La Reina Isabel

Villiers de L'Isle Adam


Cuento


Al señor conde d’Osmoy

El Guardián del Palacio de los Libros dijo: «La reina Nitocris, la Bella de rosadas mejillas, viuda de Papi I, de la décima dinastía, para vengar el asesinato de su hermano, invitó a los conjurados a cenar con ella en una sala subterránea de su palacio de Aznac, luego, tras desaparecer de la sala, HIZO QUE ENTRARAN EN ELLA, SÚBITAMENTE LAS AGUAS DEL NILO.

—Manethon

Hacia 1404 (me remonto tan atrás para no ofender a mis contemporáneos), Isabel, esposa del rey Carlos VI, regente de Francia, vivía, en París, en el antiguo palacio Montagu, una especie de residencia más conocida por el nombre de la mansión Barbette.

Allí se proyectaban las famosas justas a la luz de las antorchas a orillas del Sena; eran noches de gala, de conciertos, de festines, encantadores tanto por la belleza de las mujeres y de los jóvenes señores como por el inaudito lujo que la corte desplegaba.

La reina acaba de innovar esos vestidos à la gore en los que se vislumbraba el seno a través de un entramado de lazos adornados con pedrerías y unos peinados que obligaron a elevar en varios codos el arco de las puertas feudales. Durante el día, el lugar de encuentro de los cortesanos (que estaba cerca del Louvre) era la gran sala y la terraza de naranjos del platero del rey, maese Escabala. Allí jugaban sin medida y, a veces, los cubiletes de passe—dix arrojaban los dados en apuestas capaces de arruinar a toda una provincia. Dilapidaban un poco los enormes tesoros amasados, tan penosamente, por el económico Carlos V. Si las finanzas disminuían, se aumentaban a voluntad los diezmos, tallas, servicios, ayudas, subsidios, secuestros, exacciones y gabelas. La alegría reinaba en los corazones. Era en esos días, también, cuando, sombrío, manteniéndose apartado y comenzando por abolir en sus Estados todos aquellos odiosos impuestos, Jean de Nevers, caballero, señor de Salins, conde de F

Fin del extracto del texto

Publicado el 22 de octubre de 2016 por Edu Robsy.
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