Dos Destinos

Wilkie Collins


Novela


Preludio. El invitado escribe relatando la cena
George Germaine cuenta su historia de amor
Capítulo I. Greenwater Broad
Capítulo II. Dos jóvenes corazones
Capítulo III. Swedenborg y la Sibila
Capítulo IV. Se baja el telón
Capítulo V. Mi historia
Capítulo VI. Su historia
Capítulo VII. La mujer del puente
Capítulo VIII. Las almas gemelas
Capítulo IX. Natural y sobrenatural
Capítulo X. El manantial de San Antonio
Capítulo XI. La carta de presentación
Capítulo XII. Las desgracias de la señora Van Brandt
Capítulo XIII. Todavía sin curar
Capítulo XIV. La señora Van Brandt en casa
Capítulo XV. El obstáculo me vence
Capítulo XVI. El diario de mi madre
Capítulo XVII. La hospitalidad en Shetland
Capítulo XVIII. El cuarto a oscuras
Capítulo XIX. Los gatos
Capítulo XX. La bandera verde
Capítulo XXI. Ella se interpone entre nosotros
Capítulo XXII. Me vuelve a llamar
Capítulo XXIII. El beso
Capítulo XXIV. En la sombra de San Pablo
Capítulo XXV. Acudo a la cita
Capítulo XXVI. Conversación con mi madre
Capítulo XXVII. Conversación con la señora Van Brandt
Capítulo XXVIII. Amor y dinero
Capítulo XXIX. Nuestros destinos nos separan
Capítulo XXX. El futuro se oscurece
Capítulo XXXI. La opinión del doctor
Capítulo XXXII. Una última mirada a Greenwater Broad
Capítulo XXXIII. Una visión en la noche
Capítulo XXXIV. Por tierra y por mar
Capítulo XXXV. Bajo la ventana
Capítulo XXXVI. Amor y orgullo
Capítulo XXXVII. Los dos destinos
Fin de la historia
Final. La esposa concluye la historia

Preludio. El invitado escribe relatando la cena

Han transcurrido muchos años desde que mi esposa y yo dejamos Estados Unidos para visitar Inglaterra por primera vez.

Viajábamos, por supuesto, con cartas de presentación. Una de ellas la había escrito el hermano de mi esposa y nos encomendaba a un caballero inglés que ocupaba un lugar destacado en su lista de viejos y apreciados amigos.

Al despedirnos, mi cuñado nos dijo:

—Conoceréis al señor George Germaine en una etapa muy interesante de su vida. Según las últimas noticias, se acaba de casar. No sé nada de su esposa ni tampoco de las circunstancias en que mi amigo la conoció. Pero de algo tengo la certeza: por la amistad que nos une, casado o soltero, George Germaine os dispensará, a ti y a tu esposa, un agradable recibimiento en Inglaterra.

El día después de nuestra llegada a Londres dejamos la carta de presentación en casa del señor Germaine.

A la mañana siguiente fuimos a ver en la metrópoli inglesa un monumento de gran interés para los americanos: la torre de Londres. A los ciudadanos de Estados Unidos les resulta de suma utilidad esta reliquia de tiempos pasados, pues exalta su estima patriótica por las instituciones republicanas. De regreso al hotel, la tarjeta de los señores Germaine nos indicó que ya nos habían devuelto la visita. Esa misma tarde, recibimos una invitación para cenar con la pareja recién casada. Iba adjunta a una pequeña nota de la señora Germaine dirigida a mi esposa, en la que nos advertía que no esperáramos unirnos a un gran grupo. «Es la primera cena que ofrecemos tras regresar de nuestro viaje de bodas», escribía, «y sólo conocerán a unos pocos viejos amigos de mi marido.»

En América y (según tengo entendido) en el continente europeo también, cuando uno es invitado a cenar a una determinada hora se le hace al anfitrión el honor de llegar a su casa puntualmente. Tan sólo en Inglater

Fin del extracto del texto

Publicado el 6 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
Leído 8 veces.