La falta de costumbre
Señor patrón de la estancia:
Don Cayetano Sandoval, que dende hace un puñao de meses s’está
secando en el catre, como charque tendido sobre el alambre del cerco del
guardapatio, me llamó esta tarde.
El viejo Sandoval ha dejao cuasi tuitos los vicios que tenía,—o pa
decirlo más derecho, los vicios lo han dejao a él,—menos dos, que yo
carculo lo seguirán hasta que largue el último resuello : pitar y ler
los diarios.
Por eso me llamó esta tarde, y dispués de haber echao por las narices
una montonera de humo, me dijo sobando un diario que tenía sobre la
panza:
—Arrima ese cajón que me sirve de baúl.
—Ya está arrimao,—dije yo.
—Levanta la tapa y vas a encontrar papel y un lápiz grande,—dijo él.
Obedecí.
—Sentate en ese banquito,—dijo él.
Me senté.
—Vas a escribir una carta que te voy a componer yo al patrón, porque yo tengo los dedos acalambraos...
Yo me rái, me rái con tuito el poder de mi jeta de negro... Disculpe
patrón: los negros semos güenos y sólo los hombres güenos saben
ráirse...
—¿Usté no sabe,—dije yo,—que cuasi no s’escribir, porque si en
nuestro páis hay escuelas, no hay como pa dir a ellas? ¿Usté no sabe que
los empleaos del gobierno, unos parejeros y otros sotretas, cuasi
tuitos hacen sebo y que pa dir a la escuela, pasando los bañaos o los
arroyos, hay que ser pato ’e laguna?... Y no digo águila porque las
águilas no carecen dir a la escuela...
—No importa,—dijo él; él, es don Cayetano,
—no importa, aunque sea con garabatos vas escribir lo que te viá indilgar.
—¿Mesmo con palotes?
—Aun ansina. Los patrones tienen mucha sensia y comprienden.
—Güeno; ¿y qué viá decir?
Leer / Descargar texto 'Tardes del Fogón'