Historia de la Criada Gudule

Jean Lorrain


Cuento


La señora de Lautréamont ocupaba la casa más bella de la ciudad; era el antiguo edificio de la Dirección General de Impuestos, construido en tiempos de Luis XV (¡casi nada!), y cuyas altas ventanas, decoradas de emblemas y conchas, eran la admiración de todo el que pasaba por la plaza mayor los días de mercado. Era un gran cuerpo de edificio, flanqueado por dos pabellones laterales unidos por una gran verja: el patio de honor con el jardín más bello del mundo se hallaba detrás del edificio principal. Descendía de terraza en terraza, hasta los bordes de las murallas, dominaba treinta leguas de campiña y, con la más bella disposición estilo XV, albergaba en sus bosquecillos estatuas licenciosas, todas más o menos atormentadas por las diabluras de las Risas y el Amor.

Por lo que respecta a los apartamentos, estaban revestidos de paneles esculpidos del más encantador efecto, adornados con espejos, y los parquets de toda la planta baja, curiosamente incrustados de maderas de las Islas, relucían como espejos. La señora de Lautréamont, que sólo ocupaba el edificio principal, había alquilado los pabellos de los laterales a sólidos inquilinos y obtenía de ellos buenas rentas; no había nadie que no deseara vivir en el edificio de Lautréamont, y era el sempiterno tema de las conversaciones de la ciudad.

¡La señora de Lautréamont! Había nacido con las manos llenas y siempre había tenido suerte: un marido constituido como un hércules, dispuesto a concederle todos los caprichos y que le permitía vestirse en París, en casa de un gran modisto; dos hijos que había colocado bien: la hija casada con un procurador del rey, y el hijo ya capitán de artillería o a punto de serlo; la casa más bella del departamento, una salud que la mantenía aún fresca y, desde luego, deseable a los cuarenta y cinco años y, para atender esta mansión principesca y esta salud casi indecente, una criada de las que ya no hay, el fénix, la perla d

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Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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