2] pues Judá se hizo poderoso entre sus hermanos y de él procede el príncipe, pero la primogenitura pertenece a José. [3] Hijos de Rubén, primogénito de Israel: Henoc, Pallú, Jesrón y Karmí. [4] Hijos de Joel: Semaías, hijo suyo; Gog, hijo suyo; Simí, hijo suyo; [5] Miká, hijo suyo; Reaías, hijo suyo; Báal, hijo suyo; [6] Beerá, hijo suyo, al cual Teglatfalasar, rey de Asiria, llevó cautivo. Era jefe de los rubenitas.

[7] Hermanos suyos, por familias, agrupados según sus genealogías: el primero, Yeiel, Zacarías, [8] Belá, hijo de Azaz, hijo de Sema, hijo de Joel. Este habitaba en Aroer y hasta Nebo y Báal Meón. [9] Habitaban, asimismo, al oriente hasta el borde del desierto que se extiende desde el río Éufrates, pues sus ganados se habían multiplicado en la tierra de Galaad. [10] En los días de Saúl hicieron guerra contra los agareos, que cayeron en sus manos; y habitaron en sus tiendas por toda la parte oriental de Galaad. [11] Los hijos de Gad habitaban junto a ellos en la tierra de Basán hasta Salká.

[12] Joel fue el primero, Safán el segundo; luego Yanay y Safat, en Basán. [13] Sus hermanos, por casas paternas, fueron: Miguel, Mesullam, Seba, Yoray, Yakán, Zía y Héber: siete. [14] He aquí los hijos de Abijayil, hijo de Jurí, hijo de Yaróaj, hijo de Guilad, hijo de Miguel, hijo de Yesisay, hijo de Yajdó, hijo de Buz. [15] Ají, hijo de Abdiel, hijo de Guní, era cabeza de sus casas paternas. [16] Habitaban en Galaad, en Basán y sus aldeas, y en todos los ejidos de Sarón hasta sus confines.

[17] Todos ellos fueron registrados en los días de Jotam, rey de Judá, y en los días de Jeroboam, rey de Israel. [18] Los hijos de Rubén, los de Gad y la media tribu de Manasés eran hombres valientes, llevaban escudo y espada, manejaban el arco y eran diestros en la guerra. Salían a campaña en número de 44.760. [19] Hicieron guerra contra los agareos, contra Yetur, Nafis y Nodab, [20] y Dios les ayudó contra ellos, de suerte que los agareos y todos los que con ellos estaban fueron entregados en sus manos; pues en la batalla clamaron a Dios y les fue propicio, por cuanto confiaban en él. [21] Capturaron sus ganados: sus camellos, en número de 50.000, 250.000 ovejas, 2.000 asnos y 100.000 personas, [22] pues, por ser guerra de Dios, cayeron muertos muchos. Habitaron el lugar de ellos hasta el destierro.

[23] Los hijos de la media tribu de Manasés habitaron en el país desde Basán hasta Báal Hermón, Senir y la montaña de Hermón. Eran muy Caperosos. [24] He aquí los jefes de sus casas paternas: Efer, Yisi, Eliel, Azriel, Jeremías, Hodavías y Yajdiel, hombres valerosos, gente famosa, jefes de sus casas paternas. [25] Pero fueron infieles al Dios de sus padres y se prostituyeron siguiendo a los dioses de los pueblos del país que Dios había destruido delante de ellos. [26] Por lo cual el Dios de Israel suscitó el espíritu de Pil, rey de Asiria, que deportó a los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, y los llevó a Jalaj, Jabor, Jará y el río Gozán, hasta el día de hoy. [27] Hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí.

[28] Hijos de Quehat: Amram, Yishar, Hebrón y Uzziel. [29] Hijos de Amram: Aarón, Moisés y María. Hijos de Aarón: Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar. [30] Eleazar engendró a Pinjás, Pinjás engendró a Abisúa. [31] Abisúa engendró a Buqquí y Buqquí engendró a Uzzí, [32] Uzzí engendró a Zerajías, Zerajías engendró a Merayot, [33] Merayot engendró a Amarías, Amarías engendró a Ajitub, [34] Ajitub engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Ajimaas, [35] Ajimaas engendró a Azarías, Azarías engendró a Yojanán, [36] Yojanán engendró a Azarías, el cual ejerció el sacerdocio en la Casa que Salomón edificó en Jerusalén.

[37] Azarías engendró a Amarías, Amarías engendró a Ajitub, [38] Ajitub engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Sallum, [39] Sallum engendró a Jilquías, Jilquías engendró a Azarías, [40] Azarías engendró a Seraías, Seraías engendró a Yehosadaq, [41] Yehosadaq marchó cuando Yahveh deportó a Judá y Jerusalén por mano de Nabucodonosor.

Capítulo 6

[1] Hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí. [2] Estos son los nombres de los hijos de Guersón: Libní y Simí. [3] Hijos de Quehat: Amram, Yishar, Hebrón y Uzziel. [4] Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Estas son las familias de los levitas según sus casas paternas. [5] De Guersóm: Libní, hijo suyo; Yájat, hijo suyo: Zimmá, hijo suyo; [6] Yoaj, hijo suyo; Iddó, hijo suyo; Zéraj, hijo suyo; Yeatray, hijo suyo.

[7] Hijos de Quehat: Amminadab, hijo suyo; Coré, hijo suyo; Assir, hijo suyo; [8] Elcaná, hijo suyo; Ebyasaf, hijo suyo; Assir, hijo suyo; [9] Tájat, hijo suyo; Uriel, hijo suyo; Uzzías, hijo suyo; Saúl, hijo suyo. [10] Hijos de Elcaná: Amasay y Ajimot. [11] Elcaná, hijo suyo; Sufay, hijo suyo; Nájat, hijo suyo.

[12] Eliab, hijo suyo; Yerojam, hijo suyo; Elcaná, hijo suyo. [13] Hijos de Elcaná: Samuel, el primogénito y Abías, el segundo. [14] Hijos de Merarí: Majlí; Libní, hijo suyo; Simí, hijo suyo; Uzzá, hijo suyo; [15] Simá, hijo suyo; Jagguías, hijo suyo; Asaías, hijo suyo. [16] Estos son los que puso David para dirigir el canto en la Casa de Yahveh, desde que el arca tuvo un lugar de reposo.

[17] Ejercían el ministerio de cantores ante la Morada de la Tienda del Encuentro, hasta que Salomón edificó la Casa de Yahveh en Jerusalén. Cumplían su servicio conforme a su reglamento. [18] Estos son los que ejercían ese ministerio con sus hijos: De los hijos de Quehat: Hemán el cantor, hijo de Joel, hijo de Samuel, [19] hijo de Elcaná, hijo de Yerojam, hijo de Eliel, hijo de Tóaj, [20] hijo de Suf, hijo de Elcaná, hijo de Májat, hijo de Amasay, [21] hijo de Elcaná, hijo de Joel, hijo de Azarías, hijo de Sofonías, [22] hijo de Tájat, hijo de Assir, hijo de Ebyasaf, hijo de Coré, [23] hijo de Yishar, hijo de Quehat, hijo de Leví, hijo de Israel.

[24] Su hermano Asaf, que asistía a su derecha: Asaf, hijo de Berekías, hijo de Simá, [25] hijo de Miguel, hijo de Baasías, hijo de Malkías, [26] hijo de Etní, hijo de Zéraj, hijo de Adaías, [27] hijo de Etán, hijo de Zimmá, hijo de Simí, [28] hijo de Yájat, hijo de Guersom, hijo de Leví.

[29] Los hijos de Merarí, hermanos de ellos, asistían a la izquierda: Etán, hijo de Quisí, hijo de Abdí, hijo de Malluk, [30] hijo de Jasabías, hijo de Amasías, hijo de Jilquías, [31] hijo de Amsí, hijo de Baní, hijo de Sémer, [32] hijo de Majlí, hijo de Musí, hijo de Merarí, hijo de Leví. [33] Sus hermanos, los levitas, estaban dedicados a los servicios de la Morada de la Casa de Dios.

[34] Aarón y sus hijos quemaban las ofrendas en el altar del holocausto y en el altar de los perfumes, según todo el servicio de las cosas sacratísimas, y hacían la expiación por todo Israel, conforme a todo cuanto había mandado Moisés, siervo de Dios. [35] Estos son los hijos de Aarón: Eleazar, su hijo; Pinjás, su hijo: Abisúa, su hijo; [36] Buqquí, su hijo; Uzzí, su hijo; Zerajías, su hijo; [37] Merayot, su hijo; Amarías, su hijo; Ajitub, su hijo; [38] Sadoq, su hijo; Ajimaas, su hijo.

[39] He aquí sus residencias según el orden de sus fronteras: A los hijos de Aarón, de la familia de los quehatitas —pues la suerte cayó sobre ellos— [40] se les dio Hebrón en la tierra de Judá, con sus ejidos circundantes; [41] pero el campo de la ciudad y sus aldeas se dieron a Caleb, hijo de Yefunné. [42] Se dio a los hijos de Aarón como ciudades de asilo: Hebrón, Libná con sus ejidos, Yattir y Estemoa con sus ejidos, [43] Jilaz con sus ejidos, Debir con sus ejidos, [44] Asán con sus ejidos y Bet Semes con sus ejidos.

[45] De la tribu de Benjamín: Gueba con sus ejidos, Alémet con sus ejidos y Anatot con sus ejidos. El total de todas sus ciudades: trece ciudades según sus familias. [46] A los otros hijos de Quehat les dieron por sorteo, conforme a sus familias, diez ciudades de la tribu de Efraím, de la tribu de Dan y de la media tribu de Manasés. [47] A los hijos de Guersom, según sus familias, trece ciudades de la tribu de Isacar, de la tribu de Aser, de la tribu de Neftalí y de la tribu de Manasés en el Basán. [48] A los hijos de Merarí, según sus familias, les tocaron en suerte doce ciudades de la tribu de Rubén, de la tribu de Gad y de la tribu de Zabulón; [49] los israelitas dieron a los levitas estas ciudades con sus ejidos.

[50] De la tribu de los hijos de Judá, de la tribu de los hijos de Benjamín, les tocaron en suerte las ciudades a las que pusieron sus nombres. [51] En la tribu de Efraím se tomaron ciudades para algunas familias de los hijos de Quehat. [52] Se les asignó como ciudades de asilo: Siquem con sus ejidos, en la montaña de Efraím, Guézer con sus ejidos, [53] Yoqmeam con sus ejidos y Bet Jorón con sus ejidos, [54] Ayyalón con sus ejidos, Gat Rimmón con sus ejidos.

[55] Y de la media tribu de Manasés: Aner con sus ejidos, Bilam con sus ejidos. Esta para los restantes hijos de Quehat. [56] Para los hijos de Guersom: De la familia de la media tribu de Manasés, Golán, en Basán, con sus ejidos, Astarot con sus ejidos. [57] De la tribu de Isacar, Cadés con sus ejidos, Dobrat con sus ejidos, [58] Ramot con sus ejidos, Anem con sus ejidos. [59] De la tribu de Aser, Masal con sus ejidos, Abdón con sus ejidos, [60] Jucoq con sus ejidos y Rejob con sus ejidos.

[61] De la tribu de Neftalí: Cadés en Galilea con sus ejidos, Jammón con sus ejidos y Quiryatáyim con sus ejidos. [62] Para los demás hijos de Merarí: de la tribu de Zabulón: Rimmón con sus ejidos y Tabor con sus ejidos. [63] Y en la otra parte del Jordán, frente a Jericó, al oriente del Jordán, de la tribu de Rubén: Béser en el desierto, con sus ejidos, y Yahsa con sus ejidos, [64] Quedemot con sus ejidos y Mefaat con sus ejidos. [65] De la tribu de Gad: Ramot en Galaad con sus ejidos, Majanáyim con sus ejidos, [66] Jesbón con sus ejidos y Yazer con sus ejidos.

Capítulo 7

[1] Hijos de Isacar: Tolá, Puá, Yasub, Simrón: cuatro. [2] Hijos de Tolá: Uzzí, Refaías, Yeriel, Yajmay, Yibsam y Samuel, jefes de las casas paternas de Tolá. Su número, en los días de David, era, según sus genealogías, de 22.600, valientes guerreros. [3] Hijos de Uzzí: Yizrajías; hijos de Yizrajías: Miguel, Abdías, Joel, Yissaías: en total cinco jefes. [4] Tenían, según sus genealogías, por sus casas paternas, divisiones de tropas de guerra en número de 36.000; pues tenían muchas mujeres e hijos. [5] Sus hermanos de todas las familias de Isacar, eran 87.000, esforzados guerreros, inscritos todos ellos en las genealogías.

[6] Hijos de Benjamín: Bela, Béker, Yediael: tres. [7] Hijos de Bela: Esbón, Uzzí, Uzziel, Yerimot e Irí: cinco jefes de las casas paternas, esforzados guerreros, inscritos en las genealogías en número de 22.034. [8] Hijos de Béker: Zamirá, Joás, Eliezer, Elyoenay, Omrí, Yeremot, Abías, Anatot y Alémet; todos éstos hijos de Béker. [9] Estaban inscritos según linajes y los jefes de sus casa paternas; tenían 20.200 guerreros esforzados. [10] Hijos de Yediael: Bilhán. Hijos de Bilhán: Yeús, Benjamín, Ehúd, Kenaaná, Zetán, Tarsis y Ajisajar.

[11] Todos estos fueron hijos de Yediael, cabezas de familia, esforzados guerreros, en número de 17.200, aptos para la milicia y la guerra. [12] Suppim y Juppim. Hijos de Ir: Jusim; su hijo: Ajer. [13] Hijos de Neftalí: Yajseel, Guní, Yézer y Sallum, hijos de Bilhá. [14] Hijos de Manasés: Asriel, que le dio a luz su concubina aramea. Esta le dio también a luz a Makir, padre de Galaad. [15] Makir tomó una mujer para Juppim y para Suppim, y el nombre de su hermana era Maaká. El nombre del segundo era Selofjad; Selofjad tuvo hijas.

[16] Maaká, mujer de Makir, dio a luz un hijo, a quien llamó Peres. Su hermano se llamaba Seres y sus hijos Ulam y Réquem. [17] Hijos de Ulam: Bedán. Estos son los hijos de Galaad, hijo de Makir, hijo de Manasés. [18] Su hermana, Malkat, dio a luz a Ishod, Abiézer y Majlá. [19] Los hijos de Semidá fueron: Ajyán, Sékem, Liqjí y Aniam. [20] Hijos de Efraím: Sutélaj, Bered, su hijo; Tájat, su hijo; Eladá, su hijo; Tájat, su hijo; [21] Zabad, su hijo; Sutélaj, su hijo; Ezer y Elad. Pero los hombres de Gat, nacidos en el país, los mataron, pues habían bajado a apoderarse de sus ganados.

[22] Su padre Efraím los lloró durante muchos días, y sus hermanos vinieron a consolarle. [23] Después se unió a su mujer, que concibió y le dio un hijo, a quien llamó Beriá, porque la desgracia estaba en su casa. [24] Hija suya fue Seerá, que edificó a Bet Jorón de arriba y de abajo y a Uzén Seerá. [25] Réfaj, hijo suyo; Sutélaj, hijo suyo; Taján, hijo suyo. [26] Ladán, hijo suyo; Ammihúd, hijo suyo; Elisamá, hijo suyo; [27] Nun, hijo suyo; Josué, hijo suyo.

[28] Tenían propiedades y habitaban en Betel y sus aldeas anejas, en Naarán hacia el oriente, en Guézer y sus aldeas anejas hacia el occidente, en Siquem y sus aldeas hasta Ayyá y sus aldeas. [29] Y en manos de los hijos de Manasés estaban Bet Seán y sus aldeas anejas, Tanak y sus aldeas, Meguiddó y sus aldeas, Dor y sus aldeas. En ellas habitaron los hijos de José, hijo de Israel. [30] Hijos de Aser: Yimná, Yisvá, Yisví, Beriá, y Seraj, hermana de éstos. [31] Hijos de Beriá: Héber y Malkiel, el cual fue padre de Birzayit. [32] Héber engendró a Yaflet, Semer, Jotam y Suá, hermana de ellos.

[33] Hijos de Yaflet: Pasak, Bimhal y Asvat. Estos son los hijos de Yaflet. [34] Hijos de Sémer: Ají, Rohgá, Jubbá y Aram. [35] Hijos de Hélem, su hermano: Sofaj, Yimná, Seles y Amal. [36] Hijos de Sofaj: Súaj, Jarnéfer, Sual, Berí y Yimrá; [37] Béser, Hod, Sammá, Silsá, Yitrán y Beerá.

[38] Hijos de Yéter: Yefunné, Pispá y Ará. [39] Hijos de Ullá: Araj, Janniel y Risías. [40] Todos estos fueron hijos de Aser, jefes de familia, gente escogida, esforzados guerreros, jefes de príncipes. En los registros genealógicos estaban inscritos en número de 26.000 hombres, aptos para la milicia y la guerra.

Capítulo 8

[1] Benjamín engendró a Bela, su primogénito; Asbel, el segundo; Ajiram el tercero; [2] Nojá, el cuarto, y Rafá, el quinto. [3] Los hijos de Bela fueron: Addar y Guerrá, padre de Ehúd, [4] Abisúa, Naamán, Ajoaj, [5] Guerá, Sefufán y Juram.

[6] Estos son los hijos de Ehúd, los jefes de familia de los que moraban en Gueba y a los que deportaron a Manájat: [7] Naamán, Ajías y Guerá. Este los deportó, y engendró a Uzzá y Ajijud. [8] Sajaráyim engendró hijos en los campos de Moab, después de haber repudiado a sus mujeres Jusim y Baará. [9] Y de su nueva mujer engendró a Yobab, Sibías, Mesá, Malckom, [10] Yeús, Sakías y Mirmá. Estos son sus hijos, jefes de casas paternas.

[11] Y de Jusim engendró a Atibub y Elpáal: [12] Hijos de Elpáal: Héber. Misam y Semed, el cual edificó Onó, Lud y sus aldeas anejas. [13] Beriá y Sema fueron cabezas de familia de los habitantes de Ayyalón, que pusieron en fuga a los moradores de Gat. [14] Hermano suyo: Sesaq. Yeremot, [15] Zebadías, Arad, Eder.

[16] Miguel, Yispá, Yojá: eran hijos de Beriá. [17] Zebadías, Mesullam, Jizquí, Jáber. [18] Yismeray, Yizlías y Yobab: hijos de Elpáal. [19] Yaquim, Zikrí, Zabdí, [20] Elienay. Silletay, Eliel, [21] Adaías, Beraías y Simrat: hijos de Simí.

[22] Yispán, Héber, Eliel, [23] Abdón, Zikrí, Janán, [24] Jananías, Elam, Antotías, [25] Yifdías y Penuel: hijos de Sesaq. [26] Samseray, Serajías, Atalías, [27] Yaaresías, Elías y Zikri: hijos de Yerojam.

[28] Estos eran los jefes de las casas paternas, según sus linajes, que habitaban en Jerusalén. [29] En Gabaón habitaba Yeiel, padre de Gabaón, cuya mujer se llamaba Maaká. [30] Su hijo primogénito: Abdón; después Sur, Quis, Báal, Ner, Nadab, [31] Guedor, Ajyó, Záker. [32] Miqlot engendró a Simá. También éstos habitaron, igual que sus hermanos, en Jerusalén, con sus hermanos.

[33] Ner engendró a Quis, Quis engendró a Saúl, Saúl engendró a Jonatán, Malki Súa, Abinadab y Esbáal. [34] Hijo de Jonatán: Merib Báal. Merib Báal engendró a Miká. [35] Hijos de Miká: Pitón, Mélek, Tarea, Ajaz. [36] Ajaz engendró a Yehoaddá, Yehoaddá engendró a Alémet, Azmávet y Zimri; Zimrí engendró a Mosá. [37] Mosá engendró a Biná, cuyo hijo fue Rafá, cuyo hijo fue Elasá, cuyo hijo fue Asel.

[38] Asel tuvo seis hijos, cuyos nombres son: Azricam, su primogénito; después, Israel, Searías, Abdías y Janán. Todos ellos son hijos de Asel. [39] Hijos de Eseq, hermano suyo: Ulam, su primogénito, Yeús, el segundo, y Elifélet, el tercero. [40] Los hijos de Ulam fueron esforzados guerreros que manejaban el arco; tuvieron muchos hijos y nietos: 150. Todos estos eran descendientes de Benjamín.

Capítulo 9

[1] Todos los israelitas estaban registrados en las genealogías e inscritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá, cuando fueron deportados a Babilonia por sus infidelidades. [2] Los primeros que volvieron a habitar en sus propiedades y ciudades fueron israelitas, sacerdotes, levitas y donados. [3] En Jerusalén habitaron hijos de Judá, hijos de Benjamín, hijos de Efraím y de Manasés. [4] Utay, hijo de Ammihúd, hijo de Omrí, hijo de Imrí, hijo de Baní, de los hijos de Peres, hijo de Judá. [5] De los silonitas: Asaías, el primogénito, y sus hijos.

[6] De los hijos de Zéraj: Yeuel y sus hermanos: 690. [7] De los hijos de Benjamín: Sallú, hijo de Mesullam, hijo de Hodavías, hijo de Hassenuá; [8] Yibneías, hijo de Yerojam: Ela, hijo de Uzzí, hijo de Mikrí, y Mesullam, hijo de Sefatías, hijo de Reuel, hijo de Yibnías, [9] y sus hermanos, según sus genealogías: 956. Todos estos eran jefes de familia en sus respectivas casas paternas. [10] De los sacerdotes: Yedaías, Yehoyarib, Yakín, [11] Azarías, hijo de Jilquías, hijo de Mesullam, hijo de Sadoq, hijo de Merayot, hijo de Ajitub, príncipe de la Casa de Dios.

[12] Adaías, hijo de Yerojam, hijo de Pasjur, hijo de Malkías; Masay, hijo de Adiel, hijo de Yajzerá, hijo de Mesullam, hijo de Mesillemit, hijo de Immer; [13] y sus hermanos, jefes de sus casas paternas: 1.760 hombres aptos para los ejercicios del culto de la Casa de Dios. [14] De los levitas: Semaías, hijo de Jassub, hijo de Azricam, hijo de Jasabías, de los hijos de Merarí. [15] Baqbacar, Herés, Galal y Mattanías, hijo de Miká, hijo de Zikrí, hijo de Asaf. [16] Abdías, hijo de Semaías, hijo de Galal, hijo de Yedutún; y Berekías, hijo de Asá, hijo de Elcaná, que habitaban en los poblados de los netofatíes.

[17] Los porteros: Sallum, Aqcub, Talmón, Ajimán y sus hermanos. Sallum era el jefe; [18] y están hasta el presente junto a la puerta del rey, al oriente. Estos son los porteros del campamento de los hijos de Leví: [19] Sallum, hijo de Qoré, hijo de Ebyasaf, hijo de Coré, y sus hermanos los coreítas, de la misma casa paterna, tenían el servicio del culto como guardianes de los umbrales de la Tienda, pues sus padres habían tenido a su cargo la guardia de acceso al campamento de Yahveh. [20] Antiguamente había sido su jefe Pinjás, hijo de Eleazar, con el que estaba Yahveh. [21] Zacarías, hijo de Meselemías, era portero de la entrada de la Tienda del Encuentro.

[22] El total de los elegidos para porteros era de 212, y estaban inscritos en sus poblados. David y Samuel el vidente les habían establecido en sus cargos permanentemente. [23] Tanto ellos como sus hijos tenían a su cargo las puertas de la Casa de Yahveh, la casa de la Tienda. [24] Había porteros a los cuatro vientos: al oriente, al occidente, al norte y al mediodía. [25] Sus hermanos, que habitaban en sus poblados, tenían que venir periódicamente a estar con ellos durante siete días, [26] porque los cuatro jefes de los porteros eran permanentes; algunos levitas estaban al cuidado de las cámaras y de los tesoros de la Casa de Dios.

[27] Pasaban la noche alrededor de la Casa de Dios, pues les incumbía su vigilancia y habían de abrirla todas las mañanas. [28] Unos tenían el cuidado de los utensilios del culto, y los contaban al meterlos y al sacarlos. [29] Otros estaban encargados de los utensilios y de todos los instrumentos del Santuario, de la flor de harina, el vino, el aceite, el incienso y los aromas. [30] Los que hacían la mezcla para los aromas eran sacerdotes. [31] Mattitías, uno de los levitas, primogénito de Sallum el coreíta, estaba al cuidado constante de las cosas que se freían en sartén.

[32] Entre los quehatitas, sus hermanos, algunos estaban encargados de poner en filas los panes cada sábado. [33] Había también cantores, cabezas de familia de los levitas y moraban en las habitaciones de la Casa, exentos de servicio, pues se ocupaban de día y de noche en su ministerio. [34] Estos son, según sus genealogías, los cabezas de familia de los levitas, jefes de sus linajes que habitaban en Jerusalén. [35] En Gabaón moraban el padre de Gabaón, Yeiel, cuya mujer se llamaba Maaká [36] y Abdón su hijo primogénito; después, Sur, Quis, Báal, Ner, Nadab, [37] Guedor, Ajyó, Zacarías y Miqlot.

[38] Miqlot engendró a Simam. También éstos habitaron en Jerusalén junto a sus hermanos y en unión con éstos. [39] Ner engendró a Quis, Quis engendró a Saúl, Saúl engendró a Jonatán, Malki Súa, Abinadab y Esbáal. [40] Hijo de Jonatán: Merib Báal. Merib Báal engendró a Miká. [41] Hijos de Miká: Pitón, Mélek, Tajrea. [42] Ajaz engendró a Yará, Yará engendró a Alémet, Azmavet y Zimrí. Zimrí engendró a Mosá.

[43] Mosá engendró a Binná. Refaías, hijo suyo: Elasá, hijo suyo; Asel, hijo suyo. [44] Asel tuvo seis hijos, cuyos nombres son: Azricam, su primogénito, Ismael, Searías, Obadías y Janán. Estos fueron los hijos de Asel.

Capítulo 10

[1] Trabaron batalla los filisteos contra Israel; huyeron los hombres de Israel ante los filisteos, y cayeron heridos de muerte en el monte Gelboé. [2] Los filisteos apretaron de cerca a Saúl y a sus hijos, y mataron a Jonatán, Abinadab y Malki Súa, hijos de Saúl. [3] El peso de la batalla cargó sobre Saúl, los arqueros le descubrieron y fue herido por los arqueros. [4] Dijo Saúl a su escudero: «Saca tu espada y traspásame con ella; no sea que vengan esos incircuncisos y hagan mofa de mí.» Pero el escudero no quiso, pues estaba lleno de temor. Entonces tomó Saúl la espada y se arrojó sobre ella. [5] Viendo el escudero que Saúl había muerto, se arrojó, también él, sobre su espada y murió con él.

[6] Así murió Saúl con sus tres hijos; y toda su casa murió juntamente con él. [7] Viendo todos los hombres de Israel, que estaban en el valle, que las tropas de Israel se daban a la fuga y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron; vinieron los filisteos y se establecieron en ellas. [8] Al otro día vinieron los filisteos para despojar a los muertos, y encontraron a Saúl y a sus hijos caídos en el monte Gelboé. [9] Despojándole, se llevaron su cabeza y sus armas, y mandaron anunciar la buena nueva por el contorno del país de los filisteos, a sus dioses y al pueblo. [10] Depositaron sus armas en el templo de su dios y clavaron su cabeza en el templo de Dagón.

[11] Supieron todos los habitantes de Yabés de Galaad lo que los filisteos habían hecho con Saúl, [12] se levantaron todos los valientes, tomaron el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos, y los llevaron a Yabés. Enterraron sus huesos bajo el tamarindo de Yabés, y ayunaron siete días. [13] Saúl murió a causa de la infidelidad que había cometido contra Yahveh, porque no guardó la palabra de Yahveh y también por haber interrogado y consultado a una nigromante, [14] en vez de consultar a Yahveh, por lo que le hizo morir, y transfirió el reino a David, hijo de Jesé.

Capítulo 11

[1] Congregóse todo Israel en torno a David, en Hebrón, y dijeron: «Mira: hueso tuyo , carne tuya somos nosotros. [2] Ya de antes, cuando Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigías las entradas y salidas de Israel; Yahveh, tu Dios, te ha dicho: 'Tú apacentarás a mi pueblo Israel.'» [3] Vinieron todos los ancianos de Israel adonde el rey, a Hebrón; David hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahveh; y ellos ungieron a David como rey sobre Israel, según la palabra que Yahveh había pronunciado por boca de Samuel. [4] Después marchó David con todo Israel contra Jerusalén, o sea, Jebús; los habitantes del país eran jebuseos. [5] Y decían los habitantes de Jebús a David: «No entrarás aquí.» Conquistó David la fortaleza de Sión, que es la Ciudad de David.

[6] Y dijo David: «El que primero ataque al jebuseo, será jefe y capitán.» Subió el primero Joab, hijo de Sarvia, y pasó a ser jefe. [7] Se instaló David en la fortaleza; por eso la llamaron Ciudad de David. [8] Y edificó en derredor de la ciudad, tanto el Milló como la circunvalación; Joab restauró el resto de la ciudad. [9] David iba medrando, y Yahveh Sebaot estaba con él. [10] He aquí los jefes de los valientes que tenía David, y que, durante su reinado, se esforzaron con él y con todo Israel para hacerle reinar, conforme a la palabra de Yahveh respecto de Israel.

[11] Esta es la lista de los héroes que tenía David: Yasobam, hijo de Jakmoní, jefe de los Treinta, que blandió su lanza e hizo más de trescientas bajas de una sola vez. [12] Después de él Eleazar, hijo de Dodó, el ajotita, que era uno de los Tres héroes. [13] Este estaba con David en Pas Dammim, donde los filisteos se habían concentrado para la batalla. Había allí una parcela toda de cebada, y el pueblo estaba ya huyendo delante de los filisteos, [14] pero él se apostó en medio de la parcela, la defendió y derrotó a los filisteos. Yahveh obró allí una gran victoria. [15] Tres de los Treinta bajaron a la peña de la cueva de Adullam, donde David, cuando los filisteos se hallaban acampados en el valle de los Refaím.

[16] David estaba a la sazón en el refugio, mientras que una guarnición de filisteos ocupaba Belén. [17] Vínole a David un deseo y dijo: «¡Quién me diera a beber agua de la cisterna que hay a la puerta de Belén!» [18] Rompieron los Tres por el campamento de los filisteos, y sacaron agua de la cisterna que hay a la puerta de Belén, se la llevaron y se la ofrecieron a David, pero David no quiso beberla, sino que la derramó como libación a Yahveh, [19] diciendo: «¡Líbreme Dios de hacer tal cosa! ¿Voy a beber yo la sangre de estos hombres junto con sus vidas? Pues con riesgo de sus vidas la han traído.» Y no quiso beberla. Esto hicieron los Tres héroes. [20] Abisay, hermano de Joab, era el primero de los Treinta. Hirió con su lanza a trescientos hombres, y conquistó renombre entre los Treinta.

[21] Fue más afamado que los Treinta, llegando a ser su capitán; pero no igualó a los Tres. [22] Benaías, hijo de Yehoyadá, hombre valeroso y pródigo en hazañas, de Cabseel, mató a los dos héroes de Moab; además bajó y mató a un león dentro de una cisterna, en un día de nieve. [23] Mató también a un egipcio que tenía cinco codos de altura; tenía el egipcio una lanza en su mano del tamaño de un enjullo de tejedor, pero Benaías bajó contra él con un bastón, arrancó la lanza de la mano del egipcio, y con su misma lanza le mató. [24] Esto hizo Benaías, hijo de Yehoyadá, y se conquistó renombre entre los Tres héroes. [25] Fue muy famoso entre los Treinta, pero no igualó a los Tres; David le hizo jefe de su guardia personal.

[26] Los valientes esforzados fueron: Asahel, hermano de Joab; Eljanán, hijo de Dodó, de Belén; [27] Sammot, de Harod; Jeles, el pelonita; [28] Irá, hijo de Iqués, de Técoa; Abiézer, de Anatot; [29] Sibbekay, de Jusá; Ilay, el ajotita; [30] Mahray, de Netofá; Jéled, hijo de Baaná, de Netofá; [31] Itay, hijo de Ribay, de Guibeá, de los hijos de Benjamín; Benaías, de Piratón; [32] Juray, de los torrentes de Gaás; Abiel, el arbatita; [33] Azmávet, de Bajurim; Elyajabá, de Saalbón; [34] Bené Hasem, el guizonita; Jonatán, hijo de Sagué, de Arar;

[35] Ajiam, hijo de Sakar, el ararita; Elifélet, hijo de Ur; [36] Jéfer, de Mekerá; Ajías, el pelonita; [37] Jesró, de Carmelo; Naaray, hijo de Ezbay; [38] Joel, hermano de Natán; Mibjar, hijo de Agrí; [39] Sélecq, el ammonita; Najray, de Berot, escudero de Joab, hijo de Sarvia; [40] Irá, de Yattir; Gareb, de Yattir; [41] Urías, el hitita; Zabad, hijo de Ajlay; [42] Adiná, hijo de Sizá, el rubenita, jefe de los rubenitas, y con él treinta; [43] Janán, hijo de Maaká; Josafat, el mitnita;

[44] Uzzías, de Astarot: Sama y Yeiel, hijos de Jotam, de Aroer; [45] Yediael, hijo de Simrí; Jojá, su hermano, el tisita. [46] Eliel, el majavita; Yeribay y Yosavías, hijos de Elnaam; Yitmá, el moabita; [47] Eliel, Obed y Yaasiel, de Sobá.

Capítulo 12

[1] Estos son los que vinieron donde David, a Siquelag, cuando estaba retenido lejos de Saúl, hijo de Quis. Estaban también entre los valientes que le ayudaron en la guerra. [2] Manejaban el arco con la derecha y con la izquierda, lanzando piedras y flechas con el arco. De los hermanos de Saúl el benjaminita: [3] Ajiézer, el jefe, y Joás, hijos de Semaá de Guibeá; Yeziel y Pélet, hijos de Azmávet; Beraká y Jehú, de Anatot; [4] Yismaías, de Gabaón, valeroso entre los Treinta y jefe de los mismos; [5] Jeremías, Yajaziel, Yojanán, Yozabad, de Guederot; [6] Eluzay, Yerimot, Bealías, Semarías y Sefatías, de Jarif; [7] Elcaná, Isaías, Azarel, Yoézer, Yasobam, coreítas; [8] Yoelá y Zebadías, hijos de Yerojam, de Guedor.

[9] Y hubo también gaditas que se pasaron a David en el desierto, guerreros valientes, hombres de guerra, preparados para el combate, diestros con el escudo y la lanza. Sus rostros, como rostros de león, y ligeros como la gacela salvaje. [10] Su jefe era Ezer; Obadías, el segundo; Eliab, el tercero; [11] Masmanná, el cuarto; Yirmeyá, el quinto; [12] Attay, el sexto; Eliel, el séptimo; [13] Yojanán, el octavo; Elzabad, el noveno; [14] Jeremías, el décimo; Makbannay, el undécimo; [15] estos eran, entre los hijos de Gad, jefes del ejército; el menor mandaba sobre cien, y el mayor sobre mil.

[16] Estos fueron los que atravesaron el Jordán en el mes primero, cuando suele desbordarse por todas sus riberas, y pusieron en fuga a todos los habitantes de los valles, a oriente y occidente. [17] También vinieron al refugio, donde estaba David, algunos de los hijos de Benjamín y Judá. [18] Presentóse David delante de ellos y les dijo: venís a mí en son de paz para ayudarme, mi corazón irá a una con vosotros; pero si es para engañarme en favor de mis enemigos, sin que hubiere violencia en mis manos, ¡véalo el Dios de nuestros padres y lo castigue! [19] Entonces el espíritu revistió a Amasay, jefe de los Treinta: «¡A ti, David! ¡Contigo, hijo de Jesé! ¡Paz, paz a ti! ¡Y paz a los que te ayuden, pues tu Dios te ayuda a ti!» David los recibió y los puso entre los jefes de las tropas. [20] También de Manasés se pasaron algunos a David, cuando éste iba con los filisteos a la guerra contra Saúl, aunque no les ayudaron, porque los tiranos de los filisteos, habido consejo, le despidieron, diciendo: «Se pasará a Saúl, su señor, con nuestras cabezas.»

[21] Cuando regresó a Siquelag, pasáronse a él algunos de los hijos de Manasés: Adná, Yozabad, Yediel, Miguel, Yozabad, Elihú y Silletay, jefes de millares de Manasés. [22] Estos ayudaron a David al frente de algunas partidas, pues todos eran hombres valientes y llegaron a ser jefes en el ejército. [23] Cada día, en efecto, acudía gente a David para ayudarle, hasta que el campamento llegó a ser grande, como un campamento de Dios. [24] Este es el número de los guerreros preparados para la guerra que vinieron donde David, a Hebrón, para transferirle el reino de Saúl, conforme a la orden de Yahveh. [25] De los hijos de Judá, llevando escudo y lanza, 6.800, armados para la guerra.

[26] De los hijos de Simeón, hombres valerosos para la guerra, 7.100. [27] De los hijos de Leví, 4.600. [28] Yehoyadá, príncipe de los hijos de Aarón, con otros 3.700. [29] Sadoq, joven y valeroso, con veintidós jefes de su casa paterna. [30] De los hijos de Benjamín, hermano de Saúl, 3.000; hasta entonces la mayor parte de ellos habían permanecido fieles a la casa de Saúl.

[31] De los hijos de Efraím, 20.800 hombres valientes, famosos en sus casas paternas. [32] De la media tribu de Manasés, 18.000, nominalmente designados para ir a proclamar rey a David. [33] De los hijos de Isacar, duchos en discernir las oportunidades y saber lo que Israel debía hacer, 200 jefes, y todos sus hermanos bajo sus órdenes. [34] De Zabulón, 50.000 aptos para salir a campaña, preparados para la batalla, provistos de todas las armas de guerra, audaces en la lucha, con corazón entero. [35] De Neftalí, 1.000 jefes, y con ellos 37.000 hombres con escudo y lanza.

[36] De los danitas, preparados para la batalla, 28.600. [37] De Aser, aptos para salir a campaña y preparados para la batalla, 40.000. [38] Y de Transjordania, de los rubenitas, de los gaditas y de la media tribu de Manasés, provistos de todos los pertrechos de guerra para la batalla, 120.000. [39] Todos estos hombres de guerra, formados en orden de batalla, vinieron a Hebrón con corazón entero para proclamar a David rey sobre todo Israel; y los demás israelitas estaban unánimes en hacer rey a David. [40] Permanecieron allí con David tres días comiendo y bebiendo, porque sus hermanos les proveían.

[41] Además, los que estaban cerca y hasta de Isacar, Zabulón y Neftalí traían víveres en asnos, camellos, mulos y bueyes; provisiones de harina, tortas de higos y pasas, vino, aceite, ganado mayor y menor en abundancia; pues reinaba la alegría en Israel.

Capítulo 13

[1] Después de consultar David con los jefes de millar y de ciento y con todos los caudillos, [2] dijo a toda la asamblea de Israel: «Si os parece bien y la cosa viene de Yahveh, nuestro Dios, vamos a mandar un mensaje a nuestros hermanos que han quedado a todas las regiones de Israel y, además, a los sacerdotes y levitas en sus ciudades y ejidos, para que se reúnan con nosotros; [3] y volvamos a traer a nuestro lado el arca de nuestro Dios, ya que no nos hemos preocupado de ella desde los días de Saúl.» [4] Toda la asamblea resolvió hacerlo así, pues la propuesta pareció bien a todo el pueblo. [5] Congregó entonces David a todo Israel, desde Sijor de Egipto hasta la Entrada de Jamat, para traer el arca de Dios desde Quiryat Yearim. [6] Fue, pues, David, con todo Israel, hacia Baalá, a Quiryat Yearim de Judá, para subir allí el arca del Dios que lleva el Nombre de Yahveh que está sobre los querubines.

[7] Cargaron el arca de Dios en una carreta nueva y se la llevaron de la casa de Abinadab; Uzzá y Ajyó conducían la carreta. [8] David y todo Israel bailaban delante de Dios con todas sus fuerzas, cantando y tocando cítaras, salterios, adufes, címbalos y trompetas. [9] Al llegar a la era de Kidón, extendió Uzzá su mano para sostener el arca, porque los bueyes amenazaban volcarla. [10] Se encendió contra Uzzá la ira de Yahveh y le hirió por haber extendido su mano hacia el arca; y Uzzá murió allí delante de Dios. [11] Se irritó David porque Yahveh había castigado a Uzzá; y se llamó aquel lugar Peres de Uzzá hasta el día de hoy.

[12] Y tuvo David aquel día miedo a Dios, y dijo: «¿Cómo voy a llevar a mi casa el arca de Dios?» [13] Y no trasladó David el arca de Dios a su casa, a la Ciudad de David, sino que la hizo llevar a la casa de Obededom de Gat. [14] El arca de Dios habitó tres meses en la casa de Obededom. Y bendijo Yahveh la casa de Obededom y cuanto tenía.

Capítulo 14

[1] Jiram, rey de Tiro, envió a David mensajeros y maderas de cedro, y también albañiles y carpinteros, para edificarle una casa. [2] Y conoció David que Yahveh le había confirmado como rey de Israel, pues había ensalzado su realeza por amor a Israel su pueblo. [3] Tomó David otras mujeres en Jerusalén y engendró mas hijos e hijas. [4] Estos son los nombres de los que tuvo en Jerusalén: Sammúa, Sobab, Natán, Salomón, [5] Yibjar, Elisúa, Elpálet, [6] Nógah, Néfeg, Yafía, [7] Elisamá, Baalyadá y Elifélet.

[8] Cuando los filisteos oyeron que David había sido ungido rey sobre todo Israel, subieron todos en su busca. Lo supo David y les salió al paso. [9] Llegaron los filisteos y se desplegaron por el valle de Refaím. [10] Consultó David a Dios, diciendo: «¿Debo subir contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos?» Yahveh le respondió: «Sube, pues yo los entregaré en tu mano.» [11] Y subieron a Baal-Perasim, donde David los derrotó. Dijo entonces David: «Dios ha abierto brecha entre mis enemigos por mi mano, como una brecha de aguas.» Por eso se llamó a aquel lugar Baal-Perasim. [12] Abandonaron allí a sus ídolos, y dijo David: «Arrojadlos al fuego.»

[13] Otra vez invadieron los filisteos el valle, [14] y David volvió a consultar a Dios, y Dios le contestó: «No subas contra ellos: da un rodeo y atácalos frente a las balsameras. [15] Y cuando oigas el ruido de pasos en la copa de las balsameras, saldrás a la batalla, porque Dios sale delante de ti para derrotar el campamento de los filisteos.» [16] Hizo David como le había mandado Dios, y derrotaron al campamento de los filisteos desde Gabaón hasta Guézer. [17] La fama de David se extendió por todas las regiones, pues Yahveh le hizo temible a todas las naciones.

Capítulo 15

[1] Se hizo casas en la Ciudad de David, preparó un lugar para el arca de Dios y le levantó una Tienda. [2] Entonces dijo David: «Solamente los levitas han de llevar el arca de Dios, pues a ellos los escogió Yahveh para llevar el arca de Yahveh y servirle por siempre.» [3] Congregó, pues, David a todo Israel en Jerusalén para subir el arca de Yahveh al lugar que para ella había preparado. [4] David reunió también a los hijos de Aarón y a los levitas: [5] De los hijos de Quehat: a Uriel, el jefe, y a sus hermanos, 120; [6] de los hijos de Merarí: a Asaías, el jefe, y a sus hermanos, 220; [7] de los hijos de Guersom: a Joel, el jefe, y a sus hermanos, 130; [8] de los hijos de Elisafán: a Semaías, el jefe, y a sus hermanos, doscientos; [9] de los hijos de Hebrón: a Eliel, el jefe, y a sus hermanos, ochenta; [10] de los hijos de Uzziel: a Amminadab, el jefe, y a sus hermanos, 112.

[11] También llamó David a los sacerdotes Sadoq y Abiatar, y a los levitas Uriel, Asaías, Joel, Semaáis, Eliel y Amminadab, [12] y les dijo: «Vosotros sois los cabezas de familia de los levitas. Santificaos, vosotros y vuestros hermanos, para subir el arca de Yahveh, el Dios de Israel, al lugar que para ella tengo preparado; [13] pues por no haber estado vosotros la vez primera, Yahveh, nuestro Dios, hizo brecha en nosotros, ya que no le consultamos conforme a la norma.» [14] Se santificaron, pues, los sacerdotes y los levitas, para subir el arca de Yahveh, Dios de Israel.

[15] Y los levitas trasladaron el arca de Dios a hombros, como lo había ordenado Moisés, según la palabra de Yahveh, llevando los varales sobre los hombros. [16] Dijo David a los jefes de los levitas que dispusieran a sus hermanos los cantores, con instrumentos músicos, salterios, cítaras y címbalos, para que los hiciesen resonar, alzando la voz con júbilo. [17] Los levitas designaron a Hemán, hijo de Joel; y de sus hermanos, a Asaf, hijo de Berekías; y de los hijos de Merarí, hermanos suyos, a Etán, hijo de Cusaías. [18] Y con ellos, como segundos, a sus hermanos Zacarías, hijo de Yaaziel, Semiramot, Yejiel, Unní, Eliab, Benaías, Maaseías, Mattitías, Eliflehú, Miqneías, Obededom y Yeiel, porteros. [19] Los cantores Hemán, Asaf y Etán hacían resonar címbalos de bronce.

[20] Zacarías, Yaaziel, Semiramot, Yejiel, Unní, Eliab, Maaseías y Benaías tenían salterios de tonos altos. [21] Mattitías, Eliflehú, Miqneías, Obededom, Yeiel y Azazaías tenían cítaras de octava, para dirigir el canto. [22] Kenanías, jefe de los levitas encargados del transporte, dirigía el traslado, porque era hombre entendido. [23] Berekías y Elcaná eran porteros del arca. [24] Sebanías, Josafat, Natanael, Amasay, Zacarías, Benaías y Eliezer, sacerdotes, tocaban las trompetas delante del arca de Dios. Obededom y Yejiyías eran porteros del arca.

[25] Así pues, David los ancianos de Israel y los jefes de millares, fueron a traer el arca de la alianza de Yahveh, desde la casa de Obededom, con alborozo. [26] Y habiendo Dios ayudado a los levitas portadores del arca de la alianza de Yahveh, sacrificaron siete becerros y siete carneros. [27] David iba revestido de un manto de lino fino, lo mismo que todos los levitas, que portaban el arca, los cantores y Kenanías, el jefe que dirigía el traslado. Llevaba también David sobre sí un efod de lino. [28] Todo Israel subía el arca de la alianza de Yahveh entre clamores y resonar de cuernos, trompetas y címbalos, y haciendo sonar los salterios y las cítaras. [29] Cuando el arca de la alianza de Yahveh entró en la Ciudad de David, Mikal, hija de Saúl, estaba mirando por una ventana, y vio al rey David que saltaba y bailaba, y le despreció en su corazón.

Capítulo 16

[1] Introdujeron el arca de Dios y la colocaron en medio de la Tienda que David había hecho levantar para ella; y ofrecieron ante Dios holocaustos y sacrificios de comunión. [2] Cuando David hubo acabado de ofrecer los holocaustos y los sacrificios de comunión, bendijo al pueblo en nombre de Yahveh, [3] y repartió a todo el pueblo de Israel, hombres y mujeres, a cada uno una torta de pan, un pastel de dátiles y un pastel de pasas. [4] David estableció los levitas que habían de hacer el servicio delante del arca de Yahveh, celebrando, glorificando y alabando a Yahveh, el Dios de Israel. [5] Asaf era el jefe; Zacarías era el segundo; luego Uzziel, Semiramot, Yejiel, Mattitías, Eliab, Benaías, Obededom y Yeiel, con salterios y cítaras. Asaf hacía sonar los címbalos.

[6] Los sacerdotes Benaías y Yajaziel tocaban sin interrupción las trompetas delante del arca de la alianza de Dios. [7] Aquel día David, alabando el primero a Yahveh, entregó a Asaf y a sus hermanos este canto: [8] ¡Dad gracias a Yahveh, aclamad su nombre, divulgad entre los pueblos sus hazañas! [9] ¡Cantadle, salmodiad para él, sus maravillas todas recitad! [10] ¡Gloriaos en su santo Nombre, se alegre el corazón de los que buscan a Yahveh! [11] ¡Buscad a Yahveh y su fuerza, id tras su rostro sin descanso! [12] Recordad las maravillas que él ha hecho, sus prodigios y los juicios de su boca, [13] raza de Israel, su servidor, hijos de Jacob, sus elegidos.

[14] El, Yahveh, es nuestro Dios, por toda la tierra sus juicios. [15] Recordad para siempre su alianza, palabra que impuso a mil generaciones; [16] lo que pactó con Abraham, el juramento que hizo a Isaac. [17] Y que puso a Jacob como precepto, a Israel como alianza eterna, [18] diciendo: «Yo te daré la tierra de Canaán, por parte de vuestra herencia, [19] cuando erais escasa gente, poco numerosos, y forasteros allí.

[20] Cuando iban de nación en nación desde un reino a otro pueblo, [21] a nadie permitió oprimirles. Por ellos castigó a los reyes. [22] «Guardaos de tocar a mis ungidos ni mal alguno hagáis a mis profetas.» [23] Cantad a Yahveh toda la tierra anunciad su salvación día tras día. [24] Contad su gloria a las naciones, a todos los pueblos sus maravillas.

[25] Que es grande Yahveh y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses. [26] Porque nada son todos los dioses de los pueblos, mas Yahveh los cielos hizo. [27] Gloria y majestad están ante él, fortaleza y alegría en su Morada. [28] ¡Rendid a Yahveh, familias de los pueblos, rendid a Yahveh gloria y poder! [29] ¡Rendid a Yahveh la gloria de su Nombre! Traed ofrendas y en sus atrios entrad. ¡Postraos ante Yahveh en esplendor sagrado! [30] ¡Tiemble ante su faz la tierra entera! El orbe está seguro, no vacila.

[31] Alégrense los cielos y la tierra jubile. Decid entre las gentes: «¡Yahveh es rey!» [32] ¡Retumbe el mar y cuanto encierra! ¡Exulte el campo y cuanto en él existe! [33] Griten de júbilo los árboles de los bosque ante Yahveh, pues viene a juzgar la tierra. [34] ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor! [35] Y decid: «¡Sálvanos, oh Dios de nuestra salvación! Reúnenos y líbranos de las naciones, para dar gracias a tu Nombre santo y gloriarnos en tu alabanza. [36] Bendito sea Yahveh, el Dios de Israel, por eternidad de eternidades.» Y todo el pueblo dijo: «Amén.» Y alabó a Yahveh. [37] David dejó allí, ante el arca de la alianza de Yahveh, a Asaf y a sus hermanos, para el ministerio continuo delante del arca, según el rito de cada día; [38] y a Obededom, con sus hermanos, en número de 68, y a Obededom, hijo de Yedutún, y a Josá, como porteros; [39] y el sacerdote Sadoq y a sus hermanos, los sacerdotes, delante de la Morada de Yahveh, en el alto de Gabaón, [40] para que ofreciesen continuamente holocaustos a Yahveh en el altar de los holocaustos, por la mañana y por la tarde, según todo lo escrito en la Ley que Yahveh había mandado a Israel.

[41] Con ellos estaban Hemán y Yedutún y los restantes escogidos y nominalmente designados para alabar a Yahveh: «Porque es eterno su amor.» [42] Y con ellos, Hemán y Yedutún, que hacían sonar trompetas, címbalos e instrumentos para los cánticos de Dios. Los hijos de Yedutún eran porteros. [43] Luego, todo el pueblo se fue, cada cual a su casa; también David se volvió para bendecir su casa.

Capítulo 17

[1] Morando ya David en su casa, dijo a Natán, profeta: «Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el arca de la alianza de Yahveh está bajo pieles.» [2] Respondió Natán a David: «Haz todo cuanto tienes en tu corazón, porque Dios está contigo.» [3] Pero aquella misma noche vino la palabra de Dios a Natán en estos términos: [4] «Vete y di a mi siervo David: Así dice Yahveh: No serás tú quien me edifique Casa para que habite yo en ella. [5] Pues no he habitado en casa alguna desde el día en que hice subir a los israelitas hasta el día de hoy; sino que he andado de tienda en tienda y de morada en morada.

[6] En todo el tiempo que he ido de un lado para otro con todo Israel, ¿he dicho acaso a alguno de los Jueces de Israel, a los que mandé me apacentaran a mi pueblo: Por qué no me edificáis una Casa de cedro? [7] Di, pues, ahora esto a mi siervo David: Así habla Yahveh Sebaot: Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de mi pueblo Israel. [8] He estado contigo donde quiera que has ido, he eliminado a todos tus enemigos de delante de ti y voy a hacerte un nombre grande como el nombre de los grandes de la tierra. [9] Fijaré un lugar a mi pueblo Israel, y lo plantaré allí para que more en él; no será ya perturbado, y los malhechores no seguirán oprimiéndole como al principio, [10] y como en los días en que instituí Jueces sobre mi pueblo Israel. Someteré a todos tus enemigos. Yahveh te anuncia que Yahveh te edificará una casa.

[11] Cuando se cumplan tus días para ir con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas y consolidaré su reino. [12] Él me edificará un Casa y yo afirmaré su trono para siempre. [13] Yo seré para él un padre, y él será para mi un hijo, y no apartaré de él mi amor, como le aparté de aquel que fue antes de ti. [14] Yo le estableceré en mi Casa y en mi reino para siempre, y su trono estará firme eternamente.» [15] Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, habló Natán a David.

[16] Entró entonces el rey David, se sentó delante de Yahveh y dijo: «¿Quien soy yo, oh Yahveh Dios, y qué mi casa, que me has traído hasta aquí? [17] Y aun esto es poco a tus ojos, oh Dios, que hablas también a la casa de tu siervo para el futuro lejano y me miras como si fuera un hombre distinguido, oh Yahveh Dios. [18] ¿Qué más podrá añadirte David por la gloria que concedes a tu siervo? [19] Oh Yahveh, por amor de tu siervo, y según tu corazón, has hecho todas estas cosas tan grandes, para manifestar todas estas grandezas. [20] Oh Yahveh, nadie como tú, ni hay Dios fuera de ti, según todo lo que hemos oído con nuestros oídos.

[21] Y ¿qué otro pueblo hay sobre la tierra como tu pueblo Israel, a quien un dios haya ido a rescatar para hacerle su pueblo, dándole renombre por medio de obras grandes y terribles, arrojando naciones de delante de tu pueblo al que rescataste de Egipto? [22] Tú has constituido a Israel tu pueblo como pueblo tuyo para siempre; y tú, Yahveh, te has hecho su Dios. [23] Ahora, pues, oh Yahveh, mantén firme eternamente la palabra que has dirigido a tu siervo y a su casa; y haz según tu palabra. [24] Sí, sea firme; y sea tu nombre por siempre engrandecido, y que diga: 'Yahveh Sebaot, el Dios de Israel, es el Dios para Israel.' Y que la casa de tu siervo David subsista en tu presencia. [25] Ya que tú, oh Dios mío, has revelado a tu siervo que vas a edificarle una casa, por eso tu siervo ha encontrado valor para orar en tu presencia.

[26] Ahora, pues, Yahveh, tú eres Dios, y tú has prometido esta dicha a tu siervo. [27] Y ahora te has dignado bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca por siempre en tu presencia, porque lo que tú bendices, Yahveh, queda bendito por siempre.»

Capítulo 18

[1] Después de esto, batió David a los filisteos y los humilló, tomando Gat y sus dependencias de manos de los filisteos. [2] Batió también a los moabitas, que quedaron sometidos a David, pagando tributo. [3] Batió David a Hadadézer, rey de Sobá, en Jamat, cuando éste iba a establecer su dominio sobre el río Éufrates. [4] David apresó mi carros, 7.000 soldados de carro y 20.000 hombres de a pie; David desjarretó toda la caballería de los carros, reservando cien tiros. [5] Los arameos de Damasco vinieron en socorro de Hadadézer, rey de Sobá, y David hizo 22.000 bajas a los arameos.

[6] Estableció David gobernadores en Aram de Damasco, y los arameos quedaron sometidos a David, pagando tributo. Yahveh hizo triunfar a David doquiera que iba. [7] Tomó David los escudos de oro que llevaban los servidores de Hadadézer y los llevó a Jerusalén. [8] De Tibjat y Kun, ciudades de Hadadézer, tomó David una gran cantidad de bronce, con el cual hizo Salomón el Mar de bronce, las columnas y los utensilios de bronce. [9] Cuando Tou, rey de Jamat, supo que David había derrotado a todas las fuerzas de Hadadézer, rey de Sobá, [10] envió a Hadoram, su hijo, donde el rey David para saludarle y para felicitarle por haber atacado y vencido a Hadadézer, ya que Tou estaba en guerra con Hadadézer. Traía Hadoram toda clase de objetos de oro, de plata y de bronce.

[11] El rey David los consagró también a Yahveh, con la plata y el oro que había tomado a todas las naciones: a Edom, a Moab, a los ammonitas, a los filisteos y a los amalecitas. [12] Abisay, hijo de Sarvia, derrotó en el Valle de la Sal a 18.000 edomitas; [13] puso gobernadores en Edom; y todos los edomitas quedaron sometidos a David. Yahveh hizo triunfar a David dondequiera iba. [14] Reinó David sobre todo Israel administrando derecho y justicia a todo el pueblo. [15] Joab, hijo de Sarvia, era jefe del ejército; Josafat, hijo de Ajilud, era el heraldo; [16] Sadoq, hijo de Ajitub, y Ajimélek, hijo de Abiatar, eran sacerdotes; Savsá era secretario; [17] Benaías, hijo de Yehoyadá, mandaba a los kereteos y a los peleteos, y los hijos de David eran los primeros junto al rey.

Capítulo 19

[1] Después de esto, murió Najas, rey de los ammonitas, y en su lugar reinó su hijo. [2] Dijo entonces David: «Tendré con Janún, hijo de Najás, la misma benevolencia que su padre tuvo conmigo.» Y envió David mensajeros para que le consolaran por su padre. Pero cuando los servidores de David llegaron al país de los ammonitas, donde Janún, para consolarle, [3] dijeron los príncipes de los ammonitas a Janún: «Es que David ha enviado a consolarte porque quiere hacer honor a tu padre ante tus ojos? ¿No han venido a ti sus servidores más bien para explorar y destruir y para espiar el país? [4] Prendió, pues, Janún a los servidores de David, les rapó, cortó a media altura sus vestidos, y los despachó. [5] Fueron a avisar a David lo de estos hombres; y él envió gente a su encuentro, porque los hombres estaban cubiertos de vergüenza. El rey les dijo: «Quedaos en Jericó hasta que os crezca la barba y después volveréis.»

[6] Cuando los ammonitas vieron que se habían hecho odiosos a David, Janún y los ammonitas enviaron mil talentos de plata para tomar a sueldo carros y hombres de carro de Aram de Mesopotamia, de Aram de Maaká y de Sobá. [7] Tomaron a sueldo 32.000 carros y al rey de Maaká con su ejército, los cuales vinieron y acamparon frente a Medebá. Los ammonitas se congregaron también desde sus ciudades y salieron a campaña. [8] David lo supo y envió a Joab con toda la tropa y con los valientes. [9] Salieron a campaña los ammonitas y se ordenaron en batalla a la entrada de la ciudad, mientras que los reyes que habían venido estaban aparte en el campo. [10] Viendo Joab que tenía un frente de combate por delante y otro por detrás escogió los mejores de Israel y los puso en línea contra Aram.

[11] Puso el resto del ejército al mando de su hermano Abisay y lo ordenó en batalla frente a los ammonitas. [12] Dijo Joab: «Si los arameos me dominan, ven en mi ayuda; y si los hijos de Ammón te dominan a ti, iré en tu socorro. [13] ¡Ten fortaleza y esforcémonos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios! ¡Y que Yahveh haga lo que bien le parezca!» [14] Y avanzó Joab con su ejército para luchar contra los arameos, que huyeron delante de él. [15] Viendo los ammonitas que los arameos emprendían la fuga, huyeron también ellos ante Abisay, hermano de Joab, y entraron en la ciudad, mientras que Joab volvió a Jerusalén. [16] Al ver los arameos que habían sido vencidos por Israel, enviaron emisarios para hacer venir a los arameos del otro lado del Río; venía a su cabeza Sofak, jefe de las tropas de Hadadézer.

[17] Se dio aviso a David, que reuniendo a todo Israel pasó el Jordán, llegó donde ellos estaban y tomó posiciones frente a ellos. Se puso David en orden de batalla contra los arameos y éstos trabaron combate con él. [18] Huyeron los arameos ante Israel; y David mató a los arameos 7.000 hombres de carro y 40.000 hombres de a pie. Mató también a Sofak, jefe del ejército. [19] Cuando los vasallos de Hadadézer vieron que habían sido derrotados por Israel, hicieron la paz con David y le quedaron sometidos; y los arameos no se atrevieron a seguir ayudando a los ammonitas.

Capítulo 20

[1] A la vuelta del año, al tiempo que los reyes salen a campaña, llevó Joab el grueso del ejército y asoló el país de los ammonitas; después fue a poner sitio a Rabbá. Mientras, David se quedó en Jerusalén. Entretanto Joab derrotó a Rabbá y la destruyó. [2] David tomó de la cabeza de Milkom la corona y encontró que pesaba un talento de oro. Había en ella una piedra preciosa que fue puesta en la cabeza de David, y se llevó un enorme botín de la ciudad. [3] Hizo salir a la gente que había en ella y la empleó en las sierras, en los trillos de dientes de hierro y en las hachas de hierro. Hizo lo mismo con todas las ciudades de los ammonitas, y David se volvió con todo su ejército a Jerusalén. [4] Después de esto, tuvo lugar una batalla en Guézer contra los filisteos; entonces Sibbekay, jusatita, mató a Sippay, uno de los descendientes de Rafá. Los filisteos fueron sometidos. [5] Hubo otra guerra contra los filisteos, y Eljanán, hijo de Yaír, mató a Lajmí, hermano de Goliat el de Gat, el asta de su lanza era como un enjullo de tejedor.

[6] Hubo guerra de nuevo en Gat y había un hombre de gran estatura, que tenía veinticuatro dedos, seis en cada extremidad. También éste descendía de Rafá. [7] Desafió a Israel y le mató Jonatán, hijo de Simá, hermano de David. [8] Estos descendían de Rafá de Gat y sucumbieron a manos de David y de sus veteranos.

Capítulo 21

[1] Alzóse Satán contra Israel, e incitó a David a hacer el censo del pueblo. [2] Dijo, pues, David a Joab y a los jefes del ejército: «Id, contad los israelitas desde Berseba hasta Dan, y volved después para que yo sepa su número.» [3] Respondió Joab: «¡Multiplique Yahveh su pueblo cien veces más de lo que es! ¿Acaso no son, oh rey mi señor, todos ellos siervos de mi señor? ¿Por qué, pues, pide esto mi señor? ¿Por qué acarrear culpa sobre Israel?» [4] Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab, de modo que éste salió y recorrió todo Israel, volviéndose después a Jerusalén. [5] Joab entregó a David la cifra del censo del pueblo: había en todo Israel 1.100.000 hombres capaces de manejar las armas; había en Judá 470.000 hombres capaces de manejar las armas.

[6] No incluyó en este censo a Leví y Benjamín, porque Joab detestaba la orden del rey. [7] Desagradó esto a Dios, por lo cual castigó a Israel. [8] Entonces dijo David a Dios: «He cometido un gran pecado haciendo esto. Pero ahora perdona, te ruego, la falta de tu siervo, pues he sido muy necio.» [9] Y Yahveh habló a Gad, vidente de David, en estos términos: [10] «Anda y di a David: Así dice Yahveh: Tres cosas te propongo; elige una de ellas y la llevaré a cabo.»

[11] Llegó Gad donde David y le dijo: «Así dice Yahveh: Elige para ti: [12] tres años de hambre, o tres meses de derrotas ante tus enemigos, con la espada de tus enemigos a la espalda, o bien tres días durante los cuales la espada de Yahveh y la peste anden por la tierra y el ángel de Yahveh haga estragos en todo el territorio de Israel. Ahora, pues, mira qué debo responder al que me envía.» [13] David respondió a Gad: «Estoy en gran angustia. Pero ¡caiga yo en manos de Yahveh, que es grande su misericordia, y no caiga en manos de los hombres!» [14] Yahveh envió la peste sobre Israel, y cayeron de Israel 70.000 hombres. [15] Mandó Dios un ángel contra Jerusalén para destruirla; pero cuando ya estaba destruyéndola, miró Yahveh y se arrepintió del estrago, y dijo al ángel Exterminador: «¡Basta ya; retira tu mano! El ángel de Yahveh estaba junto a la era de Ornán el jebuseo.

[16] Alzando David los ojos vio al ángel de Yahveh que estaba entre la tierra y el cielo con una espada desenvainada en su mano, extendida contra Jerusalén. Entonces David y los ancianos, cubiertos de sayal, cayeron rostro en tierra. [17] Y dijo David a Dios: «Yo fui quien mandé hacer el censo del pueblo. Yo fui quien pequé, yo cometí el mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? ¡Oh Yahveh, Dios mío, caiga tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre, y no haya plaga entre tu pueblo!» [18] Entonces el ángel de Yahveh dijo a Gad que diera a David la orden de subir para alzar un altar a Yahveh en la era de Ornán el jebuseo. [19] Subió David, según la orden que Gad le había dado en nombre de Yahveh. [20] Ornán, que estaba trillando el trigo, se volvió y, al ver al ángel, él y sus cuatro hijos se escondieron.

[21] Cuando David llegó junto a Ornán, miró Ornán y, viendo a David, salió de la era y postróse ante David, rostro en tierra. [22] Dijo David a Ornán: «Dame el sitio de esta era para erigir en él un altar a Yahveh —dámelo por su justo valor en plata— para que la plaga se retire del pueblo.» [23] Respondió Ornán a David: «Tómalo, y haga mi señor el rey lo que bien le parezca. Mira que te doy los bueyes para holocaustos, los trillos para leña y el trigo para la ofrenda; todo te lo doy.» [24] Replicó el rey David a Ornán: «No, quiero comprártelo por su justo precio, pues no tomaré para Yahveh lo que es tuyo, ni ofreceré holocaustos de balde.» [25] Y David dio a Ornán por el sitio la suma de seiscientos siclos de oro.

[26] David erigió allí un altar a Yahveh y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión e invocó a Yahveh, el cual le respondió con fuego del cielo sobre el altar del holocausto. [27] Entonces Yahveh ordenó al ángel que volviera la espada a la vaina. [28] En aquel tiempo, al ver David que Yahveh le había respondido en la era de Ornán el jebuseo, ofreció allí sacrificios. [29] Pues la Morada de Yahveh, que Moisés había hecho en el desierto, y el altar de los holocaustos, estaban a la sazón en el alto de Gabaón; [30] pero David no se había atrevido a presentarse delante de Dios para consultarle, porque estaba aterrado ante la espada del ángel de Yahveh.

Capítulo 22

[1] Entonces dijo David: «¡Aquí está la Casa de Yahveh Dios, y aquí el altar de los holocaustos para Israel!» [2] Mandó, pues, David reunir a los forasteros residentes en la tierra de Israel, y designó canteros que preparasen piedras talladas para la construcción de la Casa de Dios. [3] Preparó también David hierro en abundancia para la clavazón de las hojas de las puertas y para las grapas, incalculable cantidad de bronce, [4] y madera de cedro inCaperable, pues los sidonios y los tirios trajeron a David madera de cedro en abundancia. [5] Porque David se decía: «Mi hijo Salomón es todavía joven y débil, y la Casa que ha de edificarse para Yahveh debe ser grandiosa sobre toda ponderación, para tener nombre y gloria en todos los países. Así que le haré yo los preparativos.» Hizo David, en efecto, grandes preparativos antes de su muerte.

[6] Después llamó a su hijo Salomón y le mandó que edificase una Casa para Yahveh, el Dios de Israel. [7] Dijo David a Salomón: «Hijo mío, yo había deseado edificar una Casa al nombre de Yahveh, mi Dios. [8] Pero me fue dirigida la palabra de Yahveh, que me dijo: 'Tú has derramado mucha sangre y hecho grandes guerras; no podrás edificar tú la Casa a mi nombre, porque has derramado en tierra mucha sangre delante de mí. [9] Mira que te va a nacer un hijo, que será hombre de paz; le concederé paz con todos sus enemigos en derredor, porque Salomón será su nombre y en sus días concederé paz y tranquilidad a Israel. [10] El edificará una Casa a mi nombre; él será para mí un hijo y yo seré para él un padre y consolidaré el trono de su reino sobre Israel para siempre.' [11] Ahora, pues, hijo mío, que Yahveh sea contigo, para que logres edificar la Casa de Yahveh tu Dios, como él de ti lo ha predicho. [12] Quiera Yahveh concederte prudencia y entendimiento y darte órdenes sobre Israel, para que guardes la Ley de Yahveh tu Dios. [13] No prosperarás si no cuidas de cumplir los decretos y las normas que Yahveh ha prescrito a Moisés para Israel. ¡Sé fuerte y ten buen ánimo! ¡No temas ni desmayes! [14] Mira lo que yo he preparado en mi pequeñez para la Casa de Yahveh: 100.000 talentos de oro, un millón de talentos de plata y una cantidad de cobre y de hierro incalculable por su abundancia. He preparado también maderas y piedras que tú podrás aumentar. [15] Y tienes a mano muchos obreros, canteros, artesanos en piedra y en madera, expertos en toda clase de obras. [16] El oro, la plata, el bronce y el hierro son sin número. ¡Levántate, pues! Manos a la obra y que Yahveh sea contigo.» [17] Mandó David a todos los jefes de Israel que ayudasen a su hijo Salomón: [18]  «¿No está con vosotros Yahveh vuestro Dios? ¿Y no os ha dado paz por todos lados? Pues él ha entregado en mis manos a los habitantes del país y el país está sujeto ante Yahveh y ante su pueblo. [19] Aplicad ahora vuestro corazón y vuestra alma a buscar a Yahveh vuestro Dios. Levantaos y edificad el santuario de Yahveh Dios, para trasladar el arca de la alianza de Yahveh y los utensilios del santuario de Dios a la Casa que ha de edificarse al Nombre de Yahveh.»

Capítulo 23

[1] Viejo ya David y colmado de días, proclamó a su hijo Salomón rey de Israel. [2] Reunió a todos los jefes de Israel, a los sacerdotes y a los levitas, [3] y se hizo el censo de los levitas de treinta años para arriba; su número, contado por cabezas uno a uno, fue de 38.000 varones. [4] De éstos, 24.000 estaban al frente del servicio de la Casa de Yahveh; 6.000 eran escribas y jueces, [5] 4.000 eran porteros y 4.000 alababan a Yahveh con los instrumentos que David había fabricado para rendir alabanzas.

[6] David los distribuyó por clases, según los hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí. [7] De los guersonitas: Ladán y Simí. [8] Hijos de Ladán: Yejiel, el primero, Zetam y Joel, tres. [9] Hijos de Simí: Selomit, Jaziel y Harán, tres. Estos son los jefes de las casas paternas de Ladán. [10] Hijos de Simí: Yájat, Zizá, Yeús y Beriá. Estos eran los cuatro hijos de Simí.

[11] Yájat era el jefe, Zizá, el segundo, Yeús y Beriá no tuvieron muchos hijos, por lo cual representaron en el censo una sola casa paterna. [12] Hijos de Quehat: Amram, Yishar, Hebrón y Uzziel, cuatro. [13] Hijos de Amram: Aarón y Moisés. Aarón fue separado, juntamente con sus hijos, para consagrar por siempre las cosas sacratísimas, para quemar incienso ante Yahveh, para servirle y para bendecir en su nombre por siempre. [14] En cuanto a Moisés, varón de Dios, sus hijos fueron contados en la tribu de Leví. [15] Hijos de Moisés: Guersom y Eliezer.

[16] Hijos de Guersom: Sebuel, el primero. [17] Hijos de Eliezer: Rejabías, el primero. Eliezer no tuvo más hijos, pero los hijos de Rejabías fueron muy Caperosos. [18] Hijos de Yishar: Selomit, el primero, [19] Hijos de Hebrón: Yeriyyías, el primero, Amarías, el segundo, Yajaziel, el tercero y Yecamam, el cuarto. [20] Hijos de Uzziel: Miká, el primero y Yissías el segundo.

[21] Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Hijos de Majlí: Eleazar y Quis. [22] Eleazar murió sin tener hijos; sólo tuvo hijas, a las que los hijos de Quis, sus hermanos, tomaron por mujeres. [23] Hijos de Musí: Majlí, Eder y Yeremot, tres. [24] Estos son los hijos de Leví, según sus casas paternas, los cabezas de familia, según el censo de ellos, contados nominalmente uno por uno. Estaban encargados del servicio de la Casa de Yahveh desde la edad de veinte años en adelante. [25] Pues David había dicho: «Yahveh, el Dios de Israel, ha dado reposo a su pueblo y mora en Jerusalén para siempre. [26] Y en cuanto a los levitas, ya no tendrán que transportar la Morada, con todos los utensilios de su servicio.»

[27] Conforme a estas últimas disposiciones de David, se hizo el cómputo de los hijos de Leví de veinte años para arriba. [28] Estaban a las órdenes de los hijos de Aarón, para el servicio de la Casa de Yahveh, teniendo a su cargo los atrios y las cámaras, la limpieza de todas las cosas sagradas y la obra del servicio de la Casa de Dios; [29] asimismo tenían a su cargo disponer en filas los panes, la flor de harina para la oblación, las tortas sin levadura, lo frito en la sartén, lo cocido y toda clase de medidas de capacidad y longitud. [30] Tenían que estar presentes todas las mañanas y todas las tardes para celebrar y alabar a Yahveh [31] y para ofrecer todos los holocaustos a Yahveh en los sábados, novilunios y solemnidades, según su número y su rito especial, delante de Yahveh para siempre, [32] guardando en el servicio de la Casa de Dios el ritual de la Tienda del Encuentro, el ritual del santuario y el ritual de los hijos de Aarón, sus hermanos.

Capítulo 24

[1] Estas son las clases de los hijos de Aarón. Hijos de Aarón: Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar. [2] Nadab y Abihú murieron antes que su padre, sin tener hijos, de modo que ejercieron las funciones sacerdotales Eleazar e Itamar. [3] David, junto con Sadoq, de los hijos de Itamar, los clasificó y los inscribió en el registro según sus funciones. [4] Se hallaron entre los hijos de Eleazar más varones que entre los hijos de Itamar, por lo que se dividió a los hijos de Eleazar en dieciséis jefes de casas paternas; y a los hijos de Itamar, en ocho jefes de casas paternas. [5] Los repartieron por suertes a unos y otros; porque había jefes del santuario y jefes de Dios, tanto entre los hijos de Eleazar como entre los hijos de Itamar.

[6] Semaías, hijo de Natanael, escriba, uno de los levitas, los inscribió en presencia del rey y de los jefes, y en presencia del sacerdote Sadoq, de Ajimélek, hijo de Abiatar, y de los jefes de familias sacerdotales y levíticas. Se sacaba a suertes: una vez para Itamar y dos veces para Eleazar. [7] Tocó la primera suerte a Yehoyarib; la segunda a Yedaías; [8] la tercera a Jarim; la cuarta a Seorim; [9] la quinta a Malkiyías; la sexta a Miyyamín; [10] la séptima a Haqcós; la octava a Abías; [11] la novena a Yesúa; la décima a Sekanías; [12] la once a Elyasib; la doce a Yaquín; [13] la trece a Juppá; la catorce a Yisbáal; [14] la quince a Bilgá; la dieciséis a Immer;

[15] la diecisiete a Jezir; la dieciocho a Happissés; [16] la diecinueve a Petajías; la veinte a Ezequiel; [17] la veintiuna a Yakín; la veintidós a Gamul; [18] la veintitrés a Delaías; la veinticuatro a Maazías. [19] Fueron inscritos en el registro según sus servicios para entrar en la Casa de Yahveh conforme al reglamento que Yahveh, el Dios de Israel, había prescrito por medio de Aarón, padre de ellos.

[20] Respecto de los otros hijos de Leví: De los hijos de Amram: Subael. De los hijos de Subael: Yejdeías. [21] De Rejabías: de los hijos de Rejabías, Yissiyías era el primero. [22] De los yisharitas, Selomot; de los hijos de Selomot, Yájat. [23] Hijos de Hebrón: Yeriyías, el primero; Amarías, el segundo; Yajaziel, el tercero; Yecamam, el cuarto. [24] Hijos de Uzziel: Miká; de los hijos de Miká, Samir; [25] Yissiyías era hermano de Miká; de los hijos de Yissiyías, Zacarías.

[26] Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Hijos de Yaaziyías, su hijo; [27] hijos de Metarí por la línea de Yaaziyías, su hijo: Soham, Zakkur e Ibrí. [28] De Majlí: Eleazar, que no tuvo hijos. [29] De Quis: los hijos de Quis: Yerajmeel. [30] Hijos de Musí: Majlí, Eder y Yerimot. Estos fueron los hijos de los levitas según sus casas paternas.

[31] También éstos entraron en suerte de la misma manera que sus hermanos, los hijos de Aarón, en presencia del rey David, Sadoq, Ajimélek y los cabezas de familias sacerdotales y los levitas, siendo tratadas las primeras familias igual que las últimas.

Capítulo 25

[1] David y los jefes del ejército separaron para el servicio a los hijos de Asaf, Hemán y Yedutún, profetas, que cantaban con cítaras, salterios y címbalos. Este es el número de personas que se encargaban de este servicio: [2] De los hijos de Asaf: Zakkur, José, Netanías, Asarelá, hijos de Asaf, bajo la dirección de Asaf, que profetizaba según las órdenes del rey. [3] De Yedutún: los hijos de Yedutún: Guedalías, Serí, Isaías, Jasabías y Mattitías, seis, bajo la dirección de su padre Yedutún que profetizaba al son de la cítara para celebrar y alabar a Yahveh. [4] De Hemán: los hijos de Hemán: Buqquiyías, Mattanías, Uzziel, Sebuel, Yerimot, Jananías, Jananí, Eliyatá, Guiddaltí, Romamti Ezer, Yosbecasa, Mallotí, Hotir, Majaziot. [5] Todos estos eran hijos de Hemán, vidente del rey; a las palabras de Dios debían hacer sonar la trompa. Dios había dado a Hemán catorce hijos y tres hijas.

[6] Todos ellos se hallaban bajo la dirección de su padre para el canto de la Casa de Yahveh, con címbalos, salterios y cítaras al servicio de la Casa de Dios, siguiendo las indicaciones del rey, de Asaf, Yedutún y Hemán. [7] Su número, contando a sus hermanos, los que estaban instruidos en el canto de Yahveh, todos ellos maestros, era de 288. [8] Echaron a suertes el turno del servicio, tanto el pequeño como el grande, el maestro como el discípulo. [9] La primera suerte recayó sobre el asafita José; la segunda sobre Guedalías con sus hermanos e hijos, doce; [10] la tercera, sobre Zakkur, sus hijos y hermanos, doce; [11] la cuarta sobre Yisrí, sus hijos y hermanos, doce; [12] la quinta sobre Netanías, sus hijos y hermanos, doce; [13] la sexta sobre Buqquiyías, sus hijos y hermanos, doce; [14] la séptima sobre Yesarela, sus hijos y hermanos, doce;

[15] la octava sobre Isaías, sus hijos y hermanos, doce; [16] la novena sobre Mattanías, sus hijos y hermanos, doce; [17] la décima sobre Simí, sus hijos y hermanos, doce; [18] la once sobre Azarel, sus hijos y hermanos, doce; [19] la doce sobre Jasabías, sus hijos y hermanos, doce; [20] la trece, sobre Subael, sus hijos y hermanos, doce [21] la catorce, sobre Mattitías, sus hijos y hermanos, doce; [22] la quince, sobre Yeremot, sus hijos y hermanos, doce; [23] la dieciséis, sobre Jananías, sus hijos y hermanos, doce;

[24] la diecisiete, sobre Yosbecasa, sus hijos y hermanos, doce; [25] la dieciocho, sobre Jananí, sus hijos y hermanos, doce; [26] la diecinueve, sobre Mallotí, sus hijos y hermanos, doce; [27] la veinte, sobre Eliyatá, sus hijos y hermanos, doce; [28] la veintiuna, sobre Hotir, sus hijos y hermanos, doce; [29] la veintidós, sobre Guiddaltí, sus hijos y hermanos, doce; [30] la veintitrés, sobre Majaziot, sus hijos y hermanos, doce; [31] la veinticuatro, sobre Romamti Ezer, sus hijos y hermanos, doce.

Capítulo 26

[1] Estas son las clases de porteros: De los coreítas: Meselemías, hijo de Qoré, de los hijos de Ebyasaf. [2] Meselemías tuvo hijos: el primogénito, Zacarías; el segundo, Yediael; el tercero, Zebadías; el cuarto, Yatniel; [3] el quinto, Elam; el sexto, Yehojanán; el séptimo, Elyehoenay. [4] Hijos de Obededom: Semaías, el primogénito; Yehozabad, el segundo; Yoaj, el tercero; Sakar, el cuarto; Natanael, el quinto; [5] Amiel, el sexto; Isacar el séptimo; Peulletay, el octavo; pues Dios le había bendecido.

[6] A su hijo Semaáis le nacieron hijos, que se impusieron en sus familias paternas, pues eran hombres valerosos. [7] Hijos de Semaáis: Otní, Rafael, Obed, Elzabad y sus hermanos, hombres valerosos, Elihú y Semakías. [8] Todos estos eran hijos de Obededom; ellos y sus hijos y sus hermanos eran hombres de gran valor para el servicio. 62 de Obededom. [9] Meselemías tuvo hijos y hermanos, dieciocho hombres valerosos. [10] Josá, de los hijos de Merarí, tuvo como hijos a Simrí, el primero, pues aunque no fue el primogénito, su padre le puso al frente; [11] Jilquías, el segundo; Tebalías, el tercero; Zacarías, el cuarto. El total de los hijos y hermanos de Josá fue de trece.

[12] Estas secciones de los porteros, los jefes, igual que sus hermanos, tenían el cuidado del ministerio de la Casa de Yahveh. [13] Echaron suertes para cada puerta, sobre pequeños y grandes, con arreglo a sus casas paternas. [14] Para la puerta oriental cayó la suerte sobre Selemías. Después echaron suertes: tocó la parte norte a su hijo Zacarías, que era un prudente consejero. [15] A Obededom le tocó el sur, y a sus hijos los almacenes. [16] A Supplim y a Josá, el occidente, con la puerta del tronco abatido, en el camino de la subida, correspondiéndose un puesto de guardia con el otro.

[17] Al oriente seis por día, al norte cuatro por día, al mediodía cuatro por día y en los almacenes de dos en dos; [18] en el Parbar, a occidente, había cuatro para la subida, dos para el Parbar. [19] Estas son las clases de los porteros, de entre los hijos de los coreítas y de los hijos de Merarí. [20] Los levitas, sus hermanos, custodiaban los tesoros de la Casa de Dios, y los tesoros de las cosas sagradas. [21] Los hijos de Ladán, hijos de Guersón por la línea de Ladán, tenían a los yejielitas por jefes de familia de Ladán el guersonita.

[22] Los yejielitas, Zetam y su hermano Joel, estaban al frente de los tesoros de la Casa de Yahveh. [23] Cuanto a los amramíes, los yisharitas, los hebronitas y los ozzielitas: [24] Sebuel, hijo de Guersóm, hijo de Moisés, era tesorero mayor. [25] Sus hermanos por parte de Eliezer: Rejabías, hijo suyo; Isaías, hijo suyo; Joram, hijo suyo; Zikrí, hijo suyo; Selomit, hijo suyo. [26] Este Selomit y sus hermanos estaban al cuidado de los tesoros de las cosas sagradas que habían consagrado el rey David, los cabezas de las casas paternas, los jefes de millar y de cien y los jefes del ejército.

[27] Lo habían consagrado del botín de guerra y de los despojos, para el sostenimiento de la Casa de Yahveh. [28] Todo lo que habían consagrado el vidente Samuel, Saúl, hijo de Quis, Abner, hijo de Ner, y Joab, hijo de Sarvia: todo lo consagrado estaba al cuidado de Selomit y sus hermanos. [29] De los yisharitas: Kenanías y sus hijos administraban como escribas y jueces los negocios exteriores de Israel. [30] De los hebronitas: Jasabías y sus hermanos, hombres de valor, en número de 1.700, estaban encargados de la administración de Israel allende el Jordán, al occidente, para todos los asuntos referentes a Yahveh y al servicio del rey. [31] El jefe de los hebronitas era Yeriyías. Acerca de los hebronitas, en el año cuarenta del reinado de David, se hicieron investigaciones sobre sus genealogías paternas, y se hallaron entre ellos hombres de valía en Yazer de Galaad.

[32] Los hermanos de Yeriyías, hombres valerosos, jefes de familias en número de 2.700, fueron constituidos por el rey David sobre los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, en todos los asuntos de Dios y en todos los negocios del rey.

Capítulo 27

[1] Por lo que se refiere al número de los hijos de Israel: Los cabezas de casas paternas, los jefes de millar y de cien y sus escribas atendían al servicio de todo el que acudiera. Las secciones intervenían en todo asunto del rey relevándose todos los meses del año. Cada sección tenía 24.000 hombres. [2] Al frente de la primera sección, que era la del primer mes, estaba Yasobam, hijo de Zabdiel; en su sección había 24.000 hombres. [3] Pertenecía a los hijos de Peres y era jefe de todos los comandantes del ejército del primer mes. [4] Al frente de la sección del segundo mes estaba Doday, el ajojita, su sección tenía 24.000 hombres. [5] Jefe del tercer ejército, para el tercer mes, era Benaías, hijo del sacerdote Yehoyadá; en su sección había 24.000 hombres.

[6] Este Benaías era uno de los Treinta valientes y hallábase al frente de ellos; en su sección estaba su hijo Ammizabad. [7] El cuarto, para el cuarto mes, era Asahel, hermano de Joab; le sucedió su hijo Zebadías. En su sección había 24.000 hombres. [8] El quinto, para el quinto mes, era el jefe Samhut el zarejita, cuya sección constaba de 24.000 hombres. [9] El sexto, para el sexto mes, era Irá, hijo de Iqués, el tecoíta, y en su sección había 24.000 hombres. [10] El séptimo, para el séptimo mes, era Jeles el pelonita, de los benjaminitas; su sección constaba de 24.000 hombres.

[11] El octavo, para el octavo mes, era Sibbekay, de Jusá, el zarejita; su sección constaba de 24.000 hombres. [12] El noveno, para el noveno mes, era Abiézer, de Anatot de los benjaminitas; en su sección había 24.000 hombres. [13] El décimo, para el décimo mes, era Mahray, de Neftofá, zarejita; su sección constaba de 24.000 hombres. [14] El undécimo, para el mes undécimo, era Benaías, de Piratón, de los efraimitas; su sección tenía 24.000 hombres. [15] El duodécimo, para el mes duodécimo, era Jelday, de Netofá, de la estirpe de Otniel; su sección comprendía 24.000 hombres.

[16] Jefes de las tribus de Israel: Jefe de los rubenitas: Eliezer, hijo de Zikrí. De los simeonitas: Sefatías, hijo de Maaká. [17] De los levitas: Jasabías, hijo de Quemuel. De Aarón: Sadoq. [18] De Judá: Elihú, uno de los hermanos de David. De Isacar: Omrí, hijo de Miguel. [19] De Zabulón: Yismaías, hijo de Abdías. De Neftalí: Yerimot, hijo de Azriel. [20] De los efraimitas: Oseas, hijo de Azarías. De la media tribu de Manasés: Joel, hijo de Pedaías.

[21] De la media tribu de Manasés en Galaad: Yiddó, hijo de Zacarías. De Benjamín: Yaasiel, hijo de Abner. [22] De Dan: Azarael, hijo de Yerojam. Estos son los jefes de las tribus de Israel. [23] David no hizo el censo de los que tenían menos de veinte años, porque Yahveh había dicho que multiplicaría a Israel como las estrellas del cielo. [24] Joab, hijo de Sarvia, comenzó a hacer el censo, pero no lo acabó; pues con ese motivo la Cólera descargó sobre Israel, por eso su número no alcanza el número de los Anales del rey David. [25] Azmávet, hijo de Adiel, tenía a su cargo los depósitos reales. Sobre los depósitos del campo, de las ciudades, de las aldeas, y de las torres, estaba Jonatán, hijo de Uzzías; [26] sobre los labradores del campo que cultivaban las tierras, Ezrí, hijo de Kelub; [27] sobre las viñas, Simí, de Ramá; sobre las provisiones de vino de las bodegas, Zabdí, de Sefán; [28] sobre los olivares y los sicómoros que había en la Tierra Baja, Báal Janán, de Guéder; sobre los almacenes de aceite, Joás; [29] sobre las vacadas que pacían en Sarón, Sitray el saronita; sobre las vacadas de los valles, Safat, hijo de Adlay;

[30] sobre los camellos, Obil el ismaelita; sobre las asnas, Jejdeías, de Meronot; [31] sobre las ovejas, Yaziz el hagarita. Todos estos eran intendentes de la hacienda del rey David. [32] Jonatán, tío de David, hombre prudente e instruido, era consejero; él y Yejiel, hijo de Yakmoní, cuidaban de los hijos del rey. [33] Ajitófel era consejero del rey, y Jusay el arquita era amigo del rey. [34] Después de Ajitófel, lo fueron Yehoyadá, hijo de Benaías, y Abiatar. Joab era el jefe del ejército del rey.

Capítulo 28

[1] David reunió en Jerusalén a todos los jefes de Israel, los jefes de las tribus, los jefes de las secciones que estaban al servicio del rey, los jefes de millar y los jefes de cien, los administradores de la hacienda y del ganado del rey y de sus hijos, a los eunucos, los valientes y todos los hombres de valor. [2] Y, poniéndose en pie, dijo el rey David: «Oídme, hermanos míos y pueblo mío: Había decidido en mi corazón edificar una Casa donde descansara el arca de la alianza de Yahveh y sirviese de escabel de los pies de nuestro Dios. Ya había hecho yo preparativos para la construcción, [3] pero Dios me dijo: 'No edificarás tú la Casa a mi nombre, pues eres hombre de guerra y has derramado sangre.' [4] «Sin embargo, Yahveh, el Dios de Israel, me ha elegido de entre toda la casa de mi padre, para que fuese rey de Israel para siempre. Pues escogió a Judá para ser caudillo, y de las familias de Judá a la casa de mi padre, y de entre los hijos de mi padre se ha complacido en mí para establecer un rey sobre todo Israel. [5] Y entre todos mis hijos —pues Yahveh me ha dado muchos hijos— eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Yahveh sobre Israel.

[6] Y El me dijo: 'Tú hijo Salomón edificará mi Casa y mis atrios; porque le he escogido a él por hijo mío, y yo seré para él padre. [7] Haré estable su reino para siempre, si se mantiene firme en el cumplimiento de mis mandamientos y de mis normas como lo hace hoy.' [8] «Ahora, pues, a los ojos de todo Israel, que es la asamblea de Yahveh, y a oídos de nuestro Dios, guardad y meditad todos los mandamientos de Yahveh vuestro Dios, para que podáis poseer esta tierra espléndida y la dejéis como heredad a vuestros hijos después de vosotros para siempre. [9] «Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón entero y con ánimo generoso, porque Yahveh sondea todos los corazones y penetra los pensamientos en todas sus formas. Si le buscas, se dejará encontrar; pero si le dejas, él te desechará para siempre. [10] Mira ahora que Yahveh te ha elegido para edificar una Casa que sea su santuario. ¡Sé fuerte, y manos a la obra!» [11] David dio a su hijo Salomón el diseño del vestíbulo y de los demás edificios, de los almacenes, de las salas altas, de las salas interiores y del lugar del Propiciatorio; [12] y también el diseño de todo lo que tenía en su mente respecto de los atrios de la Casa de Yahveh, y de todas las cámaras de alrededor, para los tesoros de la Casa de Dios y los tesoros de las cosas sagradas; [13] asimismo respecto de las clases de los sacerdotes y de los levitas y del ejercicio del servicio de la Casa de Yahveh, como también de todos los utensilios del servicio de la Casa de Yahveh.

[14] Cuanto al oro, el peso de oro para cada uno de los utensilios de cada servicio, y también la plata, según el peso que correspondía a cada uno de los utensilios de cada clase de servicio; [15] asimismo el peso de los candelabros de oro y sus lámparas de oro, según el peso de cada candelabro y de sus lámparas, y para los candelabros de plata según el peso de cada candelabro y sus lámparas, conforme al servicio de cada candelabro; [16] el peso de oro para las mesas de las filas de pan, para cada mesa, y la plata para las mesas de plata; [17] oro puro para los tenedores, los acetres y los jarros; y asimismo lo correspondiente para las copas de oro, según el peso de cada copa, y para las copas de plata según el peso de cada copa; [18] para el altar del incienso, oro acrisolado según el peso; asimismo según el peso; asimismo el modelo de la carroza y de los querubines que extienden las alas y cubren el arca de la alianza de Yahveh.

[19] Todo esto conforme a lo que Yahveh había escrito de su mano para hacer comprender todos los detalles del diseño. [20] Y dijo David a su hijo Salomón: «¡Sé fuerte y ten buen ánimo; y manos a la obra! NO temas ni desmayes, porque Yahveh Dios, el Dios mío, está contigo; no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la Casa de Yahveh. [21] Ahí tienes las clases de los sacerdotes y de los levitas para todo el servicio de la Casa de Dios; estarán a tu lado para cada clase de obra, todos los hombres de buena voluntad y hábiles para cualquier clase de servicio; y los jefes del pueblo entero están a tus órdenes.»

Capítulo 29

[1] Dijo el rey David a toda la asamblea: «Mi hijo Salomón, el único elegido por Dios, es todavía joven y débil, y la obra es grande; pues este alcázar no es para hombre, sino para Yahveh Dios. [2] Con todas mis fuerzas he preparado, con destino a la Casa de mi Dios, el oro para los objetos de oro, la plata para los de plata, el bronce para los de bronce, el hierro para los de hierro, y la madera para los de madera; piedras de ónice y de engaste, piedras brillantes y de varios colores, toda suerte de piedras preciosas y piedras de alabastro en abundancia. [3] Fuera de esto, en mi amor por la Casa de mi Dios, doy a la Casa de mi Dios el oro y la plata que poseo, además de todo lo que tengo preparado para la Casa del santuario: [4] 3.000 talentos de oro, del oro de Ofir, y 7.000 talentos de plata acrisolada para recubrir las paredes de los edificios; [5] el oro para los objetos de oro, la plata para los de plata y para todas las obras de orfebrería. ¿Quién, pues, quiere ahora hacer a manos llenas una ofrenda a Yahveh?» [6] Entonces los cabezas de familia, los jefes de las tribus de Israel, los jefes de millar y de cien, y los encargados de las obras del rey, ofrecieron espontáneamente sus donativos, [7] y dieron para el servicio de la Casa de Dios 5.000 talentos de oro, 10.000 dáricos, 10.000 talentos de plata, 18.000 talentos de bronce y 100.000 talentos de hierro.

[8] Los que tenían piedras preciosas las entregaron para el tesoro de la Casa de Yahveh, en manos de Yejiel el guersonita. [9] Y el pueblo se alegró por estas ofrendas voluntarias; porque de todo corazón la habían ofrecido espontáneamente a Yahveh. También el rey David tuvo un gran gozo. [10] Después bendijo David a Yahveh en presencia de toda la asamblea diciendo: «¡Bendito tú, oh Yahveh, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre hasta siempre! [11] Tuya, oh Yahveh, es la grandeza, la fuerza, la magnificencia, el esplendor y la majestad; pues tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra. Tuyo, oh Yahveh, es el reino; tú te levantas por encima de todo. [12] De ti proceden las riquezas y la gloria. Tú lo gobiernas todo; en tu mano están el poder y la fortaleza, y es tu mano la que todo lo engrandece y a todo da consistencia.

[13] Pues bien, oh Dios nuestro, te celebramos y alabamos tu Nombre magnífico. [14] Pues, ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para que podamos ofrecerle estos donativos? Porque todo viene de ti, y de tu mano te lo damos. [15] Porque forasteros y huéspedes somos delante de ti, como todos nuestros padres; como sombras son nuestros días sobre la tierra y no hay esperanza. [16] Yahveh, Dios nuestro, todo este grande acopio que hemos preparado para edificarte una Casa para tu santo Nombre, viene de tu mano y tuyo es todo. [17] Bien sé, Dios mío, que tú pruebas los corazones y amas la rectitud; por eso te he ofrecido voluntariamente todo esto con rectitud de corazón, y ahora veo con regocijo que tu pueblo, que está aquí, te ofrece espontáneamente tus dones.

[18] Oh Yahveh, Dios de nuestros padres Abraham, Isaac, e Israel, conserva esto perpetuamente para formar los pensamientos en el corazón de tu pueblo, y dirige tú su corazón hacia ti. [19] Da a mi hijo Salomón un corazón perfecto, para que guarde tus mandamientos, tus instrucciones y tus preceptos, para que todo lo ponga por obra y edifique el alcázar que yo te he preparado.» [20] Después dijo David a toda la asamblea: «"¡Bendecid a Yahveh, vuestros Dios!» Y toda la asamblea bendijo a Yahveh, el Dios de sus padres, se inclinaron y se postraron ante Yahveh y ante el rey. [21] Al día siguiente sacrificaron víctimas a Yahveh y le ofrecieron holocaustos: mil novillos, mil carneros y mil corderos, con sus libaciones y muchos sacrificios por todo Israel. [22] Aquel día comieron y bebieron ante Yahveh con gran gozo y por segundo vez proclamaron rey a Salomón, hijo de David; le ungieron como caudillo ante Yahveh, y a Sadoq como sacerdote.

[23] Sentóse Salomón como rey sobre el trono de Yahveh en lugar de su padre David: él prosperó y todo Israel le obedeció [24] Todos los jefes y valientes, y también todos los hijos del rey David, prestaron obediencia al rey Salomón. [25] Y Yahveh engrandeció sobremanera a Salomón a los ojos de todo Israel, y le dio un reinado glorioso como nunca había tenido ningún rey de Israel antes de él. [26] David, hijo de Jesé, había reinado sobre todo Israel. [27] El tiempo que reinó sobre Israel fue de cuarenta años. En Hebrón reinó 7 años y en Jerusalén 33.

[28] Murió en buena vejez, lleno de días, riqueza y gloria; y en su lugar reinó su hijo Salomón. [29] Los hechos del rey David, de los primeros a los postreros, están escritos en la historia del vidente Samuel, en la historia del profeta Natán y en la historia del vidente Gad, [30] juntamente con todo su reinado y sus hazañas, y las cosas que le sobrevinieron a él, a Israel y a todos los reinos de los demás países.

2 CRÓNICAS

Capítulo 1

[1] Salomón, hijo de David, se afianzó en su reino; Yahveh, su Dios, estaba con él y le engrandeció sobremanera. [2] Salomón habló a todo Israel, a los jefes de millar y de cien, a los jueces y a todos los jefes de todo Israel, cabezas de casas paternas. [3] Después Salomón fue con toda la asamblea al alto de Gabaón, porque allí se hallaba la Tienda del Encuentro de Dios, que Moisés, siervo de Yahveh, había hecho en el desierto. [4] Cuanto al arca de Dios, David la había llevado de Quiryat Yearim al lugar preparado para ella, pues le había alzado una tienda en Jerusalén. [5] El altar de bronce que había hecho Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, estaba también allí delante de la Morada de Yahveh. Fueron, pues, Salomón y la asamblea para consultarle. [6] Subió Salomón allí, al altar de bronce que estaba ante Yahveh, junto a la Tienda del Encuentro, y ofreció sobre él mil holocaustos.

[7] Aquella noche se apareció Dios a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que quieras que te dé.» [8] Salomón respondió a Dios: «Tú tuviste gran amor a mi padre David, y a mí me has hecho rey en su lugar. [9] Ahora, pues, oh Yahveh Dios, que se cumpla la promesa que hiciste a mi padre David, ya que tú me has hecho rey sobre un pueblo Caperoso como el polvo de la tierra. [10] Dame, pues, ahora sabiduría e inteligencia, para que sepa conducirme ante este pueblo tuyo tan grande.» [11] Respondió Dios a Salomón: «Ya que piensas esto en tu corazón, y no has pedido riquezas ni bienes ni gloria ni la muerte de tus enemigos; ni tampoco has pedido larga vida, sino que has pedido para ti sabiduría e inteligencia para saber juzgar a mi pueblo, del cual te he hecho rey, [12] por eso te son dadas la sabiduría y el entendimiento, y además te daré riqueza, bienes y gloria como no las tuvieron los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.» [13] Salomón regresó a Jerusalén desde el alto de Gabaón, de delante de la Tienda del Encuentro, y reinó sobre Israel.

[14] Salomón reunió carros y caballos, tuvo 1.400 carros y 12.000 caballos que llevó a las ciudades de los carros y junto al rey en Jerusalén. [15] Hizo el rey que la plata y el oro fuese tan abundante en Jerusalén como las piedras y los cedros, como los sicómoros de la Tierra Baja. [16] Los caballos de Salomón procedían de Musur y de Cilicia; los mercaderes del rey los adquirían en Cilicia por su precio en dinero. [17] Traían de Egipto un carro por seiscientos siclos de plata, y un caballo por 150. Los traían también como intermediarios para todos los reyes de los hititas y todos los reyes de Aram. [18] Decidió, pues, Salomón edificar una Casa al Nombre de Yahveh y una casa real para sí.

Capítulo 2

[1] Salomón señaló 70.000 hombres para transportar cargas, 80.000 canteros en el monte y 3.600 capataces para ellos. [2] Salomón envió a decir a Juram, rey de Tiro: «Haz conmigo como hiciste con mi padre David, enviándole maderas de cedro para que se construyera una casa en que habitar. [3] Te hago saber que voy a edificar una Casa al Nombre de Yahveh, mi Dios, para consagrársela, para quemar ante él incienso aromático, para la ofrenda perpetua de los panes presentados, y para los holocaustos de la mañana y de la tarde, de los sábados, novilunios y solemnidades de Yahveh nuestro Dios, como se hace siempre en Israel. [4] La Casa que voy a edificar será grande, porque nuestro Dios es mayor que todos los dioses. [5] Pero ¿quién será capaz de construirle una Casa, cuando los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerle? ¿Y quién soy yo para edificarle una Casa, aunque esté destinada tan sólo para quemar incienso en su presencia? [6] Envíame, pues, un hombre diestro en trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la púrpura escarlata, el carmesí y la púrpura violeta, y que sepa grabar; estará con los expertos que tengo conmigo en Judá y en Jerusalén, y que mi padre David ya había preparado.

[7] Envíame también madera de cedro, de ciprés y algummim del Líbano; pues bien sé que tus siervos saben talar los árboles del Líbano, y mis siervos trabajarán con tus siervos, [8] para prepararme madera en abundancia; pues la Casa que voy a edificar ha de ser grande y maravillosa. [9] Daré para el sustento de tus siervos, los taladores de los árboles, 20.000 cargas de trigo, 20.000 cargas de cebada, 20.000 medidas de vino y 20.000 medidas de aceite.» [10] Juram, rey de Tiro, respondió en una carta que envió al rey Salomón: «Por el amor que tiene Yahveh a su pueblo te ha hecho rey sobre ellos.» [11] Y añadía Juram: «Bendito sea Yahveh, el Dios de Israel, hacedor del cielo y de la tierra, que ha dado al rey David un hijo sabio, prudente e inteligente, que edificará una Casa a Yahveh y una casa real para sí. [12] Te envío, pues, ahora a Juram Abí, hombre hábil, dotado de inteligencia; [13] es hijo de una danita, y su padre es de Tiro. Sabe trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la piedra y la madera, la púrpura escarlata, la púrpura violeta, el lino fino y el carmesí. Sabe también hacer toda clase de grabados y ejecutar cualquier obra que se le proponga, a una con tus artífices y los artífices de mi señor David, tu padre.

[14] Que mande, pues, a sus siervos el trigo, la cebada, el aceite y el vino de que ha hablado mi señor, [15] y por nuestra parte cortaremos del Líbano toda la madera que necesites y te la llevaremos en balsas, por mar, hasta Joppe, y luego tú mandarás que la suban a Jerusalén.» [16] Salomón hizo el censo de todos los forasteros residentes en Israel, tomando por modelo el censo que había hecho su padre David; y se halló que eran 153.600. [17] De ellos destinó 70.000 para el transporte de cargas, 80.000 para las canteras en las montañas y 3.600 como capataces para hacer trabajar al pueblo.

Capítulo 3

[1] Empezó, pues, Salomón a edificar la Casa de Yahveh en Jerusalén, en el monte Moria, donde Dios se había manifestado a su padre David, en el lugar donde David había hecho los preparativos, en la era de Ornán el jebuseo. [2] Dio comienzo a las obras el segundo mes del año cuarto de su reinado. [3] Este es el plano sobre el que Salomón edificó la Casa de Dios: sesenta codos de longitud, en codos de medida antigua, y veinte codos de anchura. [4] El Ulam que estaba delante del Hekal de la Casa tenía una longitud de veinte codos, correspondiente al ancho de la Casa, y una altura de 120. Salomón lo recubrió por dentro de oro puro. [5] Revistió la Sala Grande de madera de ciprés y la recubrió de oro fino, haciendo esculpir en ella palmas y cadenillas. [6] Para adornar la Casa la revistió también de piedras preciosas; el oro era oro de Parvayim.

[7] Recubrió de oro la Casa, las vigas, los umbrales, sus paredes y sus puertas, y esculpió querubines sobre las paredes. [8] Construyó también la sala del Santo de los Santos, cuya longitud, correspondiente al ancho de la Casa, era de veinte codos, y su anchura igualmente de veinte codos. Lo revistió de oro puro, que pesaba seiscientos talentos. [9] Los clavos de oro pesaban cincuenta siclos. Cubrió también de oro las salas altas. [10] En el interior de la sala del Santo de los Santos hizo dos querubines, de obra esculpida, que revistió de oro. [11] Las alas de los querubines tenían veinte codos de largo. Un ala era de cinco codos y tocaba la pared de la sala; la otra ala tenía también cinco codos y tocaba el ala del otro querubín. [12] El ala del segundo querubín era de cinco codos y tocaba la pared de la sala; la otra ala tenía también cinco codos y pegaba con el ala del primer querubín.

[13] Las alas desplegadas de estos querubines medían veinte codos. Estaban de pie, y con sus caras vueltas hacia la sala. [14] Hizo también el velo de púrpura violeta, púrpura escarlata, carmesí y lino fino, y en él hizo poner querubines. [15] Delante de la sala hizo dos columnas de 35 codos de alto. El capitel que las coronaba tenía cinco codos. [16] En el Debir hizo cadenillas y las colocó sobre los remates de las columnas; hizo también cien granadas, que puso en las cadenillas. [17] Erigió las columnas delante del Hekal, una a la derecha y otra a la izquierda, y llamó a la de la derecha Yakín y a la de la izquierda Boaz.

Capítulo 4

[1] Construyó también un altar de bronce de veinte codos de largo, veinte codos de ancho y diez codos de alto. [2] Hizo el Mar de metal fundido, de diez codos de borde a borde. Era enteramente redondo y de cinco codos de alto. Un cordón de treinta codos medía su contorno. [3] Debajo del borde había en todo el contorno unas como figuras de bueyes, diez por cada codo, colocadas en dos órdenes, fundidas en una sola masa. [4] Se apoyaba sobre doce bueyes; tres mirando al norte, tres mirando al oeste, tres mirando al sur y tres mirando al este. El Mar estaba sobre ellos, quedando sus partes traseras hacia el interior. [5] Su espesor era de un palmo, y su borde como el borde del cáliz de la flor de lirio. Cabían en él 3.000 medidas. [6] Hizo diez pilas para las abluciones y colocó cinco de ellas a la derecha y cinco a la izquierda para lavar en ellas lo que se ofrecía en holocausto. El Mar era para las abluciones de los sacerdotes.

[7] Hizo diez candelabros de oro según la forma prescrita, y los colocó en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a la izquierda. [8] Hizo diez mesas, que puso en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a la izquierda. Hizo también cien acetres de oro. [9] Construyó también el atrio de los sacerdotes y el atrio grande con sus puertas, revistiendo las puertas de bronce. [10] Colocó el Mar al lado derecho, hacia el sureste. [11] Juram hizo también los ceniceros, las paletas y los acetres. Así concluyó Juram la obra que le había encargado el rey Salomón en la Casa de Dios: [12] Las dos columnas; las molduras de los capiteles que coronaban las columnas; los dos trenzados para cubrir las dos molduras de los capiteles que estaban sobre las columnas; [13] las cuatrocientas granadas para cada trenzado; [14] las diez basas, y las diez pilas sobre las basas; [15] el Mar con los doce bueyes debajo de él; [16] los ceniceros, las paletas y los acetres. Todos estos utensilios los hizo Juram Abí para el rey Salomón, para la Casa de Yahveh, de bronce bruñido.

[17] El rey los hizo fundir en la vega del Jordán, en el mismo suelo, entre Sukkot y Seredá. [18] Salomón fabricó todos estos utensilios en tan enorme cantidad que no se pudo calcular el peso del bronce. [19] Salomón hizo todos los objetos destinados a la Casa de Dios: el altar de oro, las mesas para el pan de la Presencia, [20] los candelabros con sus lámparas de oro fino, para que ardieran, según el rito, delante del Debir; [21] las flores, las lámparas y las despabiladeras de oro, de oro purísimo; [22] y los cuchillos, los acetres, los vasos y los braseros, de oro puro. Eran también de oro las puertas interiores de la Casa a la entrada del Santo de los Santos, y las puertas de la Casa para el Hekal.

Capítulo 5

[1] Así fue concluida todo la obra que hizo Salomón para la Casa de Yahveh. Salomón hizo traer todo lo consagrado por su padre David, la plata, el oro y todos los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de Dios. [2] Entonces congregó Salomón en Jerusalén a todos los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas de los hijos de Israel, para hacer subir el arca de la alianza de Yahveh desde la Ciudad de David, que es Sión. [3] Se reunieron junto al rey todos los hombres de Israel, en la fiesta del mes séptimo. [4] Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los levitas alzaron el arca; [5] y llevaron el arca y la Tienda del Encuentro y todos los utensilios del santuario que había en la Tienda; lo llevaron los sacerdotes levitas. [6] El rey Salomón, con toda la comunidad de Israel que se había reunido en torno a él, sacrificaron ante el arca ovejas y bueyes en incalculable e inCaperable abundancia.

[7] Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su lugar, al Debir de la Casa, al Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines. [8] Pues los querubines extendían las alas por encima del emplazamiento del arca, cubriendo el arca y los varales por encima. [9] Los varales eran tan largos que se veían sus puntas desde el Santo, desde la parte anterior al Debir, pero no se veían desde fuera; y allí están hasta el día de hoy. [10] En el arca no había nada más que las dos tablas que hizo poner Moisés en ella, en el Horeb, cuando Yahveh hizo alianza con los israelitas a su salida de Egipto. [11] Cuando los sacerdotes salieron del santuario, porque todos los sacerdotes que se hallaban presentes se habían santificado, sin guardar orden de clases, [12] y todos los levitas cantores, Asaf, Hemán y Yedutún, con sus hijos y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar, tocando címbalos, salterios y cítaras, y con ellos 120 sacerdotes que tocaban las trompetas; [13] se hacían oír al mismo tiempo y al unísono los que tocaban las trompetas y los cantores, alabando y celebrando a Yahveh; alzando la voz con las trompetas y con los címbalos y otros instrumentos de música, alababan a Yahveh diciendo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor»; la Casa se llenó de una nube, la misma Casa de Yahveh.

[14] Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Dios.

Capítulo 6

[1] Entonces dijo Salomón: «Yahveh quiere habitar en densa nube.

[2] He querido erigirte una morada, un lugar donde habites para siempre». [3] Se volvió el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras toda la asamblea de Israel estaba en pie. [4] Dijo: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que habló por su boca a mi padre David, y ha cumplido por su mano lo que dijo: [5] «Desde el día en que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no he elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel, para edificar una Casa en la que esté mi Nombre; ni elegí varón que fuese caudillo de mi pueblo Israel; [6] pero elijo a Jerusalén, para que esté allí mi Nombre, y elijo a David para que sea jefe de mi pueblo Israel.» [7] «Mi padre David pensó en su corazón edificar una Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel.

[8] Pero Yahveh dijo a mi padre David: «Cuanto a haber pensado en tu corazón edificar una Casa a mi Nombre, bien has hecho en tener tal voluntad. [9] Pero no edificarás tú la Casa, sino que será un hijo tuyo, salido de tus entrañas, quien edifique la Casa a mi Nombre.» [10] Yahveh ha cumplido la promesa que dijo; he sucedido a mi padre David, me he sentado en el trono de Israel, como Yahveh había dicho, y he construido la Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel; [11] y he puesto allí el arca, en la cual está la alianza de Yahveh, que él pactó con los israelitas.» [12] Salomón se puso ante el altar de Yahveh en presencia de toda la asamblea de Israel y extendió las manos. [13] Salomón había hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo, cinco codos de ancho, y tres codos de alto, que había colocado en medio del atrio; poniéndose sobre él se arrodilló frente a toda la asamblea de Israel. Y extendiendo sus manos hacia el cielo, [14] dijo: «Yahveh, Dios de Israel, no hay Dios como tú ni en el cielo ni en la tierra; tú que guardas la alianza y el amor a tus siervos que andan en tu presencia con todo su corazón; [15] tú que has mantenido a mi padre David la promesa que le hiciste, pues por tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido este día.

[16] Ahora, pues Yahveh, Dios de Israel, mantén a tu siervo David, mi padre, la promesa que le hiciste, diciendo: « Nunca será quitado de mi presencia uno de los tuyos, que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino andando en mi Ley, como tú has andado delante de mí.» [17] Ahora, Yahveh, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste a tu siervo David. [18] Pero ¿es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido! [19] Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Yahveh, Dios mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace en tu presencia. [20] ¡Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que dijiste que pondrías en él tu Nombre para escuchar la oración que dirige tu siervo hacia este lugar! [21] «Oye, pues, las plegarias de tu siervo Israel, tu pueblo, cuando oren hacia este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde los cielos; escucha y perdona.

[22] «Cuando un hombre peque contra su prójimo, y éste pronuncie una imprecación sobre él, haciéndole jurar delante de tu altar en esta Casa, [23] escucha tú desde los cielos y obra; juzga a tus siervos. Da su merecido al inicuo, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza y declarando inocente al justo, para darle según su justicia. [24] «Si Israel, tu pueblo, es batido por el enemigo por haber pecado contra ti, y ellos se vuelven y alaban tu Nombre orando y suplicando ante ti en esta Casa, [25] escucha tú desde los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel, y vuélvelos a la tierra que les diste a ellos y a sus padres. [26] «Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron contra ti, si oran en este lugar y alaban tu nombre, y se convierten de su pecado porque les humillaste, [27] escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deben andar, y envía lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo por herencia.

[28] «Cuando haya hambre en esta tierra, cuando haya peste, tizón, añublo, langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus puertas, en todo azote y toda enfermedad, [29] si un hombre cualquiera, o todo Israel, tu pueblo, hace oraciones y súplicas, y, reconociendo su pena y su dolor, tiende sus manos hacia esta Casa, [30] escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y perdona, dando a cada uno según todos sus caminos, pues tú conoces su corazón — y sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres — [31] para que teman y sigan tus caminos todos los días que vivan sobre la haz de la tierra que has dado a nuestros padres. [32] «También al extranjero, que no es de tu pueblo Israel, el que viene de un país lejano a causa de tu gran Nombre, tu mano fuerte y tu tenso brazo, cuando venga a orar en esta Casa, [33] escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz cuanto te pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu Nombre y te teman, como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es invocado sobre esta Casa que yo he construido.

[34] «Si tu pueblo va a la guerra contra sus enemigos por el camino por el que tú le envíes, si oran a ti, vueltos hacia esta ciudad que tú has elegido, y hacia la Casa que yo he construido a tu Nombre, [35] escucha tú desde los cielos su oración y su plegaria y hazles justicia. [36] Cuando pequen contra ti — pues no hay hombre que no peque — y tú, irritado contra ellos, los entregues al enemigo, y sus conquistadores los lleven cautivos a un país lejano o cercano, [37] si se convierten en su corazón en la tierra a que hayan sido llevados, si se arrepienten y te suplican en la tierra de su cautividad, diciendo: «Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables"; [38] si se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país de la cautividad al que fueren deportados, y te suplican vueltos hacia la tierra que tú diste a sus padres y hacia la ciudad que tú has elegido y hacia la Casa que yo he edificado a tu Nombre, [39] escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, su oración y su plegaria; hazles justicia y perdona a tu pueblo los pecados cometidos contra ti.

[40] «Que tus ojos, Dios mío, estén abiertos, y tus oídos atentos a la oración que se haga en este lugar. [41] Y ahora ¡levántate, Yahveh Dios, hacia tu reposo, tú y el arca de tu fuerza! ¡Que tus sacerdotes, Yahveh Dios, se revistan de salvación. y tus fieles gocen de la felicidad! [42] Yahveh, Dios mío, no rehaces el rostro de tu Ungido; acuérdate de las misericordias otorgadas a David tu siervo.»

Capítulo 7

[1] Cuando Salomón acabó de orar, bajó fuego del cielo que devoró el holocausto y los sacrificios; y la gloria de Yahveh llenó la Casa. [2] Los sacerdotes no podían entrar en la Casa de Yahveh, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh. [3] Entonces todos los hijos de Israel, viendo descender el fuego y la gloria de Yahveh sobre la Casa, se postraron rostro en tierra sobre el pavimento y adoraron y alabaron a Yahveh «porque es bueno, porque es eterno su amor». [4] Luego el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios ante Yahveh. [5] El rey Salomón ofreció en sacrificio 22.000 bueyes y 120.000 ovejas. Así inauguraron la Casa de Dios el rey y todo el pueblo. [6] Los sacerdotes atendían a su ministerio, mientras los levitas glorificaban a Yahveh con los instrumentos que el rey David fabricó para acompañar los cánticos de Yahveh, «porque es eterno su amor», ejecutando los cánticos compuestos por David. Los sacerdotes estaban delante de ellos tocando las trompetas, y todo Israel se mantenía en pie.

[7] Salomón consagró el interior del patio, que está delante de la Casa de Yahveh, pues ofreció allí los holocaustos y las grasas de los sacrificios de comunión, ya que el altar de bronce que había hecho Salomón no podía contener el holocausto, la oblación y las grasas. [8] Entonces Salomón celebró la fiesta durante siete días y con él todo Israel, en magna asamblea, venida desde la Entrada de Jamat hasta el Torrente de Egipto. [9] El día octavo tuvo lugar la asamblea solemne, pues habían hecho la dedicación del altar por siete días, de manera que la fiesta duró siete días. [10] El día veintitrés del mes séptimo, Salomón envió al pueblo a sus tiendas alegre y contento en su corazón por el bien que Yahveh había hecho a David, a Salomón y a su pueblo Israel. [11] Acabó Salomón la Casa de Yahveh y la casa del rey y llevó a cabo todo cuanto se había propuesto hacer en la Casa de Yahveh y en su propia casa. [12] Aparecióse entonces Yahveh a Salomón por la noche y le dijo: «He oído tu oración, y me he elegido este lugar como Casa de sacrificio.

[13] Si yo cierro el cielo y no llueve, si yo mando a la langosta devorar la tierra, o envío la peste entre mi pueblo; [14] y mi pueblo, sobre el cual es invocado mi Nombre, se humilla, orando y buscando mi rostro, y se vuelven de sus malos caminos, yo les oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra. [15] Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos a la oración que se haga en este lugar; [16] pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella permanezca mi Nombre por siempre. Allí estarán mis ojos y mi corazón todos los días. [17] Y en cuanto a ti, si andas en mi presencia como anduvo tu padre David, haciendo todo lo que he mandado y guardando mis decretos y mis sentencias, [18] afianzaré el trono de tu realeza como pacté con tu padre David diciendo: «No te faltará un hombre que domine en Israel.» [19] Pero si os apartáis, abandonando los decretos y los mandamientos que os he dado, y vais a servir a otros dioses, postrándoos ante ellos, [20] os arrancaré de mi tierra que os he dado; arrojaré de mi presencia esta Casa que yo he consagrado a mi Nombre y la haré objeto de proverbio y de escarnio entre todos los pueblos.

[21] Y esta Casa que es tan sublime vendrá a ser el espanto de todos los que pasen cerca de ella, de modo que dirán: «¿Por qué ha hecho así Yahveh a esta tierra y a esta Casa?» [22] Y se responderá: «Porque abandonaron a Yahveh, el Dios de sus padres que los sacó de la tierra de Egipto, y han seguido a otros dioses, se han postrado ante ellos y les han servido; por eso ha hecho venir sobre ellos todo este mal.»»

Capítulo 8

[1] Al cabo de los veinte años que empleó Salomón en edificar la Casa de Yahveh y su propia casa, [2] reconstruyó las ciudades que Juram le había dado, y estableció allí los israelitas. [3] Salomón marchó contra Jamat de Sobá y se apoderó de ella; [4] reedificó Tadmor en el desierto, y todas las ciudades de avituallamiento que construyó en Jamat; [5] reconstruyó Bet Jorón de arriba y Bet Jorón de abajo, ciudades fortificadas, con murallas, puertas y barras, [6] y Baalat, con todas las ciudades de avituallamiento que pertenecían a Salomón, todas las ciudades de carros y las ciudades para los caballos, y todo cuanto quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de su dominio.

[7] Con toda la gente que había quedado de los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos, que no eran israelitas, [8] cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a los que los israelitas no habían exterminado, hizo Salomón una leva que dura hasta el día de hoy. [9] Pero no empleó Salomón a ninguno de los israelitas como esclavo para sus obras, sino como hombres de guerra, jefes y escuderos, comandantes de sus carros y de sus caballos. [10] Los jefes de las guarniciones que tenía el rey Salomón eran 250, que gobernaban al pueblo. [11] Salomón hizo subir a la hija de Faraón desde la Ciudad de David a la casa que había edificado para ella; pues se decía: «No debe habitar mujer mía en la casa de David, rey de Israel; porque los lugares donde ha estado el arca de Yahveh son sagrados.» [12] Entonces empezó a ofrecer Salomón holocaustos a Yahveh sobre el altar de Yahveh, que había erigido delante del Ulam; [13] ofreció holocaustos según el rito de cada día, conforme a los prescrito por Moisés, en los sábados, los novilunios y en las solemnidades, tres veces al año: en la fiesta de los Azimos, en la fiesta de las Semanas y en la fiesta de las Tiendas.

[14] Estableció también las secciones de los sacerdotes en sus servicios conforme al reglamento de su padre David, a los levitas en sus cargos de alabar y servir junto a los sacerdotes, según el rito de cada día; y a los porteros con arreglo a sus secciones, en cada puerta; porque ésta era la orden de David, hombre de Dios. [15] No se apartaron en nada de la orden del rey en lo tocante a los sacerdotes y los levitas, ni tampoco en lo relativo a los tesoros. [16] Así fue dirigida toda la obra de Salomón, desde el día en que se echaron los cimientos de la Casa de Yahveh hasta su terminación. Así fue acabada la Casa de Yahveh. [17] Entonces Salomón fue a Esyón Guéber y a Elat, a orillas del mar, en el país de Edom, [18] y Juram le envió, por medio de sus siervos, navíos y marinos conocedores del mar, que fueron con los siervos de Salomón a Ofir, de donde tomaron 450 talentos de oro, que trajeron al rey Salomón.

Capítulo 9

[1] La reina de Sabá había oído la fama de Salomón, y vino a Jerusalén para probar a Salomón por medio de enigmas, con gran séquito y con camellos que traían aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas. Llegada que fue donde Salomón, le dijo todo cuanto tenía en su corazón. [2] Salomón resolvió todas sus preguntas; y no hubo ninguna proposición oscura que Salomón no pudiese resolver. [3] Cuando la reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón y la casa que había edificado, [4] los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte de sus ministros y sus vestidos, sus coperos con sus trajes y los holocaustos que ofrecía en la Casa de Yahveh, se quedó sin aliento, [5] y dijo al rey: «Verdad es cuanto oí decir en mi tierra de tus palabras y de tu sabiduría. [6] No daba yo crédito a lo que se decía, hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos; y encuentro que no se me había contado ni la mitad de la grandeza de tu sabiduría, pues tú superas todo lo que oí decir.

[7] ¡Dichosas tus gentes! ¡Dichosos estos tus servidores, que están siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría! [8] ¡Bendito sea Yahveh, tu Dios, que se ha complacido en ti, poniéndote sobre su trono como rey de Yahveh, tu Dios, por el amor que tu Dios tiene hacia Israel para conservarle por siempre, y te ha puesto por rey sobre ellos para administrar derecho y justicia!» [9] Dio al rey 120 talentos de oro, gran cantidad de aromas y piedras preciosas. Nunca hubo aromas como los que la reina de Sabá dio al rey Salomón. [10] Los siervos de Juram y los siervos de Salomón, que habían traído oro de Ofir, trajeron también madera de algummim y piedras preciosas. [11] Con la madera de algummim hizo el rey entarimados para la Casa de Yahveh y la casa del rey, cítaras y salterios para los cantores. No se había visto nunca en la tierra de Judá madera semejante. [12] El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso pedirle, aparte lo que ella había traído al rey. Después se volvió y regresó a su país con sus servidores.

[13] El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de 666 talentos de oro, [14] sin contar las contribuciones de los mercaderes y comerciantes. Todos los reyes de Arabia y los inspectores del país traían oro y plata a Salomón. [15] Hizo el rey Salomón doscientos grandes escudos de oro batido, aplicando seiscientos siclos de oro batido en cada escudo, [16] y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando trescientos siclos de oro en cada escudo; el rey los colocó en la casa «Bosque del Líbano». [17] Hizo el rey un gran trono de marfil y lo revistió de oro puro. [18] El trono tenía seis gradas y un cordero de oro al respaldo, y brazos a uno y otro lado del asiento, y dos leones, de pie, junto a los brazos.

[19] Más doce leones de pie sobre las seis gradas a uno y otro lado. No se hizo cosa semejante en ningún reino. [20] Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro, y toda la vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino. La plata no se estimaba en nada en tiempo del rey Salomón. [21] Porque el rey tenía naves que navegaban a Tarsis con los siervos de Juram, y cada tres años venía la flota de Tarsis trayendo oro y plata, marfil, monos y pavos reales. [22] Así el rey Salomón sobrepujó a todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría. [23] Todos los reyes de la tierra querían ver el rostro de Salomón, para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón. [24] Y cada uno de ellos traía su presente, objetos de plata y objetos de oro, vestidos, armas, aromas, caballos y mulos, año tras año.

[25] Tenía Salomón 4.000 caballerizas para sus caballos y carros, y 12.000 caballos, que puso en cuarteles en las ciudades de los carros y en Jerusalén junto al rey. [26] Dominaba sobre todos los reyes desde el Río hasta el país de los filisteos y hasta la frontera de Egipto. [27] Hizo el rey que la plata fuese tan abundante en Jerusalén como las piedras, y los cedros como los sicómoros de la Tierra Baja. [28] Traían también caballos para Salomón de Musur y de todos los países. [29] El resto de los hechos de Salomón, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en la historia del profeta Natán, en la profecía de Ajías el silonita, y en las visiones de Yedó el vidente, sobre Jeroboam, hijo de Nebat? [30] Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel cuarenta años.

[31] Se acostó Salomón con sus padres, y le sepultaron en la ciudad de su padre David. En su lugar reinó su hijo Roboam.

Capítulo 10

[1] Fue Roboam a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para proclamarle rey. [2] Apenas lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón, volvió de Egipto, [3] pues habían enviado a llamarle. Vino entonces Jeroboam con todo Israel, y hablaron a Roboam diciendo: [4] «Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros y te serviremos.» [5] El les dijo: «Volved a mí de aquí a tres días.» Y el pueblo se fue. [6] El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su padre Salomón, en vida de éste, diciendo: « ¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo?» [7] Ellos le respondieron: «Si eres bueno con este pueblo y les sirves y les das buenas palabras, serán siervos tuyos para siempre.» [8] Pero él abandonó el consejo que los ancianos le aconsejaron y pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio.

[9] Les dijo: «¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que me ha hablado diciendo: «Aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros?"» [10] Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron diciendo: «Esto debes responder al pueblo que te ha dicho: «Tu padre hizo pesado nuestro yugo, ahora tú aligera nuestro yugo", esto debes responder: «Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre. [11] Un yugo pesado os cargó mi padre, mas yo haré más pesado vuestro yugo; mi padre os ha azotado con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones.»» [12] Volvieron, pues, Jeroboam y todo el pueblo al tercer día donde Roboam, según lo que había dicho el rey: «Volved a mí al tercer día»; [13] y el rey les respondió con dureza, abandonando el consejo de los ancianos, [14] y hablándoles según el consejo de los jóvenes, diciendo: «Mi padre hizo pesado vuestro yugo, yo lo haré más pesado todavía; mi padre os azotó con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones.» [15] No escuchó el rey al pueblo, pues se trataba de una intervención de Dios para dar cumplimiento a la palabra que Yahveh había anunciado a Jeroboam, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Silo.

[16] Viendo todo Israel que el rey no le oía, replicó el pueblo al rey diciendo: «¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia en el hijo de Jesé. ¡A tus tiendas, Israel! Mira ahora por tu casa, David.» Y todo Israel se fue a sus tiendas. [17] Roboam reinó sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de Judá. [18] El rey Roboam envió a Adoram, jefe de la leva, pero los israelitas le mataron a pedradas y murió. Entonces el rey Roboam se apresuró a subir a su carro para huir a Jerusalén. [19] Israel está en desobediencia contra la casa de David hasta el día de hoy.

Capítulo 11

[1] En llegando a Jerusalén, reunió Roboam a la casa de Judá y Benjamín, 180.000 hombres, guerreros escogidos, para combatir contra Israel y devolver el reino a Roboam. [2] Pero fue dirigida la palabra de Yahveh a Semaías, hombre de Dios, diciendo: [3] «Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todo Israel que está en Judá y Benjamín, diciendo: [4] Así habla Yahveh: No subáis a combatir con vuestros hermanos; que cada uno se vuelva a su casa, porque esto es cosa mía.» Ellos escucharon la palabra de Yahveh y desistieron de marchar contra Jeroboam. [5] Roboam habitó en Jerusalén y edificó ciudades fortificadas en Judá. [6] Fortificó Belén, Etam, Técoa, [7] Bet Sur, Sokó, Adullam, [8] Gat, Maresá, Zif, [9] Adoráyim, Lakís, Azecá, [10] Sorá, Ayyalón y Hebrón, ciudades fortificadas de Judá y Benjamín.

[11] Reforzó las fortificaciones y puso en ellas comandantes y provisiones de víveres, de aceite y vino. [12] En todas estas ciudades había escudos y lanzas, y las hizo sumamente fuertes. Estaban por él Judá y Benjamín. [13] Los sacerdotes y levitas de todo Israel se pasaron a él desde todos sus territorios; [14] pues los levitas abandonaron sus ejidos y sus posesiones y se fueron a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboam y sus hijos les habían prohibido el ejercicio del sacerdocio de Yahveh, [15] y Jeroboam instituyo sus propios sacerdotes para los altos, los sátiros y los becerros que había hecho. [16] Tras ellos vinieron a Jerusalén, para ofrecer sacrificios a Yahveh, el Dios de sus padres, aquellos de entre todas las tribus de Israel que tenían puesto su corazón en buscar a Yahveh, el Dios de Israel; [17] y fortalecieron el reino de Judá y consolidaron a Roboam, hijo de Salomón, por tres años. Pues tres años siguió el camino de David y de Salomón.

[18] Roboam tomó por mujer a Majalat, hija de Yerimot, hijo de David y de Abiháyil, hija de Eliab, hijo de Jesé. [19] Esta le dio los hijos Yeús, Semarías y Zaham. [20] Después de ésta tomó a Maaká, hija de Absalón, la cual le dio a Abías, Attay, Zizá y Selomit. [21] Roboam amaba a Maaká, hija de Absalón, más que a todas sus mujeres y concubinas, pues tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas; y engendró veintiocho hijos y sesenta hijas. [22] Roboam puso a la cabeza a Abías, hijo de Maaká, como príncipe de sus hermanos, porque quería hacerle rey. [23] Repartió hábilmente a todos sus hijos por toda la tierra de Judá y de Benjamín, en todas las ciudades fortificadas, les dio alimentos en abundancia y les buscó mujeres.

Capítulo 12

[1] Cuando Roboam hubo consolidado y afianzado el reino, abandonó la Ley de Yahveh y con él todo Israel. [2] Y sucedió que el año quinto del rey Roboam subió Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén, — pues no era fiel a Yahveh — [3] con 1.200 carros y 60.000 caballos; no se podía contar la gente que venía con él de Egipto: libios, sukíes y etíopes. [4] Tomó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén. [5] El profeta Semaías vino a Roboam y a los jefes de Judá que se habían reunido en Jerusalén para hacer frente a Sosaq, y les dijo: «Así dice Yahveh: Vosotros me habéis abandonado, y por esto también yo os abandono en manos de Sosaq.» [6] Entonces los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: «¡Justo es Yahveh!» [7] Cuando Yahveh vio que se habían humillado, fue dirigida la palabra de Yahveh a Semaáis, diciendo: «Por haberse ellos humillado, no los destruiré, sino que dentro de poco les daré la salvación y no se derramará mi cólera sobre Jerusalén por mano de Sosaq.

[8] Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es mi servidumbre y la servidumbre de los reinos de las naciones.» [9] Subió, pues, Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén y se apoderó de los tesoros de la Casa de Yahveh y de los tesoros de la casa del rey. De todo se apoderó. Habiéndose llevado los escudos de oro que había hecho Salomón, [10] el rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, que confió a los jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey. [11] Cuando el rey entraba en la Casa de Yahveh, venían los de la guardia y los llevaban, y después los devolvían a la sala de la guardia. [12] Gracias a su humillación se apartó de él la ira de Yahveh y no le destruyó del todo; y concedió algunas cosas buenas a Judá. [13] Se afianzó, pues, el rey Roboam en Jerusalén, y reinó. Roboam tenía 41 años cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que había elegido Yahveh de entre todas las tribus de Israel para poner en ella su Nombre. El nombre de su madre era Naamá, ammonita.

[14] Hizo lo que era malo, porque no había dispuesto su corazón para buscar a Yahveh. [15] Los hechos de Roboam, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en la historia del profeta Semaías y del vidente Iddó? Hubo guerra continua entre Roboam y Jeroboam. [16] Roboam se acostó con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Abías.

Capítulo 13

[1] Abías comenzó a reinar sobre Judá el año dieciocho del rey Jeroboam. [2] Reinó tres años en Jerusalén. El nombre de su madre era Mikaía, hija de Uriel, de Guibeá. Hubo guerra entre Abías y Jeroboam. [3] Abías entró en combate con un ejército de valientes guerreros: 400.000 hombres escogidos; Jeroboam se ordenó en batalla contra él con 800.000 guerreros escogidos y valerosos. [4] Abías se levantó en el monte Semaráyim, que está en la montaña de Efraím, y dijo: «¡Oídme, Jeroboam y todo Israel! [5] ¿Acaso no sabéis que Yahveh, el Dios de Israel, dio el reino de Israel para siempre a David, a él y a sus hijos, con pacto de sal? [6] Pero Jeroboam, hijo de Nebat, siervo de Salomón, hijo de David, se alzó en rebeldía contra su señor.

[7] Se juntaron con él unos hombres fatuos y malvados y prevalecieron sobre Roboam, hijo de Salomón, pues Roboam era joven y débil de corazón y no podía resistirles. [8] ¿Y ahora tratáis vosotros de poner resistencia al reino de Yahveh, que está en manos de los hijos de David, porque vosotros sois una gran muchedumbre? Pero tenéis los becerros de oro que Jeroboam os puso por dioses. [9] ¿No habéis expulsado a los sacerdotes de Yahveh, los hijos de Aarón y los levitas? ¿No os habéis hecho sacerdotes a la manera de los pueblos de los demás países? Cualquiera que viene con un novillo y siete carneros y pide ser consagrado, es hecho sacerdote de los que no son dioses. [10] Cuanto a nosotros, Yahveh es nuestro Dios y no le hemos abandonado; los sacerdotes que sirven a Yahveh son los hijos de Aarón, igual que los levitas en su ministerio. [11] Cada mañana y cada tarde quemamos holocaustos a Yahveh, y tenemos el incienso aromático; las filas de pan están sobre la mesa pura, y el candelabro de oro con sus lámparas para ser encendidas cada tarde, pues nosotros guardamos el ritual de Yahveh nuestro Dios, en tanto que vosotros le habéis abandonado. [12] He aquí que con nosotros, a nuestra cabeza, está Dios con sus sacerdotes y las trompetas del clamor, para lanzar el grito de guerra contra vosotros. Israelitas, no hagáis la guerra contra Yahveh, el Dios de vuestros padres, porque nada conseguiréis.» [13] Entre tanto, Jeroboam hizo dar un rodeo para poner una emboscada y atacarles por detrás, de manera que él estaba frente a Judá y la emboscada a espaldas de éstos.

[14] Al volver Judá la cabeza, vio que se presentaba combate de frente y por detrás. [15] Entonces clamaron a Yahveh y, mientras los sacerdotes tocaban las trompetas, los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra; y al alzar el grito de guerra los hombres de Judá, desbarató Dios a Jeroboam y a todo Israel delante de Abías y de Judá. [16] Huyeron los israelitas delante de Judá, y Dios los entregó en sus manos. [17] Abías y su tropa les causaron una gran derrota; cayeron 500.000 hombres escogidos de Israel. [18] Quedaron entonces humillados los israelitas y prevalecieron los hijos de Judá por haberse apoyado en Yahveh, el Dios de sus padres. [19] Abías persiguió a Jeroboam y le tomó las ciudades de Betel con sus aldeas, Yesaná con sus aldeas y Efrón con sus aldeas.

[20] Jeroboam ya no tuvo fuerza en los días de Abías, pues Yahveh le hirió y murió. [21] Pero Abías se fortaleció; tomó catorce mujeres y engendró veintidós hijos y dieciséis hijas. [22] El resto de los hechos de Abías, sus hechos y sus acciones, están escritos en el midrás del profeta Iddó. [23] Se acostó Abías con sus padres y le sepultaron en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Asá. En su tiempo el país estuvo en paz durante diez años.

Capítulo 14

[1] Asá hizo lo que era bueno y recto a los ojos de Yahveh su Dios. [2] Suprimió los altares del culto extranjero y los altos; rompió las estelas, abatió los cipos, [3] y mandó a Judá que buscase a Yahveh, el Dios de sus padres, y cumpliese la ley y los mandamientos. [4] Hizo desaparecer de todas las ciudades de Judá los altos y los altares de incienso; y el reino estuvo en paz bajo su reinado. [5] Edificó ciudades fuertes en Judá, porque el país estaba en paz, y no hubo guerra contra él por aquellos años; pues Yahveh le había dado tranquilidad. [6] Dijo a Judá: «Edifiquemos estas ciudades, y cerquémoslas de murallas, torres, puertas y barras, mientras el país esté a nuestra disposición; pues hemos buscado a Yahveh, nuestro Dios, y por haberle buscado, él nos ha dado paz por todas partes.» Edificaron, pues y prosperaron.

[7] Asá tenía un ejército de 300.000 hombres de Judá, que llevaban pavés y lanza, y 280.000 de Benjamín, que llevaban escudo y eran arqueros; todos ellos esforzados guerreros. [8] Salió contra ellos Zéraj el etíope, con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros, y llegó hasta Maresá. [9] Salió Asá contra él y se pusieron en orden de batalla en el valle de Sefatá, junto a Maresá. [10] Asá invocó a Yahveh su Dios, y dijo: «¡Oh Yahveh, sólo tú puedes ayudar entre el poderoso y el desvalido! ¡Ayúdanos, pues, Yahveh, Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu nombre marchamos contra esta inmensa muchedumbre! ¡Yahveh, tú eres nuestro Dios! ¡No prevalezca contra ti hombre alguno!» [11] Yahveh derrotó a los etíopes ante Asá y Judá; y los etíopes se pusieron en fuga. [12] Asá y la gente que con él estaba los persiguieron hasta Guerar; y cayeron de los etíopes hasta no quedar uno vivo, pues fueron destrozados delante de Yahveh y su campamento; y se recogió un botín inmenso.

[13] Batieron todas las ciudades de los alrededores de Guerar, porque el terror de Yahveh cayó sobre ellas; y saquearon todas las ciudades, pues había en ellas gran botín. [14] Asimismo atacaron las majadas y capturaron gran cantidad de ovejas y camellos. Después se volvieron a Jerusalén.

Capítulo 15

[1] Vino entonces el espíritu de Dios sobre Azarías, hijo de Oded, [2] el cual salió al encuentro de Asá y le dijo: «¡Oídme vosotros, Asá y todo Judá y Benjamín! Yahveh estará con vosotros mientras vosotros estéis con él; si le buscáis, se dejará hallar de vosotros; pero si le abandonáis, os abandonará. [3] Durante mucho tiempo Israel estará sin verdadero Dios, sin sacerdote que enseñe y sin ley. [4] Mas cuando en su angustia se vuelva a Yahveh, el Dios de Israel, y le busque, él se dejará hallar de ellos. [5] En aquellos tiempos no habrá paz para los hombres, sino grandes terrores sobre todos los habitantes de los países. [6] Chocarán pueblo contra pueblo y ciudad contra ciudad, porque Dios los conturbará con toda suerte de aflicciones.

[7] ¡Vosotros, pues, esforzaos, y que no se debiliten vuestras manos! Porque vuestras obras tendrán recompensa.» [8] Al oír Asá estas palabras y esta profecía cobró ánimo e hizo desaparecer los monstruos abominables de todo el país de Judá y Benjamín y de las ciudades que había conquistado en la montaña de Efraím, y restauró el altar de Yahveh, que estaba ante el vestíbulo de Yahveh. [9] Congregó a todo Judá y Benjamín, y a los de Efraím, Manasés y Simeón que habitaban entre ellos; pues se habían pasado a él muchos de los israelitas, viendo que Yahveh su Dios estaba con él. [10] Se reunieron en Jerusalén en el mes tercero del año quince del reinado de Asá. [11] Aquel día ofrecieron a Yahveh sacrificios del botín que habían traído: setecientos bueyes y 7.000 ovejas. [12] Y se obligaron con un pacto a buscar a Yahveh, el Dios de sus padres, con todo su corazón y con toda su alma; [13] y que todo aquel que no buscase a Yahveh, el Dios de Israel, moriría, desde el pequeño hasta el grande, hombre o mujer.

[14] Juraron, pues, a Yahveh en alta voz, con gritos de júbilo y al son de las trompetas y cuernos. [15] Y todo Judá se alegró con motivo del juramento, porque de todo corazón había prestado el juramento, y con plena voluntad había buscado a Yahveh. Por eso él se dejó hallar de ellos; y le dio paz por todas partes. [16] El rey Asá llegó a quitar a Maaká, su madre, el título de Gran Dama, porque había hecho un Horror para Aserá. Asá abatió este Horror, lo hizo pedazos y lo quemó en el torrente Cedrón. [17] Pero no desaparecieron los altos de en medio de Israel, aun cuando el corazón de Asá fue perfecto todos sus días. [18] Llevó a la Casa de Dios las ofrendas consagradas por su padre y sus propias ofrendas: plata, oro y utensilios. [19] No hubo guerra hasta el año 35 del reinado de Asá.

Capítulo 16

[1] El año 36 del reinado de Asá subió Basá, rey de Israel, contra Judá, y fortificó a Ramá, para cortar las comunicaciones a Asá, rey de Judá. [2] Sacó entonces Asá plata y oro de los tesoros de la Casa de Yahveh y de la casa del rey, y envió mensajeros a Ben Hadad, rey de Aram, que habitaba en Damasco, diciendo: [3] «Haya alianza entre nosotros, como entre mi padre y tu padre; te envío plata y oro. Anda, rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que se aleje de mí.» [4] Ben Hadad escuchó al rey Asá y envió a los jefes de su ejército contra las ciudades de Israel; conquistó Iyyón, Dan, Abel Máyim y todos los depósitos de las ciudades situadas en Neftalí. [5] Cuando Basá lo supo, suspendió las fortificaciones de Ramá e hizo parar su obra. [6] Entonces el rey Asá tomó a todo Judá y se llevaron de Ramá las piedras y maderas que Basá había empleado para la construcción; y con ella fortificó Gueba y Mispá.

[7] En aquel tiempo el vidente Jananí fue donde Asá, rey de Judá, y le dijo: «Por haberte apoyado en el rey de Aram, y no haberte apoyado en Yahveh tu Dios, por eso se ha escapado de tu mano el ejército del rey de Aram. [8] ¿No eran un ejército Caperoso los etíopes y los libios, con carros y una muchedumbre de hombres de carro? Y, sin embargo, por haber puesto tu confianza en Yahveh, él los entregó en tu mano. [9] Porque los ojos de Yahveh recorren toda la tierra, para fortalecer a los que tienen corazón entero para con él. Has procedido neciamente en esto, y por eso de aquí en adelante tendrás guerras.» [10] Irritóse entonces Asá contra el vidente y lo metió en la cárcel, pues estaba enojado con él por este asunto. En esa época también maltrató Asá a varios del pueblo. [11] Estos son los hechos de Asá, los primeros y los postreros; están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel. [12] El año 39 de su reinado enfermó Asá de los pies, pero tampoco en su enfermedad buscó a Yahveh, sino a los médicos.

[13] Se acostó Asá con sus padres. Murió el año 41 de su reinado, [14] y le sepultaron en el sepulcro que se había hecho en la Ciudad de David. Lo pusieron sobre un lecho lleno de bálsamo, de aromas y de ungüentos preparados según el arte de los perfumistas; y le encendieron un fuego enorme.

Capítulo 17

[1] En su lugar reinó su hijo Josafat, el cual se fortificó contra Israel. [2] Puso guarniciones en todas las ciudades fortificadas de Judá y estableció gobernadores en el país de Judá y en las ciudades de Efraím, que Asá su padre había conquistado. [3] Estuvo Yahveh con Josafat, porque anduvo por los caminos que había seguido anteriormente su padre David y no buscó a los Baales, [4] sino que buscó al Dios de sus padres andando en sus mandamientos, sin imitar los hechos de Israel. [5] Yahveh consolidó el reino en su mano; y todo Judá traía presentes a Josafat, que adquirió grandes riquezas y honores. [6] Su corazón cobró ánimo en los caminos de Yahveh, hasta hacer desaparecer de Judá los altos y los cipos.

[7] El año tercero de su reinado envió a sus oficiales Ben Jáyil, Abdías, Zacarías, Natanael y Miqueas para que enseñasen en las ciudades de Judá, [8] y con ellos a los levitas Semaías, Netanías, Zebadías, Asahel, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías, y con estos levitas a los sacerdotes Elisamá y Yehoram, [9] los cuales enseñaron en Judá, llevando consigo el libro de la Ley de Yahveh. Recorrieron todas las ciudades de Judá, enseñando al pueblo. [10] El terror de Yahveh se apoderó de todos los reinos de los países que rodeaban a Judá, de manera que no hicieron guerra contra Josafat. [11] Los filisteos trajeron a Josafat presentes y plata como tributo. También los árabes le trajeron ganado menor: 7.700 carneros y 7.700 machos cabríos. [12] Así Josafat iba engrandeciéndose cada vez más, hasta lo sumo, y edificó en Judá castillos y ciudades de aprovisionamiento.

[13] Llevó a cabo muchas obras en las ciudades de Judá, y tuvo una guarnición de guerreros escogidos en Jerusalén. [14] Esta es la lista, por sus casas paternas: De Judá, jefes de millar: Adná, el jefe, y con él 300.000 hombres esforzados. [15] A su lado el jefe Yehojanán, y con él 280.000. [16] A su lado Amasías, hijo de Zikrí, que se había consagrado espontáneamente a Yahveh, y bajo su mando 200.000 hombres esforzados. [17] De Benjamín: Elyadá, hombre valeroso, y con él, 200.000 armados de arco y escudo. [18] A su lado Yehozabad, y con él, 180.000 equipados para la guerra.

[19] Estos eran los que servían al rey, sin contar los que el rey había puesto en las ciudades fortificadas por todo Judá.

Capítulo 18

[1] Josafat tuvo grandes riquezas y honores; emparentó con Ajab, [2] y al cabo de algunos años bajó a visitarle a Samaría. Ajab sacrificó gran número de ovejas y de bueyes para él y la gente que le acompañaba; y le incitó a que subiese con él contra Ramot de Galaad. [3] Dijo Ajab, rey de Israel, a Josafat, rey de Judá: «¿Quieres venir conmigo a Ramot de Galaad?» Le contestó: «Yo soy como tú, y tu pueblo como mi pueblo; contigo estaremos en la batalla.» [4] Pero Josafat dijo al rey de Israel: «Consulta antes, por favor, la palabra de Yahveh.» [5] El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos hombres, y les dijo: «¿Debo atacar a Ramot de Galaad o debo desistir?» Le respondieron: «Sube, porque Dios la entregará en manos del rey. [6] Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí algún otro profeta de Yahveh a quien podamos consultar?» [7] Respondió el rey de Israel a Josafat: «Queda todavía un hombre por quien podríamos consultar a Yahveh, pero yo le aborrezco, pues nunca me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» A lo que respondió Josafat: «No hable el rey así.» [8] Llamó el rey de Israel a un eunuco y le dijo: «Trae enseguida a Miqueas, hijo de Yimlá.» [9] El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada cual en su trono, vestidos de gala, en la era que hay a la entrada de la puerta de Samaría, mientras que todos los profetas estaban en trance delante de ellos.

[10] Sedecías, hijo de Kenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro, y decía: «Así dice Yahveh: Con estos acornearás a Aram hasta acabar con ellos. [11] Y todos los profetas profetizaban del mismo modo diciendo: «¡Sube contra Ramot de Galaad! Tendrás éxito. Yahveh la entregará en manos del rey.» [12] El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le habló diciendo: «Mira que los profetas a una voz predicen el bien al rey, procura hablar como uno de ellos y anuncia el bien.» [13] Respondió Miqueas ««¡Vive Yahveh, que lo que mi Dios me diga, eso anunciaré!» [14] Llegó donde el rey; y el rey le dijo: «Miqueas, ¿debemos subir a Ramot de Galaad para atacarla, o debo desistir?» Le respondió: «Subid, tendréis éxito. Serán entregados en vuestras manos.» [15] Pero el rey le dijo: «¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me digas más que la verdad en nombre de Yahveh?» [16] Entonces él dijo: «He visto todo Israel disperso por los montes, como ovejas sin pastor; Yahveh ha dicho: No tienen señor; que vuelvan en paz cada cual a su casa.» [17] El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que nunca me anuncia el bien sino el mal?» [18] Miqueas entonces dijo: «Escuchad, pues, la palabra de Yahveh: He visto a Yahveh sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su derecha y a su izquierda.

[19] Preguntó Yahveh: «¿Quién engañará a Ajab, rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?» Y el uno decía una cosa y el otro otra. [20] Entonces se adelantó el Espíritu, se puso ante Yahveh y dijo: «Yo le engañaré» Le preguntó Yahveh: «¿De qué modo?» [21] Respondió: «Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas.» Y Yahveh dijo: «Tú conseguirás engañarle. Vete y hazlo así» [22] Ahora, pues, Yahveh ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos estos profetas tuyos, pues Yahveh ha predicho el mal contra ti.» [23] Se acercó entonces Sedecías, hijo de Kenaaná, y dio una bofetada a Miqueas en la mejilla, diciendo: «¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu de Yahveh para hablarte a ti?». [24] Miqueas replicó: «Tú mismo lo verás el día en que vayas escondiéndote de aposento en aposento.» [25] El rey de Israel dijo: «Prended a Miqueas y llevádselo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey; [26] y les diréis: «Así habla el rey: Meted a éste en la cárcel y racionadle el pan y el agua hasta que yo vuelva victorioso.»» [27] Miqueas dijo: «Si es que vuelves victorioso, no ha hablado Yahveh por mí.» [28] El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad.

[29] El rey de Israel dijo a Josafat: «Yo voy a disfrazarme para entrar en combate, mientras que tú te pondrás tus vestidos.» El rey de Israel se disfrazó, y así entraron en la batalla. [30] Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de sus carros: «No ataquéis ni a chicos ni a grandes, sino tan sólo al rey de Israel.» [31] Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Seguro que es el rey de Israel», y le rodearon para cargar sobre él. Pero Josafat gritó y Yahveh le socorrió, alejándolos Dios de él. [32] Viendo los jefes de los carros que no era el rey de Israel, se apartaron de él. [33] Entonces un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las placas de la coraza; el rey dijo al auriga: «Da la vuelta y sácame de la batalla, porque me siento mal.» [34] Pero arreció aquel día la batalla, y el rey de Israel fue sostenido en pie en su carro frente a los arameos hasta la tarde; y a la caída del sol murió.

Capítulo 19

[1] Cuando Josafat, rey de Judá, regresaba en paz a su casa, a Jerusalén, [2] salióle al encuentro Jehú, hijo de Jananí el vidente, y le dijo al rey Josafat: «¿Tú ayudas al malo y amas a los que aborrecen a Yahveh? Por esto ha caído sobre ti la cólera de Yahveh. [3] Sin embargo, han sido halladas en ti obras buenas, porque has quitado de esta tierra los cipos, y has dispuesto tu corazón para buscar a Dios.» [4] Residía Josafat en Jerusalén, pero volvió a visitar al pueblo desde Berseba hasta la montaña de Efraím; y los convirtió a Yahveh, el Dios de sus padres. [5] Estableció jueces en el país, en todas las ciudades fortificadas de Judá, de ciudad en ciudad; [6] y dijo a los jueces: «Mirad lo que hacéis; porque no juzgáis en nombre de los hombres, sino en nombre de Yahveh, que está con vosotros cuando administráis justicia.

[7] ¡Que esté sobre vosotros el temor de Yahveh! Atended bien a lo que hacéis, porque en Yahveh nuestro Dios no hay iniquidad ni acepción de personas ni soborno.» [8] También en Jerusalén estableció Josafat levitas, sacerdotes y cabezas de familia de Israel, para la administración de la justicia de Yahveh y para los litigios. Estos habitaban en Jerusalén. [9] Les dio esta orden: «Obraréis en todo en el temor de Yahveh, con fidelidad y con corazón perfecto. [10] En todo pleito que venga a vosotros de parte de vuestros hermanos que habitan en sus ciudades, sean causas de sangre o cuestiones de la Ley, de los mandamientos, decretos y sentencias, habéis de esclarecerlos, a fin de que no se hagan culpables para con Yahveh y se encienda su ira contra vosotros y contra vuestros hermanos. Obrando así, no os haréis culpables. [11] «Amarías, como sacerdote, será vuestro jefe en todos las asuntos de Yahveh; y Zebadías, hijo de Ismael, jefe de la casa de Judá, en todos los asuntos del rey. Los levitas os servirán de escribas. ¡Esforzaos, y manos a la obra! Y Yahveh sea con el bueno.»

Capítulo 20

[1] Después de esto, los moabitas y ammonitas, y con ellos algunos maonitas, marcharon contra Josafat para atacarle. [2] Vinieron mensajeros que avisaron a Josafat diciendo: «Viene contra ti una gran muchedumbre de gentes de allende el mar, de Edom, que están ya en Jasasón Tamar, o sea, Engadí.» [3] Tuvo miedo y se dispuso a buscar a Yahveh promulgando un ayuno para todo Judá. [4] Congregóse Judá para implorar a Yahveh, y también de todas las ciudades de Judá vino gente a suplicar a Yahveh. [5] Entonces Josafat, puesto en pie en medio de la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la Casa de Yahveh, delante del atrio nuevo, [6] dijo: «Yahveh, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en el cielo, y no dominas tú en todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano el poder y la fortaleza, sin que nadie pueda resistirte? [7] ¿No has sido tú, oh Dios nuestro, el que expulsaste a los habitantes de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la posteridad de tu amigo Abraham para siempre? [8] Ellos la han habitado, y han edificado un santuario a tu Nombre, diciendo: [9] «Si viene sobre nosotros algún mal, espada, castigo, peste o hambre, nos presentaremos delante de esta Casa, y delante de ti, porque tu Nombre reside en esta Casa; clamaremos a ti en nuestra angustia, y tú oirás y nos salvarás.» [10] «Pero ahora, mira que los ammonitas y moabitas y los del monte Seír, a donde no dejaste entrar a Israel cuando salía de la tierra de Egipto, por lo cual Israel se apartó de ellos sin destruirlos, [11] ahora nos pagan viniendo a echarnos de la heredad que tú nos has legado.

[12] Oh Dios nuestro, ¿no harás tú justicia con ellos? Pues nosotros no tenemos fuerza contra esta gran multitud que viene contra nosotros y no sabemos qué hacer. Pero nuestros ojos se vuelven hacia ti.» [13] Todo Judá estaba en pie ante Yahveh con sus niños, sus mujeres y sus hijos. [14] Vino el espíritu de Yahveh sobre Yajaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaías, hijo de Yeiel, hijo de Mattanías, levita, de los hijos de Asaf, que estaba en medio de la asamblea, [15] y dijo: «¡Atended vosotros, Judá entero y habitantes de Jerusalén, y tú, oh rey Josafat! Así os dice Yahveh: No temáis ni os asustéis ante esa gran muchedumbre; porque esta guerra no es vuestra, sino de Dios. [16] Bajad contra ellos mañana; mirad, ellos van a subir por la cuesta de Sis. Los encontraréis en el valle de Sof, junto al desierto de Yeruel. [17] No tendréis que pelear en esta ocasión. Apostaos y quedaos quietos, y veréis la salvación de Yahveh que vendrá sobre vosotros, oh Judá y Jerusalén. ¡No temáis ni os asustéis! Salid mañana al encuentro de ellos, pues Yahveh estará con vosotros.» [18] Josafat se inclinó rostro en tierra; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron ante Yahveh para adorar a Yahveh.

[19] Y los levitas, de los hijos de los quehatitas y de la estirpe de los coreítas, se levantaron para alabar con gran clamor a Yahveh, el Dios de Israel. [20] Al día siguiente se levantaron temprano y salieron al desierto de Técoa. Mientras iban saliendo, Josafat, puesto en pie, dijo: «¡Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén! Tened confianza en Yahveh vuestro Dios y estaréis seguros; tened confianza en sus profetas y triunfaréis.» [21] Después, habiendo deliberado con el pueblo, señaló cantores que, vestidos de ornamentos sagrados y marchando al frente de los guerreros, cantasen en honor de Yahveh: «¡Alabad a Yahveh porque es eterno su amor!» [22] Y en el momento en que comenzaron las aclamaciones y las alabanzas, Yahveh puso emboscadas contra los ammonitas y moabitas y los del monte Seír, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados. [23] Porque se levantaron los ammonitas y moabitas contra los moradores del monte Seír, para entregarlos al anatema y aniquilarlos, y cuando hubieron acabado con los moradores de Seír se aplicaron a destruirse mutuamente. [24] Judá había venido a la atalaya del desierto y se volvieron hacia la multitud, pero no había más que cadáveres tendidos por tierra; pues ninguno pudo escapar.

[25] Josafat y su pueblo fueron a saquear los despojos y hallaron mucho ganado, riquezas y vestidos y objetos preciosos, y recogieron tanto que no lo podían llevar. Emplearon tres días en saquear el botín, porque era abundante. [26] Al cuarto día se reunieron en el valle de Beraká, y allí bendijeron a Yahveh; por eso se llama aquel lugar valle de Beraká hasta el día de hoy. [27] Después todos los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat al frente, regresaron con júbilo a Jerusalén, porque Yahveh les había colmado de gozo a costa de sus enemigos. [28] Entraron en Jerusalén, en la Casa de Yahveh, con salterios, cítaras y trompetas. [29] El terror de Dios cayó sobre todos los reinos de los países cuando supieron que Yahveh había peleado contra los enemigos de Israel. [30] El reinado de Josafat fue tranquilo, y su Dios le dio paz por todos lados.

[31] Josafat reinó sobre Judá. Tenía 35 años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de Siljí. [32] Siguió en todo el camino de su padre Asá, sin desviarse de él, haciendo lo que era recto a los ojos de Yahveh. [33] Con todo no desaparecieron los altos, pues el pueblo aún no había fijado su corazón en el Dios de sus padres. [34] El resto de los hechos de Josafat, los primeros y los postreros, están escritos en la historia de Jehú, hijo de Jananí, que se halla inserta en el libro de los reyes de Israel. [35] Después de esto, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de Israel, que le impulsó a hacer el mal. [36] Se asoció con él para construir naves que fueran a Tarsis; y fabricaron las naves en Esyón Guéber.

[37] Entonces Eliezer, hijo de Dodaías, de Maresá, profetizó contra Josafat diciendo: «Por haberte aliado con Ocozías, Yahveh ha abierto brecha en tus obras.» En efecto, las naves se destrozaron y no pudieron ir a Tarsis.

Capítulo 21

[1] Se acostó Josafat con sus padres y fue sepultado con ellos en la ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Joram. [2] Joram tenía seis hermanos, hijos de Josafat, que eran Azarías, Yejiel, Zacarías, Azaryau, Miguel y Sefatías. Todos estos eran hijos de Josafat, rey de Israel. [3] Su padre les había hecho grandes donaciones de plata, oro y objetos preciosos, y ciudades fuertes en Judá; pero entregó el reino a Joram, porque era el primogénito. [4] Joram tomó posesión del trono de su padre; y cuando se afianzó en él pasó a cuchillo a todos sus hermanos y también a algunos de los jefes de Israel. [5] 32 años tenía Joram cuando empezó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén. [6] Anduvo por el camino de los reyes de Israel, como había hecho la casa de Ajab, porque se había casado con una mujer de la familia de Ajab, e hizo el mal a los ojos de Yahveh.

[7] Pero Yahveh no quiso destruir la casa de David, a causa de la alianza que había hecho con David, porque le había prometido que le daría siempre una lámpara a él y a sus hijos. [8] En sus días se rebeló Edom de bajo la mano de Judá y se proclamaron un rey. [9] Pasó Joram con sus jefes, y con todos sus carros. Se levantó por la noche y batió a los de Edom que le tenían cercado, a él y a los jefes de los carros. [10] Así se rebeló Edom de bajo la mano de Judá hasta el día de hoy. Por ese mismo tiempo se rebeló Libná de bajo su mano, porque había abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres. [11] Construyó asimismo altos en los montes de Judá, incitó a la prostitución a los habitantes de Jerusalén y empujó a ella a Judá. [12] Le llegó un escrito del profeta Elías, que decía: «Así dice Yahveh, el Dios de tu padre David: Porque no has seguido los caminos de tu padre Josafat, ni los caminos de Asá, rey de Judá, [13] sino que has andado por los caminos de los reyes de Israel, y has prostituido a Judá y a los habitantes de Jerusalén siguiendo las prostituciones de la casa de Ajab, y también porque has dado muerte a tus hermanos de la casa de tu padre que eran mejores que tú; [14] he aquí que Yahveh castigará con terrible azote a tu pueblo, tus hijos, tus mujeres y toda tu hacienda; [15] tú mismo padecerás grandes enfermedades y una dolencia de entrañas tal, que día tras día se te saldrán fuera a causa de la enfermedad.» [16] Excitó Yahveh contra Joram el espíritu de los filisteos y de los árabes, vecinos de los etíopes, [17] que subieron contra Judá y lo invadieron llevándose todas las riquezas que hallaron en la casa del rey, y también a sus hijos y a sus mujeres, no dejándole otro hijo que Ocozías, el menor.

[18] Después de todo esto le hirió Yahveh con una enfermedad incurable de vientre. [19] Y al cabo de cierto tiempo, al fin del año segundo, se le salieron las entrañas a causa de su enfermedad, y murió en medio de terribles dolores. El pueblo no le encendió fuego, como lo había encendido por su padre. [20] Tenía 32 años cuando empezó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho años. Se fue sin que nadie le llorara; y le sepultaron en la ciudad de David, pero no en los sepulcros de los reyes.

Capítulo 22

[1] Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey en su lugar a su hijo menor Ocozías, porque una banda de árabes que había invadido el campamento había dado muerte a todos los mayores, de suerte que llegó a ser rey Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá. [2] Tenía Ocozías cuarenta y dos años cuando empezó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. Su madre se llamaba Atalía, hija de Omrí. [3] También él siguió los caminos de la casa de Ajab, pues su madre le instigaba a hacer el mal. [4] Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como los de la casa de Ajab, porque después de la muerte de su padre fueron ellos sus consejeros para su perdición. [5] También por consejo de ellos fue con Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, para combatir a Jazael, rey de Aram, en Ramot de Galaad; los arameos hirieron a Joram, [6] que se retiró a Yizreel, para curarse de las heridas que había recibido en Ramá, en la batalla contra Jazael, rey de Aram. Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, bajó a Yizreel para visitar a Joram, hijo de Ajab, que se hallaba enfermo; [7] esta visita a Joram vino de Dios para ruina de Ocozías; pues llegado allí, salió con Joram contra Jehú, hijo de Nimsí, a quien Yahveh había ungido para exterminar la casa de Ajab.

[8] Mientras Jehú hacía justicia de la casa de Ajab, se encontró con los jefes de Judá y con los hijos de los hermanos de Ocozías que se hallaban al servicio de Ocozías, y los mató. [9] Buscó luego a Ocozías, al que prendieron en Samaría, donde se había escondido. Lo llevaron donde Jehú, que lo mató, pero le dieron sepultura, pues decían: «Es hijo de Josafat, el que buscó a Yahveh con todo su corazón.» No quedó de la casa de Ocozías nadie que fuese capaz de reinar. [10] Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se levantó y exterminó a toda la estirpe real de la casa de Judá. [11] Pero Yehosebá, hija del rey, tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo sacó de entre los hijos del rey a quienes estaban matando y lo puso a él y a su nodriza en el dormitorio. Yehosebá, hija del rey Joram, mujer del sacerdote Yehoyadá y hermana de Ocozías, lo ocultó de la vista de Atalía, que no pudo matarle. [12] Seis años estuvo escondido con ellos en la Casa de Dios, mientras Atalía reinaba en el país.

Capítulo 23

[1] El año séptimo, Yehoyadá cobró ánimo y envió a buscar a los jefes de cien, a Azarías, hijo de Yerojam; a Ismael, hijo de Yehojanán; a Azarías, hijo de Obed; a Maaseías, hijo de Adaías, y a Elisafat, hijo de Zikrí; concertando un pacto con ellos, [2] recorrieron Judá y reunieron a los levitas de todas las ciudades de Judá, y a los cabezas de familia de Israel, que vinieron a Jerusalén. [3] Toda la asamblea hizo alianza con el rey en la Casa de Dios; Yehoyadá les dijo: «Aquí tenéis al hijo del rey que ha de reinar, como dijo Yahveh de los hijos de David. [4] Esto es lo que tenéis que hacer: Un tercio de vosotros, así sacerdotes como levitas, los que entráis el sábado, se quedarán de porteros en las entradas; [5] otro tercio, en la casa del rey; y otro tercio, en la casa del Fundamento; mientras que todo el pueblo estará en los atrios de la Casa de Yahveh. [6] Nadie podrá entrar en la Casa de Yahveh fuera de los sacerdotes y los levitas que estén de servicio; éstos podrán entrar por estar consagrados, pero todo el pueblo tiene que guardar el precepto de Yahveh.

[7] Los levitas se pondrán en torno al rey, cada uno con sus armas en la mano, y cualquiera que penetre en la Casa, morirá. Sólo ellos acompañarán al rey cuando entre y cuando salga.» [8] Los levitas y todo Judá hicieron cuanto les había mandado el sacerdote Yehoyadá. Tomó cada uno a sus hombres, tanto los que entraban el sábado como los que salían el sábado; pues el sacerdote Yehoyadá no exceptuó a ninguna de las secciones. [9] El sacerdote Yehoyadá entregó a los jefes de cien las lanzas y los escudos, grandes y pequeños, del rey David, que se hallaban en la Casa de Dios, [10] y apostó a todo el pueblo, cada uno con sus armas en la mano, desde el ala oriental de la Casa hasta el ala occidental, entre el altar y la Casa, para que rodeasen al rey. [11] Hicieron salir entonces al hijo del rey y le pusieron la diadema y el Testimonio. Le proclamaron rey; Yehoyadá y sus hijos le ungieron y gritaron: «¡Viva el rey!». [12] Al oír Atalía los gritos del pueblo que corría y aclamaba al rey, vino a la Casa de Yahveh, donde estaba el pueblo, [13] miró, y vio al rey en pie junto a la columna, a la entrada, y a los jefes y las trompetas junto al rey, a todo el pueblo de la tierra, lleno de alegría, que tocaba las trompetas, y a los cantores que, con instrumentos de música, dirigían los cánticos de alabanza. Entonces Atalía rasgó sus vestidos y gritó: «¡Traición, traición!» [14] Pero el sacerdote Yehoyadá dio orden a los jefes de cien, que estaban al frente de las tropas, y les dijo: «Hacedla salir de las filas, y el que la siga que sea pasado a espada.» Porque había dicho el sacerdote: «No la matéis en la Casa de Yahveh.» [15] Así pues, ellos echaron mano de ella, y cuando llegó a la casa del rey por el camino de la Entrada de los Caballos, allí la mataron.

[16] Entonces Yehoyadá pactó alianza con todo el pueblo y el rey de que el pueblo sería pueblo de Yahveh. [17] Fue después todo el pueblo a la casa de Baal y la derribaron; rompieron sus altares y sus imágenes, y mataron a Matán, sacerdote de Baal, ante los altares. [18] Yehoyadá puso centinelas en la Casa de Yahveh, a los órdenes de los sacerdotes y levitas que David había distribuido en la Casa de Yahveh, conforme a lo escrito en la Ley de Moisés, para ofrecer los holocaustos con alegría y cánticos, según las disposiciones de David. [19] Puso porteros junto a las puertas de la Casa de Yahveh para que no entrase ninguno que por cualquier causa fuese inmundo. [20] Después tomó a los jefes de cien, a los notables, a los dirigentes del pueblo y al pueblo entero de la tierra; y haciendo descender al rey de la Casa de Yahveh, entraron por la puerta superior en la casa del rey y le sentaron en el trono del reino. [21] Todo el pueblo de la tierra estaba contento, y la ciudad quedó tranquila; en cuanto a Atalía, la habían matado a espada.

Capítulo 24

[1] Siete años tenía Joás cuando empezó a reinar, y reinó cuarenta años en Jerusalén. Su madre se llamaba Sibía de Berseba. [2] Joás hizo lo recto a los ojos de Yahveh durante toda la vida del sacerdote Yehoyadá. [3] Este le casó con dos mujeres, y engendró hijos e hijas. [4] Después de esto resolvió Joás restaurar la Casa de Yahveh. [5] Reunió a los sacerdotes y a los levitas y les dijo: «Recorred las ciudades de Judá y juntad cada año plata en todo Israel para reparar la Casa de vuestro Dios; y daos prisa en ello.» Pero los levitas no se dieron prisa. [6] Llamó entonces el rey a Yehoyadá, sumo sacerdote, y le dijo: «¿Por qué no has tenido cuidado de que los levitas trajesen de Judá y de Jerusalén la contribución que Moisés, siervo de Yahveh, y la asamblea de Israel prescribieron para la Tienda del Testimonio?» [7] Pues la impía Atalía y sus hijos habían arruinado la Casa de Dios, llegando incluso a emplear para los Baales todas las cosas consagradas a la Casa de Yahveh.

[8] Mandó, pues, el rey que se hiciera un cofre, que fue colocado junto a la puerta de la Casa de Yahveh, por la parte exterior; [9] y echaron bando en Judá y en Jerusalén de que trajesen a Yahveh la contribución que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en el desierto. [10] Todos los jefes y todo el pueblo se alegraron; y traían la contribución y la echaban en el cofre hasta que se llenaba. [11] Cuando llevaban el cofre a los inspectores del rey, por medio de los levitas, si veían que había mucho dinero, venía el secretario del rey y el inspector del sumo sacerdote para vaciar el cofre; luego, lo tomaban y lo volvían a su lugar. Así lo hacían cada vez, y recogían dinero en abundancia. [12] El rey y Yehoyadá se lo daban a los encargados de las obras del servicio de la Casa de Yahveh, y éstos tomaban a sueldo canteros y carpinteros para restaurar la Casa de Yahveh, y también a los que trabajaban en hierro y bronce, para reparar la Casa de Yahveh. [13] Trabajaron, pues, los encargados de la obra, y con sus trabajos adelantaron las reparaciones del edificio; restituyeron la Casa de Dios a su primer estado y la consolidaron.

[14] Acabado el trabajo, entregaron al rey y a Yehoyadá el resto del dinero, con el cual hicieron objetos para la Casa de Yahveh, utensilios para el ministerio y para los holocaustos, vasos y objetos de oro y plata. Durante toda la vida de Yehoyadá se ofrecieron siempre holocaustos en la Casa de Yahveh. [15] Envejeció Yehoyadá, y murió colmado de días. Tenía 130 años cuando murió. [16] Le sepultaron en la Ciudad de David, con los reyes, porque había hecho el bien en Israel, con Dios y con su Casa. [17] Después de la muerte de Yehoyadá vinieron los jefes de Judá a postrarse delante del rey, y entonces el rey les prestó oído. [18] Abandonaron la Casa de Yahveh, el Dios de sus padres, y sirvieron a los cipos y a los ídolos; la cólera estalló contra Judá y Jerusalén a causa de esta culpa suya. [19] Yahveh les envió profetas que dieron testimonio contra ellos para que se convirtiesen a él, pero no les prestaron oído.

[20] Entonces el espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá que, presentándose delante del pueblo, les dijo: «Así dice Dios: ¿Por qué traspasáis los mandamientos de Yahveh? No tendréis éxito; pues por haber abandonado a Yahveh, él os abandonará a vosotros.» [21] Mas ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey le apedrearon en el atrio de la Casa de Yahveh. [22] Pues el rey Joás no se acordó del amor que le había tenido Yehoyadá, padre de Zacarías, sino que mató a su hijo, que exclamó al morir: «¡Véalo Yahveh y exija cuentas!» [23] A la vuelta de un año subió contra Joás el ejército de los arameos, que invadieron Judá y Jerusalén, mataron de entre la población a todos los jefes del pueblo, y enviaron todo el botín al rey de Damasco, [24] pues aunque el ejército de los arameos había venido con poca gente, Yahveh entregó en sus manos a un ejército muy grande; porque habían abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres. De este modo los arameos hicieron justicia con Joás. [25] Y cuando se alejaron de él, dejándole gravemente enfermo, se conjuraron contra él sus servidores, por la sangre del hijo del sacerdote Yehoyadá, le mataron en su lecho y murió. Le sepultaron en la Ciudad de David, pero no le sepultaron en los sepulcros de los reyes.

[26] Los que conspiraron contra él fueron Zabad, hijo de Simat la ammonita, y Yehozabad, hijo de Simrit la moabita. [27] Lo tocante a sus hijos, la gran cantidad de impuestos que percibió y la restauración de la Casa de Dios, se halla escrito en el midrás del libro de los reyes. En su lugar reinó su hijo Amasías.

Capítulo 25

[1] Veinticinco años tenía Amasías cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yehoaddán, de Jerusalén. [2] Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, aunque no de todo corazón. [3] Cuando se afianzó en su reinado, dio muerte a los servidores que habían matado al rey su padre. [4] Pero no hizo morir a los hijos de ellos, conforme a lo escrito en la Ley, en el libro de Moisés, donde Yahveh tenía prescrito: «No han de morir los padres por los hijos ni los hijos han de morir por los padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado.» [5] Amasías congregó a Judá y estableció por todo Judá y Benjamín, según las casas paternas, jefes de millar y jefes de cien; hizo el censo de ellos, desde los veinte años para arriba, y halló 300.000 hombres escogidos, aptos para la guerra y el manejo de lanza y pavés. [6] Tomó también a sueldo en Israel, por cien talentos de plata, a 100.000 hombres valientes.

[7] Pero vino donde él un hombre de Dios que le dijo: «Oh rey, que no salga contigo el ejército de Israel, porque Yahveh no está con Israel, ni con ninguno de los efraimitas. [8] Si vienen contigo, tú te portarás esforzadamente en la batalla, pero Dios te hará caer ante el enemigo, porque Dios tiene poder para ayudar y para derribar.» [9] Respondió Amasías al hombre de Dios: «¿Y qué hacer con los cien talentos que he dado a la tropa de Israel?» Contestó el hombre de Dios: «Tiene Yahveh poder para darte mucho más que eso.» [10] Y Amasías apartó los destacamentos que le habían venido de Efraím, para que se volviesen a sus lugares. Ellos se irritaron mucho contra Judá y se volvieron a sus casas ardiendo en cólera. [11] Amasías cobró ánimo y, tomando el mando de su pueblo, marchó al valle de la Sal, y dio muerte a 10.000 hombres de los seiríes. [12] Los hijos de Judá apresaron vivos a otros 10.000 y, llevándolos a la cumbre de la peña, los precipitaron desde allí, quedando todos ellos reventados.

[13] Entretanto, la tropa que Amasías había hecho volver, para que no fuesen con él a la guerra, se desparramaron por las ciudades de Judá, desde Samaría hasta Bet Jorón, pero fueron derrotados 3.000 de ellos y se recogió mucho botín. [14] Después de regresar Amasías de su victoria sobre los edomitas, introdujo los dioses de los seiríes; eligió los dioses de ellos, postróse ante ellos y les quemó incienso. [15] Se encendió la ira de Yahveh contra Amasías y le envió un profeta, que le dijo: «¿Por qué has buscado a los dioses de ese pueblo, que no han podido librar de tu mano a su propia gente?» [16] Mientras él le hablaba, Amasías le interrumpió: «¿Acaso te hemos hecho consejero del rey? ¡Cállate! ¿Por qué te han de matar?» El profeta concluyó diciendo: «Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque hiciste eso y no quieres escuchar mi consejo.» [17] Amasías, rey de Judá, después de haber deliberado, envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle: «¡Sube y nos veremos las caras!» [18] Pero Joás, rey de Israel, mandó decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija para mujer de mi hijo. Pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon el cardo.

[19] Tú te dices: «He derrotado a Edom.» Por eso te lleva tu corazón a jactarte. Sé glorioso, pero quédate ahora en tu casa. ¿Por qué exponerte a una calamidad y a caer tú y Judá contigo?» [20] Pero Amasías no le escuchó, pues era disposición de Dios entregarlos en manos de sus enemigos, por haber buscado a los dioses de Edom. [21] Subió Joás, rey de Israel, y se enfrentaron, él y Amasías, rey de Judá, en Bet Semes de Judá. [22] Judá fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su tienda. [23] Joás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, en Bet Semes y le llevó a Jerusalén; y abrió una brecha de cuatrocientos codos en la muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraím hasta la puerta del Angulo. [24] Tomó todo el oro y la plata y todos los objetos que se hallaban al cuidado de Obededom en la Casa de Dios, y los tesoros de la casa del rey, así como también rehenes, y se volvió a Samaría.

[25] Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, sirvió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel. [26] El resto de los hechos de Amasías, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel? [27] Después que Amasías se apartó de Yahveh, se conjuraron contra él en Jerusalén, por lo que huyó a Lakís; pero enviaron gente en su persecución hasta Lakís y allí lo mataron. [28] Trajéronle a caballo y le sepultaron con sus padres en la Ciudad de David.

Capítulo 26

[1] Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y le proclamaron rey en lugar de su padre Amasías. [2] Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que el rey se hubo acostado con sus padres. [3] Dieciséis años tenía Ozías cuando empezó a reinar, y reinó 52 años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yekoliá, de Jerusalén. [4] Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había hecho su padre Amasías. [5] Buscó a Dios durante la vida de Zacarías, que le instruyó en el temor de Dios; y mientras buscó a Yahveh, Dios le dio prosperidad. [6] Salió a campaña contra los filisteos y abrió brecha en el muro de Gat, en el muro de Yabné y en el muro de Asdod; restauró las ciudades en la región de Asdod y entre los filisteos.

[7] Dios le ayudó contra los filisteos, contra los árabes que habitaban en Gur Báal y contra los meunitas. [8] Los ammonitas pagaron tributo a Ozías, y su fama llegó hasta la frontera de Egipto, porque se había hecho sumamente poderoso. [9] Ozías construyó torres en Jerusalén sobre la puerta del Angulo, sobre la puerta del Valle y en el Angulo, y las fortificó. [10] Construyó también torres en el desierto y excavó muchas cisternas, pues poseía Caperosos ganados en la Tierra Baja y en la llanura, así como labradores y viñadores en las montañas y en los campos fértiles, porque le gustaba la agricultura. [11] Ozías tenía un ejército que hacía la guerra; salía a campaña por grupos, conforme al número de su censo hecho bajo la vigilancia de Yeiel el escriba, y Maaseías el notario, a las órdenes de Jananías, uno de los jefes del rey. [12] El número total de los jefes de familia era de 2.600 hombres esforzados.

[13] A sus órdenes había un ejército de campaña de 307.500 hombres, que hacían la guerra con gran valor, para ayudar al rey contra el enemigo. [14] Ozías proporcionó a todo aquel ejército en cada una de sus campañas escudos y lanzas, yelmos y corazas, arcos y hondas, para tirar piedras. [15] Hizo construir en Jerusalén ingenios inventados por expertos, para colocarlos sobre las torres y los ángulos y para arrojar saetas y grandes piedras. Su fama se extendió lejos, porque fue prodigioso el modo como supo buscarse colaboradores hasta hacerse fuerte. [16] Mas, una vez fortalecido en su poder, se ensoberbeció hasta acarrearse la ruina, y se rebeló contra Yahveh su Dios, entrando en el Templo de Yahveh para quemar incienso sobre el altar del incienso. [17] Fue tras él Azarías, el sacerdote, y con él ochenta sacerdotes de Yahveh, hombres valientes, [18] que se opusieron al rey Ozías y le dijeron: «No te corresponde a ti, Ozías, quemar incienso a Yahveh, sino a los sacerdotes, los hijos de Aarón, que han sido consagrados para quemar el incienso. ¡Sal del santuario porque estás prevaricando, y tú no tienes derecho a la gloria que viene de Yahveh Dios!» [19] Entonces Ozías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira, y mientras se irritaba contra los sacerdotes, brotó la lepra en su frente, a vista de los sacerdotes, en la Casa de Yahveh, junto al altar del incienso.

[20] El sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes volvieron hacía él sus ojos, y vieron que tenía lepra en la frente. Por lo cual lo echaron de allí a toda prisa; y él mismo se apresuró a salir, porque Yahveh le había herido. [21] El rey Ozías, quedó leproso hasta el día de su muerte, y habitó en una casa aislada, como leproso, porque había sido excluido de la Casa de Yahveh; su hijo Jotam estaba al frente de la casa del rey y administraba justicia al pueblo de la tierra. [22] El resto de los hechos de Ozías, los primeros y los postreros, los escribió el profeta Isaías, hijo de Amós. [23] Acostóse Ozías con sus padres y lo sepultaron con sus padres en el campo de los sepuclros de los reyes, porque decían: «Es un leproso.» En su lugar reinó su hijo Jotam.

Capítulo 27

[1] Tenía Jotam veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yerusá, hija de Sadoq. [2] Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo hizo su padre Ozías, salvo que no penetró en el Templo de Yahveh. El pueblo, sin embargo, seguía corrompiéndose. [3] Construyó la Puerta Superior de la Casa de Yahveh, e hizo muchas obras en los muros de Ofel. [4] Edificó también ciudades en la montaña de Judá, y edificó castillos y torres en las tierras de labor. [5] Hizo guerra contra el rey de los ammonitas, a los que venció. Los ammonitas le dieron aquel año cien talentos de plata, 10.000 cargas de trigo y 10.000 de cebada. Los ammonitas le trajeron lo mismo el año segundo y el tercero. [6] Jotam llegó a ser poderoso, porque se afirmó en los caminos de Yahveh su Dios.

[7] El resto de los hechos de Jotam, todas sus guerras y sus obras, están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá. [8] Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. [9] Acostóse Jotam con sus padres, y le sepultaron en la Ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Ajaz.

Capítulo 28

[1] Tenía Ajaz veinte años cuando empezó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yahveh, como David su padre. [2] Siguió los caminos de los reyes de Israel, llegando a fundir estatuas para los Baales. [3] Quemó incienso en el valle de Ben Hinnom e hizo pasar a sus hijos por el fuego, según los ritos abominables de las gentes que Yahveh había arrojado de delante de los israelitas. [4] Ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los altos, sobre los collados y bajo todo árbol frondoso. [5] Yahveh su Dios le entregó en manos del rey de los arameos, que le derrotaron, haciéndole gran número de prisioneros, que fueron llevados a Damasco. Fue entregado también en manos del rey de Israel, que le causó una gran derrota. [6] Pecaj, hijo de Remalías, mató en Judá en un solo día a 120.000, todos ellos hombres valientes; porque habían abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres.

[7] Zikrí, uno de los valientes de Efraím, mató a Maasías, hijo del rey, a Azricam, mayordomo de palacio, y a Elcaná, segundo después del rey. [8] Los israelitas se llevaron de entre sus hermanos 200.000 prisioneros: mujeres, hijos e hijas. Se apoderaron también de un enorme botín, que se llevaron a Samaría. [9] Había allí un profeta de Yahveh, llamado Oded, que salió al encuentro del ejército que volvía a Samaría, y les dijo: «He aquí que Yahveh, el Dios de vuestros padres, irritado contra Judá, los ha entregado en vuestras manos, mas vosotros los habéis matado con un furor que ha subido hasta el cielo. [10] Y ahora pensáis en someter a los hijos de Judá y de Jerusalén como siervos y siervas vuestros. ¿Es que vosotros mismos no sois culpables contra Yahveh vuestro Dios? [11] Oídme, pues, y dejad volver a vuestros hermanos que habéis tomado prisioneros, porque el furor de la ira de Yahveh viene sobre vosotros.» [12] Entonces algunos hombres de los jefes de Efraím: Azarías, hijo de Yehojanán; Berekías, hijo de Mesillemot; Ezequías, hijo de Sallum, y Amasá, hijo de Jadlay, se levantaron contra los que venían de la guerra, [13] y les dijeron: «No metáis aquí a estos prisioneros. ¿Por qué, además de la culpa contra Yahveh que ya tenemos contra nosotros, habláis de aumentar todavía nuestros pecados y nuestro delito?; pues grande es nuestro delito y el furor de la ira amenaza a Israel.» [14] Entonces la tropa dejó a los prisioneros y el botín delante de los jefes y de toda la asamblea.

[15] Levantáronse entonces los hombres nominalmente designados, reanimaron a los prisioneros y vistieron con el botín a todos los que estaban desnudos, dándoles vestido y calzado. Les dieron de comer y de beber y los ungieron; y transportaron en asnos a todos los débiles, los llevaron a Jericó, ciudad de las palmeras, junto a sus hermanos. Luego se volvieron a Samaría. [16] En aquel tiempo el rey Ajaz envió mensajeros a los reyes de Asiria para que le socorriesen. [17] Porque los de Edom habían venido otra vez y habían derrotado a Judá, llevándose algunos prisioneros. [18] También los filisteos invadieron las ciudades de la Tierra Baja y del Négueb de Judá, y tomaron Bet Semes, Ayyalón, Guederot, Sokó con sus aldeas, Timná con sus aldeas y Guimzó con sus aldeas, y se establecieron allí. [19] Porque Yahveh humillaba a Judá a causa de Ajaz, rey de Israel, que permitía el desenfreno de Judá, y se había rebelado contra Yahveh. [20] Vino contra él Teglatfalasar, rey de Asiria; y le puso sitio, pero no le dominó.

[21] Porque Ajaz despojó la Casa de Yahveh y la casa del rey y de los jefes, para dárselo al rey de Asiria, pero de nada le sirvió. [22] Aun en el tiempo del asedio, el rey Ajaz persistió en su rebeldía contra Yahveh. [23] Ofrecía sacrificios a los dioses de Damasco que le habían derrotado, pues se decía: «Los dioses de los reyes de Aram les ayudan a ellos; les ofreceré sacrificios, y me ayudarán a mí.» Ellos fueron la causa de su ruina y de la de todo Israel. [24] Ajaz juntó algunos de los utensilios de la Casa de Dios e hizo añicos otros; cerró las puertas de la Casa de Yahveh y fabricó altares en todas las esquinas de Jerusalén. [25] Erigió altos en cada una de las ciudades de Judá, para quemar incienso a otros dioses, provocando así la ira de Yahveh, el Dios de sus padres. [26] El resto de sus hechos y todas sus obras, las primeras y las postreras, está escrito en el libro de los reyes de Judá e Israel.

[27] Se acostó Ajaz con sus padres y lo sepultaron dentro de la Ciudad, en Jerusalén: pues no le colocaron en los sepulcros de los reyes de Israel. En su lugar reinó su hijo Ezequías.

Capítulo 29

[1] Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abía, hija de Zacarías. [2] Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como David su padre. [3] En el año primero de su reinado, el primer mes, abrió las puertas de la Casa de Yahveh y las reparó. [4] Hizo venir a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental, [5] y les dijo: «¡Escuchadme, levitas! Santificaos ahora y santificad la Casa de Yahveh, el Dios de vuestros padres; y sacad fuera del santuario la inmundicia. [6] Porque nuestros padres han sido infieles haciendo lo malo a los ojos de Yahveh, nuestro Dios; le han abandonado, y apartando sus rostros de la Morada de Yahveh, le han vuelto la espalda.

[7] Hasta llegaron a cerrar las puertas del Vestíbulo, apagaron las lámparas, y no quemaron incienso ni ofrecieron holocaustos en el santuario al Dios de Israel. [8] Por eso la ira de Yahveh ha venido sobre Judá y Jerusalén, y él los ha convertido en objeto de espanto, terror y rechifla, como lo estáis viendo con vuestros ojos. [9] Por esto han caído a espada nuestros padres; y nuestros hijos, hijas y mujeres se hallan en cautividad. [10] Pero ahora he decidido en mi corazón hacer alianza con Yahveh, el Dios de Israel, para que aparte de nosotros el furor de su ira. [11] Hijos míos, no seáis ahora negligentes; porque Yahveh os ha elegido a vosotros para que estéis en su presencia y le sirváis para ser sus ministros y para quemarle incienso.» [12] Levantáronse entonces los levitas Májat, hijo de Amasay, y Joel, hijo de Azarías, de los hijos de Quehat; Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo de Yallelel, de los hijos de Merarí; Yoaj, hijo de Zimmá, y Eden, hijo de Yoaj, de los hijos de los guersonitas; [13] Simrí y Yeiel, de los hijos de Elisafán; Zacarías y Mattanías, de los hijos de Asaf; [14] Yejiel y Simí, de los hijos de Hemán; Semaías y Uzziel, de los hijos de Yedutún.

[15] Estos reunieron a sus hermanos, se santificaron y vinieron a purificar la Casa de Yahveh, conforme al mandato del rey, según las palabras de Yahveh. [16] Los sacerdotes entraron en el interior de la Casa de Yahveh para purificarla, y sacaron al atrio de la Casa de Yahveh todas las impurezas que encontraron en el santuario de Yahveh. Los levitas, por su parte, las amontonaron para llevarlas fuera, al torrente de Cedrón. [17] Comenzaron la consagración el día primero del primer mes, y el día octavo del mes llegaron al Vestíbulo de Yahveh; pasaron ocho días consagrando la Casa de Yahveh y el día dieciséis del mes primero habían acabado. [18] Fueron luego a las habitaciones del rey Ezequías y le dijeron: «Hemos purificado toda la Casa de Yahveh, el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la mesa de las filas de pan con todos sus utensilios. [19] Hemos preparado y santificado todos los objetos que profanó el rey Ajaz durante su reinado con su infidelidad, y están ante el altar de Yahveh.» [20] Entonces se levantó el rey Ezequías de mañana, reunió a los jefes de la ciudad y subió a la Casa de Yahveh [21] Trajeron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos para el sacrificio por el pecado en favor del reino, del santuario y de Judá; y mandó a los sacerdotes, hijos de Aarón, que ofreciesen holocaustos sobre el altar de Yahveh.

[22] Inmolaron los novillos, y los sacerdotes recogieron la sangre y rociaron el altar; luego inmolaron los carneros y rociaron con su sangre el altar; degollaron igualmente los corderos y rociaron con la sangre el altar. [23] Acercaron después los machos cabríos por el pecado, ante el rey y la asamblea, y éstos pusieron las manos sobre ellos; [24] los sacerdotes los inmolaron y ofrecieron la sangre en sacrificio por el pecado junto al altar como expiación por todo Israel; porque el rey había ordenado que el holocausto y el sacrificio por el pecado fuese por todo Israel. [25] Luego estableció en la Casa de Yahveh a los levitas con címbalos, salterios y cítaras, según las disposiciones de David, de Gad, vidente del rey, y de Natán, profeta; pues de mano de Yahveh había venido ese mandamiento, por medio de sus profetas. [26] Cuando ocuparon su sitio los levitas con los instrumentos de David, y los sacerdotes con las trompetas, [27] mandó Ezequías ofrecer el holocausto sobre el altar. Y al comenzar el holocausto, comenzaron también los cantos de Yahveh, al son de las trompetas y con el acompañamiento de los instrumentos de David, rey de Israel.

[28] Toda la asamblea estaba postrada, se cantaban cánticos y las trompetas sonaban. Todo ello duró hasta que fue consumido el holocausto. [29] Consumido el holocausto, el rey y todos los presentes doblaron las rodillas y se postraron. [30] Después, el rey Ezequías y los jefes mandaron a los levitas que alabasen a Yahveh con las palabras de David y del vidente Asaf; y ellos cantaron alabanzas hasta la exaltación, e inclinándose, adoraron. [31] Después tomó Ezequías la palabra y dijo: «Ahora estáis enteramente consagrados a Yahveh; acercaos y ofreced víctimas y sacrificios de alabanza en la Casa de Yahveh.» Y la asamblea trajo sacrificios en acción de gracias, y los de corazón generoso, también holocaustos. [32] El número de los holocaustos ofrecidos por la asamblea fue de setenta bueyes; cien carneros y doscientos corderos; todos ellos en holocausto a Yahveh. [33] Se consagraron también seiscientos bueyes y 3.000 ovejas.

[34] Pero como los sacerdotes eran pocos y no bastaban para desollar todos estos holocaustos, les ayudaron sus hermanos los levitas, hasta que terminaron la labor, y los sacerdotes se santificaron, pues los levitas estaban más dispuestos que los sacerdotes para santificarse. [35] Hubo, además, muchos holocaustos de grasa de los sacrificios de comunión y libaciones para el holocausto. Así quedó restablecido el culto de la Casa de Yahveh. [36] Ezequías y el pueblo entero se regocijaron de que Dios hubiera dispuesto al pueblo; pues todo se hizo rápidamente.

Capítulo 30

[1] Ezequías envió mensajeros a todo Israel y Judá, y escribió también cartas a Efraím y Manasés, para que viniesen a la Casa de Yahveh, en Jerusalén, a fin de celebrar la Pascua en honor de Yahveh, el Dios de Israel. [2] Pues el rey y sus jefes y toda la asamblea de Jerusalén habían determinado celebrar la Pascua en el mes segundo, [3] ya que no fue posible celebrarla a su debido tiempo, porque los sacerdotes no se habían santificado en número suficiente y el pueblo no se había reunido en Jerusalén. [4] Pareció bien esto a los ojos del rey y de toda la asamblea. [5] Y decidieron enviar aviso a todo Israel, desde Berseba hasta Dan, para que vinieran a Jerusalén a celebrar la Pascua en que eran muchos los que no la habían celebrado según lo escrito. [6] Los correos, con las cartas del rey y de sus jefes, recorrieron todo Israel y Judá, como el rey lo había mandado y decían: «Hijos de Israel, volveos a Yahveh, el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, y él se volverá al resto que ha quedado de vosotros, los que han escapado de la mano de los reyes de Asiria.

[7] No seáis como vuestros padres y vuestros hermanos, que fueron infieles a Yahveh, el Dios de sus padres; por lo cual él los entregó a la desolación, como estáis viendo. [8] Ahora, no endurezcáis vuestra cerviz como vuestros padres; dad la mano a Yahveh, venid a su santuario, que él ha santificado para siempre; servid a Yahveh, vuestro Dios, y se apartará de vosotros el furor de su ira. [9] Porque si os volvéis a Yahveh, vuestros hermanos y vuestros hijos hallarán misericordia ante aquellos que los llevaron cautivos, y volverán a esta tierra, pues Yahveh vuestro Dios es clemente y misericordioso, y no apartará de vosotros su rostro, si vosotros os convertís a él.» [10] Los correos pasaron de ciudad en ciudad por el país de Efraím y de Manasés, llegaron hasta Zabulón; pero se reían y se burlaban de ellos. [11] Sin embargo, hubo hombres de Aser, de Manasés y de Zabulón que se humillaron y vinieron a Jerusalén. [12] También en Judá se dejó sentir la mano de Dios, que les dio corazón unánime para cumplir el mandamiento del rey y de los jefes, según la palabra de Yahveh.

[13] Se reunió en Jerusalén mucha gente para celebrar la fiesta de los Azimos en el mes segundo; era una asamblea muy grande. [14] Y se levantaron y quitaron los altares que había en Jerusalén; quitaron también todos los altares de incienso y los arrojaron al torrente Cedrón. [15] Inmolaron la Pascua el día catorce del mes segundo. También los sacerdotes y los levitas, llenos de confusión, se santificaron y trajeron holocaustos a la Casa de Yahveh. [16] Ocuparon sus puestos según su reglamento, conforme a la Ley de Moisés, hombre de Dios; y los sacerdotes rociaban con la sangre que recibían de mano de los levitas. [17] Y como muchos de la asamblea no se habían santificado, los levitas fueron encargados de inmolar los corderos pascuales para todos los que no se hallaban puros, a fin de santificarlos para Yahveh. [18] Pues una gran parte del pueblo, muchos de Efraím, de Manasés, de Isacar y de Zabulón, no se habían purificado, y con todo comieron la Pascua sin observar lo escrito. Pero Ezequías oró por ellos diciendo: «¡Que Yahveh, que es bueno, perdone a todos aquellos [19] cuyo corazón está dispuesto a buscar al Dios Yahveh, el Dios de sus padres, aunque no tengan la pureza requerida para las cosas sagradas!» [20] Y oyó Yahveh a Ezequías y dejó salvo al pueblo.

[21] Los israelitas que estaban en Jerusalén celebraron la fiesta de los Azimos por siete días con gran alegría; mientras los levitas y los sacerdotes alababan a Yahveh todos los días con todas sus fuerzas. [22] Ezequías habló al corazón de todos los levitas que tenían perfecto conocimiento de Yahveh. Comieron durante los siete días las víctimas de la solemnidad, sacrificando sacrificios de comunión y alabando a Yahveh, el Dios de sus padres. [23] Toda la asamblea resolvió celebrar la solemnidad por otros siete días, y la celebraron con júbilo siete días más. [24] Porque Ezequías, rey de Judá, había reservado para toda la asamblea mil novillos y 7.000 ovejas. Los jefes, por su parte, habían reservado para la asamblea mil novillos y 10.000 ovejas, pues ya se habían santificado muchos sacerdotes. [25] Toda la asamblea de Judá, los sacerdotes y los levitas y también toda la asamblea que había venido de Israel y los forasteros venidos de la tierra de Israel, lo mismo que los que habitaban en Judá, se llenaron de alegría. [26] Hubo gran gozo en Jerusalén; porque desde los días de Salomón, hijo de David, rey de Israel, no se había hecho cosa semejante en Jerusalén.

[27] Después se levantaron los sacerdotes y los levitas, y bendijeron al pueblo; y fue oída su voz, y su oración penetró en el cielo, su santa morada.

Capítulo 31

[1] Terminado todo esto, salieron todos los israelitas que se hallaban presentes a recorrer las ciudades de Judá; y rompieron las estelas, abatieron los cipos y derribaron los altos y los altares en todo Judá y Benjamín, y también en Efraím y Manasés, hasta acabar con ellos. Después volvieron todos los hijos de Israel, cada cual a su propiedad, a sus ciudades. [2] Ezequías restableció las clases de los sacerdotes y de los levitas, cada uno en su sección, según su servicio, ya fuera sacerdote, ya levita, ya se tratara de holocaustos y sacrificios de comunión, ya de servicio litúrgico, acción de gracias o himnos, en las puertas del campamento de Yahveh. [3] Destinó el rey una parte de su hacienda para los holocaustos, holocaustos de la mañana y de la tarde y holocaustos de los sábados, de los novilunios y de las solemnidades, según lo escrito en la Ley de Yahveh. [4] Mandó al pueblo que habitaba en Jerusalén que entregase la parte de los sacerdotes y levitas a fin de que pudiesen perseverar en la Ley de Yahveh. [5] Cuando se divulgó esta disposición, los israelitas trajeron en abundancia las primicias del trigo, del vino, del aceite y de la miel y de todos los productos del campo; presentaron igualmente el diezmo de todo en abundancia. [6] Los hijos de Israel y de Judá que habitaban en las ciudades de Judá trajeron también el diezmo del ganado mayor y menor y el diezmo de las cosas sagradas consagradas a Yahveh, su Dios, y lo distribuyeron por montones.

[7] En el mes tercero comenzaron a apilar los montones y terminaron el mes séptimo. [8] Vinieron Ezequías y los jefes a ver los montones y bendijeron a Yahveh y a su pueblo Israel. [9] Cuando Ezequías preguntó a los sacerdotes y a los levitas acerca de los montones, [10] respondió el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoq, y dijo: «Desde que se comenzaron a traer las ofrendas reservadas a la Casa de Yahveh, hemos comido y nos hemos saciado, y aún sobra muchísimo, porque Yahveh ha bendecido a su pueblo; y esta gran cantidad es lo que sobra.» [11] Entonces mandó Ezequías que se preparasen salas en la Casa de Yahveh. Las prepararon, [12] y metieron allí en lugar seguro las ofrendas reservadas, los diezmos y las cosas consagradas. El levita Konanías fue nombrado intendente, y Simí, hermano suyo, era el segundo.

[13] Yejiel, Azazías, Najat, Asahel, Yerimot, Yozabad, Eliel, Jismakías, Májat y Benaías eran inspectores, a las órdenes de Konanías y de Simí, su hermano, bajo la vigilancia del rey Ezequías y de Azarías, príncipe de la Casa de Dios. [14] El levita Qoré, hijo de Yimná, portero de la puerta oriental, estaba encargado de las ofrendas voluntarias hechas a Dios, y de repartir la ofrenda reservada a Yahveh y las cosas sacratísimas. [15] En las ciudades sacerdotales estaban permanentemente bajo sus órdenes Eden, Minyamín, Yesúa, Semaías, Amarías y Sekanías, para repartir a sus hermanos, así grandes como chicos, según sus clases, [16] dejando aparte a los hombres de treinta años para arriba, inscritos en las genealogías, a todos los que entraban en la Casa de Yahveh, según la tarea de cada día, para cumplir los servicios de su ministerio, conforme a sus clases. [17] Los sacerdotes estaban inscritos en las genealogías, conforme a sus casas paternas, igual que los levitas, desde los veinte años en adelante, según sus obligaciones y sus clases. [18] Estaban también inscritos en las genealogías todos sus niños, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, de toda la asamblea, porque se santificaban fielmente por medio de las cosas sagradas.

[19] Para los sacerdotes, hijos de Aarón, que vivían en el campo, en los ejidos de sus ciudades, había en cada ciudad hombres designados nominalmente, para dar las porciones a todos los varones de los sacerdotes, y a todos los levitas inscritos en las genealogías. [20] Esto hizo Ezequías en todo Judá haciendo lo bueno y recto y verdadero ante Yahveh su Dios. [21] Todas las obras que emprendió en servicio de la Casa de Dios, la Ley y los mandamientos, las hizo buscando a su Dios con todo su corazón y tuvo éxito.

Capítulo 32

[1] Después de todas estas pruebas de fidelidad, vino Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá, puso sitio a las ciudades fortificadas y mandó forzar las murallas. [2] Cuando vio Ezequías que Senaquerib venía con intención de atacar a Jerusalén, [3] tomó consejo con sus jefes y sus valientes en orden a cegar las fuentes de agua que había fuera de la ciudad; y ellos le apoyaron. [4] Juntóse mucha gente, y cegaron todas las fuentes y el arroyo que corría por medio de la región, diciendo: «Cuando vengan los reyes de Asiria, ¿por qué han de hallar tanta agua?» [5] Y cobrando ánimo, reparó toda la muralla que estaba derribada, alzando torres sobre la misma, levantó otro muralla exterior, fortificó el Milló en la Ciudad de David, y fabricó una gran cantidad de armas arrojadizas y escudos. [6] Puso jefes de combate sobre el pueblo, los reunió a su lado en la plaza de la puerta de la ciudad, y hablándoles al corazón, dijo: [7] «Sed fuertes y tened ánimo; no temáis, ni desmayéis ante el rey de Asiria, ni ante toda la muchedumbre que viene con él, porque es más el que está con nosotros que el que está con él.

[8] Con él está un brazo de carne, pero con nosotros está Yahveh nuestro Dios para ayudarnos y para combatir nuestros combates.» Y el pueblo quedó confortado con las palabras de Ezequías, rey de Judá. [9] Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que estaba sitiando Lakís, con todas sus fuerzas, envió sus siervos a Jerusalén, a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén para decirles: [10] «Así dice Senaquerib, rey de Asiria: ¿En qué ponéis vuestra confianza, para que permanezcáis cercados en Jerusalén? [11] ¿No os engaña Ezequías para entregaros a la muerte por hambre y sed, cuando dice: «Yahveh nuestro Dios nos librará de la mano del rey de Asiria"? [12] ¿No es este el mismo Ezequías que ha quitado sus altos y sus altares y ha dicho a Judá y Jerusalén: «Ante un solo altar os postraréis y sobre él habréis de quemar incienso"? [13] ¿Acaso no sabéis lo que yo y mis padres hemos hecho con todos los pueblos de los países? ¿Por ventura los dioses de las naciones de estos países han sido capaces de librar sus territorios de mi mano? [14] ¿Quién de entre todos los dioses de aquellas naciones que mis padres dieron al anatema pudo librar a su pueblo de mi mano? ¿Es que vuestro Dios podrá libraros de mi mano? [15] Ahora, pues, que no os engañe Ezequías ni os embauque de esa manera. No le creáis; ningún dios de ninguna nación ni de ningún reino ha podido salvar a su pueblo de mi mano, ni de la mano de mis padres, ¡cuánto menos podrá vuestro Dios libraros a vosotros de mi mano!» [16] Sus siervos dijeron todavía más cosas contra Yahveh Dios y contra Ezequías su siervo.

[17] Escribió además cartas para insultar a Yahveh, Dios de Israel, hablando contra él de este modo: «Así como los dioses de las naciones de otros países no han salvado a sus pueblos de mi mano, así tampoco el Dios de Ezequías salvará a su pueblo de mi mano.» [18] Los enviados gritaban en voz alta, en lengua judía, al pueblo de Jerusalén, que estaba sobre el muro, para atemorizarlos y asustarlos, y poder conquistar la ciudad, [19] y hablando del Dios de Jerusalén como de los dioses de los pueblos de la tierra, que son obra de manos de hombre. [20] En esta situación, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, oraron y clamaron al cielo. [21] Y Yahveh envió un ángel que exterminó a todos los guerreros esforzados de su ejército, a los príncipes y a los jefes que había en el campamento del rey de Asiria; el cual volvió a su tierra cubierta la cara de vergüenza, y al entrar en la casa de su dios, allí mismo, los hijos de sus propias entrañas le hicieron caer a espada. [22] Así salvó Yahveh a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de la mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de la mano de todos sus enemigos, y les dio paz por todos lados.

[23] Muchos trajeron entonces ofrendas a Yahveh, a Jerusalén, y presentes a Ezequías, rey de Judá; el cual de allí en adelante adquirió gran prestigio a los ojos de todas las naciones. [24] En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte; pero hizo oración a Yahveh, que le escuchó y le otorgó una señal maravillosa. [25] Pero Ezequías no correspondió al bien que había recibido, pues se ensoberbeció su corazón, por lo cual la Cólera vino sobre él, sobre Judá y Jerusalén. [26] Mas después de haberse ensoberbecido en su corazón, se humilló Ezequías, él y los habitantes de Jerusalén; y por eso no estalló contra ellos la ira de Yahveh en los días de Ezequías. [27] Ezequías tuvo riquezas y gloria en gran abundancia. Adquirió tesoros de plata, oro, piedras preciosas, bálsamos, joyas y de toda suerte de objetos de valor. [28] Tuvo también almacenes para las rentas de trigo, de mosto y de aceite; pesebres para toda clase de ganado y apriscos para los rebaños.

[29] Se hizo con asnos y poseía ganado menor y mayor en abundancia, pues Dios le había dado muchísima hacienda. [30] Este mismo Ezequías cegó la salida superior de las aguas del Guijón y las condujo, bajo tierra, a la parte occidental de la Ciudad de David. Ezequías triunfó en todas sus empresas; [31] cuando los príncipes de Babilonia enviaron embajadores para investigar la señal maravillosa ocurrida en el país, Dios le abandonó para probarle y descubrir todo lo que tenía en su corazón. [32] El resto de los hechos de Ezequías y sus obras piadosas están escritos en las visiones del profeta Isaías, hijo de Amós, y en el libro de los reyes de Judá y de Israel. [33] Se acostó Ezequías con sus padres, y le sepultaron en la subida de los sepulcros de los hijos de David; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén le rindieron honores a su muerte. En su lugar reinó su hijo Manasés.

Capítulo 33

[1] Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén. [2] Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las gentes que Yahveh había expulsado delante de los israelitas. [3] Volvió a edificar los altos que su padre Ezequías había derribado, alzó altares a los Baales, hizo cipos, se postró ante todo el ejército de los cielos y les sirvió. [4] Construyó también altares en la Casa de Yahveh, de la que Yahveh había dicho: «En Jerusalén estará mi Nombre para siempre.» [5] Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la Casa de Yahveh, [6] e hizo pasar a sus hijos por el fuego en el valle de Ben Hinnom; practicó los presagios, los augurios y la hechicería, e hizo traer nigromantes y adivinos, haciendo mucho mal a los ojos de Yahveh y provocando su cólera.

[7] Colocó la imagen del ídolo, que había fabricado, en la Casa de Dios, de la cual había dicho Dios a David y a Salomón, su hijo: «En esta Casa y en Jerusalén, que he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre. [8] Y no apartaré más el pie de Israel de sobre la tierra que di a vuestros padres, con tal que procuren hacer según todo lo que les he mandado, según toda la Ley, los decretos y las normas ordenados por Moisés.» [9] Manasés desvió a Judá y a los habitantes de Jerusalén para que hicieran mayores males que las gentes que Yahveh había exterminado delante de los israelitas. [10] Habló Yahveh a Manasés y a su pueblo, pero no hicieron caso. [11] Entonces Yahveh hizo venir sobre ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, que apresaron a Manasés con ganchos, le ataron con cadenas de bronce y le llevaron a Babilonia. [12] Cuando se vio en angustia, quiso aplacar a Yahveh su Dios, humillándose profundamente en presencia del Dios de sus padres.

[13] Oró a él y Dios accedió, oyó su oración y le concedió el retorno a Jerusalén, a su reino. Entonces supo Manasés que Yahveh es el Dios. [14] Después de esto edificó la muralla exterior de la Ciudad de David al occidente de Guijón, en el torrente, hasta la entrada de la Puerta de los Peces, cercando el Ofel, y la elevó a gran altura. Puso también jefes del ejército en todas las plazas fuertes de Judá. [15] Quitó de la Casa de Yahveh los dioses extraños, el ídolo y todos los altares que había erigido en el monte de la Casa de Yahveh y en Jerusalén, y los echó fuera de la ciudad. [16] Reedificó el altar de Yahveh y ofreció sobre él sacrificios de comunión y de alabanza, y mandó a Judá que sirviese a Yahveh, el Dios de Israel. [17] Sin embargo, el pueblo ofrecía aún sacrificios en los altos, aunque sólo a Yahveh su Dios. [18] El resto de los hechos de Manasés, su oración a Dios, y las palabras de los videntes que le hablaron en nombre de Yahveh, Dios de Israel, se encuentran escritos en los Hechos de los reyes de Israel.

[19] Su oración y cómo fue oído, todo su pecado, su infidelidad, los sitios donde edificó altos y donde puso cipos e ídolos antes de humillarse: todo está escrito en los Hechos de Jozay. [20] Se acostó Manasés con sus padres, y le sepultaron en su casa. En su lugar reinó su hijo Amón. [21] Amón tenía veintidós años cuando empezó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén. [22] Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como había hecho su padre Manasés. Amón ofreció sacrificios y sirvió a todos los ídolos que había fabricado su padre Manasés. [23] Pero no se humilló delante de Yahveh, como se había humillado su padre Manasés; al contrario, Amón cometió aún más pecados. [24] Se conjuraron contra él sus siervos, y le dieron muerte en su casa.

[25] Pero el pueblo de la tierra mató a todos los conjurados contra el rey Amón, y proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.

Capítulo 34

[1] Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó 31 años en Jerusalén. [2] Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, siguiendo los caminos de su padre David; sin apartarse a derecha ni a izquierda. [3] El año octavo de su reinado, siendo todavía joven, comenzó a buscar al Dios de su padre David; y en el año doce empezó a purificar a Judá y Jerusalén de los altos, de los cipos, de las estatuas y de los ídolos fundidos. [4] Derribaron en su presencia los altares de los Baales, hizo arrancar los altares de aromas que había sobre ellos, y rompió los cipos, las imágenes y los ídolos fundidos reduciéndolos a polvo, que esparció sobre las sepulturas de los que les habían ofrecido sacrificios. [5] Quemó los huesos de los sacerdotes sobre los altares y purificó a Judá y Jerusalén. [6] En las ciudades de Manasés, de Efraím y de Simeón, y hasta en Neftalí y en los territorios asolados que las rodeaban, [7] derribó los altares, demolió los cipos y las estatuas y las redujo a polvo, y abatió los altares de aromas en toda la tierra de Israel. Después regresó a Jerusalén.

[8] El año dieciocho de su reinado, mandó a Safán, hijo de Asalías, a Maasías, comandante de la ciudad, y a Yoaj, hijo de Yoajaz, heraldo, que reparasen la Casa de Yahveh su Dios para purificar la tierra y la Casa. [9] Fueron ellos donde el sumo sacerdote Jilquiás y le entregaron el dinero traído a la Casa de Dios, que los levitas y porteros habían recibido de Manasés y de Efraím y de todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín y de los habitantes de Jerusalén. [10] Lo pusieron en manos de los que hacían el trabajo, los encargados de la Casa de Yahveh, y éstos se lo dieron a los obreros para reparar y restaurar la Casa. [11] Lo dieron a los carpinteros y obreros de la construcción para comprar piedras de cantería y madera y vigas de trabazón para el maderamen de los edificios destruidos por los reyes de Judá. [12] Estos hombres ejecutaban los trabajos honradamente. Estaban bajo la vigilancia de Yájat y Abdías, levitas de los hijos de Merarí, y de Zacarías y Mesúllam, de los hijos de Quehat, que les dirigían, y de otros levitas; todos ellos maestros en tañer instrumentos músicos. [13] Dirigían también a los peones de carga y a todos los que trabajaban en la obra, en los distintos servicios. Entre los levitas había además, escribas, notarios y porteros.

[14] Cuando estaban sacando el dinero traído a la Casa de Yahveh, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la Ley de Yahveh dada por Moisés; [15] y Jilquías tomó la palabra y dijo al secretario Safán: «He encontrado el libro de la Ley en la Casa de Yahveh»; y Jilquías entregó el libro a Safán. [16] Safán llevó el libro al rey, y le rindió cuentas diciendo: «Tus siervos están haciendo todo lo que les ha sido encargado. [17] Han fundido el dinero traído a la Casa de Yahveh y lo han entregado a los encargados y a los que trabajan en la obra.» [18] El secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro.» Y Safán leyó una parte en presencia del rey. [19] Cuando el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó sus vestidos, [20] y ordenó a Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Miká, a Safán, secretario, y a Asaías, servidor del rey: [21] «¡Id!; consultad a Yahveh por mí y por el resto de Israel y de Judá, acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado, porque grande es la cólera de Yahveh que se derrama sobre nosotros; pues nuestros padres no han guardado la palabra de Yahveh haciendo conforme a todo lo escrito en este libro.» [22] Jilquías y los enviados del rey fueron donde la profetisa Juldá, mujer de Sallum, hijo de Toqhat, hijo de Jasrá, encargado del vestuario; vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva; y ellos le hablaron conforme a lo indicado; [23] ella les respondió: «Así habla Yahveh, el Dios de Israel: Decid al hombre que os ha enviado a mí: [24] Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes; todas las maldiciones escritas en el libro que se ha leído delante del rey de Judá; [25] porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, irritándome con todas las obras de sus manos; mi cólera se ha derramado sobre este lugar y no se apagará.

[26] Y al rey de Judá que os ha enviado para consultar a Yahveh, le diréis: Así dice Yahveh, Dios de Israel, acerca de las palabras que has oído... [27] Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de Dios al oír sus palabras contra este lugar y sus habitantes, y porque te has humillado ante mí, has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí, por eso yo, a mi vez, he oído, oráculo de Yahveh. [28] Voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu sepulcro; y no verán tus ojos ninguno de los males que voy a traer sobre este lugar y sus moradores.» Ellos llevaron la respuesta al rey. [29] Entonces el rey hizo reunir a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. [30] Subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas, y todo el pueblo desde el mayor hasta el menor, y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la alianza que había sido encontrado en la Casa de Yahveh. [31] Y puesto en pie junto a la columna, hizo el rey alianza en presencia de Yahveh, para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos, con todo su corazón y con toda su alma, cumpliendo las palabras de la alianza escritas en aquel libro.

[32] Hizo que la aceptaran cuantos se hallaban en Jerusalén y en Benjamín. Y los habitantes de Jerusalén hicieron conforme a la alianza de Dios, el Dios de sus padres. [33] Josías hizo desaparecer todas las abominaciones de todas las regiones de los israelitas, y obligó a todos los que se hallaban en Israel a servir a Yahveh su Dios. Y mientras él vivió no se apartaron de Yahveh, el Dios de sus padres.

Capítulo 35

[1] Josías celebró una Pascua en honor de Yahveh en Jerusalén; inmolaron la Pascua el día catorce del primer mes. [2] Restableció a los sacerdotes en sus ministerios y los animó al servicio de la Casa de Yahveh. [3] Dijo a los levitas que tenían inteligencia para todo Israel y estaban consagrados a Yahveh: «Colocad el arca santa en la Casa que edificó Salomón, hijo de David, rey de Israel, porque ya no habréis de llevarla a hombros; servid ahora a Yahveh vuestro Dios y a Israel, su pueblo. [4] Estad preparados según vuestras casas paternas y vuestras clases, conforme a lo escrito por David, rey de Israel, y lo escrito por su hijo Salomón. [5] Ocupad vuestros sitios en el santuario según los grupos de casas paternas a disposición de vuestros hermanos, los hijos del pueblo; los levitas tendrán parte en la familia paterna. [6] E inmolad la Pascua, santificaos y preparadla para vuestros hermanos, cumpliendo la orden de Yahveh, dada por medio de Moisés.

[7] Josías reservó para la gente del pueblo ganado menor, así corderos como cabritos, en número de 30.000, todos ellos como víctimas pascuales para cuantos se hallaban presentes, y 3.000 bueyes. Todo ello de la hacienda del rey. [8] También sus jefes reservaron ofrendas voluntarias para el pueblo, los sacerdotes y los levitas. Jilquías, Zacarías y Yejiel, intendentes de la Casa de Dios, dieron a los sacerdotes, como víctimas pascuales, 2.600 ovejas y trescientos bueyes. [9] Konanías, Semaías y Natanael, su hermano, y Jasabías, Yeiel y Yozabad, jefes de los levitas, reservaron para los levitas 5.000 corderos pascuales y quinientos bueyes. [10] Preparado así el servicio, ocuparon los sacerdotes sus puestos, lo mismo que los levitas, según sus clases, conforme al mandato del rey. [11] Se inmolaron las víctimas pascuales, y mientras los sacerdotes rociaban con la sangre que recibían de mano de los levitas, los levitas las desollaban [12] y apartaban lo destinado al holocausto para darlo a las secciones de las casas paternas de los hijos del pueblo, a fin de que lo ofreciesen a Yahveh conforme a lo escrito en el libro de Moisés. Lo mismo se hizo con los bueyes.

[13] Asaron la Pascua al fuego, según el ritual; cocieron las cosas sagradas en ollas, calderos y cazuelas, y las repartieron con presteza entre todos los hijos del pueblo. [14] Después prepararon la Pascua para sí y para los sacerdotes; porque los sacerdotes, hijos de Aarón, estuvieron ocupados hasta la noche en ofrecer los holocaustos y las grasas. Por eso los levitas la prepararon para sí y para los sacerdotes, hijos de Aarón. [15] También los cantores, hijos de Asaf, estaban en su puesto, conforme a lo dispuesto por David, Asaf, Hemán y Yedutún, vidente del rey; lo mismo los porteros, cada uno en su puerta. No tenían necesidad de retirarse de su servicio, porque sus hermanos, los levitas, se lo preparaban todo. [16] De esta manera se organizó aquel día todo el servicio de Yahveh para celebrar la Pascua y ofrecer los holocaustos sobre el altar de Yahveh, según la orden del rey Josías. [17] Los israelitas que se hallaban allí celebraron en ese tiempo la Pascua y la fiesta de los Azimos durante siete días. [18] No se había celebrado Pascua como ésta en Israel desde los días de Samuel, profeta; y ningún rey de Israel celebró una Pascua como la que celebraron Josías, los sacerdotes y los levitas, todo Judá e Israel, que allí se hallaban presentes, y los habitantes de Jerusalén.

[19] Esta Pascua se celebró el año dieciocho del reinado de Josías. [20] Después de todo lo que hizo para reparar el Templo, subió Nekó, rey de Egipto, para combatir en Karkemis, junto al Eufrates; y Josías le salió al encuentro. [21] Nekó le envió mensajeros para decirle: «¿Qué tengo yo que ver contigo, rey de Judá? No he venido hoy contra ti, sino contra la casa con la cual estoy en guerra; y Dios me ha mandado que me apresure. Deja de oponerte a Dios, que está conmigo, no sea que él te destruya.» [22] Pero Josías no se apartó de él, pues estaba decidido a darle batalla, sin escuchar las palabras de Nekó, que venían de boca de Dios. Y avanzó para librar batalla en la llanura de Meguiddó. [23] Los arqueros tiraron contra el rey Josías, y dijo el rey a sus siervos: «Llevadme fuera, pues estoy gravemente herido.» [24] Sus siervos le sacaron del carro, y pasándole a otro carro que tenía, le llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en los sepulcros de sus padres y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías.

[25] Jeremías compuso una elegía sobre Josías, y todos los cantores y cantoras hablan todavía hoy de Josías en sus elegías; lo cual se ha hecho costumbre en Israel. Están escritas entre las Lamentaciones. [26] El resto de los hechos de Josías, sus obras piadosas conforme a lo escrito en la Ley de Yahveh, [27] y sus obras primeras y postreras, están escritas en el libro de los reyes de Israel y de Judá.

Capítulo 36

[1] El pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le proclamó rey en Jerusalén, en lugar de su padre. [2] Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. [3] El rey de Egipto le destituyo en Jerusalén, e impuso al país una contribución de cien talentos de plata y un talento de oro. [4] El rey de Egipto proclamó rey de Judá y Jerusalén a Eliaquim, hermano de Joacaz, cambiándole el nombre por el de Yoyaquim. Y a Joacaz, su hermano, le tomó Nekó y lo llevó a Egipto. [5] Yoyaquim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios. [6] Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra él y le ató con cadenas de bronce para conducirle a Babilonia.

[7] Nabucodonosor llevó también a Babilonia algunos objetos de la Casa de Yahveh que depositó en su santuario, en Babilonia. [8] El resto de los hechos de Yoyaquim, las abominaciones que cometió y todo lo que le sucedió, está escrito en el libro de los reyes de Israel y de Judá. En su lugar reinó su hijo Joaquín. [9] Joaquín tenía ocho años cuando empezó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén; hizo el mal a los ojos de Yahveh. [10] A la vuelta de un año mandó el rey Nabucodonosor que le llevasen a Babilonia, juntamente con los objetos más preciosos de la Casa de Yahveh, y puso por rey en Judá y Jerusalén a Sedecías, hermano de Joaquín. [11] Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. [12] Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios, y no se humilló ante el profeta Jeremías que le hablaba por boca de Yahveh.

[13] También él se rebeló contra el rey Nabucodonosor, que le había hecho jurar por Dios; endureció su cerviz y se obstinó en su corazón, en vez de volverse a Yahveh, el Dios de Israel. [14] Del mismo modo, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según todas las costumbres abominables de las gentes, y mancharon la Casa de Yahveh, que él se había consagrado en Jerusalén. [15] Yahveh, el Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. [16] Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira de Yahveh contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio. [17] Entonces hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a los mejores en la Casa de su santuario, sin perdonar a joven ni a doncella, a viejo ni a canoso; a todos los entregó Dios en su mano. [18] Todos los objetos de la Casa de Dios, grandes y pequeños, los tesoros de la Casa de Yahveh y los tesoros del rey y de sus jefes, todo se lo llevó a Babilonia.

[19] Incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén: pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. [20] Y a los que escaparon de la espada los llevó cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos de él y de sus hijos hasta el advenimiento del reino de los persas; [21] para que se cumpliese la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.» [22] En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: [23] «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!»

ESDRÁS

Capítulo 1

[1] En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: [2] «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. [3] Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, sea su Dios con él. Suba a Jerusalén, en Judá, a edificar la Casa de Yahveh, Dios de Israel, el Dios que está en Jerusalén. [4] A todo el resto del pueblo, donde residan, que las gentes del lugar les ayuden proporcionándoles plata, oro, hacienda y ganado, así como ofrendas voluntarias para la Casa de Dios que está en Jerusalén.» [5] Entonces los cabezas de familia de Judá y Benjamín, los sacerdotes y los levitas, todos aquellos cuyo ánimo había movido Dios, se pusieron en marcha para subir a edificar la Casa de Yahveh en Jerusalén; [6] y todos sus vecinos les proporcionaron toda clase de ayuda: plata, oro, hacienda, ganado, objetos preciosos en cantidad, además de toda clase de ofrendas voluntarias.

[7] El rey Ciro mandó tomar los utensilios de la Casa de Yahveh que Nabucodonosor se había llevado de Jerusalén y había depositado en el templo de su dios. [8] Ciro, rey de Persia, los puso en manos del tesorero Mitrídates, el cual los contó para entregárselos a Sesbassar, el príncipe de Judá. [9] Este es el inventario: fuentes de oro: 30; fuentes de plata: 1.000; reparadas: 29; [10] copas de oro: 30; copas de plata: 1.000; estropeadas: 410; otros utensilios: 1.000. [11] Total de los utensilios de oro y plata: 5.400. Todo esto se lo llevó Sesbassar cuando se permitió a los deportados volver de Babilonia a Jerusalén.

Capítulo 2

[1] Estas son las personas de la provincia que regresaron del cautiverio, aquellas que había deportado a Babilonia Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y Judá, cada uno a su ciudad. [2] Vinieron con Zorobabel, Josué, Nehemías, Seraías, Reelaías, Najamaní, Mardoqueo, Bilsán, Mispar, Bigvay, Rejum, Baaná. Lista de los hombres del pueblo de Israel: [3] los hijos de Parós: 2.172; [4] los hijos de Sefatías: 372; [5] los hijos de Araj: 775; [6] los hijos de Pajat Moab, por parte de los hijos de Josué y de Joab: 2.812; [7] los hijos de Elam: 1.254; [8] los hijos de Zattú: 945; [9] los hijos de Zakkay: 760; [10] los hijos de Baní: 642; [11] los hijos de Bebay: 623; [12] los hijos de Azgad: 1.222; [13] los hijos de Adonicam: 666; [14] los hijos de Bigvay: 2.056; [15] los hijos de Adín: 454; [16] los hijos de Ater, de Ezequías: 98; [17] los hijos de Besay: 323; [18] los hijos de Yorá: 112; [19] los hijos de Jasum: 223; [20] los hijos de Guibbar: 95; [21] los hombres de Belén: 123; [22] los hombres de Netofá: 56; [23] los hombres de Anatot: 128; [24] los hombres de Azmávet: 42; [25] los hombres de Quiryat Yearim, Kefirá y Beerot: 743; [26] los hombres de Ramá y Gueba: 621; [27] los hombres de Mikmás: 122; [28] los hombres de Betel y de Ay: 223; [29] los hijos de Nebo: 52; [30] los hijos de Magbís: 156, [31] los hijos del otro Elam: 1.254; [32] los hijos de Jarim: 320; [33] los hombres de Lod, Jadid y Onó: 725; [34] los hombres de Jericó: 345; [35] los hombres de Senaá: 3.630.

[36] Sacerdotes: los hijos de Yedaías, de la casa de Josué: 973; [37] los hijos de Immer: 1.052; [38] los hijos de Pasjur: 1.247; [39] los hijos de Jarim: 1.017. [40] Levitas: los hijos de Josué, y de Cadmiel, de los hijos de Hodavías: 74. [41] Cantores: los hijos de Asaf: 128.

[42] Porteros: los hijos de Sallum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Aqcub, los hijos de Jatitá, los hijos de Sobay: en total 139. [43] Donados: los hijos de Sijá, los hijos de Jasufá, los hijos de Tabbaot, [44] los hijos de Querós, los hijos de Siahá, los hijos de Padón, [45] los hijos de Lebaná, los hijos de Jagabá, los hijos de Aqcub, [46] los hijos de Jagab, los hijos de Salmay, los hijos de Janán, [47] los hijos de Guiddel, los hijos de Gajar, los hijos de Reaías, [48] los hijos de Resín, los hijos de Necodá, los hijos de Gazzam, [49] los hijos de Uzzá, los hijos de Paséaj, los hijos de Besay, [50] los hijos de Asná, los hijos de los meunitas, los hijos de los nefusitas, [51] los hijos de Baqbuq, los hijos de Jacufá, los hijos de Jarjur, [52] los hijos de Baslut, los hijos de Mejidá, los hijos de Jarsá, [53] los hijos de Barcós, los hijos de Sisrá, los hijos de Témaj, [54] los hijos de Nesíaj, los hijos de Jatifá.

[55] Hijos de los siervos de Salomón: los hijos de Sotay, los hijos de Has Soféret, los hijos de Perudá, [56] los hijos de Yaalá, los hijos de Darcón, los hijos de Guiddel, [57] los hijos de Sefatías, los hijos de Jattil, los hijos de Pokéret Hassebáyim, los hijos de Amí. [58] Total de los donados y de los hijos de los siervos de Salomón: 392. [59] Y estos son los que venían de Tel Mélaj, Tel Jarsá, Kerub, Addán e Immer, y que no pudieron probar si su familia y su familia y su estirpe eran de origen israelita: [60] los hijos de Delaías, los hijos de Tobías, los hijos de Necodá: 652.

[61] Y entre los sacerdotes: los hijos de Jobayías, los hijos de Haqcós, los hijos de Barzillay — el cual se había casado con una de las hijas de Barzillay el gaaladita, cuyo nombre adoptó —. [62] Estos investigaron en su registro genealógico, pero no figuraban, por lo cual se les excluyó del sacerdocio como ilegítimos, [63] y el Gobernador les prohibió comer de las cosas sacratísimas hasta que no se presentara un sacerdote para el Urim y el Tummim. [64] La asamblea ascendía a 42.360 personas, [65] sin contar sus siervos y siervas en número de 7.337. Tenían también 200 cantores y cantoras. [66] Tenían 736 caballos, 245 mulos, [67] 435 camellos y 6.720 asnos.

[68] Algunos de los cabezas de familia, al llegar a la Casa de Yahveh en Jerusalén, hicieron ofrendas voluntarias para la Casa de Dios, para que fuese reedificada en su mismo emplazamiento. [69] Según sus posibilidades, entregaron al tesoro de la obra 61.000 dracmas de oro, 5.000 minas de plata y 100 túnicas sacerdotales. [70] Los sacerdotes, los levitas y parte del pueblo se establecieron en Jerusalén; los cantores, los porteros y los donados, en sus ciudades respectivas. Todo Israel estaba, pues, en sus ciudades.

Capítulo 3

[1] Llegado el séptimo mes, los israelitas estaban ya en sus ciudades y entonces todo el pueblo se congregó como un solo hombre en Jerusalén. [2] Josué, hijo de Yosadaq, con sus hermanos los sacerdotes, y Zorobabel, hijo de Sealtiel, con sus hermanos, se pusieron a reconstruir el altar del Dios de Israel, para ofrecer en él holocaustos, como está escrito en la Ley de Moisés, hombre de Dios. [3] Erigieron el altar en su emplazamiento, a pesar del temor que les infundían los pueblos de la tierra, y ofrecieron en él holocaustos a Yahveh, holocaustos de la mañana y de la tarde; [4] celebraron la fiesta de las Tiendas, según está escrito, con el número de holocaustos cotidianos establecidos según el rito de cada día; [5] después, ofrecieron el holocausto perpetuo y los de los sábados, novilunios y todas las solemnidades consagradas a Yahveh, además de lo que cada uno quería ofrecer voluntariamente a Yahveh. [6] Desde el día primero del séptimo mes, comenzaron a ofrecer holocaustos a Yahveh, aunque no se habían echado todavía los cimientos del santuario de Yahveh.

[7] Se dio entonces dinero a los canteros y a los carpinteros; a los sidonios y a los tirios se les mandó víveres, bebidas y aceite, para que enviasen por mar a Joppe madera de cedro del Líbano, según la autorización de Ciro, rey de Persia. [8] El año segundo de su llegada a la Casa de Dios en Jerusalén, el segundo mes, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de Yosadaq, con el resto de sus hermanos, los sacerdotes, los levitas y todos los que habían vuelto del destierro a Jerusalén, comenzaron la obra; designaron a algunos levitas, de veinte años en adelante, para dirigir las obras de la Casa de Yahveh. [9] Josué, sus hijos y sus hermanos, Cadmiel y sus hijos, los hijos de Hodavías, se pusieron como un solo hombre a dirigir a los que trabajaban en la obra de la Casa de Dios. [10] En cuanto los albañiles echaron los cimientos del santuario de Yahveh, se presentaron los sacerdotes, revestidos de lino fino, con trompetas, y los levitas, hijos de Asaf, con címbalos, para alabar a Yahveh según las prescripciones de David, rey de Israel. [11] Cantaron alabando y dando gracias a Yahveh: «Porque es bueno, porque es eterno su amor para Israel.» Y el pueblo entero prorrumpía en grandes clamores, alabando a Yahveh, porque la Casa de Yahveh tenía ya sus cimientos. [12] Muchos sacerdotes, levitas y jefes de familia, ya ancianos, que habían conocido con sus propios ojos la primera Casa, sobre sus cimientos, lloraban con grandes gemidos, mientras que otros lanzaban gozosos clamores.

[13] Y nadie podía distinguir los acentos de clamor jubiloso de los acentos de lamentación del pueblo, porque el pueblo lanzaba grandes clamores, y el estrépito se podía oír desde muy lejos.

Capítulo 4

[1] Cuando los enemigos de Judá y de Benjamín se enteraron de que los deportados estaban edificando un santuario a Yahveh, Dios de Israel, [2] se presentaron a Zorobabel, a Josué y a los cabezas de familia, y les dijeron: «Vamos a edificar junto con vosotros, porque, como vosotros, buscamos a vuestro Dios y le sacrificamos, desde los tiempos de Asarjaddón, rey de Asiria, que nos trajo aquí.» [3] Zorobabel, Josué y los restantes cabezas de familia israelitas les contestaron: «No podemos edificar juntos nosotros y vosotros una Casa a nuestro Dios: a nosotros solos nos toca construir para Yahveh, Dios de Israel, como nos lo ha mandado Ciro, rey de Persia.» [4] Entonces el pueblo de la tierra se puso a desanimar al pueblo de Judá y a meterles miedo para que no siguiesen edificando; [5] y sobornaron contra ellos a algunos consejeros para hacer fracasar su proyecto; así durante todo el tiempo de Ciro, rey de Persia, hasta el reinado de Darío, rey de Persia. [6] Bajo el reinado de Jerjes, al comienzo de su reinado, presentaron ellos por escrito una denuncia contra los habitantes de Judá y Jerusalén.

[7] En tiempo de Artajerjes, Mitrídates, Tabeel y demás colegas suyos escribieron contra Jerusalén a Artajerjes, rey de Persia. El texto del documento estaba en escritura aramea y en lengua aramea. [8] Rejum, gobernador, y Simsay, secretario, escribieron al rey Artajerjes contra Jerusalén una carta. — [9] Rejum el gobernador, Simsay el secretario y demás colegas; los jueces y los legados, funcionarios persas; las gentes de Uruk, de Babilonia y de Susa — es decir los elamitas — [10] y los restantes pueblos que el gran Asurbanipal deportó y estableció en las ciudades de Samaría y en el resto de Transeufratina. [11] Esta es la copia de la carta que le enviaron: «Al rey Artajerjes, tus servidores, las gentes de Transeufratina, etc. [12] Ha de saber el rey que los judíos que subieron de tu lado hacia nosotros y llegaron a Jerusalén están reconstruyendo esta ciudad rebelde y perversa; tratan de levantar las murallas, y ya han echado los cimientos.

[13] Sepa, pues, el rey, que si esta ciudad se reconstruye y se levantan sus murallas, no se pagarán más impuestos, contribución ni peaje, y al fin esta ciudad perjudicará a los reyes. [14] Ahora bien, a nosotros, puesto que comemos la sal del palacio, nos resulta intolerable ver esta afrenta que se hace al rey; por eso enviamos al rey esta denuncia, [15] para que se investigue en las Memorias de tus padres: en estas Memorias encontrarás y te enterarás de que esta ciudad es una ciudad rebelde, molesta para los reyes y las provincias, y que en ella se han fomentado insurrecciones desde antiguo. Por este motivo fue destruida esta ciudad. [16] Nosotros informamos al rey que, si esta ciudad se reconstruye y se levantan sus murallas, bien pronto ya no tendrás más territorios en Transeufratina.» [17] El rey envió esta respuesta: «A Rejum, gobernador, a Simsay, secretario, y a los restantes colegas residentes en Samaría y demás lugares en Transeufratina, paz, etc. [18] «El documento que nos habéis enviado ha sido traducido y leído en mi presencia.

[19] Di orden de que se investigase, y se ha encontrado que esta ciudad se ha venido rebelando contra los reyes desde antiguo, y que por ella se han fomentado revueltas e insurrecciones. [20] Que hubo en Jerusalén reyes poderosos, cuyo dominio se extendía sobre toda Transeufratina: se les pagaba impuestos, contribuciones y peaje. [21] Ordenad, pues, que se interrumpa la empresa de esos hombres: esa ciudad no debe ser reconstruida hasta nueva orden. [22] Guardaos de actuar con negligencia en este asunto, no sea que el mal aumente en perjuicio de los reyes.» [23] En cuanto la copia del documento del rey Artajerjes fue leída ante Rejum, el gobernador, Simsay, el secretario , y sus colegas, salieron a toda prisa hacia Jerusalén, donde los judíos, y les obligaron a suspender sus obras por la fuerza de las armas. [24] Así se suspendieron las obras de la Casa de Dios en Jerusalén: quedaron interrumpidas hasta el año segundo del reinado de Darío, rey de Persia.

Capítulo 5

[1] Los profetas Ageo y Zacarías, hijo de Iddó, empezaron a profetizar a los judíos de Judá y de Jerusalén, en nombre del Dios de Israel que velaba sobre ellos. [2] Con esto, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de Yosadaq, se decidieron a reanudar la construcción de la Casa de Dios en Jerusalén: los profetas de Dios estaban con ellos, apoyándoles. [3] Por entonces, Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas vinieron donde ellos y les preguntaron: «¿Quién os ha autorizado a construir esta Casa y a rematar este santuario? [4] ¿Cómo se llaman los hombres que construyen este edificio?» [5] Pero los ojos de su Dios velaban sobre los ancianos de los judíos, y no se les obligó a suspender la obra en espera de que llegase un informe a Darío y volviera un decreto oficial sobre el particular. [6] Copia de la carta que Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas, las autoridades de Transeufratina, remitieron al rey Darío.

[7] Le enviaron un escrito de este tenor: «Al rey Darío, paz completa. [8] Sepa el rey que nosotros hemos ido a la provincia de Judá, a la Casa del gran Dios: se está reconstruyendo con piedras sillares; se recubren de madera las paredes; la obra se ejecuta cuidadosamente y adelanta en sus manos. [9] Preguntando, pues, a estos ancianos, les hemos dicho: «¿Quién os ha autorizado a construir esta Casa y a rematar este santuario?» [10] Les hemos preguntado además sus nombres para informarte de ello; y así te damos por escrito los nombres de los hombres que están al frente de ellos. [11] «Ellos nos han dado esta respuesta: «Nosotros somos servidores del Dios del cielo y de la tierra; estamos reconstruyendo una Casa que estuvo en pie anteriormente durante muchos años y que un gran rey de Israel construyó y acabó. [12] Pero nuestros padres irritaron al Dios del cielo, y él los entregó en manos de Nabucodonosor, el caldeo, rey de Babilonia.

[13] Sin embargo, el año primero de Ciro, rey de Babilonia, el rey Ciro dio autorización para reconstruir esta Casa de Dios; [14] además los utensilios de oro y plata de la Casa de Dios que Nabucodonosor había quitado al santuario de Jerusalén y había llevado al santuario de Babilonia, el rey Ciro los mandó sacar del santuario de Babilonia, y entregar a un hombre llamado Sesbassar, a quien constituyo sátrapa; [15] y le dijo: Toma estos utensilios; vete a llevarlos al santuario de Jerusalén y que sea reconstruida la Casa de Dios en su emplazamiento; [16] vino, pues, este Sesbassar y echó los cimientos de la Casa de Dios en Jerusalén, y desde entonces hasta el presente se viene reconstruyendo, pero no está acabada.» [17] «Ahora, pues, si le place al rey, investíguese en el departamento del tesoro del rey de Babilonia si es verdad que el rey Ciro dio autorización para reconstruir esta Casa de Dios en Jerusalén. Y que se nos remita la decisión del rey sobre este asunto.»

Capítulo 6

[1] Entonces, por orden del rey Darío, se investigó en los archivos del tesoro conservado allí en Babilonia, [2] y se encontró en Ecbátana, la fortaleza situada en la provincia de los medos, un rollo cuyo tenor era el siguiente: «Memorándum.

[3] «El año primero del rey Ciro, el rey Ciro ha ordenado: «Casa de Dios en Jerusalén": «La Casa será construida como lugar donde se ofrezcan sacrificios y sus fundamentos quedarán establecidos. Su altura será de sesenta codos, su anchura de sesenta codos. [4] Habrá tres hileras de piedras de sillería y una de madera. Los gastos serán costeados por la casa del rey. [5] Además, los utensilios de oro y plata de la Casa de Dios, que Nabucodonosor sacó del santuario de Jerusalén y se llevó a Babilonia, serán restituidos, para que todo vuelva a ocupar su lugar en el santuario de Jerusalén y vuelva a ser colocado en la Casa de Dios. [6] «Ahora, pues, Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y vosotros, sus colegas, las autoridades de Transeufratina, retiraos de allí; [7] dejad trabajar en esta Casa de Dios al sátrapa de Judá y a los ancianos de los judíos, y que reconstruyan esa Casa de Dios en su emplazamiento.

[8] Estas son mis órdenes acerca de vuestro proceder con los ancianos de los judíos para la reconstrucción de esa Casa de Dios: de los fondos reales de los impuestos de Transeufratina, se les pagarán a esos hombres los gastos exactamente y sin interrupción. [9] Lo que necesiten para holocaustos de Dios del cielo: novillos, carneros y corderos, así como trigo, sal, vino y aceite, se les proporcionará sin falta cada día, según las indicaciones de los sacerdotes de Jerusalén, [10] para que se ofrezcan al Dios del cielo ofrendas agradables y se ruegue por la vida del rey y de sus hijos. [11] Ordeno, además, lo siguiente: A todo aquel que no cumpla este edicto, le será arrancada de su casa una viga, se le amarrará a ella y será azotado; en cuanto a su casa, será reducida, por este delito, a un montón de escombros. [12] Y el Dios que ha puesto allí la morada de su Nombre, aplaste a todo aquel rey o pueblo que trate de transgredir esto, destruyendo esa Casa de Dios en Jerusalén. Yo, Darío, he promulgado este decreto. Sea ejecutado exactamente.» [13] Entonces Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas ejecutaron exactamente las instrucciones mandadas par el rey Darío.

[14] Así, los ancianos de los judíos continuaron reconstruyendo con éxito, según la profecía de Ageo el profeta, y de Zacarías, hijo de Iddó. Llevaron a término la construcción según la orden del Dios de Israel y la orden de Ciro y de Darío. [15] Esta Casa fue terminada el día veintitrés del mes de Adar, el año sexto del reinado del rey Darío. [16] Los israelitas — los sacerdotes, los levitas y el resto de los deportados — celebraron con júbilo la dedicación de esta Casa de Dios; [17] ofrecieron para la dedicación de esta Casa de Dios cien toros, doscientos carneros, cuatrocientos corderos y, como sacrificio por el pecado de todo Israel, doce machos cabríos, conforme al número de las tribus de Israel. [18] Luego establecieron a los sacerdotes según sus categorías, y a los levitas según sus clases, para el servicio de la Casa de Dios en Jerusalén, según está escrito en el libro de Moisés. [19] Los deportados celebraron la Pascua el día catorce del primer mes; [20] ya que los levitas se habían purificado como un solo hombre, todos estaban puros; inmolaron, pues, la pascua para todos los deportados, para sus hermanos los sacerdotes y para sí mismos.

[21] Comieron la pascua los israelitas que habían vuelto del destierro y todos aquellos que, habiendo roto con la impureza de las gentes del país se habían unido a ellos para buscar a Yahveh, Dios de Israel. [22] Celebraron con júbilo, durante siete días, la fiesta de los Azimos, porque Yahveh les había llenado de gozo, pues volvió hacia ellos el corazón del rey de Asiria, para que reafirmase sus manos en las obras de la Casa de su Dios, el Dios de Israel.

Capítulo 7

[1] Después de estos acontecimientos, bajo el reinado de Artajerjes, rey de Persia, Esdras, hijo de Seraías, hijo de Azarías, hijo de Jilquías, [2] hijo de Sallum, hijo de Sadoq, hijo de Ajitub, [3] hijo de Amarías, hijo de Azarías, hijo de Merayot, [4] hijo de Zerajías, hijo de Uzzí, hijo de Buqquí, [5] hijo de Abisúa, hijo de Pinjás, hijo de Eleazar, hijo del sumo sacerdote Aarón, [6] este Esdras subió de Babilonia. Era un escriba versado en la Ley de Moisés que había dado Yahveh, Dios de Israel. Como la mano de Yahveh su Dios estaba con él, el rey le concedió todo lo que pedía.

[7] Subieron también a Jerusalén, el año séptimo del rey Artajerjes, parte de los israelitas, de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros y donados. [8] El llegó a Jerusalén el mes quinto: era el año séptimo del rey. [9] Había dispuesto para el día uno del primer mes su salida de Babilonia, y el día uno del quinto mes llegaba a Jerusalén. ¡La mano bondadosa de su Dios estaba con él! [10] Porque Esdras había aplicado su corazón a escrutar la Ley de Yahveh, a ponerla en práctica y a enseñar en Israel los preceptos y las normas. [11] Esta es la copia del documento que el rey Artajerjes entregó a Esdras, el sacerdote-escriba dedicado a escribir las palabras de los mandamientos de Yahveh y sus decretos acerca de Israel. [12] «Artajerjes, rey de reyes, al sacerdote Esdras, secretario de la Ley del Dios del cielo, paz perfecta, etc.

[13] «Estas son mis órdenes: Todo aquel que en mi reino pertenezca al pueblo de Israel, a sus sacerdotes o a sus levitas, y quiera volver a Jerusalén, puede partir contigo, [14] ya que tú eres enviado por el rey y sus siete consejeros para inspeccionar a Judá y Jerusalén en lo referente a la Ley de tu Dios que está en tus manos, [15] y para llevar la plata y el oro que el rey y sus consejeros han ofrecido voluntariamente al Dios de Israel, cuya morada está en Jerusalén, [16] así como toda la plata y el oro que hayas reunido de toda la provincia de Babilonia, con las ofrendas voluntarias que el pueblo y los sacerdotes hayan hecho para la Casa de su Dios en Jerusalén. [17] Con este dinero procura comprar novillos, carneros, corderos, con las oblaciones y libaciones correspondientes, para ofrecerlo luego sobre el altar de la Casa de vuestro Dios en Jerusalén; [18] y la plata y el oro que sobre, lo emplearéis como mejor os parezca a ti y a tus hermanos, conforme a la voluntad de vuestro Dios.

[19] Los utensilios que se te entregan para el servicio de la Casa de tu Dios, deposítalos delante de tu Dios en Jerusalén. [20] Lo que aún se necesite para la Casa de tu Dios y que tú tengas que procurarte, se te dará de los tesoros reales. [21] Yo mismo, el rey Artajerjes, doy esta orden a todos los tesoreros de Transeufratina: «Todo lo que os pida el sacerdote Esdras, Secretario de la Ley del Dios del cielo, se lo daréis puntualmente, [22] hasta la suma de cien talentos de plata, cien cargas de trigo, cien medidas de vino y cien medidas de aceite; la sal se le dará sin tasa. [23] Todo lo que ordena el Dios del cielo, debe ser cumplido con celo para la Casa del Dios del cielo, a fin de que la Cólera no caiga sobre el reino del rey y de sus hijos. [24] Os hacemos saber también que no se puede percibir impuesto, contribución o peaje, de ninguno de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros, donados, de ninguno de los servidores de esta Casa de Dios.» [25] «Y tú, Esdras, conforme a la sabiduría de tu Dios, que posees, establece escribas y jueces que administren la justicia a todo el pueblo de Transeufratina, a todos los que conocen la Ley de tu Dios. A quienes la ignoran, habréis de enseñársela.

[26] Y a todo aquel que no cumpla la Ley de tu Dios y la ley del rey, aplíquesele una rigurosa justicia: muerte, destierro, multa en dinero o cárcel.» [27] ¡Bendito sea Yahveh, Dios de nuestros padres, que movió de esta manera el corazón del rey para glorificar la Casa de Yahveh en Jerusalén, [28] y a mí me granjeó gracia delante del rey, de sus consejeros y de los altos jefes del rey! Yo cobré ánimo porque la mano de Yahveh mi Dios estaba conmigo, y reuní a los jefes de Israel para que salieran conmigo.

Capítulo 8

[1] Estos son, con su genealogía, los cabezas de familia que subieron conmigo de Babilonia en el reinado del rey Artajerjes: [2] De los hijos de Pinjás: Guersom; de los hijos de Itamar: Daniel; de los hijos de David: Jattús, [3] hijo de Sekanías; de los hijos de Pardós: Zacarías, con el que fueron registrados 150 varones; [4] de los hijos de Pajat Moab: Elyehoenay, hijo de Zerajías, y con él doscientos varones; [5] de los hijos de Zattú: Sekanías, hijo de Yajaziel, y con él trescientos varones; [6] de los hijos de Adín: Ebed, hijo de Jonatán, y con él cincuenta varones; [7] de los hijos de Elam: Isaías, hijo de Atalías, y con él setenta varones; [8] de los hijos de Sefatías: Zebadías, hijo de Miguel, y con él ochenta varones; [9] de los hijos de Joab: Abdías, hijo de Yejiel y con él 218 varones; [10] de los hijos de Baní: Selomit, hijo de Yosifías, y con él 160 varones; [11] de los hijos de Bebay: Zacarías, hijo de Bebay, y con él veintiocho varones; [12] de los hijos de Azgad: Yojanán, hijo de Haqcadán, y con él 110 varones; [13] de los hijos de Adonicam: los últimos, cuyos nombres son: Elifélet, Yeiel y Semaías, y con ellos sesenta varones; [14] y de los hijos de Bigvay: Utay, hijo de Zabud, y con él setenta varones.

[15] Yo los reuní junto al río que corre hacia Ahavá. Allí acampamos tres días. Observé que había laicos y sacerdotes, pero no encontré ningún levita. [16] Entonces llamé a Eliezer, Ariel, Semaías, Elnatán, Yarib, Elnatán, Natán, Zacarías, y Mesullam, hombres discretos, [17] y les mandé donde Iddó, jefe de la localidad de Kasifías; puse en su boca las palabras que habían de decir a Iddó y a sus hermanos, establecidos en la localidad de Kasifías, para que nos proporcionaran ministros para la Casa de nuestro Dios. [18] Y gracias a la mano bondadosa de nuestro Dios que estaba con nosotros, nos trajeron a un hombre experto, de los hijos de Majlí, hijo de Leví, hijo de Israel: a Serebías, con sus hijos y hermanos: dieciocho hombres; [19] además a Jasabías, y con él a su hermano Isaías, de los hijos de Merarí, y sus hijos: veinte hombres. [20] Y de los donados que David y los jefes habían destinado al servicio de los levitas: 220 donados. Todos ellos fueron designados nominalmente.

[21] Allí, a orillas del río Ahavá, proclamé un ayuno para humillarnos delante de nuestro Dios y pedirle un viaje feliz para nosotros, nuestros hijos y nestros bienes. [22] Pues me daba vergüenza solicitar del rey tropa y gente de a caballo para protegernos del enemigo en el camino; por el contrario, habíamos declarado al rey: «La mano de nuestro Dios está, para bien, con todos los que le buscan; y su poder y su cólera sobre todos los que le abandonan.» [23] Ayunamos, pues, buscando a nuestro Dios por esta intención, y él nos atendió. [24] Elegí a doce jefes de los sacerdotes, y además a Serebías y Jasabías, y con ellos a diez de sus hermanos; [25] les pesé la plata, el oro y los utensilios, ofrendas que el rey, sus consejeros, sus jefes y todos los israelitas que se encontraban allí habían reservado para la Casa de nuestro Dios. [26] Pesé y les entregué 650 talentos de plata, cien utensilios de plata de dos talentos, cien talentos de oro, [27] veinte copas de oro de mil dáricos y dos objetos de hermoso bronce dorado, preciosos como el oro.

[28] Y les dije: «Vosotros estáis consagrados a Yahveh; estos utensilios son sagrados; esta plata y este oro son una ofrenda voluntaria a Yahveh, Dios de nuestros padres. [29] Vigilad y guardadlos hasta que los peséis ante los jefes de los sacerdotes y de los levitas y los cabezas de familia de Israel, en Jerusalén, en las cámaras de la Casa de Yahveh.» [30] Los sacerdotes y levitas tomaron entonces la plata, todo lo que había sido pesado, el oro y los utensilios, para llevarlos a Jerusalén, a la Casa de nuestro Dios. [31] El día doce del primer mes partimos del río Ahavá para ir a Jerusalén: la mano de nuestro Dios estaba con nosotros y nos salvó en el camino de la mano de enemigos y salteadores. [32] Llegamos a Jerusalén y descansamos allí tres días. [33] El cuarto día, la plata, el oro y los utensilios fueron pesados en la Casa de nuestro Dios y entregados al sacerdote Meremot, hijo de Urías, con quien estaba Eleazar, hijo de Pinjás; les acompañaban los levitas Yozabad, hijo de Josué, y Noadías, hijo de Binnuy.

[34] Todo se contó y se pesó, y se registró su peso total. En aquel tiempo, [35] los deportados que volvían del cautiverio ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: doce novillos por todo Israel, 96 carneros, 77 corderos y doce machos cabríos por el pecado: todo en holocausto a Yahveh. [36] Y se entregaron los decretos del rey a los sátrapas del rey y a los gobernadores de Transeufratina, los cuales favorecieron al pueblo y la Casa de Dios.

Capítulo 9

[1] Concluido esto, se me presentaron los jefes diciendo: «El pueblo de Israel, los sacerdotes y los levitas no se han separado de las gentes del país, hundidas en sus abominaciones — cananeos, hititas, perizitas, jebuseos, ammonitas, moabitas, egipcios y amorreos —, [2] sino que han tomado para ellos y para sus hijos mujeres de entre las hijas de ellos: la raza santa se ha mezclado con las gentes del país; los jefes y los consejeros han sido los primeros en esta rebeldía.» [3] Al oír esto rasgué mis vestiduras y mi manto, me arranqué los pelos de la cabeza y de la barba, y me senté desolado. [4] Todos los temerosos de las palabras del Dios de Israel se reunieron en torno a mí, a causa de esta rebeldía de los deportados. Yo permanecí sentado, desolado, hasta la oblación de la tarde. [5] A la hora de la oblación de la tarde salí de mi postración y, con las vestiduras y el manto rasgados, caí de rodillas, extendí las manos hacia Yahveh mi Dios, [6] y dije: «Dios mío, harta vergüenza y confusión tengo para levantar mi rostro hacia ti, Dios mío. Porque nuestros crímenes se han multiplicado hasta sobrepasar nuestra cabeza, y nuestro delito ha crecido hasta el cielo.

[7] Desde los días de nuestros padres hasta el día de hoy nos hemos hecho muy culpables: por nuestros crímenes fuimos entregados, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes, en manos de los reyes de los países, a la espada, al cautiverio, al saqueo y al oprobio, como todavía hoy sucede. [8] Mas ahora, en un instante, Yahveh nuestro Dios nos ha concedido la gracia de dejarnos un Resto y de darnos una liberación en su lugar santo: nuestro Dios ha iluminado así nuestros ojos y nos ha reanimado en medio de nuestra esclavitud. [9] Porque esclavos fuimos nosotros, pero en nuestra esclavitud nuestro Dios no nos ha abandonado; nos ha granjeado el favor de los reyes de Persia, dándonos ánimos para levantar de nuevo la Casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas y procurándonos un valladar seguro en Judá y Jerusalén. [10] Pero ahora, Dios nuestro, ¿qué vamos a decir, si, después de todo esto, hemos abandonado tus mandamientos, [11] que por medio de tus siervos los profetas tú habías prescrito en estos términos: «La tierra en cuya posesión vais a entrar es una tierra manchada por la inmundicia de las gentes de la tierra, por las abominaciones con que la han llenado de un extremo a otro con su impureza? [12] Así pues, no deis vuestras hijas a sus hijos ni toméis sus hijas para vuestros hijos; no busquéis nunca su paz ni su bienestar, a fin de que podáis haceros fuertes, comáis los mejores frutos de la tierra y la dejéis en herencia a vuestros hijos para siempre.» [13] «Mas después de todo lo que nos ha sobrevenido por nuestras malas acciones y nuestras culpas — y eso que tú, Dios nuestro, has disminuido nuestros crímenes y nos has concedido esta liberación — [14] ¿hemos de volver a violar tus mandamientos, emparentándonos con estas gentes abominables? ¿No te irritarías tú contra nosotros hasta exterminarnos sin que quedara Resto ni salvación? [15] Yahveh, Dios de Israel, justo eres, pues un Resto nos hemos salvado, como en el caso presente: aquí estamos ante ti, con nuestro delito. Pues por su causa nadie resiste en tu presencia.»

Capítulo 10

[1] Mientras Esdras, llorando y prosternado ante la Casa de Dios, oraba y hacía esta confesión, una inmensa asamblea de Israel, hombres, mujeres y niños, se había reunido en torno a él: y este pueblo lloraba copiosamente. [2] Entonces, Sekanías, hijo de Yejiel, de los hijos de Elam, dijo a Esdras: «Hemos sido rebeldes a nuestro Dios, casándonos con mujeres extranjeras, tomadas de entre las gentes del país. Ahora bien, a pesar de ello, todavía, hay una esperanza para Israel. [3] Hagamos alianza con nuestro Dios de despedir a todas las mujeres extranjeras y a los hijos nacidos de ellas, conforme al consejo de mi señor y de los temerosos de los mandamientos de nuestro Dios. Hágase según la Ley. [4] Levántate, que este asunto te incumbe a ti; nosotros estaremos a tu lado. ¡Animo y manos a la obra!» [5] Entonces Esdras se levantó e hizo jurar a los jefes de los sacerdotes y de los levitas y a todo Israel que harían conforme a lo dicho; y lo juraron. [6] Luego Esdras se retiró de delante de la Casa de Dios y se fue al aposento de Yehojanán, hijo de Elyasib, donde pasó la noche sin comer pan ni beber agua, haciendo duelo a causa de la rebeldía de los deportados.

[7] Se publicó un bando en Judá y Jerusalén a todos los deportados para que se reunieran en Jerusalén. [8] Todo aquel que no viniera en el plazo de tres días, según el consejo de los jefes y de los ancianos, vería consagrada al anatema toda su hacienda y sería él mismo excluido de la asamblea de los deportados. [9] Todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron, pues, en Jerusalén en el plazo de tres días: era el día veinte del mes noveno; todo el pueblo se situó en la plaza de la Casa de Dios, temblando, debido al caso, y también porque llovía a cántaros. [10] Entonces el sacerdote Esdras se levantó y les dijo: «Habéis sido rebeldes al casaros con mujeres extranjeras, aumentando así el delito de Israel. [11] Ahora, pues, dad gracias a Yahveh, Dios de vuestros padres, y cumplid su voluntad separándoos de las gentes del país y de las mujeres extranjeras.» [12] Toda la asamblea respondió en alta voz: Sí; haremos como tú dices; [13] sólo que el pueblo es Caperoso, y estamos en la estación de las lluvias: no podemos soportar la intemperie; además, no se trata de una cosa de un día o dos, porque somos muchos los que hemos incurrido en este pecado.

[14] Nuestros jefes podrían representar a toda la asamblea: todos los que en nuestras ciudades se hayan casado con mujeres extranjeras, vendrían a plazos fijados, acompañados de los ancianos y los jueces de cada ciudad, hasta que hayamos apartado de nosotros el furor de la cólera de nuestro Dios por causa de este asunto.» [15] Sólo Jonatán, hijo de Asahel, y Yajzeías, hijo de Tiqvá, se opusieron a esto, apoyados por Mesullam y el levita Sabtay. [16] Los deportados actuaron según lo convenido. El sacerdote Esdras escogió como colaboradores a los cabezas de familia, según sus casas, todos ellos designados nominalmente. Se comenzaron las sesiones para examinar el caso el día uno del décimo mes. [17] Y el día uno del primer mes se había terminado ya con todos los hombres que estaban casados con mujeres extranjeras. [18] Entre los sacerdotes, se halló que se habían casado con mujeres extranjeras los siguientes: entre los hijos de Josué, hijo de Yosadaq, y entre sus hermanos: Maaseías, Eliezer, Yarib y Guedalías; [19] éstos se comprometieron bajo juramento a despedir a sus mujeres, y ofrecieron por su delito un carnero en sacrificio de reparación.

[20] Entre los hijos de Immer: Jananí y Zebadías. [21] Entre los hijos de Jarim: «Maaseías, Elías, Semaías, Yejiel y Uzziyías. [22] Entre los hijos de Pasjur: Elyoenay, Maaseías, Ismael, Natanael, Yozabad y Elasá. [23] Entre los levitas: Yozabad, Simí, Quelaías (es decir, Quelitá), Petajías, Judá y Eliezer. [24] Entre los cantores: Elyasib y Zakkur. Entre los porteros: Sallum, Telem y Urí. [25] Entre los israelitas: de los hijos de Parós: Ramías, Yizziyías, Malkiyías, Miyyamín, Eleazar, Malkiyías y Benaías; [26] de los hijos de Elam: Mattanías, Zacarías, Yejiel, Abdí, Yeremot y Elías; [27] de los hijos de Zattú: Elyoenáy. Elyasib Mattanías, Yeremot, Zabad y Azizá: [28] de los hijos de Bebay: Yehojanán, Jananías, Zabbay, Atlay; [29] de los hijos de Bigvay: Mesullam, Malluk, Yedaías, Yasub, Yisal, Yeremot; [30] de los hijos de Pajat Moab: Adná, Kelal, Benaías, Maaseías, Mattanías, Besalel, Binnuy y Manasés; [31] de los hijos de Jarim: Eliezer, Yissiyías, Malkiyías, Semaías, Simeón, [32] Benjamín, Malluk, Semarías; [33] de los hijos de Jasum: Mattenay, Mattattá, Zabad, Elifélet, Yeremay, Manasés, Simí; [34] de los hijos de Baní: Maaday, Amram, Joel, [35] Benaías, Bedías, Kelaías, [36] Vanías, Meremot, Elyasib, [37] Mattanías, Mattenay y Yaassay; [38] de los hijos de Binnuy: Simí, [39] Selemías, Natán y Adaías; [40] de los hijos de Zakkay: Sasay, Saray, [41] Azareel, Selemías, Semarías, [42] Sallum, Amarías, José; [43] de los hijos de Nebo: Yeiel, Mattitías, Zabad, Zebiná, Yadday, Joel, Benaías.

[44] Todos éstos se habían casado con mujeres extranjeras, pero despidieron tanto a las mujeres como a sus hijos.

NEHEMÍAS

Capítulo 1

[1] Palabras de Nehemías, hijo de Jakalías. En el mes de Kisléu, el año veinte del rey Artajerjes, estando yo en la ciudadela de Susa, [2] Jananí, uno de mis hermanos, llegó con algunos hombres venidos de Judá. Yo les pregunté por los judíos — el Resto que se había salvado del cautiverio — y por Jerusalén. [3] Me respondieron: «Los restos del cautiverio que han quedado allí en la provincia se encuentran en gran estrechez y confusión. La muralla de Jerusalén está llena de brechas, y sus puertas incendiadas.» [4] Al oír estas palabras me senté y me puse a llorar; permanecí en duelo algunos días ayunando y orando ante el Dios del cielo. [5] Y dije: «Ah, Yahveh, Dios del cielo, tú, el Dios grande y temible, que guardas la alianza y el amor a los que te aman y observan tus mandamientos; [6] estén atentos tus oídos y abiertos tus ojos para escuchar la oración de tu siervo, que yo hago ahora en tu presencia día y noche, por los hijos de Israel, tus siervos, confesando los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti; ¡yo mismo y la casa de mi padre hemos pecado! [7] Hemos obrado muy mal contigo, no observando los mandamientos, los preceptos y las normas que tú habías prescrito a Moisés tu siervo.

[8] Pero acuérdate de la palabra que confiaste a Moisés tu siervo: «Si sois infieles, yo os dispersaré entre los pueblos; [9] pero si, volviéndoos a mí guardáis mis mandamientos y los ponéis en práctica, aunque vuestros desterrados estuvieron en los confines de los cielos, yo los reuniré de allí y los conduciré de nuevo al Lugar que he elegido para morada de mi Nombre.» [10] Aquí tienes a tus siervos y a tu pueblo que tú has rescatado con tu gran poder y tu fuerte mano. [11] ¡Ea, Señor, estén atentos tus oídos a la oración de tu siervo, a la oración de tus servidores, que desean venerar tu Nombre! Concede ahora, te suplico, gracia a tu siervo y haz que encuentre favor ante ese hombre.» Era yo entonces copero del rey.

Capítulo 2

[1] En el mes de Nisán, el año veinte del rey Artajerjes, siendo yo encargado del vino, tomé vino y se lo ofrecí al rey. Anteriormente nunca había estado yo triste. [2] Me dijo, pues, el rey: «¿Por qué ese semblante tan triste? Tú, enfermo no estás. ¿Acaso tienes alguna preocupación en el corazón?» Yo quedé muy turbado, [3] y dije al rey: «¡Viva por siempre el rey! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad donde están las tumbas de mis padres está en ruinas, y sus puertas devoradas por el fuego?» [4] Replicóme el rey: «¿Qué deseas, pues?» Invoqué al Dios del cielo, [5] y respondí al rey: «Si le place al rey y estás satisfecho de tu siervo, envíame a Judá, a la ciudad de las tumbas de mis padres, para que yo la reconstruya.» [6] El rey me preguntó, estando la reina sentada a su lado: «¿Cuánto durará tu viaje? ¿Cuándo volverás?» Yo le fijé un plazo que pareció aceptable al rey, y él me envió.

[7] Añadí al rey: «Si le place al rey, que se me den cartas para los gobernadores de Transeufratina, para que me faciliten el camino hasta Judá; [8] y asimismo una carta para Asaf, el encargado de los parques reales, para que me proporcione madera de construcción para las puertas de la ciudadela del Templo, la muralla de la ciudad y la casa en que yo me he de instalar.» El rey me lo concedió, pues la mano bondadosa de mi Dios estaba conmigo. [9] Me dirigí, pues, a los gobernadores de Transeufratina y les entregué las cartas del rey. El rey me había hecho escoltar por oficiales del ejército y gente de a caballo. [10] Al enterarse de ello Samballat el joronita y Tobías el servidor ammonita, les sentó muy mal que alguien viniera a procurar el bienestar de los israelitas. [11] Llegué a Jerusalén y me quedé allí tres días. [12] Luego me levanté de noche con unos pocos hombres, sin comunicar a nadie lo que mi Dios me había inspirado que hiciera por Jerusalén, y sin llevar conmigo más que la cabalgadura en que iba montado.

[13] Saliendo, pues, de noche por la puerta del Valle, me dirigí hacia la Fuente del Dragón y hacia la puerta del Muladar: inspeccioné la muralla de Jerusalén por donde tenía brechas, y las puertas que habían sido devoradas por el fuego. [14] Continué luego hacia la puerta de la Fuente y la alberca del Rey, pero no había paso para mi cabalgadura. [15] Volví a subir, pues, de noche, por el Torrente, inspeccionando la muralla, y volví a entrar por la puerta del Valle. Así regresé a casa. [16] Los consejeros no supieron dónde había ido ni lo que había hecho. Hasta entonces no había dicho nada a los judíos: ni a los sacerdotes ni a los notables ni a los consejeros ni a los funcionarios; [17] entonces les dije: «Vosotros mismos veis la triste situación en que nos encontramos, pues Jerusalén está en ruinas, y sus puertas devoradas por el fuego. Vamos a reconstruir la muralla de Jerusalén, y no seremos más objeto de escarnio.» [18] Y les referí cómo la mano bondadosa de mi Dios había estado conmigo, y les relaté también las palabras que el rey me había dicho. Ellos dijeron: «¡Levantémonos y construyamos!» Y se afianzaron en su buen propósito.

[19] Al enterarse de ello Samballat el joronita, Tobías el siervo ammonita y Guésem el árabe, se burlaron de nosotros y vinieron a decirnos: «¿Qué hacéis? ¿Es que os habéis rebelado contra el rey?» [20] Yo les respondí: «El Dios del cielo nos hará triunfar. Nosotros sus siervos, vamos a ponernos a la obra. En cuanto a vosotros, no tenéis parte ni derecho ni recuerdo en Jerusalén.»

Capítulo 3

[1] El sumo sacerdote Elyasib y sus hermanos los sacerdotes se encargaron de construir la puerta de las Ovejas: la armaron, fijaron sus hojas, barras y goznes, y continuaron hasta la torre de los Cien y hasta la torre de Jananel. [2] Al lado de ellos construyeron los de Jericó; a su lado construyó Zakkur, hijo de Imrí. [3] Los hijos de Hassenáa construyeron la puerta de los Peces: la armaron y fijaron sus hojas, barras y goznes. [4] A su lado reparó Meremot, hijo de Urías, hijo de Haqcós; a continuación reparó Mesullam, hijo de Berekías, hijo de Mesezabel; a su lado reparó Sadoq, hijo de Baaná. [5] Junto a él repararon los de Técoa, pero sus notables se negaron a poner su cuello al servicio de sus señores. [6] La puerta del Barrio nuevo la repararon Yoyadá, hijo de Paséaj, y Mesullam, hijo de Besodías: la armaron y fijaron sus hojas, barras y goznes.

[7] A continuación de éstos repararon Melatías de Gabaón y Yadón de Meronot, así como los de Gabaón y de Mispá, a expensas del gobernador de Transeufratina. [8] A su lado reparó Uzziel, miembro del gremio de los orfebres, y a continuación reparó Jananías, del gremio de los perfumistas: ellos reconstruyeron Jerusalén hasta el muro de la Plaza. [9] A continuación reparó Refaías, hijo de Jur, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén. [10] A continuación reparó Yedaías, hijo de Harumaf, delante de su casa; a continuación reparó Jattús, hijo de Hasabneías. [11] Malkiyías, hijo de Jarim, y Jassub, hijo de Pajat Moab, repararon la parte siguiente, hasta la torre de los Hornos. [12] A continuación de éstos reparó, con sus hijos, Sallum, hijo de Hallojés, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén.

[13] Repararon la puerta del Valle, Hanún y los habitantes de Zanóaj: la construyeron, fijaron sus hojas, barras y goznes, e hicieron mil codos de muro, hasta la puerta del Muladar. [14] La puerta del Muladar la reparó Malkiyías, hijo de Rekab, jefe del distrito de Bet Hakkérem, con sus hijos: fijó sus hojas, barras y goznes. [15] La puerta de la Fuente la reparó Sallum, hijo de Kol Jozé, jefe del distrito de Mispá: la construyó, la cubrió y fijó sus hojas, barras y goznes. También restauró el muro de la alberca del canal, que está junto al huerto del rey, hasta las escaleras que bajan de la Ciudad de David. [16] Después de él Nehemías, hijo de Aztuq, jefe de la mitad del distrito de Bet Sur, reparó hasta enfrente de las tumbas de David, hasta la alberca artificial y hasta la Casa de los Valientes. [17] A continuación repararon los levitas: Rejum, hijo de Baní; a su lado reparó Jasabías, jefe de la mitad del distrito de Queilá, en su distrito; [18] a continuación repararon sus hermanos: Binnuy, hijo de Jenadad, jefe de la mitad del distrito de Queilá; [19] a continuación Ezer, hijo de Josué, jefe de Mispá, reparó otra sección frente a la subida del Arsenal del Angulo.

[20] Después de él Baruc, hijo de Zabbay, reparó otro sector, desde el Angulo hasta la puerta de la casa del sumo sacerdote Elyasib. [21] Después de él Meremot, hijo de Urías, hijo de Haqcós, reparó otro sector, desde la puerta de la casa de Elyasib hasta el término de la misma. [22] Después de él prosiguieron la reparación los sacerdotes que habitaban en la Vega. [23] Repararon a continuación Benjamín y Jassub frente a sus casas. Después de ellos Azarías, hijo de Maaseías, hijo de Ananías, reparó junto a su casa. [24] Después de él Binnuy, hijo de Jenadad, reparó otra sección, desde la casa de Azarías hasta el Angulo y la esquina. [25] A continuación Palal, hijo de Uzay, reparó enfrente del Angulo y de la torre en saliente de la casa del rey, la de arriba que da al patio de la cárcel. Después de él Pedaías, hijo de Parós, reparó [26] hasta la puerta de las Aguas hacia Oriente y hasta delante de la torre en saliente.

[27] A continuación los de Técoa repararon otro sector frente a la torre grande en saliente hasta el muro del Ofel. [28] Desde la puerta de los Caballos repararon los sacerdotes, cada uno frente a su casa. [29] Después de ellos reparó Sadoq, hijo de Immer, frente a su casa. Después de él reparó Semaías, hijo de Sekanías, encargado de la puerta Oriental. [30] Después de él, Jananías, hijo de Selemías, y Janún, sexto hijo de Salaf, repararon otro sector. A continuación reparó Mesullam, hijo de Berekías, frente a su vivienda. [31] Después de él Malkiyías, del gremio de los orfebres, reparó hasta la casa de los donados y de los comerciantes, frente a la puerta de la Inspección, hasta la cámara alta del ángulo. [32] Y entre la cámara alta del ángulo y la puerta de las Ovejas, repararon los orfebres y los comerciantes.

[33] Cuando Samballat se enteró de que estábamos reconstruyendo la muralla, montó en cólera y se irritó mucho. Se burlaba de los judíos, [34] y decía delante de sus hermanos y de la gente principal de Samaría: «¿Qué pretenden hacer esos miserables judíos? ¿Es que quieren terminar en un día? ¿Van a dar vida a esas piedras, sacadas de montones de escombros y calcinadas?» [35] Tobías el ammonita, que estaba junto a él, dijo: «¡Déjales que construyan; que si un chacal se alza, abrirá brecha en su muralla de piedra!» [36] ¡Escucha, Dios nuestro, porque nos desprecian. Haz que caiga su insulto sobre su cabeza. Entrégalos al desprecio en un país de cautividad! [37] No pases por alto su iniquidad, ni su pecado sea borrado en tu presencia, porque han insultado a los constructores. [38] Construimos, pues, la muralla, que quedó terminada hasta media altura. El pueblo había puesto su corazón en el trabajo.

Capítulo 4

[1] Cuando Samballat, Tobías, los árabes, los ammonitas y los asdoditas se enteraron de que la reparación de la muralla de Jerusalén adelantaba — pues las brechas comenzaban a taparse — se enfurecieron mucho; [2] y se conjuraron todos a una para venir a atacar a Jerusalén y a humillarme a mí. [3] Pero invocamos a nuestro Dios y montamos guardia contra ellos de día y de noche. [4] Judá decía: «¡Flaquean las fuerzas de los cargadores: hay demasiado escombro; nosotros no podemos reconstruir la muralla!» [5] Y nuestros enemigos decían: «¡Antes que se enteren o se den cuenta, iremos contra ellos, y los mataremos y pararemos la obra!» [6] Pero algunos judíos que vivían junto a ellos vinieron a advertirnos por diez veces: «Vienen contra nosotros desde todos los lugares que habitan.» [7] Se apostó, pues, el pueblo en los puntos más bajos, detrás de la muralla y en los lugares descubiertos, y coloqué a la gente por familias, cada uno con sus espadas, sus lanzas y sus arcos.

[8] Al ver su miedo, me levanté y dije a los notables, a los consejeros y al resto del pueblo: «¡No les tengáis miedo; acordaos del Señor, grande y terrible, y combatid por vuestros hermanos, vuestros hijos y vuestras hijas, vuestras mujeres y vuestras casas!» [9] Cuando nuestros enemigos supieron que estábamos advertidos y que Dios había desbaratado sus planes, se retiraron, y todos nosotros volvimos a la muralla, cada cual a su trabajo. [10] Pero desde aquel día, sólo la mitad de mis hombres tomaban parte en el trabajo; la otra mitad, provistos de lanzas, escudos, arcos y corazas, se mantenía detrás de toda la casa de Judá [11] que construía la muralla. También los cargadores estaban armados: con una mano cuidaba cada uno de su trabajo, con la otra empuñaba el arma. [12] Cada uno de los constructores tenía ceñida a la cintura su espada mientras trabajaba. Había un corneta junto a mí para sonar el cuerno. [13] Dije a los notables, a los consejeros y al resto del pueblo: «La obra es importante y extensa, y nosotros estamos diseminados a lo largo de la muralla, lejos unos de otros: [14] corred a reuniros con nosotros al lugar donde oigáis el sonido del cuerno, y nuestro Dios combatirá por nosotros.» [15] Así organizábamos el trabajo desde el despuntar del alba hasta que salían las estrellas.

[16] Dije también entonces al pueblo: «Todos pasarán la noche en Jerusalén con sus criados, y así haremos guardia de noche y trabajaremos de día.» [17] Pero ni yo ni mis hermanos ni mis gentes mi los hombres de guardia que me seguían nos quitábamos la ropa; todos nosotros teníamos el arma en la mano.

Capítulo 5

[1] Un gran clamor se suscitó entre la gente del pueblo y sus mujeres contra sus hermanos judíos. [2] Había quienes decían: «Nosotros tenemos que dar en prenda nuestros hijos y nuestras hijas para obtener grano con que comer y vivir.» [3] Había otros que decían: «Nosotros tenemos que empeñar nuestros campos, nuestras viñas y nuestras casas para conseguir grano en esta penuria.» [4] Y otros decían: «Tenemos que pedir prestado dinero a cuenta de nuestros campos y de nuestras viñas para el impuesto del rey; [5] y siendo así que tenemos la misma carne que nuestros hermanos, y que nuestros hijos son como sus hijos, sin embargo tenemos que entregar como esclavos a nuestros hijos y a nuestras hijas; ¡hay incluso entre nuestras hijas quienes son deshonradas! Y no podemos hacer nada, ya que nuestros campos y nuestras viñas pertenecen a otros.» [6] Yo me indigné mucho al oír su queja y estas palabras.

[7] Tomé decisión en mi corazón de reprender a los notables y a los consejeros, y les dije: «¡Qué carga impone cada uno de vosotros a su hermano!» Congregué contra ellos una gran asamblea, [8] y les dije: «Nosotros hemos rescatado, en la medida de nuestras posibilidades, a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones. ¡Y ahora sois vosotros los que vendéis a vuestros hermanos para que nosotros los rescatemos!» Ellos callaron sin saber qué responder. [9] Y yo continué: «No está bien lo que estáis haciendo. ¿No queréis caminar en el temor de nuestro Dios, para evitar los insultos de las naciones enemigas? [10] También yo, mis hermanos y mi gente, les hemos prestado dinero y trigo. Pues bien, condonemos estas deudas. [11] Restituidles inmediatamente sus campos, sus viñas, sus olivares y sus casas, y perdonadles la deuda del dinero, del trigo, del vino y del aceite que les habéis prestado.» [12] Respondieron ellos: «Restituiremos y no les reclamaremos ya nada; haremos como tú has dicho.» Entonces llamé a los sacerdotes y les hice jurar que harían seguir esta promesa.

[13] Luego sacudí los plieges de mi manto diciendo: «¡Así sacuda Dios, fuera de su casa y de su hacienda, a todo aquel que no mantenga esta palabra: así sea sacudido y despojado!» Toda la asamblea respondió: «¡Amén!», y alabó a Yahveh. Y el pueblo cumplió esta palabra. [14] Además, desde el día en que el rey me mandó ser gobernador del país de Judá, desde el año veinte hasta el 32 del rey Artajerjes, durante doce años, ni yo ni mis hermanos comimos jamás del pan del gobernador. [15] En cambio los gobernadores anteriores que me precedieron gravaban al pueblo: cada día percibían de él, como contribución por el pan, cuarenta siclos de plata; también sus servidores oprimían al pueblo. Pero yo, por temor de Dios, no hice nunca esto. [16] Además he ayudado a la obra de la reparación de esta muralla, y, aunque no he adquirido campos, toda mi gente estaba también allí colaborando en la tarea. [17] A mi mesa se sentaban los jefes y los consejeros en número de 150 sin contar los que venían a nosotros de las naciones vecinas. [18] Diariamente se aderezaban a expensas mías un toro, seis carneros escogidos y aves; y cada diez días se traía cantidad de odres de vino. Y a pesar de todo, jamás reclamé el pan del gobernador, porque un duro trabajo gravaba ya al pueblo.

[19] ¡Acuérdate, Dios mío, para mi bien, de todo lo que he hecho por este pueblo!

Capítulo 6

[1] Cuando Samballat, Tobías, Guésem el árabe, y los demás enemigos nuestros se enteraron de que yo había reconstruido la muralla y de que ya no quedaba en ella brecha alguna — aunque en aquel tiempo no estaban colocadas las hojas de las puertas — [2] Samballat y Guésem mandaron a decirme: «Ven a entrevistarte con nosotros en Hakkefirim, en el valle de Onó.» Pero ellos tramaban hacerme mal. [3] Por eso les envié mensajeros para decirles: «Estoy ocupado en una obra importante y no puedo bajar; ¿por qué voy a dejar que la obra se pare abandonándola para bajar donde vosotros?» [4] Cuatro veces me enviaron el mismo recado, y yo di la misma respuesta. [5] Entonces Samballat me envió a decir por quinta vez lo mismo por un criado suyo que traía una carta abierta [6] en la que estaba escrito: «Se oye entre las naciones, y así lo afirma Gasmu, el rumor de que tú y los judíos estáis pensando sublevaros; que para ello reconstruyes la muralla y tratas de hacerte su rey, [7] que incluso has designado profetas para proclamar acerca de ti en Jerusalén: ¡Judá tiene rey! Estos rumores van a ser oídos por el rey; así que ven para que tomemos consejo juntos.» [8] Pero yo les mandé decir: «No hay nada de eso que dices; son invenciones de tu corazón.» [9] Porque lo que querían era meternos miedo, pensando: «Desfallecerán sus manos y no acabarán la obra.» Pero, por el contrario, yo me reafirmé más.

[10] Había ido yo a casa de Semaías, hijo de Delaías, hijo Mehetabel, que se encontraba detenido. Dijo él: «Démonos cita en la Casa de Dios, en el interior del santuario; cerremos las puertas del santuario; porque van a venir a matarte, esta misma noche vienen a matarte.» [11] Pero yo respondí: «¿Un hombre como yo va a huir? ¿Qué hombre que sea como yo entraría en el santuario para salvar su vida? No iré.» [12] Pues comprendí que él no había sido enviado por Dios, sino que había dicho esta profecía sobre mí porque Tobías le había comprado, [13] para que yo, llevado del miedo, lo hiciera así y pecase; y esto me diera mala fama y pudieran burlarse de mí. [14] Acuérdate, Dios mío, de Tobías, por lo que ha hecho; y también de Noadía, la profetisa, y de los demás profetas que trataron de asustarme. [15] La muralla quedó terminada el día veinticinco de Elul, en 52 días.

[16] Cuando se enteraron todos nuestros enemigos y todas las naciones de alrededor lo vieron, les pareció una gran maravilla y reconocieron que esta obra había sido realizada por nuestro Dios. [17] En aquellos mismos días, los notables de Judá multiplicaron sus cartas dirigidas a Tobías y recibían las de éste; [18] porque tenía en Judá muchos aliados, por ser yerno de Sekanías, hijo de Ará, y por estar casado su hijo Yehojanán con la hija de Mesullam, hijo de Berekías. [19] Incluso llegaron a hablar bien de Tobías en mi presencia y le repetían mis palabras. Y Tobías mandaba cartas para intimidarme.

Capítulo 7

[1] Reconstruida la muralla, y una vez que hube fijado las hojas de las puertas, se colocaron guardias en las puertas (cantores y levitas). [2] Puse al frente de Jerusalén a mi hermano Jananí y a Jananías, jefe de la ciudadela, porque era un hombre fiel y temeroso de Dios como pocos; [3] y les dije: «No se abrirán las puertas de Jerusalén hasta que el sol comience a calentar; y cuando todavía esté alto, se cerrarán y se echarán las barras a las puertas; y se establecerán puestos de guardia de entre los habitantes de Jerusalén, unos en su puesto y otros delante de su casa.» [4] La ciudad era espaciosa y grande, pero tenía muy poca población y no se fundaban nuevas familias. [5] Me puso Dios en el corazón reunir a los notables, a los consejeros y al pueblo, para hacer el registro genealógico. Hallé el registro genealógico de los que habían venido al principio, y encontré escrito en él: [6] Estas son las personas de la provincia que regresaron del cautiverio, aquellos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había deportado y que volvieron a Jerusalén y Judea, cada uno a su ciudad.

[7] Vinieron con Zorobabel, Josué, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamaní, Mardoqueo, Bilsán, Mispéret, Bigvay, Nejum y Baaná. Lista de los hombres del pueblo de Israel: [8] los hijos de Parós: 2.172; [9] los hijos de Sefatías: 372; [10] los hijos de Araj: 652; [11] los hijos de Pajat Moab, por parte de los hijos de Josué y de Joab: 2.818; [12] los hijos de Elam: 1.254; [13] los hijos de Zattú: 845; [14] los hijos de Zakkay: 760; [15] los hijos de Binnuy: 648; [16] los hijos de Bebay: 628; [17] los hijos de Azgad: 2.322; [18] los hijos de Adonicam: 667; [19] los hijos de Bigvay: 2.067; [20] los hijos de Adín: 655; [21] los hijos de Ater, de Ezequías: 98; [22] los hijos de Jalum: 328; [23] los hijos de Besay: 324; [24] los hijos de Jarif: 112; [25] los hijos de Gabaón: 95; [26] los hombres de Belén y de Netofá: 188; [27] los hombres de Anatot: 128; [28] los hombres de Bet Azmávet: 42; [29] los hombres de Quiryat Yearim, Kefirá y Beerot: 743; [30] los hombres de Ramá y Gueba: 621; [31] los hombres de Mikmás: 122; [32] los hombres de Betel y de Ay: 123; [33] los hombres de Nebo: 52; [34] los hijos del otro Elam: 1.254; [35] los hijos de Jarim: 320; [36] los hombres de Jericó: 345; [37] los hijos de Lod, Jadid y Onó: 721; [38] los hijos de Senaá: 3.930.

[39] Sacerdotes: los hijos de Yedaías, de la casa de Josué: 973; [40] los hijos de Immer: 1.052; [41] los hijos de Pasjur: 1.247; [42] los hijos de Jarim: 1.017. [43] Levitas: los hijos de Josué y Cadmiel, de los hijos de Hodías: 74. [44] Cantores: los hijos de Asaf: 148.

[45] Porteros: los hijos de Sallum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Aqcub, los hijos de Jatitá, los hijos de Sobay: 138. [46] Donados: los hijos de Sijá, los hijos de Jasufá, los hijos de Tabbaot, [47] los hijos de Querós, los hijos de Siá, los hijos de Padón, [48] los hijos de Lebaná, los hijos de Jagabá, los hijos de Salmay, [49] los hijos de Janán, los hijos de Guiddel, los hijos de Gajar, [50] los hijos de Reaías, los hijos de Resín, los hijos de Necodá, [51] los hijos de Gazzam, los hijos de Uzzá, los hijos de Paséaj, [52] los hijos de Besay, los hijos de los meunitas, los hijos de los nefusitas, [53] los hijos de Baqbuq, los hijos de Jacufá, los hijos de Jarjur, [54] los hijos de Baslit, los hijos de Mejidá, los hijos de Jarsá, [55] los hijos de Barcós, los hijos de Sisrá, los hijos de Témaj, [56] los hijos de Nesíaj, los hijos de Jatifá.

[57] Los hijos de los siervos de Salomón: los hijos de Setay, los hijos de Soféret, los hijos de Peridá, [58] los hijos de Yaalá, los hijos de Darcón, los hijos de Guiddel, [59] los hijos de Sefatías, los hijos de Jattil, los hijos de Pokéret Hassebayim, los hijos de Amón. [60] Total de los donados y de los hijos de los siervos de Salomón: 392. [61] Y estos eran los que venían de Tel Mélaj, Tel Jarsá, Kerub, Addón e Immer, y que no pudieron probar si su familia y su estirpe eran de origen israelita: [62] los hijos de Belaías, los hijos de Tobías, los hijos de Necodá: 642.

[63] Y entre los sacerdotes, los hijos de Jobayías, los hijos Haqcós, los hijos de Barzillay — el cual se había casado con una de las hijas de Barzillay el galaadita, cuyo nombre adoptó —. [64] Estos investigaron en su registro genealógico, pero no figuraban; por lo cual se les excluyó del sacerdocio como ilegítimos, [65] y el Gobernador les prohibió comer de las cosas sacratísimas hasta que no se presentara un sacerdote para el Urim y el Tummim. [66] La asamblea ascendía a 42.360 personas, [67] sin contar sus siervos y siervas en número de 7.337; tenían también 245 cantores y cantoras. [68] Tenían (736 caballos, 245 mulos) 435 camellos y 6.720 asnos.

[69] Algunos de los cabezas de familia hicieron ofrendas para la obra. El Gobernador entregó al tesoro mil dracmas de oro, 50 copas y 30 túnicas sacerdotales. [70] Entre los cabezas de familia entregaron al tesoro de la obra 20.000 dracmas de oro y 2.200 minas de plata. [71] Lo que entregó el resto del pueblo ascendía a 20.000 dracmas de oro, 2.000 minas de plata y 67 túnicas sacerdotales. [72] Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los donados y todos los demás israelitas se establecieron en sus ciudades. Llegado el mes séptimo,

Capítulo 8

[1] todo el pueblo se congregó como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta del Agua. Dijeron al escriba Esdras que trajera el libro de la Ley de Moisés que Yahveh había prescrito a Israel. [2] Trajo el sacerdote Esdras la Ley ante la asamblea, integrada por hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día uno del mes séptimo. [3] Leyó una parte en la plaza que está delante de la puerta del Agua, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón; y los oídos del pueblo estaban atentos al libro de la Ley. [4] El escriba Esdras estaba de pie sobre un estrado de madera levantado para esta ocasión; junto a él estaban: a su derecha, Matitías, Semá, Anaías, Urías, Jilquías y Maaseías, y a su izquierda, Pedaías, Misael, Malkías, Jasum, Jasbaddaná, Zacarías y Mesullam. [5] Esdras abrió el libro a los ojos de todo el pueblo — pues estaba más alto que todo el pueblo — y al abrirlo, el pueblo entero se puso en pie. [6] Esdras bendijo a Yahveh, el Dios grande; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: «¡Amén! ¡Amén!»; e inclinándose se postraron ante Yahveh, rostro en tierra.

[7] (Josué, Baní, Serebías, Yamín, Aqcub, Sabtay, Hodiyías, Maaseías, Quelitá, Azarías, Yozabad, Janán, Pelaías, que eran levitas, explicaban la Ley al pueblo que seguía en pie.) [8] Y Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido, para que comprendieran la lectura. [9] Entonces (Nehemías — el gobernador — y) Esdras, el sacerdote escriba (y los levitas que explicaban al pueblo) dijeron a todo el pueblo: «Este día está consagrado a Yahveh vuestro Dios; no estéis tristes ni lloréis»; pues todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. [10] Díjoles también: «Id y comed manjares grasos, bebed bebidas dulces y mandad su ración a quien no tiene nada preparado. Porque este día está consagrado a nuestro Señor. No estéis tristes: la alegría de Yahveh es vuestra fortaleza.» [11] También los levitas tranquilizaban al pueblo diciéndole: «Callad: este día es santo. No estéis tristes.» [12] Y el pueblo entero se fue a comer y beber, a repartir raciones y hacer gran festejo, porque habían comprendido las palabras que les habían enseñado.

[13] El segundo día los cabezas de familia de todo el pueblo, los sacerdotes y levitas se reunieron junto al escriba Esdras para comprender las palabras de la Ley. [14] Y encontraron escrito en la Ley que Yahveh había mandado por medio de Moisés que los hijos de Israel habitaran en cabañas durante la fiesta del séptimo mes. [15] En cuanto lo oyeron, hicieron pregonar en todas las ciudades y en Jerusalén: «Salid al monte y traed ramas de olivo, de pino, de mirto, de palmera y de otros árboles frondosos, para hacer cabañas conforme a lo escrito.» [16] Salió el pueblo y trajeron ramas y se hicieron cabañas, cada uno en su terrado, en sus patios, en los atrios de la Casa de Dios, en la plaza de la puerta del Agua y en la plaza de la puerta de Efraím. [17] Toda la asamblea, los que habían vuelto del cautiverio, construyó cabañas y habitó en ellas — cosa que los israelitas no habían hecho desde los días de Josué, hijo de Nun, hasta aquel día — y hubo gran regocijo. [18] Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios diariamente, desde el primer día al último. Durante siete días, se celebró fiesta; al octavo tuvo lugar, según la norma, una asamblea solemne.

Capítulo 9

[1] El día veinticuatro de aquel mismo mes, se congregaron los israelitas para ayunar, vestidos de sayal y la cabeza cubierta de polvo. [2] La raza de Israel se separó de todos los extranjeros; y puestos en pie, confesaron sus pecados y las culpas de sus padres. [3] (De pie y cada uno en su sitio, leyeron en el libro de la Ley de Yahveh su Dios, por espacio de un cuarto de día; durante otro cuarto hacían confesión y se postraban ante Yahveh su Dios.) [4] (Josué, Binnuy, Cadmiel, Sebanías, Bunní, Serebías, Baní y Quenaní subieron al estrado de los levitas y clamaron en alta voz hacia Yahveh su Dios, [5] y los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabneías, Serebías, Hodiyías, Sebanías y Petajías dijeron: «¡Levantaos, bendecid a Yahveh nuestro Dios!») ¡Bendito seas, Yahveh Dios nuestro, de eternidad en eternidad! ¡Y sea bendito el Nombre de tu Gloria que supera toda bendición y alabanza! [6] ¡Tú, Yahveh, tú el único! Tú hiciste los cielos, el cielo de los cielos y toda su mesnada, la tierra y todo cuanto abarca, los mares y todo cuanto encierran. Todo esto tú lo animas, y la mesnada de los cielos ante ti se prosterna.

[7] Tú, Yahveh, eres el Dios que elegiste a Abram, le sacaste de Ur de Caldea y le diste el nombre de Abraham. [8] Hallaste su corazón fiel ante ti, con él hiciste alianza, para darle el país del cananeo, del hitita y del amorreo, del perizita, del jebuseo y del guirgasita, a él y a su posteridad. Y has mantenido tu palabra, porque eres justo. [9] Tú viste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y escuchaste su clamor junto al mar de Suf. [10] Contra Faraón obraste señales y prodigios, contra sus siervos y todo el pueblo de su país, pues supiste que eran altivos con ellos. ¡Te hiciste un nombre hasta el día de hoy! [11] Tú hendiste el mar ante ellos: por medio del mar pasaron a pie enjuto. Hundiste en los abismos a sus perseguidores, como una piedra en aguas poderosas. [12] Con columna de nube los guiaste de día, con columna de fuego por la noche, para alumbrar ante ellos el camino por donde habían de marchar. [13] Bajaste sobre el monte Sinaí y del cielo les hablaste; les diste normas justas, leyes verdaderas, preceptos y mandamientos excelentes; [14] les diste a conocer tu santo sábado; les ordenaste mandamientos, preceptos y Ley por mano de Moisés, tu siervo. [15] Del cielo les mandaste el pan para su hambre, para su sed hiciste brotar el agua de la roca. Y les mandaste ir a apoderarse de la tierra que tú juraste darles mano en alto.

[16] Altivos se volvieron nuestros padres, su cerviz endurecieron y desoyeron tus mandatos. [17] No quisieron oír, no recordaron los prodigios que con ellos hiciste; endurecieron la cerviz y se obstinaron en volver a Egipto y a su servidumbre. Pero tú eres el Dios de los perdones, clemente y entrañable, tardo a la cólera y rico en bondad. ¡No los desamparaste! [18] Ni siquiera cuando se fabricaron un becerro de metal fundido y exclamaron: «¡Este es tu dios que te sacó de Egipto!» (grandes desprecios te hicieron). [19] Tú, en tu inmensa ternura, no los abandonaste en el desierto: la columna de nube no se apartó de ellos, para guiarles de día por la ruta, ni la columna de fuego por la noche, para alumbrar ante ellos el camino por donde habían de marchar. [20] Tu Espíritu bueno les diste para instruirles, el maná no retiraste de su boca, y para su sed les diste agua. [21] Cuarenta años los sustentaste en el desierto, y nada les faltó: ni sus vestidos se gastaron ni se hincharon sus pies.

[22] Reinos y pueblos les donaste y las tierras vecinas repartiste: se apoderaron del país de Sijón, rey de Jesbón, y del país de Og, rey de Basán. [23] Y multiplicaste sus hijos como estrellas del cielo, los llevaste a la tierra que a sus padres dijiste que entrarían a poseer. [24] Llegaron los hijos y tomaron el país, y tú ante ellos aplastaste a los habitantes del país, los cananeos, los pusiste en sus manos, con sus reyes y las gentes del país, para que los trataran a merced de su capricho. [25] Ciudades fuertes conquistaron y una tierra generosa; y heredaron casas de toda suerte de bienes rebosantes, cisternas ya excavadas, viñas y olivares, árboles frutales sin medida: comieron, se saciaron, engordaron, se deleitaron en tus inmensos bienes. [26] Pero después, indóciles, se rebelaron contra ti, arrojaron tu Ley a sus espaldas, mataron a los profetas que les conjuraban a convertirse a ti; (grandes desprecios te hicieron). [27] Tú los entregaste en poder de sus enemigos que los oprimieron. Durante su opresión clamaban hacia ti, y tú los escuchabas desde el cielo; y en tu inmensa ternura les mandabas salvadores que los libraron de las manos opresoras. [28] Pero, apenas en paz, volvían a hacer el mal ante ti, y tú los dejabas en mano de sus enemigos que los oprimían. Ellos de nuevo gritaban hacia ti, y tú escuchabas desde el cielo: ¡muchas veces, por ternura, los salvaste! [29] Les conminaste para volverlos a tu Ley, pero ellos en su orgullo no escucharon tus mandatos; contra tus normas pecaron, contra aquellas que, cumplidas, dan la vida; dieron la espalda, endurecieron su cerviz y no escucharon. [30] Tuviste paciencia con ellos durante muchos años; les advertiste por tu Espíritu, por boca de tus profetas; pero ellos no escucharon. Y los pusiste en manos de las gentes de los países.

[31] Mas en tu inmensa ternura no los acabaste, no los abandonaste, porque eres tú Dios clemente y lleno de ternura. [32] Ahora, pues, oh Dios nuestro, tú, Dios grande, poderoso y temible, que mantienes la alianza y el amor, no menosprecies esta miseria que ha caído sobre nosotros, sobre nuestros reyes y príncipes, nuestros sacerdotes y profetas, sobre todo tu pueblo, desde los tiempos de los reyes de Asiria hasta el día de hoy. [33] Has sido justo en todo lo que nos ha sobrevenido, pues tú fuiste fiel, y nosotros malvados: [34] nuestros reyes y jefes, nuestros sacerdotes y padres no guardaron tu Ley, no hicieron caso de los mandamientos y dictámenes que tú les diste. [35] Mientras vivían en su reino, entre los grandes bienes que tú les regalabas, y en la espaciosa y generosa tierra que tú les habías preparado, no te sirvieron ellos ni se convirtieron de sus malas acciones. [36] Míranos hoy a nosotros esclavos, y en el país que habías dado a nuestros padres para gozar de sus frutos y bienes, mira que aquí en servidumbre nos sumimos. [37] Sus muchos frutos son para los reyes, que por nuestros pecados tú nos impusiste, y que a capricho dominan nuestras personas, cuerpos y ganados. ¡En gran angustia nos hallamos!

Capítulo 10

[1] De acuerdo con todo esto, nosotros tomamos un firme compromiso por escrito. En el documento sellado figuran nuestros jefes, nuestros levitas y nuestros sacerdotes... [2] En el documento sellado figuraban: Nehemías, hijo de Jakalías, y Sedecías. [3] Seraías, Azarías, Jeremías, [4] Pasjur, Amarías, Malkías, [5] Jattús, Sebanías, Malluk, [6] Jarim, Meremot, Abdías, [7] Daniel, Guinnetón, Baruc, [8] Mesullam, Abías, Miyyamín, [9] Maazías, Bilgay, Semaías: estos son los sacerdotes.

[10] Luego los levitas: Josué, hijo de Azanías, Binnuy, de los hijos de Jenadad, Cadmiel [11] y sus hermanos Sekanías, Hodavías, Quelitá, Pelaías, Janán, [12] Miká, Rejob, Jasabías, [13] Zakkur, Serebías, Sebanías, [14] Hodiyías, Baní, Quenaní. [15] Los jefes del pueblo: Parós, Pajat Moab, Elam, Zattú, Baní, [16] Bunní, Azgad, Bebay, [17] Adonías, Bigvay, Adín, [18] Ater, Ezequías, Azzur, [19] Hodiyías, Jatum, Besay, [20] Jarif, Anatot, Nobay, [21] Magpiás, Mesullam, Jezir, [22] Mesezabel, Sadoq, Yaddúa, [23] Pelatías, Janán, Hanaías, [24] Oseas, Jananías, Jassub, [25] Hallojés, Piljá, Sobeq, [26] Rejum, Jasabná, Maaseías, [27] Ajías, Janán, Anán, [28] Malluk, Jarim, Baaná.

[29] y el resto del pueblo, los sacerdotes y los levitas los porteros, los cantores, los donados y todos los separados de las gentes del país para seguir la Ley de Dios, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, cuantos tienen uso de razón, [30] se adhieren a sus hermanos y a los nobles y se comprometen por imprecación y juramento a caminar en la Ley de Dios, que fue dada por mano de Moisés, siervo de Dios, y a guardar y practicar todos los mandamientos de Yahveh nuestro Señor, sus normas y sus leyes. [31] A no dar nuestras hijas a las gentes del país ni tomar sus hijas para nuestros hijos. [32] Si las gentes del país traen, en día de sábado, mercancías o cualquier otra clase de comestibles para vender, nada les compraremos en día de sábado ni en día sagrado. En el año séptimo abandonaremos el producto de la tierra y todas las deudas. [33] Nos imponemos como obligación: Dar un tercio de siclo al año para el servicio de la Casa de nuestro Dios: [34] para el pan que se presenta, para la oblación perpetua y el holocausto perpetuo, para los sacrificios de los sábados, de los novilunios, de las solemnidades, para los alimentos sagrados, para los sacrificios por el pecado como expiación por Israel y para toda la obra de la Casa de nuestro Dios; [35] Hemos echado a suertes — sacerdotes, levitas y pueblo — la ofrenda de la leña que ha de traer a la Casa de nuestro Dios cada familia en su turno, a sus tiempos, cada año, para quemarla sobre el altar de Yahveh nuestro Dios con arreglo a lo escrito en la Ley.

[36] y traer cada año a la Casa de Yahveh las primicias de nuestro suelo y las primicias de los frutos de todos los árboles, [37] y los primogénitos de nuestros hijos y de nuestro ganado, conforme a lo escrito en la Ley — los primeros nacidos de nuestro ganado mayor y menor, que se traen a la Casa de nuestro Dios son para los sacerdotes que ejercen el ministerio en la casa de nuestro Dios —. [38] Lo mejor de nuestras moliendas, de los frutos de todo árbol, del vino y del aceite, se lo traeremos a los sacerdotes, a los aposentos de la Casa de nuestro Dios; y el diezmo de nuestro suelo a los levitas, y ellos mismos cobrarán el diezmo en todas las ciudades de nuestra labranza; [39] un sacerdote, hijo de Aarón, irá con los levitas cuando éstos cobren el diezmo; los levitas subirán el diezmo del diezmo a la Casa de nuestro Dios a los aposentos de la casa del tesoro; [40] pues a estos aposentos traen los israelitas y los levitas la ofrenda reservada de trigo, vino y aceite; allí se encuentran también los utensilios del santuario, de los sacerdotes que están de servicio y de los porteros y cantores. No abandonaremos más la Casa de nuestro Dios.

Capítulo 11

[1] Los jefes del pueblo se establecieron en Jerusalén. El resto del pueblo echó a suertes para que de cada diez hombres habitase uno en Jerusalén, la Ciudad Santa, quedando los otros nueve en las ciudades. [2] Y el pueblo bendijo a todos los hombres que se ofrecieron voluntarios para habitar en Jerusalén. [3] Estos son los jefes de la provincia que se establecieron en Jerusalén y en las ciudades de Judá; Israel, sacerdotes, levitas, donados e hijos de los siervos de Salomón, vivían en sus ciudades, cada uno en su propiedad. [4] Habitaban en Jerusalén hijos de Judá e hijos de Benjamín. De los hijos de Judá: Ataías, hijo de Uzzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Mahalalel, de los hijos de Peres; [5] Maaseías, hijo de Baruc, hijo de Kol Jozé, hijo de Jazaías, hijo de Adaías, hijo de Yoyarib, hijo de Zacarías, el selanita. [6] El total de los hijos de Peres que habitaban en Jerusalén era de 468, hombres vigorosos.

[7] Los hijos de Benjamín eran: Sallú, hijo de Mesullam, hijo de Yoed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maaseías, hijo de Itiel, hijo de Isaías, [8] y sus hermanos, hombres vigorosos: 928. [9] Joel, hijo de Zikrí, era su encargado y Judá, hijo de Hassenúa, era el segundo jefe de la ciudad. [10] De los sacerdotes: Yedaías, hijo de Yoyaquim, hijo de [11] Seraías, hijo de Jilquías, hijo de Mesullam, hijo de Sadoq, hijo de Merayot, hijo de Ajitub, príncipe de la Casa de Dios, [12] y sus hermanos empleados en la obra de la Casa: 822; Adaías, hijo de Yerojam, hijo de Pelalías, hijo de Amsí, hijo de Zacarías, hijo de Pasjur, hijo de Malkías, [13] y sus hermanos, cabezas de familia: 242; y Amasay, hijo de Azarel, hijo de Ajzay, hijo de Mesillemot, hijo de Immer, [14] y sus hermanos, hombres vigorosos: 128. Su encargado era Zabdiel, hijo de Haggadol.

[15] De los levitas: Semaías, hijo de Jassub, hijo de Azricam, hijo de Jasabías, hijo de Bunní; [16] Sabtay y Yozabad, que entre los jefes de los levitas estaban al frente de los servicios exteriores de la Casa de Dios; [17] Mattanías, hijo de Miká, hijo de Zabdí, hijo de Asaf, que dirigía los himnos, entonaba la acción de gracias de la oración; Baqbuquías, el segundo entre sus hermanos; Abdías, hijo de Sammúa, hijo de Galal, hijo de Yedutún. [18] Total de los levitas en la Ciudad santa: 284. [19] Los porteros: Aqcub, Talmón y sus hermanos, que hacían la guardia de las puertas: 172. [20] El resto de los israelitas, de los sacerdotes y levitas, se estableció en todas las ciudades de Judá, cada uno en su heredad.

[21] Los donados habitaban el Ofel; Sijá y Guispá estaban al frente de los donados. [22] El encargado de los levitas en Jerusalén era Uzzí, hijo de Baní, hijo de Jasabías, hijo de Mattanías, hijo de Miká; era uno de los hijos de Asaf que estaban encargados del canto según el servicio de la Casa de Dios; [23] porque había acerca de los cantores un mandato del rey y un reglamento que fijaba los actos de cada día. [24] Petajías, hijo de Mesezabel, de los hijos de Zéraj, hijo de Judá, estaba a las órdenes del rey para todos los asuntos del pueblo, [25] y en los poblados situados en sus campos. Parte de los hijos de Judá habitaban en Quiryat Haarbá y sus aldeas anejas, en Dibón y sus aldeas anejas, en Jeqcabsel y sus poblados, [26] en Yesúa, en Moladá, en Bet Pélet, [27] en Jasar Sual, en Berseba y sus aldeas anejas, [28] en Siquelag, en Mekoná y sus aldeas anejas, [29] en Enrimmón, en Soreá, en Yarmut, [30] en Zanóaj, Adullam y sus caseríos; Lakis y su comarca, Azecá y sus aldeas anejas: se establecieron desde Berseba hasta el valle de Hinnón.

[31] Algunos hijos de Benjamín habitaban en Gueba, Midmás, Ayyá, Betel y sus aldeas anejas, [32] Anatot, Nob, Ananías, [33] Jasor, Ramá, Guittayim, [34] Jadid, Seboím, Neballat, [35] Lod y Onó, y el valle de los Artesanos. [36] Había grupos de levitas en Judá y en Benjamín.

Capítulo 12

[1] Estos son los sacerdotes y los levitas que subieron con Zorobabel, hijo de Sealtiel, y con Josué: Seraías, Jeremías, Esdras, [2] Amarías, Malluk, Hattús, [3] Sekanías, Rejum, Meremot, [4] Iddó, Guinnetón, Abías, [5] Miyyamín, Maadías, Bilgá, [6] Semaías; además: Yoyarib, Yedaías, [7] Sallú, Amoq, Jilquías, Yedaías.

[7] Estos eran los jefes de los sacerdotes y de sus hermanos, en tiempo de Josué. [8] Levitas: Josué, Binnuy, Cadmiel, Serebías, Judá, Mattanías — que dirigía con sus hermanos los himnos de acción de gracias, [9] y Baqbuquías, Unní y sus hermanos les hacían coro en sus ministerios. [10] Josué engendró a Yoyaquim; Yoyaquim engendró a Elyasib; Elyasib engendró a Yoyadá; [11] Yoyadá engendró a Yojanán, y Yojanán engendró a Yaddúa. [12] En los días de Yoyaquim los sacerdotes cabezas de familia eran: de la familia de Seraías: Meraías; de la familia de Jeremías: Jananías; [13] de la de Esdras: Mesullam; de la de Amarías: Yehojanán; [14] de la de Malluk: Jonatán; de la de Sekanías: José; [15] de la de Jarim: Azná; de la de Meremot: Jelcay; [16] de la de Iddó: Zacarías; de la de Guinnetón: Mesullam; [17] de la de Abías: Zikrí; de la de Miyyamín:... de la de Maadías: Piltay; [18] de la de Bilgá: Sammúa; de la de Semaías: Jonatán; [19] además: de la de Yoyarib: Mattenay; de la Yedaías: Uzzí; [20] de la de Sallú: Callay; de la de Amoq: Héber; [21] de la de Jilquías: Jasabías; de la de Yedaías: Natanael.

[22] En tiempo de Elyasib, Yoyadá, Yojanán y Yaddúa, los cabezas de familias sacerdotales fueron registrados en el libro de las Crónicas, hasta el reinado de Darío el persa. [23] Los hijos de Leví: Los cabezas de familia fueron registrados en el libro de las Crónicas, hasta el tiempo de Yojanán, nieto de Elyasib. [24] Los jefes de los levitas eran: Jasabías, Serebías, Josué, Binnuy, Cadmiel; y sus hermanos, frente por frente para ejecutar los himnos de alabanza y de acción de gracias, conforme a las instrucciones de David, hombre de Dios, en grupos alternos, [25] eran: Mattanías, Baqbuquías, y Abdías. Y Mesullam, Talmón y Aqcub, porteros, montaban la guardia en los almacenes junto a las puertas. [26] Estos vivían en tiempo de Yoyaquim, hijo de Josué, hijo de Yosadaq, y en tiempo de Nehemías, el gobernador, y de Esdras, el sacerdote — escriba. [27] Cuando la dedicación de la muralla de Jerusalén, se buscó a los levitas por todos los lugares para traerlos a Jerusalén, con el fin de celebrar la dedicación con alegría, con cánticos de acción de gracias y música de címbalos, salterios y cítaras.

[28] Los cantores, hijos de Leví, se congregaron de la región circundante de Jerusalén, de los poblados de los netofatíes, [29] de Bet Haguilgal, de los campos de Gueba y de Azmávet; porque los cantores habían construido poblados alrededor de Jerusalén. [30] Sacerdotes y levitas se purificaron, y luego purificaron al pueblo, las puertas y la muralla. [31] Mandé entonces a los jefes de Judá que subieran a la muralla y organicé dos grandes coros. El primero marchaba por encima de la muralla, hacia la derecha, hacia la puerta del Muladar; [32] detrás de ellos iban Hosaías y la mitad de los jefes de Judá, [33] Azarías, Esdras, Mesullam, [34] Judá, Benjamín, Semaías y Jeremías, [35] elegidos entre los sacerdotes y provistos de trompetas; y Zacarías, hijo de Jonatán, hijo de Semaías, hijo de Mattanías, hijo de Miká, hijo de Zakkur, hijo de Asaf, [36] con sus hermanos, Semaías, Azarel, Milalay, Guilalay, Maay, Natanael, Judá, Jananí, con los instrumentos músicos de David, hombre de Dios. Y Esdras el escriba iba al frente de ellos.

[37] A la altura de la puerta de la Fuente, subieron a derecho por la escalera de la Ciudad de David, por encima de la muralla, y por la subida de la Casa de David, hasta la puerta del Agua, al Oriente. [38] El segundo coro marchaba por la izquierda; yo iba detrás, con la mitad de los jefes del pueblo, por encima de la muralla, pasando por la torre de los Hornos, hasta la muralla de la Plaza, [39] por encima de la puerta de Efraím, la puerta de los Peces, la torre de Jananel, hasta la puerta de las Ovejas; se hizo alto en la puerta de la Prisión. [40] Luego los dos corros se colocaron en la Casa de Dios. — Tenía yo a mi lado a la mitad de los consejeros, [41] y a los sacerdotes Elyaquim, Maaseías, Minyamín, Miká, Elyoenay, Zacarías, Jananías, con trompetas, [42] y Maaseías, Semaías, Eleazar, Uzzí, Yehojanán, Malkiyías, Elam y Ezer —. Los cantores entonaron su canto bajo la dirección de Yizrajías.

[43] Se ofrecieron aquel día grandes sacrificios y la gente se entregó a la algazara, pues Dios les había concedido un gran gozo; también se regocijaron las mujeres y los niños. Y el alborozo de Jerusalén se oía desde lejos. [44] En aquel tiempo se puso al frente de los aposentos destinados para almacenes de las ofrendas reservadas, de las primicias y de los diezmos, a hombres que recogiesen en ellos, del territorio de las ciudades, las porciones que la Ley otorga a los sacerdotes y a los levitas. Pues Judá se complacía en ver a los sacerdotes y levitas en sus funciones. [45] Ellos cumplían el ministerio de su Dios y el ministerio de las purificaciones, junto con los cantores y los porteros, conforme a lo mandado por David y su hijo Salomón. [46] Pues ya desde un principio, desde los días de David y de Asaf, había jefes de cantores y cánticos de alabanza y acción de gracias a Dios. [47] Y todo Israel, en tiempo de Zorobabel y en tiempo de Nehemías, daba a los cantores y a los porteros las raciones correspondientes a cada día. A los levitas se les entregaban las cosas sagradas, y los levitas entregaban su parte a los hijos de Aarón.

Capítulo 13

[1] En aquel tiempo se leyó a oídos del pueblo en el libro de Moisés, y se encontró escrito en él: «El ammonita y el moabita no entrarán jamás en la asamblea de Dios, [2] porque no recibieron a los israelitas con pan y agua. Tomaron a sueldo contra ellos a Balaam, para maldecirles, pero nuestro Dios cambió la maldición en bendición.» [3] Así que, en oyendo la Ley, se excluyó de Israel a todo extranjero. [4] Antes de esto, el sacerdote Elyasib había sido encargado de los aposentos de la Casa de nuestro Dios. Como era pariente de Tobías, [5] le había proporcionado un aposento espacioso, donde anteriormente se depositaban las oblaciones, el incienso, los utensilios, el diezmo del trigo, del vino y del aceite, es decir, las porciones de los levitas, los cantores y los porteros, y lo reservado a los sacerdotes. [6] Cuando sucedía esto, yo no estaba en Jerusalén, porque el año 32 de Artajerjes, rey de Babilonia, había ido donde el rey; pero al cabo de algún tiempo el rey me permitió volver; [7] volví a Jerusalén, y me enteré de la mala acción que había hecho Elyasib en favor de Tobías, preparándole un aposento en el atrio de la Casa de Dios.

[8] Esto me desagradó mucho; eché fuera del aposento todos los muebles de la casa de Tobías, [9] y mandé purificar los aposentos y volver a poner en ellos los utensilios de la Casa de Dios, las oblaciones y el incienso. [10] Me enteré también de que ya no se entregaban las raciones de los levitas, por lo que ellos se habían marchado cada uno a su campo — los levitas y los cantores encargados del servicio —. [11] Reprendí por ello a los consejeros diciéndoles: «¿Por qué ha sido abandonada la Casa de Dios?» Luego los reuní de nuevo y los restablecí en sus puestos. [12] Y todo Judá trajo a los almacenes el diezmo del trigo, del vino y del aceite. [13] Puse al frente de los almacenes al sacerdote Selemías, al escriba Sadoq y Pedaías, uno de los levitas, y como ayudante, a Janán, hijo de Zakkur, hijo de Mattanías, porque eran considerados como personas fieles; les incumbía distribuir las porciones a sus hermanos.

[14] ¡Acuérdate de mí por esto, Dios mío; no borres las obras de piedad que yo hice por la Casa de mi Dios y por sus servicios! [15] Por aquellos días, vi que había en Judá quienes pisaban los lagares en día de sábado; otros acarreaban los haces de trigo y los cargaban sobre los asnos, y también vino, uva, higos y toda clase de cargas, para traerlo a Jerusalén en día de sábado: les advertí que no vendiesen sus mercancías. [16] En Jerusalén, algunos tirios que habitan en ella traían pescado y toda clase de mercancías para verdérselas a los judíos en día de sábado, [17] Reprendí a los notables de Judá diciendo: «¡Qué mala acción cometéis profanando el día del sábado! [18] ¿No fue así como obraron vuestros padres y por lo que nuestro Dios hizo caer toda esta desgracia sobre nosotros y sobre esta ciudad? ¡Y vosotros aumentáis así la Cólera contra Israel profanando el sábado!» [19] Así que ordené que cuando la sombra cubriese las puertas de Jerusalén, la víspera del sábado se cerrasen las puertas, y que no se abriesen hasta después del sábado. Y puse junto a las puertas a algunos de mis hombres para que no entrase carga alguna en día de sábado.

[20] Una o dos veces, algunos mercaderes que vendían toda clase de mercancías pasaron la noche fuera de Jerusalén, [21] pero yo les avisé diciéndoles: «¿Por qué pasáis la noche junto a la muralla? ¡Si volvéis a hacerlo, os meteré mano!» Desde entonces no volvían más en sábado. [22] Ordené también a los levitas purificarse y venir a guardar las puertas, para santificar el sábado. ¡También por esto acuérdate de mí, Dios mío, y ten piedad de mí según tu gran misericordia! [23] Vi también en aquellos días que algunos judíos se habían casado con mujeres asdoditas, ammonitas o moabitas. [24] De sus hijos, la mitad hablaban asdodeo o la lengua de uno u otro pueblo, pero no sabían ya hablar judío. [25] Yo les reprendí y les maldije, hice azotar a algunos de ellos y arrancarles los cabellos, y los conjuré en nombre de Dios: «¡No debéis dar vuestras hijas a sus hijos ni tomar ninguna de sus hijas por mujeres ni para vuestros hijos ni para vosotros mismos! [26] ¿No pecó en esto Salomón, rey de Israel? Entre tantas naciones no había un rey semejante a él; era amado de su Dios; Dios le había hecho rey de todo Israel. Y también a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras.

[27] ¿Se tendrá que oír de vosotros que cometéis el mismo gran crimen de rebelaros contra nuestro Dios casándoos con mujeres extranjeras?» [28] Uno de los hijos de Yoyadá, hijo del sumo sacerdote Elyasib, era yerno de Samballat el joronita. Yo le eché de mi lado. [29] ¡Acuérdate de estas gentes, Dios mío, por haber mancillado el sacerdocio y la alianza de los sacerdotes y levitas! [30] Los purifiqué, pues, de todo lo extranjero. Y establecí, para los sacerdotes y levitas, reglamentos que determinaran la tarea de cada uno, [31] y lo mismo para las ofrendas de leña a plazos fijos y para las primicias. ¡Acuérdate de mí, Dios mío, para mi bien!

TOBÍAS

Capítulo 1

[1] Historia de Tobit, hijo de Tobiel, hijo de Ananiel, hijo de Aduel, hijo de Gabael, del linaje de Asiel, de la tribu de Neftalí, [2] que en tiempo de Salmanasar, rey de Asiria, fue deportado de Tibé, que queda al sur de Cadés de Neftalí, en la Galilea superior, por encima de Jasor, detrás del camino del oeste y al norte de Sefat. [3] Yo, Tobit, he andado por caminos de verdad y en justicia todos los días de mi vida y he repartido muchas limosmas entre mis hermanos y compatriotas, deportados conmigo a Nínive, al país de los asirios. [4] Siendo yo joven todavía y estando en mi país, en la tierra de Israel, toda la tribu de mi padre Neftalí se apartó de la casa de David y de Jerusalén, la ciudad elegida entre todas las tribus de Israel para ofrecer allí sacrificios y en la que había sido edificado y consagrado, para todas las generaciones venideras, el Templo de la Morada del Altísimo. [5] Todos mis hermanos y la casa de mi padre Neftalí ofrecían sacrificios al becerro que Jeroboam, rey de Israel, había hecho en Dan, en los montes de Galilea. [6] Muchas veces era yo el único que iba a Jerusalén, con ocasión de las fiestas, tal como está prescrito para todo Israel por decreto perpetuo; en cobrando las primicias y las crías primeras y diezmos de mis bienes y el primer esquileo de mis ovejas, acudía presuroso a Jerusalén [7] y se lo entregaba a los sacerdotes, hijos de Aarón, para el altar. Daba a los levitas, que hacían el servicio en Jerusalén, el diezmo del vino, del grano, del olivo, de los granados, de los higos y demás frutales; tomaba en metálico el segundo diezmo, de los seis años, y lo gastaba en Jerusalén.

[8] Entregaba el tercer diezmo a los huérfanos, a las viudas y a los prosélitos que vivían con los israelitas; se lo llevaba y entregaba cada tres años, celebrando una comida con ellos conforme a lo que se prescribe en la Ley de Moisés y conforme a los preceptos que me dio Débora, madre de nuestro padre Ananiel, pues mi padre había muerto dejándome huérfano. [9] En llegando a edad adulta, me casé con Ana, mujer de nuestra parentela; y ella dio a luz a Tobías. [10] Cuando la deportación de Asiria, yo también fui deportado y me trasladé a Nínive. Todos mis hermanos y los de mi linaje comían los manjares de los gentiles, [11] más yo me guardé bien de comerlos. [12] Como yo me acordaba de Dios con toda mi alma, [13] me concedió el Altísimo gracia y favor ante Salmanasar, y llegué a ser procurador suyo.

[14] Me trasladé a Media y administré allí sus negocios hasta su muerte; y deposité en Ragués de Media, en casa de Gabael, hermano de Gabrí, unos sacos de plata por valor de diez talentos. [15] Muerto Salmanasar, le sucedió en el trono su hijo Senaquerib; en su reinado, los caminos de Media se hicieron inseguros y no pude volver allí. [16] En los días de Salmanasar hice yo muchas limosmas a mis hermanos de raza; [17] di mi pan a los hambrientos y vestido a los desnudos; y si veía el cadáver de alguno de los de mi raza arrojado extramuros de Nínive, le daba sepultura. [18] Enterré igualmente a los que mató Senaquerib (cuando vino huyendo de Judea después del escarmiento que hizo contra él el Rey del Cielo, a causa de sus blasfemias. Senaquerib, en su cólera, mandó matar a muchos israelitas); y yo sustraje sus cuerpos y los enterré. Senaquerib los buscó sin encontrarlos. [19] Un ninivita fue a denunciarme al rey de que yo los había enterrado en secreto. Cuando supe que el rey tenía informes acerca de mí, y que me buscaba para matarme, tuve miedo y escapé.

[20] Me fueron arrebatados todos mis bienes; nada quedó sin confiscar para el tesoro real, salvo mi mujer Ana y mi hijo Tobías. [21] Aún no habían transcurrido cuarenta días, cuando Senaquerib fue asesinado por sus dos hijos, que huyeron luego hacia los montes Ararat. Le sucedió su hijo Asarjaddón. Asarjaddón puso a Ajikar, hijo de mi hermano Anael, al frente de las finanzas de su reino, de modo que dirigía toda la administración. [22] Ajikar intercedió por mí y pude regresar a Nínive. Ajikar, de hecho, había sido copero mayor, custodio del sello, administrador y encargado de las finanzas bajo Senaquerib, rey de Asiria; y Asarjaddón le confirmó en los cargos. Era sobrino mío y de mi propia parentela.

Capítulo 2

[1] En el reinado de Asarjaddón pude regresar a mi casa y me fue devuelta mi mujer Ana y mi hijo Tobías. En nuestra solemnidad de Pentecostés, que es la santa solemnidad de las Semanas, me habían preparado una excelente comida y me dispuse a comer. [2] Cuando me presentaron la mesa, con sabrosos manjares, dije a mi hijo Tobías: «Hijo, ve a buscar entre nuestros hermanos deportados en Nínive a algún indigente que se acuerde del Señor y tráelo para que coma con nosotros. Te esperaré hasta que vuelvas, hijo mío.» [3] Fuese, pues, Tobías a buscar a alguno de nuestros hermanos pobres, y cuando regresó me dijo: «Padre.» Le respondí: «¿Qué hay, hijo?» Contestó: «Padre, han asesinado a uno de los nuestros; le han estrangulado y le han arrojado en la plaza del mercado y aún está allí.» [4] Me levanté al punto y sin probar la comida, alcé el cadáver de la plaza y lo dejé en una habitación, en espera de que se pusiera el sol, para enterrarlo. [5] Volví a entrar, me lavé y comí con aflicción [6] acordándome de las palabras que el profeta Amós dijo contra Betel: Vuestras solemnidades se convertirán en duelo y todas vuestras canciones en lamento. [7] Y lloré. Cuando el sol se puso, cavé una fosa y sepulté el cadáver.

[8] Mis vecinos se burlaban y decían: «Todavía no ha aprendido. (Pues, en efecto, ya habían querido matarme por un hecho semejante.) Apenas si pudo escapar y ya vuelve a sepultar a los muertos.» [9] Aquella misma noche, después de bañarme, salí al patio y me recosté contra la tapia, con el rostro cubierto a causa del calor. [10] Ignoraba yo que arriba, en el muro, hubiera gorriones; me cayó excremento caliente sobre los ojos y me salieron manchas blancas. Fui a los médicos, para que me curasen; pero cuantos más remedios me aplicaban, menos veía a causa de las manchas, hasta que me quedé completamente ciego. Cuatro años estuve sin ver. Todos mis hermanos estaban afligidos; Ajikar, por su parte, proveyó a mi sustento durante dos años, hasta que se trasladó a Elimaida. [11] En aquellas circunstancias, mi mujer Ana, tuvo que trabajar a sueldo en labores femeninas; hilaba lana y hacía tejidos [12] que entregaba a sus señores, cobrando un sueldo; el siete del mes de Dystros acabó un tejido y se lo entregó a los dueños, que le dieron todo su jornal y le añadieron un cabrito para una comida. [13] Cuando entró ella en casa, el cabrito empezó a balar; yo, entonces, llamé a mi mujer y le dije: «¿De dónde ha salido ese cabrito? ¿Es que ha sido robado? Devuélvelo a sus dueños, porque no podemos comer cosa robada.» [14] Ella me dijo: «Es un regalo que me han añadido a mi sueldo.» Pero yo no la creí; ordené que lo devolviera a los dueños y me irrité contra ella por este asunto. Entonces ella me replicó: «¿Dónde están tus limosnas y tus buenas obras? ¡Ahora se ve todo bien claro!»

Capítulo 3

[1] Anegada entonces mi alma de tristeza, suspirando y llorando, comenzé a orar con gemidos: [2] Tú eres justo, Señor, y justas son todas tus obras. Misericordia y verdad son todos tus caminos. Tú eres el Juez del Universo. [3] Y ahora, Señor, acuérdate de mí y mírame. No me condenes por mis pecados, mis inadvertencias y las de mis padres. Hemos pecado en tu presencia, [4] no hemos escuchado tus mandatos y nos has entregado al saqueo, a la burla, al comentario y al oprobio de todas las gentes entre las que nos has dispersado. [5] Pero cierto es, Señor, que todas tus sentencias a la verdad responden cuando me tratas según mis pecados y los de mis padres; porque no hemos cumplido tus mandatos, y no hemos caminado en la verdad delante de ti. [6] Haz conmigo ahora según lo que te plazca y ordena que reciban mi vida para que yo me disuelva sobre la faz de la tierra, porque más me vale morir que vivir. Tengo que aguantar injustos reproches y me anega la tristeza. Manda, Señor, que sea liberado de esta aflicción y déjame partir al lugar eterno, y no apartes, Señor, tu rostro de mí, pues prefiero morir a pasar tanta aflicción durante la vida y tener que seguir oyendo injurias.

[7] Sucedió aquel mismo día, que también Sarra, hija de Ragüel, el de Ecbátana de Media, fue injuriada por una de las esclavas de su padre, [8] porque había sido dada en matrimonio a siete hombres, pero el malvado demonio Asmodeo los había matado antes de que se unieran a ella como casados. La esclava le decía: «¡Eres tú la que matas a tus maridos! Ya has tenido siete, pero ni de uno siquiera has disfrutado. [9] ¿Nos castigas porque se te mueren los maridos? ¡Vete con ellos y que nunca veamos hijo ni hija tuyos!» [10] Entonces Sarra, con el alma llena de tristeza, se echó a llorar y subió al aposento de su padre con intención de ahorcarse. Pero, reflexionando, pensó: «Acaso esto sirva para que injurien a mi padre y le digan: «Tenías una hija única, amada y se ha ahorcado porque se sentía desgraciada.» No puedo consentir que mi padre, en su ancianidad, baje con tristeza a la mansión de los muertos. Es mejor que, en vez de ahorcarme, suplique al Señor que me envíe la muerte para no tener que oír injurias durante mi vida.» [11] Y en aquel momento, extendiendo las manos hacia la ventana, oró así: Bendito seas tú, Dios de misericordias, y bendito sea tu Nombre por los siglos, y que todas tus obras te bendigan por siempre. [12] Vuelvo ahora mi rostro y alzo mi ojos hacia ti. [13] Manda que yo sea librada de la tierra, para no escuchar ultrajes.

[14] Tú sabes, Señor, que yo estoy pura de todo contacto de varón; [15] que no he mancillado mi nombre ni el nombre de mi padre en la tierra de mi cautividad. Soy la única hija de mi padre; no tiene otros hijos que le hereden, no tiene junto a sí ningún hermano ni pariente a quien me deba por mujer. Ya perdí siete maridos: ¿para qué quiero la vida? Si no te place, Señor, darme la muerte, ¡mírame con compasión! y no tenga yo que escuchar injurias. [16] Fue oída en aquel instante, en la Gloria de Dios, la plegaria de ambos [17] y fue enviado Rafael a curar a los dos: a Tobit, para que se le quitaran las manchas blancas de los ojos y pudiera con sus mismos ojos ver la luz de Dios; y a Sarra la de Ragüel, para entregarla por mujer a Tobías, hijo de Tobit, y librarla de Asmodeo, el demonio malvado; porque Tobías tenía más derechos sobre ella que todos cuantos la pretendían. En aquel mismo momento se volvía Tobit del patio a la casa, y Sarra, la de Ragüel, descendía del aposento.

Capítulo 4

[1] Aquel día, se acordó Tobit del dinero que había dejado en depósito a Gabael, en Ragués de Media, [2] y se dijo para sí: «Yo, ya estoy deseando morirme. Así que voy a llamar a mi hijo Tobías y le voy a hablar de este dinero antes de morirme.» [3] Llamó, pues, Tobit a su hijo, que se presentó ante él. Tobit le dijo: «Cuando yo muera, me darás una digna sepultura; honra a tu madre y no le des un disgusto en todos los días de su vida; haz lo que le agrade y no le causes tristeza por ningún motivo. [4] Acuérdate, hijo, de que ella pasó muchos trabajos por ti cuando te llevaba en su seno. Y cuando ella muera, sepúltala junto a mí, en el mismo sepulcro. [5] «Acuérdate, hijo, del Señor todos los días y no quieras pecar ni transgredir sus mandamientos; practica la justicia todos los días de tu vida y no andes por caminos de injusticia, [6] pues si te portas según verdad, tendrás éxito en todas tus cosas, [7] como todos los que practican la justicia. «Haz limosma con tus bienes; y al hacerlo, que tu ojo no tenga rencilla. No vuelvas la cara ante ningún pobre y Dios no apartará de ti su cara.

[8] Regula tu limosma según la abundancia de tus bienes. Si tienes poco, da conforme a ese poco, pero nunca temas dar limosna, [9] porque así te atesoras una buena reserva para el día de la necesidad. [10] Porque la limosna libra de la muerte e impide caer en las tinieblas. [11] Don valioso es la limosma para cuantos la practican en presencia del Altísimo. [12] «Guárdate, hijo, de toda impureza y, sobre todo, toma mujer del linaje de tus padres; no tomes mujer extraña que no pertenezca a la tribu de tu padre, porque somos descendientes de profetas. Recuerda, hijo, que desde siempre nuestros padres Noé, Abraham, Isaac y Jacob tomaron mujeres de entre sus hermanos y fueron bendecidos en sus hijos, de modo que su estirpe poseerá la tierra en herencia. [13] Así pues, hijo, ama a tus hermanos; no tengas con tus hermanos, ni con los hijos y las hijas de tu pueblo, corazón soberbio, en orden a tomar para ti mujer de entre ellos; pues la soberbia acarrea la ruina y prolija inquietud; y la ociosidad, bajeza y extrema penuria; porque la ociosidad es madre de la indigencia.

[14] «No retengas el salario de los que trabajan para ti; dáselo al momento. Si sirves a Dios serás recompensado. Pon cuidado, hijo, en todas tus acciones y muéstrate educado en toda tu conducta. [15] No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. No bebas vino hasta emborracharte y no hagas de la embriaguez tu compañera de camino. [16] «Da de tu pan al hambriento y de tus vestidos al desnudo. Haz limosna de todo cuanto te sobra; y no tenga rencilla tu ojo cuando hagas limosna. [17] Esparce tu pan sobre la tumba de los justos, pero no lo des a los pecadores. [18] «Busca el consejo de los prudentes y no desprecies ningún aviso saludable. [19] Bendice al Señor Dios en toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos y que llegen a buen fin todas tus sendas y proyectos. Pues no todas las gentes tienen consejo; es el Señor quien da todos los bienes y, cuando quiere, eleva o abata hasta lo profundo del Hades. Así, pues, hijo, recuerda estos mandamientos y no permitas que se borren de tu corazón.

[20] «También quiero decirte que dejé en depósito a Gabael, hijo de Gabrí, en Ragués de Media, diez talentos de plata. [21] No debes preocuparte, hijo, porque seamos pobres. Muchos bienes posees si temes a Dios, huyes de todo pecado y haces lo que es bueno ante el Señor tu Dios.»

Capítulo 5

[1] Entonces Tobías respondió a su padre Tobit: «Haré cuanto me has mandado, padre. [2] Pero ¿cómo podré recuperar el depósito? Ni él me conoce a mí ni yo a él. ¿Qué señal debo darle para que me reconozca, me crea y me devuelva el dinero? Por otra parte, desconozco la ruta que conduce a Media.» [3] Tobit, entonces, respondió a su hijo Tobías: «El me dio un recibo y yo a él otro; lo partí en dos, tomé una parte y dejé la otra con el dinero. ¡Ya va para veinte años que deposité esta suma! Ahora, hijo, busca un hombre de confianza que vaya contigo, y le tomaremos a sueldo hasta tu vuelta, y vete a recuperar esta plata.» [4] Salió Tobías a buscar un hombre que conociera la ruta y fuera con él a Media. En saliendo, encontró a Rafael, el ángel, parado ante él; pero no sabía que era un ángel de Dios. [5] Díjole, pues: «¿De dónde eres, joven?» Le respondió: «De los israelitas, tus hermanos y ando en busca de trabajo.» Díjole Tobías: «¿Conoces la ruta de Media?» [6] Respondió: «Sí; he estado allá muchas veces y conozco al detalle todos los caminos. He ido a Media con frecuencia y he sido huésped de Gabael, nuestro hermano, el que vive en Ragués de Media. Hay dos jornadas de camino entre Ecbátana y Ragués, pues Ragués está en la montaña y Ecbátana en el llano.» [7] Tobías le dijo: «Espérame, joven, que voy a decírselo a mi padre, porque necesito que vengas conmigo; y yo te pagaré tu sueldo.» [8] El le dijo: «Te espero, pero no tardes.» [9] Fuese Tobías a informar a su padre y le dijo: «Ya he encontrado un hombre, que es israelita, hermano nuestro.» Contestóle Tobit: «Llámale, para que yo sepa a qué familia y tribu pertenece, y si es digno de confianza para que te acompañe, hijo.» Salió Tobías, le llamó y le dijo: «Joven, mi padre te llama.» [10] Entró el ángel y Tobit se adelantó a saludarle; el ángel contestó: «Que disfrutes de mucha alegría.» Replicó Tobit: «¿Qué alegría puedo disfrutar ya? Estoy ciego y no puedo ver la luz del cielo; yazgo en tinieblas como los muertos, que no contemplan la luz; vivo como un muerto; oigo la voz de los hombres, pero no los veo.» Le dijo el ángel: «Ten confianza, que Dios te curará dentro de poco. Ten confianza.» Tobit le dijo: «Mi hijo Tobías quiere ir a Media. ¿Puedes ir con él y servirle de guía? Yo te daría tu salario, hermano.» El respondió: «Puedo ir con él, pues conozco al detalle todos los caminos y he viajado a Media con frecuencia; he recorrido todos sus llanos y sus montes y tengo conocimiento de todas sus rutas.» [11] Tobit le dijo: «¿Querrías decirme, hermano, a qué familia y tribu perteneces? [12] Le respondió el ángel: «¿Qué puede importar mi tribu?» Tobit insistió: «Me gustaría, hermano, saber con seguridad tu tribu y nombre.» [13] Respondió el ángel: «Yo soy Azarías, hijo del gran Ananías, uno de tus hermanos.» [14] Le dijo Tobit: «Seas venido sano y salvo, hermano; y no lleves a mal, hermano, mi deseo de conocer con certeza tu nombre y familia. Resulta ahora que eres de mi parentela y que perteneces a un linaje bueno y honrado. He conocido a Ananías y a Natán, los dos hijos del gran Semeías; ellos iban conmigo a Jerusalén y conmigo adoraban allí, sin desviarse del buen camino. Tus hermanos son hombres de bien; de buen linaje procedes. ¡El gozo sea contigo!» [15] Y añadió: «Te daré como sueldo una dracma por día, y en lo demás tendrás el mismo trato que mi hijo.

[16] Vete con mi hijo y después te añadiré un sobresueldo.» [17] Le dijo el ángel: «Partiré con él y no abrigues temor; sanos partimos y sanos regresaremos a ti, porque la ruta es segura.» Le respondió Tobit: «Bendito seas, hermano.» Y llamando a su hijo le anunció: «Hijo, prepara las cosas para el camino y emprende la marcha con tu hermano; que el Dios que está en los cielos os proteja allí y os devuelva a mí sanos; y su ángel os acompañe con su protección, hijo.» Tobías se dispuso a emprender la marcha y besó a su padre y a su madre. Tobit le dijo: «¡Que tengáis buen viaje!» [18] Pero su madre lloraba y dijo a Tobit: «¿Por qué has hecho que se vaya mi hijo? ¿No era él el bastón de nuestra mano, que siempre va y viene con nosotros? [19] ¡Que no sea el dinero lo primero de todo! Que no se convierta en el precio de nuestro hijo! [20] ¡Con lo que el Señor nos daba para vivir teníamos bastante!» [21] El le dijo: «No pienses tal cosa; sano ha partido nuestro hijo y sano volverá a nosotros; con tus propios ojos lo verás el día que regrese sano junto a ti.

[22] No pienses tal cosa ni te atormentes por ellos, hermana; porque un ángel bueno le acompañará, le dará un viaje fácil y le devolverá sano.»

Capítulo 6

[1] Y ella dejó de llorar. [2] Partió el muchacho en compañía del ángel, y el perro les seguía. Yendo de camino, aconteció que una noche acamparon junto al río Tigris. [3] Bajó el muchacho al río a lavarse los pies, cuando saltó del agua un gran pez que quería devorar el pie del muchacho. Este gritó [4] pero el ángel le dijo: «¡Agarra el pez y tenlo bien sujeto!» El muchacho se apoderó del pez y lo arrastró a tierra. [5] El ángel añadió: «Abre el pez, sácale la hiel, el corazón y el hígado y guárdatelo, y tira los intestinos; porque su hiel, su corazón y su hígado son remedios útiles.» [6] El joven abrió el pez y tomó la hiel, el corazón y el hígado. Asó parte del pez y lo comió, salando el resto. Luego continuaron su camino, los dos juntos, hasta cerca de Media.

[7] Preguntó entonces el muchacho al ángel: «Hermano Azarías, ¿qué remedios hay en el corazón, el hígado y la hiel del pez?» [8] Le respondió: «Si se quema el corazón o el hígado del pez ante un hombre o una mujer atormentados por un demonio o un espíritu malo, el humo ahuyenta todo mal y le hace desaparecer para siempre. [9] Cuanto a la hiel, untando con ella los ojos de un hombre atacado por manchas blancas, y soplando sobre las manchas, queda curado.» [10] Cuando entraron en Media, y estando ya cerca de Ecbátana, [11] dijo Rafael al joven: «Hermano Tobías.» Le respondió: «¿Qué deseas?» Contestó él: «Pararemos esta noche en casa de Ragüel; es pariente tuyo y tiene una hija que se llama Sarra; [12] fuera de ella no tiene más hijos ni hijas; tú eres el más cercano, tienes más derechos sobre ella que todos los demás y es justo que heredes la hacienda de su padre; la muchacha es prudente, valerosa y muy bella y su padre la ama.» [13] Y añadió: «Es justo que la tomes para ti. Escúchame, hermano. Yo hablaré esta noche al padre acerca de la muchacha para que te la conceda como prometida, y a nuestro regreso de Ragués celebraremos la boda. Estoy seguro de que Ragüel no puede negártela, ni dársela a otro, pues se haría reo de muerte, según la sentencia del libro de Moisés, pues él sabe que te asiste el derecho a tomar a su hija por mujer. Así pues, óyeme bien, hermano; hablaremos esta noche sobre la muchacha y que la den como prometida; y cuando volvamos de Ragués, la tomaremos y la llevaremos con nosotros a tu casa.» [14] Tobías respondió a Rafael: «Hermano Azarías, he oído decir que ya ha sido dada a siete maridos y que todos han muerto la noche de bodas; que cuando entraban donde ella, morían; también he oído decir que un demonio los mataba; [15] así que tengo miedo, pues a ella no le hace ningún daño, porque la ama; pero al que intenta acercarse a ella, le mata; yo soy hijo único, y si muero, haré bajar en tristeza al sepulcro, por mi causa, la vida de mi padre y de mi madre. Ellos no tienen otro hijo que les dé sepultura.» [16] Respondió el ángel: «¿Has olvidado las recomendaciones de tu padre, que te mandó tomar mujer de la casa de tu padre? Escúchame bien, hermano: no tengas miedo a ese demonio y tómala; sé bien que esta noche te la darán por mujer.

[17] Cuando entres en la cámara nupcial, tomas el corazón del pez y parte del hígado y lo pones sobre las brasas de los perfumes. Se difundirá el aroma y cuando el demonio lo huela, huirá y nunca aparecerá ya a su lado. [18] Y cuando vayas a unirte a ella, levantaos primero los dos y haced oración y suplicad al Señor del Cielo que se apiade de vosotros y os salve. Y no tengas miedo, porque para ti está destinada desde el principio; tú la salvarás; ella se vendrá contigo y te aseguro que te dará hijos que serán para ti como hermanos. No te preocupes.» [19] Cuando Tobías oyó las razones de Rafael y que era hermana suya, del linaje de la casa de su padre, se enamoró de tal modo que se le apegó el corazón a ella.

Capítulo 7

[1] Cuando entraron en Ecbátana dijo Tobías: «Hermano Azarías, guíame en derechura a casa de Ragüel, nuestro hermano.» Le condujo, pues a casa de Ragüel y le encontraron sentado a la puerta del patio. Le saludaron ellos primero y él les contestó: «Mucha dicha os deseo, hermanos, y en buena salud vengáis.» Los llevó a su casa [2] y dijo a su mujer Edna: «¡Cómo se parece este muchacho a mi hermano Tobit!» [3] Edna les preguntó: «¿De dónde sois, hermanos?» Respondieron: «Somos de los hijos de Neftalí, de los deportados de Nínive.» [4] Les dijo: «¿Conocéis a Tobit, nuestro hermano?» Ellos contestaron: «Sí, le conocemos.» — «¿Está bien?» — [5] «Vive y está bien.» Y Tobías añadió: «Es mi padre.» [6] Ragüel se puso en pie de un salto, le besó, lloró y le dijo: «¡Bendito seas, hijo! Tienes un padre honrado y bueno. ¡Qué gran desgracia, haberse quedado ciego un hombre tan justo y tan limosnero!» Y echándose al cuello de su hermano Tobías, rompió a llorar.

[7] También lloró su mujer Edna y su hija Sarra. [8] Mató luego un carnero del rebaño y los acogió con toda cordialidad. [9] Después de lavarse y bañarse, se pusieron a comer. Tobías dijo entonces a Rafael: «Hermano Azarías, di a Ragüel que me dé por mujer a mi hermana Sarra.» [10] Al oír Ragüel estas palabras dijo al joven: «Come, bebe y disfruta esta noche, porque ningún hombre hay, fuera de ti, que tenga derecho a tomar a mi hija Sarra, de modo que ni yo mismo estoy facultado para darla a otro, si no es a ti, que eres mi pariente más próximo. Pero voy a hablarte con franqueza, muchacho. [11] Ya la he dado a siete maridos, de nuestros hermanos, y todos murieron la misma noche que entraron donde ella. Así que, muchacho, ahora come y bebe y el Señor os dará su gracia y su paz.» Pero Tobías replicó: «No comeré ni beberé hasta que no hayas tomado una decisión acerca de lo que te he pedido.» Ragüel le dijo: «¡Está bien! A ti se te debe dar, según la sentencia del libro de Moisés, y el Cielo decreta que te sea dada. Recibe a tu hermana. A partir de ahora, tú eres su hermano y ella es tu hermana. Tuya es desde hoy por siempre. Que el Señor del Cielo os guíe a buen fin esta noche, hijo, y os dé su gracia y su paz.» [12] Llamó Ragüel a su hija Sarra, y cuando ella se presentó, la tomó de la mano y se la entregó a Tobías, diciendo: «Recíbela, pues se te da por mujer, según la ley y la sentencia escrita en el libro de Moisés. Tómala y llévala con bien a la casa de tu padre. Y que el Dios del Cielo os guíe en paz por el buen camino.» [13] Llamó luego a la madre, mandó traer una hoja de papiro y escribió el contrato matrimonial, con lo cual se la entregó por mujer, conforme a la sentencia de la ley de Moisés.

[14] Y acabado esto, empezaron a comer y beber. [15] Ragüel llamó a su mujer Edna y le dijo: «Hermana, prepara la otra habitación y lleva allí a Sarra.» [16] Ella fue y preparó un lecho en la habitación, tal como se lo había ordenado, y llevó allí a Sarra. Lloró ella y luego, secándose las lágrimas, le dijo: «Ten confianza, hija: que el Señor del Cielo te dé alegría en vez de esta tristeza. Ten confianza, hija.» Y salió.

Capítulo 8

[1] Cuando acabaron de comer y beber, decidieron acostarse, y tomando al joven le llevaron al aposento. [2] Recordó Tobías las palabras de Rafael y, tomando el hígado y el corazón del pez de la bolsa donde los tenía, los puso sobre las brasas de los perfumes. [3] El olor del pez expulsó al demonio que escapó por los aires hacia la región de Egipto. Fuese Rafael a su alcance, le ató de pies y manos y en un instante le encadenó. [4] Los padres salieron y cerraron la puerta de la habitación. Entonces Tobías se levantó del lecho y le dijo: «Levántate, hermana, y oremos y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve.» [5] Ella se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo. Comenzó él diciendo: ¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! Bendígante los cielos, y tu creación entera, por los siglos todos. [6] Tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: No es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él. [7] Yo no tomo a esta mi hermana con deseo impuro, mas con recta intención. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad.

[8] Y dijeron a coro: «Amén, amén.» [9] Y se acostaron para pasar la noche. Se levantó Ragüel y, llamando a los criados que tenía en casa, fueron a cavar una tumba, [10] porque se decía: «No sea que haya muerto y nos sirva de mofa y escarnio.» [11] Cuando tuvieron cavada la tumba, volvió Ragüel a casa, llamó a su mujer [12] y le dijo: «Manda a una criada que entre a ver si vive; y si ha muerto, le enterraremos sin que nadie se entere.» [13] Mandaron a la criada, encendieron la lámpara y abrieron la puerta; y entrando ella vio que estaban acostados juntos y dormidos.

[14] Salió la criada y les anunció: «Vive, nada malo ha ocurrido.» [15] Ragüel bendijo al Dios del Cielo, diciendo: ¡Bendito seas, oh Dios, con toda pura bendición y seas bendecido por los siglos todos! [16] Seas bendecido por haberme alegrado y no haber ocurrido el mal que temía, sino que has hecho con nosotros según tu gran piedad. [17] Seas bendecido por tener compasión de dos hijos únicos. Ten, Señor, piedad de ellos y dales tu salvación, y haz que su vida transcurra en alegría y piedad. [18] Después ordenó a sus criados que rellenasen la fosa antes que amaneciera. [19] Mandó a su mujer cocer una gran hornada; y él fue al establo, tomó dos bueyes y cuatro carneros y ordenó que los aderezaran. Y comenzaron los preparativos.

[20] Hizo llamar a Tobías y le dijo: «Durante catorce días no te moverás de aquí; te quedarás conmigo comiendo y bebiendo y llenarás de gozo el corazón de mi hija por sus tristezas pasadas. [21] Luego, tomarás la mitad de todo cuanto aquí poseo y te volverás con felicidad a casa de tu padre. Cuando mi mujer y yo hayamos muerto, también será para vosotros la otra mitad. Ten confianza, hijo; yo soy tu padre y Edna tu madre; junto a ti estaremos y junto a tu hermana desde ahora en adelante. Ten confianza, hijo.»

Capítulo 9

[1] Entonces Tobías llamó a Rafael y le dijo: [2] «Hermano Azarías, toma contigo cuatro criados y dos camellos y vete a Ragués. [3] Dirígete a Gabael, dale el recibo y hazte cargo del dinero; invítale también a que se venga contigo a la boda. [4] Tú sabes que mi padre lleva cuenta de los días, y uno solo que demore, le doy un gran disgusto; [5] ya ves que Ragüel me ha conjurado, y que no puedo desatender su deseo.» Rafael se puso en camino para Ragués de Media con los cuatro criados y los dos camellos y fueron a pernoctar en casa de Gabael. Le presentó el recibo y le dio la noticia de que Tobías, hijo de Tobit, se había casado y le invitaba a la boda. Gabael se levantó, le entregó todos los sacos de dinero, con los sellos intactos, y los cargaron sobre los camellos. [6] Levantándose de madrugada, partieron juntos para la boda y llegados a casa de Ragüel encontraron a Tobías puesto a la mesa. Y como se levantara a toda prisa para saludarle, Gabael rompió a llorar y le bendijo diciendo: «¡Hombre bueno y honrado, hijo de un hombre honrado y bueno, justo y limosnero! Que el Señor te conceda las bendiciones del cielo a ti, a tu mujer, al padre y a la madre de tu mujer. ¡Bendito sea Dios, que me ha permitido ver un vivo retrato de mi primo Tobit!»

Capítulo 10

[1] Tobit, mientras tanto, llevaba cuenta, uno por uno, de los días de ida y vuelta. Cuando se cumplió el plazo sin que el hijo hubiera regresado, [2] pensó: «¿Habrá algo que le retenga allí? ¡Acaso haya muerto Gabael y no haya nadie que le entregue el dinero!» [3] Y empezó a ponerse triste. [4] Ana, su mujer, decía: «Mi hijo ha muerto y ya no se cuenta entre los vivos.» Y rompió a llorar y a lamentarse por su hijo, diciendo: [5] «¡Ay de mí, hijo mío! ¡Que te dejé marchar a ti, luz de mis ojos!» [6] Tobit le dijo: «Calla, hermana, no pienses eso. El está bien. Habrán tenido algún contratiempo allí, pero su compañero es hombre de fiar y uno de los nuestros; no te inquietes por él, que debe estar cerca.» [7] Ella le replicó: «Déjame, no intentes engañarme. Mi hijo ha muerto.» Y todos los días se iba a mirar el camino por donde su hijo había marchado. No creía a nadie. Y cuando se ponía el sol, entraba en casa y pasaba las noches gimiendo y llorando, sin poder dormir.

[8] Cuando se pasaron los catorce días con que Ragüel había determinado celebrar la boda de su hija, se dirigió a él Tobías y le dijo: «Déjame regresar, porque estoy seguro que mi padre y mi madre están pensando que ya no van a volver a verme. Así que te ruego, padre, que me permitas regresar al lado de mi padre. Ya te dije en qué situación le he dejado.» [9] Ragüel respondió a Tobías: «Quédate, hijo; quédate conmigo y yo enviaré mensajeros a tu padre Tobit para que le den noticias tuyas.» Pero Tobías replicó: «No. Te ruego que me permitas volver al lado de mi padre.» [10] Entonces Ragüel se levantó y entregó a Tobías su mujer Sarra y la mitad de todos sus bienes, criados, criadas, bueyes y carneros, asnos y camellos, vestidos, plata y utensilios, [11] y les dejó partir gozosos. Al despedirse de Tobías le dijo: «¡Salud, hijo, y buen viaje! El Señor del Cielo os guíe a vosotros y a tu mujer Sarra por buen camino y que pueda yo ver vuestros hijos antes de morir.» [12] A su hija Sarra le dijo: «Vas al lado de tu suegro, pues desde ahora ellos son padres tuyos igual que los que te han engendrado. Vete en paz, hija. Que tenga buenas noticias de ti, mientras yo viva.» Y saludándoles, se despidió de ellos. [13] Edna dijo a Tobías: «Hijo y hermano queridísimo: Que el Señor te devuelva y que yo viva hasta ver tus hijos y de mi hija Sarra antes de morir. En presencia del Señor te entrego a mi hija en custodia; no le causes tristeza en todos los días de tu vida. Vete en paz, hijo. A partir de ahora, yo soy tu madre y Sarra es tu hermana. ¡Ojalá pudiéramos vivir juntos todos los días de nuestra vida!» Y besando a los dos, los dejó partir llenos de gozo.

[14] Tobías salió de casa de Ragüel contento y gozoso, y bendiciendo al Señor del Cielo y de la tierra, rey de todas las cosas, porque había llevado a buen término su viaje. Bendijo a Ragüel y a su mujer Edna y les dijo: «Que pueda yo honraros todos los días de mi vida.»

Capítulo 11

[1] Cuando llegaron cerca de Kaserín, que está frente a Nínive, [2] dijo Rafael: «Tú sabes bien en qué situación dejamos a tu padre; [3] vamos a adelantarnos nosotros a tu mujer para preparar la casa, mientras llegan los demás.» [4] Prosiguieron, pues, los dos juntos; el ángel le dijo: «Toma contigo la hiel.» El perro seguía detrás de ellos. [5] Estaba Ana sentada, con la mirada fija en el camino de su hijo. [6] Tuvo la corazonada de que él venía y dijo al padre: «Mira, ya viene tu hijo y el hombre que le acompañaba.» [7] Rafael iba diciendo a Tobías, mientras se acercaban al padre: «Tengo por seguro que se abrirán los ojos de tu padre.

[8] Untale los ojos con la hiel del pez, y el remedio hará que las manchas blancas se contraigan y se le caerán como escamas de los ojos. Y así tu padre podrá mirar y ver la luz.» [9] Corrió Ana y se echó al cuello de su hijo, diciendo: «¡Ya te he visto, hijo! ¡Ya puedo morir!» Y rompió a llorar. [10] Tobit se levantó y trompicando salió a la puerta del patio. [11] Corrió hacia él Tobías, llevando en la mano la hiel del pez; le sopló en los ojos y abrazándole estrechamente le dijo: «¡Ten confianza, padre!» Y le aplicó el remedio y esperó; [12] y luego, con ambas manos le quitó las escamas de la comisura de los ojos. [13] Entonces él se arrojó a su cuello, lloró y le dijo: «¡Ahora te veo, hijo, luz de mis ojos!» [14] Y añadió: ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito su gran Nombre! ¡Bendito todos sus santos ángeles! ¡Bendito su gran Nombre por todos los siglos! [15] Porque me había azotado, pero me tiene piedad y ahora veo a mi hijo Tobías. Tobías entró en casa lleno de gozo y bendiciendo a Dios con toda su voz; luego contó a su padre el éxito de su viaje, cómo traía el dinero y cómo se había casado con Sarra, la hija de Ragüel, y que venía ella con él y estaba ya a las puertas de Nínive.

[16] Tobit salió al encuentro de su nuera hasta las puertas de Nínive, bendiciendo a Dios, lleno de gozo. Cuando los de Nínive le vieron caminar, avanzando con su antigua firmeza, sin necesidad de lazarillo, se maravillaron. Tobit proclamó delante de ellos que Dios se había compadecido de él y le había abierto los ojos. [17] Se acercó Tobit a Sarra, la mujer de su hijo, y la bendijo diciendo: «¡Bienvenida seas, hija! Y bendito sea tu Dios, hija, que te ha traído hasta nosotros. Bendito sea tu padre, y bendito Tobías, mi hijo, y bendita tú misma, hija. Bienvenida seas, entra en tu casa con gozo y bendición.» [18] Todos los judíos de Nínive celebraron fiesta aquel día. [19] También Ajikar y Nabad, primos de Tobit, vinieron a congratularle.

Capítulo 12

[1] Acabados los días de la boda, llamó Tobit a su hijo Tobías y le dijo: «Hijo, ya es tiempo de pagar el salario al hombre que te acompañó. Y le añadirás un sobresueldo.» [2] Respondió Tobías: «Padre, ¿qué salario puedo darle? Aun entregándole la mitad de la hacienda que traje conmigo, no salgo perdiendo. [3] Me ha guiado incólume, ha cuidado de mi mujer, me ha traído el dinero y te ha curado a ti. ¿Qué salario voy a darle?» [4] Díjole Tobit: «Hijo, bien merece que tome la mitad de cuanto trajo.» [5] Le llamó, pues, Tobías y le dijo: «Toma como salario la mitad de todo cuanto trajiste y vete en paz.» [6] Entonces Rafael llevó aparte a los dos y les dijo: «Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los bienes que os ha concedido, para bendecir y cantar su Nombre. Manifestad a todos los hombres las acciones de Dios, dignas de honra, y no seáis remisos en confesarle.

[7] Bueno es mantener oculto el secreto del rey y también es bueno proclamar y publicar las obras gloriosas de Dios. Practicad el bien y no tropezaréis con el mal. [8] «Buena es la oración con ayuno; y mejor es la limosna con justicia que la riqueza con iniquidad. Mejor es hacer limosna que atesorar oro. [9] La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Los limosneros tendrán larga vida. [10] Los pecadores e inicuos son enemigos de su propia vida. [11] «Os voy a decir toda la verdad, sin ocultaros nada. Ya os he manifestado que es bueno mantener oculto el secreto del rey y que también es bueno publicar las obras gloriosas de Dios. [12] Cuando tú y Sarra hacíais oración, era yo el que presentaba y leía ante la Gloria del Señor el memorial de vuestras peticiones. Y lo mismo hacía cuando enterrabas a los muertos.

[13] Cuando te levantabas de la mesa sin tardanza, dejando la comida, para esconder un cadáver, era yo enviado para someterte a prueba. [14] También ahora me ha enviado Dios para curarte a ti y a tú nuera Sarra. [15] Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor». [16] Se turbaron ambos y cayeron sobre sus rostros, llenos de terror. [17] El les dijo: «No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecid a Dios por siempre. [18] Si he estado con vosotros no ha sido por pura benevolencia mía hacia vosotros, sino por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos los días, a él debéis cantar.

[19] Os ha parecido que yo comía, pero sólo era apariencia. [20] Y ahora bendecid al Señor sobre la tierra y confesad a Dios. Mirad, yo subo al que me ha enviado. Poned por escrito todo cuanto os ha sucedido.» Y se elevó. [21] Ellos se levantaron pero ya no le vieron más. Alabaron a Dios y entonaron himnos, dándole gracias por aquella gran maravilla de habérseles aparecido un ángel de Dios.

Capítulo 13

[1] Y dijo: ¡Bendito sea Dios, que vive eternamente, y bendito sea su reinado! [2] Porque él es quien castiga y tiene compasión; el que hace descender hasta el más profundo Hades de la tierra y el que hace subir de la gran Perdición, sin que haya nada que escape de su mano. [3] Confesadle, hijos de Israel, ante todas las gentes, porque él os dispersó entre ellas [4] y aquí os ha mostrado su grandeza. Exaltadle ante todos los vivientes, porque él es nuestro Dios y Señor, nuestro Padre por todos los siglos. [5] Os ha castigado por vuestras injusticias, mas tiene compasión de todos vosotros y os juntará de nuevo de entre todas las gentes en que os ha dispersado. [6] Si os volvéis a él de todo corazón y con toda el alma, para obrar en verdad en su presencia, se volverá a vosotros sin esconder su faz. Mirad lo que ha hecho con vosotros y confesadle en alta voz. Bendecid al Señor de justicia y exaltad al Rey de los siglos. Yo le confieso en el país del destierro, y publico su fuerza y su grandeza a gentes pecadoras. ¡Volved, pecadores! Practicad la justica en su presencia. ¡Quién sabe si os amará y os tendrá misericordia! [7] Yo exalto a mi Dios y mi alma se alegra en el Rey del Cielo. Su grandeza [8] sea de todos celebrada y confiésenle todos en Jerusalén.

[9] ¡Jerusalén, ciudad santa! Dios te castigó por las obras de tus hijos, mas tendrá otra vez piedad de los hijos de los justos. [10] Confiesa al Señor cumplidamente y alaba al Rey de los siglos para que de nuevo levante en ti, con regocijo, su Tienda, y llene en ti de gozo a todos los cautivos y muestre en ti su amor a todo miserable por todos los siglos de los siglos. [11] Brillará luz de lámparas por todos los confines de la tierra. Vendrán a ti de lejos pueblos Caperosos, y los habitantes del confín del mundo, al Nombre del Señor, tu Dios, llevando en sus manos los obsequios para el Rey del Cielo. Todas las generaciones darán en ti señales de alegría, y el Nombre del Elegido durará por siempre. [12] ¡Malditos cuantos digan palabras crueles! ¡Malditos sean cuantos te destruyan! ¡Cuantos derriben tus muros echen tus torres por tierra y pasen a fuego tus moradas! ¡Mas sean benditos por siempre los que te construyan! [13] Entonces exultarás, te alegrarás por los hijos de los justos, pues serán reunidos todos y bendecirán al Señor de los siglos. [14] ¡Dichosos los que te amen! ¡Dichosos los que se alegren en tu paz! ¡Dichosos cuantos hombres tuvieron tristeza en todos tus castigos, pues se alegrarán en ti y verán por siempre toda tu alegría! [15] Bendice, alma mía, al Señor y gran Rey, [16] que Jerusalén va a ser reconstruida y en la ciudad su Casa para siempre. Seré feliz si alguno quedare de mi raza para ver tu Gloria y confesar al Rey del Cielo. Las puertas de Jerusalén serán rehechas con zafiros y esmeraldas, y de piedras preciosas sus murallas. Las torres de Jerusalén serán alzadas con oro, y con oro puro sus defensas. [17] Las plazas de Jerusalén serán soladas con rubí y piedra de Ofir; las puertas de Jerusalén entonarán cantos de alegría y todas sus casas cantarán: ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Dios de Israel! Y los benditos bendecirán el Santo Nombre por todos los siglos de los siglos.

Capítulo 14

[1] Aquí acabaron las palabras de acción de gracias de Tobit. Tobit murió en paz a la edad de 112 años y recibió honrosa sepultura en Nínive. [2] Tenía 62 años cuando perdió la vista; y después de recuperarla, vivió feliz, practicando la limosna, bendiciendo siempre a Dios y proclamando sus grandezas. [3] Cercana ya su muerte, llamó a su hijo Tobías y le recomendó: «Hijo mío, toma tus hijos [4] y vete a Media, porque yo creo en la profecía que pronunció Dios por Nahúm sobre Nínive. Todo cuanto los profetas de Israel, enviados por Dios, anunciaron sobre Asur y Nínive, todo vendrá y se realizará. Todo tendrá cumplimiento. No se rebajará ni una sola de sus palabras. Todo llegará a su tiempo. Habrá más seguridad en Media que en Asiria y Babilonia, porque sé y creo que cuanto ha dicho Dios se cumplirá, sucederá y no fallará ni una de sus palabras. «Todos nuestros hermanos que habitan en la tierra de Israel serán Caperados y deportados de aquella tierra venturosa. Todo el país de Israel quedará desierto. Un desierto serán Jerusalén y Samaría. La Casa de Dios quedará desolada y quemada durante algún tiempo. [5] Pero Dios tendrá una vez más compasión de ellos y los volverá a la tierra de Israel; construirán de nuevo la Casa, aunque no como la primera, hasta que se cumplan los tiempos; entonces volverán todos del destierro, edificarán una Jerusalén maravillosa y construirán en ella la Casa de Dios, como lo anunciaron los profetas de Israel. [6] Todas las naciones del universo se volverán a Dios en verdad y le temerán; abandonarán los ídolos que los extraviaron en la mentira de sus errores [7] y bendecirán al Dios de los siglos en justicia. Todos los israelitas salvados aquellos días se acordarán de Dios en verdad, se reunirán e irán a Jerusalén y les será dada la tierra de Abraham, que ellos habitarán por siempre y en seguridad. Y los que aman a Dios en verdad se alegrarán. Pero los que cometen pecados e injusticias desaparecerán de toda la tierra.

[8] «Ahora, pues, hijos, yo os recomiendo que sirváis a Dios en verdad y hagáis lo que es agradable en su presencia. Mandad a vuestros hijos que practiquen la justicia y la limosna, que se acuerden de Dios y bendigan su Nombre en todo tiempo, en verdad y con todas sus fuerzas. [9] «Tú, hijo, sal de Nínive. No te quedes aquí. [10] El día que sepultes a tu madre junto a mí, ya ese mismo día, no te quedes en este territorio, porque he visto que se cometen aquí muchas injusticias y muchos engaños, sin rebozo. Mira, hijo lo que hizo Nadab con Ajikar, que le había criado. ¿No le hizo bajar vivo a la tierra? Pero Dios le cubrió de infamia ante su misma víctima. Sacó a Ajikar a la luz y metió a Nadab en las tinieblas eternas, por haber tramado la muerte de Ajikar. Por haber practicado la limosna se libró Ajikar de la trampa mortal que le había tendido Nadab. Fue Nadab quien cayó en la trampa de muerte para su perdición. [11] Ved, pues, hijos, a dónde lleva la limosna y a dónde la injusticia: a la muerte. Pero me falta el aliento.» Le tendieron en el lecho y expiró, y se le dio honrosa sepultura. [12] Cuando murió su madre, Tobías la sepultó al lado de su padre, y se marchó con su mujer y sus hijos a Media, quedándose a vivir en Ecbátana, junto a su suegro Ragüel. [13] Los rodeó de atenciones en su ancianidad y los sepultó en Ecbátana de Media, heredando él la casa de Ragüel y la de Tobit, su padre.

[14] Murió, honrado, a la edad de 117 años. [15] Antes de morir presenció y oyó la ruina de Nínive y vio cómo los ninivitas eran llevados cautivos a Media, cuando la deportación de Ciajares, rey de Media. Y bendijo a Dios por todo cuanto había hecho a los ninivitas y asirios. Antes de morir pudo alegrarse por la suerte de Nínive y bendijo al Señor Dios por los siglos de los siglos. Amén.

JUDIT

Capítulo 1

[1] El año doce del reinado de Nabucodonosor, que reinó sobre los asirios en la gran ciudad de Nínive, Arfaxad, que reinaba en aquel tiempo sobre los medos, en Ecbátana, [2] rodeó esta ciudad con un muro de piedras de sillería que tenían tres codos de anchura y seis codos de longitud, dando al muro una altura de setenta codos y una anchura de cincuenta. [3] Alzó torres de cien codos junto a las puertas, siendo la anchura de sus cimientos sesenta codos. [4] Las puertas se elevaban a setenta codos de altura, con una anchura de cuarenta codos, para permitir la salida de sus fuerzas y el desfile ordenado de la infantería. [5] Por aquellos días, el rey Nabucodonosor libró batallas contra el rey Arfaxad, en la gran llanura que está en el territorio de Ragáu. [6] Se le unieron todos los habitantes de las montañas, todos los habitantes de Eufrates, del Tigris y del Hidaspes y los de la llanura de Arioj, rey de Elam. Se congregaron, pues, muchos pueblos, para combatir a los hijos de Jeleúd.

[7] Envió, además, Nabucodonosor, rey de Asiria, mensajeros a todos los habitantes de Persia, y a todos los habitantes de Occidente: a los de Cilicia, Damasco, el Líbano y el Antilíbano, y a todos los que viven en el litoral, [8] a todos los pueblos del Carmelo y Galaad, de la Galilea superior y de la gran llanura de Esdrelón, [9] a todos los de Samaría y sus ciudades, y a los del otro lado del Jordán, hasta Jerusalén, Batanea, Jelús, Cadés, el río de Egipto, Tafnes, Remeses y toda la tierra de Gósem, [10] y hasta más arriba de Tanis y Menfis, a todos los habitantes de Egipto, hasta los confines de Etiopía. [11] Pero los moradores de toda aquella tierra despreciaron el mensaje de Nabucodonosor, rey de los asirios, y no quisieron ir con él a la guerra, pues no le temían, sino que le consideraban un hombre sin apoyo. Así que despidieron a los mensajeros de vacío y afrentados. [12] Nabucodonosor experimentó una gran cólera contra toda aquella tierra y juró por su trono y por su reino que tomaría venganza y pasaría a cuchillo todo el territorio de Cilicia, Damasco y Siria, y a todos los habitantes de Moab, a los ammonitas, a toda la Judea y a todos los de Egipto, hasta los confines de los dos mares.

[13] El año diecisiete libró batalla con su ejército contra el rey Arfaxad; le derrotó en el combate, poniendo en fuga a todas las fuerzas de Arfaxad, a toda su caballería y a todos sus carros; [14] se apoderó de sus ciudades, llegó hasta Ecbátana, ocupó sus torres, devastó sus calles y convirtió en afrenta su hermosura. [15] Alcanzó a Arfaxad en las montañas de Ragáu, lo atravesó con sus lanzas y le destruyó para siempre. [16] Luego regresó con sus soldados y con una inmensa multitud de gente armada que se les había agregado. Y se quedó allí con su ejército, viviendo en la molicie, durante 120 días.

Capítulo 2

[1] El año dieciocho, el día veintidós del primer mes, se celebró consejo en el palacio de Nabucodonosor, rey de Asiria, en orden a la venganza que había de tomarse a toda aquella tierra, tal como lo había anunciado. [2] Convocó a todos sus ministros y a todos sus magnates y expuso ante ellos su secreto designio, decidiendo con su propia boca la total desgracia de aquella tierra. [3] Y ellos sentenciaron que debía ser destruida toda carne que no había escuchado las palabras de su boca. [4] Acabado el consejo, Nabucodonosor, rey de Asiria, llamó a Holofernes, jefe supremo del ejército y segundo suyo, y le dijo: [5] «Así dice el gran rey, señor de toda la tierra: Parte de junto a mí. Toma contigo hombres de valor probado, unos 120.000 infantes y una gran cantidad de caballos, con 12.000 jinetes; [6] marcha contra toda la tierra de occidente, pues no escucharon las palabras de mi boca.

[7] Ordénales que pongan a tu disposición tierra y agua, porque partiré airado contra ellos y cubriré toda la superficie de la tierra con los pies de mis soldados, a los que entregaré el país como botín. [8] Sus heridos llenarán sus barrancos; sus ríos y torrentes, repletos todos de cadáveres, se desbordarán; [9] y los deportaré hasta los confines de la tierra. [10] Parte, pues, y comienza por apoderarte de su territorio. Si se rinden a ti, resérvamelos para el día de su vergüenza. [11] Pero que no perdone tu ojo a los rebeldes. Entrégalos a la muerte y al saqueo en todo el país conquistado. [12] Porque, por mi vida y por el poderío de mi reino, como lo he dicho, lo cumpliré por mi propia mano.

[13] Por tu parte, no traspases ni una sola de las órdenes de tu señor; las cumplirás estrictamente, sin tardanza, tal como te lo he mandado.» [14] En saliendo Holofernes de la presencia de su señor, convocó a todos los príncipes, jefes y capitanes del ejército asirio, [15] y eligió a los hombres más selectos para la guerra, como lo había ordenado su señor: unos 120.000 hombres, más 12.000 arqueros a caballo, [16] y los puso en orden de combate, como se ordena una multitud para la batalla. [17] Tomó una gran cantidad de camellos, asnos y mulas para el bagaje e incontable número de ovejas, bueyes y cabras para el avituallamiento; [18] provisiones abundantes para cada hombre y muchísimo oro y plata de la casa real.

[19] Se puso luego Holofernes en camino con todo su ejército para preceder al rey Nabucodonosor y para cubrir toda la superficie de la tierra de occidente con sus carros, sus caballos y sus mejores infantes. [20] Se les agregó una multitud tan Caperosa como la langosta y como la arena de la tierra, que les seguía en tan gran número que no se podía calcular. [21] Se alejaron de Nínive tres jornadas de camino hasta la llanura de Bektilez, y acamparon junto a Bektilez, cerca del monte que está a la izquierda de la Cilicia superior. [22] Tomó todo su ejército, infantes, jinetes y carros, y partió de allí hacia la montaña. [23] Desbarató a Put y Lud, devastó a todos los hijos de Rassis y a los hijos de Ismael que están al borde del desierto, al sur de Jeleón, [24] atravesó el Eufrates, recorrió Mesopotamia, arrasó todas las ciudades altas que dominan el torrente Abroná y llegó hasta el mar.

[25] Se apoderó del territorio de Cilicia y, derrotando a cuantos se le oponían, alcanzó la frontera de Jafet por el sur, frente a Arabia. [26] Cercó a todos los madianitas, incendió sus tiendas y saqueó sus aduares; [27] descendió hacia la llanura de Damasco, al tiempo de la siega del trigo, incendió todos sus cultivos, exterminó sus rebaños de ovejas y bueyes, saqueó sus ciudades, devastó sus campos y pasó a cuchillo a todos sus jóvenes. [28] Temor y espanto de él cayó sobre todos los habitantes del litoral. Los de Sidón y Tiro, los habitantes de Sur y Okina, los de Yamnia, Azoto y Ascalón temblaron ante él.

Capítulo 3

[1] Entonces le enviaron mensajeros para decirle en son de paz: [2] «Nosotros, siervos del gran rey Nabucodonosor, nos postramos ante ti. Trátanos como mejor te parezca. [3] Nuestras granjas y todo nuestro territorio, nuestros campos de trigo, los rebaños de ovejas y bueyes, todas las majadas de nuestros campamentos, están a tu disposición. Haz con ellos lo que quieras. [4] También nuestras ciudades y los que las habitan son siervos tuyos. Ven, dirígete a ellas y haz lo que te parezca bien.» [5] Los enviados se presentaron ante Holofernes y le comunicaron estas palabras. [6] Entonces él bajó con todo su ejército al litoral, puso guarniciones en las ciudades altas, y les tomó los mejores hombres en calidad de tropas auxiliares.

[7] Los habitantes de las ciudades y todos los de los contornos salieron a recibirle con coronas y danzando al son de tambores. [8] El saqueó sus santuarios y taló sus bosques sagrados, pues había recibido la orden de destruir todas las divinidades del país para que todas las gentes adorasen únicamente a Nabucodonosor y todas las lenguas y todas las tribus le proclamasen dios. [9] Llegó después frente a Esdrelón, junto a Dotán, que está ante la gran sierra montañosa de Judea, [10] acamparon entre Gueba y Escitópolis y se detuvo allí un mes, haciendo acopio de provisiones para su ejército.

Capítulo 4

[1] Los israelitas que habitaban en Judea oyeron todo cuanto Holofernes, jefe supremo del ejército de Nabucodonosor, rey de Asiria, había hecho con todas las naciones: cómo había saqueado sus templos y los había destruido, [2] y tuvieron gran miedo ante él, temblando por la suerte de Jerusalén y por el Templo del Señor su Dios, [3] pues hacía poco que habían vuelto del destierro y apenas si acababa de reunirse el pueblo de Judea y de ser consagrados el mobiliario, el altar y el Templo profanados. [4] Pusieron, pues, sobre aviso a toda la región de Samaría, a Koná, Bet Jorón, Belmáin, Jericó, y también Joba, Esorá y el valle de Salem, [5] y ocuparon con tiempo todas las alturas de las montañas más elevadas, fortificaron los poblados que había en ellas e hicieron provisiones con vistas a la guerra, pues tenían reciente la cosecha de los campos. [6] El sumo sacerdote Yoyaquim, que estaba entonces en Jerusalén, escribió a los habitantes de Betulia y Betomestáin, que está frente a Esdrelón, a la entrada de la llanura cercana a Dotán, [7] ordenándoles que tomaran posiciones en las subidas de la montaña que dan acceso a Judea, pues era fácil detener allí a los atacantes por la angostura del paso que sólo permite avanzar dos hombres de frente.

[8] Los israelitas cumplieron la orden del sumo sacerdote Yoyaquim y del Consejo de Ancianos de todo el pueblo de Israel que se encontraba en Jerusalén. [9] Todos los hombres de Israel clamaron a Dios con gran fervor, y con gran fervor se humillaron; [10] y ellos, sus mujeres, sus hijos y sus ganados, los forasteros residentes, los jornaleros y los esclavos, se ciñeron de sayal. [11] Todos los hombres, mujeres y niños de Israel que habitaban en Jerusalén se postraron ante el Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas y extendieron las manos ante el Señor. [12] Cubrieron el altar de saco y clamaron insistentemente, todos a una, al Dios de Israel, para que no entregase sus hijos al saqueo, sus mujeres al pillaje, las ciudades de su herencia a la destrucción y las cosas santas a la profanación y al ludibrio, para mofa de los gentiles. [13] El Señor oyó su voz y vio su angustia. El pueblo ayunó largos días en toda Judea y en Jerusalén, ante el santuario del Señor Omnipotente.

[14] El sumo sacerdote Yoyaquim y todos los que estaban delante del Señor, sacerdotes y ministros del Señor, ceñidos de sayal, ofrecían el holocausto perpetuo, las oraciones y las ofrendas voluntarias del pueblo, [15] y con la tiara cubierta de ceniza clamaban al Señor con todas sus fuerzas para que velara benignamente por toda la casa de Israel.

Capítulo 5

[1] Se dio aviso a Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, de que los israelitas se habían preparado para la guerra, que habían cerrado los pasos de las montañas, fortificado todas las alturas de los montes elevados y puesto obstáculos en las llanuras. [2] Esto le irritó sobremanera, y mandó llamar a todos los jefes de Moab, a los generales de Ammón y a todos los sátrapas del litoral, [3] les dijo: «Hijos de Canaán, hacedme saber quién es este pueblo establecido en la montaña, qué ciudades habita, cuál es la importancia de su ejército y en qué estriba su poder y su fuerza, qué rey está a su frente y manda a sus soldados, [4] y por qué, a diferencia de todos los demás pueblos de occidente, han desdeñado salir a recibirme.» [5] Entonces Ajior, general de todos los ammonitas, le dijo: «Escuche mi señor las palabras de la boca de tu siervo y te diré la verdad sobre este pueblo que habita esta montaña junto a la que te encuentras. No saldrá mentira de la boca de tu siervo. [6] Este pueblo desciende de los caldeos.

[7] Al principio se fueron a residir a Mesopotamia, porque no quisieron seguir a los dioses de sus padres, que vivían en Caldea. [8] Se apartaron del camino de sus padres y adoraron al Dios del Cielo, al Dios que habían reconocido. Por eso les arrojaron de la presencia de sus dioses y ellos se refugiaron en Mesopotamia, donde residieron por mucho tiempo. [9] Su Dios les ordenó salir de su casa y marchar a la tierra de Canaán; se establecieron en ella y fueron colmados de oro, de plata y de gran cantidad de ganado. [10] Bajaron después a Egipto, porque el hambre se extendió sobre la superficie de la tierra de Canaán, y permanecieron allí mientras tuvieron alimentos. Allí se hicieron muy numerosos, de modo que no se podía contar a los de su raza. [11] Pero el rey de Egipto se alzó contra ellos y los engañó con el trabajo de los ladrillos, los humilló y los redujo a esclavitud. [12] Clamaron a su Dios, que castigó la tierra de Egipto con plagas incurables. Los egipcios, entonces, los arrojaron lejos de sí.

[13] Dios secó a su paso el mar Rojo, [14] y los condujo por el camino del Sinaí y Cadés Barnea. Arrojaron a todos los moradores del desierto, [15] se establecieron en el país de los amorreos y aniquilaron por la fuerza a todos los jesbonitas. Pasaron el Jordán y se apoderaron de toda la montaña, [16] expulsaron ante ellos al cananeo, al perizita, al jebuseo, a los siquemitas y a todos los guirgasitas, y habitaron allí por mucho tiempo. [17] Mientras no pecaron contra su Dios vivieron en prosperidad, porque está en medio de ellos un Dios que odia la iniquidad. [18] Pero cuando se apartaron del camino que les había impuesto, fueron duramente aniquilados por múltiples guerras, y deportados a tierra extraña; el Templo de su Dios fue arrasado y sus ciudades cayeron en poder de sus adversarios.

[19] Pero ahora, habiéndose convertido a su Dios, han vuelto de los diversos lugares en que habían sido dispersados, han tomado posesión de Jerusalén, donde se encuentra su santuario, y se han establecido en la montaña que había quedado desierta. [20] Así pues, dueño y señor, si hay algún extravío en este pueblo, si han pecado contra su Dios, y vemos que hay en ellos alguna causa de ruina, subamos y ataquémoslos. [21] Pero si no hay iniquidad en esa gente, que mi señor se detenga, no sea que su Dios y Señor les proteja con su escudo y nos hagamos nosotros la irrisión de toda la tierra.» [22] En acabando de decir Ajior todas estas palabras, se alzó un murmullo entre toda la gente que estaba en torno de la tienda, y los magnates de Holofernes y los habitantes de la costa y de Moab hablaron de despedazarle. [23] «¡No tememos a los israelitas! No son gente que tenga fuerza ni vigor para un encuentro violento. [24] ¡Subamos y serán un bocado para todo tu ejército, señor Holofernes!»

Capítulo 6

[1] Calmado el tumulto provocado por los hombres que estaban en torno al Consejo. Holofernes, jefe supremo del ejército de Asiria, dijo a Ajior delante de todos los pueblos extranjeros y de los moabitas: [2] «¿Quién eres tú, Ajior, y quiénes los mercenarios de Ammón, que te permites hoy lanzar profecías entre nosotros y nos aconsejas que no luchemos contra esta ralea de Israel, porque su Dios los cubrirá con su escudo? ¿Qué otro dios hay fuera de Nabucodonosor? Este enviará su fuerza y los aniquilará de sobre la faz de la tierra, sin que su Dios pueda librarlos. [3] Nosotros, sus siervos, los batiremos como si fueran sólo un hombre, [4] y no podrán resistir el empuje de nuestros caballos. Los pasaremos a fuego sin distinción. Sus montes se embriagarán de su sangre y sus llanuras se colmarán con sus cadáveres. No podrán mantenerse a pie firme ante nosotros y serán totalmente destruidos, dice el rey Nabucodonosor, Señor de toda la tierra. Porque lo ha dicho y no quedarán sin cumplimiento sus palabras. [5] Cuanto a ti, Ajior, mercenario ammonita, que has dicho estas palabras el día de tu iniquidad, a partir de ahora no verás ya mi rostro hasta el día en que tome venganza de esa ralea venida de Egipto. [6] Entonces, el hierro de mis soldados y la lanza de mis servidores te atravesará los costados y caerás junto a sus heridos, cuando yo me revuelva contra ellos.

[7] Mis servidores te van a llevar a la montaña y te van a dejar en una de las ciudades que están en las subidas. [8] No perecerás sino cuando seas aniquilado junto con ellos. [9] Y no muestres un rostro tan abatido ya que en tu corazón esperas que no serán conquistados. Así lo digo y no dejará de cumplirse ni una sola de mis palabras.» [10] Holofernes ordenó a los servidores que estaban al servicio de su tienda que tomasen a Ajior, lo llevasen a Betulia y lo entregasen en manos de los israelitas. [11] Los servidores le agarraron y le condujeron fuera del campamento, a la llanura; y de la llanura abierta pasaron a la región montañosa, alcanzando las fuentes que había al pie de Betulia. [12] Cuando los hombres de la ciudad los divisaron desde la cumbre del monte, corrieron a las armas y salieron fuera de la ciudad, a la cumbre del monte, mientras los honderos dominaban la subida y disparaban sus piedras contra ellos.

[13] Entonces los asirios se deslizaron al pie del monte, ataron a Ajior, lo dejaron tendido en la falda y se volvieron donde su señor. [14] Los israelitas bajaron de su ciudad, se acercaron y desatándole le llevaron a Betulia y le presentaron a los jefes de la ciudad, [15] que en aquel tiempo eran Ozías, hijo de Miqueas, de la tribu de Simeón, Jabrís, hijo de Gotoniel, y Jarmís, hijo de Melkiel. [16] Estos mandaron convocar a todos los ancianos de la ciudad. Se unieron también a la asamblea todos los jóvenes y las mujeres; pusieron a Ajior en medio de todo el pueblo y Ozías le interrogó acerca de los sucedido. [17] Ajior respondió narrándoles las deliberaciones habidas en el Consejo de Holofernes, todas las cosas que él mismo había dicho delante de todos los jefes de los asirios y las bravatas que Holofernes había proferido contra la casa de Israel. [18] Entonces el pueblo se postró, adoró a Dios y clamó: [19] «Señor, Dios del cielo, mira su soberbia, compadécete de la humillación de nuestra raza y mira con piedad el rostro de los que te están consagrados».

[20] Después dieron ánimos a Ajior y le felicitaron calurosamente, [21] y a la salida de la asamblea, Ozías le condujo a su propia casa y ofreció un banquete a los ancianos. Y estuvieron invocando la ayuda del Dios de Israel durante toda la noche.

Capítulo 7

[1] Al día siguiente ordenó Holofernes a todo su ejército y a todos los pueblos que iban como tropas auxiliares mover el campo contra Betulia, ocupar los accesos de la montaña y comenzar las hostilidades contra los israelitas. [2] El mismo día levantaron el campo todos los hombres de su ejército; el número de sus guerreros era de 120.000 infantes y 12.000 jinetes, sin contar los encargados del bagaje y la gran cantidad de hombres que iban a pie con ellos. [3] Acamparon en el valle que hay cerca de Betulia, junto a la fuente, y se desplegaron en profundidad desde Dotán hasta Belbáin, y en longitud desde Betulia hasta Kiamón, que está frente a Esdrelón. [4] Cuando los israelitas vieron su muchedumbre, quedaron sobrecogidos y se dijeron unos a otros: «Estos ahora van a arrasar toda la tierra y ni los montes más altos ni los barrancos ni las colinas podrán soportar su peso.» [5] Tomó cada cual su equipo de guerra, encendieron hogueras en las torres y permanecieron sobre las armas toda aquella noche. [6] Al segundo día, Holofernes hizo desfilar toda su caballería ante los israelitas que había en Betulia.

[7] Inspeccionó todas las subidas de la ciudad, reconoció las fuentes y las ocupó, dejando en ellas guarniciones de soldados; y él se volvió donde su ejército. [8] Se acercaron entonces a él los príncipes de los hijos de Esaú, todos los jefes de los moabitas y los generales del litoral, y le dijeron: [9] «Que nuestro señor escuche una palabra y no habrá ni un solo herido en tu ejército. [10] Este pueblo de los israelitas no confía tanto en sus lanzas como en las alturas de los montes en que habitan. De hecho no es fácil escalar la cumbre de estos montes. [11] «Por eso, señor, no pelees contra ellos en el orden de batalla acostumbrado, para que no caiga ni un solo hombre de los tuyos. [12] Quédate en el campamento y conserva todos los hombres de tu ejército. Que tus siervos se apoderen de la fuente que brota en la falda de la montaña, [13] porque de ella se abastecen todos los habitantes de Betulia. La sed los destruirá y tendrán que entregarte la ciudad. Nosotros y nuestro pueblo ocuparemos las alturas de los montes cercanos y acamparemos en ellas, vigilando para que no salga de la ciudad ni un solo hombre.

[14] Ellos, sus mujeres y sus hijos, serán consumidos por el hambre y, aun antes de que la espada les alcance, caerán tendidos por las plazas de su ciudad. [15] Entonces les impondrás un duro castigo por haberse rebelado y no haber salido a tu encuentro en son de paz.» [16] Parecieron bien estos consejos a Holofernes y a todos sus oficiales, y ordenó que se ejecutara lo que proponían. [17] Se puso en marcha el ejército moabita, reforzado por 5.000 asirios, acamparon en el valle y se apoderaron de los depósitos de agua y de las fuentes de los israelitas. [18] Los edomitas y ammonitas, por su parte, acamparon en el monte, frente a Dotán, y enviaron destacamentos hacia el sur y el este, frente a Egrebel, que está al lado de Jus, sobre el torrente Mojmur. El resto del ejército asirio quedó acampado en la llanura y cubría toda la superficie del suelo. Sus tiendas y bagajes formaban un campamento inmenso, porque eran una enorme muchedumbre. [19] Clamaron los israelitas al Señor su Dios, pues su ánimo empezaba a flaquear, viendo que el enemigo les había cercado y cortado toda retirada.

[20] 34 días estuvieron cercados por todo el ejército asirio, infantes, carros y jinetes. A todos las habitantes de Betulia se les acabaron las reservas de agua; [21] las cisternas se agotaron; ni un solo día podían beber a satisfacción, porque se les daba el agua racionada. [22] Los niños aparecían abatidos, las mujeres y los adolescentes desfallecían de sed y caían en las plazas y a las salidas de las puertas de la ciudad, faltos de fuerzas. [23] Todo el pueblo, los adolescentes, las mujeres y los niños, se reunieron en torno a Ozías y a los jefes de la ciudad y clamaron a grandes voces, diciendo delante de los ancianos: [24] «Juzgue Dios entre nosotros y vosotros, pues habéis cometido una gran injusticia contra nosotros, por no haber hecho tentativas de paz con los asirios. [25] Y ahora no hay nadie que pueda valernos. Dios nos ha vendido en sus manos, para sucumbir ante ellos de sed y destrucción total.

[26] Llamadles ahora mismo y entregad toda la ciudad al saqueo de la gente de Holofernes y de todo su ejército. [27] Mejor nos es convertirnos en botín suyo. Seremos sus esclavos, pero salvaremos la vida y no tendremos que ver cómo, a nuestros ojos, se mueren nuestros niños y expiran nuestras mujeres y nuestros hijos. [28] Os conjuramos por el cielo y por la tierra, y por nuestro Dios, Señor de nuestros padres, que nos ha castigado por nuestros pecados, y por los pecados de nuestros padres, que cumpláis ahora mismo nuestros deseos.» [29] Y toda la asamblea, a una, prorrumpió en gran llanto y clamaron, a grandes voces, al Señor Dios. [30] Ozías les dijo: «Tened confianza, hermanos; resistamos aún cinco días, y en este tiempo el Señor Dios nuestro volverá su compasión hacia nosotros, porque no nos ha de abandonar por siempre. [31] Pero si pasan estos días sin recibir ayuda cumpliré vuestros deseos.» [32] Y despidió a la gente, cada cual a su puesto. Los hombres fueron a las murallas y torres de la ciudad, y a las mujeres y niños los enviaron a casa. Había en la ciudad un gran abatimiento.

Capítulo 8

[1] Se enteró entonces de ello Judit, hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de José, hijo de Oziel, hijo de Elcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón, hijo de Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jilquías, hijo de Eliab, hijo de Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Sarasaday, hijo de Israel. [2] Su marido Manasés, de la misma tribu y familia que ella, había muerto en la época de la recolección de la cebada. [3] Estaba, en efecto, en el campo, vigilando a los que ataban las gavillas, y le dio una insolación a la cabeza, cayó en cama y vino a morir en su ciudad de Betulia. Fue sepultado junto a sus padres, en el campo que hay entre Dotán y Balamón. [4] Judit llevaba ya tres años y cuatro meses viuda, viviendo en su casa. [5] Se había hecho construir un aposento sobre el terrado de la casa, se había ceñido de sayal y se vestía vestidos de viuda; ayunaba [6] durante toda su viudez, a excepción de los sábados y las vigilias de los sábados, los novilunios y sus vigilias, las solemnidades y los días de regocijo de la casa de Israel.

[7] Era muy bella y muy bien parecida. Su marido Manasés le había dejado oro y plata, siervos y siervas, ganados y campos, quedando ella como dueña, [8] y no había nadie que pudiera decir de ella una palabra maliciosa, porque tenía un gran temor de Dios. [9] Oyó, pues, Judit las amargas palabras que el pueblo había dicho contra el jefe de la ciudad, pues habían perdido el ánimo ante la escasez de agua. Supo también todo cuanto Ozías les había respondido y cómo les había jurado que entregaría la ciudad a los asirios al cabo de cinco días. [10] Entonces, mandó llamar a Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad, por medio de la sierva que tenía al frente de su hacienda. [11] Vinieron y ella les dijo: «Escuchadme, jefes de los moradores de Betulia. No están bien las palabras que habéis pronunciado hoy delante del pueblo, cuando habéis interpuesto entre Dios y vosotros un juramento, asegurando que entregaríais la ciudad a nuestros enemigos si en el plazo convenido no os enviaba socorro el Señor. [12] ¿Quiénes sois vosotros para permitiros hoy poner a Dios a prueba y suplantar a Dios entre los hombres? [13] ¡Así tentáis al Señor Omnipotente, vosotros que nunca llegaréis a comprender nada! [14] Nunca llegaréis a sondear el fondo del corazón humano, ni podréis apoderaros de los pensamientos de su inteligencia, pues ¿cómo vais a escrutar a Dios que hizo todas las cosas, conocer su inteligencia y comprender sus pensamientos? No, hermanos, no provoquéis la cólera del Señor, Dios nuestro.

[15] Si no quiere socorrernos en el plazo de cinco días, tiene poder para protegernos en cualquier otro momento, como lo tiene para aniquilarnos en presencia de nuestros enemigos. [16] Pero vosotros no exijáis garantías a los designios del Señor nuestro Dios, porque Dios no se somete a las amenazas, como un hombre, ni se le marca, como a un hijo de hombre, una línea de conducta. [17] Pidámosle más bien que nos socorra, mientras esperamos confiadamente que nos salve. Y él escuchará nuestra súplica, si le place hacerlo. [18] «Verdad es que no hay en nuestro tiempo ni en nuestros días tribu, familia, pueblo o ciudad de las nuestras que se postre ante dioses hechos por mano de hombre, como sucedió en otros tiempos, [19] en castigo de lo cual fueron nuestros padres entregados a la espada y al saqueo, y sucumbieron desastradamente ante sus enemigos. [20] Pero nosotros no conocemos otro Dios que él, y en esto estriba nuestra esperanza de que no nos mirará con desdén ni a nosotros ni a ninguno de nuestra raza.

[21] «Porque si de hecho se apoderan de nosotros, caerá todo Judea; nuestro santuario será saqueado y nosotros tendremos que responder de esta profanación con nuestra propia sangre. [22] La muerte de nuestros hermanos, la deportación de esta tierra y la devastación de nuestra heredad, caerá sobre nuestras cabezas, en medio de las naciones en que estemos como esclavos y seremos para nuestros amos escarnio y mofa, [23] ya que nuestra esclavitud no concluiría en benevolencia, sino que el Señor nuestro Dios la convertiría en deshonra. [24] Ahora, pues, hermanos, mostremos a nuestros hermanos que su vida depende de nosotros y que sobre nosotros se apoyan las cosas sagradas, el Templo y el altar. [25] «Por todo esto, debemos dar gracias al Señor nuestro Dios que ha querido probarnos como a nuestros padres. [26] Recordad lo que hizo con Abraham, las pruebas por que hizo pasar a Isaac, lo que aconteció a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando pastoreaba los rebaños de Labán, el hermano de su madre.

[27] Como les puso a ellos en el crisol para sondear sus corazones, así el Señor nos hiere a nosotros, los que nos acercamos a él, no para castigarnos, sino para amonestarnos.» [28] Ozías respondió: «En todo cuanto has dicho, has hablado con recto juicio y nadie podrá oponerse a tus razones, [29] ya que no has empezado hoy a dar muestras de tu sabiduría, sino que de antiguo conoce todo el pueblo tu inteligencia y la bondad de los pensamientos que forma tu corazón. [30] Pero el pueblo padecía gran sed y nos obligaron a pronunciar aquellas palabras, y a comprometernos con un juramento que no podemos violar. [31] Ahora, pues, tú que eres una mujer piadosa, pide por nosotros al Señor que envíe lluvia para llenar nuestras cisternas, y así no nos veamos acabados.» [32] Respondió Judit: «Escuchadme. Voy a hacer algo que se transmitirá de generación en generación entre los hijos de nuestra raza.

[33] Estad esta noche a la puerta de la ciudad. Yo saldré con mi sierva y antes del plazo que os habéis fijado para entregar la ciudad a nuestros enemigos, visitará el Señor a Israel por mi mano. [34] No intentéis averiguar lo que quiero hacer, pues no lo diré hasta no haberlo cumplido.» [35] Ozías y los jefes le dijeron: «Vete en paz y que el Señor Dios te preceda para tomar venganza de nuestros enemigos.» [36] Y dejando el aposento, regresaron a sus puestos.

Capítulo 9

[1] Cayó Judit, rostro en tierra, echó ceniza sobre su cabeza, dejó ver el sayal que tenía puesto y, a la misma hora en que se ofrecía en Jerusalén, en la Casa de Dios, el incienso de aquella tarde, clamó al Señor en alta voz diciendo: [2] Señor, Dios de mi padre Simeón, a quien diste una espada para vengarse de extranjeros que habían soltado el ceñidor de una virgen para mancha, que desnudaron sus caderas para vergüenza y profanaron su seno para deshonor; pues tú dijiste: «Eso no se hace», y ellos lo hicieron. [3] Por eso entregaste sus jefes a la muerte y su lecho, rojo de vergüenza por su engaño, lo dejaste engañado hasta la sangre. Castigaste a los esclavos con los príncipes, a los príncipes con los siervos. [4] Entregaste al saqueo a sus mujeres, sus hijas al destierro, todos sus despojos en reparto para tus hijos amados, que se habían encendido de tu celo, y tuvieron horror a la mancha hecha a su sangre y te llamaron en su ayuda. ¡Oh Dios, mi Dios, escucha a esta viuda! [5] Tú que hiciste las cosas pasadas, las de ahora y las venideras, que has pensado el presente y el futuro; y sólo sucede lo que tú dispones, [6] y tus designios se presentan y te dicen: «Aquí estamos!» Pues todos tus caminos están preparados y tus juicios de antemano previstos.

[7] Mira, pues, a los asirios que juntan muchas fuerzas, orgullosos de sus caballos y jinetes, engreídos por la fuerza de sus infantes, fiados en sus escudos y en sus lanzas, en sus arcos y en sus hondas, y no han reconocido que tú eres el Señor, quebrantador de guerras. [8] Tu Nombre es «¡Señor!» ¡Quebranta su poder con tu fuerza! ¡Abate su poderío con tu cólera!, pues planean profanar tu santuario, manchar la Tienda en que reposa la Gloria de tu Nombre, y derribar con fuerza el cuerno de tu altar. [9] Mira su altivez, y suelta tu ira sobre sus cabezas; da a mi mano de viuda fuerza para lo que he proyectado. [10] Hiere al esclavo con el jefe, y al jefe con su siervo, por la astucia de mis labios. Abate su soberbia por mano de mujer. [11] No está en el número tu fuerza, ni tu poder en los valientes, sino que eres el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados. [12] ¡Sí, sí! Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Señor de los cielos y la tierra, Creador de las aguas, Rey de toda tu creación, ¡escucha mi plegaria! [13] Dame una palabra seductora para herir y matar a los que traman duras decisiones contra tu alianza, contra tu santa Casa y contra el monte Sión y la casa propiedad de tus hijos.

[14] Haz conocer a toda nación y toda tribu que tú eres Yahveh, Dios de todo poder y toda fuerza, y que no hay otro protector fuera de ti para la estirpe de Israel.

Capítulo 10

[1] Acabada su plegaria al Dios de Israel, y dichas todas estas palabras, [2] se levantó Judit del suelo, llamó a su sierva y bajando a la casa donde pasaba los sábados y solemnidades, [3] se quitó el sayal que vestía, se desnudó de sus vestidos de viudez, se bañó toda, se ungió con perfumes exquisitos, se compuso la cabellera poniéndose una cinta, y se vistió los vestidos que vestía cuando era feliz, en vida de su marido Manasés. [4] Se calzó las sandalias, se puso los collares, brazeletes y anillos, sus pendientes y todas sus joyas, y realzó su hermosura cuanto pudo, con ánimo de seducir los ojos de todos los hombres que la viesen. [5] Luego dio a su sierva un odre de vino y un cántaro de aceite, llenó una alforja con harina de cebada, tortas de higos y panes puros, empaquetó las provisiones y se lo entregó igualmente a su sierva. [6] Luego se dirigieron a la puerta de la ciudad, de Betulia, donde se encontraron con Ozías y con Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad.

[7] Cuando vieron a Judit con el rostro transformado y mudada de vestidos, se quedaron maravillados de su extremada hermosura y le dijeron: [8] «¡Que el Dios de nuestros padres te haga alcanzar favor y dé cumplimiento a tus designios, para gloria de los hijos de Israel y exaltación de Jerusalén!» [9] Ella adoró a Dios y les dijo: «Mandad que me abran la puerta de la ciudad para que vaya a poner por obra los deseos de que me habéis hablado.» Ellos mandaron a los jóvenes que le abrieran, tal como lo pedía. [10] Así lo hicieron ellos, y salió Judit con su sierva. Los hombres de la ciudad la siguieron con la mirada mientras descendía por la ladera, hasta que llegó al valle; y allí la perdieron de vista. [11] Avanzaron ellas a derecho por el valle, hasta que le salió al encuentro una avanzada de los asirios, [12] que la detuvieron y preguntaron: «¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas?» Ella respondió: «Hija de hebreos soy y huyo de ellos, porque están a punto de ser devorados por vosotros.

[13] Vengo a presentarme ante Holofernes, jefe de vuestro ejército, para hablarle con sinceridad y mostrarle un camino por el que pueda pasar para adueñarse de toda la montaña, sin que perezca ninguno de sus hombres y sin que se pierda una sola vida». [14] Oyéndola hablar aquellos hombres, y viendo la admirable hermosura de su rostro, le dijeron: [15] «Has salvado tu vida con tu decisión de bajar a presentarte ante nuestro señor. Dirígete a su tienda, que algunos de los nuestros te acompañarán hasta ponerte en sus manos. [16] Cuando estés en su presencia, no tengas miedo; anúnciale tus propósitos y él se portará bien contigo.» [17] Y eligieron entre ellos cien hombres que le dieran escolta a ella y a su sierva y las llevaran hasta la tienda de Holofernes. [18] Habiéndose corrido por todas las tiendas la noticia de su llegada, concurrió la gente del campamento, que hicieron corro en torno a ella, mientras esperaba, fuera de la tienda, que la anunciasen a Holofernes.

[19] Se quedaban admirados de su belleza y, por ella, admiraban a los israelitas, diciéndose unos a otros: «¿Quién puede menospreciar a un pueblo que tiene mujeres como ésta? ¡Sería un error dejar con vida a uno solo de ellos, porque los que quedaran, serían capaces de engañar a toda la tierra!» [20] Salieron, pues, los de la escolta personal de Holofernes y todos sus servidores y la introdujeron en la tienda. [21] Estaba Holofernes descansando en su lecho, bajo colgaduras de oro y púrpura recamadas de esmeraldas y piedras preciosas. [22] Se la anunciaron y él salió hasta la entrada de la tienda, precedido de lámparas de plata. [23] Cuando Judit llegó ante Holofernes y sus ministros, todos se maravillaron de la hermosura de su rostro. Cayó ella rostro en tierra y se postró ante él, pero los siervos la levantaron.

Capítulo 11

[1] Holofernes le dijo: «Ten confianza, mujer, no tengas miedo, porque yo ningún mal hago a quien se decide a servir a Nabucodonosor, rey de toda la tierra. [2] Tampoco contra tu pueblo de la montaña habría alzado yo mi lanza, si ellos no me hubieran despreciado; pero ellos mismos lo han querido. [3] Dime ahora por qué razón huyes de ellos y te pasas a nosotros. Desde luego, al venir aquí te has salvado. Ten confianza; vivirás esta noche y las restantes. [4] Nadie te hará ningún mal; serás bien tratada, como se hace con los siervos de mi señor, el rey Nabucodonosor.» [5] Respondió Judit: «Acoge las palabras de tu sierva, y que tu sierva pueda hablar en tu presencia. Ninguna falsedad diré esta noche a mi señor. [6] Si te dignas seguir los consejos de tu sierva, Dios actuará contigo hasta el fin y mi señor no fracasará en sus proyectos.

[7] ¡Viva Nabucodonosor, rey de toda la tierra y viva su poder que te ha enviado para poner en el recto camino a todo viviente!; porque gracias a ti no le sirven tan sólo los hombres, sino que, por medio de tu fuerza, hasta las fieras salvajes, los ganados y las aves del cielo viven para Nabucodonosor y para toda su casa. [8] «Nosotros, en efecto, hemos oído hablar de tu sabiduría y de la prudencia de tu espíritu, y se dice por toda la tierra que tú eres el mejor en todo el reino, de profundos conocimientos y admirable como estratega. [9] Por lo que se refiere al discurso que Ajior pronunció en tu Consejo, nosotros hemos oído sus mismas palabras, pues los hombres de Betulia le han salvado y él les refirió todo lo que te dijo. [10] Acerca de esto, dueño y señor, no desestimes sus palabras; tenlas bien presentes, porque responden a la verdad. Pues muestra raza no recibe castigo ni la espada tiene poder sobre ellos, si no han pecado contra su Dios. [11] Pero precisamente para que mi señor no se vea rechazado y con las manos vacías, la muerte va a caer sobre sus cabezas. Han caído en un pecado con el que provocan la cólera de su Dios cada vez que cometen tal desorden. [12] En vista de que se les acaban los víveres y escasea el agua, han deliberado echar mano de sus ganados y están ya decididos a consumir todo aquello que su Dios, por sus leyes, les ha prohibido comer.

[13] Han decidido, igualmente, consumir las primicias del trigo y el diezmo del vino y del aceite que habían reservado, porque están consagrados a los sacerdotes que están en la presencia de nuestro Dios, en Jerusalén, y que ningún laico puede ni tan siquiera tocar con la mano. [14] Han enviado mensajeros a Jerusalén (cuyos habitantes hacen estas mismas cosas) para recabar del Consejo de Ancianos los permisos. [15] Y en cuanto les sea concedido y lo realicen, en ese mismo momento te serán entregados para su destrucción. [16] Cuando yo, tu esclava, supe todo esto, hui de ellos. Mi Dios me ha enviado para que yo haga contigo cosas de que se pasmará toda la tierra y todos cuantos las oigan. [17] Porque tu esclava es piadosa y sirve noche y día al Dios del Cielo. Ahora, mi señor, quisiera quedarme a tu lado. Tu sierva saldría por las noches hacia el barranco, para suplicar a mi Dios y El me dirá cuándo han cometido su pecado. [18] Yo vendré a comunicártelo y entonces tú saldrás con todo tu ejército y ninguno de ellos podrá resistirte.

[19] Yo te guiaré por medio de Judea hasta llegar a Jerusalén y haré que te asientes en medio de ella. Tú los llevarás como rebaño sin pastor, y ni un perro ladrará contra ti. He tenido el presentimiento de todo esto; me ha sido anunciado y he sido enviada para comunicártelo.» [20] Agradaron estas palabras a Holofernes y a todos sus servidores, que estaban admirados de su sabiduría, y dijeron: [21] «De un cabo al otro del mundo, no hay mujer como ésta, de tanta hermosura en el rostro y tanta sensatez en las palabras.» [22] Holofernes le dijo: «Bien ha hecho Dios en enviarte por delante de tu pueblo, para que esté en nuestras manos el poder, y en manos de los que han despreciado a mi señor, la ruina. [23] Por lo demás, eres tan bella de aspecto como prudente en tus palabras. Si haces lo que has prometido, tu Dios será mi Dios, vivirás en el palacio del rey Nabucodonosor y serás famosa en toda la tierra.»

Capítulo 12

[1] Mandó luego que la introdujeran donde tenía su vajilla y ordenó que le sirvieran de sus propios manjares y le dieran a beber de su propio vino. [2] Pero Judit dijo: «No debo comer esto, para que no me sea ocasión de falta. Se me dará de las provisiones que traje conmigo.» [3] Holofernes le dijo: «Cuando se te acaben las cosas que tienes, ¿de dónde podremos traerte otras iguales? Porque no hay nadie de los tuyos con nosotros.» [4] Respondió Judit: «Por tu vida, mi señor; que, antes que tu sierva haya consumido lo que traje, cumplirá el Señor, por mi mano, sus designios.» [5] Los siervos de Holofernes la condujeron a la tienda, y ella durmió hasta media noche. Al acercarse la vigilia de la aurora, se levantó, [6] y envió a decir a Holofernes: «Ordene mi señor que se dé a tu sierva permiso para salir a orar.» [7] Holofernes ordenó a su escolta que no se lo impidieran. Judit permaneció tres días en el campamento. Cada noche se dirigía hacia el barranco de Betulia y se lavaba en la fuente donde estaba el puesto de guardia.

[8] A su regreso, suplicaba al Señor, Dios de Israel, que diese buen fin a sus proyectos para exaltación de los hijos de su pueblo. [9] Y, ya purificada, entraba en la tienda y allí permanecía hasta que le traían su comida de la tarde. [10] Al cuarto día, dio Holofernes un banquete exclusivamente para sus oficiales; no invitó a ninguno de los encargados de los servicios. [11] Dijo, pues, a Bagoas, el eunuco que tenía al frente de sus negocios: «Trata de persuadir a esa mujer hebrea que tienes contigo, que venga a comer y beber con nosotros. [12] Sería una vergüenza para nosotros que dejáramos marchar a tal mujer sin habernos entretenido con ella. Si no somos capaces de atraerla, luego hará burla de nosotros.» [13] Salió Bagoas de la presencia de Holofernes, entró en la tienda de Judit y dijo: «Que esta bella esclava no se niegue a venir donde mi señor, para ser honrada en su presencia, para beber vino alegremente con nosotros y ser, en esta ocasión, como una de las hijas de los asirios que viven en el palacio de Nabucodonosor.» [14] Judit le respondió: «¿Quién soy yo para oponerme a mi señor? Haré prontamente todo cuanto le agrade y ello será para mí motivo de gozo mientras viva.» [15] Después se levantó y se engalanó con sus vestidos y todos sus ornatos femeninos. Se adelantó su sierva para extender en tierra, frente a Holofernes, los tapices que había recibido de Bagoas para el uso cotidiano, con el fin de que pudiera tomar la comida reclinada sobre ellos.

[16] Entrando luego Judit, se reclinó. El corazón de Holofernes quedó arrebatado por ella, su alma quedó turbada y experimentó un violento deseo de unirse a ella, pues desde el día que la vio, andaba buscando ocasión de seducirla. [17] Díjole Holofernes: «¡Bebe, pues, y comparte la alegría con nosotros!» [18] Judit respondió: «Beberé señor; pues nunca, desde el día en que nací, nunca estimé en tanto mi vida como ahora.» [19] Y comió y bebió, frente a él, sirviéndose de las provisiones que su sierva había preparado. [20] Holofernes, que se hallaba bajo el influjo de su encanto, bebió vino tan copiosamente como jamás había bebido en todos los días de su vida.

Capítulo 13

[1] Cuando se hizo tarde, sus oficiales se apresuraron a retirarse y Bagoas cerró la tienda por el exterior, después de haber apartado de la presencia de su señor a los que todavía quedaban; y todos se fueron a dormir, fatigados por el exceso de bebida; [2] quedaron en la tienda tan sólo Judit y Holofernes, desplomado sobre su lecho y rezumando vino. [3] Judit había mandado a su sierva que se quedara fuera de su dormitorio y esperase a que saliera, como los demás días. Porque, en efecto, ella había dicho que saldría para hacer su oración y en este mismo sentido había hablado a Bagoas. [4] Todos se habían retirado; nadie, ni grande ni pequeño, quedó en el dormitorio. Judit, puesta de pie junto al lecho, dijo en su corazón: «¡Oh Señor, Dios de toda fuerza! Pon los ojos, en esta hora, a la empresa de mis manos para exaltación de Jerusalén.

[5] Es la ocasión de esforzarse por tu heredad y hacer que mis decisiones sean la ruina de los enemigos que se alzan contra nosotros.» [6] Avanzó, después, hasta la columna del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes, tomó de allí su cimitarra, [7] y acercándose al lecho, agarró la cabeza de Holofernes por los cabellos y dijo: «¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!» [8] Y, con todas sus fuerzas, le descargó dos golpes sobre el cuello y le cortó la cabeza.

[9] Después hizo rodar el tronco fuera del lecho, arrancó las colgaduras de las columnas y saliendo entregó la cabeza de Holofernes a su sierva, [10] que la metió en la alforja de las provisiones. Luego salieron las dos juntas a hacer la oración, como de ordinario, atravesaron el campamento, contornearon el barranco, subieron por el monte de Betulia y se presentaron ante las puertas de la ciudad. [11] Judit gritó desde lejos a los centinelas de las puertas: «¡Abrid, abrid la puerta! El Señor, nuestro Dios, está con nosotros para hacer todavía hazañas en Israel y mostrar su poder contra nuestros enemigos, como lo ha hecho hoy mismo.» [12] Cuando los hombres de la ciudad oyeron su voz, se apresuraron a bajar a la puerta y llamaron a los ancianos. [13] Acudieron todos corriendo, desde el más grande al más chico, porque no tenían esperanza de que ella volviera; abrieron, pues, la puerta, las recibieron, y encendiendo una hoguera para que se pudiera ver, hicieron corro en torno a ellas. [14] Judit, con fuerte voz, les dijo: «¡Alabad a Dios, alabadle! Alabad a Dios, que no ha apartado su misericordia de la casa de Israel, sino que esta noche ha destrozado a nuestros enemigos por mi mano.» [15] Y sacando de la alforja la cabeza, se la mostró, diciéndoles: «Mirad la cabeza de Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, y mirad las colgaduras bajo las cuales se acostaba en su borracheras. ¡El Señor le ha herido por mano de mujer! [16] ¡Vive el Señor!, el que me ha guardado en el camino que emprendí, que fue seducido, para perdición suya, por mi rostro, pero no ha cometido conmigo ningún pecado que me manche o me deshonre.» [17] Todo el pueblo quedó lleno de estupor y postrándose adoraron a Dios y dijeron a una: «¡Bendito seas, Dios nuestro, que has aniquilado el día de hoy a los enemigos de tu pueblo!» [18] Ozías dijo a Judit: «¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo más que todas las mujeres de la tierra! Y bendito sea Dios, el Señor, Creador del cielo y de la tierra, que te ha guiado para cortar la cabeza del jefe de nuestros enemigos. [19] Jamás tu confianza faltará en el corazón de los hombres que recordarán la fuerza de Dios eternamente. [20] Que Dios te conceda, para exaltación perpetua, el ser favorecida con todos los bienes, porque no vacilaste en exponer tu vida a causa de la humillación de nuestra raza. Detuviste nuestra ruina procediendo rectamente ante nuestro Dios.» Todo el pueblo respondió: «¡Amén, amén!»

Capítulo 14

[1] Judit les dijo: «Escuchadme, hermanos; tomad esta cabeza y colgadle en el saliente de nuestras murallas; [2] y apenas despunte el alba y salga el sol sobre la tierra, empuñaréis cada uno vuestras armas y saldréis fuera de la ciudad todos los hombres capaces. Que se ponga uno al frente, como si intentarais bajar a la llanura, contra la avanzada de los asirios. Pero no bajéis. [3] Los asirios tomarán sus armas y marcharán a su campamento para despertar a los jefes del ejército de Asiria. Correrán a la tienda de Holofernes, pero al no dar con él, quedarán aterrorizados y huirán ante vosotros. [4] Entonces, vosotros y todos los habitantes del territorio de Israel, saldréis en su persecución y los abatiréis en la retirada. [5] «Pero antes, traed aquí a Ajior el ammonita, para que vea y reconozca al que despreciaba a la casa de Israel, al que le envió a nosotros como destinado a la muerte.» [6] Hicieron, pues, venir a Ajior desde la casa de Ozías. Al llegar y ver que uno de los hombres de la asamblea del pueblo tenía en la mano la cabeza de Holofernes, cayó al suelo, desvanecido.

[7] Cuando le reanimaron, se echó a los pies de Judit, se postró ante ella y dijo: «¡Bendita seas en todas las tiendas de Judá y en todas las naciones que, cuando oigan pronunciar tu nombre, se sentirán turbadas!» [8] «Y ahora, cuéntame lo que has hecho durante este tiempo.» Judit le contó, en medio del pueblo, todo cuanto había hecho, desde que salió hasta el momento en que les estaba hablando. [9] Cuando hubo acabado su relato, todo el pueblo lanzó grandes aclamaciones y en toda la ciudad resonaron los gritos de alegría. [10] Ajior, por su parte, viendo todo cuanto había hecho el Dios de Israel, creyó en él firmemente, se hizo circuncidar y quedó anexionado para siempre a la casa de Israel. [11] Apenas despuntó el alba, colgaron de la muralla la cabeza de Holofernes, tomaron las armas todos los hombres de Israel y salieron, por grupos, hacia las subidas. [12] Al verlos los asirios, comunicaron la novedad a sus oficiales, y éstos la fueron comunicando a sus estrategas y comandantes y a todos sus jefes, [13] hasta llegar a la tienda de Holofernes. Dijeron, pues, a su intendente general: «Despierta a nuestro señor, porque esos esclavos tienen la osadía de bajar a combatir contra nosotros, para hacerse exterminar completamente.» [14] Entró, pues, Bagoas y dio palmadas ante la cortina de la tienda, porque suponía que Holofernes estaría durmiendo con Judit.

[15] Como nadie respondía, apartó la cortina, entró en el dormitorio, y lo encontró tendido sobre el umbral muerto y decapitado. [16] Dio entonces una gran voz, con gemido y llanto y fuertes alaridos, al tiempo que rasgaba sus vestiduras. [17] Entró luego en la tienda en que se había aposentado Judit, y al no verla, se precipitó hacia la tropa gritando: [18] «¡Esas esclavas eran unas pérfidas! Una sola mujer hebrea ha llenado de vergüenza la casa del rey Nabucodonosor. ¡Mirad a Holofernes, derribado en tierra y decapitado!» [19] Cuando los jefes del ejército asirio oyeron estas palabras, su ánimo quedó turbado hasta el extremo, rasgaron sus túnicas y lanzaron grandes gritos y voces por todo el campamento.

Capítulo 15

[1] Al oírlo los del campamento, quedaron estupefactos; [2] fueron presa de terror pánico y nadie ya fue capaz de mantenerse al lado de sus compañeros: huyeron todos a la desbandada, por todos los caminos, por la llanura y la montaña. [3] También los que estaban acampados en la altura, sitiando a Betulia, se dieron a la fuga; entonces, todos los hombres de guerra de Israel cayeron sobre ellos. [4] Ozías mandó aviso a Betomestáin, a Bebé, Jobá y Kolá, y a toda la montaña de Israel, dando noticia de cuanto había pasado, para que todos se arrojaran sobre los enemigos y los exterminaran. [5] Cuando los israelitas lo supieron, todos, como un solo hombre, se lanzaron sobre los asirios y los batieron hasta Jobá. También acudieron los de Jerusalén y los de la montaña, porque también a ellos se les dio noticia de lo sucedido en el campo enemigo; de igual modo, los de Galaad y Galilea, atacándoles de flanco, les hicieron enorme estrago hasta que pudieron refugiarse en Damasco y su región. [6] En cuanto a los demás habitantes de Betulia, cayeron sobre el campamento asirio, le saquearon y obtuvieron grandes riquezas.

[7] Los israelitas, de vuelta de la matanza, se hicieron dueños del resto; también los de las aldeas y granjas de la montaña y del llano obtuvieron gran botín, porque había una abundancia incalculable. [8] El sumo sacerdote Yoyaquim, con el Consejo de Ancianos de Israel y los habitantes de Jerusalén, vinieron a contemplar los bienes que el Señor había hecho a Israel, y a ver y saludar a Judit. [9] En llegando a su presencia, todos a una voz la bendijeron diciendo: «Tú eres la exaltación de Jerusalén, tú el gran orgullo de Israel, tú la suprema gloria de nuestra raza. [10] Al hacer todo esto por tu mano has procurado la dicha de Israel y Dios se ha complacido en lo que has hecho. Bendita seas del Señor Omnipotente por siglos infinitos.» Y todo el pueblo respondió: «¡Amén!» [11] Todo el pueblo estuvo recogiendo botín del campamento durante treinta días; dieron a Judit la tienda de Holofernes, con toda su vajilla de plata, sus divanes, sus vasijas y todo su mobiliario. Ella lo tomó y lo cargó sobre su mula, preparó sus carros y lo amontonó todo encima. [12] Todas las mujeres de Israel acudieron para verla y la bendecían danzando en coro. Judit tomaba tirsos con la mano y los distribuía entre las mujeres que estaban a su lado.

[13] Ellas y sus acompañantes se coronaron con coronas de olivo; después, dirigiendo el coro de las mujeres, se puso danzando a la cabeza de todo el pueblo. La seguían los hombres de Israel, armados de sus armas, llevando coronas y cantando himnos. [14] Judit entonó, en medio de todo Israel, este himno de acción de gracias y todo el pueblo repetía sus alabanzas:

Capítulo 16

[1] ¡Alabad a mi Dios con tamboriles, elevad cantos al Señor con címbalos, ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su Nombre! [2] Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras, porque en sus campos, en medio de su pueblo me arrancó de la mano de mis perseguidores. [3] Vinieron los asirios de los montes del norte, vinieron con tropa inCaperable; su muchedumbre obstruía los torrentes, y sus caballos cubrían las colinas. [4] Hablaba de incendiar mis tierras, de pasar mis jóvenes a espada, de estrellar contra el suelo a los lactantes, de entregar como botín a mis niños y de dar como presa a mis doncellas.

[5] El Señor Omnipotente por mano de mujer los anuló. [6] Que no fue derribado su caudillo por jóvenes guerreros, ni le hirieron hijos de Titanes, ni altivos gigantes le vencieron; le subyugó Judit, hija de Merarí, con sólo la hermosura de su rostro. [7] Se despojó de sus vestidos de viudez, para exaltar a los afligidos de Israel; ungió su rostro de perfumes, [8] prendió con una cinta sus cabellos, ropa de lino vistió para seducirle. [9] La sandalia de ella le robó los ojos, su belleza cautivóle el alma ¡y la cimitarra atravesó su cuello! [10] Se estremecieron los persas por su audacia, se turbaron los medos por su temeridad. [11] Entonces clamaron mis humildes, y ellos temieron; clamaron mis débiles y ellos quedaron aterrados; alzaron su voz éstos, y ellos se dieron a la fuga. [12] Hijos de jovenzuelas los asaetearon, como a hijos de desertores los hirieron, perdieron en la batalla contra mi Señor. [13] Cantaré a mi Dios un cantar nuevo: «¡Tú eres grande, Señor, eres glorioso, admirable en poder e insuperable!» [14] Sírvante a ti las criaturas todas, pues hablaste tú y fueron hechas, enviaste tu espíritu y las hizo, y nadie puede resistir tu voz.

[15] Pues los montes, desde sus cimientos, serán sacudidos con las aguas; las rocas en tu presencia se fundirán como cera; pero con aquellos que te temen, te muestras tú siempre propicio. [16] Porque es muy poca cosa todo sacrificio de calmante aroma, y apenas es nada la grasa para serte ofrecida en holocausto. Mas quien teme al Señor será grande para siempre. [17] ¡Ay de las naciones que se alzan contra mi raza! El Señor Omnipotente les dará el castigo en el día del juicio. Entregará sus cuerpos al fuego y a los gusanos, y gemirán en dolor eternamente. [18] Cuando llegaron a Jerusalén, adoraron a Dios, y una vez purificado el pueblo, ofrecieron sus holocaustos, sus ofrendas voluntarias y sus regalos. [19] Judit ofreció todo el mobiliario de Holofernes, que el pueblo le había concedido, y entregó a Dios en anatema las colgaduras que ella misma había tomado del dormitorio de Holofernes. [20] Durante tres meses permaneció el pueblo en Jerusalén, celebrando festejos delante de santuario. También Judit estaba presente.

[21] Pasados aquellos días, se volvió cada uno a su heredad. Judit regresó a Betulia, donde vivió disfrutando de su hacienda; fue en su tiempo muy famosa en toda aquella tierra. [22] Muchos la pretendieron, pero ella no tuvo relaciones con ningún hombre en toda su vida, desde que su marido Manasés murió y fue a reunirse con su pueblo. [23] Vivió hasta la avanzada edad de 105 años, transcurriendo su ancianidad en casa de su marido. A su sierva le concedió la libertad. Murió en Betulia y fue sepultada en la caverna de su marido Manasés. [24] La casa de Israel la lloró durante siete días. Antes de morir, distribuyó su hacienda entre los parientes de su marido Manasés y entre sus propios parientes. [25] Nadie ya atemorizó a los israelitas mientras vivió Judit, ni en mucho tiempo después de su muerte.

ESTER

Capítulo 1

[1] En tiempo del rey Asuero, el que reinó desde la India hasta Etiopía sobre 127 provincias, [2] en aquellos días, estando el rey sentado en el trono real, en la ciudadela de Susa, [3] en el año tercero de su reinado, ofreció un banquete en su presencia a todos sus servidores: a jefes del ejército de los persas y los medos, a los nobles y a los gobernadores de las provincias. [4] Les hizo ver la riqueza y la gloria de su reino y del magnífico esplendor de su grandeza durante muchos días, durante 180 días. [5] Cumplido aquel plazo, ofreció el rey a todos los que se hallaban en la ciudadela de Susa, desde el mayor al más pequeño, un banquete de siete días en el patio del jardín del palacio real. [6] Había colgaduras de lino fino, de lana y de púrpura violeta, fijadas, por medio de cordones de lino y púrpura, en anillas de plata sujetas a columnas de mármol blanco; lechos de oro y plata sobre un pavimento de pórfido, mármol, nácar y mosaicos.

[7] Se bebía en copas de oro de formas diversas y el vino ofrecido por el rey corría con regia abundancia. [8] Cuanto a la bebida, a nadie se le obligaba, pues así lo había mandado el rey a los oficiales de su casa, para que cada cual hiciese lo que quisiera. [9] También la reina Vastí ofreció un banquete a las mujeres en el palacio del rey Asuero. [10] El día séptimo, alegre por el vino el corazón del rey, mandó a Mehumán, a Bizzetá, a Jarboná, a Bigtá, a Abagtá, a Zetar y a Karkás, los siete eunucos que estaban al servicio del rey Asuero, [11] que hicieran venir a la reina Vastí a presencia del rey, con diadema real, para que vieran las gentes y los jefes su belleza, porque, en efecto, era muy bella. [12] Pero la reina Vastí se negó a cumplir la orden del rey transmitida por los eunucos; se irritó el rey muchísimo y, ardiendo en ira, [13] llamó a los sabios entendidos en la ciencia de las leyes, pues los asuntos reales se discuten en presencia de los conocedores de la ley y el derecho; [14] hizo, pues, venir a Karsená, Setar, Admatá, Tarsis, Meres, Marsená y Memukán, los siete jefes de los persas y los medos que eran admitidos a la presencia del rey y ocupaban los primeros puestos del reino, [15] y les dijo: «¿Qué debe hacerse, según la ley, a la reina Vastí, por no haber obedecido la orden del rey Asuero, transmitida por los eunucos?» [16] Respondió Memukán en presencia del rey y de los jefes: «La reina Vastí no ha ofendido solamente al rey, sino a todos los jefes y a todos los pueblos de todas las provincias del rey Asuero.

[17] Porque se correrá el caso de la reina entre todas las mujeres y hará que pierdan estima a sus maridos, pues dirán: «El rey Asuero mandó hacer venir a su presencia a la reina Vastí, pero ella no fue.» [18] Y a partir de hoy, las princesas de los persas y los medos, que conozcan la conducta de la reina, hablarán de ello a los jefes del rey y habrá menosprecio y altercados. [19] Si al rey le parece bien, publíquese, de su parte, e inscríbase en las leyes de los persas y los medos, para que no sea traspasado, este decreto: que no vuelva Vastí a presencia del rey Asuero. Y dé el rey el título de reina a otra mejor que ella. [20] El acuerdo tomado por el rey será conocido en todo el reino, a pesar de ser tan grande, y todas las mujeres honrarán a sus maridos, desde el mayor al más pequeño.» [21] Pareció bueno el consejo al rey y a los jefes, y el rey llevó a efecto la palabra de Memukán. [22] Envió el rey cartas a todas las provincias, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua, para que todo marido fuese señor de su casa.

Capítulo 2

[1] Después de estos sucesos se aplacó la cólera del rey Asuero y se acordó de Vastí, de cuanto había hecho, y de lo que acerca de ella se había decidido. [2] Dijeron los cortesanos que estaban al servicio del rey: «Que se busquen para el rey jóvenes vírgenes y bellas. [3] Nombre el rey inspectores en todas las provincias de su reino para que reúnan en la ciudadela de Susa, en el harén, a todas las jóvenes vírgenes y bellas, bajo la vigilancia de Hegué, eunuco del rey, encargado de las mujeres, y que él les dé cuanto necesiten para su adorno, [4] y la joven que agrade al rey, reinará en lugar de Vastí.» Le pareció bien al rey y así se hizo. [5] Había en la ciudadela de Susa un judío, llamado Mardoqueo, hijo de Yaír, hijo de Semeí, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín. [6] Había sido deportado de Jerusalén con Jeconías, rey de Judá, en la deportación que hizo Nabucodonosor, el rey de Babilonia.

[7] Tenía en su casa a Hadassá, es decir, Ester, hija de un tío suyo, pues era huérfana de padre y madre. La joven era hermosa y de buen parecer, y al morir su padre y su madre, Mardoqueo la adoptó por hija. [8] Cuando se proclamó la orden y el edicto del rey, fueron reunidas muchísimas jóvenes en la ciudadela de Susa, bajo la vigilancia de Hegué; también Ester fue llevada al palacio real y puesta bajo la vigilancia de Hegué, encargado de las mujeres. [9] La joven le agradó y ganó su favor, por lo que se apresuró a proporcionarle cuanto necesitaba para su adorno y mantenimiento; diole también siete doncellas elegidas de la casa del rey y la instaló, con sus doncellas, en el mejor departamento del harén. [10] Ester no dio a conocer ni su pueblo ni su origen, pues Mardoqueo la había mandado que no lo dijera. [11] Día tras día, se paseaba Mardoqueo delante del patio del harén para enterarse de la salud de Ester y de lo que le sucedía. [12] A cada joven le llegaba el turno de presentarse al rey Asuero al cabo de doce meses, según el estatuto de las mujeres. Los días de preparación se empleaban en ungirse, durante seis meses con óleo y mirra y otros seis meses con los aromas y perfumes que usan las mujeres.

[13] Cuando una joven se presentaba al rey, le daban cuanto pedía y lo llevaba consigo del harén al palacio real. [14] Se presentaba por la tarde y a la mañana siguiente volvía al otro harén, bajo la vigilancia de Saasgaz, el eunuco del rey encargado de las concubinas; no se presentaba más ante el rey, a no ser que el rey deseara y la llamara expresamente. [15] Cuando a Ester, hija de Abijayil, tío de Mardoqueo, que la había adoptado por hija, le llegó el turno de presentarse al rey, no pidió sino lo que le indicó Hegué, el eunuco del rey encargado de las mujeres. Ester se ganaba el favor de cuantos la veían. [16] Ester fue presentada al rey Asuero, en el palacio real, el mes décimo, que es el mes de Tébet, en el año séptimo de su reinado, [17] y el rey amó a Ester más que la otras mujeres; halló ella, en presencia del rey, más gracia y favor que ninguna otra virgen y el rey colocó la diadema real sobre la cabeza de Ester y la declaró reina, en lugar de Vastí. [18] Ofreció el rey un gran banquete a todos sus jefes y servidores, el banquete de Ester; concedió un día de descanso a todas las provincias y repartió presentes con real magnificencia.

[19] Cuando Ester pasó, como las otras jóvenes, al segundo harén, [20] no reveló ni su origen ni su pueblo, tal como se lo había ordenado Mardoqueo; pues Ester seguía cumpliendo las órdenes de Mardoqueo como cuando vivía bajo su tutela. [21] Por aquellos mismos días, estaba adscrito Mardoqueo a la Puerta Real; Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, guardianes del umbral, estaban irritados y andaban buscando poner la mano sobre el rey Asuero. [22] Llegó el hecho a conocimiento de Mardoqueo, el cual se lo comunicó a la reina Ester, y Ester se lo dijo al rey, en nombre de Mardoqueo. [23] Se investigó el caso y resultó verdadero; por lo que fueron colgados los dos del madero y se consignó por escritos, en los Anales, en presencia del rey.

Capítulo 3

[1] Después de esto, el rey Asuero elevó al poder a Amán, hijo de Hamdatá, del país de Agag; le encumbró y colocó su asiento por encima de todos los dignatarios que estaban con él; [2] todos los servidores del rey, adscritos a la Puerta Real, doblaban la rodilla y se postraban ante Amán, porque así lo había ordenado el rey; pero Mardoqueo ni doblaba la rodilla ni se postraba. [3] Los servidores del rey, adscritos a la Puerta Real, dijeron a Mardoqueo: «¿Por qué traspasas la orden del rey?» [4] Y como se lo repitieran día tras día y él no les hiciera caso, se lo comunicaron a Amán, para ver si Mardoqueo persistía en su palabra, pues les había manifestado que él era judío. [5] Vio Amán que Mardoqueo no doblaba la rodilla ni se postraba ente él, y se llenó de ira. [6] Y cuando le notificaron a qué pueblo pertenecía Mardoqueo, no contentándose con poner la mano sobre él solo, intentó exterminar, junto con él, a todos los judíos de todo el reino de Asuero.

[7] El año doce del rey Asuero, el mes primero, que es el mes de Nisán, se sacó el «Pur» (es decir, las suertes) en presencia de Amán, por días y por meses. Salió el doce, que es el mes de Adar. [8] Amán dijo al rey Asuero: «Hay un pueblo disperso y diseminado entre los pueblos de todas las provincias de tu reino, con sus leyes, distintas de las de todos los pueblos, y que no cumplen las leyes reales. No conviene al rey dejarlos en paz. [9] Si el rey juzga conveniente publicar un decreto para exterminarlos, yo haré que se entreguen diez mil talentos de plata a los intendentes, para que los ingresen en la cámara del tesoro.» [10] El rey sacó el anillo de su dedo, se lo entregó a Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, enemigo de los judíos, [11] y dijo el rey a Amán: «La plata, te la regalo; y te regalo también ese pueblo para que hagas lo que te parezca.» [12] El día trece del primer mes fueron convocados los secretarios del rey para escribir, según lo ordenado por Amán, a los sátrapas del rey, a los inspectores de cada provincia y a los jefes de todos los pueblos, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua; se escribió en nombre del rey Asuero, se selló con el anillo del rey, [13] y se enviaron las cartas, por medio de los correos, a todas las provincias del rey, para exterminar, matar y aniquilar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, y para saquear sus bienes, en el espacio de un solo día, el trece del mes doce, que es el mes de Adar.

[14] El texto de este escrito debía ser promulgado como ley en todas las provincias, y fue puesto en conocimiento de todos los pueblos a fin de que estuviesen preparados para aquel día. [15] Por orden del rey, partieron los correos apresuradamente. El decreto fue publicado también en la ciudadela de Susa. Mientras el rey y Amán banqueteaban, en Susa reinaba la consternación.

Capítulo 4

[1] Cuando Mardoqueo supo lo que pasaba, rasgó sus vestidos, se vistió de sayal y ceniza y salió por la ciudad lanzando grandes gemidos, [2] hasta llegar ante la Puerta Real, pues nadie podía pasar la Puerta cubierto de sayal. [3] En todas las provincias, dondequiera que se publicaban la palabra y el edicto real, había entre los judíos gran duelo, ayunos y lágrimas y lamentos, y a muchos el sayal y la ceniza les sirvió de lecho. [4] Las siervas y eunucos de Ester vinieron a comunicárselo. La reina se llenó de angustia y mandó enviar a Mardoqueo vestidos para que se vistiese y se quitase el sayal, pero él no quiso. [5] Llamó Ester a Hatak, uno de los eunucos que el rey había puesto a su servicio, y le envió a Mardoqueo para enterarse de lo que pasaba y a qué obedecía todo aquello. [6] Salió Hatak y fue donde Mardoqueo, que estaba en la plaza de la ciudad que hay frente a la Puerta Real.

[7] Mardoqueo le informó de todo cuanto había pasado y de la suma de dinero que Amán había prometido entregar al tesoro real por el exterminio de los judíos. [8] Le dio también una copia del texto del edicto de exterminio publicado en Susa, para que se lo enseñara a Ester y se informara; y ordenó a la reina que se presentase ante el rey, se ganara su favor y suplicara por su pueblo. [9] Regresó Hatak e informó a Ester de las palabras de Mardoqueo. [10] Ester mandó a Hatak que dijera a Mardoqueo: [11] «Todos los servidores del rey y todos los habitantes de las provincias del rey saben que todo hombre o mujer que se presente al rey, en el patio interior, sin haber sido llamado, es condenado a muerte por el edicto, salvo aquel sobre quien el rey extienda su cetro de oro; y hace ya treinta días que yo no he sido llamada a presencia del rey.» [12] Llevó a Mardoqueo la respuesta de Ester [13] y Mardoqueo hizo que le contestara: «No te imagines que por estar en la casa del rey, te vas a librar tú sola entre todos los judíos, [14] porque, si te empeñas en callar en esta ocasión, por otra parte vendrá el socorro de la liberación de los judíos, mientras que tú y la casa de tu padre pereceréis. ¡Quién sabe si precisamente para una ocasión semejante has llegado a ser reina!» [15] Ester mandó que respondieran a Mardoqueo: [16] «Vete a reunir a todos los judíos que hay en Susa y ayunad por mí. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis siervas ayunaremos. Y así, a pesar de la ley, me presentaré ante el rey; y si tengo que morir, moriré.» [17] Se alejó Mardoqueo y cumplió cuanto Ester le había mandado.

Capítulo 5

[1] Al tercer día, Ester se revistió de reina. Franqueando todas las puertas, llegó hasta la presencia del rey; estaba el rey sentado en el trono real. [2] Cuando el rey vio a la reina Ester de pie en la sala, la miró con dulzura y extendiendo el cetro de oro que tenía en su mano lo puso sobre el cuello de Ester. [3] El rey le preguntó: «¿Qué sucede, reina Ester? ¿Qué deseas? Incluso la mitad del reino te será dada.» [4] Respondió Ester: «Si al rey le place, venga hoy el rey, con Amán, al banquete que le tengo preparado.» [5] Respondió el rey: «Avisad inmediatamente a Amán para que se cumpla el deseo de Ester.» El rey y Amán fueron al banquete preparado por Ester, [6] y durante el banquete, dijo el rey a Ester: «¿Qué quieres pedir?, pues se te dará. ¿Qué deseas? Hasta la mitad del reino te será concedida.» [7] Ester respondió: «¿Mi petición y mi deseo? [8] Si he hallado gracia a los ojos del rey, y si al rey le place escuchar mi petición y cumplir mi deseo, que vengan mañana el rey y Amán al banquete que he preparado para ellos. Y haré entonces lo que el rey me pide.» [9] Salió aquel día Amán contento y con alegre corazón; pero al ver a Mardoqueo en la Puerta Real, que no se levantaba, ni siquiera se movía ante él, se llenó Amán de ira contra Mardoqueo, [10] pero se dominó, y yéndose a su casa, mandó venir a sus amigos y a su mujer Zeres, [11] y les habló de su gloria y sus riquezas, de sus muchos hijos y de cómo el rey le había encumbrado, elevándole por encima de los jefes y servidores del rey.

[12] Y añadió: «Más aún; la reina Ester me ha invitado a mí sólo, junto con el rey, a un banquete que ha preparado; también para mañana estoy invitado por ella, junto con el rey. [13] Pero todo esto nada significa para mí, mientras vea que el judío Mardoqueo, sigue sentado a la Puerta Real.» [14] Su mujer Zeres y todos sus amigos le respondieron: «Manda preparar una horca de cincuenta codos de altura y mañana por la mañana pides al rey que cuelguen de ella a Mardoqueo; así podrás ir satisfecho al banquete con el rey.» Agradó el consejo a Amán y mandó preparar la horca.

Capítulo 6

[1] Aquella misma noche, no pudiendo el rey conciliar el sueño, mandó que trajeran y leyeran en su presencia el libro de las Memorias, o Crónica. [2] Estaba allí, puesta por escrito, la denuncia que Mardoqueo había hecho contra Bigtán y Teres, los dos eunucos del rey, guardianes del umbral, que habían intentado poner las manos sobre el rey Asuero. [3] Preguntó el rey: «¿Qué honor o dignidad se concedió por esto a Mardoqueo?» Los jóvenes del servicio del rey dijeron: «No se hizo nada en su favor.» [4] Continuó el rey: «Quién está en el atrio?» — Justamente entonces llegaba Amán al atrio exterior de la casa del rey, para pedir al rey que colgaran a Mardoqueo en la horca que él había hecho levantar —. [5] Los jóvenes del servicio del rey le respondieron: «Es Amán el que está en el atrio.» Dijo el rey: «Que entre.» [6] Entró, pues, Amán, y el rey le preguntó: «¿Qué debe hacerse al hombre a quien el rey quiere honrar?» Amán pensó: «¿A quién ha de querer honrar el rey, sino a mí?» [7] Respondió, pues, Amán al rey: «Para el hombre a quien el rey quiere honrar, [8] deben tomarse regias vestiduras que el rey haya vestido, y un caballo que el rey haya montado, y en cuya cabeza se haya puesto una diadema real.

[9] Deben darse los vestidos, y el caballo a uno de los servidores más principales del rey, para que vista al hombre a quien el rey desea honrar; y le hará cabalgar sobre el caballo por la plaza mayor de la ciudad gritando delante de él: «¡Así se trata al hombre a quien el rey quiere honrar!» [10] Dijo el rey a Amán: «Toma al momento vestidos y caballo, tal como lo has dicho, y hazlo así con el judío Mardoqueo, que está en la Puerta Real. No dejes de cumplir ni un solo detalle.» [11] Tomó Amán los vestidos y el caballo, vistió a Mardoqueo y le hizo cabalgar por la plaza mayor de la ciudad, gritando delante de él: «¡Así se trata al hombre a quien el rey quiere honrar!» [12] Después Mardoqueo se quedó en la Puerta Real, mientras Amán regresaba precipitadamente a su casa, entristecido y con la cabeza encubierta. [13] Contó Amán a su mujer Zeres y a todos sus amigos cuanto había pasado; sus consejeros y su mujer Zeres le dijeron: «Si Mardoqueo, ante el que has comenzado a declinar, pertenece al linaje de los judíos, no podrás vencerle, sino que sin remedio caerás ante él.» [14] Estaban aún hablándole cuando llegaron los eunucos del rey y llevaron a Amán rápidamente al banquete preparado por Ester.

Capítulo 7

[1] El rey y Amán fueron al banquete de la reina Ester. [2] También el segundo día dijo el rey a Ester, durante el banquete: «¿Qué deseas pedir, reina Ester?, pues te será concedido. ¿Cuál es tu deseo? Aunque fuera la mitad del reino, se cumplirá.» [3] Respondió la reina Ester: «Si he hallado gracia a tus ojos, ¡oh rey!, y si al rey le place, concédeme la vida — este es mi deseo — y la de mi pueblo — esta es mi petición. [4] Pues yo y mi pueblo hemos sido vendidos, para ser exterminados, muertos y aniquilados. Si hubiéramos sido vendidos para esclavos y esclavas, aún hubiera callado; mas ahora, el enemigo no podrá compensar al rey por tal pérdida.» [5] Preguntó el rey Asuero a la reina Ester: «¿Quién es, y dónde está el hombre que ha pensado en su corazón ejecutar semejante cosa?» [6] Respondió Ester: «¡El perseguidor y enemigo es Amán, ese miserable!» Amán quedó aterrado en presencia del rey y de la reina.

[7] El rey se levantó, lleno de ira, del banquete y se fue al jardín del palacio; Amán, se quedó junto a la reina Ester, para suplicarle por su vida, porque comprendía que, de parte del rey, se le venía encima la perdición. [8] Cuando el rey volvió del jardín de palacio a la sala del banquete, Amán se había dejado caer sobre el lecho de Ester. El rey exclamó: «¿Es que incluso en mi propio palacio quiere hacer violencia a la reina?» Dio el rey una orden y cubrieron el rostro de Amán. [9] Jarboná, uno de los eunucos que estaban ante el rey, sugirió: «Precisamente, la horca que Amán había destinado para Mardoqueo, aquel cuyo informe fue tan útil al rey, está preparada en casa de Amán, y tiene cincuenta codos de altura.» Dijo el rey: «¡Colgadle de ella!» [10] Colgaron a Amán de la horca que había levantado para Mardoqueo, y se aplacó la ira del rey.

Capítulo 8

[1] Aquel mismo día, el rey Asuero entregó a la reina Ester la hacienda de Amán, el enemigo de los judíos, y Mardoqueo fue presentado al rey, pues Ester le hizo saber lo que él había sido para ella. [2] El rey se sacó el anillo que había mandado quitar a Amán y se lo entregó a Mardoqueo, a quien Ester encargó de la hacienda de Amán. [3] Ester volvió a suplicar al rey, cayendo a sus pies, llorando y ganando su benevolencia, que anulara la maldad de Amán, el de Agag, y los proyectos que había concebido contra los judíos. [4] Extendió el rey el cetro de oro y tocó a Ester, que se puso en pie en presencia del rey. [5] Dijo ella: «Si al rey le parece bien, y si he hallado gracia a sus ojos, si la petición le parece justa al rey y yo misma soy grata a sus ojos, que se escriba para revocar los decretos escritos por Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, y maquinados para hacer perecer a los judíos de todas las provincias del rey. [6] Porque ¿cómo podré yo ver la desgracia que amenaza a mi pueblo y la ruina de mi gente?» [7] El rey Asuero respondió a la reina Ester y al judío Mardoqueo: «Ya he dado a la reina Ester la hacienda de Amán, a quien he mandado colgar de la horca por haber alzado su mano contra los judíos.

[8] Vosotros, por vuestra parte, escribid acerca de los judíos, en nombre del rey, lo que os parezca oportuno, y selladlo con el anillo del rey. Pues todo lo que se escribe en nombre del rey y se sella con su sello, es irrevocable.» [9] Fueron convocados al momento los secretarios del rey, en el mes tercero, que es el mes de Siván, el día veintitrés, y escribieron, según las órdenes de Mardoqueo, a los judíos, a los sátrapas, a los inspectores y a los jefes de todas las provincias, desde la India hasta Etiopía, a las 127 provincias, a cada provincia según su escritura y a cada pueblo según su lengua, y a los judíos según su lengua y escritura. [10] Escribieron en nombre del rey Asuero y lo sellaron con el anillo del rey. Se enviaron las cartas por medio de correos, jinetes en caballos de las caballerizas reales. [11] En las cartas concedía el rey que los judíos de todas las ciudades pudieran reunirse para defender sus vidas, para exterminar, matar y aniquilar a las gentes de todo pueblo o provincia que los atacaran con las armas, junto con sus hijos y sus mujeres, y para saquear sus bienes, [12] y esto en un mismo día, en todas las provincias del rey Asuero, el trece del mes doce, que es el mes de Adar. [13] Una copia de este escrito debía ser publicada como ley en todas las provincias y promulgada en todos los pueblos; y los judíos debían estar preparados aquel día para vengarse de sus enemigos.

[14] Los correos salieron con celeridad y a toda prisa, empleando los caballos de las caballerizas reales, según la orden del rey; la ley también fue promulgada en la ciudadela de Susa. [15] Cuanto a Mardoqueo, salió de la presencia del rey espléndidamente vestido de púrpura violeta y lino blanco, con una gran diadema de oro y manto de lino fino y púrpura; la ciudad de Susa se llenó de gozo y alegría. [16] Para los judíos todo fue esplendor, alegría, triunfo y gloria. [17] En todas las provincias y ciudades, en los lugares en que se publicaba la orden y edicto del rey, hubo entre los judíos alegría triunfal, banquetes y días de fiesta. Y muchos habitantes del país se hicieron judíos, pues el temor a los judíos se había apoderado de ellos.

Capítulo 9

[1] Las órdenes del rey fueron ejecutadas en el mes doce, que es el mes de Adar, el día trece del mes, el mismo día en que los enemigos de los judíos esperaban aplastarlos; pero la situación cambió y fueron los judíos los que aplastaron a sus enemigos. [2] En todas las provincias del rey Asuero se reunieron los judíos en sus ciudades para poner la mano sobre cuantos habían intentado hacerles mal, sin que nadie les opusiera resistencia, porque el temor se había apoderado de todos los pueblos. [3] Todos los jefes de las provincias, los sátrapas, los inspectores y los funcionarios del rey apoyaron a los judíos, porque todos temían a Mardoqueo, [4] ya que Mardoqueo era influyente en el palacio real y su fama se había extendido por todas las provincias; pues, en efecto, de día en día se acrecentaba su poder. [5] Los judíos pasaron a filo de espada a todos sus enemigos; fue un degüello, un exterminio: hicieron lo que quisieron con sus adversarios. [6] En la ciudadela de Susa los judíos mataron y exterminaron a quinientos hombres [7] y además a Parsandata, Dalfón, Aspata, [8] Porata, Adalías, Andata, [9] Parmasta, Arisay, Ariday y Yezata, [10] los diez hijos de Amán, hijo de Hamdatá, enemigo de los judíos. Los mataron, pero no saquearon sus bienes.

[11] Aquel mismo día llevaron al rey la cifra de los que habían sido muertos en las ciudadela de Susa. [12] Dijo el rey a la reina Ester: «En la ciudadela de Susa han matado y exterminado los judíos a quinientos hombres y a los diez hijos de Amán. ¿Qué habrán hecho en las restantes provincias del rey? ¿Qué deseas pedir ahora? Pues te será concedido. Se seguirá haciendo lo que tú desees.» [13] Respondió Ester: «Si al rey le parece bien, que se conceda a los judíos de Susa que puedan actuar mañana según el edicto de hoy; cuanto a los diez hijos de Amán, que sean colgados de la horca.» [14] Ordenó el rey que se hiciera así; se promulgó la ley en Susa y los diez hijos de Amán fueron colgados. [15] Los judíos de Susa se reunieron también el día catorce del mes de Adar y mataron en Susa a trescientos hombres, pero no saquearon sus bienes. [16] Los judíos de las restantes provincias del rey se reunieron para defender, contra sus enemigos, sus vidas y su seguridad; mataron de entre sus adversarios a 75.000, pero no saquearon sus bienes.

[17] Ocurrió esto el día trece del mes de Adar y el día catorce descansaron, convirtiéndolo en un día de alegres festines. [18] Cuanto a los judíos de Susa, que se habían reunido los días trece y catorce, descansaron el día quince, convirtiéndolo en un día de alegres festines. [19] Por eso, los judíos diseminados en las ciudades no fortificadas celebran el día catorce del mes de Adar con alegres festines, como día de fiesta, y se envían recíprocos regalos, [20] Mardoqueo consignó por escrito todas estas cosas y envió cartas a los judíos de todas las provincias del rey Asuero tanto lejanos como próximos, [21] ordenándoles que celebraran todos los años el día catorce y el día quince del mes de Adar, [22] porque en tales días obtuvieron los judíos paz contra sus enemigos, y en este mes la aflicción se trocó en alegría y el llanto en festividad; que los convirtieran en días de alegres festines y mutuos regalos, y de donaciones a los pobres.

[23] Los judíos adoptaron esta costumbre, que ya habían comenzado a observar y acerca de la cual les escribió Mardoqueo: [24] «Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, enemigo de todos los judíos, había proyectado exterminar a los judíos y echó el «Pur", es decir, la suerte, para su ruina y exterminio. [25] Pero cuando se presentó al rey, para hacer ahorcar a Mardoqueo, su proyecto se volvió contra él, y los males que había meditado contra los judíos cayeron sobre su cabeza, siendo ahorcados él y sus hijos. [26] Por esta razón, estos días son llamados «Purim", de la palabra «Pur".» Asimismo, por todo la relatado en esta carta por lo que ellos mismos vieron y por lo que se les contó, [27] hicieron los judíos de estos días una institución irrevocable para sí, para sus descendientes y para todos los que se pasaron a ellos, conforme a este escrito y esta fecha, de año en año. [28] Así, estos días de los Purim, conmemorados y celebrados de generación en generación, en todas las familias, en todas las provincias y en todas las ciudades, no desaparecerán de entre los judíos, y su recuerdo no se perderá entre sus descendientes.

[29] La reina Ester, hija de Abijayil, y el judío Mardoqueo, escribieron, con toda su autoridad, para dar fuerza de ley a esta segunda carta de los Purim, [30] y se enviaron cartas a todos los judíos de las 127 provincias del rey Asuero, con palabras de paz y fidelidad, [31] para ratificar en su fecha estos días de los Purim, tal como había sido ordenado por el judío Mardoqueo y la reina Ester, y tal como lo habían establecido para sí mismos y para sus descendientes, añadiendo lo tocante a los ayunos y lamentaciones. [32] La orden de Ester fijó la institución de estos Purim, siendo consignada en el libro.

Capítulo 10

[1] El rey Asuero impuso un tributo al país y a las islas del mar. [2] Todas las obras de su poder y su vigor y el relato del encumbramiento de Mardoqueo, a quien el rey enalteció, ¿no están escritas en las Crónicas de los reyes de los medos y los persas? [3] Pues el judío mardoqueo era el segundo después del rey, persona importante entre los judíos, amado por la multitud de sus hermanos, preocupado por el bien de su pueblo y procurador de la paz de su raza.

1 MACABEOS

Capítulo 1

[1] Alejandro de Macedonia, hijo de Filipo, partió del país de Kittim, derrotó a Darío, rey de los persas y los medos, y reinó en su lugar, empezando por la Hélada. [2] Suscitó muchas guerras, se apoderó de plazas fuertes y dio muerte a reyes de la tierra. [3] Avanzó hasta los confines del mundo y se hizo con el botín de multitud de pueblos. La tierra enmudeció en su presencia y su corazón se ensoberbeció y se llenó de orgullo. [4] Juntó un ejército potentísimo y ejerció el mando sobre tierras, pueblos y príncipes, que le pagaban tributo. [5] Después, cayó enfermo y conoció que se moría. [6] Hizo llamar entonces a sus servidores, a los nobles que con él se habían criado desde su juventud, y antes de morir, repartió entre ellos su reino.

[7] Reinó Alejandro doce años y murió. [8] Sus servidores entraron en posesión del poder, cada uno en su región. [9] Todos a su muerte se ciñeron la diadema y sus hijos después de ellos durante largos años; y multiplicaron los males sobre la tierra. [10] De ellos surgió un renuevo pecador, Antíoco Epífanes, hijo del rey Antíoco, que había estado como rehén en Roma. Subió al trono el año 137 del imperio de los griegos. [11] En aquellos días surgieron de Israel unos hijos rebeldes que sedujeron a muchos diciendo: «Vamos, concertemos alianza con los pueblos que nos rodean, porque desde que nos separamos de ellos, nos han sobrevenido muchos males.» [12] Estas palabras parecieron bien a sus ojos, [13] y algunos del pueblo se apresuraron a acudir donde el rey y obtuvieron de él autorización para seguir las costumbres de los gentiles.

[14] En consecuencia, levantaron en Jerusalén un gimnasio al uso de los paganos, [15] rehicieron sus prepucios, renegaron de la alianza santa para atarse al yugo de los gentiles, y se vendieron para obrar el mal. [16] Antíoco, una vez asentado en el reino, concibió el proyecto de reinar sobre el país de Egipto para ser rey de ambos reinos. [17] Con un fuerte ejército, con carros, elefantes, (jinetes) y numerosa flota, entró en Egipto [18] y trabó batalla con el rey de Egipto, Tolomeo. Tolomeo rehuyó su presencia y huyó; muchos cayeron heridos. [19] Ocuparon las ciudades fuertes de Egipto y Antíoco se alzó con los despojos del país.

[20] El año 143, después de vencer a Egipto, emprendió el camino de regreso. Subió contra Israel y llegó a Jerusalén con un fuerte ejército. [21] Entró con insolencia en el santuario y se llevó el altar de oro, el candelabro de la luz con todos sus accesorios, [22] la mesa de la proposición, los vasos de las libaciones, las copas, los incensarios de oro, la cortina, las coronas, y arrancó todo el decorado de oro que recubría la fachada del Templo. [23] Se apropió también de la plata, oro, objetos de valor y de cuantos tesoros ocultos pudo encontrar. [24] Tomándolo todo, partió para su tierra después de derramar mucha sangre y de hablar con gran insolencia. [25] En todo el país hubo gran duelo por Israel.

[26] Jefes y ancianos gimieron, languidecieron doncellas y jóvenes, la belleza de las mujeres se marchitó. [27] El recién casado entonó un canto de dolor, sentada en el lecho nupcial, la esposa lloraba. [28] Se estremeció la tierra por sus habitantes, y toda la casa de Jacob se cubrió de vergüenza. [29] Dos años después, envió el rey a las ciudades de Judá al Misarca, que se presentó en Jerusalén con un fuerte ejército. [30] Habló dolosamente palabras de paz y cuando se hubo ganado la confianza, cayó de repente sobre la ciudad y le asestó un duro golpe matando a muchos del pueblo de Israel. [31] Saqueó la ciudad, la incendió y arrasó sus casas y la muralla que la rodeaba.

[32] Sus hombres hicieron cautivos a mujeres y niños y se adueñaron del ganado. [33] Después reconstruyeron la Ciudad de David con una muralla grande y fuerte, con torres poderosas, y la hicieron su Ciudadela. [34] Establecieron allí una raza pecadora de rebeldes, que en ella se hicieron fuertes. [35] La proveyeron de armas y vituallas y depositaron en ella el botín que habían reunido del saqueo de Jerusalén. Fue un peligroso lazo. [36] Se convirtió en asechanza contra el santuario, en adversario maléfico para Israel en todo tiempo. [37] Derramaron sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron.

[38] Por ellos los habitantes de Jerusalén huyeron; vino a ser ella habitación de extraños, extraña para los que en ella nacieron, pues sus hijos la abandonaron. [39] Quedó su santuario desolado como un desierto, sus fiestas convertidas en duelo, sus sábados en irrisión, su honor en desprecio.

[40] A medida de su gloria creció su deshonor, su grandeza se volvió aflicción. [41] El rey publicó un edicto en todo su reino ordenando que todos formaran un único pueblo [42] y abandonara cada uno sus peculiares costumbres. Los gentiles acataron todos el edicto real [43] y muchos israelitas aceptaron su culto, sacrificaron a los ídolos y profanaron el sábado.

[44] También a Jerusalén y a la ciudades de Judá hizo el rey llegar, por medio de mensajeros, el edicto que ordenaba seguir costumbres extrañas al país. [45] Debían suprimir en el santuario holocaustos, sacrificios y libaciones; profanar sábados y fiestas; [46] mancillar el santuario y lo santo; [47] levantar altares, recintos sagrados y templos idolátricos; sacrificar puercos y animales impuros; [48] dejar a sus hijos incircuncisos; volver abominables sus almas con toda clase de impurezas y profanaciones, [49] de modo que olvidasen la Ley y cambiasen todas sus costumbres.

[50] El que no obrara conforme a la orden del rey, moriría. [51] En el mismo tono escribió a todo su reino, nombró inspectores para todo el pueblo, y ordenó a las ciudades de Judá que en cada una de ellas se ofrecieran sacrificios. [52] Muchos del pueblo, todos los que abandonaban la Ley, se unieron a ellos. Causaron males al país [53] y obligaron a Israel a ocultarse en toda suerte de refugios. [54] El día quince del mes de Kisléu del año 145 levantó el rey sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También construyeron altares en las ciudades de alrededor de Judá. [55] A las puertas de las casas y en las plazas quemaban incienso.

[56] Rompían y echaban al fuego los libros de la Ley que podían hallar. [57] Al que encontraban con un ejemplar de la Alianza en su poder, o bien descubrían que observaba los preceptos de la Ley, la decisión del rey le condenaba a muerte. [58] Actuaban violentamente contra los israelitas que sorprendían un mes y otro en las ciudades; [59] el día veinticinco de cada mes ofrecían sacrificios en el ara que se alzaba sobre el altar de los holocaustos. [60] A las mujeres que hacían circuncidar a sus hijos las llevaban a la muerte, conforme al edicto, [61] con sus criaturas colgadas al cuello. La misma suerte corrían sus familiares y los que habían efectuado la circuncisión.

[62] Muchos en Israel se mantuvieron firmes y se resistieron a comer cosa impura. [63] Prefirieron morir antes que contaminarse con aquella comida y profanar la alianza santa; y murieron. [64] Inmensa fue la Cólera que descargó sobre Israel.

Capítulo 2

[1] Por aquel tiempo, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, sacerdote del linaje de Yehoyarib, dejó Jerusalén y fue a establecerse en Modín. [2] Tenía cinco hijos: Juan, por sobrenombre Gaddí; [3] Simón, llamado Tasí; [4] Judas, llamado Macabeo; [5] Eleazar, llamado Avarán; y Jonatán, llamado Affús. [6] Al ver las impiedades que en Judá y en Jerusalén se cometían, [7] exclamó: «¡Ay de mí! ¿He nacido para ver la ruina de mi pueblo y la ruina de la ciudad santa, y para estarme allí cuando es entregada en manos de enemigos y su santuario en poder de extraños? [8] Ha quedado su Templo como hombre sin honor, [9] los objetos que eran su gloria, llevados como botín, muertos en las plazas sus niños, y sus jóvenes por espada enemiga. [10] ¿Qué pueblo no ha venido a heredar su reino [11] y a entrar en posesión de sus despojos? Todos sus adornos le han sido arrancados y de libre que era, ha pasado a ser esclava.

[12] Mirad nuestro santuario, nuestra hermosura y nuestra gloria, convertido en desierto, miradlo profanado de los gentiles. [13] ¿Para qué vivir más?» [14] Matatías y sus hijos rasgaron sus vestidos, se vistieron de sayal y se entregaron a un profundo dolor.

[15] Los enviados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín para los sacrificios. [16] Muchos israelitas acudieron donde ellos. También Matatías y sus hijos fueron convocados. [17] Tomando entonces la palabra los enviados del rey, se dirigieron a Matatías y le dijeron: «Tú eres jefe ilustre y poderoso en esta ciudad y estás bien apoyado de hijos y hermanos. [18] Acércate, pues, el primero y cumple la orden del rey, como la han cumplido todas las naciones, los notables de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Entonces tú y tus hijos seréis contados entre los amigos del rey, y os veréis honrados, tú y tus hijos, con plata, oro y muchas dádivas.» [19] Matatías contestó con fuerte voz: «Aunque todas las naciones que forman el imperio del rey le obedezcan hasta abandonar cada uno el culto de sus padres y acaten sus órdenes, [20] yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos en la alianza de nuestros padres.

[21] El Cielo nos guarde de abandonar la Ley y los preceptos. [22] No obedeceremos las órdenes del rey para desviarnos de nuestro culto ni a la derecha ni a la izquierda.» [23] Apenas había concluido de pronunciar estas palabras, cuando un judío se adelantó, a la vista de todos, para sacrificar en el altar de Modín, conforme al decreto real. [24] Al verle Matatías, se inflamó en celo y se estremecieron sus entrañas. Encendido en justa cólera, corrió y le degolló sobre el altar. [25] Al punto mató también al enviado del rey que obligaba a sacrificar y destruyó el altar. [26] Emuló en su celo por la Ley la gesta de Pinjás contra Zimrí, el hijo de Salú.

[27] Luego, con fuerte voz, gritó Matatías por la ciudad: «Todo aquel que sienta celo por la Ley y mantenga la alianza, que me siga.» [28] Y dejando en la ciudad cuanto poseían, huyeron él y sus hijos a las montañas. [29] Por entonces muchos, preocupados por la justicia y la equidad, bajaron al desierto para establecerse allí [30] con sus mujeres, sus hijos y sus ganados, porque los males duramente les oprimían. [31] La gente del rey y la tropa que estaba en Jerusalén, en la Ciudad de David, recibieron la denuncia de que unos hombres que habían rechazado el mandato del rey habían bajado a los lugares ocultos del desierto. [32] Muchos corrieron tras ellos y los alcanzaron. Los cercaron y se prepararon para atacarles el día del sábado.

[33] Les dijeron: «Basta ya, salid, obedeced la orden del rey y salvaréis vuestras vidas.» [34] Ellos les contestaron: «No saldremos ni obedeceremos la orden del rey de profanar el día de sábado.» [35] Asaltados al instante, [36] no replicaron ni arrojando piedras ni atrincherando sus cuevas. Dijeron: [37] «Muramos todos en nuestra rectitud. El cielo y la tierra nos son testigos de que nos matáis injustamente.» [38] Les atacaron, pues, en sábado y murieron ellos, sus mujeres, hijos y ganados: unas mil personas.

[39] Lo supieron Matatías y sus amigos y sintieron por ellos gran pesar. [40] Pero se dijeron: «Si todos nos comportamos como nuestros hermanos y no peleamos contra los gentiles por nuestras vidas y nuestras costumbres, muy pronto nos exterminarán de la tierra.» [41] Aquel mismo día tomaron el siguiente acuerdo: «A todo aquel que venga a atacarnos en día de sábado, le haremos frente para no morir todos como murieron nuestros hermanos en las cuevas.» [42] Se les unió por entonces el grupo de los asideos, israelitas valientes y entregados de corazón a la Ley. [43] Además, todos aquellos que querían escapar de los males, se les juntaron y les ofrecieron su apoyo. [44] Formaron así un ejército e hirieron en su ira a los pecadores, y a los impíos en su furor. Los restantes tuvieron que huir a tierra de gentiles buscando su salvación.

[45] Matatías y sus amigos hicieron correrías destruyendo altares, [46] obligando a circuncidar cuantos niños incircuncisos hallaron en el territorio de Israel [47] y persiguiendo a los insolentes. La empresa prosperó en sus manos: [48] arrancaron la Ley de mano de gentiles y reyes, y no consintieron que el pecador se impusiera. [49] Los días de Matatías se acercaban a su fin. Dijo entonces a sus hijos: «Ahora reina la insolencia y la reprobación, es tiempo de ruina y de violenta Cólera. [50] Ahora, hijos, mostrad vuestro celo por la Ley; dad vuestra vida por la alianza de nuestros padres.

[51] Recordad las gestas que en su tiempo nuestros padres realizaron; alcanzaréis inmensa gloria, inmortal nombre. [52] ¿No fue hallado Abraham fiel en la prueba y se le reputó por justicia? [53] José, en el tiempo de su angustia, observó la Ley y vino a ser señor de Egipto. [54] Pinjás, nuestro padre, por su ardiente celo, alcanzó la alianza de un sacerdocio eterno. [55] Josué, por cumplir su mandato, llegó a ser juez en Israel.

[56] Caleb, por su testimonio en la asamblea, obtuvo una herencia en esta tierra. [57] David, por su piedad, heredó un trono real para siempre.

[58] Elías, por su ardiente celo por la Ley, fue arrebatado al cielo. [59] Ananías, Azarías, Misael, por haber tenido confianza, se salvaron de las llamas. [60] Daniel por su rectitud, escapó de las fauces de los leones.

[61] Advertid, pues, que de generación en generación todos los que esperan en El jamás sucumben. [62] No temáis amenazas de hombre pecador: su gloria parará en estiércol y gusanos; [63] estará hoy encumbrado y mañana no se le encontrará: habrá vuelto a su polvo y sus maquinaciones se desvanecerán. [64] Hijos, sed fuertes y manteneos firmes en la Ley, que en ella hallaréis gloria.

[65] Ahí tenéis a Simeón, vuestro hermano. Sé que es hombre sensato; escuchadle siempre: él será vuestro padre. [66] Tenéis a Judas Macabeo, valiente desde su mocedad: él será jefe de vuestro ejército y dirigirá la guerra contra los pueblos. [67] Vosotros, atraeos a cuantos obervan la Ley, vengad a vuestro pueblo, [68] devolved a los gentiles el mal que os han hecho y observad los preceptos de la Ley.» [69] A continuación, les bendijo y fue a reunirse con sus padres. [70] Murió el año 146 y fue sepultado en Modín, en el sepulcro de sus padres. Todo Israel hizo gran duelo por él.

Capítulo 3

[1] Se levantó en su lugar su hijo Judas, llamado Macabeo. [2] Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le ofrecieron apoyo y sostuvieron con entusiasmo la guerra de Israel. [3] El dilató la gloria de su pueblo; como gigante revistió la coraza y se ciñó sus armas de guerra. Empeñó batallas, protegiendo al ejército con su espada, [4] semejante al león en sus hazañas, como cachorro que ruge sobre su presa. [5] Persiguió a los impíos hasta sus rincones, dio a las llamas a los perturbadores de su pueblo. [6] Por el miedo que les infundía, se apocaron los impíos, se sobresaltaron todos los que obraban la iniquidad; la liberación en su mano alcanzó feliz éxito. [7] Amargó a muchos reyes, regocijó a Jacob con sus hazañas; su recuerdo será eternamente bendecido. [8] Recorrió las ciudades de Judá, exterminó de ellas a los impíos y apartó de Israel la Cólera. [9] Su nombre llegó a los confines de la tierra y reunió a los que estaban perdidos.

[10] Apolonio reunió gentiles y una Caperosa fuerza de Samaría para llevar la guerra a Israel. [11] Judas, al tener noticia de ello, salió a su encuentro, le venció y le mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a la fuga. [12] Recogido el botín, Judas tomó para sí la espada de Apolonio y en adelante entró siempre en combate con ella. [13] Serón, general del ejército de Siria, al saber que Judas había congregado en torno suyo una multitud de fieles y gente de guerra, [14] se dijo: «Conseguiré un nombre y alcanzaré gloria en el reino atacando a Judas y a los suyos, que desprecian las órdenes del rey.» [15] Partió, pues, a su vez, y subió con él una poderosa tropa de impíos para ayudarle a tomar venganza de los hijos de Israel.

[16] Cuando se aproximaba a la subida de Bet Jorón, le salió al encuentro Judas con unos pocos hombres. [17] Al ver éstos el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas: «¿Cómo podremos combatir, siendo tan pocos, con una multitud tan poderosa? Además estamos extenuados por no haber comido hoy en todo el día.» [18] Judas respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos. Al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos; [19] que en la guerra no depende la victoria de la muchedumbre del ejército, sino de la fuerza que viene del Cielo. [20] Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad con intención de destruirnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y hacerse con nuestros despojos; [21] nosotros, en cambio, combatimos por nuestras vidas y nuestras leyes; [22] El les quebrantará ante nosotros; no les temáis.» [23] Cuando acabó de hablar, se lanzó de improviso sobre ellos y Serón y su ejército fueron derrotados ante él.

[24] Les persiguieron por la pendiente de Bet Jorón hasta la llanura. Unos ochocientos sucumbieron y los restantes huyeron al país de los filisteos. [25] Comenzó a cundir el miedo a Judas y sus hermanos y el espanto se apoderó de los gentiles circunvecinos. [26] Su nombre llegó hasta el rey y en todos los pueblos se comentaban las batallas de Judas. [27] El rey Antíoco, al oír esto, se encendió en violenta ira; mandó juntar las fuerzas todas de su reino, un ejército poderosísimo; [28] abrió su tesoro y dio a las tropas la soldada de un año con la orden de que estuviesen preparadas a todo evento. [29] Entonces advirtió que se le había acabado el dinero del tesoro y que los tributos de la región eran escasos, debido a las revueltas y calamidades que él había provocado en el país al suprimir las leyes en vigor desde los primeros tiempos.

[30] Temió no tener, como otras veces, para los gastos y para los donativos que solía antes prodigar con larga mano, superando en ello a los reyes que le precedieron. [31] Hallándose, pues, en tan grave aprieto, resolvió ir a Persia a recoger los tributos de aquellas provincias y reunir mucho dinero. [32] Dejó a Lisias, personaje de la nobleza y de la familia real, al frente de los negocios del rey desde el río Eufrates hasta la frontera de Egipto; [33] le confió la tutela de su hijo Antíoco hasta su vuelta; [34] puso a su disposición la mitad de sus tropas y los elefantes, y le dio orden de ejecutar cuanto había resuelto. En lo que tocaba a los habitantes de Judea y Jerusalén, [35] debía enviar contra ellos un ejército que quebrantara y deshiciera las fuerzas de Israel y lo que quedaba de Jerusalén hasta borrar su recuerdo del lugar.

[36] Luego establecería extranjeros en todo su territorio y repartiría entre ellos sus tierras. [37] El rey, tomando consigo la otra mitad del ejército, partió de Antioquía, capital de su reino, el año 147. Atravesó el río Eufrates y prosiguió su marcha a través de la región alta. [38] Lisias eligió a Tolomeo, hijo de Dorimeno, a Nicanor y a Gorgias, hombres poderosos entre los amigos del rey, [39] y les envió con 40.000 infantes y 7.000 de a caballo a invadir el país de Judá y arrasarlo, como lo había mandado el rey. [40] Partieron con todo su ejército, llegaron y acamparon cerca de Emaús, en la Tierra Baja. [41] Los mercaderes de la región, que oyeron hablar de ellos, tomaron grandes sumas de plata y oro, además de grilletes, y se fueron al campamento con intención de adquirir como esclavos a los hijos de Israel. Se les unió también una fuerza de Idumea y del país de los filisteos.

[42] Judas y sus hermanos comprendieron que la situación era grave: el ejército estaba acampado dentro de su territorio y conocían la consigna del rey de destruir el pueblo y acabar con él. [43] Y se dijeron unos a otros: «Levantemos a nuestro pueblo de la ruina y luchemos por nuestro pueblo y por el Lugar Santo.» [44] Se convocó la asamblea para prepararse a la guerra, hacer oración y pedir piedad y misericordia. [45] Pero Jerusalén estaba despoblada como un desierto, ninguno de sus hijos entraba ni salía; conculcado el santuario, hijos de extraños en la Ciudadela, convertida en albergue de gentiles. Había desaparecido la alegría de Jacob, la flauta y la lira habían enmudecido. [46] Por eso, una vez reunidos, se fueron a Masfá, frente a Jerusalén, porque tiempos atrás había habido en Masfá un lugar de oración para Israel. [47] Ayunaron aquel día, se vistieron de sayal, esparcieron ceniza sobre la cabeza y rasgaron sus vestidos.

[48] Desenrollaron el libro de la Ley para buscar en él lo que los gentiles consultan a las imágenes de sus ídolos. [49] Trajeron los ornamentos sacerdotales, las primicias y los diezmos, e hicieron comparecer a los nazireos que habían cumplido el tiempo de su voto. [50] Levantaron sus clamores al Cielo diciendo: «¿Qué haremos con éstos? ¿A dónde los llevaremos? [51] Tu Lugar Santo está conculcado y profanado, tus sacerdotes en duelo y humillación, [52] y ahí están los gentiles coligados contra nosotros para exterminarnos. Tú conoces lo que traman contra nosotros. [53] ¿Cómo podremos resistir frente a ellos si no acudes en nuestro auxilio?» [54] Hicieron sonar las trompetas y prorrumpieron en grandes gritos.

[55] A continuación, Judas nombró jefes del pueblo: jefes de mil hombres, de cien, de cincuenta y de diez. [56] A los que estaban construyendo casas, a los que acababan de casarse o de plantar viñas y a los cobardes, les mandó, conforme a la Ley, que se volvieran a sus casas. [57] Luego, se puso en marcha el ejército y acamparon al sur de Emaús. [58] Judas les dijo: «Preparaos, revestíos de valor y estad dispuestos mañana temprano para entrar en batalla con estos gentiles que se han coligado contra nosotros para destruirnos y destruir nuestro Lugar Santo. [59] Porque es mejor morir combatiendo que estarnos mirando las desdichas de nuestra nación y del Lugar Santo. [60] Lo que el Cielo tenga dispuesto, lo cumplirá.»

Capítulo 4

[1] Gorgias, tomando 5.000 hombres y mil jinetes escogidos, partió con ellos de noche [2] para caer sobre el campamento de los judíos y vencerles por sorpresa. La gente de la Ciudadela los guiaba. [3] Pero lo supo Judas y salió él a su vez con sus guerreros con intención de batir al ejército real que quebada en Emaús [4] mientras estaban todavía dispersas las tropas fuera del campamento. [5] Gorgias llegó de noche al campamento de Judas y al no encontrar a nadie, los estuvo buscando por las montañas, pues decía: «Estos van huyendo de nosotros.» [6] Al rayar el día, apareció Judas en la llanura con 3.000 hombres. Sólo que no tenían las armas defensivas y las espadas que hubiesen querido, [7] mientras veían el campamento de los gentiles fuerte, bien atrincherado, rodeado de la caballería y todos diestros en la guerra.

[8] Judas entonces dijo a los que con él iban: «No temáis a esa muchedumbre ni su pujanza os acobarde. [9] Recordad cómo se salvaron nuestros padres en el mar Rojo, cuando Faraón les perseguía con su ejército. [10] Clamemos ahora al Cielo, a ver si nos tiene piedad, recuerda la alianza de nuestros padres y quebranta hoy este ejército ante nosotros. [11] Entonces reconocerán todas las naciones que hay quien rescata y salva a Israel.» [12] Los extranjeros alzaron los ojos y, viendo a los judíos que venían contra ellos, [13] salieron del campamento a presentar batalla. Los soldados de Judas hicieron sonar la trompeta [14] y entraron en combate. Salieron derrotados los gentiles y huyeron hacia la llanura.

[15] Los rezagados cayeron todos a filo de espada. Los persiguieron hasta Gázara y hasta las llanuras de Idumea, Azoto y Yamnia. Cayeron de ellos al pie de 3.000 hombres. [16] Judas, al volver con su ejército de la persecución, [17] dijo a su gente: «Contened vuestros deseos de botín, que otra batalla nos amenaza; [18] Gorgias y su ejército se encuentran cerca de nosotros en la montaña. Haced frente ahora a nuestros enemigos y combatid con ellos; después podréis con tranquilidad haceros con el botín.» [19] Apenas había acabado Judas de hablar, cuando se dejó ver un destacamento que asomaba por la montaña. [20] Advirtieron éstos que los suyos habían huido y que el campamento había sido incendiado, como se lo daba a entender el humo que divisaban.

[21] Viéndolo se llenaron de pavor y al ver por otro lado en la llanura el ejército de Judas dispuesto para el combate, [22] huyeron todos al país de los filisteos. [23] Judas se volvió entonces al campamento para saquearlo. Recogieron mucho oro y plata, telas teñidas en púrpura marina, y muchas otras riquezas. [24] De regreso cantaban y bendecían al Cielo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor.» [25] Hubo aquel día gran liberación en Israel. [26] Los extranjeros que habían podido escapar se fueron donde Lisias y le comunicaron todo lo que había pasado.

[27] Al oírles quedó consternado y abatido porque a Israel no le había sucedido lo que él quería ni las cosas habían salido como el rey se lo tenía ordenado. [28] Al año siguiente, reunió Lisias 60.000 hombres escogidos y 5.000 jinetes para combatir contra ellos. [29] Llegaron a Idumea y acamparon en Bet Sur. Judas fue a su encuentro con 10.000 hombres [30] y cuando vio aquel poderoso ejército, oró diciendo: «Bendito seas, Salvador de Israel, que quebraste el ímpetu del poderoso guerrero por mano de tu siervo David y entregaste el ejército de los filisteos en manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero. [31] Pon de la misma manera este ejército en manos de tu pueblo Israel y queden corridos de sus fuerzas y de su caballería. [32] Infúndeles miedo, rompe la confianza que en su fuerza ponen y queden abatidos con su derrota.

[33] Hazles sucumbir bajo la espada de los que te aman, y entonen himnos en tu alabanza todos los que conocen tu nombre.» [34] Vinieron a las manos y cayeron en el combate unos 5.000 hombres del ejército de Lisias. [35] Al ver Lisias la derrota sufrida por su ejército y la intrepidez de los soldados de Judas, y cómo estaban resueltos a vivir o morir valerosamente, partió para Antioquía, donde reclutó mercenarios con ánimo de presentarse de nuevo en Judea con fuerzas más Caperosas. [36] Judas y sus hermanos dijeron: «Nuestros enemigos están vencidos; subamos, pues, a purificar el Lugar Santo y a celebrar su dedicación.» [37] Se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión. [38] Cuando vieron el santuario desolado, el altar profanado, las puertas quemadas, arbustos nacidos en los atrios como en un bosque o en un monte cualquiera, y las salas destruidas, [39] rasgaron sus vestidos, dieron muestras de gran dolor y pusieron ceniza sobre sus cabezas.

[40] Cayeron luego rostro en tierra y a una señal dada por las trompetas, alzaron sus clamores al Cielo. [41] Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la Ciudadela hasta terminar la purificación del Lugar Santo. [42] Luego eligió sacerdotes irreprochables, celosos de la Ley, [43] que purificaron el Lugar Santo y llevaron las piedras de la contaminación a un lugar inmundo. [44] Deliberaron sobre lo que había de hacerse con el altar de los holocaustos que estaba profanado. [45] Con buen parecer acordaron demolerlo para evitarse un oprobio, dado que los gentiles lo habían contaminado. Lo demolieron, pues, [46] y depositaron sus piedras en el monte de la Casa, en un lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta que diera respuesta sobre ellas.

[47] Tomaron luego piedras sin labrar, como prescribía la Ley, y construyeron un nuevo altar como el anterior. [48] Repararon el Lugar Santo y el interior de la Casa y santificaron los atrios. [49] Hicieron nuevos objetos sagrados y colocaron dentro del templo el candelabro, el altar del incienso y la mesa. [50] Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas del candelabro, que lucieron en el Templo. [51] Pusieron panes sobre la mesa, colgaron las cortinas y dieron fin a la obra que habían emprendido. [52] El día veinticinco del noveno mes, llamado Kisléu, del año 148, se levantaron al romper el día [53] y ofrecieron sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían construido un sacrificio conforme a la Ley.

[54] Precisamente fue inaugurado el altar, con cánticos, cítaras, liras y címbalos, en el mismo tiempo y el mismo día en que los gentiles la habían profanado. [55] El pueblo entero se postró rostro en tierra, y adoró y bendijo al Cielo que los había conducido al triunfo. [56] Durante ocho días celebraron la dedicación del altar y ofrecieron con alegría holocaustos y el sacrificio de comunión y acción de gracias. [57] Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños escudos, restauraron las entradas y las salas y les pusieron puertas. [58] Hubo grandísima alegría en el pueblo, y el ultraje inferido por los gentiles quedó borrado. [59] Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, decidió que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a contar del veinticinco del mes de Kisléu, se celebrara con alborozo y regocijo el aniversario de la dedicación del altar.

[60] Por aquel tiempo, levantaron en torno al monte Sión altas murallas y fuertes torres, no fuera que otra vez se presentaran como antes los gentiles y lo pisotearan. [61] Puso Judas allí una guarnición que lo defendiera y para que el pueblo tuviese una fortaleza frente a Idumea, fortificó Bet Sur.

Capítulo 5

[1] Cuando los pueblos circunvecinos supieron que había sido reconstruido el altar y restaurado como antes el santuario, se irritaron sobremanera. [2] Decidieron acabar con los descendientes de Jacob que entre ellos vivían y comenzaron a matar y exterminar gente del pueblo. [3] Judas movió la guerra a los hijos de Esaú en Idumea, al país de Acrabatena, porque tenían asediados a los israelitas. Les infligió fuerte derrota, les rechazó y se alzó con sus despojos. [4] Recordó luego la maldad de los hijos de Baián, que eran un lazo y una trampa para el pueblo por las emboscadas que en los caminos le tendían. [5] Les obligó a encerrarse en sus torres, les puso cerco y dándolos al anatema, abrasó las torres con todos los que estaban dentro. [6] Pasó a continuación a los ammonitas, donde encontró una fuerte tropa y una población Caperosa cuyo jefe era Timoteo.

[7] Después de muchos combates, los derrotó y deshizo. [8] Ocupó Yazer y sus aldeas, y regresó a Judea. [9] Los gentiles de Galaad se unieron para exterminar a los israelitas que vivían en su territorio, pero ellos se refugiaron en la fortaleza de Datemá. [10] Enviaron cartas a Judas y sus hermanos diciéndoles: «Los gentiles que nos rodean se han unido para exterminarnos; [11] se preparan para venir a tomar la fortaleza donde nos hemos refugiado, y Timoteo está al frente de su ejército. [12] Ven, pues, ahora a librarnos de sus manos, que muchos de entre nosotros han caído ya; [13] todos nuestros hermanos que vivían en el país de Tubías han sido muertos, llevados cautivos sus mujeres, hijos y bienes, y han perecido allí unos mil hombres.» [14] Estaban todavía leyendo las cartas, cuando otros mensajeros, con los vestidos rasgados, llegaron de Galilea con esta noticia: [15] «Se han unido los de Tolemaida, Tiro, Sidón y toda la Galilea de los Gentiles para acabar con nosotros.» [16] Cuando Judas y el pueblo oyeron tales noticias, reunieron una gran asamblea para deliberar sobre lo que habían de hacer para socorrer a sus hermanos puestos en angustia y combatidos de enemigos.

[17] Judas dijo a su hermano Simón: «Toma gente contigo y parte a librar a tus hermanos de Galilea; mi hermano Jonatán y yo iremos a la región de Galaad.» [18] Dejó para defensa de Judea a José, hijo de Zacarías, y a Azarías, jefe del pueblo, con el resto del ejército, [19] dándoles esta orden: «Estad al frente del pueblo y no entréis en batalla con los gentiles hasta que nosotros regresemos.» [20] Se le dieron 3.000 hombres a Simón para la campaña de Galilea y 8.000 a Judas para la de Galaad. [21] Simón partió para Galilea y luego de empeñar muchos combates con los gentiles, los derrotó [22] y los persiguió hasta la entrada de Tolemaida. Sucumbieron unos 3.000 gentiles y se llevó sus despojos.

[23] Tomó luego consigo a los judíos de Galilea y Arbattá, con sus mujeres, hijos y cuanto poseían, y en medio de una gran alegría los llevó a Judea. [24] Por su parte, Judas Macabeo y su hermano Jonatán atravesaron el Jordán y caminaron tres jornadas por el desierto. [25] Se encontraron con los nabateos, que les acogieron amistosamente y les pusieron al tanto de lo que les ocurría a sus hermanos de la región de Galaad: [26] que muchos de ellos se encontraban encerrados en Bosorá y Bosor, en Alemá, Casfó, Maqued y Carnáyim, todas ellas ciudades fuertes y grandes; [27] que también los había encerrados en las demás ciudades de la región de Galaad, y que sus enemigos habían fijado el día siguiente para atacar las fortalezas, tomarlas y exterminarlos a todos en un solo día. [28] Inmediatamente Judas hizo que su ejército tomara el camino de Bosorá, a través del desierto; tomó la ciudad y después de pasar a filo de espada a todo varón y de saquearla por completo, la incendió.

[29] Partió de allí por la noche y avanzó hasta las cercanías de la fortaleza. [30] Cuando, al llegar el día, alzaron los judíos sus ojos, vieron una muchedumbre inCaperable que levantaba escalas e ingenios para tomar la plaza, y había comenzado ya el ataque. [31] Al ver que el ataque se había iniciado y que un inmenso griterío y sonido de trompetas se levantaba de la ciudad hasta el cielo, [32] Judas dijo a los hombres de su ejército: «Combatid hoy por vuestros hermanos.» [33] Y, ordenados en tres columnas, les hizo avanzar detrás del enemigo tocando las trompetas y gritando invocaciones. [34] El ejército de Timoteo, al reconocer que era Macabeo, huyeron ante él, sufrieron una fuerte derrota y dejaron tendidos unos 8.000 hombres aquel día.

[35] Volvióse luego Judas contra Alemá. La atacó, la tomó y después de matar a todos los varones y saquearla, la dio a las llamas. [36] Partiendo de allí, se apoderó de Casfó, Maqued, Bosor y de las restantes ciudades de la región de Galaad. [37] Después de estos acontecimientos, juntó Timoteo un nuevo ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del torrente. [38] Judas envió a reconocer el campamento y le trajeron el siguiente informe: «Todos los gentiles de nuestro alrededor se le han unido y forman un ejército considerable. [39] Tienen además, como auxiliares, árabes tomados a sueldo. Acampan al otro lado del torrente y están preparados para venir a atacarte.» Judas salió a su encuentro. [40] Cuando se aproximaba con su ejército al torrente de agua, dijo Timoteo a los capitanes de sus tropas: «Si él lo pasa primero y viene sobre nosotros, no podremos resistirle, porque nos vencerá seguramente, [41] pero si muestra miedo y acampa al otro lado del río, lo atravesaremos nosotros, iremos sobre él y le venceremos.» [42] Cuando Judas llegó al borde del torrente de agua, situó a los escribas del pueblo a la orilla y les dio esta orden: «No dejéis acampar a nadie; que todos vayan al combate.» [43] Pasó él el primero contra el enemigo y toda su gente le siguió. Los gentiles todos, derrotados ante ellos, tiraron las armas y corrieron a buscar refugio en el templo de Carnáyim.

[44] Pero los judíos tomaron la ciudad y quemaron el templo con todos los que había dentro. Carnáyim fue arrasada. Y ya nadie pudo resistir a Judas. [45] Judas reunió a todos los israelitas de la región de Galaad, pequeños y grandes, a sus mujeres, hijos y bienes, una inmensa muchedumbre, para llevarlos al país de Judá. [46] Llegaron a Efrón, ciudad importante y muy fuerte, situada en el camino. Necesariamente tenían que pasar por ella, por no haber posibilidad de desviarse ni a la derecha ni a la izquierda. [47] Pero los habitantes les negaron el paso y bloquearon las entradas con piedras. [48] Judas les envió un mensaje en son de paz diciéndoles: «Pasaremos por vuestro país para llegar al nuestro; nadie os hará mal alguno; no limitaremos a pasar a pie.» Pero no quisieron abrirle. [49] Entonces Judas hizo anunciar por el ejército que cada uno tomara posición donde se encontrara.

[50] La gente de guerra tomó posición y Judas atacó la ciudad todo aquel día y toda la noche, hasta que cayó en sus manos. [51] Hizo pasar a filo de espada a todos los varones, la arrasó, la saqueó, y atravesó la ciudad por encima de los cadáveres. [52] Pasaron el Jordán para entrar en la Gran Llanura frente a Bet San. [53] Judas fue durante toda la marcha recogiendo a los rezagados y animando al pueblo hasta llegar a la tierra de Judá. [54] Subieron al monte Sión con alborozo y alegría y ofrecieron holocaustos por haber regresado felizmente sin haber perdido a ninguno de los suyos. [55] Cuando Judas y Jonatán estaban en el país de Galaad, y su hermano Simón en Galilea, frente a Tolemaida, [56] José, hijo de Zacarías, y Azarías, jefes del ejército, al oír las proezas y combates que aquéllos habían realizado, [57] se dijeron: «Hagamos nosotros también célebre nuestro nombre saliendo a combatir a los gentiles de los alrededores.» [58] Y dieron orden a la tropa que estaba bajo su mando de ir sobre Yamnia.

[59] Gorgias salió de la ciudad con su gente para irles al encuentro y entrar en batalla. [60] Y José y Azarías fueron derrotados y perseguidos hasta la frontera de Judea. Sucumbieron aquel día alrededor de 2.000 hombres del pueblo de Israel. [61] Sobrevino este grave revés al pueblo por no haber obedecido a Judas y sus hermanos, creyéndose capaces de grandes hazañas. [62] Pero no eran ellos de aquella casta de hombres a quienes estaba confiada la salvación de Israel. [63] El valiente Judas y sus hermanos alcanzaron gran honor ante todo Israel y todas las naciones a donde su nombre llegaba. [64] Las muchedumbres se agolpaban a su alrededor para aclamarles.

[65] Salió Judas con sus hermanos a campaña contra los hijos de Esaú, al país del mediodía. Tomó Hebrón y sus aldeas, arrasó sus murallas y prendió fuego a las torres de su contorno. [66] Partió luego en dirección al país de los filisteos y atravesó Marisá. [67] Al querer señalarse tomando parte imprudentemente en el combate, cayeron aquel día algunos sacerdotes. [68] Dobló luego Judas sobre Azoto, territorio de los filisteos, y destruyó sus altares, dio fuego a las imágenes de sus dioses y saqueó sus ciudades. Después, regresó al país de Judá.

Capítulo 6

[1] El rey Antíoco, en su recorrido por la región alta, tuvo noticia de que había una ciudad en Persia, llamada Elimaida, famosa por sus riquezas, su plata y su oro. [2] Tenía un templo rico en extremo, donde se guardaban armaduras de oro, corazas y armas dejadas allí por Alejandro, hijo de Filipo, rey de Macedonia, que fue el primer rey de los griegos. [3] Allá se fue con intención de tomar la ciudad y entrar a saco en ella. Pero no lo consiguió, porque los habitantes de la ciudad, al conocer sus propósitos, [4] le ofrecieron resistencia armada, y tuvo que salir huyendo y marcharse de allí con gran tristeza para volverse a Babilonia. [5] Todavía se hallaba en Persia, cuando llegó un mensajero anunciándole la derrota de las tropas enviadas a la tierra de Judá. [6] Lisias, en primer lugar, había ido al frente de un poderoso ejército, pero había tenido que huir ante los judíos. Estos se habían crecido con las tropas y los muchos despojos tomados a los ejércitos vencidos.

[7] Habían destruido la Abominación levantada por él sobre el altar de Jerusalén. Habían rodeado de altas murallas como antes el santuario, así como a Bet Sur, ciudad del rey. [8] Ante tales noticias, quedó el rey consternado, presa de intensa agitación, y cayó en cama enfermo de pesadumbre por no haberle salido las cosas como él quisiera. [9] Muchos días permaneció allí, renovándosele sin cesar la profunda tristeza, hasta que sintió que se iba a morir. [10] Hizo venir entonces a todos sus amigos y les dijo: «Huye el sueño de mis ojos y mi corazón desfallece de ansiedad. [11] Me decía a mí mismo: ¿Por qué he llegado a este extremo de aflicción y me encuentro en tan gran tribulación, siendo así que he sido bueno y amado en mi gobierno? [12] Pero ahora caigo en cuenta de los males que hice en Jerusalén, cuando me llevé los objetos de plata y oro que en ella había y envié gente para exterminar sin motivo a los habitantes de Judá.

[13] Reconozco que por esta causa me han sobrevenido los males presentes y muero de inmensa pesadumbre en tierra extraña.» [14] Llamó luego a Filipo, uno de sus amigos, y le puso al frente de todo su reino. [15] Le dio su diadema, sus vestidos y su anillo, encargándole que educara a su hijo Antíoco y le preparara para que fuese rey. [16] Allí murió el rey Antíoco el año 149. [17] Lisias, al saber la muerte del rey, puso en el trono a su hijo Antíoco, al que había educado desde niño, y le dio el sobrenombre de Eupátor. [18] La guarnición de la Ciudadela tenía sitiado a Israel en el recinto del Lugar Santo; buscaba siempre ocasión de causarle mal y de ofrecer apoyo a los gentiles.

[19] Resuelto Judas a exterminarlos, convocó a todo el pueblo para sitiarles. [20] El año 150, una vez reunidos, dieron comienzo al sitio de la Ciudadela y construyeron plataformas de tiro e ingenios de guerra. [21] Pero algunos de los sitiados lograron romper el cerco y juntándoseles otros de entre los impíos de Israel, [22] acudieron al rey para decirle: «¿Hasta cuándo vas a estar sin hacer justicia y sin vengar a nuestros hermanos? [23] Nosotros aceptamos de buen grado servir a tu padre, seguir sus órdenes y obedecer sus edictos. [24] Esta es la causa por la que nuestros conciudadanos se nos muestran hostiles. Han matado a cuantos de nosotros han caído en sus manos y nos han arrebatado nuestras haciendas.

[25] Pero no sólo han alzado su mano sobre nosotros, sino también sobre todos tus territorios. [26] He aquí que hoy tienen puesto cerco a la Ciudadela de Jerusalén con intención de tomarla y han fortificado el santuario y Bet Sur. [27] Si no te apresuras a atajarles, se atreverán a más, y ya te será imposible contenerles.» [28] Al oírlo el rey, montó en cólera y convocó a todos sus amigos, capitanes del ejército y comandantes de la caballería. [29] Le llegaron tropas mercenarias de otros reinos y de la islas del mar. [30] El número de sus fuerzas era de 10.000 infantes, 20.000 jinetes y 32 elefantes adiestrados para la guerra.

[31] Viniendo por Idumea, pusieron cerco a Bet Sur y la atacaron durante mucho tiempo, valiéndose de ingenios de guerra. Pero los sitiados, en salidas que hacían, se los quemaban y peleaban valerosamente. [32] Entonces Judas partió de la Ciudadela y acampó en Bet Zacaría, frente al campamento real. [33] El rey se levantó de madrugada y puso en marcha el ejército con todo su ímpetu por el camino de Bet Zacaría. Los ejércitos se dispusieron para entrar en batalla y se tocaron las trompetas. [34] A los elefantes les habían mostrado zumo de uvas y moras para prepararlos al combate. [35] Las bestias estaban repartidas entre las falanges. Mil hombres, con cota de malla y casco de bronce en la cabeza, se alineaban al lado de cada elefante. Además, con cada bestia iban quinientos jinetes escogidos, [36] que estaban donde el animal estuviese y le acompañaban adonde fuese, sin apartarse de él.

[37] Cada elefante llevaba sobre sí, sujeta con cinchas, una torre fuerte de madera como defensa y tres guerreros que combatían desde ella, además del conductor. [38] Al resto de la caballería el rey lo colocó a un lado y otro, en los flancos del ejército, con la misión de hostigar al enemigo y proteger las falanges. [39] Cuando el sol dio sobre los escudos de oro y bronce, resplandecieron los montes a su fulgor y brillaron como antorchas encendidas. [40] Una parte del ejército real se desplegó por las alturas de los montes, mientras algunos lo hicieron por el llano; y avanzaban con seguridad y buen orden. [41] Se estremecían todos los que oían el griterío de aquella muchedumbre y el estruendo que levantaba al marchar y entrechocar las armas; era, en efecto, un ejército muy grande y fuerte. [42] Judas y su ejército se adelantaron para entrar en batalla, y sucumbieron seiscientos hombres del ejército real.

[43] Eleazar, llamado Avarán, viendo una de las bestias que iba protegida de una coraza real y que aventajaba en corpulencia a todas las demás, creyó que el rey iba en ella, [44] y se entregó por salvar a su pueblo y conseguir un nombre inmortal. [45] Corrió audazmente hasta la bestia, metiéndose entre la falange, matando a derecha e izquierda y haciendo que los enemigos se apartaran de él a un lado y a otro; [46] se deslizó debajo del elefante e hiriéndole por debajo, lo mató. Cayó a tierra el animal sobre él y allí murió Eleazar. [47] Los judíos, al fin, viendo la potencia del reino y la impetuosidad de sus tropas, cedieron ante ellas. [48] El ejército real subió a Jerusalén, al encuentro de los judíos, y el rey acampó contra Judea y contra el monte Sión.

[49] Hizo la paz con los de Bet Sur, que salieron de la ciudad al no tener allí víveres para sostener el sitio por ser año sabático para la tierra. [50] El rey ocupó Bet Sur y dejó allí una guarnición para su defensa. [51] Muchos días estuvo sitiando el santuario. Levantó allí plataformas de tiro e ingenios de guerra, lanzallamas, catapultas, escorpiones de lanzar flechas y hondas. [52] Por su parte, los sitiados construyeron ingenios contra los ingenios de los otros y combatieron durante muchos días. [53] Pero no había víveres en los almacenes, porque aquel era año séptimo, y además los israelitas liberados de los gentiles y traídos a Judea habían consumido las últimas reservas. [54] Víctimas, pues, del hambre, dejaron unos pocos hombres en el Lugar Santo y los demás se dispersaron cada uno a su casa.

[55] Se enteró Lisias de que Filipo, aquel a quien el rey Antíoco había confiado antes de morir la educación de su hijo Antíoco para el trono, [56] había vuelto de Persia y Media y con él las tropas que acompañaron al rey, y que trataba de hacerse con la dirección del gobierno. [57] Entonces se apresuró a señalar la conveniencia de volverse, diciendo al rey, a los capitanes del ejército y a la tropa: «De día en día venimos a menos; las provisiones faltan; la plaza que asediamos está bien fortificada y los negocios del reino nos urgen. [58] Demos, pues, la mano a estos hombres, hagamos la paz con ellos y con toda su nación [59] y permitámosles vivir según sus costumbres tradicionales, pues irritados por habérselas abolido nosotros, se han portado de esta manera.» [60] El rey y los capitanes aprobaron la idea y el rey envió a proponer la paz a los sitiados. Estos la aceptaron [61] y el rey y los capitanes se la juraron. Con esta garantía salieron de la fortaleza [62] y el rey entró en el monte Sión. Pero al ver la fortaleza de aquel lugar, violó el juramento que había hecho y ordenó destruir la muralla que lo rodeaba.

[63] Luego, a toda prisa, partió y volvió a Antioquía, donde encontró a Filipo dueño de la ciudad. Le atacó y se apoderó de la ciudad por la fuerza.

Capítulo 7

[1] El año 151, Demetrio, hijo de Seleuco, salió de Roma y, con unos pocos hombres, arribó a una ciudad marítima donde se proclamó rey. [2] Cuando se disponía a entrar en la residencia real de sus padres, el ejército apresó a Antíoco y a Lisias para llevarlos a su presencia. [3] Al saberlo, dijo: «No quiero ver sus caras.» [4] El ejército los mató y Demetrio se sentó en su trono real. [5] Entonces todos los hombres sin ley e impíos de Israel acudieron a él, con Alcimo al frente, que pretendía el sumo sacerdocio. [6] Ya en su presencia, acusaron al pueblo diciendo: «Judas y sus hermanos han hecho perecer a todos tus amigos y a nosotros nos han expulsado de nuestro país.

[7] Envía, pues, ahora una persona de tu confianza, que vaya y vea los estragos que en nosotros y en la provincia del rey han causado, y los castigue a ellos y a todos los que les apoyan.» [8] El rey eligió a Báquides, uno de los amigos del rey, gobernador de Transeufratina, grande en el reino y fiel al rey. [9] Le envió con el impío Alcimo, a quien concedió el sacerdocio, a tomar venganza de los israelitas. [10] Partieron con un ejército Caperoso y en llegando a la tierra de Judá, enviaron mensajeros a Judas y sus hermanos con falsas proposiciones de paz. [11] Pero éstos no hicieron caso de sus palabras, porque vieron que habían venido con un ejército Caperoso. [12] No obstante, un grupo de escribas se reunió con Alcimo y Báquides, tratando de encontrar una solución justa.

[13] Los asideos eran los primeros entre los israelitas en pedirles la paz, [14] pues decían: «Un sacerdote del linaje de Aarón ha venido con el ejército: no nos hará ningún mal.» [15] Habló con ellos amistosamente y les aseguró bajo juramento: «No intentaremos haceros mal ni a vosotros ni a vuestros amigos.» [16] Le creyeron, pero él prendió a sesenta de ellos y les hizo morir en un mismo día, según la palabra que estaba escrita: [17] «Esparcieron la carne y la sangre de tus santos en torno a Jerusalén y no hubo quien les diese sepultura.» [18] Con esto, el miedo hacia ellos y el espanto se apoderó del pueblo, que decía: «No hay en ellos verdad ni justicia, pues han violado el pacto y el juramento que habían jurado.» [19] Báquides partió de Jerusalén y acampó en Bet Zet. De allí mandó a prender a muchos que habían desertado donde él y a algunos del pueblo, los mató y los arrojó en el pozo grande.

[20] Luego puso la provincia en manos de Alcimo, dejó con él tropas que le sostuvieran y se marchó adonde el rey. [21] Alcimo luchó por el sumo sacerdocio. [22] Se le unieron todos los perturbadores del pueblo, se hicieron dueños de la tierra de Judá y causaron graves males a Israel. [23] Viendo Judas todo el daño que Alcimo y los suyos hacían a los hijos de Israel, mayor que el que habían causado los gentiles, [24] salió a recorrer todo el territorio de Judea para tomar venganza de los desertores y no dejarles andar por la región. [25] Al ver Alcimo que Judas y los suyos cobraban fuerza y que él no podía resistirles, se volvió donde el rey y les acusó de graves delitos.

[26] El rey envió a Nicanor, uno de sus generales más distinguidos y enemigo declarado de Israel, y le mandó exterminar al pueblo. [27] Nicanor llegó a Jerusalén con un ejército Caperoso y envió a Judas y sus hermanos un insidioso mensaje de paz diciéndoles: [28] «No haya lucha entre vosotros y yo; iré a veros amistosamente con una pequeña escolta.» [29] Fue pues, donde Judas y ambos se saludaron amistosamente, pero los enemigos estaban preparados para raptar a Judas. [30] Al conocer que había venido a él con engaños, se atemorizó Judas y no quiso verle más. [31] Viendo descubiertos sus planes, Nicanor salió a enfrentarse con Judas cerca de Cafarsalamá.

[32] Cayeron unos quinientos hombres del ejército de Nicanor y los demás huyeron a la Ciudad de David. [33] Después de estos sucesos, subió Nicanor al monte Sión. Salieron del Lugar Santo sacerdotes y ancianos del pueblo para saludarle amistosamente y mostrarle el holocausto que se ofrecía por el rey. [34] Pero él se burló de ellos, les escarneció, les mancilló y habló insolentemente. [35] Colérico, les dijo con juramento: «Si esta vez no se me entrega Judas y su ejército en mis manos, cuando vuelva, hecha la paz, prenderé fuego a esta Casa.» Y salió lleno de furor. [36] Entraron los sacerdotes y, de pie ante el altar y el santuario, exclamaron llorando: [37] «Tú has elegido esta Casa para que en ella fuese invocado tu nombre y fuese casa de oración y súplica para tu pueblo; [38] toma venganza de este hombre y de su ejército y caigan bajo la espada. Acuérdate, de sus blasfemias y no les des tregua.» [39] Nicanor partió de Jerusalén y acampó en Bet Jorón, donde se le unió un contingente de Siria.

[40] Judas acampó en Adasá con 3.000 hombres y oró diciendo: [41] «Cuando los enviados del rey blasfemaron, salió tu ángel y mató a 185.000 de ellos; [42] destruye también hoy este ejército ante nosotros y reconozcan los que queden que su jefe profirió palabras impías contra tu Lugar Santo; júzgale según su maldad.» [43] El día trece del mes de Adar trabaron batalla los ejércitos y salió derrotado el de Nicanor. Nicanor cayó el primero en el combate, [44] y su ejército, al verle caído, arrojó las armas y se dio a la fuga. [45] Les estuvieron persiguiendo un día entero, desde Adasá hasta llegar a Gázara, dando aviso tras ellos con el sonido de las trompetas.

[46] Salió gente de todos los pueblos judíos del contorno y, envolviéndoles, les obligaron a volverse los unos sobre los otros. Todos cayeron a espada; no quedó ni uno de ellos. [47] Tomaron los despojos y el botín; cortaron la cabeza de Nicanor y su mano derecha, aquella que había extendido insolentemente, y las llevaron para exponerlas a la vista de Jerusalén. [48] El pueblo se llenó de gran alegría; celebraron aquel día como un gran día de regocijo [49] y acordaron conmemorarlo cada año el trece de Adar. [50] El país de Judá gozó de sosiego por algún tiempo.

Capítulo 8

[1] La fama de los romanos llegó a oídos de Judas. Decían que eran poderosos, se mostraban benévolos con todos los que se les unían, establecían amistad con cuantos acudían a ellos [2] (y eran poderosos). Le contaron sus guerras y las proezas que habían realizado entre los galos, cómo les habían dominado y sometido a tributo; [3] todo cuanto habían hecho en la región de España para hacerse con las minas de plata y oro de allí, [4] cómo se habían hecho dueños de todo el país gracias a su prudencia y perseverancia (a pesar de hallarse aquel país a larga distancia del suyo); a los reyes venidos contra ellos desde los confines de la tierra, los habían derrotado e inferido fuerte descalabro, y los demás les pagaban tributo cada año; [5] habían vencido en la guerra a Filipo, a Perseo, rey de los Kittim, y a cuantos se habían alzado contra ellos, y los habían sometido; [6] Antíoco el Grande, rey de Asia, había ido a hacerles la guerra con 120 elefantes, caballería, carros y tropas muy numerosas, y fue derrotado, [7] le apresaron vivo y le obligaron, a él y a sus sucesores en el trono, a pagarles un gran tributo, a entregar rehenes y a ceder [8] algunas de sus mejores provincias: la provincia índica, Media y Lidia, que le quitaron para dárselas al rey Eumeno; [9] los de Grecia habían concebido el proyecto de ir a exterminarlos, [10] y en sabiéndolo los romanos, enviaron contra ellos a un solo general, les hicieron la guerra, mataron a muchos de ellos, llevaron cautivos a sus mujeres y niños, saquearon sus bienes, subyugaron el país, arrasaron sus fortalezas y les sometieron a servidumbre hasta el día de hoy; [11] a los demás reinos y a las islas, a cuantos en alguna ocasión les hicieron frente, los destruyeron y redujeron a servidumbre.

[12] En cambio, a sus amigos y a los que en ellos buscaron apoyo, les mantuvieron su amistad. Tienen bajo su dominio a los reyes vecinos y a los lejanos y todos cuantos oyen su nombre les temen. [13] Aquellos a quienes quieren ayudar a conseguir el trono, reinan; y deponen a los que ellos quieren. Han alcanzado gran altura. [14] No obstante, ninguno de ellos se ciñe la diadema ni se viste de púrpura para engreírse con ella. [15] Se han creado un Consejo, donde cada día 320 consejeros deliberan constantemente en favor del pueblo para mantenerlo en buen orden. [16] Confían cada año a uno solo el mando sobre ellos y el dominio de toda su tierra. Todos obedecen a este solo hombre sin que haya entre ellos envidias ni celos. [17] Judas eligió a Eupólemo, hijo de Juan, y de Haqcós, y a Jasón, hijo de Eleazar, y los envió a Roma a concertar amistad y alianza, [18] para sacudirse el yugo de encima, porque veían que el reino de los griegos tenía a Israel sometido a servidumbre.

[19] Partieron, pues, para Roma y luego de un larguísimo viaje, entraron en el Consejo, donde tomando la palabra, dijeron: [20] Judas, llamado Macabeo, sus hermanos y el pueblo judío nos han enviado donde vosotros para concertar con vosotros alianza y paz y para que nos inscribáis en el número de vuestros aliados y amigos.» [21] La propuesta les pareció bien. [22] Esta es la copia de la carta que enviaron a Jerusalén, grabada en planchas de bronce, para que fuesen allí para ellos documento de paz y alianza: [23] «Felicidad a los romanos y a la nación de los judíos por mar y tierra para siempre. Lejos de ellos la espada y el enemigo. [24] Pero, si le sobreviene una guerra primero a Roma o a cualquiera de sus aliados en cualquier parte de sus dominios, [25] la nación de los judíos luchará a su lado, según las circunstancias se lo dicten, de todo corazón.

[26] No darán a los enemigos ni les suministrarán trigo, armas, dinero ni naves. Así lo ha decidido Roma. Guardarán sus compromisos sin recibir compensación alguna. [27] De la misma manera, si sobreviene una guerra primero a la nación de los judíos, los romanos lucharán a su lado, según las circunstancías se lo dicten, con toda el alma. [28] No darán a los combatientes trigo, armas, dinero ni naves. Así lo ha decidido Roma. Guardarán sus compromisos sin dolo. [29] En estos términos se han concertado los romanos con el pueblo de los judíos. [30] Si posteriormente unos y otros deciden añadir o quitar algo, lo podrán hacer a su agrado, y lo que añadan o quiten será valedero. [31] «En cuanto a los males que el rey Demetrio les ha causado, le hemos escrito diciéndole: «¿Por qué has hecho sentir pesadamente tu yugo sobre nuestros amigos y aliados los judíos? [32] Si otra vez vuelven a quejarse de ti, nosotros les haremos justicia y te haremos la guerra por mar y tierra.»»

Capítulo 9

[1] Cuando supo Demetrio que Nicanor y su ejército habían caído en la guerra, envió a la tierra de Judá, en una nueva expedición, a Báquides y Alcimo con el ala derecha de su ejército. [2] Tomaron el camino de Galilea y pusieron cerco a Mesalot en el territorio de Arbelas; se apoderaron de ella y mataron mucha gente. [3] El primer mes del año 152 acamparon frente a Jerusalén, [4] de donde partieron con 20.000 hombres y 2.000 jinetes en dirección a Beerzet. [5] Judas tenía puesto su campamento en Eleasá y estaban con él 3.000 hombres escogidos. [6] Pero al ver la gran muchedumbre de los enemigos, les entró mucho miedo y muchos escaparon del campamento; no quedaron más que ochocientos hombres.

[7] Judas vio que su ejército estaba desbandado y que la batalla le apremiaba, y se le quebrantó el corazón, pues no había tiempo de volverlos a juntar. [8] Aunque desfallecido, dijo a los que le habían quedado: «Levantémonos y subamos contra nuestros adversarios por si podemos hacerles frente.» [9] Trataban de disuadirle diciéndole: «No podemos; salvemos nuestras vidas de momento y volvamos luego con nuestros hermanos para combatir contra ellos, que ahora estamos pocos.» [10] Judas replicó: «¡Eso nunca, obrar así y huir ante ellos! Si nuestra hora ha llegado, muramos con valor por nuestros hermanos y no dejemos tacha a nuestra gloria.» [11] Salió la tropa del campamento y se ordenó para irles al encuentro: la caballería dividida en dos escuadrones, arqueros y honderos en avanzadilla, y los más aguerridos en primera línea; [12] Báquides ocupaba el ala derecha. La falange se acercó por los dos lados y tocaron las trompetas. Los que estaban con Judas tocaron también las suyas, [13] y la tierra se estremeció con el estruendo de los ejércitos. Se trabó el combate y se mantuvo desde el amanecer hasta la caída de la tarde.

[14] Vio Judas que Báquides y sus mejores tropas se encontraban en la parte derecha; se unieron a él los más esforzados, [15] y derrotaron al ala derecha y la persiguieron hasta los montes de Azara. [16] Pero el ala izquierda, al ver derrotada el ala derecha, se volvió sobre los pasos de Judas y los suyos, por detrás. [17] La lucha se encarnizó y cayeron muchos de uno y otro bando. [18] Judas cayó y los demás huyeron. [19] Jonatán y Simón tomaron a su hermano Judas y le dieron sepultura en el sepulcro de sus padres en Modín.

[20] Todo Israel le lloró, hizo gran duelo por él y muchos días estuvieron repitiendo esta lamentación: [21] «¡Cómo ha caído el héroe que salvaba a Israel!» [22] Las demás empresas de Judas, sus guerras, proezas que realizó, ocasiones en que alcanzó gloria, fueron demasiado Caperosas para ser escritas. [23] Con la muerte de Judas asomaron los sin ley por todo el territorio de Israel y levantaron cabeza todos los que obraban la iniquidad. [24] Hubo entonces un hambre extrema y el país se pasó a ellos. [25] Báquides escogió hombres impíos y los puso al frente del país.

[26] Se dieron éstos a buscar con toda su suerte de pesquisas a los amigos de Judas y los llevaban a Báquides, que les castigaba y escarnecía. [27] Tribulación tan grande no sufrió Israel desde los tiempos en que dejaron de aparecer profetas. [28] Entonces todos los amigos de Judas se reunieron y dijeron a Jonatán: [29] «Desde la muerte de tu hermano Judas no tenemos un hombre semejante a él que salga y vaya contra los enemigos, contra Báquides y contra los que odian a nuestra nación. [30] Por eso, te elegimos hoy a ti para que, ocupando el lugar de tu hermano, seas nuestro jefe y guía en la lucha que sostenemos.» [31] En aquel momento Jonatán tomó el mando como sucesor de su hermano Judas.

[32] Al enterarse Báquides trataba de hacer morir a Jonatán. [33] Pero Jonatán lo supo y su hermano Simón y todos sus partidarios y huyeron al desierto de Técoa, donde establecieron su campamento junto a las aguas de la cisterna de Asfar. [34] (Báquides se enteró un día de sábado y pasó con todas las tropas al lado de allá del Jordán.) [35] Jonatán envió a su hermano, jefe de la tropa, a pedir a sus amigos los nabateos autorización para dejar con ellos su impedimenta, que era mucha. [36] Pero los hijos de Amrai, los de Medabá, hicieron una salida, se apoderaron de Juan y de cuanto llevaba y se alejaron con su presa. [37] Después de esto, Jonatán y su hermano Simón, recibieron la noticia de que los hijos de Amrai celebraban una espléndida boda y traían de Nabatá, en medio de gran pompa, a la novia, hija de uno de los principales de Canaán.

[38] Recordaron entonces el sangriento fin de su hermano Juan y subieron a ocultarse al abrigo de la montaña. [39] Al alzar los ojos, vieron que avanzaba en medio de confusa algazara una numerosa caravana, y que a su encuentro venía el novio, acompañado de sus amigos y hermanos, con tambores, música y gran aparato. [40] Salieron entonces de su emboscada y cayeron sobre ellos para matarlos. Muchos cayeron muertos y los demás huyeron a la montaña. Se hicieron con todos sus despojos. [41] La boda acabó en duelo y la música en lamentación. [42] Una vez tomada venganza de la sangre de su hermano, se volvieron a las orillas pantanosas del Jordán. [43] Al enterarse Báquides, vino el día de sábado con numerosa tropa a las riberas del Jordán.

[44] Jonatán dijo a su gente: «Levantémonos y luchemos por nuestras vidas, que hoy no es como ayer y anteayer. [45] Delante de nosotros y detrás, la guerra; por un lado y por otro, las aguas del Jordán, las marismas, las malezas: no hay lugar a donde retirarse. [46] Levantad, pues, ahora la voz al Cielo para salvaros de las manos de vuestros enemigos.» [47] Entablado el combate, Jonatán tendió su mano para herir a Báquides y éste le esquivó echándose atrás, [48] con lo que Jonatán y los suyos pudieron lanzarse al Jordán y ganar a nado la orilla opuesta. Sus enemigos no atravesaron el río en su persecución. [49] Unos mil hombres del ejército de Báquides sucumbieron aquel día.

[50] Vuelto a Jerusalén, hizo Báquides levantar ciudades fortificadas en Judea: la fortaleza de Jericó, Emaús, Bet Jorón, Betel, Tamnatá, Faratón y Tefón, con altas murallas, puertas y cerrojos [51] y puso en ellas guarniciones que hostilizaran a Israel. [52] Fortificó también la ciudad de Bet Sur, Gázara y la Ciudadela, y puso en ellas tropas y depósitos de víveres. [53] Tomó como rehenes a los hijos de los principales de la región y los dejó bajo guardia en la Ciudadela de Jerusalén. [54] El segundo mes del año 153, ordenó Alcimo demoler el muro del atrio interior del Lugar Santo. Destruía con ello la obra de los profetas. Había comenzado la demolición, [55] cuando en aquel tiempo sufrió Alcimo un ataque y su obra quedó parada. Se le obstruyó la boca y se le quedó paralizada, de suerte que no le fue posible ya pronunciar palabra ni dar disposiciones en la tocante a su casa.

[56] Alcimo murió entonces en medio de grandes sufrimientos. [57] Cuando Báquides vio que había muerto Alcimo, se volvió adonde el rey y hubo tranquilidad en el país de Judá por espacio de dos años. [58] Todos los sin ley se confabularon diciendo: «Jonatán y los suyos viven tranquilos y confiados. Hagamos, pues, venir ahora a Báquides y los prenderá a todos ellos en una sola noche.» [59] Fueron a comunicar el plan con él, [60] y Báquides se puso en marcha con un fuerte ejército. Envió cartas secretas a sus aliados de Judea ordenándoles prender a Jonatán y a los suyos. Pero no pudieron, porque fueron conocidas sus intenciones, [61] antes bien ellos prendieron a unos cincuenta hombres de la región, cabecillas de esta maldad, y les dieron muerte.

[62] A continuación, Jonatán, Simón y los suyos se retiraron a Bet Basí, en el desierto, repararon lo que en aquella plaza estaba derruido y la fortificaron. [63] En sabiéndolo Báquides, juntó a toda su gente y convocó a sus partidarios de Judea. [64] Llegó y puso cerco a Bet Basí, la atacó durante muchos días y construyó ingenios de guerra. [65] Jonatán, dejando a su hermano Simón en la ciudad, salió por la región y fue con una pequeña tropa, [66] con la que derrotó en su campamento a Odomerá y a sus hermanos, así como a los hijos de Fasirón. Estos empezaron a herir y a subir con las tropas. [67] Simón y sus hombres, por su parte, salieron de la ciudad y dieron fuego a los ingenios.

[68] Trabaron combate con Báquides, le derrotaron y le dejaron sumido en profunda amargura, porque habían fracasado su plan y su ataque. [69] Montó en cólera contra los hombres sin ley que le habían aconsejado venir a la región, mató a muchos de ellos y decidió volverse a su tierra. [70] Al saberlo, le envió Jonatán legados para concertar con él la paz y conseguir que les devolviera los prisioneros. [71] Báquides aceptó y accedió a las peticiones de Jonatán. Se comprometió con juramento a no hacerle mal en todos los días de su vida, [72] y le devolvió los prisioneros que anteriormente había capturado en el país de Judá. Partió luego para su tierra y no volvió más a territorio judío. [73] Así descansó la espada en Israel. Jonatán se estableció en Mikmas, comenzó a juzgar al pueblo e hizo desaparecer de Israel a los impíos.

Capítulo 10

[1] El año 160, Alejandro Epífanes, hijo de Antíoco, vino por mar y ocupó Tolemaida donde, siendo bien acogido, se proclamó rey. [2] Al tener noticia de ello, el rey Demetrio juntó un ejército muy numeroso y salió a su encuentro para combatir con él. [3] Envió también Demetrio una carta amistosa a Jonatán en que prometía engrandecerle, [4] porque se decía: «Adelantémonos a hacer la paz con ellos antes que Jonatán la haga con Filipo contra nosotros, [5] al recordar los males que le causamos a él, a sus hermanos y a su nación.» [6] Le concedía autorización para reclutar tropas, fabricar armamento y contarse entre sus aliados. Mandaba, además, que le fuesen entregados los rehenes que se encontraban en la Ciudadela.

[7] Jonatán fue a Jerusalén y leyó la carta a oídos de todo el pueblo y de los que ocupaban la Ciudadela. [8] Les entró mucho miedo cuando oyeron que el rey le concedía autorización para reclutar tropas. [9] La gente de la Ciudadela entregó los rehenes a Jonatán y él los devolvió a sus padres. [10] Jonatán fijó su residencia en Jerusalén y se dio a reconstruir y restaurar la ciudad. [11] Ordenó a los encargados de las obras levantar las murallas y rodear el monte Sión con piedras de sillería para fortificarlo, y así lo hicieron. [12] Los extranjeros que ocupaban las fortalezas levantadas por Báquides, huyeron; [13] abandonando sus puestos partieron cada uno para su país.

[14] Sólo en Bet Sur quedaron algunos de los que habían abandonado la Ley y los preceptos porque esta plaza era su refugio. [15] El rey Alejandro se enteró de los ofrecimientos que Demetrio había hecho a Jonatán. Le contaron además las guerras y proezas que él y sus hermanos habían realizado y los trabajos que habían sufrido. [16] Y dijo: «¿Podremos hallar otro hombre como éste? Hagamos de él un amigo y un aliado nuestro.» [17] Le escribió, pues, y le envió una carta redactada en los siguientes términos: [18] «El rey Alejandro saluda a su hermano Jonatán. [19] Hemos oído que eres un valiente guerrero y digno de ser amigo nuestro.

[20] Por eso te nombramos hoy sumo sacerdote de tu nación y te concedemos el título de amigo del rey — le enviaba al mismo tiempo una clámide de púrpura y una corona de oro —. Por tu parte, haz tuya nuestra causa y guárdanos tu amistad.» [21] El séptimo mes del año 160, con ocasión de la fiesta de las Tiendas, vistió Jonatán los ornamentos sagrados; reclutó tropas y fabricó gran cantidad de armanento. [22] Demetrio, al saber lo sucedido, dijo disgustado: [23] «¿Qué hemos hecho para que Alejandro se nos haya adelantado en ganar la amistad y el apoyo de los judíos? [24] Les escribiré también yo con ofrecimientos de dignidades y riquezas para que sean auxiliares míos.» [25] Y les escribió en estos términos: [26] El rey Demetrio saluda a la nación de los judíos. Nos hemos enterado con satisfacción de que habéis guardado los términos de nuestra alianza y perseverado en nuestra amistad sin pasaros al bando de nuestros enemigos.

[27] Continuad, pues guardándonos fidelidad y os recompensaremos por todo lo que por nosotros hagáis. [28] Os descargaremos de muchas obligaciones y os concederemos favores. [29] Y ya desde ahora os libero y descargo a todos los judíos de las contribuciones, del impuesto de la sal y de las coronas. [30] Renuncio también de hoy en adelante a percibir el tercio de los granos y la mitad de los frutos de los árboles que me correspondían, del país de Judá y también de los tres distritos que le son anexionados de Samaría — Galilea... a partir de hoy para siempre. [31] Jerusalén sea santa y exenta, así como todo su territorio, sus diezmos y tributos. [32] Renuncio asimismo a mi soberanía sobre la Ciudadela de Jerusalén y se la cedo al sumo sacerdote que podrá poner en ella de guarnición a los hombres que él elija.

[33] A todo judío llevado cautivo de Judá a cualquier parte de mi reino, le devuelvo la libertad sin rescate. Todos queden libres de tributo, incluso sobre sus ganados. [34] Todas las fiestas, los sábados y los novilunios y, además del día fijado, los tres días que las preceden y los tres que las siguen, sean todos ellos días de inmunidad y franquicia para todos los judíos residentes en mi reino: [35] nadie tendrá autorización para demandarles ni inquietarles a ninguno de ellos por ningún motivo. [36] En los ejércitos del rey sean alistados hasta 30.000 judíos que percibirán la soldada asignada a las demás tropas del rey. [37] De ellos, algunos serán apostados en las fortalezas importantes del rey y otros ocuparán puestos de confianza en el reino. Sus oficiales y jefes salgan de entre ellos, y vivan conforme a sus leyes, como lo ha dispuesto el rey para el país de Judá. [38] Los tres distritos incorporados a Judea, de la provincia de Samaría, queden anexionados a Judea y contados por suyos, de modo que, sometidos a un mismo jefe, no acaten otra autoridad que la del sumo sacerdote.

[39] Entrego Tolemaida y sus dominios como obsequio al Lugar Santo de Jerusalén para cubrir los gastos normales del Lugar Santo. [40] Por mi parte, daré cada año 15.000 siclos de plata, que se tomarán de los ingresos reales en las localidades convenientes. [41] Todo el excedente que los funcionarios no hayan entregado como en años anteriores, lo darán desde ahora para las obras de la Casa. [42] Además, los 5.000 siclos de plata que se deducían de los ingresos del Lugar Santo en la cuenta de cada año, los cedo por ser emolumento de los sacerdotes en servicio del culto. [43] Todo aquel que por deudas con los impuestos reales, o por cualquier otra deuda, se refugie en el Templo de Jerusalén o en su recinto, quede inmune, él y cuantos bienes posea en mi reino. [44] Los gastos que se originen de las construcciones y reparaciones en el Lugar Santo correrán a cuenta del rey.

[45] Los gastos de la construcción de las murallas de Jerusalén y la fortificación de su recinto correrán asimismo a cuenta del rey, como también la reconstrucción de murallas en Judea.» [46] Cuando Jonatán y el pueblo oyeron tales ofrecimientos, no les dieron crédito ni los aceptaron, porque recordaban los graves males que Demetrio había causado a Israel y la opresión tan grande a que les había sometido. [47] Se decidieron, pues, por el partido de Alejandro que, a su parecer, les ofrecía mayores ventajas y fueron aliados suyos en todo tiempo. [48] El rey Alejandro juntó un gran ejército y acampó frente a Demetrio. [49] Los dos reyes trabaron combate y salió huyendo el ejército de Alejandro. Demetrio se lanzó en su persecución y prevaleció sobre ellos. [50] Mantuvo vigorosamente el combate hasta la puesta del sol. Pero en aquella jornada Demetrio sucumbió.

[51] Alejandro envió embajadores a Tolomeo, rey de Egipto, con el siguiente mensaje: [52] «Vuelto a mi reino, me he sentado en el trono de mis padres y ocupado el poder después de derrotar a Demetrio y hacerme dueño de nuestro país; [53] porque trabé combate con él y luego de derrotarle a él y a su ejército, nos hemos sentado en su trono real. [54] Establezcamos, pues, vínculos de amistad entre nosotros y dame a tu hija por esposa; seré tu yerno y te haré, como a ella, presentes dignos de ti.» [55] El rey Tolomeo le contestó diciendo: «¡Dichoso el día en que, vuelto al país de tus padres, te sentaste en el trono de su reino! [56] Pues bien, haré por ti lo que has escrito. Pero ven a encontrarme en Tolemaida donde nos veamos el uno al otro, y te tomaré por yerno como has dicho.» [57] Tolomeo partió de Egipto llevando consigo a su hija Cleopatra y llegó a Tolemaida. Era el año 162.

[58] El rey Alejandro fue a su encuentro, y Tolomeo le entregó a su hija Cleopatra y celebró la boda en Tolemaida con la gran magnificencia que suelen los reyes. [59] El rey Alejandro escribió a Jonatán que fuera a verle. [60] Partió éste con gran pompa hacia Tolemaida, se entrevistó con los reyes, les dio a ellos y a sus amigos plata y oro, les hizo Caperosos presentes y halló gracia a sus ojos. [61] Entonces se unieron contra él algunos rebeldes, peste de Israel, para querellarse de él, pero el rey no les hizo ningún caso; [62] antes bien, dio orden de que le quitaran a Jonatán sus vestidos y le vistieran de púrpura. Cumplida la orden, [63] le hizo el rey sentar a su lado y dijo a sus capitanes: «Salid con él por medio de la ciudad y anunciad a voz de heraldo que nadie le levante acusación alguna ni le molesten por ningún motivo.» [64] Sus acusadores, que vieron el honor que a voz de heraldo se le hacía y a él vestido de púrpura, huyeron todos.

[65] El rey, queriendo honrarle, le inscribió entre sus primeros amigos y le nombró estratega y meridarca. [66] Jonatán regresó a Jerusalén con paz y alegría. [67] El año 165, Demetrio, hijo de Demetrio, vino de Creta al país de sus padres. [68] Al enterarse el rey Alejandro, quedó muy disgustado y se volvió a Antioquía. [69] Demetrio confirmó a Apolonio como gobernador de Celesiria, el cual, juntando un Caperoso ejército, acampó en Yamnia y envió a decir a Jonatán, sumo sacerdote: [70] «Tú eres el único en levantarte contra nosotros, y por tu causa he venido a ser yo objeto de irrisión y desprecio. ¿Por qué ejerces tu poder contra nosotros desde las montañas? [71] Si es que tienes confianza en tus fuerzas, baja ahora a encontrarte con nosotros en la llanura y allí nos mediremos, que conmigo está la fuerza de las ciudades.

[72] Pregunta y sabrás quién soy yo y quiénes los auxiliares nuestros. Ellos dicen que no podréis manteneros frente a nosotros, que ya dos veces tus padres fueron derrotados en su país, [73] y que ahora no podrás resistir a la caballería y a un ejército tan grande en la llanura donde no hay piedra, ni roca, ni lugar donde huir.» [74] Cuando Jonatán oyó las palabras de Apolonio, se le sublevó el espíritu. Escogió 10.000 hombres y partió de Jerusalén. Su hermano Simón fue a su encuentro para ayudarle. [75] Acampó frente a Joppe. Los de la ciudad le cerraron las puertas, porque había en Joppe una guarnición de Apolonio. La atacaron [76] y la gente de la ciudad, atemorizada, les abrió las puertas, y Jonatán se hizo dueño de Joppe. [77] Cuando Apolonio se enteró, puso en pie de guerra 3.000 jinetes y un Caperoso ejército y partió en dirección a Azoto, como que quería pasar por allí, pero al mismo tiempo se iba adentrando en la llanura porque tenía mucha caballería y confiaba en ella.

[78] Jonatán fue tras él persiguiéndole hacia Azoto y ambos ejércitos trabaron combate. [79] Había dejado Apolonio mil jinetes ocultos a espaldas de ellos. [80] Se dio cuenta Jonatán de que a sus espaldas había una emboscada. Estos rodearon su ejército y dispararon tiros sobre la tropa desde la mañana hasta el atardecer; [81] pero la tropa se mantuvo firme, como lo había ordenado Jonatán, y los caballos de los enemigos se cansaron. [82] Sacó entonces Simón su ejército y atacó a la falange — pues ya la caballería estaba agotada — la derrotó y puso en fuga, [83] mientras la caballería se desbandaba por la llanura. En su huida llegaron a Azoto y entraron en Bet Dagón, el templo de su ídolo, para salvarse.

[84] Pero Jonatán prendió fuego a Azoto y a las ciudades que la rodeaban , se hizo con el botín y abrasó el templo de Dagón y a los que en él se habían refugiado. [85] Los muertos por la espada y los abrasados por el fuego fueron unos 8.000 hombres. [86] Partió de allí Jonatán y acampó frente a Ascalón, donde los habitantes salieron a recibirle con grandes honores. [87] Luego Jonatán regresó a Jerusalén con los suyos, cargados de rico botín. [88] Cuando el rey Alejandro se enteró de estos acontecimientos, concedió nuevos honores a Jonatán, [89] le envió una fíbula de oro, como es costumbre conceder a los parientes de los reyes, y le dio en propiedad Acarón y todo su territorio.

Capítulo 11

[1] El rey de Egipto reunió fuerzas Caperosas como las arenas que hay a orillas del mar y muchas naves. Intentaba hacerse por astucia con el reino de Alejandro y unirlo al suyo. [2] Salió, pues, para Siria en son de paz y la gente de las ciudades le abría las puertas y salía a su encuentro, ya que tenían orden del rey Alejandro de salir a recibirle por ser suegro suyo. [3] Pero una vez que entraba en las ciudades, Tolomeo ponía tropas de guarnición en cada una de ellas. [4] Cuando llegó cerca de Azoto le mostraron el templo de Dagón incendiado, la ciudad y sus aldeas destruidas, los cadáveres por el suelo y los restos calcinados de los abrasados en la guerra, pues habían hecho montones de ellos por el recorrido del rey. [5] Le contaron lo que Jonatán había hecho para que el rey le censurara, pero el rey guardó silencio. [6] Jonatán fue al encuentro del rey a Joppe con fasto; se saludaron y pasaron allí aquella noche.

[7] Acompañó Jonatán al rey hasta el río llamado Eléuteros y regresó a Jerusalén. [8] Por su parte el rey Tolomeo se hizo dueño de las ciudades de la costa hasta Seleucia Marítima y meditaba planes malvados contra Alejandro. [9] Envió embajadores al rey Demetrio diciéndole: «Ven y concertemos entre nosotros una alianza. Te daré mi hija, la que tiene Alejandro, y reinarás en el reino de tu padre. [10] Estoy arrepentido de haberle dado mi hija pues ha intentado asesinarme.» [11] Le hacía estos cargos porque codiciaba su reino. [12] Quitándole, pues, su hija se la dio a Demetrio, rompió con Alejandro y quedó manifiesta la enemistad entre ambos.

[13] Tolomeo entró en Antioquía y se ciñó la diadema de Asia, con lo que rodeó su frente de dos diademas, la de Egipto y la de Asia. [14] En este tiempo se encontraba el rey Alejandro en Cilicia por haberse sublevado la gente de aquella región. [15] Al saber lo que ocurría, vino a luchar contra él. Tolomeo salió con fuerzas poderosas, fue a su encuentro y le derrotó. [16] Alejandro huyó a Arabia buscando un refugio allí y el rey Tolomeo quedó triunfador. [17] El árabe Zabdiel cortó la cabeza a Alejandro y se la envió a Tolomeo. [18] Pero tres días después murió el rey Tolomeo y los que estaban en sus plazas fuertes perecieron a manos de los que las habitaban.

[19] Demetrio comenzó a reinar el año 167. [20] Por aquellos días juntó Jonatán a los de Judea para atacar la Ciudadela de Jerusalén y levantó contra ella muchos ingenios de guerra. [21] Entonces algunos rebeldes que odiaban a su nación acudieron al rey a anunciarle que Jonatán tenía puesto cerco a la Ciudadela. [22] La noticia le irritó, y nada más oírla, se puso en marcha y vino a Tolemaida. Escribió a Jonatán que cesara en el cerco y que viniera a verle lo antes posible a Tolemaida para entrevistarse con él. [23] Al enterarse, ordenó Jonatán que se siguiese el cerco, eligió ancianos de Israel y sacerdotes y se expuso a sí mismo al peligro. [24] Tomando plata, oro, vestidos y otros presentes en gran cantidad, partió a verse con el rey en Tolemaida y halló gracia ante él.

[25] Algunos sin ley de la nación le acusaron, [26] pero el rey le trató como le habían tratado sus predecesores y le honró en presencia de todos sus amigos. [27] Le confirmó en el sumo sacerdocio y en todos los honores que antes tenía, e hizo que se le contara entre sus primeros amigos. [28] Jonatán pidió al rey que dejara libres de impuesto a Judea y a los tres distritos de Samaría, a cambio de trescientos talentos que le prometía. [29] Accedió el rey y escribió a Jonatán una carta sobre todos estos puntos redactada de la forma siguiente: [30] «El rey Demetrio saluda a su hermano Jonatán y a la nación de los judíos.

[31] Os escribimos también a vosotros una copia de la carta que sobre vosotros hemos escrito a nuestro pariente Lástenes para que la conozcáis: [32] El rey Demetrio saluda a su padre Lástenes. [33] Por sus buenas disposiciones hacia nosotros hemos decidido conceder favores a la nación de los judíos, que son amigos nuestros y observan lo que es justo con nosotros. [34] Les confirmamos la posesión del territorio de Judea y de los tres distritos de Aferema, Lidda y Ramatáyim que han sido desprendidos de Galilea y agregados a Judea con todas sus dependencias en favor de los que sacrifican en Jerusalén, a cambio de los derechos reales que el rey percibía de ellos antes cada año por los productos de la tierra y el fruto de los árboles. [35] En cuanto a los otros derechos que tenemos sobre los diezmos y tributos nuestros, sobre las salinas y coronas que se nos deben, les concedemos desde ahora una exención total. [36] No será derogada ni una de estas concesiones a partir de ahora en ningún tiempo.

[37] Procurad hacer una copia de estas disposiciones que le sea entregada a Jonatán para ponerla en el monte santo en lugar visible.» [38] El rey Demetrio, viendo que el país estaba en calma bajo su mando y que nada le ofrecía resistencia, licenció todas sus tropas mandando a cada uno a su lugar, excepto las tropas extranjeras que había reclutado en las islas de las naciones. Todas las tropas que había recibido de sus padres se enemistaron con él. [39] Entonces Trifón, antiguo partidario de Alejandro, al ver que todas las tropas murmuraban contra Demetrio, se fue donde el árabe Yamlikú que criaba al niño Antíoco, hijo de Alejandro, [40] y le instaba a que se lo entregase para ponerlo en el trono de su padre. Le puso al corriente de toda la actuación de Demetrio y del odio que le tenían sus tropas. Permaneció allí muchos días. [41] Entre tanto envió Jonatán a pedir al rey Demetrio que retirara las guarniciones de la Ciudadela de Jerusalén y de las plazas fuertes porque hostilizaban a Israel. [42] Demetrio envió a decir a Jonatán: «No sólo haré esto por ti y por tu nación, sino que os colmaré de honores a ti y a tu nación cuando tenga oportunidad.

[43] Pero ahora harás bien en enviarme hombres en mi auxilio, pues todas mis tropas me han abandonado.» [44] Jonatán le envió a Antioquía 3.000 guerreros valientes, y cuando llegaron, el rey experimentó gran satisfacción con su venida. [45] Se amotinaron en el centro de la ciudad los ciudadanos, al pie de 120.000, y querían matar al rey. [46] El se refugió en el palacio, y los ciudadanos ocuparon las calles de la ciudad y comenzaron el ataque. [47] El rey llamó entonces en su auxilio a los judíos, que se juntaron todos en torno a él y luego se diseminaron por la ciudad. Aquel día llegaron a matar hasta 100.000. [48] Prendieron fuego a la ciudad, se hicieron ese mismo día con un botín considerable y salvaron al rey.

[49] Cuando los de la ciudad vieron que los judíos dominaban la ciudad a su talante, perdieron el ánimo y levantaron sus clamores al rey suplicándole: [50] «Danos la mano y cesen los judíos en sus ataques contra nosotros y contra la ciudad.» [51] Depusieron las armas e hicieron la paz. Los judíos alcanzaron gran gloria ante el rey y ante todos los de su reino y se volvieron a Jerusalén con un rico botín. [52] El rey Demetrio se sentó en el trono de su reino y la tierra quedó sosegada en su presencia. [53] Pero faltó a todas sus promesas y se indispuso con Jonatán. Lejos de corresponder a los servicios que le había prestado, le causaba graves molestias. [54] Después de estos acontecimientos, volvió Trifón y con él Antíoco, niño todavía, que se proclamó rey y se ciñó la diadema.

[55] Todas las tropas que Demetrio había licenciado se unieron a él y salieron a luchar contra Demetrio, le derrotaron y le pusieron en fuga. [56] Trifón tomó los elefantes y se apoderó de Antioquía. [57] El joven Antíoco escribió a Jonatán diciéndole: «Te confirmo en el sumo sacerdocio, te pongo al frente de los cuatro distritos y quiero que te cuentes entre los amigos del rey.» [58] Le envió copas de oro y un servicio de mesa, y le concedió autorización de beber en copas de oro, vestir púrpura y llevar fíbula de oro. [59] A su hermano Simón le nombró estratega desde la Escalera de Tiro hasta la frontera de Egipto. [60] Jonatán salió a recorrer la Transeufratina y sus ciudades, y todas las tropas de Siria se le unieron como aliadas. Llegó a Ascalón y los habitantes de la ciudad le salieron a recibir con muchos honores.

[61] De allí pasó a Gaza donde los habitantes le cerraron las puertas. Entonces la sitió y entregó sus arrabales a las llamas y al pillaje. [62] Los de las ciudad vinieron a suplicarle y Jonatán les dio la mano, pero tomó como rehenes a los hijos de los jefes y los envió a Jerusalén. A continuación, siguió recorriendo la región hasta Damasco. [63] Jonatán se enteró de que los generales de Demetrio se habían presentado en Kedes de Galilea con un ejército Caperoso para apartarle de su cargo. [64] Entonces dejó en el país a su hermano Simón y salió a su encuentro. [65] Simón acampó frente a Bet Sur, la atacó durante muchos días y la bloqueó. [66] Le pidieron que les diese la mano y él se la dio. Les hizo salir de allí, ocupó la ciudad y puso en ella una guarnición.

[67] Por su parte, Jonatán y su ejército acamparon junto a las aguas de Gennesar, y muy de madrugada partieron para la llanura de Asor [68] donde el ejército extranjero les vino al encuentro en la llanura después de dejar hombres emboscados en los montes. Mientras este ejército se presentaba de frente, [69] surgieron de sus puestos los emboscados y entablaron combate. [70] Todos los hombres de Jonatán se dieron a la fuga sin que quedara ni uno de ellos, a excepción de Matatías, hijo de Absalón, y de Judas, hijo de Kalfi, capitanes del ejército. [71] Jonatán entonces rasgó sus vestidos, echó polvo sobre su cabeza y oró. [72] Vuelto al combate, derrotó al enemigo y le puso en fuga.

[73] Al verlo, sus hombres que huían volvieron a él y con él persiguieron al enemigo hasta su campamento en Kedes y acamparon allí. [74] Cayeron aquel día del ejército extranjero hasta 3.000 hombres. Jonatán regresó a Jerusalén.

Capítulo 12

[1] Viendo Jonatán que las circunstancias le eran favorables, escogió hombres y los envió a Roma con el fin de confirmar y renovar la amistad con ellos. [2] Con el mismo objeto envió cartas a los espartanos y a otros lugares. [3] Se fueron, pues, a Roma y entrando en el Senado dijeron: «Jonatán, sumo sacerdote, y la nación de los judíos nos han enviado para que se renueve con ellos la amistad y la alianza como antes.» [4] Les dieron los romanos cartas para la gente de cada lugar recomendando que se les condujera en paz hasta el país de Judá. [5] Esta es la copia de la carta que escribió Jonatán a los espartanos: [6] «Jonatán, sumo sacerdote, el senado de la nación, los sacerdotes y el resto del pueblo judío saludan a sus hermanos los espartanos.

[7] Ya en tiempos pasados, Areios, que reinaba entre vosotros, envió una carta al sumo sacerdote Onías en que le decía que erais vosotros hermanos nuestros como lo atestigua la copia adjunta. [8] Onías recibió con honores al embajador y tomó la carta que hablaba claramente de alianza y amistad. [9] Nosotros, aunque no tenemos necesidad de esto por tener como consolación los libros santos que están en nuestras manos, [10] hemos procurado enviaros embajadores para renovar la fraternidad y la amistad con vosotros y evitar que vengamos a seros extraños, pues ha pasado mucho tiempo ya desde que nos enviasteis vuestra embajada. [11] Por nuestra parte, en las fiestas y demás días señalados, os recordamos sin cesar en toda ocasión en los sacrificios que ofrecemos y en nuestras oraciones, como es justo y conveniente acordarse de los hermanos. [12] Nos alegramos de vuestra gloria.

[13] A nosotros, en cambio, nos han rodeado muchas tribulaciones y guerras, pues nos hemos visto atacados por los reyes vecinos. [14] Pero en estas luchas no hemos querido molestaros a vosotros ni a los demás aliados y amigos nuestros, [15] porque contamos con el auxilio del Cielo que, viniendo en nuestra ayuda, nos ha librado de nuestros enemigos y a ellos los ha humillado. [16] Hemos, pues, elegido a Capenio, hijo de Antíoco, y a Antípatro, hijo de Jasón, y les hemos enviado a los romanos para renovar la amistad y la alianza que antes teníamos, [17] y les hemos dado orden de pasar también donde vosotros para saludaros y entregaros nuestra carta sobre la renovación de nuestra fraternidad. [18] Y ahora haréis bien en contestarnos a esto.» [19] Esta es la copia de la carta enviada a Onías: [20] «Areios, rey de los espartanos, saluda a Onías, sumo sacerdote.

[21] Se ha encontrado un documento relativo a espartanos y judíos de que son hermanos y que son de la raza de Abraham. [22] Y ahora que estamos enterados de esto, haréis bien escribiéndonos sobre vuestro bienestar. [23] Nosotros por nuestra parte os escribimos: Vuestro ganado y vuestros bienes son nuestros, y los nuestros vuestros son. Damos orden de que se os envíe un mensaje en tal sentido.» [24] Tuvo noticia Jonatán de que los generales de Demetrio habían vuelto con fuerzas mayores que antes con ánimo de atacarle. [25] Partió, pues, de Jerusalén y fue a encontrarles a la región de Jamat, sin darles tiempo a irrumpir en su país. [26] Envió exploradores al campamento enemigo y supo por ellos, a su vuelta, que los enemigos estaban dispuestos para caer sobre ellos a la noche.

[27] Cuando se puso el sol, ordenó Jonatán a los suyos que se mantuviesen despiertos y sobre las armas toda la noche, preparados para entrar en combate, y dispuso avanzadillas alrededor del campamento. [28] Cuando supieron los enemigos que Jonatán y los suyos estaban preparados para el combate, sintieron miedo y, llenos de pánico, encendieron fogatas por su campamento y se retiraron. [29] Jonatán y los suyos, como veían brillar las fogatas, no se percataron de su partida hasta el amanecer. [30] Entonces se lanzó Jonatán en su persecución, pero no les pudo dar alcance porque habían atravesado ya el río Eléuteros. [31] Jonatán se volvió contra los árabes llamados zabadeos, los derrotó y se hizo con sus despojos. [32] Levantó luego el campamento, llegó a Damasco y recorrió toda la región.

[33] Simón por su parte hizo una expedición hasta Ascalón y las plazas vecinas. Se volvió luego hacia Joppe y la tomó, [34] pues había oído que sus habitantes querían entregar aquella plaza fuerte a los partidarios de Demetrio, y dejó en ella una guarnición para defenderla. [35] Jonatán, de vuelta, reunió la asamblea de los ancianos del pueblo, y decidió con ellos edificar fortalezas en Judea, [36] dar mayor altura a las murallas de Jerusalén y levantar un alto muro entre la Ciudadela y la ciudad para separarlas y para que quedara la Ciudadela aislada y no pudieran comprar ni vender. [37] Se reunieron, pues, para reconstruir la ciudad, pues había caído un trecho de la muralla que daba al torrente por la parte de levante; restauró también el barrio llamado Cafenatá. [38] Por su lado, Simón reconstruyó Jadidá en la Tierra Baja, la fortificó y la guarneció de puertas y cerrojos.

[39] Trifón aspiraba a reinar en Asia, ceñirse la diadema y extender su mano contra el rey Antíoco. [40] Temiendo que Jonatán se lo estorbara y le hiciera la guerra, trataba de apoderarse de él y matarle. Se puso, pues, en marcha y llegó a Bet San. [41] Jonatán salió a su encuentro con 40.000 hombres escogidos para la guerra y llegó a Bet San. [42] Vio Trifón que había venido con un ejército numeroso y temió extender la mano contra él. [43] Le recibió con honores, le presentó a todos sus amigos, le hizo regalos y dio orden a sus amigos y a sus tropas que le obedeciesen como a él mismo. [44] Y dijo a Jonatán: «¿Por qué has fatigado a toda esta gente no habiendo guerra entre nosotros? [45] Envíalos a sus casas, elige algunos hombres que te acompañen y ven conmigo a Tolemaida. Te entregaré la ciudad, las demás fortalezas, el resto de las fuerzas y a todos los funcionarios, y luego emprenderé el regreso pues para eso he venido.» [46] Le creyó Jonatán y obró como le decía: despachó sus tropas, que partieron para el país de Judá, [47] y conservó consigo 3.000 hombres de los cuales dejó 2.000 en Galilea y mil le acompañaron.

[48] Pero apenas entró Jonatán en Tolemaida cuando los tolemaiditas cerraron las puertas, le apresaron a él y pasaron a filo de espada a cuantos con él habían entrado. [49] Envió Trifón tropas y caballería a Galilea y a la Gran Llanura para acabar con todos los partidarios de Jonatán, [50] pero éstos, enterados de que él había sido apresado y muerto con los que le acompañaban, se animaron unos a otros y avanzaron, cerradas las filas, prontos para combatir. [51] Sus perseguidores, al ver que luchaban por su vida, se volvieron. [52] Aquéllos llegaron todos en paz al país de Judá, lloraron a Jonatán y a sus compañeros y un gran temor se apoderó de ellos. Todo Israel hizo un gran duelo. [53] Todos los gentiles circunvecinos trataban de aniquilarles: «No tienen jefe — decían — ni quien les ayude. Esta es la ocasión de atacarles y borrar su recuerdo de entre los hombres.»

Capítulo 13

[1] Supo Simón que había juntado Trifón un ejército Caperoso para ir a devastar el país de Judá. [2] Viendo al pueblo espantado y medroso, subió a Jerusalén, reunió al pueblo [3] y le exhortó diciendo: «Vosotros sabéis todo lo que hemos hecho mis hermanos, la casa de mi padre y yo por la Ley y el Lugar Santo, y las guerras y tribulaciones que hemos sufrido. [4] Por esta causa, por Israel, han muerto mis hermanos todos y he quedado yo solo. [5] Lejos de mí ahora mirar por salvar mi vida en cualquier tiempo de angustia, que no soy yo mejor que mis hermanos; [6] sino que vengaré a mi nación, al Lugar Santo y a vuestras mujeres e hijos, puesto que, impulsados por el odio, se han unido todos los gentiles para aniquilarnos.» [7] Al oír estas palabras, se enardecieron los ánimos del pueblo [8] y respondieron en alta voz diciendo: «Tú eres nuestro guía en lugar de Judas y de tu hermano Jonatán; [9] toma la dirección de nuestra guerra y haremos cuanto nos mandes».

[10] Reunió entonces Simón a todos los hombres aptos para la guerra y se dio prisa en acabar las murallas de Jerusalén hasta que la fortificó en todo su contorno. [11] Envió a Jonatán, hijo de Absalón, a Joppe con un importante destacamento, el cual expulsó a los que en la ciudad estaban y se estableció en ella. [12] Partió Trifón de Tolemaida con un ejército Caperoso para entrar en el país de Judá llevando consigo prisionero a Jonatán. [13] Simón puso su campamento en Jadidá, frente a la llanura. [14] Al enterarse Trifón de que Simón había sucedido en el mando a su hermano Jonatán y que estaba preparado para entrar con él en batalla, le envió mensajeros diciéndole: [15] «Tenemos detenido a tu hermano Jonatán por las deudas contraídas con el tesoro real en el desempeño de su cargo.

[16] Envíanos, pues, cien talentos de plata y a dos de sus hijos como rehenes, no sea que una vez libre se rebele contra nosotros. Entonces le soltaremos.» [17] Simón, aunque se dio cuenta de que le hablaban con falsedad, envió a buscar el dinero y los niños para no provocar contra sí una gran enemistad del pueblo que diría: [18] «Porque no envié yo el dinero y los niños, ha muerto Jonatán.» [19] Envió, pues, los niños y los cien talentos, pero Trifón faltó a su palabra y no soltó a Jonatán. [20] Después de esto, se puso Trifón en marcha para invadir la región y devastarla. Dio un rodeo por el camino de Adorá, mientras Simón y su ejército obstaculizaban su marcha dondequiera que iba. [21] Los de la Ciudadela enviaron a Trifón legados dándole prisa a que viniese donde ellos a través del desierto y les enviase víveres.

[22] Preparó Trifón toda su caballería para ir, pero aquella noche cayó tal cantidad de nieve que le impidió acudir allá. Partió de allí y se fue a la región de Galaad. [23] Cuando se encontraba cerca de Bascamá, hizo matar a Jonatán, que fue enterrado allí. [24] Luego dio Trifón la vuelta y se marchó a su país. [25] Envió Simón a recoger los huesos de su hermano Jonatán y le dio sepultura en Modín, ciudad de sus padres. [26] Todo Israel hizo gran duelo por él y le lloró muchos días. [27] Simón construyó sobre el sepulcro de su padre y sus hermanos un mausoleo alto, que pudiera verse, de piedras pulidas por delante y por detrás.

[28] Levantó siete pirámides, una frente a otra, dedicadas a su padre, a su madre y a sus cuatro hermanos. [29] Levantó alrededor de ellas grandes columnas y sobre las columnas hizo panoplias para recuerdo eterno. Al lado de las panoplias esculpió unas naves que pudieran ser contempladas por todos los que navegaran por el mar. [30] Tal fue el mausoleo que construyó en Modín y que subsiste en nuestros días. [31] Trifón, procediendo insidiosamente con el joven rey Antíoco, le dio muerte. [32] Ocupó el reino en su lugar, se ciñó la diadema de Asia y causó grandes estragos en el país. [33] Simón, por su parte, reconstruyó las fortalezas de Judea, las rodeó de altas torres y grandes murallas con puertas y cerrojos, y almacenó víveres en ellas.

[34] Además escogió Simón hombres que envió al rey Demetrio intentando conseguir una remisión para la región, dado que toda la actividad de Trifón había sido un continuo robo. [35] El rey Demetrio contestó a su petición y le escribió la siguiente carta: [36] «El rey Demetrio saluda a Simón, sumo sacerdote y amigo de reyes, a los ancianos y a la nación de los judíos. [37] Hemos recibido la corona de oro y la palma que nos habéis enviado y estamos dispuestos a concertar con vosotros una paz completa y a escribir a los funcionarios que os concedan la remisión de las deudas. [38] Cuanto hemos decidido sobre vosotros, quede firme y sean vuestras las fortalezas que habéis construido. [39] Os perdonamos los errores y delitos cometidos hasta el día de hoy y la corona que nos debéis. Si algún otro tributo se percibía en Jerusalén, ya no se exija.

[40] Y si algunos de vosotros son aptos para alistarse en nuestra guardia, alístense y haya paz entre nosotros.» [41] El año 170 quedó Israel libre del yugo de los gentiles [42] y el pueblo comenzó a escribir en las actas y contratos: «En el año primero de Simón, gran sumo sacerdote, estratega y hegumeno de los judíos. [43] Por aquellos días puso cerco Simón a Gázara y la rodeó con sus tropas. Construyó una torre móvil que acercó a la ciudad y abriendo brecha en un baluarte, lo tomó. [44] Saltaron los de la torre a la ciudad y se produjo en ella gran agitación. [45] Los habitantes, rasgados los vestidos, subieron a la muralla con sus mujeres e hijos y pidieron a grandes gritos a Simón que les diese la mano.

[46] «No nos trates, le decían, según nuestras maldades, sino según tu misericordia.» [47] Simón se reconcilió con ellos y no les atacó, pero les echó de la ciudad y mandó purificar las casas en que había ídolos. Entonces entró en ella con himnos y bendiciones. [48] Echó de ella toda impureza, estableció en ella hombres observantes de la Ley, la fortificó y se construyó en ella para sí una residencia. [49] Los de la Ciudadela de Jerusalén se veían imposibilitados de entrar y salir por la región, de comprar y de vender. Sufrían grave escasez y bastantes de ellos habían perecido de hambre. [50] Clamaron a Simón que hiciera con ellos la paz y Simón se lo concedió. Les echó de allí y purificó de inmundicias la Ciudadela. [51] Entraron en ella el día veintitrés del segundo mes del año 171 con aclamaciones y ramos de palma, con liras, címbalos y arpas, con himnos y cantos, porque un gran enemigo había sido vencido y expulsado de Israel.

[52] Simón dispuso que este día se celebrara con júbilo cada año. Fortificó el monte del Templo que está al lado de la Ciudadela y habitó allí con los suyos. [53] Y viendo Simón que su hijo Juan era todo un hombre, le nombró jefe de todas las fuerzas con residencia en Gázara.

Capítulo 14

[1] El año 172 juntó el rey Demetrio su ejército y partió para Media para procurarse ayuda con que combatir a Trifón. [2] Pero al enterarse Arsaces, rey de Persia y Media, de que Demetrio había entrado en su término, mandó a uno de sus generales para capturarle vivo. [3] Partió éste y derrotó al ejército de Demetrio, le hizo prisionero y le llevó ante Arsaces que le puso en prisión. [4] El país de Judá gozó de paz durante todos los días de Simón. El procuró el bien a su nación, les fue grato su gobierno y su gloria en todo tiempo. [5] Además de toda su gloria, tomó a Joppe como puerto y se abrió paso a las islas del mar. [6] Ensanchó las fronteras de su nación, se hizo dueño del país, [7] y repatrió numerosos cautivos. Tomó Gázara, Bet Sur y la Ciudadela, la limpió de sus impurezas y no hubo quien le resistiera.

[8] Cultivaban en paz sus tierras; la tierra daba sus cosechas y los árboles del llano sus frutos. [9] Los ancianos se sentaban en las plazas, todos conversaban sobre el bienestar y los jóvenes vestían galas y armadura. [10] Procuró bastimentos a las ciudades, las protegió con fortificaciones hasta llegar la fama de su gloria a los confines de la tierra.

[11] Estableció la paz en el país y gozó Israel de gran alegría.

[12] Se sentaba cada cual bajo su parra y su higuera y no había nadie que les inquietara. [13] No quedó en el país quien les combatiera y fueron derrotados los reyes en aquellos días. [14] Dio apoyo a los humildes de su pueblo hizo desaparecer a todo impío y malvado. Observó fielmente la Ley, [15] dio gloria al Lugar Santo y multiplicó su ajuar.

[16] Cuando llegó a Roma y hasta Esparta la noticia de la muerte de Jonatán, lo sintieron mucho; [17] pero cuando supieron que su hermano Simón le había sucedido en el sumo sacerdocio y había tomado el mando del país y sus ciudades, [18] le escribieron en planchas de bronce para renovar con él la amistad y la alianza que habían establecido con sus hermanos Judas y Jonatán. [19] Se leyeron en Jerusalén ante la asamblea. [20] Esta es la copia de la carta enviada por los espartanos: «Los magistrados y la ciudad de los espartanos saludan al sumo sacerdote Simón, a los ancianos, a los sacerdotes y al resto del pueblo de los judíos, nuestros hermanos. [21] Los embajadores enviados a nuestro pueblo nos han informado de vuestra gloria y honor y nos hemos alegrado con su venida.

[22] Hemos registrado sus declaraciones entre las decisiones del pueblo en estos términos: Capenio, hijo de Antíoco, y Antípatros, hijo de Jasón, embajadores de los judíos, se nos han presentado para renovar la amistad con nosotros. [23] Ha sido del agrado del pueblo recibir con honor a estos personajes y depositar la copia de sus discursos en los archivos públicos para que el pueblo espartano conserve su recuerdo. Se ha sacado una copia de esto para el sumo sacerdote Simón.» [24] Después, envió Simón a Roma a Capenio con un gran escudo de oro de mil minas de peso para confirmar la alianza con ellos. [25] Cuando estos hechos llegaron a conocimiento del pueblo, dijeron: «¿Cómo mostraremos nuestro reconocimiento a Simón y a sus hijos? [26] Porque se ha mostrado valiente, tanto él como sus hermanos y la casa de su padre, ha combatido y rechazado a los enemigos de Israel y le ha conseguido su libertad.» Grabaron una inscripción en planchas de bronce y las fijaron en estelas en el monte Sión. [27] Esta es la copia de la inscripción: «El dieciocho de Elul del año 172, año tercero del gran sumo sacerdote Simón, en Asaramel, [28] en la gran asamblea de los sacerdotes, del pueblo, de los príncipes de la nación y de los ancianos del país, se nos hizo saber lo siguiente: [29] «En los muchos combates que se dieron en nuestra región, Simón hijo de Matatías, sacerdote descendiente de los hijos de Yehoyarib, y sus hermanos se expusieron al peligro, hicieron frente a los enemigos de su nación para mantener en pie su Lugar Santo y la Ley y alcanzaron inmensa gloria para su nación.

[30] Jonatán realizó la unidad de la nación y llegó a ser sumo sacerdote suyo hasta que fue a reunirse con su pueblo. [31] Quisieron los enemigos de los judíos invadir el país para devastarlo y llevar su mano contra el Lugar Santo. [32] Pero entonces se levantó Simón para combatir por su nación y gastó mucha hacienda propia en armar las tropas de su nación y pagarles la soldada. [33] Fortificó las ciudades de Judea y Bet Sur, ciudad fronteriza de Judea, donde se encontraban antes las armas de los enemigos, y puso en ella una guarnición de guerreros judíos. [34] Fortificó Joppe, situada junto al mar, y Gázara, en los límites de Azoto, donde habitaban anteriormente los enemigos, y estableció en ella una población judía a la que proveyó de todo lo necesario para su sustento. [35] Viendo el pueblo la fidelidad de Simón y la gloria que procuraba alcanzar para su nación, le nombró su hegumeno y sumo sacerdote por todos los servicios que había prestado, por la justicia y fidelidad que había guardado a su nación y por sus esfuerzos de toda clase por exaltar a su pueblo.

[36] En sus días se consiguió felizmente por su medio exterminar a los gentiles de su país y a los que se encontraban en la Ciudad de David, en Jerusalén, donde se habían hecho una Ciudadela desde la que hacían salidas y mancillaban los alrededores del Lugar Santo causando graves ultrajes a su santidad. [37] Estableció en ella guerreros judíos, la fortificó para defensa de la región y de la ciudad y dio mayor altura a las murallas de Jerusalén. [38] En consecuencia, el rey Demetrio le concedió el sumo sacerdocio, [39] le contó en el número de sus amigos y le colmó de honores, [40] pues había sabido que los romanos llamaban a los judíos amigos, aliados y hermanos, que habían recibido con honor a los embajadores de Simón [41] y que a los judíos y a los sacerdotes les había parecido bien que fuese Simón su hegumeno y sumo sacerdote para siempre hasta que apareciera un profeta digno de fe, [42] y también que fuese su estratega, que estuviese a su cuidado designar los encargados de las obras del Lugar Santo, de la administración del país, de los armamentos y de las plazas fuertes [43] (que estuviese a su cuidado el Lugar Santo), que todos le obedeciesen, que se redactasen en su nombre todos los documentos en el país, que vistiese de púrpura y llevase adornos de oro.

[44] A nadie del pueblo ni de los sacerdotes le estará permitido rechazar ninguna de estas disposiciones, ni contradecir sus órdenes, ni convocar en el país asambleas sin contar con él, ni vestir de púrpura, ni llevar fíbula de oro. [45] Todo aquel que obre contrariamente a estas decisiones o anule alguna de ellas, será reo. [46] El pueblo entero estuvo de acuerdo en conceder a Simón el derecho de obrar conforme a estas disposiciones, [47] y Simón aceptó y le pareció bien ejercer el sumo sacerdocio, ser estratega y etnarca de los judíos y sacerdotes y estar al frente de todos.» [48] Decretaron que este documento se grabase en planchas de bronce, que se fijasen estas en el recinto del Lugar Santo, en lugar visible, [49] y que se archivasen copias en el Tesoro a disposición de Simón y de sus hijos.

Capítulo 15

[1] Envió Antíoco, hijo del rey Demetrio, desde las islas del mar una carta a Simón, sacerdote y etnarca de los judíos, y a toda la nación, [2] redactada en los siguientes términos: «El rey Antíoco saluda a Simón, sumo sacerdote y etnarca, y a la nación de los judíos. [3] Puesto que una peste de hombres ha venido a apoderarse del reino de nuestros padres, y he resuelto reivindicar mis derechos sobre él y restablecerlo como anteriormente estaba, y he reclutado fuerzas considerables y equipado navíos de guerra, [4] y quiero desembarcar en el país para encontrarme con los que lo han arruinado y han devastado muchas ciudades de mi reino, [5] ratifico ahora en tu favor todas las exenciones que te concedieron los reyes anteriores a mí y cuantas dispensas de otras donaciones te otorgaron. [6] Te autorizo a acuñar moneda propia de curso legal en tu país.

[7] Jerusalén y el Lugar Santo sean libres. Todas las armas que has fabricado y las fortalezas que has construido y ocupas, queden en tu poder. [8] Cuanto debes al tesoro real y cuanto en el futuro dejes a deber, te sea perdonado desde ahora para siempre. [9] Y cuando hayamos ocupado nuestro reino, te honraremos a ti, a tu nación y al santuario con tales honores que vuestra gloria será conocida en toda la tierra.» [10] El año 174 partió Antíoco para el país de sus padres y todas las tropas se pasaron a él de modo que pocos quedaron con Trifón. [11] Antíoco se lanzó en su persecución y Trifón se refugió en Dora a orillas del mar, [12] porque veía que las desgracias se abatían sobre él y se encontraba abandonado de sus tropas.

[13] Antíoco puso cerco a Dora con los 120.000 combatientes y los 8.000 jinetes que consigo tenía. [14] Bloqueó la ciudad, y de la parte del mar se acercaron las naves, de modo que estrechó a la ciudad por tierra y por mar sin dejar que nadie entrase o saliese. [15] Entre tanto, regresaron de Roma Capenio y sus acompañantes trayendo cartas para los reyes y países, escritas de este modo: [16] «Lucio, cónsul de los romanos, saluda al rey Tolomeo. [17] Han venido a nosotros, en calidad de amigos y aliados nuestros, los embajadores de los judíos para renovar nuestra antigua amistad y alianza, enviados por el sumo sacerdote Simón y por el pueblo de los judíos, [18] y nos han traído un escudo de oro de mil minas.

[19] Nos ha parecido bien, en consecuencia, escribir a los reyes y países que no intenten causarles mal alguno, ni les ataquen a ellos ni a sus ciudades ni a su país, y que no presten su apoyo a los que los ataquen. [20] Hemos decidido aceptar de ellos el escudo. [21] Si, pues, individuos perniciosos huyen de su país y se refugian en el vuestro, entregadlos al sumo sacerdote Simón para que los castigue según su ley.» [22] Cartas iguales fueron remitidas al rey Demetrio, a Atalo, a Ariarates, a Arsaces [23] y a todos los países: a Sámpsamo, a los espartanos, a Delos, a Mindos, a Sición, a Caria, a Samos, a Panfilia, a Licia, a Halicarnaso, a Rodas, a Fasélida, a Cos, a Side, a Arados, a Gortina, a Cnido, a Chipre y a Cirene. [24] Redactaron además una copia de esta carta para el sumo sacerdote Simón.

[25] El rey Antíoco, pues, tenía puesto cerco a Dora en los arrabales, lanzaba sin tregua sus tropas contra la ciudad y construía ingenios de guerra. Tenía bloqueado a Trifón y nadie podía entrar ni salir. [26] Simón le envió 2.000 hombres escogidos para ayudarle en la lucha, además de plata, oro y abundante material. [27] Pero no quiso recibir el envío; antes bien rescindió cuanto había convenido anteriormente con Simón y se mostró hostil con él. [28] Envió donde él a Atenobio, uno de sus amigos, a entrevistarse con él y decirle: «Vosotros ocupáis Joppe, Gázara y la Ciudadela de Jerusalén, ciudades de mi reino. [29] Habéis devastado sus territorios, causado graves daños en el país y os habéis adueñado de muchas localidades de mi reino. [30] Devolved, pues, ahora las ciudades que habéis tomado y los impuestos de las localidades de que os habéis adueñado fuera de los límites de Judea.

[31] O bien, pagad en compensación quinientos talentos de plata y otros quinientos talentos por los estragos que habéis causado y por los impuestos de las ciudades. De lo contrario iremos y os haremos la guerra.» [32] Llegó, pues, Atenobio, el amigo del rey, a Jerusalén y al ver la magnificencia de Simón, su aparador con vajilla de oro y plata y todo el esplendor que le rodeaba, quedó asombrado. Le comunicó el mensaje del rey [33] y Simón le respondió con estas palabras: «Ni nos hemos apoderado de tierras ajenas ni nos hemos apropiado bienes de otros, sino de la heredad de nuestros padres. Por algún tiempo la poseyeron injustamente nuestros enemigos [34] y nosotros, aprovechando una ocasión favorable, hemos recuperado la heredad de nuestros padres. [35] En cuanto a Joppe y Gázara que nos reclamas, esas ciudades causaban graves daños al pueblo y asolaban nuestro país. Por ellas daremos cien talentos.» No respondió palabra Atenobio, [36] sino que se volvió furioso donde el rey y le refirió la respuesta, la magnificencia de Simón y todo lo que había visto. El rey montó en violenta cólera.

[37] Trifón, embarcado en una nave, huyó a Ortosia. [38] Entonces el rey nombró a Cendebeo epistratega de la Zona Marítima y le entregó tropas de infantería y de caballería, [39] con la orden de acampar frente a Judea, construir Cedrón, fortificar sus puertas y combatir contra el pueblo. El rey partió en seguimiento de Trifón. [40] Cendebeo llegó a Yamnia y comenzó a hostigar al pueblo, efectuar incursiones por Judea, capturar prisioneros y matar. [41] Reconstruyó Cedrón donde alojó caballería y tropas para recorrer en salidas los caminos de Judea como se lo tenía ordenado el rey.

Capítulo 16

[1] Subió Juan de Gázara y comunicó a su padre Simón las actividades de Cendebeo. [2] Simón llamó entonces a sus dos hijos mayores, Judas y Juan, y les dijo: «Mis hermanos y yo y la casa de mi padre hemos combatido a los enemigos de Israel desde nuestra juventud hasta el día de hoy y llevamos muchas veces a feliz término la liberación de Israel; [3] pero ahora ya estoy viejo mientras que vosotros, por la misericordia del Cielo, estáis en buena edad. Ocupad, pues, mi puesto y el de mi hermano, salid a combatir por nuestra nación y que el auxilio del Cielo sea con vosotros.» [4] Escogió luego en el país 20.000 combatientes y jinetes que partieron contra Cendebeo y pasaron la noche en Modín. [5] Al levantarse de mañana, avanzaron hacia la llanura y he aquí que un ejército Caperoso, infantería y caballería, venía a su encuentro. Un torrente se interponía entre ellos. [6] Juan con sus tropas tomó posiciones frente al enemigo y advirtiendo que sus tropas tenían miedo de pasar el torrente, lo pasó él el primero, y sus hombres, al verle, pasaron detrás de él.

[7] Dividió su ejército (en dos cuerpos) y puso a los jinetes en medio de los de a pie, pues la caballería de los contrarios era muy Caperosa. [8] Tocaron las trompetas y Cendebeo y su ejército salieron derrotados. Muchos de ellos cayeron heridos de muerte y los que quedaron huyeron en dirección a la fortaleza. [9] Entonces cayó herido Judas, el hermano de Juan. Pero Juan los persiguió hasta que Cendebeo entró en Cedrón que él había construido. [10] Fueron también a refugiarse en las torres que hay por los campos de Azoto y Juan le prendió fuego. Unos 2.000 de ellos sucumbieron y Juan regresó en paz a Judea. [11] Tolomeo, hijo de Abubos, había sido nombrado estratega de la llanura de Jericó y poseía mucha plata y oro, [12] pues era yerno del sumo sacerdote.

[13] Su corazón se ensoberbeció tanto que aspiró a apoderarse del país, para lo cual tramaba quitar a traición la vida a Simón y a sus hijos. [14] Yendo Simón de inspección por las ciudades del país preocupándose de su administración, bajó con sus hijos, Matatías y Judas, a Jericó. Era el año 177 en el undécimo mes que es el mes de Sebat. [15] El hijo de Abubos los recibió traidoramente en una pequeña fortaleza llamada Dok que él había construido, les dio un gran banquete y ocultó allí hombres. [16] Cuando Simón y sus hijos estuvieron bebidos, se levantó Tolomeo con los suyos, tomaron sus armas y lanzándose sobre Simón en la sala del banquete, le mataron a él, a sus dos hijos y a algunos de sus servidores. [17] Cometió de esta manera una gran alevosía y devolvió mal por bien. [18] Luego escribió Tolomeo al rey contándole lo ocurrido y pidiéndole que le enviara tropas en su auxilio para entregarle el país y sus ciudades.

[19] Envió otros a Gázara para quitar de en medio a Juan. Escribió a los quiliarcos invitándoles a venir donde él para darles plata, oro y otras dádivas. [20] Envió otros que se apoderasen de Jerusalén y del monte del santuario. [21] Pero adelantándose uno, anunció a Juan en Gázara que su padre y sus hermanos había perecido y añadió: «Ha enviado gente a matarte a ti también.» [22] Al oír estas noticias quedó profundamente afectado, prendió a los hombres que venían a matarle y les dio muerte, pues sabía que pretendían asesinarle. [23] Las restantes actividades de Juan, sus guerras, las proezas que llevó a cabo, las murallas que levantó y otras empresas suyas [24] están escritas en el libro de los Anales de su pontificado a partir del día en que fue nombrado sumo sacerdote como sucesor de su padre.

2 MACABEOS

Capítulo 1

[1] A los hermanos judíos que viven en Egipto, les saludan sus hermanos judíos que están en Jerusalén y en la región de Judea, deseándoles una paz dichosa. [2] Que Dios os llene de bienes y recuerde su alianza con Abraham, Isaac y Jacob, sus fieles servidores. [3] Que a todos os dé corazón para adorarle y cumplir su voluntad con corazón grande y ánimo generoso. [4] Que abra vuestro corazón a su Ley y a sus preceptos, y os otorgue la paz. [5] Que escuche vuestras súplicas, se reconcilie con vosotros y no os abandone en tiempo de desgracia. [6] Esto es lo que estamos ahora pidiendo por vosotros.

[7] Ya el año 169, en el reinado de Demetrio, nosotros, los judíos, os escribimos así: «En lo más grave de la tribulación que ha caído sobre nosotros en estos años, desde que Jasón y sus partidarios traicionaron la tierra santa y el reino, [8] incendiaron el portón (del Templo) y derramaron sangre inocente, suplicamos al Señor y hemos sido escuchados. Hemos ofrecido un sacrificio con flor de harina, hemos encendido las lámparas y presentado los panes.» [9] También ahora os escribimos para que celebréis la fiesta de las Tiendas en el mes de Kisléu. Es el año 188. [10] Los que están en Jerusalén y en Judea, los ancianos y Judas saludan y desean prosperidad a Aristóbulo, preceptor del rey Tolomeo, del linaje de los sacerdotes ungidos, y a los judíos que están en Egipto. [11] Salvados por Dios de grandes peligros, le damos rendidas gracias, como a quien nos ha guiado en la batalla contra el rey, [12] ya que El ha arrojado fuera a los que combatían contra la ciudad santa.

[13] Pues, cuando llegó a Persia su jefe acompañado de un ejército, al parecer invencible, fueron desbaratados en el templo de Nanea, gracias al engaño tramado por los sacerdotes de Nanea. [14] Antíoco, y con él sus amigos, llegaron a aquel lugar como tratando de desposarse con la diosa, con objeto de apoderarse, a título de dote, de abundantes riquezas. [15] Una vez que los sacerdotes del templo de Nanea las hubieron expuesto y que él se hubo presentado con unas pocas personas en el recinto sagrado, cerraron el templo en cuanto entró Antíoco. [16] Abrieron la puerta secreta del techo y a pedradas aplastaron al jefe; le descuartizaron, y cortándole la cabeza, la arrojaron a los que estaban fuera. [17] En todo sea bendito nuestro Dios que ha entregado los impíos (a la muerte). [18] A punto de celebrar en el veinticinco de Kisléu la purificación del Templo, nos ha parecido conveniente informaros, para que también vosotros la celebréis como la fiesta de las Tiendas y del fuego aparecido cuando ofreció sacrificios Nehemías, el que construyó el Templo y el altar.

[19] Pues, cuando nuestros padres fueron llevados a Persia, los sacerdotes piadosos de entonces, habiendo tomado fuego del altar, lo escondieron secretamente en una concavidad semejante a un pozo seco, en el que tan a seguro lo dejaron, que el lugar quedó ignorado de todos. [20] Pasados muchos años, cuando a Dios le plugo, Nehemías, enviado por el rey de Persia, mandó que buscaran el fuego los descendientes de los sacerdotes que lo habían escondido; [21] pero como ellos informaron que en realidad no habían encontrado fuego, sino un líquido espeso, él les mandó que lo sacasen y trajesen. Cuando estuvo dispuesto el sacrificio, Nehemías mandó a los sacerdotes que rociaran con aquel líquido la leña y lo que había colocado sobre ella. [22] Cumplida la orden, y pasado algún tiempo, el sol que antes estaba nublado volvió a brillar, y se encendió una llama tan grande que todos quedaron maravillados. [23] Mientras se consumía el sacrificio, los sacerdotes hacían oración: todos los sacerdotes con Jonatán que comenzaba, y los demás, como Nehemías, respondían. [24] La oración era la siguiente: «Señor, Señor Dios, creador de todo, temible y fuerte, justo y misericordioso, tú, rey único y bueno, [25] tú, solo generoso, solo justo, todopoderoso y eterno, que salvas a Israel de todo mal, que elegiste a nuestros padres y los santificaste, [26] acepta el sacrificio por todo tu pueblo Israel, guarda tu heredad y santifícala.

[27] Reúne a los nuestros dispersos, da libertad a los que están esclavizados entre las naciones, vuelve tus ojos a los despreciados y abominados, y conozcan los gentiles que tú eres nuestro Dios. [28] Aflige a los que tiranizan y ultrajan con arrogancia. [29] Planta a tu pueblo en tu lugar santo, como dijo Moisés.» [30] Los sacerdotes salmodiaban los himnos. [31] Cuando fue consumido el sacrificio, Nehemías mandó derramar el líquido sobrante sobre unas grandes piedras. [32] Hecho esto, se encendió una llamarada que quedó absorbida por el mayor resplandor que brillaba en el altar.

[33] Cuando el hecho se divulgó y se refirió al rey de los persas que en el lugar donde los sacerdotes deportados habían escondido el fuego, había aparecido aquel líquido con el que habían santificado las ofrendas del sacrificio Nehemías y sus compañeros, [34] el rey después de verificar tal hecho mandó alzar una cerca haciendo sagrado el lugar. [35] El rey recogía grandes sumas y las repartía a quienes quería hacer favores. [36] Nehemías y sus compañeros llamaron a ese líquido «neftar», que significa «purificación»; pero la mayoría lo llama «nafta».

Capítulo 2

[1] Se encuentra en los documentos que el profeta Jeremías mandó a los deportados que tomaran fuego como ya se ha indicado; [2] y cómo el profeta, después de darles la Ley, ordenó a los deportados que no se olvidaran de los preceptos del Señor ni se desviaran en sus pensamientos al ver ídolos de oro y plata y las galas que los envolvían. [3] Entre otras cosas, les exhortaba a no apartar la Ley de sus corazones. [4] Se decía también en el escrito cómo el profeta, después de una revelación, mandó llevar consigo la Tienda y el arca; y cómo salió hacia el monte donde Moisés había subido para contemplar la heredad de Dios. [5] Y cuando llegó Jeremías, encontró una estancia en forma de cueva; allí metió la Tienda, el arca y el altar del incienso, y tapó la entrada. [6] Volvieron algunos de sus acompañantes para marcar el camino, pero no pudieron encontrarlo.

[7] En cuanto Jeremías lo supo, les reprendió diciéndoles: «Este lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a reunir a su pueblo y le sea propicio. [8] El Señor entonces mostrará todo esto; y aparecerá la gloria del Señor y la Nube, como se mostraba en tiempo de Moisés, cuando Salomón rogó que el Lugar fuera solemnemente consagrado.» [9] Se explicaba también cómo éste, dotado de sabiduría, ofreció el sacrificio de la dedicación y la terminación del Templo. [10] Como Moisés oró al Señor y bajó del cielo fuego, que devoró las ofrendas del sacrificio, así también oró Salomón y bajó fuego que consumió los holocaustos. [11] Moisés había dicho: «La víctima por el pecado ha sido consumida por no haber sido comida.» [12] Salomón celebró igualmente los ocho días de fiesta.

[13] Lo mismo se narraba también en los archivos y en las Memorias del tiempo de Nehemías; y cómo éste, para fundar una biblioteca, reunió los libros referentes a los reyes y a los profetas, los de David y las cartas de los reyes acerca de las ofrendas. [14] De igual modo Judas reunió todos los libros dispersos a causa de la guerra que sufrimos, los cuales están en nuestras manos. [15] Por tanto, si tenéis necesidad de ellos, enviad a quienes os los lleven. [16] A punto ya de celebrar la purificación, os escribimos: Bien haréis también en celebrar estos días. [17] El Dios que salvó a todo su pueblo y que a todos otorgó la heredad, el reino, el sacerdocio y la santidad, [18] como había prometido por la Ley, el mismo Dios, como esperamos, se apiadará pronto de nosotros y nos reunirá de todas partes bajo el cielo en el Lugar Santo; pues nos ha sacado de grandes males y ha purificado el Lugar.

[19] La historia de Judas Macabeo y de sus hermanos, la purificación del más grande Templo, la dedicación del altar, [20] las guerras contra Antíoco Epífanes y su hijo Eupátor, [21] y las manifestaciones celestiales en favor de los que combatieron viril y gloriosamente por el Judaísmo, de suerte que, aun siendo pocos, saquearon toda la región, ahuyentaron las hordas bárbaras, [22] recuperaron el Templo famoso en todo el mundo, liberaron la ciudad y restablecieron las leyes que estaban a punto de ser abolidas, pues el Señor se mostró propicio hacia ellos con toda benignidad; [23] todo esto, expuesto en cinco libros por Jasón de Cirene, intentaremos nosotros compendiarlo en uno solo. [24] Porque al considerar la marea de números y la dificultad existente, por la amplitud de la materia, para los que quieren sumergirse en los relatos de la historia, [25] nos hemos preocupado por ofrecer algún atractivo a los que desean leer, facilidad a los que gustan retenerlo de memoria, y utilidad a cualquiera que lo lea.

[26] Para nosotros, que nos hemos encargado de la fatigosa labor de este resumen, no es fácil la tarea, sino de sudores y desvelos, [27] como tampoco al que prepara un banquete y busca el provecho de los demás le resulta esto cómodo. Sin embargo, esperando la gratitud de muchos, soportamos con gusto esta fatiga, [28] dejando al historiador la tarea de precisar cada suceso y esforzándonos por seguir las normas de un resumen. [29] Pues así como al arquitecto de una casa nueva corresponde la preocupación por la estructura entera; y, en cambio, al encargado de la encáustica y pinturas, el cuidado de lo necesario para la decoración, lo mismo me parece de nosotros: [30] profundizar, revolver las cuestiones y examinar punto por punto corresponde al que compone la historia; [31] pero buscar concisión al exponer y renunciar a tratar el asunto de forma exhaustiva debe concederse al divulgador.

[32] Comencemos, por tanto, desde ahora la narración, después de haber abundado tanto en los preliminares; pues sería absurdo abundar en lo que antecede a la historia y ser breve en la historia misma.

Capítulo 3

[1] Mientras la ciudad santa era habitada en completa paz y las leyes guardadas a la perfección, gracias a la piedad y al aborrecimiento de mal del sumo sacerdote Onías, [2] sucedía que hasta los reyes veneraban el Lugar Santo y honraban el Templo con magníficos presentes, [3] hasta el punto de que Seleuco, rey de Asia, proveía con sus propias rentas a todos los gastos necesarios para el servicio de los sacrificios. [4] Pero un tal Simón, de la tribu de Bilgá, constituido administrador del Templo, tuvo diferencias con el sumo sacerdote sobre la reglamentación del mercado de la ciudad. [5] No pudiendo vencer a Onías, se fue donde Apolonio, hijo de Traseo, estratega por entonces de Celesiria y Fenicia, [6] y le comunicó que el tesoro de Jerusalén, estaba repleto de riquezas incontables, hasta el punto de ser incalculable la cantidad de dinero, sin equivalencia con los gastos de los sacrificios, y que era posible que cayeran en poder del rey.

[7] Apolonio en conversación con el rey le habló de las riquezas de que había tenido noticia y entonces el rey designó a Heliodoro, el encargado de sus negocios, y le envió con la orden de realizar la transferencia de las mencionadas riquezas. [8] Enseguida Heliodoro emprendía el viaje con el pretexto de inspeccionar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad para ejecutar el proyecto del rey. [9] Llegado a Jerusalén y amistosamente acogido por el sumo sacerdote y por la ciudad, expuso el hecho de la denuncia e hizo saber el motivo de su presencia; preguntó si las cosas eran realmente así. [10] Manifestó el sumo sacerdote que eran depósitos de viudas y huérfanos, [11] que una parte pertenecía a Hicarno, hijo de Tobías, personaje de muy alta posición y, contra lo que había calumniado el impío Simón, que el total era de cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro; [12] que de ningún modo se podía perjudicar a los que tenían puesta su confianza en la santidad del Lugar, y en la majestad inviolable de aquel Templo venerado en todo el mundo.

[13] Pero Heliodoro, en virtud de las órdenes del rey, mantenía de forma terminante que los bienes debían pasar al tesoro real. [14] En la fecha fijada hacía su entrada para realizar el inventario de los bienes. No era pequeña la angustia en toda la ciudad: [15] los sacerdotes, postrados ante el altar con sus vestiduras sacerdotales, suplicaban al Cielo, el que había dado la ley sobre los bienes en depósito, que los guardara intactos para quienes los habían depositado. [16] El ver la figura del sumo sacerdote llegaba a partir el alma, pues su aspecto y su color demudado manifestaban la angustia de su alma. [17] Aquel hombre estaba embargado de miedo y temblor en su cuerpo, con lo que mostraba a los que le contemplaban el dolor que había en su corazón. [18] De las casas salía en tropel la gente a una rogativa pública porque el lugar estaba a punto de caer en oprobio.

[19] Las mujeres, ceñidas de saco bajo el pecho, llenaban las calles; de las jóvenes, que estaban recluidas, unas corrían a las puertas, otras subían a los muros, otras se asomaban por las ventanas. [20] Todas, con las manos tendidas al cielo, tomaban parte en la súplica. [21] Daba compasión aquella multitud confusamente postrada y el sumo sacerdote angustiado en honda ansiedad. [22] Mientras ellos invocaban al Señor Todopoderoso para que guardara intactos, en completa seguridad, los bienes en depósito para quienes los habían confiado, [23] Heliodoro llevaba a cabo lo que tenía decidido. [24] Estaba ya allí mismo con su guardia junto al Tesoro, cuando el Soberano de los Espíritus y de toda Potestad, se manifestó en su grandeza, de modo que todos los que con él juntos se habían atrevido a acercarse, pasmados ante el poder de Dios, se volvieron débiles y cobardes.

[25] Pues se les apareció un caballo montado por un jinete terrible y guarnecido con riquísimo arnés; lanzándose con ímpetu levantó contra Heliodoro sus patas delanteras. El que lo montaba aparecía con una armadura de oro. [26] Se le aparecieron además otros dos jóvenes de notable vigor, espléndida belleza y magníficos vestidos que colocándose a ambos lados, le azotaban sin cesar, moliéndolo a golpes. [27] Al caer de pronto a tierra, rodeado de densa oscuridad, lo recogieron y lo pusieron en una litera; [28] al mismo que poco antes, con Caperoso séquito y con toda su guardia, había entrado en el mencionado Tesoro, lo llevaban ahora incapaz de valerse por sí mismo, reconociendo todos claramente la soberanía de Dios. [29] Mientras él yacía mudo y privado de toda esperanza de salvación, a causa del poder divino, [30] otros bendecían al Señor que había glorificado maravillosamente su propio Lugar; y el Templo, lleno poco antes de miedo y turbación, rebosaba de gozo y alegría después de la manifestación del Señor Todopoderoso.

[31] Pronto algunos de los acompañantes de Heliodoro, instaban a Onías que invocara al Altísimo para que diese la gracia de vivir a aquel que yacía ya en su último suspiro. [32] Temiendo el sumo sacerdote que acaso el rey sospechara que los judíos hubieran perpetrado alguna fechoría contra Heliodoro, ofreció un sacrificio por la salud de aquel hombre. [33] Mientras el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de expiación, se aparecieron otra vez a Heliodoro los mismos jóvenes, vestidos con la misma indumentaria y en pie le dijeron: «Da muchas gracias al sumo sacerdote Onías, pues por él te concede el Señor la gracia de vivir; [34] y tú, que has sido azotado por el Cielo, haz saber a todos la grandeza del poder de Dios.» En diciendo esto, desaparecieron. [35] Heliodoro, habiendo ofrecido al Señor un sacrificio y tras haber orado largamente al que le había concedido la vida, se despidió de Onías y volvió con sus tropas donde el rey. [36] Ante todos daba testimonio de las obras del Dios grande que él había contemplado con sus ojos.

[37] Al preguntar el rey a Heliodoro a quién convendría enviar otra vez a Jerusalén, él respondió: [38] «Si tienes algún enemigo conspirador contra el Estado, mándalo allá y te volverá molido a azotes, si es que salva su vida, porque te aseguro que rodea a aquel Lugar una fuerza divina. [39] Pues el mismo que tiene en los cielos su morada, vela y protege aquel Lugar; y a los que se acercan con malas intenciones los hiere de muerte.» [40] Así sucedieron las cosas relativas a Heliodoro y a la preservación del Tesoro.

Capítulo 4

[1] En mencionado Simón, delator de los tesoros y de la patria, calumniaba a Onías como si éste hubiera maltratado a Heliodoro y fuera el causante de sus desgracias; [2] y se atrevía a decir que el bienhechor de la ciudad, el defensor de sus compatriotas y celoso observante de las leyes, era un conspirador contra el Estado. [3] A tal punto llegó la hostilidad, que hasta se cometieron asesinatos por parte de uno de los esbirros de Simón. [4] Considerando Onías que aquella rivalidad era intolerable y que Apolonio, hijo de Menesteo, estratega de Celesiria y Fenicia, instigaba a Simón al mal, [5] se hizo llevar donde el rey, no porque pretendiera acusar a sus conciudadanos, sino que miraba por los intereses generales y particulares de toda su gente. [6] Pues bien veía que sin la intervención real era ya imposible pacificar la situación y detener a Simón en sus locuras.

[7] Cuando Seleuco dejó esta vida y Antíoco, por sobrenombre Epífanes, comenzó a reinar, Jasón, el hermano de Onías, usurpó el sumo pontificado, [8] después de haber prometido al rey, en una conversación, 360 talentos de plata y ochenta talentos de otras rentas. [9] Se comprometía además a firmar el pago de otro 150, si se le concedía la facultad de instalar por su propia cuenta un gimnasio y una efebía, así como la de inscribir a los Antioquenos en Jerusalén. [10] Con el consentimiento del rey y con los poderes en su mano, pronto cambió las costumbres de sus compatriotas conforme al estilo griego. [11] Suprimiendo los privilegios que los reyes habían concedido a los judíos por medio de Juan, padre de Eupólemo, el que fue enviado en embajada a los romanos para un tratado de amistad y alianza, y abrogando las instituciones legales, introdujo costumbres nuevas, contrarias a la Ley. [12] Así pues, fundó a su gusto un gimnasio bajo la misma acrópolis e indujo a lo mejor de la juventud a educarse bajo el petaso.

[13] Era tal el auge del helenismo y el progreso de la moda extranjera a causa de la extrema perversidad de aquel Jasón, que tenía más de impío que de sumo sacerdote, [14] que ya los sacerdotes no sentían celo por el servicio del altar, sino que despreciaban el Templo; descuidando los sacrificios, en cuanto se daba la señal con el gong se apresuraban a tomar parte en los ejercicios de la palestra contrarios a la ley; [15] sin apreciar en nada la honra patria, tenían por mejores las glorias helénicas. [16] Por esto mismo, una difícil situación les puso en aprieto, y tuvieron como enemigos y verdugos a los mismos cuya conducta emulaban y a quienes querían parecerse en todo. [17] Pues no resulta fácil violar las leyes divinas; así lo mostrará el tiempo venidero. [18] Cuando se celebraron en Tiro los juegos cuadrienales, en presencia del rey, [19] el impuro Jasón envió embajadores, como Antioquenos de Jerusalén, que llevaban consigo trescientas dracmas de plata para el sacrificio de Hércules. Pero los portadores prefirieron, dado que no convenía, no emplearlas en el sacrificio, sino en otros gastos.

[20] Y así, el dinero que estaba destinado por voluntad del que lo enviaba, al sacrificio de Hércules, se empleó por deseo de los portadores, en la construcción de las trirremes. [21] Apolonio, hijo de Menesteo, fue enviado a Egipto para la boda del rey Filométor. Cuando supo Antíoco que aquél se había convertido en su adversario político se preocupó de su propia seguridad; por eso, pasando por Joppe, se presentó en Jerusalén. [22] Fue magníficamente recibido por Jasón y por la ciudad, e hizo su entrada entre antorchas y aclamaciones. Después de esto llevó sus tropas hasta Fenicia. [23] Tres años después, Jasón envió a Menelao, hermano del ya mencionado Simón, para llevar el dinero al rey y gestionar la negociación de asuntos urgentes. [24] Menelao se hizo presentar al rey, a quien impresionó con su aire majestuoso, y logró ser investido del sumo sacerdocio, ofreciendo trescientos talentos de plata más que Jasón. [25] Provisto del mandato real, se volvió sin poseer nada digno del sumo sacerdocio, sino más bien el furor de un cruel tirano y la furia de una bestia salvaje.

[26] Jasón, por su parte, suplantador de su propio hermano y él mismo suplantado por otro, se vio forzado a huir al país de Ammán. [27] Menelao detentaba ciertamente el poder, pero nada pagaba del dinero prometido al rey, [28] aunque Sóstrates, el alcaide de la Acrópolis, se lo reclamaba, pues a él correspondía la percepción de los tributos. Por este motivo, ambos fueron convocados por el rey. [29] Menelao dejó como sustituto del sumo sacerdocio a su hermano Lisímaco; Sóstrates a Crates, jefe de los chipriotas. a Crates, jefe de los chipriotas. [30] Mientras tanto, sucedió que los habitantes de Tarso y de Malos se sublevaron por haber sido cedidas sus ciudades como regalo a Antioquida, la concubina del rey. [31] Fue, pues, el rey a toda prisa, para poner orden en la situación, dejando como sustituto a Andrónico, uno de los dignatarios.

[32] Menelao pensó aprovecharse de aquella buena oportunidad; arrebató algunos objetos de oro del Templo, y se los regaló a Andrónico; también logró vender otros en Tiro y en las ciudades de alrededor. [33] Cuando Onías llegó a saberlo con certeza, se lo reprochó, no sin haberse retirado antes a un lugar de refugio, a Dafne, cerca de Antioquía. [34] Por eso, Menelao, a solas con Andrónico, le incitaba a matar a Onías. Andrónico se llegó donde Onías, y, confiando en la astucia, estrechándole la mano y dándole la diestra con juramento, persuadió a Onías, aunque a éste no le faltaban sospechas, a salir de su refugio, e inmediatamente le dio muerte, sin respeto alguno a la justicia. [35] Por este motivo no sólo los judíos sino también muchos de las demás naciones se indignaron y se irritaron por el injusto asesinato de aquel hombre. [36] Cuando el rey volvió de las regiones de Cilicia, los judíos de la ciudad junto con los griegos, que también odiaban el mal, fueron a su encuentro a quejarse de la injustificada muerte de Onías. [37] Antíoco, hondamente entristecido y movido a compasión, lloró recordando la prudencia y la gran moderación del difunto.

[38] Encendido en ira, despojó inmediatamente a Andrónico, de la púrpura y desgarró sus vestidos. Le hizo conducir por toda la ciudad hasta el mismo lugar donde tan impíamente había tratado a Onías; allí hizo desaparecer de este mundo al criminal, a quien el Señor daba el merecido castigo. [39] Lisímaco había cometido muchos robos sacrílegos en la ciudad con el consentimiento de Menelao, y la noticia se había divulgado fuera; por eso la multitud se amotinó contra Lisímaco. Pero eran ya muchos los objetos de oro que estaban dispersos. [40] Como las turbas estaban excitadas y en el colmo de su cólera, Lisímaco armó a cerca de 3.000 hombres e inició la represión violenta, poniendo por jefe a un tal Aurano, avanzado en edad y no menos en locura. [41] Cuando se dieron cuenta del ataque de Lisímaco, unos se armaron de piedras, otros de estacas y otros, tomando a puñadas ceniza que allí había, lo arrojaban todo junto contra las tropas de Lisímaco. [42] De este modo hirieron a muchos de ellos, y mataron a algunos; a todos los demás los pusieron en fuga, y al mismo ladrón sacrílego le mataron junto al Tesoro. [43] Sobre todos estos hechos se instruyó proceso contra Menelao.

[44] Cuando el rey llegó a Tiro, tres hombres enviados por el Senado expusieron ante él el alegato. [45] Menelao, perdido ya, prometió una importante suma a Tolomeo, hijo de Dorimeno, para que persuadiera al rey. [46] Entonces Tolomeo, llevando al rey aparte a una galería como para tomar el aire, le hizo cambiar de parecer, [47] de modo que absolvió de las acusaciones a Menelao, el causante de todos los males, y, en cambio, condenó a muerte a aquellos infelices que hubieran sido absueltos, aun cuando hubieran declarado ante un tribunal de escitas. [48] Así que, sin dilación, sufrieron aquella injusta pena los que habían defendido la causa de la ciudad, del pueblo y de los vasos sagrados. [49] Por este motivo, algunos tirios, indignados contra aquella iniquidad, prepararon con magnificencia su sepultura.

[50] Menelao, por su parte, por la avaricia de aquellos gobernantes, permaneció en el poder, creciendo en maldad, constituido en el principal adversario de sus conciudadanos.

Capítulo 5

[1] Por esta época preparaba Antíoco la segunda expedición a Egipto. [2] Sucedió que durante cerca de cuarenta días aparecieron en toda la ciudad, corriendo por los aires, jinetes vestidos de oro, tropas armadas distribuidas en cohortes, [3] escuadrones de caballería en orden de batalla, ataques y cargas de una y otra parte, movimiento de escudos, espesura de lanzas, espadas desenvainadas, lanzamiento de dardos, resplandores de armaduras de oro y corazas de toda clase. [4] Ante ello todos rogaban que aquella aparición presagiase algún bien. [5] Al difundirse el falso rumor de que Antíoco había dejado esta vida, Jasón, con no menos de mil hombres, lanzó un ataque imprevisto contra la ciudad; al ser rechazados los que estaban en la muralla y capturada ya por fin la ciudad, Menelao se refugió en la Acrópolis. [6] Jasón hacía cruel matanza de sus propios ciudadanos sin caer en cuenta que un éxito sobre sus compatriotas era el peor de los desastres; se imaginaba ganar trofeos de enemigos y no de sus compatriotas.

[7] Pero no logró el poder; sino que al fin, con la ignominia ganada por sus intrigas, se fue huyendo de nuevo al país de Ammán. [8] Por último encontró un final desastroso: acusado ante Aretas, tirano de los árabes, huyendo de su ciudad, perseguido por todos, detestado como apóstata de las leyes, y abominado como verdugo de la patria y de los conciudadanos, fue arrojado a Egipto. [9] El que a muchos había desterrado de la patria, en el destierro murió, cuando se dirigía a Lacedemonia, con la esperanza de encontrar protección por razón de parentesco; [10] y el que a tantos había privado de sepultura, pasó sin ser llorado, sin recibir honras fúnebres ni tener un sitio en la sepultura de sus padres. [11] Cuando llegaron al rey noticias de lo sucedido, sacó la conclusión de que Judea se separaba; por eso regresó de Egipto, rabioso como una fiera, tomó la ciudad por las armas, [12] y ordenó a los soldados que hirieran sin compasión a los que encontraran y que mataran a los que subiesen a los terrados de las casas.

[13] Perecieron jóvenes y ancianos; fueron asesinados muchachos, mujeres y niños, y degollaron a doncellas y niños de pecho. [14] En sólo tres días perecieron 80.000 personas, 40.000 en la refriega y otros, en número no menor que el de las víctimas, fueron vendidos como esclavos. [15] Antíoco, no contento con esto, se atrevió a penetrar en el Templo más santo de toda la tierra, llevando como guía a Menelao, el traidor a las leyes y a la patria. [16] Con sus manos impuras tomó los vasos sagrados y arrebató con sus manos profanas las ofrendas presentadas por otros reyes para acrecentamiento de la gloria y honra del Lugar. [17] Antíoco estaba engreído en su pensamiento, sin considerar que el Soberano estaba irritado por poco tiempo a causa de los pecados de los habitantes de la ciudad y por eso desviaba su mirada del Lugar. [18] Pero de no haberse dejado arrastrar ellos por los muchos pecados, el mismo Antíoco, como Heliodoro, el enviado por el rey Seleuco para inspeccionar el Tesoro, al ser azotado nada más llegar, habría renunciado a su osadía.

[19] Pero el Señor no ha elegido a la nación por el Lugar, sino el Lugar por la nación. [20] Por esto, también el mismo Lugar, después de haber participado de las desgracias acaecidas a la nación, ha tenido luego parte en sus beneficios; y el que había sido abandonado en tiempo de la cólera del Todopoderoso, de nuevo en tiempo de la reconciliación del gran Soberano, ha sido restaurado con toda su gloria. [21] Así pues, Antíoco, llevándose del Templo 1.800 talentos, se fue pronto a Antioquía, creyendo en su orgullo que haría la tierra navegable y el mar viable, por la arrogancia de su corazón. [22] Dejó también prefectos para hacer daño a la raza: en Jerusalén a Filipo, de raza frigia, que tenía costumbres más bárbaras que el le había nombrado; [23] en el monte Garizim, a Andrónico, y además de éstos, a Menelao, que superaba a los demás en maldad contra sus conciudadanos. El rey, que albergaba hacia los judíos sentimientos de odio, [24] envió al Misarca Apolonio con un ejército de 22.000 hombres, y la orden de degollar a todos los que estaban en el vigor de la edad, y de vender a las mujeres y a los más jóvenes.

[25] Llegado éste a Jerusalén y fingiendo venir en son de paz esperó hasta el día santo del sábado. Aprovechando el descanso de los judíos, mandó a sus tropas que se equiparan con las armas, [26] y a todos los que salían a ver aquel espectáculo, los hizo matar e, invadiendo la ciudad con los soldados armados, hizo caer una considerable multitud. [27] Pero Judas, llamado también Macabeo, formó un grupo de unos diez y se retiró al desierto. Llevaba con sus compañeros, en las montañas, vida de fieras salvajes, sin comer más alimento que hierbas, para no contaminarse de impureza.

Capítulo 6

[1] Poco tiempo después, el rey envió al ateniense Geronta para obligar a los judíos a que desertaran de las leyes de sus padres y a que dejaran de vivir según las leyes de su Dios; [2] y además para contaminar el Templo de Jerusalén, dedicándolo a Zeus Olímpico, y el de Garizim, a Zeus Hospitalario, como lo habían pedido los habitantes del lugar. [3] Este recrudecimiento del mal era para todos penoso e insoportable. [4] El Templo estaba lleno de desórdenes y orgías por parte de los paganos que holgaban con meretrices y que en los atrios sagrados andaban con mujeres, y hasta introducían allí cosas prohibidas. [5] El altar estaba repleto de víctimas ilícitas, prohibidas por las leyes. [6] No se podía ni celebrar el sábado, ni guardar las fiestas patrias, ni siquiera confesarse judío; [7] antes bien eran obligados con amarga violencia a la celebración mensual del nacimiento del rey con un banquete sacrificial y, cuando llegaba la fiesta de Dióniso, eran forzados a formar parte de su cortejo, coronados de hiedra.

[8] Por instigación de los habitantes de Tolemaida salió un decreto para las vecinas ciudades griegas, obligándolas a que procedieran de la misma forma contra los judíos y a que les hicieran participar en los banquetes sacrificiales, [9] con orden de degollar a los que no adoptaran el cambio a las costumbres griegas. Podíase ya entrever la calamidad inminente. [10] Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos; las hicieron recorrer públicamente la ciudad con los niños colgados del pecho, y las precipitaron desde la muralla. [11] Otros que se habían reunido en cuevas próximas para celebrar a escondidas el día séptimo, fueron denunciados a Filipo y quemados juntos, sin que quisieran hacer nada en su defensa, por respeto a la santidad del día. [12] Ruego a los lectores de este libro que no se desconcierten por estas desgracias; piensen antes bien que estos castigos buscan no la destrucción, sino la educación de nuestra raza; [13] pues el no tolerar por mucho tiempo a los impíos, de modo que pronto caigan en castigos, es señal de gran benevolencia.

[14] Pues con las demás naciones el Soberano, para castigarlas, aguarda pacientemente a que lleguen a colmar la medida de sus pecados; pero con nosotros ha decidido no proceder así, [15] para que no tenga luego que castigarnos, al llegar nuestros pecados a la medida colmada. [16] Por eso mismo nunca retira de nosotros su misericordia: cuando corrige con la desgracia, no está abandonando a su propio pueblo. [17] Quede esto dicho a modo de recuerdo. Después de estas pocas palabras, prosigamos la narración. [18] A Eleazar, uno de los principales escribas, varón de ya avanzada edad y de muy noble aspecto, le forzaban a abrir la boca y a comer carne de puerco. [19] Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame, marchaba voluntariamente al suplicio del apaleamiento, [20] después de escupir todo, que es como deben proceder los que tienen valentía rechazar los alimentos que no es lícito probar ni por amor a la vida.

[21] Los que estaban encargados del banquete sacrificial contrario a la Ley, tomándole aparte en razón del conocimiento que de antiguo tenían con este hombre, le invitaban a traer carne preparada por él mismo, y que le fuera lícita; a simular como si comiera la mandada por el rey, tomada del sacrificio, [22] para que, obrando así, se librara de la muerte, y por su antigua amistad hacia ellos alcanzara benevolencia. [23] Pero él, tomando una noble resolución digna de su edad, de la prestancia de su ancianidad, de sus experimentadas y ejemplares canas, de su inmejorable proceder desde niño y, sobre todo, de la legislación santa dada por Dios, se mostró consecuente consigo diciendo que se le mandara pronto al Hades. [24] «Porque a nuestra edad no es digno fingir, no sea que muchos jóvenes creyendo que Eleazar, a sus noventa años, se ha pasado a las costumbres paganas, [25] también ellos por mi simulación y por mi apego a este breve resto de vida, se desvíen por mi culpa y yo atraiga mancha y deshonra a mi vejez. [26] Pues aunque me libre al presente del castigo de los hombres, sin embargo ni vivo ni muerto podré escapar de las manos del Todopoderoso.

[27] Por eso, al abandonar ahora valientemente la vida, me mostraré digno de mi ancianidad, [28] dejando a los jóvenes un ejemplo noble al morir generosamente con ánimo y nobleza por las leyes venerables y santas.» Habiendo dicho esto, se fue enseguida al suplicio del apaleamiento. [29] Los que le llevaban cambiaron su suavidad de poco antes en dureza, después de oír las referidas palabras que ellos consideraban una locura; [30] él, por su parte, a punto ya de morir por los golpes, dijo entre suspiros: «El Señor, que posee la ciencia santa, sabe bien que, pudiendo librarme de la muerte, soporto flagelado en mi cuerpo recios dolores, pero en mi alma los sufro con gusto por temor de él.» [31] De este modo llegó a su tránsito. (No sólo a los jóvenes, sino también a la gran mayoría de la nación, Eleazar dejó su muerte como ejemplo de nobleza y recuerdo de virtud.)

Capítulo 7

[1] Sucedió también que siete hermanos apresados junto con su madre, eran forzados por el rey, flagelados con azotes y nervios de buey, a probar carne de puerco (prohibida por la Ley). [2] Uno de ellos, hablando en nombre de los demás, decía así: «¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que violar las leyes de nuestros padres.» [3] El rey, fuera de sí, ordenó poner al fuego sartenes y calderas. [4] En cuanto estuvieron al rojo, mandó cortar la lengua al que había hablado en nombre de los demás, arrancarle el cuero cabelludo y cortarle las extremidades de los miembros, en presencia de sus demás hermanos y de su madre. [5] Cuando quedó totalmente inutilizado, pero respirando todavía, mandó que le acercaran al fuego y le tostaran en la sartén. Mientras el humo de la sartén se difundía lejos, los demás hermanos junto con su madre se animaban mutuamente a morir con generosidad, y decían: [6] «El Señor Dios vela y con toda seguridad se apiadará de nosotros, como declaró Moisés en el cántico que atestigua claramente: «Se apiadará de sus siervos".» [7] Cuando el primero hizo así su tránsito, llevaron al segundo al suplicio y después de arrancarle la piel de la cabeza con los cabellos, le preguntaban: «¿Vas a comer antes de que tu cuerpo sea torturado miembro a miembro?» [8] El respondiendo en su lenguaje patrio, dijo: «¡No!» Por ello, también éste sufrió a su vez la tortura, como el primero.

[9] Al llegar a su último suspiro dijo: «Tú, criminal, nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna.» [10] Después de éste, fue castigado el tercero; en cuanto se lo pidieron, presentó la lengua, tendió decidido las manos [11] (y dijo con valentía: «Por don del Cielo poseo estos miembros, por sus leyes los desdeño y de El espero recibirlos de nuevo).» [12] Hasta el punto de que el rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del ánimo de aquel muchacho que en nada tenía los dolores. [13] Llegado éste a su tránsito, maltrataron de igual modo con suplicios al cuarto. [14] Cerca ya del fin decía así: «Es preferible morir a manos de hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él; para ti, en cambio, no habrá resurrección a la vida.» [15] Enseguida llevaron al quinto y se pusieron a atormentarle.

[16] El, mirando al rey, dijo: «Tú, porque tienes poder entre los hombres aunque eres mortal, haces lo que quieres. Pero no creas que Dios ha abandonado a nuestra raza. [17] Aguarda tú y contemplarás su magnífico poder, cómo te atormentará a ti y a tu linaje.» [18] Después de éste, trajeron al sexto, que estando a punto de morir decía: «No te hagas ilusiones, pues nosotros por nuestra propia culpa padecemos; por haber pecado contra nuestro Dios (nos suceden cosas sorprendentes). [19] Pero no pienses quedar impune tú que te has atrevido a luchar contra Dios.» [20] Admirable de todo punto y digna de glorioso recuerdo fue aquella madre que, al ver morir a sus siete hijos en el espacio de un solo día, sufría con valor porque tenía la esperanza puesta en el Señor. [21] Animaba a cada uno de ellos en su lenguaje patrio y, llena de generosos sentimientos y estimulando con ardor varonil sus reflexiones de mujer, les decía: [22] «Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno.

[23] Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes.» [24] Antíoco creía que se le despreciaba a él y sospechaba que eran palabras injuriosas. Mientras el menor seguía con vida, no sólo trataba de ganarle con palabras, sino hasta con juramentos le prometía hacerle rico y muy feliz, con tal de que abandonara las tradiciones de sus padres; le haría su amigo y le confiaría altos cargos. [25] Pero como el muchacho no le hacía ningún caso, el rey llamó a la madre y la invitó a que aconsejara al adolescente para salvar su vida. [26] Tras de instarle él varias veces, ella aceptó el persuadir a su hijo. [27] Se inclinó sobre él y burlándose del cruel tirano, le dijo en su lengua patria: «Hijo, ten compasión de mí que te llevé en el seno por nueve meses, te amamanté por tres años, te crié y te eduqué hasta la edad que tienes (y te alimenté). [28] Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia.

[29] No temas a este verdugo, antes bien, mostrándote digno de tus hermanos, acepta la muerte, para que vuelva yo a encontrarte con tus hermanos en la misericordia.» [30] En cuanto ella terminó de hablar, el muchacho dijo: «¿Qué esperáis? No obedezco el mandato del rey; obedezco el mandato de la Ley dada a nuestros padres por medio de Moisés. [31] Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás de las manos de Dios. [32] (Cierto que nosotros padecemos por nuestros pecados.) [33] Si es verdad que nuestro Señor que vive, está momentáneamente irritado para castigarnos y corregirnos, también se reconciliará de nuevo con sus siervos. [34] Pero tú, ¡oh impío y el más criminal de todos los hombres!, no te engrías neciamente, entregándote a vanas esperanzas y alzando la mano contra sus siervos; [35] porque todavía no has escapado del juicio del Dios que todo lo puede y todo lo ve.

[36] Pues ahora nuestros hermanos, después de haber soportado una corta pena por una vida perenne, cayeron por la alianza de Dios; tú, en cambio, por el justo juicio de Dios cargarás con la pena merecida por tu soberbia. [37] Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes de mis padres, invocando a Dios para que pronto se muestre propicio con nuestra nación, y que tú con pruebas y azotes llegues a confesar que él es el único Dios. [38] Que en mí y en mis hermanos se detenga la cólera del Todopoderoso justamente descargada sobre toda nuestra raza.» [39] El rey, fuera de sí, se ensañó con éste con mayor crueldad que con los demás, por resultarle amargo el sarcasmo. [40] También éste tuvo un limpio tránsito, con entera confianza en el Señor. [41] Por último, después de los hijos murió la madre.

[42] Sea esto bastante para tener noticia de los banquetes sacrificiales y de las crueldades sin medida.

Capítulo 8

[1] Judas, llamado también Macabeo, y sus compañeros entraban sigilosamente en los pueblos, llamaban a sus hermanos de raza y acogiendo a los que permanecían fieles al judaísmo, llegaron a reunir 6.000 hombres. [2] Rogaban al Señor que mirase por aquel pueblo que todos conculcaban; que tuviese piedad del santuario profanado por los hombres impíos; [3] que se compadeciese de la ciudad destruida y a punto de ser arrasada, y que escuchase las voces de la sangre que clamaba a él; [4] que se acordase de la inicua matanza de niños inocentes y de las blasfemias proferidas contra su nombre, y que mostrase su odio al mal. [5] Macabeo, con su tropa organizada, fue ya invencible para los gentiles, al haberse cambiado en misericordia la cólera del Señor. [6] Llegando de improviso, incendiaba ciudades y pueblos; después de ocupar las posiciones estratégicas, causaba al enemigo grandes pérdidas.

[7] Prefería la noche como aliada para tales incursiones. La fama de su valor se extendía por todas partes. [8] Al ver Filipo que este hombre progresaba paulatinamente y que sus éxitos eran cada día más frecuentes, escribió a Tolomeo, estratega de Celesiria y Fenicia para que viniese en ayuda de los intereses del rey. [9] Este designó enseguida a Nicanor, hijo de Patroclo, uno de sus primeros amigos, y le envió al frente de no menos de 20.000 hombres de todas las naciones para exterminar la raza entera de Judea. Puso a su lado a Gorgias, general con experiencia en lides guerreras. [10] Nicanor intentaba, por su parte, saldar con la venta de prisioneros judíos, el tributo de 2.000 talentos que el rey debía a los romanos. [11] Pronto envió a las ciudades marítimas una invitación para que vinieran a comprar esclavos judíos, prometiendo entregar noventa esclavos por un talento sin esperarse el castigo del Todopoderoso que estaba a punto de caer sobre él. [12] Llegó a Judas la noticia de la expedición de Nicanor. Cuando comunicó a los que le acompañaban que el ejército se acercaba, [13] los cobardes y desconfiados de la justicia divina, comenzaron a escaparse y alejarse del lugar; [14] los demás vendían todo lo que les quedaba, y pedían al mismo tiempo al Señor que librara a los que el impío Nicanor tenía vendidos aun ante de haberse enfrentado.

[15] Si no por ellos, sí por las alianzas con sus padres y porque invocaban en su favor el venerable y majestuoso Nombre. [16] Después de reunir a los suyos, en número de 6.000, el Macabeo les exhortaba a no dejarse amedrentar por los enemigos y a no temer a la muchedumbre de gentiles que injustamente venían contra ellos, sino a combatir con valor, [17] teniendo a la vista el ultraje que inicuamente habían inferido al Lugar Santo, los suplicios infligidos a la ciudad y la abolición de las instituciones ancestrales. [18] «Ellos, les dijo, confían en sus armas y en su audacia; pero nosotros tenemos nuestra confianza puesta en Dios Todopoderoso, que puede abatir con un gesto a los que vienen contra nosotros y al mundo entero.» [19] Les eCaperó los auxilios dispensados a sus antecesores, especialmente frente a Senaquerib, cuando perecieron 185.000, [20] y el recibido en Babilonia, en la batalla contra los gálatas, cuando entraron en acción todos los 8.000 judíos junto a los 4.000 macedonios, y cuando los macedonios se hallaban en apuros, los 8.000 derrotaron a 120.000, gracias al auxilio que les llegó del cielo, y se hicieron con un gran botín.

[21] Después de haberlos enardecido con estas palabras y de haberlos dispuesto a morir por las leyes y por la patria, dividió el ejército en cuatro cuerpos. [22] Puso a sus hermanos, Simón, José y Jonatán, al frente de cada cuerpo, dejando a las órdenes de cada uno 1.500 hombres. [23] Además mandó a Esdrías que leyera el libro sagrado; luego, dando como consigna «Auxilio de Dios», él mismo al frente del primer cuerpo trabó combate con Nicanor. [24] Al ponerse el Todopoderoso de su parte en la lucha, dieron muerte a más de 9.000 enemigos, hirieron y mutilaron a la mayor parte del ejército de Nicanor, y a todos los demás los pusieron en fuga. [25] Se apoderaron del dinero de los que habían venido a comprarlos. Después de haberlos perseguido bastante tiempo, se volvieron, obligados por la hora, [26] pues era víspera del sábado, y por esta causa no continuaron en su persecución.

[27] Una vez que hubieron amontonado las armas y recogido los despojos de los enemigos, comenzaron la celebración del sábado, desbordándose en bendiciones y alabanzas al Señor que en aquel día les había salvado, estableciendo el comienzo de su misericordia. [28] Al acabar el sábado, dieron una parte del botín a los que habían sufrido la persecución, así como a las viudas y huérfanos; ellos y sus hijos se repartieron el resto. [29] Hecho esto, en rogativa pública rogaron al Señor misericordioso que se reconciliara del todo con sus siervos. [30] En su combate con las tropas de Timoteo y Báquides, mataron a éstos más de 20.000 hombres, se adueñaron por completo de altas fortalezas y dividieron el inmenso botín en partes iguales, una para ellos y otra para los que habían sufrido la persecución, los huérfanos y las viudas, así como para los ancianos. [31] Con todo cuidado reunieron las armas capturadas en lugares convenientes y llevaron a Jerusalén el resto de los despojos. [32] Mataron al filarca de la escolta de Timoteo, hombre muy impío que había causado mucho pesar a los judíos.

[33] Mientras celebraban la victoria en su patria, quemaron a los que habían incendiado los portones sagrados, así como a Calístenes, que estaban refugiados en una misma casita, y que recibieron así la merecida paga de su impiedad. [34] Nicanor, tres veces criminal, que había traído a los mil comerciantes para la venta de los judíos, [35] con el auxilio del Señor, quedó humillado por los mismos que él despreciaba como los más viles; despojándose de sus galas, como un fugitivo a campo través, buscando la soledad llegó hasta Antioquía con mucha suerte, después del desastre de su ejército. [36] El que había pretendido saldar el tributo debido a los romanos con la venta de los prisioneros de Jerusalén, proclamaba que los judíos tenían a Alguien que les defendía, y que los judíos eran invulnerables por el hecho de que seguían las leyes prescritas por Aquél.

Capítulo 9

[1] Sucedió por este tiempo que Antíoco hubo de retirarse desordenadamente de las regiones de Persia. [2] En efecto, habiendo entrado en la ciudad llamada Persépolis, pretendió saquear el santuario y oprimir la ciudad; ante ello, la muchedumbre sublevándose acudió a las armas y le puso en fuga; y sucedió que Antíoco, ahuyentado por los naturales del país, hubo de emprender una vergonzosa retirada. [3] Cuando estaba en Ecbátana, le llegó la noticia de lo ocurrido a Nicanor y a las tropas de Timoteo. [4] Arrebatado de furor, pensaba vengar en los judíos la afrenta de los que le habían puesto en fuga, y por eso ordenó al conductor que hiciera avanzar el carro sin parar hasta el término del viaje. Pero ya el juicio del Cielo se cernía sobre él, pues había hablado así con orgullo: «En cuanto llegue a Jerusalén, haré de la ciudad una fosa común de judíos.» [5] Pero el Señor Dios de Israel que todo lo ve, le hirió con una llaga incurable e invisible: apenas pronunciada esta frase, se apoderó de sus entrañas un dolor irremediable, con agudos retortijones internos, [6] cosa totalmente justa para quien había hecho sufrir las entrañas de otros con Caperosas y desconocidas torturas.

[7] Pero él de ningún modo cesaba en su arrogancia; estaba lleno todavía de orgullo, respiraba el fuego de su furor contra los judíos y mandaba acelerar la marcha. Pero sucedió que vino a caer de su carro que corría velozmente y, con la violenta caída, todos los miembros de su cuerpo se le descoyuntaron. [8] El que poco antes pensaba dominar con su altivez de superhombre las olas del mar, y se imaginaba pesar en una balanza las cimas de las montañas, caído por tierra, era luego transportado en una litera, mostrando a todos de forma manifiesta el poder de Dios, [9] hasta el punto que de los ojos del impío pululaban gusanos, caían a pedazos sus carnes, aun estando con vida, entre dolores y sufrimientos, y su infecto hedor apestaba todo el ejército. [10] Al que poco antes creía tocar los astros del cielo, nadie podía ahora llevarlo por la insoportable repugnancia del hedor. [11] Así comenzó entonces, herido, a abatir su excesivo orgullo y a llegar al verdadero conocimiento bajo el azote divino, en tensión a cada instante por los dolores. [12] Como ni él mismo podía soportar su propio hedor, decía: «Justo es estar sumiso a Dios y que un mortal no pretenda igualarse a la divinidad.» [13] Pero aquel malvado rogaba al Soberano de quien ya no alcanzaría misericordia, prometiendo [14] que declararía libre la ciudad santa, a la que se había dirigido antes a toda prisa para arrasarla y transformarla en fosa común, [15] que equipararía con los atenienses a todos aquellos judíos que había considerado dignos, no de una sepultura, sino de ser arrojados con sus niños como pasto a las fieras; [16] que adornaría con los más bellos presentes el Templo Santo que antes había saqueado; que devolvería multiplicados todos los objetos sagrados; que suministraría a sus propias expensas los fondos que se gastaban en los sacrificios; [17] y, además, que se haría judío y recorrería todos los lugares habitados para proclamar el poder de Dios.

[18] Como sus dolores de ninguna forma se calmaban, pues había caído sobre él el justo juicio de Dios, desesperado de su estado, escribió a los judíos la carta copiada a continuación, en forma de súplica, con el siguiente contenido: [19] «A los honrados judíos, ciudadanos suyos, con los mejores deseos de dicha, salud y prosperidad, saluda el rey y estratega Antíoco. [20] Si os encontráis bien vosotros y vuestros hijos, y vuestros asuntos van conforme a vuestros deseos, damos por ello rendidas gracias. [21] En cuanto a mí, me encuentro postrado sin fuerza en mi lecho, con un amistoso recuerdo de vosotros. A mi vuelta de las regiones de Persia, contraje una molesta enfermedad y he considerado necesario preocuparme de vuestra seguridad común. [22] No desespero de mi situación, antes bien tengo grandes esperanzas de salir de esta enfermedad; [23] pero considerando que también mi padre, con ocasión de salir a campaña hacia las regiones altas, designó su futuro sucesor, [24] para que, si ocurría algo sorprendente o si llegaba alguna noticia desagradable, los habitantes de las provincias no se perturbaran, por saber ya a quién quedaba confiado el gobierno; [25] dándome cuenta además de que los soberanos de alrededor, vecinos al reino, acechan las oportunidades y aguardan lo que pueda suceder, he nombrado rey a mi hijo Antíoco, a quien muchas veces, al recorrer las satrapías altas, os he confiado y recomendado a gran parte de vosotros. A él le he escrito lo que sigue.

[26] Por tanto os exhorto y ruego que acordándoos de los beneficios recibidos en común y en particular, guardéis cada uno también con mi hijo la benevolencia que tenéis hacia mí. [27] Pues estoy seguro de que él, realizando con moderación y humanidad mis proyectos, se entenderá bien con vosotros.» [28] Así pues, aquel asesino y blasfemo, sufriendo los peores padecimientos, como los había hecho padecer a otros, terminó la vida en tierra extranjera, entre montañas, en el más lamentable infortunio. [29] Filipo, su compañero, trasladaba su cuerpo; mas, por temor al hijo de Antíoco, se retiró a Egipto, junto a Tolomeo Filométor.

Capítulo 10

[1] Macabeo y los suyos, guiados por el Señor, recuperaron el Templo y la ciudad, [2] destruyeron los altares levantados por los extranjeros en la plaza pública, así como los recintos sagrados. [3] Después de haber purificado el Templo, hicieron otro altar; tomando fuego de pedernal del que habían sacado chispas, tras dos años de intervalo ofrecieron sacrificios, el incienso y las lámparas, y colocaron los panes de la Presencia. [4] Hecho esto, rogaron al Señor, postrados sobre el vientre, que no les permitiera volver a caer en tales desgracias, sino que, si alguna vez pecaban, les corrigiera con benignidad, y no los entregara a los gentiles blasfemos y bárbaros. [5] Aconteció que el mismo día en que el Templo había sido profanado por los extranjeros, es decir, el veinticinco del mismo mes que es Kisléu, tuvo lugar la purificación del Templo. [6] Lo celebraron con alegría durante ocho días, como en la fiesta de las Tiendas, recordando cómo, poco tiempo antes, por la fiesta de las Tiendas, estaban cobijados como fieras en montañas y cavernas.

[7] Por ello, llevando tirsos, ramas hermosas y palmas, entonaban himnos hacia Aquél que había llevado a buen término la purificación de su lugar. [8] Por público decreto y voto prescribieron que toda la nación de los judíos celebrara anualmente aquellos mismos días. [9] Tales fueron las circunstancias de la muerte de Antíoco, apellidado Epífanes. [10] Vamos a exponer ahora lo referente a Antíoco Eupátor, hijo de aquel impío, resumiendo las desgracias debidas a las guerras. [11] En efecto, una vez heredado el reino, puso al frente de sus asuntos a un tal Lisias, estratega supremo de Celesiria y Fenicia. [12] Pues Tolomeo, el llamado Macrón, el primero en observar la justicia con los judíos, debido a la injusticia con que se les había tratado, procuraba resolver pacíficamente lo que a ellos concernía; [13] acusado ante Eupátor a consecuencia de ello por los amigos del rey, oía continuamente que le llamaban traidor, por haber abandonado Chipre, que Filométor le había confiado, y por haberse pasado a Antíoco Epífanes. Al no poder honrar debidamente la dignidad de su cargo, envenenándose, dejó esta vida.

[14] Gorgias, hecho estratega de la región, mantenía tropas mercenarias y en toda ocasión hostigaba a los judíos. [15] Al mismo tiempo los idumeos, dueños de fortalezas estratégicas, causaban molestias a los judíos, y acogiendo a los fugitivos de Jerusalén procuraban fomentar la guerra. [16] Macabeo y sus compañeros, después de haber celebrado una rogativa y haber pedido a Dios que luchara junto a ellos, se lanzaron contra las fortalezas de los idumeos; [17] después de atacarlos con ímpetu, se apoderaron de las posiciones e hicieron retroceder a todos los que combatían sobre la muralla; daban muerte a cuantos caían en sus manos. Mataron por lo menos 20.000. [18] No menos de 9.000 hombres se habían refugiado en dos torres muy bien fortificadas y abastecidas de cuanto era necesario para resistir un sitio. [19] Macabeo dejó entonces a Simón y José, y además a Zaqueo y a los suyos, en número suficiente para asediarles, y él mismo partió hacia otros lugares de mayor urgencia.

[20] Pero los hombres de Simón, ávidos de dinero, se dejaron sobornar por algunos de los que estaban en las torres; por 70.000 dracmas dejaron que algunos se escapasen. [21] Cuando se dio a Macabeo la noticia de lo sucedido, reunió a los jefes del pueblo y acusó a aquellos hombres de haber vendido a sus hermanos por dinero al soltar enemigos contra ellos. [22] Hizo por tanto ejecutarles por traidores e inmediatamente se apoderó de las dos torres. [23] Con atinada dirección y con las armas en las manos, mató en las dos fortalezas a más de 20.000 hombres. [24] Timoteo, que antes había sido vencido por los judíos, después de reclutar Caperosas fuerzas extranjeras y de reunir no pocos caballos traídos de Asia, se presentó con la intención de conquistar Judea por las armas. [25] Ante su avance, los hombres de Macabeo, en rogativas a Dios, cubrieron de polvo su cabeza y ciñeron de sayal la cintura; [26] y, postrándose delante del Altar, a su pie, pedían a Dios que, mostrándose propicio con ellos, se hiciera enemigo de sus enemigos y adversario de sus adversarios, como declara la Ley.

[27] Al acabar la plegaria, tomaron las armas y avanzaron un buen trecho fuera de la ciudad; cuando estaban cerca de sus enemigos, se detuvieron. [28] A poco de difundirse la claridad del sol naciente, ambos bandos se lanzaron al combate; los unos tenían como garantía del éxito y de la victoria, además de su valor, el recurso al Señor; los otros combatían con la furia como guía de sus luchas. [29] En lo recio de la batalla, aparecieron desde el cielo ante los adversarios cinco hombres majestuosos montados en caballos con frenos de oro, que se pusieron al frente de los judíos; [30] colocaron a Macabeo en medio de ellos y, cubriéndole con sus armaduras, le hacían invulnerable; arrojaban sobre los adversarios saetas y rayos, por lo que heridos de ceguera se dispersaban en completo desorden. [31] 20.500 infantes fueron muertos y seiscientos jinetes. [32] El mismo Timoteo se refugió en una fortaleza, muy bien guardada, llamada Gázara, cuyo estratega era Quereas.

[33] Las tropas de Macabeo, alborozadas, asediaron la ciudadela durante cuatro días. [34] Los de dentro, confiados en lo seguro de la posición, blasfemaban sin cesar y proferían palabras impías. [35] Amanecido el quinto día, veinte jóvenes de las tropas de Macabeo, encendidos en furor a causa de las blasfemias, se lanzaron valientemente contra la muralla y con fiera bravura herían a cuantos se ponían delante. [36] Otros, subieron igualmente por el lado opuesto contra los de dentro, prendieron fuego a las torres y, encendiendo hogueras, quemaron vivos a los blasfemos. Aquéllos, entretanto, rompían las puertas, y tras abrir paso al resto del ejército, se apoderaron de la ciudad. [37] Mataron a Timoteo, que estaba escondido en una cisterna, así como a su hermano Quereas y a Apolófanes. [38] Al término de estas proezas, con himnos y alabanzas bendecían al Señor que hacía grandes beneficios a Israel y a ellos les daba la victoria.

Capítulo 11

[1] Muy poco tiempo después, Lisias, tutor y pariente del rey, que estaba al frente de los negocios, muy contrariado por lo sucedido, [2] reunió unos 80.000 hombres con toda la caballería, y se puso en marcha contra los judíos, con la intención de hacer de la ciudad una población de griegos, [3] convertir el Templo en fuente de recursos, como los demás recintos sagrados de los gentiles, y poner cada año en venta la dignidad del sumo sacerdocio. [4] No tenía en cuenta en absoluto el poder de Dios, engreído como estaba con sus miríadas de infantes, sus millares de jinetes y sus ochenta elefantes. [5] Entró en Judea, se acercó a Bet Sur, plaza fuerte que dista de Jerusalén unas cinco esjenas, y la cercó estrechamente. [6] En cuanto los hombres de Macabeo supieron que Lisias estaba sitiando las fortalezas, comenzaron a implorar al Señor con gemidos y lágrimas, junto con la multitud, que enviase un ángel bueno para salvar a Israel.

[7] Macabeo en persona tomó el primero las armas y exhortó a los demás a que juntamente con él afrontaran el peligro y auxiliaran a sus hermanos. Ellos se lanzaron juntos con entusiasmo. [8] Cuando estaban cerca de Jerusalén, apareció poniéndose al frente de ellos, un jinete vestido de blanco, blandiendo armas de oro. [9] Todos a una bendijeron entonces a Dios misericordioso y y sintieron enardecerse sus ánimos, dispuestos a atravesar no sólo a hombres, sino aun a las fieras más salvajes murallas de hierro. [10] Avanzaban equipados, con el aliado enviado del Cielo, porque el Señor se había compadecido de ellos. [11] Se lanzaron como leones sobre los enemigos, abatieron 11.000 infantes y 1.600 jinetes, y obligaron a huir a todos los demás. [12] La mayoría de éstos escaparon heridos y desarmados; el mismo Lisias se salvó huyendo vergonzosamente.

[13] Pero Lisias no era hombre sin juicio. Reflexionando sobre la derrota que acababa de sufrir, y comprendiendo que los hebreos eran invencibles porque el Dios poderoso luchaba con ellos, [14] les propuso por una embajada la reconciliación bajo toda clase de condiciones justas; y que además obligaría al rey a hacerse amigo de ellos. [15] Macabeo asintió a todo lo que Lisias proponía, preocupado por el interés público; pues el rey concedió cuanto Macabeo había pedido por escrito a Lisias acerca de los judíos. [16] La carta escrita por Lisias a los judíos decía lo siguiente: «Lisias saluda a la población de los judíos. [17] Juan y Absalón, vuestros enviados, al entregarme el documento copiado a continuación, me han rogado una respuesta sobre lo que en el mismo se significaba. [18] He dado cuenta al rey de todo lo que debía exponérsele; lo que era de mi competencia lo he concedido.

[19] Por consiguiente, si mantenéis vuestra buena disposición hacia el Estado, también yo procuraré en adelante colaborar en vuestro favor. [20] En cuanto a los detalles, tengo dada orden a vuestros enviados y a los míos de que los discutan con vosotros. [21] Seguid bien. Año 148, el veinticuatro de Dióscoro.» [22] La carta del rey decía lo siguiente: «El rey Antíoco saluda a su hermano Lisias. [23] Habiendo pasado nuestro padre donde los dioses, deseamos que los súbditos del reino vivan sin inquietudes para entregarse a sus propias ocupaciones. [24] Teniendo oído que los judíos no están de acuerdo en adoptar las costumbres griegas, como era voluntad de mi padre, sino que prefieren seguir sus propias costumbres, y ruegan que se les permita acomodarse a sus leyes, [25] deseosos, por tanto, de que esta nación esté tranquila, decidimos que se les restituya el Templo y que puedan vivir según las costumbres de sus antepasados.

[26] Bien harás, por tanto, en enviarles emisarios que les den la mano, para que al saber nuestra determinación, se sientan confiados y se dediquen con agrado a sus propias ocupaciones.» [27] La carta del rey a la nación era como sigue: «El rey Antíoco saluda al Senado de los judíos y a los demás judíos. [28] Sería nuestro deseo que os encontrarais bien; también nosotros gozamos de salud. [29] Menelao nos ha manifestado vuestro deseo de volver a vuestros hogares. [30] A los que vuelvan antes del treinta del mes de Xántico se les ofrece la mano y libertad [31] para que los judíos se sirvan de sus propios alimentos y leyes como antes, y ninguno de ellos sea molestado en modo alguno a causa de faltas cometidas por ignorancia.

[32] He enviado a Menelao para que os anime. [33] Seguid bien. Año 148, día quince de Xántico.» [34] También los romanos les enviaron una carta con el siguiente contenido: «Quinto Memmio, Tito Manlio, Manio Sergio, legados de los romanos, saludan al pueblo de los judíos. [35] Nosotros damos nuestro consentimiento a lo que Lisias, pariente del rey, os ha concedido. [36] Pero en relación con lo que él decidió presentar al rey, mandadnos algún emisario en cuanto lo hayáis examinado, para que lo expongamos en la forma que os conviene, ya que nos dirigimos a Antioquía, [37] Daos prisa, por tanto; enviadnos a algunos, para que también nosotros conozcamos cuál es vuestra opinión.

[38] Seguid en buena salud. Año 148, día quince de Dióscoro.»

Capítulo 12

[1] Una vez terminados estos tratados, Lisias se volvió junto al rey, mientras los judíos se entregaban a las labores del campo. [2] Pero algunos de los estrategas en plaza, Timoteo y Apolonio, hijo de Genneo, y también Jerónimo y Demofón, además de Nicanor, el Chipriarca, no les dejaban vivir en paz ni disfrutar de sosiego. [3] Los habitantes de Joppe, por su parte, perpetraron la enorme impiedad que sigue: invitaron a los judíos que vivían con ellos, a subir con mujeres y niños a las embarcaciones que habían preparado, como si no guardaran contra ellos ninguna enemistad. [4] Conforme a la común decisión de la ciudad, aceptaron los judíos, por mostrar sus deseos de vivir en paz y que no tenían el menor recelo; pero, cuando se hallaban en alta mar, los echaron al fondo, en número no inferior a doscientos. [5] Cuando Judas se enteró de la crueldad cometida con sus compatriotas, se lo anunció a sus hombres; [6] y después de invocar a Dios, el justo juez, se puso en camino contra los asesinos de sus hermanos, incendió por la noche el puerto, quemó las embarcaciones y pasó a cuchillo a los que se habían refugiado allí.

[7] Al encontrar cerrada la plaza, se retiró con la intención de volver de nuevo y exterminar por completo a la población de Joppe. [8] Enterado de que también los de Yamnia querían actuar de la misma forma con los judíos que allí habitaban, [9] atacó también de noche a los yamnitas e incendió el puerto y la flota, de modo que el resplandor de las llamas se veía hasta en Jerusalén y eso que había 240 estadios de distancia. [10] Marchando contra Timoteo, se alejaron de allí nueve estadios, cuando le atacaron no menos de 5.000 árabes y quinientos jinetes. [11] En la recia batalla trabada, las tropas de Judas lograron la victoria, gracias al auxilio recibido de Dios; los nómadas, vencidos, pidieron a Judas que les diera la mano, prometiendo entregarle ganado y serle útiles en adelante. [12] Judas, dándose cuenta de que verdaderamente en muchos casos podían ser de utilidad, consintió en hacer las paces con ellos; estrechada la mano se retiraron a las tiendas.

[13] Judas atacó también a cierta ciudad fortificada con terraplenes, rodeada de murallas, y habitada por una población mixta de varias naciones, por nombre Caspín. [14] Los sitiados, confiados en la solidez de las murallas y en la provisión de víveres, trataban groseramente con insultos a los hombres de Judas, profiriendo además blasfemias y palabras sacrílegas. [15] Los hombres de Judas, después de invocar al gran Señor del mundo, que sin arietes ni máquinas de guerra había derruido a Jericó en tiempo de Josué, atacaron ferozmente la muralla. [16] Una vez dueños de la ciudad por la voluntad de Dios, hicieron una indescriptible carnicería hasta el punto de que el lago vecino, con su anchura de dos estadios, parecía lleno con la sangre que le había llegado. [17] Se alejaron de allí 750 estadios y llegaron a Járaca, donde los judíos llamados tubios. [18] Pero no encontraron en aquellos lugares a Timoteo, que al no lograr nada se había ido de allí, dejando con todo en determinado lugar una fortísima guarnición.

[19] Dositeo y Sosípatro, capitanes de Macabeo, en una incursión mataron a los hombres que Timoteo había dejado en la fortaleza, más de 10.000. [20] Macabeo distribuyó su ejército en cohortes, puso a aquellos dos a su cabeza y se lanzó contra Timoteo que tenía consigo 20.000 infantes y 2.500 jinetes. [21] Al enterarse Timoteo de la llegada de Judas, mandó por delante las mujeres, los niños y el resto de la impedimenta al sitio llamado Carnión; pues era un lugar inexpugnable y de acceso difícil, por la angostura de todos sus pasos. [22] En cuanto apareció, la primera, la cohorte de Judas, se apoderó de los enemigos el miedo y el temor al manifestarse ente ellos Aquél que todo lo ve, y se dieron a la fuga cada cual por su lado, de modo que muchas veces eran heridos por sus propios compañeros y atravesados por las puntas de sus espadas. [23] Judas seguía tenazmente en su persecución, acuchillando a aquellos criminales; llegó a matar hasta 30.000 hombres. [24] El mismo Timoteo cayó en manos de los hombres de Dositeo y Sosípatro; les instaba con mucha palabrería que le dejaran ir salvo, pues alegaba tener en su poder a parientes entre los cuales había hermanos de muchos de ellos, de cuya vida nadie se cuidaría.

[25] Cuando él garantizó, después de muchas palabras, la determinación de restituirlos sanos y salvos, le dejaron libre con ánimo de liberar a sus hermanos. [26] Habiéndose dirigido al Carnión y al Atargateion, Judas dio muerte a 25.000 hombres. [27] Después de haber derrotado (y destruido) a estos enemigos, dirigió una expedición contra la ciudad fuerte de Efrón, donde habitaba Lisanias, con una multitud de toda estirpe. Jóvenes vigorosos, apostados ante las murallas, combatían con valor; en el interior había muchas reservas de máquinas de guerra y proyectiles. [28] Después de haber invocado al Señor que aplasta con energía las fuerzas de los enemigos, los judíos se apoderaron de la ciudad y abatieron por tierra a unos 25.000 de los que estaban dentro. [29] Partiendo de allí se lanzaron contra Escitópolis, ciudad que dista de Jerusalén sesenta estadios. [30] Pero como los judíos allí establecidos atestiguaron que los habitantes de la ciudad habían sido benévolos con ellos y les habían dado buena acogida en los tiempos de desgracia, [31] Judas y los suyos se lo agradecieron y les exhortaron a que también en lo sucesivo se mostraran bien dispuestos con su raza. Llegaron a Jerusalén en la proximidad de la fiesta de las Semanas.

[32] Después de la fiesta llamada de Pentecostés, se lanzaron contra Gorgias, el estratega de Idumea. [33] Salió éste con 3.000 infantes y cuatrocientos jinetes, [34] y sucedió que cayeron algunos de los judíos que les habían presentado batalla. [35] Un tal Dositeo, jinete valiente, del cuerpo de los tubios, se apoderó de Gorgias, y agarrándole por la clámide, le arrastraba por la fuerza con el deseo de capturar vivo a aquel maldito; pero un jinete tracio se echó sobre Dositeo, le cortó el hombro, y Gorgias huyó hacia Marisá. [36] Ante la fatiga de los hombres de Esdrías que llevaban mucho tiempo luchando, Judas suplicó al Señor que se mostrase su aliado y su guía en el combate. [37] Entonó entonces en su lengua patria el grito de guerra y algunos himnos, irrumpió de improviso sobre las tropas de Gorgias y las derrotó.

[38] Judas, después de reorganizar el ejército, se dirigió hacia la ciudad de Odolam. Al llegar el día séptimo, se purificaron según la costumbre y celebraron allí el sábado. [39] Al día siguiente, fueron en busca de Judas (cuando se hacía ya necesario), para recoger los cadáveres de los que habían caído y depositarlos con sus parientes en los sepulcros de sus padres. [40] Entonces encontraron bajo las túnicas de cada uno de los muertos objetos consagrados a los ídolos de Yamnia, que la Ley prohíbe a los judíos. Fue entonces evidente para todos por qué motivo habían sucumbido aquellos hombres. [41] Bendijeron, pues, todos las obras del Señor, juez justo, que manifiesta las cosas ocultas, [42] y pasaron a la súplica, rogando que quedara completamente borrado el pecado cometido. El valeroso Judas recomendó a la multitud que se mantuvieran limpios de pecado, a la vista de lo sucedido por el pecado de los que habían sucumbido. [43] Después de haber reunido entre sus hombres cerca de 2.000 dracmas, las mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado, obrando muy hermosa y noblemente, pensando en la resurrección.

[44] Pues de no esperar que los soldados caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por los muertos; [45] mas si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso. [46] Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado.

Capítulo 13

[1] El año 149, los hombres de Judas se enteraron de que Antíoco Eupátor marchaba sobre Judea con numerosas tropas, [2] y que con él venía Lisias, su tutor y encargado de los negocios, cada uno con un ejército griego de 110.000 infantes, 5.300 jinetes, veintidós elefantes y trescientos carros armados de hoces. [3] También Menelao se unió a ellos e incitaba muy taimadamente a Antíoco, no por salvar a su patria, sino con la idea de establecerse en el poder. [4] Pero el Rey de reyes excitó la cólera de Antíoco contra aquel malvado; Lisias demostró al rey que aquel hombre era el causante de todos los males, y Antíoco ordenó conducirle a Berea y darle allí muerte, según las costumbres del lugar. [5] Hay en aquel lugar una torre de cincuenta codos, llena de ceniza, provista de un dispositivo giratorio, en pendiente por todos los lados hacia la ceniza. [6] Al reo de robo sacrílego o al que ha perpetrado algún otro crimen horrendo, lo suben allí y lo precipitan para su perdición.

[7] Y sucedió que con tal suplicio murió aquel inicuo Menelao que ni siquiera tuvo la suerte de encontrar la tierra que le recibiera. [8] Y muy justamente fue así, pues, después de haber cometido muchos pecados contra el altar, cuyo fuego y ceniza eran sagrados, en la ceniza encontró la muerte. [9] Marchaba, pues, el rey embargado de bárbaros sentimientos, dispuesto a mostrar a los judíos peores cosas que las sucedidas en tiempo de su padre. [10] Al saberlo Judas mandó a la tropa que invocara al Señor día y noche, para que también en esta ocasión, como en otras, viniera en ayuda de los que estaban a punto de ser privados de la Ley, de la patria y del Templo santo, [11] y no permitiera que aquel pueblo, que todavía hacía poco había recobrado el ánimo, cayera en manos de gentiles de mala fama. [12] Una vez que todos juntos cumplieron la orden y suplicaron al Señor misericordioso con lamentaciones y ayunos y postraciones durante tres días seguidos, Judas les animó y les mandó que estuvieran preparados.

[13] Después de reunirse en privado con los Ancianos, decidió que, antes que el ejército del rey entrara en Judea y se hiciera dueño de la ciudad, salieran los suyos para resolver la situación con el auxilio de Dios. [14] Judas, dejando la decisión al Creador del mundo, animó a sus hombres a combatir heroicamente hasta la muerte por la causa de las leyes, el Templo, la ciudad, la patria y las instituciones; y acampó en las cercanías de Modín. [15] Dio a los suyos como consigna «Victoria de Dios» y atacó de noche con lo más escogido de los jóvenes la tienda del rey. Mató en el campamento a unos 2.000 hombres y los suyos hirieron al mayor de los elefantes junto con su conductor; [16] llenaron finalmente el campamento de terror y confusión, y se retiraron victoriosos [17] cuando el día despuntaba. Todo ello sucedió, gracias a la protección que el Señor había brindado a Judas. [18] El rey, que había probado ya la osadía de los judíos, intentó alcanzar las posiciones con estratagemas.

[19] Se aproximó a Bet Sur, plaza fuerte de los judíos; pero fue rechazado, derrotado y vencido. [20] Judas hizo llegar a los de dentro lo que necesitaban. [21] Pero Rodoco, uno del ejército judío, revelaba los secretos a los enemigos; fue buscado, capturado y ejecutado. [22] El rey parlamentó por segunda vez con los de Bet Sur, dio y tomó la mano y luego se retiró. Atacó a las tropas de Judas, y fue vencido. [23] Supo entonces que Filipo, a quien había dejado en Antioquía al frente de los negocios, se había sublevado. Consternado, llamó a los judíos, se avino a sus deseos, y prestó juramento sobre todas las condiciones justas. Se reconcilió y ofreció un sacrificio, honró al santuario y se mostró generoso con el Lugar Santo. [24] Prestó buena acogida a Macabeo y dejó a Hegemónides como estratega desde Tolemaida hasta la región de los guerraínos.

[25] Salió hacia Tolemaida; pero los habitantes de la ciudad estaban muy disgustados por este tratado: estaban en verdad indignados por los acuerdos, que ellos querían abolir. [26] Lisias entonces subió a la tribuna e hizo la mejor defensa que pudo; les convenció y calmó, y les dispuso a la benevolencia. Luego partió hacia Antioquía. Así sucedió con la expedición y la retirada del rey.

Capítulo 14

[1] Después de tres años de intervalo, los hombres de Judas supieron que Demetrio, hijo de Seleuco, había atracado en el puerto de Trípoli con un fuerte ejército y una flota, [2] y que se había apoderado de la región, después de haber dado muerte a Antíoco y a su tutor Lisias. [3] Un tal Alcimo, que antes había sido sumo sacerdote, pero que se había contaminado voluntariamente en tiempo de la rebelión, pensando que de ninguna forma había para él salvación ni acceso posible al altar sagrado, [4] fue al encuentro del rey Demetrio, hacia el año 151, y le ofreció una corona de oro, una palma, y además, los rituales ramos de olivo del Templo. Y por aquel día no hizo más. [5] Pero encontró una ocasión propicia para su demencia, al ser llamado por Demetrio a consejo y al ser preguntado sobre las disposiciones y designios de los judíos. [6] Respondió: «Los judíos llamados asideos, encabezados por Judas Macabeo, fomentan guerras y rebeliones, para no dejar que el reino viva en paz.

[7] Por eso aunque despojado de mi dignidad ancestral, me refiero al sumo sacerdocio, he venido aquí [8] en primer lugar con verdadera preocupación por los intereses del rey, y en segundo lugar, con la mirada puesta en mis propios compatriotas, pues por la locura de los hombres que he mencionado, toda nuestra raza padece no pocos males. [9] Informado con detalle de todo esto, ¡oh rey!, mira por nuestro país y por nuestra nación por todas partes asediada, con esa accesible benevolencia que tienes para todos; [10] pues mientras Judas subsista, le es imposible al Estado alcanzar la paz.» [11] En cuanto él dijo esto, los demás amigos que sentían aversión hacia lo de Judas, se apresuraron a encender más el ánimo de Demetrio. [12] Designó inmediatamente a Nicanor, que había llegado a ser elefantarca, le nombró estratega de Judea y le envió [13] con órdenes de hacer morir a Judas, dispersar a todos sus hombres y restablecer a Alcimo como sumo sacerdote del más grande de los templos.

[14] Los gentiles de Judea, fugitivos de Judas, se unieron en masa a Nicanor, imaginándose que las desgracias y reveses de los judíos serían sus propios éxitos. [15] Al tener noticia de la expedición de Nicanor y del asalto de los gentiles, esparcieron sobre sí polvo e imploraron a Aquél que por siempre había establecido a su pueblo y que siempre protegía a su propia heredad con sus manifestaciones. [16] Por orden de su jefe, salieron inmediatamente de allí y trabaron lucha con ellos junto al pueblo de Dessáu. [17] Simón, hermano de Judas, había entablado combate con Nicanor, pero, a causa de la repentina llegada de los enemigos, sufrió un ligero revés. [18] Pero con todo, Nicanor, al tener noticia de la bravura de los hombres de Judas y del valor con que combatían por su patria, temía resolver la situación por la sangre. [19] Por este motivo envió a Posidonio, Teodoto y Matatías para concertar la paz.

[20] Después de maduro examen de las condiciones, el jefe se las comunicó a las tropas y, ante el parecer unánime, aceptaron el tratado. [21] Fijaron la fecha en que se reunirían los jefes en privado. Se adelantó un vehículo de cada lado y prepararon asientos. [22] Judas dispuso en lugares estratégicos hombres armados, preparados para el caso de que se produjera alguna repentina traición de parte enemiga. Tuvieron la entrevista en buen acuerdo. [23] Nicanor pasó algún tiempo en Jerusalén sin hacer nada inoportuno y despidió a las turbas que, en masa, se le habían reunido. [24] Siempre tenía a Judas consigo; sentía una cordial inclinación hacia este hombre. [25] Le aconsejó que se casara y tuviera descendencia. Judas se casó, vivió con tranquilidad, y disfrutó de la vida.

[26] Alcimo, al ver la recíproca comprensión, se hizo con una copia del acuerdo concluido y se fue donde Demetrio. Le decía que Nicanor tenía sentimientos contrarios a los intereses del Estado, pues había designado como sucesor suyo a Judas, el conspirador contra el reino. [27] Fuera de sí el rey, excitado por las calumnias de aquel maligno, escribió a Nicanor comunicándole que estaba disgustado con el acuerdo y ordenándole que inmediatamente mandara encadenado a Macabeo a Antioquía. [28] Cuando Nicanor recibió la comunicación, quedó consternado, pues le desagradaba mucho tener que anular lo convenido, sin que hubiera cometido aquel hombre injusticia alguna. [29] Pero, como no era posible oponerse al rey, aguardaba la oportunidad de ejecutar la orden con alguna estratagema. [30] Cuando Macabeo, por su parte, notó que Nicanor se portaba más secamente con él y que le trataba con más frialdad en sus habituales relaciones, pensó que tal sequedad no procedía de las mejores disposiciones. Reunió a muchos de los suyos y procuró ocultarse de Nicanor. [31] Este otro, al darse cuenta de que aquel hombre le había vencido con nobleza, se presentó en el más grande y santo Templo en el momento en que los sacerdotes ofrecían los sacrificios rituales y les exigió que le entregaran a aquel hombre.

[32] Aseguraron ellos con juramento que no sabían dónde estaba el hombre que buscaba. [33] Entonces él extendiendo la diestra hacia el santuario, hizo este juramento: «Si no me entregáis encadenado a Judas, arrasaré este recinto sagrado de Dios, destruiré el altar, y aquí mismo levantaré un espléndido Templo a Dióniso.» [34] Y, dicho esto, se fue. Los sacerdotes con las manos tendidas al cielo, invocaban a Aquél que sin cesar había combatido en favor de nuestra nación, diciendo: [35] «Tú, Señor, que nada necesitas, te has complacido en que el santuario de tu morada se halle entre nosotros. [36] También ahora, Señor santo de toda santidad, preserva siempre limpia de profanación esta Casa recién purificada.» [37] Razías, uno de los ancianos de Jerusalén, fue denunciado a Nicanor. Era hombre amante de sus conciudadanos, muy bien considerado, llamado por su buen corazón «Padre de los judíos», [38] pues, en los tiempos que precedieron a la sublevación, había sido acusado de Judaísmo, y por el Judaísmo había expuesto cuerpo y vida con gran constancia.

[39] Queriendo Nicanor hacer patente la hostilidad que le embargaba hacia los judíos, envió más de quinientos soldados para arrestarlo, [40] pues le parecía que arrestándole causaba un gran perjuicio a los judíos. [41] Cuando las tropas estaban a punto de apoderarse de la torre, forzando la puerta del patio y con orden de prender fuego e incendiar las puertas, Razías, acosado por todas partes, se echó sobre la espada. [42] Prefirió noblemente la muerte antes que caer en manos criminales y soportar afrentas indignas de su nobleza. [43] Pero, como por la precipitación del combate no había acertado al herirse y las tropas irrumpían puertas adentro, subió valerosamente a lo alto del muro y se precipitó con bravura sobre las tropas; [44] pero al retroceder éstas rápidamente, dejando un hueco, vino él a caer en medio del espacio libre.

[45] Con aliento todavía y enardecido su ánimo, se levantó derramando sangre a torrentes; a pesar de las graves heridas, atravesó corriendo por entre las tropas, y se puso sobre una roca escarpada. [46] Ya completamente exangüe, se arrancó las entrañas y tomándolas con ambas manos, las arrojó contra las tropas. Y después de invocar al Dueño de la vida y del espíritu que otra vez se dignara devolvérselas, llegó de este modo al tránsito.

Capítulo 15

[1] Supo Nicanor que los hombres de Judas se hallaban en la región de Samaría y decidió atacarlos sin riesgo en el día del descanso. [2] Los judíos, que le acompañaban a la fuerza, le dijeron: «No mates así de modo tan salvaje y bárbaro; respeta y honra más bien el día que con preferencia ha sido santificado por Aquél que todo lo ve.» [3] Aquel hombre tres veces malvado preguntó si en el cielo había un Soberano que hubiera prescrito celebrar el día del sábado. [4] Ellos le replicaron: «Es el mismo Señor que vive como Soberano en el cielo el que mandó observar el día séptimo.» [5] Entonces el otro dijo: «También yo soy soberano en la tierra: el que ordena tomar las armas y prestar servicio al rey.» Sin embargo no pudo realizar su malvado designio. [6] Nicanor, jactándose con altivez, deliberaba erigir un trofeo común con los despojos de los hombres de Judas.

[7] Macabeo, por su parte, mantenía incesantemente su confianza, con la entera esperanza de recibir ayuda de parte del Señor, [8] y exhortaba a los que le acompañaban a no temer el ataque de los gentiles, teniendo presentes en la mente los auxilios que antes les habían venido del Cielo, y a esperar también entonces la victoria que les habría de venir de parte del Todopoderoso. [9] Les animaba citando la Ley y los Profetas, y les recordaba los combates que habían llevado a cabo; así les infundía mayor ardor. [10] Después de haber levantado sus ánimos, les puso además de manifiesto la perfidia de los gentiles y la violación de sus juramentos. [11] Armó a cada uno de ellos, no tanto con la seguridad de los escudos y las lanzas, como con la confianza de sus buenas palabras. Les refirió además un sueño digno de crédito, una especie de visión, que alegró a todos. [12] Su visión fue tal como sigue: Onías, que había sido sumo sacerdote, hombre bueno y bondadoso, afable, de suaves maneras, distinguido en su conversación, preocupado desde la niñez por la práctica de la virtud, suplicaba con las manos tendidas por toda la comunidad de los judíos.

[13] Luego se apareció también un hombre que se distinguía por sus blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa soberanía. [14] Onías había dicho: «Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios.» [15] Jeremías, tendiendo su diestra, había entregado a Judas una espada de oro, y al dársela había pronunciado estas palabras: [16] «Recibe, como regalo de parte de Dios, esta espada sagrada, con la que destrozarás a los enemigos.» [17] Animados por estas bellísimas palabras de Judas, capaces de estimular al valor y de robustecer las almas jóvenes, decidieron no resguardarse en la defensa, sino lanzarse valerosamente a la ofensiva y que, en un cuerpo a cuerpo, la fortuna decidiera, porque peligraban la ciudad, la religión y el Templo. [18] En verdad que el cuidado por sus mujeres e hijos, por sus hermanos y parientes quedaba en segundo término; el primero y principal era por el Templo consagrado.

[19] Igualmente para los que habían quedado en la ciudad no era menor la ansiedad, preocupados como estaban por el ataque en campo raso. [20] Todos aguardaban la decisión inmimente. Los enemigos se habían concentrado y el ejército se había alineado en orden de batalla. Los elefantes se habían situado en lugar apropiado y la caballería estaba dispuesta en las alas. [21] Entonces Macabeo, al observar la presencia de las tropas, la variedad de las armas preparadas y el fiero aspecto de los elefantes, extendió las manos al cielo e invocó al Señor que hace prodigios, pues bien sabía que, no por medio de las armas, sino según su decisión, concede él la victoria a los que la merecen. [22] Decía su invocación de la siguiente forma: «Tú, Soberano, enviaste tu ángel a Ezequías, rey de Judá, que dio muerte a cerca de 185.000 hombres del ejército de Senaquerib; [23] ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante de nosotros para infundir el temor y el espanto. [24] ¡Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando a atacar a tu pueblo santo!» Así terminó sus palabras.

[25] Mientras la gente de Nicanor avanzaba al son de trompetas y cantos de guerra, [26] los hombres de Judas entablaron combate con el enemigo entre invocaciones y plegarias. [27] Luchando con las manos, pero orando a Dios en su corazón, abatieron no menos de 35.000 hombres, regocijándose mucho por la manifestación de Dios. [28] Al volver de su empresa, en gozoso retorno, reconocieron a Nicanor caído, con su armadura. [29] Entre clamores y tumulto, bendecían al Señor en su lengua patria. [30] Entonces, el que en primera fila se había entregado, en cuerpo y alma, al bien de sus conciudadanos, el que había guardado hacia sus compatriotas los buenos sentimientos de su juventud, mandó cortar la cabeza de Nicanor y su brazo, hasta el hombro, y llevarlos a Jerusalén.

[31] Llegado allí convocó a sus compatriotas, puso a los sacerdotes ante el altar y mandó buscar a los de la Ciudadela. [32] Les mostró la cabeza del abominable Nicanor y la mano que aquel infame había tendido insolentemente hacia la santa Casa del Todopoderoso; [33] y después de haber cortado la lengua del impío Nicanor, ordenó que se diera en trozos a los pájaros y que se colgara frente al santuario la paga de su insensatez. [34] Todos entonces levantaron hacia el cielo sus bendiciones en honor del Señor que se les había manifestado, diciendo: «Bendito el que ha conservado puro su Lugar Santo.» [35] La cabeza de Nicanor fue colgada de la Ciudadela, como señal manifiesta y visible para todos del auxilio del Señor. [36] Decretaron todos por público edicto no dejar pasar aquel día sin solemnizarlo, y celebrarlo el día trece del duodécimo mes, llamado Adar en arameo, la víspera del Día de Mardoqueo.

[37] Así pasaron los acontecimientos relacionados con Nicanor. Como desde aquella época la ciudad quedó en poder de los hebreos, yo también terminaré aquí mismo mi relato. [38] Si ha quedado bello y logrado en su composición, eso es lo que yo pretendía; si imperfecto y mediocre, he hecho cuanto me era posible. [39] Como el beber vino solo o sola agua es dañoso, y en cambio, el vino mezclado con agua es agradable y de un gusto delicioso, igualmente la disposición grata del relato encanta los oídos de los que dan en leer la obra. Y aquí pongamos fin.

JOB

Capítulo 1

[1] Había una vez en el país de Us un hombre llamado Job: hombre cabal, recto, que temía a Dios y se apartaba del mal. [2] Le habían nacido siete hijos y tres hijas. [3] Tenía también 7.000 ovejas, 3.000 camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y una servidumbre muy numerosa. Este hombre era, pues, el más grande de todos los hijos de Oriente. [4] Solían sus hijos celebrar banquetes en casa de cada uno de ellos, por turno, e invitaban también a sus tres hermanas a comer y beber con ellos. [5] Al terminar los días de estos convites, Job les mandaba a llamar para purificarlos; luego se levantaba de madrugada y ofrecía holocaustos por cada uno de ellos. Porque se decía: «Acaso mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en su corazón.» Así hacía Job siempre. [6] El día que los Hijos de Dios venían a presentarse ante Yahveh, vino también entre ellos el Satán.

[7] Yahveh dijo al Satán: «¿De dónde vienes?» El Satán respondió a Yahveh: «De recorrer la tierra y pasearme por ella.» [8] Y Yahveh dijo al Satán: «¿No te has fijado en mi siervo Job? ¡No hay nadie como él en la tierra; es un hombre cabal, recto, que teme a Dios y se aparta del mal!» [9] Respondió el Satán a Yahveh: «Es que Job teme a Dios de balde? [10] ¿No has levantado tú una valla en torno a él, a su casa y a todas sus posesiones? Has bendecido la obra de sus manos y sus rebaños hormiguean por el país. [11] Pero extiende tu mano y toca todos sus bienes; ¡verás si no te maldice a la cara!» [12] Dijo Yahveh al Satán: «Ahí tienes todos sus bienes en tus manos. Cuida sólo de no poner tu mano en él.» Y el Satán salió de la presencia de Yahveh.

[13] El día en que sus hijos y sus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa del hermano mayor, [14] vino un mensajero donde Job y le dijo: «Tus bueyes estaban arando y las asnas pastando cerca de ellos; [15] de pronto irrumpieron los sabeos y se los llevaron, y a los criados los pasaron a cuchillo. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.» [16] Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro que dijo: «Cayó del cielo el fuego de Dios, que quemó las ovejas y pastores hasta consumirlos. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.» [17] Aún estaba hablando éste, cuando llegó otro que dijo: «Los caldeos, divididos en tres cuadrillas, se lanzaron sobre los camellos, se los llevaron, y a los criados los pasaron a cuchillo. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.» [18] Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro que dijo: «Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor.

[19] De pronto sopló un fuerte viento del lado del desierto y sacudió las cuatro esquinas de la casa; y ésta se desplomó sobre los jóvenes, que perecieron. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.» [20] Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rapó la cabeza, y postrado en tierra, [21] dijo: «Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá retornaré. Yahveh dio, Yahveh quitó: ¡Sea bendito el nombre de Yahveh!» [22] En todo esto no pecó Job, ni profirió la menor insensatez contra Dios.

Capítulo 2

[1] El día en que los Hijos de Dios venían a presentarse ante Yahveh, vino también entre ellos el Satán. [2] Yahveh dijo al Satán: «¿De dónde vienes?» El Satán respondió a Yahveh: «De recorrer la tierra y pasearme por ella.» [3] Y Yahveh dijo al Satán: «¿Te has fijado en mi siervo Job? ¡No hay nadie como él en la tierra: es un hombre cabal, recto, que teme a Dios y se aparta del mal! Aún persevera en su entereza, y bien sin razón me has incitado contra él para perderle.» [4] Respondió el Satán a Yahveh: «¡Piel por piel! ¡Todo lo que el hombre posee lo da por su vida! [5] Pero extiende tu mano y toca sus huesos y su carne; ¡verás si no te maldice a la cara!» [6] Y Yahveh dijo al Satán: «Ahí le tienes en tus manos; pero respeta su vida.» [7] El Satán salió de la presencia de Yahveh, e hirió a Job con una llaga maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza.

[8] Job tomó una tejoleta para rascarse, y fue a sentarse entre la basura. [9] Entonces su mujer le dijo: «¿Todavía perseveras en tu entereza? ¡Maldice a Dios y muérete!» [10] Pero él le dijo: «Hablas como una estúpida cualquiera. Si aceptamos de Dios el bien, ¿no aceptaremos el mal?» En todo esto no pecó Job con sus labios. [11] Tres amigos de Job se enteraron de todos estos males que le habían sobrevenido, y vinieron cada uno de su país: Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Naamat. Y juntos decidieron ir a condolerse y consolarle. [12] Desde lejos alzaron sus ojos y no le reconocieron. Entonces rompieron a llorar a gritos. Rasgaron sus mantos y se echaron polvo sobre su cabeza. [13] Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande.

Capítulo 3

[1] Después de esto, abrió Job la boca y maldijo su día. [2] Tomó Job la palabra y dijo: [3] ¡Perezca el día en que nací, y la noche que dijo: «Un varón ha sido concebido!» [4] El día aquel hágase tinieblas, no lo requiera Dios desde lo alto, ni brille sobre él la luz. [5] Lo reclamen tinieblas y sombras, un nublado se cierna sobre él, lo estremezca un eclipse. [6] Sí, la oscuridad de él se apodere, no se añada a los días del año, ni entre en la cuenta de los meses. [7] Y aquella noche hágase inerte, impenetrable a los clamores de alegría. [8] Maldíganla los que maldicen el día, los dispuestos a despertar a Leviatán. [9] Sean tinieblas las estrellas de su aurora, la luz espere en vano, y no vea los párpados del alba. [10] Porque no me cerró las puertas del vientre donde estaba, ni ocultó a mis ojos el dolor.

[11] ¿Por qué no morí cuando salí del seno, o no expiré al salir del vientre? [12] ¿Por qué me acogieron dos rodillas? ¿por qué hubo dos pechos para que mamara? [13] Pues ahora descansaría tranquilo, dormiría ya en paz, [14] con los reyes y los notables de la tierra, que se construyen soledades; [15] o con los príncipes que poseen oro y llenan de plata sus moradas. [16] O ni habría existido, como aborto ocultado, como los fetos que no vieron la luz. [17] Allí acaba la agitación de los malvados, allí descansan los exhaustos. [18] También están tranquilos los cautivos, sin oír más la voz del capataz. [19] Chicos y grandes son allí lo mismo, y el esclavo se ve libre de su dueño. [20] ¿Para qué dar la luz a un desdichado, la vida a los que tienen amargada el alma, [21] a los que ansían la muerte que no llega y excavan en su búsqueda más que por un tesoro, [22] a los que se alegran ante el túmulo y exultan cuando alcanzan la tumba, [23] a un hombre que ve cerrado su camino, y a quien Dios tiene cercado? [24] Como alimento viene mi suspiro, como el agua se derraman mis lamentos. [25] Porque si de algo tengo miedo, me acaece, y me sucede lo que temo. [26] No hay para mí tranquilidad ni calma, no hay reposo: turbación es lo que llega.

Capítulo 4

[1] Elifaz de Temán tomó la palabra y dijo: [2] Si se intentara hablarte, ¿lo soportarías? Pero ¿quién puede contener sus palabras? [3] Mira, tú dabas lección a mucha gente, infundías vigor a las manos caídas; [4] tus razones sostenían al que vacilaba, robustecías las rodillas endebles. [5] Y ahora que otro tanto te toca, te deprimes, te alcanza el golpe a ti, y todo te turbas. [6] ¿No es tu confianza la piedad, y tu esperanza tu conducta intachable? [7] ¡Recuerda! ¿Qué inocente jamás ha perecido? ¿dónde han sido los justos extirpados? [8] Así lo he visto: los que labran maldad y siembran vejación, eso cosechan. [9] Bajo el aliento de Dios perecen éstos, desaparecen al soplo de su ira. [10] Ruge el león, brama la leona, mas los dientes de los leoncillos quedan rotos. [11] Perece el león falto de presa, y los cachorros de la leona se dispersan.

[12] A mí se me ha dicho furtivamente una palabra, mi oído ha percibido su susurro. [13] En las pesadillas por las visiones de la noche, cuando a los hombres el letargo invade, [14] un temblor me entró, un escalofrío, que estremeció todos mis huesos... [15] Se escurre un soplo por mi rostro, eriza los pelos de mi carne. [16] Alguien surge... no puedo reconocer su cara; una imagen delante de mis ojos. Silencio..., después oigo una voz: [17] «¿Es justo ante Dios algún mortal? ¿ante su Hacedor es puro un hombre? [18] Si no se fía de sus mismos servidores, y aun a sus ángeles achaca desvarío, [19] ¡cuánto más a los que habitan estas casas de arcilla, ellas mismas hincadas en el polvo! Se les aplasta como a una polilla;

[20] de la noche a la mañana quedan pulverizados. Para siempre perecen sin advertirlo nadie; [21] se les arranca la cuerda de su tienda, y mueren privados de sabiduría.»

Capítulo 5

[1] ¡Llama, pues! ¿Habrá quien te responda? ¿a cuál de los santos vas a dirigirte? [2] En verdad el enojo mata al insensato, la pasión hace morir al necio. [3] Yo mismo he visto al insensato echar raíces, y sin tardar he maldecido su morada: [4] ¡Estén sus hijos lejos de toda salvación, sin defensor hollados en la Puerta! [5] Su cosecha la devora un hambriento, pues Dios se la quita de los dientes, y los sedientos absorben su fortuna. [6] No, no brota la iniquidad el polvo, ni germina del suelo la aflicción. [7] Es el hombre quien la aflicción engendra, como levantan el vuelo los hijos del relámpago.

[8] Yo por mí a Dios recurriría, expondría a Dios mi causa.

[9] El es autor de obras grandiosas e insondables, de maravillas sin número. [10] El derrama la lluvia sobre la haz de la tierra, y envía las aguas a los campos. [11] Para poner en alto a los postrados, y que los míseros a la salud se eleven, [12] las tramas de los astutos desbarata, y sus manos no logran sus intrigas. [13] Prende a los sabios en su astucia, el consejo de los sagaces se hace ciego. [14] En pleno día tropiezan con tinieblas, a mediodía van a tientas cual si fuese de noche. [15] El salva al arruinado de sus fauces y al indigente de las manos del violento. [16] Así el débil renace a la esperanza, y cierra su boca la injusticia.

[17] ¡Oh sí, feliz el hombre a quien corrige Dios! ¡No desprecies, pues, la lección de Sadday! [18] Pues él es el que hiere y el que venda la herida, el que llaga y luego cura con su mano; [19] seis veces ha de librarte de la angustia, y a la séptima el mal no te alcanzará. [20] Durante el hambre te salvará de la muerte, y en la guerra, del alcance de la espada. [21] Estarás a cubierto del punzón de la lengua, sin miedo a la devastación, cuando se acerque. [22] Te reirás de la sequía y de la helada, y no temerás a las bestias de la tierra. [23] Pues con las piedras del campo harás alianza, la bestia salvaje vivirá en paz contigo. [24] Sabrás que tu tienda está a cubierto, nada echarás en falta cuando revises tu morada. [25] Sabrás que tu descendencia es Caperosa, tus vástagos, como la hierba de la tierra. [26] Llegarás a la tumba vigoroso, como se hacinan las gavillas a su tiempo. [27] Todo esto es lo que hemos observado: y así es. A ti te toca escuchar y aprovecharte.

Capítulo 6

[1] Job tomó la palabra y dijo: [2] ¡Ah, si pudiera pesarse mi aflicción, si mis males se pusieran en la balanza juntos! [3] Pesarían más que la arena de los mares: por eso mis razones se desmandan. [4] Pues las flechas de Sadday están en mí, mi espíritu bebe su veneno, y contra mí se alinean los terrores de Dios. [5] ¿Rozna el onagro junto a la hierba verde? ¿muge el buey junto al forraje? [6] ¿Se come acaso lo insípido sin sal? en la clara del huevo ¿hay algún gusto? [7] Lo que aun tocar me repugnaba eso es ahora mi comida de enfermo.

[8] ¡Ojalá se realizara lo que pido, que Dios cumpliera mi esperanza,

[9] que él consintiera en aplastarme, que soltara su mano y me segara! [10] Tendría siquiera este consuelo, exultaría de gozo en mis tormentos crueles, por no haber eludido los decretos del Santo.

[11] ¿Cuál es mi fuerza para que aún espere, qué fin me espera para que aguante mi alma? [12] ¿Es mi fuerza la fuerza de la roca? ¿es mi carne de bronce?

[13] ¿No está mi apoyo en una nada? ¿no se me ha ido lejos toda ayuda? [14] El que retira la compasión al prójimo abandona el temor de Sadday.

[15] Me han defraudado mis hermanos lo mismo que un torrente, igual que el lecho de torrentes que pasan: [16] turbios van de aguas de hielo, sobre ellos se disuelve la nieve; [17] pero en tiempo de estiaje se evaporan, en cuanto hace calor se extinguen en su lecho. [18] Por ellos las caravanas se apartan de su ruta, en el desierto se adentran y se pierden. [19] Las caravanas de Temá los otean, en ellos esperan los convoyes de Sabá. [20] Pero se ve corrida su confianza; al llegar junto a ellos se quedan confundidos.

[21] Así sois ahora vosotros para mí: veis algo horrible y os amedrentáis. [22] ¿He dicho acaso: «Dadme algo, haced regalos por mí de vuestros bienes; [23] arrancadme de la mano de un rival, de la mano de tiranos rescatadme?» [24] Instruidme, que yo me callaré; hacedme ver en qué me he equivocado. [25] ¡Qué dulces son las razones ecuánimes!, pero, ¿qué es lo que critican vuestras críticas? [26] ¿Intentáis criticar sólo palabras, dichos desesperados que se lleva el viento? [27] ¡Vosotros echáis a suerte al mismo huérfano, especuláis con vuestro propio amigo! [28] Y ahora, por favor, volveos a mí, que no he de mentiros a la cara. [29] ¡Tornad, pues, que no haya entuerto! ¡Tornad, que está en juego mi justicia! [30] ¿Hay entuerto en mis labios? ¿no distingue mi paladar las cosas malas?

Capítulo 7

[1] ¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra? ¿no son jornadas de mercenario sus jornadas? [2] Como esclavo que suspira por la sombra, o como jornalero que espera su salario, [3] así meses de desencanto son mi herencia, y mi suerte noches de dolor. [4] Al acostarme, digo: «¿Cuándo llegará el día?» Al levantarme: «¿Cuándo será de noche?», y hasta el crepúsculo ahíto estoy de sobresaltos. [5] Mi carne está cubierta de gusanos y de costras terrosas, mi piel se agrieta y supura. [6] Mis días han sido más raudos que la lanzadera, han desaparecido al acabarse el hilo. [7] Recuerda que mi vida es un soplo, que mis ojos no volverán a ver la dicha. [8] El ojo que me miraba ya no me verá, pondrás en mí tus ojos y ya no existiré. [9] Una nube se disipa y pasa, así el que baja al seol no sube más. [10] No regresa otra vez a su casa, no vuelve a verle su lugar.

[11] Por eso yo no he de contener mi boca, hablaré en la angustia de mi espíritu, me quejaré en la amargura de mi alma.

[12] ¿Acaso soy yo el Mar, soy el monstruo marino, para que pongas guardia contra mí? [13] Si digo: «Mi cama me consolará, compartirá mi lecho mis lamentos», [14] con sueños entonces tú me espantas, me sobresaltas con visiones. [15] ¡Preferiría mi alma el estrangulamiento, la muerte más que mis dolores! [16] Ya me disuelvo, no he de vivir por siempre; ¡déjame ya; sólo un soplo son mis días! [17] ¿Qué es el hombre para que tanto de él te ocupes, para que pongas en él tu corazón, [18] para que le escrutes todas las mañanas y a cada instante le escudriñes? [19] ¿Cuándo retirarás tu mirada de mí? ¿no me dejarás ni el tiempo de tragar saliva? [20] Si he pecado, ¿qué te he hecho a ti, oh guardián de los hombres? ¿Por qué me has hecho blanco tuyo? ¿Por qué te sirvo de cuidado? [21] ¿Y por qué no toleras mi delito y dejas pasar mi falta? Pues ahora me acostaré en el polvo, me buscarás y ya no existiré.

Capítulo 8

[1] Bildad de Súaj tomó la palabra y dijo: [2] ¿Hasta cuándo estarás hablando de ese modo, y un gran viento serán las razones de tu boca? [3] ¿Acaso Dios tuerce el derecho, Sadday pervierte la justicia?

[4] Si tus hijos pecaron contra él, ya los dejó a merced de sus delitos. [5] Mas si tú a Dios recurres e imploras a Sadday, [6] si eres irreprochable y recto, desde ahora él velará sobre ti y restaurará tu morada de justicia. [7] Tu pasado parecerá insignificante el lado de tu espléndido futuro.

[8] Pregunta, si no, a la generación pasada, medita en la experiencia de sus padres. [9] Nosotros de ayer somos y no sabemos nada, como una sombra nuestros días en la tierra. [10] Pero ellos te instruirán y te hablarán, y de su corazón sacarán estas máximas: [11] «¿Brota acaso el papiro sin marismas? ¿Crece sin agua el junco? [12] Aún en su verdor, sin ser cortado, antes que toda otra hierba se marchita. [13] Tal es el fin de los que a Dios olvidan, así fenece la esperanza del impío. [14] Su confianza es un hilo solamente, su seguridad una tela de araña. [15] Se apoya en su morada, y no le aguanta, se agarra a ella y no resiste. [16] Bien regado ante la faz del sol, por encima de su huerto salían sus renuevos. [17] Sobre un majano entrelazadas sus raíces, vivía en una casa de piedra. [18] Mas cuando se le arranca de su sitio, éste le niega: "¡No te he visto jamás!" [19] Y vedle ya cómo se pudre en el camino, mientras que del suelo brotan otros.» [20] No, Dios no rechaza al íntegro, ni da la mano a los malvados.

[21] La risa ha de llenar aún tu boca y tus labios el clamor de júbilo. [22] Tus enemigos serán cubiertos de vergüenza, y desaparecerá la tienda de los malos.

Capítulo 9

[1] Job tomó la palabra y dijo: [2] Bien sé yo, en verdad, que es así: ¿cómo ante Dios puede ser justo un hombre? [3] A quien pretenda litigar con él, no le responderá ni una vez entre mil. [4] Entre los más sabios, entre los más fuertes, ¿quién le hizo frente y salió bien librado? [5] El traslada los montes sin que se den cuenta, y los zarandea en su furor. [6] El sacude la tierra de su sitio, y se tambalean sus columnas.

[7] A su veto el sol no se levanta, y pone un sello a las estrellas.

[8] El solo desplegó los Cielos, y holló la espalda de la Mar.

[9] El hizo la Osa y Orión, las Cabrillas y las Cámaras del Sur. [10] Es autor de obras grandiosas, insondables, de maravillas sin número. [11] Si pasa junto a mí, yo no le veo, si se desliza, no le advierto. [12] Si en algo hace presa, ¿quién le estorbará? ¿quién le dirá: «¿Qué es lo que haces?» [13] Dios no cede en su cólera: bajo él quedan postrados los esbirros de Ráhab.

[14] ¡Cuánto menos podré yo defenderme y rebuscar razones frente a él! [15] Aunque tuviera razón, no hallaría respuesta, ¡a mi juez tendría que suplicar! [16] Y aunque le llame y me responda, aún no creo que escuchará mi voz. [17] ¡El, que me aplasta por un pelo, que multiplica sin razón mis heridas, [18] y ni aliento recobrar me deja, sino que me harta de amargura!

[19] Si se trata de fuerza, ¡es él el Poderoso! Si de justicia, ¿quién le emplazará? [20] Si me creo justo, su boca me condena, si intachable, me declara perverso. [21] ¿Soy intachable? ¡Ni yo mismo me conozco, y desprecio mi vida! [22] Pero todo da igual, y por eso digo: él extermina al intachable y al malvado. [23] Si un azote acarrea la muerte de improviso, él se ríe de la angustia de los inocentes. [24] En un país sujeto al poder de un malvado, él pone un velo en el rostro de sus jueces: si no es él, ¿quién puede ser? [25] Mis días han sido más raudos que un correo, se han ido sin ver la dicha. [26] Se han deslizado lo mismo que canoas de junco, como águila que cae sobre la presa. [27] Si digo: «Voy a olvidar mis quejas, mudaré de semblante para ponerme alegre», [28] me asalta el temor de todos mis pesares, pues sé que tú no me tendrás por inocente. [29] Y si me he hecho culpable, ¿para qué voy a fatigarme en vano? [30] Aunque me lave con jabón, y limpie mis manos con lejía,

[31] tú me hundes en el lodo, y mis propios vestidos tienen horror de mí. [32] Que él no es un hombre como yo, para que le responda, para comparecer juntos en juicio. [33] No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano entre los dos, [34] y que de mí su vara aparte para que no me espante su terror.

[35] Pero hablaré sin temerle, pues yo no soy así para mí mismo.

Capítulo 10

[1] Asco tiene mi alma de mi vida: derramaré mis quejas sobre mí, hablaré en la amargura de mi alma. [2] Diré a Dios: ¡No me condenes, hazme saber por qué me enjuicias!

[3] ¿Acaso te está bien mostrarte duro, menospreciar la obra de tus manos, y el plan de los malvados avalar? [4] ¿Tienes tú ojos de carne? ¿Como ve un mortal, ves tú? [5] ¿Son tus días como los de un mortal? ¿tus años como los días de un hombre?, [6] ¡para que andes rebuscando mi falta, inquiriendo mi pecado,

[7] aunque sabes muy bien que yo no soy culpable, y que nadie puede de tus manos librar! [8] Tus manos me formaron, me plasmaron, ¡y luego, en arrebato, quieres destruirme! [9] Recuerda que me hiciste como se amasa el barro, y que al polvo has de devolverme. [10] ¿No me vertiste como leche y me cuajaste como queso? [11] De piel y de carne me vestiste y me tejiste de huesos y de nervios. [12] Luego con la vida me agraciaste y tu solicitud cuidó mi aliento. [13] Y algo más todavía guardabas en tu corazón, sé lo que aún en tu mente quedaba: [14] el vigilarme por si peco. y no verme inocente de mi culpa.

[15] Si soy culpable, ¡desgraciado de mí! y si soy inocente, no levanto la cabeza, ¡yo saturado de ignominia, borracho de aflicción! [16] Y si la levanto, como un león me das caza, y repites tus proezas a mi costa. [17] Contra mí tu hostilidad renuevas, redoblas tu saña contra mí; sin tregua me asaltan tus tropas de relevo.

[18] ¿Para qué me sacaste del seno? Habría muerto sin que me viera ningún ojo; [19] sería como si no hubiera existido, del vientre se me habría llevado hasta la tumba. [20] ¿No son bien poco los días de mi existencia? Apártate de mí para gozar de un poco de consuelo, [21] antes que me vaya, para ya no volver, a la tierra de tinieblas y de sombra, [22] tierra de oscuridad y de desorden, donde la misma claridad es como la calígine.

Capítulo 11

[1] Sofar de Naamat tomó la palabra y dijo: [2] ¿No habrá respuesta para el charlatán? ¿por ser locuaz se va a tener razón? [3] ¿Tu palabrería hará callar a los demás? ¿te mofarás sin que nadie te confunda? [4] Tú has dicho: «Es pura mi conducta, a tus ojos soy irreprochable.»

[5] ¡Ojalá Dios hablara, que abriera sus labios para responderte

[6] y te revelara los arcanos de la Sabiduría que desconciertan toda sagacidad! Sabrías entonces que Dios olvida aún parte de tu culpa. [7] ¿Pretendes alcanzar las honduras de Dios, llegar hasta la perfección de Sadday? [8] Más alta es que los cielos: ¿qué harás tú? más honda que el seol: ¿qué puedes tú saber? [9] Más larga que la tierra su amplitud, y más ancha que el mar. [10] Si él interviene, encarcela y cita a juicio, ¿quién se lo impedirá? [11] Porque él conoce a los hombres de engaño, ve la iniquidad y atiende a ella. [12] El insensato se hará cuerdo cuando un pollino de onagro nazca hombre.

[13] Pero si tú tu corazón arreglas y tiendes tus palmas hacia él, [14] si alejas la iniquidad que hay en tu mano y no dejas que more en tus tiendas la injusticia, [15] entonces alzarás tu frente limpia, te sentirás firme y sin temor. [16] Dejarás tu infortunio en el olvido como agua pasada lo recordarás. [17] Y más radiante que el mediodía surgirá tu existencia, como la mañana será la oscuridad. [18] Vivirás seguro porque habrá esperanza, aun después de confundido te acostarás tranquilo. [19] Cuando descanses, nadie te turbará, y adularán muchos tu rostro. [20] Mas los ojos de los malvados languidecen, todo refugio les fracasa; su esperanza es el último suspiro.

Capítulo 12

[1] Job tomó la palabra y dijo: [2] En verdad, vosotros sois el pueblo, con vosotros la Sabiduría morirá. [3] Yo también sé pensar como vosotros, no os cedo en nada: ¿a quién se le ocultan esas cosas? [4] La irrisión de su amigo, eso soy yo, cuando grito hacia Dios para obtener respuesta. ¡Irrisión es el justo perfecto!

[5] «¡Al infortunio, el desprecio! — opinan los dichosos —; ¡un golpe más a quien vacila!» [6] Mientras viven en paz las tiendas de los salteadores, en plena seguridad los que irritan a Dios, los que meten a Dios en su puño! [7] Pero interroga a las bestias, que te instruyan, a las aves del cielo, que te informen. [8] Te instruirán los reptiles de la tierra, te enseñarán los peces del mar. [9] Pues entre todos ellos, ¿quién ignora que la mano de Dios ha hecho esto? [10] El, que tiene en su mano el alma de todo ser viviente y el soplo de toda carne de hombre.

[11] ¿No es el oído el que aprecia los discursos, como el paladar saborea los manjares? [12] ¿No está entre los ancianos el saber, en los muchos años la inteligencia? [13] Pero con él sabiduría y poder, de él la inteligencia y el consejo. [14] Si él destruye, no se puede edificar; si a alguno encierra, no se puede abrir. [15] Si retiene las aguas, sobreviene sequía, si las suelta, avasallan la tierra. [16] Con él la fuerza y la agudeza; suyos son seducido y seductor.

[17] A los consejeros hace él andar descalzos, y entontece a los jueces. [18] Desata la banda de los reyes y les pasa una soga por los lomos. [19] Hace andar descalzos a los sacerdotes y derriba a los que están más firmes. [20] Quita el habla a los más hábiles y a los ancianos arrebata el juicio. [21] Sobre los nobles vierte el menosprecio y suelta la correa de los fuertes. [22] Revela la profundidad de las tinieblas, y saca a la luz la sombra. [23] Levanta a las naciones y luego las destruye, ensancha a los pueblos y luego los suprime. [24] Quita el ánimo a los jefes del país, los hace vagar por desierto sin camino; [25] y andan a tientas en tinieblas, sin luz, se tambalean como un ebrio.

Capítulo 13

[1] ¡Oh!, mis ojos han visto todo esto, mis orejas lo han oído y entendido. [2] Sí, yo lo sé tan bien como vosotros, no os cedo en nada.

[3] Pero es a Sadday a quien yo hablo, a Dios quiero hacer mis réplicas. [4] Vosotros no sois más que charlatanes, curanderos todos de quimeras. [5] ¡Oh, si os callarais la boca! sería eso vuestra sabiduría.

[6] Oíd mis descargos, os lo ruego, atended a la defensa de mis labios. [7] ¿En defensa de Dios decís falsía, y por su causa razones mentirosas? [8] ¿Así lucháis en su favor y de Dios os hacéis abogados? [9] ¿No convendría que él os sondease? ¿Jugaréis con él como se juega con un hombre? [10] El os dará una severa corrección, si en secreto hacéis favor a alguno. [11] ¿Su majestad no os sobrecoge, no os impone su terror? [12] Máximas de ceniza son vuestras sentencias, vuestras réplicas son réplicas de arcilla. [13] ¡Dejad de hablarme, porque voy a hablar yo, venga lo que viniere! [14] Tomo mi carne entre mis dientes, pongo mi alma entre mis manos. [15] El me puede matar: no tengo otra esperanza que defender mi conducta ante su faz. [16] Y esto mismo será mi salvación, pues un impío no comparece en su presencia.

[17] Escuchad, escuchad mis palabras, prestad oído a mis declaraciones.

[18] Mirad: un proceso he preparado, consciente de que tengo razón. [19] ¿Quién es el que quiere litigar conmigo? ¡Pues desde ahora acepto callar y perecer! [20] Sólo dos cosas te pido que me ahorres, y no me esconderé de tu presencia: [21] que retires tu mano que pesa sobre mí, y no me espante tu terror. [22] Arguye tú y yo responderé; o bien yo hablaré y tú contestarás.

[23] ¿Cuántas son mis faltas y pecados? ¡Mi delito, mi pecado, házmelos saber! [24] ¿Por qué tu rostro ocultas y me tienes por enemigo tuyo?

[25] ¿Quieres asustar a una hoja que se lleva el viento, perseguir una paja seca? [26] Pues escribes contra mí amargos fallos, me imputas las faltas de mi juventud; [27] pones mis pies en cepos, vigilas mis pasos todos y mides la huella de mis pies. [28] Y él se deshace cual leño carcomido, como vestido que roe la polilla,

Capítulo 14

[1] el hombre, nacido de mujer, corto de días y harto de tormentos.

[2] Como la flor, brota y se marchita, y huye como la sombra sin pararse. [3] ¡Y sobre un ser tal abres tú los ojos, le citas a juicio frente a ti! [4] Mas ¿quién podrá sacar lo puro de lo impuro? ¡Ninguno! [5] Si es que están contados ya sus días, si te es sabida la cuenta de sus meses, si un límite le has fijado que no franqueará,

[6] aparta de él tus ojos, déjale, hasta que acabe, como un jornalero, su jornada. [7] Una esperanza guarda el árbol: si es cortado, aún puede retoñar, y no dejará de echar renuevos. [8] Incluso con raíces en tierra envejecidas, con un tronco que se muere en el polvo, [9] en cuanto siente el agua, reflorece y echa ramaje como una planta joven. [10] Pero el hombre que muere queda inerte, cuando un humano expira, ¿dónde está? [11] Podrán agotarse las aguas del mar, sumirse los ríos y secarse,

[12] que el hombre que yace no se levantará, se gastarán los cielos antes que se despierte, antes que surja de su sueño.

[13] ¡Ojalá en el seol tú me guardaras, me escondieras allí mientras pasa tu cólera, y una tregua me dieras, para acordarte de mí luego [14] — pues, muerto el hombre, ¿puede revivir? — todos los días de mi milicia esperaría, hasta que llegara mi relevo! [15] Me llamarías y te respondería; reclamarías la obra de tus manos. [16] En lugar de contar mi pasos, como ahora, no te cuidarías más de mis pecados; [17] dentro de un saco se sellaría mi delito, y blanquearías mi falta. [18] Ay, como el monte acabará por derrumbarse, la roca cambiará de sitio, [19] las aguas desgastarán las piedras, inundará una llena los terrenos, así aniquilas tú la esperanza del hombre. [20] Le aplastas para siempre, y se va, desfiguras su rostro y le despides. [21] Que sean honrados sus hijos, no lo sabe; que sean despreciados, no se entera. [22] Tan solo por él sufre su carne, sólo por él se lamenta su alma.

Capítulo 15

[1] Elifaz de Temán tomó la palabra y dijo: [2] ¿Responde un sabio con una ciencia de aire, hincha su vientre de solano, [3] replicando con palabras vacías, con discursos inútiles?

[4] ¡Tú llegas incluso a destruir la piedad, a anular los piadosos coloquios ante Dios! [5] Ya que tu culpa inspira tus palabras, y eliges el hablar de los astutos, [6] tu propia boca te condena, que no yo, tus mismos labios atestiguan contra ti.

[7] ¿Has nacido tú el primero de los hombres? ¿Se te dio a luz antes que a las colinas? [8] ¿Escuchas acaso los secretos de Dios? ¿acaparas la sabiduría?! [9] ¿Qué sabes tú, que nosotros no sepamos? ¿qué comprendes, que a nosotros se escape? [10] ¡También entre nosotros hay un cano, un anciano, más cargado de días que tu padre! [11] ¿Te parecen poco los consuelos divinos, y una palabra que con dulzura se te dice? [12] ¡Cómo te arrebata el corazón, qué aviesos son tus ojos,

[13] cuando revuelves contra Dios tu furia y echas palabras por la boca! [14] ¿Cómo puede ser puro un hombre? ¿cómo ser justo el nacido de mujer? [15] Si ni en sus santos tiene Dios confianza, y ni los cielos son puros a sus ojos, [16] ¡cuánto menos un ser abominable y corrompido, el hombre, que bebe la iniquidad como agua! [17] Voy a instruirte, escúchame, voy a contarte lo que he visto,

[18] lo que transmiten los sabios, sin pasar por alto nada de sus padres, [19] — a ellos solos les fue dada la tierra, sin que se mezclara extranjero entre ellos —: [20] «Todos sus días vive el malvado en tormento, contados están los años asignados al tirano. [21] Grito de espanto resuena en sus oídos, en plena paz el bandido le asalta. [22] No espera escapar a las tinieblas, y se ve destinado a la espada. [23] Asignado como pasto de los buitres, sabe que su ruina es inminente. La hora de las tinieblas [24] le espanta, la ansiedad y la angustia le invaden, como un rey pronto al asalto. [25] ¡Alzaba él su mano contra Dios, se atrevía a retar a Sadday!

[26] Embestía contra él, el cuello tenso, tras las macizas gibas de su escudo; [27] porque tenía el rostro cubierto de grasa, en sus ijadas había echado sebo, [28] y habitaba ciudades destruidas, casas inhabitadas que amenazaban convertirse en ruinas. [29] No se enriquecerá, no será estable su fortuna, su sombra no cubrirá la tierra, [30] (ni escapará a las tinieblas). Agotará sus renuevos la llama, su flor será barrida por el viento. [31] No se fíe de su elevada talla, pues vanidad es su follaje.

[32] Se amustiará antes de tiempo, y sus ramas no reverdecerán.

[33] Sacudirá como la viña sus agraces, como el olivo dejará caer su flor. [34] Sí, es estéril la ralea del impío, devora el fuego la tienda del soborno. [35] Quien concibe dolor, desgracia engendra, su vientre incuba decepción»

Capítulo 16

[1] Job tomó la palabra y dijo: [2] ¡He oído muchas cosas como ésas! ¡Consoladores funestos sois todos vosotros! [3] «¿No acabarán esas palabras de aire?» O: «¿qué es lo que te pica para responder?» [4] También yo podría hablar como vosotros, si estuvierais en mi lugar; contra vosotros ordenaría discursos, meneando por vosotros mi cabeza; [5] os confortaría con mi boca, y no dejaría de mover los labios.

[6] Mas si hablo, no cede mi dolor, y si callo, ¿acaso me perdona?

[7] Ahora me tiene ya extenuado; tú has llenado de horror a toda la reunión [8] que me acorrala; mi calumniador se ha hecho mi testigo, se alza contra mí, a la cara me acusa; [9] su furia me desgarra y me persigue, rechinando sus dientes contra mí. Mis adversarios aguzan sobre mí sus ojos, [10] abren su boca contra mí. Ultrajándome hieren mis mejillas, a una se amotinan contra mí. [11] A injustos Dios me entrega, me arroja en manos de malvados.

[12] Estaba yo tranquilo cuando él me golpeó, me agarró por la nuca para despedazarme. Me ha hecho blanco suyo: [13] me cerca con sus tiros, traspasa mis entrañas sin piedad y derrama por tierra mi hiel. [14] Abre en mí brecha sobre brecha, irrumpe contra mí como un guerrero. [15] Yo he cosido un sayal sobre mi piel, he hundido mi frente en el polvo. [16] Mi rostro ha enrojecido por el llanto, la sombra mis párpados recubre. [17] Y eso que no hay en mis manos violencia, y mi oración es pura.

[18] ¡Tierra, no cubras tú mi sangre, y no quede en secreto mi clamor! [19] Ahora todavía está en los cielos mi testigo, allá en lo alto está mi defensor, [20] que interpreta ante Dios mis pensamientos; ante él fluyen mis ojos: [21] ¡Oh, si él juzgara entre un hombre y Dios, como entre un mortal y otro mortal! [22] Pues mis años futuros son contados, y voy a emprender el camino sin retorno.

Capítulo 17

[1] Mi aliento se agota, mis días se apagan sólo me queda el cementerio. [2] ¿No estoy a merced de las burlas, y en amarguras pasan mis ojos las noches? [3] Coloca, pues, mi fianza junto a ti, ¿quién, si no, querrá chocar mi mano? [4] Tú has cerrado su mente a la razón, por eso ninguna mano se levanta [5] Como el que anuncia a sus amigos un reparto, cuando languidecen los ojos de sus hijos, [6] me he hecho yo proverbio de las gentes, alguien a quien escupen en la cara. [7] Mis ojos se apagan de pesar, mis miembros se desvanecen como sombra. [8] Los hombres rectos quedan de ello asombrados, contra el impío se indigna el inocente; [9] el justo se afianza en su camino, y el de manos puras redobla su energía. [10] Pero, vosotros todos, volved otra vez, ¡no hallaré un solo sabio entre vosotros! [11] Mis días han pasado con mis planes, se han deshecho los deseos de mi corazón. [12] Algunos hacen de la noche día: se acercaría la luz que ahuyenta las tinieblas. [13] Mas ¿qué espero? Mi casa es el seol, en las tinieblas extendí mi lecho. [14] Y grito a la fosa: «¡Tú mi padre!», a los gusanos: «¡Mi madre y mis hermanos!» [15] ¿Dónde está, pues, mi esperanza? y mi felicidad ¿quién la divisa? [16] ¿Van a bajar conmigo hasta el seol? ¿Nos hundiremos juntos en el polvo?

Capítulo 18

[1] Bildad de Súaj tomó la palabra y dijo: [2] ¿Cuándo pondréis freno a las palabras? Reflexionad, y después hablaremos. [3] ¿Por qué hemos de ser tenidos como bestias, y a vuestros ojos somos impuros? [4] Oh tú, que te desgarras en tu cólera, ¿la tierra acaso quedará por ti desierta, se moverá la roca de su sitio? [5] Sí, la luz del malvado ha de apagarse, ya no brillará su ardiente llama. [6] La luz en su tienda se oscurece, de encima de él se apaga la candela. [7] Se acortan sus pasos vigorosos, le pierde su propio consejo.

[8] Porque sus pies le meten en la red, entre mallas camina.

[9] Por el talón le apresa un lazo, el cepo se cierra sobre él. [10] Oculto en la tierra hay un nudo para él, una trampa le espera en el sendero. [11] Por todas partes le estremecen terrores, y le persiguen paso a paso. [12] El hambre es su cortejo, la desgracia se adhiere a su costado.

[13] Devora el mal su piel, el Primogénito de la Muerte roe sus miembros. [14] Se le arranca del seguro de su tienda, se le lleva donde el Rey de los terrores. [15] Se ocupa su tienda, ya no suya, se esparce azufre en su morada. [16] Por abajo se secan sus raíces, por arriba se amustia su ramaje. [17] Su recuerdo desaparece de la tierra, no le queda nombre en la comarca. [18] Se le arroja de la luz a las tinieblas, del orbe se le expulsa. [19] Ni prole ni posteridad tiene en su pueblo, ningún superviviente en sus moradas. [20] De su fin se estremece el Occidente, y el Oriente queda preso de terror. [21] Tan sólo esto son las moradas del impío, tal el lugar del que a Dios desconoce.

Capítulo 19

[1] Job tomó la palabra y dijo: [2] ¿Hasta cuándo afligiréis mi alma y a palabras me acribillaréis?

[3] Ya me habéis insultado por diez veces, me habéis zarandeado sin reparo. [4] Aunque de hecho hubiese errado, en mí solo quedaría mi yerro.

[5] Si es que aún queréis triunfar de mí y mi oprobio reprocharme,

[6] sabed ya que es Dios quien me hace entuerto, y el que en su red me envuelve. [7] Si grito: ¡Violencia!, no obtengo respuesta; por más que apelo, no hay justicia. [8] El ha vallado mi ruta para que yo no pase, ha cubierto mis senderos de tinieblas. [9] Me ha despojado de mi gloria, ha arrancado la corona de mi frente. [10] Por todas partes me mina y desaparezco, arranca como un árbol mi esperanza. [11] Enciende su ira contra mí, me considera su enemigo. [12] En masa sus huestes han llegado, su marcha de asalto han abierto contra mí, han puesto cerco a mi tienda. [13] A mis hermanos ha alejado de mí, mis conocidos tratan de esquivarme. [14] Parientes y deudos ya no tengo, los huéspedes de mi casa me olvidaron. [15] Por un extraño me tienen mis criadas, soy a sus ojos un desconocido. [16] Llamo a mi criado y no responde, aunque le implore con mi propia boca. [17] Mi aliento repele a mi mujer, fétido soy para los hijos de mi vientre. [18] Hasta los chiquillos me desprecian, si me levanto, me hacen burla. [19] Tienen horror de mí todos mis íntimos, los que yo más amaba se han vuelto contra mí. [20] Bajo mi piel mi carne cae podrida, mis huesos se desnudan como dientes. [21] ¡Piedad, piedad de mí, vosotros mis amigos, que es la mano de Dios la que me ha herido! [22] ¿Por qué os cebáis en mí como hace Dios, y no os sentís ya ahítos de mi carne? [23] ¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá en moCapento se grabaran, [24] y con punzón de hierro y buril, para siempre en la roca se esculpieran! [25] Yo sé que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará sobre el polvo. [26] Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios. [27] Yo, sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán, no ningún otro. ¡Dentro de mí languidecen mis entrañas! [28] Y si vosotros decís: «¿Cómo atraparle, qué pretexto hallaremos contra él?», [29] temed la espada por vosotros mismos, pues la ira se encenderá contra las culpas y sabréis que hay un juicio.

Capítulo 20

[1] Sofar de Naamat tomó la palabra y dijo: [2] Por esto mis pensamientos a replicar me incitan: por la impaciencia que me urge. [3] Una lección que me ultraja he escuchado, mas el soplo de mi inteligencia me incita a responder. [4] ¿No sabes tú que desde siempre, desde que el hombre en la tierra fue puesto, [5] es breve la alegría del malvado, y de un instante el gozo del impío? [6] Aunque su talla se alzara hasta los cielos y las nubes tocara su cabeza, [7] como un fantasma desaparece para siempre, los que le veían dicen: «¿Dónde está?» [8] Se vuela como un sueño inaprensible, se le ahuyenta igual que a una visión nocturna. [9] El ojo que le observaba ya no le ve más, ni le divisa el lugar donde estaba. [10] A los pobres tendrán que indemnizar sus hijos, sus niños habrán de devolver sus bienes. [11] Sus huesos rebosaban de vigor juvenil: mas ya con él postrado está en el polvo. [12] Si el mal era dulce a su boca, si bajo su lengua lo albergaba,

[13] si allí lo guardaba tenazmente y en medio del paladar lo retenía, [14] su alimento en sus entrañas se corrompe, en su interior se le hace hiel de áspid. [15] Vomita las riquezas que engulló, Dios se las arranca de su vientre. [16] Veneno de áspides chupaba: lengua de víbora le mata. [17] Ya no verá los arroyos de aceite, los torrentes de miel y de cuajada. [18] Devuelve su ganancia sin tragarla, no saborea el fruto de su negocio. [19] Porque estrujó las chozas de los pobres, robó casas en vez de construirlas; [20] porque su vientre se mostró insaciable, sus tesoros no le salvarán; [21] porque a su voracidad nada escapaba, por eso no dura su prosperidad. [22] En plena abundancia la estrechez le sorprende, la desgracia, en tromba, cae sobre él. [23] En el momento de llenar su vientre, suelta Dios contra él el ardor de su cólera y lanza sobre su carne una lluvia de saetas. [24] Si del arma de hierro logra huir, el arco de bronce le traspasa. [25] Sale una flecha por su espalda, una hoja fulgurante de su hígado. Los terrores se abalanzan sobre él, [26] total tiniebla aguarda a sus tesoros. Un fuego que nadie atiza le devora, y consume lo que en su tienda aún queda, [27] Los cielos ponen su culpa al descubierto, y la tierra se alza contra él. [28] La hacienda de su casa se derrama, como torrentes, en el día de la cólera. [29] Tal es la suerte que al malvado Dios reserva, la herencia de Dios para el maldito.

Capítulo 21

[1] Job tomó la palabra y dijo: [2] Escuchad, escuchad mis razones, dadme siquiera este consuelo.

[3] Tened paciencia mientras hablo yo, cuando haya hablado, os podréis burlar. [4] ¿Acaso me quejo yo de un hombre? ¿Por qué entonces no he de ser impaciente? [5] Volved hacia mí: quedaréis espantados y la mano pondréis en vuestra boca. [6] Que yo mismo me horrorizo al recordarlo, y mi carne es presa de un escalofrío.

[7] ¿Por qué siguen viviendo los malvados, envejecen y aún crecen en poder? [8] Su descendencia ante ellos se afianza, sus vástagos se afirman a su vista. [9] En paz sus casas, nada temen, la vara de Dios no cae sobre ellos. [10] Su toro fecunda sin marrar, sin abortar su vaca pare. [11] Dejan correr a sus niños como ovejas, sus hijos brincan como ciervos. [12] Cantan con arpa y cítara, al son de la flauta se divierten.

[13] Acaban su vida en la ventura, en paz descienden al seol.

[14] Y con todo, a Dios decían: «¡Lejos de nosotros, no queremos conocer tus caminos! [15] ¿Qué es Sadday para que le sirvamos, qué podemos ganar con aplacarle?» [16] ¿No está en sus propias manos su ventura, aunque el consejo de los malos quede lejos de Dios? [17] ¿Cuántas veces la lámpara de los malos se apaga, su desgracia irrumpe sobre ellos, y él reparte dolores en su cólera? [18] ¿Son como paja ante el viento, como tamo que arrebata un torbellino? [19] ¿Va a guardar Dios para sus hijos su castigo? ¡que le castigue a él, para que sepa! [20] ¡Vea su ruina con sus propios ojos, beba de la furia de Sadday! [21] ¿Qué le importa la suerte de su casa, después de él, cuando se haya cortado la cuenta de sus meses? [22] Pero, ¿se enseña a Dios la ciencia? ¡Si es él quien juzga a los seres más excelsos! [23] Hay quien muere en su pleno vigor, en el colmo de la dicha y de la paz, [24] repletos de grasa su ijares, bien empapado el meollo de sus huesos. [25] Y hay quien muere, la amargura en el alma, sin haber gustado la ventura. [26] Juntos luego se acuestan en el polvo, y los gusanos los recubren.

[27] ¡Oh, sé muy bien lo que pensáis, las malas ideas que os formáis sobre mí! [28] «¿Dónde está, os decís, la casa del magnate? ¿dónde la tienda que habitaban los malos?» [29] ¿No habéis interrogado a los viandantes? ¿no os han pasmado los casos que refieren? [30] Que el malo es preservado en el día del desastre, en el día de los furores queda a salvo. [31] Pues, ¿quién le echa en cara su conducta y le da el merecido de su obras? [32] Cuando es llevado al cementerio, sobre el mausoleo hace vela. [33] Dulces le son los terrones del torrente, y detrás de él desfila todo el mundo. [34] ¿Cómo, pues, me consoláis tan en vano? ¡Pura falacia son vuestras respuestas!

Capítulo 22

[1] Elifaz de Temán tomó la palabra y dijo: [2] ¿Acaso a Dios puede un hombre ser útil? ¡Sólo a sí mismo es útil el sensato! [3] ¿Tiene algún interés Sadday por tu justicia? ¿Gana algo con que seas intachable? [4] ¿Acaso por tu piedad él te corrige y entra en juicio contigo?

[5] ¿No será más bien por tu mucha maldad, por tus culpas sin límite? [6] Porque exigías sin razón prendas a tus hermanos, arrancabas a los desnudos sus vestidos, [7] no dabas agua al sediento, al hambriento le negabas el pan;

[8] como hombre fuerte que hace suyo el país, y, rostro altivo, se sitúa en él, [9] despachabas a las viudas con las manos vacías y quebrabas los brazos de los huérfanos. [10] Por eso los lazos te aprisionan y te estremece un pavor súbito. [11] La luz se hace tiniebla, y ya no ves, y una masa de agua te sumerge.

[12] ¿No está Dios en lo alto de los cielos? ¡Mira la cabeza de las estrellas, qué altas! [13] Y tú has dicho: «¿Qué conoce Dios? ¿Discierne acaso a través del nublado? [14] Un velo opaco son las nubes para él, y anda por el contorno de los cielos.» [15] ¿Vas a seguir tú la ruta antigua que anduvieron los hombres perversos? [16] Antes de tiempo fueron aventados, cuando un río arrasó sus cimientos. [17] Los que decían a Dios: «¡Apártate de nosotros! ¿Qué puede hacernos Sadday?» [18] Y era él el que colmaba sus casas de ventura, aunque el consejo de los malos seguía lejos de él. [19] Al verlo los justos se recrean, y de ellos hace burla el inocente: [20] «¡Cómo acabó nuestro adversario! ¡el fuego ha devorado su opulencia!».

[21] Reconcíliate con él y haz la paz: así tu dicha te será devuelta. [22] Recibe de su boca la enseñanza, pon sus palabras en tu corazón. [23] Si vuelves a Sadday con humildad, si alejas de tu tienda la injusticia, [24] si tiras al polvo el oro, el Ofir a los guijarros del torrente,

[25] Sadday se te hará lingotes de oro y plata a montones para ti. [26] Tendrás entonces en Sadday tus delicias y hacia Dios levantarás tu rostro. [27] El escuchará cuando le invoques, y podrás cumplir tus votos.

[28] Todo lo que emprendas saldrá bien, y por tus caminos brillará la luz. [29] Porque él abate el orgullo de los grandes, y salva al que baja los ojos. [30] El libra al inocente; si son tus manos puras, serás salvo.

Capítulo 23

[1] Job tomó la palabra y dijo: [2] Todavía mi queja es una rebelión; su mano pesa sobre mi gemido. [3] ¡Quién me diera saber encontrarle, poder llegar a su morada!

[4] Un proceso abriría delante de él, llenaría mi boca de argumentos.

[5] Sabría las palabras de su réplica, comprendería lo que me dijera. [6] ¿Precisaría gran fuerza para disputar conmigo? No, tan sólo tendría que prestarme atención. [7] Reconocería en su adversario a un hombre recto, y yo me libraría de mi juez para siempre.

[8] Si voy hacia el oriente, no está allí; si al occidente, no le advierto. [9] Cuando le busco al norte, no aparece, y tampoco le veo si vuelvo al mediodía. [10] Pero él mis pasos todos sabe: ¡probado en el crisol, saldré oro puro! [11] Mi pie se ha adherido a su paso, he guardado su ruta sin desvío; [12] del mandato de sus labios no me aparto, he albergado en mi seno las palabras de su boca. [13] Mas él decide, ¿quién le hará retractarse? Lo que su alma ha proyectado lleva a término. [14] Así ejecutará mi sentencia, como tantas otras decisones suyas. [15] Por eso estoy, ante él, horrorizado, y cuanto más lo pienso, más me espanta. [16] Dios me ha enervado el corazón, Sadday me ha aterrorizado.

[17] Pues no he desaparecido en las tinieblas, pero él ha cubierto de oscuridad mi rostro.

Capítulo 24

[1] ¿Por qué Sadday no se reserva tiempos, y los que le conocen no contemplan sus días? [2] Los malvados remueven los mojones, roban el rebaño y su pastor. [3] Se llevan el asno de los huérfanos, toman en prenda el buey de la viuda. [4] Los mendigos tienen que retirarse del camino, a una se ocultan los pobres del país. [5] Como onagros del desierto salen a su tarea, buscando presa desde el alba, y a la tarde, pan para sus crías. [6] Cosechan en el campo del inicuo, vendimian la viña del malvado.

[7] Pasan la noche desnudos, sin vestido, sin cobertor contra el frío. [8] Calados por el turbión de las montañas, faltos de abrigo, se pegan a la roca. [9] Al huérfano se le arranca del pecho, se toma en prenda al niño del pobre. [10] Desnudos andan, sin vestido; hambrientos, llevan las gavillas.

[11] Pasan el mediodía entre dos paredes, pisan los lagares y no quitan la sed. [12] Desde la ciudad gimen los que mueren, el herido de muerte pide auxilio, ¡y Dios sigue sordo a la oración! [13] Otros hay rebeldes a la luz: no reconocen sus caminos ni frecuentan sus senderos. [14] Aún no es de día cuando el asesino se levanta para matar al pobre y al menesteroso. Por la noche merodea el ladrón.

[15] El ojo del adúltero el crepúsculo espía: «Ningún ojo — dice — me divisa», y cubre su rostro con un velo. [16] Las casas perfora en las tinieblas. Durante el día se ocultan los que no quieren conocer la luz. [17] Para todos ellos la mañana es sombra, porque sufren entonces sus terrores. [18] No es más que una paja sobre el agua, su hacienda es maldita en el país, nadie toma el camino de su viña. [19] Como el calor de sequía arrebata el agua de nieve, así el seol al que ha pecado. [20] El seno que le formó se olvida de él, y su nombre no se recuerda más. Así la iniquidad es desgajada como un árbol. [21] Maltrataba a la estéril, la que no da a luz, y a la viuda no trataba bien. [22] Pero Aquel que agarra con su fuerza a los tiranos se levanta, y va el otro no cuenta con la vida. [23] Le dejaba apoyarse con seguridad, pero sus ojos vigilaban sus caminos. [24] Se encumbró por un instante, y ya no existe, se abate como el armuelle que se corta, como la cresta de la espiga se amustia.

[25] ¿No es así? ¿quién me puede desmentir y reducir a nada mi palabra?

Capítulo 25

[1] Bildad de Súaj tomó la palabra y dijo: [2] Es soberano de temible fuerza el que hace reinar la paz en sus alturas. [3] ¿Puede contar alguien sus tropas? ¿Contra quién no se alza su luz? [4] ¿Cómo un hombre será justo ante Dios? ¿cómo puro el nacido de mujer? [5] Si ni la luna misma tiene brillo, ni las estrellas son puras a sus ojos, [6] ¡cuánto menos un hombre, esa gusanera, un hijo de hombre, ese gusano!

Capítulo 26

[1] Job tomó la palabra y dijo: [2] ¡Qué bien has sostenido al débil y socorrido al brazo inválido!

[3] ¡Qué bien has aconsejado al ignorante, qué hábil talento has demostrado! [4] ¿A quién has dirigido tus discursos, y de quién es el espíritu que ha salido de ti? [5] Las Sombras tiemblan bajo tierra, las aguas y sus habitantes se estremecen. [6] Ante él, el seol está al desnudo, la Perdición al descubierto.

[7] El extiende el Septentrión sobre el vacío, sobre la nada suspende la tierra. [8] El encierra las aguas en sus nubes, sin que bajo su peso el nublado reviente. [9] El encubre la cara de la luna llena, desplegando sobre ella su nublado. [10] El trazó un cerco sobre la haz de las aguas, hasta el confín de la luz con las tinieblas, [11] Se tambalean las columnas del cielo, presas de terror a su amenaza. [12] Con su poder hendió la mar, con su destreza quebró a Ráhab.

[13] Su soplo abrillantó los cielos, su mano traspasó a la Serpiente Huidiza, [14] Estos son los contornos de sus obras, de que sólo percibimos un apagado eco. Y el trueno de su potencia, ¿quién lo captará?

Capítulo 27

[1] Job continuó pronunciando su discurso y dijo: [2] ¡Vive Dios, que justicia me rehúsa, por Sadday, que me ha amargado el alma, [3] mientras siga en mí todo mi espíritu y el aliento de Dios en mis narices, [4] no dirán mis labios falsedad, ni mi lengua proferirá mentira!

[5] Lejos de mí daros la razón: hasta mi último suspiro mantendré mi inocencia. [6] Me he aferrado a mi justicia, y no la soltaré, mi corazón no se avergüenza de mis días. [7] ¡Tenga la suerte del malvado mi enemigo, la del injusto mi adversario! [8] Pues ¿cuál es la esperanza del impío cuando suplica, cuando hacia Dios eleva su alma? [9] ¿Acaso Dios escucha su gemido, cuando viene sobre él una calamidad? [10] ¿Tenía él sus delicias en Sadday? ¿invocaba a Dios en todo instante? [11] Yo os muestro el proceder de Dios, sin ocultar los secretos de Sadday. [12] Y si todos vosotros ya lo habéis comprobado, ¿para qué esos vanos discursos al vacío? [13] Esta es la suerte que al malvado Dios reserva, la herencia que reciben de Sadday los violentos. [14] Aunque sean muchos sus hijos, son para la espada, y sus vástagos no tendrán pan con que saciarse. [15] Los que queden serán sepultados por la Peste, y sus viudas no los llorarán. [16] Si acumula la plata como polvo, si amontona vestidos como fango, [17] ¡que amontone!: un justo se vestirá con ellos, un inocente heredará la plata. [18] Se edificó una casa de araña, como garita que un guarda construye. [19] Rico se acuesta, mas por última vez; cuando abre los ojos, ya no es nada. [20] En pleno día le asaltan los terrores, de noche un torbellino le arrebata. [21] El solano se lo lleva, y desaparece, le arranca del lugar de su mansión. [22] Sin compasión por blanco se le toma, trata de huir de la mano que le hiere. [23] Bátense palmas a su ruina, doquiera se encuentre se le silba.

Capítulo 28

[1] Hay, sí, para la plata un venero, para el oro un lugar donde se purifica. [2] Se extrae del suelo el hierro, una piedra fundida se hace cobre. [3] Se pone fin a las tinieblas, hasta el último límite se excava la piedra oscura y lóbrega. [4] Extranjeros abren galerías de todo pie olvidadas, y oscilan, se balancean, lejos de los humanos. [5] Tierra de donde sale el pan, que está revuelta, abajo, por el fuego. [6] Lugar donde las piedras son zafiro y contienen granos de oro. [7] Sendero que no conoce el ave de rapiña, ni el ojo del buitre lo columbra. [8] No lo pisaron los hijos del orgullo, el león jamás lo atravesó.

[9] Aplica el hombre al pedernal su mano, descuaja las montañas de raíz. [10] Abre canales en las rocas, ojo avizor a todo lo precioso.

[11] Explora las fuentes de los ríos, y saca a luz lo oculto.

[12] Mas la Sabiduría, ¿de dónde viene? ¿cuál es la sede de la Inteligencia? [13] Ignora el hombre su sendero, no se le encuentra en la tierra de los vivos. [14] Dice el Abismo: «No está en mí», y el Mar: «No está conmigo.»

[15] No se puede dar por ella oro fino, ni comprarla a precio de plata, [16] ni evaluarla con el oro de Ofir, el ágata preciosa o el zafiro. [17] No la igualan el oro ni el vidrio, ni se puede cambiar por vaso de oro puro. [18] Corales y cristal ni mencionarlos, mejor es pescar Sabiduría que perlas. [19] No la iguala el topacio de Kus, ni con oro puro puede evaluarse.

[20] Mas la Sabiduría, ¿de dónde viene? ¿cuál es la sede de la Inteligencia? [21] Ocúltase a los ojos de todo ser viviente, se hurta a los pájaros del cielo. [22] La Perdición y la Muerte dicen: «De oídas sabemos su renombre.»

[23] Sólo Dios su camino ha distinguido, sólo él conoce su lugar.

[24] (Porque él otea hasta los confines de la tierra, y ve cuanto hay bajo los cielos.) [25] Cuando dio peso al viento y aforó las aguas con un módulo,

[26] cuando a la lluvia impuso ley y un camino a los giros de los truenos, [27] entonces la vio y le puso precio, la estableció y la escudriñó.

[28] Y dijo al hombre: «Mira, el temor del Señor es la Sabiduría, huir del mal, la Inteligencia.»

Capítulo 29

[1] Job continuó pronunciando su discurso y dijo: [2] ¡Quién me hiciera volver a los meses de antaño, aquellos días en que Dios me guardaba, [3] cuando su lámpara brillaba sobre mi cabeza, y yo a su luz por las tinieblas caminaba; [4] como era yo en los días de mi otoño, cuando vallaba Dios mi tienda, [5] cuando Sadday estaba aún conmigo, y en torno mío mis muchachos,

[6] cuando mis pies se bañaban en manteca, y regatos de aceite destilaba la roca! [7] Si yo salía a la puerta que domina la ciudad y mi asiento en la plaza colocaba, [8] se retiraban los jóvenes al verme, y los viejos se levantaban y quedaban en pie. [9] Los notables cortaban sus palabras y ponían la mano en su boca. [10] La voz de los jefes se ahogaba, su lengua se pegaba al paladar. [11] Oído que lo oía me llamaba feliz, ojo que lo veía se hacía mi testigo.

[12] Pues yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que no tenía valedor. [13] La bendición del moribundo subía hacia mí, el corazón de la viuda yo alegraba. [14] Me había puesto la justicia, y ella me revestía, como manto y turbante, mi derecho. [15] Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies. [16] Era el padre de los pobres, la causa del desconocido examinaba.

[17] Quebraba los colmillos del inicuo, de entre sus dientes arrancaba su presa.

[18] Y me decía: «Anciano moriré, como la arena aumentaré mis días. [19] Mi raíz está franca a las aguas, el rocío se posa de noche en mi ramaje. [20] Mi gloria será siempre nueva en mí, y en mi mano mi arco renovará su fuerza. [21] Me escuchaban ellos con expectación, callaban para oír mi consejo. [22] Después de hablar yo, no replicaban, y sobre ellos mi palabra caía gota a gota. [23] Me esperaban lo mismo que a la lluvia, abrían su boca como a lluvia tardía. [24] Si yo les sonreía, no querían creerlo, y la luz de mi rostro no dejaban perderse. [25] Les indicaba el camino y me ponía al frente, me asentaba como un rey en medio de su tropa, y por doquier les guiaba a mi gusto.

Capítulo 30

[1] Mas ahora ríense de mí los que son más jóvenes que yo, a cuyos padres no juzgaba yo dignos de mezclar con los perros de mi grey. [2] Aun la fuerza de sus manos, ¿para qué me servía?; había decaído todo su vigor, [3] agotado por el hambre y la penuria. Roían las raíces de la estepa, lugar sombrío de ruina y soledad. [4] Recogían armuelle por los matorrales, eran su pan raíces de retama. [5] De entre los hombres estaban expulsados, tras ellos se gritaba como tras un ladrón. [6] Moraban en las escarpas de los torrentes, en las grietas del suelo y de las rocas. [7] Entre los matorrales rebuznaban, se apretaban bajo los espinos.

[8] Hijos de abyección, sí, ralea sin nombre, echados a latigazos del país. [9] ¡Y ahora soy yo la copla de ellos, el blanco de sus chismes!

[10] Horrorizados de mí, se quedan a distancia, y sin reparo a la cara me escupen. [11] Porque él ha soltado mi cuerda y me maltrata, ya tiran todo freno ante mí. [12] Una ralea se alza a mi derecha, exploran si me encuentro tranquilo, y abren hacia mí sus caminos siniestros. [13] Mi sendero han destruido, para perderme se ayudan, y nada les detiene; [14] como por ancha brecha irrumpen, se han escurrido bajo los escombros. [15] Los terrores se vuelven contra mí, como el viento mi dignidad es arrastrada; como una nube ha pasado mi ventura.

[16] Y ahora en mí se derrama mi alma, me atenazan días de aflicción.

[17] De noche traspasa el mal mis huesos, y no duermen las llagas que me roen. [18] Con violencia agarra él mi vestido, me aferra como el cuello de mi túnica. [19] Me ha tirado en el fango, soy como el polvo y la ceniza. [20] Grito hacia ti y tú no me respondes, me presento y no me haces caso. [21] Te has vuelto cruel para conmigo, tu mano vigorosa en mí se ceba. [22] Me llevas a caballo sobre el viento, me zarandeas con la tempestad. [23] Pues bien sé que a la muerte me conduces, al lugar de cita de todo ser viviente.

[24] Y sin embargo, ¿he vuelto yo la mano contra el pobre, cuando en su angustia justicia reclamaba? [25] ¿No he llorado por el que vive en estrechez? ¿no se ha apiadado mi alma del mendigo? [26] Yo esperaba la dicha, y llegó la desgracia, aguardaba la luz, y llegó la oscuridad. [27] Me hierven las entrañas sin descanso, me han alcanzado días de aflicción. [28] Sin haber sol, ando renegrido, me he levantado en la asamblea, sólo para gritar. [29] Me he hecho hermano de chacales y compañero de avestruces.

[30] Mi piel se ha ennegrecido sobre mí, mis huesos se han quemado por la fiebre. [31] ¡Mi cítara sólo ha servido para el duelo, mi flauta para la voz de plañidores!

Capítulo 31

[1] Había hecho yo un pacto con mis ojos, y no miraba a ninguna doncella. [2] Y ¿cuál es el reparto que hace Dios desde arriba, cuál la suerte que manda Sadday desde la altura? [3] ¿No es acaso desgracia para el inicuo, tribulación para los malhechores? [4] ¿No ve él mis caminos, no cuenta todos mis pasos? [5] ¿He caminado junto a la mentira? ¿he apretado mi paso hacia la falsedad? [6] ¡Péseme él en balanza de justicia, conozca Dios mi integridad!

[7] Si mis pasos del camino se extraviaron, si tras mis ojos fue mi corazón, si a mis manos se adhiere alguna mancha, [8] ¡coma otro lo que yo sembré, y sean arrancados mis retoños!

[9] Si mi corazón fue seducido por mujer, si he fisgado a la puerta de mi prójimo, [10] ¡muela para otro mi mujer, y otros se encorven sobre ella!

[11] Pues sería ello una impudicia, un crimen a justicia sujeto;

[12] sería fuego que devora hasta la Perdición y que consumiría toda mi hacienda. [13] Si he menospreciado el derecho de mi siervo o de mi sierva, en sus pleitos conmigo, [14] ¿qué podré hacer cuando Dios se levante? cuando él investigue, ¿qué responderé? [15] ¿No los hizo él, igual que a mí, en el vientre? ¿no nos formó en el seno uno mismo? [16] Me he negado al deseo de los débiles? ¿dejé desfallecer los ojos de la viuda? [17] ¿Comí solo mi pedazo de pan, sin compartirlo con el huérfano?

[18] ¡Siendo así que desde mi infancia me crió él como un padre, me guió desde el seno materno! [19] ¿He visto a un miserable sin vestido, a algún pobre desnudo,

[20] sin que en lo íntimo de su ser me bendijera, y del vellón de mis corderos se haya calentado? [21] Si he alzado mi mano contra un huérfano, por sentirme respaldado en la Puerta, [22] ¡mi espalda se separe de mi nuca, y mi brazo del hombro se desgaje! [23] Pues el terror de Dios caería sobre mí, y ante su majestad no podría tenerme.

[24] ¿He hecho del oro mi confianza, o he dicho al oro fino: «Tú, mi seguridad»? [25] ¿Me he complacido en la abundancia de mis bienes, en que mi mano había ganado mucho? [26] ¿Acaso, al ver el sol cómo brillaba, y la luna que marchaba radiante, [27] mi corazón, en secreto, se dejó seducir para enviarles un beso con la mano? [28] También hubiera sido una falta criminal, por haber renegado del Dios de lo alto. [29] ¿Del infortunio de mi enemigo me alegré, me gocé de que el mal le alcanzara? [30] ¡Yo que no permitía a mi lengua pecar reclamando su vida con una maldición! [31] ¿No decían las gentes de mi tienda: «¿Hay alguien que no se haya hartado con su carne?» [32] El forastero no pernoctaba a la intemperie, tenía abierta mi puerta al caminante. [33] ¿He disimulado mis culpas a los hombres, ocultando en mi seno mi pecado, [34] porque temiera el rumor público, o el desprecio de las gentes me asustara, hasta quedar callado sin atreverme a salir mi puerta? [35] ¡Oh! ¿quién hará que se me escuche? Esta es mi última palabra: ¡respóndame Sadday! El libelo que haya escrito mi adversario

[36] pienso llevarlo sobre mis espaldas, ceñírmelo igual que una diadema. [37] Del número de mis pasos voy a rendirle cuentas, como un príncipe me llegaré hasta él. [38] Si mi tierra grita contra mí, y sus surcos lloran con ella,

[39] si he comido sus frutos sin pagarlos y he hecho expirar a sus dueños, [40] ¡en vez de trigo broten en ella espinas, y en lugar de cebada hierba hedionda! Fin de las palabras de Job.

Capítulo 32

[1] Aquellos tres hombres dejaron de replicar a Job, porque se tenía por justo. [2] Entonces montó en cólera Elihú, hijo de Barakel el buzita, de la familia de Ram. Su cólera se inflamó contra Job, porque pretendía tener razón frente a Dios; [3] y también contra sus tres amigos, porque no habían hallado ya nada que replicar y de esa manera habían dejado mal a Dios. [4] Mientras hablaban ellos con Job, Elihú se había mantenido a la expectativa, porque eran más viejos que él. [5] Pero cuando vio que en la boca de los tres hombres ya no quedaba respuesta, montó en cólera. [6] Tomó, pues, la palabra Elihú, hijo de Barakel el buzita, y dijo: Soy pequeño en edad, y vosotros sois viejos; por eso tenía miedo, me asustaba el declararos mi saber. [7] Me decía yo: «Hablará la edad, los muchos años enseñarán sabiduría.» [8] Pero en verdad, es un soplo en el hombre, es el espíritu de Sadday lo que hace inteligente. [9] No son sabios los que están llenos de años, ni los viejos quienes comprenden lo que es justo. [10] Por eso he dicho: Escuchadme, voy a declarar también yo mi saber. [11] Hasta ahora vuestras razones esperaba, prestaba oído a vuestros argumentos; mientras tratabais de buscar vocablos,

[12] tenía puesta en vosotros mi atención. Y veo que ninguno a Job da réplica, nadie de entre vosotros a sus dichos responde.

[13] No digáis, pues: «Hemos hallado la sabiduría; nos instruye Dios, no un hombre.» [14] No hilaré yo palabras como ésas, no le replicaré en vuestros términos.

[15] Han quedado vencidos, no han respondido más: les han faltado las palabras. [16] He esperado, pero ya que no hablan, puesto que se han quedado sin respuesta, [17] responderé yo por mi parte, declararé también yo mi saber.

[18] Pues estoy lleno de palabras, me urge un soplo desde dentro.

[19] Es, en mi seno, como vino sin escape, que hace reventar los odres nuevos. [20] Hablaré para desahogarme, abriré los labios y replicaré.

[21] No tomaré el partido de ninguno, a nadie adularé. [22] Pues yo no sé adular: bien pronto me aventaría mi Hacedor.

Capítulo 33

[1] Ten a bien, Job, escuchar mis palabras, presta oído a todas mis razones. [2] Ya ves que he abierto mi boca, en mi paladar habla mi lengua.

[3] Mi corazón dará palabras cuerdas, la pura verdad dirán mis labios. [4] El soplo de Dios me hizo, me animó el aliento de Sadday.

[5] Si eres capaz, replícame, ¡alerta, ponte en guardia ante mí! [6] Mira, soy como tú, no soy un dios, también yo de arcilla fui plasmasdo. [7] Por eso mi terror no te ha de espantar, no pesará mi mano sobre ti.

[8] No has hecho más que decir a mis propios oídos, — pues he oído el son de tus palabras —: [9] «Puro soy, sin delito; limpio estoy, no hay culpa en mí.

[10] Pero él inventa contra mí pretextos, y me reputa como su enemigo; [11] mis pies pone en el cepo, espía todas mis sendas.» [12] Pues bien, respondo, en esto no tienes razón, porque Dios es más grande que el hombre. [13] ¿Por qué te querellas tú con él porque no responda a todas tus palabras? [14] Habla Dios una vez, y otra vez, sin que se le haga caso.

[15] En sueños, en visión nocturna, cuando un letargo cae sobre los hombres, mientras están dormidos en su lecho, [16] entonces abre él el oído de los hombres, y con sus apariciones les espanta, [17] para apartar al hombre de sus obras y acabar con su orgullo de varón, [18] para librar su alma de la fosa y su vida de pasar el Canal.

[19] También es corregido por el dolor en su camilla, por el temblor continuo de sus huesos, [20] cuando a su vida el alimento asquea y a su alma los manjares exquisitos, [21] cuando su carne desaparece de la vista, y sus huesos, que no se veían, aparecen; [22] cuando su alma a la fosa se aproxima y su vida a la morada de los muertos. [23] Si hay entonces junto a él un Angel, un Mediador escogido entre mil, que declare al hombre su deber, [24] que de él se apiade y diga: «Líbrale de bajar a la fosa, yo he encontrado el rescate de su alma», [25] su carne se renueva de vigor juvenil, vuelve a los días de su adolescencia. [26] Invoca a Dios, que le otorga su favor, y va a ver con júbilo su rostro Anuncia a los demás su justicia, [27] canta así entre los hombres: «Yo había pecado y torcido el derecho, mas Dios no me ha dado el merecido. [28] Ha librado mi alma de pasar por la fosa, y mi vida contempla la luz.» [29] He aquí todo lo que hace Dios, dos y tres veces con el hombre, [30] para recobrar su alma de la fosa, para que sea alumbrado con la luz de los vivos. [31] Atiende, Job, escúchame, guarda silencio, y yo hablaré.

[32] Si tienes algo que decir, replícame, habla, pues yo deseo darte la razón. [33] Si no, escúchame, guarda silencio, y yo te enseñaré sabiduría.

Capítulo 34

[1] Elihú reanudó su discurso y dijo: [2] Escuchad, sabios, mis palabras, vosotros los doctos, dadme oídos. [3] Porque el oído aprecia las palabras, como el paladar gusta los manjares. [4] Decidamos entre nosotros lo que es justo, sepamos juntos lo que es bueno. [5] Pues Job ha dicho: «Yo soy justo, pero Dios me quita mi derecho; [6] mi juez se muestra cruel para conmigo, mi llaga es incurable, aunque no tengo culpa.» [7] ¿Qué hombre hay como Job, que bebe el sarcasmo como agua,

[8] que anda en compañía de malhechores, y camina con malvados?

[9] Pues él ha dicho: «Nada gana el hombre con buscar el agrado de Dios.» [10] Así pues, escuchadme, como hombres sensatos. Lejos de Dios el mal, de Sadday la injusticia; [11] que la obra del hombre, él se la paga, y según su conducta trata a cada uno. [12] En verdad, Dios no hace el mal, no tuerce el derecho Sadday.

[13] ¿Quién, si no, le confió la tierra, quién le encargó del mundo entero? [14] Si él retirara a sí su espíritu, si hacia sí recogiera su soplo, [15] a una expiraría toda carne, el hombre al polvo volvería.

[16] Si tienes inteligencia, escucha esto, presta oído al son de mis palabras. [17] ¿Podría gobernar un enemigo del derecho? ¿al Justo poderoso vas a condenar? [18] ¡Aquel que dice a un rey: «¡Inútil!», «¡Malvados!» a los nobles, [19] que no hace acepción de príncipes, ni prefiere al grande sobre el débil, ¡pues todos son obra de sus manos! [20] Mueren ellos de repente a media noche, perecen los grandes y pasan, y él depone a un tirano sin esfuerzo. [21] Pues sus ojos vigilan los caminos del hombre, todos sus pasos observa. [22] No hay tinieblas ni sombra donde ocultarse los agentes del mal. [23] No asigna él un plazo al hombre para que a juicio se presente ante Dios. [24] Quebranta a los grandes sin examen, y pone a otros en su sitio. [25] Es que él conoce sus acciones, de noche los sacude y se les pisa. [26] Como a criminales los azota, en lugar público los encadena,

[27] porque se apartaron de su seguimiento, y no comprendieron todos sus caminos, [28] hasta hacer llegar a él el gemido del débil y hacerle oír el clamor de los humildes.

[29] Mas si él sigue inmóvil, sin que nadie le perturbe, si vela su faz, sin que nadie le perciba, es que se apiada de naciones e individuos, [30] libra al impío del cepo de la angustia, [31] Cuando éste dice a Dios: «He sido seducido, no volveré a hacer mal; [32] si he pecado instrúyeme, si he cometido injusticia, no reincidiré». [33] ¿Acaso, según tú, tendría él que castigar, ya que rechazas sus decisiones? Como eres tú el que aprecias, y no yo, di todo lo que sepas. [34] Mas los hombres sensatos me dirán, así como todo sabio que me escuche: [35] «No habla Job cuerdamente, no son sensatas sus palabras.

[36] Que sea Job probado a fondo, por sus respuestas dignas de malvados. [37] Porque a su pecado la rebeldía añade, pone fin al derecho entre nosotros, y multiplica contra Dios sus palabras.»

Capítulo 35

[1] Elihú reanudó su discurso y dijo: [2] ¿Crees que eso es juicioso, piensas ser más justo que Dios,

[3] cuando dices: «¿Qué te importa a ti, o de qué me sirve a mí no haber pecado»? [4] Yo te daré respuesta, y contigo a tus amigos. [5] ¡Mira a los cielos y ve, observa cómo las nubes son mas altas que tú! [6] Si pecas, ¿qué le causas?, si se multiplican tus ofensas, ¿qué le haces? [7] ¿Qué le das, si eres justo, o qué recibe él de tu mano?

[8] A un hombre igual que tú afecta tu maldad, a un hijo de hombre tu justicia. [9] Bajo la carga de la opresión se gime, se grita bajo el brazo de los grandes, [10] mas nadie dice: «¿Dónde está Dios, mi hacedor, el que hace resonar los cantares en la noche, [11] el que nos hace más hábiles que las bestias de la tierra, más sabios que los pájaros del cielo?» [12] Entonces se grita, sin que responda él, a causa del orgullo de los malos. [13] Seguro, la falsedad Dios no la escucha, Sadday no le presta atención. [14] Mucho menos, el decir que no le adviertes, que un proceso está ante él y que le esperas; [15] o también que su cólera no castiga nada, y que ignora la rebelión del hombre. [16] Job, pues, abre en vano su boca, multiplica a lo tonto las palabras.

Capítulo 36

[1] Prosiguió Elihú y dijo: [2] Espera un poco, y yo te instruiré, pues todavía hay palabras en favor de Dios. [3] Voy a llevar muy lejos mi saber, y daré la razón a mi Hacedor.

[4] En verdad, no son mentira mis palabras, un maestro en saber está contigo. [5] Dios no rechaza al hombre íntegro, [6] ni deja vivir al malvado en plena fuerza. Hace justicia a los pobres, [7] y no quita al justo su derecho. El puso a los reyes en el trono, para siempre los asienta, mas se engríen, [8] y él los amarra con cadenas, y quedan presos en los lazos de la angustia. [9] Entonces les pone su obra al descubierto y sus culpas nacidas del orgullo. [10] A sus oídos pronuncia una advertencia, y manda que se vuelvan de la iniquidad. [11] Si escuchan y son dóciles, acaban sus días en ventura y en delicias sus años. [12] Si no escuchan, pasan el Canal, y expiran por falta de cordura. [13] Y los obstinados que imponen la cólera y no piden auxilio cuando él los encadena, [14] mueren en plena juventud, y su vida en la edad juvenil.

[15] El salva al pobre por su misma pobreza, por la miseria el oído le abre. [16] También a ti te arrancará de las fauces de la angustia. Antes gozabas de abundancia sin límites, la grasa desbordaba de tu mesa. [17] Mas no hacías justicia de los malos, defraudabas el derecho del huérfano. [18] Procura, pues, que no te seduzca la abundancia, ni el copioso soborno te extravíe. [19] Haz comparecer al rico como al que nada tiene, al débil como al poderoso. [20] No aplastes a aquellos que te son extraños, para encumbrar en su puesto a tus parientes. [21] Guárdate de inclinarte hacia la iniquidad, que por eso te ha probado la aflicción.

[22] Mira, Dios es sublime por su fuerza, ¿quién es maestro como él? [23] ¿Quién le señaló el camino a seguir? ¿quién le diría: «Has hecho mal»? [24] Acuérdate más bien de ensalzar su obra, que han cantado los hombres. [25] Todo hombre la contempla, el hombre la mira desde lejos.

[26] Sí, Dios es grande y no le comprendemos, el número de sus años es incalculable. [27] El atrae las gotas de agua, pulveriza la lluvia en su vapor,

[28] que luego derraman las nubes, la destilan sobre la turba humana. [29] ¿Quién además comprenderá el despliegue de la nube, los fragores de su tienda? [30] Ved que despliega su niebla por encima cubre las cimas de los montes. [31] Pues por ellas sustenta él a los pueblos, les da alimento en abundancia. [32] En sus manos el rayo levanta y le ordena que alcance su destino. [33] Su trueno le anuncia, la ira se inflama contra la iniquidad.

Capítulo 37

[1] Mi corazón también por eso tiembla, y salta fuera de su sitio. [2] ¡Escuchad, escuchad el fragor de su voz, el bramido que sale de su boca! [3] Hace relampaguear por todo el cielo, su fulgor llega a los extremos de la tierra. [4] Detrás de él una voz ruge: truena él con su soberbia voz, y sus rayos no retiene, mientras su voz retumba. [5] Dios nos da a ver maravillas, grandes cosas hace que no comprendemos. [6] Cuando dice a la nieve: «¡Cae sobre la tierra!», y a los aguaceros: «¡Lloved fuerte!», [7] la mano de todo hombre retiene bajo sello, para que todos conozcan su obra. [8] Las fieras a sus guaridas huyen y en sus cubiles se cobijan.

[9] Del sur llega el huracán, el frío, de los vientos del norte.

[10] Al soplo de Dios se forma el hielo, se congela la extensión de las aguas. [11] El carga a la nube de un rayo, el nublado esparce su fulgor,

[12] y éste, gira girando, circula conforme a sus designios. Así ejecutan sus órdenes en todo sobre la haz de su orbe terráqueo.

[13] Ya como castigo para los pueblos de la tierra, ya como gracia, él los envía. [14] Presta, Job, oído a esto, tente y observa los prodigios de Dios. [15] ¿Sabes acaso cómo Dios los rige, y cómo su nube hace brillar el rayo? [16] ¿Sabes tú cómo las nubes cuelgan en equilibrio, maravilla de una ciencia consumada? [17] Tú, cuyos vestidos queman cuando está quieta la tierra bajo el viento del sur, [18] ¿puedes extender con él la bóveda del cielo, sólida como espejo de metal fundido? [19] Enséñanos qué le hemos de decir: no discutiremos más, debido a las tinieblas. [20] Si hablo yo, ¿alguien se lo cuenta? ¿es informado de lo que un hombre ha dicho? [21] Ahora ya no se ve la luz, que queda oscurecida por las nubes; pero pasa el viento y las despeja, [22] y una claridad llega del norte: gloria terrible alrededor de Dios, [23] ¡es Sadday!, no podemos alcanzarle. Grande en fuerza y equidad, maestro de justicia, sin oprimir a nadie. [24] Por eso le temen los hombres: ¡a él la veneración de todos los sabios de corazón!

Capítulo 38

[1] Yahveh respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo: [2] ¿Quién es éste que empaña el Consejo con razones sin sentido?

[3] Ciñe tus lomos como un bravo: voy a interrogarte, y tú me instruirás. [4] Dónde estabas tú cuando fundaba yo la tierra? Indícalo, si sabes la verdad. [5] ¿Quién fijó sus medidas? ¿lo sabrías? ¿quién tiró el cordel sobre ella? [6] ¿Sobre qué se afirmaron sus bases? ¿quién asentó su piedra angular, [7] entre el clamor a coro de las estrellas del alba y las aclamaciones de todos los Hijos de Dios? [8] ¿Quién encerró el mar con doble puerta, cuando del seno materno salía borbotando; [9] cuando le puse una nube por vestido y del nubarrón hice sus pañales; [10] cuando le tracé sus linderos y coloqué puertas y cerrojos?

[11] «¡Llegarás hasta aquí, no más allá — le dije —, aquí se romperá el orgullo de tus olas!» [12] ¿Has mandado, una vez en tu vida, a la mañana, has asignado a la aurora su lugar, [13] para que agarre a la tierra por los bordes y de ella sacuda a los malvados? [14] Ella se trueca en arcilla de sello, se tiñe lo mismo que un vestido. [15] Se quita entonces su luz a los malvados, y queda roto el brazo que se alzaba. [16] ¿Has penetrado hasta las fuentes del mar? ¿has circulado por el fondo del Abismo? [17] ¿Se te han mostrado las puertas de la Muerte? ¿has visto las puertas del país de la Sombra? [18] ¿Has calculado las anchuras de la tierra? Cuenta, si es que sabes, todo esto. [19] ¿Por dónde se va a la morada de la luz? y las tinieblas, ¿dónde tienen su sitio?, [20] para que puedas llevarlas a su término, guiarlas por los senderos de su casa. [21] Si lo sabes, ¡es que ya habías nacido entonces, y bien larga es la cuenta de tus días! [22] ¿Has llegado a los depósitos de nieve? ¿Has visto las reservas de granizo, [23] que yo guardo para el tiempo de angustia, para el día de batalla y de combate? [24] ¿Por qué camino se reparte la luz, o se despliega el solano por la tierra? [25] ¿Quién abre un canal al aguacero, a los giros de los truenos un camino, [26] para llover sobre tierra sin hombre, sobre el desierto donde no hay un alma, [27] para abrevar a las soledades desoladas y hacer brotar en la estepa hierba verde? [28] ¿Tiene padre la lluvia? ¿quién engendra las gotas de rocío?

[29] ¿De qué seno sale el hielo? ¿quién da a luz la escarcha del cielo, [30] cuando las aguas se aglutinan como piedra y se congela la superficie del abismo? [31] ¿Puedes tú anudar los lazos de las Pléyades o desatar las cuerdas de Orión? [32] ¿Haces salir la Corona a su tiempo? ¿conduces a la Osa con sus crías? [33] ¿Conoces las leyes de los Cielos? ¿aplicas su fuero en la tierra? [34] ¿Levantas tu voz hasta las nubes?, la masa de las aguas, ¿te obedece? [35] A tu orden, ¿los relámpagos parten, diciéndote: «Aquí estamos»?

[36] ¿Quién puso en el ibis la sabiduría? ¿quién dio al gallo inteligencia? [37] ¿Quién tiene pericia para contar las nubes? ¿quién inclina los odres de los cielos, [38] cuando se aglutina el polvo en una masa y los terrones se pegan entre sí? [39] ¿Cazas tú acaso la presa a la leona? ¿calmas el hambre de los leoncillos, [40] cuando en sus guaridas están acurrucados, o en los matorrales al acecho? [41] ¿Quién prepara su provisión al cuervo, cuando sus crías gritan hacia Dios, cuando se estiran faltos de comida?

Capítulo 39

[1] ¿Sabes cuándo hacen las rebecas sus crías? ¿has observado el parto de las ciervas? [2] ¿has contado los meses de su gestación? ¿sabes la época de su alumbramiento? [3] Entonces se acurrucan y paren a sus crías, echan fuera su camada. [4] Y cuando ya sus crías se hacen fuertes y grandes, salen al desierto y no vuelven más a ellas. [5] ¿Quién dejó al onagro en libertad y soltó las amarras del asno salvaje? [6] Yo le he dado la estepa por morada, por mansión la tierra salitrosa. [7] Se ríe del tumulto de las ciudades, no oye los gritos del arriero; [8] explora las montañas, pasto suyo, en busca de toda hierba verde.

[9] ¿Querrá acaso servirte el buey salvaje, pasar la noche junto a tu pesebre? [10] ¿Atarás a su cuello la coyunda? ¿rastrillará los surcos tras de ti? [11] ¿Puedes fiarte de él por su gran fuerza? ¿le confiarás tu menester? [12] ¿Estás seguro de que vuelva, de que en tu era allegue el grano? [13] El ala del avestruz, ¿se puede comparar al plumaje de la cigüeña y del halcón? [14] Ella en tierra abandona sus huevos, en el suelo los deja calentarse; [15] se olvida de que puede aplastarlos algún pie, o cascarlos una fiera salvaje. [16] Dura para sus hijos cual si no fueran suyos, por un afán inútil no se inquieta. [17] Es que Dios la privó de sabiduría, y no le dotó de inteligencia.

[18] Pero en cuanto se alza y se remonta, se ríe del caballo y su jinete.

[19] ¿Das tú al caballo la bravura? ¿revistes su cuello de tremolante crin? [20] ¿Le haces brincar como langosta? ¡Terror infunde su relincho altanero! [21] Piafa de júbilo en el valle, con brío se lanza al encuentro de las armas. [22] Se ríe del miedo y de nada se asusta, no retrocede ante la espada. [23] Va resonando sobre él la aljaba, la llama de la lanza y el dardo. [24] Hirviendo de impaciencia la tierra devora, no se contiene cuando suena la trompeta. [25] A cada toque de trompeta dice: «¡Aah!» olfatea de lejos el combate, las voces de mando y los clamores.

[26] ¿Acaso por tu acuerdo el halcón emprende el vuelo, despliega sus alas hacia el sur? [27] ¿Por orden tuya se remonta el águila y coloca su nido en las alturas? [28] Pone en la roca su mansión nocturna, su fortaleza en un picacho. [29] Desde allí acecha a su presa, desde lejos la divisan sus ojos. [30] Sus crías lamen sangre; donde hay muertos, allí está.

Capítulo 40

[1] Y Yahveh se dirigió a Job y le dijo: [2] ¿Cederá el adversario de Sadday? ¿El censor de Dios va a replicar aún? [3] Y Job respondió a Yahveh: [4] ¡He hablado a la ligera: ¿qué voy a responder? Me taparé la boca con mi mano. [5] Hablé una vez..., no he de repetir; dos veces..., ya no insistiré. [6] Yahveh respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo: [7] Ciñe tus lomos como un bravo: voy a preguntarte y tú me instruirás. [8] ¿De verdad quieres anular mi juicio?, para afirmar tu derecho, ¿me vas a condenar? [9] ¿Tienes un brazo tú como el de Dios? ¿truena tu voz como la suya? [10] ¡Ea, cíñete de majestad y de grandeza, revístete de gloria y de esplendor! [11] ¡Derrama la explosión de tu cólera, con una mirada humilla al arrogante! [12] ¡Con una mirada abate al orgulloso, aplasta en el sitio a los malvados! [13] ¡Húndelos juntos en el suelo, cierra sus rostros en el calabozo! [14] ¡Y yo mismo te rendiré homenaje, por la victoria que te da tu diestra! [15] Mira a Behemot, creatura mía, como tú. Se alimenta de hierba como el buey. [16] Mira su fuerza en sus riñones, en los músculos del vientre su vigor. [17] Atiesa su cola igual que un cedro, los nervios de sus muslos se entrelazan. [18] Tubos de bronce son sus vértebras; sus huesos, como barras de hierro. [19] Es la primera de las obras de Dios: su autor le procuró su espada; [20] los montes le aportan un tributo, y todas las fieras que retozan en ellos. [21] Bajo los lotos se recuesta, en escondite de cañas y marismas.

[22] Los lotos le recubren con su sombra, los sauces del torrente le rodean. [23] Si el río va bravo, no se inquieta, firme está aunque un Jordán le llegue hasta la boca. [24] ¿Quién, pues, podrá prenderle por los ojos, taladrar su nariz con punzones? [25] Y a Leviatán, ¿le pescarás tú a anzuelo, sujetarás con un cordel su lengua? [26] ¿Harás pasar por su nariz un junco? ¿taladrarás con un gancho su quijada? [27] ¿Te hará por ventura largas súplicas? te hablará con timidez?

[28] ¿Pactará contigo un contrato de ser tu siervo para siempre?

[29] ¿Jugarás con él como con un pájaro, o lo atarás para juguete de tus niñas? [30] ¿traficarán con él los asociados? ¿se le disputarán los mercaderes? [31] ¿Acribillarás su piel de dardos? ¿clavarás con el arpón su cabeza? [32] Pon sobre él tu mano: ¡al recordar la lucha no tendrás ganas de volver!

Capítulo 41

[1] ¡Sería vana tu esperanza porque su vista sola aterra! [2] No hay audaz que lo despierte, ¿y quién podrá resistir ante él? [3] ¿Quién le hizo frente y quedó salvo? ¡Ninguno bajo la capa de los cielos! [4] Mencionaré también sus miembros, hablaré de su fuerza incomparable.

[5] ¿Quién rasgó la delantera de su túnica y penetró en su coraza doble? [6] ¿Quién abrió las hojas de sus fauces? ¡Reina el terror entre sus dientes! [7] Su dorso son hileras de escudos, que cierra un sello de piedra. [8] Están apretados uno a otro, y ni un soplo puede pasar entre ellos. [9] Están pegados entre sí y quedan unidos sin fisura. [10] Echa luz su estornudo, sus ojos son como los párpados de la aurora. [11] Salen antorchas de sus fauces, chispas de fuego saltan.

[12] De sus narices sale humo, como de un caldero que hierve junto al fuego. [13] Su soplo enciende carbones, una llama sale de su boca.

[14] En su cuello se asienta la fuerza, y ante él cunde el espanto.

[15] Son compactas las papadas de su carne: están pegadas a ella, inseparables. [16] Su corazón es duro como roca, resistente como piedra de molino. [17] Cuando se yergue, se amedrentan las olas, y las ondas del mar se retiran. [18] Le alcanza la espada sin clavarse, lo mismo la lanza, jabalina o dardo. [19] Para él e hierro es sólo paja, el bronce, madera carcomida.

[20] No le ahuyentan los disparos del arco, cual polvillo le llegan las piedras de la honda. [21] Una paja le parece la maza, se ríe del venablo que silba.

[22] Debajo de él tejas puntiagudas: un trillo que va pasando por el lodo. [23] Hace del abismo una olla borbotante, cambia el mar en pebetero.

[24] Deja tras sí una estela luminosa, el abismo diríase una melena blanca. [25] No hay en la tierra semejante a él, que ha sido hecho intrépido.

[26] Mira a la cara a los más altos, es rey de todos los hijos del orgullo.

Capítulo 42

[1] Y Job respondió a Yahveh: [2] Sé que eres todopoderoso: ningún proyecto te es irrealizable.

[3] Era yo el que empañaba el Consejo con razones sin sentido. Sí, he hablado de grandezas que no entiendo, de maravillas que me superan y que ignoro. [4] (Escucha, deja que yo hable: voy a interrogarte y tú me instruirás.) [5] Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos. [6] Por eso me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza.

[7] Después de hablar a Job de esta manera, Yahveh dijo a Elifaz de Temán: «Mi ira se ha encendido contra ti y contra tus dos amigos, porque no habéis hablado con verdad de mí, como mi siervo Job. [8] Así que tomad siete novillos y siete carneros, id donde mi siervo Job, y ofreced por vosotros un holocausto. Mi siervo Job intercederá por vosotros y, en atención a él, no os castigaré por no haber hablado con verdad de mí, como mi siervo Job.» [9] Elifaz de Temán, Bildad de Sáaj, y Sofar de Naamat fueron a cumplir la orden de Yahveh. Y Yahveh atendió a Job. [10] Después Yahveh restauró la situación de Job, al paso que él intercedía en favor de sus amigos; y aumentó Yahveh al doble todos los bienes de Job. [11] Vinieron, pues, donde él todos sus hermanos y todas sus hermanas, así como todos sus conocidos de antaño; y mientras celebraban con él un banquete en su casa, le compadecieron y le consolaron por todo el infortunio que Yahveh había traído sobre él. Y cada uno de ellos le hizo el obsequio de un agno de plata y de un anillo de oro. [12] Yahveh bendijo la nueva situación de Job más aún que la antigua: llegó a poseer 14.000 ovejas, 6.000 camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas.

[13] Tuvo además siete hijos y tres hijas. [14] A la primera le puso el nombre de «Paloma», a la segunda el de «Canela» y a la tercera el de «Cuerno de afeites». [15] No había en todo el país mujeres tan bonitas como las hijas de Job. Y su padre les dio parte en la herencia entre sus hermanos. [16] Después de esto, vivió Job todavía 140 años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, cuatro generaciones. [17] Después Job murió anciano y colmado de días.

SALMOS

Capítulo 1

[1] ¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta, [2] mas se complace en la ley de Yahveh, su ley susurra día y noche! [3] Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace sale bien. [4] ¡No así los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el viento. [5] Por eso, no resistirán en el Juicio los impíos, ni los pecadores en la comunidad de los justos. [6] Porque Yahveh conoce el camino de los justos, pero el camino de los impíos se pierde.

Capítulo 2

[1] ¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos mascullan planes vanos? [2] Se yerguen los reyes de la tierra, los caudillos conspiran aliados contra Yahveh y contra su Ungido: [3] «¡Rompamos sus coyundas, sacudámonos su yugo!» [4] El que se sienta en los cielos se sonríe, Yahveh se burla de ellos. [5] Luego en su cólera les habla, en su furor los aterra: [6] «Ya tengo yo consagrado a mi rey en Sión mi monte santo.» [7] Voy a anunciar el decreto de Yahveh: El me ha dicho: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy. [8] Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra. [9] Con cetro de hierro, los quebrantarás, los quebrarás como vaso de alfarero.» [10] Y ahora, reyes, comprended, corregíos, jueces de la tierra.

[11] Servid a Yahveh con temor, [12] con temblor besad sus pies; no se irrite y perezcáis en el camino, pues su cólera se inflama de repente. ¡Venturosos los que a él se acogen!

Capítulo 3

[1] Salmo. De David. Cuando huía de su hijo Absalón. [2] Yahveh, ¡cuán Caperosos son mis adversarios, cuántos los que se alzan contra mí! [3] ¡Cuántos los que dicen de mi vida: «No hay salvación para él en Dios!» Pausa. [4] Mas tú, Yahveh, escudo que me ciñes, mi gloria, el que realza mi cabeza. [5] A voz en grito clamo hacia Yahveh, y él me responde desde su santo monte. Pausa. [6] Yo me acuesto y me duermo, me despierto, pues Yahveh me sostiene. [7] No temo a esas gentes que a millares se apostan en torno contra mí.

[8] ¡Levántate, Yahveh! ¡Dios mío, sálvame! Tú hieres en la mejilla a todos mis enemigos, los dientes de los impíos tú los rompes. [9] De Yahveh la salvación. Tu bendición sobre tu pueblo. Pausa

Capítulo 4

[1] Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David. [2] Cuando clamo, respóndeme, oh Dios mi justiciero, en la angustia tú me abres salida; tenme piedad, escucha mi oración. [3] Vosotros, hombres, ¿hasta cuándo seréis torpes de corazón, amando vanidad, rebuscando mentira? Pausa. [4] ¡Sabed que Yahveh mima a su amigo, Yahveh escucha cuando yo le invoco. [5] Temblad, y no pequéis; hablad con vuestro corazón en el lecho ¡y silencio! Pausa. [6] Ofreced sacrificios de justicia y confiad en Yahveh.

[7] Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?» ¡Alza sobre nosotros la luz de tu rostro! Yahveh, [8] tú has dado a mi corazón más alegría que cuando abundan ellos de trigo y vino nuevo. [9] En paz, todo a una, yo me acuesto y me duermo, pues tú solo, Yahveh, me asientas en seguro.

Capítulo 5

[1] Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David. [2] Escucha mis palabras, Yahveh, repara en mi lamento, [3] atiende a la voz de mi clamor, oh mi Rey y mi Dios. Porque a ti te suplico, [4] Yahveh; ya de mañana oyes mi voz; de mañana te presento mi súplica, y me quedo a la espera. [5] Pues no eres tú un Dios que se complace en la impiedad, no es huésped tuyo el malo. [6] No, los arrogantes no resisten delante de tus ojos. Detestas a todos los agentes de mal, [7] pierdes a los mentirosos; al hombre sanguinario y fraudulento le abomina Yahveh.

[8] Mas yo, por la abundancia de tu amor, entro en tu Casa; en tu santo Templo me prosterno, lleno de tu temor. [9] Guíame, Yahveh, en tu justicia, por causa de los que me acechan, allana tu camino ante mí. [10] Que no hay en su boca lealtad, en su interior, tan sólo subversión; sepulcro abierto es su garganta, melosa muévese su lengua. [11] Trátalos, oh Dios, como culpables, haz que fracasen sus intrigas; arrójalos por el exceso de sus crímenes, por rebelarse contra ti. [12] Y se alegren los que a ti se acogen, se alborocen por siempre; tú los proteges, en ti exultan los que aman tu nombre. [13] Pues tú bendices al justo, Yahveh, como un gran escudo tu favor le cubre.

Capítulo 6

[1] Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. En octava. Salmo. De David. [2] Yahveh, no me corrijas en tu cólera, en tu furor no me castigues.

[3] Tenme piedad, Yahveh, que estoy sin fuerzas, sáname, Yahveh, que mis huesos están desmoronados, [4] desmoronada totalmente mi alma, y tú, Yahveh, ¿hasta cuándo? [5] Vuélvete, Yahveh, recobra mi alma, sálvame, por tu amor.

[6] Porque, en la muerte, nadie de ti se acuerda; en el seol, ¿quién te puede alabar? [7] Estoy extenuado de gemir, baño mi lecho cada noche, inundo de lágrimas mi cama; [8] mi ojo está corroído por el tedio, ha envejecido entre opresores.

[9] Apartaos de mí todos los malvados, pues Yahveh ha oído la voz de mis sollozos. [10] Yahveh ha oído mi súplica, Yahveh acoge mi oración. [11] ¡Todos mis enemigos, confusos, aterrados, retrocedan, súbitamente confundidos!

Capítulo 7

[1] Lamentación. De David. La que cantó a Yahveh a propósito del benjaminita Kus. [2] Yahveh, Dios mío, a ti me acojo, sálvame de todos mis perseguidores, líbrame; [3] ¡que no arrebate como un león mi vida el que desgarra, sin que nadie libre! [4] Yahveh, Dios mío, si algo de esto hice, si hay en mis manos injusticia, [5] si a mi bienhechor con mal he respondido si he perdonado al opresor injusto, [6] ¡que el enemigo me persiga y me alcance, estrelle mi vida contra el suelo, y tire mis entrañas por el polvo! Pausa. [7] Levántate, Yahveh, en tu cólera, surge contra los arrebatos de mis opresores, despierta ya, Dios mío, tú que el juicio convocas.

[8] Que te rodee la asamblea de las naciones, y tú en lo alto vuélvete hacia ella. [9] (Yahveh, juez de los pueblos.) Júzgame, Yahveh, conforme a mi justicia y según mi inocencia. [10] Haz que cese la maldad de los impíos, y afianza al justo, tú que escrutas corazones y entrañas, oh Dios justo.

[11] Dios, el escudo que me cubre, el salvador de los de recto corazón; [12] Dios, el juez justo, tardo a la cólera, pero Dios amenazante en todo tiempo [13] para el que no se vuelve. Afile su espada el enemigo, tense su arco y lo apareje, [14] para sí solo prepara armas de muerte, hace tizones de sus flechas; [15] vedle en su preñez de iniquidad, malicia concibió, fracaso pare. [16] Cavó una fosa, recavó bien hondo, mas cae en el hoyo que él abrió; [17] revierte su obra en su cabeza, su violencia en su cerviz recae.

[18] Doy gracias a Yahveh por su justicia, salmodio al nombre de Yahveh, el Altísimo.

Capítulo 8

[1] Del maestro de coro. Según la... de Gat. Salmo. De David.

[2] ¡Oh Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra! Tú que exaltaste tu majestad sobre los cielos, [3] en boca de los niños, los que aún maman, dispones baluarte frente a tus adversarios, para acabar con enemigos y rebeldes. [4] Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas, que fijaste tú, [5] ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides? [6] Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; [7] le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies: [8] ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias del campo,

[9] y las aves del cielo, y los peces del mar, que surcan las sendas de las aguas.

[10] ¡Oh Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra!

Capítulo 9

[1] Del maestro de coro. Para oboes y arpa. Salmo. De David.

[2] Te doy gracias, Yahveh, de todo corazón, cantaré todas tus maravillas; [3] quiero alegrarme y exultar en ti, salmodiar a tu nombre, Altísimo. [4] Mis enemigos retroceden, flaquean, perecen delante de tu rostro; [5] pues tú has llevado mi juicio y mi sentencia, sentándote en el trono cual juez justo. [6] Has reprimido a las gentes, has perdido al impío, has borrado su nombre para siempre jamás; [7] acabado el enemigo, todo es ruina sin fin, has suprimido sus ciudades, perdido su recuerdo. He aquí que [8] Yahveh se sienta para siempre, afianza para el juicio su trono; [9] él juzga al orbe con justicia, a los pueblos con rectitud sentencia.

[10] ¡Sea Yahveh ciudadela para el oprimido, ciudadela en los tiempos de angustia! [11] Y en ti confíen los que saben tu nombre, pues tú, Yahveh, no abandonas a los que te buscan. [12] Salmodiad a Yahveh, que se sienta en Sión, publicad por los pueblos sus hazañas; [13] que él pide cuentas de la sangre, y de ellos se acuerda, no olvida el grito de los desdichados. [14] Tenme piedad, Yahveh, ve mi aflicción, tú que me recobras de las puertas de la muerte, [15] para que yo cuente todas tus alabanzas a las puertas de la hija de Sión, gozoso de tu salvación.

[16] Se hundieron los gentiles en la fosa que hicieron, en la red que ocultaron, su pie quedó prendido. [17] Yahveh se ha dado a conocer, ha hecho justicia, el impío se ha enredado en la obra de sus manos. Sordina. Pausa. [18] ¡Vuelvan los impíos al seol, todos los gentiles que de Dios se olvidan! [19] Que no queda olvidado el pobre eternamente, no se pierde por siempre la esperanza de los desdichados. [20] ¡Levántate, Yahveh, no triunfe el hombre, sean juzgados los gentiles delante de tu rostro! [21] Infunde tú, Yahveh, en ellos el terror, aprendan los gentiles que no son más que hombres. Pausa.

Capítulo 10

[1] Lámed ¿Por qué, Yahveh, te quedas lejos, te escondes en las horas de la angustia? [2] Por el orgullo del impío es perseguido el desdichado, queda preso en la trampa que le ha urdido. [3] (Mem.) Sí, el impío se jacta de los antojos de su alma, el avaro que bendice menosprecia a Yahveh, [4] (Nun.) el impío, insolente, no le busca: «¡No hay Dios!», es todo lo que piensa. [5] En todo tiempo se afianzan sus caminos, allá arriba tus juicios muy lejos de él están, a todos sus rivales da soplidos. [6] Dice en su corazón: «¡Jamás vacilaré!» (Sámek.) porque en desgracia no se ve, [7] maldice. (Pe.) De fraude y perfidia está llena su boca, bajo su lengua sólo maldad e iniquidad; [8] al acecho se aposta entre las cañas en los recodos mata al inocente. (Ain.) Todo ojos, espía al desvalido, [9] al acecho escondido como león en su guarida, al acecho para atrapar al desdichado, atrapa al desdichado arrastrándole en su red.

[10] (Sade.) Espía, se agazapa, se encoge, el desvalido cae en su poder; [11] dice en su corazón: «Dios se ha olvidado, tiene tapado el rostro, no ha de ver jamás.» [12] Qof. ¡Levántate, Yahveh, alza tu mano, oh Dios! ¡No te olvides de los desdichados! [13] ¿Por qué el impío menosprecia a Dios, dice en su corazón: «No vendrás a indagar?» [14] Res. Lo has visto ya, que la pena y la tristeza las miras tú para tomarlas en tu mano: el desvalido se abandona a ti, tú socorres al huérfano. [15] Sin. ¡Quiebra el brazo del impío, del malvado; indaga su impiedad sin dejar rastro! [16] ¡Yahveh es rey por siempre, por los siglos; los gentiles han sido barridos de su tierra! [17] Tau. El deseo de los humildes escuchas tú, Yahveh, su corazón confortas, alargas tus oídos, [18] para hacer justicia al huérfano, al vejado: ¡cese de dar terror el hombre salido de la tierra!

Capítulo 11

[1] Del maestro de coro. De David. En Yahveh me cobijo; ¿cómo decís a mi alma: «Huye, pájaro, a tu monte? [2] «He aquí que los impíos tensan su arco, ajustan a la cuerda su saeta, para tirar en la sombra a los de recto corazón. [3] Si están en ruinas los cimientos, ¿que puede hacer el justo?» [4] Yahveh en su Templo santo, Yahveh, su trono está en los cielos; ven sus ojos el mundo, sus párpados exploran a los hijos de Adán. [5] Yahveh explora al justo y al impío; su alma odia a quien ama la violencia. [6] ¡Llueva sobre los impíos brasas y azufre, y un viento abrasador por porción de su copa! [7] Que es justo Yahveh y lo justo ama, los rectos contemplarán su rostro.

Capítulo 12

[1] Del maestro de coro. En octava. Salmo. De David. [2] ¡Salva, Yahveh, que ya no hay fieles, se acabaron los veraces entre los hijos de Adán! [3] Falsedad sólo dicen, cada cual a su prójimo, labios de engaño, lenguaje de corazones dobles. [4] Arranque Yahveh todo labio tramposo, la lengua que profiere bravatas, [5] los que dicen: «La lengua es nuestro fuerte, nuestros labios por nosotros, ¿quien va a ser amo nuestro?» [6] Por la opresión de los humildes, por el gemido de los pobres, ahora me alzo yo, dice Yahveh: auxilio traigo a quien por él suspira.

[7] Las palabras de Yahveh son palabras sinceras, plata pura, de ras de tierra, siete veces purgada. [8] Tú, Yahveh, los guardarás, los librarás de esta ralea para siempre; [9] de todas partes se irán los impíos, colmo de vileza entre los hijos de Adán.

Capítulo 13

[1] Del maestro de coro. Salmo. De David. [2] ¿Hasta cuándo, Yahveh, me olvidarás? ¿Por siempre? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? [3] ¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma, en mi corazón angustia, día y noche? ¿Hasta cuándo triunfará sobre mí mi enemigo? [4] ¡Mira, respóndeme, Yahveh, Dios mío! ¡Ilumina mis ojos, no me duerma en la muerte, [5] no diga mi enemigo: «¡Le he podido!», no exulten mis adversarios al verme vacilar! [6] Que yo en tu amor confío; en tu salvación mi corazón exulte. ¡A Yahveh cantaré por el bien que me ha hecho! ¡Salmodiaré al nombre de Yahveh, el Altísimo!

Capítulo 14

[1] Del maestro de coro. De David. Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!» Corrompidos están, de conducta abominable, no hay quien haga el bien. [2] Se asoma Yahveh desde los cielos hacia los hijos de Adán, por ver si hay un sensato, alguien que busque a Dios. [3] Todos ellos están descarriados, en masa pervertidos. No hay nadie que haga el bien. ni uno siquiera. [4] ¿No aprenderán todos los agentes de mal que comen a mi pueblo como se come el pan, y a Yahveh no invocan? [5] Allí de espanto temblarán donde nada hay que espante, que Dios está por la raza del justo: [6] de los planes del desdichado os burláis. mas Yahveh es su refugio.

[7] ¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel? Cuando cambie Yahveh la suerte de su pueblo, exultará Jacob, se alegrará Israel.

Capítulo 15

[1] Salmo. De David. Yahveh, ¿quién morará en tu tienda?, ¿quién habitará en tu santo monte? [2] El que ando sin tacha, y obra la justicia; que dice la verdad de corazón, [3] y no calumnia con su lengua; que no daña a su hermano, ni hace agravio a su prójimo; [4] con menosprecio mira al réprobo, mas honra a los que temen a Yahveh; que jura en su perjuicio y no retracta, [5] no presta a usura su dinero, ni acepta soborno en daño de inocente. Quien obra así jamás vacilará.

Capítulo 16

[1] A media voz. De David. Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio. [2] Yo digo a Yahveh: «Tú eres mi Señor. mi bien, nada hay fuera de ti»; [3] ellos, en cambio, a los santos que hay en la tierra: «¡Magníficos, todo mi gozo en ellos!». [4] Sus ídolos abundan, tras ellos van corriendo. Mas yo jamás derramaré sus libámenes de sangre, jamás tomaré sus nombres en mis labios. [5] Yahveh, la parte de mi herencia y de mi copa, tú mi suerte aseguras; [6] la cuerda me asigna un recinto de delicias, mi heredad es preciosa para mí.

[7] Bendigo a Yahveh que me aconseja; aun de noche mi conciencia me instruye; [8] pongo a Yahveh ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra, no vacilo. [9] Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan, y hasta mi carne en seguro descansa; [10] pues no has de abandonar mi alma al seol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa. [11] Me enseñarás el caminó de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro, a tu derecha, delicias para siempre.

Capítulo 17

[1] Oración. De David. Escucha, Yahveh, la justicia, atiende a mi clamor, presta oído a mi plegaria, que no es de labios engañosos. [2] Mi juicio saldrá de tu presencia, tus ojos ven lo recto. [3] Mi corazón tú sondas, de noche me visitas; me pruebas al crisol sin hallar nada malo en mí; mi boca no claudica [4] al modo de los hombres. La palabra de tus labios he guardado, por las sendas trazadas [5] ajustando mis pasos; por tus veredas no vacilan mis pies. [6] Yo te llamo, que tú, oh Dios, me respondes, tiende hacia mí tu oído, escucha mis palabras, [7] haz gala de tus gracias, tú que salvas a los que buscan a tu diestra refugio contra los que atacan.

[8] Guárdame como la pupila de los ojos, escóndeme a la sombra de tus alas [9] de esos impíos que me acosan, enemigos ensañados que me cercan. [10] Están ellos cerrados en su grasa, hablan, la arrogancia en la boca. [11] Avanzan contra mí, ya me cercan, me clavan sus ojos para tirarme al suelo. [12] Son como el león ávido de presa, o el leoncillo agazapado en su guarida. [13] ¡Levántate, Yahveh, hazle frente, derríbale; libra con tu espada mi alma del impío, [14] de los mortales, con tu mano, Yahveh, de los mortales de este mundo, cuyo lote es la vida! ¡De tus reservas llénales el vientre, que sus hijos se sacien, y dejen las sobras para sus pequeños! [15] Mas yo, en la justicia, contemplaré tu rostro, al despertar me hartaré de tu imagen.

Capítulo 18

[1] Del maestro de coro. Del siervo de Yahveh, David, que dirigió a Yahveh las palabras de este cántico el día en que Yahveh le libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl. [2] Dijo: Yo te amo, Yahveh, mi fortaleza, (mi salvador, que de la violencia me has salvado). [3] Yahveh, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios; la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio. [4] Invoco a Yahveh, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos. [5] Las olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de Belial, [6] los lazos del seol me rodeaban, me aguardaban los cepos de la Muerte.

[7] Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué; y escuchó mi voz desde su Templo, resonó mi llamada en sus oídos. [8] La tierra fue sacudida y vaciló, retemblaron las bases de los montes, (vacilaron bajo su furor); [9] una humareda subió de sus narices, y de su boca un fuego que abrasaba, (de él salían carbones encendidos). [10] El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies; [11] cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo, sobre las alas de los vientos planeó. [12] Se puso como tienda un cerco de tinieblas, tinieblas de las aguas, espesos nubarrones; [13] del fulgor que le precedía se encendieron granizo y ascuas de fuego.

[14] Tronó Yahveh en los cielos, lanzó el Altísimo su voz; [15] arrojó saetas, y los puso en fuga, rayos fulminó y sembró derrota. [16] El fondo del mar quedó a la vista, los cimientos del orbe aparecieron, ante tu imprecación, Yahveh, al resollar el aliento en tus narices. [17] El extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las profundas aguas; [18] me libera de un enemigo poderoso, de mis adversarios más fuertes que yo. [19] Me aguardaban el día de mi ruina, más Yahveh fue un apoyo para mí; [20] me sacó a espacio abierto, me salvó porque me amaba.

[21] Yahveh me recompensa conforme a mi justicia, me paga conforme a la pureza de mis manos; [22] porque he guardado los caminos de Yahveh, y no he hecho el mal lejos de mi Dios. [23] Porque tengo ante mí todos sus juicios, y sus preceptos no aparto de mi lado; [24] he sido ante él irreprochable, y de incurrir en culpa me he guardado. [25] Y Yahveh me devuelve según mi justicia, según la pureza de mis manos que tiene ante sus ojos. [26] Con el piadoso eres piadoso, intachable con el hombre sin tacha; [27] con el puro eres puro, con el ladino, sagaz; [28] tú que salvas al pueblo humilde, y abates los ojos altaneros.

[29] Tú eres, Yahveh, mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas;

[30] con tu ayuda las hordas acometo, con mi Dios escalo la muralla. [31] Dios es perfecto en sus caminos, la palabra de Yahveh acrisolada. El es el escudo de cuantos a él se acogen. [32] Pues ¿quién es Dios fuera de Yahveh? ¿Quién Roca, sino sólo nuestro Dios? [33] El Dios que me ciñe de fuerza, y hace mi camino irreprochable, [34] que hace mis pies como de ciervas, y en las alturas me sostiene en pie, [35] el que mis manos para el combate adiestra y mis brazos para tensar arco de bronce. [36] Tú me das tu escudo salvador, (tu diestra me sostiene), tu cuidado me exalta, [37] mis pasos ensanchas ante mí, no se tuercen mis tobillos.

[38] Persigo a mis enemigos, les doy caza, no vuelvo hasta haberlos acabado; [39] los quebranto, no pueden levantarse, sucumben debajo de mis pies. [40] Para el combate de fuerza me ciñes, doblegas bajo mí a mis agresores, [41] a mis enemigos haces dar la espalda, extermino a los que me odian. [42] Claman, mas no hay salvador, a Yahveh, y no les responde.

[43] Los machaco como polvo al viento, como al barro de las calles los piso.

[44] De las querellas de mi pueblo tú me libras, me pones a la cabeza de las gentes; pueblos que no conocía me sirven; [45] los hijos de extranjeros me adulan, son todo oídos, me obedecen, [46] los hijos de extranjeros desmayan, y dejan temblando sus refugios. [47] ¡Viva Yahveh, bendita sea mi roca, el Dios de mi salvación sea ensalzado, [48] el Dios que la venganza me concede y abate los pueblos a mis plantas! [49] Tú me libras de mis enemigos, me exaltas sobre mis agresores, del hombre violento me salvas.

[50] Por eso he de alabarte entre los pueblos, a tu nombre, Yahveh, salmodiaré. [51] El hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su ungido, a David y a su linaje para siempre.

Capítulo 19

[1] Del maestro de coro. Salmo. De David. [2] Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento; [3] el día al día comunica el mensaje, y la noche a la noche transmite la noticia. [4] No es un mensaje, no hay palabras, ni su voz se puede oír;

[5] mas por toda la tierra se adivinan los rasgos, y sus giros hasta el confín del mundo. En el mar levantó para el sol una tienda, [6] y él, como un esposo que sale de su tálamo, se recrea, cual atleta, corriendo su carrera.

[7] A un extremo del cielo es su salida, y su órbita llega al otro extremo, sin que haya nada que a su ardor escape. [8] La ley de Yahveh es perfecta, consolación del alma, el dictamen de Yahveh, veraz, sabiduría del sencillo. [9] Los preceptos de Yahveh son rectos, gozo del corazón; claro el mandamiento de Yahveh, luz de los ojos. [10] El temor de Yahveh es puro, por siempre estable; verdad, los juicios de Yahveh, justos todos ellos, [11] apetecibles más que el oro, más que el oro más fino; sus palabras más dulces que la miel, más que el jugo de panales. [12] Por eso tu servidor se empapa en ellos, gran ganancia es guardarlos. [13] Pero ¿quién se da cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas límpiame.

[14] Guarda también a tu siervo del orgullo, no tenga dominio sobre mí. Entonces seré irreprochable, de delito grave exento. [15] ¡Sean gratas las palabras de mi boca, y el susurro de mi corazón, sin tregua ante ti, Yahveh, roca mía, mi redentor.

Capítulo 20

[1] Del maestro de coro. Salmo. De David. [2] ¡Yahveh te responda el día de la angustia, protéjate el nombre del Dios de Jacob! [3] El te envíe socorro desde su santuario, desde Sión sea tu apoyo. [4] Se acuerde de todas tus ofrendas, halle sabroso tu holocausto; Pausa. [5] te otorgue según tu corazón, cumpla todos tus proyectos. [6] ¡Y nosotros aclamemos tu victoria, de nuestro Dios el nombre tremolemos! ¡Cumpla Yahveh todas tus súplicas! [7] Ahora conozco que Yahveh dará la salvación a su ungido; desde su santo cielo le responderá con las proezas victoriosas de su diestra.

[8] Unos con los carros, otros con los caballos, nosotros invocamos el nombre de Yahveh, nuestro Dios. [9] Ellos se doblegan y caen, y nosotros en pie nos mantenemos. [10] ¡Oh Yahveh, salva al rey, respóndenos el día de nuestra súplica!

Capítulo 21

[1] Del maestro de coro. Salmo. De David. [2] Yahveh, en tu fuerza se regocija el rey; ¡oh, y cómo le colma tu salvación de júbilo! [3] Tú le has otorgado el deseo de su corazón, no has rechazado el anhelo de sus labios. Pausa. [4] Pues le precedes de venturosas bendiciones, has puesto en su cabeza corona de oro fino; [5] vida te pidió y se la otorgaste, largo curso de días para siempre jamás. [6] Gran gloria le da tu salvación, le circundas de esplendor y majestad; [7] bendiciones haces de él por siempre, le llenas de alegría delante de tu rostro. [8] Sí, en Yahveh confía el rey, y por gracia del Altísimo no ha de vacilar. [9] Tu mano alcanzará a todos tus enemigos, tu diestra llegará a los que te odian; [10] harás de ellos como un horno de fuego, el día de tu rostro; Yahveh los tragará en su cólera, y el fuego los devorará; [11] harás perecer su fruto de la tierra, y su semilla de entre los hijos de Adán.

[12] Aunque ellos intenten daño contra ti, aunque tramen un plan, nada podrán. [13] Que tú les harás volver la espalda, ajustarás tu arco contra ellos. [14] ¡Levántate, Yahveh, con tu poder, y cantaremos, salmodiaremos a tu poderío!

Capítulo 22

[1] Del maestro de coro. Sobre «la cierva de la aurora». Salmo. De David. [2] Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡lejos de mi salvación la voz de mis rugidos! [3] Dios mío, de día clamo, y no respondes, también de noche, no hay silencio para mí. [4] ¡Mas tú eres el Santo, que moras en las laudes de Israel!

[5] En ti esperaron nuestros padres, esperaron y tú los liberaste;

[6] a ti clamaron, y salieron salvos, en ti esperaron, y nunca quedaron confundidos.

[7] Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo, [8] todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza: [9] «Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto que le ama!» [10] Sí, tú del vientre me sacaste, me diste confianza a los pechos de mi madre; [11] a ti fui entregado cuando salí del seno, desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios. [12] ¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca, no hay para mí socorro! [13] Novillos innumerables me rodean, acósanme los toros de Basán; [14] ávidos abren contra mí sus fauces; leones que desgarran y rugen. [15] Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas.

[16] Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; tú me sumes en el polvo de la muerte.

[17] Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies. [18] Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran,

[19] repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica. [20] ¡Mas tú, Yahveh, no te estés lejos, corre en mi ayuda, oh fuerza mía, [21] libra mi alma de la espada, mi única de las garras del perro; [22] sálvame de las fauces del león, y mi pobre ser de los cuernos de los búfalos! [23] ¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré!: [24] «Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadle, temedle, raza toda de Israel».

[25] Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del mísero; no le ocultó su rostro, mas cuando le invocaba le escuchó. [26] De ti viene mi alabanza en la gran asamblea, mis votos cumpliré ante los que le temen. [27] Los pobres comerán, quedarán hartos, los que buscan a Yahveh le alabarán: «¡Viva por siempre vuestro corazón!» [28] Le recordarán y volverán a Yahveh todos los confines de la tierra, ante él se postrarán todas las familias de las gentes.

[29] Que es de Yahveh el imperio, del señor de las naciones.

[30] Ante él solo se postrarán todos los poderosos de la tierra, ante él se doblarán cuantos bajan al polvo. Y para aquél que ya no viva, [31] le servirá su descendencia: ella hablará del Señor a la edad [32] venidera, contará su justicia al pueblo por nacer: Esto hizo él.

Capítulo 23

[1] Salmo. De David. Yahveh es mi pastor, nada me falta. [2] Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce, [3] y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre. [4] Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan. [5] Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa. [6] Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahveh a lo largo de los días.

Capítulo 24

[1] Salmo. De David. De Yahveh es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él habitan; [2] que él lo fundó sobre los mares, él lo asentó sobre los ríos. [3] ¿Quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo? [4] El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura. [5] El logrará la bendición de Yahveh, la justicia del Dios de su salvación. [6] Tal es la raza de los que le buscan, los que van tras tu rostro, oh Dios de Jacob. Pausa. [7] ¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria! [8] ¿Quién es ese rey de gloria? Yahveh, el fuerte, el valiente, Yahveh, valiente en la batalla.

[9] ¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria! [10] ¿Quién es ese rey de gloria? Yahveh Sebaot, él es el rey de gloria. Pausa

Capítulo 25

[1] De David Alef. A ti, Yahveh, levanto mi alma, [2] oh Dios mío. Bet. En ti confío, ¡no sea confundido, no triunfen de mí mis enemigos! [3] Guimel. No hay confusión para el que espera en ti, confusión sólo para el que traiciona sin motivo. [4] Dálet. Muéstrame tus caminos, Yahveh, enséñame tus sendas.

[5] He. Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi salvación. (Vau) En ti estoy esperando todo el día, [6] Zain. Acuérdate, Yahveh, de tu ternura, y de tu amor, que son de siempre. [7] Jet. De los pecados de mi juventud no te acuerdes, pero según tu amor, acuérdate de mí. por tu bondad, Yahveh.

[8] Tet. Bueno y recto es Yahveh; por eso muestra a los pecadores el camino; [9] Yod. conduce en la justicia a los humildes, y a los pobres enseña su sendero. [10] Kaf. Todas las sendas de Yahveh son amor y verdad para quien guarda su alianza y sus dictámenes. [11] Lámed. Por tu nombre, oh Yahveh, perdona mi culpa, porque es grande. [12] Mem. Si hay un hombre que tema a Yahveh, él le indica el camino a seguir; [13] Nun. su alma mora en la felicidad, y su estirpe poseerá la tierra. [14] Sámek. El secreto de Yahveh es para quienes le temen, su alianza, para darles cordura.

[15] Ain. Mis ojos están fijos en Yahveh, que él sacará mis pies del cepo. [16] Pe. Vuélvete a mí, tenme piedad, que estoy solo y desdichado. [17] Sade. Alivia los ahogos de mi corazón, hazme salir de mis angustias. [18] (Qof.) Ve mi aflicción y mi penar, quita todos mis pecados. [19] Res. Mira cuántos son mis enemigos, cuán violento el odio que me tienen. [20] Sin. Garda mi alma, líbrame, no quede confundido, cuando en ti me cobijo. [21] Tau. Inocencia y rectitud me amparen, que en ti espero, Yahveh.

[22] Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias.

Capítulo 26

[1] De David. Hazme justicia, Yahveh, pues yo camino en mi entereza, me apoyo en Yahveh y no vacilo. [2] Escrútame, Yahveh, ponme a prueba, pasa al crisol mi conciencia y mi corazón; [3] está tu amor delante de mis ojos, y en tu verdad camino. [4] No voy a sentarme con los falsos, no ando con hipócritas;

[5] odio la asamblea de malhechores, y al lado de los impíos no me siento. [6] Mis manos lavo en la inocencia y ando en torno a tu altar, Yahveh, [7] haciendo resonar la acción de gracias, todas tus maravillas pregonando; [8] amo, Yahveh, la belleza de tu Casa, el lugar de asiento de tu gloria.

[9] No juntes mi alma con los pecadores, ni mi vida con los hombres sanguinarios, [10] que tienen en sus manos la infamia, y su diestra repleta de soborno. [11] Yo, en cambio, camino en mi entereza; rescátame, ten piedad de mí; [12] mi pie está firme en suelo llano; a ti, Yahveh, bendeciré en las asambleas.

Capítulo 27

[1] De David. Yahveh es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahveh, el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar? [2] Cuando se acercan contra mí los malhechores a devorar mi carne, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y sucumben. [3] Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme; aunque estalle una guerra contra mí, estoy seguro en ella. [4] Una cosa he pedido a Yahveh, una cosa estoy buscando: morar en la Casa de Yahveh, todos los días de mi vida, para gustar la dulzura de Yahveh y cuidar de su Templo. [5] Que él me dará cobijo en su cabaña en día de desdicha; me esconderá en lo oculto de su tienda, sobre una roca me levantará. [6] Y ahora se alza mi cabeza sobre mis enemigos que me hostigan; en su tienda voy a sacrificar. sacrificios de aclamación. Cantaré, salmodiaré a Yahveh.

[7] Escucha, Yahveh, mi voz que clama, ¡tenme piedad, respóndeme!

[8] Dice de ti mi corazón: «Busca su rostro.» Sí, Yahveh, tu rostro busco: [9] No me ocultes tu rostro. No rechaces con cólera a tu siervo; tú eres mi auxilio. No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación. [10] Si mi padre y mi madre me abandonan, Yahveh me acogerá. [11] Enséñame tu camino, Yahveh, guíame por senda llana, por causa de los que me asechan; [12] no me entregues al ansia de mis adversarios, pues se han alzado contra mí falsos testigos, que respiran violencia.

[13] ¡Ay, si estuviera seguro de ver la bondad de Yahveh en la tierra de los vivos! [14] Espera en Yahveh, ten valor y firme corazón, espera en Yahveh.

Capítulo 28

[1] De David. Hacia ti clamo, Yahveh, roca mía, no estés mudo ante mí; no sea yo, ante tu silencio, igual que los que bajan a la fosa. [2] Oye la voz de mis plegarias, cuando grito hacia ti, cuando elevo mis manos, oh Yahveh, al santuario de tu santidad. [3] No me arrebates con los impíos, ni con los agentes de mal, que hablan de paz a su vecino, mas la maldad está en su corazón. [4] Dales, Yahveh, conforme a sus acciones, y a la malicia de sus hechos, según la obra de sus manos trátales, págales con su misma moneda. [5] Pues no comprenden los hechos de Yahveh, la obra de sus manos: ¡derríbelos él y no los rehabilite! [6] ¡Bendito sea Yahveh, que ha oído la voz de mis plegarias! [7] Yahveh mi fuerza, escudo mío, en él confió mi corazón y he recibido ayuda: mi carne de nuevo ha florecido, le doy gracias de todo corazón.

[8] Yahveh, fuerza de su pueblo, fortaleza de salvación para su ungido. [9] Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad, pastoréalos y llévalos por siempre.

Capítulo 29

[1] Salmo. De David. ¡Rendid a Yahveh, hijos de Dios, rendid a Yahveh gloria y poder! [2] Rendid a Yahveh la gloria de su nombre, postraos ante Yahveh en esplendor sagrado. [3] Voz de Yahveh sobre las aguas; el Dios de gloria truena, ¡es Yahveh, sobre las muchas aguas! [4] Voz de Yahveh con fuerza, voz de Yahveh con majestad. [5] Voz de Yahveh que desgaja los cedros, Yahveh desgaja los cedros del Líbano, [6] hace brincar como un novillo al Líbano, y al Sarión como cría de búfalo.

[7] Voz de Yahveh que afila llamaradas. [8] Voz de Yahveh, que sacude el desierto, sacude Yahveh el desierto de Cadés. [9] Voz de Yahveh, que estremece las encinas, y las selvas descuaja, mientras todo en su Templo dice: ¡Gloria! [10] Yahveh se sentó para el diluvio, Yahveh se sienta como rey eterno. [11] Yahveh da el poder a su pueblo, Yahveh bendice a su pueblo con la paz.

Capítulo 30

[1] Salmo. Cántico para la dedicación de la Casa. De David.

[2] Yo te ensalzo, Yahveh, porque me has levantado; no dejaste reírse de mí a mis enemigos. [3] Yahveh, Dios mío, clamé a ti y me sanaste. [4] Tú has sacado, Yahveh, mi alma del seol, me has recobrado de entre los que bajan a la fosa. [5] Salmodiad a Yahveh los que le amáis, alabad su memoria sagrada.

[6] De un instante es su cólera, de toda una vida su favor; por la tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de alborozo.

[7] Y yo en mi paz decía: «Jamás vacilaré.» [8] Yahveh, tu favor me afianzaba sobre fuertes montañas; mas retiras tu rostro y ya estoy conturbado.

[9] A ti clamo, Yahveh, a mi Dios piedad imploro: [10] ¿Qué ganancia en mi sangre, en que baje a la fosa? ¿Puede alabarte el polvo, anunciar tu verdad? [11] ¡Escucha, Yahveh, y ten piedad de mí! ¡Sé tú, Yahveh, mi auxilio! [12] Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría; [13] mi corazón por eso te salmodiará sin tregua; Yahveh, Dios mío, te alabaré por siempre.

Capítulo 31

[1] Del maestro de coro. Salmo. De David. [2] En ti, Yahveh, me cobijo, ¡oh, no sea confundido jamás! ¡Recóbrame por tu justicia, líbrame, [3] tiende hacia mí tu oído, date prisa! Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve; [4] pues mi roca eres tú, mi fortaleza, y, por tu nombre, me guías y diriges. [5] Sácame de la red que me han tendido, que tú eres mi refugio;

[6] en tus manos mi espíritu encomiendo, tú, Yahveh, me rescatas. Dios de verdad, [7] tú detestas a los que veneran vanos ídolos; mas yo en Yahveh confío: [8] ¡exulte yo y en tu amor me regocije! Tú que has visto mi miseria, y has conocido las angustias de mi alma, [9] no me has entregado en manos del enemigo, y has puesto mis pies en campo abierto.

[10] Tenme piedad, Yahveh, que en angustias estoy. De tedio se corroen mis ojos, mi alma, mis entrañas. [11] Pues mi vida se consume en aflicción, y en suspiros mis años; sucumbe mi vigor a la miseria, mis huesos se corroen. [12] De todos mis opresores me he hecho el oprobio; asco soy de mis vecinos, espanto de mis familiares. Los que me ven en la calle huyen lejos de mí; [13] dejado estoy de la memoria como un muerto, como un objeto de desecho. [14] Escucho las calumnias de la turba, terror por todos lados, mientras se aúnan contra mí en conjura, tratando de quitarme la vida. [15] Mas yo confío en ti, Yahveh, me digo: «¡Tú eres mi Dios!»

[16] Está en tus manos mi destino, líbrame de las manos de mis enemigos y perseguidores; [17] haz que alumbre a tu siervo tu semblante, ¡sálvame, por tu amor! [18] Yahveh, no haya confusión para mí, que te invoco, ¡confusión sólo para los impíos; que bajen en silencio al seol, [19] enmudezcan los labios mentirosos que hablan con insolencia contra el justo, con orgullo y desprecio! [20] ¡Qué grande es tu bondad, Yahveh! Tú la reservas para los que te temen, se la brindas a los que a ti se acogen, ante los hijos de Adán.

[21] Tú los escondes en el secreto de tu rostro, lejos de las intrigas de los hombres; bajo techo los pones a cubierto de la querella de las lenguas. [22] ¡Bendito sea Yahveh que me ha brindado maravillas de amor (en ciudad fortificada)! [23] ¡Y yo que decía en mi inquietud: «Estoy dejado de tus ojos!» Mas tú oías la voz de mis plegarias, cuando clamaba a ti. [24] Amad a Yahveh, todos sus amigos; a los fieles protege Yahveh, pero devuelve muy sobrado al que obra por orgullo. [25] ¡Valor, que vuestro corazón se afirme, vosotros todos que esperáis en Yahveh!

Capítulo 32

[1] De David. Poema. ¡Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado! [2] Dichoso el hombre a quien Yahveh no le cuenta el delito, y en cuyo espíritu no hay fraude. [3] Cuando yo me callaba, se sumían mis huesos en mi rugir de cada día, [4] mientras pesaba, día y noche, tu mano sobre mí; mi corazón se alteraba como un campo en los ardores del estío. Pausa. [5] Mi pecado te reconocí, y no oculté mi culpa; dije: «Me confesaré a Yahveh de mis rebeldías.» Y tú absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado. Pausa. [6] Por eso te suplica todo el que te ama en la hora de la angustia. Y aunque las muchas aguas se desborden, no le alcanzarán. [7] Tú eres un cobijo para mí, de la angustia me guardas, estás en torno a mí para salvarme. Pausa. [8] Voy a instruirte, a mostrarte el camino a seguir; fijos en ti los ojos, seré tu consejero.

[9] No seas cual caballo o mulo sin sentido, rienda y freno hace falta para domar su brío, si no, no se te acercan. [10] Copiosas son las penas del impío, al que confía en Yahveh el amor le envuelve. [11] ¡Alegraos en Yahveh, oh justos, exultad, gritad de gozo, todos los de recto corazón!

Capítulo 33

[1] ¡Gritad de júbilo, justos, por Yahveh!, de los rectos es propia la alabanza; [2] ¡dad gracias a Yahveh con la cítara, salmodiad para él al arpa de diez cuerdas; [3] cantadle un cantar nuevo, tocad la mejor música en la aclamación! [4] Pues recta es la palabra de Yahveh, toda su obra fundada en la verdad; [5] él ama la justicia y el derecho, del amor de Yahveh está llena la tierra. [6] Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos por el soplo de su boca toda su mesnada. [7] El recoge, como un dique, las aguas del mar, en depósitos pone los abismos.

[8] ¡Tema a Yahveh la tierra entera, ante él tiemblen todos los que habitan el orbe! [9] Pues él habló y fue así, mandó él y se hizo. [10] Yahveh frustra el plan de las naciones, hace vanos los proyectos de los pueblos; [11] mas el plan de Yahveh subsiste para siempre, los proyectos de su corazón por todas las edades. [12] ¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahveh, el pueblo que se escogió por heredad! [13] Yahveh mira de lo alto de los cielos, ve a todos los hijos de Adán; [14] desde el lugar de su morada observa a todos los habitantes de la tierra, [15] él, que forma el corazón de cada uno, y repara en todas sus acciones.

[16] No queda a salvo el rey por su gran ejército, ni el bravo inmune por su enorme fuerza. [17] Vana cosa el caballo para la victoria, ni con todo su vigor puede salvar. [18] Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen, sobre los que esperan en su amor, [19] para librar su alma de la muerte, y sostener su vida en la penuria. [20] Nuestra alma en Yahveh espera, él es nuestro socorro y nuestro escudo; [21] en él se alegra nuestro corazón, y en su santo nombre confiamos.

[22] Sea tu amor, Yahveh, sobre nosotros, como está en ti nuestra esperanza.

Capítulo 34

[1] De David. Cuando fingiéndose demente ante Abimélek, fue despachado por él y se marchó. [2] Alef. Bendeciré a Yahveh en todo tiempo, sin cesar en mi boca su alabanza; [3] Bet. en Yahveh mi alma se gloría, ¡óiganlo los humildes y se alegren! [4] Guimel. Engrandeced conmigo a Yahveh, ensalcemos su nombre todos juntos. [5] Dálet. He buscado a Yahveh, y me ha respondido: me ha librado de todos mis temores. [6] He. Los que miran hacia él, refulgirán: no habrá sonrojo en su semblante. [7] Zain. Cuando el pobre grita, Yahveh oye, y le salva de todas sus angustias.

[8] Jet. Acampa el ángel de Yahveh en torno a los que le temen y los libra. [9] Tet. Gustad y ved qué bueno es Yahveh, dichoso el hombre que se cobija en él. [10] Yod. Temed a Yahveh vosotros, santos suyos, que a quienes le temen no les falta nada. [11] Kaf. Los ricos quedan pobres y hambrientos, mas los que buscan a Yahveh de ningún bien carecen. [12] Lámed. Venid, hijos, oídme, el temor de Yahveh voy a enseñaros.

[13] Mem. ¿Quién es el hombre que apetece la vida, deseoso de días para gozar de bienes? [14] Nun. Guarda del mal tu lengua, tus labios de decir mentira;

[15] Sámek. apártate del mal y obra el bien, busca la paz y anda tras ella.

[16] Ain. Los ojos de Yahveh sobre los justos, y sus oídos hacia su clamor, [17] Pe el rostro de Yahveh contra los malhechores, para raer de la tierra su memoria. [18] Sade. Cuando gritan aquéllos, Yahveh oye, y los libra de todas sus angustias; [19] Qof. Yahveh está cerca de los que tienen roto el corazón. él salva a los espíritus hundidos. [20] Res. Muchas son las desgracias del justo, pero de todas le libera Yahveh; [21] Sin. todos sus huesos guarda, no será quebrantado ni uno solo.

[22] Tau. La malicia matará al impío, los que odian al justo lo tendrán que pagar. [23] Yahveh rescata el alma de sus siervos, nada habrán de pagar los que en él se cobijan.

Capítulo 35

[1] De David. Ataca, Yahveh, a los que me atacan, combate a quienes me combaten; [2] embraza el escudo y el pavés, y álzate en mi socorro; [3] blande la lanza y la pica contra mis perseguidores. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.» [4] ¡Confusión y vergüenza sobre aquellos que andan buscando mi vida! ¡Vuelvan atrás y queden confundidos los que mi mal maquinan! [5] ¡Sean lo mismo que la paja al viento, por el ángel de Yahveh acosados; [6] sea su camino tiniebla y precipicio, perseguidos por el angel de Yahveh! [7] Pues sin causa me han tendido su red, han cavado una fosa para mí. [8] ¡Sobre cada uno de ellos caiga de improviso la ruina: le prenda la red que había tendido, y en su fosa se hunda! [9] Y mi alma exultará en Yahveh, en su salvación se gozará.

[10] Dirán todos mis huesos: Yahveh, ¿quién como tú, para librar al débil del más fuerte, al pobre de su expoliador? [11] Testigos falsos se levantan, sobre lo que ignoro me interrogan;

[12] me pagan mal por bien, ¡desolación para mi alma! [13] Yo, en cambio, cuando eran ellos los enfermos, vestido de sayal, me humillaba con ayuno, y en mi interior repetía mi oración; [14] como por un amigo o un hermano iba y venía, como en duelo de una madre, sombrío me encorvaba.

[15] Ellos se ríen de mi caída, se reúnen, sí, se reúnen contra mí; extranjeros, que yo no conozco, desgarran sin descanso;

[16] si caigo, me rodean rechinando sus dientes contra mí. [17] ¿Cuánto tiempo, Señor, te quedarás mirando? Recobra mi alma de sus garras, de los leones mi vida. [18] Te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré entre un pueblo copioso. [19] No se rían de mí, mis enemigos pérfidos, ni se guiñen sus ojos los que me odian sin razón. [20] Pues no es de paz de lo que hablan a los pacíficos de la tierra; mascullan palabras de perfidia, [21] abren bien grande su boca contra mí; dicen: «¡Ja, Ja, nuestros ojos lo han visto!» [22] Tú lo has visto, Yahveh, no te quedes callado, Señor, no estés lejos de mí; [23] despiértate, levántate a mi juicio, en defensa de mi causa, oh mi Dios y Señor; [24] júzgame conforme a tu justicia, oh Yahveh, ¡Dios mío, no se rían de mí! [25] No digan en su corazón: «¡Ajá, lo que queríamos!» No digan: «¡Le hemos engullido!» [26] ¡Vergüenza y confusión caigan a una sobre los que se ríen de mi mal; queden cubiertos de vergüenza y de ignominia los que a mi costa medran! [27] Exulten y den gritos de júbilo los que en mi justicia se complacen, y digan sin cesar: «¡Grande es Yahveh, que en la paz de su siervo se complace!» [28] Y tu justicia musitará mi lengua, todo el día tu alabanza.

Capítulo 36

[1] Del maestro de coro. Del siervo de Yahveh. De David. [2] Un oráculo para el impío es el pecado en el fondo de su corazón; temor de Dios no existe delante de sus ojos. [3] Con ojo harto lisonjero se mira, para encontrar y detestar su culpa; [4] las palabras de su boca, iniquidad y engaño; renunció a ser sensato, a hacer el bien. [5] Sólo maquina iniquidad sobre su lecho; en un camino que no es bueno se obstina y no reprueba el mal. [6] Oh Yahveh, en los cielos tu amor, hasta las nubes tu verdad;

[7] tu justicia, como los montes de Dios, tus juicios, como el hondo abismo. A hombres y bestias salvas tú, Yahveh, [8] oh Dios, ¡qué precioso tu amor! Por eso los hijos de Adán, a la sombra de tus alas se cobijan.

[9] Se sacian de la grasa de tu Casa, en el torrente de tus delicias los abrevas; [10] en ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz. [11] Guarda tu amor a los que te conocen, y tu justicia a los de recto corazón. [12] ¡Que el pie del orgullo no me alcance, ni la mano de los impíos me avente! [13] Ved cómo caen los agentes de mal, abatidos, no pueden levantarse.

Capítulo 37

[1] De David. Alef. No te acalores por causa de los malos, no envidies a los que hacen injusticia. [2] Pues aridecen presto como el heno, como la hierba tierna se marchitan. [3] Bet. Ten confianza en Yahveh y obra el bien, vive en la tierra y crece en paz, [4] ten tus delicias en Yahveh, y te dará lo que pida tu corazón. [5] Guimel. Pon tu suerte en Yahveh, confía en él, que él obrará;

[6] hará brillar como la luz tu justicia, y tu derecho igual que el mediodía.

[7] Dálet. Vive en calma ante Yahveh, espera en él, no te acalores contra el que prospera, contra el hombre que urde intrigas. [8] He. Desiste de la cólera y abandona el enojo, no te acalores, que es peor; [9] pues serán extirpados los malvados, mas los que esperan en Yahveh poseerán la tierra. [10] Vau. Un poco más, y no hay impío, buscas su lugar y ya no está; [11] mas poseerán la tierra los humildes, y gozarán de inmensa paz. [12] Zain. El impío maquina contra el justo, rechinan sus dientes contra él; [13] el Señor de él se ríe, porque ve llegar su día.

[14] Jet. Desenvainan la espada los impíos, tienden el arco, para abatir al mísero y al pobre, para matar a los rectos de conducta; [15] su espada entrará en su propio corazón, y sus arcos serán rotos. [16] Tet. Lo poco del justo vale más que la mucha abundancia del impío; [17] pues los brazos de los impíos serán rotos, mientras que a los justos los sostiene Yahveh. [18] Yod. Yahveh conoce los días de los íntegros, su herencia será eterna; [19] no serán confundidos en tiempo de desgracia, en días de penuria gozarán de hartura.

[20] Kaf. Perecerán, en cambio, los impíos, los enemigos de Yahveh; se esfumarán como el ornato de los prados, en humo se desvanecerán. [21] Lámed. Toma el impío prestado y no devuelve, mas el justo es compasivo y da; [22] los que él bendice poseerán la tierra, los que él maldice serán exterminados. [23] Mem. De Yahveh penden los pasos del hombre, firmes son y su camino le complace; [24] aunque caiga, no se queda postrado, porque Yahveh la mano le sostiene. [25] Nun. Fui joven, ya soy viejo, nunca vi al justo abandonado, ni a su linaje mendigando el pan. [26] En todo tiempo es compasivo y presta, su estirpe vivirá en bendición.

[27] Sámek. Apártate del mal y obra el bien, tendrás para siempre una morada; [28] porque Yahveh ama lo que es justo y no abandona a sus amigos. Ain. Los malvados serán por siempre exterminados, la estirpe de los impíos cercenada; [29] los justos poseerán la tierra, y habitarán en ella para siempre. [30] La boca del justo sabiduría susurra, su lengua habla rectitud;

[31] la ley de su Dios está en su corazón, sus pasos no vacilan. [32] Espía el impío al justo, y busca darle muerte; [33] en su mano Yahveh no le abandona, ni deja condenarle al ser juzgado.

[34] Espera en Yahveh y guarda su camino, él te exaltará a la herencia de la tierra, el exterminio de los impíos verás. [35] He visto al impío muy arrogante empinarse como un cedro del Líbano; [36] pasé de nuevo y ya no estaba, le busqué y no se le encontró. [37] Observa al perfecto, mira al íntegro: hay descendencia para el hombre de paz; [38] pero los rebeldes serán a una aniquilados, y la posteridad de los impíos extirpada. [39] La salvación de los justos viene de Yahveh, él su refugio en tiempo de angustia; [40] Yahveh los ayuda y los libera, de los impíos él los libra, los salva porque a él se acogen.

Capítulo 38

[1] Salmo De David. En memoria. [2] Yahveh, no me corrijas en tu enojo, en tu furor no me castigues.

[3] Pues en mí se han clavado tus saetas, ha caído tu mano sobre mí; [4] nada intacto en mi carne por tu enojo, nada sano en mis huesos debido a mi pecado. [5] Mis culpas sobrepasan mi cabeza, como un peso harto grave para mí; [6] mis llagas son hedor y putridez, debido a mi locura; [7] encorvado, abatido totalmente, sombrío ando todo el día.

[8] Están mis lomos túmidos de fiebre, nada hay sano ya en mi carne; [9] entumecido, molido totalmente, me hace rugir la convulsión del corazón. [10] Señor, todo mi anhelo ante tus ojos, mi gemido no se te oculta a ti. [11] Me traquetea el corazón, las fuerzas me abandonan, y la luz misma de mis ojos me falta. [12] Mis amigos y compañeros se partan de mi llaga, mis allegados a distancia se quedan; [13] y tienden lazos los que buscan mi alma, los que traman mi mal hablan de ruina, y todo el día andan urdiendo fraudes.

[14] Mas yo como un sordo soy, no oigo, como un mudo que no abre la boca; [15] sí, soy como un hombre que no oye, ni tiene réplica en sus labios. [16] Que en ti, Yahveh, yo espero, tú responderás, Señor, Dios mío. [17] He dicho: «! No se rían de mí, no me dominen cuando mi pie resbale!». [18] Y ahora ya estoy a punto de caída, mi tormento sin cesar está ante mí. [19] Sí, mi culpa confieso, acongojado estoy por mi pecado.

[20] Aumentan mis enemigos sin razón, muchos son los que sin causa me odian, [21] los que me devuelven mal por bien y me acusan cuando yo el bien busco. [22] ¡No me abandones, tú, Yahveh, Dios mío, no estés lejos de mí! [23] Date prisa a auxiliarme, oh Señor, mi salvación!

Capítulo 39

[1] Del maestro de coro. De Yedutún. Salmo. De David. [2] Yo me decía: «Guardaré mis caminos, sin pecar con mi lengua, pondré un freno en mi boca, mientras esté ante mí el impío.»

[3] Enmudecí, quedé en silencio y calma: mas al ver su dicha se enconó mi tormento. [4] Dentro de mí mi corazón se acaloraba, de mi queja prendió el fuego, y mi lengua llegó a hablar: [5] «Hazme saber, Yahveh, mi fin, y cuál es la medida de mis días, para que sepa yo cuán frágil soy. [6] «Oh sí, de unos palmos hiciste mis días, mi existencia cual nada es ante ti; sólo un soplo, todo hombre que se yergue, [7] nada más una sombra el humano que pasa, sólo un soplo las riquezas que amontona, sin saber quién las recogerá.» [8] Y ahora, Señor, ¿qué puedo yo esperar? En ti está mi esperanza.

[9] De todas mis rebeldías líbrame, no me hagas la irrisión del insensato. [10] Me callo ya, no abro la boca, pues eres tú el que actúas.

[11] Retira de mí tus golpes, bajo el azote de tu mano me anonado.

[12] Reprendiendo sus yerros tú corriges al hombre, cual polilla corroes su anhelos. Un soplo sólo, todo hombre. Pausa. « [13] Escucha mi súplica, Yahveh, presta oído a mi grito, no te hagas sordo a mis lágrimas. Pues soy un forastero junto a ti, un huésped como todos mis padres. [14] ¡Retira tu mirada para que respire antes que me vaya y ya no exista más!

Capítulo 40

[1] Del maestro de coro. De David. Salmo. [2] En Yahveh puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. [3] Me sacó de la fosa fatal, del fango cenagoso; asentó mis pies sobre la roca, consolidó mis pasos. [4] Puso en mi boca un canto nuevo, una alabanza a nuestro Dios; muchos verán y temerán, y en Yahveh tendrán confianza. [5] Dichoso el hombre aquel que en Yahveh pone su confianza, y no se va con los rebeldes, que andan tras la mentira. [6] ¡Cuántas maravillas has hecho, Yahveh, Dios mío, qué de designios con nosotros: no hay comparable a ti! Yo quisiera publicarlos, pregonarlos, mas su número excede toda cuenta.

[7] Ni sacrificio ni oblación querías, pero el oído me has abierto; no pedías holocaustos ni víctimas, [8] dije entonces: Heme aquí, que vengo. Se me ha prescrito en el rollo del libro [9] hacer tu voluntad. Oh Dios mío, en tu ley me complazco en el fondo de mi ser. [10] He publicado la justicia en la gran asamblea; mira, no he contenido mis labios, tú lo sabes, Yahveh. [11] No he escondido tu justicia en el fondo de mi corazón, he proclamado tu lealtad, tu salvación, ne he ocultado tu amor y tu verdad a la gran asamblea. [12] Y tú, Yahveh, no contengas tus ternuras para mí. Que tu amor y tu verdad incesantes me guarden.

[13] Pues desdichas me envuelven en número incontable. Mis culpas me dan caza, y no puedo ya ver; más numerosas son que los cabellos de mi cabeza, y el corazón me desampara. [14] ¡Dígnate, oh Yahveh, librarme, Yahveh, corre en mi ayuda!

[15] ¡Queden avergonzados y confusos todos juntos los que buscan mi vida para cercenarla! ¡Atrás, sean confundidos los que desean mi mal! [16] Queden consternados de vergüenza los que dicen contra mí: «¡Ja, Ja!» [17] ¡En ti se gocen y se alegren todos los que te buscan! Repitan sin cesar: «¡Grande es Yahveh!», los que aman tu salvación. [18] Y yo, pobre soy y desdichado, pero el Señor piensa en mí; tú, mi socorro y mi libertador, oh Dios mío, no tardes.

Capítulo 41

[1] Del maestro de coro. Salmo. De David. [2] ¡Dichoso el que cuida del débil y del pobre! En día de desgracia le libera Yahveh; [3] Yahveh le guarda, vida y dicha en la tierra le depara, y no le abandona a la saña de sus enemigos; [4] le sostiene Yahveh en su lecho de dolor; tú rehaces entera la postración en que se sume. [5] Yo he dicho: «Tenme piedad, Yahveh, sana mi alma, pues contra ti he pecado!» [6] Mis enemigos hablan mal contra mí: «¿Cuándo se morirá y se perderá su nombre?» [7] Si alguien viene a verme, habla de cosas fútiles, el corazón repleto de maldad, va a murmurar afuera.

[8] A una cuchichean contra mí todos los que me odian, me achacan la desgracia que me aqueja: [9] «Cosa de infierno ha caído sobre él, ahora que se ha acostado, ya no ha de levantarse.» [10] Hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba, el que mi pan comía, levanta contra mí su calcañar. [11] Mas tú, Yahveh, tenme piedad, levántame y les daré su merecido;

[12] en esto sabré que tú eres mi amigo: si mi enemigo no lanza más su grito contra mí; [13] y a mí me mantendrás en mi inocencia, y ante tu faz me admitirás por siempre.

[14] ¡Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, desde siempre hasta siempre! ¡Amén! ¡Amén!

Capítulo 42

[1] Del maestro de coro. Poema. De los hijos de Coré. [2] Como jadea la cierva, tras las corrientes de agua, así jadea mi alma, en pos de ti, mi Dios. [3] Tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo podré ir a ver la faz de Dios? [4] ¡Son mis lágrimas mi pan, de día y de noche, mientras me dicen todo el día: ¿En dónde está tu Dios? [5] Yo lo recuerdo, y derramo dentro de mí mi alma, cómo marchaba a la Tienda admirable, a la Casa de Dios, entre los gritos de júbilo y de loa, y el gentío festivo. [6] ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y [7] mi Dios! En mí mi alma desfallece. por eso te recuerdo desde la tierra del Jordán y los Hermones, a ti, montaña humilde.

[8] Abismo que llama al abismo, en el fragor de tus cataratas, todas tus olas y tus crestas han pasado sobre mí. [9] De día mandará Yahveh su gracia, y el canto que me inspire por la noche será una oración al Dios de mi vida. [10] Diré a Dios mi Roca: ¿Por qué me olvidas?, ¿por qué he de andar sombrío por la opresión del enemigo? [11] Con quebranto en mis huesos mis adversarios me insultan, todo el día repitiéndome: ¿En dónde está tu Dios? [12] ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y mi Dios!

Capítulo 43

[1] Hazme justicia, oh Dios, y mi causa defiende contra esta gente sin amor; del hombre falso y fraudulento, líbrame. [2] Tú el Dios de mi refugio: ¿por qué me has rechazado?, ¿por qué he de andar sombrío por la opresión del enemigo? [3] Envía tu luz y tu verdad, ellas me guíen, y me conduzcan a tu monte santo, donde tus Moradas. [4] Y llegaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría. Y exultaré, te alabaré a la cítara, oh Dios, Dios mío. [5] ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y mi Dios!

Capítulo 44

[1] Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Poema. [2] Oh Dios, con nuestros propios oídos lo oímos, nos lo contaron nuestros padres, la obra que tú hiciste en sus días, en los días antiguos, [3] y con tu propia mano. Para plantarlos a ellos, expulsaste naciones, para ensancharlos, maltrataste pueblos; [4] no por su espada conquistaron la tierra, ni su brazo les dio la victoria, sino que fueron tu diestra y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque los amabas. [5] Tú sólo, oh Rey mío, Dios mío, decidías las victorias de Jacob; [6] por ti nosotros hundíamos a nuestros adversarios, por tu nombre pisábamos a nuestros agresores.

[7] No estaba en mi arco mi confianza, ni mi espada me hizo vencedor; [8] que tú nos salvabas de nuestros adversarios, tú cubrías de vergüenza a nuestros enemigos; [9] en Dios todo el día nos gloriábamos, celebrando tu nombre sin cesar. Pausa. [10] Y con todo, nos has rechazado y confundido, no sales ya con nuestras tropas, [11] nos haces dar la espalda al adversario, nuestros enemigos saquean a placer. [12] Como ovejas de matadero nos entregas, y en medio de los pueblos nos has desperdigado; [13] vendes tu pueblo sin ventaja, y nada sacas de su precio.

[14] De nuestros vecinos nos haces la irrisión, burla y escarnio de nuestros circundantes; [15] mote nos haces entre las naciones, meneo de cabeza entre los pueblos. [16] Todo el día mi ignominia está ante mí, la vergüenza cubre mi semblante, [17] bajo los gritos de insulto y de blasfemia, ante la faz del odio y la venganza. [18] Nos llegó todo esto sin haberte olvidado, sin haber traicionado tu alianza. [19] ¡No habían vuelto atrás nuestros corazones, ni habían dejado nuestros pasos tu sendero, [20] para que tú nos aplastaras en morada de chacales, y nos cubrieras con la sombra de la muerte! [21] Si hubiésemos olvidado el nombre de nuestro Dios o alzado nuestras manos hacia un dios extranjero, [22] ¿no se habría dado cuenta Dios, él, que del corazón conoce los secretos? [23] Pero por ti se nos mata cada día, como ovejas de matadero se nos trata.

[24] ¡Despierta ya! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate, no rechaces para siempre! [25] ¿Por qué ocultas tu rostro, olvidas nuestra opresión, nuestra miseria? [26] Pues nuestra alma está hundida en el polvo, pegado a la tierra nuestro vientre. [27] ¡Alzate, ven en nuestra ayuda, rescátanos por tu amor!

Capítulo 45

[1] Del maestro de coro. Según la melodía: «Lirios...» De los hijos de Coré. Poema. Canto de amor. [2] Bulle mi corazón de palabras graciosas; voy a recitar mi poema para un rey: es mi lengua la pluma de un escriba veloz.

[3] Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán, la gracia está derramada en tus labios. Por eso Dios te bendijo para siempre. [4] Ciñe tu espada a tu costado, oh bravo, en tu gloria y tu esplendor [5] marcha, cabalga, por la causa de la verdad, de la piedad, de la justicia. ¡Tensa la cuerda en el arco, que hace terrible tu derecha! [6] Agudas son tus flechas, bajo tus pies están los pueblos, desmaya el corazón de los enemigos del rey.

[7] Tu trono es de Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el cetro de tu reino; [8] tú amas la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros;

[9] mirra y áloe y casia son todos tus vestidos. Desde palacios de marfil laúdes te recrean. [10] Hijas de reyes hay entre tus preferidas; a tu diestra una reina, con el oro de Ofir. [11] Escucha, hija, mira y pon atento oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, [12] y el rey se prendará de tu belleza. El es tu Señor, ¡póstrate ante él! [13] La hija de Tiro con presentes, y los más ricos pueblos recrearán tu semblante.

[14] Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en oro recamados; [15] con sus brocados el llevada ante el rey. Vírgenes tras ella, compañeras suyas, donde él son introducidas; [16] entre alborozo y regocijo avanzan, al entrar en el palacio del rey. [17] En lugar de tus padres, tendrás hijos; príncipes los harás sobre toda la tierra. [18] ¡Logre yo hacer tu nombre memorable por todas las generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos!

Capítulo 46

[1] Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Para oboes. Cántico.

[2] Dios es para nosotros refugio y fortaleza, un socorro en la angustia siempre a punto. [3] Por eso no tememos si se altera la tierra, si los montes se conmueven en el fondo de los mares, [4] aunque sus aguas bramen y borboten, y los montes retiemblen a su ímpetu. (¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob!) Pausa. [5] ¡Un río! Sus brazos recrean la ciudad de Dios, santificando las moradas del Altísimo. [6] Dios está en medio de ella, no será conmovida, Dios la socorre al llegar la mañana. [7] Braman las naciones, se tambalean los reinos, lanza él su voz, la tierra se derrite.

[8] ¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob! Pausa. [9] Venid a contemplar los prodigios de Yahveh, el que llena la tierra de estupores. [10] Hace cesar las guerras hasta el extremo de la tierra; quiebra el arco, parte en dos la lanza, y prende fuego a los escudos.

[11] «¡Basta ya; sabed que yo soy Dios, excelso sobre las naciones, sobre la tierra excelso!» [12] ¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob! Pausa.

Capítulo 47

[1] Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo. [2] ¡Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de alegría! [3] Porque Yahveh, el Altísimo, es terrible, Rey grande sobre la tierra toda. [4] El somete a nuestro yugo los pueblos, y a las gentes bajo nuestros pies; [5] él nos escoge nuestra herencia, orgullo de Jacob, su amado. Pausa. [6] Sube Dios entre aclamaciones, Yahveh al clangor de la trompeta:

[7] ¡salmodiad para nuestro Dios, salmodiad, salmodiad para nuestro Rey, salmodiad! [8] Que de toda la tierra él es el rey: ¡salmodiad a Dios con destreza! [9] Reina Dios sobre las naciones, Dios, sentado en su sagrado trono.

[10] Los príncipes de los pueblos se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham. Pues de Dios son los escudos de la tierra, él, inmensamente excelso.

Capítulo 48

[1] Cántico. Salmo. De los hijos de Coré. [2] Grande es Yahveh, y muy digno de loa en la ciudad de nuestro Dios; su monte santo, [3] de gallarda esbeltez, es la alegría de toda la tierra; el monte Sión, confín del Norte, la ciudad del gran Rey: [4] Dios, desde sus palacios, se ha revelado como baluarte. [5] He aquí que los reyes se habían aliado, irrumpían a una;

[6] apenas vieron, de golpe estupefactos, aterrados, huyeron en tropel.

[7] Allí un temblor les invadió, espasmos como de mujer en parto,

[8] tal el viento del este que destroza los navíos de Tarsis. [9] Como habíamos oído lo hemos visto en la ciudad de Yahveh Sebaot, en la ciudad de nuestro Dios, que Dios afirmó para siempre. Pausa. [10] Tu amor, oh Dios, evocamos en medio de tu Templo; [11] ¡como tu nombre, oh Dios, tu alabanza hasta los confines de la tierra! De justicia está llena tu diestra, [12] el monte Sión se regocija, exultan las hijas de Judá a causa de tus juicios.

[13] Dad la vuelta a Sión, girad en torno de ella, eCaperad sus torres; [14] grabad en vuestros corazones sus murallas, recorred sus palacios; para contar a la edad venidera [15] que así es Dios, nuestro Dios por los siglos de los siglos, aquel que nos conduce.

Capítulo 49

[1] Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo. [2] ¡Oídlo, pueblos todos, escuchad, habitantes todos de la tierra, [3] hijos de Adán, así como hijos de hombre, ricos y pobres a la vez! [4] Mi boca va a decir sabiduría, y cordura el murmullo de mi corazón; [5] tiendo mi oído a un proverbio, al son de cítara descubriré mi enigma. [6] ¿Por qué temer en días de desgracia cuando me cerca la malicia de los que me hostigan, [7] los que ponen su confianza en su fortuna, y se glorían de su gran riqueza? [8] ¡Si nadie puede redimirse ni pagar a Dios por su rescate!;

[9] es muy cara la redención de su alma, y siempre faltará, [10] para que viva aún y nunca vea la fosa.

[11] Se ve, en cambio, fenecer a los sabios, perecer a la par necio y estúpido, y dejar para otros sus riquezas. [12] Sus tumbas son sus casas para siempre, sus moradas de edad en edad; ¡y a sus tierras habían puesto sus nombres! [13] El hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas se asemeja. [14] Así andan ellos, seguros de sí mismos, y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa. [15] Como ovejas son llevados al seol, los pastorea la Muerte, y los rectos dominarán sobre ellos. Por la mañana se desgasta su imagen, ¡el seol será su residencia! [16] Pero Dios rescatará mi alma, de las garras del seol me cobrará.

[17] No temas cuando el hombre se enriquece, cuando crece el boato de su casa. [18] Que a su muerte, nada ha de llevarse, su boato no bajará con él. [19] Aunque en vida se bendecía a sí mismo — te alaban, porque te has tratado bien —, [20] irá a unirse a la estirpe de sus padres, que nunca ya verán la luz. [21] El hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas se asemeja.

Capítulo 50

[1] Salmo. De Asaf. El Dios de los dioses, Yahveh, habla y convoca a la tierra desde oriente hasta occidente. [2] Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece, [3] viene nuestro Dios y no se callará. Delante de él, un fuego que devora, en torno a él, violenta tempestad; [4] convoca a los cielos desde lo alto, y a la tierra para juzgar a su pueblo. [5] «¡Congregad a mis fieles ante mí, los que mi alianza con sacrificio concertaron!» [6] Anuncian los cielos su justicia, porque es Dios mismo el juez. Pausa. [7] «Escucha, pueblo mío, que hablo yo, Israel, yo atestiguo contra ti, yo, Dios, tu Dios.

[8] «No es por tus sacrificios por lo que te acuso: ¡están siempre ante mí tus holocaustos! [9] No tengo que tomar novillo de tu casa, ni machos cabríos de tus apriscos. [10] «Pues mías son todas las fieras de la selva, las bestias en los montes a millares; [11] conozco todas las aves de los cielos, mías son las bestias de los campos. [12] «Si hambre tuviera, no habría de decírtelo, porque mío es el orbe y cuanto encierra. [13] ¿Es que voy a comer carne de toros, o a beber sangre de machos cabríos? [14] «Sacrificio ofrece a Dios de acción de gracias, cumple tus votos al Altísimo; [15] e invócame en el día de la angustia, te libraré y tú me darás gloria.» [16] Pero al impío Dios le dice: «¿Qué tienes tú que recitar mis preceptos, y tomar en tu boca mi alianza, [17] tú que detestas la doctrina, y a tus espaldas echas mis palabras? [18] «Si a un ladrón ves, te vas con él, alternas con adúlteros;

[19] sueltas tu boca al mal, y tu lengua trama engaño.

[20] «Te sientas, hablas contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre. [21] Esto haces tú, ¿y he de callarme? ¿Es que piensas que yo soy como tú? Yo te acuso y lo expongo ante tus ojos. [22] «¡Entended esto bien los que olvidáis a Dios, no sea que yo arrebate y no haya quien libre! [23] El que ofrece sacrificios de acción de gracias me da gloria, al hombre recto le mostraré la salvación de Dios.»

Capítulo 51

[1] Del maestro de coro. Salmo. De David. [2] Cuando el profeta Natán le visitó después que aquél se había unido a Betsabé. [3] Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito, [4] lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame. [5] Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; [6] contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Por que aparezca tu justicia cuando hablas y tu victoria cuando juzgas. [7] Mira que en culpa yo nací, pecador me concibió mi madre.

[8] Mas tú amas la verdad en lo íntimo del ser, y en lo secreto me enseñas la sabiduría. [9] Rocíame con el hisopo, y seré limpio, lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

[10] Devuélveme el son del gozo y la alegría, exulten los huesos que machacaste tú. [11] Retira tu faz de mis pecados, borra todas mis culpas. [12] Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, un espíritu firme dentro de mí renueva; [13] no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu. [14] Vuélveme la alegría de tu salvación, y en espíritu generoso afiánzame; [15] enseñaré a los rebeldes tus caminos, y los pecadores volverán a ti.

[16] Líbrame de la sangre, Dios, Dios de mi salvación, y aclamará mi lengua tu justicia; [17] abre, Señor, mis labios, y publicará mi boca tu alabanza. [18] Pues no te agrada el sacrificio, si ofrezco un holocausto no lo aceptas. [19] El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias. [20] ¡Favorece a Sión en tu benevolencia, reconstruye las murallas de Jerusalén! [21] Entonces te agradarán los sacrificios justos, — holocausto y oblación entera — se ofrecerán entonces sobre tu altar novillos.

Capítulo 52

[1] Del maestro de coro. Poema. De David. [2] Cuando el edomita Doeg vino a avisar a Saúl diciéndole: «David ha entrado en casa de Ajimélek.» [3] ¿Por qué te glorías del mal, héroe de infamia? Todo el día [4] pensando estás en crímenes, tu lengua es una afilada navaja, oh artífice de engaño. [5] El mal al bien prefieres, la mentira a la justicia; Pausa.

[6] amas toda palabra de perdición, oh lengua engañadora.

[7] Por eso Dios te aplastará, te destruirá por siempre, te arrancará de tu tienda, te extirpará de la tierra de los vivos. Pausa. [8] Los justos lo verán y temerán, se reirán de él: [9] «¡Ese es el hombre que no puso en Dios su refugio, mas en su gran riqueza confiaba, se jactaba de su crimen!» [10] Mas yo, como un olivo verde en la Casa de Dios, en el amor de Dios confío para siempre jamás. [11] Te alabaré eternamente por lo que has hecho; esperaré en tu nombre, porque es bueno con los que te aman

Capítulo 53

[1] Del maestro de coro. Para la enfermedad. Poema. De David.

[2] Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!» Corrompidos están, de conducta abominable, no hay quien haga el bien. [3] Se asoma Dios desde los cielos hacia los hijos de Adán, por ver si hay un sensato, alguien que busque a Dios. [4] Todos ellos están descarriados, en masa pervertidos. No hay quien haga el bien, ni uno siquiera. [5] ¿No aprenderán todos los agentes de mal que comen a mi pueblo como se come el pan, y no invocan a Dios? [6] Allí de espanto temblarán, donde nada hay que espante. Pues Dios dispersa los huesos de tu sitiador, se les ultraja porque Dios los rechaza. [7] ¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel? ¡Cuando Dios cambie la suerte de su pueblo, exultará Jacob, se alegrará Israel!

Capítulo 54

[1] Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Poema. De David. [2] Cuando los zifitas vinieron a decir a Saúl: «¿No está escondido David entre nosotros?» [3] ¡Oh Dios, sálvame por tu nombre, por tu poderío hazme justicia,

[4] oh Dios, escucha mi oración, atiende a las palabras de mi boca! [5] Pues se han alzado contra mí arrogantes, rabiosos andan en busca de mi alma, sin tener para nada a Dios presente. Pausa.

[6] Mas ved que Dios viene en mi auxilio, el Señor con aquellos que sostienen mi alma. [7] ¡El mal recaiga sobre los que me asechan, Yahveh, por tu verdad destrúyelos! [8] De corazón te ofreceré sacrificios, celebraré tu nombre, porque es bueno, [9] porque de toda angustia me ha librado, y mi ojo se recreó en mis enemigos

Capítulo 55

[1] Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Poema. De David. [2] Escucha, oh Dios, mi oración, no te retraigas a mi súplica,

[3] dame oídos, respóndeme, en mi queja me agito. Gimo [4] ante la voz del enemigo, bajo el abucheo del impío; pues vierten sobre mí falsedades y con saña me hostigan. [5] Se me estremece dentro el corazón, me asaltan pavores de muerte; [6] miedo y temblor me invaden, un escalofrío me atenaza.

[7] Y digo: ¡Quién me diera alas como a la paloma para volar y reposar! [8] Huiría entonces lejos, en el desierto moraría. [9] En seguida encontraría un asilo contra el viento furioso y la tormenta. Pausa. [10] ¡Oh, piérdelos, Señor, enreda sus lenguas!, pues veo discordia y altercado en la ciudad; [11] rondan día y noche por sus murallas. Y dentro de ella falsedad y malicia, [12] insidias dentro de ella, jamás se ausentan de sus plazas la tiranía y el engaño.

[13] Si todavía un enemigo me ultrajara, podría soportarlo; si el que me odia se alzara contra mí, me escondería de él. [14] ¡Pero tú, un hombre de mi rango, mi compañero, mi íntimo,

[15] con quien me unía una dulce intimidad, en la Casa de Dios! ¡Oh, váyanse en tumulto, [16] caiga la muerte sobre ellos, vivos en el seol se precipiten, pues está el mal instalado en medio de ellos! [17] Yo, en cambio, a Dios invoco, y Yahveh me salva. [18] A la tarde, a la mañana, al mediodía me quejo y gimo: él oye mi clamor.

[19] En paz mi alma rescata de la guerra que me hacen: aunque sean muchos contra mí, [20] Dios escucha y los humilla, él, que reina desde siempre. Pero ellos sin enmienda, y sin temor de Dios. [21] Cada uno extiende su mano contra sus aliados, viola su alianza; [22] más blanda que la crema es su boca, pero su corazón es sólo guerra; sus palabras, más suaves que el aceite, son espadas desnudas. [23] Descarga en Yahveh tu peso, y él te sustentará; no dejará que para siempre zozobre el justo. [24] Y tú, oh Dios, los hundirás en el pozo de la fosa, a los hombres de sangre y de fraude, sin alcanzar la mitad de sus días. Mas yo confío en ti.

Capítulo 56

[1] Del maestro de coro. Según: «La opresión de los príncipes lejanos». De David. A media voz. Cuando los filisteos se apoderaron de él en Gat. [2] Tenme piedad, oh Dios, porque me pisan, todo el día hostigándome me oprimen. [3] Me pisan todo el día los que me asechan, inCaperables son los que me hostigan en la altura. [4] El día en que temo, en ti confío. [5] En Dios, cuya palabra alabo, en Dios confío y ya no temo, ¿qué puede hacerme un ser de carne? [6] Todo el día retuercen mis palabras, todos sus pensamientos son de hacerme mal; [7] se conjuran, se ocultan, mis pisadas observan, como para atrapar mi alma.

[8] Por su iniquidad, ¿habrá escape para ellos? ¡Abate, oh Dios, a los pueblos en tu cólera! [9] De mi vida errante llevas tú la cuenta, ¡recoge mis lágrimas en tu odre! [10] Entonces retrocederán mis enemigos, el día en que yo clame. Yo sé que Dios está por mí. [11] En Dios, cuya palabra alabo, en Yahveh, cuya palabra alabo,

[12] en Dios confío y ya no temo, ¿qué puede hacerme un hombre? [13] A mi cargo, oh Dios, los votos que te hice: sacrificios te ofreceré de acción de gracias, [14] pues tú salvaste mi alma de la muerte, para que marche ante la faz de Dios, en la luz de los vivos.

Capítulo 57

[1] Del maestro de coro. «No destruyas.» De David. A media voz. Cuando, huyendo de Saúl, se escondió en la cueva. [2] Tenme piedad, oh Dios, tenme piedad, que en ti se cobija mi alma; a la sombra de tus alas me cobijo hasta que pase el infortunio. [3] Invoco al Dios Altísimo, al Dios que tanto hace por mí.

[4] Mande desde los cielos y me salve, confunda a quien me pisa, envíe Dios su amor y su verdad. Pausa. [5] Mi alma está tendida en medio de leones, que devoran a los hijos de Adán; sus dientes son lanzas y saetas, su lengua, una espada acerada. [6] ¡Alzate, oh Dios, sobre los cielos, sobre toda la tierra, tu gloria [7] Tendían ellos una red bajo mis pasos, mi alma se doblaba; una fosa cavaron ante mí, ¡cayeron ellos dentro! Pausa. [8] A punto está mi corazón, oh Dios, mi corazón a punto; voy a cantar, voy a salmodiar, [9] ¡gloria mía, despierta!, ¡despertad, arpa y cítara!, ¡a la aurora he de despertar! [10] Te alabaré entre los pueblos, Señor, te salmodiaré entre las gentes; [11] porque tu amor es grande hasta los cielos, tu verdad hasta las nubes.

[12] ¡Alzate, oh Dios, sobre los cielos, sobre toda la tierra, tu gloria!

Capítulo 58

[1] Del maestro de coro. «No destruyas.» De David. A media voz.

[2] ¿De veras, dioses, pronunciáis justicia, juzgáis según derecho a los hijos de Adán? [3] No. que de corazón cometéis injusticias, con vuestras manos pesáis la violencia en la tierra. [4] Torcidos están desde el seno los impíos, extraviados desde el vientre los que dicen mentira; [5] tienen veneno como veneno de serpiente, como el de un áspid sordo que se tapa el oído, [6] que no oye la voz de los encantadores, del mago experto en el encanto.

[7] ¡Oh Dios, rompe sus dientes en su boca, quiebra, Yahveh, las muelas de los leoncillos. [8] ¡Dilúyanse como aguas que se pasan, púdranse como hierba que se pisa. [9] como babosa que marcha deshaciéndose, como aborto de mujer que no contempla el sol! [10] ¡Antes que espinas echen, como la zarza, verde o quemada, los arrebate el torbellino! [11] Se alegrará el justo de haber visto la venganza, sus pies bañará en la sangre del impío; [12] y se dirá: «Sí, hay un fruto para el justo; sí, hay un Dios que juzga en la tierra.»

Capítulo 59

[1] Del maestro de coro. «No destruyas.» De David. A media voz. Cuando Saúl mandó a vigilar su casa con el fin de matarle. [2] ¡Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío, de mis agresores protégeme, [3] líbrame de los agentes de mal, de los hombres sanguinarios sálvame! [4] Mira que acechan a mi alma, poderosos se conjuran contra mí; sin rebeldía ni pecado en mí, Yahveh, [5] sin culpa alguna, corren y se aprestan. Despiértate, ven a mi encuentro y mira, [6] tú, Yahveh, Dios Sebaot, Dios de Israel, álzate a visitar a todos los gentiles, no te apiades de ninguno de esos traidores pérfidos. Pausa. [7] Regresan a la tarde, aúllan como perros, rondan por la ciudad.

[8] Míralos desbarrar a boca llena, espadas en sus labios: «¿Hay alguno que oiga?» [9] Mas tú, Yahveh, te ríes de ellos, tú te mofas de todos los gentiles. [10] Oh fuerza mía, hacia ti miro. Pues es Dios mi ciudadela,

[11] el Dios de mi amor viene a mi encuentro. Dios me hará desafiar a los que me asechan. [12] ¡Oh, no los mates, no se olvide mi pueblo, dispérsalos con tu poder, humíllalos, oh Señor, nuestro escudo! [13] Pecado es en su boca la palabra de sus labios; ¡queden, pues, presos en su orgullo, por la blasfemia, por la mentira que vocean! [14] ¡Suprime con furor, suprímelos, no existan más! Y se sepa que Dios domina en Jacob, hasta los confines de la tierra. Pausa.

[15] Regresan a la tarde, aúllan como perros, rondan por la ciudad; [16] vedlos buscando qué comer, hasta que no están hartos van gruñendo.

[17] Yo, en cambio, cantaré tu fuerza, aclamaré tu amor a la mañana; pues tú has sido para mí una ciudadela, un refugio en el día de mi angustia. [18] Oh fuerza mía, para ti salmodiaré, pues es Dios mi ciudadela, el Dios de mi amor.

Capítulo 60

[1] Del maestro de coro. Según «El lirio del testimonio». A media voz. De David. Para enseñar. [2] Cuando luchó contra Aram de Naharáyim y Aram de Sobá, y Joab, de vuelta, derrotó a Edom, en el valle de la Sal: doce mil hombres. [3] Nos has rechazado, oh Dios, nos has deshecho, estabas irritado, ¡oh, vuélvete a nosotros! [4] Has sacudido la tierra, la has hendido; sana sus grietas, pues se desmorona. [5] Hiciste ver a tu pueblo duras pruebas, nos diste a beber vino de vértigo. [6] Diste a los que le temen la señal para que pudiesen escapar del arco. Pausa. [7] Para que tus amados salgan libres, ¡salva con tu diestra, respóndenos! [8] Ha hablado Dios en su santuario: «Ya exulto, voy a repartir a Siquem, a medir el valle de Sukkot.

[9] «Mío es Galaad, mío Manasés, Efraím, yelmo de mi cabeza, Judá, mi cetro, [10] «Moab, la vasija en que me lavo. Sobre Edom tiro mi sandalia. ¡Canta, pues, victoria contra mí, Filistea!» [11] ¿Quién me conducirá hasta la plaza fuerte, quién me guiará hasta Edom? [12] ¿No eres tú, oh Dios, que nos has rechazado, y ya no sales, oh Dios, con nuestras tropas? [13] Danos ayuda contra el adversario, que es vano el socorro del hombre. [14] ¡Con Dios hemos de hacer proezas, y él hollará a nuestros adversarios!

Capítulo 61

[1] Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. De David.

[2] ¡Escucha, oh Dios, mi clamor, atiende a mi plegaria! [3] Desde el extremo de la tierra hacia ti grito, en el desmayo de mi corazón. A la roca que se alza lejos de mí, condúceme;

[4] pues tú eres mi refugio, torre fuerte frente al enemigo. [5] ¡Que sea yo siempre huésped de tu tienda, y me acoja al amparo de tus alas! Pausa. [6] Porque tú, oh Dios, oyes mis votos: tú me otorgas la heredad de los que temen tu nombre.

[7] A los días del rey añade días, sus años, generación tras generación. [8] ¡Reine por siempre ante la faz de Dios! ¡El Amor y la Verdad le guarden! [9] Entonces salmodiaré a tu nombre para siempre, día tras día cumpliré mis votos.

Capítulo 62

[1] Del maestro de coro... Yedutún. Salmo. De David. [2] En Dios sólo el descanso de mi alma, de él viene mi salvación;

[3] sólo él mi roca, mi salvación, mi ciudadela, no he de vacilar. [4] ¿Hasta cuándo atacaréis a un solo hombre, le abatiréis, vosotros todos, como a una muralla que se vence, como a pared que se desploma? [5] Doblez sólo proyectan, su placer es seducir; con mentira en la boca, bendicen, y por dentro maldicen. Pausa. [6] En Dios sólo descansa, oh alma mía, de él viene mi esperanza;

[7] sólo él mi roca, mi salvación, mi ciudadela, no he de vacilar;

[8] en Dios mi salvación y mi gloria, la roca de mi fuerza. En Dios mi refugio; [9] confiad en él, oh pueblo, en todo tiempo; derramad ante él vuestro corazón, ¡Dios es nuestro refugio! Pausa. [10] Un soplo solamente los hijos de Adán, los hijos de hombre, una mentira; si subieran a la balanza serían menos que un soplo todos juntos.

[11] No os fiéis de la opresión, no os ilusionéis con la rapiña; a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón. [12] Dios ha hablado una vez, dos veces, lo he oído: Que de Dios es la fuerza, [13] tuyo, Señor, el amor; y: Que tú al hombre pagas con arreglo a sus obras.

Capítulo 63

[1] Salmo. De David. Cuando estaba en el desierto de Judá. [2] Dios, tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mi alma, en pos de ti languidece mi carne, cual tierra seca, agotada, sin agua. [3] Como cuando en el santuario te veía, al contemplar tu poder y tu gloria, [4] — pues tu amor es mejor que la vida, mis labios te glorificaban —, [5] así quiero en mi vida bendecirte, levantar mis manos en tu nombre; [6] como de grasa y médula se empapará mi alma, y alabará mi boca con labios jubilosos. [7] Cuando pienso en ti sobre mi lecho, en ti medito en mis vigilias, [8] porque tú eres mi socorro, y yo exulto a la sombra de tus alas; [9] mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene.

[10] Mas los que tratan de perder mi alma, ¡caigan en las honduras de la tierra! [11] ¡Sean pasados al filo de la espada, sirvan de presa a los chacales! [12] Y el rey en Dios se gozará, el que jura por él se gloriará, cuando sea cerrada la boca de los mentirosos.

Capítulo 64

[1] Del maestro de coro. Salmo. De David. [2] Escucha, oh Dios, la voz de mi gemido, del terror del enemigo guarda mi vida; [3] ocúltame a la pandilla de malvados, a la turba de los agentes de mal. [4] Los que afilan su lengua como espada, su flecha apuntan, palabra envenenada, [5] para tirar a escondidas contra el íntegro, le tiran de improviso y nada temen. [6] Se envalentonan en su acción malvada, calculan para tender lazos ocultos, dicen: «¿Quién lo observará [7] y escrutará nuestros secretos?» El los escruta, aquel que escruta lo íntimo del hombre, el corazón profundo.

[8] Una saeta ha tirado Dios, repentinas han sido sus heridas;

[9] les ha hecho caer por causa de su lengua, menean la cabeza todos los que los ven. [10] Todo hombre temerá. anunciará la obra de Dios y su acción comprenderá. [11] El justo se alegrará en Yahveh, en él tendrá cobijo; y se gloriarán todos los de recto corazón.

Capítulo 65

[1] Del maestro de coro. Salmo. De David. Cántico. [2] A ti se debe la alabanza, oh Dios, en Sión. A ti el voto se te cumple, [3] tú que escuchas la oración. Hasta ti toda carne viene [4] con sus obras culpables; nos vence el peso de nuestras rebeldías, pero tú las borras. [5] Dichoso tu elegido, tu privado, en tus atrios habita. ¡Oh, hartémonos de los bienes de tu Casa, de las cosas santas de tu Templo! [6] Tú nos responderás con prodigios de justicia, Dios de nuestra salvación, esperanza de todos los confines de la tierra, y de las islas lejanas; [7] tú que afirmas los montes con tu fuerza, de potencia ceñido,

[8] y acallas el estruendo de los mares, el estruendo de sus olas. Están los pueblos en bullicio, [9] por tus señales temen los que habitan los confines, a las puertas de la mañana y de la tarde haces tú gritar de júbilo.

[10] Tú visitas la tierra y la haces rebosar, de riquezas la colmas. El río de Dios va lleno de agua, tú preparas los trigales. Así es como la preparas: [11] riegas sus surcos, allanas sus glebas, con lluvias la ablandas, bendices sus renuevos. [12] Tú coronas el año con tu benignidad, de tus rodadas cunde la grosura; [13] destilan los pastos del desierto, las colinas se ciñen de alegría; [14] las praderas se visten de rebaños, los valles se cubren de trigo; ¡y los gritos de gozo, y las canciones!

Capítulo 66

[1] Del maestro de coro. Cántico. Salmo. Aclamad a Dios, la tierra toda, [2] salmodiad a la gloria de su nombre, rendidle el honor de su alabanza, [3] decid a Dios: ¡Qué terribles tus obras! Por la grandeza de tu fuerza, tus enemigos vienen a adularte; [4] toda la tierra se postra ante ti, y salmodia para ti, a tu nombre salmodia. Pausa. [5] Venid y ved las obras de Dios, temible en sus gestas por los hijos de Adán: [6] él convirtió el mar en tierra firme, el río fue cruzado a pie. Allí, nuestra alegría en él, [7] que por su poder domina para siempre. Sus ojos vigilan las naciones, no se alcen los rebeldes contra él. Pausa. [8] Pueblos, bendecid a nuestro Dios, haced que se oiga la voz de su alabanza, [9] él, que devuelve nuestra alma a la vida, y no deja que vacilen nuestros pies.

[10] Tú nos probaste, oh Dios, nos purgaste, cual se purga la plata; [11] nos prendiste en la red, pusiste una correa a nuestros lomos, [12] dejaste que un cualquiera a nuestra cabeza cabalgara, por el fuego y el agua atravesamos; mas luego nos sacaste para cobrar aliento. [13] Con holocaustos entraré en tu Casa, te cumpliré mis votos,

[14] los que abrieron mis labios, los que en la angustia pronunció mi boca. [15] Te ofreceré pingües holocaustos, con el sahumerio de carneros, sacrificaré bueyes y cabritos. Pausa. [16] Venid a oír y os contaré, vosotros todos los que teméis a Dios, lo que él ha hecho por mí.

[17] A él gritó mi boca, la alabanza ya en mi lengua. [18] Si yo en mi corazón hubiera visto iniquidad, el Señor no me habría escuchado. [19] Pero Dios me ha escuchado, atento a la voz de mi oración. [20] ¡Bendito sea Dios, que no ha rechazado mi oración ni su amor me ha retirado!

Capítulo 67

[1] Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. Cántico. [2] ¡Dios nos tenga piedad y nos bendiga, su rostro haga brillar sobre nosotros! Pausa. [3] Para que se conozcan en la tierra tus caminos, tu salvación entre todas las naciones. [4] ¡Te den, oh Dios, gracias los pueblos, todos los pueblos te den gracias! [5] Alégrense y exulten las gentes, pues tú juzgas al mundo con justicia, con equidad juzgas a los pueblos, y a las gentes en la tierra gobiernas. Pausa. [6] ¡Te den, oh Dios, gracias los pueblos, todos los pueblos te den gracias! [7] La tierra ha dado su cosecha: Dios, nuestro Dios, nos bendice.

[8] ¡Dios nos bendiga, y teman ante él todos los confines de la tierra!

Capítulo 68

[1] Del maestro de coro. De David. Salmo. Cántico. [2] ¡Alcese Dios, sus enemigos se dispersen, huyan ante su faz los que le odian! [3] Cual se disipa el humo, los disipas; como la cera se derrite al fuego, perecen los impíos ante Dios. [4] Mas los justos se alegran y exultan ante la faz de Dios, y saltan de alegría. [5] Cantad a Dios, salmodiad a su nombre, abrid paso al que cabalga en las nubes, alegraos en Yahveh, exultad ante su rostro.

[6] Padre de los huérfanos y tutor de las viudas es Dios en su santa morada; [7] Dios da a los desvalidos el cobijo de una casa, abre a los cautivos la puerta de la dicha, mas los rebeldes quedan en un suelo ardiente.

[8] Oh Dios, cuando saliste al frente de tu pueblo, cuando pasabas el desierto, Pausa. [9] la tierra retembló, y hasta los cielos se licuaron ante la faz de Dios, ante la faz de Dios, el Dios de Israel. [10] Tú derramaste, oh Dios, una lluvia de larguezas, a tu heredad extenuada, tú la reanimaste; [11] tu grey halló una morada, aquella que en tu bondad, oh Dios, al desdichado preparabas. [12] El Señor da la palabra: es el anuncio de un ejército inmenso.

[13] Y mientras los reyes, los ejércitos huyen, huyen, la bella de la casa reparte el botín.

[14] Mientras vosotros descansáis entre las tapias del aprisco, las alas de la Paloma se cubren de plata, y sus plumas de destellos de oro verde; [15] cuando Sadday dispersa a los reyes, por ella cae la nieve en el Monte Umbrío. [16] ¡Monte de Dios, el monte de Basán! ¡Monte escarpado, el monte de Basán! [17] ¿Por que miráis celosos, montes escarpados, al monte que Dios escogió por mansión? ¡Oh sí, Yahveh morará allí para siempre! [18] Los carros de Dios, por millares de miriadas; el Señor ha venido del Sinaí al santuario. [19] Tú has subido a la altura, conduciendo cautivos, has recibido tributo de hombres, hasta los rebeldes para que Yahveh Dios tuviera una morada.

[20] ¡Bendito sea el Señor día tras día! El carga con nosotros, Dios de nuestra salvación. Pausa. [21] Dios libertador es nuestro Dios; del Señor Yahveh son las salidas de la muerte; [22] mas la cabeza de sus enemigos Dios quebranta, la testa cabelluda de quien sus crímenes pasea. [23] Dijo el Señor: «De Basán haré volver, haré volver de los abismos del mar, [24] para que puedas hundir tu pie en la sangre, y en los enemigos tenga su parte la lengua de tus perros». [25] ¡Se han visto, oh Dios, tus procesiones, las procesiones de mi Dios, mi rey, al santuario: [26] delante los cantores, los músicos detrás, las doncellas en medio, tocando el tamboril! [27] A Dios, en coros, bendecían: ¡es Yahveh, desde el origen de Israel.

[28] Allí iba Benjamín, el pequeño, abriendo marcha, los príncipes de Judá con sus escuadras, los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí. [29] ¡Manda, Dios mío, según tu poder, el poder, oh Dios, que por nosotros desplegaste, [30] desde tu Templo en lo alto de Jerusalén, donde vienen los reyes a ofrecerte presentes! [31] Increpa a la bestia del cañaveral, a la manada de toros y novillos de los pueblos. ¡Que se sometan con lingotes de plata! ¡Dispersa a los pueblos que fomentan la guerra! [32] Los magnates acudan desde Egipto, tienda hacia Dios sus manos Etiopía. [33] ¡Cantad a Dios, reinos de la tierra, salmodiad para el Señor, [34] para el que cabalga los cielos, los antiguos cielos: Pausa. ved que lanza él su voz, su voz potente! [35] Reconoced el poderío de Dios. Sobre Israel su exaltación, su poder en las nubes: [36] ¡temible es Dios desde su santuario! El, el Dios de Israel, es quien da poder y fuerza al pueblo. ¡Bendito sea Dios!

Capítulo 69

[1] Del maestro de coro. Según la melodía: «Lirios...» De David.

[2] ¡Sálvame, oh Dios, porque las aguas me llegan hasta el cuello!

[3] Me hundo en el cieno del abismo, sin poder hacer pie; he llegado hasta el fondo de las aguas, y las olas me anegan. [4] Estoy exhausto de gritar, arden mis fauces, mis ojos se consumen de esperar a mi Dios. [5] Son más que los cabellos de mi cabeza los que sin causa me odian; más duros que mis huesos los que me hostigan sin razón. (¿Lo que yo no he robado tengo que devolver?) [6] Tú, oh Dios, mi torpeza conoces, no se te ocultan mis ofensas.

[7] ¡No se avergüencen por mí los que en ti esperan, oh Yahveh Sebaot! ¡No sufran confusión por mí los que te buscan, oh Dios de Israel! [8] Pues por ti sufro el insulto, y la vergüenza cubre mi semblante;

[9] para mis hermanos soy un extranjero, un desconocido para los hijos de mi madre; [10] pues me devora el celo de tu casa, y caen sobre mí los insultos de los que te insultan. [11] Si mortifico mi alma con ayuno, se me hace un pretexto de insulto; [12] si tomo un sayal por vestido, para ellos me convierto en burla, [13] cuento de los que están sentados a la puerta, y copla de los que beben licor fuerte.

[14] Mas mi oración hacia ti, Yahveh, en el tiempo propicio: por tu gran amor, oh Dios, respóndeme, por la verdad de tu salvación. [15] ¡Sácame del cieno, no me hunda, escape yo a los que me odian, a las honduras de las aguas! [16] ¡El flujo de las aguas no me anegue no me trague el abismo, ni el pozo cierre sobre mí su boca! [17] ¡Respóndeme, Yahveh, pues tu amor es bondad; en tu inmensa ternura vuelve a mí tus ojos; [18] no retires tu rostro de tu siervo, que en angustias estoy, pronto, respóndeme; [19] acércate a mi alma, rescátala, por causa de mis enemigos, líbrame! [20] Tú conoces mi oprobio, mi vergüenza y mi afrenta, ante ti están todos mis opresores. [21] El oprobio me ha roto el corazón y desfallezco. Espero compasión, y no la hay, consoladores, y no encuentro ninguno.

[22] Veneno me han dado por comida, en mi sed me han abrevado con vinagre. [23] ¡Que su mesa ante ellos se convierta en un lazo, y su abundancia en una trampa; [24] anúblense sus ojos y no vean, haz que sus fuerzas sin cesar les fallen! [25] Derrama tu enojo sobre ellos, los alcance el ardor de tu cólera; [26] su recinto quede hecho un desierto, en sus tiendas no haya quien habite: [27] porque acosan al que tú has herido, y aumentan la herida de tu víctima.

[28] Culpa añade a su culpa, no tengan más acceso a tu justicia;

[29] del libro de la vida sean borrados, no sean inscritos con los justos. [30] Y yo desdichado, dolorido, ¡tu salvación, oh Dios, me restablezca!

[31] El nombre de Dios celebraré en un cántico, le ensalzaré con la acción de gracias; [32] y más que un toro agradará a Yahveh, más que un novillo con cuernos y pezuñas. [33] Lo han visto los humildes y se alegran; ¡viva vuestro corazón, los que buscáis a Dios! [34] Porque Yahveh escucha a los pobres, no desprecia a sus cautivos. [35] ¡Alábenle los cielos y la tierra, el mar y cuanto bulle en él! [36] Pues salvará Dios a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá: habitarán allí y las poseerán; [37] la heredará la estirpe de sus siervos, los que aman su nombre en ella morarán.

Capítulo 70

[1] Del maestro de coro. De David. En memoria. [2] ¡Oh Dios, ven a librarme, Yahveh, corre en mi ayuda! [3] ¡Queden avergonzados y confusos los que buscan mi vida! ¡Atrás!, sean confundidos los que desean mi mal, [4] retrocedan de vergüenza los que dicen: ¡Ja, ja! [5] ¡En ti se gocen y se alegren todos los que te buscan! ¡Repitan sin cesar: «Grande es Dios», los que aman tu salvación! [6] ¡Y yo, desventurado y pobre, oh Dios, ven presto a mí! ¡Tú, mi socorro y mi libertador, Yahveh, no tardes!

Capítulo 71

[1] A ti, Yahveh, me acojo, ¡no sea confundido jamás! [2] ¡Por tu justicia sálvame, libérame! tiende hacia mí tu oído y sálvame! [3] ¡Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve, pues mi roca eres tú y mi fortaleza. [4] ¡Dios mío, líbrame de la mano del impío, de las garras del perverso y del violento! [5] Pues tú eres mi esperanza, Señor, Yahveh, mi confianza desde mi juventud. [6] En ti tengo mi apoyo desde el seno, tú mi porción desde las entrañas de mi madre; ¡en ti sin cesar mi alabanza! [7] Soy el asombro de muchos, mas tú eres mi seguro refugio.

[8] Mi boca está repleta de tu loa, de tu gloria todo el día.

[9] A la hora de mi vejez no me rechaces, no me abandones cuando decae mi vigor. [10] Porque de mí mis enemigos hablan, los que espían mi alma se conciertan: [11] «¡Dios le ha desamparado, perseguidle, apresadle, pues no hay quien le libere!» [12] ¡Oh Dios, no te estés lejos de mí, Dios mío, ven pronto en mi socorro! [13] ¡Confusión y vergüenza sobre aquellos que acusan a mi alma; cúbranse de ignominia y de vergüenza los que buscan mi mal! [14] Y yo, esperando sin cesar, más y más te alabaré; [15] publicará mi boca tu justicia, todo el día tu salvación.

[16] Y vendré a las proezas de Yahveh, recordaré tu justicia, tuya sólo. [17] ¡Oh Dios, desde mi juventud me has instruido, y yo he anunciado hasta hoy tus maravillas! [18] Y ahora que llega la vejez y las canas, ¡oh Dios, no me abandones!, para que anuncie yo tu brazo a todas las edades venideras, ¡tu poderío [19] y tu justicia, oh Dios, hasta los cielos! Tú que has hecho grandes cosas, ¡oh Dios!, ¿quién como tú? [20] Tú que me has hecho ver tantos desastres y desgracias, has de volver a recobrarme. Vendrás a sacarme de los abismos de la tierra, [21] sustentarás mi ancianidad, volverás a consolarme, [22] Y yo te daré gracias con las cuerdas del arpa, por tu verdad, Dios mío; para ti salmodiaré a la cítara, oh Santo de Israel.

[23] Exultarán mis labios cuando salmodie para ti, y mi alma, que tú has rescatado. [24] También mi lengua todo el día musitará tu justicia: porque han sido avergonzados, porque han enrojecido, los que buscaban mi desgracia.

Capítulo 72

[1] De Salomón. Oh Dios, da al rey tu juicio, al hijo de rey tu justicia: [2] que con justicia gobierne a tu pueblo, con equidad a tus humildes. [3] Traigan los montes paz al pueblo, y justicia los collados. [4] El hará justicia a los humildes del pueblo, salvará a los hijos de los pobres, y aplastará al opresor. [5] Durará tanto como el sol, como la luna de edad en edad;

[6] caerá como la lluvia en el retoño, como el rocío que humedece la tierra.

[7] En sus días florecerá la justicia, y dilatada paz hasta que no haya luna; [8] dominará de mar a mar, desde el Río hasta los confines de la tierra. [9] Ante él se doblará la Bestia, sus enemigos morderán el polvo;

[10] los reyes de Tarsis y las islas traerán tributo. Los reyes de Sabá y de Seba pagarán impuestos; [11] todos los reyes se postrarán ante él, le servirán todas las naciones. [12] Porque él librará al pobre suplicante, al desdichado y al que nadie ampara; [13] se apiadará del débil y del pobre, el alma de los pobres salvará.

[14] De la opresión, de la violencia, rescatará su alma, su sangre será preciosa ante sus ojos; [15] (y mientras viva se le dará el oro de Sabá). Sin cesar se rogará por él, todo el día se le bendecirá. [16] Habrá en la tierra abundancia de trigo, en la cima de los montes ondeará como el Líbano al despertar sus frutos y sus flores, como la hierba de la tierra. [17] ¡Sea su nombre bendito para siempre, que dure tanto como el sol! ¡En él se bendigan todas las familias de la tierra, dichoso le llamen todas las naciones! [18] ¡Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, el único que hace maravillas! [19] ¡Bendito sea su nombre glorioso para siempre, toda la tierra se llene de su gloria! ¡Amén! ¡Amén! [20] Fin de las oraciones de David, hijo de Jesé.

Capítulo 73

[1] Salmo. De Asaf. En verdad bueno es Dios para Israel, el Señor para los de puro corazón. [2] Por poco mis pies se me extravían, nada faltó para que mis pasos resbalaran, [3] celoso como estaba de los arrogantes, al ver la paz de los impíos. [4] No, no hay congojas para ellos, sano y rollizo está su cuerpo;

[5] no comparten la pena de los hombres, con los humanos no son atribulados. [6] Por eso el orgullo es su collar, la violencia el vestido que los cubre; [7] la malicia les cunde de la grasa, de artimañas su corazón desborda.

[8] Se sonríen, pregonan la maldad, hablan altivamente de violencia;

[9] ponen en el cielo su boca, y su lengua se pasea por la tierra.

[10] Por eso mi pueblo va hacia ellos: aguas de abundancia les llegan. [11] Dicen: «¿Cómo va a saber Dios? ¿Hay conocimiento en el Altísimo?» [12] Miradlos: ésos son los impíos, y, siempre tranquilos, aumentan su riqueza. [13] ¡Así que en vano guardé el corazón puro, mis manos lavando en la inocencia, [14] cuando era golpeado todo el día, y cada mañana sufría mi castigo! [15] Si hubiera dicho: «Voy a hablar como ellos», habría traicionado a la raza de tus hijos; [16] me puse, pues, a pensar para entenderlo, ¡ardua tarea ante mis ojos! [17] Hasta el día en que entré en los divinos santuarios, donde su destino comprendí: [18] oh, sí, tú en precipicios los colocas, a la ruina los empujas.

[19] ¡Ah, qué pronto quedan hechos un horror, cómo desaparecen sumidos en pavores! [20] Como en un sueño al despertar, Señor, así, cuando te alzas, desprecias tú su imagen. [21] Sí, cuando mi corazón se exacerbaba, cuando se torturaba mi conciencia, [22] estúpido de mí, no comprendía, una bestia era ante ti. [23] Pero a mí, que estoy siempre contigo, de la mano derecha me has tomado; [24] me guiarás con tu consejo, y tras la gloria me llevarás.

[25] ¿Quién hay para mí en el cielo? Estando contigo no hallo gusto ya en la tierra. [26] Mi carne y mi corazón se consumen: ¡Roca de mi corazón, mi porción, Dios por siempre! [27] Sí, los que se alejan de ti perecerán, tú aniquilas a todos los que te son adúlteros. [28] Mas para mí, mi bien es estar junto a Dios; he puesto mi cobijo en el Señor, a fin de publicar todas tus obras.

Capítulo 74

[1] Poema. De Asaf. ¿Por qué has de rechazar, oh Dios, por siempre, por qué humear de cólera contra el rebaño de tu pasto? [2] Acuérdate de la comunidad que de antiguo adquiriste, la que tú rescataste, tribu de tu heredad, y del monte Sión donde pusiste tu morada. [3] Guía tus pasos a estas ruinas sin fin: todo en el santuario lo ha devastado el enemigo. [4] En el lugar de tus reuniones rugieron tus adversarios, pusieron sus enseñas, enseñas [5] que no se conocían, en el frontón de la entrada. Machetes en bosque espeso, [6] a una cercenaban sus jambas, y con hacha y martillo desgajaban.

[7] Prendieron fuego a tu santuario, por tierra profanaron la mansión de tu nombre.

[8] Dijeron en su corazón: «¡Destruyámoslos en bloque!» Quemaron en la tierra todo lugar de santa reunión. [9] No vemos nuestras enseñas, no existen ya profetas, ni nadie entre nosotros que sepa hasta cuándo. [10] ¿Hasta cuándo, oh Dios, provocará el adversario? ¿Ultrajará tu nombre por siempre el enemigo? [11] ¿Por qué retraes tu mano, y en tu seno retienes escondida tu diestra? [12] Oh Dios, mi rey desde el principio, autor de salvación en medio de la tierra, [13] tú hendiste el mar con tu poder, quebraste las cabezas de los monstruos en las aguas; [14] tú machacaste las cabezas de Leviatán y las hiciste pasto de las fieras; [15] tú abriste manantiales y torrentes, y secaste ríos inagotables; [16] tuyo es el día, tuya también la noche, tú la luna y el sol estableciste, [17] tú trazaste todos los confines de la tierra, el verano y el invierno tú formaste.

[18] Recuérdalo, Yahveh: provoca el enemigo, tu nombre ultraja un pueblo necio. [19] No entregues a la bestia el alma de tu tórtola, la vida de tus pobres no olvides para siempre. [20] Piensa en la alianza, que están llenos los rincones del país de guaridas de violencia. [21] ¡No vuelva cubierto de vergüenza el oprimido; el humilde y el pobre puedan loar tu nombre! [22] ¡Alzate, oh Dios, a defender tu causa, acuérdate del necio que te provoca todo el día! [23] No olvides el griterío de tus adversarios, el clamor de tus agresores que crece sin cesar!

Capítulo 75

[1] Del maestro de coro. «No destruyas.» Salmo. De Asaf. Cántico.

[2] Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias, invocando tu nombre, tus maravillas pregonando. [3] «En el momento en que decida, yo mismo juzgaré con rectitud.

[4] Se estremece la tierra con todos sus habitantes, mas yo sostengo sus columnas. Pausa. [5] «Digo a los arrogantes: ¡Fuera arrogancias!, y a los impíos: ¡No levantéis la frente, [6] no levantéis tan alto vuestra frente, no habléis con un cuello de insolencia!» [7] Pues ya no es por oriente ni por occidente, ya no por el desierto de los montes, [8] por donde Dios, el juez, a uno abate y a otro exalta: [9] sino que hay una copa en la mano de Yahveh, y de vino drogado está lleno el brebaje: él lo escanciará, y sorberán hasta las heces, lo beberán todos los impíos de la tierra. [10] Y yo lo anunciaré por siempre, salmodiaré para el Dios de Jacob; [11] quebraré toda frente de los impíos, y la frente del justo se alzará.

Capítulo 76

[1] Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De Asaf. Cántico. [2] En Judá Dios es conocido, grande es su nombre en Israel;

[3] su tienda está en Salem, su morada en Sión; [4] allí quebró las ráfagas del arco, el escudo, la espada y la guerra. Pausa. [5] Fulgurante eres tú, maravilloso por los montones de botín [6] de que han sido despojados; los bravos durmiendo están su sueño, a todos los hombres fuertes les fallaron los brazos;

[7] a tu amenaza, oh Dios de Jacob, carro y caballo se quedaron pasmados.

[8] Tú, tú el terrible, ¿quién puede resistir ante tu faz, bajo el golpe de tu ira? [9] Desde los cielos pronuncias la sentencia, la tierra se amedrenta y enmudece [10] cuando Dios se levanta para el juicio, para salvar a todos los humildes de la tierra. Pausa. [11] La cólera del hombre te celebra, te ceñirás con los escapados a la Cólera. [12] Haced votos y cumplidlos a Yahveh, vuestro Dios, los que le rodean traigan presentes al Terrible; [13] el que corta el aliento a los príncipes, el temible para los reyes de la tierra.

Capítulo 77

[1] Del maestro de coro... Yedutún. De Asaf. Salmo. [2] Mi voz hacia Dios: yo clamo, mi voz hacia Dios: él me escucha. [3] En el día de mi angustia voy buscando al Señor, por la noche tiendo mi mano sin descanso, mi alma el consuelo rehúsa. [4] De Dios me acuerdo y gimo, medito, y mi espíritu desmaya. Pausa. [5] Los párpados de mis ojos tú retienes, turbado estoy, no puedo hablar; [6] pienso en los días de antaño, de los años antiguos [7] me acuerdo; en mi corazón musito por la noche, medito y mi espíritu inquiere: [8] ¿Acaso por los siglos desechará el Señor, no volverá a ser propicio? [9] ¿Se ha agotado para siempre su amor? ¿Se acabó la Palabra para todas las edades? [10] ¿Se habrá olvidado Dios de ser clemente, o habrá cerrado de ira sus entrañas? Pausa. [11] Y digo: «Este es mi penar: que se ha cambiado la diestra del Altísimo.» [12] Me acuerdo de las gestas de Yahveh, sí, recuerdo tus antiguas maravillas, [13] medito en toda tu obra, en tus hazañas reflexiono.

[14] ¡Oh Dios, santos son tus caminos! ¿Qué dios hay grande como Dios? [15] Tú, el Dios que obras maravillas, manifiestaste tu poder entre los pueblos; [16] con tu brazo a tu pueblo rescataste, a los hijos de Jacob y de José. Pausa . [17] Viéronte, oh Dios, las aguas, las aguas te vieron y temblaron, también se estremecieron los abismos. [18] Las nubes derramaron sus aguas, su voz tronaron los nublados, también cruzaban tus saetas. [19] ¡Voz de tu trueno en torbellino! Tus relámpagos alumbraban el orbe, la tierra se estremecía y retemblaba. [20] Por el mar iba tu camino, por las muchas aguas tu sendero, y no se descubrieron tus pisadas.

[21] Tú guiaste a tu pueblo cual rebaño por la mano de Moisés y de Aarón.

Capítulo 78

[1] Poema. De Asaf. Escucha mi ley, pueblo mío, tiende tu oído a las palabras de mi boca; [2] voy a abrir mi boca en parábolas, a evocar los misterios del pasado. [3] Lo que hemos oído y que sabemos, lo que nuestros padres nos contaron, [4] no se lo callaremos a sus hijos, a la futura generación lo contaremos: Las alabanzas de Yahveh y su poder, las maravillas que hizo; [5] él estableció en Jacob un dictamen, y puso una ley en Israel; El había mandado a nuestros padres que lo comunicaran a sus hijos, [6] que la generación siguiente lo supiera, los hijos que habían de nacer; y que éstos se alzaran y se lo contaran a sus hijos,

[7] para que pusieran en Dios su confianza, no olvidaran las hazañas de Dios, y sus mandamientos observaran; [8] para que no fueran, lo mismo que sus padres, una generación rebelde y revoltosa, generación de corazón voluble y de espíritu desleal a Dios.

[9] Los hijos de Efraím, diestros arqueros, retrocedieron el día del combate; [10] no guardaban la alianza hecha con Dios, rehusaban caminar según su ley; [11] tenían olvidados sus portentos, las maravillas que él les hizo ver: [12] prodigios hizo a la vista de sus padres en el país de Egipto, en los campos de Tanis. [13] Hendió la mar y los pasó a través, contuvo las aguas como un dique; [14] de día los guiaba con la nube, y cada noche con resplandor de fuego; [15] en el desierto hendió las rocas, los abrevó a raudales sin medida; [16] hizo brotar arroyos de la peña y descender las aguas como ríos.

[17] Pero ellos volvían a pecar contra él, a rebelarse contra el Altísimo en la estepa; [18] a Dios tentaron en su corazón reclamando manjar para su hambre. [19] Hablaron contra Dios; dijeron: «¿Será Dios capaz de aderezar una mesa en el desierto? [20] «Ved que él hirió la roca, y corrieron las aguas, fluyeron los torrentes: ¿podrá de igual modo darnos pan, y procurar carne a su pueblo?» [21] Entonces Yahveh lo oyó y se enfureció, un fuego se encendió contra Jacob, y la Cólera estalló contra Israel, [22] porque en Dios no habían tenido fe ni confiaban en su salvación.

[23] Y a las nubes mandó desde lo alto, abrió las compuertas de los cielos; [24] hizo llover sobre ellos maná para comer, les dio el trigo de los cielos; [25] pan de Fuertes comió el hombre, les mandó provisión hasta la hartura. [26] Hizo soplar en los cielos el solano, el viento del sur con su poder atrajo, [27] y llovió sobre ellos carne como polvo, y aves como la arena de los mares; [28] las dejó caer en medio de su campo, en torno a sus moradas.

[29] Comieron hasta quedar bien hartos, así satisfizo su avidez;

[30] mas aún no habían colmado su avidez, su comida estaba aún en su boca, [31] cuando la cólera de Dios estalló contra ellos: hizo estragos entre los más fuertes, y abatió a la flor de Israel. [32] Mas con todo pecaron todavía, en sus maravillas no tuvieron fe. [33] El consumió sus días con un soplo, y sus años con espanto. [34] Cuando los mataba, le buscaban, se convertían, se afanaban por él, [35] y recordaban que Dios era su roca, su redentor, el Dios Altísimo.

[36] Mas le halagaban con su boca, y con su lengua le mentían;

[37] su corazón no era fiel para con él, no tenían fe en su alianza. [38] El, con todo, enternecido, borraba las culpas y no exterminaba; bien de veces su cólera contuvo y no despertó todo su furor:

[39] se acordaba de que ellos eran carne, un soplo que se va y no vuelve más. [40] ¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, le irritaron en aquellas soledades! [41] Otra vez a tentar a Dios volvían, a exasperar al Santo de Israel; [42] no se acordaron de su mano, del día en que les libró del adversario; [43] cuando hizo en Egipto sus señales, en el campo de Tanis sus prodigios. [44] Trocó en sangre sus ríos y sus arroyos para que no bebiesen.

[45] Tábanos les mandó que los comieron, y ranas que los infestaron;

[46] entregó a la langosta sus cosechas, el fruto de su afán al saltamontes; [47] asoló con granizo sus viñedos, y con la helada sus sicómoros;

[48] entregó sus ganados al pedrisco y a los rayos sus rebaños. [49] Lanzó contra ellos el fuego de su cólera, indignación, enojo y destrucción, tropel de mensajeros de desgracias; [50] libre curso dio a su ira. No preservó sus almas de la muerte, a la peste sus vidas entregó; [51] hirió en Egipto a todo primogénito, las primicias de la raza en las tiendas de Cam.

[52] Y sacó a su pueblo como ovejas, cual rebaño los guió por el desierto; [53] los guió en seguro, sin temor, mientras el mar cubrió a sus enemigos; [54] los llevó a su término santo, a este monte que su diestra conquistó; [55] arrojó a las naciones ante ellos; a cordel les asignó una heredad, y estableció en sus tiendas las tribus de Israel. [56] Pero ellos le tentaron, se rebelaron contra el Dios Altísimo, se negaron a guardar sus dictámenes, [57] se extraviaron, infieles, lo mismo que sus padres, se torcieron igual que un arco indócil: [58] le irritaron con sus altos, con sus ídolos excitaron sus celos.

[59] Dios lo oyó y se enfureció, desechó totalmente a Israel;

[60] abandonó la morada de Silo, la tienda en que habitaba entre los hombres. [61] Mandó su fuerza al cautiverio, a manos del adversario su esplendor; [62] entregó su pueblo a la espada, contra su heredad se enfureció. [63] El fuego devoró a sus jóvenes, no hubo canto nupcial para sus vírgenes; [64] sus sacerdotes cayeron a cuchillo, sus viudas no entonaron lamentos.

[65] Entonces despertó el Señor como un durmiente, como un bravo vencido por el vino; [66] hirió a sus adversarios en la espalda, les infligió un oprobio eterno. [67] Desechó la tienda de José, y no eligió a la tribu de Efraím;

[68] mas eligió a la tribu de Judá, el monte Sión al cual amaba.

[69] Construyó como las alturas del cielo su santuario, como la tierra que fundó por siempre. [70] Y eligió a David su servidor, le sacó de los apriscos del rebaño, [71] le trajo de detrás de las ovejas, para pastorear a su pueblo Jacob, y a Israel, su heredad. [72] El los pastoreaba con corazón perfecto, y con mano diestra los guiaba.

Capítulo 79

[1] Salmo. De Asaf. Oh Dios, han invadido tu heredad las gentes, han profanado tu sagrado Templo; han dejado en ruinas a Jerusalén,

[2] han entregado el cadáver de tus siervos por comida a los pájaros del cielo, la carne de tus amigos a las bestias de la tierra. [3] Han derramado como agua su sangre en torno a Jerusalén, ¡y nadie sepultaba! [4] Nos hemos hecho la irrisión de los vecinos, burla y escarnio de nuestros circundantes. [5] ¿Hasta cuándo, Yahveh, tu cólera? ¿hasta el fin? ¿han de quemar tus celos como fuego? [6] Derrama tu furor sobre las gentes, que no te reconocen, y sobre los reinos que tu nombre no invocan. [7] Porque han devorado a Jacob y han devastado su dominio.

[8] No recuerdes contra nosotros culpas de antepasados, vengan presto a nuestro encuentro tus ternuras, pues estamos abatidos del todo; [9] ayúdanos, Dios de nuestra salvación, por amor de la gloria de tu nombre; líbranos, borra nuestros pecados, por causa de tu nombre. [10] ¿Por qué han de decir las gentes: «¿Dónde está su Dios?» ¡Que entre las gentes se conozca, a nuestros propios ojos, la venganza de la sangre de tus siervos derramada! [11] ¡Llegue hasta ti el suspiro del cautivo, con la grandeza de tu brazo preserva a los hijos de la muerte! [12] ¡Devuelve siete veces a nuestros vecinos, en su entraña, su afrenta, la afrenta que te han hecho, Señor! [13] Y nosotros, tu pueblo, rebaño de tu pasto, eternamente te daremos gracias, de edad en edad repetiremos tu alabanza.

Capítulo 80

[1] Del maestro de coro. Según la melodía: «Lirios es el dictamen.» De Asaf. Salmo. [2] Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como un rebaño; tú que estás sentado entre querubes, resplandece [3] ante Efraím, Benjamín y Manasés; ¡despierta tu poderío, y ven en nuestro auxilio! [4] ¡Oh Dios, haznos volver, y que brille tu rostro, para que seamos salvos! [5] ¿Hasta cuándo, oh Yahveh Dios Sebaot, estarás airado contra la plegaria de tu pueblo? [6] Les das a comer un pan de llanto les haces beber lágrimas al triple; [7] habladuría nos haces de nuestros convecinos, y nuestros enemigos se burlan de nosotros.

[8] ¡Oh Dios Sebaot, haznos volver, y brille tu rostro, para que seamos salvos! [9] Una viña de Egipto arrancaste, expulsaste naciones para plantarla a ella, [10] le preparaste el suelo, y echó raíces y llenó la tierra. [11] Su sombra cubría las montañas, sus pámpanos los cedros de Dios; [12] extendía sus sarmientos hasta el mar, hasta el Río sus renuevos. [13] ¿Por qué has hecho brecha en sus tapias, para que todo el que pasa por el camino la vendimie, [14] el jabalí salvaje la devaste, y la pele el ganado de los campos? [15] ¡Oh Dios Sebaot, vuélvete ya, desde los cielos mira y ve, visita a esta viña, [16] cuídala, a ella, la que plantó tu diestra! [17] ¡Los que fuego le prendieron, cual basura, a la amenaza de tu faz perezcan! [18] Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra, sobre el hijo de Adán que para ti fortaleciste. [19] Ya no volveremos a apartarnos de ti; nos darás vida y tu nombre invocaremos.

[20] ¡Oh Yahveh, Dios Sebaot, haznos volver, y que brille tu rostro, para que seamos salvos!

Capítulo 81

[1] Del maestro de coro. Según la... de Gat. De Asaf. [2] ¡Gritad de gozo a Dios, nuestra fuerza, aclamad al Dios de Jacob! [3] ¡Entonad la salmodia, tocad el tamboril, la melodiosa cítara y el arpa; [4] tocad la trompeta al nuevo mes, a la luna llena, el día de nuestra fiesta! [5] Porque es una ley para Israel, una norma del Dios de Jacob;

[6] un dictamen que él impuso en José, cuando salió contra el país de Egipto. Una lengua desconocida se oye: [7] «Yo liberé sus hombros de la carga, sus manos la espuerta abandonaron; [8] en la aflicción gritaste y te salvé. «Te respondí en el secreto del trueno, te probé junto a las aguas de Meribá. Pausa.

[9] Escucha, pueblo mío, yo te conjuro, ¡ah Israel, si quisieras escucharme! [10] «No haya en ti dios extranjero, no te postres ante dios extraño; [11] yo, Yahveh, soy tu Dios, que te hice subir del país de Egipto; abre toda tu boca, y yo la llenaré.

[12] «Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no me quiso obedecer;

[13] yo les abandoné a la dureza de su corazón, para que caminaran según sus designios. [14] «¡Ah!, si mi pueblo me escuchara, si Israel mis caminos siguiera, [15] al punto yo abatiría a sus enemigos, contra sus adversarios mi mano volvería. [16] «Los que odian a Yahveh le adularían, y su tiempo estaría para siempre fijado; [17] y a él lo sustentaría con la flor del trigo, lo saciaría con la miel de la peña.»

Capítulo 82

[1] Salmo. De Asaf. Dios se levanta en la asamblea divina, en medio de los dioses juzga: [2] «¿Hasta cuándo juzgaréis inicuamente, y haréis acepción de los impíos? [3] Juzgad en favor del débil y del huérfano, al humilde, al indigente haced justicia; [4] al débil y al pobre liberad, de la mano de los impíos arrancadle!» Pausa. [5] No saben ni comprenden; caminan en tinieblas, todos los cimientos de la tierra vacilan. [6] Yo había dicho: «¡Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!» [7] Mas ahora, como el hombre moriréis, como uno solo caeréis, príncipes. [8] ¡Alzate, oh Dios, juzga a la tierra, pues tú eres el señor de todas las naciones!

Capítulo 83

[1] Cántico. Salmo. De Asaf. [2] ¡Oh Dios, no te estés mudo, cese ya tu silencio y tu reposo, oh Dios! [3] Mira cómo tus enemigos braman, los que te odian levantan la cabeza. [4] Contra tu pueblo maquinan intriga, conspiran contra tus protegidos; [5] dicen: «Venid, borrémoslos de las naciones, no se recuerde más el nombre de Israel!» [6] Así conspiran de corazón a una, pactan una alianza contra ti: [7] las tiendas de Edom, los ismaelitas, Moab y los hagreos,

[8] Guebal, Ammón, Amalec, Filistea con los habitantes de Tiro;

[9] también Assur se ha juntado a ellos y se hace el brazo de los hijos de Lot.

[10] Trátalos como a Madián y como a Sísara, Pausa. como a Yabín en el torrente de Quisón, [11] que fueron exterminados en Endor, quedaron hechos estiércol de la tierra. [12] Trata a sus caudillos como a Oreb y Zeeb, a todos sus príncipes como a Zébaj y a Salmunná, [13] que habían dicho: «¡Para nosotros conquistemos los dominios de Dios!» [14] Dios mío, ponlos como hoja en remolino, como paja ante el viento. [15] Como el fuego abrasa una selva, como la llama devora las montañas, [16] así persíguelos con tu tormenta, con tu huracán llénalos de terror. [17] Cubre sus rostros de ignominia, para que busquen tu nombre, Yahveh.

[18] ¡Sean avergonzados y aterrados para siempre, queden confusos y perezcan, [19] para que sepan que sólo tú tienes el nombre de Yahveh, Altísimo sobre toda la tierra!

Capítulo 84

[1] Del maestro de coro. Según la... de Gat. De los hijos de Coré. Salmo. [2] ¡Qué amables tus moradas, oh Yahveh Sebaot! [3] Anhela mi alma y languidece tras de los atrios de Yahveh, mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo. [4] Hasta el pajarillo ha encontrado una casa, y para sí la golondrina un nido donde poner a sus polluelos: ¡Tus altares, oh Yahveh Sebaot, rey mío y Dios mío! Pausa. [5] Dichosos los que moran en tu casa, te alaban por siempre.

[6] Dichosos los hombres cuya fuerza está en ti, y las subidas en su corazón.

[7] Al pasar por el valle del Bálsamo, lo hacen un hontanar, y la lluvia primera lo cubre de bendiciones. [8] De altura en altura marchan, y Dios se les muestra en Sión. [9] ¡Yahveh Dios Sebaot, escucha mi plegaria, tiende tu oído, oh Dios de Jacob! [10] Oh Dios, escudo nuestro, mira, pon tus ojos en el rostro de tu ungido. Pausa. [11] Vale más un día en tus atrios que mil en mis mansiones, estar en el umbral de la Casa de mi Dios que habitar en las tiendas de impiedad. [12] Porque Yahveh Dios es almena y escudo, él da gracia y gloria; Yahveh no niega la ventura a los que caminan en la perfección.

[13] ¡Oh Yahveh Sebaot, dichoso el hombre que confía en ti!

Capítulo 85

[1] Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo. [2] Propicio has sido, Yahveh, con tu tierra, has hecho volver a los cautivos de Jacob; [3] has quitado la culpa de tu pueblo, has cubierto todos sus pecados, Pausa. [4] has retirado todo tu furor, has desistido del ardor de tu cólera. [5] ¡Haznos volver, Dios de nuestra salvación, cesa en tu irritación contra nosotros! [6] ¿Vas a estar siempre airado con nosotros? ¿Prolongarás tu cólera de edad en edad? [7] ¿No volverás a darnos vida para que tu pueblo en ti se regocije?

[8] ¡Muéstranos tu amor, Yahveh, y danos tu salvación! [9] Voy a escuchar de qué habla Dios. Sí, Yahveh habla de paz para su pueblo y para sus amigos, con tal que a su torpeza no retornen. [10] Ya está cerca su salvación para quienes le temen, y la Gloria morará en nuestra tierra.

[11] Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan;

[12] la Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia. [13] El mismo Yahveh dará la dicha, y nuestra tierra su cosecha dará; [14] La Justicia marchará delante de él, y con sus pasos trazará un camino.

Capítulo 86

[1] Oración. De David. Tiende tu oído, Yahveh, respóndeme, que soy desventurado y pobre, [2] guarda mi alma, porque yo te amo, salva a tu siervo que confía en ti. Tú eres mi Dios, [3] tenme piedad, Señor, pues a ti clamo todo el día; [4] recrea el alma de tu siervo, cuando hacia ti, Señor, levanto mi alma. [5] Pues tú eres, Señor, bueno, indulgente, rico en amor para todos los que te invocan; [6] Yahveh, presta oído a mi plegaria, atiende a la voz de mis súplicas.

[7] En el día de mi angustia yo te invoco, pues tú me has de responder; [8] entre los dioses, ninguno como tú, Señor, ni obras como las tuyas. [9] Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti, y a dar, Señor, gloria a tu nombre; [10] pues tú eres grande y obras maravillas, tú, Dios, y sólo tú. [11] Enséñame tus caminos Yahveh, para que yo camine en tu verdad, concentra mi corazón en el temor de tu nombre. [12] Gracias te doy de todo corazón, Señor Dios mío, daré gloria a tu nombre por siempre, [13] pues grande es tu amor para conmigo, tú has librado mi alma del fondo del seol.

[14] Oh Dios, los orgullosos se han alzado contra mí, una turba de violentos anda buscando mi alma, y no te tienen a ti delante de sus ojos. [15] Mas tú, Señor, Dios clemente y compasivo, tardo a la cólera, lleno de amor y de verdad, [16] ¡vuélvete a mí, tenme compasión! Da tu fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu sierva. [17] Haz conmigo un signo de bondad: Que los que me odian vean, avergonzados, que tú, Yahveh, me ayudas y consuelas.

Capítulo 87

[1] De los hijos de Coré. Salmo. Cántico. Su fundación sobre los santos montes [2] ama Yahveh: las puertas de Sión más que todas las moradas de Jacob. [3] Glorias se dicen de ti, ciudad de Dios: Pausa. [4] «Yo cuento a Ráhab y Babel entre los que me conocen. Tiro, Filistea y Etiopía, fulano nació allí.» [5] Pero de Sión se ha de decir: «Todos han nacido en ella», y quien la funda es el propio Altísimo. [6] Yahveh a los pueblos inscribe en el registro: «Fulano nació allí», Pausa. [7] y los príncipes, lo mismo que los hijos, todos ponen su mansión en ti.

Capítulo 88

[1] Cántico. Salmo. De los hijos de Coré. Del maestro de coro. Para la enfermedad. Para la aflicción. Poema. De Hemán el indígena.

[2] Yahveh, Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando día y noche; [3] llegue hasta ti mi súplica, presta oído a mi clamor. [4] Porque mi alma de males está ahíta, y mi vida está al borde del seol; [5] contado entre los que bajan a la fosa, soy como un hombre acabado: [6] relegado entre los muertos, como los cadáveres que yacen en la tumba, aquellos de los que no te acuerdas más, que están arrancados de tu mano.

[7] Me has echado en lo profundo de la fosa, en las tinieblas, en los abismos; [8] sobre mí pesa tu furor, con todas tus olas me hundes. Pausa.

[9] Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho para ellos un horror, cerrado estoy y sin salida, [10] mi ojo se consume por la pena. Yo te llamo, Yahveh, todo el día, tiendo mis manos hacia ti. Pausa. [11] ¿Acaso para los muertos haces maravillas, o las sombras se alzan a alabarte? [12] ¿Se habla en la tumba de tu amor, de tu lealtad en el lugar de perdición? [13] ¿Se conocen en las tinieblas tus maravillas, o tu justicia en la tierra del olvido ?» [14] Mas yo grito hacia ti, Yahveh, de madrugada va a tu encuentro mi oración; [15] ¿por qué, Yahveh, mi alma rechazas, lejos de mí tu rostro ocultas? [16] Desdichado y agónico estoy desde mi infancia, he soportado tus terrores, y ya no puedo más; [17] han pasado tus iras sobre mí, tus espantos me han aniquilado.

[18] Me envuelven como el agua todo el día, se aprietan contra mí todos a una. [19] Has alejado de mí compañeros y amigos, son mi compañía las tinieblas.

Capítulo 89

[1] Poema. De Etán el indígena. [2] El amor de Yahveh por siempre cantaré, de edad en edad anunciará mí boca tu lealtad. [3] Pues tú dijiste: «Cimentado está el amor por siempre, asentada en los cielos mi lealtad. [4] «Una alianza pacté con mi elegido, un juramento hice a mi siervo David: [5] Para siempre jamás he fundado tu estirpe, de edad en edad he erigido tu trono.» Pausa. [6] Los cielos celebran, Yahveh, tus maravillas, y tu lealtad en la asamblea de los santos. [7] Porque ¿quién en las nubes es comparable a Yahveh, quién a Yahveh se iguala entre los hijos de los dioses? [8] Dios temible en el consejo de los santos, grande y terrible para toda su corte. [9] Yahveh, Dios Sebaot, ¿quién como tú?, poderoso eres, Yahveh, tu lealtad te circunda.

[10] Tú domeñas el orgullo del mar, cuando sus olas se encrespan las reprimes; [11] tú machacaste a Ráhab lo mismo que a un cadáver, a tus enemigos dispersaste con tu potente brazo. [12] Tuyo es el cielo, tuya también la tierra, el orbe y cuanto encierra tú fundaste; [13] tú creaste el norte y el mediodía, el Tabor y el Hermón exultan en tu nombre. [14] Tuyo es el brazo y su bravura, poderosa tu mano, sublime tu derecha; [15] Justicia y Derecho, la base de tu trono, Amor y Verdad ante tu rostro marchan.

[16] Dichoso el pueblo que la aclamación conoce, a la luz de tu rostro caminan, oh Yahveh; [17] en tu nombre se alegran todo el día, en tu justicia se entusiasman. [18] Pues tú eres el esplendor de su potencia, por tu favor exaltas nuestra frente; [19] sí, de Yahveh nuestro escudo; del Santo de Israel es nuestro rey. [20] Antaño hablaste tú en visión a tus amigos, y dijiste: «He prestado mi asistencia a un bravo, he exaltado a un elegido de mi pueblo. [21] «He encontrado a David mi servidor, con mi óleo santo le he ungido; [22] mi mano será firme para él, y mi brazo le hará fuerte.

[23] «No le ha de sorprender el enemigo, el hijo de iniquidad no le oprimirá; [24] yo aplastaré a sus adversarios ante él, heriré a los que le odian. [25] «Mi lealtad y mi amor irán con él, por mi nombre se exaltará su frente; [26] pondré su mano sobre el mar, sobre los ríos su derecha. [27] «El me invocará: ¡Tú, mi Padre, mi Dios y roca de mi salvación!

[28] Y yo haré de él el primogénito, el Altísimo entre los reyes de la tierra.

[29] «Le guardaré mi amor por siempre, y mi alianza será leal con él; [30] estableceré su estirpe para siempre, y su trono como los días de los cielos. [31] «Si sus hijos abandonan mi ley, y no siguen mis juicios,

[32] si profanan mis preceptos, y mis mandamientos no observan,

[33] «castigaré su rebelión con vara, y su culpa con azote,

[34] mas no retiraré de él mi amor, en mi lealtad no fallaré.

[35] «No violaré mi alianza, no cambiaré lo que sale de mis labios; [36] una vez he jurado por mi santidad: ¡a David no he de mentir! [37] «Su estirpe durará por siempre, y su trono como el sol ante mí, [38] por siempre se mantendrá como la luna, testigo fiel en el cielo.» Pausa. [39] Pero tú has rechazado y despreciado, contra tu ungido te has enfurecido; [40] has desechado la alianza con tu siervo, has profanado por tierra su diadema.

[41] Has hecho brecha en todos sus vallados, sus plazas fuertes en ruina has convertido; [42] le han saqueado todos los transeúntes, se ha hecho el baldón de sus vecinos. [43] A sus adversarios la diestra has exaltado, a todos sus enemigos has llenado de gozo; [44] has embotado el filo de su espada, y no le has sostenido en el combate. [45] Le has quitado su cetro de esplendor, y su trono por tierra has derribado; [46] has abreviado los días de su juventud, le has cubierto de ignominia. Pausa. [47] ¿Hasta cuándo te esconderás, Yahveh? ¿arderá tu furor por siempre como fuego? [48] Recuerda, Señor, qué es la existencia, para qué poco creaste a los hijos de Adán. [49] ¿Qué hombre podrá vivir sin ver la muerte, quién librará su alma de la garra del seol? Pausa. [50] ¿Dónde están tus primeros amores, Señor, que juraste a David por tu lealtad? [51] Acuérdate, Señor, del ultraje de tus siervos: cómo recibo en mi seno todos los dardos de los pueblos; [52] así ultrajan tus enemigos, Yahveh, así ultrajan las huellas de tu ungido.

[53] ¡Bendito sea Yahveh por siempre! ¡Amén! ¡Amén!

Capítulo 90

[1] Oración. De Moisés, hombre de Dios. Señor, tú has sido para nosotros un refugio de edad en edad. [2] Antes que los montes fuesen engendrados, antes que naciesen tierra y orbe, desde siempre hasta siempre tú eres Dios. [3] Tú al polvo reduces a los hombres, diciendo: «¡Tornad, hijos de Adán!» [4] Porque mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche. [5] Tú los sumerges en un sueño, a la mañana serán como hierba que brota; [6] por la mañana brota y florece, por la tarde se amustia y se seca.

[7] Pues por tu cólera somos consumidos, por tu furor anonadados.

[8] Has puesto nuestras culpas ante ti, a la luz de tu faz nuestras faltas secretas. [9] Bajo tu enojo declinan todos nuestros días, como un suspiro consumimos nuestros años. [10] Los años de nuestra vida son unos setenta, u ochenta, si hay vigor; mas son la mayor parte trabajo y vanidad, pues pasan presto y nosotros nos volamos. [11] ¿Quién conoce la fuerza de tu cólera, y, temiéndote, tu indignación? [12] ¡Enseñanos a contar nuestros días, para que entre la sabiduría en nuestro corazón! [13] ¡Vuelve, Yahveh! ¿Hasta cuándo? Ten piedad de tus siervos.

[14] Sácianos de tu amor a la mañana, que exultemos y cantemos toda nuestra vida. [15] Devuélvenos en gozo los días que nos humillaste, los años en que desdicha conocimos. [16] ¡Que se vea tu obra con tus siervos, y tu esplendor sobre sus hijos! [17] ¡La dulzura del Señor sea con nosotros! ¡Confirma tú la acción de nuestras manos!

Capítulo 91

[1] El que mora en el secreto de Elyón pasa la noche a la sombra de Sadday, [2] diciendo a Yahveh: «¡Mi refugio y fortaleza, mi Dios, en quien confío!» [3] Que él te libra de la red del cazador, de la peste funesta;

[4] con sus plumas te cubre, y bajo sus alas tienes un refugio: escudo y armadura es su verdad. [5] No temerás el terror de la noche, ni la saeta que de día vuela, [6] ni la peste que avanza en las tinieblas, ni el azote que devasta a mediodía.

[7] Aunque a tu lado caigan mil y diez mil a tu diestra, a ti no ha de alcanzarte. [8] Basta con que mires con tus ojos, verás el galardón de los impíos, [9] tú que dices: «¡Mi refugio es Yahveh!», y tomas a Elyón por defensa. [10] No ha de alcanzarte el mal, ni la plaga se acercará a tu tienda; [11] que él dará orden sobre ti a sus ángeles de guardarte en todos tus caminos. [12] Te llevarán ellos en sus manos, para que en piedra no tropiece tu pie; [13] pisarás sobre el león y la víbora, hollarás al leoncillo y al dragón. [14] Pues él se abraza a mí, yo he de librarle; le exaltaré, pues conoce mi nombre. [15] Me llamará y le responderé; estaré a su lado en la desgracia, le libraré y le glorificaré. [16] Hartura le daré de largos días, y haré que vea mi salvación.

Capítulo 92

[1] Salmo. Cántico. Para el día de sábado. [2] Bueno es dar gracias a Yahveh, y salmodiar a tu nombre, Altísimo, [3] publicar tu amor por la mañana, y tu lealtad por las noches,

[4] al son del arpa de diez cuerdas y la lira, con un susurro de cítara. [5] Pues con tus hechos, Yahveh, me regocijas, ante las obras de tus manos grito: [6] «¡Qué grandes son tus obras, Yahveh, qué hondos tus pensamientos!»

[7] El hombre estúpido no entiende, el insensato no comprende estas cosas.

[8] Si brotan como hierba los impíos, si florecen todos los agentes de mal, es para ser destruidos por siempre; [9] mas tú, Yahveh, eres excelso por los siglos. [10] Mira cómo tus enemigos perecen, se dispersan todos los agentes de mal. [11] Pero tú alzas mi frente como la del búfalo, derramas sobre mí aceite nuevo; [12] mi ojo desafía a los que me acechaban, mi oído escucha a los malvados. [13] Florece el justo como la palmera, crece como un cedro del Líbano. [14] Plantados en la Casa de Yahveh, dan flores en los atrios del Dios nuestro.

[15] Todavía en la vejez producen fruto, se mantienen frescos y lozanos, [16] para anunciar lo recto que es Yahveh: mi Roca, no hay falsedad en él.

Capítulo 93

[1] Reina Yahveh, de majestad vestido, Yahveh vestido, ceñido de poder, y el orbe está seguro, no vacila. [2] Desde el principio tu trono esta fijado, desde siempre existes tú. [3] Levantan los ríos, Yahveh, levantan los ríos su voz, los ríos levantan su bramido; [4] más que la voz de muchas aguas más imponente que las ondas del mar, es imponente Yahveh en las alturas. [5] Son veraces del todo tus dictámenes; la santidad es el ornato de tu Casa, oh Yahveh, por el curso de los días.

Capítulo 94

[1] ¡Dios de las venganzas, Yahveh, Dios de las venganzas, aparece!

[2] ¡Levántate, juez de la tierra, da su merecido a los soberbios! [3] ¿Hasta cuándo los impíos, Yahveh, hasta cuándo triunfarán los impíos? [4] Cacarean, dicen insolencias, se pavonean todos los agentes de mal. [5] A tu pueblo, Yahveh, aplastan, a tu heredad humillan. [6] Matan al forastero y a la viuda, asesinan al huérfano.

[7] Y dicen: «No lo ve Yahveh, el Dios de Jacob no se da cuenta.»

[8] ¡Comprended, estúpidos del pueblo!, insensatos, ¿cuándo vais a ser cuerdos? [9] El que plantó la oreja, ¿no va a oír? El que formó los ojos, ¿no ha de ver? [10] El que corrige a las naciones, ¿no ha de castigar? El que el saber al hombre enseña, [11] Yahveh, conoce los pensamientos del hombre, que no son más que un soplo. [12] Dichoso el hombre a quien corriges tú, Yahveh, a quien instruyes por tu ley, [13] para darle descanso en los días de desgracia, mientras se cava para el impío la fosa.

[14] Pues Yahveh no dejará a su pueblo, no abandonará a su heredad;

[15] sino que el juicio volverá a la justicia, y en pos de ella todos los de recto corazón. [16] ¿Quién se alzará por mí contra los malvados? ¿quién estará por mí contra los agentes de mal? [17] Si Yahveh no viniese en mi ayuda, bien presto mi alma moraría en el silencio. [18] Cuando digo: «Vacila mi pie», tu amor, Yahveh, me sostiene;

[19] en el colmo de mis cuitas interiores, tus consuelos recrean mi alma.

[20] ¿Eres aliado tú de un tribunal de perdición, que erige en ley la tiranía? [21] Se atropella la vida del justo, la sangre inocente se condena. [22] Mas Yahveh es para mí una ciudadela, mi Dios la roca de mi amparo; [23] él hará recaer sobre ellos su maldad, los aniquilará por su malicia, Yahveh, nuestro Dios, los aniquilará.

Capítulo 95

[1] Venid, cantemos gozosos a Yahveh, aclamemos a la Roca de nuestra salvación; [2] con acciones de gracias vayamos ante él, aclamémosle con salmos. [3] Porque es Yahveh un Dios grande, Rey grande sobre todos los dioses; [4] en sus manos están las honduras de la tierra, y suyas son las cumbres de los montes; [5] suyo el mar, pues él mismo lo hizo, y la tierra firme que sus manos formaron. [6] Entrad, adoremos, prosternémonos, ¡de rodillas ante Yahveh que nos ha hecho! [7] Porque él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo de su pasto, el rebaño de su mano. ¡Oh, si escucharais hoy su voz!: [8] «No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá, como el día de Massá en el desierto, [9] donde me pusieron a prueba vuestros padres, me tentaron aunque habían visto mi obra.

[10] «Cuarenta años me asqueó aquella generación, y dije: Pueblo son de corazón torcido, que mis caminos no conocen. [11] Y por eso en mi cólera juré: ¡No han de entrar en mi reposo!»

Capítulo 96

[1] ¡Cantad a Yahveh un canto nuevo, cantad a Yahveh, toda la tierra, [2] cantad a Yahveh, su nombre bendecid! Anunciad su salvación día tras día, [3] contad su gloria a las naciones, a todos los pueblos sus maravillas. [4] Que grande es Yahveh, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses. [5] Pues nada son todos los dioses de los pueblos. Mas Yahveh los cielos hizo; [6] gloria y majestad están ante él, poder y fulgor en su santuario.

[7] Rendid a Yahveh, familias de los pueblos, rendid a Yahveh gloria y poder, [8] rendid a Yahveh la gloria de su nombre. Traed ofrendas y en sus atrios entrad, [9] postraos ante Yahveh en esplendor sagrado, ¡tiemble ante su faz la tierra entera! [10] Decid entre las gentes: «¡Yahveh es rey!» El orbe está seguro, no vacila; él gobierna a los pueblos rectamente. [11] ¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra, retumbe el mar y cuanto encierra; [12] exulte el campo y cuanto en él existe, griten de júbilo todos los árboles del bosque, [13] ante la faz de Yahveh, pues viene él, viene, sí, a juzgar la tierra! El juzgará al orbe con justicia, a los pueblos con su lealtad.

Capítulo 97

[1] ¡Reina Yahveh! ¡La tierra exulte, alégrense las islas Caperosas!

[2] Nube y Bruma densa en torno a él, Justicia y Derecho, la base de su trono. [3] Delante de él avanza fuego y a sus adversarios en derredor abrasa; [4] iluminan el orbe sus relámpagos, lo ve la tierra y se estremece. [5] Los montes como cera se derriten ante el Dueño de la tierra toda; [6] los cielos anuncian su justicia, y todos los pueblos ven su gloria.

[7] ¡Se avergüenzan los que sirven a los ídolos, los que se glorían de vanidades; se postran ante él todos los dioses! [8] Sión lo oye y se alboroza, exultan las hijas de Judá a causa de tus juicios, Yahveh. [9] Porque tú eres Yahveh, el Altísimo sobre toda la tierra, muy por encima de los dioses todos. [10] Yahveh ama a los que el mal detestan, él guarda las almas de sus fieles y de la mano de los impíos los libra. [11] La luz se alza para el justo, y para los de recto corazón la alegría. [12] Justos, alegraos en Yahveh, celebrad su memoria sagrada.

Capítulo 98

[1] Salmo. Cantad a Yahveh un canto nuevo, porque ha hecho maravillas; victoria le ha dado su diestra y su brazo santo. [2] Yahveh ha dado a conocer su salvación, a los ojos de las naciones ha revelado su justicia; [3] se ha acordado de su amor y su lealtad para con la casa de Israel. Todos los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios. [4] ¡Aclamad a Yahveh, toda la tierra, estallad, gritad de gozo y salmodiad! [5] Salmodiad para Yahveh con la cítara, con la cítara y al son de la salmodia; [6] con las trompetas y al son del cuerno aclamad ante la faz del rey Yahveh.

[7] Brama el mar y cuanto encierra, el orbe y los que le habitan;

[8] los ríos baten palmas, a una los montes gritan de alegría, [9] ante el rostro de Yahveh, pues viene a juzgar a la tierra; él juzgará al orbe con justicia, y a los pueblos con equidad.

Capítulo 99

[1] Reina Yahveh, los pueblos tiemblan; se sienta en querubines, la tierra se estremece; [2] grande es Yahveh en Sión. Excelso sobre los pueblos todos;

[3] loen tu nombre grande y venerable: santo es él. [4] Poderoso rey que el juicio ama, tú has fundado el derecho, juicio y justicia tú ejerces en Jacob. [5] Exaltad a Yahveh nuestro Dios, postraos ante el estrado de sus pies: santo es él. [6] Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, Samuel entre aquellos que su nombre invocaban, invocaban a Yahveh y él les respondía.

[7] En la columna de nube les hablaba, ellos guardaban sus dictámenes, la ley que él les dio. [8] Yahveh, Dios nuestro, tú les respondías, Dios paciente eras para ellos, aunque vengabas sus delitos. [9] Exaltad a Yahveh nuestro Dios, postraos ante su monte santo: santo es Yahveh, nuestro Dios.

Capítulo 100

[1] Salmo. Para la acción de gracias. ¡Aclamad a Yahveh, toda la tierra, [2] servid a Yahveh con alegría, llegaos ante él entre gritos de júbilo! [3] Sabed que Yahveh es Dios, él nos ha hecho y suyos somos, su pueblo y el rebaño de su pasto. [4] ¡Entrad en sus pórticos con acciones de gracias, con alabanzas en sus atrios, dadle gracias, bendecid su nombre! [5] Porque es bueno Yahveh, para siempre su amor, por todas las edades su lealtad.

Capítulo 101

[1] De David. Salmo. Quiero cantar el amor y la justicia, para ti, Yahveh, salmodiaré; [2] cursaré el camino de la perfección: ¿cuándo vendrás a mí? Procederé con corazón perfecto, dentro de mi casa; [3] no pondré delante de mis ojos cosa villana. Detesto la conducta de los extraviados, no se me pegará; [4] el corazón perverso está lejos de mí, no conozco al malvado. [5] Al que infama a su prójimo en secreto, a ése le aniquilo; ojo altanero y corazón hinchado no los soporto. [6] Mis ojos, en los fieles de la tierra, por que vivan conmigo; el que anda por el camino de la perfección será mi servidor.

[7] No mora dentro de mi casa el agente de engaño; el que dice mentiras no persiste delante de mis ojos. [8] Cada mañana he de aniquilar a todos los impíos del país, para extirpar de la ciudad de Yahveh a todos los agentes de mal.

Capítulo 102

[1] Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante Yahveh. [2] Yahveh, escucha mi oración, llegue hasta ti mi grito; [3] ne ocultes lejos de mí tu rostro el día de mi angustia; tiende hacia mí tu oído, ¡el día en que te invoco, presto, respóndeme! [4] Pues mis días en humo se disipan, mis huesos arden lo mismo que un brasero; [5] trillado como el heno, mi corazón se seca, y me olvido de comer mi pan; [6] ante la voz de mis sollozos, mi piel a mis huesos se ha pegado. [7] Me parezco al búho del yermo, igual que la lechuza de las ruinas; [8] insomne estoy y gimo cual solitario pájaro en tejado; [9] me insultan todo el día mis enemigos, los que me alababan maldicen por mi nombre.

[10] El pan que como es la ceniza, mi bebida mezclo con mis lágrimas, [11] ante tu cólera y tu enojo, pues tú me alzaste y después me has tirado: [12] mis días son como la sombra que declina, y yo me seco como el heno. [13] Mas tú, Yahveh, permaneces para siempre, y tu memoria de edad en edad. [14] Tú te alzarás, compadecido de Sión, pues es ya tiempo de apiadarte de ella, ha llegado la hora; [15] que están tus siervos encariñados de sus piedras y se compadecen de sus ruinas.

[16] Y temerán las naciones el nombre de Yahveh, y todos los reyes de la tierra tu gloria; [17] cuando Yahveh reconstruya a Sión, y aparezca en su gloria,

[18] volverá su rostro a la oración del despojado, su oración no despreciará. [19] Se escribirá esto para la edad futura, y en pueblo renovado alabará a Yahveh: [20] que se ha inclinado Yahveh desde su altura santa, desde los cielos ha mirado a la tierra, [21] para oír el suspiro del cautivo, para librar a los hijos de la muerte. [22] Para pregonar en Sión el nombre de Yahveh, y su alabanza en Jerusalén, [23] cuando a una se congreguen los pueblos, y los reinos para servir a Yahveh.

[24] El ha enervado mi fuerza en el camino, ha abreviado mis días. [25] Digo: ¡Dios mío, en la mitad de mis días no me lleves! ¡De edad en edad duran tus años! [26] Desde antiguo, fundaste tú la tierra, y los cielos son la obra de tus manos; [27] ellos perecen, mas tú quedas, todos ellos como la ropa se desgastan, como un vestido los mudas tú, y se mudan. [28] Pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus años. [29] Los hijos de tus siervos tendrán una morada, y su estirpe ante ti subsistirá.

Capítulo 103

[1] De David. Bendice a Yahveh, alma mía, del fondo de mi ser, su santo nombre, [2] bendice a Yahveh, alma mía, no olvides sus muchos beneficios. [3] El, que todas tus culpas perdona, que cura todas tus dolencias,

[4] rescata tu vida de la fosa, te corona de amor y de ternura,

[5] satura de bienes tu existencia, mientras tu juventud se renueva como el águila. [6] Yahveh, el que hace obras de justicia, y otorga el derecho a todos los oprimidos, [7] manifestó sus caminos a Moisés, a los hijos de Israel sus hazañas.

[8] Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y lleno de amor; [9] no se querella eternamente ni para siempre guarda su rencor;

[10] no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. [11] Como se alzan los cielos por encima de la tierra, así de grande es su amor para quienes le temen; [12] tan lejos como está el oriente del ocaso aleja él de nosotros nuestras rebeldías. [13] Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahveh para quienes le temen; [14] que él sabe de qué estamos plasmados, se acuerda de que somos polvo.

[15] ¡El hombre! Como la hierba son sus días, como la flor del campo, así florece; [16] pasa por él un soplo, y ya no existe, ni el lugar donde estuvo vuelve a conocerle. [17] Mas el amor de Yahveh desde siempre hasta siempre para los que le temen, y su justicia para los hijos de sus hijos,

[18] para aquellos que guardan su alianza, y se acuerdan de cumplir sus mandatos. [19] Yahveh en los cielos asentó su trono, y su soberanía en todo señorea. [20] Bendecid a Yahveh, ángeles suyos, héroes potentes, ejecutores de sus órdenes, en cuanto oís la voz de su palabra.

[21] Bendecid a Yahveh, todas sus huestes, servidores suyos, ejecutores de su voluntad. [22] Bendecid a Yahveh, todas sus obras, en todos los lugares de su imperio. ¡Bendice a Yahveh, alma mía!

Capítulo 104

[1] ¡Alma mía, bendice a Yahveh! ¡Yahveh, Dios mío, qué grande eres! Vestido de esplendor y majestad, [2] arropado de luz como de un manto, tú despliegas los cielos lo mismo que una tienda, [3] levantas sobre las aguas tus altas moradas; haciendo de las nubes carro tuyo, sobre las alas del viento te deslizas;

[4] tomas por mensajeros a los vientos, a las llamas del fuego por ministros. [5] Sobre sus bases asentaste la tierra, inconmovible para siempre jamás. [6] Del océano, cual vestido, la cubriste, sobre los montes persistían las aguas; [7] al increparlas tú, emprenden la huida, se precipitan al oír tu trueno, [8] y saltan por los montes, descienden por los valles, hasta el lugar que tú les asignaste; [9] un término les pones que no crucen, por que no vuelvan a cubrir la tierra.

[10] Haces manar las fuentes en los valles, entre los montes se deslizan; [11] a todas las bestias de los campos abrevan, en ellas su sed apagan los onagros; [12] sobre ellas habitan las aves de los cielos, dejan oír su voz entre la fronda. [13] De tus altas moradas abrevas las montañas, del fruto de tus obras se satura la tierra; [14] la hierba haces brotar para el ganado, y las plantas para el uso del hombre, para que saque de la tierra el pan, [15] y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre.

[16] Se empapan bien los árboles de Yahveh, los cedros del Líbano que él plantó; [17] allí ponen los pájaros su nido, su casa en su copa la cigüeña;

[18] los altos montes, para los rebecos, para los damanes, el cobijo de las rocas. [19] Hizo la luna para marcar los tiempos, conoce el sol su ocaso; [20] mandas tú las tinieblas, y es la noche, en ella rebullen todos los animales de la selva, [21] los leoncillos rugen por la presa, y su alimento a Dios reclaman.

[22] Cuando el sol sale, se recogen, y van a echarse a sus guaridas;

[23] el hombre sale a su trabajo, para hacer su faena hasta la tarde. [24] ¡Cuán Caperosas tus obras, Yahveh! Todas las has hecho con sabiduría, de tus criaturas está llena la tierra. [25] Ahí está el mar, grande y de amplios brazos, y en él el hervidero inCaperable de animales, grandes y pequeños; [26] por allí circulan los navíos, y Leviatán que tú formaste para jugar con él. [27] Todos ellos de ti están esperando que les des a su tiempo su alimento; [28] tú se lo das y ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes.

[29] Escondes tu rostro y se anonadan, les retiras su soplo, y expiran y a su polvo retornan. [30] Envías tu soplo y son creados, y renuevas la faz de la tierra. [31] ¡Sea por siempre la gloria de Yahveh, en sus obras Yahveh se regocije! [32] El que mira a la tierra y ella tiembla, toca los montes y echan humo. [33] A Yahveh mientras viva he de cantar, mientras exista salmodiaré para mi Dios. [34] ¡Oh, que mi poema le complazca! Yo en Yahveh tengo mi gozo.

[35] ¡Que se acaben los pecadores en la tierra, y ya no más existan los impíos! ¡Bendice a Yahveh, alma mía!

Capítulo 105

[1] ¡Dad gracias a Yahveh, aclamad su nombre, divulgad entre los pueblos sus hazañas! [2] ¡Cantadle, salmodiad para él, sus maravillas todas recitad;

[3] gloriaos en su santo nombre, se alegre el corazón de los que buscan a Yahveh! [4] ¡Buscad a Yahveh y su fuerza, id tras su rostro sin descanso,

[5] recordad las maravillas que él ha hecho, sus prodigios y los juicios de su boca! [6] Raza de Abraham, su servidor, hijos de Jacob, su elegido:

[7] él, Yahveh, es nuestro Dios, por toda la tierra sus juicios.

[8] El se acuerda por siempre de su alianza, palabra que impuso a mil generaciones, [9] lo que pactó con Abraham, el juramento que hizo a Isaac, [10] y que puso a Jacob como precepto, a Israel como alianza eterna, [11] diciendo: «Yo te daré la tierra de Canaán por parte de vuestra herencia». [12] Aunque ellos eran poco Caperosos, gente de paso y forasteros allí, [13] cuando iban de nación en nación, desde un reino a otro pueblo, [14] a nadie permitió oprimirles, por ellos castigó a los reyes:

[15] «Guardaos de tocar a mis ungidos, ni mal alguno hagáis a mis profetas.» [16] Llamó al hambre sobre aquel país, todo bastón de pan rompió;

[17] delante de ellos envió a un hombre, José, vendido como esclavo.

[18] Sus pies vejaron con grilletes, por su cuello pasaron las cadenas, [19] hasta que se cumplió su predicción, y le acreditó la palabra de Yahveh. [20] El rey mandó a soltarle, el soberano de pueblos, a dejarle libre; [21] le erigió señor sobre su casa, y de toda su hacienda soberano, [22] para instruir a su gusto a sus magnates, y a sus ancianos hacer sabios. [23] Entonces Israel entró en Egipto, Jacob residió en el país de Cam.

[24] El aumentó a su pueblo en gran manera, le hizo más fuerte que sus adversarios; [25] cambió el corazón de éstos para que odiasen a su pueblo y a sus siervos pusieran asechanzas. [26] Luego envió a Moisés su servidor, y Aarón, su escogido,

[27] que hicieron entre ellos sus señales anunciadas, prodigios en el país de Cam. [28] Mandó tinieblas y tinieblas hubo, mas ellos desafiaron sus palabras. [29] Trocó en sangre sus aguas y a sus peces dio muerte.

[30] Pululó de ranas su país, hasta en las moradas de sus reyes;

[31] mandó él, y vinieron los mosquitos, los cínifes por toda su comarca. [32] Les dio por lluvia el granizo, llamas de fuego en su país;

[33] hirió sus viñedos, sus higueras, y los árboles quebró de su comarca. [34] Dio la orden, y llegó la langosta, y el pulgón en número incontable; [35] comieron toda hierba en su país, comieron el fruto de su suelo.

[36] E hirió en su país a todo primogénito, las primicias de todo su vigor; [37] y a ellos los sacó con plata y oro, ni uno solo flaqueó de entre sus tribus. [38] Egipto se alegró de su salida, pues era presa del terror.

[39] El desplegó una nube por cubierta, y un fuego para alumbrar de noche. [40] Pidieron, y trajo codornices, de pan de los cielos los hartó; [41] abrió la roca, y brotaron las aguas, como río corrieron por los sequedales.

[42] Recordando su palabra sagrada dada a Abraham su servidor,

[43] sacó a su pueblo en alborozo, a sus elegidos entre gritos de júbilo. [44] Y las tierras les dio de las naciones, el trabajo de las gentes heredaron, [45] a fin de que garden sus preceptos y sus leyes observen.

Capítulo 106

[1] ¡Aleluya! ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor! [2] ¿Quién dirá las proezas de Yahveh, hará oír toda su alabanza? [3] ¡Dichosos los que guardan el derecho, los que practican en todo tiempo la justicia! [4] ¡Acuérdate de mí, Yahveh, por amor de tu pueblo; con tu salvación visítame, [5] que vea yo la dicha de tus elegidos, me alegre en la alegría de tu pueblo, con tu heredad me felicite! [6] Hemos pecado como nuestros padres, hemos faltado, nos hemos hecho impíos; [7] nuestros padres, en Egipto, no comprendieron tus prodigios. No se acordaron de tu inmenso amor, se rebelaron contra el Altísimo junto al mar de Suf. [8] El los salvó por amor de su nombre, para dar a conocer su poderío.

[9] Increpó al mar de Suf y éste se secó, los llevó por los abismos como por un desierto, [10] los salvó de la mano del que odíaba, de la mano del enemigo los libró. [11] El agua cubrió a sus adversarios, ni uno solo quedó. [12] Entonces ellos tuvieron fe en sus palabras y sus laudes cantaron. [13] Mas pronto se olvidaron de sus obras, no tuvieron en cuenta su consejo; [14] en el desierto ardían de avidez, a Dios tentaban en la estepa.

[15] El les concedió lo que pedían, mandó fiebre a sus almas.

[16] Y en el campamento, de Moisés tuvieron celos, de Aarón, el santo de Yahveh. [17] Se abre la tierra, traga a Datán, y cubre a la cuadrilla de Abirón; [18] un fuego se enciende contra su cuadrilla, una llama abrasa a los impíos [19] En Horeb se fabricaron un becerro, se postraron ante un metal fundido, [20] y cambiaron su gloria por la imagen de un buey que come heno.

[21] Olvidaban a Dios que les salvaba, al autor de cosas grandes en Egipto, [22] de prodigios en el país de Cam, de portentos en el mar de Suf. [23] Hablaba ya de exterminarlos, si no es porque Moisés, su elegido, se mantuvo en la brecha en su presencia, para apartar su furor de destruirlos. [24] Una tierra de delicias desdeñaron, en su palabra no tuvieron fe; [25] murmuraron dentro de sus tiendas, no escucharon la voz de Yahveh. [26] Y él, mano en alto, les juró hacerles caer en el desierto,

[27] desperdigar su raza entre las naciones, y dispersarlos por los países.

[28] Luego se vincularon a Baal Peor y comieron sacrificios de muertos. [29] Así le irritaron con sus obras, y una plaga descargó sobre ellos. [30] Entonces surgió Pinjás, zanjó, y la plaga se detuvo; [31] esto se le contó como justicia de edad en edad, para siempre. [32] En las aguas de Meribá le enojaron, y mal le fue a Moisés por culpa de ellos, [33] pues le amargaron el espíritu, y habló a la ligera con sus labios.

[34] No exterminaron a los pueblos que Yahveh les había señalado,

[35] sino que se mezclaron con las gentes, aprendieron sus prácticas. [36] Sirvieron a sus ídolos que fueron un lazo para ellos; [37] sacrificaban sus hijos y sus hijas a demonios. [38] Sangre inocente derramaban, la sangre de sus hijos y sus hijas, que inmolaban a los ídolos de Canaán, y fue el país profanado de sangre. [39] Así se manchaban con sus obras, y se prostituían con sus prácticas. [40] Entonces se inflamó la cólera de Yahveh contra su pueblo, y abominó de su heredad.

[41] Los entregó en mano de las gentes, y los dominaron los que los odiaban; [42] sus enemigos los tiranizaron, bajo su mano quedaron humillados. [43] Muchas veces los libró aunque ellos, en su propósito obstinados, se hundían en su culpa; [44] y los miró cuando estaban en apuros, escuchando su clamor. [45] Se acordó en favor de ellos de su alianza, se enterneció según su inmenso amor; [46] hizo que de ellos se apiadaran aquellos que cautivos los tenían.

[47] ¡Sálvanos, Yahveh, Dios nuestro, reúnenos de entre las naciones, para dar gracias a tu nombre santo, y gloriarnos en tu alabanza! [48] ¡Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, por eternidad de eternidades! Y el pueblo todo diga: ¡Amén!

Capítulo 107

[1] Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor. [2] Que lo digan los redimidos de Yahveh, los que él ha redimido del poder del adversario, [3] los que ha reunido de entre los países, de oriente y de poniente, del norte y mediodía. [4] En el desierto erraban, por la estepa, no encontraban camino de ciudad habitada; [5] hambrientos, y sedientos, desfallecía en ellos su alma. [6] Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los libró de sus angustias, [7] les condujo por camino recto, hasta llegar a ciudad habitada.

[8] ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán! [9] Porque él sació el alma anhelante, el alma hambrienta saturó de bienes. [10] Habitantes de tiniebla y sombra, cautivos de la miseria y de los hierros, [11] por haber sido rebeldes a las órdenes de Dios y haber despreciado el consejo del Altísimo, [12] él sometió su corazón a la fatiga, sucumbían, y no había quien socorriera. [13] Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los salvó de sus angustias, [14] los sacó de la tiniebla y de la sombra, y rompió sus cadenas.

[15] ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán! [16] Pues las puertas de bronce quebrantó, y los barrotes de hierro hizo pedazos. [17] Embotados de resultas de sus yerros, miserables a causa de sus culpas, [18] todo manjar les daba náusea, tocaban ya a las puertas de la muerte. [19] Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los salvó de sus angustias; [20] su palabra envió para sanarlos y arrancar sus vidas de la fosa.

[21] ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán! [22] Ofrezcan sacrificios de acción de gracias, y sus obras pregonen con gritos de alegría. [23] Los que a la mar se hicieron en sus naves, llevando su negocio por las muchas aguas, [24] vieron las obras de Yahveh, sus maravillas en el piélago. [25] Dijo, y suscitó un viento de borrasca, que entumeció las olas; [26] subiendo hasta los cielos, bajando hasta el abismo, bajo el peso del mal su alma se hundía; [27] dando vuelcos, vacilando como un ebrio, tragada estaba toda su pericia.

[28] Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los sacó de sus angustias; [29] a silencio redujo la borrasca, y las olas callaron. [30] Se alegraron de verlas amansarse, y él los llevó hasta el puerto deseado. [31] ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán! [32] ¡Ensálcenle en la asamblea del pueblo, en el concejo de los ancianos le celebren! [33] El cambia los ríos en desierto, y en suelo de sed los manantiales,

[34] la tierra fértil en salinas, por la malicia de sus habitantes.

[35] Y él cambia el desierto en un estanque, y la árida tierra en manantial. [36] Allí asienta a los hambrientos, y ellos fundan una ciudad habitada. [37] Y siembran campos, plantan viñas, que producen sus frutos de cosecha. [38] El los bendice y crecen mucho y no deja que mengüen sus ganados. [39] Menguados estaban, y abatidos por la tenaza del mal y la aflicción. [40] El que vierte desprecio sobre príncipes, los hacía errar por caos sin camino.

[41] Mas él recobra de la miseria al pobre, aumenta como un rebaño las familias; [42] los hombres rectos lo ven y se recrean, y toda iniquidad cierra su boca. [43] ¿Hay algún sabio? ¡Que garde estas cosas, y comprenda el amor de Yahveh!

Capítulo 108

[1] Cántico. Salmo. De David. [2] A punto está mi corazón, oh Dios, — voy a cantar, voy a salmodiar — ¡anda, gloria mía! [3] ¡despertad, arpa y cítara! ¡a la aurora he de despertar! [4] Te alabaré entre los pueblos, Yahveh, te salmodiaré entre las gentes, [5] porque tu amor es grande hasta los cielos, tu lealtad hasta las nubes. [6] ¡Alzate, oh Dios, sobre los cielos, sobre toda la tierra, tu gloria! [7] Para que tus amados salgan libres, ¡salva con tu diestra, respóndenos! [8] Ha hablado Dios en su santuario: «Ya exulto, voy a repartir a Siquem, a medir el valle de Sukkot.

[9] «Mío es Galaad, mío Manasés, Efraím, yelmo de mi cabeza, Judá mi cetro. [10] «Moab, la vasija en que me lavo. Sobre Edom tiro mi sandalia, contra Filistea lanzo el grito de guerra.» [11] ¿Quién me conducirá hasta la plaza fuerte, quién me guiará hasta Edom? [12] ¿No eres tú, oh Dios, que nos has rechazado y ya no sales, oh Dios, con nuestras tropas? [13] ¡Danos ayuda contra el adversario, que es vano el socorro del hombre! [14] ¡Con Dios hemos de hacer proezas, y él hollará a nuestros adversarios!

Capítulo 109

[1] Del maestro de coro. De David. Salmo. ¡Oh Dios de mi alabanza, no te quedes mudo! [2] Boca de impío, boca de engaño, se abren contra mí. Me hablan con lengua de mentira, [3] con palabras de odio me envuelven, me atacan sin razón. [4] En pago de mi amor, se me acusa, y yo soy sólo oración;

[5] se me devuelve mal por bien y odio por mi amor: [6] «¡Suscita a un impío contra él, y que un fiscal esté a su diestra; [7] que en el juicio resulte culpable, y su oración sea tenida por pecado! [8] «¡Sean pocos sus días, que otro ocupe su cargo; [9] queden sus hijos huérfanos y viuda su mujer! [10] «¡Anden sus hijos errantes, mendigando, y sean expulsados de sus ruinas; [11] el acreedor le atrape todo lo que tiene, y saqueen su fruto los extraños! [12] «¡Ni uno solo tenga con él amor, nadie se compadezca de sus huérfanos, [13] sea dada al exterminio su posteridad, en una generación sea borrado su nombre! [14] «¡Sea ante Yahveh recordada la culpa de sus padres, el pecado de su madre no se borre; [15] estén ante Yahveh constantemente, y él cercene de la tierra su memoria!» [16] Porque él no se acordó de actuar con amor: persiguió al pobre, al desdichado, y al de abatido corazón para matarle;

[17] amó la maldición: sobre él recaiga, no quiso bendición: que de él se aleje.

[18] Se vistió de maldición como de un manto: ¡que penetre en su seno como agua, igual que aceite dentro de sus huesos! [19] ¡Séale cual vestido que le cubra, como cinto que la ciña siempre! [20] ¡Tal sea de parte de Yahveh la paga de mis acusadores, de los que dicen mal contra mi alma! [21] ¡Y tú, Señor Yahveh, actúa por mí en gracia de tu nombre, porque tu amor es bueno, líbrame!, [22] Porque soy pobre y desdichado, y tengo dentro herido el corazón; [23] cual sombra que declina me voy yendo, me han sacudido igual que a la langosta.

[24] Por tanto ayuno se doblan mis rodillas, falta de aceite mi carne ha enflaquecido; [25] me he hecho el insulto de ellos, me ven y menean su cabeza. [26] ¡Ayúdame, Yahveh, Dios mío, sálvame por tu amor! [27] ¡Sepan ellos que tu mano es ésta, que tú, Yahveh, lo has hecho! [28] ¡Maldigan ellos, pero tú bendice, los que me atacan sean confundidos y tu siervo se alegre! [29] ¡Los que me acusan queden vestidos de ignominia, como en un manto en su vergüenza envueltos! [30] ¡Copiosas gracias a Yahveh en mi boca, entre la multitud le alabaré: [31] porque él se pone a la diestra del pobre para salvar su alma de sus jueces!

Capítulo 110

[1] De David. Salmo. Oráculo de Yahveh a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies. [2] El cetro de tu poder lo extenderá Yahveh desde Sión: ¡domina en medio de tus enemigos! [3] Para ti el principado el día de tu nacimiento, en esplendor sagrado desde el seno, desde la aurora de tu juventud. [4] Lo ha jurado Yahveh y no ha de retractarse: «Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec.» [5] A tu diestra, Señor, él quebranta a los reyes el día de su cólera; [6] sentencia a las naciones, amontona cadáveres, cabezas quebranta sobre la ancha tierra. [7] En el camino bebe del torrente, por eso levanta la cabeza.

Capítulo 111

[1] ¡Aleluya! Alef. Doy gracias a Yahveh de todo corazón, Bet. en el consejo de los justos y en la comunidad. [2] Guímel. Grandes son las obras de Yahveh, Dálet. meditadas por los que en ellas se complacen. [3] He. Esplendor y majestad su obra, Vau. su justicia por siempre permanece. [4] Zain. De sus maravillas ha dejado un memorial. Jet. ¡Clemente y compasivo Yahveh! [5] Tet. Ha dado alimento a quienes le temen, Yod. se acuerda por siempre de su alianza. [6] Kaf. Ha revelado a su pueblo el poder de sus obras, Lámed. dándole la heredad de las naciones.

[7] Mem. Verdad y justicia, las obras de sus manos, Nun. leales todas sus ordenanzas, [8] Sámek. afirmadas para siempre jamás, Ain. ejecutadas con verdad y rectitud. [9] Pe. Ha enviado redención a su pueblo, Sade. ha fijado para siempre su alianza; Qof. santo y temible es su nombre. [10] Res. Principio del saber, el temor de Yahveh; Sin. muy cuerdos todos los que lo practican. Tau. Su alabanza por siempre permanece.

Capítulo 112

[1] ¡Aleluya! Alef. ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, Bet. que en sus mandamientos mucho se complace! [2] Guímel. Fuerte será en la tierra su estirpe, Dálet. bendita la raza de los hombres rectos. [3] He. Hacienda y riquezas en su casa, Vau. su justicia por siempre permanece. [4] Zain En las tinieblas brilla, como luz de los rectos, Jet. tierno, clemente y justo. [5] Tet. Feliz el hombre que se apiada y presta, Yod. y arregla rectamente sus asuntos. [6] Kaf. No, no será conmovido jamás, Lámed. en memoria eterna permanece el justo; [7] Mem. no tiene que temer noticias malas, Nun. firme es su corazón, en Yahveh confiado. [8] Sámek. Seguro está su corazón, no teme: Ain. al fin desafiará a sus adversarios.

[9] Pe. Con largueza da a los pobres; Sade. su justicia por siempre permanece, Qof. su frente se levanta con honor. [10] Res. Lo ve el impío y se enfurece, Sin. rechinando sus dientes, se consume. Tau. El afán de los impíos se pierde.

Capítulo 113

[1] ¡Aleluya! ¡Alabad, servidores de Yahveh, alabad el nombre de Yahveh! [2] ¡Bendito sea el nombre de Yahveh, desde ahora y por siempre!

[3] ¡De la salida del sol hasta su ocaso, sea loado el nombre de Yahveh! [4] ¡Excelso sobre todas las naciones Yahveh, por encima de los cielos su gloria! [5] ¿Quién como Yahveh, nuestro Dios, que se sienta en las alturas,

[6] y se abaja para ver los cielos y la tierra? [7] El levanta del polvo al desvalido, del estiércol hace subir al pobre, [8] para sentarle con los príncipes, con los príncipes de su pueblo. [9] El asienta a la estéril en su casa, madre de hijos jubilosa.

Capítulo 114

[1] Cuando Israel salió de Egipto, la casa de Jacob de un pueblo bárbaro, [2] se hizo Judá su santuario, Israel su dominio. [3] Lo vio la mar y huyó, retrocedió el Jordán, [4] los montes brincaron lo mismo que carneros, las colinas como corderillos. [5] Mar, ¿qué es lo que tienes para huir, y tú, Jordán, para retroceder, [6] montes, para saltar como carneros, colinas, como corderillos? [7] ¡Tiembla, tierra, ante la faz del Dueño, ante la faz del Dios de Jacob, [8] aquel que cambia la peña en un estanque, y el pedernal en una fuente!

Capítulo 115

[1] ¡No a nosotros, Yahveh, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria, por tu amor, por tu verdad! [2] ¿Por qué han de decir las gentes: «¿Dónde está su Dios?» [3] Nuestro Dios está en los cielos, todo cuanto le place lo realiza. [4] Plata y oro son sus ídolos, obra de mano de hombre. [5] Tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, [6] tienen oídos y no oyen, tienen nariz y no huelen.

[7] Tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, ni un solo susurro en su garganta. [8] Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza. [9] Casa de Israel, confía en Yahveh, él, su auxilio y su escudo;

[10] casa de Aarón, confía en Yahveh, él, su auxilio y su escudo;

[11] los que teméis a Yahveh, confiad en Yahveh, él, su auxilio y su escudo. [12] Yahveh se acuerda de nosotros, él bendecirá, bendecirá a la casa de Israel, bendecirá a la casa de Aarón, [13] bendecirá a los que temen a Yahveh, a pequeños y grandes.

[14] ¡Yahveh os acreciente a vosotros y a vuestros hijos! [15] ¡Benditos vosotros de Yahveh, que ha hecho los cielos y la tierra! [16] Los cielos, son los cielos de Yahveh, la tierra, se la ha dado a los hijos de Adán. [17] No alaban los muertos a Yahveh, ni ninguno de los que bajan al Silencio; [18] mas nosotros, los vivos, a Yahveh bendecimos, desde ahora y por siempre.

Capítulo 116

[1] Yo amo, porque Yahveh escucha mi voz suplicante; [2] porque hacia mí su oído inclina el día en que clamo. [3] Los lazos de la muerte me aferraban, me sorprendieron las redes del seol; en angustia y tristeza me encontraba, [4] y el nombre de Yahveh invoqué: ¡Ah, Yahveh, salva mi alma! [5] Tierno es Yahveh y justo, compasivo nuestro Dios; [6] Yahveh guarda a los pequeños, estaba yo postrado y me salvó.

[7] Vuelve, alma mía, a tu reposo, porque Yahveh te ha hecho bien. [8] Ha guardado mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, y mis pies de mal paso. [9] Caminaré en la presencia de Yahveh por la tierra de los vivos. [10] ¡Tengo fe, aún cuando digo: «Muy desdichado soy»!, [11] yo que he dicho en mi consternación: «Todo hombre es mentiroso». [12] ¿Cómo a Yahveh podré pagar todo el bien que me ha hecho?

[13] La copa de salvación levantaré, e invocaré el nombre de Yahveh. [14] Cumpliré mis votos a Yahveh, ¡sí, en presencia de todo su pueblo! [15] Mucho cuesta a los ojos de Yahveh la muerte de los que le aman.

[16] ¡Ah, Yahveh, yo soy tu siervo, tu siervo, el hijo de tu esclava, tú has soltado mis cadenas! [17] Sacrificio te ofreceré de acción de gracias, e invocaré el nombre de Yahveh. [18] Cumpliré mis votos a Yahveh, sí, en presencia de todo su pueblo, [19] en los atrios de la Casa de Yahveh, en medio de ti, Jerusalén.

Capítulo 117

[1] ¡Alabad a Yahveh, todas las naciones, celebradle, pueblos todos! [2] Porque es fuerte su amor hacia nosotros, la verdad de Yahveh dura por siempre.

Capítulo 118

[1] ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor! [2] ¡Diga la casa de Israel: que es eterno su amor! [3] ¡Diga la casa de Aarón: que es eterno su amor! [4] ¡Digan los que temen a Yahveh: que es eterno su amor! [5] En mi angustia hacia Yahveh grité, él me respondió y me dio respiro; [6] Yahveh está por mí, no tengo miedo, ¿qué puede hacerme el hombre? [7] Yahveh está por mí, entre los que me ayudan, y yo desafío a los que me odian.

[8] Mejor es refugiarse en Yahveh que confiar en hombre; [9] mejor es refugiarse en Yahveh que confiar en magnates. [10] Me rodeaban todos los gentiles: en el nombre de Yahveh los cercené; [11] me rodeaban, me asediaban: en el nombre de Yahveh los cercené. [12] Me rodeaban como avispas, llameaban como fuego de zarzas: en el nombre de Yahveh los cercené. [13] Se me empujó, se me empujó para abatirme, pero Yahveh vino en mi ayuda; [14] mi fuerza y mi cántico es Yahveh, él ha sido para mí la salvación.

[15] Clamor de júbilo y salvación, en las tiendas de los justos: «¡La diestra de Yahveh hace proezas, [16] excelsa la diestra de Yahveh, la diestra de Yahveh hace proezas!» [17] No, no he de morir, que viviré, y contaré las obras de Yahveh; [18] me castigó, me castigó Yahveh, pero a la muerte no me entregó. [19] ¡Abridme las puertas de justicia, entraré por ellas, daré gracias a Yahveh! [20] Aquí está la puerta de Yahveh, por ella entran los justos.

[21] Gracias te doy, porque me has respondido, y has sido para mí la salvación.

[22] La piedra que los constructores desecharon en piedra angular se ha convertido; [23] esta ha sido la obra de Yahveh, una maravilla a nuestros ojos. [24] ¡Este es el día que Yahveh ha hecho, exultemos y gocémonos en él! [25] ¡Ah, Yahveh, da la salvación! ¡Ah, Yahveh, da el éxito!

[26] ¡Bendito el que viene en el nombre de Yahveh! Desde la Casa de Yahveh os bendecimos. [27] Yahveh es Dios, él nos ilumina. ¡Cerrad la procesión, ramos en mano, hasta los cuernos del altar! [28] Tú eres mi Dios, yo te doy gracias, Dios mío, yo te exalto.

[29] ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!

Capítulo 119

[1] Alef Dichosos los que van por camino perfecto, los que proceden en la ley de Yahveh. [2] Dichosos los que guardan sus dictámenes, los que le buscan de todo corazón, [3] y los que, sin cometer iniquidad, andan por sus caminos.

[4] Tú tus ordenanzas promulgaste, para que sean guardadas cabalmente.

[5] ¡Ojalá mis caminos se aseguren para observar tus preceptos!

[6] Entonces no tendré vergüenza alguna al mirar a todos tus mandamientos. [7] Con rectitud de corazón te daré gracias, al aprender tus justos juicios. [8] Tus preceptos, los observaré, no me abandones tú del todo.

[9] Bet. ¿Cómo el joven guardará puro su camino? Observando tu palabra. [10] De todo corazón ando buscándote, no me desvíes de tus mandamientos.

[11] Dentro del corazón he guardado tu promesa, para no pecar contra ti. [12] Bendito tú, Yahveh, enséñame tus preceptos. [13] Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca.

[14] En el camino de tus dictámenes me recreo más que en toda riqueza. [15] En tus ordenanzas quiero meditar y mirar a tus caminos.

[16] En tus preceptos tengo mis delicias, no olvido tu palabra.

[17] Guímel. Haz merced a tu siervo y viviré. y guardaré tu palabra. [18] Abre mis ojos para que contemple las maravillas de tu ley.

[19] Un forastero soy sobre la tierra, tus mandamientos no me ocultes. [20] Mi alma se consume deseando tus juicios en todo tiempo.

[21] Tú increpas a los soberbios, los malditos, que se desvían de tus mandamientos. [22] Echa lejos de mí oprobio y menosprecio, porque he guardado tus dictámenes. [23] Aunque los príncipes hablen en sesión contra mí, tu servidor medita en tus preceptos. [24] Tus dictámenes hacen mis delicias, mis consejeros, tus preceptos.

[25] Dálet. Mi alma está pegada al polvo, hazme vivir conforme a tu palabra. [26] Mis caminos expuse, y tú me respondiste, enséñame tus preceptos.

[27] Hazme entender el camino de tus ordenanzas, y meditaré en tus maravillas. [28] Se va en lágrimas mi alma por el tedio, sosténme conforme a tu palabra. [29] Aléjame del camino de mentira, y dame la gracia de tu ley,

[30] He escogido el camino de la lealtad, a tus juicios me conformo.

[31] A tus dictámenes me mantengo adherido, no me confundas, tú, Yahveh. [32] Corro por el camino de tus mandamientos, pues tú mi corazón dilatas.

[33] He. Enséñame, Yahveh, el camino de tus preceptos, yo lo quiero guardar en recompensa. [34] Hazme entender, para guardar tu ley y observarla de todo corazón. [35] Llévame por la senda de tus mandamientos porque mi complacencia tengo en ella. [36] Inclina mi corazón hacia tus dictámenes, y no a ganancia injusta. [37] Aparta mis ojos de mirar vanidades, por tu palabra vivifícame.

[38] Mantén a tu siervo tu promesa, que conduce a tu temor.

[39] Aparta de mí el oprobio que me espanta, pues son buenos tus juicios. [40] Mira que deseo tus ordenanzas, hazme vivir por tu justicia.

[41] Vau. ¡Llegue hasta mí tu amor, Yahveh, tu salvación, conforme a tu promesa! [42] Y daré respuesta al que me insulta, porque confío en tu palabra. [43] No quites de mi boca la palabra de verdad, porque espero en tus juicios. [44] Yo observaré sin descanso tu ley para siempre jamás. [45] Y andaré por camino anchuroso, porque tus ordenanzas voy buscando. [46] De tus dictámenes hablaré ante los reyes, y no tendré que avergonzarme. [47] Y me deleitaré en tus mandamientos, que amo mucho. [48] Tiendo mis manos hacia tus mandamientos, en tus preceptos medito. [49] Zain. Recuerda la palabra dada a tu servidor, de la que has hecho mi esperanza. [50] Este es mi consuelo en mi miseria: que tu promesa me da vida. [51] Los soberbios me insultan hasta el colmo, yo no me aparto de tu ley. [52] Me acuerdo de tus juicios de otro tiempo, oh Yahveh, y me consuelo. [53] Me arrebata el furor por los impíos que abandonan tu ley.

[54] Tus preceptos son cantares para mí en mi mansión de forastero.

[55] Me acuerdo por la noche de tu nombre, Yahveh, quiero guardar tu ley. [56] Esta es mi tarea: guardar tus ordenanzas.

[57] Jet. Mi porción, Yahveh, he dicho, es guardar tus palabras.

[58] Con todo el corazón busco tu favor, tenme piedad conforme a tu promesa. [59] He examinado mis caminos y quiero volver mis pies a tus dictámenes. [60] Me doy prisa y no me tardo en observar tus mandamientos.

[61] Las redes de los impíos me aprisionan, yo no olvido tu ley. [62] Me levanto a medianoche a darte gracias por tus justos juicios. [63] Amigo soy de todos los que te temen y observan tus ordenanzas.

[64] De tu amor, Yahveh, está la tierra llena, enséñame tus preceptos.

[65] Tet. Has sido generoso con tu siervo, oh Yahveh, conforme a tu palabra. [66] Cordura y sabiduría enséñame, pues tengo fe en tus mandamientos.

[67] Antes de ser humillado, me descarriaba, mas ahora observo tu promesa. [68] Tú, que eres bueno y bienhechor, enséñame tus preceptos.

[69] Los soberbios me enredan con mentira, yo guardo tus ordenanzas de todo corazón. [70] Como de grasa su corazón está embotado. mas yo en tu ley tengo mis delicias. [71] Un bien para mí ser humillado, para que aprenda tus preceptos.

[72] Un bien para mí la ley de tu boca, más que miles de oro y plata.

[73] Yod. Tus manos me han hecho y me han formado, hazme entender, y aprenderé tus mandamientos. [74] Los que te temen me ven con alegría, porque espero en tu palabra. [75] Yo sé, Yahveh, que son justos tus juicios, que con lealtad me humillas tú. [76] Sea tu amor consuelo para mí, según tu promesa a tu servidor.

[77] Me alcancen tus ternuras y viviré, porque tu ley es mi delicia. [78] Sean confundidos los soberbios que me afligen con mentira, yo en tus ordenanzas medito. [79] Vuélvanse hacia mí los que te temen, los que conocen tus dictámenes. [80] Sea mi corazón perfecto en tus preceptos, para que no sea confundido.

[81] Kaf. En pos de tu salvación mi alma languidece, en tu palabra espero. [82] Languidecen mis ojos en pos de tu promesa diciendo: «¿Cuándo vas a consolarme?» [83] Aun hecho igual que un pellejo que se ahúma, de tus preceptos no me olvido. [84] ¿Cuántos serán los días de tu siervo? ¿cuándo harás justicia de mis perseguidores? [85] Los soberbios han cavado fosas para mí en contra de tu ley. [86] Todos tus mandamientos son verdad, con mentira se me persigue, ¡ayúdame! [87] Poco falta para que me borren de la tierra, mas yo tus ordenanzas no abandono. [88] Según tu amor dame la vida, y guardaré el dictamen de tu boca.

[89] Lámed. Para siempre, Yahveh, tu palabra, firme está en los cielos. [90] Por todas las edades tu verdad, tú fijaste la tierra, ella persiste. [91] Por tus juicios subsiste todo hasta este día, pues toda cosa es sierva tuya. [92] Si tu ley no hubiera sido mi delicia, ya habría perecido en mi miseria. [93] Jamás olvidaré tus ordenanzas, por ellas tú me das la vida.

[94] Tuyo soy, sálvame, pues tus ordenanzas voy buscando. [95] Para perderme me acechan los impíos, yo estoy atento a tus dictámenes. [96] De todo lo perfecto he visto el límite: ¡Qué inmenso es tu mandamiento! [97] Mem. ¡Oh, cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.

[98] Más sabio me haces que mis enemigos por tu mandamiento, que por siempre es mío. [99] Tengo más prudencia que todos mis maestros, porque mi meditación son tus dictámenes. [100] Poseo más cordura que los viejos, porque guardo tus ordenanzas.

[101] Retraigo mis pasos de toda mala senda para guardar tu palabra. [102] De tus juicios no me aparto, porque me instruyes tú. [103] ¡Cuán dulce al paladar me es tu promesa, más que miel a mi boca! [104] Por tus ordenanzas cobro inteligencia, por eso odio toda senda de mentira.

[105] Nun. Para mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero. [106] He jurado, y he de mantenerlo, guardar tus justos juicios.

[107] Humillado en exceso estoy, Yahveh, dame la vida conforme a tu palabra. [108] Acepta los votos de mi boca, Yahveh, y enséñame tus juicios.

[109] Mi alma está en mis manos sin cesar, mas no olvido tu ley. [110] Me tienden un lazo los impíos, mas yo no me desvío de tus ordenanzas. [111] Tus dictámenes son mi herencia por siempre, ellos son la alegría de mi corazón. [112] Inclino mi corazón a practicar tus preceptos, recompensa por siempre.

[113] Sámek. Aborrezco la doblez y amo tu ley. [114] Mi refugio y mi escudo eres tú, yo espero en tu palabra.

[115] ¡Apartaos de mí, malvados, quiero guardar los mandamientos de mi Dios! [116] Sosténme conforme a tu promesa, y viviré, no defraudes mi esperanza. [117] Sé tú mi apoyo, y seré salvo, y sin cesar tendré a la vista tus preceptos. [118] Tú deshaces a todos los que se desvían de tus preceptos, mentira es su astucia. [119] Tienes por escoria a todos los impíos de la tierra, por eso amo yo tus dictámenes. [120] Por tu terror tiembla mi carne, de tus juicios tengo miedo.

[121] Ain. Juicio y justicia he practicado, a mis opresores no me entregues. [122] Sé fiador de tu siervo para el bien, no me opriman los soberbios. [123] En pos de tu salvación languidecen mis ojos, tras tu promesa de justicia. [124] Según tu amor trata a tu siervo, enséñame tus preceptos.

[125] Yo soy tu servidor, hazme entender, y aprenderé tus dictámenes.

[126] Ya es hora de actuar, Yahveh, se ha violado tu ley. [127] Por eso amo yo tus mandamientos más que el oro, más que el oro fino. [128] Por eso me guío por todas tus ordenanzas y odio toda senda de mentira.

[129] Pe. Maravillas son tus dictámenes, por eso mi alma los guarda. [130] Al abrirse, tus palabras iluminan dando inteligencia a los sencillos. [131] Abro mi boca franca, y hondo aspiro, que estoy ansioso de tus mandamientos. [132] Vuélvete a mí y tenme piedad, como es justo para los que aman tu nombre. [133] Mis pasos asegura en tu promesa, que no me domine ningún mal. [134] Rescátame de la opresión del hombre, y tus ordenanzas guardaré. [135] Haz que brille tu faz para tu siervo, y enséñame tus preceptos.

[136] Mis ojos destilan ríos de lágrimas, porque tu ley no se guarda.

[137] Sade. ¡Justo eres tú, Yahveh, y rectitud tus juicios!

[138] Con justicia impones tus dictámenes, con colmada verdad.

[139] Mi celo me consume, porque mis adversarios olvidan tus palabras. [140] Acendrada en extremo es tu promesa, tu servidor la ama.

[141] Pequeño soy y despreciado, mas no olvido tus ordenanzas.

[142] Justicia eterna es tu justicia, verdad tu ley. [143] Angustia y opresión me han alcanzado, tus mandamientos hacen mis delicias. [144] Justicia eterna tus dictámenes, hazme entender para que viva.

[145] Qof. Invoco con todo el corazón, respóndeme, Yahveh, y guardaré tus preceptos. [146] Yo te invoco, sálvame, y guardaré tus dictámenes. [147] Me adelanto a la aurora y pido auxilio, en tu palabra espero. [148] Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche, a fin de meditar en tu promesa. [149] Por tu amor, Yahveh, escucha mi voz, por tus juicios, vivifícame. [150] Se acercan a la infamia los que me persiguen, se alejan de tu ley. [151] Tú estás cerca, Yahveh, todos tus mandamientos son verdad.

[152] De tus dictámenes sé desde hace tiempo que para siempre los fundaste.

[153] Res Mira mi aflicción y líbrame, porque tu ley no olvido.

[154] Aboga por mi causa tú, rescátame, dame la vida conforme a tu promesa. [155] Lejos de los impíos la salvación, pues no van buscando tus preceptos. [156] Muchas son tus ternuras, Yahveh, por tus juicios, vivifícame.

[157] Numerosos mis perseguidores y adversarios, yo no me aparto de tus dictámenes. [158] He visto a los traidores, me disgusta que no guarden tu promesa. [159] Mira que amo tus ordenanzas, Yahveh, dame la vida por tu amor. [160] Es verdad el principio de tu palabra, por siempre, todos tus justos juicios.

[161] Sin. Príncipes me persiguen sin razón, mas mi corazón teme tus palabras. [162] Me regocijo en tu promesa como quien halla un gran botín.

[163] La mentira detesto y abomino, amo tu ley. [164] Siete veces al día te alabo por tus justos juicios. [165] Mucha es la paz de los que aman tu ley, no hay tropiezo para ellos. [166] Espero tu salvación, Yahveh, tus mandamientos cumplo.

[167] Mi alma guarda tus dictámenes, mucho los amo. [168] Guardo tus ordenanzas y dictámenes que ante ti están todos mis caminos.

[169] Tau. Mi grito llegue hasta tu faz, Yahveh, por tu palabra dame inteligencia. [170] Mi súplica llegue ante tu rostro, por tu promesa líbrame.

[171] Mis labios proclaman tu alabanza, pues tú me enseñas tus preceptos. [172] Mi lengua repita tu promesa, pues todos tus mandamientos son justicia. [173] Venga tu mano en mi socorro, porque tus ordenanzas he escogido. [174] Anhelo tu salvación, Yahveh, tu ley hace mis delicias.

[175] Viva mi alma para alabarte, y ayúdenme tus juicios. [176] Me he descarriado como oveja perdida: ven en busca de tu siervo. No, no me olvido de tus mandamientos.

Capítulo 120

[1] Canción de las subidas. Hacia Yahveh, cuando en angustias me encontraba, clamé, y él me respondió. [2] ¡Yahveh, libra mi alma del labio mentiroso, de la lengua tramposa! [3] ¿Qué te dará y qué te añadirá, lengua tramposa? [4] ¡Flechas de guerrero afiladas con brasas de retama! [5] ¡Qué desgracia para mí vivir en Mések, morar en las tiendas de Quedar! [6] Harto ha vivido ya mi alma con los que odian la paz. [7] Que si yo hablo de paz, ellos prefieren guerra.

Capítulo 121

[1] Canción para las subidas. Alzo mis ojos a los montes: ¿de dónde vendrá mi auxilio? [2] Mi auxilio me viene de Yahveh, que hizo el cielo y la tierra. [3] ¡No deje él titubear tu pie! ¡no duerme tu guardián! [4] No, no duerme ni dormita el guardián de Israel. [5] Yahveh es tu guardián, tu sombra, Yahveh, a tu diestra.

[6] De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.

[7] Te guarda Yahveh de todo mal, él guarda tu alma; [8] Yahveh guarda tus salidas y entradas, desde ahora y por siempre.

Capítulo 122

[1] Canción de las subidas. De David. ¡Oh, qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa de Yahveh! [2] ¡Ya estamos, ya se posan nuestros pies en tus puertas, Jerusalén! [3] Jerusalén, construida cual ciudad de compacta armonía, [4] a donde suben las tribus, las tribus de Yahveh, es para Israel el motivo de dar gracias al nombre de Yahveh. [5] Porque allí están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David. [6] Pedid la paz para Jerusalén: ¡en calma estén tus tiendas,

[7] haya paz en tus muros, en tus palacios calma! [8] Por amor de mis hermanos y de mis amigos, quiero decir: ¡La paz contigo! [9] ¡Por amor de la Casa de Yahveh nuestro Dios, ruego por tu ventura.

Capítulo 123

[1] Canción de las subidas. A ti levanto mis ojos, tú que habitas en el cielo; [2] míralos, como los ojos de los siervos en la mano de sus amos. Como los ojos de la sierva en la mano de su señora, así nuestros ojos en Yahveh nuestro Dios, hasta que se apiade de nosotros. [3] ¡Ten piedad de nosotros, Yahveh, ten piedad de nosotros, que estamos saturados de desprecio! [4] ¡Nuestra alma está por demás saturada del sarcasmo de los satisfechos, (¡El desprecio es para los soberbios!)

Capítulo 124

[1] Canción de las subidas. De David. Si Yahveh no hubiera estado por nosotros, — que lo diga Israel — [2] si Yahveh no hubiera estado por nosotros, cuando contra nosotros se alzaron los hombres, [3] vivos entonces nos habrían tragado en el fuego de su cólera. [4] Entonces las aguas nos habrían anegado, habría pasado sobre nosotros un torrente, [5] habrían pasado entonces sobre nuestra alma aguas voraginosas. [6] ¡Bendito sea Yahveh que no nos hizo presa de sus dientes!

[7] Nuestra alma como un pájaro escapó del lazo de los cazadores. El lazo se rompió y nosotros escapamos; [8] nuestro socorro en el nombre de Yahveh, que hizo el cielo y la tierra.

Capítulo 125

[1] Canción de las subidas. Los que confían en Yahveh son como el monte Sión, que es inconmovible, estable para siempre. [2] ¡Jerusalén, de montes rodeada! Así Yahveh rodea a su pueblo desde ahora y por siempre. [3] Jamás ha de caer el cetro de impiedad sobre la suerte de los justos, para que los justos no alarguen a la maldad su mano. [4] Haz bien, Yahveh, a los buenos, a los de recto corazón.

[5] ¡Mas a los que yerran por sus caminos tortuosos, los suprima Yahveh con los agentes de mal! ¡Paz a Israel!

Capítulo 126

[1] Canción de las subidas. Cuando Yahveh hizo volver a los cautivos de Sión, como soñando nos quedamos; [2] entonces se llenó de risa nuestra boca y nuestros labios de gritos de alegría. Entonces se decía entre las naciones: ¡Grandes cosas ha hecho Yahveh con éstos! [3] ¡Sí, grandes cosas hizo con nosotros Yahveh, el gozo nos colmaba! [4] ¡Haz volver, Yahveh, a nuestros cautivos como torrentes en el Négueb! [5] Los que siembran con lágrimas cosechan entre cánticos. [6] Al ir, va llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo sus gavillas.

Capítulo 127

[1] Canción de las subidas. De Salomón. Si Yahveh no construye la casa, en vano se afanan los constructores; si Yahveh no guarda la ciudad, en vano vigila la guardia. [2] En vano madrugáis a levantaros, el descanso retrasáis, los que coméis pan de fatigas, cuando él colma a su amado mientras duerme. [3] La herencia de Yahveh son los hijos, recompensa el fruto de las entrañas; [4] como flechas en la mano del héroe, así los hijos de la juventud. [5] Dichoso el hombre que ha llenado de ellas su aljaba; no quedarán confusos cuando tengan pleito con sus enemigos en la puerta.

Capítulo 128

[1] Canción de las subidas. Dichosos todos los que temen a Yahveh, los que van por sus caminos. [2] Del trabajo de tus manos comerás, ¡dichoso tú, que todo te irá bien! [3] Tu esposa será como parra fecunda en el secreto de tu casa. Tus hijos, como brotes de olivo en torno a tu mesa. [4] Así será bendito el hombre que teme a Yahveh. [5] ¡Bendígate Yahveh desde Sión, que veas en ventura a Jerusalén todos los días de tu vida, [6] y veas a los hijos de tus hijos! ¡Paz a Israel!

Capítulo 129

[1] Canción de las subidas. Mucho me han asediado desde mi juventud, — que lo diga Israel — [2] mucho me han asediado desde mi juventud, pero conmigo no han podido. [3] Sobre mi espalda araron aradores, alargaron sus surcos.

[4] Yahveh, el justo ha roto las coyundas de los impíos. [5] ¡Sean avergonzados, retrocedan todos los que odian a Sión;

[6] sean como la hierba de los techos que se seca antes de arrancarla! [7] De ella no llena el segador su mano ni su regazo el gavillador;

[8] y no dicen tampoco los que pasan: ¡Bendición de Yahveh sobre vosotros! Nosotros os bendecimos en el nombre de Yahveh.

Capítulo 130

[1] Canción de las subidas. Desde lo más profundos grito a ti, Yahveh: [2] ¡Señor, escucha mi clamor! ¡Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas! [3] Si en cuenta tomas las culpas, oh Yahveh, ¿quién, Señor, resistirá? [4] Mas el perdón se halla junto a ti, para que seas temido. [5] Yo espero en Yahveh, mi alma espera en su palabra; [6] mi alma aguarda al Señor más que los centinelas la aurora; mas que los centinelas la aurora, [7] aguarde Israel a Yahveh. Porque con Yahveh está el amor, junto a él abundancia de rescate; [8] él rescatará a Israel de todas sus culpas.

Capítulo 131

[1] Canción de las subidas. De David. No está inflado, Yahveh, mi corazón, ni mis ojos subidos. No he tomado un camino de grandezas ni de prodigios que me vienen anchos. [2] No, mantengo mi alma en paz y silencio como niño destetado en el regazo de su madre. ¡Como niño destetado está mi alma en mí! [3] ¡Espera, Israel, en Yahveh desde ahora y por siempre!

Capítulo 132

[1] Canción de las subidas. Acuérdate, Yahveh, en favor de David, de todos sus desvelos, [2] del juramento que hizo a Yahveh, de su voto al Fuerte de Jacob: [3] «No he de entrar bajo el techo de mi casa, no he de subir al lecho en que reposo, [4] sueño a mis ojos no he de conceder ni quietud a mis párpados,

[5] mientras no encuentre un lugar para Yahveh, una Morada para el Fuerte de Jacob.» [6] Mirad: hemos oído de Ella que está en Efratá, ¡la hemos encontrado en los Campos del Bosque! [7] ¡Vayamos a la Morada de él, ante el estrado de sus pies postrémonos! [8] ¡Levántate, Yahveh, hacia tu reposo, tú y el arca de tu fuerza! [9] Tus sacerdotes se vistan de justicia, griten de alegría tus amigos. [10] En gracia a David, tu servidor, no rechaces el rostro de tu ungido.

[11] Juró Yahveh a David, verdad que no retractará: «El fruto de tu seno asentaré en tu trono. [12] «Si tus hijos guardan mi alianza, el dictamen que yo les enseño, también sus hijos para siempre se sentarán sobre tu trono.» [13] Porque Yahveh ha escogido a Sión, la ha querido como sede para sí: [14] «Aquí está mi reposo para siempre, en él me sentaré, pues lo he querido. [15] «Sus provisiones bendeciré sin tasa, a sus pobres hartaré de pan, [16] de salvación vestiré a sus sacerdotes, y sus amigos gritarán de júbilo.

[17] «Allí suscitaré a David un fuerte vástago, aprestaré una lámpara a mi ungido; [18] de vergüenza cubriré a sus enemigos, y sobre él brillará su diadema».

Capítulo 133

[1] Canción de las subidas. De David. ¡Oh, qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos juntos! [2] Como un ungüento fino en la cabeza, que baja por la barba, que baja por la barba de Aarón, hasta la orla de sus vestiduras. [3] Como el rocío del Hermón que baja por las alturas de Sión; allí Yahveh la bendición dispensa, la vida para siempre.

Capítulo 134

[1] Canción de las subidas. ¡Oh, bendecid a Yahveh todos los servidores de Yahveh, que servís en la Casa de Yahveh, en los atrios de la Casa del Dios nuestro! [2] ¡Por las noches alzad las manos hacia el santuario, y bendecid a Yahveh! [3] ¡Bendígate Yahveh desde Sión, él, que hizo los cielos y la tierra!

Capítulo 135

[1] ¡Aleluya! Alabad el nombre de Yahveh, alabad, servidores de Yahveh, [2] que servís en la Casa de Yahveh, en los atrios de la Casa del Dios nuestro. [3] Alabad a Yahveh, porque es bueno Yahveh, salmodiad a su nombre, que es amable. [4] Pues Yahveh se ha elegido a Jacob, a Israel, como su propiedad. [5] Bien sé yo que es grande Yahveh, nuestro Señor más que todos los dioses. [6] Todo cuanto agrada a Yahveh, lo hace en el cielo y en la tierra, en los mares y en todos los abismos.

[7] Levantando las nubes desde el extremo de la tierra, para la lluvia hace él los relámpagos, saca de sus depósitos el viento. [8] El hirió a los primogénitos de Egipto, desde el hombre al ganado; [9] mandó señales y prodigios en medio de ti, Egipto, contra Faraón y todos sus siervos. [10] Hirió a naciones en gran número, dio muerte a reyes poderosos,

[11] a Sijón, rey de los amorreos, a Og, rey de Basán, y a todos los reinos de Canaán; [12] y dio sus tierras en herencia, en herencia a su pueblo Israel.

[13] ¡Yahveh, tu nombre para siempre, Yahveh, tu memoria de edad en edad! [14] Porque Yahveh a su pueblo hace justicia, y se compadece de sus siervos. [15] Los ídolos de las naciones, plata y oro, obra de manos de hombre [16] tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven; [17] tienen oídos y no oyen, ni un soplo siquiera hay en su boca. [18] Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza.

[19] Caza de Israel, bendecid a Yahveh, casa de Aarón, bendecid a Yahveh, [20] casa de Leví, bendecid a Yahveh, los que a Yahveh teméis, bendecid a Yahveh. [21] ¡Bendito sea Yahveh desde Sión, el que habita en Jerusalén!

Capítulo 136

[1] ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor! [2] Dad gracias al Dios de los dioses, porque es eterno su amor;

[3] dad gracias al Señor de los señores, porque es eterno su amor. [4] El solo hizo maravillas, porque es eterno su amor. [5] Hizo los cielos con inteligencia, porque es eterno su amor;

[6] sobre las aguas asentó la tierra, porque es eterno su amor.

[7] Hizo las grandes lumbreras, porque es eterno su amor; [8] el sol para regir el día, porque es eterno su amor; [9] la luna y las estrellas para regir la noche, porque es eterno su amor. [10] Hirió en sus primogénitos a Egipto, porque es eterno su amor; [11] y sacó a Israel de entre ellos, porque es eterno su amor; [12] con mano fuerte y tenso brazo, porque es eterno su amor.

[13] El mar de Suf partió en dos, porque es eterno su amor;

[14] por medio a Israel hizo pasar, porque es eterno su amor;

[15] y hundió en él a Faraón con sus huestes, porque es eterno su amor. [16] Guió a su pueblo en el desierto, porque es eterno su amor;

[17] hirió a grandes reyes, porque es eterno su amor; [18] y dio muerte a reyes poderosos, porque es eterno su amor;

[19] a Sijón, rey de los amorreos, porque es eterno su amor;

[20] y a Og, rey de Basán, porque es eterno su amor.

[21] Y dio sus tierras en herencia, porque es eterno su amor;

[22] en herencia a su siervo Israel, porque es eterno su amor.

[23] En nuestra humillación se acordó de nosotros, porque es eterno su amor; [24] y nos libró de nuestros adversarios, porque es eterno su amor. [25] El da el pan a toda carne, porque es eterno su amor; [26] ¡Dad gracias al Dios de los cielos, porque es eterno su amor!

Capítulo 137

[1] A orillas de los ríos de Babilonia estábamos sentados y llorábamos, acordándonos de Sión; [2] en los álamos de la orilla teníamos colgadas nuestras cítaras. [3] Allí nos pidieron nuestros deportadores cánticos, nuestros raptores alegría: «¡Cantad para nosotros un cantar de Sión!» [4] ¿Cómo podríamos cantar un canto de Yahveh en una tierra extraña? [5] ¡Jerusalén, si yo de ti me olvido, que se seque mi diestra! [6] ¡Mi lengua se me pegue al paladar si de ti no me acuerdo, si no alzo a Jerusalén al colmo de mi gozo! [7] Acuérdate, Yahveh, contra los hijos de Edom, del día de Jerusalén, cuando ellos decían: ¡Arrasad, arrasadla hasta sus cimientos! [8] ¡Hija de Babel, devastadora, feliz quien te devuelva el mal que nos hiciste, [9] feliz quien agarre y estrelle contra la roca a tus pequeños!

Capítulo 138

[1] De David. Te doy gracias, Yahveh, de todo corazón, pues tú has escuchado las palabras de mi boca. En presencia de los ángeles salmodio para ti, [2] hacia tu santo Templo me prosterno. Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad, pues tu promesa ha superado tu renombre.

[3] El día en que grité, tú me escuchaste, aumentaste la fuerza en mi alma. [4] Te dan gracias, Yahveh, todos los reyes de la tierra, porque oyen las promesas de tu boca; [5] y cantan los caminos de Yahveh: «¡Qué grande la gloria de Yahveh! [6] ¡Excelso es Yahveh, y ve al humilde, al soberbio le conoce desde lejos!» [7] Si ando en medio de angustias, tú me das la vida, frente a la cólera de mis enemigos, extiendes tú la mano y tu diestra me salva: [8] Yahveh lo acabará todo por mí. ¡Oh Yahveh, es eterno tu amor, no dejes la obra de tus manos!

Capítulo 139

[1] Del maestro de coro. De David. Salmo. Yahveh, tú me escrutas y conoces; [2] sabes cuándo me siento y cuándo me levanto, mi pensamiento calas desde lejos; [3] esté yo en camino o acostado, tú lo adviertes, familiares te son todas mis sendas. [4] Que no está aún en mi lengua la palabra, y ya tú, Yahveh, la conoces entera; [5] me aprietas por detrás y por delante, y tienes puesta sobre mí tu mano. [6] Ciencia es misteriosa para mí, harto alta, no puedo alcanzarla.

[7] ¿A dónde iré yo lejos de tu espíritu, a dónde de tu rostro podré huir? [8] Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el seol me acuesto, allí te encuentras. [9] Si tomo las alas de la aurora, si voy a parar a lo último del mar, [10] también allí tu mano me conduce, tu diestra me aprehende. [11] Aunque diga: «¡Me cubra al menos la tiniebla, y la noche sea en torno a mí un ceñidor, [12] ni la misma tiniebla es tenebrosa para ti, y la noche es luminosa como el día. [13] Porque tú mis riñones has formado, me has tejido en el vientre de mi madre; [14] yo te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigios son tus obras. Mi alma conocías cabalmente, [15] y mis huesos no se te ocultaban, cuando era yo formado en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra.

[16] Mi embrión tus ojos lo veían; en tu libro están inscritos todos los días que han sido señalados, sin que aún exista uno solo de ellos. [17] Mas para mí ¡qué arduos son tus pensamientos, oh, Dios, qué incontable su suma! [18] ¡Son más, si los recuento, que la arena, y al terminar, todavía estoy contigo! [19] ¡Ah, si al impío, oh Dios, mataras, si los hombres sanguinarios se apartaran de mí! [20] Ellos que hablan de ti dolosamente, tus adversarios que se alzan en vano. [21] ¿No odio, Yahveh, a quienes te odian? ¿No me asquean los que se alzan contra ti? [22] Con odio colmado los odio, son para mí enemigos.

[23] Sondéame, oh Dios, mi corazón conoce, pruébame, conoce mis desvelos; [24] mira no haya en mí camino de dolor, y llévame por el camino eterno.

Capítulo 140

[1] Del maestro de coro. Salmo. De David. [2] Líbrame, Yahveh, del hombre malo, del hombre violento guárdame,

[3] los que en su corazón maquinan males, y peleas albergan todo el día, [4] aguzan su lengua igual que una serpiente, veneno de víbora hay bajo sus labios. Pausa [5] Presérvame, Yahveh, de las manos del impío, del hombre violento guárdame, los que proyectan trastornar mis pasos, [6] los insolentes que me han ocultado cepo y lazos, y tienden una red bajo mis pies, y al borde del sendero me han emplazado trampas. Pausa. [7] Yo he dicho a Yahveh: Tú eres mi Dios, escucha, Yahveh, la voz de mis súplicas. [8] Oh Yahveh, Señor mío, fuerza de mi salvación, tú cubres mi cabeza el día del combate. [9] No otorgues, Yahveh, al impío su deseo, no dejes que su plan se realice. Los que me asedian no alcen sobre mí [10] su cabeza, Pausa ahóguelos la malicia de sus labios; [11] llueva sobre ellos carbones encendidos, en el abismo hundidos, no se levanten más; [12] no arraigue más en la tierra el deslenguado. al violento lo atrape de golpe la desgracia.

[13] Sé que Yahveh al humilde hará justicia, y llevará el juicio de los pobres. [14] Sí, los justos darán gracias a tu nombre, los rectos morarán en tu presencia.

Capítulo 141

[1] Salmo. De David. Yo te invoco, Yahveh, ven presto a mí, escucha mi voz cuando a ti clamo. [2] Valga ante ti mi oración como incienso, el alzar de mis manos como oblación de la tarde. [3] Pon, Yahveh, en mi boca un centinela, un vigía a la puerta de mis labios. [4] No dejes que tienda mi corazón a cosa mala, a perpetrar acciones criminales en compañía de malhechores, y no guste yo lo que hace sus delicias. [5] Que el justo me hiera por amor, y me corrija, pero el ungüento del impío jamás lustre mi cabeza, pues me conprometería aún más en sus maldades. [6] Han quedado a merced de la Roca, su juez, los que oyeron con regodeo mis palabras: [7] «Como piedra de molino estrellada por tierra son esparcidos nuestros huesos a la boca del seol.» [8] Hacia ti, Señor Yahveh, miran mis ojos, ¡en ti me cobijo, no desampares mi alma! [9] Guárdame del lazo que me tienden, de la trampa de los malhechores.

[10] Caigan los impíos, cada uno en su red, mientras yo paso indemne.

Capítulo 142

[1] Poema. De David. Cuando estaba en la cueva. Oración. [2] A Yahveh en mi clamor imploro. A Yahveh en mi clamor suplico.

[3] Ante él derramo mi lamento, mi angustia ante él expongo,

[4] cuando el aliento en mí se apaga; mas tú conoces mi sendero. En el camino por donde voy me han escondido un lazo. [5] A la derecha mira, y ve, nadie hay que me conozca. Huye de mí todo refugio, nadie hay que cuide de mi alma. [6] Hacia ti clamo, Yahveh; digo: ¡Tú, mi refugio, mi porción en la tierra de los vivos! [7] Atiende a mi clamor, pues estoy abatido del todo. ¡Líbrame tú de mis perseguidores, pues son más fuertes que yo! [8] ¡Saca mi alma de la cárcel, y daré gracias a tu nombre! En torno a mí los justos harán corro, por tu favor para conmigo.

Capítulo 143

[1] Salmo. De David. Yahveh, escucha mi oración, presta oído a mis súplicas, por tu lealtad respóndeme, por tu justicia;

[2] no entres en juicio con tu siervo, pues no es justo ante ti ningún viviente. [3] Persigue mi alma el enemigo, mi vida estrella contra el suelo; me hace morar en las tinieblas, como los que han muerto para siempre; [4] se apaga en mí el aliento, mi corazón dentro de mí enmudece.

[5] Me acuerdo de los días de antaño, medito en todas tus acciones, pondero las obras de tus manos; [6] hacia ti mis manos tiendo, mi alma es como una tierra que tiene sed de ti. Pausa. [7] ¡Oh, pronto, respóndeme, Yahveh, el aliento me falta; no escondas lejos de mí tu rostro, pues sería yo como los que bajan a la fosa! [8] Haz que sienta tu amor a la mañana, porque confío en ti; hazme saber el camino a seguir, porque hacia ti levanto mi alma.

[9] Líbrame de mis enemigos, Yahveh en ti me refugio; [10] enséñame a cumplir tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu espíritu que es bueno me guíe por una tierra llana. [11] Por tu nombre, Yahveh, dame la vida, por tu justicia saca mi alma de la angustia; [12] por tu amor aniquila a mis enemigos, pierde a todos los que oprimen mi alma, porque yo soy tu servidor.

Capítulo 144

[1] De David. Bendito sea Yahveh, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la batalla; [2] él, mi amor y mi baluarte, mi ciudadela y mi libertador, mi escudo en el que me cobijo, el que los pueblos somete a mi poder. [3] Yahveh, ¿qué es el hombre para que le conozcas, el hijo de hombre para que en él pienses? [4] El hombre es semejante a un soplo, sus días, como sombra que pasa. [5] ¡Yahveh, inclina tus cielos y desciende, toca los montes, que echen humo; [6] fulmina el rayo y desconciértalos, lanza tus flechas y trastórnalos! [7] Extiende tu mano desde lo alto, sálvame, líbrame de las muchas aguas, de la mano de los hijos de extranjeros, [8] cuya boca profiere falsedad y cuya diestra es diestra de mentira. [9] Oh Dios, quiero cantarte un canto nuevo, salmodiar para ti al arpa de diez cuerdas, [10] tú que das a los reyes la victoria, que salvas a David tu servidor. De espada de infortunio [11] sálvame. líbrame de la mano de extranjeros, cuya boca profiere falsedad y cuya diestra es diestra de mentira.

[12] Sean nuestros hijos como plantas florecientes en su juventud, nuestras hijas como columnas angulares, esculpidas como las de un palacio; [13] nuestros graneros llenos, rebosantes de frutos de toda especie, nuestras ovejas, a millares, a miríadas, por nuestras praderas; [14] nuestras bestias bien cargadas; no haya brecha ni salida, ni grito en nuestras plazas. [15] ¡Feliz el pueblo a quien así sucede feliz el pueblo cuyo Dios es Yahveh!

Capítulo 145

[1] Himno. De David. Alef. Yo te ensalzo, oh Rey Dios mío, y bendigo tu nombre para siempre jamás; [2] Bet. todos los días te bendeciré, por siempre jamás alabaré tu nombre; [3] Guímel. grande es Yahveh y muy digno de alabanza, insondable su grandeza. [4] Dálet. Una edad a otra encomiará tus obras, pregonará tus proezas. [5] He. El esplendor, la gloria de tu majestad, el relato de tus maravillas, yo recitaré. [6] Vau. Del poder de tus portentos se hablará, y yo tus grandezas contaré; [7] Zain. se hará memoria de tu inmensa bondad, se aclamará tu justicia.

[8] Jet. Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y grande en amor; [9] Tet bueno es Yahveh para con todos, y sus ternuras sobre todas sus obras. [10] Yod. Te darán gracias, Yahveh, todas tus obras y tus amigos te bendecirán; [11] Kaf. dirán la gloria de tu reino, de tus proezas hablarán,

[12] Lámed. para mostrar a los hijos de Adán tus proezas, el esplendor y la gloria de tu reino. [13] Mem. Tu reino, un reino por los siglos todos, tu dominio, por todas las edades. (Nun.) Yahveh es fiel en todas sus palabras, en todas sus obras amoroso; [14] Sámek. Yahveh sostiene a todos los que caen, a todos los encorvados endereza.

[15] Ain. Los ojos de todos fijos en ti, esperan que les des a su tiempo el alimento; [16] Pe. abres la mano tú y sacias a todo viviente a su placer. [17] Sade. Yahveh es justo en todos sus caminos, en todas sus obras amoroso; [18] Qof. cerca está Yahveh de los que le invocan, de todos los que le invocan con verdad. [19] Res. El cumple el deseo de los que le temen, escucha su clamor y los libera; [20] Sin. guarda Yahveh a cuantos le aman, a todos los impíos extermina.

[21] Tau. ¡La alabanza de Yahveh diga mi boca, y toda carne bendiga su nombre sacrosanto, para siempre jamás!

Capítulo 146

[1] ¡Aleluya! ¡Alaba a Yahveh, alma mía! [2] A Yahveh, mientras viva, he de alabar, mientras exista salmodiaré para mi Dios. [3] No pongáis vuestra confianza en príncipes, en un hijo de hombre, que no puede salvar; [4] su soplo exhala, a su barro retorna, y en ese día sus proyectos fenecen. [5] Feliz aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo, y su esperanza en Yahveh su Dios, [6] que hizo los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay; que guarda por siempre lealtad, [7] hace justicia a los oprimidos, da el pan a los hambrientos, Yahveh suelta a los encadenados.

[8] Yahveh abre los ojos a los ciegos, Yahveh a los encorvados endereza, Ama Yahveh a los justos, [9] Yahveh protege al forastero, a la viuda y al huérfano sostiene. mas el camino de los impíos tuerce; [10] Yahveh reina para siempre, tu Dios, Sión, de edad en edad.

Capítulo 147

[1] Alabad a Yahveh, que es bueno salmodiar, a nuestro Dios, que es dulce la alabanza. [2] Edifica Yahveh a Jerusalén, congrega a los deportados de Israel; [3] él sana a los de roto corazón, y venda sus heridas. [4] El cuenta el número de estrellas, y llama a cada una por su nombre; [5] grande es nuestro Señor, y de gran fuerza, no tiene medida su saber. [6] Yahveh sostiene a los humildes, hasta la tierra abate a los impíos.

[7] Cantad a Yahveh en acción de gracias, salmodiad a la cítara para nuestro Dios: [8] El que cubre de nubes los cielos, el que lluvia a la tierra prepara, el que hace germinar en los montes la hierba, y las plantas para usos del hombre, [9] el que dispensa al ganado su sustento, a las crías del cuervo cuando chillan. [10] No le agrada el brío del caballo, ni se complace en los músculos del hombre. [11] Se complace Yahveh en los que le temen, en los que esperan en su amor. [12] ¡Celebra a Yahveh, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión! [13] Que él ha reforzado los cerrojos de tus puertas, ha bendecido en ti a tus hijos; [14] pone paz en tu término, te sacia con la flor del trigo.

[15] El envía a la tierra su mensaje, a toda prisa corre su palabra; [16] como lana distribuye la nieve, esparce la escarcha cual ceniza. [17] Arroja su hielo como migas de pan, a su frío ¿quién puede resistir? [18] Envía su palabra y hace derretirse, sopla su viento y corren las aguas. [19] El revela a Jacob su palabra, sus preceptos y sus juicios a Israel: [20] no hizo tal con ninguna nación, ni una sola sus juicios conoció.

Capítulo 148

[1] ¡Aleluya! ¡Alabad a Yahveh desde los cielos, alabadle en las alturas, [2] alabadle, ángeles suyos todos, todas sus huestes, alabadle! [3] ¡Alabadle, sol y luna, alabadle todas las estrellas de luz,

[4] alabadle, cielos de los cielos, y aguas que estáis encima de los cielos! [5] Alaben ellos el nombre de Yahveh: pues él ordenó y fueron creados; [6] él los fijó por siempre, por los siglos, ley les dio que no pasará.

[7] ¡Alabad a Yahveh desde la tierra, monstruos del mar y todos los abismos, [8] fuego y granizo, nieve y bruma, viento tempestuoso, ejecutor de su palabra, [9] montañas y todas la colinas, árbol frutal y cedros todos,

[10] fieras y todos los ganados, reptil y pájaro que vuela, [11] reyes de la tierra y pueblos todos, príncipes y todos los jueces de la tierra, [12] jóvenes y doncellas también, viejos junto con los niños! [13] Alaben el nombre de Yahveh: porque sólo su nombre es sublime, su majestad por encima de la tierra y el cielo. [14] El realza la frente de su pueblo, de todos sus amigos alabanza, de los hijos de Israel, pueblo de sus íntimos.

Capítulo 149

[1] ¡Aleluya! ¡Cantad a Yahveh un cantar nuevo: su alabanza en la asamblea de sus amigos! [2] ¡Regocíjese Israel en su hacedor, los hijos de Sión exulten en su rey; [3] alaben su nombre con la danza, con tamboril y cítara salmodien para él! [4] Porque Yahveh en su pueblo se complace, adorna de salvación a los humildes. [5] Exalten de gloria sus amigos, desde su lecho griten de alegría:

[6] los elogios de Dios en su garganta, y en su mano la espada de dos filos; [7] para ejecutar venganza en las naciones, castigos en los pueblos, [8] para atar con cadenas a sus reyes, con grillos de hierro a sus magnates, [9] para aplicarles la sentencia escrita: ¡será un honor para todos sus amigos!

Capítulo 150

[1] ¡Aleluya! Alabad a Dios en su santuario, alabadle en el firmamento de su fuerza, [2] alabadle por sus grandes hazañas, alabadle por su inmensa grandeza. [3] Alabadle con clangor de cuerno, alabadle con arpa y con cítara, [4] alabadle con tamboril y danza, alabadle con laúd y flauta,

[5] alabadle con címbalos sonoros, alabadle con címbalos de aclamación. [6] ¡Todo cuanto respira alabe a Yahveh! ¡Aleluya!

PROVERBIOS

Capítulo 1

[1] Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel: [2] para aprender sabiduría e instrucción, para entender los discursos profundos, [3] para alcanzar instrucción y perspicacia, — justicia, equidad y rectitud —, [4] para enseñar a los simples la prudencia, a los jóvenes ciencia y reflexión, [5] Que atienda el sabio y crecerá en doctrina, y el inteligente aprenderá a hacer proyectos. [6] para descifrar proverbios y enigmas, los dichos de los sabios y sus adivinanzas. [7] El temor de Yahveh es el principio de la ciencia; los necios desprecian la sabiduría y la instrucción.

[8] Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre y no desprecies la lección de tu madre: [9] corona graciosa son para tu cabeza y un collar para tu cuello.

[10] Hijo mío, si los pecadores te quieren seducir, no vayas.

[11] Si te dicen: «¡Vente con nosotros, estemos al acecho para derramar sangre, apostémonos contra el inocente sin motivo alguno,

[12] devorémoslos vivos como el seol, enteros como los que bajan a la fosa!; [13] ¡hallaremos toda clase de riquezas, llenaremos nuestras casas de botín, [14] te tocará tu parte igual que a nosotros, para todos habrá bolsa común!»: [15] no te pongas, hijo mío, en camino con ellos, tu pie detén ante su senda, [16] porque sus pies corren hacia el mal y a derramar sangre se apresuran; [17] pues es inútil tender la red a los ojos mismos de los pajarillos.

[18] Contra su propia sangre están acechando, apostados están contra sus propias vidas. [19] Esa es la senda de todo el que se entrega a la rapiña: ella quita la vida a su propio dueño.

[20] La Sabiduría clama por las calles, por las plazas alza su voz, [21] llama en la esquina de las calles concurridas, a la entrada de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos: [22] «¿Hasta cuándo, simples, amaréis vuestra simpleza y arrogantes os gozaréis en la arrogancia y necios tendréis odio a la ciencia?

[23] Convertíos por mis reprensiones: voy a derramar mi espíritu para vosotros, os voy a comunicar mis palabras. [24] Ya que os he llamado y no habéis querido, he tendido mi mano y nadie ha prestado atención, [25] habéis despreciado todos mis consejos, no habéis hecho caso de mis reprensiones; [26] también yo me reiré de vuestra desgracia, me burlaré cuando llegue vuestro espanto, [27] cuando llegue, como huracán, vuestro espanto, vuestra desgracia sobrevenga como torbellino, cuando os alcancen la angustia y la tribulación. [28] Entonces me llamarán y no responderé, me buscarán y no me hallarán. [29] Porque tuvieron odio a la ciencia y no eligieron el temor de Yahveh, [30] no hicieron caso de mi consejo, ni admitieron de mí ninguna reprensión; [31] comerán del fruto de su conducta, de sus propios consejos se hartarán.

[32] Su propio descarrío matará a los simples, la despreocupación perderá a los insensatos. [33] Pero el que me escucha vivirá seguro, tranquilo, sin temor a la desgracia.»

Capítulo 2

[1] Hijo mío, si das acogida a mis palabras, y guardas en tu memoria mis mandatos, [2] prestando tu oído a la sabiduría, inclinando tu corazón a la prudencia; [3] si invocas a la inteligencia y llamas a voces a la prudencia;

[4] si la buscas como la plata y como un tesoro la rebuscas,

[5] entonces entenderás el temor de Yahveh y la ciencia de Dios encontrarás. [6] Porque Yahveh es el que da la sabiduría, de su boca nacen la ciencia y la prudencia. [7] Reserva el éxito para los rectos, es escudo para quienes proceden con entereza, [8] vigila las sendas de la equidad y guarda el camino de sus amigos. [9] Entonces entenderás la justicia, la equidad y la rectitud: todos los senderos del bien.

[10] Cuando entre la sabiduría en tu corazón y la ciencia sea dulce para tu alma, [11] velará sobre ti la reflexión y la prudencia te guardará,

[12] apartándote del mal camino, del hombre que propone planes perversos, [13] de los que abandonan el recto sendero para ir por caminos tenebrosos, [14] de los que se gozan en hacer el mal, se regocijan en la perversidad, [15] cuyos senderos son tortuosos y sus sendas llenas de revueltas.

[16] Ella te apartará de la mujer ajena, de la extraña de melosas palabras, [17] que ha dejado al amigo de su juventud y ha olvidado la alianza de su Dios; [18] su casa está inclinada hacia la muerte, hacia las sombras sus tortuosos senderos. [19] Nadie que entre por ella volverá, no alcanzará las sendas de la vida.

[20] Por eso has de ir por el camino de los buenos, seguirás las sendas de los justos. [21] Porque los rectos habitarán la tierra y los íntegros se mantendrán en ella; [22] pero los malos serán cercenados de la tierra, se arrancará de ella a los desleales.

Capítulo 3

[1] Hijo mío, no olvides mi lección, en tu corazón guarda mis mandatos, [2] pues largos días y años de vida y bienestar te añadirán. [3] La piedad y la lealtad no te abandonen; átalas a tu cuello, escríbelas en la tablilla de tu corazón. [4] Así hallarás favor y buena acogida a los ojos de Dios y de los hombres. [5] Confía en Yahveh de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; [6] reconócele en todos tus caminos y él enderezará tus sendas.

[7] No seas sabio a tus propios ojos, teme a Yahveh y apártate del mal: [8] medicina será para tu carne y refrigerio para tus huesos.

[9] Honra a Yahveh con tus riquezas, con las primicias de todas tus ganancias: [10] tus trojes se llenarán de grano y rebosará de mosto tu lagar.

[11] No desdeñes, hijo mío, la instrucción de Yahveh, no te dé fastidio su reprensión, [12] porque Yahveh reprende a aquel que ama, como un padre al hijo querido. [13] Dichoso el hombre que ha encontrado la sabiduría y el hombre que alcanza la prudencia; [14] más vale su ganancia que la ganancia de plata, su renta es mayor que la del oro. [15] Más preciosa es que las perlas, nada de lo que amas se le iguala. [16] Largos días a su derecha, y a su izquierda riqueza y gloria.

[17] Sus caminos son caminos de dulzura y todas sus sendas de bienestar. [18] Es árbol de vida para los que a ella están asidos, felices son los que la abrazan.

[19] Con la Sabiduria fundó Yahveh la tierra, consolidó los cielos con inteligencia; [20] con su ciencia se abrieron los océanos y las nubes destilan el rocío. [21] Hijo mío, guarda la prudencia y la reflexión, no se aparten nunca de tus ojos: [22] serán vida para tu alma y adorno para tu cuello. [23] Así irás tranquilo por tu camino y no tropezará tu pie.

[24] No tendrás miedo al acostarte, una vez acostado, será dulce tu sueño. [25] No temerás el espanto repentino, ni cuando llegue la tormenta de los malos, [26] porque Yahveh será tu tranquilidad y guardará tu pie de caer en el cepo.

[27] No niegues un favor a quien es debido, si en tu mano está el hacérselo. [28] No digas a tu prójimo: «Vete y vuelve, mañana te daré», si tienes algo en tu poder. [29] No trames mal contra tu prójimo cuando se sienta confiado junto a ti. [30] No te querelles contra nadie sin motivo, si no te ha hecho ningún mal. [31] No envidies al hombre violento, ni elijas ninguno de sus caminos; [32] porque Yahveh abomina a los perversos, pero su intimidad la tiene con los rectos. [33] La maldición de Yahveh en la casa del malvado, en cambio bendice la mansión del justo. [34] Con los arrogantes es también arrogante, otorga su favor a los pobres. [35] La gloria es patrimonio de los sabios y los necios heredarán la ignominia.

Capítulo 4

[1] Escuchad, hijos, la instrucción del padre, estad atentos para aprender inteligencia, [2] porque es buena la doctrina que os enseño; no abandonéis mi lección. [3] También yo fui hijo para mi padre, tierno y querido a los ojos de mi madre, [4] El me enseñaba y me decía: «Retén mis palabras en tu corazón, guarda mis mandatos y vivirás. [5] Adquiere la sabiduría, adquiere la inteligencia, no la olvides, no te apartes de los dichos de mi boca. [6] No la abandones y ella te guardará, ámala y ella será tu defensa. [7] El comienzo de la sabiduría es: adquiere la sabiduría, a costa de todos tus bienes adquiere la inteligencia. [8] Haz acopio de ella, y ella te ensalzará; ella te honrará, si tú la abrazas; [9] pondrá en tu cabeza una diadema de gracia, una espléndida corona será tu regalo».

[10] Escucha, hijo mío, recibe mis palabras, y los años de tu vida se te multiplicarán. [11] En el camino de la sabiduría te he instruido, te he encaminado por los senderos de la rectitud. [12] Al andar no se enredarán tus pasos, y si corres, no tropezarás.

[13] Aférrate a la instrucción, no la sueltes; guárdala, que es tu vida. [14] No te metas por la senda de los perversos, ni vayas por el camino de los malvados. [15] Evítalo, no pases por él, apártate de él, pasa adelante.

[16] Porque ésos no duermen si no obran el mal, se les quita el sueño si no han hecho caer a alguno. [17] Es que su pan es pan de maldad, y vino de violencia es su bebida.

[18] La senda de los justos es como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día. [19] Pero el camino de los malos es como tinieblas, no saben dónde han tropezado. [20] Atiende, hijo mío, a mis palabras, inclina tu oído a mis razones. [21] No las apartes de tus ojos, guárdalas dentro de tu corazón.

[22] Porque son vida para los que las encuentran, y curación para toda carne. [23] Por encima de todo cuidado, guarda tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida. [24] Aparta de ti la falsía de la boca y el enredo de los labios arrójalo de ti. [25] Miren de frente tus ojos, tus párpados derechos a lo que está ante ti. [26] Tantea bien el sendero de tus pies y sean firmes todos tus caminos. [27] No te tuerzas ni a derecha ni a izquierda, aparta tu pie de la maldad.

Capítulo 5

[1] Presta, hijo mío, atención a mi sabiduría, aplica tu oído a mi prudencia, [2] para que guardes tú la reflexión y tus labios conserven la ciencia. No hagas caso de la mujer perversa, [3] pues miel destilan los labios de la extraña, su paladar es más suave que el aceite; [4] pero al fin es amarga como el ajenjo, mordaz como espada de dos filos. [5] Sus pies descienden a la muerte, sus pasos se dirigen al seol. [6] Por no seguir la senda de la vida, se desvía por sus vericuetos sin saberlo.

[7] Así pues, hijo mío, escúchame, no te apartes de los dichos de mi boca: [8] aleja de ella tu camino, no te acerques a la puerta de su casa; [9] no sea que ella dé tu honor a otro y tus años a un hombre cruel; [10] no se harten de tus bienes los extraños, ni paren tus fatigas en casa del extranjero; [11] no sea que gimas a la postre cuando tu cuerpo y tu carne se consuman, [12] y digas: «Ay de mí, que he odiado la instrucción, mi corazón ha despreciado los reproches, [13] no he escuchado la voz de mis maestros ni he prestado oídos a los que me instruían. [14] A punto he estado de cualquier desgracia, en medio de la asamblea y la comunidad.» [15] Bebe el agua de tu cisterna, la que brota de tu pozo. [16] ¿Se van a desbordar por fuera tus arroyos, las corrientes de agua por las plazas? [17] Que sean para ti solo, no para que las beban contigo los extraños. [18] — Sea tu fuente bendita. Gózate en la mujer de tu mocedad,

[19] cierva amable, graciosa gacela: embriáguente en todo tiempo sus amores, su amor te apasione para siempre. [20] ¿Por qué apasionarte, hijo mío, de una ajena, abrazar el seno de una extraña? [21] Pues los caminos del hombre están en la presencia de Yahveh, él vigila todos sus senderos.

[22] El malvado será presa de sus propias maldades, con los lazos de su pecado se le capturará. [23] Morirá por su falta de instrucción, por su gran necedad se perderá.

Capítulo 6

[1] Si has salido, hijo mío, fiador de tu prójimo, si has chocado tu mano con un extraño, [2] si te has obligado con las palabras de tu boca, si de la palabra de tu boca te has dejado prender, [3] haz esto, hijo mío, para quedar libre, pues has caído en manos de tu prójimo: Vete, póstrate, importuna a tu prójimo;

[4] no concedas a tus ojos sueño ni a tus párpados reposo; [5] líbrate, como la gacela del lazo, como el pájaro de la mano del pajarero. [6] Vete donde la hormiga, perezoso, mira sus andanzas y te harás sabio. [7] Ella no tiene jefe, ni capataz, ni amo; [8] asegura en el verano su sustento, recoge su comida al tiempo de la mies. [9] ¿Hasta cuándo, perezoso, estarás acostado? ¿cuándo te levantarás de tu sueño? [10] Un poco dormir, otro poco dormitar, otro poco tumbarse con los brazos cruzados; [11] y llegará como vagabundo tu miseria y como un mendigo tu pobreza.

[12] Un malvado, un hombre inicuo, anda con la boca torcida,

[13] guiña el ojo, arrastra los pies, hace señas con los dedos.

[14] Torcido está su corazón, medita el mal, pleitos siembra en todo tiempo. [15] Por eso vendrá su ruina de repente, de improviso quebrará, y no habrá remedio. [16] Seis cosas hay que aborrece Yahveh, y siete son abominación para su alma: [17] ojos altaneros, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, [18] corazón que fragua planes perversos, pies que ligeros corren hacia el mal, [19] testigo falso que profiere calumnias, y el que siembra pleitos entre los hermanos.

[20] Garda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre. [21] Tenlos atados siempre a tu corazón, enlázalos a tu cuello;

[22] en tus pasos ellos serán tu guía; cuando te acuestes, velarán por ti; conversarán contigo al despertar. [23] Porque el mandato es una lámpara y la lección una luz; camino de vida los reproches y la instrucción, [24] para librarte de la mujer perversa, de la lengua suave de la extraña. [25] No codicies su hermosura en tu corazón, no te cautive con sus párpados, [26] porque un mendrugo de pan basta a la prostituta, pero la casada va a la caza de una vida preciosa. [27] ¿Puede uno meter fuego en su regazo sin que le ardan los vestidos? [28] ¿Puede uno andar sobre las brasas sin que se le quemen los pies? [29] Así le pasa al que se llega a la mujer del prójimo: no saldrá ileso ninguno que la toque. [30] No se desprecia al ladrón cuando roba para llenar su estómago, porque tiene hambre. [31] Mas, si le sorprenden, paga el séptuplo, tiene que dar todos los bienes de su casa. [32] Pero el que hace adulterar a una mujer es un mentecato; un suicida es el que lo hace; [33] encontrará golpes y deshonra y su vergüenza no se borrará.

[34] Porque los celos enfurecen al marido. y no tendrá piedad el día de la venganza. [35] No hará caso de compensación alguna; aunque prodigues regalos, no aceptará.

Capítulo 7

[1] Guarda, hijo mío, mis palabras, conserva como un tesoro mis mandatos. [2] Guarda mis mandamientos y vivirás; sea mi lección como la niña de tus ojos. [3] Atalos a tus dedos, escríbelos en la tablilla de tu corazón.

[4] Dile a la sabiduría: «Tú eres mi hermana», llama pariente a la inteligencia, [5] para que te guarde de la mujer ajena, de la extraña de palabras melosas. [6] Estaba yo a la ventana de mi casa y miraba a través de las celosías, [7] cuando vi, en el grupo de los simples, distinguí entre los muchachos a un joven falto de juicio: [8] pasaba por la calle, junto a la esquina donde ella vivía, iba camino de su casa, [9] al atardecer, ya oscurecido, en lo negro de la noche y de las sombras. [10] De repente, le sale al paso una mujer, con atavío de ramera y astucia en el corazón. [11] Es alborotada y revoltosa, sus pies nunca paran en su casa.

[12] Tan pronto en las calles como en las plazas, acecha por todas las esquinas. [13] Ella lo agarró y lo abrazó, y desvergonzada le dijo: [14] «Tenía que ofrecer un sacrificio de comunión y hoy he cumplido mi voto; [15] por eso he salido a tu encuentro para buscarte en seguida; y va te he encontrado. [16] He puesto en mi lecho cobertores policromos, lencería de Egipto, [17] con mirra mi cama he rociado, con áloes y cinamomo. [18] Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana, solacémonos los dos, entre caricias. [19] Porque no está el marido en casa, está de viaje muy lejos;

[20] ha llevado en su mano la bolsa del dinero, volverá a casa para la luna llena.» [21] Con sus muchas artes lo seduce, lo rinde con el halago de sus labios. [22] Se va tras ella en seguida, como buey al matadero, como el ciervo atrapado en el cepo, [23] hasta que una flecha le atraviese el hígado; como pájaro que se precipita en la red, sin saber que le va en ello la vida.

[24] Ahora pues, hijo mío, escúchame, pon atención a las palabras de mi boca: [25] no se desvíe tu corazón hacia sus caminos, no te descarríes por sus senderos, [26] porque a muchos ha hecho caer muertos, robustos eran todos los que ella mató. [27] Su morada es camino del seol, que baja hacia las cámaras de la muerte.

Capítulo 8

[1] ¿No está llamando la Sabiduría? y la Prudencia, ¿no alza su voz? [2] En la cumbre de las colinas que hay sobre el camino, en los cruces de sendas se detiene; [3] junto a las puertas, a la salida de la ciudad, a la entrada de los portales, da sus voces: [4] «A vosotros, hombres, os llamo, para los hijos de hombre es mi voz. [5] Entended, simples, la prudencia y vosotros, necios, sed razonables. [6] Escuchad: voy a decir cosas importantes y es recto cuanto sale de mis labios. [7] Porque verdad es el susurro de mi boca y mis labios abominan la maldad. [8] Justos son todos los dichos de mi boca, nada hay en ellos astuto ni tortuoso. [9] Todos están abiertos para el inteligente y rectos para los que la ciencia han encontrado. [10] Recibid mi instrucción y no la plata, la ciencia más bien que el oro puro. [11] Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas, ninguna cosa apetecible se le puede igualar.

[12] «Yo, la Sabiduría, habito con la prudencia, yo he inventado la ciencia de la reflexión. [13] (El temor de Yahveh es odiar el mal.) La soberbia y la arrogancia y el camino malo y la boca torcida yo aborrezco.

[14] Míos son el consejo y la habilidad, yo soy la inteligencia, mía es la fuerza. [15] Por mí los reyes reinan y los magistrados administran la justicia. [16] Por mí los príncipes gobiernan y los magnates, todos los jueces justos. [17] Yo amo a los que me aman y los que me buscan me encontrarán.

[18] Conmigo están la riqueza y la gloria, la fortuna sólida y la justicia. [19] Mejor es mi fruto que el oro, que el oro puro, y mi renta mejor que la plata acrisolada. [20] Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad, [21] para repartir hacienda a los que me aman y así llenar sus arcas.» [22] «Yahveh me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas. [23] Desde la eternidad fui fundada, desde el principio, antes que la tierra. [24] Cuando no existían los abismos fui engendrada, cuando no había fuentes cargadas de agua. [25] Antes que los montes fuesen asentados, antes que las colinas, fui engendrada. [26] No había hecho aún la tierra ni los campos, ni el polvo primordial del orbe. [27] Cuando asentó los cielos, allí estaba yo, cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo, [28] cuando arriba condensó las nubes, cuando afianzó las fuentes del abismo, [29] cuando al mar dio su precepto — y las aguas no rebasarán su orilla — cuando asentó los cimientos de la tierra, [30] yo estaba allí, como arquitecto, y era yo todos los días su delicia, jugando en su presencia en todo tiempo, [31] jugando por el orbe de su tierra; y mis delicias están con los hijos de los hombres.» [32] «Ahora pues, hijos, escuchadme, dichosos los que guardan mis caminos. [33] Escuchad la instrucción y haceos sabios, no la despreciéis.

[34] Dichoso el hombre que me escucha velando ante mi puerta cada día, guardando las jambas de mi entrada. [35] Porque el que me halla, ha hallado la vida, ha logrado el favor de Yahveh. [36] Pero el que me ofende, hace daño a su alma; todos los que me odian, aman la muerte.»

Capítulo 9

[1] La Sabiduría ha edificado una casa, ha labrado sus siete columnas, [2] ha hecho su matanza, ha mezclado su vino, ha aderezado también su mesa. [3] Ha mandado a sus criadas y anuncia en lo alto de las colinas de la ciudad: [4] «Si alguno es simple, véngase acá.» Y al falto de juicio le dice: [5] «Venid y comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado;

[6] dejaos de simplezas y viviréis, y dirigíos por los caminos de la inteligencia.» [7] El que corrige al arrogante se acarrea desprecio, y el que reprende al malvado, insultos. [8] No reprendas al arrogante, porque te aborrecerá; reprende al sabio, y te amará. [9] Da al sabio, y se hará más sabio todavía; enseña al justo, y crecerá su doctrina. [10] Comienzo de la sabiduría es el temor de Yahveh, y la ciencia de los santos es inteligencia. [11] Pues por mí se multiplicarán tus días y se aumentarán los años de tu vida. [12] Si te haces sabio, te haces sabio para tu provecho, y si arrogante, tú solo lo tendrás que pagar.

[13] La mujer necia es alborotada, todo simpleza, no sabe nada.

[14] Se sienta a la puerta de su casa, sobre un trono, en las colinas de la ciudad, [15] para llamar a los que pasan por el camino, a los que van derechos por sus sendas: [16] «Si alguno es simple, véngase acá» y al falto de juicio le dice: [17] «Son dulces las aguas robadas y el pan a escondidas es sabroso.» [18] No sabe el hombre que allí moran las Sombras; sus invitados van a los valles del seol.

Capítulo 10

[1] Proverbios de Salomón. El hijo sabio es la alegría de su padre, el hijo necio entristece a su madre. [2] Tesoros mal adquiridos no aprovechan, mas la justicia libra de la muerte. [3] Yahveh no permite que el justo pase hambre, pero rechaza la codicia de los malos. [4] Mano indolente empobrece, la mano de los diligentes enriquece. [5] Amontonar en verano es de hombre sensato, dormirse en la cosecha es de hombre indigno. [6] Bendiciones sobre la cabeza del justo; pero la boca de los impíos rezuma violencia.

[7] El recuerdo del justo sirve de bendición; el nombre de los malos se pudre. [8] El sensato de corazón acepta los mandatos, el hombre charlatán corre a su ruina. [9] Quien va a derecho, va seguro, quien va con rodeos es descubierto. [10] El que guiña de ojos, dará disgustos, quien reprende a la cara, proporciona paz. [11] Manantial de vida la boca del justo; la boca de los impíos rezuma violencia. [12] El odio provoca discusiones, el amor cubre todas las faltas.

[13] En labios del inteligente se encuentra sabiduría, palo a las espaldas del falto de seso. [14] Los sabios atesoran conocimiento, la boca del necio es ruina inmediata. [15] La fortuna del rico es su plaza fuerte, la ruina de los débiles es su pobreza. [16] El salario del justo es para vivir, la renta del malo es para pecar. [17] Camina hacia la vida el que guarda las instrucciones; quien desatiende la reprensión se extravía. [18] Los labios mentirosos disimulan el odio; quien profiere una calumnia es un necio.

[19] En las muchas palabras no faltará pecado; quien reprime sus labios es sensato. [20] Plata elegida es la lengua del justo, el corazón de los malos vale poco. [21] Los labios del justo apacientan a muchos, los insensatos mueren en su falta de seso. [22] La bendición de Yahveh es la que enriquece, y nada le añade el trabajo a que obliga. [23] Como un juego es para el necio cometer el crimen, la sabiduría lo es para el hombre inteligente. [24] Lo que teme el malo, eso le sucede, lo que el justo desea, se le da.

[25] Cuando pasa la tormenta, ya no existe el malo, mas el justo es construcción eterna. [26] Vinagre para los dientes y humo para los ojos: así es el perezoso para quien lo envía. [27] El temor de Yahveh prolonga los días, los años de los malos son acortados. [28] La espera de los justos es alegría, la esperanza de los malos fracasará. [29] Fortaleza es para el íntegro la senda de Yahveh; pero ruina para los malhechores. [30] Jamás el justo será conmovido, pero los malos no habitarán la tierra.

[31] La boca del justo da frutos de sabiduría, la lengua perversa será cortada. [32] Los labios del justo saben de benevolencia; la boca de los malos, de perversidad.

Capítulo 11

[1] Abominación de Yahveh la balanza falsa, pero el peso justo gana su favor. [2] Detrás de la insolencia viene el insulto; mas con los modosos está la sabiduría. [3] A los rectos su integridad les guía; a los pérfidos les arruina su perversidad. [4] Nada servirán riquezas el día de la ira, mas la justicia libra de la muerte. [5] A los íntregros su justicia les allana el camino, pero el malo cae en su malicia. [6] A los rectos les salva su justicia, los pérfidos en su codicia son atrapados.

[7] En la muerte del malo se esfuma su esperanza, la confianza en las riquezas se desvanece. [8] El justo es librado de la angustia, y el malo viene a ocupar su lugar. [9] Con la boca el impío pierde a su vecino, por la ciencia se libran los justos. [10] Con el bien de los justos la ciudad se regocija, con la perdición de los malos grita de alegría. [11] Con la bendición de los rectos, se levanta la ciudad; la boca de los malos la destruye. [12] Quien desprecia a su vecino es un insensato; el hombre discreto se calla.

[13] El que anda calumniando descubre secretos, el de espíritu leal oculta las cosas. [14] Donde no hay buen gobierno, el pueblo se hunde; abundancia de consejeros, trae salvación. [15] El mal se busca quien avala al desconocido, quien no es amigo de chocar la mano está seguro. [16] Mujer graciosa consigue honor, y los audaces consiguen la riqueza. [17] A sí mismo se beneficia el que es compasivo, a sí mismo se perjudica el hombre cruel. [18] El malo consigue un jornal falso; el que siembra justicia, un salario verdadero.

[19] Al que establece justicia, la vida, al que obra el mal, la muerte. [20] A los de corazón torcido abomina Yahveh; a los de camino intachable da su favor. [21] De cierto que el malo no quedará impune, mas la raza de los justos quedará a salvo. [22] Anillo de oro en nariz de un puerco, mujer hermosa pero sin gusto. [23] El deseo de los justos es sólo el bien, la esperanza de los malos, la ira. [24] Hay quien gasta y todavía va a más; y hay quien ahorra en demasía sólo para venir a menos.

[25] El alma generosa será colmada, y el que sacia a otro la sed, también será saciado. [26] El pueblo maldice al que acapara trigo; bendición para la cabeza del que vende. [27] Quien busca el bien, se procura favor, quien va tras el mal, le saldrá al encuentro. [28] Quien confía en su riqueza, ése caerá, los justos brotarán como follaje. [29] Quien desordena su casa, hereda viento, el insensato será esclavo del sabio. [30] El fruto del justo es un árbol de vida; cautivador de las almas es el sabio.

[31] Si el justo recibe su recompensa en la tierra, ¡cuánto más el pecador y el malo!

Capítulo 12

[1] El que ama la instrucción ama la ciencia, el que odia la reprensión es tonto. [2] El bueno obtiene el favor de Yahveh; pero él condena al hombre taimado. [3] Nadie se afianza por la maldad, la raíz de los justos no vacilará. [4] Mujer virtuosa, corona del marido, mujer desvergonzada, caries en los huesos. [5] Las intenciones de los justos son equidad, los planes de los malos, son engaño. [6] Las palabras de los malos son trampas sangrientas, pero a los rectos su boca los pone a salvo.

[7] Derribados los malos, no existen ya más, mas la casa de los justos permanece. [8] Se alaba al hombre según su prudencia, el de corazón torcido será despreciado. [9] Más vale hombre sencillo que tiene un esclavo, que hombre glorioso a quien falta el pan. [10] El justo se cuida de su ganado, pero las entrañas de los malos son crueles. [11] Quien cultiva su tierra se hartará de pan, quien persigue naderías es un insensato. [12] El placer del impío está en la maquinación de los malvados, pero la raíz de los justos producirá.

[13] En el delito de los labios hay una trampa fatal, pero el justo saldrá de la angustia. [14] Por el fruto de su boca, se harta de bien el hombre, cada cual recibe el salario de sus obras. [15] El necio tiene por recto su camino, pero el sabio escucha los consejos. [16] El necio, al momento descubre su pena, el prudente oculta la ignominia. [17] Quien declara la verdad, descubre la justicia; el testigo mentiroso, la falsedad. [18] Quien habla sin tino, hiere como espada; mas la lengua de los sabios cura.

[19] Los labios sinceros permanecen por siempre, la lengua mentirosa dura un instante. [20] Fraude en el corazón de quien trama el mal; gozo para los que aconsejan paz. [21] Ninguna desgracia le sucede al justo, pero los malos están llenos de miserias. [22] Los labios mentirosos abomina Yahveh; los que practican la verdad alcanzan su favor. [23] El hombre cauto oculta su ciencia, el corazón del insensato proclama su necedad. [24] La mano diligente obtiene el mando; la flojedad acaba en trabajos forzados.

[25] Ansiedad en el corazón deprime al hombre, pero una palabra buena le causa alegría. [26] El justo enseña el camino a su prójimo, el camino de los malos los extravía. [27] El indolente no pone a asar su caza; la diligencia es la mejor fortuna del hombre. [28] En la senda de la justicia está la vida; el camino de los rencorosos lleva a la muerte.

Capítulo 13

[1] El hijo sabio atiende a la instrucción de su padre, el arrogante no escucha la reprensión. [2] Con el fruto de su boca, come el hombre lo que es bueno, pero el alma de los pérfidos se nutre de violencia. [3] Quien vigila su boca, guarda su vida; quien abre sus labios, busca su ruina. [4] Tiene hambre el perezoso, mas no se cumple su deseo; el deseo de los diligentes queda satisfecho. [5] El justo odia la palabra mentirosa, pero el malo infama y deshonra. [6] La justicia guarda al íntegro en su camino, mas la maldad arruina al pecador.

[7] Hay quien se hace el rico y nada tiene, hay quien se hace el pobre y tiene gran fortuna. [8] El precio de la vida de un hombre es su riqueza; pero el pobre no hace caso a la amenaza. [9] La luz de los justos alegremente luce, la lámpara de los malos se apaga. [10] La insolencia sólo disputas proporciona; con los que admiten consejos está la sabiduría. [11] Fortuna rápida, vendrá a menos, quien junta poco a poco, irá en aumento. [12] Espera prolongada enferma el corazón; árbol de vida es el deseo cumplido.

[13] Quien desprecia la palabra se perderá, quien respeta el mandato se salvará. [14] La lección del sabio es fuente de vida, para sortear las trampas de la muerte. [15] Una gran prudencia alcanza favor, el camino de los pérfidos no tiene fin, [16] Todo hombre cauto obra con conocimiento, el tonto ostenta su necedad. [17] Mensajero perverso cae en desgracia, mensajero leal trae la curación. [18] Miseria e ignominia al que rechaza la instrucción, gloria al que acepta la reprensión.

[19] Deseo cumplido, dulzura para el alma, los necios detestan abandonar el mal. [20] El que anda con los sabios será sabio; quien frecuenta los necios se hará malo. [21] A los pecadores los persigue la desgracia, los justos son colmados de dicha. [22] El hombre de bien deja herencia a los hijos de sus hijos, al justo se reserva la riqueza del pecador. [23] Las roturas de los pobres dan mucho de comer; pero hay perdición cuando falta justicia. [24] Quien escatima la vara, odia a su hijo, quien le tiene amor, le castiga.

[25] Come el justo y queda satisfecho, pero el vientre de los malos pasa necesidad.

Capítulo 14

[1] La Sabiduría edifica su casa; le Necedad con sus manos la destruye. [2] Quien anda en rectitud, teme a Yahveh; el de torcido camino le desprecia. [3] En la boca del necio hay una raíz de orgullo, pero los labios de los sabios los protegen. [4] Donde no hay bueyes, pesebre vacío; cosecha abundante con la fuerza del toro. [5] Testigo veraz no miente, testigo falso respira mentiras. [6] Busca el arrogante la sabiduría pero en vano, al inteligente la ciencia le es fácil.

[7] Apártate del hombre necio, pues no conocerías labios doctos. [8] Sabiduría del cauto es atender a su conducta, la necedad de los tontos es engaño. [9] De los necios se aparta el sacrificio expiatorio, pero entre los rectos se encuentra el favor de Dios. [10] El corazón conoce su propia amargura, y con ningún extraño comparte su alegría. [11] La casa de los malos será destruida, la tienda de los rectos florecerá. [12] Hay caminos que parecen rectos, pero, al cabo, son caminos de muerte.

[13] También en el reír padece el corazón, y al cabo la alegría es dolor. [14] El perverso de corazón está satisfecho de su conducta, y el hombre de bien, de sus obras. [15] El simple cree cuanto se dice, el cauto medita sus propios pasos. [16] El sabio teme el mal y de él se aparta, el necio es presuntuoso y confiado. [17] El de genio pronto, hace necedades, el hombre artero es odiado. [18] La herencia de los simples es la necedad, los cautos son coronados de ciencia.

[19] Los malos se postran ante los buenos, los malvados a la puerta de los justos. [20] Incluso a su vecino es odioso el pobre, pero son muchos los amigos del rico. [21] Quien desprecia a su vecino comete pecado; dichoso el que tiene piedad de los pobres. [22] ¿No andan extraviados los que planean el mal?; amor y lealtad a los que planean el bien. [23] Todo trabajo produce abundancia, la charlatanería sólo indigencia. [24] Corona de los sabios es la riqueza, la necedad de los insensatos es necedad.

[25] Salvador de vidas es el testigo veraz, quien profiere mentira es un impostor. [26] El temor de Yahveh es seguridad inexpugnable; sus hijos tendrán en él refugio. [27] El temor de Yahveh es fuente de vida, para apartarse de las trampas de la muerte. [28] Pueblo Caperoso, gloria del rey; pueblo escaso, ruina del príncipe. [29] El tardo a la ira tiene gran prudencia, el de genio pronto pone de manifiesto su necedad [30] El corazón manso es vida del cuerpo; la envidia es caries de los huesos.

[31] Quien oprime al débil, ultraja a su Hacedor; mas el que se apiada del pobre, le da gloria. [32] El malo es derribado por su propia malicia, el justo en su integridad halla refugio. [33] En corazón inteligente descansa la sabiduría, en el corazón de los necios no es conocida. [34] La justicia eleva a las naciones, el pecado es la vergüenza de los pueblos. [35] El favor del rey para el siervo prudente; y su cólera para el que le avergüenza.

Capítulo 15

[1] Una respuesta suave calma el furor, una palabra hiriente aumenta la ira. [2] La lengua de los sabios hace agradable la ciencia, la boca de los insensatos esparce necedad. [3] En todo lugar, los ojos de Yahveh, observando a los malos y a los buenos. [4] Lengua mansa, árbol de vida, lengua perversa rompe el alma. [5] El tonto desprecia la corrección de su padre; quien sigue la reprensión es cauto. [6] La casa del justo abunda en riquezas, en las rentas del malo no falta inquietud.

[7] Los labios de los sabios siembran ciencia, pero no así el corazón de los necios. [8] Yahveh abomina el sacrificio de los malos; la oración de los rectos alcanza su favor. [9] Yahveh abomina el camino malo; y ama al que va tras la justicia. [10] Corrección severa a quien deja el camino; el que odia la reprensión perecerá. [11] seol y Perdición están ante Yahveh: ¡cuánto más los corazones de los hombres! [12] El arrogante no quiere ser reprendido, no va junto a los sabios.

[13] Corazón alegre hace buena cara, corazón en pena deprime el espíritu. [14] Corazón inteligente busca la ciencia, los labios de los necios se alimentan de necedad. [15] Todos los días del pobre son malos, para el corazón dichoso, banquetes sin fin. [16] Mejor es poco con temor de Yahveh, que gran tesoro con inquietud. [17] Más vale un plato de legumbres, con cariño, que un buey cebado, con odio. [18] El hombre violento provoca disputas, el tardo a la ira aplaca las querellas.

[19] El camino del perezoso es como un seto de espinos. la senda de los rectos es llana. [20] El hijo sabio es la alegría de su padre, el hombre necio desprecia a su madre. [21] La necedad alegra al insensato, el hombre inteligente camina en derechura. [22] Donde no hay consultas, los planes fracasan; con muchos consejeros, se llevan a cabo. [23] El hombre halla alegría en la respuesta de su boca; una palabra a tiempo, ¡qué cosa más buena! [24] Camino de la vida, hacia arriba, para el sabio, para que se aparte del seol, que está abajo.

[25] La casa de los soberbios la destruye Yahveh, y mantiene en pie los linderos de la viuda. [26] Yahveh abomina los proyectos perversos; pero son puras las palabras agradables. [27] Quien se da al robo, perturba su casa, quien odia los regalos, vivirá. [28] El corazón del justo recapacita para responder, la boca de los malos esparce maldades. [29] Yahveh se aleja de los malos, y escucha la plegaria de los justos. [30] Una mirada luminosa alegra el corazón, una buena noticia reanima el vigor.

[31] Oído que escucha reprensión saludable, tiene su morada entre los sabios. [32] Quien desatiende la corrección se desprecia a sí mismo, quien escucha la reprensión adquiere sensatez. [33] El temor de Yahveh instruye en sabiduría: y delante de la gloria va la humildad.

Capítulo 16

[1] Al hombre, los planes del corazón; pero de Yahveh, la respuesta. [2] Al hombre le parecen puros todos sus caminos, pero Yahveh pondera los espíritus. [3] Encomienda tus obras a Yahveh y tus proyectos se llevarán a cabo. [4] Todas las obras de Yahveh tienen su propio fin, hasta el malvado, para el día del mal [5] Yahveh abomina al de corazón altivo, de cierto no quedará impune. [6] Con amor y lealtad se expía la falta; con el temor de Yahveh se evita el mal.

[7] Cuando Yahveh se complace en la conducta de un hombre. hasta a sus enemigos los reconcilia con él. [8] Más vale poco, con justicia, que mucha renta sin equidad. [9] El corazón del hombre medita su camino, pero es Yahveh quien asegura sus pasos [10] Oráculo en los labios del rey: en el juicio no comete falta su boca. [11] De Yahveh son la balanza y los platillos justos, todas las pesas del saco son obra suya. [12] Los reyes aborrecen las malas acciones, pues su trono en la justicia se afianza.

[13] El favor del rey para los labios justos; y ama al que habla rectamente. [14] El furor del rey es mensajero de muerte; pero el hombre sabio lo apacigua. [15] Si el rostro del rey se ilumina, hay vida; su favor es como nube de lluvia tardía. [16] Adquirir sabiduría, cuánto mejor que el oro; adquirir inteligencia es preferible a la plata. [17] La calzada de los rectos es apartarse del mal; el que atiende a su camino, guarda su alma. [18] La arrogancia precede a la ruina; el espíritu altivo a la caída.

[19] Mejor es ser humilde con los pobres que participar en el botín con los soberbios. [20] El que está atento a la palabra encontrará la dicha, el que confía en Yahveh será feliz. [21] Al de corazón sabio, se le llama inteligente, la dulzura de labios aumenta el saber. [22] La prudencia es fuente de vida para el que la tiene, el castigo de los necios es la necedad. [23] El corazón del sabio hace circunspecta su boca, y aumenta el saber de sus labios. [24] Palabras suaves, panal de miel: dulces al alma, saludables al cuerpo.

[25] Hay caminos que parecen rectos, pero al cabo son caminos de muerte. [26] El ansia del trabajador para él trabaja, pues le empuja el hambre de su boca. [27] El hombre malvado trama el mal, tiene en los labios como un fuego ardiente. [28] El hombre perverso provoca querellas, el delator divide a los amigos. [29] El hombre violento seduce al vecino, y le hace ir por camino no bueno. [30] Quien cierra los ojos es para meditar maldades, el que se muerde los labios, ha consumado el mal.

[31] Cabellos blancos son corona de honor; y en el camino de la justicia se la encuentra. [32] Más vale el hombre paciente que el héroe, el dueño de sí que el conquistador de ciudades. [33] Se echan las suertes en el seno, pero la decisión viene de Yahveh.

Capítulo 17

[1] Mejor es un mendrugo de pan a secas, pero con tranquilidad, que casa llena de sacrificios de discordia. [2] El siervo prudente prevalece sobre el hijo sin honra; tendrá, con los hermanos, parte en la herencia. [3] Crisol para la plata, horno para el oro; los corazones, Yahveh mismo los prueba. [4] El malo está atento a los labios inicuos, el mentiroso presta oído a la lengua perversa. [5] Quien se burla de un pobre, ultraja a su Hacedor, quien se ríe de la desgracia no quedará impune. [6] Corona de los ancianos son los hijos de los hijos; los padres son el honor de los hijos.

[7] Al necio no le sienta un lenguaje pulido, y aún menos al noble un hablar engañoso. [8] El obsequio es un talismán, para el que puede hacerlo; dondequiera que vaya, tiene éxito. [9] El que cubre un delito, se gana una amistad el que propala cosas, divide a los amigos. [10] Más afecta un reproche a un hombre inteligente que cien golpes a un necio. [11] El malvado sólo busca rebeliones, pero le será enviado un cruel mensajero. [12] Mejor topar con osa privada de sus cachorros que con tonto en su necedad.

[13] Si uno devuelve mal por bien no se alejará la desdicha de su casa. [14] Entablar proceso es dar curso libre a las aguas; interrúmpelo antes de que se extienda. [15] Justificar al malo y condenar al justo; ambas cosas abomina Yahveh. [16] ¿De qué sirve la riqueza en manos del necio? ¿Para adquirir sabiduría, siendo un insensato? [17] El amigo ama en toda ocasión, el hermano nace para tiempo de angustia. [18] Es hombre insensato el que choca la mano y sale fiador de su vecino.

[19] El que ama el pecado, ama los golpes, el que es altanero, busca la ruina. [20] El de corazón pervertido, no hallará la dicha; el de lengua doble caerá en desgracia. [21] El que engendra un necio, es para su mal; no tendrá alegría el padre del insensato. [22] El corazón alegre mejora la salud; el espíritu abatido seca los huesos. [23] El malo acepta regalos en su seno, para torcer las sendas del derecho. [24] Ante el hombre inteligente está la sabiduría, los ojos del necio en los confines de la tierra.

[25] Hijo necio, tristeza de su padre, y amargura de la que lo engendró. [26] No es bueno poner multa al justo, golpear a los nobles es contra derecho. [27] El que retiene sus palabras es conocedor de la ciencia, el de sangre fría es hombre inteligente. [28] Hasta al necio, si calla, se le tiene por sabio, por inteligente, si cierra los labios.

Capítulo 18

[1] El que vive apartado, busca su capricho, se enfada por cualquier consejo. [2] El necio no halla gusto en la prudencia, sino en manifiestar su corazón. [3] Cuando llega la maldad, también llega el desprecio; y con la afrenta viene la ignominia. [4] Las palabras en la boca del hombre son aguas profundas: torrente desbordado, fuente de sabiduría. [5] No es bueno tener miramientos con el malo, para quitar, en el juicio, la razón al justo. [6] Los labios del necio se meten en el proceso, y su boca llama a los golpes.

[7] La boca del necio es su ruina, y sus labios una trampa para su vida. [8] Las palabras del delator son golosinas, que bajan hasta el fondo de las entrañas. [9] El que es perezoso en el trabajo, es hermano del que destruye. [10] El nombre de Yahveh es torre fuerte, a ella corre el justo y no es alcanzado. [11] La fortuna del rico es su plaza fuerte; como muralla inexpugnable, en su opinión. [12] El corazón humano se engríe antes de la ruina, y delante de la gloria va la humildad.

[13] Si uno responde antes de escuchar eso es para él necedad y confusión. [14] El ánimo del hombre lo sostiene en su enfermedad; pero perdido el ánimo, ¿quién lo levantará? [15] Corazón inteligente adquiere ciencia, el oído de los sabios busca la ciencia. [16] El regalo de un hombre todo se lo allana, y le lleva hasta la presencia de los grandes. [17] Parece justo el primero que pleitea; mas llega su contendiente y lo pone al descubierto. [18] Las suertes ponen fin a los litigios y deciden entre los poderosos.

[19] Un hermano ofendido es peor que una plaza fuerte, y las querellas son como cerrojos de ciudadela. [20] Con el fruto de la boca sacia el hombre su vientre, con los frutos de sus labios se sacia. [21] Muerte y vida están en poder de la lengua, el que la ama comerá su fruto. [22] Quien halló mujer, halló cosa buena, y alcanzó favor de Yahveh. [23] El pobre habla suplicando, pero el rico responde con dureza. [24] Hay amigos que causan la ruina, y hay quien ama con más apego que un hermano.

Capítulo 19

[1] Mejor es el pobre que camina en su integridad que el de labios perversos y además necio. [2] Tampoco es bueno el afán cuando falta la ciencia, el de pies precipitados se extravía. [3] La necedad del hombre pervierte su camino, y luego en su corazón se irrita contra Yahveh. [4] La riqueza multiplica los amigos, pero el pobre de su amigo es separado. [5] El testigo falso no quedará impune, el que profiere mentiras no escapará. [6] Son Caperosos los que halagan al noble, todos son amigos del hombre que da.

[7] Los hermanos del pobre le odian todos, ¡cuánto más se alejarán de él los amigos! Persigue palabras, pero no hay. [8] El que adquiere cordura se ama a sí mismo, el que sigue la prudencia, hallará la dicha. [9] El testigo falso no quedará impune, el que profiere mentiras perecerá. [10] No sienta bien al necio vivir en delicias, y menos al siervo dominar a los príncipes. [11] La prudencia del hombre domina su ira, y su gloria es dejar pasar una ofensa. [12] Como rugido de león la indignación del rey, su favor, como rocío sobre la hierba.

[13] El hijo necio, calamidad para su padre, goteo sin fin las querellas de mujer. [14] Casa y fortuna se heredan de los padres, mujer prudente viene de Yahveh. [15] La pereza hunde en el sopor, el alma indolente pasará hambre.

[16] Quien guarda los mandatos se guarda a sí mismo, quien desprecia sus caminos morirá. [17] Quien se apiada del débil, presta a Yahveh, el cual le dará su recompensa. [18] Mientras hay esperanza corrige a tu hijo, pero no te excites hasta hacerle morir.

[19] El iracundo carga con la multa; pues si le perdonas, se la tendrás que aumentar. [20] Escucha el consejo, acoge la corrección, para llegar, por fin, a ser sabio. [21] Muchos proyectos en el corazón del hombre, pero sólo el plan de Yahveh se realiza. [22] Lo que se desea en un hombre es la bondad, más vale un pobre que un mentiroso. [23] El temor de Yahveh es para vida, vive satisfecho sin ser visitado por el mal. [24] El perezoso hunde la mano en el plato, y no es capaz ni de llevarla a la boca.

[25] Golpea al arrogante y el simple se volverá sensato; reprende al inteligente y alcanzará el saber. [26] El que despoja a su padre y expulsa a su madre, es hijo infamante y desvergonzado. [27] Deja ya, hijo, de escuchar la instrucción, y de apartarte de las palabras de la ciencia. [28] El testigo malvado se burla del derecho; la boca de los malos devora iniquidad. [29] Los castigos están hechos para los arrogantes; y los golpes para la espalda de los necios.

Capítulo 20

[1] Arrogante es el vino, tumultuosa la bebida; quien en ellas se pierde, no llegará a sabio. [2] Como rugido de león la indignación del rey, el que la excita, se daña a sí mismo. [3] Es gloria para el hombre apartarse de litigios, pero todo necio se sale de sí. [4] A partir del otoño, el perezoso no trabaja, en la cosecha busca, pero no hay nada. [5] El consejo en el corazón del hombre es agua profunda, el hombre inteligente sabrá sacarla. [6] Muchos hombres se dicen piadosos; pero un hombre fiel, ¿quién lo encontrará? [7] El justo camina en la integridad; ¡dichosos sus hijos después de él! [8] Un rey sentado en el tribunal disipa con sus ojos todo mal.

[9] ¿Quién puede decir: «Purifiqué mi corazón, estoy limpio de mi pecado?» [10] Dos pesos y dos medidas, ambas cosas aborrece Yahveh. [11] Incluso en sus acciones da el muchacho a conocer si sus obras serán puras y rectas. [12] El oído que oye y el ojo que ve; ambas cosas las hizo Yahveh. [13] No ames el sueño, para no hacerte pobre; ten abiertos los ojos y te hartarás de pan. [14] «¡Malo, malo!» dice el comprador, pero al marchar se felicita.

[15] Hay oro y numerosas perlas, pero los labios instruidos son la cosa más preciosa. [16] Tómale su vestido, pues salió fiador de otro; tómale prenda por los extraños. [17] El pan de fraude le es dulce al hombre, pero luego la boca se llena de grava. [18] Los proyectos con el consejo se afianzan: haz con táctica la guerra. [19] El que anda murmurando descubre secretos; no andes con quien tiene la lengua suelta. [20] Al que maldice a su padre y a su madre, se le extinguirá su lámpara en medio de tinieblas.

[21] Herencia adquirida al principio con presteza, ne será a la postre bendecida. [22] No digas: «Voy a devolver el mal»; confía en Yahveh, que te salvará. [23] Tener dos pesas lo abomina Yahveh; tener balanzas falsas no está bien. [24] De Yahveh dependen los pasos del hombre: ¿cómo puede el hombre comprender su camino? [25] Lazo es para el hombre pronunciar a la ligera: «¡Sagrado!» y después de haber hecho el voto reflexionar. [26] Un rey sabio aventa a los malos y hace pasar su rueda sobre ellos.

[27] Lámpara de Yahveh es el hálito del hombre que explora hasta el fondo de su ser. [28] Bondad y lealtad custodian al rey, fundamenta su trono en la bondad. [29] El vigor es la belleza de los jóvenes, las canas el ornato de los viejos. [30] Las cicatrices de las heridas son remedio contra el mal, los golpes curan hasta el fondo de las entrañas.

Capítulo 21

[1] Corriente de agua es el corazón del rey en la mano de Yahveh, que él dirige donde quiere. [2] Al hombre le parecen rectos todos sus caminos, pero es Yahveh quien pesa los corazones. [3] Practicar la justicia y la equidad, es mejor ante Yahveh que el sacrificio. [4] Ojos altivos, corazón arrogante, antorcha de malvados, es pecado. [5] Los proyectos del diligente, todo son ganancia; para el que se precipita, todo es indigencia. [6] Hacer tesoros con lengua engañosa, es vanidad fugitiva de quienes buscan la muerte.

[7] La violencia de los malos los domina, porque se niegan a practicar la equidad. [8] Tortuoso es el camino del hombre criminal, pero el puro es recto en sus obras. [9] Mejor es vivir en la esquina del terrado, que casa en común con mujer litigiosa. [10] El alma del malvado desea el mal, su vecino no halla gracia a sus ojos. [11] Cuando se castiga al arrogante, el simple se hace sabio; cuando se instruye al sabio, adquiere ciencia. [12] El Justo observa la casa del malvado, y arroja a los malvados a la desgracia.

[13] Quien cierra los oídos a las súplicas del débil clamará también él y no hallará respuesta. [14] Regalo a escondidas, aplaca la cólera, y obsequio oculto, la ira violenta. [15] Alegría para el justo es el cumplimiento de la justicia, pero horror para los que hacen el mal. [16] El hombre que se aparta del camino de la prudencia reposará en la asamblea de las sombras. [17] Se arruina el hombre que ama el placer, no será rico el aficionado a banquetes. [18] Rescate del justo es el malo, y en lugar de los rectos, el traidor.

[19] Mejor es habitar en el desierto que con mujer litigiosa y triste. [20] Tesoro precioso y aceite en la casa del sabio, pero el hombre necio los devora. [21] Quien va tras la justicia y el amor hallará vida, justicia y honor. [22] El sabio escala la ciudad de los fuertes, y derriba la fortaleza en que confiaban. [23] El que guarda su boca y su lengua, guarda su alma de la angustia. [24] Al insolente y altivo se le llama: «arrogante»; actúa en el exceso de su insolencia.

[25] El deseo del perezoso le lleva a la muerte, porque sus manos rehúsan el trabajo. [26] Todo el día está el malo codicioso; pero el justo da sin rehusar jamás. [27] El sacrificio de los malos es abominable, sobre todo si se ofrece con mala intención. [28] El testigo falso perecerá, el hombre que escucha, por siempre podrá hablar. [29] El hombre malo se muestra atrevido, el recto afianza su camino. [30] No hay sabiduría, ni hay prudencia ni hay consejo, delante de Yahveh.

[31] Se prepara el caballo para el día del combate, pero la victoria es de Yahveh.

Capítulo 22

[1] Más vale buen nombre que muchas riquezas, y mejor es favor que plata y oro. [2] El rico y el pobre se encuentran, a los dos los hizo Yahveh. [3] El hombre precavido ve el mal y se esconde, los simples pasan y reciben castigo. [4] Premio de la humildad, el temor de Yahveh, la riqueza, el honor y la vida. [5] Espinas y lazos en la senda del malo, el que cuida de su vida, se aleja de ellos. [6] Instruye al joven según sus disposiciones, que luego, de viejo, no se apartará de ellas.

[7] El rico domina a los pobres, el deudor es esclavo de su acreedor. [8] Quien siembra injusticia cosecha miserias y la vara de su cólera desaparecerá. [9] El de buena intención será bendito, porque da de su pan al débil. [10] Expulsa al arrogante y se irá el litigio, y pleitos e injurias cesarán. [11] El que ama los corazones puros, el de gracia en los labios, es amigo del rey. [12] Los ojos de Yahveh custodian la ciencia, pero confunden las palabras del pérfido.

[13] El perezoso dice: «Hay fuera un león; voy a ser muerto en medio de la calle.» [14] Fosa profunda la boca de las mujeres ajenas: aquel contra el que Yahveh se aíra, caerá en ella. [15] La necedad está enraizada en el corazón del joven, la vara de la instrucción lo alejará de ella. [16] El que oprime a un débil, lo engrandece; el que da a un rico, llega a empobrecerlo. [17] Presta oído y escucha las palabras de los sabios, y aplica tu corazón a mi ciencia, [18] porque te será dulce guardarlas en tu seno, y tener todas a punto en tus labios. [19] Para que esté en Yahveh tu confianza también a ti hoy te enseñaré.

[20] ¿No he escrito para ti treinta capítulos de consejos y ciencia, [21] para hacerte conocer la certeza de las palabras verdaderas, y puedas responder palabras verdaderas a quien te envíe? [22] No despojes al débil, porque es débil, y no aplastes al desdichado en la puerta, [23] porque Yahveh defenderá su causa y despojará de la vida a los despojadores. [24] No tomes por compañero a un hombre airado, ni vayas con un hombre violento, [25] no sea que aprendas sus senderos, y te encuentres con un lazo para tu vida.

[26] No seas de los que chocan la mano, y salen fiadores de préstamos: [27] porque si no tienes con qué pagar, te tomarán el lecho en que te acuestas. [28] No desplaces el lindero antiguo que tus padres pusieron. [29] ¿Has visto un hombre hábil en su oficio? Se colocará al servicio de los reyes. No quedará al servicio de gentes oscuras.

Capítulo 23

[1] Si te sientas a comer con poderoso, mira bien al que está frente a ti; [2] pon un cuchillo a tu garganta si eres hombre de apetito;

[3] no desees sus manjares, porque es alimento engañoso. [4] No te fatigues por enriquecerte, deja de pensar en ello.

[5] Pones tus ojos en ello y no hay nada. Porque se hace alas como águila, y se vuela hasta el cielo. [6] No comas pan con hombre de malas intenciones, ni desees sus manjares. [7] Porque, según lo que calcula en su interior, te dice: «¡Come y bebe!», pero su corazón no está contigo. [8] Nada más comer lo vomitarías y tus palabras amables serían tu ruina.

[9] A oídos de necio no hables, porque se burlará de la prudencia de tus dichos. [10] No desplaces el lindero antiguo, no entres en el campo de los huérfanos, [11] porque su vengador es poderoso, y defendería su pleito contra ti. [12] Aplica tu corazón a la instrucción, y tus oídos a las palabras de la ciencia. [13] No ahorres corrección al niño, que no se va a morir porque le castigues con la vara. [14] Con la vara le castigarás y librarás su alma del seol.

[15] Hijo mío, si tu corazón es sabio, se alegrará también mi corazón, [16] y exultarán mis riñones al decir tus labios cosas rectas. [17] No envidie tu corazón a los pecadores, más bien en el temor de Yahveh permanezca todo el día, [18] porque hay un mañana, y tu esperanza no será aniquilada. [19] Escucha, hijo, y serás sabio, y endereza tu corazón por el camino... [20] No seas de los que se emborrachan de vino, ni de los que se ahítan de carne, [21] porque borracho y glotón se empobrecen y el sopor se viste de harapos.

[22] Escucha a tu padre, que él te engendró, y no desprecies a tu madre por ser vieja. [23] Adquiere la verdad y no la vendas: la sabiduría, la instrucción, la inteligencia. [24] El padre del justo rebosa de gozo, quien engendra un sabio por él se regocija. [25] Se alegrarán tu padre y tu madre, y gozará la que te ha engendrado. [26] Dame, hijo mío, tu corazón, y que tus ojos hallen deleite en mis caminos. [27] Fosa profunda es la prostituta, pozo angosto la mujer extraña.

[28] También ella como ladrón pone emboscadas, y multiplica entre los hombres los traidores.

[29] ¿Para quién las «Desgracias»? ¿para quién los «Ayes»? ¿para quién los litigios? ¿para quién los lloros? ¿para quién los golpes sin motivo? ¿para quién los ojos turbios? [30] Para los que se eternizan con el vino, los que van en busca de vinos mezclados. [31] No mires el vino: ¡Qué buen color tiene! ¡cómo brinca en la copa! ¡qué bien entra! [32] Pero, a la postre, como serpiente muerde, como víbora pica.

[33] Tus ojos verán cosas extrañas, y tu corazón hablará sin ton ni son. [34] Estarás como acostado en el corazón del mar, o acostado en la punta de un mástil. [35] «Me han golpeado, pero no estoy enfermo; me han tundido a palos, pero no lo he sentido, ¿Cuándo me despertaré...?, me lo seguiré preguntando.»

Capítulo 24

[1] No tengas envidia de los malos, no desees estar con ellos,

[2] porque su corazón trama violencias, y sus labios hablan de desgracias. [3] Con la sabiduria se construye una casa, y con la prudencia se afianza; [4] con la ciencia se llenan los cilleros de todo bien precioso y deseable. [5] El varón sabio está fuerte, el hombre de ciencia fortalece su vigor; [6] porque con sabios consejos harás la guerra, y en la abundancia de consejeros está el éxito.

[7] Muy alta está la sabiduría para el necio: no abre su boca en la puerta. [8] Al que piensa en hacer mal, se le llama maestro en intrigas. [9] La necedad sólo maquina pecados, el arrogante es abominable a los hombres. [10] Si te dejas abatir el día de la angustia, angosta es tu fuerza. [11] Libra a los que son llevados a la muerte, y a los conducidos al suplicio ¡si los pudieras retener! [12] Si dices: «Mira que no lo sabíamos», ¿acaso el que pesa los corazones no comprende? ¿el que vigila tu alma, no lo sabe? El da a cada hombre según sus obras.

[13] Come miel, hijo mío, porque es buena. Panal de miel es dulce a tu paladar. [14] Pues sábete que así será la sabiduría para tu alma, y si la hallas, hay un mañana, y tu esperanza no será aniquilada. [15] No pongas, malvado, asechanzas en la mansión del justo, no hagas violencia a su morada. [16] Que siete veces cae el justo, pero se levanta, mientras los malos se hunden en la desgracia. [17] No te alegres por la caída de tu enemigo, no se goce tu corazón cuando se hunde; [18] no sea que lo vea Yahveh y le desagrade, y aparte de él su ira.

[19] No te enfurezcas por causa de los malvados, ni tengas envidia de los malos. [20] Porque para el malvado no hay un mañana: la lámpara de los malos se extinguirá. [21] Teme, hijo mío, a Yahveh y al rey, no te relaciones con los innovadores, [22] porque al instante surgirá su calamidad, y ¿quién sabe el castigo que pueden ambos dar? [23] También esto pertenece a los sabios: Hacer acepción de personas en el juicio no está bien. [24] Al que dice al malo: «Eres justo», le maldicen los pueblos y le detestan las naciones; [25] los que los castigan, viven felices, y viene sobre ellos la bendición del bien.

[26] Besa en los labios, el que responde con franqueza. [27] Ordena tus trabajos de fuera y prepara tus faenas en el campo; y después puedes construirte tu casa. [28] No des testimonio, en vano, contra tu prójimo, ni engañes con tus labios. [29] No digas: «Como él me ha hecho a mí, le haré yo a él, daré a cada uno según sus obras.» [30] He pasado junto al campo de un perezoso, y junto a la viña de un hombre insensato, [31] y estaba todo invadido de ortigas, los cardos cubrían el suelo, la cerca de piedras estaba derruida.

[32] Al verlo, medité en mi corazón, al contemplarlo aprendí la lección: [33] «Un poco dormir, otro poco dormitar, otro poco tumbarse con los brazos cruzados [34] y llegará, como vagabundo, tu miseria y como un mendigo tu pobreza.»

Capítulo 25

[1] También estos son proverbios de Salomón, transcritos por los hombres de Ezequías, rey de Judá. [2] Es gloria de Dios ocultar una cosa, y gloria de los reyes escrutarla. [3] Los cielos por su altura, la tierra por su profundidad, y el corazón de los reyes: son inescrutables. [4] Quita las escorias de la plata, y quedará enteramente pura;

[5] quita al malo de delante del rey, y su trono se afianzará en la justicia. [6] No te des importancia ante el rey, no te coloques en el sitio de los grandes; [7] porque es mejor que te digan: «Sube acá», que ser humillado delante del príncipe. Lo que han visto tus ojos, [8] no te apresures a llevarlo a juicio; pues ¿qué harás a la postre cuando tu prójimo te confunda? [9] Defiende tu causa contra tu prójimo, pero no descubras los secretos de otro, [10] no sea que el que lo oye te avergüence, y que tu difamación no tenga vuelta.

[11] Manzanas de oro con adornos de plata, es la palabra dicha a tiempo. [12] Anillo de oro, o collar de oro fino, la reprensión sabia en oído atento. [13] Como frescor de nieve el día de la siega el mensajero leal, para el que lo envía: conforta el ánimo de su señor. [14] Nubes y viento, pero no lluvia, el hombre que se jacta de que va a hacer un regalo, pero miente. [15] Con paciencia se persuade al juez, una lengua dulce quebranta los huesos. [16] ¿Has hallado miel?, come lo que necesites; no llegues a hartarte y la vomites.

[17] Pon tu pie pocas veces en casa del vecino, no sea que se hastíe y te aborrezca. [18] Martillo, espada, flecha aguda: es el hombre que da testimonio falso contra su prójimo. [19] Diente roto, pie titubeante: la confianza en el pérfido, el día de la angustia, [20] como quitar el vestido en día helado. Poner vinagre sobre salitre, es cantar canciones a un corazón triste. [21] Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer, si tiene sed, dale de beber; [22] así amontonas sobre su cabeza brasas y Yahveh te dará la recompensa.

[23] El viento norte trae la lluvia, la lengua que disimula, rostros airados. [24] Mejor es vivir en la esquina del terrado, que casa en común con mujer litigiosa. [25] Agua fresca en fauces sedientas: la noticia buena de un país lejano. [26] Fuente hollada, manantial ensuciado, el justo que titubea ante el malo. [27] No es bueno comer mucha miel, ni buscar gloria y más gloria. [28] Ciudad abierta y sin muralla es el hombre que no domina su ánimo.

Capítulo 26

[1] Como nieve en verano y lluvia en la siega, así de mal le sienta la gloria al insensato. [2] Como se escapa el pájaro y vuela la golondrina, así no se realiza la maldición sin motivo. [3] Látigo para el caballo, brida para el asno y vara para la espalda de los necios. [4] No respondas al necio según su necedad, no sea que tú también te vuelvas como él. [5] Responde al necio según su necedad, no vaya a creerse que es un sabio. [6] Se corta los pies, se empapa de amargura, el que envía un recado en mano de necio.

[7] Como las piernas vacilantes del cojo, es el proverbio en boca de los necios. [8] Como sujetar una piedra en la honda, es conceder honores a un necio. [9] Como espino que va a parar a mano de borracho, es el proverbio en boca de los necios. [10] Como arquero que a todos hiere, es el que toma a sueldo al necio y al borracho que pasan. [11] Como el perro vuelve a su vómito, vuelve el necio a su insensatez. [12] ¿Has visto a un hombre que se cree sabio? Más se puede esperar de un necio que de él.

[13] Dice el perezoso: «¡Un león en el camino! ¡Un león en la plaza!» [14] La puerta gira en los goznes, y el perezoso en la cama. [15] El perezoso hunde la mano en el plato; pero le fatiga llevarla a la boca. [16] El perezoso se tiene por más sabio que siete personas que responden con tacto. [17] Agarra por las orejas a un perro que pasa el que se mete en litigio que no le incumbe. [18] Como un loco que arroja saetas escondidas, flechas y muerte,

[19] tal es el hombre que engaña a su prójimo, y dice: «¿No ves que estaba bromeando?» [20] Cuando se acaba la leña, se apaga el fuego, cuando no hay chismoso, se apacigua la disputa.

[21] Carbón sobre brasas y leña sobre fuego, es el pleiteador para atizar querellas. [22] Las palabras del delator son golosinas que bajan hasta el fondo de las entrañas. [23] Plata con escorias esmaltada sobre arcilla, son los labios dulces con corazón perverso. [24] El que odia, disimula con sus labios, pero en su interior comete perfidia; [25] si da a su voz un tono amable, no te fíes, porque hay siete abominaciones en su corazón. [26] Encubrirá su odio con engaño, pero en la asamblea se descubrirá su malicia.

[27] El que excava una fosa caerá en ella, el que hace rodar una piedra se le vendrá encima. [28] La lengua mentirosa odia a sus víctimas, la boca melosa labra la ruina.

Capítulo 27

[1] No te regocijes por el día de mañana, porque no sabes lo que deparará el día de hoy. [2] Que otro te alabe y no tu propia boca; un extraño, que no tus labios. [3] Pesada es la piedra y pesada la arena, la ira del necio es más pesada que ellas. [4] El furor es cruel, agua desbordada la cólera; mas ¿quién resistirá ante la envidia? [5] Mejor es reprensión manifiesta que amor oculto. [6] Leales son las heridas del amigo, falsos los besos del enemigo.

[7] Alma saciada pisotea la miel, al alma hambrienta, hasta lo amargo es dulce. [8] Como yerra el pájaro lejos de su nido, así yerra el hombre lejos de su lugar. [9] El aceite y el perfume alegran el corazón, la dulzura del amigo consuela el alma. [10] No abandones a tu amigo ni al amigo de tu padre; no entres en la casa de tu hermano el día de tu infortunio. Mejor es vecino próximo que hermano alejado. [11] Sé sabio, hijo mío, y alegra mi corazón; y podré responder al que me ultraja. [12] El hombre precavido ve el mal y se esconde, los simples pasan y reciben castigo.

[13] Tómale su vestido, pues salió fiador de otro; tómale prenda por los extraños. [14] Al que ya de mañana a su prójimo bendice en alta voz, le será contado como una maldición. [15] Goteo incesante en día de lluvia y mujer chismosa, son iguales; [16] el que la retiene, retiene viento y aceite encuentra su derecha. [17] El hierro con hierro se aguza, y el hombre con su prójimo se afina. [18] El que vigila una higuera come de su fruto, el que guarda a su señor será honrado.

[19] Como en el agua un rostro refleja otro rostro, así el corazón de un hombre refleja el de otro hombre. [20] seol y Perdición son insaciables; tampoco se sacian los ojos del hombre. [21] Crisol para la plata, horno para el oro, el hombre vale según su reputación. [22] Aunque machaques al necio en el mortero, (entre el grano, con el pilón) no se apartará de él su necedad. [23] Conoce a fondo el estado de tu ganado, aplica tu corazón a tu rebaño; [24] porque no es eterna la riqueza, no se transmite una corona de edad en edad. [25] Cortada la hierba, aparecido el retoño, y apilado el heno de los montes, [26] ten corderos para poderte vestir, machos cabríos con que pagar un campo, [27] leche de cabras abundante para tu sustento, para alimentar a tu familia y mantener a tus criados.

Capítulo 28

[1] El malo huye sin que nadie le persiga, pero el justo como un león está seguro. [2] Cuando un país es rebelde, son muchos sus príncipes; con un hombre inteligente y sabio hay estabilidad. [3] Hombre malo que oprime a los débiles es como lluvia devastadora que deja sin pan. [4] Los que abandonan la ley alaban al malo, los que guardan la ley se irritan contra ellos. [5] Los hombres malos no entienden de equidad, los que buscan a Yahveh lo comprenden todo. [6] Mejor es el pobre que camina en su integridad que el de caminos tortuosos, por más que sea rico.

[7] El que guarda la ley es un hijo inteligente, el que frecuenta orgías es la deshonra de su padre. [8] El que aumenta su riqueza por usura e interés, la amontona para el que se compadece de los pobres. [9] El que aparta su oído para no oír la ley, hasta su oración es abominable. [10] El que extravía a los rectos por el mal camino, en su propia fosa caerá. Los hombres sin tacha heredarán la dicha. [11] El hombre rico se cree sabio, pero el pobre inteligente, lo desenmascara. [12] Cuando se alegran los justos, es grande el regocijo, cuando se alzan los malos, todos se esconden.

[13] Al que encubre sus faltas, no le saldrá bien; el que las confiesa y abandona, obtendrá piedad. [14] Dichoso el hombre que siempre está en temor; el que endurece su corazón caerá en el mal. [15] León rugiente, oso hambriento, es el malo que domina al pueblo débil. [16] Príncipe sin inteligencia multiplica la opresión, el que odia el lucro prolongará sus días. [17] El hombre culpable de una muerte huirá hasta la tumba; ¡que nadie le detenga! [18] El que anda sin tacha será salvo, el que va oscilante entre dos caminos, caerá en uno de ellos.

[19] Quien cultiva su tierra se hartará de pan, quien va tras naderías, se hartará de pobreza. [20] El hombre leal será muy bendecido, quien se hace rico aprisa, no quedará impune. [21] No es bueno hacer acepción de personas, que por un bocado de pan el hombre prevarica. [22] El hombre de malas intenciones corre tras la riqueza, sin saber que lo que le viene es la indigencia. [23] El hombre que reprende halla al cabo más gracia que el de lengua aduladora. [24] El que roba a su padre y a su madre y dice: «No hay en ello falta», es compañero del hombre destructor.

[25] El hombre ambicioso azuza querellas, el que confía en Yahveh prosperará. [26] El que confía en su corazón es un necio, el que anda con sabiduría se salvará. [27] El que da a los pobres no conocerá la indigencia, para el que se tapa los ojos abundante maldición. [28] Cuando se alzan los malos, todos se esconden, cuando perecen, los justos se multiplican.

Capítulo 29

[1] El hombre que, reprendido, endurece la cerviz, será pronto deshecho y sin remedio. [2] Cuando los justos se multiplican, el pueblo se alegra, cuando dominan los malos, el pueblo gime. [3] El que ama la sabiduría, da alegría a su padre, el que anda con prostitutas, disipa su fortuna. [4] El rey, con la equidad, mantiene el país, el hombre exactor lo arruina. [5] El hombre que adula a su prójimo pone una red bajo sus pasos. [6] En el pecado del malo hay una trampa, pero el justo se regocija y alegra.

[7] El justo conoce la causa de los débiles, el malo no tiene inteligencia para conocerla. [8] Los arrogantes turban la ciudad, los sabios alejan la cólera. [9] Cuando el sabio tiene un pleito con el necio, ya se exaspere o se ría, no logrará sosiego. [10] Los hombres sanguinarios odian al intachable, los rectos van en busca de su persona. [11] El necio da salida a toda su pasión; el sabio la reprime y apacigua. [12] Si un jefe hace caso de las palabras mentirosas, todos sus servidores serán malos.

[13] El pobre y el opresor se encuentran, Yahveh da la luz a los ojos de ambos. [14] El rey que juzga con verdad a los débiles, asegura su trono para siempre. [15] Vara y reprensión dan sabiduría, muchacho dejado a sí mismo, avergüenza a su madre. [16] Cuando se multiplican los malos, se multiplican los delitos, pero los justos contemplarán su caída. [17] Corrige a tu hijo y te dejará tranquilo; y hará las delicias de tu alma. [18] Cuando no hay visiones, el pueblo se relaja, pero el que guarda la ley es dichoso.

[19] No se corrige a un siervo con palabras, porque aunque las entienda, no las cumple. [20] ¿Has visto un hombre dispuesto siempre a hablar? más se puede esperar de un necio que de él. [21] Si se mima a un esclavo desde niño, al final será un ingrato. [22] El hombre violento provoca querellas, el hombre airado multiplica los delitos. [23] El orgullo del pobre lo humillará; el humilde de espíritu obtendrá honores. [24] El que reparte con ladrón se odia a sí mismo, oye la imprecación, pero no revela nada.

[25] Temblar ante los hombres es un lazo; el que confía en Yahveh está seguro. [26] Son muchos los que buscan el favor del jefe, pero es Yahveh el que juzga a cada uno. [27] Abominación para los justos es el hombre inicuo abominación para el malo el de recto camino.

Capítulo 30

[1] Palabras de Agur, hijo de Yaqué, de Massá. Oráculo de este hombre para Itiel, para Itiel y para Ukal. [2] ¡Soy el más estúpido de los hombres! No tengo inteligencia humana. [3] No he aprendido la sabiduría, ¿y voy a conocer la ciencia de los santos? [4] ¿Quién subió a los cielos y volvió a bajar? ¿quién ha recogido viento en sus palmas? ¿quién retuvo las aguas en su manto? ¿quién estableció los linderos de la tierra? ¿Cuál es su nombre y el nombre de su hijo, si es que lo sabes? [5] Probadas son todas las palabras de Dios; él es un escudo para cuantos a él se acogen. [6] No añadas nada a sus palabras, no sea que te reprenda y pases por mentiroso.

[7] Dos cosas te pido. no me las rehúses antes de mi muerte:

[8] Aleja de mí la mentira y la palabra engañosa; no me des pobreza ni riqueza, déjame gustar mi bocado de pan, [9] no sea que llegue a hartarme y reniegue, y diga: «¿Quién es Yahveh?». o no sea que, siendo pobre, me dé al robo, e injurie el nombre de mi Dios. [10] No calumnies a un siervo ante su amo no sea que te maldiga y tengas que pagar la pena. [11] Hay gente que maldice a su padre, y a su madre no bendice,

[12] gente que se cree pura y no está limpia de su mancha, [13] ¡gente de qué altivos ojos, cuyos párpados se alzan!; [14] gente cuyos dientes son espadas, y sus mandíbulas cuchillos, para devorar a los desvalidos echándolos del país y a los pobres de entre los hombres.

[15] La sanguijuela tiene dos hijas: «¡Daca, daca!» Hay tres cosas insaciables y cuatro que no dicen: «¡Basta!» [16] El seol, el seno estéril, la tierra que no se sacia de agua, y el fuego que no dice: «¡Basta!» [17] Al ojo que se ríe del padre y desprecia la obediencia de una madre, lo picotearán los cuervos del torrente, los aguiluchos lo devorarán. [18] Tres cosas hay que me desbordan y cuatro que no conozco:

[19] el camino del águila en el cielo, el camino de la serpiente por la roca, el camino del navío en alta mar, el camino del hombre en la doncella. [20] Este es el camino de la mujer adúltera: come, se limpia la boca y dice: «¡No he hecho nada de malo ¡» [21] Por tres cosas tiembla la tierra y cuatro no puede soportar:

[22] Por esclavo que llega a rey, por idiota que se ahíta de comer, [23] por mujer odiada que se casa, por esclava que hereda a su señora.

[24] Hay cuatro seres los más pequeños de la tierra, pero que son más sabios que los sabios: [25] las hormigas — multitud sin fuerza — que preparan en verano su alimento; [26] los damanes — multitud sin poder —, que ponen sus casas en la roca; [27] las langostas, que sin tener rey, salen todas en orden;

[28] el lagarto, al que se agarra con la mano y está en los palacios de los reyes. [29] Hay tres cosas de paso gallardo y cuatro de elegante marcha:

[30] el león — fuerte entre los animales —, que ante nada retrocede,

[31] el esbelto gallo o el macho cabrío, y el rey que arenga a su pueblo.

[32] Si hiciste el necio, envalentonándote, y has reflexionado, pon mano en boca, [33] pues apretando la leche se saca mantequilla apretando la nariz se saca sangre y apretando la ira, se saca querella.

Capítulo 31

[1] Palabras de Lemuel, rey de Massá, que le enseño su madre: [2] ¡No, hijo mío, no, hijo de mis entrañas! ¡No, hijo de mis votos! [3] No entregues tu vigor a las mujeres, ni tus caminos a las que pierden a los reyes. [4] No es para los reyes, Lemuel, no es para los reyes beber vino, ni para los príncipes ser aficionado a la bebida. [5] No sea que, bebiendo, olviden sus decretos y pervientan las causas de todos los desvalidos. [6] Dad bebidas fuertes al que va a perecer y vino al de alma amargada; [7] que beba y olvide su miseria, y no se acuerde ya de su desgracia.

[8] Abre tu boca en favor del mudo, por la causa de todos los abandonados, [9] abre tu boca, juzga con justicia y defiende la causa del mísero y del pobre. [10] Alef. Una mujer completa, ¿quién la encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas. [11] Bet. En ella confía el corazón de su marido, y no será sin provecho. [12] Guímel. Le produce el bien, no el mal, todos los días de su vida. [13] Dálet. Se busca lana y lino y lo trabaja con manos diligentes.

[14] He. Es como nave de mercader que de lejos trae su provisión.

[15] Vau. Se levanta cuando aún es de noche da de comer a sus domésticos y órdenes a su servidumbre. [16] Zain. Hace cálculos sobre un campo y lo compra; con el fruto de sus manos planta una viña. [17] Jet. Se ciñe con fuerza sus lomos y vigoriza sus brazos.

[18] Tet. Siente que va bien su trabajo, no se apaga por la noche su lámpara. [19] Yod. Echa mano a la rueca, sus palmas toman el huso. [20] Kaf. Alarga su palma al desvalido, y tiende sus manos al pobre. [21] Lámed. No teme por su casa a la nieve, pues todos los suyos tienen vestido doble. [22] Mem. Para sí se hace mantos, y su vestido es de lino y púrpura. [23] Nun. Su marido es considerado en las puertas, cuando se sienta con los ancianos del país. [24] Sámek. Hace túnicas de lino y las vende, entrega al comerciante ceñidores. [25] Ain. Se viste de fuerza y dignidad, y se ríe del día de mañana. [26] Pe. Abre su boca con sabiduría, lección de amor hay en su lengua. [27] Sade. Está atenta a la marcha de su casa, y no come pan de ociosidad. [28] Qof. Se levantan sus hijos y la llaman dichosa; su marido, y hace su elogio: [29] Res. «¡Muchas mujeres hicieron proezas, pero tú las superas a todas!» [30] Sin. Engañosa es la gracia, vana la hermosura, la mujer que teme a Yahveh, ésa será alabada. [31] Tau. Dadle del fruto de sus manos y que en las puertas la alaben sus obras.

QOHELET o ECLESIASTÉS

Capítulo 1

[1] Palabras de Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén. [2] ¡Vanidad de vanidades! — dice Cohélet —, ¡vanidad de vanidades, todo vanidad! [3] ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? [4] Una generación va, otra generación viene; pero la tierra para siempre permanece. [5] Sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir. [6] Sopla hacia el sur el viento y gira hacia el norte; gira que te gira sigue el viento y vuelve el viento a girar.

[7] Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al lugar donde los ríos van, allá vuelven a fluir. [8] Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oír. [9] Lo que fue, eso será; lo que se hizo, ese se hará. Nada nuevo hay bajo el sol. [10] Si algo hay de que se diga: «Mira, eso sí que es nuevo», aun eso ya sucedía en los siglos que nos precedieron. [11] No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco de los venideros quedará memoria en los que después vendrán. [12] Yo, Cohélet, he sido rey de Israel, en Jerusalén.

[13] He aplicado mi corazón a investigar y explorar con la sabiduría cuanto acaece bajo el cielo. ¡Mal oficio éste que Dios encomendó a los humanos para que en él se ocuparan! [14] He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar vientos. [15] Lo torcido no puede enderezarse, lo que falta no se puede contar. [16] Me dije en mi corazón: Tengo una sabiduría grande y extensa, mayor que la de todos mis predecesores en Jerusalén; mi corazón ha contemplado mucha sabiduría y ciencia. [17] He aplicado mi corazón a conocer la sabiduría, y también a conocer la locura y la necedad, he comprendido que aun esto mismo es atrapar vientos, [18] pues: Donde abunda sabiduría, abundan penas, y quien acumula ciencia, acumula dolor.

Capítulo 2

[1] Hablé en mi corazón: ¡Adelante! ¡Voy a probarte en el placer; disfruta del bienestar! Pero vi que también esto es vanidad. [2] A la risa la llamé: ¡Locura!; y del placer dije: ¿Para qué vale? [3] Traté de regalar mi cuerpo con el vino, mientras guardaba mi corazón en la sabiduría, y entregarme a la necedad hasta ver en qué consistía la felicidad de los humanos, lo que hacen bajo el cielo durante los contados días de su vida. [4] Emprendí mis grandes obras; me construí palacios, me planté viñas; [5] me hice huertos y jardines, y los planté de toda clase de árboles frutales. [6] Me construí albercas con aguas para regar la frondosa plantación.

[7] Tuve siervos y esclavas: poseí servidumbre, así como ganados, vacas y ovejas, en mayor cantidad que ninguno de mis predecesores en Jerusalén. [8] Atesoré también plata y oro, tributos de reyes y de provincias. Me procuré cantores y cantoras, toda clase de lujos humanos, coperos y reposteros. [9] Seguí engrandeciéndome más que cualquiera de mis predecesores en Jerusalén, y mi sabiduría se mantenía. [10] De cuanto me pedían mis ojos, nada les negué ni rehusé a mi corazón ninguna alegría; toda vez que mi corazón se solazaba de todas mis fatigas, y esto me compensaba de todas mis fatigas. [11] Consideré entonces todas las obras de mis manos y el fatigoso afán de mi hacer y vi que todo es vanidad y atrapar vientos, y que ningún provecho se saca bajo el sol. [12] Yo me volví a considerar la sabiduría, la locura y la necedad. ¿Qué hará el hombre que suceda al rey, sino lo que ya otros hicieron? [13] Yo vi que la sabiduría aventaja a la necedad, como la luz a las tinieblas.

[14] El sabio tiene sus ojos abiertos, mas el necio en las tinieblas camina. Pero también yo sé que la misma suerte alcanza a ambos. [15] Entonces me dice: Como la suerte del necio será la mía, ¿para qué vales, pues, mi sabiduría? Y pensé que hasta eso mismo es vanidad. [16] No hay recuerdo duradero ni del sabio ni del necio; al correr de los días, todos son olvidados. Pues el sabio muere igual que el necio. [17] He detestado la vida, porque me repugna cuanto se hace bajo el sol, pues todo es vanidad y atrapar vientos. [18] Detesté todos mis fatigosos afanes bajo el sol, que yo dejo a mi sucesor. [19] ¿Quién sabe si será sabio o necio? El se hará dueño de todo mi trabajo, lo que realicé con fatiga y sabiduría bajo el sol. También esto es vanidad.

[20] Entregué mi corazón al desaliento, por todos mis fatigosos afanes bajo el sol, [21] pues un hombre que se fatiga con sabiduría, ciencia y destreza, a otro que en nada se fatigó da su propia paga. También esto es vanidad y mal grave. [22] Pues ¿qué le queda a aquel hombre de toda su fatiga y esfuerzo con que se fatigó bajo el sol? [23] Pues todos sus días son dolor, y su oficio, penar; y ni aun de noche su corazón descansa. También esto es vanidad. [24] No hay mayor felicidad para el hombre que comer y beber, y disfrutar en medio de sus fatigas. Yo veo que también esto viene de la mano de Dios, [25] pues quien come y quien bebe, lo tiene de Dios.

[26] Porque a quien le agrada, da El sabiduría, ciencia y alegría; mas al pecador, da la tarea de amontonar y atesorar para dejárselo a quien agrada a Dios. También esto es vanidad y atrapar vientos.

Capítulo 3

[1] Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: [2] Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado. [3] Su tiempo el matar, y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su tiempo el edificar. [4] Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar. [5] Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el recogerlas; su tiempo el abrazarse, y su tiempo el separarse. [6] Su tiempo el buscar, y su tiempo el perder; su tiempo el guardar, y su tiempo el tirar. [7] Su tiempo el rasgar, y su tiempo el coser; su tiempo el callar, y su tiempo el hablar.

[8] Su tiempo el amar, y su tiempo el odiar; su tiempo la guerra, y su tiempo la paz. [9] ¿Qué gana el que trabaja con fatiga? [10] He considerado la tarea que Dios ha puesto a los humanos para que en ella se ocupen. [11] El ha hecho todas las cosas apropiadas a su tiempo; también ha puesto el mundo en sus corazones, sin que el hombre llegue a descubrir la obra que Dios ha hecho de principio a fin. [12] Comprendo que no hay para el hombre más felicidad que alegrarse y buscar el bienestar en su vida. [13] Y que todo hombre coma y beba y disfrute bien en medio de sus fatigas, eso es don de Dios.

[14] Comprendo que cuanto Dios hace es duradero. Nada hay que añadir ni nada que quitar. Y así hace Dios que se le tema. [15] Lo que es, ya antes fue; lo que será, ya es. Y Dios restaura lo pasado. [16] Todavía más he visto bajo el sol: en la sede del derecho, allí está la iniquidad; y en el sitial del justo, allí el impío.

[17] Dije en mi corazón: Dios juzgará al justo y al impío, pues allí hay un tiempo para cada cosa y para toda obra. [18] Dije también en mi corazón acerca de la conducta de los humanos: sucede así para que Dios los pruebe y les demuestre que son como bestias. [19] Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia, pues todo es vanidad.

[20] Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo. [21] ¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida de la bestia desciende hacia abajo, a la tierra? [22] Veo que no hay para el hombre nada mejor que gozarse en sus obras, pues esa es su paga. Pero ¿quién le guiará a contemplar lo que ha de suceder después de él?

Capítulo 4

[1] Yo me volví a considerar todas las violencias perpetradas bajo el sol: vi el llanto de los oprimidos, sin tener quien los consuele; la violencia de sus verdugos, sin tener quien los vengue. [2] Felicité a los muertos que ya perecieron, más que a los vivos que aún viven. [3] Más feliz aún que entrambos es aquel que aún no ha existido, que no ha visto la iniquidad que se comete bajo el sol. [4] He visto que todo afán y todo éxito en una obra excita la envidia del uno contra el otro. También esto es vanidad y atrapar vientos. [5] El necio se cruza de manos, y devora su carne. [6] Más vale llenar un puñado con reposo que dos puñados con fatiga en atrapar vientos.

[7] Volví de nuevo a considerar otra vanidad bajo el sol: [8] a saber, un hombre solo, sin sucesor, sin hijos ni hermano; sin límite a su fatiga, sin que sus ojos se harten de riqueza. «Mas ¿para quién me fatigo y privo a mi vida de felicidad?» También esto es vanidad y mal negocio. [9] Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. [10] Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante. [11] Si dos se acuestan, tienen calor; pero el solo ¿cómo se calentará? [12] Si atacan a uno, los dos harán frente. La cuerda de tres hilos no es fácil de romper.

[13] Más vale mozo pobre y sabio que rey viejo y necio, que no sabe ya consultar. [14] Pues de prisión salió quien llegó a reinar, aunque pobre en sus dominios naciera. [15] Veo a todos los vivientes que caminan bajo el sol, ponerse junto al mozo, el sucesor, el que ocupará su puesto. [16] Era sin fin la multitud a cuyo frente estaba; tampoco la posteridad se contentará de él. También esto es vanidad y atrapar vientos. [17] Guarda tus pasos cuando vas a la Casa de Dios. Acercarse obediente vale más que el sacrificio de los necios, porque ellos no saben que hacen el mal.

Capítulo 5

[1] No te precipites a hablar, ni tu corazón se apresure a pronunciar una palabra ante Dios. Pues Dios está en el cielo, pero tú en la tierra: sean por tanto pocas tus palabras. [2] Porque, los sueños vienen de las muchas tareas. la voz necia, de las muchas palabras. [3] Si haces voto a Dios, no tardes en cumplirlo; pues no le agradan los necios. El voto que has hecho, cúmplelo. [4] Es mejor no hacer votos que hacerlos y no cumplirlos. [5] No permitas que tu boca haga de ti un pecador, y luego digas ante el Mensajero que fue inadvertencia. ¿Por qué deberá Dios irritarse por tu palabra y destruir la obra de tus manos? [6] Cuantos los sueños, tantas las vanidades y las muchas palabras. Pero tú teme a Dios. [7] Si en la región ves la opresión del pobre y la violación del derecho y de la justicia, no te asombres por eso. Se te dirá que una dignidad vigila sobre otra dignidad, y otra más dignas sobre ambas.

[8] Se invocará el interés común y el servicio del rey. [9] Quien ama el dinero, no se harta de él, y para quien ama riquezas, no bastas ganancias. También esto es vanidad. [10] A muchos bienes, muchos que los devoren; y ¿de qué más sirven a su dueño que de espectáculo para sus ojos? [11] Dulce el sueño del obrero, coma poco o coma mucho; pero al rico la hartura no le deja dormir. [12] Hay un grave mal que yo he visto bajo el sol: riqueza guardada para su dueño, y que solo sirve para su mal, [13] pues las riquezas perecen en un mal negocio, y cuando engendra un hijo, nada queda ya en su mano.

[14] Como salió del vientre de su madre, desnudo volverá, como ha venido; y nada podrá sacar de sus fatigas que pueda llevar en la mano. [15] También esto es grave mal: que tal como vino, se vaya; y ¿de qué le vale el fatigarse para el viento? [16] Todos los días pasa en oscuridad, pena, fastidio, enfermedad y rabia. [17] Esto he experimentado: lo mejor para el hombre es comer, beber y disfrutar en todos sus fatigosos afanes bajo el sol, en los contados días de la vida que Dios le da; porque esta es su paga. [18] Y además: cuando a cualquier hombre Dios da riquezas y tesoros, le deja disfrutar de ellos, tomar su paga y holgarse en medio de sus fatigas, esto es un don de Dios. [19] Porque así no recuerda mucho los días de su vida, mientras Dios le llena de alegría el corazón.

Capítulo 6

[1] Hay otro mal que observo bajo el sol, y que pesa sobre el hombre: [2] Un hombre a quien Dios da riquezas, tesoros y honores; nada le falta de lo que desea, pero Dios no le deja disfrutar de ello, porque un extraño lo disfruta. Esto es vanidad y gran desgracia. [3] Si alguno que tiene cien hijos y vive muchos años, y por muchos que sean sus años, no se sacia su alma de felicidad y ni siquiera halla sepultura, entonces yo digo: Más feliz es un aborto, [4] pues, entre vanidades vino y en la oscuridad se va; mientras su nombre queda oculto en las tinieblas. [5] No ha visto el sol, no lo ha conocido, y ha tenido más descanso que el otro. [6] Y aunque hubiera vivido por dos veces mil años, pero sin gustar la felicidad, ¿no caminan acaso todos al mismo lugar? [7] Todo el mundo se fatiga para comer, y a pesar de todo nunca se harta. [8] ¿En qué supera el sabio al necio? ¿En qué, al pobre que sabe vivir su vida? [9] Mejor es lo que los ojos ven que lo que el alma desea. También esto es vanidad y atrapar vientos.

[10] De lo que existe, ya se anunció su nombre, y se sabe lo que es un hombre: no puede litigar con quien es más fuerte que él. [11] A más palabras, más vanidades. ¿Qué provecho saca el hombre?

[12] Porque, ¿quién sabe lo que conviene al hombre en su vida, durante los días contados de su vano vivir, que él los vive como una sombra? Pues ¿quién indicará al hombre lo que sucederá después de él bajo el sol?

Capítulo 7

[1] Más vale el renombre que óleo perfumado; y el día de la muerte más que el día del nacimiento. [2] Más vale ir a casa de luto que ir a casa de festín; porque allí termina todo hombre, y allí el que vive, reflexiona. [3] Más vale llorar que reír, pues tras una cara triste hay un corazón feliz. [4] El corazón de los sabios está en la casa de luto, mientras el corazón de los necios en la casa de alegría. [5] Más vale oír reproche de sabio, que oír alabanza de necios.

[6] Porque como crepitar de zarzas bajo la olla, así es el reír del necio: y también esto es vanidad. [7] El halago atonta al sabio, y el regalo pervierte el corazón.

[8] Más vale el término de una cosa que su comienzo, más vale el paciente que el soberbio. [9] No te dejes llevar del enojo, pues el enojo reside en el pecho de los necios. [10] No digas: ¿Cómo es que el tiempo pasado fue mejor que el presente? Pues no es de sabios preguntar sobre ello. [11] Tan buena es la sabiduría como la hacienda, y aprovecha a los que ven el sol. [12] Porque la sabiduría protege como el dinero, pero el saber le aventaja en que hace vivir al que lo posee. [13] Mira la obra de Dios: ¿quién podrá enderezar lo que él torció? [14] Alégrate en el día feliz y, en el día desgraciado, considera que, tanto uno como otro, Dios lo hace para que el hombre nada descubra de su porvenir. [15] En mi vano vivir, de todo he visto: justos perecer en su justicia, e impíos envejecer en su iniquidad. [16] No quieras ser justo en demasía, ni te vuelvas demasiado sabio. ¿A qué destruirte? [17] No quieras ser demasiado impío, ni te hagas el insensato. ¿A qué morir antes de tu tiempo? [18] Bueno es que mantengas esto sin dejar aquellos de la mano, porque el temeroso de Dios con todo ello se sale.

[19] La sabiduría da más fuerza al sabio que diez poderosos que haya en la ciudad. [20] Cierto es que no hay ningún justo en la tierra que haga el bien sin nunca pecar. [21] Tampoco hagas caso de todo lo que se dice, para que no oigas que tu siervo te denigra. [22] Que tu corazón bien sabe cuántas veces también tú has denigrado a otros. [23] Todo esto lo intenté con la sabiduría. Dije: Seré sabio. Pero eso estaba lejos de mí. [24] Lejos está cualquier cosa, y profundo, lo profundo: ¿quién lo encontrará? [25] He aplicado mi corazón a explorar y a buscar sabiduría y razón, a reconocer la maldad como una necedad, y la necedad como una locura.

[26] He hallado que la mujer es más amarga que la muerte, porque ella es como una red, su corazón como un lazo, y sus brazos como cadenas: El que agrada a Dios se libra de ella, mas el pecador cae en su trampa. [27] Mira, esto he hallado, dice Cohélet, tratando de razonar, caso por caso. [28] Aunque he seguido buscando, nada más he hallado. Un hombre entre mil, sí que lo hallo; pero mujer entre todas ellas, no la encuentro. [29] Mira, lo que hallé fue sólo esto: Dios hizo sencillo al hombre, pero él se complicó con muchas razones.

Capítulo 8

[1] ¿Quién como el sabio? ¿Quién otro sabe explicar una cosa? La sabiduría del hombre hace brillar su rostro, y sus facciones severas transfigura. [2] Aténte al dictado del rey, y por causa del juramento divino

[3] no te apresures a irte de su presencia; no te mezcles en conspiración, pues todo cuanto le plazca puede hacerlo, [4] ya que la palabra regia es soberana, y ¿quién va a decirle: Qué haces? [5] Quien se atiene al mandamiento, no sabe de conspiraciones. Y el corazón del sabio sabe el cuándo y el cómo. [6] Porque todo asunto tiene su cuándo y su cómo. Pues es grande el peligro que acecha al hombre, [7] ya que éste ignora lo que está por venir, pues lo que está por venir, ¿quién va a anunciárselo? [8] No es el hombre señor del viento para domeñar al viento. Tampoco hay señorío sobre el día de la muerte, ni hay evasión en la agonía, ni libra la maldad a sus autores. [9] Todo esto tengo visto al aplicar mi corazón a cuanto pasa bajo el sol, cuando el hombre domina en el hombre para causarle el mal. [10] Por ejemplo, he visto a gente mala llevada a la tumba. Partieron del Lugar Santo, y se dio al olvido en la ciudad que hubiesen obrado de aquel modo. ¡Otro absurdo!: [11] que no se ejecute en seguida la sentencia de la conducta del malo, con lo que el corazón de los humanos se llena de ganas de hacer el mal; [12] que el pecador haga el mal veces ciento, y se le den largas. Pues yo tenía entendido que les va bien a los temerosos de Dios, a aquellos que ante su rostro temen, [13] y que no le va bien al malvado, ni alargará sus días como sombra el que no teme ante el rostro de Dios.

[14] Pues bien, un absurdo se da en la tierra: Hay justos a quienes les sucede cual corresponde a las obras de los malos, y malos a quienes sucede cual corresponde a las obras de los buenos. Digo que este es otro absurdo. [15] Y yo por mí alabo la alegría, ya que otra cosa buena no existe para el hombre bajo el sol, si no es comer, beber y divertirse; y eso es lo que le acompaña en sus fatigas en los días de vida que Dios le hubiera dado bajo el sol. [16] Cuanto más apliqué mi corazón a estudiar la sabiduría y a contemplar el ajetreo que se da sobre la tierra — pues ni de día ni de noche concilian los ojos el sueño — [17] fui viendo que el ser humano no puede descubrir todas las obras de Dios, las obras que se realizan bajo el sol. Por más que se afane el hombre en buscar, nada descubre, y el mismo sabio, aunque diga saberlo, no es capaz de descubrirlo.

Capítulo 9

[1] Pues bien, a todo eso he aplicado mi corazón y todo lo he explorado, y he visto que los justos y los sabios y sus obras están en manos de Dios. Y ni de amor ni de odio saben los hombres nada: todo les resulta [2] absurdo. Como el que haya un destino común para todos, para el justo y para el malvado, el puro y el manchado, el que hace sacrificios y el que no los hace, así el bueno como el pecador, el que jura como el que se recata de jurar. [3] Eso es lo peor de todo cuanto pasa bajo el sol: que haya un destino común para todos, y así el corazón de los humanos está lleno de maldad y hay locura en sus corazones mientras viven, y su final ¡con los muertos! [4] Pues mientras uno sigue unido a todos los vivientes hay algo seguro, pues vale más perro vivo que león muerto. [5] Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, y no hay ya paga para ellos, pues se perdió su memoria. [6] Tanto su amor, como su odio, como sus celos, ha tiempo que pereció, y no tomarán parte nunca jamás en todo lo que pasa bajo el sol.

[7] Anda, come con alegría tu pan y bebe de buen grado tu vino, que Dios está ya contento con tus obras. [8] En toda sazón sean tus ropas blancas y no falte ungüento sobre tu cabeza. [9] Vive la vida con la mujer que amas, todo el espacio de tu vana existencia que se te ha dado bajo el sol, ya que tal es tu parte en la vida y en las fatigas con que te afanas bajo el sol. [10] Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla, hazla según tus fuerzas, porque no existirá obra ni razones ni ciencia ni sabiduría en el seol a donde te encaminas. [11] Vi además que bajo el sol no siempre es de los ligeros el correr ni de los esforzados la pelea; como también hay sabios sin pan, como también discretos sin hacienda, como también hay doctos que no gustan, pues a todos les llega algún mal momento.

[12] Porque, además, el hombre ignora su momento: como peces apresados en la red, como pájaros presos en el cepo, así son tratados los humanos por el infortunio cuando les cae encima de improviso.

[13] También he visto otro acierto bajo el sol, y grande, a juicio mío: [14] Una ciudad chiquita, con pocos hombres en ella. Llega un gran rey y le pone cerco, levantando frente a ella empalizadas potentes. [15] Encontrábase allí un hombre pobre y sabio. El pudo haber librado la ciudad gracias a su sabiduría, ¡pero nadie paró mientes en aquel pobre! [16] Y yo me digo: Más vale sabiduría que fuerza; pero la sabiduría del pobre se desprecia y sus palabras no se escuchan. [17] Mejor se oyen las palabras sosegadas de los sabios que los gritos del soberano de los necios. [18] Más vale sabiduría que armas de combate, pero un solo yerro echa a perder mucho bueno.

Capítulo 10

[1] Una mosca muerta pudre una copa de ungüento de perfumista; monta más un poco de necedad que sabiduría y honor. [2] El sabio tiene el corazón a la derecha, el necio tiene el corazón a la izquierda. [3] Además, en cualquier camino que tome el necio, su entendimiento no le da de sí y dice de todo el mundo: «Ese es un necio.» [4] Si el enojo del que manda se abate sobre ti, no abandones tu puesto, que la flema libra de graves yerros. [5] Otra calamidad he visto bajo el sol, como error que emana de la autoridad: [6] La necedad elevada a grandes dignidades, mientras ricos se sentaban abajo.

[7] He visto siervos a caballo, y príncipes que iban a pie, como los siervos. [8] El que cava la hoya cae en ella, y al que atraviesa el seto le muerde la culebra. [9] El que saca piedras se lastima con ellas, el que raja maderos puede hacerse daño. [10] Si se embota el hierro y no se afilan sus caras, hay que acrecentar los bríos: también supone ganancia afinar en sabiduría. [11] Si pica culebra por falta de encantamiento no hay ganancia para el encantador. [12] Palabras de boca de sabio agradan, mas los labios del necio a él lo engullen.

[13] Empieza diciendo necedades, para acabar en locura de las malas. [14] Y el necio dice más y más palabras. Nadie sabe lo que vas venir, y el remate de todo, ¿quién puede pronosticárselo? [15] Lo que más molesta al necio es que no sabe ir a la ciudad. [16] ¡Ay de ti, tierra, cuyo rey es un chiquillo, y cuyos príncipes comen de mañana! [17] ¡Dichosa tú, tierra, cuyo rey es hidalgo y cuyos príncipes comen a la hora, por cobrar vigor y no por banquetear! [18] Por estar mano sobre mano se desploma la viga, y por brazos caídos la casa se viene abajo.

[19] Para holgar preparan su banquete, y el vino alegra la vida, y el dinero todo lo allana. [20] Ni aun en tu rincón faltes al rey, ni en tu misma alcoba faltes al rico, que un pájaro del cielo hace correr la voz, y un ser alado va a contar la cosa.

Capítulo 11

[1] Echa tu pan al agua, que al cabo de mucho tiempo lo encontrarás. [2] Reparte con siete, y también con ocho, que no sabes qué mal puede venir sobre la tierra. [3] Si las nubes van llenas, vierten lluvia sobre la tierra, y caiga el árbol al sur o al norte, donde cae el árbol allí se queda. [4] El que vigila el viento no siembra, el que mira a las nubes no siega. [5] Como no sabes cómo viene el espíritu a los huesos en el vientre de la mujer encinta, así tampoco sabes la obra de Dios que todo lo hace. [6] De madrugada siembra tu simiente y a la tarde no des paz a tu mano. Pues no sabes si es menor esto o lo otro o si ambas cosas son igual de buenas.

[7] Dulce es la luz y bueno para los ojos ver el sol. [8] Si uno vive muchos años, que se alegre en todos ellos, y tenga en cuenta que los días de tinieblas muchos serán, que es vanidad todo el porvenir. [9] Alégrate, mozo, en tu juventud, ten buen humor en tus años mozos, Vete por donde te lleve el corazón y a gusto de tus ojos; pero a sabiendas de que por todo ello te emplazará Dios a juicio. [10] Aparta el mal humor de tu pecho y aleja el sufrimiento de tu carne, pero juventud y pelo negro, vanidad.

Capítulo 12

[1] Acuérdate de tu Creador en tus días mozos, mientras no vengan los días malos, y se echen encima años en que dirás: «No me agradan»; [2] mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas, y retornen las nubles tras la lluvia; [3] cuando tiemblen los guardas de palacio y se doblen los guerreros, se paren las moledoras, por quedar pocas, se queden a oscuras las que miran por las ventanas, [4] y se cierren las puertas de la calle, ahogándose el son del molino; cuando uno se levante al canto del pájaro, y se enmudezcan todas las canciones. [5] También la altura da recelo, y hay sustos en el camino, florece el almendro, está grávida la langosta, y pierde su sabor la alcaparra; y es que el hombre se va a su eterna morada, y circulan por la calle los del duelo; [6] mientras no se quiebre la hebra de plata, se rompa la bolita de oro, se haga añicos el cántaro contra la fuente, se caiga la polea dentro del pozo, [7] vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio.

[8] ¡Vanidad de vanidades! — dice Cohélet —: ¡todo vanidad! [9] Cohélet, a más de ser un sabio, enseñó doctrina al pueblo. Ponderó e investigó, compuso muchos proverbios. [10] Cohélet trabajó mucho en inventar frases felices, y escribir bien sentencias verídicas. [11] Las palabras de los sabios son como aguijadas, o como estacas hincadas, puertas por un pastor para controlar el rebaño. [12] Lo que de ellas se saca, hijo mío, es ilustrarse. Componer muchos libros es nunca acabar, y estudiar demasiado daña la salud. [13] Basta de palabras. Todo está dicho. Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal.

[14] Porque toda obra la emplazará Dios a juicio, también todo lo oculto, a ver si es bueno o malo.

CANTAR DE LOS CANTARES

Capítulo 1

[1] Cantar de los cantares, de Salomón. [2] ¡Que me bese con los besos de su boca! Mejores son que el vino tus amores; [3] mejores al olfato tus perfumes; ungüento derramado es tu nombre, por eso te aman las doncellas. [4] Llévame en pos de ti: ¡Corramos! El Rey me ha introducido en sus mansiones; por ti exultaremos y nos alegraremos. Evocaremos tus amores más que el vino; ¡con qué razón eres amado! [5] Negra soy, pero graciosa, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Quedar, como los pabellones de Salmá. [6] No os fijéis en que estoy morena: es que el sol me ha quemado. Los hijos de mi madre se airaron contra mí; me pusieron a guardar las viñas, ¡mi propia viña no la había guardado! [7] Indícame, amor de mi alma, dónde apacientas el rebaño, dónde lo llevas a sestear a mediodía, para que no ande yo como errante tras los rebaños de tus compañeros.

[8] Si no lo sabes, ¡oh la más bella de las mujeres!, sigue las huellas de las ovejas, y lleva a pacer tus cabritas junto al jacal de los pastores. [9] A mi yegua, entre los carros de Faraón, yo te comparo, amada mía. [10] Graciosas son tus mejillas entre los zarcillos, y tu cuello entre los collares. [11] Zarcillos de oro haremos para ti, con cuentas de plata. [12] — Mientras el rey se halla en su diván, mi nardo exhala su fragancia. [13] Bolsita de mirra es mi amado para mí, que reposa entre mis pechos. [14] Racimo de alheña es mi amado para mí, en las viñas de Engadí.

[15] — ¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres! ¡Palomas son tus ojos! [16] — ¡Qué hermoso eres, amado mío, qué delicioso! Puro verdor es nuestro lecho. [17] — Las vigas de nuestra casa son de cedro, nuestros artesonados, de ciprés.

Capítulo 2

[1] — Yo soy el narciso de Sarón, el lirio de los valles. [2] — Como el lirio entre los cardos, así mi amada entre las mozas. [3] — Como el manzano entre los árboles silvestres, así mi amado entre los mozos. A su sombra apetecida estoy sentada, y su fruto me es dulce al paladar. [4] Me ha llevado a la bodega, y el pendón que enarbola sobre mí es Amor. [5] Confortadme con pasteles de pasas, con manzanas reanimadme, que enferma estoy de amor. [6] Su izquierda está bajo mi cabeza, y su diestra me abraza.

[7] — Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, por las gacelas, por las ciervas del campo, no despertéis, no desveléis al amor, hasta que le plazca. [8] ¡La voz de mi amado! Helo aquí que ya viene, saltando por los montes, brincando por los collados. [9] Semejante es mi amado a una gacela, o un joven cervatillo. Vedle ya que se para detrás de nuestra cerca, mira por las ventanas, atisba por las rejas. [10] Empieza a hablar mi amado, y me dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente. [11] Porque, mira, ha pasado ya el invierno, han cesado las lluvias y se han ido. [12] Aparecen las flores en la tierra, el tiempo de las canciones es llegado, se oye el arrullo de la tórtola en nuestra tierra.

[13] Echa la higuera sus yemas, y las viñas en cierne exhalan su fragancia. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente! [14] Paloma mía, en las grietas de la roca, en escarpados escondrijos, muéstrame tu semblante, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y gracioso tu semblante.» [15] Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas, pues nuestras viñas están en flor.

[16] Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado: él pastorea entre los lirios. [17] Antes que sople la brisa del día y se huyan las sombras, vuelve, sé semejante, amado mío, a una gacela o a un joven cervatillo por los montes de Béter.

Capítulo 3

[1] En mi lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma. Busquéle y no le hallé. [2] Me levantaré, pues, y recorreré la ciudad. Por las calles y las plazas buscaré al amor de mi alma. Busquéle y no le hallé. [3] Los centinelas me encontraron, los que hacen la ronda en la ciudad: «¿Habéis visto al amor de mi alma?» [4] Apenas habíalos pasado, cuando encontré al amor de mi alma. Le aprehendí y no le soltaré hasta que le haya introducido en la casa de mi madre, en la alcoba de la que me concibió. [5] Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, por las gacelas, por las ciervas del campo, no despertéis, no desveléis al amor, hasta que le plazca. [6] ¿Qué es eso que sube del desierto, cual columna de humo sahumado de mirra y de incienso, de todo polvo de aromas exóticos? [7] Ved la litera de Salomón. Sesenta valientes en torno a ella, la flor de los valientes de Israel: [8] todos diestros en la espada, veteranos en la guerra. Cada uno lleva su espada al cinto, por las alarmas de la noche.

[9] El rey Salomón se ha hecho un palanquín de madera del Líbano.

[10] Ha hecho de plata sus columnas, de oro su respaldo, de púrpura su asiento; su interior, tapizado de amor por las hijas de Jerusalén. [11] Salid a contemplar, hijas de Sión, a Salomón el rey, con la diadema con que le coronó su madre el día de sus bodas, el día del gozo de su corazón.

Capítulo 4

[1] ¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres! Palomas son tus ojos a través de tu velo; tu melena, cual rebaño de cabras, que ondulan por el monte Galaad. [2] Tus dientes, un rebaño de ovejas de esquileo que salen de bañarse: todas tienen mellizas, y entre ellas no hay estéril.

[3] Tus labios, una cinta de escarlata, tu hablar, encantador. Tus mejillas, como cortes de granada a través de tu velo. [4] Tu cuello, la torre de David, erigida para trofeos: mil escudos penden de ella, todos paveses de valientes. [5] Tus dos pechos, cual dos crías mellizas de gacela, que pacen entre lirios. [6] Antes que sople la brisa del día, y se huyan las sombras, me iré al monte de la mirra, a la colina del incienso. [7] ¡Toda hermosa eres, amada mía, no hay tacha en ti! [8] Ven del Líbano, novia mía, ven del Líbano, vente. Otea desde la cumbre del Amaná, desde la cumbre del Sanir y del Hermón, desde las guaridas de leones, desde los montes de leopardos.

[9] Me robaste el corazón, hermana mía, novia, me robaste el corazón con una mirada tuya, con una vuelta de tu collar. [10] ¡Qué hermosos tus amores, hermosa mía, novia! ¡Qué sabrosos tus amores! ¡más que el vino! ¡Y la fragancia de tus perfumes, más que todos los bálsamos! [11] Miel virgen destilan tus labios, novia mía. Hay miel y leche debajo de tu lengua; y la fragancia de tus vestidos, como la fragancia del Líbano. [12] Huerto eres cerrado, hermana mía, novia, huerto cerrado, fuente sellada. [13] Tus brotes, un paraíso de granados, con frutos exquisitos:

[14] nardo y azafrán, caña aromática y canela, con todos los árboles de incienso, mirra y áloe, con los mejores bálsamos.

[15] ¡Fuente de los huertos, pozo de aguas vivas, corrientes que del Líbano fluyen! [16] ¡Levántate, cierzo, ábrego, ven! ¡Soplad en mi huerto, que exhale sus aromas! ¡Entre mi amado en su huerto y coma sus frutos exquisitos!

Capítulo 5

[1] Ya he entrado en mi huerto, hermana mía, novia; he tomado mi mirra con mi bálsamo, he comido mi miel con mi panal, he bebido mi vino con mi leche. ¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos! [2] Yo dormía, pero mi corazón velaba. ¡La voz de mi amado que llama!: «¡Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi perfecta! Que mi cabeza está cubierta de rocío y mis bucles del relente de la noche.» [3] — «Me he quitado mi túnica, ¿cómo ponérmela de nuevo? He lavado mis pies, ¿cómo volver a mancharlos?» [4] ¡Mi amado metió la mano por la hendedura; y por él se estremecieron mis entrañas. [5] Me levanté para abrir a mi amado, y mis manos destilaron mirra, mirra fluida mis dedos, en el pestillo de la cerradura. [6] Abrí a mi amado, pero mi amado se había ido de largo. El alma se me salió a su huida. Le busqué y no le hallé, le llamé, y no me respondió. [7] Me encontraron los centinelas, los que hacen la ronda en la ciudad. Me golpearon, me hirieron, me quitaron de encima mi chal los guardias de las murallas.

[8] Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, si encontráis a mi amado, ¿qué le habéis de anunciar? Que enferma estoy de amor. [9] ¿Qué distingue a tu amado de los otros, oh la más bella de las mujeres? ¿Qué distingue a tu amado de los otros, para que así nos conjures? [10] Mi amado es fúlgido y rubio, distinguido entre diez mil.

[11] Su cabeza es oro, oro puro; sus guedejas, racimos de palmera, negras como el cuervo. [12] Sus ojos como palomas junto a arroyos de agua, bañándose en leche, posadas junto a un estanque. [13] Sus mejillas, eras de balsameras, macizos de perfumes. Sus labios son lirios que destilan mirra fluida. [14] Sus manos, aros de oro, engastados de piedras de Tarsis. Su vientre, de pulido marfil, recubierto de zafiros. [15] Sus piernas, columnas de alabastro, asentadas en basas de oro puro. Su porte es como el Líbano, esbelto cual los cedros.

[16] Su paladar, dulcísimo, y todo él, un encanto. Así es mi amado, así mi amigo, hijas de Jerusalén.

Capítulo 6

[1] ¿A dónde se fue tu amado, oh la más bella de las mujeres? ¿A dónde tu amado se volvió, para que contigo le busquemos? [2] Mi amado ha bajado a su huerto, a las eras de balsameras, a apacentar en los huertos, y recoger lirios. [3] Yo soy para mi amado y mi amado es para mí: él pastorea entre los lirios. [4] Hermosa eres, amiga mía, como Tirsá, encantadora, como Jerusalén, imponente como batallones. [5] Retira de mí tus ojos, que me subyugan. Tu melena cual rebaño de cabras que ondulan por el monte Galaad. [6] Tus dientes, un rebaño de ovejas, que salen de bañarse. Todas tienen mellizas, y entre ellas no hay estéril. [7] Tus mejillas, como cortes de granada a través de tu velo.

[8] Sesenta son las reinas, ochenta las concubinas, (e innumerables las doncellas). [9] Unica es mi paloma, mi perfecta. Ella, la única de su madre, la preferida de la que la engendró. Las doncellas que la ven la felicitan, reinas y concubinas la elogian: [10] «¿Quién es ésta que surge cual la aurora, bella como la luna, refulgente como el sol, imponente como batallones?» [11] Al nogueral había yo bajado para ver la floración del valle, a ver si la vid estaba en cierne, y si florecían los granados.

[12] ¡Sin saberlo, mi deseo me puso en los carros de Aminadib!

Capítulo 7

[1] ¡Vuelve, vuelve, Sulamita, vuelve, vuelve, que te miremos! ¿Por qué miráis a la Sulamita, como en una danza de dos coros? [2] ¡Qué lindos son tus pies en las sandalias, hija de príncipe! Las curvas de tus caderas son como collares, obra de manos de artista. [3] Tu ombligo es un ánfora redonda, donde no falta el vino. Tu vientre, un montón de trigo, de lirios rodeado. [4] Tus dos pechos, cual dos crías mellizas de gacela. [5] Tu cuello, como torre de marfil. Tus ojos, las piscinas de Jesbón, junto a la puerta de Bat Rabbim. Tu nariz, como la torre del Líbano, centinela que mira hacia Damasco. [6] Tu cabeza sobre ti, como el Carmelo, y tu melena, como la púrpura; ¡un rey en esas trenzas está preso! [7] ¡Qué bella eres, qué encantadora, oh amor, oh delicias!

[8] Tu talle se parece a la palmera, tus pechos, a los racimos.

[9] Me dije: Subiré a la palmera, recogeré sus frutos. ¡Sean tus pechos como racimos de uvas, el perfume de tu aliento como el de las manzanas, [10] tu paladar como vino generoso! El va derecho hacia mi amado, como fluye en los labios de los que dormitan. [11] Yo soy para mi amado, y hacia mí tiende su deseo.

[12] ¡Oh, ven, amado mío, salgamos al campo! Pasaremos la noche en las aldeas. [13] De mañana iremos a las viñas; veremos si la vid está en cierne, si las yemas se abren, y si florecen los granados. Allí te entregaré el don de mis amores. [14] Las mandrágoras exhalan su fragancia. A nuestras puertas hay toda suerte de frutos exquisitos. Los nuevos, igual que los añejos, los he guardado, amado mío, para ti.

Capítulo 8

[1] ¡Ah, si fueras tú un hermano mío, amamantado a los pechos de mi madre! Podría besarte, al encontrarte afuera, sin que me despreciaran. [2] Te llevaría, te introduciría en la casa de mi madre, y tú me enseñarías. Te daría a beber vino aromado, el licor de mis granadas. [3] Su izquierda está bajo mi cabeza, y su diestra me abraza. [4] Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, no despertéis, no desveléis al amor, hasta que le plazca. [5] ¿Quién es ésta que sube del desierto, apoyada en su amado? Debajo del manzano te desperté, allí donde te concibió tu madre, donde concibió la que te dio a luz. [6] Ponme cual sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo. Porque es fuerte el amor como la Muerte, implacable como el seol la pasión. Saetas de fuego, sus saetas, una llama de Yahveh.

[7] Grandes aguas no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo. Si alguien ofreciera todos los haberes de su casa por el amor, se granjearía desprecio.

[8] Tenemos una hermana pequeña: no tiene pechos todavía. ¿Qué haremos con nuestra hermana el día que se hable de ella? [9] — Si es una muralla, construiremos sobre ella almenas de plata si es una puerta, apoyaremos contra ella barras de cedro. [10] — Yo soy una muralla, y mis pechos, como torres. Así soy a sus ojos como quien ha hallado la paz. [11] Salomón tenía una viña en Baal Hamón. Encomendó la viña a los guardas, y cada uno le traía por sus frutos mil siclos de plata. [12] Mi viña, la mía, está ante mí; los mil siclos para ti, Salomón; y doscientos para los guardas de su fruto. [13] ¡Oh tú, que moras en los huertos, mis compañeros prestan oído a tu voz: ¡deja que la oiga! [14] ¡Huye, amado mío, sé como la gacela o el joven cervatillo, por los montes de las balsameras!

SABIDURIA

Capítulo 1

[1] Amad la justicia, los que juzgáis la tierra, pensad rectamente del Señor y con sencillez de corazón buscadle. [2] Porque se deja hallar de los que no le tientan, se manifiesta a los que no desconfían de él. [3] Pues los pensamientos tortuosos apartan de Dios y el Poder, puesto a prueba, rechaza a los insensatos. [4] En efecto, en alma fraudulenta no entra la Sabiduría, no habita en cuerpo sometido al pecado; [5] pues el espíritu santo que nos educa huye del engaño, se aleja de los pensamientos necios y se ve rechazado al sobrevenir la iniquidad. [6] La Sabiduría es un espíritu que ama al hombre, pero no deja sin castigo los labios del blasfemo; que Dios es testigo de sus riñones, observador veraz de su corazón y oye cuanto dice su lengua. [7] Porque el espíritu del Señor llena la tierra y él, que todo lo mantiene unido, tiene conocimiento de toda palabra. [8] Nadie, pues, que profiera iniquidades quedará oculto, ni le pasará por alto la Justicia vengadora. [9] Las deliberaciones del impío serán examinadas; el eco de sus palabras llegará hasta el Señor para castigo de sus maldades.

[10] Un oído celoso lo escucha todo, no se le oculta ni el rumor de la murmuración. [11] Guardaos, pues, de murmuraciones inútiles, preservad vuestra lengua de la maledicencia; que la palabra más secreta no se pronuncia en vano, y la boca mentirosa da muerte al alma. [12] No os busquéis la muerte con los extravíos de vuestra, vida, no os atraigáis la ruina con las obras de vuestras manos;

[13] que no fue Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes; [14] él todo lo creó para que subsistiera, las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas veneno de muerte ni imperio del Hades sobre la tierra, [15] porque la justicia es inmortal.

[16] Pero los impíos con las manos y las palabras llaman a la muerte; teniéndola por amiga, se desviven por ella, y con ella conciertan un pacto, pues bien merecen que les tenga por suyos.

Capítulo 2

[1] Porque se dicen discurriendo desacertadamente: «Corta es y triste nuestra vida; no hay remedio en la muerte del hombre ni se sabe de nadie que haya vuelto del Hades. [2] Por azar llegamos a la existencia y luego seremos como si nunca hubiéramos sido. Porque humo es el aliento de nuestra nariz y el pensamiento, una chispa del latido de nuestro corazón;

[3] al apagarse, el cuerpo se volverá ceniza y el espíritu se desvanecerá como aire inconsistente. [4] Caerá con el tiempo nuestro nombre en el olvido, nadie se acordará de nuestras obras; pasará nuestra vida como rastro de nube, se disipará como niebla acosada por los rayos del sol y por su calor vencida. [5] Paso de una sombra es el tiempo que vivimos, no hay retorno en nuestra muerte; porque se ha puesto el sello y nadie regresa. [6] Venid, pues, y disfrutemos de los bienes presentes, gocemos de las criaturas con el ardor de la juventud. [7] Hartémonos de vinos exquisitos y de perfumes, no se nos pase ninguna flor primaveral, [8] coronémonos de rosas antes que se marchiten; [9] ningún prado quede libre de nuestra orgía, dejemos por doquier constancia de nuestro negocijo; que nuestra parte es ésta, ésta nuestra herencia. [10] Oprimamos al justo pobre, no perdonemos a la viuda, no respetemos las canas llenas de años del anciano. [11] Sea nuestra fuerza norma de la justicia, que la debilidad, como se ve, de nada sirve. [12] Tendamos lazos al justo, que nos fastidia, se enfrenta a nuestro modo de obrar, nos echa en cara faltas contra la Ley y nos culpa de faltas contra nuestra educación. [13] Se gloría de tener el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. [14] Es un reproche de nuestros criterios, su sola presencia nos es insufrible, [15] lleva una vida distinta de todas y sus caminos son extraños.

[16] Nos tiene por bastardos, se aparta de nuestros caminos como de impurezas; proclama dichosa la suerte final de los justos y se ufana de tener a Dios por padre. [17] Veamos si sus palabras son verdaderas, examinemos lo que pasará en su tránsito. [18] Pues si el justo es hijo de Dios, él le asistirá y le librará de las manos de sus enemigos. [19] Sometámosle al ultraje y al tormento para conocer su temple y probar su entereza. [20] Condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según él, Dios le visitará.» [21] Así discurren, pero se equivocan; los ciega su maldad;

[22] no conocen los secretos de Dios, no esperan recompensa por la santidad ni creen en el premio de las almas intachables.

[23] Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza; [24] mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen.

Capítulo 3

[1] En cambio, las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno. [2] A los ojos de los insensatos pareció que habían muerto; se tuvo por quebranto su salida, [3] y su partida de entre nosotros por completa destrucción; pero ellos están en la paz. [4] Aunque, a juicio de los hombres, hayan sufrido castigos, su esperanza estaba llena de inmortalidad; [5] por una corta corrección recibirán largos beneficios. pues Dios los sometió a prueba y los halló dignos de sí; [6] como oro en el crisol los probó y como holocausto los aceptó.

[7] El día de su visita resplandecerán, y como chispas en rastrojo correrán. [8] Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos y sobre ellos el Señor reinará eternamente. [9] Los que en él confían entenderán la verdad y los que son fieles permanecerán junto a él en el amor, porque la gracia y la misericordia son para sus santos y su visita para sus elegidos.

[10] En cambio, los impíos tendrán la pena que sus pensamientos merecen, por desdeñar al justo y separarse del Señor. [11] Desgraciados los que desprecian la sabiduría y la instrucción; vana es su esperanza, sin provecho sus fatigas, inútiles sus obras; [12] sus mujeres son insensatas, malvados sus hijos, maldita su posteridad. [13] Dichosa la estéril sin mancilla, la que no conoce lecho de pecado; tendrá su fruto en la visita de las almas. [14] Dichoso también el eunuco que con sus manos no obra iniquidad ni fomenta pensamientos perversos contra el Señor; por su fidelidad se le dará una escogida recompensa, una herencia muy agradable en el Santuario del Señor. [15] Que el fruto de los esfuerzos nobles es glorioso, imperecedera la raíz de la prudencia.

[16] En cambio los hijos de adúlteros no llegarán a sazón, desaparecerá la raza nacida de una unión culpable. [17] Si viven largos años, no alcanzarán estima alguna y al fin su ancianidad carecerá de honor. [18] Y si mueren pronto, no tendrán esperanza ni consuelo en el día de la sentencia, [19] pues duro es el fin de una raza inicua.

Capítulo 4

[1] Mejor es carencia de hijos acompañada de virtud, pues hay inmortalidad en su recuerdo, porque es conocida por Dios y por los hombres; [2] presente, la imitan, ausente, la añoran; en la eternidad, ceñida de una corona, celebra su triunfo porque venció en la lucha por premios incorruptibles. [3] En cambio, la numerosa prole de los impíos será inútil; viniendo de renuevos bastardos, no echará raíces profundas ni se asentará sobre fundamento sólido. [4] Aunque despliegue por su tiempo su ramaje, precariamente arraigada, será sacudida por el viento, arrancada de raíz por la furia del vendaval; [5] se quebrarán sus ramas todavía tiernas, inútiles serán sus frutos, sin sazón para comerlos, para nada servirán. [6] Que los hijos nacidos de sueños culpables son testigos, en su examen, de la maldad de los padres.

[7] El justo, aunque muera prematuramente, halla el descanso.

[8] La ancianidad venerable no es la de los muchos días ni se mide por el número de años; [9] la verdadera canicie para el hombre es la prudencia, y la edad provecta, una vida inmaculada. [10] Agradó a Dios y fue amado, y como vivía entre pecadores, fue trasladado. [11] Fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia o el engaño sedujera su alma; [12] pues la fascinación del mal empaña el bien y los vaivenes de la concupiscencia corrompen el espíritu ingenuo. [13] Alcanzando en breve la perfección, llenó largos años. [14] Su alma era del agrado del Señor, por eso se apresuró a sacarle de entre la maldad. Lo ven las gentes y no comprenden, ni caen en cuenta [15] que la gracia y la misericordia son para sus elegidos y su visita para sus santos. [16] El justo muerto condena a los impíos vivos, y la juventud pronto consumada, la larga ancianidad del inicuo. [17] Ven la muerte del sabio, mas no comprenden los planes del Señor sobre él ni por qué le ha puesto en seguridad; [18] lo ven y lo desprecian, pero el Señor se reirá de ellos.

[19] Después serán cadáveres despreciables, objeto de ultraje entre los muertos para siempre. Porque el Señor los quebrará lanzándolos de cabeza, sin habla, los sacudirá de sus cimientos; quedarán totalmente asolados, sumidos en el dolor, y su recuerdo se perderá.

[20] Al tiempo de dar cuenta de sus pecados irán acobardados, y sus iniquidades se les enfrentarán acusándoles.

Capítulo 5

[1] Estará entonces el justo en pie con gran confianza en presencia de los que le afligieron y despreciaron sus trabajos. [2] Al verle, quedarán estremecidos de terrible espanto, estupefactos por lo inesperado de su salvación. [3] Se dirán mudando de parecer, gimiendo en la angustia de su espíritu: [4] «Este es aquel a quien hicimos entonces objeto de nuestras burlas, a quien dirigíamos, insensatos, nuestros insultos. Locura nos pareció su vida y su muerte, una ignominia. [5] ¿Cómo, pues, ha sido contado entre los hijos de Dios y tiene su herencia entre los santos? [6] Luego vagamos fuera del camino de la verdad; la luz de la justicia no nos alumbró, no salió el sol para nosotros. [7] Nos hartamos de andar por sendas de iniquidad y perdición, atravesamos desiertos intransitables; pero el camino del Señor, no lo conocimos. [8] ¿De qué nos sirvió nuestro orgullo? ¿De qué la riqueza y la jactancia? [9] Todo aquello pasó como una sombra, como noticia que va corriendo;

[10] como nave que atraviesa las aguas agitadas, y no es posible descubrir la huella de su paso ni el rastro de su quilla en las olas; [11] como pájaro que volando atraviesa el aire, y de su vuelo no se encuentra vestigio alguno; con el golpe de sus remos azota el aire ligero, lo corta con agudo silbido, se abre camino batiendo las alas y después, no se descubre señal de su paso; [12] como flecha disparada al blanco; el aire hendido refluye al instante sobre sí y no sabe el camino que la flecha siguió.

[13] Lo mismo nosotros: apenas nacidos, dejamos de existir, y no podemos mostrar vestigio alguno de virtud; nos gastamos en nuestra maldad.» [14] En efecto, la esperanza del impío es como brizna arrebatada por el viento, como espuma ligera acosada por el huracán, se desvanece como el humo con el viento; pasa como el recuerdo del huésped de un día.

[15] Los justos, en cambio, viven eternamente; en el Señor está su recompensa, y su cuidado a cargo del Altísimo. [16] Recibirán por eso de mano del Señor la corona real del honor y la diadema de la hermosura; pues con su diestra los protegerá y los escudará con su brazo. [17] Tomará su celo como armadura, y armará a la creación para rechazar a sus enemigos; [18] por coraza vestirá la justicia, se pondrá por casco un juicio sincero, [19] tomará por escudo su santidad invencible, [20] afilará como espada su cólera inexorable, y el universo saldrá con él a pelear contra los insensatos. [21] Partirán certeros los tiros de los rayos, de las nubes, como de arco bien tendido, saltarán al blanco, [22] de una ballesta se disparará furioso granizo; las olas del mar se encresparán contra ellos, los ríos los anegarán sin piedad; [23] se levantará contra ellos un viento poderoso y como huracán los aventará. Así la iniquidad asolará la tierra entera y la maldad derribará los tronos de los que están en el poder.

Capítulo 6

[1] Oíd, pues, reyes, y entended. Aprended, jueces de los confines de la tierra. [2] Estad atentos los que gobernáis multitudes y estáis orgullosos de la muchedumbre de vuestros pueblos. [3] Porque del Señor habéis recibido el poder, del Altísimo, la soberanía; él examinará vuestras obras y sondeará vuestras intenciones. [4] Si, como ministros que sois de su reino, no habéis juzgado rectamente, ni observado la ley, ni caminado siguiendo la voluntad de Dios, [5] terrible y repentino se presentará ante vosotros. Porque un juicio implacable espera a los que están en lo alto; [6] al pequeño, por piedad, se le perdona, pero los poderosos serán poderosamente examinados. [7] Que el Señor de todos ante nadie retrocede, no hay grandeza que se le imponga; al pequeño como al grande él mismo los hizo y de todos tiene igual cuidado, [8] pero una investigación severa aguarda a los que están en el poder. [9] A vosotros, pues, soberanos, se dirigen mis palabras para que aprendáis sabiduría y no faltéis; [10] porque los que guarden santamente las cosas santas, serán reconocidos santos, y los que se dejen instruir en ellas, encontrarán defensa. [11] Desead, pues, mis palabras; ansiadlas, que ellas os instruirán.

[12] Radiante e inmarcesible es la Sabiduría. Fácilmente la contemplan los que la aman y la encuentran los que la buscan.

[13] Se anticipa a darse a conocer a los que la anhelan. [14] Quien madruge para buscarla, no se fatigará, que a su puerta la encontrará sentada. [15] Pensar en ella es la perfección de la prudencia, y quien por ella se desvele, pronto se verá sin cuidados. [16] Pues ella misma va por todas partes buscando a los que son dignos de ella: se les muestra benévola en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos. [17] Pues su comienzo es el deseo más verdadero de instrucción, la preocupación por la instrucción es el amor, [18] el amor es la observancia de sus leyes, la atención a las leyes es la garantía de la incorruptibilidad [19] y la incorruptibilidad hace estar cerca de Dios; [20] por tanto, el deseo de la Sabiduría conduce a la realeza.

[21] Si, pues, gustáis de tronos y cetros, soberanos de los pueblos, apreciad la Sabiduría para reinéis eternamente.

[22] Qué es la Sabiduría y cómo ha nacido lo voy a declarar; no os ocultaré los misterios, sino que seguiré sus huellas desde el comienzo de su existencia, pondré su conocimiento al descubierto y no me apartaré de la verdad. [23] Tampoco me acompañará en mi camino la envidia mezquina, que nada tiene que ver con la Sabiduría. [24] Pues la abundancia de sabios es la salvación del mundo y un rey prudente, la estabilidad del pueblo. [25] Dejaos, pues, instruir por mis palabras: os serán útiles.

Capítulo 7

[1] Yo también soy un hombre mortal como todos, un descendiente del primero que fue formado de la tierra. En el seno de una madre fui hecho carne; [2] durante diez meses fui modelado en su sangre, de una semilla de hombre y del placer que acompaña al sueño. [3] Yo también, una vez nacido, aspiré el aire común, caí en la tierra que a todos recibe por igual y mi primera voz fue la de todos: lloré. [4] Me crié entre pañales y cuidados. [5] Pues no hay rey que haya tenido otro comienzo de su existencia;

[6] una es la entrada en la vida para todos y una misma la salida.

[7] Por eso pedí y se me concedió la prudencia; supliqué y me vino el espíritu de Sabiduría. [8] Y la preferí a cetros y tronos y en nada tuve a la riqueza en comparación de ella. [9] Ni a la piedra más preciosa la equiparé, porque todo el oro a su lado es un puñado de arena y barro parece la plata en su presencia. [10] La amé más que la salud y la hermosura y preferí tenerla a ella más que a la luz, porque la claridad que de ella nace no conoce noche. [11] Con ella me vinieron a la vez todos los bienes, y riquezas incalculables en sus manos. [12] Y yo me regocijé con todos estos bienes porque la Sabiduría los trae, aunque ignoraba que ella fuese su madre. [13] Con sencillez la aprendí y sin envidia la comunico; no me guardo ocultas sus riquezas [14] porque es para los hombres un tesoro inagotable y los que lo adquieren se granjean la amistad de Dios recomendados por los dones que les trae la instrucción.

[15] Concédame Dios hablar según él quiere y concebir pensamientos dignos de sus dones, porque él es quien guía a la Sabiduría y quien dirige a los sabios; [16] que nosotros y nuestras palabras en sus manos estamos con toda nuestra prudencia y destreza en el obrar. [17] Fue él quien me concedió un conocimiento verdadero de los seres, para conocer la estructura del mundo y la actividad de los elementos, [18] el principio, el fin y el medio de los tiempos, los cambios de los solsticios y la sucesión de las estaciones, [19] los ciclos del año y la posición de las estrellas, [20] la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras, el poder de los espíritus y los pensamientos de los hombres, las variedades de las plantas y las virtudes de las raíces.

[21] Cuanto está oculto y cuanto se ve, todo lo conocí, porque el artífice de todo, la Sabiduría, me lo enseñó.

[22] Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del bien, agudo, [23] incoercible, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles. [24] Porque a todo movimiento supera en movilidad la Sabiduría, todo lo atraviesa y penetra en virtud de su pureza. [25] Es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla.

[26] Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. [27] Aun siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, renueva el universo; en todas las edades, entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y profetas, [28] porque Dios no ama sino a quien vive con la Sabiduría.

[29] Es ella, en efecto, más bella que el sol, supera a todas las constelaciones; comparada con la luz, sale vencedora, [30] porque a la luz sucede la noche, pero contra la Sabiduría no prevalece la maldad.

Capítulo 8

[1] Se despliega vigorosamente de un confín al otro del mundo y gobierna de excelente manera el universo. [2] Yo la amé y la pretendí desde mi juventud; me esforcé por hacerla esposa mía y llegué a ser un apasionado de su belleza.

[3] Realza su nobleza por su convivencia con Dios, pues el Señor de todas las cosas la amó. [4] Pues está iniciada en la ciencia de Dios y es la que elige sus obras. [5] Si en la vida la riqueza es una posesión deseable, ¿qué cosa más rica que la Sabiduría que todo lo hace? [6] Si la inteligencia es creadora, ¿quién sino la Sabiduría es el artífice de cuanto existe? [7] ¿Amas la justicia? Las virtudes son sus empeños, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza: lo más provechoso para el hombre en la vida. [8] ¿Deseas además gran experiencia? Ella conoce el pasado y conjetura el porvenir, sabe interpretar las máximas y resolver los enigmas, conoce de antemano las señales y los prodigios, así como la sucesión de épocas y tiempos.

[9] Decidí, pues, tomarla por compañera de mi vida, sabiendo que me sería una consejera para el bien y un aliento en las preocupaciones y penas: [10] «Tendré gracias a ella gloria entre la gente, y, aunque joven, honor ante los ancianos. [11] Apareceré agudo en el juicio y en presencia de los poderosos seré admirado. [12] Si callo, esperarán; si hablo, prestarán atención; si me alargo hablando, pondrán la mano en su boca. [13] Gracias a ella tendré la inmortalidad y dejaré recuerdo eterno a los que después de mí vengan. [14] Gobernaré a los pueblos, y las naciones me estarán sometidas.

[15] Oyendo hablar de mí, soberanos terribles temerán. Me mostraré bueno entre las multitudes y valiente en la guerra.

[16] Vuelto a casa, junto a ella descansaré, pues no causa amargura su compañía ni tristeza la convivencia con ella, sino satisfacción y alegría». [17] Pensando esto conmigo mismo y considerando en mi corazón que se encuentra la inmortalidad en emparentar con la Sabiduría,

[18] en su amistad un placer bueno, en los trabajos de sus manos inagotables riquezas, prudencia en cultivar su trato y prestigio en conversar con ella, por todos los medios buscaba la manera de hacérmela mía. [19] Era yo un muchacho de buen natural, me cupo en suerte un alma buena, [20] o más bien, siendo bueno, vine a un cuerpo incontaminado;

[21] pero, comprendiendo que no podría poseer la Sabiduría si Dios no me la daba, — y ya era un fruto de la prudencia saber de quién procedía esta gracia — recurrí al Señor y le pedí, y dije con todo mi corazón:

Capítulo 9

[1] «Dios de los Padres, Señor de la misericordia, que hiciste el universo con tu palabra, [2] y con tu Sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre los seres por ti creados, [3] administrase el mundo con santidad y justicia y juzgase con rectitud de espíritu, [4] dame la Sabiduría, que se sienta junto a tu trono, y no me excluyas del número de tus hijos. [5] Que soy un siervo tuyo, hijo de tu sierva, un hombre débil y de vida efímera, poco apto para entender la justicia y las leyes. [6] Pues, aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, si le falta la Sabiduría que de ti procede, en nada será tenido.

[7] Tú me elegiste como rey de tu pueblo, como juez de tus hijos y tus hijas; [8] tú me ordenaste edificar un santuario en tu monte santo y un altar en la ciudad donde habitas, imitación de la Tienda santa que habías preparado desde el principio. [9] Contigo está la Sabiduría que conoce tus obras, que estaba presente cuando hacías el mundo, que sabe lo que es agradable a tus ojos, y lo que es conforme a tus mandamientos. [10] Envíala de los cielos santos, mándala de tu trono de gloria para que a mi lado participe en mis trabajos y sepa yo lo que te es agradable, [11] pues ella todo lo sabe y entiende. Ella me guiará prudentemente en mis empresas y me protegerá con su gloria. [12] Entonces mis obras serán aceptables, juzgaré a tu pueblo con justicia y seré digno del trono de mi padre.

[13] ¿Qué hombre, en efecto, podrá conocer la voluntad de Dios? ¿Quién hacerse idea de lo que el Señor quiere? [14] Los pensamientos de los mortales son tímidos e inseguras nuestras ideas, [15] pues un cuerpo corruptible agobia el alma y esta tienda de tierra abruma el espíritu lleno de preocupaciones. [16] Trabajosamente conjeturamos lo que hay sobre la tierra y con fatiga hallamos lo que está a nuestro alcance; ¿quién, entonces, ha rastreado lo que está en los cielos? [17] Y ¿quién habría conocido tu voluntad, si tú no le hubieses dado la Sabiduría y no le hubieses enviado de lo alto tu espíritu santo? [18] Sólo así se enderezaron los caminos de los moradores de la tierra, así aprendieron los hombres lo que a ti te agrada y gracias a la Sabiduría se salvaron.»

Capítulo 10

[1] Ella protegió al primer modelado, padre del mundo, que había sido creado solo; ella le sacó de su caída [2] y le dio el poder de dominar sobre todas las cosas. [3] Pero cuando un injusto, en su cólera, se apartó de ella, pereció por su furor fratricida. [4] Cuando por su causa la tierra se vio sumergida, de nuevo la Sabiduría la salvó conduciendo al justo en un vulgar leño.

[5] En la confusión que siguió a la común perversión de las naciones, ella conoció al justo, le conservó irreprochable ante Dios y le mantuvo firme contra el entrañable amor a su hijo.

[6] Ella, en el exterminio de los impíos, libró al justo cuando escapaba del fuego que bajaba sobre Pentápolis. [7] Como testimonio de aquella maldad queda todavía una tierra desolada humeando, unas plantas cuyos frutos no alcanzan sazón a su tiempo, y, como monumento de un alma incrédula, se alza una columna de sal. [8] Pues, por haberse apartado del camino de la Sabiduría, no sólo sufrieron la desgracia de no conocer el bien, sino que dejaron además a los vivientes un recuerdo de su insensatez, para que ni sus faltas pudieran quedar ocultas.

[9] En cambio, a sus servidores la Sabiduría los libró de sus fatigas. [10] Ella al justo que huía de la cólera de su hermano le guió por caminos rectos; le mostró el reino de Dios y le dio el conocimiento de cosas santas; le dio éxito en sus duros trabajos y multiplicó el fruto de sus fatigas; [11] le asistió contra la avaricia de sus opresores y le enriqueció;

[12] le preservó de sus enemigos y le protegió de los que le tendían asechanzas; y le concedió la palma en un duro combate para enseñarle que la piedad contra todo prevalece. [13] Ella no desamparó al justo vendido, sino que le libró del pecado; [14] bajó con él a la cisterna y no le abandonó en las cadenas, hasta entregarle el cetro real y el poder sobre sus tiranos, hasta mostrar mentirosos a sus difamadores y concederle una gloria eterna.

[15] Ella libró de una nación opresora a un pueblo santo y a una raza irreprochable. [16] Entró en el alma de un servidor del Señor e hizo frente a reyes temibles con prodigios y señales; [17] pagó a los santos el salario de sus trabajos; los guió por un camino maravilloso, fue para ellos cobertura durante el día y lumbre de estrellas durante la noche; [18] les abrió paso por el mar Rojo y los condujo a través de las inmensas aguas, [19] mientras a sus enemigos los sumergió y luego los hizo saltar de las profundidades del abismo. [20] De este modo los justos despojaron a los impíos; entonaron cantos, Señor, a tu santo Nombre y unánimes celebraron tu mano protectora, [21] porque la Sabiduría abrió la boca de los mudos e hizo claras las lenguas de los pequeñuelos.

Capítulo 11

[1] Ella dirigió felizmente sus empresas por medio de un profeta santo. [2] Atravesaron un desierto deshabitado y fijaron sus tiendas en parajes inaccesibles; [3] hicieron frente a sus enemigos y rechazaron a sus adversarios. [4] Tuvieron sed y te invocaron: de una roca abrupta se les dio agua, de una piedra dura, remedio para su sed. [5] Lo mismo que fue para sus enemigos un castigo, fue para ellos en su apuro un beneficio. [6] En vez de la fuente perenne de un río enturbiado por una mezcla de sangre y barro [7] en pena de su decreto infanticida, diste a los tuyos inesperadamente un agua abundante, [8] mostrándoles por la sed que entonces sufrieron de qué modo habías castigado a sus adversarios. [9] Pues cuando sufrieron su prueba — si bien con misericordia corregidos — conocieron cómo los impíos, juzgados con cólera, eran torturados; [10] pues a ellos los habías probado como padre que amonesta, pero a los otros los habías castigado como rey severo que condena.

[11] Tanto estando lejos como cerca, igualmente se consumían,

[12] pues una doble tristeza se apoderó de ellos, y un lamento con el recuerdo del pasado: [13] porque, al oír que lo mismo que era su castigo, era para los otros un beneficio, reconocieron al Señor; [14] pues al que antes hicieron exponer y luego rechazaron con escarnio, al final de los acontecimientos le admiraron después de padecer una sed bien diferente de la de los justos.

[15] Por sus locos e inicuos pensamientos por los que, extraviados, adoraban reptiles sin razón y bichos despreciables, les enviaste en castigo muchedumbre de animales sin razón, [16] para que aprendiesen que, por donde uno peca, por allí es castigado. [17] Pues bien podía tu mano omnipotente — ella que de informe materia había creado el mundo — enviar contra ellos muchedumbre de osos o audaces leones, [18] o bien fieras desconocidas, entonces creadas, llenas de furor, respirando aliento de fuego, lanzando humo hediondo o despidiendo de sus ojos terribles centellas, [19] capaces, no ya de aniquilarlos con sus ataques, sino de destruirlos con sólo su estremecedor aspecto. [20] Y aun sin esto, de un simple soplo podían sucumbir, perseguidos por la Justicia, aventados por el soplo de tu poder. Pero tú todo lo dispusiste con medida, número y peso.

[21] Pues el actuar con inmenso poder siempre está en tu mano. ¿Quién se podrá oponer a la fuerza de tu brazo? [22] Como lo que basta a inclinar una balanza, es el mundo entero en tu presencia, como la gota de rocío que a la mañana baja sobre la tierra. [23] Te compadeces de todos porque todo lo puedes y disimulas los pecados de los hombres para que se arrepientan. [24] Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues, si algo odiases, no lo habrías hecho. [25] Y ¿cómo habría permanecido algo si no hubieses querido? ¿Cómo se habría conservado lo que no hubieses llamado? [26] Mas tú con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Señor que amas la vida,

Capítulo 12

[1] pues tu espíritu incorruptible está en todas ellas. [2] Por eso mismo gradualmente castigas a los que caen; les amonestas recordándoles en qué pecan para que, apartándose del mal, crean en ti, Señor. [3] A los antiguos habitantes de tu tierra santa [4] los odiabas, porque cometían las más nefastas acciones, prácticas de hechicería, iniciaciones impías. [5] A estos despiadados asesinos de sus hijos, devoradores de entrañas en banquetes de carne humana y de sangre, a estos iniciados en bacanales, [6] padres asesinos de seres indefensos, habías querido destruirlos a manos de nuestros padres, [7] para que la tierra que te era la más apreciada de todas, recibiera una digna colonia de hijos de Dios.

[8] Pero aun con éstos, por ser hombres, te mostraste indulgente, y les enviaste avispas, como precursoras de tu ejército, que les fuesen poco a poco destruyendo. [9] No porque no pudieses en batalla campal entregar a los impíos en manos de los justos, o aniquilarlos de una vez con feroces fieras o con una palabra inexorable, [10] sino que les concedías, con un castigo gradual, una ocasión de arrepentirse; aun sabiendo que era su natural perverso, su malicia innata, y que jamás cambiaría su manera de pensar [11] por ser desde el comienzo una raza maldita. Tampoco por temor a nadie concedías la impunidad a sus pecados. [12] Pues ¿quién podría decirte: «¿Qué has hecho?» ¿Quién se opondría a tu sentencia? ¿Quién te citaría a juicio por destruir naciones por ti creadas? ¿Quién se alzaría contra ti como vengador de hombres inicuos? [13] Pues fuera de ti no hay un Dios que de todas las cosas cuide, a quien tengas que dar cuenta de la justicia de tus juicios;

[14] ni hay rey ni soberano que se te enfrente en favor de los que has castigado. [15] Sino que, como eres justo, con justicia administras el universo, y miras como extraño a tu poder condenar a quien no merece ser castigado. [16] Tu fuerza es el principio de tu justicia y tu señorío sobre todos los seres te hace indulgente con todos ellos [17] Ostentas tu fuerza a los que no creen en la plenitud de tu poder, y confundes la audacia de los que la conocen. [18] Dueño de tu fuerza, juzgas con moderación y nos gobiernas con mucha indulgencia porque, con sólo quererlo, lo puedes todo.

[19] Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo del hombre, y diste a tus hijos la buena esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento. [20] Pues si a los enemigos de tus hijos, merecedores de la muerte, con tanto miramiento e indulgencia los castigaste dándoles tiempo y lugar para apartarse de la maldad, [21] ¿con qué consideración no juzgaste a los hijos tuyos, a cuyos padres con juramentos y pactos tan buenas promesas hiciste?

[22] Así pues, para aleccionarnos, a nuestros enemigos los flagelas con moderación, para que, al juzgar, tengamos en cuenta tu bondad y, al ser juzgados, esperemos tu misericordia. [23] Por tanto, también a los que inicuamente habían vivido una vida insensata les atormentaste con sus mismas abominaciones.

[24] Demasiado, en verdad, se habían desviado por los caminos del error, teniendo por dioses a los más viles y despreciables, animales, dejándose engañar como pequeñuelos inconscientes.

[25] Por eso, como a niños sin seso, les enviaste una irrisión de castigo. [26] Pero los que con una reprimenda irrisoria no se enmendaron, iban a experimentar un castigo digno de Dios. [27] A la vista de los seres que les atormentaban y les indignaban, de aquellos seres que tenían por dioses y eran ahora su castigo, abrieron los ojos y reconocieron por el Dios verdadero a aquel que antes se negaban a conocer. Por lo cual el supremo castigo descargó sobre ellos.

Capítulo 13

[1] Sí, vanos por naturaleza todos los hombres en quienes había ignorancia de Dios y no fueron capaces de conocer por las cosas buenas que se ven a Aquél que es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; [2] sino que al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo los consideraron como dioses, señores del mundo. [3] Que si, cautivados por su belleza, los tomaron por dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de éstos, pues fue el Autor mismo de la belleza quien los creó. [4] Y si fue su poder y eficiencia lo que les dejó sobrecogidos, deduzcan de ahí cuánto más poderoso es Aquel que los hizo; [5] pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor. [6] Con todo, no merecen éstos tan grave reprensión, pues tal vez caminan desorientados buscando a Dios y queriéndole hallar.

[7] Como viven entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas, y se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a los ojos! [8] Pero, por otra parte, tampoco son éstos excusables; [9] pues si llegaron a adquirir tanta ciencia que les capacitó para indagar el mundo, ¿cómo no llegaron primero a descubrir a su Señor? [10] Desgraciados, en cambio, y con la esperanza puesta en seres sin vida, los que llamaron dioses a obras hechas por mano de hombre, al oro, a la plata, trabajados con arte, a representaciones de animales o a una piedra inútil, esculpida por mano antigua.

[11] Un leñador abate con la sierra un árbol conveniente, lo despoja diestramente de toda su corteza, lo trabaja con habilidad y fabrica un objeto útil a las necesidades de la vida. [12] Con los restos de su trabajo se prepara la comida que le deja satisfecho. [13] Queda todavía un resto del árbol que para nada sirve, un tronco torcido y lleno de nudos. Lo toma y lo labra para llenar los ratos de ocio, le da forma con la destreza adquirida en sus tiempos libres; le da el parecido de una imagen de hombre

[14] o bien la semejanza de algún vil animal. Lo pinta de bermellón, colorea de rojo su cuerpo y salva todos sus defectos bajo la capa de pintura. [15] Luego le prepara un alojamiento digno y lo pone en una pared asegurándolo con un hierro. [16] Mira por él, no se le caiga, pues sabe que no puede valerse por sí mismo, que sólo es una imagen y necesita que le ayuden.

[17] Pues bien, cuando por su hacienda, bodas o hijos ruega, no se le cae la cara al dirigirse a este ser sin vida. Y pide salud a un inválido, [18] vida a un muerto, auxilio al más inexperto, un viaje feliz al que ni de los pies se puede valer, [19] y para sus ganancias y empresas, para el éxito en el trabajo de sus manos, al ser más desmañado le pide destreza.

Capítulo 14

[1] Otro, preparándose a embarcar para cruzar el mar bravío, invoca a un leño más frágil que la nave que le lleva. [2] Que a la nave, al fin, la inventó el afán de lucro, y la sabiduría fue el artífice que la construyó; [3] y es tu Providencia, Padre, quien la guía, pues también en el mar abriste un camino, una ruta segura a través de las olas, [4] mostrando así que de todo peligro puedes salvar para que hasta el inexperto pueda embarcarse. [5] No quieres que queden inactivas las obras de tu Sabiduría; por eso, a un minúsculo leño fían los hombres su vida, cruzan el oleaje en una barquichuela y arriban salvos a puerto. [6] También al principio, mientras los soberbios gigantes perecían, se refugió en una barquichuela la esperanza del mundo, y, guiada por tu mano, dejó al mundo semilla de una nueva generación.

[7] Pues bendito es el leño por el que viene la justicia, [8] pero el ídolo fabricado, maldito él y el que lo hizo; uno por hacerle, el otro porque, corruptible, es llamado dios, [9] y Dios igualmente aborrece al impío y su impiedad; [10] ambos, obra y artífice, serán igualmente castigados. [11] Por eso también habrá una visita para los ídolos de las naciones, porque son una abominación entre las criaturas de Dios, un escándalo para las almas de los hombres, un lazo para los pies de los insensatos. [12] La invención de los ídolos fue el principio de la fornicación; su descubrimiento, la corrupción de la vida. [13] No los hubo al principio ni siempre existirán; [14] por la vanidad de los hombres entraron en el mundo y, por eso, está decidido su rápido fin. [15] Un padre atribulado por un luto prematuro encarga una imagen del hijo malogrado; al hombre muerto de ayer, hoy como un dios le venera y transmite a los suyos misterios y ritos. [16] Luego, la impía costumbre, afianzada con el tiempo, se acata como ley. [17] También por decretos de los soberanos recibían culto las estatuas. Unos hombres que, por vivir apartados, no les podían honrar en persona, representaron su lejana figura encargando una imagen, reflejo del rey venerado; así lisonjearían con su celo al ausente como si presente se hallara. [18] A extender este culto contribuyó la ambición del artista y arrastró incluso a quienes nada del rey sabían; [19] pues deseoso, sin duda, de complacer al soberano, alteró con su arte la semejanza para que saliese más bella, [20] y la muchedumbre seducida por el encanto de la obra, al que poco antes como hombre honraba, le consideró ya objeto de adoración. [21] De aquí provino la asechanza que se le tendió a la vida: que, víctimas de la desgracia o del poder de los soberanos, dieron los hombres a piedras y leños el Nombre incomunicable.

[22] Luego, no bastó con errar en el conocimiento de Dios; viviendo además la guerra que esta ignorancia les mueve, ellos a tan graves males les dan el nombre de paz. [23] Con sus ritos infanticidas, sus misterios secretos, sus delirantes orgías de costumbres extravagantes, [24] ni sus vidas ni sus matrimonios conservan ya puros. Uno elimina a otro a traición o le aflige dándole bastardos; [25] por doquiera, en confusión, sangre y muerte, robo y fraude, corrupción, deslealtad, agitación, perjurio, [26] trastorno del bien, olvido de la gratitud, inmundicia en las almas, inversión en los sexos, matrimonios libres, adulterios, libertinaje. [27] Que es culto de los ídolos sin nombre principio, causa y término de todos los males. [28] Porque o se divierten alocadamente, o manifiestan oráculos falsos, o viven una vida de injusticia, o con toda facilidad perjuran: [29] como los ídolos en que confían no tienen vida, no esperan que del perjurio se les siga algún mal.

[30] Una justa sanción les alcanzará, sin embargo, por doble motivo: por formarse de Dios una idea falsa al darse a los ídolos y por jurar injustamente contra la verdad con desprecio de toda santidad. [31] Que no es el poder de aquellos en cuyo nombre juran; es la sanción que merece todo el que peca, la que persigue siempre la transgresión de los inicuos.

Capítulo 15

[1] Mas tú, Dios nuestro, eres bueno y verdadero, paciente y que con misericordia gobiernas el universo. [2] Aunque pequemos, tuyos somos, porque conocemos tu poder; pero no pecaremos, porque sabemos que somos contados por tuyos.

[3] Pues el conocerte a ti es la perfecta justicia y conocer tu poder, la raíz de la inmortalidad. [4] A nosotros no nos extraviaron las creaciones humanas de un arte perverso, ni el inútil trabajo de los pintores, figuras embadurnadas de colores abigarrados, [5] cuya contemplación despierta la pasión en los insensatos que codician la figura sin aliento de una imagen muerta. [6] Apasionados del mal son y dignos de tales esperanzas los que las crean, los que las codician, los que las adoran.

[7] Un alfarero trabaja laboriosamente la tierra blanda y modela diversas piezas, todas para nuestro uso; unas van destinadas a usos nobles, otras al contrario, pero todas las modela de igual manera y de la misma arcilla. Sobre el servicio diverso que unas y otras han de prestar, es el alfarero quien decide.

[8] Pero luego — ¡mala pena que se toma! — de la misma arcilla modela una vana divinidad. Y la modela él, que poco ha nació de la tierra y que pronto habrá de volver a la tierra de donde fue sacado, cuando le reclamen la devolución de su alma. [9] Pero no se preocupa de que va a morir, de que es efímera su vida; antes rivaliza con orfebres y plateros, imita las obras del broncista y se ufana de modelar falsificaciones. [10] Escoria es su corazón, más vil que la tierra su esperanza, más abyecta que la arcilla su vida, [11] porque desconoció al que le modeló a él, al que le inspiró un alma activa y le infundió un espíritu vivificante. [12] Piensa que la existencia es un juego de niños y la vida, un lucrativo mercado: «Es preciso ganar, dice, por todos los medios, aun malos.» [13] Este hombre más que nadie sabe que peca, como quien de una misma masa de tierra fabrica frágiles piezas y estatuas de ídolos.

[14] Insensatos todos en sumo grado y más infelices que el alma de un niño, los enemigos de tu pueblo que un día le oprimieron;

[15] como que tuvieron por dioses a todos los ídolos de los gentiles, que no pueden valerse de los ojos para ver, ni de la nariz para respirar, ni de los oídos para oír, ni de los dedos de las manos para tocar, y sus pies son torpes para andar.

[16] Al fin, un hombre los hizo, uno que recibió en préstamo el espíritu los modeló; y no hay hombre que modele un dios igual a sí mismo; [17] mortal como es, un ser muerto produce con sus manos impías. Vale ciertamente más que las cosas que adora: él, un tiempo al menos, goza de vida, ellos jamás. [18] Adoran, además, a los bichos más repugnantes que en estupidez superan a todos los demás; [19] ni siquiera poseen la belleza de los animales que, a su modo, cautiva al contemplarlos; están excluidos de la aprobación de Dios y de su bendición.

Capítulo 16

[1] Por eso, mediante seres semejantes, fueron justamente castigados; una multitud de bichos les sometieron a tormento. [2] En vez de tal castigo, concediste favores a tu pueblo: para satisfacer su voraz apetito, les preparaste como alimento un manjar exquisito: codornices; [3] para que aquéllos, aun ansiando el alimento, por el asqueroso aspecto de los bichos que les enviabas, hasta el apetito natural perdiesen, y éstos, pasadas unas breves privaciones, viniesen a gustar manjares exquisitos. [4] Era razón que aquéllos, los opresores, sufrieran un hambre irremediable, mientras a éstos bastaba mostrarles la clase de tormento que sus enemigos padecían. [5] Incluso cuando cayó sobre ellos la ira terrible de animales feroces, cuando por mordeduras de sinuosas serpientes perecían, no persistió tu cólera hasta el fin. [6] Como advertencia se vieron atribulados por breve tiempo, pues tenían una señal de salvación como recuerdo del mandamiento de tu Ley; [7] y el que a ella se volvía, se salvaba, no por lo que contemplaba, sino por ti, Salvador de todos. [8] De este modo convenciste a nuestros enemigos de que tú eres el que libras de todo mal: [9] a ellos picaduras de langostas y moscas los mataban, — y bien merecían que bichos tales los castigasen — sin que remedio hallaran para su vida; [10] a tus hijos, en cambio, ni dientes de serpientes venenosas los vencieron, pues vino tu misericordia en su socorro y los sanó. [11] Las mordeduras — pronto curadas — les recordaban tus preceptos no fuera que, cayendo en profundo olvido, se vieran excluidos de tu liberalidad. [12] Ni los curó hierba ni emplasto alguno, sino tu palabra, Señor, que todo lo sana. [13] Pues tú tienes el poder sobre la vida y sobre la muerte, haces bajar a las puertas del Hades y de allí subir. [14] El hombre, en cambio, puede matar por su maldad, pero no hacer tornar al espíritu que se fue, ni liberar al alma ya acogida en el Hades.

[15] Es imposible escapar de tu mano. [16] Los impíos que rehusaban conocerte fueron fustigados por la fuerza de tu brazo; lluvias insólitas, granizadas, aguaceros implacables los persigueron y el fuego los devoró. [17] Y lo más extraño era que con el agua, que todo lo apaga, el fuego cobraba una violencia mayor. El universo, en efecto, combate en favor de los justos. [18] Las llamas unas veces se amansaban para no consumir a los animales enviados contra los impíos, y darles a entender, por lo que veían, que el juicio de Dios les hostigaba; [19] pero otras, aun en medio de las aguas, abrasaban con fuerza superior a la del fuego para destruir las cosechas de una tierra inicua. [20] A tu pueblo, por el contrario, le alimentaste con manjar de ángeles; les suministraste, sin cesar desde el cielo un pan ya preparado que podía brindar todas las delicias y satisfacer todos los gustos. [21] El sustento que les dabas revelaba tu dulzura con tus hijos pues, adaptándose al deseo del que lo tomaba, se tranformaba en lo que cada uno quería. [22] Nieve y hielo resistían al fuego sin fundirse, para que supieran que el fuego, para destruir las cosechas de sus enemigos, entre el granizo abrasaba y fulguraba entre la lluvia, [23] mientras que, para que los justos pudieran sustentarse, hasta de su natural poder se olvidaba.

[24] Porque la creación, sirviéndote a ti, su Hacedor, se embravece para castigo de los inicuos y se amansa en favor de los que en ti confían. [25] Por eso, también entonces, cambiándose en todo, servía a tu liberalidad que a todos sustenta, conforme al deseo de los necesitados. [26] De este modo enseñabas a tus hijos queridos, Señor, que no son las diversas especies de frutos los que alimentan al hombre, sino que es tu palabra la que mantiene a los que creen en ti. [27] El fuego no alcanzaba a disolver lo que sencillamente derretía el calor de un breve rayo de sol. [28] Con ello le enseñabas que debían adelantarse al sol para darte gracias y recurrir a ti al rayar el día, [29] pues la esperanza del ingrato como escarcha invernal se derrite y corre como agua inútil.

Capítulo 17

[1] Grandes son en verdad tus juicios e inenarrables, por donde almas ignorantes se vinieron a engañar. [2] Imaginaban los impíos que podrían oprimir a una nación santa; y se encontraron prisioneros de tinieblas, en larga noche trabados, recluidos en sus casas, desterrados de la Providencia eterna.

[3] Creían que se mantendrían ocultos con sus secretos pecados bajo el oscuro velo del olvido; y se vieron dispersos, presa de terrible espanto, sobresaltados por apariciones. [4] Pues ni el escondrijo que les protegía les libraba del miedo; que también allí resonaban ruidos escalofriantes y se aparecían espectros sombríos de lúgubre aspecto. [5] No había fuego intenso capaz de alumbrarles, ni las brillantes llamas de las estrellas alcanzaban a esclarecer aquella odiosa noche. [6] Tan sólo una llamarada, por sí misma encendida, se dejaba entrever sembrando el terror; pues en su espanto, al desaparecer la visión, imaginaban más horrible aún lo que acababan de ver.

[7] Los artificios de la magia resultaron ineficaces; con gran afrenta quedó refutado su pretendido saber, [8] pues los que prometían expulsar miedos y sobresaltos de las almas enloquecidas, enloquecían ellos mismos con ridículos temores. [9] Incluso cuando otro espanto no les atemorizara, sobresaltados por el paso de los bichos y el silbido de los reptiles, [10] se morían de miedo, y rehusaban mirar aquel aire que de ninguna manera podían evitar. [11] Cobarde es, en efecto, la maldad y ella a sí misma se condena; acosada por la conciencia imagina siempre lo peor; [12] pues no es otra cosa el miedo sino el abandono del apoyo que presta la reflexión; [13] y cuanto menos se cuenta con los recursos interiores, tanto mayor parece la desconocida causa que produce el tormento. [14] Durante aquella noche verdaderamente inerte, surgida de las profundidades del inerte Hades, en un mismo sueño sepultados,

[15] al invadirles un miedo repentino e inesperado, se vieron, de un lado, perseguidos de espectrales apariciones y, de otro, paralizados por el abandono de su alma.

[16] De este modo, cualquiera que en tal situación cayera, quedaba encarcelado, encerrado en aquella prisión sin hierros; [17] ya fuera labrador o pastor, o bien un obrero dedicado en la soledad a su trabajo, sorprendido, soportaba la ineludible necesidad, [18] atados todos como estaban por una misma cadena de tinieblas. El silbido del viento, el melodioso canto de las aves en la enramada, el ruido regulado del agua que corría impetuosa, [19] el horrísimo fragor de rocas que caían de las alturas, la invisible carrera de animales que saltando pasaban, el rugido de las fieras más salvajes, el eco que devolvían las oquedades de las montañas, todo les aterrorizaba y les dejaba paralizados.

[20] Estaba entonces el mundo entero iluminado de luz esplendorosa, y, sin traba alguna, se ocupaba en sus quehaceres; [21] sólo sobre ellos se extendía pesada noche, imagen de las tinieblas que les esperaban recibir. Aunque ellos a sí mismos se eran más pesados que las tinieblas.

Capítulo 18

[1] Entre tanto para tus santos había una grandísima luz. Los egipcios, que oían su voz aunque no distinguían su figura, les proclamaban dichosos por no haber padecido ellos también; [2] les daban gracias porque agraviados no se vengaban y les pedían perdón por su conducta hostil. [3] En vez de tinieblas, diste a los tuyos una columna de fuego, guía a través de rutas desconocidas, y sol inofensivo en su gloriosa emigración. [4] Bien merecían verse de luz privados y prisioneros de tinieblas, los que en prisión tuvieron encerrados a aquellos hijos tuyos que habían de dar al mundo la luz incorruptible de la Ley. [5] Por haber decretado matar a los niños de los santos, salvándose de los hijos expuestos uno tan sólo, les arrebataste en castigo la multitud de sus hijos y a ellos, a una, les hiciste perecer bajo la violencia de las aguas. [6] Aquella noche fue previamente conocida por nuestros padres, para que se confortasen al reconocer firmes los juramentos en que creyeron. [7] Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y la destrucción de sus enemigos. [8] Y, en efecto, con el castigo mismo de nuestros adversarios, nos colmaste de gloria llamándonos a ti. [9] Los santos hijos de los buenos ofrecieron sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina: que los santos correrían en común las mismas aventuras y riesgos; y, previamente, cantaron ya los himnos de los Padres.

[10] A estos cánticos respondía el discordante clamor de sus enemigos, se difundían los lamentos de los que lloraban a sus hijos. [11] Un mismo castigo alcanzaba al esclavo y al señor; el hombre del pueblo sufría la misma pena que el rey. [12] Todos a la vez contaban con muertos innumerables abatidos por un mismo género de muerte. Los vivos no se bastaban a darles sepultura, como que, de un solo golpe, había caído la flor de su descendencia. [13] Mantenidos en absoluta incredulidad por los artificios de la magia, acabaron por confesar, ante la muerte de sus primogénitos, que aquel pueblo era hijo de Dios. [14] Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, [15] tu Palabra omnipotente, cual implacable guerrero, saltó del cielo, desde el trono real, en medio de una tierra condenada al exterminio. Empuñando como afilada espada tu decreto irrevocable,

[16] se detuvo y sembró la muerte por doquier; y tocaba el cielo mientras pisaba la tierra. [17] Entonces, de repente, sueños y horribles visiones les sobresaltaron, les sobrevinieron terrores imprevistos. [18] Aquí y allá tendidos, ya moribundos, daban a conocer la causa de su muerte, [19] pues los sueños que les habían perturbado, se lo habían indicado a tiempo para que no muriesen sin saber la razón de su desgracia.

[20] También a los justos les alcanzó la prueba de la muerte; una multitud de ellos pereció en el desierto. Pero no duró la Cólera mucho tiempo, [21] que pronto un hombre irreprochable salió en su defensa. Con las armas de su propio ministerio, la oración y el incienso expiatorio, se enfrentó a la ira y dio fin a la plaga, mostrando con ello que era en verdad siervo tuyo. [22] Y venció a la Cólera no con la fuerza de su cuerpo, ni con el poder de las armas, sino que sometió con su palabra al que traía el castigo recordándole los juramentos hechos a los Padres y las alianzas. [23] Cuando ya los muertos, unos sobre otros, yacían hacinados, frenó, interponiéndose, el avance de la Cólera y le cerró el camino hacia los que todavía vivían. [24] Llevaba en su vestido talar el mundo entero, grabados en cuatro hileras de piedras los nombres gloriosos de los Padres y tu majestad en la diadema de su cabeza. [25] Ante esto, el Exterminador cedió y se atemorizó; pues era suficiente la sola experiencia de tu Cólera.

Capítulo 19

[1] Pero, sobre los impíos, descargó hasta el fin una ira sin misericordia, pues Dios sabía de antemano lo que iban a tramar:

[2] que, luego de permitir marchar a su pueblo y apremiarle en su partida, mudando de parecer, saldrían a perseguirle. [3] Ocupados estaban todavía en su duelo y lamentándose junto a las tumbas de sus muertos, cuando concibieron otro proyecto insensato: a los que con ruegos despacharon, dieron en perseguirlos como fugitivos. [4] Una justa fatalidad los arrastraba a tales extremos y les borraba el recuerdo de los sucesos precedentes; así completarían con un nuevo castigo lo que a sus tormentos faltaba, [5] así mientras tu pueblo gozaba de un viaje maravilloso, ellos encontrarían una muerte extraña. [6] Pues para preservar a tus hijos de todo daño, la creación entera, obediente a tus órdenes, se rehízo de nuevo en su propia naturaleza. [7] Se vio una nube proteger con su sombra el campamento, emerger del agua que la cubría una tierra enjuta, del mar Rojo un camino expedito, una verde llanura del oleaje impetuoso, [8] por donde, formando un solo pueblo, pasaron los que tu mano protegía mientras contemplaban tan admirables prodigios. [9] Como caballos se apacentaban, y retozaban como corderos alabándote a ti, Señor que los habías liberado. [10] Recordaban todavía lo sucedido en su destierro, cómo, en vez de nacer los mosquitos de animales, los produjo la tierra, cómo, en vez de nacer las ranas de seres acuáticos, las vomitó el Río en abundancia. [11] Más tarde, vieron además un modo nuevo de nacer las aves; cuando, llevados de la gula, pidieron manjares delicados, [12] para satisfacerles, subieron codornices desde el mar.

[13] Mas sobre los pecadores cayeron los castigos, precedidos, como aviso, de la violencia de los rayos. Con toda justicia sufrían por sus propias maldades, por haber extremado su odio contra el extranjero. [14] Otros no recibieron a unos desconocidos a su llegada. pero éstos redujeron a esclavitud a huéspedes bienhechores. [15] Además habrá una visita para ellos porque recibieron hostilmente a los extranjeros... [16] pero éstos, después de acoger con fiestas a los que ya participaban en los mismos derechos que ellos, los aplastaron con terribles trabajos. [17] Por eso, también fueron éstos heridos de ceguera, como aquéllos a las puertas del justo, cuando, envueltos en inmensas tinieblas, buscaba cada uno el acceso a su puerta. [18] Los elementos se adaptaron de una nueva manera entre sí como cambian la naturaleza del ritmo los sonidos en un salterio sin que cambie por eso su tonalidad, cosa que se puede deducir claramente examinando lo sucedido. [19] Seres terrestres se tornaban acuáticos, y los que nadan pasaban a caminar sobre la tierra. [20] El fuego aumentaba en el agua su fuerza natural y el agua olvidaba su poder de apagar. [21] Por el contrario, las llamas no consumían las carnes de los endebles animales que sobre ellas caminaban, ni fundían aquel alimento divino, parecido a la escarcha, tan fácil de derretirse.

[22] En verdad, Señor, que en todo engrandeciste a tu pueblo y le glorificaste, y no te descuidaste en asistirle en todo tiempo y en todo lugar.

ECLESIÁSTICO o SIRÁCIDA

Prólogo del traductor griego

[1] Muchas e importantes lecciones se nos han transmitido [2] por la Ley, los Profetas y los otros que les han seguido, [3] por las cuales bien se debe encomiar a Israel por su instrucción y sabiduría. [4] Mas como es razón que no sólo los lectores se hagan sabios, [5] sino que puedan también estos amigos del saber ser útiles a los de fuera, [6] tanto de palabra como por escrito, [7] mi abuelo Jesús, después de haberse dado intensamente a la lectura [8] de la Ley, [9] los Profetas [10] y los otros libros de los antepasados, [11] y haber adquirido un gran dominio en ellos, [12] se propuso también él escribir algo en lo tocante a instrucción y sabiduría, [13] con ánimo de que los amigos del saber, lo aceptaran [14] y progresaran más todavía en la vida según la Ley.

[15] Estáis, pues, invitados [16] a leerlo [17] con benevolencia y atención, [18] así como a mostrar indulgencia [19] allí donde se crea que, a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, [20] no hemos podido acertar en alguna expresión.

[21] Pues no tienen la misma fuerza [22] las cosas expresadas originalmente en hebreo que cuando se traducen a otra lengua. [23] Cosa que no sucede sólo en esto, [24] sino que también la misma Ley, los Profetas [25] y los otros libros [26] presentan no pequeña diferencia respecto de lo que dice el original.

[27] Fue, pues, en el año treinta y ocho del rey Evergetes [28] cuando, después de venir a Egipto y residir allí, [29] encontré una obra de no pequeña enseñanza, [30] y juzgué muy necesario aportar yo también algún interés y esfuerzo para traducir este libro. [31] Mucha vigilia y ciencia he puesto en juego [32] durante este período, [33] hasta llegar a buen término y publicar el libro [34] para uso de aquellos que, en el extranjero, quieren ser amigos del saber, [35] y conformar sus costumbres a una vida de acuerdo con la Ley.

Capítulo 1

[1] Toda sabiduría viene del Señor, y con él está por siempre.

[2] La arena de los mares, las gotas de la lluvia, los días de la eternidad, ¿quién los puede contar? [3] La altura del cielo, la anchura de la tierra, la profundidad del abismo, ¿quién los alcanzará? [4] Antes de todo estaba creada la Sabiduría, la inteligente prudencia desde la eternidad. [6] La raíz de la sabiduría ¿a quién fue revelada?, sus recursos, ¿quién los conoció? [8] Sólo uno hay sabio, en extremo temible, el que en su trono está sentado. [9] El Señor mismo la creó, la vio y la contó y la derramó sobre todas sus obras, [10] en toda carne conforme a su largueza, y se la dispensó a los que le aman.

[11] Gloria es y orgullo el temor del Señor, contento y corona de júbilo. [12] El temor del Señor recrea el corazón, da contento y recocijo y largos días. [13] Para el que teme al Señor, todo irá bien al fin, en el día de su muerte se le bendecirá. [14] Principio de la sabiduría es temer al Señor, fue creada en el seno materno juntamente con los fieles. [15] Entre los hombres puso su nido, fundación eterna, y con su linaje se mantendrá fielmente. [16] Plenitud de la sabiduría es temer al Señor, ella les embriaga de sus frutos. [17] Toda su casa colma de cosas deseables, y de sus productos sus graneros. [18] Corona de la sabiduría el temor del Señor, ella hace florecer paz y buena salud. [19] (El la vio y la contó), ciencia y conocimiento inteligente hizo llover, y la gloria de los que la poseen exaltó. [20] Raíz de la sabiduría es temer al Señor, sus ramas, los largos días.

[22] No puede justificarse la pasión del injusto, que el impulso de su pasión le hace caer. [23] Hasta su hora aguanta el que es paciente, mas después se le brinda contento. [24] Hasta su hora oculta sus palabras, y entonces muchos labios proclamarán su inteligencia. [25] En los tesoros de la sabiduría están las máximas de la ciencia, mas abominación para el pecador es la piedad para con Dios. [26] Si apeteces sabiduría, guarda los mandamientos, y el Señor te la dispensará. [27] Pues sabiduría y enseñanza es el temor del Señor; su complacencia, la fidelidad y mansedumbre. [28] No seas indócil al temor del Señor, ni te acerques a él con corazón partido. [29] No seas hipócrita delante de los hombres, pon guardia a tus labios. [30] No te exaltes a ti mismo, para no caer y acarrearte deshonra, porque el Señor revelaría tus secretos y en medio de la asamblea te echaría por tierra, por no haberte llegado al temor del Señor, porque tu corazón está lleno de fraude.

Capítulo 2

[1] Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. [2] Endereza tu corazón, manténte firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad. [3] Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías. [4] Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente. [5] Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el honor de la humillación. [6] Confíate a él, y él, a su vez, te cuidará, endereza tus caminos y espera en él. [7] Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia, y no os desviéis, para no caer. [8] Los que teméis al Señor, confiaos a él, y no os faltará la recompensa. [9] Los que teméis al Señor, esperad bienes, contento eterno y misericordia. [10] Mirad a las generaciones de antaño y ved: ¿Quién se confió al Señor y quedó confundido? ¿Quién perseveró en su temor y quedó abandonado? ¿Quién le invocó y fue desatendido? [11] Que el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en la hora de la tribulación. [12] ¡Ay de los corazones flacos y las manos caídas, del pecador que va por senda doble! [13] ¡Ay del corazón caído, que no tiene confianza! por eso no será protegido. [14] ¡Ay de vosotros que perdisteis el aguante! ¿Qué vais a hacer cuando el Señor os visite? [15] Los que temen al Señor no desobedecen sus palabras, los que le aman guardan sus caminos. [16] Los que temen al Señor buscan su agrado, los que le aman quedan llenos de su Ley. [17] Los que temen al Señor tienen corazón dispuesto, y en su presencia se humillan. [18] Caeremos en manos del Señor y no en manos de los hombres, pues como es su grandeza, tal su misericordia.

Capítulo 3

[1] A mí que soy vuestro padre escuchadme, hijos, y obrad así para salvaros. [2] Pues el Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. [3] Quien honra a su padre expía sus pecados; [4] como el que atesora es quien da gloria a su madre. [5] Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será escuchado. [6] Quien da gloria al padre vivirá largos días, obedece al Señor quien da sosiego a su madre: [7] como a su Señor sirve a los que le engendraron. [8] En obra y palabra honra a tu padre, para que te alcance su bendición. [9] Pues la bendición del padre afianza la casa de los hijos, y la maldición de la madre destruye los cimientos. [10] No te gloríes en la deshonra de tu padre, que la deshonra de tu padre no es gloria para ti. [11] Pues la gloria del hombre procede de la honra de su padre, y baldón de los hijos es la madre en desdoro. [12] Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza. [13] Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor. [14] Pues el servicio hecho al padre no quedará en olvido, será para ti restauración en lugar de tus pecados. [15] El día de tu tribulación se acordará El de ti; como hielo en buen tiempo, se disolverán tus pecados. [16] Como blasfemo es el que abandona a su padre, maldito del Señor quien irrita a su madre.

[17] Haz, hijo, tus obras con dulzura, así serás amado por el acepto a Dios. [18] Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y ante el Señor hallarás gracia. [20] Pues grande es el poderío del Señor, y por los humildes es glorificado. [21] No busques lo que te sobrepasa, ni lo que excede tus fuerzas trates de escrutar. [22] Lo que se te encomienda, eso medita, que no te es menester lo que está oculto. [23] En lo que excede a tus obras no te fatigues, pues más de lo que alcanza la inteligencia humana se te ha mostrado ya.

[24] Que a muchos descaminaron sus prejuicios, una falsa ilusión extravió sus pensamientos. [26] El corazón obstinado en mal acaba, y el que ama el peligro caerá en él. [27] El corazón obstinado se carga de fatigas, el pecador acumula pecado tras pecado. [28] Para la adversidad del orgulloso no hay remedio, pues la planta del mal ha echado en él raíces. [29] El corazón del prudente medita los enigmas. un oído que le escuche es el anhelo del sabio.

[30] El agua apaga el fuego llameante, la limosma perdona los pecados. [31] Quien con favor responde prepara el porvenir, el día de su caída encontrará un apoyo.

Capítulo 4

[1] Hijo, no prives al pobre del sustento, ni dejes en suspenso los ojos suplicantes. [2] No entristezcas al que tiene hambre, no exasperes al hombre en su indigencia. [3] No te ensañes con el corazón exasperado, no hagas esperar la dádiva al mendigo. [4] No rechaces al suplicante atribulado, ni apartes tu rostro del pobre. [5] No apartes del mendigo tus ojos, ni des a nadie ocasión de maldecirte. [6] Pues si maldice en la amargura de su alma, su Hacedor escuchará su imprecación. [7] Hazte querer de la asamblea, ante un grande baja tu cabeza.

[8] Inclina al pobre tus oídos, responde a su saludo de paz con dulzura. [9] Arranca al oprimido de manos del opresor, y a la hora de juzgar no seas pusilánime. [10] Sé para los huérfanos un padre, haz con su madre lo que hizo su marido. Y serás como un hijo del Altísimo; él te amará más que tu madre.

[11] La sabiduría a sus hijos exalta, y cuida de los que la buscan. [12] El que la ama, ama la vida, los que en su busca madrugan serán colmados de contento. [13] El que la posee tendrá gloria en herencia, dondequiera que él entre, le bendecirá el Señor. [14] Los que la sirven, rinden culto al Santo, a los que la aman, los ama el Señor. [15] El que la escucha, juzgará a las naciones, el que la sigue, su tienda montará en seguro. [16] Si se confía a ella, la poseerá en herencia, y su posteridad seguirá poseyéndola. [17] Pues, al principio, le llevará por recovecos, miedo y pavor hará caer sobre él, con su disciplina le atormentará hasta que tenga confianza en su alma y le pondrá a prueba con sus preceptos,

[18] mas luego le volverá al camino recto, le regocijará y le revelará sus secretos. [19] Que si él se descarría, le abandonará, y le dejará a merced de su propia caída.

[20] Ten en cuenta el momento y guárdate del mal, no te avergüences de ti mismo. [21] Porque hay una vergüenza que conduce al pecado, y otra vergüenza hay que es gloria y gracia. [22] No tengas miramientos en contra de ti mismo, y no mudes de color por tu caída. [23] No contengas la palabra cuando pueda salvar, y no escondas tu sabiduría. [24] Que la sabiduría se da a conocer en la palabra, y la educación en los discursos de la lengua. [25] A la verdad no contradigas, mas ruborízate de no estar educado. [26] No te avergüences de confesar tus pecados, no te opongas a la corriente del río. [27] No te aplanes ante el hombre insensato, ni tengas miramiento al poderoso. [28] Hasta la muerte por la verdad combate, y el Señor Dios peleará por ti. [29] No seas atrevido con tu lengua, ni perezoso y negligente en tus obras. [30] No seas un león en tu casa y un cobarde entre tus servidores.

[31] No sea tu mano abierta para recibir, y cerrada para dar.

Capítulo 5

[1] En tus riquezas no te apoyes ni digas: «Tengo bastante con ellas.» [2] No te dejes arrastrar por tu deseo y tu fuerza para seguir la pasión de tu corazón. [3] No digas: «¿Quién me domina a mí?», porque el Señor cierto que te castigará. [4] No digas: «Pequé, y ¿qué me ha pasado?», porque el Señor es paciente. [5] Del perdón no te sientas tan seguro que acumules pecado tras pecado. [6] No digas: «Su compasión es grande, él me perdonará la multitud de mis pecados.» Porque en él hay misericordia, pero también hay cólera, y en los pecadores se desahoga su furor. [7] No te tardes en volver al Señor, no lo difieras de un día para otro, pues de pronto salta la ira del Señor, y perecerás al tiempo del castigo. [8] No te apoyes en riquezas injustas, que de nada te servirán el día de la adversidad.

[9] No avientes a cualquier viento, ni vayas por cualquier senda, (así hace el pecador de lengua doble). [10] Manténte firme en tu pensamiento, y sea una tu palabra.

[11] Sé pronto en escuchar, y tardo en responder. [12] Si sabes alguna cosa, a tu prójimo responde, si no, pon tu mano en la boca. [13] Gloria y deshonra caben en el hablar, y en la lengua del hombre está su ruina. [14] Que no se te llame maldiciente, no pongas lazos con tu lengua, que sobre el ladrón cae la vergüenza, y dura condenación sobre la lengua doble. [15] Ni en lo grande ni en lo pequeño yerres, ni de amigo te vuelvas enemigo.

Capítulo 6

[1] Porque el mal nombre hereda confusión y oprobio; así el pecador de lengua doble. [2] No te engrías en el capricho de tu alma, para que no sea desgarrada tu alma (como un toro) [3] y tus hojas devores, y destruyas tus frutos, y te dejes a ti mismo como un tronco seco. [4] El mal deseo pierde al que lo adquiere, hace de él irrisión del enemigo. [5] La boca amable multiplica sus amigos, la lengua que habla bien multiplica las afabilidades. [6] Sean muchos los que estén en paz contigo, mas para consejero, uno entre mil. [7] Si te echas un amigo, échatelo probado, y no tengas prisa en confiarte a él. [8] Porque hay amigo que lo es de ocasión, y no persevera en el día de tu angustia. [9] Hay amigo que se vuelve enemigo, y descubrirá la disputa que te ocasiona oprobio. [10] Hay amigo que comparte tu mesa, y no persevera en el día de tu angustia. [11] Cuando te vaya bien, será como otro tú, y con tus servidores hablará francamente; [12] mas si estás humillado, estará contra ti, y se hurtará de tu presencia. [13] De tus enemigos apártate, y de tus amigos no te fíes. [14] El amigo fiel es seguro refugio, el que le encuentra, ha encontrado un tesoro. [15] El amigo fiel no tiene precio, no hay peso que mida su valor. [16] El amigo fiel es remedio de vida, los que temen al Señor le encontrarán. [17] El que teme al Señor endereza su amistad, pues como él es, será su compañero.

[18] Hijo, desde tu juventud haz acopio de doctrina, y hasta encanecer encontrarás sabiduría. [19] Como el labrador y el sembrador, trabájala, y cuenta con sus mejores frutos, que un poco te fatigarás en su cultivo, y bien pronto comerás de sus productos. [20] Muy dura es para los ignorantes, no aguanta en ella el mentecato. [21] Como piedra de toque pesa sobre él, no tardará en sacudírsela

[22] Pues la sabiduría hace honor a su nombre, no se hace patente a muchos. [23] Escucha, hijo, acoje mi criterio, y mi consejo no rechaces.

[24] Mete tus pies en sus anillas, y en su collar tu cuello.

[25] Encorva tu espalda y cárgala, no te rebeles contra sus cadenas. [26] Con toda tu alma acércate de ella, y con toda tu fuerza guarda sus caminos. [27] Rastréala, búscala, y se te dará a conocer, cuando la hayas asido, no la sueltes. [28] Porque al fin hallarás en ella el descanso, y ella se te trocará en contento. [29] Te serán sus anillas protección poderosa, y sus collares ornamento glorioso. [30] Pues adorno de oro es su yugo, y sus cadenas cordones de jacinto. [31] Como vestidura de gloria te la vestirás, te la ceñirás cual corona de júbilo. [32] Si quieres, hijo, serás adoctrinado, si te aplicas bien, entenderás de todo. [33] Si te gusta escuchar, aprenderás, si inclinas tu oído, serás sabio. [34] Acude a la reunión de los ancianos; ¿que hay un sabio?, júntate a él. [35] Anhela escuchar todo discurso que venga de Dios, que no se te escapen los proverbios agudos. [36] Si ves un hombre prudente, madruga a seguirle, que gaste tu pie el umbral de su puerta. [37] Medita en los preceptos del Señor, aplícate sin cesar a sus mandamientos. El mismo afirmará tu corazón, y se te dará la sabiduría que deseas.

Capítulo 7

[1] No hagas mal, y el mal no te dominará, [2] sepárate del injusto, y él se alejará de ti. [3] No siembres, hijo, en surcos de injusticia, no sea que coseches siete veces más. [4] No pidas al Señor la preeminencia, ni al rey silla de gloria.

[5] No te hagas el justo delante del Señor, ante el rey no te las des de sabio. [6] No te empeñes en llegar a ser juez, no sea que no puedas extirpar la injusticia, o te dejes influir del poderoso, y pongas un tropiezo en tu entereza. [7] No peques contra la asamblea de la ciudad, ni te rebajes a ti mismo ante el pueblo.

[8] En el pecado no te enredes dos veces, pues ni una sola quedarás impune. [9] No digas: «Pondrá él sus ojos en la abundancia de mis dones, cuando se los presente al Dios Altísimo, los aceptará.» [10] No seas en tu plegaria pusilánime, y hacer limosna no descuides. [11] No te burles del hombre que vive en aflicción, porque el que humilla, también exalta. [12] No trames mentira contra tu hermano ni hagas otro tanto con tu amigo. [13] Propónte no decir mentira alguna, que persistir en ello no lleva a nada bueno.

[14] No seas hablador en la reunión de los ancianos, en tu plegaria no repitas palabras. [15] No rehúyas el trabajo penoso, ni la labor del campo que creó el Altísimo. [16] No te incluyas en el grupo de los pecadores, recuerda que la Cólera no se hará esperar. [17] Humilla hondamente tu alma, que el castigo del impío es fuego y gusanos. [18] No cambies un amigo por dinero, ni un hermano de veras por el oro de Ofir. [19] No faltes a la mujer sabia y buena, que su gracia vale más que el oro. [20] No maltrates al criado que trabaja fielmente, ni al jornalero que pone su empeño. [21] Al criado prudente ame tu alma, y no le prives de la libertad.

[22] ¿Tienes rebaños? Pásales revista; y si te dan ganancia, consérvalos. [23] ¿Tienes hijos? Adoctrínalos, doblega su cerviz desde su juventud. [24] ¿Tienes hijas? Cuídate de ellas, y no pongas ante ellas cara muy risueña. [25] Casa a tu hija y habrás hecho una gran cosa, pero dásela a un hombre prudente. [26] ¿Tienes una mujer que te gusta? No la despidas, pero si la aborreces, no te confíes a ella. [27] Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. [28] Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho? [29] Con toda tu alma reverencia al Señor, y venera a sus sacerdotes.

[30] Con todas tus fuerzas ama al que te hizo, y a sus ministros no abandones. [31] Teme al Señor y honra el sacerdote, dale su porción como te está prescrito: primicias, sacrificios de reparación, pierna de las ofrendas, oblación de santidad y primicias de las cosas sagradas.

[32] También al pobre tiéndele tu mano, para que tu bendición sea perfecta. [33] La gracia de tu dádiva llegue a todo viviente, ni siquiera a los muertos les rehúses tu gracia. [34] No te rezagues ante los que lloran, y con los afligidos muéstrate afligido. [35] No descuides visitar al enfermo, que por obras de éstas ganarás amor. [36] En todas tus acciones ten presente tu fin, y jamás cometerás pecado.

Capítulo 8

[1] No disputes con hombre poderoso, no sea que caigas en sus manos. [2] No discutas con hombre rico, no sea que te venza con su peso. Porque a muchos perdió el oro, hasta los corazones de los reyes descarrió. [3] No disputes con hombre charlatán, no eches más leña a su fuego. [4] No bromees con el ineducado, para que tus mayores no queden en deshonra. [5] No reproches al hombre que se vuelve del pecado, recuerda que culpables somos todos. [6] No deshonres al hombre en su vejez, que entre nosotros también se llega a viejos. [7] No te alegres de la muerte de nadie, recuerda que todos moriremos.

[8] No desdeñes lo que narran los sabios, vuelve a menudo a sus proverbios, que de ellos aprenderás doctrina y el modo de servir a los grandes. [9] No desprecies lo que cuentan los viejos, que ellos también han aprendido de sus padres; pues de ellos aprenderás prudencia y a dar respuesta en el momento justo. [10] No enciendas los carbones del pecador, no sea que te abrases en el fuego de su llama. [11] No te encares con el insolente, para que no sea como trampa tendida a tu boca. [12] No prestes al que puede más que tú; si prestas, dalo por perdido. [13] No salgas fiador por encima de tus medios; si lo haces, date por deudor.

[14] No entres en pleito con un juez, que por su dignidad fallarán en su favor. [15] Con el osado no te pongas en camino, para que no te agote, pues él procederá a su antojo, y por su locura te perderás con él. [16] Con el colérico no entres en pelea, ni te adentres con él en el desierto, porque a sus ojos nada es la sangre, y donde no haya quien te auxilie se echará sobre ti. [17] No le pidas consejo al insensato, pues no podrá mantenerlo en silencio. [18] Delante de un extraño no hagas cosa secreta, pues no sabes qué inventará después. [19] No abras tu corazón a todo el mundo, pues no te han de compensar con gracia alguna.

Capítulo 9

[1] No tengas celos de tu propia mujer, para no enseñarle a hacerte mal. [2] No te entregues del todo a tu mujer, no sea que te llegue a dominar. [3] No vayas al encuentro de una mujer prostituta, no sea que caigas en sus redes. [4] Con cantadora no frecuentes el trato, para no quedar prendido en sus enredos. [5] No te quedes mirando a doncella, para que no incurras en su propio castigo. [6] A prostitutas no te entregues, para no perder tu herencia.

[7] No andes fisgando por los calles de la ciudad, ni divagues por sus sitios solitarios. [8] Aparta tu ojo de mujer hermosa, no te quedes mirando la belleza ajena. Por la belleza de la mujer se perdieron muchos, junto a ella el amor se inflama como fuego. [9] Junto a mujer casada no te sientes jamás, a la mesa con ella no te huelgues con vino, para que tu corazón no se desvíe hacia ella y en tu ímpetu te deslices a la ruina.

[10] No abandones a un viejo amigo, porque el nuevo no le iguala. Vino nuevo, amigo nuevo, cuando sea añejo, con placer lo beberás. [11] No envidies la gloria del pecador, pues no sabes cómo se le volverá la fortuna. [12] No asientas al éxito de los impíos, recuerda que no quedarán hasta el seol impunes. [13] Ponte lejos del hombre que es capaz de matar, y no experimentarás miedo a la muerte. Si te acercas a él, no te descuides, para que no te quite la vida. Date cuenta de que pasas entre lazos y que caminas sobre el muro de la ciudad. [14] Cuando puedas acude a tu prójimo, y con los sabios aconséjate.

[15] Con los inteligentes ten conversación, y tus charlas versen sobre la Ley del Altísimo. [16] Varones justos sean tus comensales, y en el temor del Señor esté tu orgullo.

[17] Por la mano del artista la obra es alabada, y el jefe del pueblo aparece sabio en su palabra. [18] Temible en su ciudad el hombre charlatán, el desmedido por su lenguaje se hace odioso.

Capítulo 10

[1] El juez sabio adoctrina a su pueblo, la autoridad del sensato está bien regulada. [2] Según el juez del pueblo, así serán sus ministros, como el jefe de la ciudad, todos sus habitantes. [3] El rey sin instrucción arruinará a su pueblo, la ciudad se edifica sobre la prudencia de los dirigentes. [4] En manos del Señor está el gobierno de la tierra, a su tiempo suscita para ella al que conviene. [5] En manos del Señor el recto camino del hombre, él pone su gloria en el escriba. [6] Sea cual fuere su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no hagas nada en un arrebato de violencia. [7] Odioso es al Señor y a los hombres el orgullo, para ambos es un yerro la injusticia.

[8] La soberanía pasa de una nación a otra, por las injusticias, las violencias y el dinero. [9] ¿Por qué se enorgullece el que es tierra y ceniza? ¡si ya en vida es su vientre podredumbre! [10] La larga enfermedad deja perplejo al médico, y el que hoy es rey fenecerá mañana. [11] Y cuando un hombre muere, recibe como herencia reptiles, fieras y gusanos. [12] El comienzo del orgullo del hombre es alejarse del Señor, cuando de su Hacedor se apartó su corazón. [13] Que el comienzo del orgullo es el pecado, el que se agarra a él vierte abominación. Por eso les dio el Señor asombrosos castigos, y les abatió hasta aniquilarlos. [14] Los tronos de los príncipes los volteó el Señor, y en su lugar sentó a los mansos. [15] Las raíces de los orgullosos las arrancó el Señor, y en su lugar plantó a los humildes. [16] Las comarcas de las naciones las arrasó el Señor, y las destruyó hasta los cimientos de la tierra. [17] Tomó algunos de ellos y los destruyó, y borró de la tierra su recuerdo.

[18] No se ha hecho para los hombres el orgullo, ni el furor de la ira para los nacidos de mujer. [19] ¿Qué raza es honorable? La del hombre. ¿Qué raza es honorable? Los que temen al Señor. ¿Qué raza es despreciable? La del hombre. ¿Qué raza es despreciable? Los que violan sus mandatos. [20] En medio de sus hermanos es honorable el jefe, y los que temen al Señor, a los ojos de él. [22] Sean ricos, llenos de gloria o pobres, su orgullo es el temor del Señor. [23] No es justo despreciar al pobre inteligente, ni procede glorificar al pecador. [24] Grande, juez y poderoso reciben honores, mas no hay mayor entre ellos que el que teme al Señor. [25] Al siervo sabio los hombres libres sirven, y el hombre de saber no lo critica.

[26] No te hagas el sabio cuando cumples tu obra, no te gloríes en el momento de tu aprieto. [27] Más vale el que trabaja y le sobra de todo que el que anda gloriándose y carece de pan. [28] Hijo, gloríate con moderación, y estímate en lo que vales.

[29] Al que peca contra sí mismo, ¿quién le justificará? ¿quién apreciará al que desprecia su vida? [30] El pobre es honrado por su saber, y el rico lo es por su riqueza. [31] Quien es estimado en la pobreza, ¡cuánto más en la riqueza! quien es despreciado en la riqueza, ¡cuánto más en la pobreza!

Capítulo 11

[1] La sabiduría del humilde le hace erguir la cabeza, y le da asiento entre los grandes. [2] No alabes nunca a un hombre por su buen parecer, ni abomines de nadie por su aspecto. [3] Pequeña entre los que vuelan es la abeja, mas lo que ella elabora es lo más dulce. [4] No te gloríes del manto que te envuelve, el día de la gloria no te engrías; pues admirables son las obras del Señor, pero están ocultas a los hombres. [5] Muchos tiranos se sentaron en el suelo, y un desconocido se puso la diadema. [6] Muchos poderosos fueron muy deshonrados, y hombres ilustres entregados a otras manos.

[7] Sin haberte informado no reprendas, reflexiona primero y haz luego tu reproche. [8] Sin haber escuchado no respondas ni interrumpas en medio del discurso. [9] Por lo que no te incumbe no discutas, y en las contiendas de los pecadores no te mezcles. [10] Hijo, no te metas en múltiples asuntos, si los multiplicas no saldrás bien parado; aunque los persigas no los alcanzarás ni podrás escapar aunque quieras huir. [11] Hay quien se agota, se fatiga y se apresura, y cuanto más, más tarde llega. [12] Hay quien es débil, necesitado de apoyo, falto de bienes y sobrado de pobreza, mas los ojos del Señor le miran para bien, él le recobra de su humillación. [13] Levanta su cabeza, y por él se admiran muchos. [14] Bienes y males, vida y muerte, pobreza y riqueza vienen del Señor. [17] El don del Señor con los piadosos permanece, y su complacencia les lleva por buen camino para siempre. [18] Hay quien se hace rico a fuerza de engaño y avaricia, y esta es la parte de su recompensa: [19] cuando dice: «Ya he logrado reposo, ahora voy a comer de mis bienes», no sabe qué tiempo va a venir, morirá y se lo dejará a otros. [20] Manténte en tu quehacer y conságrate a él, en tu tarea envejece. [21] No te admires de las obras del pecador, confía en el Señor y en tu esfuerzo persevera. Que es cosa fácil a los ojos del Señor enriquecer de golpe al indigente. [22] La bendición del Señor es la recompensa del piadoso, y en un instante hace florecer su bendición. [23] No digas: «¿De qué he menester? o ¿qué bienes me vendrán todavía?» [24] No digas: «Tengo bastante con ellos, ¿qué mal puede alcanzarme ahora?» [25] Día de bienes, olvido de males, día de males, olvido de bienes. [26] Que es fácil al Señor, el día de la muerte, pagar a cada uno según su proceder. [27] El mal de una hora el placer hace olvidar, al final del hombre se descubren sus obras. [28] Antes del fin no llames feliz a nadie, que sólo a su término es conocido el hombre.

[29] No metas a cualquiera en tu casa, que son muchos los lazos del taimado. [30] Perdiz cautiva en su jaula, tal es el corazón del orgulloso, como el espía acecha tu caída. [31] Cambiando el bien por el mal, está al acecho, y a las cosas más limpias pone mancha. [32] Con una chispa se enciende un brasero, así el pecador tiende lazos en busca de sangre. [33] Guárdate del malvado, porque maquina el mal, no sea que te manche para siempre. [34] Mete en casa al extraño, y te traerá el desorden, te hará extraño a tu propia familia.

Capítulo 12

[1] Si haces el bien, mira a quién lo haces, y por tus beneficios recibirás favor. [2] Haz bien al piadoso; hallarás recompensa, si no de él, al menos del Altísimo. [3] No habrá bienes para el que en mal persiste, ni para quien no agradece la limosna. [4] Da al hombre piadoso, y del pecador no te cuides. [5] Haz bien al humilde y no des al impío; niégale su pan, no se lo des, para que no llegue con ello a dominarte. Pues un mal duplicado encontrarías por todos los bienes que le hubieres hecho. [6] Que también el Altísimo odia a los pecadores, y de los impíos tomará venganza. [7] Da al hombre de bien, y del pecador no te cuides.

[8] No se demuestra en la prosperidad el amigo, ni queda oculto en la adversidad el enemigo. [9] Cuando hay prosperidad, los enemigos se entristecen, mas en la adversidad, hasta el amigo se aleja. [10] No confíes jamás en tu enemigo, que cual bronce roñoso, así es su maldad. [11] Aunque se haga el humilde y camine encorvado, mira por ti mismo y guárdate de él. Pórtate con él como el que pule un espejo, sábete que no retendrá hasta el fin su roña. [12] No le pongas junto a ti, no sea que se te revuelva y suplante tu puesto. No le sientes a tu diestra, no sea que tu asiento pretenda, y que al fin comprendas mis palabras, y te pese al recordar mis consejos. [13] ¿Quién se compadecerá del encantador mordido de serpiente y de todos los que se acercan a las fieras? [14] Lo mismo le ocurre al que convive con el pecador y comparte sus pecados. [15] Una hora aguantará contigo, mas si te desmandas, no lo soportará. [16] En sus labios pone dulzura el enemigo, mas en su corazón trama arrojarte a la fosa. En sus ojos lagrimea el enemigo, mas si topa ocasión, no se verá harto de tu sangre. [17] Si los males te visitan, primero que tú le encontrarás allí, fingiendo ayudarte te agarrará el talón. [18] Meneará su cabeza, batirá palmas, cuchicheará mucho y mudará de cara.

Capítulo 13

[1] El que toca la pez, se mancha, el que convive con el orgulloso, se hará como él. [2] No tomes sobre ti carga pesada, con el más fuerte y rico que tú no convivas. ¿Por qué juntar cántaro con caldero? Este le chocará y aquél se romperá. [3] El rico agravia y encima se envalentona, el pobre es agraviado y encima ha de excusarse. [4] Si le eres útil, se servirá de ti, si eres torpe, te abandonará.

[5] Si tienes algo, vivirá contigo, y te despojará sin fatigarse él. [6] ¿Ha menester de ti? Tratará de engañarte, te sonreirá y te dará esperanzas; buenas palabras te dará y dirá: «¿Qué te hace falta?» [7] Te avergonzará en sus festines, hasta despojarte dos, tres veces, y para terminar se burlará de ti. Después, si te ve, te dejará a un lado, y meneará la cabeza ante ti.

[8] Guárdate de dejarte engañar, y de ser humillado por estúpido.

[9] Cuando te llame un poderoso, quédate a distancia, que tanto más te llamará. [10] No te presentes por ti mismo, no sea que te rechace, ni te quedes muy lejos, para no pasar inadvertido. [11] No pretendas hablar con él de igual a igual, ni te fíes de sus muchas palabras. Que con su mucho hablar te pondrá a prueba, como quien pasa el rato, te examinará. [12] Despiadado es quien no guarda tus palabras, no te ahorrará ni golpes ni cadenas. [13] Observa y ponte bien en guardia, porque caminas junto a tu propia ruina.

[15] Todo viviente ama a su semejante, y todo hombre a su prójimo.

[16] Todo animal según su especie se une, a su semejante se adhiere el hombre. [17] ¿Cómo podrá convivir lobo con cordero? Así el pecador con el piadoso. [18] ¿Qué paz puede tener la hiena con el perro? ¿qué paz el rico con el indigente? [19] Caza de leones son los onagros en el desierto, así los pobres son presa de los ricos. [20] Abominación para el orgulloso es la humildad, así para el rico es abominación el pobre.

[21] El rico que vacila es sostenido por sus amigos, al humilde que cae sus amigos le rechazan. [22] Cuando el rico resbala, muchos le toman en sus brazos, dice estupideces, y le justifican; resbala el humilde, y se le hacen reproches, dice cosas sensatas, y no se le hace caso.

[23] Habla el rico, y todos se callan, y exaltan su palabra hasta las nubes. Habla el pobre y dicen: «¿Quién es éste?» y si se equivoca, se le echa por tierra. [24] Buena es la riqueza en la que no hay pecado, mala la pobreza al decir del impío. [25] El corazón del hombre modela su rostro tanto hacia el bien como hacia el mal. [26] Signo de un corazón dichoso es un rostro alegre, la invención de proverbios es penoso ejercicio.

Capítulo 14

[1] Feliz el hombre que no se ha deslizado con su boca, ni sufre tormento por la tristeza del pecado. [2] Feliz aquel a quien su conciencia no reprocha, y que no queda corrido en su esperanza. [3] Para el hombre mezquino no es buena la riqueza, para el envidioso, ¿de qué sirve el dinero? [4] Quien amontona a expensas de sí mismo, para otros amontona, con sus bienes se regalarán otros. [5] El que es malo para sí, ¿para quién será bueno? No logrará contento en medio de sus tesoros. [6] Nadie peor que el que se tortura a sí mismo, esa es la paga de su maldad. [7] Aun si llega a hacer el bien, lo hace por descuido, al final dejará ver su maldad. [8] Malo es el de ojo envidioso, que vuelve su rostro y desprecia a los demás.

[9] El ojo del avaro no se satisface con su suerte, la avaricia seca el alma. [10] El ojo malo se alampa por el pan, hambriento está en su propia mesa. [11] Hijo, trátate bien, conforme a lo que tengas, y presenta dignamente tus ofrendas al Señor. [12] Recuerda que la muerte no se tardará, y que el pacto del seol no se te ha revelado. [13] Antes de morir, haz el bien a tu amigo, según tus medios dale con largueza. [14] No te prives de pasarte un buen día, no se te escape la posesión de un deseo legítimo. [15] ¿No dejarás a otro el fruto de tus trabajos y el de tus fatigas, para que a suertes se reparta? [16] Da y recibe, y recrea tu alma, que en el seol no se puede esperar buena vida. [17] Toda carne como un vestido envejece, pues ley eterna es: hay que morir. [18] Lo mismo que las hojas sobre árbol tupido, que unas caen y otras brotan, así la generación de carne y sangre: una muere y otra nace. [19] Toda obra corruptible desaparece, y su autor se irá con ella.

[20] Feliz el hombre que se ejercita en la sabiduría, y que en su inteligencia reflexiona, [21] que medita sus caminos en su corazón, y sus secretos considera.

[22] Sale en su busca como el que sigue el rastro, y en sus caminos se pone al acecho. [23] Se asoma a sus ventanas, y a sus puertas escucha. [24] Acampa muy cerca de su casa, y clava la clavija en sus muros. [25] Monta su tienda junto a ella, y se alberga en su albergue dichoso. [26] Pone sus hijos a su abrigo, y bajo sus ramas se cobija.

[27] Por ella es protegido del calor, y en su gloria se alberga.

Capítulo 15

[1] Así hace el que teme al Señor, el que abraza la Ley logra sabiduría. [2] Como una madre le sale ella al encuentro, le acoge como una esposa virgen. [3] Le alimenta con pan de inteligencia, el agua de la sabiduría le da a beber. [4] Se apoya él en ella y no se dobla, a ella se adhiere y no queda confundido. [5] Ella le exalta por encima de sus prójimos, en medio de la asamblea le abre la boca. [6] Contento y corona de gloria encuentra él, nombre eterno en herencia recibe. [7] Jamás la lograrán los insensatos, los pecadores nunca la verán. [8] Lejos está del orgullo, los mentirosos no se acuerdan de ella. [9] No cabe la alabanza en boca del pecador, porque no le viene del Señor. [10] Que en la sabiduría se expresa la alabanza, y el Señor la guía por buen camino. [11] No digas: «Por el Señor me he apartado», que lo que él detesta, no lo hace. [12] No digas: «El me ha extraviado», pues él no ha menester del pecador. [13] Toda abominación odia el Señor, tampoco la aman los que le temen a él. [14] El fue quien al principio hizo al hombre, y le dejó en manos de su propio albedrío. [15] Si tú quieres, guardarás los mandamientos, para permanecer fiel a su beneplácito. [16] El te ha puesto delante fuego y agua, a donde quieras puedes llevar tu mano. [17] Ante los hombres la vida está y la muerte, lo que prefiera cada cual, se le dará. [18] Que grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder, todo lo ve. [19] Sus ojos están sobre los que le temen, él conoce todas las obras del hombre. [20] A nadie ha mandado ser impío, a nadie ha dado licencia de pecar.

Capítulo 16

[1] No desees multitud de hijos malvados, no te goces en tener hijos impíos. [2] Aunque sean muchos, no te goces en ellos, si con ellos no se halla el temor del Señor. [3] No pongas en su vida tu confianza, ni te creas seguro por ser muchos, que más vale uno que mil, y morir sin hijos que tener hijos impíos. [4] Pues uno solo inteligente poblará una ciudad mas la raza de los sin ley quedará despoblada. [5] Muchas cosas así han visto mis ojos, y más graves aún oyeron mis oídos. [6] En la reunión de los pecadores prende el fuego, contra la nación rebelde se inflama la Cólera. [7] No perdonó él a los antiguos gigantes que se rebelaron fiados de su fuerza. [8] No pasó por alto al vecindario de Lot, a los que abominaba por su orgullo. [9] No se apiadó de la nación perdida, de los que estaban engreídos en sus pecados. [10] Igual trató a los seiscientos mil de a pie que se habían unido en la dureza de su corazón. [11] Aunque fuera uno solo el de dura cerviz, sería asombroso que quedara impune. Pues misericordia e ira están con El, tan poderoso en perdón como pródigo en ira. [12] Tan grande como su misericordia es su severidad, según sus obras juzga al hombre. [13] No escapará el pecador con su rapiña, ni quedará fallida la paciencia del piadoso. [14] Para toda limosna tiene él un sitio, cada cual hallará según sus obras.

[17] No digas: «Del Señor me esconderé, y ¿quién allá arriba se acordará de mí? Entre la gran muchedumbre no seré reconocido, pues ¿qué soy yo en la inmensa creación?» [18] Mira, el cielo, y el cielo de los cielos, el abismo y la tierra serán sacudidos a la hora de su visita. [19] A una los montes y los cimientos de la tierra bajo su mirada temblarán de espanto. [20] Mas en todo esto no piensa el corazón del hombre, y en sus caminos, ¿quién repara? [21] Hay tempestad que no ve el hombre, y la mayoría de sus obras se hacen en secreto. [22] «Las obras de la justicia, ¿quién las anuncia? ¿quién las aguarda? ¡Pues la alianza está lejos!» [23] Esto piensa el ruin de corazón; el estúpido, el perdido, sólo piensa necedades.

[24] Escúchame, hijo, y el saber aprende, aplica tu corazón a mis palabras. [25] Con mesura te revelaré la doctrina, con precisión anunciaré el saber. [26] Cuando creó el Señor sus obras desde el principio, desde que las hizo les asignó su puesto. [27] Ordenó para la eternidad sus obras, desde sus comienzos por todas sus edades. Ni tienen hambre ni se cansan, y eso que no abandonan su tarea. [28] Ninguna choca con otra, jamás desobedecen su palabra. [29] Después de esto el Señor miró a la tierra, y de sus bienes la colmó. [30] De todo ser viviente cubrió su faz, y a ella vuelven todos.

Capítulo 17

[1] De la tierra creó el Señor al hombre, y de nuevo le hizo volver a ella. [2] Días contados le dio y tiempo fijo, y dioles también poder sobre las cosas de la tierra. [3] De una fuerza como la suya los revistió, a su imagen los hizo. [4] Sobre toda carne impuso su temor para que dominara a fieras y volátiles. [6] Les formó lengua, ojos, oídos, y un corazón para pensar.

[7] De saber e inteligencia los llenó, les enseñó el bien y el mal. [8] Puso su ojo en sus corazones, para mostrarles la grandeza de sus obras. [10] Por eso su santo nombre alabarán, contando la grandeza de sus obras. [11] Aun les añadió el saber, la ley de vida dioles en herencia.

[12] Alianza eterna estableció con ellos, y sus juicios les enseñó. [13] Los ojos de ellos vieron la grandeza de su gloria, la gloria de su voz oyeron sus oídos. [14] Y les dijo: «Guardaos de toda iniquidad», y a cada cual le dio órdenes respecto de su prójimo.

[15] Sus caminos están ante él en todo tiempo, no se ocultan a sus ojos. [17] A cada nación asignó un jefe, mas la porción del Señor es Israel. [19] Todas sus obras están ante él, igual que el sol, e incesantes sus ojos sobre sus caminos. [20] No se le ocultan sus iniquidades, todos sus pecados están ante el Señor. [22] La limosna del hombre es como un sello para él, el favor del hombre lo guarda como la pupila de sus ojos. [23] Después se levantará y les retribuirá, sobre su cabeza pondrá su recompensa. [24] Pero a los que se arrepienten les concede retorno, y consuela a los que perdieron la esperanza.

[25] Conviértete al Señor y deja tus pecados, suplica ante su faz y quita los obstáculos. [26] Vuélvete al Altísimo y apártate de la injusticia, odia con toda el alma la abominación. [27] ¿Quién en el seol alabará al Altísimo si los vivientes no le dan gloria? [28] No hay alabanza que venga de muerto, como de quien no existe; es el que vive y goza de salud quien alaba al Señor. [29] ¡Qué grande es la misericordia del Señor, y su perdón para los que a él se convierten! [30] Pues no todo puede estar en poder de los hombres, que no es inmortal el hijo de hombre. [31] ¿Qué hay más luminoso que el sol? Con todo, desaparece. Mas la carne y la sangre sólo el mal conciben. [32] Al ejército de lo alto de los cielos pasa él revista, pero polvo y ceniza son los hombres.

Capítulo 18

[1] El que vive eternamente lo creó todo por igual, [2] sólo el Señor será llamado justo. [4] A nadie dio poder de proclamar sus obras, pues ¿quién podrá rastrear sus maravillas? [5] El poder de su majestad, ¿quién lo calculará? ¿quién pretenderá contar sus misericordias? [6] Nada hay que quitar, nada que añadir, y no se pueden rastrear las maravillas del Señor. [7] Cuando el hombre cree acabar, comienza entonces, cuando se para, se queda perplejo.

[8] ¿Qué es el hombre? ¿para qué sirve? ¿cuál es su bien y cuál su mal? [9] El número de los días del hombre mucho será si llega a los cien años. [10] Como gota de agua del mar, como grano de arena, tan pocos son sus años frente a la eternidad. [11] Por eso el Señor es paciente con ellos, y derrama sobre ellos su misericordia. [12] El ve y sabe que su fin es miserable, por eso multiplica su perdón. [13] La misericordia del hombre sólo alcanza a su prójimo, la misericordia del Señor abarca a todo el mundo. El reprende, adoctrina y enseña, y hace volver, como un pastor, a su rebaño.

[14] Tiene piedad de los que acogen la instrucción, y de los que se afanan por sus juicios.

[15] Hijo, con tus beneficios no mezcles el reproche ni a tus regalos juntes palabras tristes. [16] ¿No aplaca el rocío el viento ardiente? Así vale más la palabra que el regalo. [17] ¿No ves que la palabra es más que un buen presente? Pues el hombre dadivoso une los dos. [18] El necio aun sin dar hace afrenta, quema los ojos el don del envidioso. [19] Antes de hablar infórmate, cuídate antes de estar enfermo.

[20] Antes de juzgar examínate a ti mismo, y en el día de la visita encontrarás perdón. [21] Antes de estar enfermo humíllate, cuando peques muestra arrepentimiento. [22] Nada te impida cumplir tu voto en el momento dado, no aguardes hasta la muerte para justificarte. [23] Antes de hacer un voto prepárate; no seas como el hombre que tienta al Señor. [24] Acuérdate de la ira de los últimos días, y del momento del castigo, cuando Dios vuelva su rostro. [25] En tiempo de abundancia recuerda el tiempo de hambre, la pobreza y la penuria en días de riqueza. [26] De la mañana a la tarde corre el tiempo, todo pasa presto delante del Señor. [27] El hombre sabio es precavido en todo, en la ocasión de pecar se anda con cuidado. [28] Todo hombre prudente conoce la sabiduría, al que la encuentra le da su parabién. [29] Los prudentes en palabras hacen sabiduría y prodigan los proverbios acertados.

[30] No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena. [31] Si te consientes en todos los deseos, te harás la irrisión de tus enemigos. [32] No te complazcas en la buena vida, no te avengas a asociarte con ella. [33] No te empobrezcas festejando con dinero prestado, cuando nada tienes en tu bolsa.

Capítulo 19

[1] Un obrero bebedor nunca se enriquecerá, el que desprecia las cosas pequeñas, poco a poco caerá. [2] Vino y mujeres pervierten a los inteligentes, el que va a prostitutas es aún más temerario. [3] De larvas y gusanos será herencia, el temerario perderá su vida. [4] Quien se confía enseguida, ligero es de corazón, el que peca, a sí mismo se hace daño. [5] El que se regodea en el mal será condenado, [6] el que odia la verborrea escapará al mal. [7] No repitas nunca lo que se dice, y en nada sufrirás menoscabo.

[8] Ni a amigo ni a enemigo cuentes nada, a menos que sea pecado para ti, no le descubras. [9] Porque te escucharía y se guardaría de ti, y en la ocasión propicia te detestaría. [10] ¿Has oído algo? ¡Quede muerto en ti! ¡Animo, no reventarás!

[11] Por una palabra oída ya está el necio en dolores, como por el hijo la mujer que da a luz. [12] Una flecha clavada en el muslo, tal es la palabra en las entrañas del necio.

[13] Interroga a tu amigo: quizá no haya hecho nada, y si acaso lo ha hecho, para que no reincida. [14] Interroga a tu prójimo: quizá no ha dicho nada, y si acaso lo ha dicho, para que no repita. [15] Interroga a tu amigo: que hay calumnia a menudo, no creas todo lo que se dice. [16] A veces se resbala uno sin querer, y ¿quién no ha pecado con su lengua? [17] Interroga a tu prójimo antes de amenazarle, y obedece a la ley del Altísimo. [20] Toda sabiduría es temor del Señor, y en toda sabiduría se practica la ley. [22] Mas no es sabiduría el conocimiento del mal, no está en el consejo de los pecadores la prudencia. [23] Hay un saberlo todo que es abominación, es estúpido el que carece de sabiduría. [24] Más vale ser vacío de inteligencia y lleno de temor, que desbordar prudencia y traspasar la ley. [25] Hay un saberlo todo que sirve a la injusticia, que para mantener el derecho usa de argucias. [26] Hay malhechor que anda encorvado por el tedio, mas su interior está lleno de dolo: [27] tapándose la cara, haciéndose el sordo, mientras no es reconocido te tomará la delantera. [28] Si por su escasa fuerza no se atreve a pecar, en cuanto encuentre ocasión, se dará a hacer el mal. [29] Por la mirada se reconoce al hombre, por el aspecto del rostro se reconoce al pensador. [30] El atuendo del hombre, la risa de sus dientes, su caminar revelan lo que es.

Capítulo 20

[1] Hay reprensión intempestiva, y hay silencioso de verdad sensato. [2] ¡Cuánto mejor reprender que estar airado! [3] El que se acusa de su falta evita la pena. [4] Como pasión de eunuco por desflorar a una moza, así el que ejecuta la justicia con violencia. [5] Hay silencioso tenido por sabio, y quien se hace odioso por su verborrea. [6] Hay quien se calla por no tener respuesta, y quien se calla porque sabe su hora.

[7] El sabio guarda silencio hasta su hora, mas el fanfarrón e insensato adelanta el momento. [8] El desmedido en palabras se hace abominable, y el que pretende imponerse se hace odioso. [9] Hay quien encuentra fortuna en la desgracia, y hay suerte que acaba en postración. [10] Hay dádiva que no te da provecho, y dádiva que recibe el doble. [11] Hay postración causada por la gloria, y hay quien, desde la humillación, levanta la cabeza. [12] Hay quien compra mucho con poco dinero, pero luego lo paga siete veces más caro.

[13] Por sus palabras se hace amable el sabio, mas los favores de los necios se malgastan. [14] El don del insensato no te sirve de nada, porque sus ojos no son uno, son muchos; [15] da poco y echa en cara mucho, y abre su boca como un pregonero; presta hoy y mañana reclama, es un hombre detestable este sujeto.

[16] Dice el necio: «No tengo ni un amigo, no hay gratitud para mis beneficios; [17] los que comen mi pan tienen lengua insolente.» ¡Cuántos con frecuencia se ríen de él! [18] Mejor es resbalar en empedrado que resbalar con la lengua, así la caída de los malos llega de repente.

[19] Hombre sin gracia es cuento inoportuno por boca de ignorantes repetido. [20] De boca de necio no se acepta el proverbio, pues jamás lo dice a su hora. [21] Hay quien no puede pecar por indigencia: en su reposo no tendrá remordimiento. [22] Hay quien se pierde a sí mismo por vergüenza, por respeto a un insensato se pierde. [23] Hay quien por timidez hace promesas a su amigo, y así, por nada se gana un enemigo. [24] Gran baldón para un hombre la mentira en boca de ignorantes repetida.

[25] Es preferible un ladrón que el que persiste en la mentira, aunque ambos heredarán la perdición. [26] El hábito de mentiroso es una deshonra, su vergüenza le acompaña sin cesar. [27] Por sus palabras el sabio se hace grande, y el hombre sensato a los grandes agrada. [28] El que cultiva la tierra llena hasta arriba su granero, el que agrada a los grandes expía la injusticia. [29] Presentes y regalos ciegan los ojos de los sabios, como bozal en boca ahogan los reproches. [30] Sabiduría escondida y tesoro invisible, ¿qué provecho hay en ambos? [31] Más vale hombre que oculta su necedad, que hombre que oculta su sabiduría.

Capítulo 21

[1] Hijo, ¿has pecado? No lo vuelvas a hacer, y pide perdón por tus pecados anteriores. [2] Como de serpiente huye del pecado, porque, si te acercas, te morderá. Dientes de león son sus dientes, que quitan la vida a los hombres. [3] Como espada de dos filos es toda iniquidad, para su herida no hay remedio. [4] El terror y la violencia arrasan la riqueza, así quedará arrasada la casa del orgulloso. [5] La oración del pobre va de su boca a los oídos de Dios, y el juicio divino no se deja esperar. [6] El que odia la reprensión sigue las huellas del pecador, el que teme al Señor se convierte en su corazón.

[7] De lejos se conoce al charlatán, y el hombre reflexivo le adivina los deslices. [8] Quien edifica su casa con dinero ajeno es como el que amontona piedras para su tumba. [9] Estopa hacinada es la reunión de los sin ley, su meta es la llama de fuego. [10] El camino de los pecadores está bien enlosado, pero a su término está la fosa del seol. [11] El que guarda la Ley controla sus ideas, la meta del temor del Señor es la sabiduría. [12] No alcanzará doctrina quien no es habilidoso, pero no hay habilidades que llenan de amargura.

[13] La ciencia del sabio crecerá como una inundación, y su consejo será fuente de vida. [14] El interior del necio es como un vaso roto, que no retiene ningún conocimiento. [15] Si un hombre de saber oye palabra sabia, la elogia y otra suya añade. Si la oye el libertino, le desagrada y la echa detrás de sus espaldas. [16] El relato del necio es como fardo en el camino, mas en los labios del inteligente se halla gracia. [17] La boca del sensato es buscada en la asamblea, sus palabras se meditan de corazón. [18] Como casa en ruinas, así la sabiduría del necio, el conocimiento del tonto, palabras incoherentes.

[19] Cadenas en los pies, es la educación para el mentecato, como esposas en su mano derecha. [20] El necio, cuando ríe, lo hace a carcajadas, mas el hombre sensato apenas si sonríe. [21] Adorno de oro es la educación para el sensato, como un brazalete en su brazo derecho. [22] El pie del necio entra rápido en la casa, el hombre experimentado se presenta con modestia. [23] Desde la puerta el insensato fisga el interior, el hombre bien educado queda afuera. [24] Es falta de educación escuchar a la puerta, tal descortesía indigna al sensato.

[25] Los labios de los habladores repiten las palabras ajenas, mas las palabras de los prudentes se pesan en balanza. [26] En la boca de los necios está su corazón, pero el corazón de los sabios es su boca. [27] Cuando el impío maldice a Satanás, a sí mismo se maldice.

[28] El murmurador mancha su propia alma, y es detestado por el vecindario.

Capítulo 22

[1] A una piedra sucia se parece el perezoso, todo el mundo silba sobre su deshonra. [2] Bola de excrementos es el perezoso, que todo el que la toca se sacude la mano. [3] Es vergüenza de un padre tener un hijo ineducado, pero la hija le nace ya para su confusión. [4] Para la hija prudente la herencia es su marido, la desvergonzada es la tristeza de su progenitor. [5] La hija insolente es la vergüenza del padre y del marido, y por los dos es despreciada. [6] Música en duelo es un relato inoportuno, azotes y corrección son siempre sabiduría.

[9] Como pegar cascotes es enseñar al necio, o despertar al que duerme con sueño pesado. [10] Conversar con el necio es conversar con un dormido; al acabar dirá: «¿Qué estás diciendo?» [11] Llora al muerto, pues la luz le abandonó, llora también al necio, porque dejó la inteligencia. Llora más suavemente al muerto, porque ya reposa, que la vida del necio es peor que la muerte. [12] El duelo por un muerto dura siete días, por el necio y el impío, todos los días de su vida. [13] Con el insensato no multipliques las palabras, con el tonto no vayas de camino; guárdate de él para evitar el aburrimiento, y para que su contacto no te manche. Apártate de él y encontrarás descanso, y no te enervarán sus arrebatos. [14] ¿Qué hay más pesado que el plomo? ¿qué nombre dar a esto sino «necio»? [15] Arena, sal, o una bola de hierro son más fáciles de llevar que el hombre tonto.

[16] El maderamen bien trabado de una casa ni por un terremoto es dislocado; así un corazón firme por reflexión madura, llegado el momento no se achica. [17] Corazón apoyado en reflexión prudente es como revoque de arena en pared raspada. [18] Estacas plantadas en altura no resisten al viento; así el corazón del necio, falto de reflexión, ante un miedo cualquiera no resiste. [19] Quien hiere el ojo hace correr las lágrimas, quien hiere el corazón descubre el sentimiento. [20] Quien tira una piedra a un pájaro, lo ahuyenta, quien afrenta al amigo, rompe la amistad. [21] Si has sacado la espada contra tu amigo, no desesperes, que aún puede volver; [22] si contra tu amigo has abierto la boca, no te inquietes, que aún cabe reconciliación, salvo caso de ultraje, altanería, revelación de secreto, golpe traidor, que ante esto se marcha todo amigo.

[23] Gana la confianza de tu prójimo en la pobreza, para que, en su prosperidad, con él te satisfagas; en tiempo de tribulación permanece con él, para que cuando herede con él lo compartas.

[24] Antes del fuego sale vapor del horno y humo, así las injurias preceden a la sangre. [25] No me avergonzaré yo de proteger a un amigo, de su presencia no me esconderé; [26] y si por su causa me ocurre algún mal, todo el que lo oiga se guardará de él. [27] ¿Quién pondrá guardia a mi boca, y a mis labios sello de prudencia, para que no venga a caer por su culpa, y que mi lengua no me pierda?

Capítulo 23

[1] Oh Señor, padre y dueño de mi vida, no me abandones al capricho de mis labios, no permitas que por ellos caiga. [2] ¿Quién aplicará el látigo a mis pensamientos, y a mi corazón la disciplina de la sabiduría, para que no se perdonen mis errores, ni pasen por alto mis pecados? [3] No sea que mis yerros aumenten, y que abunden mis pecados, que caiga yo ante mis adversarios, y de mí se ría mi enemigo.

[4] Señor, padre y Dios de mi vida, no me des altanería de ojos,

[5] aparta de mí la pasión. [6] Que el apetito sensual y la lujuria no se apoderen de mí, no me entregues al deseo impúdico.

[7] La instrucción de mi boca escuchad, hijos, el que la guarda no caerá en el lazo. [8] Por sus labios es atrapado el pecador, el maldiciente, el altanero, caen por ellos. [9] Al juramento no acostumbres tu boca, no te habitúes a nombrar al Santo. [10] Porque, igual que un criado vigilado de continuo no quedará libre de golpes, así el que jura y toma el Nombre a todas horas no se verá limpio de pecado. [11] Hombre muy jurador, lleno está de iniquidad, y no se apartará de su casa el látigo. Si se descuida, su pecado cae sobre él, si pasa por alto el juramento, doble es su pecado; y si jura en falso, no será justificado, que su casa se llenará de adversidades. [12] Hay un lenguaje que equivale a la muerte, ¡que no se halle en la heredad de Jacob! Pues los piadosos rechazan todo esto, y en los pecados no se revuelcan. [13] A la baja grosería no habitúes tu boca, porque hay en ella palabra de pecado. [14] Acuérdate de tu padre y de tu madre, cuanto te sientes en medio de los grandes, no sea que te olvides ante ellos, como un necio te conduzcas, y llegues a desear no haber nacido y a maldecir el día de tu nacimiento. [15] El hombre habituado a palabras ultrajantes no se corregirá en toda su existencia.

[16] Dos clases de gente multiplican los pecados, y la tercera atrae la ira: [17] El alma ardiente como fuego encendido, no se apagará hasta consumirse; el hombre impúdico en su cuerpo carnal: no cejará hasta que el fuego le abrase; para el hombre impúdico todo pan es dulce, no descansará hasta haber muerto. [18] El hombre que su propio lecho viola y que dice para sí: «¿Quién me ve?; la oscuridad me envuelve, las paredes me encubren, nadie me ve, ¿qué he de temer?; el Altísimo no se acordará de mis pecados», [19] lo que teme son los ojos de los hombres; no sabe que los ojos del Señor son diez mil veces más brillantes que el sol, que observan todos los caminos de los hombres y penetran los rincones más ocultos. [20] Antes de ser creadas, todas las cosas le eran conocidas, y todavía lo son después de acabadas. [21] En las plazas de la ciudad será éste castigado, será apresado donde menos lo esperaba.

[22] Así también la mujer que ha sido infiel a su marido y le ha dado de otro un heredero. [23] Primero, ha desobedecido a la ley del Altísimo, segundo, ha faltado a su marido, tercero, ha cometido adulterio y de otro hombre le ha dado hijos. [24] Esta será llevada a la asamblea, y sobre sus hijos se hará investigación. [25] Sus hijos no echarán raíces, sus ramas no darán frutos.

[26] Dejará un recuerdo que será maldito, y su oprobio no se borrará. [27] Y reconocerán los que queden que nada vale más que el temor del Señor, nada más dulce que atender a los mandatos del Señor.

Capítulo 24

[1] La sabiduría hace su propio elogio, en medio de su pueblo, se gloría. [2] En la asamblea del Altísimo abre su boca, delante de su poder se gloría. [3] «Yo salí de la boca del Altísimo, y cubrí como niebla la tierra. [4] Yo levanté mi tienda en las alturas, y mi trono era una columna de nube. [5] Sola recorrí la redondez del cielo, y por la hondura de los abismos paseé. [6] Las ondas del mar, la tierra entera, todo pueblo y nación era mi dominio. [7] Entre todas estas cosas buscaba reposo, una heredad en que instalarme. [8] Entonces me dio orden el creador del universo, el que me creó dio reposo a mi tienda, y me dijo: "Pon tu tienda en Jacob, entra en la heredad de Israel." [9] Antes de los siglos, desde el principio, me creó, y por los siglos subsistiré. [10] En la Tienda Santa, en su presencia, he ejercido el ministerio, así en Sión me he afirmado, [11] en la ciudad amada me ha hecho él reposar , y en Jerusalén se halla mi poder. [12] He arraigado en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad. [13] Como cedro me he elevado en el Líbano, como ciprés en el monte del Hermón. [14] Como palmera me he elevado en Engadí, como plantel de rosas en Jericó, como gallardo olivo en la llanura, como plátano me he elevado. [15] Cual cinamomo y aspálato aromático he dado fragancia, cual mirra exquisita he dado buen olor, como gálbano y ónice y estacte, como nube de incienso en la Tienda. [16] Cual terebinto he alargado mis ramas, y mis ramas son ramas de gloria y de gracia. [17] Como la vid he hecho germinar la gracia, y mis flores son frutos de gloria y riqueza. [19] Venid a mí los que me deseáis, y hartaos de mis productos.

[20] Que mi recuerdo es más dulce que la miel, mi heredad más dulce que panal de miel. [21] Los que me comen quedan aún con hambre de mí, los que me beben sienten todavía sed. [22] Quien me obedece a mí, no queda avergonzado, los que en mí se ejercitan, no llegan a pecar.» [23] Todo esto es el libro de la alianza del Dios Altísimo, la Ley que nos prescribió Moisés como herencia para las asambleas de Jacob; [25] la que inunda de sabiduría como el Pisón, como el Tigris en días de frutos nuevos; [26] la que desborda inteligencia como el Eufrates, como el Jordán en días de cosecha; [27] la que rebosa doctrina como el Nilo, como el Guijón en días de vendimia. [28] El primero no ha acabado aún de conocerla, como tampoco el último la ha descubierto aún. [29] Porque es más vasto que el mar su pensamiento, y su consejo más que el gran abismo. [30] Y yo, como canal derivado de un río, como caz que al paraíso sale, [31] y dije: «Voy a regar mi huerto, a empapar mi tablar.» Y que aquí que mi canal se ha convertido en río, y mi río se ha hecho un mar. [32] Aún haré lucir como la aurora la instrucción, lo más lejos posible la daré a conocer. [33] Aún derramaré la enseñanza como profecía, la dejaré por generaciones de siglos. [34] Ved que no sólo para mí me he fatigado, sino para todos aquellos que la buscan.

Capítulo 25

[1] Con tres cosas me adorno y me presento bella ante el Señor y ante los hombres: concordia entre hermanos, amistad entre prójimos, y marido y mujer bien avenidos. [2] Mas tres clases de gente odia mi alma, y su vida de indignación me llena: pobre altanero, rico mentiroso, y viejo adúltero, falto de inteligencia. [3] Si en la juventud no has hecho acopio, ¿cómo vas a encontrar en tu vejez? [4] ¡Qué bien sienta el juicio a las canas, a los ancianos el tener consejo! [5] ¡Qué bien parece la sabiduría en los viejos, la reflexión y el consejo en los ilustres! [6] Corona de los viejos es la mucha experiencia, su orgullo es el temor del Señor.

[7] Nueve cosas que imagino tengo por felices en mi corazón, y una décima la diré con mi lengua: el hombre que recibe de sus hijos contento, que ve, en vida, la caída de sus enemigos.

[8] Feliz quien vive con mujer juiciosa, quien no ara con un buey y un asno, quien no se desliza con su lengua, quien no sirve a amo indigno de él; [9] feliz quien ha encontrado la prudencia, y quien la expone a oídos que escuchan. [10] ¡Qué grande el que ha encontrado la sabiduría! Mas no aventaja a quien teme al Señor. [11] El temor del Señor sobresale por encima de todo, el que lo posee, ¿a quién es comparable? [13] ¡Cualquier herida, pero no herida del corazón! ¡cualquier maldad, pero no maldad de mujer! [14] ¡Cualquier desgracia, pero no desgracia de parte de adversarios! ¡cualquier venganza, pero no venganza de enemigos! [15] No hay veneno como veneno de serpiente, ni furia como furia de enemigo. [16] Prefiero convivir con león o dragón a convivir con mujer mala.

[17] La maldad de la mujer desfigura su semblante, oscurece su rostro como un oso. [18] En medio de sus vecinos se sienta su marido, y sin poder contenerse suspira amargamente. [19] Toda malicia es poca junto a la malicia de mujer, ¡que la suerte del pecador caiga sobre ella! [20] Cuesta arenosa bajo los pies de un viejo, así es la mujer habladora para un marido pacífico. [21] No te dejes llevar por belleza de mujer, por mujer no te apasiones. [22] Blanco de ira, de deshonra y gran vergüenza, eso es la mujer que mantiene a su marido. [23] Corazón abatido, rostro sombrío, herida del corazón eso es la mujer mala. Manos caídas y rodillas paralizadas, eso es la que no hace feliz a su marido. [24] Por la mujer fue el comienzo del pecado, y por causa de ella morimos todos.

[25] No des salida al agua, ni a mujer mala libertad de hablar.

[26] Si no camina como marca tu mano, de tu carne córtala.

Capítulo 26

[1] Feliz el marido de mujer buena, el número de sus días se duplicará. [2] Mujer varonil da contento a su marido, que acaba en paz la suma de sus años. [3] Mujer buena es buena herencia, asignada a los que temen al Señor: [4] sea rico o pobre, su corazón es feliz, en todo tiempo alegre su semblante. [5] Tres cosas hay que teme mi corazón, y una cuarta me espanta: desunión de ciudad, motín de plebe, y falsa acusación: todo ello más penoso que la muerte; [6] pero dolor de corazón y duelo es una mujer celosa de otra, látigo de lengua que con todos se enzarza.

[7] Yugo mal sujeto es la mujer mala, tratar de dominarla es como agarrar un escorpión. [8] Blanco de gran ira es la mujer bebedora, no podrá ocultar su ignominia. [9] La lujuria de la mujer se ve en la procacidad de sus ojos, en sus párpados se reconoce. [10] Sobre hija desenvuelta refuerza la guardia, no sea que, si ve descuido, se aproveche. [11] Guárdate de ir tras ojos descarados, no te extrañes si te llevan al mal. [12] Cual caminante sediento abre ella la boca, y de toda agua que se topa bebe; ante toda clavija de tienda, impúdica, se sienta, y a toda flecha abre su aljaba.

[13] La gracia de la mujer recrea a su marido, y su ciencia reconforta sus huesos. [14] Un don del Señor la mujer silenciosa, no tiene precio la bien educada. [15] Gracia de gracias la mujer pudorosa, no hay medida para pesar a la dueña de sí misma. [16] Sol que sale por las alturas del Señor es la belleza de la mujer buena en una casa en orden. [17] Lámpara que brilla en sagrado candelero es la hermosura de un rostro sobre un cuerpo esbelto. [18] Columnas de oro sobre basas de plata, las bellas piernas sobre talones firmes.

[28] Dos cosas entristecen mi corazón y la tercera me produce mal humor: el guerrero que desfallece de indigencia, los inteligentes cuando son menospreciados, y el que de la justicia al pecado reincide: el Señor le destina a la espada. [29] Difícilmente se libra de falta el negociante, el comerciante no quedará limpio de pecado.

Capítulo 27

[1] Por amor a la ganancia han pecado muchos, el que trata de enriquecerse desvía la mirada. [2] Entre dos piedras juntas se planta una estaca, y entre venta y compra se introduce el pecado. [3] Quien no se aferra enseguida al temor del Señor, pronto verá derruida su casa. [4] Cuando la criba se sacude, quedan los desechos; así en su reflexión se ven las vilezas del hombre. [5] El horno prueba las vasijas de alfarero, la prueba del hombre está en su razonamiento. [6] El fruto manifiesta el cultivo del árbol; así la palabra, el del pensamiento del corazón humano. [7] Antes que se pronuncie no elogies a nadie, que esa es la prueba de los hombres.

[8] Si persigues la justicia, la alcanzarás, y la revestirás como túnica de gloria. [9] Los pájaros van a posarse donde sus semejantes, la verdad vuelve a quienes la practican. [10] El león acecha a su presa, así el pecado a los que practican la injusticia. [11] La conversación del piadoso es siempre sabiduría, mas el insensato cambia como la luna. [12] En medio de imbéciles aguarda tu momento, entre los que piensan demórate. [13] La conversación de los necios es algo irritante, su risa estalla en la molicie del pecado.

[14] El hablar del jurador eriza los cabellos, ante sus disputas se tapan los oídos. [15] Disputa de orgullosos trae efusión de sangre, sus injurias son penosas de oír. [16] Quien revela los secretos, pierde el crédito, no encontrará jamás amigo íntimo. [17] Ama a tu amigo y confíate a él, mas si revelas sus secretos, deja de ir tras él; [18] porque como el que mata elimina a su víctima, así has destruido la amistad de tu compañero. [19] Como a pájaro que soltaste de tu mano, así has perdido a tu compañero y no lo recobrarás. [20] No vayas en su busca, porque se fue lejos, huyó como gacela de la red. [21] Que la herida puede ser vendada, y para la injuria hay reconciliación, pero el que reveló el secreto, perdió toda esperanza.

[22] Quien guiña el ojo, anda urdiendo el mal, nadie podrá apartarle de él. [23] Ante tus ojos pone dulce su boca, y por tus palabras muestra admiración; mas después cambia de lenguaje, y con tus palabras anda dando escándalo. [24] Muchas cosas detesto, mas nada como a éste, y también el Señor le detesta. [25] Quien tira una piedra al aire, sobre su propia cabeza la tira, el golpe a traición devuelve heridas. [26] Quien cava una fosa, caerá en ella, quien tiende una red, en ella quedará preso. [27] Quien hace el mal, lo verá caer sobre sí sin saber de dónde le viene.

[28] Escarnio y ultraje son cosa de orgulloso, mas la venganza como león le acecha. [29] Caerán en la red los que se alegran de la caída de los piadosos, el dolor los consumirá antes de su muerte. [30] Rencor e ira son también abominables, esa es la propiedad del pecador.

Capítulo 28

[1] El que se venga, sufrirá venganza del Señor, que cuenta exacta llevará de sus pecados. [2] Perdona a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo pidas, te serán perdonados tus pecados. [3] Hombre que a hombre guarda ira, ¿cómo del Señor espera curación?

[4] De un hombre como él piedad no tiene, ¡y pide perdón por sus propios pecados! [5] El, que sólo es carne, guarda rencor, ¿quién obtendrá el perdón de sus pecados? [6] Acuérdate de las postrimerías, y deja ya de odiar, recuerda la corrupción y la muerte, y sé fiel a los mandamientos. [7] Recuerda los mandamientos, y no tengas rencor a tu prójimo, recuerda la alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.

[8] Abstente de disputas y evitarás el pecado, porque el apasionado atiza las disputas. [9] El pecador enzarza a los amigos, entre los que están en paz siembra discordia. [10] Según sea la leña, así arde el fuego, según su violencia, arde la disputa; según la fuerza del hombre es su furor y conforme a su riqueza sube su ira. [11] Riña súbita prende fuego, disputa precipitada vierte sangre.

[12] Si soplas una chispa, prenderá, si la escupes, se apagará, y ambas cosas salen de tu boca. [13] Al soplón de lengua doble, maldícele, que ha perdido a muchos que vivían en paz. [14] A muchos sacudió la lengua triple, los dispersó de nación en nación; arrasó ciudades fuertes y derruyó casas de magnates.

[15] La lengua triple repudió a mujeres varoniles, las privó del fruto de sus trabajos. [16] El que la atiende no encontrará reposo, ni plantará su tienda en paz. [17] El golpe del látigo produce cardenales, el golpe de la lengua quebranta los huesos. [18] Muchos han caído a filo de espada, mas no tantos como los caídos por la lengua. [19] Feliz el que de ella se resguarda, el que no pasa a través de su furor, el que su yugo no ha cargado, ni ha sido atado con sus coyundas. [20] Porque su yugo es yugo de hierro, y coyundas de bronce sus coyundas. [21] Muerte funesta la muerte que ella da, ¡el seol es preferible a ella! [22] Mas no tiene poder sobre los piadosos, en su llama no se quemarán. [23] Los que abandonan al Señor caerán en ella, en ellos arderá y no se apagará. Como un león se lanzará contra ellos, como una pantera los desgarrará. [24] Mira, cerca tu hacienda con espinos, encierra bien tu plata y tu oro. [25] A tus palabras pon balanza y peso, a tu boca pon puerta y cerrojo. [26] Guárdate bien de resbalar por ella, no sea que caigas ante el que te acecha.

Capítulo 29

[1] Quien hace misericordia, presta al prójimo, quien le apoya con su mano, guarda los mandamientos. [2] Presta a tu prójimo cuando se halle en necesidad, y por tu parte restituye a tiempo al prójimo. [3] Mantén tu palabra y ten confianza en él, y en toda ocasión encontrarás lo que necesitas. [4] Muchos consideran el préstamo como una ganga, y a los que les han socorrido causan sinsabores. [5] Hasta que no recibe, besa las manos de su prójimo, y ante su dinero humilla la voz; pero al tiempo de la restitución da largas, responde con palabras negligentes y echa la culpa a las circunstancias. [6] Si puede, el otro recibirá apenas la mitad, y aun lo tendrá como una ganga. Si no, se quedará sin su dinero, y se habrá ganado sin necesidad un enemigo, que le devolverá maldiciones e injurias y le dará, en vez de gloria, vilipendio. [7] Muchos, sin malicia, vuelven las espaldas, pues temen ser despojados sin necesidad.

[8] Pero con el humilde muéstrate paciente, y a tu limosna no des largas. [9] En atención al mandamiento, acoge al indigente, según su necesidad no le despidas vacío. [10] Gasta dinero por el hermano y el amigo, que no se te enroñe bajo la piedra y lo pierdas. [11] Coloca tu tesoro según los mandamientos del Altísimo, y te dará provecho más que el oro. [12] Encierra la limosna en tus graneros, ella te preservará de todo mal. [13] Mejor que recio escudo y que pesada lanza frente al enemigo combatirá por ti.

[14] El hombre bueno sale fiador de su prójimo, el que ha perdido la vergüenza, lo deja abandonado. [15] No olvides los favores de tu fiador, pues él se ha expuesto por ti. [16] El pecador dilapida los bienes de su fiador, el ingrato abandona en su corazón al que le ha salvado. [17] La fianza perdió a muchos que iban bien, los sacudió como ola del mar. [18] Echó de su patria a hombres poderosos, que anduvieron errando por naciones extrañas. [19] Pecador que se presta a la fianza buscando especular, incurre en juicio. [20] Acoge al prójimo según tus recursos, y cuida de no caer tú mismo.

[21] Lo primero para vivir es agua, pan, vestido, y casa para abrigarse. [22] Más vale vida de pobre bajo techo de tablas que comida suntuosa en casa de extraños. [23] En lo poco y en lo mucho ten buena cara, y no escucharás reproches de tu huésped. [24] Triste vida andar de casa en casa: donde te hospedes no podrás abrir la boca. [25] Hospedarás y darás de beber a desagradecidos, y encima tendrás que oír cosas amargas: [26] «Pasa, huésped, adereza la mesa, si tienes algo a mano, dame de comer.» [27] — «Vete, huésped, cede el puesto a uno más digno, viene a hospedarse mi hermano, necesito la casa.» [28] Duro es para un hombre de sentimiento tal desprecio de la casa, tal insulto propio para un deudor.

Capítulo 30

[1] El que ama a su hijo, le azota sin cesar, para poderse alegrar en su futuro. [2] El que enseña a su hijo, sacará provecho de él, entre sus conocidos de él se gloriará. [3] El que instruye a su hijo, pondrá celoso a su enemigo, y ante sus amigos se sentirá gozoso. [4] Murió su padre, y como si no hubiera muerto, pues dejó tras de sí un hombre igual que él. [5] En su vida le mira con contento, y a su muerte no se siente triste. [6] Contra sus enemigos deja un vengador, y para los amigos quien les pague sus favores.

[7] El que mima a su hijo, vendará sus heridas, a cada grito se le conmoverán sus entrañas. [8] Caballo no domado, sale indócil, hijo consentido, sale libertino.

[9] Halaga a tu hijo, y te dará sorpresas juega con él, y te traerá pesares. [10] No rías con él, para no llorar y acabar rechinando de dientes.

[11] No le des libertad en su juventud, y no pases por alto sus errores. [12] Doblega su cerviz mientras es joven, tunde sus costillas cuando es niño, no sea que, volviéndose indócil, te desobedezca, y sufras por él amargura de alma. [13] Enseña a tu hijo y trabaja en él, para que no tropieces por su desvergüenza.

[14] Vale más pobre sano y fuerte de constitución que rico lleno de achaques en su cuerpo. [15] Salud y buena constitución valen más que todo el oro, cuerpo vigoroso más que inmensa fortuna. [16] Ni hay riqueza mejor que la salud del cuerpo, ni contento mayor que la alegría del corazón. [17] Mejor es la muerte que una vida amarga, el descanso eterno que enfermedad permanente. [18] Manjares derramados sobre boca cerrada, eso son las ofrendas de alimentos puestas sobre una tumba. [19] ¿De qué le sirve el sacrificio a un ídolo? ¡ni lo comerá ni lo olerá! Así aquel a quien persigue el Señor, [20] que mira con sus ojos y gime. Es como un eunuco que oprime a una virgen y gime.

[21] No entregues tu alma a la tristeza, ni te atormentes a ti mismo con tus cavilaciones. [22] La alegría de corazón es la vida del hombre, el regocijo del varón, prolongación de sus días. [23] Engaña tu alma y consuela tu corazón, echa lejos de ti la tristeza; que la tristeza perdió a muchos, y no hay en ella utilidad. [24] Envidia y malhumor los días acortan, las preocupaciones traen la vejez antes de tiempo. [25] Un corazón radiante viene bien en las comidas, se preocupa de lo que come.

Capítulo 31

[1] El insomnio por la riqueza consume las carnes, las preocupaciones que trae ahuyentan el sueño. [2] Las preocupaciones del día impiden dormir, la enfermedad grave quita el sueño. [3] Se afana el rico por juntar riquezas, y cuando descansa, se hastía de sus placeres. [4] Se afana el pobre por falta de sustento, y cuando descansa, se acaba en la indigencia. [5] El que ama el oro no se verá justificado, el que anda tras el lucro se extraviará en él. [6] Muchos se arruinaron por causa del oro, su perdición la tenían delante. [7] Es leño de tropiezo para los que le ofrecen sacrificios, y todo insensato queda preso en él. [8] Feliz el rico que fue hallado intachable, que tras el oro no se fue. [9] ¿Quién es, y le felicitaremos?, pues obró maravillas en su pueblo. [10] ¿Quién sufrió esta prueba y fue hallado perfecto? será para él motivo de gloria. ¿Quién pudo prevaricar y no prevaricó, hacer mal y no lo hizo? [11] Sus bienes se consolidarán, y la asamblea hablará de sus bondades.

[12] ¿En mesa suntuosa te has sentado?, no abras hacia ella tus fauces, no digas: «¡Qué de cosas hay aquí!» [13] Recuerda que es cosa mala tener un ojo ávido, ¿qué ha sido creado peor que el ojo? por eso, por cualquier cosa llora. [14] Donde mire tu huésped no extiendas tú la mano, y no te eches sobre el plato al tiempo que él. [15] Juzga al prójimo como a ti mismo, y en todo asunto actúa con reflexión. [16] Come como hombre bien educado lo que tienes delante, no te muestres glotón, para no hacerte odioso. [17] Termina el primero por educación, no seas insaciable, y no tendrás tropiezo. [18] Si en medio de muchos te has sentado a la mesa, no alargues tu mano antes que ellos. [19] ¡Qué poco le basta a un hombre bien educado!, y luego en el lecho no resuella. [20] A vientre moderado, sueño saludable, se levanta temprano y es dueño de sí. Insomnio, vómitos y cólicos le esperan al hombre insaciable. [21] Si te viste obligado a comer demasiado, levántate, vomítalo lejos, y quedarás tranquilo. [22] Oyeme, hijo, y no me desprecies, al fin comprenderás mis palabras. En todo lo que hagas sé moderado, y no te vendrá enfermedad alguna. [23] Al espléndido en las comidas le bendicen los labios, el testimonio de su munificencia es firme. [24] Al mezquino en la comida le murmura la ciudad, el testimonio de su mezquindad es minucioso.

[25] Con el vino no te hagas el valiente, porque a muchos ha perdido el vino. [26] El horno prueba el temple del acero, así el vino a los corazones en disputa de orgullosos. [27] Como la vida es el vino para el hombre, si lo bebes con medida. ¿Qué es la vida a quien le falta el vino, que ha sido creado para contento de los hombres? [28] Regocijo del corazón y contento del alma es el vino bebido a tiempo y con medida. [29] Amargura del alma, el vino bebido con exceso por provocación o desafío. [30] La embriaguez acrecienta el furor del insensato hasta su caída, disminuye la fuerza y provoca las heridas. [31] En banquete no reproches a tu prójimo, no le desprecies cuando está contento, palabra injuriosa no le digas ni le molestes reclamándole dinero.

Capítulo 32

[1] ¿Te han nombrado presidente? No te engrías, sé entre los demás como uno de ellos; atiéndeles, y después te sientas. [2] Cuando hayas cumplido todo tu menester, tomo asiento, para que con ellos te alegres, y por tu acierto recibas la corona. [3] Habla, anciano, que te está bien, pero con discreción y sin estorbar la música. [4] Durante la audición, no derrames locuacidad, no te hagas el sabio a destiempo. [5] Sello de carbunclo en alhaja de oro, así es un concierto musical de un banquete. [6] Sello de esmeralda en montura de oro, así es una melodía entre vino delicioso.

[7] Habla, joven, si te es necesario, dos veces a lo sumo, si se te pregunta. [8] Resume tu discurso, di mucho en poco, sé como quien sabe y al mismo tiempo calla. [9] Entre grandes no te iguales a ellos, si otro habla, no te excedas en hablar. [10] Al trueno se adelanta el relámpago, así al modesto le antecede la gracia. [11] Llegada la hora levántate, no te rezagues, ve corriendo a casa, no te hagas el remolón. [12] Allí, diviértete y haz lo que te plazca, mas no peques con palabras insolentes. [13] Y por todo esto bendice a tu Hacedor, que te colma de sus bienes.

[14] El que teme al Señor acepta la instrucción, los que madrugan encuentran su favor. [15] El que busca la ley se llena de ella, al hipócrita le sirve de tropiezo. [16] Los que temen al Señor son justificados, hacen brillar sus buenas acciones como luz. [17] El pecador rehúye la reprensión, según su voluntad encuentra excusa. [18] El varón de consejo no descuida la reflexión, el extraño y el orgulloso no se encogen de miedo. [19] Sin consejo no hagas nada, y no te arrepentirás de tus acciones. [20] Por caminos escabrosos no vayas, y no tropezarás en piedras.

[21] No te confies en camino inexplorado, [22] y de tus hijos guárdate. [23] En todos tus actos vela sobre ti, que esto es también guardar los mandamientos.

[24] El que tiene confianza en la ley atiende a los mandamientos, y el que pone su confianza en el Señor no sufre daño.

Capítulo 33

[1] Al que teme al Señor ningún mal le sucede, aunque sufra una prueba, se verá librado. [2] El varón sabio no aborrece la ley, mas el que finge observarla es como nave en borrasca. [3] El hombre inteligente pone su confianza en la ley, la ley es para él digna de fe como un oráculo. [4] Prepara tu discurso, y serás así escuchado, concentra tu saber y responde. [5] Rueda de carro son las entrañas del necio, como eje que da vueltas, su razonamiento. [6] Caballo de remonta, así el amigo burlón, bajo todo el que lo monta relincha.

[7] ¿Por qué un día es superior a otro, si toda la luz de cada día del año viene del sol? [8] En la mente del Señor fueron diferenciados, él hizo distintas estaciones y fiestas. [9] A unos los ensalzó y santificó, a otros los hizo días ordinarios.

[10] Así todos los hombres vienen del suelo, de la tierra fue creado Adán. [11] Con su gran sabiduría los diferenció el Señor, e hizo distintos sus caminos. [12] A unos los bendijo y ensalzó, los santificó y los puso junto a sí; a otros los maldijo y humilló y los derribó de su puesto. [13] Como la arcilla del alfarero está en su mano, — y todos sus caminos en su voluntad —, así los hombres en la mano de su Hacedor, que a cada uno da según su juicio. [14] Frente al mal está el bien, frente a la muerte, la vida. Así frente al piadoso, el pecador. [15] Fíjate, pues, en todas las obras del Altísimo, dos a dos, una frente a otra.

[16] También yo, el último, me he desvelado, como quien racima tras de los viñadores. [17] Por la bendición del Señor me he adelantado, y como viñador he llenado el lagar. [18] Mirad que no para mí solo me he afanado, sino para todos los que buscan la instrucción. [19] Escuchadme, grandes del pueblo, jefes de la asamblea, prestad oído. [20] A hijo y mujer, a hermano y amigo no des poder sobre ti en vida tuya. No des a otros tus riquezas, no sea que, arrepentido, tengas que suplicar por ellas. [21] Mientras vivas y haya aliento en ti, no te enajenes a ti mismo a nadie. [22] Pues es mejor que tus hijos te pidan, que no que tengas que mirar a los manos de tus hijos. [23] En todas tus obras muéstrate con dominio, no pongas mancha en tu gloria. [24] Cuando se acaben los días de tu vida, a la hora de la muerte, reparte tu herencia.

[25] Al asno, forraje, palo y carga, al criado, pan, instrucción y trabajo. [26] Haz trabajar al siervo, y encontrarás descanso, deja libres sus manos, y buscará la libertad. [27] Yugo y riendas doblegan la cerviz, al mal criado torturas e inquisiciones. [28] Mándale trabajar para que no esté ocioso, que mucho mal enseñó la ociosidad. [29] Ponle trabajo como le corresponde, si no obedece, carga sus pies de grillos. [30] Pero no te sobrepases con nadie, no hagas nada sin equidad.

[31] Si tienes un criado, sea como tú, porque con sangre lo adquiriste. [32] Si tienes un criado, trátale como hermano, porque has menester de él como de ti mismo. [33] Si le maltratas, y levantándose, se escapa, ¿por qué camino irás a buscarle?

Capítulo 34

[1] Las esperanzas vanas y engañosas son para el imbécil, los sueños dan alas a los insensatos. [2] Tratar de asir una sombra o perseguir el viento es buscar apoyo en los sueños. [3] Espejo y sueño son casas semejantes, frente a un rostro, una imagen de rostro. [4] De los impuros, ¿qué pureza puede resultar? de la mentira, ¿qué verdad puede salir? [5] Adivinaciones, augurios y sueños cosas vanas son, como fantasías de corazón de mujer en parto. [6] A menos que te sean enviadas por el Altísimo en visita, no abras tu corazón a estas cosas. [7] Que a muchos extraviaron los sueños, y cayeron los que en ellos esperaban. [8] Sin dolo se ha de cumplir la Ley, y sabiduría en boca fiel es perfección.

[9] Hombre que ha corrido mundo sabe muchas cosas, el que tiene experiencia se expresa con inteligencia. [10] Quien no ha pasado pruebas poco sabe, quien ha corrido mundo posee gran destreza. [11] Muchas cosas he visto en el curso de mis viajes, más vasta que mis palabras es mi inteligencia. [12] Bien de veces he estado en peligro de muerte, y me salvé gracias a todo esto. [13] El espíritu de los que temen al Señor vivirá, porque su esperanza está puesta en aquel que los salva. [14] Quien teme al Señor de nada tiene miedo, y no se intimida, porque él es su esperanza. [15] Feliz el alma del que teme al Señor: ¿en quién se sostiene? ¿cuál es su apoyo? [16] Los ojos del Señor sobre quienes le aman, poderosa protección, probado apoyo, abrigo contra el viento abrasador, abrigo contra el ardor del mediodía, guardia contra tropiezos, auxilio contra caídas, [17] que levanta el alma, alumbra los ojos, da salud, vida y bendición.

[18] Sacrificar cosa injusta es hacer ofrenda rechazada, no logran complacencia los presentes de los sin ley. [19] No se complace el Altísimo en ofrendas de impíos, ni por el cúmulo de víctimas perdona los pecados. [20] Inmola a un hijo a los ojos de su padre quien ofrece víctima a costa de los bienes de los humildes. [21] Pan de indigentes es la vida de los pobres, quien se lo quita es un hombre sanguinario. [22] Mata a su prójimo quien le arrebata su sustento, vierte sangre quien quita el jornal al jornalero. [23] Uno edifica, el otro destruye, ¿qué ganan con ello más que fatigas? [24] Uno bendice, el otro maldice, ¿a quién de los dos escuchará el amo? [25] Quien se purifica del contacto de un muerto y le vuelve a tocar, ¿qué ha ganado con su baño de purificación? [26] Así el hombre que ayuna por sus pecados y que vuelve otra vez a hacer lo mismo; su oración, ¿quién la escuchará? ¿de qué le ha servido el humillarse?

Capítulo 35

[1] Observar la ley es hacer muchas ofrendas, atender a los mandamientos es hacer sacrificios de comunión. [2] Devolver favor es hacer oblación de flor de harina, hacer limosna es ofrecer sacrificios de alabanza. [3] Apartarse del mal es complacer al Señor, sacrificio de expiación apartarse de la injusticia. [4] No te presentes ante el Señor con las manos vacías, pues todo esto es lo que prescribe el mandamiento. [5] La ofrenda del justo unge el altar, su buen olor sube ante el Altísimo. [6] El sacrificio del justo es aceptado, su memorial no se olvidará.

[7] Con ojo generoso glorifica al Señor, y no escatimes las primicias de tus manos. [8] En todos tus dones pon tu rostro alegre, con contento consagra los diezmos. [9] Da al Altísimo como él te ha dado a ti, con ojo generoso, con arreglo a tus medios. [10] Porque el Señor sabe pagar, y te devolverá siete veces más.

[11] No trates de corromperle con presentes, porque no los acepta, no te apoyes en sacrificio injusto. [12] Porque el Señor es juez, y no cuenta para él la gloria de nadie. [13] No hace acepción de personas contra el pobre, y la plegaria del agraviado escucha. [14] No desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda, cuando derrama su lamento. [15] Las lágrimas de la viuda, ¿no bajan por su mejilla, y su clamor contra el que las provocó? [16] Quien sirve de buena gana, es aceptado, su plegaria sube hasta las nubes. [17] La oración del humilde las nubes atraviesa, hasta que no llega a su término no se consuela él. [18] Y no desiste hasta que vuelve los ojos el Altísimo, hace justicia a los justos y ejecuta el juicio. [19] Y el Señor no se tardará, ni tendrá con éstos más paciencia,

[20] hasta no haber machacado los lomos de los sin entrañas, y haber tomado venganza de las naciones, [21] haber extirpado el tropel de los soberbios, y quebrado el cetro de los injustos, [22] hasta no haber pagado a cada cual según sus actos, las obras de los hombres según sus intenciones, [23] haber hecho justicia a su pueblo, y haberles dado contento con su misericordia. [24] Grata es la misericordia en tiempo de tribulación, como nubes de lluvia en tiempo de sequía.

Capítulo 36

[1] Ten piedad de nosotros, Dios, dueño de todas las cosas, mira y siembra tu temor sobre todas las naciones. [2] Alza tu mano contra las naciones extranjeras, para que reconozcan tu señorío. [3] Como ante ellas te has mostrado santo con nosotros, así ante nosotros muéstrate grande con ellas. [4] Que te reconozcan, como nosotros hemos reconocido que no hay Dios fuera de ti, Señor. [5] Renueva las señales, repite tus maravillas, glorifica tu mano y tu brazo derecho. [6] Despierta tu furor y derrama tu ira, extermina al adversario, aniquila al enemigo. [7] Acelera la hora, recuerda el juramento, y que se publiquen tus grandezas. [8] Que el fuego de la ira devore al que se escape, y los que hacen daño a tu pueblo hallen la perdición. [9] Aplasta la cabeza de los jefes enemigos, que dicen: «Nadie más que nosotros.» [10] Congrega todas las tribus de Jacob, dales su heredad como al principio. [11] Ten piedad, Señor, del pueblo llamado con tu nombre, de Israel, a quien igualaste con el primogénito. [12] Ten compasión de tu santa ciudad, de Jerusalén, lugar de tu reposo. [13] Llena a Sión de tu alabanza, y de tu gloria tu santuario.

[14] Da testimonio a tus primeras criaturas, mantén las profecías dichas en tu nombre. [15] Da su recompensa a los que te aguardan, y que tus profetas queden acreditados. [16] Escucha, Señor, la súplica de tus siervos, según la bendición de Aarón sobre tu pueblo. [17] Y todos los de la tierra reconozcan que tú eres el Señor, el Dios eterno.

[18] Todo alimento traga el vientre, pero unos alimentos son mejores que otros. [19] El paladar distingue por el gusto la carne de caza, así el corazón inteligente las palabras mentirosas. [20] El corazón perverso da tristeza, pero el hombre de experiencia le da su merecido. [21] A cualquier marido acepta la mujer, pero unas hijas son mejores que otras. [22] La belleza de la mujer recrea la mirada, y el hombre la desea más que ninguna cosa. [23] Si en su lengua hay ternura y mansedumbre, su marido ya no es como los demás hombres. [24] El que adquiere una mujer, adquiere el comienzo de la fortuna, una ayuda semejante a él y columna de apoyo. [25] Donde no hay valla, la propiedad es saqueada, donde no hay mujer, gime un hombre a la deriva. [26] ¿Quién se fiará del ladrón ágil que salta de ciudad en ciudad? [27] Así tampoco del hombre que no tiene nido y que se alberga donde la noche le sorprende.

Capítulo 37

[1] Todo amigo dice: «También yo soy tu amigo», pero hay amigo que lo es sólo de nombre. [2] ¿No es para uno una mortal tristeza un compañero o amigo trocado en enemigo? [3] ¡Oh intención perversa! ¿de dónde saliste para cubrir la tierra de engaño? [4] El compañero disfruta en el contento del amigo, pero al tiempo de tribulación se volverá contra él. [5] El compañero compadece al amigo por interés, y cuando llega el combate embraza el escudo. [6] No te olvides de tu amigo en tu alma, ni pierdas su recuerdo cuando seas rico.

[7] Todo consejero da consejos, pero hay quien aconseja en su interés. [8] Del consejero guarda tu alma, conoce primero qué necesita — porque en su propio interés dará consejo —, no sea que eche sobre ti la suerte, [9] y te diga: «Bueno es tu camino», quedándose enfrente para ver qué te sucede. [10] No te aconsejes del que te mira con desprecio, y de los que te envidian oculta tu consejo; [11] ni te aconsejes con mujer sobre su rival, con cobarde acerca la guerra, con negociante respecto del comercio, con comprador sobre la venta, con envidioso sobre la gratitud, con despiadado sobre la generosidad, con perezoso sobre cualquier trabajo, con temporero sobre el término de una obra, con siervo ocioso sobre un trabajo grande: no cuentes con éstos para ningún consejo.

[12] Sino recurre siempre a un hombre piadoso, de quien sabes bien que guarda los mandamientos, cuya alma es según tu alma, y que, si caes, sufrirá contigo. [13] Y mantén firme el consejo de tu corazón, que nadie es para ti más fiel que él. [14] Pues el alma del hombre puede a veces advertir más que siete vigías sentados en lo alto para vigilar. [15] Y por encima de todo esto suplica al Altísimo, para que enderece tu camino en la verdad.

[16] Principio de toda obra es la palabra, y antes de toda acción está el consejo. [17] Raíz de los pensamientos es el corazón, de él salen cuatro ramas: [18] bien y mal, vida y muerte, mas la que siempre los domina es la lengua. [19] Hay hombre diestro que adoctrina a muchos, y para sí mismo es un inútil. [20] Hay quien se hace el sabio en palabras y es aborrecido, y que acabará sin tener qué comer. [21] Pues no se le dio la gracia que viene del Señor, porque estaba vacío de toda sabiduría. [22] Hay quien para sí mismo es sabio, y los frutos de su inteligencia son, según él, dignos de fe. [23] El varón sabio enseña a su pueblo, y los frutos de su inteligencia son dignos de fe. [24] El varón sabio es colmado de bendiciones, y le llaman feliz todos los que le ven. [25] La vida del hombre tiene días contados, mas los días de Israel no tienen número. [26] El sabio en su pueblo se gana la confianza, y su nombre vivirá por los siglos.

[27] Hijo, en tu vida prueba tu alma, ve lo que es malo para ella y no se los des. [28] Pues no a todos les conviene todo, y no a todo el mundo le gusta lo mismo. [29] No seas insaciable de todo placer, y no te abalances sobre la comida, [30] porque en el exceso de alimento hay enfermedad, y la intemperancia acaba en cólicos. [31] Por intemperancia han muerto muchos, pero el que se vigila prolongará su vida.

Capítulo 38

[1] Da al médico, por sus servicios, los honores que merece, que también a él le creó el Señor. [2] Pues del Altísimo viene la curación, como una dádiva que del rey se recibe. [3] La ciencia del médico realza su cabeza, y ante los grandes es admirado. [4] El Señor puso en la tierra medicinas, el varón prudente no las desdeña. [5] ¿No fue el agua endulzada con un leño para que se conociera su virtud? [6] El mismo dio a los hombres la ciencia para que se gloriaran en sus maravillas. [7] Con ellas cura él y quita el sufrimiento, con ellas el farmacéutico hace mixturas. [8] Así nunca se acaban sus obras, y de él viene la paz sobre la haz de la tierra.

[9] Hijo, en tu enfermedad, no seas negligente, sino ruega al Señor, que él te curará. [10] Aparta las faltas, endereza tus manos, y de todo pecado purifica el corazón. [11] Ofrece incienso y memorial de flor de harina, haz pingües ofrendas según tus medios. [12] Recurre luego al médico, pues el Señor le creó también a él, que no se aparte de tu lado, pues de él has menester.

[13] Hay momentos en que en su mano está la solución, [14] pues ellos también al Señor suplicarán que les ponga en buen camino hacia el alivio y hacia la curación para salvar tu vida. [15] El que peca delante de su Hacedor ¡caiga en manos del médico! [16] Hijo, por un muerto lágrimas derrama, como quien sufre cruelmente, entona la lamentación; según el ceremonial entierra su cadáver y no seas negligente con su sepultura. [17] Llora amargamente, date fuertes golpes de pecho, haz el duelo según su dignidad, un día o dos, para evitar murmullos; después, consuélate de la tristeza. [18] Porque de la tristeza sale la muerte, la tristeza del corazón enerva las fuerzas. [19] En la adversidad permanece también la tristeza, una vida de miseria va contra el corazón. [20] No des tu corazón a la tristeza, evítala acordándote del fin. [21] No lo olvides: no hay retorno, a él no le aprovechará, y te harás daño a ti mismo. [22] «Recuerda mi sentencia, que será también la tuya: a mí ayer, a ti te toca hoy.» [23] Cuando un muerto reposa, deja en paz su memoria, consuélate de él, porque su espíritu ha partido.

[24] La sabiduría del escriba se adquiere en los ratos de sosiego, el que se libera de negocios se hará sabio. [25] ¿Cómo va a hacerse sabio el que empuña el arado, y se gloría de tener por lanza el aguijón, el que conduce bueyes, los arrea en sus trabajos y no sabe hablar más que de novillos? [26] Aplica su corazón a abrir surcos, y sus vigilias a cebar terneras. [27] De igual modo todo obrero o artesano, que trabaja día y noche; los que graban las efigies de los sellos, y su afán se centra en variar los detalles; ponen todo su corazón en igualar el modelo y gastan sus vigilias en rematar la obra. [28] También el herrero sentado junto al yunque, atento a los trabajos del hierro; el vaho del fuego sus carnes derrite, en el calor de la fragua se debate, el ruido del martillo le ensordece, y en el modelo del objeto tiene fijos sus ojos; pone su corazón en concluir sus obras, y sus vigilias en adornarlas al detalle.

[29] De igual modo el alfarero sentado a su tarea y dando a la rueda con sus pies, preocupado sin cesar por su trabajo, toda su actividad concentrada en el número; [30] con su brazo moldea la arcilla, con sus pies vence su resistencia; pone su corazón en acabar el barnizado, y gasta sus vigilias en limpiar el horno. [31] Todos éstos ponen su confianza en sus manos, y cada uno se muestra sabio en su tarea. [32] Sin ellos no se construiría ciudad alguna, ni se podría habitar ni circular por ella. [33] Mas para el consejo del pueblo no se les busca, ni se les distingue en la asamblea. No se sientan en sitial de juez, ni meditan en la alianza del juicio. [34] No demuestran instrucción ni juicio, ni se les encuentra entre los que dicen máximas. Pero aseguran la creación eterna, el objeto de su oración son los trabajos de su oficio.

Capítulo 39

[1] No así el que aplica su alma a meditar la ley del Altísimo. La sabiduría de todos los antiguos rebusca, a los profecías consagra sus ocios, [2] conserva los relatos de varones célebres, en los repliegues de las parábolas penetra, [3] busca los secretos de los proverbios y en los enigmas de las parábolas insiste. [4] En medio de los grandes ejerce su servicio, ante los jefes aparece; viaja por tierras extranjeras, adquiere experiencia de lo bueno y lo malo entre los hombres. [5] Aplica su corazón a ir bien de mañana donde el Señor su Hacedor; suplica ante el Altísimo, abre su boca en oración y por sus pecados suplica. [6] Si el gran Señor lo quiere, del espíritu de inteligencia será lleno. El mismo derramará como lluvia las palabras de su sabiduría, y en la oración dará gracias al Señor. [7] Enderezará su consejo y su ciencia. y en sus misterios ocultos hará meditación. [8] Mostrará la instrucción recibida, y en la ley de la alianza del Señor se gloriará. [9] Muchos elogiarán su inteligencia, jamás será olvidada. No desaparecerá su recuerdo, su nombre vivirá de generación en generación. [10] Su sabiduría comentarán las naciones, su elogio, lo publicará la asamblea. [11] Mientras viva, su nombre dejará atrás a mil, y cuando descanse, él le bastará.

[12] Aún voy a hablar después de meditar, que estoy colmado como la luna llena. [13] Escuchadme, hijos piadosos, y creced como rosa que brota junto a corrientes de agua. [14] Como incienso derramad buen olor, abríos en flor como el lirio, exhalad perfume, cantad un cantar, bendecid al Señor por todas sus obras. [15] Engrandeced su nombre, dadle gracias por su alabanza, con los cantares de vuestros labios y con cítaras, decid así en acción de gracias: [16] ¡Qué hermosas son todas las obras del Señor! todas sus órdenes se ejecutan a su hora. No hay por qué decir: ¿Qué es esto? Y esto ¿para qué?, que todo se ha de buscar a su tiempo.

[17] A su orden el agua se detiene en una masa, a la palabra de su boca se forman los depósitos de las aguas. [18] A una orden suya se hace todo lo que desea, y no hay quien pueda estorbar su salvación. [19] Las obras de toda carne están delante de él, y nada puede ocultarse a sus ojos. [20] Su mirada abarca de eternidad a eternidad, y nada hay admirable para él. [21] No hay por qué decir: ¿Qué es esto? Y esto ¿para qué?, pues todo ha sido creado con un fin.

[22] Su bendición se ha desbordado como un río, como un diluvio ha inundado la tierra. [23] De igual modo las naciones recibirán en herencia su ira, como cuando él cambió las aguas en salinas. [24] Sus caminos rectos son para los santos, así como para los sin ley son piedras de tropiezo. [25] Los bienes están desde el principio creados para los buenos, así como los males para los pecadores. [26] De primera necesidad para la vida del hombre es el agua, el fuego, el hierro y la sal, la flor de harina de trigo, la leche y la miel, el jugo de uva, el aceite y el vestido. [27] Todo esto son bienes para los piadosos, mas para los pecadores se truecan en males.

[28] Hay vientos creados para el castigo, en su furor ha endurecido él sus látigos; al tiempo de la consumación su fuerza expanden, y desahogan el furor del que los hizo. [29] Fuego y granizo, hambre y muerte, para el castigo ha sido creado todo esto. [30] Y dientes de fieras, escorpiones, víboras y espada vengadora para la perdición del impío. [31] Todos hallan contento en hacer su mandato, en la tierra están prontos para su menester, y llegada la ocasión no traspasarán su orden. [32] Por eso desde el principio me reafirmé, medité y he puesto por escrito: [33] «Las obras del Señor son todas buenas, a su tiempo provee él a toda necesidad. [34] No hay por qué decir: Esto es peor que aquello, porque todo a su tiempo es aprobado. [35] Y ahora con todo el corazón y la boca cantad himnos y bendecid el nombre del Señor.»

Capítulo 40

[1] Grandes trabajos han sido creados para todo hombre, un yugo pesado hay sobre los hijos de Adán, desde el día que salieron del vientre de su madre, hasta el día del retorno a la madre de todo. [2] Sus reflexiones, el miedo de su corazón es la idea del futuro, el día de la muerte. [3] Desde el que está sentado en un trono glorioso, hasta el que en tierra y ceniza está humillado, [4] desde el que lleva púrpura y corona, hasta el que se cubre de tela grosera, sólo furor, envidia, turbación, inquietud, miedo a la muerte, resentimiento y discordia. [5] A la hora del descanso en la cama, el sueño de la noche altera el conocimiento. [6] Poco, casi nada, reposa, y ya en sueños, como en día de guardia, se ve turbado por las visiones de su corazón, como el que ha huido ante el combate. [7] A la hora de su turno se despierta, sorprendido de su vano temor. [8] Para toda carne, del hombre hasta la bestia, mas para los pecadores siete veces más: [9] Muerte, sangre, discordia, espada, adversidades, hambre, tribulación, azote. [10] Contra los sin ley fue creado todo esto, y por su culpa se produjo el diluvio. [11] Todo cuanto de tierra viene, a tierra vuelve, y cuanto de agua, en el mar desemboca.

[12] Todo don e injusticia serán aventados, más la fidelidad subsistirá por siempre. [13] Las riquezas de los injustos se esfumarán como un torrente, como un gran trueno que en tormenta estalla. [14] Cuando él abre las manos, se contenta, así los transgresores desaparecerán por completo. [15] Los vástagos de los impíos no tienen muchas ramas, las raíces impuras sólo hallan piedra áspera. [16] Caña que brota en toda agua o borde de río será arrancada antes que toda hierba. [17] La caridad es como un paraíso de bendición, y la limosna permanece para siempre.

[18] La vida del que se basta a sí mismo y del obrero es dulce, pero más que ambos el que encuentra un tesoro. [19] Los hijos y la fundación de una ciudad perpetúan el nombre, pero más que ambas cosas es estimada la mujer intachable. [20] El vino y la música ponen contento el corazón, pero más que ambas cosas el amor a la sabiduría. [21] La flauta y el salterio hacen el canto suave, pero más que ambas cosas la lengua dulce. [22] Gracia y belleza el ojo anhela, pero más que ambas cosas el verdor del sembrado. [23] Amigo y compañero se encuentran a su hora, pero más que ambos la mujer con el marido. [24] Amigos y socorro para el tiempo de tribulación, pero más que ambos salva la limosna. [25] Oro y plata hacen el paso firme, pero más que ambos se estima el consejo. [26] La riqueza y la fuerza realzan el corazón, pero más que las dos, el temor del Señor. En el temor del Señor no existe mengua, con él no hay ya por qué buscar ayuda. [27] El temor del Señor como un paraíso de bendición, protege él más que toda gloria.

[28] Hijo, no lleves una vida de mendicidad, que más vale morir que mendigar. [29] Hombre que mira a la mesa de otro no merece el nombre de vida su existencia. Con comida ajena mancha su boca, pero el hombre instruido y educado de ello se guardará. [30] En la boca del descarado la mendicidad resulta dulce, pero en su vientre es un fuego que abrasa.

Capítulo 41

[1] ¡Oh muerte, qué amargo es tu recuerdo para el hombre que vive en paz entre sus bienes, para el varón desocupado a quien en todo le va bien, y todavía con fuerzas para servirse el alimento! [2] ¡Oh muerte, buena es tu sentencia para el hombre necesitado y carente de fuerzas, para el viejo acabado, ahíto de cuidados, que se rebela y ha perdido la paciencia! [3] No temas la sentencia de la muerte, recuerda tus comienzos y tu fin. [4] Esta sentencia viene del Señor sobre toda carne, ¿por qué desaprobar el agrado del Altísimo? Ya se viva diez, cien, mil años, no se reprocha en el seol la vida. [5] Hijos abominables son los hijos de los pecadores que viven en vecindad de impíos. [6] La herencia de los hijos de los pecadores va a la ruina, con su linaje se perpetúa el oprobio. [7] Al padre impío le reprochan sus hijos, porque por causa de él viven en oprobio. [8] ¡Ay de vosotros, impíos, que la ley del Altísimo habéis abandonado! [9] Si nacéis, para la maldición nacéis, si morís, la maldición heredáis. [10] Todo cuanto viene de tierra, a tierra volverá, así irán los impíos de la maldición a la ruina. [11] El duelo de los hombres se dirige a sus cuerpos, pero el nombre de los pecadores, que no es bueno, se borrará.

[12] Preocúpate de tu nombre, que eso te queda, más que mil grandes tesoros de oro. [13] La vida buena tiene un límite de días, pero el buen nombre permanece para siempre. [14] Conservad la instrucción en paz, hijos. Sabiduría escondida y tesoro invisible, ¿qué provecho hay en ambos? [15] Más vale hombre que oculta su necedad, que hombre que oculta su sabiduría. [16] Así pues, ruborizaos de lo que os voy a señalar, que no es bueno guardar toda vergüenza, ni todo es apreciato fielmente por todos. [17] Ante un padre y una madre avergonzaos de la fornicación, de la mentira, ante el jefe y el poderoso; [18] del extravío, ante juez y el magistrado, de la iniquidad, ante la asamblea y el pueblo; [19] de la injusticia, ante el compañero y el amigo, del robo, ante el lugar en que resides; [20] y ante la verdad de Dios y la alianza: de clavar los codos en los panes, [21] de despreciar la recepción y el don, de callarse ante los que saludan, [22] de mirar a mujer prostituta, de volver la cara a tu pariente,

[23] de quitar la parte y el don de otro, de clavar los ojos en mujer casada, [24] de intimidades con la criada — ¡no te acerques a su lecho! — [25] de palabras injuriosas ante los amigos — después de dar no hagas reproches — [26] de repetir la palabra oída, de revelar las palabras secretas.

[27] Serás entonces de verdad un hombre ruboroso, y ante todo el mundo hallarás gracia.

Capítulo 42

[1] Pero de lo que sigue no te avergüences, y no peques por tener acepción de personas: [2] de la ley del Altísimo y de su alianza, del juicio que justifica a los impíos, [3] de contar con compañero de viaje, de dar la herencia a compañeros,

[4] de la exactitud de balanzas y pesas, de obtener grandes y pequeñas ganancias, [5] de provecho en la venta a comerciantes, de la copiosa instrucción de los hijos, de ensangrentar las costillas de un mal siervo.

[6] Con mujer mala es bueno usar el sello, y, donde hay muchas manos, echa la llave. [7] Lo que entregues, hazlo con cuenta y medida, el haber y el debe, sea todo por escrito. [8] No te avergüences de enseñar al tonto y al necio, y al viejo acabado juzgado como joven. Serás entonces de verdad educado, y estimado de todo viviente.

[9] Una hija es para el padre un secreto desvelo, aleja el sueño la inquietud por ella. En su juventud, miedo a que se le pase la edad, si está casada, a que sea aborrecida. [10] Cuando virgen, no sea mancillada y en la casa paterna quede encinta. Cuando casada, a que sea infiel, cohabitando, a que sea estéril. [11] Sobre la hija desenvuelta refuerza la vigilancia, no sea que te haga la irrisión de tus enemigos, comidilla en la ciudad, corrillos en el pueblo, y ante el vulgo espeso te avergüence. [12] De ningún hombre te quedes mirando la belleza, y entre mujeres no te sientes. [13] Porque de los vestidos sale la polilla, y de la mujer la malicia femenina. [14] Vale más maldad de hombre que bondad de mujer, la mujer cubre de vergüenza y oprobio.

[15] Voy a evocar las obras del Señor, lo que tengo visto contaré. Por las palabras del Señor fueron hechas sus obras, y la creación está sometida a su voluntad. [16] El sol mira a todo iluminándolo, de la gloria del Señor está llena su obra. [17] No son capaces los Santos del Señor de contar todas sus maravillas, que firmemente estableció el Señor omnipotente, para que en su gloria el universo subsistiera. [18] El sondea el abismo y el corazón humano, y sus secretos cálculos penetra. Pues el Altísimo todo saber conoce, y fija sus ojos en las señales de los tiempos. [19] Anuncia lo pasado y lo futuro, y descubre las huellas de las cosas secretas. [20] No se le escapa ningún pensamiento, ni una palabra se le oculta. [21] Las grandezas de su sabiduría las puso en orden, porque él es antes de la eternidad y por la eternidad; nada le ha sido añadido ni quitado, y de ningún consejero necesita. [22] ¡Qué amables son todas sus obras!: como una centella hay que contemplarlas. [23] Todo esto vive y permanece eternamente, para cualquier menester todo obedece. [24] Todas las cosas de dos en dos, una frente a otra, y nada ha hecho deficiente. [25] Cada cosa afirma la excelencia de la otra, ¿quién se hartará de contemplar su gloria?

Capítulo 43

[1] Orgullo de las alturas, firmamento de pureza, tal la vista del cielo en su espectáculo de gloria. [2] El sol apareciendo proclama a su salida: «¡Qué admirable la obra del Altísimo!» [3] En su mediodía reseca la tierra, ante su ardor, ¿quién puede resistir? [4] Se atiza el horno para obras de forja: tres veces más el sol que abrasa las montañas; vapores ardientes despide, ciega los ojos con el brillo de sus rayos. [5] Grande es el Señor que lo hizo, y a cuyo mandato emprende su rápida carrera. [6] También la luna: sale siempre a su hora, para marcar los tiempos, señal eterna. [7] De la luna procede la señal de las fiestas, astro que mengua, después del plenilunio. [8] Lleva el mes su nombre; crece ella maravillosamente cuando cambia, enseña del ejército celeste que brilla en el firmamento del cielo.

[9] Hermosura del cielo es la gloria de las estrellas. orden radiante en las alturas del Señor. [10] Por las palabras del Señor están fijas según su orden. y no aflojan en su puesto de guardia. [11] Mira el arco iris y a su Hacedor bendice, ¡qué bonito en su esplendor! [12] Rodea el cielo con aureola de gloria, lo han tendido las manos del Altísimo. [13] Con su orden precipita la nieve, y fulmina los rayos según su decreto. [14] Por eso se abren sus cilleros, y vuelvan las nubes como pájaros. [15] Con su grandeza hace espesas las nubes, y se desmenuzan las piedras de granizo. [16] a su vista se conmueven los montes. A su voluntad sopla el viento del sur, [17] El bramido de su trueno insulta a la tierra, el huracán del norte y los ciclones. [18] Como pájaros que se posan esparce la nieve, que baja como langosta que salta al suelo. Admira el ojo la belleza de su blancura, y al verla caer se pasma el corazón. [19] El derrama también sobre la tierra la escarcha como sal, que al helarse se queda como pinchos de espinas. [20] El viento frío del norte sopla y se forma el hielo sobre el agua; sobre toda masa de agua se posa, y el agua se reviste como de coraza. [21] Devora los montes, quema el desierto, y consume como fuego el verdor. [22] Como remedio de todo llega presto la niebla, el rocío, después del viento ardiente, devuelve la alegría.

[23] Según su designio domeña el abismo, y planta islas en él.

[24] Los que surcan el mar hablan de sus peligros, y de lo que oyen nuestros oídos nos maravillamos. [25] Allí están las cosas raras y maravillosas, variedad de animales, especies de monstruos marinos. [26] Gracias a Dios tiene éxito su mensajero, y por su palabra todo está en su sitio. [27] Muchos más podríamos decir y nunca acabaríamos; broche de mis palabras: «El lo es todo.» [28] ¿Dónde hallar fuerza para glorificarle? ¡Que él es el Grande sobre todas sus obras! [29] Temible es el Señor, inmensamente grande, maravilloso su poderío. [30] Con vuestra alabanza ensalzad al Señor, cuanto podáis, que siempre estará más alto; y al ensalzarle redoblad vuestra fuerza, no os canséis, que nunca acabaréis. [31] ¿Quién le ha visto para que pueda describirle? ¿quién puede engrandecerle tal como es? [32] Mayores que éstas quedan ocultas muchas cosas, que bien poco de sus obras hemos visto. [33] Porque el Señor lo hizo todo, y dio a los piadosos la sabiduría.

Capítulo 44

[1] Hagamos ya el elogio de los hombres ilustres, de nuestros padres según su sucesión. [2] Grandes glorias que creó el Señor, grandezas desde tiempos antiguos. [3] Hubo soberanos en sus reinos, hombres renombrados por su poderío, consejeros por su inteligencia, vaticinadores de oráculos en sus profecías, [4] guías del pueblo por sus consejos, por su inteligencia de la literatura popular, — sabias palabras había en su instrucción — [5] inventores de melodías musicales, compositores de escritos poéticos, [6] hombres ricos bien provistos de fuerza, viviendo en paz en sus moradas. [7] Todos estos fueron honrados en su generación, objeto de gloria fueron en sus días. [8] Hubo entre ellos quienes dejaron nombre, para que se hablara de ellos con elogio. [9] De otros no ha quedado recuerdo, desaparecieron como si no hubieran existido, pasaron cual si a ser no llegaran, así como sus hijos después de ellos.

[10] Mas de otro modo estos hombres de bien, cuyas acciones justas no han quedado en olvido. [11] Con su linaje permanece una rica herencia, su posteridad.

[12] En las alianzas se mantuvo su linaje, y sus hijos gracias a ellos. [13] Para siempre permanece su linaje, y su gloria no se borrará.

[14] Sus cuerpos fueron sepultados en paz, y su nombre vive por generaciones. [15] Su sabiduría comentarán los pueblos, su elogio lo publicará la asamblea.

[16] Henoc agradó al Señor, y fue arrebatado, ejemplo de penitencia para las generaciones. [17] Perfectamente justo Noé fue hallado, en el tiempo de la ira se hizo reconciliación. Gracias a él tuvo un resto la tierra, cuando llegó el diluvio. [18] Alianzas eternas fueron con él pactadas, para que no fuera ya aniquilada por el diluvio toda carne. [19] Abraham, padre insigne de una multitud de naciones, no se halló quien le igualara en gloria. [20] El guardó la ley del Altísimo, y con él entró en alianza. En su carne grabó la alianza, y en la prueba fue hallado fiel.

[21] Por eso Dios le prometió con juramento bendecir por su linaje a las naciones, multiplicarle como el polvo de la tierra, encumbrar como las estrellas su linaje, y darles una herencia de mar a mar, desde el Río hasta los confines de la tierra.

[22] A Isaac le aseguró lo mismo, en gracia a su padre Abraham.

[23] La bendición de todos los hombres y la alianza las hizo reposar en la cabeza de Jacob. Le confirmó en sus bendiciones, y le otorgó su herencia. El dividió sus partes y las repartió entre las doce tribus.

Capítulo 45

[1] Hizo salir de él un hombre de bien, que hallaba gracia a los ojos de todos, amado por Dios y por los hombres, Moisés, cuya memoria está envuelta en bendiciones. [2] Le hizo en gloria comparable a los santos, le engrandeció para temor de los enemigos. [3] Por su palabra puso fin a los prodigios, y le glorificó delante de los reyes; le dio para su pueblo mandamientos, y le mostró algo de su gloria. [4] En fidelidad y mansedumbre le santificó, le eligió entre toda carne. [5] Le hizo oír su voz, y le introdujo en la calígine; cara a cara le dio los mandamientos, la ley de vida y de saber, para enseñar a Jacob su alianza, y sus decretos a Israel. [6] Exaltó a Aarón, un santo semejante a éste, su hermano, de la tribu de Leví. [7] Le afirmó como alianza eterna, y le dio el sacerdocio del pueblo. Le hizo feliz con su espléndido ornamento, le ciño de gloriosa vestidura. [8] Le vistió de honor perfecto, y le confirmó con insignias de poder, calzones, túnica y efod. [9] Le puso alrededor granadas, y campanillas de oro, bien de ellas todo en torno, para que tintinearan al andar y resonaran bien por todo el Templo, como memorial para los hijos de su pueblo; [10] y vestimenta sacra, de oro y de jacinto y de púrpura, obra de bordador, y pectoral del juicio, el Urim y el Tummim, hilado de escarlata, obra de artista; [11] piedras preciosas, grabadas como sellos, en engaste de oro, obra de joyero, para memorial por la escritura grabada, según el número de las tribus de Israel; [12] corona de oro por encima de la tiara, inscripción del sello de consagración, prestigio de honor, obra magnífica, delicia de los ojos este adorno. [13] Galanuras no hubo tales antes de él, y jamás se las vistió extranjero, sino sólo sus hijos, sus vástagos por siempre. [14] Sus sacrificios se consumían totalmente dos veces al día sin interrupción. [15] Llenó Moisés sus manos, le ungió con óleo santo. Fue ello para él alianza eterna, y para su linaje cuanto dure el cielo, para presidir el culto, ejercer el sacerdocio y bendecir a su pueblo en nombre del Señor. [16] Le eligió entre todos los vivientes para presentar la ofrenda al Señor, el incienso y el aroma en memorial, y hacer expiación por el pueblo. [17] Le dio, por sus mandamientos, potestad sobre las prescripciones legales, para enseñar a Jacob sus dictámenes e ilustrar a Israel en su ley. [18] Se confabularon contra él extranjeros y en el desierto tuvieron celos de él, los hombres de Datán y de Abirón, la banda de Coré, llena de ira y de furor. [19] Lo vio el Señor y se irritó, y acabó con ellos en el ardor de su ira. Hizo prodigios contra ellos, devorándolos por el fuego de su llama. [20] Aumentó la gloria de Aarón y le dio una heredad, le otorgó las primicias, sobre todo el pan a saciedad. [21] Por eso comen ellos los sacrificios del Señor, que él le concedió a él y a su linaje. [22] Aunque en la tierra del pueblo no tiene heredad, ni hay en el pueblo parte para él: que «Yo soy tu parte y tu heredad».

[23] Pinjás, hijo de Eleazar, tercero en gloria, porque fue celoso del temor del Señor, y se mantuvo firme en la revuelta del pueblo por la energía de su alma resuelta, y obtuvo así el perdón para Israel. [24] Por eso se hizo con él una alianza de paz, de presidir el santuario y a su pueblo, para que le tocara a él y a su linaje la dignidad del sumo sacerdocio por los siglos. [25] Hubo también alianza con David, hijo de Jesé, de la tribu de Judá, herencia real de hijo a hijo sólo, mientras la herencia de Aarón pasa a todo su linaje. [26] Dé Dios sabiduría a vuestro corazón para juzgar a su pueblo con justicia, y que no se desvirtúen los valores de los padres, ni su gloria en sus generaciones.

Capítulo 46

[1] Esforzado en la guerra fue Josué, hijo de Nun, sucesor de Moisés como profeta; él fue, de acuerdo con su nombre, grande para salvar a los elegidos del Señor, para tomar venganza de los enemigos que surgían e introducir a Israel en su heredad.

[2] ¡Qué gloria ganó cuando alzaba la mano y blandía la espada contra las ciudades! [3] ¿Quién antes de él tan firme fue? ¡Que las batallas del Señor él las hacía! [4] ¿No se detuvo el sol ante su mano y un día llegó a ser como dos? [5] El invocó al Altísimo Soberano, cuando los enemigos por todas partes le estrechaban, y le atendió el Gran Señor lanzando piedras de granizo de terrible violencia. [6] Cayó de golpe sobre la nación hostil, y en la bajada aniquiló a los adversarios, para que conocieran las naciones la fuerza de sus armas, porque era frente al Señor la guerra de ellas.

[7] Pues caminó en seguimiento del Todopoderoso, hizo el bien en los días de Moisés, él y también Caleb, hijo de Yefunné, resistiendo ante la asamblea, cerrando al pueblo el paso del pecado, reduciendo a silencio la murmuración de la maldad. [8] Y ellos dos solos se salvaron entre seiscientos mil hombres de a pie, para ser introducidos en la herencia, en la tierra que mana leche y miel. [9] Y el Señor dio a Caleb la fuerza que le duró hasta su vejez, le hizo subir a lo alto de la tierra, que como herencia conservó su linaje, [10] para que sepan todos los hijos de Israel que es bueno caminar en seguimiento del Señor. [11] También los jueces, cada cual según su nombre, ellos cuyo corazón no se prostituyó, y que del Señor no se apartaron: ¡sea su recuerdo lleno de bendición, [12] reflorezcan sus huesos en la tumba, y sus nombres se renueven en los hijos de estos hombres ilustres! [13] Amado fue de su Señor Samuel, profeta del Señor fundó la realeza, y ungió a los príncipes puestos sobre su pueblo. [14] Según la ley del Señor juzgó a la asamblea, y el Señor puso sus ojos en Jacob. [15] Por su fidelidad se acreditó como profeta, por sus oráculos fue reconocido fiel vidente. [16] Invocó al Señor Todopoderoso cuando los enemigos por todas partes le estrechaban, ofreciendo un cordero lechal. [17] Y tronó el Señor desde los cielos, con gran ruido hizo resonar su voz; [18] aplastó a los jefes adversarios y a todos los príncipes de los filisteos. [19] Antes de la hora de su sueño eterno, dio testimonio ante el Señor y su ungido: «Bienes, ni siquiera sandalias, a nadie le he tomado», y nadie reclamó nada de él. [20] Y después de dormido todavía profetizó y anunció al rey su fin; del seno de la tierra alzó su voz en profecía para borrar la iniquidad del pueblo.

Capítulo 47

[1] Después de él surgió Natán para profetizar en los días de David. [2] Como grasa puesta aparte en el sacrificio de comunión, así David de entre los hijos de Israel. [3] Con leones jugó cual con cabritos, con osos como con corderos.

[4] ¿No mató de joven al gigante, y quitó el oprobio del pueblo, blandiendo en la mano la piedra de la honda y abatiendo la arrogancia de Goliat? [5] Pues invocó al Señor Altísimo, que a su diestra dio vigor, para aniquilar a un potente guerrero, y realzar el cuerno de su pueblo. [6] Por eso le dieron gloria por diez mil, y le alabaron con las bendiciones del Señor, ofreciéndole la diadema de gloria.

[7] Pues él aplastó a los enemigos del contorno, aniquiló a los filisteos, sus adversarios, para siempre quebrantó su cuerno.

[8] En todas sus obras elevó acción de gracias al Santo Altísimo en oráculo de gloria. Con todo su corazón entonó himnos, mostrando su amor a su Hacedor. [9] Ante el altar instituyó salmistas y con sus voces dio dulzura a los cantos. [10] Dio a las fiestas esplendor, vistosidad acabada a las solemnidades, cuando ellos alaban el santo nombre del Señor, cuando resuena desde la aurora el santuario. [11] El Señor le perdonó sus pecados y exaltó su cuerno para siempre: le otorgó la alianza real, un trono de gloria en Israel.

[12] Después de él surgió un hijo sabio, que gracias a él vivió en holgura. [13] Reinó Salomón en días de paz, Dios le concedió reposo por doquier, para que levantara una Casa a su nombre y preparara un santuario eterno. [14] ¡Qué sabio eras en tu juventud, lleno de inteligencia como un río! [15] Cubrió tu alma la tierra, la llenaste de proverbios enigmáticos.

[16] Tu nombre llegó hasta las islas lejanas, y fuiste amado en medio de tu paz. [17] Por tus cantos, tus sentencias, tus proverbios y tus interpretaciones te admiraron los países. [18] En nombre del Señor Dios, el llamado Dios de Israel, amontonaste oro como estaño, como plomo multiplicaste plata. [19] Mas reclinaste tu costado en mujeres, y te dejaste dominar en tu cuerpo. [20] Pusiste así tacha a tu gloria, y profanaste tu linaje, acarreando la ira sobre tus hijos y llenándoles de aflicción por tu locura, [21] hasta quedar partida en dos la dinastía y surgir de Efraím un reino apóstata. [22] Pero el Señor no renuncia jamás a su misericordia, no deja que se pierdan sus palabras ni que se borre la descendencia de su elegido, el linaje de quien le amó no extirpa. Por eso dio a Jacob un resto, y un brote a David salido de él.

[23] Descansó Salomón con sus padres, y después de él dejó a uno de su linaje, lo más loco del pueblo, falto de inteligencia, Roboam, que apartó de su cordura al pueblo. [24] Y Jeroboam, hijo de Nabat, fue el que hizo pecar a Israel, y señaló a Efraím el camino del pecado. Desde entonces se multiplicaron sus pecados tanto que expulsaron al pueblo de su tierra. [25] Toda clase de maldades frecuentaron, hasta que vino sobre ellos el castigo.

Capítulo 48

[1] Después surgió el profeta Elías como fuego, su palabra abrasaba como antorcha. [2] El atrajo sobre ellos el hambre, y con su celo los diezmó.

[3] Por la palabra del Señor cerró los cielos, e hizo también caer fuego tres veces. [4] ¡Qué glorioso fuiste, Elías, en tus portentos! ¿quién puede jactarse de ser igual que tú? [5] Tú que despertaste a un cadáver de la muerte y del seol, por la palabra del Altísimo; [6] que hiciste caer a reyes en la ruina, y a hombres insignes fuera de su lecho; [7] oíste en el Sinaí la reprensión, y en el Horeb los decretos de castigo; [8] ungiste reyes para tomar venganza, y profetas para ser tus sucesores; [9] en torbellino de fuego fuiste arrebatado en carro de caballos ígneos; [10] fuiste designado en los reproches futuros, para calmar la ira antes que estallara, para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y restablecer las tribus de Jacob. [11] Felices aquellos que te vieron y que se durmieron en el amor, que nosotros también viviremos sin duda.

[12] Cuando Elías en el torbellino quedó envuelto, Eliseo se llenó de su espíritu. En sus días no fue zarandeado por príncipe, y no pudo dominarle nadie. [13] Nada era imposible para él, hasta en el sueño de la muerte profetizó su cuerpo. [14] Durante su vida hizo prodigios, y después de su muerte fueron admirables sus obras. [15] Con todo esto, el pueblo no se arrepintió, ni de sus pecados se apartaron, hasta que fueron deportados de la tierra y esparcidos por el mundo entero. [16] Sólo quedó un pueblo reducido, con un príncipe de la casa de David. Algunos de ellos hicieron lo agradable a Dios, pero otros multiplicaron los pecados. [17] Fortificó Ezequías su ciudad y metió el agua dentro de ella; con el hierro horadó la roca y construyó cisternas para el agua. [18] En sus días, subió Senaquerib, que envió por delante a Rabsaqués; éste partió, levantó contra Sión la mano, y se engrió en su altanería. [19] Temblaron entonces corazones y manos, y sufrieron dolores cual mujeres en parto. [20] Invocaron al Señor misericordioso, tendiendo sus manos hacia él. Y el Santo, desde el cielo, les escuchó al instante, y los rescató por mano de Isaías. [21] Hirió el real de los asirios, y su Angel los exterminó.

[22] Porque hizo Ezequías lo que agrada al Señor, y se mantuvo firme en los caminos de David su padre, como le ordenó el profeta Isaías, el grande y digno de fe en sus visiones. [23] En sus días el sol retrocedió, y él prolongó la vida del rey. [24] Con el poder del espíritu vio el fin de los tiempos, y consoló a los afligidos de Sión. [25] Hasta la eternidad reveló el porvenir y las cosas ocultas antes que sucedieran.

Capítulo 49

[1] La memoria de Josías es mixtura de incienso preparado por arte de perfumista. En toda boca es dulce como miel, como música en medio de un banquete. [2] El llevó a buen fin la conversión del pueblo, y extirpó la abominación de la iniquidad. [3] Enderezó su corazón hacia el Señor, en los días de los impíos reafirmó la piedad. [4] Fuera de David, Ezequías y Josías, todos abundaron en sus culpas. Porque abandonaron la ley del Altísimo, los reyes de Judá fueron abandonados. [5] Pues entregaron a otros su cuerno, y su gloria a una nación extraña. [6] Prendieron fuego a la elegida ciudad del santuario, dejaron desiertas sus calles, [7] según la palabra de Jeremías, a quien habían maltratado, a él, consagrado profeta desde el vientre de su madre, para extirpar , destruir y perder y también para construir y plantar

[8] Ezequiel tuvo la visión de la gloria que Dios le manifestó en el carro de Querubines, [9] porque se acordó de los enemigos en la tempestad, y favoreció a los que seguían el camino derecho.

[10] Cuanto a los doce profetas, que sus huesos reflorezcan en su tumba. Porque ellos consolaron a Jacob, y lo rescataron por la fidelidad y la esperanza. [11] ¿Cómo celebraremos a Zorobabel? ¡Fue él como sello en la mano derecha, [12] así como Josué hijo de Josedec! Ellos en sus días construyeron la Casa y levantaron el Templo consagrado al Señor, destinado a una gloria eterna. [13] También de Nehemías es grande la memoria, él, que nos levantó las murallas en ruinas, puso puertas y cerrojos y reconstruyó nuestras moradas. [14] Nadie fue creado en la tierra igual a Henoc, pues él fue arrebatado de la tierra. [15] Ni como José nació hombre alguno, el guía de sus hermanos, apoyo de su pueblo; sus huesos fueron visitados. [16] Sem y Set fueron gloriosos entre los hombres, mas por encima de toda criatura viviente está Adán.

Capítulo 50

[1] Simón, hijo de Onías, fue el sumo sacerdote que en su vida reparó la Casa, y en sus días fortificó el santuario. [2] El echó los cimientos de la altura doble, del alto contrafuerte de la cerca del Templo. [3] En sus días fue excavado el depósito de agua, un estanque como el mar de ancho. [4] El cuidó de su pueblo para evitar su ruina y fortificó la ciudad contra el asedio. [5] ¡Que glorioso era, rodeado de su pueblo, cuando salía de la casa del velo! [6] Como el lucero del alba en medio de las nubes, como la luna llena, [7] como el sol que brilla sobre el Templo del Altísimo, como el arco iris que ilumina las nubes de gloria, [8] como flor del rosal en primavera, como lirio junto a un manantial, como brote del Líbano en verano, [9] como fuego e incienso en el incensario, como vaso de oro macizo adornado de toda clase de piedras preciosas, [10] como olivo floreciente de frutos, como ciprés que se eleva hasta las nubes. [11] Cuando se ponía la vestidura de gala y se vestía sus elegantes ornamentos, al subir al santo altar, llenaba de gloria el recinto del santuario. [12] Y cuando recibía las porciones de manos de los sacerdotes, él mismo de pie junto al hogar del altar, y en torno a él la corona de sus hermanos, como brotes de cedros en el Líbano; le rodeaban como tallos de palmera [13] todos los hijos de Aarón en su esplendor, con la ofrenda del Señor en sus manos, en presencia de toda la asamblea de Israel. [14] Y cuando cumplía el ministerio de los altares ordenando la ofrenda del Altísimo Todopoderoso, [15] alargaba su mano a la copa, hacía la libación del jugo de racimo, y lo derramaba al pie del altar, como calmante aroma al Altísimo Rey universal. [16] Entonces prorrumpían en gritos los hijos de Aarón, tocaban con sus trompetas de metal batido, hacían oír su sonido imponente, como memorial delante del Altísimo. [17] Todo el pueblo entonces de repente, en masa, caía rostro en tierra, para adorar a su Señor, al Todopoderoso, Dios Altísimo.

[18] Y los salmistas también le alababan con sus voces, el son vibrante formaba una dulce melodía. [19] Y suplicaba el pueblo al Señor Altísimo, orando ante el Misericordioso, hasta que terminaba la ceremonia del Señor y concluía su liturgia. [20] Entonces bajaba y elevaba sus manos sobre toda la asamblea de los hijos de Israel, para dar con sus labios la bendición del Señor y tener el honor de pronunciar su nombre. [21] Y por segunda vez todos se postraban para recibir la bendición del Altísimo.

[22] Y ahora bendecid al Dios del universo, el que por todas partes hace grandes cosas, el que exaltó nuestros días desde el seno materno, y que nos trata según su misericordia. [23] Que nos dé contento de corazón, y que haya paz en nuestros días en Israel por los siglos de los siglos. [24] Que su misericordia sea fiel con nosotros y en nuestros días nos rescate. [25] Hay dos naciones que mi alma detesta, y la tercera ni siquiera es nación: [26] los habitantes de la montaña de Seír, los filisteos y el pueblo necio que mora en Siquem. [27] Instrucción de inteligencia y ciencia ha grabado en este libro Jesús, hijo de Sirá, Eleazar, de Jerusalén, que vertió de su corazón sabiduría a raudales. [28] Feliz quien repase esto a menudo; el que lo ponga en su corazón se hará sabio. [29] Y si lo practica, para todo será fuerte, porque la huella que sigue es la luz del Señor.

Capítulo 51

[1] Quiero darte gracias, Señor, Rey, y alabarte, oh Dios mi salvador, a tu nombre doy gracias. [2] Pues protector y auxilio has sido para mí, y has rescatado mi cuerpo de la perdición, del lazo de la lengua insidiosa, de los labios que urden mentira; frente a mis adversarios has sido auxilio y me has rescatado, [3] según la abundancia de tu misericordia y la gloria de tu nombre, de las dentelladas de los dispuestos a devorarme, de la mano de los que buscan mi alma, de las muchas tribulaciones que he sufrido, [4] del ahogo del fuego que me envolvía, de entre el fuego que yo no había encendido, [5] de la hondura de las entrañas del seol, de la lengua impura, de la palabra mentirosa, [6] — calumnia de lengua injusta ante el rey. Cerca de la muerte estaba mi alma, mi vida estaba junto al seol, abajo. [7] Por todas partes me asediaban y no había quien auxiliara, volví los ojos a un apoyo humano y no había ninguno. [8] Entonces me acordé de tu misericordia, Señor, y de tu actuación desde la eternidad, que tú levantas a los que en ti esperan, y los salvas de la mano de enemigos. [9] Y elevé de la tierra mi plegaria, supliqué ser librado de la muerte. [10] Clamé al Señor, padre de mi Señor: «No me abandones en días de tribulación, en la hora de los orgullosos, cuando no hay socorro. Alabaré tu nombre sin cesar, te cantaré en acción de gracias.» [11] Y mi oración fue escuchada, pues tú me salvaste de la perdición, y me libraste del momento malo. [12] Por eso te daré gracias y te alabaré, bendeciré el nombre del Señor.

[13] Siendo joven aún, antes de ir por el mundo, me di a buscar abiertamente la sabiduría en mi oración, [14] a la puerta delante del templo la pedí, y hasta mi último día la andaré buscando. [15] En su flor, como en racimo que madura, se recreó mi corazón. Mi pie avanzó en derechura, desde mi juventud he seguido sus huellas. [16] Incliné un poco mi oído y la recibí, y me encontré una gran enseñanza. [17] Gracias a ella he hecho progresos, a quien me dio sabiduría daré gloria. [18] Pues decidí ponerla en práctica, tuve celo por el bien y no quedaré confundido. [19] Mi alma ha luchado por ella, a la práctica de la ley he estado atento, he tendido mis manos a la altura y he llorado mi ignorancia de ella. [20] Hacia ella endurecé mi alma, y en la pureza la he encontrado. Logré con ella un corazón desde el principio, por eso no quedaré abandonado. [21] Mis entrañas se conmovieron por buscarla, por eso he logrado una buena adquisición. [22] Me dio el Señor una lengua en recompensa, y con ella le alabaré.

[23] Acercaos a mí, ignorantes, instalaos en la casa de instrucción.

[24] ¿Por qué habéis de decir que estáis privados de ella, cuando vuestras almas tienen tanta sed? [25] He abierto mi boca y he hablado: Adquiridla sin dinero;

[26] someted al yugo vuestro cuello, que vuestra alma reciba la instrucción: está ahí a vuestro alcance. [27] Ved con vuestros ojos lo poco que he penado y el mucho descanso que he encontrado para mí. [28] Participad de la instrucción con una gran suma de dinero, que mucho oro adquiriréis con ella. [29] Que vuestra alma se recree en la misericordia del Señor, no os avergoncéis de su alabanza. [30] Ejecutad vuestra obra antes del momento fijado, y él os dará a su tiempo vuestra recompensa. Firma: Sabiduría de Jesús, hijo de Sirá.

ISAÍAS

Capítulo 1

[1] Visión que Isaías, hijo de Amós, vio tocante a Judá y Jerusalén en tiempo de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá. [2] Oíd, cielos, escucha, tierra, que habla Yahveh; «Hijos crié y saqué adelante, y ellos se rebelaron contra mí. [3] Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne.» [4] ¡Ay, gente pecadora, pueblo tarado de culpa. semilla de malvados, hijos de perdición! Han dejado a Yahveh, han despreciado al Santo de Israel, se han vuelto de espaldas. [5] ¿En dónde golpearos ya, si seguís contumaces? La cabeza toda está enferma, toda entraña doliente. [6] De la planta del pie a la cabeza no hay en él cosa sana: golpes, magulladuras y heridas frescas, ni cerradas, ni vendadas, ni ablandadas con aceite.

[7] Vuestra tierra es desolación, vuestras ciudades, hogueras de fuego; vuestro suelo delante de vosotros extranjeros se lo comen, y es una desolación como devastación de extranjeros. [8] Ha quedado la hija de Sión como cobertizo en viña, como albergue en pepinar, como ciudad sitiada. [9] De no habernos dejado Yahveh Sebaot un residuo minúsculo, como Sodoma seríamos, a Gomorra nos pareceríamos. [10] Oíd una palabra de Yahveh, regidores de Sodoma. Escuchad una instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. [11] «¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? — dice Yahveh —. Harto estoy de holocaustos de carneros y de sebo de cebones; y sangre de novillos y machos cabríos no me agrada, [12] cuando venís a presentaros ante mí. ¿Quién ha solicitado de vosotros esa pateadura de mis atrios? [13] No sigáis trayendo oblación vana: el humo del incienso me resulta detestable. Novilunio, sábado, convocatoria: no tolero falsedad y solemnidad. [14] Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma: me han resultado un gravamen que me cuesta llevar. [15] Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: [16] lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, [17] aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda.

[18] Venid, pues, y disputemos — dice Yahveh —: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. [19] Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis. [20] Pero si rehusando os oponéis, por la espada seréis devorados, que ha hablado la boca de Yahveh. [21] ¡Cómo se ha hecho adúltera la villa leal! Sión llena estaba de equidad, justicia se albergaba en ella, pero ahora, asesinos. [22] Tu plata se ha hecho escoria. Tu bebida se ha aguado. [23] Tus jefes, revoltosos y aliados con bandidos. Cada cual ama el soborno y va tras los regalos. Al huérfano no hacen justicia, y el pleito de la viuda no llega hasta ellos.

[24] Por eso — oráculo del Señor Yahveh Sebaot, el Fuerte de Israel —: ¡Ay! Voy a desquitarme de mis contrarios, voy a vengarme de mis enemigos. [25] Voy a volver mi mano contra ti y purificaré al crisol tu escoria, hasta quitar toda tu ganga. [26] Voy a volver a tus jueces como eran al principio, y a tus consejeros como antaño. Tras de lo cual se te llamará Ciudad de Justicia, Villa-leal. [27] Sión por la equidad será rescatada, y sus cautivos por la justicia. [28] Padecerán quebranto rebeldes y pecadores a una, y los desertores de Yahveh se acabarán. [29] Porque os avergonzaréis de las encinas que anhelabais, y os afrentaréis de los jardines que preferíais. [30] Porque seréis como encina que se le cae la hoja, y como jardín que a falta de agua está. [31] El hombre fuerte se volverá estopa, y su trabajo, chispa: arderán ambos a una, y no habrá quien apague.

Capítulo 2

[1] Lo que vio Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén. [2] Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, [3] y acudirán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos.» Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh. [4] Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra. [5] Casa de Jacob, andando, y vayamos, caminemos a la luz de Yahveh. [6] Has desechado a tu pueblo, la Casa de Jacob, porque estaban llenos de adivinos y evocadores, como los filisteos, y con extraños chocan la mano; [7] se llenó su tierra de plata y oro, y no tienen límite sus tesoros; se llenó su tierra de caballos, y no tienen límite sus carros; [8] se llenó su tierra de ídolos, ante la obra de sus manos se inclinan, ante lo que hicieron sus dedos. [9] Se humilla el hombre, y se abaja el varón: pero no les perdones.

[10] Entra en la peña, húndete en el polvo, lejos de la presencia pavorosa de Yahveh y del esplendor de su majestad, cuando él se alce para hacer temblar la tierra.

[11] Los ojos altivos del hombre serán abajados, se humillará la altanería humana, y será exaltado Yahveh solo en aquel día. [12] Pues será aquel día de Yahveh Sebaot para toda depresión, que sea enaltecida, y para todo lo levantado, que será rebajado:

[13] contra todos los cedros del Líbano altos y elevados, contra todas las encinas del Basán, [14] contra todos los montes altos, contra todos los cerros elevados, [15] contra toda torre prominente, contra todo muro inaccesible,

[16] contra todas las naves de Tarsis, contra todos los barcos cargados de tesoros.

[17] Se humillará la altivez del hombre, y se abajará la altanería humana; será exaltado Yahveh solo, en aquel día, [18] y los ídolos completamente abatidos. [19] Entrarán en las grietas de las peñas y en las hendiduras de la tierra, lejos de la presencia pavorosa de Yahveh y del esplendor de su majestad, cuando él se alce para hacer temblar la tierra. [20] Aquel día arrojará el hombre a los musgaños y a los topos los ídolos de plata y los ídolos de oro que él se hizo para postrarse ante ellos, [21] y se meterá en los agujeros de las peñas y en las hendiduras de las piedras, lejos de la presencia pavorosa de Yahveh y del esplendor de su majestad, cuando él se alce para hacer temblar la tierra. [22] Desentendeos del hombre, en cuya nariz sólo hay aliento, porque ¿qué vale él?

Capítulo 3

[1] Pues he aquí que el Señor Yahveh Sebaot está quitando de Jerusalén y de Judá todo sustento y apoyo: (todo sustento de pan y todo sustento de agua); [2] el valiente y el guerrero, el juez y el profeta, el augur y el anciano, [3] el jefe de escuadra y el favorito, el consejero, el sabio hechicero y el hábil encantador. [4] Les daré mozos por jefes, y mozalbetes les dominarán. [5] Querrá mandar la gente, cada cual en cada cual, los unos a los otros y cada cual en su compañero. Se revolverá el mozo contra el anciano, y el vil contra el hombre de peso. [6] Pues agarrará uno a su hermano al de su mismo apellido, diciéndole: «Túnica gastas: príncipe nuestro seas, toma a tu cargo esta ruina.» [7] Pero el otro exclamará aquel día: «No seré vuestro médico; en mi casa no hay pan ni túnica: no me pongáis por príncipe del pueblo.» [8] Así que tropezó Jerusalén, y Judá ha caído; pues sus lenguas y sus fechorías a Yahveh han llegado, irritando los ojos de su majestad.

[9] La expresión de su rostro les denuncia, y sus pecados como Sodoma manifiestan, no se ocultan. ¡Ay de ellos, porque han merecido su propio mal! [10] Decid al justo que bien, que el fruto de sus acciones comerá.

[11] ¡Ay del malvado! que le irá mal, que el mérito de sus manos se le dará. [12] A mi pueblo le oprime un mozalbete, y mujeres le dominan. Pueblo mío, tus regidores vacilan y tus derroteros confunden. [13] Se levanta a pleitear Yahveh y está en pie para juzgar a los pueblos. [14] Yahveh demanda en juicio a los ancianos de su pueblo y a sus jefes. «Vosotros habéis incendiado la viña, el despojo del mísero tenéis en vuestras casas. [15] Pero ¿qué os importa? Machacáis a mi pueblo y moléis el rostro de los pobres» — oráculo del Señor Yahveh Sebaot —.

[16] Dice Yahveh: «Por cuanto son altivas las hijas de Sión, y andan con el cuello estirado y guiñando los ojos, y andan a pasitos menudos, y con sus pies hacen tintinear las ajorcas»,

[17] rapará el Señor el cráneo de las hijas de Sión, y Yahveh destapará su desnudez. [18] Aquel día quitará el Señor el adorno de las ajorcas, los solecillos y las lunetas; [19] los aljófares, las lentejuelas y los cascabeles; [20] los peinados, las cadenillas de los pies, los ceñidores, los pomos de olor y los amuletos, [21] los anillos y aretes de nariz; [22] los vestidos preciosos, los mantos, los chales, los bolsos, [23] los espejos, las ropas finas, los turbantes y las mantillas.

[24] Por debajo del bálsamo habrá hedor, por debajo de la faja, soga, por debajo de la peluca, rapadura, y por debajo del traje, refajo de arpillera. y por debajo de la hermosura, vergüenza. [25] Tus gentes a espada caerán, y tus campeones en guerra.

[26] Y darán ayes y se dolerán a las puertas, y tú, asolada, te sentarás por tierra.

Capítulo 4

[1] Asirán siete mujeres a un hombre en aquel día diciendo: «Nuestro pan comeremos, y con nuestras túnicas nos vestiremos. Tan sólo déjanos llevar tu nombre: quita nuestro oprobio.» [2] Aquel día el germen de Yahveh será magnífico y glorioso, y el fruto de la tierra será la prez y ornato de los bien librados de Israel. [3] A los restantes de Sión y a los que quedaren de Jerusalén, se les llamará santos: serán todos los apuntados como vivos en Jerusalén. [4] Cuando haya lavado el Señor la inmundicia de las hijas de Sión, y las manchas de sangre de Jerusalén haya limpiado del interior de ella con viento justiciero y viento abrasador, [5] creará Yahveh sobre todo lugar del monte de Sión y sobre toda su reunión, nube y humo de día, y resplandor de fuego llameante de noche. Y por encima la gloria de Yahveh será toldo [6] y tienda para sombra contra el calor diurno, y para abrigo y reparo contra el aguacero y la lluvia.

Capítulo 5

[1] Voy a cantar a mi amigo la canción de su amor por su viña. Una viña tenía mi amigo en un fértil otero. [2] La cavó y despedregó, y la plantó de cepa exquisita. Edificó una torre en medio de ella, y además excavó en ella un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agraces. [3] Ahora, pues, habitantes de Jerusalén y hombres de Judá, venid a juzgar entre mi viña y yo: [4] ¿Qué más se puede hacer ya a mi viña, que no se lo haya hecho yo? Yo esperaba que diese uvas. ¿Por qué ha dado agraces? [5] Ahora, pues, voy a haceros saber, lo que hago yo a mi viña: quitar su seto, y será quemada; desportillar su cerca, y será pisoteada. [6] Haré de ella un erial que ni se pode ni se escarde. crecerá la zarza y el espino, y a las nubes prohibiré llover sobre ella.

[7] Pues bien, viña de Yahveh Sebaot es la Casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantío exquisito. Esperaba de ellos justicia, y hay iniquidad; honradez, y hay alaridos.

[8] ¡Ay, los que juntáis casa con casa, y campo a campo anexionáis, hasta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país!

[9] Así ha jurado a mis oídos Yahveh Sebaot: «¡Han de quedar desiertas muchas casas; grandes y hermosas, pero sin moradores!

[10] Porque diez yugadas de viña darán sólo una medida, y una carga de simiente producirá una medida.» [11] ¡Ay, los que despertando por la mañana andan tras el licor; los que trasnochan, encandilados por el vino! [12] Sólo hay arpas y cítaras, pandero y flauta en sus libaciones, y no contemplan la obra de Yahveh, no ven la acción de sus manos.

[13] Por eso fue deportado mi pueblo sin sentirlo, sus notables estaban muertos de hambre, y su plebe se resecaba de sed. [14] Por eso ensanchó el seol su seno dilató su boca sin medida, y a él baja su nobleza y su plebe y su turba gozosa.

[15] Se humilla el hombre, se abaja el varón, los ojos de los altivos son abajados; [16] es ensalzado Yahveh Sebaot en juicio, el Dios Santo muestra su santidad por su justicia. [17] Pacerán los corderos como en su pastizal, y entre las ruinas gordos cabritos ramonearán. [18] ¡Ay, los que arrastran la culpa con coyundas de engaños y el pecado como con bridas de novilla! [19] Los que dicen: «¡Listo, apresure su acción, de modo que la veamos. Acérquese y venga el plan del Santo de Israel, y que lo sepamos!» [20] ¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo! [21] ¡Ay, los sabios a sus propios ojos, y para sí mismos discretos!

[22] ¡Ay, los campeones en beber vino, los valientes para escanciar licor, [23] los que absuelven al malo por soborno y quitan al justo su derecho.

[24] Tal devora las espigas una lengua de fuego y el heno en llamas se derrumba: la raíz de ellos será como podre, y su flor subirá como tamo. Pues recusaron la enseñanza de Yahveh Sebaot y despreciaron el dicho del Santo de Israel. [25] Por eso se ha encendido la ira de Yahveh contra su pueblo, extendió su mano sobre él y le golpeó. Y mató a los príncipes: sus cadáveres yacían como basura en medio de las calles. Con todo eso, no se ha calmado su ira, y aún sigue extendida su mano. [26] Iza bandera a un pueblo desde lejos y le silba desde los confines de la tierra: vedlo aquí, rápido, viene ligero. [27] No hay en él quien se canse y tropiece, quien se duerma y se amodorre; nadie se suelta el cinturón de los lomos, ni se rompe la correa de su calzado. [28] Sus saetas son agudas y todos sus arcos están tensos. Los cascos de sus caballos semejan pedernal y sus ruedas, torbellino. [29] Tiene un rugido como de leona, ruge como los cachorros, brama y agarra la presa, la arrebata, y no hay quien la libre.

[30] Bramará contra él aquel día como el bramido del mar, y oteará la tierra, y habrá densa oscuridad, pues la luz se habrá oscurecido en la espesa tiniebla.

Capítulo 6

[1] El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo. [2] Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él; cada uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban, [3] Y se gritaban el uno al otro: «Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria.». [4] Se conmovieron los quicios y los dinteles a la voz de los que clamaban, y la Casa se llenó de humo. [5] Y dije: «¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito: que al rey Yahveh Sebaot han visto mis ojos!» [6] Entonces voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado de sobre el altar, [7] y tocó mi boca y dijo: «He aquí que esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa, tu pecado está expiado.» [8] Y percibí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré? ¿y quién irá de parte nuestra»? Dije: «Heme aquí: envíame.» [9] Dijo: «Ve y di a ese pueblo: "Escuchad bien, pero no entendáis, ved bien, pero no comprendáis." [10] Engorda el corazón de ese pueblo hazle duro de oídos, y pégale los ojos, no sea que vea con sus ojos. y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se convierta y se le cure.» [11] Yo dije: «¿Hasta dónde, Señor?» Dijo: «Hasta que se vacíen las ciudades y queden sin habitantes, las casas sin hombres, la campiña desolada, [12] y haya alejado Yahveh a las gentes, y cunda el abandono dentro del país. [13] Aun el décimo que quede en él volverá a ser devastado como la encina o el roble, en cuya tala queda un tocón: semilla santa será su tocón.»

Capítulo 7

[1] En tiempo de Ajaz, hijo de Jotam, hijo de Ozías, rey de Judá, subió Rasón, rey de Aram, con Pecaj, hijo de Remalías, rey de Israel, a Jerusalén para atacarla, más no pudieron hacerlo. [2] La casa de David había recibido este aviso: «Aram se ha unido con Efraím», y se estremeció el corazón del rey y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del bosque por el viento. [3] Entonces Yahveh dijo a Isaías: «Ea, sal con tu hijo Sear Yasub al final del caño de la alberca superior, por la calzada del campo del Batanero, al encuentro de Ajaz, [4] y dile: «¡Alerta, pero ten calma! No temas, ni desmaye tu corazón por ese par de cabos de tizones humeantes, [5] ya que Aram, Efraím y el hijo de Remalías han maquinado tu ruina diciendo: [6] Subamos contra Judá y desmembrémoslo, abramos brecha en él y pongamos allí por rey al hijo de Tabel." [7] Así ha dicho el Señor Yahveh: No se mantendrá, ni será así;

[8] porque la capital de Aram es Damasco, y el cabeza de Damasco, Rasón; Pues bien: dentro de sesenta y cinco años, Efraím dejará de ser pueblo. [9] La capital de Efraím es Samaría, y el cabeza de Samaría, el hijo de Remalías. Si no os afirmáis en mí no seréis firmes.»

[10] Volvió Yahveh a hablar a Ajaz diciendo: [11] «Pide para ti una señal de Yahveh tu Dios en lo profundo del seol o en lo más alto.» [12] Dijo Ajaz: «No la pediré, no tentaré a Yahveh.» [13] Dijo Isaías: «Oíd, pues, casa de David: ¿Os parece poco cansar a los hombres, que cansáis también a mi Dios? [14] Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. [15] Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno. [16] Porque antes que sepa el niño rehusar lo malo y elegir lo bueno, será abandonado el territorio cuyos dos reyes te dan miedo. [17] Yahveh atraerá sobre ti y sobre tu pueblo y sobre la casa de tu padre, días cuales no los hubo desde aquel en que se apartó Efraím de Judá (el rey de Asur).

[18] Aquel día silbará Yahveh al enjambre que hay en los confines de los ríos de Egipto, y a las abejas que hay en tierra de Asur;

[19] vendrán y se posarán todas ellas en las quebradas, en los resquicios de las peñas, en todas las corrientes y en todos los arroyos. [20] Aquel día rapará el Señor con navaja alquilada allende el Río, con el rey de Asur, la cabeza y el vello de las piernas y también la barba afeitará, [21] Aquel día criará cada uno una novilla y un par de ovejas.

[22] Y así de tanto dar leche, comerá cuajada, porque «cuajada y miel comerá todo el que quedare dentro del país». [23] Aquel día, cualquier lugar donde antes hubo mil cepas por valor de mil piezas de plata, será de la zarza y el abrojo.

[24] Con flechas y arco se entrará allí, pues zarza y abrojo será toda la tierra, [25] y en ninguno de los montes que se desbrozan con la azada se podrá entrar por temor de las zarzas y abrojos; será dehesa de bueyes y pastizal de ovejas.»

Capítulo 8

[1] Yahveh me dijo: «Toma una placa grande, escribe en ella con buril: de Maher Salal Jas Baz, [2] y toma por fieles testigos míos al sacerdote Urías y a Zacarías, hijo de Baraquías.» [3] Me acerqué a la profetisa, que concibió y dio a luz un hijo, Yahveh me dijo: «Llámale Maher Salal Jas Baz, [4] pues antes que sepa el niño decir "papá" y "mamá", la riqueza de Damasco y el botín de Samaría serán llevados ante el rey de Asur.» [5] Volvió Yahveh a hablarme de nuevo: [6] «Porque ha rehusado ese pueblo las aguas de Siloé que van de vagar y se ha desmoralizado ante Rasón y el hijo de Remalías,

[7] por lo mismo, he aquí que el Señor hace subir contra ellos las aguas del Río embravecidas y copiosas. Desbordará por todos sus cauces, (el rey de Asur y todo su esplendor) invadirá todas sus riberas. [8] Seguirá por Judá anegando a su paso, hasta llegar al cuello. Y la envergadura de sus alas abarcará la anchura de tu tierra, Emmanuel. [9] Sabedlo, pueblos: seréis destrozados; escuchad, confines todos de la tierra; en guardia: seréis destrozados; en guardia: seréis destrozados. [10] Trazad un plan: fracasará. Decid una palabra: no se cumplirá. Porque con nosotros está Dios.

[11] Pues así me ha dicho Yahveh cuando me tomó de la mano y me apartó de seguir por el camino de ese pueblo: [12] No llaméis conspiración a lo que ese pueblo llama conspiración, ni temáis ni tembléis de lo que él teme. [13] A Yahveh Sebaot, a ése tened por santo, sea él vuestro temor y él vuestro temblor. [14] Será un santuario y piedra de tropiezo y peña de escándalo para entrambas Casas de Israel; lazo y trampa para los moradores de Jerusalén. [15] Allí tropezarán muchos, caerán, se estrellarán y serán atrapados y presos. [16] Envuelve el testimonio, sella la enseñanza entre mis discípulos.

[17] Aguardaré por Yahveh, el que vela su faz de la casa de Jacob, y esperaré por él. [18] Aquí estamos yo y los hijos que me ha dado Yahveh, por señales y pruebas en Israel, de parte de Yahveh Sebaot, el que reside en el monte Sión. [19] Y cuando os dijeren: «Consultad a los nigromantes y a los adivinos que bisbisean y murmujean; ¿es que no consulta un pueblo a sus dioses, por los vivos a los muertos?»: [20] en pro de la enseñanza y el testimonio ¡Vaya si dirán cosa tal! Lo que no tiene provecho. [21] Pasará por allí lacerado y hambriento, y así que le dé el hambre, se enojará y faltará a su rey y a su Dios. Volverá el rostro a lo alto, [22] la tierra oteará, y sólo habrá cerrazón y negrura, lobreguez prieta y tiniebla espesa. [23] Pues, ¿no hay lobreguez para quien tiene apretura? Como el tiempo primero ultrajó a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí, así el postrero honró el camino del mar, allende el Jordán, el distrito de los Gentiles.

Capítulo 9

[1] El pueblo que andaba a oscuras [2] vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín. [3] Porque el yugo que les pesaba y la pinga de su hombro — la vara de su tirano — has roto, como el día de Madián. [4] Porque toda bota que taconea con ruido, y el manto rebozado en sangre serán para la quema, pasto del fuego. [5] Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre «Maravilla de Consejero», «Dios Fuerte», «Siempre Padre», «Príncipe de Paz». [6] Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia, Desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso.

[7] Una palabra ha proferido el Señor en Jacob, y ha caído en Israel. [8] Sabedla, pueblo todo, Efraím y los habitantes de Samaría, los que con arrogancia y engreimiento dicen: [9] «Los ladrillos han caído, pero de sillar edificaremos; los sicómoros fueron talados, pero por cedros los cambiaremos.»

[10] Pues bien, Yahveh ha dado ventaja a su adversario, Rasón, y azuzó a sus enemigos: [11] Aram por delante y los filisteos por detrás, devoraron a Israel a boca llena. Con todo eso no se ha calmado su ira, y aún sigue su mano extendida. [12] Pero el pueblo no se volvió hacia el que le castigaba, no buscaron a Yahveh Sebaot. [13] Por eso ha cercenado Yahveh a Israel cabeza y cola, palmera y junco, en un mismo día. [14] El anciano y honorable es la cabeza, y el profeta impostor es la cola. [15] Los directores de este pueblo han resultado desviadores, y sus dirigidos, extraviados. [16] Por eso, de sus jóvenes no se apiadará el Señor, con sus huérfanos y viudas no tendrá misericordia, pues todos son impíos y malvados, y toda boca profiere majadería Con todo eso no se ha calmado su ira, y aún sigue su mano extendida. [17] Porque ha ardido como fuego la maldad, zarza y espino devora, y va a prender en las espesuras del bosque: ya se estiran en columna de humo.

[18] Por el arrebato de Yahveh la tierra ha sido quemada, y es el pueblo como pasto de fuego; nadie tiene piedad de su hermano,

[19] Corta a diestra y queda con hambre, come a siniestra y no se sacia; cada uno se come la carne de su brazo. [20] Manasés devora a Efraím Efraím a Manasés, y ambos a una van contra Judá. Con todo eso no se ha calmado su ira, y aún sigue su mano extendida.

Capítulo 10

[1] ¡Ay! los que decretan decretos inicuos, y los escribientes que escriben vejaciones, [2] excluyendo del juicio a los débiles, atropellando el derecho de los míseros de mi pueblo, haciendo de las viudas su botín, y despojando a los huérfanos. [3] Pues ¿qué haréis para el día de la cuenta y la devastación que de lontananza viene? ¿a quién acudiréis para pedir socorro? ¿dónde dejaréis vuestra gravedad? [4] Con tal de no arrodillarse entre los prisioneros, entre los muertos caerían. Con todo eso no se ha calmado su ira, y aún sigue su mano extendida. [5] ¡Ay, Asur, bastón de mi ira, vara que mi furor maneja! [6] Contra gente impía voy a guiarlo, contra el pueblo de mi cólera voy a mandarlo, a saquear saqueo y pillar pillaje, y hacer que lo pateen como el lodo de las calles. [7] Pero él no se lo figura así, ni su corazón así lo estima, sino que su intención es arrasar y exterminar gentes no pocas.

[8] Pues dice: «¿No son mis jefes todos ellos reyes? [9] ¿No es Kalnó como Karkemis? ¿No es Jamat como Arpad? ¿No es Samaría como Damasco? [10] Como alcanzó mi mano a los reinos de los ídolos — cuyas estatuas eran más que las de Jerusalén y Samaría — [11] como hice con Samaría y sus ídolos, ¿no haré asimismo con Jerusalén y sus simulacros?» [12] Pues bien, cuando hubiere dado remate el Señor a todas sus empresas en el monte Sión y en Jerusalén, pasará revista al fruto del engreimiento del rey de Asur y al orgullo altivo de sus ojos. [13] Porque dijo: «Con el poder de mi mano lo hice, y con mi sabiduría, porque soy inteligente, he borrado las fronteras de los pueblos, sus almacenes he saqueado, y he abatido como un fuerte a sus habitantes. [14] Como un nido ha alcanzado mi mano la riqueza de los pueblos, y como se recogen huevos abandonados, he recogido yo toda la tierra, y no hubo quien aleteara ni abriera el pico ni piara.»

[15] ¿Acaso se jacta el hacha frente al que corta con ella? ¿o se tiene por más grande la sierra que el que la blande? ¡como si la vara moviera al que la levanta! ¡como si a quien no es madera el bastón alzara! [16] Por eso enviará Yahveh Sebaot entre sus bien comidos, enflaquecimiento, y, debajo de su opulencia, encenderá un incendio como de fuego.

[17] La luz de Israel vendrá a ser fuego, y su Santo, llama; arderá y devorará su espino y su zarza en un solo día, [18] y el esplendor de su bosque y de su vergel en alma y en cuerpo será consumido: será como el languidecer de un enfermo.

[19] Lo que quede de los árboles de su bosque será tan poco, que un niño los podrá contar.

[20] Aquel día no volverán ya el resto de Israel y los bien librados de la casa de Jacob a apoyarse en el que los hiere, sino que se apoyarán con firmeza en Yahveh. [21] Un resto volverá, el resto de Jacob, al Dios poderoso.

[22] Que aunque sea tu pueblo, Israel, como la arena del mar, sólo un resto de él volverá. Exterminio decidido, rebosante de justicia. [23] Porque es un exterminio decidido lo que Yahveh Sebaot realizará en medio de toda la tierra. [24] Por tanto, así dice el Señor Yahveh Sebaot: «No temas, pueblo mío que moras en Sión, a Asur que con la vara te da golpes y su bastón levanta contra ti (en el camino de Egipto). [25] Porque un poquito más y se habrá consumado el furor, y mi ira los consumirá.» [26] Despertará contra él Yahveh Sebaot un azote, como cuando la derrota de Madián en la peña de Horeb, o cuando levantó su bastón contra el mar en el camino de Egipto. [27] Aquel día te quitará su carga de encima del hombro y su yugo de sobre tu cerviz será arrancado. Y el yugo será destruido (...) [28] Vino sobre Ayyat, pasó por Migrón, en Mikmás pasó revista.

[29] Han pasado el Vado: «Haremos noche en Gueba.» Temblaba Ramá, Guibeá de Saúl huía. [30] ¡Da gritos de júbilo, Bat Gallim, escucha Laisa! ¡Respóndele, Anatot! [31] Se desbandó Madmená. Los habitantes de Guebim se han puesto a salvo. [32] Hoy mismo en Nob haciendo alto menea su mano contra el Monte de la hija de Sión, la colina de Jerusalén. [33] He aquí que el Señor Yahveh Sebaot sacude el ramaje con estrépito; las guías más altas están partidas y las elevadas van a caer. [34] Golpeará las espesuras del bosque con el hierro, y por los golpes de un Poderoso, caerá.

Capítulo 11

[1] Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. [2] Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. [3] Y le inspirará en el temor de Yahveh. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. [4] Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. [5] Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos. [6] Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. [7] La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. [8] Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. [9] Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar.

[10] Aquel día la raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la buscarán, y su morada será gloriosa.

[11] Aquel día volverá el Señor a mostrar su mano para recobrar el resto de su pueblo que haya quedado de Asur y de Egipto, de Patrós, de Kus, de Elam, de Senaar, de Jamat y de las islas del mar. [12] Izará bandera a los gentiles, reunirá a los dispersos de Israel, y a los desperdigados de Judá agrupará de los cuatro puntos cardinales. [13] Cesará la envidia de Efraím, y los opresores de Judá serán exterminados. Efraím no envidiará a Judá y Judá no oprimirá a Efraím. [14] Ellos se lanzarán sobre la espalda de Filistea Marítima, a una saquearán a los hijos de Oriente. Edom y Moab bajo el dominio de su mano, y los ammonitas bajo su obediencia. [15] Secará Yahveh el golfo del mar de Egipto y agitará su mano contra el Río. Con la violencia de su soplo lo partirá en siete arroyos, y hará posible pasarlo en sandalias; [16] habrá un camino real para el resto de su pueblo que haya sobrevivido de Asur, como lo hubo para Israel, cuando subió del país de Egipto.

Capítulo 12

[1] Y dirás aquel día: «Yo te alabo, Yahveh, pues aunque te airaste contra mí, se ha calmado tu ira y me has compadecido.

[2] He aquí a Dios mi Salvador: estoy seguro y sin miedo, pues Yahveh es mi fuerza y mi canción, él es mi salvación,» [3] Sacaréis agua con gozo de los hontanares de salvación.» [4] y diréis aquel día: «Dad gracias a Yahveh, aclamad su nombre, divulgad entre los pueblos sus hazañas, pregonad que es sublime su nombre. [5] Cantad a Yahveh, porque ha hecho algo sublime, que es digno de saberse en toda la tierra. [6] Dad gritos de gozo y de júbilo, moradores de Sión, que grande es en medio de ti el Santo de Israel.»

Capítulo 13

[1] Oráculo contra Babilonia, que contempló Isaías, hijo de Amós. [2] Sobre el monte pelado izad la bandera, levantad la voz a ellos, agitad la mano y que entren por las puertas de los nobles.

[3] Yo he mandado a mis consagrados y también he llamado a mis valientes, para ejecutar mi ira a mis gallardos. [4] ¡Ruido estruendoso en los montes, como de mucha gente! ¡Ruido estrepitoso de reinos, naciones reunidas! Yahveh Sebaot pasa revista a su tropa de combate. [5] Vienen de tierra lejana, del cabo de los cielos, Yahveh y los instrumentos de su enojo para arrasar toda la tierra.

[6] Ululad, que cercano está el Día de Yahveh, como la destrucción de Sadday viene. [7] Por eso todos los brazos decaen y todo corazón humano se derrite. [8] Se empavorecen, angustias y apuros les sobrecogen, cual parturienta se duelen. Cada cual se asusta de su prójimo. Son los suyos rostros llameantes. [9] He aquí que el Día de Yahveh viene implacable, el arrebato, el ardor de su ira, a convertir la tierra en yermo y exterminar de ella a los pecadores. [10] Cuando las estrellas del cielo y la constelación de Orión no alumbren ya, esté oscurecido el sol en su salida y no brille la luz de la luna, [11] pasaré revista al orbe por su malicia y a los malvados por su culpa. Haré cesar la arrogancia de los insolentes, y la soberbia de los desmandados humillaré. [12] Haré que el hombre sea más escaso que el oro fino, y la humanidad más que metal de Ofir.

[13] Por eso haré temblar los cielos, y se removerá la tierra de su sitio, en el arrebato de Yahveh Sebaot, en el día de su ira hirviente. [14] Será como gacela acosada, como ovejas cuando no hay quien las reúna: cada uno enfilará hacia su pueblo, cada uno huirá hacia su tierra. [15] Todo el que fuere descubierto será traspasado, y todo el que fuere apresado caerá por la espada. [16] Sus párvulos serán estrellados ante sus ojos, serán saqueadas sus casas, y sus mujeres violadas. [17] He aquí que yo despierto contra ellos a los medos, que no estiman la plata, ni desean el oro. [18] Machacarán a todos sus muchachos, estrellarán a todas sus muchachas, del fruto del vientre no se apiadarán ni de las criaturas tendrán lástima sus ojos. [19] Babilonia, la flor de los reinos, prez y orgullo de Caldea, será semejante a Sodoma y Gomorra, destruidas por Dios. [20] No será habitada jamás ni poblada en generaciones y generaciones, ni pondrá tienda allí el árabe, ni pastores apacentarán allí.

[21] Allí tendrán aprisco bestias del desierto y se llenarán sus casas de mochuelos. Allí morarán las avestruces y los sátiros brincarán allí. [22] Se responderán las hienas en sus alcázares y los chacales en sus palacios de recreo. Su hora está para llegar y sus días no tendrán prórroga.

Capítulo 14

[1] Cuando se compadezca Yahveh de Jacob y prefiera todavía a Israel, los afincará en el solar de ellos, y se les juntarán forasteros, que serán incorporados a la casa de Jacob. [2] Tomarán a otros pueblos y, llevándoselos a su lugar, se los apropiará la casa de Israel sobre el solar de Yahveh como esclavos y esclavas. Harán cautivos a sus cautivadores, y dominarán sobre sus tiranos. [3] Entonces, cuando te haya calmado Yahveh de tu disgusto y tu desazón y de la dura servidumbre a que fuiste sometido, [4] dirigirás esta sátira al rey de Babilonia. Dirás: ¡Cómo ha acabado el tirano, cómo ha cesado su arrogancia! [5] Ha quebrado Yahveh la vara de los malvados, el bastón de los déspotas, [6] que golpeaba a los pueblos con saña golpes sin parar, que dominaba con ira a las naciones acosándolas sin tregua. [7] Está tranquila y quieta la tierra toda, prorrumpe en aclamaciones.

[8] Hasta los cipreses se alegran por ti, los cedros del Líbano: «Desde que tú has caído en paz, no sube el talador a nosotros.» [9] El seol, allá abajo, se estremeció por ti saliéndote al encuentro; por ti despierta a las sombras, a todos los jerifaltes de la tierra; hace levantarse de sus tronos a los reyes de todas las naciones. [10] Todos ellos responden y te dicen: «¡También tú te has vuelto débil como nosotros, y a nosotros eres semejante! [11] Ha sido precipitada al seol tu arrogancia al son de tus cítaras. Tienes bajo ti una cama de gusanos, tus mantas son gusanera. [12] ¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones! [13] Tú que habías dicho en tu corazón: «Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de la Reunión, en el extremo norte. [14] Subiré a las alturas del nublado, me asemejaré al Altísimo.

[15] ¡Ya!: al seol has sido precipitado, a lo más hondo del pozo.» [16] Los que te ven, en ti se fijan; te miran con atención: «¿Ese es aquél, el que hacía estremecer la tierra, el que hacía temblar los reinos, [17] el que puso el orbe como un desierto, y asoló sus ciudades, el que a sus prisioneros no abría la cárcel?» [18] Todos los reyes de las naciones, todos ellos yacen con honor, cada uno en su morada. [19] Pero tú has sido arrojado fuera de tu sepulcro, como un brote abominable, recubierto de muertos acuchillados, arrojados sobre las piedras de la fosa, como cadáver pisoteado. [20] No tendrás con ellos sepultura, porque tu tierra has destruido, a tu pueblo has asesinado. No se nombrará jamás la descendencia de los malhechores. [21] Preparad a sus hijos degollina por la culpa de sus padres: no sea que se levanten y se apoderen de la tierra, y llenen de ciudades la haz del orbe.

[22] Yo me alzaré contra ellos — oráculo de Yahveh Sebaot — y suprimiré en Babilonia el nombre y resto, hijos y nietos — oráculo de Yahveh. [23] La convertiré en patrimonio de erizos y tierra pantanosa, la barreré con escoba exterminadora — oráculo de Yahveh Sebaot. [24] Ha jurado Yahveh Sebaot diciendo: «Tal como lo había ideado, así fue. Y como lo planeé, así se cumplirá: [25] Quebrantaré a Asur en mi tierra, sobre mis montes le pisotearé. Se apartará su yugo de sobre ellos, su fardo de sobre sus hombros se apartará.» [26] Este es el plan tocante a toda la tierra, y ésta la mano extendida sobre las naciones. [27] Si Yahveh Sebaot toma una decisión, ¿quién la frustrará? Si él extiende su mano, ¿quién se la hará retirar? [28] El año en que murió el rey Ajaz hubo esta oráculo: [29] No te alegres, Filistea toda, porque se haya quebrado la vara del que te hería; pues de raíz de culebra saldrá víbora, y su fruto será dragón volador.

[30] Los débiles pacerán en mis pastos y los pobres en seguro se acostarán, mientras que haré morir de hambre tu posteridad, y mataré lo que de ti reste [31] ¡Ulula, puerta! ¡grita, ciudad! ¡derrítete, Filistea toda, que del norte una humareda viene, y nadie deserta en sus columnas! [32] ¿Y qué se responderá a los mensajeros de esa gente?: «Que Yahveh fundó a Sión, y en ella se refugiarán los pobres de su pueblo.»

Capítulo 15

[1] Oráculo sobre Moab. Porque de noche ha sido saqueada, Ar Moab ha perecido Porque de noche ha sido saqueada, Quir Moab ha perecido. [2] Subía la hija de Dibbón a los oteros llorando: sobre el Nebo y sobre Medba Moab ulula. En todas sus cabezas, calvicie; toda barba, raída. [3] En sus calles se han ceñido sayal, sobre sus azoteas y en sus plazas todo el mundo ulula, baja llorando. [4] Gritaban Jesbón y Elalé, hasta Yahas se oía su voz. Por eso los guerreros de Moab tiemblan, su alma le tiembla dentro.

[5] Su corazón por Moab clama, sus fugitivos van hasta Soar (Eglat Selisiyyá). ¡La cuesta de Lujit la suben llorando, y por el camino de Joronáyim dan gritos desgarrados! [6] ¡Las aguas de Nimrim son un sequedal, y se ha secado la hierba, se agostó el césped, no hay verdor! [7] Por eso hicieron ahorros... y sus reservas allende el arroyo de los Sauces se las llevan.

[8] ¡Los gritos han rodeado las fronteras de Moab; hasta Egláyim llega su ulular, en Beer Elim su ulular! [9] ¡Las aguas de Dimón van llenas de sangre! ¡Aún más añadiré sobre Dimón! ¡Contra los escapados de Moab, y contra los que queden en su suelo un león!

Capítulo 16

[1] Enviad corderos al señor del país desde la Roca del Desierto al monte de la hija de Sión. [2] Como aves espantadas, nidada dispersa, serán las hijas de Moab cabe los vados del Arnón. [3] Presenta algún plan, toma una decisión. Haz tu sombra como la noche en pleno mediodía; esconde a los acosados, al fugitivo no delates. [4] Acójanse en ti los acosados de Moab; sé para ellos cobijo ante el devastador. Cuando no queden tiranos, acabe la devastación, y desaparezcan del país los opresores, [5] será establecido sobre la piedad el trono, y se sentará en él con lealtad — en la tienda de David — un juez que busque el derecho, y sea presto a la justicia. [6] Hemos oído la arrogancia de Moab: ¡una gran arrogancia! Su altanería, su arrogancia y su furor y sus bravatas sin fuerza.

[7] Por eso, que ulule Moab por Moab; ulule todo él. Por los panes de uvas de Quir Jaréset gimen: «¡Ay, abatidos!» [8] Pues la campiña de Jesbón se ha marchitado, el viñedo de Sibmá, cuyas cepas majaron los señores de las gentes. Hasta Yazer alcanzaban, se perdían por el desierto, sus frondas se extendían, pasaban la mar. [9] Por eso voy a llorar como llora Yazer, viña de Sibmá. Te regaré con mis lágrimas, Jesbón y Elalé, porque sobre tu cosecha y sobre tu segada se ha extinguido el clamor, [10] y se retira del vergel alegría y alborozo, y en las viñas no se lanzan cantos de júbilo, ni gritos. Vino en los lagares no pisa el pisador: el clamor ha cesado. [11] Por eso mis entrañas por Moab como el arpa resuenan, y mi interior por Quir Jeres. [12] Luego, cuando vea Moab que se cansa sobre el alto, entrará a su santuario a orar, pero nada podrá.

[13] Esta es la palabra que en un tiempo pronunció Yahveh acerca de Moab. [14] Y ahora ha hablado Yahveh diciendo: «Dentro de tres años, como años de jornalero, será despreciada la gloria de Moab con toda su numerosa muchedumbre, y el resto será pequeñísimo, insignificante.»

Capítulo 17

[1] Oráculo contra Damasco. He aquí que Damasco deja de ser ciudad, y va a ser montón de derribo. [2] Abandonadas sus ciudades para siempre, serán para los ganados; se acostarán allí y no habrá quien los espante. [3] Dejará de existir el baluarte de Efraím y el reinado de Damasco, y el resto de Aram vendrá a ser como la gloria de los israelitas — oráculo de Yahveh Sebaot —. [4] Aquel día, será debilitada la gloria de Jacob, y su gordura enflaquecerá. [5] Será como cuando apuña un segador la mies, y su brazo las espigas siega; será como espigador en el valle de Refaím, [6] — que quedan en él rebuscos —; como en el vareo del olivo: dos, tres bayas en la punta de la guía; cuatro, cinco en sus ramas fructíferas — oráculo de Yahveh, el Dios de Israel —.

[7] Aquel día se dirigirá el hombre a su Hacedor, y sus ojos hacia el Santo de Israel mirarán. [8] No se fijará en los altares, obras de sus manos, ni lo que hicieron sus dedos mirará: los cipos y las estelas solares. [9] Aquel día estarán tus ciudades abandonadas, como cuando el abandono de los bosques y matorrales, ante los hijos de Israel: habrá desolación. [10] Porque olvidaste a Dios tu salvador, y de la Roca de tu fortaleza no te acordaste. Por eso plantabas plantíos deleitosos, y de mugrón extranjero los sembraste. [11] Hoy tu plantío veías crecer, y florecer desde la mañana tu simiente. Pero desaparecerá la mies el día de la enfermedad, y el dolor será incurable. [12] ¡Ay!, bramar de muchos pueblos, como bramar de mares braman. Retumbar de naciones que retumban como retumbo de crecidas aguas.

[13] (De naciones que retumban como retumbo de crecidas aguas.) Pero él las increpa, y de lejos huyen, y son perseguidas como el tamo de los montes por el viento, y como torbellino por el huracán.

[14] A la hora del atardecer se presenta el miedo, antes de la mañana ya no existen. Esa sea la parte de nuestros despojadores, la suerte de nuestros saqueadores.

Capítulo 18

[1] ¡Ay, tierra de susurro de alas, la de allende los ríos de Kus, [2] la que envía por mar embajadores, y en barcos de juncos sobre la haz de las aguas! Id, mensajeros ligeros, a la nación esbelta y de brillante piel, al pueblo temible desde siempre, nación vigorosa y dominadora, cuya tierra surcan ríos. [3] Todos los moradores del orbe y habitantes de la tierra, al izarse pendón en los montes, mirad, al tañerse el cuerno, escuchad; [4] que así me ha dicho Yahveh: Estaré quedo y observaré desde mi puesto, como calor ardiente al brillar la luz, como nube de rocío en el calor de la siega. [5] Pues antes de la siega, al acabar la floración, cuando su fruto en cierne comience a madurar, cortará los sarmientos con la podadera y los pámpanos viciosos arrancará y podará. [6] Serán dejados juntamente a merced de las aves rapaces de los montes y de las bestias de la tierra; pasarán allí el verano las rapaces y toda bestia terrestre allí invernará.

[7] En aquel tiempo se presentará un obsequio a Yahveh Sebaot, al lugar del nombre de Yahveh Sebaot, el monte Sión, de parte de un pueblo esbelto y de brillante piel, y de parte de un pueblo temible desde siempre, nación vigorosa y dominadora, cuya tierra surcan ríos.

Capítulo 19

[1] Oráculo contra Egipto. Allá va Yahveh cabalgando sobre nube ligera y entra en Egipto, se tambalean los ídolos de Egipto ante él y el corazón de Egipto se derrite en su interior. [2] Revolveré a egipcios contra egipcios, peleará cada cual con su hermano, y cada uno con su compañero, ciudad contra ciudad, reino contra reino. [3] Se trastornará el espíritu de Egipto en su interior, y sus planes anularé. Consultarán a los ídolos, a los brujos, a los nigromantes y los adivinos. [4] Entregaré a Egipto en manos de un señor duro, y un rey cruel los dominará — oráculo del Señor Yahveh Sebaot —. [5] Se desecarán las aguas del mar, y el Río se secará y quedará seco; hederán los ríos, [6] menguarán y se secarán los canales de Egipto. La caña y el junco se marchitarán. [7] Los prados junto al canal, junto al borde del canal, y todo sembrado del canal se secarán, serán aventados y desaparecerán.

[8] Gemirán los pescadores, y se lamentarán todos los que echan en el canal anzuelo; y los que extienden red sobre las aguas, languidecerán. [9] Estarán confusos los que trabajan el lino, cardadoras y tejedores palidecerán. [10] Estarán sus tejedores abatidos, todos los jornaleros desanimados. [11] En verdad, están locos los príncipes de Soán, los sabios consejeros de Faraón forman un estúpido consejo. ¿Cómo decís a Faraón: «Hijo de sabios soy, hijo de reyes antiguos?» [12] Pues entonces, ¿dónde están tus sabios? Que te manifiesten, pues, y te hagan conocer lo que ha planeado Yahveh Sebaot tocante a Egipto. [13] Han enloquecido los príncipes de Soán, han sido engañados los príncipes de Nof; los jefes de sus tribus extravían a Egipto.

[14] Yahveh ha infundido en ellos espíritu de vértigo que hace dar tumbos a Egipto en todas sus empresas, como se tambalea el ebrio en su vomitona. [15] Y no le sale bien a Egipto empresa alguna que haga la cabeza o la cola, la palmera o el junco. [16] Aquel día será Egipto como las mujeres. Temblará y se espantará cada vez que Yahveh Sebaot menee su mano contra él. [17] El territorio de Judá será la afrenta de Egipto: cada vez que se lo mienten, se espantará ante los planes que Yahveh Sebaot está trazando contra él. [18] Aquel día habrá cinco ciudades en tierra de Egipto que hablarán la lengua de Canaán y que jurarán por Yahveh Sebaot: Ir Haheres se llamará una de ellas. [19] Aquel día habrá un altar de Yahveh en medio del país de Egipto y una estela de Yahveh junto a su frontera.

[20] Estará como señal y testimonio de Yahveh Sebaot en el país de Egipto. Cuando clamen a Yahveh a causa de los opresores, les enviará un libertador que los defenderá y librará. [21] Será conocido Yahveh de Egipto, y conocerá Egipto a Yahveh aquel día, le servirán con sacrificio y ofrenda, harán votos a Yahveh y los cumplirán. [22] Yahveh herirá a Egipto, pero al punto le curará. Se convertirán a Yahveh, y él será propicio y los curará. [23] Aquel día habrá una calzada desde Egipto a Asiria. Vendrá Asur a Egipto y Egipto a Asiria, y Egipto servirá a Asur. [24] Aquel día será Israel tercero con Egipto y Asur, objeto de bendición en medio de la tierra, [25] pues le bendecirá Yahveh Sebaot diciendo: «Bendito sea mi pueblo Egipto, la obra de mis manos Asur, y mi heredad Israel.»

Capítulo 20

[1] El año en que vino el copero mayor a Asdod — cuando le envió Sargón, rey de Asur, y atacó a Asdod y la tomó —, [2] en aquella sazón habló Yahveh por medio de Isaías, hijo de Amós, en estos términos: «Ve y desata el sayal de tu cintura, y quítate las sandalias de los pies.» El lo hizo así, y anduvo desnudo y descalzo. [3] Dijo Yahveh: «Así como ha andado mi siervo Isaías desnudo y descalzo tres años como señal y presagio respecto a Egipto y Kus, [4] así conducirá el rey de Asur a los cautivos de Egipto y a los deportados de Kus, mozos y viejos, desnudos, descalzos y nalgas al aire — desnudez de Egipto. [5] Se quedarán asustados y confusos por Kus, su esperanza, y por Egipto, su prez. [6] Y dirán los habitantes de esta costa aquel día: «Ahí tenéis en qué ha parado la esperanza nuestra, adonde acudíamos en busca de auxilio para librarnos del rey de Asur. Pues ¿cómo nos escaparemos nosotros?

Capítulo 21

[1] Oráculo sobre el Desierto Marítimo. Como torbellinos pasando por el Négueb vienen del desierto, del país temible. [2] Una visión dura me ha sido mostrada: El saqueador saquea y el devastador devasta. Sube Elam; asedia, Media. He hecho cesar todo suspiro. [3] Por eso mis riñones se han llenado de espanto. En mí hacen presa dolores, como dolores de parturienta. Estoy pasmado sin poder oír, me estremezco sin ver. [4] He perdido el sentido, escalofríos me sobrecogen. El crepúsculo de mis anhelos se me convierte en sobresalto. [5] Se prepara la mesa, se despliega el mantel, se come y se bebe. — ¡Levantaos, jefes, engrasad el escudo! [6] Pues así me ha dicho el Señor: «Anda, pon un vigía que vea y avise.

[7] Cuando vea carros, troncos de caballos, jinetes en burro, jinetes en camello, preste atención, mucha atención.» [8] Y exclamó el vigía: «Sobre la atalaya, mi señor, estoy firme a lo largo del día, y en mi puesto de guardia estoy firme noches enteras. [9] Pues bien: por ahí vienen jinetes, troncos de caballos.» Replicó y dijo: «¡Cayó, cayó Babilonia, y todas las estatuas de sus dioses se han estrellado contra el suelo!» [10] Trilla mía y parva de mi era: lo que he oído de parte de Yahveh Sebaot, Dios de Israel, os lo he anunciado. [11] Oráculo sobre Duma. Alguien me grita desde Seír: «Centinela, ¿qué hay de la noche? centinela, ¿qué hay de la noche?» [12] Dice el centinela: «Se hizo de mañana y también de noche. Si queréis preguntar, volveos, venid.» [13] Oráculo en la estepa. En el bosque, en la estepa, haced noche, caravanas de dedanitas. [14] Al encuentro del sediento llevad agua, habitantes del país de Temá; salid con pan al encuentro del fugitivo. [15] Pues de las espadas huyen, de la espada desnuda, del arco tendido, de la pesadumbre de la guerra.

[16] Pues así me ha dicho el Señor: «Al cabo de un año como año de jornalero se habrá consumido toda la gloria de Quedar. [17] Del resto de los arqueros, de los paladines, de los bravos de los hijos de Quedar, quedarán pocos, porque Yahveh, Dios de Israel, lo ha dicho.»

Capítulo 22

[1] Oráculo contra el valle de la Visión. ¿Qué tienes ahora, que has subido en pleno a las azoteas, [2] de rumores henchida, ciudad alborotada, villa bullanguera? Tus caídos no son caídos a espada ni muertos en guerra. [3] Todos sus jefes huyeron a una: del arco escapaban. Todos tus valientes fueron apresados a una: lejos huían. [4] Por eso he dicho: «¡Apartaos de mí! Voy a llorar amargamente. No os empeñéis en consolarme por la devastación de la hija de mi pueblo.» [5] Porque es día de perturbación, de extravío y de aplastamiento para el Señor Yahveh Sebaot. En el valle de la Visión se zapa un muro y el grito de socorro llega a la montaña, [6] Elam lleva el carcaj, Aram monta a caballo, Quir desnuda el escudo. [7] Tus mejores valles se vieron llenos de carros, y los de a caballo formaron frente a la puerta. [8] Entonces cayó la defensa de Judá. Contemplasteis aquel día el arsenal de la Casa del Bosque. [9] Y las brechas de la ciudad de David visteis que eran muchas, y reunisteis las aguas de la alberca inferior. [10] Las casas de Jerusalén contasteis, y demolisteis casas para fortificar la muralla. [11] Un estanque hicisteis entre ambos muros para las aguas de la alberca vieja; pero no os fijasteis en su Hacedor, al que desde antiguo lo ideó de lejos no le visteis.

[12] Llamaba el Señor Yahveh Sebaot aquel día a lloro y a lamento y a raparse y ceñirse de sayal, [13] mas lo que hubo fue jolgorio y alegría, matanza de bueyes y degüello de ovejas, comer carne y beber vino: «¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos!» [14] Entonces me reveló al oído Yahveh Sebaot: «No será expiada esa culpa hasta que muráis» — ha dicho el Señor Yahveh Sebaot —. [15] Así dice el Señor Yahveh Sebaot: Preséntate al mayordomo, a Sebná, encargado del palacio, [16] el que labra en alto su tumba, el que se talla en la peña una morada: «¿Qué es tuyo aquí y a quién tienes aquí, que te has labrado aquí una tumba?» [17] He aquí que Yahveh te hace rebotar, hombre, y te vuelve a agarrar. [18] Te enrolla en ovillo, como una pelota en tierra de amplios espacios. Allí morirás, y allí irán tus carrozas gloriosas, vergüenza del palacio de tu señor.

[19] Te empujaré de tu peana y de tu pedestal te apearé. [20] Aquel día llamaré a mi siervo Elyaquim, hijo de Jilquías.

[21] Le revestiré de tu túnica, con tu fajín le sujetaré, tu autoridad pondré en su mano, y será él un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. [22] Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá. [23] Le hincaré como clavija en lugar seguro, y será trono de gloria para la casa de su padre. [24] Colgarán allí todo lo de valor de la casa de su padre — sus descendientes y su posteridad —, todo el ajuar menudo, todas las tazas y cántaros.

[25] Aquel día — oráculo de Yahveh Sebaot — se removerá la clavija hincada en sitio seguro, cederá y caerá, y se hará añicos el peso que sostenía, porque Yahveh ha hablado.

Capítulo 23

[1] Oráculo sobre Tiro. Ululad, naves de Tarsis, porque ha sido destruida vuestra fortaleza. De vuelta del país de Kittim les ha sido descubierto. [2] Quedad mudos, habitantes de la costa, mercaderes de Sidón, cuyos viajantes atravesaban el mar [3] por las aguas inmensas. La siembra del canal, la siega del Nilo, era su riqueza, y ella era el mercado de las naciones.

[4] Averguénzate, Sidón, porque ha dicho la mar: «No tuve dolores ni di a luz, ni crié mancebos, ni eduqué doncellas.» [5] En cuanto se oiga la nueva en Egipto, se dolerán de las nuevas de Tiro. [6] Pasad a Tarsis, ululad, habitantes de la costa: [7] ¿Es ése vuestro emporio arrogante, de remota antigüedad, cuyos pies le llevaron lejos en sus andanzas? [8] ¿Quién ha planeado esto contra Tiro, la coronada cuyos comerciantes eran príncipes, cuyos traficantes eran nobles de la tierra? [9] Es Yahveh Sebaot quien ha planeado profanar el orgullo de toda su magnificencia y envilecer a todos los nobles de la tierra.

[10] Cultiva tu tierra, hija de Tarsis: no hay puerto ya. [11] Su mano extendió él sobre la mar, hizo estremecer los reinos. Yahveh mandó respecto a Canaán, demoler sus castillos, [12] y dijo: No vuelvas más a rebullir, doncella oprimida, hija de Sidón. Levántate y vete a Kittim, que tampoco allí tendrás reposo. [13] Ahí tienes la tierra de los caldeos; no eran un pueblo; Asur la fundó para las bestias del desierto. Levantaron torres de asalto, demolieron sus alcázares, la convirtieron en ruinas.

[14] Ululad, naves de Tarsis, porque ha sido destruida vuestra fortaleza.

[15] Aquel día quedará en olvido Tiro durante setenta años. En los días de otro rey, al cabo de setenta años, le sucederá a Tiro como en la canción de la ramera: [16] «Toma el arpa, rodea la ciudad, ramera olvidada: tócala bien, canta a más y mejor, para que seas recordada.» [17] Bien, al cabo de los setenta años visitará Yahveh a Tiro, y ella volverá a su ganancia y se prostituirá a todos los reinos de la tierra sobre la haz de la tierra. [18] Será su mercadería y su ganancia consagrada a Yahveh. No será atesorada ni almacenada, sino que para los que moren delante de Yahveh será su mercadería, para comer a saciedad y para cubrirse espléndidamente.

Capítulo 24

[1] He aquí que Yahveh estraga la tierra, la despuebla, trastorna su superficie y dispersa a los habitantes de ella: [2] al pueblo como al sacerdote; al siervo como al señor; a la criada como a su señora; al que compra como al que vende; al que presta como al prestatario; al acreedor como a su deudor. [3] Devastada será la tierra y del todo saqueada, porque así ha hablado Yahveh. [4] En duelo se marchitó la tierra, se amustia, se marchita el orbe, el cielo con la tierra se marchita. [5] La tierra ha sido profanada bajo sus habitantes, pues traspasaron las leyes, violaron el precepto, rompieron la alianza eterna.

[6] Por eso una maldición ha devorado la tierra, y tienen la culpa los que habitan en ella. Por eso han sido consumidos los habitantes de la tierra, y quedan pocos del linaje humano.

[7] El mosto estaba triste, la viña mustia: se trocaron en suspiros todas las alegrías del corazón. [8] Cesó el alborozo de los tímpanos, suspendióse el estrépito de los alegres, cesó el alborozo del arpa. [9] No beben vino cantando: amarga el licor a sus bebedores.

[10] Ha quedado la villa vacía, ha sido cerrada toda casa, y no se puede entrar. [11] Se lamentan en las calles por el vino. Desapareció toda alegría, emigró el alborozo de la tierra. [12] Ha quedado en la ciudad soledad, y de desolación está herida la puerta. [13] Porque en medio de la tierra, en mitad de los pueblos, pasa como en el vareo del olivo, como en los rebuscos cuando acaba la vendimia.

[14] Ellos levantan su voz y lanzan hurras; la majestad de Yahveh aclaman desde el mar. [15] Por eso, en Oriente glorificad a Yahveh, en las islas del mar el nombre de Yahveh, Dios de Israel. [16] Desde el confín de la tierra cánticos hemos oído: «¡Gloria al justo!» Y digo: «¡Menguado de mí, menguado de mí! ¡Ay de mí, y de estos malvados que hacen maldad, los malvados que han consumado la maldad!» [17] ¡Pánico, hoya y trampa contra ti, morador de la tierra!

[18] Sucederá que el que escape del pánico, caerá en la hoya, y el que suba de la hoya, será preso en la trampa. Porque las esclusas de lo alto han sido abiertas, y se estremecen los cimientos de la tierra, [19] Estalla, estalla la tierra, se hace pedazos la tierra, sacudida se bambolea la tierra, [20] vacila, vacila la tierra como un beodo, se balancea como una cabaña; pesa sobre ella su rebeldía, cae, y no volverá a levantarse.

[21] Aquel día castigará Yahveh al ejército de lo alto en lo alto y a los reyes de la tierra en la tierra; [22] serán amontonados en montón los prisioneros en el pozo, serán encerrados en la cárcel y al cabo de muchos días serán visitados. [23] Se afrentará la luna llena, se avergonzará el pleno sol, cuando reine Yahveh Sebaot en el monte Sión y en Jerusalén, y esté la Gloria en presencia de sus ancianos.

Capítulo 25

[1] Yahveh, tú eres mi Dios, yo te ensalzo, alabo tu nombre, porque has hecho maravillas y planes muy de antemano que no fallan. [2] Porque has puesto la ciudad como un majano, y la villa fortificada, hecha como una ruina; el alcázar de orgullosos no es ya ciudad, y nunca será reedificado. [3] Por eso te glorificará un pueblo poderoso, villa de gentes despóticas te temerá. [4] Porque fuiste fortaleza para el débil, fortaleza para el pobre en su aprieto, parapeto contra el temporal, sombra contra el calor. Porque el aliento de los déspotas es como lluvia de invierno. [5] Como calor en sequedal humillarás el estrépito de los poderosos; como el calor a la sombra de una nube, el himno de los déspotas se debilitará. [6] Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados; [7] consumirá en este monte el velo que cubre a todos los pueblos y la cobertura que cubre a todos los gentes; [8] consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado.

[9] Se dirá aquel día: «Ahí tenéis a nuestro Dios: esperamos que nos salve; éste es Yahveh en quien esperábamos; nos regocijamos y nos alegramos por su salvación.» [10] Porque la mano de Yahveh reposará en este monte, Moab será aplastado en su sitio como se aplasta la paja en el muladar.

[11] Extenderá en medio de él sus manos como las extiende el nadador al nadar, pero Yahveh abajará su altivez y el esfuerzo de sus manos. [12] La fortificación inacessible de tus murallas derrocará, abajará, la hará tocar la tierra, hasta el polvo.

Capítulo 26

[1] Aquel día se cantará este cantar en tierra de Judá: «Ciudad fuerte tenemos; para protección se le han puesto murallas y antemuro. [2] Abrid las puertas, y entrará una gente justa que guarda fidelidad; [3] de ánimo firme y que conserva la paz, porque en ti confió.

[4] Confiad en Yahveh por siempre jamás, porque en Yahveh tenéis una Roca eterna. [5] Porque él derroca a los habitantes de los altos, a la villa inacessible; la hace caer, la abaja hasta la tierra, la hace tocar el polvo; [6] la pisan pies, pies de pobres, pisadas de débiles.» [7] La senda del justo es recta; tú allanas la senda recta del justo. [8] Pues bien, en la senda de tus juicios te esperamos, Yahveh; tu nombre y tu recuerdo son el anhelo del alma. [9] Con toda mi alma te anhelo en la noche, y con todo mi espíritu por la mañana te busco. Porque cuando tú juzgas a la tierra, aprenden justicia los habitantes del orbe. [10] Aunque se haga gracia al malvado, no aprende justicia; en tierra recta se tuerce, y no teme la majestad de Yahveh.

[11] Yahveh, alzada está tu mano, pero no la ven; verán tu celo por el pueblo y se avergonzarán, tu ira ardiente devorará a tus adversarios. [12] Yahveh, tú nos pondrás a salvo, que también llevas a cabo todas nuestras obras. [13] Yahveh, Dios nuestro, nos han dominado otros señores fuera de ti, pero no recordaremos otro Nombre sino el tuyo. [14] Los muertos no vivirán, las sombras no se levantarán, pues los has castigado, los has exterminado y has borrado todo recuerdo de ellos. [15] Has aumentado la nación, Yahveh, has aumentado la nación y te has glorificado, has ampliado todos los límites del país. [16] Yahveh, en el aprieto de tu castigo te buscamos; la angustia de la opresión era tu castigo para nosotros. [17] Como cuando la mujer encinta está próxima al parto sufre, y se queja en su trance, así éramos nosotros delante de ti, Yahveh. [18] Hemos concebido, tenemos dolores como si diésemos a luz viento; pero no hemos traído a la tierra salvación, y no le nacerán habitantes al orbe.

[19] Revivirán tus muertos, tus cadáveres resurgirán, despertarán y darán gritos de júbilo los moradores del polvo; porque rocío luminoso es tu rocío, y la tierra echará de su seno las sombras. [20] Vete, pueblo mío, entra en tus cámaras y cierra tu puerta tras de ti, escóndete un instante hasta que pase la ira. [21] Porque he ahí a Yahveh que sale de su lugar a castigar la culpa de todos los habitantes de la tierra contra él; descubre la tierra sus manchas de sangre y no tapa ya a sus asesinados.

Capítulo 27

[1] Aquel día castigará Yahveh con su espada dura, grande, fuerte, a Leviatán, serpiente huidiza, a Leviatán, serpiente tortuosa, y matará al dragón que hay en el mar. [2] Aquel día se dirá: Viña deliciosa, cantadla. [3] Yo, Yahveh, soy su guardián. A su tiempo la regaré. Para que no se la castigue, de noche y de día la guardaré. [4] — Ya no tengo muralla. ¿Quién me ha convertido en espinos y abrojos? — Yo les haré guerra y los pisotearé, los quemaré todos a una, [5] o que se acojan a mi amparo, que hagan la paz conmigo, que conmigo hagan la paz. [6] En los días que vienen arraigará Jacob, echará Israel flores y frutos, y se llenará la haz de la tierra de sus productos.

[7] ¿Acaso le ha herido como hirió a quien le hería? ¿ha sido muerto él como fueron muertos sus matadores? [8] Te querellaste con ella y la echaste, la despediste; la echó con su aliento áspero como viento de Oriente. [9] En verdad, con esto sería expiada la culpa de Jacob, y éste sería todo el fruto capaz de apartar su pecado; dejar todas las piedras que le sirven de ara de altar como piedras de cal desmenuzadas. Cipos y estelas del sol no se erigirán, [10] pues la ciudad fortificada ha quedado solitaria, mansión dejada y abandonada como un desierto donde el novillo pace, se tumba y ramonea. [11] Cuando se seca su ramaje es quebrado en astillas: vienen mujeres y le prenden fuego. Por no ser éste un pueblo inteligente, por eso no le tiene piedad su Hacedor, su Plasmador no le otorga gracia.

[12] Aquel día vareará Yahveh desde la corriente del Río hasta el torrente de Egipto, y vosotros seréis reunidos de uno en uno, hijos de Israel. [13] Aquel día se tocará un cuerno grande, y vendrán los perdidos por tierra de Asur y los dispersos por tierra de Egipto, y adorarán a Yahveh en el monte santo de Jerusalén.

Capítulo 28

[1] ¡Ay, corona de arrogancia — borrachos de Efraím — y capullo marchito — gala de su adorno — que está en el cabezo del valle fértil, aficionados al vino! [2] He aquí que uno, fuerte y robusto, enviado por el Señor, como una granizada, como huracán devastador, como aguacero torrencial de desbordadas aguas, los echará a tierra con la mano. [3] Con los pies será hollada la corona de arrogancia, los borrachos de Efraím, [4] y el capullo marchito, gala de su adorno, que está en el cabezo del valle fértil; y serán como la breva que precede al verano, que, en cuanto la ve uno, la toma con la mano y se la come. [5] Aquel día será Yahveh Sebaot corona de gala, diadema de adorno para el resto de su pueblo, [6] espíritu de juicio para el que se siente en el tribunal, y energía para los que rechazan hacia la puerta a los atacantes.

[7] También ésos por el vino desatinan y por el licor divagan: sacerdotes y profetas desatinan por el licor, se ahogan en vino, divagan por causa del licor, desatinan en sus visiones, titubean en sus decisiones. [8] Porque todas las mesas están cubiertas de vómito asqueroso, sin respetar sitio. [9] «¿A quién se instruirá en el conocimiento? ¿a quién se le hará entender lo que oye? A los recién destetados, a los retirados de los pechos. [10] Porque dice: Sau la sau, sau la sau, cau la cau, cau la cau, zeer sam, zeer sam. » [11] Sí, con palabras extrañas y con lengua extranjera hablará a este pueblo [12] él, que les había dicho: «¡Ahora, descanso! Dejad reposar al fatigado. ¡Ahora, calma!» Pero ellos no han querido escuchar.

[13] Ahora Yahveh les dice: « Sau la sau, sau la sau, cau la cau, cau la cau, zeer sam, zeer sam », de suerte que vayan y caigan hacia atrás y se fracturen, caigan en la trampa y sean presos.

[14] Por tanto oíd la palabra de Yahveh, hombres burlones, señores de este pueblo de Jerusalén. [15] Porque habéis dicho: «Hemos celebrado alianza con la muerte, y con el seol hemos hecho pacto, cuando pasare el azote desbordado, no nos alcanzará, porque hemos puesto la mentira por refugio nuestro y en el engaño nos hemos escondido.» [16] Por eso, así dice el Señor Yahveh: «He aquí que yo pongo por fundamento en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental: quien tuviere fe en ella no vacilará. [17] Pondré la equidad como medida y la justicia como nivel.» Barrerá el granizo el refugio de mentira y las aguas inundarán el escondite. [18] Será rota vuestra alianza con la muerte y vuestro pacto con el seol no se mantendrá. Cuando pasare el azote desbordado, os aplastará. [19] Siempre que pase os alcanzará. Porque mañana tras mañana pasará, de día y de noche, y habrá estremecimiento sólo con oírlo. [20] La cama será corta para poder estirarse y el cobertor será estrecho para poder taparse.

[21] Porque como en el monte Perasim surgirá Yahveh, como en el valle de Gabaón se enfurecerá para hacer su acción, su extraña acción, y para trabajar su trabajo, su exótico trabajo. [22] Ahora no os burléis, no sea que se aprieten vuestras ligaduras. Porque cosa concluida y decidida he oído de parte de Yahveh Sebaot, tocante a toda la tierra. [23] Escuchad y oíd mi voz, atended y oíd mi palabra. [24] ¿Acaso cada día ara al arador para sembrar, abre y rompe su terreno? [25] Luego que ha igualado su superficie, ¿no esparce la neguilla, y desparrama el comino, y pone trigo, cebada y espelta, cada cosa en su tablar? [26] Quien le enseña esta usanza, quien le instruye es su Dios.

[27] Porque no con el trillo es trillada la neguilla, ni se hace girar rueda de carreta sobre el comino; sino que con el bastón es apaleada la neguilla, y el comino con la vara. [28] ¿Se tritura el grano? No. No se le trilla indefinidamente; se hace girar la rueda de la carreta, y se le limpia, pero sin triturarlo. [29] También esto de Yahveh Sebaot ha salido: trazar un plan maravilloso, llevar a un gran acierto.

Capítulo 29

[1] ¡Ay, Ariel, Ariel, villa donde acampó David! Añadid año sobre año, las fiestas completen su ciclo, [2] y pondré en angustias a Ariel, y habrá llanto y gemido. Ella será para mí un Ariel; [3] acamparé en círculo contra ti, estrecharé contra ti la estacada, y levantaré contra ti trinchera; [4] serás abatida, desde la tierra hablarás, por el polvo será ahogada tu palabra, tu voz será como un espectro de la tierra, y desde el polvo tu palabra será como un susurro. [5] Y será como polvareda fina la turba de tus soberbios, y como tamo que pasa la turba de tus potentados. Sucederá que, de un momento a otro, [6] de parte de Yahveh Sebaot serás visitada con trueno, estrépito y estruendo, turbión, ventolera y llama de fuego devoradora,

[7] Será como un sueño, visión nocturna, la turba de todas las gentes que guerrean contra Ariel, todas sus milicias y las máquinas de guerra que la oprimen. [8] Será como cuando el hambriento sueña que está comiendo, pero despierta y tiene el estómago vacío; como cuando el sediento sueña que está bebiendo, pero se despierta cansado y sediento. Así será la turba de todas las gentes, que guerrean contra el monte Sión.

[9] Idiotizaos y quedad idiotas, cegaos y quedad ciegos; emborrachaos, pero no de vino, tambaleaos, y no por el licor. [10] Porque ha vertido sobre vosotros Yahveh espíritu de sopor, he pegado vuestros ojos (profetas) y ha cubierto vuestras cabezas (videntes). [11] Toda revelación será para vosotros como palabras de un libro sellado, que da uno al que sabe leer diciendo: «Ea, lee eso»; y dice el otro: «No puedo, porque está sellado»; [12] y luego pone el libro frente a quien no sabe leer, diciendo: «Ea, lee eso»; y dice éste: «No sé leer» [13] Dice el Señor: Por cuanto ese pueblo se me ha allegado con su boca, y me han honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí, y el temor que me tiene son preceptos enseñados por hombres, [14] por eso he aquí que yo sigo haciendo maravillas con ese pueblo, haciendo portentosas maravillas; perderé la sabiduría de sus sabios, y eclipsaré el entendimiento de sus entendidos.

[15] Ay de los que se esconden de Yahveh para ocultar sus planes, y ejecutan sus obras en las tinieblas, y dicen: «¿Quién nos ve, quién nos conoce?» [16] ¡Qué error el vuestro! ¿Es el alfarero como la arcilla, para que diga la obra a su hacedor: «No me ha hecho», y la vasija diga de su alfarero: «No entiende el oficio?» [17] ¿Acaso no falta sólo un poco, para que el Líbano se convierta en vergel, y el vergel se considere una selva? [18] Oirán aquel día los sordos palabras de un libro, y desde la tiniebla y desde la oscuridad los ojos de los ciegos las verán, [19] los pobres volverán a alegrarse en Yahveh, y los hombres más pobres en el Santo de Israel se recocijarán. [20] Porque se habrán terminado los tiranos, se habrá acabado el hombre burlador, y serán exterminados todos los que desean el mal; [21] los que declaran culpable a otro con su palabra, y tienden lazos al que juzga en la puerta, y desatienden al justo por una nonada.

[22] Por tanto, así dice Yahveh, Dios de la casa de Jacob, el que rescató a Abraham: «No se avergonzará en adelante Jacob, ni en adelante su rostro palidecerá; [23] porque en viendo a sus hijos, las obras de mis manos, en medio de él, santificarán mi Nombre.» Santificarán al Santo de Jacob, y al Dios de Israel tendrán miedo. [24] Los descarriados alcanzarán inteligencia, y los murmuradores aprenderán doctrina.

Capítulo 30

[1] ¡Ay de los hijos rebeldes — oráculo de Yahveh — para ejecutar planes, que no son míos, y para hacer libaciones de alianza, mas no a mi aire, amontonando pecado sobre pecado! [2] Los que bajan a Egipto sin consultar a mi boca, para buscar apoyo en la fuerza de Faraón y ampararse a la sombra de Egipto.

[3] La fuerza del Faraón se os convertirá en vergüenza, y el amparo de la sombra de Egipto, en confusión. [4] Cuando estuvieron en Soán sus jefes, y cuando sus emisarios llegaron a Janés, [5] todos llevaron presentes a un pueblo que les será inútil, a un pueblo que no sirve de ayuda — ni de utilidad — sino de vergüenza y de oprobio. [6] Oráculo sobre los animales del Négueb. Por tierra de angustia y aridez, de leona y de león rugiente, de áspid y dragón volador, llevan a lomos de pollinos su riqueza, y sobre jiba de camellos sus tesoros hacia un pueblo que no les será útil, [7] a Egipto, cuyo apoyo es huero y vano. Por eso he llamado a ese pueblo «Ráhab la cesante.» [8] Ahora ven, escríbelo en una tablilla, grábalo en un libro, y que dure hasta el último día, para testimonio hasta siempre: [9] Que es un pueblo terco, criaturas hipócritas, hijos que no aceptan escuchar la instrucción de Yahveh; [10] que han dicho a los videntes: «No veáis»; y a los visionarios: «No veáis para nosotros visiones verdaderas; habladnos cosas halagüeñas, contemplad ilusiones. [11] Apartaos del camino, desviaos de la ruta, dejadnos en paz del Santo de Israel.» [12] Por tanto, así dice el Santo de Israel: Por cuanto habéis rechazado vosotros esta palabra, y por cuanto habéis fiado en lo torcido y perverso y os habéis apoyado en ello, [13] por eso será para vosotros esta culpa como brecha ruinosa en una alta muralla, cuya quiebra sobrevendrá de un momento a otro, [14] y va a ser su quiebra como la de una vasija de alfarero, rota sin compasión, en la que al romperse no se encuentra una sola tejoleta bastante grande para tomar fuego del hogar o para extraer agua del aljibe.

[15] Porque así dice el Señor Yahveh, el Santo de Israel: «Por la conversión y calma seréis liberados, en el sosiego y seguridad estará vuestra fuerza.» Pero no aceptasteis, [16] sino que dijisteis: «No, huiremos a caballo.» ¡Pues, bien, huid! Y «sobre rápidos carros montaremos». ¡Pues bien, rápidamente seréis perseguidos! [17] Mil temblarán ante la amenaza de uno solo; ante la amenaza de cinco huiréis, hasta que seáis dejados como mástil en la cúspide del monte y como gallardete sobre una colina. [18] Sin embargo aguardará Yahveh para haceros gracia, y así se levantará para compadeceros, porque Dios de equidad es Yahveh: ¡dichosos todos los que en él esperan! [19] Sí, pueblo de Sión que habitas en Jerusalén, no llorarás ya más; de cierto tendrá piedad de ti, cuando oiga tu clamor; en cuanto lo oyere, te responderá. [20] Os dará el Señor pan de asedio y aguas de opresión, y después no será ya ocultado el que te enseña; con tus ojos verás al que te enseña, [21] y con tus oídos oirás detrás de ti estas palabras: «Ese es el camino, id por él», ya sea a la derecha, ya a la izquierda.

[22] Declararás impuro el revestimiento de tus ídolos de plata y el ornato de tus imágenes fundidas en oro. Los rechazarás como paño inmundo: «¡Fuera de aquí!», les dirás. [23] El dará lluvia a tu sementera con que hayas sembrado el suelo, y la tierra te producirá pan que será pingüe y sustancioso. Pacerán tus ganados aquel día en pastizal dilatado; [24] los bueyes y asnos que trabajan el suelo comerán forraje salado, cribado con bieldo y con criba. [25] Habrá sobre todo monte alto y sobre todo cerro elevado manantiales que den aguas perennes, el día de la gran matanza, cuando caigan las fortalezas. [26] Será la luz de la luna como la luz del sol meridiano, y la luz del sol meridiano será siete veces mayor — con luz de siete días — el día que vende Yahveh la herida de su pueblo y cure la contusión de su golpe.

[27] He aquí que el nombre de Yahveh viene de lejos, ardiente su ira y pesada su opresión. Sus labios llenos están de furor, su lengua es como fuego que devora, [28] y su aliento como torrente desbordado que cubre hasta el cuello. Cribará a las naciones con criba nefasta, pondrá el bocado de sus bridas en la mandíbula de sus pueblos. [29] Vosotros cantaréis como en la noche de santificar fiesta; se os alegrará el corazón como el de quien va al son de flauta a entrar en el monte de Yahveh, a la Peña de Israel. [30] Hará oír Yahveh la majestad de su voz, y mostrará la descarga de su brazo con ira inflamada y llama de fuego devoradora, turbión, aguacero y granizo. [31] Pues por la voz de Yahveh será hecho añicos Asur: con un bastón le golpeará. [32] A cada pasada de la vara de castigo que Yahveh descargue sobre él — con adufes y con arpas — y con guerras de sacudir las manos guerreará contra él. [33] Porque de antemano está preparado un Tófet — también para el rey — un foso profundo y ancho; hay paja y madera en abundancia. El aliento de Yahveh, cual torrente de azufre, lo enciende.

Capítulo 31

[1] ¡Ay, los que bajan a Egipto por ayuda! En la caballería se apoyan, y fían en los carros porque abundan y en los jinetes porque son muchos; mas no han puesto su mirada en el Santo de Israel, ni a Yahveh han buscado. [2] Pero también él es sabio, hará venir el mal, y no retirará sus palabras; se levantará contra la casa de los malhechores y contra la ayuda de los que obran la iniquidad. [3] En cuanto a Egipto, es humano, no divino, y sus caballos, carne, y no espíritu; Yahveh extenderá su mano, tropezará el ayudador y caerá el ayudado y todos a una perecerán. [4] Porque así me ha dicho Yahveh: Como ruge el león y el cachorro sobre su presa, y cuando se convoca contra él a todos los pastores, de sus voces no se intimida, ni de su tumulto se apoca: tal será el descenso de Yahveh Sebaot para guerrear sobre el monte Sión y sobre su colina. [5] Como pájaros que vuelan, así protegerá Yahveh Sebaot a Jerusalén, protegerá y librará, perdonará y salvará. [6] Volveos a aquel de quien profundamente os apartasteis, hijos de Israel. [7] Porque aquel día repudiará cada uno las divinidades de plata y las divinidades de oro que hicieron vuestras manos pecadoras.

[8] Caerá Asur por espada no de hombres, y por espada no humana serán devorados; se dará a la fuga ante la espada, y sus mejores guerreros serán destinados a trabajos. [9] Aterrado, abandonará su tropa, y sus jefes espantados abandonarán su estandarte. Oráculo de Yahveh, que tiene fuego en Sión, y horno en Jerusalén.

Capítulo 32

[1] He aquí que para hacer justicia reinará un rey, y los jefes juzgarán según derecho. [2] Será cada uno como un sitio abrigado contra el viento y a cubierto del temporal; como fluir de aguas en sequedal, como sombra de peñón en tierra agostada. [3] No se cerrarán los ojos de los videntes, y los oídos de los que escuchan percibirán; [4] el corazón de los alocados se esforzará en aprender, y la lengua de los tartamudos hablará claro y ligero. [5] No se llamará ya noble al necio, ni al desaprensivo se le llamará magnífico. [6] Porque el necio dice necedades y su corazón medita el mal, haciendo impiedad y profiriendo contra Yahveh desatinos, dejando vacío el estómago hambriento y privando de bebida al sediento.

[7] Cuanto al desaprensivo, sus tramas son malas, se dedica a inventar maquinaciones para sorprender a los pobres con palabras engañosas, cuando el pobre expone su causa. [8] Mientras que el noble medita nobles cosas, y en las cosas nobles está firme. [9] Mujeres indolentes, ¡arriba!, oíd mi voz; hijas confiadas, escuchad mi palabra. [10] Dentro de un año y algunos días temblaréis las que confiáis, pues se habrá acabado la vendimia para no volver más. [11] Espantaos, indolentes, temblad, confiadas, desvestíos, desnudaos, ceñid vuestra cintura, [12] golpeaos el pecho, por los campos atrayentes, por las viñas fructíferas. [13] Sobre el solar de mi pueblo zarza y espino crecerá, y también sobre todas las casas de placer de la villa alegre, [14] porque el alcázar habrá sido abandonado, el genio de la ciudad habrá desaparecido; Ofel y el Torreón quedarán en adelante vacíos por siempre, para delicia de asnos y pastizal de rebaños.

[15] Al fin será derramado desde arriba sobre nosotros espíritu. Se hará la estepa un vergel, y el vergel será considerado como selva. [16] Reposará en la estepa la equidad, y la justicia morará en el vergel; [17] el producto de la justicia será la paz, el fruto de la equidad, una seguridad perpetua. [18] Y habitará mi pueblo en albergue de paz, en moradas seguras y en posadas tranquilas. [19] — La selva será abatida y la ciudad hundida. [20] Dichosos vosotros, que sembraréis cabe todas las corrientes, y dejaréis sueltos el buey y el asno.

Capítulo 33

[1] ¡Ay, tú que saqueas, y no has sido saqueado, que despojas, y no has sido despojado! En terminando tú de saquear, serás saqueado; así que acabes de despojar, serás despojado; [2] Yahveh, ten piedad de nosotros, en ti esperamos. Sé nuestro brazo por las mañanas y nuestra salvación en tiempo de apretura.

[3] Al fragor del estrépito se dispersan los pueblos, al alzarte tú se desperdigan las gentes, [4] se amontona el botín como quien amontona saltamontes, se abalanzan sobre él, como se abalanzan las langostas. [5] Exaltado sea Yahveh, pues reposa en lo alto; llene a Sión de equidad y de justicia. [6] Sean tus días estables; la riqueza que salva son la sabiduría y la ciencia, el temor de Yahveh sea tu tesoro.

[7] ¡Mirad! Ariel se lamenta por las calles, los embajadores de paz amargamente lloran. [8] Han quedado desiertas las calzadas, ya no hay transeúntes por los caminos. Han violado la alianza, han recusado los testimonios, no se tiene en cuenta a nadie. [9] La tierra está en duelo, languidece; el líbano está ajado y mustio. Ha quedado el Sarón como la estepa, se van pelando el Basán y el Carmelo. [10] «Ahora me levanto — dice Yahveh — ahora me exalto, ahora me elevo. [11] Concebiréis forraje, pariréis paja, y mi soplo como fuego os devorará; [12] los pueblos serán calcinados, espinos cercenados que en fuego arderán. [13] Oíd, los alejados, lo que he hecho; enteraos, los cercanos, de mi fuerza.» [14] Se espantaron en Sión los pecadores, sobrecogió el temblor a los impíos: ¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor? ¿quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas? [15] El que anda en justicia y habla con rectitud; el que rehúsa ganancias fraudulentas, el que se sacude la palma de la mano para no aceptar soborno, el que se tapa las orejas para no oír hablar de sangre, y cierra sus ojos para no ver el mal. [16] Ese morará en las alturas, subirá a refugiarse en la fortaleza de las peñas, se le dará su pan y tendrá el agua segura.

[17] Tus ojos contemplarán un rey en su belleza, verán una tierra dilatada. [18] Tu corazón musitará con sobresalto: «¿Dónde está el que contaba, dónde el que pesaba, dónde el que contaba torres?»

[19] Y no verás al pueblo audaz, pueblo de lenguaje oscuro, incomprensible, al bárbaro cuya lengua no se entiende. [20] Contempla a Sión, villa de nuestras solemnidades: tus ojos verán a Jerusalén, albergue fijo, tienda sin trashumancia, cuyas clavijas no serán removidas nunca y cuyas cuerdas no serán rotas. [21] Sino que allí Yahveh será magnífico para con nosotros; como un lugar de ríos y amplios canales, por donde no ande ninguna embarcación de remos, ni navío de alto bordo lo atraviese. [22] (Porque Yahveh es nuestro juez, Yahveh nuestro legislador, Yahveh nuestro rey: él nos salvará.) [23] Se han distendido las cuerdas, no sujetan derecho el mástil, no despliegan estandarte. Entonces será repartido un botín numeroso: hasta los cojos tendrán botín, [24] y no dirá ningún habitante: «Estoy enfermo»; al pueblo que allí mora le será perdonada su culpa.

Capítulo 34

[1] Acercaos, naciones, a oír, atended, pueblos; oiga la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y cuanto en él brota, [2] que ira tiene Yahveh contra todas las naciones, y cólera contra todas sus mesnadas. Las ha anatematizado, las ha entregado a la matanza. [3] Sus heridos yacen tirados, de sus cadáveres sube el hedor, y sus montes chorrean sangre; [4] se esfuma todo el ejército de los cielos. Se enrollan como un libro los cielos, y todo su ejército palidece como palidece el sarmiento de la cepa, como una hoja mustia de higuera. [5] Porque se ha emborrachado en los cielos mi espada; ya desciende sobre Edom y sobre el pueblo de mi anatema para hacer justicia.

[6] La espada de Yahveh está llena de sangre, engrasada de sebo, de sangre de carneros y machos cabríos, de sebo de riñones de carneros, porque tiene Yahveh un sacrificio en Bosrá, y gran matanza en Edom. [7] En vez de búfalos caerán pueblos, y en vez de toros un pueblo de valientes. Se emborrachará su tierra con sangre, y su polvo será engrasado de sebo. [8] Porque es día de venganza para Yahveh, año de desquite del defensor de Sión.

[9] Se convertirán sus torrentes en pez, su polvo en azufre, y se hará su tierra pez ardiente. [10] Ni de noche ni de día se apagará, por siempre subirá el humo de ella. De generación en generación quedará arruinada, y nunca jamás habrá quien pase por ella. [11] La heredarán el pelícano y el erizo, el ibis y el cuervo residirán en ella. Tenderá Yahveh sobre ella la plomada del caos y el nivel del vacío. [12] Los sátiros habitarán en ella, ya no habrá en ella nobles que proclamen la realeza, y todos sus príncipes serán aniquilados.

[13] En sus alcázares crecerán espinos, ortigas y cardos en sus fortalezas; será morada de chacales y dominio de avestruces.

[14] Los gatos salvajes se juntarán con hienas y un sátiro llamará al otro; también allí reposará Lilit y en él encontrará descanso.

[15] Allí anidará la víbora, pondrá, incubará y hará salir del huevo. También allí se juntarán los buitres.

[16] Buscad el libro de Yahveh y leed; no faltará ninguno de ellos, ninguno de ellos echará en falta a otro. Pues su misma boca lo ha ordenado y su mismo espíritu los junta. [17] Es él mismo el que los echa a suertes, con su mano les reparte el país a cordel; lo poseerán por siempre y morarán en él de generación en generación.

Capítulo 35

[1] Que el desierto y el sequedal se alegren, regocíjese la estepa y la florezca como flor; [2] estalle en flor y se regocije hasta lanzar gritos de júbilo. La gloria del Líbano le ha sido dada, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Se verá la gloria de Yahveh, el esplendor de nuestro Dios. [3] Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes.

[4] Decid a los de corazón intranquilo: ¡Animo, no temáis! Mirad que vuestro Dios viene vengador; es la recompensa de Dios, él vendrá y os salvará. [5] Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán. [6] Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo. Pues serán alumbradas en el desierto aguas, y torrentes en la estepa, [7] se trocará la tierra abrasada en estanque, y el país árido en manantial de aguas. En la guarida donde moran los chacales verdeará la caña y el papiro. [8] Habrá allí una senda y un camino, vía sacra se la llamará; no pasará el impuro por ella, ni los necios por ella vagarán.

[9] No habrá león en ella, ni por ella subirá bestia salvaje, no se encontrará en ella; los rescatados la recorrerán. [10] Los redimidos de Yahveh volverán, entrarán en Sión entre aclamaciones, y habrá alegría eterna sobre sus cabezas. ¡Regocijo y alegría les acompañarán! ¡Adiós, penar y suspiros!

Capítulo 36

[1] En el año catorce del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asur, contra todas las ciudades fortificadas de Judá y se apoderó de ellas. [2] El rey de Asur envió desde Lakís a Jerusalén, donde el rey Ezequías, al copero mayor con un fuerte destacamento. Se colocó éste en el canal de la alberca superior, que está junto al camino del campo del Batanero. [3] El mayordomo de palacio, Elyaquim, hijo de Jilquías, el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, salieron donde él. [4] El copero mayor les dijo: «Decid a Ezequías: Así habla el gran rey, el rey de Asur: ¿Qué confianza es ésa en la que fías? [5] Te has pensado que meras palabras de los labios son consejo y bravura para la guerra. Pero ahora ¿en quién confías, que te has rebelado contra mí? [6] Mira: te has confiado al apoyo de esa caña rota, de Egipto, que penetra y traspasa la mano del que se apoya sobre ella. Pues así es Faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él.

[7] Pero vais a decirme: "Nosotros confiamos en Yahveh nuestro Dios." ¿No ha sido él, Ezequías, quien ha suprimido los altos y los altares y ha dicho a Judá y a Jerusalén: "Os postraréis delante de este altar?" [8] Pues apuesta ahora con mi señor, el rey de Asur: te daré dos mil caballos si eres capaz de encontrarte jinetes para ellos. [9] ¿Cómo harías retroceder a uno solo de los más pequeños servidores de mi señor? ¡Te fías de Egipto para tener carros y gentes de carro! [10] Y ahora ¿acaso he subido yo contra esta tierra para destruirla, sin contar con Yahveh? Yahveh me ha dicho: "Sube contra esta tierra y destrúyela."» [11] Dijeron Elyaquim, Sebná y Yoaj al copero mayor: «Por favor, háblanos a nosotros tus siervos en arameo, que lo entendemos; no nos hables en lengua de Judá a oídos del pueblo que está sobre la muralla.» [12] El copero mayor dijo: «¿Acaso mi señor me ha enviado a decir estas cosas a tu señor, o a ti, y no a los hombres que se encuentran sobre la muralla, que tienen que comer sus excrementos y beber sus orinas con vosotros?» [13] Se puso en pie el copero mayor y gritó con gran voz en lengua judía, diciendo: «Escuchad las palabras del gran rey, el rey de Asur.

[14] Así dice el rey: No os engañe Ezequías, porque no podrá libraros. [15] Que Ezequías no os haga confiar en Yahveh diciendo: "De cierto nos librará Yahveh, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de Asur." [16] No escuchéis a Ezequías, porque así dice el rey de Asur: Haced paces conmigo, rendíos a mí, y comerá cada uno de su viña y de su higuera, y beberá cada uno de su cisterna, [17] hasta que yo llegue y os lleve a una tierra como vuestra tierra, tierra de trigo y de mosto, tierra de pan y de viñas. [18] Que no os engañe Ezequías, diciendo: "Yahveh nos librará." ¿Acaso los dioses de las naciones han librado cada uno a su tierra de la mano del rey de Asur? [19] ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arpad, dónde los dioses de Sefarváyim, dónde están los dioses de Samaría? ¿Acaso han librado a Samaría de mi mano? [20] ¿Quiénes, de entre todos los dioses de los países, los han librado de mi poder, para que libre Yahveh a Jerusalén de mi mano?» [21] Calló el pueblo y no le respondió una palabra, porque el rey había dado esta orden diciendo: «No le respondáis.» [22] Elyaquim, hijo de Jilquías, mayordomo de palacio, el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, fueron donde Ezequías, desgarrados los vestidos, y le relataron las palabras del copero mayor.

Capítulo 37

[1] Cuando lo oyó el rey Ezequías desgarró sus vestidos, se cubrió de sayal y se fue a la Casa de Yahveh. [2] Envió a Elyaquim, mayordomo, a Sebná, secretario, y a los sacerdotes ancianos cubiertos de sayal donde el profeta Isaías, hijo de Amós. [3] Ellos le dijeron: «Así habla Ezequías: Este día es día de angustia, de castigo y de vergüenza. Los hijos están para salir del seno, pero no hay fuerza para dar a luz. [4] ¿No habrá oído Yahveh tu Dios las palabras del copero mayor al que ha enviado el rey de Asur, su señor, para insultar al Dios vivo? ¿No castigará Yahveh tu Dios las palabras que ha oído? Dirige una plegaria en favor del Resto que aún queda!» [5] Cuando los siervos del rey Ezequías llegaron donde Isaías, [6] éste les dijo: «Así diréis a vuestro señor: Esto dice Yahveh: No tengas miedo por las palabras que has oído, con las que me insultaron los criados del rey de Asur.

[7] Voy a poner en él un espíritu, oirá una noticia y se volverá a su tierra, y en su tierra yo lo haré caer a espada.» [8] El copero mayor se volvió y encontró al rey de Asur atacando a Libná , pues había oído que había partido de Lakís, [9] porque había recibido esta noticia acerca de Tirhacá, rey de Kus: «Ha salido a guerrear contra ti.» Senaquerib volvió a enviar mensajeros para decir a Ezequías: [10] «Así hablaréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu Dios en el que confías pensando: "No será entregada Jerusalén en manos del rey de Asur". [11] Bien has oído lo que los reyes de Asur han hecho a todos los países, entregándolos al anatema, ¡y tú te vas a librar! [12] ¿Acaso los dioses de las naciones salvaron a aquellos que mis padres aniquilaron, a Gozán, a Jarán, a Résef, a los edenitas que estaban en Tel Basar? [13] ¿Dónde está el rey de Jamat, el rey de Arpad, el rey de Laír, de Sefarváyim, de Hená y de Ivvá?» [14] Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó. Luego subió a la Casa de Yahveh y Ezequías la desenrolló ante Yahveh.

[15] Hizo Ezequías esta plegaria ante Yahveh: [16] «Yahveh Sebaot, Dios de Israel, que estás sobre los Querubines, tú sólo eres Dios en todos los reinos de la tierra, tú el que has hecho los cielos y la tierra. [17] «Tiende, Yahveh, tu oído y escucha; abre, Yahveh, tus ojos y mira. Oye las palabras con que Senaquerib ha enviado a insultar al Dios vivo. [18] Es verdad, Yahveh, que los reyes de Asur han exterminado a todas las naciones y su territorio, [19] y han entregado sus dioses al fuego, porque ellos no son dioses, sino hechuras de mano de hombre, de madera y de piedra, y por eso han sido aniquilados. [20] Ahora, pues, Yahveh, Dios nuestro, sálvanos de su mano, y sabrán todos los reinos de la tierra que sólo tú eres Dios, Yahveh.» [21] Isaías, hijo de Amós, envió a decir a Ezequías: «Así dice Yahveh, Dios de Israel, a quien has suplicado acerca de Senaquerib, rey de Asur.

[22] Esta es la palabra que Yahveh pronuncia contra él: Ella te desprecia, ella te hace burla, la virgen hija de Sión. Mueve la cabeza a tus espaldas la hija de Jerusalén. [23] ¿A quién has insultado y blasfemado? ¿Contra quién has alzado tu voz y levantas tus ojos altaneros? ¡Contra el Santo de Israel! [24] Por tus siervos insultas a Adonay y dices: "Con mis muchos carros subo a las cumbres de los montes, a las laderas del Líbano, derribo la altura de sus cedros, la flor de sus cipreses, alcanzo el postrer de sus refugios su jardín del bosque. [25] Yo he cavado y bebido en extranjeras aguas. Secaré bajo la planta de mis pies, todos los Nilos del Egipto." [26] ¿Lo oyes bien? Desde antiguo lo tengo preparado; desde viejos días lo había planeado, ahora lo ejecuto. Tú has convertido en cúmulos de ruinas las fuertes ciudades. [27] Sus habitantes, de débiles manos, confusos y aterrados, son planta del campo, verdor de hierba, hierba de tejados, pasto quemado por el viento de Oriente. [28] Si te alzas o te sientas, si sales o entras, yo lo sé; (y que te alzas airado contra mí). [29] Pues que te alzas airado contra mí y tu arrogancia ha subido a mis oídos, voy a poner mi anillo en tus narices, mi brida en tu boca, y voy a devolverte por la ruta por la que has venido.

[30] La señal será ésta: Este año se comerá lo que rebrote, lo que nazca de sí al año siguiente. Al año tercero sembrad y segad, plantad las viñas y comed su fruto. [31] El resto que se salve de la casa de Judá echará raíces por debajo y fruto en lo alto. [32] Pues saldrá un Resto de Jerusalén, y supervivientes del monte Sión; el celo de Yahveh Sebaot lo hará. [33] Por eso, así dice Yahveh del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no lanzará flechas en ella, no le opondrá escudo, ni alzará en contra de ella empalizada. [34] Volverá por la ruta que ha traído. No entrará en esta ciudad, oráculo de Yahveh. [35] Yo protegeré a esta ciudad para salvarla, por quien soy y por mi siervo David.» [36] Aquella misma noche salió el Angel de Yahveh e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres; a la hora de despertarse, por la mañana, no había más que cadáveres.

[37] Senaquerib, rey de Asiria, partió y, volviéndose, se quedó en Nínive. [38] Y sucedió que estando él postrado en el templo de su dios Nisrok, sus hijos Adrammélek y Saréser le mataron a espada y se pusieron a salvo en el país de Ararat. Su hijo Asarjaddón reinó en su lugar.

Capítulo 38

[1] En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías, hijo de Amós, vino a decirle: «Así habla Yahveh: Haz testamento, porque muerto eres y no vivirás.» [2] Ezequías volvió su rostro a la pared y oró a Yahveh. [3] Dijo: «¡Ah, Yahveh! Dígnate recordar que yo he andado en tu presencia con fidelidad y corazón perfecto haciendo lo recto a tus ojos.» Y Ezequías lloró con abundantes lágrimas. [4] Entonces le fue dirigida a Isaías la palabra de Yahveh, diciendo: [5] «Vete y di a Ezequías: Así habla Yahveh, Dios de tu padre David: He oído tu plegaria, he visto tus lágrimas y voy a curarte. Dentro de tres días subirás a la Casa de Yahveh. Añadiré quince años a tus días. [6] Te libraré a ti y a esta ciudad de la mano del rey de Asiria, y ampararé a esta ciudad.» [7] Isaías respondió: «Esta será para ti de parte de Yahveh, la señal de que Yahveh hará lo que ha dicho.

[8] Mira, voy a hacer retroceder a la sombra diez gradas de las que ha descendido el sol por las gradas de Ajaz. Y desanduvo el sol diez gradas por las que había descendido. [9] Cántico de Ezequías, rey de Judá cuando estuvo enfermo y sanó de su mal: [10] Yo dije: A la mitad de mis días me voy; en las puertas del seol se me asigna un lugar para el resto de mis años. [11] Dije: No veré a Yahveh en la tierra de los vivos; no veré ya a ningún hombre de los que habitan el mundo. [12] Mi morada es arrancada, se me arrebata como tienda de pastor. Enrollo como tejedor mi vida, del hilo del tejido me cortaste. De la noche a la mañana acabas conmigo; [13] grité hasta la madrugada: Como león tritura todos mis huesos. De la noche a la mañana acabas conmigo. [14] Como grulla, como golondrina chirrío, zureo como paloma. Se consumen mis ojos de mirar hacia arriba. Yahveh, estoy oprimido, sal por mí. [15] ¿Qué diré? ¿De qué le hablaré, cuando él mismo lo ha hecho? Caminaré todos mis años en la amargura de mi alma.

[16] El Señor está con ellos, viven y todo lo que hay en ellos es vida de su espíritu. Tú me curarás, me darás la vida. [17] Entonces mi amargura se trocará en bienestar, pues tú preservaste mi alma de la fosa de la nada, porque te echaste a la espalda todos mis pecados. [18] Que el seol no te alaba ni la Muerte te glorifica, ni los que bajan al pozo esperan en tu fidelidad. [19] El que vive, el que vive, ése te alaba, como yo ahora. El padre enseña a los hijos tu fidelidad. [20] Yahveh, sálvame, y mis canciones cantaremos todos los días de nuestra vida junto a la Casa de Yahveh. [21] Isaías dijo: «Traed una masa de higos, aplicadla sobre la úlcera y sanará.» [22] Ezequías dijo: «¿Cuál será la señal de que subiré a la Casa de Yahveh?»

Capítulo 39

[1] En aquel tiempo, Merodak Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un presente a Ezequías porque había oído que había estado enfermo y se había curado. [2] Se alegró Ezequías por ello y enseñó a los enviados su cámara del tesoro, la plata, el oro, los aromas, el aceite precioso, su arsenal y todo cuanto había en los tesoros; no hubo nada que Ezequías no les mostrara en su casa y en todo su dominio. [3] Entonces el profeta Isaías fue donde el rey Ezequías y le dijo: «¿Qué han dicho esos hombres y de dónde han venido a ti?» Respondió Ezequías: «Han venido de un país lejano, de Babilonia.» [4] Dijo: «¿Qué han visto en tu casa?» Respondió Ezequías: «Han visto cuanto hay en mi casa; nada hay en los tesoros que no les haya enseñado.» [5] Dijo Isaías a Ezequías: «Escucha la palabra de Yahveh Sebaot: [6] Vendrán días en que todo cuanto hay en tu casa y cuanto reunieron tus padres hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia; nada quedará, dice Yahveh.

[7] Y se tomará de entre tus hijos, los que han salido de ti, los que has engendrado, para que sean eunucos en el palacio del rey de Babilonia.» [8] Respondió Ezequías a Isaías: «Es buena la palabra de Yahveh que me dices.» Pues pensaba: «¡Con tal que haya paz y seguridad en mis días!»

Capítulo 40

[1] Consolad, consolad a mi pueblo — dice vuestro Dios. [2] Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yahveh castigo doble por todos sus pecados. [3] Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. [4] Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. [5] Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado.» [6] Una voz dice: «¡Grita!» Y digo: «¿Qué he de gritar?» — «Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo. [7] La flor se marchita, se seca la hierba, en cuanto le dé el viento de Yahveh (pues, cierto, hierba es el pueblo). [8] La hierba se seca, la flor se marchita, mas la palabra de nuestro Dios permanece por siempre.

[9] Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: «Ahí está vuestro Dios.» [10] Ahí viene el Señor Yahveh con poder, y su brazo lo sojuzga todo. Ved que su salario le acompaña, y su paga le precede.

[11] Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas. [12] ¿Quién midió los mares con el cuenco de la mano, y abarcó con su palmo la dimensión de los cielos, metió en un tercio de medida el polvo de la tierra, pesó con la romana los montes, y los cerros con la balanza? [13] ¿Quién abarcó el espíritu de Yahveh, y como consejero suyo le enseñó? [14] ¿Con quién se aconsejó, quién le explicó y le enseñó la senda de la justicia, y le enseñó la ciencia, y el camino de la inteligencia le mostró? [15] Las naciones son como gota de un cazo, como escrúpulo de balanza son estimadas. Las islas como una chinita pesan. [16] El Líbano no basta para la quema, ni sus animales para holocausto. [17] Todas las naciones son como nada ante él, como nada y vacío son estimadas por él. [18] Pues ¿con quién asemejaréis a Dios, qué semejanza le aplicaréis?

[19] El fundidor funde la estatua, el orfebre con oro la recubre y funde cadenas de plata. [20] El que presenta una ofrenda de pobre escoge madera incorruptible, se busca un hábil artista para erigir una estatua que no vacile.

[21] ¿No lo sabíais? ¿No lo habíais oído? ¿No os lo había mostrado desde el principio? ¿No lo entendisteis desde que se fundó la tierra? [22] El está sentado sobre el orbe terrestre, cuyos habitantes son como saltamontes; él expande los cielos como un tul, y los ha desplegado como una tienda que se habita. [23] El aniquila a los tiranos, y a los árbitros de la tierra los reduce a la nada. [24] Apenas han sido plantados, apenas sembrados, apenas arraiga en tierra su esqueje, cuando sopla sobre ellos y se secan, y una ráfaga como tamo se los lleva. [25] ¿Con quién me asemejaréis y seré igualado?, dice el Santo.

[26] Alzad a lo alto los ojos y ved: ¿quién ha hecho esto? El que hace salir por orden al ejército celeste, y a cada estrella por su nombre llama. Gracias a su esfuerzo y al vigor de su energía, no falta ni una. [27] ¿Por qué dices, Jacob, y hablas, Israel: «Oculto está mi camino para Yahveh, y a Dios se le pasa mi derecho?» [28] ¿Es que no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? Que Dios desde siempre es Yahveh, creador de los confines de la tierra, que no se cansa ni se fatiga, y cuya inteligencia es inescrutable.

[29] Que al cansado da vigor, y al que no tiene fuerzas la energía le acrecienta. [30] Los jóvenes se cansan, se fatigan, los valientes tropiezan y vacilan, [31] mientras que a los que esperan en Yahveh él les renovará el vigor, subirán con alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse.

Capítulo 41

[1] Hacedme silencio, islas, y renueven su fuerza las naciones. Alléguense y entonces hablarán, reunámonos todos a juicio. [2] ¿Quién ha suscitado de Oriente a aquel a quien la justicia sale al paso? ¿Quién le entrega las naciones, y a los reyes abaja? Conviértelos en polvo su espada, en paja dispersa su arco; [3] les persigue, pasa incólume, el sendero con sus pies no toca. [4] ¿Quién lo realizó y lo hizo? El que llama a las generaciones desde el principio: yo, Yahveh, el primero, y con los últimos yo mismo. [5] Ved, islas, y temed; confines de la tierra, y temblad. Acercaos y venid. [6] El uno ayuda al otro y dice a su colega: «¡Animo!» [7] Anima el fundidor al orfebre, el que pule a martillo al que bate en el yunque, diciendo de la soldadura: «Está bien.» Y fija el ídolo con clavos para que no se mueva.

[8] Y tú, Israel, siervo mío, Jacob, a quien elegí, simiente de mi amigo Abraham; [9] que te así desde los cabos de la tierra, y desde lo más remoto te llamé y te dije: «Siervo mío eres tú, te he escogido y no te he rechazado»: [10] No temas, que contigo estoy yo; no receles, que yo soy tu Dios. Yo te he robustecido y te he ayudado, y te tengo asido con mi diestra justiciera. [11] ¡Oh! Se avergonzarán y confundirán todos los abrasados en ira contra ti. Serán como nada y perecerán los que buscan querella. [12] Los buscarás y no los hallarás a los que disputaban contigo. Serán como nada y nulidad los que te hacen la guerra. [13] Porque yo, Yahveh tu Dios, te tengo asido por la diestra. Soy yo quien te digo: «No temas, yo te ayudo.» [14] No temas, gusano de Jacob, gente de Israel: yo te ayudo — oráculo de Yahveh — y tu redentor es el Santo de Israel. [15] He aquí que te he convertido en trillo nuevo, de dientes dobles. Triturarás los montes y los desmenuzarás, y los cerros convertirás en tamo. [16] Los beldarás, y el viento se los llevará, y una ráfaga los dispersará. Y tú te regocijarás en Yahveh, en el Santo de Israel te gloriarás. [17] Los humildes y los pobres buscan agua, pero no hay nada. La lengua se les secó de sed. Yo, Yahveh, les responderé, Yo, Dios de Israel, no los desampararé.

[18] Abriré sobre los calveros arroyos y en medio de las barrancas manantiales. Convertiré el desierto en lagunas y la tierra árida en hontanar de aguas. [19] Pondré en el desierto cedros, acacias, arrayanes y olivares. Pondré en la estepa el enebro, el olmo y el ciprés a una, [20] de modo que todos vean y sepan, adviertan y consideren que la mano de Yahveh ha hecho eso, el Santo de Israel lo ha creado. [21] «Aducid vuestra defensa — dice Yahveh — allegad vuestras pruebas — dice el rey de Jacob. [22] Alléguense e indíquennos lo que va a suceder. Indicadnos cómo fue lo pasado, y reflexionaremos; o bien hacednos oír lo venidero para que lo conozcamos. [23] Indicadnos las señales del porvenir, y sabremos que sois dioses. En suma, haced algún bien o algún mal, para que nos pongamos en guardia y os temamos. [24] ¡Oh! Vosotros sois nada, y vuestros hechos, nulidad, lo mejor de vosotros, abominación.» [25] Le he suscitado del norte, y viene, del sol naciente le he llamado por su nombre. Ha hollado a los sátrapas como lodo, como el alfarero patea el barro. [26] ¿Quién lo indicó desde el principio, para que se supiese, o desde antiguo, para que se dijese: «Es justo»? Ni hubo quien lo indicase, ni hubo quien lo hiciese oír, ni hubo quien oyese vuestras palabras. [27] Primicias de Sión: «¡Aquí están, aquí están!» envío a Jerusalén la buena nueva. [28] Miré, y no había nadie; entre éstos no había consejeros a quienes yo preguntara y ellos respondieran. [29] ¡Oh! Todos ellos son nada; nulidad sus obras, viento y vacuidad sus estatuas.

Capítulo 42

[1] He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará ley a las naciones. [2] No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz. [3] Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará. Lealmente hará justicia; [4] no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho, y su instrucción atenderán las islas. [5] Así dice el Dios Yahveh, el que crea los cielos y los extiende, el que hace firme la tierra y lo que en ella brota, el que da aliento al pueblo que hay en ella, y espíritu a los que por ella andan. [6] Yo, Yahveh, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, [7] para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas. [8] Yo, Yahveh, ese es mi nombre, mi gloria a otro no cedo, ni mi prez a los ídolos. [9] Lo de antes ya ha llegado, y anuncio cosas nuevas; antes que se produzcan os las hago saber.

[10] Cantad a Yahveh un cántico nuevo, su loor desde los confines de la tierra. Que le cante el mar y cuanto contiene, las islas y sus habitantes. [11] Alcen la voz el desierto y sus ciudades, las explanadas en que habita Quedar. Aclamen los habitantes de Petra, desde la cima de los montes vociferen. [12] Den gloria a Yahveh, su loor en las islas publiquen. [13] Yahveh como un bravo sale, su furor despierta como el de un guerrero; grita y vocifera, contra sus enemigos se muestra valeroso. [14] «Estaba mudo desde mucho ha, había ensordecido, me había reprimido. Como parturienta grito, resoplo y jadeo entrecortadamente. [15] Derribaré montes y cedros, y todo su césped secaré; convertiré los ríos en tierra firme y las lagunas secaré.

[16] Haré andar a los ciegos por un camino que no conocían, por senderos que no conocían les encaminaré. Trocaré delante de ellos la tiniebla en luz, y lo tortuoso en llano. Estas cosas haré, y no las omitiré.» [17] Haceos atrás, confusos de vergüenza, los que confiáis en ídolos, los que decís a la estatua fundida: «Vosotros sois nuestros dioses.» [18] ¡Sordos, oíd! ¡Ciegos, mirad y ved! [19] ¿Quién está ciego, sino mi siervo? ¿y quién tan sordo como el mensajero a quien envío? (¿Quién es tan ciego como el enviado y tan sordo como el siervo de Yahveh?) [20] Por más que has visto, no has hecho caso; mucho abrir las orejas, pero no has oído. [21] Yahveh se interesa, por causa de su justicia, en engrandecer y dar lustre a la Ley. [22] Pero es un pueblo saqueado y despojado, han sido atrapados en agujeros todos ellos, y en cárceles han sido encerrados. Se les despojaba y no había quien salvase; se les depredaba y nadie decía: «¡Devuelve!» [23] ¿Quién de vosotros escuchará esto, atenderá y hará caso para el futuro? [24] ¿Quién entregó al pillaje a Jacob, y a Israel a los saqueadores? ¿No ha sido Yahveh, contra quien pecamos, rehusamos andar por sus caminos, y no escuchamos sus instrucciones? [25] Vertió sobre él el ardor de su ira, y la violencia de la guerra le abrasó, por todos lados sin que se apercibiese, le consumió, sin que él reflexionase.

Capítulo 43

[1] Ahora, así dice Yahveh tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel. «No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. [2] Si pasas por las aguas, yo estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama prenderá en ti. [3] Porque yo soy Yahveh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. He puesto por expiación tuya a Egipto, a Kus y Seba en tu lugar

[4] dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo te amo. Pondré la humanidad en tu lugar, y los pueblos en pago de tu vida. [5] No temas, que yo estoy contigo; desde Oriente haré volver tu raza, y desde Poniente te reuniré. [6] Diré al Norte: "Dámelos"; y al Sur: "No los retengas", Traeré a mis hijos de lejos, y a mis hijas de los confines de la tierra;

[7] a todos los que se llamen por mi nombre, a los que para mi gloria creé, plasmé e hice.» [8] Haced salir al pueblo ciego, aunque tiene ojos, y sordo, aunque tiene orejas. [9] Congréguense todas las gentes y reúnanse los pueblos. ¿Quién de entre ellos anuncia eso, y desde antiguo nos lo hace oír? Aduzcan sus testigos, y que se justifiquen; que se oiga para que se pueda decir: «Es verdad.» [10] Vosotros sois mis testigos — oráculo de Yahveh — y mi siervo a quien elegí, para que me conozcáis y me creáis a mí mismo, y entendáis que yo soy: Antes de mí no fue formado otro dios, ni después de mí lo habrá. [11] Yo, yo soy Yahveh, y fuera de mí no hay salvador. [12] Yo lo he anunciado, he salvado y lo he hecho saber, y no hay entre vosotros ningún extraño. Vosotros sois mis testigos — oráculo de Yahveh — y yo soy Dios; [13] yo lo soy desde siempre, y no hay quien libre de mi mano. Yo lo tracé, y ¿quién lo revocará? [14] Así dice Yahveh que os ha rescatado, el Santo de Israel. Por vuestra causa he enviado a hacer caer todos sus cerrojos de las prisiones de Babilonia, y se volverán en ayes los hurras de los caldeos [15] Yo, Yahveh vuestro Santo, el creador de Israel, vuestro Rey.

[16] Así dice Yahveh, que trazó camino en el mar, y vereda en aguas impetuosas. [17] El que hizo salir carros y caballos a una con poderoso ejército; a una se echaron para no levantarse, se apagaron, como mecha se extinguieron. [18] ¿No os acordáis de lo pasado, ni caéis en la cuenta de lo antiguo? [19] Pues bien, he aquí que yo lo renuevo: ya está en marcha, ¿no lo reconocéis? Sí, pongo en el desierto un camino, ríos en el páramo. [20] Las bestias del campo me darán gloria, los chacales y las avestruces, pues pondré agua en el desierto (y ríos en la soledad) para dar de beber a mi pueblo elegido. [21] El pueblo que yo me he formado contará mis alabanzas.

[22] Tú no me has invocado, Jacob, porque te has fatigado de mí, Israel. [23] No me has traído tus ovejas en holocausto ni me has honrado con tus sacrificios. No te obligué yo a servirme con oblación ni te he fatigado a causa del incienso. [24] No me has comprado cañas con dinero ni con la grasa de tus sacrificios me has saciado; hasta me has convertido en siervo con tus pecados, y me has cansado con tus iniquidades. [25] Era yo, yo mismo el que tenía que limpiar tus rebeldías por amor de mí y no recordar tus pecados. [26] Házmelo recordar y vayamos a juicio juntos, haz tú mismo el recuento para justificarte. [27] Pecó tu primer padre y tus intérpretes se rebelaron contra mí. [28] Destituía los príncipes de mi santuario; por eso entregué a Jacob al anatema y a Israel a los ultrajes.

Capítulo 44

[1] Ahora, pues, escucha, Jacob, siervo mío, Israel, a quien yo elegí. [2] Así dice Yahveh que te creó, te plasmó ya en el seno y te da ayuda: «No temas, siervo mío, Jacob, Yesurún a quien yo elegí.

[3] Derramaré agua sobre el sediento suelo, raudales sobre la tierra seca. Derramaré mi espíritu sobre tu linaje, mi bendición sobre cuanto de ti nazca. [4] Crecerán como en medio de hierbas, como álamos junto a corrientes de aguas. [5] El uno dirá: "Yo soy de Yahveh", el otro llevará el nombre de Jacob. Un tercero escribirá en su mano: "De Yahveh" y se le llamará Israel.» [6] Así dice Yahveh el rey de Israel, y su redentor, Yahveh Sebaot: «Yo soy el primero y el último, fuera de mí, no hay ningún dios. [7] ¿Quién como yo? Que se levante y hable. Que lo anuncie y argumente contra mí; desde que fundé un pueblo eterno, cuanto sucede, que lo diga, y las cosas del futuro, que las revele.

[8] No tembléis ni temáis; ¿no lo he dicho y anunciado desde hace tiempo? Vosotros sois testigos; ¿hay otro dios fuera de mí? ¡No hay otra Roca, yo no la conozco!» [9] ¡Escultores de ídolos! Todos ellos son vacuidad; de nada sirven sus obras más estimadas; sus testigos nada ven y nada saben, y por eso quedarán abochornados.

[10] ¿Quién modela un dios o funde un ídolo, sin esperar una ganancia? [11] Mas ved que todos sus devotos quedarán abochornados y sus artífices, que no son más que hombres; se reunirán todos y comparecerán; y todos temblarán avergonzados. [12] El forjador trabaja con los brazos, configura a golpe de martillo, ejecuta su obra a fuerza de brazo; pasa hambre y se extenúa; no bebe agua y queda agotado. [13] El escultor tallista toma la medida, hace un diseño con el lápiz, trabaja con la gubia, diseña a compás de puntos y le da figura varonil y belleza humana, para que habite en un templo. [14] Taló un cedro para sí, o tomó un roble, o una encima y los dejó hacerse grandes entre los árboles del bosque; o plantó un cedro que la lluvia hizo crecer. [15] Sirven ellos para que la gente haga fuego. Echan mano de ellos para calentarse. O encienden lumbre para cocer pan. O hacen un dios, al que se adora, un ídolo para inclinarse ante él.

[16] Quema uno la mitad y sobre las brasas asa carne y come el asado hasta hartarse. También se calienta y dice: «¡ Ah! ¡me caliento mientras contemplo el resplandor!» [17] Y con el resto hace un dios, su ídolo, ante el que se inclina, le adora y le suplica, diciendo: «¡Sálvame, pues tú eres mi dios!» [18] No saben ni entienden, sus ojos están pegados y no ven; su corazón no comprende. [19] No reflexionan, no tienen ciencia ni entendimiento para decirse: «He quemado una mitad, he cocido pan sobre las brasas; he asado carne y la he comido; y ¡voy a hacer con lo restante algo abominable! ¡voy a inclinarme ante un trozo de madera! [20] A quien se apega a la ceniza, su corazón engañado le extravía. No salvará su vida. Nunca dirá: «¿Acaso lo que tengo en la mano es engañoso?» [21] Recuerda esto, Jacob, y que eres mi siervo, Israel. ¡Yo te he formado, tú eres mi siervo, Israel, yo no te olvido! [22] He disipado como una nube tus rebeldías, como un nublado tus pecados. ¡Vuélvete a mí, pues te he rescatado! [23] ¡Gritad, cielos, de júbilo, porque Yahveh lo ha hecho! ¡Clamad, profundidades de la tierra! ¡Lanzad gritos de júbilo, montañas, y bosque con todo su arbolado, pues Yahveh ha rescatado a Jacob y manifiesta su gloria en Israel! [24] Así dice Yahveh, tu redentor, el que te formó desde el seno. Yo, Yahveh, lo he hecho todo, yo, solo, extendí los cielos, yo asenté la tierra, sin ayuda alguna. [25] Yo hago que fallen las señales de los magos y que deliren los adivinos; hago retroceder a los sabios y convierto su ciencia en necedad. [26] Yo confirmo la palabra de mi siervo y hago que triunfe el proyecto de mis mensajeros. Yo digo a Jerusalén: «Serás habitada», y a las ciudades de Judá: «Seréis reconstruidas.» ¡Yo levantaré sus ruinas! [27] Yo digo al abismo: «¡Sécate! Yo desecaré tus ríos.» [28] Yo soy el que dice a Ciro: «Tú eres mi pastor y darás cumplimiento a todos mis deseos, cuando digas de Jerusalén: "Que sea reconstruida" y del santuario: "¡Echa los cimientos!"»

Capítulo 45

[1] Así dice Yahveh a su Ungido Ciro, a quien he tomado de la diestra para someter ante él a las naciones y desceñir las cinturas de los reyes, para abrir ante él los batientes de modo que no queden cerradas las puertas. [2] Yo marcharé delante de ti y allanaré las pendientes. Quebraré los batientes de bronce y romperé los cerrojos de hierro. [3] Te daré los tesoros ocultos y las riquezas escondidas, para que sepas que yo soy Yahveh, el Dios de Israel, que te llamo por tu nombre. [4] A causa de mi siervo Jacob y de Israel, mi elegido, te he llamado por tu nombre y te he ennoblecido, sin que tú me conozcas.

[5] Yo soy Yahveh, no hay ningún otro; fuera de mí ningún dios existe. Yo te he ceñido, sin que tú me conozcas, [6] para que se sepa desde el sol levante hasta el poniente, que todo es nada fuera de mí. Yo soy Yahveh, no ningún otro;

[7] yo modelo la luz y creo la tiniebla, yo hago la dicha y creo la desgracia, yo soy Yahveh, el que hago todo esto.

[8] Destilad, cielos, como rocío de lo alto, derramad, nubes, la victoria. Abrase la tierra y produzca salvación, y germine juntamente la justicia. Yo, Yahveh, lo he creado. [9] ¡Ay de quien litiga con el que la ha modelado, la vasija entre las vasijas de barro! ¿Dice la arcilla al que la modela: «¿Qué haces tú?», y «¿Tu obra no está hecha con destreza?» [10] ¡Ay del que dice a su padre!: «¿Qué has engendrado?» y a su madre: «¿Qué has dado a luz?» [11] Así dice Yahveh, el Santo de Israel y su modelador: «¿Vais a pedirme señales acerca de mis hijos y a darme órdenes acerca de la obra de mis manos? [12] Yo hice la tierra y creé al hombre en ella. Yo extendí los cielos con mis manos y doy órdenes a todo su ejército. [13] Yo le he suscitado para la victoria y he allanado todos sus caminos. El reconstruirá mi ciudad y enviará a mis deportados sin rescate y sin recompensa», dice Yahveh Sebaot.

[14] Así dice Yahveh: Los productos de Egipto, el comercio de Kus y los sebaítas, de elevada estatura, vendrán a ti y tuyos serán. Irán detrás de ti, encadenados, ante ti se postrarán, y te suplicarán: «Sólo en ti hay Dios, no hay ningún otro, no hay más dioses.» [15] De cierto que tú eres un dios oculto, el Dios de Israel, salvador. [16] Quedarán abochornados, afrentados, marcharán con ignominia los fabricadores de ídolos. [17] Israel será salvado por Yahveh, con salvación perpetua. No quedaréis abochornados ni afrentados nunca jamás. [18] Pues así dice Yahveh, creador de los cielos, él, que es Dios, plasmador de la tierra y su hacedor, él, que la ha fundamentado, y no la creó caótica, sino que para ser habitada la plasmó: «Yo soy Yahveh, no existe ningún otro. [19] No he hablado en oculto ni en lugar tenebroso. No he dicho al linaje de Jacob: Buscadme en el caos. Yo soy Yahveh, que digo lo que es justo y anuncio lo que es recto.» [20] Reuníos y venid, acercaos todos, supervivientes de las naciones. No saben nada los que llevan sus ídolos de madera, los que suplican a un dios que no puede salvar. [21] Exponed, aducid vuestras pruebas, deliberad todos juntos: «¿Quién hizo oír esto desde antiguo y lo anunció hace tiempo? ¿No he sido yo Yahveh? No hay otro dios, fuera de mí. Dios justo y salvador, no hay otro fuera de mí. [22] Volveos a mí y seréis salvados confines todos de la tierra, porque yo soy Dios, no existe ningún otro.

[23] Yo juro por mi nombre; de mi boca sale palabra verdadera y no será vana: Que ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará [24] diciendo: ¡Sólo en Yahveh hay victoria y fuerza! A él se volverán abochornados todos los que se inflamaban contra él.

[25] Por Yahveh triunfará y será gloriosa toda la raza de Israel.

Capítulo 46

[1] Bel se desploma, Nebó se derrumba, sus ídolos van sobre animales y bestias de carga; llevados como fardos sobre un animal desfallecido. [2] Se derrumbaron, se desplomaron todos, no pudieron salvar la carga; ellos mismos van cautivos. [3] Escuchadme, casa de Jacob, y todos los supervivientes de la casa de Israel, los que habéis sido transportados desde el seno, llevados desde el vientre materno. [4] Hasta vuestra vejez, yo seré el mismo, hasta que se os vuelva el pelo blanco, yo os llevaré. Ya lo tengo hecho, yo me encargaré, yo me encargo de ello, yo os salvaré. [5] ¿A quién me podréis asemejar o comparar? ¿A quién me asemejaréis para que seamos parecidos? [6] Sacan el oro de sus bolsas, pesan la plata en la balanza, y pagan a un orfebre para que les haga un dios, al que adoran y ante el cual se postran. [7] Se lo cargan al hombro y lo transportan, lo colocan en su sitio y allí se queda. No se mueve de su lugar. Hasta llegan a invocarle, mas no responde, no salva de la angustia. [8] Recordad esto y sed hombres, tened seso, rebeldes, [9] recordad lo pasado desde antiguo, pues yo soy Dios y no hay ningún otro, yo soy Dios, no hay otro como yo. [10] Yo anuncio desde el principio lo que viene después y desde el comienzo lo que aún no ha sucedido. Yo digo: Mis planes se realizarán y todos mis deseos llevaré a cabo. [11] Yo llamo del Oriente un ave rapaz de un país lejano al hombre en quien pensé. Tal como lo he dicho, así se cumplirá; como lo he planeado, así lo haré.

[12] Escuchadme vosotros, los que habéis perdido el corazón, los que estáis alejados de lo justo. [13] Yo hago acercarse mi victoria, no está lejos, mi salvación no tardará. Pondré salvación en Sión, mi prez será para Israel.

Capítulo 47

[1] Baja, siéntate en el polvo, virgen, hija de Babel! ¡Siéntate en tierra, destronada, hija de los caldeos! Ya no se te volverá a llamar la dulce, la exquisita. [2] Toma el molino y muele la harina. Despójate de tu velo, descubre la cola de tu vestido, desnuda tus piernas y vadea los ríos. [3] Descubre tu desnudez y se vean tus vergüenzas. Voy a vengarme y nadie intervendrá. [4] Nuestro redentor, cuyo nombre es Yahveh Sebaot, el Santo de Israel, dice: [5] Siéntate en silencio y entra en la tiniebla, hija de los caldeos, que ya no se te volverá a llamar señora de reinos. [6] Irritado estaba yo contra mi pueblo, había profanado mi heredad y en tus manos los había entregado; pero tú no tuviste piedad de ellos; hiciste caer pesadamente tu yugo sobre el anciano.

[7] Tú decías: «Seré por siempre la señora eterna.» No has meditado esto en tu corazón no te has acordado de su fin.

[8] Pero ahora, voluptuosa, escucha esto, tú que te sientas en seguro y te dices en tu corazón: «¡Yo, y nadie más! No seré viuda, ni sabré lo que es carecer de hijos.» [9] Estas dos desgracias vendrán sobre ti en un instante, en el mismo día. Carencia de hijos y viudez caerán súbitamente sobre ti, a pesar de tus numerosas hechicerías y del poder de tus muchos sortilegios. [10] Te sentías segura en tu maldad, te decías: «Nadie me ve.» Tu sabiduría y tu misma ciencia te han desviado. Dijiste en tu corazón: «¡Yo, y nadie más!» [11] Vendrá sobre ti una desgracia que no sabrás conjurar; caerá sobre ti un desastre que no podrás evitar. Vendrá sobre ti súbitamente una devastación que no sospechas. [12] ¡Quédate, pues, con tus sortilegios y tus muchas hechicerías con que te fatigas desde tu juventud! ¿Te podrán servir de algo? ¿Acaso harás temblar? [13] Te has cansado de tus planes. Que se presenten, pues, y que te salven los que describen los cielos, los que observan las estrellas y hacen saber, en cada mes, lo que te sucederá.

[14] Mira, ellos serán como tamo que el fuego quemará. No librarán sus vidas del poder de las llamas. No serán brasas para el pan ni llama ante la cual sentarse. [15] Eso serán para ti tus hechiceros por los que te has fatigado desde tu juventud. Cada uno errará por su camino, y no habrá quien te salve.

Capítulo 48

[1] Escucha esto, casa de Jacob, los que lleváis el nombre de Israel, los que habéis salido de las aguas de Judá. Los que juráis por el nombre de Yahveh, los que invocáis al Dios de Israel, mas no según verdad y justicia. [2] Porque lleváis el nombre de la ciudad santa y os apoyáis en el Dios de Israel, cuyo nombre es Yahveh Sebaot. [3] Yo anuncié desde hace tiempo las cosas pasadas, salieron de mi boca y las di a conocer; de pronto, las hice y se cumplieron.

[4] Yo sabía que tú eres obstinado, que es tu cerviz una barra de hierro y tu frente de bronce. [5] Por eso te anuncié las cosas hace tiempo y antes que ocurrieran te las di a conocer, no sea que dijeras: «Las hizo mi ídolo, mi estatua, mi imagen fundida lo ordenó.» [6] Tú has oído todo esto, ¿no vas a admitirlo? Ahora te hago saber cosas nuevas, secretas, no sabidas, [7] que han sido creadas ahora, no hace tiempo, de las que hasta ahora nada oíste, para que no puedas decir: «Ya lo sabía.» [8] Ni las oíste ni las hiciste ni de antemano te fue abierto el oído, pues sé muy bien que tú eres pérfido y se te llama rebelde desde el seno materno.

[9] Por amor de mi nombre retardé mi cólera, a causa de mi alabanza me contuve para no arrancarte. [10] Mira que te he apurado, y no había en ti plata, te he probado en el crisol de la desgracia. [11] Por mí, por mí, lo hago, pues ¿cómo mi nombre sería profanado? No cederé a otro mi gloria. [12] Escúchame, Jacob, Israel, a quien llamé: Yo soy, yo soy el primero y también soy el último. [13] Sí, es mi mano la que fundamentó la tierra y mi diestra la que extendió los cielos. Yo los llamo y todos se presentan.

[14] Reuníos todos y escuchad: ¿Quién de entre ellos anunció estas cosas? «Mi amigo cumplirá mi deseo contra Babilonia y la raza de los caldeos.» [15] Yo mismo le he hablado, le he llamado, le he hecho que venga y triunfe en sus empresas.

[16] Acercaos a mí y escuchad esto: Desde el principio no he hablado en oculto, desde que sucedió estoy yo allí. Y ahora el Señor Yahveh me envía con su espíritu. [17] Así dice Yahveh, tu redentor, el Santo de Israel. Yo, Yahveh, tu Dios, te instruyo en lo que es provechoso y te marco el camino por donde debes ir. [18] ¡Si hubieras atendido a mis mandatos, tu dicha habría sido como un río y tu victoria como las olas del mar! [19] ¡Tu raza sería como la arena los salidos de ti como sus granos! ¡Nunca habría sido arrancado ni borrado de mi presencia su nombre! [20] ¡Salid de Babilonia! ¡Huid de los caldeos! ¡Anunciad con voz de júbilo, hacedlo saber, proclamad hasta el extremo de la tierra, decid: Yahveh ha rescatado a su siervo Jacob! [21] No padecieron sed en los sequedales a donde los llevó; hizo brotar para ellos agua de la roca. Rompió la roca y corrieron las aguas. [22] No hay paz para los malvados, dice Yahveh.

Capítulo 49

[1] ¡Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre. [2] Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda, en su carcaj me guardó.

[3] Me dijo: «Tú eres mi siervo (Israel), en quien me gloriaré.»

[4] Pues yo decía: «Por poco me he fatigado, en vano e inútilmente mi vigor he gastado. ¿De veras que Yahveh se ocupa de mi causa, y mi Dios de mi trabajo?» [5] Ahora, pues, dice Yahveh, el que me plasmó desde el seno materno para siervo suyo, para hacer que Jacob vuelva a él, y que Israel se le una. Mas yo era glorificado a los ojos de Yahveh, mi Dios era mi fuerza. [6] «Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.» [7] Así dice Yahveh, el que rescata a Israel, el Santo suyo, a aquel cuya vida es despreciada, y es abominado de las gentes, al esclavo de los dominadores: Veránlo reyes y se pondrán en pie, príncipes y se postrarán por respeto a Yahveh, que es leal, al Santo de Israel, que te ha elegido.

[8] Así dice Yahveh: En tiempo favorable te escucharé, y en día nefasto te asistiré. Yo te formé y te he destinado a ser alianza del pueblo, para levantar la tierra, para repartir las heredades desoladas, [9] para decir a los presos: «Salid», y a los que están en tinieblas: «Mostraos». Por los caminos pacerán y en todos los calveros tendrán pasto. [10] No tendrán hambre ni sed, ni les dará el bochorno ni el sol, pues el que tiene piedad de ellos los conducirá, y a manantiales de agua los guiará. [11] Convertiré todos mis montes en caminos, y mis calzadas serán levantadas. [12] Mira: Estos vienen de lejos, esos otros del norte y del oeste, y aquéllos de la tierra de Sinim. [13] ¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! Prorrumpan los montes en gritos de alegría, pues Yahveh ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido.

[14] Pero dice Sión: «Yahveh me ha abandonado, el Señor me ha olvidado.» [15] — ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido. [16] Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada, tus muros están ante mí perpetuamente. [17] Apresúrense los que te reedifican, y salgan de ti los que te arruinaron y demolieron. [18] Alza en torno los ojos y mira: todos ellos se han reunido y han venido a ti. ¡Por mi vida! — oráculo de Yahveh — que con todos ellos como con velo nupcial te vestirás, y te ceñirás con ellos como una novia. [19] Porque tus ruinas y desolaciones y tu tierra arrasada van a ser ahora demasiado estrechas para tanto morador, y se habrán alejado tus devoradores. [20] Todavía te dirán al oído los hijos de que fuiste privada: «El lugar es estrecho para mí, Cédeme sitio para alojarme.»

[21] Y dirás para ti misma: «¿Quién me ha dado a luz éstos? Pues yo había quedado sin hijos y estéril, desterrada y aparte, y a éstos ¿quién los crió? He aquí que yo había quedado sola, pues éstos ¿dónde estaban?» [22] Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a alzar hacia las gentes de mi mano, y hacia los pueblos voy a levantar mi bandera; traerán a tus hijos en brazos, y tus hijas serán llevadas a hombros. [23] Reyes serán tus tutores, y sus princesas, nodrizas tuyas. Rostro en tierra se postrarán ante ti, y el polvo de tus pies lamerán. Y sabrás que yo soy Yahveh; no se avergonzarán los que en mí esperan.

[24] ¿Se arrebata al valiente la presa, o se escapa el prisionero del guerrero? [25] Pues así dice Yahveh: Sí, al valiente se le quitará el prisionero, y la presa del guerrero se le escapará; con tus litigantes yo litigaré, y a tus hijos yo salvaré. [26] Haré comer a tus opresores su propia carne, como con vino nuevo, con su sangre se embriagarán. Y sabrá todo el mundo que yo, Yahveh, soy el que te salva, y el que te rescata, el Fuerte de Jacob.

Capítulo 50

[1] Así dice Yahveh: ¿Dónde está esa carta de divorcio de vuestra madre a quien repudié? o ¿a cuál de mis acreedores os vendí? Mirad que por vuestras culpas fuisteis vendidos, y por vuestras rebeldías fue repudiada vuestra madre. [2] ¿Por qué cuando he venido no había nadie, cuando he llamado no hubo quien respondiera? ¿Acaso se ha vuelto mi mano demasiado corta para rescatar o quizá no habrá en mí vigor para salvar? He aquí que con un gesto seco el mar, convierto los ríos en desierto; quedan en seco sus peces por falta de agua y mueren de sed. [3] Yo visto los cielos de crespón y los cubro de sayal. [4] El Señor Yahveh me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos; [5] el Señor Yahveh me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás. [6] Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos.

[7] Pues que Yahveh habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como el pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado. [8] Cerca está el que me justifica: ¿quién disputará conmigo? Presentémonos juntos: ¿quién es mi demandante? ¡que se llegue a mí! [9] He aquí que el Señor Yahveh me ayuda: ¿quién me condenará? Pues todos ellos como un vestido se gastarán, la polilla se los comerá. [10] El que de entre vosotros tema a Yahveh oiga la voz de su Siervo. El que anda a oscuras y carece de claridad confíe en el nombre de Yahveh y apóyese en su Dios. [11] ¡Oh vosotros, todos los que encendéis fuego, los que sopláis las brasas! Id a la lumbre de vuestro propio fuego y a las brasas que habéis encendido. Esto os vendrá de mi mano: en tormento yaceréis.

Capítulo 51

[1] Prestadme oído, seguidores de lo justo, los que buscáis a Yahveh. Reparad en la peña de donde fuisteis tallados, y en la cavidad de pozo de donde fuisteis excavados. [2] Reparad en Abraham vuestro padre, y en Sara, que os dio a luz; pues uno solo era cuando le llamé, pero le bendije y le multipliqué. [3] Cuando haya consolado Yahveh a Sión, haya consolado todas sus ruinas y haya trocado el desierto en Edén y la estepa en Paraíso de Yahveh, recocijo y alegría se encontrarán en ella, alabanza y son de canciones. [4] Préstame atención, pueblo mío, mi nación, escúchame; que una instrucción saldrá de mí, y juicio mío para luz de las naciones. Inminente, [5] cercana está mi justicia, saldrá mi liberación, y mis brazos juzgarán a los pueblos. Las islas esperan en mí y cuentan con mi brazo. [6] Alzad a los cielos vuestros ojos y contemplad la tierra abajo, pues los cielos como humareda se disiparán, la tierra como un vestido se gastará y sus moradores como el mosquito morirán. Pero mi salvación por siempre será, y mi justicia se mantendrá intacta. [7] Prestadme oído, sabedores de lo justo, pueblo consciente de mi ley. No temáis las injurias de los hombres, y de sus ultrajes no os asustéis; [8] pues como un vestido se los comerá la polilla, y como lana los comerá la tiña. Pero mi justicia por siempre será, y mi salvación por generaciones de generaciones.

[9] ¡Despierta, despierta, revístete de poderío, oh brazo de Yahveh! ¡Despierta como en los días de antaño, en las generaciones pasadas! ¿No eres tú el que partió a Ráhab, el que atravesó al Dragón? [10] ¿No eres tú el que secó la Mar, las aguas del gran Océano, el que trocó las honduras del mar en camino para que pasasen los rescatados? [11] Los redimidos de Yahveh volverán, entrarán en Sión entre aclamaciones, y habrá alegría eterna sobre sus cabezas. ¡Regocijo y alegría les acompañarán! ¡Adiós, el penar y suspiros! [12] Yo, yo soy tu consolador. ¿Quién eres tú, que tienes miedo del mortal y del hijo del hombre, al heno equiparado? [13] Olvidas a Yahveh, tu hacedor, el que extendió los cielos y cimentó la tierra; y te estás despavorido todo a lo largo del día ante la furia del opresor, en cuanto se aplica a destruir. Pues ¿dónde está esa furia del opresor? [14] Pronto saldrá libre el que está en la cárcel, no morirá en la hoya, no le faltará el pan. [15] Yo soy Yahveh tu Dios, que agito el mar y hago bramar sus olas; Yahveh Sebaot es mi nombre. [16] Yo he puesto mis palabras en tu boca y te he escondido a la sombra de mi mano, cuando extendía los cielos y cimentaba la tierra, diciendo a Sión: «Mi pueblo eres tú.» [17] ¡Despierta, despierta! ¡Levántate, Jerusalén! Tú, que has bebido de mano de Yahveh la copa de su ira. El cáliz del vértigo has bebido hasta vaciarlo. [18] No hay quien la guíe de entre todos los hijos que ha dado a luz, no hay quien la tome de la mano de entre todos los hijos que ha criado. [19] Estas dos cosas te han acaecido — ¿quién te conduele? — saqueo y quebranto, hambre y espada — ¿quién te consuela? — [20] Tus hijos desfallecen, yacen, en la esquina de todas las calles como antílope en la red, llenos de la ira de Yahveh, de la amenaza de tu Dios.

[21] Por eso, escucha esto, pobrecilla, ebria, pero no de vino.

[22] Así dice tu Señor Yahveh, tu Dios, defensor de tu pueblo. Mira que yo te quito de la mano la copa del vértigo, el cáliz de mi ira; ya no tendrás que seguir bebiéndolo. [23] Yo lo pondré en la mano de los que te afligían, de los que a ti misma te decían: «Póstrate para que pasemos», y tú pusiste tu espalda como suelo y como calle de los que pasaban.

Capítulo 52

[1] ¡Despierta, despierta! ¡Revístete de tu fortaleza, Sión! ¡Vístete tus ropas de gala, Jerusalén, Ciudad Santa! Porque no volverán a entrar en ti incircuncisos ni impuros. [2] Sacúdete el polvo, levántate, cautiva Jerusalén, Líbrate de las ligaduras de tu cerviz, cautiva hija de Sión. [3] Porque así dice Yahveh: De balde fuisteis vendidos, y sin plata seréis rescatados. [4] Sí, así dice el Señor Yahveh: A Egipto bajó mi pueblo en un principio, a ser forastero allí, y luego Asiria le oprimió sin motivo. [5] Y ahora, ¿qué voy a hacer aquí — oráculo de Yahveh — pues mi pueblo ha sido arrebatado sin motivo? Sus dominadores profieren gritos — oráculo de Yahveh — y todo a lo largo del día mi nombre es blasfemado. [6] Por eso mi pueblo conocerá mi nombre en aquel día y comprenderá que yo soy el que decía: «Aquí estoy.» [7] ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios!» [8] ¡Una voz! Tus vigías alzan la voz, a una dan gritos de júbilo, porque con sus propios ojos ven el retorno de Yahveh a Sión.

[9] Prorrumpid a una en gritos de júbilo, soledades de Jerusalén, porque ha consolado Yahveh a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén.

[10] Ha desnudado Yahveh su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y han visto todos los cabos de la tierra la salvación de nuestro Dios. [11] ¡Apartaos, apartaos, salid de allí! ¡Cosa impura no toquéis! ¡Salid de en medio de ella, manteneos limpios, portadores del ajuar de Yahveh! [12] Pues sin prisa habréis de salir, no iréis a la desbandada, que va al frente de vosotros Yahveh, y os cierra la retaguardia el Dios de Israel.

[13] He aquí que prosperará mi Siervo, será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera. [14] Así como se asombraron de él muchos — pues tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía hombre, ni su apariencia era humana — [15] otro tanto se admirarán muchas naciones; ante él cerrarán los reyes la boca, pues lo que nunca se les contó verán, y lo que nunca oyeron reconocerán.

Capítulo 53

[1] ¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahveh ¿a quién se le reveló? [2] Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. [3] Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. [4] ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. [5] El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados. [6] Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros.

[7] Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca.

[8] Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; [9] y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca. [10] Mas plugo a Yahveh quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a Yahveh se cumplirá por su mano. [11] Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos y las culpas de ellos él soportará. [12] Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes.

Capítulo 54

[1] Grita de júbilo, estéril que no das a luz, rompe en gritos de júbilo y alegría, la que no ha tenido los dolores; que más son los hijos de la abandonada, que los hijos de la casada, dice Yahveh. [2] Ensancha el espacio de tu tienda las cortinas extiende, no te detengas; alarga tus sogas, tus clavijas asegura; [3] porque a derecha e izquierda te expandirás, tu prole heredará naciones y ciudades desoladas poblarán. [4] No temas, que no te avergonzarás, ni te sonrojes, que no quedarás confundida, pues la vergüenza de tu mocedad olvidarás, y la afrenta de tu viudez no recordarás jamás. [5] Porque tu esposo es tu Hacedor, Yahveh Sebaot es su nombre; y el que te rescata, el Santo de Israel, Dios de toda la tierra se llama. [6] Porque como a mujer abandonada y de contristado espíritu, te llamó Yahveh; y la mujer de la juventud ¿es repudiada? — dice tu Dios.

[7] Por un breve instante te abandoné, pero con gran compasión te recogeré. [8] En un arranque de furor te oculté mi rostro por un instante, pero con amor eterno te he compadecido — dice Yahveh tu Redentor. [9] Será para mí como en tiempos de Noé: como juré que no pasarían las aguas de Noé más sobre la tierra, así he jurado que no me irritaré mas contra ti ni te amenazaré. [10] Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá — dice Yahveh, que tiene compasión de ti. [11] Pobrecilla, azotada por los vientos, no consolada, mira que yo asiento en carbunclos tus piedras y voy a cimentarte con zafiros. [12] Haré de rubí tus baluartes, tus puertas de piedras de cuarzo y todo tu término de piedras preciosas.

[13] Todos tus hijos serán discípulos de Yahveh, y será grande la dicha de tus hijos. [14] En justicia serás consolidada. Manténte lejos de la opresión, pues ya no temerás, y del terror, pues no se acercará a ti.

[15] Si alguien te ataca, no será de parte mía; quienquiera que te ataque, contra ti se estrellará. [16] He aquí que yo he creado al herrero, que sopla en el fuego las brasas y saca los instrumentos para su trabajo. [17] Yo he creado al destructor para aniquilar. Ningún arma forjada contra ti tendrá éxito, e impugnarás a toda lengua que se levante a juicio contigo. Tal será la heredad de los siervos de Yahveh y las victorias que alcanzarán por mí — oráculo de Yahveh —.

Capítulo 55

[1] ¡Oh, todos los sedientos, id por agua, y los que no tenéis plata, venid, comprad y comed, sin plata, y sin pagar, vino y leche! [2] ¿Por qué gastar plata en lo que no es pan, y vuestro jornal en lo que no sacia? Hacedme caso y comed cosa buena, y disfrutaréis con algo sustancioso. [3] Aplicad el oído y acudid a mí, oíd y vivirá vuestra alma. Pues voy a firmar con vosotros una alianza eterna: las amorosas y fieles promesas hechas a David. [4] Mira que por testigo de las naciones le he puesto, caudillo y legislador de las naciones. [5] Mira que a un pueblo que no conocías has de convocar, y un pueblo que no te conocía, a ti correrá por amor de Yahveh tu Dios y por el Santo de Israel, porque te ha honrado. [6] Buscad a Yahveh mientras se deja encontrar, llamadle mientras está cercano. [7] Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahveh, que tendrá compasión de él, a nuestro Dios, que será grande en perdonar.

[8] Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos — oráculo de Yahveh —. [9] Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros.

[10] Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer,

[11] así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié. [12] Sí, con alegría saldréis, y en paz seréis traídos. Los montes y las colinas romperán ante vosotros en gritos de júbilo, y todos los árboles del campo batirán palmas. [13] En lugar del espino crecerá el ciprés, en lugar de la ortiga crecerá el mirto. Será para renombre de Yahveh, para señal eterna que no será borrada.

Capítulo 56

[1] Así dice Yahveh: Velad por la equidad y practicad la justicia, que mi salvación está para llegar y mi justicia para manifiestarse. [2] Dichoso el mortal que tal haga, el hombre que persevere en ello, guardándose de profanar el sábado, guardando su mano de hacer nada malo. [3] Que el extranjero que se adhiera a Yahveh, no diga: «¡De cierto que Yahveh me separará de su pueblo!» No diga el eunuco: «Soy un árbol seco.» [4] Pues así dice Yahveh: Respecto a los eunucos que guardan mis sábados y eligen aquello que me agrada y se mantienen firmes en mi alianza, [5] yo he de darles en mi Casa y en mis muros monumento y nombre mejor que hijos e hijas; nombre eterno les daré que no será borrado. [6] En cuanto a los extranjeros adheridos a Yahveh para su ministerio, para amar el nombre de Yahveh, y para ser sus siervos, a todo aquel que guarda el sábado sin profanarle y a los que se mantienen firmes en mi alianza, [7] yo les traeré a mi monte santo y les alegraré en mi Casa de oración. Sus holocaustos y sacrificios serán gratos sobre mi altar. Porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos.

[8] Oráculo del Señor Yahveh que reúne a los dispersos de Israel. A los ya reunidos todavía añadiré otros. [9] Bestias todas del campo, venid a comer, bestias todas del bosque. [10] Sus vigías son ciegos, ninguno sabe nada; todos son perros mudos, no pueden ladrar; ven visiones, se acuestan, amigos de dormir. [11] Son perros voraces, no conocen hartura, y ni los pastores saben entender. Cada uno sigue su propio camino cada cual, hasta el último, busca su provecho [12] «Venid, voy a sacar vino y nos emborracharemos de licor, que el día de mañana será como el de hoy, o muchísimo mejor.»

Capítulo 57

[1] El justo perece, y no hay quien haga caso; los hombres buenos son arrebatados, y no hay quien lo considere. Cuando ante la desgracia es arrebatado el justo, [2] se va en paz. ¡Descansen en sus lechos todos los que anduvieron en camino recto! [3] Pero vosotros venid acá, hijos de hechicera, raza adúltera que te prostituyes: [4] ¿De quién os mofáis? ¿Contra quién abrís la boca y sacáis la lengua? ¿No sois vosotros engendros de pecado, prole bastarda? [5] Los que entráis en calor entre terebintos, bajo cualquier árbol frondoso, degolladores de niños en las torrenteras, debajo de los resquicios de las peñas. [6] En las piedras lisas del torrente tengas tu parte: ¡ellas, ellas te toquen en suerte! Que también sobre ellas vertiste libaciones, hiciste oblación. ¿Acaso con estas cosas me voy a aplacar? [7] Sobre montaña alta y empinada pusiste tu lecho. Hasta allí subiste a hacer el sacrificio.

[8] Detrás de la puerta y de la jamba pusiste tu memorial. Sí, te desnudaste, subiste, y no conmigo, a tu lecho, y lo extendiste. Llegaste a un acuerdo con aquellos con quienes te plugo acostarte, mirando el monumento. [9] Te has acercado con aceite para Mélek, multiplicaste tus aromas. Enviaste a tus emisarios muy lejos, y los hiciste bajar hasta el seol. [10] De tanto caminar te cansaste, pero sin decir: «Me rindo.» Hallaste el vigor de tu mano, y así no quedaste debilitada. [11] Pues bien, ¿de quién te asustaste y tuviste miedo, que fuiste embustera, y de mí no te acordaste, no hiciste caso de ello? ¿No es que porque me callé desde siempre, a mí no me temiste?

[12] Yo voy a denunciar tu virtud y tus hechos, y no te aprovecharán. [13] Cuando grites, que te salven los reunidos en torno a ti, que a todos ellos los llevará el viento, los arrebatará el aire. Pero aquel que se ampare en mí poseerá la tierra y heredará mi monte santo.

[14] Entonces se dirá: Reparad, reparad, abrid camino, quitad los obstáculos del camino de mi pueblo. [15] Que así dice el Excelso y Sublime, el que mora por siempre y cuyo nombre es Santo. «En lo excelso y sagrado yo moro, y estoy también con el humillado y abatido de espíritu, para avivar el espíritu de los abatidos, para avivar el ánimo de los humillados. [16] Pues no disputaré por siempre ni estaré eternamente enojado, pues entonces el espíritu ante mí desmayaría y las almas que yo he creado. [17] Por culpa de su codicia me enojé y le herí, ocultándome en mi enojo. Pero el rebelde seguía su capricho. [18] Sus caminos vi. Yo le curaré y le guiaré, y le daré ánimos a él y a los que con él lloraban, [19] poniendo alabanza en los labios: ¡Paz, paz al de lejos y al de cerca! — dice Yahveh —. Yo le curaré.» [20] Los malos son como mar agitada cuando no puede calmarse, cuyas aguas lanzan cieno y lodo. [21] «No hay paz para los malvados» — dice mi Dios —.

Capítulo 58

[1] Clama a voz en grito, no te moderes; levanta tu voz como cuerno y denuncia a mi pueblo su rebeldía y a la casa de Jacob sus pecados. [2] A mí me buscan día a día y les agrada conocer mis caminos, como si fueran gente que la virtud practica y el rito de su Dios no hubiesen abandonado. Me preguntan por las leyes justas, la vecindad de su Dios les agrada. [3] — ¿Por qué ayunamos, si tú no lo ves? ¿Para qué nos humillamos, si tú no lo sabes? — Es que el día en que ayunabais, buscabais vuestro negocio y explotabais a todos vuestros trabajadores.

[4] Es que ayunáis para litigio y pleito y para dar de puñetazos a malvados. No ayunéis como hoy, para hacer oír en las alturas vuestra voz. [5] ¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero el día en que se humilla el hombre? ¿Había que doblegar como junco la cabeza, en sayal y ceniza estarse echado? ¿A eso llamáis ayuno y día grato a Yahveh? [6] ¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo? [7] ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes? [8] Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá tu justicia, la gloria de Yahveh te seguirá. [9] Entonces clamarás, y Yahveh te responderá, pedirás socorro, y dirá: «Aquí estoy.» Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo y no hablas maldad, [10] repartes al hambriento tu pan, y al alma afligida dejas saciada, resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía. [11] Te guiará Yahveh de continuo, hartará en los sequedales tu alma, dará vigor a tus huesos, y serás como huerto regado, o como manantial cuyas aguas nunca faltan.

[12] Reedificarán, de ti, tus ruinas antiguas, levantarás los cimientos de pasadas generaciones, se te llamará Reparador de brechas, y Restaurador de senderos frecuentados. [13] Si apartas del sábado tu pie, de hacer tu negocio en el día santo, y llamas al sábado «Delicia», al día santo de Yahveh «Honorable», y lo honras evitando tus viajes, no buscando tu interés ni tratando asuntos, [14] entonces te deleitarás en Yahveh, y yo te haré cabalgar sobre los altozanos de la tierra. Te alimentaré con la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Yahveh ha hablado.

Capítulo 59

[1] Mirad, no es demasiado corta la mano de Yahveh para salvar, ni es duro su oído para oír, [2] sino que vuestras faltas os separaron a vosotros de vuestro Dios, y vuestros pecados le hicieron esconder su rostro de vosotros para no oír. [3] Porque vuestras manos están manchadas de sangre y vuestros dedos de culpa, vuestros labios hablan falsedad y vuestra lengua habla perfidia. [4] No hay quien clame con justicia ni quien juzgue con lealtad. Se confían en la nada y hablan falsedad, conciben malicia y dan a luz iniquidad. [5] Hacen que rompan su cascarón las víboras y tejen telas de araña; el que come de sus huevos muere, y si son aplastados sale una víbora. [6] Sus hilos no sirven para vestido ni con sus tejidos se pueden cubrir. Sus obras son obras inicuas y acciones violentas hay en sus manos. [7] Sus pies corren al mal y se apresuran a verter sangre inocente. Sus proyectos son proyectos inicuos, destrucción y quebranto en sus caminos. [8] Camino de paz no conocen, y derecho no hay en sus pasos. Tuercen sus caminos para provecho propio, ninguno de los que por ellos pasan conoce la paz.

[9] Por eso se alejó de nosotros el derecho y no nos alcanzó la justicia. Esperábamos la luz, y hubo tinieblas, la claridad, y anduvimos en oscuridad. [10] Palpamos la pared como los ciegos y como los que no tienen ojos vacilamos. Tropezamos al mediodía como si fuera al anochecer, y habitamos entre los sanos como los muertos. [11] Todos nosotros gruñimos como osos y zureamos sin cesar como palomas. Esperamos el derecho y no hubo, la salvación, y se alejó de nosotros. [12] Porque fueron muchas nuestras rebeldías delante de ti, y nuestros pecados testifican contra nosotros, pues nuestras rebeldías nos acompañan y conocemos nuestras culpas: [13] rebelarse y renegar de Yahveh, apartarse de seguir a nuestro Dios, hablar de opresión y revueltas, concebir y musitar en el corazón palabras engañosas. [14] Porque ha sido rechazado el juicio y la justicia queda lejos. Porque la verdad en la plaza ha tropezado y la rectitud no puede entrar. [15] La verdad se echa en falta y el que se aparta del mal es despojado. Lo vio Yahveh y pareció mal a sus ojos que no hubiera derecho. [16] Vio que no había nadie y se maravilló de que no hubiera intercesor. Entonces le salvó su brazo y su justicia le sostuvo.

[17] Se puso la justicia como coraza y el casco de salvación en su cabeza. Se puso como túnica vestidos de venganza y se vistió el celo como un manto. [18] Según los merecimientos así pagará: ira para sus opresores y represalia para sus enemigos. Dará a las islas su merecido.

[19] Temerán desde Occidente el nombre de Yahveh y desde el Oriente verán su gloria, pues vendrá como un torrente encajonado contra el que irrumpe con fuerza el soplo de Yahveh. [20] Vendrá a Sión para rescatar, a aquellos de Jacob que se conviertan de su rebeldía. — Oráculo de Yahveh —.

[21] Cuanto a mí, esta es la alianza con ellos, dice Yahveh. Mi espíritu que ha venido sobre ti y mis palabras que he puesto en tus labios no caerán de tu boca ni de la boca de tu descendencia ni de la boca de la descendencia de tu descendencia, dice Yahveh, desde ahora y para siempre.

Capítulo 60

[1] ¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz, y la gloria de Yahveh sobre ti ha amanecido! [2] Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece Yahveh y su gloria sobre ti aparece. [3] Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu alborada. [4] Alza los ojos en torno y mira: todos se reúnen y vienen a ti. Tus hijos vienen de lejos, y tus hijas son llevadas en brazos. [5] Tú entonces al verlo te pondrás radiante, se estremecerá y se ensanchará tu corazón, porque vendrán a ti los tesoros del mar, las riquezas de las naciones vendrán a ti. [6] Un sin fin de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios de Madián y Efá. Todos ellos de Sabá vienen portadores de oro e incienso y pregonando alabanzas a Yahveh.

[7] Todas las ovejas de Quedar se apiñarán junto a ti, los machos cabríos de Nebayot estarán a tu servicio. Subirán en holocausto agradable a mi altar, y mi hermosa Casa hermosearé aún más. [8] ¿Quiénes son éstos que como nube vuelan, como palomas a sus palomares? [9] Los barcos se juntan para mí, los navíos de Tarsis en cabeza, para traer a tus hijos de lejos, junto con su plata y su oro, por el nombre de Yahveh tu Dios y por el Santo de Israel, que te hermosea. [10] Hijos de extranjeros construirán tus muros, y sus reyes se pondrán a tu servicio, porque en mi cólera te herí, pero en mi benevolencia he tenido compasión de ti. [11] Abiertas estarán tus puertas de continuo; ni de día ni de noche se cerrarán, para dejar entrar a ti las riquezas de las naciones, traídas por sus reyes. [12] Pues la nación y el reino que no se sometan a ti perecerán, esas naciones serán arruinadas por completo.

[13] La gloria del Líbano vendrá a ti, el ciprés, el olmo y el boj a una, a embellecer mi Lugar Santo y honrar el lugar donde mis pies reposan. [14] Acudirán a ti encorvados los hijos de los que te humillaban, se postrarán a tus pies todos los que te menospreciaban, y te llamarán la Ciudad de Yahveh, la Sión del Santo de Israel. [15] En vez de estar tú abandonada, aborrecida y sin viandantes, yo te convertiré en lozanía eterna, gozo de siglos y siglos. [16] Te nutrirás con la leche de las naciones, con las riquezas de los reyes serás amamantada, y sabrás que yo soy Yahveh tu Salvador, y el que rescata, el Fuerte de Jacob. [17] En vez de bronce traeré oro, en vez de hierro traeré plata, en vez de madera, bronce, y en vez de piedras, hierro. Te pondré como gobernantes la Paz, y por gobierno la Justicia. [18] No se oirá más hablar de violencia en tu tierra, ni de despojo o quebranto en tus fronteras, antes llamarás a tus murallas «Salvación» y a tus puertas «Alabanza».

[19] No será para ti ya nunca más el sol luz del día, ni el resplandor de la luna te alumbrará de noche, sino que tendrás a Yahveh por luz eterna, y a tu Dios por tu hermosura. [20] No se pondrá jamás tu sol, ni tu luna menguará, pues Yahveh será para ti luz eterna, y se habrán acabado los días de tu luto. [21] Todos los de tu pueblo serán justos, para siempre heredarán la tierra; retoño de mis plantaciones, obra de mis manos para manifiestar mi gloria. [22] El más pequeño vendrá a ser un millar, el más chiquito, una nación poderosa. Yo, Yahveh, a su tiempo me apresuraré a cumplirlo.

Capítulo 61

[1] El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; [2] a pregonar año de gracia de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran, [3] para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido. Se les llamará robles de justicia, plantación de Yahveh para manifiestar su gloria. [4] Edificarán las ruinas seculares, los lugares de antiguo desolados levantarán, y restaurarán las ciudades en ruinas, los lugares por siempre desolados. [5] Vendrán extranjeros y apacentarán vuestros rebaños, e hijos de extraños serán vuestros labradores y viñadores. [6] Y vosotros seréis llamados «sacerdotes de Yahveh», «ministros de nuestro Dios» se os llamará. La riqueza de las naciones comeréis y en su gloria les sucederéis. [7] Por cuanto su vergüenza había sido doble, y en lugar de afrenta, gritos de regocijo fueron su herencia, por eso en su propia tierra heredarán el doble, y tendrán ellos alegría eterna.

[8] Pues yo, Yahveh, amo el derecho y aborrezco la rapiña y el crimen. Les daré el salario de su trabajo lealmente, y alianza eterna pactaré con ellos. [9] Será conocida en las naciones su raza y sus vástagos entre los pueblos; todos los que los vean reconocerán que son raza bendita de Yahveh. [10] «Con gozo me gozaré en Yahveh, exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto como el esposo se pone una diadema, como la novia se adorna con aderezos. [11] Porque, como una tierra hace germinar plantas y como un huerto produce su simiente, así el Señor Yahveh hace germinar la justicia y la alabanza en presencia de todas las naciones.»

Capítulo 62

[1] Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar quedo, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación brille como antorcha. [2] Verán las naciones tu justicia, todos los reyes tu gloria, y te llamarán con un nombre nuevo que la boca de Yahveh declarará.

[3] Serás corona de adorno en la mano de Yahveh, y tiara real en la palma de tu Dios. [4] No se dirá de ti jamás «Abandonada», ni de tu tierra se dirá jamás «Desolada», sino que a ti se te llamará «Mi Complacencia», y a tu tierra, «Desposada». Porque Yahveh se complacerá en ti, y tu tierra será desposada. [5] Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios. [6] Sobre los muros de Jerusalén he apostado guardianes; ni en todo el día ni en toda la noche estarán callados. Los que hacéis que Yahveh recuerde, no guardéis silencio. [7] No le dejéis descansar, hasta que restablezca, hasta que trueque a Jerusalén en alabanza en la tierra. [8] Ha jurado Yahveh por su diestra y por su fuerte brazo: «No daré tu grano jamás por manjar a tus enemigos. No beberán hijos de extraños tu mosto por el que te fatigaste, [9] sino que los que lo cosechen lo comerán y alabarán a Yahveh, y los que los recolecten lo beberán en mis atrios sagrados.» [10] ¡Pasad, pasad por las puertas! ¡Abrid camino al pueblo! ¡Reparad, reparad el camino, y limpiadlo de piedras! ¡Izad pendón hacia los pueblos! [11] Mirad que Yahveh hace oír hasta los confines de la tierra: «Decid a la hija de Sión: Mira que viene tu salvación; mira, su salario le acompaña, y su paga le precede. [12] Se les llamará "Pueblo Santo", "Rescatados de Yahveh"; y a ti se te llamará "Buscada", "Ciudad no Abandonada".»

Capítulo 63

[1] — ¿Quién es ése que viene de Edom, de Bosrá, con ropaje teñido de rojo? ¿Ese del vestido esplendoroso, y de andar tan esforzado? — Soy yo que hablo con justicia, un gran libertador. [2] — Y ¿por qué está de rojo tu vestido, y tu ropaje como el de un lagarero? [3] — El lagar he pisado yo solo; de mi pueblo no hubo nadie conmigo. Los pisé con ira, los pateé con furia, y salpicó su sangre mis vestidos, y toda mi vestimenta he manchado. [4] ¡Era el día de la venganza que tenía pensada, el año de mi desquite era llegado! [5] Miré bien y no había auxiliador; me asombré de que no hubiera quien apoyase. Así que me salvó mi propio brazo, y fue mi furia la que me sostuvo. [6] Pisoteé a pueblos en mi ira, los pise con furia e hice correr por tierra su sangre.

[7] Las misericordias de Yahveh quiero recordar, las alabanzas de Yahveh, por todo lo que nos ha premiado Yahveh, por la gran bondad para la casa de Israel, que tuvo con nosotros en su misericordia, y por la abundancia de sus bondades. [8] Dijo él: «De cierto que ellos son mi pueblo, hijos que no engañarán.» Y fue él su Salvador [9] en todas sus angustias. No fue un mensajero ni un ángel: él mismo en persona los liberó. Por su amor y su compasión él los rescató: los levantó y los llevó todos los días desde siempre.

[10] Mas ellos se rebelaron y contristaron a su Espíritu santo, y él se convirtió en su enemigo, guerreó contra ellos. [11] Entonces se acordó de los días antiguos, de Moisés su siervo. ¿Dónde está el que los sacó de la mar, el pastor de su rebaño? ¿Dónde el que puso en él su Espíritu santo, [12] el que hizo que su brazo fuerte marchase al lado de Moisés, el que hendió las aguas ante ellos para hacerse un nombre eterno,

[13] el que les hizo andar por los abismos como un caballo por el desierto, sin que tropezaran, [14] cual ganado que desciende al valle? El Espíritu de Yahveh los llevó a descansar. Así guiaste a tu pueblo, para hacerte un nombre glorioso.

[15] observa desde los cielos y ve desde tu aposento santo y glorioso. ¿Dónde está tu celo y tu fuerza, la conmoción de tus entrañas? ¿Es que tus entrañas se han cerrado para mí? [16] Porque tú eres nuestro Padre, que Abraham no nos conoce, ni Israel nos recuerda. Tú, Yahveh, eres nuestro Padre, tu nombre es «El que nos rescata» desde siempre. [17] ¿Por qué nos dejaste errar, Yahveh, fuera de tus caminos, endurecerse nuestros corazones lejos de tu temor? Vuélvete, por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad. [18] ¿Por qué el enemigo ha invadido tu santuario, tu santuario han pisoteado nuestros opresores? [19] Somos desde antiguo gente a la que no gobiernas, no se nos llama por tu nombre. ¡Ah si rompieses los cielos y descendieses — ante tu faz los montes se derretirían,

Capítulo 64

[1] como prende el fuego en la hojarasca, como el fuego hace hervir al agua — para dar a conocer tu nombre a tus adversarios, y hacer temblar a las naciones ante ti, [2] haciendo tú cosas terribles, inesperadas. (Tú descendiste: ante tu faz, los montes se derretirán.) [3] Nunca se oyó. No se oyó decir, ni se escuchó, ni ojo vio a un Dios, sino a ti, que tal hiciese para el que espera en él. [4] Te haces encontradizo de quienes se alegran y practican justicia y recuerdan tus caminos. He aquí que estuviste enojado, pero es que fuimos pecadores; estamos para siempre en tu camino y nos salvaremos. [5] Somos como impuros todos nosotros, como paño inmundo todas nuestras obras justas. Caímos como la hoja todos nosotros, y nuestras culpas como el viento nos llevaron. [6] No hay quien invoque tu nombre, quien se despierte para asirse a ti. Pues encubriste tu rostro de nosotros, y nos dejaste a merced de nuestras culpas. [7] Pues bien, Yahveh, tú eres nuestro Padre. Nosotros la arcilla, y tú nuestro alfarero, la hechura de tus manos todos nosotros.

[8] No te irrites, Yahveh, demasiado, ni para siempre recuerdes la culpa. Ea, mira, todos nosotros somos tu pueblo. [9] Tus ciudades santas han quedado desiertas, Sión desierta ha quedado, Jerusalén desolada. [10] Nuestra Casa santa y gloriosa, en donde te alabaron nuestros padres, ha parado en hoguera de fuego, y todas nuestras cosas más queridas han parado en ruinas. [11] ¿Es que ante esto te endurecerás, Yahveh, callarás y nos humillarás sin medida?

Capítulo 65

[1] Me he hecho encontradizo de quienes no preguntaban por mí; me he dejado hallar de quienes no me buscaban. Dije: «Aquí estoy, aquí estoy» a gente que no invocaba mi nombre. [2] Alargué mis manos todo el día hacia un pueblo rebelde que sigue un camino equivocado en pos de sus pensamientos; [3] pueblo que me irrita en mi propia cara de continuo, que sacrifican en los jardines y queman incienso sobre ladrillos; [4] que habitan en tumbas y en antros hacen noche; que comen carne de cerdo y bazofia descompuesta en sus cacharros; [5] los que dicen: «Quédate ahí, no te llegues a mí, que te santificaría.» Estos son humo en mi nariz, fuego que abrasa siempre. [6] Mirad que está escrito delante de mí: no callaré hasta no haber puesto su paga en su seno, [7] la de vuestras culpas y las de vuestros padres juntamente — dice Yahveh — que quemaron incienso en los montes y en las colinas me afrentaron; pero yo voy a medirles la paga de su obra y se la pondré en su seno.

[8] Así dice Yahveh: Como cuando se encuentra mosto en el racimo y se dice: «No lo eches a perder, porque es una bendición», así haré yo por amor de mis siervos, evitando destruirlos a todos. [9] Sacaré de Jacob simiente y de Judá heredero de mis montes; los heredarán mis elegidos y mis siervos morarán allí. [10] Sarón será majada de ovejas y el valle de Akor corral de vacas para mi pueblo, los que me buscaron. [11] Mas vosotros, los que abandonáis a Yahveh, los que olvidáis mi monte santo, los que ponéis una mesa a Gad y llenáis una copa a Mení, [12] Yo os destino a la espada y todos vosotros caeréis degollados, porque os llamé y no respondisteis, hablé y no oísteis, sino que hicisteis lo que me desagrada, y lo que no me gusta elegisteis.

[13] Por tanto, así dice el Señor Yahveh: Mirad que mis siervos comerán, mas vosotros tendréis hambre; mirad que mis siervos beberán, mas vosotros tendréis sed; mirad que mis siervos se alegrarán, mas vosotros padeceréis vergüenza; [14] mirad que mis siervos cantarán con corazón dichoso, mas vosotros gritaréis con corazón triste, y con espíritu quebrantado gemiréis. [15] Dejaréis vuestro nombre a mis elegidos para que sirva de imprecación: «¡Así te haga morir el Señor Yahveh...!», pero a sus siervos les dará un nombre nuevo [16] tal que, quien desee ser bendecido en la tierra, deseará serlo en el Dios del Amén, y quien jurare en la tierra, jurará en el Dios del Amén; cuando se hayan olvidado las angustias primeras, y cuando estén ocultas a mis ojos.

[17] Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la memoria; [18] antes habrá gozo y regocijo por siempre jamás por lo que voy a crear. Pues he aquí que yo voy a crear a Jerusalén «Regocijo», y a su pueblo «Alegría»; [19] me regocijaré por Jerusalén y me alegraré por mi pueblo, sin que se oiga allí jamás lloro ni quejido. [20] No habrá allí jamás niño que viva pocos días, o viejo que no llene sus días, pues morir joven será morir a los cien años, y el que no alcance los cien años será porque está maldito. [21] Edificarán casas y las habitarán, palatarán viñas y comerán su fruto. [22] No edificarán para que otro habite, no plantarán para que otro coma, pues cuanto vive un árbol vivirá mi pueblo, y mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos.

[23] No se fatigarán en vano ni tendrán hijos para sobresalto, pues serán raza bendita de Yahveh ellos y sus retoños con ellos. [24] Antes que me llamen, yo responderé; aún estarán hablando, y yo les escucharé. [25] Lobo y cordero pacerán a una, el león comerá paja como el buey, y la serpiente se alimentará de polvo, no harán más daño ni perjuicio en todo mi santo monte — dice Yahveh.

Capítulo 66

[1] Así dice Yahveh: Los cielos son mi trono y la tierra el estrado de mis pies, Pues ¿qué casa vais a edificarme, o qué lugar para mi reposo, [2] si todo lo hizo mi mano, y es mío todo ello? — Oráculo de Yahveh —. Y ¿en quién voy a fijarme? En el humilde y contrito que tiembla a mi palabra. [3] Se inmola un buey, se abate un hombre, se sacrifica una oveja, se desnuca un perro, se ofrece en oblación sangre de cerdo, se hace un memorial de incienso, se bendice a los ídolos. Ellos mismos eligieron sus propios caminos y en sus monstruos abominables halló su alma complacencia. [4] También yo elegiré el vejarlos y sus temores traeré sobre ellos, por cuanto que llamé y nadie respondió, hablé y no escucharon, sino que hicieron lo que me parece mal y lo que no me gusta eligieron. [5] Escuchad la palabra de Yahveh, los que tembláis a su palabra. Dijeron vuestros hermanos que os aborrecen, que os rechazan por causa de mi nombre: «Que Yahveh muestre su gloria y veamos vuestra alegría.» Pero ellos quedarán avergonzados. [6] Voz estruendosa viene de la ciudad, voz del Templo: la voz de Yahveh que paga el merecido a sus enemigos. [7] Antes de tener dolores dio a luz, antes de llegarle el parto dio a luz varón. [8] ¿Quién oyó tal? ¿Quién vio cosa semejante? ¿Es dado a luz un país en un solo día? ¿O nace un pueblo todo de una vez? Pues bien: Tuvo dolores y dio a luz Sión a sus hijos. [9] ¿Abriré yo el seno sin hacer dar a luz — dice Yahveh — o lo cerraré yo, que hago dar a luz? — Dice tu Dios.

[10] Alegraos, Jerusalén, y regocijaos por ella todos los que la amáis, llenaos de alegría por ella todos los que por ella hacíais duelo; [11] de modo que maméis y os hartéis del seno de sus consuelos, de modo que chupéis y os deleitéis de los pechos de su gloria.

[12] Porque así dice Yahveh: Mirad que yo tiendo hacia ella, como río la paz, y como raudal desbordante la gloria de las naciones, seréis alimentados, en brazos seréis llevados y sobre las rodillas seréis acariciados. [13] Como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré (y por Jerusalén seréis consolados). [14] Al verlo se os regocijará el corazón, vuestros huesos como el césped florecerán, la mano de Yahveh se dará a conocer a sus siervos, y su enojo a sus enemigos. [15] Pues he aquí que Yahveh en fuego viene y como torbellino son sus carros, para desfogar su cólera con ira y su amenaza con llamas de fuego.

[16] Porque con fuego Yahveh va a juzgar y con su espada a toda carne, y serán muchas las víctimas de Yahveh. [17] Los que se consagran y los que se purifican en los jardines, detrás de uno que está en medio, que comen carne de cerdo, cosas inmundas y de rata, a una serán eliminados con sus acciones y sus pensamientos, — oráculo de Yahveh —. [18] Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas; vendrán y verán mi gloria. [19] Pondré en ellos señal y enviaré de ellos algunos escapados a las naciones: a Tarsis, Put y Lud, Mések, Ros, Túbal, Yaván; a las islas remotas que no oyeron mi fama ni vieron mi gloria. Ellos anunciarán mi gloria a las naciones. [20] Y traerán a todos vuestros hermanos de todas las naciones como oblación a Yahveh — en caballos, carros, literas, mulos y dromedarios — a mi monte santo de Jerusalén — dice Yahveh — como traen los hijos de Israel la oblación en recipiente limpio a la Casa de Yahveh. [21] Y también de entre ellos tomaré para sacerdotes y levitas — dice Yahveh.

[22] Porque así como los cielos nuevos y la tierra nueva que yo hago permanecen en mi presencia — oráculo de Yahveh — así permanecerá vuestra raza y vuestro nombre. [23] Así pues, de luna en luna nueva y de sábado en sábado, vendrá todo el mundo a prosternarse ante mí — dice Yahveh. [24] Y en saliendo, verán los cadáveres de aquellos que se rebelaron contra mí; su gusano no morirá su fuego no se apagará, y serán el asco de todo el mundo.

JEREMÍAS

Capítulo 1

[1] Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, de los sacerdotes de Anatot, en la tierra de Benjamín, [2] a quien fue dirigida la palabra de Yahveh en tiempo de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, en el año trece de su reinado, [3] y después en tiempo de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, hasta cumplirse el año undécimo de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, o sea, hasta la deportación de Jerusalén en el mes quinto. [4] Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: [5] Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí. [6] Yo dije: «¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho.» [7] Y me dijo Yahveh: No digas: «Soy un muchacho», pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. [8] No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte — oráculo de Yahveh —.

[9] Entonces alargó Yahveh su mano y tocó mi boca. Y me dijo Yahveh: Mira que he puesto mis palabras en tu boca. [10] Desde hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para reconstruir y plantar. [11] Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: «¿Qué estás viendo, Jeremías?» «Una rama de almendro estoy viendo.» [12] Y me dijo Yahveh: «Bien has visto. Pues así soy yo, velador de mi palabra para cumplirla.» [13] Nuevamente me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: «¿Qué estás viendo?» «Un puchero hirviendo estoy viendo, que se vuelca de norte a sur.» [14] Y me dijo Yahveh: «Es que desde el norte se iniciará el desastre sobre todos los moradores de esta tierra. [15] Porque en seguida llamo yo a todas las familias reinos del norte — oráculo de Yahveh — y vendrán a instalarse a las mismas puertas de Jerusalén, y frente a todas sus murallas en torno, y contra todas las ciudades de Judá, [16] a las que yo sentenciaré por toda su malicia: por haberme dejado a mí para ofrecer incienso a otros dioses, y adorar la obra de sus propias manos.

[17] Por tu parte, te apretarás la cintura, te alzarás y les dirás todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, y no te haré yo desmayar delante de ellos; [18] pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. [19] Te harán la guerra, mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo — oráculo de Yahveh — para salvarte.»

Capítulo 2

[1] Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: [2] Ve y grita a los oídos de Jerusalén: Así dice Yahveh: De ti recuerdo tu cariño juvenil, el amor de tu noviazgo; aquel seguirme tú por el desierto, por la tierra no sembrada. [3] Consagrado a Yahveh estaba Israel, primicias de su cosecha. «Quienquiera que lo coma, será reo; mal le sucederá» — oráculo de Yahveh —. [4] Oíd la palabra de Yahveh, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel. [5] Así dice Yahveh: ¿Qué encontraban vuestros padres en mí de torcido, que se alejaron de mi vera, y yendo en pos de la Vanidad se hicieron vanos? [6] En cambio no dijeron: «¿Dónde está Yahveh, que nos subió de la tierra de Egipto, que nos llevó por el desierto, por la estepa y la paramera, por tierra seca y sombría, tierra por donde nadie pasa y en donde nadie se asienta?» [7] Luego os traje a la tierra del vergel, para comer su fruto y su bien. Llegasteis y ensuciasteis mi tierra, y pusisteis mi heredad asquerosa. [8] Los sacerdotes no decían: «¿Dónde está Yahveh?»; ni los peritos de la Ley me conocían; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaban por Baal, y en pos de los Inútiles andaban. [9] Por eso, continuaré litigando con vosotros — oráculo de Yahveh — y hasta con los hijos de vuestros hijos litigaré. [10] Porque, en efecto, pasad a las islas de los Kittim y ved, enviad a Quedar quien investigue a fondo, pensadlo bien y ved si aconteció cosa tal: [11] si las gentes cambiaron de dioses — ¡aunque aquéllos no son dioses! —. Pues mi pueblo ha trocado su Gloria por el Inútil.

[12] Pasmaos, cielos, de ello, erizaos y cobrad gran espanto — oráculo de Yahveh —. [13] Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que el agua no retienen.

[14] ¿Es un esclavo Israel, o nació siervo? Pues ¿cómo es que ha servido de botín? [15] Contra él rugieron leoncillos, dieron voces y dejaron su país hecho una desolación, sus ciudades incendiadas, sin habitantes.

[16] Hasta los hijos de Nof y de Tafnis te han rapado el cráneo.

[17] ¿No te ha sucedido esto por haber dejado a Yahveh tu Dios cuando te guiaba en tu camino? [18] Y entonces, ¿qué cuenta te tiene encaminarte a Egipto para beber las aguas del Nilo?, o ¿qué cuenta te tiene encaminarte a Asur para beber las aguas del Río? [19] Que te enseñe tu propio daño, que tus apostasías te escarmienten; reconoce y ve lo malo y amargo que te resulta el dejar a Yahveh tu Dios y no temblar ante mí — oráculo del Señor Yahveh Sebaot —.

[20] Oh tú, que rompiste desde siempre el yugo y, sacudiendo las coyundas, decías: «¡No serviré!», tú, que sobre todo otero prominente y bajo todo árbol frondoso estabas yaciendo, prostituta.

[21] Yo te había plantado de la cepa selecta, toda entera de simiente legítima. Pues ¿cómo te has mudado en sarmiento de vid bastarda? [22] Porque, así te blanquees con salitre y te des cantidad de lejía, se te nota la culpa en mi presencia — oráculo del Señor Yahveh —. [23] Cómo dices: «No estoy manchada; en pos de los Baales no anduve?» ¡Mira tu rastro en el Valle! Reconoce lo que has hecho, camellita liviana que trenza sus derroteros, [24] irrumpe en el desierto y en puro celo se bebe los vientos: su estro, ¿quién lo calmará? Cualquiera que la busca la topa, ¡bien acompañada la encuentra! [25] Guarda tu pie de la descalcez y tu garganta de la sed. Pero tú dices: «No hay remedio: a mí me gustan los extranjeros, y tras ellos he de ir.» [26] Cual se avergüenza el ladrón cuando es sorprendido, así se ha avergonzado la casa de Israel: ellos, sus reyes, sus jefes, sus sacerdotes y sus profetas, [27] los que dicen al madero: «Mi padre eres tú», y a la piedra: «Tú me diste a luz.» Tras de volverme la espalda, que no la cara, al tiempo de su mal dice: «¡Levántate y sálvanos!» [28] Pues ¿dónde están tus dioses, los que tú mismo te hiciste? ¡Que se levanten ellos, a ver si te salvan en tiempo de desgracia! Pues cuantas son tus ciudades, otros tantos son tus dioses, Judá; (y cuantas calles cuenta Jerusalén, otros tantos altares hay de Baal). [29] ¿Por qué os querelláis conmigo, si todos vosotros os habéis rebelado contra mí? — oráculo de Yahveh —. [30] En vano golpeé a vuestros hijos, pues no aprendieron. Ha devorado vuestra espada a vuestros profetas, como el león cuando estraga. [31] ¡Vaya generación la vuestra!; atended a la palabra de Yahveh: ¿Fui yo un desierto para Israel o una tierra malhadada? ¿Por qué, entonces, dice mi pueblo: «¡Bajemos! No vendremos más a ti.»? [32] ¿Se olvida la doncella de su aderezo, la novia de su cinta? Pues mi pueblo sí que me ha olvidado días sin número.

[33] ¡Qué hermoso te parece tu camino en busca del amor! A la verdad, hasta con maldades aprendiste tus caminos. [34] En tus mismas haldas se encontraban manchas de sangre de las almas de pobres inocentes: no los sorprendiste en escalo. Y con todo eso, [35] dices: «Soy inocente; basta ya de ira contra mí.» Pues bien, aquí me tienes para discutir contigo eso que has dicho: «No he pecado.» [36] ¡Cuánta ligereza la tuya para cambiar de dirección! También de Egipto te avergonzarás como te avergonzaste de Asur. [37] También de ésta saldrás con las manos en la cabeza. Porque Yahveh ha rechazado aquello en que confías, y no saldrás bien de ello.

Capítulo 3

[1] «Supongamos que despide un marido a su mujer; ella se va de su lado y es de otro hombre: ¿podrá volver a él? ¿no sería como una tierra manchada?» Pues bien, tú has fornicado con muchos compañeros, ¡y vas a volver a mí! — oráculo de Yahveh —. [2] Alza los ojos a los calveros y mira: ¿en dónde no fuiste gozada? A la vera de los caminos te sentabas para ellos, como el árabe en el desierto, y manchaste la tierra con tus fornicaciones y malicia. [3] Se suspendieron las lloviznas de otoño, y faltó lluvia tardía; pero tú tenías rostro de mujer descarada, rehusaste avergonzarte.

[4] ¿Es que entonces mismo no me llamabas: «Padre mío; el amigo de mi juventud eres tú?; [5] ¿tendrá rencor para siempre?, ¿lo guardará hasta el fin?» Ahí tienes cómo has hablado; las maldades que hiciste las has colmado. [6] Yahveh me dijo en tiempos del rey Josías: ¿Has visto lo que hizo Israel, la apóstata? Andaba ella sobre cualquier monte elevado y bajo cualquier árbol frondoso, fornicando allí.

[7] En vista de lo que había hecho, dije: «No vuelvas a mí.» Y no volvió. Vio esto su hermana Judá, la pérfida; [8] vio que a causa de todas las fornicaciones de Israel, la apóstata, yo la había despedido dándole su carta de divorcio; pero no hizo caso su hermana Judá, la pérfida, sino que fue y fornicó también ella, [9] tanto que por su liviandad en fornicar manchó la tierra, y fornicó con la piedra y con el leño. [10] A pesar de todo, su hermana Judá, la pérfida, no se volvió a mí de todo corazón, sino engañosamente — oráculo de Yahveh. [11] Y me dijo Yahveh: Más justa se ha manifestado Israel, la apóstata, que Judá, la pérfida. [12] Anda y pregona estas palabras al Norte y di: Vuelve, Israel apóstata, — oráculo de Yahveh —; no estará airado mi semblante contra vosotros, porque piadoso soy — oráculo de Yahveh — no guardo rencor para siempre. [13] Tan sólo reconoce tu culpa, pues contra Yahveh tu Dios te rebelaste, frecuentaste a extranjeros bajo todo árbol frondoso, y mi voz no oísteis — oráculo de Yahveh —.

[14] Volved, hijos apóstatas — oráculo de Yahveh — porque yo soy vuestro Señor. Os iré recogiendo uno a uno de cada ciudad, y por parejas de cada familia, y os traeré a Sión. [15] Os pondré pastores según mi corazón que os den pasto de conocimiento y prudencia. [16] Y luego, cuando seáis muchos y fructifiquéis en la tierra, en aquellos días — oráculo de Yahveh — no se hablará más del arca de la alianza de Yahveh, no vendrá en mientes, no se acordarán ni se ocuparán de ella, ni será reconstruida jamás. [17] En aquel tiempo llamarán a Jerusalén «Trono de Yahveh» y se incorporarán a ella todas las naciones en el nombre de Yahveh, en Jerusalén, sin seguir más la dureza de sus perversos corazones. [18] En aquellos días, andará la casa de Judá al par de Israel, y vendrán juntos desde tierras del norte a la tierra que di en herencia a vuestros padres. [19] Yo había dicho: «Sí, te tendré como a un hijo y te daré una tierra espléndida, flor de las heredades de las naciones.» Y añadí: «Padre me llamaréis y de mi seguimiento no os volveréis.»

[20] Pues bien, como engaña una mujer a su compañero, así me ha engañado la casa de Israel, oráculo de Yahveh.

[21] Voces sobre los calveros se oían: rogativas llorosas de los hijos de Israel, porque torcieron su camino, olvidaron a su Dios Yahveh. [22] — Volved, hijos apóstatas; yo remediaré vuestras apostasías. — Aquí nos tienes de vuelta a ti, porque tú, Yahveh, eres nuestro Dios. [23] ¡Luego eran mentira los altos, la barahúnda de los montes! ¡Luego por Yahveh, nuestro Dios, se salva Israel! [24] La Vergüenza se comió la laceria de nuestros padres desde nuestra mocedad: sus ovejas y vacas, sus hijos e hijas. [25] Acostémonos en nuestra vergüenza, y que nos cubra nuestra propia confusión, ya que contra Yahveh nuestro Dios hemos pecado nosotros como nuestros padres desde nuestra mocedad hasta hoy, y no escuchamos la voz de Yahveh nuestro Dios.

Capítulo 4

[1] ¡Si volvieras, Israel!, oráculo de Yahveh, ¡si a mí volvieras!, si quitaras tus Monstruos abominables, y de mí no huyeras! [2] Jurarías: «¡Por vida de Yahveh!» con verdad, con derecho y con justicia, y se bendecirían por él las naciones, y por él se alabarían. [3] Porque así dice Yahveh al hombre de Judá y a Jerusalén: — Cultivad el barbecho y no sembréis sobre cardos. [4] Circuncidaos para Yahveh y extirpad los prepucios de vuestros corazones, hombres de Judá y habitantes de Jerusalén; no sea que brote como fuego mi saña, y arda y no haya quien la apague, en vista de vuestras perversas acciones. [5] Avisad en Judá y que se oiga en Jerusalén. Tañed el cuerno por el país, pregonad a voz en grito: ¡Juntaos, vamos a las plazas fuertes! [6] ¡Izad bandera hacia Sión! ¡Escapad, no os paréis! Porque yo traigo una calamidad del norte y un quebranto grande. [7] Se ha levantado el león de su cubil, y el devorador de naciones se ha puesto en marcha: salió de su lugar para dejar la tierra desolada. Tus ciudades quedarán arrasadas, sin habitantes. [8] Por ende, ceñíos de sayal, endechad y plañid: — «¡No; no se va de nosotros la ardiente ira de Yahveh!» [9] Sucederá aquel día — oráculo de Yahveh — que se perderá el ánimo del rey y el de los príncipes, se pasmarán los sacerdotes, y los profetas se espantarán. [10] Y yo digo: «¡Ay, Señor Yahveh! ¡Cómo embaucaste a este pueblo y a Jerusalén diciendo: "Paz tendréis", y ha penetrado la espada hasta el alma!» [11] En aquella sazón se dirá a este pueblo y a Jerusalén: — Un viento ardiente viene por el desierto, camino de la hija de mi pueblo, no para beldar, ni para limpiar. [12] Un viento lleno de amenazas viene de mi parte. Ahora me toca a mí alegar mis razones respecto a ellos.

[13] Ved cómo se levanta cual las nubes, como un huracán sus carros, y ligeros más que águilas sus corceles. — ¡Ay de nosotros, estamos perdidos! [14] — Limpia de malicia tu corazón, Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo durarán en ti tus pensamientos torcidos?

[15] Una voz avisa desde Dan y da la mala nueva desde la sierra de Efraím. [16] Pregonad: «¡Los gentiles! ¡Ya están aquí!»; hacedlo oír en Jerusalén. Los enemigos vienen de tierra lejana y dan voces contra las ciudades de Judá. [17] Como guardas de campo se han puesto frente a ella en torno, porque contra mí se rebelaron — oráculo de Yahveh —. [18] Tu proceder y fechorías te acarrearon esto; esto tu desgracia te ha penetrado hasta el corazón porque te rebelaste contra mí.

[19] — ¡Mis entrañas, mis entrañas!, ¡me duelen las telas del corazón, se me salta el corazón del pecho! No callaré, porque mi alma ha oído sones de cuerno, el clamoreo del combate. [20] Se anuncia quebranto sobre quebranto, porque es saqueada toda la tierra. En un punto son saqueadas mis tiendas, y en un cerrar de ojos mis toldos. [21] ¿Hasta cuándo veré enseñas, y oiré sones de cuerno? [22] — Es porque mi pueblo es necio: A mí no me conocen. Criaturas necias son, carecen de talento. Sabios son para lo malo, ignorantes para el bien. [23] Miré a la tierra, y he aquí que era un caos; a los cielos, y faltaba su luz. [24] Miré a los montes, y estaban temblando, y todos los cerros trepidaban. [25] Miré, y he aquí que no había un alma, y todas las aves del cielo se habían volado. [26] Miré, y he aquí que el vergel era yermo, y todas las ciudades estaban arrasadas delante de Yahveh y del ardor de su ira. [27] Porque así dice Yahveh: Desolación se volverá toda la tierra, aunque no acabaré con ella.

[28] Por eso ha de enlutarse la tierra, y se oscurecerán los cielos arriba; pues tengo resuelta mi decisión y no me pesará ni me volveré atrás de ella. [29] Al ruido de jinetes y flecheros huía toda la ciudad. Se metían por los bosques y trepaban por las peñas. Toda ciudad quedó abandonada, sin quedar en ellas habitantes. [30] Y tú, asolada, ¿qué vas a hacer? Aunque te vistas de grana, aunque te enjoyes con joyel de oro, aunque te pintes con polvos los ojos, en vano te hermoseas: te han rechazado tus amantes: ¡tu muerte es lo que buscan! [31] Y entonces oí una voz como de parturienta, gritos como de primeriza: era la voz de la hija de Sión, que gimiendo extendía sus palmas: «¡Ay, pobre de mí, que mi alma desfallece a manos de asesinos!»

Capítulo 5

[1] Recorred las calles de Jerusalén, mirad bien y enteraos; buscad por sus plazas, a ver si topáis con alguno que practique la justicia, que busque la verdad, y yo la perdonaría. [2] Pues, si bien dicen: «¡Por vida de Yahveh!», también juran en falso. [3] — ¡Oh Yahveh! tus ojos, ¿no son para la verdad? Les heriste, mas no acusaron el golpe; acabaste con ellos, pero no quisieron aprender. Endurecieron sus caras más que peñascos, rehusaron convertirse. [4] Yo decía: «Naturalmente, el vulgo es necio, pues ignora el camino de Yahveh, el derecho de su Dios. [5] Voy a acudir a los grandes y a hablar con ellos, porque ésos conocen el camino de Yahveh, el derecho de su Dios.» Pues bien, todos a una habían quebrado el yugo y arrancado las coyundas.

[6] Por eso los herirá el león de la selva, el lobo de los desiertos los destrozará, el leopardo acechará sus ciudades: todo el que saliere de ellas será despedazado. — Porque son muchas sus rebeldías, y sus apostasías son grandes.

[7] ¿Cómo te voy a perdonar por ello? Tus hijos me dejaron y juraron por el no — dios. Yo los harté, y ellos se hicieron adúlteros, y el lupanar frecuentaron. [8] Son caballos lustrosos y vagabundos: cada cual relincha por la mujer de su prójimo. [9] ¿Y de esto no pediré cuentas? — oráculo de Yahveh —, ¿de una nación así no se vengará mi alma? [10] Escalad sus murallas, destruid, mas no acabéis con ella. Quitad sus sarmientos porque no son de Yahveh. [11] Porque bien me engañaron, la casa de Judá y la casa de Israel — oráculo de Yahveh —. [12] Renegaron de Yahveh diciendo: «¡El no cuenta!, ¡no nos sobrevendrá daño alguno, ni espada ni hambre veremos! [13] Cuanto a los profetas, el viento se los lleve, pues carecen de Palabra.» — Así les será hecho. [14] Por tanto, así dice Yahveh, el Dios Sebaot: Por haber hablado ellos tal palabra, he aquí que yo pongo las mías en tu boca como fuego, y a este pueblo como leños, y los consumirá. [15] He aquí que yo traigo sobre vosotros, una nación de muy lejos, ¡oh casa de Israel! — oráculo de Yahveh —; una nación que no mengua, nación antiquísima aquélla, nación cuya lengua ignoras y no entiendes los que habla; [16] cuyo carcaj es como tumba abierta: todos son valientes.

[17] Comerá tu mies y tu pan, comerá a tus hijos e hijas, comerá tus ovejas y vacas, comerá tus viñas e higueras; con la espada destruirá tus plazas fuertes en que confías.

[18] Por lo demás, en los días aquellos — oráculo de Yahveh — todavía no acabaré con vosotros. [19] — Y cuando dijereis: «¿Por qué nos hace Yahveh nuestro Dios todo esto?», les dirás: «Lo mismo que me dejasteis a mí y servisteis a dioses extraños en vuestra tierra, así serviréis a extraños en una tierra no vuestra.» [20] Anunciad esto a la casa de Jacob y hacedlo oír en Judá:

[21] — Ea, oíd esto, pueblo necio y sin seso — tienen ojos y no ven, orejas y no oyen —: [22] ¿A mí no me temeréis? — oráculo de Yahveh —, ¿delante de mí no temblaréis, que puse la arena por término al mar, límite eterno, que no traspasará? Se agitará, mas no lo logrará; mugirán sus olas, pero no pasarán. [23] Pero este pueblo tiene un corazón traidor y rebelde: traicionaron llegando hasta el fin. [24] Y no se les ocurrió decir: «Ea, temamos a Yahveh nuestro Dios, que da la lluvia tempranera y la tardía a su tiempo; que nos garantiza las semanas que regulan la siega.» [25] Todo esto lo trastornaron vuestras culpas y vuestros pecados os privaron del bien.

[26] Porque se encuentran en mi pueblo malhechores: preparan la red, cual paranceros montan celada: ¡hombres son atrapados!

[27] Como jaula llena de aves, así están sus casas llenas de fraudes. Así se engrandecieron y se enriquecieron, [28] engordaron, se alustraron. Ejecutaban malas acciones. La causa del huérfano no juzgaban y el derecho de los pobres no sentenciaban. [29] ¿Y de esto no pediré cuentas? — oráculo de Yahveh —, ¿de una nación así no se vengará mi alma? [30] Algo pasmoso y horrendo se ha dado en la tierra: [31] los profetas profetizaron con mentira, y los sacerdotes dispusieron a su guisa. Pero mi pueblo lo prefiere así. ¿A dónde vais a parar?

Capítulo 6

[1] Escapad, hijos de Benjamín, de dentro de Jerusalén, en Técoa tañed el cuerno, y sobre Bet Hakkérem izad bandera, porque una desgracia amenaza del norte y un quebranto grande. [2] ¿Acaso a una deliciosa pradera te comparas, hija de Sión?

[3] A ella vienen pastores con sus rebaños, han montado las tiendas, junto a ella en derredor, y apacientan cada cual su manada. [4] — «¡Declaradle la guerra santa! ¡En pie y subamos contra ella a mediodía!... ¡Ay de nosotros, que el día va cayendo, y se alargan las sombras de la tarde!... [5] ¡Pues arriba y subamos de noche y destruiremos sus alcázares!»

[6] Porque así dice Yahveh Sebaot: «Talad sus árboles y alzad contra Jerusalén un terraplén.» Es la ciudad de visita. Todo el mundo se atropella en su interior. [7] Cual mana un pozo sus aguas, tal mana ella su malicia. «¡Atropello!», «¡despojo!» — se oye decir en ella; ante mí de continuo heridas y golpes. [8] Aprende, Jerusalén, no sea que se despegue mi alma de ti, no sea que te convierta en desolación, en tierra despoblada.

[9] Así dice Yahveh Sebaot: Busca, rebusca como en una cepa en el resto de Israel; vuelve a pasar tu mano como el vendimiador por los pámpanos. [10] — ¿A quiénes que me oigan voy a hablar y avisar? He aquí que su oído es incircunciso y no pueden entender. He aquí que la palabra de Yahveh se les ha vuelto oprobio: no les agrada.

[11] También yo estoy lleno de la saña de Yahveh y cansado de retenerla. La verteré sobre el niño de la calle y sobre el grupo de mancebos juntos. También el hombre y la mujer serán apresados, el viejo con la anciana. [12] Pasarán sus casas a otros, campos y mujeres a la vez, cuando extienda yo mi mano sobre los habitantes de esta tierra — oráculo de Yahveh —. [13] Porque desde el más chiquito de ellos hasta el más grande, todos andan buscando su provecho, y desde el profeta hasta el sacerdote, todos practican el fraude. [14] Han curado el quebranto de mi pueblo a la ligera, diciendo: «¡Paz, paz!», cuando no había paz. [15] ¿Se avergonzaron de las abominaciones que hicieron? Avergonzarse, no se avergonzaron; sonrojarse, tampoco supieron; por tanto caerán con los que cayeren; tropezarán cuando se les visite — dice Yahveh.

[16] Así dice Yahveh: Paraos en los caminos y mirad, y preguntad por los senderos antiguos, cuál es el camino bueno, y andad por él, y encontraréis sosiego para vuestras almas. Pero dijeron: «No vamos.» [17] Entonces les puse centinelas: «¡Atención al toque de cuerno!» Pero dijeron: «No atendemos.» [18] Por tanto, oíd, naciones, y conoce, asamblea, lo que vendrá sobre ellos; [19] oye, tierra: He aquí que traigo desgracia a este pueblo, como fruto de sus pensamientos, porque a mis razones no atendieron, y por lo que respecta a mi Ley, la desecharon. [20] — ¿A qué traerme incienso de Seba y canela fina de país remoto? Ni vuestros holocaustos me son gratos, ni vuestros sacrificios me complacen. [21] Por tanto, así dice Yahveh: Mirad que pongo a este pueblo tropiezos y tropezarán en ellos padres e hijos a una, el vecino y su prójimo perecerán. [22] Así dice Yahveh: Mirad que un pueblo viene de tierras del norte y una gran nación se despierta de los confines de la tierra.

[23] Arco y lanza blanden, crueles son y sin entrañas. Su voz como la mar muge, y a caballo van montados, ordenados como un solo hombre para la guerra contra ti, hija de Sión. [24] — Oímos su fama, flaquean nuestras manos, angustia nos asalta, dolor como de parturienta. [25] No salgáis al campo, no andéis por el camino, que el enemigo lleva espada: terror por doquier. [26] — Hija de mi pueblo, cíñete de sayal y revuélcate en ceniza, haz por ti misma un duelo de hijo único, una endecha amarguísima, porque en seguida viene el saqueador sobre nosotros. [27] — A ti te puse en mi pueblo por inquisidor sagaz para que examinaras y probaras su conducta. [28] — Todos ellos son rebeldes que andan difamando; bronce y hierro; todos son degenerados. [29] Jadeó el fuelle, el plomo se consumió por el fuego. En vano afinó el afinador, porque la ganga no se desprendió. [30] Serán llamados «plata de desecho», porque Yahveh los desechó.

Capítulo 7

[1] Palabra que llegó de parte de Yahveh a Jeremías: [2] Párate en la puerta de la Casa de Yahveh y proclamarás allí esta palabra. Dirás: Oíd la palabra de Yahveh, todo Judá, los que entráis por estas puertas a postraros ante Yahveh. [3] Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Mejorad de conducta y de obras, y yo haré que os quedéis en este lugar. [4] No fiéis en palabras engañosas diciendo: «¡Templo de Yahveh, Templo de Yahveh, Templo de Yahveh es éste!» [5] Porque si mejoráis realmente vuestra conducta y obras, si realmente hacéis justicia mutua [6] y no oprimís al forastero, al huérfano y a la viuda (y no vertéis sangre inocente en este lugar), ni andáis en pos de otros dioses para vuestro daño, [7] entonces yo me quedaré con vosotros en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres desde siempre hasta siempre.

[8] Pero he aquí que vosotros fiáis en palabras engañosas que de nada sirven, [9] para robar, matar, adulterar, jurar en falso, incensar a Baal y seguir a otros dioses que no conocíais. [10] Luego venís y os paráis ante mí en esta Casa llamada por mi Nombre y decís: «¡Estamos seguros!», para seguir haciendo todas esas abominaciones. [11] ¿En cueva de bandoleros se ha convertido a vuestros ojos esta Casa que se llama por mi Nombre? ¡Que bien visto lo tengo! — oráculo de Yahveh —. [12] Pues andad ahora a mi lugar de Silo, donde aposenté mi Nombre antiguamente, y ved lo que hice con él ante la maldad de mi pueblo Israel. [13] Y ahora, por haber hecho vosotros todo esto — oráculo de Yahveh — por más que os hablé asiduamente, aunque no me oísteis, y os llamé, mas no respondisteis, [14] yo haré con la Casa que se llama por mi Nombre, en la que confiáis, y con el lugar que os di a vosotros y a vuestros padres, como hice con Silo, [15] y os echaré de mi presencia como eché a todos vuestros hermanos, a toda la descendencia de Efraím.

[16] En cuanto a ti, no pidas por este pueblo ni eleves por ellos plegaria ni oración, ni me insistas, porque no te oiré. [17] ¿Es que no ves lo que ellos hacen en las ciudades de Judá y por las calles de Jerusalén? [18] Los hijos recogen leña, los padres prenden fuego, las mujeres amasan para hacer tortas a la Reina de los Cielos, y se liba en honor de otros dioses para exasperarme. [19] ¿A mí me exasperan ésos? — oráculo de Yahveh —, ¿no es a sí mismos, para vergüenza de sus rostros? [20] Por tanto, así dice el Señor Yahveh: He aquí que mi ira y mi saña se vuelca sobre este lugar, sobre hombres y bestias bestias, sobre los árboles del campo y el fruto del suelo; arderá y no se apagará. [21] Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel. Añadid vuestros holocaustos a vuestros sacrificios y comeos la carne.

[22] Que cuando yo saqué a vuestros padres del país de Egipto, no les hablé ni les mandé nada tocante a holocausto y sacrificio. [23] Lo que les mandé fue esto otro: «Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y seguiréis todo camino que yo os mandare, para que os vaya bien.» [24] Mas ellos no escucharon ni prestaron el oído, sino que procedieron en sus consejos según la pertinacia de su mal corazón, y se pusieron de espaldas, que no de cara; [25] desde la fecha en que salieron vuestros padres del país de Egipto hasta el día de hoy, os envié a todos mis siervos, los profetas, cada día puntualmente. [26] Pero no me escucharon ni aplicaron el oído, sino que atiesando la cerviz hicieron peor que sus padres. [27] Les dirás, pues, todas estas palabras, mas no te escucharán. Les llamarás y no te responderán.

[28] Entonces les dirás: Esta es la nación que no ha escuchado la voz de Yahveh su Dios, ni ha querido aprender. Ha perecido la lealtad, ha desaparecido de su boca. [29] Córtate tus guedejas y tíralas, y entona por los calveros una elegía; que Yahveh ha desechado y repudiado a la generación objeto de su cólera. [30] Los hijos de Judá han hecho lo que me parece malo — oráculo de Yahveh —: han puesto sus Monstruos abominables en la Casa que llaman por mi Nombre profanándola, [31] y han construido los altos de Tófet — que está en el valle de Ben Hinnom — para quemar a sus hijos e hijas en el fuego, cosa que nos les mandé ni me pasó por las mientes. [32] Por tanto, he aquí que vienen días — oráculo de Yahveh — en que no se hablará más de Tófet, ni del valle de Ben Hinnom, sino del "valle de la Matanza". Se harán enterramientos en Tófet por falta de sitio, [33] y los cadáveres de este pueblo servirán de comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra, sin que haya quien las espante.

[34] Suspenderé en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén toda voz de gozo y alegría, la voz del novio y la voz de la novia; porque toda la tierra quedará desolada.

Capítulo 8

[1] En aquel tiempo — oráculo de Yahveh — sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes de Judá, los huesos de sus príncipes, los huesos de los sacerdotes, los huesos de los profetas y los huesos de los moradores de Jerusalén, [2] y los dispersarán ante el sol, la luna y todo el ejército celeste a quienes amaron y sirvieron, a quienes siguieron, consultaron y adoraron, para no ser recogidos ni sepultados más: se volverán estiércol sobre la haz de la tierra. [3] Y será preferible la muerte a la vida para todo el resto que subsistiere de este linaje malo adondequiera que yo les relegue — oráculo de Yahveh Sebaot —. [4] Les dirás: Así dice Yahveh: Los que caen ¿no se levantan? y si uno se extravía ¿no cabe tornar? [5] Pues ¿por qué este pueblo sigue apostatando, Jerusalén con apostasía perpetua? Se aferran a la mentira, rehúsan convertirse.

[6] He escuchado atentamente: no hablan a derechas. Nadie deplora su maldad diciendo: «¿Qué he hecho?» Todos se extravían, cada cual en su carrera, cual caballo que irrumpe en la batalla.

[7] Hasta la cigüeña en el cielo conoce su estación, y la tórtola, la golondrina o la grulla observan la época de sus migraciones. Pero mi pueblo ignora el derecho de Yahveh.

[8] ¿Cómo decís: «Somos sabios, y poseemos la Ley de Yahveh?» Cuando es bien cierto que en mentira la ha cambiado el cálamo mentiroso de los escribas. [9] Los sabios pasarán vergüenza, serán abatidos y presos. He aquí que han desechado la palabra de Yahveh, y su sabiduría ¿de qué les sirve? [10] Así que yo daré sus mujeres a otros, sus campos a nuevos amos, porque del más chiquito al más grande todos andan buscando su provecho, y desde el profeta hasta el sacerdote, todos practican el fraude. [11] Han curado el quebranto de la hija de mi pueblo a la ligera, diciendo: «¡Paz, paz!», cuando no había paz. [12] ¿Se avergonzaron de las abominaciones que hicieron? ¡Avergonzarse, no se avergonzaron; sonrojarse, tampoco supieron! Por tanto caerán con los que cayeren; tropezarán cuando se les visite — dice Yahveh —. [13] Quisiera recoger de ellos alguna cosa — oráculo de Yahveh — pero no hay racimos en la vid ni higos en la higuera, y están mustias sus hojas. Es que yo les he dado quien les despoje.

[14] — «¿Por qué nos quedamos tranquilos? ¡Juntaos, vamos a las plazas fuertes para enmudecer allí, pues Yahveh nuestro Dios nos hace morir y nos propina agua envenenada, porque hemos pecado contra Yahveh! [15] Esperábamos paz, y no hubo bien alguno; el tiempo de la cura, y se presenta el miedo. [16] Desde Dan se deja oír. el resuello de sus caballos. Al relincho sonoro de sus corceles tembló la tierra toda. Vendrán y comerán el país y sus bienes, la ciudad y sus habitantes.»

[17] — Sí, he aquí que yo envío contra vosotros sierpes venenosas contra las que no existe encantamiento, y os picarán — oráculo de Yahveh —.

[18] Sin remedio el dolor me acomete, el corazón me falla; [19] he aquí el grito lastimero de la hija de mi pueblo desde todos los rincones del país: «¿No está Yahveh en Sión? ¿su Rey no mora ya en ella? (¿Por qué me han irritado con sus ídolos, con esas Vanidades traídas del extranjero?) [20] La siega pasó, el verano acabó, mas nosotros no estamos a salvo.» [21] Me duele el quebranto de la hija de mi pueblo; estoy abrumado, el pánico se apodera de mí. [22] ¿No hay sandáraca en Galaad?, ¿no quedan médicos allí? Pues ¿cómo es que no llega el remedio para la hija de mi pueblo?

[23] ¡Quién convirtiera mi cabeza en llanto, mis ojos en manantial de lágrimas para llorar día y noche a los muertos de la hija de mi pueblo!

Capítulo 9

[1] ¡Quién me diese en el desierto una posada de caminantes, para poder dejar a mi pueblo y alejarme de su compañía! Porque todos ellos son adúlteros, un hatajo de traidores [2] que tienden su lengua como un arco. Es la mentira, que no la verdad, lo que prevalece en esta tierra. Van de mal en peor, y a Yahveh desconocen. [3] ¡Que cada cual se guarde de su prójimo!, ¡desconfiad de cualquier hermano!, porque todo hermano pone la zancadilla, y todo prójimo propala la calumnia. [4] Se engañan unos a otros, no dicen la verdad; han avezado sus lenguas a mentir, se han pervertido, incapaces [5] de convertirse. Fraude por fraude, engaño por engaño, se niegan a reconocer a Yahveh. [6] Por ende, así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo voy a afinarlos y probarlos; mas ¿cómo haré para tratar a la hija de mi pueblo?

[7] Su lengua es saeta mortífera, las palabras de su boca, embusteras. Se saluda al prójimo, pero por dentro se le pone celada. [8] Y por estas acciones, ¿no les he de castigar? — oráculo de Yahveh —, ¿de una nación así no se vengará mi alma? [9] Alzo sobre los montes lloro y lamento, y una elegía por las dehesas del desierto, porque han sido incendiadas; nadie pasa por allí, y no se oyen los gritos del ganado. Desde las aves del cielo hasta las bestias, todas han huido, se han marchado.

[10] Voy a hacer de Jerusalén un montón de piedras, guarida de chacales, y de las ciudades de Judá haré una soledad sin ningún habitante.

[11] ¿Quién es el sabio?, pues que entienda esto; a quién ha hablado la boca de Yahveh?, pues que lo diga; ¿por qué el país se ha perdido, incendiado como el desierto donde no pasa nadie? [12] Yahveh lo ha dicho: Es que han abandonado mi Ley que yo les propuse, y no han escuchado mi voz ni la han seguido; [13] sino que han ido en pos de la inclinación de sus corazones tercos, en pos de los Baales que sus padres les enseñaron. [14] Por eso, así dice Yahveh Sebaot, el dios de Israel: He aquí que voy a dar de comer a este pueblo ajenjo y les voy a dar de beber agua emponzoñada. [15] Les voy a dispersar entre las naciones desconocidas de ellos y de sus padres, y enviaré detrás de ellos la espada hasta exterminarlos. [16] Así habla Yahveh Sebaot: ¡Hala! Llamad a las plañideras, que vengan: mandad por las más hábiles, que vengan. [17] ¡Pronto! que entonen por nosotros una lamentación. Dejen caer lágrimas nuestros ojos, y nuestros párpados den curso al llanto. [18] Sí, una lamentación se deja oír desde Sión: «¡Ay, que somos saqueados!, ¡qué vergüenza tan grande, que se nos hace dejar nuestra tierra, han derruido nuestros hogares!» [19] Oíd, pues, mujeres, la palabra de Yahveh; reciba vuestro oído la palabra de su boca: Enseñad a vuestras hijas esta lamentación, y las unas a las otras esta elegía: [20] «La muerte ha trepado por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios, barriendo de la calle al chiquillo, a los mozos de las plazas. [21] ¡Habla! Tal es el oráculo de Yahveh: Los cadáveres humanos yacen como boñigas por el campo, como manojos detrás del segador, y no hay quien los reúna.» [22] Así dice Yahveh: No se alabe el sabio por su sabiduría, ni se alabe el valiente por su valentía, ni se alabe el rico por su riqueza; [23] mas en esto se alabe quien se alabare: en tener seso y conocerme, por que yo soy Yahveh, que hago merced, derecho y justicia sobre la tierra, porque en eso me complazco — oráculo de Yahveh —.

[24] He aquí que vienen días — oráculo de Yahveh — en que he de visitar a todo circuncidado que sólo lo sea en su carne: [25] a Egipto, Judá, Edom y a los hijos de Ammón, a Moab, y a todos los de sien rapada, los que moran en el desierto. Porque todas estas gentes lo son. Pero también los de la casa de Israel son incircuncisos de corazón.

Capítulo 10

[1] Oíd la palabra que os dedica Yahveh, oh casa de Israel. [2] Así dice Yahveh: Al proceder de los gentiles no os habituéis, ni de los signos celestes os espantéis. ¡Que se espanten de ellos los gentiles! [3] Porque las costumbres de los gentiles son vanidad: un madero del bosque, obra de manos del maestro que con el hacha lo cortó,

[4] con plata y oro lo embellece, con clavos y a martillazos se lo sujeta para que no se menee. [5] Son como espantajos de pepinar, que ni hablan. Tienen que ser tranportados, porque no andan. No les tengáis miedo, que no hacen ni bien ni mal. [6] No hay como tú, Yahveh; grande eres tú, y grande tu Nombre en poderío. [7] ¿Quién no te temerá, Rey de las naciones? Porque a ti se te debe eso. Porque entre todos los sabios de las naciones y entre todos sus reinos no hay nadie como tú.

[8] Todos a la par son estúpidos y necios: lección de madera la que dan los ídolos. [9] Plata laminada, de Tarsis importada, y oro de Ofir; hechura de maestro y de manos de platero (de púrpura violeta y escarlata es su vestido): todos son obra de artistas. [10] Pero Yahveh es el Dios verdadero; es el Dios vivo y el Rey eterno. Cuando se irrita, tiembla la tierra, y no aguantan las naciones su indignación. [11] (Así les diréis: «Los dioses que no hicieron el cielo ni la tierra, perecerán de la tierra y de debajo del cielo.») [12] El es quien hizo la tierra con su poder, el que estableció el orbe con su saber, y con su inteligencia expandió los cielos.

[13] Cuando da voces, hay estruendo de aguas en los cielos, y hace subir las nubes desde el extremo de la tierra. El hace los relámpagos para la lluvia y saca el viento de sus depósitos.

[14] Todo hombre es torpe para comprender, se avergüenza del ídolo todo platero, porque sus estatuas son una mentira y no hay espíritu en ellas. [15] Vanidad son, cosa ridícula; al tiempo de su visita perecerán.

[16] No es así la «Parte de Jacob», pues él es el plasmador del universo, y aquel cuyo heredero es Israel; Yahveh Sebaot es su nombre.

[17] Recoge del suelo tu mercancía, oh tú, que estás sitiada:

[18] porque así dice Yahveh: He aquí que yo voy a hondear a los moradores del país — ¡esta vez va de veras! — y les apremiaré de modo que den conmigo. [19] — «¡Ay de mí, por mi quebranto! ¡me duele la herida! Y yo que decía: "Ese es un sufrimiento, pero me lo aguantaré"...

[20] Mi tienda ha sido saqueada, y todos mis tensores arrancados. Mis hijos me han sido quitados y no existen. No hay quien despliegue ya mi tienda ni quien ice mis toldos.» [21] — Es que han sido torpes los pastores y no han buscado a Yahveh; así no obraron cuerdamente, y toda su grey fue dispersada.

[22] ¡Se oye un rumor! ¡ya llega!: un gran estrépito del país del norte, para trocar las ciudades de Judá en desolación, guarida de chacales. [23] Yo sé, Yahveh, que no depende del hombre su camino, que no es del que anda enderezar su paso. [24] Corrígeme, Yahveh, pero con tino, no con tu ira, no sea que me quede en poco. [25] Vierte tu cólera sobre las naciones que te desconocen, y sobre los linajes que no invocan tu Nombre. Porque han devorado a Jacob hasta consumirle, lo han devorado y su mansión han desolado.

Capítulo 11

[1] Palabra que llegó de parte de Yahveh a Jeremías: [2] Oíd los términos de esta alianza y hablad a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén, [3] y diles: Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Maldito el varón que no escuche los términos de esta alianza [4] que mandé a vuestros padres el día que los saqué de Egipto, del crisol de hierro, diciéndoles: «Oíd mi voz y obrad conforme a lo que os he mandado; y así seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios, [5] en orden a cumplir el juramento que hice a vuestros padres, de darles una tierra que mana leche y miel — como se cumple hoy.» Respondí y dije: ¡Amén, Yahveh! [6] Y me dijo Yahveh: Pregona todas estas palabras por las ciudades de Judá y por las calles de Jerusalén: «Oíd los términos de esta alianza y cumplidlos: [7] que bien advertí a vuestros padres el día que les hice subir de Egipto, y hasta la fecha he insistido en advertírselo: ¡Oíd mi voz! [8] Mas no oyeron ni aplicaron el oído, sino que cada cual procedió según la terquedad de su corazón malo. Y así he aplicado contra ellos todos los términos de dicha alianza que les mandé cumplir y no lo hicieron.» [9] Y me dijo Yahveh: Se ha descubierto una conjura entre los hombres de Judá y entre los habitantes de Jerusalén.

[10] Han reincidido en las culpas de sus mayores, que rehusaron escuchar mis palabras: se han ido en pos de otros dioses para servirles; han violado la casa de Israel y la casa de Judá mi alianza, que pacté con sus padres. [11] Por ende, así dice Yahveh: He aquí que yo les traigo una desgracia a la que no podrán hurtarse; y aunque se me quejaren, no les oiré. [12] ¡Que vayan las ciudades de Judá y los moradores de Jerusalén, y que se quejen a los dioses a quienes inciensan!, que lo que es salvarles, no les salvarán al tiempo de su desgracia. [13] Pues cuantas son tus ciudades, otros tantos son tus dioses, Judá; y cuantas calles cuenta Jerusalén, otros tantos altares a la Vergüenza, otros tantos altares hay de Baal. [14] En cuanto a ti, no pidas por este pueblo, ni eleves por ellos plegaria ni oración, porque no he de oír cuando clamen a mí por su desgracia. [15] ¿Qué hace mi amada en mi Casa?; su obrar ¿no es pura doblez? ¿Es que los votos y la carne consagrada harán pasar de ti tu desgracia? Entonces sí que te regocijarías. [16] «Olivo frondoso, lozano, de fruto hermoso» te había puesto Yahveh por nombre. Pero con gran estrépito le ha prendido fuego, y se han quemado sus guías. [17] Yahveh Sebaot, que te plantó, te ha sentenciado, dada la maldad que ha cometido la casa de Israel y la casa de Judá, exasperándome por incensar a Baal.

[18] Yahveh me lo hizo saber, y me enteré de ello. Entonces me descubriste, Yahveh, sus maquinaciones. [19] Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin saber que contra mí tramaban maquinaciones: «Destruyamos el árbol en su vigor; borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse.» [20] ¡Oh Yahveh Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he manifestado mi causa. [21] Y en efecto, así dice Yahveh tocante a los de Anatot, que buscan mi muerte diciendo: «No profetices en nombre de Yahveh, y no morirás a nuestras manos». [22] Por eso así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo les voy a visitar. Sus mancebos morirán por la espada, sus hijos e hijas morirán de hambre, [23] y no quedará de ellos ni reliquia cuando yo traiga la desgracia a los de Anatot, el año en que sean visitados.

Capítulo 12

[1] Tu llevas la razón, Yahveh, cuando discuto contigo, no obstante, voy a tratar contigo un punto de justicia. ¿Por qué tienen suerte los malos, y son felices todos los felones? [2] Los plantas, y enseguida arraigan, van a más y dan fruto. Cerca estás tú de sus bocas, pero lejos de sus riñones. [3] En cambio a mí ya me conoces, Yahveh; me has visto y has comprobado que mi corazón está contigo. Llévatelos como ovejas al matadero, y conságralos para el día de la matanza. [4] (¿Hasta cuándo estará de luto la tierra y la hierba de todo el campo estará seca? Por la maldad de los que moran en ella han desaparecido bestias y aves.) Porque han dicho: «No ve Dios nuestros senderos.» [5] — Si con los de a pie corriste y te cansaron, ¿cómo competirás con los de a caballo? Y si en tierra abierta te sientes seguro. ¿qué harás entre el boscaje del Jordán? [6] Porque incluso tus hermanos y la casa de tu padre, ésos también te traicionarán y a tus espaldas gritarán. No te fíes de ellos cuando te digan hermosas palabras.

[7] Dejé mi casa, abandoné mi heredad, entregué el cariño de mi alma en manos de sus enemigos. [8] Se ha portado conmigo mi heredad como un león en la selva: me acosaba con sus voces; por eso la aborrecí. [9] ¿Es por ventura un pájaro pinto mi heredad? Las rapaces merodean sobre ella. ¡Andad, juntaos, fieras todas del campo: id al yantar! [10] Entre muchos pastores destruyeron mi viña, hollaron mi heredad, trocaron mi mejor campo en un yermo desolado. [11] La convirtieron en desolación lamentable, en inculta para mí. Totalmente desolado está todo el país porque no hay allí nadie que lo sienta. [12] Sobre todos los calveros del desierto han venido saqueadores (porque una espada tiene Yahveh devorada), de un cabo al otro de la tierra no hubo cuartel para alma viviente. [13] Sembraron trigo, y espinos segaron, se afanaron sin provecho. Vergüenza les dan sus cosechas, por causa de la ira ardiente de Yahveh.

[14] Así dice Yahveh: En cuanto a todos los malos vecinos que han tocado la heredad que di en precio a mi pueblo Israel, he aquí que yo los arranco de su solar. (Y a la casa de Judá voy a arrancarla de en medio de ellos.) [15] Pero luego de haberlos arrancado, me volveré y les tendré lástima, y les haré retornar, cada cual a su heredad y a su tierra. [16] Y entonces, si de veras aprendieron el camino de mi pueblo jurando en mi Nombre: «¡Por vida de Yahveh!» — lo mismo que ellos enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal — serán restablecidos a la par de mi pueblo. [17] Mas si no obedecen, arrancaré a aquella gente y arrancada quedará y la haré perecer — oráculo de Yahveh —.

Capítulo 13

[1] Yahveh me dijo así: «Anda y cómprate una faja de lino y te la pones a la cintura, pero no la metas en agua.» [2] Compré la faja, según la orden de Yahveh, y me la puse a la cintura. [3] Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh por la segunda vez: [4] «Toma la faja que has comprado y que llevas a la cintura, levántate y vete al Eufrates y la escondes allí en un resquicio de la peña.» [5] Yo fui y la escondí en el Eufrates como me había mandado Yahveh. [6] Al cabo de mucho tiempo me dijo Yahveh: «Levántate, vete al Eufrates y recoges de allí la faja que te mandé que escondieras allí.» [7] Yo fui al Eufrates, cavé, recogí la faja del sitio donde la había escondido y he aquí que se había echado a perder la faja: no valía para nada.

[8] Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: [9] «Así dice Yahveh: Del mismo modo echaré a perder la mucha soberbia de Judá y de Jerusalén. [10] Ese pueblo malo que rehúsa oír mis palabras, que caminan según la terquedad de sus corazones y han ido en pos de otros dioses a servirles y adorarles, serán com esta faja que no vale para nada. [11] Porque así como se pega la faja a la cintura de uno, de igual modo hice apegarse a mí a toda la casa de Israel y a toda la casa de Judá — oráculo de Yahveh — con idea de que fuesen mi pueblo, mi nombradía, mi loor y mi prez, pero ellos no me oyeron. [12] Diles este refrán: Así dice Yahveh, el Dios de Israel: «Todo cántaro se puede llenar de vino.» Ellos te dirán: «¿No sabemos de sobra que todo cántaro se puede llenar de vino?» [13] Entonces les dices: «Pues así dice Yahveh: He aquí que yo lleno de borrachera a todos los habitantes de esta tierra, a los reyes sucesores de David en el trono, a los sacerdotes y profetas y a todos los habitantes de Jerusalén, [14] y los estrellaré, a cada cual contra su hermano, padres e hijos a una — oráculo de Yahveh — sin que piedad, compasión y lástima me quiten de destruirlos.» [15] Oíd y escuchad, no seáis altaneros, porque habla Yahveh.

[16] Dad gloria a vuestro Dios Yahveh antes que haga oscurecer, y antes que se os vayan los pies sobre la sierra oscura, y esperéis la luz, y él la haya convertido en negrura, la haya trocado en tiniebla densa. [17] Pero si no le oyereis, en silencio llorará mi alma por ese orgullo, y dejarán caer mi ojos lágrimas, y verterán copiosas lágrimas, porque va cautiva la grey de Yahveh.

[18] Di al rey y a la Gran Dama: Humillaos, sentaos, porque ha caído de vuestras cabezas vuestra diadema preciosa. [19] Las ciudades del Négueb están cercadas, y no hay quien abra. Todo Judá es deportado, deportado en masa. [20] Alza tus ojos, Jerusalén, y mira a los que vienen del norte. ¿Dónde está la grey que se te dio, tus preciosas ovejas? [21] ¿Qué dirás cuando te visiten con autoridad sobre ti? Pues lo que tú les enseñabas a hacer sobre ti eran caricias. ¿No te acometerán dolores como de parturienta? [22] Pero acaso digas en tus adentros: «¿Por qué me ocurren estas cosas?» Por tu gran culpa han sido alzadas tus faldas y han sido forzados tus calcañales. [23] ¿Muda el kusita su piel, o el leopardo sus pintas? ¡También vosotros podéis entonces hacer el bien, los avezados a hacer el mal! [24] Por eso os esparcí como paja liviana al viento de la estepa.

[25] Esa es tu suerte, el tanto por tu medida que te toca de mi parte — oráculo de Yahveh —: por cuanto que me olvidaste y te fiaste de la Mentira. [26] Pues también yo te he levantado las faldas sobre tu rostro, y se ha visto tu indecencia. [27] ¡Ah, tus adulterios y tus relinchos, la bajeza de tu prostitución! Sobre los altos, por la campiña he visto tus Monstruos abominables. ¡Ay de ti, Jerusalén, que no estás pura! ¿Hasta cuándo todavía...?

Capítulo 14

[1] Palabra de Yahveh a Jeremías, a propósito de la sequía.

[2] Judá está de luto, y sus ciudades lánguidas: están sórdidas de tierra, y sube el alarido de Jerusalén. [3] Sus nobles mandaban a los pequeños por agua: llegaban a los aljibes y no la encontraban; volvían con sus cántaros vacíos. Quedaban confundidos y avergonzados y se cubrían la cabeza.

[4] El suelo está consternado por no haber lluvia en la tierra. Confusos andan los labriegos, se han cubierto la cabeza. [5] Hasta la cierva en el campo parió y abandonó, porque no había césped. [6] Los onagros se paraban sobre los calveros, aspiraban el aire como chacales, tenían los ojos consumidos por falta de hierba.

[7] Aunque nuestras culpas atesten contra nosotros, Yahveh, obra por amor de tu Nombre. Cierto, son muchas nuestras apostasías, contra ti hemos pecado. [8] ¡Oh esperanza de Israel, Yahveh, Salvador suyo en tiempo de angustia! ¿Por qué has de ser cual forastero en la tierra, o cual viajero que se tumba para hacer noche? [9] ¿Por qué has de ser como un pasmado, como un valiente incapaz de ayudar? Pues tú estás entre nosotros, Yahveh, y por tu Nombre se nos llama, ¡no te deshagas de nosotros! [10] Así dice Yahveh de este pueblo: ¡Cómo les gusta vagabundear!, no contienen sus pies. Pero Yahveh no se complace en ellos: ahora se va a acordar de su culpa y a castigar su pecado. [11] Y me dijo Yahveh: «No intercedas en pro de este pueblo. [12] Así ayunen, no escucharé su clamoreo; y así levanten holocausto y ofrenda, no me complacerán; sino que con espada, con hambre y con peste voy a acabarlos.» [13] Dije yo: «¡Ah, Señor Yahveh! Pues he aquí que los profetas están diciéndoles: No veréis espada, ni tendréis hambre, sino que voy a daros paz segura en este lugar.» [14] Y me dijo Yahveh: «Mentira profetizan esos profetas en mi nombre. Yo no les he enviado ni dado instrucciones, ni les he hablado. Visión mentirosa, augurio fútil y delirio de sus corazones os dan por profecía.

[15] Por tanto, así dice Yahveh: Tocante a los profetas que profetizan en mi nombre sin haberles enviado yo, y que dicen: No habrá espada ni hambre en este país, con espada y con hambre serán rematados los tales profetas, [16] y el pueblo al que profetizan yacerá derribado por las calles de Jerusalén, por causa del hambre y de la espada, y no habrá sepulturero para ellos ni para sus mujeres, sus hijos y sus hijas; pues volcaré sobre ellos mismos su maldad.» [17] Les dirás esta palabra: Dejen caer mis ojos lágrimas de noche y de día sin parar, porque de quebranto grande es quebrantada la doncella, hija de mi pueblo, de golpe gravísimo, [18] Si salgo al campo encuentro heridos de espada; y si entro en la ciudad, encuentro desfallecidos de hambre. Y aun el mismo profeta, aun el mismo sacerdote andan errantes por el país y nada saben. [19] — ¿Es que has desechado a Judá? ¿o acaso de Sión se ha hastiado tu alma? ¿Por qué nos has herido, que no tenemos cura? Esperábamos paz, y no hubo bien alguno; el tiempo de la cura, y se presenta el miedo. [20] Reconocemos, Yahveh, nuestras maldades, la culpa de nuestros padres; que hemos pecado contra ti. [21] No desprecies, por amor de tu Nombre, no deshonres la sede de tu Gloria. Recuerda, no anules tu alianza con nosotros. [22] ¿Hay entre las Vanidades gentílicas quienes hagan llover? ¿o acaso los cielos dan de suyo la llovizna? ¿No eres tú mismo, oh Yahveh? ¡Dios nuestro, esperamos en ti, porque tú hiciste todas estas cosas!

Capítulo 15

[1] Y me dijo Yahveh: Aunque se me pongan Moisés y Samuel por delante, no estará mi alma por este pueblo. Echales de mi presencia y que salgan. [2] Y como te digan: «¿A dónde salimos?», les dices: Así dice Yahveh: Quien sea para la muerte, a la muerte; quien para la espada, a la espada; quien para el hambre, al hambre, y quien para el cautiverio, al cautiverio. [3] Haré que se encarguen de ellos cuatro géneros (de males) — oráculo de Yahveh —: la espada para degollar, los perros para despedazar, las aves del cielo y las bestias terrestres para devorar y estragar. [4] Los convertiré en espantajo para todos los reinos de la tierra, por culpa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, por lo que hizo en Jerusalén. [5] ¿Quién, pues, te tendrá lástima, Jerusalén? ¿quién meneará la cabeza por ti? ¿quién se alargará a saludarte? [6] Tú me has abandonado — oráculo de Yahveh — de espaldas te has ido. Pues yo extiendo mi mano sobre ti y te destruyo. Estoy cansado de apiadarme, [7] y voy a beldarlos con el bieldo en las puertas del país. He dejado sin hijos, he malhadado a mi pueblo, porque de sus caminos no se convertían. [8] Yo les he hecho más viudas que la arena de los mares. He traído sobre las madres de los jóvenes guerreros al saqueador en el pleno mediodía. He hecho caer sobre ellos de pronto sobresalto y alarma. [9] Mal lo pasó la madre de siete hijos: exhalaba el alma, se puso su sol siendo aún de día, se avergonzó y se abochornó. Y lo que queda de ellos, a la espada voy a entregarlo delante de sus enemigos — oráculo de Yahveh —.

[10] ¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz varón discutido y debatido por todo el país! Ni les debo, ni me deben, ¡pero todos me maldicen! [11] Di, Yahveh, si no te he servido bien: intercedí ante ti por mis enemigos en el tiempo de su mal y de su apuro. [12] ¿Se mella el hiero, el hierro del norte, y el bronce? [13] Tu haber y tus tesoros al pillaje voy a dar gratis, por todos tus pecados en todas tus fronteras, [14] y te haré esclavo de tus enemigos en un país que no conoces, porque un fuego ha saltado en mi ira que sobre vosotros estará encendido. [15] Tú lo sabes. Yahveh, acuérdate de mí, visítame y véngame de mis perseguidores. No dejes que por alargarse tu ira sea yo arrebatado. Sábelo: he soportado por ti el oprobio. [16] Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era tu palabra para mí un gozo y alegría de corazón, porque se me llamaba por tu Nombre Yahveh, Dios Sebaot. [17] No me senté en peña de gente alegre y me holgué: por obra tuya, solitario me senté, porque de rabia me llenaste. [18] ¿Por qué ha resultado mi penar perpetuo, y mi herida irremediable, rebelde a la medicina? ¡Ay! ¿serás tú para mí como un espejismo, aguas no verdaderas? [19] Entonces Yahveh dijo así: Si te vuelves por que yo te haga volver, estarás en mi presencia; y si sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Que ellos se vuelvan a ti, y no tú a ellos.

[20] Yo te pondré para este pueblo por muralla de bronce inexpugnable. Y pelearán contigo, pero no te podrán, pues contigo estoy yo para librarte y salvarte — oráculo de Yahveh —. [21] Te salvaré de mano de los malos y te rescataré del puño de esos rabiosos.

Capítulo 16

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] No tomes mujer ni tengas hijos ni hijas en este lugar. [3] Que así dice Yahveh de los hijos e hijas nacidos en este lugar, de sus madres que los dieron a luz y de sus padres que los engendraron en esta tierra: [4] De muertes miserables morirán, sin que sean plañidos ni sepultados. Se volverán estiércol sobre la haz del suelo. Con espada y hambre serán acabados, y serán sus cadáveres pasto para las aves del cielo y las bestias de la tierra. [5] Sí, así dice Yahveh: No entres en casa de duelo, ni vayas a plañir, ni les consueles; pues he retirado mi paz de este pueblo — oráculo de Yahveh — la merced y la compasión. [6] Morirán grandes y chicos en esta tierra. No se les sepultará, ni nadie les plañirá, ni se arañarán ni se raparán por ellos, [7] ni se partirá el pan al que está de luto para consolarle por el muerto, ni le darán a beber la taza consolatoria por su padre o por su madre.

[8] Y en casa de convite tampoco entres a sentarte con ellos a comer y beber. [9] Que así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que voy a hacer desaparecer de este lugar, a vuestros propios ojos y en vuestros días, toda voz de gozo y alegría, la voz del novio y la voz de la novia. [10] Luego, cuando hayas comunicado a este pueblo todas estas palabras, y te digan: «¿Por qué ha pronunciado Yahveh contra nosotros toda esta gran desgracia? ¿cuál es nuestra culpa, y cuál nuestro pecado que hemos cometido contra Yahveh nuestro Dios?», [11] tú les dirás: «Es porque me dejaron vuestros padres — oráculo de Yahveh — y se fueron tras otros dioses y les sirvieron y adoraron, y a mí me dejaron, y mi Ley no guardaron. [12] Y vosotros mismos habéis hecho peor que vuestros padres, pues he aquí que va cada uno en pos de la dureza de su mal corazón, sin escucharme. [13] Pero yo os echaré lejos de esta tierra, a otra que no habéis conocido vosotros ni vuestros padres, y serviréis allí a otros dioses día y noche, pues no os otorgaré perdón.» [14] En efecto, mirad que vienen días — oráculo de Yahveh — en que no se dirá más: «¡Por vida de Yahveh, que subió a los hijos de Israel de Egipto!», [15] sino: «¡Por vida de Yahveh, que subió a los hijos de Israel del país del norte, y de todos los países a donde los arrojara!» Pues yo los devolveré a su solar, que di a sus padres.

[16] He aquí que envío a muchos pescadores — oráculo de Yahveh — y los pescarán. Y luego de esto enviaré a muchos cazadores, y los cazarán de encima de cada monte y de cada cerro y de los resquicios de las peñas. [17] Porque mis ojos están puestos sobre todos sus caminos: no se me ocultan, ni se zafa su culpa de delante de mis ojos. [18] Pagaré doblado por su culpa y su pecado, porque ellos execraron mi tierra con la carroña de sus Monstruos abominables, y de sus Abominaciones llenaron mi heredad. [19] ¡Oh Yahveh, mi fuerza y mi refuerzo, mi refugio en día de apuro! A ti las gentes vendrán de los confines de la tierra y dirán: ¡Luego Mentira recibieron de herencia nuestros padres, Vanidad y cosas sin provecho! [20] ¿Es que va a hacerse el hombre dioses para sí? ¡aunque aquellos no son dioses! [21] Por tanto, he aquí que yo les hago conocer — esta vez sí — mi mano y mi poderío, y sabrán que mi nombre es Yahveh.

Capítulo 17

[1] El pecado de Judá está escrito con buril de hierro; con punta de diamante está grabado sobre la tabla de su corazón y en los cuernos de sus aras, [2] así, recordarán sus hijos sus aras y sus cipos cabe los árboles frondosos, sobre los oteros altos, [3] mi monte, en la campiña. Tu haber y todos tus tesoros al pillaje voy a dar, en pago por todos tus pecados de los altos, en todas tus fronteras. [4] Tendrás que deshacerte de tu heredad que yo te di, y te haré esclavo de tus enemigos en un país que no conoces, porque un fuego ha saltado en mi ira que para siempre estará encendido. [5] Así dice Yahveh: Maldito sea aquel que fía en hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Yahveh se aparta en su corazón.

[6] Pues es como el tamarisco en la Arabá, y no verá el bien cuando viniere. Vive en los sitios quemados del desierto, en saladar inhabitable.

[7] Bendito sea aquel que fía en Yahveh, pues no defraudará Yahveh su confianza. [8] Es como árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la corriente echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto. [9] El corazón es lo más retorcido; no tiene arreglo: ¿quién lo conoce? [10] Yo, Yahveh, exploro el corazón, pruebo los riñones, para dar a cada cual según su camino, según el fruto de sus obras. [11] La perdiz incuba lo que no ha puesto; así es el que hace dinero, mas no con justicia: en mitad de sus días lo ha de dejar y a la postre resultará un necio. [12] Solio de Gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario... [13] Esperanza de Israel, Yahveh: todos los que te abandonan serán avergonzados, y los que se apartan de ti, en la tierra serán escritos, por haber abandonado el manantial de aguas vivas, Yahveh.

[14] Cúrame, Yahveh, y sea yo curado; sálvame, y sea yo salvo, pues mi prez eres tú. [15] Mira que ellos me dicen: «¿Dónde está la palabra de Yahveh? ¡vamos, que venga!» [16] Yo nunca te apremié a hacer daño; el día irremediable no he anhelado; tú lo sabes: lo salido de mis labios enfrente de tu faz ha estado. [17] No seas para mí espanto, ¡oh tú, mi amparo en el día aciago!

[18] Avergüéncense mis perseguidores, y no me avergüence yo; espántense ellos, y no me espante yo. Trae sobre ellos el día aciago, y con doble quebrantamiento quebrántalos. [19] Yahveh me dijo así: Ve y te paras a la puerta de los Hijos del pueblo, por la que entran los reyes de Judá y por la que salen, y asimismo en todas las puertas de Jerusalén, [20] y les dices: Oíd la palabra de Yahveh, reyes de Judá, y todo Judá y los habitantes de Jerusalén que entráis por estas puertas.

[21] Así dice Yahveh: «Guardaos, por vida vuestra, de llevar carga en día de sábado y meterla por las puertas de Jerusalén. [22] No saquéis tampoco carga de vuestras casas en sábado, ni hagáis trabajo alguno, antes bien santificad el sábado como mandé a vuestros padres. [23] Mas no oyeron ni aplicaron el oído, sino que atiesaron su cerviz sin oír ni aprender. [24] Que si me hacéis caso — oráculo de Yahveh — no metiendo carga por las puertas de esta ciudad en sábado y santificando el día de sábado sin realizar en él trabajo alguno, [25] entonces entrarán por las puertas de esta ciudad reyes que se sienten sobre el trono de David, montados en carros y caballos, ellos y sus oficiales, la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén. Y durará esta ciudad para siempre. [26] Y vendrán de las ciudades de Judá, de los aledaños de Jerusalén, del país de Benjamín, de la Tierra Baja, de la Sierra y del Négueb a traer holocaustos, sacrificios, oblaciones e incienso y a traer ofrendas de acción de gracias a la Casa de Yahveh.

[27] Pero si no me oyereis en cuanto a santificar el sábado y no llevar carga ni meterla por las puertas de Jerusalén en sábado, entonces prenderé fuego a sus puertas, que consumirá los palacios de Jerusalén, y no se apagará.

Capítulo 18

[1] Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh: [2] Levántate y baja a la alfarería, que allí mismo te haré oír mis palabras. [3] Bajé a la alfarería, y he aquí que el alfarero estaba haciendo un trabajo al torno. [4] El cacharro que estaba haciendo se estropeó como barro en manos del alfarero, y éste volvió a empezar, transformándolo en otro cacharro diferente, como mejor le pareció al alfarero. [5] Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: [6] ¿No puedo hacer yo con vosotros, casa de Israel, lo mismo que este alfarero? — oráculo de Yahveh —. Mirad que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, casa de Israel.

[7] De pronto hablo contra una nación o reino, de arrancar, derrocar y perder; [8] pero se vuelve atrás de su mal aquella gente contra la que hablé, y yo también desisto del mal que pensaba hacerle. [9] Y de pronto hablo, tocante a una nación o un reino, de edificar y plantar; [10] pero hace lo que parece malo desoyendo mi voz, y entonces yo también desisto del bien que había decidido hacerle. [11] Ahora, pues, di a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén: Así dice Yahveh: «Mirad que estoy ideando contra vosotros cosa mala y pensando algo contra vosotros. Ea, pues; volveos cada cual de su mal camino y mejorad vuestra conducta y acciones.» [12] Pero van a decir: «Es inútil; porque iremos en pos de nuestros pensamientos y cada uno de nosotros hará conforme a la terquedad de su mal corazón.» [13] Por tanto, así dice Yahveh: Vamos, preguntad entre las naciones: ¿Quién oyó tal cosa? ¡Bien fea cosa ha hecho la virgen de Israel! [14] ¿Faltará acaso de la peña excelsa la nieve del Líbano? ¿o se agotarán las aguas crecidas, frescas, corrientes? [15] Pues bien, mi pueblo me ha olvidado. A la Nada inciensan. Han tropezado en sus caminos, aquellos senderos de siempre, para irse por trochas, por camino no trillado. [16] Es para trocar su tierra en desolación, en eterna rechifla: todo el que pasare se asombrará de ella y meneará la cabeza.

[17] Como el viento solano los esparciré delante del enemigo. La espalda, que no la cara, les mostraré el día de su infortunio.

[18] Entonces dijeron: «Venid y tramemos algo contra Jeremías, porque no va a faltarle la ley al sacerdote, el consejo al sabio, ni al profeta la palabra. Venid e hirámosle por su propia lengua: no estemos atentos a todas sus palabras.» [19] Estáte atento a mí, Yahveh, y oye lo que dicen mis contrincantes.

[20] ¿Es que se paga mal por bien? (Porque han cavado una hoya para mi persona.) Recuerda cuando yo me ponía en tu presencia para hablar en bien de ellos, para apartar tu cólera de ellos. [21] Por tanto, entrega a sus hijos al hambre y desángralos a filo de espada; queden sus mujeres sin hijos y viudas, sean sus varones asesinados, sus mancebos acuchillados en la guerra.

[22] Oigase griterío en sus casas, cuando traigas sobre ellos pillaje repentino. Porque han cavado una hoya para prenderme, y trampas han escondido para mis pies. [23] Pero tú, Yahveh, conoces todo su plan de muerte contra mí. ¡No disimules su culpa, no borres de tu presencia su pecado! ¡Que caigan ante ti, al tiempo de tu ira, descarga en ellos!

Capítulo 19

[1] Entonces Yahveh dijo a Jeremías: Ve y compras un jarro de cerámica; tomas contigo a algunos ancianos del pueblo y algunos sacerdotes, [2] sales al valle de Ben Hinnom, a la entrada de la puerta de las Tejoletas, y pregonas allí las palabras que voy a decirte. [3] Dirás: Oíd la palabra de Yahveh, reyes de Judá y habitantes de Jerusalén. Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: «He aquí que yo traigo sobre este lugar una desgracia, que a todo el que la oyere le zumbarán los oídos. [4] Porque me han dejado, han hecho extraño este lugar y han incensado en él a otros dioses que ni ellos ni sus padres conocían. Los reyes de Judá han llenado este lugar de sangre de inocentes, [5] y han construido los altos de Baal para quemar a sus hijos en el fuego, en holocausto a Baal, — lo que no les mandé ni les dije ni me pasó por las mientes —. [6] Por tanto, he aquí que vienen días — oráculo de Yahveh — en que no se hablará más de Tófet ni del valle de Ben Hinnom, sino del "Valle de la Matanza".

[7] Vaciaré la prudencia de Judá y Jerusalén a causa de este lugar: les haré caer a espada ante sus enemigos por mano de los que busquen su muerte; daré sus cadáveres por comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra, [8] y convertiré esta ciudad en desolación y en rechifla: todo el que pase a su vera se quedará atónito y silbará en vista de sus heridas. [9] Les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas, y comerán cada uno la carne de su prójimo, en el aprieto y la estrechez con que les estrecharán sus enemigos y los que busquen su muerte.» [10] Luego rompes el jarro a la vista de los hombres que vayan contigo [11] y les dices: Así dice Yahveh Sebaot: «Asimismo quebrantaré yo a este pueblo y a esta ciudad, como quien rompe un cacharro de alfarería, que ya no tiene arreglo. «Y se harán enterramientos en Tófet, hasta que falte sitio para enterrar. [12] Así haré con este lugar — oráculo de Yahveh — y con sus habitantes, hasta dejar a esta ciudad lo mismo que Tófet, [13] y que sean las casas de Jerusalén y las de los reyes de Judá como el lugar de Tófet: una inmundicia; todas las casas en cuyas azoteas incensaron a toda la tropa celeste y libaron libación a otros dioses.» [14] Partió Jeremías de Tófet a donde le había enviado Yahveh a profetizar y, parándose en el atrio de la Casa de Yahveh, dijo a todo el pueblo: [15] «Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que yo traigo a esta ciudad y a todos sus aledaños toda la calamidad que he pronunciado contra ella, porque ha atiesado su cerviz, desoyendo mis palabras.»

Capítulo 20

[1] El sacerdote Pasjur, hijo de Immer, que era inspector jefe de la Casa de Yahveh, oyó a Jeremías profetizar dichas palabras. [2] Pasjur hizo dar una paliza al profeta Jeremías y le hizo meter en el calabozo de la Puerta Alta de Benjamín — la que está en la Casa de Yahveh —. [3] Al día siguiente sacó Pasjur a Jeremías del calabozo. Díjole Jeremías: No es Pasjur el nombre que te ha puesto Yahveh, sino «Terror en torno». [4] Porque así dice Yahveh: «He aquí que yo te convierto en terror para ti mismo y para todos tus allegados, los cuales caerán por la espada de sus enemigos, y tus ojos lo estarán viendo. Y asimismo a todo Judá entregaré en manos del rey de Babilonia, que los deportará a Babilonia y los acuchillará. [5] Y entregaré todas las reservas de esta ciudad y todo lo atesorado, todas sus preciosidades y todos los tesoros de los reyes de Judá, en manos de sus enemigos que los pillarán, los tomarán y se los llevarán a Babilonia. [6] En cuanto a ti, Pasjur, y todos los moradores de tu casa, iréis al cautiverio. En Babilonia entrarás, allí morirás y allí mismo serás sepultado tú y todos tus allegados a quienes has profetizado en falso.» [7] Me has seducido, Yahveh, y me dejé seducir; me has agarrado y me has podido. He sido la irrisión cotidiana: todos me remedaban.

[8] Pues cada vez que hablo es para clamar: «¡Atropello!», y para gritar: «¡Expolio!». La palabra de Yahveh ha sido para mí oprobio y befa cotidiana. [9] Yo decía: «No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre.» Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajada por ahogarlo, no podía.

[10] Escuchaba las calumnias de la turba: «¡Terror por doquier!, ¡denunciadle!, ¡denunciémosle!» Todos aquellos con quienes me saludaba estaban acechando un traspiés mío: «¡A ver si se distrae, y le podremos, y tomaremos venganza de él!» [11] Pero Yahveh está conmigo, cual campeón poderoso. Y así mis perseguidores tropezarán impotentes; se avergonzarán mucho de su imprudencia: confusión eterna, inolvidable. [12] ¡Oh Yahveh Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa. [13] Cantad a Yahveh, alabad a Yahveh, porque ha salvado la vida de un pobrecillo de manos de malhechores. [14] ¡Maldito el día en que nací! ¡el día que me dio a luz mi madre no sea bendito! [15] ¡Maldito aquel que felicitó a mi padre diciendo: «Te ha nacido un hijo varón», y le llenó de alegría! [16] Sea el hombre aquel semejante a las ciudades que destruyó Yahveh sin que le pesara, y escuche alaridos de mañana y gritos de ataque al mediodía. [17] ¡Oh, que no me haya hecho morir desde el vientre, y hubiese sido mi madre mi sepultura, con seno preñado eternamente! [18] ¿Para qué haber salido del seno, a ver pena y aflicción, y a consumirse en la vergüenza mis días?

Capítulo 21

[1] Palabra dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, cuando el rey Sedecías mandó donde él a Pasjur, hijo de Malkiyías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, a decirle: [2] «Ea, consulta de nuestra parte a Yahveh, porque el rey de Babilonia, Nabucodonosor, nos ataca. A ver si nos hace Yahveh un milagro de los suyos, y aquél se retira de encima de nosotros.» [3] Díjoles Jeremías: «Así diréis a Sedecías: [4] Esto dice Yahveh, el Dios de Israel: Mirad que yo hago rebotar las armas que tenéis en las manos y con las que os batís contra el rey de Babilonia y contra los caldeos que os cercan extramuros, y las amontonaré en medio de esta ciudad. [5] Yo voy a batirme contra vosotros con mano fuerte y tenso brazo, con ira, con cólera y con encono grande. [6] Heriré a los habitantes de esta ciudad, hombres y bestias, con una gran peste; ¡morirán! [7] Y tras de esto — oráculo de Yahveh — entregaré al rey de Judá, Sedecías, a sus siervos y al pueblo que en esta ciudad quedare de la peste, de la espada y del hambre, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de sus enemigos y de los que buscan su muerte. El los herirá a filo de espada. No les dará cuartel, ni les tendrá clemencia ni lástima.» [8] Y a ese pueblo le dirás: «Así dice Yahveh: Mirad que yo os propongo el camino de la vida y el camino de la muerte.

[9] Quien se quede en esta ciudad, morirá de espada, de hambre y de peste. El que salga y caiga en manos de los caldeos que os cercan, vivirá, y eso saldrá ganando. [10] Porque me he fijado en esta ciudad para su daño, no para su bien — oráculo de Yahveh —: será puesta en manos del rey de Babilonia, que la incendiará.» [11] A la casa real de Judá. ¡Oíd la palabra de Yahveh, [12] casa de David! Así dice Yahveh: Haced justicia cada mañana, y salvad al oprimido de mano del opresor, so pena de que brote como fuego mi cólera, y arda y no haya quien apague, a causa de vuestras malas acciones. [13] Mira que por ti va, población del valle, la Roca del Llano — oráculo de Yahveh —: vosotros, los que decís: «¿Quién se nos echará encima? ¿quién entrará en nuestras guaridas?» [14] (Yo os visitaré según el fruto de vuestras acciones — oráculo de Yahveh —.) Encenderé fuego en su bosque, y devorará todos sus contornos.

Capítulo 22

[1] Yahveh dijo así: Baja a la casa real de Judá y pronuncias allí estas palabras. [2] Dirás: Oye la palabra de Yahveh, tú, rey de Judá, que ocupas el trono de David, y tus servidores y pueblo — los que entran por estas puertas —. [3] Así dice Yahveh: Practicad el derecho y la justicia, librad al oprimido de manos del opresor, y al forastero, al huérfano y a la viuda no atropelléis; no hagáis violencia ni derraméis sangre inocente en este lugar. [4] Porque si ponéis en práctica esta palabra, entonces seguirán entrando por las puertas de esta casa reyes sucesores de David en el trono, montados en carros y caballos, junto con sus servidores y su pueblo. [5] Mas si no oís estas palabras, por mí mismo os juro — oráculo de Yahveh — que en ruinas parará esta casa. [6] Pues así dice Yahveh respecto a la casa real de Judá: Galaad eras tú para mí, cumbre del Líbano: pero ¡vaya si te trocaré en desierto, en ciudades deshabitadas! [7] Voy a consagrar contra ti a quienes te destruyan: ¡cada uno a sus hachas! Talarán lo selecto de tus cedros, y lo arrojarán al fuego.

[8] Muchas gentes pasarán a la vera de esta ciudad y dirán cada cual a su prójimo: «¿Por qué ha hecho Yahveh semejante cosa a esta gran ciudad?» [9] Y les dirán: «Es porque dejaron la alianza de su Dios Yahveh, y adoraron a otros dioses y les sirvieron.» [10] No lloréis al muerto ni plañáis por él: llorad, llorad por el que se va, porque jamás volverá ni verá su patria. [11] Pues así dice Yahveh respecto a Sallum, hijo de Josías, rey de Judá y sucesor de su padre Josías en el reino, el cual salió de este lugar: «No volverá más aquí, [12] sino que en el lugar a donde le deportaron, allí mismo morirá, y no verá jamás este país.» [13] ¡Ay del que edifica su casa sin justicia y sus pisos sin derecho! De su prójimo se sirve de balde y su trabajo no le paga. [14] El que dice: «Voy a edificarme una casa espaciosa y pisos ventilados», y le abre sus correspondientes ventanas; pone paneles de cedro y los pinta de rojo. [15] ¿Serás acaso rey porque seas un apasionado del cedro? Tu padre, ¿no comía y bebía? — «También hizo justicia y equidad.» — Pues mejor para él. [16] «— Juzgó la causa del cuitado y del pobrecillo.» — Pues mejor. ¿No es esto conocerme? — oráculo de Yahveh —. [17] Pero tus ojos y tu corazón no están más que a tu granjería, — ¡Y a la sangre inocente! — Para verterla. — ¡Y al atropello y al entuerto! — Para hacer tú lo propio. [18] Por tanto, así dice Yahveh respecto a Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá: No plañirán por él: «¡Ay hermano mío!, ¡ay hermana mía!»; no plañirán por él: «¡Ay Señor!, ¡ay su Majestad!»

[19] El entierro de un borrico será el suyo: arrastrarlo y tirarlo fuera de las puertas de Jerusalén.

[20] Sube al Líbano y clama, por Basán da voces y clama desde Abarim, porque han sido quebrantados todos tus amantes. [21] Te había hablado en tu prosperidad. Dijiste: «No oigo.» Tal ha sido tu costumbre desde tu mocedad, nunca oíste mi voz.

[22] A todos tus pastores les pastoreará el viento, y tus amantes cautivos irán. Entonces sí que estarás avergonzada y confusa de toda tu malicia. [23] Tú, que te asentabas en el Líbano, que anidabas en los cedros, ¡cómo suspirarás, en viniéndote los dolores, el trance como de parturienta! [24] Por mi vida — oráculo de Yahveh —, aunque fuese Konías, el hijo de Yoyaquim, rey de Judá, un sello en mi mano diestra, de allí te arrancaría. [25] Yo te pondré en manos de los que buscan tu muerte, y en manos de los que te atemorizan: en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de los caldeos; [26] y te arrojaré a ti y a la madre que te engendró a otra tierra donde no habéis nacido, y allí moriréis.

[27] Pero a la tierra a donde anhelan volver, no volverán. [28] ¿Es algún trasto despreciable, roto, este individuo, Konías?; ¿quizá un objeto sin interés? Pues entonces, ¿por qué han sido arrojados él y su prole, y echados a una tierra, que no conocían?

[29] ¡Tierra, tierra, tierra! oye la palabra de Yahveh. [30] Así dice Yahveh: Inscribid a este hombre: «Un sin hijos, un fracasado en la vida»; porque ninguno de su descendencia tendrá la suerte de sentarse en el trono de David y de ser jamás señor en Judá.

Capítulo 23

[1] ¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos! — oráculo de Yahveh —. [2] Pues así dice Yahveh, el Dios de Israel, tocante a los pastores que apacientan a mi pueblo: Vosotros habéis dispersado las ovejas mías, las empujasteis y no las atendisteis. Mirad que voy a pasaros revista por vuestras malas obras — oráculo de Yahveh —. [3] Yo recogeré el Resto de mis ovejas de todas las tierras a donde las empujé, las haré tornar a sus estancias, criarán y se multiplicarán. [4] Y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas, ni faltará ninguna — oráculo de Yahveh —. [5] Mirad que días vienen — oráculo de Yahveh — en que suscitaré a David un Germen justo: reinará un rey prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra. [6] En sus días estará a salvo Judá, e Israel vivirá en seguro. Y este es el nombre con que te llamarán: «Yahveh, justicia nuestra.» [7] Por tanto, mirad que vienen días — oráculo de Yahveh — en que no se dirá más: «¡Por vida de Yahveh, que subió a los hijos de Israel de Egipto!», [8] sino: «¡Por vida de Yahveh, que subió y trajo la simiente de la casa de Israel de tierras del norte y de todas las tierras a donde los arrojara!», y habitarán en su propio suelo.

[9] A los profetas. Se me partió el corazón en mis adentros, estremeciéronse todos mis huesos, me quedé como un borracho, como aquél a quien le domina el vino, por causa de Yahveh, por causa de sus santas palabras. [10] «Porque de fornicadores se ha henchido la tierra. (A causa de una maldición se ha enlutado la tierra, se han secado los pastos de la estepa.) Se ha vuelto la carrera de ellos mala y su esfuerzo no recto. [11] Tanto el profeta como el sacerdote se han vuelto impíos; en mi misma Casa topé con su maldad — oráculo de Yahveh —. [12] Por ende su camino vendrá a ser su despeñadero: a la sima serán empujados y caerán en ella. Porque voy a traer sobre ellos una calamidad, al tiempo de su visita» — oráculo de Yahveh —. [13] En los profetas de Samaría, he observado una inepcia: profetizaban por Baal y hacían errar a mi pueblo Israel. [14] Mas en los profetas de Jerusalén he observado una monstruosidad: fornicar y proceder con falsía, dándose la mano con los malhechores, sin volverse cada cual de su malicia. Se me han vuelto todos ellos cual Sodoma, y los habitantes de la ciudad, cual Gomorra.

[15] Por tanto, así dice Yahveh Sebaot tocante a los profetas: He aquí que les voy a dar de comer ajenjo y les voy a dar de beber agua emponzoñada. Porque a partir de los profetas de Jerusalén se ha propagado la impiedad por toda la tierra.

[16] Así dice Yahveh Sebaot: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan. Os están embaucando. Os cuentan sus propias fantasías, no cosa de boca de Yahveh. [17] Dicen a los que me desprecian: «Yahveh dice: ¡Paz tendréis!» y a todo el que camina en terquedad de corazón: «No os sucederá nada malo.» [18] (Porque ¿quién asistió al consejo de Yahveh y vio y oyó su palabra?, ¿quién escuchó su palabra y la ha oído?) [19] Mirad que una tormenta de Yahveh, su ira, ha estallado, un torbellino remolinea, sobre la cabeza de los malos descarga.

[20] No ha de apaciguarse la ira de Yahveh hasta que la ejecute, y realice los designios de su corazón. En días futuros os percataréis de ello. [21] Yo no envié a esos profetas, y ellos corrieron. No les hablé, y ellos profetizaron. [22] Pues si asistieron a mi consejo, hagan oír mi palabra a mi pueblo, y háganle tornar de su mal camino y de sus acciones malas.

[23] ¿Soy yo un Dios sólo de cerca — oráculo de Yahveh — y no soy Dios de lejos? [24] ¿O se esconderá alguno en escondite donde yo no le vea? — oráculo de Yahveh —. ¿Los cielos y la tierra no los lleno yo? — oráculo de Yahveh —. [25] Ya he oído lo que dicen esos profetas que profetizan falsamente en mi nombre diciendo: «¡He tenido un sueño, he tenido un sueño!» [26] ¿Hasta cuándo va a durar esto en el corazón de los profetas que profetizan en falso y son profetas de la impostura de su corazón?, [27] ¿los que piensan hacer olvidarse a mi pueblo de mi Nombre por los sueños que se cuentan cada cual a su vecino, como olvidaron sus padres mi Nombre por Baal? [28] Profeta que tenga un sueño, cuente un sueño, y el que tenga consigo mi palabra, que hable mi palabra fielmente. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano? — oráculo de Yahveh —. [29] ¿No es así mi palabra, como el fuego, y como un martillo golpea la peña? [30] Pues bien, aquí estoy yo contra los profetas — oráculo de Yahveh — que se roban mis palabras el uno al otro.

[31] Aquí estoy yo contra los profetas — oráculo de Yahveh — que usan de su lengua y emiten oráculo. [32] Aquí estoy yo contra los profetas que profetizan falsos sueños — oráculo de Yahveh — y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus falsedades y su presunción, cuando yo ni les he enviado ni dado órdenes, y ellos de ningún provecho han sido para este pueblo — oráculo de Yahveh —. [33] Y cuando te pregunte este pueblo — o un profeta o un sacerdote —. «¿Cuál es la carga de Yahveh?» les dirás: «Vosotros sois la carga, y voy a dejaros en el suelo — oráculo de Yahveh —.» [34] Y el profeta, el sacerdote o cualquiera que dijere: «Una carga de Yahveh», yo me las entenderé con él y con su casa. [35] Así os diréis cada uno a su prójimo, y cada uno a su hermano: «¿Qué ha respondido Yahveh?, ¿qué ha dicho Yahveh?» [36] Pero de eso de la «carga de Yahveh» no os acordaréis más, porque tal carga sería para cada uno su propia palabra. Porque trastornáis las palabras del Dios vivo, Yahveh Sebaot nuestro Dios.

[37] Así diréis al profeta: «¿Qué te ha respondido Yahveh?, ¿qué ha dicho Yahveh?» [38] Pero como habléis de «carga de Yahveh», entonces así dice Yahveh: «Por haber dicho eso de carga de Yahveh por más que os avisé que no dijerais carga de Yahveh, [39] por lo mismo, he aquí que yo os levanto en alto y os dejo caer a vosotros y a la ciudad que os di a vosotros y a vuestros padres. [40] Y os pondré encima oprobio eterno y baldón eterno que no será olvidado.»

Capítulo 24

[1] Hízome ver Yahveh, y he aquí que había un par de cestos de higos presentados delante del Templo de Yahveh — esto era después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, hubo deportado de Jerusalén al rey de Judá, Jeconías, hijo de Yoyaquim, a los principales de Judá y a los herreros y cerrajeros de Jerusalén, y los llevó a Babilonia —. [2] Un cesto era de higos muy buenos, como los primerizos, y el otro de higos malos, tan malos que no se podían comer. [3] Y me dijo Yahveh: «¿Qué estás viendo Jeremías?» Dije: «Higos. Los higos buenos son muy buenos; y los higos malos, muy malos, que no se dejan comer de puro malos.» [4] Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: [5] Así habla Yahveh, Dios de Israel: Como por estos higos buenos, así me interesaré en favor de los desterrados de Judá que yo eché de este lugar al país de los caldeos. [6] Pondré la vista en ellos para su bien, los devolveré a este país, los reconstruiré para no derrocarlos y los plantaré para no arrancarlos.

[7] Les daré corazón para conocerme, pues yo soy Yahveh, y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a mí con todo su corazón. [8] Pero igual que a los higos malos, que no se pueden comer de malos — sí, así dice Yahveh —, así haré al rey Sedecías, a sus principales y al resto de Jerusalén: a los que quedaren en este país, y a los que están en el país de Egipto. [9] Haré de ellos el espantajo, una calamidad, de todos los reinos de la tierra; el oprobio y el ejemplo, la burla y la maldición por dondequiera que los empuje, [10] daré suelta entre ellos a la espada, al hambre y a la peste, hasta que sean acabados de sobre el solar que di a ellos y a sus padres.

Capítulo 25

[1] Palabra que fue dirigida a Jeremías tocante a todo el pueblo de Judá el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, — o sea el año primero de Nabucodonosor, rey de Babilonia —, [2] la cual pronunció e profeta Jeremías a todo el pueblo de Judá y a toda la población de Jerusalén, en estos términos: [3] Desde el año trece de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, hasta este día, veintitrés años hace que me es dirigida la palabra de Yahveh, y os la he comunicado puntualmente (pero no habéis oído. [4] También os envió Yahveh puntualmente a todos sus siervos los profetas, y tampoco oísteis ni aplicasteis el oído), [5] diciendo: Ea, volveos cada cual de su mal camino y de sus malas acciones, y volveréis al solar que os dio Yahveh a vosotros y a vuestros padres, desde siempre hasta siempre. [6] (No vayáis en pos de otros dioses para servirles y adorarles, no me provoquéis con las hechuras de vuestras manos, y no os haré mal.) [7] Pero no me habéis oído (— oráculo de Yahveh — de suerte que con las hechuras de vuestras manos me provocasteis, para vuestro mal).

[8] Por eso, así dice Yahveh Sebaot: Puesto que no habéis oído mis palabras, [9] he aquí que yo mando a buscar a todos los linajes del norte (— oráculo de Yahveh — y a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia), y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores (y contra todas estas gentes de alrededor); los anatematizaré y los pondré por pasmo, rechifla y ruinas eternos, [10] y haré desaparecer de ellos voz de gozo y voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia, el ruido de la muela y la luz de la candela. [11] Será reducida toda esta tierra a pura desolación, y servirán estas gentes al rey de Babilonia setenta años. [12] (Luego, en cumpliéndose los setenta años, visitaré al rey de Babilonia y a dicha gente por su delito — oráculo de Yahveh — y a la tierra de los caldeos trocándola en ruinas eternas). [13] Y atraeré sobre aquella tierra todas las palabras que he hablado respecto a ella, todo lo que está escrito en este libro. Lo que profetizó Jeremías tocante a la generalidad de las naciones.

[14] (Pues también a ellos los reducirán a servidumbre muchas naciones y reyes grandes, y les pagaré según sus obras y según la hechura de sus manos.) [15] Así me ha dicho Yahveh Dios de Israel: Toma esta copa de vino de furia, y hazla beber a todas las naciones a las que yo te envíe; [16] beberán, y trompicarán, y se enloquecerán ante la espada que voy a soltar entre ellas. [17] Tomé la copa de mano de Yahveh, e hice beber a todas las naciones a las que me había enviado Yahveh: [18] (a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus principales, para trocarlo todo en desolación, pasmo, rechifla y maldición, como hoy está sucediendo); [19] a Faraón, rey de Egipto, a sus siervos, a sus principales y a todo su pueblo, [20] a todos los mestizos (a todos los reyes de Us); a todos los reyes de Filistea: a Ascalón, Gaza, Ecrón y al residuo de Asdod; [21] a Edom, Moab, y los ammonitas, [22] a (todos) los reyes de Tiro, a (todos) los reyes de Sidón y a los reyes de las islas de allende el mar; [23] a Dedán, Temá, Buz; a todos los que se afeitan las sienes, [24] a todos los reyes de Arabia y a todos los reyes de los mestizos habitantes del desierto; [25] (a todos los reyes de Zimrí) a todos los reyes de Elam y a todos los reyes de Media, [26] a todos los reyes del norte, los próximos y los remotos, cada uno con su hermano, y a todos los reinos que hay sobre la haz de la tierra. (Y el rey de Sesak beberá después de ellos.) [27] Y les dirás: Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Bebed, emborrachaos, vomitad, caed y no os levantéis delante de la espada que yo voy a soltar entre vosotros.

[28] Y si rehúsan tomar la copa de tu mano para beber, les dices: Así dice Yahveh Sebaot: Tenéis que beber sin falta, [29] porque precisamente por la ciudad que lleva mi Nombre empiezo a castigar; ¿y vosotros, quedaréis impunes?: ¡no, no quedaréis!, porque a la espada llamo yo contra todos los habitantes de la tierra — oráculo de Yahveh Sebaot —. [30] Tú, pues, les profetizas todas estas palabras y les dices: Yahveh desde lo alto ruge, y desde su santa Morada da su voz. Ruge contra su aprisco: grita como los lagareros. A todos los habitantes de la tierra [31] llega el eco, hasta el fin de la tierra. Porque pleitea Yahveh con las naciones y vence en juicio a toda criatura. A los malos los entrega a la espada — oráculo de Yahveh —. [32] Así dice Yahveh Sebaot: Mirad que una desgracia se propaga de nación a nación, y una gran tormenta surge del fin del mundo.

[33] Habrá víctimas de Yahveh en aquel día de cabo a cabo de la tierra; no serán plañidos ni recogidos ni sepultados más: se volverán estiércol sobre la haz de la tierra.

[34] Ululad, pastores, y clamad; revolcaos, mayorales, porque se han cumplido vuestros días para la matanza, y caeréis como objetos escogidos. [35] No habrá evasión para los pastores ni escapatoria para los mayorales. [36] Se oye el grito de los pastores, el ulular de los mayorales, porque devasta Yahveh su pastizal, [37] y son aniquiladas las estancias más seguras por la ardiente cólera de Yahveh. [38] Ha dejado el león su cubil, y se ha convertido su tierra en desolación ante la cólera irresistible, ante la ardiente cólera.

Capítulo 26

[1] Al principio del reinado de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, fue dirigida a Jeremías esta palabra de Yahveh: [2] Así dice Yahveh: Párate en el patio de la Casa de Yahveh y habla a todas las ciudades de Judá, que vienen a adorar en la Casa de Yahveh, todas las palabras que yo te he mandado hablarles, sin omitir ninguna. [3] Puede que oigan y se torne cada cual de su mal camino, y yo me arrepentiría del mal que estoy pensando hacerles por la maldad de sus obras. [4] Les dirás, pues: «Así dice Yahveh: Si no me oís para andar según mi Ley que os propuse, [5] oyendo las palabras de mis siervos los profetas que yo os envío asiduamente (pero no habéis hecho caso), [6] entonces haré con esta Casa como con Silo, y esta ciudad entregaré a la maldición de todas las gentes de la tierra.» [7] Oyeron los sacerdotes y profetas y todo el pueblo a Jeremías decir estas palabras en la Casa de Yahveh, [8] y luego que hubo acabado Jeremías de hablar todo lo que le había ordenado Yahveh que hablase a todo el pueblo, le prendieron los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo diciendo: «¡Vas a morir! [9] ¿Por qué has profetizado en nombre de Yahveh, diciendo: "Como Silo quedará esta Casa, y esta ciudad será arrasada, sin quedar habitante"?» Y se juntó todo el pueblo en torno a Jeremías en la Casa de Yahveh.

[10] Oyeron esto los jefes de Judá, y subieron de la casa del rey a la Casa de Yahveh, y se sentaron a la entrada de la Puerta Nueva de la Casa de Yahveh. [11] Y los sacerdotes y profetas, dirigiéndose a los jefes y a todo el pueblo, dijeron: «¡Sentencia de muerte para este hombre, por haber profetizado contra esta ciudad, como habéis oído con vuestros propios oídos!» [12] Dijo Jeremías a todos los jefes y al pueblo todo: «Yahveh me ha enviado a profetizar sobre esta Casa y esta ciudad todo lo que habéis oído. [13] Ahora bien, mejorad vuestros caminos y vuestras obras y oíd la voz de Yahveh vuestro Dios, y se arrepentirá Yahveh del mal que ha pronunciado contra vosotros. [14] En cuanto a mí, aquí me tenéis en vuestras manos: haced conmigo como mejor y más acertado os parezca. [15] Empero, sabed de fijo que si me matáis vosotros a mí, sangre inocente cargaréis sobre vosotros y sobre esta ciudad y sus moradores, porque en verdad Yahveh me ha enviado a vosotros para pronunciar en vuestros oídos todas estas palabras.» [16] Dijeron los jefes y todo el pueblo a los sacerdotes y profetas: «No merece este hombre sentencia de muerte, porque en nombre de Yahveh nuestro Dios nos ha hablado.» [17] Y se levantaron algunos de los más viejos del país y dijeron a toda la asamblea del pueblo: [18] «Miqueas de Moréset profetizaba en tiempos de Ezequías, rey de Judá, y dijo a todo el pueblo de Judá: Así dice Yahveh Sebaot: Sión será un campo que se ara, Jerusalén se hará un montón de ruinas, y el monte de la Casa un otero salvaje. [19] ¿Por ventura le mataron Ezequías, rey de Judá, y todo Judá?, ¿no temió a Yahveh y suplicó a la faz de Yahveh, y se arrepintió Yahveh del daño con que les había amenazado? Mientras que nosotros estamos haciéndonos mucho daño a nosotros mismos.» [20] Pero también hubo otro que decía profetizar en nombre de Yahveh — Urías hijo de Semaías de Quiryat Yearim — el cual profetizó contra esta ciudad y contra esta tierra enteramente lo mismo que Jeremías, [21] y oyó el rey Yoyaquim y todos sus grandes señores y jefes sus palabras, y el rey buscaba matarle. Enteróse Urías, tuvo miedo, huyó y entró en Egipto.

[22] Pero envió el rey Yoyaquim a Elnatán, hijo de Akbor, y otros con él a Egipto, [23] y sacaron a Urías de Egipto y lo trajeron al rey Yoyaquim, quien lo acuchilló y echó su cadáver a la fosa común. [24] Gracias a que Ajicam, hijo de Safán, defendió a Jeremías, impidiendo entregarlo en manos del pueblo para matarle.

Capítulo 27

[1] (Al principio del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, fue dirigida esta palabra a Jeremías de parte de Yahveh:) [2] Así me ha dicho Yahveh: «Hazte unas coyundas y un yugo, póntelo sobre la cerviz, [3] y envíalos al rey de Edom, al rey de Moab y al rey de los ammonitas, al rey de Tiro y al rey de Sidón por medio de los embajadores que vienen a Jerusalén a ver a Sedecías, rey de Judá, [4] y dales estas instrucciones para sus señores: «Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Así diréis a vuestros señores: [5] Yo hice la tierra, el hombre y las bestias que hay sobre la haz de la tierra, con mi gran poder y mi tenso brazo, y lo di a quien me plugo. [6] Ahora yo he puesto todos estos países en manos de mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y también los animales del campo le he dado para servirle [7] (y todas las naciones le servirán a él, a su hijo y al hijo de su hijo, hasta que llegue también el turno a su propio país — y le reducirán a servidumbre muchas naciones y reyes grandes —).

[8] Así que las naciones y reinos que no sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que no sometan su cerviz al yugo del rey de Babilonia, con la espada, con el hambre y con la peste los visitaré — oráculo de Yahveh — hasta acabarlos por medio de él. [9] Vosotros, pues, no oigáis a vuestros profetas, adivinos, soñadores, augures ni hechiceros que os hablan diciendo: "No serviréis al rey de Babilonia", [10] porque cosa falsa os profetizan para alejaros de sobre vuestro suelo, de suerte que yo os arroje y perezcáis. [11] Pero la nación que someta su cerviz al yugo de Babilonia y le sirva, yo la dejaré tranquila en su suelo — oráculo de Yahveh — y lo labrará y morará en él.» [12] A Sedecías, rey de Judá, le hablé en estos mismos términos, diciendo: «Someted vuestras cervices al yugo del rey de Babilonia, servidle a él y a su pueblo, y quedaréis con vida. [13] (¿A qué morir tú y tu pueblo por la espada, el hambre y la peste, como ha amenazado Yahveh a aquella nación que no sirva al rey de Babilonia?) [14] ¡No oigáis, pues, las palabras de los profetas que os dicen: "No serviréis al rey de Babilonia", porque cosa falsa os profetizan, [15] pues yo no les he enviado — oráculo de Yahveh — y ellos andan profetizando en mi Nombre falsamente; no sea que yo os arroje, y perezcáis vosotros y los profetas que os profetizan.» [16] Y a los sacerdotes y a todo este pueblo les hablé diciendo: «Así dice Yahveh: No oigáis las palabras de vuestros profetas que os profetizan diciendo: "He aquí que el ajuar de la Casa de Yahveh va a ser devuelto de Babilonia en seguida", porque cosa falsa os profetizan.

[17] (No les hagáis caso. Servid al rey de Babilonia y quedaréis con vida. ¿Para qué ha de quedar esta ciudad arrasada?) [18] Y si ellos son profetas y la palabra de Yahveh les acompaña, que conjuren, ea, a Yahveh Sebaot para que los objetos que quedaron en la Casa de Yahveh, en la casa del rey de Judá y en Jerusalén no vayan a Babilonia. [19] Porque así dice Yahveh Sebaot de las columnas, del Mar, de las basas y de los demás objetos que quedaron en esta ciudad, [20] de los cuales no se apoderó Nabucodonosor, rey de Babilonia, al deportar a Jeconías, hijo de Yoyaquim, rey de Judá, de Jerusalén a Babilonia (así como a todos los nobles de Judá y Jerusalén). [21] Sí, porque así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel, respecto a los objetos que quedaron en la Casa de Yahveh, en la casa del rey de Judá y en Jerusalén: [22] A Babilonia serán llevados (y allí estarán hasta el día que yo los visite) — oráculo de Yahveh — (y entonces los subiré y devolveré a este lugar).»

Capítulo 28

[1] Aconteció en aquel mismo año — al principio del reinado de Sedecías, rey de Judá, en el año cuarto, en el mes quinto — que se dirigió a mí el profeta Jananías, hijo de Azzur, que era de Gabaón, en la Casa de Yahveh, a vista de los sacerdotes y de todo el pueblo diciendo: [2] «Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He quebrado el yugo del rey de Babilonia. [3] Dentro de dos años completos yo hago devolver a este lugar todos los objetos de la Casa de Yahveh que el rey de Babilonia, Nabucodonosor, tomó de este lugar y llevó a Babilonia; [4] y a Jeconías, hijo de Yoyaquim, rey de Judá, y a todos los deportados de Judá que han ido a Babilonia, yo les hago volver a este lugar — oráculo de Yahveh — en cuanto rompa el yugo del rey de Babilonia.» [5] Dijo el profeta Jeremías al profeta Jananías, a vista de los sacerdotes y de todo el pueblo, que estaban parados en la Casa de Yahveh; [6] dijo, pues, el profeta Jeremías: «¡Amén! Así haga Yahveh. Confirme Yahveh las palabras que has profetizado, devolviendo de Babilonia a este lugar los objetos de la Casa de Yahveh, y a todos los deportados.

[7] Pero, oye ahora esta palabra que pronunció a oídos tuyos y de todo el pueblo: [8] Profetas hubo antes de mí y de ti desde siempre, que profetizaron a muchos países y a grandes reinos la guerra, el mal y la peste. [9] Si un profeta profetiza la paz, cuando se cumpla la palabra del profeta, se reconocerá que le había enviado Yahveh de verdad.» [10] Entonces tomó el profeta Jananías el yugo de sobre la cerviz del profeta Jeremías y lo rompió; [11] y habló Jananías delante de todo el pueblo: «Así dice Yahveh: Así romperé el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, dentro de dos años completos, de sobre la cerviz de todas las naciones.» Y se fue el profeta Jeremías por su camino. [12] Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías en estos términos, después que el profeta Jananías hubo roto el yugo de sobre la cerviz del profeta Jeremías: [13] «Ve y dices a Jananías: Así dice Yahveh: Yugo de palo has roto, pero tú lo reemplazarás por yugo de hierro.

[14] Porque así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Yugo de hierro he puesto sobre la cerviz de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y le servirán (y también los animales del campo le he dado...).» [15] Dijo también el profeta Jeremías al profeta Jananías: «Oye, Jananías: No te envió Yahveh, y tú has hecho confiar a este pueblo en cosa falsa. [16] Por eso, así dice Yahveh: He aquí que yo te arrojo de sobre la haz del suelo. Este año morirás (porque rebelión has predicado contra Yahveh).» [17] Y murió el profeta Jananías aquel mismo año, en el mes séptimo.

Capítulo 29

[1] Este es el tenor de la carta que envió el profeta Jeremías desde Jerusalén al resto de los ancianos de la deportación, a los sacerdotes, profetas y pueblo en general, que había deportado Nabucodonosor desde Jerusalén a Babilonia [2] — después de salir de Jerusalén el rey Jeconías y la Gran Dama, los eunucos, los jefes de Judá y Jerusalén, los herreros y cerrajeros —, [3] por mediación de Elasá, hijo de Safán, y de Guemarías, hijo de Jilquías, a quienes Sedecías, rey de Judá, envió a Babilonia, donde Nabucodonosor, rey de Babilonia: [4] «Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel, a toda la deportación que deporté de Jerusalén a Babilonia: [5] Edificad casas y habitadlas; plantad huertos y comed su fruto; [6] tomad mujeres y engendrad hijos e hijas; casad a vuestros hijos y dad vuestras hijas a maridos para que den a luz hijos e hijas, y medrad allí y no mengüéis; [7] procurad el bien de la ciudad a donde os he deportado y orad por ella a Yahveh, porque su bien será el vuestro.

[8] Así dice Yahveh Sebaot, el dios de Israel: No os embauquen los profetas que hay entre vosotros ni vuestros adivinos, y no hagáis caso de vuestros soñadores que sueñan por cuenta propia, [9] porque falsamente os profetizan en mi Nombre. Yo no los he enviado — oráculo de Yahveh —. [10] «Pues así dice Yahveh: Al filo de cumplírsele a Babilonia setenta años, yo os visitaré y confirmaré sobre vosotros mi favorable promesa de volveros a este lugar; [11] que bien me sé los pensamientos que pienso sobre vosotros — oráculo de Yahveh — pensamientos de paz, y no de desgracia, de daros un porvenir de esperanza. [12] Me invocaréis y vendréis a rogarme, y yo os escucharé. [13] Me buscaréis y me encontraréis cuando me solicitéis de todo corazón; [14] me dejaré encontrar de vosotros (— oráculo de Yahveh —; devolveré vuestros cautivos, os recogeré de todas las naciones y lugares a donde os arrojé — oráculo de Yahveh — y os haré tornar al sitio de donde os hice que fueseis desterrados).

[15] «En cuanto a eso que decís: "Nos ha suscitado Yahveh profetas en Babilonia", [16] así dice Yahveh del rey que se sienta sobre el solio de David y de todo el pueblo que se asienta en esta ciudad, los hermanos vuestros que no salieron con vosotros al destierro; [17] así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo suelto contra ellos la espada, el hambre y la peste, y los pondré como aquellos higos reventados,, tan malos que no se podían comer. [18] Los perseguiré con la espada, el hambre y la peste, y los convertiré en espantajo para todos los reinos de la tierra: maldición, pasmo, rechifla y oprobio entre todas las naciones a donde los arroje, [19] por cuanto que no oyeron las palabras — oráculo de Yahveh — que les envié por mis siervos los profetas asiduamente; pero no oísteis — oráculo de Yahveh —. [20] Vosotros, pues, oíd la palabra de Yahveh, todos los deportados que envié de Jerusalén a Babilonia.

[21] «Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel, sobre Ajab, hijo de Colaías, y sobre Sedecías, hijo de Maasías, que os profetizan falsamente en mi Nombre: He aquí que yo los pongo en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia; él los herirá ante vuestros ojos, [22] y de ellos tomarán esta maldición todos los deportados de Judá que se encuentran en Babilonia: "Vuélvate Yahveh como a Sedecías y como a Ajab, a quienes asó al fuego el rey de Babilonia", [23] porque obraron con fatuidad en Jerusalén, cometieron adulterio con las mujeres de sus prójimos y fingieron pronunciar en mi Nombre palabras que yo no les mandé. Yo soy sabedor y testigo — oráculo de Yahveh —.» [24] Semaías el najlamita despachó en su propio nombre cartas (a todo el pueblo que hay en Jerusalén) a Sofonías, hijo del sacerdote Maasías (y a todos los sacerdotes), diciendo: [26] «Yahveh te ha puesto por sacerdote en vez del sacerdote Yehoyadá como inspector en la Casa de Yahveh de todos los locos y seudoprofetas: tú debes meterlos en los cepos y en el calabozo. [27] Pues entonces, ¿por qué no has sancionado a Jeremías de Anatot que se os hace pasar por profeta? [28] Porque, en efecto, nos ha enviado a Babilonia un mensaje diciendo: "Es para largo. Edificad casas y habitadlas; plantad huertos y comed su fruto"» [29] El sacerdote Sofonías leyó esta carta a oídos del profeta Jeremías.

[30] Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías en estos términos: [31] «Envía este mensaje a todos los deportados: Así dice Yahveh respecto a Semaías el najlamita, por haberos profetizado sin haberle yo enviado, inspirándoos una falsa seguridad. [32] Sí, por cierto, así dice Yahveh: He aquí que yo voy a visitar a Semaías el najlamita y a su descendencia. No habrá en ella ninguno que se siente en medio de este pueblo ni que vea el bien que yo haga a mi pueblo — oráculo de Yahveh — porque predicó la desobediencia a Yahveh.»

Capítulo 30

[1] Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh: [2] Así dice Yahveh el Dios de Israel: Escríbete todas las palabras que te he hablado en un libro. [3] Pues he aquí que vienen días — oráculo de Yahveh — en que haré tornar a los cautivos de mi pueblo Israel (y de Judá) — dice Yahveh — y les haré volver a la tierra que di a sus padres en posesión. [4] Estas son las palabras que dirigió Yahveh a Israel (y a Judá). [5] Así dice Yahveh: Voces estremecedoras oímos: ¡Pánico, y no paz! [6] Id a preguntar, y ved si pare el macho. Entonces ¿por qué he visto a todo varón con las manos en las caderas, como la que da a luz, y todas las caras se han vuelto amarillas? [7] ¡Ay! porque grande es aquel día, sin semejante, y tiempo de angustia es para Jacob; pero de ella quedará salvo. [8] (Acontecerá aquel día — oráculo de Yahveh Sebaot — que romperé el yugo de sobre tu cerviz y tus coyundas arrancaré, y no te servirán más los extranjeros, [9] sino que Israel y Judá servirán a Yahveh su Dios y a David su rey, que yo les suscitaré.) [10] Pero tú no temas, siervo mío Jacob — oráculo de Yahveh — ni desmayes, Israel, pues mira que yo acudo a salvarte desde lejos y tu linaje del país de su cautiverio; volverá Jacob, se sosegará y estará tranquilo, y no habrá quien le inquiete,

[11] pues contigo estoy yo — oráculo de Yahveh — para salvarte: pues acabaré con todas las naciones entre las cuales te dispersé. pero contigo no acabaré; aunque sí te corregiré como conviene, ya que impune no te dejaré.

[12] Porque así dice Yahveh: Irremediable es tu quebranto, incurable tu herida. [13] Estás desahuciado; para una herida hay cura, para ti no hay remedio. [14] Todos tus amantes te olvidaron, por tu salud no preguntaron. Porque con herida de enemigo te herí, castigo de hombre cruel, (por tu gran culpa, porque son enormes tus pecados). [15] ¿Por qué te quejas de tu quebranto? Irremediable es tu sufrimiento; por tu gran culpa, por ser enormes tus pecados te he hecho esto. [16] No obstante todos los que te devoran serán devorados, y todos tus opresores, todos ellos, irán al cautiverio; serán tus despojadores despojados, y a todos tus saqueadores los entregaré al saqueo. [17] Sí; haré que tengas alivio, de tus llagas te curaré — oráculo de Yahveh —. Porque «La Repudiada» te llamaron. «Sión de la que nadie se preocupa». [18] Así dice Yahveh: He aquí que yo hago volver a los cautivos de las tiendas de Jacob y de sus mansiones me apiadaré; será reedificada la ciudad sobre su montículo de ruinas y el alcázar tal como era será restablecido. [19] Y saldrá de entre ellos loor y voz de gente alegre; los multiplicaré y no serán pocos, los honraré y no serán menguados,

[20] sino que serán sus hijos como antes, su comunidad ante mí estará en pie, y yo visitaré a todos sus opresores. [21] Será su soberano uno de ellos, su jefe de entre ellos saldrá, y le haré acercarse y él llegará hasta mí, porque ¿quién es el que se jugaría la vida por llegarse hasta mí? — oráculo de Yahveh —. [22] Y vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios. [23] Mirad que una tormenta de Yahveh ha estallado, un torbellino remolinea: sobre la cabeza de los malos descarga. [24] No ha de apaciguarse el ardor de la ira de Yahveh hasta que la ejecute, y realice los designios de su corazón. En días futuros os percataréis de ello.

Capítulo 31

[1] En aquel tiempo — oráculo de Yahveh — seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellos serán mi pueblo. [2] Así dice Yahveh: Halló gracia en el desierto el pueblo que se libró de la espada: va a su descanso Israel. [3] De lejos Yahveh se me apareció. Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti. [4] Volveré a edificarte y serás reedificada, virgen de Israel; aún volverás a tener el adorno de tus adufes, y saldrás a bailar entre gentes festivas. [5] Aún volverás a plantar viñas en los montes de Samaría: (plantarán los plantadores, y disfrutarán). [6] Pues habrá un día en que griten los centinelas en la montaña de Efraím: «¡Levantaos y subamos a Sión, adonde Yahveh, el Dios nuestro!» [7] Pues así dice Yahveh: Dad hurras por Jacob con alegría, y gritos por la capital de las naciones; hacedlo oír, alabad y decid: «¡Ha salvado Yahveh a su pueblo, al Resto de Israel!» [8] Mirad que yo los traigo del país del norte, y los recojo de los confines de la tierra. Entre ellos, el ciego y el cojo, la preñada y la parida a una. Gran asamblea vuelve acá. [9] Con lloro vienen y con súplicas los devuelvo, los llevo a arroyos de agua por camino llano, en que no tropiecen. Porque yo soy para Israel un padre, y Efraím es mi primogénito.

[10] Oíd la palabra de Yahveh, naciones, y anunciad por las islas a lo lejos, y decid: «El que dispersó a Israel le reunirá y le guardará cual un pastor su hato.» [11] Porque ha rescatado Yahveh a Jacob, y le ha redimido de la mano de otro más fuerte. [12] Vendrán y darán hurras en la cima de Sión y acudirán al regalo de Yahveh: al grano, al mosto, y al aceite virgen, a las crías de ovejas y de vacas, y será su alma como huerto empapado, no volverán a estar ya macilentos. [13] Entonces se alegrará la doncella en el baile, los mozos y los viejos juntos, y cambiaré su duelo en recocijo, y les consolaré y alegraré de su tristeza; [14] empaparé el alma de los sacerdotes de grasa, y mi pueblo de mi regalo se hartará — oráculo de Yahveh —. [15] Así dice Yahveh: En Ramá se escuchan ayes, lloro amarguísimo. Raquel que llora por sus hijos, que rehúsa consolarse — por sus hijos — porque no existen. [16] Así dice Yahveh: Reprime tu voz del lloro y tus ojos del llanto, porque hay paga para tu trabajo — oráculo de Yahveh —: volverán de tierra hostil, [17] y hay esperanza para tu futuro — oráculo de Yahveh —: volverán los hijos a su territorio. [18] Bien he oído a Efraím lamentarse: «Me corregiste y corregido fui, cual becerro no domado. Hazme volver y volveré, pues tú, Yahveh, eres mi Dios. [19] Porque luego de desviarme, me arrepiento, y luego de darme cuenta, me golpeo el pecho, me avergüenzo y me confundo luego, porque aguanto el oprobio de mi mocedad.» [20] ¿Es un hijo tan caro para mí Efraím, o niño tan mimado, que tras haberme dado tanto que hablar, tenga que recordarlo todavía? Pues, en efecto, se han conmovido mis entrañas por él; ternura hacia él no ha de faltarme — oráculo de Yahveh —.

[21] Plántate hitos, ponte jalones de ruta, presta atención a la calzada al camino que anduviste. Vuelve, virgen de Israel, vuelve a estas ciudades. [22] ¿Hasta cuándo darás rodeos, oh díscola muchacha? Pues ha creado Yahveh una novedad en la tierra: la Mujer ronda al Varón. [23] Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Todavía dirán este refrán en tierra de Judá y en sus ciudades, cuando yo haga volver a sus cautivos: «¡Bendígate Yahveh, oh estancia justa, oh monte santo!» [24] Y morarán allí Judá y todas sus ciudades juntamente, los labradores y los que trashuman con el rebaño, [25] porque yo empaparé el alma agotada y toda alma macilenta colmaré. [26] En esto, me desperté y vi que mi sueño era sabroso para mí.

[27] He aquí que días vienen — oráculo de Yahveh — en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombres y ganados. [28] Entonces, del mismo modo que anduve presto contra ellos para extirpar, destruir, arruinar, perder y dañar, así andaré respecto a ellos para reconstruir y replantar — oráculo de Yahveh —. [29] En aquellos días no dirán más: «Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren de dentera»; [30] sino que cada uno por su culpa morirá: quienquiera que coma el agraz tendrá la dentera. [31] He aquí que días vienen — oráculo de Yahveh — en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; [32] no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos — oráculo de Yahveh —.

[33] Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días — oráculo de Yahveh —: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. [34] Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahveh», pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande — — oráculo de Yahveh — cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme. [35] Así dice Yahveh, el que da el sol para alumbrar el día, y gobierna la luna y las estrellas para alumbrar la noche, el que agita el mar y hace bramar sus olas, cuyo nombre es Yahveh Sebaot. [36] Si fallaren estas normas en mi presencia — oráculo de Yahveh — también la prole de Israel dejaría de ser una nación en mi presencia a perpetuidad. [37] Así dice Yahveh: Si fueren medidos los cielos por arriba, y sondeadas las bases de la tierra por abajo, entonces también yo renegaría de todo el linaje de Israel por todo cuanto hicieron — oráculo de Yahveh —. [38] He aquí que vienen días — oráculo de Yahveh — en que será reconstruida la ciudad de Yahveh desde la torre de Jananel hasta la Puerta del Angulo; [39] y volverá a salir la cuerda de medir toda derecha hasta la cuesta de Gareb, y torcerá hasta Goá, [40] y toda la hondonada de los Cuerpos Muertos y de la Ceniza, y todo el Campo del Muerto hasta el torrente Cedrón, hasta la esquina de la Puerta de los Caballos hacia oriente será sagrado de Yahveh: no volverá a ser destruido ni dado al anatema nunca jamás.

Capítulo 32

[1] Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh el año diez de Sedecías, rey de Judá — o sea, el año dieciocho de Nabucodonosor: [2] A la sazón las fuerzas del rey de Babilonia sitiaban a Jerusalén, mientras el profeta Jeremías estaba detenido en el patio de la guardia de la casa del rey de Judá, [3] donde le tenía detenido Sedecías, rey de Judá, bajo esta acusación: «¿Por qué has profetizado: Así dice Yahveh: He aquí que yo entrego esta ciudad en manos del rey de Babilonia, que la tomará, [4] y el rey de Judá, Sedecías, no escapará de manos de los caldeos, sino que será entregado sin remisión en manos del rey de Babilonia, con quien hablará boca a boca, y sus ojos se encontrarán con sus ojos, [5] y a Babilonia llevará a Sedecías, y allí estará (hasta que yo le visite — oráculo de Yahveh. ¡Aunque luchéis con los caldeos, no triunfaréis!)» [6] Dijo Jeremías: He recibido una palabra de Yahveh que dice así: [7] «He aquí que Janamel, hijo de tu tío Sallum, va a dirigirse a ti diciendo: "Ea, cómprame el campo de Anatot, porque a ti te toca el derecho de rescate para comprarlo."» [8] Vino, pues, a mí Janamel, hijo de mi tío, conforme al dicho de Yahveh, al patio de la guardia, y me dijo: «Ea, cómprame el campo de Anatot — que cae en territorio de Benjamín — porque tuyo es el derecho de adquisición y a ti te toca el rescate. Cómpratelo.» Yo reconocí en aquello la palabra de Yahveh, [9] y compré a Janamel, hijo de mi tío, el campo que está en Anatot. Le pesé la plata: diecisiete siclos de plata.

[10] Lo apunté en mi escritura, sellé, aduje testigos y pesé la plata en la balanza. [11] Luego tomé la escritura de la compra, el documento sellado según ley y la copia abierta, [12] y pasé la escritura de la compra a Baruc, hijo de Neriyías, hijo de Majseías, a vista de mi primo Janamel y de los testigos firmantes en la escritura de la compra, y a vista de todos los judíos presentes en el patio de la guardia, [13] y a vista de todos ellos di a Baruc este encargo: [14] Así dice Yahveh Sebaot el Dios de Israel: Toma estas escrituras: la escritura de compra, el documento sellado y la copia abierta, y las pones en un cántaro de arcilla para que duren mucho tiempo. [15] Porque así dice Yahveh Sebaot el Dios de Israel: «Todavía se comprarán casas y campos y viñas en esta tierra.» [16] Después de haber entregado la escritura de propiedad a Baruc, hijo de Neriyías, oré a Yahveh diciendo: [17] «¡Ay, Señor Yahveh! He aquí que tú hiciste los cielos y la tierra con tu gran poder y tenso brazo: nada es extraordinario para ti, [18] el que hace merced a millares, que se cobra la culpa de los padres a costa de los hijos que les suceden, el Dios grande, el Fuerte, cuyo nombre es Yahveh Sebaot, [19] grande en designios y rico en recursos, que tiene los ojos fijos en la conducta de los humanos, para dar a cada uno según su conducta y el fruto de sus obras; [20] tú que has obrado señales y portentos en Egipto, hasta hoy, y en Israel y en la humanidad entera, y te has hecho un nombre, como hoy se ve; [21] y sacaste a tu pueblo Israel de Egipto con señales y prodigios y con mano fuerte y tenso brazo y con gran aparato, [22] y les diste esta tierra que habías jurado darla a sus padres: tierra que mana leche y miel.

[23] Entraron en ella y la poseyeron, pero no hicieron caso de tu voz, ni conforme a tus leyes anduvieron: nada de lo que les mandaste hacer hicieron, y les conminaste con esta calamidad. [24] He aquí que los terraplenes llegan a la ciudad para tomarla y la ciudad está ya a merced de los caldeos que la atacan, por causa de la espada y del hambre y de la peste; lo que habías dicho, ha sido, y tú mismo lo estás viendo. [25] ¡Precisamente tú me has dicho, oh Señor Yahveh: "Cómprate el campo y aduce testigos" cuando la ciudad está entregada a manos de los caldeos!» [26] Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh como sigue: [27] Mira que yo soy Yahveh, el Dios de toda carne. ¿Habrá cosa extraordinaria para mi? [28] Pues así dice Yahveh: He aquí que yo pongo esta ciudad en manos de los caldeos y en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que la tomará, [29] y entrarán los caldeos que atacan a esta ciudad y le prenderán fuego incendiándola junto con las casas en cuyos terrados se incensaba a Baal y se libaban libaciones a otros dioses para provocarme.

[30] Porque los hijos de Israel y los hijos de Judá no han hecho otra cosa sino lo que me disgusta desde sus mocedades (porque los hijos de Israel no han hecho más que provocarme con las obras de sus manos — oráculo de Yahveh —). [31] Porque motivo de mi furor y de mi ira ha sido para mí esta ciudad, desde el día en que la edificaron hasta hoy, que es como para quitármela de delante, [32] por toda la maldad de los hijos de Israel y de los hijos de Judá, que, para provocarme, obraron ellos, sus reyes, sus jefes, sus sacerdotes y profetas, el hombre de Judá y el habitante de Jerusalén, [33] y me volvieron la espalda, que no la cara. Yo les adoctriné asiduamente, mas ellos no quisieron aprender la lección, [34] sino que pusieron sus Monstruos abominables en la Casa que llaman por mi Nombre, profanándola, [35] y fraguaron los altos del Baal que hay en el Valle de Ben Hinnom para hacer pasar por el fuego a sus hijos e hijas en honor del Moloc — lo que no les mandé ni me pasó por las mientes —, obrando semejante abominación con el fin de hacer pecar a Judá.

[36] Ahora, pues, en verdad así dice Yahveh, el Dios de Israel, acerca de esta ciudad que — al decir de vosotros — está ya a merced del rey de Babilonia por la espada, por el hambre y por la peste. [37] He aquí que yo los reúno de todos los países a donde los empujé en mi ira y mi furor y enojo grande, y les haré volver a este lugar, y les haré vivir en seguridad, [38] serán mi pueblo, y yo seré su Dios; [39] y les daré otro corazón y otro camino, de suerte que me teman todos los días para bien de ellos y de sus hijos después de ellos. [40] Les pactaré alianza eterna — que no revocaré después de ellos — de hacerles bien, y pondré mi temor en sus corazones, de modo que no se aparten de junto a mí; [41] me dedicaré a hacerles bien, y los plantaré en esta tierra firmemente, con todo mi corazón y con toda mi alma.

[42] Porque así dice Yahveh: Como he traído sobre este pueblo todo este gran perjuicio, así yo mismo voy a traer sobre ellos todo el beneficio que pronuncio sobre ellos, [43] y se comprarán campos en esta tierra de la que decís vosotros que es una desolación, sin personas ni ganados, y que está a merced de los caldeos; [44] se comprarán campos con dinero, anotándose en escritura, sellándose y llamando testigos, en la tierra de Benjamín y en los contornos de Jerusalén, en las ciudades de Judá, en las de la Montaña, en las de la Tierra Baja y en las del Négueb, pues haré tornar a sus cautivos — oráculo de Yahveh —.

Capítulo 33

[1] De nuevo fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías, que estaba aún detenido en el patio de la guardia, en estos términos: [2] Así dice Yahveh, hacedor de la tierra, que la formó para hacerla subsistir, Yahveh es su nombre: [3] Llámame y te responderé y mostraré cosas grandes, inaccesibles, que desconocías. [4] Porque así dice Yahveh, el Dios de Israel, tocante a las casas de esta ciudad y a las de los reyes de Judá que han sido derruidas. Junto a los terraplenes y a la espada, [5] se traba combate con los caldeos para llenar la ciudad de cadáveres humanos, a los que herí en mi ira y mi furor, y por cuya malicia oculté mi rostro de esta ciudad. [6] He aquí que yo les aporto su alivio y su medicina. Los curaré y les descubriré una corona de paz y seguridad.

[7] Haré tornar a los cautivos de Judá y a los cautivos de Israel y los reedificaré como en el pasado, [8] y los purificaré de toda culpa que cometieron contra mí, y perdonaré todas las culpas que cometieron contra mí, y con que me fueron rebeldes. [9] Jerusalén será para mí un nombre evocador de alegría, será prez y ornato para todas las naciones de la tierra que oyeren todo el bien que voy a hacerle, y se asustarán y estremecerán de tanta bondad y de tanta paz como voy a concederle. [10] Así dice Yahveh: Aún se oirá en este lugar, del que vosotros decís que está abandonado, sin personas ni ganados, en todas las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén desoladas, sin personas ni habitantes ni ganados, [11] voz de gozo y de alegría, la voz del novio y la voz de la novia, la voz de cuantos traigan sacrificios de alabanza a la Casa de Yahveh diciendo: «Alabad a Yahveh Sebaot, porque es bueno Yahveh, porque es eterno su amor», pues haré tomar a los cautivos del país, y volverán a ser como antes — dice Yahveh —. [12] Así dice Yahveh Sebaot: Aún habrá en este lugar abandonado de hombres y ganados y en todas sus ciudades, dehesa de pastores que hagan acostarse a las ovejas: [13] en las ciudades de la Montaña, y en las de la Tierra Baja, en las del Négueb y en la tierra de Benjamín y en los contornos de Jerusalén y en las ciudades de Judá, volverán a pasar ovejas ante la mano del que las cuente — dice Yahveh.

[14] Mirad que días vienen — oráculo de Yahveh — en que confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá. [15] En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo, y practicará el derecho y la justicia en la tierra. [16] En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén vivirá en seguro. Y así se la llamará: «Yahveh, justicia nuestra.» [17] Pues así dice Yahveh: No le faltará a David quien se siente en el trono de la casa de Israel; [18] y a los sacerdotes levíticos no les faltará quien en presencia mía eleve holocaustos y queme incienso de oblación y haga sacrificio cada día. [19] Fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías como sigue: [20] Así dice Yahveh: Si llegareis a romper mi alianza con el día y con la noche, de suerte que no sea de día o de noche a su debido tiempo, [21] entonces también mi alianza romperíais con mi siervo David, de suerte que le falte un hijo que reine sobre su trono y con los levitas sacerdotes, mis servidores.

[22] Así como es incontable el ejército de los cielos, e incalculable la arena de la mar, así multiplicaré el linaje de mi siervo David y de los levitas que me sirven. [23] Fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías como sigue: [24] ¿No has visto qué ha dicho este pueblo?: «Los dos linajes que había elegido Yahveh, los ha rechazado», y a mi pueblo menosprecian, como que ni lo tienen por nación. [25] Pues bien, dice Yahveh: Si no he creado el día y la noche, ni las leyes de los cielos y la tierra he puesto, [26] en ese caso también rechazaré el linaje de Jacob y de mi siervo David, para no escoger más de su linaje a quienes imperen sobre el linaje de Abraham, Isaac y Jacob, cuando yo haga tornar a sus cautivos y les tenga misericordia.

Capítulo 34

[1] Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, mientras Nabucodonosor, rey de Babilonia, y todas sus fuerzas y todos los reinos de la tierra sometidos a su poder y todos los pueblos atacaban a Jerusalén y a todas sus ciudades: [2] Así dice Yahveh el Dios de Israel: Ve y dices a Sedecías, rey de Judá; le dices: Así dice Yahveh: «Mira que yo entrego esta ciudad en manos del rey de Babilonia, y la incendiará. [3] En cuanto a ti, no te escaparás de su mano, sino que sin falta serás capturado, y en sus manos te pondré y tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia, y su boca hablará a tu boca, y a Babilonia irás. [4] Empero, oye una palabra de Yahveh, oh Sedecías, rey de Judá: Así dice Yahveh respecto a ti: No morirás por la espada. [5] En paz morirás. Y como se quemaron perfumes por tus padres, los reyes antepasados que te precedieron, así los quemarán por ti, y con el «¡ay, señor!» te plañirán, porque lo digo yo — oráculo de Yahveh —. [6] Y habló el profeta Jeremías a Sedecías, rey de Judá, todas estas palabras en Jerusalén, [7] mientras las fuerzas del rey de Babilonia atacaban a Jerusalén y a todas las ciudades de Judá que quedaban: a Lakís y Azecá, pues estas dos plazas fuertes habían quedado de todas las ciudades de Judá.

[8] Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, después de llegar el rey Sedecías a un acuerdo con todo el pueblo de Jerusalén, proclamándoles una manumisión, [9] en orden a dejar cada uno a su siervo o esclava hebreos libres dándoles la libertad de suerte que ningún judío fuera siervo de su hermano. [10] Todos los jefes y todo el pueblo que entraba en el acuerdo obedecieron, dejando libres quién a su siervo, quién a su esclava, dándoles la libertad de modo que no hubiese entre ellos más esclavos: obedecieron y les dejaron libres. [11] Pero luego volvieron a apoderarse de los siervos y esclavas que habían manumitido y los redujeron a servidumbre y esclavitud. [12] Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías en estos términos: [13] Así dice Yahveh, el Dios de Israel: yo hice alianza con vuestros padres el día que los saqué de Egipto, de la casa de servidumbre, diciendo: [14] «Al cabo de siete años cada uno de vosotros dejará libre al hermano hebreo que se le hubiera vendido. Te servirá por seis años, y le enviarás libre de junto a ti.» Pero no me hicieron caso vuestros padres ni aplicaron el oído.

[15] Vosotros os habéis convertido hoy y habéis hecho lo que es recto a mis ojos proclamando manumisión general, y llegando a un acuerdo en mi presencia, en la Casa que se llama por mi Nombre; [16] pero os habéis echado atrás y profanado mi Nombre, os habéis apoderado de vuestros respectivos siervos y esclavas a quienes habíais manumitido, reduciéndolos de nuevo a esclavitud. [17] Por tanto, así dice Yahveh: Vosotros no me habéis hecho caso al proclamar manumisión general. He aquí que yo proclamo contra vosotros manumisión de la espada, de la peste y del hambre — oráculo de Yahveh — y os doy por espantajo de todos los reinos de la tierra. [18] Y a los individuos que traspasaron mi acuerdo, aquellos que no han hecho válidos los términos del acuerdo que firmaron en mi presencia, yo los volveré como el becerro que cortaron en dos y por entre cuyos pedazos pasaron: [19] a los jefes de Judá, los jefes de Jerusalén, los eunucos, los sacerdotes y todo el pueblo de la tierra que han pasado por entre los pedazos del becerro, [20] les pondré en manos de sus enemigos y de quienes buscan su muerte y sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra.

[21] Y a Sedecías, rey de Judá, y a sus jefes les pondré en manos de sus enemigos y de quienes buscan su muerte y del ejército del rey de Babilonia que se ha retirado de vosotros. [22] Mirad que yo lo ordeno — oráculo de Yahveh — y les hago volver sobre esta ciudad, y la atacarán, la tomarán y le darán fuego, y las ciudades de Judá las trocaré en desolación sin habitantes.

Capítulo 35

[1] Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, en tiempo de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá. [2] «Ve a la casa de los rekabitas y les hablas. Les llevas a la Casa de Yahveh, a una de las cámaras, y les escancias vino.» [3] Tomé, pues, a Yazanías, hijo de Jeremías, hijo de Jabassinías, y a sus hermanos, a todos sus hijos y a toda la casa de los rekabitas, [4] y les llevé a la Casa de Yahveh, a la cámara de Ben Yojanán, hijo de Yigdalías, hombre de Dios, la cual cámara está al lado de la de los jefes, y encima de la de Maaseías, hijo de Sallum, guarda del umbral, [5] y presentando a los hijos de la casa de los rekabitas unos jarros llenos de vino y tazas, les dije: «¡Bebed vino!» [6] Dijeron ellos: «No bebemos vino, porque nuestro padre Yonadab, hijo de Rekab, nos dio este mandato: "No beberéis vino ni vosotros ni vuestros hijos nunca jamás, [7] ni edificaréis casa, ni sembraréis semilla, ni plantaréis viñedo, ni poseeréis nada, sino que en tiendas pasaréis toda vuestra existencia, para que viváis muchos días sobre la faz del suelo, donde sois forasteros." [8] Nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre Yonadab, hijo de Rekab, en todo cuanto nos mandó, absteniéndonos de beber vino de por vida, nosotros, nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestras hijas, [9] y no edificando casas donde vivir, ni poseyendo viña ni campo de sementera, [10] sino que hemos vivido en tiendas, obedeciendo y obrando en todo conforme a lo que nos mandó nuestro padre Yonadab.

[11] Pero al subir Nabucodonosor, rey de Babilonia, contra el país, dijimos: "Venid y entremos en Jerusalén, para huir de las fuerzas caldeas y de las de Arán", y nos instalamos en Jerusalén.» [12] Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías como sigue: [13] Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Ve y dices a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ¿ No aprenderéis la lección que os invita a escuchar mis palabras? — oráculo de Yahveh —. [14] Se ha cumplido la palabra de Yonadab, hijo de Rekab, que prohibió a sus hijos beber vino, y no han bebido hasta la fecha, porque obedecieron la orden de su padre. Yo me afané en hablaros a vosotros y no me oísteis. [15] Me afané en enviaros a todos mis siervos los profetas a deciros: Ea, tornad cada uno de vuestro mal camino, mejorad vuestras acciones y no andéis en pos de otros dioses para servirles, y os quedaréis en la tierra que os di a vosotros y a vuestros padres; mas no aplicasteis el oído ni me hicisteis caso. [16] Así, los hijos de Yonadab, hijo de Rekab, han cumplido el precepto que su padre les impuso, mientras que este pueblo no me ha hecho caso.

[17] Por tanto, así ha dicho Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que yo traigo contra Judá y contra los habitantes de Jerusalén todo el mal que pronuncié respecto a ellos, por cuanto les hablé y no me oyeron, les llamé y no me respondieron. [18] A la casa de los rekabitas dijo Jeremías: «Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Por cuanto que habéis hecho caso del precepto de vuestro padre Yonadab y habéis guardado todos esos preceptos y obrado conforme a cuanto os mandó, [19] por lo mismo, así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: No faltará a Yonadab, hijo de Rekab, quien siga ante mi faz todos los días.»

Capítulo 36

[1] Aconteció que en el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, fue dirigida esta palabra a Jeremías de parte de Yahveh: [2] Tómate un rollo de escribir, y apuntas en él todas las palabras que te he hablado tocante a Israel, a Judá y a todas las naciones, desde la fecha en que te vengo hablando — desde los tiempos de Josías hasta hoy —. [3] A ver si la casa de Judá se entera de todo el mal que he pensado hacerle, de modo que se convierta cada uno de su mal camino, y entonces yo perdonaría su culpa y su pecado. [4] Llamó, pues, Jeremías a Baruc, hijo de Neriyías, y apuntó Baruc al dictado de Jeremías todas las palabras que Yahveh le había hablado, en un rollo de escribir. [5] Dio Jeremías a Baruc estas instrucciones: «Yo estoy detenido; no puedo ir a la Casa de Yahveh. [6] Así que, vete tú, y lees en voz alta el rollo en que has apuntado al dictado mío las palabras de Yahveh, a oídos del público de la Casa de Yahveh el día del ayuno, y las lees también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades; [7] a ver si presentan sus súplicas a Yahveh, y se vuelven cada uno de su mal camino; porque grande es la ira y el furor que ha expresado Yahveh contra este pueblo.» [8] Hizo Baruc, hijo de Neriyías, conforme a todo cuanto le había mandado el profeta Jeremías, y leyó en el libro las palabras de Yahveh en la Casa de Yahveh.

[9] Precisamente en el año quinto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, el mes noveno, se proclamaba ayuno general delante de Yahveh, tanto para el pueblo de Jerusalén como para toda la gente venida de las ciudades de Judá a Jerusalén. [10] Baruc, pues, leyó en el libro las palabras de Jeremías en la Casa de Yahveh, en la cámara de Guemarías, hijo de Safán el escriba, en el patio alto, a la entrada de la Puerta Nueva de la Casa de Yahveh, a oídos de todo el pueblo. [11] Oye Miqueas, hijo de Guemarías, hijo de Safán, todas las palabras de Yahveh según el libro, [12] baja a la casa del rey, al cuarto del escriba, y se encuentra con que allí estaban todos los jefes sentados: el escribano Elisamá, Delaías, hijo de Semaías, Elnatán, hijo de Akbor, Guemarías, hijo de Safán, Sedecías, hijo de Jananías, y todos los demás jefes. [13] Y Miqueas declaró todas las palabras que había oído leer a Baruc en el libro a oídos del pueblo. [14] Entonces todos los jefes enviaron a Yehudí, hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Kusí a decir a Baruc: «Toma en tus propias manos el rollo en el que has leído en voz alta al pueblo y vente.» Baruc, hijo de Neriyías, tomó el rollo en sus manos y se dirigió adonde ellos.

[15] Dícenle: «Ea, siéntate y ten a bien leérnoslo a nosotros.» Y Baruc se lo leyó. [16] Como oyeron todas aquellas palabras, se asustaron y dijeron cada cual a su vecino: «Anunciemos sin falta al rey todas estas palabras.» [17] Y a Baruc le pidieron: «Explícanos cómo has escrito todas estas palabras.» [18] Díceles Baruc: «Al dictado. El me recitaba todas estas palabras y yo las iba escribiendo en el libro con tinta.» [19] Dicen los jefes a Baruc: «Vete, escondeos tú y Jeremías, y que nadie sepa dónde estáis.» [20] Y entraron adonde el rey, a la corte (el rollo lo consignaron en la cámara de Elisamá el escriba) y anunciaron a oídos del rey todas aquellas palabras.

[21] Entonces envió el rey a Yehudí a apoderarse del rollo, y éste lo tomó del cuarto de Elisamá el escriba. Y Yehudí lo leyó en voz alta al rey y a todos los jefes que estaban en pie en torno al rey. [22] El rey estaba sentado en la casa de invierno, — era en el mes noveno —, con un brasero delante encendido. [23] Y así que había leído Yehudí tres hojas o cuatro, él las rasgaba con el cortaplumas del escriba y las echaba al fuego del brasero, hasta terminar con todo el rollo en el fuego del brasero. [24] Ni se asustaron ni se rasgaron los vestidos el rey ni ninguno de sus siervos que oían todas estas cosas, [25] y por más que Elnatán, Delaías y Guemarías suplicaron el rey que no quemara el rollo, no les hizo caso. [26] Luego el rey ordenó a Yerajmeel, hijo del rey, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdel, apoderarse del escriba Baruc y del profeta Jeremías, pero Yahveh los ocultó.

[27] Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías — tras de haber quemado el rey el rollo y las cosas que había escrito Baruc al dictado de Jeremías — como sigue: [28] «Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las cosas que antes había en el primer rollo que quemó Yoyaquim, rey de Judá. [29] Y a Yoyaquim, rey de Judá, le dices: Así dice Yahveh: Tú has quemado aquel rollo, diciendo: "¿Por qué has escrito en él: Vendrá sin falta el rey de Babilonia y destruirá esta tierra y se llevará cautivos de ella a hombres y bestias?" [30] Por tanto, así dice Yahveh a propósito de Yoyaquim, rey de Judá: No tendrá quien le suceda en el trono de David y su propio cadáver yacerá tirado, expuesto al calor del día y al frío de la noche. [31] Yo pasaré revista a sus culpas y las de su linaje y sus siervos, y traeré sobre ellos y sobre todos los habitantes de Jerusalén y los hombres de Judá todo el mal que les dije, sin que hicieran caso.» [32] Entonces Jeremías tomó otro rollo, que dio al escriba Baruc, hijo de Neriyías, y éste escribió al dictado de Jeremías todas las palabras del libro que había quemado Yoyaquim, rey de Judá, e incluso se añadió a aquéllas otras muchas por el estilo.

Capítulo 37

[1] Vino a reinar, en vez de Konías, hijo de Yoyaquim, el rey Sedecías, hijo de Josías, al que Nabucodonosor, rey de Babilonia, puso por rey en tierra de Judá, [2] pero tampoco él ni sus siervos, ni el pueblo de la tierra, hicieron caso de las palabras que Yahveh había hablado por medio del profeta Jeremías. [3] El rey Sedecías envió a Yukal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, a decir al profeta Jeremías: «¡Ea! Ruega por nosotros a nuestro Dios Yahveh.» [4] Y Jeremías iba y venía en público, pues no le habían encarcelado. [5] Las fuerzas de Faraón salieron de Egipto, y al oír hablar de ellos los caldeos que sitiaban a Jerusalén, levantaron el sitio de Jerusalén. [6] Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh al profeta Jeremías: [7] Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Así diréis al rey de Judá que os envía a mí, a consultarme: He aquí que las fuerzas de Faraón que salían en vuestro socorro se han vuelto a su tierra de Egipto, [8] y volverán los caldeos que atacan a esta ciudad, la tomarán y la incendiarán.

[9] Así dice Yahveh: No cobréis ánimos diciendo: «Seguro que los caldeos terminarán por dejarnos y marcharse»; porque no se marcharán, [10] pues aunque hubieseis derrotado a todas las fuerzas de los caldeos que os atacan y les quedaren sólo hombres acribillados, se levantarían cada cual en su tienda e incendiarían esta ciudad. [11] Cuando las tropas caldeas estaban levantando el sitio de Jerusalén, replegándose ante las tropas del Faraón, aconteció que [12] Jeremías salía de Jerusalén para ir a tierra de Benjamín a asistir a un reparto en el pueblo. [13] Y encontrándose él en la puerta de Benjamín, donde había un vigilante llamado Yiriyías, hijo de Selemías, hijo de Jananías, éste prendió al profeta Jeremías diciendo: «¡Tú te pasas a los caldeos!» [14] Dice Jeremías: «¡Falso! Yo no me paso a los caldeos.» Pero Yiriyías no le hizo caso, y poniendo preso a Jeremías, le llevó a los jefes, [15] los cuales se irritaron contra Jeremías, le dieron de golpes y le encarcelaron en casa del escriba Jonatán, convertida en prisión.

[16] Así que Jeremías ingresó en el calabozo y en las bóvedas y permaneció allí mucho tiempo. [17] El rey Sedecías mandó traerle, y le interrogó en su casa, en secreto: «¿Hay algo de parte de Yahveh?» Dijo Jeremías: «Lo hay.» Y añadió: «En mano del rey de Babilonia serás entregado.» [18] Y dijo Jeremías al rey Sedecías: «¿En qué te he faltado a ti, a tus siervos y a este pueblo, para que me hayáis puesto en prisión? [19] ¿Pues dónde están vuestros profetas que os profetizaban: "No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros ni contra esta tierra? [20] Ahora, pues, oiga el rey mi señor, caiga bien en tu presencia mi petición de gracia y no me vuelvas a casa del escriba Jonatán, no muera yo allí.» [21] Entonces el rey Sedecías mandó que custodiasen a Jeremías en el patio de la guardia y se le diese un rosco de pan por día de la calle de los panaderos, hasta que se acabase todo el pan de la ciudad. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia.

Capítulo 38

[1] Oyeron Sefatías, hijo de Mattán, Guedalías, hijo de Pasjur, hijo de Malkiyías, las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo: [2] «Así dice Yahveh: Quien se quede en esta ciudad, morirá de espada, de hambre y de peste, mas el que se entregue a los caldeos vivirá, y eso saldrá ganando. [3] Así dice Yahveh: Sin remisión será entregada esta ciudad en mano de las tropas del rey de Babilonia, que la tomará.» [4] Y dijeron aquellos jefes al rey: «Ea, hágase morir a ese hombre, porque con eso desmoraliza a los guerreros que quedan en esta ciudad y a toda la plebe, diciéndoles tales cosas. Porque este hombre no procura en absoluto el bien del pueblo, sino su daño.» [5] Dijo el rey Sedecías: «Ahí le tenéis en vuestras manos, pues nada podría el rey contra vosotros.» [6] Ellos se apoderaron de Jeremías, y lo echaron a la cisterna de Malkiyías, hijo del rey, que había en el patio de la guardia, descolgando a Jeremías con sogas. En el pozo no había agua, sino fango, y Jeremías se hundió en el fango.

[7] Pero Ebed Mélek el kusita — un eunuco de la casa del rey — oyó que habían metido a Jeremías en la cisterna. El rey estaba sentado en la puerta de Benjamín. [8] Salió Ebed Mélek de la casa del rey, y habló al rey en estos términos: [9] «Oh mi señor el rey, está mal hecho todo cuanto esos hombres han hecho con el profeta Jeremías, arrojándole a la cisterna. Total lo mismo se iba a morir de hambre, pues no quedan ya víveres en la ciudad.» [10] Entonces ordenó el rey a Ebed Mélek el kusita: «Toma tú mismo de aquí treinta hombres, y subes al profeta Jeremías del pozo antes de que muera.» [11] Ebed Mélek tomó consigo a los hombres y entrando en la casa del rey, al vestuario del tesoro, tomó allí deshechos de paños y telas, y con sogas los descolgó por la cisterna hasta Jeremías. [12] Dijo Ebed Mélek el kusita a Jeremías: «Hala, ponte los deshechos de paños y telas entre los sobacos y las sogas.» Así lo hizo Jeremías, [13] y halando a Jeremías con las sogas le subieron de la cisterna. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia.

[14] Entonces el rey Sedecías mandó traer al profeta Jeremías a la entrada tercera que había en la Casa de Yahveh, y dijo el rey a Jeremías: «Yo te pregunto una cosa: no me ocultes nada.» [15] Dijo Jeremías a Sedecías: «Si te soy sincero, seguro que me matarás; y aunque te aconseje, no me escucharás.» [16] El rey Sedecías juró a Jeremías en secreto: «Por vida de Yahveh, y por la vida que nos ha dado, que no te haré morir ni te entregaré en manos de estos hombres que andan buscando tu muerte.» [17] Dijo Jeremías a Sedecías: «Así dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: Si sales a entregarte a los jefes del rey de Babilonia, vivirás tú mismo y esta ciudad no será incendiada: tanto tú como los tuyos viviréis. [18] Pero si no te entregas a los jefes del rey de Babilonia, esta ciudad será puesta en manos de los caldeos e incendiada, y tú no escaparás de sus manos.» [19] Dijo el rey Sedecías a Jeremías: «Me preocupan los judíos que se han pasado a los caldeos, no vaya a ser que me entreguen en sus manos, y éstos hagan mofa de mí.» [20] Pero replicó Jeremías: «No te entregarán. ¡Ea!, oye la voz de Yahveh en esto que te digo, que te resultará bien y quedarás con vida.

[21] Mas si rehúsas a salir, esto es lo que me ha mostrado Yahveh. [22] Mira que todas las mujeres que han permanecido en la casa del rey de Judá serán sacadas adonde los jefes del rey de Babilonia, e irán diciendo: Te empujaron y pudieron contigo aquellos con quienes te saludabas. Se hundieron en el lodo tus pies, hiciéronse atrás. [23] Y a todas tus mujeres y tus hijos irán sacando adonde los caldeos, y tú no escaparás de ellos, sino que en manos del rey de Babilonia serás puesto, y esta ciudad será incendiada.» [24] Entonces dijo Sedecías a Jeremías: «Que nadie sepa nada de esto, y no morirás. [25] Aunque se enteren los jefes de que he estado hablando contigo, y viniendo a ti te digan: "Decláranos qué has dicho al rey sin ocultárnoslo, y así no te mataremos, como también lo que el rey te ha hablado", [26] tú les dirás: "He pedido al rey la gracia de que no se me devuelva a casa de Jonatán a morirme allí."» [27] En efecto, vinieron todos los jefes a Jeremías, le interrogaron, y él les respondió conforme a lo que queda dicho que le había mandado el rey: y ellos quedaron satisfechos, porque nada se sabía de lo hablado.

[28] Así quedó Jeremías en el patio de la guardia, hasta el día en que fue tomada Jerusalén. Ahora bien, cuando fue tomada Jerusalén...

Capítulo 39

[1] En el año nueve de Sedecías, rey de Judá, el décimo mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitiaron. [2] En el año once de Sedecías, el cuarto mes, el nueve del mes, se abrió una brecha en la ciudad, [3] y entraron todos los jefes del rey de Babilonia y se instalaron en la Puerta Central: Nergal Sareser, Samgar Nebo, Sar Sekim, jefe superior, Nergal Sareser, alto funcionario y todos los demás jefes del rey de Babilonia. [4] Al verles Sedecías, rey de Judá, y todos los guerreros, huyeron de la ciudad salieron de noche camino del parque del rey por la puerta que está entre los dos muros, y se fueron por el camino de la Arabá. [5] Las tropas caldeas les persiguieron y dando alcance a Sedecías en los llanos de Jericó, le prendieron y le subieron a Riblá, en tierra de Jamat, adonde Nabucodonosor, rey de Babilonia, que lo sometió a juicio. [6] Y el rey de Babilonia degolló a los hijos de Sedecías en Riblá a la vista de éste; luego el rey de Babilonia degolló a toda la aristocracia de Judá, [7] y habiendo cegado los ojos a Sedecías le ató con doble cadena de bronce para llevárselo a Babilonia.

[8] Los caldeos incendiaron la casa del rey y las casas del pueblo y demolieron los muros de Jerusalén; [9] cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, a los desertores que se habían pasado a él y a los artesanos restantes los deportó Nebuzaradán, jefe de la guardia, a Babilonia. [10] En cuanto a la peble baja, los que no tienen nada, hízoles quedar Nebuzaradán, jefe de la guardia, en tierra de Judá, y en aquella ocasión les dio viñas y parcelas. [11] Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dado instrucciones a Nebuzaradán, jefe de la guardia, respecto a Jeremías en este sentido: [12] «Préndele y tenle a la vista; y no le hagas daño alguno, antes harás con él lo que él mismo te diga.» [13] Entonces (Nebuzaradán, jefe de la guardia) Nebusazbán, jefe superior, Nergal Sareser, oficial superior, y todos los grandes del rey de Babilonia [14] enviaron en busca de Jeremías, y lo confiaron a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, para que le hiciese salir a casa, y permaneció entre la gente.

[15] Estando Jeremías detenido en el patio de la guardia, le había sido dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: [16] Vete y dices a Ebed Mélek el kusita: Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Mira que yo hago llegar mis palabras a esta ciudad para su daño, que no para su bien, y tú serás testigo en aquel día, [17] pero yo te salvaré a ti aquel día — oráculo de Yahveh — y no serás puesto en manos de aquellos cuya presencia evitas temeroso, [18] antes bien te libraré, y no caerás a espada. Saldrás ganando la propia vida, porque confiaste en mí — oráculo de Yahveh.

Capítulo 40

[1] Palabra dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, luego que Nebuzaradán, jefe de la guardia, le dejó libre en Ramá, cuando le tomó aparte, estando él esposado con todos los deportados de Jerusalén y Judá que iban camino de Babilonia. [2] En efecto, el jefe de la guardia tomó aparte a Jeremías y le dijo: «Tu Dios Yahveh había predicho esta desgracia a este lugar, [3] y lo ha cumplido. Yahveh ha hecho conforme había predicho. Y esto os ha sucedido porque pecasteis contra Yahveh y no oísteis su voz. [4] Ahora bien, desde hoy te suelto las esposas de tus muñecas. Si te parece bien venirte conmigo a Babilonia, vente, y yo miraré por ti. Pero si te parece mal venirte conmigo a Babilonia, déjalo. Mira, tienes toda la tierra por delante; adonde mejor y más cómodo te parezca ir, vete.» [5] Aún no había dado media vuelta cuando le dijo: «Vuelve adonde Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, a quien el rey de Babilonia ha encargado de las ciudades de Judá, y quédate a vivir con él entre esta gente. En suma, vete adonde mejor te acomode.» Luego el jefe de la guardia le proporcionó algunos víveres y ayuda de costa y le despidió. [6] Jeremías, por su parte, vino al lado de Godolías, hijo de Ajicam, a Mispá, y se quedó a vivir con él entre la población que había quedado en el país.

[7] Todos los jefes de guerrilleros, así como sus hombres, oyeron cómo el rey de Babilonia había encargado del país a Godolías, hijo de Ajicam, y cómo le había encargado de los hombres, mujeres, niños y de aquella gente baja de la tierra, que no habían sido deportados a Babilonia, [8] y fueron donde Godolías, a Mispá, Ismael, hijo de Netanías, Yojanán y Jonatán, hijo de Caréaj, Seraías, hijo de Tanjumet, los hijos de Efay el netofita y Yaazanías de Maaká en compañía de sus hombres. [9] Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, les hizo un juramento a ellos y a sus hombres: «No temáis ser siervos de los caldeos. Quedaos en el país y servid al rey de Babilonia, y os irá bien. [10] Por mi parte, aquí me tenéis establecido en Mispá, para responder a los caldeos que vengan a nosotros; y vosotros cosechad vino, mieses y aceite, metedlo en vuestras vasijas, y vivid en las ciudades que hayáis recuperado.» [11] También todos los judíos que había en Moab, entre los ammonitas, y en Edom, y los que había en todos los demás países oyeron que había dejado el rey de Babilonia un resto a Judá y que había encargado de él a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán. [12] Todos estos judíos regresaron de los distintos lugares adonde se habían refugiado y venidos al país de Judá, junto a Godolías, a Mispá, cosecharon vino y mieses en gran abundancia.

[13] Entonces Yojanán, hijo de Caréaj, y todos sus jefes de guerrilleros vinieron adonde Godolías a Mispá [14] y le dijeron: «¿Sabes que Baalís, rey de los ammonitas, ha enviado a Ismael, hijo de Netanías, para asesinarte?» Godolías, hijo de Ajicam, no les dio crédito. [15] Entonces Yojanán, hijo de Caréaj, dijo a Godolías secretamente en Mispá: «Ea, iré yo y asestaré el golpe a Ismael, hijo de Netanías, sin que nadie lo sepa. ¿Por qué tiene que asesinarte él a ti, lo que supondría la desbandada de todo Judá, apiñado en torno tuyo, y la pérdida del resto de Judá?» [16] Godolías, hijo de Ajicam, replicó a Yojanán, hijo de Caréaj: «No hagas eso, porque es falso lo que dices de Ismael.»

Capítulo 41

[1] Pues bien, el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá, de linaje real, se dirigió en compañía de algunos grandes del rey y diez hombres a Godolías, hijo de Ajicam, a Mispá, y allí en Mispá comieron juntos. [2] Se levantó Ismael, hijo de Netanías, y los diez que estaban con él, y acuchillaron a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, y dieron muerte a aquel a quien el rey de Babilonia había encargado del país. [3] También mató Ismael a todos los judíos que estaban con él, con Godolías, en Mispá y a los guerreros caldeos que se hallaban allí. [4] Era al día siguiente del asesinato de Godolías, y nadie lo sabía. [5] Unos hombres venían de Siquem de Silo y de Samaría, ochenta entre todos, la barba raída, harapientos y arañados, portadores de oblaciones e incienso que traían a la Casa de Yahveh. [6] Salió Ismael, hijo de Netanías, a su encuentro desde Mispá. Iba llorando mientras caminaba, y llegando junto a ellos, les dijo: «Venid adonde Godolías, hijo de Ajicam.» [7] Y así que hubieron entrado dentro de la ciudad, Ismael, hijo de Netanías, los degolló con la ayuda de sus hombres, y los echó dentro de una cisterna.

[8] Entre aquellos hombres hubo diez que dijeron a Ismael: «No nos mates, que en el campo tenemos escondites de trigo, cebada, aceite y miel.» Y no les mató como a sus hermanos. [9] La cisterna adonde echó Ismael todos los cadáveres de los hombres que mató, era la cisterna grande. Es la que hizo el rey Asá para prevenirse contra Basá, rey de Israel; Ismael, hijo de Netanías, la llenó de asesinados. [10] Luego Ismael hizo prisioneros a todo el resto del pueblo que quedaba en Mispá, a las hijas del rey y a todo el pueblo que quedaba en Mispá, que Nebuzaradán, jefe de la guardia, había encomendado a Godolías, hijo de Ajicam; y de madrugada se fue Ismael, hijo de Netanías, a pasarse a los ammonitas. [11] Oyó Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las fuerzas que le acompañaban, todos los crímenes que había hecho Ismael, hijo de Netanías. [12] Tomando a todos sus hombres fueron a luchar con Ismael, hijo de Netanías, al que encontraron junto a la gran alberca, que está en Gabaón. [13] Apenas toda la gente que esta con Ismael vio a Yojanán, hijo de Caréaj, y a todos los jefes de las fuerzas que le acompañaban, se llenaron de gozo, [14] y dando media vuelta toda aquella gente que Ismael llevaba prisionera de Mispá, regresaron al lado de Yojanán, hijo de Caréaj, [15] en tanto que Ismael, hijo de Netanías, se escapaba de Yojanán con ocho hombres, rumbo a los ammonitas.

[16] Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las fuerzas que le acompañaban recogieron de Mispá a todo el resto de la gente que Ismael, hijo de Netanías, había hecho prisionera después que hubo matado a Godolías, hijo de Ajicam — hombres, gente de guerra, mujeres, niños y eunucos —, a los cuales hizo volver de Gabaón. [17] Ellos se fueron y se instalaron en el Refugio de Kimham, que está al lado de Belén, para seguir luego hasta Egipto [18] huyendo de los caldeos, pues les temían por haber matado Ismael, hijo de Netanías, a Godolías, hijo de Ajicam, a quien el rey de Babilonia había encargado del país.

Capítulo 42

[1] Entonces se llegaron todos los jefes de las fuerzas, así como Yojanán, hijo de Caréaj, Azarías, hijo de Hosaías y el pueblo en masa, del chico al grande, [2] y dijeron al profeta Jeremías: «Caiga bien nuestra demanda de favor ante ti, y ruega a tu Dios Yahveh por nosotros, por todo este resto, pues hemos quedados pocos de muchos que éramos, como tus ojos están viendo, [3] y que nos indique tu Dios Yahveh el camino por donde hemos de ir y lo que hemos de hacer.» [4] Díceles el profeta Jeremías: «De acuerdo: ahora mismo me pongo a rogar a vuestro Dios Yahveh como decís, y sea cual fuere la respuesta de Yahveh para vosotros, yo os la declararé sin ocultaros palabra.» [5] Y ellos dijeron a Jeremías: «Séanos Yahveh testigo veraz y leal, si no obramos conforme a cualquier mensaje que tu Dios Yahveh te envía para nosotros. [6] Sea grata o sea ingrata, nosotros oiremos la voz de nuestro Dios Yahveh a quien te enviamos, por cuanto que bien nos va cuando oímos la voz de nuestro Dios Yahveh.» [7] Pues bien, al cabo de diez días fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías.

[8] Este llamó a Yojanán, hijo de Caréaj, a todos los jefes de las fuerzas que había con él y al pueblo todo, del chico al grande, [9] y les dijo: «Así dice Yahveh, el Dios de Israel, a quien me habéis enviado en demanda de su favor: [10] Si os quedáis a vivir en esta tierra, yo os edificaré y no os destruiré, os plantaré y no os arrancaré, porque me pesa del mal que os he hecho. [11] No temáis al rey de Babilonia, que tanto os asusta: no temáis nada de él — oráculo de Yahveh — que con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su mano. [12] Haré que se os tenga compasión y él os la tendrá y os devolverá a vuestro suelo. [13] Pero si decís vosotros: "No nos quedamos en este país", desoyendo así la voz de vuestro Dios Yahveh, [14] diciendo: "No, sino que al país de Egipto iremos, donde no veamos guerra, ni oigamos toque de cuerno, ni tengamos hambre de pan, y allí nos quedaremos"; [15] ¡pues bien! en ese caso, oíd la palabra de Yahveh, oh resto de Judá. Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Si vosotros enderezáis rumbo a Egipto, y entráis como refugiados allí, [16] entonces la espada que teméis os alcanzará allí en Egipto, y el hambre que receláis, allá os irá pisando los talones; y allí, en Egipto mismo, moriréis.

[17] Así sucederá que todos los que enderecen rumbo a Egipto como refugiados morirán por la espada, por el hambre y por la peste, y no les quedará superviviente ni evadido del daño que yo traiga sobre ellos. [18] Porque así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Como se vertió mi ira y mi cólera sobre los habitantes de Jerusalén, así se verterá mi cólera contra vosotros como entréis en Egipto, y seréis tema de imprecación y asombro, de maldición y oprobio, y no veréis más este lugar. [19] Ha dicho Yahveh respecto a vosotros, resto de Judá: "No entréis en Egipto." Podéis estar seguros que os lo he avisado hoy, [20] que os estáis engañando a vosotros mismos, pues que vosotros me habéis enviado a vuestro Dios Yahveh diciendo: "Ruega por nosotros a nuestro Dios Yahveh, y cuanto diga nuestro Dios Yahveh nos lo declaras, que lo haremos." [21] Yo os lo he declarado hoy, pero no hacéis caso de vuestro Dios Yahveh en nada de cuanto me ha enviado a deciros. [22] Ahora, pues, podéis estar seguros de que por la espada, el hambre y la peste moriréis en aquel lugar adonde deseáis refugiaros.»

Capítulo 43

[1] Ahora bien, así que hubo acabado Jeremías de transmitir a todo el pueblo el recado de Yahveh su Dios, que Yahveh le había dado para ellos, [2] dijo Azarías, hijo de Hosaías, y también Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los hombres insolentes se pusieron a decir a Jeremías: «Estás mintiendo. No te ha encargado nuestro Dios Yahveh decir: "No vayáis a Egipto como refugiados allí"». [3] Sino que Baruc, hijo de Neriyías, te azuza contra nosotros con objeto de ponernos en manos de los caldeos para que nos hagan morir y nos deporten a Babilonia. [4] Además, ni Yojanán, hijo de Caréaj, ni ninguno de los jefes de las tropas, ni nadie del pueblo escuchó la voz de Yahveh que mandaba quedarse en tierra de Judá; [5] antes bien, Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las tropas tomaron consigo a todo el resto de Judá, los que habían regresado, para habitar en tierra de Judá, de todas las naciones adonde habían sido rechazados: [6] a hombres, mujeres, niños, a las hijas del rey y a toda persona que Nebuzaradán, jefe de la guardia, había dejado en paz con Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, y también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Neriyías, [7] y entrando en la tierra de Egipto, — pues desoyeron la voz de Yahveh —, se adentraron hasta Tafnis.

[8] Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías en Tafnis como sigue: [9] Toma en tus manos piedras grandes, y las hundes en el cemento de la terraza que hay a la entrada del palacio de Faraón en Tafnis, a vista de los judíos, [10] y les dices: Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que yo mando en busca de mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y pondrá su sede por encima de estas piedras que he enterrado, y desplegaré su pabellón sobre ellas. [11] Vendrá y herirá a Egipto, quien sea para la muerte, a la muerte; quien para el cautiverio, al cautiverio; quien para la espada, a la espada; [12] y prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto, los incendiará, y a los dioses les hará cautivos. Despiojará a Egipto como despioja un pastor su zalea, y saldrá de allí victorioso. [13] Romperá los cipos de Bet Semes que hay en Egipto, y los templos de los dioses egipcios abrasará.

Capítulo 44

[1] Palabra que fue dirigida a Jeremías con destino a todos los judíos establecidos en territorio egipcio en Migdol, Tafnis, Nof, y en territorio de Patrós. [2] Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Vosotros habéis visto la calamidad que he acarreado a Jerusalén y a todas las ciudades de Judá, y ahí las tenéis arruinadas hoy en día, sin que haya en ellas habitante, [3] en vista de la maldad que hicieron para irritarme, yendo a incensar y servir a otros dioses desconocidos de ellos, de vosotros y de vuestros padres. [4] Yo me afané por enviaros a todos mis siervos, los profetas, a deciros: «Ea, no hagáis esta abominación que detesto.» [5] Mas no oyeron ni aplicaron el oído para convertirse de su malicia y dejar de incensar a otros dioses. [6] Derramóse mi cólera y mi ira y ardió en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que fueron reducidas a ruinas desoladas, como lo están hoy día.

[7] Ahora, pues, así dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: ¿Por qué os hacéis tanto daño a vosotros mismos, hasta borraros a hombre y mujer, niño y lactante de en medio de Judá sin que os quede resto, [8] irritándome con las hechuras de vuestras manos, quemando incienso a otros dioses en Egipto, adonde habéis venido como refugiados, como queriendo acabar de borraros a vosotros mismos y acabar en tema de maldición y oprobio en todas las naciones de la tierra? [9] ¿Si será que habéis olvidado las maldades de vuestros padres y las de los reyes de Judá y de sus caudillos, y las propias vuestras y las de vuestras mujeres; maldades que hacían en tierra de Judá y en las calles de Jerusalén? [10] No se han compungido hasta la fecha, ni han temido ni andado en la Ley y los preceptos que propuse a vosotros y a vuestros padres. [11] Por tanto, así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Mirad que yo me fijo en vosotros para mal, y para raer a todo Judá. [12] Echaré mano al resto de Judá — los que enderezaron rumbo a Egipto, para entrar allí como refugiados — y serán acabados todos ellos en Egipto, y caerán por la espada, por el hambre serán acabados. Del chico al grande por la espada y por el hambre morirán, y serán tema de imprecación y asombro, de maldición y oprobio.

[13] Visitaré a los que viven en Egipto, lo mismo que visité a Jerusalén: con la espada, el hambre y la peste, [14] y del resto de Judá, que, como refugiados vinieron acá a Egipto, no quedará evadido ni superviviente para volver a tierra de Judá, adonde se prometen volver para quedarse allí, porque ya no volverán más que algunos huidos. [15] Respondieron a Jeremías todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban incienso a otros dioses, y todas las mujeres presentes — una gran concurrencia — y todo el pueblo establecido en territorio egipcio, en Patrós: [16] «En eso que nos has dicho en nombre de Yahveh, no te hacemos caso, [17] sino que cumpliremos precisamente cuanto tenemos prometido, que es quemar incienso a la Reina de los Cielos y hacerle libaciones, como venimos haciendo nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros jefes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que nos hartábamos de pan, éramos felices y ningún mal nos sucedía. [18] En cambio, desde que dejamos de quemar incienso a la Reina de los Cielos y de hacerle libaciones, carecemos de todo, y por la espada y el hambre somos acabados.» [19] «Pues y cuando nosotras quemábamos incienso a la Reina de los Cielos y nos dedicábamos a hacerle libaciones, ¿ acaso sin contar con nuestros maridos le hacíamos pasteles con su efigie derramando libaciones?» [20] Jeremías dijo a todo el pueblo, a hombres, a mujeres y a todos sus interlocutores: [21] «¿No es aquel incienso que ofrecíais en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén vosotros y vuestros padres, vuestros reyes y jefes y el pueblo de la tierra lo que ha recordado Yahveh y le ha venido a las mientes? [22] ¿Y no pudiendo Yahveh aguantar más el espectáculo de vuestras malas acciones, de las abominaciones que habíais hecho, ha venido a ser la tierra vuestra una ruina, tema de pasmo y maldición y sin habitantes — como lo es hoy día —; [23] y porque ofrecisteis incienso y pecasteis contra Yahveh y desoísteis la voz de Yahveh, y no os condujisteis según su Ley, sus preceptos y sus estatutos, pronunció contra vosotros esta calamidad, como sucede hoy día?» [24] Y dijo Jeremías a todo el pueblo y a todas las mujeres: «Oíd la palabra de Yahveh — todo Judá, los que vivís en Egipto —.

[25] Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Vosotros y vuestras mujeres hablasteis con vuestras bocas, y con vuestras manos cumplisteis lo dicho: "Sin falta realizaremos los votos que hicimos de quemar incienso a la Reina de los Cielos y de hacerle libaciones." Mantened, pues, vosotras vuestros votos y realizad vuestros votos sin falta. [26] Empero, oíd la palabra de Yahveh, todo Judá, los que vivís en Egipto. Mirad que yo he jurado por mi gran Nombre — dice Yahveh — que no será más mi Nombre pronunciado por boca de ninguno de Judá que diga: "¡Por vida del Señor Yahveh!" en toda la tierra de Egipto. [27] Mirad que yo estoy alerta sobre ellos para mal, no para bien, y serán consumidos todos los de Judá que están en Egipto, por la espada y el hambre hasta su acabamiento, [28] sólo unos pocos, escapados de la espada, volverán de Egipto a Judá y sabrá todo el resto de Judá, los que han venido a Egipto como refugiados aquí, qué palabra se mantendrá: si la mía o la suya. [29] Y esto será para vosotros señal — oráculo de Yahveh — de que os visito yo en este lugar, de suerte que sepáis que han de mantenerse sin falta mis palabras para desgracia vuestra. [30] Así dice Yahveh: Mirad que yo entrego al Faraón Jofrá, rey de Egipto, en manos de sus enemigos y de los que buscan su muerte, como entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su enemigo, que buscaba su muerte.»

Capítulo 45

[1] Palabra que dijo el profeta Jeremías a Baruc, hijo de Neriyías, cuando éste copiaba estas palabras en un libro al dictado de Jeremías, en el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá. [2] Así dice Yahveh, el Dios de Israel, respecto a ti, oh Baruc: [3] Tú dijiste: «¡Ay de mí, que añade Yahveh congoja a mi sufrimiento! Me he agotado en mi jadeo, pero sosiego no hallé.» [4] Así le dirás: Esto dice Yahveh: Mira que lo que edifiqué, yo lo derribo, y aquello que planté, yo lo arranco, esto por toda la tierra. [5] ¡Y tú andas buscándote grandezas! No las busques porque mira que yo traigo desgracia sobre toda carne — oráculo de Yahveh — pero a ti te daré la vida salva por botín a donde quiera que vayas.

Capítulo 46

[1] Lo que fue dicho por Yahveh al profeta Jeremías sobre las naciones. [2] Para Egipto. Sobre el ejército del Faraón Nekó, rey de Egipto, que estuvo sobre el río Eufrates, en Karkemis, al cual batió Nabucodonosor, rey de Babilonia, el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá. [3] Ordenad escudo y pavés, y avanzad a la batalla. [4] Uncid los caballos y montad, caballeros. Poneos firmes con los cascos, pulid las lanzas, vestíos las cotas. [5] ¡Pero qué veo! Ellos se desmoralizan, retroceden, y sus valientes son batidos y huyen a la desbandada sin dar la cara. Terror por doquier — oráculo de Yahveh —. [6] No huirá el ligero, ni escapará el valiente: al norte, a la orilla del Eufrates, tropezaron y cayeron.

[7] ¿Quién es ése que como el Nilo sube, y como los ríos de entrechocantes aguas? [8] Egipto como el Nilo sube, y como ríos de entrechocantes aguas. Y dice: «Voy a subir, voy a cubrir la tierra. Haré perecer a la ciudad y a los que viven en ella. [9] Subid, caballos, y enfureceos, carros, y salgan los valientes de Kus y de Put que manejan escudo, y los ludios que asestan el arco.» [10] Aquel día será para el Señor Yahveh, día de venganza para vengarse de sus adversarios. Devorará la espada y se hartará y se abrevará de su sangre; pues será la matanza de Yahveh Sebaot en la tierra del norte, cabe el río Eufrates. [11] Sube a Galaad y recoge bálsamo, virgen, hija de Egipto; en vano menudeas las curas: alivio no hay para ti. [12] Han oído las naciones tu deshonra, y tu alarido llenó la tierra, porque valiente contra valiente tropezaron, a una cayeron entrambos.

[13] La palabra que habló Yahveh al profeta Jeremías acerca de la venida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para atacar a Egipto. [14] Anunciad en Egipto y hacedlo oír en Migdol, y hacedlo en Nof y en Tafnis. Decid: Tente tieso y erguido, que ha devorado la espada tus contornos. [15] ¡Cómo es que ha huido Apis y tu forzudo no se ha sostenido! Es que Yahveh le empujó. [16] Hizo menudear los tropezones, hasta hacer caer al uno sobre el otro; y decía: «Arriba, y volvamos a nuestro pueblo y a nuestra patria, ante la espada irresistible.» [17] Llamad a Faraón, rey de Egipto: «Ruido. — Dejó pasar la ocasión.» [18] ¡Por vida mía! — oráculo del Rey cuyo nombre es Yahveh Sebaot — que cual el Tabor entre los montes, y como el Carmelo sobre el mar ha de venir.

[19] Avíos de destierro haz para ti, población, hija de Egipto, porque Nof parará en desolación, y quedará arrasada sin habitantes.

[20] Novilla hermosísima era Egipto: un tábano del norte vino sobre ella. [21] Asimismo sus mercenarios que había en ella eran como novillos de engorde. Pues también ellos volvieron la cara, huyeron a una, sin pararse, cuando el día de su infortunio les sobrevino, el tiempo de su castigo. [22] Una voz emite como de serpiente que silba, mientras en torno suyo andan y con hachas le acometen, como leñadores. [23] Talaron su selva — oráculo de Yahveh — porque era impenetrable, pues eran más numerosos que la langosta, y no se les podía contar.

[24] Han puesto en vergüenza a la hija de Egipto: ha sido entregada al pueblo del norte.

[25] Dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que yo visito a Amón de No, a Faraón y a Egipto y a sus dioses y reyes, a Faraón y a los que confían en él, [26] y los pongo en manos de los que buscan su muerte, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de sus siervos; tras de lo cual será repoblado como antaño — oráculo de Yahveh. [27] Pero tú no temas, siervo mío Jacob, ni desmayes, Israel, pues mira que yo acudo a salvarte desde lejos y a tu linaje del país de su cautiverio; volverá Jacob, se sosegará y estará tranquilo, y no habrá quien le inquiete. [28] Tú no temas, siervo mío Jacob, — oráculo de Yahveh — que contigo estoy yo, pues acabaré con todas las naciones adonde te empujé, pero contigo no acabaré; aunque sí te corregiré como conviene, ya que impune no te dejaré.

Capítulo 47

[1] Lo que fue dicho por Yahveh al profeta Jeremías sobre los filisteos, en vísperas de batir el Faraón a Gaza. [2] Así dice Yahveh: He aquí unas aguas que suben del norte y se hacen torrente inundante, y van a inundar la tierra y lo que la llena, la ciudad y los que moran en ella; y clamará la gente, y ululará todo morador de la tierra [3] al son del galopar de los caballos de sus adalides, al ruido de sus carros y al estrépito de sus ruedas. No se volverán padres a hijos, por el cansancio de sus brazos, [4] hasta que llegue el día de asolar a toda Filistea, y de raer a Tiro y a Sidón todo auxiliar fugado, porque va a asolar Yahveh a Filistea, residuo de la isla de Kaftor. [5] Llegó la rapadura a Gaza, muda ha quedado Ascalón; tú, el resto de su valle, ¿hasta cuándo te arañarás? [6] ¡Ay, espada de Yahveh! ¿Cómo va a estarse quieta? Recógete a tu vaina, date reposo y calla. [7] ¿Cómo va a estarse quieta, si Yahveh la mandó? En Ascalón y el litoral marítimo, allá la citó.

Capítulo 48

[1] Sobre Moab. Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: ¡Ay de Nebo, porque ha sido saqueada! Está confusa, ha sido tomada Quiryatáyim. Está confusa la acrópolis y anonadada. [2] Ya no existe la prez de Moab. En Jesbón han planeado su ruina: «Vamos y borrémosla de entre las naciones.» También a ti, Madmén, se te hará callar. La espada te va a la zaga. [3] Gritos desde Joronáyim, devastación y quebranto grande.

[4] Quebrantada fue Moab. Hácense oír los gritos de sus pequeños.

[5] La cuesta de Lujit, llorando se la suben, y a la bajada de Joronáyim gritos desgarrados se oyen. [6] «Huid, poneos en salvo, haced como el onagro en el desierto.»

[7] En réplica a tu confianza en tus obras y tus tesoros, también tú eres tomada, y sale Kemós desterrado, sus sacerdotes y jefes a una, [8] Viene el devastador a todas las ciudades, y ni una ciudad se salva. Y se pierde el valle, y es asolada la meseta: tal ha dicho Yahveh. [9] Dad alas, a Moab, porque ha de salir volando, y sus ciudades se volverán desolación sin nadie que las habite. [10] (Maldito quien haga el trabajo de Yahveh con dejadez, y maldito el que prive a sus espada de sangre).

[11] Tranquilo estaba Moab desde su mocedad, y quieto se estaba en sus atalayas. Nunca fue trasegado, ni al destierro marchó. Por eso le duraba su gusto, y su sabor no se picó. [12] Empero, he aquí que días vienen, — oráculo de Yahveh — en que yo le he de enviar decantadores que lo decanten. Sus vasijas vaciarán, y sus odres reventarán. [13] Se avergonzará Moab de Kemós, como se avergonzó la casa de Israel de Betel, en el que confiaba. [14] ¿Cómo decís: «Valientes somos, y hombres fuertes para la guerra»? [15] Moab está devastado; han escalado sus ciudades, y la flor de sus mancebos bajaron a la matanza — oráculo del Rey cuyo nombre es Yahveh Sebaot. [16] El infortunio de Moab es inminente, y su calamidad se precipita.

[17] Lloradle, todos sus vecinos y todos los que conocen su nombradía. Decid: «¿Cómo ha sido quebrantada la vara poderosa, el báculo precioso?» [18] Desciende del honor y siéntate en la tierra seca, población hija de Dibón, porque el devastador de Moab ha subido contra ti, ha destruido tus fortalezas. [19] En el camino párate y otea, población de Aroer; pregunta al fugitivo y al escapado; di: «¿Qué ha sucedido?» [20] Confuso está Moab porque fue destruido. Ululad y clamad. Anunciad en el Arnón que ha sido saqueado Moab.

[21] Y la sentencia ha llegado a la meseta, a Jolón, a Yahsá y a Mefaat, [22] a Dibón, a Nebo y a Bet Diblatáyim, [23] a Quiryatáyim, a Bet Gamul y a Bet Maón, [24] a Queriyyot, a Bosrá y a todas las ciudades de la tierra de Moab, las lejanas y las cercanas. [25] «Se partió el cuerno de Moab y su brazo se rompió», — oráculo de Yahveh —. [26] Emborrachadle porque contra Yahveh se engrandeció. Moab se revolcará en su vómito, y quedará en ridículo él también.

[27] Pues qué, ¿no te pareció a ti ridículo Israel? ¿o quizá entre ladrones fue sorprendido, que siempre que hablas de él meneas la cabeza? [28] «Dejad las ciudades y acomodaos en la peña, habitantes de Moab, sed como la paloma cuando anida en las paredes de las simas...» [29] Hemos oído la arrogancia de Moab: ¡es muy arrogante!, su orgullo, su arrogancia, su altanería y la soberbia de su corazón.

[30] Conozco — oráculo de Yahveh — su presunción, y que sus bravatas no son como sus hechos. [31] Así que, por Moab ulularé y por Moab entero gritaré; por los hombres de Quir Jeres suspiraré: [32] Más que se lloró a Yazer lloraré por ti, ¡oh viña de Sibmá! Tus sarmientos pasaban la mar, hasta Yazer alcanzaban. Sobre tu cosecha y sobre tu vendimia el saqueador se abatió, [33] y fue quitada alegría y alborozo de Carmelo y del país de Moab, y el vino a los trujales he quitado, no se oye el grito alegre del pisador, ya no se oyen gritos.

[34] De tanto gritar en Jesbón, hasta Elalé, hasta Yahas llegaron las voces desde Soar hasta Joronáyim, — Eglat Selisiyyá —, porque también las aguas de Nimrim se han trocado en aridez. [35] Quitaré a Moab — oráculo de Yahveh — de subirse al alto e incensar a sus dioses. [36] Por eso mi corazón por Moab como flauta resuena, porque cuanto habían guardado se perdió, [37] pues toda cabeza ha sido rapada y toda barba raída: en todas las manos arañazos y en todos los lomos saco, [38] en todos los terrados de Moab y por sus calles todo el mundo se lamentaba, porque he quebrantado a Moab como vaso de desecho — oráculo de Yahveh —. [39] ¡Cómo has sido destruida! ululad. ¡Cómo ha vuelto la espalda Moab con vergüenza, y ha venido a ser Moab la burla y el espanto de todos sus vecinos! [40] Porque así ha dicho Yahveh: (Ved cómo cual un águila se remonta y extiende sus alas sobre Moab.) [41] Tomadas fueron las plazas, y las fortalezas ocupadas. (Vendrá a ser el corazón de los valientes de Moab en aquel día como corazón de mujer en parto.) [42] Devastado está Moab que ya no es pueblo, porque contra Yahveh se engrandeció. [43] Pánico, hoya y trampa contra ti, morador de Moab, — oráculo de Yahveh. [44] El que huya del pánico, caerá en la hoya y el que suba de la hoya será preso en la trampa, porque voy a hacer que se llegue a ella, a Moab, el año de su castigo — oráculo de Yahveh —.

[45] A la sombra de Jesbón se pararon sin fuerza los fugitivos, cuando fuego salió de Jesbón y llama de la casa de Sijón, y devoró las sienes de Moab y el cráneo de los hijos del ruido.

[46] ¡Ay de ti Moab! Pereció el pueblo de Kemós, pues han sido tomados sus hijos en cautiverio y sus hijas en cautividad. [47] Pero yo haré volverse a los cautivos de Moab en días futuros — oráculo de Yahveh —. Hasta aquí la sentencia de Moab.

Capítulo 49

[1] A los ammonitas. Así dice Yahveh: ¿Hijos no tiene Israel? ¿o heredero no tiene? Entonces ¿por qué ha heredado Milkom a Gad, y su pueblo en las ciudades de éste habita? [2] Por eso, he aquí que días vienen — oráculo de Yahveh — en que haré oír a Rabbá de los ammonitas el clamoreo del combate y ella parará el montículo de ruinas; y sus hijas serán abrasadas y heredará Israel a los que le heredaron — oráculo de Yahveh —. [3] Ulula, Jesbón, porque Ar ha sido devastada. Gritad, hijas de Rabbá, ceñíos de sayal, lamentaos y discurrid por las cercas. Porque Milkom al destierro va, sus sacerdotes y sus jefes a una. [4] ¿Por qué te jactas de tu Valle, criatura independiente, confiada en sus tesoros: «¿Quién llegará hasta mí?» [5] Mira que yo traigo sobre ti espanto — oráculo del Señor Yahveh Sebaot — por todos tus alrededores, y seréis ahuyentados cada uno por su lado y no habrá quien reúna a los errantes. [6] (Tras de lo cual haré volverse a los cautivos, de los ammonitas — oráculo de Yahveh —.) [7] A Edom. Así dice Yahveh Sebaot: ¿No queda ya sabiduría en Temán? ¿Pereció la prudencia de los entendidos, se evaporó su sabiduría? [8] Huid, dad media vuelta, buscad profunda morada, moradores de Dedán, porque el infortunio de Esaú he traído sobre él, la hora de su visita. [9] Si vinieran a ti vendimiadores, ¿no dejarían rebuscos? Si ladrones por la noche, dañarían hasta donde les bastase. [10] Pues bien, yo he desnudado a Esaú, he descubierto sus secretos, estar oculto no puede. Ha sido aniquilado su linaje, sus hermanos y vecinos, y él mismo no aparece. [11] Deja a tus huérfanos, yo haré que vivan, y tus viudas en mí confiarán.

[12] Pues así dice Yahveh: Conque los que no tienen por qué beber la copa la beben, ¿y tú precisamente vas a quedar impune? No quedarás impune, antes sin falta la beberás. [13] Porque por mí lo he jurado — oráculo de Yahveh — que en desolación se convertirá Bosrá, y todas sus ciudades se convertirán en ruinas eternas. [14] Una nueva he oído de parte de Yahveh, un mensajero entre las naciones enviado: «Juntaos y venid contra él y poneos en pie de guerra.» [15] Porque es cierto que pequeño te hice yo entre las naciones, despreciable entre los hombres. [16] El espanto que infundías te engañó, la soberbia de tu corazón, tú, el que habitas en las hendiduras de la roca, que ocupas lo alto de la cuesta. Aunque pongas en alto, como el águila, tu nido, de allí te haré bajar — oráculo de Yahveh —. [17] Edom parará en desolación: todo el que pase a su vera se asombrará y silbará al ver todas sus heridas.

[18] Cual la catástrofe de Sodoma y Gomorra y sus vecinas — dice Yahveh — donde no vive nadie, ni reside en ellas ser humano. [19] Vedlo como león que sube del boscaje del Jordán hacia el pastizal perenne, cuando en un instante le haré salir huyendo de allí, para colocar allí a quien me plazca. Porque ¿quién como yo, y quién me emplazará, y quién es el pastor que aguante en mi presencia? [20] Así pues, oíd la decisión que Yahveh ha tomado sobre Edom y sus planes sobre los moradores de Temán. Juro que les han de llevar a rastras las crías de los rebaños, que asolarán sobre ellos sus pastizales. [21] Al son de su caída retumbó la tierra y el griterío hasta el mar de las Cañas se dejó oír. [22] Ved cómo cual un águila sube, se remonta y extiende sus alas sobre Bosrá; y vendrá a ser el corazón de los valientes de Edom en aquel día como corazón de mujer en parto. [23] A Damasco. Avergonzadas están Jamat y Arpad. Porque una noticia mala oyeron, su corazón tembló de espanto; como el mar que no se puede calmar. [24] Flaqueó Damasco, dio vuelta para huir y escalofríos la sobrecogieron: apuro y dolores la acometieron como a parturienta.

[25] ¡Cómo! ¿No fue abandonada la ciudad celebrada, la villa de mi contento? [26] En verdad, caerán sus jóvenes escogidos en sus plazas, y todos los guerreros perecerán aquel día — oráculo de Yahveh Sebaot —. [27] Prenderé fuego a la muralla de Damasco, y consumirá los alcázares de Ben Hadad.

[28] A Quedar y a los reinos de Jasor, que batió Nabucodonosor, rey de Babilonia. Así dice Yahveh: Alzaos, subid a Quedar y saquead a los hijos de oriente. [29] Sus tiendas y rebaños serán tomados; sus toldos y todo su ajuar y sus camellos les serán arrebatados, y a ellos se les llamará «Terror por doquier». [30] Huid, emigrad muy lejos, buscad profunda morada, moradores de Jasor — oráculo de Yahveh — porque ha tomado contra vosotros Nabucodonosor, rey de Babilonia, una decisión, y ha trazado un plan contra vosotros. [31] Alzaos, subid contra la nación pacífica que vive confiada — oráculo de Yahveh —. Ni puertas ni cerrojos tiene. En aislamiento viven. [32] Y serán sus camellos objeto del pillaje y el tropel de sus ganados para botín, y esparciré a todo viento a los que se afeitan las sienes, y de todos sus aledaños traeré su infortunio — oráculo de Yahveh —. [33] Y vendrá a ser Jasor guarida de chacales, desolación sempiterna, donde no se asienta nadie y en la que no reside ser humano.

[34] Lo que fue dicho por Yahveh al profeta Jeremías tocante a Elam en el principio del reinado de Sedecías, rey de Judá. [35] Así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo rompo el arco de Elam, primicia de su fuerza [36] y voy a traer sobre Elam los cuatro vientos desde los cuatro cabos de los cielos, y a ellos les esparciré a todos estos vientos, y no habrá nación a donde no lleguen los arrojados de Elam.

[37] Haré desmayar a Elam ante sus enemigos y ante los que buscan su muerte y traeré sobre ellos cosa mala, el ardor de mi ira — oráculo de Yahveh — y soltaré tras ellos la espada hasta acabarlos.

[38] Pondré mi trono en Elam y haré desaparecer de allí a rey y jefes — oráculo de Yahveh —. [39] Luego, en días futuros, haré volver a los cautivos de Elam — oráculo de Yahveh —.

Capítulo 50

[1] La palabra que habló Yahveh contra Babilonia, contra el país de los caldeos, por medio del profeta Jeremías. [2] Anunciadlo y hacedlo oír entre las gentes; levantad bandera; hacedlo oír; no lo calléis; decid: Ha sido tomada Babilonia, está confuso Bel, desmayó Marduk, están confusos sus ídolos, (desmayaron sus inmundicias). [3] Porque subió contra ella una gente del norte, que va a convertir su territorio en desolación, y no habrá en él habitante. Tanto personas como bestias emigraron, se fueron. [4] En aquellos días y en aquella sazón — oráculo de Yahveh — vendrán los hijos de Israel, (y los hijos de Judá junto con ellos), andando y llorando, en busca de Yahveh su Dios. [5] De Sión preguntaron por el camino, allá se dirigen: «Venid y aliémonos a Yahveh con pacto eterno, inolvidable.» [6] Ovejas perdidas era mi pueblo. Sus pastores las descarriaron, extraviándolas por los montes. De monte en collado andaban, olvidaron su aprisco. [7] Cualquiera que les topaba los devoraba, y sus contrarios decían: «No cometemos ningún delito, puesto que ellos pecaron contra Yahveh, ¡el pastizal de justicia y la esperanza de sus padres — Yahveh!» [8] Emigrad de Babilonia, y del país de los caldeos salid. Sed como los machos cabríos al frente del rebaño. [9] Porque mirad que yo hago que despierte y suba contra Babilonia una confederación de grandes naciones del norte, que se organizarán contra ella. Y por allí será tomada. Sus saetas, cual de valiente experto, no volverán de vacío. [10] Entonces será entregada Caldea al saqueo: todos los que la saqueen se hartarán, — oráculo de Yahveh.

[11] Porque os alegrasteis, porque gozasteis, depredadores de mi heredad, porque dabais corcovos como novilla en dehesa, y relinchos como animales fuertes. [12] Vergonzosa está vuestra madre sobremanera, abochornada la que os dio a luz. Es ahora la última de las naciones: desierto, sequedad y paramera. [13] Por la cólera de Yahveh no será poblada, mas estará desolada toda ella. Todo el que pase a la vera de Babilonia quedará atónito, y silbará al ver todas sus heridas. [14] Ordenaos contra Babilonia en derredor, todos los que asestáis arco; tirad contra ella, no escatiméis las flechas pues ha pecado contra Yahveh. [15] Dad gritos contra ella en derredor. Ella tiende su mano. Fallaron sus cimientos, se derrumbaron sus muros. Era la venganza de Yahveh. Tomad venganza de ella: Tal cual hizo, haced con ella. [16] Suprimid de Babilonia al sembrador y al que maneja la hoz al tiempo de la siega. Ante la espada irresistible, cada uno enfilará hacia su pueblo, cada uno huirá a su tierra.

[17] Rebaño disperso es Israel: leones lo ahuyentaron. El rey de Asiria lo devoró el primero, y Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo quebrantó después. [18] Por tanto, así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que yo visito al rey de Babilonia y su territorio, lo mismo que visité al rey de Asiria. [19] Y devolveré a Israel a sus pastizal, y pacerá el Carmelo y el Basán, y en la montaña de Efraím y Galaad se saciará. [20] En aquellos días y en aquella sazón — oráculo de Yahveh —, se buscará la culpa de Israel y no la habrá, y el pecado de Judá y no se hallará, porque seré piadoso con el resto que yo deje. [21] «Sube a la tierra de Meratáyim, sube contra ella; y a los habitantes de Pecod pásalos a espada y dalos al anatema hasta el último — oráculo de Yahveh —: haz en todo según te lo he mandado.» [22] Ruido de guerra en el país y quebranto grande.

[23] ¡Cómo se partió y fue quebrado el martillo de toda la tierra! ¡Cómo vino a ser pasmo Babilonia entre las naciones! [24] Te puse lazo y quedaste atrapada, Babilonia, sin darte cuenta; se dio contigo y fuiste capturada, porque contra Yahveh te sublevaste. [25] Abrió Yahveh su arsenal y sacó las armas de su ira. Era la tarea del Señor Yahveh Sebaot en tierra de caldeos. [26] «Venid a ella desde el confín, abrid sus almacenes. Haced con ellos montones y dadlos al anatema: no quede de ella reliquia. [27] Acuchillad todos sus bueyes, bajen a la degollina. ¡Ay de ellos, que llegó su día, la hora de su castigo!» [28] ¡Voces de huidos y escapados del país de Babilonia anunciando en Sión la venganza de Yahveh nuestro Dios, la venganza de su santuario! [29] Haced leva de flecheros contra Babilonia, todos los que asestáis arco acampad en torno suyo. Que no se escape nadie. Pagadle lo que vale su trabajo, Tal cual hizo, haced con ella, porque contra Yahveh se insolentó, contra el Santo de Israel.

[30] En verdad, caerán sus mancebos escogidos en sus plazas, y todos sus guerreros perecerán aquel día — oráculo de Yahveh —. [31] Heme aquí contra ti, «Insolencia», — oráculo del Señor Yahveh Sebaot — porque ha llegado tu día, la hora en que yo te castigue. [32] Tropezará «Insolencia» y caerá, sin tener quien la levante. Prenderé fuego a sus ciudades, y devorará todos sus contornos. [33] Así dice Yahveh Sebaot: Oprimidos estaban los hijos de Israel y los hijos de Judá a una. Todos sus cautivadores los retenían, se negaban a soltarlos. [34] Su Redentor esforzado, Yahveh Sebaot se llama. El tomará la defensa de su causa hasta hacer temblar la tierra y estremecerse a los habitantes de Babilonia. [35] ¡Espada a los caldeos — oráculo de Yahveh — y a los habitantes de Babilonia, a sus jefes y a sus sabios! [36] Espada a sus adivinos, y quedarán por necios. Espada a sus valientes, y desmayarán. [37] Espada a sus caballos y a sus carros, a toda la mezcolanza de gentes que hay dentro de ella, y serán como mujeres. Espada a sus tesoros y serán saqueados. [38] ¡Sequía a sus aguas y se secarán; porque tierra de ídolos es aquélla, y por sus Espantos pierden la cabeza! [39] Por eso vivirán las hienas con los chacales y vivirán en ella las avestruces, y no será habitada nunca jamás ni será poblada por siglos y siglos. [40] Como en la catástrofe causada por Dios a Sodoma, Gomorra y sus vecinas — oráculo de Yahveh — donde no vive nadie, ni reside en ellas ser humano.

[41] Mirad que un pueblo viene del norte, una gran nación, y muchos reyes se despiertan de los confines de la tierra. [42] Arco y lanza blanden, crueles son y sin entrañas. Su voz como la mar muge, y a caballo van montados, ordenados como un solo hombre para la guerra contra ti, hija de Babel. [43] Oyó el rey de Babilonia nuevas de ellos y flaquean sus manos. Angustia le asaltó, dolor como de parturienta. [44] Vedlo como león que sube del boscaje del Jordán hacia el pastizal perenne, cuando en un instante le haré salir huyendo de allí, para colocar allí a quien me plazca. Porque ¿quién como yo, y quién me emplazará, y quién es el pastor que aguante en mi presencia? [45] Así pues, oíd la decisión que Yahveh ha tomado sobre Babilonia y sus planes sobre el país de los caldeos. Juro que les han de llevar a rastras las crías de los rebaños, que asolarán sobre ellos sus pastizales. [46] Al son de la conquista de Babilonia retumbó la tierra, y el griterío de las naciones se dejó oír.

Capítulo 51

[1] Así dice Yahveh: Mirad que yo despierto contra Babilonia y los habitantes de Leb Camay un viento destructor. [2] Enviaré a Babilonia beldadores que la bielden y dejen vacío su territorio, porque se la acosará por todas partes el día aciago. [3] El arquero que no aseste su arco, ni se jacte de su cota. No tengáis piedad para sus jóvenes escogidos: dad al anatema todo su ejército. [4] Caerán heridos en tierra de Caldea, y traspasados en sus calles. [5] Pero no ha enviudado Israel ni Judá de su Dios, de Yahveh Sebaot. Sus tierras estaban llenas de delitos contra el Santo de Israel. [6] Huid del interior de Babilonia, (y salvad cada cual vuestra vida), no perezcáis por su culpa, pues es hora de venganza para Yahveh: le está pagando su merecido. [7] Copa de oro era Babilonia en la mano de Yahveh, que embriagaba toda la tierra. De su vino bebieron las naciones, lo que las hizo enloquecer. [8] De pronto cayó Babilonia y se rompió. Ululad por ella, tomad bálsamo para su sufrimiento, a ver si sana. [9] Hemos curado a Babilonia, pero no ha sanado, dejadla y vayamos, cada cual a su tierra, porque ha llegado a los cielos el juicio contra ella, se ha elevado hasta las nubes. [10] Yahveh hizo patente nuestra justicia; venid y cantemos en Sión las obras de Yahveh nuestro Dios.

[11] Aguzad las saetas, llenad las aljabas. Ha despertado Yahveh el espíritu de los reyes de Media, porque sobre Babilonia está su designio de destruirla, porque esta será la venganza de Yahveh, la venganza de su santuario. [12] Sobre las murallas de Babilonia izad bandera, reforzad la guardia, apostad centinelas, preparad celadas; que también Yahveh ha tomado un acuerdo, también él va a cumplir lo que dijo sobre los habitantes de Babilonia. [13] Tú, la que estás instalada sobre ingentes aguas, la de ingentes tesoros, llegó tu fin, el término de tus ganancias.

[14] Lo ha jurado Yahveh Sebaot por sí mismo: Yo he de colmarte de hombres como de langostas, y entonarán contra ti el cantar de los lagareros. [15] El es quien hizo la tierra con su poder, el que estableció el orbe con su saber, y con su inteligencia expandió los cielos.

[16] Cuando da voces, hay estruendo de aguas en los cielos, y hace subir las nubes desde el extremo de la tierra. El hace los relámpagos para la lluvia y saca el viento de sus depósitos.

[17] Todo hombre es torpe para comprender, se avergüenza del ídolo todo platero, porque sus estatuas son una mentira y no hay espíritu en ellas. [18] Vanidad son, cosa ridícula; al tiempo de su visita perecerán.

[19] No es así la «Parte de Jacob», pues él es el plasmador del universo, y aquel cuyo heredero es Israel; Yahveh Sebaot es su nombre.

[20] Un martillo eras tú para mí, un arma de guerra: contigo machaqué naciones, contigo destruí reinos, [21] contigo machaqué caballo y caballero, contigo machaqué el carro y a quien lo monta. [22] contigo machaqué a hombre y mujer, contigo machaqué al viejo y al muchacho, contigo machaqué al joven y a la doncella,

[23] contigo machaqué al pastor y su hato, contigo machaqué al labrador y su yunta, contigo machaqué a gobernadores y magistrados.

[24] Y haré que Babilonia y todos los habitantes de Caldea paguen por todo el daño que hicieron en Sión, delante de vuestros ojos — oráculo de Yahveh —. [25] Heme aquí en contra tuya, montaña destructora — oráculo de Yahveh —, destructora toda la tierra. Voy a echarte mano y a hacerte rodar desde las peñas, y a convertirte en montaña quemada. [26] No tomarán de ti piedra angular ni piedra de cimientos, porque desolación por siempre serás — oráculo de Yahveh —.

[27] Alzad bandera en la tierra, tocad cuerno en las naciones. Haced leva santa contra ella en las naciones, citad contra ella a los reinos. de Ararat, Minní y Askenaz, estableced contra ella reclutador, haced que ataque la caballería cual langosta. [28] Haced leva santa contra ella en las naciones, los reyes de Media, sus gobernadores y todos sus magistrados y todo el país de su dominio. [29] Y retiembla la tierra, y da vueltas, por haberse cumplido contra Babilonia los planes de Yahveh, de convertir la tierra de Babel en desolación sin habitantes. [30] Cesaron de guerrear los valientes de Babilonia, se han quedado en las fortalezas. Agotóse su bravura, se volvieron mujeres; quemaron sus aposentos, se rompieron sus barras. [31] Correo al alcance de correo corre, e informador al alcance de informador, para informar al rey de Babilonia que ha sido tomada su ciudad de cabo a cabo, [32] y sus vados fueron ocupados y los cañaverales incendiados, y los guerreros se atemorizaron. [33] Porque así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: La hija de Babel es como era al tiempo de apisonarla; un poco más, y le habrá llegado el tiempo de la siega.

[34] Me comió, me arrebañó el rey de Babilonia, me dejó como cacharro vacío, me tragó como un dragón, llenó su vientre con mis buenos trozos, me expulsó. [35] «Mi atropello y mis sufrimientos sobre Babilonia», dirá la población de Sión; y «mi sangre sobre los habitantes de Caldea», dirá Jerusalén. [36] Por tanto, así dice Yahveh: Heme aquí, que defiendo tu causa y vengo tu venganza, y deseco el mar de el y dejo enjuto su hontanar, [37] y vendrá a ser Babilonia montón de piedras, guarida de chacales, tema de pasmo y rechifla, sin ningún habitante. [38] A una cual leones rugen, gruñen como cachorros de leonas.

[39] En teniendo ellos calor les serviré su bebida y les embriagaré de modo que se alegren, y dormirán un sueño eterno y no se despertarán — oráculo de Yahveh —. [40] Les haré bajar como corderos al matadero, como carneros y machos cabríos.

[41] ¡Cómo fue tomada Sesac, y ocupada la prez de toda la tierra! ¡Cómo vino a ser pasmo Babilonia entre las naciones! [42] Subió contra Babilonia el mar, por el tropel de sus olas quedó cubierta. [43] Vinieron a quedar sus ciudades devastadas, tierra reseca y yerma, no vive en ellas nadie, ni discurre por ellas ser humano. [44] Visitaré a Bel en Babilonia, y le sacaré su bocado de la boca, y no afluirán a él ya más las naciones. Hasta la muralla de Babilonia ha caído. [45] Salid de en medio de ella, pueblo mío, que cada cual salve su vida del ardor de la ira de Yahveh. [46] Y que no se marchite vuestro corazón y tengáis miedo por el rumor que se oirá en la tierra. Cierto correrá un año tal rumor, y luego al año siguiente, otro distinto: violencia en la tierra, y domeñador sobre domeñador.

[47] Pues bien, mirad que vienen días en que visitaré a los ídolos de Babilonia, y todo su territorio se abochornará, y todos sus heridos caerán en medio de ella. [48] Y harán corro contra Babilonia cielos y tierra y todo cuanto hay en ellos, cuando del norte lleguen los devastadores — oráculo de Yahveh —. [49] También Babilonia caerá, oh heridos de Israel. También por Babilonia cayeron los heridos de toda la tierra. [50] Escapados de la espada, andad, no os paréis, recordad desde lejos a Yahveh, y que Jerusalén os venga en mientes. [51] — «Quedamos abochornados al oír tal afrenta; cubrió la vergüenza nuestros rostros. ¡Habían penetrado extranjeros hasta los santuarios de la Casa de Yahveh!» [52] — Pues bien, mirad que vienen días — oráculo de Yahveh — en que visitaré a sus ídolos, y en todo su territorio se quejarán los heridos. [53] Aunque suba Babilonia a los cielos y encastille en lo alto su poder, de mi parte llegarán saqueadores hasta ella — oráculo de Yahveh —. [54] Suenan gritos de socorro desde Babilonia, y un fragor desde Caldea. [55] Es que devasta Yahveh a Babilonia, apaga de ella el gran ruido, y mugen sus olas como las de alta mar, cuyo son es estruendoso.

[56] Es que viene sobre ella, sobre Babilonia el devastador, van a ser apresados sus valientes, se han aflojado sus arcos. Porque Dios retribuidor es Yahveh: cierto pagará. [57] Yo embriagaré a sus jefes y a sus sabios, a sus gobernadores y a sus magistrados y a sus valientes, y dormirán un sueño eterno y no se despertarán — oráculo del Rey cuyo nombre es Yahveh Sebaot —.

[58] Así dice Yahveh Sebaot: Aquella ancha muralla de Babilonia ha de ser socavada, y aquellas sus altas puertas con fuego han de ser quemadas, y se habrán fatigado pueblos para nada, y naciones para el fuego se habrán cansado. [59] Orden que dio el profeta Jeremías a Seraías, hijo de Neriyías, hijo de Majseías, al partir éste de junto a Sedecías, rey de Judá, para Babilonia el año cuarto de su reinado, siendo Seraías jefe de etapas. [60] Escribió, pues, Jeremías todo el mal que había de sobrevenir a Babilonia en un libro — todas estas palabras arriba escritas acerca de Babilonia — [61] y dijo Jeremías a Seraías: «En llegando tú a Babilonia, mira de leer en voz alta todas estas palabras, [62] y dirás: "Yahveh, tú has hablado respecto a este lugar, de destruirlo sin que haya en él habitante, ya sea persona o animal, sino que soledad por siempre será." [63] Luego, en acabando tú de leer en voz alta ese libro, atas a él una piedra y lo arroja al Eufrates, [64] y dices: "Así se hundirá Babilonia y no se recobrará del mal que yo mismo voy a traer sobre ella."» Hasta aquí las palabras de Jeremías.

Capítulo 52

[1] Veintiún años tenía Sedecías cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de Libná. [2] Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como había hecho Yoyaquim. [3] Esto sucedió a causa de la cólera de Yahveh contra Jerusalén y Judá, hasta que los arrojó de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia. [4] En el año noveno de su reinado, en el mes décimo, el diez del mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército, contra Jerusalén, acampó contra ella, y la cercaron con una empalizada. [5] La ciudad estuvo sitiada hasta el año once del rey Sedecías. [6] El mes cuarto, el nueve del mes, cuando arreció el hambre en la ciudad y no había pan para la gente del pueblo, [7] se abrió una brecha en la ciudad y al verlo el rey y todos los guerreros, huyeron de la ciudad saliendo de noche, por el camino de la puerta que está entre los dos muros que dan al jardín del rey, mientras los caldeos estaban alrededor de la ciudad, y se fueron por el camino de la Arabá.

[8] Las tropas caldeas persiguieron al rey Sedecías y le dieron alcance en los llanos de Jericó; entonces todo el ejército se dispersó de su lado. [9] Capturaron al rey y lo subieron a Riblá, en la tierra de Jamat, donde el rey de Babilonia, que le sometió a juicio. [10] Los hijos de Sedecías fueron degollados a su vista, y lo mismo a todos los jefes de Judá degolló en Riblá. [11] A Sedecías le sacó los ojos, lo encadenó con cadenas de bronce, y el rey de Babilonia lo llevó a Babilonia, donde lo tuvo en prisión hasta el día de su muerte. [12] En el mes quinto, el diez del mes, en el año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nebuzaradán, jefe de la guardia, uno de los que servían ante el rey de Babilonia, vino a Jerusalén. [13] Incendió la Casa de Yahveh y la casa del rey y todas las casas de Jerusalén.

[14] Todas las tropas caldeas que había con el jefe de la guardia demolieron las murallas que rodeaban a Jerusalén. [15] Cuanto (a una parte de los pobres del país) al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y el resto de los artesanos, Nebuzaradán, jefe de la guardia, los deportó, [16] Nebuzaradán el jefe de la guardia, dejó algunos de entre la gente pobre como viñadores y labradores. [17] Los caldeos rompieron las columnas de bronce que había en la Casa de Yahveh, las basas, el Mar de bronce de la Casa de Yahveh, y se llevaron todo el bronce a Babilonia. [18] Tomaron también los ceniceros, las paletas, los cuchillos, los acetres, las cucharas y todos los utensilios de bronce de que se servían. [19] El jefe de la guardia tomó las vasijas, los incensarios y los aspersorios, los ceniceros, los candeleros, las cucharas y las tazas, cuanto había de oro y plata.

[20] Cuanto a las dos columnas, el Mar, los doce bueyes de bronce que estaban bajo el Mar y las basas que Salomón había hecho para la Casa de Yahveh, no se pudo calcular el peso de bronce de todos aquellos objetos. [21] La altura de una columna era de dieciocho codos, un hilo de doce codos medía su perímetro; su grosor era de cuatro dedos y hera hueca por dentro, [22] y encima tenía un capitel de bronce; la altura del capitel era de cinco codos; había un trenzado y granadas en torno al capitel, todo de bronce. Lo mismo para la segunda columna. [23] Había noventa y seis granadas que pendían a los lados. En total había cien granadas rodeando el trenzado. [24] El jefe de la guardia tomó preso a Seraías, primer sacerdote, y a Sefanías, segundo sacerdote, y a los tres encargados del umbral. [25] Tomó a un eunuco de la ciudad, que era inspector de los hombres de guerra, siete hombres de los cortesanos del rey, que se encontraban en la ciudad, al secretario del jefe del ejército, encargado del alistamiento del pueblo de la tierra y sesenta hombres de la tierra que se hallaban en la ciudad.

[26] Nebuzaradán, jefe de la guardia, los tomó y los llevó a Riblá, donde el rey de Babilonia, [27] y el rey de Babilonia los hirió haciéndoles morir en Riblá, en el país de Jamat. Así fue deportado Judá, lejos de su tierra. [28] Este es el número de los deportados por Nabucodonosor. El año séptimo: 3.023 de Judá; [29] el año dieciocho de Nabucodonosor fueron llevadas de Jerusalén 832 personas; [30] el año veintitrés de Nabucodonosor, Nebuzaradán, jefe de la guardia, deportó a 745 de Judá. En total: 4.600 personas. [31] En el año treinta y seis de la deportación de Joaquín, rey de Judá, en el mes doce, el veinticinco del mes, Evil Merodak, rey de Babilonia, hizo gracia en el año en que comenzó a reinar, a Joaquín, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel.

[32] Le habló con benevolencia y le dio un asiento superior al asiento de los reyes que estaban con él en Babilonia. [33] Joaquín se quitó sus vestidos de prisión y comió siempre en la mesa del rey, todos los días de su vida. [34] Le fue dado constantemente su sustento de parte del rey de Babilonia, día tras día, hasta el día de su muerte, todos los días de su vida.

LAMENTACIONES

Capítulo 1

[1] Alef. ¡Cómo, ay, yace solitaria la Ciudad populosa! Como una viuda se ha quedado la grande entre las naciones. La Princesa entre las provincias sujeta está a tributo. [2] Bet. Llora que llora por la noche, y las lágrimas surcan sus mejillas. Ni uno hay que la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos la han traicionado, ¡se le han trocado en enemigos! [3] Guímel. Judá está desterrada, en postración y en extrema servidumbre. Sentada entre las naciones, no encuentra sosiego. La alcanzan todos sus perseguidores entre las angosturas. [4] Dálet. Las calzadas de Sión están de luto, que nadie viene a las solemnidades. Todas sus puertas desoladas, sus sacerdotes gimiendo, afligidas sus vírgenes, ¡y ella misma en amargura! [5] He. Sus adversarios están a la cabeza, sus enemigos bien felices, porque Yahveh la ha afligido por sus muchos delitos. Sus niños han partido al cautiverio delante del adversario. [6] Vau. De la hija de Sión se ha ido todo su esplendor. Sus príncipes son como ciervos que no encuentran pasto, caminando van sin fuerzas delante del hostigador.

[7] Zain. Jerusalén recuerda sus días de miseria y vida errante, cuando a manos del adversario sucumbía su pueblo, sin que nadie viniera en su ayuda. Los adversarios la miraban, riéndose de su ruina. [8] Jet. Mucho ha pecado Jerusalén, por eso se ha hecho cosa impura. Todos los que la honraban la desprecian, porque han visto su desnudez; y ella misma gime y se vuelve de espaldas. [9] Tet. Su inmundicia se pega a su ropa; no pensó ella en su fin, ¡y ha caído asombrosamente! No hay quien la consuele. «¡Mira, Yahveh, mi miseria, que el enemigo se agiganta!» [10] Yod. El adversario ha echado mano a todos sus tesoros; ha visto ella a las gentes entrar en su santuario, aquellos de quienes tú ordenaste: «¡No entrarán en tu asamblea!» [11] Kaf. Su pueblo entero gime buscando pan; dan sus tesoros a cambio de alimento, por recobrar la vida. «Mira, Yahveh, y contempla qué envilecida estoy.» [12] Lámed. Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta, con el que Yahveh me ha herido el día de su ardiente cólera.

[13] Mem. Ha lanzado fuego de lo alto, lo ha metido en mis huesos. Ante mis pies ha tendido una red, me ha tirado hacia atrás; me ha dejado desolada, todo el día dolorida. [14] Nun. Ligado ha sido el yugo de mis delitos, entrelazados por su mano. Sobre mi cuello su yugo doblega mi vigor. El Señor me ha dejado a merced de ellos, ¡ya no puedo tenerme! [15] Sámek. Ha desechado a todos mis valientes de en medio de mí el Señor. Ha convocado un concejo contra mí para acabar con mis jóvenes. El Señor ha pisado en lagar a la virgen, hija de Judá. [16] Ain. Por esto lloro yo; mi ojo, mi ojo se va en agua, porque está lejos de mí el consolador que reanime mi alma. Mis hijos están desolados, porque ha ganado el enemigo. [17] Pe. Tiende Sión sus manos: ¡no hay quien la consuele! Ha mandado Yahveh contra Jacob sus adversarios por doquier; Jerusalén se ha hecho cosa impura en medio de ellos. [18] Sade. Justo, justo es Yahveh, porque yo he sido indócil a sus órdenes. Escuchad, pues, pueblos todos, y mirad mi dolor. Mis doncellas y mis jóvenes han ido al cautiverio.

[19] Qof. He llamado a mis amantes: me han traicionado ellos. Mis sacerdotes y mis ancianos han expirado en la ciudad, mientras se buscaban alimento por recobrar la vida. [20] Res. ¡Mira, Yahveh, que estoy en angustias! ¡Me hierven las entrañas, el corazón se me retuerce dentro, pues he sido muy rebelde! Afuera, la espada priva de hijos, en casa es como la muerte. [21] Sin. ¡Oye cómo gimo: no hay quien me consuele! Todos mis enemigos, enterados de mi mal, se alegran de lo que tú has hecho. ¡Haz que llegue el Día que tienes anunciado, para que sean como yo! [22] Tau. ¡Llegue ante ti toda su maldad, y trátalos como a mí me trataste por todos mis delitos! Pues son muchos mis gemidos, y languidece mi corazón.

Capítulo 2

[1] Alef. ¡Cómo, ay, ha anublado, en su cólera, el Señor a la hija de Sión! ¡Del cielo a la tierra ha precipitado el esplendor de Israel, sin acordarse del estrado de sus pies, en el día de su cólera! [2] Bet. El Señor ha destruido sin piedad todas las moradas de Jacob; ha derruido, en su furor, las fortalezas de la hija de Judá; por tierra ha echado, ha profanado al reino y a sus príncipes. [3] Guímel. En el ardor de su cólera ha quebrado todo el vigor de Israel; ha echado atrás su diestra de frente al enemigo; ha prendido en Jacob como fuego llameante que devora a la redonda. [4] Dálet. Ha tensado su arco, igual que un enemigo, ha afirmado su diestra; como un adversario ha matado a todos los que eran encanto de los ojos; en la tienda de la hija de Sión ha vertido su furor como fuego. [5] He. Se ha portado el Señor como enemigo; ha destruido a Israel, ha destruido todos sus palacios, ha derruido sus fortalezas, ha acumulado en la hija de Judá gemidos y gemidos. [6] Vau. Ha forzado, como a un huerto, su cerca, ha derruido su lugar de reunión. Ha hecho olvidar Yahveh en Sión solemnidades y sábados; ha desechado en el ardor de su cólera a rey y sacerdote.

[7] Zain. El Señor ha rechazado su altar, su santuario ha desdeñado; ha dejado a merced del enemigo los muros de sus palacios; ¡gritos se dieron en la Casa de Yahveh, como en día solemne! [8] Jet. Yahveh decidió destruir la muralla de la hija de Sión. Tiró el cordel, y no retrajo su mano de arrasar; ha envuelto en luto antemural y muro, que a la vez se desmoronan. [9] Tet. Sus puertas en tierra se han hundido, él ha deshecho y roto sus cerrojos; su rey y sus príncipes están entre las gentes; ¡ya no hay Ley! Y tampoco sus profetas logran visiones de Yahveh. [10] Yod. En tierra están sentados, en silencio, los ancianos de la hija de Sión; se han echado polvo en su cabeza, se han ceñido de sayal. Inclinan su cabeza hasta la tierra las vírgenes de Jerusalén. [11] Kaf. Se agotan de lágrimas mis ojos, las entrañas me hierven, mi hígado por tierra se derrama, por el desastre de la hija de mi pueblo, mientras desfallecen niños y lactantes en las plazas de la ciudad. [12] Lámed. Dicen ellos a sus madres: «¿Dónde hay pan?», mientras caen desfallecidos, como víctimas, en las plazas de la ciudad, mientras exhalan el espíritu en el regazo de sus madres.

[13] Mem. ¿A quién te compararé? ¿A quién te asemejaré, hija de Jerusalén? ¿Quién te podrá salvar y consolar, virgen, hija de Sión? Grande como el mar es tu quebranto: ¿quién te podrá curar? [14] Nun. Tus profetas vieron para ti visiones de falsedad e insipidez. No revelaron tu culpa, para cambiar tu suerte. Oráculos tuvieron para ti de falacia e ilusión. [15] Sámek. Sobre ti baten palmas todos los que pasan de camino; silban y menean la cabeza sobre la hija de Jerusalén. «¿Esa es la ciudad que llamaban la Hermosa, la alegría de toda la tierra?» [16] Pe. Abren su boca contra ti todos tus enemigos; silban y rechinan de dientes, dicen: «¡Nos la hemos tragado! ¡Ah, éste es el Día que esperábamos! ¡Ya lo alcanzamos, ya lo vemos!» [17] Ain. Yahveh ha hecho lo que había resuelto, ha cumplido su palabra que había empeñado desde antiguo; ha destruido sin piedad; ha hecho alegrarse sobre ti al enemigo, ha exaltado la frente de tus adversarios. [18] Sade. ¡Clama, pues, al Señor, muralla de la hija de Sión; deja correr a torrentes tus lágrimas, durante día y noche; no te concedas tregua, no cese la niña de tu ojo! [19] Qof. ¡En pie, lanza un grito en la noche, cuando comienza la ronda; como agua tu corazón derrama ante el rostro del Señor, alza tus manos hacia él por la vida de tus pequeñuelos (que de hambre desfallecen por las esquinas de todas las calles)! [20] Res. Mira, Yahveh, y considera: ¿a quién has tratado de esta suerte? ¿Tenían las mujeres que comer sus frutos, a sus niños de pecho? ¿Tenían que ser asesinados en el santuario del Señor sacerdote y profeta? [21] Sin. Por tierra yacen en las calles niños y ancianos; mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a cuchillo; ¡has matado en el día de tu cólera, has inmolado sin piedad! [22] Tau. Como en día solemne congregaste por todo el ámbito terrores; no hubo en el día de la ira de Yahveh fugitivo ni evadido. Los que yo había criado y mantenido mi enemigo los exterminó.

Capítulo 3

[1] Alef. Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor. [2] El me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. [3] Contra mí solo vuelve él y revuelve su mano todo el día. [4] Bet. Mi carne y mi piel ha consumido, ha quebrado mis huesos.

[5] Ha levantado contra mí en asedio amargor y tortura. [6] Me ha hecho morar en las tinieblas, como los muertos para siempre.

[7] Guímel. Me ha emparedado y no puedo salir; ha hecho pesadas mis cadenas. [8] Aun cuando grito y pido auxilio, él sofoca mi súplica. [9] Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos. [10] Dálet. Oso en acecho ha sido para mí, león en escondite.

[11] Intrincando mis caminos, me ha desgarrado, me ha dejado hecho un horror. [12] Ha tensado su arco y me ha fijado como blanco de sus flechas.

[13] He. Ha clavado en mis lomos los hijos de su aljaba. [14] De todo mi pueblo me he hecho la irrisión, su copla todo el día. [15] El me ha colmado de amargura, me ha abrevado con ajenjo.

[16] Vau. Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza. [17] Mi alma está alejada de la paz, he olvidado la dicha. [18] Digo: ¡Ha fenecido mi vigor, y la esperanza que me venía de Yahveh! [19] Zain. Recuerda mi miseria y vida errante: ¡es ajenjo y amargor! [20] Lo recuerda, lo recuerda, y se hunde mi alma en mí. [21] Esto revolveré en mi corazón, por ello esperaré: [22] Jet. Que el amor de Yahveh no se ha acabado, ni se ha agotado su ternura; [23] cada mañana se renuevan: ¡grande es tu lealtad! [24] «¡Mi porción es Yahveh, dice mi alma, por eso en él espero!» [25] Tet. Bueno es Yahveh para el que en él espera, para el alma que le busca. [26] Bueno es esperar en silencio la salvación de Yahveh. [27] Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud.

[28] Yod. Que se siente solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; [29] que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza; [30] que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de oprobios. [31] Kaf. Porque no desecha para siempre a los humanos el Señor:

[32] si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor;

[33] pues no de corazón humilla él ni aflige a los hijos de hombre.

[34] Lámed. Cuando se aplasta bajo el pie a todos los cautivos de un país, [35] cuando se tuerce el derecho de un hombre ante la faz del Altísimo, [36] cuando se causa entuerto a un hombre en su proceso, ¿el Señor no lo ve? [37] Mem. ¿Quién habló y ello fue? ¿No es el Señor el que decide?

[38] ¿No salen de la boca del Altísimo los males y los bienes?

[39] ¿De qué, pues, se queja el hombre? ¡Que sea hombre contra sus pecados! [40] Nun. Examinemos nuestros caminos, escudriñémoslos, y convirtámonos a Yahveh. [41] Alcemos nuestro corazón y nuestras manos al Dios que está en los cielos. [42] Nosotros hemos sido rebeldes y traidores: ¡Tú no has perdonado! [43] Sámek. Te has envuelto en cólera y nos has perseguido, has matado sin piedad; [44] te has arropado en una nube para que no pasara la oración;

[45] basura y abyección nos has hecho en medio de los pueblos.

[46] Pe. Abren su boca contra nosotros todos nuestros enemigos.

[47] Terror y fosa es nuestra suerte, desolación y ruina. [48] Arroyos de lágrimas derraman mis ojos por la ruina de la hija de mi pueblo. [49] Ain. Mis ojos fluyen y no cesan; ya no hay alivio [50] hasta que mire y vea Yahveh desde los cielos. [51] Me hacen daño mis ojos por todas las hijas de mi ciudad.

[52] Sade. Cazar me cazaron como a un pájaro, mis enemigos sin motivo. [53] Sofocaron mi vida en una fosa y echaron piedras sobre mí.

[54] Sumergieron las aguas mi cabeza, dije: «¡Estoy perdido!» [55] Qof. Invoqué tu Nombre, Yahveh, desde la hondura de la fosa. [56] Tú oíste mi grito: «¡No cierres tu oído a mi oración que pide ayuda!» [57] Te acercaste el día en que te invocaba, dijiste: «¡No temas!» [58] Res. Tú has defendido, Señor, la causa de mi alma, mi vida has rescatado. [59] Has visto, Yahveh, el entuerto que me hacían: ¡lleva tú mi juicio! [60] Has visto toda su venganza, todos sus planes contra mí.

[61] Sin. Has oído sus insultos, Yahveh, todos sus planes contra mí, [62] los labios de mis agresores y sus tramas, contra mí todo el día. [63] Estén sentados o en pie, mira: yo soy la copla de ellos. [64] Tau. Retribúyeles, Yahveh, según la obra de sus manos.

[65] Dales embotamiento de corazón, ¡tu maldición sobre ellos!

[66] ¡Persíguelos con saña, extírpalos de debajo de tus cielos!

Capítulo 4

[1] Alef. ¡Cómo, ay, se ha deslucido, el oro se ha alterado el oro mejor! Las piedras sagradas están, ay, esparcidas por las esquinas de todas las calles. [2] Bet. Los hijos de Sión, los excelentes, valiosos como el oro fino, ¡son, ay, considerados como vasos de arcilla, obra de manos de alfarero! [3] Guímel. Hasta los chacales desnudan la teta, dan de mamar a sus cachorros; la hija de mi pueblo se ha vuelto tan cruel como las avestruces del desierto. [4] Dálet. La lengua del niño de pecho se pega de sed al paladar; los pequeñuelos piden pan: no hay quien se lo reparta. [5] He. Los que comían manjares deliciosos desfallecen por las calles; los que se criaban entre púrpura abrazan los estercoleros. [6] Vau. La culpa de la hija de mi pueblo supera al pecado de Sodoma, que fue aniquilada en un instante sin que manos en ello se cansaran.

[7] Zain. Más limpios que la nieve eran sus nazireos, más blancos que la leche; de cuerpo más rojo que corales, un zafiro su figura. [8] Jet. Más oscuro es su semblante que el hollín, ya no se les reconoce por las calles. Su piel está pegada a sus huesos, seca como madera. [9] Tet. Más dichosos fueron los muertos a cuchillo que los muertos de hambre, que extenuados sucumben, por falta de los frutos de los campos. [10] Yod. Las mismas manos de tiernas mujeres cocieron a sus hijos: triste alimento fueron para ellas, en la ruina de la hija de mi pueblo. [11] Kaf. Yahveh ha apurado su furor, ha derramado el ardor de su cólera; encendió fuego en Sión que ha devorado sus cimientos. [12] Lámed. Nunca creyeron los reyes de la tierra ni cuantos moran en el mundo, que el adversario y el enemigo entrarían por las puertas de Jerusalén. [13] Mem. ¡Fue por los pecados de sus profetas, por las culpas de sus sacerdotes, que en medio de ella derramaron sangre de justos! [14] Nun. Titubeaban por las calles como ciegos, manchados de sangre, sin que nadie pudiera tocar sus vestiduras.

[15] Sámek. «¡Apartaos! ¡Un impuro!», les gritaban, «¡Apartaos, apartaos! ¡No tocar!» Si huían errantes, se decía entre las naciones: «¡No seguirán de huéspedes aquí!» [16] Pe. El Rostro de Yahveh los dispersó, no volverá a mirarlos. No hubo respeto para los sacerdotes, ni piedad para los ancianos. [17] Ain. Y aún se consumían nuestros ojos, esperando un socorro: ¡ilusión! Desde nuestros oteros oteábamos a una nación incapaz de salvar. [18] Sade. Se acechaban nuestros pasos, para que no anduviéramos por nuestras plazas. Cerca estaba nuestro fin, cumplidos nuestros días, sí, llegaba nuestro fin. [19] Qof. Nuestros perseguidores eran raudos, más que las águilas del cielo; nos acosaban por los montes, en el desierto nos tendían emboscadas. [20] Res. Nuestro aliento vital, el ungido de Yahveh, quedó preso en sus fosas; aquel de quien decíamos: «¡A su sombra viviremos entre las naciones!» [21] Sin. ¡Regocíjate, exulta, hija de Edom, que habitas en el país de Us! ¡También a ti pasará la copa: te embriagarás y te desnudarás! [22] Tau. ¡Se ha borrado tu culpa, hija de Sión; no volverá él a desterrarte! ¡Pero ha de visitar tu culpa, hija de Edom, pondrá al desnudo tus pecados!

Capítulo 5

[1] ¡Acuérdate, Yahveh, de lo que nos ha sobrevenido, mira y ve nuestro oprobio! [2] Nuestra heredad ha pasado a extranjeros, nuestras casas a extraños. [3] Somos huérfanos, sin padre; nuestras madres, como viudas. [4] A precio de plata bebemos nuestra agua, nuestra leña nos llega por dinero. [5] El yugo a nuestro cuello, andamos acosados; estamos agotados, no se nos da respiro. [6] Hacia Egipto tendemos nuestra mano, hacia Asur para quitar el hambre.

[7] Nuestros padres pecaron: ya no existen; y nosotros cargamos con sus culpas. [8] Esclavos nos dominan, nadie nos libra de su mano. [9] A riesgo de la vida logramos nuestro pan, afrontando la espada del desierto. [10] Nuestra piel abrasa como un horno, a causa del ardor del hambre. [11] Han violado a las mujeres en Sión, a las vírgenes en las ciudades de Judá. [12] Colgados fueron por sus manos los príncipes; la faz de los ancianos no ha sido respetada.

[13] Han arrastrado la muela los muchachos, bajo la leña se han doblado los niños. [14] Los ancianos han dejado de acudir a la puerta, los muchachos han parado sus cantares. [15] Ha cesado la alegría de nuestro corazón, se ha trocado en duelo nuestra danza. [16] Ha caído la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado! [17] Por eso está dolorido nuestro corazón, por eso se nublan nuestros ojos: [18] por el monte Sión, que está asolado; ¡las raposas merodean en él! [19] Mas tú, Yahveh, para siempre te sientas; ¡tu trono de generación en generación! [20] ¿Por qué has de olvidarnos para siempre, por qué toda la vida abandonarnos? [21] ¡Haznos volver a ti, Yahveh, y volveremos. Renueva nuestros días como antaño, [22] si es que no nos has desechado totalmente, irritado contra nosotros sin medida!

BARUC

Capítulo 1

[1] Este es el texto del libro que Baruc, hijo de Neriyías, hijo de Maaseías, hijo de Sedecías, hijo de Asadías, hijo de Jilquías, escribió en Babilonia, [2] el año quinto, el día siete del mes, en el tiempo en que los caldeos habían tomado e incendiado Jerusalén. [3] Baruc leyó el texto de este libro a oídos de Jeconías, hijo de Yoyaquim, rey de Judá, y a oídos de todo el pueblo venido para escuchar el libro; [4] a oídos de las autoridades y de los hijos del rey, a oídos de los ancianos, a oídos del pueblo entero desde el menor al mayor, de todos los que habitaban en Babilonia, a orillas del río Sud. [5] Todos lloraron, ayunaron y oraron delante del Señor. [6] Luego reunieron dinero, según las posibilidades de cada uno, [7] y lo enviaron a Jerusalén, al sacerdote Joaquín, hijo de Jilquías, hijo de Salom, a los demás sacerdotes y a todo el pueblo que se encontraba con él en Jerusalén.

[8] Y a Baruc, el día diez del mes de Siván, había tomado los objetos sagrados de la Casa del Señor que habían sido llevados del Templo, con ánimo de volverlos a llevar a la tierra de Judá; objetos de plata mandados hacer por Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, [9] después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías, a los príncipes, a los cerrajeros, a las autoridades y al pueblo de la tierra, llevándolos a Babilonia. [10] Se les decía: Ahí os enviamos dinero; comprad con él holocaustos, sacrificios por el pecado e incienso; haced oblaciones y ofrendas sobre el altar del Señor Dios nuestro. [11] Rogad por la vida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y por la vida de su hijo Baltasar, para que sean sus días como los días del cielo sobre la tierra. [12] El Señor nos dará fuerzas e iluminará nuestros ojos para vivir a la sombra de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y a la sombra de su hijo Baltasar; les serviremos largos días y hallaremos gracia a sus ojos. [13] Rogad también por nosotros al Señor Dios nuestro, porque hemos pecado contra el Señor Dios nuestro, y todavía hoy no se ha retirado de nosotros el furor y la ira del Señor.

[14] Y leed este libro que os mandamos para que hagáis lectura pública en la Casa del Señor, el día de la fiesta y en días oportunos. [15] Diréis: Al Señor Dios nuestro la justicia, a nosotros, en cambio, la confusión del rostro, como sucede en este día; a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén, [16] a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas y a nuestros padres. [17] Porque hemos pecado ante el Señor, [18] le hemos desobedecido y no hemos escuchado la voz del Señor Dios nuestro siguiendo las órdenes que el Señor nos había puesto delante. [19] Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres del país de Egipto hasta el día de hoy hemos sido indóciles al Señor Dios nuestro y prestos en desoír su voz.

[20] Por esto se nos han pegado los males y la maldición con que el Señor conminó a su siervo Moisés el día que sacó a nuestros padres del país de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel, como sucede en este día. [21] Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor Dios nuestro de acuerdo con todas las palabras de los profetas que nos ha enviado, [22] sino que hemos sido, cada uno de nosotros según el capricho de su perverso corazón, a servir a dioses extraños, a hacer lo malo a los ojos del Señor Dios nuestro.

Capítulo 2

[1] Por eso el Señor Dios nuestro ha cumplido la palabra que había pronunciado contra nosotros, contra nuestros jueces que juzgaron a Israel, contra nuestros reyes y nuestros príncipes, contra los habitantes de Israel y de Judá. [2] Jamás se hizo debajo del cielo entero nada semejante a lo que hizo él en Jerusalén, conforme está escrito en la Ley de Moisés, [3] hasta el punto de que llegamos a comer uno la carne de su propio hijo, otro la carne de su propia hija. [4] Y los entregó el Señor en poder de todos los reinos de nuestro alrededor para que fuesen objeto de oprobio y maldición entre todos los pueblos circundantes donde el Señor los dispersó. [5] Hemos pasado a estar debajo y no encima, por haber pecado contra el Señor Dios nuestro desoyendo su voz. [6] Al Señor Dios nuestro la justicia; a nosotros y a nuestros padres la confusión del rostro, como sucede en este día.

[7] Lo que el Señor había dicho contra nosotros, todos esos males nos han sobrevenido. [8] Pero nosotros no hemos suplicado al rostro del Señor volviéndonos cada uno de los pensamientos de su perverso corazón. [9] Por eso el Señor ha estado atento a los males y los ha descargado el Señor sobre nosotros; porque es justo el Señor en todas las obras que nos ordenó; [10] y nosotros no hemos escuchado su voz siguiendo las órdenes que el Señor nos había puesto delante. [11] Y ahora, oh Señor, Dios de Israel, que sacaste a tu pueblo del país de Egipto con mano fuerte, entre señales y prodigios, con gran poder y tenso brazo, haciéndote así un nombre como se ve en este día, [12] nosotros hemos pecado, hemos sido impíos, hemos cometido injusticia, Señor Dios nuestro, contra todos tus decretos.

[13] Que tu furor se retire de nosotros, porque hemos quedado bien pocos entre las naciones en medio de las cuales tú nos dispersaste. [14] Escucha, Señor, nuestra oración y nuestra súplica, líbranos por ti mismo, y haz que hallemos gracia a los ojos de los que nos deportaron, [15] para que sepa toda la tierra que tú eres el Señor Dios nuestro y que tu Nombre se invoca sobre Israel y sobre su raza. [16] Mira, Señor, desde tu santa Casa y piensa en nosotros; inclina, Señor, tu oído y escucha; [17] abre, Señor, tus ojos y mira que no son los muertos en el seol, aquellos cuyo espíritu fue arrancado de sus entrañas, los que dan gloria y justicia al Señor, [18] sino el alma colmada de aflicción, el que camina encorvado y extenuado, los ojos lánguidos y el alma hambrienta, esos son los que te dan gloria y justicia, Señor.

[19] No apoyados en las obras justas de nuestros padres y de nuestros reyes derramamos nuestra súplica de piedad ante tu rostro, oh Señor Dios nuestro. [20] Porque has descargado sobre nosotros tu furor y tu ira, como habías hablado por medio de tus siervos los profetas diciendo diciendo: [21] «Así dice el Señor: Doblegad vuestra espalda, servid al rey de Babilonia, y os asentaréis en la tierra que yo di a vuestros padres. [22] Pero si no escucháis la invitación del Señor a servir al rey de Babilonia, [23] yo haré cesar en las ciudades de Judá y en Jerusalén el canto de alegría y el canto de alborozo, el canto del novio y el canto de la novia, y todo el país quedará hecho un desierto, sin habitantes.» [24] Pero nosotros no escuchamos tu invitación de servir al rey de Babilonia, y tú entonces ha cumplido tus palabras, pronunciadas por medio de tus siervos los profetas: que los huesos de nuestros reyes y los huesos de nuestros padres serían sacados de sus sepulcros.

[25] Y he aquí que efectivamente yacen tirados por el suelo al calor del día y al frío de la noche; y ellos murieron en medio en medio de atroces sufrimientos,de hambre, de espada y de peste; [26] y la Casa sobre la que se invoca tu Nombre la has reducido al estado en que se encuentra en este día, a causa de la maldad de la casa de Israel y de la casa de Judá. [27] Sin embargo has obrado con nosotros, Señor Dios nuestro, según toda tu indulgencia y tu gran misericordia, [28] como habías hablado por medio de tu siervo Moisés, el día en que le ordenaste escribir tu Ley en presencia de los hijos de Israel, diciendo: [29] «Si no escucháis mi voz, esta misma grande, inmensa muchedumbre quedará reducida a un pequeño número en medio de las naciones donde yo los dispersaré. [30] Pues bien sé que no me escucharán, porque es un pueblo de dura cerviz; pero se convertirán en sus corazones en el país de su destierro; [31] y reconocerán entonces que yo soy el Señor su Dios. Yo les daré un corazón y unos oídos que oigan.

[32] Y ellos me alabarán en el país de su destierro, se acordarán de mi nombre, [33] desistirán de su dura cerviz y de su perversa conducta acordándose de lo que les sucedió a sus padres que pecaron delante del Señor. [34] Yo les volveré a la tierra que bajo juramento prometí a sus padres, a Abraham, Isaac y Jacob, y tomarán posesión de ella. Los multiplicaré y ya no menguarán. [35] Y estableceré con ellos una alianza eterna de ser yo su Dios y ser ellos mi pueblo, y no volveré a arrojar ya a mi pueblo Israel de la tierra que les di.»

Capítulo 3

[1] Señor omnipotente, Dios de Israel, mi alma en angustia, mi espíritu abatido es el que clama a ti. [2] Escucha, Señor, ten piedad, porque hemos pecado ante ti. [3] Pues tú te sientas en tu trono eternamente; mas nosotros por siempre perecemos. [4] Señor omnipotente, Dios de Israel, escucha la oración los muertos de Israel, de los hijos de aquellos que pecaron contra ti: desoyeron ellos la voz del Señor su Dios, y por eso se han pegado a nosotros estos males. [5] No te acuerdes de las iniquidades de nuestros padres, sino acuérdate de tu mano y de tu Nombre en esta hora. [6] Pues eres el Señor Dios nuestro, y nosotros queremos alabarte, Señor.

[7] Para eso pusiste tu temor en nuestros corazones, para que invocáramos tu Nombre. Queremos alabarte en nuestro destierro, porque hemos apartado de nuestro corazón toda la iniquidad de nuestros padres, que pecaron ante ti. [8] Aquí estamos todavía en nuestro destierro, donde tú nos dispersaste, para que fuésemos oprobio, maldición y condenación por todas las iniquidades de nuestros padres que apartaron del Señor Dios nuestro. [9] Escucha, Israel, los mandamientos de vida, tiende tu oído para conocer la prudencia. [10] ¿Por qué, Israel, por qué estás en país de enemigos, has envejecido en un país extraño, [11] te has contaminado con cadáveres, contado entre los que bajan al seol? [12] ¡Es que abandonaste la fuente de la sabiduría! [13] Si hubieras andado por el camino de Dios, habrías vivido en paz eternamente. [14] Aprende dónde está la prudencia, dónde la fuerza, dónde la inteligencia, para saber al mismo tiempo dónde está la longevidad y la vida, dónde la luz de los ojos y la paz. [15] Pero ¿quién ha encontrado su mansión, quién ha entrado en sus tesoros? [16] ¿Dónde están los príncipes de las naciones, y los que dominan las bestias de la tierra, [17] los que juegan con las aves del cielo, los que atesoran la plata y el oro en que confían los hombres, y cuyo afán de adquirir no tiene fin; [18] los que labran la plata con cuidado, mas no dejan rastro de sus obras? [19] Desaparecieron, bajaron al seol, y otros surgieron en su lugar. [20] Otros más jóvenes que ellos vieron la luz, y vivieron en la tierra; pero el camino de la ciencia no lo conocieron, [21] ni comprendieron sus senderos. Sus hijos tampoco se preocuparon de ella, quedaron lejos de su camino. [22] No se oyó hablar de ella en Canaán, ni fue vista en Temán.

[23] Los hijos de Agar, que andan buscando la inteligencia en la tierra, los mercaderes de Madián y de Temán, los autores de fábulas y los buscadores de inteligencia, no conocieron el camino de la sabiduría ni tuvieron memoria de sus senderos.

[24] ¡Oh Israel, qué grande es la casa de Dios, qué vasto el lugar de su dominio! [25] Grande es y sin límites, excelso y sin medida. [26] Allí nacieron los famosos gigantes antiguos, de alta estatura y expertos en la guerra. [27] Pero no fue a éstos a quienes eligió Dios ni les enseñó el camino de la ciencia; [28] y perecieron por no tener prudencia, por su locura perecieron.

[29] ¿Quién subió al cielo y la tomó? ¿quién la hizo bajar desde las nubes? [30] ¿Quién atravesó el mar y la encontró? ¿quién la traerá a precio de oro puro? [31] No hay quien conozca su camino, nadie imagina sus senderos.

[32] Pero el que todo lo sabe la conoce, con su inteligencia la escrutó, el que dispuso la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos, [33] el que envía la luz, y ella va, el que llama, y temblorosa le obedece; [34] brillan los astros en su puesto de guardia llenos de alegría,

[35] los llama él y dicen: ¡Aquí estamos!, y brillan alegres para su Hacedor. [36] Este es nuestro Dios, ningún otro es comparable a él. [37] El descubrió el camino entero de la ciencia, y se lo enseñó a su siervo Jacob, y a Israel su amado. [38] Después apareció ella en la tierra, y entre los hombres convivió.

Capítulo 4

[1] Ella es el libro de los preceptos de Dios, la Ley que subsiste eternamente: todos los que la retienen alcanzarán la vida, mas los que la abandonan morirán. [2] Vuelve, Jacob y abrázala, camina hacia el esplendor bajo su luz. [3] No des tu gloria a otro, ni tus privilegios a nación extranjera.

[4] Felices somos, Israel, pues lo que agrada al Señor se nos ha revelado. [5] ¡Animo, pueblo mío, memorial de Israel! [6] Vendidos habéis sido a las naciones, mas no para la destrucción. Por haber provocado la ira de Dios, habéis sido entregados a los enemigos. [7] Pues irritasteis a vuestro Creador, sacrificando a los demonios y no a Dios. [8] Olvidasteis al Dios eterno, el que os sustenta, y afligisteis a Jerusalén, la que os crió. [9] Pues vio ella caer sobre vosotros la ira que viene de Dios, y dijo: Escuchad, vecinas de Sión: Dios me ha enviado un gran dolor: [10] he visto el cautiverio de mis hijos y mis hijas que el Eterno hizo venir sobre ellos. [11] Con gozo los había yo criado, y los he despedido con lágrimas y duelo. [12] Que nadie se regocije de mí, la viuda abandonada de tantos; estoy en soledad por los pecados de mis hijos, porque se desviaron de la Ley de Dios, [13] no conocieron sus decretos, no fueron por el camino de los mandamientos de Dios, ni siguieron las sendas de disciplina según su justicia. [14] ¡Que vengan las vecinas de Sión! Acordaos del cautiverio de mis hijos y mis hijas, que el Eterno hizo venir sobre ellos.

[15] Pues él trajo sobre ellos una nación de lejos, nación insolente, de lenguaje extraño, que no respetó al anciano, ni del niño tuvo compasión, [16] se llevó a los hijos amados de la viuda, y la dejó sola, privada de sus hijas. [17] Y yo ¿cómo puedo ayudaros? [18] Aquel que trajo sobre vosotros los males os librará de la mano de vuestros enemigos. [19] Andad, hijos, andad vuestro camino, que yo me he quedado sola. [20] Me ha quitado el vestido de paz, me he puesto el sayal de mis súplicas, clamaré al Eterno mientras viva. [21] Animo, hijos, clamad al Señor: el os librará de la tiranía y de la mano de vuestros enemigos. [22] Yo espero del Eterno vuestra salvación, del Santo me ha venido la alegría, por la misericordia que llegará pronto a vosotros de parte del Eterno, vuestro Salvador. [23] Os despedí con duelo y lágrimas, pero Dios os devolverá a mí entre contento y regocijo para siempre. [24] Y como las vecinas de Sión ven ahora vuestro cautiverio, así verán pronto vuestra salvación de parte de Dios, que os llegará con gran gloria y resplandor del Eterno. [25] Hijos, soportad con paciencia la ira que de parte de Dios os ha sobrevenido. Te ha perseguido tu enemigo, pero pronto verás su ruina y en su cerviz pondrás tu pie. [26] Mis hijos más delicados han marchado por ásperos caminos, han sido llevados como rebaño arrebatado por enemigos. [27] ¡Animo, hijos, clamad a Dios! pues el que os trajo esto se acordará de vosotros; [28] y como vuestro pensamiento sólo fue de alejaros de Dios, vueltos a él, buscadle con ardor diez veces mayor. [29] Pues el que trajo sobre vosotros estos males os traerá la alegría eterna con vuestra salvación.

[30] ¡Animo, Jerusalén!: te consolará Aquel que te dio nombre.

[31] Desdichados los que te hicieron daño y se alegraron de tu caída. [32] Desdichadas las ciudades a las que sirvieron tus hijos. desdichada la que a tus hijos recibió. [33] Pues como se alegró de tu caída y de tu ruina se regocijó, así se afligirá por su desolación. [34] Yo le quitaré su alborozo de ciudad bien poblada y en duelo se trocará su orgullo. [35] Fuego vendrá sobre ella de parte del Eterno por largos días, y será morada de demonios durante mucho tiempo. [36] Mira hacia Oriente, Jerusalén, y ve la alegría que te viene de Dios. [37] Mira, llegan tus hijos, a los que despediste, vuelven reunidos desde oriente a accidente, a la voz del Santo, alegres de la gloria de Dios.

Capítulo 5

[1] Jerusalén, quítate tu ropa de duelo y aflicción, y vístete para siempre el esplendor de la gloria que viene de Dios. [2] Envuélvete en el manto de la justicia que procede de Dios, pon en tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. [3] Porque Dios mostrará tu esplendor a todo lo que hay bajo el cielo. [4] Pues tu nombre se llamará de parte de Dios para siempre: «Paz de la Justicia» y «Gloria de la Piedad». [5] Levántate, Jerusalén, sube a la altura, tiende tu vista hacia Oriente y ve a tus hijos reunidos desde oriente a occidente, a la voz del Santo, alegres del recuerdo de Dios. [6] Salieron de ti a pie, llevados por enemigos, pero Dios te los devuelve traídos con gloria, como un trono real. [7] Porque ha ordenado Dios que sean rebajados todo monte elevado y los collados eternos, y colmados los valles hasta allanar la tierra, para que Israel marche en seguro bajo la gloria de Dios. [8] Y hasta las selvas y todo árbol aromático darán sombra a Israel por orden de Dios. [9] Porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria, con la misericordia y la justicia que vienen de él. Copia de la carta que envió Jeremías a los que iban a ser llevados cautivos a Babilonia por el rey de los babilonios, para comunicarles lo que Dios le había ordenado.

Capítulo 6

[1] Por los pecados que habéis cometido delante de Dios, vais a ser llevados cautivos a Babilonia por Nabucodonosor, rey de los babilonios. [2] Una vez llegados a Babilonia, estaréis allí muchos años y por largo tiempo, hasta siete generaciones; pero después yo os sacaré de allí en paz. [3] Ahora vais a ver en Babilonia dioses de plata, de oro y de madera, que son llevados a hombros y que infunden temor a los gentiles. [4] Estad alerta, no hagáis vosotros también como los extranjeros de modo que os entre temor de esos dioses, [5] cuando veáis la turba delante y detrás de ellos adorándoles. Decid entonces en vuestro interior: «A ti solo se debe adoración, Señor.» [6] Pues mi ángel está con vosotros: él tiene cuidado de vuestras vidas.

[7] Porque la lengua de esos dioses ha sido limada por un artesano, y ellos, por muy dorados y plateados que estén, son falsos y no pueden hablar. [8] Como para una joven presumida, así ellos toman oro y preparan coronas para las cabezas de sus dioses. [9] Ocurre a veces que los sacerdotes roban a sus dioses oro y plata y lo emplean en sus propios gastos, y llegan a dárselo incluso a las prostitutas de la terraza. [10] Los adornan también con vestidos como si fuesen hombres, a esos dioses de plata, oro y madera; pero éstos no se libran ni de la roña ni de los gusanos. [11] Por muy envueltos que estén en vestidos de púrpura, tienen que lavarles la cara, debido al polvo de la casa que los recubre espesamente. [12] Hay quien empuña el cetro como un gobernador de provincia, pero no podría aniquilar al que le ha ofendido.

[13] Otro tiene en su diestra espada y hacha, pero no puede defenderse de la guerra ni de los ladrones. [14] Por donde bien dejan ver que no son dioses. Así que no les temáis. [15] Como el vaso que un hombre usa, cuando se rompe, se hace inservible, así les pasa a sus dioses una vez colocados en el templo. [16] Sus ojos están llenos del polvo levantado por los pies de los que entran. [17] Lo mismo que a uno que ha ofendido al rey se le cierran bien las puertas, como que está condenado a muerte, así los sacerdotes aseguran las casas de estos dioses con puertas, cerrojos y trancas, para que no sean saqueados por los ladrones. [18] Les encienden lámparas y aun más que para ellos mismos, cuando los dioses no pueden ver ni una sola de ellas.

[19] Les pasa lo mismo que a las vigas de la casa cuyo interior se dice que está apolillado. A los gusanos que suben del suelo y los devoran, a ellos y sus vestidos, no los sienten. [20] Sus caras están ennegrecidas por la humareda de la casa. [21] Sobre su cuerpo y sus cabezas revolotean lechuzas vencejos y otros pájaros; y también hay gatos. [22] Por donde podéis ver que no son dioses; así que no les temáis. [23] El oro mismo con que los recubren para embellecerlos no lograría hacerlos brillar si no hubiera quien le limpiara la herrumbre, pues ni cuando eran fundidos se daban cuenta. [24] A enorme precio han sido comprados esos dioses en los que no hay soplo de vida.

[25] Al no tener pies, son llevados a hombros, exhibiendo así a los hombres su propia ignominia; y quedan también en vergüenza sus servidores, porque si aquéllos llegan a caer en tierra, tienen que ser levantados por ellos. [26] Si se les pone en pie, no pueden moverse por sí mismos; si se les tumba, no logran enderezarse solos; como a muertos, se les presentan las ofrendas. [27] Sus víctimas las venden los sacerdotes y sacan provecho de ellas; también sus mujeres ponen una parte en conserva, sin repartir nada al pobre ni al enfermo; y las mujeres que acaban de dar a luz y las que están en estado de impureza tocan sus víctimas. [28] Conociendo, pues, por todo esto que no son dioses, no les temáis. [29] ¿Cómo, en efecto, podrían llamarse dioses? Son mujeres las que presentan ofrendas ante estos dioses de plata, oro y madera. [30] Y en sus templos los sacerdotes se están sentados, con las túnicas desgarradas, las cabezas y las barbas rapadas y la cabeza descubierta; [31] y vocean chillando delante de sus dioses como hacen algunos en un banquete fúnebre.

[32] Los sacerdotes les quitan la vestimenta para vestir a sus mujeres y sus hijos. [33] Si alguien les hace daño o favor, no pueden darle su merecido. Ni pueden poner ni quitar rey. [34] Tampoco son capaces de dar ni riquezas ni dinero. Si alguien les hace un voto y no lo cumple, no le piden cuentas. [35] Jamás libran a un hombre de la muerte, ni arrancan al débil de las manos del poderoso. [36] No pueden devolver la vista al ciego, ni liberar al hombre que se halla en necesidad. [37] No tienen piedad de la viuda ni hacen bien al huérfano.

[38] A los peñascos sacados del monte se parecen esos maderos recubiertos de oro y plata, y sus servidores quedan en vergüenza. [39] ¿Cómo, pues, se puede creer o afirmar que son dioses? [40] Más aún, los mismos caldeos los desacreditan cuando, al ver a un mudo que no puede hablar, lo llevan donde Bel, pidiéndole que le devuelva el habla, como si este dios pudiera percibir. [41] Y no pueden ellos, que piensan, abandonar a sus dioses que no sienten nada. [42] Las mujeres, ceñidas de cuerdas, se sientan junto a los caminos quemando como incienso el salvado, [43] y, cuando una de ellas, solicitada por algún transeúnte, se acuesta con él, reprocha a su vecina de no haber sido hallada digna como ella y de no haber sido rota su cuerda.

[44] Todo lo que se hace en honor de ellos es engaño. ¿Cómo, pues, se puede creer o afirmar que son dioses? [45] Han sido fabricados por artesanos y orfebres, y no son cosa que lo que sus artífices quieren que sean. [46] Los mismos que los han fabricado no duran mucho tiempo; ¿cómo, pues, van a ser dioses las cosas fabricadas por ellos? [47] Sólo mentira y oprobio han dejado a su posteridad. [48] Y cuando les sobrevienen guerras o calamidades, los sacerdotes deliberan entre sí dónde esconderse con ellos. [49] ¿Cómo, pues, no darse cuenta de que no son dioses los que no pueden salvarse a sí mismos de la guerra ni de las calamidades? [50] No siendo otra cosa que madera dorada y plateada, se reconocer reconocerá más tarde que no son más que mentira. Para todos, naciones y reyes, quedará claro que no son dioses, sino obras de manos de hombres, y que no hay en ellos obra alguna de un dios.

[51] ¿A quién, pues, no parecerá evidente que no son dioses? [52] No pueden poner rey en un país, ni dar a los hombres la lluvia. [53] No saben juzgar sus pleitos, ni liberar y proteger al agraviado, porque son incapaces; como cornejas son entre el cielo y la tierra. [54] Pues si llega a prender el fuego en la casa de esos dioses de madera, dorados y plateados, sus sacerdotes escaparán y se pondrán a salvo, pero ellos serán, como postes, presa de las llamas. [55] Tampoco pueden resistir a rey ni a ejército enemigo. [56] ¿Cómo pues, admitir o creer que son dioses? [57] Ni de ladrones y salteadores pueden defenderse estos dioses de madera, plateados y dorados; aquéllos, más fuertes que ellos, les quitan el oro, la plata y la vestimenta que los recubre, y se van con ello, sin que los dioses puedan socorrerse a sí mismos.

[58] De modo que es mucho mejor ser un rey que ostenda su poder, o un utensilio provechoso en una casa, del cual se sirve su dueño, que no estos falsos dioses; o una puerta en una casa, que guarda cuanto hay dentro de ella, que no estos falsos dioses; o bien un poste de madera en un palacio, que no estos falsos dioses. [59] El sol, la luna y las estrellas, que brillan y tienen una misión, son obedientes: [60] igualmente el relámpago, cuando aparece, es bien visible; asimismo el viento sopla en todo país; [61] las nubes, cuando reciben de Dios la orden de recorrer toda la tierra, la ejecutan al punto; y el fuego, enviado de lo alto a consumir montes y bosques, hace lo que se le ha ordenado. [62] Pero aquéllos no pueden compararse a ninguna de estas cosas, ni en presencia, ni en potencia. [63] Así que no se puede creer ni afirmar que sean dioses, puesto que no son capaces de hacer justicia ni de proporcionar bien alguno a los hombres.

[64] Sabiendo, pues, que no son dioses, no les temáis. [65] Tampoco pueden maldecir ni bendecir a los reyes; [66] ni hacer ver a las naciones señales en el cielo; ni resplandecen como el sol, ni alumbran como la luna. [67] Las bestias valen más que ellos, porque pueden, refugiándose bajo cubierto, ser útiles a sí mismas. [68] Por ningún lado, pues, aparece que sean dioses; así que no les temáis. [69] Como espantajo en cohombral, que no guarda nada, así son sus dioses de madera, dorados y plateados.

[70] También a un espino en un huerto, en el que todos los pájaros se posan, o a un muerto echado en lugar oscuro, se pueden comparar sus dioses de madera, dorados y plateados. [71] Por la púrpura y el lino que se pudre encima de ellos, conoceréis también que no son dioses. Ellos mismos serán al fin devorados y serán un oprobio para el país. [72] Mucho más vale, pues, el hombre justo, que no tiene ídolos; él estará lejos del oprobio.

EZEQUIEL

Capítulo 1

[1] El año treinta, el día cinco el cuarto mes, encontrándome yo entre los deportados, a orillas del río Kebar, se abrió el cielo y contemplé visiones divinas. [2] El día cinco del mes — era el año quinto de la deportación del rey Joaquín — [3] la palabra de Yahveh fue dirigida al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzí, en el país de los caldeos, a orillas del río Kebar, y allí fue sobre él la mano de Yahveh. [4] Yo miré: vi un viento huracanado que venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno, y en el medio como el fulgor del electro, en medio del fuego. [5] Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. [6] Tenían cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno.

[7] Sus piernas eran rectas y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña del buey, y relucían como el fulgor del bronce bruñido. [8] Bajo sus alas había unas manos humanas vueltas hacia las cuatro direcciones, lo mismo que sus caras y sus alas, las de los cuatro. [9] Sus alas estaban unidas una con otra; al andar no se volvían; cada uno marchaba de frente. [10] En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila. [11] Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto; cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que le cubrían el cuerpo; [12] y cada uno marchaba de frente; donde el espíritu les hacía ir, allí iban, y no se volvían en su marcha.

[13] Entre los seres había algo como brasas incandescentes, con aspecto de antorchas, que se movía entre los seres; el fuego despedía un resplandor, y del fuego salían rayos. [14] Y los seres iban y venían con el aspecto del relámpago. [15] Miré entonces a los seres y vi que había una rueda en el suelo, al lado de los seres de cuatro caras. [16] El aspecto de las ruedas y su estructura era como el destello del crisólito. Tenían las cuatro la misma forma y parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de la otra. [17] En su marcha avanzaban en las cuatro direcciones; no se volvían en su marcha. [18] Su circunferencia tenía gran altura, era imponente, y la circunferencia de las cuatro estaba llena de destellos todo alrededor.

[19] Cuando los seres avanzaban, avanzaban las ruedas junto a ellos, y cuando los seres se elevaban del suelo, se elevaban las ruedas. [20] Donde el espíritu les hacía ir, allí iban, y las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las ruedas. [21] Cuando avanzaban ellos, avanzaban ellas, cuando ellos se paraban, se paraban ellas, y cuando ellos se elevaban del suelo, las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las ruedas. [22] Sobre las cabezas del ser había una forma de bóveda resplandeciente como el cristal, extendida por encima de sus cabezas, [23] y bajo la bóveda sus alas estaban rectas, una paralela a la otra; cada uno tenía dos que le cubrían el cuerpo. [24] Y oí el ruido de sus alas, como un ruido de muchas aguas, como la voz de Sadday; cuando marchaban, era un ruido atronador, como ruido de batalla; cuando se paraban, replegaban sus alas.

[25] Y se produjo un ruido. [26] Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había algo como una piedra de zafiro en forma de trono, y sobre esta forma de trono, por encima, en lo más alto, una figura de apariencia humana. [27] Vi luego como el fulgor del electro, algo como un fuego que formaba una envoltura, todo alrededor, desde lo que parecía ser sus caderas para arriba; y desde lo que parecía ser sus caderas para abajo, vi algo como fuego que producía un resplandor en torno, [28] con el aspecto del arco iris que aparece en las nubes los días de lluvia: tal era el aspecto de este resplandor, todo en torno. Era algo como la forma de la gloria de Yahveh. A su vista caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba.

Capítulo 2

[1] Me dijo: «Hijo de hombre, ponte en pie, que voy a hablarte». [2] El espíritu entró en mí como se me había dicho y me hizo tenerme en pie; y oí al que me hablaba. [3] Me dijo: «Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a la nación de los rebeldes, que se han rebelado contra mí. Ellos y sus padres me han sido contumaces hasta este mismo día. [4] Los hijos tienen la cabeza dura y el corazón empedernido; hacia ellos te envío para decirles: Así dice el señor Yahveh. [5] Y ellos, escuchen o no escuchen, ya que son una casa de rebeldía, sabrán que hay un profeta en medio de ellos. [6] Y tú, hijo de hombre, no les tengas miedo, no tengas miedo de sus palabras si te contradicen y te desprecian y si te ves sentado sobre escorpiones. No tengas miedo de sus palabras, no te asustes de ellos, porque son una casa de rebeldía.

[7] Les comunicarás mis palabras, escuchen o no escuchen, porque son una casa de rebeldía. [8] «Y tú, hijo de hombre, escucha lo que voy a decirte, no seas rebelde como esa casa de rebeldía. Abre la boca y come lo que te voy a dar.» [9] Yo miré: vi una mano que estaba tendida hacia mí, y tenía dentro un libro enrollado. [10] Lo desenrolló ante mi vista: estaba escrito por el anverso y por el reverso; había escrito: «Lamentaciones, gemidos y ayes.»

Capítulo 3

[1] Y me dijo: «Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel.» [2] Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, [3] y me dijo: «Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy.» Lo comí y fue en mi boca dulce como la miel. [4] Entonces me dijo: «Hijo de hombre, ve a la casa de Israel y háblales con mis palabras. [5] Pues no eres enviado a un pueblo de habla oscura y de lengua difícil, sino a la casa de Israel. [6] No a pueblos numerosos, de habla oscura y de lengua difícil cuyas palabras no entenderías. Si te enviara a ellos, ¿no es verdad que te escucharían? [7] Pero la casa de Israel no quiere escucharte a ti porque no quiere escucharme a mí, ya que toda la casa de Israel tiene la cabeza dura y el corazón empedernido.

[8] Mira, yo he hecho tu rostro duro como su rostro, y tu frente tan dura como su frente; [9] yo te hecho tu frente dura como el diamante, que es más duro que la roca. No los temas, no tengas miedo de ellos, porque son una casa de rebeldía.» [10] Luego me dijo: «Hijo de hombre, todas las palabras que yo te dirija, guárdalas en tu corazón y escúchalas atentamente, [11] y luego, anda, ve donde los deportados, donde los hijos de tu pueblo; les hablarás y les dirás: "Así dice el Señor Yahveh", escuchen o no escuchen.» [12] Entonces, el espíritu me levantó y oí detrás de mí el ruido de una gran trepidación: «Bendita sea la gloria de Yahveh, en el lugar donde está», [13] el ruido que hacían las alas de los seres al batir una contra otra, y el ruido de las ruedas junto a ellos, ruido de gran trepidación.

[14] Y el espíritu me levantó y me arrebató; yo iba amargado con quemazón de espíritu, mientras la mano de Yahveh pesaba fuertemente sobre mí. [15] Llegué donde los deportados de Tel Abib que residían junto al río Kebar — era aquí donde ellos residían —, y permanecí allí siete días, aturdido, en medio de ellos. [16] Al cabo de los siete días, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [17] «Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel. Oirás de mi boca la palabra y les advertirás de mi parte. [18] Cuando yo diga al malvado: "Vas a morir", si tú no le adviertes, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, a fin de que viva, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. [19] Si por el contrario adviertes al malvado y él no se aparta de su maldad y de su mala conducta, morirá él por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida.

[20] Cuando el justo se aparte de su justicia para cometer injusticia, yo pondré un obstáculo ante él y morirá; por no haberle advertido tú, morirá él por su pecado y no se recordará la justicia que había practicado, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. [21] Si por el contrario adviertes al justo que no peque, y él no peca, vivirá él por haber sido advertido, y tú habrás salvado tu vida.» [22] Allí fue sobre mí la mano de Yahveh; me dijo: «Levántate, sal a la vega, y allí te hablaré.» [23] Me levanté y salí a la vega, y he aquí que la gloria de Yahveh estaba parada allí, semejante a la gloria que yo había visto junto al río Kebar, y caí rostro en tierra. [24] Entonces, el espíritu entró en mí y me hizo tenerme en pie, y me habló. Me dijo: «Ve a encerrarte en tu casa. [25] Hijo de hombre, he aquí que se te van a echar cuerdas con las que serás atado, para que no aparezcas en medio de ellos.

[26] Yo haré que tu lengua se te pegue al paladar, quedarás mudo y dejarás de ser su censor, porque son una casa de rebeldía. [27] Mas cuando yo te hable, abriré tu boca y les dirás: Así dice el Señor Yahveh; quien quiera escuchar, que escuche, y quien no quiera, que lo deje; porque son una casa de rebeldía.»

Capítulo 4

[1] Tú, hijo de hombre, toma un ladrillo y ponlo delante de ti; grabarás en él una ciudad, Jerusalén, [2] y emprenderás contra ella un asedio: construirás contra ella trincheras, levantarás contra ella terraplenes, emplazarás contra ella campamentos, instalarás contra ella arietes, todo alrededor. [3] Toma luego una sartén de hierro y colócala como un muro de hierro entre ti y la ciudad. Fijarás tu rostro sobre ella, y quedará en estado de sitio: tú la sitiarás. Es una señal para la casa de Israel. [4] Acuéstate del lado izquierdo y pon sobre ti la culpa de la casa de Israel. Todo el tiempo que estés acostado así, llevarás su culpa. [5] Yo te he impuesto los años de su culpa en una duración de trescientos noventa días, durante los cuales cargarás con la culpa de la casa de Israel. [6] Cuando hayas terminado estos últimos, te acostarás otra vez del lado derecho, y llevarás la culpa de la casa de Judá durante cuarenta días. Yo te he impuesto un día por año.

[7] Después fijarás tu rostro y tu brazo desnudo sobre el asedio de Jerusalén, y profetizarás contra ella. [8] He aquí que yo te he atado con cuerdas, y no te darás vuelta de un lado a otro hasta que no hayas cumplido los días de tu reclusión. [9] Toma, pues, trigo, cebada, habas, lentejas, mijo, espelta: ponlo en una misma vasija y haz con ello tu pan. Durante todo el tiempo que estés acostado de un lado — trescientos noventa días — comerás de ello. [10] El alimento que comas será de un peso de veinte siclos por día, que comerás de tal a tal hora. [11] También beberás el agua con medida, beberás la sexta parte de un sextario, de tal a tal hora. [12] Comerás este alimento en forma de galleta de cebada que será cocida, a la vista de ellos, sobre excrementos humanos.» [13] Y dijo Yahveh: «Así comerán los israelitas su alimento impuro en medio de las naciones donde yo los arrojaré.» [14] Yo dije entonces: «¡Ah, Señor Yahveh!, mi alma no está impura. Desde mi infancia hasta el presente jamás he comido bestia muerta o despedazada, ni carne corrompida entró en mi boca.» [15] El me dijo: «Bien, en lugar de excrementos humanos te permito usar boñiga de buey para que hagas tu pan encima.» [16] Luego me dijo: «Hijo de hombre, he aquí que yo voy a destruir la provisión de pan en Jerusalén: comerán el pan con peso y con angustia; y el agua con medida y con ansiedad la beberán, [17] porque faltarán el pan y el agua: quedarán pasmados todos juntos y se consumirán por sus culpas.»

Capítulo 5

[1] Tú, hijo de hombre, toma una espada afilada, tómala como navaja de barbero, y pásatela por tu cabeza y tu barba. Luego tomarás una balanza y dividirás en partes lo que hayas cortado. [2] A un tercio le prenderás fuego en medio de la ciudad, al cumplirse los días del asedio. El otro tercio lo tomarás y lo cortarás con la espada todo alrededor de la ciudad. El último tercio lo esparcirás al viento, y yo desenvainaré la espada detrás de ellos. [3] Pero de aquí tomarás una pequeña cantidad que recogerás en el vuelo de tu manto, [4] y de éstos tomarás todavía un poco, lo echarás en medio del fuego y lo quemarás en él. De ahí saldrá el fuego hacia toda la casa de Israel. [5] Así dice el Señor Yahveh: Esta es Jerusalén; yo lo había colocado en medio de las naciones, y rodeado de países. [6] Pero ella se ha rebelado contra mis normas con más perversidad que las naciones, y contra mis decretos más que los países que la rodean. Sí, han rechazado mis normas y no se han conducido según mis decretos.

[7] Por eso, así dice el Señor Yahveh: Porque vuestro tumulto es mayor que el de las naciones que os rodean, porque no os habéis conducido según mis decretos ni habéis observado mis normas, y ni siquiera os habéis ajustado a las normas de las naciones que os rodean, [8] por eso, así dice el Señor Yahveh: También yo me declaro contra ti, ejecutaré mis juicios en medio de ti a los ojos de las naciones, [9] y haré contigo lo que jamás he hecho y lo que no volveré a hacer jamás, a causa de todas tus abominaciones. [10] Por eso, los padres devorarán a sus hijos, en medio de ti, y los hijos devorarán a sus padres. Yo haré justicia de ti y esparciré lo que quede de ti a todos los vientos. [11] Por eso, por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que de la misma manera que tú has contaminado mi santuario con todos tus horrores y todas tus abominaciones, yo también te rechazaré a ti sin una mirada de piedad, tampoco yo perdonaré. [12] Un tercio de los tuyos morirá de peste o perecerá de hambre en medio de ti, otro tercio caerá a espada, en tus alrededores, y al otro tercio lo esparciré yo a todos los vientos, desenvainando la espada detrás de ellos.

[13] Mi cólera se desahogará y saciaré en ellos mi furor; me vengaré y sabrán entonces que yo, Yahveh, he hablado en mi celo, cuando desahogue mi furor en ellos. [14] Y haré de ti una ruina, un oprobio entre las naciones que te rodean, a los ojos de todos los transeúntes. [15] Serás oprobio y blanco de insultos, ejemplo y asombro para las naciones que te rodean, cuando yo haga justicia de ti con cólera y furor, con furiosos escarmientos. Yo, Yahveh, he hablado. [16] Cuando lance contra ellos las terribles flechas del hambre, que causan el exterminio, y que yo enviaré para exterminaros, añadiré el hambre contra vosotros, y destruiré vuestras provisiones de pan. [17] Enviaré contra vosotros el hambre y las bestias feroces, que te dejarán sin hijos; la peste y la sangre pasarán por ti, y haré venir contra ti la espada. Yo, Yahveh, he hablado.

Capítulo 6

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia los montes de Israel y profetiza contra ellos. [3] Dirás: Montes de Israel, escuchad la palabra del Señor Yahveh. Así dice el Señor Yahveh a los montes, a las colinas, a los barrancos y a los valles: He aquí que yo voy a hacer venir contra vosotros la espada y destruiré vuestros altos. [4] Vuestros altares serán devastados, vuestros braseros de incienso serán rotos, haré caer a vuestros habitantes, acribillados, delante de vuestras basuras, [5] pondré los cadáveres de los israelitas delante de sus basuras, y esparciré sus huesos alrededor de vuestros altares. [6] En todo lugar donde habitéis, las ciudades quedarán en ruinas y los altos serán devastados, de forma que vuestros altares queden en ruinas, como cosa culpable, vuestras basuras sean destrozadas y aventadas, vuestros braseros de incienso hechos pedazos y aniquiladas vuestras obras.

[7] Caerán las víctimas en medio de vosotros, y sabréis que yo soy Yahveh. [8] Pero haré que os queden, entre las naciones, algunos supervivientes de la espada, cuando seáis dispersados por los países. [9] Y vuestros supervivientes se acordarán de mí, entre las naciones adonde hayan sido deportados, aquellos a quienes yo haya quebrantado el corazón adúltero que se apartó de mí y los ojos que se prostituyeron detrás de sus basuras. Tendrán horror de sí mismos por las maldades que cometieron con todas sus abominaciones. [10] Y sabrán que yo soy Yahveh: no había hablado en vano de infligirles todos estos males. [11] Así dice el Señor Yahveh. Bate las manos, patalea y di: «¡Ay!», por todas las execrables abominaciones de la casa de Israel, que va a caer por la espada, el hambre y la peste. [12] El que esté lejos morirá de peste, el que esté cerca caerá a espada, el que quede sitiado morirá de hambre, porque yo desahogaré mi furor en ellos.

[13] Y sabréis que yo soy Yahveh, cuando sus víctimas queden allí entre sus basuras alrededor de sus altares, en toda colina elevada, en la cima de todos los montes, bajo todo árbol verde, bajo toda encina frondosa, dondequiera que ofrecen calmante aroma a todas sus basuras. [14] Extenderé mi mano contra ellos y haré de esta tierra una soledad desolada, desde el desierto hasta Riblá, en todo lugar donde habiten; y sabrán que yo soy Yahveh.

Capítulo 7

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, di: Así dice el Señor Yahveh a la tierra de Israel: ¡El fin! Llega el fin sobre los cuatro extremos de esta tierra. [3] Ahora es el fin para ti; voy a desencadenar mi cólera contra ti, para juzgarte según tu conducta y pedirte cuentas de todas tus abominaciones. [4] No tendré para ti una mirada de piedad, no te perdonaré, sino que te pediré cuentas de tu conducta; aparecerán tus abominaciones en medio de ti, y sabréis que yo soy Yahveh. [5] Así dice el Señor Yahveh: ¡Desgracia única! ¡Ya viene la desgracia! [6] Se acerca el fin, el fin se acerca vigilante sobre ti, es ya inminente.

[7] Te llega el turno, habitante del país. Llega el tiempo, está cercano el día, consternación, que no ya ¡hurra!, en los montes. [8] Ahora voy a derramar sin tregua mi furor sobre ti y a desahogar mi cólera en ti; voy a juzgarte según tu conducta y a pedirte cuentas de todas tus abominaciones. [9] No tendré una mirada de piedad, no perdonaré; te pediré cuentas de tu conducta; tus abominaciones aparecerán en medio de ti, y sabréis que yo soy Yahveh, el que hiere. [10] He aquí el día, hele que viene: sale el turno, la vara está florida, florida la insolencia. [11] Se ha erguido la violencia para hacerse vara de maldad... [12] Ha llegado el momento, está cercano el día. No se alegre el comprador, no se entristezca el vendedor, porque la ira es contra toda su multitud.

[13] El vendedor no volverá a lo vendido, mientras viva entre los vivos, pues la ira contra toda su multitud no será revocada; y nadie, por su iniquidad, tendrá segura su vida. [14] Se tocará la trompeta, todo estará a punto, pero nadie marchará al combate, porque mi ira es contra toda su multitud. [15] Está la espada afuera, la peste y el hambre dentro. El que se encuentre en el campo morirá a espada, y al que esté en la ciudad, el hambre y la peste lo devorarán. [16] Sus supervivientes escaparán, andarán por los montes, como las palomas de los valles, todos ellos gimiendo, cada uno por sus culpas. [17] Todas las manos desmayarán, todas las rodillas se irán en agua. [18] Se ceñirán ellos de sayal, un escalofrío los invadirá. En todos los rostros la vergüenza, todas las cabezas rasuradas.

[19] Arrojarán su plata por las calles y su oro se convertirá en inmundicia; ni su plata, ni su oro les podrán salvar el día del enojo de Yahveh. No se saciarán más, no llenarán más su vientre, porque ello era la ocasión de su culpa. [20] De la hermosura de sus joyas hicieron el objeto de su orgullo: con ellas fabricaron las imágenes de sus monstruos abominables; por eso yo se lo convertiré en inmundicia. [21] Yo lo entregaré al saqueo de los extranjeros, al despojo de los más impíos de la tierra, que lo profanarán. [22] Retiraré mi rostro de ellos, mi tesoro será profanado: los invasores penetrarán en él y lo profanarán. [23] Haz una cadena, porque esta tierra está llena de delitos de sangre, la ciudad repleta de violencia. [24] Yo haré venir a las naciones más crueles, que se apoderarán de sus casas. Pondré fin al orgullo de los poderosos y sus santuarios serán profanados.

[25] Llega el terror; ellos buscarán la paz, pero no la habrá. [26] Vendrá desastre tras desastre, noticia tras noticia: se pedirá al profeta una visión, le faltará al sacerdote la ley, el consejo a los ancianos. [27] El rey estará en duelo, el príncipe hundido en la desolación, las manos del pueblo de la tierra temblarán. Yo los trataré según su conducta, los juzgaré según sus juicios, y sabrán que yo soy Yahveh.

Capítulo 8

[1] El año sexto, el día cinco del sexto mes, estaba yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá sentados ante mí, cuando se posó allí sobre mí la mano del Señor Yahveh. [2] Miré: había allí una forma con aspecto de hombre. Desde lo que parecían ser sus caderas para abajo era de fuego, y desde sus caderas para arriba era algo como un resplandor, como el fulgor del electro. [3] Alargó una especie de mano y me agarró por un mechón de mi cabeza; el espíritu me elevó entre el cielo y la tierra y me llevó a Jerusalén, en visiones divinas, a la entrada del pórtico interior que mira al norte, allí donde se alza el ídolo de los celos, que provoca los celos. [4] Y he aquí que la gloria del Dios de Israel estaba allí; tenía el aspecto de lo que yo había visto en la vega. [5] El me dijo: «Hijo de hombre, lévanta tus ojos hacia el norte.» Levanté mis ojos hacia el norte y vi que al norte del pórtico del altar estaba este ídolo de los celos, a la entrada. [6] Me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen éstos, las grandes abominaciones que la casa de Israel comete aquí para alejarme de mi santuario? Todavía has de ver otras grandes abominaciones».

[7] Me llevó a la entrada del atrio. Yo miré: había un agujero en la pared. [8] Y me dijo: «Hijo de hombre, perfora la pared.» Perforé la pared y se hizo una abertura. [9] Y me dijo: «Entra y contempla las execrables abominaciones que éstos cometen ahí.» [10] Entré y observé: toda clase de representaciones de reptiles y animales repugnantes, y todas las basuras de la casa de Israel estaban grabados en la pared, todo alrededor. [11] Y setenta hombres, de los ancianos de la casa de Israel — uno de ellos era Yazanías, hijo de Safán —, estaban de pie delante de ellos cada uno con su incensario en la mano. Y el perfume de la nube de incienso subía. [12] Me dijo entonces: «¿Has visto, hijo de hombre, lo que hacen en la oscuridad los ancianos de la casa de Israel, cada uno en su estancia adornada de pinturas? Están diciendo: "Yahveh no nos ve, Yahveh ha abandonado esta tierra."» [13] Y me dijo: «Todavía les verás cometer otras grandes abominaciones.» [14] Me llevó a la entrada del pórtico de la Casa de Yahveh que mira al norte, y vi que allí estaban sentadas las mujeres, plañiendo a Tammuz.

[15] Me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre? Todavía verás abominaciones mayores que éstas.» [16] Me condujo luego al atrio interior de la Casa de Yahveh. Y he aquí que a la entrada del santuario de Yahveh, entre el vestíbulo y el altar, había unos veinticinco hombres que, vuelta la espalda al santuario de Yahveh y la cara a oriente, se postraban en dirección a oriente hacia el sol. [17] Y me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre? ¿Aún no le bastan a la casa de Judá las abominaciones que cometen aquí, para que llenen también la tierra de violencia y vuelvan a irritarme? Mira cómo se llevan el ramo a la nariz. [18] Pues yo también he de obrar con furor; no tendré una mirada de piedad, no perdonaré. Con voz fuerte gritarán a mis oídos, pero yo no les escucharé.

Capítulo 9

[1] Entonces gritó a mis oídos con voz fuerte: «¡Se acercan los castigos de la ciudad, cada uno con su azote en la mano!» [2] Y en esto vinieron, de la dirección del pórtico superior que mira al norte, seis hombres, cada cual con su azote en la mano. En medio de ellos había un hombre vestido de lino con una cartera de escriba a la cintura. Entraron y se detuvieron ante al altar de bronce. [3] La gloria del Dios de Israel se levantó de sobre los querubines sobre los cuales estaba, hacia el umbral de la Casa. Llamó entonces al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba a la cintura; [4] y Yahveh le dijo: «Pasa por la ciudad, por Jerusalén, y marca una cruz en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella.» [5] Y a los otros oí que les dijo: «Recorred la ciudad detrás de él y herid. No tengáis una mirada de piedad, no perdonéis; [6] a viejos, jóvenes, doncellas, niños y mujeres matadlos hasta que no quede uno. Pero al que lleve la cruz en la frente, no le toquéis. Empezad a partir de mi santuario.» Empezaron, pues, por los ancianos que estaban delante de la Casa.

[7] Luego les dijo: «Manchad la Casa, llenad de víctimas los atrios; salid.» Salieron y fueron hiriendo por la ciudad. [8] Mientras ellos herían, yo quedé solo allí y caí rostro en tierra. Exclamé: «¡Ah, Señor Yahveh!, ¿vas a exterminar a todo el resto de Israel, derramando tu furor contra Jerusalén?» [9] Me dijo: «La culpa de la casa de Israel y de Judá es muy grande, mucho; la tierra está llena de sangre, la ciudad llena de perversidad. Pues dicen: "Yahveh ha abandonado la tierra, Yahveh no ve nada." [10] Pues bien, tampoco yo tendré una mirada de piedad ni perdonaré. Haré caer su conducta sobre su cabeza». [11] En aquel momento el hombre vestido de lino que llevaba la cartera a la cintura, vino a hacer su relación: «He ejecutado lo que me ordenaste.»

Capítulo 10

[1] Miré y vi que sobre el firmamento que estaba sobre la cabeza de los querubines aparecía, semejante a la piedra de zafiro, algo como una forma de trono, por encima de ellos. [2] Y dijo al hombre vestido de lino: «Métete entre las ruedas, debajo de los querubines, toma a manos llenas brasas ardientes de entre los querubines y espárcelas por la ciudad.» Y él entró, ante mis ojos. [3] Los querubines estaban parados a la derecha de la Casa cuando el hombre entró, y la nube llenaba el atrio interior. [4] La gloria de Yahveh se elevó de encima de los querubines hacia el umbral de la Casa y la Casa se llenó de la nube, mientras el atrio estaba lleno del resplandor de la gloria de Yahveh. [5] Y el ruido de las alas de los querubines llegaba hasta el atrio exterior, semejante a la voz del Dios Sadday cuando habla. [6] Cuando dio esta orden al hombre vestido de lino: «Toma fuego de en medio de las ruedas, de entre los querubines», el hombre fue y se detuvo junto a la rueda; [7] el querubín alargó su mano de entre los querubines hacia el fuego que había en medio de los querubines, lo tomó y lo puso en las manos del hombre vestido de lino. Este lo tomó y salió.

[8] Entonces apareció en los querubines una especie de mano humana debajo de sus alas. [9] Miré: había cuatro ruedas al lado de los querubines, cada rueda junto a cada querubín, y el aspecto de las ruedas era como el destello del crisólito. [10] Las cuatro parecían tener la misma forma, como si una rueda estuviese dentro de la otra. [11] En su marcha, avanzaban en las cuatro direcciones; no se volvían en su marcha; seguían, en efecto, la dirección del lado adonde miraba la cabeza, y no se volvían en su marcha. [12] Y todo su cuerpo, su espalda, sus manos y sus alas, así como las ruedas, estaban llenos de destellos todo alrededor; sus ruedas, las de los cuatro. [13] Oí que a las ruedas se les daba el nombre de «galgal».

[14] Y cada uno tenía cuatro caras: la primera era la cara del querubín, la segunda una cara de hombre, la tercera una cara de león y la cuarta una cara de águila. [15] Los querubines se levantaron: era el ser que yo había visto sobre el río Kebar. [16] Cuando los querubines avanzaban, avanzaban las ruedas a su lado; cuando los querubines desplegaban sus alas para elevarse del suelo, las ruedas no se volvían tampoco de su lado. [17] Cuando ellos se paraban, se paraban ellas, y cuando ellos se elevaban, se elevaban con ellos las ruedas, porque el espíritu del ser estaba en ellas. [18] La gloria de Yahveh salió de sobre el umbral de la Casa y se posó sobre los querubines. [19] Los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo ante mis ojos, al salir, y las ruedas con ellos. Y se detuvieron a la entrada del pórtico oriental de la Casa de Yahveh; la gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos.

[20] Era el ser que yo había visto debajo del Dios de Israel en el río Kebar; y supe que eran querubines. [21] Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas, y bajo sus alas formas de manos humanas. [22] En cuanto a la forma de sus caras, tenían la apariencia de las caras que yo había visto junto al río Kebar. Cada uno marchaba de frente a derecho.

Capítulo 11

[1] El espíritu me elevó y me condujo al pórtico oriental de la Casa de Yahveh, el que mira a oriente. Y he aquí que a la entrada del pórtico había veinticinco hombres, entre los cuales vi a Yazanías, hijo de Azzur, y a Pelatías, hijo de Benaías, jefes del pueblo. [2] El me dijo: «Hijo de hombre, éstos son los hombres que maquinan el mal, que dan malos consejos en esta ciudad. [3] Dicen: "¡No es para pronto el construir casas! Ella es la olla y nosotros somos la carne." [4] Por eso, profetiza contra ellos, profetiza, hijo de hombre.» [5] El espíritu de Yahveh irrumpió en mí y me dijo: «Di: Así dice Yahveh: Eso es lo que habéis dicho, casa de Israel, conozco bien vuestra insolencia. [6] Habéis multiplicado vuestras víctimas en esta ciudad; habéis llenado de víctimas sus calles.

[7] Por eso, así dice el Señor Yahveh: Las víctimas que habéis tirado en medio de ella son la carne, y ella es la olla; pero yo os haré salir de ella. [8] Teméis la espada, pues yo traeré espada contra vosotros, oráculo del Señor Yahveh. [9] Os sacaré de la ciudad, os entregaré en mano de extranjeros, y haré justicia de vosotros. [10] A espada caeréis; en el término de Israel os juzgaré yo, y sabréis que yo soy Yahveh. [11] Esta ciudad no será olla para vosotros, ni vosotros seréis carne en medio de ella; dentro del término de Israel os juzgaré yo. [12] Y sabréis que yo soy Yahveh cuyos preceptos no habéis seguido y cuyas normas no habéis guardado — por el contrario habéis obrado según las normas de las naciones que os circundan.» [13] En esto, mientras yo estaba profetizando, Pelatías, hijo de Benaías, murió. Yo caí rostro en tierra y grité con voz fuerte: «¡Ah, Señor Yahveh!, ¿vas a aniquilar al resto de Israel?» [14] Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: [15] «Hijo de hombre; de cada uno de tus hermanos, de tus parientes y de toda la casa de Israel, dicen los habitantes de Jerusalén: Seguid lejos de Yahveh; a nosotros se nos ha dado esta tierra en posesión.

[16] Por eso, di: Así dice el Señor Yahveh: Sí, yo los he alejado entre las naciones, y los he dispersado por los países, pero yo he sido un santuario para ellos, por poco tiempo, en los países adonde han ido. [17] Por eso, di: Así dice el Señor Yahveh: Yo os recogeré de en medio de los pueblos, os congregaré de los países en los que habéis sido dispersados, y os daré la tierra de Israel. [18] Vendrán y quitarán de ella todos sus monstruos y abominaciones; [19] yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, [20] para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios. [21] En cuanto a aquellos cuyo corazón va en pos de sus monstruos y abominaciones, yo haré recaer su conducta sobre su cabeza, oráculo del Señor Yahveh.» [22] Los querubines desplegaron sus alas y las ruedas les siguieron, mientras la gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos.

[23] La gloria de Yahveh se elevó de en medio de la ciudad y se detuvo sobre el monte que está al oriente de la ciudad. [24] El espíritu me elevó y me llevó a Caldea, donde los desterrados, en visión, en el espíritu de Dios; y la visión que había contemplado se retiró de mí. [25] Yo conté a los desterrados todo lo que Yahveh me había dado a ver.

Capítulo 12

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, tú vives en medio de la casa de rebeldía: tienen ojos para ver y no ven, oídos para oír y no oyen, porque son una casa de rebeldía. [3] Ahora, pues, hijo de hombre, prepárate un equipo de deportado y sal deportado en pleno día, a sus propios ojos. Saldrás del lugar en que te encuentras hacia otro lugar, ante sus ojos. Acaso vean que son una casa de rebeldía. [4] Arreglarás tu equipo como un equipo de deportado, de día, ante sus ojos. Y saldrás por la tarde, ante sus ojos, como salen los deportados. [5] Haz a vista de ellos un agujero en la pared, por donde saldrás. [6] A sus ojos, cargarás con tu equipaje a la espalda y saldrás en la oscuridad; te cubrirás el rostro para no ver la tierra, porque yo he hecho de ti un símbolo para la casa de Israel.

[7] Yo hice como se me había ordenado; preparé de día mi equipo, como un equipo de deportado, y por la tarde hice un agujero en la pared con la mano. Y salí en la oscuridad, cargando con el equipaje a mis espaldas, ante sus ojos. [8] Por la mañana la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [9] Hijo de hombre, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, esta casa de rebeldía: «Qué es lo que haces»? [10] Diles: Así dice el Señor Yahveh. Este oráculo se refiere a Jerusalén y a toda la casa de Israel que está en medio de ella. [11] Di: Yo soy un símbolo para vosotros; como he hecho yo, así se hará con ellos; serán deportados, irán al destierro. [12] El príncipe que está en medio de ellos cargará con su equipo a la espalda, en la oscuridad, y saldrá; horadarán la muralla para hacerle salir por ella; y se tapará la cara para no ver la tierra con sus propios ojos.

[13] Mas yo tenderé mi lazo sobre él y quedará preso en mi red; le conduciré a Babilonia, al país de los caldeos; pero no lo verá, y morirá allí. [14] Y a todo su séquito, su guardia y todas sus tropas, yo los esparciré a todos los vientos y desenvainaré la espada detrás de ellos. [15] Y sabrán que yo soy Yahveh cuando los disperse entre las naciones y los esparza por los países. [16] Sin embargo, dejaré que un pequeño número de ellos escapen a la espada, al hambre y a la peste, para que cuenten todas sus abominaciones entre las naciones adonde vayan, a fin de que sepan que yo soy Yahveh. [17] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [18] Hijo de hombre, comerás tu pan con temblor y beberás tu agua con inquietud y angustia; [19] y dirás al pueblo de la tierra: Así dice el Señor Yahveh a los habitantes de Jerusalén que andan por el suelo de Israel: comerán su pan con angustia, beberán su agua con estremecimiento, para que esta tierra y los que en ella se encuentran queden libres de la violencia de todos sus habitantes.

[20] Las ciudades populosas serán destruidas y esta tierra se convertirá en desolación; y sabréis que yo soy Yahveh. [21] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [22] Hijo de hombre, ¿qué queréis decir con ese proverbio que circula acerca del suelo de Israel: Los días se prolongan y toda visión se desvanece? [23] Pues bien diles: Así dice el Señor Yahveh: Yo haré que calle ese proverbio; no se le repetirá más en Israel. Diles en cambio: Llegan los días en que toda visión se cumplirá, [24] pues ya no habrá ni visión vana ni presagio mentiroso en medio de la casa de Israel. [25] Yo, Yahveh, hablaré, y lo que yo hablo es una palabra que cumple sin dilación. Sí, en vuestros días, casa de rebeldía, yo pronunciaré una palabra y la ejecutaré, oráculo del Señor Yahveh.

[26] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [27] Hijo de hombre, mira, la casa de Israel está diciendo: «La visión que éste contempla es para días lejanos, éste profetiza para una época remota.» [28] Pues bien, diles: Así dice el Señor Yahveh: Ya no habrá más dilación para ninguna de mis palabras. Lo que yo hablo es una palabra que se cumple, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 13

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel; profetiza y di a los que profetizan por su propia cuenta: Escuchad la palabra de Yahveh. [3] Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de los profetas insensatos que siguen su propia inspiración, sin haber visto nada! [4] Como chacales entre las ruinas, tales han sido tus profetas, Israel. [5] No habéis escalado a las brechas, no habéis construido una muralla en torno a la casa de Israel, para que pueda resistir en el combate, en el día de Yahveh. [6] Tienen visiones vanas, presagio mentiroso los que dicen: «Oráculo de Yahveh», sin que Yahveh les haya enviado; ¡y esperan que se confirme su palabra! [7] ¿No es cierto que no tenéis más que visiones vanas, y no anunciáis más que presagios mentirosos, cuando decís: «Oráculo de Yahveh», siendo así que yo no he hablado? [8] Pues bien, así dice el Señor Yahveh: Por causa de vuestras palabras vanas y vuestras visiones mentirosas, sí, aquí estoy contra vosotros, oráculo del Señor Yahveh.

[9] Extenderé mi mano contra los profetas de visiones vanas y presagios mentirosos; no serán admitidos en la asamblea de mi pueblo, no serán inscritos en el libro de la casa de Israel, no entrarán en el suelo de Israel, y sabréis que yo soy el Señor Yahveh. [10] Porque, en efecto, extravían a mi pueblo diciendo: «¡Paz!», cuando no hay paz. Y mientras él construye un muro, ellos le recubren de argamasa. [11] Di a los que lo recubren de argamasa: ¡Que haya una lluvia torrencial, que caiga granizo y un viento de tormenta se desencadene, [12] y ved ahí el muro derrumbado! ¿No se os dirá entonces: «¿Dónde está la argamasa con que lo recubristeis?» [13] Pues bien, así dice el Señor Yahveh: Voy a desencadenar en mi furor un viento de tormenta, una lluvia torrencial habrá en mi cólera, granizos caerán en mi furia destructora. [14] Derribaré el muro que habéis recubierto de argamasa, lo echaré por tierra, y sus cimientos quedarán al desnudo. Caerá y vosotros pereceréis debajo de él, y sabréis que yo soy Yahveh.

[15] Cuando haya desahogado mi furor contra el muro y contra los que lo recubren de argamasa, os diré: Ya no existe el muro ni los que lo revocaban, [16] los profetas de Israel que profetizaban sobre Jerusalén y veían para ella visiones de paz, cuando no había paz, oráculo del Señor Yahveh. [17] Y tú, hijo de hombre, vuélvete hacia las hijas de tu pueblo que profetizan pro su propia cuenta, y profetiza contra ellas. [18] Dirás: Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de aquellas que cosen bandas para todos los puños, que hacen velos para cabezas de todas las tallas, con ánimo de atrapar a las almas! Vosotras atrapáis a las almas de mi pueblo, ¿y vais a asegurar la vida de vuestras propias almas? [19] Me deshonráis delante de mi pueblo por unos puñados de cebada y unos pedazos de pan, haciendo morir a las almas que no deben morir y dejando vivir a las almas que no deben vivir, diciendo mentiras al pueblo que escucha la mentira. [20] Pues bien, así dice el Señor Yahveh: Heme aquí contra vuestras bandas con las cuales atrapáis a las almas como pájaros. Yo las desgarraré en vuestros brazos, y soltaré libres las almas que atrapáis como pájaros.

[21] Rasgaré vuestros velos y libraré a mi pueblo de vuestras manos; ya no serán más presa en vuestras manos, y sabréis que yo soy Yahveh. [22] Porque afligís el corazón del justo con mentiras, cuando yo no lo aflijo, y aseguráis las manos del malvado para que no se convierta de su mala conducta a fin de salvar su vida, [23] por eso, no veréis más visiones vanas ni pronunciaréis más presagios. Yo libraré a mi pueblo de vuestras manos, y sabréis que yo soy Yahveh.

Capítulo 14

[1] Algunos ancianos de Israel vinieron a mi casa y se sentaron ante mí. [2] Entonces la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [3] Hijo de hombre, estos hombres han erigido sus basuras en su corazón, han puesto delante de su rostro la ocasión de sus culpas, ¿y voy a dejarme consultar por ellos? [4] Habla, pues, y diles: Así dice el Señor Yahveh: A todo aquel de la casa de Israel que erija sus basuras en su corazón o que ponga delante de su rostro la ocasión de sus culpas, y luego se presente al profeta, yo mismo, Yahveh, le responderé, a causa de la multitud de sus basuras, [5] a fin de prender a la casa de Israel en su corazón, a aquellos que se han alejado de mí a causa de todas sus basuras. [6] Por eso, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Convertíos, apartaos de vuestras basuras, de todas vuestras abominaciones apartad vuestro rostro, [7] porque a todo hombre de la casa de Israel, o de los forasteros residentes en Israel, que se aleje de mí para erigir sus basuras en su corazón, que ponga delante de su rostro la ocasión de sus culpas, y se presente al profeta para consultarme, yo mismo, Yahveh, le responderé.

[8] Volveré mi rostro contra ese hombre, haré de él ejemplo y proverbio, le extirparé de en medio de mi pueblo, y sabréis que yo soy Yahveh. [9] Y si el profeta se deja seducir y pronuncia una palabra, es que yo, Yahveh, he seducido a ese profeta; extenderé mi mano contra él y le exterminaré de en medio de mi pueblo Israel. [10] Cargarán con el peso de sus culpas ambos: la culpa del profeta será como la del que le consulte. [11] Así, la casa de Israel no se desviará más lejos de mí ni seguirá manchándose con todas sus culpas. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, oráculo del Señor Yahveh. [12] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [13] Hijo de hombre, si un país peca contra mí cometiendo infidelidad, y yo extiendo mi mano contra él, destruyo su provisión de pan y envío contra él el hambre para extirpar de allí hombres y bestias, [14] y en ese país se hallan estos tres hombres, Noé, Danel y Job, ellos salvarán su vida por su justicia, oráculo del Señor Yahveh.

[15] Si yo suelto las bestias feroces contra ese país para privarle de sus hijos y convertirle en una desolación por donde nadie pase a causa de las bestias, [16] y en ese país se hallan esos tres hombres: por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que ni hijos ni hijas podrán salvar; sólo se salvarán a sí mismos, pero el país quedará convertido en desolación. [17] O bien, si yo hago venir contra ese país la espada, si digo: «Pase la espada por este país», y extirpo de él hombres y bestias, [18] y esos tres hombres se hallan en ese país: por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que no podrán salvar ni hijos ni hijas; ellos solos se salvarán. [19] O si envío la peste sobre ese país y derramo en sangre mi furor contra ellos, extirpando de él hombres y bestias, [20] y en ese país se hallan Noé, Danel y Job: por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que ni hijos ni hijas podrán salvar; sólo se salvarán a sí mismos por su justicia.

[21] Pues así dice el Señor Yahveh: Aun cuando yo mande contra Jerusalén mis cuatro terribles azotes: espada, hambre, bestias feroces y peste, para extirpar de ella hombres y bestias, [22] he aquí que quedan en ella algunos supervivientes que han podido salir, hijos e hijas; y he aquí que salen hacia vosotros, para que veáis su conducta y sus obras y os consoléis de la desgracia que yo he acarreado sobre Jerusalén, de todo lo que he acarreado sobre ella. [23] Ellos os consolarán cuando veáis su conducta y sus obras, y sabréis que no sin motivo hice yo todo lo que hice en ella, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 15

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, ¿en qué vale más el leño de la vid que el leño de cualquier rama que haya entre los árboles del bosque?

[3] ¿Se toma de él madera para hacer alguna cosa? ¿Se hace con él un gancho para colgar algún objeto? [4] No, se tira al fuego para que lo devore: el fuego devora los dos cabos; el centro está quemado, ¿sirve aún para hacer algo? [5] Si ya, cuando estaba intacto, no se podía hacer nada con él, ¡cuánto menos, cuando lo ha devorado el fuego y lo ha quemado, se podrá hacer con él alguna cosa! [6] Por eso, así dice el Señor Yahveh: Lo mismo que el leño de la vid, entre los árboles del bosque, al cual he arrojado al fuego para que lo devore, así he entregado a los habitantes de Jerusalén. [7] He vuelto mi rostro contra ellos. Han escapado al fuego, pero el fuego los devorará. Y sabréis que yo soy Yahveh, cuando vuelva mi rostro contra ellos. [8] Convertiré esta tierra en desolación, porque han cometido infidelidad, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 16

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, haz saber a Jerusalén sus abominaciones. [3] Dirás: Así dice el Señor Yahveh a Jerusalén: Por tu origen y tu nacimiento eres del país de Canaán. Tu padre era amorreo y tu madre hitita. [4] Cuando naciste, el día en que viniste al mundo, no se te cortó el cordón, no se te lavó con agua para limpiarte, no se te frotó con sal, ni se te envolvió en pañales. [5] Ningún ojo se apiadó de ti para brindarte alguno de estos menesteres, por compasión a ti. Quedaste expuesta en pleno campo, porque dabas repugnancia, el día en que viniste al mundo. [6] Yo pasé junto a ti y te vi agitándote en tu sangre. Y te dije, cuando estabas en tu sangre: «Vive», [7] y te hice crecer como la hierba de los campos. Tú creciste, te desarrollaste, y llegaste a la edad núbil. Se formaron tus senos, tu cabellera creció; pero estabas completamente desnuda.

[8] Entonces pasé yo junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los amores. Extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; me comprometí con juramento, hice alianza contigo — oráculo del señor Yahveh — y tú fuiste mía. [9] Te bañé con agua, lavé la sangre que te cubría, te ungí con óleo. [10] Te puse vestidos recamados, zapatos de cuero fino, una banda de lino fino y un manto de seda. [11] Te adorné con joyas, puse brazaletes en tus muñecas y un collar a tu cuello. [12] Puse un anillo en tu nariz, pendientes en tus orejas, y una espléndida diadema en tu cabeza. [13] Brillabas así de oro y plata, vestida de lino fino, de seda y recamados. Flor de harina, miel y aceite era tu alimento. Te hiciste cada día más hermosa, y llegaste al esplendor de una reina.

[14] Tu nombre se difundió entre las naciones, debido a tu belleza, que era perfecta, gracias al esplendor de que yo te había revestido — oráculo del Señor Yahveh. [15] Pero tú te pagaste de tu belleza, te aprovechaste de tu fama para prostituirte, prodigaste tu lascivia a todo transeúnte entregándote a él. [16] Tomaste tus vestidos para hacerte altos de ricos colores y te prostituiste en ellos. [17] Tomaste tus joyas de oro y plata que yo te había dado y te hiciste imágenes de hombres para prostituirte ante ellas. [18] Tomaste tus vestidos recamados y las recubriste con ellos; y pusiste ante ellas mi aceite y mi incienso. [19] El pan que yo te había dado, la flor de harina, el aceite y la miel con que yo te alimentaba, lo presentaste ante ellas como calmante aroma. Y sucedió incluso — oráculo del Señor Yahveh — [20] que tomaste a tus hijos y a tus hijas que me habías dado a luz y se los sacrificaste como alimento. ¿Acaso no era suficiente tu prostitución, [21] que inmolaste también a mis hijos y los entregaste haciéndoles pasar por el fuego en su honor? [22] Y en medio de todas tus abominaciones y tus prostituciones no te acordaste de los días de tu juventud, cuando estabas completamente desnuda, agitándote en tu sangre.

[23] Y para colmo de maldad — ¡ay, ay de ti!, oráculo del Señor Yahveh — [24] te construiste un prostíbulo, te hiciste una altura en todas las plazas. [25] En la cabecera de todo camino te construiste tu altura y allí contaminaste tu hermosura, entregaste tu cuerpo a todo transeúnte y multiplicaste tus prostituciones. [26] Te prostituiste a los egipcios, tus vecinos, de cuerpos fornidos, y multiplicaste tus prostituciones para irritarme. [27] Entonces yo levanté mi mano contra ti. Disminuí tu ración y te entregué a la animosidad de tus enemigas, las hijas de los filisteos, que se avergonzaban de la infamia de tu conducta. [28] Y no harta todavía, te prostituiste a los asirios; te prostituiste sin hartarte tampoco.

[29] Luego, multiplicaste tus prostituciones en el país de los mercaderes, en Caldea, y tampoco esta vez quedaste harta. [30] ¡Oh, qué débil era tu corazón — oráculo del Señor Yahveh — para cometer todas estas acciones, dignas de una prostituta descarada! [31] Cuando te construías un prostíbulo a la cabecera de todo camino, cuando te hacías una altura en todas las plazas, despreciando el salario, no eras como la prostituta. [32] La mujer adúltera, en lugar de su marido, toma ajenos. [33] A toda prostituta se le da un regalo. Tú, en cambio, dabas regalos a todos tus amantes, y los atraías con mercedes para que vinieron a ti de los alrededores y se prestasen a tus prostituciones. [34] Contigo ha pasado en tus prostituciones al revés que con las otras mujeres; nadie andaba solicitando detrás de ti; eras tú la que pagabas, y no se te pagaba: ¡ha sido al revés! [35] Pues bien, prostituta, escucha la palabra de Yahveh.

[36] Así dice el Señor Yahveh: Por haber prodigado tu bronce y descubierto tu desnudez en tus prostituciones con tus amantes y con todas tus abominables basuras, por la sangre de tus hijos que les has dado, [37] por esto he aquí que yo voy a reunir a todos los amantes a quienes complaciste, a todos los que amaste y también a los que aborreciste; los voy a congregar de todas partes contra ti, y descubriré tu desnudez delante de ellos, para que vean toda tu desnudez. [38] Voy a aplicarte el castigo de las mujeres adúlteras y de las que derraman sangre: te entregaré al furor y a los celos, [39] te entregaré en sus manos, ellos arrasarán tu prostíbulo y demolerán tus alturas, te despojarán de tus vestidos, te arrancarán tus joyas y te dejarán completamente desnuda. [40] Luego, incitarán a la multitud contra ti, te lapidarán, te acribillarán con sus espadas, [41] prenderán fuego a tus casas y harán justicia de ti, a la vista de una multitud de mujeres; yo pondré fin a tus prostituciones, y no volverás a dar salario de prostituta.

[42] Desahogaré mi furor en ti; luego mis celos se retirarán de ti, me apaciguaré y no me airaré más. [43] Porque no te has acordado de los días de tu juventud, y con todas estas cosas me has provocado, he aquí que también yo por mi parte haré recaer tu conducta sobre tu cabeza, oráculo del Señor Yahveh. Pues ¿no has cometido infamia con todas tus abominaciones? [44] Mira, todos los autores de proverbios harán uno a propósito de ti, diciendo: «Cual la madre, tal la hija.» [45] Hija eres, sí, de tu madre, que dejó de amar a sus maridos y a sus hijos, y hermana de tus hermanas, que dejaron de amar a sus maridos y a sus hijos. Vuestra madre era una hitita y vuestro padre un amorreo. [46] Tu hermana mayor es Samaría, que habita a tu izquierda con sus hijas. Tu hermana menor es Sodoma, que habita a tu derecha con sus hijas. [47] No has sido parca en imitar su conducta y en cometer sus abominaciones; te has mostrado más corrompida que ellas en toda tu conducta.

[48] Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que tu hermana Sodoma y sus hijas no obraron como habéis obrado vosotras, tú y tus hijas. [49] Este fue el crimen de tu hermana Sodoma: orgullo, voracidad, indolencia de la dulce vida tuvieron ella y sus hijas; no socorrieron al pobre y al indigente, [50] se enorgullecieron y cometieron abominaciones ante mí: por eso las hice desaparecer, como tú viste. [51] En cuanto a Samaría, ni la mitad de tus pecados ha cometido. Tú has cometido muchas más abominaciones que ellas y, al cometer tantas abominaciones, has hecho parecer justas a tus hermanas. [52] Así, pues, carga con tu ignominia por haber decidido el fallo en favor de tus hermanas: a causa de los pecados que has cometido, mucho más abominables que los suyos, ellas resultan ser más justas que tú. Avergüénzate, pues, y carga con tu ignominia por hacer parecer justas a tus hermanas. [53] Yo las restableceré. Restableceré a Sodoma y a sus hijas, restableceré a Samaría y a sus hijas, y después te restableceré a ti en medio de ella, [54] a fin de que soportes tu ignominia y te avergüences de todo lo que has hecho, para consuelo de ellas.

[55] Tu hermana Sodoma y sus hijas serán restablecidas en su antiguo estado. Samaría y sus hijas serán restablecidas en su antiguo estado. Tú y tus hijas seréis restablecidas también en vuestro antiguo estado. [56] ¿No hiciste burla de tu hermana Sodoma, el día de tu orgullo, [57] antes que fuese puesta al descubierto tu desnudez? Como ella, eres tú ahora el blanco de las burlas de las hijas de Edom y de todas las de los alrededores, de las hijas de los filisteos, que por todas partes te agobian a desprecios. [58] Tú misma soportas las consecuencias de tu infamia y tus abominaciones, oráculo de Yahveh. [59] Pues así dice el Señor Yahveh: Yo haré contigo como has hecho tú, que menospreciaste el juramento, rompiendo la alianza. [60] Pero yo me acordaré de mi alianza contigo en los días de tu juventud, y estableceré en tu favor una alianza eterna.

[61] Y tú te acordarás de tu conducta y te avergonzarás de ella, cuando acojas a tus hermanas, las mayores y las menores, y yo te las dé como hijas, si bien no en virtud de tu alianza. [62] Yo mismo restableceré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy Yahveh, [63] para que te acuerdes y te avergüences y no oses más abrir la boca de vergüenza, cuando yo te haya perdonado todo lo que has hecho, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 17

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, propón un enigma, presenta una parábola a la casa de Israel. [3] Dirás: Así dice el Señor Yahveh: El águila grande, de grandes alas, de enorme envergadura, de espeso plumaje abigarrado, vino al Líbano y cortó la cima del cedro; [4] arrancó la punta más alta de sus ramas, la llevó a un país de mercaderes y la colocó en una ciudad de comerciantes. [5] Luego, tomó de la semilla de la tierra y la puso en un campo de siembra; junto a una corriente de agua abundante la colocó como un sauce. [6] Y brotó y se hizo una vid desbordante, de pequeña talla, que volvió sus ramas hacia el águila, mientras sus raíces estaban bajo ella. Se hizo una vid, echó cepas y alargó sarmientos.

[7] Había otra águila grande, de grandes alas, de abundante plumaje, y he aquí que esta vid tendió sus raíces hacia ella, hacia ella alargó sus ramas, para que la regase desde el terreno donde estaba plantada. [8] En campo fértil, junto a una corriente de agua abundante, estaba plantada, para echar ramaje y dar fruto, para hacerse una vid magnífica. [9] Di: Así dice el Señor Yahveh: ¿Le saldrá bien acaso? ¿No arrancará sus raíces el águila, no cortará sus frutos, de suerte que se sequen todos los brotes tiernos que eche, sin que sea menester brazo grande ni pueblo numeroso para arrancarla de raíz? [10] Vedla ahí plantada, ¿prosperará tal vez? Al soplar el viento del este, ¿no se secará totalmente? En el terreno en que brotó, se secará.

[11] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:

[12] Di a esa casa de rebeldía: ¿No sabéis lo que significa esto? Di: Mirad, el rey de Babilonia vino a Jerusalén; tomó al rey y a los príncipes y los llevó con él a Babilonia. [13] Escogió luego a uno de estirpe real, concluyó un pacto con él y le hizo prestar juramento, después de haberse llevado a los grandes del país, [14] a fin de que el reino quedase modesto y sin ambición, para guardar su alianza y mantenerla. [15] Pero este príncipe se ha rebelado contra él enviando mensajeros a Egipto en busca de caballos y tropas en gran número. ¿Le saldrá bien? ¿Se salvará el que ha hecho esto? Ha roto el pacto ¡y va a salvarse! [16] Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que en el lugar del rey que le puso en el trono, cuyo juramento despreció y cuyo pacto rompió, allí en medio de Babilonia morirá.

[17] Ni con su gran ejército y sus numerosas tropas le salvará Faraón en la guerra, cuando se levanten terraplenes y se hagan trincheras para exterminar muchas vidas humanas. [18] Ha despreciado el juramento, rompiendo el pacto; aun después de haber dado su mano, ha hecho todo esto: ¡no tendrá remedio! [19] Por eso, así dice el Señor Yahveh: Por mi vida que el juramento mío que ha despreciado, mi alianza que ha roto, lo haré recaer sobre su cabeza. [20] Extenderé mi lazo sobre él y quedará preso en mi red; le llevaré a Babilonia y allí le pediré cuentas de la infidelidad que ha cometido contra mí. [21] Lo más selecto, entre todas sus tropas, caerá a espada, y los que queden serán dispersados a todos los vientos. Y sabréis que yo, Yahveh, he hablado. [22] Así dice el Señor Yahveh: También yo tomaré de la copa del alto cedro, de la punta de sus ramas escogeré un ramo y lo plantaré yo mismo en una montaña elevada y excelsa: [23] en la alta montaña de Israel lo plantaré. Echará ramaje y producirá fruto, y se hará un cedro magnífico. Debajo de él habitarán toda clase de pájaros, toda clase de aves morarán a la sombra de sus ramas. [24] Y todos los árboles del campo sabrán que yo, Yahveh, humillo al árbol elevado y elevo al árbol humilde, hago secarse al árbol verde y reverdecer al árbol seco. Yo, Yahveh, he hablado y lo haré.

Capítulo 18

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] ¿Por qué andáis repitiendo este proverbio en la tierra de Israel: Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera? [3] Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que no repetiréis más este proverbio en Israel. [4] Mirad: todas las vidas son mías, la vida del padre lo mismo que la del hijo, mías son. El que peque es quien morirá. [5] El que es justo y practica el derecho y la justicia, [6] no come en los montes ni alza sus ojos a las basuras de la casa de Israel, no contamina a la mujer de su prójimo, ni se acerca a una mujer durante su impureza, [7] no oprime a nadie, devuelve la prenda de una deuda, no comete rapiñas, da su pan al hambriento y viste al desnudo, [8] no presta con usura ni cobra intereses, aparta su mano de la injusticia, dicta un juicio honrado entre hombre y hombre, [9] se conduce según mis preceptos y observa mis normas, obrando conforme a la verdad, un hombre así es justo: vivirá sin duda, oráculo del Señor Yahveh.

[10] Si éste engendra un hijo violento y sanguinario, que hace alguna de estas cosas [11] que él mismo no había hecho, un hijo que come en los montes, contamina a la mujer de su prójimo, [12] oprime al pobre y al indigente, comete rapiñas, no devuelve la prenda, alza sus ojos a las basuras, comete abominación, [13] presta con usura y cobra intereses, éste no vivirá en modo alguno después de haber cometido todas estas abominaciones; morirá sin remedio, y su sangre recaerá sobre él. [14] Y si éste, a su vez, engendra un hijo que ve todos los pecados que ha cometido su padre, que los ve sin imitarlos, [15] que no come en los montes ni alza sus ojos a las basuras de la casa de Israel, no contamina a la mujer de su prójimo, [16] no oprime a nadie, no guarda la prenda, no comete rapiñas, da su pan al hambriento, viste al desnudo, [17] aparta su mano de la injusticia, no presta con usura, ni cobra intereses, practica mis normas y se conduce según mis preceptos, éste no morirá por la culpa de su padre, vivirá sin duda.

[18] Su padre, porque fue violento, cometió rapiñas y no obró bien en medio de su pueblo, por eso morirá a causa de su culpa. [19] Y vosotros decís: «¿Por qué no carga el hijo con la culpa de su padre?» Pero el hijo ha practicado el derecho y la justicia, ha observado todos mis preceptos y los ha puesto en práctica: vivirá sin duda. [20] El que peque es quien morirá; el hijo no cargará con la culpa de su padre, ni el padre con la culpa de su hijo: al justo se le imputará su justicia y al malvado su maldad. [21] En cuanto al malvado, si se aparta de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, vivirá sin duda, no morirá. [22] Ninguno de los crímenes que cometió se le recordará más; vivirá a causa de la justicia que ha practicado. [23] ¿Acaso me complazco yo en la muerte del malvado — oráculo del Señor Yahveh — y no más bien en que se convierta de su conducta y viva? [24] Pero si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ¿vivirá acaso? No, no quedará ya memoria de ninguna de las obras justas que había practicado, sino que, a causa de la infidelidad en que ha incurrido y del pecado que ha cometido, morirá.

[25] Y vosotros decís: «No es justo el proceder del Señor.» Escuchad, casa de Israel: ¿Que no es justo mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que no es justo? [26] Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa del mal que ha cometido muere. [27] Y si el malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el derecho y la justicia, conservará su vida. [28] Ha abierto los ojos y se ha apartado de todos los crímenes que había cometido; vivirá sin duda, no morirá. [29] Y sin embargo la casa de Israel dice: «No es justo el proceder del Señor.» ¿Que mi proceder no es justo, casa de Israel? ¿No es más bien vuestro proceder el que no es justo? [30] Yo os juzgaré, pues, a cada uno según su proceder, casa de Israel, oráculo del Señor Yahveh. Convertíos y apartaos de todos vuestros crímenes; no haya para vosotros más ocasión de culpa.

[31] Descargaos de todos los crímenes que habéis cometido contra mí, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? [32] Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor Yahveh. Convertíos y vivid.

Capítulo 19

[1] Y tú entona una elegía sobre los príncipes de Israel. [2] Dirás: ¿Qué era tu madre? Una leona entre leones. Echada entre los leoncillos, criaba a sus cachorros. [3] Exaltó a uno de sus cachorros, que se hizo un león joven; y aprendió a desgarrar su presa, devoró hombres. [4] Oyeron hablar de él las naciones, en su fosa quedó preso; con garfios le llevaron al país de Egipto. [5] Vio ella que su espera era fallida, fallida su esperanza; y tomo otro de sus cachorros, le hizo un león joven. [6] Andaba éste entre los leones, se hizo un león joven, aprendió a desgarrar su presa, devoró hombres; [7] derribó sus palacios, devastó sus ciudades; la tierra y sus habitantes estaban aterrados por la voz de su rugido. [8] Se alzaron contra él las naciones, las provincias circundantes; tendieron sobre él su red y en su fosa quedó preso. [9] Con garfios le cerraron en jaula, le llevaron al rey de Babilonia en calabozos le metieron, para que no se oyese más su voz por los montes de Israel.

[10] Tu madre se parecía a una vid plantada a orillas de las aguas. Era fecunda, exuberante, por la abundancia de agua. [11] Tenía ramas fuertes para ser cetros reales; su talla se elevó hasta dentro de las nubes. Era imponente por su altura, por su abundancia de ramaje. [12] Pero ha sido arrancada con furor, tirada por tierra; el viento del este ha agostado su fruto; ha sido rota, su rama fuerte se ha secado, la ha devorado el fuego. [13] Y ahora está plantada en el desierto, en tierra de sequía y de sed. [14] Ha salido fuego de su rama, ha devorado sus sarmientos y su fruto. No volverá a tener su rama fuerte, su cetro real. Esto es una elegía; y de elegía sirvió.

Capítulo 20

[1] El año séptimo, el día diez del quinto mes, algunos de los ancianos de Israel vinieron a consultar a Yahveh y se sentaron ante mí. [2] Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: [3] Hijo de hombre, habla a los ancianos de Israel. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: ¿A consultarme venís? Por mi vida, que no me dejaré consultar por vosotros, oráculo del Señor Yahveh. [4] ¿Vas a juzgarlos? ¿Vas a juzgar, hijo de hombre? Hazles saber las abominaciones de sus padres. [5] Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: El día que yo elegí a Israel, alcé mi mano hacia la raza de la casa de Jacob, me manifesté a ellos en el país de Egipto, y levanté mi mano hacia ellos diciendo: Yo soy Yahveh, vuestro Dios. [6] Aquel día alcé mi mano hacia ellos jurando sacarlos del país de Egipto hacia una tierra que había explorado para ellos, que mana leche y miel, la más hermosa de todas las tierras.

[7] Y les dije: Arrojad cada uno los monstruos que seducen vuestros ojos, no os contaminéis con las basuras de Egipto; yo soy Yahveh, vuestro Dios. [8] Pero ellos se rebelaron contra mí y no quisieron escucharme. Ninguno arrojó los monstruos que seducían sus ojos; ninguno abandonó las basuras de Egipto. Pensé entonces, derramar mi furor sobre ellos y desahogar en ellos mi cólera, en medio del país de Egipto. [9] Pero tuve consideración a mi nombre y procedí de modo que no fuese profanado a los ojos de las naciones entre las que ellos se encontraban, y a la vista de las cuales me había manifestado a ellos, sacándolos del país de Egipto. [10] Por eso, los saqué del país de Egipto y los conduje al desierto. [11] Les di mis perceptos y les di a conocer mis normas, por las que el hombre vive, si las pone en práctica. [12] Y les di además mis sábados como señal entre ellos y yo, para que supieran que yo soy Yahveh, que los santifico.

[13] Pero la casa de Israel se rebeló contra mí en el desierto; no se condujeron según mis preceptos, rechazaron mis normas por las que vive el hombre, si las pone en práctica, y no hicieron más que profanar mis sábados. Entonces pensé en derramar mi furor sobre ellos en el desierto, para exterminarlos. [14] Pero tuve consideración a mi nombre, y procedí de modo que no fuese profanado a los ojos de las naciones, a la vista de las cuales los había sacado. [15] Y, una vez más alcé mi mano hacia ellos en el desierto, jurando que no les dejaría entrar en la tierra que les había dado, que mana leche y miel, la más hermosa de todas las tierras. [16] Pues habían despreciado mis normas, no se habían conducido según mis preceptos y habían profanado mis sábados; porque su corazón se iba tras sus basuras. [17] Pero tuve una mirada de piedad para no exterminarlos, y no acabé con ellos en el desierto. [18] Y dije a sus hijos en el desierto: No sigáis las reglas de vuestros padres, no imitéis sus normas, no os contaminéis con sus basuras.

[19] Yo soy Yahveh, vuestro Dios. Seguid mis preceptos, guardad mis normas y ponedlas en práctica. [20] Santificad mis sábados; que sean una señal entre yo y vosotros, para que se sepa que yo soy Yahveh, vuestro Dios. [21] Pero los hijos se rebelaron contra mí, no se condujeron según mis preceptos, no guardaron ni pusieron en práctica mis normas, aquéllas por las que vive el hombre, si las pone en práctica, y profanaron mis sábados. Entonces pensé en derramar mi furor sobre ellos y desahogar en ellos mi cólera, en el desierto. [22] Pero retiré mi mano y tuve consideración a mi nombre, procediendo de modo que no fuese profanado a los ojos de las naciones, a la vista de las cuales los había sacado. [23] Pero una vez más alcé mi mano hacia ellos, en el desierto, jurando dispersarlos entre las naciones y esparcirlos por los países. [24] Porque no habían puesto en práctica mis normas, habían despreciado mis preceptos y profanado mis sábados, y sus ojos se habían ido tras las basuras de sus padres.

[25] E incluso llegué a darles preceptos que no eran buenos y normas con las que no podrían vivir, [26] y los contaminé con sus propias ofrendas, haciendo que pasaran por el fuego a todo primogénito, a fin de infundirles horror, para que supiesen que yo soy Yahveh. [27] Por eso, hijo de hombre, habla a la casa de Israel. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: En esto todavía me ultrajaron vuestros padres siéndome infieles. [28] Yo les conduje a la tierra que, mano en alto, había jurado darles. Allí vieron toda clase de colinas elevadas, toda suerte de árboles frondosos, y en ellos ofrecieron sus sacrificios y presentaron sus ofrendas provocadoras; allí depositaron el calmante aroma y derramaron sus libaciones. [29] Y yo les dije: ¿Qué es el alto adonde vosotros vais?; y se le puso el nombre de Bamá , hasta el día de hoy. [30] Pues bien, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Conque vosotros os contamináis conduciéndoos como vuestros padres, prostituyéndoos detrás de sus monstruos, [31] presentando vuestras ofrendas, haciendo pasar a vuestros hijos por el fuego; os contamináis con todas vuestras basuras, hasta el día de hoy, ¿y yo voy a dejarme consultar por vosotros, casa de Israel? Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que no me dejaré consultar por vosotros.

[32] Y no se realizará jamás lo que se os pasa por la imaginación, cuando decís: «Seremos como las naciones, como las tribus de los otros países, adoradores del leño y de la piedra.» [33] Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo reinaré sobre vosotros, con mano fuerte y tenso brazo, con furor derramado. [34] Os haré salir de entre los pueblos y os reuniré de los países donde fuisteis dispersados, con mano fuerte y tenso brazo, con furor derramado; [35] os conduciré al desierto de los pueblos y allí os juzgaré cara a cara. [36] Como juzgué a vuestros padres en el desierto de Egipto, así os juzgaré a vosotros, oráculo del Señor Yahveh. [37] Os haré pasar bajo el cayado y os haré entrar por el aro de la alianza; [38] separaré de vosotros a los rebeldes, a los que se han rebelado contra mí: les haré salir del país en que residen, pero no entrarán en la tierra de Israel, y sabréis que yo soy Yahveh.

[39] En cuanto a vosotros, casa de Israel, así dice el Señor Yahveh: Que vaya cada uno a servir a sus basuras; después, yo juro que me escucharéis y no profanaréis más mi santo nombre con vuestras ofrendas y vuestras basuras. [40] Porque será en mi santa montaña, en la alta montaña de Israel — oráculo del Señor Yahveh — donde me servirá toda la casa de Israel, toda ella en esta tierra. Allí los acogeré amorosamente y allí solicitaré vuestras ofrendas y las primicias de vuestros dones, con todas vuestras cosas santas. [41] Como calmante aroma yo os acogeré amorosamente, cuando os haya hecho salir de entre los pueblos, y os reúna de en medio de los países en los que habéis sido dispersados; y por vosotros me mostraré santo a los ojos de las naciones. [42] Sabréis que yo soy Yahveh, cuando os conduzca al suelo de Israel, a la tierra que, mano en alto, juré dar a vuestros padres. [43] Allí os acordaréis de vuestra conducta y de todas las acciones con las que os habéis contaminado, y cobraréis asco de vosotros mismos por todas las maldades que habéis cometido. [44] Sabréis que yo soy Yahveh, cuando actúe con vosotros por consideración a mi nombre, y no con arreglo a vuestra mala conducta y a vuestras corrompidas acciones, casa de Israel, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 21

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia el mediodía, destila tus palabras hacia el sur, profetiza contra el bosque de la región del Négueb. [3] Dirás al bosque del Négueb: Escucha la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo te prendo fuego, que devorará todo árbol verde y todo árbol seco; será una llama que no se apagará, y arderá todo, desde el Négueb hasta el Norte. [4] Todo el mundo verá que yo, Yahveh, lo he encendido; y no se apagará. [5] — Yo dije: ¡Ah, Señor Yahveh!, ésos andan diciendo de mí: «¿No es éste un charlatán de parábolas?» — [6] Entonces, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [7] Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Jerusalén, destila tus palabras hacia su santuario y profetiza contra la tierra de Israel.

[8] Dirás a la tierra de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti; voy a sacar mi espada de la vaina y extirparé de ti al justo y al malvado. [9] Para extirpar de ti al justo y al malvado va a salir mi espada de la vaina, contra toda carne, desde el Négueb hasta el Norte. [10] Y todo el mundo sabrá que yo, Yahveh, he sacado mi espada de la vaina; no será envainada. [11] Y tú, hijo de hombre, lanza gemidos, con corazón quebrantado. Lleno de amargura, lanzarás gemidos ante sus ojos. [12] Y si acaso te dicen: «¿Por qué esos gemidos?», dirás: «Por causa de una noticia a cuya llegada todos los corazones desfallecerán, desmayarán todos los brazos, todos los espíritus se amilanarán, y todas las rodillas se irán en agua. Ved que ya llega; es cosa hecha, oráculo del Señor Yahveh.» [13] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [14] Hijo de hombre, profetiza. Dirás: Así dice el Señor. Di: ¡Espada, espada! Afilada está, bruñida. [15] Para la matanza está afilada, para centellear está bruñida...

[16] Se la ha hecho bruñir para empuñarla; ha sido afilada la espada, ha sido bruñida para ponerla en mano de matador. [17] Grita, da alaridos, hijo de hombre, porque está destinada a mi pueblo, a todos los príncipes de Israel destinados a la espada con mi pueblo. Por eso golpéate el pecho, [18] pues la prueba está hecha... oráculo del Señor Yahveh.

[19] Y tú, hijo de hombre, profetiza y bate palmas. ¡Golpee la espada dos, tres veces, la espada de las víctimas, la espada de la gran víctima, que les amenaza en torno! [20] A fin de que desmaye el corazón y abunden las ocasiones de caída, en todas las puertas he puesto yo matanza por la espada, hecha para centellear, bruñida para la matanza. [21] ¡Toma un rumbo: a la derecha, vuélvete a la izquierda, donde tus filos sean requeridos! [22] Yo también batiré palmas, saciaré mi furor. Yo, Yahveh, he hablado.

[23] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [24] Y tú, hijo de hombre, marca dos caminos por donde venga la espada del rey de Babilonia, que salgan los dos del mismo país, y marca una señalización, márcala en la cabecera del camino de la ciudad; [25] trazarás el camino para que venga la espada hacia Rabbá de los ammonitas y hacia Judá, a la fortaleza de Jerusalén. [26] Porque el rey de Babilonia se ha detenido en el cruce, en la cabecera de los dos caminos, para consultar a la suerte. Ha sacudido las flechas, ha interrogado a los terafim, ha observado el hígado. [27] En su mano derecha está la suerte de Jerusalén: para situar arietes, dar la orden de matanza, lanzar el grito de guerra, situar arietes contra las puertas, levantar un terraplén, hacer trincheras. [28] Para ellos y a sus ojos, no es más que un vano presagio: se les había dado un juramento. Pero él recuerda las culpas por las que caerán presos.

[29] Por eso, así dice el Señor Yahveh: Por haber hecho recordar vuestras culpas, descubriendo vuestros crímenes, haciendo aparecer vuestros pecados en todas vuestras acciones, y porque así se os ha recordado, caeréis presos en su mano. [30] En cuanto a ti, vil criminal, príncipe de Israel, cuya hora ha llegado con la última culpa, [31] así dice el Señor Yahveh: La tiara se quitará, se depondrá la corona, todo será transformado; lo humilde será elevado, lo elevado será humillado. [32] Ruina, ruina, ruina, eso es lo que haré con él, como jamás la hubo, hasta que llegue aquel a quien corresponde el juicio y a quien yo se lo entregaré. [33] Y tú, hijo de hombre, profetiza y di: Así dice el Señor Yahveh a los ammonitas y sus burlas. Dirás: ¡La espada, la espada está desenvainada para la matanza, bruñida para devorar, para centellear [34] — mientras se tienen para ti visiones vanas, y para ti se presagia la mentira —, para degollar a los viles criminales cuya hora ha llegado con la última culpa! [35] Vuélvela a la vaina. En el lugar donde fuiste creada, en tu tierra de origen, te juzgaré yo; [36] derramaré sobre ti mi ira, soplaré contra ti el fuego de mi furia, y te entregaré en manos de hombres bárbaros, agentes de destrucción.

[37] Serás pasto del fuego, tu sangre correrá en medio del país, no quedará de ti recuerdo alguno, porque yo, Yahveh, he hablado.

Capítulo 22

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Y tú, hijo de hombre, ¿no vas a juzgar? ¿No vas a juzgar a la ciudad sanguinaria? Hazle saber todas sus abominaciones. [3] Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Ciudad que derramas sangre en medio de ti para que llegue tu hora, que haces basuras en tu suelo para contaminarte, [4] por la sangre que derramaste te has hecho culpable, con las basuras que hiciste te has contaminado; has adelantado tu hora, ha llegado el término de tus años. Por eso yo he hecho de ti la burla de las naciones y la irrisión de todos los países. [5] Próximos y lejanos, se reirán de ti, ciudad de nombre impuro, llena de desórdenes. [6] Ahí están dentro de ti los príncipes de Israel, cada uno según su poder, sólo ocupados en derramar sangre.

[7] En ti se desprecia al padre y a la madre, en ti se maltrata al forastero residente, en ti se oprime al huérfano y a la viuda. [8] No tienes respeto a mis cosas sagradas, profanas mis sábados. [9] Hay en ti gente que calumnia para verter sangre. En ti se come en los montes, y se comete infamia. [10] En ti se descubre la desnudez del propio padre, en ti se hace violencia a la mujer en estado de impureza. [11] Un comete abominación con la mujer de su prójimo, el otro se contamina de manera infame con su nuera, otro hace violencia a su hermana, la hija de su propio padre; [12] en ti se acepta soborno para derramar sangre; tomas a usura e interés, explotas a tu prójimo con violencia, y te has olvidado de mí, oráculo del Señor Yahveh.

[13] Mira, yo voy a batir palmas a causa de los actos de pillaje que has cometido y de la sangre que corre en medio de ti. [14] ¿Podrá tu corazón resistir y tus manos seguir firmes el día en que yo actúe contra ti? Yo, Yahveh, he hablado y lo haré. [15] Te dispersaré entre las naciones, te esparciré por los países, borraré la impureza que hay en medio de ti, [16] por ti misma te verás profanada a los ojos de las naciones, y sabrás que yo soy Yahveh. [17] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [18] Hijo de hombre, la casa de Israel se me ha convertido en escoria; todos son cobre, estaño, hierro, plomo, en medio de un horno; ¡escoria son! [19] Por eso, así dice el Señor Yahveh: Por haberos convertido todos vosotros en escoria, por eso voy a juntaros en medio de Jerusalén.

[20] Como se pone junto plata, cobre, hierro, plomo y estaño en el horno, y se atiza el fuego por debajo para fundirlo todo, así os juntaré yo en mi cólera y mi furor; os pondré y os fundiré. [21] Os reuniré, atizaré contra vosotros el fuego de mi furia, y os fundiré en medio de la ciudad. [22] Como se funde la plata en medio del horno, así seréis fundidos vosotros en medio de ella, y sabréis que yo, Yahveh, he derramado mi furor sobre vosotros. [23] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [24] Hijo de hombre, dile: Eres una tierra que no ha tenido lluvia ni inundación en el día de la Ira; [25] los príncipes que en ella residen son como un león rugiente que desgarra su presa. Han devorado a la gente, se han apoderado de haciendas y joyas, han multiplicado las viudas en medio de ella.

[26] Sus sacerdotes han violado mi ley y profanado mis cosas sagradas; no han hecho diferencia entre lo sagrado y lo profano, ni han enseñado a distinguir entre lo puro y lo impuro; se han tapado los ojos para no ver mis sábados, y yo he sido deshonrado en medio de ellos. [27] Sus jefes, en medio de ella, son como lobos que desgarran su presa, que derraman sangre, matando a las personas para robar sus bienes. [28] Sus profetas los han recubierto de argamasa con sus vanas visiones y sus presagios mentirosos, diciendo: «Así dice el Señor Yahveh», cuando Yahveh no había hablado. [29] El pueblo de la tierra ha hecho violencia y cometido pillaje, ha oprimido al pobre y al indigente, ha maltratado al forastero sin ningún derecho. [30] He buscado entre ellos alguno que construyera un muro y se mantuviera de pie en la brecha ante mí, para proteger la tierra e impedir que yo la destruyera, y no he encontrado a a nadie. [31] Entonces he derramado mi ira sobre ellos; en el fuego de mi furia los he exterminado: he hecho caer su conducta sobre su cabeza, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 23

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre: Había dos mujeres, hijas de la misma madre. [3] Se prostituyeron en Egipto; se prostituyeron en su juventud. Allí fueron palpados sus pechos y acariciado su seno virginal. [4] Estos eran sus nombres: Oholá, la mayor, y Oholibá, su hermana. Fueron mías y dieron a luz hijos e hijas. Sus nombres: Oholá es Samaría; Oholibá, Jerusalén. [5] Oholá se prostituyó cuando me pertenecía a mí; se enamoró perdidamente de sus amantes, los asirios sus vecinos, [6] vestidos de púrpura, gobernadores y prefectos, todos ellos jóvenes apuestos y hábiles caballeros.

[7] Les otorgó sus favores — eran todos ellos la flor de los asirios — y, con todos aquellos de los que se había enamorado, se contaminó al contacto de todas sus basuras. [8] No cejó en sus prostituciones comenzadas en Egipto, donde se habían acostado con ella en su juventud, acariciando su seno virginal, y desahogando con ella su lascivia. [9] Por eso yo la entregué en manos de sus amantes, en manos de los asirios de los que se había enamorado. [10] Estos descubrieron su desnudez, se llevaron a sus hijos y sus hijas, y a ella misma la mataron a espada. Vino así a ser ejemplo para las mujeres, porque se había hecho justicia de ella. [11] Su hermana Oholibá vio esto, pero su pasión y sus prostituciones fueron todavía más escandalosas que las de su hermana. [12] Se enamoró de los asirios, gobernadores y prefectos, vecinos suyos, magníficamente vestidos, hábiles caballeros, y todos ellos jóvenes apuestos.

[13] Yo vi que estaba impura; la conducta era la misma para las dos, [14] pero ésta superó sus prostituciones: vio hombres pintados en la pared, figuras de caldeos pintadas con bermellón, [15] con cinto en las caderas y amplios turbantes en sus cabezas, con aspecto de escuderos todos ellos, que representaban a los babilonios, caldeos de origen, [16] y en cuanto los vio se enamoró de ellos y les envió mensajeros a Caldea. [17] Los babilonios vinieron donde ella, a compartir el lecho de los amores y a contaminarla con su lascivia; y cuando se contaminó con ellos, su deseo se apartó de ellos. [18] Dejó así al descubierto sus prostituciones y su desnudez; y yo me aparté de ella como me había apartado de su hermana.

[19] Pero ésta multiplicó sus prostituciones, acordándose de los días de su juventud, cuando se prostituía en el país de Egipto, [20] y se enamoraba de aquellos disolutos de carne de asnos y miembros de caballos. [21] Has renovado así la inmoralidad de tu juventud, cuando en Egipto acariciaban tu busto palpando tus pechos juveniles. [22] Pues bien, Oholibá, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo suscito contra ti a todos tus amantes, de los que te has apartado; los voy a traer contra ti de todas partes, [23] a los babilonios y a todos los caldeos, los de Pecod, de Soa y de Coa, y con ellos a todos los asirios, jóvenes apuestos, gobernadores y prefectos, todos ellos escuderos de título y hábiles caballeros; [24] y vendrán contra ti desde el norte carros y carretas, con una asamblea de pueblos. Por todas partes te opondrán el pavés, el escudo y el yelmo. Yo les daré el encargo de juzgarte y te juzgarán conforme a su derecho.

[25] Desencadenaré mis celos contra ti, y te tratarán con furor, te arrancarán la nariz y las orejas, y lo que quede de los tuyos caerá a espada; se llevarán a tus hijos y a tus hijas, y lo que quede de los tuyos será devorado por el fuego. [26] Te despojarán de tus vestidos y se apoderarán de tus joyas. [27] Yo pondré fin a tu inmoralidad y a tus prostituciones comenzadas en Egipto; no levantarás más tus ojos hacia ellos, ni volverás a acordarte de Egipto. [28] Porque así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo te entrego en manos de los que detestas, en manos de aquellos de los que te has apartado. [29] Ellos te tratarán con odio, se apoderarán de todo el fruto de tu trabajo y te dejarán completamente desnuda. Así quedará al descubierto la vergüenza de tus prostituciones. Tu inmoralidad y tus prostituciones [30] te han acarreado todo esto, por haberte prostituido a las naciones, por haberte contaminado con sus basuras.

[31] Has imitado la conducta de tu hermana, y yo pondré su cáliz en tu mano. [32] Así dice el Señor Yahveh: Beberás el cáliz de tu hermana, cáliz ancho y profundo, que servirá de burla e irrisión, tan grande es su cabida. [33] Te empaparás de embriaguez y de aflicción. Cáliz de desolación y de angustia, el cáliz de tu hermana Samaría. [34] Lo beberás, lo apurarás; roerás hasta los cascotes, y te desgarrarás el seno. Porque he hablado yo, oráculo del Señor Yahveh. [35] Por eso, así dice el Señor Yahveh: Puesto que me has olvidado y me has arrojado a tus espaldas, carga tú también con tu inmoralidad y tus prostituciones. [36] Después, Yahveh me dijo: Hijo de hombre, ¿vas a juzgar a Oholá y Oholibá? Repróchales sus abominaciones.

[37] Han cometido adulterio, están ensangrentadas sus manos, han cometido adulterio con sus basuras, y hasta a sus hijos, que me habían dado a luz, los han hecho pasar por el fuego como alimento para ellas. [38] Han llegado a hacerme hasta esto: han contaminado mi santuario en este día y han profanado mis sábados; [39] después de haber inmolado sus hijos a sus basuras, el mismo día, han entrado en mi santuario para profanarlo. Esto es lo que han hecho en mi propia casa. [40] Más aún, mandaron en busca de hombres que vinieran de lejos, enviándoles un mensajero, y cuando vinieron te bañaste, te pintaste los ojos y te pusiste las joyas; [41] luego te reclinaste en un espléndido diván, ante el cual estaba aderezada una mesa en la que habías puesto mi incienso y mi aceite. [42] Se oía allí el ruido de una turba indolente, por la multitud de hombres, de bebedores traídos del desierto; ponían ellos brazaletes en las manos de ellas y una corona preciosa en su cabeza.

[43] Y yo decía de aquella que estaba gastada de adulterios: Todavía sigue entregándose a sus prostituciones, [44] y vienen donde ella, como se viene donde una prostituta. Así han venido donde Oholá y Oholibá, estas mujeres depravadas. [45] Pero hay hombres justos que les aplicarán el juicio reservado a las adúlteras y a las que derraman sangre, porque ellas son adúlteras y hay sangre en sus manos. [46] Porque así dice el Señor Yahveh: Convóquese contra ellas una asamblea para entregarlas al terror y al pillaje, [47] y la asamblea las matará a pedradas y las acribillará a golpes de espada; matarán a sus hijos y a sus hijas, y prenderán fuego a sus casas. [48] Yo pondré fin a la inmoralidad en esta tierra; todas las mujeres quedarán así avisadas y no imitarán vuestra inmoralidad.

[49] Se hará recaer sobre vosotras vuestra inmoralidad, cargaréis con los pecados cometidos con vuestras basuras, y sabréis que yo soy el Señor Yahveh.

Capítulo 24

[1] El año noveno, el día diez del décimo mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, escribe la fecha de hoy, de este mismo día, porque el rey de Babilonia se ha lanzado sobre Jerusalén precisamente en este día. [3] Compón una parábola sobre esta casa de rebeldía. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: Arrima la olla al fuego, arrímala, y echa agua en ella. [4] Amontona dentro trozos de carne, todos los trozos buenos, pierna y espalda. Llénala de los huesos mejores. [5] Toma lo mejor del ganado menor. Apila en torno la leña debajo, hazla hervir a borbotones, de modo que hasta los huesos se cuezan. [6] Porque así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de la ciudad sanguinaria, olla toda roñosa, cuya herrumbre no se le va! ¡Vacíala trozo a trozo, sin echar suertes sobre ella! [7] Porque su sangre está en medio de ella, la ha esparcido sobre la roca desnuda, no la ha derramado en la tierra recubriéndola de polvo. [8] Para que el furor desborde, para tomar venganza, he puesto yo su sangre sobre roca desnuda, para que no fuera recubierta.

[9] Pues bien, así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de la ciudad sanguinaria! También yo voy a hacer un gran montón de leña. [10] Apila bien la leña, enciende el fuego, cuece la carne a punto, prepara las especias, que los huesos se abrasen. [11] Y mantén la olla vacía sobre las brasas, para que se caliente, se ponga al rojo el bronce, se funda dentro de ella su suciedad, y su herrumbre se consuma. [12] Pero ni por el fuego se va la herrumbre de la que está roñosa. [13] De la impureza de tu inmoralidad he querido purificarte, pero tú no te has dejado purificar de tu impureza. No serás, pues, purificada hasta que yo no desahogue mi furor en ti. [14] Yo, Yahveh, he hablado, y cumplo la palabra: no me retraeré, no tendré piedad ni me compadeceré. Según tu conducta y según tus obras te juzgarán, oráculo del Señor Yahveh.

[15] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [16] «Hijo de hombre, mira, voy a quitarte de golpe el encanto de tus ojos. Pero tú no te lamentarás, no llorarás, no te saldrá una lágrima. [17] Suspira en silencio, no hagas duelo de muertos; ciñe el turbante a tu cabeza, ponte tus sandalias en los pies, no te cubras la barba, no comas pan ordinario.» [18] Yo hablé al pueblo por la mañana, y por la tarde murió mi mujer; y al día siguiente por la mañana hice como se me había ordenado. [19] El pueblo me dijo: «¿No nos explicarás qué significado tiene para nosotros lo que estás haciendo?» [20] Yo les dije: «La palabra de Yahveh me ha sido dirigida en estos términos: [21] Di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a profanar mi santuario, orgullo de vuestra fuerza, encanto de vuestros ojos, pasión de vuestras almas. Vuestros hijos y vuestras hijas que habéis abandonado, caerán a espada.

[22] Y vosotros haréis como yo he hecho: no os cubriréis la barba, no comeréis pan ordinario, [23] seguiréis llevando vuestros adornos en la cabeza y vuestras sandalias en los pies, no os lamentaréis ni lloraréis. Os consumiréis a causa de vuestras culpas y gemiréis los unos con los otros. [24] Ezequiel será para vosotros un símbolo; haréis todo lo que él ha hecho. Y cuando esto suceda, sabréis que yo soy el Señor Yahveh.» [25] Y tú, hijo de hombre, el día en que yo les quite su apoyo, su alegre ornato, el encanto de sus ojos, el anhelo de su alma, sus hijos y sus hijas, [26] ese día llegará donde ti el fugitivo que traerá la noticia. [27] Aquel día se abrirá tu boca para hablar al fugitivo; hablarás y ya no seguirás mudo; serás un símbolo para ellos, y sabrán que yo soy Yahveh.

Capítulo 25

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia los ammonitas y profetiza contra ellos. [3] Dirás a los ammonitas: Escuchad la palabra del Señor Yahveh. Así dice el Señor Yahveh: Por haber dicho: «¡Ja, ja!» sobre mi santuario cuando era profanado, sobre la tierra de Israel cuando era devastada y sobre la casa de Judá cuando marchaba al destierro, [4] por eso, he aquí que yo te entrego en posesión a los hijos de Oriente; emplazarán en ti sus campamentos, y pondrán en ti sus tiendas; ellos comerán tus frutos y ellos beberán tu leche. [5] Yo haré de Rabbá un establo de camellos, y de las ciudades de Ammón un redil de ovejas. Y sabréis que yo soy Yahveh. [6] Así dice el Señor Yahveh: Por haber batido palmas y haber pataleado, por haberte alegrado, con todo tu desprecio y animosidad, a costa de la tierra de Israel, [7] por eso, he aquí que yo extiendo mi mano contra ti y te entregaré al saqueo de las naciones, te extirparé de entre los pueblos y te exterminaré de entre los países. Te destruiré, y sabrás que yo soy Yahveh.

[8] Así dice el Señor Yahveh: Porque Moab y Seír han dicho: «Mirad, la casa de Judá es igual que todas las naciones», [9] por eso, he aquí que yo voy a abrir las espaldas de Moab, y a destruir de un extremo al otro sus ciudades, las joyas de ese país, Bet Hayesimot, Baal Meón, Quiryatáyim. [10] A los hijos de Oriente, además de los ammonitas, la entrego en posesión, para que no se recuerde más entre las naciones. [11] Haré justicia de Moab, y se sabrá que yo soy Yahveh. [12] Así dice el Señor Yahveh: Porque Edom ha ejecutado su venganza sobre la casa de Judá y se ha hecho gravemente culpable al vengarse de ella, [13] por eso, así dice el Señor Yahveh: Yo extenderé mi mano contra Edom y extirparé de ella hombres y bestias. La convertiré en desierto; desde Temán a Dedán caerán a espada.

[14] Pondré mi venganza contra Edom en manos de mi pueblo Israel, que tratará a Edom según mi cólera y mi furor, y se sabrá lo que es mi venganza, oráculo del Señor Yahveh. [15] Así dice el Señor Yahveh: Porque los filisteos han actuado vengativamente y han ejecutado su venganza con desprecio y animosidad, tratando de destruir a impulsos de un odio eterno, [16] por eso, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo extiendo mi mano contra los filisteos; extirparé a los kereteos y destruiré lo que queda en el litoral del mar. [17] Ejecutaré contra ellos terribles venganzas, furiosos escarmientos, y sabrán que yo soy Yahveh, cuando les aplique mi venganza.

Capítulo 26

[1] El año undécimo, el día primero del mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, porque Tiro ha dicho contra Jerusalén: «¡Ja, ja! ahí está rota, la puerta de los pueblos; se vuelve hacia mí, su riqueza está en ruinas», [3] por eso, así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Tiro. Voy a hacer subir contra ti a naciones numerosas, como el mar hace subir sus olas. [4] Derruirán las murallas de Tiro y abatirán sus torres. Yo barreré de ella hasta el polvo y la dejaré como roca pelada. [5] Quedará, en medio del mar, como un secadero de redes. Porque he hablado yo, oráculo del Señor Yahveh. Tiro será presa propicia para las naciones. [6] Y sus hijas que están tierra adentro serán muertas a espada. Y se sabrá que yo soy Yahveh. [7] Pues así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo traigo contra Tiro, por el norte, a Nabucodonosor, rey de Babilonia, rey de reyes, con caballos, carros y jinetes y gran número de tropas.

[8] A tus hijas que están tierra adentro las matará a espada. Hará contra ti trincheras, levantará contra ti un terraplén, alzará contra ti un testudo, [9] lanzará los golpes de su ariete contra tus murallas, demolerá tus torres con sus máquinas. [10] Sus caballos son tan numerosos que su polvo te cubrirá. Al estrépito de su caballería, de sus carros y carretas, trepidarán tus murallas cuando entre él por tus puertas, como se entra en una ciudad, brecha abierta. [11] Con los cascos de sus caballos hollará todas tus calles, a tu pueblo pasará a cuchillo, y tus grandiosas estelas se desplomarán en tierra. [12] Se llevarán como botín tus riquezas, saquearán tus mercancías, destruirán tus murallas, demolerán tus casas suntuosas. Tus piedras, tus vigas y tus escombros los echarán al fondo de las aguas. [13] Yo haré cesar la armonía de tus canciones, y no se volverá a oír el son de tus cítaras. [14] Te convertiré en roca pelada, quedarás como secadero de redes; no volverás a ser reconstruida, porque yo, Yahveh, he hablado, oráculo del Señor Yahveh.

[15] Así dice el Señor Yahveh a Tiro: Al estruendo de tu caída, cuando giman las víctimas, cuando hierva la carnicería en medio de ti, ¿no temblarán las islas? [16] Bajarán de sus tronos todos los príncipes del mar, se quitarán sus mantos, dejarán sus vestidos recamados. Se vestirán de pavores, se sentarán en tierra, sin tregua temblarán y quedarán pasmados por ti. [17] Entonarán por ti una elegía y te dirán: ¡Ah! ahí estás destruida, desaparecida de los mares, la ciudad famosa, que fue poderosa en el mar, con tus habitantes, los que infundían el terror en todo el continente. [18] Ahora tiemblan las islas en el día de tu caída, las islas del mar están aterradas de tu fin. [19] Porque así dice el Señor Yahveh: Cuando yo te convierta en una ciudad en ruinas como las ciudades despobladas, cuando yo empuje sobre ti el océano, y te cubran las muchas aguas, [20] entonces te precipitaré con los que bajan a la fosa, con el pueblo de antaño; te haré habitar en los infiernos, como las ruinas de antaño, con los que bajan a la fosa, para que no vuelvas a ser restablecida en la tierra de los vivos.

[21] Haré de ti un objeto de espanto, y no existirás más. Se te buscará y no se te encontrará jamás, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 27

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Y tú, hijo de hombre, entona una elegía sobre Tiro. [3] Dirás a Tiro, la ciudad sentada a la entrada del mar, centro del tráfico de los pueblos hacia islas sin cuento: Así dice el Señor Yahveh: Tiro, tú decías: Yo soy un navío de perfecta hermosura. [4] En el corazón de los mares estaban tus fronteras. Tus fundadores hicieron perfecta tu hermosura. [5] Con cipreses de Senir te construyeron todas tus planchas. Del Líbano tomaron un cedro para erigirte un mástil. [6] De las encinas de Basán hicieron tus remos. El puente te lo hicieron de marfil incrustado en cedro de las islas de Kittim.

[7] De lino recamado de Egipto era tu vela que te servía de enseña. Púrpura y escarlata de las islas de Elisá formaban tu toldo. [8] Los habitantes de Sidón y de Arvad eran tus remeros. Y tus sabios, Tiro, iban a bordo como timoneles. [9] En ti estaban los ancianos de Guebal y sus artesanos para reparar tus averías. Todas las naves del mar y sus marineros estaban contigo para asegurar tu comercio.

[10] Los de Persia, de Lud y de Put servían en tu ejército como hombres de guerra; suspendían en ti el escudo y el yelmo, te daban esplendor. [11] Los hijos de Arvad, con tu ejército, guarnecían por todas partes tus murallas, y los gammadeos tus torres. Suspendían sus escudos en tus murallas, todo alrededor, y hacían perfecta tu hermosura. [12] Tarsis era cliente tuya, por la abundancia de toda riqueza: plata, hierro, estaño y plomo daba por tus mercancías. [13] Yaván, Túbal y Mések traficaban contigo: te daban a cambio hombres y utensilios de bronce. [14] Los de Bet Togarmá daban por tus mercancías caballos de tiro y de silla, y mulos. [15] Los hijos de Rodán traficaban contigo; numerosas islas eran clientes tuyas; te pagaban con colmillos de marfil y madera de ébano.

[16] Edom era cliente tuyo por la abundancia de tus productos: daba por tus mercancías malaquita, púrpura, recamados, batista, coral y rubíes. [17] Judá y la tierra de Israel traficaban también contigo: te daban a cambio trigo de Minnit, pannag, miel, aceite y resina. [18] Damasco era cliente tuya por la abundancia de tus productos; gracias a la abundancia de toda riqueza, te proveía de vino de Jelbón y lana de Sajar. [19] Dan y Yaván, desde Uzal, daban por tus mercancías hierro forjado, canela y caña. [20] Dedán traficaba contigo en sillas de montar. [21] Arabia y todos los príncipes de Quedar eran también tus clientes: pagaban con corderos, carneros y machos cabríos.

[22] Los mercaderes de Sabá y de Ramá traficaban contigo: aromas de primera calidad y toda clase de piedras preciosas y oro daban por tus mercancías. [23] Jarán, Kanné y Edén, los mercaderes de Sabá, de Asur y de Kilmad traficaban contigo. [24] Traían a tu mercado vestidos de lujo, mantos de púrpura y brocado, tapices multicolores y maromas trenzadas. [25] Las naves de Tarsis formaban tu flota comercial. Estabas repleta y pesada en el corazón de los mares. [26] A alta mar te condujeron los que a remo te llevaban. El viento de oriente te ha quebrado en el corazón de los mares.

[27] Tus riquezas, tus mercancías y tus fletes, tus marineros y tus timoneles, tus calafates, tus agentes comerciales, todos los guerreros que llevas, toda la tripulación que transportas, se hundirán en el corazón de los mares el día de tu naufragio.

[28] Al oír los gritos de tus marinos, se asustarán las costas.

[29] Entonces desembarcarán de sus naves todos los remeros. Los marineros, todos los hombres de mar, se quedarán en tierra.

[30] Lanzarán su clamor por ti, gritarán amargamente. Se echarán polvo en la cabeza, se revolcarán en la ceniza; [31] se raparán el pelo por tu causa, se ceñirán de sayal. Llorarán por ti, en la amargura de su alma, con amargo lamento. [32] Entonarán por ti, en su duelo, una elegía, harán por ti esta lamentación: «¿Quién era semejante a Tiro en medio del mar? [33] Cuando tus mercancías se desembarcaban, saciabas a muchos pueblos; con la abundancia de tus riquezas y productos enriquecías a los reyes de la tierra. [34] Mas ahora estás ahí quebrada por los mares en las honduras de las aguas. Tu carga y toda tu tripulación se han hundido contigo. [35] Todos los habitantes de las islas están pasmados por tu causa. Sus reyes están estremecidos de terror, descompuesto su rostro. [36] Los mercaderes de los pueblos silban sobre ti, porque te has convertido en objeto de espanto, y has desaparecido para siempre.»

Capítulo 28

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Así dice el Señor Yahveh: ¡Oh!, tu corazón se ha engreído y has dicho: «Soy un dios, estoy sentado en un trono divino, en el corazón de los mares.» Tú que eres un hombre y no un dios, equiparas tu corazón al corazón de Dios. [3] ¡Oh sí, eres más sabio que Danel! Ningún sabio es semejante a ti. [4] Con tu sabiduría y tu inteligencia te has hecho una fortuna, has amontonado oro y plata en tus tesoros. [5] Por tu gran sabiduría y tu comercio has multiplicado tu fortuna, y por su fortuna se ha engreído tu corazón. [6] Por eso, así dice el Señor Yahveh: Porque has equiparado tu corazón al corazón de Dios, [7] por eso, he aquí que yo traigo contra ti extranjeros, los más bárbaros entre las naciones. Desenvainarán la espada contra tu linda sabiduría, y profanarán tu esplendor; [8] te precipitarán en la fosa, y morirás de muerte violenta en el corazón de los mares. [9] ¿Podrás decir aún: «Soy un dios», ante tus verdugos? Pero serás un hombre, que no un dios, entre las manos de los que te traspasen. [10] Tendrás la muerte de los incircuncisos, a manos de extranjeros. Porque he hablado yo, oráculo del Señor Yahveh.

[11] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [12] Hijo de hombre, entona una elegía sobre el rey de Tiro. Le dirás: Así dice el Señor Yahveh: Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. [13] En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación. [14] Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. [15] Fuiste perfecto en su conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad. [16] Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia, y has pecado. Y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego. [17] Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra, te he expuesto como espectáculo a los reyes. [18] Por la multitud de tus culpas por la inmoralidad de tu comercio, has profanado tus santuarios. Y yo he sacado de ti mismo el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la tierra, a los ojos de todos los que te miraban. [19] Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti. Eres un objeto de espanto, y has desaparecido para siempre.

[20] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [21] Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Sidón y profetiza contra ella. [22] Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Sidón; en medio de ti seré glorificado. Se sabrá que yo soy Yahveh, cuando yo haga justicia de ella y manifieste en ella mi santidad. [23] Mandaré contra ella la peste, habrá sangre en sus calles; las víctimas caerán en medio de ella, bajo la espada que la cercará por todas partes, y se sabrá que yo soy Yahveh. [24] No habrá más, para la casa de Israel, espina que punce ni zarza que lacere, entre todos sus vecinos que la desprecian, y se sabrá que yo soy el Señor Yahveh. [25] Así dice el Señor Yahveh: Cuando yo reúna a la casa de Israel de en medio de los pueblos donde está dispersa, manifestaré en ellos mi santidad a los ojos de las naciones. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob; [26] habitarán allí con seguridad, construirán casas y plantarán viñas; vivirán seguros. Cuando yo haga justicia de todos sus vecinos que los desprecian, se sabrá que yo soy Yahveh su Dios.

Capítulo 29

[1] El año décimo, el día doce del décimo mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Faraón, rey de Egipto, y profetiza contra él y contra todo Egipto. [3] Habla y di: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Faraón, rey de Egipto, gran cocodrilo, recostado en medio de sus Nilos, tú que has dicho: «Mi Nilo es mío. yo mismo lo he hecho.» [4] Voy a ponerte garfios en las quijadas, pegaré a tus escamas los peces de tus Nilos, te sacaré fuera de tus Nilos, con todos los peces de tus Nilos, pegados a tus escamas. [5] Te arrojaré al desierto, a ti y a todos los peces de tus Nilos. En la haz del campo caerás, no serás recogido ni enterrado. A las bestias de la tierra y a las aves del cielo te entregaré como pasto, [6] y sabrán todos los habitantes de Egipto que yo soy Yahveh. Porque has sido un apoyo de caña para la casa de Israel; [7] cuando ellos te agarraban, te rompías en sus manos y desgarrabas toda su palma; cuando se apoyaban en ti, te hacías pedazos y hacías vacilar todos los riñones.

[8] Por eso, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo traigo contra ti la espada, para extirpar de ti hombres y bestias. [9] El país de Egipto se convertirá en desolación y ruina, y se sabrá que yo soy Yahveh. Por haber dicho: «El Nilo es mío, yo mismo lo he hecho», [10] por eso, aquí estoy yo contra ti y contra tus Nilos. Convertiré el país de Egipto en ruinas, devastación y desolación, desde Migdol hasta Siene y hasta la frontera de Etiopía. [11] No pasará por él pie de hombre, pie de animal no pasará por él. Quedará deshabitado durante cuarenta años. [12] Yo haré del país de Egipto una desolación en medio de países desolados; sus ciudades serán una desolación entre ciudades en ruinas, durante cuarenta años. Dispersaré a los egipcios entre las naciones y los esparciré por los países. [13] Porque así dice el Señor Yahveh: Al cabo de cuarenta años, reuniré a los habitantes de Egipto de entre los pueblos en los que habían sido dispersados.

[14] Recogeré a los cautivos egipcios y los haré volver al país de Patrós, su país de origen. Allí formarán un reino modesto. [15] Egipto será el más modesto de los reinos y no se alzará más sobre las naciones; le haré pequeño para que no vuelva a imponerse a las naciones. [16] No volverá a ser para la casa de Israel apoyo de su confianza, que provoque el delito de irse en pos de él. Y se sabrá que yo soy el Señor Yahveh. [17] El año veintisiete, el día uno del primer mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [18] Hijo de hombre, Nabucodonosor, rey de Babilonia, ha emprendido con su ejército grandes movimientos contra Tiro. Todas las cabezas han quedado peladas y todas las espaldas llagadas, pero no ha obtenido de Tiro, ni para sí ni para su ejército, ningún provecho de la empresa acometida contra ella. [19] Por eso, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo entrego a Nabucodonosor, rey de Babilonia, el país de Egipto. El saqueará sus riquezas, se apoderará de sus despojos y se llevará su botín, que será la paga de su ejército.

[20] En compensación de su esfuerzo contra Tiro, yo le entrego el país de Egipto, porque han trabajado para mí, oráculo del Señor Yahveh. [21] Aquel día yo haré brotar un cuerno a la casa de Israel, y a ti te permitiré abrir la boca en medio de ellos. Y sabrán que yo soy Yahveh.

Capítulo 30

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, profetiza y di: Así dice el Señor Yahveh: Gemid: «¡Ah, el día aquel!» [3] Porque está cercano el día, está cercano el día de Yahveh, día cargado de nubarrones, la hora de las naciones será. [4] Vendrá la espada sobre Egipto, cundirá el pánico en Kus, cuando las víctimas caigan en Egipto, cuando sean saqueadas sus riquezas y sus cimientos derruidos. [5] Kus, Put y Lud, toda Arabia y Kub, y los hijos del país de la alianza, caerán con ellos a espada. [6] Así dice Yahveh: Caerán los apoyos de Egipto, se desplomará el orgullo de su fuerza; desde Migdol a Siene, caerán todos a espada, oráculo del Señor Yahveh. [7] Quedarán desolados entre los países desolados, y sus ciudades estarán entre las ciudades en ruinas. [8] Sabrán que yo soy Yahveh, cuando prenda fuego a Egipto, y se rompan todos sus apoyos.

[9] Aquel día saldrán de mi presencia mensajeros en navíos a sembrar el terror en Kus que se cree segura. Cundirá el pánico entre sus habitantes, en el día de Egipto, vedle aquí que llega. [10] Así dice el Señor Yahveh: Yo pondré fin a la multitud de Egipto, por mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia. [11] El, y su pueblo con él, la más bárbara de las naciones, serán enviados a asolar el país. Desenvainarán la espada contra Egipto, y llenarán el país de víctimas. [12] Yo dejaré secos los Nilos, y venderé el país en manos de malvados. Devastaré el país y todo lo que encierra, por mano de extranjeros. Yo, Yahveh, he hablado. [13] Así dice el Señor Yahveh: Haré desaparecer las basuras, y pondré fin a los falsos dioses de Nof. No habrá más príncipes en Egipto, y yo sembraré el terror en el país de Egipto. [14] Devastaré Patrós, prenderé fuego a Soán, haré justicia de No. [15] Derramaré mi furor en Sin, la fortaleza de Egipto, exterminaré la multitud de No.

[16] Prenderé fuego a Egipto. Sin se retorcerá de dolor, en No se abrirá brecha y cundirán las aguas. [17] Los jóvenes de On y de Pi Béset caerán a espada, y las ciudades mismas partirán al cautiverio. [18] En Tafnis el día se convertirá en tinieblas cuando yo quiebre allí el yugo de Egipto y se acabe el orgullo de su fuerza. A ella le cubrirá un nubarrón, y sus hijas partirán al cautiverio. [19] Así haré justicia de Egipto, y se sabrá que yo soy Yahveh. [20] El año undécimo, el día siete del primer mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [21] Hijo de hombre, yo he roto el brazo de Faraón, rey de Egipto, y he aquí que nadie ha curado su herida aplicándole medicamentos y vendas para curarle, de modo que recobre el vigor para empuñar la espada.

[22] Por eso, así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo contra Faraón, rey de Egipto; quebraré sus brazos, el que está sano y el que está roto, y haré que la espada caiga de su mano. [23] Dispersaré a Egipto entre las naciones, lo esparciré por los países. [24] Robusteceré los brazos del rey de Babilonia, pondré mi espada en su mano y romperé los brazos de Faraón, que lanzará ante él gemidos de víctima. [25] Robusteceré los brazos del rey de Babilonia, y los brazos de Faraón desmayarán. Y se sabrá que yo soy Yahveh, cuando pongo mi espada en la mano del rey de Babilonia y él la esgrima contra el país de Egipto. [26] Dispersaré a Egipto entre las naciones, lo esparciré por los países; y se sabrá que yo soy Yahveh.

Capítulo 31

[1] El año undécimo, el día uno del tercer mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, di a Faraón, rey de Egipto, y a la multitud de sus súbditos: ¿A quién compararte en tu grandeza? [3] Mira: a un cedro del Líbano de espléndido ramaje, de fronda de amplia sombra y de elevada talla. Entre las nubes despuntaba su copa. [4] Las aguas le hicieron crecer, el abismo le hizo subir, derramando sus aguas en torno a su plantación, enviando sus acequias a todos los árboles del campo. [5] Por eso su tronco superaba en altura a todos los árboles del campo, sus ramas se multiplicaban, se alargaba su ramaje, por la abundancia de agua que le hacía crecer. [6] En sus ramas anidaban todos los pájaros del cielo, bajo su fronda parían todas las bestias del campo, a su sombra se sentaban naciones numerosas. [7] Era hermoso en su grandeza, en su despliegue de ramaje, porque sus raíces se alargaban hacia aguas abundantes. [8] No le igualaban los demás cedros en el jardín de Dios, los cipreses no podían competir con su ramaje, los plátanos no tenían ramas como las suyas. Ningún árbol, en el jardín de Dios, le igualaba en belleza. [9] Yo le había embellecido con follaje abundante, y le envidiaban todos los árboles de Edén, los del jardín de Dios.

[10] Pues bien, así dice el Señor Yahveh: Por haber exagerado su talla, levantando su copa por entre las nubes, y haberse engreído su corazón de su altura, [11] yo le he entregado en manos del conductor de las naciones, para que le trate conforme a su maldad; ¡le he desechado! [12] Extranjeros, los más bárbaros entre las naciones, lo han talado y lo han abandonado. En los montes y por todos los valles yace su ramaje; sus ramas están destrozadas por todos los barrancos del país; toda la población del país se ha retirado de su sombra y lo ha abandonado. [13] Sobre sus despojos se han posado todos los pájaros del cielo, a sus ramas han venido todas las bestias del campo. [14] Ha sido para que ningún árbol plantado junto a las aguas se engría de su talla, ni levante su copa por entre las nubes, y para que ningún árbol bien regado se estire hacia ellas con su altura. ¡Porque todos ellos están destinados a la muerte, a los infiernos, como el común de los hombres, como los que bajan a la fosa! [15] Así dice el Señor Yahveh: El día que bajó al seol, en señal de duelo yo cerré sobre él el abismo, detuve sus ríos, y las aguas abundantes cesaron; por causa de él llené de sombra el Líbano, y todos los árboles del campo se amustiaron por él.

[16] Hice temblar a las naciones por el estrépito de su caída, cuando le precipité en el seol, con los que bajan a la fosa. En los infiernos se consolaron todos los árboles de Edén, lo más selecto y más bello del Líbano, regados todos por las aguas. [17] Y al mismo tiempo que él, bajaron al seol, donde las víctimas de la espada, los que eran su brazo y moraban a su sombra en medio de las naciones. [18] ¿A quién eras comparable en gloria y en grandeza, entre los árboles de Edén? Sin embargo has sido precipitado, con los árboles de Edén, en los infiernos; en medio de incircuncisos yaces, con las víctimas de la espada: ése es Faraón y toda su multitud, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 32

[1] El año duodécimo, el día uno del duodécimo mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, entona una elegía sobre Faraón, rey de Egipto. Le dirás: Leoncillo de las naciones, estás perdido. Eras como un cocodrilo en los mares, chapoteabas en tus ríos, enturbiabas el agua con tus patas, agitabas su corriente. [3] Así dice el Señor Yahveh: Yo echaré sobre ti mi red entre una asamblea de pueblos numerosos, en mi red te sacarán. [4] Te dejaré abandonado por tierra, te tiraré sobre la haz del campo, haré que se posen sobre ti todos los pájaros del cielo, hartaré de ti a todas las bestias de la tierra. [5] Echaré tu carne por los montes, de tu carroña llenaré los valles. [6] Regaré el país con tus despojos, con tu sangre, sobre los montes, y los barrancos se llenarán de ti. [7] Cuando te extingas, velaré los cielos y oscureceré las estrellas. Cubriré el sol de nubes y la luna no dará más su claridad. [8] Oscureceré por tu causa todos los astros que brillan en el cielo, y traeré tinieblas sobre tu país, oráculo del Señor Yahveh.

[9] Entristeceré el corazón de muchos pueblos cuando haga llegar la noticia de tu ruina entre las naciones, hasta países que no conoces. [10] Dejaré pasmados por ti a muchos pueblos, y sus reyes se estremecerán de horror por tu causa, cuando yo blanda mi espada ante ellos. Temblarán sin tregua, cada uno por su vida, el día de tu caída. [11] Porque así dice el Señor Yahveh: La espada del rey de Babilonia caerá sobre ti. [12] Abatiré la multitud de tus súbditos, por la espada de guerreros, todos ellos los más bárbaros de las naciones; arrasarán el orgullo de Egipto y toda su multitud será exterminada. [13] Y haré perecer a todo tu ganado, junto a las aguas abundantes. No las enturbiará más pie de hombre, no volverá a enturbiarlas pezuña de animal. [14] Entonces yo amansaré sus aguas, haré correr sus ríos como aceite, oráculo del Señor Yahveh. [15] Cuando yo convierta a Egipto en desolación, y el país sea despojado de cuanto contiene, cuando hiera a todos los que lo habitan, sabrán que yo soy Yahveh.

[16] Una elegía es ésta, que cantarán las hijas de las naciones. La cantarán sobre Egipto y sobre toda su multitud. Cantarán esta elegía, oráculo del Señor Yahveh. [17] El año duodécimo, el quince del primer mes, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [18] Hijo de hombre, haz una lamentación sobre la multitud de Egipto, hazle bajar, a él y a las hijas de las naciones, majestuosas, a los infiernos, con los que bajan a la fosa. [19] ¿A quién superas en belleza? Baja, acuéstate con los incircuncisos. [20] En medio de las víctimas de la espada caen (la espada ha sido entregada, la han sacado) él y todas sus multitudes. [21] Le hablan de en medio del seol los más esclarecidos héroes, con sus auxiliares: «Han bajado, yacen ya los incircuncisos, víctimas de la espada».

[22] Allí está Asur y toda su asamblea con sus sepulcros en torno a él, todos caídos, víctimas de la espada; [23] sus sepulcros han sido puestos en las profundidades de la fosa, y su asamblea está en torno a su sepulcro, todos caídos víctimas de la espada, los que sembraban el pánico en la tierra de los vivos. [24] Allí está Elam con toda su multitud en torno a su sepulcro; todos caídos víctimas de la espada, han bajado, incircuncisos, a los infiernos, ellos que sembraban el pánico en la tierra de los vivos. Soportan su ignominia con los que bajan a la fosa. [25] En medio de estas víctimas se le ha preparado un lecho, entre toda su multitud con sus sepulcros en torno a él; todos ellos incircuncisos, víctimas de la espada, por haber sembrado el pánico en la tierra de los vivos; soportan su ignominia con los que bajan a la fosa. Se les ha puesto en medio de estas víctimas. [26] Allí están Mesek, Túbal y toda su multitud con sus sepulcros en torno a él, todos incircuncisos, atravesados por la espada, por haber sembrado el pánico en la tierra de los vivos. [27] No yacen con los héroes caídos de antaño, aquellos que bajaron al seol con sus armas de guerra, a los que se les ha puesto la espada bajo su cabeza y los escudos sobre sus huesos, porque el pánico de los héroes cundía en la tierra de los vivos.

[28] Pero tú serás quebrantado en medio de incircuncisos y yacerás con las víctimas de la espada. [29] Allí está Edom, sus reyes y todos sus príncipes, que fueron puestos, a pesar de su prepotencia, entre las víctimas de la espada. Yacen entre incircuncisos, con los que bajan a la fosa. [30] Allí están todos los príncipes del norte, todos los sidonios, que bajaron con las víctimas, a pesar del pánico que sembraba su prepotencia. Confundidos, yacen, incircuncisos, entre las víctimas de la espada, y soportan su ignominia con los que bajan a la fosa. [31] Faraón los verá y se consolará a la vista de toda esa multitud, víctima de la espada, Faraón y todo su ejército, oráculo del Señor Yahveh. [32] Porque había sembrado el pánico en la tierra de los vivos, será tendido en medio de incircuncisos, con las víctimas de la espada: Faraón y toda su multitud, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 33

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo. Les dirás: Si yo hago venir la espada sobre un país, y la gente de ese país escoge a uno de los suyos y le ponen como centinela; [3] y éste, al ver venir la espada sobre el país, toca el cuerno para advertir al pueblo: [4] si resulta que alguien oye bien el sonido del cuerno, pero no hace caso, de suerte que la espada sobreviene y le mata, la sangre de este hombre recaerá sobre su propia cabeza. [5] Ha oído el sonido del cuerno y no ha hecho caso: su sangre recaerá sobre él. En cambio, el que haya hecho caso, salvará su vida. [6] Si, por el contrario, el centinela ve venir la espada y no toca el cuerno, de suerte que el pueblo no es advertido, y la espada sobreviene y mata a alguno de ellos, perecerá éste por su culpa, pero de su sangre yo pediré cuentas al centinela.

[7] A ti, también, hijo de hombre, te he hecho yo centinela de la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte. [8] Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin remedio», y tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. [9] Si por el contrario adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida. [10] Y tú, hijo de hombre, di a la casa de Israel: Vosotros andáis diciendo: «Nuestros crímenes y nuestros pecados pesan sobre nosotros y por causa de ellos nos consumimos. ¿Cómo podremos vivir?» [11] Diles: «Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra mala conducta. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel?» [12] Y tú, hijo de hombre, di a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no le salvará el día de su perversión, ni la maldad del malvado le hará sucumbir el día en que se aparte de su maldad. Pero tampoco el justo vivirá en virtud de su justicia el día en que peque.

[13] Si yo digo al justo: «Vivirás», pero él, fiándose de su justicia, comete la injusticia, no quedará memoria de toda su justicia, sino que morirá por la injusticia que cometió. [14] Y si digo al malvado: «Vas a morir», y él se aparta de pecado y practica el derecho y la justicia, [15] si devuelve la prenda, restituye lo que robó, observa los preceptos que dan la vida y deja de cometer injusticia, vivirá ciertamente, no morirá. [16] Ninguno de los pecados que cometió se le recordará más: ha observado el derecho y la justicia; ciertamente vivirá. [17] Y los hijos de tu pueblo dicen: «No es justo el proceder del Señor.» El proceder de ellos es el que no es justo. [18] Cuando el justo se aparta de su justicia para cometer injusticia, muere por ello.

[19] Y cuando el malvado se aparta de su maldad y observa el derecho y la justicia, vive por ello. [20] Y vosotros decís: «No es justo el proceder del Señor.» Yo os juzgaré, a cada uno según su conducta, casa de Israel. [21] El año duodécimo, el día cinco del décimo mes de nuestra cautividad, llegó donde mí el fugitivo de Jerusalén y me anunció: «La ciudad ha sido tomada.» [22] La mano de Yahveh había venido sobre mí, la tarde antes de llegar el fugitivo, y me había abierto la boca para cuando éste llegó donde mí por la mañana; mi boca se abrió y no estuve más mudo. [23] Entonces, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [24] Hijo de hombre, los que habitan esas ruinas, en el suelo de Israel, dicen: «Uno solo era Abraham y obtuvo en posesión esta tierra. Nosotros somos muchos; a nosotros se nos ha dado esta tierra en posesión.» [25] Pues bien, diles: Así dice el Señor Yahveh: Vosotros coméis con sangre, alzáis los ojos hacia vuestras basuras, derramáis sangre, ¡y vais a poseer esta tierra! [26] Confiáis en vuestras espadas, cometéis abominación, cada cual contamina a la mujer de su prójimo, ¡y vais a poseer esta tierra! [27] Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: Por mi vida, que los que están entre las ruinas caerán a espada, a los que andan por el campo los entregaré a las bestias como pasto, y los que están en las escarpaduras y en las cuevas morirán de peste.

[28] Convertiré esta tierra en soledad desolada, y se acabará el orgullo de su fuerza. Los montes de Israel serán devastados y nadie pasará más por ellos. [29] Y se sabrá que yo soy Yahveh, cuando convierta esta tierra soledad desolada, por todas las abominaciones que han cometido. [30] En cuanto a ti, hijo de hombre, los hijos de tu pueblo hablan de ti a la vera de los muros y a las puertas de las casas. Se dicen unos a otros: «Vamos a escuchar qué palabra viene de parte de Yahveh.» [31] Y vienen a ti en masa, y mi pueblo se sienta delante de ti; escuchan tus palabras, pero no las ponen en práctica. Porque hacen amores con su boca, pero su corazón sólo anda buscando su interés. [32] Tú eres para ellos como una canción de amor, graciosamente cantada, con acompañamiento de buena música. Escuchan tus palabras, pero no hay quien las cumpla. [33] Mas cuando todo esto llegue — y he aquí que ya llega —, sabrán que había un profeta en medio de ellos.

Capítulo 34

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza. Dirás a los pastores: Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? [3] Vosotros os habéis tomado la leche, os habéis vestido con la lana, habéis sacrificado las ovejas más pingües; no habéis apacentado el rebaño. [4] No habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida, no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza. [5] Y ellas se han dispersado, por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las fieras del campo; andan dispersas. [6] Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos collados; mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra, sin que nadie se ocupe de él ni salga en su busca.

[7] Por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh: [8] Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, lo juro: Porque mi rebaño ha sido expuesto al pillaje y se ha hecho pasto de todas las fieras del campo por falta de pastor, porque mis pastores no se ocupan de mi rebaño, porque ellos, los pastores, se apacientan a sí mismos y no apacientan mi rebaño; [9] por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh. [10] Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo contra los pastores: reclamaré mi rebaño de sus manos y les quitaré de apacentar mi rebaño. Así los pastores no volverán a apacentarse a sí mismos. Yo arrancaré mis ovejas de su boca, y no serán más su presa. [11] Porque así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. [12] Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas.

[13] Las sacaré de en medio de los pueblos, las reuniré de los países, y las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé por los montes de Israel, por los barrancos y por todos los poblados de esta tierra. [14] Las apacentaré en buenos pastos, y su majada estará en los montes de la excelsa Israel. Allí reposarán en buena majada; y pacerán pingües pastos por los montes de Israel. [15] Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las llevaré a reposar, oráculo del Señor Yahveh. [16] Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma; pero a la que está gorda y robusta la exterminaré: las pastorearé con justicia. [17] En cuanto a vosotras, ovejas mías, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío. [18] ¿Os parece poco pacer en buenos pastos, para que pisoteéis con los pies el resto de vuestros pastos? Os parece poco beber en agua limpia, para que enturbiéis el resto con los pies? [19] ¡Mis ovejas tienen que pastar lo que vuestros pies han pisoteado y beber lo que vuestros pies han enturbiado! [20] Por eso, así les dice el Señor Yahveh: Yo mismo voy a juzgar entre la oveja gorda y la flaca.

[21] Puesto que vosotras habéis empujado con el flanco y con el lomo y habéis topado con los cuernos a todas las ovejas más débiles hasta dispersarlas fuera, [22] yo vendré a salvar a mis ovejas para que no estén más expuestas al pillaje; voy a juzgar entre oveja y oveja. [23] Yo suscitaré para ponérselo al frente un solo pastor que las apacentará, mi siervo David: él las apacentará y será su pastor. [24] Yo, Yahveh, seré su Dios, y mi siervo David será príncipe en medio de ellos. Yo, Yahveh, he hablado. [25] Concluiré con ellos una alianza de paz, haré desaparecer de esta tierra las bestias feroces. Habitarán en seguridad en el desierto y dormirán en los bosques. [26] Yo los asentaré en los alrededores de mi colina, y mandaré a su tiempo la lluvia, que será una lluvia de bendición.

[27] El árbol del campo dará su fruto, la tierra dará sus productos, y ellos vivirán en seguridad en su suelo. Y sabrán que yo soy Yahveh, cuando despedace las barras de su yugo y los libre de la mano de los que los tienen esclavizados. [28] No volverán a ser presa de las naciones, las bestias salvajes no volverán a devorarlos. Habitarán en seguridad y no se les turbará más. [29] Haré brotar para ellos un plantío famoso; no habrá más víctimas del hambre en el país, ni sufrirán más el ultraje de las naciones. [30] Y sabrán que yo, Yahveh su Dios, estoy con ellos, y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo, oráculo del Señor Yahveh. [31] Vosotras, ovejas mías, sois el rebaño humano que yo apaciento, y yo soy vuestro Dios, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 35

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia la montaña de Seír, y profetiza contra ella. [3] Le dirás: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, montaña de Seír. Voy a extender mi mano contra ti: te convertiré en soledad desolada, [4] y dejaré en ruinas tus ciudades; serás una desolación, y sabrás que yo soy Yahveh. [5] Por haber alimentado un odio eterno y haber entregado a la espada a los hijos de Israel el día de su desastre, el día de su última culpa, [6] por eso, por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo te dejaré en sangre y la sangre te perseguirá. Sí, eres rea de sangre, ¡y la sangre te perseguirá! [7] Haré de la montaña de Seír una soledad desolada, y extirparé de allí al que va y al que viene.

[8] Llenaré de víctimas sus montes; en tus colinas, en tus valles y en todos tus barrancos, caerán las víctimas de la espada. [9] Te convertiré en soledades eternas, tus ciudades no volverán a ser habitadas, y sabréis que yo soy Yahveh. [10] Por haber dicho tú: «Las dos naciones, los dos países son míos, vamos a tomarlos en posesión», siendo así que Yahveh estaba allí, [11] por eso, por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que procederé con la misma cólera y los mismos celos con que tú has procedido en tu odio contra ellos, y me daré a conocer, por ellos, cuando te castigue. [12] Sabrás que yo, Yahveh, he oído todos los insultos que lanzabas contra los montes de Israel diciendo: «Están devastados, nos han sido entregados como pasto.» [13] Me habéis desafiado con vuestra boca, habéis multiplicado contra mí vuestras palabras, lo he oído todo.

[14] Así dice el Señor Yahveh: Para alegría de toda esta tierra yo haré de ti una desolación. [15] Como tú te alegraste cuando la heredad de la casa de Israel era una desolación, yo te trataré a ti de la misma manera. Serás una desolación, montaña de Seír, así como Edom entero, y se sabrá que yo soy Yahveh.

Capítulo 36

[1] Y tú, hijo de hombre, profetiza sobre los montes de Israel. Dirás: Montes de Israel, escuchad la palabra de Yahveh. [2] Así dice el Señor Yahveh: Porque el enemigo ha dicho contra vosotros: «¡Ja, ja, estas alturas eternas han pasado a ser posesión nuestra!», [3] por eso, profetiza. Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Porque habéis sido asolados y se os ha codiciado por todas partes hasta pasar a ser posesión de las otras naciones, porque habéis sido el blanco de la habladuría y de la difamación de la gente, [4] por eso, escuchad, montes de Israel, la palabra del Señor Yahveh. Así dice el Señor Yahveh a los montes, a las colinas, a los barrancos y a los valles, a las ruinas desoladas y a las ciudades abandonadas que han sido entregadas al pillaje y a la irrisión del resto de las naciones circunvecinas. [5] Por eso, así dice el Señor Yahveh: Sí, en el ardor de mis celos voy a hablar contra las otras naciones y contra Edom entero, que, con alegría en el corazón y desprecio en el alma, se han atribuido mi tierra en posesión para entregar su pasto al pillaje. [6] Por ello, profetiza sobre la tierra de Israel. Dirás a los montes y a las colinas, a los barrancos y a los valles: Así dice el Señor Yahveh: Ved que hablo en mis celos y mi furor: Porque habéis sufrido el ultraje de las naciones, [7] por eso, así dice el Señor Yahveh: Juro mano en alto que las naciones que os rodean cargarán con sus propios ultrajes.

[8] Y vosotros, montes de Israel, vais a echar vuestras ramas y a producir vuestros frutos para mi pueblo Israel, porque está a punto de volver. [9] Sí, heme aquí por vosotros, a vosotros me vuelvo, vais a ser cultivados y sembrados. [10] Yo multiplicaré sobre vosotros los hombres, la casa de Israel entera. Las ciudades serán habitadas y las ruinas reconstruidas. [11] Multiplicaré en vosotros hombres y bestias, y serán numerosos y fecundos. Os repoblaré como antaño, mejoraré vuestra condición precedente, y sabréis que yo soy Yahveh. [12] Haré que circulen por vosotros los hombres, mi pueblo Israel. Tomarán posesión de ti, y tu serás su heredad, y no volverás a privarles de sus hijos. [13] Así dice el Señor Yahveh: Porque se ha dicho de ti que devoras a los hombres y que has privado a tu nación de hijos, [14] por eso, ya no devorarás más hombres, ni volverás a privar de hijos a tu nación, oráculo del Señor Yahveh.

[15] No consentiré que vuelvas a oír el ultraje de las naciones, no sufrirás más los insultos de los pueblos, y no volverás a privar de hijos a tu nación, oráculo del Señor Yahveh. [16] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [17] Hijo de hombre, los de la casa de Israel que habitaban en su tierra, la contaminaron con su conducta y sus obras; como la impureza de una menstruante era su conducta ante mí. [18] Entonces yo derramé mi furor sobre ellos, por la sangre que habían vertido en su tierra y por las basuras con las que la habían contaminado. [19] Los dispersé entre las naciones y fueron esparcidos por los países. Los juzgué según su conducta y sus obras. [20] Y en las naciones donde llegaron, profanaron mi santo nombre, haciendo que se dijera a propósito de ellos: «Son el pueblo de Yahveh, y han tenido que salir de su tierra.» [21] Pero yo he tenido consideración a mi santo nombre que la casa de Israel profanó entre las naciones adonde había ido.

[22] Por eso, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: No hago esto por consideración a vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, que vosotros habéis profanado entre las naciones adonde fuisteis. [23] Yo santificaré mi gran nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros. Y las naciones sabrán que yo soy Yahveh — oráculo del Señor Yahveh — cuando yo, por medio de vosotros, manifieste mi santidad a la vista de ellos. [24] Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo. [25] Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. [26] Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. [27] Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas.

[28] Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. [29] Os salvaré de todas vuestras impurezas, llamaré al trigo y lo multiplicaré y no os someteré más al hambre. [30] Multiplicaré los frutos de los árboles y los productos de los campos, para que no sufráis más el oprobio del hambre entre las naciones. [31] Entonces os acordaréis de vuestra mala conducta y de vuestras acciones que no eran buenas, y sentiréis asco de vosotros mismos por vuestras culpas y vuestras abominaciones. [32] No hago esto por vosotros — oráculo del Señor Yahveh — sabedlo bien. Avergonzaos y confundíos de vuestra conducta, casa de Israel. [33] Así dice el Señor Yahveh: El día que yo os purifique de todas vuestras culpas, repoblaré las ciudades y las ruinas serán reconstruidas; [34] la tierra devastada será cultivada, después de haber sido una desolación a los ojos de todos los transeúntes.

[35] Y se dirá: «Esta tierra, hasta ahora devastada, se ha hecho como jardín de Edén, y las ciudades en ruinas, devastadas y demolidas, están de nuevo fortificadas y habitadas.» [36] Y las naciones que quedan a vuestro alrededor sabrán que yo, Yahveh, he reconstruido lo que estaba demolido y he replantado lo que estaba devastado. Yo, Yahveh, lo digo y lo hago. [37] Así dice el Señor Yahveh: Me dejaré todavía buscar por la casa de Israel, para hacer por ellos esto: multiplicarlos como un rebaño humano, [38] como un rebaño de reses consagradas, como el rebaño reunido en Jerusalén, en las fiestas solemnes. Así se llenarán de un rebaño humano vuestras ciudades en ruinas, y se sabrá que yo soy Yahveh.

Capítulo 37

[1] La mano de Yahveh fue sobre mí y, por su espíritu, Yahveh me sacó y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos. [2] Me hizo pasar por entre ellos en todas las direcciones. Los huesos eran muy numerosos por el suelo de la vega, y estaban completamente secos. [3] Me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán vivir estos huesos?» Yo dije: «Señor Yahveh, tú lo sabes.» [4] Entonces me dijo: «Profetiza sobre estos huesos. Les dirás: Huesos secos, escuchad la palabra de Yahveh. [5] Así dice el Señor Yahveh a estos huesos: He aquí que yo voy a hacer entrar el espíritu en vosotros, y viviréis. [6] Os cubriré de nervios, haré crecer sobre vosotros la carne, os cubriré de piel, os infundiré espíritu y viviréis; y sabréis que yo soy Yahveh.» [7] Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras yo profetizaba se produjo un ruido. Hubo un estremecimiento, y los huesos se juntaron unos con otros.

[8] Miré y vi que estaban recubiertos de nervios, la carne salía y la piel se extendía por encima, pero no había espíritu en ellos. [9] El me dijo: «Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre. Dirás al espíritu: Así dice el Señor Yahveh: Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan.» [10] Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos; revivieron y se incorporaron sobre sus pies: era un enorme, inmenso ejército. [11] Entonces me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros. [12] Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. [13] Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío.

[14] Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.» [15] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [16] Y tú, hijo de hombre, toma un leño y escribe en él: «Judá y los israelitas que están con él.» Toma luego otro leño y escribe en él: «José, leño de Efraím, y toda la casa de Israel que está con él.» [17] Júntalos el uno con el otro de suerte que formen un solo leño, que sean una sola cosa en tu mano. [18] Y cuando los hijos de tu pueblo te digan: «¿No nos explicarás qué es eso que tienes ahí?», [19] les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que voy a tomar el leño de José (que está en la mano de Efraím) y las tribus de Israel que están con él, los pondré junto al leño de Judá, haré de todo un solo leño, y serán una sola cosa en mi mano.

[20] Los leños en los cuales hayas escrito tenlos en tu mano, ante sus ojos, [21] y diles: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo recojo a los hijos de Israel de entre las naciones a las que marcharon. Los congregaré de todas partes para conducirlos a su suelo. [22] Haré de ellos una sola nación en esta tierra, en los montes de Israel, y un solo rey será el rey de todos ellos; no volverán a formar dos naciones, ni volverán a estar divididos en dos reinos. [23] No se contaminarán más con sus basuras, con sus monstruos y con todos sus crímenes. Los salvaré de las infidelidades por las que pecaron, los purificaré, y serán mi pueblo y yo seré su Dios. [24] Mi siervo David reinará sobre ellos, y será para todos ellos el único pastor; obedecerán mis normas, observarán mis preceptos y los pondrán en práctica. [25] Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, donde habitaron vuestros padres. Allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos, para siempre, y mi siervo David será su príncipe eternamente.

[26] Concluiré con ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre. [27] Mi morada estará junto a ellos, seré su Dios y ellos serán mi pueblo. [28] Y sabrán las naciones que yo soy Yahveh, que santifico a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre.

Capítulo 38

[1] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [2] Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Gog, en el país de Magog, príncipe supremo de Mesek y Túbal, y profetiza contra él. [3] Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Gog, príncipe supremo de Mesek y Túbal. [4] Yo te haré dar media vuelta, te pondré garfios en las quijadas, y te haré salir con todo tu ejército, caballos y caballeros, todos bien equipados, inmensa asamblea, todos con escudos y paveses, y diestros en el manejo de la espada. [5] Persia, Kus y Put están con ellos, todos con escudo y yelmo. [6] Gómer, con todas sus huestes, Bet Togarmá, en el extremo norte, con todas sus huestes, pueblos numerosos, están contigo.

[7] Disponte y prepárate, tú y toda tu asamblea concentrada en torno a ti, y ponte a mi servicio. [8] Al cabo de muchos días, recibirás órdenes. Después de muchos años, vendrás hacia la tierra cuyos habitantes escaparon a la espada y fueron congregados de entre una multitud de pueblos en los montes de Israel, que habían sido un desierto permanente. Desde que fueron separados de los otros pueblos, habitan todos en seguridad. [9] Tú subirás, avanzarás como un huracán, como un nubarrón que cubrirá la tierra, tú y todas tus huestes, y los numerosos pueblos que están contigo. [10] Así dice el Señor Yahveh: Aquel día te vendrán al corazón proyectos y concebirás perversos planes. [11] Dirás: «Voy a subir contra una tierra abierta, marcharé contra gente tranquila que habita en seguridad. Habitan todos en ciudades sin murallas, sin cerrojos ni puertas.» [12] Irás a saquear, a hacer botín, a poner tu mano sobre ruinas repobladas, en un pueblo congregado de entre las naciones, entregado a reponer el ganado y la hacienda, que habita en el centro de la tierra.» [13] Sabá, Dedán, los mercaderes de Tarsis y todos sus leoncillos te dirán: «¿A saquear has venido? ¿Para hacer botín has concentrado tu asamblea? ¿Para llevarte el oro y la plata, para apoderarte de ganados y haciendas, para hacer un gran botín?» [14] Por eso, profetiza, hijo de hombre. Dirás a Gog: Así dice el Señor Yahveh: ¿No es verdad que aquel día, cuando mi pueblo Israel viva en seguridad, te pondrás en movimiento? [15] Vendrás de tu lugar, del extremo norte, tú y pueblos numerosos contigo, todos montados a caballo, enorme asamblea, ejército innumerable.

[16] Subirás contra mi pueblo Israel como un nublado que recubre la tierra. Será al fin de los días; yo te haré venir entonces contra mi tierra para que las naciones me conozcan, cuando yo manifieste mi santidad a sus ojos, a costa tuya, Gog. [17] Así dice el Señor Yahveh: Tú eres aquel de quien yo hablé antaño, por medio de mis siervos los profetas de Israel, que profetizaron en aquel tiempo, durante años, que yo te haría venir contra ellos. [18] Aquel día, cuando Gog avance contra el suelo de Israel — oráculo del Señor Yahveh — estallará mi furor. En mi cólera, [19] en mis celos, en el ardor de mi furia lo digo: Sí, aquel día habrá un gran terremoto en el suelo de Israel. [20] Temblarán entonces ante mí los peces del mar y los pájaros del cielo, las bestias del campo y todos los reptiles que serpean por el suelo, y todos los hombres de sobre la haz de la tierra. Se desplomarán los montes, caerán las rocas, todas las murallas caerán por tierra. [21] Convocaré contra él toda clase de terrores, oráculo del Señor Yahveh. Volverán la espada unos contra otros.

[22] Le castigaré con la peste y la sangre, haré caer una lluvia torrencial, granizos, fuego y azufre, sobre él, sobre sus huestes y sobre los numerosos pueblos que van con él. [23] Manifestaré mi grandeza y mi santidad, me daré a conocer a los ojos de numerosas naciones y sabrán que yo soy Yahveh.

Capítulo 39

[1] Y tú, hijo de hombre, profetiza contra Gog. Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Gog, príncipe supremo de Mések y Túbal. [2] Yo te haré dar media vuelta, te conduciré, te haré subir desde el extremo norte y te guiaré a los montes de Israel. [3] Romperé tu arco en tu mano izquierda y haré caer tus flechas de tu mano derecha. [4] En los montes de Israel caerás tú, tus huestes y los pueblos que van contigo. Te he entregado como pasto a toda clase de aves de rapiña y a las fieras del campo. [5] En la haz del campo caerás, porque he hablado yo, oráculo del Señor Yahveh. [6] Mandaré fuego sobre Magog y sobre los que viven seguros en las islas, y sabrán que yo soy Yahveh.

[7] Manifestaré mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, no dejaré que vuelva a ser profanado mi santo nombre, y las naciones sabrán que yo soy Yahveh, santo en Israel. [8] He aquí que todo esto llega y se va a realizar — oráculo del Señor Yahveh —: éste es el día que yo he anunciado. [9] Entonces los habitantes de las ciudades de Israel saldrán a quemar y a entregar a las llamas las armas, paveses y escudos, arcos y flechas, mazas y lanzas. Harán fuego con ello durante siete años. [10] No irán ya a buscar leña en el campo, ni la recogerán en el bosque, porque harán el fuego con las armas. Saquearán a sus saqueadores y harán botín de sus depredadores, oráculo del Señor Yahveh. [11] Aquel día, yo daré a Gog como sepulcro en Israel un lugar famoso, el valle de los Oberim, al este del mar, el que corta el paso a los viajeros: allí será enterrado Gog con toda su multitud, y se le llamará valle de Hamón Gog. [12] La casa de Israel los enterrará para purificar la tierra, durante siete meses.

[13] Todo el pueblo de la tierra será movilizado para enterrarlos, y ello les dará renombre el día que yo manifieste mi gloria, oráculo del Señor Yahveh. [14] Luego se escogerán hombres que recorran constantemente el país y entierren a los que hayan quedado por el suelo, para purificarlo. Al cabo de siete meses empezarán su búsqueda. [15] Cuando, al recorrer el país, alguno de ellos vea huesos humanos, pondrá al lado una señal hasta que los sepultureros los entierren en el valle de Hamón Gog, [16] (Hamoná es también el nombre de una ciudad) y purifiquen así la tierra. [17] En cuanto a ti, hijo de hombre, así dice el Señor Yahveh: Di a los pájaros de todas clases y a todas las fieras del campo: Congregaos, venid, reuníos de todas partes para el sacrificio que yo os ofrezco, un gran sacrificio sobre los montes de Israel; comeréis carne y beberéis sangre. [18] Carne de héroes comeréis, sangre de príncipes de la tierra beberéis. Todos son carneros, corderos, machos cabríos, pingües toros de Basán.

[19] Comeréis grasa hasta la saciedad y beberéis sangre hasta la embriaguez, en este sacrificio que yo os brindo. [20] Os hartaréis a mi mesa de caballos y caballeros, de héroes y de toda clase de guerreros, oráculo del Señor Yahveh. [21] Así manifestaré yo mi gloria entre las naciones, y todas las naciones verán el juicio que voy a ejecutar y la mano que pondré sobre ellos. [22] Y la casa de Israel sabrá desde ese día en adelante que yo soy Yahveh su Dios. [23] Y sabrán las naciones que la casa de Israel fue deportada por sus culpas, que, por haberme sido infieles, yo les oculté mi rostro y los entregué en manos de sus enemigos, y cayeron todos a espada. [24] Los traté como lo merecían sus impurezas y sus crímenes, y les oculté mi rostro.

[25] Por eso, así dice el Señor Yahveh: Ahora voy a hacer volver a los cautivos de Jacob, me compadeceré de toda la casa de Israel, y me mostraré celoso de mi santo nombre. [26] Ellos olvidarán su ignominia y todas las infidelidades que cometieron contra mí, cuando vivan seguros en su país, sin que nadie los inquiete. [27] Cuando yo los haga volver de entre los pueblos y los recoja de los países de sus enemigos, manifestaré en ellos mi santidad a los ojos de numerosas naciones, [28] y sabrán que yo soy Yahveh su Dios, cuando, después de haberlos llevado al cautiverio entre las naciones, los reúna en su suelo sin dejar allí a ninguno de ellos. [29] No les ocultaré más mi rostro, porque derramaré mi Espíritu sobre la casa de Israel, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 40

[1] El año veinticinco de nuestra cautividad, al comienzo del año, el día diez del mes, catorce años después de la caída de la ciudad, el mismo día, la mano de Yahveh fue sobre mí, y me llevó allá. [2] En visiones divinas, me llevó a la tierra de Israel, y me posó sobre un monte muy alto, en cuya cima parecía que estaba edificada una ciudad, al mediodía. [3] Me llevó allá, y he aquí que había allí un hombre de aspecto semejante al del bronce. Tenía en la mano una cuerda de lino y una vara de medir, y estaba de pie en el pórtico. [4] El hombre me dijo: «Hijo de hombre, mira bien, escucha atentamente y presta atención a todo lo que te voy a mostrar, porque has sido traído aquí para que yo te lo muestre. Comunica a la casa de Israel todo lo que vas a ver.» [5] Y he aquí que por el exterior de la Casa había un muro, todo alrededor. La vara de medir que el hombre tenía en la mano era de seis codos de codo y palmo. Midió el espesor de la construcción: una vara, y su altura: una vara. [6] Vino luego al pórtico que miraba a oriente, subió sus gradas y midió el umbral del pórtico: una vara de profundidad.

[7] La lonja: una vara de largo por una vara de ancho; la pilastra entre las lonjas: cinco codos; el umbral del pórtico por el lado del vestíbulo del pórtico, hacia el interior: una vara. [9] Midió el vestíbulo del pórtico: ocho codos; su pilastra: dos codos; el vestíbulo del pórtico estaba situado hacia el interior. [10] Las lonjas del pórtico oriental eran tres por cada lado, todas ellas de la misma dimensión; las pilastras tenían también las mismas dimensiones por cada lado. [11] Midió la anchura del vano del pórtico: diez codos, y la longitud del pórtico: trece codos. [12] Había un parapeto delante de las lonjas; cada parapeto tenía un codo por ambos lados. Y la lonja tenía seis codos por cada lado. [13] Midió el pórtico desde el fondo de una lonja hasta el fondo de la otra; anchura: veinticinco codos de una entrada a la otra.

[14] Midió el vestíbulo: veinte codos; el atrio giraba todo alrededor del pórtico. [15] Desde la fachada del pórtico donde estaba la entrada, hasta el fondo del vestíbulo interior del pórtico, había cincuenta codos. [16] Había ventanas enrejadas sobre las lonjas y sobre sus pilastras, hacia el interior del pórtico, todo alrededor, e igualmente el vestíbulo tenía, por el interior, ventanas todo alrededor; y sobre las pilastras había palmeras. [17] Me llevó al atrio exterior, y he aquí que allí había salas y un enlosado tirado alrededor del atrio: treinta salas daban a este enlosado. [18] El enlosado que flanqueaba los pórticos correspondía a la profundidad de los mismos: esto es el enlosado inferior. [19] Midió la anchura del atrio, desde la fachada del pórtico inferior hasta la fachada del atrio interior, por fuera: cien codos (a oriente y al norte).

[20] Midió después la longitud y la anchura del pórtico que daba al norte del atrio exterior. [21] Sus lonjas eran tres por cada lado; sus pilastras y vestíbulos tenían las mismas dimensiones que los del primer pórtico: cincuenta codos de largo y veinticinco de ancho. [22] Sus ventanas, su vestíbulo y sus palmeras tenían las mismas dimensiones que las del pórtico que daba a oriente. Se subía a él por siete gradas y su vestíbulo estaba situado hacia el interior. [23] Había un pórtico en el atrio interior, frente al pórtico septentrional, lo mismo que en el pórtico oriental. Midió la distancia de un pórtico a otro: cien codos. [24] Me condujo luego hacia el lado del mediodía: había allí un pórtico en dirección del mediodía; midió sus lonjas, sus pilastras y su vestíbulo: tenían las mismas dimensiones. [25] Tenía, lo mismo que su vestíbulo, ventanas todo alrededor, iguales que las otras ventanas; dimensiones: cincuenta codos de largo y veinticinco de ancho; [26] su escalera tenía siete gradas; su vestíbulo estaba situado hacia el interior, y tenía palmeras, una a cada lado, sobre sus pilastras.

[27] El atrio interior tenía también un pórtico hacia el mediodía; midió la distancia de un pórtico a otro, en dirección del mediodía: cien codos. [28] Luego me llevó al atrio, por el pórtico meridional; midió el pórtico meridional: tenía las mismas dimensiones. [29] Sus lonjas, pilastras y vestíbulo tenían estas mismas dimensiones. Lo mismo que su vestíbulo, tenía ventanas todo alrededor; dimensiones: cincuenta codos de largo y veinticinco de ancho. [30] Y el perímetro del vestíbulo: veinticinco codos de largo y cinco de ancho. [31] Su vestíbulo daba al atrio exterior. Había palmeras sobre sus pilastras y su escalera tenía ocho gradas. [32] Me llevó al pórtico interior, hacia oriente, y midió el pórtico: [33] tenía las mismas dimensiones. Sus lonjas, pilastras y vestíbulo tenían estas mismas dimensiones. Tenía, así como su vestíbulo, ventanas alrededor. Dimensiones: cincuenta codos de largo y veinticinco de ancho.

[34] Su vestíbulo daba al atrio exterior. Había palmeras sobre sus pilastras, a cada lado, y su escalera tenía ocho gradas. [35] Me llevó luego al pórtico septentrional y lo midió: tenía las mismas dimensiones: [36] tenía alrededor, sus lonjas, sus pilastras, su vestíbulo y sus ventanas. Dimensiones: cincuenta codos de largo y veinticinco de ancho. [37] Su vestíbulo daba al atrio exterior. Había palmeras sobre sus pilastras, a cada lado, y su escalera tenía ocho gradas. [38] Había una sala cuya entrada estaba en el vestíbulo del pórtico. Allí se lavaba el holocausto. [39] Y en el vestíbulo del pórtico había, a cada lado, dos mesas para inmolar sobre ellas el holocausto, el sacrificio por el pecado y el sacrificio de expiación.

[40] Por el lado exterior de quien sube hacia la entrada del pórtico, al norte, había dos mesas, y al otro lado, hacia el vestíbulo del pórtico, dos mesas. [41] Cuatro mesas a un lado y cuatro mesas al otro lado del pórtico, o sea ocho mesas sobre las que se hacía la inmolación. [42] Además cuatro mesas para el holocausto, de piedra de sillería, de codo y medio de largo, codo y medio de ancho y un codo de alto, sobre las cuales se colocaban los instrumentos con los que se inmolaba el holocausto y el sacrificio. [43] Las ranuras, de un palmo de anchura, estaban dispuestas en el interior, todo en torno. Sobre estas mesas se ponía la carne de las ofrendas. [44] Me llevó al atrio interior; había allí, en el atrio interior, dos salas, una al lado del pórtico septentrional, con su fachada al mediodía, y la otra al lado del pórtico meridional, con su fachada al norte. [45] Me dijo: «Esta sala que mira al mediodía está destinada a los sacerdotes que cumplen el ministerio de la Casa.

[46] Y la sala que mira al norte está destinada a los sacerdotes que cumplen el ministerio del altar. Son los hijos de Sadoq, los que, entre los hijos de Leví, se acercan a Yahveh para servirle.» [47] Midió el atrio. Tenía cien codos de largo y cien codos de ancho, o sea un cuadrado, y el altar estaba delante de la Casa. [48] Me llevó al Vestíbulo de la Casa y midió las pilastras del Vestíbulo: cinco codos por cada lado; luego la anchura del pórtico: catorce codos; y las paredes laterales del pórtico: tres codos por cada lado. [49] La longitud del Vestíbulo era de veinte codos y su anchura de doce codos. Se subía a él por diez gradas, y tenía columnas junto a las pilastras, una a cada lado.

Capítulo 41

[1] Me llevó dentro del Santo y midió sus pilastras: seis codos de ancho por un lado y seis codos de ancho por el otro. [2] Anchura de la entrada: diez codos. Las paredes laterales de la entrada: cinco codos de ancho por un lado y cinco por el otro. Midió su longitud: cuarenta codos; y su anchura: veinte codos. [3] Penetró en el interior y midió la pilastra de la entrada: dos codos; después la entrada: seis codos; y las paredes laterales de la entrada: siete codos. [4] Midió su longitud: veinte codos; y su anchura: veinte codos delante del Santo; y me dijo: «Esto es el Santo de los Santos.» [5] Midió el muro de la Casa: seis codos; y la anchura de la parte lateral: cuatro codos, todo alrededor de la Casa. [6] Las celdas laterales estaban superpuestas en tres pisos de treinta celdas cada uno. Se habían dispuesto en el muro de la Casa salientes para estribar las celdas por todo el ámbito: así las celdas no estribaban en el muro de la Casa.

[7] La anchura de las celdas aumentaba a medida que se subía, ensanchamiento que se lograba, a costa del muro, según se subía, y todo alrededor de la Casa; por eso el interior se ensanchaba por arriba. Del piso inferior se subía al del medio, y de éste al superior. [8] Y vi que la Casa tenía un talud todo alrededor. Era la base de las celdas laterales, de una vara entera de seis codos. [9] El espesor del muro de las celdas laterales, por el exterior, era de cinco codos; quedaba un pasadizo entre las celdas laterales de la Casa. [10] Entre las salas había una anchura de veinte codos, por todo el ámbito de la Casa. [11] Y las celdas laterales tenían dos entradas sobre el pasadizo, una hacia el norte y otra hacia el mediodía. La anchura del pasadizo era de cinco codos todo alrededor. [12] El edificio que bordeaba el patio por el lado occidental tenía setenta codos de anchura; y la pared de este edificio tenía un espesor de cinco codos, todo alrededor, con una longitud de noventa codos.

[13] Midió la Casa: su longitud era de cien codos. El patio más el edificio y sus muros tenían una longitud de cien codos. [14] Anchura de la fachada de la Casa más el patio hasta oriente: cien codos. [15] Midió la longitud del edificio a lo largo del patio que tenía detrás, y sus galerías a cada lado: cien codos. El interior del Santo y los vestíbulos del atrio, [16] los umbrales, las ventanas enrejadas, las galerías de los tres lados, alrededor, frente al umbral, estaban recubiertos de madera por todo el ámbito, desde el suelo hasta las ventanas, y las ventanas estaban guarnecidas de un enrejado. [17] Desde la entrada hasta el interior de la Casa, y por fuera, así como en todo el ámbito del muro, por fuera y por dentro, [18] había representado querubines y palmeras, una palmera entre querubín y querubín; cada querubín tenía dos caras: [19] una cara de hombre vuelta hacia la palmera de un lado y una cara de león hacia la palmera del otro lado; así por todo el ámbito de la Casa.

[20] Desde el suelo hasta encima de la entrada estaban representados los querubines y las palmeras en el muro. [21] El jambaje del Santo era cuadrado. Delante del Santuario se veía algo como [22] un altar de madera de tres codos de alto, dos codos de largo y dos de ancho. Sus ángulos, su base y sus lados eran de madera. El hombre me dijo: «Esta es la mesa que está delante de Yahveh.» [23] El Santo tenía una puerta doble, y el Santuario una puerta doble. [24] Eran puertas de dos hojas movibles, dos hojas en una puerta y dos en la otra. [25] Y por encima (sobre las puertas del Santo), había representados querubines y palmeras como los representados en los muros. Sobre la fachada del Vestíbulo, por el exterior, había un arquitrabe de madera.

[26] Ventanas enrejadas y palmeras había a ambos lados, en las paredes laterales del Vestíbulo, las celdas laterales de la Casa y los arquitrabes.

Capítulo 42

[1] Luego me hizo salir al atrio exterior, hacia el norte, y me llevó a las salas situadas cara al patio, es decir frente al edificio, al norte. [2] La longitud era de cien codos, hacia el norte, y la anchura de cincuenta codos. [3] Frente a los pórticos del atrio interior, y frente al enlosado del atrio exterior, había una galería a lo largo de la galería triple, [4] y, por delante de las salas, un corredor de diez codos de ancho hacia el interior, y cien codos de largo; sus puertas daban al norte. [5] Las salas superiores eran estrechas, porque las galerías les comían parte de su espacio, más estrechas que las de abajo y las del medio del edificio, [6] porque estaban divididas en tres pisos y no tenían columnas como el atrio. Por eso, se iban estrechando con relación a las de abajo y las del medio (a partir del suelo).

[7] Y el muro exterior, paralelo a las salas, en dirección al atrio exterior, frente a las salas, tenía cincuenta codos de longitud. [8] Pues la longitud de las salas que daban al atrio exterior era de cincuenta codos, mientras que las que miraban al Santo tenían cien codos. [9] Por debajo de las salas había una entrada del lado de oriente, que daba acceso desde el atrio exterior. [10] A todo lo largo del muro del atrio, en dirección del mediodía, cara al patio y al edificio, había salas. [11] Un corredor pasaba por delante de ellas, como en las salas situadas en dirección norte; tenían igual longitud e igual anchura; iguales salidas, igual disposición y entradas iguales. [12] Por debajo de las salas orientadas al mediodía había una entrada al comienzo de cada corredor, frente al muro situado hacia oriente, según se entra.

[13] El me dijo: «Las salas del norte y las salas del mediodía que miran al patio son las salas del Santuario, donde los sacerdotes que se acercan a Yahveh comerán las cosas sacratísimas. Allí depositarán las cosas sacratísimas, la oblación, el sacrificio por el pecado y el sacrificio de expiación, porque es un lugar santo. [14] Y cuando los sacerdotes entren allí, no saldrán del santuario al atrio exterior sin haber dejado allí sus vestiduras litúrgicas, porque estas vestiduras son santas; para acercarse a los lugares destinados al pueblo se pondrán otras ropas.» [15] Cuando acabó de medir el interior de la Casa, me hizo salir en dirección al pórtico que mira a oriente y midió todo el ámbito. [16] Midió el lado oriental con su vara de medir: quinientos codos de perímetro, con la vara de medir. [17] Luego midió el lado norte con la vara de medir: quinientos codos de perímetro. [18] Después midió el lado sur con la vara de medir: quinientos codos [19] de perímetro. Por el lado occidental midió con la vara de medir: quinientos codos.

[20] Midió por fin por los cuatro lados el muro que lo cercaba, todo alrededor: longitud, quinientos; anchura, quinientos; para separar lo sagrado de lo profano.

Capítulo 43

[1] Me condujo luego hacia el pórtico, el pórtico que miraba a oriente, [2] y he aquí que la gloria del Dios de Israel llegaba de la parte de oriente, con un ruido como el ruido de muchas aguas, y la tierra resplandecía de su gloria. [3] Esta visión era como la que yo había visto cuando vine para la destrucción de la ciudad, y también como lo que había visto junto al río Kebar. Entonces caí rostro en tierra. [4] La gloria de Yahveh entró en la Casa por el pórtico que mira a oriente. [5] El espíritu me levantó y me introdujo en el atrio interior, y he aquí que la gloria de Yahveh llenaba la Casa. [6] Y oí que alguien me hablaba desde la Casa, mientras el hombre permanecía en pie junto a mí.

[7] Me dijo: Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde se posa la planta de mis pies. Aquí habitaré en medio de los hijos de Israel para siempre; y la casa de Israel, así como sus reyes, no contaminarán más mi santo nombre con sus prostituciones y con los cadáveres de sus reyes, [8] poniendo su umbral junto a mi umbral y sus jambas junto a mis jambas, con un muro común entre ellos y yo. Ellos contaminaron mi santo nombre con las abominaciones que cometieron; por eso los he devorado en mi cólera. [9] De ahora en adelante alejarán de mí sus prostituciones y los cadáveres de sus reyes, y yo habitaré en medio de ellos para siempre. [10] «Y tú, hijo de hombre, describe este Templo a la casa de Israel, para que queden avergonzados de sus culpas y tomen nota de su plano. [11] Se avergüenzan de toda su conducta, enséñales la forma del Templo y su plano, sus salidas y entradas, su forma y todas sus disposiciones, toda su forma y todas sus leyes. Pon todo esto por escrito ante sus ojos, para que guarden con exactitud todas sus leyes y disposiciones, y las pongan en práctica. [12] Este es el fuero del Templo: En la cumbre del monte, todo el territorio en su ámbito es santísimo. (Tal es el fuero del Templo.)» [13] Y estas son las dimensiones del altar en codos de codo y palmo: su cavidad, un codo por un codo de ancha. El reborde junto a la ranura, todo alrededor, un palmo. Y está la altura del altar: [14] desde la cavidad del suelo hasta el zócalo inferior, dos codos por un codo de ancho; desde el zócalo pequeño hasta el grande, cuatro codos por un codo de ancho.

[15] El fóculo tenía cuatro codos, y por encima del fóculo había cuatro cuernos. [16] El fóculo medía doce codos de largo por doce codos de ancho: era cuadrado por sus cuatro lados. [17] Y el zócalo: catorce codos de largo por catorce de ancho: un cuadrado. El reborde todo alrededor: medio codo; y la cavidad, todo alrededor: un codo. Las gradas estaban vueltas hacia oriente. [18] Y me dijo: Hijo de hombre, así dice el Señor Yahveh: Estas son las disposiciones del altar el día en que sea erigido para ofrecer en él el holocausto y derramar la sangre. [19] A los sacerdotes levitas — los de la descendencia de Sadoq que se acercan a mí para servirme, oráculo del Señor Yahveh — les darás un novillo en sacrificio por el pecado. [20] Tomarás su sangre, y rociarás los cuatro cuernos, los cuatro ángulos del zócalo y el reborde todo alrededor. Así quitarás el pecado y harás expiación por él.

[21] Luego tomarás el novillo del sacrificio por el pecado: se le quemará en una dependencia de la Casa, fuera del Santuario. [22] El segundo día, ofrecerás un macho cabrío sin defecto en sacrificio por el pecado y se quitará el pecado del altar como se hizo con el novillo. [23] Cuando hayas acabado de quitar el pecado, ofrecerás un novillo sin defecto y un carnero del rebaño sin defecto. [24] Los ofrecerás delante de Yahveh, y los sacerdotes les echarán sal y los ofrecerán en holocausto a Yahveh. [25] Durante siete días ofrecerás el macho cabrío del sacrificio por el pecado, cada día; se hará también el sacrificio del novillo y del carnero sin defecto tomado del rebaño. [26] Así, durante siete días se hará la expiación del altar, se le purificará y se le consagrará.

[27] Pasados estos días, desde el octavo en adelante, los sacerdotes ofrecerán sobre el altar vuestros holocaustos y vuestros sacrificios de comunión. Y yo os seré propicio, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 44

[1] Me volvió después hacia el pórtico exterior del santuario, que miraba a oriente. Estaba cerrado. [2] Y Yahveh me dijo: Este pórtico permanecerá cerrado. No se le abrirá, y nadie pasará por él, porque por él ha pasado Yahveh, el Dios de Israel. Quedará, pues, cerrado. [3] Pero el príncipe sí podrá sentarse en él para tomar su comida en presencia de Yahveh. Entrará por el vestíbulo del pórtico y por el mismo saldrá. [4] Luego me llevó por el pórtico septentrional hacia la fachada de la Casa; miré, y he aquí que la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh, y caí rostro en tierra. [5] Yahveh me dijo: Hijo de hombre, presta atención, mira bien y escucha con cuidado lo que te voy a decir acerca de todas las disposiciones de la Casa de Yahveh y de todas sus leyes. Te fijarás bien en lo que respecta a la admisión en la Casa y a la exclusión del santuario. [6] Y dirás a esta casa de rebeldía, la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Ya pasan de la raya todas vuestras abominaciones, casa de Israel, [7] que habéis cometido introduciendo extranjeros incircuncisos de corazón y de cuerpo para que estuvieran en mi santuario y profanaran mi Casa, cuando me ofrecíais mi alimento, grasa y sangre; así habéis roto mi alianza con todas vuestras abominaciones.

[8] En lugar de atender al ministerio de mis cosas santas, habéis encargado a otros el ejercicio de mi ministerio en mi Santuario, en lugar vuestro. [9] Así dice el Señor Yahveh: Ningún extranjero, incircunciso de corazón y de cuerpo, entrará en mi santuario, ninguno de los extranjeros que viven en medio de los israelitas. [10] En cuanto a los levitas, que me abandonaron cuando Israel se descarriaba lejos de mí para ir en pos de sus basuras, soportarán el peso de sus culpas. [11] Serán en mi Santuario los encargados de la guardia de las puertas de la Casa y ministros del servicio de la Casa. Ellos inmolarán el holocausto y el sacrificio por el pueblo, y estarán a su disposición para servirle. [12] Por haberse puesto a su servicio delante de sus basuras y haber sido para la casa de Israel ocasión de culpa, por eso, yo levanto la mano contra ellos — oráculo del Señor Yahveh — y soportarán el peso de su culpa. [13] No se acercarán más a mí para ejercer ante mí el sacerdocio ni para tocar mis cosas santas y las cosas sacratísimas: soportarán el peso de su ignominia y de las abominaciones que cometieron.

[14] Les encargaré de ejercer el ministerio en la Casa, en lo que atañe a su servicio y a todo lo que allí se hace. [15] Pero los sacerdotes levitas, hijos de Sadoq, que cumplieron mi ministerio en el santuario cuando los israelitas se descarriaban lejos de mí, ellos sí se acercarán a mí para servirme, y estarán en mi presencia para ofrecerme la grasa y la sangre, oráculo del Señor Yahveh. [16] Ellos entrarán en mi Santuario y se acercarán a mi mesa para servirme; ellos cumplirán mi ministerio. [17] Cuando entren por los pórticos del atrio interior, llevarán hábitos de lino; no irán vestidos de lana cuando oficien en los pórticos del atrio interior, y en la Casa. [18] Llevarán en la cabeza turbantes de lino, y fajas de lino a los riñones; no se ceñirán nada que transpire el sudor. [19] Cuando salgan al atrio exterior, donde el pueblo, se quitarán las vestiduras con que hayan oficiado, las dejarán en las salas del Santo, y se pondrán otras ropas, con el fin de no santificar al pueblo con sus vestiduras.

[20] No se raparán la cabeza, ni dejarán crecer libremente su cabellera, sino que se cortarán cuidadosamente el pelo. [21] Ningún sacerdote beberá vino el día que tenga que entrar en el atrio interior. [22] No tomarán por esposa ni una viuda ni una mujer repudiada, sino una virgen de la raza de Israel; una viuda sólo en el caso de que sea viuda de un sacerdote. [23] Enseñarán a mi pueblo a distinguir lo sagrado de lo profano y le harán saber la diferencia entre lo puro y lo impuro. [24] En los pleitos serán ellos los jueces; juzgarán conforme a mi derecho; observarán en todas mis fiestas mis leyes y preceptos, y santificarán mis sábados. [25] No se acercarán a un muerto, para no contaminarse, pero por un padre, una madre, un hijo, una hija, un hermano, o una hermana no casada podrán contaminarse.

[26] Después de haberse purificado, se contará una semana, [27] y luego, el día en que entre en el Santo, en el atrio interior para oficiar en el Santo, ofrecerá su sacrificio por el pecado, oráculo del Señor Yahveh. [28] No tendrán heredad alguna: yo seré su heredad. No les daréis propiedad en Israel: yo seré su propiedad particular. [29] Ellos comerán la oblación, el sacrificio por el pecado y el sacrificio de expiación. Todo lo que sea consagrado al anatema en Israel será para ellos. [30] Lo mejor de todas vuestras primicias y de toda clase de ofrendas reservadas que ofrezcáis, será para los sacerdotes; y lo mejor de vuestras moliendas, se lo daréis a los sacerdotes, para que la bendición repose sobre vuestra casa. [31] Los sacerdotes no comerán carne de ningún ave ni bestia muerta o desgarrada.

Capítulo 45

[1] Cuando os repartáis por sorteo esta tierra en heredad, reservaréis como ofrenda para Yahveh un recinto sagrado de la tierra, de una longitud de veinticinco mil codos por una anchura de veinte mil. Será sagrado en toda su extensión. [2] De aquí se tomará para el santuario un cuadrado de quinientos codos por quinientos, alrededor del cual habrá un margen de cincuenta codos. [3] También de su área medirás una longitud de veinticinco mil codos por una anchura de diez mil: aquí estará el santuario, el Santo de los Santos. [4] Será el recinto sagrado de la tierra, destinado a los sacerdotes, que ejercen el ministerio del santuario y que se acercan a Yahveh para servirle. Para ellos será este lugar, para que construyan sus casas y como lugar sagrado para el santuario. [5] Un terreno de veinticinco mil codos de largo por diez mil de ancho será reservado a los levitas, servidores de la Casa, en propiedad, con ciudades para vivir. [6] Y como propiedad de la ciudad fijaréis un terreno de cinco mil codos de ancho por veinticinco mil de largo, junto a la parte reservada del santuario: esto será para toda la casa de Israel.

[7] Al príncipe le tocará, a ambos lados del recinto de la parte reservada para el santuario y de la propiedad de la ciudad, a lo largo de la parte reservada para el santuario y de la propiedad de la ciudad, por el lado occidental hacia occidente, y por el oriental hacia oriente, una longitud igual a cada una de las partes, desde la frontera occidental hasta la frontera oriental [8] de la tierra. Esto será su propiedad en Israel. Así mis príncipes no oprimirán más a mi pueblo: dejarán la tierra a la casa de Israel, a sus tribus. [9] Así dice el Señor Yahveh: Ya es demasiado, príncipes de Israel. Desistid de la opresión y de la violencia, practicad el derecho y la justicia, liberad a mi pueblo de vuestros impuestos, oráculo del Señor Yahveh. [10] Usad balanzas justas, una arroba justa, una medida justa. [11] La arroba y la medida sean iguales, de suerte que la medida contenga un décimo de carga y la arroba un décimo de carga. A partir de la carga serán fijadas las medidas. [12] El siclo será de veinte óbolos. Veinte siclos, veinticinco siclos y quince siclos harán una mina.

[13] Esta es la ofrenda que reservaréis: un sexto de arroba por cada carga de trigo y un sexto de arroba por cada carga de cebada. [14] Regla para el aceite, para la medida de aceite: una medida de aceite por cada diez medidas, es decir, por un tonel de diez medidas, o de una carga, pues diez medidas hacen una carga. [15] Se reservará una oveja por cada rebaño de doscientas de las praderas de Israel, para la oblación, el holocausto y el sacrificio de comunión, como expiación por ellos, oráculo del Señor Yahveh. [16] Todo el pueblo de la tierra contribuirá a esta ofrenda reservada para el príncipe de Israel. [17] El príncipe se encargará de los holocaustos, de la oblación y de la libación en las fiestas, novilunios y sábados, en todas las solemnidades de la casa de Israel. El proveerá lo necesario para el sacrificio por el pecado, para la oblación, el holocausto y los sacrificios de comunión, para la expiación de la casa de Israel. [18] Así dice el Señor Yahveh: El primer mes, el día uno del mes, tomarás un novillo sin defecto, para quitar el pecado del santuario.

[19] El sacerdote tomará la sangre de la víctima por el pecado y la pondrá en las jambas del pórtico de la Casa, en los cuatro ángulos del zócalo del altar, y en las jambas de los pórticos del atrio interior. [20] Lo mismo harás el día siete del mes, en favor de todo aquel que haya pecado por inadvertencia o irreflexión. Así haréis la expiación de la Casa. [21] El día catorce del primer mes será para vosotros la fiesta de la Pascua. Durante siete días se comerá el pan sin levadura. [22] Aquel día, el príncipe ofrecerá por sí mismo y por todo el pueblo de la tierra un novillo en sacrificio por el pecado. [23] Durante los siete días de la fiesta, ofrecerá en holocausto a Yahveh siete novillos y siete carneros sin defecto, cada uno de los siete días, y en sacrificio por el pecado, un macho cabrío cada día. [24] Como oblación, ofrecerá una medida por novillo y una medida por carnero, y de aceite un sextario por medida.

[25] El día quince del séptimo mes, en la fiesta, hará lo mismo durante siete días, ofreciendo el sacrificio por el pecado, el holocausto, la oblación y el aceite.

Capítulo 46

[1] Así dice el Señor Yahveh: El pórtico del atrio interior que mira a oriente estará cerrado los seis días laborables. El sábado se le abrirá, así como el día del novilunio; [2] y el príncipe entrará desde el exterior por el vestíbulo del pórtico y se quedará de pie junto a las jambas del pórtico. Entonces los sacerdotes ofrecerán su holocausto y su sacrificio de comunión. El se postrará en el umbral del pórtico, luego saldrá, y no se cerrará el pórtico hasta la tarde. [3] El pueblo de la tierra se postrará ante Yahveh a la entrada de este pórtico, los sábados y los días de novilunio. [4] El holocausto que el príncipe ofrecerá a Yahveh el sábado, será de seis corderos sin defecto y de un carnero sin defecto; [5] y como oblación una medida por carnero; por los corderos, una oblación que queda a discreción, y de aceite un sextario por medida. [6] En el día del novilunio: un novillo sin defecto, seis corderos y un carnero sin defecto.

[7] Y hará oblación de una medida por novillo y de una medida por carnero; por los corderos, lo que pueda, y de aceite un sextario por medida. [8] Cuando el príncipe entre, entrará por el vestíbulo del pórtico y por el mismo saldrá. [9] Y cuando el pueblo de la tierra venga ante Yahveh en las solemnidades, los que entren por el pórtico septentrional para postrarse, saldrán por el pórtico meridional, y los que entren por el pórtico meridional saldrán por el pórtico septentrional. Nadie volverá a salir por el pórtico por donde entró, sino que saldrá por el de enfrente. [10] Y el príncipe irá en medio de ellos; entrará como ellos y saldrá como ellos. [11] En las fiestas y solemnidades, la oblación será de una medida por novillo, de una medida por carnero, por los corderos a discreción, y de aceite, un sextario por medida. [12] Cuando el príncipe ofrezca un holocausto voluntario o un sacrificio de comunión voluntario a Yahveh, se le abrirá el pórtico que mira a oriente, ofrecerá su holocausto y su sacrificio de comunión, de la misma manera que el día de sábado, saldrá luego, y el pórtico se cerrará en cuanto haya salido.

[13] Ofrecerás cada día en holocausto a Yahveh un cordero de un año sin defecto: lo ofrecerás cada mañana. [14] Ofrecerás además cada mañana, como oblación, un sexto de medida, y de aceite, un tercio de sextario, para amasar la flor de harina. Esto es la oblación a Yahveh, decreto eterno, fijo para siempre. [15] Se ofrecerá el cordero, la oblación y el aceite, cada mañana, como holocausto perpetuo. [16] Así dice el Señor Yahveh: Si el príncipe hace un regalo a alguno de sus hijos, tomándolo de su heredad, el regalo pertenecerá a sus hijos, será su propiedad por derecho de herencia. [17] Pero si hace de su heredad un regalo a uno de sus siervos, pertenecerá a éste sólo hasta el año de la liberación, luego retornará al príncipe. Solamente a sus hijos podrá pasar su heredad. [18] El príncipe no tomará nada de la heredad del pueblo despojándole de su propiedad; sólo de su propiedad particular legará partes a sus hijos, para que nadie de mi pueblo sea privado de su propiedad.

[19] Luego me llevó, por la entrada que estaba al lado del pórtico, a las salas del Santo reservadas a los sacerdotes, las que miraban al norte. Allí, en la extremidad occidental, había un espacio. [20] Me dijo: «Este es el lugar donde los sacerdotes cocerán las víctimas de los sacrificios de expiación y de los sacrificios por el pecado, y donde cocerán la oblación, a fin de que no se saque nada al atrio exterior y se ve santifique así al pueblo.» [21] Me sacó luego al atrio exterior y me hizo pasar junto a los cuatro ángulos del atrio; en cada uno de los ángulos del atrio había un patio: [22] esto es, en los cuatro ángulos del atrio, cuatro pequeños patios de cuarenta codos de longitud y treinta de anchura, los cuatro de las mismas dimensiones. [23] Una tapia cercaba los cuatro, y en la parte baja de la tapia había levantados unos fogones, todo alrededor. [24] Y me dijo: «Estos son los fogones donde los servidores de la Casa cocerán los sacrificios del pueblo.»

Capítulo 47

[1] Me llevó a la entrada de la Casa, y he aquí que debajo del umbral de la Casa salía agua, en dirección a oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia oriente. El agua bajaba de debajo del lado derecho de la Casa, al sur del altar. [2] Luego me hizo salir por el pórtico septentrional y dar la vuelta por el exterior, hasta el pórtico exterior que miraba hacia oriente, y he aquí que el agua fluía del lado derecho. [3] El hombre salió hacia oriente con la cuerda que tenía en la mano, midió mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta los tobillos. [4] Midió otros mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta las rodillas. Midió mil más y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta la cintura. [5] Midió otros mil: era ya un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido hasta hacerse un agua de pasar a nado, un torrente que no se podía atravesar. [6] Entonces me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre?» Me condujo, y luego me hizo volver a la orilla del torrente.

[7] Y a volver vi que a la orilla del torrente había gran cantidad de árboles, a ambos lados. [8] Me dijo: «Esta agua sale hacia la región oriental, baja a la Arabá, desemboca en el mar, en el agua hedionda, y el agua queda saneada. [9] Por dondequiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes adonde llega el torrente. [10] A sus orillas vendrán los pescadores; desde Engadí hasta Eneglayim se tenderán redes. Los peces serán de la misma especie que los peces del mar Grande, y muy numerosos. [11] Pero sus marismas y sus lagunas no serán saneadas, serán abandonadas a la sal. [12] A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán todos los meses frutos nuevos, porque esta agua viene del santuario. Sus frutos servirán de alimento, y sus hojas de medicina.» [13] Así dice el Señor Yahveh: Esta es la frontera de la tierra que os repartiréis entre las doce tribus de Israel, dando a José dos partes.

[14] Recibiréis cada uno por igual vuestra parte, porque yo juré, mano en alto, dársela a vuestros padres, y esta tierra os pertenecerá en heredad. [15] Esta es la frontera de la tierra: lado septentrional: desde el mar Grande, el camino de Jetlón hasta la Entrada de Jamat, Sedad, [16] Berotá, Sibráyim, que está entre el territorio de Damasco y el de Jamar, Jaser Hattikón hacia el territorio del Jaurán; [17] la frontera correrá desde el mar hasta Jasar Enán, quedando al norte el territorio de Damasco, así como el territorio de Jamat. Este, el lado septentrional. [18] Lado oriental: entre el Jaurán y Damasco, entre Galaad y la tierra de Israel, el Jordán servirá de frontera hacia el mar oriental, hasta Tamar: Este, el lado oriental. [19] Lado meridional, al sur: desde Tamar hasta las aguas de Meribá de Cadés, hacia el torrente, hasta el mar Grande. Este, el lado meridional, al sur.

[20] Lado occidental: el mar Grande será la frontera hasta enfrente de la Entrada de Jamat. Este, el lado occidental. [21] Os repartiréis esta tierra, según las tribus de Israel. [22] Os la repartiréis como heredad para vosotros y para los forasteros que residan con vosotros y que hayan engendrado hijos entre vosotros, porque los consideraréis como al israelita nativo. Con vosotros participarán en la suerte de la heredad, en medio de las tribus de Israel. [23] En la tribu donde resida el forastero, allí le daréis su heredad, oráculo del Señor Yahveh.

Capítulo 48

[1] Y estos son los nombres de las tribus. Desde el extremo norte, a lo largo del camino de Jetlón, hacia la Entrada de Jamat, Jasar Enán, quedando al norte el territorio de Damasco, a lo largo de Jamat: será para él desde el lado oriental hasta el lado occidental: Dan, una parte. [2] Limitando con Dan, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Aser, una parte. [3] Limitando con Aser, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Neftalí, una parte. [4] Limitando con Neftalí, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Manasés, una parte. [5] Limitando con Manasés, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Efraím, una parte. [6] Limitando con Efraím, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Rubén, una parte.

[7] Limitando con Rubén, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Judá, una parte. [8] Limitando con Judá, desde el lado oriental hasta el lado occidental, estará la ofrenda sagrada que reservaréis, de veinticinco mil codos de ancha, y de larga como cada una de las otras partes desde el lado oriental hasta el lado occidental. Y en medio estará el santuario. [9] La ofrenda sagrada que reservaréis para Yahveh tendrá veinticinco mil codos de longitud y diez mil de anchura. [10] A ellos, a los sacerdotes, pertenecerá la ofrenda santa reservada: veinticinco mil codos al norte, diez mil codos de anchura al oeste, diez mil codos de anchura al este, y veinticinco mil codos de longitud al sur; y el santuario de Yahveh estará en el medio; [11] a los sacerdotes consagrados, aquellos de entre los hijos de Sadoq que cumplieron mi ministerio, y que no se descarriaron al descarriarse los israelitas, como se descarriaron los levitas, [12] a ellos les corresponderá una parte de la tierra reservada como ofrenda sacratísima, junto al territorio de los levitas.

[13] Los levitas, a semejanza del territorio de los sacerdotes, tendrán un territorio de veinticinco mil codos de largo y diez mil de ancho — longitud total, veinticinco mil, y anchura, diez mil. [14] No podrán vender ni cambiar ni ceder nada de esta parte de la tierra, porque está consagrada a Yahveh. [15] Los cinco mil codos de anchura que quedan a lo largo de los veinticinco mil, serán un terreno profano para la ciudad, para viviendas y pastizales. La ciudad quedará en medio. [16] Y estas serán sus dimensiones: por el lado norte, cuatro mil quinientos codos; por el lado sur, cuatro mil quinientos codos; por el lado este, cuatro mil quinientos codos; por el lado oeste, cuatro mil quinientos codos. [17] Y los pastizales de la ciudad se extenderán hacia el norte doscientos cincuenta codos, hacia el sur doscientos cincuenta, hacia el este doscientos cincuenta y hacia el oeste doscientos cincuenta. [18] Quedará una extensión, a lo largo de la ofrenda santa reservada, de diez mil codos hacia oriente y diez mil hacia occidente, a lo largo de la ofrenda santa reservada: sus productos servirán para la alimentación de los trabajadores de la ciudad.

[19] Los trabajadores que trabajen en la ciudad serán tomados de todas las tribus de Israel. [20] El total de la ofrenda reservada será de veinticinco mil codos por veinticinco mil. Reservaréis un cuarto de la ofrenda santa reservada para la propiedad de la ciudad. [21] Lo que quede será para el príncipe, a uno y otro lado de la ofrenda santa reservada y de la propiedad de la ciudad, a lo largo de los veinticinco mil codos al este, hasta la frontera oriental, y al oeste a lo largo de los veinticinco mil codos hasta la frontera occidental, para el príncipe, en correspondencia a las demás partes; y en el medio estará la ofrenda santa res reservada y el santuario de la Casa. [22] Así, desde la propiedad de los levitas y la propiedad de la ciudad que están en medio de la parte del príncipe, entre la frontera de Judá y la de Benjamín, pertenecerá al príncipe. [23] Y las demás tribus: desde el lado oriental hasta el lado occidental: Benjamín, una parte. [24] Limitando con Benjamín, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Simeón, una parte.

[25] Limitando con Simeón, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Isacar, una parte. [26] Limitando con Isacar, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Zabulón, una parte. [27] Limitando con Zabulón, desde el lado oriental hasta el lado occidental: Gad, una parte. [28] Y limitando con Gad, por el lado meridional, al sur, la frontera correrá desde Tamar hacia las aguas de Meribá de Cadés, el torrente, hasta el mar Grande. [29] Tal es la tierra que repartiréis en heredad entre las tribus de Israel y tales serán sus partes, oráculo del Señor Yahveh. [30] Y estas son las salidas de la ciudad: por el lado norte, se medirán cuatro mil quinientos codos.

[31] Las puertas de la ciudad llevarán los nombres de las tribus de Israel. Al norte tres puertas: la puerta de Rubén, la puerta de Judá y la puerta de Leví. [32] Por el lado oriental, cuatro mil quinientos codos y tres puertas: la puerta de José, la puerta de Benjamín y la puerta de Dan. [33] Por el lado meridional, cuatro mil quinientos codos y tres puertas: la puerta de Simeón, la puerta de Isacar y la puerta de Zabulón. [34] Por el lado occidental, cuatro mil quinientos codos y tres puertas: la puerta de Gad, la puerta de Aser y la puerta de Neftalí. [35] El perímetro total será de dieciocho mil codos. Y en adelante el nombre de la ciudad será: «Yahveh está allí.»

DANIEL

Capítulo 1

[1] El año tercero del reinado de Yoyaquim, rey de Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén y la sitió. [2] El Señor entregó en sus manos a Yoyaquim rey de Judá, así como parte de los objetos de la Casa de Dios. El los llevó al país de Senaar y depositó los objetos en la casa del tesoro de sus dioses. [3] El rey mandó a Aspenaz, jefe de sus eunucos, tomar de entre los israelitas de estirpe real o de familia noble, [4] algunos jóvenes, sin defecto corporal, de buen parecer, instruidos en toda sabiduría, cultos e inteligentes, idóneos para servir en la corte del rey, con el fin de enseñarles la escritura y la lengua de los caldeos. [5] El rey les asignó una ración diaria de los manjares del rey y del vino de su mesa. Deberían ser educados durante tres años, después de lo cual entrarían al servicio del rey. [6] Entre ellos se encontraban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, que eran judíos.

[7] El jefe de los eunucos les puso nombres nuevos: Daniel se llamaría Beltsassar, Ananías Sadrak, Misael Mesak y Azarías Abed Negó. [8] Daniel, que tenía el propósito de no mancharse compartiendo los manjares del rey y el vino de su mesa, pidió al jefe de los eunucos permiso para no mancharse. [9] Dios concedió a Daniel hallar gracia y benevolencia ante el jefe de los eunucos. [10] Pero el jefe de los eunucos dijo a Daniel: «Temo al rey, mi señor; él ha asignado vuestra comida y vuestra bebida, y si llega a ver vuestros rostros más macilentos que los de los jóvenes de vuestra edad, expondríais mi cabeza a los ojos del rey.» [11] Daniel dijo entonces al guarda a quien el jefe de los eunucos había confiado el cuidado de Daniel, Ananías, Misael y Azarías: [12] «Por favor, pon a prueba a tus siervos durante diez días: que nos den de comer legumbres y de beber agua; [13] después puedes comparar nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen los manjares del rey, y hacer con tus siervos con arreglo a lo que hayas visto.» [14] Aceptó él la propuesta y les puso a prueba durante diez días.

[15] Al cabo de los diez días se vio que tenían mejor aspecto y estaban más rollizos que todos los jóvenes que comían los manjares del rey. [16] Desde entonces el guarda retiró sus manjares y el vino que tenían que beber, y les dio legumbres. [17] A estos cuatro jóvenes les concedió Dios ciencia e inteligencia en toda clase de letras y sabiduría. Particularmente Daniel poseía el discernimiento de visiones y sueños. [18] Al cabo del tiempo establecido por el rey para que le fueran presentados los jóvenes, el jefe de los eunucos los llevó ante Nabucodonosor. [19] El rey conversó con ellos, y entre todos no se encontró ningún otro como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Quedaron, pues, al servicio del rey. [20] Y en cuantas cosas de sabiduría o de inteligencia les consultó el rey, los encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos que había en todo su reino.

[21] Daniel permaneció allí hasta el año primero del rey Ciro.

Capítulo 2

[1] El año segundo del reinado de Nabucodonosor, Nabucodonosor tuvo sueños, y su espíritu se turbó hasta el punto de no poder dormir. [2] El rey mandó llamar a los magos y adivinos, encantadores y caldeos para que manifestaran al rey sus sueños. Vinieron ellos y se presentaron al rey. [3] El rey les dijo: «He tenido un sueño y mi espíritu se ha turbado por el deseo de comprender este sueño.» [4] Los caldeos respondieron al rey: (Arameo) «¡Viva el rey eternamente! Cuenta el sueño a tus siervos, y nosotros te daremos su interpretación.» [5] Respondió el rey y dijo a los caldeos: «Tened bien presente mi decisión: si no me dais a conocer el sueño y su interpretación, seréis cortados en pedazos y vuestras casas serán reducidas a escombros. [6] Pero si me dais a conocer el sueño y su interpretación, recibiréis de mí regalos, obsequios y grandes honores. Así pues, dadme a conocer el sueño y su interpretación.» [7] Respondieron ellos por segunda vez: «Cuente el rey el sueño a sus siervos, que nosotros le daremos su interpretación.» [8] Pero el rey replicó: «Bien veo que lo que queréis vosotros es ganar tiempo, sabiendo que mi decisión está tomada.

[9] Si no me dais a conocer el sueño, una misma será vuestra sentencia. Habéis acordado entre vosotros decirme palabras mentirosas y falsas, mientras cambian los tiempos. Por tanto, indicadme el sueño y sabré que podéis darme su interpretación.» [10] Los caldeos respondieron ante el rey: «No hay nadie en el mundo capaz de descubrir lo que quiere el rey; y por eso mismo ningún rey, por grande y poderoso que sea, pregunta jamás cosa semejante a ningún mago, adivino o caldeo. [11] Lo que el rey pide es difícil, y nadie se lo puede descubrir al rey, excepto los dioses; pero ellos no viven entre los seres de carne.» [12] Entonces el rey se enfureció terriblemente y mandó matar a todos los sabios de Babilonia. [13] Promulgado el decreto de matar a los sabios, se buscó también a Daniel y a sus compañeros para matarlos. [14] Pero Daniel se dirigió con palabras sabias y prudentes a Aryok, jefe de la guardia real, que se disponía a matar a los sabios de Babilonia.

[15] Tomó la palabra y dijo a Aryok, oficial del rey: «Por qué ha dado el rey un decreto tan tajante?» Aryok explicó la cosa a Daniel, [16] y Daniel se fue a pedir al rey que se le concediese un plazo para declarar al rey la interpretación. [17] Daniel regresó a su casa e informó del caso a sus compañeros Ananías, Misael y Azarías, [18] invitándoles a implorar la misericordia del Dios del Cielo, acerca de este misterio, a fin de que no se diese muerte a Daniel y a sus compañeros con el resto de los sabios de Babilonia. [19] Entonces el misterio fue revelado a Daniel en una visión nocturna. Y Daniel bendijo al Dios del Cielo. [20] Tomó Daniel la palabra y dijo: «Bendito sea el Nombre de Dios por los siglos de los siglos, pues suyos son el saber y la fuerza. [21] El hace alternar estaciones y tiempos, depone a los reyes, establece a los reyes, da a los sabios sabiduría, y ciencia a los que saben discernir. [22] El revela honduras y secretos, conoce lo que ocultan las tinieblas, y la luz mora junto a él. [23] A ti, Dios de mis padres, doy yo gracias y alabo, porque me has concedido sabiduría y fuerza; y ahora me has dado a conocer lo que te habíamos pedido, la cosa del rey nos has dado a conocer.» [24] Después Daniel se fue donde Aryok, a quien el rey había encomendado la matanza de los sabios de Babilonia. Entró y le dijo: «No mates a los sabios de Babilonia. Llévame a la presencia del rey y yo declararé al rey la interpretación.» [25] Aryok se apresuró a introducir a Daniel ante el rey y le dijo: «He encontrado entre los deportados de Judá un hombre que puede dar a conocer al rey la interpretación.» [26] Tomó el rey la palabra y dijo a Daniel (por sobrenombre Beltsassar): «¿Eres tú capaz de darme a conocer el sueño que he tenido y su interpretación?» [27] Daniel tomó la palabra en presencia del rey y dijo: «El misterio que el rey quiere saber, no hay sabios, adivinos, magos ni astrólogos que lo puedan revelar al rey; [28] pero hay un Dios en el cielo, que revela los misterios y que ha dado a conocer al rey Nabucodonosor lo que sucederá al fin de los días. Tu sueño y las visiones de tu cabeza cuando estabas en tu lecho eran éstos: [29] «Oh rey, los pensamientos que agitaban tu mente en el lecho se referían a lo que ha de suceder en el futuro, y el que revela los misterios te ha dado a conocer lo que sucederá.

[30] A mí, sin que yo posea más sabiduría que cualquier otro ser viviente, se me ha revelado este misterio con el solo fin de dar a conocer al rey su interpretación y de que tú conozcas los pensamientos de tu corazón. [31] «Tú, oh rey, has tenido esta visión: una estatua, una enorme estatua, de extraordinario brillo, de aspecto terrible, se levantaba ante ti. [32] La cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus lomos de bronce, [33] sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla. [34] Tú estabas mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió, sin intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los pulverizó. [35] Entonces quedó pulverizado todo a la vez: hierro, arcilla, bronce, plata y oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra.

[36] Tal fue el sueño: ahora diremos ante el rey su interpretación. [37] Tú, oh rey, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado reino, fuerza, poder y gloria [38] — los hijos de los hombres, las bestias del campo, los pájaros del cielo, dondequiera que habiten, los ha dejado en tus manos y te ha hecho soberano de ellos —, tú eres la cabeza de oro. [39] Después de ti surgirá otro reino, inferior a ti, y luego un tercer reino, de bronce, que dominará la tierra entera. [40] Y habrá un cuarto reino, duro como el hierro, como el hierro que todo lo pulveriza y machaca: como el hierro qué aplasta, así él pulverizará y aplastará a todos los otros. [41] Y lo que has visto, los pies y los dedos, parte de arcilla de alfarero y parte de hierro, es un reino que estará dividido; tendrá la solidez del hierro, según has visto el hierro mezclado con la masa de arcilla.

[42] Los dedos de los pies, parte de hierro y parte de arcilla, es que el reino será en parte fuerte y en parte frágil. [43] Y lo que has visto: el hierro mezclado con la masa de arcilla, es que se mezclarán ellos entre sí por simiente humana, pero no se aglutinarán el uno al otro, de la misma manera que el hierro no se mezcla con la arcilla. [44] En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos estos reinos, y él subsistirá eternamente: [45] tal como has visto desprenderse del monte, sin intervención de mano humana, la piedra que redujo a polvo el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro. El Dios grande ha dado a conocer al rey lo que ha de suceder. Tal es verdaderamente el sueño, y su interpretación digna de confianza.» [46] Entonces el rey Nabucodonosor cayó rostro en tierra, se postró ante Daniel, y ordenó que se le ofreciera oblación y calmante aroma. [47] El rey tomó la palabra y dijo a Daniel: «Verdaderamente vuestro Dios es el Dios de los dioses y el señor de los reyes, el revelador de los misterios, ya que tú has podido revelar este misterio.» [48] Y el rey confirió a Daniel un alto rango y le dio muchos y magníficos regalos. Le hizo gobernador de toda la provincia de Babilonia y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia.

[49] Daniel pidió al rey que encargara de la administración de la provincia de Babilonia a Sadrak, Mesak y Abed Negó, quedando Daniel en la corte del rey.

Capítulo 3

[1] El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, de sesenta codos de alta por seis de ancha, y la erigió en el llano de Dura, en la provincia de Babilonia. [2] El rey Nabucodonosor mandó a los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, juristas y jueces y a todas las autoridades provinciales, que se reunieran y asistieran a la dedicación de la estatua erigida por el rey Nabucodonosor. [3] Se reunieron, pues, los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, juristas y jueces y todas las autoridades provinciales para la dedicación de la estatua erigida por el rey Nabucodonosor; todos estaban en pie ante la estatua erigida por el rey Nabucodonosor. [4] El heraldo pregonó con fuerza: «A vosotros, pueblos, naciones y lenguas, se os hace saber: [5] En el momento en que oigáis el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, os postraréis y adoraréis la estatua de oro que ha erigido el rey Nabucodonosor. [6] Aquél que no se postre y la adore, será inmediatamente arrojado en el horno de fuego ardiente.» [7] Con tal motivo, en cuanto se oyó sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que había erigido el rey Nabucodonosor.

[8] Sin embargo, algunos caldeos se presentaron a denunciar a los judíos. [9] Tomaron la palabra y dijeron al rey Nabucodonosor: «¡Viva el rey eternamente! [10] Tú, oh rey, has ordenado que todo hombre, en cuanto oiga sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, se postre y adore la estatua de oro, [11] y que aquél que no se postre para adorarla sea arrojado en el horno de fuego ardiente. [12] Pues hay algunos judíos a quienes has encargado de la administración de la provincia de Babilonia: Sadrak, Mesak y Abed Negó, que no te hacen caso, oh rey; no sirven a tu dios ni adoran la estatua de oro que has erigido.» [13] Ebrio de cólera, Nabucodonosor mandó llamar a Sadrak, Mesak y Abed Negó, que fueron introducidos ante el rey.

[14] Nabucodonosor tomó la palabra y dijo: «¿Es verdad, Sadrak, Mesak y Abed Negó, que no servís a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que yo he erigido? [15] ¿Estáis dispuestos ahora, cuando oigáis sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, a postraros y adorar la estatua que yo he hecho? Si no la adoráis, seréis inmediatamente arrojados en el horno de fuego ardiente; y ¿qué dios os podrá librar de mis manos?» [16] Sadrak, Mesak y Abed Negó tomaron la palabra y dijeron al rey Nabucodonosor: «No necesitamos darte una respuesta sobre este particular. [17] Si nuestro Dios, a quien servimos, es capaz de librarnos, nos librará del horno de fuego ardiente y de tu mano, oh rey; [18] y si no lo hace, has de saber, oh rey, que nosotros no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido.» [19] Entonces el rey Nabucodonosor, lleno de cólera y demudada la expresión de su rostro contra Sadrak, Mesak y Abed Negó, dio orden de que se encendiese el horno siete veces más de lo corriente, [20] y mandó a los hombres más fuertes de su ejército que ataran a Sadrak, Mesak y Abed Negó y los arrojaran al horno de fuego ardiente.

[21] Fueron, pues, atados estos hombres, con sus zaragüelles, túnicas, gorros y vestidos, y arrojados al horno de fuego ardiente. [22] Como la orden del rey era perentoria y el horno estaba excesivamente encendido, la llamarada mató a los hombres que habían llevado allá a Sadrak, Mesak y Abed Negó. [23] Y los tres hombres, Sadrak, Mesak y Abed Negó, cayeron, atados, en medio del horno de fuego ardiente. [24] Iban ellos por entre las llamas alabando a Dios y bendiciendo al Señor. [25] Y Azarías, de pie en medio del fuego, tomó la palabra y oró así: [26] «Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, digno de loor, y tu nombre sea glorificado eternamente. [27] Porque eres justo en todo lo que nos has hecho, todas tus obras son verdad, rectos todos tus caminos, verdad todos tus juicios. [28] Juicio fiel has hecho en todo lo que sobre nosotros has traído, y sobre la ciudad santa de nuestros padres, Jerusalén. Pues con verdad y justicia has provocado todo esto, por nuestros pecados. [29] Sí, pecamos, obramos inicuamente alejándonos de ti, sí, mucho en todo pecamos, no dimos oído a tus mandamientos, [30] no los observamos, no cumplimos lo que se nos mandaba para nuestro bien. [31] Sí, todo lo que sobre nosotros has traído, todo lo que nos has hecho, con juicio fiel lo has hecho. [32] Nos has entregado en manos de nuestros enemigos, gentes sin ley, pésimos impíos, en manos de un rey injusto, el más perverso de la tierra toda. [33] Y hoy no podemos abrir nuestra boca, la vergüenza y el oprobio han alcanzado a los que te sirven y te adoran. [34] ¡Oh, no nos abandones para siempre, — por amor de tu nombre — no repudies tu alianza, [35] no nos retires tu misericordia, por Abraham tu amado, por Isaac tu siervo, por Israel tu santo, [36] a quienes tú prometiste multiplicar su linaje como las estrellas del cielo y como la arena de la orilla del mar! [37] Señor, que somos más pequeños que todas las naciones, que hoy estamos humillados en toda la tierra, por causa de nuestros pecados; [38] ya no hay, en esta hora, príncipe, profeta ni caudillo, holocausto, sacrificio, oblación ni incienso ni lugar donde ofrecerte las primicias, [39] y hallar gracia a tus ojos. Mas con alma contrita y espíritu humillado te seamos aceptos, como con holocaustos de carneros y toros, y con millares de corderos pingües; [40] tal sea hoy nuestro sacrificio ante ti, y te agrade que plenamente te sigamos, porque no hay confusión para los que en ti confían. [41] Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos dejes en la confusión, [42] trátanos conforme a tu bondad y según la abundancia de tu misericordia. [43] Líbranos según tus maravillas, y da, Señor, gloria a tu nombre. [44] Sean confundidos los que a tus siervos hacen daño, queden cubiertos de vergüenza, privados de todo su poder, sea aplastada su fuerza. [45] Y sepan que tú eres el único Dios y Señor, glorioso por toda la tierra.» [46] Los siervos del rey que los habían arrojado al horno no cesaban de atizar el fuego con nafta, pez, estopa y sarmientos,

[47] tanto que la llama se elevaba por encima del horno hasta cuarenta y nueve codos, [48] y al extenderse abrasó a los caldeos que encontró alrededor del horno. [49] Pero el ángel del Señor bajó al horno junto a Azarías y sus compañeros, empujó fuera del horno la llama de fuego, [50] y les sopló, en medio del horno, como un frescor de brisa y de rocío, de suerte que el fuego nos los tocó siquiera ni les causó dolor ni molestia. [51] Entonces los tres, a coro, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios dentro del horno, y diciendo: [52] «Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, loado, exaltado eternamente. Bendito el santo nombre de tu gloria, loado, exaltado eternamente. [53] Bendito seas en el templo de tu santa gloria, cantado, enaltecido eternamente. [54] Bendito seas en el trono de tu reino, cantado, exaltado eternamente. [55] Bendito tú, que sondas los abismos, que te sientas sobre querubines, loado, exaltado eternamente. [56] Bendito seas en el firmamento del cielo, cantado, glorificado eternamente. [57] Obras todas del Señor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [58] Angeles del Señor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [59] Cielos, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

[60] Aguas todas que estáis sobre los cielos, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [61] Potencias todas del Señor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [62] Sol y luna, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

[63] Astros del cielo, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [64] Lluvia toda y rocío, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [65] Vientos todos, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

[66] Fuego y calor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

[67] Frío y ardor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

[68] Rocíos y escarchas, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [69] Hielos y frío, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

[70] Heladas y nieves, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [71] Noches y días, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

[72] Luz y tinieblas, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [73] Rayos y nubes, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

[74] Bendiga la tierra al Señor, le cante, le exalte eternamente.

[75] Montes y colinas, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [76] Todo lo que germina en la tierra, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [77] Fuentes, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

[78] Mares y ríos, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

[79] Cetáceos y todo lo que se mueve en las aguas, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [80] Pájaros todos del cielo, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [81] Fieras todas y bestias, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [82] Hijos de los hombres, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [83] Israel, bendice al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

[84] Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [85] Siervos del Señor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [86] Espíritus y almas de los justos, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [87] Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. [88] Ananías, Azarías, Misael, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. Porque él nos ha arrancado del infierno, nos ha salvado de la mano del la muerte, nos ha sacado del horno de llama abrasadora, nos ha rescatado de en medio de la llama.

[89] Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia. [90] Todos los que veneráis al Señor, bendecid al Dios de los de los dioses, cantadle, dadle gracias, porque es eterna su misericordia.» [91] Entonces el rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó a toda prisa y preguntó a sus consejeros: «¿No hemos echado nosotros al fuego a estos tres hombres atados?» Respondieron ellos: «Indudablemente, oh rey.» [92] Dijo el rey: «Pero yo estoy viendo cuatro hombres que se pasean libremente por el fuego sin sufrir daño alguno, y el cuarto tiene el aspecto de un hijo de los dioses.» [93] Y Nabucodonosor se acercó a la boca del horno de fuego ardiente y dijo: «Sadrak, Mesak y Abed Negó, servidores del Dios Altísimo, salid y venid aquí.» Entonces Sadrak, Mesak y Abed Negó salieron de en medio del fuego.

[94] Los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros del rey se reunieron para ver a estos hombres: el fuego no había tenido ningún poder sobre su cuerpo, los cabellos de su cabeza no estaban chamuscados, sus mantos no se habían alterado, y ni el olor del fuego se les había pegado. [95] Nabucodonosor exclamó: «Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, que ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que, confiando en él, quebrantaron la orden del rey y entregaron su cuerpo antes que servir y adorar a ningún otro fuera de su Dios. [96] Y yo promulgo este edicto: Pueblos, naciones y lenguas, todo aquel que hable ligeramente del Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, será cortado en pedazos y su casa será reducida a escombros, porque no hay otro dios que pueda salvar de este modo.» [97] Y el rey hizo prosperar a Sadrak, Mesak y Abed Negó en la provincia de Babilonia. [98] Nabucodonosor, Rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas de toda la tierra: ¡Sea grande vuestra paz! [99] Me ha parecido bien daros a conocer las señales y milagros que ha hecho el Dios Altísimo.

[100] ¡Que grandes sus prodigios, qué poderosos sus milagros! ¡Reino eterno es su reino, su imperio de generación en generación!

Capítulo 4

[1] Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa, y satisfecho en mi palacio. [2] Y tuve un sueño que me aterrorizó. Las obsesiones que tuve en mi lecho y las visiones de mi cabeza me aterraron. [3] Entonces di orden de traer a mi presencia a todos los sabios de Babilonia para que me dieran a conocer la interpretación del sueño. [4] Vinieron los magos, adivinos, caldeos y astrólogos y, en su presencia, conté el sueño, pero su interpretación no me la dieron. [5] Después se presentó ante mí Daniel, por sobrenombre Beltsassar, según el nombre de mi dios, en quien reside el espíritu de los dioses santos. Yo le conté el sueño: [6] «Beltsassar, jefe de los magos, ya sé que tú posees el espíritu de los dioses santos y que ningún misterio ofrece para ti dificultad: mira el sueño que he tenido; dime su interpretación.

[7] «En mi lecho, contemplaba las visiones de mi cabeza: «Un árbol había en el centro de la tierra, de altura muy grande.

[8] El árbol creció, se hizo corpulento, su altura llegaba hasta el cielo, su expansión, hasta los confines de la tierra. [9] Era hermoso su ramaje, abundante su fruto; había en él comida para todos, a su sombra se cobijaban las bestias del campo, en sus ramas anidaban los pájaros del cielo, y toda carne se alimentaba de él. [10] Yo contemplaba, en mi lecho, las visiones de mi cabeza. En esto, un Vigilante, un santo, bajaba del cielo. [11] Con recia voz gritaba así: "Abatid el árbol, cortad sus ramas, arrancad sus hojas, tirad sus frutos; váyanse las bestias de debajo de él, y los pájaros de sus ramas. [12] Pero dejad en tierra tocón y raíces con ataduras de hierro y bronce, entre la hierba del campo. Sea bañado del rocío del cielo y comparta con las bestias la hierba de la tierra. [13] Deje de ser su corazón de hombre, désele un corazón de bestia y pasen por él siete tiempos. [14] Es la sentencia dictada por los Vigilantes, la cuestión decidida por los Santos, para que sepa todo ser viviente que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres: se lo da a quien le place y exalta al más humilde de los hombres."» [15] «Tal es el sueño que he tenido yo, el rey Nabucodonosor. Tú, Beltsassar, dime su interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino ha podido darme a conocer su interpretación; pero tú puedes, porque en ti reside el espíritu de los dioses santos.» [16] Entonces Daniel, por sobrenombre Beltsassar, quedó un instante aturdido y turbado en sus pensamientos. El rey tomó la palabra y dijo: «Beltsassar, no te turbe este sueño y su interpretación.» Respondió Beltsassar: «¡ Oh mi señor, sea este sueño para tus enemigos y su interpretación para tus adversarios! [17] Ese árbol que has visto, que se hizo grande y corpulento, cuya altura llegaba hasta el cielo y que era visible en toda la tierra, [18] que tenía hermoso ramaje y abundante fruto, en el que había alimento para todos, bajo el cual se cobijaban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban los pájaros del cielo, [19] eres tú, oh rey, que te has hecho grande y poderoso, cuya grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y cuyo dominio se extiende hasta los confines de la tierra.

[20] «En cuanto a lo que ha visto el rey: un Vigilante, un santo que bajaba del cielo y decía: "Abatid el árbol, destruidlo, pero el tocón y sus raíces dejadlos en tierra, con ataduras de hierro y bronce, entre la hierba del campo, y sea bañado del rocío del cielo y comparta la suerte con las bestias del campo hasta que hayan pasado por él siete tiempos", [21] ésta es su interpretación, oh rey, y el decreto del Altísimo que ha tocado a mi señor el rey: [22] «Serás arrojado de entre los hombres y con las bestias del campo morarás; hierba, como los bueyes, tendrás por comida, y serás bañado del rocío del cielo; siete tiempos pasarán por ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el imperio de los hombres y que se lo da a quien le place. [23] «Y la orden de dejar el tocón y las raíces del árbol, significa que tu reino se te conservará hasta que hayas reconocido que todo poder viene del Cielo. [24] Por eso, oh rey, acepta mi consejo: rompe tus pecados con obras de justicia y tus iniquidades con misericordia para con los pobres, para que tu ventura sea larga.» [25] Todo esto le sobrevino al rey Nabucodonosor.

[26] Doce meses después, paseándose por la terraza del palacio real de Babilonia, [27] iba diciendo el rey: «¿No es ésta la gran Babilonia que yo he edificado como mi residencia real, con el poder de mi fuerza y para la gloria de mi majestad?» [28] Aún estaban estas palabras en la boca del rey, cuando una voz cayó del cielo: «¡A ti se te habla, rey Nabucodonosor! La realeza se te ha ido. [29] De entre los hombres serás arrojado, con las bestias del campo morarás; hierba como los bueyes tendrás por comida, y siete tiempos pasarán por ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres, y se lo da a quien le place.» [30] Y al punto se cumplió la palabra en Nabucodonosor: fue arrojado de entre los hombres, se alimentó de hierba como los bueyes, su cuerpo fue bañado del rocío del cielo, hasta crecerle sus cabellos como plumas de águila y sus uñas como las de las aves. [31] «Al cabo del tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al cielo, y la razón volvió a mí; entonces bendije al Altísimo, alabando y exaltando al que vive eternamente, cuyo imperio es un imperio eterno, y cuyo reino dura por todas las generaciones. [32] Los habitantes todos de la tierra ante él, como si no contaran, hace lo que quiere con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. Nadie puede detener su mano o decirle: "¿Qué haces?"

[33] «En aquel momento, la razón volvió a mí, y para gloria de mi realeza volvieron también a mí majestad y esplendor; mis consejeros y mis grandes me reclamaron, se me restableció en mi reino, y se me dio una grandeza todavía mayor.

[34] Ahora, pues, yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y glorifico al Rey del Cielo, porque sus obras todas son verdad, justicia todos sus caminos; él sabe humillar a los que caminan con orgullo.»

Capítulo 5

[1] El rey Baltasar dio un gran festín en honor de sus mil dignatarios, y, en presencia de estos mil, bebió vino. [2] Bajo el efecto del vino, Baltasar mandó traer los vasos de oro y plata que su padre Nabucodonosor se había llevado del Templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey, sus dignatorios, sus mujeres y sus concubinas. [3] Se trajeron, pues, los vasos de oro y plata tomados de la Casa de Dios en Jerusalén, y en ellos bebieron el rey, sus dignatorios, sus mujeres y sus concubinas. [4] Bebieron vino y alabaron a sus dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de madera y piedra. [5] De pronto aparecieron los dedos de una mano humana que se pusieron a escribir, detrás del candelabro, en la cal de la pared del palacio real, y el rey vio la palma de la mano que escribía. [6] Entonces el rey cambió de color, sus pensamientos le turbaron, las articulaciones de sus caderas se le relajaron y sus rodillas se pusieron a castañetear.

[7] Y el rey mandó a buscar a gritos a los adivinos, caldeos y astrólogos. Tomó el rey la palabra y dijo a los sabios de Babilonia: «El que lea este escrito y me dé a conocer su interpretación, será vestido de púrpura, se le pondrá al cuello un collar de oro, y mandará como tercero en el reino.» [8] Vinieron, pues, todos los sabios del rey; pero no pudieron leer el escrito ni declarar al rey su interpretación. [9] El rey Baltasar se turbó mucho y su semblante cambió de color; también sus dignatarios quedaron desconcertados. [10] En la sala del festín entró la reina, enterada por las palabras del rey y de sus dignatarios. Y dijo la reina: «¡Viva el rey eternamente! No te turben tus pensamientos ni tu semblante cambie de color. [11] Hay en tu reino un hombre en quien reside el espíritu de los dioses santos. Ya en tiempo de tu padre se halló en él luz, inteligencia y sabiduría semejante a la sabiduría de los dioses, y tu padre, el rey Nabucodonosor, le nombró jefe de los magos, adivinos, caldeos y astrólogos. [12] Por tanto, ya que en este Daniel, a quien el rey puso por sobrenombre Beltsassar, se encontró un espíritu extraordinario, ciencia, inteligencia y arte de interpretar sueños, de descifrar enigmas y de resolver dificultades, sea llamado Daniel y él dará a conocer la interpretación.» [13] En seguida fue introducido Daniel a la presencia del rey, y el rey dijo a Daniel: «¿Eres tú Daniel, uno de los judíos deportados, que mi padre el rey trajo de Judá? [14] He oído decir que en ti reside el espíritu de los dioses y que hay en ti luz, inteligencia y sabiduría extraordinarias.

[15] Han sido introducidos ahora en mi presencia los sabios y adivinos para que leyeran este escrito y me declararan su interpretación, pero han sido incapaces de descubrir su sentido. [16] He oído decir que tú puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si, pues, logras leer este escrito y declararme su interpretación, serás vestido de púrpura, llevarás al cuello un collar de oro, y mandarás como tercero en el reino.» [17] Daniel tomó la palabra y dijo delante del rey: «Quédate con tus regalos y da tus obsequios a otro, que yo leeré igualmente al rey este escrito y le daré a conocer su interpretación. [18] Oh rey, el Dios Altísimo dio a tu padre Nabucodonosor reino, grandeza, gloria y majestad. [19] Y por esta grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban de miedo en su presencia: mataba él a quien quería, dejaba vivir a quien quería, exaltaba a quien quería y a quien quería humillaba. [20] Pero habiéndose engreído su corazón y obstinado su espíritu hasta la arrogancia, fue depuesto de su trono real, y se le quitó su gloria.

[21] Fue expulsado de entre los hombres y su corazón se hizo semejante al de las bestias; estuvo conviviendo con los onagros; se alimentó de hierba como los bueyes, y su cuerpo fue bañado del rocío del cielo, hasta que reconoció que el Dios Altísimo domina sobre el reino de los hombres y pone en él a quien le place. [22] Pero tú, Baltasar, hijo suyo, no has humillado tu corazón, a pesar de que sabías todo esto; [23] te has engreído contra el Señor del Cielo, se han traído a tu presencia los vasos de su Casa, y tú, tus dignatorios, tus mujeres y tus concubinas, habéis bebido vino en ellos. Habéis celebrado a los dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra, que no ven ni oyen ni entienden, pero no has glorificado al Dios que tiene en sus manos tu propio aliento y de quien dependen todos tus caminos. [24] Por eso ha enviado él esa mano que trazó este escrito. [25] La escritura trazada es: Mené, Mené, Teqel y Parsín. [26] Y ésta es la interpretación de las palabras: Mené: Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin; [27] Tequel: has sido pesado en la balanza y encontrado falto de peso; [28] Parsín: tu reino ha sido dividido y entregado a los medos y los persas.» [29] Entonces Baltasar mandó revestir de púrpura a Daniel, ponerle un collar de oro al cuello y proclamar que mandaba como tercero en el reino.

[30] Aquella noche fue asesinado Baltasar, el rey de los caldeos.

Capítulo 6

[1] Y recibió el reino Darío el Medo, que contaba sesenta y dos años. [2] Plugo a Darío establecer en su reino ciento veinte sátrapas que estuvieran por todo el reino, [3] bajo el mando de tres ministros — Daniel era uno de ellos —, a los que los sátrapas deberían rendir cuentas, con el fin de impedir que el rey recibiera daño alguno. [4] Este mismo Daniel se distinguía entre los ministros y los sátrapas, porque había en él un espíritu extraordinario, y el rey se proponía ponerle al frente del reino entero. [5] Por ello los ministros y los sátrapas se pusieron a buscar un motivo de acusación contra Daniel en algún asunto de Estado; pero no pudieron encontrar ningún motivo de acusación ni falta alguna, porque él era fiel y no se le podía reprochar de negligencia ni falta. [6] Entonces se dijeron aquellos hombres: «No encontraremos ningún motivo de acusación contra este Daniel si no es en materia de la ley de su Dios.» [7] Los ministros y sátrapas acudieron, pues, atropelladamente ante el rey y le hablaron así: «¡Viva eternamente el rey Darío! [8] Todos los ministros del reino, prefectos, sátrapas, consejeros y gobernadores, aconsejan unánimemente que se promulgue un edicto real para poner en vigor la prohibición siguiente: Todo aquel que en el término de treinta días dirija una oración a quienquiera que sea, dios u hombre, fuera de ti, oh rey, será arrojado al foso de los leones.

[9] Ahora pues, oh rey, da fuerza de ley a esta prohibición firmando el edicto, de suerte que no se cambie nada, con arreglo a la ley de los medos y persas, que es irrevocable.» [10] Ante esto, el rey Darío firmó el edicto de prohibición. [11] Al saber que había sido firmado el edicto, Daniel entró en su casa. Las ventanas de su cuarto superior estaban orientadas hacia Jerusalén y tres veces al día se ponía él de rodillas, para orar y dar gracias a su Dios; así lo había hecho siempre. [12] Aquellos hombres vinieron atropelladamente y sorprendieron a Daniel invocando y suplicando a su Dios. [13] Entonces se presentaron al rey y le dijeron acerca de la prohibición real: «¿No has firmado tú una prohibición según la cual todo el que dirigiera, en el término de treinta días, una oración a quienquiera que fuese, dios u hombre, fuera de ti, oh rey, sería arrojado al foso de los leones?» Respondió el rey: «La cosa está decidida, según la ley de los medos y los persas, que es irrevocable.» [14] Entonces ellos dijeron en presencia del rey: «Daniel, ese deportado de Judá, no hace caso de ti, oh rey, ni de la prohibición que tú has firmado: tres veces al día hace su oración.» [15] Al oír estas palabras, el rey se afligió mucho y se propuso salvar a Daniel; hasta la puesta del sol estuvo buscando el modo de librarle.

[16] Pero aquellos hombres volvieron atropelladamente ante el rey y le dijeron: «Ya sabes, oh rey, que según la ley de los medos y los persas ninguna prohibición o edicto dado por el rey puede ser modificado.» [17] Entonces el rey dio orden de traer a Daniel y de arrojarle al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: «Tu Dios, a quien sirves con perseverancia, te librará.» [18] Se trajo una piedra que fue colocada a la entrada del foso, y el rey la selló con su anillo y con el anillo de sus dignatarios, para que no se pudiese cambiar la suerte de Daniel. [19] Después el rey volvió a su palacio y pasó la noche en ayuno; no dejó que le trajeran concubinas y el sueño huyó de él. [20] Al amanecer, al rayar el alba, el rey se levantó y se dirigió a toda prisa al foso de los leones. [21] Acercándose al foso, gritó a Daniel con voz angustiada: «Daniel, servidor del Dios vivo, tu Dios, a quien sirves con perseverencia, ¿ha podido librarte de los leones?» [22] Entonces Daniel habló con el rey: «¡Viva el rey eternamente! [23] Mi Dios ha enviado a su ángel, que ha cerrado la boca de los leones y no me han hecho ningún mal, porque he sido hallado inocente ante él. Y tampoco ante ti, oh rey, he cometido falta alguna.» [24] El rey entonces se alegró mucho y mandó sacar a Daniel del foso. Sacaron a Daniel del foso y no se le encontró herida alguna, porque había confiado en su Dios.

[25] Y el rey mandó traer a aquellos hombres que habían acusado a Daniel y echarlos al foso de los leones, a ellos, y a sus hijos y mujeres. Y no habían llegado aún al fondo del foso cuando ya los leones se habían lanzado sobre ellos y les habían triturado todos los huesos. [26] Entonces, el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitaban en toda la tierra: «¡Sea grande vuestra paz! [27] Por mí se decreta que en todos los dominios de mi reino se tema y se tiemble ante el Dios de Daniel, porque él es el Dios vivo, que subsiste por siempre, — su reino no será destruido y su imperio durará hasta el fin — [28] el que salva y libera, obra señales y milagros en los cielos y en la tierra; el que ha salvado a Daniel del poder de los leones.» [29] Y este mismo Daniel floreció en el reinado de Darío y en el reinado de Ciro el Persa.

Capítulo 7

[1] El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, Daniel tuvo un sueño y visiones de su cabeza, mientras se hallaba en su lecho. En seguida puso el sueño por escrito. Comienzo del relato: [2] Daniel tomó la palabra y dijo: Contemplaba yo en mi visión durante la noche lo siguiente: los cuatro vientos del cielo agitaron el mar grande, [3] y cuatro bestias enormes, diferentes todas entre sí, salieron del mar. [4] La primera era como un león con alas de águila. Mientras yo la miraba, le fueron arrancadas las alas, fue levantada de la tierra, se incorporó sobre sus patas como un hombre, y se le dio un corazón de hombre. [5] A continuación, otra segunda bestia, semejante a un oso, levantada de un costado, con tres costillas en las fauces, entre los dientes. Y se le decía: «Levántate, devora mucha carne.» [6] Después, yo seguía mirando y vi otra bestia como un leopardo con cuatro alas de ave en su dorso; la bestia tenía cuatro cabezas, y se le dio el dominio.

[7] Después seguí mirando, en mis visiones nocturnas, y vi una cuarta bestia, terrible, espantosa, extraordinariamente fuerte; tenía enormes dientes de hierro; comía, trituraba, y lo sobrante lo pisoteaba con sus patas. Era diferente de las bestias anteriores y tenía diez cuernos. [8] Estaba yo observando los cuernos, cuando en esto despuntó entre ellos otro cuerno, pequeño, y tres de los primeros cuernos fueron arrancados delante de él. Tenía este cuerno ojos como los de un hombre, y una boca que decía grandes cosas. [9] Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. [10] Un río de fuego corría y manaba delante de él. Miles de millares le servían, miriadas de miriadas estaban en pie delante de él. El tribunal se sentó, y se abrieron los libros. [11] Miré entonces, atraído por el ruido de las grandes cosas que decía el cuerno, y estuve mirando hasta que la bestia fue muerta y su cuerpo destrozado y arrojado a la llama de fuego. [12] A las otras bestias se les quitó el dominio, si bien se les concedió una prolongación de vida durante un tiempo y hora determinados.

[13] Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. [14] A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás. [15] Yo, Daniel, quedé muy impresionado en mi espíritu por estas cosas, y las visiones de mi cabeza me dejaron turbado. [16] Me acerqué a uno de los que estaban allí de pie y le pedí que me dijera la verdad acerca de todo esto. El me respondió y me indicó la interpretación de estas cosas: [17] «Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que surgirán de la tierra. [18] Los que han de recibir el reino son los santos del Altísimo, que poseerán el reino eternamente, por los siglos de los siglos.» [19] Después quise saber la verdad sobre la cuarta bestia, que era diferente de las otras, extraordinariamente terrible, con dientes de hierro y uñas de bronce, que comía, trituraba y pisoteaba con sus patas lo sobrante; [20] y acerca de los diez cuernos que había en su cabeza, y del otro cuerno que había despuntado, ante el cual cayeron los tres primeros; y de este cuerno que tenía ojos y una boca que decía grandes cosas, y cuyo aspecto era mayor que el de los otros.

[21] Yo contemplaba cómo este cuerno hacía la guerra a los santos y los iba subyugando, [22] hasta que vino el Anciano a hacer justicia a los santos del Altísimo, y llegó el tiempo en que los santos poseyeron el reino. [23] El habló así: «La cuarta bestia será un cuarto reino que habrá en la tierra, diferente de todos los reinos. Devorará toda la tierra, la aplastará y la pulverizará. [24] Y los diez cuernos: de este reino saldrán diez reyes, y otro saldrá después de ellos; será diferente de los primeros y derribará a tres reyes; [25] proferirá palabras contra el Altísimo y pondrá a prueba a los santos del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos y la ley, y los santos serán entregados en sus manos por un tiempo y tiempos y medio tiempo. [26] Pero el tribunal se sentará, y el dominio le será quitado, para ser destruido y aniquilado definitivamente. [27] Y el reino y el imperio y la grandeza de los reinos bajo los cielos todos serán dados al pueblo de los santos del Altísimo. Reino eterno es su reino, y todos los imperios le servirán y le obedecerán.» [28] Hasta aquí la relación. Yo, Daniel, quedé muy turbado en mis pensamientos, se me demudó el color del rostro y guardé estas cosas en mi corazón.

Capítulo 8

[1] El año tercero del reinado del rey Baltasar, yo, Daniel, tuve una visión después de la tenida anteriormente. [2] Miré durante la visión y me veía en Susa, la plaza fuerte que está en la provincia de Elam; en la visión miré, y me encontraba en la puerta del Ulay. [3] Levanté los ojos para ver, y vi un carnero que estaba delante de la puerta. Tenía dos cuernos; los dos cuernos eran altos, pero uno más que otro y el más alto había despuntado el último. [4] Vi que el carnero acometía contra el oeste, el norte y el sur. Ninguna bestia podía resistirle, nada podía escapar a su poder. Hacía lo que le parecía y así se hizo grande. [5] Estaba yo cavilando, y he aquí que un macho cabrío vino de occidente, recorriendo la tierra entera sin tocar el suelo; este macho cabrío tenía un cuerno «magnífico» entre los ojos. [6] Vino donde el carnero de dos cuernos que yo había visto en pie delante de la puerta y corrió hacia él con todo el ardor de su fuerza.

[7] Vi cómo alcanzaba al carnero, enfurecido contra él; embistió al carnero, y le rompió los dos cuernos, sin que el carnero tuviera fuerzas para resistirle; lo echó por tierra y lo pisoteó; no había nadie que librara al carnero de su mano. [8] El macho cabrío se hizo muy grande, pero cuando estaba en la plenitud de su poder, el gran cuerno se rompió y en su lugar despuntaron cuatro «magníficos» en la dirección de los cuatro vientos del cielo. [9] De uno de ellos salió un cuerno, pequeño, que creció mucho en dirección del sur, del oriente y de la Tierra del Esplendor. [10] Creció hasta el ejército del cielo, precipitó en tierra parte del ejército y de las estrellas, y las pisoteó con sus pies. [11] Llegó incluso hasta el Jefe del ejército, abolió el sacrificio perpetuo y sacudió el cimiento de su santuario [12] y al ejército; en el lugar del sacrificio puso la iniquidad y tiró por tierra la verdad; así obró y le acompañó el éxito.

[13] Oí entonces a un santo que hablaba, y a otro santo que decía al que hablaba: «¿Hasta cuándo la visión: el sacrificio perpetuo, la iniquidad desoladora, el santuario y el ejército pisoteados?» [14] Le respondió: «Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas: después será reivindicado el santuario.» [15] Mientras yo, Daniel, contemplaba esta visión y trataba de comprenderla, vi de pronto delante de mí como una apariencia de hombre, [16] y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: «Gabriel, explícale a éste la visión.» [17] El se acercó al lugar donde yo estaba y, cuando llegó, me aterroricé y caí de bruces. Me dijo: «Hijo de hombre, entiende: la visión se refiere al tiempo del Fin.» [18] Mientras él me hablaba, yo me desvanecí, rostro en tierra. El me tocó y me hizo incorporarme donde estaba.

[19] Luego dijo: «Mira, voy a manifestarte lo que ocurrirá al fin de la Ira, porque el Fin está fijado. [20] El carnero que has visto, sus dos cuernos, son los reyes de los medos y los persas. [21] El macho cabrío velludo es el rey de Yaván; el cuerno grande entre sus ojos, es el primer rey. [22] El cuerno roto y los cuatro cuernos que despuntaron en su lugar, son cuatro reinos salidos de su nación, pero que no tendrán su fuerza. [23] «Y al término de su reino, cuando lleguen al colmo los pecados, surgirá un rey, insolente y hábil en engaños. [24] Se hará poderosa su fuerza — mas no por su fuerza misma — tramará cosas inauditas, prosperará en sus empresas, destruirá a poderosos y al pueblo de los santos. [25] Y, por su habilidad, triunfará el engaño entre sus manos. Se exaltará en su corazón, y por sorpresa destruirá a muchos. Se alzará contra el Príncipe de los Príncipes, pero — sin que mano alguna intervenga — será quebrantado. [26] Es verdad la visión de las tardes y mañanas que se ha dicho, mas tú guarda en secreto la visión, pues habrá aún para muchos días.» [27] Yo, Daniel, desfallecí y estuve enfermo unos cuantos días. Luego me levanté para ocuparme de los asuntos del rey. Seguía perplejo por la visión, que no se podía comprender.

Capítulo 9

[1] El año primero de Darío, hijo de Asuero, de la raza de los medos, que subió al trono del reino de Caldea, [2] el año primero de su reinado, yo, Daniel, me puse a investigar en las Escrituras sobre el número de años que, según la palabra de Yahveh dirigida al profeta Jeremías, debían pasar sobre las ruinas de Jerusalén, a saber setenta años. [3] Volví mi rostro hacia el Señor Dios para implorarle con oraciones y súplicas, en ayuno, sayal y ceniza. [4] Derramé mi oración a Yahveh mi Dios, y le hice esta confesión: «¡Ah, señor, Dios grande y temible, que guardas la Alianza y el amor a los que te aman y observan tus mandamientos. [5] Nosotros hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos sido malos, no hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus normas. [6] No hemos escuchado a tus siervos los profetas que en tu nombre hablaban a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres, a todo el pueblo de la tierra.

[7] A ti, Señor, la justicia, a nosotros la vergüenza en el rostro, como sucede en este día, a nosotros, a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a Israel entero, próximos y lejanos, en todos los países donde tú los dispersaste a causa de las infidelidades que cometieron contra ti. [8] Yahveh, a nosotros la vergüenza, a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti. [9] Al Señor Dios nuestro, la piedad y el perdón, porque nos hemos rebelado contra él, [10] y no hemos escuchado la voz de Yahveh nuestro Dios para seguir sus leyes, que él nos había dado por sus siervos los profetas. [11] Todo Israel ha transgredido tu ley, ha desertado sin querer escuchar tu voz, y sobre nosotros han caído la maldición y la imprecación escritas en la ley de Moisés, siervo de Dios, porque hemos pecado contra él. [12] El ha cumplido las palabras que había pronunciado contra nosotros y contra los príncipes que nos gobernaban: que haría venir sobre nosotros una calamidad tan grande como no habría jamás bajo el cielo otra mayor que la que alcanzara a Jerusalén.

[13] Según está escrito en la ley de Moisés, toda esta calamidad nos ha sobrevenido, pero nosotros no hemos aplacado el rostro de Yahveh nuestro Dios, convirtiéndonos de nuestras iniquidades y aprendiendo a conocer tu verdad. [14] Yahveh ha estado atento a esta calamidad, la ha descargado sobre nosotros. Porque es justo Yahveh nuestro Dios en todas las obras que ha hecho, pero nosotros no hemos escuchado su voz. [15] Y ahora, Señor Dios nuestro, que con mano fuerte sacaste a tu pueblo del país de Egipto y te granjeaste con ello un nombre que dura hasta el presente, nosotros hemos pecado, hemos sido malos. [16] Señor, por todas tus justicias, retira tu cólera y tu furor de Jerusalén, tu ciudad, monte santo tuyo; pues, a causa de nuestros pecados y de las iniquidades de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el escarnio de todos los que nos circundan. [17] Y ahora, oh Dios nuestro, escucha la oración de tu siervo y sus súplicas. Ilumine tu rostro tu santuario desolado, ¡por ti mismo, Señor! [18] Inclina, Dios mío, tu oído y escucha. Abre tus ojos y mira nuestras ruinas y la ciudad sobre la cual se invoca tu nombre. No, no nos apoyamos en nuestras obras justas para derramar ante ti nuestras súplicas, sino en tus grandes misericordias.

[19] ¡Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y obra! ¡No tardes más, por ti mismo, Dios mío, pues tu nombre se invoca sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.» [20] Todavía estaba yo hablando, haciendo mi oración, confesando mis pecados y los pecados de mi pueblo Israel, y derramando mi súplica ante Yahveh mi Dios, por el santo monte de mi Dios; [21] aún estaba hablando en oración, cuando Gabriel, el personaje que yo había visto en visión al principio, vino volando donde mí a la hora de la oblación de la tarde. [22] Vino y me habló. Dijo: «Daniel, he salido ahora para ilustrar tu inteligencia. [23] Desde el comienzo de tu súplica, una palabra se emitió y yo he venido a revelártela, porque tú eres el hombre de las predilecciones. Comprende la palabra, entiende la visión: [24] Setenta semanas están fijadas sobre tu pueblo y tu ciudad santa para poner fin a la rebeldía, para sellar los pecados, para expiar la culpa, para instaurar justicia eterna, para sellar visión y profecía, para ungir el santo de los santos.

[25] «Entiende y comprende: Desde el instante en que salió la orden de volver a construir Jerusalén, hasta un Príncipe Mesías, siete semanas y sesenta y dos semanas, plaza y foso serán reconstruidos, pero en la angustia de los tiempos. [26] Y después de las sesenta y dos semanas un mesías será suprimido, y no habrá para él... y destruirá la ciudad y el santuario el pueblo de un príncipe que vendrá. Su fin será en un cataclismo y, hasta el final, la guerra y los desastres decretados. [27] El concertará con muchos una firme alianza una semana; y en media semana hará cesar el sacrificio y la oblación, y en el ala del Templo estará la abominación de la desolación, hasta que la ruina decretada se derrame sobre el desolador.»

Capítulo 10

[1] El año tercero de Ciro, rey de Persia, una palabra fue revelada a Daniel, por sobrenombre Beltsassar. Palabra verdadera: gran lucha. El comprendió la palabra; le fue dada en visión su inteligencia.

[2] En aquel tiempo, yo, Daniel, hice penitencia durante tres semanas: [3] no comí alimento sabroso; ni carne ni vino entraron en mi boca, ni me ungí, hasta el término de estas tres semanas. [4] El día veinticuatro del primer mes, estando a orillas del río grande, el Tigris, [5] levanté los ojos para ver. Vi esto: Un hombre vestido de lino, ceñidos los lomos de oro puro: [6] su cuerpo era como de crisólito, su rostro, como el aspecto del relámpago, sus ojos como antorchas de fuego, sus brazos y sus piernas como el fulgor del bronce bruñido, y el son de sus palabras como el ruido de una multitud.

[7] Sólo yo, Daniel, contemplé esta visión: los hombres que estaban conmigo no veían la visión, pero un gran temblor les invadió y huyeron a esconderse. [8] Quedé yo solo contemplando esta gran visión; estaba sin fuerzas; se demudó mi rostro, desfigurado, y quedé totalmente sin fuerzas. [9] Oí el son de sus palabras y, al oírlo, caí desvanecido, rostro en tierra. [10] En esto una mano me tocó, haciendo castañear mis rodillas y las palmas de mis manos. [11] Y me dijo: «Daniel, hombre de las predilecciones, comprende las palabras que voy a decirte, e incorpórate, porque yo he sido enviado ahora donde ti.» Al decirme estas palabras me incorporé temblando. [12] Luego me dijo: «No temas, Daniel, porque desde el primer día en que tú intentaste de corazón comprender y te humillaste delante de tu Dios, fueron oídas tus palabras, y precisamente debido a tus palabras he venido yo.

[13] El Príncipe del reino de Persia me ha hecho resistencia durante veintiún días, pero Miguel, uno de los Primeros Príncipes, ha venido en mi ayuda. Le he dejado allí junto a los reyes de Persia [14] y he venido a manifestarte lo que le ocurrirá a tu pueblo al fin de los días. Porque hay todavía una visión para esos días.» [15] Al decirme estas palabras, di con mi rostro en tierra y quedé en silencio; [16] y he aquí que una figura de hijo de hombre me tocó los labios. Abrí la boca para hablar y dije a aquel que estaba delante de mí: «Señor mío, ante esta visión la angustia me invade y ya no tengo fuerzas. [17] Y ¿cómo este siervo de mi Señor podría hablar con mi Señor, cuando ahora las fuerzas me faltan y ni aliento me queda?» [18] El que tenía aspecto de hombre me tocó de nuevo y me reanimó.

[19] Me dijo: «No temas, hombre de las predilecciones; la paz sea contigo, cobra fuerza y ánimo.» Y, mientras me hablaba, me sentí reanimado y dije: «Hable mi Señor, porque me has confortado.» [20] Me dijo entonces: «¿Sabes por qué he venido donde ti? Y ahora volveré a luchar con el Príncipe de Persia: cuando haya terminado, verás que viene el Príncipe de Yaván. [21] Pero voy a revelarte lo que está consignado en el Libro de la Verdad. Nadie me presta ayuda para esto, excepto Miguel, vuestro Príncipe,

Capítulo 11

[1] mi apoyo para darme ayuda y sostenerme. [2] Pero ahora voy a revelarte la verdad. «Mira: En Persia habrá todavía tres reyes; el cuarto tendrá más riquezas que todos ellos, y cuando por su riqueza se haya hecho poderoso provocará a todos los reinos de Yaván. [3] Surgirá entonces un rey valeroso que dominará en un gran imperio y actuará a placer. [4] En trance de engrandecerse, su reino será quebrantado y repartido a los cuatro vientos del cielo, pero no entre su descendencia ni con un dominio como el que él había ejercido, porque su reino será extirpado y entregado a otros distintos de aquélla. [5] «El rey del Mediodía se hará fuerte; uno de sus príncipes se hará más fuerte que él y tendrá un imperio mayor que el suyo. [6] Algunos años después concertarán una alianza, y la hija del rey del Mediodía vendrá donde el rey del Norte para realizar el convenio. Pero no resistirá la fuerza de su brazo, ni subsistirá su descendencia: será entregada, ella y las personas de su séquito, así como su hijo y el que era su apoyo. En aquel tiempo, [7] se alzará en su lugar un retoño de sus raíces, que vendrá contra el ejército, entrará en la fortaleza del rey del Norte, y los tratará como vencedor.

[8] Sus mismos dioses, sus estatuas y sus objetos preciosos de plata y oro serán el botín que se llevará a Egipto, y durante algunos años se mantendrá a distancia del rey del Norte. [9] Este entrará en el reino del rey del Mediodía y luego regresará a su país. [10] Sus hijos se prepararán para la guerra y reunirán una gran multitud de tropas, y él vendrá, irrumpirá como un río, pasará y se levantará de nuevo en guerra hasta su fortaleza. [11] Entonces el rey del Mediodía, montando en cólera, saldrá a combatir contra el rey del Norte, que movilizará una gran multitud; pero esta multitud caerá en sus manos. [12] La multitud quedará aniquilada; su corazón se exaltará entonces, aplastará a miriadas de hombres, pero no durará su fuerza. [13] El rey del Norte volverá a la carga después de movilizar una multitud más numerosa que la primera, y al cabo de algunos años irrumpirá con un gran ejército y abundante aparato.

[14] Por entonces se levantarán muchos contra el rey del Mediodía y los violentos de entre los de tu pueblo se alzarán con ánimo de cumplir la visión, pero fracasarán. [15] Vendrá el rey del Norte, levantará trincheras y tomará una ciudad fortificada. Los brazos del rey del Mediodía no resistirán; ni siquiera lo mejor del pueblo tendrá fuerzas para resistir. [16] Aquel que avanza contra él le tratará a su capricho, sin que haya quien pueda resistirle: se establecerá en la Tierra del Esplendor, llevando en sus manos la destrucción. [17] Concebirá el proyecto de subyugar su reino entero; luego hará un pacto con él dándole una hija de las mujeres con el fin de destruirle, pero esto no se logrará ni resultará así. [18] Entonces se volverá hacia las islas y tomará un buen número de ellas; pero un magistrado pondrá fin a su ultraje sin que él pueda devolverle el ultraje. [19] «Luego se volverá hacia los baluartes de su país, pero tropezará, caerá y no se le encontrará más.

[20] En su lugar surgirá otro, que enviará un exactor contra el esplendor real: en pocos días será destruido, mas no en público ni en guerra. [21] «En su lugar se levantará un miserable, a quien no se le darán los honores reales. Se insinuará astutamente y se apoderará del reino por intrigas. [22] Las fuerzas invasoras se hundirán ante él y serán destruidas, así como también el Príncipe de una alianza. [23] Por medio de sus cómplices obrará con engaño y, aunque con poca gente, se irá haciendo fuerte. [24] Invadirá a placer los lugares ricos de la provincia y hará lo que no habían hecho ni sus padres ni los padres de sus padres: distribuirá entre ellos botín, despojos y riquezas, y tramará maquinaciones contra las fortalezas, aunque sólo por un tiempo. [25] «Incitará su fuerza y su corazón contra el rey del Mediodía con un gran ejército. El rey del Mediodía saldrá a la guerra con un ejército muy grande y muy poderoso, pero no podrá resistir, pues se tramarán contra él maquinaciones.

[26] Y los mismos que compartían sus manjares le destruirán; su ejército quedará hundido y caerán muchos muertos. [27] «En cuanto a los dos reyes, su corazón lleno de maldad, incluso sentados a la misma mesa, sólo se dirán mentiras; pero no lograrán nada, porque el tiempo fijado está aún por venir. [28] El volverá a su país con grandes riquezas, su corazón contra la Alianza santa; actuará y luego regresará a su país. [29] Llegado el momento, volverá de nuevo hacia el Mediodía, pero esta vez no resultará como la primera. [30] Vendrán contra él las naves de los Kittim, y se desanimará. Volverá atrás y se encorajinará furiosamente contra la Alianza santa, y una vez más tendrá en consideración a los que abandonen la Alianza santa. [31] «De su parte surgirán fuerzas armadas, profanarán el santuario — ciudadela, abolirán el sacrificio perpetuo y pondrán allí la abominación de la desolación.

[32] A los violadores de la Alianza los corromperá con halagos, pero el pueblo de los que conocen a su Dios se mantendrá firme y actuará. [33] Los doctos del pueblo instruirán a la multitud; mas sucumbirán bajo la espada y la llama, la cautividad y la expoliación, durante algún tiempo. [34] Cuando sucumban, recibirán poca ayuda; y muchos se unirán a ellos traidoramente. [35] Entre los doctos sucumbirán algunos, para que entre ellos haya quienes sean purgados, lavados y blanqueados, hasta el tiempo del Fin, porque el tiempo fijado está aún por venir. [36] «El rey actuará a placer; se engreirá y se exaltará por encima de todos los dioses, y contra el Dios de los dioses proferirá cosas inauditas; prosperará hasta que se haya colmado la Ira, — porque lo que está decidido se cumplirá. [37] No hará caso de los dioses de sus padres, no se cuidará del favorito de las mujeres ni de ningún otro dios; sólo a sí mismo se exaltará por encima de todos.

[38] En su lugar venerará al dios de las fortalezas; venerará con oro y plata, piedras preciosas y joyas, a un dios a quien sus padres no conocieron. [39] Pondrá como defensores de las fortalezas al pueblo de un dios extranjero; a los que le reconozcan, les colmará de honores dándoles dominio sobre muchos y repartiéndoles la tierra como recompensa. [40] «Al tiempo del Fin, el rey del Mediodía se enfrentará a él; el rey del Norte irrumpirá contra aquél con carros, jinetes y numerosas naves. Entrará en sus tierras, las invadirá y atravesará. [41] Vendrá a la Tierra del Esplendor, donde caerán muchos, pero de sus manos escaparán los siguientes: Edom, Moab y los restos de los ammonitas. [42] «Extenderá su mano sobre los países: ni el país de Egipto escapará. [43] Se apoderará de los tesoros de oro y plata y de todos los objetos preciosos de Egipto. Libios y kusitas le seguirán.

[44] Pero noticias venidas del Oriente y del Norte le turbarán; saldrá entonces con gran furor, con ánimo de destruir y exterminar a muchos. [45] Plantará sus tiendas reales entre el mar y el santo monte de la Tierra del Esplendor. Entonces llegará a su fin y nadie vendrá en su ayuda.

Capítulo 12

[1] «En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo se salvará tu pueblo: todos los que se encuentren inscritos en el Libro. [2] Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno. [3] Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad. [4] «Y tú, Daniel, guarda en secreto estas palabras y sella el libro hasta el tiempo del Fin. Muchos andarán errantes acá y allá, y la iniquidad aumentará.» [5] Yo, Daniel, miré y vi a otros dos que estaban de pie a una y otra parte del río. [6] Uno de ellos dijo al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: «¿Cuándo será el cumplimiento de estas maravillas?» [7] Y oí al hombre vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, jurar, levantando al cielo la mano derecha y la izquierda, por Aquel que vive eternamente: «Un tiempo, tiempos y medio tiempo, y todas estas cosas se cumplirán cuando termine el quebrantamiento de la fuerza del Pueblo santo.» [8] Yo oí, pero no comprendí. Luego dije: «Señor mío, ¿cuál será la última de estas cosas?» [9] Dijo: «Anda, Daniel, porque estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del Fin.

[10] Muchos serán lavados, blanqueados y purgados; los impíos seguirán haciendo el mal; ningún impío comprenderá nada; sólo los doctos comprenderán. [11] Contando desde el momento en que sea abolido el sacrificio perpetuo e instalada la abominación de la desolación: mil doscientos noventa días. [12] Dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientos treinta y cinco días. [13] Y tú, vete a descansar; te levantarás para recibir tu suerte al Fin de los días.»

Capítulo 13

[1] Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín. [2] Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que era muy bella y temerosa de Dios; [3] sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. [4] Joaquín era muy rico, tenía un jardín contiguo a su casa, y los judíos solían acudir donde él, porque era el más prestigioso de todos. [5] Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos, escogidos entre el pueblo, de aquellos de quienes dijo el Señor: «La iniquidad salió en Babilonia de los ancianos y jueces que se hacían guías del pueblo.» [6] Venían éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían algún litigio se dirigían a ellos.

[7] Cuando todo el mundo se había retirado ya, a mediodía, Susana entraba a pasear por el jardín de su marido. [8] Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los días, empezaron a desearla. [9] Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus justos juicios. [10] Estaban, pues, los dos apasionados por ella, pero no se descubrían mutuamente su tormento, [11] por vergüenza de confesarse el deseo que tenían de unirse a ella, [12] y trataban afanosamente de verla todos los días.

[13] Un día, después de decirse el uno al otro: «Vamos a casa, que es hora de comer», salieron y se fueron cada uno por su lado. [14] Pero ambos volvieron sobre sus pasos y se encontraron de nuevo en el mismo sitio. Preguntándose entonces mutuamente el motivo, se confesaron su pasión y acordaron buscar el momento en que pudieran sorprender a Susana a solas. [15] Mientras estaban esperando la ocasión favorable, un día entró Susana en el jardín como los días precedentes, acompañada solamente de dos jóvenes doncellas, y como hacía calor quiso bañarse en el jardín. [16] No había allí nadie, excepto los dos ancianos que, escondidos, estaban al acecho. [17] Dijo ella a las doncellas: «Traedme aceite y perfume, y cerrad las puertas del jardín, para que pueda bañarme.» [18] Ellas obedecieron, cerraron las puertas del jardín y salieron por la puerta lateral para traer lo que Susana había pedido; no sabían que los ancianos estaban escondidos.

[19] En cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron, fueron corriendo donde ella, [20] y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros te deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros. [21] Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que estaba contigo un joven y que por eso habías despachado a tus doncellas.» [22] Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me estrecha por todas partes! Si hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros. [23] Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo hecho que pecar delante del Señor.» [24] Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos gritaron también contra ella, [25] y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.

[26] Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos se precipitaron por la puerta lateral para ver qué ocurría, [27] y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de Susana. [28] A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos inicuos contra Susana para hacerla morir. [29] Y dijeron en presencia del pueblo: «Mandad a buscar a Susana, hija de Jilquías, la mujer de Joaquín.» Mandaron a buscarla, [30] y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de todos sus parientes. [31] Susana era muy delicada y de hermoso aspecto.

[32] Tenía puesto el velo, pero aquellos miserables ordenaron que se le quitase el velo para saciarse de su belleza. [33] Todos los suyos lloraban, y también todos los que la veían. [34] Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus manos sobre su cabeza. [35] Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía puesta su confianza en Dios. [36] Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros nos paseábamos solos por el jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y luego despachó a las doncellas. [37] Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se acostó con ella.

[38] Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta iniquidad, fuimos corriendo donde ellos. [39] Los sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle porque era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó. [40] Pero a ésta la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven. [41] No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.» La asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la condenaron a muerte. [42] Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo conoces antes que suceda, [43] tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí.» [44] El Señor escuchó su voz [45] y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, [46] que se puso a gritar: «¡Yo estoy limpio de la sangre de esta mujer!» [47] Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: «¿Qué significa eso que has dicho?» [48] El, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, hijos de Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una hija de Israel? [49] ¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han levantado contra ella!» [50] Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a Daniel: «Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya que Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad.» [51] Daniel les dijo entonces: «Separadlos lejos el uno del otro, y yo les interrogaré.» [52] Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: «Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu vida pasada, [53] dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: "No matarás al inocente y al justo." [54] Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos.» Respondió él: «Bajo una acacia.» [55] «En verdad — dijo Daniel — contra tu propia cabeza has mentido, pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por el medio.» [56] Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido tu corazón! [57] Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad.

[58] Ahora pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?» El respondió: «Bajo una encina.» [59] En verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para partirte por el medio, a fin de acabar con vosotros.» [60] Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a Dios que salva a los que esperan en él. [61] Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio [62] y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y aquel día se salvó una sangre inocente. [63] Jilquías y su mujer dieron gracias a Dios por su hija Susana, así como Joaquín su marido y todos sus parientes, por el hecho de que nada indigno se había encontrado en ella.

[64] Y desde aquel día en adelante Daniel fue grande a los ojos del pueblo.

Capítulo 14

[1] El rey Astiages fue a reunirse con sus padres, y le sucedió Ciro el Persa. [2] Daniel era comensal del rey y más honrado que ningún otro de sus amigos. [3] Tenían los babilonios un ídolo, llamado Bel, con el que se gastaban cada día doce artabas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis medidas de vino. [4] El rey también le veneraba y todos los días iba a adorarle. Daniel, en cambio, adoraba a su Dios. [5] El rey le dijo: «¿Por qué no adoras a Bel?» El respondió: «Porque yo no venero a ídolos hechos por mano humana, sino solamente al Dios vivo que hizo el cielo y la tierra y que tiene poder sobre toda carne.» [6] Díjole el rey: ¿Crees que Bel no es un dios vivo? ¿No ves todo lo que come y bebe a diario?» [7] Daniel se echó a reír: «Oh rey, no te engañes — dijo —, por dentro es de arcilla y por fuera de bronce, y eso no ha comido ni bebido jamás.» [8] Entonces el rey, montando en cólera, mandó llamar a sus sacerdotes y les dijo: «Si no me decís quién es el que come este dispendio, moriréis; pero si demostráis que el que lo come es Bel, morirá Daniel por haber blasfemado contra Bel.» [9] Daniel dijo al rey: «¡Hágase según tu palabra!» Eran setenta los sacerdotes de Bel, sin contar las mujeres y los hijos.

[10] El rey se dirigió, pues, con Daniel al templo de Bel, [11] y los sacerdotes de Bel le dijeron: «Mira, nosotros vamos a salir de aquí; tú, oh rey, manda poner la comida y el vino mezclado; luego cierra la puerta y séllala con tu anillo; si mañana por la mañana, cuando vuelvas, no encuentras que Bel se lo ha comido todo, moriremos nosotros; en caso contrario, morirá Daniel que nos ha calumniado.» [12] Estaban ellos tranquilos, porque se habían hecho una entrada secreta debajo de la mesa y por allí entraban normalmente a llevarse las ofrendas. [13] En cuanto salieron y el rey depositó la comida ante Bel, [14] Daniel mandó a sus criados que trajeran ceniza y la esparcieran por todo el suelo del templo, sin más testigo que el rey. Luego salieron, cerraron la puerta, la sellaron con el anillo real, y se fueron. [15] Los sacerdotes vinieron por la noche, como de costumbre, con sus mujeres y sus hijos, y se lo comieron y bebieron todo.

[16] El rey se levantó muy temprano y Daniel con él. [17] El rey le preguntó: «Daniel, ¿están intactos los sellos?» — «Intactos, oh rey», respondió él. [18] Nada más abierta la puerta, el rey echó una mirada a la mesa y gritó en alta voz: «¡Grande eres, Bel, y no hay en ti engaño alguno!» [19] Daniel se echó a reír y, deteniendo al rey para que no entrara más adentro, le dijo: «Mira, mira al suelo, y repara de quién son esas huellas.» [20] — «Veo huellas de hombres, de mujeres y de niños», dijo el rey; [21] y, montando en cólera, mandó detener a los sacerdotes con sus mujeres y sus hijos. Ellos le mostraron entonces la puerta secreta por la que entraban a consumir lo que había sobre la mesa.

[22] Y el rey mandó matarlos y entregó a Bel en manos de Daniel, el cual lo destruyó, así como su templo. [23] Habían también una gran serpiente a la que los babilonios veneraban. [24] El rey dijo a Daniel: «¿Vas a decir también que ésta es de bronce? Mira, está viva y come y bebe: no puedes decir que no es un dios vivo; así que adórale.» [25] Daniel respondió: «Yo adoro sólo al Señor mi Dios; él es el Dios vivo. Mas tú, oh rey, dame permiso y yo mataré a esta serpiente sin espada ni estaca.» [26] Dijo el rey: «Te lo doy.» [27] Daniel tomó entonces pez, grasa y pelos, lo coció todo junto e hizo con ello unas bolitas que echó en las fauces de la serpiente; la serpiente las tragó y reventó. Y dijo Daniel: «¡Mirad qué es lo que veneráis!» [28] Al enterarse los babilonios, se enfurecieron mucho; se amotinaron contra el rey y dijeron: «El rey se ha hecho judío: ha destruido a Bel, ha matado a la serpiente, y a los sacerdotes los ha asesinado.» [29] Fueron, pues, a decir al rey: «Entréganos a Daniel; si no, te mataremos a ti y a toda tu casa.» [30] Ante esta gran violencia, el rey se vio obligado a entregarles a Daniel.

[31] Ellos le echaron en el foso de los leones, donde estuvo seis días. [32] Había en el foso siete leones a los que se les daba diariamente dos cadáveres y dos carneros; entonces no se les dio nada, para que devoraran a Daniel. [33] Estaba a la sazón en Judea el profeta Habacuc: acababa de preparar un cocido y de desmenuzar pan en un plato, y se dirigía al campo a llevárselo a los segadores. [34] El ángel del Señor dijo a Habacuc: «Lleva esa comida que tienes a Babilonia, a Daniel que está en el foso de los leones.» [35] «Señor — dijo Habacuc — no he visto jamás Babilonia ni conozco ese foso.» [36] Entonces el ángel del Señor le agarró por la cabeza y, llevándole por los cabellos, le puso en Babilonia, encima del foso, con la rapidez de su soplo.

[37] Habacuc gritó: «Daniel, Daniel, toma la comida que el Señor te ha enviado.» [38] Y dijo Daniel; «Te has acordado de mí, Dios mío, y no has abandonado a los que te aman.» [39] Y Daniel se levantó y se puso a comer, mientras el ángel de Dios volvía a llevar al instante a Habacuc a su lugar. [40] El día séptimo, vino el rey a llorar a Daniel; se acercó al foso, miró, y he aquí que Daniel estaba allí sentado. [41] Entonces exclamó: «Grande eres, Señor, Dios de Daniel, y no hay otro Dios fuera de ti.» [42] Luego mandó sacarle y echar allá a aquellos que habían querido perderle, los cuales fueron al instante devorados en su presencia.

OSEAS

Capítulo 1

[1] Palabra de Yahveh que fue dirigida a Oseas, hijo de Beerí, en tiempo de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá, y en tiempo de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel. [2] Comienzo de lo que habla Yahveh por Oseas. Dijo Yahveh a Oseas: «Ve, tómate una mujer dada a la prostitución e hijos de prostitución, porque la tierra se está prostituyendo enteramente, apartándose de Yahveh.» [3] Fue él y tomó a Gómer, hija de Dibláyim, la cual concibió y le dio a luz un hijo. [4] Yahveh le dijo: «Ponle el nombre de Yizreel, porque dentro de poco visitaré yo la casa de Jehú por la sangre derramada en Yizreel, y pondré fin al reinado de la casa de Israel. [5] Aquel día romperé el arco de Israel en el valle de Yizreel.» [6] Concibió ella de nuevo y dio a luz una hija. Y Yahveh dijo a Oseas: «Ponle el nombre de "Nocompadecida", porque yo no me compadeceré más de la casa de Israel, soportándoles todavía.

[7] (Pero de la casa de Judá me compadeceré y los salvaré por Yahveh su Dios. No los salvaré con arco ni espada ni guerra, ni con caballos ni jinetes.)» [8] Después de destetar a «Nocompadecida», concibió otra vez y dio a luz un hijo. [9] Y dijo Yahveh: «Ponle el nombre de "Nomipueblo", porque vosotros no sois mi pueblo ni yo soy para vosotros El-Que-Soy.»

Capítulo 2

[1] El número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se mide ni se cuenta. Y en el lugar mismo donde se les decía «Nomipueblo», se les dirá: «Hijosde-Diosvivo.» [2] Se juntarán los hijos de Judá y los hijos de Israel en uno, se pondrán un solo jefe, y desbordarán de la tierra, porque será grande el día de Yizreel. [3] Decid a vuestros hermanos: «Mi pueblo», y a vuestras hermanas: «Compadecida». [4] ¡Pleitead con vuestra madre, pleitead, porque ella ya no es mi mujer, y yo no soy su marido! ¡Que quite de su rostro sus prostituciones y de entre sus pechos sus adulterios; [5] no sea que yo la desnude toda entera, y la deje como el día en que nació, la ponga hecha un desierto, la reduzca a tierra árida, y la haga morir de sed! [6] Ni de sus hijos me compadeceré, porque son hijos de prostitución. [7] Pues su madre se ha prostituido, se ha deshonrado la que los concibió, cuando decía: «Me iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas.» [8] Por eso, yo cercaré su camino con espinos, la cercaré con seto y no encontrará más sus senderos; [9] perseguirá a sus amantes y no los alcanzará, los buscará y no los hallará. Entonces dirá: «Voy a volver a mi primer marido, que entonces me iba mejor que ahora.» [10] No había conocido ella que era yo quien le daba el trigo, el mosto y el aceite virgen, ¡la plata yo se la multiplicaba, y el oro lo empleaban en Baal! [11] Por eso volveré a tomar mi trigo a su tiempo y mi mosto a su estación, retiraré mi lana y mi lino que habían de cubrir su desnudez. [12] Y ahora descubriré su vergüenza a los ojos de sus amantes, y nadie la librará de mi mano. [13] Haré cesar todo su regocijo, sus fiestas, sus novilunios, sus sábados, y todas sus solemnidades. [14] Arrasaré su viñedo y su higuera, de los que decía: «Ellos son mi salario, que me han dado mis amantes»; en matorral los convertiré, y la bestia del campo los devorará. [15] La visitaré por los días de los Baales, cuando les quemaba incienso, cuando se adornaba con su anillo y su collar y se iba detrás de sus amantes, olvidándose de mí, — oráculo de Yahveh.

[16] Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón. [17] Allí le daré sus viñas, el valle de Akor lo haré puerta de esperanza; y ella responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto. [18] Y sucederá aquel día — oráculo de Yahveh — que ella me llamará: «Marido mío», y no me llamará más: «Baal mío.» [19] Yo quitaré de su boca los nombres de los Baales, y no se mentarán más por su nombre. [20] Haré en su favor un pacto el día aquel con la bestia del campo, con el ave del cielo, con el reptil del suelo; arco, espada y guerra los quebraré lejos de esta tierra, y haré que ellos reposen en seguro. [21] Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho en amor y en compasión, [22] te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahveh.

[23] Y sucederá aquel día que yo responderé — oráculo de Yahveh — responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra; [24] la tierra responderá al trigo, al mosto y al aceite virgen, y ellos responderán a Yizreel. [25] Yo la sembraré para mí en esta tierra, me compadeceré de «Nocompadecida», y diré a «Nomipueblo»: Tú «Mi pueblo», y él dirá: «¡Mi Dios!»

Capítulo 3

[1] Yahveh me dijo: «Ve otra vez, ama a una mujer que ama a otro y comete adulterio, como ama Yahveh a los hijos de Israel, mientras ellos se vuelven a otros dioses y gustan de las tortas de uva.» [2] Yo me la compré por quince siclos de plata y carga y media de cebada. [3] Y le dije: «Durante muchos días te me quedarás quieta sin prostituirte ni ser de ningún hombre, y yo haré lo mismo contigo.» [4] Porque durante muchos días se quedarán los hijos de Israel sin rey ni príncipe, sin sacrificios ni estela, sin efod ni terafim. [5] Después volverán los hijos de Israel; buscarán a Yahveh su Dios y a David, su rey, y acudirán con temor a Yahveh y a sus bienes en los días venidores.

Capítulo 4

[1] Escuchad la palabra de Yahveh, hijos de Israel, que tiene pleito Yahveh con los habitantes de esta tierra, pues no hay ya fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra; [2] sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a sangre. [3] Por eso, la tierra está en duelo, y se marchita cuanto en ella habita, con las bestias del campo y las aves del cielo; y hasta los peces del mar desaparecen. [4] ¡Pero nadie pleitee ni reprenda nadie, pues sólo contigo, sacerdote, es mi pleito! [5] En pleno día tropezarás tú, también el profeta tropezará contigo en la noche, y yo haré perecer a tu madre. [6] Perece mi pueblo por falta de conocimiento. Ya que tú has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio; ya que tú has olvidado la Ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos. [7] Todos, cuantos son, han pecado contra mí, han cambiado su Gloria por la Ignominia. [8] Del pecado de mi pueblo comen y hacia su culpa llevan su avidez. [9] Mas será del sacerdote lo que sea del pueblo: yo le visitaré por su conducta y sus obras le devolveré. [10] Comerán, pero no se saciarán, se prostituirán, pero no proliferarán, porque han abandonado a Yahveh para dedicarse [11] a la prostitución. El vino y el mosto arrebatan el seso. [12] Mi pueblo consulta a su madero, y su palo le adoctrina, porque un espíritu de prostitución le extravía, y se prostituyen sacudiéndose de su Dios. [13] En las cimas de los montes sacrifican, en las colinas queman incienso, bajo la encina, el chopo o el terebinto, ¡porque es buena su sombra! Por eso, si se prostituyen vuestras hijas y vuestras nueras cometen adulterio, [14] no visitaré yo a vuestras hijas porque se prostituyan ni a vuestras nueras porque cometan adulterio, pues que ellos también se retiran con esas prostitutas y sacrifican con las consagradas a la prostitución; ¡y el pueblo, insensato, se pierde! [15] Si tú, Israel, te prostituyes, que no se haga culpable Judá. ¡No vayáis a Guilgal, No subáis a Bet Aven, no juréis «por vida de Yahveh»! [16] Ya que Israel se ha embravecido cual vaca brava, ¿los va a apacentar ahora Yahveh como a un cordero en ancho prado? [17] Efraím se ha apegado a sus ídolos, ¡déjale! [18] En saliendo de beber se prostituyen más y más, prefieren a su Prez la Ignominia. [19] El viento los cerrará entre sus alas, y se avergonzarán de sus sacrificios.

Capítulo 5

[1] Escuchad esto, sacerdotes, estad atentos, casa de Israel, casa real, prestad oído, porque el juicio es cosa vuestra; pero vosotros habéis sido un lazo en Mispá, y una red tendida en el Tabor. [2] Han ahondado la fosa de Sittim, mas yo seré castigo para todos ellos. [3] Yo conozco a Efraím, e Israel no se me oculta. Sí, tú te has prostituido, Efraím, e Israel se ha contaminado, [4] No les permiten sus obras volver a su Dios, pues un espíritu de prostitución hay dentro de ellos, y no conocen a Yahveh. [5] El orgullo de Israel testifica contra él; Israel y Efraím tropiezan por sus culpas, y también Judá tropieza con ellos. [6] Con su ganado menor y mayor irán en busca de Yahveh, pero no lo encontrarán: ¡se ha retirado de ellos! [7] Han sido infieles a Yahveh, han engendrado hijos bastardos; pues ahora los va a devorar el novilunio juntamente con sus campos.

[8] Tocad el cuerno en Guibeá, la trompeta en Ramá, dad la alarma en Bet Aven, ¡detrás de ti, Benjamín! [9] Efraím será una desolación el día del castigo; en las tribus de Israel hago saber cosa segura. [10] Los príncipes de Judá son como los que desplazan los linderos, sobre ellos voy a derramar como agua mi furor. [11] Está oprimido Efraím, quebrantado el juicio, porque se complace en ir tras la Vanidad. [12] Pues yo he de ser como polilla para Efraím, como carcoma para la casa de Judá. [13] Efraím ha visto su dolencia y Judá su llaga. Efraím entonces ha sido a Asiria, y Judá ha mandado mensaje al gran rey; pero éste no podrá sanaros ni curar vuestra llaga. [14] Porque yo soy como un león para Efraím, como un leoncillo para la casa de Judá. Yo, yo mismo desgarraré y me iré, arrebataré y no habrá quien salve. [15] Voy a volverme a mi lugar, hasta que hayan expiado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán.

Capítulo 6

[1] «Venid, volvamos a Yahveh, pues él ha desgarrado y él nos curará, él ha herido y él nos vendará. [2] Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos. [3] Conozcamos, corramos al conocimiento de Yahveh: cierta como la aurora es su salida; vendrá a nosotros como la lluvia temprana, como la lluvia tardía que riega la tierra.» [4] ¿Qué he de hacer contigo, Efraím? ¿Qué he de hacer contigo, Judá? ¡Vuestro amor es como nube mañanera, como rocío matinal, que pasa! [5] Por eso les he hecho trizas por los profetas, los he matado por las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la luz. [6] Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos.

[7] Pero ellos en Adam han violado la alianza, allí me han sido infieles. [8] Galaad es ciudad de malhechores, llena de huellas de sangre. [9] Como emboscada de bandidos es la pandilla de sacerdotes: asesinan por el camino de Siquem, y cometen infamia. [10] Cosa horrible he visto en Betel: allí se prostituye Efraím y se contamina Israel. [11] También para ti, Judá, hay preparada una cosecha, cuando yo cambie la suerte de mi pueblo.

Capítulo 7

[1] Cuando yo quiero sanar a Israel, se descubre la culpa de Efraím y las maldades de Samaría; porque practican la mentira, y mientras el ladrón entra dentro se despliega la pandilla afuera. [2] Y no se dicen en su corazón que yo me acuerdo de toda su maldad. Ahora les envuelven sus obras, ante mi rostro están. [3] Con su maldad recrean al rey, con sus mentiras a los príncipes. [4] Todos ellos, adúlteros, son como un horno ardiente, que el panadero deja de atizar desde que amasa la pasta hasta que fermenta. [5] En el día de nuestro rey los príncipes enferman por el ardor del vino, ¡y aquél tiende la mano a chocarreros! [6] Cuando acechan, su corazón es como un horno en sus intrigas: toda la noche duerme el panadero, y a la mañana él quema con fuego llameante. [7] Todos están calientes como un horno, y devoran a sus propios jueces. Todos sus reyes han caído, y ninguno entre ellos clama a mí.

[8] Efraím se mezcla con los pueblos, Efraím es una torta a la que no se ha dado vuelta. [9] Extranjeros devoran su fuerza, ¡y él no lo sabe! Ya las canas blanquean en él, ¡y él no lo sabe! [10] El orgullo de Israel testifica contra él, pero no se vuelven a Yahveh su Dios, con todo esto, no le buscan. [11] Efraím es cual ingenua paloma, sin cordura; llaman a Egipto, acuden a Asiria. [12] Dondequiera que vayan, yo echaré mi red sobre ellos, como ave del cielo los haré caer y los visitaré por su maldad. [13] ¡Ay de ellos, que de mí se han alejado! ¡Ruina sobre ellos por haberse rebelado contra mí! Yo los rescataría, pero ellos dicen contra mí mentiras. [14] Y no claman a mí de corazón cuando gimen en sus lechos; por el trigo y el mosto se hacen incisiones se rebelan contra mí. [15] Yo fortalecí su brazo, ¡y ellos contra mí maquinan el mal! [16] Se vuelven a lo que no es nada, son como un arco engañoso. Caerán a espada sus príncipes, por la iracundia de su lengua: ¡tal será su escarnio en el país de Egipto!

Capítulo 8

[1] ¡Emboca la trompeta! Como un águila cae el mal sobre la casa de Yahveh; porque han quebrantado mi alianza y han sido rebeldes a mi Ley. [2] Ellos me gritan: «¡Dios mío, los de Israel te conocemos!» [3] Pero Israel ha rechazado el bien: ¡el enemigo le perseguirá! [4] Han puesto reyes sin contar conmigo, han puesto príncipes sin saberlo yo. Con su plata y su oro se han hecho ídolos, ¡para ser encarcelados! [5] ¡Tu becerro repele, Samaría! Mi cólera se ha inflamado contra ellos: ¿hasta cuándo no podrán purificarse? [6] Porque viene de Israel, un artesano ha hecho eso, y eso no es Dios. Sí, quedará hecho trizas el becerro de Samaría. [7] Pues que viento siembran, segarán tempestad: tallo que no tendrá espiga, que no dará harina; y si la da, extranjeros la tragarán.

[8] ¡Tragado ha sido Israel! Están ahora entre las naciones como un objeto que nadie quiere. [9] Porque han subido a Asiria, ese onagro solitario; Efraím se ha comprado amores; [10] aunque los compre entre las naciones, yo los voy a reunir ahora y pronto sufrirán bajo la carga del rey de príncipes. [11] Efraím ha multiplicado los altares para pecar, sólo para pecar le han servido los altares. [12] Aunque yo escriba para él las excelencias de mi ley, por cosa extraña se las considera. [13] ¡Ya pueden ofrecer sacrificios en mi honor, y comerse la carne! Yahveh no los acepta; ahora recordará sus culpas y visitará sus pecados: ellos volverán a Egipto.

[14] Olvida Israel a su Hacedor, edifica palacios; Judá multiplica las ciudades fuertes. Pero yo prenderé fuego a sus ciudades, que devorará sus alcázares.

Capítulo 9

[1] No te regocijes, Israel, no jubiles como los pueblos, pues te has prostituido, lejos de tu Dios, y amas ese salario sobre todas las eras de grano. [2] Ni la era ni el lagar los alimentarán, y el mosto los dejará corridos. [3] No habitarán ya en la tierra de Yahveh: Efraím volverá a Egipto, y en Asiria comerán viandas impuras. [4] No harán a Yahveh libaciones de vino, ni sus sacrificios le serán gratos: cual pan de duelo será para ellos, cuantos lo coman se harán impuros; pues su pan será para ellos solos, no entrará en la Casa de Yahveh. [5] ¿Qué haréis el día de solemnidad, el día de la fiesta de Yahveh? [6] Vedlos que han escapado de la devastación: Egipto los recogerá, Menfis los sepultará; sus tesoros de plata, la ortiga los heredará, la zarza llenará sus tiendas.

[7] Han llegado los días de la visita, han llegado los días de la retribución. ¡Lo sabrá Israel! — «¡El profeta es un necio, un loco el hombre del espíritu!» — Por la grandeza de tu culpa, grande será la hostilidad. [8] Vigila a Efraím, con mi Dios, el profeta: lazos se le tienden en todos sus caminos, hostilidad en la Casa de su Dios. [9] Han llegado al fondo de la corrupción, como en los días de Guibeá; él recordará sus culpas y visitará sus pecados. [10] Como uvas en desierto encontré yo a Israel, como breva de higuera en sus primicias vi a vuestros padres. Pero al llegar ellos a Baal Peor se consagraron a la Infamia, y se hicieron abominables como el objeto de su amor. [11] A Efraím, como un pájaro, se le vuela su gloria, desde el nacimiento, desde el seno, desde la concepción. [12] Y aunque críen a sus hijos, yo les privaré de ellos antes que se hagan hombres: y ¡ay de ellos también cuando yo los abandone! [13] Efraím, tal lo he visto, era como Tiro plantada en la pradera, pero Efraím tendrá que sacar sus hijos al verdugo. [14] Dales, Yahveh..., ¿qué les darás? ¡Dales seno que aborte y pechos secos! [15] Toda su maldad apareció en Guilgal, sí, allí les cobré odio. Por la maldad de sus acciones, de mi Casa los expulsaré; ya no he de amarlos más: rebeldes son todos sus príncipes. [16] Efraím ha sido herido, su raíz está seca, ya no darán fruto. Aunque den a luz, yo haré morir el tesoro de su seno. [17] Mi Dios los rechazará porque no le han escuchado, y andarán errantes entre las naciones.

Capítulo 10

[1] Vid frondosa era Israel produciendo fruto a su aire: cuanto más aumentaba su fruto, más aumentaba los altares; cuanto mejor era su tierra, mejores hacía las estelas. [2] Su corazón es doble, mas ahora van a expiar; él romperá sus altares, demolerá sus estelas. [3] Entonces dirán: «No tenemos rey, porque no hemos temido a Yahveh, y el rey, ¿qué haría por nosotros? [4] Pronuncian palabras, juramentos vanos, conclusión de alianzas, y el juicio florece como hierba venenosa en los surcos del campo. [5] Por el becerro de Bet Aven tiemblan los habitantes de Samaría; sí, por él hace duelo su pueblo, por él sus sacerdotes: ¡que exulten por su gloria, porque ha emigrado lejos de él! [6] El también será llevado a Asiria, como ofrenda para el gran rey. Efraím recogerá vergüenza, e Israel quedará corrida de su plan. [7] ¡Se ha acabado Samaría! Su rey es como espuma sobre la haz del agua. [8] Serán destruidos los altos de Aven, el pecado de Israel. Espinas y zarzas treparán por sus altares. Dirán entonces a los montes: «¡Cubridnos!» y a las colinas: «¡Caed sobre nosotros!» [9] Desde los días de Guibeá, has pecado, Israel, ¡allí se han plantado! ¿No los alcanzará en Guibeá la guerra, a los hijos de la injusticia? [10] Voy a venir a visitarlos, y se aliarán pueblos contra ellos, cuando sean visitados por su doble culpa.

[11] Efraím era una novilla domesticada, que gustaba de la trilla; yo pasé el yugo sobre su hermoso cuello; uncí el carro a Efraím, Judá araba, Jacob rastrillaba. [12] Sembraos simiente de justicia, recoged cosecha de amor, desbarbechad lo que es barbecho; ya es tiempo de buscar a Yahveh, hasta que venga a lloveros justicia. [13] Habéis arado maldad, injusticia habéis segado, habéis comido fruto de mentira. Por haber confiado en tus carros, en la multitud de tus valientes, [14] tumulto de guerra se alzará en tu pueblo, y todas tus fortalezas serán devastadas, como Salmán devastó a Bet Arbel el día de la batalla, cuando la madre fue estrellada sobre sus hijos. [15] Eso ha hecho con vosotros Betel por vuestra redoblada maldad. ¡A la aurora desaparecerá el rey de Israel!

Capítulo 11

[1] Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo. [2] Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: a los Baales sacrificaban, y a los ídolos ofrecían incienso. [3] Yo enseñé a Efraím a caminar, tomándole por los brazos, pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos. [4] Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer. [5] Volverá al país de Egipto, y Asur será su rey, porque se han negado a convertirse. [6] Hará estragos la espada en sus ciudades, aniquilará sus cerrojos y devorará, por sus perversos planes.

[7] Mi pueblo tiene querencia a su infidelidad; cuando a lo alto se les llama, ni uno hay que se levante. [8] ¿Cómo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte, Israel? ¿Voy a dejarte como a Admá, y hacerte semejante a Seboyim? Mi corazón está en mí trastornado, y a la vez se estremecen mis entrañas. [9] No daré curso al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraím, porque soy Dios, no hombre; en medio de ti yo soy el Santo, y no vendré con ira. [10] En pos de Yahveh marcharán, él rugirá como un león; y cuando ruja él, los hijos vendrán azorados de occidente, [11] azorados vendrán de Egipto, como un pájaro, como paloma desde el país de Asiria; y yo les asentaré en sus casas — oráculo de Yahveh —.

Capítulo 12

[1] Efraím me ha rodeado de mentira, de engaño la casa de Israel. (Pero Judá todavía está con Dios, y sigue fiel al Santo.) [2] Efraím se apacienta de viento, anda tras el solano todo el día; mentira y pillaje multiplica, hacen alianza con Asiria y llevan aceite a Egipto. [3] Yahveh tiene pleito con Judá, va a visitar a Jacob, según su conducta, según sus obras le devolverá. [4] En el seno materno suplantó a su hermano, y de mayor luchó con Dios. [5] Luchó con el ángel y le pudo, lloró y le imploró gracia. En Betel le encontró y allí habló con nosotros. [6] Sí, Yahveh Dios Sebaot, Yahveh es su renombre. [7] Y tú volverás, gracias a tu Dios: observa amor y derecho, y espera en tu Dios siempre. [8] Canaán tiene en su mano balanzas tramposas, es amigo de explotar. [9] Y Efraím dice: «Sí, me he enriquecido, me ha fraguado una fortuna.» ¡Ninguna de sus ganancias se hallará, por el pecado de que se ha hecho culpable! [10] Yo soy Yahveh, tu Dios, desde el país de Egipto: aún te haré morar en tiendas como en los días del Encuentro; [11] hablaré a los profetas, multiplicaré las visiones, y por medio de los profetas hablaré en parábolas.

[12] Si Galaad es iniquidad, ellos no son más que mentira. En Guilgal sacrifican toros; por eso sus altares serán como escombros sobre los surcos de los campos. [13] Huyó Jacob a la campiña de Aram, sirvió Israel por una mujer, por una mujer guardó rebaños. [14] Por un profeta subió Yahveh a Israel de Egipto, y por un profeta fue guardado. [15] Efraím le ha irritado amargamente: él dejará su sangre sobre él, su Señor le pagará su agravio.

Capítulo 13

[1] Cuando hablaba Efraím, cundía el terror, se había impuesto en Israel, pero se hizo culpable con Baal y murió. [2] Y todavía continúan pecando: se han hecho imágenes fundidas, con su plata, ídolos de su invención: ¡obra de artesanos todo ello! ¡Con ellos hablan los que sacrifican hombres que envían besos a becerros! [3] Por eso serán como nube mañanera, como rocío matinal que pasa, como paja aventada de la era, como humo por la ventana. [4] Pero yo soy Yahveh, tu Dios, desde el país de Egipto. No conoces otro Dios fuera de mí, ni hay más salvador que yo. [5] Yo te conocí en el desierto, en la tierra ardorosa. [6] Cuando estaban en su pasto se saciaron, se saciaron y se engrió su corazón, por eso se olvidaron de mí. [7] Pues yo seré para ellos cual león, como leopardo en el camino acecharé. [8] Caeré sobre ellos como osa privada de sus cachorros, desgarraré las telas de su corazón, los devoraré allí mismo cual leona, la bestia del campo los despedazará.

[9] Tu destrucción ha sido, Israel, porque sólo en mí estaba tu socorro. [10] ¿Dónde está, pues, tu rey, para que te salve, y en todas tus ciudades tus jueces? aquellos de quienes tú decías: «Dame rey y príncipes.» [11] Rey en mi cólera te doy, y te lo quito en mi furor. [12] Encerrada está la culpa de Efraím, bien guardado su pecado. [13] Dolores de parturienta le asaltan, pero él es un hijo necio que no se presenta a tiempo por donde rompen los hijos. [14] ¿De la garra del seol los libraré, de la muerte los rescataré? ¿Dónde están, muerte, tus pestes, dónde tu contagio, seol? La compasión está oculta a mis ojos. [15] Aunque Efraím dé fruto entre sus hermanos, el solano llegará, el viento de Yahveh subirá del desierto, para que se seque su manantial, y se agote su fuente; él arrebatará el tesoro de todos los objetos preciosos.

Capítulo 14

[1] Rea de castigo es Samaría, porque se rebeló contra su Dios. A espada caerán, serán sus niños estrellados, y reventadas sus mujeres encinta. [2] Vuelve, Israel, a Yahveh tu Dios, pues has tropezado por tus culpas. [3] Tomad con vosotros palabras, y volved a Yahveh. Decidle: «Quita toda culpa; toma lo que es bueno; y en vez de novillos te ofreceremos nuestros labios. [4] Asiria no nos salvará, no montaremos ya a caballo, y no diremos más "Dios nuestro" a la obra de nuestros manos, oh tú, en quien halla compasión el huérfano.» [5] — Yo sanaré su infidelidad, los amaré graciosamente; pues mi cólera se ha apartado de él, [6] seré como rocío para Israel: él florecerá como el lirio, y hundirá sus raíces como el Líbano. [7] Sus ramas se desplegarán, como el del olivo será su esplendor, y su fragancia como la del Líbano. [8] Volverán a sentarse a mi sombra; harán crecer el trigo, florecerán como la vid, su renombre será como el del vino del Líbano. [9] Efraím... ¿qué tiene aún con los ídolos? Yo le atiendo y le miro. Yo soy como un ciprés siempre verde, y gracias a mí se te halla fruto.

[10] ¿Quién es sabio para entender estas cosas, inteligente para conocerlas?: Que rectos son los caminos de Yahveh, por ellos caminan los justos, mas los rebeldes en ellos tropiezan.

JOEL

Capítulo 1

[1] Palabra de Yahveh que fue dirigida a Joel, hijo de Petuel. [2] ¡Oíd esto, ancianos, prestad oído, habitantes todos de la tierra! ¿Sucedió algo semejante en vuestros días, o en los días de vuestros padres? [3] Contádselo a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la otra generación. [4] Lo que dejó la oruga lo devoró la langosta, lo que dejó la langosta lo devoró el pulgón, lo que dejó el pulgón lo devoró el saltón. [5] ¡Despertad, borrachos, y llorad, gemid todos los bebedores de vino, por el licor que se os ha quitado de la boca! [6] Porque una nación ha subido contra mi tierra, fuerte e innumerable: sus dientes son dientes de león, y tienen muelas de leona. [7] En desolación ha dejado mi viña, destrozada mi higuera: la ha pelado del todo y derribado, y sus ramas han quedado blancas.

[8] ¡Suspira tú como virgen ceñida de sayal por el esposo de su juventud! [9] Oblación y libación han sido arrancadas de la Casa de Yahveh. En duelo están los sacerdotes, los ministros de Yahveh. [10] El campo ha sido arrasado, en duelo está el suelo, porque el grano ha sido arrasado, ha faltado el mosto, y el aceite virgen se ha agotado. [11] ¡Consternaos, labradores, gemid, viñadores, por el trigo y la cebada, porque se ha perdido la cosecha del campo! [12] Se ha secado la viña, se ha amustiado la higuera, granado, palmera, manzano, todos los árboles del campo están secos. ¡Sí, se ha secado la alegría de entre los hijos de hombre! [13] ¡Ceñíos y plañid, sacerdotes, gemid, ministros del altar; venid, pasad la noche en sayal, ministros de mi Dios, porque a la Casa de vuestro Dios se le ha negado oblación y libación!

[14] Promulgad un ayuno, llamad a concejo, reuníos, ancianos, y vosotros todos, habitantes de la tierra, en la Casa de Yahveh, vuestro Dios, y clamad a Yahveh: [15] «¡Ay, el Día, que está cerca el Día de Yahveh, ya llega como devastación de Sadday!» [16] ¿No ha sido arrancada la comida de delante de nuestros ojos, y de la Casa de nuestro Dios la alegría y el júbilo? [17] Se han podrido los granos bajo los terrones; los graneros han sido devastados, derruidos los silos, porque falta el grano.

[18] ¡Cómo muge el ganado, cómo vagan sin rumbo los rebaños de vacas, porque no hay pastor para ellos! ¡Hasta los rebaños de ovejas tienen que expiar! [19] A ti clamo, Yahveh, porque el fuego ha devorado los pastizales del desierto, la llama ha abrasado todos los árboles del campo.

[20] Hasta las bestias del campo jadean tras de ti, porque están secas las corrientes de agua, y el fuego ha devorado los pastizales del desierto.

Capítulo 2

[1] ¡Tocad el cuerno en Sión, clamad en mi monte santo! ¡Tiemblen todos los habitantes del país, porque llega el Día de Yahveh, porque está cerca! [2] ¡Día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y densa niebla! Como la aurora sobre los montes se despliega un pueblo numeroso y fuerte, como jamás hubo otro, ni lo habrá después de él en años de generación en generación. [3] Delante de él devora el fuego, detrás de él la llama abrasa. Como un jardín de Edén era delante de él la tierra, detrás de él, un desierto desolado. ¡No hay escape ante él! [4] Aspecto de corceles es su aspecto, como jinetes, así corren.

[5] Como estrépito de carros, por las cimas de los montes saltan, como el crepitar de la llama de fuego que devora hojarasca; ¡como un pueblo poderoso en orden de batalla! [6] Ante él se estremecen los pueblos, todos los rostros mudan de color. [7] Corren como bravos, como guerreros escalan las murallas; cada uno va por su camino, y no intercambian su ruta. [8] Nadie tropieza con su vecino, van cada cual por su calzada; a través de los dardos arremeten sin romper la formación. [9] Sobre la ciudad se precipitan, corren por la muralla, hasta las casas suben, a través de las ventanas entran como ladrones.

[10] ¡Ante él tiembla la tierra, se estremecen los cielos, el sol y la luna se oscurecen, y las estrellas retraen su fulgor!

[11] Ya da Yahveh la voz delante de su ejército, porque sus batallones son inmensos, porque es fuerte el ejecutor de su palabra, porque es grande el Día de Yahveh, y muy terrible: ¿quién lo soportará? [12] «Mas ahora todavía — oráculo de Yahveh — volved a mí de todo corazón, con ayuno, con llantos, con lamentos.» [13] Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos, volved a Yahveh vuestro Dios, porque él es clemente y compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se ablanda ante la desgracia. [14] ¡Quién sabe si volverá y se ablandará, y dejará tras sí una bendición, oblación y libación a Yahveh vuestro Dios! [15] ¡Tocad el cuerno en Sión, promulgad un ayuno, llamad a concejo, [16] congregad al pueblo, convocad la asamblea, reunid a los ancianos, congregad a los pequeños y a los niños de pecho! Deje el recién casado su alcoba y la recién casada su tálamo. [17] Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, ministros de Yahveh, y digan: «¡Perdona, Yahveh, a tu pueblo, y no entregues tu heredad al oprobio a la irrisión de las naciones! ¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: ¿Dónde está su Dios?» [18] Y Yahveh se llenó de celo por su tierra, y tuvo piedad de su pueblo. [19] Respondió Yahveh y dijo a su pueblo: «He aquí que yo os envío grano, mosto y aceite virgen: os hartaréis de ello, y no os entregaré más al oprobio de las naciones. [20] Al que viene del Norte le alejaré de vosotros, y le echaré hacia una tierra de aridez y desolación: su vanguardia hacia el mar oriental, hacia el mar occidental su retaguardia. Y subirá su hedor, y subirá su fetidez». (¡Porque él hace grandezas!) [21] No temas, suelo, jubila y regocíjate, porque Yahveh hace grandezas.

[22] No temáis, bestias del campo, porque ya reverdecen los pastizales del desierto, los árboles producen su fruto, la higuera y la vid dan su riqueza. [23] ¡Hijos de Sión, jubilad, alegraos en Yahveh vuestro Dios! Porque él os da la lluvia de otoño, con justa medida, y hace caer para vosotros aguacero de otoño y primavera como antaño.

[24] Las eras se llenarán de trigo puro, de mosto y aceite virgen los lagares rebosarán. [25] «Yo os compensaré de los años en que os devoraron la langosta y el pulgón, el saltón y la oruga, mi gran ejército, que contra vosotros envié.» [26] Comeréis en abundancia hasta hartaros, y alabaréis el nombre de Yahveh vuestro Dios, que hizo con vosotros maravillas. (¡Mi pueblo no será confundido jamás!) [27] «Y sabréis que en medio de Israel estoy yo, ¡yo, Yahveh, vuestro Dios, y no hay otro! ¡Y mi pueblo no será confundido jamás!»

Capítulo 3

[1] «Sucederá después de esto que yo derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.

[2] Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. [3] Y realizaré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, fuego, columnas de humo». [4] El sol se cambiará en tinieblas y la luna en sangre, ante la venida del Día de Yahveh, grande y terrible. [5] Y sucederá que todo el que invoque el nombre de Yahveh será salvo, porque en el monte Sión y en Jerusalén habrá supervivencia , como ha dicho Yahveh, y entre los supervivientes estarán los que llame Yahveh.

Capítulo 4

[1] «Porque he aquí que en aquellos días, en el tiempo aquel, cuando yo cambie la suerte de Judá y Jerusalén, [2] congregaré a todas las naciones y las haré bajar al Valle de Josafat: allí entraré en juicio con ellas, acerca de mi pueblo y mi heredad, Israel. Porque lo dispersaron entre las naciones, y mi tierra se repartieron. [3] Y echaron suertes sobre mi pueblo, cambiaron el niño por la prostituta, y a la niña la vendieron por vino para beber.» [4] «Y vosotros también, ¿qué sois para mí, Tiro y Sidón, y distritos todos de Filistea? ¿Queréis exigir paga de mí? Mas, si queréis cobrar de mí, ¡bien pronto he de volver sobre vuestra cabeza vuestra paga! [5] Vosotros que arrebatasteis mi plata y mi oro, que llevasteis a vuestros templos mis mejores alhajas, [6] y a los hijos de Judá y Jerusalén los vendisteis a los hijos de Yaván, para alejarlos de su término. [7] He aquí que yo los voy a reclamar del lugar donde los vendisteis, y volveré sobre vuestra cabeza vuestra paga: [8] venderé vuestros hijos y vuestras hijas en manos de los hijos de Judá, y ellos los venderán a los sabeos, a una nación lejana, ¡porque ha hablado Yahveh!» [9] Publicad esto entre las naciones: ¡Proclamad la guerra, incitad a los bravos! ¡Que avancen y suban todos los hombres de guerra! [10] Forjad espadas de vuestros azadones y lanzad de vuestras podaderas; y diga el débil: «¡Soy un bravo!» [11] ¡Daos prisa, venid, naciones todas circundantes, y congregaos allá! (¡Haz bajar, Yahveh, a tus bravos!) [12] «¡Despiértense y suban las naciones al Valle de Josafat! Que allí me sentaré yo para juzgar a todas las naciones circundantes.

[13] Meted la hoz, porque la mies está madura; venid, pisad, que el lagar está lleno, y las cavas rebosan, tan grande es su maldad.» [14] ¡Multitudes y multitudes en el Valle de la Decisión! Porque está cerca el Día de Yahveh, en el Valle de la Decisión.

[15] El sol y la luna se oscurecen, las estrellas retraen su fulgor. [16] Ruge Yahveh desde Sión, desde Jerusalén da su voz: ¡el cielo y la tierra se estremecen! Mas Yahveh será un refugio para su pueblo, una fortaleza para los hijos de Israel. [17] «Sabréis entonces que yo soy Yahveh vuestro Dios, que habito en Sión, mi monte santo. Santa será Jerusalén, y los extranjeros no pasarán más por ella.» [18] Sucederá aquel día que los montes destilarán vino y las colinas fluirán leche; por todas las torrenteras de Judá fluirán las aguas; y una fuente manará de la Casa de Yahveh que regará el valle de las Acacias. [19] Egipto quedará hecho una desolación, Edom un desierto desolado, por su violencia contra los hijos de Judá, por haber derramado sangre inocente en su tierra. [20] Pero Judá será habitada para siempre, y Jerusalén de edad en edad. [21] «Yo vengaré su sangre, no la dejaré impune», y Yahveh morará en Sión.

AMOS

Capítulo 1

[1] Palabras de Amós, uno de los pastores de Técoa. Visiones que tuvo acerca de Israel, en tiempo de Ozías, rey de Judá, y en tiempo de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, dos años antes del terremoto. [2] Dijo: Ruge Yahveh desde Sión, desde Jerusalén da su voz; los pastizales de los pastores están en duelo, y la cumbre del Carmelo se seca. [3] Así dice Yahveh: ¡Por tres crímenes de Damasco y por cuatro, seré inflexible! Por haber triturado con trillos de hierro a Galaad, [4] yo enviaré fuego a la casa de Jazael, que devorará los palacios de Ben Hadad; [5] romperé el cerrojo de Damasco, extirparé al habitante de Bicat Aven y de Bet Eden al que empuña el cetro; y el pueblo de Aram irá cautivo a Quir, dice Yahveh. [6] Así dice Yahveh: ¡Por tres crímenes de Gaza y por cuatro, seré inflexible! Por haber deportado poblaciones enteras, para entregarlas a Edom, [7] yo enviaré fuego a la muralla de Gaza, que devorará sus palacios; [8] extirparé al habitante de Asdod y de Ascalón al que empuña el cetro; volveré mi mano contra Ecrón, y perecerá lo que queda de los filisteos, dice el Señor Yahveh.

[9] Así dice Yahveh: ¡Por tres crímenes de Tiro y por cuatro, seré inflexible! Por haber entregado poblaciones enteras de cautivos a Edom, sin acordarse de la alianza entre hermanos,

[10] yo enviaré fuego a la muralla de Tiro, que devorará sus palacios. [11] Así dice Yahveh: ¡Por tres crímenes de Edom y por cuatro, seré inflexible! Por haber perseguido con espada a su hermano, ahogando toda piedad, por mantener para siempre su cólera, y guardar incesante su rencor, [12] yo enviaré fuego a Temán, que devorará los palacios de Bosrá. [13] Así dice Yahveh: ¡Por tres crímenes de los hijos de Ammón y por cuatro, seré inflexible! Por haber reventado a las mujeres encintas de Galaad, para ensanchar su territorio, [14] yo prenderé fuego a la muralla de Rabbá, que devorará sus palacios, en el clamor en día de combate, en la tormenta en día de huracán; [15] y su rey irá al cautiverio, juntamente con sus príncipes, dice Yahveh.

Capítulo 2

[1] Así dice Yahveh: ¡Por tres crímenes de Moab y por cuatro, seré inflexible! Por haber quemado hasta calcinar los huesos del rey de Edom, [2] yo enviaré fuego a Moab que devorará los palacios de Queriyyot, y morirá con estruendo Moab, entre clamor, al son del cuerno;

[3] de en medio de él extirparé yo al juez, y a todos sus príncipes los mataré con él, dice Yahveh. [4] Así dice Yahveh: ¡Por tres crímenes de Judá y por cuatro, seré inflexible! Por haber despreciado la Ley de Yahveh, y no haber guardado sus preceptos, porque los han extraviado sus Mentiras, las que ya habían seguido sus padres, [5] yo enviaré fuego a Judá que devorará los palacios de Jerusalén. [6] Así dice Yahveh: ¡Por tres crímenes de Israel y por cuatro, seré inflexible! Porque venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; [7] pisan contra el polvo de la tierra la cabeza de los débiles, y el camino de los humildes tuercen; hijo y padre acuden a la misma moza, para profanar mi santo Nombre; [8] sobre ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar, y el vino de los que han multado beben en la casa de su dios...

[9] Yo había destruido al amorreo delante de ellos, que era alto como la altura de los cedros y fuerte como las encinas; yo había destruido su fruto por arriba y sus raíces por abajo.

[10] Y yo os hice subir a vosotros del país de Egipto y os llevé por el desierto cuarenta años, para que poseyeseis la tierra del amorreo. [11] Yo suscité profetas entre vuestros hijos, y nazireos entre vuestros jóvenes. ¿No es así, hijos de Israel?, oráculo de Yahveh.

[12] Y vosotros habéis hecho beber vino a los nazireos, y habéis conminado a los profetas, diciendo: «¡No profeticéis!» [13] ¡Pues bien, yo os estrujaré debajo, como estruja el carro que está lleno de haces! [14] Entonces le fallará la huida al raudo, el fuerte no podrá desplegar su vigor, y ni el bravo salvará su vida. [15] El que maneja el arco no resistirá, no se salvará el de pies ligeros, el que monta a caballo no salvará su vida, [16] y el más esforzado entre los bravos huirá desnudo el día aquel, oráculo de Yahveh.

Capítulo 3

[1] Escuchad esta palabra que dice Yahveh contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que yo hice subir del país de Egipto: [2] Solamente a vosotros conocí de todas las familias de la tierra; por eso yo os visitaré por todas vuestras culpas. [3] Caminan acaso dos juntos, sin haberse encontrado? [4] ¿Ruge el león en la selva sin que haya presa para él? ¿Lanza el leoncillo su voz desde su cubil, si no ha atrapado algo?

[5] ¿Cae un pájaro a tierra en el lazo, sin que haya una trampa para él? ¿Se alza del suelo el lazo sin haber hecho presa? [6] ¿Suena el cuerno en una ciudad sin que el pueblo se estremezca? ¿Cae en una ciudad el infortunio sin que Yahveh lo haya causado?

[7] No, no hace nada el Señor Yahveh sin revelar su secreto a sus siervos los profetas. [8] Ruge el león, ¿quién no temerá? Habla el Señor Yahveh, ¿quién no profetizará? [9] Pregonad en los palacios de Asur, y en los palacios del país de Egipto; decid: ¡Congregaos contra los montes de Samaría, y ved cuántos desórdenes en ella, cuánta violencia en su seno!

[10] No saben obrar con rectitud — oráculo de Yahveh — los que amontonan violencia y rapiña en sus palacios. [11] Por eso, así dice el Señor Yahveh: El adversario invadirá la tierra, abatirá tu fortaleza y serán saqueados tus palacios.

[12] Así dice Yahveh: Como salva el pastor de la boca del león dos patas o la punta de una oreja, así se salvarán los hijos de Israel, los que se sientan en Samaría, en el borde de un lecho y en un diván de Damasco. [13] Oíd y atestiguad contra la casa de Jacob — oráculo del Señor Yahveh, Dios Sebaot — [14] que el día que yo visite a Israel por sus rebeldías, visitaré los altares de Betel; serán derribados los cuernos del altar y caerán por tierra. [15] Sacudiré la casa de invierno con la casa de verano, se acabarán las casas de marfil, y muchas casas desaparecerán, oráculo de Yahveh.

Capítulo 4

[1] Escuchad esta palabra, vacas de Basán, que estáis en la montaña de Samaría, que oprimís a los débiles, que maltratáis a los pobres, que decís a vuestros maridos: «¡Traed, y bebamos!»

[2] El Señor Yahveh ha jurado pro su santidad: He aquí que vienen días sobre vosotras en que se os izará con ganchos, y, hasta las últimas, con anzuelos de pescar. [3] Por brechas saldréis cada una a derecho, y seréis arrojadas al Hermón, oráculo de Yahveh. [4] ¡Id a Betel a rebelaros, multiplicad en Guilgal vuestras rebeldías, llevad de mañana vuestros sacrificios cada tres días vuestros diezmos; [5] quemad levadura en acción de gracias, y pregonad las ofrendas voluntarias, voceadlas, ya que es eso lo que os gusta, hijos de Israel!, oráculo del Señor Yahveh. [6] Yo también os he dado dientes limpios en todas vuestras ciudades, y falta de pan en todos vuestros lugares; ¡y no habéis vuelto a mí! oráculo de Yahveh.

[7] También os he cerrado la lluvia, a tres meses todavía de la siega; he hecho llover sobre una ciudad, y sobre otra ciudad no he hecho llover; una parcella recibía lluvia, y otra parcella, falta de lluvia, se secaba; [8] dos, tres ciudades acudían a otra ciudad a beber agua, pero no calmaban su sed; ¡y no habéis vuelto a mí!, oráculo de Yahveh. [9] Os he herido con tizón y añublo, he secado vuestras huertas y viñedos; vuestras higueras y olivares los ha devorado la langosta; ¡y no habéis vuelto a mí!, oráculo de Yahveh. [10] He enviado contra vosotros peste, como la peste de Egipto, he matado a espada a vuestros jóvenes, mientras vuestros caballos eran capturados; he hecho subir a vuestras narices el hedor de vuestros campamentos, ¡y no habéis vuelto a mí!, oráculo de Yahveh. [11] Os he trastornado como Dios trastornó a Sodoma y Gomorra, habéis quedado como un tizón salvado de un incendio; ¡y no habéis vuelto a mí!, oráculo de Yahveh. [12] Por eso, así voy a hacer contigo, Israel, y porque esto voy a hacerte, prepárate, Israel, a afrontar a tu Dios.

[13] Porque está aquí quien forma los montes y crea el viento, quien descubre al hombre cuál es su pensamiento, quien hace aurora las tinieblas, y avanza por las alturas de la tierra: Yahveh, Dios Sebaot es su nombre.

Capítulo 5

[1] Escuchad esta palabra que yo entono contra vosotros como elegía, casa de Israel: [2] ¡Ha caído, no volverá ya a levantarse, la virgen de Israel; postrada está en su suelo, no hay quien la levante! [3] Porque así dice el Señor Yahveh a la casa de Israel: La ciudad que sacaba mil a campaña quedará sólo con cien, y la que sacaba cien quedará sólo con diez. [4] Porque así dice Yahveh a la casa de Israel: ¡Buscadme a mí y viviréis! [5] Pero no busquéis a Betel, no vayáis a Guilgal ni paséis a Berseba, porque Guilgal será deportada sin remedio, y Betel será reducida a la nada. [6] ¡Buscad a Yahveh y viviréis, no sea que caiga él como fuego sobre la casa de José, y devore a Betel sin que haya quien apague! [7] ¡Ay de los que cambian en ajenjo el juicio y tiran por tierra la justicia, [8] El hace las Pléyades y Orión, trueca en mañana las sombras, y hace oscurecer el día en noche. El llama a las aguas del mar, y sobre la haz de la tierra las derrama, Yahveh es su nombre;

[9] él desencadena ruina sobre el fuerte y sobre la ciudadela viene la devastación.

[10] Detestan al censor en la Puerta y aborrecen al que habla con sinceridad! [11] Pues bien, ya que vosotros pisoteáis al débil, y cobráis de él tributo de grano, casas de sillares habéis construido, pero no las habitaréis; viñas selectas habéis plantado, pero no beberéis su vino. [12] ¡Pues yo sé que son muchas vuestras rebeldías y graves vuestros pecados, opresores del justo, que aceptáis soborno y atropelláis a los pobres en la Puerta! [13] Por eso el hombre sensato calla en esta hora, que es hora de infortunio. [14] Buscad el bien, no el mal, para que viváis, y que así sea con vosotros Yahveh Sebaot, tal como decís. [15] Aborreced el mal, amad el bien, implantad el juicio en la Puerta; quizá Yahveh Sebaot tenga piedad del Resto de José.

[16] Por eso, así dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Señor: En todas las plazas habrá lamentación y en todas las calles se dirá: «¡Ay, ay!» Convocarán a duelo al labrador, y a lamentación a los que saben plañir; [17] lamentación habrá en todas las viñas, porque voy a pasar yo por medio de ti, dice Yahveh. [18] ¡Ay de los que ansían el Día de Yahveh! ¿Qué creéis que es ese Día de Yahveh? ¡Es tinieblas, que no luz! [19] Como cuando uno huye del león y se topa con un oso, o, al entrar en casa, apoya una mano en la pared y le muerde una culebra... [20] ¿No es tinieblas el Día de Yahveh, y no luz, lóbrego y sin claridad? [21] Yo detesto, desprecio vuestras fiestas, no me gusta el olor de vuestras reuniones solemnes. [22] Si me ofrecéis holocaustos... no me complazco en vuestras oblaciones, ni miro a vuestros sacrificios de comunión de novillos cebados. [23] ¡Aparta de mi lado la multitud de tus canciones, no quiero oír la salmodia de tus arpas! [24] ¡Que fluya, sí, el juicio como agua y la justicia como arroyo perenne! [25] ¿Acaso sacrificios y oblaciones en el desierto me ofrecisteis, durante cuarenta años, casa de Israel? [26] Vosotros llevaréis a Sakkut, vuestro rey, y la estrella de vuestro dios, Keván, esas imágenes que os habéis fabricado;

[27] pues yo os deportaré más allá de Damasco, dice Yahveh, cuyo nombre es Dios Sebaot.

Capítulo 6

[1] ¡Ay de aquellos que se sienten seguros en Sión, y de los confiados en la montaña de Samaría, los notables de la capital de las naciones, a los que acude la casa de Israel! [2] Pasad a Kalné y ved, id de allí a Jamat la grande, bajad luego a Gat de los filisteos. ¿Son acaso mejores que estos reinos? ¿Su territorio es mayor que el vuestro? [3] ¡Vosotros que creéis alejar el día funesto, y hacéis que se acerque un estado de violencia! [4] Acostados en camas de marfil, arrellenados en sus lechos, comen corderos del rebaño y becerros sacados del establo, [5] canturrean al son del arpa, se inventan, como David, instrumentos de música, [6] beben vino en anchas copas, con los mejores aceites se ungen, mas no se afligen por el desastre de José. [7] Por eso, ahora van a ir al cautiverio a la cabeza de los cautivos y cesará la orgía de los sibaritas.

[8] El Señor Yahveh ha jurado por sí mismo, oráculo de Yahveh Dios Sebaot: Yo aborrezco la soberbia de Jacob, sus palacios detesto, y voy a entregar la ciudad con cuanto encierra. [9] Y sucederá que, si quedan diez hombres en una misma casa, morirán. [10] Sólo quedarán unos pocos evadidos para sacar de la casa los huesos; y si se dice al que está en el fondo de la casa: «¿Hay todavía alguien contigo?», dirá: «Ninguno», y añadirá: «¡Silencio!, que no hay que mentar el nombre de Yahveh». [11] Pues he aquí que Yahveh da la orden y reduce la casa grande a escombros, y la casa pequeña a ruinas. [12] ¿Corren por la roca los caballos? ¿se ara con bueyes el mar? ¡pues vosotros trocáis en veneno el juicio y en ajenjo el fruto de la justicia! [13] ¡Vosotros que os alegráis por Lo-Debar, que decís: «¿No tomamos Carnáyim con nuestra propia fuerza?» [14] ¡Pero he aquí que yo suscito contra vosotros, casa de Israel, — oráculo del Señor Yahveh, Dios Sebaot — una nación que os oprimirá desde la Entrada de Jamat hasta el torrente de la Arabá!

Capítulo 7

[1] Esto me dio a ver el Señor Yahveh: He aquí que él formaba langostas, cuando empieza a crecer el retoño, el retoño que sale después de la siega del rey. [2] Y cuando acababan de devorar la hierba de la tierra, yo dije: «¡Perdona, por favor, Señor Yahveh! ¿cómo va a resistir Jacob, que es tan pequeño?» [3] Y se arrepintió Yahveh de ello: «No será», dijo Yahveh. [4] Esto me dio a ver el Señor Yahveh: He aquí que el Señor Yahveh convocaba al juicio por el fuego: éste devoró el gran abismo, y devoró la campiña. [5] Y yo dije: «¡Señor Yahveh, cesa, por favor! ¿cómo va a resistir Jacob, que es tan pequeño?» [6] Y se arrepintió Yahveh de ello: «Tampoco esto será», dijo el Señor Yahveh.

[7] Esto me dio a ver el Señor Yahveh: He aquí que el Señor estaba junto a una pared con una plomada en la mano. [8] Y me dijo Yahveh: «¿Qué ves, Amós?» Yo respondí: «Una plomada.» El Señor dijo: «¡He aquí que yo voy a poner plomada en medio de mi pueblo Israel, ni una más le volveré a pasar! [9] Serán devastados los altos de Isaac, asolados los santuarios de Israel, y yo me alzaré con espada contra la casa de Jeroboam.» [10] El sacerdote de Betel, Amasías, mandó a decir a Jeroboam, rey de Israel: «Amós conspira contra ti en medio de la casa de Israel; ya no puede la tierra soportar todas sus palabras. [11] Porque Amós anda diciendo: "A espada morirá Jeroboam, e Israel será deportado de su suelo."» [12] Y Amasías dijo a Amós: «Vete, vidente; huye a la tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí.

[13] Pero en Betel no has de seguir profetizando, porque es el santuario del rey y la Casa del reino.» [14] Respondió Amós y dijo a Amasías: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta, yo soy vaquero y picador de sicómoros. [15] Pero Yahveh me tomó de detrás del rebaño, y Yahveh me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo Israel." [16] Y ahora escucha tú la palabra de Yahveh. Tú dices: "No profetices contra Israel, no vaticines contra la casa de Isaac."

[17] «Por eso, así dice Yahveh: "Tu mujer se prostituirá en la ciudad, tus hijos y tus hijas caerán a espada, tu suelo será repartido a cordel, tú mismo en un suelo impuro morirás, e Israel será deportado de su suelo".»

Capítulo 8

[1] Esto me dio a ver el Señor Yahveh: Había una canasta de fruta madura. [2] Y me dijo: «¿Qué ves, Amós?» Yo respondí: «Una canasta de fruta madura.» Y Yahveh me dijo: «¡Ha llegado la madurez para mi pueblo Israel, ni una más le volveré a pasar! [3] Los cantos de palacio serán lamentos aquel día — oráculo del Señor Yahveh — serán muchos los cadáveres, en todo lugar se arrojarán ¡silencio! [4] Escuchad esto los que pisoteáis al pobre y queréis suprimir a los humildes de la tierra, [5] diciendo: «¿Cuándo pasará el novilunio para poder vender el grano, y el sábado para dar salida al trigo, para achicar la medida y aumentar el peso, falsificando balanzas de fraude,

[6] para comprar por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias, para vender hasta el salvado del grano?» [7] Ha jurado Yahveh por el orgullo de Jacob: ¡Jamás he de olvidar todas sus obras! [8] ¿No se estremecerá por ello la tierra, y hará duelo todo el que en ella habita, subirá toda entera como el Nilo, se encrespará y bajará como el Nilo de Egipto? [9] Sucederá aquel día — oráculo del Señor Yahveh — que yo haré ponerse el sol a mediodía, y en plena luz del día cubriré la tierra de tinieblas. [10] Trocaré en duelo vuestra fiesta, y en elegía todas vuestras canciones; en todos los lomos pondré sayal y tonsura en todas las cabezas; lo haré como duelo de hijo único y su final como día de amargura.

[11] He aquí que vienen días — oráculo del Señor Yahveh — en que yo mandaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yahveh. [12] Entonces vagarán de mar a mar, de norte a levante andarán errantes en busca de la Palabra de Yahveh, pero no la encontrarán. [13] Aquel día desfallecerán de sed las muchachas hermosas y los jóvenes. [14] Los que juran por el pecado de Samaría, los que dicen: «¡Vive tu Dios, Dan!» y «¡Viva el camino de Berseba!», ésos caerán para no alzarse más.

Capítulo 9

[1] Vi al Señor en pie junto al altar y dijo: ¡Sacude el capitel y que se desplomen los umbrales! ¡Hazlos trizas en la cabeza de todos ellos, y lo que de ellos quede lo mataré yo a espada: no huirá de entre ellos un solo fugitivo ni un evadido escapará!

[2] Si fuerzan la entrada del seol, mi mano de allí los agarrará; ni suben hasta el cielo, yo los haré bajar de allí; [3] si se esconden en la cumbre del Carmelo, allí los buscaré y los agarraré; si se ocultan a mis ojos en el fondo del mar, allí mismo ordenaré a la Serpiente que los muerda; [4] si van al cautiverio delante de sus enemigos, allí ordenaré a la espada que los mate; pondré en ellos mis ojos para mal y no para bien. [5] ¡El Señor Yahveh Sebaot...! el que toca la tierra y ella se derrite, y hacen duelo todos sus habitantes; sube toda entera como el Nilo, y baja como el Nilo de Egipto. [6] El que edifica en los cielos sus altas moradas, y asienta su bóveda en la tierra; el que llama a las aguas de la mar, y sobre la haz de la tierra las derrama, ¡Yahveh es su nombre! [7] ¿No sois vosotros para mí como hijos de kusitas, oh hijos de Israel? — oráculo de Yahveh — ¿No hice yo subir a Israel del país de Egipto, como a los filisteos de Kaftor y a los arameos de Quir? [8] He aquí que los ojos del Señor Yahveh están sobre el reino pecador; voy a exterminarlo de la haz de la tierra, aunque no exterminaré del todo a la casa de Jacob — oráculo de Yahveh.

[9] Pues he aquí que yo doy orden, y zarandearé a la casa de Israel entre todas las naciones, como se zarandea con la criba sin que ni un grano caiga en tierra. [10] A espada morirán todos los pecadores de mi pueblo, esos que dicen: «¡No se acercará, no nos alcanzará la desgracia!» [11] Aquel día levantaré la cabaña de David ruinosa, repararé sus brechas y restauraré sus ruinas; la reconstruiré como en los días de antaño, [12] para que posean lo que queda de Edom y de todas las naciones sobre las que se ha invocado mi nombre, oráculo de Yahveh, el que hace esto.

[13] He aquí que vienen días — oráculo de Yahveh — en que el arador empalmará con el segador y el pisador de la uva con el sembrador; destilarán vino los montes y todas las colinas se derretirán. [14] Entonces haré volver a los deportados de mi pueblo Israel; reconstruirán las ciudades devastadas, y habitarán en ellas, plantarán viñas y beberán su vino, harán huertas y comerán sus frutos. [15] Yo los plantaré en su suelo y no serán arrancados nunca más del suelo que yo les di, dice Yahveh, tu Dios.

ABDÍAS

Capítulo 1

[1] Visión de Abdías. Así dice el Señor Yahveh a Edom: Una nueva he oído de parte de Yahveh, un mensajero ha sido enviado entre las naciones: «¡En pie, levantémonos contra él en guerra!» [2] Mira, yo te he hecho pequeño entre las naciones, bien despreciable eres. [3] La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que habitas en las hendiduras de la roca, que pones en la altura tu morada, y dices en tu corazón: «¿Quién me hará bajar a tierra?» [4] Aunque te encumbres como él águila, y pongas tu nido en las estrellas, de allí te haré bajar yo — oráculo de Yahveh. [5] Si vinieran ladrones donde ti o salteadores por la noche, ¿no te robarían lo que les bastase? Si vinieran a ti vendimiadores, ¿no dejarían rebuscos? ¡Cómo has sido arrasado! [6] ¡Cómo ha sido registrado Esaú, escudriñados sus escondrijos!

[7] Te han rechazado hasta la frontera todos los que eran tus aliados, te han engañado, te han podido los que contigo en paz estaban. Los que comían tu pan te ponen debajo un lazo: «¡Ya no hay en él inteligencia!» [8] ¿Es que el día aquel — oráculo de Yahveh — no suprimiré yo de Edom los sabios, y la inteligencia de la montaña de Esaú? [9] Y tendrán miedo tus bravos, Temán, para que sea extirpado todo hombre de la montaña de Esaú. Por la matanza, [10] por la violencia contra Jacob tu hermano, te cubrirá la vergüenza, y serás extirpado para siempre.

[11] El día que te quedaste a un lado, cuando extranjeros llevaban su ejército cautivo, cuando entraban extraños por sus puertas, y sobre Jerusalén echaban suertes, tú eras como uno de ellos.

[12] ¡No mires con placer el día de tu hermano, el día de su desgracia, no te alegres de los hijos de Judá, en el día de su ruina, no dilates tu boca en el día de su angustia! [13] ¡No entres por la puerta de mi pueblo en el día de su infortunio, no mires con placer también tú su desgracia en el día de su infortunio, no lleves tu mano a su riqueza, en el día de su infortunio! [14] ¡No te apostes en las encrucijadas, para exterminar a sus fugitivos, no entregues a sus supervivientes en el día de la angustia! [15] Porque está cerca el Día de Yahveh para todas las naciones. Como tú has hecho, se te hará: sobre tu cabeza recaerá tu merecido. [16] ¡Sí, como vosotros bebisteis sobre mi santo monte, beberán sin cesar todas las naciones, beberán y se relamerán, y serán luego como si no hubiesen sido! [17] Pero en el monte Sión habrá supervivencia — será lugar santo — y la casa de Jacob recobrará sus posesiones.

[18] Y será fuego la casa de Jacob, la casa de José una llama, estopa la casa de Esaú. Los quemarán y los devorarán, no habrá un evadido de la casa de Esaú: ¡ha hablado Yahveh! [19] Los del Négueb poseerán la montaña de Esaú, los de la Tierra Baja el país de los filisteos, poseerán la campiña de Efraím y la campiña de Samaría, y los de Benjamín poseerán Galaad.

[20] Los deportados, este ejército de los hijos de Israel, poseerán Canaán hasta Sarepta, y los deportados de Jerusalén, que están en Sefarad, poseerán las ciudades del Négueb. [21] Y subirán victoriosos al monte Sión, para juzgar a la montaña de Esaú. ¡Y la realeza será de Yahveh!

JONÁS

Capítulo 1

[1] La palabra de Yahveh fue dirigida a Jonás, hijo de Amittay, en estos términos: [2] «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama contra ella que su maldad ha subido hasta mí.» [3] Jonás se levantó para huir a Tarsis, lejos de Yahveh, y bajó a Joppe, donde encontró un barco que salía para Tarsis: pagó su pasaje y se embarcó para ir con ellos a Tarsis, lejos de Yahveh. [4] Pero Yahveh desencadenó un gran viento sobre el mar, y hubo en el mar una borrasca tan violenta que el barco amenazaba romperse. [5] Los marineros tuvieron miedo y se pusieron a invocar cada uno a su dios; luego echaron al mar la carga del barco para aligerarlo. Jonás, mientras tanto, había bajado al fondo del barco, se había acostado y dormía profundamente. [6] El jefe de la tripulación se acercó a él y le dijo: «¿Qué haces aquí dormido? ¡Levántate e invoca a tu Dios! Quizás Dios se preocupe de nosotros y no perezcamos.» [7] Luego se dijeron unos a otros: «Ea, echemos a suertes para saber por culpa de quién nos ha venido este mal.» Echaron a suertes, y la suerte cayó en Jonás.

[8] Entonces le dijeron: «Anda, indícanos tú, por quien nos ha venido este mal, cuál es tu oficio y de dónde vienes, cuál es tu país y de qué pueblo eres.» [9] Les respondió: «Soy hebreo y temo a Yahveh, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra.» [10] Aquellos hombres temieron mucho y le dijeron: «¿Por qué has hecho esto?» Pues supieron los hombres que iba huyendo lejos de Yahveh por lo que él había manifestado. [11] Y le preguntaron: «¿Qué hemos de hacer contigo para que el mar se nos calme?» Pues el mar seguía encrespándose. [12] Les respondió: «Agarradme y tiradme al mar, y el mar se os calmará, pues sé que es por mi culpa por lo que os ha sobrevenido esta gran borrasca.» [13] Los hombres se pusieron a remar con ánimo de alcanzar la costa, pero no pudieron, porque el mar seguía encrespándose en torno a ellos.

[14] Entonces clamaron a Yahveh, diciendo: «¡Ah, Yahveh, no nos hagas perecer a causa de este hombre, ni pongas sobre nosotros sangre inocente, ya que tú, Yahveh, has obrado conforme a tu beneplácito!» [15] Y, agarrando a Jonás, le tiraron al mar; y el mar calmó su furia. [16] Y aquellos hombres temieron mucho a Yahveh; ofrecieron un sacrificio a Yahveh y le hicieron votos.

Capítulo 2

[1] Dispuso Yahveh un gran pez que se tragase a Jonás, y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches. [2] Jonás oró a Yahveh su Dios desde el vientre del pez. [3] Dijo: Desde mi angustia clamé a Yahveh y él me respondió; desde el seno del seol grité, y tú oíste mi voz. [4] Me habías arrojado en lo más hondo, en el corazón del mar, una corriente me cercaba: todas tus olas y tus crestas pasaban sobre mí. [5] Yo dije: ¡Arrojado estoy de delante de tus ojos! ¿Cómo volveré a contemplar tu santo Templo? [6] Me envolvían las aguas hasta el alma, me cercaba el abismo, un alga se enredaba a mi cabeza. [7] A las raíces de los montes descendí, a un país que echó sus cerrojos tras de mí para siempre, mas de la fosa tú sacaste mi vida, Yahveh, Dios mío. [8] Cuando mi alma en mí desfallecía me acordé de Yahveh, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo Templo. [9] Los que veneran vanos ídolos su propia gracia abandonan.

[10] Mas yo con voz de acción de gracias te ofreceré sacrificios, los votos que hice cumpliré. ¡De Yahveh la salvación! [11] Y Yahveh dio orden al pez, que vomitó a Jonás en tierra.

Capítulo 3

[1] Por segunda vez fue dirigida la palabra de Yahveh a Jonás en estos términos: [2] «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad y proclama el mensaje que yo te diga.» [3] Jonás se levantó y fue a Nínive conforme a la palabra de Yahveh. Nínive era una ciudad grandísima, de un recorrido de tres días. [4] Jonás comenzó a adentrarse en la ciudad, e hizo un día de camino proclamando: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida.» [5] Los ninivitas creyeron en Dios: ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal desde el mayor al menor. [6] La palabra llegó hasta el rey de Nínive, que se levantó de su trono, se quitó su manto, se cubrió de sayal y se sentó en la ceniza.

[7] Luego mandó pregonar y decir en Nínive: «Por mandato del rey y de sus grandes, que hombres y bestias, ganado mayor y menor, no prueben bocado ni pasten ni beban agua. [8] Que se cubran de sayal y clamen a Dios con fuerza; que cada uno se convierta de su mala conducta y de la violencia que hay en sus manos. [9] ¡Quién sabe! Quizás vuelva Dios y se arrepienta, se vuelva del ardor de su cólera, y no perezcamos.» [10] Vio Dios lo que hacían, cómo se convirtieron de su mala conducta, y se arrepintió Dios del mal que había determinado hacerles, y no lo hizo.

Capítulo 4

[1] Jonás, se disgustó mucho por esto y se irritó; [2] y oró a Yahveh diciendo: «¡Ah, Yahveh!, ¿no es esto lo que yo decía cuando estaba todavía en mi tierra? Fue por eso por lo que me apresuré a huir a Tarsis. Porque bien sabía yo que tú eres un Dios clemente y misericordioso, tardo a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del mal. [3] Y ahora, Yahveh, te suplico que me quites la vida, porque mejor me es la muerte que la vida.» [4] Mas Yahveh dijo: «¿Te parece bien irritarte?» [5] Salió Jonás de la ciudad y se sentó al oriente de la ciudad; allí se hizo una cabaña bajo la cual se sentó a la sombra, hasta ver qué sucedía en la ciudad. [6] Entonces Yahveh Dios dispuso una planta de ricino que creciese por encima de Jonás para dar sombra a su cabeza y librarle así de su mal. Jonás se puso muy contento por aquel ricino.

[7] Pero al día siguiente, al rayar el alba, Yahveh mandó a un gusano, y el gusano picó al ricino, que se secó. [8] Y al salir el sol, mandó Dios un sofocante viento solano. El sol hirió la cabeza de Jonás, y éste se desvaneció; se deseó la muerte y dijo: «¡Mejor me es la muerte que la vida!» [9] Entonces Dios dijo a Jonás: «¿Te parece bien irritarte por ese ricino?» Respondió: «¡Sí, me parece bien irritarme hasta la muerte!» [10] Y Yahveh dijo: «Tu tienes lástima de un ricino por el que nada te fatigaste, que no hiciste tú crecer, que en el término de una noche fue y en el término de una noche feneció. [11] ¿Y no voy a tener lástima yo de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales?»

MIQUEAS

Capítulo 1

[1] Palabra de Yahveh que fue dirigida a Miqueas de Moréset, en tiempo de Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá. Sus visiones sobre Samaría y Jerusalén. [2] ¡Escuchad, pueblos todos, atiende tierra y cuanto encierras! ¡Sea testigo Yahveh contra vosotros, el Señor desde su santo Templo! [3] Pues he aquí que Yahveh sale de su lugar, baja y huella las alturas de la tierra. [4] Debajo de él los montes se derriten, y los valles se hienden, como la cera al fuego, como aguas que se precipitan por una pendiente. [5] Todo esto por el delito de Jacob, por los pecados de la casa de Israel. ¿Cuál es el delito de Jacob? ¿No es Samaría? ¿Cuál es el pecado de la casa de Judá? ¿No es Jerusalén? [6] «Voy a hacer de Samaría una ruina de campo, un plantío de viñas. Haré rodar sus piedras por el valle, pondré al desnudo sus cimientos. [7] Todos sus ídolos serán machacados, todos sus dones quemados al fuego, todas sus imágenes las dejaré en desolación, porque han sido amontonadas con don de prostituta y a don de prostituta tornarán.» [8] Por eso me lamentaré y gemiré, andaré descalzo y desnudo, lanzaré aullidos como los chacales, y lamentos como las avestruces;

[9] porque su herida es incurable, hasta Judá ha llegado, ha tocado hasta la puerta de mi pueblo, hasta Jerusalén.

[10] ¡No lo contéis en Gat en... no derraméis llanto! ¡En Bet Leafrá revolveos en el polvo! [11] ¡Toca el cuerno, habitante de Safir! ¡De su ciudad no sale la que habita en Saanán! ¡Bet Haesel desde sus cimientos ha sido arrancada, desde la base de su emplazamiento! [12] ¿Cómo podrá esperar el bien la que habita en Marot? Porque ha llegado el mal de parte de Yahveh a la puerta de Jerusalén.

[13] ¡Unce al carro los corceles, habitante de Lakís! (Tal fue el comienzo del pecado para la hija de Sión, porque en ti se encontraban los delitos de Israel.) [14] Por eso tendrás que devolver la dote a Moréset Gat. Bet Akzib será una mentira para los reyes de Israel. [15] ¡Aún te traeré al conquistador, habitante de Maresá! Hasta Adullam se irá la gloria de Israel! [16] ¡Arranca tus cabellos, mésate, por los hijos de tus delicias, ensancha tu calva como la del buitre, porque lejos de ti van deportados!

Capítulo 2

[1] ¡Ay de aquellos que meditan iniquidad, que traman maldad en sus lechos y al despuntar la mañana lo ejecutan, porque está en poder de sus manos! [2] Codician campos y los roban, casas, y las usurpan; hacen violencia al hombre y a su casa, al individuo y a su heredad.

[3] Por eso, así dice Yahveh: He aquí que yo medito, contra esta ralea, una hora de infortunio de la que no podréis sustraer vuestro cuello. ¡No andaréis con altivez, porque será un tiempo de desgracia! [4] Aquel día se proferirá sobre vosotros una sátira, se plañirá una lamentación y se dirá: «¡Estamos despojados del todo; la porción de mi pueblo se ha medido a cordel, y no hay quien restituya; a nuestros saqueadores les tocan nuestros campos!» [5] Por eso no habrá para vosotros nadie que tire el cordel sobre un lote en la asamblea de Yahveh. [6] «¡No babeéis — babean ellos — que no babeen de esa manera! ¡El oprobio no nos alcanzará! [7] ¿Es acaso maldita la casa de Jacob? ¿Se ha cortado el soplo de Yahveh? ¿Es ése su proceder? ¿Es que no favorecen sus palabras a su pueblo Israel?» [8] Sois vosotros los que contra mi pueblo como enemigos os alzáis. Al irreprochable le arrancáis el manto; al que pasa confiado le infligís los desastres de la guerra. [9] A las mujeres de mi pueblo expulsáis de las casas de sus delicias; de sobre sus niños arrancáis mi honor para siempre:

[10] «¡Levantaos, marchad, que esta no es hora de reposo! Por una bagatela exigís una prenda agobiante. [11] Si un hombre anda al viento, inventando mentiras: «Yo babeo para ti vino y licor», ése será el baboso de este pueblo.

[12] Voy a reunir a Jacob todo entero, voy a recoger al Resto de Israel; los agruparé como ovejas en el aprisco, como rebaño en medio del pastizal, harán estrépito lejos de los hombres.

[13] El que abre brecha subirá delante de ellos; abrirán brecha, pasarán la puerta, y por ella saldrán; su rey pasará delante de ellos, y Yahveh a su cabeza.

Capítulo 3

[1] Yo dije: Escuchad, pues, jefes de Jacob, y dirigentes de la casa de Israel: ¿No es cosa vuestra conocer el derecho, [2] vosotros que odiáis el bien y amáis el mal, (que les arrancáis la piel de encima, y la carne de sobre sus huesos?) [3] Los que han comido la carne de mi pueblo y han desollado su piel y quebrado sus huesos, los que le han despedazado como carne en la caldera, como vianda dentro de una olla, [4] clamarán entonces a Yahveh, pero él no les responderá: esconderá de ellos su rostro en aquel tiempo, por los crímenes que cometieron. [5] Así dice Yahveh contra los profetas que extravían a mi pueblo, los que, mientras mascan con sus dientes, gritan: «¡Paz!», mas a quien no pone nada en su boca le declaran guerra santa. [6] Por eso tendréis noche sin visión, oscuridad sin adivinación; ¡se pone el sol sobre los profetas, sobre ellos el día se oscurece!

[7] Tendrán vergüenza los videntes, y confusión los adivinos; y se taparán todos el bigote, por no haber ya respuesta de Dios.

[8] Yo, en cambio, estoy lleno de fuerza, por el espíritu de Yahveh, y de juicio y bravura, para denunciar a Jacob su delito, y a Israel su pecado.

[9] Escuchad esto, jefes de la casa de Jacob, y dirigentes de la casa de Israel, que abomináis el juicio y torcéis toda rectitud,

[10] que edificáis a Sión con sangre, y a Jerusalén con maldad.

[11] Sus jefes juzgan por soborno, sus sacerdotes enseñan por salario, sus profetas vaticinan por dinero, y se apoyan en Yahveh diciendo: «¿No está Yahveh en medio de nosotros? ¡No vendrá sobre nosotros ningún mal!» [12] Por eso, por culpa vuestra, Sión será un campo que se ara, Jerusalén se hará un montón de ruinas, y el monte de la Casa un otero salvaje.

Capítulo 4

[1] Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes, y se alzará por encima de las colinas. Y afluirán a él los pueblos, [2] acudirán naciones numerosas y dirán: «Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros sigamos sus senderos». Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh. [3] El juzgará entre pueblos numerosos, y corregirá a naciones poderosas; forjarán ellas sus espadas en azadones, y sus lanzas en podaderas. No blandirá más la espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. [4] Se sentará cada cual bajo su parra, y bajo su higuera, sin que nadie le inquiete, ¡la boca de Yahveh Sebaot ha hablado! [5] Pues todos los pueblos caminan cada uno en el nombre de sus dioses, pero nosotros caminamos en el nombre de Yahveh nuestro Dios, para siempre jamás. [6] Aquel día — oráculo de Yahveh — yo recogeré a la oveja coja, reuniré a la perseguida, y a la que yo había maltratado. [7] De las cojas haré un Resto, de las alejadas una nación fuerte. Entonces reinará Yahveh sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y por siempre.

[8] Y tú, Torre del Rebaño, Ofel de la hija de Sión, va a venir, va a entrar en ti el dominio de antaño, la realeza de la hija de Jerusalén. [9] Y ahora, ¿por qué clamas? ¿es que no hay rey en ti? ¿Ha perecido tu consejero, que un espasmo te atenaza cual de mujer en parto? [10] ¿Retuércete y grita, hija de Sión, como mujer en parto, porque ahora vas a salir de la ciudad, y en el campo morarás. Llegarás hasta Babel, y allí serás liberada, y allí te rescatará Yahveh de la mano de tus enemigos. [11] Ahora se juntan contra ti numerosas naciones; y dicen: «¡Sea profanada, que en Sión se regodeen nuestros ojos!» [12] Pero ellos no conocen los proyectos de Yahveh, ni comprenden su designio: que los ha reunido como gavillas en la era. [13] ¡Levántate y trilla, hija de Sión! Que yo haré tu cuerno de hierro, y haré de bronce tus pezuñas: triturarás a pueblos numerosos, y consagrarás su botín en anatema a Yahveh, y su riqueza al Señor de toda la tierra.

[14] ¡Y ahora, fortifícate, Fortaleza! ¡Se ha puesto asedio contra nosotros, con vara hieren en al mejilla al juez de Israel!

Capítulo 5

[1] Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño.

[2] Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel. [3] El se alzará y pastoreará con el poder de Yahveh, con la majestad del nombre de Yahveh su Dios. Se asentarán bien, porque entonces se hará él grande hasta los confines de la tierra. [4] El será la Paz. Si Asur invade nuestra tierra, y huella nuestro suelo, suscitaremos contra él siete pastores, y ocho príncipes de hombres. [5] Ellos pastorearán el país de Asur con espada, y el país de Nemrod con acero. El nos librará de Asur, si invade nuestra tierra, y huella nuestro término. [6] Y será el Resto de Jacob, en medio de pueblos numerosos, como rocío que viene de Yahveh, como lluvia sobre la hierba, él, que no espera en el hombre ni aguarda nada de los hijos de hombre.

[7] Será entonces el Resto de Jacob entre las naciones, en medio de pueblos numerosos, como león entre las bestias de la selva, como leoncillo entre los rebaños de ganado menor, que si pasa, pisotea, y si desgarra, no hay quien libre. [8] ¡Que tu mano se alce contra los adversarios y todos tus enemigos sean extirpados! [9] Y sucederá aquel día — oráculo de Yahveh — que yo extirparé de en medio de ti tus caballos, y haré desaparecer tus carros;

[10] extirparé las ciudades de tu tierra, y demoleré todas tus fortalezas; [11] extirparé de tu mano las hechicerías, y no habrá para ti más adivinos; [12] extirparé tus estatuas y tus estelas de en medio de ti, y ya no podrás postrarte más ante la obra de tus manos, [13] arrancaré de en medio de ti tus cipos y aniquilaré tus ídolos. [14] ¡Venganza tomaré con cólera y furor de las naciones que no escucharon!

Capítulo 6

[1] Escuchad ahora lo que dice Yahveh: «¡Levántate, pleitea con los montes y oigan las colinas tu voz!» [2] ¡Escuchad, montes, el pleito de Yahveh, prestad oído, cimientos de la tierra, pues Yahveh tiene pleito con su pueblo, se querella contra Israel: [3] «Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he molestado? Respóndeme. [4] ¿En que te hice subir del país de Egipto, y de la casa de servidumbre te rescaté, y mandé delante de ti a Moisés, Aarón y María? [5] Pueblo mío, recuerda, por favor, qué maquinó Balaq, rey de Moab, y qué le contestó Balaam, hijo de Beor, ... desde Sittim hasta Guilgal, para que conozcas las justicias de Yahveh.» [6] — «¿Con qué me presentaré yo a Yahveh, me inclinaré ante el Dios de lo alto? ¿Me presentaré con holocaustos, con becerros añales? [7] ¿Aceptará Yahveh miles de carneros, miríadas de torrentes de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi delito, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?» [8] — «Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios.» [9] La voz de Yahveh grita a la ciudad: ¡Escuchad, tribu y consejo de la ciudad! [10] He de soportar yo una medida falsa y una arroba menguada, abominable? [11] ¿Tendré por justa la balanza infractora y la bolsa de pesas de fraude? [12] ¡Sus ricos están llenos de violencia, y sus habitantes hablan falsedad: (su lengua es la mentira en su boca)! [13] Por eso yo también he comenzado a herirte, a devastarte por tus pecados. [14] Tú comerás, pero no te saciarás, tu mugre estará dentro de ti. Pondrás a buen recaudo, mas nada salvarás, y lo que hayas salvado lo entregaré yo a la espada. [15] Sembrarás y no segarás, pisarás la aceituna y no te ungirás de aceite, el mosto, y no beberás vino.

[16] Tú observas los decretos de Omrí, y todas las prácticas de la casa de Ajab; te conduces según sus consejos, para que yo te convierta en estupor y a tus habitantes en rechifla, y soportéis el oprobio de los pueblos.

Capítulo 7

[1] ¡Ay de mí, que he venido a ser como en las recolecciones de verano, como en las rebuscas de la vendimia! ¡Ni un racimo que comer, ni una breva que tanto desea mi alma! [2] ¡Ha desaparecido de la tierra el fiel, no queda un justo entre los hombres! Todos acechan en busca de sangre, cada cual atrapa en la red a su hermano. [3] Para el mal sus dos manos adiestran: el príncipe exige, y también el juez, recompensa; el grande habla de la codicia de su alma, y él y ellos lo urden. [4] Su bondad es como cardo, peor que un zarzal su rectitud. ¡El día de tus centinelas, tu visita ha llegado! ¡Ahora será su consternación! [5] ¡No creáis en compañero, no confiéis en amigo; de la que se acuesta en tu seno guarda la puerta de tu boca! [6] Porque el hijo ultraja al padre, la hija se alza contra su madre, la nuera contra su suegra, y enemigos de cada cual son los de su casa.

[7] Mas yo miro hacia Yahveh, espero en el Dios de mi salvación: mi Dios me escuchará. [8] No te alegres de mí, enemiga mía, porque si caigo, me levantaré, y si estoy postrada en tinieblas, Yahveh es mi luz. [9] La cólera de Yahveh soportaré, ya que he pecado contra él, hasta que él juzgue mi causa y ejecute mi juicio; él me sacará a la luz, y yo contemplaré su justicia. [10] Lo verá mi enemiga, y se cubrirá de vergüenza, ella que me decía: «¿Dónde está Yahveh tu Dios?» ¡Mis ojos se regodearán en ella cuando sea cosa pisoteada como el fango de las calles! [11] ¡El día de reedificar tus muros! ¡Aquel día será dilatada la frontera, [12] el día que se venga hacia ti desde Asiria hasta Egipto, desde Tiro hasta el Río, de mar a mar, de monte a monte! [13] Y la tierra quedará en desolación, a causa de sus habitantes, como fruto de sus obras.

[14] Apacienta tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu heredad, que mora solitario en la selva, en medio de un campo feraz Que pazcan en Basán y Galaad como en los días de antaño. [15] Como en los días de tu salida del país de Egipto, hazme ver prodigios. [16] Verán las naciones y se avergonzarán de toda su prepotencia; pondrán en la boca la mano y sus oídos quedarán sordos. [17] Lamerán el polvo como la serpiente, como los reptiles de la tierra. ¡Se estremecerán desde sus encierros, hacia Yahveh nuestro Dios vendrán temblando, y tendrán miedo de ti! [18] ¿Qué Dios hay como tú, que quite la culpa y pase por alto el delito del Resto de tu heredad? No mantendrá su cólera por siempre pues se complace en el amor; [19] volverá a compadecerse de nosotros, pisoteará nuestras culpas. ¡Tú arrojarás al fondo del mar todos nuestros pecados!

[20] Otorga fidelidad a Jacob amor a Abraham, como juraste a nuestros padres, desde los días de antaño.

NAHÚM

Capítulo 1

[1] Oráculo sobre Nínive. Libro de la visión de Nahúm de Elcós. [2] ¡Dios celoso y vengador Yahveh, vengador Yahveh y rico en ira! Se venga Yahveh de sus adversarios, guarda rencor a sus enemigos. [3] Yahveh tardo a la cólera, pero grande en poder, y a nadie deja impune Yahveh. En la tempestad y el huracán camina, y las nubes son el polvo de sus pies. [4] Amenaza al mar y lo deja seco, y todos los ríos agota. ... languidecen el Basán y el Carmelo, la flor del Líbano se amustia.

[5] Tiemblan los montes ante él, y las colinas se estremecen; en su presencia se levanta la tierra, el orbe y todos los que en él habitan. [6] Ante su enojo ¿quién puede tenerse? ¿Quién puede resistir el ardor de su cólera? Su furor se derrama como fuego, y las rocas se quiebran ante él. [7] Bueno es Yahveh para el que en él es pera, un refugio en el día de la angustia; él conoce a los que a él se acogen, [8] cuando pasa la inundación. Hace exterminio de los que se alzan contra él, a sus enemigos persigue hasta en las tinieblas.

[9] ¿Qué meditáis contra Yahveh? El es el que hace exterminio, no se alzará dos veces la opresión; [10] porque ellos, espinos aún enmarañados, empapados de bebida, como paja seca serán enteramente consumidos. [11] ¡De ti ha salido el que medita el mal contra Yahveh, el consejero de Belial! [12] Así dice Yahveh: Por más incólumes que estén, por más que sean, serán talados y desaparecerán. Si te he humillado, no volveré a humillarte más. [13] Y ahora voy a quebrar de sobre ti su yugo, y a romper tus cadenas. [14] Y sobre ti ha dado orden Yahveh: No habrá más descendencia de tu nombre; de la casa de tus dioses extirparé imágenes esculpidas y fundidas, preparé tu tumba, porque eres despreciable.

Capítulo 2

[1] ¡He aquí por los montes los pies del mensajero de buenas nuevas, el que anuncia la paz! Celebra tus fiestas, Judá, cumple tus votos, porque no volverá a pasar por ti Belial: ha sido extirpado totalmente. [2] ¡Sube un destructor contra ti! ¡Monta la guardia en la fortaleza, vigila el camino, cíñete los lomos, refuerza bien tu fuerza!

[3] Pues Yahveh restablece la viña de Jacob, como la viña de Israel. Devastadores la habían devastado, habían destruido sus sarmientos. [4] El escudo de sus bravos es rojo, valientes vestidos de escarlata; con fuego de hierros brillan los carros, el día que los preparan, y son impacientes los jinetes. [5] Por las calles corren furiosos los carros, se precipitan en las plazas, su aspecto es semejante a antorchas, como relámpago se lanzan. [6] Se da la voz a los bravos; en su marcha se entrechocan; se apresuran hacia la muralla y se prepara el parapeto. [7] Las puertas que dan al Río se abren y en el palacio cunde el pánico. [8] La Belleza es deportada, arrancada, sus siervas gimen, como gemido de palomas, y se golpean el corazón. [9] Nínive es como una alberca cuyas aguas se van. «¡Deteneos, deteneos!» Pero nadie se vuelve. [10] «Saquead la plata, saquead el oro.» ¡Es un tesoro que no tiene fin, grávido de todos los objetos preciosos! [11] ¡Destrozo, saqueo, devastación! ¡Corazones que se disuelven y rodillas que vacilan y estremecimiento en todos los lomos y todos los rostros que mudan de color! [12] ¿Dónde está el cubil de los leones, la cueva de los leoncillos, a donde iba el león a llevar la cría del león, sin que nadie le inquietase? [13] El león dilaceraba para sus cachorros, estrangulaba para sus leonas, llenaba de presas sus escondrijos y de rapiñas sus cubiles. [14] Aquí estoy contra ti, — oráculo de Yahveh Sebaot —: encenderé en humareda tus carros, y la espada devorará a tus leoncillos; suprimiré de la tierra tu presa, y no se oirá más la voz de tus mensajeros.

Capítulo 3

[1] ¡Ay de la ciudad sanguinaria, mentira toda ella, llena de rapiña, de incesante pillaje! [2] ¡Chasquido de látigos, estrépito de ruedas! ¡Caballos que galopan, carros que saltan, [3] caballería que avanza, llamear de espadas, centellear de lanzas... multitud de heridos, montones de muertos, cadáveres sin fin, cadáveres en los que se tropieza! [4] Es por las muchas prostituciones de la prostituta, bella de gracia y maestra en sortilegios, que vendía a las naciones con sus prostituciones y a los pueblos con sus sortilegios.

[5] Aquí estoy contra ti — oráculo de Yahveh Sebaot —: voy a alzar tus faldas hasta tu cara, mostraré a las naciones tu desnudez, a los reinos tu vergüenza. [6] Arrojaré inmundicia sobre ti, te deshonraré y te pondré como espectáculo. [7] Y sucederá que todo el que te vea huirá de ti y dirá: «¡asolada está Nínive! ¿Quién tendrá piedad de ella? ¿Dónde buscarte consoladores?» [8] ¿Eres acaso tú mejor que No Amón, la asentada entre los Nilos, (rodeada de aguas), cuya barrera era el mar, cuya muralla las aguas? [9] Etiopía y Egipto eran su fuerza que no tenía límite; Put y los libios venían en su ayuda. [10] También ella fue al destierro, al cautiverio partió, también sus niños fueron estrellados en el cruce de todas las calles; se echaron suertes sobre sus notables, y todos sus grandes fueron aherrojados con cadenas. [11] También tú quedarás ebria, serás ésa que se esconde, también tú buscarás un refugio contra el enemigo.

[12] Todas tus fortalezas son higueras cargadas de brevas: si se las sacude, caen en la boca de quien va a comerlas. [13] He ahí a tu pueblo: mujeres en medio de ti; a tus enemigos se abren enteras las puertas de tu país, el fuego ha devorado tus cerrojos. [14] Sácate agua para el asedio, refuerza tus fortalezas, métete en la arcilla, pisa el mortero, toma el molde de ladrillos.

[15] Allí el fuego te consumirá, la espada te exterminará, (te devorará como el pulgón.) Multiplícate como el pulgón, multiplícate como la langosta; [16] multiplica tus mercaderes más que las estrellas del cielo, se despliegan los pulgones y se vuelan, [17] tus guardias como langostas, y tus escribas como enjambres de insectos, que se posan en las tapias en un día de frío; sale el sol y se van, y nadie sabe dónde. ¡Ay, cómo están [18] dormidos tus pastores, rey de Asur! Dormitan tus capitanes, tu pueblo está disperso por los montes, y no hay quien los reúna.

[19] ¡No hay remedio para tu herida, incurable es tu llaga! Todos los que noticia de ti oyen baten palmas sobre ti; pues ¿sobre quién no pasó sin tregua tu maldad?

HABACUC

Capítulo 1

[1] Oráculo que tuvo en visión el profeta Habacuc. [2] ¿Hasta cuándo, Yahveh, pediré auxilio, sin que tú escuches, clamaré a ti: «¡Violencia!» sin que tú salves? [3] ¿Por qué me haces ver la iniquidad, y tú miras la opresión? ¡Ante mí rapiña y violencia, querella hay y discordia se suscita! [4] Por eso la ley se desvirtúa, y no aparece el juicio. ¡Sí, el impío asedia al justo, por eso aparece el juicio pervertido! [5] Mirad a las gentes, contemplad, quedad estupefactos, atónitos: voy a hacer yo una obra en vuestros días que no creeríais si se os contara. [6] Pues he aquí que yo suscito a los caldeos, pueblo acerbo y fogoso, que recorre las anchuras de la tierra, para apoderarse de moradas ajenas.

[7] Espantoso es y terrible; de él solo salen su juicio y su grandeza; [8] más raudos son que leopardos sus caballos, más agudos que lobos de la tarde; sus jinetes galopan, vienen de lejos sus jinetes, vuelan como águila que se precipita a devorar. [9] Llegan todos para hacer violencia, el ardor de sus rostros, como un viento del este, amontona cautivos como arena. [10] Y él se burla de los reyes, los soberanos le sirven de irrisión; se ríe de toda fortaleza, levanta un terraplén y la toma. [11] Luego se cambia el viento y pasa, y él aparece culpable por hacer de su fuerza su dios. [12] ¿No eres tú desde antiguo, Yahveh, mi Dios, mi santo? ¡Tú no mueres! ¡Para juicio le pusiste tú, Yahveh, oh Roca, para castigar le estableciste! [13] Muy limpio eres de ojos para mirar el mal, ver la opresión no puedes. ¿Por qué ves a los traidores y callas cuando el impío traga al que es más justo que él? [14] Tú tratas a los hombres como a peces del mar, como a reptiles que no tienen amo.

[15] A todos los saca él con anzuelo, los atrae en su red, en su traína los recoge. Por eso se alegra y regocija, [16] por eso sacrifica a su red, e inciensa a su traína, porque gracias a ellas es pingüe su porción, y suculenta su comida.

[17] Por eso vacía sin cesar su red para matar naciones sin piedad.

Capítulo 2

[1] En mi puesto de guardia me pondré, me plantaré en mi muro, y otearé para ver lo que él me dice, lo que responde a mi querella.

[2] Y me respondió Yahveh y dijo: «Escribe la visión, ponla clara en tablillas para que se pueda leer de corrido. [3] Porque es aún visión para su fecha, aspira ella al fin y no defrauda; si se tarda, espérala, pues vendrá ciertamente, sin retraso. [4] «He aquí que sucumbe quien no tiene el alma recta, más el justo por su fidelidad vivirá.» [5] ¡Oh, ciertamente es traidora la riqueza! ¡Es hombre fatuo y no tendrá éxito el que ensancha como el seol sus fauces; como la muerte, él nunca se sacia, reúne para sí todas las naciones, acapara para sí los pueblos todos! [6] ¿No profetizarán todos éstos sobre él una sátira, adivinanzas y enigmas sobre él? Dirán: ¡Ay de quien amontona lo que no es suyo (¿hasta cuándo?) y se carga de prendas empeñadas! [7] ¿No se alzarán de repente tus acreedores, no se despertarán tus vejadores, y serás presa de ellos? [8] Por haber saqueado a naciones numerosas, te saqueará a ti todo el resto de los pueblos, por la sangre del hombre y la violencia a la tierra, a la ciudad y a todos los que la habitan.

[9] ¡Ay de quien gana ganancia inmoral para su casa, para poner su nido en alto y escapar a la garra del mal! [10] ¡Vergüenza para tu casa has sentenciado: al derribar a muchos pueblos, contra ti mismo pecas! [11] Porque la piedra grita desde el muro, y la viga desde el maderamen le responde. [12] ¡Ay de quien edifica una ciudad con sangre, y funda un pueblo en la injusticia! [13] ¿No viene de Yahveh Sebaot que los pueblos se fatiguen para el fuego y las gentes se agoten para nada? [14] ¡Pues la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Yahveh, como las aguas cubren el mar! [15] ¡Ay del que da de beber a sus vecinos, y les añade su veneno hasta embriagarlos, para mirar su desnudez! [16] ¡Te has saciado de ignominia, no de gloria! ¡Bebe tú también y enseña tu prepucio! ¡A ti se vuelve el cáliz de la diestra de Yahveh, y la ignominia sobre tu gloria! [17] Pues la violencia hecha al Líbano te cubrirá y la matanza de los animales te aterrará, (por la sangre del hombre y la violencia a la tierra, a la ciudad y a todos los que la habitan).

[18] ¿De qué sirve una escultura para que su autor la esculpa, una imagen fundida, un oráculo engañoso, para que en ellos confíe el autor de tal obra haciendo ídolos mudos? [19] ¡Ay de quien dice al madero: «Despierta», «Levántate», a la piedra muda! ¿Da ello algún oráculo? ¡Está, sí, cubierto de oro y plata, pero ni un soplo en su interior! [20] Mas Yahveh está en su santo Templo: ¡silencio ante él, tierra entera!

Capítulo 3

[1] Oración del profeta Habacuc, en el tono de las lamentaciones. [2] ¡Yahveh, he oído tu fama, tu obra venero, Yahveh! ¡En medio de los años hazla revivir en medio de los años dala a conocer, aun en la ira acuérdate de tener compasión! [3] Viene Dios de Temán, el Santo, del monte Parán. Pausa. Su majestad cubre los cielos, de su gloria está llena la tierra. [4] Su fulgor es como la luz, rayos tiene que saltan de su mano, allí se oculta su poder. [5] Delante de él marcha la peste, sale la fiebre tras sus pasos. [6] Se planta él y hace temblar la tierra, mira y hace estremecerse a las naciones; se desmoronan los montes eternos, se hunden los collados antiguos, ¡sus caminos de siempre! [7] En desgracia he visto las tiendas de Kusán, se estremecen los pabellones de Madián. [8] ¿Contra los ríos arde tu cólera, Yahveh, contra el mar tu furor, para que montes en tus caballos, en tus carros de victoria? [9] Tú desnudas tu arco, sacias su cuerda de saetas. Pausa. De ríos surcas tú la tierra; [10] te ven y se espantan los montes, un diluvio de agua pasa, el abismo deja oír su voz. En alto levanta sus manos [11] el sol, la luna se detiene en su sitio, a la luz de tus saetas que parten, al fulgor del centellear de tu lanza.

[12] Con furia atraviesas la tierra, con cólera pisoteas las naciones. [13] Tú sales a salvar a tu pueblo, a salvar a tu ungido. Estrellas la cabeza de la casa del impío, desnudas sus cimientos hasta el cuello. Pausa. [14] Traspasas con tus dardos la cabeza de sus nobles que se lanzaban para dispersarnos con su estrépito, como si fuesen a devorar al desdichado en su escondrijo. [15] Tú surcas el mar con tus caballos, el borbotar de las inmensas aguas. [16] ¡He oído y mis entrañas se estremecen, a esa voz titubean mis labios, penetra la caries en mis huesos, bajo mí tiemblan mis pasos! Tranquilo espero el día de la angustia, que va a subir sobre el pueblo que nos asalta. [17] (Pues la higuera no volverá a echar brotes, ni habrá que recoger en las viñas. Fallará la cosecha del olivo, los campos no darán alimento, faltará el ganado menor en el aprisco, no habrá ganado mayor en los establos.) [18] ¡Mas yo en Yahveh exultaré, jubilaré en el Dios de mi salvación!

[19] Yahveh mi señor es mi fuerza, él me da pies como los de ciervas, y por las alturas me hace caminar. Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda.

SOFONÍAS

Capítulo 1

[1] Palabra de Yahveh que fue dirigida a Sofonías, hijo de Kusí, hijo de Guedalías, hijo de Amarías, hijo de Ezequías, en tiempo de Josías, hijo de Amón, rey de Judá. [2] ¡Voy a aventarlo todo de la haz de la tierra!, oráculo de Yahveh. [3] Aventaré hombres y bestias, aventaré aves del cielo y peces del mar, haré tropezar a los impíos; extirparé a los hombres de sobre la haz de la tierra, oráculo de Yahveh. [4] Extenderé mi mano contra Judá, y contra todos los habitantes de Jerusalén, y extirparé de este lugar lo que queda de Baal, el nombre de los ministros con los sacerdotes, [5] los que se postran en los terrados ante el ejército del cielo, los que se postran ante Yahveh y juran por Milkom, [6] los que se apartan del seguimiento de Yahveh, los que no buscan a Yahveh ni le consultan. [7] ¡Silencio ante el Señor Yahveh, porque el Día de Yahveh está cerca! Sí, Yahveh ha preparado un sacrificio, ha consagrado a sus invitados.

[8] Sucederá en el día del sacrificio de Yahveh que yo visitaré a los príncipes, a los hijos del rey, y a todos los que visten vestido extranjero. [9] Visitaré aquel día a todos los que saltan por encima del umbral, los que llenan la Casa de su Señor de violencia y de fraude. [10] Habrá aquel día — oráculo de Yahveh — gritos de auxilio desde la puerta de los Peces, aullidos desde la ciudad nueva, estruendo enorme desde las colinas. [11] ¡Ululad, habitantes del Mortero, pues ha sido aniquilado todo el pueblo de Canaán, exterminados todos los que pesan plata! [12] Sucederá en el tiempo aquel que yo escrutaré a Jerusalén con lámparas, y visitaré a los hombres que se apelmazan en sus heces, los que dicen en su corazón: «¡Ni bien ni mal hace Yahveh!»

[13] Será dada al saqueo su riqueza, sus casas a la devastación; casas construyeron, mas no las habitarán, plantaron viñas, mas no beberán su vino.

[14] ¡Cercano está el gran Día de Yahveh, cercano, a toda prisa viene! ¡Amargo el ruido del día de Yahveh, dará gritos entonces hasta el bravo! [15] Día de ira el día aquel, día de angustia y de aprieto, día de devastación y desolación, día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y densa niebla, [16] día de trompeta y de clamor, contra las ciudades fortificadas y las torres de los ángulos. [17] Yo pondré a los hombres en aprieto, y ellos como ciegos andarán, (porque pecaron contra Yahveh); su sangre será derramada como polvo, y su carne como excremento. [18] Ni su plata ni su oro podrán salvarlos en el Día de la ira de Yahveh, cuando por el fuego de su celo la tierra entera sea devorada; pues él hará exterminio, ¡y terrorífico!, de todos los habitantes de la tierra.

Capítulo 2

[1] Reuníos, congregaos, gente sin vergüenza, [2] antes que seáis aventados como el tamo que en un día pasa, antes que caiga sobre vosotros el ardor de la cólera de Yahveh, (antes que caiga sobre vosotros el Día de la cólera de Yahveh).

[3] Buscad a Yahveh, vosotros todos, humildes de la tierra, que cumplís sus normas; buscad la justicia, buscad la humildad; quizá encontréis cobijo el Día de la cólera de Yahveh. [4] Pues Gaza quedará en desamparo, y Ascalón en desolación, a Asdod se la expulsará en pleno mediodía, y Ecrón será arrancada de raíz. [5] ¡Ay de los habitantes de la liga del mar, la nación de los kereteos! Palabra de Yahveh contra vosotros: «Canaán, tierra de los filisteos, te destruiré, te dejaré sin habitantes; [6] quedará la liga del mar convertida en pastizales, en pradera de pastores, en apriscos de ovejas.» [7] Y será la liga del mar para el Resto de la casa de Judá: allí llevarán a pacer, en las casas de Ascalón reposarán a la tarde, cuando los visite Yahveh su Dios, y los vuelva de su cautiverio.

[8] He oído los insultos de Moab y los denuestos de los hijos de Ammón, cuando insultaron a mi pueblo, y se engrandecieron a costa de su territorio. [9] Por eso, ¡por mi vida — oráculo de Yahveh Sebaot, Dios de Israel — que Moab quedará como Sodoma, y los habitantes de Ammón como Gomorra: cardizal, mina de sal, desolación para siempre! El Resto de mi pueblo los saqueará, lo que quede de mi nación los heredará. [10] Este será el precio de su orgullo, por haber insultado, por haberse engrandecido a costa del pueblo de Yahveh Sebaot.

[11] Terrible será Yahveh contra ellos, cuando enerve a todos los dioses de la tierra, y se postren ante él, cada una en su lugar, todas las islas de las naciones. [12] También vosotros, etíopes: «Víctimas de mi espada serán ellos». [13] El extenderá su mano contra el norte, destruirá a Asur, y dejará a Nínive en desolación, árida como el desierto. [14] Se tumbarán en medio de ella los rebaños, toda suerte de animales: hasta el pelícano, hasta el erizo, pasarán la noche entre sus capiteles. El búho cantará en la ventana, y el cuervo en el umbral, porque el cedro fue arrancado. [15] Tal será la ciudad alegre que reposaba en seguridad, la que decía en su corazón: «¡Yo, y nadie más!» ¡Cómo ha quedado en desolación, en guarida de animales! Todo el que pasa junto a ella silba y menea su mano.

Capítulo 3

[1] ¡Ay de la rebelde, la manchada, la ciudad opresora! [2] No ha escuchado la voz, no ha aceptado la corrección; en Yahveh no ha puesto su confianza, a su Dios no se ha acercado.

[3] Sus príncipes, en medio de ella, son leones rugientes, sus jueces, lobos de la tarde, que no dejan un hueso para la mañana.

[4] Sus profetas, fanfarrones, hombres traicioneros, sus sacerdotes profanan lo que es santo y violan la Ley. [5] Yahveh es justo en medio de ella, no comete injusticia; cada mañana pronuncia su juicio, no falta nunca al alba; (pero el inicuo no conoce la vergüenza). [6] Yo he exterminado a las naciones, sus almenas han sido derruidas, he dejado desiertas sus calles, sin un transeúnte; han sido arrasadas sus ciudades, no queda hombre ni habitante. [7] Y me dije: «Al menos tú me temerás, aceptarás la corrección; no puede quitarse de sus ojos todo aquello con que yo la he visitado.» Pero ellos han madrugado a corromper todas sus acciones.

[8] Por eso, esperadme — oráculo de Yahveh — el día en que me levante como testigo, porque he decidido reunir a las naciones, congregar a los reinos, para derramar sobre vosotros mi enojo, todo el ardor de mi cólera. (Porque por el fuego de mi celo la tierra entera será devorada). [9] Yo entonces volveré puro el labio de los pueblos, para que invoquen todos el nombre de Yahveh, y le sirvan bajo un mismo yugo. [10] Desde allende los ríos de Etiopía, mis suplicantes, mi Dispersión, me traerán mi ofrenda. [11] Aquel día no tendrás ya que avergonzarte de todos los delitos que cometiste contra mí, porque entonces quitaré yo de tu seno a tus alegres orgullosos, y no volverás a engreírte en mi santo monte. [12] Yo dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, y en el nombre de Yahveh se cobijará [13] el Resto de Israel. No cometerán más injusticia, no dirán mentiras, y no más se encontrará en su boca lengua embustera. Se apacentarán y reposarán, sin que nadie los turbe.

[14] ¡Lanza gritos de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel, alégrate y exulta de todo corazón, hija de Jerusalén! [15] Ha retirado Yahveh las sentencias contra ti, ha alejado a tu enemigo. ¡Yahveh, Rey de Israel, está en medio de ti, no temerás ya ningún mal! [16] Aquel día se dirá a Jerusalén: ¡No tengas miedo, Sión, no desmayen tus manos! [17] Yahveh tu Dios está en medio de ti, ¡un poderoso salvador! El exulta de gozo por ti, te renueva por su amor; danza por ti con gritos de júbilo, [18] como en los días de fiesta. Yo quitaré de tu lado la desgracia, el oprobio que pesa sobre ti. [19] He aquí que yo haré exterminio de todos tus opresores, en el tiempo aquel; y salvaré a la coja y recogeré a la descarriada, y haré que tengan alabanza y renombre en todos los países donde fueron confundidas.

[20] En aquel tiempo os haré venir, en aquel tiempo os congregaré. Entonces os daré renombre y alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando yo vuelva a vuestros cautivos a vuestros propios ojos, dice Yahveh.

AGEO

Capítulo 1

[1] El año segundo del rey Darío, el día uno del sexto mes, fue dirigida la palabra de Yahveh, por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, ya a Josué, hijo de Yehosadaq, sumo sacerdote, en estos términos: [2] Así dice Yahveh Sebaot: Este pueblo dice: «¡Todavía no ha llegado el momento de reedificar la Casa de Yahveh!» [3] (Fue, pues, dirigida la palabra de Yahveh, por medio del profeta Ageo, en estos términos:) [4] ¿Es acaso para vosotros el momento de habitar en vuestras casas artesonadas, mientras esta Casa está en ruinas? [5] Ahora pues, así dice Yahveh Sebaot: Aplicad vuestro corazón a vuestros caminos. [6] Habéis sembrado mucho, pero cosecha poca; habéis comido, pero sin quitar el hambre; habéis bebido, pero sin quitar la sed; os habéis vestido, mas sin calentaros, y el jornalero ha metido su jornal en bolsa rota. [7] Así dice Yahveh Sebaot: Aplicad vuestro corazón a vuestros caminos. [8] Subid a la montaña, traed madera, reedificad la Casa, y yo la aceptaré gustoso y me sentiré honrado, dice Yahveh.

[9] Esperabais mucho, y bien poco es lo que hay. Y lo que metisteis en casa lo aventé yo. ¿Por qué? — oráculo de Yahveh Sebaot — porque mi Casa está en ruinas, mientras que vosotros vais aprisa cada uno a vuestra casa. [10] Por eso, por culpa vuestra, los cielos han negado la lluvia y la tierra ha negado su producto. [11] Yo he llamado a la sequía sobre la tierra y sobre los montes, sobre el trigo, el mosto y el aceite, sobre todo lo que produce el suelo, sobre los hombres y el ganado, y sobre todo trabajo de manos. [12] Zorobabel, hijo de Sealtiel, Josué, hijo de Yehosadaq, sumo sacerdote, y todo el Resto del pueblo escucharon la voz de Yahveh, su Dios, y las palabras del profeta Ageo, según la misión que Yahveh su Dios le había encomendado, y temió el pueblo delante de Yahveh. [13] Entonces Ageo, el mensajero de Yahveh, habló así al pueblo, en virtud del mensaje de Yahveh: «Yo estoy con vosotros, oráculo de Yahveh.» [14] Y movió Yahveh el espíritu de Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, el espíritu de Josué, hijo de Yehosadaq, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el Resto del pueblo. Y vinieron y emprendieron la obra en la Casa de Yahveh Sebaot, su Dios.

[15] Era el día veinticuatro del sexto mes.

Capítulo 2

[1] El año segundo del rey Darío, el día veintiuno del séptimo mes, fue dirigida la palabra de Yahveh, por medio del profeta Ageo, en estos términos: [2] Habla ahora a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, a Josué, hijo de Yehosadaq, sumo sacerdote, y al resto del pueblo, y di: [3] ¿Quién queda entre vosotros que haya visto esta Casa en su primer esplendor? Y ¿qué es lo que veis ahora? ¿No es como nada a vuestros ojos? [4] ¡Mas ahora, ten ánimo, Zorobabel, oráculo de Yahveh; ánimo, Josué, hijo de Yehosadaq, sumo sacerdote, ánimo, pueblo todo de la tierra!, oráculo de Yahveh. ¡A la obra, que estoy yo con vosotros — oráculo de Yahveh Sebaot — [5] según la palabra que pacté con vosotros a vuestra salida de Egipto, y en medio de vosotros se mantiene mi Espíritu: no temáis! [6] Pues así dice Yahveh Sebaot: Dentro de muy poco tiempo sacudiré yo los cielos y la tierra, el mar y el suelo firme, [7] sacudiré todas las naciones; vendrán entonces los tesoros de todas las naciones, y yo llenaré de gloria esta Casa, dice Yahveh Sebaot.

[8] ¡Mía es la plata y mío el oro! oráculo de Yahveh Sebaot. [9] Grande será la gloria de esta Casa, la de la segunda mayor que la de la primera, dice Yahveh Sebaot, y en este lugar daré yo paz, oráculo de Yahveh Sebaot. [10] El día veinticuatro del noveno mes, el año segundo de Darío, fue dirigida la palabra de Yahveh al profeta en estos términos: [11] Así dice Yahveh Sebaot: Pregunta a los sacerdotes sobre la Ley. Di: [12] «Si alguien lleva carne sagrada en el halda de su vestido, y toca con su halda pan, guiso, vino, aceite o cualquier otra comida, ¿quedará ésta santificada?» Respondieron los sacerdotes y dijeron: «No.» [13] Continuó Ageo: «Si alguien, que se ha hecho impuro por el contacto de un cadáver, toca alguna de esas cosas, ¿ queda ella impura?» Respondieron los sacerdotes y dijeron: «Sí, queda impura.» [14] Entonces tomó la palabra y dijo: «Así es este pueblo: así esta nación delante de mí, oráculo de Yahveh, así toda la labor de sus manos y lo que ofrecen aquí: ¡impuro es!» [15] Y ahora aplicad bien vuestro corazón, desde este día en adelante: antes de poner piedra sobre piedra en el Templo de Yahveh, [16] ¿qué era de vosotros? Se venía a un montón de veinte medidas y no había más que diez; se venía a la cava para sacar cincuenta cántaros y no había más que veinte.

[17] Yo os herí con tizón, con añublo y con granizo en toda labor de vuestras manos, y ninguno de vosotros se volvió a mí, oráculo de Yahveh. [18] Aplicad, pues, vuestro corazón, desde este día en adelante (desde el día veinticuatro del noveno mes, día en que se echaron los cimientos al Templo de Yahveh, aplicad vuestro corazón): [19] ¿hay ahora grano en el granero? Pues si ni la vid ni la higuera ni el granado ni el olivo producían fruto, desde este día yo daré bendición. [20] La palabra de Yahveh fue dirigida por segunda vez a Ageo, el día veinticuatro del mes, en estos términos: [21] Habla a Zorobabel, gobernador de Judá y di: Yo voy a sacudir los cielos y la tierra. [22] Daré vuelta a los tronos de los reinos y destruiré el poder de los reinos de las naciones, daré vuelta al carro y a los que montan en él, y serán abatidos caballos y caballeros cada uno por la espada de su hermano.

[23] Aquel día — oráculo de Yahveh Sebaot — te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Sealtiel, siervo mío — oráculo de Yahveh — y te pondré como anillo de sello, porque a ti te he elegido, oráculo de Yahveh Sebaot.

ZACARÍAS

Capítulo 1

[1] En el octavo mes del año segundo de Darío fue dirigida la palabra de Yahveh al profeta Zacarías (hijo de Berekías), hijo de Iddó, en estos términos: [2] «Yahveh se ha irritado mucho contra vuestros padres.» [3] Les dirás: «Así dice Yahveh Sebaot: Volveos a mí — oráculo de Yahveh Sebaot — y yo me volveré a vosotros, dice Yahveh Sebaot. [4] No seáis como vuestros padres, a quienes los antiguos profetas gritaban así: "¡Volveos de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras!" Pero ellos no escucharon ni me hicieron caso — oráculo de Yahveh —. [5] Vuestros padres ¿dónde están? Y los profetas ¿van a vivir por siempre? [6] Sin embargo, mis palabras y preceptos que yo había prescrito a mis siervos los profetas ¿no alcanzaron a vuestros padres? Por eso se volvieron ellos y dijeron: "Como Yahveh Sebaot había decidido tratarnos, según nuestros caminos y nuestras obras, así nos ha tratado".» [7] El día veinticuatro del undécimo mes (que es el mes de Sebat), el año segundo de Darío, fue dirigida la palabra de Yahveh al profeta Zacarías (hijo de (Berekías), hijo de Iddó, en estos términos: [8] He tenido una visión esta noche. Era un hombre que montaba un caballo rojo; estaba de pie entre los mirtos que hay en la hondonada; detrás de él, caballos rojos, alazanes y blancos.

[9] Yo dije: «¿Quiénes son éstos, señor mío?» El ángel que hablaba conmigo me dijo: «Yo te enseñaré quiénes son éstos.» [10] Y el hombre que estaba entre los mirtos intervino y dijo: «Estos son los que ha enviado Yahveh a recorrer la tierra.» [11] Entonces ellos se dirigieron al ángel de Yahveh que estaba entre los mirtos y dijeron: «Hemos recorrido la tierra y hemos visto que toda la tierra vive en paz.» [12] Tomó la palabra el ángel de Yahveh y dijo: «Oh Yahveh Sebaot, ¿hasta cuándo seguirás sin apiadarte de Jerusalén y de las ciudades de Judá, contra las cuales estás irritado desde hace setenta años?» [13] Yahveh respondió al ángel que hablaba conmigo palabras buenas, palabras de consuelo. [14] Y el ángel que hablaba conmigo me dijo: «Clama y di: Así dice Yahveh Sebaot: Celoso estoy por Jerusalén y por Sión con gran celo, [15] y con gran irritación irritado contra las naciones que se sienten seguras, y que, cuando yo estaba poco irritado, contribuyeron al mal.

[16] Por eso, así dice Yahveh: A Jerusalén me vuelvo con piedad: en ella será reedificada mi Casa — oráculo de Yahveh Sebaot — y el cordel será tendido sobre Jerusalén. [17] Clama también y di: Así dice Yahveh Sebaot: Aún han de rebosar mis ciudades de bienes; aún consolará Yahveh a Sión y aún elegirá a Jerusalén.»

Capítulo 2

[1] Alcé luego mis ojos y tuve una visión: Eran cuatro cuernos. [2] Y dije al ángel que hablaba conmigo: «¿Qué son éstos?» Me dijo: «Son los cuernos que dispersaron a Judá (a Israel) y a Jerusalén.» [3] Yahveh me hizo ver después cuatro herreros. [4] Y dije: «¿Qué vienen a hacer éstos?» El habló y dijo: «(Aquellos son los cuernos que dispersaron a Judá, hasta que nadie osó levantar cabeza.) Y éstos han venido a espantarlos (a abatir los cuernos de las naciones que alzaron el cuerno contra la tierra de Judá para dispersarla).» [5] Alcé los ojos y tuve una visión: Era un hombre con una cuerda de medir en la mano. [6] Le dije: «¿A dónde vas?» Me dijo: «A medir a Jerusalén, a ver cuánta es su anchura y cuánta su longitud.» [7] En esto, salió el ángel que hablaba conmigo, y otro ángel salió a su encuentro [8] y le dijo: «Corre, habla a ese joven y dile: Como las ciudades abiertas será habitada Jerusalén, debido a la multitud de hombres y ganados que habrá dentro de ella.

[9] Y yo seré para ella — oráculo de Yahveh — muralla de fuego en torno, y dentro de ella seré gloria.» [10] ¡Hala, hala, huid del país del Norte — oráculo de Yahveh, — ya que a los cuatro vientos del cielo os esparcí yo! — oráculo de Yahveh — [11] ¡Hala, sálvate, Sión, tú que moras en Babilonia! [12] Pues así dice Yahveh Sebaot que tras la gloria me ha enviado a las naciones que os despojaron: «El que os toca a vosotros a la niña de mi ojo toca.» [13] He aquí que yo alzo mi mano contra ellas, y serán despojo de sus mismos esclavos. Sabréis así que Yahveh Sebaot me ha enviado. [14] Grita de gozo y regocíjate, hija de Sión, pues he aquí que yo vengo a morar dentro de ti, oráculo de Yahveh. [15] Muchas naciones se unirán a Yahveh aquel día: serán para mí un pueblo, y yo moraré en medio de ti. Sabrás así que Yahveh Sebaot me ha enviado a ti. [16] Poseerá Yahveh a Judá, porción suya en la Tierra Santa, y elegirá de nuevo a Jerusalén. [17] ¡Silencio, toda carne, delante de Yahveh, porque él se despierta de su santa Morada!

Capítulo 3

[1] Me hizo ver después al sumo sacerdote Josué, que estaba ante el ángel de Yahveh; a su derecha estaba el Satán para acusarle. [2] Dijo el ángel de Yahveh al Satán: «¡Yahveh te reprima, Satán, reprímate Yahveh, el que ha elegido a Jerusalén! ¿No es éste un tizón sacado del fuego?» [3] Estaba Josué vestido de ropas sucias, en pie delante del ángel. [4] Tomó éste la palabra y habló así a los que estaban delante de él: «¡Quitadle esas ropas sucias y ponedle vestiduras de fiesta; le dijo: «Mira, yo he pasado por alto tu culpa.» [5] Y colocad en su cabeza una tiara limpia!» Se le vistió de vestiduras de fiesta y se le colocó en la cabeza la tiara limpia. El ángel de Yahveh que seguía en pie. [6] Luego el ángel de Yahveh advirtió a Josué diciendo: [7] «Así dice Yahveh Sebaot: Si andas por mis caminos y guardas mis prescripciones, tú gobernarás mi Casa, y tú mismo guardarás mis atrios: yo te daré plaza entre estos que están aquí.» [8] Escucha, pues, Josué, sumo sacerdote, tú y tus compañeros que se sientan en tu presencia — pues son hombres de presagio —: He aquí que yo voy a traer a mi siervo «Germen».

[9] Y he aquí la piedra que yo pongo delante de Josué; en esta única piedra hay siete ojos; yo mismo grabaré su inscripción — oráculo de Yahveh Sebaot — y quitaré la culpa de esta tierra en un solo día. [10] Aquel día — oráculo de Yahveh Sebaot — os invitaréis unos a otros bajo la parra y bajo la higuera.

Capítulo 4

[1] Volvió el ángel que hablaba conmigo y me despertó como a un hombre que es despertado de su sueño. [2] Y me dijo: «¿Qué ves?» Dije: «Veo un candelabro todo de oro, con una ampolla en su vértice: tiene siete lámparas y siete boquillas para las siete lámparas que lleva encima. [3] Hay también dos olivos junto a él, uno a su derecha y el otro a su izquierda.» [4] Proseguí y dije al ángel que hablaba conmigo: «¿Qué es esto, señor mío?» [5] Me respondió el ángel que hablaba conmigo y me dijo: «¿No sabes qué es esto?» Dije: «No, mi señor.» [6] Prosiguió él y me habló así: Esta es la palabra de Yahveh a Zorobabel. No por el valor ni por la fuerza, sino sólo por mi Espíritu — dice Yahveh Sebaot —.

[7] ¿Quién eres tú, gran monte? Ante Zorobabel serás una explanada, y él extraerá la piedra de remate, a los gritos de «¡Bravo, bravo por ella!». [8] Me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: [9] Las manos de Zorobabel echaron el cimiento a esta Casa y sus manos la acabarán; (sabréis así que Yahveh Sebaot me ha enviado a vosotros). [10] ¿Quién menospreció el día de los modestos comienzos? ¡Se alegrará al ver la plomada en la mano de Zorobabel! « Esos siete son los ojos de Yahveh: ellos recorren toda la tierra.» [11] Entonces tomé la palabra y le dije: «¿Qué son esos dos olivos a derecha e izquierda del candelabro?» [12] (Añadí de nuevo y le dije: «¿Qué son las dos ramas de olivo que por los dos tubos de oro vierten de sí aceite dorado?») [13] El me habló y dijo: «¿No sabes qué es esto?» Dije: «No, mi señor.» [14] Y él me dijo: «Estos son los dos Ungidos que están en pie junto al Señor de toda la tierra.»

Capítulo 5

[1] Volví a alzar los ojos y tuve una visión: Era un rollo volando. [2] Y me dijo el ángel: «¿Qué ves?» Respondí: «Veo un rollo volando, de veinte codos de largo y veinte de ancho.» [3] Me dijo: «Eso es la Maldición que sale sobre la haz de toda esta tierra. Pues todo ladrón será, según ella, echado de aquí, y todo el que jura será, según ella, echado de aquí. [4] Yo la he hecho salir — oráculo de Yahveh Sebaot — para que entre en casa del ladrón y en casa del que jura por mi nombre en falso, para que se aloje en medio de su casa y la consuma, con su maderamen y sus piedras.» [5] Salió el ángel que hablaba conmigo y me dijo: «Alza ahora tus ojos y mira qué es eso que sale.» [6] Yo dije: «¿Qué es?» Dijo: «Es la medida que sale.» Y añadió: «Esta es la culpa de ellos en todo el país.» [7] En esto, se levantó la tapa de plomo y había una Mujer sentada en medio de la medida.

[8] Dijo él: «Esta es la Maldad.» La echó dentro de la medida y volvió a poner la tapa de plomo en su boca. [9] Alcé luego los ojos y tuve una visión: Dos mujeres aparecieron, con viento en sus alas, porque tenían alas como de cigüeña. Y levantaron la medida entre la tierra y el cielo. [10] Dije entonces al ángel que hablaba conmigo: «¿A dónde llevan ésas la medida?» [11] Me respondió: «Van a edificarle una casa en el país de Senaar, y cuando esté a punto será colocada allí sobre su base.»

Capítulo 6

[1] Alcé otra vez los ojos y tuve una visión: Eran cuatro carros que salían de entre dos montes; y los montes eran montes de bronce. [2] En el primer carro había caballos rojos, en el segundo carro caballos negros, [3] en el tercer carro caballos blancos, y en el cuarto carro caballos tordos. [4] Tomé la palabra y dije al ángel que hablaba conmigo: «¿Qué son éstos, señor mío?» [5] El ángel respondió y me dijo: «Son los cuatro vientos del cielo que salen después de presentarse ante el Señor de toda la tierra. [6] Donde están los caballos negros, salen hacía el país del norte; los blancos salen detrás de ellos y los tordos salen hacía el país del sur.» [7] Briosos salían, impacientes por recorrer la tierra. Les dijo: «Id, recorred la tierra.» Y recorrieron la tierra.

[8] Y a mí me gritó y me habló así: «Mira, los que salen hacia el país del norte van a aplacar mi espíritu en el país del norte.» [9] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [10] «Haz una colecta entre los deportados: Jelday, Tobías y Yedaías; vienes aquel día y entras en la casa de Josías, hijo de Sefanías, a donde han llegado de Babilonia, [11] tomas la plata y el oro, haces una corona, la pones en la cabeza del sumo sacerdote Josué, hijo de Yehosadaq, [12] y le hablas de esta manera: Así dice Yahveh Sebaot: He aquí un hombre cuyo nombre es Germen: debajo de él habrá germinación (y él edificará el Templo de Yahveh). [13] El edificará el Templo de Yahveh; él llevará las insignias reales, se sentará y dominará en su trono; habrá un sacerdote a su derecha, y consejo de paz habrá entre ellos dos.

[14] Será la corona para Jelday, Tobías y Yedaías, y para el hijo de Sefanías, un memorial de gracia en el Templo de Yahveh. [15] Y los que están lejos vendrán y reedificarán el Templo de Yahveh. Sabréis entonces que Yahveh Sebaot me ha enviado a vosotros. Así será si de verdad escucháis la voz de Yahveh vuestro Dios.»

Capítulo 7

[1] El año cuarto del rey Darío, la palabra de Yahveh fue dirigida a Zacarías, el día cuatro del noveno mes, el mes de Kisléu. [2] Betel había enviado a Sar Eser y a Réguem Mélek, con su gente, a ablandar el rostro de Yahveh, [3] y a decir a los sacerdotes de la Casa de Yahveh Sebaot y a los profetas: «¿Deberé llorar en el quinto mes haciendo abstinencia como lo he hecho durante tantos años?» [4] Me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: [5] Habla a todo el pueblo de la tierra y a los sacerdotes y di: «Cuando habéis ayunado y plañido, en el quinto y séptimo mes, y esto durante setenta años, ¿habéis ayunado de verdad por mí? [6] Y cuando coméis y bebéis, ¿no sois vosotros los que coméis y bebéis? [7] ¿No conocéis las palabras que Yahveh proclamó por ministerio de los antiguos profetas, cuando Jerusalén vivía en paz, con sus ciudades de alrededor, y estaban habitados el Négueb y la Tierra Baja? [8] (La palabra de Yahveh fue dirigida a Zacarías en estos términos: [9] Así dijo Yahveh Sebaot): Juicio fiel juzgad, y amor y compasión practicad cada cual con su hermano.

[10] No oprimáis a la viuda, al huérfano, al forastero, ni al pobre; y no maquinéis mal uno contra otro en vuestro corazón. [11] Para ellos no quisieron hacer caso; hombro rebelde presentaron y endurecieron sus oídos para no escuchar; [12] su corazón hicieron de diamante para no oír la Ley y las palabras que Yahveh Sebaot había dirigido por su espíritu, por ministerio de los antiguos profetas. Hubo entonces gran enojo de Yahveh Sebaot. [13] Y sucedió que, como él había clamado y ellos no habían escuchado, así ellos clamaban y yo no les escuchaba, dice Yahveh Sebaot. [14] Sino que los dispersé entre todas las naciones que no conocían, y la tierra quedó devastada detrás de ellos: ya nadie iba ni venía. Y así convirtieron una tierra de delicias en desolación.»

Capítulo 8

[1] Fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: [2] Así dice Yahveh Sebaot: Con gran celo he celado a Sión, con gran ira la he celado. [3] Así dice Yahveh: Me he vuelto a Sión, y en medio de Jerusalén habito. Jerusalén se llamará Ciudadde-Fidelidad, y el monte de Yahveh Sebaot, Montede-Santidad. [4] Así dice Yahveh Sebaot: Aún se sentarán viejos y viejas en las plazas de Jerusalén, cada cual con su bastón en la mano, por ser muchos sus días; [5] las plazas de la ciudad se llenarán de muchachos y muchachas en sus plazas jugando. [6] Así dice Yahveh Sebaot: Si ello parece imposible a los ojos del Resto de este pueblo, en aquellos días, ¿también a mis ojos va a ser imposible?, oráculo de Yahveh Sebaot.

[7] Así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo salvo a mi pueblo del país del oriente y del país donde se pone el sol; [8] voy a traerlos para que moren en medio de Jerusalén. Y serán mi pueblo y yo seré su Dios con fidelidad y con justicia. [9] Así dice Yahveh Sebaot: Reafírmense vuestras manos, vosotros que oís en estos días esas palabras de la boca de los profetas, desde el día en que se echaron los cimientos de la Casa de Yahveh Sebaot, para la reconstrucción del Templo. [10] Porque hasta estos días no había paga para los hombres ni paga para el ganado; paz ninguna había, a causa del enemigo, para el que salía y entraba, y yo había dado rienda suelta a todos los hombres unos contra otros. [11] Pero ahora ya no soy yo para el Resto de este pueblo como en días pasados, oráculo de Yahveh Sebaot. [12] Porque hay simiente de paz: la vid dará su fruto, la tierra dará su producto y los cielos darán su rocío; yo daré en posesión al Resto de este pueblo todas estas cosas.

[13] Y sucederá que así como habéis sido maldición entre las naciones, casa de Judá y casa de Israel, así os salvaré yo, y seréis bendición; ¡no tengáis miedo, y que se reafirmen vuestras manos! [14] Pues así dice Yahveh Sebaot: Como yo había decidido haceros mal, cuando me irritaron vuestros padres — dice Yahveh Sebaot — y no me arrepentí de ello, [15] así en cambio he decidido en estos días hacer bien a Jerusalén y a la casa de Judá: ¡no temáis! [16] He aquí las cosas que debéis hacer: Decid verdad unos a otros; juicio de paz juzgad en vuestras puertas; [17] mal unos contra otros no meditéis en vuestro corazón, y juramento falso no améis, porque todas estas cosas las odio yo, oráculo de Yahveh. [18] La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: [19] «Así dice Yahveh Sebaot: El ayuno del cuarto mes, el ayuno del quinto, el ayuno del séptimo y el ayuno del décimo se convertirán para la casa de Judá en regocijo, alegría y faustas solemnidades. Amad, pues, la verdad y la paz.» [20] Así dice Yahveh Sebaot: Todavía habrá pueblos que vengan, y habitantes de grandes ciudades.

[21] Y los habitantes de una ciudad irán a la otra diciendo: «Ea, vamos a ablandar el rostro de Yahveh y a buscar a Yahveh Sebaot: ¡yo también voy!» [22] Y vendrán pueblos numerosos y naciones poderosas a buscar a Yahveh Sebaot en Jerusalén, y a ablandar el rostro de Yahveh. [23] Así dice Yahveh Sebaot: En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas de las naciones asirán por la orla del manto a un judío diciendo: «Queremos ir con vosotros, porque hemos oído decir que Dios está con vosotros.»

Capítulo 9

[1] Oráculo. La palabra de Yahveh, en el país de Jadrak y en Damasco, su reposo; porque de Yahveh es la fuente de Aram, como todas las tribus de Israel; [2] y también Jamat que está en su frontera, (Tiro) y Sidón, la que es tan sabia. [3] Se ha construido Tiro una fortaleza, ha amontonado plata como polvo y oro como barro de las calles. [4] He aquí que el Señor va a apoderarse de ello: hundirá en el mar su poderío, y ella misma será devorada por el fuego. [5] Ascalón lo verá y temerá, Gaza también, y se retorcerá de dolor y Ecrón, pues su esperanza ha fracasado; desaparecerá de Gaza el rey, Ascalón no será ya habitada, [6] y un bastardo habitará en Asdod. Yo truncaré el orgullo de los filisteos; [7] quitaré su sangre de su boca, y sus abominaciones de sus dientes. Quedará él también como resto para nuestro Dios, será como un familiar en Judá, y Ecrón será como el jebuseo.

[8] Yo acamparé junto a mi Casa como guardia contra quien va y quien viene; y no pasará más opresor sobre ellos, porque ahora miro yo con mis ojos. [9] ¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna. [10] El suprimirá los cuernos de Efraím y los caballos de Jerusalén; será suprimido el arco de combate, y él proclamará la paz a las naciones. Su dominio irá de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra. [11] En cuanto a ti, por la sangre de tu alianza, yo soltaré a tus cautivos de la fosa en la que no hay agua. [12] Volved a la fortaleza, cautivos de la esperanza; hoy mismo, yo lo anuncio, el doble te he de devolver. [13] Porque he entesado para mí a Judá, el arco he cargado con Efraím. Voy a incitar a tus hijos, Sión, contra tus hijos, Yaván, y te haré como espada de un bravo. [14] Yahveh aparecerá sobre ellos, y saldrá como relámpago su flecha; (el Señor) Yahveh tocará el cuerno y avanzará en los torbellinos del sur. [15] Yahveh Sebaot los escudará; y devorarán y pisotearán las piedras de la honda, beberán la sangre como vino, y se llenarán como copa de aspersiones, como los cuernos del altar. [16] Los salvará Yahveh su Dios el día aquel, como rebaño de su pueblo, porque serán piedras de diadema refulgentes sobre su suelo. [17] ¡Qué espléndido será, qué hermoso! El trigo hará florecer a los mancebos y el mosto a las doncellas.

Capítulo 10

[1] Pedid a Yahveh la lluvia en tiempo de primavera. Yahveh, el que hace las nubes de tormenta, lluvia copiosa les dará, hierba en su campo a cada uno. [2] Porque los terafim predicen falsedad y los adivinos ven mentira, porque sueños de ilusión predicen y con cosa vana quieren consolar, por eso emigran ellos como ovejas, abatidos porque no hay pastor. [3] Contra los pastores arde mi cólera y a los machos cabríos visitaré. Cuando Yahveh Sebaot visite a su rebaño, la Casa de Judá, hará de ellos como su caballo de honor en el combate.

[4] De él saldrá el Angulo, de él la Clavija, de él el Arco de combate, de él todos los Caudillos. Juntos [5] serán como bravos que pisarán el barro de las calles en el combate; combatirán, porque Yahveh está con ellos, y serán confundidos los que montan caballos. [6] Yo haré fuerte la casa de Judá y victoriosa la casa de José; los recobraré porque me apiado de ellos, y serán como si yo no los hubiera desechado, pues yo soy Yahveh su Dios, y los atenderé. [7] Como bravos serán los de Efraím, estará alegre su corazón como de vino; sus hijos lo verán y se alegrarán, exultará en Yahveh su corazón. [8] Yo les silbaré para reunirlos, pues los he rescatado, y serán tan numerosos como eran. [9] Yo los sembré entre los pueblos, mas en lejanas tierras se acordarán de mí, criarán a sus hijos y retornarán. [10] Los haré volver del país de Egipto, de Asur los recogeré, y los conduciré al país de Galaad y al Líbano, donde no habrá bastante para ellos. [11] Atravesarán el mar de la angustia, (él herirá en el mar las ondas), y quedarán secas todas las honduras del Nilo. Será abatido el orgullo de Asur, y el cetro de Egipto llegará a su fin. [12] Yo los haré fuertes en Yahveh, y en su Nombre marcharán, oráculo de Yahveh.

Capítulo 11

[1] Abre tus puertas, Líbano, y el fuego devore tus cedros.

[2] Gime, ciprés, porque ha caído el cedro, porque los majestuosos han sido arrasados. Gemid, encinas de Basán, porque ha sido abatida la selva impenetrable. [3] Se oye gemido de pastores, porque ha sido arrasado su esplendor, se oye rugido de leones, porque ha sido arrasada la gloria del Jordán. [4] Así dice Yahveh mi Dios: Apacienta las ovejas de matadero, [5] esas que sus compradores matan impunemente, mientras sus vendedores dicen: «¡Bendito sea Yahveh; ya soy rico!», y a las que no perdonan los pastores. [6] Pues yo no perdonaré más a los habitantes de esta tierra, oráculo de Yahveh; mas he aquí que voy a entregar a los hombres, a cada uno en manos de su vecino y en manos de su rey; ellos aplastarán la tierra y yo no los libraré de sus manos.

[7] Apacenté, pues, las ovejas de matadero destinadas a los tratantes de ovejas, y me procuré dos cayados: a uno lo llamé «Gracia» y al otro «Vínculo». Me puse a apacentar las ovejas, [8] y me deshice de los tres pastores en un mes. Pero mi alma se impacientó con ellos y su alma también se hastió de mí. [9] Entonces dije: «¡No os apacentaré más; la que tenga que morir, que muera, la que tenga que desaparecer, que desaparezca, y las que queden, que se coman unas a otras!» [10] Tomé luego mi cayado «Gracia» y lo partí, para romper la alianza que Yahveh había concluido con todos los pueblos. [11] Quedó roto aquel día, y los tratantes de ovejas que me observaban supieron que era una palabra de Yahveh. [12] Yo les dije: «Si os parece bien, dadme mi jornal; sino, dejadlo.» Ellos pesaron mi jornal: treinta siclos de plata.

[13] Yahveh me dijo: «¡Echalo al tesoro, esa lindeza de precio en que me han apreciado!» Tomé, pues, los treinta siclos de plata y los eché en la Casa de Yahveh, en el tesoro. [14] Después partí mi segundo cayado «Vínculo», para romper la fraternidad entre Judá e Israel. [15] Yahveh me dijo entonces: «Toma todavía el hato de un pastor necio. [16] Pues he aquí que yo voy a suscitar en esta tierra un pastor que no hará caso de la oveja perdida, ni buscará a la extraviada, ni curará a la herida, ni se ocupará de la sana, sino que comerá la carne de la cebada, y hasta las uñas les arrancará. [17] ¡Ay del pastor inútil que abandona las ovejas! ¡Espada sobre su brazo y sobre su ojo derecho; que su brazo se seque del todo, y del todo se oscurezca su ojo!»

Capítulo 12

[1] Oráculo. Palabra de Yahveh sobre Israel. Oráculo de Yahveh, el que despliega los cielos, funda la tierra y forma el espíritu del hombre en su interior. [2] He aquí que yo hago de Jerusalén una copa de vértigo para todos los pueblos del contorno (durante el asedio contra Jerusalén). [2] (y también sobre Judá). [3] Aquel día haré yo de Jerusalén una piedra de levantamiento para todos los pueblos: todos los que la levanten se desgarrarán completamente. Y contra ella se congregarán todas las naciones de la tierra. [4] Aquel día — oráculo de Yahveh — heriré de aturdimiento a todo caballo, y a su caballero, de locura. Y a todos los pueblos heriré de ceguera. (Mas sobre la casa de Judá abriré mis ojos.) [5] Entonces dirán en su corazón los jefes de Judá: «La fuerza de los habitantes de Jerusalén está en Yahveh Sebaot su Dios.» [6] Aquel día haré de los jefes de Judá como un brasero con fuego de leña, como una antorcha con fuego de gavillas; y devorarán a derecha e izquierda a todos los pueblos del contorno, mientras que Jerusalén será de nuevo habitada en su lugar.

[7] Salvará Yahveh en primer lugar a las tiendas de Judá, para que el prestigio de la casa de David y el prestigio de los habitantes de Jerusalén no se crezca sobre Judá. [8] Aquel día protegerá Yahveh a los habitantes de Jerusalén: el más flaco entre ellos será aquel día como David, y la casa de David será como Dios, como un ángel de Yahveh, al frente de ellos. [9] Aquel día me dispondré a destruir a todas las naciones que vengan contra Jerusalén; [10] derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito. [11] Aquel día será grande la lamentación en Jerusalén, como la lamentación de Hadad Rimmón en la llanura de Meguiddó. [12] Y se lamentará el país, cada familia aparte: la familia de la casa de David aparte y sus mujeres aparte; la familia de la casa de Natán aparte y sus mujeres aparte; [13] la familia de la casa de Leví aparte; y sus mujeres aparte; la familia de la casa de Semeí aparte y sus mujeres aparte;

[14] todas las demás familias, cada familia aparte y sus mujeres aparte.

Capítulo 13

[1] Aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza. [2] Aquel día — oráculo de Yahveh Sebaot — extirparé yo de esta tierra los nombres de los ídolos y no se volverá a mentarlos; igualmente a los profetas y el espíritu de impureza los quitaré de esta tierra. [3] Y, si todavía alguien se pone a profetizar, le dirán su padre y su madre que le engendraron: «¡No has de vivir tú, que dices mentiras en nombre de Yahveh!» Y su padre y su madre que le engendraron le traspasarán mientras esté profetizando. [4] Aquel día se avergonzarán los profetas, cada cual de su visión, cuando profeticen, y no se vestirán el manto de pelo con ánimos de mentir, [5] sino que dirán cada uno: «¡Yo no soy profeta; soy un campesino, pues la tierra es mi ocupación desde mi juventud!» [6] Y si alguien le dice: «¿Y esas heridas que hay entre tus manos?», responderá: «Las he recibido en casa de mis amigos.» [7] ¡Despierta, espada, contra mi pastor, y contra el hombre de mi compañía!, oráculo de Yahveh Sebaot. ¡Hiere al pastor, que se dispersen las ovejas, y yo tornaré mi mano contra los pequeños! [8] Y sucederá en toda esta tierra — oráculo de Yahveh — que dos tercios serán en ella exterminados (perecerán) y el otro tercio quedará en ella. [9] Yo meteré en el fuego este tercio: los purgaré como se purga la plata y los probaré como se prueba el oro. Invocará él mi nombre y yo le responderé; diré: «¡El es mi pueblo!» y él dirá: «¡Yahveh es mi Dios!»

Capítulo 14

[1] He aquí que viene el Día de Yahveh en que serán repartidos tus despojos en medio de ti. [2] Yo reuniré a todas las naciones en batalla contra Jerusalén. Será tomada la ciudad, las casas serán saqueadas y violadas las mujeres. La mitad de la ciudad partirá al cautiverio, pero el Resto del pueblo no será extirpado de la ciudad. [3] Saldrá entonces Yahveh y combatirá contra esas naciones como el día en que él combate, el día de la batalla. [4] Se plantarán sus pies aquel día en el monte de los Olivos que está enfrente de Jerusalén, al oriente, y el monte de los Olivos se hendirá por el medio de oriente a occidente haciéndose un enorme valle: la mitad del monte se retirará al norte y la otra mitad al sur. [5] Y huiréis al valle de mis montes, porque el valle de los montes llegará hasta Yasol; huiréis como huisteis a causa del terremoto en los días de Ozías, rey de Judá. Y vendrá Yahveh mi Dios y todos los santos con él. [6] Aquel día no habrá ya luz, sino frío y hielo.

[7] Un día único será — conocido sólo de Yahveh —: no habrá día y luego noche, sino que a la hora de la tarde habrá luz. [8] Sucederá aquel día que saldrán de Jerusalén aguas vivas, mitad hacia el mar oriental, mitad hacia el mar occidental: las habrá tanto en verano como en invierno. [9] Y será Yahveh rey sobre toda la tierra: ¡el día aquel será único Yahveh y único su nombre! [10] Toda esta tierra se tornará llanura, desde Gueba hasta Rimmón, al sur de Jerusalén. Y ésta, encumbrada, será habitada en su lugar, desde la Puerta de Benjamín hasta el emplazamiento de la antigua Puerta, es decir, hasta la Puerta de los Angulos, y desde la torre de Jananel hasta los Lagares del rey. [11] Se habitará en ella y no habrá más anatema: ¡Jerusalén será habitada en seguridad! [12] Y ésta será la plaga con que herirá Yahveh a todos los pueblos que hayan hecho la guerra a Jerusalén: pudrirá su carne estando ellos todavía en pie, sus ojos se pudrirán en sus cuencas, y su lengua se pudrirá en su boca.

[13] Y cundirá aquel día entre ellos un inmenso pánico de Yahveh: agarrará cada uno la mano de su prójimo y levantarán la mano unos contra otros. [14] También Judá combatirá en Jerusalén. Y serán reunidas las riquezas de todas las naciones de alrededor: oro, plata y vestidos en cantidad inmensa. [15] Semejante será la plaga de los caballos, mulos, camellos y asnos, y de todo el ganado que haya en aquellos campamentos: ¡una plaga como ésa! [16] Y todos los supervivientes de todas las naciones que hayan venido contra Jerusalén subirán de año en año a postrarse ante el Rey Yahveh Sebaot y a celebrar la fiesta de las Tiendas. [17] Y para aquella familia de la tierra que no suba a Jerusalén a postrarse ante el Rey Yahveh Sebaot no habrá lluvia. [18] Si la familia de Egipto no sube ni viene, caerá sobre ella la plaga con que Yahveh herirá a las naciones que no suban a celebrar la fiesta de las Tiendas.

[19] Tal será el castigo de Egipto y el castigo de todas las naciones que no suban a celebrar la fiesta de las Tiendas. [20] Aquel día se hallará en los cascabeles de los caballos: «Consagrado a Yahveh», y serán las ollas en la Casa de Yahveh como copas de aspersión delante del altar. [21] Y toda olla, en Jerusalén y Judá, estará consagrada a Yahveh Sebaot; todos los que quieran sacrificar vendrán a tomar de ellas, y en ellas cocerán; y no habrá más comerciante en la Casa de Yahveh Sebaot el día aquel.

MALAQUÍAS

Capítulo 1

[1] Oráculo. Palabra de Yahveh a Israel por ministerio de Malaquías. [2] Os he amado, dice Yahveh. Y vosotros decís: ¿En qué nos has amado? — ¿No era acaso Esaú el hermano de Jacob?, oráculo de Yahveh. Sin embargo yo amé a Jacob, [3] y a Esaú le odié. Entregué sus montes a la desolación y su heredad a los chacales del desierto. [4] Si dice Edom: «Hemos sido aplastados, pero volveremos a edificar nuestras ruinas», así dice Yahveh Sebaot: Ellos edificarán, mas yo demoleré, y se les llamará: «Territorio de impiedad», y «Pueblo contra el que Yahveh está irritado para siempre». [5] Vuestros ojos lo verán y vosotros diréis: «¡Grande es Yahveh más allá del término de Israel!» [6] El hijo honra a su padre, el siervo a su señor. Pues si yo soy padre, ¿dónde está mi honra? Y si señor, ¿dónde mi temor?, dice Yahveh Sebaot a vosotros sacerdotes que menospreciáis mi Nombre. — Decís: ¿En qué hemos menospreciado tu Nombre? — [7] Presentando en mi altar pan impuro. — Y decís ahora: ¿En qué te hemos manchado? — Pensando que la mesa de Yahveh es despreciable.

[8] Y cuando presentáis para el sacrificio una res ciega, ¿no está mal? Y cuando presentáis una coja o enferma, ¿no está mal? Anda, ofrécesela a tu gobernador: ¿se te pondrá contento o te acogerá con agrado?, dice Yahveh Sebaot. [9] Ahora, pues, ablandad el rostro de Dios para que tenga compasión de nosotros. De vuestras manos viene esto, ¿acaso os acogerá benignamente?, dice Yahveh Sebaot. [10] ¡Oh, quién de vosotros cerrará las puertas para que no encendáis mi altar en vano! No tengo ninguna complacencia en vosotros, dice Yahveh Sebaot, y no me es grata la oblación de vuestras manos. [11] Pues desde el sol levante hasta el poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura. Pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahveh Sebaot. [12] Pero vosotros lo profanáis, cuando decís: ¡La mesa del Señor es impura, y despreciables sus alimentos!, [13] y añadís: ¡Oh, qué fatiga!, y me desdeñáis, dice Yahveh Sebaot. Cuando traéis una res robada, o coja, o enferma, cuando traéis una oblación así, ¿la voy a aceptar de vuestras manos?, dice Yahveh Sebaot.

[14] ¡Maldito el tramposo que tiene macho en su rebaño, pero que promete en voto y sacrifica al Señor bestia defectuosa! ¡Que yo soy un gran Rey, dice Yahveh Sebaot, y mi Nombre es terrible entre las naciones!

Capítulo 2

[1] Y ahora, a vosotros esta orden, sacerdotes: [2] Si no escucháis ni tomáis a pecho dar gloria a mi Nombre, dice Yahveh Sebaot, yo lanzaré sobre vosotros la maldición y maldeciré vuestra bendición; y hasta la he maldecido ya, porque ninguno de vosotros toma nada a pecho. [3] He aquí que yo voy a romper vuestro brazo, os echaré estiércol a la cara, el estiércol de vuestras fiestas, y seréis aventados con él. [4] Sabréis así que yo os dirigí esta orden para que subsitiera mi alianza con Leví, dice Yahveh Sebaot. [5] Mi alianza era con él vida y paz, y se las concedí; era temor, y él me temía y ante mi Nombre guardaba reverencia. [6] La Ley de verdad estaba en su boca, e iniquidad no se hallaba en sus labios; en paz y en rectitud caminaba conmigo, y a muchos recobró de la culpa.

[7] Pues los labios del sacerdote guardan la ciencia, y la Ley se busca en su boca; porque él es el mensajero de Yahveh Sebaot. [8] Pero vosotros os habéis extraviado del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la Ley, habéis corrompido la alianza de Leví, dice Yahveh Sebaot. [9] Por eso yo también os he hecho despreciables y viles ante todo el pueblo, de la misma manera que vosotros no guardáis mis caminos y hacéis acepción de personas en la Ley. [10] ¿No tenemos todos nosotros un mismo Padre? ¿No nos ha creado el mismo Dios? ¿Por qué nos traicionamos los unos a los otros, profanando la alianza de nuestros padres? [11] Judá ha traicionado; una abominación se ha cometido en Israel y en Jerusalén. Porque Judá ha profanado el santuario querido de Yahveh, al casarse con la hija de un dios extranjero. [12] ¡Que extirpe Yahveh al hombre que hace tal, ya sea testigo o defensor, de las tiendas de Jacob y de entre los que presentan la oblación a Yahveh Sebaot! [13] Y esta otra cosa hacéis también vosotros: cubrir de lágrimas el altar de Yahveh, de llantos y suspiros, porque él ya no se vuelve hacia la oblación, ni la acepta con gusto de vuestras manos.

[14] Y vosotros decís: ¿Por qué? — Porque Yahveh es testigo entre tú y la esposa de tu juventud, a la que tú traicionaste, siendo así que ella era tu compañera y la mujer de tu alianza. [15] ¿No ha hecho él un solo ser, que tiene carne y espíritu? Y este uno ¿qué busca? ¡Una posteridad dada por Dios! Guardad, pues, vuestro espíritu; no traiciones a la esposa de tu juventud. [16] Pues yo odio el repudio, dice Yahveh Dios de Israel, y al que encubre con su vestido la violencia, dice Yahveh Sebaot. Guardad, pues, vuestro espíritu y no cometáis tal traición. [17] Vosotros cansáis a Yahveh con vuestras palabras. — Y decís: ¿En qué le cansamos? — Cuando decís: Todo el que hace el mal es bueno a los ojos de Yahveh, y él le acepta complacido; o también: ¿Dónde está el Dios del juicio?

Capítulo 3

[1] He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí, y enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis; y el Angel de la alianza, que vosotros deseáis, he aquí que viene, dice Yahveh Sebaot. [2] ¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién se tendrá en pie cuando aparezca? Porque es él como fuego de fundidor y como lejía de lavandero. [3] Se sentará para fundir y purgar. Purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como el oro y la plata; y serán para Yahveh los que presentan la oblación en justicia. [4] Entonces será grata a Yahveh la oblación de Judá y de Jerusalén, como en los días de antaño, como en los años antiguos. [5] Yo me acercaré a vosotros para el juicio, y seré un testigo expeditivo contra los hechiceros y contra los adúlteros, contra los que juran con mentira, contra los que oprimen al jornalero, a la viuda y al huérfano, contra los que hacen agravio al forastero sin ningún temor de mí, dice Yahveh Sebaot. [6] Que yo, Yahveh, no cambio, y vosotros, hijos de Jacob, no termináis nunca.

[7] Desde los días de vuestros padres venís apartándoos de mis preceptos y no los observáis. Volveos a mí y yo me volveré a vosotros, dice Yahveh Sebaot. — Decís: ¿En qué hemos de volver? — [8] ¿Puede un hombre defraudar a Dios? ¡Pues vosotros me defraudáis a mí! — Y aún decís: ¿En qué te hemos defraudado? — En el diezmo y en la ofrenda reservada. [9] De maldición estáis malditos, porque me defraudáis a mí vosotros, la nación entera. [10] Llevad el diezmo íntegro a la casa del tesoro, para que haya alimento en mi Casa; y ponedme así a prueba, dice Yahveh Sebaot, a ver si no os abro las esclusas del cielo y no vacío sobre vosotros la bendición hasta que ya no quede, [11] y no ahuyento de vosotros al devorador, para que no os destruya el fruto del suelo y no se os quede estéril la viña en el campo, dice Yahveh Sebaot. [12] Todas las naciones os felicitarán entonces, porque seréis una tierra de delicias, dice Yahveh Sebaot.

[13] Duras me resultan vuestras palabras, dice Yahveh. — Y todavía decís: ¿Qué hemos dicho contra ti? — [14] Habéis dicho: Cosa vana es servir a Dios; ¿qué ganamos con guardar su mandamiento o con andar en duelo ante Yahveh Sebaot? [15] Más bien, llamamos felices a los arrogantes: aun haciendo el mal prosperan, y aun tentando a Dios escapan libres. [16] Entonces los que temen a Yahveh se hablaron unos a otros. Y puso atención Yahveh y oyó; y se escribió ante él un libro memorial en favor de los que temen a Yahveh y piensan en su Nombre. [17] Serán ellos para mí, dice Yahveh Sebaot, en el día que yo preparo, propiedad personal; y yo seré indulgente con ellos como es indulgente un padre con el hijo que le sirve. [18] Entonces vosotros volveréis a distinguir entre el justo y el impío, entre quien sirve a Dios y quien no le sirve.

[19] Pues he aquí que viene el Día, abrasador como un horno; todos los arrogantes y los que cometen impiedad serán como paja; y los consumirá el Día que viene, dice Yahveh Sebaot, hasta no dejarles raíz ni rama. [20] Pero para vosotros, los que teméis mi Nombre, brillará el sol de justicia con la salud en sus rayos, y saldréis brincando como becerros bien cebados fuera del establo. [21] Y pisotearéis a los impíos, porque serán ellos ceniza bajo la planta de vuestros pies, el día que yo preparo, dice Yahveh Sebaot. [22] Acordaos de la Ley de Moisés, mi siervo, a quien yo prescribí en el Horeb preceptos y normas para todo Israel. [23] He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible. [24] El hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de anatema.

NUEVO TESTAMENTO

EVANGELIO DE SAN MATEO

Capítulo 1

[1] Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. [2] Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, [3] Judá engendró a Farés y a Zara de Tamar, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aram, [4] Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, [5] Salmón engendró a Booz de Rahab, Booz engendró a Obed de Rut, Obed engendró a Jesé, [6] Jesé engendró al rey David. David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías, [7] Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asá, [8] Asá engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, [9] Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, [10] Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, [11] Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos cuando la deportación a Babilonia.

[12] Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, [13] Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliacim, Eliacim engendró a Azor, [14] Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, [15] Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, [16] Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo.

[17] Por tanto son catorce todas las generaciones desde Abrahán hasta David, y catorce generaciones desde David hasta la deportación a Babilonia, y también catorce las generaciones desde la deportación a Babilonia hasta Cristo.

[18] La generación de Jesucristo fue así: Estando desposada su madre María con José, antes de que conviviesen, se encontró que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo.

[19] José su esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. [20] Estando él considerando estas cosas, he aquí que un ángel del Señor se la apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. [21] Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

[22] Todo esto ha ocurrido para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta: [23] He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien llamarán Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros.

[24] Al despertarse José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa. [25] Y, sin que la hubiera conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús.

Capítulo 2

[1] Nacido Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de Oriente a Jerusalén [2] preguntando: ¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle. [3] Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén. [4] Y, reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les interrogaba dónde había de nacer el Mesías. [5] En Belén de Judá, le dijeron, pues así está escrito por medio del Profeta:

[6] Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la menor entre las principales ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo, Israel.

[7] Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó cuidadosamente por ellos del tiempo en que había aparecido la estrella; [8] y les envió a Belén, diciéndoles: Id e informaos bien acerca del niño; y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarle. [9] Ellos, después de oír al rey, se pusieron en marcha. Y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio donde estaba el niño. [10] Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. [11] Y entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron; luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. [12] Y, habiendo recibido en sueños aviso de no volver a Herodes, regresaron a su país por otro camino.

[13] Después que se marcharon, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. [14] El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y huyó a Egipto. [15] Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

[16] Entonces Herodes, al ver que los Magos le habían engañado, se irritó en extremo, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos. [17] Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:

[18] Una voz se oyó en Ramá, llanto y lamento grande: Es Raquel que llora a sus hijos, y no admite consuelo, porque ya no existen.

[19] Muerto Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto, [20] y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel; pues han muerto ya los que atentaban contra la vida del niño. [21] Levantándose, tomó al niño y a su madre y vino a la tierra de Israel. [22] Pero al oír que Arquelao había sucedido a su padre Herodes en el trono de Judea, temió ir allá; y avisado en sueños marchó a la región de Galilea. [23] Y se fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por medio de los Profetas: Será llamado nazareno.

Capítulo 3

[1] En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea [2] y diciendo: Haced penitencia, porque está al llegar el Reino de los Cielos.

[3] Este es aquel de quien habló el profeta Isaías diciendo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.

[4] Llevaba Juan una vestidura de pelo de camello con un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre.

[5] Entonces acudía a él Jerusalén, toda Judea y toda la comarca del Jordán, [6] y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. [7] Como viese que venían a su bautismo muchos de los fariseos y de los saduceos, les dijo: Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que ha de venir? [8] Haced, pues, frutos dignos de penitencia, [9] y no os justifiquéis interiormente pensando: Tenemos por padre a Abrahán. Porque os aseguro que Dios puede, aun de estas piedras, suscitar hijos de Abrahán. [10] Mirad que el hacha está ya puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. [11] Yo os bautizo con agua para la conversión, pero el que viene después de mí es más poderoso que yo; no soy digno ni de llevar sus sandalias. El os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. [12] El tiene en su mano el bieldo y limpiará su era, y recogerá su trigo en el granero; en cambio quemará la paja con fuego que no se apaga.

[13] Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan. [14] Pero éste se le resistía diciendo: Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí? [15] Respondiendo Jesús le dijo: Déjame ahora, así es como debemos nosotros cumplir toda justicia. Entonces Juan se lo permitió. [16] Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua; y he aquí que se le abrieron los Cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. [17] Y una voz del Cielo que decía: Este es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido.

Capítulo 4

[1] Entonces fue conducido Jesús al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. [2] Después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, sintió hambre. [3] Y acercándose el tentador le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. [4] El respondiendo dijo: Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios. [5] Luego, el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo del Templo. [6] Y le dijo: Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo. Pues escrito está: Dará órdenes acerca de ti a sus ángeles, para que te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra.

[7] Y le respondió Jesús: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. [8] De nuevo lo llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, [9] y le dijo: Todas estas cosas te daré si postrándote me adoras.

[10] Entonces le respondió Jesús: Apártate Satanás, pues escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo darás culto. [11] Entonces lo dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían.

[12] Cuando oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea. [13] Y dejando Nazaret se fue a vivir a Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y Neftalí, [14] para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: [15] Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí en el camino del mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles, [16] el pueblo que yacía en tinieblas ha visto una gran luz; para los que yacían en región y sombra de muerte una luz ha amanecido. [17] Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: Haced penitencia, porque está al llegar el Reino de los Cielos.

[18] Mientras caminaba junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red al mar, pues eran pescadores. Y les dijo: [19] Seguidme y os haré pescadores de hombres. [20] Ellos, al instante, dejaron las redes y le siguieron. [21] Pasando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano, que estaban en la barca con su padre Zebedeo remendando sus redes; y los llamó. [22] Ellos, al instante, dejaron la barca y a su padre, y le siguieron. [23] Recorría Jesús toda la Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia del pueblo.

[24] Su fama se extendió por toda Siria; y le traían a todos los que se sentían mal, aquejados de diversas enfermedades y dolores, a los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curaba. [25] Y le seguían grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.

Capítulo 5

[1] Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; [2] y abriendo su boca les enseñaba diciendo:

[3] Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. [4] Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. [5] Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. [6] Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. [7] Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. [8] Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. [9] Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. [10] Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. [11] Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. [12] Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas que os precedieron.

[13] Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale sino para tirarla fuera y que la pisotee la gente. [14] Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; [15] ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. [16] Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos.

[17] No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. [18] En verdad os digo que mientras no pasen el Cielo y la tierra no pasará de la Ley ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. [19] Así, el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. [20] Os digo, pues, que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.

[21] Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. [22] Pero yo os digo: Todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que llame a su hermano «raca» será reo ante el Sanedrín; el que le llame «renegado», será reo del fuego del infierno. [23] Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, [24] deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve después para presentar tu ofrenda. [25] Ponte de acuerdo cuanto antes con tu adversario mientras vas de camino con él; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil y te metan en la cárcel. [26] Te aseguro que no saldrás de allí hasta que restituyas la última moneda.

[27] Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. [28] Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón. [29] Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. [30] Y si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala de ti; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

[31] Se dijo también: Cualquiera que repudie a su mujer, déle libelo de repudio. [32] Pero yo os digo que todo el que repudie a su mujer `fuera del caso de fornicación` la expone a cometer adulterio, y el que se una con la repudiada comete adulterio.

[33] También habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en vano, sino que cumplirás tus juramentos al Señor. Pero yo os digo: [34] No juréis en absoluto; ni por el Cielo, porque es el trono de Dios; [33] ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. [36] Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes volver blanco o negro ni un solo cabello. [37] Sea, pues, vuestro modo de hablar: Sí, sí, o no, no. Lo que exceda de esto, viene del Maligno.

[38] Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. [39] Pero yo os digo: No repliquéis al malvado; por el contrario, si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra. [40] Al que quiera entrar en pleito contigo para quitarte la túnica, déjale también la capa. [41] A quien te fuerce a andar una milla, ve con él dos. [42] A quien te pida, dale; y no rehúyas al que quiera de ti algo prestado.

[43] Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. [44] Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan, [45] para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores. [46] Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? ¿Acaso no hacen eso también los publicanos? [47] Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿Acaso no hacen eso también los paganos? [48] Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto.

Capítulo 6

[1] Guardaos bien de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los Cielos.

[2] Por tanto, cuando des limosna no lo vayas pregonando, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de ser alabados por los hombres. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. [3] Tú, por el contrario, cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha, [4] para que tu limosna quede en oculto; de este modo, tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.

[5] Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. [6] Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará. [7] Y al orar no empleéis muchas palabras como los gentiles, que se figuran que por su locuacidad van a ser escuchados. [8] No seáis, pues, como ellos; porque bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis. [9] Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; [10] venga tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. [11] El pan nuestro de cada día dánosle hoy; [12] y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; [13] y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. [14] Pues si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre Celestial. [15] Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados.

[16] Cuando ayunéis no os finjáis tristes como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. [17] Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lávate la cara, [18] para que no adviertan los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.

[19] No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los corroen y donde los ladrones socavan y los roban. [20] Amontonad en cambio tesoros en el Cielo, donde ni polilla ni herrumbre corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban. [21] Porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón.

[22] La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado. [23] Pero si tu ojo es malicioso, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Y si la luz que hay en ti es tinieblas, cuán grande será la oscuridad.

[24] Nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas.

[25] Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? [26] Fijaos en las aves del Cielo, que no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más que ellas? [27] ¿Quién de vosotros por mucho que cavile puede añadir un solo codo a su edad? [28] Y acerca del vestir, ¿por qué preocuparos? Contemplad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, [29] y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos. [30] Si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! [31] No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer, qué vamos a beber, con qué nos vamos a vestir? [32] Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien sabe vuestro Padre Celestial que de todo eso estáis necesitados.

[33] Buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. [34] Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad.

Capítulo 7

[1] No juzguéis y no seréis juzgados. [2] Porque con el juicio con que juzguéis se os juzgará, y con la medida con que midáis se os medirá.

[3] ¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no adviertes la viga que hay en el tuyo? [4] O ¿cómo vas a decir a tu hermano: Deja que saque la mota de tu ojo, cuando tú tienes una viga en el tuyo? [5] Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver cómo sacar la mota del ojo de tu hermano.

[6] No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y revolviéndose os despedacen.

[7] Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. [8] Porque todo el que pide, recibe; y todo el que busca, encuentra; y al que llama se le abrirá. [9] O ¿quién hay entre vosotros, al que si su hijo pide un pan le da una piedra? [10] ¿O si le pide un pez le da una culebra? [11] Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos dará cosas buenas a quienes le pidan?

[12] Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos: Esta es la Ley y los Profetas.

[13] Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. [14] ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!

[15] Guardaos bien de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces. [16] Por sus frutos los conoceréis: ¿acaso se cosechan uvas de los espinos o higos de las zarzas? [17] Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. [18] Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos. [19] Todo árbol que no da fruto bueno es cortado y arrojado al fuego. [20] Por tanto, por sus frutos los conoceréis.

[21] No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos. [22] Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿pues no hemos profetizado en tu nombre, y arrojado los demonios en tu nombre, y hecho prodigios en tu nombre? [23] Entonces yo les diré públicamente: Jamás os he conocido: apartaos de mí, los que habéis obrado la iniquidad.

[24] Por tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca: [25] cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.

[26] Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa sobre arena: [27] cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, y cayó y fue tremenda su ruina.

[28] Y sucedió que, cuando terminó Jesús estos discursos, las multitudes quedaron admiradas de su doctrina, [29] pues les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas.

Capítulo 8

[1] Cuando bajó del monte le seguía una gran multitud. [2] En esto, se le acercó un leproso, se postró ante él y dijo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. [3] Y extendiendo Jesús la mano, le tocó diciendo: Quiero, queda limpio. Y al instante quedó limpio de la lepra. [4] Entonces le dijo Jesús: Mira, no lo digas a nadie, sino anda, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda prescrita por Moisés, para que les sirva de testimonio.

[5] Al entrar en Cafarnaún se le acercó un centurión y, rogándole, [6] dijo: Señor, mi criado yace paralítico en casa con dolores muy fuertes. [7] Jesús le dijo: Yo iré y lo curaré. [8] Pero el centurión le respondió: Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que lo mandes de palabra y mi criado quedará sano. [9] Pues yo, que soy un hombre subalterno con soldados a mis órdenes, digo a uno: ve, y va; y a otro: ven, y viene; y a mí siervo: haz esto, y lo hace. [10] Al oírlo Jesús se admiró, y dijo a los que le seguían: En verdad os digo que en nadie de Israel he encontrado una fe tan grande. [11] Y os digo que muchos de Oriente y Occidente vendrán y se pondrán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, [12] mientras que los hijos del Reino serán arrojados a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes. [13] Y dijo Jesús al centurión: Vete y que se haga conforme has creído. Y en aquel momento quedó sano el criado.

[14] Al llegar Jesús a casa de Pedro vio a la suegra de éste en cama con fiebre. [15] La tomó de la mano y le desapareció la fiebre; entonces se levantó y se puso a servirle.

[16] Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; arrojó a los espíritus con su palabra y curó a todos los enfermos, [17] para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: El tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.

[18] Viendo Jesús a la multitud que estaba a su alrededor, ordenó pasar a la otra orilla. [19] Y acercándose a él cierto escriba, le dijo: Maestro, te seguiré dondequiera que vayas. [20] Jesús le contestó: Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza. [21] Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre. [22] Jesús le respondió: Sígueme y deja a los muertos enterrar a sus muertos.

[23] Subiendo después a una barca, le siguieron sus discípulos. [24] Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. [25] Y se acercaron y le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos que perecemos! [26] Jesús les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, increpó a los vientos y al mar, y se produjo una gran bonanza. [27] Los hombres se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?

[28] Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, le fueron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, tan furiosos que nadie podía transitar por aquel camino. [29] En ese momento se pusieron a gritar diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí antes de tiempo para atormentarnos? [30] Había lejos de ellos una gran piara de cerdos que pacían. [31] Los demonios le rogaban diciendo: Si nos expulsas, envíanos a la piara de cerdos. [32] Les respondió: Id. Y ellos salieron y entraron en los cerdos. Entonces toda la piara corrió con ímpetu por la pendiente hacia el mar y pereció en el agua. [33] Los porqueros huyeron y al llegar a la ciudad contaron todo, en particular lo de los endemoniados. [34] Ante esto toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verle, le rogaron que se alejara de su región.

Capítulo 9

[1] Subiendo a una barca, cruzó de nuevo el mar y vino a su ciudad. [2] Entonces le presentaron un paralítico postrado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados. [3] Ciertos escribas dijeron en su interior: Este blasfema. [4] Conociendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? [5] ¿Qué es más fácil, decir: tus pecados te son perdonados, o decir: levántate y anda? [6] Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, dijo al paralítico: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. [7] El se levantó y se marchó a su casa. [8] Al ver esto las multitudes se atemorizaron y glorificaron a Dios por haber dado tal poder a los hombres.

[9] Cuando partía Jesús de allí, vio a un hombre sentado en el telonio, llamado Mateo, y le dijo: Sígueme. El se levantó y le siguió. [10] Estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y se pusieron también a la mesa con Jesús y sus discípulos. [11] Los fariseos, al ver esto, decían a sus discípulos: ¿Por qué vuestro maestro come con los publicanos y pecadores? [12] Pero él, al oírlo, dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. [13] Id y aprended qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio; pues no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.

[14] Entonces se le acercaron los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia, y en cambio tus discípulos no ayunan? [15] Jesús les respondió: ¿Acaso pueden estar de duelo los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces ayunarán.

[16] Nadie pone una pieza de paño nuevo a un vestido viejo, porque la pieza tiraría del vestido y se produciría un desgarrón peor. [17] Ni se echa vino nuevo en odres viejos, pues de lo contrario los odres reventarían, y el vino se derramaría, perdiéndose los odres; sino que el vino nuevo lo echan en odres nuevos y así ambos se conservan.

[18] Mientras les decía estas cosas, un hombre importante se acercó y postrándose le dijo: Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá. [19] Levantándose Jesús, le siguió junto con sus discípulos.

[20] En esto, una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años, acercándose por detrás, le tocó el borde de su manto. [21] Pues decía en su interior: Con sólo que toque su manto quedaré sana. [22] Jesús se volvió y mirándola, le dijo: Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado. Y quedó sana la mujer desde aquella hora.

[23] Después de esto, al llegar Jesús a la casa de aquel personaje, viendo a los músicos fúnebres y a la multitud alterada, dijo: [24] Retiraos, la niña no ha muerto, sino que duerme. Pero se reían de él. [25] Y, una vez que fue echada fuera la multitud, entró, la tomó de la mano y se levantó la niña. [26] Y corrió esta noticia por toda aquella región. [27] Al marcharse Jesús de allí, le siguieron dos ciegos diciendo a gritos: Ten piedad de nosotros, Hijo de David. [28] Cuando llegó a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer eso? Respondieron: Sí, Señor. [29] Entonces tocó sus ojos diciendo: Según vuestra fe así os suceda. [30] Y se les abrieron los ojos. Pero Jesús les ordenó severamente: Mirad que nadie lo sepa. [31] Ellos, por el contrario, una vez que salieron divulgaron la noticia por toda aquella región.

[32] Cuando se habían marchado, le presentaron un endemoniado mudo. [33] Expulsado el demonio, habló el mudo, y la multitud se admiró diciendo: Jamás se ha visto cosa igual en Israel. [34] Pero los fariseos decían: En virtud del príncipe de los demonios arroja a los demonios.

[35] Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.

[36] Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.

[37] Entonces dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. [38] Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

Capítulo 10

[1] Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio poder para arrojar a los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. [2] Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano; [3] Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; [4] Simón Cananeo y Judas Iscariote, el que le entregó.

[5] A estos doce envió Jesús dándoles estas instrucciones: No vayáis a tierra de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; [6] sino id primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel. [7] Id y predicad diciendo que el Reino de los Cielos está al llegar. [8] Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, sanad a los leprosos, arrojad a los demonios; gratuitamente lo recibisteis, dadlo gratuitamente. [9] No llevéis oro, ni plata, ni dinero en vuestras fajas, [10] ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el que trabaja merece su sustento.

[11] En cualquier ciudad o aldea en que entréis, informaos sobre quién hay en ella digno; y quedaos allí hasta que salgáis. [12] Al entrar en una casa dadle vuestro saludo. [13] Si la casa fuera digna, venga vuestra paz sobre ella; pero si no fuera digna, vuestra paz revierta a vosotros. [14] Si alguien no os acoge ni escucha vuestras palabras, al salir de aquella casa o ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. [15] En verdad os digo que en el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para esa ciudad.

[16] Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, cautos como las serpientes y sencillos como las palomas.

[17] Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en sus sinagogas, [18] y seréis llevados ante los gobernadores y reyes por causa mía, para que deis testimonio ante ellos y los gentiles. [19] Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar; porque en aquel momento os será dado lo que habéis de decir. [20] Pues no sois vosotros los que vais a hablar, sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros. [21] Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres para hacerles morir. [22] Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero quien persevere hasta el fin, ése será salvo. [23] Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra; en verdad os digo que no acabaréis las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre.

[24] No es el discípulo más que su maestro, ni el siervo más que su señor. [25] Le basta al discípulo llegar a ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al amo de la casa le han llamado Beelzebul, cuánto más a los de su casa. [26] No les tengáis miedo, pues nada hay oculto que no vaya a ser descubierto, ni secreto que no llegue a saberse. [27] Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz; y lo que escuchasteis al oído, pregonadlo desde los terrados. [28] No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed ante todo al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno. [29] ¿Acaso no se vende un par de pajarillos por un as? Pues bien, ni uno solo de ellos caerá en tierra sin que lo permita vuestro Padre. [30] En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. [31] Por tanto, no tengáis miedo: vosotros valéis más que muchos pajarillos.

[32] A todo el que me confiese delante de los hombres, también yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos. [33] Pero al que me niegue delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi Padre que está en los Cielos.

[34] No penséis que he venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer la paz sino la espada. [35] Pues he venido a enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. [36] Y los enemigos del hombre serán los de su misma casa.

[37] Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. [38] Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. [39] Quien encuentre su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.

[40] Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado. [41] Quien recibe a un profeta por ser profeta obtendrá recompensa de profeta, y quien recibe a un justo por ser justo obtendrá recompensa de justo. [42] Y todo el que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser discípulo, en verdad os digo que no quedará sin recompensa.

Capítulo 11

[1] Y sucedió que cuando terminó Jesús de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

[2] Entretanto Juan, que en la cárcel había tenido noticia de las obras de Cristo, envió a preguntarle por medio de sus discípulos: [3] ¿Eres tú el que ha de venir, o hemos de esperar a otro? [4] Y Jesús les respondió: Id y anunciad a Juan lo que estáis viendo y oyendo: [5] los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan sanos y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se anuncia el Evangelio. [6] Y bienaventurado aquel que no se escandalice de mí.

[7] Al marcharse ellos, comenzó Jesús a decir a la multitud acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Acaso una caña agitada por el viento? [8] Entonces, ¿qué fuisteis a ver? ¿Acaso un hombre vestido con finos ropajes? Ved que los que llevan finos ropajes se encuentran en los palacios reales. [9] Entonces, ¿a qué salisteis? ¿A ver a un profeta? Sí, os lo aseguro, y más que un profeta. [10] Este es de quien está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero que te preceda, el cual preparará tu camino delante de ti. [11] En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista. Pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. [12] Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos padece violencia, y los esforzados lo conquistan. [13] Porque todos los Profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. [14] Y si queréis comprenderlo, él es Elías, el que ha de venir. [15] El que tenga oídos, que oiga.

[16] ¿Con quién voy a comparar esta generación? Se parece a niños sentados en las plazas que, gritando a sus compañeros, [17] dicen: Os hemos cantado al son de la flauta y no habéis bailado; os hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado.

[18] Porque ha venido Juan, que no come ni bebe, y dicen: Tiene un demonio. [19] Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: Mirad un hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores. Pero la sabiduría se acredita por sus propias obras.

[20] Entonces se puso a reprochar a las ciudades donde se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: [21] ¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que han sido hechos en vosotras, hace tiempo que habrían hecho penitencia en saco y ceniza. [22] En verdad os digo que para Tiro y Sidón habrá menos rigor en el día del Juicio que para vosotras. [23] Y tú, Cafarnaún, ¿te vas a alzar hasta el cielo? ¡Hasta el infierno vas a descender! Porque si en Sodoma se hubiesen realizado los milagros que se han obrado en ti, subsistiría hasta hoy. [24] En verdad os digo que para la tierra de Sodoma habrá menos rigor en el día del Juicio que para ti.

[25] En aquel tiempo exclamó Jesús diciendo: Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y las has revelado a los pequeños. [26] Sí, Padre, pues así fue tu beneplácito. [27] Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.

[28] Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. [29] Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: [30] porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

Capítulo 12

[1] En aquel tiempo pasaba Jesús en sábado por medio de unos sembrados; sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar unas espigas y a comer. [2] Los fariseos, al verlo, le dijeron: Mira que tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado. [3] Pero él les respondió: ¿No habéis leído lo que hizo David y los que le acompañaban cuando tuvieron hambre? [4] ¿Cómo entró en la Casa de Dios y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a sus acompañantes, sino sólo a los sacerdotes? [5] ¿Y no habéis leído en la Ley que los sábados, los sacerdotes en el Templo quebrantan el descanso y no pecan? [6] Os digo que aquí está el que es mayor que el Templo. [7] Si hubierais entendido qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio, no habríais condenado a los inocentes. [8] Porque el Hijo del Hombre es señor del sábado.

[9] Cuando partió de allí entró en la sinagoga, [10] donde había un hombre que tenía una mano seca, y le interrogaban para acusarle: ¿Es lícito curar en sábado? [11] El les respondió: ¿Quién de vosotros si tiene una oveja y se le cae en día de sábado dentro de un hoyo, no la agarra y la saca? [12] Pues cuánto más vale un hombre que una oveja. Por tanto, es lícito hacer el bien en sábado. [13] Entonces dijo al hombre: Extiende tu mano. Y la extendió y quedó sana como la otra.

[14] Al salir los fariseos tuvieron consejo contra él, para ver cómo perderle. [15] Pero Jesús, sabiéndolo, se alejó de allí, y le siguieron muchos y los curó a todos, [16] y les ordenó que no le descubriesen, [17] para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: [18] He aquí mi Siervo a quien elegí, mi amado en quien se complace mi alma. Pondré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. [19] No disputará ni vociferará, nadie oirá sus gritos en las plazas. [20] No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; [21] y en su nombre pondrán su esperanza las naciones.

[22] Entonces le trajeron un endemoniado ciego y mudo. Y lo curó, de manera que el mudo hablaba y veía. [23] Y toda la multitud se asombraba y decía: ¿No será éste el Hijo de David? [24] Pero los fariseos, al oírlo, dijeron: Este no expulsa los demonios sino por Beelzebul, príncipe de los demonios. [25] Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no podrá subsistir. [26] Si Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo. ¿Cómo puede entonces subsistir su reino? [27] Y si yo expulso los demonios por Beelzebul, vuestros hijos ¿por quién los expulsan? Por eso, ellos serán vuestros jueces. [28] Por tanto, si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros. [29] ¿Cómo puede alguien entrar en casa del fuerte y saquear sus enseres, si antes no ata al fuerte? Sólo entonces podrá saquear su casa. [30] El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo desparrama.

[31] Por tanto, os digo: todo pecado y blasfemia se perdonarán a los hombres; pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. [32] A cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el venidero.

[33] O tenéis por bueno el árbol y bueno su fruto, o declaráis malo el árbol y malo su fruto; porque por el fruto se conoce el árbol. [34] Raza de víboras, ¿cómo podéis decir cosas buenas, siendo malos? Pues de la abundancia del corazón habla la boca. [35] El hombre bueno del buen tesoro saca cosas buenas, pero el hombre malo del tesoro malo saca cosas malas. [36] Os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. [37] Por tus palabras, pues, serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

[38] Entonces algunos de los escribas y fariseos se dirigieron a él, diciendo: Maestro, queremos ver de ti una señal. [39] El les respondió: Esta generación malvada y adúltera pretende una señal, pero no se le dará otra señal que la del profeta Jonás. [40] Pues así como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. [41] Los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación en el Juicio y la condenarán; porque se convirtieron ante la predicación de Jonás, y ved que aquí hay algo más que Jonás. [42] La reina del Mediodía se levantará contra esta generación en el Juicio y la condenará; porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y ved que aquí hay algo más que Salomón.

[43] Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, va errante por lugares áridos en busca de descanso, pero no lo encuentra. [44] Entonces dice: Volveré a mi casa, de donde salí. Y al llegar la encuentra desocupada, bien barrida y en orden. [45] Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrando habitan allí, con lo que la situación final de aquel hombre resulta peor que la primera. Así ocurrirá a esta generación malvada.

[46] Aún estaba él hablando a las multitudes, cuando su madre y sus hermanos se hallaban fuera intentando hablar con él. [47] Alguien le dijo entonces: Mira que tu madre y tus hermanos están fuera intentando hablarte. [48] Pero él respondió al que le hablaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? [49] Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. [50] Pues todo el que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.

Capítulo 13

[1] Aquel día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. [2] Se reunió junto a él tal multitud que hubo de subir a sentarse en una barca, mientras toda la multitud permanecía en la orilla. [3] Y se puso a hablarles muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí que salió el sembrador a sembrar. [4] Y al echar la semilla, parte cayó junto al camino y vinieron los pájaros y se la comieron. [5] Parte cayó en terreno rocoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto por no ser hondo el suelo; [6] pero al salir el sol, se agostó y se secó porque no tenía raíz. [7] Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos y la sofocaron. [8] Otra, en cambio, cayó en buena tierra y dio fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta. [9] El que tenga oídos, que oiga.

[10] Los discípulos se acercaron a decirle: ¿Por qué les hablas en parábolas? [11] El les respondió: A vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se les ha dado. [12] Porque al que tiene se le dará y abundará, pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. [13] Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. [14] Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Con el oído oiréis, pero no entenderéis, con la vista miraréis, pero no veréis. [15] Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y han cerrado sus ojos; no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón y se conviertan, y yo los sane.

[16] Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. [17] Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que vosotros estáis oyendo y no lo oyeron.

[18] Escuchad, pues, la parábola del sembrador. [19] Todo el que oye la palabra del Reino y no entiende, viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: esto es lo sembrado junto al camino. [20] Lo sembrado sobre terreno rocoso es el que oye la palabra, y al punto la recibe con alegría; [21] pero no tiene en sí raíz, sino que es inconstante y, al venir una tribulación o persecución por causa de la palabra, en seguida tropieza y cae. [22] Lo sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas sofocan la palabra y queda estéril. [23] Por el contrario, lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y fructifica y produce el ciento, o el sesenta, o el treinta.

[24] Les propuso otra parábola: El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. [25] Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo, y se fue. [26] Cuando brotó la hierba y echó espiga, entonces apareció también la cizaña. [27] Los siervos del amo acudieron a decirle: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña? [28] El les dijo: Algún enemigo lo hizo. Le respondieron los siervos: ¿Quieres que vayamos y la arranquemos? [29] Pero él les respondió: No, no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis junto con ella el trigo. [30] Dejad que crezcan ambas hasta la siega. Y al tiempo de la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, en cambio, almacenadlo en mi granero.

[31] Otra parábola les propuso: El Reino de los Cielos es semejante al grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo; [32] es ciertamente la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas, y llega a ser como un árbol, hasta el punto de que los pájaros del cielo acuden a anidar en sus ramas.

[33] Les dijo otra parábola: El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que toma una mujer y mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta. [34] Todas estas cosas habló Jesús a las multitudes en parábolas y nada les solía hablar sino en parábolas, [35] para que se cumpliese lo dicho por medio del Profeta: Abriré mi boca en parábolas, proclamaré las cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.

[36] Entonces, después de despedir a las multitudes, entró en la casa. Y se acercaron sus discípulos y le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. El les respondió: [37] El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; [38] el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno. [39] El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo; los segadores son los ángeles. [40] Del mismo modo que se reúne la cizaña y se quema en el fuego, así será al fin del mundo. [41] El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y apartarán de su Reino a todos los que causan escándalo y obran la maldad, [42] y los arrojarán en el horno del fuego. Allí será el llanto y rechinar de dientes. [43] Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que oiga.

[44] El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, gozoso del hallazgo, va y vende todo cuanto tiene y compra aquel campo.

[45] Asimismo el Reino de los Cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas [46] y, cuando encuentra una perla de gran valor, va y vende todo cuanto tiene y la compra.

[47] Asimismo el Reino de los Cielos es semejante a una red barredera que, echada en el mar, recoge toda clase de cosas. [48] Y cuando está llena la arrastran a la orilla, y sentándose echan lo bueno en cestos, mientras lo malo lo tiran fuera. [49] Así será el fin del mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos [50] y los arrojarán al horno del fuego. Allí será el llanto y rechinar de dientes.

[51] ¿Habéis entendido todo esto? Le respondieron: Sí. [52] El les dijo: Por eso, todo escriba instruido acerca del Reino de los Cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas.

[53] Sucedió que cuando terminó Jesús estas parábolas partió de allí. [54] Y, llegado a su ciudad, les enseñaba en su sinagoga, de manera que se admiraban y decían: ¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos poderes? [55] ¿No es éste el hijo del artesano? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? [56] Y sus hermanas ¿no viven todas entre nosotros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto? [57] Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta menospreciado sino en su tierra y en su casa. [58] Y no hizo allí muchos milagros a causa de su incredulidad.

Capítulo 14

[1] En aquel tiempo oyó Herodes el tetrarca la fama de Jesús, [2] y dijo a sus cortesanos: Este es Juan el Bautista que ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él poderes sobrehumanos. [3] Herodes, en efecto, había prendido a Juan, lo había encadenado y puesto en la cárcel a causa de Herodías la mujer de su hermano Filipo, [4] porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. [5] Y aunque quería matarlo, temía al pueblo, porque lo tenían como profeta.

[6] El día del cumpleaños de Herodes salió a bailar la hija de Herodías y gustó tanto a Herodes [7] que juró darle cualquier cosa que pidiese. [8] Ella, instigada por su madre, dijo: Dame en esta bandeja la cabeza de Juan el Bautista. [9] El rey, entristecido por el juramento y por los comensales, ordenó dársela. [10] Y envió a deCAP. itar a Juan en la cárcel; [11] trajeron su cabeza en la bandeja y se la dieron a la muchacha, que la entregó a su madre. [12] Acudieron luego sus discípulos, tomaron el cuerpo, lo enterraron y fueron a dar la noticia a Jesús.

[13] Al oírlo Jesús, se alejó de allí en una barca hacia un lugar desierto él solo. Cuando se enteraron las multitudes le siguieron a pie desde las ciudades. [14] Al desembarcar vio una gran multitud y se llenó de compasión por ella y curó a los enfermos. [15] Al atardecer se acercaron sus discípulos y le dijeron: El lugar es desierto y ya ha pasado la hora; despide a la gente para que vayan a las aldeas a comprarse alimentos. [16] Pero Jesús les dijo: No tienen necesidad de ir, dadles vosotros de comer. [17] Ellos le respondieron: No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces. [18] El les dijo: Traédmelos aquí. [19] Entonces mandó a la gente que se acomodara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, recitó la bendición, partió los panes y los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. [20] Comieron todos hasta que quedaron satisfechos, y recogieron de los trozos sobrantes doce cestos llenos. [21] Los que comieron eran como unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

[22] Inmediatamente después Jesús mandó a los discípulos que subieran a la barca y que se adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. [23] Y, despedida la multitud, subió al monte a orar a solas; y después de anochecer permanecía él solo allí. [24] Entretanto la barca estaba ya alejada de tierra muchos estadios, batida por las olas, porque el viento le era contrario. [25] En la cuarta vigilia de la noche vino hacia ellos caminando sobre el mar. [26] Cuando le vieron los discípulos caminando sobre el mar, se turbaron y decían: Es un fantasma; y llenos de miedo empezaron a gritar. [27] Pero al instante Jesús comenzó a decirles: Tened confianza, soy yo, no temáis. [28] Entonces Pedro le respondió: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. [29] El le dijo: Ven. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a andar sobre las aguas hacia Jesús. [30] Pero al ver que el viento era tan fuerte se atemorizó y, al empezar a hundirse, gritó diciendo: ¡Señor, sálvame! [31] Al punto Jesús, extendiendo su mano, lo sostuvo y le dijo: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? [32] Y cuando subieron a la barca cesó el viento. [33] Los que estaban en la barca le adoraron diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.

[34] Terminada la travesía llegaron a tierra a la altura de Genesaret. [35] Al reconocerlo los hombres de aquel lugar mandaron aviso a toda la comarca y le trajeron todos los enfermos, [36] y le suplicaban poder tocar aunque sólo fuera el borde de su manto; y todos aquellos que lo tocaron quedaron sanos.

Capítulo 15

[1] Por entonces unos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a Jesús y le dijeron: [2] ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros mayores?, pues no se lavan las manos cuando comen pan. [3] El les respondió: ¿Y por qué vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? [4] Porque Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre. Y el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte. [5] Pero vosotros decís que si alguien dice a su padre o a su madre: Cualquier cosa mía que te aproveche sea declarada ofrenda, [6] ése ya no tiene obligación de honrar a su padre. Así habéis anulado la palabra de Dios por vuestra tradición. [7] Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo:

[8] Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. [9] En vano me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos humanos.

[10] Y después de llamar a la multitud les dijo: Oíd y entended. [11] Lo que entra por la boca no hace impuro al hombre, sino lo que sale de la boca: eso sí hace impuro al hombre. [12] Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír tus palabras? [13] Pero él les respondió: Toda planta que no plantó mi Padre Celestial será arrancada. [14] Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos; y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo.

[15] Pedro entonces tomó la palabra y le dijo: Explícanos esa parábola. [16] El respondió: ¿También vosotros sois todavía inCAP. aces de entender? [17] ¿No sabéis que lo que entra por la boca pasa al vientre y luego se echa a la cloaca? [18] Por el contrario, lo que procede de la boca sale del corazón, y eso es lo que hace impuro al hombre. [19] Pues del corazón proceden los malos pensamientos, homicidios, adulterios, actos impuros, robos, falsos testimonios y blasfemias. [20] Estas cosas son las que hacen al hombre impuro; pero el comer sin lavarse las manos no hace impuro al hombre.

[21] Después que Jesús partió de allí, se retiró a la región de Tiro y Sidón. [22] En esto una mujer cananea, venida de aquellos contornos, se puso a gritar: ¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija es cruelmente atormentada por el demonio. [23] Pero él no le respondió palabra. Entonces, acercándose sus discípulos, le rogaban diciendo: Atiéndela y que se vaya, pues viene gritando detrás de nosotros. [24] El respondió: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. [25] Ella, no obstante, se acercó y se postró ante él diciendo: ¡Señor, ayúdame! [26] El le respondió: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos. [27] Pero ella dijo: Es verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de las mesas de sus amos. [28] Entonces Jesús le respondió: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como tú quieres. Y quedó sana su hija en aquel instante.

[29] Y cuando Jesús salió de allí, vino junto al mar de Galilea, subió a la montaña y se sentó. [30] Acudió a él una gran multitud llevando consigo cojos, ciegos, lisiados, mudos y otros muchos enfermos, y los pusieron a sus pies y los curó; [31] de tal modo que se maravillaba la multitud viendo hablar a los mudos y quedar sanos los lisiados, andar a los cojos y ver a los ciegos, por lo que glorificaban al Dios de Israel.

[32] Jesús llamó a sus discípulos y dijo: Siento profunda compasión por la muchedumbre, porque hace ya tres días que permanecen junto a mí y no tienen qué comer; no quiero despedirlos en ayunas no sea que desfallezcan en el camino. [33] Pero le decían los discípulos: ¿De dónde vamos a sacar, estando en el desierto, tantos panes para alimentar a tan gran multitud? [34] Jesús les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos le respondieron: Siete y unos pocos pececillos. [35] Entonces ordenó a la multitud que se acomodase en el suelo. [36] Tomó los siete panes y los peces y, después de dar gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la multitud.

[37] Y comieron todos y quedaron satisfechos. De los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas. [38] Los que comieron eran unos cuatro mil hombres sin contar mujeres y niños. [39] Después de despedir a la muchedumbre, subió a la barca y se fue a los confines de Magadán.

Capítulo 16

[1] Se acercaron los fariseos y saduceos y, para tentarle, le rogaron que les hiciera ver una señal del Cielo. [2] El les respondió: Al atardecer decís que va a hacer buen tiempo, porque está el cielo arrebolado; [3] y de mañana, que hoy habrá tormenta, porque el cielo está rojizo y lóbrego. Así que sabéis discernir el aspecto del cielo y no podéis discernir los signos de los tiempos. [4] Esta generación malvada y adúltera pide una señal, pero no se le dará otra que la señal de Jonás. Y, dejándolos, se marchó.

[5] Al pasar los discípulos a la otra orilla se olvidaron de llevar panes. [6] Jesús les dijo: Estad alerta y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos. [7] Pero ellos cavilaban diciendo interiormente: No hemos traído panes. [8] Conociéndolo Jesús dijo: Hombres de poca fe, ¿qué caviláis interiormente de que no habéis traído panes? [9] ¿No entendéis todavía? ¿No os acordáis de los cinco panes para los cinco mil hombres y de cuántos cestos recogisteis; [10] ni de los siete panes para los cuatro mil hombres y de cuántas espuertas recogisteis? [11] ¿Cómo no entendéis que no me refería a los panes? Guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos. [12] Entonces entendieron que no se había referido a guardarse de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.

[13] Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? [14] Ellos respondieron: Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas. [15] El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? [16] Respondiendo Simón Pedro dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. [17] Jesús le respondió: Bienaventurado eres, Simón hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. [18] Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. [19] Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que atares sobre la tierra quedará atado en los Cielos, y todo lo que desatares sobre la tierra, quedará desatado en los Cielos. [20] Entonces ordenó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Cristo.

[21] Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y resucitar al tercer día. [22] Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle diciendo: Lejos de ti, Señor; de ningún modo te ocurrirá eso. [23] Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Apártate de mí, Satanás! Eres escándalo para mí, pues no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres.

[24] Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame; [25] pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. [26] Porque, ¿de qué sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?, o ¿qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? [27] Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre acompañado de sus ángeles, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta. [28] En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su Reino.

Capítulo 17

[1] Seis días después, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los llevó a ellos solos a un monte alto, [2] y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestidos blancos como la luz. [3] En esto, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con él. [4] Pedro, tomando la palabra, dijo a Jesús: Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. [5] Todavía estaba hablando, cuando una nube resplandeciente los cubrió y una voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle.

[6] Los discípulos al oírlo cayeron de bruces llenos de temor. [7] Entonces se acercó Jesús y los tocó diciendo: Levantaos y no temáis. [8] Al alzar sus ojos no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. [9] Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: A nadie contéis la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.

[10] Sus discípulos le preguntaron: ¿Por qué entonces dicen los escribas que Elías debe venir primero? [11] El les respondió: Elías ciertamente ha de venir y restaurará todas las cosas. [12] Pero yo os digo que Elías ya ha venido y no lo han reconocido, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del Hombre ha de padecer de parte de ellos. [13] Entonces comprendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.

[14] Al llegar donde la multitud, se acercó a él un hombre y, puesto de rodillas, [15] le suplicó: Señor, ten compasión de mi hijo, porque está lunático y sufre mucho; muchas veces se cae al fuego y otras al agua. [16] Lo he traído a tus discípulos y no lo han podido curar. [17] Jesús en respuesta dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que sufriros? Traédmelo aquí. [18] Le increpó Jesús y salió de él el demonio, y quedó curado el muchacho desde aquel momento. [19] Luego se acercaron a solas los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? [20] El les respondió: Por vuestra poca fe. Porque os digo que si tuvierais fe como un granito de mostaza, podríais decir a este monte: Trasládate de aquí allá, y se trasladaría, y nada os sería imposible.

[22] Cuando estaban en Galilea les dijo Jesús: El Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los hombres, [23] que lo matarán, pero al tercer día resucitará. Y se pusieron muy tristes.

[24] Llegados a Cafarnaún, se acercaron a Pedro los recaudadores del tributo y le dijeron: ¿No va a pagar vuestro Maestro la didracma? [25] Respondió: Sí. Al entrar en la casa se anticipó Jesús y le dijo: ¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes reciben tributo o censo los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños? [26] Al responderle que de los extraños, le dijo Jesús: Luego los hijos están exentos; [27] pero para no escandalizarlos, ve al mar, echa el anzuelo y el primer pez que pique sujétalo, ábrele la boca y encontrarás un estáter; tómalo y dalo por mí y por ti.

Capítulo 18

[1] En aquella ocasión se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Quién juzgas que es el mayor en el Reino de los Cielos? [2] Entonces, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos [3] y dijo: En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos. [4] Pues todo el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos; [5] y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. [6] Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y lo arrojasen al fondo del mar. [7] ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que vengan los escándalos. Sin embargo ¡ay del hombre por cuya culpa se produce el escándalo! [8] Si tu mano o tu pie te escandaliza, córtalo y arrójalo lejos de ti. Más te vale entrar en la Vida manco o cojo, que ser arrojado al fuego eterno con las dos manos o los dos pies. [9] Y si tu ojo te escandaliza, arráncatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale entrar en la Vida tuerto, que ser arrojado al fuego del infierno con los dos ojos.

[10] Guardaos de despreciar a uno de estos pequeños, pues os digo que sus ángeles en los Cielos están viendo siempre el rostro de mi Padre que está en los Cielos.

[12] ¿Qué os parece? Si a un hombre que tiene cien ovejas se le pierde una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en el monte e irá a buscar la que se ha perdido? [13] Y si llega a encontrarla, os aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se habían perdido. [14] Del mismo modo, no es voluntad de vuestro Padre que está en los Cielos que se pierda ni uno solo de estos pequeños.

[15] Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. [16] Si no escucha, toma entonces contigo a uno o dos, para que cualquier asunto quede firme por la palabra de dos o tres testigos. [17] Pero si no quiere escucharlos, díselo a la Iglesia. Si tampoco quiere escuchar a la Iglesia, tenlo por pagano y publicano.

[18] Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el Cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el Cielo.

[19] Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir, mi Padre que está en los Cielos se lo concederá. [20] Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

[21] Entonces, acercándose Pedro, le preguntó: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, cuando peque contra mí? ¿Hasta siete? [22] Jesús le respondió: No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. [23] Por eso el Reino de los Cielos viene a ser semejante a un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos. [24] Puesto a hacer cuentas, le presentaron uno que le debía diez mil talentos. [25] Como no podía pagar, el señor mandó que fuese vendido él con su mujer y sus hijos y todo lo que tenía, y así pagase. [26] Entonces el servidor, echándose a sus pies, le suplicaba: Ten paciencia conmigo y te pagaré todo. [27] El señor, compadecido de aquel siervo, lo mandó soltar y le perdonó la deuda. [28] Al salir aquel siervo, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándole, lo ahogaba y le decía: Págame lo que me debes. [29] Su compañero, echándose a sus pies, le suplicaba: Ten paciencia conmigo y te pagaré. [30] Pero no quiso, sino que fue y lo hizo meter en la cárcel, hasta que pagase la deuda. [31] Al ver sus compañeros lo ocurrido, se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor lo que había pasado. [32] Entonces su señor lo mandó llamar y le dijo: Siervo malvado, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo has suplicado. [33] ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo la he tenido de ti? [34] Y su señor, irritado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase toda la deuda. [35] Del mismo modo hará con vosotros mi Padre Celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano.

Capítulo 19

[1] Y sucedió que, cuando terminó Jesús estos discursos, partió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán, [2] a donde le siguieron grandes multitudes, y los curó allí. [3] En esto, se acercaron a él unos fariseos y le preguntaron para tentarle: ¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo? [4] El respondió: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra, [5] y que dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? [6] Así, pues, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre. [7] Ellos le replicaron: ¿Por qué entonces Moisés mandó dar el libelo de repudio y despedirla? [8] El les respondió: Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón; pero al principio no fue así. [9] Sin embargo yo os digo: cualquiera que repudie a su mujer `a no ser por fornicación` y se una con otra, comete adulterio.

[10] Dícenle los discípulos: Si tal es la condición del hombre con respecto a su mujer, no trae cuenta casarse. [11] El les respondió: No todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquellos a quienes se les ha concedido. [12] En efecto, hay eunucos que así nacieron del seno de su madre; también hay eunucos que así han quedado por obra de los hombres; y los hay que se han hecho tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien sea capaz de entender, que entienda.

[13] Entonces le presentaron unos niños, para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían. [14] Ante esto, Jesús dijo: Dejad a los niños y no les impidáis que vengan a mí, porque de éstos es el Reino de los Cielos. [15] Y después de imponerles las manos, se marchó de allí.

[16] Y se le acercó uno, y le dijo: Maestro, ¿qué cosas buenas debo hacer para alcanzar la vida eterna? [17] El le respondió: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno sólo es el bueno. Por lo demás, si quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos. [18] Le preguntó: ¿Cuáles? Jesús le respondió: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, [19] honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.

[20] Díjole el joven: Todo esto lo he guardado. ¿Qué me falta aún? [21] Jesús le respondió: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los Cielos; luego ven y sígueme. [22] Al oír el joven estas palabras se marchó triste, pues tenía muchas posesiones.

[23] Jesús dijo entonces a sus discípulos: En verdad os digo: difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos. [24] Es más, os digo que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.

[25] Cuando oyeron esto sus discípulos, quedaron muy asombrados y decían: Entonces, ¿quién podrá salvarse? [26] Jesús, fijando su mirada en ellos, les dijo: Para el hombre esto es imposible, para Dios, sin embargo, todo es posible. [27] Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué recompensa tendremos?

[28] Jesús les respondió: En verdad os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, vosotros, los que me habéis seguido, también os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. [29] Y todo el que haya dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, o hijos, o campos, por causa de mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. [30] Porque muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.

Capítulo 20

[1] El Reino de los Cielos es semejante a un amo que salió al amanecer a contratar obreros para su viña. [2] Después de haber convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. [3] Salió también hacia la hora de tercia y vio a otros que estaban en la plaza parados, [4] y les dijo: Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo. [5] Ellos marcharon. De nuevo salió hacia la hora de sexta y de nona e hizo lo mismo. [6] Hacia la hora undécima volvió a salir y todavía encontró a otros parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí todo el día ociosos? [7] Le contestaron: Porque nadie nos ha contratado. Les dijo: Id también vosotros a mi viña. [8] A la caída de la tarde dijo el amo de la viña a su administrador: Llama a los obreros y dales el jornal, empezando por los últimos hasta llegar a los primeros. [9] Vinieron los de la hora undécima y percibieron un denario cada uno. [10] Al venir los primeros pensaban que cobrarían más, pero también ellos recibieron un denario cada uno. [11] Cuando lo tomaron murmuraban contra el amo, [12] diciendo: A estos últimos que han trabajado sólo una hora los has equiparado a nosotros, que hemos soportado el peso del día y el calor. [13] El respondió a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿acaso no conveniste conmigo en un denario? [14] Toma lo tuyo y vete; quiero dar a este último lo mismo que a ti. [15] ¿No puedo yo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O es que vas a ver con malos ojos que yo sea bueno? [16] Así los últimos serán primeros y los primeros últimos.

[17] Cuando subía Jesús camino de Jerusalén tomó aparte a sus doce discípulos y les dijo: [18] Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, le condenarán a muerte, [19] y le entregarán a los gentiles para burlarse de él y azotarlo y crucificarlo, pero al tercer día resucitará.

[20] Entonces se acercó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró para hacerle una petición. [21] El le preguntó: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Di que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. [22] Jesús respondió: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Le dijeron: Podemos. [23] El añadió: Mi cáliz sí lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo, sino que es para quienes ha dispuesto mi Padre.

[24] Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos hermanos. [25] Pero Jesús les llamó y les dijo: Sabéis que los que gobiernan los pueblos los oprimen y los poderosos los avasallan. [26] No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien entre vosotros quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor; [27] y quien entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. [28] De la misma manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en redención por muchos.

[29] Cuando salían de Jericó le seguía una gran multitud. [30] Y he aquí que dos ciegos, sentados a la vera del camino, al oír que pasaba Jesús se pusieron a gritar: ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros! [31] La multitud les regañaba para que se callaran, pero ellos gritaban más fuerte diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros! [32] Jesús se paró, los llamó y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? [33] Le respondieron: Señor, que se abran nuestros ojos. [34] Jesús, compadecido, les tocó los ojos y al instante comenzaron a ver, y le siguieron.

Capítulo 21

[1] Cuando se acercaban a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, [2] diciéndoles: Id a esa aldea que veis enfrente y encontraréis en seguida un asna atada, con su pollino al lado; desatadlos y traédmelos. [3] Si alguien os dijera algo, respondedle que el Señor los necesita, y al momento los soltará. [4] Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por medio del Profeta: [5] Decid a la hija de Sión: He aquí que viene a ti tu Rey con mansedumbre, sentado sobre un asno, sobre un borrico, hijo de burra de carga. [6] Los discípulos marcharon e hicieron como Jesús les había ordenado. [7] Trajeron el asna y el pollino, pusieron sobre ellos los mantos y le hicieron montar encima. [8] Una gran multitud extendió sus propios mantos por el camino; otros cortaban ramas de árboles y las echaban por el camino; [9] las multitudes que iban delante y detrás de él, clamaban diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! [10] Al entrar en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad y se preguntaban: ¿Quién es éste? [11] La multitud decía: Este es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea.

[12] Entró Jesús en el Templo y expulsó a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas, [13] mientras les decía: Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la estáis haciendo una cueva de ladrones.

[14] Mientras estaba en el Templo, se acercaron a él ciegos y cojos y los curó.

[15] Los príncipes de los sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que hacía, y a los niños que aclamaban en el Templo diciendo: Hosanna al Hijo de David, se irritaron [16] y le dijeron: ¿Oyes lo que dicen éstos? Jesús les respondió: Sí; ¿no habéis leído nunca: De la boca de los pequeños y de los niños de pecho te preparaste la alabanza? [17] Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y allí pasó la noche.

[18] Muy de mañana, cuando volvía a la ciudad, sintió hambre. [19] Y viendo una higuera junto al camino, se acercó, pero nada encontró en ella sino sólo hojas; le dijo: Nunca jamás brote de ti fruto alguno. Y al instante se secó la higuera. [20] Al ver esto los discípulos se maravillaron y dijeron: ¿Cómo tan de repente se ha secado la higuera? [21] Jesús les dijo: En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que incluso si decís a este monte: Arráncate y échate al mar, se hará. [22] Y todo cuanto pidáis con fe en la oración lo recibiréis.

[23] Cuando llegó al Templo se acercaron a él, mientras enseñaba, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron: ¿Con qué potestad haces estas cosas? y ¿quién te ha dado tal potestad? [24] Jesús les respondió: También yo os voy a hacer una pregunta; si me la contestáis, yo os diré a mi vez con qué potestad hago estas cosas. [25] El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del Cielo o de los hombres? Ellos deliberaban entre sí diciendo: Si decimos que del Cielo, nos responderá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? [26] Si decimos que de los hombres, hemos de temer a la gente; pues todos tienen a Juan por profeta. [27] Contestaron a Jesús: No lo sabemos. El les respondió a su vez: Ni yo os digo con qué potestad hago estas cosas.

[28] ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos; dirigiéndose al primero, le mandó: Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. [29] Pero él le contestó: No quiero. Sin embargo se arrepintió después y fue. [30] Dirigiéndose entonces al segundo, le dijo lo mismo. Este le respondió: Voy, señor; pero no fue. [31] ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? El primero, dijeron ellos. Jesús prosiguió: En verdad os digo que los publicanos y las meretrices os van a preceder en el Reino de Dios. [32] Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las meretrices le creyeron. Pero vosotros, ni siquiera viendo esto os movisteis después a penitencia para poder creerle.

[33] Escuchad otra parábola. Cierto hombre que era propietario plantó una viña, la rodeó de una cerca y cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó de allí. [34] Cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir sus frutos. [35] Pero los labradores, agarrando a los criados, a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo lapidaron. [36] De nuevo envió a otros criados en mayor número que los primeros, pero hicieron con ellos lo mismo. [37] Por último les envió a su hijo, diciéndose: A mi hijo lo respetarán. [38] Pero los labradores, al ver al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero. Vamos, matémoslo y nos quedaremos con su heredad. [39] Y, agarrándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. [40] Cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? [41] Le contestaron: A esos malvados les dará una mala muerte, y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo. [42] Jesús les dijo: ¿Acaso no habéis leído en las Escrituras: La piedra que rechazaron los constructores, ésta ha llegado a ser piedra angular. Es el Señor quien ha hecho esto y es admirable a nuestros ojos? [43] Por esto os digo que os será quitado el Reino de Dios y será dado a un pueblo que rinda sus frutos. [44] Y quien caiga sobre esta piedra quedará destrozado, y sobre quien ella caiga, lo aplastará.

[45] Al oír los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas, comprendieron que se refería a ellos.

[46] Y aunque querían prenderle, tuvieron miedo a la multitud, porque lo tenían como profeta.

Capítulo 22

[1] Jesús les habló de nuevo en parábolas diciendo: [2] El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo, [3] y envió a sus criados a llamar a los invitados a las bodas; pero éstos no querían acudir. [4] Nuevamente envió a otros criados ordenándoles: Decid a los invitados: mirad que tengo preparado ya mi banquete, se ha hecho la matanza de mis terneros y reses cebadas, y todo está a punto; venid a las bodas. [5] Pero ellos, sin hacer caso, se marcharon uno a sus campos, otro a sus negocios; [6] los demás echaron mano a los siervos, los maltrataron y dieron muerte. [7] El rey se encolerizó y, enviando a sus tropas, acabó con aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. [8] Luego dijo a sus criados: Las bodas están preparadas pero los invitados no eran dignos. [9] Id, pues, a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos encontréis. [10] Los criados, saliendo a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y se llenó de comensales la sala de bodas. [11] Entró el rey para ver a los comensales, y se fijó en un hombre que no vestía traje de boda; [12] y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin llevar traje de boda? Pero él se calló. [13] Entonces dijo el rey a sus servidores: Atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes. [14] Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos.

[15] Entonces los fariseos se retiraron y tuvieron consejo para ver cómo podían cazarle en alguna palabra. [16] Y le enviaron sus discípulos, junto con los herodianos, a preguntarle: Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas de verdad el camino de Dios, y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas. [17] Dinos, por tanto, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César, o no? [18] Conociendo Jesús su malicia, respondió: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? [19] Enseñadme la moneda del tributo. Y ellos le mostraron un denario. [20] Jesús les preguntó: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? [21] Le respondieron: Del César. Entonces les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. [22] Al oírlo se quedaron admirados y dejándole se marcharon.

[23] Aquel día se acercaron a él unos saduceos, que niegan la resurrección, y le interrogaron: [24] Maestro, Moisés dijo: Si alguien muriese sin tener hijos, que su hermano se case con la mujer, para dar descendencia a su hermano. [25] Pues bien, había entre nosotros siete hermanos; el primero, una vez casado, falleció, y, al no tener descendencia, dejó su mujer a su hermano. [26] Lo mismo sucedió con el segundo y el tercero hasta el séptimo. [27] Después de todos ellos, murió la mujer. [28] Entonces, en la resurrección, ¿de cuál de los siete será mujer?, puesto que la tuvieron todos. [29] Jesús les respondió: Estáis en el error por no entender las Escrituras ni el poder de Dios: [30] pues en la resurrección ni los hombres tomarán mujer, ni las mujeres marido, sino que serán en el Cielo como los ángeles. [31] Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios: [32] Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Ahora bien, no es Dios de muertos sino de vivos. [33] Y la muchedumbre, al oírlo, se admiraba de su doctrina. [34] Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se pusieron de acuerdo, [35] y uno de ellos, doctor de la ley, le preguntó para tentarle: [36] Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? [37] El le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. [38] Este es el mayor y el primer mandamiento. [39] El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. [40] De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas.

[41] Estando reunidos los fariseos, Jesús les preguntó: [42] ¿Qué pensáis del Mesías? ¿De quién es hijo? Le respondieron: De David. [43] Les volvió a preguntar: ¿Cómo, entonces, David, movido por el Espíritu, le llama Señor al decir: [44] Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies? [45] Pues si David le llama Señor, ¿cómo va a ser hijo suyo? [46] Y nadie podía responderle una palabra; y desde aquel día ninguno se atrevió a hacerle más preguntas.

Capítulo 23

[1] Entonces Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos [2] diciéndoles: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. [3] Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no hagáis según sus obras, pues dicen pero no hacen. [4] Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. [5] Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; ensanchan sus filacterias y alargan sus franjas. [6] Apetecen los primeros puestos en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas [7] y los saludos en las plazas, y que la gente les llame Rabí. [8] Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar Rabí, porque sólo uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. [9] A nadie llaméis padre vuestro sobre la tierra, porque sólo uno es vuestro Padre, el celestial. [10] Tampoco os hagáis llamar doctores, porque vuestro Doctor es uno sólo: Cristo. [11] El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. [12] El que se ensalce a sí mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado.

[13] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres! Porque ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que entrarían.

[15] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que vais dando vueltas por mar y tierra para hacer un solo prosélito y, una vez convertido, le hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.

[16] ¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: El jurar por el Templo no es nada; pero si uno jura por el oro del Templo, queda obligado. [17] ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el Templo que santifica al oro? [18] Y el jurar por el altar no es nada; pero si uno jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado. [19] ¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? [20] Por tanto, quien ha jurado por el altar, jura por él y por todo lo que hay sobre él. [21] Y quien ha jurado por el Templo, jura por él y por Aquel que en él habita. [22] Y quien ha jurado por el Cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que en él está sentado.

[23] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, pero habéis abandonado lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Estas cosas había que hacer, sin omitir aquéllas. [24] ¡Guías ciegos!, que coláis un mosquito y os tragáis un camello.

[25] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro quedan llenos de carroña e inmundicia. [26] Fariseo ciego, limpia primero el interior de la copa, para que llegue a estar limpio también el exterior.

[27] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda podredumbre. [28] Así también vosotros por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.

[29] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis las tumbas de los justos, [30] y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. [31] Así, pues, atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. [32] Y vosotros, colmad la medida de vuestros padres.

[33] ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podréis esCAP. ar de la condenación del infierno? [34] Por eso he aquí que voy a enviar a vosotros profetas, sabios y escribas; a unos mataréis y crucificaréis, y a otros los flagelaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad, [35] para que caiga sobre vosotros toda sangre inocente que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que matasteis entre el Templo y el altar. [36] En verdad os digo: todo esto caerá sobre esta generación.

[37] ¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados. Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina cobija a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste. [38] He aquí que vuestra casa se os va a quedar desierta. [39] Así, pues, os aseguro que no me veréis hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.

Capítulo 24

[1] Después que Jesús salió del Templo, mientras se alejaba, se acercaron sus discípulos para llamar su atención sobre las construcciones del Templo. [2] Pero él les dijo: ¿Veis todo esto? En verdad os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida.

[3] Estando él sentado en el Monte de los Olivos, se le acercaron sus discípulos a solas y le preguntaron: Dinos cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será el signo de tu venida y de la consumación del mundo.

[4] Jesús les respondió: Mirad que nadie os engañe; [5] pues muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy el Cristo, y seducirán a muchos. [6] Oiréis hablar de guerras y de rumores de guerras. Mirad, no os turbéis, pues es necesario que ocurra, pero todavía no es el fin. [7] Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, y habrá hambres y terremotos en diversos lugares. [8] Todo esto es el comienzo de los dolores.

[9] Entonces os entregarán al tormento, os matarán y seréis odiados por todas las gentes a causa de mi nombre. [10] Y se escandalizarán muchos, se traicionarán mutuamente y se odiarán unos a otros. [11] Surgirán muchos falsos profetas y seducirán a muchos. [12] Y, al desbordarse la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos. [13] Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará. [14] Y será predicado este Evangelio del Reino en todo el mundo en testimonio para todas las gentes, y entonces vendrá el fin.

[15] Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, erigida en el lugar santo `quien lea, entienda`, [16] entonces los que estén en Judea huyan a los montes; [17] quien esté en el terrado no baje a tomar nada de su casa, [18] y quien esté en el campo no vuelva para tomar su manto. [19] ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! [20] Rogad, pues, para que vuestra huida no ocurra en invierno ni en sábado.

[21] Habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. [22] Y si tales días no fuesen abreviados, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos serán abreviados aquellos días.

[23] Entonces, si alguien os dijese que el Cristo está aquí o allí, no lo creáis; [24] porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y se presentarán con grandes señales y prodigios para engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos. [25] Mirad que os lo he predicho. [26] Si, pues, os dijeran que está en el desierto, no vayáis; o que está en un lugar oculto, no lo creáis. [27] De la misma manera que el relámpago sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre. [28] Donde quiera que esté el cuerpo allí se reunirán las águilas. [29] Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo y las potestades de los cielos se conmoverán. [30] Entonces aparecerá en el Cielo la señal del Hijo del Hombre, y en ese momento todas las tribus de la tierra prorrumpirán en llantos. Y verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. [31] Y enviará a sus ángeles que, con trompeta clamorosa, reunirán a sus elegidos desde los cuatro vientos, de un extremo a otro de los cielos.

[32] Aprended de la higuera esta parábola: Cuando sus ramas están ya tiernas y brotan las hojas, conocéis que el verano está cerca. [33] Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que es inminente, que está a las puertas. [34] En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto ocurra. [35] El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

[36] Pero acerca de aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles de los Cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre. [37] Lo mismo que en el tiempo de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. [38] Pues, como en los días que precedieron al diluvio comían y bebían, tomaban mujer o marido hasta el día mismo en que entró Noé en el arca, [39] y no se dieron cuenta sino cuando llegó el diluvio y los arrebató a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. [40] Entonces estarán dos en el campo: uno será tomado y el otro dejado. [41] Dos mujeres estarán moliendo en el molino: una será tomada y la otra dejada.

[42] Velad, pues, ya que no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor. [43] Sabed esto, que si el amo supiera a qué hora de la noche habría de venir el ladrón, estaría ciertamente velando y no dejaría que le horadasen su casa. [44] Por tanto, estad también vosotros preparados, porque a la hora que no sabéis vendrá el Hijo del Hombre.

[45] ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien su señor puso al frente de la servidumbre, para darles el alimento a su tiempo? [46] Dichoso aquel siervo, a quien su amo al venir encuentre haciendo así. [47] En verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. [48] Pero si ese siervo fuese malo y pensara en su interior: Mi señor tardará, [49] y comenzase a golpear a sus compañeros y a comer y beber con los borrachos, [50] el día que menos espere y a una hora desconocida vendrá el amo de ese siervo, [51] y le dará el mayor castigo y le hará correr la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Capítulo 25

[1] Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que tomando sus lámparas salieron a recibir al esposo. [2] Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; [3] pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; [4] las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. [5] Como tardase en venir el esposo les entró sueño a todas y se durmieron. [6] A medianoche se oyó vocear: ¡Ya está ahí el esposo! ¡Salid a su encuentro! [7] Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. [8] Y las necias dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite porque nuestras lámparas se apagan. [9] Pero las prudentes les respondieron: Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea que no alcance para vosotras y nosotras. [10] Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. [11] Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! [12] Pero él les respondió: En verdad os digo que no os conozco. [13] Vigilad, pues, porque no sabéis el día ni la hora.

[14] Es también como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. [15] A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad; y se marchó. [16] El que había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar otros cinco. [17] Del mismo modo, el que había recibido dos ganó otros dos. [18] Pero el que había recibido uno fue, cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor. [19] Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas con ellos. [20] Llegado el que había recibido los cinco talentos, presentó otros cinco diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste, he aquí otros cinco que he ganado. [21] Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. [22] Llegado también el que había recibido los dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste, he aquí otros dos que he ganado. [23] Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. [24] Llegado por fin el que había recibido un talento, dijo: Señor, sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; [25] por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. [26] Le respondió su amo, diciendo: Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo de donde no he esparcido; [27] por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así, al venir yo, hubiera recibido lo mío junto con los intereses. [28] Por lo tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez.

[29] Porque a todo el que tenga se le dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. [30] En cuanto al siervo inútil, arrojadlo a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes.

[31] Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria y acompañado de todos los ángeles, se sentará entonces en el trono de su gloria, [32] y serán reunidas ante él todas las gentes; y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, [33] y pondrá las ovejas a su derecha, los cabritos en cambio a su izquierda. [34] Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo: [35] porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis; [36] estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. [37] Entonces le responderán los justos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?; [38] ¿cuándo te vimos peregrino y te acogimos, o desnudo y te vestimos? [39] o ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a verte? [40] Y el Rey en respuesta les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis. [41] Entonces dirá a los que estén a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles: [42] porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; [43] era peregrino y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. [44] Entonces le replicarán también ellos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos? [45] Entonces les responderá: En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo. [46] Y éstos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna.

Capítulo 26

[1] Y sucedió que, cuando terminó Jesús todos estos discursos, dijo a sus discípulos: [2] Sabéis que de aquí a dos días será la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.

[3] Entonces se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, [4] y acordaron apoderarse con engaño de Jesús y hacerle morir. [5] Pero decían: No sea en la fiesta, para que no se produzca alboroto entre el pueblo.

[6] Encontrándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, [7] se acercó a él una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de un perfume de gran valor y lo derramó sobre su cabeza mientras estaba a la mesa. [8] Al ver esto, los discípulos se disgustaron y dijeron: ¿A qué viene este despilfarro? [9] Se podía haber vendido por mucho dinero y repartirlo a los pobres. [10] Pero Jesús, conociéndolo, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Ha hecho una obra buena conmigo; [11] pues a los pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. [12] Al derramar ella sobre mi cuerpo este perfume, se anticipó a mi sepultura. [13] En verdad os digo: Dondequiera que se predique este evangelio en todo el mundo, también se contará para memoria suya lo que ésta ha hecho. [14] Entonces, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los príncipes de los sacerdotes, [15] y dijo: ¿Qué me queréis dar a cambio de que os lo entregue? Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. [16] Desde entonces buscaba una oportunidad para entregarlo.

[17] El primer día de los Azimos se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? [18] Jesús respondió: Id a la ciudad, a casa de tal persona, y comunicadle: El Maestro dice: mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos. [19] Los discípulos hicieron como les había mandado Jesús y prepararon la Pascua.

[20] Al anochecer se puso a la mesa con los doce discípulos. [21] Y mientras comían dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me va a traicionar. [22] Y, muy afligidos, comenzaron cada uno a decirle: ¿Acaso soy yo, Señor? [23] Pero él respondió: El que come conmigo en la misma fuente, ¡ése me va a entregar! [24] Ciertamente el Hijo del Hombre se va, según está escrito acerca de él; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido. [25] Tomando la palabra Judas, el que iba a entregarlo, dijo: ¿Acaso soy yo, Rabí? Le respondió: Tú lo has dicho.

[26] Mientras cenaban, Jesús tomó pan y, pronunciada la bendición, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad y comed; esto es mi Cuerpo. [27] Y, tomando el cáliz y habiendo dado gracias, se lo dio diciendo: Bebed todos de él; [28] porque ésta es mi Sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos para remisión de los pecados. [29] Os aseguro que no beberé desde ahora de este fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba con vosotros nuevo, en el Reino de mi Padre.

[30] Recitado el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos. [31] Entonces Jesús les dice: Todos vosotros os escandalizaréis esta noche por mi causa, pues escrito está: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. [32] Pero, después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. [33] Pedro le respondió: Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo nunca me escandalizaré. [34] Jesús le replicó: En verdad te digo que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. [35] Pedro insistió: Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré. Todos los discípulos dijeron lo mismo.

[36] Entonces llegó Jesús con ellos a una finca llamada Getsemaní, y dijo a los discípulos: Sentaos aquí mientras voy allá a orar. [37] Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a sentir angustia. [38] Entonces les dijo: Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. [39] Y adelantándose un poco, se postró rostro en tierra mientras oraba diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea como yo quiero, sino como quieras Tú.

[40] Volvió junto a sus discípulos y los encontró dormidos; entonces dijo a Pedro: ¿Ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo? [41] Velad y orad para no caer en tentación: pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil. [42] De nuevo se apartó por segunda vez y oró diciendo: Padre mío, si no es posible que esto pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. [43] Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados de sueño. [44] Y, dejándolos, se apartó una vez más, y oró por tercera vez repitiendo las mismas palabras. [45] Finalmente va junto a sus discípulos y les dice: Dormid ya y descansad; mirad, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. [46] Levantaos, vamos; ya llega el que me va a entregar.

[47] Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un gran gentío con espadas y palos, enviados por los príncipes de los sacerdotes y ancianos del pueblo. [48] El traidor les había dado esta señal: Aquel a quien yo bese, ése es: prendedlo. [49] Y al momento se acercó a Jesús y dijo: Salve, Rabí; y le besó. [50] Pero Jesús le dijo: Amigo ¡a lo que has venido! Entonces, acercándose, echaron mano a Jesús y le prendieron.

[51] Uno de los que estaban con Jesús sacó la espada e hirió al criado del Sumo Sacerdote cortándole la oreja. [52] Entonces le dijo Jesús: Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que emplean espada a espada perecerán. [53] ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre y al instante pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles? [54] ¿Cómo entonces se cumplirían las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así?

[55] En aquel momento dijo Jesús a las turbas: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y no me prendisteis. [56] Todo esto sucedió para que se cumplieran las escrituras de los Profetas. Entonces todos los discípulos, abandonándole, huyeron.

[57] Los que habían prendido a Jesús le llevaron a casa de Caifás, el Sumo Sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. [58] Pedro, por su parte, le seguía de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; y, una vez dentro, se sentó con los sirvientes para ver el desenlace. [59] Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para darle muerte; [60] pero no lo encontraron a pesar de los muchos falsos testigos presentados. Por último, se presentaron dos [61] que declararon: Este dijo: Yo puedo destruir el Templo de Dios y edificarlo de nuevo en tres días. [62] Y, levantándose, el Sumo Sacerdote le dijo: ¿Nada respondes? ¿Qué es lo que éstos testifican contra ti? [63] Pero Jesús permanecía en silencio. Entonces el Sumo Sacerdote le dijo: Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. [64] Jesús le respondió: Tú lo has dicho. Además os digo que en adelante veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.

[65] Entonces el Sumo Sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ya lo veis, acabáis de oír la blasfemia. [66] ¿Qué os parece? Ellos respondieron: Reo es de muerte.

[67] Entonces comenzaron a escupirle en la cara y a darle bofetadas; los que le abofeteaban [68] decían: Adivínalo, Cristo, ¿quién te ha pegado?

[69] Entretanto Pedro estaba sentado fuera, en el atrio; se le acercó una sirvienta y le dijo: Tú también estabas con Jesús el Galileo. [70] Pero él lo negó delante de todos diciendo: No sé de qué hablas. [71] Al salir al portal le vio otra y dijo a los que había allí: Este estaba con Jesús el Nazareno. [72] De nuevo lo negó con juramento: No conozco a ese hombre. [73] Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: Desde luego tú también eres de ellos, pues tu habla lo manifiesta. [74] Entonces comenzó a imprecar y a jurar: No conozco a ese hombre. Y al momento cantó un gallo. [75] Y Pedro se acordó de las palabras que Jesús había dicho: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

Capítulo 27

[1] Llegada la mañana, todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. [2] Y maniatado le llevaron y entregaron al procurador Pilato.

[3] Entonces Judas, el que le entregó, al ver que había sido condenado, movido por el remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los príncipes de los sacerdotes y ancianos, [4] diciendo: He pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿A nosotros qué nos importa?; tú verás. [5] Y, arrojando las monedas de plata en el Templo, fue y se ahorcó. [6] Los príncipes de los sacerdotes recogieron las monedas de plata y dijeron: No es lícito echarlas al tesoro del Templo, porque son precio de sangre. [7] Y habiéndolo deliberado en consejo, compraron con ellas el campo del Alfarero para sepultura de los peregrinos; [8] por lo cual ese campo se ha llamado, hasta el día de hoy, campo de Sangre. [9] Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: Y tomaron las treinta monedas de plata, precio en que fue valorado aquel a quien tasaron los hijos de Israel; [10] y las dieron para el campo del alfarero, tal como me lo ordenó el Señor.

[11] Jesús, pues, estaba en pie ante el procurador. El procurador le interrogó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Jesús le respondió: Tú lo dices. [12] Y aunque lo acusaban los príncipes de los sacerdotes y los ancianos, nada respondió. [13] Entonces Pilato le dijo: ¿No oyes cuántas cosas alegan contra ti? [14] Y no le respondió a pregunta alguna, de tal manera que el procurador quedó admirado en extremo.

[15] En el día de la fiesta, el procurador tenía costumbre de soltar un preso al pueblo; el que quisieran. [16] Había por aquel entonces un preso famoso llamado Barrabás. [17] Estando, pues, reunidos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?; [18] pues sabía que le habían entregado por envidia.

[19] Mientras estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: No te mezcles en el asunto de ese justo; pues hoy en sueños he sufrido mucho por causa suya. [20] Entretanto, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud para que pidiese a Barrabás e hiciese morir a Jesús. [21] El procurador les preguntó: ¿A quién de los dos queréis que os suelte? Ellos respondieron: A Barrabás. [22] Pilato les dijo: ¿Y qué haré con Jesús, el llamado Cristo? Todos contestaron: ¡Sea crucificado! [23] Les preguntó: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban más fuerte: ¡Sea crucificado!

[24] Al ver Pilato que no adelantaba nada, sino que el tumulto iba a más, tomó agua y se lavó las manos ante el pueblo diciendo: Soy inocente de esta sangre; vosotros veréis. [25] Y todo el pueblo gritó: ¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! [26] Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle hecho azotar, se lo entregó para que fuera crucificado.

[27] Entonces los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron en torno a él a toda la cohorte. [28] Le desnudaron, le pusieron una túnica roja [29] y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, y en su mano derecha una caña; se arrodillaban ante él y se burlaban diciendo: Salve, Rey de los Judíos.

[30] Le escupían y, quitándole la caña, le golpeaban en la cabeza. [31] Después de reírse de él, le despojaron de la túnica, le pusieron sus vestidos y le llevaron a crucificar.

[32] Cuando salían encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y le forzaron a que llevara su cruz. [33] Llegaron al lugar llamado Gólgota, esto es, lugar del Calvario. [34] Y le dieron a beber vino mezclado con hiel; y, una vez probado, no quiso beber. [35] Después de crucificarle, repartieron sus ropas, echándolas a suerte. [36] Y sentándose le custodiaban allí. [37] Pusieron escrita sobre su cabeza la causa de su condena: Este es Jesús, el Rey de los Judíos. [38] También crucificaron con él a dos ladrones: uno a la derecha y otro a la izquierda.

[39] Los que pasaban le injuriaban moviendo la cabeza [40] y diciendo: Tú que destruyes el Templo y en tres días lo edificas de nuevo, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. [41] Del mismo modo, los príncipes de los sacerdotes se burlaban a una con los escribas y ancianos, y decían: [42] Salvó a otros, y a sí mismo no puede salvarse; es el Rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él; [43] confió en Dios, que le salve ahora si le quiere de verdad, pues dijo: Soy Hijo de Dios. [44] De la misma manera, también le insultaban los ladrones que habían sido crucificados con él.

[45] Se oscureció toda la tierra desde la hora sexta hasta la hora nona. [46] Hacia la hora nona Jesús clamó con fuerte voz: Elí, Elí, lemá sabacthaní?, es decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? [47] Algunos de los allí presentes, al oírlo, decían: Este llama a Elías. [48] E inmediatamente uno de ellos corrió y, tomando una esponja, la empapó en vinagre, la puso en una caña y se lo dio a beber. [49] Los demás decían: ¡Déjalo! Veamos si viene Elías a salvarle. [50] Pero Jesús, dando de nuevo una fuerte voz, entregó el espíritu.

[51] Y al momento, el velo del Templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo, y la tierra tembló y las piedras se partieron; [52] se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de los santos, que habían muerto, resucitaron. [53] Y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. [54] El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de un gran temor y dijeron: En verdad éste era Hijo de Dios. [55] Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. [56] Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

[57] Al atardecer vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús. [58] Este se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato, entonces, ordenó que se lo entregaran. [59] Y José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia [60] y lo puso en el sepulcro suyo, que era nuevo y había mandado excavar en la roca; e hizo arrimar una gran piedra a la puerta del sepulcro y se marchó. [61] Estaban allí María Magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro.

[62] Al día siguiente de la Parasceve se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos ante Pilato [63] y le dijeron: Señor, nos hemos acordado de que ese impostor dijo en vida: Al tercer día resucitaré. [64] Manda, pues, custodiar el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos; y sea la última impostura peor que la primera. [65] Pilato les respondió: Ahí tenéis la guardia; id y custodiad como sabéis. [66] Ellos marcharon y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.

Capítulo 28

[1] Pasado el sábado, al alborear el día primero de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. [2] Y he aquí que se produjo un gran terremoto, pues un ángel del Señor descendió del Cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. [3] Su aspecto era como de relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. [4] Llenos de miedo, los guardias se aterrorizaron y se quedaron como muertos. [5] El ángel tomó la palabra y dijo a las mujeres: No temáis vosotras; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. [6] No está aquí, porque ha resucitado como había dicho. Venid, ved el sitio donde estaba puesto. [7] Marchad en seguida y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; irá delante de vosotros a Galilea: allí le veréis. Mirad que os lo dije.

[8] Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y gran alegría, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. [9] De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron. [10] Entonces Jesús les dijo: No temáis; id y anunciad a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán.

[11] Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo sucedido. [12] Reunidos con los ancianos, después de haberlo acordado, dieron una buena suma de dinero a los soldados [13] con el encargo de decir: Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos. [14] Si esto llegara a oídos del procurador, nosotros le calmaremos y cuidaremos de vuestra seguridad. [15] Ellos tomaron el dinero y actuaron según las instrucciones recibidas. Así se divulgó este rumor entre los judíos hasta el día de hoy.

[16] Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. [17] Y, al verlo, le adoraron; pero otros dudaron. [18] Y acercándose Jesús les habló: Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra. [19] Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; [20] y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.

EVANGELIO DE SAN MARCOS

Capítulo 1

[1] Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. [2] Como está escrito en el profeta Isaías: He aquí que yo envío a mi mensajero, para que te preceda, y prepare tu camino. [3] Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. [4] Apareció Juan Bautista en el desierto predicando un bautismo de penitencia para perdón de los pecados. [5] Y acudía a él toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. [6] Juan llevaba un vestido de pelos de camello y un ceñidor de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre. [7] Y predicaba diciendo: Después de mí viene el que es más poderoso que yo, ante quien yo no soy digno de inclinarme para desatar la correa de sus sandalias. [8] Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo.

[9] Y sucedió que en aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. [10] Y nada más salir del agua vio los Cielos abiertos y al Espíritu que, en forma de paloma, descendía sobre él; [11] y sobrevino una voz desde los Cielos: Tú eres el Hijo mío, el Amado, en ti me he complacido.

[12] Enseguida el Espíritu lo impulsó hacia el desierto. [13] Y estuvo en el desierto cuarenta días mientras era tentado por Satanás; estaba con los animales, y los ángeles le servían.

[14] Después de haber sido apresado Juan, llegó Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios, [15] y diciendo: El tiempo se ha cumplido y está cerca el Reino de Dios; haced penitencia y creed en el Evangelio.

[16] Y, al pasar junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. [17] Y les dijo Jesús: Seguidme, y os haré pescadores de hombres. [18] Y, al instante, dejaron las redes y le siguieron. [19] Y avanzando un poco, vio a Santiago el de Zebedeo y a Juan, su hermano, que remendaban las redes en la barca. [20] Y enseguida los llamó. Y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.

[21] Entran en Cafarnaún; y, al llegar el sábado, fue a la sinagoga y enseñaba. [22] Y quedaban admirados de su doctrina, pues les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas. [23] Se encontraba entonces en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu inmundo, [24] y decía a gritos: ¿Qué hay entre nosotros y tú, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? ¡Sé quién eres tú: el Santo de Dios! [25] Y Jesús le conminó diciendo: Calla, y sal de él. [26] Entonces, el espíritu inmundo, zarandeándolo y dando una gran voz, salió de él. [27] Y se quedaron todos estupefactos, de modo que se preguntaban entre sí diciendo: ¿Qué es esto? Una doctrina nueva con potestad. Manda incluso a los espíritus inmundos y le obedecen. [28] Y su fama corrió pronto por doquier en toda la región de Galilea.

[29] En cuanto salieron de la sinagoga, fueron a la casa de Simón y de Andrés, con Santiago y Juan. [30] La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, y enseguida le hablan de ella. [31] Acercándose, la tomó de la mano y la levantó; le desapareció la fiebre y se puso a servirles.

[32] Al atardecer, cuando se puso el sol, llevaban hasta él a todos los enfermos y a los endemoniados; [33] y estaba toda la ciudad agolpada junto a la puerta. [34] Y curó a muchos que padecían diversas enfermedades, y expulsó a muchos demonios, y no les dejaba hablar, porque sabían quién era.

[35] De madrugada, todavía muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí oraba. [36] Salió a buscarle Simón y los que estaban con él; [37] y, cuando lo encontraron, le dijeron: Todos te buscan. [38] Y les dijo: Vayamos a otra parte, a las aldeas próximas, para que predique también allí, pues para esto he venido. [39] Y pasó por toda Galilea predicando en sus sinagogas y expulsando a los demonios.

[40] Y vino hacia él un leproso que, rogándole de rodillas, le decía: Si quieres, puedes limpiarme. [41] Y compadecido, extendió la mano, le tocó y le dijo: Quiero, queda limpio. [42] Y al momento desapareció de él la lepra y quedó limpio. [43] Le conminó y enseguida lo despidió, [44] diciéndole: Mira, no digas nada a nadie; pero anda, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio. [45] Sin embargo, una vez que se fue, comenzó a proclamar y a divulgar la noticia, hasta el punto de que ya no podía entrar abiertamente en ciudad alguna, sino que se quedaba fuera, en lugares apartados. Pero acudían a él de todas partes.

Capítulo 2

[1] Y, al cabo de unos días, entró de nuevo en Cafarnaún. Se supo que estaba en casa, [2] y se juntaron tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio; y les predicaba la palabra. [3] Entonces vienen trayéndole un paralítico, que era transportado por cuatro. [4] Y al no poder llevarlo hasta él por causa del gentío, levantaron la techumbre por el sitio en donde se encontraba y, después de hacer un agujero, descuelgan la camilla en la que yacía el paralítico. [5] Al ver Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.

[6] Estaban allí sentados algunos de los escribas, y pensaban en sus corazones: [7] ¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? [8] Y enseguida, conociendo Jesús en su espíritu que pensaban de este modo dentro de sí, les dice: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones? [9] ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: tus pecados te son perdonados; o decir: levántate, toma tu camilla y anda? [10] Pues, para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene en la tierra el poder de perdonar los pecados `se dirige al paralítico`: [11] A ti te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. [12] Y se levantó y, tomando al instante la camilla, salió en presencia de todos, de manera que todos quedaron admirados y dieron gloria a Dios diciendo: Nunca vimos cosa igual.

[13] Y se fue otra vez a la orilla del mar. Y toda la muchedumbre iba hacia él, y les enseñaba. [14] Al pasar, vio a Leví el de Alfeo sentado en el telonio, y le dijo: Sígueme. El se levantó y le siguió. [15] Y ocurrió que, estando a la mesa en casa de éste, se sentaron con Jesús y sus discípulos muchos publicanos y pecadores, pues eran muchos y le seguían. [16] Los escribas de los fariseos, viendo que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: ¿Por qué come con los publicanos y pecadores? [17] Al oír Jesús esto, les dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

[18] Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando; y vinieron a decirle: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan y, en cambio, tus discípulos no ayunan? [19] Jesús les respondió: ¿Acaso pueden ayunar los convidados a la boda, mientras el esposo está con ellos? Durante el tiempo en que tienen al esposo con ellos no pueden ayunar. [20] Días vendrán en que el esposo les será arrebatado; entonces, en aquellos días, ayunarán. [21] Nadie pone una pieza de paño nuevo a un vestido viejo; pues de otro modo la pieza tira de él, lo nuevo de lo viejo, y se produce un desgarrón peor. [22] Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; pues de lo contrario, el vino rompe los odres, y se pierden el vino y los odres; por eso, el vino nuevo se echa en odres nuevos.

[23] Un sábado pasaba el Señor por los sembrados, y sus discípulos iban delante desgranando espigas. [24] Los fariseos le decían: Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito? [25] Y les dice: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando se vio necesitado, y tuvo hambre él y los que estaban con él? [26] ¿Cómo entró en la Casa de Dios en tiempos de Abiatar, Sumo Sacerdote, y comió los panes de la proposición, que no es lícito comer más que a los sacerdotes, y los dio también a los que estaban con él? [27] Y les decía: El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. [28] Por tanto, el Hijo del Hombre es señor hasta del sábado.

Capítulo 3

[1] De nuevo entró en la sinagoga, donde se encontraba un hombre que tenía la mano seca. [2] Le observaban de cerca por si lo curaba en sábado, para acusarle. [3] Y dice al hombre que tenía la mano seca: Ponte en medio. [4] Y les dice: ¿Es lícito en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla? Ellos permanecían callados. [5] Entonces, mirándolos con ira, entristecido por la ceguera de sus corazones, dice al hombre: Extiende tu mano. La extendió, y su mano quedó curada. [6] Al salir, los fariseos, junto con los herodianos, celebraron enseguida una reunión contra él, para ver cómo perderle.

[7] Jesús con sus discípulos se alejó hacia el mar. Y le siguió una gran muchedumbre de Galilea y de Judea; [8] también de Jerusalén, de Idumea, de más allá del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, vino hacia él una gran multitud al oír las cosas que hacía. [9] Y dijo a sus discípulos que le tuviesen dispuesta una pequeña barca, por causa de la muchedumbre, para que no le oprimiesen; [10] porque sanaba a tantos, que se le echaban encima para tocarle todos los que tenían enfermedades. [11] Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se arrojaban a sus pies y gritaban diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. [12] Y les ordenaba con energía que no le descubriesen.

[13] Y subiendo al monte llamó a los que él quiso, y fueron junto a él. [14] Y eligió a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar [15] con poder de expulsar demonios. [16] Y formó el grupo de los doce: a Simón, a quien puso el nombre de Pedro; [17] y a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes llamó Boanerges, esto es, «Hijos del trueno»; [18] y a Andrés y Felipe, y a Bartolomé y Mateo, y a Tomás y Santiago el de Alfeo, y a Tadeo y Simón Cananeo, [19] y a Judas Iscariote, el que lo entregó.

[20] Entonces llega a casa; y se vuelve a juntar la muchedumbre, de manera que no podían ni siquiera comer. [21] Al enterarse sus parientes fueron a llevárselo, porque decían que había perdido el juicio.

[22] Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: Tiene a Beelzebul, y en virtud del príncipe de los demonios arroja a los demonios. [23] Y convocándolos les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? [24] Si un reino está dividido en su interior, no puede mantenerse en pie aquel reino; [25] y si una casa está dividida en su interior, no podrá mantenerse en pie aquella casa. [26] Y si Satanás se levanta contra sí mismo, entonces se encuentra dividido y no puede mantenerse en pie, sino que ha llegado su fin. [27] Pues nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear sus bienes, a no ser que antes ate al fuerte; entonces podrá saquear su casa. [28] En verdad os digo que se perdonarán a los hijos de los hombres todos los pecados y cuantas blasfemias profieran; [29] pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo jamás tendrá perdón, sino que será reo de delito eterno. [30] Porque ellos decían: Tiene un espíritu inmundo.

[31] Vienen su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, enviaron a llamarlo. [32] Y estaba sentada a su alrededor una muchedumbre, y le dicen: Mira, tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan fuera. [33] Y, en respuesta, les dice: ¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos? [34] Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dice: Ved aquí a mi madre y mis hermanos. [35] Porque quien haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Capítulo 4

[1] De nuevo comenzó a enseñar a la orilla del mar. Y se reunió junto a él tan gran muchedumbre, que tuvo que subir a sentarse en una barca, en el mar; mientras, toda la muchedumbre permanecía en tierra, a la orilla del mar. [2] Les explicaba en parábolas muchas cosas, y les decía en su enseñanza: [3] Escuchad: he aquí que salió el sembrador a sembrar. [4] Y ocurrió que, al arrojar la semilla, parte cayó junto al camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. [5] Parte cayó en terreno rocoso, donde no había mucha tierra, y brotó pronto, por no ser hondo el suelo; [6] pero cuando salió el sol se agostó, y se secó porque no tenía raíz. [7] Otra parte cayó entre espinos, y crecieron los espinos y la sofocaron, y no dio fruto. [8] Y otra cayó en tierra buena, y daba fruto: crecía y se desarrollaba; y producía el treinta por uno, el sesenta por uno y el ciento por uno. [9] Y decía: El que tenga oídos para oír, que oiga.

[10] Y cuando se quedó solo, los que le acompañaban junto con los doce le preguntaron por el significado de las parábolas. [11] Y les decía: A vosotros se os ha transmitido el misterio del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera todo se les anuncia en parábolas, [12] de modo que los que miran miren y no vean, y los que oyen oigan pero no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.

[13] Y les dice: ¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo podréis entender las demás parábolas? [14] El que siembra, siembra la palabra. [15] Los que están junto al camino donde se siembra la palabra son aquellos que, aun cuando la oigan, al instante viene Satanás y arrebata la palabra sembrada en ellos. [16] Los que reciben la semilla sobre terreno rocoso son aquellos que, cuando oyen la palabra, al momento la reciben con alegría, [17] pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y después, al venir una tribulación o persecución por causa de la palabra, se escandalizan en seguida. [18] Hay otros que reciben la semilla entre espinos: son aquellos que han oído la palabra, [19] pero las preocupaciones de este mundo, la seducción de las riquezas y los apetitos de las demás cosas les asedian, sofocan la palabra y queda estéril. [20] Y los que han recibido la semilla sobre la tierra buena, son aquellos que oyen la palabra, la reciben y dan fruto: el treinta por uno, el sesenta por uno y el ciento por uno.

[21] Y les decía: ¿Acaso se enciende la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo de la cama? ¿No se pone en el candelero? [22] Pues no hay cosa escondida que no haya de saberse, ni hecho oculto que no haya de ser manifiesto. [23] Si alguno tiene oídos para oír, que oiga.

[24] Y les decía: Prestad atención a lo que oís. Con la medida con que midáis, se os medirá, y aun se os añadirá. [25] Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, incluso lo que tiene se le quitará.

[26] Y decía: El Reino de Dios viene a ser como un hombre que echa la semilla sobre la tierra, [27] y duerma o vele noche y día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo. [28] Porque la tierra produce fruto ella sola: primero hierba, después espiga, y por fin trigo maduro en la espiga. [29] Y en cuanto está a punto el fruto, en seguida mete la hoz, porque ha llegado la siega. [30] Y decía: ¿A qué asemejaremos el Reino de Dios?, o ¿con qué parábola lo compararemos? [31] Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; [32] pero, una vez sembrado, crece y se hace mayor que todas las hortalizas, y echa ramas grandes, de manera que los pájaros del cielo puedan anidar bajo su sombra.

[33] Y con muchas parábolas semejantes les anunciaba la palabra, conforme a lo que podían entender; [34] no les hablaba sino en parábolas. Pero a solas, explicaba todo a sus discípulos.

[35] Aquel día, llegada la tarde, les dice: Crucemos al otro lado. [36] Y, despidiendo a la muchedumbre, le llevaron en la barca tal como se encontraba, y le acompañaban otras barcas. [37] Y se levantó una gran tempestad de viento, y las olas se echaban encima de la barca, de manera que se inundaba la barca. [38] El estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal; entonces lo despiertan, y le dicen: Maestro, ¿no te importa que perezcamos? [39] Y levantándose, increpó al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y se calmó el viento, y se produjo una gran bonanza. [40] Entonces les dijo: ¿Por qué tenéis miedo? ¿Todavía no tenéis fe? [41] Y se llenaron de gran temor, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

Capítulo 5

[1] Y llegaron a la orilla del mar, a la región de los gerasenos. [2] Al salir de la barca, en seguida le salió al encuentro desde los sepulcros un hombre poseído por un espíritu inmundo, [3] que vivía en los sepulcros y nadie podía tenerlo sujeto ni siquiera con cadenas; [4] porque había estado muchas veces atado con grilletes y cadenas, y había roto las cadenas y deshecho los grilletes, y nadie podía dominarlo. [5] Y se pasaba las noches enteras y los días por los sepulcros y por los montes, gritando e hiriéndose con piedras. [6] Al ver a Jesús desde lejos, corrió y se postró ante él; [7] y, gritando con gran voz, dijo: ¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. [8] Porque le decía: Sal, espíritu inmundo, de este hombre. [9] Y le preguntaba: ¿Cuál es tu nombre? Le contestó: Mi nombre es legión, porque somos muchos. [10] Y le suplicaba con insistencia que no lo expulsara fuera de la región.

[11] Había allí junto al monte una gran piara de cerdos paciendo. [12] Y le suplicaron diciendo: Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos. [13] Y se lo permitió. Y, saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y con gran ímpetu la piara, alrededor de dos mil, corrió por la pendiente hacia el mar, donde se iban ahogando. [14] Los porqueros echaron a correr, y contaron por la ciudad y los campos lo sucedido. Y acudieron a ver qué había ocurrido. [15] Y llegaron junto a Jesús, y vieron al que había estado endemoniado, sentado, vestido y en su sano juicio; y se quedaron asustados. [16] Los que lo habían presenciado les contaron lo que había sucedido con el que había estado poseído por el demonio y con los cerdos. [17] Y comenzaron a rogarle que se alejase de su región. [18] Y al subir en la barca, el que había estado endemoniado le suplicaba quedarse con él; [19] pero no lo admitió, sino que le dijo: Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. [20] Se fue y comenzó a proclamar en la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; y todos se admiraban.

[21] Y habiendo cruzado de nuevo Jesús en la barca hasta la otra orilla, se reunió una gran muchedumbre a su alrededor mientras él estaba junto al mar. [22] Viene uno de los jefes de la sinagoga, de nombre Jairo, y, al verlo, se postra a sus pies, [23] y le suplica con insistencia diciendo: Mi hija está en las últimas. Ven, impón tus manos sobre ella para que se salve y viva. [24] Se fue con él, y le seguía la muchedumbre, que le apretujaba.

[25] Y una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, [26] y que había sufrido mucho por parte de muchos médicos, y gastado todos sus bienes sin aprovecharle de nada, sino que iba del mal en peor, [27] cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre y tocó su vestido; [28] porque decía: Si pudiera tocar, aunque sólo fuera su manto, quedaré sana. [29] En el mismo instante se secó la fuente de sangre, y sintió en su cuerpo que estaba curada de la enfermedad. [30] Y al momento Jesús, conociendo en sí mismo la virtud salida de él, vuelto hacia la muchedumbre, decía: ¿Quién ha tocado mis vestidos? [31] Y le decían sus discípulos: Ves que la muchedumbre te oprime y dices ¿quién me ha tocado? [32] Y miraba a su alrededor para ver a la que había hecho esto. [33] La mujer, asustada y temblorosa, sabiendo lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. [34] El entonces le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu dolencia.

[35] Todavía estaba él hablando, cuando llegan desde la casa del jefe de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas ya al Maestro? [36] Jesús, al oír lo que hablaban, dice al jefe de la sinagoga: No temas, tan sólo ten fe. [37] Y no permitió que nadie le siguiera, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. [38] Llegan a la casa del jefe de la sinagoga, y ve el alboroto, y a los que lloraban y a las plañideras. [39] Y al entrar, les dice: ¿Por qué alborotáis y estáis llorando? La niña no ha muerto, sino que duerme. [49] Y se reían de él. Pero él, haciendo salir a todos, toma consigo al padre y a la madre de la niña y a los que le acompañaban, y entra donde estaba la niña. [41] Y tomando la mano de la niña, le dice: Talita qum, que significa: Niña, a ti te digo, levántate. [42] Y en seguida la niña se levantó y se puso a andar, pues tenía doce años. Y quedaron llenos de asombro. [43] Les insistió mucho en que nadie lo supiera, y dijo que dieran de comer a la niña.

Capítulo 6

[1] Partió de allí y se fue a su ciudad, y le seguían sus discípulos. [2] Llegado el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y muchos de los oyentes, admirados, decían: ¿De dónde sabe éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que se le ha dado y estos milagros que se hacen por sus manos? [3] ¿No es éste el artesano, el hijo de María, y hermano de Santiago y de José y de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros? Y se escandalizaban de él. [4] Y les decía Jesús: No hay profeta menospreciado sino en su propia patria, entre sus parientes y en su casa. [5] Y no podía hacer allí ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. [6] Y se asombraba por causa de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de los contornos enseñando.

[7] Y llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles potestad sobre los espíritus inmundos. [8] Y les mandó que no llevasen nada para el camino, ni pan, ni alforja, ni dinero en la bolsa, sino solamente un bastón; [9] y que fueran calzados con sandalias y no llevaran dos túnicas. [10] Y les decía: Si entráis en una casa, permaneced allí hasta que salgáis de aquel lugar. [11] Y si en algún sitio no os reciben ni os escuchan, al salir de allí sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. [12] Y habiendo marchado, predicaron que hicieran penitencia; [13] y expulsaban muchos demonios, y ungían con óleo a muchos enfermos y los curaban.

[14] Llegó esto a oídos del rey Herodes, pues su nombre se había hecho famoso, y decía: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por eso tiene poder de hacer milagros. [15] Otros decían: Es Elías. Otros, en fin, decían: Es un profeta, igual que los demás profetas. [16] Pero cuando lo oyó Herodes decía: Este es Juan, a quien yo deCAP. ité, que ha resucitado.

[17] En efecto, el propio Herodes había mandado prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, a la cual Herodes había tomado como mujer. [18] Juan decía a Herodes: No te es lícito tener a la mujer de tu hermano. [19] Herodías le odiaba y quería matarlo, pero no podía: [20] porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un varón justo y santo, y le protegía; y al oírlo tenía muchas dudas, pero le escuchaba con gusto. [21] Cuando llegó un día propicio, en el que Herodes por su cumpleaños dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea, [22] entró la hija de la propia Herodías, bailó y gustó a Herodes y a los que con él estaban a la mesa. Dijo el rey a la muchacha: Pídeme lo que quieras y te lo daré. [23] Y le juró varias veces: Cualquier cosa que me pidas te daré, aunque sea la mitad de mi reino. [24] Y, saliendo, dijo a su madre: ¿Qué he de pedir? Ella dijo: La cabeza de Juan el Bautista. [25] Y al instante, entrando deprisa donde estaba el rey, pidió así: Quiero que en seguida me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista. [26] El rey se entristeció; pero, a causa del juramento y de los comensales, no quiso contrariarla; [27] y, enviando un verdugo, el rey mandó traer su cabeza. Aquél marchó y lo decapitó en la cárcel, [28] y trajo su cabeza en una bandeja, y la dio a la muchacha, y la muchacha la entregó a su madre. [29] Cuando se enteraron sus discípulos, vinieron, tomaron su cuerpo y lo pusieron en un sepulcro.

[30] Reunidos los apóstoles con Jesús, le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. [31] Y les dice: Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían tiempo para comer. [32] Se marcharon, pues, en la barca a un lugar apartado ellos solos.

[33] Pero los vieron marchar, y muchos los reconocieron; fueron allá a pie desde todas las ciudades, y llegaron antes que ellos. [34] Al desembarcar, vio Jesús una gran multitud, y se llenó de compasión, porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. [35] Y cuando ya se hizo muy tarde, se acercaron sus discípulos y le dijeron: El lugar es desierto y la hora es ya avanzada; [36] despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos de alrededor, y compren algo de comer. [37] Y les respondió: Dadles vosotros de comer. Y le dicen: ¿Es que vamos a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer? [38] El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo. Y habiéndolo visto, dicen: Cinco, y dos peces. [39] Entonces les mandó que acomodaran a todos por grupos sobre la hierba verde. [40] Y se sentaron en grupos de ciento y de cincuenta. [41] Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los daba a sus discípulos para que los distribuyesen; también repartió los dos peces para todos. [42] Y comieron todos hasta que quedaron satisfechos. [43] Y recogieron doce cestos llenos de los trozos de pan y de los peces. [44] Los que comieron los panes eran cinco mil hombres.

[45] Y en seguida hizo subir a sus discípulos a la barca, y que se adelantaran a la otra orilla junto a Betsaida, mientras él despedía a la multitud. [46] Y después de despedirlos, se retiró al monte a orar. [47] Cuando se hizo de noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. [48] Y viéndoles remar con gran fatiga, pues el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche viene a ellos andando sobre el mar, e hizo ademán de pasar de largo. [49] Ellos, cuando lo vieron caminando sobre el mar, pensaron que era un fantasma y gritaron. [50] Todos, en efecto, le vieron y se asustaron. El habló en seguida con ellos, y les dijo: Tened confianza, soy yo, no temáis. [51] Y subió con ellos a la barca y cesó el viento. Entonces se quedaron mucho más asombrados; [52] pues no habían entendido lo de los panes, porque su corazón estaba embotado.

[53] Y terminada la travesía hasta la costa, llegaron a Genesaret y atracaron. [54] Cuando bajaron de la barca, al momento lo reconocieron. [55] Y recorriendo toda aquella región, a donde oían que estaba él le traían sobre las camillas a todos los que se encontraban mal. [56] Y adondequiera que entraba, en pueblos, o en ciudades, o en aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas, y le suplicaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.

Capítulo 7

[1] Se acercaron a él los fariseos y algunos escribas que habían llegado de Jerusalén, [2] y vieron a algunos de sus discípulos que comían los panes con manos impuras, es decir, sin lavar. [3] Pues los fariseos y todos los judíos nunca comen si no se lavan las manos muchas veces, observando la tradición de los antiguos; [4] y cuando llegan de la plaza no comen, si no se purifican; y hay otras muchas cosas que guardan por tradición: purificaciones de las copas y de las jarras, de las vasijas de cobre y de los lechos. [5] Le preguntaban, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los antiguos, sino que comen el pan con manos impuras? [6] El les respondió: Bien profetizó Isaías de vosotros los hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está bien lejos de mí. [7] En vano me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos humanos.

[8] Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres. [9] Y les decía: ¡Qué bien anuláis el mandamiento de Dios, para guardar vuestra tradición! [10] Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldiga al padre o a la madre, sea reo de muerte. [11] Vosotros, en cambio, decís: Si un hombre dice al padre o a la madre: Lo que de mi parte pudieras recibir sea Corbán, que significa ofrenda, [12] ya no le permitís hacer nada por el padre o por la madre; [13] con ello anuláis la palabra de Dios por vuestra tradición, que vosotros mismos habéis establecido; y hacéis otras muchas cosas semejantes a éstas.

[14] Llamando de nuevo a la muchedumbre, les decía: Escuchadme todos y entended: [15] Nada hay fuera del hombre que, al entrar en él, pueda hacerlo impuro; las cosas que salen del hombre, ésas son las que hacen impuro al hombre.

[17] Y cuando entró en casa, alejado ya de la muchedumbre, sus discípulos le preguntaban el sentido de la parábola. [18] Y les dice: ¿Así que también vosotros sois inCAP. aces de entender? ¿No sabéis que todo lo que entra en el hombre desde fuera no puede hacerlo impuro, [19] porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y va a la cloaca? De este modo declaraba puros todos los alimentos. [20] Pues decía: Lo que sale del hombre, eso hace impuro al hombre. [21] Porque del interior del corazón de los hombres proceden los malos pensamientos, fornicaciones, hurtos, homicidios, [22] adulterios, codicias, maldades, fraude, deshonestidad, envidia, blasfemia, soberbia, insensatez. [23] Todas estas cosas malas proceden del interior y hacen impuro al hombre.

[24] Y partiendo de allí se fue hacia la región de Tiro y de Sidón. Y habiendo entrado en una casa deseaba que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. [25] Al punto, en cuanto oyó hablar de él una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo, entró y se postró a sus pies. [26] La mujer era griega, sirofenicia de origen. Y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. [27] Y le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos. [28] Ella respondió diciendo: Señor, también los perrillos comen debajo de la mesa las migajas de los hijos. [29] Y le dijo: Por esto que has dicho, vete, el demonio ha salido de tu hija. [30] Y al regresar a su casa encontró a la niña echada en la cama, y que el demonio había salido.

[31] De nuevo, saliendo de la región de Tiro, vino a través de Sidón hacia el mar de Galilea, cruzando el territorio de la Decápolis. [32] Le traen un sordo y mudo, y le ruegan que le imponga su mano. [33] Y apartándolo de la muchedumbre, metió los dedos en sus orejas, y con saliva tocó su lengua; [34] y mirando al cielo, dio un suspiro, y le dice: Effetha, que significa: ábrete. [35] Al instante se le abrieron los oídos, quedó suelta la atadura de su lengua y hablaba correctamente. [36] Y les ordenó que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo proclamaban; [37] y estaban tan maravillados que decían: Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Capítulo 8

[1] En aquellos días, reunida de nuevo una gran muchedumbre que no tenía qué comer, llamando a los discípulos les dice: [2] Siento profunda compasión por la muchedumbre, porque ya hace tres días que permanecen junto a mí y no tienen qué comer; [3] y si los despido en ayunas a sus casas desfallecerán en el camino, pues algunos han venido desde lejos. [4] Y le respondieron sus discípulos: ¿Quién podrá abastecerlos de pan aquí, en el desierto? [5] Les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. [6] Y ordenó a la multitud que se acomodase en el suelo. Tomando los siete panes, después de dar gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los distribuyeran; y los distribuyeron a la muchedumbre. [7] Tenían también unos pocos pececillos; después de bendecirlos, mandó que los distribuyeran. [8] Y comieron y quedaron satisfechos, y recogieron de los trozos sobrantes siete espuertas. [9] Los que habían comido eran alrededor de cuatro mil, y los despidió.

[10] Y subiendo en seguida a la barca con sus discípulos, se fue hacia la parte de Dalmanuta. [11] Salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo para tentarle. [12] Suspirando desde lo más íntimo, dijo: ¿Por qué esta generación pide una señal? En verdad os digo que a esta generación no se le dará señal alguna. [13] Y dejándolos, subió de nuevo a la barca y se fue a la otra orilla.

[14] Se olvidaron de tomar panes y no tenían consigo en la barca más que un pan. [15] Y les advertía diciendo: Estad alerta y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes. [16] Ellos comentaban entre sí que no tenían pan. [17] Al darse cuenta Jesús, les dice: ¿Qué andáis comentando de que no tenéis pan? ¿Todavía no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis embotado vuestro corazón? [18] ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de [19] cuántos cestos llenos de trozos recogisteis, cuando partí los cinco panes para cinco mil? Le respondieron: Doce. [20] Y cuando los siete panes para los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis? Le contestaron: Siete. [21] Y les decía: ¿No entendéis aún?

[22] Llegan a Betsaida y le traen un ciego suplicándole que lo toque. [23] Tomando de la mano al ciego lo sacó fuera de la aldea, y poniendo saliva en sus ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? [24] Y alzando la mirada dijo: Veo a los hombres como árboles que andan. [25] Después puso otra vez las manos sobre sus ojos, y comenzó a ver y quedó curado, de manera que veía con claridad todas las cosas. [26] Y lo envió a su casa diciendo: No entres ni siquiera en la aldea.

[27] Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntaba a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? [28] Ellos le respondieron: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías y otros que uno de los profetas. [29] Entonces él les pregunta: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo. [30] Y les ordenó que no hablasen a nadie sobre esto.

[31] Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, por los príncipes de los sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. [32] Hablaba de esto abiertamente. Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle. [33] Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, increpó a Pedro y le dijo: ¡Apártate de mí, Satanás!, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres.

[34] Y llamando a la muchedumbre junto con sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. [35] Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. [36] ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? [37] O, ¿qué dará el hombre a cambio de su vida? [38] Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles.

Capítulo 9

[1] Y les decía: En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean el Reino de Dios que ha llegado con poder.

[2] Seis días después, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a ellos solos aparte a un monte alto, y se transfiguró ante ellos. [3] Sus vestidos se volvieron resplandecientes y muy blancos; tanto que ningún batanero en la tierra puede dejarlos así de blancos. [4] Y se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. [5] Tomando Pedro la palabra, dice a Jesús: Maestro, qué bien estamos aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. [6] Pues no sabía lo que decía, porque estaban llenos de temor. [7] Entonces se formó una nube que los cubrió, y se oyó una voz desde la nube que decía: Este es mi Hijo, el Amado, escuchadle. [8] Y luego, mirando a su alrededor, ya no vieron a nadie, sino solo a Jesús con ellos.

[9] Mientras bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. [10] Ellos retuvieron estas palabras, discutiendo entre sí qué era lo de resucitar de entre los muertos. [11] Y le hacían esta pregunta: ¿Por qué dicen los fariseos y los escribas que Elías debe venir primero? [12] El les respondió: Elías vendrá antes y restablecerá todas las cosas; pero, ¿cómo está escrito del Hijo del Hombre que padecerá mucho y será despreciado? [13] Sin embargo, yo os digo que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, según está escrito de él.

[14] Al llegar junto a los discípulos vieron una gran muchedumbre que les rodeaba, y unos escribas que discutían con ellos. [15] En seguida, al verle, todo el pueblo se quedó sorprendido, y acudían corriendo a saludarle. [16] Y él les preguntó: ¿Qué discutíais entre vosotros? [17] A lo que respondió uno de la muchedumbre: Maestro, te he traído a mí hijo, que tiene un espíritu mudo; [18] y en cualquier sitio que se apodera de él, lo tira al suelo, le hace echar espuma y rechinar los dientes y lo deja rígido. Pedí a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido. [19] El les contestó: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar entre vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que sufriros? ¡Traédmelo! [20] Y se lo trajeron. En cuanto el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al niño, que cayendo a tierra se revolcaba echando espuma. [21] Entonces preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Le contestó: Desde muy niño; [22] y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua, para acabar con él; pero si algo puedes, ayúdanos, compadecido de nosotros. [23] Y Jesús le dijo: ¡Si puedes...! ¡Todo es posible para el que cree! [24] En seguida el padre del niño exclamó: Creo, Señor; ayuda mi incredulidad. [25] Al ver Jesús que aumentaba la muchedumbre, increpó al espíritu inmundo diciéndole: ¡Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando, sal de él y ya no vuelvas a entrar en él! [26] Y gritando y agitándole violentamente salió; y quedó como muerto, de manera que muchos decían: Ha muerto. [27] Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y se mantuvo en pie.

[28] Cuando entró en casa le preguntaron sus discípulos a solas: ¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? [29] Y les respondió: Esta raza no puede ser expulsada por ningún medio, sino con la oración.

[30] Una vez que salieron de allí cruzaban Galilea, y no quería que nadie lo supiese; [31] pues iba instruyendo a sus discípulos y les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto resucitará a los tres días. [32] Pero ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle.

[33] Y llegaron a Cafarnaún. Estando ya en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? [34] Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor. [35] Entonces se sentó y, llamando a los doce, les dijo: Si alguno quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos. [36] Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: [37] El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y quien me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió.

[38] Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno expulsando demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros. [39] Jesús contestó: No se lo prohibáis, pues no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí: [40] el que no está contra nosotros, está con nosotros. [41] Y cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.

[42] Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar.

[43] Y si tu mano te escandaliza, córtala: más te vale entrar manco en la Vida que con las dos manos ir al infierno, al fuego inextinguible.

[45] Y si tu pie te escandaliza, córtatelo: más te vale entrar cojo en la Vida que con los dos pies ser arrojado a la gehena del fuego inextinguible.

[47] Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al fuego del infierno, [48] donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. [49] Porque todos serán salados con fuego. [50] Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened en vosotros sal y tened paz unos con otros.

Capítulo 10

[1] Saliendo de allí llegó a la región de Judea, al otro lado del Jordán; y otra vez se congregó ante él la multitud y, como era su costumbre, de nuevo les enseñaba. [2] Se acercaron entonces unos fariseos que le preguntaban, para tentarle, si es lícito al marido repudiar a su mujer. [3] El les respondió: ¿Qué os mandó Moisés? [4] Ellos dijeron: Moisés permitió darle escrito el libelo de repudio y despedirla. [5] Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este precepto. [6] Pero en el principio de la creación los hizo Dios varón y hembra: [7] por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, [8] y serán los dos una sola carne; de modo que ya no son dos, sino una sola carne. [9] Por tanto lo que Dios unió, no lo separe el hombre. [10] Una vez en la casa, sus discípulos volvieron a preguntarle sobre esto. [11] Y les dice: Cualquiera que repudie a su mujer y se una con otra, comete adulterio contra aquélla; [12] y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.

[13] Le presentaban unos niños para que les impusiera las manos; pero los discípulos les reñían. [14] Al verlo Jesús se enfadó y les dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis, porque de éstos es el Reino de Dios. [15] En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. [16] Y abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos.

[17] Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y, arrodillado ante él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para conseguir la vida eterna? [18] Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios. [19] Ya conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.

[20] El respondió: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi adolescencia. [21] Y Jesús, fijando en él su mirada, se prendó de él y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo; luego ven y sígueme. [22] Pero él, afligido por estas palabras, se marchó triste, pues tenía muchos bienes.

[23] Jesús, mirando a su alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas! [24] Los discípulos quedaron impresionados por sus palabras. Y hablándoles de nuevo, dijo: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! [25] Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios. [26] Y ellos se asombraban aún más diciéndose unos a otros: Entonces, ¿quién podrá salvarse? [27] Jesús, fijándose en ellos, dijo: Para los hombres esto es imposible, pero no para Dios; pues para Dios todo es posible.

[28] Comenzó Pedro a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. [29] Jesús respondió: En verdad os digo que no hay nadie que habiendo dejado casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o campos por mí y por el Evangelio, [30] no reciba en esta vida cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y, en el siglo venidero, la vida eterna. [31] Porque muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros.

[32] Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús los precedía y estaban admirados; ellos le seguían con temor. Tomando aparte de nuevo a los doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder: [33] Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles; [34] se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará.

[35] Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. [36] El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Y ellos le contestaron: Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria. [38] Y Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado? [39] Y ellos le respondieron: Podemos. Jesús les dijo: Beberéis el cáliz que yo bebo, y recibiréis el bautismo con que yo soy bautizado; [40] pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía concederlo, sino que es para quienes está dispuesto.

[41] Al oír esto los diez comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan. [42] Entonces Jesús, llamándoles, les dijo: Sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los oprimen, y los poderosos los avasallan. [43] No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien quiera llegar a ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor; [44] y quien entre vosotros quiera ser el primero, sea esclavo de todos: [45] porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención por muchos.

[46] Llegan a Jericó. Y al salir él de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, el hijo de Timeo, Bartimeo, ciego, estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. [47] Y al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a gritar y a decir: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí. [48] Y muchos le reprendían para que se callase. Pero él gritaba mucho más: Hijo de David, ten compasión de mí. [49] Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle. Llaman al ciego diciéndole: ¡Animo!, levántate, te llama. [50] El, arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús. [51] Jesús, preguntándole, dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le respondió: Rabboni, que vea. [52] Entonces Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.

Capítulo 11

[1] Al acercarse a Jerusalén, a Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, envía a dos de sus discípulos [2] y les dice: Id a la aldea que tenéis enfrente, y nada más entrar en ella encontraréis un borriquillo atado, sobre el que todavía no ha montado ningún hombre; desatadlo y traedlo. [3] Y si alguien os dice: ¿Por qué hacéis eso?, responded que el Señor tiene necesidad de él, y que en seguida lo devolverá aquí. [4] Se marcharon y encontraron un borriquillo atado junto a una puerta, fuera, en un cruce de caminos, y lo desataron. [5] Algunos de los que estaban allí les decían: ¿Qué hacéis desatando el borriquillo? [6] Ellos les respondieron como Jesús les había dicho, y les dejaron. [7] Entonces llevaron el borriquillo a Jesús, echaron encima sus mantos, y se montó sobre él. [8] Muchos extendieron sus mantos en el camino, otros las ramas que cortaban en el campo. [9] Y tanto los que iban delante, como los que seguían detrás, gritaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! [10] ¡Bendito el Reino que viene, el de David nuestro padre! ¡Hosanna en las alturas!

[11] Y entró en Jerusalén en el Templo; y después de observar todo atentamente, como ya era hora tardía, salió para Betania con los doce.

[12] Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. [13] Al ver de lejos una higuera que tenía hojas, se acercó por si encontraba algo en ella, y cuando llegó no encontró más que hojas, pues no era tiempo de higos. [14] E increpándola, dijo: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y sus discípulos lo estaban escuchando.

[15] Llegan a Jerusalén. Y, entrando en el Templo, comenzó a expulsar a los que vendían y a los que compraban en el Templo, y derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. [16] Y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo, [17] y les enseñaba diciendo: ¿No está escrito que mi casa será llamada casa de oración para todas las gentes? Vosotros, en cambio, la habéis convertido en una cueva de ladrones.

[18] Lo oyeron los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y buscaban el modo de perderle; pues le temían, ya que toda la muchedumbre estaba admirada de su doctrina. [19] Y al atardecer salieron de la ciudad.

[20] Por la mañana, al pasar, vieron que la higuera se había secado de raíz. [21] Y acordándose Pedro, le dijo: Rabbí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. [22] Jesús les contestó: Tened fe en Dios. [23] En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: Arráncate y échate al mar, sin dudar en su corazón, sino creyendo que se hará lo que dice, le será concedido. [24] Por tanto os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo recibisteis y se os concederá. [25] Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad si tenéis algo contra alguno, a fin de que también vuestro Padre que está en los Cielos os perdone vuestros pecados.

[27] Llegan de nuevo a Jerusalén. Y mientras paseaba por el Templo, se le acercan los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos, [28] y le dicen: ¿Con qué potestad haces estas cosas?, o ¿quién te ha dado tal potestad para hacerlas? [29] Jesús les contestó: Yo también os haré una pregunta, respondedme, y os diré con qué potestad hago estas cosas: [30] el bautismo de Juan ¿era del Cielo o de los hombres? Respondedme. [31] Y deliberaban entre sí diciendo: Si decimos que del Cielo, dirá: ¿por qué, pues, no le creísteis? [32] Pero ¿vamos a decir que de los hombres? Temían a la gente; pues todos tenían a Juan como a un verdadero profeta. [33] Y contestaron a Jesús: No lo sabemos. Entonces Jesús les dice: Pues tampoco yo os digo con qué potestad hago estas cosas.

Capítulo 12

[1] Y comenzó a hablarles en parábolas: Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, excavó un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó de allí. [2] A su tiempo envió un siervo a los labradores, para percibir de éstos los frutos de la viña. [3] Pero ellos, agarrándole, lo golpearon y despacharon con las manos vacías. [4] De nuevo les envió otro siervo, y a éste le hirieron en la cabeza y lo ultrajaron. [5] Y envió otro y lo mataron; y a otros muchos, de los cuales a unos los herían y a otros los mataban. [6] Todavía le quedaba uno, su hijo amado; y lo envió por último a ellos, diciéndose: A mi hijo lo respetarán. [7] Pero aquellos labradores se dijeron: Este es el heredero; vamos, matémoslo y será nuestra la heredad. [8] Y agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. [9] ¿Qué hará, pues, el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los labradores y entregará la viña a otros. [10] ¿No habéis leído esta Escritura?: La piedra que rechazaron los constructores, ésta ha llegado a ser piedra angular. [11] Es el Señor quien ha hecho esto, y es admirable a nuestros ojos. [12] Entonces intentaban prenderlo, pero temieron al pueblo: habían comprendido que la parábola iba dirigida a ellos. Y dejándole, se fueron.

[13] Le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprenderle en alguna palabra. [14] Acercándose, le dicen: Maestro, sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios de verdad. ¿Es lícito dar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? [15] Pero él, advirtiendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea. [16] Ellos se lo mostraron, y les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César. [17] Jesús les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraban de él.

[18] Después se le acercan unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaban: [19] Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si muere el hermano de alguien y deja mujer sin hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. [20] Eran siete hermanos. El primero tomó mujer, muriendo sin dejar descendencia. [21] Entonces el segundo se casó con ella, y murió sin dejar tampoco descendencia. De igual modo el tercero. [22] Y los siete no dejaron descendencia. Después de todos murió también la mujer. [23] En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer?, porque los siete la tuvieron por mujer. [24] Y Jesús les contestó: ¿No habéis caído en error al no entender las Escrituras ni el poder de Dios? [25] Cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tomarán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los ángeles en el Cielo. [26] Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, cómo le habló Dios diciendo: Yo soy el Dios de Abrahán, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? [27] Ahora bien, Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.

[28] Se acercó uno de los escribas, que había oído la discusión y, al ver lo bien que les había respondido, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? [29] Jesús respondió: El primero es: Escucha, Israel, el Señor Dios nuestro es el único Señor; [30] y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. [31] El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. [32] Y le dijo el escriba: ¡Bien, Maestro!, con verdad has dicho que Dios es uno sólo y no hay otro fuera de El; [33] y amarle con todo el corazón y con toda la inteligencia y con toda la fuerza, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios. [34] Viendo Jesús que le había respondido con sensatez, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y ninguno se atrevía ya a hacerle preguntas.

[35] Y tomando Jesús la palabra, decía enseñando en el Templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? [36] El mismo David, movido por el Espíritu Santo, ha dicho: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies.

[37] El mismo David le llama Señor, entonces, ¿de dónde puede ser su hijo? y una inmensa muchedumbre le escuchaba con gusto.

[38] Y enseñándoles, decía: Guardaos de los escribas, que les gusta pasear con vestidos lujosos y que los saluden en las plazas, [39] y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; [40] que devoran las casas de las viudas mientras fingen largas oraciones. Estos recibirán un juicio más severo.

[41] Sentado Jesús frente al gazofilacio, miraba cómo la gente echaba en él monedas de cobre, y bastantes ricos echaban mucho. [42] Y al llegar una viuda pobre, echó dos monedas, que hacen la cuarta parte del as. [43] Llamando a sus discípulos, les dijo: En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más en el gazofilacio que todos los otros, [44] pues todos han echado algo de lo que les sobraba; ella, en cambio, en su necesidad, ha echado todo lo que tenía, todo su sustento.

Capítulo 13

[1] Al salir del templo le dice uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras y qué edificios. [2] Jesús le responde: ¿Ves estas grandes construcciones? No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida. [3] Y estando sentado Jesús en el Monte de los Olivos, enfrente del Templo, le preguntaron aparte Pedro, Santiago, Juan y Andrés: [4] Dinos: ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que todo esto está a punto de cumplirse?

[5] Entonces comenzó Jesús a decirles: Mirad que nadie os engañe. [6] Muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy; y seducirán a muchos. [7] Cuando oigáis hablar de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis; pues es necesario que esto ocurra, pero todavía no es el fin. [8] Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá terremotos en diversos lugares, habrá hambre. Esto es el comienzo de los dolores.

[9] Vosotros estad alerta: os entregarán a los tribunales, y seréis azotados en las sinagogas, y compareceréis por causa mía ante los gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos. [10] Pero es necesario que antes sea predicado el Evangelio a todos los pueblos. [11] Y cuando os conduzcan para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, sino decid lo que se os comunique en aquella hora, pues no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo. [12] Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo, y se levantarán los hijos contra los padres y los harán morir. [13] Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.

[14] Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación establecida donde no debe (quien lea entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; [15] quien esté en el terrado no baje ni entre a tomar nada de su casa; [16] y quien esté en el campo no vuelva atrás para tomar su manto. [17] ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! [18] Rogad, pues, para que no ocurra en invierno: [19] habrá en aquellos días una tribulación tan grande, como no la hubo tal desde el principio de la creación que hizo Dios hasta ahora, ni la habrá. [20] Y si el Señor no acortase aquellos días, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos, que él se eligió, abrevió aquellos días. [21] Entonces, si alguien os dijese: Aquí está el Cristo, o allí, no le creáis. [22] Porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y harán señales y prodigios para engañar, si fuera posible, a los elegidos. [23] Vosotros estad alerta; todo os lo he predicho.

[24] Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, [25] y las estrellas caerán del cielo, y las potestades de los cielos se conmoverán.

[26] Entonces verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes con gran poder y gloria. [27] Y entonces enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

[28] Aprended de la higuera esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está próximo; [29] así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que es inminente, que está a las puertas. [30] En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. [31] El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. [32] Sin embargo, acerca de aquel día o de la hora nadie lo sabe, ni los ángeles en el Cielo, ni el Hijo, sino el Padre.

[33] Estad atentos, velad: porque no sabéis cuándo será el momento. [34] Es como un hombre que al marcharse de su tierra, y al dejar su casa y dar atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, ordenó también al portero que velase. [35] Velad, pues, porque no sabéis a qué hora volverá el señor de la casa, si por la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o de madrugada; [36] no sea que, viniendo de repente, os encuentre dormidos. [37] Lo que a vosotros os digo, a todos lo digo: ¡velad!

Capítulo 14

[1] Dos días después era la Pascua y los Azimos; y los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo apoderarse de él con engaño y darle muerte. [2] Pues decían: No sea en la fiesta, para que no se produzca un alboroto del pueblo.

[3] Y estando en Betania en la casa de Simón el leproso, cuando estaba sentado a la mesa, vino una mujer que llevaba un frasco de alabastro con perfume de nardo puro de mucho precio; y rompiendo el frasco, lo derramó sobre su cabeza. [4] Algunos de los presentes, indignándose en su interior, decían: ¿Para qué se ha hecho este derroche de perfume? [5] Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios, y darlo a los pobres. Y se irritaban contra ella.

[6] Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Ha hecho una buena obra conmigo, [7] pues a los pobres los tenéis siempre con vosotros, y podéis hacerles bien cuando queráis; a mí, en cambio, no siempre me tenéis. [8] Ha hecho cuanto estaba en su mano: se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. [9] En verdad os digo: dondequiera que se predique el Evangelio en todo el mundo, se contará también lo que ella ha hecho, para memoria suya.

[10] Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los príncipes de los sacerdotes para entregárselo. [11] Estos, al oírle, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo podría entregarlo en un momento oportuno.

[12] El primer día de los Azimos, cuando sacrificaban el cordero pascual, le dicen sus discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos y preparemos para que comas la Pascua? [13] Entonces envía dos de sus discípulos, y les dice: Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle; [14] y allí donde entre, decid al dueño de la casa que el Maestro pregunta: ¿Dónde está mi sala, donde coma la Pascua con mis discípulos? [15] Y él os mostrará una habitación en el piso de arriba, grande, ya amueblada; disponed allí para nosotros. [16] Y marcharon los discípulos, llegaron a la ciudad, encontraron como les había dicho, y prepararon la Pascua.

[17] Al anochecer, llega con los doce. [18] Y mientras estaban a la mesa, comiendo, Jesús dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me va a traicionar, el que come conmigo. [19] Comenzaron a entristecerse, y a decirle cada uno: ¿Acaso soy yo? [20] El les dijo: Uno de los doce, el que moja conmigo en la fuente. [21] Ciertamente que el Hijo del Hombre se va, según está escrito acerca de él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Más le valiera a aquel hombre no haber nacido.

[22] Mientras cenaban, tomó pan, y después de bendecir lo partió, se lo dio a ellos y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo. [23] Y tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y bebieron de él todos. [24] Y les dijo: Esta es mi sangre de la Nueva Alianza, que será derramada por muchos. [25] En verdad os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.

[26] Y recitado el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos. [27] Y les dice Jesús: Todos os escandalizaréis, porque está escrito: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas.

[28] Pero después de que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. [29] Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no. [30] Jesús le responde: En verdad te digo que tú hoy, en esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres. [31] Pero él afirmaba con insistencia: Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré. Lo mismo decían todos.

[32] Llegan a una finca llamada Getsemaní. Y dice a sus discípulos: Sentaos aquí, mientras hago oración. [33] Y llevándose con él a Pedro, a Santiago y a Juan, comenzó a sentir pavor y a angustiarse. [34] Y les dice: Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad. [35] Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, a ser posible, se alejase de él aquella hora. [36] Decía: ¡Abbá, Padre!, todo te es posible, aparta de mí este cáliz; pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. [37] Vuelve y los encuentra dormidos, y dice a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has sido capaz de velar una hora? [38] Velad y orad para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil. [39] Apartándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras. [40] Y al volver los encontró dormidos, pues sus ojos estaban pesados; y no sabían qué responderle. [41] Vuelve por tercera vez y les dice: ¿Aún estáis durmiendo y descansando? Basta, llegó la hora: mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. [42] Levantaos, vamos; ya llega el que me va a entregar.

[43] Y al instante, cuando todavía estaba hablando, llega Judas, uno de los doce, acompañado de una muchedumbre con espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. [44] El que lo entregaba les había dado una señal: Aquel a quien yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo con cautela. [45] Y al llegar, acercándose a él en seguida, le dice: Rabbí; y le besó. [46] Entonces le echaron mano y lo prendieron. [47] Pero uno de los que lo rodeaban, sacando la espada, hirió al criado del Sumo Sacerdote y le cortó la oreja. [48] En respuesta Jesús les dijo: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme? [49] Todos los días estaba entre vosotros en el Templo enseñando, y no me prendisteis; pero que se cumplan las Escrituras. [50] Entonces, abandonándole, huyeron todos. [51] Y un joven, envuelto su cuerpo desnudo con una sábana, le seguía, y lo agarraron. [52] Pero él, soltando la sábana, se escapó desnudo.

[53] Condujeron a Jesús al Sumo Sacerdote; y se reunieron todos los príncipes de los sacerdotes, los ancianos y los escribas. [54] Pedro le siguió desde lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los sirvientes calentándose junto a la lumbre. [55] Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban contra Jesús un testimonio para darle muerte, y no lo encontraban. [56] Muchos atestiguaban en falso contra él, pero los testimonios no coincidían. [57] Y levantándose algunos atestiguaban en falso contra él, diciendo: [58] Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este Templo, hecho por mano de hombre, y en tres días edificaré otro no hecho por mano de hombre. [59] Y ni aun así coincidía su testimonio. [60] Entonces el Sumo Sacerdote, levantándose en el centro, preguntó a Jesús diciendo: ¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan contra ti? [61] Pero él permanecía en silencio y nada respondió. De nuevo el Sumo Sacerdote le preguntaba y le decía: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito? [62] Jesús respondió: Yo soy, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y venir sobre las nubes del cielo.

[63] El Sumo Sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? [64] Habéis escuchado la blasfemia; ¿qué os parece? Todos ellos sentenciaron que era reo de muerte. [65] Y algunos empezaron a escupirle, a taparle la cara, a golpearle y a decirle: Adivina; y los criados le recibieron a bofetadas.

[66] Cuando Pedro estaba abajo en el atrio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote [67] y, al ver a Pedro que se estaba calentando, fijándose en él, le dice: También tú estabas con Jesús, ese Nazareno. [68] Pero él lo negó diciendo: Ni lo conozco, ni sé de qué hablas. Y salió fuera, al vestíbulo de la casa, y cantó un gallo. [69] Y al verlo la criada empezó a decir otra vez a los que estaban alrededor: Este es de los suyos. [70] Pero él lo volvía a negar. Y un poco después, los que estaban allí decían a Pedro: Desde luego eres de ellos, porque también tú eres galileo. [71] Pero él comenzó a decir imprecaciones y a jurar: No conozco a ese hombre del que habláis. [72] Y, al instante, cantó un gallo por segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: Antes de que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres. Y rompió a llorar.

Capítulo 15

[1] Por la mañana, muy temprano, se reunieron en consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos y los escribas, todo el Sanedrín, y atando a Jesús lo llevaron y entregaron a Pilato. [2] Y le preguntó Pilato: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? El le respondió: Tú lo dices. [3] Y los príncipes de los sacerdotes le acusaban de muchas cosas. [4] Entonces Pilato volvió a preguntarle: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan. [5] Pero Jesús ya no respondió nada, de modo que Pilato estaba admirado.

[6] En el día de la fiesta acostumbraba a soltarles uno de los presos, el que pedían. [7] Había uno llamado Barrabás, apresado con otros sediciosos, que en una revuelta habían cometido un homicidio. [8] Subió la turba y comenzó a pedirle lo que les solía conceder. [9] Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los Judíos? [10] Pues sabía que los príncipes de los sacerdotes lo habían entregado por envidia. [11] Pero los príncipes de los sacerdotes soliviantaron a la turba, para que les soltase más bien a Barrabás. [12] Pilato, respondiendo de nuevo, les decía: ¿Y qué queréis que haga con el Rey de los Judíos? [13] Ellos volvieron a gritar: ¡Crucifícalo! [14] Pilato les decía: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban más fuerte: ¡Crucifícalo! [15] Pilato, queriendo contentar a la muchedumbre, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

[16] Los soldados lo condujeron dentro del patio, que es el Pretorio, y convocaron a toda la cohorte. [17] Lo vistieron de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron. [18] Y comenzaron a saludarle: Salve, Rey de los Judíos. [19] Y golpeaban su cabeza con una caña, le escupían e hincando las rodillas le adoraban. [20] Después de reírse de él, le quitaron la púrpura y le pusieron sus vestidos. Entonces lo sacaron para crucificarlo.

[21] Y a uno que pasaba por allí, que venía del campo, a Simón Cireneo, el padre de Alejandro y de Rufo, le forzaron a que llevara la cruz de Jesús. [22] Y lo llevaron al lugar del Gólgota, que significa lugar de la Calavera. [23] Y le daban a beber vino con mirra, pero él no aceptó.

[24] Y le crucificaron, y repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaba cada uno. [25] Era la hora tercia cuando lo crucificaron. [26] Y el título de su causa tenía esta inscripción: El Rey de los Judíos. [27] También crucificaron con él a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda.

[29] Los que pasaban le injuriaban, moviendo la cabeza y diciendo: ¡Ea! Tú que destruyes el Templo y lo edificas de nuevo en tres días, [30] sálvate a ti mismo, bajando de la cruz. [31] Del mismo modo, los príncipes de los sacerdotes, burlándose entre ellos con los escribas, decían: Salvó a otros, y a sí mismo no puede salvarse. [32] Que el Cristo, el Rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos. Incluso los que estaban crucificados con él le insultaban.

[33] Y al llegar la hora sexta, toda la tierra se cubrió de tinieblas hasta la hora nona. [34] Y a la hora nona exclamó Jesús con fuerte voz: Eloí, Eloí, ¿lemá sabacthaní?, que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? [35] Y algunos de los que estaban cerca, al oírlo, decían: Mirad, llama a Elías. [36] Uno corrió a empapar una esponja con vinagre y, sujetándola a una caña, le daba de beber mientras decía: Dejad, veamos si viene Elías a bajarlo. [37] Pero Jesús, dando una gran voz, expiró.

[38] Y el velo del Templo se rasgó en dos de arriba a abajo.

[39] El centurión, que estaba enfrente de él, al ver cómo había expirado, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.

[40] Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre las que estaban María Magdalena y María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, [41] que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

[42] Y llegada ya la tarde, puesto que era la Parasceve, que es el día anterior al sábado, [43] vino José de Arimatea, miembro ilustre del Consejo, que también él esperaba el Reino de Dios y, con audacia, llegó hasta Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. [44] Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto y, llamando al centurión, le preguntó si efectivamente había muerto. [45] Cerciorado por el centurión, entregó el cuerpo a José. [46] Entonces éste, habiendo comprado una sábana, lo bajó y lo envolvió en ella, lo depositó en un sepulcro que estaba excavado en una roca, e hizo arrimar una piedra a la entrada del sepulcro. [47] María Magdalena y María la de José observaban dónde era colocado.

Capítulo 16

[1] Pasado el sábado, María Magdalena y María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. [2] Y, muy de mañana, al día siguiente del sábado, llegan al sepulcro, salido ya el sol. [3] Y se decían unas a otras: ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro? [4] Y al mirar vieron que la piedra estaba apartada; era ciertamente muy grande. [5] Entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, y se quedaron asustadas. [6] El les dice: No tengáis miedo; buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron. [7] Pero marchad, decid a sus discípulos y a Pedro que él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo. [8] Y saliendo, huyeron del sepulcro, pues estaban sobrecogidas de temblor y fuera de sí; y no dijeron nada a nadie, porque estaban atemorizadas.

[9] Habiendo resucitado, al amanecer el primer día de la semana, se apareció en primer lugar a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios. [10] Ella fue a anunciarlo a los que habían estado con él, que se encontraban tristes y llorosos. [11] Pero ellos, al oír que estaba vivo y que ella lo había visto, no lo creyeron. [12] Después de esto se apareció, bajo distinta figura, a dos de ellos que iban de camino a una aldea; [13] también ellos regresaron y lo comunicaron a los demás, pero tampoco les creyeron.

[14] Por último, se apareció a los Once cuando estaban a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no creyeron a los que lo habían visto resucitado. [15] Y les dijo: Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura. [16] El que crea y sea bautizado, se salvará; pero el que no crea, se condenará. [17] A los que crean acompañarán estos milagros: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, [18] cogerán serpientes y, si bebieran algún veneno, no les dañará; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán curados.

[19] El Señor, Jesús, después de hablarles, se elevó al Cielo y está sentado a la derecha de Dios.

[20] Y ellos, partiendo de allí, predicaron por todas partes, y el Señor cooperaba y confirmaba la palabra con los milagros que la acompañaban.

EVANGELIO DE SAN LUCAS

Capítulo 1

[1] Ya que muchos han intentado poner en orden la narración de las cosas que se han cumplido entre nosotros, [2] conforme nos las transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, [3] me pareció también a mí, después de haberme informado con exactitud de todo desde los comienzos, escribírtelo de forma ordenada, distinguido Teófilo, [4] para que conozcas la indudable certeza de las enseñanzas que has recibido.

[5] Hubo en tiempos de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la familia de Abías, cuya mujer, descendiente de Aarón, se llamaba Isabel. [6] Ambos eran justos ante Dios, y caminaban intachables en todos los mandamientos y preceptos del Señor; [7] no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos de edad avanzada.

[8] Sucedió que, al ejercer él su ministerio sacerdotal delante de Dios, cuando le tocaba el turno, [9] le cayó en suerte, según la costumbre del Sacerdocio, entrar en el Templo del Señor para ofrecer el incienso; [10] y toda la concurrencia del pueblo estaba fuera orando durante el ofrecimiento del incienso. [11] Se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. [12] Y Zacarías se turbó al verlo y le invadió el temor. [13] Pero el ángel le dijo: No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada, así que tu mujer Isabel te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan. [14] Será para ti gozo y alegría; y muchos se alegrarán en su nacimiento, [15] porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor, será lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre de su madre, [16] y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios; [17] e irá delante de El con el espíritu y el poder de Elías para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto. [18] Entonces Zacarías dijo al ángel: ¿Cómo podré yo estar cierto de esto? pues ya soy viejo y mi mujer de edad avanzada. [19] Y el ángel le respondió: Yo soy Gabriel, que asisto ante el trono de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte esta buena nueva. [20] Desde ahora, pues, te quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no has creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo.

[21] El pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que se demorase en el Templo. [22] Cuando salió no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Templo. El intentaba explicarse por señas, y permaneció mudo.

[23] Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su ministerio, se marchó a su casa. [24] Después de estos días Isabel, su mujer, concibió y se ocultaba durante cinco meses, diciéndose: [25] Así ha hecho conmigo el Señor, en estos días en los que se ha dignado borrar mi oprobio entre los hombres.

[26] En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, [27] a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María. [28] Y habiendo entrado donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. [29] Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué significaría esta salutación. [30] Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: [31] concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. [32] Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, [33] reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin.

[34] María dijo al ángel: ¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón? [35] Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo, será llamado Hijo de Dios. [36] Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que era llamada estéril, hoy cuenta ya el sexto mes, [37] porque para Dios no hay nada imposible. [38] Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia.

[39] Por aquellos días, María se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; [40] y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. [41] Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; [42] y exclamando en voz alta, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. [43] ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? [44] Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; [45] y bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor. [46] María exclamó: Glorifica mi alma al Señor, [47] y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador: [48] porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. [49] Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo; [50] su misericordia se derrama de generación en generación sobre aquellos que le temen. [51] Manifestó el poder de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. [52] Derribó a los poderosos de su trono y ensalzó a los humildes. [53] Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos los despidió vacíos. [54] Acogió a Israel su siervo, recordando su misericordia, [55] según como había prometido a nuestros padres, Abrahán y su descendencia para siempre.

[56] María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

[57] Entre tanto llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. [58] Y oyeron sus vecinos y parientes la gran misericordia que el Señor le había mostrado, y se congratulaban con ella. [59] El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. [60] Pero su madre dijo: De ninguna manera, sino que se ha de llamar Juan. [61] Y le dijeron: No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre. [62] Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. [63] Y él, pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Lo cual llenó a todos de admiración. [64] En aquel momento recobró el habla, se soltó su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. [65] Y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; [66] y cuantos los oían los grababan en su corazón, diciendo: ¿Qué pensáis ha de ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él.

[67] Y Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo: [68] Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, [69] y ha suscitado para nosotros el poder salvador en la casa de David su siervo, [70] como lo había anunciado desde antiguo por boca de sus santos profetas; [71] para salvarnos de nuestros enemigos y de la mano de cuantos nos odian: [72] ejerciendo su misericordia con nuestros padres, y acordándose de su santa alianza, [73] y del juramento que hizo a Abrahán, nuestro padre, [74] para concedernos que, libres de la mano de los enemigos, le sirvamos sin temor, [75] con santidad y justicia en su presencia todos los días de nuestra vida. [76] Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo: porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, [77] enseñando a su pueblo la salvación para el perdón de sus pecados; [78] por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, el Sol naciente nos visitará desde lo alto, [79] para iluminar a los que yacen en tinieblas y en sombra de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

[80] Mientras tanto el niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y habitaba en el desierto hasta el tiempo en que debía darse a conocer a Israel.

Capítulo 2

[1] En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. [2] Este primer empadronamiento fue hecho cuando Quirino era gobernador de Siria. [3] Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. [4] José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, [5] para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. [6] Y sucedió que, estando allí, le llegó la hora del parto, [7] y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento.

[8] Había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la noche. [9] De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de luz y se llenaron de un gran temor. [10] El ángel les dijo: No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: [11] hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; [12] y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. [13] De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo: [14] Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. [15] Luego que los ángeles se apartaron de ellos hacia el cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos hasta Belén, y veamos este hecho que acaba de suceder y que el Señor nos ha manifestado. [16] Y vinieron presurosos, y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. [17] Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas acerca de este niño. [18] Y todos los que escucharon se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. [19] María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón.

[20] Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho.

[21] Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno.

[22] Y cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, [23] como está mandado en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor; [24] y para presentar como ofrenda un par de tórtolas o dos pichones, según lo mandado en la Ley del Señor.

[25] Había por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y temeroso de Dios, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. [26] Había recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. [27] Así, vino al Templo movido por el Espíritu. Y al entrar con el niño Jesús sus padres, para cumplir lo que prescribía la Ley sobre él, [28] lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo: [29] Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, según tu palabra: [30] porque mis ojos han visto a tu Salvador, [31] al que has preparado ante la faz de todos los pueblos: [32] luz que ilumine a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel. [33] Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían acerca de él. [34] Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Mira, éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción [35] `y a tu misma alma la traspasará una espada`, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones.

[36] Vivía entonces una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad muy avanzada, había vivido con su marido siete años de casada, [37] y había permanecido viuda hasta los ochenta y cuatro años, sin apartarse del Templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y día. [38] Y llegando en aquel mismo momento alababa a Dios, y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

[39] Cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley del Señor regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. [40] El niño iba creciendo y fortaleciéndose lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en él.

[41] Sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. [42] Y cuando tuvo doce años, subieron a la fiesta, como era costumbre. [43] Pasados aquellos días, al regresar, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo advirtiesen sus padres. [44] Suponiendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino buscándolo entre los parientes y conocidos, [45] y como no lo encontrasen, retornaron a Jerusalén en busca suya. [46] Y ocurrió que, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles. [47] Cuantos le oían quedaban admirados de su sabiduría y de sus respuestas. [48] Al verlo se maravillaron, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira cómo tu padre y yo, angustiados, te buscábamos. [49] Y él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre? [50] Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

[51] Y bajó con ellos, y vino a Nazaret, y les estaba sujeto. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. [52] Y Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Capítulo 3

[1] El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la región de Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, [2] bajo el Sumo Sacerdote Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan el hijo de Zacarías, en el desierto. [3] Y recorrió toda la región del Jordán predicando un bautismo de penitencia para remisión de los pecados, [4] tal como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas. [5] Todo valle será rellenado, y todo monte y colina allanados; los caminos torcidos se harán rectos, y los caminos ásperos serán suavizados. [6] Y todo hombre verá la salvación de Dios.

[7] Y decía a las muchedumbres que acudían para que los bautizara: Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? [8] Haced, pues, frutos dignos de penitencia, y no empecéis a decir entre vosotros: Tenemos por padre a Abrahán. Pues os digo que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán. [9] Además, ya está el hacha puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.

[10] Las muchedumbres le preguntaban: Entonces, ¿qué debemos hacer? [11] El les contestaba: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene alimentos, haga otro tanto. [12] Llegaron también unos publicanos para bautizarse y le dijeron: Maestro, ¿qué debemos hacer? [13] Y él les contestó: No exijáis más de lo que se os ha señalado. [14] Asimismo le preguntaban los soldados: Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni denunciéis con falsedad, y contentaos con vuestras pagas.

[15] Como el pueblo estimase, y todos se preguntaran en su interior, si acaso Juan no sería el Cristo, [16] Juan salió al paso diciendo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene quién es más fuerte que yo, al que no soy digno de desatar la correa de sus sandalias: él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego. [17] Tiene el bieldo en su mano, para limpiar su era y recoger el trigo en su granero, y quemará la paja con fuego inextinguible.

[18] Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva.

[19] Pero el tetrarca Herodes, al ser reprendido por él a causa de Herodías, la mujer de su hermano, y por todas las maldades que había cometido Herodes, [20] añadió esta otra a las demás: metió a Juan en la cárcel.

[21] Cuando se bautizaba todo el pueblo, y Jesús, habiendo sido bautizado, estaba en oración, sucedió que se abrió el cielo, [22] y bajó el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como una paloma, y se oyó una voz que venía del cielo: Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me he complacido.

[23] Tenía Jesús al comenzar, como unos treinta años, y era, según se pensaba, hijo de José, hijo de Helí, [24] hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melquí, hijo de Jannaí, hijo de José, [25] hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Naúm, hijo de Eslí, hijo de Nangaí, [26] hijo de Maaz, hijo de Matatías, hijo de Semeín, hijo de Josec, hijo de Jodá, [27] hijo de Joanán, hijo de Resá, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri, [28] hijo de Melquí, hijo de Addí, hijo de Kosán, hijo de Elmadán, hijo de Er, [29] hijo de Jesús, hijo de Eliezer, hijo de Jorín, hijo de Matat, hijo de Leví, [30] hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliakín, [31] hijo de Meleá, hijo de Menná, hijo de Mattatá, hijo de Natán, hijo de David, [32] hijo de Jesé, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Sala, hijo de Naasón, [33] hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arní, hijo de Esrón, hijo de Farés, hijo de Judá, [34] hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abrahán, hijo de Taré, hijo de Nacor, [35] hijo de Seruc, hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala, [36] hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, [37] hijo de Matusalén, hijo de Henoc, hijo de Jaret, hijo de Maleel, hijo de Cainám, [38] hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.

Capítulo 4

[1] Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán, y fue conducido por el Espíritu al desierto, [2] donde estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada en estos días y, al cabo de ellos, tuvo hambre. [3] Entonces le dijo el diablo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. [4] Y Jesús le respondió: Escrito está que no sólo de pan vivirá el hombre. [5] Después el diablo lo llevó a un lugar elevado, y le mostró todos los reinos de la superficie de la tierra en un instante. [6] Y le dijo: Te daré todo este poder y su gloria, porque me han sido entregados y los doy a quien quiero. [7] Por tanto, si me adoras, todo será tuyo. [8] Y Jesús le respondió: Escrito está: Adorarás al Señor tu Dios, y a El sólo servirás. [9] Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo, [10] y le dijo: Si eres Hijo de Dios, arrójate de aquí abajo, porque escrito está: Dará órdenes acerca de ti a sus ángeles para que te protejan [11] y te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra.

[12] Y Jesús le respondió: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios. [13] Y terminada toda tentación, el diablo se apartó de él hasta el momento oportuno.

[14] Entonces, por impulso del Espíritu, volvió Jesús a Galilea, y se extendió su fama por toda la región. [15] Y enseñaba en sus sinagogas, y era honrado por todos.

[16] Llegó a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró en la sinagoga el sábado, y se levantó para leer. [17] Entonces le entregaron el libro del profeta Isaías y, abriendo el libro, encontró el lugar donde estaba escrito: [18] El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado para anunciar la redención a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, [19] y para promulgar el año de gracia del Señor.

[20] Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro, y se sentó. Todos en la sinagoga tenían fijos en él los ojos. [21] Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír. [22] Todos daban testimonio en favor de él, y se admiraban de las palabras de gracia que procedían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José? [23] Entonces les dijo: Sin duda me aplicaréis aquel proverbio: Médico, cúrate a ti mismo. Cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaún, hazlo también aquí en tu patria. [24] Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. [25] Os digo de verdad que muchas viudas había en Israel en tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses se cerró el cielo y hubo gran hambre por toda la tierra; [26] y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. [27] Muchos leprosos había también en Israel en tiempo del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, sino Naamán el Sirio.

[28] Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira, [29] y se levantaron, le echaron fuera de la ciudad, y lo llevaron hasta la cima del monte sobre el que estaba edificada su ciudad para despeñarle. [30] Pero él, pasando por medio de ellos, seguía su camino.

[31] Bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.

[32] Y se quedaban admirados de su doctrina, porque su palabra iba acompañada de potestad.

[33] Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio impuro, y gritó con gran voz: [34] Déjanos, ¿qué hay entre nosotros y tú, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Sé quién eres tú, el Santo de Dios. [35] Y Jesús le increpó diciendo: Calla y sal de él. Y el demonio, arrojándolo al suelo, allí en medio, salió de él, sin hacerle daño alguno. [36] Quedaron todos atemorizados, y se decían unos a otros: ¿Qué palabra es ésta, que con potestad y fuerza manda a los espíritus impuros y salen? [37] Y se divulgaba su fama por todos los lugares de la región.

[38] Saliendo Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una fiebre alta, y le rogaron por ella. [39] E inclinándose hacia ella, conminó a la fiebre, y la fiebre desapareció. Y al instante, se levantó y se puso a servirles.

[40] Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con diversas dolencias, los traían a él. Y él, poniendo las manos sobre cada uno, los curaba. [41] De muchos salían demonios gritando y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Y él, increpándoles, no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.

[42] Cuando se hizo de día, salió hacia un lugar solitario, y la multitud le buscaba, llegaron hasta él, y lo detenían para que no se apartara de ellos. [43] Pero él les dijo: Es necesario que yo anuncie también a otras ciudades el Evangelio del Reino de Dios, porque para esto he sido enviado. [44] E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Capítulo 5

[1] Sucedió que, estando Jesús junto al lago de Genesaret, la multitud se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios. [2] Y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago; los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes. [3] Entonces, subiendo en una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la apartase un poco de tierra. Y sentado enseñaba desde la barca a la multitud.

[4] Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Guía mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca. [5] Simón le contestó: Maestro, hemos estado fatigándonos durante toda la noche y nada hemos pescado; pero, no obstante, sobre tu palabra echaré las redes. [6] Y habiéndolo hecho recogieron gran cantidad de peces, tantos que las redes se rompían. [7] Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que vinieran y les ayudasen. Vinieron, y llenaron las dos barcas, de modo que casi se hundían. [8] Cuando lo vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. [9] Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos estaban con él, por la gran cantidad de peces que habían capturado. [10] Lo mismo sucedía a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serán hombres los que has de pescar. [11] Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron.

[12] Y sucedió que, estando en una de las ciudades, un hombre cubierto de lepra, al ver a Jesús, se postró delante y le suplicó diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. [13] Y extendiendo Jesús la mano le tocó diciendo: Quiero, queda limpio. Y al instante desapareció de él la lepra. [14] Y él le mandó que no lo dijese a nadie, sino: Anda, preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda por tu curación según prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio. [15] Se extendía su fama cada vez más, y concurrían numerosas muchedumbres para oírle y para ser curados de sus enfermedades. [16] Pero él se retiraba a lugares solitarios y hacía oración.

[17] Estaba Jesús un día enseñando. Y estaban sentados algunos fariseos y doctores de la Ley, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. Y la fuerza del Señor le impulsaba a curar. [18] Cuando he aquí que unos hombres, que traían en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo dentro y colocarlo delante de él. [19] Y al no encontrar por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron al terrado, y por entre las tejas lo descolgaron con la camilla al medio, delante de Jesús. [20] Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. [21] Entonces los escribas y los fariseos empezaron a pensar: ¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? [22] Pero conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: ¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? [23] ¿Qué es más fácil, decir: tus pecados te son perdonados, o decir: levántate, y anda? [24] Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados `dijo al paralítico`, yo te digo : levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. [25] Y al instante se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que yacía, y se fue a su casa glorificando a Dios. [26] El asombro se apoderó de todos y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto cosas maravillosas.

[27] Después de esto, salió y vio a un publicano de nombre Leví, sentado en el telonio y le dijo: Sígueme. [28] Y dejadas todas las cosas se levantó y le siguió. [29] Y Leví preparó en su casa un gran banquete para él; había un gran número de publicanos y de otros que le acompañaban a la mesa. [30] Y murmuraban los fariseos y sus escribas, y decían a los discípulos de Jesús: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores? [31] Y respondiendo Jesús, les dijo: No tienen necesidad de médico los que están sanos, sino los enfermos. [32] No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a la penitencia.

[33] Pero ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben? [34] Jesús les dijo: ¿Podéis acaso hacer ayunar a los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? [35] Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; ya ayunarán en aquellos días. [36] Y les decía también una parábola: Nadie pone a un vestido viejo una pieza cortándola de un vestido nuevo, porque entonces, además de romper el nuevo, la pieza del vestido nuevo no le iría bien al viejo. [37] Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; pues entonces el vino nuevo reventará los odres, y se derramará, y los odres se perderán. [38] El vino nuevo debe echarse en odres nuevos. [39] Y ninguno acostumbrado a beber vino añejo quiere del nuevo, porque dice: el añejo es mejor.

Capítulo 6

[1] Sucedió un sábado que, al atravesar los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, desgranándolas con las manos, las comían. [2] Algunos fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado? [3] Y Jesús respondiéndoles dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando tuvo hambre él y los que estaban con él; [4] cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición y comió, y dio a los que estaban con él, siendo así que sólo está permitido comerlos a los sacerdotes? [5] Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor del sábado.

[6] Otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha. [7] Los escribas y los fariseos le observaban a ver si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. [8] Pero él conocía sus pensamientos, y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y levantándose se puso en medio. [9] Entonces Jesús les dijo: Yo os pregunto: ¿Es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida a un hombre o quitársela? [10] Y mirando a su alrededor a todos ellos, dijo al hombre: Extiende tu mano. Lo hizo, y su mano quedó curada. [11] Ellos se quedaron completamente ofuscados y discutían entre sí qué harían contra Jesús.

[12] Sucedió en aquellos días que salió al monte a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. [13] Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió a doce entre ellos, a los que denominó Apóstoles: [14] a Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, y a su hermano Andrés, Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé, [15] a Mateo y Tomás, Santiago de Alfeo y a Simón, llamado Zelotes, [16] a Judas de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.

[17] Bajando con ellos, se detuvo en un lugar llano; y había una multitud de sus discípulos, y una gran muchedumbre del pueblo procedente de toda Judea y de Jerusalén, y del litoral de Tiro y Sidón, [18] que vinieron a oírle y a ser curados de sus enfermedades. Y los que estaban atormentados por espíritus inmundos quedaban curados. [19] Toda la multitud intentaba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

[20] Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. [21] Bienaventurados los que ahora padecéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. [22] Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como maldito, por causa del Hijo del Hombre. [23] Alegraos en aquel día y rogocijaos, porque vuestra recompensa es grande en el Cielo; pues de este modo se comportaban sus padres con los profetas. [24] Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! [25] ¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis! [26] ¡Ay cuando los hombres hablen bien de vosotros, pues de este modo se comportaban sus padres con los falsos profetas!

[27] Pero a vosotros que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; [28] bendecid a los que os maldicen y rogad por los que os calumnian. [29] Al que te hiere en la mejilla preséntale también la otra, y al que te quite el manto no le niegues tampoco la túnica. [30] Da a todo el que te pida, y al que toma lo tuyo no se lo reclames. [31] Haced a los hombres lo mismo que quisierais que ellos os hiciesen a vosotros. [32] Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores aman a quienes los aman. [33] Y si hacéis bien a quienes os hacen el bien, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores hacen lo mismo. [34] Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto.

[35] Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperar nada por ello; y será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque El es bueno con los ingratos y con los malos. [36] Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. [37] No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados; [38] dad y se os dará; echarán en vuestro regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante: porque con la misma medida que midáis seréis medidos.

[39] Les dijo también una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

[40] No está el discípulo por encima del maestro; todo aquel que esté bien instruido podrá ser como su maestro.

[41] ¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en el tuyo? [42] ¿Cómo puedes decir a tu hermano: hermano, deja que quite la paja que hay en tu ojo, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad cómo sacar la paja del ojo de tu hermano.

[43] Porque no hay árbol bueno que dé mal fruto, ni tampoco árbol malo que dé buen fruto. [44] Pues cada árbol se conoce por su fruto; no se recogen higos de los espinos, ni se cosechan uvas del zarzal. [45] El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, y el malo de su mal saca cosas malas: porque de la abundancia del corazón habla su boca.

[46] ¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que digo? [47] Todo el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica, os diré a quién es semejante. [48] Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó muy hondo, y puso los cimientos sobre la roca. Al venir una inundación, el río irrumpió contra aquella casa, y no pudo derribarla porque estaba bien edificada. [49] El que escucha y no pone en práctica es semejante a un hombre que edificó su casa sobre la tierra sin cimientos; irrumpió contra ella el río y se cayó enseguida, y fue grande la ruina de aquella casa.

Capítulo 7

[1] Cuando terminó de decir todas estas palabras al pueblo que le escuchaba, entró en Cafarnaún. [2] Había allí un centurión que tenía un criado enfermo y moribundo a quien estimaba mucho. [3] Habiendo oído hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. [4] Ellos, cuando llegaron junto a Jesús, le rogaban encarecidamente diciendo: Merece que hagas esto, [5] pues aprecia a nuestro pueblo y él mismo nos ha construido una sinagoga. [6] Jesús, pues, se puso en camino con ellos. Y no estaba ya lejos de la casa cuando el centurión le envió unos amigos para decirle: Señor, no te tomes esa molestia, porque no soy digno de que entres en mi casa, [7] por eso ni siquiera yo mismo me he considerado digno de venir a ti; pero di una palabra y mi criado quedará sano. [8] Pues también yo soy un hombre sometido a disciplina y tengo soldados bajo mis órdenes: digo a éste: ve, y va; y al otro: ven, y viene; y a mi siervo: haz esto, y lo hace. [9] Al oírlo, Jesús quedó admirado de él, y volviéndose a la multitud que le seguía, dijo: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. [10] Y cuando volvieron a casa, los enviados encontraron sano al siervo.

[11] Sucedió, después, que marchó a una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. [12] Al acercarse a la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar un difunto, hijo único de su madre, que era viuda, y la acompañaba una gran muchedumbre de la ciudad. [13] Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: No llores. [14] Se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron; y dijo: Muchacho, a ti te digo, levántate. [15] Y el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar; y se lo entregó a su madre. [16] Y se llenaron todos de temor y glorificaban a Dios diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo. [17] Esta fama acerca de él se divulgó por toda la Judea y por todas las regiones vecinas.

[18] Informaron a Juan sus discípulos de todas estas cosas. [19] Y Juan llamó a dos de ellos, y los envió al Señor a preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? [20] Presentándose aquellos hombres le dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti a preguntarte: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? [21] En aquella misma hora curó a muchos de sus enfermedades, de dolencias y de malos espíritus, y dio la vista a muchos ciegos. [22] Y les respondió diciendo: Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados; [23] y bienaventurado quien no se escandalice de mí.

[24] Después de marcharse los enviados de Juan, comenzó a decir a las muchedumbres acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? [25] ¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas delicadas? Mirad, los que visten con lujo y viven entre placeres están en palacios de reyes. [26] ¿Qué habéis salido a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. [27] Este es de quien está escrito: He aquí que yo envío delante de ti mi mensajero, que vaya preparándote el camino.

[28] Os digo, pues, que entre los nacidos de mujer nadie hay mayor que Juan; aunque el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él. [29] Y todo el pueblo y los publicanos, habiéndole escuchado, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. [30] Pero los fariseos y los doctores de la Ley rechazaron el plan de Dios sobre ellos, no habiendo sido bautizados por él.

[31] Así pues, ¿a quién diré que son semejantes los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? [32] Son semejantes a los niños sentados en la plaza y que se gritan unos a otros aquello que dice: Hemos sonado la flauta y no habéis danzado, hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado. [33] Porque llegó Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: Tiene demonio. [34] Llegó el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos y de pecadores. [35] Y la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos.

[36] Uno de los fariseos le rogaba que comiera con él; y entrando en casa del fariseo se sentó a la mesa. [37] Y he aquí que había en la ciudad una mujer pecadora que, al enterarse que estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, llevó un vaso de alabastro con perfume, [38] se puso detrás a sus pies llorando y comenzó a bañarlos con sus lágrimas, los enjugaba con sus cabellos, los besaba y los ungía con el perfume.

[39] Viendo esto el fariseo que lo había invitado, decía para sí: Si éste fuera profeta, sabría con certeza quién y qué clase de mujer es la que le toca: que es una pecadora. [40] Jesús tomó la palabra y dijo: Simón, tengo que decirte una cosa. Y él contestó: Maestro, di. [41] Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta. [42] No teniendo éstos con qué pagar, se lo perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le amará más? [43] Simón contestó: Estimo que aquel a quien perdonó más. Entonces Jesús le dijo: Has juzgado con rectitud. [44] Y vuelto hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies; ella en cambio ha bañado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. [45] No me diste el beso; pero ella, desde que entré no ha dejado de besar mis pies. [46] No has ungido mi cabeza con óleo; ella en cambio ha ungido mis pies con perfume. [47] Por eso te digo: le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho. Aquel a quien menos se perdona menos ama. [48] Entonces le dijo a ella: Tus pecados quedan perdonados. [49] Y los convidados comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona los pecados? [50] El dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; vete en paz.

Capítulo 8

[1] Sucedió, después, que él recorría ciudades y aldeas predicando y anunciando la buena nueva del Reino de Dios; le acompañaban los doce [2] y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; [3] y Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes; y Susana, y otras muchas que le asistían con sus bienes.

[4] Reuniéndose una gran muchedumbre que de todas las ciudades acudía a él, dijo esta parábola: [5] Salió el sembrador a sembrar su semilla; y al sembrar, parte cayó junto al camino, y fue pisoteada y se la comieron las aves del cielo; [6] parte cayó sobre terreno rocoso y una vez nacida se secó por falta de humedad; [7] parte cayó en medio de las espinas y habiendo crecido con ella las espinas la sofocaron; [8] y parte cayó en la tierra buena, y una vez nacida dio fruto al ciento por uno. Dicho esto, exclamó: El que tenga oídos para oír, oiga.

[9] Entonces sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola. [10] El les dijo: A vosotros os ha sido dado entender los misterios del Reino de Dios; mientras a los demás, sólo a través de parábolas, de modo que viendo no vean y oyendo no entiendan.

[11] El sentido de la parábola es éste: la semilla es la palabra de Dios. [12] Los que están junto al camino son aquellos que han oído; pero viene luego el diablo y se lleva la palabra de su corazón, no sea que creyendo se salven. [13] Los que cayeron sobre terreno rocoso son aquellos que, cuando oyen, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíces; ellos creen durante algún tiempo, pero a la hora de la tentación se vuelven atrás. [14] La que cayó entre espinas son los que oyeron, pero en su caminar se ahogan a causa de las preocupaciones, riquezas y placeres de la vida y no llegan a dar fruto. [15] Pero la que cayó en tierra buena son los que oyen la palabra con un corazón bueno y generoso, la conservan y dan fruto mediante la paciencia.

[16] Nadie que ha encendido una lámpara, la oculta con una vasija o la pone debajo de la cama, sino que la coloca sobre un candelero para que los que entran vean la luz. [17] Porque nada hay oculto que no haya de manifestarse; ni secreto que no acabe por conocerse y hacerse público. [18] Mirad, pues, cómo oís: porque al que tiene se le dará; y a todo aquel que no tiene, incluso lo que piensa tener se le quitará.

[19] Vinieron a verle su madre y sus hermanos, y no podían acercarse a él a causa de la muchedumbre. [20] Y le avisaron: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte. [21] El, respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen.

[22] Y sucedió un día que él subió a una barca con sus discípulos y les dijo: Pasemos a la otra orilla del lago. Y partieron. [23] Mientras ellos navegaban, se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago, de modo que se anegaban y corrían peligro. [24] Acercándose, lo despertaron diciendo: Maestro, Maestro, que perecemos. Puesto en pie, increpó al viento y a las olas, que cesaron; y se produjo la calma. [25] Entonces les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Ellos, llenos de temor, se asombraron y se decían unos a otros: ¿Quién es éste que manda a los vientos y al agua y le obedecen?

[26] Navegaron hasta la región de los gerasenos, que está al otro lado, enfrente de Galilea. [27] Y cuando saltó a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad endemoniado; desde hacía mucho tiempo no llevaba vestido, ni habitaba en casa sino en los sepulcros. [28] Así que vio a Jesús, se postró ante él gritando y, a grandes voces, dijo: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús Hijo del Dios Altísimo? Te suplico que no me atormentes. [29] Pues Jesús mandaba al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Porque muchas veces se apoderaba de él, y aunque le sujetaban con cadenas y le ponían grillos para custodiarle, rotas las ataduras, era impulsado por el demonio al desierto. [30] Jesús le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? El dijo: Legión; porque habían entrado en él muchos demonios. [31] Y le suplicaban que no les ordenase ir al abismo.

[32] Había por allí una gran piara de cerdos que estaban paciendo en el monte; y le rogaron que les permitiese entrar en ellos. Y se lo permitió. [33] Salieron los demonios del hombre y entraron en los cerdos; y la piara se lanzó con ímpetu por un precipicio al lago y se ahogó. [34] Al ver los pastores lo sucedido, huyeron y lo contaron en la ciudad y en los campos. [35] Salieron, pues, a ver lo sucedido, llegaron hasta Jesús, y encontraron al hombre del que habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su sano juicio, y les entró miedo. [36] Y los que lo habían visto, les contaron cómo fue librado el endemoniado. [37] Y toda la gente de la región de los gerasenos le pidió que se alejara de ellos, porque estaban sobrecogidos de temor. El, subiendo en la barca, se volvió. [38] El hombre de quien habían salido los demonios le pedía quedarse con él; pero lo despidió diciendo: [39] Vuelve a tu casa, y cuenta las grandes cosas que Dios ha hecho contigo. Y se marchó publicando por toda la ciudad lo que Jesús había hecho con él.

[40] Al volver Jesús lo recibió la muchedumbre; porque todos estaban esperándole. [41] Entonces llegó un hombre, llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga; y se postró a los pies de Jesús suplicándole que entrase en su casa, [42] porque tenía una hija única de unos doce años, que se estaba muriendo. Mientras iba, la multitud lo apretujaba. [43] Y una mujer que tenía un flujo de sangre desde hacía doce años, la cual había gastado toda su hacienda en médicos sin que ninguno hubiese podido curarla, [44] se acercó por detrás, tocó la orla de su manto, y al instante cesó el flujo de sangre. [45] Entonces dijo Jesús: ¿Quién es el que me ha tocado? Al negarlo todos, dijo Pedro: Maestro, la muchedumbre te oprime y te sofoca. [46] Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque yo me he dado cuenta de que una fuerza ha salido de mí. [47] Viendo la mujer que aquello no había quedado oculto, se acercó temblando, se postró ante él, y declaró delante de todo el pueblo la causa por la que le había tocado, y cómo al instante había quedado curada. [48] El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz.

[49] Todavía estaba él hablando, cuando vino uno de la casa del jefe de la sinagoga diciendo: Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro. [50] Al oírlo Jesús, respondió: No temas, basta que creas y vivirá. [51] Cuando llegó a la casa, no permitió entrar a nadie con él, excepto a Pedro, Juan y Santiago, y al padre y a la madre de la niña. [52] Todos lloraban y plañían por ella. Pero él dijo: No lloréis, porque no está muerta, sino que duerme. [53] Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta. [54] El, tomándola de la mano, dijo en voz alta: Niña, levántate. [55] Volvió a ella su espíritu, y se levantó al instante. Y Jesús mandó que le dieran de comer. [56] Y sus padres quedaron asombrados; pero él les ordenó que no dijeran a nadie lo que había sucedido.

Capítulo 9

[1] Habiendo convocado a los doce les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para curar enfermedades. [2] Los envió a predicar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos. [3] Y les dijo: No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas. [4] En cualquier casa que entréis, quedaos allí hasta que de allí os vayáis. [5] Y si nadie os recibe, al salir de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. [6] Saliendo luego, iban por las aldeas evangelizando y curando por todas partes.

[7] Herodes el tetrarca oyó todo lo que ocurría y dudaba, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos, [8] otros que Elías había aparecido, otros que algún profeta de los antiguos había resucitado. [9] Y dijo Herodes: A Juan lo he deCAP. itado yo, ¿quién, pues, es éste del que oigo tales cosas? Y deseaba verlo.

[10] Cuando volvieron los Apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho; y, tomándolos consigo, se retiró aparte hacia una ciudad llamada Betsaida. [11] Cuando las muchedumbres se dieron cuenta, le siguieron; y acogiéndolos les hablaba del Reino de Dios, y sanaba a los que tenían necesidad. [12] Empezaba a declinar el día, y acercándose los doce le dijeron: Despide a la muchedumbre, para que se vayan a los pueblos y aldeas de alrededor, a buscar albergue y a proveerse de alimentos; porque aquí estamos en un lugar desierto. [13] El les dijo: Dadles vosotros de comer. Pero ellos dijeron: No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros y compremos comida para toda esta muchedumbre. [14] Había unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos de cincuenta. [15] Así lo hicieron, y acomodaron a todos. [16] Tomando los cinco panes y los dos peces, miró al cielo y los bendijo, los partió y los dio a sus discípulos, para que los distribuyeran entre la muchedumbre. [17] Comieron y se saciaron todos. Y de lo que sobró recogieron doce cestos de trozos.

[18] Y sucedió que, cuando estaba haciendo oración, se hallaban con él los discípulos y les preguntó: ¿Quién dicen las gentes que soy yo? [19] Ellos respondieron: Juan Bautista; otros que Elías, y otros que ha resucitado un profeta de los antiguos. [20] Pero él les dijo: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro dijo: El Cristo de Dios. [21] Pero él les amonestó y les ordenó que no dijeran esto a nadie.

[22] Y añadió: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea condenado por los ancianos, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día.

[23] Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. [24] Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; el que, en cambio, pierda su vida por mí, ése la salvará. [25] Porque ¿qué adelanta el hombre si gana todo el mundo, pero se pierde a sí mismo, o sufre algún daño? [26] Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria y en la del Padre y en la de los santos ángeles. [27] Os aseguro de verdad que hay algunos aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean el Reino de Dios.

[28] Sucedió unos ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió a un monte para orar. [29] Mientras él oraba, cambió el aspecto de su rostro y su vestido se volvió blanco, resplandeciente. [30] Y he aquí que dos hombres estaban conversando con él: eran Moisés y Elías [31] que, aparecidos en forma gloriosa, hablaban de la salida de Jesús que había de cumplirse en Jerusalén. [32] Pedro y los que estaban con él se encontraban rendidos por el sueño. Y al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que con él estaban. [33] Cuando éstos se apartaron de él, dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bien estamos aquí, hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías; no sabiendo lo que decía. [34] Mientras decía esto, se formó una nube y los cubrió con su sombra. Al entrar ellos en la nube, se atemorizaron. [35] Y salió una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo, el elegido, escuchadle. [36] Cuando sonó la voz, se quedó Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y a nadie dijeron por entonces nada de lo que habían visto.

[37] Sucedió al día siguiente que, al bajar ellos del monte, le salió al encuentro una gran muchedumbre. [38] Y en medio de ella un hombre clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, porque es el único que tengo: [39] un espíritu se apodera de él, y enseguida grita, le hace retorcerse entre espumarajos y difícilmente se aparta de él, dejándolo maltrecho. [40] Y he rogado a tus discípulos que lo expulsen, pero no han podido. [41] Respondiendo Jesús, dijo: Oh generación incrédula y perversa, ¿hasta cuándo he de estar entre vosotros y soportaros? Trae aquí a tu hijo. [42] Y al acercarse, el demonio lo revolcó por el suelo y le hizo retorcerse. Entonces Jesús increpó al espíritu impuro y curó al niño, devolviéndolo a su padre. [43] Todos quedaron asombrados de la grandeza de Dios. Y estando todos admirados por cuantas cosas hacía, dijo a sus discípulos: [44] Grabad en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres. [45] Pero ellos no entendían este lenguaje, y les resultaba tan oscuro que no lo comprendían; y temían preguntarle acerca de este asunto.

[46] Les vino al pensamiento cuál de ellos sería el mayor. [47] Pero Jesús, conociendo los pensamientos de su corazón, tomó un niño, y lo puso a su lado, [48] y les dijo: Todo aquel que acoge a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y todo aquel que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado: pues el menor entre todos vosotros, ése es el mayor.

[49] Entonces Juan dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros. [50] Y Jesús le dijo: No se lo prohibáis: pues el que no está contra vosotros, está con vosotros.

[51] Y cuando estaba para cumplirse el tiempo de su partida, Jesús decidió firmemente marchar hacia Jerusalén. [52] Y envió por delante unos mensajeros, que entraron en una aldea de samaritanos para prepararle hospedaje; [53] y no le acogieron, porque daba la impresión de ir a Jerusalén. [54] Al ver esto, sus discípulos Santiago y Juan dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma? [55] Y volviéndose, les reprendió. [56] Y se fueron a otra aldea.

[57] Mientras iban de camino, uno le dijo: Te seguiré adonde quiera que vayas. [58] Jesús le dijo: Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. [59] A otro le dijo: Sígueme. Pero éste contestó: Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre. [60] Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios. [61] Y otro dijo: Te seguiré, Señor, pero primero permíteme despedirme de los de mi casa. [62] Jesús le dijo: Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.

Capítulo 10

[1] Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar a donde él había de ir. [2] Y les decía: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al señor de la mies que envíe obreros a su mies. [3] Id: he aquí que yo os envío como corderos en medio de lobos. [4] No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no saludéis a nadie por el camino. [5] En la casa en que entréis decid primero: paz a esta casa. [6] Y si allí hubiera algún hijo de paz, descansará sobre él vuestra paz; de lo contrario, retornará a vosotros. [7] Permaneced en la misma casa comiendo y bebiendo de lo que tengan, pues el que trabaja es merecedor de su salario. No vayáis de casa en casa. [8] Y en aquella ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan; [9] curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: el Reino de Dios está cerca de vosotros. [10] Pero en la ciudad donde entréis y no os reciban, saliendo a sus plazas, decid: [11] hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies lo sacudimos contra vosotros; pero sabed esto: el Reino de Dios está cerca. [12] Os digo que Sodoma en aquel día será tratada con menos rigor que aquella ciudad.

[13] ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que han sido hechos en vosotras, hace tiempo que habrían hecho penitencia sentados en saco y ceniza. [14] Sin embargo, Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que vosotras en el juicio.

[15] Y tú, Cafarnaún, ¿acaso serás exaltada hasta el cielo? Hasta el infierno serás abatida.

[16] Quien a vosotros oye, a mí me oye; quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia al que me ha enviado.

[17] Volvieron los setenta y dos con alegría diciendo: Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. [18] El les dijo: Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo. [19] Mirad, os he dado potestad para aplastar serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, de manera que nada podrá haceros daño. [20] Pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos más bien de que vuestros nombres están escritos en el Cielo.

[21] En aquel mismo momento se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños. Sí, Padre, pues así fue tu beneplácito. [22] Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.

[23] Y volviéndose hacia los discípulos les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que veis. [24] Pues os aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís y no lo oyeron.

[25] Entonces un doctor de la Ley se levantó y dijo para tentarle: Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna? [26] El le contestó: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? [27] Y éste le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo. [28] Y le dijo: Has respondido bien: haz esto y vivirás. [29] Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

[30] Entonces Jesús, tomando la palabra, dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos salteadores que, después de haberle despojado, le cubrieron de heridas y se marcharon, dejándolo medio muerto. [31] Bajaba casualmente por el mismo camino un sacerdote; y, viéndole, pasó de largo. [32] Asimismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, lo vio y pasó de largo. [33] Pero un samaritano que iba de camino llegó hasta él, y al verlo se movió a compasión, [34] y acercándose vendó sus heridas echando en ellas aceite y vino; lo hizo subir sobre su propia cabalgadura, lo condujo a la posada y él mismo lo cuidó. [35] Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo daré a mi vuelta. [36] ¿Cuál de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los salteadores? [37] El le dijo: El que tuvo misericordia con él. Pues anda, le dijo entonces Jesús, y haz tú lo mismo.

[38] Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. [39] Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada también a los pies del Señor, escuchaba su palabra. [40] Pero Marta andaba afanada con los múltiples quehaceres de la casa y poniéndose delante dijo: Señor, ¿nada te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude. [41] Pero el Señor le respondió: Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. [42] En verdad una sola cosa es necesaria. Así, pues, María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada.

Capítulo 11

[1] Y sucedió que cuando hacía oración en cierto lugar, al terminarla, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. [2] El les respondió: Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino; [3] nuestro pan cotidiano dánosle cada día; [4] y perdónanos nuestros pecados, puesto que también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos dejes caer en la tentación.

[5] Y les dijo: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, y acuda a él a media noche y le diga: Amigo, préstame tres panes, [6] porque un amigo mío me ha llegado de viaje y no tengo qué ofrecerle, [7] le responderá desde dentro: No me molestes, ya está cerrada la puerta; yo y los míos estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos? [8] Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por su importunidad se levantará para darle cuanto necesite.

[9] Así, pues, yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá; [10] porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien llama, se le abrirá. [11] Pues, ¿qué padre habrá entre vosotros a quien si el hijo le pide un pez, en lugar de un pez le dé una serpiente? [12] ¿O si le pide un huevo, le dé un escorpión? [13] Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?

[14] Estaba expulsando un demonio que era mudo; y sucedió que, cuando salió el demonio, el mudo rompió a hablar y la muchedumbre se quedó admirada; [15] pero algunos de ellos dijeron: Por Beelzebul, príncipe de los demonios, arroja a los demonios. [16] Y otros, para tentarle, le pedían una señal del cielo. [17] Pero él, que conocía sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo quedará desolado y caerá casa contra casa. [18] Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo quedará en pie su reino, puesto que decís que arrojo los demonios por Beelzebul? [19] Si yo expulso los demonios por Beelzebul, vuestros hijos ¿por quién los arrojan? Por eso ellos mismos serán vuestros jueces. [20] Pero, si yo expulso los demonios por el dedo de Dios, está claro que el Reino de Dios ha llegado a vosotros.

[21] Cuando uno que es fuerte y está bien armado custodia su palacio, sus bienes están seguros; [22] pero si llega otro más fuerte y le vence, le quita sus armas en las que confiaba y reparte su botín.

[23] El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.

[24] Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares áridos buscando reposo, y al no encontrarlo, dice: Me volveré a mi casa, de donde salí; [25] y al llegar la encuentra barrida y arreglada. [26] Entonces va, toma consigo otros siete espíritus peores que él, entran y fijan allí su morada; y la situación última de aquel hombre viene a ser peor que la primera.

[27] Sucedió que mientras él estaba diciendo todo esto, una mujer de en medio de la multitud, alzando la voz, le dijo: Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron. [28] Pero él replicó: Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan.

[29] Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir: Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra sino la señal de Jonás. [30] Porque, así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. [31] La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los extremos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, pero mirad que aquí hay algo más que Salomón. [32] Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán: porque ellos hicieron penitencia ante la predicación de Jonás, pero mirad que aquí hay algo más que Jonás.

[33] Nadie enciende una lámpara para ponerla en un sitio oculto ni bajo el celemín, sino sobre el candelero para que los que entran vean la luz. [34] La lámpara del cuerpo es tu ojo. Si tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está iluminado; pero si tu ojo está enfermo, también tu cuerpo queda en tinieblas. [35] Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas. [36] Si, pues, todo tu cuerpo está iluminado, sin haber en él parte alguna oscura, todo él estará iluminado como cuando la lámpara te ilumina con su resplandor.

[37] Cuando terminó de hablar, cierto fariseo le rogó que comiera en su casa. Habiendo entrado, se puso a la mesa. [38] El fariseo se quedó extrañado al ver que Jesús no se había lavado antes de la comida. [39] Pero el Señor le dijo: Así que vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y maldad. [40] ¡Insensatos!, ¿acaso quien hizo lo de fuera no ha hecho también lo de dentro? [41] Dad, más bien, limosna de lo que guardáis dentro y así todo quedará purificado para vosotros. [42] Pero, ¡ay de vosotros, fariseos, porque pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, pero despreciáis la justicia y el amor de Dios! Esto es lo que hay que hacer sin omitir aquello. [43] ¡Ay de vosotros, fariseos, porque apetecéis los primeros asientos en las sinagogas y los saludos en las plazas! [44] ¡Ay de vosotros, que sois como sepulcros disimulados, sobre los que pasan los hombres sin saberlo!

[45] Entonces, cierto doctor de la Ley, tomando la palabra, le replica: Maestro, diciendo tales cosas, nos ofendes también a nosotros. [46] Pero él dijo: ¡Ay también de vosotros, los doctores de la Ley, porque imponéis a los hombres cargas insoportables, pero vosotros ni con un dedo las tocáis! [47] ¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas, después que vuestros padres los mataron! [48] Así, pues, sois testigos de las obras de vuestros padres y consentís en ellas, porque ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros. [49] Por eso dijo la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y matarán y perseguirán a una parte de ellos, [50] para que se pida cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas, derramada desde la creación del mundo, [51] desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el Templo. Sí, os lo aseguro: se le pedirá cuentas a esta generación. [52] ¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, porque os habéis apoderado de la llave de la sabiduría!: vosotros no habéis entrado y a los que estaban para entrar se lo habéis impedido.

[53] Cuando salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a atacarle con vehemencia y a acosarle a preguntas sobre muchas cosas, [54] acechándole para cazarle en alguna palabra.

Capítulo 12

[1] En esto, habiéndose reunido una muchedumbre de miles de personas, hasta atropellarse unos a otros, comenzó a decir en primer lugar a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. [2] Nada hay oculto que no sea descubierto, ni secreto que no llegue a saberse. [3] Porque cuanto hayáis dicho en la oscuridad será escuchado a la luz; cuanto hayáis hablado al oído bajo techo será pregonado sobre los terrados.

[4] A vosotros, amigos míos, os digo: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo y después de esto no pueden hacer nada más. [5] Os enseñaré a quién habéis de temer: temed al que después de dar muerte tiene poder para arrojar en el infierno. Sí, os digo: temed a éste. [6] ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno sólo de ellos queda olvidado ante Dios. [7] Aún más, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis: vosotros valéis más que muchos pajarillos.

[8] Os digo, pues: todo el que me confiese ante los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará ante los ángeles de Dios. [9] Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.

[10] Todo el que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, será perdonado; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no será perdonado.

[11] Cuando os lleven a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo defenderos, o qué tenéis que decir, [12] porque el Espíritu Santo os enseñará en aquella hora qué es lo que hay que decir.

[13] Uno de entre la multitud le dijo: Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. [14] Pero él le respondió: Hombre, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros? [15] Y añadió: Estad alerta y guardaos de toda avaricia, porque si alguien tiene abundancia de bienes, su vida no depende de aquello que posee. [16] Y les propuso una parábola diciendo: Las tierras de cierto hombre rico dieron mucho fruto, [17] y pensaba para sus adentros: ¿qué haré, pues no tengo donde guardar mi cosecha? [18] Y dijo: Esto haré: voy a destruir mis graneros, y construiré otros mayores, y allí guardaré todo mi trigo y mis bienes. [19] Entonces diré a mi alma: alma, ya tienes muchos bienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, pásalo bien. [20] Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te reclaman el alma; lo que has preparado, ¿para quién será? [21] Así ocurre al que atesora para sí y no es rico ante Dios.

[22] Dijo a sus discípulos: Por eso os digo: no andéis preocupados por vuestra vida: qué vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qué os vais a vestir. [23] En efecto, la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. [24] Fijaos en los cuervos: no siembran ni siegan; no tienen despensa ni granero, pero Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! [25] ¿Quién de vosotros, por más que cavile, puede añadir un codo a su edad? [26] Si no podéis ni lo más pequeño, ¿por qué os preocupáis por las demás cosas? [27] Contemplad los lirios, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos. [28] Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! [29] Así, vosotros no andéis buscando qué comer o qué beber, y no estéis inquietos. [30] Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien sabe vuestro Padre que necesitáis de ellas. [31] Buscad más bien el Reino de Dios y su justicia, y esas cosas se os darán por añadidura.

[32] No temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino. [33] Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no envejecen, un tesoro que no se agota en el Cielo, donde el ladrón no llega ni corroe la polilla. [34] Porque donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.

[35] Tened ceñidas vuestras cinturas y las lámparas encendidas, [36] y estad como quienes aguardan a su amo cuando vuelve de las nupcias, para abrirle al instante en cuanto venga y llame. [37] Dichosos aquellos siervos a los que al volver su amo los encuentre vigilando. En verdad os digo que se ceñirá la cintura, les hará sentar a la mesa y acercándose les servirá. [38] Y si viniese en la segunda vigilia o en la tercera, y los encontrase así, dichosos ellos. [39] Sabed esto: si el dueño de la casa conociera a qué hora va a llegar el ladrón, no permitiría que se horadase su casa. [40] Vosotros, pues, estad preparados, porque a la hora que menos pensáis viene el Hijo del Hombre.

[41] Y le preguntó Pedro: Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos? [42] El Señor respondió: ¿Quién piensas que es el administrador fiel y prudente, a quien el amo pondrá al frente de su casa, para dar a tiempo la ración adecuada? [43] Dichoso aquel siervo, al que encuentre obrando así su amo cuando vuelva. [44] En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. [45] Pero si aquel siervo dijera en sus adentros: mi amo tarda en venir, y se pusiera a golpear a los criados y criadas, a comer, a beber y a emborracharse, [46] llegará el amo de aquel siervo el día menos pensado, a una hora imprevista, lo castigará duramente y le dará el pago de los que no son fieles. [47] El siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no fue previsor ni actuó conforme a la voluntad de aquél, será muy azotado; [48] en cambio, el que sin saberlo hizo algo digno de castigo, será poco azotado. A todo el que se le ha dado mucho, mucho se le exigirá, y al que le encomendaron mucho, mucho le pedirán.

[49] Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que ya arda? [50] Tengo que ser bautizado con un bautismo, y ¡cómo me siento urgido hasta que se lleve a cabo! [51] ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, os digo, sino división. [52] Pues desde ahora, habrá cinco en una casa divididos: tres contra dos y dos contra tres, [53] se dividirán el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

[54] Decía a las multitudes: Cuando veis que sale una nube por el poniente, en seguida decís: va a llover, y así sucede. [55] Y cuando sopla el sur, decís: viene bochorno, y sucede. [56] ¡Hipócritas! Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra: entonces, ¿cómo es que no sabéis interpretar este tiempo? [57] ¿Por qué no sabéis discernir por vosotros mismos lo que es justo?

[58] Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura ponerte de acuerdo con él en el camino, no sea que te obligue a ir al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. [59] Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.

Capítulo 13

[1] Estaban presentes en aquel momento unos que le contaban lo de los galileos, cuya sangre mezcló Pilato con la de sus sacrificios. [2] Y en respuesta les dijo: ¿Pensáis que estos galileos fueron más pecadores que todos los galileos, porque han padecido tales cosas? [3] ¡No!, os lo aseguro; pero si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente. [4] O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que fueron más culpables que todos los hombres que vivían en Jerusalén? [5] ¡No!, os lo aseguro; pero si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente.

[6] Les decía esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y vino a buscar en ella fruto y no encontró. [7] Entonces dijo al viñador: Mira que hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera sin encontrarlo; córtala, ¿para qué va a ocupar terreno en balde? [8] Pero él le respondió: Señor, déjala también este año hasta que cave a su alrededor y eche estiércol, [9] por si produce fruto; si no, ya la cortarás.

[10] Un sábado estaba enseñando en una de las sinagogas. [11] Y había allí una mujer poseída por un espíritu, enferma desde hacía dieciocho años, y estaba encorvada sin poder enderezarse de ningún modo. [12] Al verla Jesús, la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. [13] Y le impuso las manos, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios.

[14] Tomando la palabra el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús curaba en sábado, decía a la muchedumbre: Seis días hay en los que es necesario trabajar; venid, pues, en ellos a ser curados, y no en día de sábado. [15] El Señor le respondió: ¡Hipócritas!, cualquiera de vosotros ¿no suelta del pesebre en sábado su buey o su asno y lo lleva a beber? [16] Y a ésta que es hija de Abrahán, a la que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no era conveniente soltarla de esta atadura aun en día de sábado? [17] Y cuando decía esto, quedaban avergonzados todos sus adversarios, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.

[18] Y decía: ¿A qué es semejante el Reino de Dios y con qué lo compararé? [19] Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo echó en su huerto, y creció y llegó a ser un árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.

[20] Y dijo también: ¿Con qué compararé el Reino de Dios? [21] Es semejante a la levadura que tomó una mujer y mezcló con tres medidas de harina hasta que fermentó todo.

[22] Y recorría ciudades y aldeas enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. [23] Y uno le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? El les contestó: [24] Esforzaos para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán. [25] Una vez que el dueño de la casa haya entrado y cerrado la puerta, os quedaréis fuera y empezaréis a golpear la puerta, diciendo: Señor, ábrenos. Y os responderá: No sé de dónde sois. [26] Entonces empezaréis a decir: Hemos comido y hemos bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas. [27] Y os dirá: No sé de dónde sois; apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad. [28] Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán y a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras que vosotros sois arrojados fuera. [29] Y vendrán de Oriente y de Occidente y del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. [30] Pues hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.

[31] En aquel momento se acercaron algunos fariseos diciéndole: Sal y aléjate de aquí, porque Herodes te quiere matar. [32] Y les dijo: Id a decir a ese zorro: he aquí que expulso demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día acabo. [33] Pero es necesario que yo siga mi camino hoy y mañana y al día siguiente, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.

[34] ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados; cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste! [35] He aquí que vuestra casa se os va a quedar desierta. Os aseguro que no me veréis hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.

Capítulo 14

[1] Y sucedió que al entrar él un sábado a comer en casa de uno de los principales fariseos, ellos le estaban observando. [2] Y he aquí que se encontraba delante de él un hombre hidrópico. [3] Y tomando la palabra, dijo Jesús a los doctores de la Ley y a los fariseos: ¿Es lícito curar en sábado o no? [4] Pero ellos callaron. Y tomándolo, lo curó y lo despidió. [5] Y les dijo: ¿Quién de vosotros, si se le cae al pozo un hijo o un buey, no lo saca enseguida en día de sábado? [6] Y no pudieron responderle a esto.

[7] Proponía a los invitados una parábola, al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos, diciéndoles: [8] Cuando seas invitado por alguien a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, [9] y al llegar el que os invitó a ti y al otro, te diga: cede el sitio a éste; y entonces empieces a buscar, lleno de vergüenza, el último lugar. [10] Al contrario, cuando seas invitado, ve a sentarte en el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó te diga: amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. [11] Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado.

[12] Decía también al que le había invitado: Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te sirva de recompensa. [13] Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, a tullidos, a cojos, y a ciegos; [14] y serás bienaventurado, porque no tienen para corresponderte; se te recompensará en la resurrección de los justos.

[15] Cuando oyó esto uno de los comensales, le dijo: Bienaventurado el que coma el pan en el Reino de Dios. [16] Pero él le dijo: Un hombre daba una gran cena, e invitó a muchos. [17] Y envió a su criado a la hora de la cena para decir a los invitados: Venid, pues ya está todo preparado. [18] Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado un campo y tengo necesidad de ir a verlo; te ruego que me des por excusado. [19] Y otro dijo: Compré cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas; te ruego que me des por excusado. [20] Otro dijo: Acabo de casarme, y por eso no puedo ir. [21] Regresó el criado y contó esto a su señor. Entonces, irritado el dueño de la casa, dijo a su criado: Sal ahora mismo a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a los pobres, a los tullidos, a los ciegos y a los cojos. [22] Y el criado dijo: Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio. [23] Entonces dijo el señor a su criado: Sal a los caminos y a los cercados y obliga a entrar, para que se llene mi casa. [24] Os aseguro, pues, que ninguno de aquellos hombres invitados gustará mi cena.

[25] Iba con él mucha gente, y volviéndose les dijo: [26] Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre y a la esposa y a los hijos y a los hermanos y a las hermanas, hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. [27] Y el que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

[28] Porque, ¿quién de vosotros, al querer edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos a ver si tiene para acabarla?, [29] no sea que, después de poner los cimientos y no poder acabar, todos los que lo vean empiecen a burlarse de él, [30] diciendo: este hombre comenzó a edificar, y no pudo terminar. [31] O ¿qué rey, que sale a luchar contra otro rey, no se sienta antes a deliberar si puede enfrentarse con diez mil hombres al que viene contra él con veinte mil? [32] Y si no, cuando todavía está lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. [33] Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo.

[34] La sal es buena; pero si hasta la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? [35] No es útil ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran fuera. Quien tenga oídos para oír, que oiga.

Capítulo 15

[1] Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. [2] Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Este recibe a los pecadores y come con ellos. [3] Entonces les propuso esta parábola: [4] ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se perdió hasta encontrarla? [5] Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, [6] y, al llegar a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió. [7] Os digo que, del mismo modo, habrá en el Cielo mayor alegría por un pecador que hace penitencia que por noventa y nueve justos que no la necesitan.

[8] O ¿qué mujer, si tiene diez dracmas y pierde una, no enciende una luz y barre la casa y busca cuidadosamente hasta encontrarla? [9] Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que se me perdió. [10] Así, os digo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.

[11] Dijo también: Un hombre tenía dos hijos. [12] El más joven de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de hacienda que me corresponde. Y les repartió los bienes. [13] No muchos días después, el hijo más joven, reuniéndolo todo, se fue a un país lejano y malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. [14] Después de gastar todo, hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad. [15] Fue y se puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar cerdos; [16] le entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comían los cerdos; y nadie se las daba. [17] ReCAP. acitando, se dijo: ¡cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! [18] Me levantaré e iré a mi padre y le diré: padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; [19] ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. [20] Y levantándose se puso en camino hacia la casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y se compadeció; y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. [21] Comenzó a decirle el hijo: Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. [22] Pero el padre dijo a sus criados: Pronto, sacad el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; [23] traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; [24] porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron a celebrarlo.

[25] El hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música y los cantos [26] y, llamando a uno de los criados, le preguntó qué pasaba. [27] Este le dijo: Ha llegado tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle recobrado sano. [28] Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerlo. [29] El replicó a su padre: Mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. [30] Pero en cuanto ha venido ese hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado. [31] Pero él le respondió: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; [32] pero había que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.

Capítulo 16

[1] Decía también a los discípulos: Había un hombre rico que tenía un administrador, al que acusaron ante el amo de malversar la hacienda. [2] Le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de ti? Dame cuentas de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando. [3] Y dijo para sí el administrador: ¿Qué haré, puesto que mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me avergüenza. [4] Sé lo que haré para que me reciban en sus casas cuando sea retirado de la administración. [5] Y, convocando uno a uno a los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? [6] El respondió: Cien medidas de aceite. Y le dijo: Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. [7] Después dijo a otro: ¿Tú, cuánto debes? El respondió: Cien cargas de trigo. Y le dijo: Toma tu recibo y escribe ochenta. [8] El dueño alabó al administrador infiel por haber actuado sagazmente; porque los hijos de este mundo son más sagaces en lo suyo que los hijos de la luz.

[9] Y yo os digo: haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando falten, os reciban en las moradas eternas.

[10] Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho.

[11] Por tanto, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? [12] Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro?

[13] Ningún criado puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o preferirá a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero.

[14] Oían todas estas cosas los fariseos, que eran amantes del dinero, y se burlaban de él. [15] Y les dijo: Vosotros os hacéis pasar por justos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que parece ser excelso ante los hombres, es abominable delante de Dios.

[16] La Ley y los Profetas llegan hasta Juan; desde entonces se evangeliza el Reino de Dios y cada uno se esfuerza por él.

[17] Es más fácil que pasen el cielo y la tierra que caiga un solo ápice de la Ley.

[18] Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la repudiada por su marido, comete adulterio.

[19] Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día celebraba espléndidos banquetes. [20] Un pobre, en cambio, llamado Lázaro, yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, [21] deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros acercándose le lamían sus llagas. [22] Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán; murió también el rico y fue sepultado. [23] Estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando sus ojos vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno; [24] y gritando, dijo: Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en estas llamas. [25] Contestó Abrahán: Hijo, acuérdate de que tú recibiste bienes durante tu vida y Lázaro, en cambio, males; ahora, pues, aquí él es consolado y tú atormentado. [26] Además de todo esto, entre vosotros y nosotros hay interpuesto un gran abismo, de modo que los que quieren atravesar de aquí a vosotros, no pueden; ni pueden pasar de ahí a nosotros. [27] Y dijo: Te ruego entonces, padre, que le envíes a casa de mi padre, [28] pues tengo cinco hermanos, para que les advierta y no vengan también a este lugar de tormentos. [29] Pero replicó Abrahán: Tienen a Moisés y a los Profetas. ¡Que los oigan! [30] El dijo: No, padre Abrahán; pero si alguno de entre los muertos va a ellos, se convertirán. [31] Y le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque uno de los muertos resucite.

Capítulo 17

[1] Dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan los escándalos; pero, ay de aquel por quien vienen. [2] Más le valdría ajustarle al cuello una piedra de molino y arrojarle al mar, que escandalizar a uno de esos pequeños: [3] andaos con cuidado. Si tu hermano peca, repréndele; y, si se arrepiente, perdónale. [4] Y si peca siete veces al día contra ti, y siete veces vuelve a ti, diciendo: Me arrepiento, le perdonarás.

[5] Los Apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe. [6] Respondió el Señor: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este moral: arráncate y plántate en el mar, y os obedecería.

[7] Si uno de vosotros tiene un siervo en la labranza o con el ganado y regresa del campo, ¿acaso le dice: entra en seguida y siéntate a la mesa? [8] ¿No le dirá, al contrario: prepárame la cena y disponte a servirme mientras como y bebo, que después comerás y beberás tú? [9] ¿Es que tiene que agradecerle al siervo el que haya hecho lo que se le había mandado? [10] Pues igual vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: somos unos siervos inútiles; no hemos hecho más que lo que teníamos que hacer.

[11] Y sucedió que, yendo de camino a Jerusalén, atravesaba los confines de Samaría y Galilea; [12] y, cuando iba a entrar en un pueblo, le salieron al paso diez leprosos, que se detuvieron a distancia [13] y le dijeron gritando: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. [14] Al verlos, les dijo: Id y presentaos a los sacerdotes. Y sucedió que mientras iban, quedaron limpios. [15] Uno de ellos, al verse curado, se volvió glorificando a Dios a gritos, [16] y fue a postrarse a sus pies dándole gracias. Y éste era samaritano. [17] Ante lo cual dijo Jesús: ¿No son diez los que han quedado limpios? Los otros nueve ¿dónde están? [18] ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino sólo este extranjero? [19] Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha salvado.

[20] Interrogado por los fariseos sobre cuándo llegaría el Reino de Dios, él les respondió: El Reino de Dios no viene con espectáculo; [21] ni se podrá decir: vedlo aquí o allí; porque, mirad, el Reino de Dios está ya en medio de vosotros.

[22] Y dijo a los discípulos: Vendrá un tiempo en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. [23] Entonces os dirán: vedlo aquí, o vedlo allí. No vayáis ni corráis detrás. [24] Pues, como el relámpago fulgurante brilla de un extremo a otro del cielo, así será en su día el Hijo del Hombre. [25] Pero es necesario que antes padezca mucho y sea reprobado por esta generación. [26] Y como ocurrió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre. [27] Comían y bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio e hizo perecer a todos. [28] Lo mismo sucedió en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, plantaban y edificaban; [29] pero el día en que salió Lot de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre e hizo perecer a todos. [30] Del mismo modo sucederá el día en que se manifieste el Hijo del Hombre. [31] En aquel día, quien esté en el terrado y tenga sus cosas en la casa, no baje por ellas; y lo mismo, quien esté en el campo, que no vuelva atrás. [32] Acordaos de la mujer de Lot. [33] Quien pretenda guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará viva. [34] Yo os digo: aquella noche estarán dos en el mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado. [35] Habrá dos moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada.

[37] Y a esto le dijeron: ¿Dónde, Señor? El les respondió: Dondequiera que esté el cuerpo, allí se reunirán las águilas.

Capítulo 18

[1] Les proponía una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desfallecer, [2] diciendo: En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. [3] También había en aquella ciudad una viuda, que acudía a él diciendo: Hazme justicia ante mi adversario. [4] Y durante mucho tiempo no quería. Sin embargo al final se dijo a sí mismo: aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, [5] ya que esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a importunarme. [6] Concluyó el Señor: Prestad atención a lo que dice el juez injusto. [7] ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a El día y noche, y les hará esperar? [8] Os aseguro que les hará justicia sin tardanza. ¿Pero cuando venga el Hijo del Hombre, acaso encontrará fe sobre la tierra?

[9] Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos teniéndose por justos y despreciaban a los demás: [10] Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo, y el otro publicano. [11] El fariseo, quedándose de pie, oraba para sus adentros: Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano. [12] Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo. [13] Pero el publicano, quedándose lejos, ni siquiera se atrevía a levantar sus ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten compasión de mí que soy un pecador. [14] Os digo que éste bajó justificado a su casa, y aquél no. Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será ensalzado.

[15] Le llevaban también niños, para que los tocara. Al verlo los discípulos les reñían. [16] Pero Jesús llamó a los niños y dijo: Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios. [17] En verdad os digo que quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.

[18] Cierto personaje distinguido le preguntó: Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? [19] Le respondió Jesús: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno solo, Dios. [20] Sabes los mandamientos: no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre. [21] El respondió: Todo esto lo he guardado desde la adolescencia. [22] Después de oírlo le dijo Jesús: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los Cielos. Luego, ven y sígueme. [23] Pero al oír estas cosas se puso triste, porque era muy rico. [24] Viéndole entristecerse, dijo Jesús: ¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios! [25] Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios. [26] Los que escuchaban dijeron: ¿Entonces quién puede salvarse? [27] El respondió: Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.

[28] Entonces dijo Pedro: Pues nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido. [29] Y Jesús les respondió: Os aseguro que no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos por causa del Reino de Dios, [30] que no reciba mucho más en este mundo y, en el venidero, la vida eterna.

[31] Tomando consigo a los doce, les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas que han sido escritas por medio de los Profetas acerca del Hijo del Hombre: [32] será entregado a los gentiles y se burlarán de él, será insultado y escupido, [33] y, después de azotarlo, lo matarán, y al tercer día resucitará. [34] Pero ellos no comprendieron nada de esto: era éste un lenguaje que les resultaba incomprensible, y no entendían las cosas que decía.

[35] Ocurrió que al llegar a Jericó había un ciego sentado junto al camino mendigando. [36] Y al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué era aquello. [37] Le contestaron: Es Jesús Nazareno que pasa. [38] Y gritó diciendo: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. [39] Y los que iban delante le reprendían para que se callara. Pero él gritaba mucho más: Hijo de David, ten piedad de mí. [40] Jesús, parándose, mandó que lo trajeran ante él. Y cuando se acercó, le preguntó: [41] ¿Qué quieres que te haga? El dijo: Señor, que vea. [42] Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha salvado. [43] Y al instante vio, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al presenciarlo, alabó a Dios.

Capítulo 19

[1] Entró en Jericó y atravesaba la ciudad. [2] Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. [3] Intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura. [4] Y, adelantándose corriendo, subió a un sicómoro para verle, porque iba a pasar por allí. [5] Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le dijo: Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa. [6] Bajo rápido y lo recibió con gozo. [7] Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un pecador. [8] Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres y si he defraudado en algo a alguien le devuelvo cuatro veces más. [9] Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán; [10] porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

[11] Cuando la gente estaba oyendo estas cosas añadió una parábola, porque él estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios se manifestaría en seguida. [12] Dijo pues: Un hombre noble marchó a una tierra lejana a recibir la investidura real y volverse. [13] Llamó a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: Negociad hasta mi vuelta. [14] Sus ciudadanos le odiaban y enviaron una embajada tras él para decir: No queremos que éste reine sobre nosotros. [15] Al volver, recibida ya la investidura real, mandó llamar ante sí a aquellos siervos a quienes había dado el dinero, para saber cuánto habían negociado. [16] Vino el primero y dijo: Señor, tu mina ha producido diez. [17] Y le dijo: Bien, siervo bueno, porque has sido fiel en lo poco ten potestad sobre diez ciudades. [18] Vino el segundo y dijo: Señor, tu mina ha producido cinco. [19] Le dijo a éste: Tú ten también el mando de cinco ciudades. [20] Vino el otro y dijo: Señor, aquí está tu mina, que he tenido guardada en un pañuelo; [21] pues tuve miedo de ti porque eres hombre severo, tomas lo que no depositaste y siegas lo que no sembraste. [22] Le dice: Por tus palabras te juzgo, mal siervo; ¿sabías que yo soy hombre severo, que tomo lo que no he depositado y siego lo que no he sembrado? [23] ¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así, al volver yo lo hubiera retirado con intereses. [24] Y dijo a los presentes: Quitadle la mina y dádsela al que tiene diez. [25] Entonces le dijeron: Señor, ya tiene diez minas. [26] Os digo que a todo el que tiene se le dará, pero al que no tiene hasta lo que tiene se le quitará. [27] En cuanto a esos enemigos míos que no han querido que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos en mi presencia.

[28] Dicho esto, caminaba delante de ellos subiendo a Jerusalén.

[29] Y cuando llegó cerca de Betfagé y Betania, que están junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos discípulos [30] diciendo: Id a la aldea que está enfrente; al entrar encontraréis un borrico atado, en el que todavía no ha montado nadie; desatadlo y traedlo. [31] Y si alguno os pregunta por qué lo desatáis le diréis así: porque el Señor lo necesita. [32] Los enviados fueron y lo encontraron tal como les había dicho. [33] Al desatar el borrico sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el borrico? [34] Ellos contestaron: Porque el Señor lo necesita. [35] Se lo llevaron a Jesús. Y echando sus mantos sobre el borrico hicieron montar a Jesús. [36] Según él avanzaba extendían sus mantos en el camino. [37] Al acercarse, ya en la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llena de alegría, comenzó a alabar a Dios en alta voz por todos los prodigios que habían visto, [38] diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el Cielo y gloria en las alturas!

[39] Algunos fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. [40] El les respondió: Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.

[41] Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella, [42] diciendo: ¡Si conocieras también tú en este día lo que te lleva a la paz!; sin embargo, ahora está oculto a tus ojos. [43] Porque vendrán días sobre ti en que no sólo te rodearán tus enemigos con vallas, y te cercarán y te estrecharán por todas partes, [44] sino que te aplastarán contra el suelo a ti y a tus hijos que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho.

[45] Entró en el Templo y comenzó a expulsar a los que vendían, [46] diciéndoles: Está escrito: Mi casa será casa de oración, pero vosotros habéis hecho de ella una cueva de ladrones. [47] Y enseñaba todos los días en el Templo. Pero los príncipes de los sacerdotes y los escribas intentaban acabar con él, lo mismo que los jefes del pueblo, [48] pero no encontraban cómo hacerlo, pues todo el pueblo estaba pendiente escuchándole.

Capítulo 20

[1] Un día, mientras enseñaba y evangelizaba al pueblo en el Templo, se acercaron los sumos sacerdotes y los escribas con los ancianos [2] y le dijeron: Dinos: ¿con qué potestad haces estas cosas?; ¿quién es el que te ha dado tal potestad? [3] Les respondió: También yo os preguntaré una cosa. Decidme: [4] ¿el bautismo de Juan era del Cielo o de los hombres? [5] Ellos razonaban entre sí: Si decimos del Cielo dirá: ¿por qué no le creísteis?; [6] pero si decimos de los hombres, todo el pueblo nos apedreará, porque está convencido de que Juan es un profeta. [7] Y respondieron que no sabían de dónde era. [8] Entonces les dijo Jesús: Tampoco yo os digo con qué potestad hago esto.

[9] Comenzó a exponer al pueblo la siguiente parábola: Un hombre plantó una viña, la arrendó a unos viñadores, y se ausentó por mucho tiempo. [10] A su tiempo envió un siervo a los viñadores, para que le dieran del fruto de la viña. Pero los viñadores después de golpearlo lo despacharon con las manos vacías. [11] Y volvió a enviarles otro siervo. Pero ellos lo azotaron y lo ultrajaron, y lo despacharon con las manos vacías. [12] Y volvió a enviarles un tercero, pero ellos lo hirieron y lo echaron. [13] Dijo entonces el dueño de la viña: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; tal vez a él le respetarán. [14] Pero los viñadores al verlo comentaron entre ellos: Este es el heredero; matémosle, para que su herencia pase a nosotros. [15] Y, sacándolo fuera de la viña, lo mataron. ¿Qué hará, pues, con ellos el dueño de la viña? [16] Vendrá y exterminará a esos viñadores, y dará la viña a otros. Al oírlo dijeron: De ningún modo. [17] Pero él, fijando en ellos su mirada, dijo: Entonces, ¿qué significa lo que está escrito: La piedra que rechazaron los arquitectos, ésta ha llegado a ser la piedra angular?

[18] Todo el que caiga sobre aquella piedra se estrellará, y aquel sobre quien ella cayese, quedará aplastado. [19] Los escribas y los príncipes de los sacerdotes intentaban ponerle las manos encima en aquel mismo momento, pero tuvieron miedo al pueblo; pues se dieron cuenta de que por ellos había dicho aquella parábola.

[20] Y ellos, estando al acecho, enviaron espías que simulaban ser justos, para cogerle en alguna palabra, y así entregarlo al poder y autoridad del Procurador. [21] Le preguntaron: Maestro, sabemos que hablas y enseñas rectamente, y no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios según la verdad. [22] ¿Nos es lícito dar tributo al César, o no? [23] Mas él, percatándose de su malicia, les dijo: [24] Mostradme un denario. ¿De quién es la imagen e inscripción que tiene? Ellos contestaron: Del César. [25] El les dijo: Pues bien, dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. [26] Y no pudieron cogerle en ninguna palabra ante el pueblo, y admirados de su respuesta se callaron.

[27] Se le acercaron algunos de los saduceos, los cuales niegan la resurrección, y le preguntaron: [28] Maestro, Moisés nos dejó escrito que si el hermano de uno muere dejando mujer, y éste no tiene hijos, su hermano la tomará por mujer y dará descendencia a su hermano. [29] Pues bien, eran siete hermanos; el primero tomó mujer y murió sin hijos, [30] y lo mismo el siguiente; [31] también el tercero la tomó por mujer; los siete, de igual manera, murieron y no dejaron hijos. [32] Finalmente murió la mujer. [33] Ahora bien: en la resurrección, la mujer ¿de quién será esposa? Porque los siete la tuvieron como esposa. [34] Jesús les dijo: Los hijos de este mundo toman mujer o marido; [35] sin embargo los que sean dignos de alcanzar el otro mundo y la resurrección de los muertos, no tomarán ni mujer ni marido. [36] Porque ya no podrán morir otra vez, pues son iguales a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. [37] Que los muertos resucitarán lo mostró Moisés en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob. [38] Pues no es Dios de muertos, sino de vivos; todos viven para El. [39] Tomando la palabra, algunos escribas dijeron: Maestro, has hablado bien. [40] Y ya no se atrevían a preguntarle más.

[41] Les preguntó: ¿Como dicen que el Cristo es Hijo de David? [42] Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, [43] hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies. [44] Pues si David le llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?

[45] Oyéndolo todo el pueblo, dijo a sus discípulos: [46] Guardaos de los escribas, que gustan pasear vestidos con largas túnicas, y anhelan los saludos en las plazas, los primeros asientos en las sinagogas, los primeros puestos en los banquetes, [47] que devoran las casas de las viudas y fingen largas oraciones: éstos recibirán una condena más severa.

Capítulo 21

[1] Al levantar la vista, vio a unos ricos que echaban sus ofrendas en el gazofilacio. [2] Vio también a una viuda pobre que echaba allí dos pequeñas monedas, [3] y dijo: En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos; [4] pues todos éstos han entregado como ofrenda parte de lo que les sobra, ésta en cambio ha dado de lo que necesita, todo lo que tenía para vivir.

[5] Como algunos le hablaban del Templo, que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas, dijo: [6] Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. [7] Le preguntaron: Maestro, ¿cuándo acontecerá esto, y cuál será la señal de que comienza a suceder? [8] El dijo: Mirad, no os dejéis engañar; pues muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy, y el momento está próximo. No les sigáis. [9] Cuando oigáis rumores de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.

[10] Entonces les decía: Se levantará pueblo contra pueblo y reino contra reino; [11] habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. [12] Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: [13] esto os sucederá para dar testimonio. [14] Determinad, pues, en vuestros corazones no tener preparado cómo habéis de responder; [15] porque yo os daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. [16] Seréis entregados incluso por padres y hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, [17] y seréis odiados por todos a causa de mi nombre. [18] Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. [19] Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

[20] Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. [21] En aquella hora, quienes estén en Judea que huyan a los montes, y quienes estén dentro de la ciudad que se marchen, y quienes estén en los campos que no entren en ella: [22] éstos son días de castigo para que se cumpla todo lo escrito. [23] ¡Ay de las que estén encintas y de las que estén criando en aquellos días! Porque habrá una gran calamidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo. [24] Caerán al filo de la espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles.

[25] Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y sobre la tierra angustia de las gentes, consternadas por el estruendo del mar y de las olas, [26] perdiendo el aliento los hombres a causa del terror y de la ansiedad que sobrevendrán a toda la tierra. Porque las potestades de los Cielos se conmoverán. [27] Y entonces verán al Hijo del Hombre venir sobre una nube con gran poder y gloria.

[28] Cuando comiencen a suceder estas cosas, levantaos, y alzad vuestras cabezas porque se aproxima vuestra redención.

[29] Y les dijo una parábola: Observad la higuera y todos los árboles. [30] Cuando ya echan brotes, al verlos, conocéis por ellos que ya está cerca el verano. [31] Así también vosotros cuando veáis que sucede todo esto, sabed que está cerca el Reino de Dios. [32] En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. [33] El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

[34] Vigilad sobre vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados por la crápula, la embriaguez y los afanes de esta vida, y no sobrevenga aquel día de improviso sobre vosotros, [35] pues caerá como un lazo sobre todos aquellos que habitan en la faz de toda la tierra. [36] Vigilad orando en todo tiempo, a fin de que podáis evitar todos estos males que van a suceder, y estar en pie delante del Hijo del Hombre.

[37] Durante el día enseñaba en el Templo, y salía a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos. [38] Y todo el pueblo acudía a él muy de madrugada al Templo para oírle.

Capítulo 22

[1] Se acercaba la fiesta de los Azimos, que se llama Pascua, [2] y los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo acabar con él, pero temían al pueblo. [3] Entro Satanás en Judas, llamado Iscariote, uno de los doce. [4] Fue y habló con los príncipes de los sacerdotes y los magistrados sobre el modo de entregárselo. [5] Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero. [6] El quedó comprometido, y buscaba la ocasión propicia para entregárselo sin tumulto.

[7] Llegó el día de los Azimos, en el cual había que sacrificar la Pascua. [8] Envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: Id y preparadnos la Pascua para comerla. [9] Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? [10] Y les respondió: Mirad, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle hasta la casa en que entre, [11] y decid al dueño de la casa: el Maestro te dice: ¿dónde está la estancia en que he de comer la Pascua con mis discípulos? [12] El os mostrará una habitación superior, grande, aderezada. Preparadla allí. [13] Marcharon y encontraron todo como les había dicho, y prepararon la Pascua.

[14] Cuando llegó la hora, se puso a la mesa y los Apóstoles con él. [15] Y les dijo: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, [16] porque os digo que no la volveré a comer hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios. [17] Y tomando el cáliz, dio gracias y dijo: Tomadlo y distribuidlo entre vosotros; [18] pues os digo que a partir de ahora no beberé del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios. [19] Y tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía. [20] Y del mismo modo el cáliz después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.

[21] Pero he aquí que la mano del que me entrega está conmigo a la mesa. [22] Porque el Hijo del Hombre se va, según está decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! [23] Y empezaron a preguntarse entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer tal cosa.

[24] Entonces se suscitó entre ellos una disputa sobre quién sería tenido como el mayor. [25] Pero él les dijo: Los reyes de las naciones las dominan y los que tienen potestad sobre ellas son llamados bienhechores; [26] no seáis así vosotros, sino que el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que manda como el que sirve. [27] Porque ¿quién es mayor: el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de vosotros como quien sirve.

[28] Vosotros sois los que habéis permanecido junto a mí en mis tribulaciones. [29] Por eso yo os preparo un Reino como mi Padre me lo preparó a mí, [30] para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

[31] Simón, Simón, he aquí que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. [32] Pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos. [33] El le dijo: Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y hasta la muerte. [34] Pero Jesús le respondió: Te aseguro, Pedro, que no cantará hoy el gallo sin que hayas negado tres veces haberme conocido.

[35] Y les dijo: Cuando os envié sin bolsa ni alforjas ni calzado, ¿acaso os faltó algo? Nada, le respondieron. [36] Entonces les dijo: Ahora en cambio, el que tenga bolsa, que la lleve; y del mismo modo alforja; y el que no tenga, que venda su túnica y compre una espada. [37] Pues os aseguro que debe cumplirse en mí lo que está escrito: Y fue contado entre los malhechores. Porque lo que se refiere a mí llega a su fin. [38] Ellos dijeron: Señor, he aquí dos espadas. Y él les dijo: Ya basta.

[39] Salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos; le siguieron también los discípulos. [40] Llegado al lugar, les dijo: Orad para no caer en tentación. [41] Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, puesto de rodillas, oraba [42] diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. [43] Se le apareció un ángel del Cielo que le confortaba. Y entrando en agonía oraba con más intensidad. [44] Y le vino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta el suelo. [45] Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los discípulos, los encontró adormilados por la tristeza. [46] Y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación.

[47] Todavía estaba hablando, cuando llegó un tropel de gente, y el llamado Judas, uno de los doce, los precedía y se acercó a Jesús para besarle. [48] Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? [49] Al ver los que estaban a su alrededor lo que iba a suceder, dijeron: Señor, ¿herimos con la espada? [50] Y uno de ellos hirió al criado del Sumo Sacerdote y le cortó la oreja derecha. [51] Pero Jesús respondiendo dijo: Dejad, basta ya; y tocándole la oreja, lo curó. [52] Dijo después Jesús a los que habían venido contra él, sumos sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y garrotes? [53] Mientras estaba con vosotros todos los días en el Templo, no alzasteis las manos contra mí. Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.

[54] Entonces le prendieron, se lo llevaron y lo metieron en casa del Sumo Sacerdote. Pedro le seguía de lejos. [55] Habían encendido fuego en medio del atrio y estaban sentados alrededor. Pedro estaba sentado en medio de ellos. [56] Una criada, al verlo sentado a la lumbre, fijándose en él dijo: [57] También éste estaba con él. Pero él lo negó, y dijo: [58] No lo conozco, mujer. Al poco tiempo viéndolo otro dijo: Tú también eres de ellos. Pero Pedro replicó: Hombre, no lo soy. [59] Y pasada como una hora, otro aseguró: Cierto, éste estaba con él, pues también es galileo. [60] Y dijo Pedro: No sé, hombre, lo que dices. Y al instante, estando todavía hablando, cantó un gallo. [61] El Señor se volvió y miró a Pedro. Y recordó Pedro las palabras que el Señor le había dicho: Antes que el gallo cante hoy, me habrás negado tres veces. [62] Salió fuera y lloró amargamente.

[63] Los hombres que custodiaban a Jesús se mofaban de él y le golpeaban. [64] Entonces, tapándole la cara, le preguntaban: Profetiza, ¿quién es el que te ha pegado? [65] Y decían contra él otras muchas injurias.

[66] Al hacerse de día se reunieron los ancianos del pueblo, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y le condujeron al Sanedrín, [67] diciéndole: Si tú eres el Cristo, dínoslo. Y les contestó: Si os lo digo, no creeréis; [68] y si hago una pregunta, no me responderéis. [69] No obstante, desde ahora estará el Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios. [70] Entonces dijeron todos: Luego ¿tú eres el Hijo de Dios? Les respondió: Vosotros lo decís: yo soy. [71] Pero ellos dijeron: ¡Qué necesidad tenemos ya de testimonio! Nosotros mismo lo hemos oído de su boca.

Capítulo 23

[1] Se levantó toda la multitud y llevaron a Jesús ante Pilato. [2] Entonces empezaron a acusarle diciendo: Hemos encontrado a éste soliviantando a nuestra gente y prohibiendo dar tributo al César; y dice que él es Cristo Rey. [3] Pilato le preguntó: ¿Tú eres el Rey de los Judíos? El le respondió: Tú lo dices. [4] Dijo Pilato a los sumos sacerdotes y a la muchedumbre: No encuentro ningún delito en este hombre. [5] Pero ellos insistían diciendo: Subleva al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea, hasta aquí.

[6] Pilato al oírlo preguntó si aquel hombre era galileo. [7] Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que estaba también aquellos días en Jerusalén. [8] Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, pues deseaba verlo hacía mucho tiempo, porque había oído muchas cosas acerca de él y esperaba verle hacer algún milagro. [9] Le preguntó con mucha locuacidad, pero él no le respondió nada. [10] También estaban allí los príncipes de los sacerdotes y los escribas, acusándole con vehemencia. [11] Herodes, junto con sus soldados, le despreció, se burló de él poniéndole un vestido blanco, y le envió a Pilato. [12] Herodes y Pilato se hicieron amigos aquel día, pues antes eran enemigos entre sí.

[13] Pilato convocó a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, [14] y les dijo: Me habéis presentado a este hombre como alborotador del pueblo. Y he aquí que yo le he interrogado delante de vosotros, y no he hallado en este hombre delito alguno de los que le acusáis; [15] ni tampoco Herodes, pues nos lo ha devuelto; por tanto, nada ha hecho que merezca la muerte. [16] Así que, después de castigarle, lo soltaré.

[18] Pero toda la multitud clamó diciendo: Quita de en medio a ése y suéltanos a Barrabás. [19] Este había sido encarcelado por cierta sedición ocurrida en la ciudad y por un homicidio.

[20] De nuevo Pilato les habló, queriendo poner en libertad a Jesús. [21] Pero ellos continuaban gritando: Crucifícalo, crucifícalo. [22] No obstante, por tercera vez, él les dijo: ¿Pues, qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito de muerte; por tanto, después de castigarle, lo soltaré. [23] Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que fuera crucificado, y sus gritos eran cada vez más fuertes. [24] Pilato entonces decidió que se cumpliera su petición; [25] soltó, pues, al que pedían, el cual había sido encarcelado por sedición y homicidio; y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.

[26] Cuando le llevaban echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.

[27] Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que lloraban y se lamentaban por él. [28] Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos, [29] porque he aquí que vienen días en que se dirá: dichosas las estériles y los vientres que no engendraron y los pechos que no amamantaron.

[30] Entonces comenzarán a decir a los montes: caed sobre nosotras; y a los collados: sepultadnos; [31] porque si en el leño verde hacen esto, ¿que se hará en el seco?

[32] Llevaban también con él a dos malhechores para matarlos.

[33] Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. [34] Y Jesús decía: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Y se repartieron sus vestidos echando suertes.

[35] El pueblo estaba mirando, y los jefes se burlaban de él y decían: Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si él es el Cristo de Dios, el elegido. [36] Los soldados se burlaban también de él; se acercaban y ofreciéndole vinagre [37] decían: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. [38] Había una inscripción sobre él: «Este es el Rey de los judíos».

[39] Uno de los ladrones crucificados le injuriaba diciendo: ¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros. [40] Pero el otro le reprendía: ¿Ni siquiera tú que estás en el mismo suplicio temes a Dios? [41] Nosotros, en verdad, estamos merecidamente, pues recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno. [42] Y decía: Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino. [43] Y le respondió: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso.

[44] Era ya alrededor de la hora sexta, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora nona. [45] Se oscureció el sol, y el velo del Templo se rasgó por medio. [46] Y Jesús, clamando con una gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo esto expiró.

[47] El centurión, al ver lo que había sucedido, glorificó a Dios diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. [48] Y toda la multitud que se había reunido ante este espectáculo, al contemplar lo ocurrido, regresaba golpeándose el pecho. [49] Pero todos los conocidos de Jesús y las mujeres que le habían seguido desde Galilea estaban contemplando a lo lejos estas cosas.

[50] Había un hombre llamado José, varón bueno y justo, miembro del Sanedrín, [51] el cual no había consentido a su decisión y a sus acciones; era procedente de Arimetea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. [52] Este se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. [53] Y habiéndolo descolgado lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido colocado todavía. [54] Era el día de la Preparación y clareaba el sábado. [55] Las mujeres, que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo fue colocado su cuerpo. [56] Regresaron y prepararon aromas y ungüentos. El sábado descansaron según el precepto.

Capítulo 24

[1] Al día siguiente del sábado, muy de mañana, llegaron al sepulcro trayendo los aromas que habían preparado; [2] y encontraron que la piedra estaba removida del sepulcro. [3] Pero al entrar, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. [4] Y sucedió que, estando desconcertadas por este motivo, he aquí que se les presentaron dos varones con vestidura refulgente. [5] Como estuviesen llenas de temor y con los rostros inclinados hacia tierra, ellos les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? [6] No está aquí, sino que ha resucitado; recordad cómo os habló cuando aún estaba en Galilea [7] diciendo que convenía que el Hijo del Hombre fuera entregado en manos de hombres pecadores, y fuera crucificado y resucitase al tercer día. [8] Entonces ellas se acordaron de sus palabras. [9] Y al regresar del sepulcro anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás. [10] Eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago; también las otras que estaban con ellas contaban estas cosas a los Apóstoles. [11] Y les pareció como un desvarío lo que habían contado, y no les creían. [12] Pedro, no obstante, levantándose corrió hacia el sepulcro; y al inclinarse vio sólo el sudario. Entonces se volvió a casa admirado de lo ocurrido.

[13] El mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios. [14] Y conversaban entre sí de todo lo que había acontecido. [15] Y sucedió que, mientras comentaban y discutían, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos; [16] pero sus ojos estaban inCAP. acitados para reconocerle. [17] Y les dijo: ¿Qué conversación lleváis entre los dos mientras vais caminando? Y se detuvieron entristecidos. [18] Uno de ellos, de nombre Cleofás, le respondió: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días? [19] El les dijo: ¿Qué ha pasado? Y le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y ante todo el pueblo: [20] cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaron. [21] Sin embargo nosotros esperábamos que él sería quien redimiera a Israel. Pero con todo, es ya el tercer día desde que han pasado estas cosas. [22] Bien es verdad que algunas mujeres de las que están con nosotros nos han sobresaltado, porque fueron al sepulcro de madrugada [23] y, al no encontrar su cuerpo, vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles, los cuales les dijeron que está vivo. [24] Después fueron algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como dijeron las mujeres, pero a él no le vieron.

[25] Entonces Jesús les dijo: ¡Oh necios y tardos de corazón para creer todo lo que anunciaron los profetas! [26] ¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria? [27] Y comenzando por Moisés y por todos los Profetas les interpretaba en todas las Escrituras lo que se refería a él. [28] Llegaron cerca de la aldea a donde iban, y él hizo ademán de continuar adelante. [29] Pero le retuvieron diciéndole: Quédate con nosotros, porque ya está anocheciendo y va a caer el día. Y entró para quedarse con ellos. [30] Y estando juntos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. [31] Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su presencia. [32] Y se dijeron uno a otro: ¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? [33] Y al instante se levantaron y regresaron a Jerusalén, y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, [34] que decían: El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón. [35] Y ellos contaban lo que había pasado en el camino, y cómo le habían reconocido en la fracción del pan.

[36] Mientras ellos contaban estas cosas, Jesús se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. [37] Se quedaron turbados y asustados, pensando que veían un espíritu. [38] Y les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y por qué dais cabida a esos pensamientos en vuestros corazones? [39] Mirad mis manos y mis pies: soy yo mismo. Palpadme y comprended que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo. [40] Y dicho esto, les mostró las manos y los pies. [41] Como no acabasen de creer por la alegría y estuvieran llenos de admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer? [42] Entonces ellos le ofrecieron parte de un pez asado. [43] Y tomándolo comió delante de ellos.

[44] Y les dijo: Esto es lo que os decía cuando aún estaba con vosotros: es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos acerca de mí. [45] Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras. [46] Y les dijo: Así está escrito: que el Cristo tiene que padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día, [47] y que se predique en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las gentes, comenzando desde Jerusalén. [48] Vosotros sois testigos de estas cosas. [49] Y sabed que yo os envío al que mi Padre ha prometido. Vosotros, pues, permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto.

[50] Los sacó hasta cerca de Betania y levantando sus manos los bendijo. [51] Y sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y se elevaba al Cielo. [52] Y ellos le adoraron y regresaron a Jerusalén con gran gozo. [53] Y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.

EVANGELIO DE SAN JUAN

Capítulo 1

[1] En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. [2] El estaba en el principio junto a Dios. [3] Todo fue hecho por él, y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho. [4] En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. [5] Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron.

[6] Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. [7] Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. [8] No era él la luz, sino el que debía dar testimonio de la luz.

[9] Era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo. [10] En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él, y el mundo no le conoció. [11] Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron. [12] Pero a cuantos le recibieron les dio poder para ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, [13] que no han nacido de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni del querer del hombre, sino de Dios.

[14] Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. [15] Juan da testimonio de él y clama: Este era de quien yo dije: el que viene después de mí ha sido antepuesto a mí, porque existía antes que yo. [16] Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia por gracia. [17] Porque la Ley fue dada por Moisés; la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. [18] A Dios nadie lo ha visto jamás; el Dios Unigénito, el que está en el seno del Padre, él mismo lo dio a conocer.

[19] Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos le enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntaran: ¿Tú quién eres? [20] Entonces él confesó la verdad y no la negó, y declaró: Yo no soy el Cristo. [21] Y le preguntaron: ¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías? Y dijo: No lo soy. ¿Eres tú el Profeta? Respondió: No. [22] Por último le dijeron: ¿Quién eres, para que demos una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo? [23] Contestó: Yo soy la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.

[24] Los enviados eran de los fariseos. [25] Le preguntaron: ¿Pues por qué bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta? [26] Juan les respondió: Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis. [27] El es el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. [28] Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

[29] Al día siguiente vio a Jesús venir hacia él y dijo: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. [30] Este es de quien yo dije: Después de mí viene un hombre que ha sido antepuesto a mí, porque existía antes que yo. [31] Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.

[32] Y Juan dio testimonio diciendo: He visto el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él. [33] Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre el que veas que desciende el Espíritu y permanece sobre él, ése es quien bautiza en el Espíritu Santo. [34] Y yo he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

[35] Al día siguiente estaba allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos [36] y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo: He aquí el Cordero de Dios. [37] Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Jesús. [38] Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives? [39] Les respondió: Venid y veréis. Fueron y vieron dónde vivía, y permanecieron aquel día con él. Era alrededor de la hora décima.

[40] Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y siguieron a Jesús. [41] Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías (que significa el Cristo). [42] Y lo llevó a Jesús. Mirándolo Jesús le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Piedra).

[43] Al día siguiente determinó encaminarse hacia Galilea y encontró a Felipe. Y le dijo Jesús: Sígueme. [44] Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. [45] Encontró Felipe a Natanael y le dijo: Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley, y los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José. [46] Entonces le dijo Natanael: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Le respondió Felipe: Ven y verás.

[47] Vio Jesús a Natanael que se acercaba y dijo de él: He aquí un verdadero israelita en quien no hay doblez. [48] Le contestó Natanael: ¿De qué me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas bajo la higuera, yo te vi. [49] Respondió Natanael: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. [50] Contestó Jesús: ¿Porque te he dicho que te vi bajo la higuera crees? Cosas mayores verás. [51] Y añadió: En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.

Capítulo 2

[1] Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. [2] También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos. [3] Y, como faltase el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. [4] Jesús le respondió: Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora. [5] Dijo su madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga.

[6] Había allí seis tinajas de piedra preparadas para las purificaciones de los judíos, cada una con capacidad de dos o tres metretas. [7] Jesús les dijo: Llenad de agua las tinajas. Y las llenaron hasta arriba. [8] Entonces les dijo: Sacad ahora y llevad al maestresala. Así lo hicieron. [9] Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde provenía, aunque los sirvientes que sacaron el agua lo sabían, llamó al esposo [10] y le dijo: Todos sirven primero el mejor vino, y cuando ya han bebido bien, el peor; tú, al contrario, has guardado el vino bueno hasta ahora. [11] Así, en Caná de Galilea hizo Jesús el primero de sus milagros con el que manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

[12] Después de esto bajó a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos; y permanecieron allí pocos días.

[13] Estaba próxima la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. [14] Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; [15] y haciendo un látigo de cuerdas arrojó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. [16] Y dijo a los que vendían palomas: Quitad esto de aquí, no hagáis de la casa de mi Padre un mercado. [17] Recordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume. [18] Entonces los judíos replicaron: ¿Qué señal nos das para hacer esto? [19] Jesús respondió: Destruid este Templo y en tres días lo levantaré. [20] Los judíos contestaron: ¿En cuarenta y seis años ha sido construido este Templo, y tú lo vas a levantar en tres días? [21] Pero él hablaba del Templo de su cuerpo. [22] Cuando resucitó de entre los muertos, recordaron sus discípulos que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había pronunciado Jesús.

[23] Mientras estaba en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver los milagros que hacía. [24] Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos, [25] y no necesitaba que nadie le diera testimonio acerca de hombre alguno, pues sabía lo que hay dentro de cada hombre.

Capítulo 3

[1] Había entre los fariseos un hombre, llamado Nicodemo, judío influyente. [2] Este vino a él de noche y le dijo: Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios como Maestro, pues nadie puede hacer los prodigios que tú haces si Dios no está con él. [3] Contestó Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que si uno no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios. [4] Nicodemo le respondió: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el seno de su madre y nacer? [5] Jesús contestó: En verdad, en verdad te digo que si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. [6] Lo nacido de la carne, carne es; y lo nacido del Espíritu, espíritu es. [7] No te sorprendas de que te haya dicho que os es preciso nacer de nuevo. [8] El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.

[9] Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser esto? [10] Contestó Jesús: ¿Tú eres maestro en Israel y lo ignoras? [11] En verdad, en verdad te digo que hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. [12] Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales? [13] Pues nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre. [14] Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, [15] para que todo el que crea tenga vida eterna en él.

[16] Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. [17] Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. [18] El que cree en él no es juzgado; pero quien no cree ya está juzgado, porque no cree en el nombre del Hijo Unigénito de Dios. [19] Este es el juicio: que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, ya que sus obras eran malas. [20] Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. [21] Pero el que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios.

[22] Después de esto fue Jesús con sus discípulos a la región de Judea, y allí convivía con ellos y bautizaba. [23] También Juan estaba bautizando en Ainón junto a Salín, porque había allí mucha agua, y acudían a ser bautizados, [24] pues aún no había sido encarcelado Juan.

[25] Se originó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. [26] Y fueron a Juan y le dijeron: Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, está bautizando y todos van a él. [27] Respondió Juan: No puede el hombre apropiarse nada si no le es dado del cielo. [28] Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. [29] Esposo es el que tiene la esposa; el amigo del esposo, el que está presente y le oye, se alegra mucho con la voz del esposo. Por esto mi gozo se ha colmado. [30] Es necesario que él crezca y que yo disminuya.

[31] El que viene de arriba está sobre todos. El que es de la tierra, de la tierra es y de la tierra habla. El que viene del Cielo está sobre todos, [32] y da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio. [33] El que recibe su testimonio confirma que Dios es veraz; [34] pues aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. [35] El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. [36] El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero quien rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Capítulo 4

[1] Entonces, cuando supo Jesús que los fariseos habían oído que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan [2] (aunque Jesús mismo no bautizaba sino sus discípulos), [3] abandonó Judea y se marchó de nuevo a Galilea. [4] Tenía que pasar por Samaría. [5] Llegó, pues, a una ciudad de Samaría, llamada Sicar, junto al campo que dio Jacob a su hijo José. [6] Estaba allí el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.

[7] Vino una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo: Dame de beber. [8] Sus discípulos se habían marchado a la ciudad a comprar alimentos. [9] Entonces le dijo la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? Pues no se tratan los judíos con los samaritanos. [10] Jesús le respondió: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber, tú le habrías pedido y él te habría dado agua viva. [11] La mujer le dijo: Señor, no tienes ni con qué sacar agua y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas, pues, el agua viva? [12] ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos y sus ganados? [13] Respondió Jesús: Todo el que bebe de esta agua tendrá sed de nuevo, [14] pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré se hará en él fuente de agua que salta hasta la vida eterna. [15] La mujer le dijo: Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla. [16] Le contestó: Anda, llama a tu marido y vuelve aquí. [17] Le respondió la mujer: No tengo marido. Le contestó Jesús: Bien has dicho no tengo marido, [18] pues cinco has tenido y el que tienes ahora no es tu marido; en esto has dicho la verdad.

[19] Le dijo la mujer: Señor, veo que tú eres un profeta. [20] Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros decís que el lugar donde se debe adorar está en Jerusalén. [21] Le respondió Jesús: Créeme mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. [22] Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación procede de los judíos. [23] Pero llega la hora, y es ésta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre busca. [24] Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorar en espíritu y en verdad. [25] La mujer le dijo: Sé que el Mesías, el llamado Cristo, va a venir. Cuando él venga nos anunciará todas las cosas. [26] Le respondió Jesús: Yo soy, el que habla contigo.

[27] A continuación llegaron sus discípulos, y se admiraron de que hablara con una mujer. Pero ninguno le preguntó: ¿Qué buscas?, o ¿qué hablas con ella? [28] La mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a la gente: [29] Venid, ved a un hombre que me ha dicho cuanto hice. ¿No será éste el Cristo? [30] Salieron de la ciudad y venían a él.

[31] Entre tanto los discípulos le rogaban diciendo: Rabbí, come. [32] Pero él les dijo: Yo tengo para comer un alimento que vosotros no conocéis. [33] Decían los discípulos entre sí: ¿Acaso le trajo alguien de comer? [34] Jesús les dijo: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. [35] ¿No decís vosotros que después de cuatro meses viene la siega? Pues yo os digo: Levantad vuestros ojos y mirad los campos que están dorados para la siega; [36] el segador recibe ya su jornal y recoge el fruto de cara a la vida eterna, para que se gocen juntos el que siembra y el que siega. [37] Pues en esto es verdadero el refrán de que uno es el que siembra y otro el que siega. [38] Yo os envié a segar lo que vosotros no habéis trabajado; otros trabajaron y vosotros os habéis aprovechado de su esfuerzo.

[39] Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer que atestiguaba: Me ha dicho todo cuanto hice. [40] Así que, cuando vinieron a él los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. [41] Entonces creyeron en él muchos más por su predicación. [42] Y decían a la mujer: Ya no creemos por tu palabra; nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo.

[43] Dos días después marchó de allí hacia Galilea. [44] Pues Jesús mismo había dado testimonio de que un profeta no es honrado en su patria. [45] Cuando vino a Galilea, le recibieron los galileos porque habían visto todo cuanto hizo durante la fiesta en Jerusalén, pues también ellos habían ido a la fiesta.

[46] Entonces vino de nuevo a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún, [47] el cual, al oír que Jesús venía de Judea hacia Galilea, se acercó a él y le rogaba que bajase y curara a su hijo, pues estaba muriéndose. [48] Jesús le dijo: Si no veis signos y prodigios, no creéis. [49] Le respondió el funcionario real: Señor, baja antes de que se muera mi hijo. [50] Jesús le contesto: Vete, tu hijo vive. Aquel hombre creyó en la palabra que Jesús le dijo y se marchó.

[51] Mientras bajaba, sus siervos le salieron al encuentro diciendo que su hijo vivía. [52] Les preguntó la hora en que empezó a mejorar. Le respondieron: Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre. [53] Entonces el padre cayó en la cuenta de que aquélla era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive. Y creyó él y toda su casa. [54] Este segundo milagro lo hizo Jesús cuando vino de Judea a Galilea.

Capítulo 5

[1] Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. [2] Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina, llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos. [3] En estos yacía una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos.

[5] Había allí un hombre que padecía una enfermedad desde hacía treinta y ocho años. [6] Jesús, al verlo tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser curado? [7] El enfermo le contestó: Señor, no tengo un hombre que me introduzca en la piscina cuando se mueve el agua; mientras voy, desciende otro antes que yo. [8] Le dijo Jesús: Levántate, toma tu camilla y anda. [9] Al instante aquel hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado. [10] Entonces dijeron los judíos al que había sido curado: Es sábado y no te es lícito llevar la camilla. [11] El les respondió: El que me ha curado es el que me dijo: Toma tu camilla y anda. [12] Le interrogaron: ¿Quién es el hombre que te dijo: Toma tu camilla y anda? [13] El que había sido curado no sabía quién era, pues Jesús se había apartado de la turba allí reunida.

[14] Después de esto lo encontró Jesús en el Templo y le dijo: Mira, has sido curado; no peques más para que no te ocurra algo peor. [15] Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús el que le había curado. [16] Por eso perseguían los judíos a Jesús, porque había hecho esto en sábado. [17] Jesús les replicó: Mi Padre trabaja hasta el presente, y yo también trabajo. [18] Por esto los judíos con más ahínco buscaban matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.

[19] Respondió Jesús y les dijo: En verdad, en verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; pues lo que El hace, eso lo hace del mismo modo el Hijo. [20] Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que El hace, y le mostrará obras mayores que éstas para que vosotros os maravilléis. [21] Pues así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida a quienes quiere. [22] El Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha dado al Hijo, [23] para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado.

[24] En verdad, en verdad os digo que el que oye mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna, y no viene a juicio sino que pasa de la muerte a la vida. [25] En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y es ésta, en la que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán, [26] pues como el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado al Hijo tener vida en sí mismo. [27] Y le dio poder de juzgar, ya que es el Hijo del Hombre. [28] No os maravilléis de esto, porque viene la hora en la que todos los que están en los sepulcros oirán su voz; [29] y los que hicieron el bien saldrán para la resurrección de la vida; y los que practicaron el mal, para la resurrección del juicio. [30] Yo no puedo hacer nada por mí mismo: según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió.

[31] Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería verdadero. [32] Otro es el que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. [33] Vosotros enviasteis legados a Juan y él dio testimonio de la verdad. [34] Pero yo no recibo el testimonio de hombre, sino que os digo esto para que os salvéis. [35] Aquél era la antorcha que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis alegraros por un momento con su luz. [36] Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan, pues las obras que me ha dado mi Padre para que las lleve a cabo, las mismas obras que yo hago, dan testimonio acerca de mí, de que el Padre me ha enviado. [37] Y el Padre que me ha enviado, El mismo ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz ni habéis visto su rostro; [38] ni permanece su palabra en vosotros, porque no creéis en éste a quien El envió. [39] Escudriñad las Escrituras, ya que vosotros pensáis tener en ellas la vida eterna: ellas son las que dan testimonio de mí. [40] Y no queréis venir a mí para tener vida.

[41] Yo no busco recibir gloria de los hombres; [42] pero os conozco y sé que no hay amor de Dios en vosotros. [43] Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en nombre propio a ése lo recibiríais. [44] ¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que procede del único Dios? [45] No penséis que yo os acusaré ante el Padre; hay quien os acusa: Moisés, en quien vosotros esperáis. [46] En efecto, si creyeseis a Moisés, tal vez me creeríais a mí, pues él escribió de mí. [47] Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?

Capítulo 6

[1] Después de esto partió Jesús al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberíades. [2] Le seguía una gran muchedumbre porque veían los milagros que hacía con los enfermos. [3] Jesús subió al monte, y se sentó allí con sus discípulos. [4] Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. [5] Jesús, al levantar la mirada y ver que venía hacia él una gran muchedumbre, dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para que coman éstos? [6] Lo decía para probarle, pues él sabía lo que iba a hacer. [7] Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno coma un poco. [8] Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: [9] Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es esto para tantos? [10] Jesús dijo: Haced sentar a la gente. En aquel lugar había mucha hierba. Se sentaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. [11] Jesús tomó los panes y, habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban sentados, e igualmente les dio de los peces cuanto quisieron. [12] Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los trozos que han sobrado para que nada se pierda. [13] Entonces los recogieron, y llenaron doce cestos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

[14] Aquellos hombres, viendo el milagro que Jesús había hecho, decían: Este es verdaderamente el Profeta que viene al mundo. [15] Jesús, conociendo que iban a venir para llevárselo y hacerlo rey, se retiró de nuevo al monte él solo.

[16] Caída la tarde, bajaron sus discípulos al mar, [17] y habiendo subido a la barca, se dirigían a la otra orilla hacia Cafarnaún. Ya había oscurecido y Jesús aún no había venido junto a ellos. [18] El mar estaba agitado por el fuerte viento que soplaba. [19] Después de remar unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y les entró miedo. [20] Pero él les dijo: Soy yo, no temáis. [21] Entonces ellos quisieron recibirle en la barca; y al instante la barca llegó a tierra, adonde iban.

[22] Al día siguiente, la multitud que estaba al otro lado del mar vio que no había allí más que una sola barca, y que Jesús no había subido a la barca con sus discípulos, sino que éstos se habían marchado solos. [23] Llegaron otras barcas de Tiberíades, junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias al Señor. [24] Cuando vio la multitud que Jesús no estaba allí ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún buscando a Jesús. [25] Y al encontrarle al otro lado del mar, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo llegaste aquí?

[26] Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo que vosotros me buscáis no por haber visto los milagros, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. [27] Obrad no por el alimento que perece sino por el que perdura hasta la vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre, pues a éste lo confirmó Dios Padre con su sello. [28] Ellos le preguntaron: ¿Qué haremos para realizar las obras de Dios? [29] Jesús les respondió: Esta es la obra de Dios, que creáis en quien El ha enviado.

[30] Le dijeron: ¿Pues qué milagro haces tú, para que lo veamos y te creamos? ¿Qué obras realizas tú? [31] Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del Cielo. [32] Les respondió Jesús: En verdad, en verdad os digo que no os dio Moisés el pan del Cielo, sino que mi Padre os da el verdadero pan del Cielo. [33] Pues el pan de Dios es el que ha bajado del Cielo y da la vida al mundo. [34] Ellos le dijeron: Señor, danos siempre de este pan.

[35] Jesús les respondió: Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá nunca sed. [36] Pero os lo he dicho: me habéis visto y no creéis. [37] Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que viene a mí no lo echaré fuera, [38] porque he bajado del Cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de Aquel que me ha enviado. [39] Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que El me ha dado, sino que lo resucite en el último día. [40] Esta es, pues, la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

[41] Los judíos, entonces, murmuraban de él porque había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del Cielo. [42] Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, de quien conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo ahora dice: He bajado del Cielo? [43] Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis entre vosotros. [44] Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, y yo lo resucitaré en el último día. [45] Está escrito en los Profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Todo el que ha escuchado al que viene del Padre, y ha aprendido, viene a mí. [46] No es que alguien haya visto al Padre, sino que aquel que procede de Dios, ése ha visto al Padre. [47] En verdad, en verdad os digo que el que cree tiene vida eterna.

[48] Yo soy el pan de vida. [49] Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. [50] Este es el pan que baja del Cielo, para que si alguien come de él no muera. [51] Yo soy el pan vivo que he bajado del Cielo. Si alguno come de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

[52] Discutían, pues, los judíos entre ellos diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? [53] Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. [54] El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. [55] Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. [56] El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. [57] Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí. [58] Este es el pan que ha bajado del Cielo, no como el que comieron los padres y murieron: quien come este pan vivirá eternamente.

[59] Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Cafarnaún.

[60] Entonces, oyéndole muchos de sus discípulos, dijeron: Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escucharla? [61] Jesús, conociendo en su interior que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? [62] Pues, ¿si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? [63] El espíritu es el que da vida, la carne de nada sirve: las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. [64] Sin embargo, hay algunos de vosotros que no creen. En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que le iba a entregar. [65] Y decía: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí si no le fuera dado por el Padre. [66] Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él.

[67] Entonces Jesús dijo a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos? [68] Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; [69] nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios. [70] Les respondió Jesús: ¿No os he elegido yo a los doce? Sin embargo, uno de vosotros es un diablo. [71] Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, pues éste, aun siendo uno de los doce, era el que le iba a entregar.

Capítulo 7

[1] Después de esto Jesús caminaba por Galilea, pues no quería andar por Judea, ya que los judíos le buscaban para matarle.

[2] Estaba próxima la fiesta judía de los Tabernáculos. [3] Entonces le dijeron sus hermanos: Márchate de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, [4] porque nadie hace algo a escondidas si quiere ser conocido. Puesto que haces estas cosas, muéstrate al mundo. [5] Ni siquiera sus hermanos creían en él. [6] Entonces, Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, pero vuestro tiempo siempre está a punto. [7] El mundo no puede odiaros, pero a mí me odia porque doy testimonio acerca de él, de que sus obras son malas. [8] Vosotros subid a la fiesta; yo no subo a esta fiesta porque mi tiempo aún no se ha cumplido. [9] Dicho esto, él se quedó en Galilea.

[10] Una vez que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces él también subió, no públicamente sino como a escondidas. [11] Los judíos le buscaban durante la fiesta y decían: ¿Dónde está ése? [12] Y había entre la gente muchos comentarios acerca de él. Unos decían: Es bueno. Otros, en cambio: No. Seduce a la gente. [13] Sin embargo, nadie hablaba abiertamente de él por miedo a los judíos.

[14] Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. [15] Los judíos quedaron admirados y comentaban: ¿Cómo sabe éste de letras sin haber estudiado? [16] Entonces Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado. [17] Si alguno quiere hacer su voluntad conocerá si mi doctrina es de Dios, o si yo hablo por mí mismo. [18] El que habla por sí mismo busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le envió, ése es veraz y no hay injusticia en él. [19] ¿Acaso no os dio Moisés la Ley? Sin embargo, ninguno de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué queréis matarme? [20] Respondió la multitud: Estás endemoniado; ¿quién te quiere matar? [21] Jesús les contestó: Yo hice una sola obra y todos os habéis extrañado. [22] Puesto que os dio Moisés la circuncisión `aunque no es de Moisés sino de los Patriarcas`, incluso en sábado circuncidáis a un hombre. [23] Si un hombre recibe la circuncisión en sábado para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿os indignáis contra mí porque he curado por completo a un hombre en sábado? [24] No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con recto juicio.

[25] Entonces, algunos de Jerusalén decían: ¿No es éste el que buscan para matarle? [26] Pues mirad cómo habla con toda libertad y nada le dicen. ¿Acaso habrán reconocido las autoridades que éste es el Cristo? [27] Sin embargo sabemos de dónde es éste, mientras que cuando venga el Cristo nadie conocerá de dónde es. [28] Jesús enseñando en el Templo clamó: Me conocéis y sabéis de dónde soy; en cambio, yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado, a quien vosotros no conocéis, es veraz. [29] Yo le conozco, porque de El vengo y El mismo me ha enviado. [30] Buscaban cómo detenerle, pero nadie le puso las manos encima porque aún no había llegado su hora.

[31] Muchos de la multitud creyeron en él y decían: Cuando venga el Cristo, ¿acaso hará más milagros que los que éste hace? [32] Al oír los fariseos que la multitud comentaba esto de él, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para prenderlo. [33] Entonces, Jesús les dijo: Aún estaré entre vosotros un poco de tiempo, luego me iré al que me ha enviado. [34] Me buscaréis y no me encontraréis, porque donde yo estoy vosotros no podéis venir. [35] Se dijeron los judíos: ¿Adónde se irá éste que no podamos encontrarle? ¿Se irá tal vez a los dispersos entre los griegos y enseñará a los griegos? [36] ¿Qué significan estas palabras que ha dicho: Me buscaréis y no me hallaréis, y donde yo estoy vosotros no podéis venir?

[37] En el último día, el más solemne de la fiesta, estaba allí Jesús y clamó: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba [38] quien cree en mí. Como dice la Escritura, brotarán de su seno ríos de agua viva. [39] Dijo esto del Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él, pues todavía no había sido dado el Espíritu, ya que Jesús aún no había sido glorificado.

[40] De entre la multitud que escuchaba estas palabras, unos decían: Este es verdaderamente el Profeta. [41] Otros: Este es el Cristo. En cambio, otros replicaban: ¿Acaso el Cristo viene de Galilea? [42] ¿No dice la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David y de la ciudad de Belén de donde era David? [43] Se produjo, pues, una disensión entre la multitud por su causa. [44] Algunos de ellos querían prenderle, pero nadie puso las manos sobre él.

[45] Volvieron los alguaciles a los príncipes de los sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: ¿Por qué no lo habéis traído? [46] Respondieron los alguaciles: Jamás habló así hombre alguno. [47] Les replicaron entonces los fariseos: ¿También vosotros habéis sido engañados? [48] ¿Acaso alguien de las autoridades o de los fariseos ha creído en él? [49] Pero esta gente, que desconoce la Ley, son unos malditos.

[50] Nicodemo, aquel que vino de noche a Jesús y que era uno de ellos, les dijo: [51] ¿Es que nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle oído antes y conocer lo que ha hecho? [52] Le respondieron: ¿También tú eres de Galilea? Investiga y te darás cuenta de que ningún profeta surge de Galilea. [53] Y se volvió cada uno a su casa.

Capítulo 8

[1] Jesús marchó al Monte de los Olivos. [2] De mañana volvió de nuevo al Templo, y todo el pueblo venía a él; se sentó y se puso a enseñarles.

[3] Los escribas y fariseos trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio, [4] le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. [5] Moisés en la Ley nos mandó lapidar a éstas; ¿tú qué dices? [6] Esto lo decían tentándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en la tierra.

[7] Como ellos insistieran en preguntarle, se incorporó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado que tire la piedra el primero. [8] E inclinándose de nuevo, seguía escribiendo en la tierra. [9] Al oírle, se iban marchando uno tras otro, comenzando por los más viejos, y quedó solo Jesús y la mujer, de pie, en medio. [10] Jesús se incorporó y le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? [11] Ella respondió: Ninguno, Señor. Díjole Jesús: Tampoco yo te condeno; vete y desde ahora no peques más.

[12] De nuevo les dijo Jesús: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. [13] Le dijeron entonces los fariseos: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es válido. [14] Jesús les respondió: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido porque sé de dónde vengo y adónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. [15] Vosotros juzgáis según la carne, yo no juzgo a nadie; [16] y si yo juzgo, mi juicio es verdadero porque no estoy solo, sino yo y el Padre que me ha enviado. [17] En vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. [18] Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre, que me ha enviado, también da testimonio de mí. [19] Entonces le decían: ¿Dónde está tu Padre? Jesús respondió: Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí conoceríais también a mi Padre.

[20] Estas palabras las dijo Jesús en el gazofilacio, enseñando en el Templo; y nadie le prendió porque aún no había llegado su hora.

[21] Jesús les dijo de nuevo: Yo me voy y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado; a donde yo voy vosotros no podéis venir. [22] Los judíos decían: ¿Es que se va a matar y por eso dice: A donde yo voy vosotros no podéis venir? [23] Y les decía: Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo. [24] Os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados.

[25] Entonces le decían: ¿Tú quién eres? Jesús les respondió: Ante todo, lo que os estoy diciendo. [26] Tengo muchas cosas que hablar y juzgar de vosotros, pero el que me ha enviado es veraz, y yo, lo que le he oído, eso hablo al mundo. [27] Ellos no entendieron que les hablaba del Padre. [28] Díjoles, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que como el Padre me enseñó así hablo. [29] Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada. [30] Al decir estas cosas, muchos creyeron en él.

[31] Decía Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permanecéis en mi palabra, sois en verdad discípulos míos, [32] conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. [33] Le respondieron: Somos linaje de Abrahán y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres? [34] Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado, esclavo es del pecado. [35] El esclavo no queda en casa para siempre; mientras que el hijo queda para siempre; [36] pues, si el Hijo os librase, seréis verdaderamente libres. [37] Yo sé que sois linaje de Abrahán y, sin embargo, buscáis darme muerte porque mi palabra no tiene cabida en vosotros.

[38] Yo hablo lo que vi en mi Padre, y vosotros hacéis lo que oísteis a vuestro padre. [39] Le respondieron: Nuestro padre es Abrahán. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abrahán haríais las obras de Abrahán. [40] Pero ahora queréis matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios; Abrahán no hizo esto. [41] Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Le respondieron: Nosotros no hemos nacido de fornicación; tenemos un solo padre que es Dios. [42] Jesús les dijo: Si Dios fuese vuestro padre, me amaríais; pues yo he salido de Dios y he venido. Yo no he salido de mí mismo sino que El me ha enviado. [43] ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra. [44] Vosotros tenéis por padre al diablo y queréis cumplir las apetencias de vuestro padre; él era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla la mentira, de lo suyo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira. [45] Sin embargo, a mí, que digo la verdad, no me creéis. [46] ¿Quién de vosotros me argüirá de pecado? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? [47] El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios.

[48] Los judíos le respondieron: ¿No decimos bien que tú eres samaritano y estás endemoniado? [49] Jesús respondió: Yo no estoy endemoniado, sino que honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis a mí. [50] Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. [51] En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi palabra jamás verá la muerte. [52] Los judíos le dijeron: Ahora conocemos que estás endemoniado. Abrahán murió y también los profetas, y tú dices: Si alguno guarda mi palabra, jamás gustará la muerte. [53] ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes tú? [54] Jesús respondió: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada vale. Mi Padre es el que me glorifica, el que decís que es vuestro Dios, [55] y no lo conocéis; yo, sin embargo, lo conozco. Y si dijera que no lo conozco sería mentiroso como vosotros, pero lo conozco y guardo su palabra. [56] Abrahán vuestro padre se regocijó por ver mi día; lo vio y se alegró. [57] Los judíos le dijeron: ¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán? [58] Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán naciese, yo soy. [59] Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se escondió y salió del Templo.

Capítulo 9

[1] Y al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. [2] Y le preguntaron sus discípulos: Rabbí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego? [3] Respondió Jesús: Ni pecó éste ni sus padres, sino que eso ha ocurrido para que las obras de Dios se manifiesten en él. [4] Es necesario que nosotros hagamos las obras del que me ha enviado mientras es de día, pues llega la noche cuando nadie puede trabajar. [5] Mientras estoy en el mundo soy luz del mundo.

[6] Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, aplicó el lodo en sus ojos [7] y le dijo: Anda, lávate en la piscina de Siloé `que significa Enviado`. Fue, pues, se lavó y volvió con vista. [8] Los vecinos y los que le habían visto antes cuando era mendigo decían: ¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna? [9] Unos decían: Es él. Otros en cambio: De ningún modo, sino que se le parece. El decía: Soy yo. [10] Entonces le preguntaban: ¿Cómo se te abrieron los ojos? [11] El respondió: Ese hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: Ve a Siloé y lávate. Entonces fui, me lavé y comencé a ver. [12] Le dijeron: ¿Dónde está ése? El respondió: No lo sé.

[13] Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. [14] Era sábado el día en que Jesús hizo el lodo y le abrió los ojos. [15] Y le preguntaban de nuevo los fariseos cómo había comenzado a ver. El les respondió: Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo. [16] Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no es de Dios, ya que no guarda el sábado. Pero otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales prodigios? Y había división entre ellos. [17] Dijeron, pues, otra vez al ciego: ¿Tú qué dices de él, puesto que te ha abierto los ojos? Respondió: Que es un profeta. [18] No creyeron los judíos que aquel hombre habiendo sido ciego hubiera llegado a ver, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, [19] y les preguntaron: ¿Es éste vuestro hijo que decís ha nacido ciego? ¿Entonces cómo es que ahora ve? [20] Respondieron sus padres: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; [21] pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; o quién le abrió los ojos, nosotros no lo sabemos. Preguntadle a él, que edad tiene, él dará razón de sí mismo. [22] Sus padres dijeron esto porque temían a los judíos, pues ya habían acordado que si alguien confesaba que él era el Cristo fuese expulsado de la sinagoga. [23] Por eso sus padres dijeron: Edad tiene, preguntadle a él.

[24] Llamaron, pues, por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. [25] El les contestó: Si es un pecador yo no lo sé. Sólo sé una cosa: que yo era ciego y ahora veo. [26] Entonces le dijeron: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? [27] Les respondió: Ya os lo dije y no lo escuchasteis, ¿por qué lo queréis oír de nuevo? ¿Es que también vosotros queréis haceros discípulos suyos? [28] Ellos le insultaron y le dijeron: Tú serás discípulo suyo; nosotros somos discípulos de Moisés. [29] Sabemos que Dios habló a Moisés, pero ése no sabemos de dónde es. [30] Aquel hombre les respondió: Esto es precisamente lo admirable, que vosotros no sepáis de dónde es y que me abriera los ojos. [31] Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que si uno honra a Dios y hace su voluntad, a éste le escucha. [32] Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. [33] Si ése no fuera de Dios no hubiera podido hacer nada. [34] Ellos le respondieron: Has nacido empecatado y ¿nos vas a enseñar tú a nosotros? Y lo echaron fuera.

[35] Oyó Jesús que lo habían echado fuera, y encontrándose con él le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del Hombre? [36] El respondió: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? [37] Le dijo Jesús: Lo has visto; el que habla contigo, ése es. [38] Y él exclamó: Creo, Señor. Y se postró ante él. [39] Dijo Jesús: Yo he venido a este mundo para un juicio, para que los que no ven vean, y los que ven se vuelvan ciegos.

[40] Oyeron esto algunos de los fariseos que estaban con él y le dijeron: ¿Acaso nosotros también somos ciegos? [41] Les dijo Jesús: Si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora decís: Vemos; por eso vuestro pecado permanece.

Capítulo 10

[1] En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es un ladrón y un salteador. [2] Pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. [3] A éste le abre el portero y las ovejas atienden a su voz, llama a sus propias ovejas por su nombre y las saca fuera. [4] Cuando ha sacado fuera a todas sus ovejas, camina delante de ellas y las ovejas le siguen porque conocen su voz. [5] Pero a un extraño no le seguirán, sino que huirán de él porque no conocen la voz de los extraños. [6] Jesús les propuso esta comparación, pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

[7] Entonces dijo de nuevo Jesús: En verdad, en verdad os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. [8] Todos cuantos han venido antes que yo son ladrones y salteadores, pero las ovejas no les escucharon. [9] Yo soy la puerta; si alguno entra a través de mí, se salvará; y entrará y saldrá y encontrará pastos. [10] El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia.

[11] Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas. [12] El asalariado, el que no es pastor dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye `y el lobo las arrebata y las dispersa`, [13] porque es asalariado y no le importan las ovejas. [14] Yo soy el buen pastor, conozco las mías y las mías me conocen. [15] Como el Padre me conoce a mí, así yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas. [16] Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño, con un solo pastor. [17] Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida para tomarla de nuevo. [18] Nadie me la quita, sino que yo la doy libremente. Tengo poder para darla y tengo poder para tomarla de nuevo. Este es el mandato que he recibido de mi Padre.

[19] Se produjo de nuevo una disensión entre los judíos a causa de estas palabras. [20] Muchos de ellos decían: Está endemoniado y loco, ¿por qué le escucháis? [21] Otros decían: Estas palabras no son de quien está endemoniado. ¿Acaso puede un demonio abrir los ojos de los ciegos?

[22] Se celebraba por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. [23] Paseaba Jesús por el Templo, en el pórtico de Salomón. [24] Entonces le rodearon los judíos y le decían: ¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. [25] Les respondió Jesús: Os lo he dicho y no lo creéis; las obras que hago en nombre de mi Padre, éstas dan testimonio de mí. [26] Pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. [27] Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen. [28] Yo les doy vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano. [29] Mi Padre que me las dio, es mayor que todos; y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. [30] Yo y el Padre somos uno.

[31] Los judíos cogieron de nuevo piedras para lapidarle. [32] Jesús les replicó: Os he mostrado muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por cuál de estas obras queréis lapidarme? [33] Le respondieron los judíos: No queremos lapidarte por obra buena alguna sino por blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios. [34] Jesús les contestó: ¿No está escrito en vuestra Ley: Yo dije: sois dioses? [35] Si llamó dioses a aquellos a quienes se dirigió la palabra de Dios, y la Escritura no puede fallar, [36] ¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, decís vosotros que blasfema porque dije que soy Hijo de Dios? [37] Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; [38] pero si las hago, creed en las obras, aunque no me creáis a mí, para que conozcáis y sepáis que el Padre está en mí y yo en el Padre.

[39] Intentaban entonces prenderlo otra vez, pero se esCAP. ó de sus manos. [40] Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba al principio, y allí se quedó. [41] Y muchos acudieron a él y decían: Juan no hizo ningún milagro, pero todo lo que dijo Juan acerca de él era verdad. [42] Y muchos allí creyeron en él.

Capítulo 11

[1] Había un enfermo llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. [2] María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro había enfermado. [3] Entonces las hermanas le enviaron este recado: Señor, mira, aquel a quien amas está enfermo. [4] Al oírlo, dijo Jesús: Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, a fin de que por ella sea glorificado el Hijo de Dios.

[5] Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. [6] Cuando oyó que estaba enfermo, se quedó aún dos días en el mismo lugar. [7] Después, pasados éstos, dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea. [8] Le dijeron los discípulos: Rabbí, hace poco te buscaban los judíos para lapidarte, y ¿vas a volver allí? [9] Respondió Jesús: ¿Acaso no son doce las horas del día? Si alguien camina de día no tropieza porque ve la luz de este mundo; [10] pero si alguien camina de noche tropieza porque no tiene luz. [11] Dicho esto, añadió: Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero voy a despertarle. [12] Le dijeron entonces sus discípulos: Señor, si está dormido se salvará. [13] Jesús había hablado de su muerte, pero ellos pensaron que hablaba del sueño natural. [14] Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto, [15] y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vayamos a donde está él. [16] Tomás, llamado también Dídimo, dijo a sus compañeros: Vayamos también nosotros y muramos con él.

[17] Jesús, al llegar, encontró que estaba sepultado ya desde hacía cuatro días. [18] Betania distaba de Jerusalén como quince estadios. [19] Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para consolarlas por su hermano.

[20] En cuanto Marta oyó que Jesús venía, salió a recibirle; María, en cambio, se quedó sentada en casa. [21] Dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano, [22] pero incluso ahora sé que cuanto pidieres a Dios, Dios te lo concederá. [23] Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. [24] Marta le respondió: Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día. [25] Le dijo Jesús: Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá, [26] y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto? [27] Le contestó: Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido a este mundo.

[28] Y dicho esto fue y llamó a su hermana María diciéndole en voz baja: El Maestro está aquí y te llama. [29] Cuando ésta lo oyó, se levantó en seguida y fue hacia él. [30] Todavía no había llegado Jesús a la aldea, sino que estaba aún en el lugar en que Marta le había salido al encuentro. [31] Los judíos que estaban con ella en la casa y la consolaban, al ver que María se levantó de repente y se marchó, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar allí. [32] Entonces María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle se postró a sus pies y le dijo: Señor, si hubieses estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. [33] Jesús, cuando la vio llorando y que los judíos que la acompañaban también lloraban, se estremeció en su interior, se conmovió [34] y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Le contestaron: Señor, ven y lo verás. [35] Jesús comenzó a llorar. [36] Decían entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. [37] Pero algunos de ellos dijeron: Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber impedido que muriese?

[38] Jesús, conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro. Era una cueva tapada con una piedra. [39] Jesús dijo: Quitad la piedra. Marta, la hermana del difunto, le dijo: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. [40] Le dijo Jesús: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? [41] Quitaron entonces la piedra. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado. [42] Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la multitud que está alrededor, para que crean que Tú me enviaste. [43] Y después de decir esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, sal afuera! [44] Y el que estaba muerto salió atado de pies y manos con vendas, y el rostro envuelto con un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle andar. [45] Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que hizo Jesús, creyeron en él.

[46] Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. [47] Entonces los pontífices y los fariseos convocaron el Sanedrín y decían: ¿Qué hacemos, puesto que este hombre realiza muchos milagros? [48] Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación.

[49] Uno de ellos, Caifás, que era Sumo Pontífice aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada, [50] ni os dais cuenta de que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca toda la nación. [51] Pero esto no lo decía por sí mismo, sino que, siendo Sumo Pontífice aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación; [52] y no sólo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos. [53] Así, desde aquel día decidieron darle muerte. [54] Entonces Jesús ya no andaba en público entre los judíos, sino que se marchó de allí a una región cercana al desierto, a la ciudad llamada Efraín, donde se quedó con sus discípulos.

[55] Estaba próxima la Pascua de los judíos, y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse. [56] Los que estaban en el Templo buscaban a Jesús, y se decían unos a otros: ¿Qué os parece, acaso vendrá a la fiesta? [57] Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que si alguien sabía dónde estaba, lo denunciase, con el fin de prenderlo.

Capítulo 12

[1] Jesús, seis días antes de la Pascua, fue a Betania, donde vivía Lázaro, al que Jesús resucitó de entre los muertos. [2] Allí le prepararon una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con él.

[3] María, tomando una libra de perfume muy caro, de nardo puro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume. [4] Dijo entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregarle: [5] ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres? [6] Pero esto lo dijo no porque él se preocupara de los pobres, sino porque era ladrón, y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. [7] Entonces dijo Jesús: Dejadle que lo emplee para el día de mi sepultura; [8] pues a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.

[9] Una gran multitud de judíos se enteró de que estaba allí, y fueron no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro al que había resucitado de entre los muertos. [10] Los príncipes de los sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, [11] porque muchos, por su causa, se apartaban de los judíos y creían en Jesús.

[12] Al día siguiente las muchedumbres que iban a la fiesta, oyendo que Jesús se acercaba a Jerusalén, [13] tomaron ramos de palmas, salieron a su encuentro y gritaban: Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. [14] Jesús encontró un borriquillo y se montó sobre él, conforme a lo que está escrito: [15] No temas, hija de Sión. Mira a tu rey, que llega montado en un pollino de asna.

[16] Sus discípulos no comprendieron esto de momento, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces recordaron que estas cosas estaban escritas acerca de él, y que fueron precisamente las que le hicieron.

[17] La multitud que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos, daba testimonio. [18] Por eso las muchedumbres le salieron al encuentro, porque oyeron que Jesús había hecho este milagro. [19] Entonces los fariseos se dijeron unos a otros: Ya veis que no adelantáis nada; mirad cómo todo el mundo se ha ido tras él.

[20] Entre los que subieron a adorar a Dios en la fiesta había algunos griegos; [21] éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaban diciendo: Señor, queremos ver a Jesús. [22] Fue Felipe y se lo dijo a Andrés, y Andrés y Felipe fueron y se lo dijeron a Jesús. [23] Jesús les contestó: Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. [24] En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. [25] El que ama su vida la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna. [26] Si alguien me sirve que me siga, y donde yo estoy allí estará también mi servidor; si alguien me sirve, el Padre le honrará.

[27] Ahora mi alma está turbada; y ¿qué diré?: ¿Padre, líbrame de esta hora?, si para eso vine a esta hora. [28] ¡Padre, glorifica tu nombre! Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré.

[29] La multitud que estaba presente y la oyó, decía: Ha sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado. [30] Jesús respondió: Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. [31] Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo va a ser arrojado fuera. [32] Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. [33] Decía esto señalando de qué muerte iba a morir. [34] La multitud le replicó: Nosotros hemos oído en la Ley que el Cristo permanece para siempre; entonces, ¿cómo dices tú: Es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre? ¿Quién es este Hijo del Hombre? [35] Jesús les dijo: Todavía por un poco de tiempo está la luz entre vosotros. Caminad mientras tenéis la luz, para que las tinieblas no os sorprendan; pues el que camina en tinieblas no sabe a dónde va. [36] Mientras tenéis la luz, creed en la luz para que seáis hijos de la luz. Jesús les dijo estas cosas, se marchó y se ocultó de ellos.

[37] Aunque había hecho Jesús tantos milagros delante de ellos, no creían en él, [38] de modo que se cumplieran las palabras que dijo el profeta Isaías: Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?; y el brazo del Señor, ¿a quién ha sido revelado? [39] Por eso no podían creer, porque también dijo Isaías: [40] Ha cegado sus ojos y ha endurecido su corazón, de modo que no vean con los ojos, ni entiendan con el corazón, ni se conviertan, y los sane.

[41] Esto dijo Isaías cuando vio su gloria y habló acerca de él. [42] Sin embargo, incluso muchos de los judíos principales creyeron en él, pero a causa de los fariseos no le confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga, [43] pues amaron más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.

[44] Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado; [45] y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. [46] Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. [47] Y si alguien escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, ya que no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. [48] Quien me desprecia y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ésa le juzgará en el último día. [49] Porque yo no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, El me ha ordenado lo que he de decir y hablar. [50] Y sé que su mandato es vida eterna; por tanto, lo que yo hablo, según me lo ha dicho el Padre, así lo hablo.

Capítulo 13

[1] La víspera de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, como amase a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. [2] Y mientras celebraban la cena, cuando el diablo ya había sugerido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que lo entregara, [3] sabiendo Jesús que todo lo había puesto el Padre en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, [4] se levantó de la cena, se quito el manto, tomó una toalla y se la ciñó. [5] Después echó agua en una jofaina, y empezó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.

[6] Llegó a Simón Pedro y éste le dijo: Señor, ¿tú me vas a lavar a mí los pies? [7] Respondió Jesús: Lo que yo hago no lo entiendes ahora, lo comprenderás después. [8] Le dice Pedro: No me lavarás los pies jamás. Le respondió Jesús: Si no te lavo, no tendrás parte conmigo. [9] Simón Pedro le replicó: Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza. [10] Jesús le dice: El que se ha bañado no tiene necesidad de lavarse más que los pies, pues todo él está limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos. [11] Porque sabía quién le iba a entregar, por eso dijo: No todos estáis limpios.

[12] Después de lavarles los pies tomó el manto, se puso de nuevo a la mesa, y les dijo: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? [13] Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. [14] Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. [15] Os he dado ejemplo para que como yo he hecho con vosotros, así hagáis vosotros. [16] En verdad, en verdad os digo: no es el siervo más que su señor, ni el enviado más que quien le envió. [17] Si comprendéis esto y lo hacéis seréis bienaventurados. [18] No lo digo por todos vosotros: yo sé a quiénes elegí; sino para que se cumpla la Escritura: El que come mi pan levantó contra mí su calcañar. [19] Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que cuando ocurra creáis que yo soy. [20] En verdad, en verdad os digo: quien recibe al que yo envíe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe al que me ha enviado.

[21] Cuando dijo esto Jesús se turbó en su espíritu, y declaró: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará. [22] Los discípulos se miraban unos a otros no sabiendo a quién se refería. [23] Estaba recostado en el pecho de Jesús uno de los discípulos, el que Jesús amaba. [24] Simón Pedro le hizo señas y le dijo: Pregúntale de quién habla. [25] El, que estaba recostado sobre el pecho de Jesús, le dice: Señor, ¿quién es? [26] Jesús responde: Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar. Mojando, pues, el bocado, lo toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. [27] Entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Y Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo pronto. [28] Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió con qué fin le dijo esto, [29] pues algunos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta, o da algo a los pobres. [30] Aquél, después de tomar el bocado, salió enseguida. Era de noche.

[31] Cuando salió, Jesús dijo: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. [32] Si Dios es glorificado en él, también Dios le glorificará a él en sí mismo, y pronto le glorificará.

[33] Hijitos, todavía estoy un poco con vosotros. Me buscaréis y como dije a los judíos: a donde yo voy, vosotros no podéis venir; lo mismo os digo ahora a vosotros. [34] Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. [35] En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor entre vosotros.

[36] Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿adónde vas? Jesús respondió: A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, me seguirás más tarde. [37] Pedro le dijo: Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti. [38] Respondió Jesús: ¿Tú darás la vida por mí? En verdad, en verdad te digo que no cantará el gallo antes de que me niegues tres veces.

Capítulo 14

[1] No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. [2] En la casa de mi Padre hay muchas moradas, si no, os lo hubiera dicho, porque voy a prepararos un lugar; [3] y cuando haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros; [4] a donde yo voy, sabéis el camino. [5] Tomás le dijo: Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino? [6] Le respondió Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre sino por mí. [7] Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto. [8] Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. [9] Jesús le contestó: Felipe, ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no me has conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: Muéstranos al Padre? [10] ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mí mismo. El Padre, que está en mí, realiza sus obras. [11] Creedme: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas. [12] En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas porque yo voy al Padre. [13] Y lo que pidáis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. [14] Si me pidiereis algo en mi nombre, yo lo haré.

[15] Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; [16] y yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre: [17] el Espíritu de la verdad, al que el mundo no puede recibir porque no le ve ni le conoce; vosotros le conocéis porque permanece a vuestro lado y está en vosotros. [18] No os dejaré huérfanos, yo volveré a vosotros. [19] Todavía un poco y el mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis porque yo vivo y también vosotros viviréis. [20] En aquel día conoceréis que yo estoy en el Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. [21] El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo le amaré y yo mismo me manifestaré a él.

[22] Judas, no el Iscariote, le dijo: Señor, ¿y qué ha pasado para que tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo? [23] Jesús contestó y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él. [24] El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que escucháis no es mía sino del Padre que me ha enviado. [25] Os he hablado de todo esto estando con vosotros; [26] pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho.

[27] La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. [28] Habéis escuchado que os he dicho: Me voy y vuelvo a vosotros. Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. [29] Os lo he dicho ahora antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. [30] Ya no hablaré mucho con vosotros, pues viene el príncipe del mundo; contra mí no puede nada, [31] pero el mundo debe conocer que amo al Padre y que obro tal como me ordenó. ¡Levantaos, vámonos de aquí!

Capítulo 15

[1] Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. [2] Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. [3] Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. [4] Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. [5] Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. [6] Si alguno no permanece en mí es echado fuera como los sarmientos y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. [7] Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá. [8] En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos.

[9] Como el Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor. [10] Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. [11] Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea completo. [12] Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. [13] Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos. [14] Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. [15] Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros, en cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer. [16] No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. [17] Esto os mando, que os améis los unos a los otros.

[18] Si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí. [19] Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. [20] Acordaos de la palabra que os he dicho: no es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán. Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra. [21] Pero os harán todas estas cosas a causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. [22] Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado.

[23] El que me odia a mí, también odia a mi Padre. [24] Si no hubiera hecho ante ellos las obras que ningún otro hizo, no tendrían pecado; sin embargo, ahora las han visto y me han odiado a mí, y también a mi Padre. [25] Pero había de cumplirse la palabra que estaba escrita en su Ley: Me odiaron sin motivo.

[26] Cuando venga el Paráclito que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí. [27] También vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.

Capítulo 16

[1] Os he dicho estas cosas para que no os escandalicéis. [2] Seréis expulsados de las sinagogas; aún más, llega la hora en que todo el que os dé muerte pensará que hace un servicio a Dios. [3] Y esto os lo harán porque no han conocido a mi Padre ni a mí. [4] Pero os he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora os acordéis de que ya os las había anunciado. No os las dije al principio porque estaba con vosotros. [5] Ahora voy a quien me envió y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? [6] Pero porque os he dicho esto, vuestro corazón se ha llenado de tristeza; [7] mas yo os digo la verdad: os conviene que me vaya, pues si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros. En cambio, si yo me voy os lo enviaré. [8] Y cuando venga El, argüirá al mundo de pecado, de justicia y de juicio: [9] de pecado, porque no creen en mí; [10] de justicia, porque me voy al Padre y ya no me veréis; [11] de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está juzgado.

[12] Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero no podéis sobrellevarlas ahora. [13] Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, os guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir. [14] El me glorificará porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. [15] Todo lo que tiene el Padre es mío. Por esto dije que recibe de lo mío y os lo anunciará.

[16] Dentro de un poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver. [17] Sus discípulos se decían unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Dentro de un poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver, y que voy al Padre? [18] Decían pues: ¿Qué es esto que dice: Dentro de un poco? No sabemos lo que dice. [19] Conoció Jesús que querían preguntarle y les dijo: Intentáis averiguar entre vosotros acerca de lo que he dicho: dentro de un poco no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver. [20] En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, en cambio el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. [21] La mujer, cuando va a dar a luz, está triste porque llegó su hora, pero una vez que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la tribulación por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. [22] Así pues, también vosotros ahora os entristecéis, pero os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. [23] En aquel día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: si algo pedís al Padre en mi nombre, os lo concederá. [24] Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo.

[25] Os he dicho estas cosas por medio de comparaciones. Llega la hora en que ya no os hablaré por comparaciones, sino que abiertamente os anunciaré las cosas acerca del Padre. [26] Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, [27] pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios. [28] Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y voy al Padre. [29] Dicen sus discípulos: Ahora sí que hablas con claridad y no usas ninguna comparación; [30] ahora vemos que lo sabes todo, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios. [31] Jesús les dijo: ¿Ahora creéis? [32] Mirad que llega la hora, y ya llegó, en que os dispersaréis cada uno por su lado, y me dejaréis solo, aunque no estoy solo porque el Padre está conmigo. [33] Os he dicho esto para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación, pero confiad: yo he vencido al mundo.

Capítulo 17

[1] Jesús, dicho esto, elevó sus ojos al cielo y exclamó: Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique; [2] ya que le diste poder sobre toda carne, que él dé vida eterna a todos los que Tú le has dado. [3] Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien Tú has enviado. [4] Yo te he glorificado en la tierra: he terminado la obra que Tú me has encomendado que hiciera. [5] Ahora, Padre, glorifícame Tú a tu lado con la gloria que tuve junto a Ti antes de que el mundo existiera.

[6] He manifestado tu nombre a los que me diste del mundo. Tuyos eran, me los confiaste y han guardado tu palabra. [7] Ahora han conocido que todo lo que me has dado proviene de Ti, [8] porque las palabras que me diste se las he dado, y ellos las han recibido y han conocido verdaderamente que yo salí de Ti, y han creído que Tú me enviaste. [9] Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo sino por los que me has dado, porque son tuyos. [10] Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío, y he sido glorificado en ellos.

[11] Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo y yo voy a Ti. Padre Santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros. [12] Cuando estaba con ellos yo los guardaba en tu nombre. He guardado a los que me diste y ninguno de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. [13] Pero ahora voy a Ti y digo estas cosas en el mundo, para que tengan mi gozo completo en sí mismos.

[14] Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo como yo no soy del mundo. [15] No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno. [16] No son del mundo como yo no soy del mundo. [17] Santifícalos en la verdad: tu palabra es la verdad. [18] Como Tú me enviaste al mundo, así los he enviado yo al mundo. [19] Por ellos yo me santifico, para que también ellos sean santificados en la verdad.

[20] No ruego sólo por éstos, sino por los que han de creer en mí por su palabra: [21] que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado. [22] Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. [23] Yo en ellos y Tú en mí, para que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que Tú me has enviado y los has amado como me amaste a mí. [24] Padre, quiero que donde yo estoy también estén conmigo los que Tú me has confiado, para que vean mi gloria, la que me has dado porque me amaste antes de la creación del mundo. [25] Padre justo, el mundo no te conoció; pero yo te conocí, y éstos han conocido que Tú me enviaste. [26] Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos y yo en ellos.

Capítulo 18

[1] Dicho esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entró él con sus discípulos. [2] Judas, el que le había de entregar, conocía el lugar, porque Jesús se reunía frecuentemente allí con sus discípulos. [3] Entonces Judas, tomando la cohorte y los servidores de los pontífices y de los fariseos, vino allí con linternas, antorchas y armas.

[4] Jesús, sabiendo todo lo que le iba a ocurrir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? [5] Le respondieron: A Jesús el Nazareno. Jesús les contestó: Yo soy. Judas, el que le había de entregar, estaba con ellos. [6] Cuando les dijo «yo soy», retrocedieron y cayeron por tierra. [7] Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscáis? Ellos respondieron: A Jesús el Nazareno. [8] Jesús contestó: Os he dicho que yo soy; si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos. [9] Así se cumplió la palabra que había dicho: No he perdido ninguno de los que me diste.

[10] Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó, golpeó a un siervo del Pontífice y le cortó la oreja derecha. El nombre del siervo era Malco. [11] Jesús dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina. ¿Acaso no voy a beber el cáliz que el Padre me ha dado?

[12] Entonces la cohorte, el tribuno y los servidores de los judíos prendieron a Jesús y le ataron.

[13] Y le condujeron primero ante Anás, pues era suegro de Caifás, Sumo Pontífice aquel año. [14] Caifás fue el que había aconsejado a los judíos: Conviene que un hombre muera por el pueblo.

[15] Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del Sumo Pontífice y entró con Jesús en el atrio del Sumo Pontífice. [16] Pedro, sin embargo, estaba fuera a la puerta. Salió entonces el otro discípulo que era conocido del Sumo Pontífice, habló a la portera e introdujo a Pedro. [17] La muchacha portera dijo a Pedro: ¿No eres también tú de los discípulos de este hombre? El respondió: No lo soy. [18] Estaban allí los servidores y criados, que habían hecho fuego, pues hacía frío, y se calentaban. Pedro también estaba con ellos calentándose.

[19] El Sumo Pontífice interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. [20] Jesús le respondió: Yo he hablado abiertamente al mundo, he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde todos los judíos se reúnen, y no he dicho nada en secreto. [21] ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me oyeron de qué les he hablado: ellos saben lo que he dicho. [22] Al decir esto, uno de los servidores que estaba allí dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al Pontífice? [23] Jesús le contestó: Si he hablado mal, declara ese mal; pero si bien, ¿por qué me pegas? [24] Entonces Anás le envió atado a Caifás, el Sumo Pontífice.

[25] Simón Pedro estaba calentándose y le dijeron: ¿No eres tú también de sus discípulos? El lo negó y dijo: No lo soy. [26] Uno de los criados del Sumo Pontífice, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: ¿Acaso no te vi yo en el huerto con él? [27] Pedro negó de nuevo, e inmediatamente cantó el gallo.

[28] Condujeron a Jesús de Caifás al pretorio. Era muy de mañana. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua. [29] Entonces Pilato salió fuera donde estaban ellos, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? [30] Le respondieron: Si éste no fuera malhechor no te lo hubiéramos entregado. [31] Les dijo Pilato: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Los judíos le respondieron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie. [32] Así se cumplía la palabra que Jesús había dicho al señalar de qué muerte había de morir.

[33] Pilato entró de nuevo en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? [34] Jesús contestó: ¿Dices esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? [35] Pilato respondió: ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los pontífices te han entregado a mí: ¿qué has hecho? [36] Jesús respondió: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. [37] Pilato le dijo: ¿Luego, tú eres Rey? Jesús contestó: Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz. [38] Pilato le dijo: ¿Qué es la verdad? Dicho esto, se dirigió de nuevo a los judíos y les dijo: Yo no encuentro en él ninguna culpa. [39] Hay entre vosotros la costumbre de que os suelte uno por la Pascua, ¿queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? [40] Entonces gritaron de nuevo: A éste no, a Barrabás. Barrabás era un ladrón.

Capítulo 19

[1] Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. [2] Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y lo vistieron con un manto de púrpura. [3] Y se acercaban a él y le decían: Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas.

[4] Pilato salió de nuevo fuera y les dijo: He aquí que os lo saco fuera para que sepáis que no encuentro en él culpa alguna. [5] Jesús, pues, salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: He aquí al hombre. [6] Cuando le vieron los pontífices y los servidores, gritaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Pilato les respondió: Tomadlo vosotros y crucificadlo pues yo no encuentro culpa en él. [7] Los judíos contestaron: Nosotros tenemos una Ley, y según la Ley debe morir porque se ha hecho Hijo de Dios.

[8] Cuando oyó Pilato estas palabras temió más. [9] Y entró de nuevo en el pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta alguna. [10] Pilato le dijo: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte? [11] Jesús respondió: No tendrías poder alguno contra mí, si no se te hubiera dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado. [12] Desde entonces Pilato buscaba cómo soltarlo. Pero los judíos gritaban diciendo: Si sueltas a ése no eres amigo del César, pues todo el que se hace rey va contra el César.

[13] Pilato, al oír estas palabras, sacó fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Litóstrotos, en hebreo Gabbatá. [14] Era la Parasceve de la Pascua, hacia la hora sexta, y dijo a los judíos: He ahí a vuestro Rey. [15] Pero ellos gritaron: Fuera, fuera, crucifícalo. Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey voy a crucificar? Los pontífices respondieron: No tenemos más rey que el César. [16] Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús; [17] y él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la Calavera, en hebreo Gólgota, [18] donde le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y en el centro Jesús. [19] Pilato escribió el título y lo puso sobre la cruz. Estaba escrito: Jesús Nazareno, el Rey de los judíos. [20] Muchos de los judíos leyeron este título, pues el lugar donde Jesús fue crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. [21] Los pontífices de los judíos decían a Pilato: No escribas el Rey de los judíos, sino que él dijo: Yo soy Rey de los judíos. [22] Pilato contestó: Lo que he escrito, escrito está.

[23] Los soldados, después de crucificar a Jesús, tomaron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y aparte la túnica; pues la túnica no tenía costuras, estaba toda ella tejida de arriba abajo. [24] Se dijeron entonces entre sí: No la rasguemos, sino echémosla a suerte a ver a quién le toca. Para que se cumpliera la Escritura que dice: Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica. Y así lo hicieron los soldados.

[25] Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. [26] Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. [27] Después dice al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.

[28] Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed. [29] Había allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. [30] Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: Todo está consumado. E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

[31] Como era la Parasceve, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, pues aquel sábado era un día grande, los judíos rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitasen. [32] Vinieron los soldados y quebraron las piernas al primero y al otro que había sido crucificado con él. [33] Pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, [34] sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante brotó sangre y agua. [35] El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad para que también vosotros creáis. [36] Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: No le quebrantarán ni un hueso. [37] Y también otro pasaje de la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

[38] Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque ocultamente por temor a los judíos, rogó a Pilato que le dejara retirar el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo permitió. Vino, pues, y retiró su cuerpo. [39] Nicodemo, el que había ido antes a Jesús de noche, vino también trayendo una mezcla de mirra y áloe, como de cien libras. [40] Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con los aromas, como es costumbre dar sepultura entre los judíos. [41] En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no había sido sepultado nadie. [42] Como era la Parasceve de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Capítulo 20

[1] El día siguiente al sábado, al amanecer, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio quitada la piedra del sepulcro; [2] entonces echó a correr, fue a Simón Pedro y al otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto. [3] Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro.

[4] Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. [5] Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró. [6] Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, [7] y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. [8] Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó. [9] No entendían aún la Escritura según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. [10] Los discípulos se volvieron de nuevo a casa.

[11] María estaba fuera llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, [12] y vio a dos ángeles de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. [13] Ellos dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les respondió: Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.

[14] Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. [15] Le dijo Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré. [16] Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, exclamó en hebreo: ¡Rabbuni!, que quiere decir Maestro. [17] Jesús le dijo: Suéltame, que aún no he subido a mi Padre; pero vete a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. [18] Fue María Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y me ha dicho estas cosas.

[19] Al atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, estando cerradas las puertas del lugar donde se habían reunido los discípulos por miedo a los judíos, vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. [20] Y dicho esto les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor se alegraron los discípulos. [21] Les dijo de nuevo: La paz sea con vosotros. Como el Padre me envió así os envío yo. [22] Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; [23] a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos.

[24] Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. [25] Los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les respondió: Si no veo la señal de los clavos en sus manos, y no meto mi dedo en esa señal de los clavos y mi mano en su costado, no creeré.

[26] A los ocho días, estaban de nuevo dentro sus discípulos y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, vino Jesús, se presentó en medio y dijo: La paz sea con vosotros. [27] Después dijo a Tomás: Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. [28] Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! [29] Jesús contestó: Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin haber visto han creído.

[30] Muchos otros milagros hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no han sido escritos en este libro. [31] Estos, sin embargo, han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Capítulo 21

[1] Después se apareció de nuevo Jesús a sus discípulos junto al mar de Tiberíades. Se apareció así: [2] estaban juntos Simón Pedro y Tomás, llamado Dídimo, Natanael, que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. [3] Les dijo Simón Pedro: Voy a pescar. Le contestaron: Vamos también nosotros contigo. Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.

[4] Llegada ya la mañana, se presentó Jesús en la orilla; pero sus discípulos no sabían que era Jesús. [5] Les dijo Jesús: Muchachos, ¿tenéis algo de comer? Le contestaron: No. [6] El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. [7] Aquel discípulo a quien amaba Jesús dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Al oír Simón Pedro que era el Señor se ciñó la túnica, porque estaba desnudo, y se echó al mar. [8] Los otros discípulos vinieron en la barca, pues no estaban lejos de tierra, sino a unos doscientos codos, arrastrando la red con los peces.

[9] Cuando descendieron a tierra vieron unas brasas preparadas, un pez puesto encima y pan. [10] Jesús les dijo: Traed algunos de los peces que habéis pescado ahora. [11] Subió Simón Pedro y sacó a tierra la red llena de ciento cincuenta y tres peces grandes. Y aunque eran tantos no se rompió la red. [12] Jesús les dijo: Venid y comed. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú quién eres?, pues sabían que era el Señor.

[13] Vino Jesús, tomó el pan y lo distribuyó entre ellos, y lo mismo el pez. [14] Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

[15] Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo: Apacienta mis corderos. [16] De nuevo le preguntó por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. [17] Le preguntó por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció porque le preguntó por tercera vez si le amaba, y le respondió: Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo. Le dijo Jesús: Apacienta mis ovejas. [18] En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven te ceñías tú mismo e ibas a donde querías; pero cuando envejezcas extenderás tus manos y otro te ceñirá y llevará a donde no quieras. [19] Esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.

[20] Volviéndose Pedro vio que le seguía aquel discípulo que Jesús amaba, el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: Señor, ¿quién es el que te entregará? [21] Viéndole Pedro dijo a Jesús: Señor, ¿y éste qué? [22] Jesús le respondió: Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme. [23] Por eso surgió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?

[24] Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. [25] Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús, y que si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir.

HECHOS DE LOS APÓSTOLES

Capítulo 1

[1] Escribí el primer libro, querido Teófilo, acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio [2] hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por el Espíritu Santo a los Apóstoles que había elegido, fue elevado al cielo. [3] A ellos también, después de su pasión, se presentó vivo con muchas pruebas, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles de lo referente al Reino de Dios. [4] Mientras estaba a la mesa con ellos les mandó no ausentarse de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre: La que oísteis de mis labios: [5] que Juan bautizó con agua; vosotros, en cambio, seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días.

[6] Los allí reunidos le hicieron esta pregunta: ¿Es ahora, Señor, cuando vas a restaurar el Reino de Israel? [7] El les contestó: No es cosa vuestra conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder, [8] sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.

[9] Y después de decir esto, mientras ellos miraban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos. [10] Cuando estaban mirando atentamente al cielo mientras él se iba, se presentaron junto a ellos dos hombres con vestiduras blancas [11] que dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera que le habéis visto subir al cielo.

[12] Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está cerca de Jerusalén, a la distancia de un camino permitido en sábado. [13] Y cuando llegaron subieron al cenáculo donde vivían Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes, y Judas el de Santiago. [14] Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María la Madre de Jesús y sus hermanos.

[15] En aquellos días Pedro, puesto de pie en medio de los hermanos `el número de personas reunidas era de unas ciento veinte`, dijo: [16] Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura que el Espíritu Santo predijo por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, [17] pues se contaba entre nosotros y había recibido la suerte de participar de este ministerio. [18] Adquirió un campo con el precio de su pecado, cayó de cabeza, reventó por medio y se desparramaron todas sus entrañas. [19] Y el hecho fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén, de modo que aquel campo se llamó en su lengua Hacéldama, es decir, campo de sangre. [20] Pues está escrito en el libro de los Salmos: Que su morada quede desierta y no haya quien habite en ella. Que su cargo lo ocupe otro.

[21] Es necesario, por tanto, que de los hombres que nos han acompañado todo el tiempo en que el Señor Jesús vivió con nosotros, [22] empezando desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue elevado de entre nosotros, uno de ellos sea constituido con nosotros testigo de su resurrección.

[23] Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. [24] Y oraron así: Tú, Señor, que conoces el corazón de todos, muestra a cuál de estos dos has elegido [25] para ocupar el puesto en este ministerio y apostolado, del que desertó Judas para ir a su destino. [26] Echaron suertes y la suerte recayó sobre Matías, que fue agregado al número de los Once apóstoles.

Capítulo 2

[1] Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. [2] Y de repente sobrevino del cielo un ruido, como de viento que irrumpe impetuosamente, y llenó toda la casa en la que se hallaban. [3] Entonces se les aparecieron unas lenguas como de fuego, que se dividían y se posaron sobre cada uno de ellos. [4] Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les hacía expresarse.

[5] Habitaban en Jerusalén judíos, hombres piadosos venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. [6] Al producirse aquel ruido se reunió la multitud y quedó perpleja, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. [7] Estaban asombrados y se admiraban diciendo: ¿Acaso no son galileos todos éstos que están hablando? [8] ¿Cómo es, pues, que nosotros les oímos cada uno en nuestra propia lengua materna? [9] Partos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, [10] de Frigia y Panfilia, de Egipto y la parte de Libia próxima a Cirene, forasteros romanos, [11] así como judíos y prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras propias lenguas las grandezas de Dios. [12] Estaban todos asombrados y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué puede ser esto? [13] Otros, en cambio, decían burlándose: Están llenos de mosto.

[14] Entonces Pedro, puesto en pie con los Once, alzó la voz y les habló así: Judíos y habitantes todos de Jerusalén, entended bien esto y escuchad atentamente mis palabras. [15] Estos no están borrachos, como suponéis vosotros, pues es la hora tercia del día, [16] sino que está ocurriendo lo dicho por el profeta Joel: [17] Sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, y vuestros jóvenes tendrán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños. [18] Y sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días, y profetizarán. [19] Realizaré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra, sangre, fuego y nubes de humo. [20] El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes de que llegue el día grande y manifiesto del Señor. [21] Y sucederá que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.

[22] Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús Nazareno, hombre acreditado por Dios ante vosotros con milagros, prodigios y señales, que Dios realizó entre vosotros por medio de él, como bien sabéis, [23] a éste, que fue entregado según el designio establecido y la presciencia de Dios, lo matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos. [24] Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que ésta lo retuviera en su dominio. [25] En efecto, David dice acerca de él: Tenía siempre presente al Señor ante mis ojos, porque está a mi derecha, para que yo no vacile. [26] Por eso se alegró mi corazón y exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará en la esperanza; [27] porque no abandonarás mi alma en los infiernos, ni dejarás que tu Santo vea la corrupción. [28] Me diste a conocer los caminos de la vida, y me llenarás de alegría con tu presencia.

[29] Hermanos, permitidme que os diga con claridad que el patriarca David murió y fue sepultado, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. [30] Pero, como era profeta y sabía que Dios le había jurado solemnemente que sobre su trono se sentaría un fruto de sus entrañas, [31] lo vio con anticipación y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en los infiernos ni su carne vio la corrupción.

[32] A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. [33] Exaltado, pues, a la diestra de Dios, y recibida del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. [34] Porque David no subió a los cielos, y sin embargo exclama: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, [35] hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies. [36] Por tanto, sepa con seguridad toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros crucificasteis.

[37] Al oír esto se dolieron de corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué hemos de hacer, hermanos? [38] Pedro les dijo: Convertíos, y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. [39] Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para todos los que quiera llamar el Señor Dios nuestro. [40] Con otras muchas palabras dio testimonio y les exhortaba diciendo: Salvaos de esta generación perversa. [41] Ellos acogieron su palabra y fueron bautizados; y aquel día se les unieron unas tres mil almas.

[42] Perseveraban asiduamente en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. [43] El temor sobrecogía a todos, y se realizaban muchos prodigios y señales por medio de los Apóstoles. [44] Todos los creyentes estaban unidos y tenían todas las cosas en común. [45] Vendían las posesiones y los bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. [46] Todos los días acudían al Templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y comían juntos con alegría y sencillez de corazón, [47] alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. El Señor incorporaba cada día a los que habían de salvarse.

Capítulo 3

[1] Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona. [2] Había un hombre, cojo de nacimiento, al que solían traer y colocar todos los días a la puerta del Templo llamada Hermosa, para pedir limosna a los que entraban en el Templo. [3] Viendo éste a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió que le dieran una limosna. [4] Pedro fijó en él su mirada, junto con Juan, y le dijo: Míranos. [5] El les observaba, esperando recibir algo de ellos. [6] Entonces Pedro le dijo: No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, eso te doy: ¡En el nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda! [7] Y tomándole de la mano derecha lo levantó, y al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos. [8] De un brinco se puso en pie y comenzó a andar, y entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios. [9] Todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios, [10] y reconocían que era el mismo que se sentaba a la puerta Hermosa del Templo para pedir limosna. Se llenaron de estupor y asombro por lo sucedido.

[11] Como él sujetara a Pedro y a Juan, todo el pueblo lleno de sorpresa corrió hacia ellos al pórtico llamado de Salomón. [12] Al ver aquello, Pedro dijo al pueblo: Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este hombre por nuestro poder o piedad? [13] El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis en presencia de Pilato, cuando éste había decidido soltarle. [14] Vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que os fuera indultado un homicida; [15] matasteis al autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. [16] Y por la fe en su nombre, a éste que veis y conocéis, su nombre lo restableció, y la fe que viene de él dio a éste la completa curación ante todos vosotros.

[17] Ahora bien, hermanos, sé que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes. [18] Pero Dios cumplió así lo que había anunciado de antemano por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería. [19] Arrepentíos, por tanto, y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, [20] de modo que vengan del Señor los tiempos de la consolación, y envíe al Cristo que ha sido predestinado para vosotros, a Jesús, [21] a quien es preciso que el cielo lo retenga hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, de las que Dios habló por boca de sus santos profetas desde antiguo. [22] Moisés, en efecto, dijo: El Señor Dios vuestro os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo; le escucharéis en todo lo que os diga. [23] Y sucederá que todo el que no escuche a aquel profeta será exterminado del pueblo. [24] Todos los profetas desde Samuel y los que vinieron después, cuantos hablaron, anunciaron estos días.

[25] Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres cuando dijo a Abrahán: En tu descendencia serán bendecidas todas las tribus de la tierra. [26] Al resucitar a su Hijo, Dios lo ha enviado en primer lugar a vosotros, para que os bendiga, al convertirse cada uno de vuestras maldades.

Capítulo 4

[1] Mientras hablaban ellos al pueblo se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos, [2] molestos porque enseñaban al pueblo y anunciaban en Jesús la resurrección de los muertos. [3] Los prendieron y metieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque ya había anochecido. [4] Muchos de los que habían oído la palabra creyeron, y el número de los hombres llegó a ser de unos cinco mil.

[5] Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los ancianos y los escribas, [6] así como Anás el Sumo Sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los que eran de la familia de los príncipes de los sacerdotes. [7] Les hicieron comparecer en medio y les preguntaron: ¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho esto vosotros? [8] Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Jefes del pueblo y ancianos, [9] si a nosotros se nos interroga hoy sobre el bien realizado a un hombre enfermo, y por quién ha sido sanado, [10] quede claro a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por él se presenta éste sano ante vosotros. [11] El es la piedra que, rechazada por vosotros los constructores, ha llegado a ser piedra angular.

[12] Y en ningún otro está la salvación; pues no hay ningún otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, por el que hayamos de ser salvados.

[13] Al ver la libertad con que hablaban Pedro y Juan, como sabían que eran hombres sin letras y sin cultura, estaban admirados, pues los reconocían como los que habían estado con Jesús; [14] y viendo de pie con ellos al hombre que había sido curado, nada podían oponer. [15] Les mandaron salir fuera del Sanedrín, y deliberaban entre sí [16] diciendo: ¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Porque es público entre todos los habitantes de Jerusalén que por medio de ellos se ha realizado un signo evidente, y no podemos negarlo. [17] Pero a fin de que no se divulgue más entre el pueblo, vamos a amenazarles para que no hablen más a nadie en este nombre. [18] Y llamándoles les ordenaron que de ningún modo hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús. [19] Pedro y Juan, sin embargo, les respondieron: Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios; [20] pues nosotros no podemos dejar de hablar lo que hemos visto y oído. [21] Ellos, después de amenazarles de nuevo, los soltaron, no encontrando cómo castigarlos a causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo ocurrido; [22] pues el hombre en quien se había realizado este milagro de curación tenía más de cuarenta años.

[23] Puestos en libertad, fueron a los suyos y les contaron lo que los príncipes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho. [24] Ellos, al oírlo, elevaron unánimes la voz a Dios y dijeron: Señor, Tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, [25] el que por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David tu siervo, dijiste: ¿Por qué se han amotinado las naciones, y los pueblos han tramado empresas vanas? [26] Se han alzado los reyes de la tierra, y los príncipes se han aliado contra el Señor y contra su Cristo.

[27] Pues bien, en esta ciudad se han aliado contra tu santo Hijo Jesús, al que ungiste, Herodes y Poncio Pilato con las naciones y con los pueblos de Israel, [28] para llevar a cabo cuanto tu mano y tu designio habían previsto que ocurriera. [29] Y ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus servidores que puedan proclamar tu palabra con libertad; [30] y extiende tu mano para que se realicen curaciones, milagros y prodigios por el nombre de tu santo Hijo Jesús. [31] Cuando terminaron su oración, tembló el lugar en el que estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios con libertad.

[32] La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma, y nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que tenían todas sus cosas en común. [33] Con gran poder los Apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús; y en todos ellos había abundancia de gracia. [34] No había entre ellos ningún necesitado, porque los que eran dueños de campos o casas los vendían, llevaban el precio de la venta [35] y lo ponían a los pies de los Apóstoles; luego se repartía a cada uno según su necesidad. [36] Así, José, a quien los Apóstoles dieron el sobrenombre de Bernabé `que significa hijo de la consolación`, levita y chipriota de nacimiento, [37] tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los Apóstoles.

Capítulo 5

[1] Un hombre llamado Ananías, junto con su mujer Safira, vendió un campo. [2] De acuerdo con ella, retuvo parte del precio y trayendo el resto lo puso a los pies de los Apóstoles. [3] Entonces dijo Pedro: Ananías, ¿por qué Satanás llenó tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo y retuvieras parte del precio del campo? [4] ¿Acaso no era tuyo mientras lo tenías y, una vez vendido, no permanecía el precio en tu poder? ¿Por qué has admitido esta acción en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. [5] Al oír Ananías estas palabras cayó en tierra y expiró. Un gran temor sobrecogió a todos los que lo oyeron. [6] Se levantaron algunos jóvenes, lo amortajaron y lo llevaron a enterrar.

[7] Transcurrió un intervalo como de tres horas y entró su mujer, que no sabía lo ocurrido. [8] Pedro se dirigió a ella: Dime, ¿habéis vendido el campo en esta cantidad? Ella dijo: Sí, en esa cantidad. [9] Pedro le replicó: ¿Cómo es que os pusisteis de acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? Mira, los pies de los que han enterrado a tu marido están a la puerta, y te llevarán a ti. [10] Al instante cayó a sus pies y expiró. Al entrar los jóvenes la encontraron muerta y la llevaron a enterrar junto a su marido. [11] Un gran temor llenó a toda la Iglesia y a todos los que oyeron estas cosas.

[12] Por mano de los Apóstoles se obraban muchos milagros y prodigios entre el pueblo. Se reunían todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón; [13] pero ninguno de los demás se atrevía a unirse a ellos, aunque el pueblo los alababa. [14] Se adherían cada vez más creyentes en el Señor, multitud de hombres y de mujeres, [15] hasta el punto de que sacaban los enfermos a las plazas y los ponían en lechos y camillas para que, al pasar Pedro, al menos su sombra alcanzase a alguno de ellos. [16] Acudía también mucha gente de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos y poseídos por espíritus inmundos, y todos ellos eran curados.

[17] El Sumo Sacerdote y todos los que le acompañaban, que eran de la secta de los saduceos, se levantaron llenos de envidia. [18] Prendieron a los Apóstoles y los metieron en la prisión pública. [19] Pero un ángel del Señor abrió durante la noche las puertas de la cárcel, los sacó y les dijo: [20] Id, presentaos en el Templo y predicad al pueblo toda la doctrina concerniente a esta Vida. [21] Después de haberlo escuchado, entraron de madrugada en el Templo y comenzaron a enseñar. Llegado el Sumo Sacerdote y los que se hallaban con él, convocaron el Sanedrín y todo el consejo de ancianos de los hijos de Israel y enviaron a por ellos a la prisión. [22] Pero al llegar los alguaciles no los encontraron en la cárcel, y volviéndose dieron la noticia [23] diciendo: Hemos encontrado la cárcel cerrada, bien custodiada, y los centinelas firmes ante las puertas; pero al abrir no hemos hallado a nadie dentro. [24] Cuando oyeron estas palabras el oficial del Templo y los príncipes de los sacerdotes, quedaron perplejos por lo que habría sido de ellos. [25] Llegó uno y les comunicó: Los hombres que metisteis en la cárcel están en el Templo y siguen enseñando al pueblo.

[26] Entonces fue el oficial con los alguaciles y los trajo, no por la fuerza, porque tenían miedo de ser apedreados por el pueblo. [27] Los condujeron y presentaron al Sanedrín. El Sumo Sacerdote les interrogó: [28] ¿No os habíamos mandado expresamente que no enseñaseis en ese nombre?; pero vosotros habéis llenado Jerusalén con vuestra doctrina y queréis hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre. [29] Pedro y los Apóstoles respondieron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. [30] El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que vosotros matasteis colgándolo de un madero. [31] A éste lo exaltó Dios a su derecha, como Príncipe y Salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. [32] Y somos testigos de estas cosas nosotros y el Espíritu Santo, que Dios ha dado a todos los que le obedecen. [33] Al oír esto se enfurecieron y querían matarlos.

[34] Pero se levantó en el Sanedrín un fariseo llamado Gamaliel, maestro de la Ley, estimado por todo el pueblo, y mandó hacer salir un momento a aquellos hombres. [35] Y les dijo: Israelitas, tened cuidado de lo que vais a hacer con estos hombres. [36] Porque hace poco se levantó Teudas, que decía ser alguien, y se le unieron unos cuatrocientos hombres; lo mataron y todos sus seguidores se disgregaron y quedaron en nada. [37] Después de él se levantó Judas el Galileo en los días del empadronamiento, y arrastró al pueblo tras de sí; murió también y todos sus seguidores se dispersaron. [38] Así pues, os digo ahora: apartaos de estos hombres y dejadlos, porque si este designio o esta obra procede de hombres se disolverá; [39] pero si procede de Dios no podréis acabar con ellos; no sea que os vayáis a encontrar combatiendo contra Dios. Se mostraron de acuerdo con él.

[40] Entonces llamaron a los Apóstoles, los azotaron, les ordenaron no hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. [41] Ellos salían gozosos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de ser ultrajados a causa del Nombre. [42] Todos los días, en el Templo y en las casas, no cesaban de enseñar y anunciar el Evangelio de Cristo Jesús.

Capítulo 6

[1] En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, se levantó una queja de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia diaria. [2] Los Doce convocaron a la multitud de los discípulos y dijeron: No es conveniente que nosotros abandonemos la palabra de Dios por servir las mesas. [3] Escoged, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, a los que constituyamos para este servicio, [4] mientras que nosotros nos dedicaremos asiduamente a la oración y al ministerio de la palabra. [5] La propuesta agradó a toda la asamblea y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía; [6] los presentaron ante los Apóstoles, y orando les impusieron las manos.

[7] La palabra de Dios se propagaba, y aumentaba considerablemente el número de discípulos en Jerusalén, y gran cantidad de sacerdotes obedecían a la fe.

[8] Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. [9] Se levantaron a discutir con Esteban algunos de la sinagoga llamada de los libertos, de los cirenenses y alejandrinos, con otros de Cilicia y Asia; [10] pero no podían resistir la sabiduría y el Espíritu con que hablaba. [11] Sobornaron entonces a unos hombres que dijeron: Nosotros le hemos oído proferir palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. [12] Amotinaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y presentándose de improviso le prendieron y llevaron al Sanedrín. [13] Presentaron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de proferir palabras contra este lugar santo y contra la Ley; [14] le hemos oído decir, en efecto, que ese Jesús, el Nazareno, destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos ha transmitido Moisés.

[15] Y al fijarse en él todos los que estaban sentados en el Sanedrín vieron su rostro como la faz de un ángel.

Capítulo 7

[1] Preguntó entonces el Sumo Sacerdote: ¿Es esto así? [2] El respondió: Hermanos y padres, escuchad: el Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abrahán cuando estaba en Mesopotamia, antes de que habitase en Jarán, [3] y le dijo: Sal de tu tierra y de tu familia y ve a la tierra que te mostraré. [4] Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Jarán. De allí, después de morir su padre, Dios lo trasladó a esta tierra en la que vosotros habitáis ahora. [5] No le dio en ella heredad, ni siquiera el espacio de un pie, sino que prometió dársela en posesión a él y, aunque no tenía hijos, a su descendencia después de él. [6] Dios le habló así: Tus descendientes morarán en tierra extranjera, y los esclavizarán y maltratarán durante cuatrocientos años. [7] También dijo Dios: Yo juzgaré a las gentes de las que han sido esclavos, y después saldrán y me darán culto en este lugar. [8] Entonces le dio la alianza de la circuncisión; y así, cuando engendró a Isaac le circuncidó al octavo día, e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. [9] Los patriarcas, envidiosos de José, lo vendieron con destino a Egipto; pero Dios estaba con él, [10] y le libró de todas sus tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría ante el Faraón rey de Egipto, que lo constituyó gobernador de Egipto y de toda su casa. [11] Vino luego hambre y gran tribulación sobre todo Egipto y Canaán, y nuestros padres no encontraban alimento. [12] Oyó Jacob que había trigo en Egipto y envió a nuestros padres por primera vez; [13] en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y así llegó a conocimiento del Faraón el linaje de José. [14] Este envió a buscar a su padre Jacob y a toda su familia, que eran setenta y cinco personas. [15] Jacob bajó a Egipto, donde murió él y también nuestros padres. [16] Y fueron trasladados a Siquén y colocados en el sepulcro que compró Abrahán a precio de plata a los hijos de Hemmor, en Siquén.

[17] Conforme se acercaba el tiempo de la promesa que Dios había jurado a Abrahán, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto, [18] hasta que se alzó sobre Egipto otro rey que no conocía a José. [19] Usando de malas artes contra nuestra raza, este rey maltrató a nuestros padres para que abandonaran a sus hijos, de modo que no sobreviviesen. [20] En este tiempo nació Moisés, que era grato a Dios; fue criado durante tres meses en la casa de su padre; [21] y al ser abandonado lo recogió la hija del Faraón y lo crió como hijo suyo. [22] Moisés fue educado según toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en palabras y obras. [23] Cuando llegó a la edad de cuarenta años sintió deseos de visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. [24] Al ver que uno de ellos era maltratado, salió en su defensa y vengó al oprimido matando al egipcio. [25] Pensaba él que sus hermanos entenderían que Dios les iba a salvar por medio de él; pero ellos no lo comprendieron. [26] Al día siguiente, se les presentó mientras reñían, e intentaba ponerlos en paz diciendo: ¡Hombres, sois hermanos! ¿Por qué os maltratáis el uno al otro? [27] Pero el que maltrataba a su compañero le rechazó diciendo: ¿Quién te ha constituido jefe y juez sobre nosotros? [28] ¿Acaso quieres matarme, del mismo modo que mataste ayer al egipcio? [29] A causa de estas palabras Moisés huyó y fue emigrante en tierras de Madián, donde tuvo dos hijos.

[30] Después de cuarenta años se le apareció un ángel en el desierto del monte Sinaí, en la llama de una zarza que ardía. [31] Moisés, al verlo, se admiró de la visión, y cuando se acercaba para mirar se oyó la voz del Señor: [32] Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. Moisés, asustado, no se atrevía a mirar. [33] Entonces le dijo el Señor: Quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa. [34] He visto bien la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, he escuchado su lamento y he bajado a liberarlo. Ahora ven, que voy a enviarte a Egipto.

[35] A este Moisés, a quien rechazaron diciendo: ¿Quién te ha constituido jefe y juez?, Dios lo envío como jefe y libertador por medio del ángel que se le apareció en la zarza. [36] El los sacó haciendo prodigios y señales en la tierra de Egipto, en el mar Rojo y en el desierto durante cuarenta años. [37] Este es Moisés, el que dijo a los hijos de Israel: Dios os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo. [38] El es el que estuvo en la asamblea del desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí y con nuestros padres; el que recibió palabras de vida para entregárnoslas; [39] a quien no quisieron obedecer nuestros padres, sino que le rechazaron y en sus corazones se volvieron hacia Egipto, [40] diciendo a Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a ese Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto no sabemos qué le ha ocurrido. [41] E hicieron un becerro en aquellos días, sacrificaron una víctima al ídolo y se regocijaban en las obras de sus manos. [42] Dios se apartó de ellos y los abandonó a dar culto al ejército del cielo, como está escrito en el libro de los Profetas: Casa de Israel, ¿acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto durante cuarenta años? [43] Entonces transportasteis el tabernáculo de Moloc y la estrella de vuestro dios Refán, las imágenes que fabricasteis para adorarlas; pero yo os desterré más allá de Babilonia.

[44] El Tabernáculo del Testimonio estuvo con nuestros padres en el desierto, tal como el que habló a Moisés ordenó que lo hiciera, según el modelo que había visto. [45] Y habiéndolo recibido nuestros padres, lo condujeron bajo Josué en la ocupación de la tierra de los gentiles, que Dios expulsó ante la presencia de nuestros padres hasta los días de David. [46] Este halló gracia delante de Dios y pidió encontrar un Tabernáculo para el Dios de Jacob. [47] Pero fue Salomón quien le edificó una casa. [48] Sin embargo, el Altísimo no habita en casas construidas por manos de hombre, como dice el profeta: [49] Mi trono es el cielo, y la tierra es escabel de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis a Mí?, dice el Señor, ¿o cuál será el sitio de mi descanso? [50] ¿No ha hecho mi mano todas estas cosas?

[51] Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo: como vuestros padres así también vosotros. [52] ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Asesinaron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo, del que ahora vosotros habéis sido traidores y asesinos, [53] los que recibisteis la Ley por ministerio de ángeles y no la guardasteis.

[54] Al oír esto ardían de ira en sus corazones y rechinaban los dientes contra él. [55] Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo, y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios, [56] y dijo: Mirad, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios. [57] Entonces clamaron a voz en grito, taparon sus oídos y se lanzaron a una contra él, [58] y sacándole fuera de la ciudad le lapidaron. Los testigos dejaron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo, [59] y lapidaban a Esteban, mientras oraba diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu. [60] Puesto de rodillas clamó con fuerte voz: Señor, no les tengas en cuenta este pecado. Y diciendo esto murió.

Capítulo 8

[1] Saulo aprobaba su muerte. Se originó aquel día una gran persecución contra la iglesia de Jerusalén y todos, excepto los Apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. [2] Varones piadosos enterraron a Esteban e hicieron un gran duelo por él. [3] Por su parte, Saulo hacía estragos en la Iglesia, iba de casa en casa, apresaba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel.

[4] Los que se habían dispersado iban de un lugar a otro anunciando la palabra del Evangelio.

[5] Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. [6] La muchedumbre atendía unánime a lo que decía Felipe, al oír y ver los signos milagrosos que realizaba, [7] pues de muchos que tenían espíritus inmundos salían éstos con grandes voces, y muchos paralíticos y cojos eran curados. [8] Hubo gran alegría en aquella ciudad.

[9] Un hombre llamado Simón había ejercido la magia en la ciudad y embaucado a la gente de Samaría, diciéndoles que era alguien grande. [10] Todos, del menor al mayor, le prestaban atención y decían: Este es la Potencia de Dios, llamada la Grande. [11] Le escuchaban porque desde hacía tiempo los había seducido con sus magias. [12] Pero cuando empezaron a creer a Felipe, que les anunciaba el Evangelio del Reino de Dios y el nombre de Jesucristo, hombres y mujeres comenzaron a bautizarse. [13] Entonces creyó también el mismo Simón y, habiendo sido bautizado, seguía asiduamente a Felipe. Al ver los signos milagrosos y los grandes prodigios que se realizaban, estaba lleno de admiración.

[14] Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaría había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. [15] Estos al llegar rezaron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo, [16] pues aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que sólo estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús. [17] Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

[18] Al ver Simón que por la imposición de manos de los Apóstoles se confería el Espíritu Santo, les ofreció dinero diciendo: [19] Dadme también a mí ese poder, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo. [20] Pero Pedro le respondió: Que tus monedas vayan contigo a la perdición, pues has pensado que con dinero se puede conseguir el don de Dios. [21] No tienes parte ni herencia alguna en esta empresa, porque tu corazón no es recto ante Dios. [22] Por tanto, arrepiéntete de esta iniquidad tuya y suplica al Señor para ver si se te perdona este pensamiento de tu corazón; [23] pues veo que estás lleno de maldad y atado por cadenas de iniquidad. [24] Respondió Simón: Rogad vosotros por mí al Señor, para que no me sobrevenga nada de lo que habéis dicho. [25] Una vez que dieron testimonio y predicaron la palabra del Señor, de regreso a Jerusalén evangelizaban muchos lugares de samaritanos.

[26] Un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: Levántate y marcha hacia el Sur, a la ruta que baja de Jerusalén a Gaza y que está desierta. [27] Se levantó y se puso en camino. Sucedió que un hombre de Etiopía, eunuco, dignatario de Candace, reina de los etíopes, y superintendente de su tesoro, había venido a Jerusalén para adorar a Dios. [28] Volvía sentado en su carro e iba leyendo al profeta Isaías. [29] Dijo entonces el Espíritu a Felipe: Acércate y ponte al lado de ese carruaje. [30] Apresurándose Felipe, oyó que leía al profeta Isaías y le dijo: ¿Entiendes acaso lo que lees? [31] El respondió: ¿Cómo podré entenderlo si no me lo explica alguien? Rogó entonces a Felipe que subiera y se sentase junto a él. [32] El pasaje de la Escritura que iba leyendo era el siguiente: Como oveja fue llevado al matadero, y como mudo cordero ante el esquilador, así no abrió su boca. [33] En su humillación se le negó la justicia. ¿Quién hablará de su posteridad?, ya que su vida es arrebatada de la tierra.

[34] El eunuco dijo a Felipe: Te ruego me digas de quién dice esto el profeta: ¿de sí mismo o de algún otro? [35] Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús. [36] Mientras iban por el camino llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado? [38] Mandó parar el carruaje y bajaron ambos, Felipe y el eunuco, hasta el agua, y le bautizó. [39] Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y no le vio más el eunuco, que siguió su camino con alegría. [40] Felipe se encontró en Azoto y anunciaba el Evangelio a todas las ciudades por donde pasaba, hasta que llegó a Cesarea.

Capítulo 9

[1] Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó ante el Sumo Sacerdote [2] y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de llevar detenidos a Jerusalén a quienes encontrara, hombres y mujeres, seguidores del Camino. [3] Pero mientras iba de camino le sucedió, al acercarse a Damasco, que de repente le envolvió de resplandor una luz del cielo. [4] Y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? [5] Respondió: ¿Quién eres tú, Señor? Y él: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. [6] Levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que has de hacer. [7] Los hombres que le acompañaban se detuvieron estupefactos, pues oían la voz, pero no veían a nadie. [8] Se levantó Saulo del suelo y, aunque tenía abiertos los ojos, no veía nada. Entonces, llevándolo de la mano, lo condujeron a Damasco, [9] y permaneció tres días sin vista y sin comer ni beber.

[10] Había en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor habló en una visión: ¡Ananías! El respondió: Aquí estoy, Señor. [11] El Señor le dijo: Levántate y ve a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a uno de Tarso llamado Saulo, que está orando [12] `y vio Saulo en una visión que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos, para que recobrase la vista`. [13] Ananías respondió: Señor, he oído a muchos cuánto mal ha causado este hombre a tus santos en Jerusalén, [14] y que tiene aquí poderes de los Sumos Sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. [15] El Señor le dijo: Ve, porque éste es mi instrumento elegido para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. [16] Yo le mostraré lo que habrá de sufrir a causa de mi nombre. [17] Marchó Ananías, entró en la casa e imponiéndole las manos dijo: Saulo, hermano, me ha enviado el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. [18] Al instante cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista; se levantó y fue bautizado, [19] y tomando algo de comer recuperó sus fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos que había en Damasco, [20] y enseguida empezó a predicar a Jesús en las sinagogas diciendo: Este es el Hijo de Dios. [21] Todos los que le oían se asombraban y decían: ¿No es éste el que atacaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y que vino aquí para llevarlos detenidos a los Sumos Sacerdotes? [22] Saulo cobraba cada vez más fuerza y desconcertaba a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús es el Mesías.

[23] Muchos días después, los judíos tomaron la decisión de matarlo; [24] pero sus insidias llegaron a conocimiento de Saulo. Vigilaban día y noche las puertas de la ciudad para acabar con él, [25] pero sus discípulos lo tomaron una noche y lo descolgaron por la muralla en una espuerta.

[26] Cuando llegó a Jerusalén intentaba unirse a los discípulos; pero todos le temían, no creyendo que fuera discípulo. [27] Sin embargo, Bernabé lo tomó, lo llevó a los Apóstoles y les contó cómo en el camino había visto al Señor, y que le había hablado, y cómo en Damasco había predicado abiertamente en el nombre de Jesús. [28] Entonces entraba y salía con ellos en Jerusalén, hablando claramente en el nombre del Señor. [29] Conversaba también y disputaba con los helenistas; y éstos intentaban matarle. [30] Cuando los hermanos lo supieron, lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso.

[31] La Iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaría. Se consolidaba y caminaba en el temor del Señor, y crecía con el consuelo del Espíritu Santo.

[32] Ocurrió que, mientras recorría Pedro todos los lugares, vino junto a los santos que vivían en Lida. [33] Encontró allí un hombre paralítico, llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años. [34] Pedro le dijo: ¡Eneas!, Cristo Jesús te cura. Levántate y arregla tu lecho. Inmediatamente se levantó. [35] Lo vieron todos los que vivían en Lida y Sarón y se convirtieron al Señor.

[36] Había en Joppe una discípula llamada Tabita, que significa Dorcas, que hacía muchísimas buenas obras y limosnas. [37] Aconteció por aquellos días que cayó enferma y murió. Después de lavarla, la colocaron en la estancia superior. [38] Como Lida está cerca de Joppe, al oír los discípulos que Pedro se encontraba allí, enviaron a dos hombres para rogarle: No tardes en venir a nosotros. [39] Pedro se levantó y fue con ellos. Una vez llegado, le condujeron a la estancia superior y le rodearon todas las viudas, que lloraban y mostraban las túnicas y los mantos que Dorcas les había confeccionado cuando vivía con ellas. [40] Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró. Después, vuelto hacia el cadáver, dijo: Tabita, levántate. Ella abrió los ojos y al ver a Pedro se incorporó. [41] Dándole la mano la levantó, llamó a los santos y a las viudas, y se la presentó viva.

[42] El hecho se supo en toda Joppe y muchos creyeron en el Señor. [43] Pedro se detuvo en Joppe bastantes días, en casa de un tal Simón, que era curtidor.

Capítulo 10

[1] Un hombre de Cesarea llamado Cornelio, centurión de la cohorte denominada Itálica, [2] piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, que daba muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios sin cesar, [3] vio claramente en una visión, hacia la hora nona del día, al ángel de Dios que llegaba hasta él y le decía: ¡Cornelio! [4] El le miró fijamente y, sobrecogido de temor, dijo: ¿Qué ocurre, señor? Y le respondió: Tus oraciones y limosnas han subido como memorial ante la presencia del Señor. [5] Envía ahora, pues, unos hombres a Joppe y haz venir a un tal Simón, de sobrenombre Pedro, [6] que se hospeda en casa de otro Simón, curtidor, que vive junto al mar. [7] En cuanto se retiró el ángel que le hablaba, llamó a dos criados y a un soldado piadoso de los que estaban a sus órdenes, [8] les refirió todo y los envió a Joppe.

[9] Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, subió Pedro a la azotea, hacia la hora de sexta, para orar. [10] Sintió hambre y quiso tomar algo. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis, [11] y vio el cielo abierto y cierto objeto como un gran mantel con cuatro puntas, que descendía y se posaba sobre la tierra. [12] En él estaban todos los cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. [13] Y le llegó una voz: ¡Levántate, Pedro, mata y come! [14] Pero Pedro replicó: De ningún modo, Señor, porque jamás comí nada profano o impuro. [15] Y la misma voz por segunda vez: Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano. [16] Esto ocurrió tres veces y enseguida el objeto fue elevado al cielo.

[17] Mientras Pedro cavilaba qué podría significar la visión que había tenido, los hombres enviados por Cornelio, tras haber buscado la casa de Simón, se presentaron en el porche. [18] Después de llamar preguntaron si allí se hospedaba Simón, por sobrenombre Pedro. [19] Mientras Pedro seguía pensando en la visión, le dijo el Espíritu: Mira, tres hombres te buscan. [20] Levántate, baja y vete con ellos sin ningún reparo, porque yo los he enviado. [21] Bajó Pedro al encuentro de los hombres y dijo: Yo soy el que buscáis. ¿Cuál es el motivo por el que estáis aquí? [22] Ellos respondieron: El centurión Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, acreditado por toda la población judía, recibió aviso de un santo ángel para hacerte venir a su casa y escuchar tus palabras. [23] Entonces les invitó y les dio hospedaje. Al día siguiente se levantó y partió con ellos, acompañándole algunos hermanos de Joppe.

[24] Entró en Cesarea al otro día. Cornelio les esperaba, habiendo reunido a sus parientes y amigos más íntimos. [25] En el momento en que entraba Pedro, salió Cornelio a su encuentro y, postrándose, le adoró. [26] Pero Pedro le incorporó diciendo: Levántate, que también yo soy un simple hombre. [27] Y conversando con él pasó adentro y encontró a muchas personas reunidas. [28] Y les dijo: Vosotros sabéis qué prohibido está para un judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero Dios me ha enseñado a no llamar profano o impuro a ningún hombre. [29] Por eso he venido sin vacilación al ser llamado. Ahora os pregunto por qué motivo me habéis mandado llamar. [30] Cornelio dijo: Hoy hace cuatro días estaba yo orando en mi casa a la hora de nona, y se presentó ante mí un varón de brillante vestidura, [31] y me dijo: ¡Cornelio!, tu oración ha sido oída y tus limosnas han sido recordadas en la presencia de Dios. [32] Manda emisarios a Joppe y haz llamar a Simón, de sobrenombre Pedro, que se hospeda en casa de Simón el curtidor, junto al mar. [33] Enseguida te envié emisarios, y tú has hecho bien en venir. Ahora todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios para escuchar las cosas que te han sido ordenadas por el Señor.

[34] Tomando Pedro la palabra contestó: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, [35] sino que en cualquier pueblo le es agradable todo el que le teme y obra la justicia. [36] Ha enviado su palabra a los hijos de Israel, anunciando el Evangelio de la paz por medio de Jesucristo, que es Señor de todos. [37] Vosotros sabéis lo ocurrido por toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan: [38] cómo a Jesús de Nazaret le ungió Dios con el Espíritu Santo y poder, y cómo pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él. [39] Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; de cómo le dieron muerte colgándolo de un madero. [40] Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió manifestarse, [41] no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos; [42] y nos mandó predicar al pueblo y atestiguar que éste es quien ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. [43] Acerca de él testimonian todos los profetas que todo el que cree en él recibe por su nombre el perdón de los pecados.

[44] Todavía estaba diciendo Pedro estas cosas cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra. [45] Y quedaron atónitos los fieles provenientes de la circuncisión que habían acompañado a Pedro, porque también sobre los gentiles se derramaba el don del Espíritu Santo; [46] pues les oían hablar lenguas y glorificar a Dios. Entonces habló Pedro: [47] ¿Podrá alguien negar el agua del bautismo a estos que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros? [48] Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedase algunos días.

Capítulo 11

[1] Los Apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. [2] Y cuando Pedro subió a Jerusalén discutían con él los de la circuncisión, [3] diciéndole: ¡Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos!

[4] Pedro comenzó a explicarles ordenadamente lo sucedido y dijo: [5] Estaba yo orando en la ciudad de Joppe cuando tuve en éxtasis una visión: cierto objeto como un gran mantel bajaba del cielo sujeto por sus cuatro puntas y llegó hasta mí. [6] Lo miré con atención y vi en él cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y aves del cielo. [7] Oí entonces una voz que me decía: ¡Levántate, Pedro, mata y come! [8] Yo respondí: De ningún modo, Señor, porque jamás ha entrado en mi boca nada profano o impuro. [9] Pero la voz venida del cielo me dijo por segunda vez: Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano. [10] Esto ocurrió tres veces; y al fin todo fue arrebatado al cielo. [11] Inmediatamente después se presentaron tres hombres en la casa donde estábamos, enviados a mí desde Cesarea. [12] Y me dijo el Espíritu que fuese con ellos sin ningún reparo. Vinieron también conmigo estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre. [13] El nos contó cómo había visto en su casa un ángel que, de pie, le decía: Manda aviso a Joppe y haz venir a Simón, llamado Pedro, [14] quien te dirá palabras por las que serás salvado tú y toda tu casa. [15] Y cuando comencé a hablar, descendió sobre ellos el Espíritu Santo, igual que al principio lo hizo sobre nosotros. [16] Entonces recordé la palabra del Señor cuando decía: Juan bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo. [17] Si Dios les concedió el mismo don que a nosotros, que creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?

[18] Al oír esto se tranquilizaron y glorificaron a Dios diciendo: Luego también a los gentiles ha concedido Dios la conversión para la vida.

[19] Los que se habían dispersado por la tribulación surgida por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, predicando la palabra sólo a los judíos. [20] Entre ellos había algunos chipriotas y cirenenses, que, cuando entraron en Antioquía, hablaban también a los griegos, anunciándoles el Evangelio del Señor Jesús. [21] La mano del Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor.

[22] Llegó esta noticia a oídos de la iglesia que había en Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía. [23] Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró, y exhortaba a todos a permanecer en el Señor con un corazón firme, [24] porque era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran muchedumbre se adhirió al Señor. [25] Marchó Bernabé a Tarso para buscar a Saulo, [26] lo encontró y lo condujo a Antioquía. Estuvieron juntos en aquella iglesia durante un año entero y adoctrinaron a una gran muchedumbre. Fue en Antioquía donde los discípulos recibieron por primera vez el nombre de cristianos.

[27] En aquellos días descendieron unos profetas de Jerusalén a Antioquía. [28] Levantándose uno de ellos, llamado Agabo, predijo por impulso del Espíritu que vendría una gran hambre sobre toda la tierra. Fue la que ocurrió en tiempo de Claudio. [29] Los discípulos determinaron que cada uno, según sus posibilidades, mandara una ayuda a los hermanos que moraban en Judea. [30] Lo hicieron, enviándola a los presbíteros a través de Bernabé y Saulo.

Capítulo 12

[1] En aquel tiempo prendió el rey Herodes a algunos de la Iglesia para maltratarlos. [2] Dio muerte por la espada a Santiago, hermano de Juan. [3] Y al ver que era grato a los judíos, decidió prender también a Pedro. Eran los días de los Azimos. [4] Cuando lo apresó, lo metió en la cárcel y lo entregó a cuatro escuadras de cuatro soldados para que lo custodiaran, con el propósito de presentarlo al pueblo después de la Pascua. [5] Así pues, Pedro estaba encerrado en la cárcel, mientras la Iglesia rogaba incesantemente por él a Dios. [6] Cuando Herodes iba ya a presentarlo, aquella misma noche dormía Pedro entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, guardando la prisión unos centinelas delante de la puerta. [7] De pronto se presentó un ángel del Señor y un resplandor iluminó la celda. Tocó a Pedro en el costado, le despertó y dijo: ¡Levántate de prisa!; y se cayeron las cadenas de sus manos. [8] El ángel le dijo: ¡Cíñete y ponte tus sandalias! Y así lo hizo. Y añadió: ¡Ponte el manto y sígueme! [9] Saliendo le seguía, pero ignoraba que fuera realidad lo que hacía el ángel y pensaba que era una visión.

[10] Atravesaron la primera guardia y la segunda y llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad, la cual se les abrió por sí sola. Salieron y avanzaron por una calle y de repente el ángel le dejó. [11] Entonces Pedro, vuelto en sí, dijo: Ahora comprendo realmente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío. [12] Consciente de su situación, se dirigió a casa de María, madre de Juan, de sobrenombre Marcos, donde estaban muchos reunidos en oración. [13] Llamó a la puerta del vestíbulo y, al oírlo, acudió una sirvienta llamada Rode. [14] Al reconocer la voz de Pedro no abrió la puerta, por la misma alegría, sino que corrió hacia dentro y anunció que Pedro estaba a la puerta. [15] Ellos le dijeron: ¡Estás loca! Ella, sin embargo, insistía en que era así. Entonces dijeron: Será su ángel. [16] Pedro continuaba llamando. Al abrir le vieron y se llenaron de asombro. [17] Entonces les hizo señas con la mano para que callaran, y les relató cómo el Señor le había sacado de la cárcel, y añadió: Anunciadlo a Santiago y a los hermanos. Salió y partió hacia otro lugar.

[18] Cuando se hizo de día se produjo una gran conmoción entre los soldados por lo que habría ocurrido con Pedro. [19] Herodes le buscó y, al no encontrarlo, procesó a los guardias y los mandó ejecutar. Descendió luego de Judea a Cesarea y se quedó allí.

[20] Estaba Herodes airado contra los tirios y sidonios. De común acuerdo vinieron éstos a él y, después de haberse ganado a Blasto, mayordomo del rey, le pedían la paz, dado que sus tierras se abastecían de las del rey. [21] El día designado se sentó Herodes en la tribuna, revestido con las insignias reales, y les arengaba. [22] El pueblo le aclamaba: Es la voz de un dios y no la de un hombre. [23] Al instante le hirió un ángel del Señor, porque no había dado gloria a Dios; y expiró comido de gusanos.

[24] La palabra de Dios crecía y se multiplicaba. [25] Bernabé y Saulo volvieron a Jerusalén una vez cumplido su ministerio, tomando consigo a Juan, llamado Marcos.

Capítulo 13

[1] En la iglesia de Antioquía había profetas y doctores: Bernabé y Simón, llamado el Negro, Lucio el de Cirene y Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo. [2] Mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo: Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que les he destinado. [3] Y después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron.

[4] Ellos, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y de allí navegaron hacia Chipre. [5] Al llegar a Salamina predicaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y tenían a Juan como colaborador. [6] Atravesaron toda la isla hasta Pafos, y encontraron a un mago, falso profeta judío, llamado Barjesús, [7] que estaba con el procónsul Sergio Pablo, hombre prudente. Este hizo llamar a Bernabé y a Saulo, y buscaba oír la palabra de Dios; [8] pero el mago Elimas `que así se traduce su nombre` se les oponía, intentando apartar de la fe al procónsul. [9] Entonces Saulo, también llamado Pablo, lleno del Espíritu Santo, mirándolo fijamente [10] dijo: ¡Tú, lleno de todo engaño y de toda malicia, hijo del Diablo, enemigo de toda justicia!, ¿no dejarás de torcer los rectos caminos del Señor? [11] La mano del Señor va a caer sobre ti, y quedarás ciego sin ver el sol hasta el tiempo señalado. Al momento la niebla y la oscuridad le rodearon, y daba vueltas buscando alguien que le guiara de la mano. [12] Al ver lo sucedido creyó el procónsul, admirado de la doctrina del Señor.

[13] Pablo y sus compañeros navegaron desde Pafos hasta llegar a Perge de Panfilia; pero Juan se separó de ellos y volvió a Jerusalén. [14] Ellos, siguiendo desde Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y, habiendo entrado el sábado en la sinagoga, se sentaron.

[15] Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga se dirigieron a ellos diciendo: Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, decidla.

[16] Pablo se levantó, e indicando silencio con la mano dijo: Varones israelitas y los temerosos de Dios, escuchad: [17] el Dios de este pueblo de Israel eligió a nuestros padres, enalteció al pueblo durante su permanencia en el país de Egipto, y con brazo fuerte los sacó de allí. [18] Durante unos cuarenta años los cuidó en el desierto; [19] destruyó siete naciones en el país de Canaán y distribuyó su tierra entre ellos [20] a lo largo de unos cuatrocientos cincuenta años. Después de esto, les dio jueces hasta el profeta Samuel. [21] Pidieron entonces un rey y Dios les dio durante cuarenta años a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín. [22] Cuando depuso a éste, les suscitó como rey a David, a quien acreditó diciendo: Encontré a David, hijo de Jesé, hombre según mi corazón, que hará en todo mi voluntad. [23] De su descendencia Dios, según la promesa, hizo surgir para Israel un Salvador, Jesús. [24] Juan había predicado, ante la proximidad de su venida, un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. [25] Cuando estaba Juan para terminar su carrera decía: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo, sino mirad que detrás de mí viene uno a quien no soy digno de desatar el calzado de los pies.

[26] Hermanos, hijos de Abrahán y los que entre vosotros sois temerosos de Dios: a nosotros se nos ha enviado esta palabra de Salvación. [27] Los habitantes de Jerusalén y sus jefes le ignoraron y, al condenarle, cumplieron las palabras de los profetas que se leen cada sábado. [28] Y sin haber encontrado causa alguna de muerte, pidieron a Pilato que le hiciera morir. [29] Cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, le bajaron del madero y lo pusieron en el sepulcro. [30] Pero Dios le resucitó de entre los muertos: [31] él fue visto durante muchos días por los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los mismos que ahora son sus testigos ante el pueblo.

[32] También nosotros os anunciamos la buena nueva de que la promesa hecha a nuestros padres [33] la ha cumplido Dios en nosotros, sus hijos, al resucitar a Jesús, como estaba escrito en el Salmo segundo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. [34] Y que lo resucitó de entre los muertos para jamás volver a la corrupción lo dijo así: Os daré las santas y firmes promesas hechas a David. [35] Por lo cual dice también en otro lugar: No dejarás a tu Santo experimentar la corrupción.

[36] Porque David, después de haber cumplido durante su vida la voluntad de Dios, murió, fue sepultado con sus padres y experimentó la corrupción; [37] pero aquel a quien Dios resucitó no experimentó la corrupción. [38] Sabed, pues, hermanos, que por éste se os anuncia el perdón de los pecados; de todo lo que no pudisteis ser justificados por la Ley de Moisés, [39] queda justificado todo el que cree en él. [40] Por tanto, cuidad que no suceda lo dicho en los Profetas: [41] Mirad, los despreciadores, asombraos y ocultaos, porque voy a realizar una obra en vuestros días, una obra que no creeríais si alguien os la contara.

[42] Al salir les rogaban que el sábado siguiente les hablaran de estas cosas. [43] Terminada la reunión, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé, que les exhortaban y persuadían a permanecer en la gracia de Dios.

[44] El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para oír la palabra del Señor. [45] Cuando los judíos vieron la muchedumbre se llenaron de envidia, y contradecían con injurias las afirmaciones de Pablo. [46] Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía: Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la palabra de Dios, pero ya que la rechazáis y os juzgáis indignos de la vida eterna, nos volvemos a los gentiles. [47] Pues así nos lo mandó el Señor: Te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta los confines de la tierra.

[48] Al oír esto los gentiles se alegraban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban destinados a la vida eterna. [49] Y la palabra del Señor se propagaba por toda la región. [50] Pero los judíos incitaron a mujeres piadosas y distinguidas y a los principales de la ciudad, promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de su territorio. [51] Estos, sacudiendo el polvo de sus pies contra ellos, marcharon a Iconio. [52] Los discípulos quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.

Capítulo 14

[1] En Iconio entraron, como de costumbre, en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que creyó una gran muchedumbre de judíos y griegos. [2] Pero los judíos incrédulos excitaron y malearon los ánimos de los gentiles contra los hermanos. [3] Permanecieron bastante tiempo actuando con valentía en el Señor, que les concedía obrar por sus manos milagros y prodigios, acreditando así la predicación de su gracia. [4] La muchedumbre de la ciudad se dividió, unos a favor de los judíos, otros a favor de los apóstoles. [5] Como se produjo un violento movimiento de gentiles y de judíos junto con sus jefes, para injuriarles y apedrearles, [6] al enterarse de ello, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a la región circundante. [7] Y allí anunciaban el Evangelio.

[8] En Listra se hallaba sentado un hombre inválido de los pies, cojo desde el seno materno, que jamás había caminado. [9] Este escuchó a Pablo mientras hablaba. Pablo le miró fijamente y, viendo que tenía fe para ser salvado, [10] dijo con fuerte voz: ¡Ponte de pie! ¡Derecho! El dio un salto y empezó a caminar. [11] La muchedumbre, al ver lo que Pablo había hecho, levantó la voz diciendo en licaónico: Los dioses han bajado hasta nosotros en forma humana. [12] Y llamaban a Bernabé Zeus y Hermes a Pablo, porque éste era quien principalmente hablaba.

[13] Entonces el sacerdote del templo de Zeus que había a la entrada de la ciudad trajo toros y guirnaldas ante las puertas, y quería ofrecerles un sacrificio acompañado de la gente. [14] Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo lo oyeron, rasgando sus vestidos, corrieron hacia la multitud [15] diciendo a voces: Hombres, ¿qué es lo que hacéis? También nosotros somos hombres mortales como vosotros, y os predicamos que os convirtáis de estas cosas falsas al Dios vivo, el que hizo el cielo y la tierra y el mar y cuanto hay en ellos; [16] que en las generaciones pasadas permitió que cada nación siguiera su propio camino; [17] aunque El no ha dejado de dar testimonio de Sí mismo, derramando bienes al enviaros desde el cielo lluvias y estaciones fructíferas, llenando de alimento y de alegría vuestros corazones. [18] Con estas palabras disuadieron con dificultad a la multitud de ofrecerles sacrificios.

[19] Vinieron entonces de Antioquía y de Iconio unos judíos que sedujeron a la muchedumbre, de modo que apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad creyéndole muerto. [20] Pero rodeado de los discípulos se levantó y entró en la ciudad. Y al día siguiente marchó con Bernabé a Derbe.

[21] Después de predicar el Evangelio en aquella ciudad y hacer numerosos discípulos, se volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, [22] confortando los ánimos de los discípulos y exhortándoles a perseverar en la fe, diciéndoles que es preciso que entremos en el Reino de Dios a través de muchas tribulaciones. [23] Tras ordenar presbíteros en cada iglesia, haciendo oración y ayunando, les encomendaron al Señor, en quien habían creído. [24] Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia; [25] y después de predicar la palabra en Perge bajaron hasta Atalía. [26] Desde allí navegaron hasta Antioquía, de donde habían salido encomendados a la gracia de Dios, para la obra que habían llevado a cabo.

[27] Al llegar, reunieron a la iglesia, contaron todo lo que el Señor había hecho por medio de ellos, y que había abierto a los gentiles la puerta de la fe. [28] Se quedaron no poco tiempo con los discípulos.

Capítulo 15

[1] Algunos que bajaron de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis según la costumbre mosaica no podéis salvaros.

[2] Se produjo entonces una conmoción y controversia no pequeña entre Pablo y Bernabé, de un lado, y ellos. Decidieron que Pablo y Bernabé, con algunos otros, acudieran a los Apóstoles y presbíteros en Jerusalén, para tratar de esta cuestión.

[3] Así pues, enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaría, narrando con detalle la conversión de los gentiles y causando gran alegría a todos los hermanos. [4] Cuando llegaron a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia, por los Apóstoles y los presbíteros, y contaron lo que Dios había realizado por medio de ellos. [5] Pero se levantaron algunos de la secta de los fariseos que habían creído y dijeron: Es necesario circuncidarles y ordenar que cumplan la Ley de Moisés.

[6] Los Apóstoles y los presbíteros se reunieron para examinar esta cuestión. [7] Después de una larga deliberación, se levantó Pedro y les dijo: Hermanos, vosotros sabéis que desde los primeros días Dios me eligió entre vosotros, para que por mi boca oyesen los gentiles la palabra del Evangelio y creyeran. [8] Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio a favor de ellos, dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros; [9] y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, purificando sus corazones con la fe. [10] ¿Por qué tentáis ahora a Dios imponiendo sobre los hombros de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos llevar? [11] Creemos por el contrario que somos salvados por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos.

[12] Toda la multitud calló, y escucharon a Bernabé y a Pablo contar los milagros y prodigios que había obrado Dios por medio de ellos entre los gentiles. [13] Cuando terminaron de hablar, tomó Santiago la palabra y dijo: Hermanos, oídme: [14] Simón ha contado cómo desde el principio Dios se dignó elegir entre los gentiles un pueblo para su Nombre. [15] Con esto concuerdan las palabras de los profetas, según está escrito: [16] Después de esto volveré y reedificaré la tienda caída de David, reconstruiré sus ruinas y la levantaré de nuevo, [17] para que busquen al Señor los demás hombres y todas las naciones sobre las que ha sido invocado mi Nombre. Así dice el Señor, que hace estas cosas [18] conocidas desde la eternidad.

[19] Por lo cual estimo que no se debe inquietar más a los gentiles que se convierten a Dios, [20] sino que se les escriba para que se abstengan de lo contaminado por los ídolos, de la fornicación, de los animales estrangulados y de la sangre; [21] porque Moisés tiene desde generaciones antiguas en cada ciudad quienes le predican y leen en las sinagogas todos los sábados.

[22] Entonces pareció bien a los Apóstoles y a los presbíteros, junto con toda la Iglesia, enviar a Antioquía con Pablo y Bernabé a algunos varones elegidos de entre ellos: a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, destacados entre los hermanos. [23] Por medio de ellos les enviaron este escrito: Los Apóstoles y presbíteros hermanos, a los hermanos de la gentilidad que viven en Antioquía, Siria y Cilicia, salud. [24] Puesto que hemos oído que algunos salidos de entre nosotros, pero que nosotros no hemos enviado, os han turbado con sus palabras e inquietado vuestro ánimo, [25] nos ha parecido oportuno de común acuerdo, elegir unos hombres y enviarlos a vosotros en compañía de nuestros queridísimos Bernabé y Pablo, [26] hombres que han entregado su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. [27] Enviamos por lo tanto a Judas y Silas, que os comunicarán de palabra estas mismas cosas; [28] porque hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las necesarias: [29] abstenerse de lo ofrecido a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la fornicación. Obraréis bien al guardaros de estas cosas. Que tengáis salud.

[30] Ellos, después de despedirse, bajaron a Antioquía, reunieron a la muchedumbre y entregaron la carta; [31] y al leerla se llenaron de alegría por estas palabras de consuelo. [32] Judas y Silas, que también eran profetas, alentaron y confortaron a los hermanos con un largo discurso. [33] Pasado algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a quienes les habían enviado. [35] Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando y anunciando, junto con otros muchos, la palabra del Señor.

[36] Algunos días después dijo Pablo a Bernabé: Volvamos y visitemos a los hermanos en todas las ciudades donde hemos predicado la palabra del Señor, para ver cómo se encuentran. [37] Bernabé quería llevar consigo también a Juan, llamado Marcos. [38] Pablo, en cambio, consideraba que no debía llevar consigo al que se había apartado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la tarea. [39] Se produjo una discrepancia, de tal modo que se separaron uno del otro. Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó para Chipre, [40] mientras que Pablo eligió a Silas y partió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor. [41] Recorrió Siria y Cilicia consolidando las Iglesias.

Capítulo 16

[1] Llegó a Derbe y Listra, donde había un discípulo llamado Timoteo, hijo de mujer judía creyente y de padre griego, [2] que contaba con el testimonio de los hermanos de Listra e Iconio. [3] Pablo quiso que marchara con él, lo tomó y lo circuncidó a causa de los judíos de aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego.

[4] Conforme atravesaban las ciudades, les entregaban, para que las observasen, las decisiones dictadas por los Apóstoles y los presbíteros en Jerusalén. [5] Las iglesias se robustecían en la fe y aumentaban en número de día en día.

[6] Atravesaron Frigia y la región de Galacia, porque el Espíritu Santo les había impedido predicar la palabra en Asia. [7] Llegados cerca de Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. [8] Entonces atravesaron Misia y bajaron hasta Tróade. [9] Durante la noche Pablo tuvo una visión: un macedonio estaba de pie y le suplicaba diciendo: Ven a Macedonia y ayúdanos. [10] En cuanto tuvo la visión, intentamos inmediatamente pasar a Macedonia, convencidos de que Dios nos había llamado para anunciarles el Evangelio.

[11] Haciéndonos a la mar, fuimos desde Tróade derechos a Samotracia; al día siguiente a Neápolis, [12] y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la región de Macedonia y colonia romana. En esta ciudad permanecimos algunos días.

[13] El sábado salimos fuera de la puerta de la ciudad, junto al río, donde pensábamos que se tendría la oración. Nos sentamos y hablamos a las mujeres que se habían reunido. [14] Una de ellas llamada Lidia, vendedora de púrpura de la ciudad de Tiatira y temerosa de Dios, nos escuchaba. El Señor abrió su corazón para que comprendiese lo que Pablo decía. [15] Después de haber sido bautizada ella y su casa, nos insistía diciendo: Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid y permaneced en mi casa. Y nos obligó.

[16] Mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una joven esclava que tenía un espíritu pitónico y proporcionaba como adivina abundantes ganancias a sus amos. [17] Siguiendo a Pablo y a nosotros gritaba: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y os anuncian el camino de la salvación. [18] Hacía lo mismo durante muchos días. Hasta que, contrariado, Pablo se volvió y dijo al espíritu: En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella. Y en el mismo instante salió. [19] Al ver sus amos que había desaparecido la esperanza de su ganancia, se apoderaron de Pablo y de Silas y los arrastraron al foro ante los magistrados. [20] Los presentaron a los pretores y dijeron: Estos hombres perturban nuestra ciudad. Son judíos [21] y predican costumbres que a nosotros romanos no nos es lícito aceptar ni practicar. [22] La multitud se alborotó contra ellos, y los pretores les hicieron quitar sus vestidos y mandaron azotarles. [23] Después de haberles dado numerosos azotes, los arrojaron en la cárcel y ordenaron al carcelero custodiarlos con todo cuidado. [24] Este, recibida la orden, los metió en el calabozo interior y aseguró sus pies en el cepo.

[25] Hacia la medianoche Pablo y Silas oraban y cantaban alabanzas a Dios, y los presos les escuchaban. [26] De repente se produjo un terremoto tan fuerte que se conmovieron los cimientos de la cárcel, e inmediatamente se abrieron todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos. [27] Despertado el jefe de la prisión, al ver abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y quería matarse pensando que los presos se habían fugado. [28] Pero Pablo le gritó con fuerte voz: No te hagas ningún daño, que todos estamos aquí. [29] El jefe de la prisión pidió una luz, entró precipitadamente y se arrojó tembloroso ante Pablo y Silas. [30] Los sacó fuera y les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para salvarme? [31] Ellos le contestaron: Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa. [32] Le predicaron entonces la palabra del Señor a él y a todos los de su casa. [33] En aquella hora de la noche los tomó consigo, les lavó las heridas y acto seguido se bautizó él y todos los suyos. [34] Les hizo subir a su casa, les preparó la mesa y se regocijó con toda su familia por haber creído en Dios.

[35] Al hacerse de día los pretores enviaron a los lictores para decirle: Pon en libertad a esos hombres. [36] El guardián de la cárcel lo comunicó a Pablo: Los pretores han enviado a decir que se os ponga en libertad. Salid, pues, ahora y marchad en paz. [37] Pero Pablo les replicó: Después de azotarnos públicamente sin previa condena siendo ciudadanos romanos, nos han metido en la cárcel; ¿y nos sueltan ahora a escondidas? No será así. Que vengan ellos mismos a sacarnos. [38] Los lictores comunicaron estas palabras a los pretores. Estos temieron al oír que eran ciudadanos romanos. [39] Vinieron entonces y les pidieron disculpas, los sacaron fuera y les rogaron que salieran de la ciudad. [40] Al salir de la cárcel, fueron a casa de Lidia y, después de haber visto a los hermanos, les exhortaron y se marcharon.

Capítulo 17

[1] Después de atravesar Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. [2] Según su costumbre, Pablo se dirigió a ellos y durante tres sábados les habló acerca de las Escrituras, [3] explicando y probando que el Mesías debía padecer y resucitar de entre los muertos, y que: Jesús, a quien yo os anuncio, ése es el Mesías. [4] Algunos de ellos se convencieron y se adhirieron a Pablo y a Silas, así como un gran número de griegos que adoraban a Dios y no pocas mujeres de la nobleza. [5] Pero los judíos, envidiosos, reunieron algunos maleantes de entre la plebe y, creado un tumulto, soliviantaron la ciudad y se presentaron en casa de Jasón con la intención de llevarlos ante el pueblo. [6] Al no encontrarlos, condujeron a Jasón y a algunos hermanos ante los magistrados de la ciudad gritando: Esos que han agitado a todo el mundo han venido también aquí, [7] y Jasón los ha hospedado. Todos ellos actúan contra los decretos del César y dicen que hay otro rey, Jesús. [8] Alborotaron a la multitud y a los magistrados que oían estas cosas. [9] Pero, recibida una fianza de parte de Jasón y de los demás, los dejaron marchar.

[10] Enseguida los hermanos enviaron por la noche a Pablo y a Silas hacia Berea; al llegar se dirigieron a la sinagoga de los judíos. [11] Eran éstos más nobles que los de Tesalónica, y recibieron la palabra con todo interés y examinaban diariamente las Escrituras para ver si las cosas eran así. [12] Creyeron muchos de ellos, así como mujeres griegas distinguidas y no pocos hombres. [13] Cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que también en Berea había anunciado Pablo la palabra de Dios, vinieron hasta allí agitando y alborotando a la gente. [14] Entonces los hermanos enviaron con rapidez a Pablo hasta el mar. Silas y Timoteo permanecieron allí. [15] Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas, y se volvieron con la indicación, para Silas y Timoteo, de que se uniesen con él cuanto antes.

[16] Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se consumía en su interior al ver la ciudad llena de ídolos. [17] Dialogaba en la sinagoga con los judíos y los prosélitos, y todos los días en el Agora con los que allí acudían. [18] También algunos filósofos epicúreos y estoicos conversaban con él. Unos decían: ¿Qué querrá decir este charlatán? Y otros: Parece un predicador de divinidades extrañas, porque les anunciaba a Jesús y la Resurrección. [19] Lo tomaron y, llevándolo al Areópago, le dijeron: ¿Podemos saber cuál es esa doctrina nueva de la que hablas? [20] Porque haces llegar a nuestros oídos cosas extrañas y queremos saber lo que significan. [21] Todos los atenienses y forasteros que residían allí no se ocupaban en otra cosa que en decir o escuchar algo nuevo.

[22] Entonces Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: Atenienses, en todo veo que sois más religiosos que nadie, [23] pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados he encontrado también un altar en el que estaba escrito: Al Dios desconocido. Pues bien, yo vengo a anunciaros lo que veneráis sin conocer. [24] El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos fabricados por hombres, [25] ni es servido por manos humanas, como si necesitara de algo el que da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. [26] El hizo, de un solo hombre, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra. Y fijó las edades de su historia y los límites de los lugares en que los hombres habían de vivir, [27] para que buscasen a Dios, a ver si al menos a tientas lo encontraban, aunque no está lejos de cada uno de nosotros, [28] ya que en El vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de vuestros poetas: Porque somos también de su linaje.

[29] Si somos linaje de Dios no debemos pensar por tanto que la divinidad es semejante al oro, a la plata o a la piedra, escultura del arte y del ingenio humanos. [30] Dios ha permitido los tiempos de la ignorancia y anuncia ahora a los hombres que todos en todas partes se conviertan, [31] puesto que ha fijado el día en que va a juzgar la tierra con justicia, por medio del hombre que ha designado, presentando a todos un argumento digno de fe al resucitarlo de entre los muertos.

[32] Cuando oyeron «resurrección de los muertos», unos se reían y otros decían: Te escucharemos sobre esto en otra ocasión. [33] De este modo salió Pablo de en medio de ellos. [34] Pero algunos hombres se unieron a él y creyeron, entre ellos Dionisio el Areopagita y una mujer llamada Dámaris, y algunos otros.

Capítulo 18

[1] Después de esto se fue de Atenas y llegó a Corinto. [2] Encontró a un judío llamado Aquila, oriundo del Ponto, que recientemente había llegado de Italia, junto con su mujer Priscila, por haber decretado Claudio que salieran de Roma todos los judíos. Se les acercó [3] y, como tenía el mismo oficio, vivía y trabajaba con ellos, pues eran de profesión fabricantes de tiendas. [4] Todos los sábados discutía en la sinagoga e intentaba persuadir a judíos y griegos.

[5] Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se entregó por entero a la predicación de la palabra, dando testimonio a los judíos de que Jesús es el Cristo. [6] Como se le oponían y blasfemaban, sacudió sus vestidos y les dijo: ¡Caiga vuestra sangre sobre vuestra cabeza! Yo soy inocente. Desde ahora me dirigiré a los gentiles. [7] Salió de allí y entró donde vivía un prosélito llamado Tito Justo, cuya casa estaba contigua a la sinagoga. [8] Crispo, jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa. Y muchos corintios creían al oír a Pablo y recibían el bautismo.

[9] El Señor dijo por la noche a Pablo en una visión: No temas, sigue hablando y no calles, [10] que yo estoy contigo y nadie se te acercará para dañarte; porque tengo en esta ciudad un pueblo numeroso. [11] Permaneció allí un año y seis meses enseñando entre ellos la palabra de Dios.

[12] Era Galión procónsul de Acaya cuando los judíos se amotinaron de común acuerdo contra Pablo y lo condujeron al tribunal, [13] diciendo: Este induce a los hombres a dar culto a Dios al margen de la Ley. [14] Cuando Pablo se disponía a hablar, dijo Galión a los judíos: Si se tratara de un delito o de un grave crimen, ¡oh judíos!, sería razonable que os atendiera, [15] pero si son cuestiones de palabras y de nombres y de vuestra Ley, resolvedlo vosotros; yo no quiero ser juez de tales asuntos. [16] Y los expulsó del tribunal. [17] Entonces todos ellos agarraron a Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y comenzaron a golpearle delante del tribunal, pero nada de esto le importaba a Galión.

[18] Después de permanecer allí bastante tiempo, Pablo se despidió de los hermanos y embarcó hacia Siria. Iban con él Priscila y Aquila. Se había rapado la cabeza en Cencreas, porque había hecho un voto. [19] Llegaron a Efeso y los dejó allí. El entró en la sinagoga y empezó a dialogar con los judíos. [20] Le rogaban que se quedara más tiempo pero no accedió, [21] sino que se despidió y dijo: Volveré de nuevo a vosotros si Dios quiere. Y zarpó de Efeso. [22] Desembarcó en Cesarea y, después de subir y saludar a la iglesia, bajó a Antioquía.

[23] Pasó allí algún tiempo y marchó recorriendo una tras otra las regiones de Galacia y Frigia, y confortaba a todos los discípulos.

[24] Un judío llamado Apolo, de origen alejandrino, hombre elocuente y muy versado en las Escrituras, llegó a Efeso. [25] Había sido instruido en el camino del Señor. Hablaba con fervor de espíritu y enseñaba con esmero lo referente a Jesús, aunque sólo conocía el bautismo de Juan. [26] Comenzó a hablar con libertad en la sinagoga. Al oírle Priscila y Aquila le tomaron consigo y le expusieron con más exactitud el camino de Dios. [27] Como deseaba pasar a Acaya, los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos para que le recibieran. Cuando llegó fue de gran provecho, con la gracia divina, para los que habían creído, [28] pues refutaba vigorosamente en público a los judíos demostrando por las Escrituras que Jesús es el Cristo.

Capítulo 19

[1] Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo, una vez recorridas las regiones altas, llegó a Efeso, encontró a algunos discípulos [2] y les preguntó: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe? Ellos le respondieron: Ni siquiera hemos oído que haya Espíritu Santo. [3] El les replicó: ¿Entonces con qué bautismo habéis sido bautizados? Con el bautismo de Juan, respondieron. [4] Pablo contestó: Juan bautizó con un bautismo de penitencia, diciendo al pueblo que creyeran en el que había de venir detrás de él, esto es, en Jesús. [5] Cuando oyeron esto se bautizaron en el nombre del Señor Jesús. [6] Al imponerles Pablo las manos, vino el Espíritu Santo sobre ellos, de modo que hablaban en lenguas y profetizaban. [7] Eran entre todos unos doce hombres.

[8] Entró en la sinagoga y habló abiertamente durante tres meses, exponiendo lo referente al Reino de Dios y tratando de convencerles. [9] Pero como algunos se endurecieron y no creyeron, maldiciendo el camino del Señor ante la multitud, se apartó de ellos y se separó con los discípulos, enseñando diariamente en la escuela de Tirano. [10] Esto duró dos años, de forma que todos los habitantes de Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor. [11] Dios obraba por manos de Pablo milagros nada corrientes, [12] de manera que hasta los pañuelos y las ropas que habían tocado su cuerpo, aplicados a los enfermos, hacían desaparecer las dolencias y expulsaban los espíritus malignos.

[13] Algunos exorcistas judíos ambulantes intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre quienes tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por ese Jesús que Pablo predica. [14] Hacían esto siete hijos de un tal Esceva, de la aristocracia sacerdotal judía. [15] Pero el espíritu maligno les replicó: Conozco a Jesús y sé quién es Pablo; pero vosotros ¿quiénes sois? [16] Y el hombre en quien estaba el mal espíritu, abalanzándose sobre ellos, dominó a unos y otros y pudo con todos, de tal forma que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.

[17] Todos los judíos y griegos que vivían en Efeso se enteraron de esto; el temor se apoderó de todos, y fue ensalzado el nombre del Señor Jesús. [18] Muchos de los que habían creído venían para confesar y manifestar sus prácticas supersticiosas. [19] Bastantes de los que cultivaban la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos. Calcularon su valor y resultó ser de cincuenta mil monedas de plata. [20] Y así la palabra del Señor se propagaba con fuerza y se robustecía.

[21] Después de esto tuvo Pablo la inspiración de ir a Jerusalén a través de Macedonia y Acaya, y decía: Después de ir allí debo ver también Roma. [22] Envió a Macedonia a dos de sus colaboradores, Timoteo y Erasto, y él permaneció algún tiempo en Asia.

[23] Se produjo en aquella ocasión un alboroto no pequeño contra el Camino, [24] pues cierto platero llamado Demetrio, que fabricaba reproducciones en plata del templo de Diana, proporcionaba a los orfebres abundantes ganancias; [25] habiendo reunido a éstos y a los que eran del mismo oficio, dijo: Amigos, sabéis que nuestro bienestar viene de este trabajo, [26] y estáis viendo y oyendo que no sólo en Efeso, sino en casi todo el Asia, este Pablo aparta con persuasión a mucha gente diciendo que no son dioses los que se fabrican con las manos. [27] Con esto no sólo hay peligro de que caiga en descrédito nuestra profesión, sino también de que el templo de la gran diosa Diana sea tenido en nada, y vaya a ser despojado de su majestad aquella a quien toda el Asia y la tierra entera veneran.

[28] Al oír esto comenzaron a gritar llenos de furia: ¡Grande es la Diana de los efesios! [29] La ciudad se llenó de confusión y todos a una se precipitaron hacia el teatro, arrastrando a los macedonios Gayo y Aristarco, compañeros de viaje de Pablo. [30] Este quiso presentarse al pueblo, pero no se lo permitieron los discípulos; [31] e incluso algunos Asiarcas que eran amigos enviaron a rogarle que no se arriesgase a ir al teatro. [32] Unos gritaban una cosa y otros otra. Estaba la asamblea confusa y la mayoría no sabía por qué se habían reunido.

[33] Hicieron salir entonces a Alejandro de entre la multitud, empujado por los judíos. Alejandro pidió silencio con la mano, para dar explicaciones a la gente; [34] pero cuando supieron que era judío, todos a una voz gritaron durante unas dos horas: ¡Grande es la Diana de los efesios! [35] Cuando el magistrado calmó a la turba dijo: Efesios, ¿qué hombre hay que no sepa que la ciudad de Efeso es la guardiana del templo de la gran Diana y de su estatua bajada del cielo? [36] Como esto es indiscutible, conviene que estéis tranquilos y no hagáis nada precipitadamente, [37] pues habéis traído a estos hombres que no son sacrílegos ni blasfemos contra nuestra diosa. [38] Si Demetrio y los orfebres que están con él tienen queja contra alguno, audiencias y procónsules hay: que presenten sus acusaciones unos y otros. [39] Y si pretendéis algo más, debe resolverse en asamblea legal, [40] porque corremos el peligro de ser acusados de sedición por lo de hoy, al no haber ninguna causa por la que podamos justificar este tumulto. Dicho esto, despidió a la asamblea.

Capítulo 20

[1] Cuando cesó el alboroto, haciendo llamar Pablo a los discípulos y animándolos se despidió de ellos y partió camino de Macedonia. [2] Después de atravesar aquellas regiones y exhortar a todos con frecuentes conversaciones, llegó a Grecia. [3] Allí se detuvo tres meses y, al preparar los judíos un atentado contra él cuando se disponía a navegar hacia Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia. [4] Le acompañaban Sópatros, hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo de Derbe; y Timoteo, así como Tíquico y Trófimo, que eran de Asia. [5] Estos se adelantaron y nos esperaron en Tróade. [6] Nosotros iniciamos la navegación en Filipos, después de los Azimos, y a los cinco días nos reunimos con ellos en Tróade, donde nos detuvimos durante siete días.

[7] El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para la fracción del pan, Pablo, que debía partir al día siguiente, hablaba a los discípulos, y su discurso se prolongó hasta la media noche. [8] Había abundantes lámparas en la habitación superior donde nos encontrábamos. [9] Un joven llamado Eutico estaba sentado en la ventana y se sumió en un profundo sueño al alargarse las palabras de Pablo, de modo que, vencido por el sueño, cayó abajo desde el tercer piso y lo levantaron ya muerto. [10] Bajó Pablo, se echó sobre él y abrazándole dijo: No os preocupéis, que su alma está en él. [11] Subió luego, partió el pan, lo comió y siguió hablando largo tiempo hasta el amanecer; entonces se marchó. [12] Trajeron vivo al joven y se consolaron grandemente.

[13] Nosotros nos adelantamos a tomar la nave y zarpamos rumbo a Asso, donde habíamos de recoger a Pablo, porque él había decidido hacer hasta allí el viaje por tierra. [14] Cuando se nos unió en Asso, lo recibimos a bordo y llegamos a Mitilene. [15] Allí nos hicimos a la mar y llegamos al día siguiente a la altura de Quíos; al otro día atracamos en Samos y al siguiente arribamos a Mileto. [16] Pablo había decidido no detenerse en Efeso, para no perder tiempo en Asia; se daba prisa porque, si era posible, deseaba estar en Jerusalén el día de Pentecostés.

[17] Desde Mileto envió un mensaje a Efeso y convocó a los presbíteros de la iglesia. [18] Cuando llegaron les dijo: Vosotros sabéis cómo me he comportado en vuestra compañía desde el primer día que entré en Asia, [19] sirviendo al Señor con toda humildad y lágrimas y con las dificultades que me han venido por las insidias de los judíos; [20] cómo no dejé de hacer nada de cuanto podía aprovecharos, y os he predicado y enseñado públicamente y en vuestras casas, [21] anunciando a judíos y griegos la conversión a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús. [22] Ahora, encadenado por el Espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin conocer lo que allí me sucederá, [23] excepto que por todas las ciudades el Espíritu Santo testimonia en mi interior para decirme que me esperan cadenas y tribulaciones. [24] Pero en nada estimo mi vida, con tal de consumar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús de dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios.

[25] Sé ahora que ninguno de vosotros, entre quienes pasé predicando el Reino, volverá a ver mi rostro. [26] Os testifico por ello en este día que estoy limpio de la sangre de todos, [27] pues no dejé de anunciaros todos los designios de Dios. [28] Cuidad de vosotros y de toda la grey, en la que el Espíritu Santo os puso como obispos para apacentar la Iglesia de Dios, que El adquirió con su sangre. [29] Sé que después de mi marcha se introducirán entre vosotros lobos feroces que no perdonarán el rebaño, [30] y que de entre vosotros mismos surgirán hombres que enseñarán doctrinas perversas, con el fin de arrastrar a los discípulos tras ellos. [31] Debéis, por lo tanto, vigilar y recordar que durante tres años no cesé noche y día de exhortar con lágrimas a cada uno de vosotros.

[32] Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificar y conceder la herencia a todos los santificados. [33] No he codiciado de nadie plata, oro o vestidos. [34] Sabéis bien que las cosas necesarias para mí y los que están conmigo las proveyeron estas manos. [35] Os he enseñado en todo que trabajando así es como debemos socorrer a los necesitados, y que hay que recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en recibir.

[36] Dichas estas cosas se puso de rodillas y oró con todos ellos. [37] Se produjo entonces un gran llanto de todos, y abrazándose al cuello de Pablo le besaban, [38] afligidos sobre todo por lo que había dicho de que no volverían a ver su rostro. Y le acompañaron hasta la nave.

Capítulo 21

[1] Separándonos de ellos nos hicimos a la mar y fuimos derechos a Cos, al día siguiente a Rodas y luego a Pátara. [2] Encontramos una nave que zarpaba para Fenicia, nos embarcamos en ella y partimos. [3] Avistamos la isla de Chipre y, dejándola a nuestra izquierda, continuamos navegando hacia Siria. Llegamos a Tiro, donde la nave debía dejar su carga. [4] Habiendo encontrado a los discípulos, permanecimos allí siete días. Movidos por el Espíritu, decían a Pablo que no subiese a Jerusalén. [5] Concluidos aquellos días salimos para continuar el viaje. Nos acompañaron todos con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad. Puestos de rodillas en la playa, oramos, [6] nos despedimos unos de otros y subimos a la nave. Ellos se volvieron a sus casas. [7] Nosotros, terminado el viaje por mar, desde Tiro arribamos a Tolemaida, saludamos a los hermanos y permanecimos un día con ellos.

[8] Al siguiente partimos y llegamos a Cesarea, donde fuimos a casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, y nos quedamos con él. [9] Tenía éste cuatro hijas vírgenes que profetizaban.

[10] Llevábamos allí varios días cuando llegó desde Judea un profeta llamado Agabo. [11] Vino a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, y atándose manos y pies dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al hombre a quien pertenece este cinturón, y le entregarán en manos de los gentiles. [12] Cuando lo oímos, tanto nosotros como los del lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén. [13] Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y afligiendo mi corazón? Yo estoy dispuesto no solamente a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. [14] Como no podíamos convencerle, dejamos de insistirle y dijimos: Hágase la voluntad del Señor.

[15] Después de estos días, y hechos los preparativos necesarios, subimos a Jerusalén. [16] Venían con nosotros algunos discípulos de Cesarea, que nos llevaron a casa de un tal Mnasón, chipriota y antiguo discípulo, en donde nos hospedamos.

[17] Llegados a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con alegría. [18] Al día siguiente fue Pablo con nosotros a casa de Santiago, y allí se reunieron también todos los presbíteros. [19] Después de saludarlos, les narró una por una las cosas que había obrado Dios en los gentiles por su ministerio. [20] Ellos, al oírle, glorificaban a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos miles de judíos han recibido la fe, y todos son celosos seguidores de la Ley. [21] Han oído decir de ti que enseñas a todos los judíos que habitan entre los gentiles que se aparten de Moisés, hablándoles de no circuncidar a sus hijos y no vivir las tradiciones. [22] ¿Qué podemos hacer? En cualquier caso se enterarán de que has llegado. [23] Haz, pues, lo que vamos a decirte: hay entre nosotros cuatro hombres que deben cumplir un voto. [24] Tómalos contigo, purifícate con ellos y paga sus gastos para que rapen su cabeza, y vean todos que no hay nada de lo que han oído decir contra ti, sino que también tú caminas en la observancia de la Ley. [25] En cuanto a los gentiles que han creído, les hemos escrito ya nuestra decisión de que se abstengan de la carne sacrificada a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la fornicación.

[26] Tomó entonces Pablo a aquellos hombres y, al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el Templo y anunció el plazo de los días de la purificación, para saber el día en que pudiese presentar la ofrenda por cada uno de ellos.

[27] Cuando estaban a punto de cumplirse los siete días, unos judíos venidos de Asia le vieron en el Templo, alborotaron a la muchedumbre y le echaron mano [28] gritando: ¡Auxilio, hombres de Israel! Este es el hombre que enseña a todos por todas partes contra el pueblo, la Ley y este lugar, y que ha introducido incluso a unos griegos en el Templo y profanado este lugar santo. [29] Era que habían visto con él en la ciudad al efesio Trófimo, y creían que Pablo le había introducido en el Templo. [30] Se agitó toda la ciudad y se produjo gran afluencia de gente. Agarrando a Pablo, lo arrastraron fuera del Templo y cerraron inmediatamente las puertas. [31] Intentaban matarlo, cuando fue anunciado al tribuno de la cohorte que toda Jerusalén se encontraba alborotada. [32] Este tomó enseguida soldados y centuriones y corrió hacia ellos; éstos, al ver al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. [33] Acercóse el tribuno, lo prendió y ordenó que fuera atado con dos cadenas, y le preguntó quién era y qué había hecho. [34] Como en la muchedumbre unos gritaban una cosa y otros otra, y no podía averiguar nada con claridad a causa del tumulto, mandó conducirlo al cuartel. [35] Cuando llegó a las escaleras hubo de ser llevado por los soldados a causa de la violencia de la gente, [36] pues la multitud seguía detrás gritando: ¡Mátalo!

[37] Cuando iban a entrar en el cuartel, dijo Pablo al tribuno: ¿Me permites decirte una cosa? El le contestó: ¿Hablas griego? [38] ¿No eres tú el egipcio que hace pocos días promovió una rebelión y llevó al desierto a cuatro mil sicarios? [39] Pablo respondió: Yo soy judío, de Tarso de Cilicia, ciudadano de esta ciudad no desconocida. Te ruego me permitas hablar al pueblo. [40] Se lo permitió, y Pablo, de pie en lo alto de las gradas, hizo una señal a la gente con la mano. Se produjo entonces un gran silencio y comenzó a hablarles en lengua hebrea.

Capítulo 22

[1] Hermanos y padres, escuchad la defensa que hago ahora ante vosotros. [2] Al oír que les hablaba en lengua hebrea guardaron mayor silencio. Y dijo: [3] Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, educado en esta ciudad e instruido a los pies de Gamaliel según la observancia de la Ley patria, lleno de celo de Dios como vosotros en el día de hoy. [4] Yo perseguí a muerte este Camino, encadenando y encarcelando a hombres y mujeres, [5] como me lo puede atestiguar el Sumo Sacerdote y todo el Sanedrín. De ellos recibí cartas para los hermanos y me encaminé a Damasco, para traer aherrojados a Jerusalén a quienes allí hubiera, con el fin de castigarlos.

[6] Pero cuando iba de camino, cerca de Damasco, hacia el mediodía, me envolvió de repente una gran luz venida del cielo, [7] caí al suelo y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? [8] Yo respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me contestó: Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues. [9] Los que estaban conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. [10] Yo dije: ¿Qué he de hacer, Señor? Y el Señor me respondió: Levántate y entra en Damasco: allí se te dirá todo lo que debes hacer. [11] Como yo no veía a causa del resplandor de aquella luz, tuve que entrar en Damasco conducido de la mano de mis acompañantes.

[12] Ananías, un varón piadoso según la Ley y acreditado por todos los judíos que allí vivían, [13] vino a mí y presentándose me dijo: Saulo, hermano, recobra tu vista. Y en el mismo instante le pude ver. [14] El me dijo: El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conocieras su voluntad, vieras al Justo y oyeras la voz de su boca, [15] porque serás su testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. [16] Ahora, ¿qué esperas? Levántate y recibe el bautismo y lava tus pecados, invocando su nombre.

[17] Vuelto a Jerusalén, me encontraba orando en el Templo cuando tuve un éxtasis [18] y le vi a él que me decía: Apresúrate y sal enseguida de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio sobre mí. [19] Yo contesté: Señor, ellos saben que yo iba por las sinagogas encarcelando y azotando a los que creían en ti; [20] y cuando se vertió la sangre de tu testigo Esteban, yo estaba presente, lo consentía y guardaba los vestidos de los que lo mataban. [21] Y me dijo: Marcha, que yo te enviaré lejos a los gentiles.

[22] Le escucharon hasta estas palabras, pero entonces alzaron la voz y dijeron: ¡Quita a ése de la tierra! ¡No merece vivir! [23] Como continuaban vociferando, agitando sus vestidos y lanzando polvo al aire, [24] mandó el tribuno conducirlo dentro del cuartel y dispuso que le interrogaran por medio de azotes, para saber por qué motivo gritaban así contra él.

[25] Cuando le tenían estirado con las correas, Pablo dijo al centurión que allí estaba: ¿Os es lícito azotar a un romano sin haberle juzgado? [26] Al oír esto, el centurión fue al tribuno y le dijo: ¿Qué vas a hacer? Este hombre es ciudadano romano. [27] Vino el tribuno y le preguntó: Dime, ¿eres de verdad romano? Y el contestó: Sí. [28] Replicó el tribuno: Yo conseguí esta ciudadanía mediante una fuerte suma. Pues yo, contestó Pablo, la tengo por nacimiento. [29] Enseguida se retiraron los que iban a torturarle, y el tribuno temió al conocer que era romano, y que le había hecho encadenar para azotarlo.

[30] Al día siguiente, deseando saber con exactitud de qué le acusaban los judíos, le quitó las cadenas, mandó reunir a los príncipes de los sacerdotes y a todo el Sanedrín, llevó a Pablo y le puso ante ellos.

Capítulo 23

[1] Fijos los ojos en el Sanedrín, exclamó Pablo: Hermanos, yo me he comportado con entera buena conciencia ante Dios hasta este día. [2] El Sumo Sacerdote Ananías ordenó a los que estaban junto a él que le golpeasen en la boca. [3] Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, muro blanqueado! ¿Tú te sientas para juzgarme con arreglo a la Ley y contra la Ley mandas golpearme? [4] Los presentes dijeron: ¿Ultrajas al Sumo Sacerdote de Dios? [5] Respondió Pablo: No sabía, hermanos, que era el Sumo Sacerdote; está escrito: No maldecirás al príncipe de tu pueblo.

[6] Sabiendo Pablo que unos eran saduceos y otros fariseos, gritó en medio del Sanedrín: Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos, y se me juzga por la esperanza en la resurrección de los muertos. [7] Al decir esto se produjo un enfrentamiento entre fariseos y saduceos, y se dividió la multitud. [8] Porque los saduceos dicen que no hay resurrección ni ángel ni espíritu; los fariseos en cambio confiesan una y otra cosa. [9] Se produjo un enorme griterío, y puestos en pie algunos escribas del grupo de los fariseos discutían diciendo: Nada malo hallamos en este hombre; ¿y si le ha hablado algún espíritu o ángel? [10] Como se hiciera muy grande el alboroto, temeroso el tribuno de que despedazaran a Pablo, ordenó a los soldados bajar, arrancarles a Pablo y conducirlo al cuartel. [11] En esa noche se le apareció el Señor y le dijo: Mantén el ánimo, pues igual que has dado testimonio de mí en Jerusalén, así debes darlo también en Roma.

[12] Cuando amaneció, los judíos se reunieron y se comprometieron bajo juramento a no comer ni beber hasta haber dado muerte a Pablo. [13] Los conjurados eran más de cuarenta. [14] Se presentaron a los Sumos Sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Bajo juramento nos hemos comprometido a no comer nada hasta que no hayamos dado muerte a Pablo. [15] Ahora vosotros, de acuerdo con el Sanedrín, pedid al tribuno que os lo lleve, como si desearais examinar con más detalle su caso. Nosotros, por nuestra parte, estamos preparados para matarle antes de que llegue.

[16] El hijo de la hermana de Pablo se enteró de la conjuración, fue al cuartel, entró y lo comunicó a Pablo. [17] Llamó éste a uno de los centuriones y le dijo: Conduce a este joven hasta el tribuno, porque tiene algo que anunciarle. [18] Le tomó y llevó al tribuno diciendo: Pablo, el preso, me llamó para rogarme que te trajera a este joven, que tiene algo que decirte. [19] El tribuno le cogió de la mano, se retiró con él aparte y le preguntó: ¿Qué tienes que decirme? [20] El respondió: Los judíos se han puesto de acuerdo para pedirte que mañana lleves a Pablo ante el Sanedrín, con el pretexto de averiguar más exactamente alguna cosa sobre él. [21] Pero tú no les creas, porque le preparan un atentado más de cuarenta de ellos, que se han comprometido bajo juramento a no comer ni beber hasta haberle dado muerte, y ahora están preparados en espera de tu conformidad.

[22] El tribuno despidió al muchacho con esta advertencia: No digas a nadie que me has comunicado estas cosas. [23] Llamó luego a dos centuriones y les dijo: Preparad doscientos infantes, setenta jinetes y doscientos lanceros, para ir a Cesarea, a la tercera vigilia de la noche, [24] y tened dispuestas cabalgaduras para montar a Pablo y llevarlo incólume al gobernador Félix. [25] Y escribió una carta en estos términos: [26] Claudio Lisias al excelentísimo Prefecto Félix: Salud. [27] De este hombre se habían apoderado los judíos e iban a matarlo cuando, al enterarme de que era romano, acudí con la tropa y le libré de ellos. [28] Con el deseo de saber el delito de que le acusaban le bajé a su Sanedrín, [29] y descubrí que le acusaban de asuntos relativos a su Ley, pero que no tenía ningún cargo que mereciera muerte o prisión. [30] Al llegarme noticias de que preparaban un atentado contra este hombre, te lo he mandado enseguida y he indicado a sus acusadores que presenten ante ti su querella contra él.

[31] Los soldados tomaron a Pablo, según se les había ordenado, y lo condujeron de noche a Antípatris. [32] Al día siguiente, siguieron con él los de caballería y se volvieron los demás al cuartel. [33] Cuando llegaron a Cesarea entregaron la carta al gobernador y le presentaron también a Pablo. [34] Después de leerla le interrogó acerca de su provincia de origen y, al enterarse de que era de Cilicia, le dijo: [35] Te juzgaré cuando lleguen tus acusadores. Y mandó custodiarlo en el pretorio de Herodes.

Capítulo 24

[1] Cinco días después bajó el Sumo Sacerdote Ananías con algunos ancianos y un tal Tértulo, que era abogado, y presentaron ante el gobernador acusación contra Pablo. [2] Citado éste, comenzó Tértulo la acusación diciendo: La gran paz que por ti gozamos y las mejoras realizadas en favor de esta nación por tu solicitud, [3] las hemos recibido, excelentísimo Félix, siempre y en todo lugar con todo agradecimiento. [4] Y para no cansarte por más tiempo, te ruego nos escuches brevemente con tu acostumbrada clemencia. [5] Hemos encontrado a esta peste de hombre que provoca alborotos entre los judíos de la tierra entera y que es jefe principal de la secta de los nazarenos. [6] Ha intentado también profanar el Templo, pero le apresamos. [8] Al interrogarle podrás conocer por ti mismo todas estas cosas de que le acusamos. [9] Se adhirieron también los judíos diciendo que era realmente así.

[10] Habiéndole concedido la palabra el gobernador, respondió Pablo: Sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación. Por eso voy a hablar en mi defensa con toda confianza. [11] Puedes comprobar que no hace más de doce días que subí a Jerusalén para adorar a Dios, [12] y ni en el Templo me han encontrado discutiendo con nadie, ni alborotando a la gente en las sinagogas o por la ciudad. [13] Tampoco pueden probarte las cosas de que ahora me acusan. [14] Confieso, en cambio, ante ti que sirvo al Dios de mis padres según el Camino que ellos llaman secta, creyendo todo lo que dice la Ley y está escrito en los Profetas, [15] y tengo en Dios la esperanza, que ellos mismos tienen, de que habrá una resurrección tanto de justos como de pecadores. [16] Me esfuerzo por eso yo también en conservar siempre una conciencia limpia ante Dios y ante los hombres. [17] Después de muchos años he venido para traer limosnas a los de mi nación y a presentar ofrendas. [18] En estas circunstancias me encontraron purificado en el Templo, y no con muchedumbre ni alboroto. [19] Ciertos judíos de Asia son los que deberían presentarse ante ti y acusarme si tienen algo contra mí, [20] o si no, que digan éstos qué delito encontraron en mí cuando comparecí ante el Sanedrín, [21] como no fuera sólo la afirmación que pronuncié cuando estaba en medio de ellos: que soy juzgado hoy por vosotros a causa de la resurrección de los muertos.

[22] Félix, buen conocedor de lo referente al Camino, les dio largas diciendo: Cuando baje el tribuno Lisias me ocuparé de vuestro asunto. [23] Y ordenó al centurión que custodiase a Pablo, que le permitiera alguna libertad y no impidiera a ninguno de sus amigos que le asistiera. [24] Después de unos días llegó Félix con su esposa Drusila, que era judía. Hizo llamar a Pablo y le escuchó acerca de la fe en Cristo Jesús. [25] Al hablar Pablo de la justicia, la continencia y el juicio futuro, Félix le respondió aterrorizado: Por ahora puedes retirarte. Te haré llamar cuando surja una ocasión propicia. [26] Esperaba al mismo tiempo que Pablo le diera dinero, y por eso le buscaba con frecuencia y hablaba con él.

[27] Transcurrido un bienio, Félix recibió a Porcio Festo como sucesor y, queriendo hacer un favor a los judíos, dejó Félix a Pablo en prisión.

Capítulo 25

[1] Tres días después de llegar a la provincia, subió Festo de Cesarea a Jerusalén, [2] y los príncipes de los sacerdotes y los jefes de los judíos le presentaron acusación contra Pablo, e insistían [3] en pedirle la gracia de que ordenara conducirlo a Jerusalén, mientras preparaban una emboscada para matarlo en el camino. [4] Pero Festo les respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea y que él mismo se disponía a partir hacia allí enseguida. [5] Que bajen conmigo, dijo, los principales de entre vosotros y acusen a este hombre, si ha cometido algún crimen. [6] Habiendo permanecido con ellos no más de ocho o diez días, bajó a Cesarea, y al día siguiente se sentó en el tribunal y mandó traer a Pablo. [7] Cuando fue traído le rodearon los judíos bajados de Jerusalén, alegando contra él muchas y graves acusaciones, que no podían probar. [8] Pablo se defendía diciendo: Yo no he cometido ningún delito contra la Ley de los judíos, ni contra el Templo ni contra el César. [9] Pero Festo, que deseaba mostrar favor a los judíos, dijo a Pablo: ¿Quieres ir a Jerusalén y ser juzgado allí de estas cosas en mi presencia? [10] Pablo respondió: Estoy ante el tribunal del César, que es donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún mal, como tú bien sabes. [11] Si soy reo de crimen y he hecho algo que merezca la muerte, no rehúso morir; pero si nada hay de lo que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos: ¡apelo al César! [12] Entonces Festo deliberó con su consejo y respondió: Has apelado al César y al César irás.

[13] Pasados algunos días llegaron a Cesarea el rey Agripa y Berenice, y fueron a saludar a Festo. [14] Como se detuvieron allí unos días, Festo mencionó al rey el asunto de Pablo, diciendo: Hay aquí un hombre que Félix dejó en prisión, [15] contra quien presentaron acusación los Sumos Sacerdotes y los ancianos de los judíos, cuando estuve en Jerusalén, pidiendo sentencia condenatoria. [16] Yo les contesté que entre romanos, no es costumbre entregar a un hombre antes de que el acusado tenga delante de él a sus acusadores y la oportunidad de defenderse de la acusación. [17] Cuando llegaron aquí, me senté al día siguiente en el tribunal, sin ninguna dilación, y ordené que trajeran a aquel hombre. [18] Los acusadores se presentaron ante él, pero no alegaban ninguna acusación de los delitos que yo sospechaba. [19] Tenían contra él ciertas cuestiones de su religión y de un tal Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirma que vive. [20] Perplejo por estas cuestiones, le propuse si deseaba ir a Jerusalén para ser juzgado allí de estas cosas. [21] Pero como Pablo apeló para que su causa sea reservada a la decisión del César, mandé custodiarlo hasta que lo pueda enviar al Cesar. [22] Agripa dijo a Festo: Quisiera yo también oír a ese hombre. Mañana, respondió, le oirás.

[23] Al día siguiente llegaron Agripa y Berenice con gran pompa y entraron en la sala de la audiencia, junto con los tribunos y los hombres más importantes de la ciudad. A una orden de Festo trajeron a Pablo. [24] Dijo Festo: Rey Agripa y todos los presentes entre nosotros, veis aquí a este hombre. Toda la multitud de los judíos me ha interpelado contra él, tanto en Jerusalén como en este lugar, gritando que no merece vivir más tiempo. [25] Comprendí, sin embargo, que no había cometido nada digno de muerte. Pero como ha apelado al César he decidido enviarle. [26] Dado que no tengo nada preciso que escribir al Emperador sobre él, lo he traído ante vosotros, y especialmente ante ti, rey Agripa, para, una vez hecho el interrogatorio, tener algo que escribir; [27] pues me parece improcedente enviar un preso sin acompañar las acusaciones contra él.

Capítulo 26

[1] Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar en tu defensa. Entonces Pablo extendió la mano y comenzó su alegato: [2] Me considero dichoso, rey Agripa, de poder defenderme hoy ante ti de todas las acusaciones de los judíos, [3] sobre todo, porque tú conoces todas sus cuestiones y costumbres. Te ruego por tanto que me escuches pacientemente. [4] Todos los judíos saben de mi vida desde la juventud, que transcurrió desde el principio en medio de mi pueblo en Jerusalén. [5] Me conocen hace mucho tiempo y si quieren pueden atestiguar que he vivido como fariseo, según la secta más estricta de nuestra religión. [6] Y ahora estoy sometido a juicio por la esperanza en la promesa hecha por Dios a nuestros padres, [7] la cual esperan alcanzar nuestras doce tribus sirviendo a Dios con perseverancia día y noche. ¡A causa de esta esperanza, oh rey, soy acusado por los judíos! [8] ¿Por qué os parece increíble que Dios resucite a los muertos?

[9] Yo me creí en el deber de actuar enérgicamente contra el nombre de Jesús Nazareno. [10] Lo hice en Jerusalén y encarcelé a muchos santos con poder recibido de los Sumos Sacerdotes, y cuando se les mataba yo aportaba mi voto. [11] Les castigaba frecuentemente por todas las sinagogas, para obligarles a blasfemar y, enfurecido contra ellos, llegaba hasta perseguirles en ciudades extranjeras.

[12] Con este fin iba a Damasco, con poder y autorización de los Sumos Sacerdotes, [13] y al mediodía vi en el camino, oh rey, una luz del cielo, más brillante que el sol, que me envolvió a mí y a los que me acompañaban. [14] Caímos todos a tierra y escuché una voz que me decía en hebreo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa es para ti dar coces contra el aguijón. [15] Yo contesté: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor me dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. [16] Pero levántate y ponte en pie, porque me he dejado ver por ti para hacerte ministro y testigo de lo que has visto y de lo que todavía te mostraré. [17] Yo te libraré de tu pueblo y de los gentiles a los que te envío, [18] a fin de que abras sus ojos para que se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder a Satanás a Dios, y reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados por la fe en mí.

[19] Así pues, rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, [20] sino que primero a los de Damasco y Jerusalén, y luego por toda la región de Judea y a los gentiles, comencé a predicar que hicieran penitencia y se convirtieran a Dios con obras dignas de penitencia. [21] Por este motivo intentaron matarme los judíos cuando me prendieron en el Templo. [22] Con la ayuda de Dios he permanecido hasta este día predicando a pequeños y grandes, sin enseñar otras cosas que las que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: [23] que el Mesías debía padecer y, después de resucitar el primero de entre los muertos, había de anunciar la luz al pueblo y a los gentiles.

[24] Mientras se defendía de este modo, dijo Festo en alta voz: Estás loco, Pablo; las muchas letras te han hecho perder el juicio. [25] Pablo contestó: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de sensatez. [26] Bien sabe estas cosas el rey a quien hablo sinceramente, porque no creo que ninguna le sea desconocida, pues no son cosas que hayan ocurrido en un rincón. [27] ¿Crees, rey Agripa, en los profetas? Yo sé que crees. [28] Agripa contestó a Pablo: Un poco más y me convences de que me haga cristiano. [29] Pablo respondió: Quisiera Dios que, con poco o con mucho, no sólo tú sino todos los que me escuchan hoy se hicieran como yo, pero sin estas cadenas.

[30] Se levantó el rey, el procurador, Berenice y todos los que se sentaban con ellos; [31] y al retirarse se comentaban unos a otros: Este hombre no ha hecho nada que merezca muerte o prisión. [32] Agripa dijo a Festo: Podía ser puesto en libertad si no hubiera apelado al César.

Capítulo 27

[1] Cuando se decidió que emprendiésemos la navegación rumbo a Italia, Pablo y algunos otros presos fueron confiados a un centurión de la cohorte Augusta, llamado Julio. [2] Embarcamos en una nave de Adramicio que iba a zarpar hacia puertos de Asia y nos hicimos a la mar, llevando con nosotros a Aristarco, macedonio de Tesalónica. [3] Al día siguiente llegamos a Sidón, y Julio, tratando a Pablo con humanidad, le permitió visitar a sus amigos y proveerse de lo necesario. [4] Partimos de allí y, a causa de vientos contrarios, navegamos a lo largo de Chipre, [5] y a través de los mares de Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira de Licia. [6] Allí encontró el centurión una nave alejandrina que se dirigía a Italia y nos trasladó a ella. [7] Durante varios días navegamos con lentitud y llegamos con dificultad frente a Gnido. Dado que el viento nos era contrario, navegamos al abrigo de Creta cerca de Salmone. [8] Costeando la isla con dificultades llegamos a un lugar llamado Puertos Buenos, junto al cual está la ciudad de Lasea.

[9] Transcurrido bastante tiempo, como la navegación se hacía peligrosa, pues había pasado ya el Ayuno, Pablo les advirtió [10] diciendo: Veo, amigos, que la navegación comienza a ser con peligro y serio daño no sólo de la carga y de la nave sino también de nuestras vidas. [11] Pero el centurión hizo más caso al piloto y al patrón que a las palabras de Pablo. [12] Como el puerto no era apropiado para pasar el invierno, decidió la mayoría hacerse a la mar desde allí, por si lograban llegar a Fénica, puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, para invernar.

[13] Comenzó a soplar el viento del sur y pensaron que podían realizar su propósito, de modo que levaron anclas y fueron costeando de cerca la isla de Creta. [14] Pero no mucho después se desató contra ella un viento huracanado, llamado euroaquilón.[15] Arrastrada la nave e inCAP. az de resistir el viento, quedó a merced de las olas e íbamos a la deriva. [16] Navegamos a sotavento de una pequeña isla llamada Cauda, y a duras penas conseguimos hacernos con el esquife. [17] Una vez izado, usaron los cables de refuerzo, para ceñir el casco de la nave por debajo. Y por miedo a chocar contra la Sirte plegaron las velas y se dejaron ir a la deriva. [18] Como el temporal nos sacudía violentamente, al día siguiente aligeraron la nave, [19] y al tercer día arrojaron al mar con sus propias manos los aparejos. [20] Durante varios días no aparecieron el sol ni las estrellas, y dado que nos venía encima una tempestad no pequeña, habíamos perdido ya toda esperanza de salvación.

[21] Llevábamos largo tiempo sin comer, y entonces Pablo se alzó en medio de ellos y dijo: Mejor hubiera sido, amigos, escucharme y no habernos hecho a la mar desde Creta, pues habríamos evitado este daño y esta pérdida. [22] Pero ahora os invito a tener buen ánimo, porque ninguno de vosotros perecerá; sólo se perderá la nave. [23] Esta noche se me ha aparecido un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo, [24] y me ha dicho: No temas, Pablo; has de comparecer ante el César y Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo. [25] Por lo tanto, amigos, cobrad ánimo. Confío en Dios que ocurrirá tal como se me ha dicho. [26] Hemos de dar con alguna isla.

[27] Llegada la décimocuarta noche en que íbamos a la deriva por el Adriático, barruntaban los marineros, hacia la mitad de la noche, hallarse cercanos a alguna tierra. [28] Echaron la sonda y encontraron veinte brazas, y después de avanzar un poco sondearon de nuevo y hallaron quince brazas. [29] Temerosos de que chocásemos contra algunos escollos, echaron cuatro anclas desde popa y esperaron la llegada del día. [30] Los marineros intentaban abandonar la nave, y habían arriado ya el esquife al mar con el pretexto de echar las anclas de proa, [31] cuando Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podréis salvaros. [32] Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron caer.

[33] Mientras amanecía, Pablo invitó a todos a tomar alimento, diciendo: Lleváis hoy catorce días llenos de tensión y en ayunas, sin haber comido nada; [34] os aconsejo por tanto que toméis alimento, pues es necesario para que se conserve vuestra salud; porque ninguno de vosotros perderá ni un solo cabello de su cabeza. [35] Dicho esto, tomó pan, dio gracias a Dios delante de todos, lo partió y empezó a comer. [36] Todos los demás se animaron y tomaron también alimento. [37] Estábamos en la nave un total de doscientas setenta y seis personas. [38] Después de haber comido hasta quedar satisfechos, aligeraron la nave arrojando el trigo al mar.

[39] Cuando se hizo de día no reconocían la tierra; sólo divisaban una ensenada con su playa, hacia la que pensaban empujar la nave, si fuera posible. [40] Soltaron las anclas para dejarlas caer al mar y aflojaron simultáneamente las amarras de los timones. Izaron después la vela de artimón y empujados por la brisa se dirigieron hacia la playa. [41] Pero al tropezar contra un banco de arena, bañado a ambos lados por el mar, encalló la nave, de modo que la proa, clavada, quedó inmóvil, mientras que la popa se deshacía por la violencia de las olas. [42] Los soldados decidieron entonces matar a los presos, por si alguno esCAP. aba a nado; [43] pero el centurión, que deseaba salvar a Pablo, les prohibió tal resolución, y mandó que los que sabían nadar se echasen al agua los primeros y ganasen la orilla, [44] y que los demás lo hicieran unos sobre tablas y otros con restos de la nave. De este modo llegaron todos salvos a tierra.

Capítulo 28

[1] Una vez a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. [2] Los nativos tuvieron con nosotros una humanidad poco común. Hicieron una hoguera, a causa de la lluvia que caía y del frío, y nos recibieron a todos. [3] Pablo había reunido un montón de ramas secas y al colocarlas en la hoguera, una víbora que huía del calor hizo presa en su mano. [4] Cuando los nativos vieron al animal suspendido de su mano, se dijeron unos a otros: Este hombre debe ser un asesino que, aunque ha esCAP. ado del mar, la Justicia, sin embargo, no le permite vivir. [5] El sacudió el animal sobre el fuego y no sufrió daño alguno. [6] Esperaban ellos que se hinchara o cayera muerto de repente. Pero después de esperar un tiempo y ver que nada malo le ocurría, cambiaron de parecer y decían que era un dios.

[7] Por aquellos lugares tenía unas propiedades el hombre principal de la isla, llamado Publio, que nos acogió y hospedó amablemente tres días. [8] Coincidió que el padre de Publio se hallaba en cama, aquejado de fiebres y disentería. Pablo entró a verle, oró, le impuso las manos y le curó. [9] Ocurrido esto se presentaron también otros enfermos de la isla y fueron curados. [10] Nos trataron con todo tipo de consideraciones y cuando nos embarcamos nos facilitaron todo lo necesario.

[11] Pasados tres meses, nos hicimos a la mar en una nave alejandrina que había invernado en la isla y llevaba los Dioscuros como enseña. [12] Llegamos a Siracusa y permanecimos tres días. [13] Desde allí, costeando, arribamos a Regio. Al día siguiente se levantó viento del sur y a los dos días llegamos a Pozzuoli. [14] Encontramos allí algunos hermanos, que nos rogaron que permaneciéramos con ellos siete días. Y así nos dirigimos a Roma. [15] Los hermanos, al enterarse de nuestra llegada, vinieron desde allí a nuestro encuentro hasta el Foro Apio y Tres Tabernas. Al verlos Pablo dio gracias a Dios y cobró ánimos.

[16] Cuando llegamos a Roma, le fue permitido a Pablo vivir en casa particular con un soldado que le custodiara.

[17] Tres días después convocó a los principales judíos, y una vez reunidos les dijo: Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las tradiciones de los padres, fui apresado en Jerusalén y entregado en manos de los romanos, [18] que después de interrogarme querían ponerme en libertad por no haber en mí ninguna causa de muerte. [19] Pero ante la oposición de los judíos, me vi obligado a apelar al César, no para acusar de nada a los de mi nación. [20] Por esta razón os he pedido veros y hablaros, pues llevo estas cadenas por la esperanza de Israel. [21] Ellos le respondieron: Nosotros no hemos recibido de Judea ninguna carta que nos hable de ti, ni ningún hermano llegado nos ha comunicado o hablado nada malo de ti. [22] Deseamos, sin embargo, escuchar de ti mismo lo que piensas, pues de esa secta sabemos que en todas partes se la contradice.

[23] Concertaron con él un día y acudieron muchos adonde se alojaba. El les anunciaba el Reino de Dios, dando testimonio, para persuadirles acerca de Jesús mediante la Ley de Moisés y los Profetas, desde la mañana a la tarde. [24] Unos aceptaron con fe lo que decía, pero otros no creyeron. [25] Cuando se marchaban divididos entre sí mismos, Pablo dijo sólo estas palabras: Con razón habló el Espíritu Santo a vuestros padres por medio del profeta Isaías: [26] Ve a este pueblo y dile: Con el oído oiréis, pero no entenderéis, con la vista miraréis, pero no veréis. [27] Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y han cerrado sus ojos; no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón y se conviertan, y yo los sane.

[28] Sabed, por tanto, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. Ellos sí la oirán.

[30] Pablo permaneció dos años completos en el lugar que había alquilado, y recibía a todos los que acudían a él. [31] Predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo relativo al Señor Jesucristo con toda libertad y sin ningún estorbo.

EPÍSTOLA A LOS ROMANOS

Capítulo 1

[1] Pablo, siervo de Jesucristo, apóstol por vocación, designado para el evangelio de Dios, [2] que Él de antemano prometió por medio de sus profetas en las Santas Escrituras [3] acerca de su Hijo Jesucristo Señor nuestro, nacido del linaje de David según la carne, [4] manifestado Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santificación por la resurrección de entre los muertos; [5] por quien hemos recibido la gracia y el apostolado para la obediencia de la fe entre todas las gentes para gloria de su nombre, [6] entre las cuales estáis también vosotros, elegidos de Jesucristo, [7] a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: gracia y paz a vosotros de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

[8] Ante todo doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo por todos vosotros, ya que vuestra fe es alabada en todo el mundo. [9] Pues Dios, a quien sirvo con todo mi espíritu en la predicación del Evangelio de su Hijo, me es testigo de cómo sin cesar me acuerdo de vosotros, [10] pidiendo siempre en mis oraciones que si es voluntad de Dios algún día tenga ocasión favorable de llegar hasta vosotros. [11] Porque deseo veros para comunicaros alguna gracia espiritual con el fin de que seáis fortalecidos, [12] es decir, para ser yo a la vez consolado en vosotros por medio de la fe que nos es común a vosotros y a mí. [13] Pues no quiero que ignoréis, hermanos, que muchas veces me propuse llegar hasta vosotros, pero hasta ahora no me ha sido posible, para recoger también entre vosotros algún fruto, igual que entre los demás gentiles. [14] Soy deudor a griegos y a bárbaros, a sabios y a ignorantes. [15] De forma que, por lo que a mí respecta, estoy ya dispuesto a predicar el Evangelio también a vosotros los que estáis en Roma.

[16] No me avergüenzo del Evangelio, pues es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree, del judío en primer lugar y también del griego. [17] Pues en él se revela la justicia de Dios de la fe hacia la fe, como está escrito: El justo vivirá de la fe.

[18] Se revela, en efecto, la ira de Dios desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia de los hombres que tienen aprisionada la verdad en la injusticia; [19] pues lo que se puede conocer de Dios es manifiesto entre ellos, ya que Dios se lo ha revelado. [20] En efecto, las perfecciones invisibles de Dios, a saber: su eterno poder y su divinidad, se han hecho visibles a la inteligencia, después de la creación del mundo, a través de las cosas creadas, de modo que son inexcusables, [21] porque habiendo conocido a Dios no le glorificaron como Dios ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y se oscureció su insensato corazón: [22] presumiendo de sabios se hicieron necios [23] y llegaron a transferir la gloria del Dios incorruptible a imágenes que representan al hombre corruptible, y a figuras de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

[24] Por eso Dios los abandono a los malos deseos de sus corazones, a la impureza con que entre ellos deshonran sus propios cuerpos, [25] pues cambiaron la verdad de Dios por la mentira y dieron culto y adoraron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amen.

[26] Por esto los entregó Dios a pasiones deshonrosas; pues sus mujeres hasta cambiaron el uso natural por el que es contrario a la naturaleza; [27] e igualmente los varones, habiendo dejado el uso natural de la mujer, se abrasaron en los deseos impuros de unos por otros: cometiendo torpezas varones con varones y recibiendo en sí mismos el pago merecido por su maldad. [28] Y por desinteresarse del verdadero conocimiento de Dios, Dios los entregó a un réprobo sentir, que les lleva a realizar acciones indignas, [29] repletos de toda iniquidad, malicia, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidio, riñas, engaño, malignidad; chismosos, [30] calumniadores, enemigos de Dios, insolentes, soberbios, fanfarrones, inventores de maldades, rebeldes a sus padres, [31] insensatos, desleales, desamorados, despiadados. [32] Los cuales, aunque conocieron el juicio de Dios, a saber, que quienes hacen estas cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que defienden a quienes las hacen.

Capítulo 2

[1] Por lo cual eres inexcusable, tú que juzgas, quienquiera que seas; pues en lo que juzgas a otro te condenas a ti mismo, ya que haces lo mismo que condenas. [2] Pues sabemos que Dios condena según la verdad a los que hacen tales cosas. [3] ¿Y piensas tú, oh hombre que condenas a los que hacen las mismas cosas que tú, que esCAP. arás al juicio de Dios? [4] ¿O es que desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad, y no sabes que la bondad de Dios te lleva a la penitencia? [5] Tú, sin embargo, según tu dureza y corazón impenitente, atesoras contra ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, [6] el cual retribuirá a cada uno según sus obras: [7] la vida eterna para quienes, mediante la perseverancia en el bien obrar, buscan gloria, honor e incorrupción; [8] y la ira y la indignación, en cambio, para quienes, con contumacia, no sólo se rebelan contra la verdad, sino que obedecen a la injusticia. [9] Tribulación y angustia sobre todo hombre que obra el mal, primero sobre el judío y luego sobre el griego. [10] Gloria, en cambio, honor y paz a todo el que obra el bien, primero para el judío, luego para el griego; [11] pues delante de Dios no hay acepción de personas.

[12] Porque, todos los que sin estar sujetos a la Ley pecaron, también sin Ley perecerán; y los que sujetos a la Ley pecaron, por la Ley serán juzgados; [13] pues no son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino que serán justificados los que cumplen la Ley. [14] En efecto, cuando los gentiles, que no tienen la Ley, siguiendo la naturaleza cumplen los preceptos de la Ley, ellos, sin tener la Ley, son ley para sí mismos. [15] Con esto muestran que tienen grabado en sus corazones lo que la Ley prescribe, como se lo atestigua su propia conciencia y según los acusan o los excusan los razonamientos que se hacen unos a otros. [16] Así se verá en el día en que Dios por Jesucristo juzgue las cosas secretas de los hombres, según mi evangelio.

[17] Pero si tú, que te precias del nombre de judío y confías en la Ley y te glorías en Dios [18] y conoces su voluntad y, formado por la Ley, disciernes lo que es mejor, [19] y te has convencido a ti mismo que eres guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, [20] educador de ignorantes, maestro de niños, que en la Ley tienes el modelo de la ciencia y de la verdad, [21] tú, sin embargo, que enseñas a otros, ¿cómo no te enseñas a ti mismo? ¿Tú, que predicas que no se debe robar, robas? [22] ¿Tú, que dices que no se debe cometer adulterio, lo cometes? ¿Tú, que abominas de los ídolos, saqueas los templos? [23] ¿Tú, que te glorías en la Ley, es que no deshonras a Dios al quebrantar la Ley? [24] Pues, como dice la Escritura, por culpa vuestra es blasfemado el nombre de Dios entre los gentiles.

[25] Ciertamente la circuncisión es útil, si guardas la Ley; pero si eres transgresor de la Ley, tu circuncisión se ha convertido en incircuncisión. [26] Por el contrario, si los incircuncisos guardan los mandamientos de la Ley, ¿acaso su incircuncisión no será tenida como circuncisión? [27] Y el que es incircunciso por naturaleza y guarda la Ley te juzgará a ti que, con Ley y circuncisión, eres transgresor de la Ley. [28] Pues no es judío el que lo es en lo exterior, ni es circuncisión la que está en lo exterior, en la carne, [29] sino que es judío el que lo es en lo interior, y es circuncisión la del corazón, según el espíritu, no según la letra; su alabanza no proviene de los hombres sino de Dios.

Capítulo 3

[1] Entonces, ¿en qué es superior el judío?, O ¿cuál es la utilidad de la circuncisión? [2] Mucha, desde todos los puntos de vista. En primer lugar, porque a ellos les fue confiada la palabra de Dios.

[3] ¿Qué importa, si algunos no creyeron? ¿Acaso la incredulidad de éstos frustrará la fidelidad de Dios?

[4] ¡De ninguna manera! Dios siempre será veraz y todo hombre, en cambio, mentiroso, conforme está escrito: Para que seas reconocido justo en tus palabras y triunfes cuando seas juzgado.

[5] Pero, si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Acaso es injusto Dios al descargar su cólera? (hablo a lo humano).

[6] De ninguna manera, porque si no ¿cómo podría juzgar Dios al mundo?

[7] Pues si la veracidad de Dios, con ocasión de mi mentira, redundó en gloria suya, ¿por qué ahora yo soy todavía considerado como pecador? [8] ¿Y por qué no decir, conforme se nos calumnia y como algunos aseguran que nosotros decimos: hagamos el mal para que venga el bien? Los que afirman esto son condenados justamente.

[9] Entonces ¿qué? ¿Somos superiores? ¡De ninguna manera!, pues antes hemos demostrado que todos, judíos y griegos, están bajo el pecado, [10] según está escrito: No hay un justo, ni siquiera uno. [11] No hay un sabio, no hay quien busque a Dios; [12] todos se desviaron, se corrompieron a una; no hay quien haga el bien, ni siquiera uno. [13] Sepulcro abierto es su garganta, engañaron con sus lenguas, veneno de serpientes hay bajo sus labios; [14] su boca está llena de maldición y amargura; [15] sus pies, veloces para derramar sangre; [16] calamidad y miseria están en sus caminos; [17] y no conocieron el camino de la paz. [18] No hay temor de Dios ante sus ojos.

[19] Ahora bien, sabemos que cuanto afirma la Ley lo dice para quienes están bajo la Ley, para tapar toda boca y para que todo el mundo aparezca como reo ante Dios; [20] porque nadie será justificado ante Él por las obras de la Ley; pues por medio de la Ley viene el conocimiento del pecado.

[21] Ahora, en cambio, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los Profetas, se ha manifestado con independencia de la Ley: [22] justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay distinción; [23] porque todos han pecado y carecen de la gloria de Dios [24] y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que está en Cristo Jesús, [25] al cual Dios ha puesto como propiciatorio en su sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia tolerando los pecados precedentes, [26] en el tiempo de la paciencia de Dios; con el fin de mostrar su justicia en el tiempo presente, para ser Él justo y justificar al que vive de la fe en Jesús.

[27] Entonces, ¿en qué se fundamenta la jactancia? Quedó excluida. ¿Y por qué ley? ¿La de las obras? No; por la ley de la fe. [28] Afirmamos, por tanto, que el hombre es justificado por la fe con independencia de las obras de la Ley. [29] ¿Acaso Dios lo es sólo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Sí, también de los gentiles. [30] Porque un mismo Dios es el que justificará la circuncisión en virtud de la fe y la incircuncisión por medio de la fe. [31] Así pues, ¿destruimos la Ley por la fe? De ninguna manera. Al contrario, ratificamos la Ley.

Capítulo 4

[1] ¿Qué diremos entonces que encontró Abrahán, nuestro padre según la carne? [2] Pues si Abrahán fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no ante Dios. [3] En efecto, ¿qué dice la Escritura?: Creyó Abrahán a Dios, y le fue contado como justicia. [4] Ahora bien, al que trabaja, el salario no se le cuenta como regalo sino como deuda; [5] en cambio, a quien no trabaja, pero cree en Aquél que justifica al impío, se le cuenta su fe como justicia. [6] En este sentido, David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye la justicia con independencia de las obras:

[7] Bienaventurados aquellos cuyos delitos han sido perdonados y cuyos pecados han sido cubiertos; [8] bienaventurado el hombre a quien el Señor no tome en cuenta su pecado.

[9] Entonces, ¿esta bienaventuranza recae sobre la circuncisión o también sobre la incircuncisión? Pues decimos: a Abrahán la fe se le contó como justicia. [10] ¿Cuándo, pues, le fue tenida en cuenta?, ¿cuando era circunciso o cuando era incircunciso? No cuando era circunciso, sino cuando era incircunciso. [11] Y recibió la señal de la circuncisión como sello de justicia de aquella fe que había recibido cuando era incircunciso, a fin de que él fuera padre de todos los creyentes incircuncisos, para que también a éstos la fe se les cuente como justicia; [12] y padre de la circuncisión, para aquellos que no sólo están circuncidados, sino que también siguen las huellas de la fe de nuestro padre Abrahán, cuando aún era incircunciso.

[13] En efecto, la promesa de ser heredero del mundo no se hizo a Abrahán o a su descendencia por medio de la Ley, sino por medio de la justicia de la fe. [14] Pues si los herederos son los que proceden de la Ley, queda anulada la fe y abolida la promesa; [15] porque la Ley produce la ira, pues donde no hay Ley no hay transgresión. [16] Y por tanto, la promesa viene de la fe, a fin de que, en virtud de la gracia, sea firme la promesa para toda la descendencia, no sólo para los que proceden de la Ley, sino también para los que proceden de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros [17] —conforme está escrito: Te he constituido padre de muchos pueblos—, delante de Aquél a quien creyó, Dios, que da la vida a los muertos y llama a las cosas que no son como si ya existieran. [18] El cual, esperando contra toda esperanza, creyó que llegaría a ser padre de muchos pueblos conforme está dicho: así será tu descendencia. [19] Y no desfalleció en la fe al considerar su propio cuerpo ya sin vigor, siendo casi centenario, y que también el seno de Sara era estéril. [20] Ante la promesa de Dios no titubeó con incredulidad, sino que fue fortalecido por la fe, dando gloria a Dios, [21] plenamente convencido de que es poderoso para cumplir lo que había prometido. [22] Por esto también se le tuvo en cuenta como justicia.

[23] Ahora bien, no se escribió sólo por él que le fue contado como justicia, [24] sino también por nosotros, a quienes debe ser tenido en cuenta, nosotros que creemos en Aquél que resucitó a Jesús nuestro Señor de entre los muertos, [25] el cual fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación.

Capítulo 5

[1] Justificados, pues, por la fe, estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, [2] por quien también tenemos acceso en virtud de la fe a esta gracia en la que permanecemos, y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de Dios. [3] Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce la paciencia; [4] la paciencia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza, [5] esperanza que no defrauda, porque el amor de Dios ha sido difundido en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado.

[6] Porque Cristo, siendo todavía nosotros débiles, a su tiempo murió por los impíos. [7] Apenas hay, en efecto, quien muera por un justo. Puede que alguien sea capaz de morir por una persona buena. [8] Pero Dios demuestra su amor hacia nosotros porque, siendo todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. [9] Cuánto más, habiendo sido justificados ahora en su sangre, seremos salvados por él de la ira. [10] Que si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por medio de la muerte de su Hijo, mucho más, una vez reconciliados, seremos salvados por su vida. [11] Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación.

[12] Por tanto, así como por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo, y a través del pecado la muerte, y de esta forma la muerte llegó a todos los hombres, porque todos pecaron... [13] Pues, hasta la Ley, había pecado en el mundo, pero no se puede acusar de pecado cuando no existe ley; [14] sin embargo la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre aquellos que no cometieron una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir.

[15] Pero el don no es como el delito; pues si por el delito de uno solo murieron todos, cuanto más la gracia de Dios y el don que se da en la gracia de un solo hombre, Jesucristo, sobreabundó para todos. [16] Y no ocurre lo mismo con el don que con el pecado de uno solo; pues la sentencia a partir de un solo delito acaba en condenación, mientras que la gracia a partir de muchos delitos acaba en justificación. [17] Pues si por el delito de uno solo la muerte reinó por medio de uno solo, mucho más los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia reinarán en la vida por medio de uno solo, Jesucristo.

[18] Por consiguiente, como por el delito de uno solo la condenación afecto a todos los hombres, así también por la justicia de uno solo la justificación, que da la vida, alcanza a todos los hombres. [19] Pues como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos.

[20] Es cierto que se introdujo la Ley para que el delito llegara al colmo; pero una vez que llegó al colmo el pecado, sobreabundó la gracia, [21] para que, así como reinó el pecado por la muerte, así también reinase la gracia por medio de la justicia para vida eterna por nuestro Señor Jesucristo.

Capítulo 6

[1] ¿Qué diremos, pues? ¿Habremos de permanecer en el pecado, para que la gracia abunde?

[2] De ningún modo. Los que hemos muerto al pecado ¿cómo viviremos todavía en él? [3] ¿No sabéis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados en su muerte? [4] Pues fuimos sepultados juntamente con él por medio del bautismo en orden a la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva. [5] Pues si hemos sido injertados en él con la semejanza de su muerte, también lo seremos con la de su resurrección, [6] sabiendo esto: que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, para que fuera destruido el cuerpo del pecado, a fin de que ya nunca mas sirvamos al pecado. [7] Quien muere queda absuelto del pecado.

[8] Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, [9] porque sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre él. [10] Pues lo que murió, murió de una vez para siempre al pecado; pero lo que vive, vive para Dios. [11] Así también daos cuenta de que vosotros mismos estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.

[12] No reine, por tanto, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus concupiscencias, [13] ni ofrezcáis vuestros miembros al pecado como armas de injusticia, antes bien ofreceos vosotros mismos a Dios como quienes, muertos, han vuelto a la vida, y vuestros miembros como armas de justicia para Dios; [14] porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la Ley sino bajo la gracia.

[15] Entonces, ¿qué? ¿Pecaremos, ya que no estamos bajo la Ley sino bajo la gracia? De ninguna manera. [16] ¿Acaso no sabéis que si os ofrecéis vosotros mismos como esclavos para obedecer a alguien, quedáis sujetos a aquél a quien obedecéis, bien al pecado para la muerte, bien a la obediencia para la justicia? [17] Pero gracias a Dios, vosotros, que fuisteis esclavos del pecado, obedecisteis de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis confiados, [18] y, liberados del pecado, os hicisteis siervos de la justicia.

[19] Hablo a lo humano en atención a la flaqueza de vuestra carne. Igual que ofrecisteis vuestros miembros al servicio de la impureza y de la iniquidad para cometer iniquidades, ofreced ahora vuestros miembros en servicio de la justicia para la santidad. [20] Cuando erais esclavos del pecado, estabais libres respecto de la justicia. [21] ¿Qué fruto obteníais entonces de esas cosas que ahora os avergüenzan? Pues su final es la muerte. [22] Ahora, en cambio, liberados del pecado y hechos siervos de Dios, dais fruto hacia la santidad; y tenéis como fin la vida eterna. [23] Pues el salario del pecado es la muerte; en cambio el don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Capítulo 7

[1] ¿No sabéis, hermanos —hablo a quienes conocen la Ley—, que la Ley domina al hombre todo el tiempo que vive? [2] En efecto, la mujer casada está ligada por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, queda libre de la Ley del marido. [3] Por lo tanto, mientras vive el marido, será considerada adúltera si se une a otro hombre; pero si hubiese muerto el marido, es libre de la Ley, y no es adúltera si se une a otro hombre. [4] Así pues, hermanos míos, también vosotros habéis muerto para la Ley por medio del cuerpo de Cristo, para llegar a ser de otro, del que fue resucitado de entre los muertos, a fin de dar fruto para Dios. [5] Cuando estábamos en la carne, las pasiones de los pecados, ocasionadas por la Ley, obraban en nuestros miembros dando frutos para la muerte; [6] ahora, muertos a la Ley en que estábamos presos, hemos sido liberados para que sirvamos con un espíritu nuevo y no según la antigua letra.

[7] ¿Qué diremos, entonces? ¿Que la Ley es pecado? De ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino a través de la Ley; pues no habría conocido la concupiscencia, si la Ley no dijese: No desearás. [8] El pecado, aprovechando la ocasión, produjo en mí por medio de la Ley todo género de concupiscencia; pues sin Ley el pecado estaba muerto. [9] Yo también, durante algún tiempo, vivía sin Ley, hasta que llegó el precepto y revivió el pecado, [10] y yo quedé muerto, y el precepto dado para la vida, ese mismo se convirtió para mí en instrumento de muerte. [11] Pues el pecado, aprovechando la ocasión, me sedujo por medio del precepto y por medio de él me dio la muerte. [12] Así que la Ley es santa, y el precepto es santo, justo y bueno. [13] Luego ¿lo que es bueno se ha convertido en muerte para mí? De ninguna manera. Pero el pecado, para mostrarse como tal, produjo en mí la muerte por medio del bien, para que el pecado llegase a su colmo por medio del precepto.

[14] Sabemos que la Ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido como esclavo al pecado. [15] Porque no logro entender lo que hago; pues lo que quiero, no lo hago; y en cambio lo que detesto, eso hago. [16] Y si hago precisamente lo que no quiero, reconozco que la Ley es buena. [17] Pues ahora no soy yo quien hace esto, sino el pecado que habita en mí. [18] Porque se que en mí, es decir, en mi carne, no habita el bien; pues querer el bien está a mi alcance, pero ponerlo por obra, no. [19] Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. [20] Y si yo hago lo que no quiero, no soy yo quien lo realiza, sino el pecado que habita en mí. [21] Así pues, al querer hacer el bien encuentro esta ley en mí: que el mal está junto a mí; [22] pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, [23] pero veo otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros.

[24] ¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?... [25] Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo Señor nuestro... Así pues, yo mismo sirvo con el espíritu a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.

Capítulo 8

[1] Así pues, no hay ya ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús. [2] Porque la ley del Espíritu de la vida que está en Cristo Jesús te ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. [3] Pues lo que era imposible para la Ley, al estar debilitada a causa de la carne, [lo hizo] Dios enviando a su propio Hijo en una carne semejante a la carne pecadora, y por causa del pecado, condenó al pecado en la carne, [4] para que la justicia de la Ley se cumpliese en nosotros, que no caminamos según la carne sino según el Espíritu.

[5] Los que viven según la carne gustan las cosas de la carne, en cambio los que viven según el espíritu gustan las cosas del espíritu. [6] Porque la tendencia de la carne es muerte; mientras que la tendencia del espíritu, vida y paz. [7] Puesto que la tendencia de la carne es enemiga de Dios, ya que no se somete a la ley de Dios, y ni siquiera puede. [8] Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

[9] Ahora bien, vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Si alguien no tiene el Espíritu de Cristo, ése no es de él. [10] Pero si Cristo está en vosotros, ciertamente el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el espíritu tiene vida a causa de la justicia. [11] Y si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo de entre los muertos dará vida también a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que habita en vosotros.

[12] Así pues, hermanos, no somos deudores de la carne de modo que vivamos según la carne. [13] Porque si vivís según la carne, moriréis; si con el espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis.

[14] Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. [15] En efecto, no recibisteis un espíritu de esclavitud para estar de nuevo bajo el temor, sino que recibisteis un espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: ¡Abbá, Padre! [16] Pues el Espíritu mismo da testimonio junto con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. [17] Y si somos hijos, también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo; con tal de que padezcamos con él, para ser con él también glorificados. [18] Porque estoy convencido de que los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros.

[19] En efecto, la espera ansiosa de la creación anhela la manifestación de los hijos de Dios. [20] Pues la creación se ve sujeta a la vanidad, no por su voluntad, sino por quien la sometió, con la esperanza [21] de que también la misma creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la libertad de la gloria de los hijos de Dios. [22] Pues sabemos que la creación entera gime y sufre toda ella con dolores de parto hasta el momento presente. [23] Y no sólo ella, sino que nosotros, que poseemos ya las primicias del Espíritu, también gemimos en nuestro interior aguardando la adopción de hijos, la redención de nuestro cuerpo. [24] Porque hemos sido salvados por la esperanza. Ahora bien, una esperanza que se ve no es esperanza; pues ¿acaso uno espera lo que ve? [25] Luego, si esperamos lo que no vemos, lo aguardamos por medio de la paciencia.

[26] Asimismo también el Espíritu acude en ayuda de nuestra flaqueza: pues no sabemos lo que debemos pedir como conviene; pero el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. [27] Y el que sondea los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, porque intercede según Dios en favor de los santos.

[28] Pues sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios, los que según su designio son llamados. [29] Porque a los que de antemano conoció también los predestinó para que lleguen a ser conformes a la imagen de su Hijo, a fin de que él fuese primogénito entre muchos hermanos. [30] Y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.

[31] ¿Qué diremos a esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? [32] El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él todas las cosas? [33] ¿Quien presentará acusación contra los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? [34] ¿Quién condenará? ¿Cristo Jesús, el que murió, más aún, el que fue resucitado, el que asimismo está a la derecha de Dios, el que incluso intercede por nosotros?

[35] ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, o la persecución, o el hambre, o la desnudez, o el peligro, o la espada?; [36] como dice la Escritura: Por tu causa somos llevados a la muerte todo el día, somos considerados como ovejas destinadas al matadero.

[37] Pero en todas estas cosas vencemos con facilidad gracias a aquél que nos amó. [38] Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potestades, [39] ni la altura, ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Capítulo 9

[1] Os digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo: [2] tengo una gran tristeza y un continuo dolor en mi corazón. [3] Pues yo mismo pediría a Dios ser anatema de Cristo en bien de mis hermanos, consanguíneos míos según la carne, [4] que son israelitas, de quienes es la adopción de hijos y la gloria y la Alianza y la legislación y el culto y las promesas; [5] de ellos son los patriarcas y de ellos según la carne desciende Cristo, el cual es sobre todas las cosas Dios bendito por los siglos. Amén.

[6] No es que la palabra de Dios haya quedado incumplida. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel, [7] ni por ser descendientes de Abrahán según la carne todos son hijos, sino que: En Isaac será escogida tu descendencia. [8] Esto es, no los que son hijos de la carne esos son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados descendencia. [9] Pues ésta es la palabra de la promesa: Volveré por este mismo tiempo y Sara tendrá un hijo. [10] Y no sólo esto, sino que también Rebeca, que había concebido en una vez, de Isaac nuestro padre..., [11] cuando aún no habían nacido ni hecho nada bueno o malo, para que el designio de Dios permaneciese según la elección, [12] y no en virtud de las obras sino del que llama, se le dijo a Rebeca: El mayor servirá al menor; [13] conforme está escrito: Amé a Jacob y odié a Esaú.

[14] ¿Qué decir, pues? ¿Acaso existe injusticia en Dios? ¡De ninguna manera! [15] Pues a Moisés le dice: Tendré misericordia de quien la tenga, y me apiadaré de quien me apiade.

[16] Así que no es del que quiere ni del que corre, sino de Dios, que tiene misericordia. [17] Pues dice la Escritura al Faraón: Para esto mismo te he exaltado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra. [18] Así pues, de quien quiere tiene misericordia, y a quien quiere endurece.

[19] Pero me dirás: ¿Por qué reprende entonces? Porque ¿quién ha resistido su voluntad? [20] Oh hombre, pero ¿quién eres tú para contradecir a Dios? ¿Acaso dice la vasija al que la ha modelado: Por qué me hiciste así? [21] ¿Es que el alfarero no tiene poder sobre el barro para hacer de una misma masa una vasija, bien sea para usos nobles, bien para usos viles? [22] ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia las vasijas de ira preparadas para la perdición; [23] y para mostrar la riqueza de su gloria sobre las vasijas de misericordia, que de antemano preparó para la gloria, [24] también nos llamó a nosotros, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles? [25] Como dice en Oseas: Llamaré pueblo mío al que no es pueblo mío, y amada mía a la que no es amada, [26] y sucederá que en el lugar donde se les dijo: No sois pueblo mío; allí serán llamados hijos del Dios vivo.

[27] Isaías, por su parte, clama en favor de Israel: Aunque el número de los hijos de Israel sea como las arenas del mar, un resto se salvará; [28] porque el Señor dará cumplimiento pronta y perfectamente a su palabra sobre la tierra.

[29] Y como predijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiese dejado una semilla, habríamos quedado como Sodoma, habríamos sido hechos semejantes a Gomorra.

[30] ¿Qué diremos, entonces? Que los gentiles, que no buscaban la justicia, encontraron la justicia, la justicia que viene de la fe; [31] en cambio Israel, que buscaba la ley de la justicia, no alcanzó esa ley. [32] ¿Por qué? Porque la buscaban no en la fe, sino como fruto de las obras; tropezaron en la piedra de escándalo, [33] conforme está escrito: He aquí que pongo en Sión una piedra de tropiezo y una piedra de escándalo, y el que cree en él no quedará confundido.

Capítulo 10

[1] Hermanos, el deseo ardiente de mi corazón y mi oración a Dios por ellos es que se salven. [2] Pues doy testimonio en su favor de que tienen celo por Dios, pero sin discernimiento. [3] Porque desconociendo la justicia de Dios, y queriendo establecer su propia justicia, no se han sometido a la justicia de Dios. [4] Pues el fin de la Ley es Cristo, para justificación de todo el que cree.

[5] Porque Moisés escribe acerca de la justicia que viene de la Ley: Quien la cumpla vivirá por ella. [6] Pero la justicia que viene de la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? [7] —esto es, bajar a Cristo—; o ¿quién bajará al abismo? —esto es, subir a Cristo de entre los muertos—. [8] ¿Qué dice, en cambio? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón: ésta es la palabra de la fe que predicamos. [9] Porque si confiesas con tu boca que Jesús es Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. [10] Porque con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa la fe para la salvación. [11] Ya que la Escritura dice: Todo el que cree en él no quedará confundido.

[12] Pues no hay distinción entre judío y griego; porque uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que le invocan.

[13] Porque todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.

[14] Y ¿cómo invocarán a aquél en quien no creyeron? ¿O cómo creerán, si no oyeron hablar de él? ¿Como oirán sin alguien que predique? [15] ¿Y cómo predicarán, si no son enviados? Según está escrito: ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Nueva!

[16] Pero no todos obedecieron al Evangelio. Pues Isaías dice: Señor, ¿quién creyó nuestro anuncio? [17] Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación a través de la palabra de Cristo.

[18] Pero yo digo: ¿es que no oyeron? Todo lo contrario: A toda la tierra llegó su voz, y hasta los confines del mundo sus palabras.

[19] Pero yo digo: ¿acaso Israel no entendió? Moisés es el primero que dice: Yo os haré sentir celos de un pueblo que no es pueblo, y con un pueblo necio os irritaré.

[20] Isaías, por su parte, se atreve a decir: Fui hallado por los que no me buscaban, me manifesté a los que no preguntaban por mí.

[21] Pero a Israel dice: Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo incrédulo y rebelde.

Capítulo 11

[1] Digo, pues: ¿acaso Dios rechazó a su pueblo? ¡De ninguna manera! Porque también yo soy israelita, del linaje de Abrahán, de la tribu de Benjamín. [2] No ha rechazado Dios a su pueblo, al cual conoció de antemano. ¿Es que no sabéis lo que dice la Escritura en el episodio de Elías, cómo dirige a Dios sus quejas contra Israel?: [3] Señor, mataron a tus profetas, derribaron tus altares, y quedo yo solo, y buscan mi vida.

[4] Pero, ¿qué le dice la respuesta divina? Me he reservado siete mil varones, que no doblaron la rodilla ante Baal.

[5] Así pues, también en el tiempo presente ha quedado un resto según la elección de la gracia. [6] Ahora bien, si es por gracia, no es por las obras, porque entonces la gracia ya no sería gracia.

[7] ¿Entonces qué? Lo que Israel busca no lo consiguió, mientras que los elegidos lo consiguieron; los demás, en cambio, se endurecieron, [8] conforme está escrito: Les dio Dios espíritu de necedad, ojos para no ver y oídos para no oír, hasta el día de hoy. [9] Y David dice: Conviértase para ellos su mesa en lazo, en trampa, en tropiezo y en castigo. [10] Llénense de tinieblas sus ojos para no ver, y doblega sus espaldas sin cesar.

[11] Digo, pues: ¿acaso tropezaron hasta caer definitivamente? ¡De ninguna manera!, sino que por su caída vino la salvación a los gentiles, para provocar su celo. [12] Pues si su caída es riqueza del mundo, y su disminución riqueza de los gentiles, ¡cuanto más lo será su plenitud!

[13] Pero a vosotros los gentiles os digo: siendo yo, en efecto, apóstol de las gentes, hago honor a mi ministerio, [14] por si de alguna forma provoco celo a los de mi raza y salvo a algunos de ellos. [15] Porque si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su restauración sino una vida que surge de entre los muertos? [16] Y si son santas las primicias, también la masa; y si la raíz es santa, también las ramas. [17] Y si algunas de las ramas han sido cortadas y tú, siendo acebuche, fuiste injertado en su lugar y hecho partícipe de la raíz y de la savia del olivo, [18] no te gloríes contra las ramas; si te glorías, ten en cuenta que no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz a ti.

[19] Dirás, pues: Han sido cortadas las ramas para que yo fuese injertado. [20] Bien, fueron cortadas por la incredulidad, tú en cambio te mantienes por la fe. No te engrías, más bien teme; [21] no sea que, si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco te perdone a ti.

[22] Considera, pues, la bondad y la severidad de Dios: con los que cayeron, la severidad; contigo, la bondad de Dios, con tal de que permanezcas en ella; de lo contrario, también tú serás cortado. [23] También ellos, si no persisten en la incredulidad, serán injertados; pues Dios tiene poder para injertarlos de nuevo. [24] Pues, si tú fuiste cortado de un acebuche, tu árbol natural, y fuiste injertado, en contra de lo que te es natural, en un olivo, ¡cuánto mas aquéllos serán injertados conforme a lo que les es natural en su propio olivo!

[25] Porque no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, para que no os consideréis sabios a vuestros ojos: que la ceguera de Israel fue parcial, hasta que entrase la plenitud de los gentiles, [26] y así todo Israel sea salvado conforme está escrito: De Sión vendrá el libertador, apartará de Jacob las impiedades; [27] y ésta será mi alianza con ellos, cuando haya borrado yo sus pecados.

[28] Respecto al Evangelio, han llegado a ser enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de sus padres. [29] Porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables. [30] Pues así como vosotros en otro tiempo fuisteis desobedientes a Dios, y ahora habéis alcanzado misericordia a causa de su desobediencia, [31] así también ellos ahora no han obedecido, para que vosotros alcancéis misericordia, a fin de que también ellos consigan la misericordia. [32] Pues Dios encerró a todos en la desobediencia, para tener misericordia de todos.

[33] ¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!

[34] Pues ¿quién conoció los designios del Señor?, o ¿quién llegó a ser su consejero?, [35] o ¿quién le dio primero algo, para poder recibir a cambio una recompensa?

[36] Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él la gloria por los siglos. Amén.

Capítulo 12

[1] Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios: éste es vuestro culto espiritual. [2] Y no os amoldéis a este mundo, sino por el contrario transformaos con una renovación de la mente, para que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agradable y perfecto.

[3] Pues, en virtud de la gracia que me fue dada, digo a cada uno de vosotros que no os estiméis en más de lo que conviene, sino tened una sobria estima, según la medida de la fe que Dios ha otorgado a cada uno. [4] Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros tienen la misma función, [5] así nosotros, que somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, siendo todos miembros los unos de los otros. [6] Tenemos dones diferentes, conforme a la gracia que se nos ha dado, [7] bien sea la profecía, según la medida de la fe; bien sea el ministerio, sirviendo; o el que enseña, enseñando; [8] o el que exhorta, exhortando; el que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejercita la misericordia, con alegría.

[9] La caridad sea sin hipocresía, abominando el mal, adhiriéndoos al bien; [10] amándoos de corazón unos a otros con el amor fraterno, honrando cada uno a los otros más que a sí mismo; [11] diligentes en el deber, fervorosos en el espíritu, servidores del Señor; [12] alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación; en la oración, constantes; [13] compartiendo las necesidades de los santos, procurando practicar la hospitalidad. [14] Bendecid a los que os persiguen; bendecidlos y no los maldigáis. [15] Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran. [16] Tened los mismos sentimientos los unos hacia los otros; sin dejaros llevar por pensamientos soberbios, sino atraídos por las cosas humildes. No os tengáis por sabios en vuestra propia opinión.

[17] No devolváis a nadie mal por mal; buscando hacer el bien delante de todos los hombres; [18] si es posible, en lo que está de vuestra parte, viviendo en paz con todos los hombres. [19] No os venguéis, carísimos, sino dejad el castigo en manos de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza, yo retribuiré lo merecido, dice el Señor. [20] Por el contrario, si tu enemigo tuviese hambre, dale de comer; si tuviese sed, dale de beber; al hacer esto, amontonarás ascuas de fuego sobre su cabeza. [21] No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien.

Capítulo 13

[1] Que toda persona se someta a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no venga de Dios; las que existen han sido constituidas por Dios. [2] Así pues, quien se rebela contra la autoridad, se opone al ordenamiento divino, y los rebeldes ellos mismos se ganan la condena. [3] Pues los gobernantes no han de ser temidos por los que obran bien, sino por los que obran mal. ¿Quieres no tener miedo a la autoridad? Haz el bien, y recibirás su alabanza; [4] porque en la autoridad tienes un servidor de Dios para el bien. Pero si obras el mal, teme, porque no en vano lleva la espada; pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra el mal. [5] Por tanto, es necesario someterse no sólo por temor al castigo, sino también a causa de la conciencia. [6] Por esta razón les pagáis también los tributos; porque son ministros de Dios, dedicados precisamente a esta función. [7] Dad a cada uno lo debido: a quien tributo, tributo; a quien impuestos, impuestos; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor.

[8] No debáis nada a nadie, a no ser el amaros mutuamente; porque el que ama al prójimo ha cumplido plenamente la ley. [9] Pues no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y cualquier otro precepto, se compendia en este mandamiento: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. [10] El amor no hace mal al prójimo; por tanto, la caridad es la plenitud de la ley.

[11] Y esto, conociendo el momento presente, porque ya es hora de que despertéis del sueño, pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando creímos. [12] La noche está avanzada, el día se ha acercado. Abandonemos, pues, las obras de las tinieblas, y revistámonos con las armas de la luz. [13] Como en pleno día conduzcámonos con decoro, no en comilonas y borracheras, no en fornicaciones y en desenfrenos, no en contienda y envidia, [14] sino revestíos del Señor Jesucristo, y no estéis solícitos de la carne para satisfacer sus concupiscencias.

Capítulo 14

[1] Acoged al que es débil en la fe, sin discutir opiniones. [2] Pues uno cree que puede comer de todo, pero el débil come sólo verduras; [3] el que come, que no desprecie al que no come, ni el que no come juzgue al que come, pues Dios lo ha acogido. [4] ¿Quién eres tú para juzgar al siervo ajeno? Que se mantenga firme o que caiga es asunto de su dueño; no obstante se mantendrá en pie, pues poderoso es el Señor para sostenerle.

[5] Pues hay quien distingue entre un día y otro, y quien juzga iguales todos los días; que cada uno siga su propia conciencia. [6] El que distingue el día, lo hace por el Señor; y quien come, come en honor del Señor, porque da gracias a Dios; y quien no come, se abstiene en honor del Señor, y da gracias a Dios. [7] Pues ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni ninguno muere para sí mismo; [8] pues si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor; porque ya vivamos, ya muramos, del Señor somos. [9] Para esto murió y volvió a la vida Cristo, para dominar sobre muertos y vivos.

[10] Tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O ¿por qué desprecias a tu hermano? Todos compareceremos ante el tribunal de Dios. [11] Porque está escrito: Vivo yo, dice el Señor, ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. [12] Así pues, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.

[13] No nos juzguemos ya más, por tanto, unos a otros, antes bien tened en cuenta sobre todo no poner tropiezo ni dar escándalo al hermano.

[14] Sé, y estoy persuadido en el Señor Jesús de que nada hay impuro en sí mismo; sino que algo es impuro para el que lo estima impuro. [15] Pues, si a causa de tu comida se entristece tu hermano, ya no andas conforme a la caridad. No pierdas a causa de tu comida a aquél por quien murió Cristo. [16] Que vuestro bien no sea ocasión de maledicencia. [17] Pues no consiste el Reino de Dios en comer ni beber, sino que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo, [18] pues el que sirve de esta manera a Cristo agrada a Dios y es estimado por los hombres. [19] Por tanto, busquemos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. [20] No destruyas por un manjar la obra de Dios. Todas las cosas, en efecto, son puras, pero es malo para el hombre comerlas con escándalo. [21] Bueno es no comer carne ni beber vino ni todo aquello con lo que tu hermano se escandalice.

[22] Tú, la fe que tienes, guárdala para ti mismo ante Dios. Dichoso el que no se condena a sí mismo en lo que decide hacer; [23] pero el que tiene dudas, si come se condena, porque no ha obrado conforme a la fe. Todo lo que no es conforme a la fe es pecado.

Capítulo 15

[1] Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, y no complacernos a nosotros mismos. [2] Que cada uno de nosotros busque agradar al prójimo para el bien en orden a la edificación; [3] pues tampoco Cristo buscó su complacencia, sino que, como está escrito: Los ultrajes de los que te ultrajaban cayeron sobre mí. [4] Porque todas las cosas que ya están escritas fueron escritas para nuestra enseñanza, con el fin de que mantengamos la esperanza mediante la paciencia y la consolación de las Escrituras. [5] Que el Dios de la paciencia y de la consolación os dé un mismo sentir entre vosotros según Cristo Jesús, [6] para que unánimemente, con una sola voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

[7] Por esta razón acogeos unos a otros, como también Cristo os acogió a vosotros para gloria de Dios. [8] Digo, en efecto, que Cristo fue hecho ministro de la circuncisión a causa de la fidelidad de Dios, para ratificar las promesas hechas a los padres, [9] y que los gentiles glorificaron a Dios por su misericordia, conforme está escrito: Por eso te alabaré a ti entre los gentiles, y cantaré a tu nombre. [10] Y de nuevo, dice: Alegraos, gentes, con su pueblo. [11] Y también: Alabad al Señor, todas las gentes, y ensalzadle todos los pueblos. [12] Y también Isaías dice: De Jesé brotará la raíz, y el vástago para gobernar las naciones; en él esperarán las gentes.

[13] Que el Dios de la esperanza os colme de toda alegría y paz en la fe, para que abundéis en la esperanza con la fuerza del Espíritu Santo.

[14] Estoy convencido, hermanos míos, sobre todo por lo que se refiere a vosotros, de que también vosotros estáis llenos de bondad, repletos de toda ciencia, tanto que podéis amonestaros unos a otros. [15] Os he escrito, en parte, con algún atrevimiento, para reavivar vuestra memoria, en virtud de la gracia que me ha sido dada por Dios, [16] para ser ministro de Cristo Jesús entre los gentiles, cumpliendo el ministerio sagrado del Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles llegue a ser grata, santificada en el Espíritu Santo. [17] Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús por lo que respecta a Dios; [18] y no me atreveré a hablar de algo que Cristo no haya realizado a través de mí para la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, [19] con la eficacia de milagros y prodigios, y con la fuerza del Espíritu de Dios; de tal forma que, desde Jerusalén y por todas partes hasta la Iliria he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo; [20] teniendo cuidado sin embargo de predicar el Evangelio donde aún no era conocido el nombre de Cristo, para no construir sobre los cimientos puestos por otro, [21] sino conforme está escrito: Los que no han recibido noticia de él, lo verán; y los que no oyeron lo comprenderán.

[22] Por esto mismo muchas veces me ha sido imposible ir a vosotros; [23] ahora, como no tengo ya campo de acción en estas regiones y tengo un gran deseo desde hace muchos años de ir a vosotros, [24] cuando me dirija a España espero veros al pasar y ser encaminado por vosotros hacia allá, tras haber disfrutado algún tiempo de vuestra compañía.

[25] Por ahora, sin embargo, me marcho a Jerusalén en servicio de los santos. [26] Pues Macedonia y Acaya han tenido a bien hacer una colecta en favor de los pobres de entre los santos que viven en Jerusalén. [27] Pues les pareció bien, y son deudores de ellos; porque si los gentiles participaron de sus bienes espirituales, deben también servirles a ellos con los bienes materiales. [28] Cuando haya terminado esto, y les haya entregado este fruto, marcharé hacia España, y estaré de paso con vosotros; [29] pues sé que al llegar junto a vosotros lo haré con la plenitud de la bendición de Cristo.

[30] Os suplico, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por la caridad del Espíritu, que luchéis juntamente conmigo, rogando a Dios por mí, [31] para que sea liberado de los incrédulos que hay en Judea, y mi ministerio en favor de Jerusalén sea aceptado por los santos, [32] y, llegando a vosotros con alegría por la voluntad de Dios, pueda descansar con vosotros. [33] El Dios de la paz esté con todos vosotros. Amén.

Capítulo 16

[1] Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, que está al servicio de la iglesia de Cencreas, [2] para que la recibáis en el Señor de manera digna de los santos, y la ayudéis en lo que pueda necesitar de vosotros: porque también ella asistió a muchos y a mí en particular.

[3] Saludad a Prisca y Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, [4] que expusieron sus cabezas para salvar mi vida, a los cuales damos gracias no sólo yo sino también todas las iglesias de los gentiles, [5] y saludad a la iglesia que se reúne en su casa. Saludad a Epéneto, amadísimo mío, primicia de Asia para Cristo. [6] Saludad a María, que se ha esforzado mucho por vosotros. [7] Saludad a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de cautividad, que gozan de gran consideración entre los apóstoles y que llegaron a ser cristianos antes que yo. [8] Saludad a Ampliato, amadísimo mío en el Señor. [9] Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo, y a mi amadísimo Estaquis. [10] Saludad a Apeles, de fe probada en Cristo. [11] Saludad a los de la casa de Aristóbulo. Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la casa de Narciso que creen en el Señor. [12] Saludad a Trifena y a Trifosa, que trabajan en el Señor; saludad a la amadísima Perside, que trabajó mucho en el Señor. [13] Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre, que es también mía. [14] Saludad a Asíncrito, Flegonta, Hermes, Patrobas, Hermas y a los hermanos que están con ellos. [15] Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, y a Olimpas, y a todos los santos que están con ellos. [16] Saludaos unos a otros con el beso santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.

[17] Os ruego, hermanos, que os guardéis de los que producen discordia y escándalos contra la doctrina que aprendisteis; alejaos de ellos; [18] pues esos tales no sirven a Cristo nuestro Señor, sino a su propio vientre, y mediante palabras dulces y aduladoras seducen los corazones de los ingenuos.

[19] Vuestra obediencia ha llegado al conocimiento de todos; por eso me alegro por vosotros, pero quisiera que fuerais sabios para el bien y sencillos, en cambio, para el mal. [20] El Dios de la paz aplastará rápidamente a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vosotros.

[21] Os saluda Timoteo, mi colaborador, y Lucio, y Jasón, y Sosípatro, mis parientes. [22] Os saludo yo, Tercio, que he escrito esta carta en el Señor. [23] Os saluda Gayo, huésped mío y de toda la iglesia. [24] Os saluda Erasto, el tesorero de la ciudad, y Cuarto, el hermano.

[25] Al que tiene el poder de confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio oculto por los siglos eternos, [26] pero ahora manifestado a través de las escrituras proféticas conforme al designio del Dios eterno, dado a conocer a todas las gentes para la obediencia de la fe, [27] a Dios, el único sabio, a Él la gloria por medio de Jesucristo en los siglos de los siglos. Amén.

EPÍSTOLA PRIMERA A LOS CORINTIOS

Capítulo 1

[1] Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús, por la voluntad de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, [2] a la Iglesia de Dios en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, junto con todos los que invocan en todo lugar el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor suyo y nuestro: [3] gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

[4] Doy continuamente gracias a mi Dios por vosotros, a causa de la gracia de Dios que os ha sido concedida en Cristo Jesús, [5] porque en él fuisteis enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia, [6] de modo que el testimonio de Cristo se ha confirmado en vosotros, [7] y así no carecéis de ningún don, mientras esperáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; [8] él os confirmará hasta el final, para que seáis hallados irreprensibles el Día del Señor nuestro Jesucristo. [9] Fiel es Dios, por quien fuisteis llamados a la unión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro.

[10] Os exhorto, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos tengáis un mismo lenguaje, y no haya divisiones entre vosotros, sino que viváis unidos en un mismo pensar y en un mismo sentir. [11] Pues he sabido acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloe, que existen discordias entre vosotros; [12] a saber, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo. Yo de Apolo. Yo de Cefas. Yo de Cristo.

[13] ¿Esta dividido Cristo? ¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros, o fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? [14] Doy gracias a Dios porque no bauticé a ninguno de vosotros, excepto a Crispo y a Gayo, [15] para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre. [16] Bauticé también a la familia de Estéfanas. Fuera de éstos no recuerdo haber bautizado a ningún otro. [17] Pues Cristo no me envió a bautizar sino a evangelizar; no con sabiduría de palabras, para no desvirtuar la cruz de Cristo.

[18] Porque el mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios. [19] Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé la prudencia de los prudentes.

[20] ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el investigador de este mundo? ¿No hizo Dios necia la sabiduría de este mundo? [21] En efecto, ya que, en la sabiduría de Dios, el mundo por medio de su sabiduría no conoció a Dios, quiso Dios salvar a los creyentes, por medio de la necedad de predicación. [22] Pues los judíos piden signos, los griegos buscan sabiduría; [23] nosotros en cambio predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; [24] mas para los llamados, judíos y griegos, predicamos a Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. [25] Porque lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

[26] Considerad si no, hermanos, vuestra vocación; pues no hay entre vosotros muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; [27] sino que Dios escogió la necedad del mundo para confundir a los sabios y Dios eligió la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes; [28] escogió Dios a lo vil, a lo despreciable del mundo, a lo que no es nada, para destruir lo que es, [29] de manera que ningún mortal pueda gloriarse ante Dios. [30] Pues de El os viene que estéis en Cristo Jesús, a quien Dios hizo para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención, [31] para que, como está escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor.

Capítulo 2

[1] Y yo cuando vine a vosotros, hermanos, no vine a anunciaros el misterio de Dios con sublime elocuencia o sabiduría, [2] pues no me he preciado de saber otra cosa entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado. [3] Y me he presentado ante vosotros débil, y con temor y mucho temblor, [4] y mi mensaje, y mi predicación, no se han basado en palabras persuasivas de sabiduría, sino en la manifestación del Espíritu y del poder, [5] para que vuestra fe no esté fundamentada en sabiduría humana, sino en el poder de Dios.

[6] Ahora bien, enseñamos sabiduría entre los perfectos, pero una sabiduría no de este mundo ni de los príncipes de este mundo, que son deleznables; [7] sino que enseñamos la sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, que Dios predestinó, antes de los siglos, para nuestra gloria. [8] Sabiduría que ninguno de los príncipes de este mundo ha conocido, porque, de haberla conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria; [9] sino que, según está escrito: Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre, las cosas que preparó Dios para los que le aman.

[10] A nosotros en cambio, Dios nos lo reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, incluso las profundidades de Dios. [11] Pues ¿qué hombre sabe lo que hay en el hombre, sino el espíritu del hombre que esta en él? Así también, lo que hay en Dios nadie lo ha conocido sino el Espíritu de Dios. [12] Pero nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que Dios nos ha concedido; [13] y enseñamos estas cosas no con palabras aprendidas por sabiduría humana, sino con palabras aprendidas del Espíritu, expresando las cosas espirituales con palabras espirituales. [14] El hombre no espiritual no percibe las cosas del Espíritu de Dios, pues son necedad para él y no puede conocerlas, porque sólo se pueden enjuiciar según el Espíritu. [15] Por el contrario, el hombre espiritual juzga de todo, y a él nadie es capaz de juzgarle.

[16] Porque ¿quién conoció la mente del Señor, para darle lecciones? Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.

Capítulo 3

[1] Por mi parte, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. [2] Os di a leche, no alimento sólido, pues todavía no podíais soportarlo; ni siquiera ahora podéis, [3] pues sois todavía carnales. Porque mientras hay entre vosotros envidias y discordias, ¿no continuáis siendo carnales y comportándoos a lo humano?

[4] Pues cuando uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y otro: Yo de Apolo, ¿no procedéis a lo humano? [5] ¿Qué es Apolo? ¿Que es Pablo? Ministros, por medio de los cuales habéis creído; y cada uno según el Señor le ha concedido. [6] Yo planté, Apolo regó, pero es Dios quien dio el incremento; [7] de tal modo que ni el que planta es nada, ni el que riega, sino el que da el incremento, Dios. [8] El que planta, pues, y el que riega son una misma cosa; pero cada uno recibirá su propia recompensa, según su propio trabajo. [9] Porque nosotros somos colaboradores de Dios; vosotros sois campo de Dios, edificación de Dios.

[10] Según la gracia de Dios que me ha sido dada, puse los cimientos como sabio arquitecto; otro edifica sobre ellos. Cada uno mire cómo edifica, [11] pues nadie puede poner otro cimiento distinto del que está puesto, que es Jesucristo. [12] Si alguien edifica sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno o paja, [13] la obra de cada uno quedará al descubierto; aquel día la pondrá de manifiesto, porque se revelará con fuego, y el fuego probará el valor de la obra de cada uno. [14] Si la obra que uno edificó permanece, recibirá el premio; [15] si su obra arde, sufrirá daño; sin embargo, él se salvará, pero como a través del fuego. [16] ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? [17] Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, que sois vosotros, es santo.

[18] Nadie se engañe: si alguno entre vosotros se tiene por sabio según el mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio. [19] Pues la sabiduría de este mundo es necedad delante de Dios. Porque está escrito: El atrapa a los sabios en su astucia. [20] Y en otro lugar:

El Señor conoce los pensamientos de los sabios, y sabe que son vanos.

[21] Por tanto, nadie se gloríe en los hombres; porque todas las cosas son vuestras: [22] ya sea Pablo o Apolo o Cefas; ya sea el mundo, la vida, o la muerte; ya sea lo presente o lo futuro; todas las cosas son vuestras, [23] vosotros sois de Cristo, y Cristo de Dios.

Capítulo 4

[1] Así han de considerarnos los hombres: ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios. [2] Por lo demás, lo que se busca en los administradores es que sean fieles. [3] En cuanto a mí, poco me importa ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. Ni siquiera yo mismo me juzgo. [4] Pues, aunque en nada me remuerde la conciencia, no por eso quedo justificado. Mi juez es el Señor. [5] Por tanto, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor: El iluminará lo oculto de las tinieblas y pondrá de manifiesto las intenciones de los corazones; entonces cada uno recibirá de parte de Dios la alabanza debida.

[6] Estas cosas, pues, hermanos, las he aplicado a mí mismo y a Apolo por vuestra causa, para que en nosotros aprendáis aquello de: No ir más allá de lo escrito, para que nadie se enorgullezca a favor de uno, en contra de otro. [7] Porque ¿quién te enaltece? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías, como si no lo hubieras recibido?

[8] Ya estáis satisfechos, ya os habéis enriquecido; sin nosotros habéis llegado a reinar. Ojalá reinaseis, para que también nosotros reináramos con vosotros. [9] Porque pienso que Dios, a nosotros los apóstoles, nos ha puesto los últimos, como condenados a muerte, pues nos hemos convertido en espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres. [10] Nosotros, necios por Cristo; vosotros, prudentes en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros honrados, nosotros despreciados. [11] Hasta el momento presente pasamos hambre, sed, desnudez, somos abofeteados, andamos errantes, [12] y nos esforzamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen y bendecimos, nos persiguen y lo soportamos, [13] nos ultrajan y respondemos con bondad. Hemos venido a ser hasta ahora, como la basura del mundo, el desecho de todos.

[14] No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos queridísimos. [15] Pues aunque tengáis diez mil pedagogos en Cristo, no tenéis muchos padres, porque yo os engendré en Cristo Jesús por medio del Evangelio. [16] Por consiguiente, os suplico: sed imitadores míos. [17] Por esto os envié a Timoteo, que es mi hijo queridísimo y fiel en el Señor, para que os recuerde mis normas de conducta, que son las de Cristo, tal como enseño por doquier en todas las iglesias.

[18] Algunos se han engreído, como si yo no hubiese de volver a vosotros; [19] pero pronto iré a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré no la palabrería de esos orgullosos, sino su eficacia; [20] que no consiste el Reino de Dios en hablar sino en hacer. [21] ¿Qué preferís? ¿Que vaya a vosotros con la vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?

Capítulo 5

[1] Es voz pública que entre vosotros hay fornicación, y tal fornicación que ni entre los gentiles se da, hasta el punto de que alguno tiene la mujer de su padre. [2] ¿Y vosotros estáis engreídos, y no habéis hecho más bien duelo, para que sea echado de en medio de vosotros quien realizo tal acción? [3] Yo, por mi parte, ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya he juzgado, como si estuviera presente, al que así obró: [4] en el nombre del Señor nuestro Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús, [5] que ese sea entregado a Satanás para castigo de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor.

[6] No está bien vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura hace fermentar toda la masa? [7] Expurgad la levadura vieja, para que seáis masa nueva, ya que sois ázimos. Porque Cristo, nuestro Cordero pascual fue inmolado. [8] Por tanto celebremos la fiesta, no con levadura vieja ni con levadura de malicia y de perversidad, sino con ázimos de sinceridad y de verdad.

[9] Os escribí en mi carta que no os mezclaseis con los fornicarios. [10] Pero no me refería, ciertamente, a los fornicarios de este mundo, o a los avaros o a los ladrones, o a los idólatras, pues entonces tendríais que salir de este mundo. [11] Lo que os escribí es que no os mezclaseis con quien, llamándose hermano, fuese fornicario, avaro, idólatra, maldiciente, borracho o ladrón. Con éstos, ni comer siquiera. [12] Pues ¿por qué voy yo a juzgar a los de fuera? ¿No juzgáis vosotros a los de dentro? [13] A los de fuera los juzgará Dios. ¡Echad de entre vosotros al malvado!

Capítulo 6

[1] ¿Cómo se atreve alguno de vosotros, que tiene un pleito con otro, a demandar justicia ante los infieles, y no ante los santos? [2] ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo va a ser juzgado por medio de vosotros, ¿no sois capaces de juzgar causas menores? [3] ¿No sabéis que juzgaremos a los ángeles? Pues cuánto más las cosas ordinarias de la vida.

[4] Por tanto, si tenéis pleitos sobre estas cosas ordinarias, tomad como jueces a los menospreciados en la Iglesia. [5] Para vergüenza vuestra lo digo: ¿Es que no hay entre vosotros ni un solo sabio que pueda mediar como juez entre sus hermanos, [6] sino que vais a pleitear hermano contra hermano, y eso ante infieles? [7] De todos modos ya es una falta vuestra que haya pleitos entre vosotros. ¿Por qué no preferís sufrir la injusticia? ¿Por qué no preferís ser despojados? [8] Al contrario, sois vosotros los que hacéis injusticias y despojáis, y precisamente a vuestros hermanos. [9] ¿Acaso no sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, [10] ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios.

[11] y esto erais algunos. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre de Jesucristo el Señor y en el Espíritu de nuestro Dios.

[12] Todo me es lícito; pero no todo conviene. Todo me es lícito; pero no me dejaré dominar por nada. [13] La comida para el vientre, y el vientre para la comida. Pero Dios destruirá lo uno y lo otro. Por otra parte, el cuerpo no es para la fornicación sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. [14] y Dios, que resucitó al Señor, también nos resucitará a nosotros por su poder

[15] ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿voy a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una meretriz? De ninguna manera. [16] ¿No sabéis que el que se une a una meretriz se hace un cuerpo con ella? Porque, dice la Escritura: Serán los dos una sola carne. [17] En cambio, el que se une al Señor se hace un solo espíritu con él. [18] Huid de la fornicación. Todo pecado que un hombre comete queda fuera de su cuerpo; pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. [19] ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? [20] Habéis sido comprados mediante un precio. Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.

Capítulo 7

[1] En cuanto a lo que me habéis escrito, más le vale al hombre no tocar mujer; [2] pero por el peligro de la fornicación, tenga cada uno su mujer y cada una tenga su marido.

[3] El marido dé el débito conyugal a la mujer; y lo mismo la mujer al marido. [4] La mujer no es dueña de su propio cuerpo, sino el marido; del mismo modo, el marido no es dueño de su propio cuerpo, sino la mujer. [5] No os defraudéis el uno al otro, a no ser de mutuo acuerdo, por algún tiempo, para dedicaros a la oración; y de nuevo volved a vivir como antes, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia. [6] Esto lo digo como condescendencia, no como mandato. [7] Me gustaría que todos los hombres fuesen como yo; pero cada cual tiene de Dios su propio don, uno de una manera, otro de otra.

[8] Pero digo a los no casados y a las viudas: más les vale permanecer como yo. [9] Y si no pueden guardar continencia, que se casen; mejor es casarse que abrasarse.

[10] En cambio, a los casados, mando, no yo sino el Señor, que la mujer no se separe del marido, [11] y en caso de que se separe, permanezca sin casarse o reconcíliese con su marido, y que el marido no despida a su mujer.

[12] A los demás les digo yo, no el Señor: si algún hermano tiene una mujer no creyente, y ella consiente en habitar con él, no la despida; [13] y si alguna mujer tiene un marido no creyente, y éste consiente en habitar con ella, no despida al marido. [14] Porque el marido no creyente es santificado por la mujer, y la mujer no creyente es santificada por el hermano. De no ser así, vuestros hijos serían impuros, y ahora son santos. [15] Pero si el no creyente se separa, que se separe. En este caso, ni el hermano ni la hermana quedan ligados; porque Dios nos ha llamado a vivir en paz. [16] Pues ¿qué sabes tu, mujer, si salvarás a tu marido? ¿Qué sabes tu, marido, si salvarás a tu mujer?

[17] Por lo demás, que cada uno permanezca en la condición que le asignó el Señor, en la que tenía cuando le llamó Dios. Así lo dispongo en todas las iglesias. [18] ¿Fue llamado alguien siendo circunciso? Que no lo oculte. ¿Fue llamado siendo incircunciso? No se circuncide. [19] Nada es la circuncisión, y nada la falta de circuncisión; lo importante es la observancia de los mandamientos de Dios. [20] Cada uno permanezca en la vocación en que fue llamado. [21] ¿Fuiste llamado siendo siervo? No te preocupes; y aunque puedes hacerte libre, aprovecha más bien tu condición; [22] porque el que siendo siervo fue llamado en el Señor, es liberto del Señor; igualmente, el que fue llamado siendo libre, es siervo de Cristo. [23] Fuisteis comprados mediante un precio; no os hagáis esclavos de los hombres. [24] Cada uno, hermanos, permanezca ante Dios en el estado en que fue llamado.

[25] En cuanto a la virginidad, no tengo precepto del Señor, pero doy un consejo como quien por la misericordia del Señor merece confianza. [26] Estimo, pues, que por la presente necesidad, más le vale al hombre permanecer como está. [27] ¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿No estás unido a una mujer? No busques mujer. [28] Si te casas, no pecas, y si una virgen se casa, no peca. Sin embargo, así tendrán la tribulación en la carne, que yo querría evitaros. [29] Hermanos, os digo esto: el tiempo es corto; por tanto, en lo que resta, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen; [30] y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; [31] y los que disfrutan de este mundo, como si no disfrutasen. Porque pasa la apariencia de este mundo. [32] Os quiero libres de preocupaciones. El que no esta casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor; [33] el casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, [34] y está dividido. La mujer no casada y la virgen están solícitas de las cosas del Señor, para ser santas en el cuerpo y en el espíritu; la casada, sin embargo, se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. [35] Os digo esto sólo para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino mirando lo que es más noble y el trato con el Señor, sin otras solicitudes.

[36] Si alguno piensa que no se comporta honestamente con su virgen, por estar ella en la flor de la edad, y es conveniente casarla, ponga por obra su deseo; no peca; pueden casarse. [37] Pero el que permanece firme en su corazón, no por necesidad, sino pudiendo disponer por voluntad propia, y en su corazón determina guardarla virgen, hará bien. [38] Por tanto, quien desposa a su virgen obra bien; y quien no la desposa obra mejor.

[39] La mujer está ligada a su marido, mientras éste vive; pero si muere su marido queda libre para casarse con quien quiera, pero solo en el Señor. [40] Más feliz será, sin embargo, si permanece así, según mi consejo; que pienso que yo también tengo el Espíritu de Dios.

Capítulo 8

[1] En cuanto a los animales sacrificados a los ídolos, ya sabemos, porque todos tenemos ciencia. La ciencia hincha, la caridad edifica. [2] Si alguno piensa que sabe algo, todavía no sabe como le conviene saber; [3] pero si uno ama a Dios, ése ha sido conocido por Dios. [4] Ahora bien, en cuanto a comer de los animales sacrificados a los ídolos, sabemos que no hay ídolos en el mundo, y que no hay más dios que el Dios Unico. [5] Porque, aunque algunos sean llamados dioses en el cielo o en la tierra, y de hecho haya muchos dioses y muchos señores, [6] para nosotros, sin embargo, no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y para quien somos nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas, y nosotros también por él.

[7] Pero no todos tienen este saber: algunos, acostumbrados hasta ahora a los ídolos, comen esa carne como sacrificada a los ídolos, y su conciencia, que es débil, se mancha. [8] La comida, desde luego, no nos favorecerá ante Dios; ni tendremos menos si no comemos, ni tendremos más si comemos. [9] No obstante, mirad que vuestra libertad no vaya a ser tropiezo para los débiles. [10] Porque si alguno te ve a ti, que tienes este saber, sentado a la mesa en un santuario idolátrico, ¿no será inducida su conciencia, siendo débil, a comer las carnes sacrificadas a los ídolos? [11] y por tu saber se perderá el débil, el hermano por el que murió Cristo. [12] y pecando así contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, pecáis contra Cristo. [13] Por eso, si una comida escandaliza a mi hermano, no comeré carne jamás, para no escandalizar a mi hermano.

Capítulo 9

[1] ¿No soy yo libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús, Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? [2] Si para otros no soy apóstol, para vosotros, sin embargo, lo soy, porque vosotros sois el sello de mi apostolado en el Señor. [3] He aquí mi defensa contra los que me critican. [4] ¿Acaso no tenemos derecho a comer y a beber? [5] ¿O no tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer hermana, como hacen los demás apóstoles, y los hermanos del Señor y Cefas? [6] ¿O solamente yo y Bernabé estamos privados del derecho a no trabajar?

[7] ¿Quién hace el servicio militar alguna vez a sus expensas? ¿Quién planta una viña y no come de su fruto? ¿Quién apacienta un rebaño y no se alimenta de la leche del rebaño? [8] ¿Acaso hablo sólo al modo humano? ¿O no dice también esto la Ley? [9] Porque en la Ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Es que Dios se preocupa de los bueyes? [10] ¿No es, más bien, por nosotros por quien lo dice? En efecto, por nosotros ha sido escrito esto, pues el que ara debe arar con esperanza, y el que trilla, con esperanza de recibir el fruto. [11] Si sembramos en vosotros bienes espirituales, ¿es mucho que recojamos de vuestros bienes materiales? [12] Si otros participan de ese poder sobre vosotros, ¿no participaremos más nosotros? Con todo, no hemos hecho uso de este poder. Al contrario, todo lo soportamos, para no poner ningún obstáculo al Evangelio de Cristo. [13] ¿No sabéis que los que se dedican al culto reciben el sustento del culto, y que los que sirven al altar participan del altar? [14] Así también ha ordenado el Señor a los que anuncian el Evangelio, que vivan del Evangelio.

[15] Yo, sin embargo, nunca he usado de este derecho. Y no escribo esto para que se haga así conmigo, pues antes prefiero morir que... ¡Nadie me privará de mi gloria! [16] Porque si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, porque es un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no evangelizara! [17] Si lo hiciera por propia iniciativa, tendría recompensa; pero si lo hago por mandato, cumplo una misión encomendada. [18] ¿Cuál es entonces mi recompensa? Predicar el Evangelio entregándolo gratuitamente, sin hacer valer mis derechos por el Evangelio.

[19] Porque siendo libre de todos, me hice siervo de todos para ganar a los más que pueda. [20] Con los judíos me hice como judío, para ganar a los judíos; con los que están bajo la Ley, como si estuviera bajo la Ley, aunque yo no lo estoy, para ganar a los que están bajo la Ley; [21] con los que están sin ley, como estando sin ley (aunque no estoy fuera de la ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. [22] Me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me he hecho todo para todos, para salvar de cualquier manera a algunos. [23] y todo lo hago por el Evangelio, para tener yo también parte en él.

[24] ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos, sin duda, corren, pero uno solo recibe el premio? Corred de tal modo que lo alcancéis. [25] Todo el que toma parte en el certamen atlético se abstiene de todo; y ellos para alcanzar una corona corruptible; nosotros, en cambio, una incorruptible. [26] Así pues, yo corro no como a la ventura, lucho no como el que golpea al aire, [27] sino que castigo mi cuerpo y lo someto a servidumbre, no sea que, habiendo predicado a otros, sea yo reprobado.

Capítulo 10

[1] No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos atravesaron el mar, [2] y bajo el mando de Moisés todos fueron bautizados en la nube y en el mar, [3] y todos comieron el mismo alimento espiritual, [4] y todos bebieron la misma bebida espiritual; pues bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. [5] Pero la mayoría de ellos no agradó a Dios, puesto que quedaron postrados en el desierto.

[6] Estas cosas sucedieron como en figura para nosotros, para que no codiciemos lo malo como lo codiciaron ellos; [7] y no os hagáis idólatras como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y beber, y se levantaron para divertirse; [8] ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y murieron en un solo día veintitrés mil; [9] ni tentemos al Señor, como lo tentaron algunos de ellos, y perecieron, víctimas de las serpientes; [10] ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron a manos del exterminador. [11] Todas estas cosas les sucedían como en figura; y fueron escritas para escarmiento nuestro, para quienes ha llegado la plenitud de los tiempos. [12] Así pues, el que piense estar en pie, mire no caiga. [13] No os ha sobrevenido ninguna tentación que supere lo humano, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, junto con la tentación os dará también el éxito para poder soportarla.

[14] Por todo esto, amadísimos míos, huid de la idolatría. [15] Os hablo como a prudentes; juzgad vosotros mismos de lo que digo: [16] el cáliz de bendición, que bendecimos, ¿no es la comunión de la Sangre de Cristo? El pan que partimos ¿no es la comunión del Cuerpo de Cristo? [17] Puesto que el pan es uno, muchos somos un solo cuerpo, porque todos participamos de un solo pan. [18] Mirad a Israel, según la carne: los que comen de las víctimas ¿no participan del altar?

[19] ¿Qué digo entonces? ¿Que lo sacrificado a los ídolos es algo? ¿O que el ídolo es algo? [20] Eso no; sin embargo, lo que sacrifican los gentiles, a los demonios lo sacrifican y no a Dios. Y no quiero que vosotros tengáis parte con los demonios. [21] No podéis beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios. [22] ¿O queremos provocar la ira del Señor? ¿Acaso somos más fuertes que él?

[23] Todo es lícito; pero no todo conviene. Todo es lícito; pero no todo edifica. [24] Que nadie busque su provecho, sino el de los demás. [25] Comed todo lo que se vende en el mercado, sin más averiguaciones motivadas por la conciencia, [26] porque del Señor es la tierra y todo cuanto la llena.

[27] Si os invita algún infiel y queréis ir, comed todo lo que os ponga sin más averiguaciones motivadas por la conciencia. [28] Pero si alguno os dijera: Esto es animal sacrificado a los ídolos, entonces no comáis, por causa del que os lo ha advertido, y por motivos de conciencia; [29] no me refiero a la conciencia propia, sino a la del otro. Pero ¿por qué mi libertad ha de ser juzgada por la conciencia ajena? [30] Si yo participo en una comida dando gracias a Dios, ¿por que soy reprendido por aquello por lo que doy gracias?

[31] En fin, ya comáis, ya bebáis, ya hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. [32] No seáis escándalo para los judíos ni para los griegos, ni para la Iglesia de Dios, [33] como también yo agrado a todos en todo, no buscando mi conveniencia sino la de los demás, para que se salven.

Capítulo 11

[1] Haceos imitadores míos, como yo lo soy de Cristo.

[2] Os alabo porque en todo os acordáis de mí, y mantenéis las tradiciones como os las transmití. [3] Quiero, pues, que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios. [4] Todo hombre que reza o profetiza con la cabeza cubierta deshonra su cabeza, [5] y toda mujer que reza o profetiza con la cabeza descubierta deshonra su cabeza, pues es lo mismo que si se rapara. [6] Por tanto, si no se quiere cubrir con el velo que se rape. Si es vergonzoso para la mujer cortarse el pelo o raparse, que se vele.

[7] El hombre, en efecto, no debe cubrirse la cabeza, puesto que es imagen y gloria de Dios; la mujer, en cambio, es gloria del hombre; [8] que no procede el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre, [9] ni fue creado el hombre por razón de la mujer, sino la mujer por razón del hombre. [10] Por tanto, la mujer debe mostrar sobre su cabeza la señal de sumisión por razón de los ángeles. [11] Por lo demás, ni la mujer sin el hombre, ni el hombre sin la mujer, en el Señor. [12] Porque si la mujer procede del hombre, así el hombre nace de la mujer; y todo de Dios. [13] Juzgad por vosotros mismos: ¿es conveniente que rece a Dios la mujer descubierta? [14] ¿Acaso la misma naturaleza no os enseña que es afrenta para el hombre llevar larga cabellera, [15] mientras que la mujer se honra dejándola crecer? Porque la cabellera le ha sido dada como velo. [16] Y si alguno quiere discutir, nosotros no tenemos esa costumbre, ni las iglesias de Dios.

[17] Al recomendaros esto, no os alabo, porque no os reunís para vuestro bien espiritual, sino para vuestro daño. [18] En primer lugar oigo que, cuando os reunís en asamblea litúrgica, hay divisiones entre vosotros, y en parte lo creo, [19] pues conviene que haya entre vosotros disensiones, para que se descubran entre vosotros los de probada virtud. [20] Así, cuando os reunís, eso ya no es tomar la Cena del Señor; [21] porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro está ebrio. [22] ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O despreciáis la Iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Que voy a deciros? ¿Os alabaré? En esto no os alabo.

[23] Porque yo recibí del Señor lo que también os transmití: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomo pan, [24] y dando gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en conmemoración mía. [25] y de la misma manera, después de cenar, tomo el cáliz, diciendo: Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre; cuantas veces lo bebáis, hacedlo en conmemoración mía. [26] Porque cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga. [27] Así pues, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. [28] Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; [29] pues el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación. [30] Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y débiles, y mueren tantos. [31] Si nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos condenados. [32] Pero al ser juzgados, somos corregidos por el Señor, para no ser condenados con el mundo.

[33] Por tanto, hermanos míos, cuando os reunáis para comer, esperaos unos a otros. [34] Si alguno tiene hambre, coma en casa, para que no os reunáis para vuestra condenación. El resto lo dispondré cuando llegue.

Capítulo 12

[1] En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que estéis en la ignorancia. [2] Sabéis que, cuando erais gentiles, os dejabais arrastrar hacia los ídolos mudos. [3] Por eso os hago saber que nadie que hable en el Espíritu de Dios dice: ¡Anatema Jesús!, y nadie puede decir: ¡Señor Jesús!, sino por el Espíritu Santo.

[4] Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo; [5] y diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; [6] y diversidad de acciones, pero Dios es el mismo, que obra todo en todos. [7] A cada uno se le concede la manifestación del Espíritu para provecho común; [8] a uno se le concede por el Espíritu palabra de sabiduría, a otro palabra de ciencia según el mismo Espíritu; [9] a uno fe en el mismo Espíritu, a otro don de curaciones en el único Espíritu; [10] a uno poder de obrar milagros, a otro profecía, a otro discernimiento de espíritus; a uno diversidad de lenguas, a otro, interpretación de lenguas. [11] Pero todas estas cosas las realiza el mismo y único Espíritu, que distribuye a cada uno, según quiere.

[12] Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, aun siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. [13] Porque todos nosotros, tanto judíos como griegos, tanto siervos como libres, fuimos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. [14] Pues tampoco el cuerpo es un solo miembro, sino muchos. [15] Si el pie dijera: Como no soy mano, no soy del cuerpo, no por eso dejaría de ser del cuerpo. [16] Y si dijera el oído: Como no soy ojo, no soy del cuerpo, no por eso dejaría de ser del cuerpo. [17] Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuera oído, ¿donde estaría el olfato? [18] Ahora bien, Dios dispuso cada uno de los miembros en el cuerpo como quiso. [19] Si todos fueran un solo miembro, ¿donde estaría el cuerpo? [20] Ciertamente muchos son los miembros, pero uno solo el cuerpo. [21] No puede el ojo decir a la mano: No te necesito; ni tampoco la cabeza a los pies: No os necesito. [22] Más aún, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son más necesarios; [23] y a los que parecen miembros más viles del cuerpo, los rodeamos de mayor honor, y a los indecorosos, los tratamos con mayor decoro; [24] Los miembros decorosos, en cambio, no necesitan más. Dios ha dispuesto el cuerpo dando mayor honor a lo que carecía de él, [25] para que no haya división en el cuerpo, sino que todos los miembros tengan igual solicitud unos de otros. [26] Si un miembro padece, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se gozan con él. [27] Vosotros sois cuerpo de Cristo, y cada uno un miembro de él.

[28] Y Dios los dispuso así en la Iglesia: primero apóstoles, segundo profetas, tercero doctores, luego el poder de obrar milagros, después el don de curaciones, de asistencia a los necesitados, de gobierno, de diversidad de lenguas. [29] ¿Son todos apóstoles? ¿O todos profetas? ¿O todos doctores? ¿O todos tienen poder de obrar milagros? [30] ¿Tienen todos don de curación? ¿O hablan todos en lenguas? ¿O todos tienen don de interpretación? [31] Aspirad a los carismas mejores. Pero todavía os voy a mostrar un camino más excelente.

Capítulo 13

[1] Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tuviera caridad, sería como bronce que resuena o címbalo que retiñe.

[2] Y si tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y si tuviera tanta fe como para trasladar montañas, pero no tuviera caridad, no sería nada.

[3] Y si repartiera todos los bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, pero no tuviera caridad, de nada me aprovecharía.

[4] La caridad es paciente, la caridad es benigna; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, [5] no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, [6] no se alegra por la injusticia, se complace con la verdad; [7] todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

[8] La caridad nunca acaba. Las profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la ciencia quedará anulada. [9] Porque ahora nuestro conocimiento es imperfecto, e imperfecta nuestra profecía. [10] Pero cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto. [11] Cuando era niño, hablaba como niño, sentía como niño, razonaba como niño. Cuando he llegado a ser hombre, me he desprendido de las cosas de niño. [12] Porque ahora vemos como en un espejo, oscuramente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de modo imperfecto, entonces conoceré como soy conocido.

[13] Ahora permanecen la fe, la esperanza, la caridad: las tres virtudes. Pero de ellas la más grande es la caridad.

Capítulo 14

[1] Esforzaos para alcanzar la caridad. Aspirad también a los dones espirituales, especialmente al de profecía. [2] Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios: porque nadie le entiende, pues en el Espíritu dice cosas misteriosas. [3] Mas el que profetiza habla a los hombres para su edificación, exhortación y consolación. [4] El que habla en lenguas se instruye a sí mismo, el que profetiza instruye a la iglesia. [5] Deseo que habléis todos en lenguas, pero más todavía que profeticéis; pues el que profetiza es mayor que el que habla en lenguas, a no ser que también interprete para que la iglesia reciba instrucción.

[6] Ahora bien, hermanos, si yo fuese a vosotros hablando en lenguas, ¿que os aprovecharía, si no os hablase instruyéndoos o con la revelación, o con la ciencia, o con la profecía, o con la doctrina? [7] Así, los instrumentos musicales inanimados, como la flauta o la cítara, si no emiten sonidos nítidos, ¿cómo se distinguirá lo que toca la flauta o la cítara? [8] Y si la trompeta da un toque confuso, ¿quién se preparará para la lucha? [9] De igual manera vosotros, si al hablar en lenguas no proferís un discurso inteligible, ¿cómo se sabrá lo que decís? Seríais como quien habla al viento. [10] En efecto, tantas lenguas diferentes hay en el mundo, y ninguna carece de sentido. [11] Ahora bien, si no entiendo el valor de sus palabras, seré un extranjero para el que me habla, y él será un extranjero para mí.

[12] Así también vosotros, ya que aspiráis a los dones espirituales, procurad tener en abundancia los que son para edificación de la Iglesia. [13] Por eso, el que habla en lenguas, pida el don de interpretación; [14] pues si rezo en lenguas, mi espíritu reza, pero mi mente queda sin fruto. [15] ¿Qué hacer entonces? Rezaré con el espíritu, pero rezaré también con la mente; cantaré salmos con el espíritu, pero los cantaré también con la mente. [16] Porque si tú bendices sólo con el espíritu, ¿cómo dirá ¡amén! a tu acción de gracias el que asiste como simple oyente, si no sabe qué dices? [17] Ciertamente, tú haces bien la acción de gracias, pero el otro no queda instruido. [18] Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros, [19] pero en la iglesia prefiero decir cinco palabras con sentido, para instruir también a los demás, que diez mil palabras en lenguas.

[20] Hermanos, no seáis niños en el uso de la razón. Sed niños en la malicia, pero hombres maduros en el uso de la razón.

[21] Está escrito en la Ley: Con lenguas extrañas y por boca de extranjeros hablaré a este pueblo, y ni así me escucharán, dice el Señor. [22] Pues las lenguas son signo no para los creyentes, sino para los incrédulos; la profecía, en cambio, no es para los incrédulos, sino para los creyentes. [23] Si toda la iglesia está reunida en un lugar, y todos hablando en lenguas, y entrara una persona sencilla o un infiel, ¿no diría que estáis locos? [24] En cambio, si todos profetizan y entrara algún infiel o una persona sencilla todos le convencerán de sus errores, todos le harán reflexionar; [25] Los secretos de su corazón quedarán al descubierto, y cayendo sobre su rostro adorará a Dios proclamando: Verdaderamente Dios está en medio de vosotros.

[26] Entonces, ¿qué hacer, hermanos? Cuando os reunís, cada uno puede aportar un salmo, una enseñanza, una revelación, un discurso en lenguas, una interpretación. Pero que todo sea para edificación. [27] Si se habla en lenguas, hablen dos o a lo sumo tres, y por turno, y otro interprete; [28] pero si no hubiera intérprete, que se callen en la iglesia, y cada uno hable consigo mismo y con Dios. [29] En cuanto a los profetas, hablen dos o tres, y los demás disciernan; [30] pero si uno de los que están sentados recibe una revelación que se calle el primero. [31] Podéis pues, profetizar todos, uno por uno, para que todos aprendan y todos reciban aliento. [32] Además, el espíritu de los profetas está sometido a los profetas, [33] pues Dios no es un Dios de confusión sino de paz. Como enseño en todas las iglesias de los santos, [34] las mujeres deben callar en las iglesias, pues no se les permite hablar, sino que deben estar sumisas, como también dice la Ley. [35] Si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues es indecoroso para la mujer hablar en la iglesia.

[36] ¿Acaso la palabra de Dios procedió de vosotros? ¿O ha llegado sólo a vosotros? [37] Si alguno se considera profeta o persona espiritual, reconozca que esto que os escribo es un mandato del Señor. [38] Si alguno lo rechaza, será él rechazado. [39] Por tanto, hermanos míos, aspirad al don de profecía y no impidáis hablar en lenguas; [40] pero que todo se haga con decoro y con orden.

Capítulo 15

[1] Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que recibisteis, en el que os mantenéis firmes, [2] y por el cual sois salvados, si lo guardáis tal como os lo anuncie, a no ser que hayáis creído en vano. [3] Pues os transmití en primer lugar, lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; [4] que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; [5] y que fue visto por Cefas, y después por los Doce. [6] Posteriormente se dejó ver por más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven todavía, y algunos ya han muerto. [7] Luego le vio Santiago, y después todos los apóstoles. [8] y en último lugar, como a un abortivo, se me apareció a mi también. [9] Porque yo soy el menor de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, ya que perseguí a la Iglesia de Dios. [10]  Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que se me dio no resultó vana, antes bien, he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. [11] Por consiguiente, tanto yo como ellos esto es lo que predicamos y esto es lo que habéis creido.

[12] Pero si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos? [13] Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo ha resucitado. [14] Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación, vana también es vuestra fe. [15] Resultamos ser además falsos testigos de Dios, porque, en contra de Dios, testimoniamos que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si de verdad los muertos no resucitan. [16] Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; [17] pero si Cristo no ha resucitado, vana es vuestra fe, todavía estáis en vuestros pecados. [18] E incluso los que han muerto en Cristo perecieron. [19] Y si sólo tenemos puesta la esperanza en Cristo para esta vida, somos los más miserables de todos los hombres.

[20] Pero no. Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primicia de los que mueren. [21] Pues como por un hombre vino la muerte, también por un hombre la resurrección de los muertos. [22] Y así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. [23] Pero cada uno en su propio orden: como primicia, Cristo; luego, en su parusía los que son de Cristo. [24] Después, el fin, cuando entregue el Reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, toda potestad y poder. [25] Pues es necesario que él reine, hasta que ponga a todos los enemigos bajo sus pies. [26] Como último enemigo será destruida la muerte; [27] porque ha sometido todas las cosas bajo sus pies, si bien cuando dice que todas las cosas están sometidas, es indudable que exceptúa al que sometió todo a él. [28] y cuando le hayan sido sometidas todas las cosas, entonces también el mismo Hijo se someterá a quien a él sometió todo, para que Dios sea todo en todas las cosas.

[29] De no ser así, ¿que conseguirán los que se bautizan por los muertos? Si los muertos no resucitan de ninguna manera, ¿para qué se bautizan por ellos? [30] Y nosotros ¿para qué nos ponemos continuamente en peligro? [31] Sí, hermanos, cada día estoy a punto de morir por la gloria que sois vosotros para mí en Cristo Jesús, Señor nuestro. [32] Si por miras humanas luché contra bestias en Efeso, ¿de qué me sirve? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos. [33] No os dejéis seducir: las malas compañías corrompen las buenas costumbres. [34] Despertaos, como es justo, y dejad de pecar. Porque hay algunos que desconocen a Dios. Lo digo para vergüenza vuestra.

[35] Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida? [36] Necio. Lo que tú siembras no revive si antes no muere; [37] y lo que siembras no es el cuerpo que ha de nacer, sino un simple grano, de trigo por ejemplo, o de alguna otra cosa. [38] Dios, en cambio, le da un cuerpo según su voluntad, a cada semilla su propio cuerpo. [39] No toda carne es igual, sino que una es la carne de los hombres, otra la de las bestias, otra la de las aves, otra la de los peces. [40] Hay también cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero uno es el resplandor de los celestes, y otro el de los terrestres. [41] Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas; y una estrella se diferencia de otra en el resplandor. [42] Así será en la resurrección de los muertos: se siembra en corrupción, resucita en incorrupción; [43] se siembra en vileza, resucita en gloria; se siembra en debilidad, resucita en poder; [44] se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Porque si hay un cuerpo natural, también lo hay espiritual. [45] Así está escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho ser vivo; el último Adán, Espíritu vivificante. [46] Pero no es primero lo espiritual, sino lo natural; después lo espiritual. [47] El primer hombre, sacado de la tierra, es terreno; el segundo hombre es del cielo. [48] Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el celestial, así son los celestiales. [49] Y como hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del hombre celestial. [50] Os digo esto, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción.

[51] Mirad, os declaro un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados; [52] en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la trompeta final; porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados. [53] Porque es necesario que este cuerpo corruptible se revista de incorruptibilidad, y este cuerpo mortal se revista de inmortalidad. [54] Y cuando este cuerpo corruptible se haya revestido de incorruptibilidad, y este cuerpo mortal se haya revestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido absorbida en la victoria.

[55] ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? [56] El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley. [57] Pero demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. [58] Por tanto, amados hermanos míos, manteneos firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo no es vano en el Señor.

Capítulo 16

[1] En cuanto a la colecta en favor de los santos, haced también vosotros como mandé a las iglesias de Galacia. [2] El día primero de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte ahorrando lo que le parezca bien, para que no se hagan las colectas cuando yo llegue. [3] Cuando llegue ahí enviaré con cartas a los que hayáis designado, para llevar vuestra dádiva a Jerusalén. [4] Y si es conveniente que yo también vaya, irán conmigo.

[5] Iré junto a vosotros cuando pase por Macedonia, puesto que voy a pasar por Macedonia. [6] Me detendré quizá con vosotros, o incluso pasaré el invierno, para que vosotros me ayudéis a preparar el viaje adonde haya de ir. [7] Pues no quiero ahora veros sólo de paso. Espero permanecer con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permite. [8] Permaneceré en Efeso hasta Pentecostés, [9] pues se me ha abierto una puerta amplia y prometedora, y los adversarios son muchos. [10] Si llega Timoteo, procurad que pueda estar con vosotros sin temor, porque trabaja en la obra del Señor como yo. [11] Que nadie, por tanto, le menosprecie. Encaminadle en paz, para que venga a mí, pues le espero con los hermanos. [12] Acerca de nuestro hermano Apolo, mucho le rogué para que fuera junto a vosotros con los hermanos. Pero en modo alguno tiene intención de ir ahora. Irá cuando tenga oportunidad.

[13] Vigilad, estad firmes en la fe, obrad varonilmente, sed fuertes; [14] todas vuestras obras hacedlas en caridad. [15] Os hago un ruego, hermanos: conocéis la familia de Estéfanas, que es la primicia de Acaya y que se ha dedicado al servicio de los santos [16] que seáis deferentes con ellos, y con todo el que coopera y trabaja. [17] Me alegro por la llegada de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, porque han suplido vuestra ausencia, [18] y han tranquilizado mi espíritu y el vuestro. Apreciad, por tanto, a personas como ellos.

[19] Os saludan las iglesias de Asia. Os envían muchos saludos en el Señor Aquila y Prisca, con la iglesia de su casa. [20] Os saludan todos los hermanos. Saludaos mutuamente con el ósculo santo.

[21] El saludo es de mi mano, Pablo. [22] Si alguno no ama al Señor, sea anatema. Marana tha! [23] La gracia de Jesús, el Señor, esté con vosotros. [24] Mi amor esté con todos vosotros en Cristo Jesús.

EPÍSTOLA SEGUNDA A LOS CORINTIOS

Capítulo 1

[1] Pablo, por voluntad de Dios apóstol de Cristo Jesús, y Timoteo, nuestro hermano, a la Iglesia de Dios en Corinto, y juntamente a todos los santos en toda la Acaya; [2] a vosotros la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

[3] Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, [4] que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros seamos capaces de consolar a los que se encuentran en cualquier tribulación, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios. [5] Porque, así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así abunda también nuestra consolación por medio de Cristo. [6] Pues, si somos atribulados, es para consuelo y salvación vuestra; si somos consolados, es para vuestro consuelo, que muestra su eficacia en la paciencia con que soportáis los mismos sufrimientos que nosotros. [7] Y es firme nuestra esperanza acerca de vosotros, pues sabemos que así como sois solidarios en los padecimientos, así lo seréis también en la consolación.

[8] En efecto, no queremos que ignoréis, hermanos, la tribulación que nos sobrevino en Asia, porque nos vimos abrumados hasta el extremo, por encima de nuestras fuerzas, tanto que ya no esperábamos salir con vida. [9] Es más: aun dentro de nosotros sentimos la sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. [10] El nos libró de un peligro mortal, y nos librará; en El tenemos puesta la esperanza de que seguirá librándonos, [11] cooperando también vosotros con la oración en favor nuestro, para que la gracia que se nos concedió por las plegarias de muchos, sea agradecida por muchos en nuestro nombre.

[12] Porque ésta es nuestra gloria: el testimonio de nuestra conciencia, de que nos hemos comportado en el mundo y especialmente entre vosotros, con la santidad y sinceridad que vienen de Dios, no con sabiduría carnal sino con la gracia de Dios. [13] Pues no os escribimos otras cosas que las que leéis y conocéis, y espero conoceréis por completo, [14] como ya nos conocisteis en parte, que somos vuestra gloria, lo mismo que vosotros la nuestra en el Día de nuestro Señor Jesús.

[15] Y con esta confianza quería primero ir a vosotros, para que tuvieseis una segunda gracia, [16] y pasando por vosotros ir a Macedonia, y desde Macedonia volver a vosotros de nuevo y que vosotros nos encaminarais hacia Judea. [17] Al proponerme esto, ¿acaso obré con ligereza? ¿O mis proyectos me los propongo según la carne, de manera que haya en mí simultáneamente el sí y el no? [18] Por la fidelidad de Dios, que la palabra que os dirigimos no es si y no. [19] Porque Jesucristo, el Hijo de Dios, que os predicamos Silvano, Timoteo y yo, no fue sí y no, sino que en él se ha hecho realidad el sí. [20] Porque cuantas promesas hay de Dios, en él tienen su sí; por eso también decimos por su mediación el Amén a Dios para su gloria. [21] y es Dios quien nos confirma juntamente con vosotros en Cristo, y quien nos ungió, [22] y quien nos marcó con su sello, y nos dio como arras el Espíritu en nuestros corazones.

[23] E invoco a Dios por testigo contra mi vida, que por miramiento a vosotros no he ido todavía a Corinto. [24] No porque pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino que contribuimos a vuestro gozo, pues os mantenéis firmes en la fe.

Capítulo 2

[1] Pues tomé para mí esta determinación: no ir otra vez a vosotros en tristeza. [2] Porque si yo os entristezco, entonces, ¿quién podrá alegrarme sino aquél a quien he entristecido? [3] Y precisamente por eso os escribí, para que al llegar no recibiera tristeza de parte de quienes habían de darme alegría, confiando en que mi gozo es el de todos vosotros. [4] En efecto, movido por una gran pena y angustia de corazón, os escribí con muchas lágrimas, no para que os entristecierais, sino para que conocierais el amor inmenso que os tengo.

[5] Ahora bien, si alguien ha causado tristeza, no es a mí a quien ha contristado, sino de alguna manera —para no exagerar— a todos vosotros. [6] Le basta a ése el castigo impuesto por la mayoría; [7] de modo que, por el contrario, es mejor que le perdonéis y consoléis, no sea que se vea consumido por una excesiva tristeza. [8] Por eso os ruego que extreméis la caridad con él. [9] Pues os escribí también con la intención de probaros y ver si sois obedientes en todo. [10] A quien vosotros perdonáis algo, también yo; pues lo que yo he perdonado, si tenía algo que perdonar, fue por vosotros en presencia de Cristo, [11] para que no seamos engañados por Satanás, ya que no desconocemos sus propósitos.

[12] Cuando llegué a Tróade, para anunciar el Evangelio de Cristo, aunque se me había abierto una puerta en el Señor, [13] no hallé sosiego para mi espíritu por no encontrar a mi hermano Tito; así que despidiéndome de ellos, partí para Macedonia. [14] Pero gracias sean dadas a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo y por medio de nosotros manifiesta el aroma de su conocimiento en todo lugar; [15] porque somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y los que se pierden; [16] para los unos olor de muerte para la muerte, para los otros olor de vida para la vida. Y para esto, ¿quién es idóneo? [17] Porque no somos como tantos otros que adulteran la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo.

Capítulo 3

[1] ¿Comenzamos de nuevo a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O necesitamos acaso, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de vuestra parte? [2] Nuestra carta sois vosotros, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres; [3] pues es notorio que sois una carta de Cristo, redactada por nuestro ministerio, y escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas que son corazones de carne.

[4] Y esta confianza la tenemos por Cristo ante Dios. [5] No es que por nosotros seamos capaces de pensar algo como propio nuestro sino que nuestra capacidad viene de Dios, [6] el cual también nos hizo idóneos para ser ministros de una nueva alianza, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica.

[7] Pues si el ministerio de la muerte, grabado con letras en piedras, resultó glorioso, hasta el punto de que los hijos de Israel no pudieran fijar su vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, aunque perecedera, [8] ¿con cuánta mayor razón será más glorioso el ministerio del Espíritu? [9] Porque si el ministerio de la condenación fue glorioso, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia. [10] y verdaderamente, aquella glorificación deja de ser gloriosa en comparación con esta gloria eminente. [11] Porque si lo perecedero pasó por un momento de gloria, con mucha más razón lo duradero permanece en gloria.

[12] Teniendo, pues, esta esperanza, procedemos con gran seguridad, [13] y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no se fijasen en el final de lo que estaba destinado a perecer. [14] Pero sus inteligencias se embotaron. En efecto, hasta el día de hoy perdura en la lectura del Antiguo Testamento ese mismo velo, sin descorrerlo, porque sólo en Cristo desaparece; [15] verdaderamente, hasta hoy, siempre que se lee a Moisés, está puesto un velo sobre sus corazones; [16] pero cuando se conviertan al Señor, será quitado el velo. [17] El Señor es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. [18] Todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, vamos siendo transformados en su misma imagen, cada vez más gloriosos, conforme obra en nosotros el Espíritu del Señor.

Capítulo 4

[1] Por eso, teniendo este ministerio por la misericordia que se nos hizo, no desfallecemos; [2] antes bien nos abstuvimos de los disimulos vergonzosos, no procediendo con astucia ni falsificando la palabra de Dios, sino recomendándonos a nosotros mismos ante toda conciencia humana por la manifestación de la verdad delante de Dios.

[3] Y si todavía nuestro evangelio está velado, lo está para los que se pierden, [4] para los incrédulos, cuyas inteligencias cegó el dios de este mundo para que no vean la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. [5] Pues no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor; y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. [6] Porque el mismo Dios que mandó: Del seno de las tinieblas brille la luz, hizo brillar la luz en nuestros corazones, para que irradien el conocimiento de la gloria de Dios que está en el rostro de Cristo.

[7] Pero llevamos este tesoro en vasos de barro, para que se reconozca que la sobreabundancia del poder es de Dios y no proviene de nosotros. [8] En todo atribulados, pero no angustiados; perplejos, pero no desesperados; [9] perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados, [10] llevando siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. [11] Porque nosotros, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. [12] De manera que en nosotros actúa la muerte, y en vosotros la vida.

[13] Pero teniendo el mismo espíritu de fe —según lo que esta escrito: Creí, por eso hablé—, también nosotros creemos, y por eso hablamos, [14] sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos pondrá junto con vosotros a su lado. [15] Porque todo es para vuestro bien, a fin de que la gracia, multiplicada a través de muchos, haga abundar la acción de gracias para la gloria de Dios. [16] Por eso no desmayamos; antes bien, aunque nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando de día en día. [17] Porque la leve tribulación de un instante se convierte para nosotros, incomparablemente, en una gloria eterna y consistente, [18] a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las visibles son pasajeras, en cambio las invisibles, eternas.

Capítulo 5

[1] Porque sabemos que, si la tienda de nuestra mansión terrena se deshace, tenemos un edificio que es de Dios, una casa no hecha por mano de hombre, sino eterna, en los cielos. [2] y así gemimos en esta tienda, anhelando revestirnos de nuestra mansión celestial, [3] si es que entonces nos encontráramos vestidos, y no desnudos. [4] Realmente, mientras moramos en esta tienda, gemimos oprimidos, porque no queremos ser desvestidos, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. [5] Pero quien nos ha preparado para este fin es Dios, el cual nos ha dado como arras el Espíritu.

[6] Por eso, siempre estamos llenos de buen ánimo, aún sabiendo que mientras moramos en el cuerpo, estamos en destierro lejos del Señor, [7] pues caminamos en la fe y no en la visión. [8] Estamos pues llenos de buen ánimo y preferimos salirnos de este cuerpo y volver junto al Señor. [9] Por eso, tanto ahora en el cuerpo como fuera de él, nos empeñamos en agradarle. [10] Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, bueno o malo.

[11] Por tanto, conscientes del temor del Señor, intentamos persuadir a los hombres; ya que ante Dios estamos bien de manifiesto, espero que también lo estemos ante vuestras conciencias. [12] No vamos a recomendarnos otra vez ante vosotros, sino que os damos ocasión para gloriaros de nosotros, a fin de que sepáis responder a quienes se glorían en lo aparente y no en el corazón. [13] En efecto, si hacemos el loco, es por Dios; si somos sensatos, es por vosotros.

[14] Porque la caridad de Cristo nos urge, persuadidos de que si uno murió por todos, en consecuencia todos murieron. [15] y murió por todos a fin de que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquél que murió y resucitó por ellos. [16] De manera que desde ahora no conocemos a nadie según la carne; y si conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no le conocemos así. [17] Por tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva criatura; lo viejo pasó; he aquí que ha llegado lo nuevo.

[18] Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos confirió el ministerio de la reconciliación. [19] Porque en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo, sin imputarles sus delitos, y puso en nosotros la palabra de la reconciliación. [20] Somos, pues, embajadores en nombre de Cristo, como si Dios os exhortase por medio de nosotros. En nombre de Cristo os rogamos: reconciliaos con Dios. [21] A él, que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que llegásemos a ser en él justicia de Dios.

Capítulo 6

[1] Como colaboradores suyos os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. [2] Porque dice: En el tiempo favorable te escuché. Y en el día de la salvación te ayudé. Mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. [3] A nadie damos motivo alguno de escándalo, para que no sea vituperado nuestro ministerio, [4] sino que en todo nos acreditamos como ministros de Dios: con mucha paciencia, en tribulaciones, necesidades y angustias; [5] en azotes, prisiones y tumultos; en fatigas, desvelos y ayunos; [6] con pureza, con ciencia, con longanimidad, con bondad, en el Espíritu Santo, con caridad sincera, [7] con la palabra de la verdad, con el poder de Dios; mediante las armas de la justicia en la derecha y en la izquierda; [8] en honra y deshonra, en calumnia y en buena fama; como impostores, siendo veraces; [9] como desconocidos, siendo bien conocidos; como moribundos, y ya veis que vivimos; como castigados, mas no muertos; [10] como tristes, pero siempre alegres; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como quienes nada tienen, aunque poseyendo todo.

[11] ¡Corintios! Os hemos hablado con sinceridad y nuestro corazón se ha dilatado. [12] No hay mezquindad en nosotros, sino que es en vuestras entrañas donde se da la cicatería; [13] para corresponder de igual modo —como a hijos os hablo—, dilataos también vosotros.

[14] No unciros el mismo yugo con los infieles. Porque ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad? ¿O que tienen de común la luz y las tinieblas? [15] ¿Y que armonía cabe entre Cristo y Belial? ¿O qué parte tiene el creyente con el infiel? [16] ¿y cómo es compatible el templo de Dios con los ídolos? Porque vosotros sois el templo de Dios vivo, según dijo Dios: Yo habitaré y caminaré en medio de ellos, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo. [17] Por eso, salid de en medio de ellos y separaos, dice el Señor, y no toquéis nada inmundo, y Yo os acogeré, [18] y Yo seré para vosotros Padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.

Capítulo 7

[1] Por tanto, muy queridos, teniendo estas promesas, purifiquémonos de toda mancha de carne y de espíritu, llevando a término la santificación en el temor de Dios.

[2] Acogednos en vuestros corazones. A nadie hemos hecho injusticia, a nadie hemos perjudicado, contra nadie hemos cometido fraude. [3] No hablo con ánimo de condenaros; ya he dicho que estáis en nuestro corazón, para morir y vivir juntos. [4] Tengo mucha confianza con vosotros; me siento muy orgulloso de vosotros; estoy lleno de consuelo, rebosante de gozo en todas nuestras tribulaciones. [5] Una vez en Macedonia, nuestra carne no tuvo tranquilidad alguna, sino que fuimos atribulados en todo: por fuera, luchas; por dentro, temores.

[6] Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la llegada de Tito; [7] y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que le habéis proporcionado, comunicándonos vuestra ansia, vuestro llanto, vuestro celo por mí, de manera que mi alegría creció aún más.

[8] Pues aunque os entristecí con mi carta, no me pesa. Y si estaba pesaroso —viendo que aquella carta, aunque fuera sólo por un momento, os entristeció—, [9] ahora me alegro, no porque os apenara, sino porque vuestra pena os movió a penitencia, pues os entristecisteis según Dios; de manera que ningún daño habéis padecido por causa nuestra. [10] Porque la tristeza según Dios produce un arrepentimiento saludable, del que uno jamás se arrepiente; mientras que la tristeza del mundo produce la muerte. [11] En efecto, mirad cuánta solicitud os ha causado esta tristeza según Dios; es más: qué excusas, qué indignación, qué temor, qué ansia, qué celo, qué castigo. En todo habéis demostrado ser inocentes en este asunto. [12] Por eso, si os escribí, no fue a causa del que cometió el agravio ni a causa del que lo sufrió, sino para que se manifestara ante Dios vuestra solicitud por nosotros. [13] Esto es lo que nos ha consolado. Pero aparte de este consuelo nuestro nos alegramos mucho más por el gozo de Tito, ya que su espíritu ha sido reconfortado por todos vosotros. [14] Porque si en algo me he gloriado de vosotros ante él, no quede avergonzado, sino que así como en todo os hemos dicho la verdad, así también resultó verdadero nuestro motivo de gloria ante Tito. [15] Y su cariño hacia vosotros se acrecienta aún más al recordar vuestra obediencia unánime, cómo le recibisteis con temor y temblor. [16] Me alegro de poder confiar totalmente en vosotros.

Capítulo 8

[1] Os hacemos saber, hermanos, la gracia de Dios concedida a las iglesias de Macedonia; [2] en medio de una gran tribulación con que han sido probados, su rebosante gozo y su extrema pobreza se desbordaron en tesoros de generosidad; [3] porque doy testimonio de que según sus posibilidades, y aun por encima de ellas, espontáneamente [4] nos pidieron con mucha insistencia la gracia de participar en el servicio a favor de los santos. [5] Y no sólo como esperábamos, sino que se dieron a sí mismos, primeramente al Señor y luego, por voluntad de Dios, a nosotros. [6] De manera que rogamos a Tito que, según había comenzado, así llevase a cabo esta gracia también entre vosotros.

[7] Y así como abundáis en todo —en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud y en la caridad que os hemos comunicado—, abundad también en esta gracia. [8] No lo digo como una orden, sino que, mediante la solicitud de otros, quiero probar también la autenticidad de vuestra caridad. [9] Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros fueseis ricos por su pobreza. [10] Y en esto os doy un consejo, porque es lo que os conviene: puesto que desde el año pasado habéis sido los primeros no sólo en realizar la colecta, sino también en quererla, [11] ahora, pues, llevadla también a cabo para que, según fue la prontitud del querer, así sea también su terminación, con arreglo a vuestras posibilidades; [12] porque, si hay prontitud en la voluntad, es bien acogida con lo que tenga, sin importar lo que no tiene. [13] Pues no se trata de que para otros haya desahogo y para vosotros apuros, sino de que, según las normas de la igualdad, [14] vuestra abundancia remedie ahora su necesidad, para que la abundancia de ellos pueda remediar vuestra necesidad, a fin de que haya equidad, según está escrito: [15] El que mucho recogió, no tuvo de más; y el que poco, no tuvo de menos.

[16] Gracias sean dadas a Dios, que puso en el corazón de Tito la misma solicitud por vosotros, [17] porque no sólo acogió mi ruego, sino que con gran solicitud, por propia iniciativa partió hacia vosotros. [18] Y con él enviamos al hermano, cuya alabanza por la predicación del Evangelio se extiende a todas las iglesias; [19] y no sólo esto, sino que además fue elegido por las iglesias, como nuestro compañero de viaje en esta obra de gracia, administrada por nosotros para la gloria del mismo Señor y para manifestar nuestra prontitud de ánimo, [20] evitando así que nadie nos vitupere con motivo de esta copiosa colecta que administramos. [21] Pues procuramos hacer el bien, no sólo ante Dios, sino también ante los hombres. [22] Enviamos con ellos a nuestro hermano, a quien con frecuencia en muchos asuntos hemos experimentado lleno de solicitud, pero ahora mucho más solícito por su gran confianza en vosotros.

[23] Por lo que se refiere a Tito, es mi compañero y colaborador en favor vuestro; en cuanto a los demás hermanos, son enviados de las iglesias, gloria de Cristo.

[24] Mostrad, pues, vuestra caridad y los motivos de nuestro orgullo por vosotros ante ellos y ante las iglesias.

Capítulo 9

[1] En verdad, resulta superfluo que siga escribiéndoos acerca del servicio en favor de los santos, [2] porque conozco vuestra pronta voluntad, por la cual me glorío de vosotros ante los macedonios: Acaya esta preparada desde el año pasado y vuestro celo sirvió de estímulo a muchos. [3] Sin embargo, envío a los hermanos, para que nuestros elogios acerca de vosotros no resulten vanos en este asunto y, según he dicho, estéis preparados; [4] no sea que, si llegan conmigo los de Macedonia, os encuentren desprevenidos y quedemos avergonzados nosotros, por no decir vosotros. [5] Por eso estimé necesario rogar a los hermanos que fuesen a vosotros por delante, y preparasen de antemano vuestra prometida bendición, a fin de que así esté preparada como una bendición y no como obra de tacañería.

[6] 0s digo esto: quien siembra escasamente, escasamente cosechará; y quien siembra copiosamente, copiosamente cosechará. [7] Cada uno dé según se ha propuesto en su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría. [8] Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis en toda obra buena, [9] según está escrito: Repartió con largueza, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre.

[10] Aquel que provee de semilla al sembrador y de pan para comer, os dará y multiplicará la semilla y acrecentará los frutos de vuestra justicia. [11] Así seréis enriquecidos en todo para toda obra generosa, que mediante nosotros fructifica en acción de gracias a Dios. [12] Porque la prestación de este sagrado servicio no sólo viene a remediar las necesidades de los santos, sino que redunda también en múltiples acciones de gracias a Dios. [13] Al comprobar este servicio, glorificarán a Dios por vuestra obediente confesión del Evangelio de Cristo, y por la generosidad de vuestra comunión con ellos y con todos, [14] y también con su oración por vosotros, a quienes tanto aman por la gracia sobreabundante que Dios os ha dado. [15] Gracias a Dios por su don inenarrable.

Capítulo 10

[1] Yo personalmente, Pablo, que cuando estoy presente entre vosotros soy sumiso, pero ausente soy audaz, os exhorto por la mansedumbre y la benignidad de Cristo; [2] y ruego que, cuando esté presente, no tenga que mostrarme atrevido, con la audacia con que pienso obrar resueltamente contra algunos que nos tienen como si procediésemos según la carne. [3] Pues, aunque vivimos en la carne, no militamos según la carne; [4] porque las armas de nuestro combate no son carnales, sino que Dios las hace poderosas para derribar fortalezas: deshacemos sofismas [5] y toda altanería que se levanta contra la ciencia de Dios, y sometemos a la obediencia de Cristo, como a un prisionero, a todo entendimiento, [6] dispuestos a castigar toda desobediencia cuando vuestra obediencia sea completa.

[7] Solo veis según las apariencias. Si alguno se cree que es de Cristo, tenga también en cuenta esto: tan de Cristo somos nosotros como él. [8] Pues aunque yo me excediera un poco en gloriarme de la potestad que el Señor nos dio para vuestro bien, y no para vuestra ruina, no tendría de que avergonzarme. [9] Y nadie piense que pretendo atemorizaros con mis cartas. [10] Porque hay quien dice: Las cartas son duras y fuertes, pero la presencia corporal es débil, y la palabra despreciable. [11] Piense ése que cuando estemos presentes actuaremos de la misma manera que, en ausencia, decimos en nuestras cartas.

[12] Ciertamente, no osamos equipararnos ni compararnos con algunos que se recomiendan a si mismos; pues ellos, midiéndose según su opinión y tomándose a si mismos por medida, proceden insensatamente. [13] Nosotros, en cambio, no nos gloriaremos desmedidamente, sino que tomamos por medida la regla que Dios nos ha asignado; ella os alcanza también a vosotros. [14] Al incluiros no nos hemos excedido, pues nosotros fuimos los primeros en predicaros el Evangelio de Cristo. [15] No nos gloriamos desmesuradamente atribuyéndonos los frutos del trabajo ajeno, sino que tenemos la esperanza de que, creciendo vuestra fe, sin salir de nuestros límites, nos extenderemos cada vez más, [16] hasta evangelizar a los que están más allá de vosotros, sin gloriarnos en campo ajeno con trabajos ya realizados por otros.

[17] El que se gloría, que se gloríe en el Señor. [18] Pues no es aprobado quien se recomienda a si mismo, sino aquél a quien el Señor recomienda.

Capítulo 11

[1] ¡Ojalá pudierais soportar un poco mi necedad! ¡Pero si, soportadme! [2] Porque estoy celoso de vosotros con celo de Dios; os he desposado con un solo esposo para presentaros a Cristo como una virgen casta. [3] Pero temo que, como la serpiente sedujo a Eva con su astucia, así se corrompan vuestros pensamientos, apartándose de ls sinceridad y castidad debidas a Cristo. [4] Porque si viniera alguno anunciando un Jesús distinto del que os hemos predicado, o recibierais un espíritu distinto del que habéis recibido, o un Evangelio distinto del que habéis abrazado, de buena gana lo soportaríais. [5] Pues en nada me considero inferior a esos grandes apóstoles; [6] y aunque imperito en la palabra, no lo soy en la ciencia, sino que en todo y en presencia de todos os lo hemos manifestado.

[7] ¿Acaso cometí pecado cuando, rebajándome yo para ensalzaros a vosotros, os prediqué gratuitamente el Evangelio de Dios? [8] Despojé a otras iglesias, recibiendo estipendios de ellas para serviros a vosotros; [9] y estando entre vosotros y hallándome necesitado, no fui gravoso a nadie, pues fueron los hermanos llegados de Macedonia quienes remediaron mi necesidad; y en todo me guarde y me guardaré de seros gravoso. [10] Por la verdad de Cristo, que está en mí, os aseguro que esta gloria no me será arrebatada en las regiones de Acaya.

[11] ¿Por qué? ¿Porque no os amo? ¡Dios lo sabe! [12] y lo que hago lo seguiré haciendo, para quitar toda ocasión a los que buscan un pretexto para jactarse de ser considerados iguales a nosotros. [13] Porque estos son unos falsos apóstoles, unos obreros engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. [14] y nada tiene de extraño, pues el mismo Satanás se transforma en ángel de luz. [15] Por tanto, no es mucho que también sus ministros se transfiguren en ministros de justicia; su fin será según sus obras.

[16] 0tra vez digo que nadie me tome por necio; en todo caso, aunque sea como a un necio, permitidme que también yo pueda gloriarme un poco. [17] Lo que voy a decir a propósito de mi jactancia, no lo digo según el Señor, sino como si fuera un insensato. [18] Puesto que muchos se glorían según la carne, también lo haré yo. [19] Porque vosotros que sois tan sensatos, con gusto soportáis a los insensatos; [20] pues soportáis que os esclavicen, que os devoren, que os roben, que os traten con altanería, que os abofeteen. [21] Con sonrojo lo digo, como si nos hubiésemos mostrado débiles. En cualquier cosa que alguien presuma —lo digo como un insensato— también presumo yo. [22] ¿Son hebreos? También yo. ¿Son israelitas? También yo. ¿Son descendencia de Abrahán? También yo. [23] ¿Son ministros de Cristo? —delirando hablo— ¡Yo más!: en fatigas, más; en cárceles, más; en azotes, muchísimo más; en peligros de muerte, muchas veces. [24] Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno; [25] tres veces fui azotado con varas; una vez fui lapidado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé náufrago en alta mar; [26] en mis frecuentes viajes sufrí peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi raza, peligros de los gentiles, peligros en ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; [27] trabajos y fatigas, frecuentes vigilias, con hambre y sed, en frecuentes ayunos, con frío y desnudez; [28] y además de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la solicitud por todas las iglesias. [29] ¿ Quién desfallece sin que yo desfallezca ? ¿ Quién tiene un tropiezo  sin que yo me abrase de dolor?

[30] Si es preciso gloriarse, me gloriaré en mis flaquezas. [31] El Dios y Padre del Señor Jesús —que es bendito por siempre— sabe que no miento. [32] En Damasco, el etnarca del rey Aretas custodiaba la ciudad de los damascenos para prenderme, [33] y, por una ventana, fui descolgado en una espuerta muralla abajo y esCAP. é de sus manos.

Capítulo 12

[1] ¿Hay que gloriarse? Aunque no conviene, hablaré de las visiones y revelaciones del Señor. [2] Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años— si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, tampoco lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer cielo. [3] Y sé que este hombre —si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— [4] fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que al hombre no es lícito pronunciar. [5] De ese tal me gloriaré, pero de mí mismo no me gloriaré, si no es de mis flaquezas. [6] Pero aunque quisiera gloriarme, no sería un necio, pues diría la verdad; sin embargo me abstengo, para que nadie me atribuya algo por encima de lo que ve en mí o de mí oye, [7] o a causa de la grandeza de las revelaciones. Por lo cual, para que no me engría, me fue clavado un aguijón en la carne, un ángel de Satanás, para que me abofetee, y no me engría. [8] Por esto, rogué tres veces al Señor que lo apartase de mí; [9] pero El me dijo: Te basta mi gracia, porque la fuerza resplandece en la flaqueza. Por eso, con sumo gusto me gloriaré más todavía en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. [10] Por lo cual me complazco en las flaquezas, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones y angustias, por Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy fuerte.

[11] He hablado como un necio; vosotros me obligasteis. Porque yo debía haber sido recomendado por vosotros, pues en nada fui inferior a esos superapóstoles, aunque no soy nada. [12] Las señales de ser apóstol se cumplieron entre vosotros, por medio de toda paciencia, de signos, prodigios y milagros. [13] Pues ¿en que habéis sido inferiores a las otras iglesias, excepto en que yo personalmente no os he sido gravoso? Perdonadme este agravio.

[14] He aquí que por tercera vez estoy a punto de ir a vosotros, y no os seré gravoso; porque no busco vuestros bienes, sino a vosotros. Pues no son los hijos los que deben atesorar para los padres, sino los padres para los hijos. [15] Por mi parte, muy gustosamente gastaré y me desgastaré por vuestras almas. Si os amo más, ¿seré yo menos amado?

[16] Es verdad, yo no os fui gravoso; pero, siendo astuto, os capturé con dolo. [17] ¿Acaso os exploté por medio de alguno que os he enviado? [18] Rogué a Tito y con él envié al hermano. ¿Acaso Tito os explotó? ¿No procedimos ambos según el mismo espíritu? ¿No seguimos las mismas pisadas?

[19] Desde hace tiempo, estaréis pensando que nos estamos justificando ante vosotros. En la presencia de Dios, en Cristo, hablamos; y todo, queridísimos, para vuestra edificación. [20] Porque temo que, cuando llegue, no os encuentre como yo quisiera, y vosotros no me encontréis como quisierais; que haya quizá contiendas, envidias, iras, rivalidades, maledicencias, murmuraciones, engreimientos, sediciones; [21] que al llegar de nuevo, mi Dios me humille entre vosotros y tenga que llorar por muchos de los que antes pecaron y no hicieron penitencia de la impureza, fornicación y lascivia que habían cometido.

Capítulo 13

[1] Ahora, por tercera vez, voy a vosotros: Por el testimonio de dos o tres testigos se zanjará todo asunto. [2] Os lo he dicho ya, y como lo dije estando presente la segunda vez, así lo repito ahora ausente a los que antes habían pecado y a todos los demás: si vuelvo otra vez, no seré indulgente, [3] puesto que buscáis una prueba de que en mí habla Cristo, el cual no es débil con vosotros, sino que muestra su fuerza en vosotros. [4] Porque, aunque fue crucificado en razón de la flaqueza, vive por el poder de Dios. Así también nosotros: somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios sobre vosotros.

[5] Examinaos vosotros mismos si os mantenéis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿No reconocéis, por vuestra parte, que Cristo Jesús está en vosotros? A no ser que estéis reprobados. [6] Espero que conoceréis que nosotros no estamos reprobados. [7] Pedimos, sin embargo, a Dios que no cometáis ningún mal; no para que nosotros aparezcamos probados, sino para que vosotros practiquéis el bien, aun cuando nosotros seamos como reprobados. [8] Pues nada podemos contra la verdad, sino en favor de la verdad. [9] En efecto, nos alegramos cuando somos débiles y vosotros fuertes; y es eso lo que pedimos: vuestra perfección. [10] Por eso os escribo esto ausente, para que, presente, no tenga que proceder con severidad, conforme  la potestad que el Señor me confirió para edificar, y no para destruir.

[11] Por lo demás, hermanos, alegraos, sed perfectos, exhortaos mutuamente, tened un mismo sentir, vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros. [12] Saludaos mutuamente con el ósculo santo. Todos los santos os saludan. [13] La gracia del Señor Jesucristo y el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.

EPÍSTOLA A LOS GÁLATAS

Capítulo 1

[1] Pablo, apóstol no de parte de los hombres ni por medio de ningún hombre, sino por obra de Jesucristo y de Dios Padre que le resucitó de entre los muertos; [2] y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia: [3] gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo, [4] el cual se entregó a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de este mundo perverso, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, [5] para quien es la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

[6] Me maravilla que hayáis abandonado tan pronto al que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir otro evangelio; [7] aunque no es que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren cambiar el Evangelio de Cristo. [8] Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anuncie un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema! [9] Como ya dijimos antes, ahora os repito: si alguno os anuncia un evangelio diferente del que habéis recibido, ¡sea anatema! [10] ¿Busco ahora la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿O es que pretendo agradar a los hombres? Si todavía pretendiera agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo.

[11] Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio por mí anunciado no es algo humano; [12] pues yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. [13] Porque habéis oído mi conducta anterior en el judaísmo: que perseguía con saña a la Iglesia de Dios y la desolaba, [14] y aventajaba en el judaísmo a muchos contemporáneos de mi raza, siendo extremadamente celoso de las tradiciones de mis padres. [15] Pero cuando Dios, que me eligió desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien [16] revelar en mí a su Hijo para que le anunciara entre los gentiles, enseguida, sin pedir consejo a la carne ni a la sangre, [17] y sin subir a Jerusalén a ver a los apóstoles, mis predecesores, me retiré a Arabia, y de nuevo volví a Damasco.

[18] Luego, tres años después, subí a Jerusalén para ver a Cefas, y permanecí a su lado quince días; [19] pero no vi a ningún otro de los apóstoles, excepto a Santiago, el hermano del Señor. [20] En lo que os escribo, Dios es testigo que no miento. [21] Después me fui a las regiones de Siria y Cilicia. [22] Por eso no me conocían personalmente las iglesias de Cristo que había en Judea. [23] Solamente habían oído decir: El que antes nos perseguía ahora predica la fe que en otro tiempo combatía, [24] y glorificaban a Dios por mi causa.

Capítulo 2

[1] Luego, catorce años después, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito. [2] Subí movido por una revelación y les expuse, especialmente a los que gozaban de autoridad, el Evangelio que predico entre los gentiles, no fuera que corriese o hubiese corrido en vano. [3] Pues bien, ni siquiera Tito, que me acompañaba, aunque era griego, fue obligado a circuncidarse. [4] Y eso, a pesar de los falsos hermanos intrusos que se entrometieron furtivamente a espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a servidumbre. [5] Pero no cedimos ni un momento sometiéndonos a ellos, a fin de que la verdad del Evangelio permanezca en vosotros.

[6] En cuanto a los que parecían ser algo —nada me importa lo que hayan sido en otro tiempo: Dios no hace acepción de personas—, pues bien, los que gozaban de autoridad, ninguna corrección me hicieron, [7] sino que, por el contrario, al ver que se me había confiado la predicación del Evangelio a los incircuncisos, de la misma manera que a Pedro a los circuncisos [8] —pues quien dio fuerzas a Pedro para el apostolado entre los circuncisos me las dio también a mí para el de los gentiles—, [9] y habiendo conocido la gracia que se me había concedido, Santiago, Cefas y Juan que eran considerados como columnas, nos dieron la mano a mí y a Bernabé, en señal de comunión, para que nosotros predicásemos a los gentiles, y ellos a los circuncisos. [10] Solamente nos recomendaron que nos acordásemos de los pobres, lo que he procurado hacer con mucha solicitud.

[11] Pero cuando vino Cefas a Antioquía, cara a cara le hice resistencia, porque era digno de reprensión. [12] Pues antes de que llegasen algunos de los que estaban con Santiago, comía con los gentiles; pero una vez que llegaron, empezó a retraerse y apartarse por miedo a los circuncisos. [13] También los demás judíos le siguieron en su simulación, de manera que incluso Bernabé se dejó llevar por la simulación de ellos. [14] Pero, en cuanto vi que no andaban rectamente según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: Si tú, que eres judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo obligas a los gentiles a judaizar? [15] Nosotros somos judíos por nacimiento, y no pecadores procedentes de los gentiles; [16] y sin embargo, como sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por medio de la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley, ya que por las obras de la Ley ningún hombre será justificado.

[17] Ahora bien, si al buscar ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿será que Cristo es ministro del pecado? ¡De ninguna manera! [18] Pues si lo que he destruido lo vuelvo a edificar, me manifiesto como transgresor. [19] Porque yo por la Ley he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy crucificado: [20] vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que vivo ahora en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. [21] No anulo la gracia de Dios; pues si la justicia viene por medio de la Ley, entonces Cristo murió en vano.

Capítulo 3

[1] ¡Oh gálatas insensatos!, ¿quién os fascinó a vosotros, ante cuyos ojos ha sido presentado Jesucristo en la cruz? [2] Sólo esto quiero saber de vosotros: ¿habéis recibido el Espíritu por las obras de la Ley o por la obediencia a la fe? [3] ¿Tan insensatos sois? Habéis empezado con el Espíritu, ¿y acabáis ahora en la carne? [4] ¿En vano habéis vivido cosas tan grandes? ¡Bien en vano sería! [5] Ahora bien, el que os comunica el Espíritu y obra milagros entre vosotros ¿lo hace por virtud de las obras de la Ley o por la obediencia a la fe?

[6] Así, Abrahán creyó a Dios, y le fue contado como justicia. [7] Por tanto, daos cuenta de que los que viven de la fe, ésos son hijos de Abrahán. [8] La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció de antemano a Abrahán: En ti serán bendecidas todas las naciones. [9] Así pues, los que viven de la fe son bendecidos con el fiel Abrahán. [10] Porque todos los que se apoyan en las obras de la Ley están sujetos a maldición, pues está escrito: Maldito todo el que no persevere en el cumplimiento de todo lo que está escrito en el libro de la Ley. [11] Pues está claro que nadie es justificado delante de Dios en virtud de la Ley, ya que el justo vivirá de la fe; [12] pero la Ley no se funda en la fe, sino que quien cumpla sus preceptos vivirá por ellos. [13] Cristo nos rescató de la maldición de la Ley, haciéndose por nosotros objeto de maldición, pues está escrito: Maldito todo el que está colgado en un madero, [14] para que la bendición de Abrahán llegase a los gentiles en Cristo Jesus, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

[15] Hermanos, voy a hablar según lo que pasa entre los hombres: nadie anula ni puede añadir nada a un testamento legalmente reconocido, a pesar de ser de un hombre. [16] Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: Y a los descendientes, como si hablara de muchos, sino de uno solo: Y a tu descendencia, que es Cristo. [17] Con esto quiero decir: el testamento establecido antes por Dios en forma debida, no lo invalida la Ley, otorgada cuatrocientos treinta años después, de modo que la promesa quede anulada. [18] Porque si la herencia viene de la Ley, entonces no viene de la promesa; sin embargo, Dios se la concedió gratuitamente a Abrahán por medio de la promesa.

[19] ¿Para qué entonces la Ley? Fue añadida pensando en las transgresiones, hasta que viniese la descendencia a quien iba dirigida la promesa. Ley que fue promulgada por medio de ángeles con intervención de un mediador. [20] Ahora bien, donde actúa uno solo, no cabe mediador, y Dios es uno solo. [21] Luego, ¿la Ley va en contra de las promesas de Dios? De ninguna manera. Pues si se hubiera dado una ley capaz de vivificar, entonces la justicia vendría realmente de la Ley. [22] Pero la Escritura encerró todas las cosas bajo el pecado, para que la promesa fuese dada a los creyentes por la fe en Jesucristo.

[23] Antes de llegar la fe, estábamos bajo la custodia de la Ley, encerrados en espera de la fe que debía ser revelada. [24] Por consiguiente, la Ley ha sido nuestro pedagogo, que nos condujo a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe; [25] pero una vez que ha llegado la fe, ya no estamos sujetos al pedagogo. [26] Pues todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús. [27] Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. [28] Ya no hay diferencia entre judío y griego, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer, ya que todos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús. [29] Si, pues, vosotros sois de Cristo, sois también descendencia de Abrahán, herederos según la promesa.

Capítulo 4

[1] Ahora bien, mientras el heredero es niño, aunque es dueño de todo, no se diferencia en nada de un siervo, [2] sino que está sometido a tutores y administradores hasta el momento señalado por su padre. [3] También nosotros cuando éramos niños estábamos sujetos como esclavos a los elementos del mundo. [4] Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, [5] para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. [6] Y, puesto que sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá, Padre! [7] De manera que ya no eres siervo, sino hijo; y como eres hijo, también heredero por gracia de Dios.

[8] Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servisteis a los que realmente no son dioses; [9] ahora, en cambio, que habéis conocido a Dios, mejor dicho, que habéis sido conocidos por Dios, ¿cómo volvéis otra vez a esos elementos sin fuerza y sin valor, a los que queréis servir de nuevo como antes? [10] ¡Seguís observando los días, los meses, las estaciones y los años! [11] Temo haberme fatigado por vosotros inútilmente.

[12] Os ruego, hermanos, que seáis como yo, pues también yo me he hecho como vosotros. En nada me habéis agraviado; [13] bien sabéis que cuando os prediqué el Evangelio por primera vez, a causa de una enfermedad, [14] a pesar de que esa situación era una prueba para vosotros, no me despreciasteis ni me rechazasteis, sino que me recibisteis como a un ángel de Dios, como al mismo Cristo Jesús.

[15] ¿Dónde está, pues, aquella alegría que manifestabais? Puedo atestiguar de vosotros que, a ser posible, os habríais arrancado los ojos para dármelos. [16] ¿Es que me he convertido en vuestro enemigo por deciros la verdad? [17] El interés que muestran por vosotros no es bueno, sino que quieren separaros de nosotros, para que os entreguéis a ellos. [18] Debéis ser siempre celosos amantes del bien, y no sólo cuando estoy presente entre vosotros, [19] hijos míos, por quienes padezco otra vez dolores de parto, hasta que Cristo esté formado en vosotros. [20] Desearía estar presente ahora entre vosotros, y cambiar el tono de mi voz, porque no sé qué hacer con vosotros.

[21] Decidme, los que queréis estar sujetos a la Ley: ¿no habéis oído la Ley? [22] Pues está escrito que Abrahán tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre. [23] Pero el de la esclava nació según la carne; en cambio, el de la libre, en virtud de la promesa. [24] Todo esto tiene un sentido alegórico; pues estas mujeres representan los dos Testamentos: uno del Monte Sinaí, que engendra esclavos, es Agar. [25] La palabra Agar en Arabia designa el monte Sinaí y corresponde a la Jerusalén actual, que es, en efecto, esclava junto con sus hijos. [26] En cambio, la Jerusalén de arriba es libre, y es nuestra madre; [27] pues está escrito:

Alégrate, estéril, que no das a luz; prorrumpe en gritos de júbilo, tú que no sufres dolores de parto, porque son muchos los hijos de la abandonada, más que los de aquella que tiene marido.

[28] Vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la promesa. [29] Pero, al igual que entonces el que había nacido según la carne perseguía al nacido según el espíritu, así sucede también ahora. [30] Pero ¿qué dice la Escritura? Expulsa a la esclava y a su hijo, pues no ha de heredar el hijo de la esclava junto con el hijo de la libre. [31] Por tanto, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.

Capítulo 5

[1] Para esta libertad, Cristo nos ha liberado; manteneos, pues, firmes, y no os dejéis sujetar de nuevo bajo el yugo de la servidumbre. [2] Mirad, yo Pablo os digo que, si os circuncidáis, Cristo no os servirá de nada. [3] Y otra vez declaro a todo hombre que se circuncide, que queda obligado a cumplir toda la Ley. [4] Os habéis separado de Cristo los que buscáis la justicia en la Ley; os habéis apartado de la gracia. [5] Pues nosotros, por el espíritu anhelamos a partir de la fe el fruto de la justicia. [6] Porque en Cristo Jesús no tienen valor ni la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que actúa por la caridad.

[7] Estabais corriendo bien; ¿quién os ha impedido obedecer a la verdad? [8] Tal persuasión no procede del que os llamó. [9] Un poco de levadura hace fermentar toda la masa. [10] Yo confío en vosotros en el Señor, que no tendréis otro sentir. El que os desconcierta, sea quien sea, recibirá el castigo merecido. [11] En cuanto a mí, hermanos, si predico aún la circuncisión, ¿por qué soy perseguido todavía? Entonces habría desaparecido el escándalo de la cruz. [12] ¡Ojalá se mutilaran los que os perturban!

[13] Porque vosotros, hermanos, fuisteis llamados a la libertad; pero que esta libertad no sea pretexto para la carne, sino servíos mutuamente por amor. [14] Pues toda la Ley se resume en un solo precepto, en éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. [15] Pero si os mordéis y os devoráis unos a otros, ¡tened cuidado para no destruiros mutuamente!

[16] Digo, pues: caminad en el Espíritu y no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne. [17] Porque la carne tiene deseos contrarios al espíritu, y el espíritu contrarios a la carne, pues ambos se oponen mutuamente, para que no hagáis lo que queréis.

[18] Si os dejáis conducir por el Espíritu, no estáis sujetos a la Ley. [19] Ahora bien, manifiestas son las obras de la carne, que son: fornicación, impureza, lujuria, [20] idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, riñas, discusiones, divisiones, [21] envidias, embriagueces, orgías, y cosas semejantes. Sobre las cuales os prevengo, como ya dije, que los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. [22] En cambio, los frutos del Espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, [23] mansedumbre, continencia; contra tales frutos no hay ley.

[24] Los que son de Jesucristo, han crucificado su carne con sus pasiones y concupiscencias. [25] Si vivimos por el Espíritu, caminemos también según el Espíritu. [26] No seamos ambiciosos de vanagloria, provocándonos unos a otros, envidiándonos recíprocamente.

Capítulo 6

[1] Hermanos, si acaso alguien es hallado en alguna falta, vosotros, que sois espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, cuidando de ti mismo, no vaya a ser que tú también seas tentado. [2] Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo. [3] Porque si alguno se imagina que es algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo. [4] Examine, pues, cada uno su propia conducta, y entonces podrá gloriarse solamente en sí mismo y no con relación a otro; [5] porque cada uno tendrá que llevar su propia carga.

[6] Que el discípulo comparta con el que le instruye toda clase de bienes. [7] No os engañéis: de Dios nadie se burla. Porque lo que uno siembre, eso recogerá: [8] el que siembra en su carne, de la carne cosechará corrupción; y el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará la vida eterna. [9] No nos cansemos de hacer el bien, pues si perseveramos, a su tiempo recogeremos el fruto. [10] Por tanto, mientras tenemos tiempo, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe.

[11] Mirad con qué letras tan grandes os escribo de mi propia mano. [12] Todos los que quieren ser bien vistos según la carne, esos os obligan a circuncidaros, únicamente para no ser perseguidos a causa de la cruz de Cristo; [13] porque ni los mismos que se circuncidan guardan la Ley; y lo que en realidad quieren es que vosotros os circuncidéis para gloriarse en vuestra carne. [14] Lejos de mí gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo.

[15] Porque ni la circuncisión ni la incircuncisión importan, sino la nueva criatura. [16] Para todos los que sigan esta norma, paz y misericordia, lo mismo que para el Israel de Dios.

[17] En adelante que nadie me moleste, pues llevo en mi cuerpo las señales de Jesús.

[18] Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.

EPÍSTOLA A LOS EFESIOS

Capítulo 1

[1] Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso: [2] la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.

[3] Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los cielos, [4] pues en Él nos eligió antes de la creación del mundo para que fuéramos santos y sin mancha en su presencia, por el amor; [5] nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por Jesucristo conforme al beneplácito de su voluntad, [6] para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo gratos en el Amado, [7] por quien, mediante su sangre, nos es dada la redención, el perdón de los pecados, según las riquezas de su gracia, [8] que derramó sobre nosotros de modo sobreabundante con toda sabiduría y prudencia. [9] Nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según el benévolo designio que se había propuesto realizar mediante Él [10] y llevarlo a cabo en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra. En Él, [11] por quien también fuimos constituidos herederos, predestinados según el designio de quien realiza todo con arreglo al consejo de su voluntad, [12] para que nosotros, los que antes habíamos esperado en el Mesías, sirvamos para la alabanza de su gloria. [13] Por Él también vosotros, una vez oída la palabra de la verdad —el Evangelio de nuestra salvación—, al haber creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido, [14] que es prenda de nuestra herencia, para la redención de su pueblo adquirido, para alabanza de su gloria.

[15] Por esto, también yo, al tener noticias de vuestra fe en el Señor Jesús y de la caridad hacia todos los santos, [16] no dejo de dar gracias por vosotros, al recordaros en mis oraciones, [17] para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda el Espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle; [18] iluminando los ojos de vuestro corazón, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamada, cuáles las riquezas de gloria dejadas en su herencia a los santos, [19] y cuál es la suprema grandeza de su poder en favor de nosotros, los que hemos creído, según la eficacia de su fuerza poderosa. [20] Esta ha actuado en Cristo resucitándole de entre los muertos y sentándole a su derecha en los cielos, [21] sobre todo Principado, Potestad, Virtud y Dominación y sobre todo cuanto existe, no sólo en este siglo sino también en el venidero. [22] Todo lo sometió bajo sus pies y lo hizo cabeza suprema sobre toda la Iglesia, [23] que es su cuerpo, la plenitud de quien llena todo en todas las cosas.

Capítulo 2

[1] Y vosotros estabais muertos por vuestros delitos y pecados, [2] espíritu de este mundo, de acuerdo con el príncipe del poder del aire, el espíritu que actúa ahora en los hijos de la rebeldía. [3] Entre éstos también todos nosotros vivimos en otro tiempo en la concupiscencia de nuestra carne, siguiendo los deseos de la carne y de los malos pensamientos, pues éramos por naturaleza hijos de la ira como los demás. [4] Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, [5] aunque estábamos muertos por nuestros pecados, nos dio vida en Cristo —por gracia habéis sido salvados—, y [6] con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos por Cristo Jesús, [7] a fin de manifestar a los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia, por su bondad hacia nosotros por medio de Cristo Jesús.

[8] Así, pues, por gracia habéis sido salvados mediante la fe, y esto no procede de vosotros, puesto que es un don de Dios: [9] es decir, no procede de las obras, para que ninguno se gloríe; [10] ya que somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para hacer las obras buenas, que previamente dispuso Dios que practicáramos.

[11] Recordad, por tanto, que en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, los llamados incircuncisión por los que se dicen circuncisión —practicada por mano de hombre en la carne—, [12] vivíais entonces sin Cristo, erais ajenos a la ciudadanía de Israel, extraños a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. [13] Ahora, sin embargo, por Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos habéis sido acercados por la sangre de Cristo. [14] Él es, en efecto, nuestra paz; el que hizo de los dos pueblos uno solo y derribó el muro de la separación, la enemistad, [15] anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos; de ese modo creó en sí mismo de los dos un hombre nuevo, estableciendo la paz, [16] y reconciliando a ambos con Dios en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en sí mismo a la enemistad. [17] Y en su venida os anunció la paz a vosotros, que estabais lejos, y también la paz a los de cerca, [18] pues por él unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu.

[19] Por lo tanto, ya no sois extraños y advenedizos sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, [20] edificados sobre el cimiento de los Apóstoles y los Profetas, siendo piedra angular el mismo Cristo Jesús, [21] sobre quien toda la edificación se alza bien trabada para ser templo santo en el Señor, [22] en quien también vosotros sois juntamente edificados para ser morada de Dios por el Espíritu.

Capítulo 3

[1] Por esto yo, Pablo, el prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles..., [2] ya que habéis oído que Dios me concedió el encargo de administrar su gracia en favor vuestro, [3] pues mediante una revelación me fue dado a conocer el misterio, como lo he descrito antes con brevedad. [4] Por su lectura podéis captar el conocimiento que tengo acerca del misterio de Cristo, [5] que no fue dado a conocer a los hijos de los hombres en otras generaciones, como ahora ha sido revelado a sus santos Apóstoles y Profetas por el Espíritu: [6] a saber, que los gentiles son coherederos, miembros de un mismo cuerpo y copartícipes de las promesas en Cristo Jesús mediante el Evangelio, [7] del cual he sido constituido servidor, según el don de la gracia de Dios, que me ha sido dada por su fuerza poderosa. [8] A mí, el menor de todos los santos, me ha sido otorgada esta gracia: anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo, [9] e iluminar a todos acerca del cumplimiento del misterio que durante siglos estuvo escondido en Dios, el Creador de todas las cosas, [10] para dar a conocer ahora a los Principados y a las Potestades en los cielos la multiforme sabiduría de Dios, por medio de la Iglesia, [11] conforme al plan eterno que ha realizado por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro, [12] en quien tenemos la segura confianza de llegar a él, mediante la fe.

[13] Por ello ruego que no os desaniméis a causa de mis tribulaciones por vosotros, pues ellas son vuestra gloria.

[14] Por este motivo, doblo mis rodillas ante el Padre, [15] de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, [16] para que conforme a la riqueza de su gloria, os conceda ser fortalecidos en el hombre interior mediante su Espíritu, [17] que Cristo habite en vuestros corazones por la fe, para que, arraigados y fundamentados en la caridad, [18] podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad; [19] y conocer en suma el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, para que seáis colmados de toda la plenitud de Dios.

[20] Al que tiene poder sobre todas las cosas para concedernos infinitamente más de lo que pedimos o pensamos, gracias a la fuerza que despliega en nosotros, [21] a Él sea dada la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones en los siglos de los siglos. ¡Amén!.

Capítulo 4

[1] Así, pues, os ruego yo, el prisionero por el Señor, que viváis una vida digna de la vocación a la que habéis sido llamados, [2] con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, sobrellevándoos unos a otros con caridad, [3] solícitos por conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. [4] Siendo un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola esperanza, la de vuestra vocación. [5] Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, [6] un solo Dios y Padre de todos: el que es sobre todos los seres, por todos y en todos.

[7] A cada uno de nosotros, sin embargo, ha sido dada la gracia en la medida en que Cristo quiere otorgar sus dones. [8] Por esto dice: Subiendo a lo alto llevó cautiva a la cautividad y concedió dones a los hombres.

[9] ¿Qué significa subió sino que primero descendió a las regiones inferiores de la tierra? [10] El que bajó es el mismo que subió sobre los cielos, para llevarlo todo a la plenitud.

[11] Él constituyó a algunos como apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y doctores, [12] para que trabajen en perfeccionar a los santos cumpliendo con su ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, [13] hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la plenitud de Cristo. [14] De este modo ya no seamos niños que fluctúan y están zarandeados por toda corriente doctrinal, por el engaño de los hombres, por la astucia que lleva al error. [15] Por el contrario, viviendo la verdad con caridad, crezcamos en todo hacia aquél que es la cabeza, Cristo, [16] y de quien todo el cuerpo trabado y unido por todos los ligamentos que lo nutren, según la función correspondiente de cada miembro, va consiguiendo su crecimiento para su edificación en la caridad.

[17] Por tanto, digo y testifico esto en el Señor, para que ya no viváis como viven los gentiles, en la vanidad de su mente, [18] teniendo oscurecido el entendimiento, ajenos a la vida de Dios, a causa de la ignorancia en que están, por la ceguera de sus corazones, [19] los cuales, indolentes, se entregaron a sí mismos a la perversión, para obrar con avidez toda impureza.

[20] No es esto, en cambio, lo que vosotros aprendisteis de Cristo, [21] si es que en efecto le habéis escuchado y habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús, [22] para abandonar la antigua conducta del hombre viejo, que se corrompe conforme a su concupiscencia seductora, [23] para renovaros en el espíritu de vuestra mente [24] y revestiros del hombre nuevo, que ha sido creado conforme a Dios en justicia y en santidad verdadera.

[25] Por ello, apartándoos de la mentira, que cada uno hable la verdad con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. [26] Si os enojáis, no pequéis; no se ponga el sol estando airados, [27] y no deis ocasión al diablo. [28] El que robaba que no robe ya, sino que trabaje seriamente, ocupándose con sus propias manos en algo honesto, a fin de que tenga con qué ayudar al necesitado. [29] Que no salga de vuestra boca ninguna palabra nociva sino lo que sea bueno para la conveniente edificación y que contribuya al bien de los que escuchan. [30] Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con el que habéis sido sellados para el día de la redención.

[31] Que desaparezca de vosotros toda amargura, ira, indignación, griterío o blasfemia junto con toda malicia. [32] Sed, por el contrario, benévolos unos con otros, compasivos, perdonándoos mutuamente como Dios os perdonó en Cristo.

Capítulo 5

[1] Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, [2] y caminad en el amor, lo mismo que Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y hostia de suave olor ante Dios.

[3] La fornicación y toda impureza o avaricia ni se nombre entre vosotros, como conviene a los santos; [4] ni palabras torpes, ni conversaciones vanas o tonterías, que no convienen, sino más bien acciones de gracias. [5] Esto, pues, habéis de saber: que ningún fornicario o impúdico, o avaro, que es como un adorador de ídolos, tiene parte en el Reino de Cristo y de Dios.

[6] Que nadie os engañe con palabras vanas, pues a causa de esto vino la ira de Dios sobre los hijos de la rebeldía. [7] Por tanto, no os hagáis cómplices de ellos.

[8] En otro tiempo erais tinieblas, ahora en cambio sois luz en el Señor: caminad como hijos de la luz, [9] pues el fruto de la luz se manifiesta en toda bondad, justicia y verdad. [10] Sabiendo discernir lo que es agradable al Señor, [11] no participéis en las obras estériles de las tinieblas, antes bien combatidlas, [12] pues lo que éstos hacen ocultamente es vergonzoso incluso decirlo. [13] Todas esas cosas al ser denunciadas por la luz, quedan a la vista, pues todo lo que se ve es luz. [14] Por lo cual dice: Despierta, tú que duermes, álzate de entre los muertos, y Cristo te iluminará.

[15] Así pues, mirad con cuidado cómo vivís; no sea como necios, [16] sino como sabios, aprovechando bien el tiempo presente, pues los días son malos. [17] Por eso no os volváis insensatos, sino entended cuál es la voluntad del Señor. [18] Y no os embriaguéis con vino, que lleva a la lujuria, antes al contrario llenaos del Espíritu, [19] hablando entre vosotros con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones, [20] dando gracias siempre por todas las cosas a Dios Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, [21] sumisos unos a otros en el temor de Cristo.

[22] Las mujeres sométanse a sus maridos como al Señor, [23] porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo, del cual él es el salvador. [24] Pues como la Iglesia está sometida a Cristo, así las mujeres han de estarlo a sus maridos en todo.

[25] Varones, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella [26] para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, [27] para mostrar ante sí mismo a la Iglesia resplandeciente, sin mancha, arruga o cosa parecida, sino para que sea santa e inmaculada. [28] Así deben los maridos amar a sus mujeres, como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, [29] pues nadie aborrece nunca su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, como Cristo a la Iglesia, [30] porque somos miembros de su cuerpo. [31] Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. [32] Gran misterio es éste, me refiero a Cristo y a la Iglesia. [33] En todo caso que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer reverencie al marido.

Capítulo 6

[1] Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. [2] Honra a tu padre y a tu madre, éste es el primer mandamiento que va acompañado de una promesa: [3] para que te vaya bien y vivas largo tiempo en la tierra.

[4] Padres, no irritéis a vuestros hijos, antes bien educadles en la doctrina y enseñanzas del Señor.

[5] Siervos, obedeced a los amos de este mundo, con temor y respeto, como si fuera a Cristo, con sencillez de corazón, [6] no sirviendo para ser vistos, como quien busca complacer a los hombres, sino como siervos de Cristo que hacen de corazón la voluntad de Dios, [7] sirviendo de buena gana como quien sirve al Señor y no a los hombres, [8] conscientes de que cada uno, ya sea siervo o libre, será recompensado por el Señor según el bien que haya hecho.

[9] Y vosotros, amos, haced lo mismo con ellos, dejando las amenazas, conscientes de que el Señor de los Cielos es el Amo vuestro y de ellos, y que no hace acepción de personas.

[10] Por lo demás, reconfortaos en el Señor y en la fuerza de su poder, [11] revestíos de la armadura de Dios para que podáis resistir contra las insidias del diablo, [12] porque no es nuestra lucha contra la sangre o la carne, sino contra los Principados, las Potestades, las Dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires.

[13] Por esto tomad la armadura de Dios para que podáis resistir en el día malo y, tras vencer en todo, permanezcáis firmes. [14] Así, pues, estad firmes, ceñida la cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia [15] y calzados los pies, prontos para proclamar el Evangelio de la paz; [16] tomando en todo momento el escudo de la fe, con el que podáis apagar los dardos encendidos del Maligno. [17] Tomad también el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, [18] mediante oraciones y súplicas, orando en todo tiempo movidos por el Espíritu, vigilando además con toda constancia y súplica por todos los santos, [19] y también por mí para que, cuando hable, me sea dada la palabra a fin de dar a conocer con libertad el misterio del Evangelio [20] del que soy mensajero, aunque encadenado, y que pueda hablar de él libremente y anunciarlo como debo.

[21] Para que también vosotros sepáis qué es de mí y cómo me encuentro, todo os lo hará saber Tíquico, hermano querido y fiel servidor en el Señor, [22] al que os envío para esto mismo, para que sepáis lo que concierne a nosotros y consuele vuestros corazones.

[23] La paz sea con los hermanos, y la caridad acompañada de la fe, de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo. [24] La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor incorruptible.

EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES

Capítulo 1

[1] Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos: [2] la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.

[3] Doy gracias a mi Dios cada vez que os recuerdo [4] y ruego siempre con gozo, en todas mis oraciones, por todos vosotros, [5] a causa de vuestra participación en la difusión del Evangelio desde el primer día hasta hoy, [6] convencido de que quien comenzó en vosotros la obra buena la llevará a cabo hasta el día de Cristo Jesús. [7] Es justo que yo sienta esto por cada uno de vosotros, ya que os tengo en el corazón, porque todos vosotros sois partícipes de mi gracia, tanto en mis cadenas como en la defensa y consolidación del Evangelio. [8] Dios es testigo de cómo os amo a todos vosotros en las entrañas de Cristo Jesús. [9] Pido también que vuestra caridad crezca cada vez más en perfecto conocimiento y en plena sensatez, [10] para que sepáis discernir lo mejor, a fin de que seáis puros y sin falta hasta el día de Cristo, [11] llenos de los frutos de justicia que proceden de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

[12] Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han ocurrido han servido para mayor difusión del Evangelio, [13] de tal modo que, ante el pretorio y ante todos los demás, ha quedado patente que me encuentro encadenado por Cristo, [14] y así la mayor parte de los hermanos en el Señor, alentados por mis cadenas, se han atrevido con más audacia a predicar sin miedo la palabra de Dios. [15] Algunos, en efecto, predican a Cristo por envidia y rivalidad, otros en cambio con buena voluntad; [16] éstos, ciertamente, por caridad, sabiendo que he sido constituido para defensa del Evangelio; [17] aquéllos, sin embargo, anuncian a Cristo por rivalidad, de modo insincero, pensando aumentar la aflicción de mis cadenas. [18] Pero ¡qué importa! Con tal de que en cualquier caso, ya sea por hipocresía o sinceramente se anuncie a Cristo, de esto me alegro; aún más, me alegraré, [19] pues sé que me aprovecha para la salvación, gracias a vuestras oraciones y al auxilio del Espíritu de Jesucristo. [20] Así es mi expectación y esperanza, que en nada seré defraudado, sino que con toda seguridad, ahora como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, tanto en mi vida como en mi muerte.

[21] Porque para mí, el vivir es Cristo, y el morir una ganancia. [22] Pues si vivir en la carne me supone trabajar con fruto, entonces no sé qué escoger. [23] Me siento apremiado por los dos extremos: el deseo que tengo de morir para estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; [24] o permanecer en la carne, que es más necesario para vosotros. [25] A la vista de esto último, estoy persuadido de que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para vuestro provecho y gozo de la fe; [26] para que conmigo, con ocasión de mi presencia de nuevo entre vosotros, aumente vuestro orgullo de ser de Cristo Jesús.

[27] Sólo importa una cosa: que llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que, tanto si voy a veros, como si estoy ausente, sepa que estáis firmes en un solo Espíritu, luchando unánimes por la fe del Evangelio, [28] y sin dejaros intimidar en nada por los adversarios; lo cual es para ellos señal de perdición, mas para vosotros señal de salvación. Todo esto es disposición de Dios. [29] Porque a vosotros os ha sido concedida la gracia por Cristo, no sólo para que creáis en él, sino también para que padezcáis por él, [30] sosteniendo el mismo combate que visteis en mí y del que ahora os hablo.

Capítulo 2

[1] Así, pues, por el consuelo de vivir en Cristo y por el estímulo que brota de la caridad fraterna, por la comunión en el Espíritu y por las entrañas de misericordia, [2] colmad mi gozo con vuestro mismo sentir, con vuestra misma caridad y concordia y con vuestros mismos anhelos. [3] No actuéis por rivalidad ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada uno a los otros como superiores, [4] buscando no el propio interés, sino el de los otros.

[5] Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, [6] el cual, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, [7] sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y, mostrándose igual que los demás hombres, [8] se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

[9] Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre; [10] para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, [11] y toda lengua confiese: ¡Jesucristo es el Señor!, para gloria de Dios Padre.

[12] Por tanto, queridos míos, así como siempre habéis obedecido, no sólo en mi presencia, sino también mucho más ahora en mi ausencia, trabajad por vuestra salvación con temor y temblor; [13] porque Dios es quien obra en vosotros el querer y el actuar conforme a su beneplácito. [14] Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, [15] para que lleguéis a ser irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación depravada y perversa, en la cual brilláis como luceros en el mundo [16] al poner en alto la palabra de vida, para gloria mía en el día de Cristo, porque no habré corrido en vano ni en vano habré trabajado. [17] Pues, aunque sea derramada mi sangre sobre el sacrificio y ofrenda de vuestra fe, me alegro y me congratulo con todos vosotros; [18] por la misma causa alegraos también vosotros y congratulaos conmigo.

[19] Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que también yo cobre ánimo al tener noticias vuestras. [20] Pues a nadie tengo tan identificado conmigo en la solicitud sincera por vosotros, [21] ya que todos buscan sus propios intereses, no los de Jesucristo. [22] Conocéis su probada virtud, pues como un hijo junto a su padre, ha servido conmigo al Evangelio. [23] Espero enviarlo tan pronto como vislumbre el desenlace de mi causa. [24] Por otro lado confío en el Señor que yo mismo podré ir pronto.

[25] No obstante, estimé necesario devolveros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero en las batallas, enviado por vosotros para atenderme en mis necesidades, [26] ya que os echa de menos a todos y está preocupado porque oísteis que había enfermado. [27] En efecto, enfermó y estuvo a punto de morir, pero Dios se compadeció de él, y no sólo de él sino también de mí, para que no tuviera tristeza sobre tristeza. [28] Por eso lo envío con prontitud, para que al verlo de nuevo os alegréis, y yo esté sin pena. [29] Acogedle, por tanto, en el Señor con toda alegría y tratadle con el honor debido a las personas como él, [30] puesto que por la obra de Cristo estuvo a las puertas de la muerte, exponiendo su vida para supliros en el servicio que vosotros no podíais prestarme.

Capítulo 3

[1] Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor. Escribiros lo que os he dicho en otras ocasiones no me molesta y para vosotros es motivo de seguridad. [2] ¡Cuidado con los perros! ¡Cuidado con los malos obreros! ¡Cuidado con los de la mutilación! [3] Pues nosotros somos la circuncisión, los que servimos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús y no confiamos en la carne, [4] aunque yo, por mi parte, podría confiar en la carne. Si algún otro estima que puede confiar en la carne, yo aún más: [5] fui circuncidado al octavo día, soy del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos, y, ante la Ley, fariseo; [6] a causa del celo por ella, perseguidor de la Iglesia; conforme a la justicia de la Ley, llegué a ser irreprochable.

[7] Sin embargo, cuanto era para mí ganancia, por Cristo lo estimo como pérdida. [8] Aún más, considero que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí todas las cosas, y las considero como basura con tal de ganar a Cristo [9] y vivir en él, no por mi justicia, la que procede de la Ley, sino por la que viene de la fe en Cristo, justicia que procede de Dios, por la fe. [10] Y, de este modo, lograr conocerle a él y la fuerza de su resurrección, y participar así de sus padecimientos, asemejándome a él en su muerte, [11] con la esperanza de alcanzar la resurrección de entre los muertos. [12] No es que ya la haya conseguido, o que ya sea perfecto, sino que continúo esforzándome por ver si la alcanzo, puesto que yo mismo he sido alcanzado por Cristo Jesús.

[13] Hermanos, yo no pienso haberlo conseguido aún; pero, olvidando lo que queda atrás, una cosa intento: lanzarme hacia lo que tengo por delante, [14] correr hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios nos llama desde lo alto por Cristo Jesús.

[15] Así pues, cuantos somos perfectos, tengamos estos sentimientos; y si en algo pensáis de otro modo, también eso Dios os lo hará ver. [16] En todo caso, llegados al punto donde estemos, prosigamos adelante.

[17] Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que caminan según el modelo que tenéis en nosotros. [18] Porque muchos —esos de quienes con frecuencia os hablaba y ahora os hablo llorando— se comportan como enemigos de la cruz de Cristo; [19] su fin es la perdición, su dios el vientre, y su gloria la propia vergüenza, pues ponen el corazón en las cosas terrenas. [20] Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo, [21] el cual transformará nuestro cuerpo vil en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.

Capítulo 4

[1] Por tanto, hermanos míos queridos y añorados, mi gozo y mi corona, ¡permaneced así, queridos míos, firmes en el Señor!

[2] Suplico a Evodia y a Síntique que tengan un mismo sentir en el Señor. [3] También te ruego a ti, fiel compañero, que ayudes a éstas, que trabajaron conmigo por el Evangelio con Clemente y mis otros colaboradores, cuyos nombres están en el libro de la vida.

[4] Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. [5] Que vuestra comprensión sea patente a todos los hombres. El Señor está cerca. [6] No os preocupéis por nada, antes bien presentad a Dios vuestras peticiones por medio de la oración y la súplica, junto con la acción de gracias. [7] Y la paz de Dios que supera todo conocimiento custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

[8] Por lo demás, hermanos, cuanto hay de verdadero, de honorable, de justo, de íntegro, de amable y de encomiable; todo lo que sea virtuoso y digno de alabanza, tenedlo en estima. [9] Lo que aprendisteis y recibisteis, lo que oísteis y visteis en mí, ponedlo por obra; y el Dios de la paz estará con vosotros.

[10] Me alegré mucho en el Señor de que por fin hayáis podido manifestar de nuevo el afecto que ya me teníais, aunque no se había presentado ocasión de expresarlo. [11] No os lo digo porque esté necesitado, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo; [12] he aprendido a vivir en pobreza; he aprendido a vivir en abundancia; estoy acostumbrado a todo y en todo, a la hartura y a la escasez, a la riqueza y a la pobreza. [13] Todo lo puedo en Aquel que me conforta.

[14] No obstante, habéis hecho bien al compartir mi tribulación. [15] Bien sabéis vosotros, filipenses, que al principio de la evangelización, cuando salí de Macedonia, ninguna iglesia me abrió cuenta de debe y haber, excepto vosotros, [16] pues una y otra vez enviasteis a Tesalónica con qué atender a mi necesidad. [17] No es que yo busque dádivas, sino que deseo que aumenten los intereses en vuestra cuenta. [18] He recibido todo y tengo de sobra, estoy colmado con los bienes recibidos de parte vuestra por medio de Epafrodito, una ofrenda aceptable, de suave olor, agradable ante Dios. [19] Mi Dios colmará todas vuestras necesidades, generosamente según su riqueza, con la gloria por Cristo Jesús. [20] A Dios y Padre nuestro la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

[21] Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Os saludan los hermanos que están conmigo. [22] También os saludan todos los santos, en especial los de la casa del César.

[23] La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.

EPÍSTOLA A LOS COLOSENSES

Capítulo 1

[1] Pablo, Apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y Timoteo el hermano, [2] a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, sean con vosotros.

[3] Damos gracias a Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, orando siempre por vosotros, [4] al llegarnos noticias de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos, [5] a causa de la esperanza en lo que os está reservado en los cielos. De ello ya habéis sido instruidos al recibir la palabra de la verdad, el Evangelio [6] que os llegó y que da fruto y crece entre vosotros como en todo el mundo, desde el día en que oísteis y conocisteis de verdad la gracia de Dios. [7] Así lo aprendisteis de Epafras, nuestro amado compañero en el servicio, que hace nuestras veces como fiel ministro de Cristo [8] y que también nos manifestó vuestro amor en el Espíritu.

[9] Por eso también nosotros, desde el día en que nos enteramos, no cesamos de rezar y pedir por vosotros, para que alcancéis un pleno conocimiento de su voluntad con toda sabiduría y entendimiento espiritual. [10] Rezamos para que caminéis de una manera digna del Señor, agradándole en todo, dando como fruto toda clase de obras buenas y creciendo en el conocimiento de Dios; [11] así seréis fortalecidos con toda la fuerza propia de su glorioso poder para tener en todo paciencia y longanimidad, con alegría, [12] dando gracias al Padre, que os hizo dignos de participar en la herencia de los santos en la luz. [13] Él nos arrebató del poder de las tinieblas y trasladó al reino del Hijo de su amor, [14] en quien tenemos la redención, el perdón de los pecados.

[15] El cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura, [16] porque en él fueron creadas todas las cosas en los cielos y sobre la tierra, las visibles y las invisibles, ya sean los tronos o las dominaciones, ya los principados o las potestades. Todo ha sido creado por él y para él. [17] Él es antes que todas las cosas y todas subsisten en él.

[18] Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia; él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que él sea el primero en todo, [19] pues [el Padre] tuvo a bien que en él habitase toda la plenitud, [20] y por él reconciliar todos los seres consigo, restableciendo la paz, por medio de su sangre derramada en la Cruz, tanto en las criaturas de la tierra como en las celestiales.

[21] Y a vosotros, que en otro tiempo erais extraños y enemigos por vuestros pensamientos y malas obras, [22] ahora sin embargo os reconcilió mediante la muerte sufrida en su cuerpo de carne, para presentaros santos, sin mancha e irreprochables delante de él, [23] con tal de que permanezcáis cimentados en la fe, firmes e inconmovibles en la esperanza del Evangelio que escuchasteis, que fue predicado a toda criatura que hay bajo el cielo, y del cual yo, Pablo, he sido constituido servidor.

[24] Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia. [25] De ella he sido yo constituido servidor por disposición divina, dada en favor vuestro: para cumplir el encargo de anunciar la palabra de Dios, es decir, [26] el misterio que estuvo escondido durante siglos y generaciones y que ahora ha sido manifestado a sus santos. [27] En efecto, Dios quiso dar a conocer a los suyos la riqueza y la gloria que contiene este misterio para los gentiles: es decir, que Cristo está en vosotros y es la esperanza de la gloria. [28] Nosotros anunciamos a Cristo, exhortando a todo hombre y enseñando a cada uno con la verdadera sabiduría, para hacer a todos perfectos en Cristo. [29] Con este fin trabajo afanosamente con la fuerza de Cristo, que actúa poderosamente en mí.

Capítulo 2

[1] Así pues, quiero que sepáis qué dura lucha sostengo por vosotros, y por los de Laodicea, y por cuantos no me han visto personalmente, [2] a fin de que sean consolados sus corazones, unidos en la caridad, y alcancen en toda su riqueza la perfecta inteligencia y conocimiento del misterio de Dios, que es Cristo, [3] en quien están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.

[4] Digo esto para que nadie os engañe con discursos capciosos; [5] pues aunque corporalmente estoy ausente, en espíritu estoy con vosotros, y me alegro al ver vuestra buena disposición y la firmeza de vuestra fe en Cristo.

[6] Por tanto, así como habéis recibido a Cristo Jesús, el Señor, caminad en él, [7] enraizados y edificados sobre él, permaneciendo fuertes en la fe, tal como aprendisteis, y manifestando generosamente vuestro agradecimiento. [8] Vigilad para que nadie os seduzca por medio de vanas filosofías y falacias, fundadas en la tradición de los hombres y en los elementos del mundo, pero no en Cristo.

[9] Porque en él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente, [10] y por él, que es cabeza de todo principado y potestad, habéis alcanzado la plenitud. [11] Por él fuisteis también circuncidados con una circuncisión no hecha por mano que mutila el cuerpo carnal, sino con la circuncisión de Cristo. [12] Sepultados con él por medio del Bautismo, también fuisteis resucitados con él mediante la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos. [13] Y a vosotros, que estabais muertos por los delitos y por la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él, y perdonó gratuitamente todos nuestros delitos, [14] al borrar el pliego de cargos que nos era adverso, y que canceló clavándolo en la cruz. [15] Habiendo despojado a los principados y potestades, los expuso a público espectáculo llevándolos en su cortejo triunfal.

[16] Así pues, que nadie os critique por la comida o la bebida o por cuestión de fiestas, novilunios o sábados, [17] que son una sombra de lo que había de venir, a saber, la realidad del cuerpo de Cristo. [18] Que nadie os quite el premio haciendo alarde de humildad y de culto supersticioso a los ángeles, ensimismado a causa de sus visiones, inflado vanamente por su inteligencia carnal, [19] y sin mantenerse unido a la cabeza, de la cual todo el cuerpo, alimentado y trabado por medio de junturas y ligamentos, crece con el crecimiento de Dios. [20] Si habéis muerto con Cristo a los elementos del mundo, ¿por qué os sujetáis a sus obligaciones como si aún vivierais en el mundo?: [21] ¡No toques, no gustes, ni siquiera mires! [22] Todo eso acaba en la corrupción por el mismo uso, según los preceptos y enseñanzas de los hombres. [23] Tales cosas tienen una apariencia de sabiduría por su religiosidad afectada, su aparente humildad y su rigor con el cuerpo, pero no valen sino para la satisfacción de la carne.

Capítulo 3

[1] Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; [2] gustad las cosas de arriba, no las de la tierra. [3] Pues habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. [4] Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él.

[5] Mortificad, pues, lo que hay de terreno en vuestros miembros: la fornicación, la impureza, las pasiones, la concupiscencia mala, y la avaricia que es una idolatría, [6] a causa de las cuales viene la ira de Dios sobre los hijos de la incredulidad. [7] También vosotros las practicasteis en otro tiempo, cuando vivíais en ellas. [8] Ahora, sin embargo, desechad también vosotros todas estas cosas: la ira, la indignación, la malicia, la blasfemia, y lejos de vuestra boca la palabra deshonesta. [9] No os engañéis unos a otros, ya que os habéis despojado del hombre viejo con sus obras [10] y os habéis revestido del hombre nuevo, que se renueva para lograr un conocimiento pleno según la imagen de su creador, [11] para quien no hay griego o judío, circuncisión o incircuncisión, bárbaro o escita, siervo o libre, sino que Cristo es todo y en todos.

[12] Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, con entrañas de misericordia, con bondad, con humildad, con mansedumbre, con paciencia. [13] Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga queja contra otro; como el Señor os ha perdonado, hacedlo así también vosotros. [14] Sobre todo revestíos con la caridad que es el vínculo de la perfección. [15] Y que la paz de Cristo se adueñe de vuestros corazones, pues también a ella habéis sido llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. [16] Que la palabra de Cristo habite en vosotros abundantemente. Enseñaos con la verdadera sabiduría, animaos unos a otros y cantad agradecidos en vuestros corazones con salmos, himnos y cánticos espirituales; [17] y todo cuanto hagáis de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

[18] Mujeres, sed dóciles a vuestros maridos, como conviene en el Señor. [19] Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas. [20] Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, pues esto es agradable al Señor. [21] Padres, no os excedáis al reprender a vuestros hijos, no sea que se vuelvan pusilánimes. [22] Siervos, obedeced en todo a vuestros amos de la tierra, no sólo para que os vean, para agradar a los hombres, sino con sinceridad de corazón y con temor del Señor. [23] Todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón, como hecho para el Señor y no para los hombres, [24] sabiendo que recibiréis del Señor el premio de la herencia. Servid a Cristo el Señor. [25] Así pues, el que obra injustamente recibirá lo merecido por la injusticia que hizo, pues en Dios no hay acepción de personas.

Capítulo 4

[1] Amos, dad a vuestros siervos lo que es justo y equitativo, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en el cielo.

[2] Perseverad en la oración, velando en ella con acciones de gracias. [3] Orad al mismo tiempo por nosotros para que Dios nos abra una puerta a la predicación, y podamos hablar del misterio de Cristo —por el cual estoy encadenado— [4] para que lo dé a conocer como debo hacerlo. [5] Comportaos sabiamente ante los de fuera, aprovechando el tiempo. [6] Que vuestra palabra sea siempre grata, sazonada con sal, de forma que sepáis responder a cada uno como conviene.

[7] Por lo que se refiere a mí, de todo os informará Tíquico, hermano querido y ministro fiel, compañero de servicio en el Señor, [8] a quien os envío precisamente para que tengáis noticias nuestras y consuele vuestros corazones, [9] junto con Onésimo, hermano fiel y querido, que es de los vuestros. Ellos os harán saber todo lo que aquí sucede.

[10] Os saluda Aristarco, mi compañero de prisión, y Marcos, primo de Bernabé —acerca del cual recibisteis instrucciones, acogedle si va a veros—, [11] y también Jesús, el llamado Justo. Estos son los únicos de la circuncisión que colaboran conmigo por el Reino de Dios, y que me han servido de consuelo. [12] Os saluda Epafras, compatriota vuestro, siervo de Cristo Jesús, y que siempre se afana por vosotros en sus oraciones, para que os mantengáis perfectos y cumpláis todo lo que Dios quiere. [13] Yo soy testigo de lo mucho que trabaja por vosotros y por los de Laodicea, y por los de Hierápolis. [14] Os saluda Lucas, el médico amado, y Demas.

[15] Saludad a los hermanos de Laodicea, y a Ninfas y a la iglesia que se reúne en su casa. [16] Y cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de Laodicea; y la que os llegue de Laodicea, leedla también vosotros. [17] Y decid a Arquipo: atiende el ministerio que recibiste en el Señor y cúmplelo bien.

[18] El saludo es de mi mano, Pablo. Acordaos de mis cadenas. La gracia sea con vosotros.

EPÍSTOLA PRIMERA A LOS TESALONICENSES

Capítulo 1

[1] Pablo, Silvano y Timoteo a la iglesia de los Tesalonicenses congregada] en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: la gracia y la paz sean con vosotros.

[2] Damos de continuo gracias a Dios por todos vosotros, al recordaros en nuestras oraciones. [3] Sin cesar tenemos presente ante nuestro Dios y Padre vuestra fe operativa, vuestra caridad esforzada, y vuestra esperanza constante en nuestro Señor Jesucristo. [4] Conocemos, hermanos amados por Dios, vuestra divina] elección; [5] porque nuestro evangelio no se os predicó sólo con palabras, sino de modo convincente, con poder y con la fuerza] del Espíritu Santo. Bien sabéis cómo nos comportamos entre vosotros para vuestro provecho.

[6] Ciertamente os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, acogiendo la palabra con el gozo del Espíritu Santo, aun en medio de grandes tribulaciones; [7] hasta el punto de que os habéis convertido en modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. [8] Porque a partir de vosotros se ha difundido la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y en Acaya, sino que por todas partes se ha propagado vuestra fe en Dios, de modo que nosotros no tenemos necesidad de decir nada. [9] Ellos mismos cuentan qué acogida nos dispensasteis y cómo os convertisteis a Dios abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero, [10] y esperar la venida desde los cielos de su Hijo Jesús, a quien resucitó de entre los muertos, y que nos librará de la ira venidera.

Capítulo 2

[1] Sabéis bien, hermanos, que nuestra estancia entre vosotros no fue infructuosa, [2] sino que, después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos `como ya conocéis`, tuvimos confianza en nuestro Dios para predicaros el evangelio de Dios en medio de muchos combates. [3] Nuestra exhortación no procede, pues, del error, ni de la impureza, ni es engañosa. [4] Al contrario, ya que Dios nos ha encontrado dignos de confiarnos el evangelio, hablamos no como quien busca agradar a los hombres, sino a Dios que ve el fondo de nuestros corazones. [5] Como sabéis, nunca nos hemos movido con palabras aduladoras, ni por avaricia disimulada `Dios es testigo`, [6] ni buscando gloria humana, ni de vosotros ni de nadie. [7] Aunque, como apóstoles de Cristo, podríamos haber impuesto el peso de nuestra autoridad, sin embargo nos mostramos con dulzura entre vosotros. Como una madre que da alimento y calor a sus hijos, [8] así, movidos por nuestro amor, queríamos entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino incluso nuestras propias vidas, ¡tanto os llegamos a querer! [9] Pues recordáis, hermanos, nuestro cansancio y nuestra fatiga; trabajando día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. [10] Testigos sois, y Dios también, de que nuestra conducta entre vosotros, los creyentes, fue santa, justa e irreprochable. [11] Como un padre a sus hijos `lo sabéis bien`, a cada uno [12] os alentábamos y consolábamos, exhortándoos a que caminaseis de una manera digna ante Dios, que os llama a su Reino y a su gloria.

[13] Por esto, también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, porque cuando recibisteis la palabra que os predicamos, la acogisteis no como palabra humana, sino como lo que es en verdad, palabra divina, que actúa eficazmente en vosotros, los creyentes. [14] Pues, hermanos, os habéis hecho imitadores de las iglesias de Dios que están en Judea, en Cristo Jesús, puesto que habéis sufrido también de vuestros compatriotas lo mismo que ellos han sufrido de los judíos; [15] éstos son los que mataron al Señor Jesús y a los profetas, y también a nosotros nos han perseguido; y así no sólo no agradan a Dios, sino que se hacen enemigos de todos los hombres, [16] al impedir que prediquemos a los gentiles para que se salven; de este modo están siempre colmando la medida de sus pecados. Pero la ira contra ellos ha llegado al límite.

[17] Nosotros, hermanos, privados por breve tiempo de vuestra compañía `físicamente, no de corazón`, ardíamos en deseos de veros. [18] Por eso quisimos ir a veros, al menos yo, Pablo, lo intenté una y otra vez; pero Satanás nos lo impidió. [19] Pues ¿quién sino vosotros será nuestra esperanza, nuestro gozo, nuestra corona de gloria ante nuestro Señor Jesús en el día de su venida? [20] Sí, verdaderamente sois nuestra gloria y nuestro gozo.

Capítulo 3

[1] Por esta razón, no pudiendo esperar más, preferimos quedarnos solos en Atenas [2] y os enviamos a Timoteo, nuestro hermano y colaborador de Dios en el evangelio de Cristo, para confirmaros y animaros en vuestra fe, [3] a fin de que nadie flaquee en esas tribulaciones. Bien sabéis que tal es nuestra misión; [4] pues ya cuando estábamos entre vosotros os predecíamos que íbamos a sufrir tribulaciones, como sabéis que ha sucedido. [5] Y por eso yo, no resistiendo ya más, envié para informarme de vuestra fe, preocupado por si os hubiera seducido el tentador y nuestro trabajo hubiera resultado infecundo.

[6] Pero ahora Timoteo, que acaba de regresar de ahí, nos ha traído buenas noticias de vuestra fe y de vuestra caridad, de que guardáis siempre un buen recuerdo nuestro y deseáis vernos, como también nos sucede a nosotros. [7] Por eso hemos recibido de vuestra parte, hermanos, gracias a vuestra fe, un gran consuelo en medio de todas nuestras adversidades y tribulaciones: [8] ahora sí vivimos, ya que permanecéis firmes en el Señor. [9] Y ¿cómo podremos dar gracias suficientes a Dios por toda la alegría que nos proporcionáis y con la que nos gozamos ante nuestro Dios? [10] Le rogamos noche y día, sin cesar, que podamos veros y completar lo que falta a vuestra fe.

[11] Que Dios mismo, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesús, enderece nuestro camino para poder veros; [12] y que el Señor os colme y haga rebosar en el amor mutuo y en el amor a todos, como es el nuestro hacia vosotros, [13] para que se confirmen vuestros corazones en una santidad sin tacha ante Dios nuestro Padre, en el día de la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos. Amén.

Capítulo 4

[1] Por lo demás, hermanos, os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús a que progreséis cada vez más, según lo que os transmitimos acerca del comportamiento debido para agradar al Señor, como ya lo estáis haciendo. [2] Conocéis, pues, los preceptos que os dimos de parte del Señor Jesús. [3] Porque ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; [4] que os alejéis de la impureza: que cada uno sepa guardar su propio cuerpo santamente y con honor, [5] sin dejarse dominar por la concupiscencia como los gentiles, que no conocen a Dios. [6] En este tema, que nadie abuse ni engañe a su hermano, pues el Señor toma venganza de todas estas cosas, como ya os advertimos y aseguramos, [7] porque Dios no nos llamó a la impureza, sino a la santidad. [8] Por tanto, el que menosprecia esto no menosprecia a un hombre, sino a Dios, que además os concede el don del Espíritu Santo.

[9] En cuanto a la caridad fraterna, no tenéis necesidad de que os escriba, pues vosotros mismos habéis sido instruidos por Dios para que os améis los unos a los otros, [10] y, en efecto, la ponéis por obra con todos los hermanos de Macedonia. Pero os encarecemos, hermanos, a que progreséis más [11]  y a que os esmeréis en vivir con serenidad, ocupándoos de vuestros asuntos, y trabajando con vuestras manos, como os lo ordenamos, [12] para que viváis con honra ante los de fuera y no necesitéis de nadie.

[13] No queremos, hermanos, que ignoréis lo que se refiere a los que han muerto, para que no os entristezcáis como esos otros que no tienen esperanza. [14] Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera también Dios, por medio de Jesús, reunirá con El a los que murieron. [15] Así, pues, como palabra del Señor, os transmitimos lo siguiente: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la venida del Señor, no nos anticiparemos a los que hayan muerto; [16] porque cuando la voz del arcángel y la trompeta de Dios den la señal, el Señor mismo descenderá del cielo, y resucitarán en primer lugar los que murieron en Cristo; [17] después, nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados a las nubes junto con ellos al encuentro del Señor en los aires, de modo que, en adelante, estemos siempre con el Señor. [18] Consolaos, por tanto, mutuamente con estas palabras.

Capítulo 5

[1] Acerca del tiempo y de las circunstancias, hermanos, no necesitáis que os escriba, [2] porque vosotros mismos sabéis muy bien que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche. [3] Así, pues, cuando clamen: «Paz y seguridad», entonces, de repente, se precipitará sobre ellos la ruina `como los dolores de parto de la que está encinta`, sin que puedan esCAP. ar. [4] Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, de modo que ese día os sorprenda como un ladrón; [5] pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. [6] Por tanto, no durmamos como los demás, sino estemos en vela y seamos sobrios. [7] Los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan; [8] pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, estemos revestidos con la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación. [9] Porque Dios no nos ha destinado a la ira, sino a alcanzar la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, [10] que murió por nosotros, para que tanto si velamos como si dormimos, vivamos junto con él. [11] Por eso, consolaos mutuamente y edificaos unos a otros, como ya lo hacéis.

[12] Os rogamos, hermanos, que apreciéis a los que se esfuerzan por vosotros, os gobiernan en el Señor y os instruyen. [13] Tened con ellos las mejores muestras de amor en consideración a su labor. Que haya paz entre vosotros. [14] Os exhortamos también, hermanos, a que corrijáis a los indisciplinados, alentéis a los pusilánimes, sostengáis a los débiles y tengáis paciencia con todos. [15] Estad atentos para que nadie devuelva mal por mal, al contrario, procurad siempre el bien mutuo y el de todos. [16] Estad siempre alegres. [17] Orad sin cesar. [18] Dad gracias en toda circunstancia, porque eso es lo que Dios quiere de vosotros en Cristo Jesús. [19] No extingáis el Espíritu, [20] ni despreciéis las profecías; [21] sino examinad todas las cosas, retened lo bueno [22] y apartaos de toda clase de mal.

[23] Que Él, Dios de la paz, os haga santos en todo, y que vuestro ser entero, espíritu, alma y cuerpo, se mantenga sin mancha hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. [24] El que os llama es fiel, y por eso lo cumplirá.

[25] Hermanos, orad también por nosotros.

[26] Saludad a todos los hermanos con el ósculo santo. [27] Os pido encarecidamente por el Señor que esta carta sea leída a todos los hermanos.

[28] La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.

EPÍSTOLA SEGUNDA A LOS TESALONICENSES

Capítulo 1

[1] Pablo, Silvano y Timoteo a la iglesia de los tesalonicenses congregada] en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo: [2] la gracia y la paz sean con vosotros de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo.

[3] Debemos dar gracias a Dios en todo momento por vosotros, hermanos, como es justo, porque vuestra fe crece de modo extraordinario y rebosa la caridad de unos con otros, [4] hasta el punto de que nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios por vuestra paciencia y fe en todas las persecuciones y tribulaciones que soportáis. [5] Esto es señal del justo juicio de Dios, en el que sois estimados dignos del reino de Dios, por el que ahora padecéis.

[6] En efecto, a los ojos de Dios es justo castigar con aflicción a quienes os afligen, [7] y a vosotros, que ahora sois atribulados, premiaros con el descanso junto con nosotros, cuando el Señor Jesús se manifieste desde el cielo con los ángeles de su poder, [8] en medio de llamas de fuego, y tome venganza de los que no conocen a Dios ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús. [9] Estos serán castigados con una pena eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, [10] cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y para mostrarse admirable en todos los que creyeron `pues vosotros habéis creído nuestro testimonio`.

[11] También por eso oramos en todo momento por vosotros, para que nuestro Dios os haga dignos de su vocación y con su poder haga realidad todos vuestros deseos de hacer el bien y de practicar la fe, [12] para que así el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

Capítulo 2

[1] Acerca de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestro encuentro con él, os rogamos, hermanos, [2] que no se inquiete fácilmente vuestro ánimo ni os alarméis: ni por revelaciones, ni por rumores, ni por alguna carta que se nos atribuya, como si fuera inminente el día del Señor. [3] Que nadie os engañe de ningún modo, porque primero ha de venir la apostasía y manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición, [4] que se opone y se alza sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es adorado, hasta el punto de sentarse en el templo de Dios, mostrándose como si fuera Dios.

[5] ¿No recordáis que cuando todavía estaba entre vosotros os hablaba de estas cosas? [6] Pero ahora ya sabéis qué es lo que impide su manifestación, que sucederá en su momento. [7] Porque ya está actuando el misterio de la iniquidad, sólo falta que sea apartado el que lo retiene hasta ahora.

[8] Entonces aparecerá el inicuo, a quien el Señor Jesús exterminará con el soplo de su boca y destruirá con su venida majestuosa. [9] Aquél, por la acción de Satanás, vendrá con todo poder, y falsas señales y prodigios, [10] y con todo género de engaños inicuos, dirigidos a los que se pierden, puesto que no aceptaron el amor de la verdad para salvarse. [11] Por eso Dios les envía un poder seductor para que ellos crean en la mentira, [12] de modo que sean condenados todos los que no creyeron en la verdad, sino que pusieron su complacencia en la injusticia.

[13] Nosotros, en cambio, hemos de dar siempre gracias a Dios por vosotros, hermanos, amados del Señor, porque os eligió Dios como primicias para la salvación, mediante la acción santificadora del Espíritu y por la fe en la verdad. [14] Para esto os llamó por medio de nuestro evangelio, para que alcancéis la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

[15] Por eso, hermanos, manteneos firmes y observad las tradiciones que aprendisteis, tanto de palabra como por carta nuestra. [16] Que nuestro Señor Jesucristo, y Dios nuestro Padre, que nos amó y gratuitamente nos concedió un consuelo eterno y una feliz esperanza, [17] consuele vuestros corazones y los afiance en toda obra y palabra buena.

Capítulo 3

[1] Por lo demás, hermanos, orad por nosotros para que la palabra del Señor avance con rapidez y alcance la gloria como ya sucede entre vosotros, [2] y para que nos libremos de los hombres perversos y malvados: no todos tienen fe. [3] Pero el Señor sí que es fiel y El os mantendrá firmes y os guardará del Maligno. [4] En cuanto a vosotros, tenemos la confianza en el Señor de que cumplís y que seguiréis cumpliendo lo que os ordenamos. [5] Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia de Cristo.

[6] Hermanos, os ordenamos en nombre de nuestro Señor Jesucristo que os alejéis de todo hermano que ande en desorden y no conforme a la tradición que recibieron de nosotros. [7] Pues vosotros sabéis bien que debéis imitarnos, porque entre vosotros no fuimos unos desordenados, [8] ni comimos gratis el pan de nadie, sino trabajando día y noche con cansancio y fatiga, para no ser gravosos a ninguno. [9] No porque no tuviéramos derecho, sino para mostrarnos ante vosotros como modelo que imitar. [10] Pues también cuando estábamos con vosotros os dábamos esta norma: si alguno no quiere trabajar, que no coma. [11] Pues oímos que hay algunos que andan con desorden entre vosotros sin hacer nada pero metiéndose en todo. [12] A esos ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo a que coman su propio pan trabajando con sosiego. [13] Vosotros, hermanos, en cambio, no os volváis negligentes para hacer el bien. [14] Y si alguno no obedece a lo que os decimos en nuestra epístola, a ése señaladle y no tratéis con él, para que se avergüence; [15] sin embargo no lo consideréis como un enemigo, sino corregidle como a un hermano.

[16] Que El, el Señor de la paz, os conceda la paz siempre y en todo. El Señor esté con todos vosotros.

[17] El saludo es de mi puño y letra, Pablo. Este es el sello en todas mis cartas; así es como escribo.

[18] La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros.

EPÍSTOLA PRIMERA A TIMOTEO

Capítulo 1

[1] Pablo, Apóstol de Cristo Jesús por disposición de Dios nuestro Salvador, y de Cristo Jesús nuestra esperanza, [2] a Timoteo, verdadero hijo en la fe: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

[3] Ya te encarecí, al marcharme a Macedonia, que permanecieras en Efeso para que mandases a algunos que no enseñaran doctrinas diferentes, [4] ni prestaran atención a mitos y genealogías interminables, que más bien fomentan discusiones que sirven al plan salvífico] de Dios en la fe.

[5] El fin de este mandato es la caridad, que brota de un corazón limpio, una conciencia buena y una fe sincera; [6] algunos, al apartarse de esto, se han convertido en charlatanes, [7] pretendiendo ser doctores de la ley cuando no entienden lo que dicen ni lo que tan rotundamente afirman.

[8] Sabemos que la ley es buena si uno la usa legítimamente, [9] teniendo en cuenta que la ley no se ha dado para el justo sino para quienes no admiten norma ni sometimiento, para los impíos y pecadores, sacrílegos y profanadores, parricidas y matricidas, homicidas, [10] adúlteros, sodomitas, traficantes de hombres, mentirosos, perjuros, y para todo cuanto se opone a la sana doctrina, [11] según el evangelio de la gloria del Dios bienaventurado, que me ha sido confiado.

[12] Doy gracias a aquel que me ha llenado de fortaleza, a Jesucristo nuestro Señor, porque me ha considerado digno de su confianza al conferirme el ministerio, [13] a mí, que antes era blasfemo, perseguidor e insolente; pero alcancé misericordia porque actué por ignorancia cuando no tenía fe. [14] Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y la caridad, en Cristo Jesús.

[15] Podéis estar seguros y aceptar plenamente esta verdad: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y de ellos el primero soy yo. [16] Pero por eso he alcanzado misericordia, para que yo fuera el primero en quien Cristo Jesús mostrase toda su magnanimidad, y sirviera de ejemplo a quienes han de creer en él para llegar a la vida eterna.

[17] Al rey de los siglos, al inmortal, invisible y único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

[18] Este mandato te confío, hijo mío Timoteo, conforme a las profecías hechas sobre ti anteriormente: que de acuerdo con ellas milites en este noble combate, [19] manteniendo la fe y la buena conciencia. Algunos, por haberla desechado, naufragaron en la fe; [20] entre ellos están Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar.

Capítulo 2

[1] Te encarezco, pues, ante todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, [2] por los reyes y todos los que ocupan altos cargos, para que pasemos una vida tranquila y serena con toda piedad y dignidad. [3] Todo ello es bueno y agradable ante Dios, nuestro Salvador, [4] que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. [5] Porque uno solo es Dios y uno solo también el mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre, [6] que se entregó a sí mismo en redención por todos; este testimonio ha sido dado a su debido tiempo. [7] Yo he sido constituido mensajero y apóstol de ese testimonio `digo la verdad, no miento`, doctor de los gentiles en la fe y en la verdad.

[8] Por tanto, quiero que los hombres hagan oración en todo lugar, alzando sus manos inocentes, sin ira ni disensiones; [9] y lo mismo las mujeres, vestidas decorosamente, arregladas con modestia y sobriedad, sin trenzar el cabello con oro, sin perlas ni aderezos caros, [10] sino como corresponde a las mujeres, manifestando la piedad por medio de obras buenas.

[11] La mujer, que aprenda con sosiego, con toda sumisión. [12] No permito que la mujer enseñe, ni que suplante la autoridad del varón, sino que ha de mantenerse serena. [13] Porque Adán fue formado primero, Eva después. [14] Además, Adán no fue engañado; pero la mujer, dejándose engañar, incurrió en pecado. [15] No obstante, se salvará por la maternidad, si persevera con modestia en la fe, la caridad y la tarea de la santificación.

Capítulo 3

[1] Podéis estar seguros: si alguno aspira al episcopado, desea una noble función. [2] Ahora bien, es necesario que el obispo sea irreprensible, casado una sola vez, sobrio, prudente, correcto, hospitalario, buen educador; [3] que no sea bebedor ni provocador, sino moderado y no apasionado ni apegado al dinero; [4] que gobierne bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad [5] `pues quien no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios?`; [6] que no sea neófito, no vaya a ser que se llene de vanidad y caiga en la misma condena que el Diablo. [7] También es necesario que goce de buena fama ante los de fuera, para que no caiga en descrédito ni en las redes del Diablo.

[8] También los diáconos deben ser dignos, sin doblez en el hablar, no aficionados al mucho vino, ni a buscar ganancias turbias, [9] que guarden el misterio de la fe con una conciencia pura. [10] A éstos primero se les debe someter a prueba, y después podrán ejercer el diaconado si son irreprochables. [11] Las mujeres también deben ser dignas, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo. [12] Que los diáconos estén casados una sola vez, y gobiernen bien a sus hijos y su propia casa. [13] Porque quienes ejercen bien el diaconado consiguen un puesto de honor y una gran seguridad en lo que atañe a la fe, en Cristo Jesús.

[14] Te escribo esto con la esperanza de ir pronto a verte. [15] Pero si tardo, para que sepas cómo hay que comportarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad.

[16] Unánimemente confesamos que es grande el misterio de la piedad: El ha sido manifestado en la carne, justificado en el Espíritu; mostrado a los ángeles, predicado en las naciones; creído en el mundo, ascendido en gloria.

Capítulo 4

[1] El Espíritu dice abiertamente que en los últimos tiempos algunos renegarán de la fe, al prestar atención a espíritus seductores y a enseñanzas diabólicas, [2] engañados por la hipocresía de los embusteros, que tienen cauterizada su propia conciencia. [3] Prohíben casarse, y mandan abstenerse de alimentos que Dios creó para que los tomen con agradecimiento los fieles y quienes han conocido la verdad. [4] Porque todo lo creado por Dios es bueno y no hay que rechazar nada si se toma con agradecimiento, [5] pues queda santificado por la palabra de Dios y la oración.

[6] Si así enseñas a los hermanos, serás un buen ministro de Cristo Jesús, alimentado con las palabras de fe y buena doctrina que has seguido con fidelidad. [7] Y rechaza las fábulas profanas y los cuentos de viejas. Tú, ejercítate en la piedad. [8] Porque el ejercicio corporal sirve de poco, en cambio, la piedad es útil para todo, pues contiene promesas para la vida presente y para la futura. [9] Podéis estar seguros y aceptar plenamente esta verdad: [10] nos fatigamos y luchamos porque tenemos puesta la esperanza en Dios vivo, que es Salvador de todos los hombres, principalmente de los fieles. [11] Dales esas instrucciones y enseñanzas.

[12] Que nadie te menosprecie por tu juventud. Debes ser, en cambio, un modelo para los fieles en el hablar, en el trato, en la caridad, en la fe y en la pureza. [13] Hasta que yo llegue pon cuidado en la lectura, la exhortación y la enseñanza. [14] No descuides la gracia que hay en ti, que te fue conferida mediante la profecía junto con la imposición de manos del presbiterio. [15] Medita sobre estas cosas, y pon atención en ellas, para que tu progreso sea patente a todos. [16] Cuida de ti mismo y de la enseñanza, persevera en esta disposición, pues actuando así, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan.

Capítulo 5

[1] Al anciano no le reprendas ásperamente, sino exhórtale como a un padre; a los jóvenes, como a hermanos; [2] a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con todo recato.

[3] Honra a las viudas que lo son de verdad. [4] Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, que aprendan éstos en primer lugar a cumplir los deberes de piedad en su propia casa, y a corresponder por lo que recibieron de sus padres, pues esto es agradable a Dios. [5] La que es viuda de verdad y se ha quedado sola, tiene puesta la esperanza en Dios y persevera día y noche en plegarias y oraciones. [6] Pero la que se abandona a los deleites, aunque viva, está muerta. [7] Advierte también esto, para que sean irreprensibles. [8] Pues si alguien no cuida de los suyos, y sobre todo de su familia, ha renegado de la fe y es peor que un infiel.

[9] Unicamente se ha de aceptar la viuda que tenga al menos sesenta años, casada una sola vez, [10] y acreditada por sus buenas obras: que haya educado bien a sus hijos, practicado la hospitalidad, lavado los pies a los santos, socorrido a los afligidos, y que se haya ejercitado en toda clase de obras buenas. [11] No admitas a las viudas jóvenes, pues cuando sus pasiones se contraponen a Cristo, quieren casarse, [12] incurriendo en culpa por quebrantar la fidelidad primera.[13] También, al estar ociosas, se acostumbran a andar de casa en casa, y no sólo no hacen nada, sino que chismorrean y se meten en todo, hablando de lo que no conviene. [14] Por tanto, prefiero que las jóvenes se casen, tengan hijos, sean amas de casa, y no den pie a la murmuración del adversario; [15] porque ya algunas se han extraviado siguiendo a Satanás.

[16] Si alguna mujer fiel tiene viudas en su familia, que las asista, y no sobrecargue a la Iglesia, para que ésta pueda socorrer a las que son viudas de verdad.

[17] Los presbíteros que presiden con rectitud merecen un doble honor, sobre todo los que se esfuerzan en la predicación y en la enseñanza. [18] Pues dice la Escritura: «No pondrás bozal al buey que trilla», y «el que trabaja merece su salario». [19] No admitas una acusación contra un presbítero, si no está avalada por dos o tres testigos. [20] A los que pecan repréndelos delante de todos, para que también los demás alcancen el temor. [21] En la presencia de Dios y de Cristo Jesús y de los ángeles escogidos, te advierto seriamente para que observes estas normas, sin prejuicios, y sin actuar con preferencias.

[22] No impongas las manos precipitadamente a nadie, ni te hagas cómplice de los pecados ajenos. Tú, consérvate limpio.

[23] No bebas agua sola, sino toma un poco de vino a causa de tu estómago y de tus frecuentes indisposiciones.

[24] Los pecados de algunos hombres son notorios antes de someterlos a juicio, pero los de otros sólo se conocen después. [25] Del mismo modo, también las buenas obras son manifiestas, y las que no lo son, no pueden permanecer ocultas.

Capítulo 6

[1] Los que están bajo el yugo de la servidumbre, consideren a sus amos como dignos de todo honor, para que no se ultraje el nombre de Dios ni su doctrina. [2] Los siervos de amos creyentes, no han de tenerlos en menos por ser hermanos, sino al contrario, han de servirles con más empeño, puesto que son creyentes y amados los que reciben sus servicios. Esto es lo que debes recomendar.

[3] Si alguno enseña otra cosa y no acepta las palabras de salvación, que son las de nuestro Señor Jesucristo y la doctrina que es conforme a la piedad, [4] es un engreído y no sabe nada; pierde el juicio en disputas y en palabrerías inútiles, de las que surgen las envidias, riñas, maledicencias y suspicacias, [5] conflictos propios de hombres que tienen la inteligencia corrompida y carecen de la verdad, por pensar que la religión es un negocio.

[6] En realidad, es un gran negocio la religión para quien se contenta con lo suficiente. [7] Pues nada hemos traído al mundo y nada podemos llevarnos de él; [8] mientras tengamos alimentos y con qué cubrirnos estaremos contentos. [9] En cambio, quienes pretenden enriquecerse caen en la tentación, en el engaño, y en múltiples deseos insensatos y nocivos, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. [10] Pues la raíz de todos los males es la avaricia, y algunos, al dejarse arrastrar por ella, se apartaron de la fe y se atormentaron con muchos y agudos dolores.

[11] Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas y busca la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la constancia y la mansedumbre. [12] Conquista la vida eterna a la que has sido llamado, pelea el noble combate de la fe, de la que hiciste solemne profesión en presencia de muchos testigos.

[13] Te ordeno en la presencia de Dios, que da vida a todo, y de Cristo Jesús, que dio el solemne testimonio ante Poncio Pilato, [14] que conserves lo mandado, sin tacha ni culpa, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; [15] manifestación que hará patente en el momento oportuno el bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores; [16] el único que es inmortal, el que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A El el honor y el imperio eterno. Amén.

[17] A los ricos de este mundo ordénales que no sean arrogantes, y que no pongan su esperanza en las riquezas perecederas, sino en Dios que nos provee de todo con abundancia para que lo disfrutemos: [18] que hagan el bien, que se enriquezcan en buenas obras, que sean generosos al dar y hacer a otros partícipes de sus bienes, [19] que atesoren para el futuro unos sólidos fondos con los que ganar la vida verdadera.

[20] Querido Timoteo, guarda el depósito. Evita las palabrerías mundanas y las discusiones de la falsa ciencia: [21] algunos que la profesaron se han apartado de la fe. La gracia sea con vosotros.

EPÍSTOLA SEGUNDA A TIMOTEO

Capítulo 1

[1] Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, para anunciar la vida prometida que hay en Cristo Jesús, [2] a Timoteo, mi querido hijo: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

[3] Doy gracias a Dios, a quien sirvo, como mis antepasados, con una conciencia pura, porque continuamente te tengo presente en mis oraciones, noche y día. [4] Al acordarme de tus lágrimas ansío verte para llenarme de gozo. [5] Guardo recuerdo de tu fe sincera, que arraigó primero en tu abuela Loide y en tu madre Eunice, y estoy seguro de que también en ti.

[6] Por esta razón, te recuerdo que reavives el don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos, [7] porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino de fortaleza, caridad y templanza.

[8] Así, pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por el evangelio con fortaleza de Dios, [9] que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no en razón de nuestras obras, sino por su designio y por la gracia que nos fue concedida por medio de Cristo Jesús desde la eternidad. [10] Esta gracia ha sido mostrada ahora mediante la manifestación de Jesucristo nuestro Salvador, que ha destruido la muerte y ha revelado la vida inmortal por medio del evangelio [11] del que yo he sido constituido predicador, apóstol y maestro. [12] Y ésta es la razón por la que padezco tales cosas, pero no me avergüenzo, pues sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para conservar mi depósito hasta aquel día.

[13] Ten por norma las palabras sanas que me escuchaste con la fe y la caridad que tenemos en Cristo Jesús. [14] Guarda el precioso depósito por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros.

[15] Ya sabes que me han abandonado todos los de Asia, entre ellos Figelo y Hermógenes. [16] Que el Señor tenga misericordia con la casa de Onesíforo, porque me alivió muchas veces y no se avergonzó de mis cadenas; [17] es más, en cuanto vino a Roma, se apresuró a buscarme hasta que me encontró. [18] ¡Que el Señor le conceda encontrar misericordia en aquel día! Por lo demás, tú sabes mejor cuántos servicios prestó en Efeso.

Capítulo 2

[1] Tú, pues, hijo mío, hazte fuerte con la gracia de Cristo Jesús, [2] y lo que me has escuchado, garantizado por muchos testigos, confíalo a hombres fieles que, a su vez, sean capaces de enseñar a otros.

[3] Soporta conmigo el sufrimiento como un noble soldado de Cristo Jesús. [4] Nadie, mientras sirve en el ejército, se entromete en asuntos civiles si quiere satisfacer a quien lo reclutó. [5] Y tampoco el atleta consigue el triunfo si no ha competido reglamentariamente. [6] El agricultor que brega debe ser el primero en beneficiarse de los frutos. [7] Entiende bien lo que digo, pues el Señor te dará talento para discernir todas las cosas.

[8] Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre los muertos y descendiente de David, como predico en mi Evangelio, [9] por el que estoy sufriendo hasta verme entre cadenas como un malhechor: ¡Pero la palabra de Dios no está encadenada! [10] Por eso, todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación, que nos llega por Cristo Jesús, junto con la gloria eterna. [11] Podéis estar seguros: Si morimos con él, también viviremos con él; [12] si perseveramos, también reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará;

[13] si no somos fieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo.

[14] Esto has de enseñar, advirtiéndoles encarecidamente en la presencia de Dios que no se enzarcen en polémicas sobre palabras, que no son útiles para nada, sino para la perdición de los oyentes. [15] Esmérate por presentarte ante Dios como un hombre honrado, trabajador que no tiene de qué avergonzarse, que expone con rectitud la doctrina verdadera. [16] Evita las conversaciones profanas e inútiles, porque llevan cada vez más a la impiedad, [17] y la palabra de ésos corroerá como la gangrena. Entre ellos están Himeneo y Fileto, [18] que se han desviado de la verdad al decir que ya ha tenido lugar la resurrección, y trastornan la fe de algunos. [19] No obstante, el cimiento de Dios es sólido y se mantiene firme, con esta inscripción: «El Señor conoció a los que son suyos», y «Todo el que invoca el nombre del Señor, que se aparte del pecado». [20] En una casa grande, no sólo hay vasijas de oro y de plata, sino también de madera y de barro; unas son para usos nobles, otras para usos vulgares. [21] Pues bien, si alguno se purifica de estos últimos, será una vasija para uso noble, santificado, y útil a su dueño, preparado para toda obra buena.

[22] Huye de las pasiones juveniles, y sigue en cambio la senda de la justicia, la fe, la caridad y la paz con aquellos que invocan al Señor con corazón limpio. [23] Evita las discusiones necias e insustanciales, pues ya se sabe que degeneran en peleas. [24] Y no es propio de uno que sirve al Señor pelearse, sino ser amable con todos, dispuesto a enseñar, paciente, [25] que corrija con mansedumbre a los que disienten, por si Dios les da un arrepentimiento que los lleve a reconocer la verdad, [26] y vuelven en sí, esCAP. ando de los lazos del diablo, que los mantiene cautivos y sometidos a su voluntad.

Capítulo 3

[1] Has de saber que en los últimos días se presentarán tiempos difíciles. [2] Pues los hombres serán egoístas, codiciosos, arrogantes, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, [3] crueles, implacables, calumniadores, desenfrenados, inhumanos, enemigos del bien, [4] traidores, temerarios, envanecidos, más amantes del placer que de Dios, [5] guardarán ciertos formalismos de la piedad pero habrán renegado de su verdadera esencia. Apártate también de éstos. [6] Algunos de ellos se meten en las casas y cautivan a mujerzuelas cargadas de pecados y arrastradas por todo tipo de pasiones; [7] siempre están curioseando y nunca son capaces de llegar a conocer la verdad. [8] Lo mismo que Yannes y Yambrés se opusieron a Moisés, también éstos se oponen a la verdad; son hombres de mente pervertida, inCAP. acitados para creer. [9] Pero no llegarán lejos, pues su necedad resultará patente a todos, como lo fue la de aquéllos.

[10] Tú, en cambio, me has seguido en la doctrina, en la conducta, en los planes, en la fe, en la paciencia, en la caridad y en la constancia; [11] en persecuciones y sufrimientos tales como los que me sobrevinieron en Antioquía, Iconio y Listra, ¡qué persecuciones soporté!, y de todas me libró el Señor. [12] Por lo demás, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos; [13] mientras que los hombres malos y embaucadores irán de mal en peor, engañando a otros y engañándose a sí mismos.

[14] Pero tú manténte firme en lo que has aprendido y creído, pues sabes de quiénes lo aprendiste, [15] y que desde niño conoces la Sagrada Escritura, que puede darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús. [16] Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argumentar, para corregir y para educar en la justicia, [17] con el fin de que el hombre de Dios esté bien dispuesto, preparado para toda obra buena.

Capítulo 4

[1] En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, por su manifestación y por su reino te advierto seriamente: [2] predica la palabra, insiste con ocasión y sin ella, reprende, reprocha y exhorta con toda paciencia y doctrina. [3] Pues vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el oído. [4] Cerrarán sus oídos a la verdad, y se volverán a los mitos. [5] Pero tú sé sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la propagación del Evangelio, cumple perfectamente tu ministerio.

[6] Pues yo estoy a punto de ser derramado en libación, y el momento de mi partida es inminente. [7] He luchado en el noble combate, he alcanzado la meta, he guardado la fe; [8] por lo demás, me está reservada la merecida corona que el Señor, el Justo Juez, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que desean con amor su venida.

[9] Apresúrate a venir cuanto antes, [10] pues Demas me abandonó por amor a la vida mundana y se marchó a Tesalónica; Crescente, a Galacia; Tito, a Dalmacia; [11] sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráelo contigo, pues me es útil para el ministerio. [12] A Tíquico lo mandé a Efeso. [13] Cuando vengas, trae la capa que me dejé en Tróade, en casa de Carpo, y los libros, sobre todo los de pergamino. [14] Alejandro el herrero me ha ocasionado muchos males. El Señor le pagará de acuerdo con sus obras. [15] Tú, ten cuidado con él, pues se ha opuesto obstinadamente a nuestras palabras.

[16] Nadie me asistió en mi primera defensa, sino que todos me abandonaron; que no les sea tenido en cuenta. [17] Pero el Señor me apoyó y me fortaleció para que, por medio de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y fui librado de la boca del león. [18] El Señor me librará de todo mal, y me salvará para su reino celestial. A El la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

[19] Saluda a Prisca y Aquila, y a la familia de Onesíforo. [20] Erasto se quedó en Corinto. A Trófimo lo dejé enfermo en Mileto. [21] Apresúrate a venir antes del invierno. Te saludan Eúbulo, Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos.

[22] El Señor esté con tu espíritu. La gracia esté con vosotros.

EPÍSTOLA A TITO

Capítulo 1

[1] Pablo, siervo de Dios, apóstol de Jesucristo para llevar a los escogidos de Dios a la fe y al pleno conocimiento de la verdad que es conforme a la piedad, [2] con la esperanza de vida eterna, prometida desde toda la eternidad por Dios que no miente, [3] y que en el tiempo oportuno ha manifestado su Palabra por la predicación a mí encomendada según el mandato de Dios nuestro Salvador, [4] a Tito, verdadero hijo según la fe común. Gracia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Salvador.

[5] El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.

[6] El candidato debe ser irreprochable, casado una sola vez, cuyos hijos sean creyentes, no tachados de libertinaje ni de rebeldía. [7] Porque el epíscopo, como administrador de Dios, debe ser irreprochable; no arrogante, no colérico, no bebedor, no violento, no dado a negocios sucios; [8] sino hospitalario, amigo del bien, sensato, justo, piadoso, dueño de sí. [9] Que esté adherido a la palabra fiel, conforme a la enseñanza, para que sea capaz de exhortar con la sana doctrina y refutar a los que contradicen.

[10] Porque hay muchos rebeldes, vanos habladores y embaucadores, sobre todo entre los de la circuncisión, [11] a quienes es menester tapar la boca; hombres que trastornan familias enteras, enseñando por torpe ganancia lo que no deben.

[12] Uno de ellos, profeta suyo, dijo: "Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos." [13] Este testimonio es verdadero. Por tanto repréndeles severamente, a fin de que conserven sana la fe, [14] y no den oídos a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad. [15] Para los limpios todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio, pues su mente y conciencia están contaminadas. [16] Profesan conocer a Dios, mas con sus obras le niegan; son abominables y rebeldes e incapaces de toda obra buena.

Capítulo 2

[1] Mas tú enseña lo que es conforme a la sana doctrina; [2] que los ancianos sean sobrios, dignos, sensatos, sanos en la fe, en la caridad, en la paciencia, en el sufrimiento; [3] que las ancianas asimismo sean en su porte cual conviene a los santos: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, maestras del bien, [4] para que enseñen a las jóvenes a ser amantes de sus maridos y de sus hijos, [5] a ser sensatas, castas, hacendosas, bondadosas, sumisas a sus maridos, para que no sea injuriada la Palabra de Dios. [6] Exhorta igualmente a los jóvenes para que sean sensatos en todo.

[7] Muéstrate dechado de buenas obras: pureza de doctrina, dignidad, [8] palabra sana, intachable, para que el adversario se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros.

9 Que los esclavos estén sometidos en todo a sus dueños, sean complacientes y no les contradigan; [10] que no les defrauden, antes bien muestren una fidelidad perfecta para honrar en todo la doctrina de Dios nuestro Salvador.

[11] Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, [12] que nos enseña a que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con sensatez, justicia y piedad en el siglo presente, [13] aguardando la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo; [14] el cual se entregó por nosotros a fin de = rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo, = fervoroso en buenas obras.

[15] Así has de enseñar, exhortar y reprender con toda autoridad. Que nadie te desprecie.

Capítulo 3

[1] Amonéstales que vivan sumisos a los magistrados y a las autoridades, que les obedezcan y estén prontos para toda obra buena; [2] que no injurien a nadie, que no sean pendencieros sino apacibles, mostrando una perfecta mansedumbre con todos los hombres. [3] Pues también nosotros fuimos en algún tiempo insensatos, desobedientes, descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros. [4] Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, [5] él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, [6] que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador, [7] para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna.

[8] Es cierta esta afirmación, y quiero que en esto te mantengas firme, para que los que creen en Dios traten de sobresalir en la práctica de las buenas obras. Esto es bueno y provechoso para los hombres. [9] Evita discusiones necias, genealogías, contiendas y disputas sobre la Ley, porque son inútiles y vanas. [10] Al sectario, después de una y otra amonestación, rehúyele; [11] ya sabes que ése está pervertido y peca, condenado por su propia sentencia.

[12] Cuando te envíe a Artemas o a Tíquico, date prisa en venir donde mí a Nicópolis, porque he pensado pasar allí el invierno. [13] Cuida de proveer de todo lo necesario para el viaje a Zenas, el perito en la Ley, y a Apolo, de modo que nada les falte.

[14] Que aprendan también los nuestros a sobresalir en la práctica de las buenas obras, atendiendo a las necesidades urgentes, para que no sean unos inútiles.

[15] Te saludan todos los que están conmigo. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros.

EPÍSTOLA A FILEMÓN

Capítulo 1

[1] Pablo, prisionero de Cristo Jesús, y Timoteo, el hermano, a Filemón, nuestro querido amigo y colaborador, [2] a Apfia, la hermana, a Arquipo, nuestro compañero de armas, y a la iglesia que se reúne en tu casa. [3] La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.

[4] Doy gracias sin cesar a mi Dios recordántote en mis oraciones, [5] porque conozco la caridad y la fe que tienes en Jesús el Señor y en todos los santos. [6] Que tu participación en la misma fe llegue a ser activa al comprender que todo el bien que tenemos es para (gloria de) Cristo. [7] Pues, en verdad, he tenido gran alegría y consuelo por tu caridad, porque, gracias a ti, hermano, los corazones de los santos han hallado alivio.

[8] Por ello, aun teniendo plena libertad en Cristo para mandarte lo que conviene, [9] prefiero rogarte en nombre de la caridad; yo, este Pablo ya anciano, y ahora prisionero de Cristo Jesús, [10] te suplico en favor de mi hijo Onésimo, a quien engendré entre cadenas, [11] en otro tiempo inútil para ti, pero ahora útil para ti y para mí [12] a quien te devuelvo como si fuera mi corazón. [13] Yo quisiera retenerlo para que me sirviera en tu lugar, mientras estoy entre cadenas por el Evangelio.

[14] Pero no he querido hacer nada sin tu conocimiento, para que tu buena acción no fuera forzada, sino voluntaria. [15] Quizá por eso fue alejado por un tiempo, para que ahora lo recuperes para siempre, [16] no ya como siervo, sino más que siervo, como hermano muy amado, en primer lugar para mí, pero ¡cuánto más para ti!, no sólo en lo humano, sino también en el Señor.

[17] Por tanto, si me tienes como hermano en la fe, acógelo como si fuera yo mismo. [18] Si te perjudicó o te debe algo, cárgalo a mi cuenta. [19] Yo, Pablo, lo he escrito de mi puño y letra; yo te pagaré, por no decirte que tú mismo te me debes. [20] Sí, hermano, que reciba de ti este gozo en el Señor. Consuela en Cristo mi corazón. [21] Te escribo confiando en tu obediencia, pues sé que harás aún más de lo que te digo.

[22] Además, prepárame hospedaje, pues espero que se me conceda estar entre vosotros, gracias a vuestras oraciones. [23] Te saluda Epafras, compañero de mi cautiverio en Cristo Jesús, [24] y mis colaboradores Marcos, Aristarco, Demas y Lucas.

[25] La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu.

EPÍSTOLA A LOS HEBREOS

Capítulo 1

[1] En diversos momentos y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. [2] En estos últimos días nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien instituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo también los siglos. [3] El, que es resplandor de su gloria e impronta de su sustancia y que sustenta todas las cosas con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó en los cielos a la diestra de la Majestad, [4] y ha sido hecho tanto más excelente que los ángeles cuanto más les aventaja por el Nombre que ha heredado.

[5] Pues, ¿a qué ángel dijo alguna vez: Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy,

o también: Yo seré para él Padre y él será para mí Hijo?

[6] Y al introducir a su Primogénito en el mundo dice de nuevo: Adórenle todos los ángeles de Dios.

[7] Y de los ángeles afirma: El hace a sus ángeles como vientos y a sus ministros llama de fuego. [8] Pero del Hijo dice: Tu Trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos, y cetro de rectitud es el cetro de tu Reino.

[9] Has amado la justicia y odiado la iniquidad; por eso te ungió Dios, tu Dios, con óleo de gozo, con preferencia a los que tienen parte contigo.

[10] Y también: Tú al principio, oh Señor, pusiste los cimientos de la tierra, y obra de tus manos son los cielos. [11] Ellos perecerán, pero Tú permaneces; todos envejecerán como un vestido; [12] los doblarás como un manto, como un velo, y serán transformados. Pero Tú eres el mismo y tus años no terminarán. [13] ¿A qué ángel ha dicho alguna vez: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies?

[14] ¿Acaso no son todos ellos espíritus destinados al servicio, enviados para asistir a los que han de heredar la salvación?

Capítulo 2

[1] Es preciso, por tanto, que tengamos muy presente cuanto hemos oído, no vaya a ser que nos desviemos del camino. [2] Porque si la palabra anunciada por medio de ángeles alcanzó tal fuerza que toda prevaricación y desobediencia recibió justa pena, [3] ¿cómo esCAP. aremos nosotros del castigo, si descuidamos tan gran salvación? Esta, que se inició con el anuncio del Señor, nos fue confirmada por quienes la habían oído, [4] y también nos fue acrecentada por Dios con señales y prodigios, con diversos milagros y dones del Espíritu Santo, distribuidos según su voluntad.

[5] Porque Dios no sometió a los ángeles el mundo futuro del que hablamos. [6] Por eso, se afirmó en algún lugar de este modo: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que te ocupes de él?

[7] Le has hecho sólo un poco inferior a los ángeles y le has coronado de gloria y honor.

[8] Todo lo has sometido bajo sus pies.

Al someter todo al hombre nada dejó sin someterle. Pero ahora no vemos que todo le esté ya sometido. [9] Sin embargo, a aquel que fue hecho por un momento inferior a los ángeles, a Jesús, le vemos coronado de gloria y honor a causa de la muerte padecida, de modo que, por gracia de Dios, gustó la muerte en beneficio de todos.

[10] Convenía, en efecto, que aquél para quien y por quien son todas las cosas, habiéndose propuesto llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase mediante los sufrimientos al autor de su salvación. [11] Porque quien santifica y quienes son santificados vienen todos de uno solo; por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos, y [12] dice: Anunciaré tu nombre a mis hermanos y en medio de la iglesia te alabaré.

[13] Dice también: Yo pondré en él mi confianza, y de nuevo: Aquí estamos, yo y los hijos que Dios me dio.

[14] Porque así como los hijos comparten la sangre y la carne, también él participó de ellas, para destruir con la muerte al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, [15] y liberar así a todos los que con el miedo a la muerte estaban toda su vida sujetos a esclavitud. [16] Pues es patente que no asumió [la naturaleza] de los ángeles sino la del linaje de Abrahán. [17] Por eso hubo de asemejarse en todo a sus hermanos, a fin de ser misericordioso y Sumo Sacerdote fiel en las cosas que se refieren a Dios, para expiar los pecados del pueblo. [18] Por haber sido puesto a prueba en los padecimientos, es capaz de ayudar a los que también son sometidos a prueba.

Capítulo 3

[1] Por tanto, hermanos santos que sois partícipes de una vocación celestial, considerad a Jesús, Apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que confesamos, [2] que es fiel al que lo constituyó, como lo fue también Moisés en toda su casa; [3] aunque El ha sido juzgado digno de mayor gloria que Moisés, por cuanto el constructor tiene mayor dignidad que la casa. [4] Toda casa, en efecto, es fabricada por alguien, pero Dios fabricó el universo. [5] Moisés fue ciertamente fiel en toda su casa como servidor, para dar testimonio de las cosas que debían anunciarse, [6] pero Cristo lo fue como Hijo al frente de su casa: casa que somos nosotros, si mantenemos la confianza y el orgullo gozoso de la esperanza.

[7] Por eso, como dice el Espíritu Santo: si hoy escucháis su voz, [8] no endurezcáis vuestros corazones como sucedió en la rebelión, en el día de la tentación en el desierto, [9] cuando vuestros padres me tentaron y me sometieron a prueba, aunque habían visto mis obras [10] durante cuarenta años.

Por eso me indigné contra esta generación y dije: están siempre equivocados en su corazón y no han conocido mis caminos.

[11] Por eso juré en mi ira: ¡no entrarán en mi descanso!

[12] Mirad, hermanos, que no haya en alguno de vosotros un corazón malvado y sin fe que le haga apostatar del Dios vivo; [13] al contrario, exhortaos mutuamente todos los días, mientras perdura aquel hoy, para que nadie se endurezca por la seducción del pecado. [14] Pues hemos sido hechos partícipes de Cristo a condición de que mantengamos firme hasta el fin la segura confianza del principio. [15] Cuando se dice: si hoy escucháis su voz, no endurezcáis vuestros corazones como sucedió en la rebelión,

[16] ¿quiénes son los que habiéndole oído, sin embargo se rebelaron? ¿Acaso no fueron todos los que salieron de Egipto por obra de Moisés? [17] ¿Y contra quiénes se indignó durante cuarenta años? ¿No fue acaso contra los que pecaron, cuyos cadáveres quedaron tendidos en el desierto? [18] ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su descanso, sino a los incrédulos? [19] Vemos así que no pudieron entrar a causa de su incredulidad.

Capítulo 4

[1] Puesto que la promesa de entrar en su descanso permanece en vigor, tengamos cuidado no vaya a ser que alguno de vosotros quede excluido [del descanso]. [2] Pues a nosotros se nos ha anunciado el Evangelio igual que a ellos; pero a ellos de nada les aprovechó la palabra que oyeron, porque no estaban unidos mediante la fe a los que la habían escuchado. [3] Porque los que hemos creído, hemos entrado en el descanso, según está dicho: Por eso juré en mi ira: ¡no entrarán en mi descanso!, aunque las obras divinas estaban ya hechas desde la creación del mundo. [4] Pues en un lugar se dice sobre el día séptimo: Y descansó Dios el día séptimo de todas sus obras. [5] Y en este lugar repite: ¡no entrarán en mi descanso!

[6] Dado, por tanto, que algunos habrán de entrar en él, y que los primeros en recibir la buena nueva no entraron a causa de su desobediencia, [7] [Dios] vuelve a fijar un día, hoy, cuando afirma por David al cabo de tanto tiempo, como ya se ha dicho: si hoy escucháis su voz, no endurezcáis vuestros corazones.

[8] Porque si Josué les hubiera proporcionado el descanso, [Dios] no habría hablado después acerca de otro día. [9] Queda por tanto reservado un tiempo de descanso para el pueblo de Dios. [10] Pues quien entra en el descanso de Dios, descansa también él de sus trabajos, lo mismo que Dios de sus obras. [11] Apresurémonos a entrar en aquel descanso, a fin de que ninguno caiga en la misma clase de desobediencia.

[12] Ciertamente, la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de doble filo: penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón. [13] No hay ante ella criatura invisible, sino que todo está desnudo y patente a los ojos de Aquél a quien hemos de rendir cuenta.

[14] Teniendo, pues, un Sumo Sacerdote que ha penetrado en los cielos —Jesús, el Hijo de Dios— mantengamos firme nuestra confesión de fe. [15] Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino que siendo como nosotros, ha sido probado en todo, excepto en el pecado. [16] Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de la gracia, a fin de que alcancemos misericordia y encontremos la gracia que nos ayude en el momento oportuno.

Capítulo 5

[1] Porque todo Sumo Sacerdote, escogido entre los hombres, está constituido en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; [2] y puede compadecerse de los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está rodeado de debilidad, [3] y a causa de ella debe ofrecer expiación por los pecados, tanto por los del pueblo como por los suyos. [4] Y nadie se atribuye este honor, sino el que es llamado por Dios, como Aarón.

[5] De modo parecido, Cristo no se apropió la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que se la otorgó el que le dijo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. [6] Asimismo, en otro lugar, dice también: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. [7] El, habiendo ofrecido con gran clamor y lágrimas, en los días de su vida en la tierra, oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y habiendo sido escuchado por su piedad filial, [8] aún siendo Hijo aprendió por los padecimientos la obediencia; [9] y, llevado a la perfección, llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, [10] ya que fue proclamado por Dios Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.

[11] Acerca de esto tenemos muchas cosas que decir, aunque de difícil explicación, puesto que os habéis vuelto torpes de oído. [12] En efecto, vosotros, que por los años deberíais ser maestros, necesitáis que se os enseñen de nuevo algunos de los primeros rudimentos de la palabra de Dios, y habéis llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido. [13] Pues todo el que se alimenta de leche no conoce bien la doctrina de la justicia, porque es como un niño. [14] En cambio, el alimento sólido es propio de los perfectos, de los que poseen sus facultades bien desarrolladas para discernir el bien y el mal.

Capítulo 6

[1] Por lo tanto, dejando ya la doctrina elemental sobre Cristo, avancemos hacia lo más perfecto, sin poner de nuevo los cimientos de la conversión de las obras muertas y de la fe en Dios, [2] de la instrucción sobre las purificaciones, la imposición de las manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno. [3] Haremos esto con la ayuda de Dios.

[4] Porque es imposible que quienes una vez fueron iluminados, y gustaron también el don celestial, [5] y llegaron a recibir el Espíritu Santo, y saborearon la palabra divina y la manifestación de la fuerza del mundo venidero, [6] y no obstante cayeron, vuelvan a la penitencia, ya que, para su propio daño, crucifican de nuevo al Hijo de Dios y lo escarnecen. [7] Porque la tierra que bebe la lluvia caída con frecuencia sobre ella y que produce buenas plantas a los que la cultivan, recibe las bendiciones de Dios; [8] pero la que hace germinar espinas y abrojos es despreciable, está próxima a la maldición, y su fin es el fuego.

[9] Pero aunque hablemos de esta manera, esperamos firmemente respecto a vosotros, queridísimos, lo mejor y lo más provechoso para la salvación. [10] Pues Dios no es injusto como para olvidarse de vuestras obras ni del amor que habéis manifestado a su nombre, ya que habéis servido a los santos y continuáis haciéndolo. [11] Deseamos vivamente que cada uno de vosotros manifieste hasta el fin el mismo empeño por alcanzar la perfección de la esperanza, [12] de modo que no os volváis perezosos, sino que imitéis a los que heredan las promesas mediante la fe y la paciencia.

[13] Por eso Dios, cuando hizo su promesa a Abrahán, como no tenía nadie superior a El por el cual jurar, juró por sí mismo [14] diciendo: Ciertamente te llenaré de bendiciones y te multiplicaré sin medida. [15] Y de este modo, esperando con paciencia alcanzó la promesa. [16] Pues los hombres juran por algo superior, y el juramento es para ellos la garantía que pone fin a todo litigio. [17] Y por esto Dios, al querer demostrar con mayor claridad a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su decisión, la reafirmó con juramento; [18] para que, gracias a dos cosas inmutables por las cuales es imposible que Dios mienta, los que buscamos refugio en la posesión de la esperanza que nos es ofrecida, tengamos un poderoso consuelo, [19] que es para nosotros como segura y firme áncora de nuestra vida y que penetra hasta lo interior del velo [del Templo], [20] donde como precursor nuestro entró Jesús, constituido para siempre Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.

Capítulo 7

[1] En efecto, Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abrahán que volvía de la victoria sobre los reyes y le bendijo; [2] y Abrahán le dio el diezmo de todo. Su nombre significa, en primer lugar rey de justicia y además, rey de Salem, es decir, rey de paz: [3] Al no tener ni padre, ni madre, ni genealogía, ni comienzo de días ni fin de vida, es asemejado al Hijo de Dios, y permanece sacerdote para siempre.

[4] Considerad, por tanto, cuál es su grandeza que hasta el patriarca Abrahán le dio la décima parte de lo mejor del botín. [5] Pues según manda la Ley, los que, entre los hijos de Leví, reciben el oficio sacerdotal tienen orden de cobrar los diezmos al pueblo, es decir, a sus hermanos, aunque también éstos desciendan de la estirpe de Abrahán. [6] Pero aquel, que no pertenece a su genealogía, recibió los diezmos de Abrahán y bendijo al que poseía las promesas. [7] Ahora bien, sin ninguna duda, el inferior recibe la bendición del superior. [8] Y mientras ahora son unos hombres mortales los que reciben los diezmos, allí [los recibió] uno de quien se atestigua que vive. [9] Y, por decirlo así, también Leví, que recibe los diezmos, los pagó entonces a través de Abrahán, [10] porque estaba ya en las entrañas de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.

[11] Por tanto, si la perfección se realizara por medio del sacerdocio levítico, ya que bajo él fue dada la Ley al pueblo, ¿qué necesidad habría aún de que surgiera otro sacerdote según el orden de Melquisedec y que no se llamara según el orden de Aarón? [12] Pues si cambia el sacerdocio, es necesario que tenga también lugar un cambio de la Ley. [13] Y aquél, del que se dicen estas cosas, pertenecía a otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar, [14] pues es manifiesto que nuestro Señor descendía de Judá, y de aquella tribu Moisés nada dijo relativo al sacerdocio. [15] Y todo esto es aún más evidente, si surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, [16] que ha sido constituido no según las normas de una ley carnal sino según la fuerza de una vida indestructible; [17] porque se afirma: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

[18] Se deroga, por tanto, el precepto anterior por su debilidad e inutilidad, [19] pues la Ley no llevó nada a perfección, pero fue la introducción a una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.

[20] Y por el hecho de que fue con un juramento —porque mientras aquéllos eran constituidos sacerdotes sin juramento, [21] éste, en cambio, lo ha sido con el juramento de Aquel que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá, Tú eres sacerdote para siempre—,

[22] por eso mismo Jesús ha sido hecho mediador de una alianza más perfecta. [23] Y si aquéllos eran constituidos sacerdotes en gran número, porque la muerte les impedía permanecer, [24] éste, al contrario, como vive para siempre, posee un sacerdocio perpetuo. [25] Por esto puede también salvar perfectamente a los que se acercan a Dios a través de él, ya que vive siempre para interceder por nosotros.

[26] Nos convenía, en efecto, que el Sumo Sacerdote fuera santo, inocente, inmaculado, separado de los pecadores y encumbrado por encima de los cielos; [27] que no tiene necesidad de ofrecer todos los días, como aquellos sumos sacerdotes, primero unas víctimas por sus propios pecados y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo de una vez para siempre cuando se ofreció a sí mismo. [28] Pues la Ley constituye como sumos sacerdotes a unos hombres con debilidades, mientras que la palabra del juramento, que sucede a la Ley, hace al Hijo perfecto para siempre.

Capítulo 8

[1] Lo más importante de todo lo dicho es esto: tenemos un Sumo Sacerdote tan grande que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, [2] ministro del Santuario y del Tabernáculo verdadero que erigió el Señor, no un hombre. [3] Pues todo Sumo Sacerdote está constituido para ofrecer dones y sacrificios y es necesario, por tanto, que también él tenga algo que ofrecer. [4] Si estuviera en la tierra, no sería siquiera sacerdote, habiendo ya quienes ofrecen dones según la Ley. [5] Estos dan un culto, que es sólo figura y sombra del celestial, conforme a lo que fue revelado a Moisés cuando se disponía a construir el Tabernáculo, pues dice: Mira, lo harás todo según el modelo que te ha sido mostrado en el monte. [6] Pero ahora él [Jesús] ha obtenido un oficio mucho más excelente, ya que es mediador de una alianza mucho más valiosa, por haber sido fundada sobre promesas mejores.

[7] En efecto, si aquella primera hubiera sido sin tacha, no haría falta poner en su lugar una segunda, [8] pues les dice en tono de reproche: He aquí que vendrán días, dice el Señor, cuando establezca con la casa de Israel y con la casa de Judá una alianza nueva; [9] no como la alianza que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para conducirles fuera de la tierra de Egipto. Pero como no permanecieron fieles a mi alianza, tampoco yo me acordaré de ellos, dice el Señor.

[10] Esta es la alianza que estableceré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en su inteligencia, y las grabaré en sus corazones; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.

[11] Y no tendrá que enseñar ya cada uno a su prójimo, ni a su hermano, ni dirá: ¡Conoce al Señor!, porque todos ellos me conocerán, desde el más pequeño hasta el mayor; [12] pues tendré misericordia de sus iniquidades y de sus pecados ya no me acordaré.

[13] Al decir nueva [alianza] declaró anticuada la anterior; y lo que se hace anticuado y envejece está próximo a desaparecer.

Capítulo 9

[1] También la primera alianza tenía normas para el culto y un santuario terreno, [2] pues se había construido un Tabernáculo, con una primera estancia llamada el Santo, donde se encontraban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición. [3] Detrás del segundo velo estaba la segunda estancia, llamada el Santo de los Santos, [4] que contenía el altar de oro para el incienso y el arca de la alianza totalmente recubierta de oro, en la cual estaban la urna de oro con el maná, la vara de Aarón que había retoñado y las tablas de la alianza; [5] y encima del arca los Querubines de la gloria cubrían con su sombra el propiciatorio. Pero no hace falta hablar de todo esto con detalle.

[6] Dispuestas las cosas de este modo, los sacerdotes que ofician el culto entran siempre en la primera estancia. [7] Pero en la segunda entra sólo el Sumo Sacerdote una vez al año, no sin antes derramar sangre, que ofrece por él mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo. [8] El Espíritu Santo manifestaba de ese modo que, mientras permanece el primer Tabernáculo, todavía no está abierto el camino hacia el Santuario. [9] Todo ello es una alegoría del tiempo presente, según la cual se ofrecen sacrificios y víctimas que no pueden perfeccionar al oferente en su conciencia, [10] y que consisten sólo en alimentos, bebidas y diferentes abluciones; prescripciones corporales, que han sido impuestas hasta el momento de la restauración.

[11] Pero Cristo, presentándose como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de un Tabernáculo más excelente, perfecto y no hecho por mano de hombre, es decir, no de este mundo creado, [12] y no por medio de la sangre de machos cabríos y becerros, sino por su propia sangre, entró de una vez para siempre en el Santuario, consiguiendo así una redención eterna. [13] Porque si la sangre de machos cabríos y toros y la aspersión de la ceniza de una vaca pueden santificar a los impuros en cuanto a la purificación de la carne, [14] ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo como víctima inmaculada a Dios, limpiará de las obras muertas nuestra conciencia para dar culto al Dios vivo!

[15] Y por esto es mediador de una nueva alianza, a fin de que, habiendo muerto para redimir las transgresiones cometidas bajo la primera alianza, los que han sido llamados reciban la herencia eterna prometida. [16] Pues donde hay testamento, hace falta que conste la muerte del testador, [17] porque un testamento es válido en caso de muerte, y no puede serlo de ninguna manera mientras el testador vive. [18] Por eso ni siquiera la primera [alianza] se inauguró sin derramar sangre. [19] Pues Moisés, después de haber leído todos los mandamientos según la Ley a todo el pueblo, tomando la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata y una planta de hisopo, roció el libro de la Ley y a todo el pueblo [20] diciendo: Esta es la sangre de la alianza que Dios ha dispuesto para vosotros. [21] Y del mismo modo roció con sangre el Tabernáculo y todos los objetos del culto. [22] Y según la Ley casi todo se purifica con la sangre, y sin derramamiento de sangre no hay remisión.

[23] Es necesario, por lo tanto, que las figuras de las realidades celestiales se purifiquen con tales medios, aunque las realidades celestiales exigen víctimas muy superiores. [24] Pues Cristo no entró en un santuario hecho por mano de hombre, representación del verdadero, sino en el mismo cielo, para interceder ahora ante Dios en favor nuestro. [25] Tampoco entró para ofrecerse muchas veces a sí mismo, como el Sumo Sacerdote penetra en el santuario todos los años, rociando con sangre ajena: [26] porque en este caso hubiera debido padecer muchas veces desde la creación del mundo, y, en cambio, se ha manifestado ahora de una vez para siempre, en la plenitud de los tiempos, para destruir el pecado mediante el sacrificio de sí mismo. [27] Y como está establecido que los hombres mueran una sola vez, y que después tenga lugar el juicio, [28] así también Cristo, que se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos, se manifestará por segunda vez, sin relación con el pecado, a los que esperan para su salvación.

Capítulo 10

[1] Puesto que la Ley posee sólo una sombra de los bienes futuros y no la verdadera imagen de la realidad, no puede jamás, por medio de los mismos sacrificios que no cesa de presentar todos los años, hacer perfectos a los que se acercan a ofrecerlos. [2] Si no fuera así, ¿los que rinden culto, al considerarse definitivamente purificados, por no tener ya conciencia alguna de pecado, no dejarían de ofrecerlos? [3] Por el contrario, en tales sacrificios se renueva cada año el recuerdo de los pecados, [4] porque es imposible que la sangre de toros y machos cabríos borre los pecados. [5] Por eso, al entrar en el mundo, dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo; [6] los holocaustos y sacrificios por el pecado no te han agradado. [7] Entonces dije: He aquí que vengo, como está escrito de mí al comienzo del libro, para hacer, oh Dios, tu voluntad.

[8] Habiendo dicho antes que no quisiste ni te agradaron sacrificios y ofrendas ni holocaustos y víctimas expiatorias por el pecado —cosas todas que se ofrecen según la Ley—, [9] luego añade: he aquí que vengo para hacer tu voluntad. Deroga lo primero para instaurar lo segundo. [10] Y por su voluntad somos santificados de una vez para siempre, mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo.

[11] Mientras todo sacerdote se mantiene en pie día tras día para celebrar el culto y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios, que no pueden en absoluto borrar los pecados, [12] él [Cristo], en cambio, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, se sentó para siempre a la diestra de Dios, [13] y sólo le queda esperar que sus enemigos le sean puestos como estrado de sus pies; [14] pues con una sola oblación hizo perfectos para siempre a los que son santificados.

[15] Nos lo atestigua también el Espíritu Santo, porque después de haber dicho: Esta es la alianza que estableceré con ellos después de aquellos días, dice el Señor. Pondré mis leyes en sus corazones y en sus inteligencias las grabaré, [17] añade: y de sus pecados y de sus iniquidades ya no me acordaré.

[18] Ahora bien, donde éstos se perdonan ya no hacen falta ofrendas por los pecados.

[19] Por tanto, hermanos, teniendo la confianza absoluta en la entrada al Santuario en virtud de la sangre de Jesús, [20] por el camino reciente y vivo que él nos abrió a través del velo, es decir, de su carne; [21] y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, [22] acerquémonos con un corazón sincero y una fe plena, después de purificar nuestros corazones de una mala conciencia y lavar nuestro cuerpo con agua pura. [23] Mantengamos firme la confesión de la esperanza, porque fiel es el que hizo la promesa, [24] y estemos atentos mutuamente para estimularnos a la caridad y a las buenas obras; [25] sin abandonar nuestras propias reuniones, como acostumbran algunos, antes bien animándonos tanto más cuanto más cercano veis el día.

[26] Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no nos queda ningún sacrificio por los pecados, [27] sino la tremenda espera del juicio y el ardor del fuego que va a devorar a los rebeldes. [28] Si alguien transgredía la Ley de Moisés, con el testimonio de dos o tres se le condenaba a muerte sin compasión. [29] ¿Cuánto más grave castigo pensáis que merecerá el que haya pisoteado al Hijo de Dios y considerado impura la sangre de la alianza en la cual fue santificado, y haya ultrajado al Espíritu de la gracia?

[30] Pues conocemos bien al que dijo: Mía es la venganza; yo daré lo merecido. Y de nuevo: Juzgará el Señor a su pueblo.

[31] ¡Es terrible caer en manos del Dios vivo!

[32] Acordaos de los días primeros, cuando, recién iluminados, soportásteis la lucha contra muchos padecimientos: [33] ya sometidos públicamente a calumnias y vejaciones, ya estrechamente unidos a los que eran tratados de esta manera, [34] pues habéis compartido los sufrimientos de los encarcelados, y recibisteis con alegría el robo de vuestros bienes, sabiendo que poseéis un patrimonio mejor y más duradero. [35] No perdáis, por tanto, vuestra confianza, que tiene una gran recompensa: [36] pues necesitáis paciencia para conseguir los bienes prometidos cumpliendo la voluntad de Dios. [37] En efecto, todavía un poco de tiempo, muy poco, y el que viene llegará y no tardará; [38] pero mi justo vivirá de fe, y si se volviere atrás, no se complacerá mi alma en él. [39] Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino de los que tienen fe para la salvación del alma.

Capítulo 11

[1] La fe es certeza en las cosas que se esperan; y prueba de las que no se ven. [2] Por ella merecieron alabanza nuestros antepasados. [3] Por la fe sabemos que los siglos fueron formados por la palabra de Dios, de modo que las cosas visibles llegaron a la existencia a partir de lo invisible.

[4] Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que el de Caín; por ella fue declarado justo al aceptar Dios sus ofrendas, y por la fe, aún después de muerto, todavía habla.

[5] Por la fe, Henoc fue arrebatado para que no viera la muerte, y no se le halló, porque Dios se lo había llevado; antes de su traslación recibió el testimonio de haber agradado a Dios. [6] Sin fe, en efecto, es imposible agradarle, porque el que se acerca a Dios debe creer que existe y que premia a quienes le buscan.

[7] Por la fe, Noé, prevenido por Dios acerca de lo que aún no se veía, construyó con religioso temor un arca para la salvación de su familia, y por esta fe condenó al mundo y fue hecho heredero de la justicia que es según la fe.

[8] Por la fe, Abrahán obedeció al ser llamado para ir al lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a donde iba. [9] Por la fe peregrinó por la tierra prometida como en una tierra extraña, y habitó en tiendas, igual que harían Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas; [10] porque esperaba la ciudad fundada sobre cimientos, cuyo artífice y constructor es Dios. [11] Por la fe, también Sara, que era estéril, recibió vigor para concebir, aun superada ya la edad oportuna, porque creyó que era digno de fe el que se lo había prometido. [12] De modo que de uno solo, y ya decrépito, nacieron hijos tan numerosos como las estrellas del cielo e incontables como las arenas de las playas del mar.

[13] En la fe murieron todos ellos, sin haber conseguido las promesas, sino viéndolas y saludándolas desde lejos, y reconociendo que eran peregrinos y forasteros en la tierra.

[14] Los que hablaban así manifestaban que iban en busca de una patria. [15] Pues si hubieran añorado la tierra de la que habían salido, habrían tenido ocasión de volver a ella. [16] Pero aspiraban a una patria mejor, es decir, a la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de ser llamado Dios suyo, pues les ha preparado una ciudad.

[17] Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía al unigénito [18] respecto del cual se le había dicho: en Isaac tendrás descendencia. [19] Pensaba, en efecto, que Dios es poderoso incluso para resucitar de entre los muertos; por eso lo recobró y fue como un símbolo.

[20] Por la fe, Isaac dio la bendición de los bienes futuros a Jacob y Esaú. [21] Por la fe bendijo Jacob al morir a cada uno de los hijos de José y le adoró apoyado sobre el extremo de su bastón. [22] Por la fe, José, a punto de morir, recordó el éxodo de los hijos de Israel y dio disposiciones acerca de sus restos mortales.

[23] Por la fe, Moisés, recién nacido, fue ocultado durante tres meses por sus padres, porque vieron que el niño era hermoso y no temieron el edicto del rey. [24] Por la fe, Moisés, ya adulto, se negó a ser llamado hijo de la hija del Faraón, [25] y prefirió verse maltratado con el pueblo de Dios que disfrutar el goce terreno del pecado, [26] estimando que el oprobio de Cristo era riqueza mayor que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. [27] Por la fe salió de Egipto sin temer la cólera del rey, y se mantuvo firme como quien ve al invisible. [28] Por la fe celebró la Pascua y la aspersión de la sangre, para que el exterminador no tocara a los primogénitos de los judíos. [29] Por la fe cruzaron el Mar Rojo como si fuera tierra seca, mientras que los egipcios que lo intentaron fueron tragados por las aguas.

[30] Por la fe se derrumbaron los muros de Jericó después de ser rodeados durante siete días.

[31] Por la fe, Rahab la ramera no pereció con los incrédulos, por haber acogido en son de paz a los exploradores.

[32] ¿Qué más diré? Me faltaría tiempo si tuviera que hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los Profetas, [33] que por la fe sometieron reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas, cerraron bocas de leones, [34] apagaron la violencia del fuego, esCAP. aron del filo de la espada, curaron de sus enfermedades, fueron valientes en la guerra y abatieron ejércitos extranjeros. [35] Hubo mujeres que recuperaron resucitados a sus muertos. Algunos fueron torturados, porque rehusaron la liberación para lograr una resurrección mejor. [36] Otros soportaron escarnios y azotes, e incluso cadenas y cárcel. [37] Fueron apedreados, aserrados, muertos a espada, anduvieron errantes cubiertos con pieles de oveja y de cabra, carentes de todo, atribulados y maltratados [38] —¡el mundo no era digno de ellos!—, perdidos por desiertos y montes, por cuevas y cavernas de la tierra.

[39] Y aunque todos recibieron alabanza por su fe, no obtuvieron sin embargo la promesa. [40] Dios había dispuesto providentemente algo mejor en favor nuestro, de forma que ellos no llegaran a la perfección sin nosotros.

Capítulo 12

[1] Por consiguiente, también nosotros, que estamos rodeados de una nube tan grande de testigos, sacudámonos todo lastre y el pecado que nos asedia, y continuemos corriendo con perseverancia la carrera emprendida: [2] fijos los ojos en Jesús, iniciador y consumador de la fe, el cual, despreciando la ignominia, soportó la cruz en lugar del gozo que se le ofrecía, y está sentado a la diestra del trono de Dios.

[3] Pensad, pues, atentamente en aquel que soportó tanta contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis ni decaiga vuestro ánimo. [4] No habéis resistido todavía hasta la sangre al combatir contra el pecado; [5] y habéis olvidado la exhortación dirigida a vosotros como a hijos: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando El te reprenda; [6] porque el Señor corrige al que ama y azota a todo aquel que reconoce como hijo.

[7] Lo que sufrís sirve para vuestra corrección. Dios os trata como a hijos, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrija? [8] Si se os privase de la corrección, que todos han recibido, seríais bastardos y no hijos. [9] A nuestros padres según la carne los teníamos como educadores y los respetábamos. ¿Y no nos someteremos con mayor razón al Padre de nuestras almas, para alcanzar la vida? [10] Ellos nos educaban para un tiempo breve y nos castigaban según su parecer; pero El lo hace con vistas a nuestro bien, para que participemos de su santidad. [11] Toda corrección no parece de momento agradable sino penosa, pero luego produce fruto apacible de justicia en los que en ella se ejercitan.

[12] Levantad, por tanto, las manos caídas y las rodillas debilitadas, [13] y dad pasos derechos con vuestros pies, para que los miembros cojos no se descoyunten, sino más bien se curen.

[14] Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie puede ver a Dios. [15] Vigilad para que a nadie falte la gracia de Dios, no sea que alguna raíz amarga brote y os turbe, y llegue a contagiar a muchos; [16] para que no surja ningún fornicario o impío como Esaú, que vendió su primogenitura por una comida. [17] Sabéis bien que más tarde, cuando quiso heredar la bendición, a pesar de buscarla con lágrimas, fue rechazado y no logró cambiar la decisión de su padre.

[18] Vosotros no os habéis acercado a un fuego tangible y ardiente, a oscuridad, tinieblas, tempestad, [19] son de trompetas y un tal clamor de palabras, que los que lo oían suplicaron no se les hablara más. [20] Pues no podían soportar la orden de que si alguien tocara el monte, aunque fuera un animal, se le apedrease. [21] El espectáculo era tan sobrecogedor que Moisés llegó a exclamar: Estoy aterrorizado y temblando.

[22] Sino que vosotros os habéis acercado al Monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, a la asamblea gozosa [23] y a la Iglesia de los primogénitos inscritos en los cielos, al Dios Juez de todos, a los espíritus de los justos que han alcanzado la perfección, [24] a Jesús Mediador de la Nueva Alianza y a la sangre derramada, que habla mejor que la de Abel.

[25] Guardaos de rechazar al que os habla, porque si aquellos que rechazaron al que pronunciaba oráculos en la tierra no esCAP. aron al castigo, mucho menos esCAP. aremos nosotros, si nos apartamos de quien nos habla desde el cielo; [26] su voz sacudió entonces la tierra, mas ahora ha hecho esta promesa: Una vez más haré temblar no sólo la tierra sino también el cielo.

[27] Las palabras una vez más indican el cambio de los seres inestables, pues son criaturas, para que permanezcan las cosas inmutables. [28] Por eso, nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, mantengamos la gracia y a través de ella ofrezcamos a Dios un culto que le sea grato, con reverencia y temor, [29] porque nuestro Dios es fuego devorador.

Capítulo 13

[1] Mantened la caridad fraterna. [2] No olvidéis la hospitalidad, gracias a la cual algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles. [3] Acordaos de los encarcelados, como si estuviérais en prisión con ellos, y de los que sufren, pues también vosotros vivís en un cuerpo [mortal]. [4] Que todos honren el matrimonio y guarden inmaculado el lecho conyugal, porque Dios juzgará a fornicarios y adúlteros. [5] Sea vuestra conducta sin avaricia; contentaos con lo que tenéis, pues El ha dicho: No te dejaré ni abandonaré, [6] de modo que podamos decir confiadamente: El Señor es mi auxilio y no temeré; ¿qué podrá hacerme el hombre?

[7] Acordaos de vuestros pastores, que os anunciaron la palabra de Dios, e imitad su fe, considerando cómo han llevado a término su vida. [8] Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y por los siglos. [9] No os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas; es bueno, en efecto, fortalecer el corazón con la gracia y no con alimentos que no aprovecharon a quienes anduvieron según ellos. [10] Nosotros tenemos un altar del que no tienen derecho a comer los que ofician el culto del Tabernáculo. [11] Pues los cuerpos de los animales, cuya sangre introduce el Sumo Sacerdote en el santuario para expiar el pecado, son quemados fuera del campamento. [12] Por eso, también Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de las puertas. [13] Salgamos por tanto hacia él, fuera del campamento, cargados con su oprobio; [14] porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos en busca de la venidera. [15] Ofrezcamos continuamente a Dios por medio de él un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre. [16] No os olvidéis de hacer el bien y de compartir lo vuestro, pues en este tipo de sacrificios se complace Dios.

[17] Obedeced a vuestros pastores y someteos a ellos, pues velan por vuestras almas como quienes han de rendir cuentas, para que lo hagan con alegría y sin quejarse, pues esto no os convendría.

[18] Rezad por nosotros, porque estamos convencidos de actuar con buena conciencia, pero queremos proceder en todo con rectitud. [19] Os ruego encarecidamente que lo hagáis, para que yo os sea devuelto cuanto antes.

[20] El Dios de la paz, que en virtud de la sangre de una alianza eterna resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, [21] os disponga con todo bien para que cumpláis su voluntad y obre en nosotros lo que es agradable en su presencia, por medio de Jesucristo; a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

[22] Os ruego, hermanos, que aceptéis esta palabra de exhortación; con este propósito os he escrito brevemente. [23] Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido puesto en libertad y, si llega pronto, iré con él a veros. [24] Saludad a todos vuestros pastores y a todos los santos. Os saludan los de Italia. [25] La gracia sea con todos vosotros.

EPÍSTOLA DE SANTIAGO

Capítulo 1

[1] Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la dispersión.

[2] Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar cercados por toda clase de pruebas, [3] sabiendo que vuestra fe, una vez probada, produce la paciencia. [4] Pero la paciencia ha de ejercitarse hasta el final, para que seáis perfectos e integros, sin defecto alguno.

[5] Si alguno de vosotros carece de sabiduría, que la pida a Dios —que da a todos abundantemente y sin echarlo en cara—, y se la concederá. [6] Pero que la pida con fe, sin vacilar; pues quien vacila, es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una parte a otra. [7] Que no piense que va a recibir nada del Señor un hombre así, [8] un hombre vacilante, inconstante en todos sus caminos.

[9] Que el hermano de condición humilde se gloríe en su exaltación, [10] y el rico en su humillación, pues pasará como la flor del heno. [11] Porque sale el sol con ardor y seca el heno, y su flor cae, y se pierde la hermosura de su aspecto. Así también el rico se marchitará en sus afanes. [12] Bienaventurado el hombre que soporta con paciencia la adversidad, porque una vez probado, recibirá como corona la vida que Dios prometió a los que le aman.

[13] Nadie, cuando sea incitado al mal, diga: Es Dios quien me tienta; porque Dios ni es tentado al mal ni tienta a nadie, [14] sino que cada uno es tentado por su propia concupiscencia, que le atrae y le seduce. [15] Después, la concupiscencia, una vez que ha concebido, da a luz el pecado, y éste, una vez consumado, engendra la muerte.

[16] No os engañéis, hermanos míos queridísimos. [17] Toda dádiva generosa y todo don perfecto viene de lo alto, descendiendo del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra causada por movimientos. [18] Por libre decisión nos engendró con la palabra de la verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas.

[19] Bien lo sabéis, hermanos míos queridísimos. Que cada uno sea diligente para escuchar, pero lento para hablar y lento para la ira; [20] porque la ira del hombre no hace lo que es justo ante Dios. [21] Por eso, apartad toda inmundicia y todo resto de maldad, y recibid con mansedumbre la palabra sembrada en vosotros, capaz de salvar vuestras almas. [22] Pero habéis de ponerla en práctica, y no sólo escucharla, engañándoos a vosotros mismos. [23] Porque quien se contenta con oír la palabra, sin ponerla en práctica, es semejante a un hombre que contempla la figura de su rostro en su espejo: [24] se mira, se va, e inmediatamente se olvida de cómo era. [25] En cambio, quien considera atentamente la ley perfecta de la libertad y persevera en ella —no como quien la oye y luego se olvida, sino como quien la pone por obra— ese será bienaventurado al llevarla a la práctica.

[26] Si alguno se considera hombre piadoso, pero no refrena su lengua, engañando de este modo a su corazón, su religiosidad es vana. [27] La religiosidad pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación, y guardarse incontaminado de este mundo.

Capítulo 2

[1] Hermanos míos, no intentéis conciliar la fe en nuestro Señor Jesucristo, glorioso, con la acepción de personas. [2] Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con anillo de oro y vestido espléndido, y entra también un pobre mal vestido. [3] Y que, fijándoos en el que lleva el vestido espléndido, le decís: Tú, siéntate aquí, en buen sitio; y, en cambio, al pobre le decís: Tú, quédate ahí de pie, o siéntate en el suelo a mis pies. [4] ¿No hacéis entonces distinciones entre vosotros, y juzgáis con criterios perversos?

[5] Escuchad, hermanos míos queridísimos: ¿Acaso no escogió Dios a los pobres según el mundo, para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que le aman? [6] Vosotros, en cambio, deshonráis al pobre. ¿Y no son los ricos quienes os oprimen y os arrastran a los tribunales? [7] ¿No son ellos los que blasfeman el hermoso nombre que ha sido invocado sobre vosotros? [8] Si cumplís la ley regia, según dice la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, obráis bien; [9] pero si hacéis acepción de personas, cometéis un pecado, y la Ley os condena como transgresores. [10] Porque quien observa toda la Ley, pero falta en un solo mandamiento, se hace reo de todos. [11] Pues aquel que dijo: No cometerás adulterio, dijo también: No matarás. Y si no cometes adulterio, pero matas, te has hecho transgresor de la Ley. [12] Por tanto, hablad y obrad como quienes han de ser juzgados por la ley de la libertad. [13] Porque quien no practica la misericordia, tendrá un juicio sin misericordia. La misericordia, en cambio, prevalece frente al juicio.

[14] ¿De qué sirve, hermanos míos, que uno diga tener fe, si no tiene obras? ¿Acaso la fe podrá salvarle? [15] Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento cotidiano, [16] y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? [17] Así también la fe, si no va a acompañada de obras, está realmente muerta.

[18] Más aún, alguno podrá decir: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin obras, y yo por mis obras te mostraré la fe. [19] ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien; pero también los demonios lo creen, y se estremecen.

[20] ¿Quieres saber, hombre necio, cómo la fe sin obras es estéril? [21] Abrahán, nuestro padre, ¿acaso no fue justificado por las obras, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? [22] ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras, y cómo la fe alcanzó su perfección por las obras? [23] Y así se cumplió la Escritura que dice: Creyó Abrahán a Dios y le fue contado como justicia, y fue llamado amigo de Dios.

[24] Ya veis que el hombre queda justificado por las obras, y no por la fe solamente. [25] Del mismo modo Rahab, la meretriz, ¿no fue también justificada por las obras, cuando hospedó a los mensajeros y les hizo salir por otro camino? [26] Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.

Capítulo 3

[1] Hermanos míos, no pretendáis muchos ser maestros, sabiendo que tendremos un juicio más severo; [2] porque todos caemos con frecuencia. Si alguno no peca de palabra, ése es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo su cuerpo. [3] Si ponemos frenos en la boca a los caballos para que nos obedezcan, y así dirigimos todo su cuerpo; [4] y si también en las naves —aunque sean tan grandes y las empujen vientos fuertes— un pequeño timón las dirige adonde quiere la voluntad del piloto, [5] del mismo modo, la lengua es un miembro pequeño, pero va presumiendo de grandes cosas. ¡Ved qué poco fuego basta para quemar un gran bosque! [6] Así también la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad; es ella, de entre nuestros miembros, la que contamina todo el cuerpo, y, encendida por el infierno, inflama el curso de nuestra vida desde el nacimiento.

[7] Todo género de fieras, aves, reptiles y animales marinos puede domarse y de hecho ha sido domado por el hombre; [8] sin embargo, ningún hombre es capaz de domar su lengua. Es un mal turbulento, y está llena de veneno mortífero. [9] Con ella bendecimos a quien es Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a semejanza de Dios. [10] De la misma boca salen la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así. [11] ¿Acaso mana de una fuente agua dulce y amarga por el mismo caño? [12] ¿O puede, hermanos míos, la higuera producir aceitunas o la vid higos? Tampoco una fuente salada puede producir agua dulce.

[13] ¿Hay alguno entre vosotros sabio y docto? Pues que muestre por su buena conducta que hace sus obras con la mansedumbre propia de la sabiduría. [14] Pero si tenéis en vuestro corazón celo amargo y rencillas, no os jactéis ni falseéis la verdad. [15] Una sabiduría así no desciende de lo alto, sino que es terrena, meramente natural, diabólica. [16] Pues donde hay celos y rencillas, allí hay desorden y toda clase de malas obras. [17] En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. [18] Los que promueven la paz siembran con la paz el fruto de la justicia.

Capítulo 4

[1] ¿De dónde proceden las guerras y las peleas entre vosotros? ¿Acaso no provienen de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? [2] Codiciáis, y no tenéis; matáis y tenéis envidia, y no podéis conseguir nada; lucháis y os hacéis la guerra. No tenéis porque no pedís. [3] Pedís y no obtenéis, porque pedís mal, para derrochar en vuestros placeres. [4] ¡Almas adúlteras!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, el que desee ser amigo de este mundo, se hace enemigo de Dios. [5] ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: Celosamente nos ama el Espíritu que habita en nosotros? [6] Pero mayor es la gracia que da; por lo cual dice: Dios resiste a los soberbios, y a los humildes da la gracia.

[7] Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. [8] Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores, y purificad vuestros corazones, hombres vacilantes. [9] Reconoced vuestra miseria, afligíos y llorad; que vuestra risa se convierta en llanto, y vuestra alegría en tristeza. [10] Humillaos en presencia del Señor, y Él os ensalzará.

[11] No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano o lo juzga, habla mal de la Ley y la juzga. Y si juzgas la Ley, ya no eres cumplidor de la Ley, sino juez. [12] Uno solo es legislador y juez, el que puede salvar y perder. Pero tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?

[13] Ahora, vosotros, los que decís: Hoy o mañana iremos a tal ciudad, pasaremos allí un año, negociaremos y obtendremos buenas ganancias; [14] los que no sabéis qué será de vuestra vida el día de mañana, porque sois un vaho que aparece por un instante, y enseguida se evapora. [15] En lugar de esto deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. [16] Vosotros en cambio os jactáis en vuestras fanfarronadas; toda jactancia de este tipo es mala. [17] Por tanto, el que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.

Capítulo 5

[1] Ahora, vosotros, los ricos, llorad a gritos por las desgracias que os van a caer. [2] Vuestra riqueza está podrida, y vuestros vestidos consumidos por la polilla; [3] vuestro oro y vuestra plata están enmohecidos, y su moho servirá de testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis atesorado para los últimos días. [4] Mirad: el salario que habéis defraudado a los obreros que segaron vuestros campos, está clamando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. [5] Habéis vivido lujosamente en la tierra, entregados a los placeres, y habéis cebado vuestros corazones para el día de la matanza. [6] Habéis condenado y habéis dado muerte al justo, sin que él os ofreciera resistencia.

[7] Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y las tardías. [8] Tened también vosotros paciencia, fortaleced vuestros corazones, porque la Venida del Señor está cerca. [9] No os quejéis, hermanos, unos de otros, para que no seáis juzgados; mirad que el Juez está ya a la puerta. [10] Tomad, hermanos, como modelos de una vida sufrida y paciente a los profetas, que hablaron en nombre del Señor. [11] Mirad cómo proclamamos bienaventurados a quienes sufrieron con paciencia; habéis oído la paciencia de Job y habéis visto el desenlace que el Señor le dio; porque el Señor es entrañablemente compasivo y misericordioso.

[12] Ante todo, hermanos míos, no juréis: ni por el cielo ni por la tierra, ni con cualquier otro juramento. Que vuestro Sí sea sí, y vuestro No sea no, para que no incurráis en sentencia condenatoria.

[13] ¿Está triste alguno de vosotros? Que rece. ¿Está contento? Que cante salmos. [14] ¿Está enfermo alguno de vosotros? Que llame a los presbíteros de la Iglesia, y que oren sobre él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor. [15] Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor le hará levantarse, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados. [16] Confesaos, pues, unos a otros los pecados, y rezad unos por otros, para que seáis curados. La oración fervorosa del justo puede mucho. [17] Elías era un hombre de igual condición que nosotros; y rezó fervorosamente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. [18] Después rezó de nuevo, y el cielo dio lluvia y la tierra germinó su fruto.

[19] Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro le convierte, [20] sepa que quien convierte a un pecador de su extravío, salvará su alma de la muerte y cubrirá sus muchos pecados.

EPÍSTOLA PRIMERA DE PEDRO

Capítulo 1

[1] Pedro, apóstol de Jesucristo, a los que peregrinan en la diáspora de Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos [2] según la presciencia de Dios Padre, mediante la santificación del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre: gracia y paz en abundancia para vosotros.

[3] Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos ha engendrado de nuevo —mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos— a una esperanza viva, [4] a una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, [5] que, por el poder de Dios, estáis custodiados mediante la fe hasta alcanzar la salvación, dispuesta para ser manifestada en el tiempo último. [6] Por eso exultáis, aunque ahora, durante algún tiempo, tengáis que estar afligidos por diversas pruebas, [7] a fin de que la calidad probada de vuestra fe —mucho más preciosa que el oro perecedero que, sin embargo, se acrisola por el fuego— sea hallada digna de alabanza, gloria y honor, cuando se manifieste Jesucristo. [8] A quien amáis sin haberlo visto; en quien creéis sin verlo aún, y os alegráis con un gozo inefable y glorioso, [9] alcanzando así la meta de vuestra fe, la salvación de las almas.

[10] Sobre esta salvación investigaron e indagaron los profetas que vaticinaron acerca de la gracia que recibiríais, [11] buscando el tiempo y las circunstancias a que se refería el Espíritu de Cristo que moraba en ellos, y testificaba de antemano los padecimientos reservados a Cristo y su posterior glorificación. [12] Les fue revelado que —no para su provecho, sino para el vuestro— eran servidores de estas realidades; las mismas que os han sido anunciadas ahora por quienes os predicaron el Evangelio en virtud del Espíritu Santo, enviado desde el Cielo; las mismas que los ángeles contemplan con avidez.

[13] Por lo cual, tened dispuesto el ánimo, vivid con sobriedad, y poned toda vuestra esperanza en aquella gracia que os llegará con la manifestación de Jesucristo. [14] Como hijos obedientes, no conforméis vuestra vida a las antiguas concupiscencias del tiempo de vuestra ignorancia, [15] sino que así como es santo el que os llamó, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta, [16] conforme a lo que dice la Escritura: Sed santos, porque yo soy santo. [17] Y si llamáis Padre al que sin hacer acepción de personas, juzga a cada uno según sus obras, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación; [18] sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra conducta vana, heredada de vuestros mayores, no con bienes corruptibles, plata u oro, [19] sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha, [20] predestinado ya antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos para vuestro bien; [21] para quienes por medio de él creéis en Dios, que le resucitó de entre los muertos y le glorificó, a fin de que vuestra fe y vuestra esperanza se dirijan a Dios.

[22] Ya que habéis purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, para una caridad fraterna no fingida, amaos de corazón intensamente unos a otros, [23] como quienes han sido engendrados de nuevo no de un germen corruptible, sino incorruptible, por medio de la palabra de Dios, viva y permanente.

[24] Pues

      Toda carne es como heno

      y toda su gloria como flor de heno;

      se seca el heno y cae la flor, [25] pero la palabra del Señor permanece para siempre.

Esta es la palabra que os ha sido anunciada como buena nueva.

Capítulo 2

[1] Así, pues, habiéndonos despojado de toda malicia y de todo engaño, de hipocresías, envidias y de toda suerte de maledicencias, [2] apeteced, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que con ella crezcáis en orden a la salvación, [3] si es que habéis gustado qué bueno es el Señor. [4] Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, [5] también vosotros —como piedras vivas— sois edificados como edificio espiritual en orden a un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo. [6] Por lo que dice la Escritura: He aquí que pongo en Sión una piedra angular, escogida, preciosa; quien crea en ella, no será confundido.

[7] Para vosotros, pues, los creyentes, el honor; pero para los incrédulos: La piedra que desecharon los constructores, ésta se ha convertido en la piedra angular, [8] y en piedra de tropiezo y roca de escándalo. Ellos tropiezan, porque no creen en la palabra: para esto habían sido destinados. [9] Pero vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido en propiedad, para que pregonéis las maravillas de Aquel que os llamó de las tinieblas a su admirable luz: [10] los que un tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios, los que antes no habíais alcanzado misericordia, ahora habéis alcanzado misericordia.

[11] Queridos, os exhorto a que, como forasteros y peregrinos, os abstengáis de las concupiscencias carnales, que combaten contra el alma. [12] Observad entre los gentiles una conducta ejemplar, a fin de que, en lo mismo que os calumnian como malhechores, a la vista de vuestras buenas obras, glorifiquen a Dios en el día de su visita.

[13] Estad sujetos, por el Señor, a toda institución humana: lo mismo al rey, como soberano, [14] que a los gobernadores, como enviados por él para castigar a los malhechores y honrar a los que obran el bien. [15] Pues ésta es la voluntad de Dios: qua haciendo el bien, hagáis enmudecer la ignorancia de los insensatos. [16] Actuad como hombres libres, no a la manera de quienes convierten la libertad en pretexto para la maldad, sino como siervos de Dios. [17] Tened consideración con todos, amad a los hermanos, temed a Dios, honrad al rey.

[18] Criados, sed sumisos con todo respeto a vuestros amos, no sólo a los buenos e indulgentes, sino también a los déspotas. [19] Porque es buena cosa que uno, por consideración a Dios, soporte penas, sufriendo injustamente. [20] En efecto, ¿qué mérito tenéis, si por vuestras faltas sois castigados y lo sufrís? En cambio, si obrando el bien soportáis el sufrimiento, eso es agradable a los ojos de Dios. [21] Pues para esto fuisteis llamados, ya que también Cristo padeció por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas:

[22] El no cometió pecado, ni en su boca se halló engaño; [23] al ser insultado, no respondía con insultos; al ser maltratado no amenazaba, sino que ponía su causa en manos del que juzga con justicia; [24] subiendo al madero, él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia; y por sus llagas fuisteis sanados.

[25] Porque erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas.

Capítulo 3

[1] Igualmente vosotras, mujeres, sed sumisas a vuestros maridos para que, aun cuando algunos no crean en la palabra, sean ganados sin palabras por el comportamiento de sus mujeres, [2] al observar vuestra conducta casta, llena de respeto. [3] Que vuestro adorno no sea el exterior, peinados, joyas de oro, vestidos llamativos, [4] sino lo más íntimo vuestro, lo oculto en el corazón, ataviado con la incorruptibilidad de un alma apacible y serena: esto es lo de mayor valor a los ojos de Dios. [5] Porque también así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sumisas a sus maridos; [6] así Sara obedeció a Abrahán, llamándole señor. De ella sois hijas, cuando obráis el bien sin inquietaros por ningún temor.

[7] Lo mismo vosotros, maridos, en la convivencia con vuestra mujer, tened en cuenta que es un ser más frágil, y tributadles el honor debido, ya que son también coherederas del don de la Vida, para que nada estorbe vuestras oraciones.

[8] Finalmente, tened todos el mismo pensar y el mismo sentir, amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes, [9] no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino —al contrario— bendiciendo, porque para esto habéis sido llamados, para ser herederos de la bendición.

[10] Pues el que quiera amar la vida y ver días dichosos, refrene su lengua del mal y sus labios de palabras engañosas; [11] apártese del mal y practique el bien, busque la paz y vaya en pos de ella. [12] Porque los ojos del Señor miran a los justos, y sus oídos están atentos a sus plegarias, pero el rostro del Señor se vuelve contra los que obran mal.

[13] ¿Y quién podrá haceros daño, si sois celosos en practicar el bien? [14] Con todo, si tuvierais que padecer a causa de la justicia, bienaventurados vosotros: No temáis ante sus intimidaciones, ni os turbéis, [15] sino glorificad a Cristo Señor en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pida; [16] pero con mansedumbre y respeto, y teniendo limpia la conciencia, para que quienes calumnian vuestra buena conducta en Cristo, queden confundidos en aquello que os critican. [17] Pues es mejor padecer por hacer el bien, si ésa fuera la voluntad de Dios, que por hacer el mal.

[18] Porque también Cristo padeció una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarlos a Dios. Fue muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu; [19] en él se fue a predicar también a los espíritus cautivos, [20] en otro tiempo incrédulos, cuando en los días de Noé les esperaba Dios pacientemente, mientras se construía el arca. En ella, unos pocos —ocho personas— fueron salvados a través del agua. [21] Esto era figura del bautismo, que ahora os salva, no por quitar la suciedad del cuerpo, sino por pedir firmemente a Dios una conciencia buena, en virtud de la resurrección de Jesucristo [22] que, después de haber subido al cielo, está sentado a la diestra de Dios y le han sido sometidos los Angeles, las Potestades y las Virtudes.

Capítulo 4

[1] Puesto que Cristo padeció en su carne, confortaos también vosotros con esta consideración: quien padeció en la carne ha roto con el pecado, [2] para vivir el tiempo que le queda de su vida mortal, no ya según las concupiscencias humanas, sino según la voluntad de Dios. [3] Pues ya habéis pasado bastante tiempo obrando según el modo de proceder de los gentiles, viviendo en desenfreno, concupiscencias, borracheras, comilonas, embriagueces e idolatrías abominables. [4] Por eso se extrañan de que ya no os precipitáis con ellos en ese libertinaje desenfrenado, y os cubren de insultos. [5] Pero tendrán que rendir cuentas al que está pronto para juzgar a vivos y muertos. [6] Pues para esto fue anunciado el evangelio incluso a los muertos, para que, aunque condenados en su vida corporal según el juicio de los hombres, vivan sin embargo en espíritu según el juicio de Dios.

[7] El fin de todas las cosas está cerca. Sed, pues, sensatos y sobrios para poder rezar. [8] Ante todo, mantened entre vosotros una ferviente caridad, porque el amor cubre la multitud de los pecados. [9] Sed hospitalarios unos con otros, sin quejaros. [10] Que cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. [11] Si uno toma la palabra, sea de verdad palabra de Dios; si uno ejerce un ministerio, hágalo en virtud del poder que Dios le otorga, para que en todas las cosas Dios sea glorificado por Jesucristo. Para él es la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

[12] Queridísimos, no os extrañéis —como de algo insólito— del incendio que ha prendido entre vosotros para probaros; [13] sino alegraos, porque así como participáis en los padecimientos de Cristo, así también os llenaréis de gozo en la revelación de su gloria. [14] Bienaventurados si os insultan por el nombre de Cristo, porque el Espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros. [15] Que ninguno de vosotros tenga que sufrir por ser homicida, ladrón, malhechor o entrometido en lo ajeno; [16] pero si es por ser cristiano, no se avergüence, sino que glorifique a Dios por llevar este nombre. [17] Porque ha llegado el momento de que el juicio comience por la casa de Dios; y, si empieza por nosotros, ¿cuál será el fin de los que no creen en el evangelio de Dios?

[18] Pues si el justo a duras penas se salva, el impío y el pecador, ¿dónde irán a parar?

[19] Por tanto, incluso los que tengan que sufrir de acuerdo con la voluntad de Dios, encomienden sus almas al Creador, que es fiel, perseverando en la práctica del bien.

Capítulo 5

[1] A los presbíteros que hay entre vosotros, yo —presbítero como ellos y, además, testigo de los padecimientos de Cristo y partícipe de la gloria que ha de manifestarse— os exhorto: [2] Apacentad la grey de Dios que os ha sido confiada, gobernando no a la fuerza, sino de buen grado según Dios; no por mezquino afán de lucro, sino de corazón; [3] no como tiranos sobre la heredad del Señor, sino haciéndoos modelo de la grey. [4] Así, cuando se manifieste el Pastor Supremo, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

[5] Igualmente vosotros, los jóvenes, someteos a los presbíteros. Y todos, revestíos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios y a los humildes da su gracia.

[6] Humillaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que a su tiempo os exalte. [7] Descargad sobre Él todas vuestras preocupaciones, porque Él cuida de vosotros. [8] Sed sobrios y vigilad, pues vuestro adversario el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. [9] Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos dispersos por el mundo soportan los mismos padecimientos. [10] Y, después de haber sufrido por poco tiempo, el Dios de toda gracia, que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria, os restablecerá y consolidará, os dará fortaleza y estabilidad. [11] A él el poder por los siglos de los siglos. Amén.

[12] Por medio de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, para exhortaros y atestiguaros que ésta es la verdadera gracia de Dios; perseverad en ella. [13] Os saluda la Iglesia de Babilonia —elegida como vosotros— y, en particular, Marcos, mi hijo. [14] Saludaos mutuamente con el ósculo de la caridad. La paz sea con todos vosotros, que estáis en Cristo.

EPÍSTOLA SEGUNDA DE PEDRO

Capítulo 1

[1] Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a cuantos por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como la nuestra: [2] gracia y paz en abundancia para vosotros, mediante el conocimiento de Dios y de Jesús Señor nuestro.

[3] Su divino poder nos ha concedido cuanto se refiere a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que nos ha llamado por su propia gloria y potestad: [4] con ello nos ha hecho merced de los preciosos y más grandes bienes prometidos, para que —por éstos— lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, tras haber esCAP. ado de la corrupción que reina en el mundo a causa de la concupiscencia.

[5] Por esa razón, debéis poner de vuestra parte todo empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, [6] al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia, a la paciencia la piedad, [7] a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad. [8] Porque si tenéis estas virtudes y crecen vigorosamente en vosotros, no quedaréis inoperantes e infecundos en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. [9] Quien carezca de estas virtudes es tan miope que no puede ver, y ha echado en olvido que fue purificado de sus pecados de antaño. [10] Por tanto, hermanos, poned el mayor empeño en fortalecer vuestra vocación y elección; comportándoos de este modo, no tropezaréis jamás. [11] Así se os abrirá de par en par la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

[12] Por eso procuraré siempre recordaros estas cosas, por más que las sepáis y estéis firmes en la verdad que ya poseéis. [13] Pues considero que es mi deber —mientras permanezca en esta tienda— estimularos con mis exhortaciones, [14] pues sé que pronto tendré que abandonarla, según me lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. [15] Y procuraré que aun después de mi partida podáis recordar estas cosas en todo momento.

[16] Pues os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas, sino porque hemos sido testigos oculares de su majestad. [17] En efecto, él fue honrado y glorificado por Dios Padre, cuando la sublime gloria le dirigió esta voz: Este es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias. [18] Y esta voz, venida del cielo, la oímos nosotros estando con él en el monte santo. [19] Y tenemos así mejor confirmada la palabra de los profetas, a la que hacéis bien en prestar atención como a lámpara que brilla en la oscuridad, hasta que alboree el día y el lucero de la mañana amanezca en vuestros corazones. [20] Pues ante todo debéis saber que nadie puede interpretar por sí mismo ninguna profecía de la Escritura, [21] porque jamás profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que, movidos por el Espíritu Santo, ciertos hombres hablaron de parte de Dios.

Capítulo 2

[1] Pero también surgieron falsos profetas en el pueblo de Israel, como habrá entre vosotros falsos maestros; éstos introducirán fraudulentamente herejías perniciosas, llegando hasta negar al Dueño que los rescató, atrayendo así sobre ellos mismos una pronta perdición. [2] Muchos seguirán sus costumbres licenciosas, y por su causa el camino de la verdad será infamado; [3] movidos por la codicia, traficarán con vosotros usando palabras engañosas; pero su condenación —anunciada ya desde antiguo— permanece en vigor, y su perdición no duerme.

[4] En efecto: Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos en el infierno los entregó a las cavernas tenebrosas, donde están reservados para el juicio; [5] y no perdonó al mundo antiguo, aunque preservó a Noé —pregonero de la justicia— con otros siete, cuando desencadenó el diluvio sobre el mundo de los impíos; [6] y a las ciudades de Sodoma y Gomorra las condenó a la destrucción, reduciéndolas a cenizas para escarmiento de los impíos que habían de venir; [7] y libró en cambio al justo Lot —atormentado por la conducta licenciosa de aquellos hombres inicuos—; [8] pues este justo, al vivir entre ellos, sentía atormentada su alma por las obras inicuas que un día y otro veía y oía: [9] porque el Señor sabe cómo librar de la prueba a los piadosos y retener a los impíos para castigarlos en el día del juicio, [10] sobre todo a los que van detrás de la carne, arrastrados por deseos impuros, y menosprecian la autoridad del Señor. Atrevidos y arrogantes, no temen blasfemar de los seres gloriosos, [11] mientras que los ángeles —aun siendo superiores en fuerza y poder— no profieren un juicio injurioso contra ellos en presencia del Señor. [12] Pero éstos —como bestias irracionales, destinadas por naturaleza para ser capuradas y muertas— blasfeman de lo que ignoran, y perecerán como ellas, [13] sufriendo el mal por el mal que hicieron. Consideran como dicha el goce de un día; hombres sucios y corrompidos, que se deleitan en sus extravíos, mientras se divierten con vosotros en los banquetes. [14] Sus ojos están llenos de adulterio y no cesan de pecar; seducen a las almas débiles y tienen el corazón curtido en la codicia; son hijos de maldición. [15] Abandonaron el camino recto y se extraviaron, siguiendo el camino de Balaán, hijo de Bosor, que amó el salario de la iniquidad, [16] pero fue reprendido por su transgresión: un jumento mudo, hablando con voz humana, impidió la insensatez del profeta. [17] Esos son fuentes sin agua y nieblas arrastradas por el huracán, a quienes está reservado el infierno tenebroso.

[18] Profieren palabras hinchadas de vanidad, y provocando concupiscencias carnales y lascivias, seducen a quienes acaban de alejarse de los que viven en el error. [19] ¡Les prometen la libertad, siendo ellos mismos esclavos de la corrupción!, ya que uno es esclavo de quien le ha vencido.

[20] Porque si después de haber escapado de las impurezas del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se dejan atrapar nuevamente por ellas y son vencidos, sus postrimerías resultan peores que los principios. [21] Más les valiera no haber conocido el camino de la justicia que, después de conocerlo, volverse atrás del santo precepto que se les entregó. [22] Se ha cumplido en ellos aquel proverbio tan acertado: El perro vuelve a su propio vómito y la cerda lavada a revolcarse en el fango.

Capítulo 3

[1] Queridísimos, ésta es ya la segunda carta que os escribo. En ellas procuro despertar en vosotros con mis exhortaciones el recto criterio, [2] a fin de que os acordéis de las predicciones de los santos profetas, y del precepto del Señor y Salvador transmitido por vuestros apóstoles. [3] Sabed ante todo que en los últimos días vendrán escarnecedores que, burlándose de todo, vivirán según sus propias concupiscencias, [4] y dirán: ¿Dónde queda la promesa de su venida? Pues desde que los padres murieron, todo continúa como desde el principio de la creación.

[5] Ignoran voluntariamente que en otro tiempo hubo cielos y tierra; ésta, por la palabra de Dios, surgió de las aguas, y fue asentada en medio de ellas, [6] y, así, el mundo de entonces pereció anegado por las aguas.

[7] A su vez, los cielos y la tierra de ahora, por la misma palabra, están reservados para el fuego y guardados para el día del juicio y de la perdición de los impíos.

[8] Pero hay algo, queridísimos, que no debéis olvidar: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. [9] No tarda el Señor en cumplir su promesa, como algunos piensan; más bien usa de paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. [10] Pero como un ladrón llegará el día del Señor; entonces los cielos se desharán con estrépito, los elementos se disolverán abrasados, y lo mismo la tierra con lo que hay en ella.

[11] Si todas estas cosas han de destruirse de ese modo, ¡cómo debéis se vosotros en vuestra conducta santa y en vuestra piedad!, [12] mientras aguardáis y apresuráis la venida del día de Dios, cuando los cielos se disolverán ardiendo y los elementos se derretirán abrasados. [13] Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, en los que habita la justicia.

[14] Por lo tanto, queridísimos, en espera de estos acontecimientos, esmeraos para que él os encuentre en paz, inmaculados e intachables, [15] y considerad que la longanimidad de nuestro Señor es nuestra salvación. Así os lo escribió también nuestro querido hermano Pablo según la sabiduría que se le otorgó, [16] y así lo enseña en todas las epístolas en las que se trata de estos temas. En ellas hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los inestables interpretan torcidamente —lo mismo que las demás Escrituras— para su propia perdición.

[17] Vosotros, pues, queridísimos, sabiéndolo de antemano estad alerta, no sea que —arrastrados por el error de esos disolutos— decaigáis de vuestra firmeza. [18] Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.

EPÍSTOLA PRIMERA DE JUAN

Capítulo 1

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida [2] —pues la vida se ha manifestado y nosotros la hemos visto, y damos testimonio, y os anunciamos la vida eterna, que estaba junto al Padre, y se nos ha manifestado—; [3] lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. [4] Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo.

[5] He aquí el mensaje que le hemos oído y que os anunciamos: Dios es luz y no hay en Él tiniebla alguna.

[6] Si decimos que tenemos comunión con Él, y sin embargo caminamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. [7] En cambio, si caminamos en la luz, del mismo modo que Él está en la luz, entonces tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.

[8] Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. [9] Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda iniquidad. [10] Si decimos que no hemos pecado, le hacemos mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

Capítulo 2

[1] Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos un abogado ante el Padre: Jesucristo, el justo. [2] Él es la víctima de propiciación por nuestros pecados; y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo.

[3] En esto sabemos que le hemos conocido: en que guardamos sus mandamientos. [4] Quien dice: Yo le conozco, pero no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y en ése no está la verdad. [5] En cambio, quien guarda su palabra, en ése el amor de Dios ha alcanzado verdaderamente su perfección. En esto sabemos que estamos en Él. [6] Quien dice que permanece en Dios, debe caminar como él caminó.

[7] Queridísimos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que tenéis desde el principio: este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado. [8] Y sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo —novedad que se verifica en él y en vosotros—, porque las tinieblas van desapareciendo y brilla ya la luz verdadera. [9] Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está todavía en las tinieblas. [10] Quien ama a su hermano, permanece en la luz y no corre peligro de tropezar. [11] En cambio, quien aborrece a su hermano está en las tinieblas y camina en ellas, sin saber a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

[12] Os escribo a vosotros, hijitos, porque por su nombre se os han perdonado los pecados. [13] Os escribo a vosotros, padres, porque habéis conocido al que existe desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno.

[14] Os insito a vosotros, niños, porque habéis conocido al Padre. Os insisto a vosotros, padres, porque habéis conocido al que existe desde el principio. Os insisto a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al Maligno.

[15] No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. [16] Pues todo lo que hay en el mundo —la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la arrogancia de los bienes terrenos— no procede del Padre, sino del mundo. [17] Y el mundo es pasajero, y también sus concupiscencias; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre.

[18] Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que tiene que venir el Anticristo: pues bien, ya han aparecido muchos anticristos, por lo que sabemos que es la última hora. [19] Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Porque si hubieran sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que ninguno de ellos es de los nuestros. [20] En cuanto a vosotros, tenéis la unción del Santo; y todos estáis instruidos. [21] No os escribo porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y sabéis que ninguna mentira proviene de la verdad. [22] ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. [23] Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre; el que confiesa al Hijo, tiene también al Padre. [24] En cuanto a vosotros, procurad que permanezca en vosotros lo que habéis oído desde el principio. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. [25] Y ésta es la promesa que él nos hizo: la vida eterna.

[26] Os escribo esto a propósito de los que pretenden engañaros. [27] En cuanto a vosotros, la unción que recibisteis de él permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe; sino que tal como su unción, que es verdadera y no engaña, os enseña acerca de todas las cosas, permaneced en él, del mismo modo que os enseñó.

[28] Y ahora, hijos míos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza y no quedemos avergonzados lejos de él, en su venida. [29] Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que obra la justicia ha nacido de él.

Capítulo 3

[1] Mirad qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre: que nos llamemos hijos de Dios, ¡y lo somos! Por eso el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a Él. [2] Queridísimos, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es.

[3] Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica para ser como él, que es puro. [4] Todo el que comete pecado, comete una iniquidad, pues el pecado es iniquidad. [5] Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado.

[6] Todo el que permanece en él, no peca; en cambio, el que peca no le ha visto ni le ha conocido. [7] Hijos míos, que nadie os engañe. El que obra la justicia es justo, como él es justo. [8] El que peca, ése es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto se manifestó el Hijo de Dios: para destruir las obras del diablo. [9] Todo el que ha nacido de Dios no peca, porque el germen divino permanece en él; no puede pecar porque ha nacido de Dios.

[10] En esto se distinguen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia, no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

[11] Pues el mensaje que habéis escuchado desde el principio es éste: que nos amemos unos a otros. [12] No como Caín que, siendo del Maligno, mató a su hermano. Y ¿por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran buenas. [13] No os extrañéis, hermanos, si el mundo os aborrece. [14] Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. [15] Todo el que aborrece a su hermano es un homicida; y sabéis que ningún homicida tiene en sí la vida eterna.

[16] En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros; también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. [17] Si alguno posee bienes de este mundo y, viendo que su hermano padece necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? [18] Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y de verdad.

[19] En esto conoceremos que somos de la verdad, y en su presencia tranquilizaremos nuestro corazón, [20] aun cuando el corazón nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestro corazón y conoce todo.[21] Queridísimos, si el corazón no nos acusa, tenemos plena confianza ante Dios, [22] y recibimos de Él cuanto pidamos, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que es grato a sus ojos.

[23] Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, conforme al mandamiento que nos dio. [24] El que guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; y por esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado.

Capítulo 4

[1] Queridísimos, no creáis a cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus son de Dios, pues muchos falsos profetas han aparecido en el mundo. [2] En esto conocéis el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne, es de Dios; [3] y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios. Ese es el espíritu del Anticristo, del cual habéis oído que tiene que venir; pues bien, ya está en el mundo. [4] Vosotros, hijos míos, sois de Dios y los habéis vencido, porque más poderoso es el que está en vosotros que el que está en el mundo. [5] Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo, y el mundo los escucha. [6] Nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha; el que no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.

[7] Queridísimos, amémonos unos a otros, porque el amor procede de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios, y conoce a Dios. [8] El que no ama, no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor. [9] En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios: en que Dios envió al mundo a su Hijo Unigénito para que recibiéramos por él la vida. [10] En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

[11] Queridísimos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.

[12] A Dios nadie lo ha visto jamás; si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor alcanza en nosotros su perfección. [13] En esto conocemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha hecho partícipes de su Espíritu.

[14] Nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo como salvador del mundo. [15] El que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. [16] Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él.

[17] En esto alcanza el amor su perfección en nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, porque tal como es él, así somos nosotros en este mundo. [18] En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto arroja fuera el temor, porque el temor supone castigo, y el que teme no es perfecto en el amor.

[19] Nosotros amamos, porque Él nos amó primero. [20] Si alguno dice: Amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. [21] Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano.

Capítulo 5

[1] Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ése ha nacido de Dios; y todo el que ama a quien le engendró, ama también a quien ha sido engendrado por Él. [2] En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. [3] Pues el amor de Dios consiste precisamente en que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos, [4] porque todo el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. [5] ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

[6] Este es el que vino por el agua y por la sangre: Jesucristo; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y es el Espíritu quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. [7] Pues son tres los que dan testimonio: [8] el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres coinciden en lo mismo. [9] Si aceptamos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; en esto consiste el testimonio de Dios: en que ha dado testimonio acerca de su Hijo. [10] El que cree en el Hijo de Dios, lleva en sí mismo el testimonio. El que no cree a Dios, le hace mentiroso, porque no cree en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. [11] Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado la vida eterna, y esta vida está en su Hijo. [12] Quien tiene al Hijo de Dios, tiene la vida; quien no tiene al Hijo, tampoco tiene la vida.

[13] Os escribo estas cosas, a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.

[14] Esta es la confianza que tenemos en él: si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. [15] Y puesto que sabemos que nos va a escuchar en todo lo que pidamos, sabemos que tenemos ya lo que le hemos pedido.

[16] Si alguno ve que su hermano comete un pecado que no lleva a la muerte, pida y le dará la vida —a quienes pecan no de muerte—. Pues hay un pecado que conduce a la muerte: de éste no hablo al decir que se ruegue. [17] Toda injusticia es pecado, pero hay pecados que no son de muerte.

[18] Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Hijo de Dios le guarda, y el Maligno no le alcanza. [19] Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo entero yace en poder del Maligno. [20] Pero sabemos también que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero; y nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna. [22] Hijitos míos, guardaos de los ídolos.

EPÍSTOLA SEGUNDA DE JUAN

Capítulo 1

[1] El Presbítero, a la Señora Elegida y a sus hijos, a quienes amo en verdad —y no sólo yo, sino todos los que tienen conocimiento de la verdad—, [2] a causa de la verdad que habita en nosotros y con nosotros estará para siempre. [3] La gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, estén con nosotros en verdad y en caridad.

[4] Me alegré mucho al haber encontrado entre tus hijos quienes caminan en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. [5] Y ahora te ruego, Señora, no como escribiéndote un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el principio: que nos amemos unos a otros. [6] Y en esto consiste el amor: en que caminemos conforme a sus mandamientos. Este es el mandamiento, tal y como habéis oído desde el principio: que caminéis en el amor.

[7] Porque han aparecido en el mundo muchos seductores, que no confiesan a Jesucristo venido en carne. Ese es el seductor y el Anticristo. [8] Mirad por vosotros, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis la recompensa plena. [9] Todo el que se sale de la doctrina de Cristo, y no permanece en ella, no posee a Dios; quien permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo. [10] Si alguno viene a nosotros y no trasmite esta doctrina no lo recibáis en casa ni le saludéis; [11] pues quien le saluda se hace cómplice de sus malas obras.

[12] Aunque tengo muchas cosas que escribiros, no he querido hacerlo con papel y tinta, sino que espero poder estar entre vosotros y hablaros de viva voz, para que nuestro gozo sea completo. [13] Te saludan los hijos de tu hermana Elegida.

EPÍSTOLA TERCERA DE JUAN

Capítulo 1

[1] El Presbítero, al querido Gayo, a quien amo de verdad. [2] Queridísimo, pido que te vaya bien en todo y goces de buena salud, como va bien tu alma.

[3] Porque me alegré mucho cuando vinieron unos hermanos y dieron testimonio de tu fidelidad, de que caminas en la verdad. [4] No hay para mí mayor alegría que oír que mis hijos caminan en la verdad. [5] Queridísimo, en tu conducta con los hermanos, aun siendo forasteros, te portas como corresponde a un fiel. [6] Ellos dieron testimonio de tu caridad en presencia de la Iglesia. Y harás bien en proveerles para su viaje de una manera digna de Dios; [7] pues por el Nombre se pusieron en camino sin aceptar nada de los gentiles. [8] Por eso, nosotros debemos acogerlos, para ser cooperadores de la verdad.

[9] He escrito algunas cosas a la Iglesia; pero Diotrefes, que ambiciona el primer puesto entre ellos, no nos acepta. [10] Por eso, cuando vaya, le recordaré las cosas que está haciendo, criticándonos con palabras maliciosas; y no contento con esto, tampoco recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe y los expulsa de la Iglesia.

[11] Queridísimo, no imites lo malo, sino lo bueno. El que obra el bien es de Dios; el que obra el mal no ha visto a Dios. [12] En favor de Demetrio habla el testimonio de todos e incluso la verdad misma; nosotros también damos testimonio, y sabes que nuestro testimonio es verdadero.

[13] Muchas cosas tendría que escribirte, pero no quiero hacerlo con tinta y pluma. [14] Espero verte pronto y hablaremos de viva voz. [15] La paz sea contigo. Te saludan los amigos. Saluda uno por uno a los amigos.

EPÍSTOLA DE JUDAS

Capítulo 1

[1] Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago, a los que han recibido la llamada divina, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo: [2] misericordia, paz y amor en abundancia para vosotros.

[3] Queridísimos, teniendo gran interés en escribiros acerca de nuestra común salvación, me siento obligado a dirigiros esta carta, para exhortaros a combatir por la fe, que ha sido entregada a los santos de una vez para siempre. [4] Porque se han infiltrado ciertos hombres impíos, ya de antiguo señalados en la Escritura para esta condenación, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro Jesucristo.

[5] Quiero recordaros, aunque ya sepáis todo esto de una vez para siempre, que el Señor —después de haber salvado al pueblo de la tierra de Egipto— hizo perecer a continuación a los que no creyeron; [6] y que a los ángeles que no mantuvieron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene guardados en tinieblas con cadenas eternas para el juicio del gran día; [7] también Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, que como ellos se entregaron a la fornicación y fueron tras un uso antinatural de la carne, están puestas para escarmiento, sufriendo el castigo de un fuego eterno.

[8] También éstos, a pesar de todo, en su delirio manchan su cuerpo, menosprecian la autoridad del Señor y blasfeman de los seres gloriosos. [9] El arcángel Miguel, cuando —oponiéndose al diablo— disputaba sobre el cuerpo de Moisés, no se atrevió a pronunciar una sentencia injuriosa, sino que dijo: ¡Que el Señor te reprenda! [10] Pero éstos blasfeman de todo lo que desconocen; y en lo que conocen por instinto natural como las bestias irracionales, en eso se corrompen. [11] ¡Ay de ellos!, porque se metieron por el camino de Caín, y se precipitaron por afán de lucro en la aberración de Balaán, y perecieron en la rebelión de Coré. [12] Estos son un escándalo en vuestros ágapes, banqueteando con vosotros sin recato, se apacientan a sí mismos; son nubes sin agua zarandeadas por los vientos; árboles de otoño sin fruto, dos veces muertos y arrancados de raíz; [13] olas bravías del mar que echan la espuma de sus torpezas; astros errantes a los que está reservado para siempre el infierno tenebroso.

[14] De ellos también profetizó Henoc, el séptimo descendiente de Adán, cuando dijo: He aquí que ha venido el Señor con sus santas miríadas, [15] para entablar juicio contra todos y dejar convictos a todos los impíos de todas las perversidades que han cometido, y de todas las injurias que los pecadores impíos han proferido contra él. [16] Estos son unos murmuradores, quejumbrosos de su suerte, que viven conforme a sus concupiscencias, cuya boca habla presuntuosamente, y que por propio interés adulan a las personas.

[17] En cambio vosotros, queridísimos, acordaos de las palabras predichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo, [18] que os decían: En los últimos tiempos habrá quienes se burlen de todo y vivan según sus impías concupiscencias. [19] Estos son los que crean divisiones, hombres meramente naturales, que no tienen el Espíritu. [20] Pero vosotros, queridísimos, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, [21] manteneos en el amor de Dios, aguardando que la misericordia de nuestro Señor Jesucristo os conceda la vida eterna.

[22] Tratad con compasión a los que vacilan; [23] a unos procurad salvarlos, arrancándolos del fuego; a otros tratadlos con misericordia, pero con precaución, aborreciendo hasta la túnica manchada por su carne.

[24] Al que es poderoso para guardaros sin tropiezo y presentaros sin tacha y con júbilo delante de su gloria, [25] al único Dios, Salvador nuestro por medio de Jesucristo nuestro Señor, la gloria, la majestad, el imperio y la potestad, desde siempre y ahora y por todos los siglos. Amén.

APOCALIPSIS

Capítulo 1

[1] Revelación de Jesucristo, que Dios le ha comunicado para manifestar a sus siervos lo que va a suceder pronto; y que enviando a su ángel, dio a conocer a su siervo Juan, [2] quien ha dado testimonio de todo lo que vio: la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. [3] Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía y guardan lo que está escrito en ella; porque el momento está cerca.

[4] Juan a las siete iglesias que están en Asia: la gracia y la paz sean con vosotros, de parte de aquel que es, que era y que ha de venir; de parte de los siete espíritus que están delante de su trono, [5] y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, primogénito de los muertos y príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre, [6] y nos ha hecho estirpe real, sacerdotes para su Dios y Padre: A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

[7] Mirad que viene rodeado de nubes y todos los ojos le verán, incluso los que le traspasaron, y se lamentarán por él todas las tribus de la tierra. Sí. Amén. [8] Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, aquel que es, que era y que ha de venir, el Todopoderoso.

[9] Yo, Juan, vuestro hermano y copartícipe en la tribulación, en el reino y en la paciencia en Jesús, estuve en la isla llamada Patmos, a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús. [10] Caí en éxtasis un domingo, y oí detrás de mí una gran voz, como una trompeta, [11] que decía: Escribe en un libro lo que ves y envíalo a las siete iglesias: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.

[12] Me volví para ver quién me hablaba; y, al volverme, vi siete candelabros de oro, [13] y en medio de los candelabros como un Hijo de hombre, vestido de túnica talar, y ceñido el pecho con una banda de oro. [14] Su cabeza y sus cabellos eran blancos como lana blanca, como nieve, sus ojos como llama de fuego, [15] sus pies semejantes al metal precioso cuando está en un horno encendido, y su voz como estruendo de muchas aguas. [16] En su mano derecha tenía siete estrellas, de su boca salía una espada cortante, de dos filos, y su rostro era como el sol cuando brilla en todo su esplendor.

[17] Al verle, caí a sus pies como muerto. El, entonces, puso su mano derecha sobre mí, diciendo: ¡No temas! Yo soy el primero y el último, [18] el que vive; estuve muerto pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del hades. [19] Escribe, pues, lo que has visto, tanto lo presente como lo que va a suceder después. [20] En cuanto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi mano derecha, y al de los siete candelabros de oro, las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros son las siete iglesias.

Capítulo 2

[1] Al ángel de la iglesia de Efeso escribe: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que anda en medio de los siete candelabros de oro: [2] Conozco tus obras, tu fatiga y tu constancia; que no puedes soportar a los malvados y que has puesto a prueba a los que se dicen apóstoles y no lo son, y los encontraste mentirosos; [3] que tienes paciencia y has sufrido por mi nombre, sin desfallecer. [4] Pero tengo contra ti que has perdido tu primera caridad. [5] Recuerda, pues, de dónde has caído, arrepiéntete, y practica las obras de antes. De lo contrario, iré a ti y removeré de su lugar tu candelabro, a no ser que te conviertas. [6] Sin embargo, tienes esto en tu favor: aborreces las obras de los nicolaítas, que yo también aborrezco. [7] El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza le daré a comer del árbol de la vida que está en el paraíso de Dios.

[8] Al ángel de la iglesia de Esmirna escribe: Esto dice el Primero y el Ultimo, el que estuvo muerto y ha vuelto a la vida: [9] Conozco tu tribulación, tu pobreza `aunque eres rico` y la calumnia de parte de los que se dicen judíos y no son sino una sinagoga de Satanás. [10] No temas por lo que vas a padecer: el diablo va a encarcelar a algunos de vosotros, para que seáis tentados; y sufriréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida. [11] El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias: Quien venza no será dañado por la muerte segunda.

[12] Al ángel de la iglesia de Pérgamo escribe: Esto dice el que tiene la espada cortante de dos filos: [13] Sé dónde habitas; allí donde está el trono de Satanás; que mantienes mi nombre y no has negado mi fe, ni en los días en que Antipas, mi testigo fiel, sufrió la muerte entre vosotros, allí donde habita Satanás. [14] Pero tengo algo contra ti: que admites ahí a los que sostienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a seducir a los hijos de Israel para que comieran de los sacrificios idolátricos y fornicaran. [15] También tienes tú seguidores de la doctrina de los nicolaítas. [16] Arrepiéntete, pues; de lo contrario, iré a ti enseguida, y lucharé contra ellos con la espada de mi boca. [17] El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias: Al vencedor le daré del maná escondido; le daré también una piedrecita blanca, y escrito en la piedrecita un nombre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe.

[18] Al ángel de la iglesia de Tiatira escribe: Esto dice el Hijo de Dios, el que tiene los ojos como llama de fuego y los pies como metal precioso: [19] Conozco tus obras, tu caridad, tu fe, tu servicio, tu paciencia, y tus últimas obras, mayores que las primeras. [20] Pero tengo contra ti que toleras a esa mujer, Jezabel, que se dice profetisa y que enseña y seduce a mis siervos para fornicar y comer lo sacrificado a los ídolos. [21] Le he dado tiempo para que se arrepintiera, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. [22] Ahora voy a postrarla en el lecho, y a los que adulteran con ella los pondré en gran tribulación, a no ser que se arrepientan de sus obras. [23] Entregaré a la muerte a sus hijos y sabrán todas las iglesias que yo soy el que sondea los corazones y las entrañas, y os daré a cada uno según vuestras obras. [24] Pero a los demás que estáis en Tiatira, todos los que no seguís esta doctrina y no habéis conocido las profundidades de Satanás, como ellos dicen, yo os anuncio que no pondré sobre vosotros otra carga; [25] pero conservad firmemente lo que tenéis hasta que yo venga. [26] Al que venza y al que guarde hasta el fin mis obras le daré potestad sobre las naciones, [27] y las apacentará con cetro de hierro y serán rotas como vasijas de barro, [28] como yo también recibí de mi Padre tal potestad; y le daré la estrella de la mañana. [29] El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Capítulo 3

[1] Al ángel de la iglesia de Sardes escribe: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras, que estás vivo de nombre, pero de hecho estás muerto. [2] Mantente alerta y consolida lo que queda y está a punto de morir, porque no he hallado tus obras perfectas delante de mi Dios. [3] Acuérdate, por tanto, cómo has recibido y oído la palabra, guárdala y arrepiéntete; pues si no estás vigilante, vendré como un ladrón, sin que sepas a qué hora llegaré hasta ti. [4] Sin embargo tienes en Sardes algunas personas que no han manchado sus vestidos y que caminarán conmigo con vestidos blancos, porque son dignos. [5] El vencedor será revestido con vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida; confesaré su nombre en la presencia de mi Padre y delante de sus ángeles. [6] El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

[7] Al ángel de la iglesia de Filadelfia escribe: Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, y cierra y nadie puede abrir: [8] Conozco tus obras `mira que he puesto ante ti una puerta abierta que nadie puede cerrar` porque aunque tienes poca fuerza, guardaste mi palabra y no negaste mi nombre. [9] Mira, te daré algunos de la sinagoga de Satanás, que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; y he aquí que haré que ellos vengan a postrarse ante tus pies y conocerán que yo te he amado. [10] Porque has guardado mi mandato de perseverar, yo también te guardaré a la hora de la tentación que va a venir sobre todo el mundo, para probar a los habitantes de la tierra. [11] Voy enseguida. Conserva lo que tienes, para que nadie arrebate tu corona. [12] Al que venza, le haré columna en el templo de mi Dios, y no saldrá fuera nunca más, escribiré sobre él el nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén que desciende del cielo desde mi Dios, y mi nombre nuevo. [13] El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

[14] Al ángel de la iglesia de Laodicea escribe: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios: [15] Conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! [16] Así, porque eres tibio y no eres ni caliente ni frío voy a vomitarte de mi boca. [17] Porque dices: Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad, y no sabes que eres un desdichado y miserable, pobre, ciego y desnudo. [18] Te aconsejo que compres de mí, oro acrisolado por el fuego para que te enriquezcas, túnicas blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez, y colirio con que ungir tus ojos para que veas. [19] Yo, a los que amo, reprendo y castigo. Ten, pues, celo y arrepiéntete. [20] He aquí que estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo. [21] Al que venza le concederé sentarse conmigo en mi trono, como también yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono. [22] El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Capítulo 4

[1] Después tuve una visión: una puerta abierta en el cielo, y la voz que había oído antes, como una trompeta que hablara conmigo, diciéndome: Sube aquí y te mostraré lo que ha de suceder después. [2] Al instante, caí en éxtasis: Vi un trono en el cielo y alguien sentado en el trono. [3] El que está sentado parece de jaspe y cornalina, y un arco iris rodea el trono, de aspecto semejante a la esmeralda. [4] Y alrededor del trono vi veinticuatro tronos, y sentados en los tronos veinticuatro ancianos vestidos con túnicas blancas, y sobre sus cabezas, coronas de oro. [5] Del trono salen relámpagos, voces y truenos. Siete lámparas de fuego arden ante el trono: son los siete espíritus de Dios. [6] Delante del trono, una especie de mar transparente como el cristal. En medio del trono y alrededor de él hay cuatro seres vivos llenos de ojos delante y detrás. [7] El primer ser vivo es parecido a un león, el segundo ser vivo parecido a un toro, el tercer ser vivo tiene el rostro parecido al de un hombre y el cuarto ser vivo se parece a un águila en vuelo. [8] Cada uno de los cuatro seres vivos tiene seis alas y están llenas de ojos por fuera y por dentro, y, sin descanso, día y noche dicen: Santo, santo, santo es el Señor, el Dios Todopoderoso, el que era, el que es, el que ha de venir.

[9] Cada vez que aquellos seres vivos tributan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, [10] los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive por los siglos de los siglos y deponen sus coronas ante el trono, diciendo: [11] Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque Tú creaste todas las cosas y por tu voluntad existían y fueron creadas.

Capítulo 5

[1] También vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro, y por fuera, sellado con siete sellos. [2] Y vi un ángel fuerte proclamando con gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y romper sus sellos? [3] Y nadie, ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirarlo. [4] Yo lloraba mucho, porque no se encontró a nadie digno de abrir el libro ni de mirarlo. [5] Pero uno de los ancianos me dice: No llores, porque el león de la tribu de Judá, el vástago de David, ha vencido y puede abrir el libro y sus siete sellos.

[6] Entonces vi en medio del trono y de los cuatro seres vivos, y en medio de los ancianos, un Cordero en pie, como sacrificado, con siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. [7] Se acercó y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. [8] Cuando él recibió el libro, los cuatro seres vivos y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, con una cítara cada uno y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos. [9] Cantan un cántico nuevo, diciendo: Eres digno de recibir el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste inmolado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación. [10] Y los hiciste un reino de sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra.

[11] En la visión oí un clamor de muchos ángeles que rodeaban el trono, los seres vivos y los ancianos. Su número era de miríadas de miríadas y millares de millares, [12] que aclamaban con gran voz: Digno es el Cordero inmolado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.

[13] Y a toda criatura que hay en el cielo y en la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todo cuanto hay en ellos, oí que decían: Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.

[14] Y los cuatro seres vivos respondieron: Amén. Y los ancianos se postraron y adoraron.

Capítulo 6

[1] En la visión, cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, oí al primero de los cuatro seres decir con voz de trueno: ¡Ven! [2] Y vi entonces un caballo blanco; el jinete portaba un arco y le fue dada una corona, y salió con el gesto victorioso del que va a vencer.

[3] Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser que decía: ¡Ven! [4] Entonces salió otro caballo rojo; al jinete le fue concedido arrebatar la paz de la tierra para que se matasen unos a otros, y se le entregó una gran espada.

[5] Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser que decía: ¡Ven! Y vi entonces un caballo negro; el jinete tenía una balanza en su mano. [6] Y oí como una voz en medio de los cuatro seres que decía: Una medida de trigo por un denario, y tres medidas de cebada por un denario; pero al aceite y al vino no hagas daño.

[7] Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser que decía: ¡Ven! [8] Y entonces, en la visión apareció un caballo macilento; su jinete tenía por nombre «la Muerte» y le seguía «el Hades»; les fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra para matar a espada, de hambre, de peste y por medio de las fieras de la tierra.

[9] Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los inmolados a causa de la palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron. [10] Clamaron con gran voz diciendo: ¡Señor santo y veraz!, ¿para cuándo dejas el hacer justicia y vengar nuestra sangre contra los habitantes de la tierra? [11] Entonces se les dio a cada uno una túnica blanca y se les dijo que aguardaran todavía un poco, hasta que se completase el número de sus consiervos y hermanos que iban a ser inmolados como ellos.

[12] Y cuando abrió el sexto sello, vi cómo se producía un gran terremoto: el sol se volvió negro como saco de crines y toda la luna se volvió como si fuera sangre. [13] Las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como se desprenden los higos verdes de la higuera agitada por el vendaval. [14] El cielo se replegó lo mismo que se enrolla un libro y todos los montes y las islas fueron removidos de su sitio. [15] Los reyes de la tierra, los magnates y los tribunos, los ricos y los poderosos, todos los hombres, esclavos y libres, se escondieron en las cuevas y en las rocas de los montes. [16] Y decían a los montes y a las rocas: Precipitaos sobre nosotros y ocultadnos de la presencia del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero, [17] porque ha llegado el gran día de su ira, y ¿quién podrá sostenerse en pie?

Capítulo 7

[1] Después de esto vi cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que retenían los cuatro vientos de la tierra para que no soplara el viento ni sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre árbol alguno.

[2] Y vi otro ángel que subía del oriente, y llevaba el sello de Dios vivo. Con voz fuerte gritó a los cuatro ángeles a los que se les había encargado hacer daño a la tierra y al mar, [3] diciendo: No hagáis daño a la tierra ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios. [4] Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel. [5] De la tribu de Judá, doce mil sellados; de la tribu de Rubén, doce mil; de la tribu de Gad, doce mil; [6] de la tribu de Aser, doce mil; de la tribu de Neftalí, doce mil; de la tribu de Manasés, doce mil; [7] de la tribu de Simeón, doce mil; de la tribu de Leví, doce mil; de la tribu de Isacar, doce mil; [8] de la tribu de Zabulón, doce mil; de la tribu de José, doce mil; de la tribu de Benjamín, doce mil sellados.

[9] Después de esto, en la visión, apareció una gran multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidos con túnicas blancas, y con palmas en sus manos, [10] que gritaban con fuerte voz, diciendo: La salvación viene de nuestro Dios que se sienta sobre el trono, y del Cordero. [11] Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres, y cayeron sobre sus rostros ante el trono y adoraron a Dios, [12] diciendo: Amén; la bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza pertenecen a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.

[13] Entonces uno de los ancianos intervino y me dijo: Estos que están vestidos con túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? [14] Yo le respondí: Señor mío, tú lo sabes. Y me dijo: Estos son los que vienen de la gran tribulación, los que han lavado sus túnicas y las han blanqueado con la sangre del Cordero. [15] Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo, y el que se sienta en el trono habitará en medio de ellos. [16] Ya no tendrán hambre, ni tendrán sed, no les agobiará el sol, ni calor alguno, [17] pues el Cordero, que está en medio del trono, será su pastor, que los conducirá a las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.

Capítulo 8

[1] Y cuando abrió el séptimo sello se hizo un silencio en el cielo, como de media hora.

[2] Entonces vi a los siete ángeles que están de pie delante de Dios; les dieron siete trompetas. [3] Vino otro ángel y se quedó en pie junto al altar con un incensario de oro. Le dieron muchos perfumes para que los ofreciera, con las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que está ante el trono. [4] Y subió el humo de los perfumes, con las oraciones de los santos, desde la mano del ángel hasta la presencia de Dios. [5] Tomó el ángel el incensario, lo llenó con las brasas del altar y las arrojó a la tierra. Entonces se produjeron truenos, voces, relámpagos y un gran terremoto. [6] Los siete ángeles que tenían las siete trompetas, se prepararon para tocarlas.

[7] Tocó la trompeta el primero. Entonces hubo pedrisco y fuego, mezclados con sangre, que fueron arrojados a la tierra: se abrasó la tercera parte de la tierra, se abrasó la tercera parte de los árboles, y se abrasó toda hierba verde. [8] Tocó la trompeta el segundo ángel. Entonces fue arrojado al mar algo como un gran monte ardiendo en llamas; y se convirtió en sangre la tercera parte del mar, [9] y murió la tercera parte de las criaturas vivas que hay en el mar y también quedó destruida la tercera parte de los barcos. [10] Tocó la trompeta el tercer ángel. Entonces cayó del cielo una gran estrella ardiendo como una antorcha, y alcanzó a un tercio de los ríos y de las fuentes de las aguas. [11] El nombre de la estrella es Ajenjo, y una tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y muchos hombres murieron a causa de las aguas porque se habían vuelto amargas.

[12] Tocó la trompeta el cuarto ángel. Entonces fue herida una tercera parte del sol, una tercera parte de la luna y una tercera parte de las estrellas, de modo que se oscureció un tercio de ellas, y no hubo luz un tercio del día y, de modo semejante, de la noche.

[13] Y, en la visión, oí un águila que volaba por medio del cielo, diciendo con voz fuerte: ¡Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra cuando suenen las otras trompetas que han de tocar los tres ángeles!

Capítulo 9

[1] Tocó la trompeta el quinto ángel. Entonces vi una estrella del cielo caída en la tierra y se le dio la llave del pozo del abismo. [2] Abrió el pozo del abismo y subió del pozo una humareda semejante a la de un gran horno. Se oscurecieron el sol y el aire por la humareda del pozo. [3] De la humareda saltaron a la tierra langostas, a las que se les dio un poder como el que tienen los escorpiones. [4] Se les dijo que no hiciesen daño a la hierba de la tierra ni a nada verde, ni a ningún árbol, sino sólo a los hombres que no tuvieran en la frente el sello de Dios. [5] Y se les dio poder no para matarlos sino para atormentarlos durante cinco meses. Su tormento es como el tormento del escorpión cuando pica a un hombre. [6] En aquellos días los hombres buscarán la muerte y no la encontrarán; desearán morir pero la muerte huirá de ellos.

[7] El aspecto de las langostas era semejante al de caballos preparados para el combate. Sobre sus cabezas tenían una especie de coronas que parecían de oro y sus rostros eran como rostros humanos. [8] Tenían cabellos como los de las mujeres, y sus dientes eran como los de los leones. [9] También tenían corazas, semejantes a corazas de hierro, y el ruido de sus alas era como el estruendo de los carros tirados por muchos caballos corriendo al combate. [10] Tenían además colas con aguijones como los escorpiones, y en las colas el poder de dañar a los hombres durante cinco meses. [11] Tienen por rey al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abaddón y en griego Apolión. [12] El primer ¡ay! ha pasado. Mira, después de esto, vienen todavía otros dos ayes.

[13] Tocó la trompeta el sexto ángel. Y entonces oí una voz, procedente de los ángulos del altar de oro que está ante Dios, que decía [14] al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Eufrates. [15] Y fueron desatados los cuatro ángeles, preparados para la hora, el día, el mes y el año, en que matarían a un tercio de los hombres. [16] El número de la tropa de caballería era de doscientos millones. Yo oí su número. [17] Y así vi en la visión a los caballos y a los que los montaban: Llevaban corazas de fuego, de jacinto y de azufre. Las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de sus bocas salía fuego, humo y azufre. [18] A causa de estas tres plagas murió una tercera parte de los hombres, por el fuego, el humo y el azufre que salía de sus bocas, [19] pues el poder de los caballos está en sus bocas y en sus colas, ya que sus colas, igual que serpientes, tienen cabezas y con ellas hieren.

[20] Los demás hombres, que no murieron en estas plagas, ni se arrepintieron de las obras de sus manos `dejando de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que no pueden ver, ni oír, ni caminar` [21] tampoco se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicherías, ni de su fornicación, ni de sus robos.

Capítulo 10

[1] Y vi a otro ángel poderoso que descendía del cielo, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; su rostro era como el sol y sus pies como columnas de fuego. [2] En la mano tenía un libro pequeño abierto. Puso el pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra, [3] y gritó con voz fuerte, como el rugido del león. Cuando gritó, los siete truenos hicieron oír sus respectivas voces.

[4] Al hablar los siete truenos, me disponía a escribir. Pero oí una voz del cielo que decía: Sella lo que han dicho los siete truenos, no lo escribas. [5] Y el ángel que vi de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó la mano derecha hacia el cielo, [6] y juró por el que vive por los siglos de los siglos, el que creó el cielo y cuanto hay en él, la tierra y cuanto hay en ella, y el mar y cuanto hay en él: Ya no habrá más tiempo, [7] sino que, en los días en que se oiga la voz del séptimo ángel cuando empiece a tocar la trompeta, se consumará el misterio de Dios, tal como lo anunció a sus siervos los profetas.

[8] Entonces la voz que había oído del cielo, me habló de nuevo diciendo: Ve y toma el libro abierto en la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra. [9] Me acerqué al ángel y le dije que me diera el libro pequeño. El me contestó: Toma y devóralo, te amargará las entrañas, pero en tu boca será dulce como la miel. [10] Tomé el pequeño libro de la mano del ángel y lo devoré. En mi boca fue dulce como la miel, pero cuando lo comí, se me amargaron las entrañas. [11] Entonces me dijeron: Es necesario que profetices de nuevo contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.

Capítulo 11

[1] Y se me dio una caña como una vara de medir, diciéndome: Levántate y mide el templo de Dios, el altar, y a los que adoran en él. [2] Pero prescinde del atrio exterior del templo y no lo midas, pues ha sido entregado a los gentiles, que hollarán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses. [3] Yo haré que mis dos testigos profeticen, vestidos de saco, durante mil doscientos sesenta días. [4] Ellos son los dos olivos y los dos candelabros que están en presencia del Señor de la tierra. [5] Y si alguno quisiera hacerles daño, saldrá fuego de sus bocas y devorará a sus enemigos; y si alguno quisiera hacerles daño, de la misma forma habrá de morir. [6] Ellos tienen poder de cerrar el cielo para que no llueva en los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para afligir la tierra con toda suerte de plagas, cuantas veces quieran. [7] Cuando concluyan su testimonio, la bestia que surge del abismo entablará combate contra ellos, los derrotará y los matará. [8] Sus cadáveres quedarán en la plaza de la gran ciudad, la que simbólicamente es llamada Sodoma o Egipto, donde también su Señor fue crucificado. [9] Las gentes de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres durante tres días y medio, pues no permitirán colocar sus cadáveres en el sepulcro. [10] Los habitantes de la tierra se alegrarán por la muerte de ambos, se regocijarán, y se intercambiarán regalos, porque estos dos profetas habían atormentado a los habitantes de la tierra.

[11] Después de tres días y medio un soplo de vida procedente de Dios entró en ellos, y se alzaron sobre sus pies, y un gran temor sobrecogió a los que los miraban. [12] Entonces oyeron una voz fuerte desde el cielo que les decía: Subid aquí. Y subieron al cielo en una nube y sus enemigos los vieron. [13] En aquella hora se produjo un gran terremoto y la décima parte de la ciudad se derrumbó; siete mil personas perecieron en el terremoto y los restantes se llenaron de temor y dieron gloria al Dios del cielo. [14] El segundo ¡ay! ha pasado. Mira, enseguida llega el tercer ¡ay!

[15] Tocó la trompeta el séptimo ángel. Y resonaron fuertes voces en el cielo que decían: El reinado en este mundo es ya de nuestro Señor y de su Cristo, que reinará por los siglos de los siglos.

[16] Entonces los veinticuatro ancianos, que se sientan en sus tronos en la presencia de Dios, se echaron rostro en tierra y adoraron a Dios, [17] diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que es y el que era, porque has ejercido tu inmenso poder y has comenzado a reinar. [18] Las naciones se habían encolerizado, pero llegó tu ira y el tiempo de ser juzgados los muertos y de dar la recompensa a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, pequeños y grandes, y de exterminar a los que destruyen la tierra.

[19] Y se abrió el templo de Dios en el cielo y en él apareció el arca de su alianza; y se produjeron relámpagos, fragor de truenos, un terremoto y un gran pedrisco.

Capítulo 12

[1] Una gran señal apareció en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. [2] Está encinta y grita al sufrir los dolores del parto y los tormentos de dar a luz. [3] Apareció entonces otra señal en el cielo: Un gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. [4] La cola arrastró una tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. El dragón se puso delante de la mujer, que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera. [5] Y dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro. Pero su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. [6] Entonces la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para que allí la alimenten durante mil doscientos sesenta días.

[7] Y se entabló un gran combate en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón. También lucharon el dragón y sus ángeles, [8] pero no prevalecieron, ni hubo ya para ellos un lugar en el cielo. [9] Fue arrojado aquel gran dragón, la serpiente antigua, llamado Diablo y Satanás, que seduce a todo el universo. Fue arrojado a la tierra y también fueron arrojados sus ángeles con él. [10] Entonces oí en el cielo una fuerte voz que decía: Ahora ha llegado la salvación, la fuerza, el reino de nuestro Dios, y el poder de su Cristo, pues ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche. [11] Ellos lo vencieron por la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron, pues no amaron su propia vida más que la muerte. [12] Por eso, alegraos, cielos, y cuantos en ellos habitáis.

Ay de la tierra y del mar! pues ha descendido hasta vosotros el Diablo, con gran ira, al saber que le queda poco tiempo.

[13] Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al varón. [14] Pero le fueron dadas a la mujer las dos alas del águila grande para que volara al desierto, a su lugar, donde es alimentada durante un tiempo, dos tiempos y medio tiempo, lejos de la serpiente. [15] Entonces la serpiente arrojó de su boca como un río de agua tras la mujer, para arrastrarla con la corriente. [16] Pero la tierra ayudó a la mujer: abrió la tierra su boca y absorbió el río que había echado el dragón de su boca. [17] El dragón se enfureció contra la mujer y se marchó a hacer la guerra al resto de su descendencia, aquellos que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. [18] Y se detuvo sobre la arena del mar.

Capítulo 13

[1] Y vi una bestia que salía del mar: tenía diez cuernos y siete cabezas, y sobre sus cuernos diez diademas y sobre sus cabezas títulos blasfemos. [2] La bestia que vi era semejante a un leopardo, sus pies como de un oso, y su boca como boca de león. El dragón le entregó su fuerza, su trono y gran poder. [3] Una de sus cabezas estaba como herida de muerte, pero se curó su herida mortal, y toda la tierra siguió admirada a la bestia. [4] Y adoraron al dragón porque había entregado el poder a la bestia. También adoraron a la bestia diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién puede luchar contra ella? [5] Se le dio una boca que profería palabras arrogantes y blasfemias, y se le dio poder para actuar durante cuarenta y dos meses. [6] Y abrió su boca con blasfemias contra Dios, para injuriar su nombre, su tabernáculo, y a los que moran en el cielo. [7] Se le permitió también hacer la guerra contra los santos y vencerlos, y se le dio poder sobre toda tribu y pueblo, lengua y nación. [8] Y le adorarán todos los que habitan la tierra, aquellos cuyo nombre no está escrito, desde el origen del mundo, en el libro de la vida del Cordero inmolado. [9] Si alguno tiene oídos, que oiga: [10] Si alguno está destinado a la cautividad, a la cautividad irá; si alguno debe morir a espada, es necesario que muera a espada. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.

[11] Y vi otra bestia que subía de la tierra. Tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón. [12] Ejerce en su presencia todo el poder de la primera bestia, y hace que la tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya herida de muerte fue curada. [13] Realiza grandes prodigios, incluso hace bajar fuego del cielo a la tierra a la vista de los hombres.

[14] Y seduce a los habitantes de la tierra por medio de los prodigios que le ha sido concedido realizar en presencia de la bestia, diciendo a los habitantes de la tierra que hagan una imagen de la bestia que habiendo sido herida de espada revivió. [15] Se le concedió infundir aliento a la imagen de la bestia, de modo que la imagen de la bestia hable y haga que todos cuantos no adoren la imagen de la bestia mueran. [16] Hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, reciban una marca en la mano derecha o en su frente, [17] para que nadie pueda comprar o vender sino el que tenga la marca, el nombre de la bestia o el número de su nombre. [18] En esto consiste la sabiduría: El que tenga inteligencia que calcule el número de la bestia, pues es número de un hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis.

Capítulo 14

[1] Entonces, en la visión, el Cordero estaba en pie, sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en sus frentes el nombre de él y el nombre de su Padre. [2] Y oí una voz del cielo, semejante al ruido de muchas aguas, y al estruendo de un gran trueno. La voz que oí era como el canto de citaristas que tañían sus cítaras, [3] cantando un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres y de los ancianos. Y ninguno podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, que fueron rescatados de la tierra. [4] Estos son los que no se mancillaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero dondequiera que vaya. Estos han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; [5] y no se halló mentira en su boca: son inmaculados.

[6] Y vi otro ángel que volaba en lo alto del cielo, llevando un evangelio eterno para anunciarlo a los que habitan en la tierra, y a toda nación, tribu, lengua y pueblo, [7] y diciendo con voz fuerte: Temed a Dios, y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. [8] Le siguió otro ángel, el segundo, diciendo: Cayó, cayó la gran Babilonia, aquella que dio a beber el vino del furor de su fornicación a todas las naciones. [9] Otro ángel, el tercero, siguió a aquéllos, diciendo con voz fuerte: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, [10] éste también beberá el vino de la ira de Dios, que está preparado, sin mezcla, en el cáliz de su ira, y será atormentado delante de los santos ángeles y delante del Cordero, con fuego y azufre. [11] El humo de su tormento se eleva por los siglos de los siglos; no tienen descanso de día ni de noche los que han adorado a la bestia y a su imagen, y cualquiera que haya recibido la marca de su nombre.

[12] En esto consiste la paciencia de los santos: que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. [13] Y oí una voz del cielo que decía: Escribe: Bienaventurados los muertos que desde ahora mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansen de sus trabajos, pues sus obras los acompañan.

[14] Entonces, en la visión, apareció una nube blanca, y sobre la nube sentado uno semejante a un Hijo de hombre, con una corona de oro sobre su cabeza y una hoz afilada en su mano. [15] Y otro ángel salió del templo, gritando con voz fuerte al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de la siega, ya que la mies de la tierra está en sazón. [16] El que estaba sentado sobre la nube acercó la hoz a la tierra y quedó segada la tierra.

[17] Otro ángel salió del templo que está en el cielo, llevando él también una hoz afilada. [18] Y otro ángel, el que tiene poder sobre el fuego, salió del altar, y clamó con voz fuerte al que tenía la hoz afilada: Mete tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas están maduras. [19] Acercó el ángel la hoz a la tierra, vendimió la viña de la tierra y la echó en el gran lagar de la ira de Dios. [20] El lagar fue pisado fuera de la ciudad, y salió sangre del lagar hasta los frenos de los caballos, a lo largo de mil seiscientos estadios.

Capítulo 15

[1] Vi en el cielo otro signo grande y admirable: Siete ángeles que tenían siete plagas, las últimas, porque en ellas culmina la ira de Dios. [2] Vi también como un mar de cristal mezclado con fuego, y a los que vencieron a la bestia y a su imagen y al número de su nombre, que estaban en pie sobre el mar de cristal llevando las cítaras de Dios. [3] Y cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: ¡Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios omnipotente! ¡Justos y verdaderos tus caminos, Rey de las naciones! [4] ¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque sólo Tú eres Santo, porque todas las naciones vendrán y se postrarán en tu presencia, porque tus juicios se han manifestado.

[5] Y continuó la visión: Se abrió en el cielo el templo de la tienda del testimonio, [6] y salieron del templo los siete ángeles llevando las siete plagas. Iban vestidos de lino puro y brillante, ceñidos con cinturones de oro a la altura del pecho. [7] Entonces uno de los cuatro seres dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la ira de Dios que vive por los siglos de los siglos. [8] Y el templo se llenó del humo de la gloria de Dios y de su fuerza. Nadie podía entrar en el templo hasta que se cumplieran las siete plagas de los siete ángeles.

Capítulo 16

[1] Oí una fuerte voz procedente del templo, que decía a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios. [2] Marchó el primero, vertió sobre la tierra su copa, y sobrevino una llaga maligna y perniciosa a los hombres que tenían la marca de la bestia y a los que habían adorado su imagen. [3] El segundo vertió su copa en el mar, que se convirtió en sangre como de muerto, y todos los seres vivos del mar murieron. [4] El tercero vertió su copa en los ríos y en las fuentes de las aguas, que se convirtieron en sangre. [5] Entonces oí al ángel de las aguas que decía: Justo eres Tú, el que es y el que era, el Santo, porque has juzgado de esta forma, [6] porque a los que derramaron la sangre de los santos y profetas, les has dado a beber sangre. Se lo merecen. [7] Oí al altar que decía: Sí, Señor Dios todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios.

[8] El cuarto vertió su copa sobre el sol y se le permitió abrasar a los hombres con fuego. [9] Fueron abrasados los hombres con un gran ardor, y blasfemaron del nombre de Dios, que tiene la autoridad sobre aquellas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.

[10] El quinto vertió su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se sumió en tinieblas y se mordían las lenguas de dolor. [11] Blasfemaron del Dios del cielo a causa de su dolor y de sus heridas, pero no se arrepintieron de sus obras. [12] El sexto vertió su copa sobre el gran río Eúfrates, y se secaron sus aguas de modo que quedó preparado el camino a los reyes del oriente. [13] Entonces vi tres espíritus inmundos como ranas que salían de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta. [14] Son espíritus demoníacos que hacen prodigios, y se dirigen a los reyes de todo el orbe, a fin de reunirlos para la batalla del gran día del Dios omnipotente.

[15] He aquí que vengo como un ladrón. Bienaventurado el que esté vigilante y guarde sus vestidos, para no andar desnudo y que vean sus vergüenzas.

[16] Y los reunió en el lugar llamado en hebreo Harmagedón.

[17] El séptimo vertió su copa en el aire, y salió del templo, desde el trono, una voz que decía: ¡Hecho está! [18] Hubo relámpagos, estampidos de truenos, y se produjo un gran terremoto como nunca existió desde que hay hombres sobre la tierra: ¡Tan grande fue el terremoto! [19] La gran ciudad se partió en tres trozos, y las ciudades de las naciones se derrumbaron. La gran Babilonia fue recordada ante Dios para darle a beber la copa del vino del furor de su ira. [20] Todas las islas desaparecieron y de los montes no se encontró rastro. [21] Y un pedrisco con granizos como de un talento cayó del cielo sobre los hombres, que prorrumpieron en blasfemias contra Dios por el azote del pedrisco: ¡Era una plaga tremenda!

Capítulo 17

[1] Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y me habló diciendo: Ven, te mostraré el castigo de la gran ramera, la que se sienta sobre muchas aguas. [2] Con ella han fornicado los reyes de la tierra y se han embriagado los habitantes de la tierra con el vino de su lujuria. [3] Me condujo en espíritu al desierto, y vi una mujer sentada sobre una bestia roja, llena de nombres blasfemos, que tenía siete cabezas y diez cuernos. [4] La mujer estaba revestida de púrpura y escarlata, adornada con oro, piedras preciosas y perlas. Tenía en la mano un vaso de oro lleno de abominaciones y de las inmundicias de su fornicación, [5] y escrito en su frente un nombre, un misterio: La gran Babilonia, madre de las lascivias y abominaciones de la tierra. [6] Y vi a la mujer ebria de la sangre de los santos y de la sangre de los mártires de Jesús. Al verla me admiré con gran asombro.

[7] Entonces el ángel me dijo: ¿Por qué te admiras? Yo te descubriré el misterio de la mujer y de la bestia en que cabalga, la que tiene siete cabezas y diez cuernos: [8] La bestia que has visto existía pero ya no existe, y ha de subir del abismo, pero irá a la perdición. Los habitantes de la tierra, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde la creación del mundo, se sorprenderán al ver a la bestia, porque existía, pero ya no existe, y sin embargo, reaparecerá.

[9] Este es el sentido, lleno de sabiduría: Las siete cabezas son siete colinas sobre las cuales la mujer está sentada, y también son siete reyes: [10] cinco cayeron, uno subsiste, otro aún no ha llegado y cuando llegue debe permanecer por poco tiempo. [11] La bestia que existía, pero ya no existe, es el octavo, aunque también es uno de los siete, y va hacia la perdición. [12] Los diez cuernos que has visto son diez reyes, que aún no han recibido el reino, pero recibirán, junto con la bestia, el poder real durante una hora. [13] Estos, de común acuerdo, entregan su fuerza y su poder a la bestia. [14] Lucharán contra el Cordero; pero el Cordero, junto con sus llamados, elegidos y fieles seguidores, los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes.

[15] Y me dijo: Las aguas que has visto, donde la ramera se sienta, son pueblos y muchedumbres, naciones y lenguas. [16] Los diez cuernos que has visto y la bestia aborrecerán a la ramera, la dejarán desolada y desnuda, comerán sus carnes y la abrasarán con fuego. [17] Porque Dios ha movido sus corazones para que ejecuten el designio divino y, de común acuerdo, entreguen el reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios. [18] La mujer que has visto es la gran ciudad que ostenta la soberanía sobre los reyes de la tierra.

Capítulo 18

[1] Después de esto vi otro ángel que bajaba del cielo, con gran poder, y la tierra quedó iluminada con su claridad. [2] Y gritó con fuerte voz, diciendo: Cayó, cayó la gran Babilonia y se convirtió en morada de demonios, en guarida de todo espíritu impuro y en refugio de toda bestia inmunda y odiosa, [3] porque todas las naciones bebieron del vino del furor de su lujuria, los reyes de la tierra han fornicado con ella, y con su desenfrenado lujo se han enriquecido los mercaderes de la tierra.

[4] Y oí otra voz del cielo que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis cómplices de sus pecados ni participéis de sus castigos. [5] Pues sus pecados llegaron hasta el cielo y se acordó Dios de sus iniquidades. [6] Devolved con arreglo a lo que dio; pagadle el doble de lo que merecen sus obras, y en la copa que os preparo, mezcladle el doble. [7] Tanto como se jactó y vivió en placeres, dadle eso mismo en tormento y llanto, porque dice en su corazón: Estoy sentada como una reina, no soy viuda y no veré llanto. [8] Por eso en un solo día llegarán sus plagas, la muerte, el llanto y el hambre, y será quemada con fuego, porque poderoso es el Señor Dios que la ha juzgado. [9] Entonces llorarán y se lamentarán por ella los reyes de la tierra, que fornicaron y se entregaron a los placeres con ella, cuando vean el humo de su incendio; [10] se alejarán de ella por el miedo de sus tormentos, y dirán: ¡Ay, ay, la gran ciudad, Babilonia, la ciudad fuerte: en una sola hora ha llegado tu condena!

[11] Los comerciantes de la tierra lloran y gimen por ella, porque ya nadie compra sus mercancías: [12] ni oro, plata, piedras preciosas ni perlas; ni lino, púrpura, seda ni escarlata; toda madera olorosa, todo objeto de marfil y todos los enseres de madera preciosa, de bronce, de hierro y mármol; [13] canela, especias aromáticas y perfumes, mirra, incienso; vino, aceite, flor de harina y trigo; bestias de carga, ovejas, caballos y carros; esclavos y vidas humanas. [14] Todos los frutos que tu alma apetecía se apartaron de ti, y todo lo rico y espléndido pereció para ti y jamás lo volverás a encontrar.

[15] Los traficantes en estos negocios, que se habían enriquecido a costa de ella, se mantendrán lejos por miedo de sus tormentos, y, llorando y gimiendo, [16] dirán: ¡Ay, ay, la gran ciudad, la que vestía de lino, púrpura y escarlata, adornada con oro, piedras preciosas y perlas: [17] en una sola hora han sido arrasadas tantas riquezas! Todos los pilotos y todos los navegantes, los marineros y cuantos bregan en la mar se quedaron lejos, [18] y gritaban al ver la humareda de su incendio: ¿Qué ciudad hubo comparable a la gran ciudad? [19] Echaron polvo sobre sus cabezas, y gritaron llorando y gimiendo, mientras decían: ¡Ay, ay, la gran ciudad, con cuya opulencia se enriquecieron todos los armadores de barcos: en una sola hora ha sido arrasada!

[20] Alégrate por ella, ¡oh cielo! y los santos, los apóstoles y los profetas, pues Dios ha sentenciado vuestro juicio contra ella. [21] Un ángel poderoso levantó una piedra como una gran muela de molino y la arrojó al mar diciendo: Con tal ímpetu será arrojada Babilonia, la gran ciudad, y ya nunca más será hallada. [22] La música de los citaristas y de los cantores, de los que tañen la flauta y la trompeta ya no se oirá más en ti. Ningún artesano de ningún oficio se encontrará en ti jamás, ni el rumor de la muela del molino se oirá nunca en ti. [23] No lucirá jamás en ti la luz de la lámpara, ni se oirá ya más la voz del esposo y la esposa, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, y todas las gentes se extraviaron con tus hechicerías. [24] En ella se encontró la sangre de los profetas y los santos, y de todos los inmolados en la tierra.

Capítulo 19

[1] Después de esto oí como la fuerte voz de una inmensa muchedumbre en el cielo, que decía: ¡Aleluya! ¡La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios; [2] sus juicios son verdaderos y justos, pues condenó a la gran ramera, que corrompía la tierra con su prostitución, y vengó en ella la sangre de sus siervos! [3] Por segunda vez dijeron: ¡Aleluya! ¡Su humareda sube por los siglos de los siglos!

[4] Los veinticuatro ancianos y los cuatro seres se postraron, y adoraron a Dios sentado en el trono, diciendo: ¡Amén¡ ¡Aleluya!

[5] Entonces salió una voz desde el trono que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y los que le teméis, pequeños y grandes.

[6] Y oí una voz como de inmensa muchedumbre, como el estruendo de caudalosas aguas, y el estampido de fuertes truenos, que decían: ¡Aleluya: Reinó el Señor, nuestro Dios omnipotente! [7] Alegrémonos; saltemos de júbilo; démosle gloria, pues llegó el día de] las bodas del Cordero y se ha engalanado su esposa; [8] le han regalado un vestido de lino puro y deslumbrante: El lino son las buenas obras de los santos.

[9] Entonces me dijo: Escribe: Bienaventurados los llamados a la cena de las bodas del Cordero, y añadió: Estas son palabras verdaderas de Dios. [10] Me postré a sus pies para adorarle, pero me dijo: ¡Mira, no lo hagas!: Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que guardan el testimonio de Jesús. Adora a Dios. El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.

[11] Y vi el cielo abierto: en él un caballo blanco, y el que lo monta se llama Fiel y Veraz, y con justicia juzga y combate. [12] Sus ojos son como llama de fuego, y en su cabeza hay muchas diademas; lleva escrito un nombre que nadie conoce sino él; [13] está vestido con un manto teñido de sangre, y su nombre es «el Verbo de Dios». [14] Los ejércitos celestes, vestidos de lino blanco y resplandeciente, le seguían en caballos blancos. [15] De su boca sale una espada afilada para herir con ella a las naciones; él las pastoreará con cetro de hierro; ya pisa el lagar del vino que contiene el furor de la ira de Dios omnipotente. [16] En el manto y en el `muslo` lleva escrito un nombre: Rey de reyes y Señor de señores.

[17] Vi también un ángel de pie sobre el sol que gritó con voz fuerte, diciendo a todas las aves que volaban por el cielo: Venid, congregaos para la gran cena de Dios, [18] para que comáis carne de reyes y carne de tribunos, carne de poderosos y carne de caballos y sus jinetes, carne de todos los hombres libres y siervos, pequeños y grandes.

[19] Y vi a la bestia, a los reyes y a sus ejércitos congregados para hacer la guerra contra el que iba montado en el caballo y contra su ejército. [20] Pero la bestia fue apresada y con ella el falso profeta que en su presencia hacía prodigios, con los que seducía a los que habían recibido la marca de la bestia y a los que habían adorado su imagen. Los dos fueron arrojados vivos al estanque de fuego que arde con azufre. [21] Los demás fueron muertos con la espada que sale de la boca del que va montado en el caballo. Y todas las aves se hartaron de sus carnes.

Capítulo 20

[1] Vi un ángel que bajaba del cielo, con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. [2] Apresó al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo encadenó por mil años. [3] Lo arrojó al abismo, lo cerró y puso un sello en él, para que no seduzca más a las naciones hasta que pasen los mil años. Después debe ser soltado por poco tiempo.

[4] Vi también unos tronos; a los que se sentaron en ellos se les dio potestad de juzgar; y vi las almas de los degollados por dar testimonio de Jesús y de la palabra de Dios, y a los que no adoraron a la bestia ni su imagen, ni recibieron la marca en su frente ni en su mano. Revivieron y reinaron con Cristo mil años. [5] Los demás muertos no revivieron hasta que se cumplieron los mil años. Esta es la resurrección primera.

[6] Bienaventurado y santo el que tiene parte en la resurrección primera. Sobre éstos la muerte segunda no tiene poder, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.

[7] Cuando se hayan cumplido los mil años, Satanás será soltado de su prisión, [8] y saldrá a seducir a las naciones que hay en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, y a reunirlos para la guerra, siendo innumerables como la arena del mar. [9] Subieron por la ancha faz de la tierra y pusieron cerco al campamento de los santos y a la ciudad amada, pero bajó fuego del cielo y les devoró. [10] Y el Diablo, el seductor, fue arrojado al estanque de fuego y azufre, donde están también la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

[11] Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él; ante su presencia huyeron la tierra y el cielo, y no dejaron ningún rastro. [12] Vi a los muertos, grandes y pequeños, en pie ante el trono, y fueron abiertos los libros. También fue abierto otro libro, el de la vida. Y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los libros, según sus obras.

[13] El mar entregó los muertos que había en él, la muerte y el hades entregaron los muertos que había en ellos, y fue juzgado cada uno según sus obras. [14] Entonces la muerte y el hades fueron arrojados al estanque del fuego. Esta es la muerte segunda, el estanque de fuego. [15] Todo el que no figuraba escrito en el libro de la vida, era arrojado al estanque de fuego.

Capítulo 21

[1] Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. [2] Vi también la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo del lado de Dios, ataviada como una novia que se engalana para su esposo. [3] Y oí una fuerte voz procedente del trono que decía: He aquí la morada de Dios con los hombres: Habitará con ellos y ellos serán su pueblo, y Dios, habitando realmente en medio de ellos, será su Dios. [4] Y enjugará toda lágrima de sus ojos; y no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque todo lo anterior ya pasó.

[5] El que estaba sentado en el trono dijo: Ahora hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe: Estas palabras son fieles y veraces. [6] También me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al sediento daré de beber gratis de la fuente de agua viva. [7] El que venza, heredará estas cosas, y yo seré para él Dios, y él será para mí hijo. [8] En cambio, los cobardes, incrédulos, abominables y homicidas, fornicarios, hechiceros, idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

[9] Entonces vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas finales, y habló conmigo diciendo: Ven, te mostraré a la novia, la esposa del Cordero. [10] Me llevó en espíritu a un monte grande y alto y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo del lado de Dios, [11] reflejando la gloria de Dios: su luz era semejante a una piedra preciosísima, como la piedra de jaspe, transparente como el cristal. [12] Tenía una muralla grande y alta con doce puertas, y sobre las puertas doce ángeles y unos nombres escritos que son los de las doce tribus de los hijos de Israel. [13] Tres puertas al oriente, tres puertas al norte, tres puertas al mediodía y tres puertas al poniente. [14] La muralla de la ciudad tenía doce pilares y en ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.

[15] El que hablaba conmigo tenía una caña de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muralla. [16] El trazado de la ciudad era cuadrado: su longitud era tanta como la anchura. Midió la ciudad con la caña y tenía doce mil estadios; su longitud, anchura y altura eran iguales. [17] Midió también la muralla: tenía ciento cuarenta y cuatro codos, según la medida humana usada por el ángel. [18] Las piedras de su muralla eran de jaspe, y la ciudad era de oro puro parecido al cristal nítido. [19] Los pilares de la muralla de la ciudad estaban adornados con toda clase de piedras preciosas: el primer pilar era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de calcedonia, el cuarto de esmeralda, [20] el quinto de sardónica, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto y el duodécimo de amatista. [21] Las doce puertas son doce perlas, cada una de las puertas estaba hecha de una sola perla. La plaza de la ciudad era de oro como cristal trasparente. [22] Pero no vi templo alguno en ella, pues su templo es el Señor Dios omnipotente y el Cordero. [23] La ciudad no tiene necesidad de que la alumbren el sol ni la luna: la ilumina la gloria de Dios y su lámpara es el Cordero. [24] A su luz caminarán las naciones y los reyes de la tierra le rendirán su gloria. [25] Sus puertas no se cerrarán durante el día, porque allí no habrá noche. [26] Llevarán a ella la gloria y las riquezas de las naciones, [27] pero no entrará nada profano, ni el que comete abominación y falsedad, sino los que están escritos en el libro de la vida del Cordero.

Capítulo 22

[1] Me mostró el río del agua de la vida, claro como un cristal, procedente del trono de Dios y del Cordero. [2] En medio de su plaza, y en una y otra orilla del río, está el árbol de la vida, que produce frutos doce veces, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol sirven para sanar a las naciones. [3] Ya no habrá nada maldito. En ella estará el trono de Dios y del Cordero, y sus siervos le darán culto, [4] verán su rostro y llevarán su nombre grabado en sus frentes. [5] Ya no habrá noche: no tienen necesidad de luz de lámparas ni de la luz del sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos y reinarán por los siglos de los siglos.

[6] Y me dijo: Estas palabras son fidedignas y verdaderas; el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para manifestar a sus siervos las cosas que van a suceder pronto. [7] Mira, vendré enseguida. Bienaventurado el que guarde las palabras de la profecía de este libro.

[8] Yo, Juan, soy quien he oído y visto estas cosas. Al oírlas y verlas, me postré en adoración a los pies del ángel que me las había mostrado. [9] Pero él me dijo: ¡Mira, no lo hagas!: Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.

[10] También me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. [11] El injusto, que cometa aún injusticias; el sucio, que se manche aún más; el justo, que siga practicando la justicia; y el santo, santifíquese todavía más. [12] Mira, vendré pronto con mi recompensa, para dar a cada uno según haya sido su conducta. [13] Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el ultimo, el principio y el fin. [14] Bienaventurados los que lavan sus vestiduras pues tendrán derecho al árbol de la vida, y entrarán por las puertas de la ciudad. [15] Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los homicidas, los idólatras y todo el que ama y practica la mentira.

[16] Yo, Jesús, he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas que se refieren a las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella radiante de la mañana.

[17] El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven! Y el que oiga, diga: ¡Ven! El que tenga sed que venga, el que quiera que tome gratis el agua de la vida.

[18] Yo aseguro a todo el que oiga las palabras proféticas de este libro: Si alguien añade algo a ellas, Dios enviará sobre él las plagas escritas en este libro. [19] Y si alguien quita alguna de las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y en la ciudad santa, que se han descrito en este libro.

[20] El que da testimonio de estas cosas dice: Sí, voy enseguida. Amén. ¡Ven, Señor Jesús!

[21] La gracia del Señor Jesús esté con todos.


Publicado el 31 de octubre de 2017 por Edu Robsy.
Leído 1.772 veces.